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1 Vida de un Hombre Víctor Emilio Estrada Sciacaluga Volumen 1 1891-1922 Años de formación y Comienzo de la adultez Por Eduardo Estrada Guzmán Guayaquil, 2015

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Vida de un Hombre Víctor Emilio Estrada Sciacaluga

Volumen 1 – 1891-1922 Años de formación y

Comienzo de la adultez

Por

Eduardo Estrada Guzmán

Guayaquil, 2015

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Créditos y Registros Tema: Biografía de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga 1891 – 1954, en tres volúmenes.

Título: Subtítulo:

Vida de un hombre Víctor Emilio Estrada Sciacaluga Volumen 1 – 1891-1922 Años de Formación y Comienzo de la adultez

Autor: Diagramación: Impresión: Publicado por: Portada: © Derechos: ISBN Volumen: Obra completa: ISBN-13:

Eduardo Estrada Guzmán Autor Autor, en formato digital .PDF Víctor Emilio Estrada Sciacaluga en 1921 Instituto Ecuatoriano de la Propiedad Intelectual IEPI. Registro de Derecho de Autor N° GYE-006282 del 29 de julio del año 2015 ISBN-978-9942-21-386-0 ISBN-978-9942-21-385-3

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Contenido General

VIDA DE UN HOMBRE .................................................................................................. 1

Víctor Emilio Estrada Sciacaluga ............................................................................................... 1 Volumen 1 – 1891-1922 ............................................................................................................. 1 Créditos y Registros .................................................................................................................... 2

Contenido General ....................................................................................................................... 3

Citas fundamentales ..................................................................................................................... 5

Notas para la lectura .................................................................................................................... 6

Dedicatoria .................................................................................................................................... 7

Agradecimientos ........................................................................................................................... 7

Prólogo .......................................................................................................................................... 8

Parte 1° 1855 - 1890................................................................................................................... 11 La formación de un padre ejemplar .......................................................................................... 11

Capítulo 1 .................................................................................................................................. 12

Parte 2° 1891 - 1900.................................................................................................................... 25 Capítulo 2 – Mayo de 1891 ....................................................................................................... 26 Capítulo 3 – Niñez .................................................................................................................... 26

Parte 3° 1901 - 1910.................................................................................................................... 45 Capítulo 4 – Educación y adolescencia .................................................................................... 46 Capítulo 5 – Aventura revolucionaria ....................................................................................... 55

Capítulo 6 – Otra aventura, esta vez en el mar ......................................................................... 60 Capítulo 7 – De regreso en casa ................................................................................................ 71 Capítulo 8 – Comienza a trabajar.............................................................................................. 80

Capítulo 9 – Crisis familiar y viaje a Europa ............................................................................ 90 Capítulo 10 – La vida continúa ............................................................................................... 100

Parte 4° El año 1911 ................................................................................................................. 109 La política muestra su verdadera faz ...................................................................................... 109

Capítulo 11 – El último año de Emilio Estrada Carmona ....................................................... 110 Capítulo 12 – El 11 de Agosto ................................................................................................ 141 Capítulo 13 – La Presidencia de la República ........................................................................ 169

Parte 5° La vida sin su padre .................................................................................................. 203 Jefe de Familia ........................................................................................................................ 203

Capítulo 14 – A enfrentar el futuro ......................................................................................... 204 Capítulo 16 – El destino marca el rumbo ............................................................................... 254

Parte 6° La Previsora ............................................................................................................... 273 Capítulo 17 – La Previsora ..................................................................................................... 274

Capítulo 18 – Empresario Privado .......................................................................................... 304 Capítulo 19 – La situación económica a partir de 1920 ......................................................... 331

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Fuentes .................................................................................................................................... 360

Tabla de contenido ................................................................................................................... 361

Palabras de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga a sus hijos, en su testamento privado.

“Mi Archivo debe ser organizado aunque en buena parte lo está ya. Alguien de la familia debe escarbar i hacerlo servir algun dia. Algun amigo –Carrión quien es el más empapado de muchos detalles de mi vida- podría ayudarlos a sacar a luz lo trascendente.”

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Citas fundamentales

“…todo esto hijito de mi alma que para los extraños es detalle insignificante, para los tuyos es

de gran interés”.

Victoria Sciacaluga de Estrada, a su hijo Víctor Emilio,

en carta del 17 de abril de 1906, mientras Víctor estaba en Valparaíso, Chile.

-------------------

“La extensión de una biografía depende de varios factores. Entre ellos están la importancia del

biografiado y la naturaleza del trabajo que sobre él se realiza.

Si se trata de una biografía oficial, con acceso a los documentos privados o primarios del

individuo, el biógrafo tiene la obligación de cubrir la vida del sujeto extensiva y profundamente,

pues esa obra será base de consulta para obras subsiguientes - si el biografiado fue una persona

de interés público.

Si es la primera sobre una persona, pero no una biografía oficial, el biógrafo procurará el mayor

número posible de fuentes primarias y dará cuenta, lo más completamente posible, de esa vida.

Mientras más importante y activo el individuo, más extensa y profunda será la obra, porque sus

actos serán muchos.

Si se trata de una biografía secundaria, o especializada sobre períodos específicos de una vida,

entonces el autor tiene más latitud en su cobertura, pues se limita al interés específico y su

extensión es entonces más manejable.

Si se trata de una síntesis biográfica, entonces una vida puede ser cubierta en pocas líneas,

dando énfasis solo a los puntos sobresalientes de esa vida.

Todo depende del sujeto, de su biógrafo y del interés del lector: Lo que puede ser largo para

uno, puede ser corto para otro”.

-------------------

“La biografía, por su naturaleza, es un trabajo subjetivo. No puede haber una biografía

totalmente objetiva, pues para poder escribirla, el biógrafo tiene que penetrar en la vida y psiquis

del sujeto y no hay nada más subjetivo que compenetrarse con una persona y revivir sus

experiencias.

Pero dentro de esa subjetividad íntima, el biógrafo tiene que ser objetivo, pues para ser justos y

certeros, hay que sacar la verdad objetivamente, ya que para que una biografía tenga valor, debe

exponer al biografiado ante el lector en su dimensión verdadera, hasta donde sea posible, porque

toda persona vive cuatro vidas diferentes en una sola:

La vida pública, la vida privada, la vida íntima y la vida secreta.

La vida pública es la que está abierta al escrutinio de todos.

La vida privada es la que está abierta a la familia y los amigos.

La vida íntima es la que está abierta a los padres, al cónyuge y a veces a los hijos.

La vida secreta es la que está abierta solo al individuo mismo – y a nadie más.

El biógrafo debe tratar de compenetrarse con todas ellas, cada una más difícil que la anterior,

siendo la penetración de la última, una tarea casi imposible”.

-------------------

Una vez un biógrafo se jactó de haber escrito la biografía definitiva de un importante sujeto. Un

colega le contestó: “No existe tal cosa como una biografía definitiva. Ninguna biografía puede

ser jamás definitiva, porque basta la aparición de un documento o evidencia inédita contundente,

para que se pueda cambiar radicalmente la óptica con que se ve una vida ya concluida”.

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Notas para la lectura de este volumen

Este trabajo es el primer volumen de lo que esperamos sea, eventualmente, una biografía

completa de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga.

Este volumen cubre los primeros 31 años de su vida, la midad de ella, y esperamos que en un

segundo volumen, a publicarse en el futuro, se cubra la otra mitad.

Cada palabra de esta biografía está basada en documentos primarios -correspondencia,

telegramas, documentos y textos de libros, artículos y folletos de la autoría del biografiado y de

su archivo; y, en documentos secundarios- libros, periódicos, revistas y folletos- que dan cuenta

de sus actos. También se basa en algunas entrevistas a personas que lo conocieron.

Un experimentado biógrafo recomendó que para logar una más auténtica biografía, el autor le

permita al sujeto contar su propia historia, con sus propias palabras, pues nadie mejor que él

para hacerlo. Como este autor concuerda con ese criterio, en este trabajo el lector encontrará

abundantes citas, las que se ubicarán entre comillas y en letra cursiva.

Cuando las citas sean muy extensas y sea necesario saltar palabras o párrafos, se insertará

puntos suspensivos entre paréntesis (…). Los saltos de línea o cambio de párrafo se indican con

una barra inclinada: /. En el resto del texto se aplican las reglas gramaticales comunes.

Todas las citas son textuales y han sido transcritas exactamente como están sus originales, con

idéntica ortografía, gramática y sintáxis.

Las cartas citadas que constan en este libro no están en él a forma de epistolario simple. Están

porque cada una de ellas nos va revelando rasgos de la personalidad del biografiado, que van

sumando para constituir finalmente y en cúmulo, su carácter y personalidad. Las cartas permiten

al biografiado relatarnos su vida con sus propias palabras, con la intervención del biógrafo solo

para dar contexto, aclarar situaciones complejas y complementar información.

Tenemos como tempranos ejemplos la correspondencia del niño que viaja a Chile en su primera

separación de sus padres.

Ya de joven adulto, tenemos la extraordinaria correspondencia con el general Leonidas Plaza

Gutiérrez, expresidente, candidato y futuro presidente del país.

La carta revela mucho en su contenido, en su tono, en su extensión. Hay que ver la carta, no solo

como un medio de comunicación, sino como un texto de revelación del yo interior de su autor.

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Dedicatoria

Este libro está dedicado a tres de mis tíos:

A Julio Estrada Icaza, quien quiso, pero no pudo, concretar la escritura de la biografía de su

padre. Los varios borradores de su intento biográfíco fueron reunidos por su hija Cecilia, quien

me los facilitó generosamente y, compendiados, los he denominado “Esquema biográfico de

Víctor Emilio Estrada S.” El trabajo de él, es la base fundamental de esta biografía, aunque

considerablemente ampliado en investigación.

A Ernesto Estrada Icaza, quien luego de convencerse de la factibilidad de este trabajo, puso la

semilla económica necesaria para iniciarlo. Poco antes de su muerte, pasé un fin de semana muy

intenso con él, durante el cual se grabaron casi 24 horas de conversaciones que han sido

invalorables para este trabajo.

A Julio Vinueza Moscoso, tío político y esposo de mi tía María Leonor, quien fue el más

entusiasta de su generación para que se escriba esta biografía. Casi cómplice del autor, era quien

motivaba a los demás para que den el apoyo necesario para poder hacer este trabajo.

Agradecimientos

Hay muchas personas a quienes el autor tiene que agradecer por su apoyo para hacer realidad

esta obra, pero inevitablemente y sin querer, a pesar de que se tiene la intención de agradecer a

todos, algún nombre se queda fuera.

A mis tíos ya mencionados en la dedicatoria.

A mis primos Víctor Emilio, Carlos Luis, y Víctor Ernesto (en orden de edad).

A mi prima Cecilia Estrada Solá de Icaza, quien ha colaborado con el autor en la revisión del

texto, aporte de ideas, documentos, fotografías y bibliografía, así como críticas constructivas.

A María Antonieta Palacios Jara, proveedora de sorprendente información, producto de sus

múltiples investigaciones.

Al personal y directivos de la Biblioteca Municipal de Guayaquil y de la Biblioteca Carlos A.

Rolando.

Al personal del Archivo Nacional.

Al personal y directivos de la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit.

A mi esposa Leticia, por su santa paciencia durante el largo período de años que ha durado la

fase intensiva de investigación y redacción del texto.

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Prólogo

“Vida de un Hombre”, esa es la primera parte del título de la biografía de Emilio Estrada

Carmona que su hijo, Víctor Emilio, escribió en 1942. Es también la primera parte del título de

esta biografía de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga. ¿Por qué? Porque la biografía del uno

complementa la del otro. ¿Emulación? Si, porque este autor, al igual que lo hizo su abuelo, trata

de cubrir una deuda doble: La primera, con el hombre que dejó como legado familiar una vida

ejemplar y, segunda, “la herencia de ejemplos que corresponde a las generaciones nuevas, para

que tomen de ellos inspiración para su esfuerzo y rumbos para aplicarlo”, enunciado de Víctor

Emilio que sigue siendo válido.

El padre puede ser una influencia positiva o negativa para sus vástagos y en muchos casos esa

influencia es determinante en el desarrollo de la vida de los hijos. En el caso de Emilio y su hijo

Víctor Emilio, esta realidad fue más marcada que en lo común de las relaciones paterno-filiales.

La relación física de estos personajes duró poco más de 20 años, desde el nacimiento de Víctor

Emilio en 1891 hasta la muerte de Emilio en 1911, pero en muchos sentidos el padre siguió

viviendo a través del hijo, pues éste vivió y practicó activamente lo que su padre le predicó y le

enseñó con el ejemplo. Veintiún años después de la muerte de su padre, Víctor Emilio lo honró

con una biografía denominada muy sencillamente “Vida de un Hombre”. En ella vemos

practicado un axioma biográfico enunciado por un experimentado practicante de ese arte y

ciencia en los convulsionados años de comienzos y mediados del Siglo XX: “Toda biografía es

también una autobiografía cuando el biógrafo ha tenido relación estrecha y contemporánea con

el biografiado”. Quien haya leído aquel relato de la vida de un hombre, podrá ver en las páginas

de ese trabajo la parte que jugó el biógrafo en la historia del padre amado y admirado.

Compañeros de aventuras revolucionarias y empresas comerciales desde que el hijo tenía 14

años, forjaron un lazo de amistad y complicidad pocas veces visto en una relación familiar. Por

ese nexo los principios, y en parte la personalidad del padre, penetraron en la del hijo,

convirtiéndose en parte fundamental del carácter del joven aún en formación, y luego del

hombre de acción.

Por eso, las cuatro primeras partes de este trabajo tienen mucho énfasis en esa relación paterno-

filial y nos relatan las vidas paralelas de los dos personajes, en la medida que la una influyó en

la otra o se complementaron mutuamente.

Se trata de la vida de un hombre multifacético en una dimensión poco común, que llegó a tener

en el país una gran influencia que él reconoció y ejerció para servir, pero no para servirse de

ella.

Uno de los axiomas biográficos dice que las personas menos indicadas para escribir una

biografía son los parientes del sujeto. En buena medida eso es cierto, porque el ser humano es

por naturaleza parcial y subjetivo, y al escribir sobre un pariente cercano, no podría poner a un

lado esa parcialidad y subjetividad para ser lo objetivo que debe ser un biógrafo, en una

disciplina que, sin embargo, requiere subjetividad y empatía.

Mi recordado y querido tío, Julio Estrada Icaza, siempre quiso escribir la biografía de su padre,

como el suyo escribió la biografía de su propio padre. Fue una aspiración que no pudo cumplir

por varios motivos, entre ellos porque la relación con su padre había tenido episodios tan

intensos, que difícilmente podría haberse distanciado lo suficientemente de ellos para escribirlos

desde un punto de vista totalmente objetivo.

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En la Vida de un Hombre, la biografía de Emilio Estrada Carmona escrita por su hijo Víctor

Emilio, a su vez sujeto de esta biografía, encontramos esa subjetividad que convierte a ese

trabajo en un panegírico de las virtudes de su padre. Con eso no estoy diciendo que don Emilio

no fuera un hombre virtuoso, pues sí lo fue, y en forma poco común, pero sí tenía sus defectos,

que en ninguna parte del libro aparecen claramente definidos.

Ahora el nieto de Víctor Emilio, este autor, tomó la posta de su tío Julio para escribir la

biografía de su abuelo. ¡Trabajo fascinante, pero a la vez intimidante!

Para ejercer el arte y ciencia de la biografía, es esencial contar con información veraz sobre el

sujeto, y mientras más completa, mejor, ya que se puede re-crear esa vida con mayor fidelidad.

Víctor Emilio Estrada Sciacaluga es el sueño de cualquier biógrafo, pues pocas personas

particulares han sido más ordenadas que él en el archivado de documentos y correspondencia

epistolar. Sus archivos son abundantes en datos que cubren desde sus años infantiles, hasta

pocos días antes de su muerte. Ese hábito lo adquirió de su padre, de quien existen aún muchos

de sus archivos personales.

Solo hay que lamentar el hecho de que lo que queda aún, no es más que una fracción de lo que

fue el archivo personal del biografiado. Parte lo quemaron sus hijos ex profeso por su contenido,

y parte se ha ido destruyendo con el tiempo al no estar almacenado en un lugar apropiado.

Cuando tenía 17 años Víctor Emilio adoptó la práctica de escribir a máquina, dejando copia al

carbón de toda su correspondencia epistolar. Solo están escritas a mano algunas cartas familiares

y él se encargó de inculcar en sus allegados que guardaran su propia correspondencia en

carpetas, de tal forma que aún mucha de ella existe. En las carpetas se encuentra la

correspondencia que él recibía y la que él enviaba, contando así con información completa de

los intercambios epistolares. Son pocas las cartas que faltan en las carpetas existentes.

También archivaba recortes de periódicos, artículos, fotografías, folletos y hojas sueltas de los

eventos en que se involucraba.

Era imparcial al archivar documentos, contando así el biógrafo con abundante material que

permite analizar los actos de su vida, no solo desde el punto de vista del biografiado, sino

también de sus parientes, amigos, enemigos, contrapartes y oponentes, pues junto con sus cartas

guardó también las respuestas de sus adversarios, muchas de ellas insultantes, agraviantes y

hasta soeces, ¡aunque por lo general él lograba decir la última palabra, pues era un polemista

formidable!

Y sí existieron lo que en un tiempo causó temor y preocupación en algunas personas: Sus

notorias “carpetas negras”, donde estaba guardada y registrada la vida y milagros de todos sus

oponentes. Cada uno tenía su propia carpeta y había individuos que tenían más de una.

Desafortunadamente para la historia, solo unas pocas de ellas sobrevivieron, pues luego de su

muerte, sus hijos resolvieron que era mejor que desaparecieran por lo polémico y delicado de su

contenido y, en efecto, la mayoría fueron quemadas en el patio de la casa a los pocos días de

fallecido Víctor Emilio.

Sin embargo, dos de los hijos guardaron unas pocas, las que son extraordinariamente

interesantes y asombra el nivel de información que contienen. Aunque dónde están y quienes

son los sujetos, es un secreto de familia…

Si bien tengo 30 años recopilando información para esta obra, es en julio de 2009 que comienzo

el trabajo de recopilación e investigación a tiempo completo. Y literalmente tiempo completo lo

es, pues día y noche me encuentro compenetrado con el individuo, viviendo lo que él vivió. Esa

compenetración con el tema no es nuevo para mi, pues ya lo he vivido con todos mis trabajos

anteriores, aunque la diferencia está en que esos fueron de historia, donde lo que importa son los

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hechos objetivos, y este es biográfico, donde lo que importa son las personas y por sobre todo, el

sujeto principal, pues todo gira en torno a él.

¿Cómo he manejado la parte afectiva? Pues si bien soy nieto de Víctor Emilio y nací nueve

meses antes de su muerte, por obvias razones no lo pude tratar personalmente.

Durante mi niñez y juventud, Víctor Emilio permaneció en un fondo difuso, detrás de las

vivencias diarias. Estaba allí siempre, pero a distancia. Eso sí, siempre estuve muy consciente de

que las comodidades materiales de que gozaba nuestra familia tenían su raíz en las iniciativas

comerciales e industriales de Víctor Emilio.

Para recordar su imagen, teníamos algunas fotos y un pequeño busto en bronce, así como la obra

“Esquema de una vida ejemplar”, que publicó La Previsora luego de su muerte, y algunos de los

libros de su autoría, siendo los más importantes para mí “Vida de un Hombre – Emilio Estrada”

y “Cien pensamientos para mis hijos”.

Con la madurez iba tomando conciencia de quien era el abuelo Víctor y cómo había afectado

nuestras vidas, lo cual iba generando mayor interés en conocer su propia vida. Un dato por aquí

y otro por allá iban llenando pequeños vacíos de conocimiento sobre su vida y así la carpeta con

la información del abuelo fue creciendo, hasta que se generó el interés suficiente en conocer el

trayecto completo de su vida y aquí estamos, al comienzo de una obra que espero transmita

satisfactoriamente la vida de un hombre ejemplar, cuyo legado aún se siente.

Un primo se preocupó, justamente, de que la cercanía afectiva y consanguínea afecte mi criterio

como biógrafo y trate de convertir esta obra en un “laudum” para el “abuelo admirado”. Pude

tranquilizarlo explicándole que tengo escritos cinco libros de historia en que he aplicado

estrictamente la objetividad que es necesaria para esas obras, y que si bien para una biografía es

necesaria la subjetividad del biógrafo, que tiene que compenetrarse con el sujeto para poder

comprenderlo, la experiencia ya vivida me ha permitido mantener la objetividad necesaria.

En este caso, la integridad del biografiado, que dejó registrado para la posteridad lo bueno y lo

malo en sus archivos, y las instrucciones de “sacar a luz lo trascendente”, facilita al biógrafo,

aunque parezca paradójico, ser objetivo dentro de lo subjetivo.

Estoy seguro que los lectores podrán determinar claramente si el parentesco ha tenido en esta

obra algún efecto adverso para la verdad.

Y entonces comenzamos esta aventura. Evolucionaremos cronológicamente con su vida,

viviendo sus primeros veinte años tanto con él como con su padre, pues sus vidas son

inseparables. Luego viviremos su breve período de soledad y de inmediato su vida familiar,

complementada con su vida laboral de tal forma que se fundieron en una sola. Luego veremos su

ascenso como autoridad económica y financiera, su patriótica labor militar desde la Brigada de

Reservas y su pasión por la salud económica de su país. También viviremos sus frustraciones al

ver cómo sus propuestas eran ignoradas para perjuicio de todos los ecuatorianos y beneficio de

unos cuantos. Veremos además sus satisfacciones, tanto en lo familiar como en lo laboral, e

inevitablemente llegaremos a su ocaso, y entonces podremos juzgar si su vida fue o no

trascendental.

Eduardo Estrada Guzmán

Guayaquil, 29 de julio de 2015.

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Parte 1° 1855 - 1890

La formación de un padre ejemplar

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Capítulo 1

La vida de Emilio Estrada Carmona desde 1855 hasta 1890.

No se puede comprender a Víctor Emilio Estrada Sciacaluga sin tratar como antecedentes

algunos pormenores de la vida de su padre, don Emilio Estrada Carmona, y por ello nos vemos

en la necesidad de conocerlos tal como los enfocó su hijo en “Vida de un Hombre”, trabajo

biográfico con el cual Víctor Emilio honra a su padre. También veremos detalles inéditos.

Emilio Antonio Gerónimo Estrada Carmona nació en Quito el 28 de mayo de 1855, en el hogar

formado por Nicolás Estrada Sirio y Francisca Carmona Vasmezón. Nicolás, doctor según su

madre doña Ana Sirio Robles, pero sin determinar en qué disciplina académica, era funcionario

menor en la Cancillería de la República al momento de nacer Emilio. Pero más que empleado

público, era amigo personal del entonces Presidente de la República, general José María Urvina

Viteri y de su esposa, doña Teresa Jado Urbina de Urvina y esa relación dio a Emilio la

distinción de ser llevado a la pila bautismal por el Presidente de la República y su esposa. Sus

primeros tres años los pasó en relativa tranquilidad en Quito, pero a partir del cuarto año su

niñez pasó a ser muy dura, pues habiendo nacido en un hogar acomodado gracias al trabajo de

sus padres y abuelos paternos y maternos, perdió a su padre debido al exilio político y el

pequeño Emilio, con su madre y sus dos hermanos, Nicolás Enrique, el mayor y José Manuel, el

menor, quedaron en la indigencia y prácticamente en la orfandad.

Como parte de los gobiernos de Urvina, Robles y Franco, Nicolás, considerado un político

liberal, sufrió las consecuencias de los acontecimientos nacionales ocurridos entre 1858 y 1860,

en que el país estuvo al borde de la disolución y sufrió la humillación de la invasión peruana.

Nicolás debió asumir el cargo de Canciller bajo el gobierno del general Guillermo Franco, en el

momento más crítico de la ocupación, tocándole firmar, en su calidad oficial, el infame

documento conocido equivocadamente como “Tratado de Mapasingue”.

La toma del gobierno por los conservadores y la permanencia en el poder ejecutivo e influencia

política de Gabriel García Moreno durante los siguientes 15 años, aseguraron que Nicolás no

pudiera regresar a su tierra natal, muriendo en el Perú. Las consecuencias del exilio político del

padre fueron gravísimas económica y emocionalmente para la familia, pues lo perdieron todo.

Pero doña Francisca Carmona Vasmezón fue una mujer de temple, que supo sobreponerse a la

ausencia del esposo y a la pobreza, para criar y educar a sus tres hijos. Ya radicados en

Guayaquil, recurrió a la honrosa tarea de preparar y vender dulces, y solicitó becas para los

estudios de sus hijos en el colegio San Vicente, que las obtuvo gracias a la generosidad y

solidaridad de sus amistades, las que en el no lejano futuro servirían también a su hijo Emilio.

Los hijos supieron corresponder al esfuerzo de su madre y fueron estudiantes aprovechados,

como lo atestiguan documentos que sobrevivieron los incendios del colegio.

Emilio adquirió conciencia de la dura realidad que vivía su familia y desde temprana edad

trabajó para ayudar a su madre en el sustento del hogar.

Entró a laborar como dependiente en la tienda de Mr. Buttler, donde tenía la tarea de barrer el

local y atender al público. En ese trabajo trabó amistad con otro de los dependientes, un joven

emigrante colombiano llamado Lisímaco Guzmán Garrido, con quien mantendría una amistad

de toda la vida, que luego continuaría con los hijos. Fue panadero, ofreciendo al público un

producto de primera calidad. Más tarde fue contratista en el empedrado de las calles de

Guayaquil, trabajo duro que lo hizo un hombre fuerte, pues no era contratista solamente de

escritorio, sino también de trabajo físico. Esa fortaleza le serviría, como veremos más adelante,

para cumplir, solo, con un doloroso deber filial.

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Pero no todo era trabajo. Emilio se dio tiempo para dedicarlo al deporte y al servicio cívico. Fue

bombero voluntario y estuvo entre los fundadores de uno de los primeros clubes deportivos de la

ciudad, cuyo nombre, “Perseverancia”, sería determinante en la vida de Emilio. Estas

actividades colaboraron a formar una personalidad más completa y libre de complejos o

prejuicios negativos por la dureza con que lo había tratado la vida.

Sin embargo, lo que marcaría su rumbo de vida fue su búsqueda y apego por la libertad política,

de culto y la elusiva justicia, que eran pisoteadas por los gobiernos de turno. La falta de

libertades públicas y privadas fue común en el período garciano, pero cuando éste acabó, los

gobiernos que se sucedieron pretendieron dar al país períodos de relativas libertades que se

desvirtuaban en la práctica, y así lograron crear la necesidad de la lucha política para alcanzar el

ideal de libertad. Emilio había sido influenciado por la suerte de su padre y simpatizó con las

ideas modernas de ilustración y libertad que propugnaba don Pedro Carbo Noboa. En unión de

otros jóvenes de ideas avanzadas, se reunían esporádicamente y en una de ellas conoció a Juan

Montalvo; fue así formándose su ideología política, convirtiéndose en un liberal y radical

convencido y doctrinario.

Importante es anotar en este punto que el término “liberal”, que se usaría para identificar

formalmente esa tendencia a nivel partidista a partir de 1890, era usado en esa época en un

contexto ideológicamente amplio, pero no como nombre de un partido, y menos aún en la

combinación de “liberal radical”, que se comenzó a usar una vez consumada ya la revolución de

1895. El término “radical” se usó desde la Revolución Francesa.

Los libre-pensadores no eran bien vistos en el Ecuador de entonces y desde la época garciana

eran perseguidos. Los jóvenes liberales, calificados como subversivos por los garcianos,

continuaron así marcados por las autoridades de los gobiernos sucesivos y Emilio sufría el

ostracismo político cuando falleció su madre, el 3 de agosto de 1879. Su delicada situación

política y la coincidencia de un momento de estrechez económica, lo llevó a la humillante

necesidad de pedir la ayuda del antiguo compañero de trabajo, Lisímaco Guzmán Garrido, ya

prosperando en sus negocios, para que le facilite el dinero necesario para comprar el ataúd y

pagar el alquiler de la bóveda. Entonces vivió la traumática experiencia de tener que cargar

sobre su espalda el féretro de su madre y llevarla solo al cementerio para no comprometer a

ninguno de sus parientes o amigos. De esa experiencia derivó una lección de humanidad que

pondría en práctica años después, cuando estuvo en condiciones de hacerlo: Ayudar, siempre

que pudiera, a aliviar el dolor de los deudos al enterrar a los muertos.

La experiencia vivida tras la muerte de su madre atenuó un poco su fervor político. El 29 de

noviembre de ese mismo año se casó con Isabel Usubillaga e inició un período dedicado al

trabajo, lo que le permitió, para 1883, tener casa propia. Su hijo Víctor Emilio nos revela: “Del

trabajo acumulado desde 1875 más o menos, con sus primeros contratos de pavimentación de

calles, hasta 1890, es decir 15 años, la única materialización era el solar y la casa de madera y

teja que construyó desde su primer matrimonio en la calle 9 de Octubre entre Chanduy y

Boyacá. El solar le costó entonces 200 pesos (en realidad 700 pesos, en 1880, según la escritura

cuya copia reposa en el archivo del autor), y la casa, probablemente, de 4 a 5 mil…”.

En este proceso de formación personal y política, dura y sufrida, pasaron los primeros 27 años

de Emilio, hasta que tomó cuerpo la lucha del liberalismo y Emilio se incorporó, en abril de

1883, a la lucha armada contra el dictador José Ignacio de Veintemilla. Como otros jóvenes,

eludió la vigilancia que se ejercía en Guayaquil, entonces centro de gobierno del autócrata, y se

trasladó al campamento del coronel Eloy Alfaro, llevando un regalo inesperado: Un plano de las

defensas de Guayaquil elaborado por él, que fue muy útil para la campaña. Emilio se probó

como un eficiente administrador militar y por ello Alfaro lo designó proveedor general de su

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ejército, lo cual no le impedía avanzar hasta el frente de batalla cuando el fuego era nutrido para

matar -“palomearse,” como decían en esa época- algún veintemillista. Su eficiencia y valor

impresionaron a Alfaro, quien sintió aprecio y admiración por el aguerrido joven. La simpatía

fue mutua y Emilio admiró al líder y eventualmente desarrolló una estrecha amistad con él y su

familia. En la lucha contra Veintemilla, que se conoce en la historia como la Campaña de

Mapasingue, se formaron muchos de los luchadores ideológicos que eventualmente serían

protagonistas de la revolución de 1895.

Pero el triunfo de 1883 fue efímero, pues la política logró inclinar la balanza de los vencedores

hacia los intereses de los gobernantes en Quito, inicialmente los “Pentaviros” y luego interinos

hasta llegar a Caamaño. Alfaro y sus luchadores liberales y radicales fueron marginados. La

lucha había sido estéril, pues el país volvió a los mismos vicios y mañas de antes.

En 1883 Emilio recibió un nombramiento como Comisario de Policía, pero no hay evidencia de

que ocupara el cargo, que en todo caso habría sido efímero.

Como la lucha había pasado de las armas a las ideas, Emilio, quien había estudiado el sistema

federal aplicado en otros países, tomó la iniciativa de fundar, hacia fines de 1883, con algunos

compañeros liberales y radicales, el semanario “El Federalista”, que propugnaba ese sistema de

gobierno como idóneo para resolver los problemas que había vivido hasta ese momento el

Ecuador. Tuvo algunos colaboradores de peso que escribían en las páginas del periódico, entre

ellos Pedro Carbo Noboa. Lamentablemente, los argumentos no convencieron a suficientes

ciudadanos y políticos, y el sistema federal nunca tuvo la oportunidad de ser probado en nuestro

país. La experiencia de “El Federalista” fue interesante para Emilio como empresario y editor de

prensa, pero frustrante como político, pues veía repetirse los mismos abusos de poder, ahora por

mano del nuevo dictador, José María Plácido Caamaño y de su grupo de amigos, que se llegó a

conocer como “La Argolla”.

Luego de un período de interinazgo en que ya se habían cometido abusos, el 10 de febrero de

1884, día que se confirma a Caamaño como Presidente Constitucional del Ecuador, comienza

otra vez una etapa negra en la política ecuatoriana. Emilio describió así a Caamaño en años

posteriores: “…hombre sin conocimientos como político, sin honradez como ciudadano y

desprovisto de las virtudes domésticas que hacen siquiera estimable a un hombre ante la

sociedad en que ha nacido y vivido”. No debemos olvidar que Caamaño fue, años después, el

autor material del episodio denominado “Venta de la Bandera”, que causó la caída del

presidente Luis Cordero Crespo, quien había cometido el craso error de nombrar a Caamaño

Gobernador del Guayas, cargo que entonces tenía el extraordinario poder que le permitió a ese

funcionario inescrupuloso negociar con el honor nacional.

La tiranía que impuso Caamaño generó tal nivel de resistencia que motivó la acción de muchos

jóvenes, entre los que se encontraba Emilio quien, sin ser el ideólogo del movimiento, manifestó

claramente sus ideas: “Si no la razón natural por lo menos la experiencia ha probado que en el

Ecuador, todas las revoluciones buenas o malas, justas o injustas han nacido o tenido su causa

determinante en los abusos de poder, abusos que a su vez han determinado las arbitrariedades

de los empleados subalternos de la administración, las que en la fatal pendiente de los

acontecimientos han provocado la exasperación pública, traducida por la revolución armada”.

Emilio relataba algunos años después lo que se vivió en ese período: “Concluida la guerra civil

contra la dictadura del general Veintemilla el 9 de julio de 1883, parecía que los ecuatorianos

deberíamos unirnos para encaminar al país en la vías de las reformas civilizadoras del siglo, a

efecto de lo que convenía matar el personalismo político conviniendo todos los ecuatorianos en

un nuevo pacto social en el que a todos los partidos les quedara abierto el campo de las

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reformas que anhelaban. Desgraciadamente no fue así, y muy al contrario, desde el día

siguiente del combate definitivo (de la campaña de Mapasingue), el partido clerical

conservador, usó y abusó de las armas que tenía en mano para derrocar la dictadura,

empleándolas para imponer autocráticamente su voluntad a la inmensa mayoría de

ecuatorianos residentes en las provincias andinas y algunas litorales. Bajo semejante

inspiración y previos muchos delitos para asegurar el éxito, se instaló la Convención Nacional,

convocada por los tres gobiernos seccionales. Debido a los manejos planteados en las

elecciones de convencionales, el partido liberal no tuvo en la asamblea más de nueve

representantes genuinos, los que al ocupar sus asientos en la Cámara sirvieron de blanco a los

insultos dirigidos por los intransigentes, durante las sesiones”. Continúa más adelante en su

relato: “La prensa - vía pacífica, fue seguida por el partido liberal para reclamar los derechos

que como ecuatorianos teníamos, y desde entonces demostramos los inconvenientes que tendría

la elección del Sr. Caamaño como Presidente Constitucional. La contestación de él, ya

personalmente, no se hizo esperar desde que realizada la elección se desencadenó una serie de

atropellos y violaciones de la misma Constitución que acababa de sancionar su propio

partido”. Agrega Emilio: “Tan pronto, pues, como el señor Caamaño se vio elevado a la

primera magistratura inició la más tenaz persecución a toda idea y a todo hombre que no

estuvieran de acuerdo con las ideas y los hombres del partido ultramontano a cuya cabeza se

había puesto él después del 9 de julio de 1883. En el acto los liberales reclamamos nuestros

derechos por medio de la prensa, como dejo dicho, señalamos de una manera moderada e

indiscutible, las arbitrariedades que contra nosotros se cometían, pedimos justicia y la parte

que como a ecuatorianos nos correspondía en la cosa pública de nuestra patria. Una

contestación autocrática no se hizo esperar. La prensa o tuvo que callar o prostituirse

aplaudiendo arbitrariedades…”. Luego nos plantea consideraciones de tipo filosófico: “Si la

pérdida de la dignidad de hombres libres no era una razón poderosa para sublevarnos,

desaparece el derecho de rebelión sancionado por los hombres de todos los tiempos y de todos

los colores, y les será preciso a los sesudos convenir en que nuestros padres hicieron mal

cuando nos emanciparon de España por idénticas razones y que ellos mismos (los sesudos)

hicieron mal ayer no más, cuando se sublevaron contra la dictadura de Veintemilla, que no

había hecho antes de la sublevación la décima parte de las atrocidades que Caamaño había

planteado como forma de gobierno”.

Con estos pensamientos concluimos la cita de las palabras de Emilio que justifican el fervor

revolucionario, pues son suficientes para mostrarnos la situación que motivaría a muchos

ecuatorianos a dejar la tranquilidad de sus hogares y aventurarse a la lucha armada en pro de la

anhelada libertad política.

El 13 de noviembre de 1884 salió Emilio de Guayaquil, dirigiéndose con otros liberales como

Marcos Alfaro y Gabriel Moncayo, a buscar al coronel Nicolás Infante, quien se había

sublevado en Los Ríos en soporte del movimiento iniciado en Manabí por el coronel Centeno, a

favor del caudillo radical, Eloy Alfaro Delgado. El lugar de encuentro fue al pie del estero

Chapulo, en la hacienda “La Victoria de Chapulo”, de doña María Gamarra Elizondo de

Hidalgo, conocida como “La Ñata” y patrocinadora, con su esposo, Eduardo, de los luchadores

liberales y radicales. Allí, los guerreros voluntarios y los conciertos (peones) liberados

pronunciaron un pacto de lucha contra la tiranía y así fueron los originales Chapulos, soldados

irregulares que combatirían en desventaja contra las fuerzas gobiernistas de Caamaño. Desde ese

año hasta 1889, en que el presidente Antonio Flores Jijón otorgó una amnistía política con

mordaza, Emilio fue perseguido político.

La campaña militar-guerrillera de los Chapulos fue heroica pero fútil y efímera. En pocos días y

luego de breves triunfos, fueron capturados. La crueldad de los vencedores fue terrible, pues

contradiciendo una declaración de amnistía que había emitido la autoridad militar, se fusiló al

coronel Nicolás Infante en el patíbulo de Palenque, obligando a Emilio a presenciar la ejecución

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con la amenaza de que sería el próximo en ser pasado por las armas. Pero el destino lo condujo

más bien a una dura prisión política desde comienzos de 1885 hasta 1886, en que escaparía de la

cárcel. Ese período serviría para fortalecer su carácter y, paradójicamente, forjar algunos de los

rasgos más humanos de su personalidad.

Prisión, muerte de la esposa y fuga

Como consecuencia de su asociación con las fuerzas liberales, su casa había sido incautada y

ocupada por el Gobierno, dejando a su primera esposa, Isabel Usubillaga, sin vivienda.

Lamentablemente, Isabel enfermó y falleció el 9 de abril de 1885, mientras su marido guardaba

prisión en la letrina del cuartel de artillería de la ciudad. Las gestiones de sus amistades, entre

ellas parientes del presidente de la república, lograron que se le otorgue al preso un permiso

especial que la autoridad emitió específica y exclusivamente para ver el cadáver. Fue llevado a

la casa del duelo por guardias y al ver el cuerpo de su esposa, él trató de darle un último beso,

pero fue detenido por los guardias, que hacían cumplir estrictamente la orden que le permitía ver

a su esposa muerta, pero nada más. Ese acto de crueldad psicológica lo marcó de por vida, pero

no para practicar la misma crueldad sino, por el contrario, para ser generoso y humano en los

momentos de infortunio del enemigo vencido.

Tanta desventura acumulada habría destruido a otro hombre, pero para Emilio esa adversidad

sirvió para motivarlo a encontrar la forma de escapar de la prisión. Dejemos que sea su hijo,

Víctor Emilio, quien nos relate ese episodio de la vida de su padre, que nos da una idea del

ambiente y de los relatos que escuchaban los hijos en las veladas nocturnas en el hogar de la

familia Estrada Sciacaluga:

“CAMBIO DE PRISION Y FUGA FINAL.- Después de algunos meses de estadía en el cuartel

de Artillería, mi padre fue trasladado a la Cárcel Pública – entonces ubicada en la calle

Clemente Ballén y Pedro Carbo. – Con él fueron Pedro Montero, Marcos Alfaro y otros

“Chapulos”.

Naturalmente, para un carácter del temple que ya había fijado la adversidad, la prisión es un

puente y no un recinto. Organizó así el paso, la fuga. Comprometió a los presos comunes para

escaparse, comprometió al cuidador que tenía las llaves de los calabozos, y comprometió a

varios de los presos políticos aunque otros de entre ellos, como Pedro Montero, se negaron a

plegarse al plan de fuga “por estar destinado al fracaso”, tal era de osado. (…) Mi padre me

relataba a menudo este episodio con especial fruición. Observando que de vez en cuando

redoblaban la vigilancia y cuidado que tenían con los presos políticos y con él en especial,

acostumbró más por fastidio que por cálculo, enviar recado al Gral. Flores, jefe militar de la

plaza, indicándole que ‘no perdiera tiempo en cuidarlo tanto pues le enviaría a decir el día que

pensaba escaparse’. Y como lo ofreció lo cumplió. Cuando tuvo su plan maduro, aprovechó del

paso de uno de los oficiales de guardia y le dio el recado para el Gral. Flores en el sentido de

que ‘esa noche’ se escapaba. El plan era simple y si tenía ‘osadía’ era porque contrariaba la

lógica y lo que podía esperar Flores. Organizó el escape de los presos comunes como premisa

del propio escape, y se valió del enorme grupo de tales presos para confundirse en el tumulto

que se produciría sin remedio: era el secreto y la garantía para salir desapercibido.

A la hora señalada, el ‘llavero’ comprometido abrió sigilosamente las puertas de los calabozos

comunes, mientras que mi padre forzaba la propia; la columna de presos se dirigió hacia la

salida con sin igual sorpresa para la guardia impreparada para semejante insólito acto. Con un

pedazo de palo extraído de una silla que desarmó, ‘arreaba’ -tal era su propia palabra- los

presos hacia adelante, mientras la guardia no se encontraba justificada para usar armas y

matarlos colectivamente en su intento: no podían suponer que entre ellos iban políticos. El

tumulto y la confusión dieron el resultado apetecido. Unos presos salieron y otros

retrocedieron, pero entre los primeros salió mi padre, sin anteojos, andrajoso y en situación de

mimetizarse con la oscuridad de la noche – después de casi dos años de prisión.

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Estaba a salvo, si encontraba refugio cercano y seguro. Ambas condiciones le deparó el

destino. El humilde hogar de un carpintero lo acogió caballeroso y lo tuvo en seguridad por

algunos días. Un coy con una falsa cama sirvieron para el caso. Después de pocos días fue

menester mudarse de casa porque, naturalmente las sospechas iban reduciendo el círculo de

seguridad. Una noche, disfrazado, salió de este escondite para cambiarlo con el de una casa

amiga: la de doña Mercedes Monsalve de Plata, digna y santa matrona guayaquileña que, supo

conciliar la íntima amistad que la ligaba con él y con mi abuela, con su cercano parentesco con

el representante del Gobierno Sr. Caamaño (era concuñada del Presidente). Mientras mi padre

vivía en su casa escondido, el propio Sr. Caamaño visitaba a su parienta, sin imaginar que

desempeñaba una obra humanitaria con virtuosa dignidad.

Pero también esta situación era un puente y no un recinto. No podía ni comprometer

indefinidamente a doña Mercedes, ni sujetarse a la dimensión de un fugitivo permanente. La

fuga al exterior era la consecuencia inevitable de la fuga local. Para ella encontró nuevamente

la nobleza característica del que fue don Alfredo Cartwright, agente de la compañía inglesa de

vapores y por muchos años -hasta su muerte- alto jefe de la casa L. Guzmán y Cía. (de su amigo

Lisímaco Guzmán Garrido). Este caballero y doña Mercedes arreglaron los detalles materiales

de la fuga, con la cooperación del Capitán Chambers” (George Chambers Stock, comandante

de uno de los vapores de la Pacific Steam Navigation Company).

Mi padre bajó una tarde, ya oscuro, vestido de marinero, sin zapatos, sin anteojos, llevando un

charol en su cabeza y se trasladó en coche con doña Mercedes al muelle fiscal (obviamente no

sentado con ella sino en la plataforma de maletas), donde Mr. Cartwright lo esperaba.

Tomó sitio como un ‘boga’ cualquiera en el bote que iba a despachar el vapor inglés para

Panamá. Bogó tranquilamente y subió a bordo como fogonero: cuando los pesquisas

registraron el vapor no reconocieron al fugitivo, fornido y tiznado marino que lanzaba carbón a

la boca del caldero. Y el vapor levó anclas. Sin dinero, sin familia, sin esperanzas, casi sin

vestido, el Océano se abrió ante él en síntesis de la inmensidad de su infortunio. Pero llevaba en

su alma templada el curso intenso y edificante que había hecho en la vida de luchador contra el

Destino. Tenía manos y tenía cabeza. Las primeras las usó, pidiendo un pico y una lampa con

los que ganó sus primeras comidas, cargando tierra y rocas en el primer Canal de Panamá.

Después de pocos días la personalidad empezó a sobreponerse sobre el tosco manejar de la

lampa y del pico: la cabeza tomó su puesto.

Elevándose en jerarquía, llega al cabo de pocas semanas a conseguir la consideración de sus

jefes y no pasa mucho tiempo que es el jefe mismo de una sección de trabajos contratada por

dos ingenieros franceses: Mr. Paul Millet y Mr. Joseph Coiret, quienes, después, al fracasar la

obra del Canal Francés vinieron al Ecuador, llamados por mi padre que había regresado ya.

Millet fue el padrino de bautismo del que estas líneas escribe y murió en nuestro hogar el año

1893 más o menos. Coiret vivió muchos años en Guayaquil, donde su alta figura y su

característica faja acoplados a su jovial buen decir, le hacían discernible por sus numerosas

relaciones.

Mi padre tuvo oportunidad posterior para darle trabajos y contratos en Guayaquil y repagarle

el apoyo que en Panamá le prestara”.

Años después de este relato, se conoció por boca de él mismo, que Emilio había llegado a

ocupar el cargo de pagador en la empresa del Canal, lo cual lo había colocado en el plano de

empleado de oficina y esto hace factible que sea él quien aparece en la foto de funcionarios de la

empresa que veremos en la próxima página.

Este relato de una extraordinaria aventura que el padre contaba a su esposa e hijos en la

intimidad del hogar, tuvo sobre Víctor Emilio una influencia decisiva, pues presenta a un

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hombre ejemplar y admirable, que supo obtener enseñanzas positivas de eventos protagonizados

con la peor malicia del ser humano. Esto lo comprobamos en las palabras de su hijo que

preceden al relato de esta audaz aventura, en la biografía que escribiera para honrar a su padre:

“Esta virtud de sobreponerse al vejamen, sentirse como se es, más grande que la injuria,

cristalizada en aquellos que, como mi padre, sufrieron con estoicismo y no hicieron de ese

sufrimiento pedestal de odios sino lección permanente de filosofía humana y alta. Y por eso un

hombre que tuvo que llevar a cuestas el cadáver de su madre y que pudo solo ver y no besar el

cadáver de la esposa, tiene un derecho grande para que el hijo lo muestre como ejemplo de esa

virtud que permite olvidar las atrocidades del destino y ya en el pináculo, en vez de odiar,

perdonar y aliviar a los demás”.

Estas palabras deben ser valoradas muy cuidadosamente pues son, en efecto, esencia de la vida

que practicó el hijo en permanente homenaje al ejemplo de un padre con muchas más virtudes

que defectos. Lo interesante de esas historias es que ganarían credibilidad y certeza el momento

que el hijo comenzó a vivir aventuras revolucionarias con su padre.

Ferdinand de Lesseps con un grupo de funcionarios de la empresa del Canal, en Panamá, en los años 1880

De Lesseps está al centro en la fila del medio. De los demás funcionarios ninguno está identificado, pero entre ellos se pueden

encontrar los ingenieros Millet y Coiret. Nos llamó la atención el aspecto del caballero a la derecha, en la última fila, a quien, si

lo comparamos con las fotos de las páginas 27, 30, 34 y 38, pudiéramos identificar como Emilio.

Retorno al Ecuador

Antonio Flores Jijón se posesionó como Presidente de la República el 17 de agosto de 1888.

Identificado como miembro del Partido Republicano, que era conocido como progresista y

católico, ejerció inicialmente el poder conciliando, aplicando la razón y la ley con el fin de

alcanzar y conservar la paz interna. Entre los primeros actos de su gobierno estuvo el de

conceder amnistía a los políticos encarcelados y también a los exiliados, siempre y cuando al

regresar al país se mantuvieran alejados de la política. Emilio se acogió a esa amnistía y regresó

a su país a comienzos de 1889.

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Emilio, como nos relató su hijo, había estado trabajando casi tres años en el primer Canal de

Panamá bajo técnicos franceses. Hombre de inteligencia superior y autodidacta, captó

rápidamente las enseñanzas que le transmitían en la práctica los ingenieros Millet y Coiret. Para

él su trabajo en el Canal fue una escuela de arquitectura e ingeniería. Su capacidad de trabajo así

como su personalidad le ganaron el respeto, aprecio y confianza de sus superiores, al punto de

trabar con ellos una sincera amistad, por lo que su partida fue muy lamentada, pues perdían a un

excelente colaborador.

Sin preverlo, la salida de Emilio precedió con pocos días el fin de la empresa francesa del canal,

que entró en liquidación el 4 de febrero de 1889 y al poco tiempo Millet y Coiret se encontraron

sin trabajo. Alberto Millet se puso en contacto con Emilio y tanto él como Coiret fueron

invitados al Ecuador, a probar suerte, y recibieron de su amigo todo el apoyo que pudo

brindarles.

El gobierno de Antonio Flores fue una decepción, pues a pesar de las buenas intenciones con

que había comenzado, pronto cayó en los mismos vicios de su antecesor Caamaño. Se dan

negociados y escándalos financieros, y el fervor cívico de Emilio desea manifestarse

abiertamente, pero ha de respetar el compromiso adquirido al recibir la amnistía y por ello

recurre al pseudónimo para poder expresar su descontento. Comienza a escribir en la prensa de

oposición como “Tácito” y publica en León, Nicaragua, un folleto anónimo titulado “Para la

Historia”, en el que describe el tránsito sórdido de las administraciones de Caamaño y Flores.

El hijo cita en la biografía de su padre las palabras con que justificó su anonimato:

“Al velar mi nombre con el anónimo no procedo por temor, porque mi modo de vivir

independientemente no me liga a persona alguna. Un apellido oscuro como el mío nada

aumenta el valor de mis escritos; tal vez le haría perder, por el desgraciado sistema que entre

nosotros se ha establecido de apartarse de la discusión de principios para encenagarse en las

personalidades. Lo cuerdo hubiera sido, en vez de insultar a determinadas personas, probar la

inexactitud de mis aseveraciones. Estas han quedado en su puesto, y los insultos de mis

adversarios llenan las columnas de algunos diarios aunque dirigidos contra una sombra”.

La enseñanza en este caso fue selectiva, pues si bien el justificativo era válido para las

circunstancias y el momento en la vida del padre, el hijo utilizaría en el futuro ese recurso

periodístico en algunas ocasiones, entre ellas en la revista Patria, su primera experiencia

periodística. Usaría pseudónimos en artículos financieros, económicos y los muy pocos políticos

que escribió, más por costumbre que por necesidad, pues su estilo era muy conocido.

Trabajo y compañera

Emilio, al regresar, recuperó su vivienda, que había permanecido incautada por el gobierno de

Caamaño, y emprendió en dos tareas fundamentales para él: Buscar trabajo y buscar esposa.

El trabajo lo consiguió en la Empresa de Carros Urbanos, como Sub-Administrador, a partir del

30 de mayo de 1889.

La esposa la encontró en el hogar de doña Juana María Amalia Aubert Muss, viuda del capitán

de altura Tommaso Maria Achille Sciacaluga Sciacaluga, de origen genovés.

Don Tommaso había simplificado su apellido – Sciaccaluga - quitándole una “c”, y sus hijos

fueron inscritos con la nueva forma - Sciacaluga.

Emilio era amigo de la infancia de Luis Sciacaluga Aubert, a quien llamaba “Luisito”, y eso le

dio entrada en la casa de doña Amalia. Había conocido a Victoria cuando joven, pero al retornar

de su exilio la vio con otros ojos. María Victoria Pía Sciacaluga Aubert había nacido el 14 de

julio de 1859 en Guayaquil y cuando Emilio se interesó por ella tenía 30 años, en esa época edad

avanzada para ser soltera. Victoria era una dama no muy agraciada físicamente, pero virtuosa y

de carácter agradable. Emilio se prendó de ella. Tenía 34 años en septiembre de 1889 cuando

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tomó la decisión de cortejar a la Srta. Victoria. Por su edad, ninguno de los dos tenía tiempo que

perder si querían formar una familia.

Emilio escribió a doña Amalia, el 4 de septiembre de ese año:

“Señora.

Comenzaré por pedirle mil perdones por el grave disgusto que tal vez voi á ocasionarle.

Desde que acepté su generosa oferta de ser recibido en su casa, lo hice de un modo más

interesado que por simple amistad; aunque sin atreverme á expresar mis pretensiones; tanto

por no ser merecedor, cuanto, por que quise que fuera U. después de conocerme de cerca, la

primera en saber las pretensiones que me llevaban á su casa.

Sé bien Señora; que nada valgo para atreverme á aspirar a la mano de la Señorita Victoria:

pero es la verdad, que en este mundo, los que como yo, mui poco valen somos los que á más

aspiramos.

Si algo he de presentar á U. en abono de mis pretensiones, sean las virtudes de su hija, i si algo

pesa en los ánimos de U. i de ella; mi conducta, escenta siempre de toda falta.

Con estos antecedentes, i viendo depender mi porvenir de las voluntades de U. i de su hija, me

permito pedir a U. la mano de la Señorita Victoria.

Si mi pretensión es aceptada; ofrezco a U, á ella, i á toda su familia, hacer cuanto esté de mi

parte para su felicidad.

Si U. ó la Señorita Victoria, me rechazaran, les ruego encarecidamente ocultar hasta de Luis mi

desengaño.

Mañana por la noche si no tiene U. inconveniente me dará verbalmente la respuesta,

suplicándole si, que la entrevista sea reservada entre U. y su affmo. seguro servidor que besa

sus manos.

Emilio Estrada”.

Esta hermosa carta, tan humilde y sencilla, no podía más que surtir el efecto deseado. La

entrevista fue exitosa y Emilio obtuvo en compromiso la mano de la señorita Victoria.

Juana María Amalia Aubert Muss Tommaso Maria Achille Sciaccaluga

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Matrimonio

El cortejo fue breve y el matrimonio se realizó el 1° de mayo de 1890. Los novios se

acomodaron en la casa de Emilio ubicada en la avenida 9 de octubre, entre las actuales calles

García Avilés y Boyacá. Era la casa en que había vivido con su primera esposa, Isabel, y que

había permanecido algunos años ocupada por dependencias de gobierno durante el tiempo que

permaneció incautada. Es de imaginar que el gobierno no debe haber cuidado muy bien esa

propiedad y Emilio debe haber invertido en refaccionarla buena parte de lo ahorrado de su

trabajo en el Canal. La casa era cómoda y amplia. Sería una buena vivienda para la nueva

familia que pronto se comenzaría a extender.

El hogar

La vida de la pareja Estrada Sciacaluga transcurrió pacíficamente en su hogar esos primeros

años, en compañía de familiares de la esposa que vivían en casa vecina por 9 de Octubre. Doña

Amalia Aubert viuda de Sciacaluga, Luis y María Francisca, hermanos de Victoria, compartían

con la pareja amenas horas, ya sea en la una o la otra casa.

Doña Amalia Aubert había pasado por situaciones parecidas a las de doña Panchita Carmona,

pues un socio deshonesto había privado a la familia de la heredad del capitán Sciacaluga. Doña

Amalia también había recurrido a la preparación de dulces para mantener a su familia y por

tanto Emilio pudo comprender sensiblemente la situación de sus parientes políticos.

El padre le transmitiría al hijo la experiencia de esa época de su vida como ejemplo para la suya

propia, y el hijo captó esa y otras experiencias aleccionadoras en la biografía de su padre: “Así,

cuando mi madre y mi padre se casaron, ambos sabían las extensiones del infortunio familiar, y

ambos aportaron la virtud del ahorro, la medida de lo preciso y el espectro de lo superfluo,

como factores de seguridad y elementos de sosiego y paz para el matrimonio”.

Emilio prácticamente no tenía familia propia, pues su hermano mayor Nicolás Enrique había

fallecido joven y su hermano menor José Manuel desapareció de la historia familiar sin saberse

su destino. Emilio solo tenía parientes descendientes de su tía Ana Inés Estrada Sirio, quien casó

con don Ramón Eliseo Benites Sánchez y tuvieron dos hijos: Juan Manuel y Ana Inés Benites

Estrada, pero no había mayor afinidad con sus primos. No se conocen parientes directos por

Carmona, aunque sí por Vasmezón. Luego, en esta historia veremos que aparecen parientes

distantes por la familia Espinosa Palacios, pero no hemos podido establecer los nexos.

Para todo efecto práctico, los Sciacaluga Aubert se convirtieron en la familia íntima de Emilio y

por ello compartieron todos en armonía sus hogares. Doña Amalia era la matriarca y Luis, a

quien Emilio llamaba Luisito, no solo era el cuñado, sino también su amigo desde la infancia.

María era la compañera de su hermana y la alegría de los hogares, al ser la más joven. De los

demás hermanos Sciacaluga Aubert no tenemos noticias en los papeles familiares, por tanto es

posible que murieran en la niñez o juventud. Aquiles, hermano mayor de Luis y Victoria,

emigró muy joven al sur del Perú, donde procreó familia.

La casa de los Sciacaluga correría la misma suerte que la casa de los Estrada durante el incendio

de 1896.

También formaban parte del núcleo familiar los hermanos de doña Amalia Aubert y los

descendientes de ellos, tíos y primos de Víctor Emilio: María Aubert Muss, casada con Juan

Bautista Gagliardo y Alejandro Aubert Muss, casado con Rosenda Ruales.

De los primos, los más allegados a Víctor Emilio serían Tomás (Tomasito) Gagliardo Cevallos,

quien lo acompañaría en una breve aventura marítima, y Sebastián Velásquez Sciacaluga, hijo

de su tía María, quien sería su abogado personal por muchos años.

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Por esta época ya comenzaban a motejar a Emilio como “El Ogro” por su externa adustez, a

pesar de que bien sabían lo sensible que era emocionalmente - pero para sus adentros.

Había adquirido la facultad de la meditación profunda mientras se encontraba sentado y podía

pasar horas en silencio y casi inmóvil, costumbre que llamaría la atención de quienes no lo

conocían íntimamente. Esa capacidad de concentración era a veces confundida con indolencia.

La adustez de su expresión facial generaba respeto en unas y temor en otras personas, quienes

preferían mantener su distancia de él, lo que ciertamente lo complacía, pues no era dado a la

amistad ligera o superficial.

Emilio fue bien conocido por su carácter fuerte. Muchos lo tildaban de “mal genio” o de “mal

carácter”, y pueden o no tener razón, pero lo que sí tenía inequívocamente era intolerancia

radical hacia los tontos, y en el extremo opuesto, hacia los sabidos. En una ocasión, en 1910,

sacó de la Gobernación a bastonazos a un grupo de soldados armados que se presentaron en el

despacho a formular exigencias, pues se habían prestado para las manipulaciones de un jefe que

lucraba con trámites, y que los usó para tratar de intimidar al Gobernador, que le había acabado

el negocio.

La experiencia económica propia cuando niños, y la de sus padres, condujo a la pareja de Emilio

y Victoria a llevar una vida austera. El marido proveía y la mujer cuidaba de ahorrar en los

gastos para que el sueldo alcance para vivir. Pero a pesar del esfuerzo realizado, era difícil

acumular reservas y los Estrada Sciacaluga no contaban con fondos para alguna emergencia

familiar. Aunque es una necesidad permanente ser precavidos, la realidad impedía satisfacerla.

Trabajo

Emilio se dedicó a su trabajo como Sub-Administrador de la Empresa de Carros Urbanos, donde

empezó a aplicar un ejemplar dinamismo administrativo e ideas en cuanto al funcionamiento de

la empresa. Sin embargo, no se sentía a gusto porque el Administrador no supo hacer buen uso

del extraordinario recurso humano que le habían asignado como subalterno. Emilio consideró

que no podía ayudar debidamente a la empresa o desarrollarse personalmente, al encontrarse

limitado por un administrador que era inferior a él en capacidad de trabajo.

Pero la obligación adquirida con quienes le habían conseguido el trabajo y el hecho de que a los

pocos meses de casado, en septiembre de 1890, se enteró de que su esposa estaba embarazada,

lo obligaron a mantenerse en el cargo, pues necesitaba el sueldo para mantener su nuevo hogar.

Entre los accionistas de la Empresa de Carros Urbanos se encontraban entonces dos de los

hermanos Morla Mendoza, quienes reconocerían en Emilio a un trabajador excepcional. Ellos

observaron cuidadosamente la labor del Sub-Administrador y supieron valorar el esfuerzo que

realizaba, a pesar de las limitaciones de una administración que era satisfactoria, pero no más.

Don Darío Morla Mendoza, uno de cinco hermanos, contaba con un pequeño ingenio en su

hacienda La María, en Balao Grande. Esa extensión de tierra contenía canteros de caña de

azúcar que alimentaban al ingenio, así como banano y ganado para consumo local.

Se necesitaba un administrador para la hacienda y Emilio se perfiló como el hombre adecuado.

El artista

La vena y sensibilidad artística de Emilio es casi desconocida y fue mencionada apenas

ligeramente por su hijo en Vida de un Hombre, que más bien se centró en temas políticos.

Veremos sus habilidades como arquitecto y constructor práctico en la hacienda La María, las

que luego se manifestarían en el diseño y construcción del Colegio Vicente Rocafuerte y en la

construcción de unidades móviles de la Empresa de Carros Urbanos, así como en los planos de

la Casona Universitaria de Guayaquil.

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Aparte de la lectura, el dibujo con plumilla y la pintura al óleo se convirtieron en su pasatiempo.

A continuación vemos dos plumillas de su autoría, las cuales están centradas en temas

marítimos. Ganó un premio en la exposición de París, en 1900, por una pintura al óleo

denominada “Paisaje tropical ecuatoriano”, la cual lastimosamente se perdió en el tiempo.

Dibujo de una goleta Dibujo que muestra los vapores “Chile” y “Guayas” en

regata en el río Guayas, frente a Guayaquil.

A la derecha podemos ver la firma de Emilio Estrada en

la plumilla de los dos vapores. Está discretamente

escondida entre las líneas de la plumilla.

Igual sucede en la plumilla de los veleros

Esta síntesis de la vida de Emilio antes de ser padre, que nos muestra los elementos que forjaron

su carácter y personalidad, es necesaria como antecedente biográfico de su hijo, pues esas

vivencias, relatadas frecuentemente en el hogar, serían esenciales en su formación.

Las citas por el hijo, de las palabras de su padre, nos dan una idea muy clara de la influencia

aleccionadora que tenían sobre él.

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Parte 2° 1891 - 1900

“Pequeñas cosas en la niñez y juventud, se acumulan para

formar el carácter del hombre y fijar su destino en la

eternidad…”

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Capítulo 2 – Mayo de 1891

Nace un niño en Guayaquil

Don Emilio Estrada Carmona se sentía muy complacido con lo acontecido en ese día 22 de

mayo de 1891. A los 36 años de edad y luego de una vida de tribulaciones desde sus tempranos

días de niñez hasta hacía apenas dos años, por fin se sentía completo como hombre, pues había

tenido un hijo, sueño que había acariciado desde su primer matrimonio, en 1879.

De los detalles del nacimiento del primogénito poco sabemos, pero sí conocemos que nació en

la casa familiar, rodeado de sus parientes Sciacaluga y amigos íntimos de la familia. Fue traído

al mundo por una comadrona que atendió a su madre.

El 4 de julio de 1891 Víctor Emilio Aquiles Estrada Sciacaluga fue bautizado en la Catedral de

Guayaquil por el canónigo cura Juan Ignacio Alvear. Figura en la partida de nacimiento como

hijo legítimo de Emilio Antonio Gerónimo Estrada Carmona y de María Victoria Pía Sciacaluga

de Estrada. Fue su padrino don Alberto Millet y su madrina doña Amalia Aubert viuda de

Sciacaluga.

Capítulo 3 – Niñez

Para Emilio no había sido fácil llegar a este punto de su vida, ya que había pasado por muchas

adversidades debido a sus convicciones políticas. Pero también había adquirido conocimientos y

experiencias que le eran útiles en su vida actual. Había aprendido a trabajar duro y bien para

traer el sustento al hogar, y había adquirido variados conocimientos que podían serle útiles,

desde cómo hacer buen pan, pasando por como apagar un incendio, ser soldado revolucionario,

periodista político, arquitecto e ingeniero práctico en construcciones, hasta pagador de nómina.

Ahora se encontraba en el puesto de Sub Administrador de la Empresa de Carros Urbanos, pero

descontento por los limitantes administrativos que él no podía alterar.

No tenemos una fecha exacta de llegada, pero en el año 1891 ya estaba en Guayaquil el

ingeniero Alberto Millet, que en los relatos de Víctor Emilio figura como Paul Millet. No

tenemos una explicación de la diferencia del nombre, al menos que se llamara Alberto Paul o

viceversa y usara él un nombre para asuntos oficiales, mientras era conocido por el otro. Él sería

bienvenido en el hogar de los Estrada Sciacaluga y pasó a ser otro residente de la amplia casa.

Emilio debe haber manifestado su inquietud sobre el trabajo en la Empresa a don Darío Morla

Mendoza, quien decidió darle la administración de la hacienda La María y su pequeño ingenio,

en Balao Grande.

La oferta fue aceptada por Emilio sin titubeos, pues seguramente representaba un aumento de

salario, y a mediados de 1892 partió a hacerse cargo de La María. Movilizarse a la hacienda no

era difícil, ya que el río Balao Grande tenía un puerto fluvial que se encontraba a poca distancia

de la casa. El transporte era, pues, principalmente a través de embarcaciones desde Guayaquil

hasta el puerto en la boca del río. No tomaba mucho tiempo si se utilizaban las mareas y era un

viaje bastante cómodo. Esa facilidad permitía a Emilio y su familia trasladarse con frecuencia

entre Guayaquil y la hacienda, pero durante algunos períodos Emilio trasladó a su esposa e hijo

a vivir con él en el ingenio.

Aunque no se lo menciona en los documentos del padre o del hijo, es posible que Emilio llevara

consigo al ingeniero Millet, para ayudar en la parte técnica del ingenio y las construcciones

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civiles, pues teniendo a mano un ingeniero calificado habría sido un desperdicio de talento

dejarlo en Guayaquil, buscando trabajo.

Emilio Estrada Carmona, Víctor Emilio Estrada Sciacaluga y Victoria Sciacaluga Aubert a comienzos de 1892

Don Darío Morla era un filántropo y esa cualidad fue aplicada en el pueblo frente a la hacienda

La María, donde quiso construir un instituto para enseñanza agrícola.

El señor Morla lo dispuso y Emilio, muy posiblemente con la colaboración del ingeniero Millet,

diseñó y construyó el edificio que albergó al Instituto Agronómico Morla. Pero había un

inconveniente: El Instituto estaba al otro lado del río y se hizo necesario construir un puente

para salvar el obstáculo. Don Darío dispuso la construcción del puente y Emilio, posiblemente

otra vez con el concurso de Millet, diseñó y construyó un magnífico puente colgante que tenía

una luz de sesenta metros.

Estas mejoras técnicas y educativas pusieron a la hacienda La María y su pequeño ingenio a la

vanguardia tecnológica en los años que Emilio permaneció como Administrador.

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El magnífico edificio del Instituto Agronómico Morla, diseñado y construido frente a la hacienda La María por

Emilio Estrada Carmona entre 1892 y 1896

Esta imagen del frente es una plumilla, muy parecida en trazos a otros dibujos elaborados por Emilio

Luis Sciacaluga, ahora el “tío Luis”, iba a la hacienda de vez en cuando y una de las primeras y

agradables memorias de Víctor Emilio fue la de ir al puente de suspensión construido por su

padre en la cercanía del ingenio para dar de comer, con el tío Luis, a los pescados en el río.

Una historia del tiempo en el ingenio, que Víctor Emilio recordaba, sin duda se la relató su

madre cuando ya tenía mayor conciencia, pues el lujo de detalles que contenía era mucho más

vívido que el simple y apacible recuerdo con su tío Luis en el puente. Este episodio le causaba a

doña Victoria mucha angustia cuando lo recordaba, pero con el tiempo pasó a ser anecdótico.

Víctor Emilio, a su vez, lo contaba a sus hijos en las veladas de familia, así como su padre le

había contado sus aventuras. Veamos lo ocurrido: “Solamente un contacto con la política se le

ofrece (a Emilio) accidentalmente en esta época: Pedro Montero, su compañero de prisiones, al

cabo libertado, vuelve a ser perseguido y su cabeza puesta a precio (Luis Cordero era

presidente y José María Plácido Caamaño era Gobernador de Guayaquil). Montero llega a ‘La

María’ en pos de escondite. Mi padre recuerda que también él lo recibió de un carpintero, y no

puede ser menos. Montero se queda en la casa no obstante los riesgos y las tremendas

consecuencias que -si descubierto- comportaba el asilarlo. Previendo la delación y la

persecución, mi padre organiza un sistema defensivo: para llegar a la casa hay que pasar el Río

Tigrera y allí, en una casucha pajiza coloca dos peones de confianza, con caballos siempre

ensillados y con el encargo de picar espuelas cada vez que se avecine tropa o policía. Sus

peones llegan a ‘La María’ varias veces y otras tantas Montero, a su vez, monta a caballo y

vuela a la ‘huerta’ y a la montaña impenetrable para la soldadesca: cuando ésta llega a la casa

de la hacienda, solo encuentra la serena presencia de mi madre y a la distancia, mi padre,

indiferente, a caballo, dirigiendo aparentemente el trabajo; el perseguido no está, sin duda, en

esa hacienda. Pero pocos saben que allí está y que no anda solo: ante la desesperación

momentánea de mi madre, mi padre consiente que Montero me lleve -de 3 años de edad- en el

arzón de su montura, ‘para enseñarme a ser hombre’; tal es la confianza que tiene mi padre en

el ‘Tigre de Bulubulu’, y tal su empeño orgulloso de que el hijo se criase, hasta lo posible, a su

propia medida”.

Podemos imaginar estas veladas en la casa de La María: Emilio y Pedro Montero rememorando

sus proezas como revolucionarios, mientras doña Victoria escuchaba muy preocupada esos

relatos, pensando en el destino de su esposo y su hijo ante una situación política que era de gran

peligro para la familia. Víctor Emilio era muy pequeño aún para absorber las conversaciones de

los no tan viejos luchadores, pero el vínculo de amistad que se estrechó en esos días entre los

amigos, y el afecto del “Tigre de Bulubulu” hacia el pequeño, sería decisorio años después,

cuando el niño, ya un joven alto y delgado, se había convertido en soporte vital para el destino

político de su padre, y aún de los ideales liberales.

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Carta topográfica de la zona de Balao Grande a fines del Siglo XX. Aún se ve la hacienda María de Darío Morla, el río Balao

Grande, que a fines del Siglo XIX se conocía también como La Tigrera, y al otro lado del río el pueblo de Balao Grande hacia el

Sur y la hacienda San José, de Horacio Morla, hacia el Este. A la izquierda se ve el puerto y la boca del río que daba al Guayas.

Victoria pasaba la mayor parte del tiempo en la ciudad mientras Emilio trabajaba arduamente en

la hacienda y el ingenio, tomando breves descansos en Guayaquil.

En el período comprendido entre 1892 y 1896, tiempo durante el cual Emilio trabajó para don

Darío Morla en La María, ocurrieron dos acontecimientos familiares y uno político, todos ellos

importantes:

Muere Millet

En 1893 falleció en el hogar de los Estrada Sciacaluga el ingeniero Millet. Poco se conoce de él,

aparte de haber elaborado un plano de Guayaquil, pero el afecto que se le tuvo debe haber sido

grande y sincero, pues el ser acogido en el seno de un hogar y ser designado padrino de

bautismo del hijo primogénito va más allá de la gratitud que le debía Emilio al acogerlo en las

obras del Canal en Panamá. Solo en esta tierra, recayó en los Estrada Sciacaluga darle cristiana

sepultura como un miembro de su familia. Millet era claramente especial, pues recordemos que

con él vino también el ingeniero Coiret quien, sin embargo de haber sido también instrumental

en el trabajo de Emilio en Panamá, no recibió el privilegio de residencia en la casa familiar.

Nace Panchita

El otro acontecimiento fue uno totalmente feliz: El 21 de noviembre de 1894 nació María

Francisca Amalia Estrada Sciacaluga, a quien se conocería cariñosamente como “Panchita”. Sus

nombres honraban la memoria de la Virgen María, como acostumbraban en muchas familias de

la época, y los nombres de sus dos abuelas, doña Francisca Carmona y doña Amalia Aubert.

Triunfa la Revolución Liberal

Emilio no tomó parte activa o directa en el triunfo de la Revolución Liberal en junio de 1895. Es

posible que haya contribuido con sus artículos periodísticos anónimos a la agitación política,

pero siendo un hombre de palabra, tenía que cumplir las condiciones formales de la amnistía que

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le había permitido volver al país en 1889. Una vez posesionados los liberales del Gobierno

nacional y roto entonces por extinción el compromiso de abstención política, Emilio no buscó

posición gubernamental alguna, pero en respuesta a un pedido del Gral. Alfaro, ejerció

interinamente la Gobernación del Guayas por breve tiempo en 1895. Luego regresó al trabajo

que le daba el sustento para su hogar.

La familia hacia fines de 1895: Víctor Emilio, Emilio, Francisca Amalia y Victoria

Emilio toma una decisión un poco audaz

Víctor Emilio nos dice en la biografía de su padre: “Es dable pensar que, llegado a esta fase de

su vida, mi padre sintió la necesidad de expandirse. Después de haber pasado las lecciones y

experiencias que tenía ya en su acerbo personal, la administración de un ingenio, con la

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consiguiente soledad y el aislamiento, no podían significar para el hombre avezado a la lucha y

provisto de un buen bagaje práctico, la meta de vida ni el escenario para desenvolverla. La

necesidad de retornar a la ciudad debió sentirla en forma creciente y a ella fue en pos de una

ruta más elevada para su vuelo y para su propia imaginación”.

En realidad Víctor Emilio no conoció bien los motivos que llevaron a Emilio a dejar el trabajo

seguro en La María en 1896, ni contamos con una fecha exacta para esa decisión. Las palabras

que hemos citado de Víctor Emilio son ambiguas y realmente no esclarecen la situación, lo que

nos indica que el punto no fue tratado en los frecuentes diálogos entre el padre y el hijo.

Ciertamente, no hubo distanciamiento alguno con don Darío Morla Mendoza como dueño de la

hacienda, pues en poco tiempo veremos cómo, con uno de sus hermanos, le entregó un reto

administrativo de gran confianza.

El 8 de enero de 1896 Emilio recibió el nombramiento de Jefe Político de Guayaquil, pero no se

sabe si ocupó el cargo. Posiblemente no lo ocupó, pues los cargos públicos eran notoriamente

mal pagados y él necesitaba de un sueldo adecuado para mantener su hogar.

Es posible que no haya habido tal decisión de dejar el trabajo sino que haya sido forzada por las

circunstancias: Entre los primeros recuerdos de Víctor Emilio estaba el del Gran Incendio del 5

de octubre de 1896. Lo que recordaba, pues se grabó indeleblemente en su memoria infantil de

apenas 5 años, era la huida de la casa de 9 de octubre y Chanduy cuando el fuego se acercaba.

La familia entera se trasladó, con lo que pudieron cargar, a casa de algún pariente en la zona

fuera de peligro. La casa se quemó, pero Víctor Emilio no tenía en su recuerdo la imponente

figura de su padre en ese éxodo familiar, la que ciertamente habría sido notable; por lo tanto, es

posible que Emilio se hallara aún en La María. Una catástrofe como la ocurrida, no solo a su

familia sino a gran parte de la ciudad, motivaría a Emilio a venir tan pronto se enterara del

suceso. La noticia habría corrido hasta La María con la misma velocidad de las llamas y

posiblemente el reflejo del fuego en la atmósfera era visible en la hacienda, lo que habría dado

una alarma automática que habría puesto a Emilio en movimiento hacia Guayaquil.

Conocido ya como un hombre de acción eficiente y honestidad comprobada por su trabajo y

trayectoria, a Emilio lo nombra el Gobierno, el día 8 de octubre, miembro de la Comisión de

Socorros para los damnificados. Ni siquiera se consideró que él era también damnificado y que

podría existir un conflicto de interés. ¡Tan transparente era su reputación! Al recontar lo actuado

por esa Comisión, el hijo nos muestra lo que para él fue una lección de civismo -y prudencia:

“Lo que el Comité realizó en los días subsiguientes, probablemente es de aquellas obras que

carecen de oropeles y que, cumplidas en medio de una gran calamidad, pasan desapercibidas

en su detalle por la estadística y hasta por la simpatía pública. Fue una obra silenciosa, a

menudo discutida y controvertida, llena de ímprobo esfuerzo para equilibrar la contradicción,

el desorden, la desmoralización y para conciliar los elementos que se acopiaban, con la

necesidad privada que se acrecentaba o que, a momentos, se exageraba.

Se trataba de alimentar la población de toda una ciudad destruida materialmente, y esto en

momentos que las pasiones o la desesperación desencadenan todas las fuerzas negativas y

obstaculizadoras y cuando una necesidad no colmada a gusto total de cada individuo, era, a los

ojos de ese damnificado, no un abuso sino una defraudación: se debía dar de todo y a todos…

Pero el metódico y firme esfuerzo al cabo se impuso a las desmoralizadas gentes, y poco a poco

la calma fue propiciada por el reparto activo de víveres, telas, utensilios, bajo la agenciosa

vigilancia de los Comisionados y por su multiplicación personal para llegarse a todos los

rincones donde se podía prodigar un alivio. Este es un episodio de la vida de mi padre del que

poco recuerdo pudo quedar, por lo mismo que se trataba de una labor fugaz, señalada por y

para el olvido desde su primer momento. Sin embargo, la precaución que tuvieron él y sus

compañeros, de dar cuenta impresa a sus coterráneos y al Gobierno de cómo invirtieron el

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dinero o los víveres que recibieron en donación, permite recordar ahora con cifras, la magnitud

del esfuerzo y la calidad del resultado alcanzado…”.

Víctor Emilio nos da las cifras y hace comparativo de valor entre el año del incendio, en 1896, y

el año en que escribió la biografía de su padre, en 1942. El informe dio cuenta que se atendieron

cinco mil cuatrocientos setenta y dos damnificados, de una población aproximada de cincuenta

mil en ese entonces. Es importante anotar que la Comisión de Socorros, nombrada por el

Gobierno, no fue la única que actuó a favor de los damnificados. Otras fueron nombradas por la

Convención Nacional, el Municipio de Guayaquil y particulares. Hay que tomar en cuenta

además que muchas familias emigraron temporalmente mientras se reconstruía la ciudad.

La previsión de los comisionados de llevar una estricta contabilidad de lo actuado y luego la

rendición de cuentas a través de su informe publicado en un folleto impreso, aseguró que de ese

esfuerzo cívico, puro y cristalino, no se pudiera hacer una sola crítica negativa que fuera válida.

Críticas no faltaron, pero ellas solo fueron producto de la calumnia forjada por la envidia y la

maldad política, y fueron fácilmente desvirtuadas.

La lección para el hijo: No rehuir las obligaciones cívicas, llevar cuentas claras y mantener las

manos y la conciencia limpias.

Administrador de la Empresa de Carros Urbanos

El eficiente trabajo de Emilio en la Comisión de Socorros, sumado a lo demostrado ya en La

María como Administrador, motivó a los hermanos Morla Mendoza, como dijimos antes

influyentes accionistas de la Empresa de Carros Urbanos, a proponer al directorio de la

Empresa, destruida casi en su totalidad por el Gran Incendio, el designar a Emilio como

Administrador de la compañía, para reemplazar al anterior administrador, que falleció en el

ejercicio de su cargo, a poco del incendio.

El nombramiento le fue dado el 28 de noviembre de 1896. Nos dice su hijo: “La Empresa de

Carros quedó en ruinas, los carros quemados y los rieles retorcidos en las calles flanqueadas

por edificios carbonizados. La empresa, naturalmente, no existía y para revivirla solo se podía

pensar en un hombre capaz de crear una especie mercantil del Ave Fénix. (…) El haber

convertido esa ruina en el negocio más productivo y próspero de Guayaquil, (…) fue un

elemento que le dio campo de acción, y relieve definitivo a su reputación”.

El camino no sería fácil, pues el Directorio de la Empresa arrastraba las costumbres de la

antigua administración. Víctor Emilio nos narra las dificultades: “…Mi padre se da cuenta cabal

de que la vitalidad de una ciudad es función directa de sus facilidades de transporte y que éste,

es la fuerza determinante de su crecimiento. Desoyendo la crítica de los Directores que

descalifican sus proyectos, por dispendiosos y aleatorios, reorganiza primero el personal y el

material rodante de la empresa –que en adelante (con excepción de las ruedas) se construye en

Guayaquil, en el Taller propio que para la Empresa fundó mi padre: éste pide rieles y más

rieles al exterior, que los lanza en ‘líneas de circunvalación’ hasta las afueras de la ciudad,

donde no habían ya casas…”.

La Guía Histórica de Guayaquil nos da esta información a raíz del Gran Incendio: “Carros

Urbanos: Ha perdido esta empresa su estación en la Ciudad Vieja, su oficina y algunos carros.

Las líneas del norte han quedado un poco deterioradas, pero esto no es de gran significación.

El tráfico ha disminuido poco pues suple la falta de él hacia Las Peñas el aumento en las otras

líneas. El perjuicio lo estimamos en un 15% de su capital”.

Los dos relatos discrepan en algunos puntos, pero de acuerdo con el informe del Administrador,

presentado al Directorio en enero de 1897, es posible determinar que el daño fue, en efecto,

relativamente pequeño en relación al capital social. Los accionistas estuvieron dispuestos a

invertir en la recuperación de la Empresa y consiguieron a la persona idónea para lograrlo.

Para 1899 los talleres de la Empresa ganarían Medalla de Oro –Primer Premio– del “Grupo

Trigésimo Cuarto”, en la Exposición organizada por la Sociedad Filantrópica del Guayas en sus

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Bodas de Oro, “por su modelo de tranvía, construido en los Talleres de la Empresa”. Ese sería

un estímulo que motivó a la Empresa a continuar su expansión y mejorar el servicio.

Víctor Emilio nos relata orgullosamente que “Después de pocos años, los dividendos para los

accionistas eran de 20% anual y la cotización de las acciones de 220%”. ¡Estos resultados eran

ciertamente motivo de sano orgullo para el hijo del Administrador! Y consciente del resultado

de su trabajo, el Administrador se convirtió también en accionista de la Empresa. Víctor Emilio

agrega: “Es en ésta época, adquiriendo ya una independencia económica progresivamente

creciente, cuando su obra se puede desarrollar armoniosamente”. Y en efecto, así es. Desde ese

momento Emilio y su familia progresarían económicamente hasta que llegaría una inesperada

desgracia que descalabraría la economía familiar por algún tiempo; pero eso estaba en el futuro

distante. Luego de ese relato nos amplía: “No es así extraño que la Empresa de Carros y más

precisamente, la situación de respeto y buena voluntad general a que mi padre llegó en ese

cargo, le hayan servido como una especie de núcleo o centro vital de donde empezaron a partir

sus nuevas fórmulas de servicio a la ciudad. Así inició una actividad accesoria y aparentemente

contradictoria con la de la propia Empresa, como negocio de esta misma: empedrar calles, lo

que pudiera haber sido competencia para el acarreo de pasajeros en los carros. Pero esa

miopía nunca alcanzó a mi padre y siempre tuvo fe en que el progreso de la ciudad era el mejor

garante del progreso de la Empresa”. Y se anticipa en informarnos: “Cuando mi padre dejó la

Empresa de Carros Urbanos, un número respetable de calles estaban ya ‘empedradas’

toscamente, pero el lodazal invernal expulsado de ellas”. Este relato trae otra lección bien

aprendida, esta vez en el campo de los negocios. El hijo practicaría los mismos principios y

derivaría las mismas satisfacciones cuando era ya gerente experimentado de una importante

empresa.

Nace María Luisa, casa nueva y muere la abuela Amalia

La avenida 9 de Octubre,

intersección con la calle

Chanduy (actual García

Avilés), en diciembre de

1911.

De derecha a izquierda: El

edificio de la Sociedad

Filantrópica del Guayas, que

se salvó providencialmente de

desaparecer en el Incendio

Grande de 1896. Luego, la

calle Chanduy, la casa

esquinera de los Bejarano y

enseguida la casa de dos pisos

altos de los Estrada

Sciacaluga. La siguiente casa

a la izquierda, de un piso alto,

perteneció a Luis Sciacaluga

Aubert.

Emilio había comprado el

terreno en 1880.

El año 1897 sería uno de felicidad y de tristeza. El 6 de agosto nació María Luisa, la menor de

los Estrada Sciacaluga, lo que trajo gran regocijo para la familia. Sus nombres los recibió en

honor de sus tíos María y Luis.

Esa felicidad se acrecentó porque la familia estrenó casa nueva, en el mismo terreno donde

había estado la anterior que se perdió en el Gran Incendio. No tenemos una descripción del

interior de la casa, ni nos indican los relatos o documentos qué diferencias tenía la casa nueva de

la vieja, pero en las imágenes del exterior hacia 9 de Octubre se aprecia una casa amplia de dos

pisos altos, bastante similar a otras del barrio y con paredes de caña recubierta en partes.

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Pero la felicidad del hogar se vio afectada en pocos meses, cuando el primero de octubre falleció

doña Amalia Aubert Muss, la madre y abuela adorada. Con ella se fueron los últimos nexos con

la generación anterior y la familia entró en otra etapa, en la cual los “mayores” eran los padres.

La política comienza a ejercer su influjo y a demandar su tiempo

Vimos ya, que luego del triunfo de la Revolución Liberal, Emilio aceptó brevemente, en 1895,

ejercer el cargo de Gobernador interino de la Provincia del Guayas; y que tan pronto como pudo

desembarazarse del cargo, regresó a La María, a continuar sus labores productivas.

Desde su retorno a Guayaquil, en 1896, sus amigos políticos, ahora ya identificados claramente

como liberales radicales y en el poder, comenzaron a ofrecer a Emilio cargos públicos. Aceptó

gustoso la carga de la Comisión de Socorros luego del Incendio, que siendo un nombramiento

político, fue estrictamente cívico. Enseguida le ofrecieron la administración del muelle fiscal,

cargo que rechazó. En 1897 aceptó ser Jurado Principal de Imprenta, pues siendo un cargo ad-

honorem, lo pudo ejercer sin que afectara su verdadero trabajo, en la Empresa de Carros

Urbanos, que era el empleo que le producía los ingresos que utilizaba para el sostenimiento de

su hogar, y el poco esparcimiento del que gozaban, como desayunar fuera de casa.

A Emilio nunca le gustaron los empleos públicos, pues desde siempre habían estado asociados

con enriquecimiento ilícito, algo que él nunca toleró ni aceptó.

La familia en 1898. Víctor Emilio, Emilio, María Luisa, Victoria y Francisca Amalia

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El Gral. Alfaro, con quien la amistad se había profundizado desde las luchas de 1883 y 1884,

quería a toda costa tener a Emilio en su gobierno y por ello era insistente en que aceptara cargos

políticos. Le hacía ofrecer varias posiciones, pero Emilio las rechazaba por la simple razón de

que necesitaba trabajar para recibir un sueldo adecuado para mantener su hogar, y en cargo

público el sueldo sería insuficiente. Quedaba implícito en las ofertas que podía ejercer los cargos

a discreción, para incrementar sus ingresos, pero tal posibilidad era tajantemente rechazada por

Emilio, al punto de causar fricciones con políticos que, no conociéndolo bien, le traían ofertas

del Gral. Alfaro y lo presionaban con insinuaciones para aceptarlas.

El Gral. Alfaro había designado Gobernador del Guayas a don Ignacio Robles Santistevan,

quien había sido uno de los líderes de la Revolución del 5 de Junio de 1895. En abril de 1898 el

hermano de don Eloy, coronel José Luis, quiso abusar de su posición como pariente del

Presidente Constitucional, pero el gobernador Robles lo impidió. José Luis, abusivo y

prepotente, ordenó la prisión del Gobernador, lo que causó un cisma entre los liberales radicales

de Guayaquil, pues no era aceptable que se estuviera regresando a los abusos y arbitrariedades

contra los cuales habían luchado. Emilio tuvo que intervenir personalmente ante el Presidente

para lograr la libertad del Gobernador. Tal acto de desacato a la autoridad legal, por capricho de

un hermano del Presidente que se ufanaba de su poder ilegítimo, afectó gravemente la

credibilidad en la entereza del liberalismo radical. Don Emilio fue crítico franco de don Eloy,

pero su amistad no fue afectada. Este episodio está relatado completo en Vida de un Hombre.

Aversión por los cargos públicos

Para el Congreso Extraordinario de 1898 el Gral. Alfaro necesitaba contar con suficientes

senadores y diputados liberales y Emilio fue candidatizado sin consultarle.

Cuando se enteró, rechazó esas nominaciones ante las autoridades competentes, tal como lo cita

su hijo en la biografía de su padre: “Perjuicios que amigos quieren hacerme separándome de

mis trabajos en los que gano vida deben hacerlos a patriotas tipo (aquí un nombre que debo

suprimir) que sirven para todo y de todo aprovechan. Yo insistiré excusa ante cámara”. Pero la

presión del líder forzó a esas autoridades a desoír las protestas del renuente nominado. Electo

como Senador suplente por el Azuay y Diputado principal por el Guayas, no le quedó otra

alternativa que asistir, de mala gana, al Congreso Extraordinario que se inició el 12 de octubre y

se reunió irregularmente en varias sesiones que terminaron el 9 de noviembre. Tan pronto como

terminó esa agitación, Emilio regresó a su trabajo y trató de mantener distancia con sus ex

compañeros de lucha política.

Esta aversión del padre por los cargos públicos sería transmitida al hijo, quien flaqueó unas

veces ante la tentación de la política en su juventud, pero desilusionado al igual que su padre, no

tardó en poner en práctica la distancia de los cargos públicos, cediendo solo excepcionalmente,

cuando el llamado cívico se hizo ineludible.

Eloy no permitiría que Emilio se le distancie, pues sabía que era uno de los pocos amigos y

políticos que estaba dispuesto a decirle al Presidente las cosas como eran. No los había muchos

con acceso irrestricto al Presidente, que estuvieran dispuestos a arriesgar sus posiciones de

privilegio por decirle al gobernante algo que le pudiera desagradar. A Emilio no le importaban

los cargos políticos y por ello, sumado a la sincera simpatía y afecto que sentía por el Caudillo y

amigo, no tenía recato para cantarle las cosas claras, aunque estaba consciente de que a fin de

cuentas, don Eloy haría lo que quería y no necesariamente lo que su amigo le sugería.

A Emilio, a pesar del aprecio que sentía por la familia Alfaro en general, le molestaba la actitud

de los hermanos y algunos sobrinos del Presidente. Estaba consciente de los abusos de poder

que perpetraban y, como vimos en el caso del Gobernador del Guayas, se lo decía al Presidente

y lo combatía abiertamente. Pero Eloy no encontraba la manera de controlar los abusos de poder

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de su familia. Esta característica de debilidad ética por parte de los Alfaro, sería manifiesta en

todos los períodos administrativos del General, para merma de su imagen como gobernante.

En 1899 se repitió otra vez lo de nominarlo sin consultarle y otra vez salió electo como diputado

por el Guayas para un nuevo Congreso Extraordinario. Pero esta vez no hizo gestión alguna de

protesta, pues sabía que sería inútil reclamar. Asistió a este Congreso y fue Vicepresidente de la

Cámara de Diputados en el segundo Congreso Extraordinario de ese año.

Emilio estaba sumamente ocupado con su trabajo en la Empresa de Carros Urbanos y dos cargos

ad-honorem que había aceptado por razones puramente cívicas: El de miembro suplente de la

Junta de Canalización de Guayaquil y el de comisionado de construcción de la Aduana de

Guayaquil. Con eso, y su familia, tenía suficiente para estar ocupado a tiempo completo y no

tenía inclinación alguna a perder su tiempo en asuntos políticos.

Las finanzas públicas – La Sociedad de Crédito Público

En marzo de 1899 se presentó una situación preocupante: Las finanzas públicas estaban en

descalabro. El Gobierno estaba pensando en un empréstito forzoso, lo que acabaría con la

confianza del sector privado en el liberalismo radical.

Preocupado por esta situación, que causaría un revés para la causa liberal, Emilio reunió un

grupo de amigos empresarios y banqueros, entre quienes estaban Ignacio Casimiro Roca,

Horacio Morla Mendoza y Pedro Gualberto Córdova, y sugirió una forma para resolver el

problema, al menos de manera temporal. Víctor Emilio nos relata este episodio: “…les sugirió la

forma de obviar la dificultad: organizar una corporación privada que administrara ciertos

impuestos con mayor eficiencia, y le prestara su capital al Gobierno con tal garantía de

reembolso. La oferta fue hecha y como conciliaba la necesidad con la conveniencia general, la

Sociedad de Crédito Público con mi padre como Vice-Presidente primero y luego como

Presidente prestó $1.000.000 al Fisco y tomó a su cargo la administración de las sales,

tabacos, timbres y alcoholes, con un éxito tan considerable para el Fisco como modesto para

sus accionistas, que su organización sirvió de modelo para que, años después, el Estado -y otro

Gobierno- se sintieran inclinados a reasumir la recaudación directa, solo para caer otra vez en

el desorden e improductividad tradicionales, factores que nuevamente reprodujeron, al correr

del tiempo, la necesidad de volver a dar su administración a la Empresa privada (Compañía

Ecuatoriana de Estancos) que la organizó en forma cabal, y en la que al autor (Víctor Emilio)

le tocó participar”.

Por supuesto, esta iniciativa, que tenía la intención de solventar el problema fiscal sin que sufra

el proyecto político, tuvo detractores aún dentro del mismo liberalismo, que la consideró, en

palabras de don Lizardo García Sorroza, según Víctor Emilio, “apasionado y violento en sus

honradeces”, como una nueva “Argolla”, rememorando la de Caamaño.

El Estado se benefició del negocio, pero los accionistas salieron perjudicados económicamente y

en su honor. Citamos a Emilio: “El resultado económico, si muy bueno para el fisco que vio

aumentadas las rentas administradas por la Sociedad, fue muy malo para los accionistas, los

que aparte de un interés de 8% recibieron en un año una utilidad ruin, y en los demás un

cúmulo de sospechas que hoy disipa el siguiente laudo”. El ataque de los mismos liberales fue

tan virulento que la Compañía tuvo que recurrir a un laudo arbitral, que luego de ejecutado dio

la razón, en lo substancial, a la Compañía, frente a las acusaciones demostradas como

exageradas, sino falsas. En pocos montos el laudo fue adverso a la compañía y ésta cumplió su

obligación al respecto. Emilio dejó sentada su opinión sobre este hecho: “Obligación moral

tenía yo, pero no legal, de aceptar esa forma de juicio, porque habiendo pesado sobre la

Sociedad de Crédito Público, cargos de suma gravedad, era más propio que la honorabilidad y

la pericia ventilaran los disputados derechos antes que exponerlos a las triquiñuelas y

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suspicacias de que es contingente todo juicio ordinario, por honorables que sean los jueces,

obligados a proceder con los elementos no siempre sanos que les proporcionan las partes”.

En ningún momento los accionistas pretendieron que la empresa sería una de beneficencia. El

objetivo fue que tanto el Estado como la Empresa obtuvieran beneficios. Esto se logró con

mayor beneficio para el Estado y menor (“muy malo”, según Emilio) para los accionistas.

Lo ocurrido con la Sociedad de Crédito Público ya había sucedido anteriormente en algunas

ocasiones en que había intervenido la iniciativa privada, pues ésta no era la primera vez que el

Gobierno de turno manejaba mal los estancos, y no sería la última. Don Emilio y su hijo, con

algunos amigos, serían reincidentes años después en tratar de ayudar al fisco, y nuevamente

serían decepcionados por el resultado.

La educación del hijo

Víctor Emilio había comenzado su educación formal de primeras letras en 1896 o 97, a cargo de

la profesora Julia García Noé, de quien él siempre guardó los mejores recuerdos. En su memoria

él no tenía muy claro si la profesora García le daba clases particulares en su casa, en la calle del

Arzobispo, o si era en el colegio de San Agustín. En todo caso, el niño recibía educación formal

como cualquier otro de su edad y la profesora García quedó impregnada en su recuerdo como su

primera maestra, quien le enseñó la destreza más importante para él: Aprender a leer. Víctor

Emilio no menciona haber asistido luego de 1897 al colegio de San Agustín y sus notas

personales recién retoman el tema de sus estudios cuando ingresa al colegio San Vicente, en

1900.

El aprendizaje de la lectura fue para él, como para todo niño inteligente y ávido de

conocimientos, la apertura de una puerta al mundo exterior. De simple escucha de cuentos

infantiles y anécdotas familiares, pudo pasar a escoger su lectura y profundizar en los temas que

le interesaban. En la casa familiar tenían una nutrida biblioteca acumulada por su padre, gran

lector de temas prácticos, la que debe haber desaparecido en el Incendio Grande; pero Emilio se

encargó de reabastecer los títulos que consideraba necesarios e imprescindibles, y de proveer al

niño de material adecuado para su edad, de tal manera que nunca le faltara material de lectura.

Por 1899 el hijo, ya de ocho años, comenzó a tomar conciencia de quien era su padre. Los actos

de su progenitor, que los vivía día a día, iban aclarándose en el cerebro del niño, que oía lo que

su padre decía y luego lo veía puesto en práctica. No había mejor escuela para el niño que la de

su propia casa, materializada en los relatos de su padre y de su madre, que cada vez eran más

comprensibles para él, y al entenderlos mejor, la imagen de sus padres crecía en magnitud – y

afecto.

La vida en el hogar

Víctor Emilio, en la biografía que escribió de su padre, nos da una idea de la importancia de los

relatos paternales en sus recuerdos hogareños y luego en su vida adulta: “…el rectilíneo

carácter, la anecdótica vida de mi padre - a menudo narrada por él mismo en las dulces

veladas de mi primer hogar podrán así servir para sus coterráneos cual ya sirvió para mí, como

un acicate que, presidiendo mi propia vida, fue y es la clave que me ha permitido sobrellevar,

en otra clase de terreno, pero luchando con similares perversidades, las penalidades inherentes

a todo lo trascendental y constructivo, y servir así, en escenario diferente, pero también útil, a

mis compatriotas…”.

Uno de esos relatos de Emilio era de sus años mozos: “Refería mi padre en sus veladas

hogareñas, el caso en el cual había descendido solo al fondo de uno de aquellos tradicionales

pozos contra incendio, localizados en las bocacalles del antiguo Guayaquil, para salvar a un

hombre que había caído allí y se ahogaba. Otra ocasión detuvo a un ladrón que corría a gran

velocidad, con la presión de sus fornidos brazos que atenazaron al hombre, mientras llegaba la

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policía”. Para un niño apenas consciente de la realidad, esas proezas de su padre eran heroicas.

Y más aún si sumamos a ellas las de su época de Chapulo, su encarcelamiento político, su

trabajo en Panamá, su retorno a la tierra natal, su trabajo tesonero en La María y luego el trabajo

voluntario en los grandes incendios y otros tantos que Emilio desempeñó.

Pero el ejemplo del padre no era el único. Las anécdotas de la madre: La pobreza en que

vivieron luego de fallecido su padre, el capitán Sciacaluga; el sufrimiento por el temor político

en la época pre-liberal; la pérdida de la vivienda en el Gran Incendio; y, otras olvidadas ya en el

tiempo, deben haber complementado las historias épicas familiares, a las que ella añadía el

toque femenino que daba el amor y calor del regazo materno.

Emilio Estrada Carmona con su hijo Víctor Emilio, por 1899

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Como todo niño, adoraba a su madre, y los más dulces recuerdos de su niñez eran los de su

mamá confortándolo cuando enfermo y consolándolo cuando atemorizado en las noches

oscuras. Doña Victoria era una mujer muy cariñosa, a pesar de la impresión que pueda tener

quien vea sus fotografías, en las que aparece con rostro adusto.

En las cartas que cruzaron entre ellos veremos, más adelante, a una madre y a un hijo que

sentían un profundo amor y afecto el uno por el otro.

Victoria debe haber sido una mujer muy especial, pues comandó el cariño de un hombre como

Emilio, que había sufrido muchos golpes emocionales en la vida y no se abría así nomás a la

intimidad con otras personas.

Víctor Emilio era un niño delgado y algo enfermizo. Una vecina pocos años mayor a él, Rosita

Offner, quien acudía a casa de los Estrada Sciacaluga a tocar el piano, relató al autor, hace

algunos años, que “Emilito era tosigoso”, y por ello le daban con frecuencia leche de burra, que

era considerada en esa época como remedio natural para ese mal.

Doña Rosita Offner Sánchez, luego de Palacios, compartía con frecuencia las veladas familiares

de los Estrada Sciacaluga. Recordaba la imponente figura de Emilio y al pequeño Víctor Emilio

y las niñas. Las veladas, tal cual relató al autor, eran muy similares a las de otros hogares de la

época: La familia y los amigos íntimos reunidos en la sala de la casa en animada tertulia, en la

cual se contaban y recontaban las anécdotas de los integrantes de la familia y los amigos; en la

que también se trataban los temas políticos del momento y, como en el presente, se emitían

opiniones y transmitían los chismes escuchados y cuentos inventados. La tarde se convertía en

noche y los visitantes se iban cada uno a sus casas. La familia quedaba entonces en la intimidad

para cenar y luego ir temprano al reposo.

Un mensaje que se repetía en los relatos de esas veladas era el de gratitud. Emilio no podía

olvidar la ayuda que había recibido en los momentos de mayor dolor emocional y físico. Repetía

su gratitud hacia su amigo Lisímaco Guzmán Garrido, quien lo había ayudado al morir su madre

y luego de su fuga de prisión, a pesar del peligro político que corría, y peor como inmigrante

colombiano que era. Tampoco podía olvidar a doña Mercedes Monsalve de Plata, quien le dio

albergue en su casa cuando era perseguido, a pesar de ser pariente cercana del presidente

Caamaño, el persecutor. Ni podía olvidar al Sr. Cartwright, agente de la Compañía Inglesa de

Vapores, ni al ya anciano capitán Geo Chambers, comandante de la nave en que fugó. Pero a

quien siempre recordaba con especial gratitud, era al humilde y anónimo carpintero que le dio

refugio los primeros días, luego de fugado de la cárcel política.

Esa gratitud hacia quienes ayudaron al prójimo en sus peores momentos de infortunio, repetida

con frecuencia, se fue grabando como un deber en el carácter y la personalidad del hijo.

Los hijos estaban conscientes de la influencia que los duros acontecimientos de los primeros

años de vida tuvieron sobre la personalidad y el carácter de sus padres, y estaban igualmente

conscientes de que ellos vivían una niñez privilegiada, al contar con un hogar estable y seguro.

Un autor influyente

Los años 1890 fueron influenciados por la “Era Victoriana” en cuanto a los valores éticos y

morales que se practicaban durante el reinado de Victoria, en Gran Bretaña. Esa influencia se

regó por todo el planeta y, por supuesto, también llegó al Ecuador. Los valores que se

pregonaban para la formación del carácter, eran practicados por unos e ignorados por otros.

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En esa época, como en todas, había escritores que promovían activamente los valores éticos y

morales para tratar de lograr una vida mejor. Se creía que si todos vivían de acuerdo con esos

valores, se podría alcanzar una sociedad perfecta. Por supuesto, aquello quedaba, por lo general,

en buenas intenciones ya que eran menos los que vivían virtuosamente y muchos más los que no

lo hacían.

En la casa de los Estrada Sciacaluga había, entre los de otros autores, un libro de cabecera que

era consultado con frecuencia por los padres y luego, por costumbre, por los hijos: “El

Carácter”, de Samuel Smiles. Emilio tenía además las otras obras de Smiles, como “Auto-

Ayuda, con ilustraciones de Carácter y Conducta” y “Auto-Ayuda”, en otra versión, que en su

tercer capítulo daba mayor énfasis a las biografías de artesanos de la cerámica, como Palissy,

Bottgher y Wedgewood.

Bernard de Palissy, un francés, era, según Víctor Emilio, una especie de héroe para su padre,

pues había perfeccionado el proceso de hacer porcelana esmaltada fina, aprendiendo como

autodidacta. La perseverancia practicada por Palissy sería aplicada por Emilio pocos años

después en los productos de su fábrica de mosaicos, así como en varios esfuerzos por fabricar

cemento natural.

También se leían con frecuencia las cartas de Lord Chesterfield a su hijo, que pregonaban las

virtudes victorianas que debían practicar los jóvenes. Vale mencionar que, en el caso de los

Chesterfield, las cartas sirvieron de poco para el hijo, pues no practicó lo transmitido por el

padre, no así en el caso de los Estrada Sciacaluga.

Estos libros eran de gran influencia en la conducta de la familia. No solo leían sino que

practicaban las enseñanzas de Smiles. Cuando pequeños, los padres les leían los capítulos de

esos libros en las veladas familiares. Cuando ya mayores, los hijos los consultaban libremente.

“El Carácter” fue un libro que Víctor Emilio eventualmente regaló a sus hijos, con la esperanza

de que sacaran de él las enseñanzas que su padre, su madre, sus hermanas y él habían aplicado

para llevar una vida virtuosa, en la medida que como seres humanos podían hacerlo.

Ya adulto, Víctor Emilio pudo articular en pocas palabras la imagen que se había formado de su

padre: “El exterior, áspero sólo en apariencia, de mi padre, era un aspecto inevitablemente

condicionado por las terribles experiencias que caracterizaron el período inicial de su vida

activa. Un hombre que había pasado dos años martirizantes en la prisión, que había vivido toda

una vida en las pocas semanas que como fieras se batían o eran a su vez cazados en las selvas

de Palenque, que había debido sobrellevar los íntimos y, por la mano de sus enemigos,

redoblados infortunios que he relatado ya, que no había visto morir y le fue negado besar la

muerta esposa, y que tuvo que llevar a cuestas el cadáver de su madre, ese hombre que sufrió la

gama entera del dolor, no podía ciertamente, ofrecer un continente externo de dulzura o

atracción. El milagro que pudimos constatar sus hijos y a veces sus amigos, fue que su interior

tenía más de bondades y de amores que de la adustez de su faz.

Ocioso sería que el hijo relatara la acuciosidad paternal que fue formando y labrando la

personalidad de los retoños, o el cariño del esposo que en íntima comunión con su compañera,

nunca falló en el cabal deber hogareño.

Eran aquellos modelos de patriarcales tiempos en que el hijo salía del colegio a buscar al

padre en pos de útil conversación y permanente ejemplo, y de la mano regresar a la casa,

oyendo y palpando las lecciones de esa irreemplazable compañía, con la cual experiencias y

amistades del padre se transmitían al hijo, gracias a esa continua adherencia del tronco y de la

rama en el devenir del tiempo: escuela que me dio más sensaciones de vida y más reflexiones de

alma, que todo lo que en los bancos del Vicente Rocafuerte logré asimilar”.

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El primer incendio del Colegio San Vicente

El 27 de noviembre de 1899 se dio un incendio en Guayaquil que destruyó la manzana

comprendida entre las actuales calles Aguirre, Pedro Carbo, Chile y Clemente Ballén. Entre los

edificios que se quemaron estaba el colegio San Vicente. Para Emilio, la pérdida de ese centro

educacional, donde había recibido su breve educación formal, fue un golpe, pues su hijo estaba

por ingresar a estudiar en él. Tal vez eso lo motivó a tomar a cargo suyo la reconstrucción del

colegio, pero visualizándolo grandemente mejorado.

No perdió el tiempo. Gracias a su amistad con el general Alfaro, consiguió la autoridad

necesaria, como motor de la Junta Reconstructora, para proceder de la forma más expedita.

El nuevo edificio del Colegio Vicente Rocafuerte en construcción, en 1901, visto desde las actuales calles Clemente Ballén y Chimborazo. En esta imagen, vemos a uno de los cuerpos militares en un ejercicio. A la izquierda podemos ver a un soldado llevando la bandera liberal.

Así, para agosto de 1901, apenas un año y ocho meses después de iniciada la obra, se

inauguraba un magnífico edificio de tres pisos. El colegio también inauguró un nuevo nombre.

Conocido desde su fundación como Colegio San Vicente, las autoridades decidieron honrar a su

fundador cambiándole el nombre a Colegio Nacional Vicente Rocafuerte.

En la ceremonia de inauguración se honró y premió a Emilio por su incansable labor, y al

momento de dar el agradecimiento por los honores recibidos, el padre pidió al hijo, de apenas

diez años y estudiante del segundo año de humanidades, que leyera su discurso ante el público

presente. Este gesto de su padre jamás fue olvidado por el hijo.

Un relato de prensa de ese evento, no refleja este detalle sobre quien leyó el discurso.

Se reconocen trabajos del padre

En la exposición que organizó la Sociedad Filantrópica del Guayas, a fines de 1899, con motivo

de sus bodas de oro, se otorgaron algunos premios en varias categorías. Emilio ganó dos

medallas: Una de plata, como segundo premio por el “plano de un puente colgante”, que bien

puede ser el de La María, aunque se indica que era sobre el río Yaguachi; y una de oro: Por la

Empresa de Carros Urbanos, por “un carro tranvía, trabajado en los Talleres de la Empresa,

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por carpinteros del país y con el plano del Sr. Emilio Estrada”. Como era de esperarse, esos

premios fueron motivo de orgullo familiar.

El edificio del colegio Vicente Rocafuerte construido por la Junta Reconstructora, liderada por Emilio Estrada Carmona.

Fue inaugurado el 10 de agosto de 1901 y se quemó el 16 de julio de 1902. Esta vista es desde la actual calle Pedro Carbo.

Víctor Emilio va al San Vicente

A pesar de mencionárselo, no hay evidencias de que asistiera al colegio de San Agustín a recibir

su educación elemental, aunque esa asistencia sería consistente con la forma en que Emilio

criaba a sus hijos. La información de su educación con la profesora García es incompleta.

Pero en el archivo de Víctor Emilio sí está su matrícula del primer año de humanidades en el

colegio San Vicente, en abril de 1900. Obviamente el colegio se encontraba entonces en un local

provisional, pues el nuevo edificio estaba en construcción. En enero de 1901 el certificado de

exámenes de ese primer año nos indica que el examen sobre todas las materias que rindió Víctor

Emilio ante el jurado, dio como resultado la nota de “muy sobresaliente”.

El mes de marzo de 1901 fue matriculado para el segundo año de humanidades.

Otra vez la política – Candidatura presidencial

Hacia fines de 1900 la política se volvió a agitar, pues pronto llegaría a su término el período

constitucional de don Eloy Alfaro y se necesitaba presentar un candidato liberal radical a la

presidencia de la república.

Emilio fue candidatizado y además fue electo como diputado para el Congreso de 1900 y Víctor

Emilio recordaba la partida de su padre a participar en él: “…el General Alfaro consideró

seriamente el nombre de mi padre como su sucesor. Pudo rehuir fácilmente la tentadora oferta,

gracias a que mi madre, prevenida por acucioso amigo, le puso un telegrama lleno de ansiosa

ternura y apremiante ruego para que no cambiase su paz hogareña por la extenuante vida de la

política nacional, que mi madre conocía en el doloroso pasado de su esposo. Ese faro que

siempre irradió buen sentido y dulce consejo, le reveló en 1900, el escollo sobre el cual la

política lo lanzaba”.

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Añade Víctor Emilio información complementaria a la decisión: “Por otra parte, feliz

contradicción, mi padre había visto formarse ya desde entonces, el usual núcleo de resistencia

que produce las actividades de un hombre en permanente contacto con diversos intereses

políticos y económicos, siempre encontrados (…) su primera candidatura presidencial en 1900,

tropezó a poco de presentarse por un grupo de amigos, con lo que se designa en esos

manuscritos como ‘generalizada oposición en Guayaquil’. Esta generalización, por cierto,

significaba en esa época la de los grupos políticos opuestos y no por cierto, la opinión general

de la ciudad. Así, entre este escollo y el que mi buena madre levantó, la candidatura no pudo

formalizarse y quedó enterrada poco después de nacer. (…) ojalá ese entierro hubiese sido

definitivo y la idea no hubiese resurgido diez años después”.

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Parte 3° 1901 - 1910

“Cuando el padre ejerce una influencia grande sobre el hijo y

éste corresponde y la acepta, no se puede tratar la vida del

uno independientemente de la del otro. Mientras los dos vivan,

sus vidas están ligadas en todos sus actos”.

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Capítulo 4 – Educación y adolescencia

Continúan los años colegiales

El certificado de calificaciones y asistencia al finalizar el segundo año de humanidades, 1901-

1902, no fue muy halagador. Víctor Emilio obtuvo las calificaciones de “regular” en conducta y

“satisfactoria” en aprovechamiento, como promedio de todas las materias. También quedaron

asentadas faltas irregulares a clases, que no serían necesariamente por enfermedad. Sin embargo,

el acta de exámenes, firmada por el rector y los profesores, da una nota promedio de “muy

sobresaliente”, lo cual parecería contradictorio con el certificado de calificaciones.

Esa diferencia tal vez se explica por la conducta “regular”, lo que nos indica que el niño era

inquieto en clase y tal vez aparentemente no prestaba atención a sus maestros, mientras sí

asimilaba lo que le enseñaban.

La familia en 1902: Víctor Emilio, María Luisa, Victoria, Emilio y Francisca Amalia

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En el acta de exámenes consta el listado de maestros del niño: Adolfo Fassio, Juan de Dios

Martínez Mera, M. de J. Baquerizo Noboa, Miguel A. Montalvo, Rafael Piedrahita, T. G. Sáenz

de Tejada, Carlos E. Intriago, J. F. Intriago, y A. B. Reina. Firman también el acta Juan Gómez

Rendón, como Rector, y Rafael Rivas V., Secretario.

En marzo de 1902 fue matriculado en el tercer año de humanidades, para el período de 1902-

1903.

El 16 de julio de ese año, un nuevo incendio destruyó el magnífico edificio del colegio que

había sido inaugurado hacía menos de un año. El colegio nuevamente pasó a un local

provisional mientras se construía un nuevo edificio.

En este año la memoria del niño fue marcada por el incendio del colegio. Su padre, desesperado

por salvar el edificio que con tanto empeño había construido, se vio impotente ante el avance de

las llamas. Lo único que pudo salvar fueron dos lámparas que adornaban el inicio de las

escaleras. Esas lámparas fueron conservadas por él y luego por su hijo durante años, ocupando

lugar preferencial en las casas de ambos.

Sus notas generales en este año fueron buena para conducta y buena para aprovechamiento.

La amistad de Emilio con el Gral. Eloy Alfaro

Terminado su primer período constitucional, el general Alfaro no se alejó de la política, pues era

el Caudillo indiscutible del liberalismo. La amistad con Emilio continuó imperturbable.

Tampoco descuidó los trabajos del ferrocarril, pues la compañía de Harman estaba trabajando

activamente. Para 1902 las paralelas habían llegado hasta Huigra y Harman invitó a don Eloy,

con algunos miembros de su familia y amigos a realizar un recorrido hasta el campamento en

esa población. A continuación vemos una fotografía en que está el general Alfaro sentado al

lado de Archer Harman y atrás, Emilio, recostado en un poste de la casa. Pedro Montero está a

la izquierda de Emilio. Entre los niños está Víctor Emilio, señalado con sus iniciales.

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Perito por ambas partes

Un acontecimiento ocurrido a finales de 1902 nos da una idea de la valía del honor en aquella

época y la opinión que se tenía de Emilio, quien ya era conocido por sus habilidades prácticas en

la construcción. Fue designado como perito por ambas partes en la entrega de una importante

obra para Guayaquil. Nuevamente, Víctor Emilio nos relata esa historia en la biografía de su

padre: “Mi padre no era ingeniero ni había hecho estudios de tal. Había aprendido

experimentalmente algo de construcciones durante su destierro en Panamá, pero nada más. Sin

embargo, cuando después de un fuerte temblor fue menester reconstruir, y de paso ampliar, los

primitivos aljibes del agua potable en el cerro de Santa Ana, nada menos que el Municipio de

Guayaquil encontró que la persona adecuada para examinar la obra y poner el visto-bueno

para su recepción, era don Emilio Estrada, y no un ingeniero”. Víctor Emilio insertó la nota del

Municipio, pero para efectos de este trabajo no es necesario citarla. Lo interesante es lo que vino

después: “El segundo aspecto demostrativo de la respetabilidad que rodeaba su figura, es que

la otra parte, o sea el señor Ramón Papaseit, contratista de los aljibes, cuando sabe que el

Concejo había designado a mi padre, lo designa él también por su parte, al día siguiente 10 de

diciembre, a fin de ‘que no haya entorpecimiento’. (…) Qué tiempos y qué hombres aquellos!

Qué juego tan limpio y tan digno! Y los aljibes recibidos con su informe favorable, todavía

existen, no se han rajado, han resistido al tiempo”.

Esto fue escrito por Víctor Emilio en 1942. El autor de esta obra, que la escribe en 2015, puede

decir que aquellos aljibes continúan dando el servicio para el cual fueron construidos. Siguen sin

rajarse y continúan resistiendo al tiempo, luego de 113 años.

Arquitecto sin título

Las habilidades de Emilio como dibujante y artista eran considerables. Se conocen algunas

plumillas de él y en 1900 había recibido una mención en la Exposición Universal en París, por

una pintura al óleo, de un paisaje tropical. Hemos visto que dibujó la fachada del Instituto

Agronómico Morla y recibió premios de la Sociedad Filantrópica del Guayas por los planos de

un puente colgante y los de un carro urbano. También había realizado el trazado arquitectónico

del primer edificio del colegio Vicente Rocafuerte.

En 1903 encontramos que el Rector de la Universidad de Guayaquil, don Julián Coronel, le

agradece por el servicio prestado a la “Universidad, delineando y obsequiándole un plano que

sirva de base para la construcción del edificio que va á levantarse”. ¡Qué ejemplo para el hijo!

Sin embargo, Víctor Emilio no heredó de su padre las habilidades artísticas o de dibujante,

aunque sí las de arquitecto práctico y constructor.

Dibujo infantil de Víctor Emilio, que representa al vapor Huáscar en el río Guayas

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A comienzos de 1903 Víctor Emilio fue testigo presencial de un acto de solidaridad humana de

su padre a favor de un amigo: “El corazón finamente sensible de este hombre de hierro, que se

estremece y vibra con el dolor ajeno, y recordando el propio trance maternal, hace deber suyo

el entierro del prójimo, tampoco deja de conmoverse cuando ve pasar un padre de familia en

manos de un alguacil, camino de la prisión por deudas.

Sentado habitualmente, -meditación y no molicie- en la amplísima puerta de entrada de la

oficina de Carros Urbanos, (…) mi padre se sobresalta un día viendo avanzar por el portal la

figura conocida del Alguacil Municipal, conduciendo taciturno y agobiado, a su amigo el

Coronel Belisario V. Torres.

-‘Qué ocurre, Belisario?’ -le dice- deteniendo al Alguacil.

-‘Don Emilio, me llevan a la cárcel por una deuda de $300.oo’, - le responde.

-‘Suelte a ese hombre y entre por la plata’, - oye de mi padre el atónito Alguacil.

Pocas horas después, la siguiente carta de puño y letra del amigo, le hace caer en cuenta que

ha hecho algo grande sin calcularlo:

‘Mí estimado señor y amigo:

El servicio que Ud. me ha prestado hoy es de aquellos que no se pagan en el mundo, porque la

gratitud no es la compensación de un favor recibido, sino simplemente el sentimiento que nos

hace recordar que somos deudores de ese favor. Ud. me ha evitado una gran vergüenza; sin Ud.

sería yo víctima de una ambición rastrera, y mi familia sufriría las consecuencias.

Este favor, don Emilio, no podré pagarlo ni a Ud., ni a sus hijos; pero tenga la seguridad que

yo y mis hijos bendeciremos desde hoy su nombre.

De Ud. afectísimo amigo y s. s.

B. V. Torres.”

Este fue otro ejemplo práctico de humanidad, realizado espontáneamente.

Continúa la educación de Víctor Emilio

En el período 1903-1904 tuvo un incidente con uno de sus profesores, el cual Víctor Emilio

relataría a sus hijos años más tarde con el deleite que demostraba una complicidad armónica

entre el padre y el hijo, pero al mismo tiempo nos muestra la inteligencia del niño, su avidez por

la lectura y la asimilación de los temas que le interesaban.

El profesor José Antonio Campos le tomó examen en su clase de literatura. Víctor Emilio había

tenido el deber de escribir un soneto y, no pudiendo hacerlo, su padre lo ayudó. Emilio había

incursionado en la poesía años antes, pero ya había dejado esa afición. Ahora, ante el pedido del

hijo, volvía a dar vuelo a su pluma poética. Dejemos que el mismo Víctor Emilio nos relate los

eventos: “…Años después mi padre tuvo que recordarse de su numen poético, y esta vez, ya no

con dolor sino para salvar al hijo (…) en un trance escolar: en la clase de Literatura dictada

por el eximio profesor y escritor don José Antonio Campos, habíamos llegado ya al preciso

momento en que las regulaciones requerían escribir un soneto para poder pasar el examen final

del año. -Y mi estro poético jamás, entonces ni después, me acompañó hasta la segunda línea de

cualquier intento.

Mi padre, viéndome en el apuro, vino en mi ayuda y escribió el soneto con un tema que él sabía

que yo estaba en situación de explicar ante don José Antonio, dándole así visos de propiedad

mía a su excelente trabajo. Dice así:

A NAPOLEON

La Estrella que en Tolón por vez primera

Sus cárdenos destellos irradiaron

Esa estrella que en Rívoli lanzó

Haces de fuego en tormentosa hoguera

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Es astro que al cruzar rojiza esfera

En campo de Marengo fulminó

El rayo destructor que sojuzgó

Al héroe de Tolón: la Europa entera

En Ulma, Friedland, el astro omnipotente

Quiso más ancha su órbita trazar

Los soles de Austerlitz y de Wagram

Su luz le dieron en cenit fulgente

Berezina, Bailén, Leipsig, Moscú

Crepúsculos son de Waterloo

Después de leer MI soneto en la clase, el señor Campos con toda calma, certeza y seriedad,

alzando la voz anunció: ‘Pésima aplicación y pésima conducta’, considerándome, sagazmente,

incapaz de semejante producto. Aquí la previsión de mi padre me salvó. Yo había leído y releído

la historia de Napoleón por Thiers desde mis ocho años y conocía al dedillo toda la epopeya

que el soneto compendiaba. Sin esperar invitación de mi profesor, di a todos mis compañeros de

clase una conferencia tan completa, exacta y vívida acerca de la vida y hechos del gran Corso,

relacionándola naturalmente con cada línea del soneto, que ante la admiración de mis

condiscípulos y la propia de don José Antonio, las dos ‘pésimas’ desaparecieron bajo el

borrador del convencido literato y se convirtieron en la única óptima que recuerdo haber

ganado en Literatura. La prueba fue contundente y no solo quedamos contentos todos los de la

clase. Mi padre gozó con fruición, mucho más que yo, con la ‘óptima’ que, correspondiéndole,

cedió al hijo”.

Aquí vemos la “óptima” dada por el profesor Campos a Víctor Emilio por “su” soneto, pero también por sus conocimientos.

Interesantemente, a renglón seguido vemos la nota de Víctor Emilio en una materia con la que se vincularía a futuro

Este episodio nos muestra un hijo y un padre conectados emocionalmente por intereses

similares, en este caso, la historia, y específicamente la de Napoleón Bonaparte.

El mismo Víctor Emilio nos indica que venía leyendo la historia de Napoleón, por Thiers, desde

que tenía ocho años. No se trataba de lectura ligera, sino de historia bélica y política, lo que

requería de un nivel avanzado de comprensión, aparte de la simple destreza de leer. Esa historia

fue el inicio de su constante afición por los temas bélicos, que lo llevó a tener una de las mejores

bibliotecas militares particulares del país. Y esa lectura también le abrió las puertas a otras

relacionadas con variados temas, entre las que ya se encontraban también economía y finanzas.

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En 1903 se concluyó el segundo edificio del colegio Vicente Rocafuerte. Pero este ya no pudo

tener las mismas características y facilidades del anterior, pues no se contó con los amplios

recursos que se tuvo para el primero. El nuevo edificio tenía una sola planta alta y era bastante

más modesto que su predecesor. Emilio estuvo también al frente de este esfuerzo, pero la

pérdida del edificio anterior y el dolor que le causó su destrucción, le enseñaron a mantenerse un

tanto distante emocionalmente de las obras materiales que podían ser tan efímeras. Sin embargo,

este edificio duró 30 años…

Se establece la fábrica La Victoria

Para 1903 Emilio había acumulado suficiente capital para establecer un negocio propio, en el

cual pensaba que participaría eventualmente su hijo. La idea era de avanzada: Se trataba de una

industria para producir materiales incombustibles para la construcción.

Nos dice Víctor Emilio: “Cuando su esfuerzo se concretaba ya en algunos sucres ahorrados, mi

padre encontró también tiempo para una iniciativa industrial, encaminada ya -esto ocurre hace

42 años (esto fue escrito en 1942)- a preparar las bases para la transformación edilicia de

Guayaquil: la industria de materiales de construcción incombustible.

Probablemente el azote de los repetidos incendios que dejaron solo cenizas de Guayaquil en

1896 y en 1902, y más especialmente los parciales pero frecuentes siniestros que se cebaron

después sospechosamente, en las barriadas del Astillero, le sugirieron una de las fórmulas para

la inevitable y futura evolución de la ciudad hacia su defensa material contra las llamas: la

sistemática reedificación con material incombustible.

Compró 10.000 metros de terreno en

los entonces potreros de la

‘Esperanza’, y levantó allí una

factoría para preparar mecánicamente

ladrillos huecos, yeso para paredes,

cal para mezclas, mosaico y losetas

para pisos, tubos de cemento para

desagües y bloques huecos de cemento

para muros. Le puso por nombre ‘La

Victoria’, como lo hizo con todas sus

empresas o propiedades, en cariñosa

expresión para mi madre, y le dio

impulso hasta hacer de esa empresa

Papelería de la fábrica La Victoria, la cual muestra diseños de baldosas

un regularmente productivo negocio. (…) Pero el esfuerzo sustancial, el realmente plausible en

este aspecto de su actividad, lo realizó en forma ignorada y desapercibida, por medio de

costosas y semi-fallidas tentativas para fabricar CEMENTO NATURAL, proceso realmente

fuera de los medios a su alcance, pero que tenía para él un acicate, casi una obsesión, derivada

de las lecturas de Smiles sobre Bernardo Palissy, la figura del inmortal alfarero, quién para mi

padre era una especie de ídolo de la perseverancia y del carácter (…) Cualquiera que haya sido

su resultado, lo cierto es que fue el pioneer en la tentativa para dotar al país de ese material

que la experiencia ha probado ser vital. (…) La fabricación posterior de cemento

‘ARTIFICIAL’ solucionó el problema hace poco…”.

Este episodio también contenía una enseñanza para el hijo, en la perseverancia y en la necesidad

de correr riesgos calculados para llevar adelante cambios innovadores en las industrias

existentes. Ese afán de siempre mejorar los sistemas lo veremos aplicado en sus esfuerzos

comerciales e industriales en años venideros.

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En el aviso que vemos a continuación, que sería colocado en la Guía Comercial, Agrícola e

Industrial de 1909, pero impresa realmente en 1911, podemos observar el local de la fábrica La

Victoria en la calle El Oro, actualmente entre Domingo Comín y Rosa Borja de Icaza. Podemos

ver a un carro urbano en un desvío de los rieles que servía exclusivamente a la fábrica. En la

parte inferior del aviso, vemos el interior de la fábrica, donde se ve a Emilio con algunos

obreros.

De Humanidades a Bachillerato

El sistema educativo de la época contaba con especialidades y en el período 1903-1904 Víctor

Emilio cursó el 4° año de Humanidades. La nota final global fue de regular en conducta general,

y satisfactoria en aplicación general, aunque en las materias individuales obtuvo un óptimo en

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literatura (que ya vimos), una muy buena en contabilidad, una buena en religión y una regular

en historia universal. En los exámenes obtuvo el fallo de muy sobresaliente en literatura,

contabilidad y religión, y sobresaliente en historia universal.

En el período 1904-1905 cursaría el 4° año de Bachillerato. El año anterior había cursado el 4°

de Humanidades, lo que nos crea confusión, pues no tiene explicación lógica. Finalizó con los

siguientes resultados: Conducta general: regular. Aplicación general: mediana. En materias

específicas recibiría las siguientes notas en los exámenes finales: Literatura: Muy sobresaliente;

Zoología: Sobresaliente; Álgebra: Bueno; Geometría: Bueno; Filosofía: Regular; Física:

Regular; Historia Universal: Regular; Francés: Muy sobresaliente. Las evaluaciones

individuales por materia eran en promedio regular. Las faltas de Víctor a las clases eran

irregulares, de tal forma que no se trataba de ausencias por enfermedad, que serían continuas,

sino más bien por falta de interés en las clases, aunque no en las materias. Se puede notar

claramente que la educación formal no estaba llegando bien al adolescente, e inclusive era

preocupante ver una nota tan baja en una materia que le interesaba, como Historia Universal.

Política y estudios

El período estudiantil de 1905 a 1906 fue malo. No contamos con documentos que nos indiquen

qué año o especialidad cursaba. El promedio de evaluaciones de los maestros en ese año fue:

Conducta: Regular y Aplicación: Mediana. No pasó algunos exámenes finales por varias

circunstancias que se darían a comienzos de 1906. Éste sería su último año de educación formal.

Ese año 1905 se manifestó marcadamente la rebeldía adolescente de Víctor Emilio. Además de

problemas en los estudios, se dejó llevar por sus amigos mayores, que lo involucraron en

manifestaciones políticas contra el presidente electo, Lizardo García, y estudiantiles, contra el

rector del colegio, lo que llegó a crear una crisis en el plantel.

Los liberales radicales alfaristas no estaban satisfechos con el gobierno del general Leonidas

Plaza Gutiérrez, pues consideraban que había llevado al liberalismo hacia una tendencia

conservadora. Llegado el momento de elegir su reemplazo al fin de su período constitucional, el

Gral. Plaza candidatizó a don Lizardo García Sorroza. El Gral. Alfaro y la línea de liberales

radicales candidatizaron inicialmente a Flavio Alfaro y luego a don Ignacio Robles Santistevan,

quien aparentemente había olvidado el abuso de los hermanos del Caudillo y mantenía su

amistad con don Eloy. Triunfó García en las elecciones.

Emilio permanecía totalmente leal a su amigo Eloy y entró a participar en una conspiración que

derrocaría al presidente García a pocos meses de posesionado. García era considerado por los

liberales radicales como un peligro para el partido y, para ellos, permitir que se consolide su

gobierno sería perder los avances que se había logrado con la revolución y la presidencia de

Alfaro. Ya suficiente creían haber perdido en la presidencia de Plaza y consideraban que cuatro

años más de los “liberales conservadores” llevaría a la ruina a la revolución.

A poco de posesionado García, el mismo que fuera calificado de “apasionado y violento en sus

honradeces” por haber sido factor importante en frustrar el éxito de la Sociedad de Crédito

Público en 1899, fue acusado de incorrecciones y de querer destruir las obras de Alfaro, entre

ellas la del ferrocarril G & Q. Esa campaña logró encender los ánimos de los políticos, quienes

arengaban al pueblo y a los militares en contra del recién electo Presidente.

Los estudiantes del Vicente Rocafuerte se convirtieron en instrumentos de las protestas y salían

a las calles a gritar consignas contra el presidente García Sorroza. Entre ellos estaba Víctor

Emilio, quien además escribió panfletos contra el Presidente. El rector, Juan Gómez Rendón,

amonestó a los estudiantes por esa actitud, pero de poco sirvió y más bien lo tomaron como un

reto para manifestar aún más abiertamente su rebeldía. A poco estaban otra vez en las calles

gritando contra el Presidente. Víctor Emilio se sentía todo un político… Y por supuesto, al

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llegar el momento de dar exámenes finales, los resultados, como era de esperar, fueron malos.

Algunos de los revoltosos sacaron pésimas notas y por ello tenían que dar exámenes

nuevamente o perder el año educativo.

En esos meses preparatorios para el golpe, los agentes de seguridad del Estado comenzaron a

vigilar a los políticos opositores, entre quienes estaba bien marcado Emilio.

Era necesario contactar al coronel Emilio María Terán, comandante de la guarnición militar en

Riobamba, pues su unidad era clave para el derrocamiento de García.

Como Emilio no podía ir a Riobamba a dialogar con él, decidió enviarle una misiva con los

argumentos justificativos del golpe y el mensajero fue Víctor Emilio, de apenas 14 años.

El mensajero partió en tren el 18 de noviembre, entregó la misiva en Riobamba y regresó de

inmediato a Guayaquil a informar de su cometido. Víctor Emilio se había convertido así en

cómplice de una revolución que no entendía bien por su juventud. Liberales radicales alfaristas

se enfrentaban contra liberales de la tendencia conocida como “placista”, por el general

Leonidas Plaza Gutiérrez, que fue su núcleo. Liberales luchaban contra liberales porque no se

defendían los principios partidistas sino los intereses particulares de cada bando.

El joven no imaginó entonces que Terán jugaría, a futuro, un muy importante papel en su vida.

A la izquierda, la justificación de falta por viaje a Riobamba. A la derecha, Emilio, enojado, no justifica esa nueva falta…

Sintiéndose importante como parte de un proceso político en gestación y con la sensación de

igualdad que le transmitió la confianza paterna al enviarlo en una importante misión que había

justificado su falta al colegio en noviembre, Víctor Emilio decidió tomarse un día libre en

diciembre; pero su padre pondría coto a esa “libertad”, rehusándose a justificar la falta al

colegio. Este pequeño incidente nos da a conocer que el adolescente era como cualquier otro

muchacho de su edad: rebelde ante la autoridad, cuando podía hacerlo impunemente.

Víctor Emilio, además, estaba muy influenciado por su amigo mayor Adolfo Gómez

Santistevan, quien era un político nato. Adolfo era extrovertido, polémico y luchador, e

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indiscutiblemente un líder entre sus compañeros. Víctor le tenía mucho afecto y en esta etapa de

sus vidas, algo de admiración, como suelen sentir los muchachos hacia los jóvenes mayores.

Capítulo 5 – Aventura revolucionaria

“La más injusta de nuestras revoluciones”

Al terminar el 31 de diciembre de 1905, el presidente Lizardo García Sorroza recibió en el

palacio presidencial, durante la celebración del año nuevo, un cable del coronel Emilio María

Terán que decía: “Saludo a usted y le deseo un feliz año nuevo, comunicándole a la vez, que la

guarnición de Riobamba está a mis órdenes, porque acaba de proclamar Jefe Supremo de la

Nación al señor Gral. Eloy Alfaro”.

El 1° de enero de 1906 el general Alfaro burló la vigilancia de los agentes de seguridad política

en Guayaquil y se dirigió a Riobamba, para unirse a Terán e iniciar la campaña militar que lo

llevaría a Quito y al palacio de gobierno.

Luego de que salieron de Riobamba Alfaro con Terán, la guarnición se pronunció nuevamente a

favor del presidente Lizardo García. Era una mala señal para el alfarismo.

El 10 de enero una junta popular en la Capital se pronunció contra García Sorroza. El Presidente

sabía que tenía los días contados como gobernante, pues las tropas rebeldes se acercaban.

El 15 de enero Alfaro triunfó en Chasqui, cuando las tropas gubernamentales defeccionaron a su

favor. Ese mismo día el presidente García se asiló en la Legación de Chile, abandonando el

poder. García había pagado las consecuencias por no someterse a los dictámenes del Caudillo

del liberalismo y por tratar de llevar una línea que se apartaba del “alfarismo”.

El 17 de enero el Gral. Eloy Alfaro entraba en la Capital y se ratificaba como Jefe Supremo de

la Nación.

El 19 de enero, luego de incidentes violentos ocurridos a raíz de una reunión de liberales, que se

realizó en la Gobernación de la Provincia, Guayaquil se pronunció por el nuevo gobierno de

Alfaro. A Víctor Emilio le tocó acudir, en compañía de su padre, a presenciar la entrega de uno

de los cuarteles en Guayaquil y se impactó fuertemente al ver llorar de impotencia al coronel

José Miguel Rivadeneira y al mayor Salas, al entregar su cuartel a los alfaristas. Los

sentimientos encontrados que generó la actitud apasionada, pero digna, de los oficiales, se

marcaron en su mente.

Una vez pronunciada la ciudad, la Junta Liberal designó a Emilio Estrada Carmona para que

lleve y entregue en manos del Gral. Alfaro el pronunciamiento.

Para ello, se formó una comisión de voluntarios que iría presidida por Emilio, en compañía del

Gral. Delfín Treviño. Su misión era la de apoyar simbólicamente el pronunciamiento de Alfaro a

nombre de la ciudad de Guayaquil. Ellos irían pasando por las varias capitales provinciales,

impulsando su adhesión al nuevo gobierno.

Emilio decidió llevar a su hijo, de 14 años, quien estaba de lo más interesado en lo que ocurría,

para que vea de lo que se trataba una auténtica revolución.

Además “Emilito”, como le decían en la intimidad del hogar a Víctor Emilio, tenía que

comenzar ya a ser más independiente. Estaba muy engreído por su madre y las mujeres de la

familia. Emilio no podía olvidar que para esa edad, él ya tenía años trabajando para ayudar a

mantener el hogar. Definitivamente, esta aventura revolucionaria le haría bien al joven.

La comisión de voluntarios de Guayaquil inició su viaje hacia Quito el 21 de enero, en un tren

expreso requerido a la compañía del ferrocarril. A cargo del contingente militar que los

escoltaba iba el comandante Enrique Marriott, pues había rumores de que en el camino se

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podían encontrar con elementos adictos al gobierno defenestrado del presidente García Sorroza,

y por lo tanto era necesario tomar ciertas precauciones para evitar inconvenientes.

En la vanguardia del convoy, a caballo, iban dos jóvenes militares liberales radicales: El mayor

Carlos Pareja y el subteniente Juan Alfredo Wright, con la misión de ir contactando a los

alfaristas y al mismo tiempo alertar de algún posible impedimento en el camino. El tren, con los

voluntarios, iba a prudente distancia y a velocidad reducida. El ambiente era de tensión…

Todo iba bien hasta llegar a una hacienda cercana a Cajabamba. A partir de ese momento, se dio

alguna división en el grupo y surgieron dos versiones de los hechos. Uno de los participantes,

que lastimosamente permaneció anónimo, escribió un relato que se encuentra en el archivo de

Víctor Emilio, pero se lo prueba equivocado y falso por otro que sale de boca de Emilio, en un

artículo publicado en el periódico El Tiempo, de Quito, en el mes de abril. Es en base a las

palabras de Emilio, que confirman a su vez las del Gral. Delfín Treviño, que desarrollamos el

relato de esos hechos prácticamente desconocidos.

La comisión tenía un fin político y pacífico y por ello solamente iban armados los oficiales a

cargo del comandante Marriott, y éstos solo llevaban sables, más no armas de fuego.

La noticia de la salida del tren con la comisión se transmitió a través del cable del ferrocarril, de

tal forma que las varias poblaciones en el camino sabían que venía ese expreso.

En Riobamba, la situación política era incierta, pues a pesar de que de esa ciudad había partido

el Gral. Alfaro con el coronel Terán, el Gobernador de Chimborazo, don Carlos Larrea Donoso,

se pronunció a favor del gobierno constitucional del presidente García.

Cuando el Gobernador se enteró de ese expreso, pensó que se podía tratar de una expedición

armada que venía con el fin de atacar la ciudad de Riobamba. Él alertó a la guarnición que había

quedado en esa ciudad y se había mantenido fiel al Gobernador. En previsión de un conflicto

armado, repartió armas a quienes se presentaron como voluntarios para defender el régimen

constitucional.

Ese temor de que se trataba de una columna militar fue confirmado por la actitud de los

hermanos, coroneles Torcuato y Luis Ricardo Gallegos B., alfaristas, quienes pensando igual

que el Gobernador, intimaron la rendición de la ciudad de Riobamba, amenazando con la fuerza

de la tropa que venía de Guayaquil.

Don Carlos dispuso que el Intendente de Riobamba, capitán Leopoldo Larrea, parta con una

columna armada a dar encuentro a los supuestos agresores que se acercaban.

El tren había llegado a Guamote, donde lo esperaban dos supuestos emisarios del Gobernador de

Chimborazo: Luis Felipe Araujo V. y Felipe Barriga Larrea, quienes manifestaron que el

Gobernador estaba dispuesto a negociar la entrega de Riobamba a las fuerzas alfaristas, e

indicaron que las noticias que tenían indicaban que la columna iba como una expedición militar,

o sea armada. La noticia de lo que pensaba el Gobernador sorprendió a los comisionados. Los

“emisarios” adquirieron importante información, como aquella de que la columna tenía fines

pacíficos y que no iba armada. Se suponía que, enterados de la realidad, ellos informarían al

Gobernador, lo cual no lo hicieron. Estos caballeros simplemente desaparecieron.

En Guamote, como en otros puntos del camino, se embarcaron nuevos voluntarios, entre ellos

un mayor Ramón Arias R.

El tren llegó a la media noche a Cajabamba, donde encontraron esperándolos a los coroneles

Gallegos, quienes se sorprendieron al recibir a un grupo desarmado. Ellos habían venido a

encontrarlos, pensando en liderar la tropa para tomar Riobamba.

Ante esta noticia de que se había tergiversado la misión, y por el peligro que implicaba para los

integrantes, los dirigentes resolvieron que todos se bajaran a descansar y alimentarse, y

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decidieron enviar una delegación a Riobamba, para avisar que iban en una misión pacífica y sin

armas. Esa delegación fue integrada por el coronel Emilio Baquero, que iba con la comisión, y

los oficiales que habían estado a la vanguardia, el mayor Pareja y el subteniente Wright. Emilio

trató de comunicarse por telégrafo con Riobamba, pero se le informó que en la estación de

Riobamba no había operador. La delegación salió como a las 3 de la mañana.

Al igual que los supuestos emisarios del Gobernador en Guamote, los coroneles Gallegos

desaparecieron misteriosa y sigilosamente de Cajabamba. No eran más que oportunistas que

estaban buscando cómo acomodarse de la mejor manera.

Emilio y sus compañeros decidieron esperar el resultado de la misión de la delegación, lo que

tomaría algunas horas, y por lo tanto comunicaron a todos que debían dormir lo mejor posible.

Los jefes fueron a buscar alojamiento, encontrándolo en la posada del Sr. V. Moncayo.

Estaban dormidos, cuando a eso de las 7 de la mañana escucharon un tiro de fusil y en un

momento más, una y luego otra descarga de fusilería. Eso los levantó inmediatamente. Emilio se

asomó a la ventana y vio que en ese momento pasaban unos jinetes, a quienes trató de llamar,

sin éxito. De inmediato todos salieron a la calle a ver qué sucedía.

Se dirigieron para un lado a ver qué estaba ocurriendo, enviando hacia el otro al Sr. Moncayo. A

poco los encontró el Intendente de Riobamba, capitán Leopoldo Larrea, quien se mostró

sorprendido al encontrarlos desarmados. Regresaron con él a la posada del Sr. Moncayo, a

dialogar. Le mostraron el oficio que traían, el cual los acreditaba como una comisión de paz.

El Intendente les comunicó que ante la amenaza que habían proferido los coroneles Gallegos y

la noticia del avance del tren con la supuesta columna armada, el Gobernador había entregado

armas a quienes se ofrecieron como voluntarios y a él lo había enviado, con voluntarios

armados, a encontrar a los supuestos atacantes. El Intendente indicó que no se había encontrado

con la delegación que habían enviado y que debían haberse cruzado en el camino.

En eso llegó a la posada el mayor Benigno Mazzini, también parte de la comisión, quien les

informó que el mayor Arias estaba muerto y otros dos heridos. El grupo fue de inmediato al

lugar de los hechos y comprobaron que el mayor Arias, con los heridos y otros, entre ellos el

mismo Mazzini, habían estado bebiendo unas copas cuando los encontró un grupo de los

voluntarios del Intendente Larrea y, pensando que estaban armados, les dispararon. Felizmente

esa fue la única desgracia que ocurrió, pues los voluntarios deben haber estado diseminados por

todo Cajabamba y podía haber ocurrido una masacre.

El Gral. Treviño organizó de inmediato un convoy para regresar el cuerpo de Arias a Guamote.

El joven Víctor Emilio permanecía al pie de su padre, escuchando y viendo todo lo que

transcurría. Él pudo percibir la grave preocupación de su padre ante el peligro que corrían.

Todas estas vivencias nuevas e intensas lo habían descompuesto emocionalmente y, para decirlo

discretamente, su padre lo reportó “ligeramente indispuesto”.

Enterado ya debidamente de la situación, Emilio invitó al Intendente a continuar con ellos a

Riobamba en el tren, con la excusa de que el caballo de Larrea debía estar cansado. Él aceptó,

con otros tres de su comitiva y el resto regresaron a caballo.

Unas tres o cuatro cuadras antes de llegar a la estación de Riobamba, el tren fue detenido y

rodeado por numerosa tropa armada. Un oficial pidió al Gral. Treviño que lo acompañe porque

el Gobernador quería hablarle. Fue con ellos el intendente Larrea.

Al cabo de una hora regresó Larrea y comunicó a Emilio que podían entrar en la ciudad. Emilio

y su grupo se dirigieron a la Gobernación y al llegar a la plaza encontraron que el Gobernador

salía a recibirlos. Ese proceder cambió la actitud de los comisionados, que aún estaban

aprehensivos por las noticias que sobre ellos los habían precedido.

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Entablaron diálogo con el Gobernador y lo enteraron de los sucesos del 19 de enero en

Guayaquil.

Como era simpatizante del ya depuesto presidente García, le propusieron las bases de una

capitulación de la plaza. El Gobernador pidió tiempo para convocar una junta de notables con el

fin de resolver la situación. Al cabo de unas horas, el Gobernador los mandó llamar y cuando

estuvieron reunidos les comunicó que las personas citadas no habían concurrido a su llamado y

por eso él, solo, resolvería la capitulación de la provincia. Se establecieron las condiciones y el

Gobernador pidió que fueran ratificadas por las autoridades en Guayaquil. Se enviaron los

términos por mensajero urgente y en poco tiempo se recibió la ratificación. Entonces los

comisionados pudieron continuar hacia la Capital, pero ya no en la comodidad del tren, pues

éste no llegaba sino hasta poco más allá de Riobamba, sino por varios medios, tal cual era el

plan original. El camino se lo hacía a pie, en mula, a caballo, en carreta, coche o diligencia.

Poco después, el Gral. Treviño quería que se castigue a quienes habían calumniado y engañado a

la expedición y causado la innecesaria muerte de Arias; pero Emilio, ya como Gobernador del

Guayas, le comunicó que todos estaban amparados por los términos de la capitulación de

Riobamba. No habría persecución o retaliación.

Y así conocemos en términos sencillos lo acontecido desde el punto de vista oficial de Emilio.

A continuación veremos las cosas desde el punto de vista personal, tal cual Víctor Emilio y su

padre le escriben a doña Victoria Sciacaluga de Estrada desde Ambato, el 26 de enero. Es de

esperar que las cartas estén algo maquilladas, para evitar a la madre y esposa angustias

innecesarias, pues ya suficientemente preocupada debe haber estado con que se lleven a su hijo,

de apenas 14 años, a una aventura revolucionaria. Noticias de la balacera en Cajabamba se

habían propagado, exagerándose lo ocurrido.

Veamos algunos extractos de esas cartas. De Víctor Emilio a su madre:

“Querida Mamá:

Ayer 25 llegué yo á caballo con los amigos a las 9 de la noche. Mi papá vino en coche con Don

Delfín i durmió en Chuquipoyo i llegó aquí hoi á las 12. Estamos gozando de completa salud.

Mañana seguimos a Quito en diligencia todos. Te extrañamos mucho así como a las

chiquitas…”.

Luego toca el punto de Cajabamba: “Quizás hayan llegado allá rumores sobre Combate en

Cajabamba. Lo que pasó fue que un amigo del partido creyendo hacernos un favor dijo que

íbamos con 500 soldados lo que originó que de Riobamba mandaran unos 30 jinetes a

Cajabamba donde decían que estaban 80 de nosotros allí. Esos individuos entraron disparando

i mataron á un Sr. Ramón Arias é hirieron a 4 más. (…) Mandamos á buscar al Jefe i en cuanto

supo que éramos de una comisión de paz todo se acabó i nos dirigimos á Riobamba donde

capituló la plaza después de negociaciones. Allí hubieron chismes de que nos iban á coger los

curus (los afectos al presidente García) pero no hubo nada. Solo se robaron unos 80 rifles que

los recuperaron (del parque de Riobamba). Esto ha sido todo.

No creo estaremos en Quito muchos días de manera que el Miércoles ó Jueves tendremos la

dicha de abrazarte. Hasta pronto querida Mamita. Tuyo, V E Estrada”.

Y de Emilio:

“Hijita de mi corazón.

Aprovecho del correo que sale para escribirte.

Ya Emilito te dice la verdad sobre el acontecimiento de Cajabamba que han abultado

muchísimo.

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Yo no pasé ningún peligro ni Emilito tampoco. Tan pronto como sonaron los primeros tiros

salimos en busca de los asaltantes y todo se arregló i entramos todos juntos a Riobamba donde

después de ligera discusión capitularon aunque creyendo imposible la verdad del

pronunciamiento de Guayaquil, nos exigieron el testimonio de dos individuos que enviaron a

esa con ese objeto (…) tan pronto como estos telegrafiaron de allá la verdad de nuestro dicho

nos llamaron a la Gobernación y nos entregaron la plaza, armas, parque y todo sin que se

produjera el menor desorden.

En todos estos momentos las he tenido presentes a las tres y a Emilito a mi lado – no se ha

portado del todo mal, pero otros han dado pruebas de una cobardía extremada.

Mañana partimos para Quito donde sólo he de permanecer dos días.

En todo el camino de Riobamba a Ambato hemos encontrado y favorecido de cuantos modos

hemos podido a los setecientos hombres que sin darles un centavo de ración abandonaron sus

jefes en La Ciénega, a donde el Gobierno ha tenido que enviar a buscar las armas abandonadas

(…) Es inaudito que con semejante número y calidad de tropas Andrade se haya desbandado

(…) Mis cariños para las dos angelitas y para ti un abrazo de tu Emilio”.

Una vez llegados a Quito, ya se estaba consolidando la jefatura suprema de Alfaro. La

permanencia fue corta, tal como habían anunciado y retornaron prontamente a Guayaquil.

En la carta de Víctor Emilio hay una parte que es clave para comprender lo que significó para él

esa aventura. Cuando él nos dice que “Ayer 25 llegué yo á caballo con los amigos a las 9 de la

noche. Mi papá vino en coche con Don Delfín y durmió en Chuquipoyo y llegó aquí hoy á las

12”, nos está dando a conocer una decisión medida por su padre, quien en vez de llevar al joven

en el coche con él, lo envió con la masa, solo e independiente. El niño que salió de Guayaquil de

la mano de su padre, ya era un hombrecito para cuando llegó a Ambato.

Y así concluyó esta primera aventura revolucionaria del hijo al lado del padre.

Una lección de humanidad y de política

El 3 de febrero de 1906 Emilio era designado por tercera vez Gobernador del Guayas.

Ya de regreso en Guayaquil, Emilio, como Gobernador, recibió una carta de don Lizardo

García. Dejemos que Víctor Emilio nos narre lo ocurrido:

“Y cuando don Lizardo García, víctima, acaso, de la más injusta de nuestras revoluciones,

vencido y asilado en la Legación Chilena en Quito, se dirige a mi padre, su enemigo político, y

le pide el respeto de los vencedores, mi padre exige y obtiene del victorioso Gral. Alfaro, el

salvoconducto para el vencido y la tranquilidad para su familia”.

Para Víctor Emilio, este episodio fue la mejor lección de decencia y ética política y humana que

pudo recibir. La aplicaría en el futuro, de manera insospechada y espontánea.

Años después, con el beneficio de la experiencia, Víctor Emilio se daría cuenta que tanto su

padre como él habían sido utilizados para esa revolución y admitiría que las excusas dadas para

justificar el golpe fueron “ridículas e infundadas”. Vio claramente que tras ella estuvieron los

intereses económicos de los liberales radicales que se habían corrompido, encabezados por

algunos hermanos y sobrinos del general Alfaro. La lucha había sido de los intereses personales

de unos contra los de otros, y poco fue en legítimo interés del bienestar nacional. Víctor Emilio

la calificaría como “La más injusta de nuestras revoluciones”. Eso contribuiría a su posterior

decepción con la política y su aversión hacia todo lo relacionado con ella.

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Incidente en el Vicente Rocafuerte

Víctor Emilio había regresado de su aventura revolucionaria contra García Sorroza como un

héroe para sus amigos vicentinos, pues ninguno de ellos había tenido la suerte de participar en

una revuelta real, más allá de sus protestas callejeras.

Víctor Emilio y Adolfo Gómez Santistevan, mayor con 3 años pero muy amigo suyo, dieron sus

pruebas finales en el mes de febrero de 1906, y se quedaron en algunas materias, por lo que

debían dar nuevos exámenes para pasar de año. Rebeldes, no quisieron aceptar los resultados y

se generó un incidente con los profesores y el Rector.

Liderados por Adolfo y Víctor Emilio, un grupo de estudiantes se manifestaron por las calles

gritando “Abajo el tirano”, en referencia a su Rector. Cuando don Juan Gómez Rendón vio y

escuchó esta manifestación liderada por el hijo de su hermano y el hijo del Gobernador, que

también había sido uno de los mayores benefactores del colegio, su decepción fue tan grande

que decidió renunciar a su cargo.

Los jóvenes habían subestimado el poder de sus actos, no por ellos mismos, sino por quienes

eran sus padres.

Don Juan Gómez Rendón salió del rectorado agraviado por unos mozalbetes indisciplinados que

no habían cumplido debidamente con su obligación como estudiantes.

Desafortunadamente, don Emilio, ocupado como estaba con la posesión del Gobierno de Alfaro

en la administración de la Provincia, no dio al caso la atención que ameritaba, pues él no habría

apoyado a los muchachos en un acto como éste, menos aún cuando él mismo apoyó a don Juan

en su nombramiento como Rector.

Tanto Víctor Emilio como Adolfo recapacitarían luego sobre lo que habían hecho y serían

instrumentales, años después, en concretar un esfuerzo por enmendar la injusticia que ellos

habían cometido contra don Juan.

Capítulo 6 – Otra aventura, esta vez en el mar

Un crucero de instrucción y mantenimiento

Si bien Emilio estaba relativamente satisfecho con el comportamiento de Víctor Emilio en la

marcha hacia Quito, en apoyo a la revolución alfarista, no lo estaba del todo. Sus palabras a

Victoria: “no se ha portado del todo mal”, nos transmiten ese criterio. Pensaba que otra

separación del hogar, esta vez total, le haría bien. Después de todo, a los 14 años Emilio ya

había tenido bastante experiencia de vida. “Emilito” había vivido hasta ahora una vida

demasiado fácil y sobreprotegida. A esto se sumó el bochornoso incidente en el colegio Vicente

Rocafuerte.

Era hora de que empiece a conocer el mundo real.

La oportunidad se presentó al necesitar el buque de la Armada, “Marañón”, un mantenimiento

que tenía que realizarse en el puerto chileno de Valparaíso, por las facilidades que ofrecía.

La superioridad naval definió el plan de viaje del buque, como un crucero de instrucción para

nuevos guardiamarinas, y contemplaba adicionalmente la limpieza de fondos del buque y

mantenimiento general. También se abastecería de carbón de piedra en el puerto de Talcahuano.

Se esperaba que fuera un crucero relativamente corto.

Era ideal para el propósito de Emilio, quien consiguió, a través de sus contactos políticos, que

Víctor Emilio y su primo segundo, Tomás Gagliardo Cevallos, sean nombrados ayudantes del

contador del buque, con el rango asimilado de tenientes. En ese viaje, el Marañón llevaría a su

Contador y tres ayudantes, con lo cual las finanzas de abordo debían marchar de maravilla.

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El 11 de marzo de 1906 partió el buque desde su fondeadero en Guayaquil. La salida, como es

tradición naval, fue celebrada por la tripulación y sus familiares, cerrándose con lágrimas de

despedida por la ausencia prevista, y los imponderables de una travesía marítima. La familia de

Víctor Emilio no asistió a la despedida. Él se despidió de su familia en su casa y bajó solo para

dirigirse al buque, pues no habría sido adecuado políticamente que la familia, y especialmente

don Emilio, mostraran sus sentimientos en público. No podía correrse el riesgo de que al

Gobernador, conocido públicamente como hombre duro, se le derramen lágrimas delante de

extraños.

Parte de la tripulación del Marañón – Víctor Emilio es el segundo de la izquierda, en la fila delantera. Acercamiento de Víctor Emilio

Víctor Emilio tomó inicialmente esa nueva separación del hogar como una aventura. Pero esta

vez, a pesar de la compañía de su primo Tomasito, estaba solo, sin su padre.

Emilio había encomendado a su hijo la entrega de correspondencia en la Legación del Ecuador

en Santiago de Chile, así como le había dado recomendaciones para el Cónsul del Ecuador en

Valparaíso, señor Nicolás J. López.

El sentido de aventura dio paso enseguida al sentimiento de soledad que golpea a los hijos

cuando abandonan por primera vez un hogar estrechamente unido. Víctor Emilio comenzó a

extrañar muchísimo a su madre, su padre, sus dos hermanas y la familia extendida.

Para empeorar las cosas, ni bien el buque dejó las tranquilas aguas del río para adentrarse en el

Golfo de Guayaquil y su transición a mar abierto, Víctor Emilio comenzó a marearse,

descubriendo así una debilidad contra la que lucharía cada vez que navegara en mar abierto. No

es que no le gustara el mar; por el contrario, de ese viaje le nacería un amor que le duraría toda

la vida. Su organismo simplemente no se podía acoplar al vaivén de las olas.

Él no mencionaría el mareo en sus cartas, pero un joven de apellido Echeverría escribió a casa

contándolo y eventualmente su padre se enteró. Su madre trató el tema con mucho tacto, pero el

tío Luis no se pudo aguantar el darle un raspón a su sobrino, como veremos más adelante.

Como era de esperar, las cartas comenzaron a pocos días de su salida, pero no llegarían a sus

destinos sino semanas después. La correspondencia entre Víctor Emilio y su familia es de

interés en su evolución y por ello la citaremos abundantemente, en el orden cronológico en que

fueron escritas. También incluiremos varios cables que se cruzaron durante ese tiempo.

Al entrar el buque a Iquique, el sábado 17 de marzo, Víctor Emilio envía la primera carta a sus

padres, en la cual expresa su nostalgia:

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“Mamita querida de mi vida. Papasito de mi alma.

Ruego á Dios que al recibo de esta estén todos bien. Yo voi bueno.

Como estarán las lindas ñañitas? Los extraño mucho á todos i voi mui triste.

No he debido venirme. Me voi á quedar en Valparaíso, de manera que debes escribirme allá

dirigido el sobre al cónsul Nicolás J. López. De allá te escribiré largo. Saludos para todos junto

á mi padrino, Maria, Sebastián, etc.

Su hijo que se muere por verlos

Millones de abrazos, besitos.

V E Estrada

Hagan cables lo más frecuentes posible”.

Aparte de la carta que hemos citado, Víctor Emilio había enviado un cable cuando llegó a

Iquique, el cual fue contestado de inmediato, pero lacónicamente, por su padre: “Todos buenos

avisa salud – Estrada”.

Su madre le escribió el 19 de marzo, en respuesta al cable desde Iquique:

“Hijito de mi corazón:

Con mucho gusto recibimos tu cablegrama de Iquique y deseamos que tu viaje haya terminado

sin la menor novedad en tu salud. Me parece imposible no te hayas mareado, cuéntame todos

los pormenores de la navegación que en esta gran distancia que nos separa será para mí un

consuelo leer tus cartas en las que espero me refieras toda tu nueva vida.

Nosotros no hemos tenido la menor novedad solo notando a toda hora tu falta y contando los

días para tener el gusto de abrazarte. La consideración del provecho que reportará en tu salud

este viaje me ha hecho consolar, pero es preciso que tú pongas de tu parte cuidando tu salud sin

abusar de nada pues este es el modo de conservarla.

Yo le pido tanto a Dios que no te enfermes porque sería para mí una gran pena. Inés te

recuerda i extraña mucho, la pobre te quiere tanto, supongo que tú la recordarás, sobre todo a

la hora de acostarte (Inés era su nana).

Ya por fin está tu papá un poco tranquilo para trabajar en la gobernación pues con la ida de

Alfaro a calmado esa afluencia de gentes él estuvo a despedirse con Esmeralda y después vino

América ayer domingo llegaron a Quito.

En fin hijito escríbeme muy largo y cuéntame todas tus impresiones. Saluda a Tomasito, Luis y

Jesusita te recuerdan mucho y saludan lo mismo que todos los de casa. Tu papá y hermanitas

también te escriben.

Adiós hijito y recibe el corazón de tu madre que no te olvida jamás.

Victoria”.

La mención de doña Victoria sobre la salud de Víctor Emilio se debía a su delgadez y

propensión a las enfermedades. Era un niño de poco comer por naturaleza y por ello se

preocupaban mucho sus padres.

Con la carta de su madre, fue una de su hermana Francisca, quien le decía muy formalmente:

“Después de saludarte deseo hayan tenido un viaje muy feliz.

Te digo que nosotros estamos bien, pero te extrañamos mucho principalmente en las horas de

comer y dormir, todas las noches sueño contigo y me parece que te veo.

Me tengo yo que levantar más temprano porque ya no tengo quien me acompañe mientras se

van a tomar café mi papá y mi mamá.

Te respetamos mucho tu cuarto.

(…) recibe un beso de tu hermanita que te idolatra.

Francisca.

P.D. No ha llegado de Posorja Julia

No te escribo mas porque no me alcanza el papel.”

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El buque en Valparaíso

Ni bien llegó a Valparaíso, el día 23 de marzo, Víctor Emilio envió un cable a su padre y

escribió a su madre.

Emilio respondió de inmediato al cable: “Victoria Panchita Luisa Saludan – Estrada”.

La carta amorosa a su madre:

“Mamita de mi corazón:

Supongo que al recibo de presente estarán todos buenos.- Yo he hecho el viaje con toda

felicidad.- En Iquique desembarqué y comí en tierra porque la comida de abordo es pésima.

Iquique es una ciudad muy bonita casi de estado Europeo. Las calles sin empedrar pero bien

aplanadas. No llueve nunca.- Hay carros urbanos casi como en Guayaquil con conductores

mujeres.- En Coquimbo también desembarqué y comí y dormí en tierra.- Las camas de abordo

son pésimas. Tengo unas ganas terribles de regresarme. Quizás si se va una persona conocida

de aquí me vaya con ella.

No puedo estar un momento sin pensar en Uds.- Pienso sobre todo que les ha sucedido algo.

En suma estoy intranquilo y todo lo bonito y atrayente que puede ser Chile no alcanza ni con

mucho á compensar esa hambre que tengo de ir á mi tierra.- No te puedes imaginar lo que he

sufrido y sufro con esta separación loca de ustedes casi sin causa. Estoy verdaderamente

arrepentido.- A Panchita la encontraré quizás de profesora de María Luisa.- Pobrecitas las

ñañitas.- Luisito quizás esté menos malcriadito.- Les he de llevar regalitos apropiados.

Para ti he pensado en un libro de misa.- y para mi papá vino chileno ó alguna otra cosa.- He de

pedir permiso quizás para ir a Santiago y Valparaíso con Tomasito.

Este es un verdadero majadero.= Ya les contaré algo bastante en Guayaquil.- El Comandante

quiere entrar á Guayaquil el 24 de Mayo. Pero mi papá debe escribirle que se deje de fechas

históricas y que regrese cuando esté terminado de repararse. También quiere tocar en todos los

puertos chilenos hasta Arica al regreso.- No sé si comprenderás todas las ganas que tengo de

abrazarlos; no sé explicarme ó no encuentro palabras. Tú lo comprenderás bien mamita linda.

Contéstame á Talcahuano poniendo en el sobre “Marañón”.

Mil besitos y abrazos para todas las ñañitas, Jesusita, mi padrino, María, el lindo, Inés los de

casa y todo yo para ti

V E Estrada”.

Al margen, Víctor Emilio pone: “Guárdame periódicos”.

Este cruce de correspondencia nos da una idea de la relación de cariño que existía entre madre e

hijo. Su “arrepentimiento” se refería al incidente en el Vicente Rocafuerte.

El día 25 escribió a su padre:

“Junto con estas van mis deseos de que te encuentres gozando de buena salud. Como verás en

la carta para mi mamá yo también estoy bueno, siempre con deseos del regreso lo más pronto.

Parece que entraremos al dique de aquí que cuesta el primer día $2 por tonelada y $1 el

segundo y siguientes. De manera que la estadía en el dique costará de 10 á $15.000. Después

iremos á Lota ó Talcahuano por que el Comandante quiere llevar carbón bastante.- Voy a

Santiago con Puyol por tres días.

Aquí hay ó va á haber chivo pero todavía no ha estallado entre Puyol y López.

Puyol dice que no recibe órdenes del cónsul porque ha llevado instrucciones de allá y López

dice que él es aquí el representante del Gobierno y que también tiene instrucciones dadas por

Elizalde ó directamente del Gobierno.

Felizmente Puyol y López no se lo han dicho sino que Puyol se lo dijo primero á Tomasito. Este

se lo contó á López y López le contestó á Tomasito lo que te digo pero recomendando reserva

los dos. En fin Elizalde creo que arreglará las funciones y atribuciones que cada uno tenga. En

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el próximo correo te voy á mandar un libro sobre la navegación de la ‘Baquedano’ alrededor

del mundo escrito por el médico de abordo y muy interesante.-

Hasta el próximo correo me despido tu hijo que te quiere de corazón

V E Estrada

Saludos para los amigos”.

El “saludo para los amigos” era una de las características de la época. Los amigos a los que se

refiere son los de su padre, que también eran los suyos.

Ese mismo día escribió a su madre. Citaremos algunas palabras de esa carta:

“…Hasta ahora gozo de completa salud y me siento mejor en cuanto á constitución. De aquí á

unos días voy a retratarme para que veas que estoy ganando bastante con el viaje.

Valparaíso es una ciudad muy bonita con el Malecón parecido al de Guayaquil.

Desde que llegué hasta hoy he comido en el ‘Club Valparaíso’ por varias veces invitado por el

Cónsul López y otros amigos de aquí. A López tuve que retornarle su convite junto con

Tomasito.- Se comió espléndidamente, tomaron vino y cigarros y solo pagué $8.40 por los tres ó

sean unos $6 de allá. Todo es muy barato aquí…

Tú recibe mil abrazos y besos de tu hijo que te quiere muchísimo

V E Estrada”.

En esos días, una inspección detallada del buque encontró que era necesario realizar algunas

reparaciones de relativa importancia, lo que tomaría bastante más tiempo de lo previsto.

El 2 de abril Víctor Emilio escribe a su padre desde Valparaíso:

“Querido papá:

Al escribirte la presente no tengo aún contestación á ninguna de las que te he escrito. Poco á

poco va alargándose el plazo del regreso. Parece que la compañía que va á efectuar las

reparaciones aquí pide de 3 á 4 meses de manera que yo no sé qué partido tomar. Espero pues

tus indicaciones.- (…) Ferrari el 2° de abordo cree que estaremos en Julio allá.

Puyol fue ya á Santiago pero no he ido con él porque solo me dijo que iba á permanecer un día

allí. Le entregué la carta tuya a Elizalde y me dijo que cualquier cosa que deseara le pidiera.

Puyol me dio £5 por que necesité hacerme un vestido que vale $60.- Además tengo que comprar

multitud de cosas como camisas, camisetas, calzoncillos, etc. que como tú sabrás no traje de

Guayaquil más que 3 de cada pieza y no me alcanzan aquí de manera que tendré que pedir

otras 5.

Tomasito no duerme ni come ni se le ve abordo con pretexto de que la entrega debe ser formal

se manda á cambiar a tierra y está viviendo en el Hotel Colón donde se paga $3 por cuarto y 2

por cada comida aparte de vino que no puede él prescindir. De manera que gasta diario $9

mínimum que no los gana abordo…”. Esta actitud de Tomasito confundiría a Víctor Emilio, un

joven acostumbrado a una forma espartana de vida. Para él era un misterio como Tomasito

podía darse tan buena vida si el sueldo del buque no daba para ello.

Continúa la carta: “Todavía no he ido a ver la fábrica de mosaico de Viña del Mar pero sí los

productos que no pueden compararse con los nuestros. Generalmente se rompen. Los de

nosotros serían aquí bien aceptados como los extranjeros allá. Dame noticias sobre la fábrica.

(…) Aquí en Valparaíso no hay donde pasear casi. Veré si en Santiago habrá. Me voy esta

semana a Santiago con un Dr. Altamirano persona muy amiga y de confianza.

Con Nebel han hecho una injusticia aceptándole inmediatamente una renuncia que presentó por

un choque que tuvo con el Cdor. (Contador) Álvarez. A pesar de que en la Contaduría habemos

4 empleados, él ha sido el único que ha trabajado durante el viaje y en el Puerto. Ahora ese

hombre tiene allá su familia, relaciones etc. y lo van á dejar aquí en Chile cuando ninguno de

los tripulantes debe quedar.

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Te repito que saliendo Álvarez no será Tomasito ni yo que nos vamos á levantar á las 4 ½ a.m.

á traer los víveres de tierra como lo ha hecho Nebel.- (…) Al escribirte estas líneas ha llegado

Fuensalida abordo y le ha dicho al oficial de guardia que no es cierto la noticia de su comando

nuevamente del buque sino por malevolencia de un reporter…”.

En esta parte de la carta nos da una idea de las vicisitudes de la vida al interior del buque. La

cándida admisión de que Nebel era el único que trabajaba de los 3 ayudantes del contador no es

sorprendente, pues estaba claro que tanto Tomasito como Víctor Emilio iban de bagaje extra en

el buque, solamente para adquirir experiencia lejos del hogar.

Al tiempo que la carta, había enviado un cable a su padre indicándole que estaba bien, al que su

padre respondió de inmediato: “Todos buenos saludamos – Estrada”.

Ese día también escribió a su madre:

“Queridísima mamita:

Al cabo de un mes casi de separación estoy casi desesperado por abrazarte.

Como leerás en la carta pa mi papá, resulta que el buque estará 5 meses todavía afuera del

Ecuador. Tú con él decidirán lo que debo hacer.- Aquí he tenido que comprar todo porque no

me alcanzaría lo que traje (…) (a continuación da una lista de lo comprado) no tengo á que

referirme de las suyas que no he recibido aún (…) (la falta de cartas de su casa lo tenían

agobiado) Y tu recibe millones de besos abrazos y cariños de tu hijo que los tiene presente en

todos los momentos

V E Estrada”.

El día 6 de abril escribió a su madre desde Santiago, cuando recién había llegado en su corta

visita. El Sr. Elizalde tenía algunas noticias de enfermedades de familiares que inquietaron a

Víctor Emilio, y consulta sobre ellos a su madre. Más preocupado, le hace una observación a su

mamá: “Supongo que mis libros estarán cuidados como cuerpo de rey. No te olvides de

enviarme periódicos de allá aunque no sea más que el Grito.- Háganse retratar y mándenme un

grupo que así como a Ud. le gusta ver mi retrato lo mismo me sucede á mi. Sería el mayor

placer que pudiera yo tener”. Esta parte nos muestra el apego que tenía ya por sus libros, su

avidez por conocer noticias del país y el comienzo de su afición a las fotografías. Luego viene

una parte polémica de la carta que dio a don Julio Estrada Icaza indicios de que ya se estaba

manifestando la enfermedad de doña Victoria: “No escribas muy largo porque ya sé que no lo

puedes hacer ni aún corto pero yo me contento con unas cuantas líneas nomás…”.

No estamos muy seguros de que se trate ya del cáncer que la aquejaría en ese año, o si se trataba

más bien de algún otro problema.

Cierra la carta, como ya era su costumbre, con palabras amorosas para su madre.

El día 9 de abril de 1906 Víctor Emilio escribe a su madre una extensa carta en que le comenta

sus impresiones sobre Santiago y en especial el cerro de Santa Lucía, desarrollado para que los

ciudadanos lo disfruten y observen la ciudad. Evoca el cerro del Salado en Guayaquil y lo que

podría ser… Víctor Emilio se manifiesta consternado porque en el vapor no llegó correo para él

pero sí para otros tripulantes. Dice en la carta que les va a enviar un cable notificándoles su

regreso a Valparaíso.

El día 10 de abril le escribió su hermana Panchita:

“Muy querido hermanito mío:

Deseo que estés con completa salud. Nosotros estamos bien pero te extrañamos mucho todas las

noches el ultimo pensamiento es para ti tanto de mi papá mi mamá y nosotros.

Mucho nos hemos alegrado de tu carta pero ha habido medio llanto de mi mamá y mi papa dice

que también se le saltaron las lagrimas. Mucho te agradecemos las postales y están muy

bonitas. Inés te extraña mucho de noche á la hora en que te acostabas.

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Muchos recuerdos de parte de todos y tú recibe un abrazo de tu hermana que sueña con verte.

Francisca

P.D. Ya dimos todos tus saludes, y dispensa que sean de tus papelitos”.

El mensaje de su hermana era muy bonito, pero ¡las niñas estaban metidas en sus cosas y usando

sus papelitos!

Como le contó Panchita, habían llegado algunas cartas suyas y en la casa se habían dado

manifestaciones de alegría y tristeza simultáneas, con lágrimas de su madre y de su padre.

El día 10, luego de recuperada de la emoción, su madre le escribió:

“Hijito querido de mi corazón:

Mañana un mes que te separaste de nosotros y hoy he tenido el inmenso placer de recibir tu

primera carta tan cariñosa que junto con el gusto que hemos sentido al leerla también nos ha

hecho llorar. Si tu nos extrañas hijito; que te diremos nosotros? Sobre todo tu madre que no

piensa sino en ti? Por una carta de un joven Echeverría me dice Emilio que sabe te has

mareado, no podía ser de otro modo, esa costa es brava según dicen, espero me cuentes todo lo

que has pasado. Ay hijito! Si quiero que vuele el tiempo para abrazarte y tenerte a mi lado”.

Más adelante le dice: “Nuestra salud es buena, gracias a Dios no podemos quejarnos sobre todo

en esta estación, que como tú sabes es la peor; salida de invierno”. Luego pregunta: “Te has

repuesto algo? Porque mi deseo es que vengas gordito. Ojalá pudieras retratarte”. Acto

seguido, le da una noticia que sería de mucho interés para él y otros estudiantes revoltosos:

“Según la nueva ley de instrucción o plan de estudios mejor dicho quedan Uds. exonerados del

examen en que salieron reprobados pues precisamente en el curso que comenzará en Mayo

(porque así lo ha pedido Emilio hoy a Quito atendiendo a la mala estación) les toca a Uds.

estudiar la misma materia y con esta concluyen.

Ha sido una suerte esta transformación para poder pasar el año sin tener que presentar nuevo

examen”.

En efecto, se había dictado un decreto de “Libertad de estudios”, que permitía ciertas latitudes a

estudiantes que habían reprobado en sus exámenes. Al personal docente del colegio Vicente

Rocafuerte no les agradó nada el decreto, pero era ley y tenía que ser acatado…

Al mismo tiempo que le escribía su madre el día 10, también lo hacía Víctor Emilio:

“Mamita de mi corazón:

Inmenso placer he tenido al recibir tu cartita. (…) Por mi parte solo tuve un catarro que me

demoró tres días y cansado porque tuve que levantarme á las 11 de la noche por que se le

ocurrió al contador Álvarez cogerse el camarote. (…) Respecto al provecho que me resultará

del viaje ya te he dicho en cartas anteriores que estoy engordando.- En cuanto á mareo todo

consiste en no dejarse vencer y poniendo uno de su parte, todo va bien. En el retrato que te

llegará junto con ésta estaba con el catarro en Santiago por eso tengo los ojos que parecen

hinchados”. Y termina con una nota que nos muestra que estaba madurando, del niño mimado

de casa, a un jovencito con mayor independencia: “Abraza mucho a Inés. Dile que la extraño yo

también mucho pero que no se ponga brava porque te diga que á la hora de dormir ya no la

extraño”.

Víctor Emilio se sintió extrañado que su padre no le escribiera, pero su mamá ya le había

contado que había estado muy ocupado en la Gobernación. Sin embargo, el 11 de abril le pudo

escribir unas pocas palabras a su hijo, las cuales estaban cargadas de sentimiento.

“Hijo Querido:

Ayer tuvimos el gusto de recibir tu cariñosa cartita de Iquique. Fue un día de contento para

todos los de la casa. Ojalá el próximo vapor traiga también carta tuya.

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Aquí todos desde el primer momento que tú bajaste de la casa solo en ti pensamos. Por tu carta

comprendo que ya sabes lo que son las caricias de la familia, eso nada lo reemplaza.

Consérvate bueno y pórtate bien pensando en la pena que nos daría cualquier mala acción.

Tu papá que te abraza

Emilio Estrada

Todos estamos perfectamente bien”.

¡Una carta bastante escueta! Pero ya Panchita nos ha contado que su papá se sintió muy

emocionado cuando se leyeron las cartas de Víctor Emilio en el hogar, de tal forma que lo que

vemos aquí es la fachada del padre severo, que amonesta al hijo de manera preventiva.

Ese mismo día Emilio enviaba el siguiente cable a su hijo: “Todos buenos extrañamos mucho

telegrafía tu salud – Estrada”.

La siguiente carta a su mamá está sin fecha, pero se ubica cronológicamente alrededor del 15 de

abril. Es una carta de lo más interesante en cuanto a su rutina de vida abordo y en Valparaíso.

Veamos extractos de ella:

“Querida y recordada mamacita:

Empiezo á escribirte la presente con anticipación á la salida del correo con el objeto de

explicarte la vida que hago aquí en Valparaíso.-

Duermo por el momento en el camarote que ocupó Tomasito que duerme en Hotel en tierra.

Actualmente le arreglan un camarote porque ha de sentir ya el vacío de dinero.

Me levanto todos los días á las 6 ½ ó 7 y voy á tomar desayuno que ahora recién empieza á ser

de café con leche á las 8.- Es tal el hambre que tengo desde la llegada á Chile que hubo día que

me desayuné con un huevo frito (que lo comen todos abordo por la mañana, por si acaso mi

papá proteste), una taza de té, luego bajé á tierra y tomé dos tazas de café con leche con pan y

mantequilla, dos tazas de chocolate y dos vasos de leche. Como todos los días opíparamente.

Después de desayunarme nos reunimos á conversar con los cadetes ó los oficiales y á hacer

recuerdos de Guayaquil en el que se piensa cuando la imaginación no está ocupada por el

trabajo. Se ha hecho obligación hablar de Guayaquil en almuerzo y comida.- Así la pasamos en

corrillos hasta las 11 a.m. en que poco á poco nos vamos dirigiendo á la cámara para el

almuerzo que se sirve á las 12.- Comen Ferrari, 2° de abordo, Fco. Nebel, compañero mío de

oficina, el capitán Donoso Laso, de la guarnición militar de abordo, los tres ingenieros y yo.

Generalmente hay dos ó tres ecuatorianos invitados.

Antes del almuerzo me he vestido yo con el vestido negro ó con el nuevo y después del almuerzo

bajo a tierra en el bote de 1 ½ y voy á donde el Cónsul López y me paso el día en el Consulado

ó paseando pa conocer la Ciudad. Á las 6 me voy al muelle á esperar bote en el que llegamos

todos los que hemos desembarcado á las 7 horas en que principiamos á comer se acaba á las 8

y entonces unas noches me quedo abordo y otras me voy á tierra a la Plaza de la Victoria donde

se reúne toda la aristocracia y allí nos estamos con algún grupo amigo hasta las 10 ½ los días

ordinarios y hasta las 11 ½ los Jueves y Domingos horas en que hay bote pa el regreso á

dormir. Otras noches voy á casa de una familia Martínez Ricardi donde nos presentó el Cónsul

á la mayor parte de nosotros. Son tres muchachas muy vivas con una conversación muy amena

que bailan y tocan piano y la señora que también baila y toca piano. Viven en el mismo hotel

que el Cónsul y Tomasito que es el mismo donde estuve yo hospedado los tres primeros días de

nuestra llegada.

Cuando llego abordo me acuesto y paso la noche sin despegar los ojos hasta que la luz que

entra por la claraboya me los haga abrir. Algunas noches voy al teatro pero rara vez.- En fin

completan mi vida, los vehementes deseos que tengo todo el día para el más pronto regreso. Ya

todos estamos aburridos y me dicen que le diga á mi papá que ordene cuanto antes el regreso

del buque.- Ya vino Puyol de Coquimbo casado.- Creo que en el próximo vapor tendré cartas

tuyas. La que he recibido veo que es respuesta al cable de Iquique.

Recibe mamita querida una multitud de abrazos y besos y el corazón de tu hijo que te idolatra.

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V E Estrada

Tomasito ciertamente vivía mejor que cualquier miembro de la tripulación del buque. Víctor

Emilio no lo percibió entonces, pero la actitud de “bon vivant” de Tomasito le estaba

transmitiendo un mensaje subliminal que, debidamente reciclado y en circunstancias de una

afluencia bien lograda, sería aplicado por Víctor Emilio en sus viajes.

El día 16 de abril llegaron a Guayaquil cartas acumuladas de Víctor Emilio, las que causaron un

revuelo en la familia y generaron algunas contestaciones.

Ese mismo día Víctor Emilio había cablegrafiado a su padre deseando a la familia felices

pascuas. Emilio le respondió de inmediato: “Correspondo pascuas buenas deseamos regreso –

Estrada”. Estas últimas palabras sonaron muy bien a Víctor Emilio, quien respondió de

inmediato, pues estaba en la oficina del cable esperando: “Buque llegara mediados Junio

mínimum que hago”. No obtuvo respuesta de su padre.

Entre las personas a quienes escribía Víctor Emilio estaba su tía María Sciacaluga de Velásquez.

“El lindo” al que se refería Víctor Emilio al cerrar algunas de sus cartas era el hijo de ella,

Sebastián Velásquez Sciacaluga, primo al que quería como hermano y con quien se mantendría

muy cercano hasta la prematura y súbita muerte de Sebastián, que sufriría de problemas

cardiacos. Sebastián era algunos años menor que Víctor y su primo mayor era admirado por el

niño.

La tía María respondió a las cartas de Víctor Emilio con cariñosas palabras.

El 17 le escribieron a Víctor varias respuestas. Aquí la aleccionadora de su padre:

“Hijo querido:

Con el mayor gusto recibimos ayer cuatro cartas tuyas, dos para tu mama y las otras para mí;

también vinieron dos tarjetas postales muy bonitas.

Como era natural las cartas fueron leídas en familia y después corrieron de casa en casa donde

las (personas) que no estaban presentes.

Veo que has sufrido con la ausencia de nosotros pero eso te habrá servido de buena lección

para la vida. Yo también pasé por las penas de la separación de mi familia siendo niño y supe

sacar provecho de la lección” (Pero en su caso, solo la ausencia del padre).

María Luisa me ha llenado de gusto con la cartita que te escribe, carta que cualquiera creería

redactada por persona mayor. No ha sido así, es obra exclusiva de ella (…) Todos sufrimos con

tu separación y deseamos acortarla pero eso no es posible.

Consérvate bueno y formal. Pide dinero a Elizalde si lo necesitas para cualquier cosa.

Tu papá que te abraza.

Emilio Estrada”.

Como podemos ver, Emilio corta las esperanzas de su hijo en cuanto a un retorno anticipado,

aunque para esta fecha ya Emilio sabía que Víctor tenía que regresar en mayo para poder dar el

examen para pasar de año. Adicionalmente, como veremos más adelante, Víctor estaba

detectando problemas a bordo del buque y pensaba denunciarlo, lo que haría necesario que se

separe de la tripulación. En la carta se evidencia también la intención del padre por que la

separación sea una lección de vida y de apreciación de las ventajas de que Víctor Emilio gozaba.

Y la carta usualmente cariñosa de su madre:

“Hijito de mi corazón:

Ayer fue un día de verdadero gusto en la casa al recibir tus 4 cartas de fechas 22 y 25 del

pasado, he leído y vuelto a leer porque me parecía que conversábamos los dos. Cuantas gracias

doy a Dios de que tu salud sea buena así como estamos nosotros, ojalá sea así hasta el fin.

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Mucha pena me da saber que tu regreso se prolongue hasta fines de Mayo, yo me había hecho

la ilusión de pasar tus 15 años todos reunidos pero no hay más que tener paciencia que el

tiempo pasa (no tan pronto como lo quisiera yo).

A la fecha conoces ya Santiago que supongo te habrá gustado mucho, todos hemos visto con

mucho gusto las postales sobre todo la del hotel, todo esto hijito de mi alma que para los

extraños es detalle insignificante para los tuyos es de gran interés. Te extraño tanto tantísimo

que solo la idea de que tu desarrollo tan rápido que has tenido lo favorecería un viaje de mar

solo esto te repito es lo que me ha consolado de tu separación.

Ya me preparo a estar sentados en la hamaca conversando íntimamente como lo hacías antes de

irte. Te acuerdas hijito?

Tus cartas han ido donde Jesucita, María, en fin ha sido un día de plácemes. Todos te

contestan, y con mayor gusto tus ñañitas, las que reclaman también sus cartitas. Fíjate en la

carta de María Luisa que graciosa está, parece dictada y no es así. Juntas se fueron al

corrector a las 7 p.m. y cada una escribió sola. Ambas te extrañan bastante. El lindo de María

está de lo más gracioso. No dejes de traerle algo apropiado para su edad, ya habla bastante, le

preguntamos por ñaño Emilito y contesta allá.

En fin hijito mío, todos los de casa te recuerdan y saludan y tu madre te estrecha en su corazón.

Victoria”.

En el manuscrito, la palabra “nosotros”, que subrayamos, tiene una clara diferencia de trazo en

relación con las circundantes, lo que nos da una idea de que, en efecto, doña Victoria ya estaba

teniendo problemas de salud.

Y también escribió el tío Luis:

“Muy querido sobrino:

Contesto tu muy afectuosa de 25 del pdo., complacido por el buen estado de tu salud, la nuestra

es buena. Jesusita te escribe y te dice todo lo que yo pudiera decirte.

Por acá llegó a mi noticia, la que creo falsa, este es, que el nieto del Capitán de Altura don

Aquiles Sciacaluga, se mareó como le hubiera pasado en el viaje al hijo de un pachuco. Qué

hay de verdad en esto? Nada dicen tus cartas al respecto.

Dudo un tanto de que la presente llegue antes á esa de la salida de Uds. de allá. No soy, pues

muy largo, y deseándote toda felicidad en tu regreso, te envía un estrecho abrazo tu tío que te

extraña y quiere.

Luis”.

No podía el tío Luis negarse el placer de incomodar a su sobrino y ahijado de confirmación,

nieto del capitán Sciacaluga, por marearse como “hijo de un pachuco”. Esto nos da una idea de

la estrecha relación con su tío.

Y la tan comentada carta de María Luisa:

“Muy querido hermanito mío te extrañamos mucho como tú a nosotros te agradecemos mucho

las postales y están muy bonitas los últimos pensamientos son para ti; muchos saludes de Maria

y de Sebastián lo mismo que Inés i todas la muchas

Y tú recibe un beso de tu hermana

Maria Luisa

PD no te olvide de traerme de alguna cosita”.

El día 23 de abril Emilio le envía el siguiente cable a su hijo: “Faltan noticias tuyas acá buenos

saludos – Emilio Estrada”.

Regreso a casa

El 26 de abril encontramos una carta que le envía a Víctor Emilio el Encargado de Negocios del

Ecuador en Chile, Rafael H. Elizalde:

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“Mi recordado amigo:

No atreviéndome a decidir sobre el viaje de Ud., hice esta mañana – en cuanto recibí su carta –

un cablegrama á su Papá que me acaba de responder lo siguiente: ‘Víctor provisto fondo

regreso cable. Diga mi hijo todos buenos’. Esto equivale á la aprobación que su Papá hace

para que Ud. regrese. Lo felicito por ello y porque no hay novedad por su casa.

Excusado me parece decirle cuánto lamento el desorden que Ud. me denuncia existe a bordo

del ‘Marañón’. Deseo que Ud. me autorice á hacer uso de su carta, para dirigirme á Puyol

exigiéndole el restablecimiento del orden y la disciplina indispensables.

Cuanto á los probables negociados en la provisión del buque también desearía me concretara

algunos cargos para tomar medidas.

Yo no pago ninguna cuenta sin el Vto. Bno. del Comandante y del Cónsul.

Su carta me revela en Ud. un digno hijo de su padre. Reciba Ud. junto con ésta un afectuoso

apretón de manos de su Affmo. Compatriota

Rafael H. Elizalde”.

En efecto, el cable del Encargado de Negocios generó la orden de Emilio, quien además envió el

siguiente cable a su hijo el mismo día 26 de abril: “Vente primer vapor ocurre Banco Tarapacá

recursos todos buenos – Estrada”.

El 3 de mayo, cuando Víctor Emilio envió un cable anunciando su salida, recibió esta respuesta

de su padre: “Todos perfecta salud mañana salgo para Quito – Gobernador Estrada”.

El 14 de mayo se reportó por cable en Callao. Su padre le contesta: “Limari Callao. Regresando

todos buenos te saludamos – Estrada”. El cable está cifrado y no conocemos la clave.

Ya en Puná, escribe a su padre desde el lugar de cuarentena:

“Papá: Hemos llegado sin novedad al pontón y estoy bien instalado.

El Dr. Saona, médico que le toca levantar la cuarentena, dice que en cuanto llegue el vapor que

venga por los pasajeros levantará la cuarentena de manera que si el vapor llegara aquí a las 2

de la tarde iría á comer en la casa y no me parece que habría inconveniente en eso pues

nosotros llegamos al bajo de Mala á las 8 de la mañana del 21 y no entramos á Guayaquil

temprano porque estuvimos varados en ese bajo hasta la 1 p.m.

A Puna llegamos á la una de la tarde. Arístides Morla le escribió a Gil Rodríguez para que se

pusiera de acuerdo contigo al respecto á vapor. Creo que pueden mandar el San Nicolás que

anda bien. Si no vienes tu á Puna has de ir al muelle donde llegue el vapor.- Hasta el Sábado

(26 de mayo) un abrazo de Víctor

La cuarentena se tendría que cumplir. No era el Gobernador del Guayas quien violaría una

norma tan importante porque su hijo era uno de los afectados.

Sin embargo, el 22 era el cumpleaños del muchacho y Emilio decidió ir a visitarlo, llevando a

María Luisa. Lo verían desde prudente distancia y contra el viento, y le pasarían

correspondencia.

María Luisa le envió una cartita:

“Muy querido ñaño deseo que te conserves bien. Nosotros estamos bien el otro día te escribí

una carta que con pena no las recibido que de que vengas en un rato te la refiero. Te escribo

corto porque es que pronto te abrazo. Recuerdos de todos y un beso de tu hermana que te quiere

de corazón. Maria”.

Su madre decidió no ir, pues sería doloroso ver a su hijo pero no poder abrazarlo. El día 23 le

escribió:

“Hijito de mi alma:

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Ayer no fui a verte porque a más de estar muy constipada me da muchísima pena no poderte

dar ni un abrazo y tener que regresar sin ti. Estoy haciendo paciencia hasta el sábado ó

domingo que tenga el gusto de estrecharte en mis brazos.

Tus quince años los has pasado aunque separado de nosotros, siquiera en tu tierra.

Esos bizcochuelos te los tenía listos para ti así que te los mando junto con el chocolate que

pides, las conservas hijito no te las mandamos porque nos parece que te da una indigestión y tu

comprenderás que cualquier indisposición que tengas durante la cuarentena pueden tomarla

por algo grave y contagioso, así que, te suplico hijito de mi corazón te eximas de todo lo que te

pueda hacer mal, hasta que estés a mi lado y pueda yo atenderte.

Todos estamos muy contentos de tu llegada. Inés no se diga en fin todos. Tu papá dispondrá la

venida no sé si será en la noche del sábado ó el domingo. Luis dice que mandando al ‘Ecuador’

el sábado puede tomarlos después de cumplida la cuarentena o sea a las siete de la noche y

estar aquí a las 11, yo no sé al fin lo que él dispondrá.

Todos te mandan mil cariños y tú recibe mil besos de tu madre que tanto te extraña.

Victoria

Hijito: Quiero que el tarro que te mando me lo traigas con chirimoyas de Puná que me gustan

mucho y están en la cosecha”.

Esta carta la contestó Víctor Emilio de inmediato:

“Mamita de mi corazón:

Recibí tu cartita con los bizcochuelos que están muy ricos. Soy del mismo parecer respecto á la

causa por la que no has venido a verme porque en lugar de alegría me da tristeza estar viéndote

sin poder abrazarte – Ya le encargué á Matros Elizalde las chirimoyas.-

Está bien que no me hayas mandado las conservas porque aquí es buena la comida.

Dale muchos abrazos a todos en mi nombre á Luisita que otra vez que escriba sea más

inteligible. Se conoce que ha estado muy apurada.

Muy flaquita la encontré el otro día – Mi padrino (de confirmación, el tío Luis, pues Millet

había sido de bautismo) me ofreció ir á verme por la tarde y me dejó con las ganas.-

Un abrazo bien apretado para Jesusita y Maria, un besito para Panchita, Luisa y Sebastiancito,

recuerdos para mi padrino y Sebastián. Saludos para Inés (a ella un abrazo también) Carmen

Nativa, Mariana y el chinito y para ti mi corazón

Víctor

No me revuelvan el baúl sobre todo unos sobres que llevo allí”.

El 26 de mayo Víctor Emilio llegó de regreso a su hogar. Había terminado así una interesante

aventura en la que el joven maduró bastante. El propósito del viaje, según lo había planeado su

padre, se había cumplido al desenlazar el muy estrecho vínculo materno y abrir las puertas para

la madurez. Víctor Emilio conservó las amistades que hizo en el “Marañón” y poco después,

cuando fue editor de la revista Patria, publicó un artículo sobre el buque y parte de su

tripulación.

Capítulo 7 – De regreso en casa

En Guayaquil – Crisis familiar

En previsión de la llegada de Víctor Emilio, su padre lo había matriculado, el 27 de abril, en el

Vicente Rocafuerte, para el 2° año de Filosofía.

La salud de Victoria había evolucionado para mal. Los médicos dictaminaron que era necesaria

una intervención quirúrgica que no se podía realizar entonces en el Ecuador. Víctor Emilio

recién se enteró de esto al salir de la cuarentena.

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Si bien Emilio contaba con la fábrica La Victoria y el sueldo de la Empresa de Carros Urbanos,

que le estaban dando ingresos suficientes para una vida cómoda para su familia, no tenía una

fortuna líquida acumulada en reserva para afrontar una emergencia como ésta. Dejemos que

Víctor Emilio nos relate de primera mano lo ocurrido:

“…en Mayo de ese año (1906), mi padre se enfrentaba con el problema de llevar a mi madre a

Europa en pos de un tratamiento operatorio imposible entonces de dársele en Guayaquil.

María Luisa, Victoria, Emilio, Víctor Emilio y Francisca Amalia.

Antes del viaje a Europa en 1906, la familia posó para una sesión de fotografías familiares en el estudio Menéndez y Jaramillo,

en Guayaquil. Fue la última fotografía familiar que se tomaron.

Los medios de mi padre no eran abundantes y su incipiente fortuna no era líquida. El tiempo

apremiaba. El viaje era costoso. El General Alfaro lo supo y, en plena tribulación, mi padre

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recibe un día el nombramiento de Visitador de Consulados en Europa, y una orden de pago

para su pasaje y su honorario, fijados globalmente en $20.000 por el General Alfaro. La

tentativa de salvar a mi madre, podía realizarse sin sacrificio mayor!

Pero mi padre no recibió jamás un sueldo sin devengarlo. Tenía no sólo que agradecer al

generoso mandatario, sino que prestar al país el servicio que se le pagaba por anticipado.

Visitador de Consulados, se desempeñó como tal en cuanto el estado de mi madre se lo

permitió…”. Al terminar el viaje, su austeridad le había permitido contar con un remanente que

lo invertiría en la compra y luego donación de un equipo médico para anestesiar, similar al que

habían usado en su esposa, y que fue el primero de anestesia mixta de éter, cloroformo y

oxígeno que se usó en el Hospital General de Guayaquil.

Fin de los estudios

El 13 de junio, amparado por un decreto emitido por el Jefe Supremo, Gral. Alfaro, Víctor

Emilio rindió los exámenes de 5° año de bachillerato en las materias que se había quedado, y los

pasó.

El día 15 de junio pagó los derechos de exámenes y la matrícula del Vicente Rocafuerte para el

período educativo de 1906-1907, en la especialidad de Filosofía, en el 3° año. No sabemos cómo

logró hacer esto, pues su padre lo había matriculado en abril para el 2° año de esa misma

especialidad. Aparentemente esa era parte de la “libertad de estudios” que permitía el Decreto

Supremo.

Pero su educación en el Vicente Rocafuerte acabaría en junio de 1906, pues por el problema con

el Rector, la reacción del profesorado fue, como debía serlo ante el injusto agravio sufrido por

un profesor honorable y admirado, solidaria y drástica contra los estudiantes que habían

cometido semejante atropello. Víctor Emilio no podría volver a ser estudiante del colegio

Vicente Rocafuerte aunque se recibiera la orden de la más alta autoridad o se emitieran cien

decretos supremos. Ciertamente, la actitud de Víctor Emilio en el colegio había sido una

decepción para su padre, quien se había afanado por darle a su hijo una ventaja educativa que él

no tuvo.

Emilio, ocupado como estaba en la entrega de la Gobernación por motivo de su viaje y con la

enfermedad de su esposa, no tenía tiempo para un problema causado por la inmadurez de su

hijo. No le prestó mayor importancia al tema. A fin de cuentas, él tampoco había terminado sus

estudios y sin embargo había sobrevivido…

Lo que sí hizo fue resolver llevarse al joven con él a Europa, para mantenerlo controlado y…

“educarlo en casa”. Y así terminó su instrucción formal.

El nombramiento de Emilio como Visitador Fiscal de Consulados en Europa se concretó el 27

de junio. El viaje a Europa tenía que ser preparado en cuanto a sus citas médicas y transporte, lo

que tomaría unos días.

Viaje a Europa en 1906

No contamos con una fecha exacta para la salida de Victoria con Emilio y sus hijos hacia

Europa, pero para mediados de julio ya deben haber estado en camino. El viaje fue vía New

York, donde tomarían el buque transatlántico. En la ruta de ida, pasaron pocos días, solo el

tiempo esencial, en los puertos de transferencia: Panamá, Colón y New York.

El destino en Europa fue Hamburgo, Alemania, donde el avance de la medicina era reconocido y

Emilio tenía amigos, como Antonio Stagg Aguirre. Victoria fue examinada e intervenida por los

médicos especializados, quienes pensaron que la operación había sido un éxito y que el tumor

canceroso en su seno había sido extirpado por completo, según las técnicas de la época.

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Fotografía de Víctor Emilio tomada en la sesión fotográfica en que se captó la foto familiar en página anterior.

En la foto de esta página, vemos a Víctor Emilio “engordado” luego de su viaje a Chile, lo que nos da una idea

de lo delgado que debe haber sido antes.

En la operación los médicos habían usado un aparato de anestesia que era una novedad por su

conveniencia para el bienestar del paciente.

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Emilio se interesó mucho en los avances técnicos en el campo médico, con el fin de introducir lo

que fuera posible en Guayaquil.

Luego de un período de recuperación, Victoria fue dada de alta y Emilio se dedicó a devengar el

sueldo recibido como Visitador Fiscal de Consulados en Europa.

El nombramiento de Visitador era una formalidad para facilitarle a un alfarista leal los fondos

necesarios para enfrentar una emergencia familiar; no se esperaba que cumpliera con las

formalidades del cargo, pero ya Víctor Emilio nos ha aclarado que su padre jamás recibió un

sueldo sin devengarlo con trabajo equivalente.

Inició su gestión en el mismo consulado del Ecuador en Hamburgo. Luego pasó a Berlín, donde

pasó más tiempo por problemas que detectó en la compra de armas inservibles para el Ejército.

De allí pasó a Paris, que él describió como “caja central de nuestros consulados en Europa”; de

éste siguió a Cherburgo, Barcelona, Marsella, Niza y Génova. De ese punto inició su regreso al

norte: Amberes, Londres, Southampton y Liverpool.

Emilio estuvo de regreso en Ecuador a comienzos de noviembre y en pocos días presentó su

informe al Ministerio de Relaciones Exteriores.

Al Gobierno no le debe haber agradado el resultado del nombramiento, pues en su informe fue

bastante crítico de la gestión de las representaciones ecuatorianas, en especial la de Berlín, que

cuando él los visitó, estaban a punto de completar un negociado muy perjudicial para los

intereses del Estado.

Cierre del Informe que, como Visitador de Consulados en Europa, presentó al Ministro de Relaciones Exteriores

Para aclarar los chismes inevitables y maliciosos que circularon sobre su nombramiento de

Visitador Fiscal de Consulados, Emilio hizo imprimir y publicó, en abril de 1907, las partes de

su informe que no guardaban secretos de Estado y que eran de interés público.

Por razón de éste incómodo informe, en su próximo viaje por la enfermedad de su esposa, en

1909, no recibiría nombramiento o apoyo alguno…

Sin saber que Emilio estaba por partir a Europa y que dejaría la Gobernación, don Lizardo

García Sorroza, ya exiliado en Barcelona, España, le escribió el 14 de julio una carta, pidiendo

su intercesión. Es una carta digna de conocerse porque tuvo su efecto en Víctor Emilio:

“Mi estimado Emilio:

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Desde que me asilé en casa del Ministro de Colombia Sor. Isaza, no me he ocupado más de

política ni de ningún asunto público; vivo además lejos del Ecuador sin contacto alguno con

centros ecuatorianos.-

No soy pues un estorbo para nadie, y los periódicos sostenidos por el fisco siguen insultándome

y calumniándome, con labor contra producente, pues hieren intereses de terceros que al

defenderse, ponen en evidencia la mala fe con que se me ataca.

Tú no estás equivocado, pues conoces los sucesos en sus mínimos detalles, y sabes que en

cuanto se me inculpa hay calumnia e ingratitud; tú vas captándote el aprecio público por tu

comportamiento; valga pues tu rectitud y sirva tu influjo siquiera para hacer callar a esos

deslenguados cuya obra va desacreditando el país y alejando la posibilidad de mantener su

crédito. I no creas esto una broma, pues soy bien conocido acá, por largo tiempo de relaciones

comerciales, y al observar cómo se me trata juzgan que debe ser muy corrompido el bando que

así corresponde a servicios prestados con el patriotismo y desinterés que acá todos conocen. Lo

de las armas acaba de llenar la medida: los que las vendieron y los intermediarios todos saben

que yo no he tratado, y que las negociaciones tuvieron efecto en Londres cuando yo ya estaba

en el Ecuador. Con todo esto que esta gente sabe, al informarse de cómo se engaña allá al

público, pierde la confianza, y de allí que el mismo Harman esté sufriendo las consecuencias,

que él en su desesperación atribuye a otras causas.

Tu pues que seguramente eres el hombre del porvenir en el partido triunfante, estudia mis

razonamientos, y procede en justicia que es también por hoy el camino de la conveniencia.

Tu aftmo.

Lizardo García”.

Lizardo García había estado en Londres negociando armas para el Estado ecuatoriano durante el

Gobierno del Gral. Plaza. Al regresar, las negociaciones habían recaído en un nuevo negociador,

pero se trató de mancillar el honor de don Lizardo con acusaciones infundadas. Emilio y su hijo

comprenderían muy bien las palabras de don Lizardo, en especial cuando, sin querer, se

encontraron con un negociado de armas inservibles en el Consulado del Ecuador en Berlín.

De regreso en Ecuador

Víctor Emilio regresó del viaje antes que sus padres, vía New York, mientras ellos fueron vía

Génova, para visitar el Consulado y a los Sciaccaluga. Para el 14 de noviembre escribe a su

padre, quien luego de llegar a Guayaquil había ido a Quito por pedido expreso del Presidente,

una carta poniéndolo al tanto de la situación en Guayaquil: La administración pública era un

caos, como lo veremos por el texto de la carta, que es producto directo de la situación.

“Querido Papá:

…Supongo que estarás al corriente del asunto Sr. Rubio y del escándalo que tiene alarmado al

comercio y a los Bancos así el asunto tiene varios puntos graves.

1°- Arbaisa Octavio y Cosme Pareja entraron revolver en mano al despacho de Rubio y lo

injuriaron de la manera más soez que se puede dar. Esto delante é instigados por el padre de

Falquez Velarde que es interventor y que quiere, según me dicen ser Administrador para poder

hacer sus combinaciones.

2°- Este atentado fue cometido delante de más de 20 empleados de esa oficina sin que ninguno

de ellos dejara oír una débil protesta tal como lo dictaba las leyes de la caballerosidad y del

compañerismo.

3°- Los autores de la cosa se encuentran hasta el día libres seguramente con la esperanza de

que Falquez Velarde sea Sub-Intendente según él dice aquí y ha hecho decir en los periódicos.

4°- La opinión pública si el 19 de Enero estuvo con el General hoy en la actualidad ha decaído

horriblemente después de la destrucción de las imprentas y después con este nuevo salvajismo.

Es de notarse que el padre de Falquez Velarde fue el primero que tocó la campana de fuego

(expresión de la época) cuando el negocio imprentas.

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5°- El Comercio y los Bancos te repito se encuentran alarmadísimos. Se pasa por una

verdadera crisis cuyo desenlace no se sabe cuál será i porqué no se hace una reparación

radical y pronta?

Te hablaba de opinión pública y te agregaré que de los más acérrimos partidarios del Gral.

muchos se tienen que callar ante la verdad de lo que sucede.

Con justicia se le reprochará al Gobierno del General la destrucción de las imprentas y con

justicia se le reprochará el nuevo incidente si inmediatamente no se toman medidas para ahora

y para lo futuro.

Hay que salir de estos canallas que desprestigian al partido y á sus hombres.

Los empleados de Resguardo han querido hacer una manifestación ct. Velarde; felizmente la

policía tomó medidas.

Acabo de hablar con Gonzáles Rubio Félix y me dice que su hermano seguiría prestando sus

servicios en el único caso de la separación de los Falquez y castigo de los demás: Pareja,

Arbaiza, etc. etc. Te escribo esta carta porque ya me tienen caliente en la calle con que lo haga

ya.

Te abraza tu hijo.

V E Estrada”.

¡Más demostración de una situación descontrolada no se puede dar!

Citaremos a don Aurelio Falconí, liberal de vieja cepa, que a pedido de Víctor Emilio comentó,

en “Vida de un Hombre - Emilio Estrada”, precisamente los acontecimientos de esa época.

“Por el año de 1906 el periodista inolvidable D. Manuel J. Calle, que tomó en sus manos la

piqueta demoledora para destruir los falsos prestigios de la política y de esta sociedad sumida

en un mundo de miserias, escribió aquellos famosos artículos que después se reprodujeron en

un libro titulado ‘Los Hombres de la Revuelta’. Era el recuento de las principales figuras que

actuaron desde la época legendaria, si así se puede calificar, del liberalismo ecuatoriano, y de

las que surgieron de la revolución del año 1895 y constituyeron la plana mayor del alfarismo y

de las administraciones liberales. Un libro de biografías ó semblanzas, en que el crítico se

dedicó á presentar á cada uno de dichos personajes en su real y verdadera proporción moral y

política.

Era por los tiempos aquellos en que, comenzando á opacarse los grandes ideales de la

revolución, las ambiciones tomaban sitio de preferencia en la organización democrática del

país, desvirtuándola en sus legítimos fundamentos.

El Caudillo del liberalismo, General Eloy Alfaro, el luchador abnegado, el soldado de las

grandes campañas, iba perdiendo la fuerza de su autonomía moral ante el empuje de un grupo

de hombres que se adueñaban de todos los campos de acción con miras egoístas y ajenas al

desinterés nacional y á las conveniencias del partido. La lucha contra este elemento se volvía

áspera, en su intento de expurgar los factores perjudiciales a la obra reformadora del Caudillo.

Y es aquí donde el polemista Calle, que ya es el censor acerbo de los hechos, sistemas ó

procedimientos de la política, hace también el examen de los hombres que actúan en ella. (…)

Destruye y aniquila todos los falsos prestigios y los falsos apostolados. Los ídolos van cayendo

de sus pedestales de mero artificio y quedan reducidos á polvo y ceniza.

Como el carácter, empero, la hombría de bien y la virtud excelsa, son un blindaje invulnerable

á la crítica, de esta suprema prueba á la cual fueron sometidos los mayores personajes

militantes del liberalismo, entonces, sólo se salva un hombre entre las figuras de la revuelta. Y

este hombre es don Emilio Estrada”.

No citaremos todas las extensas palabras de Calle, pero lo que dice don Aurelio nos calza como

anillo al dedo ante los acontecimientos políticos que ocurrían en 1906 y 1907, de los cuales

hemos visto solo unos pocos en esta biografía. Sin embargo, debemos observar que la integridad

de Calle como periodista era dudosa y lo sería más en el futuro.

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Con buena razón Emilio prefería mantenerse alejado de la política, pues las ambiciones de los

amigos alfaristas eran imposibles de controlar.

Su relación personal con el Gral. Alfaro le servía más bien como escudo, para mantenerse lo

más alejado posible de los eventos políticos y seguro ante las malicias de los ambiciosos, que en

repetidas ocasiones quisieron aprovecharse de su prestigio y buen nombre para usarlo en

beneficio propio. ¡Nunca lo lograron!

Desafortunadamente, muchos de los radicales alfaristas fueron perdiendo su mística

revolucionaria en el segundo período de don Eloy Alfaro y más bien comenzaron a tomar

provecho de sus posiciones políticas para alcanzar lucro personal.

Emilio, a quien le había costado el sudor de su frente cada sucre que tenía en el bolsillo,

detestaba a esos malos liberales. Pero la política es la política, y se tenía que convivir con ellos.

Lo más que podía hacer era mantener sus principios y convicciones.

Estas vivencias de la política fueron lecciones de vida muy valiosas para el adolescente Víctor

Emilio. Le servirían de mucho en el futuro.

Los contratos del Ferrocarril – Ejemplos de la amistad con Alfaro

Otro ejemplo de entereza en la amistad con Alfaro y en el bienestar del Estado por parte de

Emilio, lo describe Víctor Emilio en la biografía de su padre, en relación a los contratos del

ferrocarril que el Gral. Alfaro firmó con Archer Harman y con el Sr. Charnacé:

“Modelo de sensatez y de lealtad para el amigo y mandatario son las cartas que, escritas dentro

del lapso de dos años, reproduzco aquí como típicos exponentes del criterio con que juzgaba la

obra de Harman por un lado, y de la manera cómo entendía la amistad y la lealtad para con el

General Alfaro, del otro.

La primera de ellas es una premiosa advertencia ante el fabuloso proyecto que en su tiempo se

llamó ‘el contrato Charnacé’ que sublevó al país del Carchi al Macará, y que tenía

vinculaciones y raigambres con los que mi padre llamaba ‘los Harman nacionales’, aun a

riesgo de herir la susceptibilidad de don Eloy y de sus falsos amigos. (Esto es en 1907).

Otra de ellas es escrita el día que el ferrocarril llega por fin a Quito y desde Hamburgo –donde

se hallaba- siente el suceso como un triunfo del liberalismo, de Alfaro, de sus amigos, no de

Harman. (Esto es en 1908).

La tercera, escrita un año después, a raíz de que Mr. Harman, explotando el entusiasmo de la

víspera por la llegada del ferrocarril a Quito, logra arrancar al Gobierno un nuevo contrato

que le cede medio Ecuador a cambio de vagas promesas. Está firmada también por don Pedro

Córdova, leal y fiel amigo del General, pues ambos pensaron que la firma conjunta

impresionaría más hondamente al Caudillo por la gravedad del asunto”. (Esto es en 1909).

Víctor Emilio nos sintetiza en estas palabras el problema global, pero reforcemos un poco, para

el propósito de este libro, lo que él dice con citas parciales aunque directas, de las cartas de don

Emilio a su amigo el general Alfaro:

Carta del 30 de marzo de 1907:

“(…) Supongo que Ud. ha tenido la bondad de enviarme esos documentos para que le dé mi

opinión. (…) El primero me ha parecido malo por caro, pero anoto que los que lo suscriben son

verdaderos empresarios con dinero propio; el segundo me parece pésimo por carísimo y

opuesto a los intereses de la Patria, y aún con el agregado que lo suscribe un aventurero. (…)

Por otra parte, Charnacé, como Harman, sólo quiere sacarle plata al Ecuador por las vías de

Londres, París ó Nueva York, y lo que haga o construya será tan malo y deficiente como los

trabajos de Harman. (…) Pero por sobre toda otra consideración hay la de que el país no

quiere más contratos con aventureros, y que lo es Harman y que lo es Charnacé lo sabe todo el

mundo, y lo sabemos más, porque nos duele, todos los ecuatorianos que palpamos los

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prodigiosos equilibrios económicos que han hecho esos bribones desde que pisaron el Ecuador

(…) Usando mi invariable franqueza le repito por décima vez: Separe Ud. de su lado a los

Harman nacionales y extranjeros que están absorbiendo para envenenar la atmósfera que Ud.

respira, y no lo dude que el país se tranquilizará porque en verdad no pide más y necesita,

como del aire respirable, de completa paz. (…) Basta de empréstitos, basta de contratos y basta

de decretos; vamos a la vida normal sin sueños de oro que son el móvil de tanto disparate como

hemos cometido con la mejor intención, alucinados por espejismos que nos ponen delante de los

ojos los Harman nacionales y extranjeros”.

Carta desde Hamburgo, el 22 de julio de 1908:

“Solo hoy he venido a saber la llegada del ferrocarril a Quito. En nueva York rogué al Dr.

López que hiciera por cable la pregunta y me vine sin conocer la respuesta. (…) Supongo a Ud.

en el colmo del regocijo; pocos hombres consiguen tan completamente el éxito de sus afanes

(…) ¿todo para un éxito cuyos beneficios no son personales? (…) Lo que no comprendo, aunque

desecho las pasiones para formar mi juicio, es la parte loable que Harman ha tomado en la

construcción del ferrocarril. Es indudable que parte ha tenido, pero lo censurable de la

explotación judaica de nuestras pobrezas, la del fraude y el engaño en el uso de nuestro

mermado crédito exterior. (…) Sólo quien no conoce nuestra historia puede ser indiferente al

busto de Harman en el timbre conmemorativo, pero yo conozco profundamente la historia del

Ecuador en ésta época (…) Pero al fin de todo es Ud. el vencedor y debe tener justo orgullo de

su triunfo, lo creo feliz rodeado por todos los suyos. Siento no estar cerca para gozar con su

felicidad. (…) Reciba Ud. las felicitaciones de su buen amigo alejado hoy de la patria por un

doloroso acontecimiento de familia”.

Y la carta del 10 de marzo de 1909, en Guayaquil, que va firmada también por don Pedro

G. Córdova:

“Con la atención que merece su importancia, hemos leído el contrato celebrado entre los

ministros y el Sr. A. Harman para la prolongación del ferrocarril de Quito a Ibarra, y desde la

llanura en el Guayas hasta Machala o sus inmediaciones, y hasta el Pacífico, entre Manabí y

Esmeraldas.

De pronto nos ha parecido que miras patrióticas han dictado ese contrato, para dotar al País

con un ferrocarril estratégico, en cuyo caso y siendo económicamente posible, sólo habría que

deplorar que tal contrato sea con un individuo como Harman, respecto del que la experiencia le

ha probado al País hasta la evidencia más dolorosa, que muy lejos de llenar sus compromisos

con el Ecuador, ha construido un ferrocarril que no vale ni le ha costado a él la cuarta parte de

lo que él o sus representantes visibles o velados han extraído del Ecuador.

Todo el País sabe que Harman ha inventado para cada combinación (en esa época sinónimo de

negociado) una nueva razón social que le ha servido para algún fraude (…) El País está

empobrecido hasta la mendicidad; todas sus rentas enajenadas; los más sagrados fondos

convertidos en tributos para Harman, sino directa por lo menos indirectamente, desde que

todas las fuerzas vitales trabajan sólo para él… hasta el ejército, por desgracia indispensable

factor para que el grito de la indignación nacional contenga su protesta. (…) Es notoria la

manera cómo este hombre ha cumplido su compromiso con el Ecuador, hasta el punto de que la

inmensa mayoría, cuya opinión es la que debe atender el mandatario, vive convencida de que

este nuevo contrato será ejecutado por Harman de manera más irrisoria que el del ferrocarril a

Quito, que tantos sacrificios de sangre Ecuatoriana y de dinero ecuatoriano viene costando

diariamente, sin otro resultado práctico que el empobrecimiento fiscal que ya llega a la

mendicidad y las hecatombes periódicas que enlutan a las familias que se ven obligadas a

ocupar ese matadero nacional”. Y en este punto cortamos la cita para anotar que la revista

Patria, por la misma época de esta carta, sacó una página de caricaturas que dramatizaban los

accidentes mortales que sufría el ferrocarril. Continúa esta carta: “Agotados los recursos

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económicos del País, sin ser racional la creación de nuevos impuestos; aumentada

enormemente nuestra deuda externa; estancada por completo la deuda interna; acaparados por

el fisco hasta los fondos de instrucción pública, (…) ¿de dónde han de salir los recursos

económicos para servir esos otros capitales que inventarán Harman y sus creaciones

extractoras de dinero ecuatoriano?

Lo perfectamente lógico, es, que en brevísimo plazo, llegaremos a la imposibilidad material de

dar más dinero, porque los recursos económicos no son ilimitados como los buenos deseos; y el

papel moneda, junto con la honra del que lo lanza por falta de previsión, enterrará al País, en

cuyo seno se está incubando semejante calamidad nacional. (…) De todo lo expuesto

deducimos, que ni económica, ni social, ni políticamente considerando el proyecto de contrato

es ni útil ni beneficioso para el País y sí ocasionado a producir males de incalculable

trascendencia, tales como la guerra civil, la ruina fiscal y el completo descrédito en el exterior.

Firman: Emilio Estrada – Pedro G. Córdova”.

Víctor Emilio cierra estas citas, que hemos abreviado, con las siguientes palabras que

demuestran la importancia que tuvieron como aleccionadoras:

“Más de un crítico superficial o de un malqueriente apasionado, creyó ver en mi padre uno de

los muchos ‘incondicionales’ del alfarismo. Es que careció de espíritu exhibicionista, y si la

documentación paciente recogida por mí, no me permitiese ahora desenterrar del olvido tan

limpios episodios de su vida ejemplar, es posible que tal criterio hubiese sido recogido y

confirmado por alguno de los historiadores del futuro. Las cartas que acabo de reproducir

disipan toda duda, si alguna restase. Ojalá todos los gobernantes contasen con esta clase de

servidores”. Y son estas las palabras que más nos interesan de los episodios citados, pues sería

exactamente lo que haría Víctor Emilio cuando le llegó el momento de servir a algunos

mandatarios, como lo veremos más adelante.

Capítulo 8 – Comienza a trabajar

Víctor Emilio comienza a trabajar

Al regresar al Ecuador Emilio, luego de su viaje a Europa, en 1906, el general Alfaro insistió en

nombrarlo nuevamente Gobernador del Guayas. Así, el 17 de noviembre de ese año, recibió el

respectivo nombramiento. Esto representó un dilema para él, pues los asuntos de Estado le

dificultaban cumplir con sus dos obligaciones laborales que le proveían del sustento para su

familia, pues el sueldo como Gobernador no era ni cuantioso, ni regularmente pagado.

Él continuaba como Administrador de la Empresa de Carros Urbanos y como Gerente de su

fábrica La Victoria.

En la Empresa de Carros estaba el Sub-Administrador, quien ejecutaba lo que Emilio disponía y,

cuando estrictamente necesario, lo que nacía de su propio criterio, pero responsable ante Emilio.

La fábrica La Victoria contaba con personal administrativo en su oficina de ventas en el centro

de la ciudad y de un jefe de producción y obreros en las instalaciones de la fábrica. Pero se

requería de una persona que esté al frente del negocio. Emilio pensó: ¿Quién mejor que Víctor

Emilio, quien debía ser eventualmente el heredero del negocio?

Trabajando en la fábrica La Victoria

El joven comenzó a trabajar formalmente en La Victoria en 1906. Estaba muy contento con su

sueldo, pues ese dinero le daba un nivel de autonomía y poder adquisitivo que le abrió puertas

en los círculos sociales de sus amigos. Joven, apuesto, inteligente, con dinero propio y con

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muchos conocimientos gracias a su afición por la lectura, Víctor Emilio se hizo muy popular en

su grupo.

Pero el negocio no era de su agrado...

No dejó registradas sus opiniones al respecto, pero es posible que no le gustara por ser un

negocio muy poco dinámico, apropiado para una persona sedentaria, pero no para un joven

activo como él. Desde la producción a la cocción de los productos de barro, arcilla y cerámica

en los hornos de leña, todo era lento. Luego, el proceso de ventas también era muy pausado,

requiriéndose de mucha paciencia y perseverancia para concretar las ventas a los usuarios.

Víctor Emilio se mantuvo en el negocio para dar gusto a su padre y por el sueldo, pero no lo

hacía con agrado o entusiasmo. La perspectiva de que se trataba de su heredad no era una

consideración para el muchacho, pues todavía no tenía conciencia de la fragilidad de la vida de

sus seres queridos. En esos momentos tenía su mente ágil e imaginativa volando con las

experiencias vividas en su viaje a Chile, luego el viaje a Europa y las dos aventuras

revolucionarias, una política y una estudiantil, que había experimentado en ese año.

A más de eso, en La Victoria tenía que someterse a la autoridad de su padre: En la fábrica ya no

eran compinches y compañeros, sino jefe y subalterno. Dos personalidades fuertes y con

inteligencia superior tendrían problemas de compatibilidad, pues no hay que dudar que Víctor

cuestionara órdenes de su padre, cuando su criterio se oponía. Emilio, por otro lado, no toleraría

contradicciones, pues tenía a su haber algo que a Víctor le faltaba: Experiencia de vida y

conocimiento cabal del negocio.

Víctor trabajó en La Victoria dejando la operación diaria a los subalternos que sabían el teje y

maneje de la empresa, mientras él supervisaba el negocio.

A poco, el 7 de febrero de 1907, a Emilio le aceptó el Presidente la renuncia de la Gobernación,

y dejó nuevamente la política para regresar a la fábrica, de tal forma que Víctor, sin separarse

totalmente del negocio familiar, pudo dedicar sus energías a un tema que apasionaba a su padre

y que ya había comenzado a capturarlo también a él: El periodismo.

En parte, la renuncia de Emilio a la Gobernación se debió a diferencias de criterio con el

Presidente sobre los contratos ferrocarrileros, contra los cuales se pronunció abiertamente, y por

lo cual fue designado como Inspector Fiscal de la Compañía del Ferrocarril, el 24 de febrero,

con el fin de que tuviera la autoridad para escudriñar sobre sus dudas.

Amistades de niñez

Víctor Emilio tenía amigos de todas las edades. Desde los amigos de la infancia y del colegio,

hasta amigos de su padre y madre.

Un amigo de su padre le proveyó de amigos desde la infancia, en el colegio y en la edad adulta.

Se trataba de don Carlos Gómez Rendón, hermano del ex “tirano” del Vicente Rocafuerte, don

Juan Gómez Rendón.

Entre los hijos de don Carlos, casado con doña María Mercedes Santistevan Amador, estaban

Adolfo, nacido en 1888 y José, en 1890. Víctor Emilio era amigo de ambos, pero congeniaba

más con Adolfo, aunque José era más cercano a él en edad. Ambos fueron compañeros de

colegio y ya hemos visto que Adolfo lo involucró en la revuelta estudiantil del año 1906.

Con Adolfo llevaría una relación de toda la vida, prolongada y tormentosa, con afectos y

desafectos, hasta la muerte de Víctor Emilio. Con José hasta un desacuerdo ocurrido entre 1911

y 1912. Adolfo fue instrumental en que Víctor Emilio conozca a quien sería su esposa pocos

años después. Fueron concuñados, amigos íntimos y eventualmente compañeros de trabajo y

socios en inversiones. También serían políticos, pero Adolfo mucho más hábil que Víctor.

Con José la situación fue más simple, aunque frecuentemente tormentosa. Fueron socios en

varios negocios y en todos terminaron mal.

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Popularidad

Víctor Emilio estaba en todas las actividades sociales a las que era invitado y acudía a los

lugares de reuniones de la juventud, junto con sus amigos. Tenemos un relato que nos da una

idea de las actividades sociales que le permitía darse el sueldo que recibía de La Victoria: El

domingo 7 de julio de 1907, Víctor Emilio se presentó en el Club Feminista de Lawn-Tennis,

en La Atarazana, en un birlocho tirado por un hermoso caballo chileno. Víctor Emilio presumía

ante las chicas, entre las que se encontraban María Luisa Barriga, Angelina Aguirre Oramas y

Mercedes Miller Gutiérrez. Una de ellas le pidió el coche y el joven se lo prestó para que

paseara con sus amigas, solas, con tan mala suerte que se accidentaron y Mercedes Miller sufrió

una grave contusión, mientras las otras dos solo golpes menores.

Víctor Emilio anotó en sus cuadernos de 1907 que con Adolfo acostumbraban pasear durante el

verano en los “Imperiales”, carros urbanos abiertos, para “darles pases” a las chicas Icaza Marín

en su casa. No se recorrían toda la ruta, sino que se bajaban y subían en los tramos que pasaban

frente a la casa.

De hecho, en el caso de Adolfo la situación progresó satisfactoriamente y para el 31 de

diciembre de ese año, se casaba con María Laura Icaza Marín, de 14 años. Es en esta época que

Víctor Emilio debe haber conocido a María Isabel, hermana mayor de “Laurita”, pero él tomó

las cosas con más calma que Adolfo. Además, por razones que veremos a continuación, Víctor

se convertiría en poco tiempo en un joven muy popular entre las chicas, de tal forma que no era

el momento adecuado para comprometerse en una relación seria.

La revista Patria

En agosto de 1906 se había formado una empresa para publicar la revista de actualidades Patria.

Los empresarios tuvieron problemas; durante el primer año solo pudieron publicar 5 números y

decidieron vender el negocio. Lo compró un grupo formado por Víctor Emilio, José Gómez

Santistevan, José Nicolás Medina y Alfredo Fernández.

El negocio se concretó en agosto de 1907 y en su último número bajo la antigua administración,

el N° 5, se comunicó a los lectores el cambio de propietarios y sus planes futuros:

“PATRIA REVISTA ILUSTRADA DE ACTUALIDADES

Aviso á los lectores

Los derechos de la Empresa Revista ‘Patria’ han sido

cedidos á una nueva Sociedad que se había formado

para sacar á luz una Revista Ilustrada.

Para las suscripciones atrasadas, entenderse con el

señor Alejo Mateus y desde este número en adelante con

el Director ó el Administrador de la nueva Empresa.

Esperamos que el público nos dispense el mismo favor

que á la primera Sociedad que editó la Revista”.

Luego, los nuevos editores dan a conocer su plan:

“NUESTRO PROGRAMA

Al hacernos cargo de Patria, confiamos firmemente en que el público seguirá favoreciéndonos;

correspondiendo así al afán y perseverancia, con que estamos decididos á llevar á cabo el

objeto de estas páginas.

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‘Patria’ registrará en ellas, todo aquello de que los lectores puedan sacar algún provecho

práctico; al mismo tiempo que presentará una información gráfica numerosa, de la que

podemos asegurar, sin temor de equivocarnos, que es la mejor de todas las que hay en el país.

En cuanto al formato, no hemos omitido gasto alguno para que tenga el mayor número de

páginas posible y sea semejante al de las mejores revistas de Sud-América. Como ‘Sig-Sag’ de

Valparaíso y ‘La Ilustración’ de Buenos Aires.

Por lo que se refiere al material informativo, podemos asegurar, que no dejará nada que

desear. Dentro de nuestras páginas se encontrarán tratados los asuntos más interesantes y de

gran actualidad en América y Europa, para lo cual contamos con corresponsales en los

principales centros Europeos y Americanos; así como también hemos iniciado canjes con las

principales publicaciones extranjeras.

Además, en cada número se sacará obligadamente un folletín de novela, que pueda ser

encuadernado al finalizar, adquiriéndose así un libro escogido para biblioteca.

En la sección de avisos, encontrarán nuestros lectores direcciones seguras de las mejores y más

acreditadas casas de nuestro comercio é industria; en todos los ramos y para todas las

necesidades.

Entre las secciones permanentes que saldrán en cada número, habrá, á más del folletín de

novela de que hemos hablado más arriba, las secciones de: Vida social, ejército y marina,

sports, pasa-tiempos, modas, &. &.

Este ligero bosquejo demuestra aunque incompletamente que á lo que aspiramos es, que

Guayaquil tenga una revista al sistema de las extranjeras; en la que se encuentra de todo,

complaciendo y agradando al lector con la gran variedad é interés de los artículos y grabados

en general.

Tanto mayor que sea la acogida que progresivamente se dé á ‘Patria’, tanto mayor será la

importancia que adquiera con el aumento de páginas, formato, grabados, &. &.

Esperamos, pues, que el público vea con agrado estas páginas y las juzgue con benevolencia si

algún defecto tienen, por lo cual presenta sus agradecimientos”.

Y al final de esa página introductoria:

“ALBUM DE ‘PATRIA’

Fuera de texto, iniciamos en este número, el Álbum de ‘Patria’, cuyo primer tomo constará de

25 magníficos retratos de señoritas ecuatorianas, los cuales serán publicados en el espacio de

un año (1). Al finalizar éste, el lector ó suscriptor que presente la colección completa Patria,

recibirá una preciosa tapa para la encuadernación de los 25 grabados que constituirán el Tomo

I del Álbum ‘Patria’.

(1) Los veinticinco grabados saldrán en un año, porque la Empresa ha resuelto sacar la revista

quincenalmente, ó sea 25 números más ó menos al año. El próximo saldrá el 1° de Septiembre”.

Los antiguos propietarios pasaban así la posta a los nuevos, pudiendo decirse que el N° 5 era un

esfuerzo conjunto de los dos grupos.

¿De dónde sacaron los jóvenes inversionistas el capital para comprar la empresa a sus anteriores

propietarios? Sin duda, guiados por sus padres y avalados por ellos, especialmente en vista de

que al menos dos de ellos eran menores de edad, acudieron a alguno de los bancos de la ciudad

para obtener el financiamiento. El costo no debe haber sido muy alto, pues la empresa no

contaba aún con imprenta, de tal manera que lo que adquirieron fue el nombre y el concepto

intelectual.

Era una aventura práctica de negocios y tendrían que demostrar su capacidad de aprendizaje

administrativo y operativo sobre la marcha, aunque es seguro que los padres tenían algún

“observador” experimentado en la revista, para evitar el fracaso comercial de la empresa.

Creemos que esa función la cumplía José Nicolás Medina.

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Los nuevos empresarios continuaron la revista con el número 6, cuyo encabezado vemos a

continuación:

En él aparecen los cuatro socios: José Nicolás Medina como Administrador, Víctor Emilio y

José como encargados de la Dirección y Redacción, y Alfredo Fernández, como Director

Artístico.

La propuesta de publicar los “retratos de señoritas ecuatorianas”, fue una idea brillante: ¡Los

editores de Patria se convirtieron en los jóvenes más cotizados de la sociedad guayaquileña,

pues qué chica no querría salir en la portada de una de las pocas revistas de la época!

Víctor Emilio participó activamente en la parte editorial y de redacción. Trabajó como traductor

de artículos de francés e inglés al español, en los que asumía la responsabilidad con sus iniciales

“V.E.E.”, y escribió artículos bajo los pseudónimos de “Sevè”, “Yo”, “Vitroc”, “Viesca” y

“Voyageur”. El pseudónimo “Yo” fue compartido por varios escritores, porque eran los

comentarios de apertura de los primeros números de la revista. Conocemos que uno de ellos fue

Víctor Emilio, otro José Gómez Santistevan, otro Modesto Chávez Franco, y posiblemente otros

que no hemos identificado.

En el número 6 se publicó un artículo sobre marina de guerra que sería el primero de algunos

sobre el mismo tema que redactaría bajo el pseudónimo de “Sevè”. Esos artículos nos muestran

el apego que Víctor Emilio adquirió hacia la marina de guerra en su corto viaje a bordo del

“Marañón”. Hasta donde conocemos, este es el primer artículo de Víctor Emilio que fue

publicado. Suyo es el análisis de los cuadros y las conclusiones estratégicas. Cuando se publicó

este número de la revista, él tenía 16 años. En artículos posteriores sobre el mismo tema, iría

ampliando sus análisis, los que ciertamente eran bastante avanzados para un joven de esa edad.

Durante el período de participación de Víctor Emilio en Patria, se dio bastante cobertura a temas

navales, marítimos y fluviales, que en ocasiones parecían estar algo fuera de lugar entre

artículos de temas sociales y de actualidad mundial. Por otro lado, es muy cierto que en esa

época todo lo marino era de gran importancia para los intereses globales.

Los empresarios se esforzaron mucho en la parte comercial, estableciendo mecanismos

novedosos para la colocación de avisos publicitarios y promocionando la revista en base a

actividades sociales y de beneficencia.

Todo el personal de redacción se empeñaba en sacar una revista que gustara al público y Patria

tuvo su período de éxito. Era diferente a lo que se publicaba en el Ecuador de esos años pero

justamente esa diferencia le daba la novedad que le abrió mercado.

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Para el número 12 de la revista, ya tenían su oficina propia en Luque 204 y habían cambiado el

encabezamiento. Ya no figuraba el Director Artístico, lo que quiere decir que había un socio

menos:

Durante la etapa de operación bajo la sociedad Estrada-Gómez-Medina, la revista fue aceptada

por unos y criticada por otros, en especial los rivales. Uno de los críticos permanentes que

tuvieron fueron los editores de El Comercio, de Quito, que criticaban el contenido, el formato, el

estilo de los articulistas, en fin criticaban todo lo que podían, porque llegó a ser una revista

popular y aceptada por sus lectores, y por tanto un rival en el mercado.

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Cierto es que los jóvenes, a pesar de trabajar con ellos periodistas con larga experiencia, trataban

de introducir innovaciones que rompían esquemas, lo que incomodaba a los tradicionalistas,

pero eso es lo que ellos buscaban, romper con lo tradicional y abrir nuevos rumbos.

También se preocuparon por conseguir los mejores redactores que se podían encontrar en el

mercado literario y artístico de Guayaquil, así como especialistas en varios ramos. Los nombres

más conocidos formaron parte del cuerpo periodístico de Patria, como vemos en la nota de

abajo, publicada en la misma revista:

El cuerpo de colaboradores de Patria en 1908 era de lujo

La revista Patria estaba en marcha y sus números, bajo la sociedad de Víctor y José se

publicarían hasta el 83, del 7 de agosto de 1909.

Pero al poco tiempo comenzaron los problemas entre Víctor Emilio y José, pues ambos tenían

personalidades fuertes que chocaban entre sí. Se puede decir que mantenían una relación de

armonía y confrontación al mismo tiempo, lo que afectaría a la revista en su calidad editorial, en

su redacción y en sus negocios.

También tuvieron problemas de imprenta, pues la empresa no contaba inicialmente con una

propia y tenían que depender de la Imprenta Latina, que les dio problemas de cumplimiento y

calidad, y la de El Telégrafo, con quienes tuvieron problemas similares.

Sin embargo, la revista sería rentable y en pocos meses ya contaban con imprenta propia, pero el

manejo de esa parte del negocio no fue adecuado y la calidad era irregular, dando unos números

de excelente impresión y otros muy malos. También tenían problemas con la provisión de papel,

viéndose forzados a utilizar en las ediciones consecutivas papel de distintas características, lo

que daba mal aspecto a la revista. Utilizaron colores para las portadas, lo que daría a la revista

una presentación atractiva. El formato era similar a las que ellos habían tomado como ejemplos

de países como Argentina, Chile, España y otros.

La imprenta propia en que se publicó Patria, se llamó Imprenta Victoria, lo que nos sugiere la

participación, tras bastidores, de don Emilio.

Víctor Emilio hizo de traductor de artículos desde los números iniciales hasta los números

finales de la revista, mientras fue parte de la empresa. Aquí vemos uno de ellos bajo sus

iniciales, en uno de sus temas favoritos:

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Este trabajo nos da una idea del dominio que ya tenía de francés e inglés, aunque limitado a la

lectura y escritura, pues a pesar de que ya en edad madura se hacía entender en ambos idiomas,

nunca llegó a tener fluidez al hablar.

Al cumplir un año la revista bajo la nueva sociedad, publicaron algunas reflexiones en el N° 31:

“No por la escasa importancia, de un orden puramente privado, que puede tener la cosa en sí, y

mucho menos por una vanidad del todo injustificable, sino por marcar un pequeño punto del

movimiento intelectual de la juventud guayaquileña en los presentes días, nos referimos al

hecho de cumplirse en este mes 2 años desde que PATRIA vino á la luz de la publicidad, y 1,

cabalmente, desde que de ella se hizo cargo la nueva empresa que, señalándole otro rumbo más

en consonancia con los gustos del público y las exigencias de la época, ha logrado, á costa de

muchos afanes y dinero, sacarla á flote y ponerla en el estado en que hoy se encuentra”. El

artículo es largo y hace muchas reflexiones en cuanto a la vida literaria del país, anotando:

“…las revistas absolutamente literarias no han solido tener mayor éxito entre nosotros, desde

los días del Álbum del inolvidable Vicente Molestina…”. Agrega más adelante: “El rumbo era

otro: el público esperaba un periódico de información gráfica, muchas ilustraciones, poca

literatura, noticias frescas y oportunidad en las publicaciones; en suma, esperaba la revista

moderna”.

Hacia el final, los empresarios nos revelan que están con los pies bien plantados en el suelo:

“Estamos muy distantes de creer que hemos triunfado; pues, no obstante la simpatía que se nos

ha manifestado por algunos órganos de la prensa, el concurso de los lectores no garantiza por

su número la viabilidad de la revista, y es necesario todo nuestro amor al arte y algún sacrificio

de dinero, para mantenernos, no sin esfuerzo, en el puesto á que hemos llegado”.

Estas citas nos dan una idea de la filosofía con que manejaron los nuevos empresarios la revista

durante el primer año, y también nos revelan que había problemas económicos.

En noviembre de 1908 se separó de la revista José Nicolás Medina, el Administrador.

Para comienzos de 1909 era una tarea dura mantener la revista y decidieron darle un cambio de

formato, a una medida más pequeña, que sería más manuable – y económica. También

resolvieron convertirla en semanario; pero Patria ya tenía su mercado acostumbrado a su

formato y frecuencia tradicionales. Ese experimento les costó dinero y mercado, a más de que en

esos números se percibe una baja general en la calidad, y esto puede ser una demostración de

diferencias de criterio entre los socios. El formato pequeño se publicó desde el N° 56 al 83.

Ni Víctor ni José dejaron registrado para la posteridad el desacuerdo que llevó a terminar la

sociedad. No debe haber sido muy grave, pues en apenas un año volverían a trabajar juntos.

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Víctor se retiró de la sociedad, pero José continuó con la revista, al menos en la parte de

redacción, pues sus pseudónimos: “Jigs” y “Gigs”, aparecen en números posteriores al 83.

La transferencia de propiedad de la empresa fue rápida y la revista solo se dejó de publicar por

dos quincenas. Los nuevos propietarios publicaron, el 25 de septiembre de 1909, una edición

que contenía dos números, el 84 y el 85, y volvía a un formato grande, aunque no del mismo

tamaño original. Es interesante en ese número la crítica que se hace a los anteriores propietarios,

algo difícil de entender si José continuaba colaborando con ellos y entonces la crítica también lo

tocaría. Tal vez fue una crítica dirigida por el mismo José contra su ex socio, Víctor Emilio,

como forma de tener la última palabra en su desacuerdo. Veamos parte de ella:

“Después de algunas semanas de suspensión obligada por circunstancias que son más para

sentidas que para dichas, vuelve á aparecer esta revista en el estadio de la prensa nacional, y

reclama el modesto lugar que, desde sus comienzos, le señalara la benevolencia de los

ecuatorianos.

Tan llevada y traída, tan zarandeada y maltrecha ha sido la pobrecita Patria, ésta de los

chispeantes artículos y amenos versos del Amigo Fritz y los monos de Nugué, en la que han

colaborado la plana mayor de los literatos ecuatorianos, y en tantas manos ha andado, que en

algo se parece su renegrida suerte á la de la Patria grande (…) y cuyas desventuras son,

asimismo, más para lloradas que para referidas… Y no obstante vive, bellas lectoras, amables y

sufridos lectores (…) Al cabo de más de dos años de accidentada existencia, sería fuera de

propósito una nueva declaración de principios (…) Lo que no cabe duda es que se ha sabido

mantener levantado el pendón de la más estricta cortesía, y que en punto á tratamiento de

personas y cosas, se ha confeccionado mucho caramelo y ni una dedada de pimienta (…) No

han faltado quienes se quejen de la escasa literatura de esta revista, sin advertir que nunca se

propuso ser una revelación ó á lo menos un reflejo de la intelectualidad ecuatoriana (…) Su

ideal fue la ilustración, tal como la entendieron los apreciables jóvenes que nos han precedido

en la tarea…”.

La sociedad había concluido con un fracaso empresarial, pero sin pérdida económica, por lo que

se la puede considerar de provecho, como una experiencia de vida.

A Víctor Emilio le quedó una positiva experiencia en el campo literario. Sus artículos se

especializaron en temas marítimos y turísticos, y quien los lea, los encontrará de mucho interés.

La Compañía Nacional Comercial

Regresamos dos años en el tiempo. En 1907, nuevos problemas económicos, causados por mala

administración de las rentas públicas, hizo necesario reeditar el esfuerzo de la Sociedad de

Crédito Público, de 1899.

El embarque y desembarque de carga de los buques era realizado en lanchas que luego se

apegaban al muelle de la Aduana para tomar o dejar la mercadería. Esas lanchas eran

controladas por los empresarios navieros y se detectó que en muchos casos el trasbordo no salía

de, ni llegaba al muelle de la Aduana, por lo que había evasión fiscal.

Conscientes de lo que estaba sucediendo, Emilio Estrada Carmona y un grupo de amigos

propusieron al Gobierno hacerse cargo de ese servicio y para ello establecieron las bases para un

contrato de beneficio mutuo, siguiendo los mismos principios que habían aplicado a la Sociedad

de Crédito Público en 1899.

Entre los promotores figuraban como los principales don Francisco Urvina Jado, para entonces

Gerente del Banco Comercial y Agrícola, don Pedro Gualberto Córdova, uno de los importantes

comerciantes de la ciudad, Carlos Alberto Aguirre, conocido vecino de Guayaquil, y don

Emilio, pequeño empresario pero conocido por su empeño y honestidad. Había mucho interés de

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participar por parte de muchos pequeños inversionistas que, conociendo a los promotores, veían

la posibilidad de hacer una buena inversión y obtener beneficios para su capital.

De inmediato surgió oposición de partes interesadas y esa propuesta no se concretó. Uno de los

argumentos de la oposición fue que de nuevo se pretendía formar una “argolla”, para beneficio

de pocos, pero las verdaderas razones eran, una: Que los que se estaban beneficiando del

contrabando no querían perder su “privilegio” y otra: Que los opositores no podían tolerar que

no se les hubiera ocurrido la idea a ellos y que fueran otros los beneficiarios. El resultado fue

que continuó el problema en el puerto.

Ante esta realidad, el presidente Alfaro decretó, el 30 de agosto de 1907, que: “El Gobierno

hará la carga y descarga de toda clase de mercaderías y productos de importación y

exportación por el puerto de Guayaquil”, tomando la precaución de especificar que “El

Gobierno efectuará estos servicios por sí ó por delegación, otorgando en este caso, á la persona

ó sociedad que los ejecuten, las suficientes facultades para establecer una buena administración

que redunde en beneficio del Comercio y provecho del Fisco”.

Por supuesto, el Gobierno no pudo proveer el servicio y el 19 de octubre de 1907, se publicó un

aviso de licitación para su provisión.

Previendo lo que ocurriría, el grupo de promotores ya mencionados, decidieron organizar, en el

mes de septiembre, la Compañía Nacional Comercial, con el fin de prestar varios servicios. Era

una empresa de capital abierto, para que quien lo desee se convierta en accionista de ella. El

capital inicial fue de cien mil sucres, repartido entre más de 180 accionistas. Emilio se mantuvo

al tanto del proceso mientras estaba ausente en Europa por la enfermedad de su esposa.

Cuando el 19 de octubre de 1907 el Gobierno publicó en varios periódicos el aviso para la

licitación del servicio portuario, la Empresa estaba ya organizada y pudo participar en ella.

El 15 de noviembre se abrieron los sobres y fue aceptada la propuesta presentada por la

Compañía Nacional Comercial. El 18 de ese mes se celebró el contrato por escritura pública.

Éstas eran las condiciones:

1. “Que la Compañía administraría el Muelle Fiscal, dando al Gobierno la mitad de la

utilidad líquida, y garantizando el monto total de las recaudaciones”;

2. “Que la Compañía cobraría para el Gobierno el impuesto de Tonelaje á la Importación

y el de Sanidad, con solo la retribución del 2%. (O sea que el Gobierno recibía el

98%)”;

3. “Que la Compañía haría el servicio de carga y descarga del puerto, con sus elementos

propios, no cobrando al comercio sino la tarifa acordada en el contrato [la cual no sólo

no era mayor que la que antes cobraban los empresarios particulares de lanchas, sino

que, por el contrario, era menor”.

El informe del 31 de diciembre de 1908 demostró que, a pesar de que ese año no fue

considerado como “próspero” por el comercio, principalmente por la aparición de la peste

bubónica y la consiguiente baja en la entrada de buques al puerto, el ingreso Fiscal por ingresos

aduaneros fue mayor que el año anterior en aproximadamente el 10%. Los otros ingresos, como

el de Tonelaje, Sanidad y el de Administración del Muelle Fiscal, fueron asimismo

considerablemente mayores que el año anterior. Todo esto sin que el Comercio sufriera el más

mínimo incremento en sus costos.

Los que sí se sintieron afectados fueron los contrabandistas y los envidiosos, que iniciaron una

feroz campaña contra la Compañía. En su informe, el Gerente, Sr. Carlos A. Aguirre

discretamente comunica: “Las medidas severas empleadas por la Compañía, en cumplimiento

de su deber, provocaron una resistencia de parte de algunos comerciantes, y causaron una

campaña tenaz y formidable contra ella. Ya bajo sus firmas, ya bajo anónimos, se dirigieron á

las Cámaras Legislativas tratando de demostrar que el contrato era lesivo para sus intereses,

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leonino, y ruinoso para el país”. La campaña destructiva en 1908 tuvo un éxito parcial, pues el

Poder Legislativo decretó el fin del Contrato, pero al demostrarse la falsía de las acusaciones, la

resolución colapsó y el Gobierno no la ejecutó. Sin embargo, los esfuerzos por destruir la

compañía continuarían hasta que, al hacerse cargo del Poder Ejecutivo el Sr. Carlos Freile Z.,

lograrían su propósito de acabarla. Para ese entonces, el capital de la Compañía era de

novecientos mil sucres, repartidos entre más de 200 accionistas.

La historia de esta Compañía es de interés en la vida de Víctor Emilio, porque inicialmente su

padre y luego él mismo, estuvieron involucrados como accionistas de la empresa. Don Emilio

había sido uno de los accionistas originales y su promotor principal, pues conocía muy bien la

ineficiencia del Estado en el manejo de empresas públicas y estancos, y también conocía el

beneficio que se podía derivar del manejo privado de los mismos, tanto para el Fisco como para

los empresarios – si se lo llevaba de manera honesta…

Capítulo 9 – Crisis familiar y viaje a Europa

Victoria y Emilio en 1908, antes de su segundo viaje a Europa

Estas fotografías son un tanto engañosas, pues si bien nos muestran las canas en ambos

cónyuges, no se ven en Victoria los estragos de la enfermedad que la aquejaba. La diferencia de

incremento de las canas en el pelo, la barba y bigote de Emilio, de la foto anterior, de 1906, a

esta, es notable, y nos transmiten lo que sufría por la enfermedad de su esposa.

1908, un año agitado

En febrero de 1908 se presentó en Guayaquil la peste bubónica, con los esperados efectos que

alteraban la vida en el puerto. El gobierno reaccionó de inmediato para controlar la propagación,

pero dispersando el esfuerzo. Emilio estuvo involucrado en varias comisiones gubernamentales

establecidas para luchar contra el mal y fue instrumental en poner el orden necesario para

trabajar con la mayor eficiencia posible. Su hijo presenció y vivió el esfuerzo que hizo su padre

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por el bien público. Esa dedicación del padre tenía más mérito para el hijo, pues en la propia

casa estaban pasando por un momento difícil: A Victoria le había recurrido el cáncer.

Víctor Emilio nos relata en la biografía de su padre:

“Con las facilidades de que dispone como Gerente de los Carros Urbanos y como miembro de

la Junta de Beneficencia, con la ayuda del Estado que fluye fácilmente a través de su relación

con el Presidente Alfaro, un Lazareto completo, cuya obra dirige personalmente, emerge en

pocos días sobre la vertiente occidental del Cerro del Carmen, y los enfermos pueden recibir

tratamiento técnico y humano desde mediados de Abril. (…) Pero la peste encuentra que la

combaten con energía, con método, con elementos y con técnica. Mi padre se multiplica para

cooperar en esta obra, y digo que se multiplica porque en el hogar, la tragedia de mi madre con

incurable mal, le hace menester una doble personalidad para tanto simultáneo dolor”.

Parten a Europa

Una vez encaminado el esfuerzo de lucha contra la bubónica y con visos de éxito en ese

empeño, Emilio organizó nuevo viaje a Europa, para tratamiento de la enfermedad de su esposa.

El 9 de junio de 1908 se embarcan Victoria, Emilio y sus tres hijos con destino Hamburgo. El

viaje, como el anterior, fue realizado con premura y paso rápido por los puertos de Panamá y

Colón, no así en Nueva York, donde realizó una breve escala para atender asuntos de la

Empresa de Carros Urbanos, lo que veremos más adelante.

Ingresada Victoria, los médicos la intervinieron y descubrieron que el cáncer había recurrido y

se había propagado. En la primera operación, realizada en 1906, los médicos pensaron que se

había extraído todo el tumor, pero la ciencia todavía no avanzaba lo suficiente para determinar

que las células cancerosas ya podían haber contaminado otras partes de sus órganos y que

debían también ser intervenidos.

Extirparon los tumores y siendo ésta una operación mayor que la anterior, la paciente tuvo un

período de recuperación más lento, colaborando a ello el hecho de que Victoria estaba más débil

que en 1906. Nuevamente los médicos pensaron que habían acabado con todo el mal, pero el

diagnóstico, obligadamente, era reservado por el hecho de que el cáncer había recurrido.

Como Director de la revista Patria, Víctor había

anunciado su salida hacia Europa, con el declarado

propósito de “…escogitar los elementos que ha de

menester Patria para su mejor presentación…”. Se

puso a las órdenes de sus amigos mientras estuviera

en Hamburgo.

Desde Europa, envió una serie de artículos turísticos

firmados con sus pseudónimos “Sevé” y

“Voyageur”, los que fueron publicados en algunos

números de la revista. Son lectura interesante.

Emilio se enteró en Hamburgo de la llegada del ferrocarril G & Q a la Capital. Por ello escribió

al Gral. Alfaro el 22 de julio, felicitándolo, al tiempo que le comunicó que “Victoria ha sufrido

una terrible operación, circunstancia que en todos estos días me ha tenido agobiado; felizmente

hoy se ha marcado la mejoría, después de días extremadamente angustiosos”.

Víctor Emilio, a pesar de ser un joven bastante maduro para su edad, no tenía plena conciencia

de lo que le estaba ocurriendo a su madre, ni tenía claro el hecho fatal que se avecinaba con el

diagnóstico médico.

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Una carta fechada 17 de agosto en Guayaquil, que enviaría Luis Sciacaluga a Víctor Emilio en

Hamburgo, nos revela interesante información sobre el asunto salud de Victoria y viajes, así

como de un emprendimiento industrial en que estaba involucrado Luis:

“Querido sobrino y ahijado:

Ya extrañaba tu silencio, pero el último vapor me ha traído tu muy grata del 24 del pdo. La que

me da algún detalle respecto de la operación hecha á tu pobre mamá, á la qué, tanto debes

querer y considerar, como supongo lo haces. Mucho he pensado en todos Uds. desde que se

fueron, porque ya en mi fatalismo tenia para mí, que una nueva operación la esperaba á la

pobrecita Victoria. Ojalá se cumpla la creencia del Dr. Sick y sea esta la última operación

necesaria.

Te encargo a tu regreso á New York, comprarme una obra en castellano, que se ocupe de la

destilación de la hulla para el gas de alumbrado, donde Appleton & Cia. Debe haber algo que

valga la pena.

Tu papá me dice que tiene la idea de embarcarse en Génova y tú qué piensas regresar á New

York, no el 21 por Hamburgo, sino el 14 por otro vapor posible. Esto me tiene un tanto perplejo

en cuanto á la suerte que correrá la presente.

Dile a Emilio, que he rebajado á 12 centavos el valor del metro cúbico de gas para uso de

fogones, y que á ese precio, vale la pena que se compre uno á su gusto, para uso de su casa, en

donde Mercedes la engreída de tu mamá, puede cocinar en ½ hora conforme á sus deseos.

Mucho desearía que si fuera posible, te quedaras por allá, un par de años, dedicándote á

aprender algo que te fuera útil para ti, y pa. tu país, los jóvenes que tienen recursos pa. ello,

deben aprovecharlos, para librarse de ser dependientes de otras voluntades que la propia, y

formarse con más rapidez, un porvenir, que en otros casos rara vez se forma y si esto sucede, es

cuando ya los años han gastado la salud y la vejez se impone con su séquito de achaques, es

decir, se ha adquirido un porvenir del cual no se ha gozado. Tu padre puede darte una buena

educación, aprovéchala, que él no te puede dar como fortuna.

Dispensa mis indicaciones, que no obedecen á otro móvil, qué, al cariño que te tiene tu tío y

padrino que te quiere de corazón, Tuyo,

Luis”.

Buenos y sinceros consejos dados por la voz de la experiencia…

Una vez recuperada Victoria y sintiéndose mejor al haberle sido extraídas las fuentes principales

de su mal, pudo disfrutar con su marido de cortas vacaciones en Europa.

No sabemos cómo manejó don Emilio la presencia de las niñas, que estaban aún pequeñas, pues

no hay mención de que hayan viajado con personal doméstico. Es posible que Víctor Emilio se

haya encargado de ellas por momentos, especialmente los más críticos, pero no todo el tiempo,

pues tenía otras cosas que hacer y otros intereses que nos lo revela su correspondencia.

Víctor Emilio enfocó su atención en conocer Europa de una manera distinta a la que lo hizo en

1906, y como resultado, a su regreso y contando con la imprenta de la revista, publicó un folleto

denominado “Un viaje por Alemania”, en el que relataba sus experiencias turísticas. Una parte

de los relatos del viaje está publicada en Patria bajo sus pseudónimos, pero el folleto,

lamentablemente, no lo podemos encontrar.

Acostumbrado a departir con personas mayores, desde el viaje anterior había conocido a don

Antonio Stagg Aguirre, quien vivía en Hamburgo. Los dos años de diferencia entre el primer

viaje y este, habían tenido su efecto de crecimiento en Víctor Emilio y congenió de inmediato

con don Antonio, que estaba dedicado al comercio y exportación desde ese puerto; por ello, se

estableció también una relación comercial, que Antonio le agradecería en correspondencia

futura.

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Es muy posible que los equipos para la Imprenta Victoria vinieran de Hamburgo, provistos por

Stagg.

En este viaje, Víctor Emilio causó furor entre las enfermeras del hospital donde atendieron a su

madre, y mantuvo una breve relación sentimental con una de ellas, llamada Emily, de origen

australiano. Algunas de las enfermeras eran “hermanas”, o sea monjas o novicias, y en una de

las cartas que le escribió posteriormente, Emily cuenta a Víctor que algunas de ellas se habían

casado. Don Antonio mencionaría en cartas de ese y el próximo año a la “Eva australiana” y nos

da indicios de que al menos Emily pensó en algún momento en matrimonio. Pero la distancia

inevitablemente los separó y, en 1909, Emily, según Antonio, se encontraba en Australia.

No hay más que una carta de Emily a Víctor Emilio, cuando ella estaba aún en Hamburgo, de tal

forma que es posible que la correspondencia entre ellos, que indudablemente existió, haya

desaparecido por mano prudente propia, o celosa de la futura esposa de Víctor Emilio.

Obviamente a Víctor Emilio no le interesaba en esos momentos comprometerse y Emily no pasó

de ser un romance turístico de un muchacho joven y apuesto, que debe haber atraído a muchas

chicas mientras viajaba por Europa.

Mientras sus padres y hermanas salieron de Hamburgo con destino Génova, donde Victoria

vería a sus parientes Sciaccaluga antes de partir hacia América, Víctor Emilio retornó vía Nueva

York, desde donde escribió, tanto a Emily como a don Antonio, contándoles de su viaje y el

mareo que había sufrido, por lo cual Antonio, como su tío Luis, no se pudo resistir a burlarse de

él.

Víctor disfrutó Nueva York en este viaje mucho más que en el anterior. La diferencia de edad

tiene que haber sido un factor importante, pues en su viaje anterior, en 1906, no era más que un

niño, mientras que en este era ya un joven algo más experimentado. Disfrutó de las diversiones

newyorkinas y también de la cultura y el arte, pues esa ciudad ya era cosmopolita.

En Nueva York, Víctor se hizo de un adelanto tecnológico maravilloso para la época: Una

máquina de escribir portátil, la cual estrenaría de inmediato y luego usaría como secretario de su

padre, en especial para una carta crucial que veremos unas líneas más adelante.

Trajo consigo cintas de tinta y papel carbón, así como papel ligero para copias. Quedaba

abastecido de suministros para escritura a máquina por algunos meses.

Para el 17 de octubre estaba ya en Panamá, en tránsito a Guayaquil, y desde esa ciudad escribió

nuevamente a su amigo Antonio Stagg, quien le respondió el 2 de noviembre con su

acostumbrada jovialidad y camaradería, bromeando sobre el mareo de Víctor y las posibilidades

que caiga en las redes matrimoniales de Emily.

No sabemos si fue con Emily o con alguna otra aventura en su periplo por Europa, o en su paso

por New York, pero durante este viaje Víctor Emilio sufrió lo que él mismo describiría en un

examen médico futuro como “una lesión penil”, que le duró algunos días. Ya en Guayaquil, con

la guía de su padre, se consultó al médico familiar y él mandó hacer exámenes de laboratorio,

que dieron negativo. Fue un incidente sin consecuencias, producto de su activa virilidad. Sin

embargo, los efectos de ese susto fueron duraderos y garantizaron su abstención pre y

monogamia post matrimonial por muchos años.

Algo que a Víctor le fascinaba desde hacía ya muchos años era la fotografía. Hemos podido leer

en algunas de sus cartas referencias a tomarse fotos para enviar a la familia y asimismo pedirles

a ellos fotos para recordarlos. En este viaje a New York estaban de moda las fotos humorísticas

y Víctor Emilio no se resistió el tomarse una serie, que nos dejó para nuestro deleite:

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Emilio informa de su viaje

Hombre práctico como lo era Emilio Estrada Carmona, en su viaje a Estados Unidos y Europa, a

pesar de la preocupación por su esposa, no dejó de investigar sobre mejoras para las empresas a

las que les debía el sustento diario de su familia.

En el caso de la Empresa de Carros Urbanos, los directores le habían encargado investigar sobre

los adelantos de las técnicas de tracción, pues ya se hablaba no solo de la de vapor, sino también

de la eléctrica, de gas y de combustión interna.

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Los directores habían autorizado a Emilio para adquirir equipos por cuenta de la Empresa, si lo

consideraba adecuado y oportuno.

Esto nos indicaría que ese viaje debe haber sido costeado en parte por la Empresa de Carros

Urbanos, como una forma de ayudar a su Administrador al tiempo que beneficiar a la compañía.

El 11 de noviembre de 1908, a poco de su llegada al Ecuador, Emilio presentó un extenso y

completo informe al Directorio de la Empresa de Carros Urbanos, en una carta mecanografiada,

sin duda, en la nueva máquina de Víctor Emilio. Este informe contenía una sorpresa al final y no

lo citaremos completo por su extensión, que va más allá del interés de este trabajo. Simplemente

citaremos el comienzo y el final, con un comentario sobre la parte suprimida:

“Honrado con la confianza del Directorio para estudiar y proveer á la Empresa de Carros

Urbanos del material más apropósito para remplazar la tracción animal, me dirigí á los

Estados Unidos de América donde los Ingenieros especialistas creen que la tracción eléctrica es

la sola sustitución posible de la animal.

Sin embargo me fueron proporcionados modelos de automóviles sobre rieles que en algunos

lugares, Illinois por ejemplo, se destinan á pequeños recorridos donde económicamente no es

posible establecer tracción eléctrica ó de vapor. Tales carros son de imposible aplicación como

tranvías en esta ciudad, tanto por su forma cuanto porque están sujetos á frecuentes

desperfectos, y si en esos países son de inmediata reparación, en Guayaquil no tendrían ese

recurso.

La casa W. R. Grace & Co. hizo trabajar á sus Ingenieros un presupuesto calcado en mis

indicaciones, para establecer en Guayaquil una planta eléctrica. Tal presupuesto, trabajado

con un optimismo que desautoriza los enormes gastos que en la actualidad hace aquí (en

Ecuador) la Empresa de tranvías eléctricos, me ha parecido más bien la acción del comerciante

proveedor, pues hace subir el valor de todo el material á la pequeña suma de $140,000.- oro.

(Estaban ofertando un precio artificialmente bajo para ganar el contrato).

Tal presupuesto como fue presentado en idioma inglés lo dejé en poder de esa casa para su fiel

traducción é inmediata remisión á esta ciudad.

Convencido de la inutilidad de mis gestiones allí, pasé a Alemania donde con la idea de

asesorarme, en lo razonable, con Eduardo Rickert creí encontrar lo que buscaba. Con la

valiosa cooperación del nombrado Sr. Rickert visité primeramente la gran instalación eléctrica

de carros y talleres de construcción y reparación de Hamburgo donde fuimos atendidos por el

Director. La simple revista de esa instalación y el último balance de ese negocio, que

bondadosamente me fue facilitado me convencieron de la imposibilidad económica en que

estamos en Guayaquil, para establecer convenientemente la tracción eléctrica…”.

Luego continúa su informe detallado con la visita a varias empresas alemanas y los contactos

con una francesa, así como el estudio de los varios medios de tracción que ofrecía cada una de

ellas, llegando a la conclusión de que lo más conveniente para sustituir a la tracción animal era

la de vapor, con máquinas adecuadas en tamaño y potencia, para el servicio urbano de

Guayaquil.

Concluye el informe: “A la orden para la construcción de cuatro carros que dejé á la casa

Keppel, agregué la de 2,000 durmientes de acero, 12 desvíos y alguna herramienta necesaria

para nuestros talleres.

Es mi deber agregar á este informe, el aviso que doy á Ud., Sr. Presidente, de mi separación de

la Empresa: paso que doy con verdadero sentimiento porque hasta hoy me he juzgado

identificado con ella: tal es la decisión y esfuerzo que le he dedicado desde que estoy á su

servicio. Pero todas las consideraciones caen cuando el amor propio se lastima. Estando yo en

las goteras de Guayaquil, el Directorio de la Empresa, movido, sin duda, por la excelente labor

de mí amigo el Sr. Chambers y deseando en premio de ella y para bien de la Empresa,

conservarlo en la Administración creyó justo resolver que hubiera dos Administradores cada

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uno con las mismas facultades. Tal resolución tomada en momentos en que la ciudad está

conmovida por el gran fraude cometido por un Gerente de Sociedad Anónima, y en días que yo

regresaba del extranjero después de desempeñar una importante comisión del Directorio, cuya

gestión está aún en tela de juicio, es por lo menos extemporánea y seguramente ocasionada á

comentarios desfavorables para mí.

Administrador de la Empresa durante catorce años de labor, que siempre obtuvo cumplida

aprobación por sus resultados económicos, alguna consideración he debido esperar: no la

reclamo, pero cumplo lo que prescribe el amor propio: me separo”.

Fin de una relación de 14 años de trabajo

Después de tan detallado y provechoso informe, estas palabras finales fueron una bomba para

los Directores, quienes no habían medido las consecuencias de su acto al nombrar Co-

Administrador, con iguales facultades que Emilio, al Sr. Chambers, quien había ocupado el

cargo como reemplazo temporal.

En los próximos días, los directores enviarían varias misivas a Emilio proponiendo soluciones al

desacuerdo, pero dejando la situación administrativa en igual estado de autoridad compartida. Él

las rechazó todas. Su decisión estaba tomada y era terminante.

De inmediato ofreció en venta sus acciones de la Empresa. El mismo Jorge Chambers, su

antiguo amigo e hijo de quien había sido instrumental en salvarlo de la prisión política en 1886,

ahora Administrador único, se las compró con el 100% de premio.

Como lección de este episodio, Víctor Emilio hizo los siguientes comentarios en el libro sobre

su padre:

“No supieron los directores que acababan de poner el ‘sic transit gloria mundi’ sobre la

entonces más próspera y rica empresa de Guayaquil.

Mi padre, absorto ante lo incalificable, sólo nos dijo al terminar de leernos aquella

incongruente resolución (una de las varias propuestas de co-administración), estas palabras

proféticas: ‘Rirá bien qui rirá le dernier’. (…) Dos años después la orgullosa y envidiada

empresa de ayer estaba en ruinas, y su liquidación terminaba al cabo de pocos años, después

que el capital fue reducido a la mitad en inútil tentativa de supervivencia. La única propiedad

que valía algo y que restaba como testigo del desastre, el amplio Taller donde vi construir

muchos carros urbanos, la compré yo en recuerdo de mi padre, y es hoy la bodega de la

Compañía de Comercio y Mandato que dirige el nieto de Emilio Estrada, otro Emilio (…) Rirá

bien qui rirá le dernier”.

No vamos a discutir las motivaciones de Jorge Chambers para hacerse de la administración de la

Empresa, pero lo veremos, en pocos años, asumiendo un puesto que dejaba Víctor Emilio. La

Empresa de Carros Urbanos terminó en quiebra en pocos años más, por múltiples razones.

Conflictos con amigos y enemigos

Emilio, por su actitud rectilínea en asuntos económicos y morales, y poca paciencia para lidiar

con necios, generó algunos episodios de conflicto con amigos y enemigos. Un caso que anotó

Víctor Emilio fue con Miguel Valverde, amigo personal, pero enemigo del alfarismo. En un

momento de poder, por 1901, mientras estaba en el Tribunal de Cuentas, don Miguel cuestionó

un gasto de Emilio como colector del colegio Vicente Rocafuerte, cargo que ocupó luego de la

construcción del primer edificio. Emilio, aunque consideró injusto el dictamen dado por

Valverde, pagó lo cuestionado para no dar motivo de injurias públicas.

Luego de pocos años, estando Valverde en desgracia, Emilio lo ayudó para encontrar un buen

trabajo. Entonces, Valverde admitió indirectamente la injusticia que había cometido contra

Emilio en el primer episodio, escribiéndole: “Esta acción tan noble de tu parte, compromete

vivamente mi gratitud y me hace repetir, con el poeta: ‘Yo te vencí, rencoroso. Tú, generoso, me

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vences’. Deseo por consiguiente que olvidemos pasados resentimientos y que aceptes el apretón

de manos de tu viejo amigo”.

Traemos a colación este episodio luego del ocurrido con el Sr. Chambers, por cuanto Víctor

Emilio pasaría por algunos casos parecidos, por razones similares a las que motivaron los de su

padre: Un comportamiento tan rectilíneo e intolerante que llegaba al borde de la obsesión y

generaba envidia, rencores y conflicto. ¿Era acaso un rasgo genético heredado?

Ni bien enterado el Gral. Alfaro que Emilio había renunciado a la Empresa de Carros Urbanos,

el 9 de diciembre de 1908 lo hizo designar como Visitador Fiscal de las Aduanas de la

República, una especie de inspector con autoridad ejecutiva, puesto que le traería problemas,

especialmente en la Aduana de Guayaquil, donde se estaban dando algunas irregularidades.

Pero si bien Emilio colaboró con Alfaro en ese puesto, no descuidó su propia empresa, pues

ahora era más importante en vista de la pérdida del ingreso del sueldo de Administrador de la

Empresa de Carros Urbanos.

Víctor Emilio ayudó a su padre para el bienestar familiar, pero tenía también que cuidar sus

intereses en la revista Patria, ya que estaba teniendo problemas por desacuerdos con su socio,

José Gómez S. A pesar de muchos esfuerzos la sociedad terminaría en agosto de 1909, mientras

Víctor pasaba por el trauma de la agonía de su madre.

1909, un año de sufrimiento y dolor

La salud de Victoria, mejorada temporalmente en la segunda parte de 1908 luego de la

recuperación de la operación, volvió a declinar a comienzos de 1909, causándoles gran dolor a

ella y preocupación y desesperación a sus deudos, que se veían impotentes ante el avance de la

enfermedad. Los doctores locales fueron claros con Emilio en cuanto a las probabilidades de

recuperación: Solo un milagro podría lograrlo.

Todos en la casa vivían el sufrimiento de Victoria y lo manifestaban a los amigos. Víctor Emilio

escribió a don Antonio Stagg en Hamburgo y él le contestó el 25 de marzo, lamentando que su

madre estuviera mal nuevamente por culpa de esa “desgraciada enfermedad”.

Emilio le escribió a fines de marzo al general Alfaro, quien estaba pasando por problemas

políticos: “Lo considero abrumado de contrariedades. Yo estoy lo mismo si no me es permitido

decir que mas graves – Victoria se agrava cada hora más y sus sufrimientos son incontables”.

A pesar de saber por lo que estaba pasando, el Presidente insistía en que Emilio ocupe cargos

administrativos. El 22 de abril de 1909 era nombrado por quinta vez Gobernador del Guayas,

pero por la salud de su esposa tendría que encargar el puesto en algunas ocasiones.

En una de esas ocasiones estaba a cargo de la Gobernación el Jefe Político y don Emilio estaba

en su casa acompañando a Victoria. Era el día 30 de junio, en que se celebraba la romería y

fiesta de San Pedro, que en esa época se realizaba en la Sabana Grande.

Soldados del Batallón Alhajuela, en esa época bajo el mando de Medardo Alfaro, tuvieron una

disputa con policías y civiles, se formaron armados y fusilaron a mansalva, causando muchas

muertes. Los militares se refugiaron en su fuero, bajo el amparo del pariente del General. La

prensa reportó ampliamente el incidente, pero de manera muy variada, dependiendo del nexo

que mantenían con el Gobierno, que ejerció todo su poder para reprimir la información.

Don Emilio dejó su dolor a un lado para exigir justicia al Presidente, mediante una

comunicación que cerraba con las siguientes palabras:

“Sacando serenidad de donde no la tengo y tragándome las lágrimas de ira que me arranca este

bochorno, he esperado y espero aún que Ud., único Jefe a quien estos ‘caballeros’ respetan, por

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humanidad, por política, por justicia, por respeto a la sociedad, separe de sus puestos a estos

jefes criminales e indignos de pertenecer al ejército ecuatoriano, al que acaban de deshonrar

con su inaudita cobardía”. Poco hizo el Presidente para corregir esa injusticia y eso no lo olvidó

Emilio y tampoco su hijo Víctor Emilio, que vio el sufrimiento adicional que se le imponía a su

padre con un crimen tan inhumano y salvaje.

La enfermedad de Victoria avanzaba implacable. Poco tiempo antes de su muerte, le fue tomada

una fotografía, en la que se la ve engañosamente bien.

Victoria postrada en el lecho del dolor. De la izq. a der., su primo Tomás Gagliardo Aubert, Emilio, Victoria y una enfermera

El 9 de septiembre de 1909 Victoria no pudo más y entregó su alma al Creador, luego de recibir

los últimos ritos de la religión Católica y dar la bendición maternal a sus hijos. Fue un golpe

terrible para toda la familia, pero Emilio, con su carácter fuerte, se contenía para no derramar las

lágrimas que fluían internamente en su corazón. Su hijo Víctor Emilio trataba de imitar a su

padre, para así dar fuerzas a sus hermanas, que estaban devastadas por la tragedia.

Dejemos que Víctor Emilio nos sintetice la enfermedad, muerte y efecto posterior de la muerte

de su madre sobre su padre y, aunque no lo dice, él mismo, sus hermanas y la familia:

“Mi padre sufrió hondamente la enfermedad y muerte de mi madre, proceso que tomó desde

principios de 1906 hasta Septiembre de 1909, lapso durante el cual infructuosamente viajamos

dos veces a Alemania en pos de tratamiento. Cuando lo inevitable se produjo, apuró su cáliz de

dolor una vez más y como él lo había aprendido: en esos momentos supremos su rostro apenas

tuvo el mustio aspecto de la floresta cuando natura inexorable le niega su rocío. Sólo tres meses

después de la muerte de mi madre, en un íntimo círculo de familia que recontaba sus virtudes,

mi padre incontrolado, da rienda suelta a su pesar y por segunda vez en mi vida, -la primera

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fue ante las cenizas del Colegio Vicente Rocafuerte-, veo lágrimas abundantes correr de sus

impenetrables ojos, tal una fuente que, obstruida por el tiempo, surge de improviso y,

aliviándose, derrama, acumulado, precioso, límpido contenido”.

En estas palabras, Víctor nos transmite también su propio sentir y proceder, pues en carta a su

amigo Antonio Stagg admitiría, asimismo, meses después, la toma de conciencia de lo que había

ocurrido y el derrame de sus propias lágrimas cuando su mente pudo aceptar la magnitud de lo

sucedido. Los dos hombres de la familia sufrían un caso clásico de represión emotiva.

Sin saber lo que había acontecido en Guayaquil el día 9 de septiembre, el día 15 Antonio Stagg

había escrito a Víctor Emilio una carta en que le participaba su matrimonio, en que nos muestra

lo que pensaba de él y le transmite un importante mensaje matrimonial:

“Mi querido Emilio

No puedo dejar de escribirte a ti, en particular para darte parte de mi matrimonio. Aunque muy

joven mereces el trato de un hombre de 30, pues para ello tienes cualidades de ciencia y

conciencia, que te separan de la gran masa del vulgo.

Como vez busco en el hogar la paz y tranquilidad que confío encontrar. La muchacha es pobre

pero no son los más felices aquellos que nadan en el oro”. En esa carta Antonio le manifestaba

su gran preocupación por la salud de su madre, sin saber que ya había fallecido pocos días antes.

Víctor Emilio escribió a su amigo Antonio Stagg dando parte de la muerte de su madre, a lo que

contestó su amigo el 14 de octubre:

“Mi querido Emilio

El largo y doloroso calvario de tu inmejorable madre ha terminado. Ella descansa sin duda de

los terribles sufrimientos que tuvo que soportar, pero al desprenderse de esta tierra ha dejado

destrozados cuatro corazones de seres que ella idolatraba.

Los amigos, de vieja y sincera amistad, como yo, que tanto la queríamos, hemos sufrido

cruelmente. Triste cosa es la vida. Cadena sin fin de penas, dolores y desilusiones.

Mucho he pensado en ti, ante la cruel pérdida que has sufrido y te ruego aceptar la expresión

de mi más sentido pésame.

Ojalá que el tiempo venga sí aliviar tu dolor y reposar tu espíritu.

Recibe un estrecho abrazo de tu más sincero amigo

Antonio”.

Pero el impacto que había sufrido era tal que escribió otra carta a Antonio, describiéndole los

sufrimientos de su madre, a lo que su amigo contestó el 28 de octubre:

“Es desgarrador lo que me relatas sobre los sufrimientos de tu pobre mamá. Recibe una vez

más mi sincero pésame por tan triste e irreparable acontecimiento…”.

Cuando escribió esta última carta, Antonio estaba por partir a París, donde contraería

matrimonio con Frieda Durckoop Koch, en el mes de noviembre.

Aquí descubrimos una faceta de Víctor Emilio que sería característica de su personalidad, tal

como lo fue también de su padre: Le era más fácil expresarse por escrito que verbalmente, como

lo vemos por la correspondencia con Antonio Stagg Aguirre, frente a la actitud inmutable y

aparentemente insensible ante su familia y amigos.

Pasaron algunas semanas durante las cuales Emilio y su hijo guardaron sus sentimientos dentro

de sus corazones, hasta el episodio relatado anteriormente. Una vez exteriorizados los

sentimientos de dolor, la familia pudo comenzar el proceso de sanación emocional que les

permitiría continuar con sus propias vidas.

Al poco tiempo, ya se habían acostumbrado a una nueva rutina de vida, aunque Emilio

extrañaba terriblemente a su compañera. Él sentía la necesidad de estar casado. Como él mismo

decía, su temperamento no estaba hecho para ser guácharo.

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Capítulo 10 – La vida continúa

La vida continúa - 1910

Emilio había renunciado a la Gobernación y estaba dedicado nuevamente, por entero, a su

fábrica La Victoria.

Víctor Emilio había concluido la sociedad con José Gómez Santistevan a partir de la publicación

del N° 83 de la revista Patria, el 7 de agosto de 1909, poco antes de la muerte de su madre, de tal

manera que se pudo dedicar a ayudar a su padre. Pero la voluntad no era suficiente y Víctor no

se hallaba en la fábrica La Victoria, ni en la tienda de los productos, ubicada en el centro.

A comienzos de abril de 1910 las tensiones políticas con el Perú se habían agravado, al punto

que se movilizaron tropas de ambos países a la frontera. Motivado por esta situación y el interés

que había desarrollado por los asuntos militares, Víctor Emilio solicitó un nombramiento en el

Ejército, recibiendo, el 11 de abril de 1910, el despacho de teniente de infantería. Para el 15 del

mismo mes estaba a las órdenes de la 1° Compañía del Batallón de voluntarios, “Cazadores”, en

la plaza de Guayaquil.

El presidente Alfaro encargó el Poder Ejecutivo y se trasladó al frente, donde estuvo al mando

directo de las tropas por aproximadamente un mes. Víctor Emilio fue designado como uno de

sus edecanes, cumpliendo con las varias funciones de ese cargo, lo que le permitió adquirir

valiosa experiencia en el funcionamiento de un cuartel general y del estado mayor de un ejército

en campaña; estuvo al pie del Presidente durante ese período crítico y pudo observar que “…la

salud del General Alfaro era manifiesta, visiblemente, malísima. El General que acostumbraba

rodearse por las tardes, después de comer, de un amplio círculo de amigos, ahora terminaba

por quedarse dormido en medio de ellos, señal evidente de un cansancio orgánico

trascendental. Su respiración era fatigosa y su voluntad, su imperio mismo, sentían ya el peso

de los años. No podré olvidar jamás el irrespeto y la chocarrería que reinaron durante la

sobremesa, en Santa Rosa, entre los cercanos acompañantes y ante la propia persona del

General Alfaro que visitaba ese día el ejército que se desplegaba en la frontera, en Abril de

1910”.

El desempeño de Víctor Emilio fue lo suficientemente satisfactorio para el comando del

Batallón, que pidió el ascenso del joven oficial, recibiendo el despacho de capitán efectivo el 22

de mayo, día en que cumplía 19 años.

Don Emilio fue nombrado Gobernador por sexta vez el 28 de mayo de 1910, pues el Gral.

Alfaro necesitaba rescatar su popularidad, que en los últimos meses había disminuido

considerablemente debido a múltiples escándalos. El enfrentamiento con el Perú y la decisiva

actitud del Presidente al trasladarse a la frontera, habían levantado nuevamente la popularidad

del Caudillo, y era necesario capitalizar esa recuperación con el nombramiento de funcionarios

probos y de reconocida capacidad. Emilio aceptó el cargo con mejor gana que en otras

ocasiones, pues necesitaba mantenerse ocupado por la ausencia emocional que sufría, pero el

trabajo sería tanto o más duro que en ocasiones anteriores, pues la situación nacional se

deterioraba.

Ya conocemos el carácter rectilíneo de don Emilio, pero el año 1910 se puso a prueba de manera

continua por la movilización militar a la frontera. La organización hacendaria de esa época

requería el “Páguese” del Gobernador para otorgar los fondos necesarios para la movilización de

tropas. Don Emilio detectó que había un manejo alegre de esos recursos, por lo cual comenzó a

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ajustar los controles. Desde ese momento, el Gobernador, personalmente, firmaría los pasaportes

militares. Esto trajo el descontento de aquellos que habían estado lucrando de ese sistema,

quienes acusaban al Gobernador de “mal genio”; pero el Gobernador hizo respetar los controles

que impuso, mientras estuvo al frente del despacho. Fue en este caso que se dio el episodio del

oficial que usó a tropa armada para tratar de intimidar al Gobernador, y terminaron todos

expulsados del despacho a punta de bastonazos, dados por el propio Gobernador.

A su regreso a Quito, el presidente Alfaro llevó con él a Víctor Emilio, quien continuó como su

edecán. Mientras Víctor Emilio estaba en Quito, su hermana Panchita lo mantenía informado de

la situación en Guayaquil mediante cartas.

Víctor se había conquistado, en Quito, el corazón de una jovencita llamada Raquel, quien debe

haber sido conocida de la familia, pues se escribía postales con Panchita. Fue un amor pasajero.

Emilio se enamora

Por junio o julio de 1910, don Emilio comenzó a fijarse en una dama que lo atrajo. Era Clara

Lastenia Gamarra Menéndez, nacida el 28 de septiembre de 1880, sobrina de la “Ñata”

Gamarra, dueña de la Hacienda La Victoria de Chapulo, de tantos recuerdos para Emilio.

Lastenia, como se la conocía, tenía entonces 29 años, un año menos que la edad de Victoria

cuando Emilio la cortejó.

Aparentemente, el interés fue mutuo e inmediato, y comenzó el cortejo que fue violentamente

rechazado por las dos hijas de Emilio, pues apenas habían pasado diez meses de la muerte de su

madre.

Al poco tiempo Emilio recibió un regalo de Lastenia que iniciaría una tormenta familiar en la

casa de los Estrada Sciacaluga.

Como a Emilio le gustaba leer sentado en una silla cómoda, Lastenia le regaló una mesita

auxiliar para ponerla al lado de la silla. Emilio recibió el regalo muy complacido y lo hizo

colocar en su lugar. Pero, luego del almuerzo el día 21 de agosto, cuando Emilio se sentó a leer,

la mesita no estaba y cuando preguntó por ella, el servicio le comunicó que estaba en el desván,

por orden de las niñas. Emilio llamó de inmediato a las chicas y les reclamó por ese acto

arbitrario. Panchita, en carta del día 22 a su hermano Víctor, relata lo ocurrido, por supuesto

desde su punto de vista:

“Querido ñañito:

Te escribo hoy para contarte lo que pasó ayer en éste desgraciado hogar.

Como á las doce del día, después que acabamos de almorzar, derrepente le preguntó mi papá á

María Luisa por la mesita que el compró; ella le contestó que la mesa estaba en el tumbado,

entonces él le dijo con un tono muy grosero, que la mesa bajaba á la sala, y que él no podía

estar sujeto á nuestra voluntad, que si así estamos creyendo es un error: en esto salí yo, y le

contesté que la mesa estaba en el lugar que le correspondía, rota: como tú te lo imaginarás al

sentirme ultrajada le dije cuatro verdades, sin ofenderlo á él, solo refiriéndome á ella, me

contestó que estaba resuelto á casarse que ella vendría á ésta que era su casa, yo le dije que á

mi no me importaba, que lo único que deseaba era vivir completamente separada, para

librarme de disgustos con esa mujer, entonces me contestó que bueno, y me agregó; puedes

hacerlo hijita. Conforme te lo había ofrecido, pongo todo esto en tu conocimiento, para que

tomes el partido que te parezca conveniente.

Y una vez más te repito, que tú eres nuestro único apoyo, y contamos con tu decidida

protección, como le corresponde á un buen hermano…”

Víctor se encontraba en una encrucijada emocional. Por un lado estaba el amor y admiración

que sentía por su padre, y por otro el recuerdo de su madre, agravado por su sentido de culpa por

no haber tenido conciencia clara de lo que le ocurría con su enfermedad. Él entendía el

sentimiento de sus hermanas, pues también sentía lo mismo: El que su padre se enamore tan

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poco tiempo después de muerta su esposa, era incomprensible para los jóvenes. El pensar que

una extraña e intrusa ocupe el lugar de su madre en el hogar era inconcebible. Las chicas

declararon la guerra a Lastenia, pero Víctor Emilio se mantuvo sereno ante la explosiva

situación.

Esto se complicaba más si tomamos en cuenta que Luis Sciacaluga y su familia, vivían en la

casa de al lado y frecuentaban la casa de los Estrada.

El 30 de agosto reportaba Panchita a Víctor Emilio:

“Por acá la casa está ya en calma, después de una semana de no dirigirme la palabra mi papá,

parece que ha comprendido que estaba cometiendo una injusticia, y ya estamos muy bien; yo

juzgo que lo que me dijo el otro día, no es más que el reflejo de la fascinación que ejerce sobre

él, esta mujer de todos los diablos, que lo tiene transformado en un insensato…”.

Las dos chicas envían saludos a Raquel, y también le informan que se están portando bien y que,

por el momento, ninguna de las dos tiene enamorado… Panchita tenía 15 y María Luisa 13 años.

Emilio había buscado la forma de neutralizar la situación con sus hijas. Cartas iban y venían.

Víctor Emilio escribió a su padre y a sus hermanas para tratar de apaciguar los ánimos. Todo

esto generó un largo cable de Emilio a su hijo, el 1° de septiembre, el cual fue determinante en

el apoyo que el hijo dio de ese momento en adelante a su progenitor, y que merece leerse en la

transcripción que hizo Víctor, por los sentimientos que transmite y la lección que representa. El

cable es en realidad más largo, porque aparte del tema familiar, Emilio toca algunos puntos

políticos que lo tenían fastidiado en ese momento, y le pide a Víctor que transmita sus palabras

directamente al presidente Alfaro. Pero veamos la transcripción:

“Muy querido hijo:

He visto y leído tu carta y la que diriges a Panchita, por la que veo que esta querida hija,

poseída de exaltación, ha supuesto en mí exageraciones. Mi corazón y mi casa, mi alma y mis

bienes han sido, son y serán de mis hijos, sin que poder humano alguno altere mi modo de

estimar las cosas. Yo no he sido jamás ni mal hijo, ni mal hermano, ni mal esposo, ni mal

ciudadano. Todas las personas que me han querido, esto es mi madre, mi primera esposa y

Victoria que me trató íntimamente veinte años, han dicho siempre hasta su último suspiro, que

soy el mejor de los hombres.

La memoria de Victoria es para mí una de las más gratas de mi vida y me acompañará hasta el

último suspiro, que ojalá fuera pronto. Pero la vida guáchara es para mí imposible, porque mis

costumbres, mis sentimientos, mi modo de vida me exigen una persona a mi intimidad que

comparta los halagos y los insultos que el sañudo destino me prodiga. Yo he creído encontrar

en Lastenia Gamarra la compañera de mi vida no el sustituto de Victoria, como al casarme con

Victoria no busqué el sustituto de Isabel.

Los disgustos con las niñas no son, como parece que tú crees. Sólo una vez se produjo uno,

cuando pregunté por … (la mesita) no me arrancaron como de costumbre, una sola palabra

agresiva, contando con que ese sistema, que ha sido el mío toda la vida, encauzará, como yo

deseo, las consideraciones y buen trato entre los pedazos de mi corazón que son ustedes, y la

compañera de mi dicha o de mi infortunio, que será Lastenia después de mucho tiempo y no en

meses, como tú supones.

Desde que murió Victoria he guardado por ella las más afectuosas consideraciones y ninguno

de ustedes puede quejarse con justicia del cumplimiento de mis deberes. No sé que haya muchos

hombres que puedan repetir esto, pero no quiero morir como perro o asistido por hermanas de

la caridad o gentes que me avergonzarán desdiciendo mis ejecutorias de hombre honrado.

Queda en pie la cuestión de los afectos, cuestión en verdad difícil. Hasta hoy Lastenia cree en el

posible afecto de todos ustedes y, la verdad es que yo también lo deseo y lo espero, y suceda lo

que suceda, todos mis esfuerzos serán en ese sentido. Ella no pretende ni yo lo consentiría, que

ustedes tuvieran una madrastra, y si ustedes, aunque tú estuvieras casado, quisieras formar un

solo grupo de ramas prendidas del viejo tronco, hombre de bastante corazón soy y de bastante

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experiencia para normalizar una situación por inesperada que sea. Si ustedes ven con la

experiencia que no me pueden aguantar a mí o no pueden aguantar a Lastenia, tiempo y

ocasión pueden escoger para un escándalo que ha de envenenar mis últimos días; seguramente

las circunstancias que así lo determinen no serán producidas ni por Lastenia ni por mí.

No sé cuántos infortunios me prepara el porvenir, pero mi pasado responde de mi futuro:

moriré sin que una sola mancha me avergüence.

Puede suceder que ustedes o alguna otra persona crea que las alcurnias y nacimientos me

debían alejar de Lastenia. En ese orden de ideas es difícil poder seguir opinión ajena. Cada vez

que me he casado ha sido para mí y no para el pueblo soberano, sistema que he seguido para la

selección de todas mis relaciones, cuidando estrictamente que en materia de hombres no sean

ladrones, y en materia de mujeres, que no sean corrompidas, y con tal sistema me ha resultado

que todas las personas con quienes tengo que tratar algo, me guardan las más cumplidas

consideraciones. En fin, en esto, como en todo, procediendo con mi conciencia tengo fe en el

porvenir.

Tu padre

Emilio Estrada”.

Lo que Emilio escribió a su hijo, lo conversó con sus hijas en el hogar. Panchita le reportó el

incidente el día 4 de septiembre a su hermano Víctor. En esa carta vemos la forma inteligente

como Emilio manejó a Panchita, jovencita obstinada y de fuerte carácter:

“Querido Emilito:

Tengo a la vista tu carta fecha 27, en contestación á la mía en que te hablaba de los incidentes

habidos en la casa.

Hemos hablado larga y amigablemente con mi papá sobre el asunto, y nos manifestó que su

voluntad era que no nos separáramos de él, que sería un torcedor para su vida la separación

nuestra que no podría vivir sin nosotros.

Yo le dije que deseaba que me dijera cuándo era que se casaba, y me contestó que tenía que

pasar todavía mucho tiempo.

Yo le insinué la idea de hacer una separación en la casa, de manera de quedar en completa

independencia entre nosotros y la nueva familia que él va á formar: parece que la idea le gustó

porque me contestó que para eso era el dinero. (…) Me manifestó que él tenía necesidad de

casarse, porque él había estado enseñado á la vida del hogar y á las caricias de una esposa, yo

le di la razón le dije que era cierto, y que él hacía muy bien; pero no le aprobé su elección.

Nosotras estamos contentas por quedar en bien con nuestro padre, y al mismo tiempo

independientes de quien no gustamos, supongo que á ti te pasará lo mismo”.

A pesar de que las chicas parecían implacables en su propósito, podemos ver que Emilio estaba

encaminando bien la situación y que sería cuestión de tiempo ir resolviendo el problema de

sensibilidad de las niñas. Víctor Emilio, por su lado, había reflexionado profundamente con el

cable de su padre y de inmediato se convirtió en su aliado en la conquista de las hermanitas,

batalla de suprema importancia para el corazón de Emilio.

La campaña de las hermanitas Estrada y sus aliadas no había terminado. María Luisa, con su

prima segunda Esther Gagliardo, en compañía de unas amigas, se dedicaron a pasear frente a la

casa de Lastenia, torciéndole Esther la cara cada vez que pasaban, mientras las otras, incluyendo

a María Luisa, se hacían las desentendidas. No Lastenia, pero sí una visita que estaba con ella,

se sintió ofendida con la actitud de las chicas y el episodio llegó a oídos de Emilio, quien tuvo

que reprender a las muchachas. El 7 de septiembre, relataba el incidente en carta muy sentida

que envió a Víctor Emilio. Esa carta terminó de convencer a Víctor que tenía que apoyar a su

padre, pues la agresividad de sus hermanas le estaba lastimando el alma.

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Lastenia, por su lado, sabía bien lo que tenía que hacer y fue manejando la situación

inteligentemente, manteniendo una prudente distancia de las niñas para que se vayan

acostumbrando a la situación.

Como se estaba preparando la Guía Comercial, Agrícola e Industrial del Ecuador de 1909, que

en realidad terminaría de ser publicada en 1911 con información actualizada hasta ese año,

varios fotógrafos se desplazaron por todo el Ecuador tomando maravillosas fotografías que

luego serían publicadas en esa “Guía”.

La calidad fotográfica y de impresión de la “Guía” es de las mejores que se usaron en el país en

esa época, y son muchos los ejemplares de ella que aún existen.

El libro consta de 1.328 páginas, con fotos, avisos y mapas de todas las provincias del país.

La Guía Comercial, Agrícola e Industrial también nos revela que Víctor Emilio tenía

matriculada, con el número 90, una lancha denominada Victoria, con desplazamiento de media

tonelada. No tenemos claro para qué usaba esta lancha Víctor Emilio, pues era relativamente

pequeña para uso comercial, lo que deja como alternativa su uso deportivo, para paseo y tal vez

transporte de pasajeros a corta distancia.

La Guía también nos revela que la Empresa de Carros Urbanos había puesto en práctica algunas

de las recomendaciones de Emilio, antes de su renuncia a la administración. Lastimosamente,

Emilio no alcanzó a ver la Guía, que salió al mercado poco después de su muerte.

Entre las fotos que se tomaron, tenemos una de don Emilio, sentado ante el escritorio del

despacho de la Gobernación, en compañía de sus secretarios.

En el piso una enorme alfombra y adornos de una majestuosidad muy digna del despacho del

Gobernador del Guayas. La lámpara que se ve, sobrevivió al incendio de ese edificio y existió

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hasta hace pocos años en el Salón Principal de la actual Gobernación. Se destruyó al colapsar el

tumbado de ese salón, debido al inadecuado mantenimiento del edificio.

En la imagen a la derecha, vemos un

acercamiento de Emilio, donde se lo

distingue más claramente en el escritorio

del Gobernador. Lo vemos vestido muy

formal y elegante, como correspondía a la

dignidad del cargo que estaba ejerciendo.

Este despacho era mucho más lujoso y

amplio que el del Presidente de la

República, en el Palacio Nacional.

Como adecuado contraste de la sencillez y

humildad de Emilio, vemos a continuación

una fotografía, también publicada en la

misma “Guía”, en la cual Emilio aparece en

otro contexto, totalmente alejado de la

majestuosidad del cargo que desempeñaba

entonces.

El contraste nos muestra a un auténtico

ejecutivo industrial y comerciante, que

podía estar tan bien en un palacio, como en

una fábrica.

El interior de la fábrica La Victoria. A la izquierda Emilio, en ropa de trabajo, al pie de cajas de mosaicos.

En la página siguiente, acercamiento de Emilio, con sombrero de paja toquilla, tomado de la foto anterior.

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Según la “Guía”, en 1909 Emilio Estrada Carmona, como persona, tenía un capital en giro de

doce mil sucres, cifra modesta para un comerciante e industrial guayaquileño de esa época.

Víctor Emilio también enamorado

El joven, al igual que el padre, estaba enamorándose de la guapa Isabel Icaza Marín, y si bien a

veces se hacía la que no le interesaba, ella también estaba enamorándose del galante joven, a

pesar de ser menor que ella.

Su gran amigo, Adolfo Gómez y Santistevan, ya tenía algunos años casado con María Laura

Icaza Marín y Víctor se había enamorado de la hermana mayor, María Isabel, nacida el 29 de

marzo de 1890, lo que quiere decir que era más de un año mayor que él. Isabel, como se la

conocía, era alta, esbelta, de cabello y ojos oscuros y tez morena. Su carácter apacible y gustos

simples atrajeron a Víctor Emilio por sobre las demás jovencitas de su entorno social. Comenzó

ya a pensar en formar un hogar, e Isabel se perfiló como la compañera ideal.

La familia Icaza Marín estaba integrada por don Julio Icaza García y doña Victoria Marín

Zumaeta. Sus hijos eran: María Julia, nacida en 1889, María Isabel en 1890, María Guadalupe

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en 1892, María Laura en 1893, Julio Miguel Martín en 1895, María Leonor en 1898 y Julio

Antonio en 1900. María Guadalupe y Julio Antonio fallecieron jóvenes.

Don Julio, “Papa Julio” y doña Victoria, conocida cariñosamente como “Mama Toa”, venían

ambos de ramas de agricultores, de sus respectivas familias. Él era propietario de la hacienda La

Primavera, en la provincia de Los Ríos, y doña Victoria era propietaria de la hacienda La

Victoria de Pechiche Dulce, en la misma provincia. La familia vivía del producto de sus

haciendas cacaoteras, pero tenían su residencia principal en Guayaquil, en la Calle Pedro Carbo

1019 entre Sucre y Colón, acera oeste, en una casa amplia que fácilmente daba albergue a toda

la familia, y aún a los nietos que ya estaban llegando, gracias a la precocidad de María Laura y

Adolfo.

Los Icaza Marín eran una familia feliz que transitaba su vida entre sus haciendas en el verano y

la casa de Guayaquil o Posorja en el invierno. De hecho, el entorno ampliado de ambas familias

provenía de hacendados que trabajaban sus haciendas, principalmente cacaoteras, y constituían

un clan extenso y muy unido, algo que para Víctor Emilio era novedoso, viniendo él de una

familia muy corta y cargada de tribulaciones políticas y económicas, algo que había cambiado

don Emilio recientemente con su arduo trabajo y el sudor de su frente.

Estar con los Icaza era muy divertido. Víctor Emilio congenió muy bien con Miguel Martín y las

hermanas de Isabel. Más importante aún, don Julio Icaza le tomó un gran afecto y pudo ver tras

la juventud un enorme potencial de acción y logros. Fue don Julio quien le inculcó el amor que

Víctor Emilio tuvo por el campo y él también fue feliz en ambientes campesinos.

Los Icaza Marín. De izq. a der.: María Julia, doña Victoria, María Leonor, don Julio, María Laura, Miguel Martín y María Isabel.

Para hacerlo suspirar, Isabel le mandó regalar dos hermosas fotos suyas:

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Isabel Icaza Marín en 1910. Fotos que obsequió a su pretendiente Víctor Emilio

Una nota sobre el apellido Icaza.

Como hemos visto y veremos a lo largo

de esta biografía, el apellido Icaza se

escribe a veces con I y a veces con Y.

La forma original del apellido es con I y

la variante que vemos con Y es

simplemente la aplicación de la I

isabelina (por Isabel la Católica), letra

dibujada muy ornamentalmente en los

manuscritos desde el segundo tercio del

segundo milenio de la era Cristiana, de tal

manera que parecía una Y.

Está demostrado documentadamente que

el apellido se escribe correctamente con I,

pero algunas personas mantienen la

costumbre de usar la Y por tradición o

porque así están inscritas en el registro

civil. Otras ramas del apellido se agregan

De, quedando el apellido De Icaza o De

Ycaza, como si fuera un apellido

toponímico. Víctor Emilio de 20 años

Esta fotografía de Víctor Emilio, tomada cuando cumplió 20 años, nos muestra un joven muy

delgado, con bigote, y formalmente vestido, con sombrero de tostada, o sea de última moda.

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Parte 4° El año 1911

La política muestra su verdadera faz

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Capítulo 11 – El último año de Emilio Estrada Carmona

Campaña presidencial

Para fines de 1910 surgió nuevamente el problema de la sucesión presidencial, pues el 1° de

septiembre de 1911 terminaba el mandato del presidente Alfaro. La elección presidencial sería

en enero de 1911 y el nuevo presidente se debía posesionar el 1° de septiembre, de acuerdo con

la Constitución. Era un tiempo bastante largo entre la elección y la posesión.

Para Eloy Alfaro Delgado, Caudillo del Partido Liberal, el tema de quien lo sucedería era crucial

en ese momento histórico, pues lo ocurrido en 1901 con el Gral. Plaza era más crítico en este

año 1910, en que las pasiones y divisiones internas en el partido eran aún más graves.

El día 10 de diciembre se reunió en el despacho presidencial don Eloy Alfaro con un grupo de

distinguidos liberales radicales, que constituían la cúpula del Partido Liberal, para tratar el

asunto de la candidatura presidencial por el partido.

Don Octavio Díaz, cuencano y Ministro del Interior de Alfaro, propuso el nombre de Emilio

Estrada Carmona como candidato, basándose en una frase que había escuchado al propio

Caudillo: “Si don Emilio Estrada llegara a la Presidencia de la República, haría una

administración tan honrada como la de Vicente Rocafuerte”. Una vez enunciada esa propuesta,

el general Alfaro dijo: “La persona más idónea, por sus distinguidas cualidades, para

sucederme en la Presidencia de la República, es el Sr. Estrada”. Díaz relata su posición luego

del pronunciamiento del líder del partido: “La disciplina y la consecuencia debidas al amigo y

Jefe del Partido Liberal, me imponían la obligación de secundarle en sus ideas; con tanta más

razón cuanto que mi concepto personal estaba de acuerdo con el del Sr. General Alfaro; ya que,

para mí, el Sr. Estrada, á su honradez, á su firmeza de carácter y probado liberalismo, añadía

la singularísima prenda de su lealtad para con el Caudillo; pues el Sr. Estrada no había

renegado de su Maestro y Jefe, en ninguna circunstancia de su vida política por adversa que

haya sido”.

Con la recomendación de Alfaro y el respaldo de Díaz, en esa reunión se resolvió que Estrada

sería el candidato Liberal Radical, siendo el general Alfaro el que emitió el primer voto para

concretar la propuesta. No sabemos si la votación fue unánime, pero lo cierto es que de esa

reunión salió la propuesta de candidatura, que fue comunicada de inmediato a Emilio Estrada.

Esta vez, como bien nos acotó Víctor Emilio cuando la propuesta candidatura en 1901, faltó el

sabio consejo de Victoria, para disuadir a Emilio de aceptar tan grande carga.

Lastenia, su nueva compañera y futura esposa, estuvo a favor de la candidatura, pues venía de

una estirpe luchadora, como lo había demostrado su tía, doña María Gamarra Elizondo de

Hidalgo, la “Ñata” Gamarra, cuando apoyó con dinero y persona a los Chapulos, en 1884.

La salud de Emilio no había presentado quebrantos que pudieran generar preocupación, más allá

de los normales para los habitantes de una ciudad tropical. Ante las limitaciones de los

diagnósticos médicos de la época, ni siquiera se tenía una idea clara de que sufriera problemas

cardiacos, lo que habría creado preocupación propia y familiar ante la necesidad de tener que

vivir en Quito, y las agitaciones que van con el cargo presidencial. Ante un estado de salud

relativamente bueno, no tuvo obstáculo para aceptar el reto que le propuso el Caudillo, para que

continúe el programa liberal radical. Eso sí, sin condiciones ni exigencias.

Una vez consultada a su familia, Emilio Estrada Carmona contestó a la propuesta en los

siguientes términos: “El voto del General Alfaro, que fue el primero que me ofreció, es el voto

dado por el Jefe del Partido y la garantía ante todos los liberales de mi honradez política.

Corresponder á la confianza que él depositó en mí, es patriótico deber que cumpliré”.

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Emilio Estrada Carmona aplicaría un programa liberal radical, pero sin injerencia del líder, pues

no aceptaría ser títere de nadie. Alfaro, que conocía el carácter de Emilio desde 1883, estuvo de

acuerdo y los preliminares de la campaña presidencial se iniciaron a partir del 11 de diciembre

de 1910, con el apoyo y beneplácito de don Eloy.

Nadie de la familia sospechaba que el corazón de Emilio ya había comenzado un proceso de

deterioro que se agravaría con las grandes tensiones, agotadoras jornadas y desengaños que

sufriría desde su proclamación como candidato hasta el día de su muerte.

Contrariando la voluntad de don Eloy, el Gral. Flavio Alfaro Santana, hijo de Ildefonso Alfaro

Delgado y sobrino suyo, se presentó también como candidato liberal radical, en abierto desafío a

la resolución del líder partidista. Las ambiciones políticas de Flavio causarían una reacción

negativa por parte de la opinión nacional, pues su candidatura fue vista como una pretensión de

la familia Alfaro de perpetuarse en el poder.

También se presentó la candidatura de don Alfredo Baquerizo Moreno, quien tenía participación

activa e importante dentro del Partido Liberal, pero del ala placista.

La campaña no fue fácil. Las intrigas comenzaron el mismo instante en que se anunciaron las

candidaturas, y las peores venían de las mismas entrañas del Partido Liberal Radical. Un grupo

de los alfaristas que rodeaban a don Eloy conocían la verticalidad moral y político-

administrativa de Emilio Estrada Carmona, y no deseaban entregar el poder a él, pues tenían

mucho que perder. Se perfilaba una situación similar a la de Lizardo García Sorroza en 1905.

Algunos alfaristas harían oposición a pesar del criterio de su líder, pues muchos intereses

estaban en juego.

Pero don Emilio no era hueso fácil de roer. Flavio no lo intimidaba, ni lo harían los alfaristas

que medraban de don Eloy. Él estaba consciente de la gravedad de la situación política y

económica del país y estaba decidido a enfrentarla, pues se había comprometido a ser candidato

liberal radical a la Presidencia de la República, con plena conciencia de esa difícil situación.

Una vez tomada la decisión, nadie ni nada lo disuadiría de ese compromiso que adquirió consigo

mismo y con la nación.

De inmediato, Emilio y Víctor Emilio se dedicaron por completo a la campaña política. Emilio

dejó la Gobernación y entregó la administración de la fábrica La Victoria, de acuerdo con Víctor

Emilio, a José Gómez Santistevan, el antiguo socio de la revista Patria, quien para entonces

había iniciando un negocio de importación de vehículos Studebaker, en sociedad con Víctor

Emilio quien, por su parte, pidió licencia indefinida de su cargo militar, siéndole concedida de

inmediato.

Su labor en la campaña sería la de secretario confidencial y asistente general de su padre.

Cumpliría misiones de inteligencia para verificar informes que se recibían de varios agentes

cuyos reportes, en algunos casos, requerían comprobación. También coordinaría la campaña con

los “Clubes Electorales Estradistas” que surgieron en varias ciudades.

Esos clubes estaban integrados por ciudadanos que tenían deseos de cambios, pero dentro del

esquema liberal. Por lo general, surgieron de los ciudadanos pensantes de las ciudades y los

pueblos, cubriendo una amplia gama del espectro social.

El primer grupo que se pronunció por la candidatura de don Emilio fue en Machala, donde el día

12 de diciembre de 1910, los líderes del liberalismo proclamaron su apoyo. A ese

pronunciamiento le siguieron otros, que ayudaron a don Emilio a consolidarse como el

candidato oficial.

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El 16 de diciembre de 1910 don Emilio emitió una Proclama a la Nación, aceptando

públicamente la candidatura que le había sido propuesta.

Emilio se dedicó a elaborar su programa de gobierno, que propondría a la opinión pública. Para

el día 26 tenía listo un borrador manuscrito.

Ni bien se concretó la candidatura de don Emilio, Flavio comenzó a mover sus influencias

militares contactando a varios jefes, para contar con el apoyo del ejército y ejercer así presión

electoral. Algunos oficiales informaron a don Emilio lo que estaba sucediendo, pues los Alfaro

habían ido perdiendo simpatía dentro del Ejército y muchos oficiales estaban en desacuerdo con

que la familia copara altos puestos en la Institución militar.

Esa actividad de Flavio generó la oposición del general en retiro Emilio María Terán, quien veía

con malos ojos el uso político del ejército. Desde el momento que se enteró de las actividades

flavistas en los cuarteles, el Gral. Terán decidió respaldar la Constitución, dando su apoyo a

quien saliera electo presidente. Terán había pasado a las filas de los alfaristas decepcionados.

Inicialmente, don Emilio pensó que Terán se había adherido al partido flavista y le comunicó a

su hijo que “la candidatura militar se trabaja…”. Los informantes de don Emilio le fallaron en

este caso, pues por ellos consideró a Terán como enemigo de su candidatura.

Los informes errados llegaron a incluir en la “candidatura militar” al mismo don Eloy, y

también revelaban que el Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez y sus adeptos se preparaban para la

lucha armada. Si Flavio no ganaba en las urnas, se daría un nuevo golpe de estado y se rompería,

otra vez, la Constitución. La situación era muy inestable e incierta. Los rumores hacían

enemigos a los amigos y amigos a los enemigos.

La presión de los alfaristas sobre don Eloy también causó desconcierto en don Emilio, al punto

que cruzó correspondencia cifrada con su amigo Eloy sobre la percepción de ambigüedad en el

apoyo del Caudillo a su candidato. Es demostrativo del afecto personal de estos dos personajes

el que mantuvieran todavía una tabla cifrada para mantener correspondencia privada.

Para el día 29 de diciembre don Emilio tenía completo y en limpio, mecanografiado por su hijo,

su programa de Gobierno, el cual se difundió a la opinión pública a través de hojas sueltas y en

publicaciones de prensa. Víctor Emilio lo cita completo en Vida de un Hombre, por la

importancia de su contenido, y como síntesis nos dice que “es un programa que tiende la mano

y la pide a todos los ecuatorianos”. También nos dice que por “personales razones no me toca

juzgarlo”. Y esa actitud es válida, pues él había sido partícipe, con su padre, en su formulación.

Ni bien fue conocido el programa de gobierno, fue motejado como “Libros y Arados” por la

opinión pública, y visto con muy buenos ojos pues daba esperanzas de progreso para el país.

Pero algunos alfaristas lo vieron con otros ojos, pues el programa tocó de manera clara dos

puntos que eran sensibles para sus intereses: El primero era el espinoso tema del alquiler de las

islas Galápagos a los Estados Unidos de Norte América, asunto que había sido inicialmente mal

visto por don Eloy, pero que en esos días lo veía favorablemente por la influencia de su entorno.

El otro tema era aún más delicado para los alfaristas y para Archer Harman, su amigo y

protegido, pues se trataba del Ferrocarril. En su programa de gobierno don Emilio decía

claramente: “La historia del Ferrocarril del Sur, historia de sangre y lágrimas, desengaños y

zozobras, pero de victorias al fin, requiere imperiosamente un epílogo que armonice y regule su

existencia, ciñéndola estrictamente a los intereses públicos como lo prescriben los contratos

vigentes y la honradez nacional”. Estas palabras por sí solas no dicen mucho, pero para quienes

estaban involucrados en las negociaciones de la deuda adquirida por la Guayaquil & Quito

Railway Company y los bonos del Estado con los que se la pagaba, era un tema explosivo. El

candidato Estrada estaba jugando con fuego, como lo hizo el Gral. Leonidas Plaza y lo intentó

su sucesor Lizardo García. Con Plaza no pudieron los beneficiarios de esa leonina deuda, pero a

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Lizardo García le costó el puesto. ¿Cuál sería el destino de Estrada al tocar este delicadísimo

tema? A Harman no le convenía ningún Presidente que enfrentara decididamente el asunto, pues

le convenía mantener el statu quo con los acreedores, encabezados por el financista Speyer,

quien manipulaba la cotización de la deuda ecuatoriana de acuerdo con sus intereses.

Esos dos temas, que formaban parte del programa de gobierno de Estrada, generaron la

oposición cerrada del círculo alfarista, quienes verían menguados sus intereses si el programa se

ponía en ejecución. El peligro era inminente, pues si ganaba Estrada no tenían la menor duda de

que intentaría, con tesón, aunque inevitablemente con oposición, cumplir con su programa.

El tiempo de campaña era corto. Las elecciones serían el día viernes 6 de enero de 1911. La

situación era tensa y los partidarios de los principales bandos contendores se manifestaban

públicamente, causando disturbios en las ciudades.

Don Emilio mantenía su influencia sobre los funcionarios públicos de la Provincia del Guayas y

el 29 de diciembre le manifestaba al Intendente de Policía, Sr. Puga, que previendo más

disturbios sería necesario “guardar algunos bulliciosos” antes del 31.

La campaña de don Emilio fue limpia y como parte de ella se publicaron notas de prensa que

exaltaban el carácter y la trayectoria política del candidato. Sus adversarios, los flavistas, en

cambio, trataron de utilizar todos los medios posibles para contrarrestar la simpatía que veían

claramente que estaba generando la candidatura de Estrada. Entre esos medios estaba la

calumnia y se acudió a todo tipo de rumores para tratar de afectar la popularidad de don Emilio.

Flavio se sentía confiado de sus gestiones ante sus amigos en el Ejército, pues algunos oficiales

le garantizaron un triunfo seguro. A nivel de la administración pública, la situación se la creía

igual. El influjo del aparato alfarista hacía sentir que el triunfo sería para Flavio.

Pero todo era un gran autoengaño. Flavio no tenía verdadera influencia sino en una minúscula

parte del Ejército y de la burocracia, cuyas mayorías estaban ya cansados de la injerencia de los

Alfaro en la administración pública.

Pocos días antes de la elección, el Jefe Militar de

la plaza de Guayaquil, general Pedro J. Montero,

descubrió que se preparaba un fraude electoral.

Encontró papeletas electorales escritas con la

misma mano, votando por dos candidatos: Flavio

Alfaro y Emilio Estrada. Las papeletas se usarían

para alegar fraude, de acuerdo con las

conveniencias del Gobierno.

Montero podía tener muchos defectos, pero nadie

lo podía acusar de falta de honradez o ingratitud.

Él idolatraba a Alfaro, pero también tenía deudas

de gratitud para con Estrada, quien le había dado

amparo cuando era perseguido por el Gobierno

de Cordero.

El Gral. Montero actuó como hombre íntegro: Se

mantuvo estrictamente neutral, confiscó todas

esas papeletas y puso en manos de don Emilio

una muestra de ellas. Indudablemente hizo lo

mismo con Flavio y don Eloy, y así neutralizó la

posibilidad de fraude en Guayaquil.

La suerte política estaba echada.

Papeletas que entregó el Gral. Pedro J. Montero a

Emilio Estrada Carmona

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Curiosamente, Víctor Emilio, al relatar este episodio en Vida de un Hombre, no menciona que el

“informante” fue el Gral. Montero, y lo creemos curioso porque no había razón para omitir este

hecho, que sería justificante de la neutralidad de Montero en acontecimientos posteriores.

El intento de fraude se pretendió hacer en el cuartel que comandaba el coronel Carlos Alfaro

Acosta, hijo de Medardo Alfaro Delgado, sobrino de Eloy y primo de Flavio, quien tenía control

de buena parte de las armas de la plaza de Guayaquil, y siendo un militar atrabiliario, como lo

reiteraría en pocos días, había el peligro de que intentara algún acto desesperado contra su jefe,

Montero, lo que tendría consecuencias terribles en la ciudad de Guayaquil.

Tal vez por eso mismo Montero tomó medidas de seguridad que neutralizaron el poder de

Carlos Alfaro, sin que esto afectara la amistad entre Montero y don Eloy, aunque sí se afectó su

relación con Flavio, quien contaba con el apoyo de su primo.

El Gral. Eloy Alfaro tenía claro que el antagonismo promovido por Flavio, quien se sentía

frustrado por no haber podido deshacerse de la oposición que tenía dentro del liberalismo

radical, estaba afectando la unidad del partido. Para ello convocó a una reunión en Guayaquil

entre los dos candidatos, la que se verificó el día 5, víspera de la elección. Víctor Emilio nos

dice que su padre “hizo todo esfuerzo decoroso para limar asperezas y disipar insidias”, pero

sin éxito. La reunión fue un fracaso.

Ese mismo día, Flavio había publicado una queja de supuestos ataques de simpatizantes

“estradistas” contra los suyos. Esto se trató en la reunión en la cual don Emilio aclaró esas

acusaciones, que Flavio quería sean investigadas por el Gobierno.

Don Emilio reforzó la aclaración hecha en la reunión, enviando una comunicación al Ministro

del Interior, Dr. Octavio Díaz, en la cual le dice: “Pido a Ud. permiso para reproducir una de

mis contestaciones en momentos en que un grupo de obreros me solicitaba una bandera

nacional que les sirviera de enseña: ‘Al pie de esta bandera el General Eloy Alfaro, el General

Flavio Alfaro, yo y los verdaderos liberales, hemos peleado siempre por el triunfo de las

mismas ideas, de los mismos principios que ayer, como hoy y como mañana, nos han de

conservar unidos para ser fuertes. Ustedes lanzan ‘vivas’ para mí: ¡gracias! pero tengo el

derecho de exigirles que no haya ‘mueras’ para nadie y menos para los compañeros de ayer, de

hoy y de mañana. ¡Viva el Ecuador!”.

Esta actitud de su padre reforzaba ante Víctor Emilio la entereza del partidario y compañero fiel.

Las votaciones electorales se realizaron sin mayores novedades el viernes 6 de enero de 1911.

A través del tiempo, algunos historiadores que no han realizado investigaciones en fuentes

primarias, sino que basan sus trabajos en fuentes secundarias, que a su vez se han basado en

fuentes cuestionables, han asegurado que don Emilio ganó la elección en base a fraude. Era una

“falsedad a medias”, como paradoja de una “verdad a medias”. Esa aseveración fue difundida

por los flavistas, frustrados por la bajísima votación popular lograda por su candidato.

En Vida de un Hombre, escrito en 1942, Víctor Emilio nos analiza la realidad de la elección:

“Libro de verdades y realidades éste, no voy a cometer el error de salpicarlo con un engaño

eludiendo en beneficio de mi padre, la eterna verdad histórica, de que los Presidentes en el

Ecuador son elegidos en muy poca escala por los civiles y en gran escala por los empleados y

dependientes de toda clase de los gobiernos. Sin embargo, en las elecciones de 1911, las dos

grandes ciudades, Quito y Guayaquil, organizaron clubes cívicos realmente representativos de

ciudadanía, de fuerza cierta y propia muy considerable, quizás una de las más considerables de

que pueden preciarse los Presidentes de las últimas décadas. En el resto del país la función

electoral se ejerció en la forma usual y tradicional hasta ayer”. Sin embargo, el autor debe

acotar que según los periódicos de la época, también había clubes electorales en ciudades como

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Ambato, Riobamba, Machala y Tulcán, de tal forma que en esas ciudades se debe haber actuado

en buena medida como en las dos ciudades más grandes.

Los jefes de campaña de Estrada tuvieron el resultado del escrutinio de las urnas electorales del

Guayas el mismo día, gracias a la acción de los telegrafistas, casi todos pro-Estrada, en los

distintos puntos de la Provincia. El triunfo de don Emilio era contundente, con una enorme

diferencia sobre Flavio y mayor aún sobre don Alfredo Baquerizo Moreno, quien sacó muy

pocos votos. Los resultados en Guayas, salvo Puná y Guayaquil, que no habían dado los

resultados para cuando se reunió la información y se transmitió a don Emilio, eran así: Emilio

Estrada Carmona: 2.121 votos; Flavio Alfaro Santana: 110 votos; Alfredo Baquerizo Moreno: 6

votos.

Proporción parecida se repitió en las otras provincias, salvo Manabí y Esmeraldas, que tenían

especial afecto por los Alfaro y donde la diferencia fue menor.

En el escrutinio final a nivel nacional, don Emilio obtuvo 103.024 votos, Flavio 3.708 y don

Alfredo 2.583.

Una de las revistas gráficas de Quito, publicó imágenes del día de las elecciones.

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Curiosamente, las fotos con su hijo y esposa eran muy antiguas.

Víctor Emilio nos narra la actitud de su padre ante el triunfo electoral: “Al día siguiente de las

elecciones, el triunfador ni se envanece ni se ciega. Le domina como siempre el deber y éste, se

lo dice su conciencia, es seguir incansable tocando a somatén para la unión de los

ecuatorianos. Se dirige públicamente en carta política, a todos sus amigos que lo ayudaron en

la elección; entre otras cosas dice proféticamente en ese documento: ‘Hay entre los

ecuatorianos y yo, un programa que garantiza los adelantos materiales y morales conquistados;

hay la victoria obtenida por ustedes en los comicios electorales; hay la aceptación nacional del

programa que ustedes acogieron, y, por qué dudarlo? Hay el patriotismo de los adversarios de

ayer, camaradas del mañana, que también cooperarán desde que la concluida ayer en la

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República, no fue lucha de sangre y exterminio’ (…) y es por esto que me he permitido

distraerlos de sus atenciones, para que ustedes (…) sean también los laborantes en la oportuna

y patriótica campaña, yendo conmigo ante mis conciudadanos, hasta obtener la realización del

programa que, tanto es de ustedes como mío, y que ha merecido buena acogida de la mayoría

nacional; porque tiene por base la conciliación de la familia ecuatoriana”.

Era una maravillosa intención, pero no se la lograría concretar, como nos aclara Víctor Emilio:

“Para desgracia del Ecuador, para la ruina, entonces sellada, del liberalismo doctrinario,

desde ese momento hasta Agosto, el tiempo parece decurrir sólo para la vida de intriga y

ambición. Es que sienten peligro de carecer de ambiente, si una mano férrea los domina”.

Vemos que a pesar de su juventud, Víctor Emilio tenía muy clara la situación electoral y política

del país. Su apreciación de la situación era muy acertada, como nos lo confirmarán los hechos

que se dieron después de la elección.

Efectos post-electorales

No tardaron los perdedores flavistas de las elecciones en iniciar campañas sucias para tratar de

lograr, por medios artificiosos, lo que no habían logrado en las urnas.

Víctor Emilio nos relata: “El General Flavio Alfaro hace lo indecible para inclinar la voluntad

del General, su tío, que tradicionalmente le fue desfavorable, y acusa a mi padre de tendencias

conservadoras!!! Citado por don Eloy para concurrir en Guayaquil a una especie de careo,

(Flavio, luego de la elección) nada puede alegar y se excusa con generalidades e imprecisiones.

Mi padre se dirige a los comités electorales, les describe la conferencia y explica su

resolución…”. En una parte de esa explicación don Emilio dice: “Solicitado por mí para que

formulara el más leve cargo aunque solo fuera una oferta hecha por mí de una comisaría de

policía a un conservador, dijo que no había venido a hacer declaraciones sino a cumplir un

deber de gratitud para su tío. Momentos después declaró que la evolución sería tan pacífica,

que se limitaría a separar a unas pocas personas. Hoy he recibido anónimos, suplicándome

unos, amenazándome otros, pero todos PIDIENDOME LA RENUNCIA…”.

Esta última parte nos muestra la persistencia de Flavio para adueñarse del poder de manera

ilegítima. Su declaración de “evolución pacífica” era, por supuesto, si el ejecutor era él y los

“pocos separados” serían servidores de su tío Eloy. Al verse desenmascarado ante su tío y con el

fin de acabar con la reunión, Flavio aparenta aceptar los resultados, para desconocerlos

nuevamente ni bien salió del aposento.

Pero el asunto de fondo era la protección del negocio familiar en que se había convertido el

Gobierno del Ecuador. Habría intentos golpistas por parte de flavistas y alfaristas hasta el día

mismo de la muerte de don Emilio y luego, por esa misma ambición, vendrían los eventos de

enero de 1912.

Víctor Emilio agrega: “El flavismo contaba con el apoyo del propio General Alfaro. Del

Batallón Alhajuela y del parque militar de Guayaquil, habían salido rifles nuevos y municiones

abundantes que el Coronel Carlos Alfaro (Acosta), su jefe, llevó a sus haciendas de Los Ríos, y

que ya desde Marzo de 1911 andaban en manos de un embrión de montoneros que, en número

de 30 más o menos, vivaquearon en los sitios de California, Morocho y Gualubí, y por las

haciendas “Muralla” y “Resbalón”, como lo demuestran las comunicaciones del Jefe Político

de Babahoyo (…) con fecha 10 y 14 de Marzo. Meses después ese embrión se convirtió en

núcleo importante, al que hicimos capitular después de perseguirlo hasta las playas de la

provincia de Manabí”.

Otros lugartenientes de Flavio hicieron grandes esfuerzos por sublevar las provincias de

Imbabura y Carchi a su favor, pero sin éxito.

Las artimañas de los flavistas llegaron a la propagación de rumores de que los “estradistas”

estaban atacando a familiares indefensos de don Eloy. Flavio le telegrafió a su prima Colombia

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Alfaro, hija de don Eloy, manifestándose alarmado por rumores de que una turba estradista se

había congregado fuera de su casa para insultarla.

Colombia, que no andaba con majaderías, le contestó de inmediato que no había nada de cierto

en el rumor, y Flavio se quedó sin una de las excusas que buscaba para enfrentar a don Emilio

con don Eloy.

La organización revolucionaria de Emilio María Terán.

Las fuentes de inteligencia de don Emilio Estrada Carmona no eran totalmente confiables, pues

cometieron algunos errores que podían haber tenido graves consecuencias.

Uno de ellos estuvo relacionado con las intenciones del general Emilio María Terán, oficial de

tendencia liberal que se había desencantado con las políticas de don Eloy y había sido pasado al

retiro. Terán, oficial muy querido por sus subalternos y con influyente grado de comunicación

con todos los niveles de tropa, inició un movimiento que tenía como propósito defender la

sucesión constitucional ante los preparativos que realizaban agentes dentro del Ejército, ya sea a

favor de Flavio, o a favor de una nueva jefatura suprema de don Eloy. Terán comenzó a armar

esta organización antes de las elecciones y su intención era defender el mandato electoral, gane

quien gane.

Los informantes de don Emilio le comunicaron que el movimiento de Terán era para beneficio

propio y de los flavistas. Víctor Emilio también lo creyó, pero luego de pocos meses se llevaría

una inesperada sorpresa que cambiaría de un día a otro la precaria situación de la sucesión

presidencial. Él nos dice poco después de la elección: “Sigilosamente se prepara otra

revolución, que tiene la peculiaridad de irse en triple embestida contra don Eloy, contra Flavio,

y, casi ciertamente, contra mi padre. El General Emilio María Terán, con una habilidad y sigilo

únicos, jamás igualados en la historia de la mecánica de nuestras revoluciones, había

completado un organismo perfecto con el cual posiblemente habría variado la faz de la política

ecuatoriana…”.

Don Emilio agradecido con el pueblo.

El día 12 de enero don Emilio emitió una carta pública de agradecimiento al pueblo del Ecuador

y a quienes habían colaborado en su campaña. Pero tanto como agradecimiento, era un

recordatorio de que al apoyarlo, habían adquirido un compromiso para con el sistema

democrático del país.

Para el día 13 de enero, don Emilio ya había recibido una sugerencia de nombres para sus

colaboradores. Esa intervención inicial, por parte de un poco conocido señor Costales, era el

mensaje visible de un grupo influyente que trataría, hasta después de la posesión y desde atrás

de un velo, de manipular los nombramientos de la administración pública, con fines de interés

particular. Don Emilio se resistió a las presiones desde el primer momento, vinieran éstas de

quien vinieran, pero eventualmente tuvo que claudicar. Por ahora, los nombramientos irían al

mejor hombre para el puesto, y no por razones de amistad o influencia económica o personal.

A pocos días de la elección popular se veía que el largo período entre la elección y la posesión

sería duro y complicado.

El intento de arrendar las Galápagos

Como parte de la campaña sucia para desprestigiar a don Emilio, los alfaristas trataron de

transferir a él la intención de arrendar las Islas Galápagos, acto con el que simpatizaban en ese

momento don Eloy y sus allegados, por el ingreso económico que implicaba el trato, y contra el

cual se habían manifestado don Emilio y un grupo de notables liberales. Víctor Emilio nos dice:

“Y como la insidia política se insinúa ya con las usuales fórmulas, cuando lo eligieron

Presidente de la República, no deja pasar la oportunidad, y presidiendo un grupo de notables

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convocado por disposición del Gobierno, ‘para absolver una consulta sobre la negociación de

las Islas Galápagos’, transmite su respuesta y la del grupo…” que unánimemente había

rechazado la sugerencia. Esta resolución se comunicó al presidente Alfaro el día 20 de enero.

Los alfaristas querían que se concrete el arriendo, pues estaba ligado a un jugoso ingreso para el

Fisco, del cual podrían disponer antes del cambio de mando, pero como el tema se volvía

impopular y afectaba a la imagen del presidente en ejercicio, sus allegados hicieron todo lo

posible por traspasar la carga política al presidente electo.

Numerosos artículos de la prensa alfarista y de oposición insinuaban, de manera creíble, que don

Emilio simpatizaba con la idea, lo que obligó a don Emilio a desmentirlos, pues no aceptaba que

se le impute algo a lo que se oponía vehementemente. Para el día 30 de enero el ataque era tan

virulento que don Emilio publicó una hoja suelta, en la cual deja muy clara su posición e incluso

da una lista de documentos publicados en los medios no alfaristas, que dejan muy en claro la

realidad de la situación, que era de oposición a la propuesta de arriendo de las islas.

Las revistas satíricas de oposición se prestaban para dar cabida a esos rumores contra don

Emilio, y continuarían explotando el tema durante algunos meses. Abajo vemos una caricatura

de don Emilio en la revista Brochazos, la cual se refiere a la reunión de notables ya mencionada.

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Otra caricatura, por el dibujante Fray Evaristo, de El Guante, transmite el mismo mensaje sobre

complicidad en la intención de arrendar las islas.

En ambas, vemos a don Eloy en el trasfondo: en Brochazos en un pequeño altar sobre el dintel

de la puerta de la cocina de don Emilio, y en El Guante observado a través de un hoyo en la

pared. Los galapaguitos a los pies de don Emilio son elocuentes.

Caricaturas como estas, injustas y alejadas de la realidad, disgustaban a don Emilio y a su hijo,

como lo han hecho con todos los políticos a través del tiempo. Durante sus períodos en la

Gobernación, don Emilio habría clausurado esos medios, pues seguía la línea alfarista de control

de la información que consideraban perjudicial. Como Presidente electo, no tenía otro recurso

que la réplica a través de hojas sueltas, pues entonces, al igual que en el presente, la prensa era

renuente a las retracciones y las disculpas por injurias.

Uno de los afectados por la elección de don Emilio era Archer Harman, quien veía que se le

venían tiempos difíciles por la política sobre el ferrocarril Guayaquil & Quito ya declarada por

el Presidente electo. El 9 de marzo el periódico capitalino La Prensa, dirigido por el liberal

placista Luis Napoleón Dillon, publicó la noticia de un juicio que se seguía en Quito contra

Harman por abuso de confianza contra fondos públicos. Harman logró que la demanda

simplemente se desvaneciera, pero sabía que con don Emilio en el poder, no tendría el mismo

nivel de privilegios que gozaba en el período de don Eloy.

A pesar de que en la práctica la Guayaquil & Quito Railway Company mantuvo para con don

Emilio y su gobierno la deferencia debida al primer mandatario electo y luego en ejercicio, en el

fondo les era inconveniente tener en el poder a un fiscalizador de su obra.

Se funda el periódico La Unión.

Como los ataques contra don Emilio se tornaban virulentos y no era posible enfrentarlos a través

de hojas sueltas con la misma efectividad que los periódicos, sus allegados consideraron

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necesario establecer un medio que diera a los hechos una visión “estradista”, aunque los

editores, Víctor Emilio Estrada Sciacaluga y Adolfo Gómez Santistevan, declararon en el

prospecto, en la primera página de la primera edición, que sería un periódico totalmente neutral.

Era una declaración vana, pues todos los periódicos políticos surgidos como resultado de luchas

electorales y políticas, tenían su tendencia claramente marcada.

El periódico, según se declaraba en sus primeras ediciones, era impreso en la imprenta La

Unión, la cual no existió. Luego salió a luz que era impreso en la imprenta La Victoria, nombre

que también tuvo la empresa editorial que publicó la revista Patria durante el período en que la

revista perteneció a la sociedad de Víctor Emilio con José Gómez Santistevan. Eso quiere decir

que Víctor Emilio debe haber conservado las máquinas de la antigua imprenta.

Adolfo se desempeñó, por cierto, muy bien como Editor del periódico, el que cumplió su

cometido desde su primer número, el 13 de marzo de 1911, hasta el último, la edición N° 289,

del 10 de enero de 1912. Víctor Emilio fue el Director del periódico.

A continuación el encabezamiento del primer número de La Unión.

De gran interés para esta biografía es la declaración que hacen los editores en la primera página

de esa primera edición, pues nos enuncian claramente su creencia política. Declaran los editores:

“NUESTRO PROGRAMA. No son promesas deslumbradoras, no brillantes ofertas las que

vamos a expresar. Nos concretamos sencillamente á declarar nuestra filiación política y los

propósitos que abrigamos en orden á las labores periodísticas que iniciamos con la publicación

de un nuevo diario.

Afiliados á una escuela política de principios avanzados, somos liberales doctrinarios, liberales

por estudio y convicción.

Pertenecemos á una causa política, á un Partido; y son esa causa y ese Partido los que pueden

contar con nuestros desinteresados servicios, con nuestro decidido, aunque modesto apoyo, en

cuanto diga relación con los bien entendidos intereses colectivos y con las nobles aspiraciones

de hacer prácticos nuestros salvadores principios”.

Esta es una declaración personal de los editores y representa la ideología que regiría tanto a

Víctor Emilio como Adolfo durante toda su vida política.

A continuación agregan el propósito específico de La Unión: “Por lo mismo, uno de nuestros

más justos y elevados anhelos, fundado en las más pura doctrina liberal, es la de la

reconciliación y unificación de los elementos, hoy dispersos, del gran Partido Liberal

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Ecuatoriano; de ese Partido que se presentó respetable y fuerte en sus largas y heroicas luchas;

respetable por lo elevado de sus ideas; fuerte por la cohesión de sus filas”.

Esta declaración no era producto de la ingenuidad política de dos jóvenes, uno de 19 y otro de

23 años, pues tenían detrás a don Emilio, por lo tanto es una declaración madura y sincera de la

aspiración que tenía don Emilio de mantener unido al Partido Liberal Radical.

La circulación de La Unión no podía pasar desapercibida por sus rivales. Los editores de El

Guante, periódico satírico de Guayaquil, no se pudieron contener de hacer sus mordaces

comentarios contra La Unión, pues de inmediato se trabaron en una polémica, ya que mientras

El Guante criticaba al Presidente electo, La Unión les devolvía las críticas con algo de aumento.

Veamos un ejemplo del 30 de marzo de 1911, citando a El Guante en un artículo denominado

“Admirable!”: “Si, señores; admirable es el sistema que ha adoptado el periódico La Unión,

órgano indiscutible del estradismo con todas sus consecuencias, para contestar los artículos de

El Guante. En cuanto este bisemanario publica un artículo en el cual prueba que el estradismo,

por una ú otra causa, mete la real patita, al punto el diario nombrado lo parodia, donde dice

“Estrada” pone nuestro nombre y revirtiendo las frases nos dirige las increpaciones hechas al

futuro presidente (…) ¡Como queda de mal el papá con esa clase de defensas!”. Y es que los

noveles pero flexibles editores de La Unión, respondían a cada periódico crítico con su propia

horma. El Guante no pudo dejar de establecer la relación consanguínea entre el Director y el

Presidente electo, para tratar de descalificar la solvencia de los argumentos. La Unión fue un

importante instrumento en la defensa de don Emilio ante los ataques permanentes de la

oposición, que venía principalmente desde adentro del mismo liberalismo.

Matrimonio de don Emilio con Lastenia Gamarra Menéndez.

Noticia del enlace publicada en El Telégrafo

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Luego de pocos meses de noviazgo y mucho esfuerzo, Lastenia se ganó la simpatía de las

hermanitas Estrada Sciacaluga, quienes aceptaron sin más objeciones el matrimonio de su padre.

El día sábado primero de abril en la noche, se verificó en una sola ceremonia el matrimonio civil

y el eclesiástico, en la casa de la novia.

Hasta donde sabemos, no hubo “luna de miel”, pues las circunstancias políticas no permitían un

minuto de descanso. Los novios pasaron a vivir en la casa de don Emilio, pero sin las tapias de

separación que en algún momento, al inicio del noviazgo, reclamaron las hermanitas Estrada

como condición para permitir el ingreso de Lastenia.

Víctor Emilio nos relata lo ocurrido el día del matrimonio: “El día de la tercera boda de mi

padre, mis hermanas y yo nos sentamos a la mesa. Por la tarde, doña Lastenia Gamarra de

Estrada y mis hermanas, eran ya las amigas, la familia que continuara siendo hasta hoy y hacia

quien la suerte nos ha permitido cumplir respetable deber como esposa que fue de nuestro

padre. Séame dable agregar que si sus lecciones de amor paternal contribuyeron al resultado,

doña Lastenia por su parte dio altísimo ejemplo de discreción y de tan fino criterio, que esa

amalgama familiar, tan penosa sino fracasada por lo general, se realizó en nuestro caso, en

suave transición, apenas revelada”.

Los meses de abril y mayo transcurrieron en medio de una campaña periodística de fuego

cruzado entre los partidarios de Flavio, don Emilio, don Eloy, los liberales placistas y los

conservadores. Para don Eloy, los más peligrosos rivales eran los liberales placistas y el

periódico que los respaldaba, La Prensa, de Quito. Este periódico, dirigido por Luis Napoleón

Dillon, liberal fogoso y enemigo de la corrupción en que había caído el alfarismo, era muy

crítico de todo lo relacionado con el gobierno de Alfaro y por ello los obsecuentes servidores de

don Eloy mandaron a destruir sus instalaciones, con el fin de callarlo. La reacción nacional fue a

favor de La Prensa y condenatoria hacia el General, y el ataque contribuyó al desprestigio del

gobierno alfarista. Con apoyo de muchos simpatizantes, para el 23 de mayo los talleres gráficos

estaban restablecidos y el periódico circulando otra vez. Continuó invariablemente con su línea

política y lo único que consiguió el alfarismo fue hacer más patente su apego al autoritarismo y

su intención de irrespetar los derechos políticos de sus adversarios.

El día 22 de mayo de 1911 Víctor Emilio cumplió 20 años en el calor de su hogar familiar y la

compañía de sus amigos íntimos. La celebración incluyó a los Sciacaluga, los Gamarra, que se

integraban a la familia con doña Lastenia, y contó con la adición de un grupo familiar que

cambiaría su vida: Los Icaza Marín.

Don Emilio y su familia van a Quito

La política no daba tregua y la paz familiar se alteró al día siguiente del cumpleaños de Víctor,

pues en un intento por restablecer la relación de cordialidad que siempre había tenido con el

Caudillo, así como para evaluar la situación política en la Capital, don Emilio y su familia

viajaron a Quito en tren expreso el 23 de mayo en la madrugada, llegando el mismo día a las

cuatro y media de la tarde. Estuvo a recibirlos el presidente Alfaro, deferencia que auguraba el

restablecimiento de la amistad plena entre los amigos desde hacían 28 años.

La estadía de don Emilio en Quito fue relativamente tranquila en cuanto a la situación política.

Tanto es así que las noticias de sus actividades durante esos días son escasas y el corresponsal

en Quito de El Telégrafo, por dar alguna noticia, aceptó como verdadero un reportaje falso de

que una turba había atacado a don Emilio en el hotel Royal. El corresponsal era Julio E.

Moreno, joven liberal que estaba por entrar en la política. Don José Abel Castillo, director de El

Telégrafo, quien tenía buen olfato de periodista, presintió que había algo malo con la noticia

enviada de Quito y la cuestionó, para comprobar de inmediato que era falsa. Compungido,

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Moreno pidió disculpas a don José Abel y dio los nombres de quienes le habían dado el falso

reportaje. El Telégrafo, prudentemente, no había publicado la noticia, que habría causado mucho

malestar en Guayaquil.

La simpatía hacia el Presidente electo por parte de elementos del Ejército se manifestó de

manera concreta a través de una carta de respaldo del Director de la Escuela de Clases, el

comandante L. A. Fernández. Don Emilio los visitó el 1° de junio, acompañado por su hijo, el

capitán Estrada.

Si bien las relaciones entre don Emilio y don Eloy parecían estar muy buenas, en el fondo ya

había un distanciamiento que les impedía comunicarse efectivamente, como los amigos que

eran.

Para el día 4 de junio, don Emilio estaba de regreso en Guayaquil. Don Eloy llegó poco después

al puerto, en mal estado de salud.

Como la lucha intestina dentro del Partido Liberal Radical estaba afectando su imagen

institucional en el país, un amigo en común entre don Emilio y Flavio Alfaro, Julio Essau

Delgado, se ofreció ante ambos como mediador, con el fin de “Buscar la unidad Liberal que

camina al abismo”. Su ofrecimiento no tuvo eco por parte de los protagonistas, pues a estas

alturas las diferencias políticas y personales eran irreconciliables.

Los comités electorales en las principales ciudades del país no se habían desbandado luego de la

elección, ya que todos tenían muy claro que habría que luchar hasta el día de la posesión del

nuevo Presidente. Uno de los líderes de los comités y al mismo tiempo amigo de don Eloy y don

Emilio, era don Nicolás F. López, un periodista quien se mantenía alerta ante cualquier

problema. Él detectó que se intrigaba en Riobamba y se desplazó a esa ciudad, donde logró

neutralizar una conspiración urdida por simpatizantes de Flavio Alfaro Santana. López también

se percató que el coronel Olmedo Alfaro Paredes, hijo de don Eloy, estaba apoyando a su primo

Flavio, ejerciendo influencias sobre su padre. Con fecha 24 de junio escribió un extenso reporte

a don Emilio, en el cual da cuenta de sus actividades y sus esfuerzos por lograr que Olmedo

entre en razón y no se deje manipular por Flavio. Como su gestión fue infructuosa, consideraba

que la única forma de llegar a una transición presidencial pacífica sería logrando que Olmedo

salga del país y así don Eloy se libere de su influencia, que era perjudicial para toda la causa

Liberal.

De igual opinión que López era otro amigo de don Eloy y de don Emilio, el doctor Octavio

Díaz, ahora ex ministro de Alfaro.

Díaz influyó en don Eloy, y para los primeros días de julio Olmedo había sido designado Cónsul

del Ecuador en New York. Con la ausencia de Olmedo, el cansado General podría escuchar a

voces más mesuradas. Pero Olmedo, por la situación, no viajó para posesionarse.

Se funda periódico La Constitución

El Tiempo, periódico que se publicaba en Guayaquil y en Quito, dirigido por el ex coronel

Luciano Coral, ferviente alfarista y flavista, estaba ejerciendo una feroz oposición a don Emilio,

recurriendo a la calumnia descarada para lograr sus propósitos. Para contrarrestar los efectos en

Quito, los editores de La Unión, con el apoyo de estradistas, publicaron, a partir del primero de

julio de 1911, un periódico bisemanal vespertino denominado La Constitución, el cual se

declaró “Órgano del Comité Electoral Emilio Estrada”. Su centro de distribución en Quito era

la oficina de La Unión, y era impreso en los talleres de El Comercio. Los estradistas de la

Capital que participaron en la fundación del periódico fueron el Dr. Octavio Díaz, ex ministro de

Alfaro; Julio E. Moreno, corresponsal de El Telégrafo; Luciano Terán C. y R. M. Sánchez.

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Desde el primer número se puede ver que el contenido de La Constitución estaba estrechamente

ligado al de La Unión y seguía la misma línea editorial.

Ambos periódicos serían herramientas muy útiles en la lucha por defender el derecho de don

Emilio para acceder a la primera magistratura, derecho que se lo quería negar Flavio Alfaro

Santana para satisfacer sus propias ambiciones personales. La lucha periodística sería sin

cuartel. Flavio utilizaría a El Tiempo de Guayaquil y Quito como su herramienta principal,

mientras Emilio, con el respaldo de su hijo y Adolfo Gómez, utilizaría sus dos periódicos para

responder y atacar de acuerdo con las necesidades de cada campaña de acusaciones e infundios.

Los demás periódicos, si bien manejaban su propia información, solían hacerse eco de los

“periódicos oficiales” de los contendores.

Pero precisamente la situación de “contendores”, cuando la elección había sido tan

abrumadoramente favorable a don Emilio, era una de las razones que hacía necesaria esta prensa

parcial. Flavio no quería aceptar la derrota. Quería ganar por medios artificiosos lo que había

perdido en buena lid.

Encabezamiento del primer número de La Constitución

Desde julio el nuevo campo de batalla dialéctico sería el Congreso Extraordinario, convocado

por don Carlos Freile Zaldumbide, encargado del poder ejecutivo mientras don Eloy estaba

recuperando su salud en Guayaquil. Don Eloy le dispuso la convocatoria sin agenda fija a

instancias de la facción flavista de su entorno íntimo, lo que les daba campo para tratar en el

Congreso lo que Flavio quería: La nulidad de las elecciones de enero, para que se designe a

dedo, por parte del Congreso, al nuevo Presidente, que Flavio manipulaba para que sea él

mismo.

Con lo que Flavio no contó es que, frente a esa posibilidad, hacia mediados de julio don Eloy

empezaría a considerar que, de anularse las elecciones de enero, lo más conveniente sería que él

mismo sea designado nuevamente como Presidente por el Congreso y su período se extienda.

Por otro lado, informes médicos sobre el estado de salud de don Emilio llegarían a oídos de don

Eloy por esos mismos días, y él vio como otra salida el que Estrada renuncie antes de la

posesión, creando así un dilema constitucional que, según él, sería resuelto con la extensión de

su período, pero que por mandato constitucional correspondería a un encargo del Poder

Ejecutivo por parte del presidente del Senado, don Carlos Freile Zaldumbide.

Curiosamente, don Eloy no veía su propio estado de salud, que era pésimo. El mes de junio tuvo

que abandonar la Capital para ir a Guayaquil con el fin de recuperarse de un problema de salud.

Recién retornó a Quito el 8 de julio, con su salud relativamente recuperada, pero en términos

generales el Presidente estaba agotado físicamente y su estado mental no era el necesario para el

ejercicio de la presidencia de la república.

Mientras don Eloy se encontraba en Guayaquil, el comandante Giacometti, un oficial que

simpatizaba con Olmedo Alfaro, tomó la iniciativa de trasladarse a Tulcán y determinar, de la

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forma más artificiosa, que los pueblos del norte del país estaban contra la posesión del

Presidente electo. Notificó sus apreciaciones a Olmedo, quien le dispuso que envíe al Presidente

un telegrama con esa información. Giacometti hizo lo ordenado, pero el telegrama pasó por

mano del Director de Telégrafos y Teléfonos, Ermel Fiallo Sanmiguel. Él, por iniciativa propia,

consultó al Gobernador del Carchi, quien le desmintió las palabras de Giacometti. Fiallo dispuso

que ese telegrama no le sea enviado al Presidente “para evitarle un disgusto”. Pero como vio

que se trataba de un acto de mala fe que tenía como único propósito minar la voluntad de don

Eloy y su confianza en don Emilio, le envió a él una carta con los cables no enviados.

Esos documentos, que constan en los archivos de Víctor Emilio, son una muestra de cómo

Olmedo estaba manipulando a su padre para alejarlo de la Constitución y encaminarlo hacia una

nueva Jefatura Suprema.

Los ataques de El Tiempo contra don Emilio recrudecían. Se imprimían calumnias que tenían el

fin de distanciar a varios sectores, especialmente el militar, del Presidente electo.

Ante esto, con fecha 5 de julio, se publicó en La Constitución un telegrama de don Emilio que

tenía el fin de hacerse público, el cual decía: “Acabo de ver una hoja suelta en la que se asevera

que yo he solicitado del General Eloy Alfaro el destierro del General Flavio Alfaro, de Olmedo

y de los Jefes y soldados de la guarnición de Quito. / Los Sres. redactores de <El Tiempo>

están abusando del ningún caso que hasta aquí he hecho yo de sus calumnias. / Jamás he

pensado en el menor acto de hostilidad contra ninguno de los militares ni de los empleados, por

el simple hecho de serme adversos, si el país los necesita y le son útiles; no hay por qué

removerlos. Siempre los he considerado como mis compañeros de ayer, de hoy y de mañana. /

Amigo, / Emilio Estrada”.

En ese momento don Emilio no sabía lo oportuno que había sido el texto de esta comunicación,

pues los militares de guarnición en Quito estaban en un estado de incertidumbre, debido a las

actividades de los flavistas por un lado, y de la organización del general Terán por otro.

Las actividades flavistas en la Capital durante el mes de junio, determinaron que don Emilio

decidiera enviar a su hijo a Quito, para auscultar la situación política.

Acusaciones infames

A las acusaciones de acercamiento con los conservadores, los flavistas, a través del periódico El

Tiempo de Guayaquil y Quito, agregaron una afrenta personal a don Emilio, al declarar

explícitamente que era hijo de un traidor a la Patria. Semejante acusación se basaba en la firma

del protocolo de Mapasingue, en 1860, en un momento histórico en que el padre de Emilio, el

doctor Nicolás Estrada Sirio, se desempeñó por breves días como Canciller del general

Guillermo Franco, Jefe Supremo del Guayas.

Los editores de La Unión realizaron una adecuada defensa, demostrando documentadamente, en

artículos que se extendieron por tres ediciones, que no había habido tal traición por parte del

doctor Estrada, y que los editores de El Tiempo habían manipulado la documentación histórica

para llegar a esa descabellada conclusión. Lamentablemente, esa infamia trascendió en el

tiempo, contribuyendo a la tergiversación de la historia ecuatoriana.

Los ataques de los flavistas no cesaban y ahora se unían los de los alfaristas, que ya mostraban

su interés por la prolongación del mandato del presidente Alfaro, pero con plenos poderes.

Cansado de tanta acusación sin fundamento, don Emilio elaboró una carta a los clubes

electorales, la cual era en realidad un manifiesto a la nación, para desvirtuar los justificativos

flavistas y alfaristas de anulación de las elecciones y los pedidos de renuncia. Ésta fue publicada

en el periódico La Constitución, de Quito, el ocho de julio y citamos varias partes de ella.

A la acusación de que estaba aliándose con los Conservadores don Emilio contestó: “Tampoco

es racional suponer que siendo yo uno de los actores, si bien pequeñísimo, de la transformación

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política de 1895, he de volverme contra las libertades que contribuí á conquistar con largos

años de campañas, de prisiones y destierros, y en estrecho compañerismo con el General Alfaro

y con ese Ejército creador, sostén y esperanza de dichas libertades”.

A la acusación de que buscaba separarse del Caudillo contestó: “El señor General Alfaro y

cuantos lo rodean han oído mis reiteradas solicitudes para que se exhibiera siquiera un motivo

que diere margen á sospechar de mi honradez política ó á suponer una traición de mi parte; y

todos han oído las evasivas que se dan para eludir la respuesta precisa”. Y agrega: “Se me

supone gratuitamente la intención de deslindarme de mi viejo amigo y compañero; tal cargo

merece un rechazo especial y enérgico, porque es notorio que la honradez, la lealtad han

caracterizado siempre todos los actos de mi existencia”.

También amenazaban que cambiaría a todos los servidores públicos, a lo cual contestó: “Se teme

infundadamente cambios en el personal administrativo: debo declarar que jamás he pensado en

semejante pequeñez; aparte, naturalmente, de aquellos que se hagan indispensables por

especialísimas circunstancias”.

A la acusación de que tenía odio al Ejército contestó: “La superchería de mi odio, oposición ó

enemistad para con el Ejército, es inventada á falta de algún cargo serio y como medio

apropiado para apoyarse en tan valioso elemento, concitándome al mismo tiempo, su

animadversión. Con tal fin hanse ideado y publicado dichos y anécdotas ridículas que

desaparecen al solo recuerdo de los esfuerzos que, desde luego obligado por el patriotismo,

hice en mi calidad de Gobernador del Guayas durante el pasado conflicto con el Perú, para

subsanar victoriosamente las necesidades de un Ejército superior á lo que permiten sostener los

recursos económicos normales del Ecuador”.

A la acusación de ser un jefe demasiado estricto contestó: “Si fui estricto con algunos militares,

mucho más severo me manifesté para con los empleados civiles, siempre que se trataba del

buen servicio y del decoro de la Administración”.

Sobre los pedidos de renuncia dijo: “Desde que la ambición comenzó á avivar la tea de la

discordia manifesté en diversas ocasiones al ilustre Jefe del Partido Liberal encontrarme

dispuesto á volver á la tranquilidad de mi hogar pero ni éste ni los amigos que sostuvieron mi

candidatura han querido consentir en tal cosa, rechazándola enérgicamente. He allí la

principal razón que me asiste para no renunciar, aparte de que ni por un momento me lo han

insinuado siquiera quienes me dieron sus votos, cuya voluntad también debo obedecer”.

Para finalizar, proclamó: “Por encima de todos los ridículos prejuicios con que se pretende

abrumarme, desde que no han podido formular un cargo concreto contra mí, quedan en pie las

declaraciones de quien, en todo tiempo, ha sido considerado, por amigos y adversarios, como

un hombre honrado, consecuente y leal con los principios políticos que ha profesado y con los

hombres que los encarnan; ajeno á toda idea de represalia ó venganza; del todo indiferente á

los denuestos y á las calumnias; ceñido siempre á los deberes del ciudadano, y agradecido, por

lo tanto, á los que sacaron su nombre de su sencillo hogar para levantarlo al más elevado

puesto en la República”.

Estas declaraciones son una radiografía de la personalidad de Emilio Estrada Carmona en ese

momento político. Víctor Emilio había colaborado en la formulación de estas respuestas.

Su mayor fortaleza ante los infundios era la amistad y lealtad mutua que se mantenían entre

Eloy Alfaro y él, las que prevalecían por sobre los esfuerzos de los flavistas y de los mismos

alfaristas dentro del entorno íntimo de don Eloy. Pero las crecientes ambiciones de los alfaristas,

entre quienes se fortalecía el deseo de extender el período presidencial del General, sí lograrían

finalmente acabar con ese antiguo lazo de amistad.

Comienza a fraguarse la Revolución Constitucional

Inesperadamente, a comienzos de julio, se creó una situación que tendría efectos decisorios si se

veía que los intentos dialécticos por defender la Constitución no prosperaban.

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El día 3 de julio había sido asesinado el general Emilio María Terán en el hotel Royal. Algunos

historiadores dicen que fue por un lío de faldas y otros dicen que fue un plan alfarista. Su

desaparición súbita dejó en la orfandad al movimiento constitucionalista que había construido

metódicamente desde comienzos de año, dentro de las filas del Ejército en la Capital.

Terán, así como un grupo de oficiales, se encontraban en situación forzada de retiro del Ejército

por su posición política, lo que había generado su descontento con el alfarismo.

Providencialmente, apenas un cuarto de hora antes de su asesinato, el general Terán había

reunido en el hotel Royal a los oficiales subalternos que había tomado en su confianza para esta

empresa, y les había enfatizado su convicción de que debían “...tener por bandera la

Constitución y por nombre el del Presidente electo: Mi gloria será entregar la plaza de Quito al

designado por la Ley”. Las palabras de Terán fueron tomadas como un mandato por los

oficiales. Estaban convencidos de que el camino constitucional correcto era la posesión del

Presidente electo el 1° de septiembre.

Pocos días antes, Terán había informado de sus gestiones a doña Isabel Palacios Alvarado de

Espinosa, simpatizante de la causa estradista, quien había mantenido la información en secreto.

Los oficiales comprometidos, huérfanos de liderazgo, contactaron de inmediato a doña Isabel, a

quien pidieron sea el vínculo entre la organización que estaba montada, pero ahora sin líder, y

don Emilio Estrada Carmona.

Doña Isabel captó de inmediato la importancia de lo que le estaban pidiendo los oficiales y

luego de consultar con su marido, don Carlos Espinosa Coronel, escribió una carta urgente, el

día 5, a doña Lastenia Gamarra de Estrada, para que ella le comunique las nuevas a su marido.

De manera inesperada, los cuerpos que integraban la III Zona Militar, cuyo comando estaba

asentado en Guayaquil, se manifestaron, en una carta fechada 5 de julio, como decididos a

apoyar el orden constitucional. No tenemos documentos en cuanto al motivo de ese manifiesto,

pero no podemos descartar que don Emilio, invocando la amistad que se tenían, haya influido en

el general Montero y él a su vez en sus oficiales subalternos.

Lo interesante de éste pronunciamiento es que se dio estando en Guayaquil el presidente Alfaro,

pero no generó reacción por parte de él, lo que nos indicaría que en ese momento estuvo de

acuerdo con el manifiesto, o su estado de salud era tan malo que le impidió pronunciarse.

Con el general Montero a la cabeza, los oficiales de todas las unidades firmaron un comunicado

que decía: “No es posible ya quedarnos en silencio ante las calumniosas aseveraciones que á

diario y sin escrúpulo ni miramientos de ninguna especie lanza <El Tiempo> de esta ciudad

relativas todas á asegurar la infidelidad del Ejército contra los principios liberales radicales.

¿Es o nó calumnia el decir que todo el Ejército está resuelto á no apoyar al Presidente electo y

de este modo atropellar la Constitución y las leyes de la República para proclamar á cualquier

otro? ¿En qué se funda dicho diario? ¿Ha recorrido el Sr. Coral todos los cuarteles de la

República preguntando individualmente á cada jefe, oficial y soldado para poder tomar el

nombre del Ejército? ¿Puede cualquiera reputarse representante de él? ¿Se halla talvez

convencido que el Ejército nacional de hoy es una agrupación de felones y traidores, ó cree en

fin que con su lógica que carece de razón ha podido persuadir á la colectividad militar que el

Presidente electo es enemigo de ella? Nada de eso, señor Coral, advierta usted que el Ejército

de hoy no es el mismo de ayer, sino una asociación propiamente militar, en que cada soldado es

una entidad consciente de sus actos y que no posée ningún partido político; es el guardián de la

Patria y el apoyo de las leyes; y, por consiguiente, éstas, y sólo éstas servirán de norma á todo

militar digno en las actuales circunstancias políticas”.

El manifiesto de Montero y los oficiales de la III Zona Militar era un pronunciamiento

institucional que se basaba en la realidad que ellos vivían todos los días. A pesar de que la

cúpula en Quito se dejó influenciar por los flavistas, los oficiales subalternos, al igual que la

tropa de esa plaza, pensaban igual que los de Guayaquil. Por eso el trabajo del general Terán

había sido fértil, pues el sentimiento de respeto constitucional era profundo. Algo similar ocurrió

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en el Norte, pues los alfaristas pensaban que controlaban Imbabura y Carchi, pero no era así.

Solo la plaza de Riobamba permanecía alfarista a ultranza, y esto debido a la presencia del

general Ulpiano Páez, alfarista por sobre todo.

Ni Flavio ni don Eloy captaron la importancia y profundidad del mensaje que transmitía el

pronunciamiento de la III Zona Militar, y luego de todos los cuerpos militares de la República.

Si lo hubieran hecho, posiblemente se habría evitado la masacre de enero de 1912.

Don Eloy, ya repuesto de su quebranto de salud, decidió retornar a Quito para retomar el Poder

Ejecutivo. Con don Eloy, el día 8 de julio llegó a Quito, en tren expreso procedente de

Guayaquil, Víctor Emilio Estrada Sciacaluga, para auscultar la situación política en la Capital.

Habían iniciado el viaje en la madrugada del día 7 y durante el trayecto, Víctor Emilio departió

cordialmente con la familia Alfaro, como correspondía a un amigo personal y a la vez admirador

del Caudillo. El viaje, que podía haberse realizado en un día, se prolongó por las acostumbradas

paradas para saludar al pueblo, que se congregaba en las estaciones intermedias, y para los

inevitables agasajos en las ciudades principales.

En el camino se había cruzado con él la carta urgente de Isabel Palacios de Espinosa, que llegó a

manos de doña Lastenia Gamarra de Estrada en la tarde del día 7 de julio. La carta contenía

información que cambiaría el curso de los acontecimientos políticos que conspiraban contra don

Emilio.

Ni bien recibió la carta, doña Lastenia se la mostró a don Emilio, quien analizó rápidamente las

implicaciones de su portentoso contenido. Una vez estudiada la situación, don Emilio envió un

cable cifrado a su hijo, quien lo recibió a su llegada a la estación ferroviaria en Quito, el día 8 de

julio, al medio día.

Víctor Emilio tuvo que esperar llegar a su habitación de hotel para descifrar el cable de su padre.

Enorme fue su sorpresa al conocer el contenido, y de inmediato acudió a donde doña Isabel

Palacios de Espinosa, quien era el nexo para ponerse en contacto con los oficiales

comprometidos en el movimiento de Terán.

Doña Isabel mandó a llamar de inmediato al comandante José Miguel Rivadeneira, quien había

sido uno de los oficiales que la contactó luego de la muerte de Terán, para poner a las órdenes

del estradismo a los soldados comprometidos con la causa constitucional.

Víctor Emilio, por su parte, contestó de inmediato el telegrama de su padre y tuvo algunos

contactos con sus amigos, para tener más clara la situación política y militar antes de reunirse

con los oficiales conjurados. El hecho de que estuvieran respaldados por doña Isabel ya era una

garantía de que se trataba de una propuesta seria.

El mismo día ocho por la noche, Víctor Emilio se reunió en casa de los Espinosa con el Cmte.

Rivadeneira. Él llevó consigo y le presentó al Cmte. José Rubén Estrada, quien no tenía

parentesco con Víctor Emilio. Los dos oficiales le comunicaron el estado de la situación.

Víctor Emilio, de mente ágil, captó de inmediato lo que le informaban Rivadeneira y Estrada, y

se puso de acuerdo con ellos para tener reuniones ampliatorias en los siguientes días.

Don Carlos Espinosa Coronel expuso a los oficiales que había una organización paralela,

liderada por el general Manuel Antonio Franco y su amigo Manuel Moreno. Espinosa aconsejó

conversar con ellos para unificar esfuerzos, lo que se haría en los próximos días.

Los oficiales necesitaban alguien que los dirija y el único que podría llenar ese vacío era el hijo

del Presidente electo, sin considerarse siquiera que era un joven de apenas 20 años. De manera

inesperada había recaído en Víctor Emilio una enorme responsabilidad, que sería clave para el

futuro político de su padre y de la nación.

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Toda esta tensión emocional cuando recién había llegado a Quito, alteraron el estado de salud

del joven, quien luego de despedirse de los dos oficiales y quedarse solo con los Espinosa,

presentó un cuadro de descomposición nerviosa. Una nota de doña Isabel nos revelará algo de lo

que Víctor no nos dijo en sus relatos en la biografía de su padre.

El día 9 en la mañana, Víctor Emilio recibió en su habitación de hotel la siguiente nota de doña

Isabel: “Emilito: Reciba Ud. afectuosos recuerdos de Carlos y míos, así como también mis

deseos de que haya desaparecido el mal estar y decadencia que anoche le tenían postrado. /

Además del recado que le enviamos con el Sor. Narváez, quiero yo también como su secretaria,

citarle á la junta que tendrá lugar hoy á las tres p.m. en esta su casa. / Espero que á este

simpático grupo de revolucionarios les dará el gusto de presidirlos en su junta. / Hasta pronto. /

Isabel de Espinosa”.

Doña Isabel era una dama de armas tomar y como vemos por su nota, fue el motor que impulsó

a la organización del golpe constitucional.

Los oficiales seguidores del general Terán que hicieron de líderes de las tropas quiteñas eran

Leopoldo Narváez, José Rubén Estrada, Vicente D. Piedra, Miguel A. Darquea, Ulises Naranjo

y José Miguel Rivadeneira, este último, el mismo que había entregado su cuartel en 1906.

Durante la reunión realizada el día 9 en la casa del Sr. Espinosa, los oficiales entraron en

empatía con Víctor Emilio y lo aceptaron tácitamente como su nuevo líder. Desde ese momento,

la organización de Emilio María Terán se había reactivado para cumplir con su misión.

De inmediato se tomó un apartamento en uno de los edificios que esquinan con la plaza de Santo

Domingo, con el fin de que sea el lugar desde donde se manejarían los preparativos para la

revolución. En los siguientes días, por ese centro de operaciones pasarían tropa, cabos,

sargentos, y algunos oficiales de los varios cuarteles acantonados en la Capital. Todos eran

atendidos por el capitán Estrada y a él le fueron confirmando, cada uno, su compromiso para

con la Constitución.

Una de las tareas que tenía que desempeñar Víctor Emilio en Quito, era la de tomar en alquiler

una casa amoblada para residencia temporal del Presidente electo, hasta que le fuera entregada

la residencia presidencial, que al momento era ocupada por la familia Alfaro. Consiguió una en

la calle del Correo y de inmediato pasó a residir en esa vivienda, con el fin de prepararla para la

eventual llegada de su padre. En esa casa nunca se reunirían los conspiradores por precaución,

mientras don Emilio estuviera presente. Las reuniones se daban por lo general en casa de la

familia Espinosa, pero se alternaba el lugar donde se reunían con el fin de confundir a los

agentes opositores.

Los reportes de inteligencia política que recibía don Emilio le indicaban claramente que los

golpistas alfaristas en el palacio de gobierno trabajaban activamente. Por ello, no se podía

descuidar la situación política un instante y, por cierto, era necesario proseguir con los

preparativos del golpe constitucional, pues se hacía claro que era cuestión de tiempo para que

los alfaristas logren convencer a don Eloy de tomarse el poder por la fuerza si fracasaban los

planes, ya en marcha, de anular en el Congreso las elecciones de enero.

El jueves 13 de julio, un grupo de oficiales superiores y subalternos en servicio activo ofrecieron

a Víctor Emilio un almuerzo de camaradería en el hotel Continental de Quito. Eran oficiales con

quienes había compartido las experiencias de la carrera militar desde abril de 1910 en la frontera

sur. La reunión, que fue pública, se desarrolló con las manifestaciones propias de oficiales

jóvenes. No se trató absolutamente nada relacionado con el golpe constitucional que se fraguaba

y más bien esa reunión sirvió como una manifestación de normalidad.

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Al día siguiente el coronel Olmedo Alfaro Paredes, amigo de juventud de Víctor Emilio, le hizo

un convite para el almuerzo, esta vez con oficiales alfaristas. Para Olmedo era una forma de

indagar lo que había estado haciendo Víctor Emilio en Quito. Sin duda se corrían rumores, pero

de ese almuerzo no pudo sacar provecho alguno para confirmarlos o negarlos. Víctor Emilio

estaba muy consciente de que el secreto estricto era clave para el éxito del golpe.

El día 14 de julio estaban en pleno apogeo los esfuerzos por anular las elecciones de enero. Días

antes se había presentado ante el Presidente del Concejo Cantonal de Quito una demanda de

nulidad. De inmediato se hicieron consultas a varios abogados de renombre y quedó muy claro

que esa demanda no tenía sustento por estar fuera de jurisdicción. Solo tocaba al Congreso tratar

el tema.

El lunes 17 de julio salió para Guayaquil Víctor Emilio en tren regular, llegando al puerto el día

18. De inmediato informó a su padre de los pormenores de su actividad en Quito y la necesidad

de gestionar fondos para los gastos que se incurrirían. El viaje de Víctor Emilio fue necesario,

además, para mantener a los espías flavistas y alfaristas confundidos, pues si se fraguaba algo, el

representante del presidente electo no se ausentaría de la Capital. Los oficiales comprometidos

continuaron con sus actividades en ausencia de Víctor Emilio y avanzaron en los puntos

prácticos de la organización.

Entre los elementos interesantes de esta operación está el sigilo absoluto que se mantuvo hasta

última hora. Uno de los oficiales subalternos de Terán nos ilustra: “El General, con razón, había

organizado su movimiento valiéndose de elementos aislados: forma que favorecía el sigilo sin

dejar de asegurar el éxito”.

En esos días de ausencia de Víctor Emilio de la Capital, don Carlos Espinosa Coronel había

tomado contacto con el general Manuel Antonio Franco, otro oficial personalmente adicto a

Eloy Alfaro Delgado, pero desilusionado con los actos de su Gobierno y la aspiración de

perpetuar a la familia Alfaro en el Poder. El amigo común entre don Carlos y el general Franco,

don Manuel Moreno, haría de nexo y tomaría parte activa en la organización.

Franco, con su hijo Ernesto y Moreno, habían determinado que don Eloy fraguaba el golpe de

Estado en breve y así lo comunicaron a don Carlos, quien se puso en contacto cablegráfico con

Víctor Emilio y le comunicó las novedades. Era un aviso importante que no podía ser

menospreciado, en especial por lo que ocurriría de inmediato.

Franco, es necesario recalcar, no era un extraño para don Emilio. Lo había conocido durante los

gobiernos liberales y por ser un oficial rectilíneo y enérgico, lo había escogido para ser su futuro

Ministro de Guerra y Marina.

Inesperadamente, el día 23, don Emilio recibió un cable de don Eloy en que le decía en clave:

“Hoy me ha informado el Sr. Carlos Freile que sabe positivamente que el congreso pleno tienen

ocho mayoría confirmado compromiso contra tu candidatura. Todavía no lo creo, pero

conviene tu inmediata presencia aquí. Tu amigo Eloy Alfaro”. Don Emilio le contestó de

inmediato minimizando el peligro y don Eloy tardó hasta el día siguiente, el 24, para descifrarlo

personalmente, lo que nos indica que la tabla de claves la guardaban ambos amigos celosamente

y no la habían confiado ni siquiera a sus más allegados para ayudarlos en la tediosa tarea.

Una vez descifrado el cable, le envía otro, en lenguaje claro, pues no tenía tiempo para cifrarlo,

en que le dice: “Acabo de descifrar tu telegrama en clave. Sin embargo de ser tarde, voy a pedir

un tren espreso para que te vengas mañana (25) con el Baron de Muflitza, mister Sans y Colon

Eloy. Urge tu venida. Tu amigo, Eloy Alfaro”.

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Don Emilio tomó este aviso, sumado al de don Carlos Espinosa, muy en serio y el día 25 partió

a Quito en tren expreso con toda su familia, incluyendo a Víctor Emilio, más el barón, Mr. Sans

y Colón Eloy. Llegó a Chimbacalle el 26 al medio día, donde estuvo a recibirlos el Presidente.

Los apologistas de Alfaro escriben que Estrada fue recibido con silbatina y rechifla, pero otros

no mencionan esa ofensa, pues estando presente el Presidente no se sabría hacia cual de los

personajes se dirigían.

La preocupación manifiesta de don Eloy era las combinaciones que se hacían en el Congreso

para anular las elecciones de enero; pero como veremos, al día siguiente se manifestaría la

verdadera intención del llamado a Quito. Como nota interesante, debemos conocer que el

Congreso Extraordinario recién se instaló ese día 26 de julio…

El mismo día de su llegada a la Capital, el 26, el bisemanario La Constitución, órgano del

Comité Electoral ‘Emilio Estrada’, publicó una semblanza del Presidente electo, parte de la cual

citamos por ser de interés para la biografía de su hijo, por el ejemplo formador de carácter y por

el paralelismo en su afán de servicio público: “Estrada es un héroe del trabajo: el odio político

y el fanatismo intransigente, arrojaronle lejos de la Patria, y sin medio alguno para vivir,

encontró en sí mismo el secreto de su prosperidad, y era de verlo, de simple obrero, trabajando

en el Canal de Panamá, y ganándose el pan, con el trabajo diario, con el santo y bendito

trabajo que ennoblece y dignifica al hombre. Su constancia, laboriosidad y honradez,

conquistáronle el aprecio y consideraciones de sus jefes y superiores, quienes confiáronle el

honroso cargo de pagador de cinco mil obreros. Hermosa página de la vida de Estrada, que

comprendía su carácter y su fe inquebrantable en el poder del hombre, que es lo que quiere,

cuando tiene virtud y energía”.

Esta cita nos fue muy esclarecedora en un detalle interesante, pues en “Vida de un Hombre”,

Víctor Emilio no nos aclara que su padre llegó al cargo de pagador en la empresa francesa del

Canal y solo nos dice que “…no pasa mucho tiempo que es el jefe mismo de una sección de

trabajos…”. Ocupando ese puesto de pagador es que aparece en la fotografía que se tomó

Ferdinand De Lesseps con los funcionarios del Canal, en una de sus visitas a Panamá, foto que

vimos en las primeras páginas de este libro.

En la segunda página de la semblanza hay otra cita que parece trasladada en reversión del

tiempo como un espejo de doble reflejo: “…ni sus encarnizados enemigos le han podido negar

su competencia en los difíciles problemas económicos y de ciencia de Hacienda. Convencido

que el trabajo inteligente es factor principal de la riqueza social, ha puesto empeño y ha

consagrado sus aptitudes al mejoramiento y progreso de las sociedades bursátiles que le han

confiado su dirección y que tantos servicios han prestado al Gobierno, en las crisis económicas

por las que ha atravesado la caja fiscal…”. ¡Bien puede ser éste un reportaje del accionar del

hijo 20 o 30 años después!

La Constitución hace referencia a la “…campaña más injusta, para impedir que la Legislatura

lo declare legalmente electo Presidente de la República”.

La conferencia del 27 de julio

Don Emilio Estrada narró lo acontecido el 27 de julio de 1911 en una hoja suelta impresa a

pocos días de realizada la conferencia, con el fin de informar a la Nación su verdad de lo

ocurrido ese día. Luego, en Vida de un Hombre, su hijo Víctor Emilio escribió una síntesis sobre

esa conferencia, pero modestamente omitió su propia actuación en ella. Veremos aquí los puntos

principales de lo ocurrido, con énfasis en el rol que jugó Víctor Emilio antes y durante la

conferencia: El general Alfaro anunció visita a don Emilio para la tarde de ese día, en compañía

de algunos amigos. Cuando se presentó, a las 3:40 de la tarde, estaba acompañado por la cúpula

política y militar del país, esto es, con las cabezas de las Cámaras del Congreso, sus Ministros

de Estado y jefes del Ejército. También vino acompañado de algunos amigos íntimos. Por su

parte, Emilio solo estuvo acompañado por su hijo Víctor Emilio. Don Emilio ya tenía

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conocimiento anticipado del propósito de la visita y la integración de la comisión confirmó de

inmediato la intención, que era la de ejercer presión para lograr su renuncia a la presidencia. A

pesar de ello, don Emilio los recibió con toda cortesía y luego de los saludos de estilo tomaron

asiento para iniciar el diálogo. El General se sentó al lado de don Emilio en el mismo sofá y

comenzó la conversación, manifestando su preocupación por la salud de Emilio, en base a

reporte recibido del Sr. Lockwood, empleado de la compañía del ferrocarril que a su vez había

recibido la información del médico de la compañía, Dr. Meitzner, quien había determinado que

don Emilio no podría vivir en Quito sin enfrentar la muerte en pocos meses. Don Emilio rechazó

la idoneidad del diagnóstico de Meitzner, pues nunca lo había examinado y manifestó secamente

al Gral. Alfaro que su salud era de su exclusiva incumbencia. Víctor Emilio observa que tal

motivo no requería la presencia de la cúpula política o la militar y que “Dada la intimidad que

caracterizó su amistad con el General, este aspecto personal se habría podido tratar con la

misma afectuosa fórmula que cien veces en su vida usaron al discutir sus íntimos problemas

personales”. Adicionalmente, el Gral. Alfaro estaba ignorando voluntariamente el hecho de que

existía una norma de sucesión presidencial, por la cual a la muerte del Presidente lo sucedía el

Presidente de la Cámara del Senado y a falta de éste el Presidente de la Cámara de Diputados.

Ambos eran al momento políticos liberales radicales que habían servido al Caudillo.

Invalidada esa excusa, que sin embargo recobraría importancia para justificar el pedido de

renuncia por lo que acontecería en pocos meses, Alfaro trató de usar otra excusa: La popularidad

y confiabilidad de Emilio por los supuestos acuerdos a que habría llegado con los

Conservadores: “...las cosas han cambiado completamente; los amigos dicen que tú no tienes

popularidad, manifiestan desconfianzas que yo no he podido desvanecer, creen que el partido

liberal está amenazado y conviene buscar una solución que salve al país”. La observación de

don Emilio a estos argumentos vale conocerla textualmente: “Impaciente ya, dejé que

concluyera el cínico rosario de mentiras con que quiso disculpar la felonía; cuando terminó le

dije: ‘Yo no he solicitado de usted la candidatura y ya he dicho las razones políticas y sociales

que me indujeron á aceptarla (...) los que usted llama amigos, son Coral (de El Tiempo) pagado

para insultarme, sin respetar ni mi hogar ni mi vida honrada...”.

El General quiso usar, para presionar por la renuncia, una supuesta mayoría flavista en el

Congreso, que llevaría a la nulidad de las elecciones de enero y la humillación del amigo. Como

don Emilio sabía que esa mayoría no existía, desechó la sugerencia de que sería más digno

renunciar a la presidencia antes que le sea anulada la elección. Siguió un prolongado silencio

que rompió el Dr. Aguilar (Ministro de Hacienda), diciendo: “Es evidente que la candidatura

del Sr. Estrada, no tiene popularidad, nadie la quiere aceptar”, a lo que replicó Víctor Emilio:

“¿Quiere usted doctor que mañana le presente una manifestación popular aclamando á mi

padre?” Don Emilio pidió a su hijo que no interviniera, pero las palabras de Víctor Emilio

tenían buen fundamento, ya que él había estado en contacto directo con el pueblo Quiteño y

sabía cuál era la opinión de ellos. Para los Estrada esta fue una demostración de lo desconectado

del sentir popular que estaba el Gobierno de Alfaro.

Siguió otro largo y mortificante silencio que Abelardo Posso (Senador flavista) interrumpió: “Es

un hecho la nulidad de las elecciones. –Y qué les queda a ustedes después de esa nulidad?” A lo

que don Emilio contestó: “La guerra civil formidable porque todas las ambiciones con el mismo

derecho, se presentarán y si se opta por nuevas elecciones, la República entera se convertirá en

un solo campo de batalla, cien veces más encarnizado que el de Enero”, a lo que Posso

respondió: “No hay necesidad de nuevas elecciones. Anuladas sus elecciones entran de hecho y

de derecho las de Flavio”. Ante esa declaración don Emilio, ya comenzando a perder la

paciencia con quien evidentemente era un lacayo del flavismo, contestó directamente a Posso:

“Lo que usted dice es una tinterillada que no formula quien ha ocupado los bancos de una

escuela”, ante lo cual Posso replicó: “La mayoría decidirá. Además las elecciones son nulas

porque no las hizo el pueblo”, comentario que causó un nuevo silencio cargado de tensión.

Víctor Emilio no pudo contenerse y le dijo: “¿Dígame Doctor y á usted cómo lo eligieron?” A

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lo que muy orondo contestó: “El pueblo y sólo el pueblo”, sin considerar que el procedimiento

de elecciones legislativas era similar al usado para la presidencial, de tal manera que lo que era

bueno para la una, lo era también para la otra, y si hubo fraude en una, lo hubo en la otra.

Alfaro retomó la palabra diciendo: “Algo hay que resolver”, a lo que don Emilio contestó: “Por

mi parte estoy completamente resuelto á no renunciar; yo no he aceptado la tal candidatura por

mi gusto, ni porque yo tenga alguna ambición, pero hoy que muchísimos miles de ecuatorianos

han comprometido su nombre exhibiéndose y sosteniéndome, me sostendré, también si por ello

me pegan cuatro tiros, mejor para mí, seré el único y exclusivo ganancioso; pues tras de mí sólo

hay la guerra civil implacable y formidable, y si se optara por la dictadura; como un solo

hombre se levantará el país entero”. Ante esta declaración, don Carlos Freile Zaldumbide

asintió expresando: “El señor Estrada tiene razón, el país entero se levantará”. El general

Alfaro dijo entonces: “Denme un medio para evitar eso”, a lo que don Emilio contestó: “Ya

usted estuvo de acuerdo en que yo nombre a Franco Ministro de Guerra; pues nómbrelo usted

hoy, y mañana no hay ni un flavista ni un dictatorial en toda la República, ni para remedio”.

Don Eloy no aceptó esa sugerencia, que habría dado al país una estabilidad constitucional que

ahora no convenía a los planes alfaristas de mantenerse en el poder de una u otra forma.

Víctor Emilio observó con mirada retrospectiva en “Vida de un Hombre”: “Faltando sólo un

mes para el término del período presidencial de don Eloy, y siendo el General Franco una de

las más probadas figuras del partido radical, el General Alfaro acababa de oír la suprema y

oportuna fórmula para salvar al país, salvar al partido y salvarse él ante la historia en

condiciones que no admitían réplica, en forma que mataba de raíz toda suspicacia. Sin

embargo, extraño aferramiento, el General no aceptó la fórmula, como tampoco explicó su

negativa, limitándose a requerir nuevamente ‘otra solución’”.

Viendo que no había una salida en los términos que deseaba, el General Alfaro se puso de pie, al

tiempo que decía: “Bueno pues, Emilio, es preciso que medites una resolución que armonice

todo”, a lo que don Emilio contestó: “No hay más resolución posible, que yo no renuncio

aunque me acaben á tiros”.

En ese momento y con esas palabras de ambas partes, se había dado el rompimiento político

irreversible entre el caudillo liberal y Presidente en ejercicio, y el futuro Presidente de la

República.

Don Eloy y su comitiva salieron de la casa de los Estrada sin lograr su objetivo de obtener la

renuncia del Presidente electo. Eso les planteó la necesidad de evidenciar sus intenciones y

probar sus fuerzas. Primero tratarían de concretar la nulidad de la elección en el Congreso y si

eso fallaba, vendría la ya acostumbrada Jefatura Suprema.

Por su lado, los Estrada vieron la situación tan clara como la había visto Alfaro y por lo tanto era

necesario tomar las medidas para contrarrestar las dos posibilidades. En el Congreso no hubo

que hacer mayor esfuerzo, pues a pesar de que la mayoría de diputados y senadores eran

alfaristas y flavistas, eran pocos los que concordaban con la nulidad de las elecciones, como lo

demostrarían los hechos del día 29. En cuanto a los planes de dictadura, don Eloy se confió en el

poder de mando de la superioridad militar que estaba con él. Creyó que sería tan fácil declararse

Jefe Supremo como lo había sido en 1906. Confiaba en Ulpiano Páez y su control de la

provincia de Chimborazo, y confiaba en el control de Imbabura y Carchi. Estaba seguro de que

la Capital era suya y en cuanto a la declaración de Montero y la III Zona Militar, bastaría un

telegrama para revertir el pronunciamiento que habían hecho. Esa confianza falsa facilitó el

trabajo de la organización del general Emilio María Terán en la Capital y el trabajo de los clubes

estradistas en las provincias.

A pesar de la gravedad y el tono de lo tratado en la conferencia del 27, el día 28 don Emilio

cortésmente devolvió la visita al Gral. Alfaro, concurriendo al Palacio de Gobierno en compañía

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de Víctor Emilio. En esa conferencia don Emilio ratificó su decisión de no renunciar al cargo,

situación que si bien reiteró el rompimiento político, a criterio de Emilio no había afectado los

sentimientos personales de amistad de ambos. A poco sería desengañado…

Luego de la reunión con el Presidente el día 28, al salir de Palacio don Emilio fue vejado por

flavistas. Ese mismo día envió una carta a los secretarios de los comités electorales de las varias

provincias, relatando lo ocurrido el día 27. Esa carta sería precursora de la hoja suelta “A la

Nación” en que se explicó extensamente lo ocurrido en la conferencia.

El Tiempo, de Guayaquil, publicó el 28 que don Emilio estaba gravemente enfermo, mientras el

“paciente” caminaba por las calles del centro de Quito, saludando al pueblo y recibiendo

manifestaciones de apoyo y simpatía.

Para don Emilio el posesionarse como Presidente se convirtió en una obsesión, pero no en una

ambición. Y obsesión por la actitud de los Alfaro, que actuaban como árbitros y hasta dueños

del partido y del país.

Los conspiradores de la organización de Terán fueron presentados a don Emilio en casa de los

Espinosa. En un relato conjunto de los acontecimientos previos al 11 de agosto, los oficiales

escribieron: “…fuimos presentados al Sr. Estrada, aunque, por precaución, ninguna reunión

tuvo lugar en casa del Presidente Electo, cuyo hijo, por otra parte, tenía plena autorización

para proceder, como en efecto procedía, en íntima confianza y recomendable acuerdo con el Sr.

Espinosa, su esposa y los autores de este escrito.

Uno de los factores del éxito fue la uniformidad de pareceres entre todos los conspiradores:

nunca el menor desacuerdo turbó el curso de los trabajos, y el más cordial afecto, cual si

hubiera sido el de una amistad antigua, enlazaba á este reducido grupo de ocho personas, cuya

alma era la patriota señora Palacios de Espinosa”.

El día 29 de julio se llevó a votación en el Congreso Extraordinario el intento de anular las

elecciones de enero, pero la mayoría se negó a las presiones y no aceptaron anularlas. Esa

resolución daría paso al escrutinio final y la proclamación oficial del candidato ganador por

parte del Congreso Ordinario. Era otro golpe para el alfarismo y el flavismo, que demostraban

debilidades fundamentales a pesar de que nominalmente contaban con una abrumadora mayoría

de legisladores.

La noticia de ese triunfo constitucional generó manifestaciones de los simpatizantes de don

Emilio, que fueron enfrentados por huestes flavistas. El consiguiente enfrentamiento generó

altercados violentos en el centro de Quito. La violencia continuó hasta el día siguiente y un

grupo de manifestantes se refugió en la casa de don Emilio en la calle del Correo. Un Comisario

de Policía, obsecuente servidor de don Eloy, vio la oportunidad de hacer bonos con su jefe y

humillar al Presidente electo. Envió una comunicación a la casa para exigir la entrega de los

manifestantes allí refugiados, con el fin de sancionarlos severamente por alterar la paz pública.

Ante la esperada negativa de don Emilio de entregar a sus simpatizantes, el Comisario amenazó

con allanar la vivienda, otorgando un plazo para la entrega de los supuestos infractores.

Ante esa amenaza, en la tarde del día 30 don Emilio acudió a don Eloy. Víctor Emilio nos relata

los hechos: “En la gama de dolores que mi padre sufrió y que en buena parte he relatado ya,

faltaba uno, y no de los menos intensos, y puedo atestiguarlo con detalles: fue el día que rompió

personal y definitivamente con el General Alfaro, después de fraterna asociación espiritual por

más de un cuarto de siglo.

El rompimiento político estaba ya realizado días antes, (...) pero mi padre no le dio alcance

personal. Para él, don Eloy seguía siendo su viejo amigo. Tres días después del rompimiento, el

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30 de Julio de 1911, un Comisario de Policía de Quito envió un oficio a mi padre, al Presidente

Electo de la República, pidiéndole la entrega de varios partidarios políticos que, perseguidos

ya, se alojaban en nuestra casa, o, en la disyuntiva de negarse a la entrega, le amenazaba con

proceder legalmente, es decir, forzar la entrada y allanar la habitación del ya electo

Mandatario del país.

Mi padre decidió ir personalmente donde el General. Este lo recibió en su Gabinete con

evidente frialdad y al narrarle mi padre lo que ocurría y la amenaza del Comisario de violar su

habitación, el General, severamente, adustamente, le advirtió: ‘No puedo interrumpir el curso

de la ley’. Para el político aferrado al caudillo, para el amigo de 28 años, para el Presidente

Electo, esto era más de lo que podía oír. Para el hombre de acerada contextura física y moral,

también fue más de lo que podía resistir: dos lágrimas asomaron a sus ojos. Temeroso yo de un

colapso me levanté y le dije: ‘Vámonos, papá’. Mi padre, en rápida reacción, cogió su

sombrero y salió sin decir una palabra: había perdido en un segundo, un amor de 28 años!

Desde ese día ya tocado por certera enfermedad orgánica, vio su salud desmejorar

progresivamente. Confieso que mis pocos años y la turbulencia del momento me impidieron

darme cuenta cabal de ello y de su trascendencia, pero él debe haberlo sentido y dándose

cuenta de que, electo para Presidente y señalado ya por la implacable Parca, tenía que cumplir

irremediablemente con una y otra inevadible obligación: la magistratura y la muerte cobraron

su impostergable cuenta, cinco meses después”.

Saliendo don Emilio del despacho presidencial con el dolor espiritual del rompimiento con su

amigo, fue sujeto otra vez a injurias por parte de flavistas que no corrían la misma suerte de

persecución que los estradistas. No faltaron simpatizantes de don Emilio que le brindaron

protección y ellos también se refugiaron en casa de don Emilio cuando llegaron con el

Presidente electo a salvo.

Vale mencionar que el Comisario no se atrevió a hacer efectiva su amenaza de allanar la

residencia del Presidente electo.

Ese mismo día 30 se presentó a Víctor Emilio un oficial quien deseaba poner su personal a

órdenes de la revolución. Los oficiales de la conspiración nos relatan los hechos suscitados, que

eran característicos de un estado de confusión y desconfianza previo a un acto incierto: “Un

nuevo elemento vino á sumarse en esos días: el maestro de la banda del Esmeraldas, Mayor

Echeverría, quien visitó al joven Estrada, para ofrecerle el apoyo de su gente, de acuerdo con el

sargento Benavides de ese Regimiento. La primera visita de Echeverría á Estrada fue un

fracaso, por haberse presentado sin comprobante alguno, circunstancia que indujo á Estrada á

mostrarse desconfiado hasta el extremo. No desmayó Echeverría hasta hacer comprender quién

era, y fue, en el momento preciso, importante factor de nuestra causa”.

La situación en Quito estaba caldeada. Nada se lograba con la presencia de don Emilio en la

Capital, pues los acontecimientos de los últimos días habían reiterado la necesidad de continuar

con los planes del golpe constitucional y él no podía ser partícipe de esas actividades. Para eso

estaba Víctor Emilio, quien ya se había integrado con los oficiales subalternos de Terán y era

visto como su líder. Además, era importantísimo que Guayaquil se mantuviera apegado a la

Constitución y para ello don Emilio tenía que estar presente para impedir que los alfaristas

influyan en el Gral. Montero, quien era pieza clave para el éxito del movimiento que se

preparaba. Era necesario mantener a Montero neutralizado si no se lograba su apoyo activo.

Antes de partir don Emilio encargó a su hijo “evitar la dictadura y anticiparse a cualquier

intento”. También nos revela el porqué de la preocupación personal por la seguridad física de

don Eloy: “Mi padre, al despedirse de mí en Quito se había anticipado a prescribir que la

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persona del General Alfaro se respetase a toda costa y, si necesario, contra todos. Si algo

hubiese pasado al General, estoy seguro que Montero, tigre enfurecido, habría reaccionado

contra mi padre, y, recíprocamente, éste también habría considerado cualquier percance

personal que ocurriese al General, como punto final para su propia vida pública”.

Los oficiales nos relatan que ante la partida de don Emilio, “los suscritos y Dn. Manuel Moreno,

por indicaciones de la Sra. Espinosa decidimos pedir al Sr. Estrada que dejara en Quito á su

Sr. hijo para que lo representara y con instrucciones precisas y terminantes, no obstante ser

uno de los principales factores de la revolución y conocer, por lo tanto, sus menores detalles.

Así fue, y arreglóse, para el efecto, una clave entre el Sr. Estrada y su hijo, quien la entregó, á

su vez, á la Sra. Espinosa, que la conservaba en un cinturón de seda de su uso, para mayor

seguridad”.

Esta parte del relato nos indica que los oficiales exageraron un poco su influencia con don

Emilio, pues desde antes se había decidido entre padre e hijo que Víctor se iba a quedar en

Quito, y no era necesaria una nueva clave, pues padre e hijo se venían comunicando en clave

desde hacía mucho tiempo. Tal vez la nueva clave era para el uso de doña Isabel y los oficiales

en caso de que Víctor faltara por razón de ser arrestado o aún asesinado.

Los oficiales nos relatan que cuando vino de Guayaquil, don Emilio trajo un revolver Colt para

cada uno de ellos, como regalo y herramienta de seguridad. Nos narran además que: “los

trabajos marchaban ya de acuerdo con Dn. Manuel Moreno, Ernesto Franco, el Dr. Bermeo y

seguramente con el General Franco, cuya intimidad con Moreno era para nosotros muy

favorable. Sin embargo, las reuniones con los soldados y sargentos presenciábamos sólo

nosotros y el joven Estrada, ya en casa de éste, ó bien donde Espinosa, ó en la habitación de la

plaza de Santo Domingo”.

Este interesante relato nos indica que se mantenían los principios de seguridad instaurados por

Terán y que una vez que don Emilio se fue a Guayaquil la residencia pudo ser usada para las

reuniones con el personal, algo que no se había hecho mientras él estuvo presente.

Víctor daba las órdenes como oficial superior de la organización. Los oficiales nos relatan que

se emitían: “instrucciones escritas y lacónicas, firmadas por Víctor Estrada á nombre de su

padre / Ordenes se dictaban ya á los soldados y sargentos comprometidos, previniéndoles estar

listos para cualquier momento”.

Leopoldo Narváez, uno de los comprometidos, se preocupó de relacionar a Víctor Emilio con la

mayor cantidad posible de jóvenes como él. Nos relatan: “…Narváez provocó una reunión de

treinta jóvenes de la juventud quiteña, á quienes deseaba presentar al joven Estrada. Estos

jóvenes acogieron a Estrada con gran entusiasmo, y desde entonces ese grupo de selecta

juventud fue otro factor importante de la gran obra patriótica”.

Se había incorporado también a la “gran obra” un grupo que sería de vital importancia para el

éxito de la revolución. Nos dicen los oficiales: “El gremio de cocheros, encabezados por José

Cevallos, que guardaban por el General Terán respetuosa memoria, no se quedó atrás en la

terminación de la obra que dejó trunca el malogrado General, y, dirigidos por Narváez, fueron

el entusiasmo y la fidelidad en persona, antes y durante el 11 de Agosto”.

La supuesta fuerza de Alfaro en Tulcán fue puesta a prueba cuando el 1° de agosto le pidieron

que se pronuncie por la constitucionalidad. Los estradistas supieron aprovechar la manifiesta

división en Tulcán para reforzar su posición y debilitar la de Alfaro. El Presidente trató de

contrarrestar la situación enviando nuevamente al coronel Giacometti, pero él lo único que logró

fue engañarse a sí mismo y al general Alfaro al reportar a los pocos días que la situación en

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Tulcán estaba controlada. Así era, según él, pero en realidad estaba aislado dentro de una

burbuja, en la cual lo mantuvieron los carchenses.

Para el día 1° de agosto ya era público y conocido, y así se reportaba en los periódicos de

oposición, que don Eloy gestionaba que el Congreso lo declare Jefe Supremo. Él consideraba

que esa era una vía Constitucional para prorrogar su mandato. El cálculo político había salido

del círculo íntimo que trataba de evitar un pronunciamiento militar que le restaría legitimidad a

las aspiraciones del General.

Ese movimiento fue denunciado por un periódico quiteño denominado “El Político Hablador”.

El Congreso no se acomodaría a los deseos del General. Sin ser tajantes en su respuesta, los

legisladores le dieron largas a las intimaciones de los agentes de don Eloy.

El día 2 de agosto el periódico La Unión reporta que el Presidente electo, en delicado estado de

salud, llegó a Guayaquil el 1° de agosto por la tarde, en un tren expreso. Que el periódico oficial

del estradismo admitiera mal estado de salud de don Emilio era un hecho significativo.

Ciertamente, las grandes tensiones y desengaños de los días precedentes afectarían la salud y los

ánimos de cualquier persona sensible, como lo era don Emilio.

Ese mismo día don Emilio envió un largo cablegrama a su hijo, el cual comenzaba así: “La

recepción (al llegar a Guayaquil) fue muy honrosa para mí, presidida benévolamente por todas

las autoridades y muchas personas de la alta sociedad. … reprimí dos o tres gritos contra

Flavio, cosa inevitable en una aglomeración de gente tan grande como pocas veces he visto (…)

tanto El Telégrafo como El Tiempo publican mi conferencia con el Gral. del modo más falso, he

tratado de desvanecer las groserías que me atribuyen, me parece que el Gral. debe hacer callar

a ese par de bandoleros que creen que para hacerme mal, a mí, bien pueden ofenderlo a él.

Aquí hay cierta exasperación por el proyecto de empréstito, pero eso es un asunto que con

explicaciones al Comercio, y bancos y en último caso con desistimientos se puede concluir, pero

por desgracia lo han unido con la política y aquí me tienes deseando contra todas mis

conveniencias que el Congreso me califique favorablemente, no por la maldita ambición que me

atribuyen, sinó por razones de patriotismo, aún sabiendo el sacrificio personal que acepto; si te

es posible, enséñale este telegrama al Gral. Alfaro. Tu Papá, Emilio Estrada”.

El periódico La Unión contribuyó a crear incertidumbre al reportar el día 4 que Víctor Emilio

iría a Guayaquil en los próximos días. Por supuesto, no tenía la más mínima intención de

hacerlo, pues en esos momentos su presencia en Quito era esencial para continuar con la

organización del golpe constitucional. El supuesto viaje indicaría a los servicios de inteligencia

política que no hacía nada de mayor importancia en Quito.

Una de las claves para el éxito de la revolución constitucional era el que se contara con los

suficientes recursos económicos y materiales para hacer posible su ejecución. Aunque los

soldados que estaban participando no lo hacían por dinero, pues aún estaban motivados por las

arengas de Terán, dinero sí era necesario para cubrir gastos de quienes lideraban la organización

y para los que requerían de auxilio para superar problemas imprevistos.

El grueso de los fondos fue aportado por los simpatizantes de la Capital, pero Víctor Emilio, a

través de su padre, había logrado también apoyo de guayaquileños en su visita realizada en julio.

A la organización no le sobraba dinero, pero sí obtuvo lo suficiente para financiar sus

actividades. No deja de ser un detalle interesante que Víctor se encargó de llevar una

contabilidad exacta desde el momento que tomó el mando de la operación, de tal forma que en

el momento oportuno pudo decir, al centavo, cuánto había costado la revolución.

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María Luisa se casa

María Luisa, la menor de los Estrada Sciacaluga, estaba a punto de contraer matrimonio con el

comandante Luis Alberto Dueñas Jaramillo. Se había fijado la fecha para el día 15 de agosto y

ese evento se prestó para enmascarar comunicaciones secretas entre don Emilio y su hijo.

El día 5 de agosto don Emilio envía a Víctor un telegrama que dice: “María Luisa quiere que

vengas á su matrimonio. Mi regreso á esa lo veo difícil por lo menos con familia. Aquí todo

Guayaquil está ansioso por el sesgo que tomen los acontecimientos políticos. La casa es mejor

entregarla. Pagué tu giro por ochocientos que supongo serían para pagar los seiscientos de

Gómez. Recibí tu telegrama, regresó Peralta de Venezuela sin que haya principiado allá

siquiera la tal unión colombiana, fracaso que ya suponía. En cuanto á los diputados me

abstengo de pensar en ello porque para eso no me ha gustado pensar en porquerías que digan y

hagan lo que quieran. Tu papá. E. Estrada”.

El texto era aparentemente inocuo y transmitía un mensaje familiar importante, así como

información de negocios y política. Por supuesto, Víctor Emilio no se podía mover de Quito y el

pedido de María Luisa era más bien de significado contrario. Don Emilio sugiere devolver la

casa que Víctor había alquilado en julio, lo que al ser visto por los agentes de inteligencia de los

Alfaro, daría un sentido de incertidumbre en cuanto a las intenciones del Presidente electo. Sin

embargo, dentro de ese texto, iba un importante mensaje oculto. Al final del cable, Víctor

escribió el mensaje descifrado: “Montero no acepta pronunciarse aquí contra Alfaro. Procedan

allá. Fracasó la propuesta a Montero”. Se buscaba de él una participación activa.

Mientras tanto, los dos periódicos estradistas, La Unión y La Constitución continuaban con su

campaña de defensa del Presidente electo. Desde el día 5 se denunciaron nuevas tácticas de

Flavio para cumplir sus propósitos; se calificaron de rumores los pedidos de renuncia

formulados por el Presidente y también se publicó un manifiesto de la Junta Patriótica Nacional,

creada en Quito para defender el proceso constitucional. En el manifiesto, los integrantes de la

Junta advertían al Presidente que estaba jugando con fuego. Al mismo tiempo defendían la

posición de don Emilio, declarando que su decisión de no renunciar a la presidencia no era

terquedad, sino dignidad. También se respondieron los inevitables ataques de El Tiempo, tanto

de Quito como de Guayaquil.

El manifiesto de la Junta Patriótica Nacional generó un buen número de adhesiones, algunas de

las cuales se comentaron en la edición de La Unión del día 7 de agosto.

El día 8 don Emilio envió un nuevo cable a su hijo, esta vez diciendo que Dueñas se casaría en

Guayaquil y no iría a Quito hasta que se resolvieran los problemas. En ese caso, el mensaje era

claro: No contar con Dueñas para las actividades en Quito hasta luego de resuelta la situación.

El resto del texto es revelador de las presiones que los alfaristas ejercían sobre don Emilio y lo

citamos: “Hoy recibí de los Jefes (militares) de Quito un largo telegrama igual á los de Olmedo,

no me parece cosa de tomarse en serio pero me prueba hasta la evidencia que la mayoría del

Congreso está por la Constitución, sin embargo estoy pensando la contestación para la que me

dan dos días de plazo. Tu papá. Emilio Estrada”.

Con la información que ya tenía en cuanto a la situación de la tropa en Quito, don Emilio podía

desestimar el cable y al mismo tiempo derivar información importante como la de la situación

en el Congreso. Estaba claro: Si Olmedo tenía que ejercer ese tipo de presiones artificiosas, la

situación no le era favorable.

Se precipitan los hechos

Los oficiales nos relatan la situación: “Teníamos, pues, en los días precedentes al 10 de Agosto,

todo nuestro cuerpo de conspiradores enteramente listo á recibir la orden de ataque y cumplirla

sin vacilaciones. La impaciencia empezó á apoderarse de nuestros ánimos, al ver el escarnio

incalificable que de la Ley hacía á ciencia cierta y casi públicamente el Gobierno del General

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Alfaro. / Corrieron, en esos días, rumores de que el Regimiento Esmeraldas, primero, y el N° 4°

después, iban á ser desarmados previendo el Gobierno su fidelidad á la Constitución. Costó

trabajo convencer al valiente Benavides que contuviera sus patrióticos anhelos, pues entre los

conspiradores predominaba el deseo de mantener hasta última hora y hasta el extremo posible

la bandera de la Constitución. El General Franco, Manuel Moreno, Carlos Espinosa y Estrada

(hijo) eran de este parecer que, á su vez, rebatían los autores de estas líneas”.

Los agentes de inteligencia del Gobierno estaban activos y sacaban provecho de la más mínima

información. Aunque el sigilo planificado por el general Terán dio buen resultado hasta

ejecutado el plan, inevitablemente habían pequeñas fugas de información, una de las cuales

causó el apresamiento de uno de los involucrados, el sargento Benavides, del Regimiento

Esmeraldas, quien fue torturado con electricidad en la prisión, pero no delató el plan.

Ese hecho puso en alerta a los complotados y Víctor Emilio decidió consultar con el general

Franco. Víctor le propuso adelantar el golpe que estaba fijado para el día 31 de agosto, pero el

Gral. Franco se rehusó, no queriendo que se rompa la Constitución. Es obvio que en el fondo

Franco mantenía sus simpatías por Alfaro, pues tenía la esperanza de que el Presidente

entregaría el poder el 1° de septiembre y por ello abogaba por demorar los hechos.

Víctor Emilio reportó lo acontecido a su padre, justificando el haber contactado a Franco sin

consultarle por el apremio generado por la fuga de información. Don Emilio no dudó de la

lealtad de Franco, pero su opinión, si bien respetable, no impediría actuar como fuera necesario.

El mismo día 8 se clausuró el Congreso Extraordinario, sin haber tomado una sola decisión de

trascendencia. Había fracasado la táctica de Flavio para anular las elecciones de enero.

De inmediato se instaló el Congreso Ordinario, el cual tendría a cargo el escrutinio final y la

proclamación del futuro Presidente de la República.

Al día siguiente, el 9, fue apresado Tirso Polo, otro de los complotados, y al igual que Benavides

fue torturado con electricidad, sin lograrse confesión alguna.

Si bien el plan continuaba seguro, era obvio que las fugas de información estaban dándose.

Víctor Emilio y los oficiales se preocuparon por la situación, pues si apresaban a otros soldados,

uno de ellos podía hablar. Una buena señal fue que los cuerpos militares no fueron desarmados.

Las fuerzas acantonadas en Quito participarían en los desfiles de celebración del 10 de agosto.

Normalmente en desfiles las armas iban descargadas, pero por razones de seguridad los

sargentos se las ingeniaron para que a cada soldado se le repartiera doble ración de municiones.

Era una situación potencialmente peligrosa, pues en esas circunstancias se podían dar incidentes

imprevistos. Lamentablemente, durante el desfile realizado en El Ejido, a uno de los soldados se

le cayó una cartuchera cargada y el incidente se difundió rápidamente, atribuyéndose

erróneamente el suministro inusual de municiones a órdenes del presidente Alfaro.

Ni bien enterado de lo ocurrido, Víctor Emilio decidió convocar inmediatamente a reunión de

jefes, pues si a él le había llegado la información, ya debía haber llegado a los Alfaro. La

situación se precipitaba.

Participaron en la reunión los oficiales que liderarían las tropas de los varios cuarteles, así como

un representante del general Manuel Franco, quien se retiró luego de manifestar que Franco no

estaba de acuerdo con adelantar el golpe y que insistía que se realice el día 31, como se había

previsto originalmente. La falta de apoyo de Franco preocupó a los complotados, pues como él

quería que se esperara hasta el 31, temían que podía convertirse en un obstáculo para el plan.

A estas alturas se sabía que esperar hasta el 31 era permitir que Alfaro de su golpe dictatorial.

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Para agravar la situación, llegaron informes de inteligencia que indicaban que más sargentos

serían apresados y que el Gobierno estaba ya bastante enterado de los planes revolucionarios.

Víctor Emilio se desempeñó como un líder dinámico y sorteó todo obstáculo que se presentaba

en el debate. Al final de la reunión se tomó la decisión, con el beneplácito de los oficiales

involucrados, de dar el golpe constitucional el día 11 a las 10 a.m.

El Plan de acción final quedó fijado así, según narran los oficiales: “a) El apoyo de un grupo de

cuarenta jóvenes; b) El apoyo de otro grupo de cuarenta cocheros, encabezados por José

Cevallos y Cortés; c) La toma de los cuarteles ‘Bolívar’, ‘Esmeraldas’, ‘Pichincha’ y de

Policía, encomendada respectivamente á Naranjo, Piedra, Darquea y R. Estrada; d) La prisión

del General Alfaro donde se hallase, por un grupo de jóvenes; e) La prisión de Flavio Alfaro,

por otro grupo de cocheros; f) El apoyo del Regimiento N° 4° de Artillería, donde el Capitán

Benalcázar ofreció secundar el golpe y defender la Constitución, entregando armas á los

jóvenes que debían presentarse allí; g) Órdenes y datos se comunicarían en casa de Víctor

Estrada, calle del Correo, hasta media hora antes de las 10 del día, y desde las 8 de la mañana

del 11. (…) Un trabajo de titanes se llevó á cabo esa noche, dirigido por Leopoldo Narváez y el

Dr. Bermeo, secundados por los infrascritos Jefes quienes, á su vez, dieron órdenes á sus

respectivos cuerpos”.

Para ese momento ya se habían comprometido también algunos oficiales de los cuerpos

acantonados en Quito y otros que estaban en esa ciudad sin cargo, entre los que estaba el coronel

Juan Francisco Navarro.

El “Estado Mayor” del golpe pasó la noche en febril actividad, usando como puesto de mando la

casa de los Espinosa.

Capítulo 12 – El 11 de Agosto

Se pone en marcha la Revolución Constitucional.

Víctor Emilio y los involucrados en el golpe estuvieron despiertos toda la noche del 10 y

madrugada del 11. Las misiones a cumplir por parte de cada uno de los involucrados estaban

claramente definidas. Solo faltaba ejecutar el plan, el cual se puso a prueba aún antes de

iniciarse, pues en la madrugada del día 11 surgió un problema: El mayor Andrade, del

‘Pichincha’, estaba dudando de si era adecuado dar el golpe ese día, lo cual causó que se tuviera

que postergar la hora de inicio del plan, de las 10 a.m. a la 1 p.m. La organización de

comunicaciones estaba tan bien concebida que el cambio de hora fue comunicado a todos los

complotados.

Víctor Emilio se retiró a su casa a las 8 a.m., sin duda para refrescarse un poco, pero no hubo un

minuto de descanso. Había dispuesto que se le envíen allí todas las comunicaciones. Él estaría

en la casa hasta las 12:30 p.m. y luego pasaría a la casa de la familia Dueñas, cercana a la Plaza

de la Independencia, donde recibiría los partes una vez iniciada la ejecución del plan.

Los oficiales narran los hechos: “Toda la mañana recibiéronse noticias satisfactorias, y tan

perfecta y con tal decisión fue la labor de los comprometidos y amigos, que, á las 9 de la

mañana, de todas partes llegaba el aviso de estar listos y resueltos. Desde ese momento

empezaba el peligro inminente en un asunto que era ya conocido por cuarenta jóvenes,

cuarenta cocheros y casi todo el Ejército. El gran mérito de esta labor consiste en la decisión

jamás vista de la tropa; en el sigilo de los jóvenes y de los cocheros y en el desinterés y

abnegación de cuantos tuvieron parte en la heróica evolución política del 11.

Con Estrada almorzaron esa mañana el Dr. Rafael Arteta, Arturo Dueñas y el Dr. Tomás L.

Rolando. Los dos primeros, avisados de los sucesos que iban á realizarse, se prestaron, Arteta á

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juntarse con los que atacaran la Artillería y Arturo Dueñas á acompañar á Estrada á la Plaza

de la Independencia. A las 12 y media Estrada bajó de su casa y fue á esperar noticias á la casa

de la familia Dueñas. Todos los informes que llegaban eran favorables. Marcando el reloj de la

Merced la 1 menos 5 minutos, sonaron los primeros tiros en la ‘Bolívar’. Cada uno estuvo en su

puesto en los cuarteles y á los 5 minutos la suerte estaba decidida”.

En la conclusión de su relato los oficiales dicen: “Aquí deberíamos insertar los partes que cada

uno de los infrascritos Jefes dirigió al Sr. Dn. Víctor Emilio Estrada, á quien considerábamos

como á Jefe de nuestras operaciones, pero nos abstenemos de hacerlo, ya porque esos

documentos forman parte de la sencilla relación que contienen estas líneas…”. Más adelante

dan su apreciación de cada uno de los principales participantes: “Víctor Emilio Estrada, tipo

distinguido del talento y del valor, que sonreía ante el peligro y tendía á los vencidos su mano

cariñosa”. En efecto, veremos que esas palabras fueron muy ciertas.

Ya vimos páginas atrás que Víctor Emilio había recibido instrucciones muy claras de su padre

en cuanto a cómo debía actuar ese día: “Por sobre todo y si necesario contra todos”, era

responsable de la seguridad física del presidente Alfaro y su familia. Esa disposición obedecía a

dos razones. La primera era que, a pesar de todo lo ocurrido en esos días, don Emilio mantenía

su afecto por el General y no quería que sea lastimado, y la segunda era que la seguridad de

Alfaro era un requisito de Montero para apoyar, de manera pasiva, el golpe constitucional.

Víctor Emilio había acudido poco antes de la 1 de la tarde a la casa de la familia Dueñas, que

tenía vista a la Plaza de la Independencia. Ese sería su cuartel general desde donde observaría

los acontecimientos alrededor del Palacio de Gobierno. Tenía a sus órdenes un grupo de jóvenes

y cocheros armados que lo acompañarían como escolta para cumplir sus misiones.

En el plan, una vez neutralizada la guardia presidencial, tarea en la cual participaría una unidad

militar, el Presidente sería apresado por un grupo de jóvenes y de cocheros. No tomarían parte

en el acto de apresamiento elementos militares, pues el odio que sentían los soldados por los

Alfaro hacía peligroso encargarles esa tarea. Los encargados de esa misión tenían órdenes muy

claras: Tenían que apresar al Presidente, pero no hacerle daño a él o sus acompañantes y luego

de logrado esto, tenían que hacer señales y esperar la llegada de Víctor Emilio a una de las

puertas laterales del Palacio, pues él y su escolta se harían cargo de don Eloy para llevarlo a

salvo a una de las legaciones extranjeras, donde estaría a buen recaudo hasta poder brindarle la

seguridad y facilidades necesarias para salir al exilio en el extranjero.

No fue necesaria la intervención para neutralizar la guardia presidencial, pues al primer grito de

¡Viva la Constitución, abajo Alfaro! los soldados, con excepción de unos pocos, se pasaron al

bando revolucionario y abandonaron sus puestos.

Dicen los relatos que a la 1 menos 5 minutos de la tarde comenzó el tiroteo y en 5 minutos todo

estaba concluido, pero las cosas no fueron tan simples. Sí hubo oposición y prueba de ello es la

lista de bajas sufridas ese día, la que incluyó muertos y heridos. Se enfrentaron con el Escuadrón

Yaguachi en El Ejido y con la caballería en La Magdalena. Paradójicamente, donde no hubo la

esperada resistencia fue en el Palacio de Gobierno, por la defección de la escolta.

Un periodista de El Ecuatoriano, periódico publicado en Quito y Guayaquil, registró los hechos:

“La Artillería Bolívar dio principio al acto: en el momento los jóvenes comprometidos que

habían estado próximos á los cuarteles de los batallones Pichincha y Esmeraldas, se

presentaron al grito de ¡Viva la Constitución!, grito mágico, que fue repetido por los soldados:

¡los Alfaro habían caído! El pueblo en el acto se reunió, penetró á la Artillería y se armó,

dejando el parque casi limpio de fusiles. El Escuadrón de Caballería fue el único que se dirigía

á la ciudad vivando á Alfaro; pero el Colegio Militar lo contuvo, y tuvieron una pequeña

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refriega, que terminó con algunos muertos, y con la presencia de mayor fuerza que acudió

contra el Escuadrón”.

En ese momento el Presidente se encontraba en su despacho, con algunos ministros y oficiales

militares, entre ellos el coronel Luis F. Andrade, comandante del Regimiento Esmeraldas y el

comandante Hidalgo Albornoz, del Escuadrón Yaguachi. Ni bien se escucharon tiros, se mandó

averiguar qué pasaba y cuando se determinó que era un levantamiento contra el Presidente,

Andrade e Hidalgo salieron precipitadamente para sus cuarteles, encontrando a la salida al grupo

de jóvenes y cocheros armados que estaban tratando de entrar al Palacio con el fin de apresar al

Presidente. Los dos recibieron algunos disparos que los inutilizaron, pero sobrevivieron al

ataque. Mientras tanto, don Eloy y sus partidarios que lo acompañaban, tuvieron que refugiarse

en el despacho del Ministro de Instrucción Pública, local que se encontraba en el interior del

Palacio y por lo tanto era seguro ante las balas que acribillaban al edificio, y en especial al

despacho presidencial. Vivían un estado de total incertidumbre, pues no se tenía noticias

concretas de lo que estaba sucediendo.

Víctor Emilio estaba ahora en la Plaza de la Independencia con don Manuel Moreno, con quien

acudieron de inmediato a la residencia presidencial, para dar a la familia del general garantías de

seguridad.

Lo ocurrido después es algo confuso, pues los variados relatos tienen divergencias. Hemos leído

varios de esos relatos, entre ellos los del mismo don Eloy Alfaro, José Peralta, Manuel Moreno,

Roberto Andrade y Víctor Eastman Cox, que son los de mayor interés. Consideramos que aquel

de Víctor Eastman, el legado de Chile, es el que más se acerca a la realidad, pues coincide con

lo mismo que dice don Eloy, pero visto desde una perspectiva más objetiva. El relato de Peralta

es totalmente subjetivo y parcializado, al igual que el de Manuel Moreno, y en ambos casos los

relatores y protagonistas tratan de aumentar la dimensión de su participación.

Para entender mejor los acontecimientos, debemos tener claro que en ese entonces el Palacio de

Carondelet era sede tanto del Poder Ejecutivo como del Poder Legislativo, y en él se

encontraban también los despachos ministeriales. Una vez conocido que estaba en marcha un

golpe de estado los empleados de gobierno y los pocos soldados que quedaron adentro, cerraron

y trataron de fortificar el Palacio; quedaron también encerrados los senadores y diputados que

estaban adentro, mientras que los que estaban afuera no pudieron entrar a su sede y por lo tanto

permanecían en estado de confusión y dispersos por los alrededores del Palacio. Se pudo

localizar al Sr. Carlos Freile Zaldumbide, presidente del Senado, en su domicilio, pero él

inicialmente no quiso tomar acción por temor a su seguridad física.

Un grupo de legisladores reunidos por el Dr. Bermeo, entre ellos algunos suplentes, se

trasladaron a la Municipalidad de Quito, donde lograron sesionar y designar como Jefe Civil y

Militar al señor Pedro Valdez Mackliff, vicepresidente del Senado. Esto creó momentáneamente

un estado de incertidumbre, pues no le correspondía a él encargarse del poder, ni la

denominación del cargo correspondía a un término constitucional, siendo ésta una revolución

que pregonaba la defensa de esa Constitución. Nadie puede negar que se vivía un estado de

ruptura constitucional, pues el Presidente depuesto no había renunciado al cargo. Freile recién se

posesionó como Presidente Interino en la mañana del día 12, de tal manera que Valdez ejerció el

Poder Ejecutivo como Jefe Civil y Militar desde su proclamación en la tarde del 11 hasta la

posesión de Freile en la mañana del 12.

Mientras ejerció el Poder Ejecutivo, Pedro Valdez dispuso el apresamiento de don Eloy y sus

servidores. Para ello se nombró una comisión compuesta por el mismo Valdez, Federico

Fernández Madrid, César Mantilla y Manuel Moreno.

El Sr. Víctor Eastman Cox, Legado de la República de Chile, preocupado por la seguridad del

Presidente, había decidido acudir al Palacio para ofrecer sus servicios al Presidente y amigo.

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El plan original no se había podido ejecutar, pues los jóvenes y cocheros que tenían la misión de

apresar al Presidente, no pudieron ingresar al Palacio y por lo tanto se mantuvieron como

espectadores de los hechos, en las afueras del edificio.

El legado chileno logró cruzar la Plaza de la Independencia y se acercó a una de las puertas

laterales del Palacio, logrando ingresar de inmediato para ser conducido ante la presencia del

Presidente. El General lo abrazó emocionado, esperando que fuera portador de buenas noticias,

pero lo que pudo comunicarle Eastman aclaró la situación: Era un hecho el que estaba en

marcha una revolución para deponerlo. Eastman ofreció sus buenos oficios para interceder ante

quienes él tenía identificados como líderes de la insurrección: El vicepresidente del Senado,

Pedro Valdez y el coronel Juan Francisco Navarro. Eastman salió del Palacio con intención de

dirigirse a la Municipalidad, donde sabía estaban reunidos los congresistas y quienes

consideraba los líderes de la revolución, pero en el camino encontró al Sr. Valdez y al coronel

Navarro que acudían al Palacio, acompañados del legado del Brasil, Sr. Barros Moreira, y por lo

tanto el retorno fue inmediato. Los dos comisionados, quienes iban acompañados de Francisco

Fernández Madrid, César Mantilla y Manuel Moreno, le comunicaron al Gral. Alfaro que había

sido depuesto y le pidieron su renuncia. Se le ofreció, por parte de los dos legados presentes,

asilo político en cualquiera de sus legaciones. Eran cerca de las dos de la tarde y en vista de que

los hechos estaban consumados y que ninguna unidad militar de Quito acudió a salvarlo, don

Eloy aceptó el ofrecimiento del legado chileno. Salió don Eloy del despacho ministerial

acompañado de los pocos allegados fieles que habían quedado con él en el Palacio. Al salir a la

calle, se unió al grupo Víctor Emilio, quien se mantenía unos pasos atrás, cumpliendo la orden

de su padre de proteger la integridad física del General. Rodeaban al general los dos legados, sus

hijos Olmedo y Colón Eloy, y el coronel Navarro, así como unos pocos funcionarios del

régimen depuesto. Los escoltaban los jóvenes y los cocheros armados como protección ante la

tropa armada que amenazaba a don Eloy y un pueblo enardecido que lo insultaba. Cruzaron

frente al atrio de la Catedral. En el camino las fuerzas de don Eloy flaquearon y tuvo que ser

asistido por Víctor Eastman y el coronel Navarro, quienes prácticamente lo llevaron cargado,

pero ingresó en la Legación de Chile a salvo, con sus dos hijos. Don Manuel Moreno continuó

con algunos ex funcionarios del Gobierno depuesto, entre ellos los ministros Peralta y Martínez

Aguirre, hacia el Panóptico, donde serían recluidos.

Los relatos de lo acontecido divergen, como ya lo hemos dicho, pero la divergencia entre el

relato de Manuel Moreno y del mismo Víctor Emilio traerían consecuencias futuras para la

unidad de los revolucionarios. El relato de Víctor Emilio lo ubica fuera del Palacio, con su

escolta en espera de la salida de don Eloy para su traslado a una de las legaciones, pero el relato

de don Manuel Moreno lo ubica con el coronel Navarro en las tareas de reorganizar el Ejército,

de tal forma que, según Moreno, ni Navarro ni Víctor Emilio estuvieron cerca del Palacio. Esa

diferencia de relatos trajo una controversia con Moreno, pues Víctor Emilio consideró que en el

relato que hizo Moreno luego de los hechos, los omitió tanto a él como al coronel Navarro para

asumir protagonismo adicional. Está claro que no había empatía entre estos personajes que

habían sido participantes muy activos de los hechos. Moreno debía su lealtad más que a nadie al

Gral. Manuel Antonio Franco, quien tenía sus propias aspiraciones políticas, mientras Víctor

Emilio seguía claramente el objetivo de facilitar la posesión de su padre en la presidencia.

Al decir Moreno en su relato que Víctor Emilio permaneció con el coronel Navarro

reorganizando el Ejército, los remueve de toda actividad en los varios hechos que se dieron el 11

de agosto, pero la falla práctica de Moreno está en que la presencia de Navarro está bien

documentada y en cuanto a Víctor Emilio, mal podía un capitán de 20 años, con experiencia

solamente de edecán del Presidente desde la movilización a la frontera sur, en abril de 1910,

dedicarse a la reorganización del Ejército, una función de Estado Mayor que requería de

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conocimientos que en ese momento histórico estaban más allá de los que tenía Víctor Emilio en

la materia. Además, dentro de la organización revolucionaria había oficiales superiores mucho

más capacitados que Víctor Emilio para el ejercicio de esa importantísima y delicadísima

función técnica.

Más aún, los relatos de los hechos posteriores al 11 de agosto que aparecen en la prensa

independiente, no solo en La Unión y La Constitución, que eran obviamente estradistas, lo

ubican a Víctor Emilio en medio de la acción en varios hechos. Mal podía estar trabajando en la

reorganización del Ejército, tarea que requería concentración y dedicación, y al mismo tiempo

salir a realizar acciones en eventos que requerían que esté alerta a las noticias minuto a minuto.

Cuando estuvo seguro que Alfaro quedaba a buen recaudo, Víctor Emilio se ocupó de inmediato

de acudir a la Municipalidad de Quito, donde estaban reunidos, en estado de agitación, algunos

senadores y diputados. Habían designado como Jefe Civil y Militar al vicepresidente del

Senado, Pedro Valdez Mackliff, pero el doctor Juan Benigno Vela hizo ver a los congresistas el

error que estaban cometiendo, pues a quien le correspondía asumir la presidencia ante el

abandono del poder por parte de don Eloy, era al Presidente del Senado, don Carlos Freile

Zaldumbide. Si bien ya se había roto la Constitución deponiendo por la fuerza al Presidente, no

se debía continuar el estado de hecho y había que regresar de la manera más expedita al estado

de derecho. El Dr. Vela recordó a los diputados que el movimiento que se había generado era

precisamente en defensa de la constitucionalidad que don Eloy había estado a punto de romper.

Es un hecho innegable que al pedir y recibir asilo en la Legación de Chile, el general Alfaro

había abandonado el Poder Ejecutivo y dejado vacante el solio presidencial. La presentación de

su renuncia al día siguiente, lo que haría sería formalizar y dar legalidad a los hechos

consumados.

Don Carlos Freile fue llamado a la municipalidad el día 12 en la mañana, donde se posesionó

del cargo, pero de manera informal ante los legisladores presentes. Una vez posesionado, Víctor

Emilio lo acompañó con escolta al Palacio de Gobierno, para tomar posesión física del Poder

Ejecutivo. Don Carlos no ocupó el despacho presidencial, el cual fue sellado, sino que usó el

suyo como Presidente del Senado, desde donde ejerció el Poder Ejecutivo hasta la posesión de

don Emilio el 1° de septiembre. La visita al Palacio fue breve, pero quedó ya en manos de los

revolucionarios y se restableció su seguridad. Don Carlos regresaría al día siguiente para

posesionarse formalmente ante las cámaras legislativas, una vez renunciado el Gral. Alfaro.

Años después, motivado por un relato distorsionado de los hechos que formuló Olmedo Alfaro

Paredes, Víctor Emilio escribió: “Olmedo, i con Olmedo el General i sus amigos, creían que

tener a su lado los jefes de los batallones equivalía a tener el Ejército, pero la realidad era

diversa, i lo era porque esos jefes no tenían el aprecio de sus soldados por razones que mejor es

no mencionar aquí. La fuerza del Ejército la tuvo Terán que, como buen político, le hacía creer

al Gral. Flavio que trabajaba para él, pero Terán era también demasiado grande para servir de

puente, i después de muerto Terán esa fuerza jamás estuvo con el Gobierno sino con mi padre. I

los hechos así lo probaron el 11 de Agosto”.

En “Vida de un Hombre”, Víctor relata así los hechos del día 11: “A las 2 p.m., después de inútil

tiroteo en el centro de la ciudad (sólo en el Ejido y en la Magdalena nos fue preciso combatir

seriamente con los cuerpos que resistían) el General Alfaro bajaba las gradas del Palacio de

Gobierno, atravesaba la plaza de la Independencia y subía sano y salvo a su refugio de la

Legación Chilena en el edificio que ocupa hoy el Banco del Pichincha. Lo llevó de brazo el

Ministro Chileno don Víctor Eastman Cox. A pocos pasos fui yo, preparado para cumplir la

consigna de hacerlo respetar. Fuera del inevitable barullo y de la siempre desbordada fórmula

de la multitud, el General no corrió efectivamente ningún peligro personal”. Como estiló en

“Vida de un Hombre”, Víctor Emilio minimizó su propio rol en los eventos del 11 de agosto.

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Una vez que don Eloy quedó a salvo en la Legación de Chile, Víctor Emilio se dio el tiempo

para enviar un telegrama a su padre, con el siguiente texto: “Quito, Agosto 11 / Sr. Emilio

Estrada: El ejército y el pueblo acaban de reivindicar los derechos de la República. Estamos

victoriosos”. Mensaje lacónico que, sin embargo, llevaba mucha emoción contenida.

Lastimosamente, el pueblo y la tropa desbordaron su entusiasmo y se cometieron desmanes en

Quito. Se saquearon comercios y casas de alfaristas, y se agredió a muchos de ellos que eran

conocidos públicamente. Por eso, muchos alfaristas y flavistas se pusieron a buen recaudo.

Uno de los primeros blancos de los ataques había sido la oficina y talleres de El Tiempo, el

insultante periódico del coronel Luciano Coral. Se destruyeron las instalaciones, pero Coral se

escondió bien para evitar la furia popular. El pueblo lo buscaría hasta encontrarlo en pocos días.

La Prensa, periódico vespertino de Quito dirigido por Luis Napoleón Dillon, fue el primer

periódico que relató los hechos del día 11. En edición de la tarde de ese mismo día, se hizo

espacio para un corto relato de los hechos, que repiten lo que ya hemos visto. Reporta también

los nombres de los muertos y heridos que se habían registrado hasta el cierre de la edición.

Hasta ese momento se había contabilizado dos heridos y cuatro muertos entre los combatientes.

El cable de Víctor para Emilio causó que se detuvieran las prensas de La Unión, vespertino de

Guayaquil, y en la segunda página de la edición de ese día, se incluyó breve información del

corresponsal y dos informaciones importantes: El cable de Víctor Emilio a su padre, y el reporte

de que el Gral. Montero, y por tanto la III Zona Militar “...ha tomado las precauciones del caso

de tal manera que la población debe descansar tranquila en la seguridad de que el orden no se

alterará”. Era forma discreta de decir que la III Zona Militar apoyaba, aunque de manera pasiva,

el golpe constitucional.

Pero la situación de peligro e incertidumbre no acabó ese día. Ni bien se enteró de lo acontecido

en Quito, el Gral. Ulpiano Páez, comandante de la plaza de Riobamba, dispuso la movilización

de sus unidades a Quito, con el fin de reinstalar en el poder al Gral. Alfaro. Eso representaba un

peligro que se materializaría en pocos días, aunque se obstaculizara el tráfico ferroviario. No

debemos olvidar que la compañía del ferrocarril favorecía a los alfaristas por la protección

personal de Alfaro a Harman.

La amenaza de Páez era grave y don Emilio, así como el encargado del Poder Ejecutivo,

comenzaron a hacer gestiones para neutralizar a ese General.

En Riobamba se vivía una situación muy tensa, pues el Gobernador plegó de inmediato a la

causa Constitucional, mientras el Comandante Militar de la Plaza, Gral. Páez, permanecía fiel al

Gral. Alfaro.

El coronel Bartolomé Vinelli, uno de los oficiales que habían firmado la última intimación de

renuncia que le presentaron a don Emilio, fugó tan pronto estuvo claro que la unidad de su

mando se había pronunciado por la causa Constitucional. Para su mala suerte, era bien conocido

y por lo tanto, a pocos días fue capturado y reducido a prisión en Riobamba por el Gobernador

del Chimborazo, donde Vinelli temió por su vida. Pidió ayuda a Víctor Emilio, quien dispuso su

libertad. Este hecho lo mencionamos por algo que sucedería unos días después.

Al caer la tarde del día 11, Víctor Emilio envió un nuevo cable a su padre: “Señor Don Emilio

Estrada: El General Eloy Alfaro por intervención de varios liberales está asilado en la legación

chilena. / El Gobierno provisorio establecido así: Encargado del Mando Carlos Freile

Zaldumbide; Ministro de guerra general Manuel Antonio Franco y encargado de las carteras

de Hacienda, de lo Interior y Relaciones Exteriores Octavio Díaz. / Jefe de Zona, coronel Juan

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Francisco Navarro.- Cuarteles organizados todos con Jefes liberales, de prestigio y de

confianza. -Mañana daré más pormenores, comunica á amigos civiles y militares. / Tu hijo,

Víctor Estrada”.

La noche del 11 al 12 fue intranquila en toda la ciudad. Los disparos no cesaron en toda la noche

y se dieron muchos saqueos y robos aprovechándose de la situación de incertidumbre.

El día 12 amaneció con el pueblo inquieto. Alfaro estaba depuesto pero no había renunciado a la

presidencia. Cualquier movimiento podía restablecerlo. Era necesario que renuncie

formalmente. La situación militar era también intranquila. Flavio Alfaro se encontraba

escondido, al igual que otros oficiales alfaristas. No se sabía qué podían estar tramando.

Víctor Emilio, por su lado, se mantuvo ocupado en los días posteriores al 11 de agosto

consolidando el golpe constitucional, ya que las conspiraciones no cesaban por parte de

alfaristas que aspiraban desesperadamente recuperar el poder. También conspiraban los

flavistas, quienes buscaban neciamente la forma de posesionar a su líder como presidente.

Los telegramas entre padre e hijo iban y venían varias veces al día. El hijo informaba y el padre

disponía, guiaba y aconsejaba, aunque Víctor Emilio actuaba como le parecía conveniente

porque estaba en el lugar de los hechos y tenía que responder adecuadamente ante ellos.

Tarde en la mañana del día 12, Luis Napoleón Dillon, director de La Prensa, llevó una masa

humana a la casa del Presidente interino, quien ya se había posesionado de manera informal en

el Municipio de Quito. Se manifestaron ruidosamente y los arengó con la ayuda del Dr. Isidro

Ayora, quien era un elocuente orador. Un grupo subieron a entrevistarse con don Carlos Freile y

éste salió al balcón para pronunciarse ante el pueblo. En su discurso don Carlos dijo: “Acaba el

ilustre Pueblo del Diez de Agosto, en asocio del heroico Ejército Nacional, de dar una prueba

más de su amor á la libertad y de respeto á las instituciones. / El justo recelo de que las bases

fundamentales del Estado padecieran menoscabo, mancomunó los esfuerzos del Ejército y del

Pueblo, y su actitud resuelta ha removido toda tentativa de conculcación de nuestros derechos

de Ciudadanos libres (...) La página que habéis escrito el día de ayer es página sin ejemplo en

los anales de nuestra Historia; habéis probado al mundo que vuestro voto por el distinguido

ciudadano Sr. don Emilio Estrada fue consciente, libre y espontáneo, así como lo fue el de mis

compatriotas que sufragaron por ese prestigioso hombre público / Ecuatorianos: Los destinos

del país están en vuestras manos; si queréis una Nación próspera y feliz, amad el Orden,

ejerced la Justicia, vivid libres”.

Renuncia del presidente Alfaro y acontecimientos posteriores

Uno de los pedidos que le presentaron los manifestantes al Presidente interino fue que se

solicitara formalmente la renuncia del Gral. Alfaro a la presidencia, a lo que accedió don Carlos.

El pedido fue redactado de inmediato y fue entregado por el Presidente interino a una comisión

de agentes diplomáticos que se había conformado para velar por la seguridad del depuesto

mandatario. Esos agentes estaban reunidos en la Legación del Brasil, donde también estaba el

Legado chileno. Eastman se apresuró a su Legación con el pedido, al que accedió de inmediato

el Gral. Alfaro, estampando su firma en el documento. Eastman regresó a la Legación de Brasil

y entregó el documento al Dr. Freile. El texto de la renuncia dice así: “Señor don Carlos Freile

Zaldumbide. - Ciudad. / Por conducto del señor Ministro de Chile acabo de recibir su carta de

esta fecha en la cual Ud. me manifiesta que el pueblo quiteño, congregado en meeting, solicita

mi dimisión del cargo de Presidente de la República por los días que faltan para la terminación

de mi período constitucional. / Ayer como á las dos de la tarde, encontrándome en el Palacio de

Gobierno con mis ministros, recibí una honorable comisión de caballeros que me hicieron igual

solicitud. No conociendo la magnitud del movimiento estimé de mí deber rechazar tal pedido.

Recibí en seguida la visita de los Ministros de Chile y del Brasil, y con ellos me trasladé a la

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Legación de Chile donde me encuentro asilado. / Sin entrar á considerar los términos de su

carta, quiero manifestar á Ud. que como ecuatoriano patriota no deseo que por mi interés

personal se derrame una gota de sangre y que, por lo tanto, hago dimisión del cargo de

Presidente de la República, lo cual hará continuar el régimen liberal al amparo de la

Constitución. / Dios y Libertad, Eloy Alfaro”.

Esta renuncia fue leída públicamente por don Carlos Freile Zaldumbide desde la Legación del

Brasil, generando algazara en el pueblo congregado en los alrededores.

Lo más importante del texto de esa renuncia son las últimas palabras: “hago dimisión del cargo

de Presidente de la República, lo cual hará continuar el régimen liberal al amparo de la

Constitución”, lo cual, por declaración del mismo Alfaro, pues nadie le dio redactando esa parte

del texto, dio legitimidad constitucional al régimen interino de Freile.

La Prensa del día 12 reportó el nombramiento del Gabinete Ministerial por parte del Encargado

del Poder Ejecutivo. Como veremos, discrepa en algo con lo reportado por Víctor Emilio a su

padre el día anterior: Ministro de lo Interior y Policía: Dr. Octavio Díaz; de Guerra y Marina:

Gral. Manuel Antonio Franco; de Instrucción Pública, Dr. José Julián Andrade; de Relaciones

Exteriores, Dr. Alfredo Baquerizo Moreno. Interesante es que no se había nombrado Ministro de

Hacienda y los nombrados para Instrucción Pública y Relaciones Exteriores no habían

respondido a los cables con las ofertas de sus cargos. Se nombró también Jefe de la I Zona

Militar al Gral. Fidel García y al nuevo Intendente de Policía de Pichincha, nombramiento que

recayó en Federico Fernández Madrid, quien de inmediato dictó medidas para tratar de

restablecer el orden y la ley en la ciudad de Quito. Sus órdenes no surtieron efecto sino hasta

algunos días después.

De Tulcán se recibió un reportaje que la plaza había acogido con beneplácito el cambio de

Gobierno y que se consideraban los precursores del golpe constitucional por la intimación que

habían hecho al Gral. Alfaro días atrás.

Flavio permanecía escondido, pero seguía dirigiendo a sus lugartenientes en sus esfuerzos a

todas luces ilegítimos.

El día 12 se localizó, a través de los medios de inteligencia de los revolucionarios, el lugar

donde se escondía Flavio Alfaro Santana. Se lo denunció al Gobierno y se armó el operativo

para apresarlo, el que estuvo a cargo del capitán Puente y 15 hombres. Se había refugiado en la

finca del Sr. Eastman, el Legado de Chile, pero a diferencia del edificio de la Legación, su finca

particular, ubicada al norte de Quito, no tenía estatus de extra territorio y por lo tanto podía ser

allanada por la autoridad.

Don Víctor Eastman acudió a su finca y en su relato de los acontecimientos dijo que “un grupo

de quince o más jóvenes armados, muchos de ellos algo afectados por el licor, salían en un

carruaje de posta desde mi Quinta, conduciendo al mencionado general…” Sin embargo, el

oficial destinado para apresar a Flavio se portó con total decoro y muy cortésmente tocó la

puerta de la finca. Al abrirse preguntó por el Gral. Flavio Alfaro y pidió se acerque a la puerta.

Alfaro lo hizo, comprendiendo así que su refugio había sido descubierto. El capitán Puente le

comunicó que estaba arrestado y que debía acompañarlo. Alfaro aceptó salir sin violencia,

entregó su arma y pidió tiempo para preparar su coche, con el fin de que lo conduzca al

Panóptico. Puente accedió y una vez listo el carruaje, salió Flavio con la escolta.

A poca distancia se encontraron con el coche del Sr. Eastman, que acudía a su finca a visitar a

Flavio. Se hizo señales para que se detenga la escolta con el prisionero. Eastman se acercó al

coche y comprobó que se trataba de su ex huésped. De inmediato dialogó con Puente sobre el

peligro que corría Alfaro debido a la exaltación del pueblo quiteño y pidió se transfiera la

custodia del prisionero a él, para protegerlo en el camino al Panóptico. Puente aceptó y las

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banderas de Chile y la blanca de la paz fueron transferidas del coche de Eastman al de Alfaro.

Puente, como responsable del prisionero y Eastman como su protector, se trasladaron al coche

de Flavio, que reinició su camino con la escolta.

Entrando a Quito, la multitud no tardó en rodear el coche, lanzando insultos contra Flavio Alfaro

y disparando al aire. El sistema de inteligencia de los revolucionarios pudo informar a Víctor

Emilio del arresto y cumpliendo de manera extendida la misión dispuesta por su padre, brindó

protección al prisionero desde que llegó a las afueras del Panóptico, acompañándolo hasta

dejarlo seguro en una celda. Julio Estrada Icaza nos narra los hechos tal cual se los relató a él su

padre: “Conociendo la actitud de los soldados, mi padre corrió veloz, llegando al Panóptico

para tomarlo del brazo y subir con él la rampa. La guardia, soldados del ‘Esmeraldas’, se

formaron y comenzaron a apuntar al General. Este dijo: ‘Ve, Víctor Emilio, lo que van a hacer’

y Víctor Emilio se colocó delante de Flavio e increpándole a los soldados, lo llevó al general a

su celda, sano y salvo”.

Aquí hacemos una puntualización necesaria referente a los medios de comunicaciones que

servían a la revolución constitucional en ese agosto de 1911. En varios relatos sobre los

acontecimientos trágicos de enero de 1912 se menciona vagamente el rol del gremio de

cocheros, quienes fueron partícipes en los actos de violencia. De hecho, el nombre de José

Cevallos, cochero, es mencionado prominentemente como uno de los asesinos de don Eloy.

En este relato ya hemos leído también, en términos generales, que muchos de los cocheros

participaron en la revolución constitucional.

En realidad, el gremio de cocheros jugó un rol fundamental en la revolución, pues fueron el

principal medio de comunicación de los revolucionarios. Ellos, que estaban en todas partes de

Quito, se encargaban de mantener informado al cuartel general de los revolucionarios de todo lo

que acontecía en la ciudad y es por esto que vemos a Víctor Emilio presente en los puntos

críticos. Esa presencia oportuna se debió por entero a los cocheros. Por cierto, no es que Víctor

Emilio se movilizara en coche, pues lo hacía a caballo por la mayor agilidad y velocidad que

tenía, pero eran los cocheros quienes lo informaban, lo dirigían hacia los puntos de la acción y lo

apoyaban cuando era necesario.

Al mismo tiempo es necesario puntualizar que sin el gremio de cocheros, es muy posible que la

revolución no hubiera tenido éxito. Y sería un estudio interesante el que analice la causa del

distanciamiento y hasta odio que sintió ese gremio por don Eloy y los Alfaro. En el caso del

apresamiento de Flavio, ellos fueron los que alertaron al pueblo de que Flavio estaba por entrar a

Quito, lo cual enardeció a las turbas que lo siguieron hasta el panóptico.

En las comunicaciones también participaron los estudiantes, pero en otro nivel, pues ellos hacían

una labor más al nivel de inteligencia secreta, indagando información política y militar, lo que

permitió, como ejemplo, localizar a Luciano Coral en su escondite a poco de ocurrida la

revolución.

Un hecho un tanto gracioso se dio cuando aquel comisario de policía que amenazó con allanar la

vivienda del presidente electo, fue atajado por uno de los revolucionarios cuando fugaba a

esconderse. Dice el reportaje en La Prensa del día 12: “Ayer en medio de la pelotera, el ex-

comisario Alejandro Almeida, se retiraba á paso de derrota cuando dio de frente con un

soldado que le tendía el rifle, diciéndole al mismo tiempo que grite ¡Viva la Constitución! y el

señor Almeida, que siempre la ha respetado, sobre todo, cuando abrogándose derechos ajenos

ha juzgado á los periodistas, no tuvo más remedio que vivar la Constitución aunque con voz

trémula y acongojada. -Quien siembra vientos cosecha tempestades”.

La noche del 12 al 13 fue la primera en que Víctor Emilio pudo descansar unas horas, en la casa

de los Espinosa Palacios y bajo el cuidado de sus anfitriones, pues doña Isabel estaba

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preocupada porque a Víctor le diera una descomposición nerviosa como la ocurrida el día 8 de

julio, cuando de manera inesperada se encontró al frente de un movimiento revolucionario.

Aquí vale esclarecer de qué exactamente se trataba esa “descomposición”. Fue un ataque severo

de colitis nerviosa, que por la intensidad de los espasmos le paralizó la digestión y generó un

estado de descomposición general. Doña Isabel se encargó de alimentarlo, pues no había comido

nada desde el día 11 en la mañana, de darle jarabe de Valeriana para tranquilizarlo y relajar sus

nervios, que se encontraban tensos como cuerda de violín, y ponerlo a dormir. Ella se mantuvo

en custodia en la puerta del dormitorio para que el joven tuviera un sueño ininterrumpido. Los

despachos e informaciones que le llegaban fueron atendidos por ella, como su secretaria que era,

pues no hubo alguno que justificara despertarlo. Doña Isabel estaba consciente de que el éxito

de la revolución giraba en estos momentos alrededor del joven Estrada, quien uniformado y con

la autoridad dada por su padre, era obedecido por todos los civiles y soldados participantes en la

revuelta, aún aquellos que eran jerárquicamente superiores, como ministros de estado y oficiales

militares.

Conociendo la orden de movilización dada por el general Páez, los legados diplomáticos

gestionaron que don Eloy dé órdenes a sus tropas fieles para que depongan las armas. No lo hizo

de inmediato, pues seguramente albergaba algunas esperanzas de restitución, pero sí lo hizo al

día siguiente, el 13 en la mañana, con lo cual se neutralizó el peligro de un encuentro cruento

entre tropas alfaristas y tropas del ahora legítimo, aunque interino, Gobierno del Dr. Freile. Para

la noche del día 13 el Gral. Páez, quien ya había avanzado hasta Latacunga, se había sometido al

Gobierno Constitucional. Con eso se resolvió el mayor peligro militar, pero la situación

continuaba inestable, ya que algunas unidades militares aún no se pronunciaban por el Gobierno

Constitucional.

Esa orden del ex presidente Alfaro a sus tropas leales no sería acatada por el coronel Carlos

Alfaro Acosta, su sobrino, quien ni bien se enteró de la revolución en Quito, abandonó su cargo

en la plaza militar de Guayaquil y se fugó a Los Ríos con armas tomadas de su unidad, con el fin

de hacer guerra de guerrillas en esa provincia y luego dirigirse hacia Manabí. Carlos Alfaro, a

pesar de su rango en el Ejército, estaba ahora fuera de la ley, ya que lideraba una montonera

ilegal y equipada con armas sustraídas arbitrariamente del parque militar de Guayaquil. Su

propósito era instalar en el poder a su primo, Flavio Alfaro Santana.

La edición del día 12 de La Unión fue matutina y cubrió, en la medida que recibían información,

los hechos del golpe constitucional. Esa edición buscaba tranquilizar a la ciudadanía y mantener

el orden en los puntos donde llegaran sus ejemplares. En ella, los editores nos revelan que ni

bien recibieron el cable de Víctor Emilio el día anterior anunciando el éxito del golpe,

publicaron una hoja suelta, la cual fue circulada de inmediato por la ciudad.

Para el día 12 en la tarde se habían contabilizado en Quito 16 muertos y decenas de heridos. El

golpe había costado preciosa sangre en defensa de la Constitución.

El día 13 La Unión se burla de su colega El Tiempo de Guayaquil, pues el día 12 publicó un

telegrama que sin duda fue enviado por Luciano Coral poco antes de que la turba llegara a los

talleres de El Tiempo en Quito, el cual decía: “Para la tranquilidad pública: Situación peligrosa

pasó. Gobierno firme. Generales Eloy y Flavio Alfaro perfectamente. Espere detalle”. Los

editores de La Unión lo exponen como una muestra de las mentiras de mala fe que publicaba El

Tiempo. Si se lee las ediciones de ese periódico, queda clara su parcialidad pro alfarista y

flavista.

Los siguientes días La Unión continuaría publicando notas tendientes a consolidar el régimen

constitucional interino.

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Don Carlos Freile Zaldumbide estaba consciente de que ejercía la presidencia interinamente y

consideró adecuado consultar y mantener informado permanentemente de sus actos al Presidente

electo, quien se posesionaría en veinte días. La relación del Encargado del Poder con el

Presidente electo fue de acción conjunta y consecuente con los principios liberales, aunque

respetuosa de las prerrogativas constitucionales de cada uno de ellos en el momento que vivían.

Víctor Emilio, por ser el representante de su padre en Quito, mantuvo contacto estrecho con el

Sr. Freile, pero de manera muy discreta, pues constitucionalmente no tenía un rol que

desempeñar en el nuevo gobierno.

El día 13 fue asesinado en su celda del Panóptico el coronel Luis Quirola, asesino del general

Emilio María Terán. Buena razón tenían los presos políticos para estar preocupados por sus

vidas, pues la muerte de Quirola era una demostración de que la soldadesca de guardia no tenía

un control efectivo que pudiera mantener la disciplina y garantizar la seguridad de los presos.

Ese mismo día Víctor Emilio envió el siguiente telegrama a su padre: “Páez optó por lo único

justo y razonable y regresa ya á sus acantonamientos.- Me parece que todo ha terminado.- Tu

hijo. Víctor Estrada”.

Era un gran alivio, pues la rebeldía de Páez ante el Gobierno Constitucional habría sido causa de

una cruenta guerra civil. Pero “todo” no había terminado. Aún había que mantener una constante

vigilancia sobre la volátil situación militar y política.

Luciano Coral Morillo, director de El Tiempo de Quito y Guayaquil, se había puesto a buen

recaudo cuando el pueblo se acercaba a la imprenta de su periódico en Quito, para destruirla. La

Prensa de Quito nos relata que fue apresado el día 13 de agosto en una casa cercana a los talleres

de la imprenta, donde le habían dado refugio. Víctor Emilio se enteró inmediatamente a través

de los cocheros y acudió al lugar de los hechos con su escolta. Los ánimos del pueblo estaban

encendidos y querían agredir a Coral, pero Víctor Emilio le brindó protección hasta entrar en el

Panóptico. Seguía cumpliendo, ampliada a los principales líderes alfaristas, la orden de su padre

de evitar atropellos contra ellos y salvaguardar sus vidas. En el caso de Coral, se trataba de

quien había atacado e injuriado virulentamente, con falsedades e improperios, a don Emilio,

usando sus medios de comunicación. Mientras ejecutaba esa orden, a Víctor Emilio se le

grababa indeleblemente en su personalidad la obligación de ser magnánimo con los vencidos.

No importaba cuánto daño le había hecho el enemigo, una vez caído en desgracia, tendría la

protección del vencedor.

Coral, por cierto, salió al día siguiente del Panóptico, pues hizo valer su fuero como diputado del

Partido Liberal, condición que le fue revocada por el Legislativo el 15 de ese mes, al

confirmarse que no era ecuatoriano, sino colombiano. Coral se había hecho pasar como

ciudadano, asegurando que había nacido en Tulcán, pero nunca presentó su partida de

nacimiento.

Es este caso en particular vale citar textualmente al corresponsal de La Unión, en Quito, quien

fue testigo presencial de los hechos. Su reportaje se publicaría en La Unión N° 146, del 21 de

agosto, pero lo veremos aquí anticipadamente:

“Quito, Agosto 14 de 1911. / Sr. Director de <La Unión>. Guayaquil.

En uno de los últimos correos le escribí y supongo sí habrá alcanzado a llegar a sus manos.

Ignoro cómo estará eso por allá y no queda más remedio que esperar.

El objeto de la presente es relatarle un episodio que lleva el mérito de haberlo presenciado y la

casualidad de conocer personalmente Ud. y yo al protagonista del incidente:

Era el domingo, tercer día de la intranquilidad y zozobra en Quito, pues aún no se sabía el

resultado acerca de las gestiones que se habían iniciado para rendir al batallón Carchi

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acantonado en la plaza de Latacunga. Eran las tres y media de la tarde, día muy bonito y

mucha gente por las calles principales.

Yo vivo en la (sucursal del hotel Royal) calle de Venezuela, principal calle de Quito. Me

encontraba medio adormitado luego de haber regresado de la barra del Congreso, cuando oí

ruido extraño en la calle; me asomo y veo el rostro de las gentes (que había en la calle), unos

poco alarmados y curiosos. Encima de las oficinas donde se editaba <El Ecuador> se

aglomeraba un grupo de personas que algunos militares de á pie y á caballo procuraban alejar.

El resto de la calle se había despejado y algunos jefes y oficiales la recorrían suplicando a

todos que hicieran el favor de retirarse porque se iba á trasladar un preso al Panóptico. Debajo

de mi ventana se encontraba un grupo de soldados de línea, armados. A poco vino un coche

victoria, expresamente llamado, pues todos los cocheros abandonaron su negocio para

constituir un escuadrón que ya está militarizándose.

Ante estos preparativos, sustos, alarmas, despojo de la calle, presencia del hijo del señor

Estrada, me supuse que sería algún criminal peligroso, cuya vida se trataba de salvar de las

iras del pueblo de Quito.

Después de una media hora de preparativos y de hacer cerrar las puertas de calle; á una voz y

listos, vi arrancar el coche del lugar que le indico y venir en mi dirección á todo escape.

En ese momento, como en una escena teatral bien ensayada, se oyó un grito del pueblo que

insultaba y pedía que maten al preso ó que debía ir a pié.

Inmediatamente los oficiales de á caballo rodearon el coche preparando las armas y lo mismo

hicieron los soldados corriendo y atajando al pueblo.

Entre tanto, yo lleno de curiosidad, procuraba ver el coche y presencié el espectáculo siguiente:

en el fondo, vestido de negro, lívido, amarillo, la vista brillante, las manos crispadas apoyadas

en las rodillas, incursado adentro; el señor don Luciano Coral; en el otro asiento, un joven que

no conocí y encima de las rodillas de ambos protegiéndolos con su cuerpo y teniendo un

revólver en la mano derecha, Víctor Emilio Estrada.

Cuando pasó el coche por frente de la ventana donde estaba asomado, medio se detuvo un

instante para cruzar la boca calle y seguir á escape; en ese momento alzó la mirada el señor

Coral y me vio; después, el torbellino de la carrera, sonó un tiro de rifle, la gente corrió á

tomar los atajos por las calles vecinas y cuando todos creíamos en una desgracia, le tocó la

felicidad de llegar ileso, entró al Panóptico más ó menos á las cuatro de la tarde. Y… salió hoy

día de mañana, lunes… por ser Diputado de la Nación.

Este relato he querido hacerle por la novedad del suceso y la clase del protagonista. Ambos

conocemos al señor Coral y no he podido por menos que atreverme á usar del género

descriptivo á la medida de mis fuerzas. Si la historia no está clara, reciba mi buena voluntad y

para cuando vaya me reserve contarle primores de lo que ha pasado…”

El día 14 Víctor recibió un telegrama de don Julio Icaza García, su futuro suegro. El texto del

cable nos revela que le había enviado algunos telegramas anteriores pero no habían llegado a su

destino, lo cual nos indica que los simpatizantes alfaristas o flavistas estaban interviniendo los

telégrafos, en buena parte controlados por la compañía del ferrocarril, pues sus líneas seguían la

vía férrea. De hecho, la línea telegráfica estuvo interrumpida algunas horas por un derrumbe que

afectó la vía férrea y por tanto la línea que corría paralela a ella. En ese cable le reiteraba sus

felicitaciones (enviadas en los cables anteriores), le indicaba que había visitado con frecuencia a

don Emilio y le comunicó que Isabel se encontraba mejor de salud, lo cual nos indica que había

estado indispuesta, a más de que ya estaban formalmente enamorados, pues de otra forma don

Julio no tenía por qué dar esa información.

Ese mismo día el Congreso, aquel Congreso constituido mayoritariamente por alfaristas, aunque

según algunos relatos eran suplentes (también alfaristas) y no los titulares, resolvió la colocación

de una placa en el palacio de Gobierno, exaltando el 11 de agosto y atacando al general Eloy

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Alfaro. Don Emilio no permitiría que se la confeccione y peor que se la instale, pues no quería

que se recuerden con infamia los hechos que marcaban el triste fin del mandato de don Eloy.

Don Emilio y su hijo Víctor Emilio estaban plenamente conscientes de que la Constitución

había tenido que ser forzada de la vertical para poder mantenerla y evitar un nuevo rompimiento

que habría obligado a confeccionar una nueva para justificar otra jefatura suprema de Alfaro.

Era una situación dolorosa para ambos como ecuatorianos, pero estando dentro del juego

político; había que participar en él reaccionando adecuadamente ante las prácticas de los

adversarios. Ante una política sucia, no quedaba otra alternativa que aplicar la máxima

maquiaveliana de que “el fin justifica los medios”.

Una muestra de la inestabilidad de la situación militar nos la da el día 14 de agosto el tercer

comandante del batallón Jaramijó, quien en ese día recién anunció que su unidad se pronunciaba

por la Constitución. Presumiblemente había desautorizado a los dos oficiales sobre él.

Por otro lado, ese mismo día Víctor Emilio recibió varias felicitaciones por su actuación el día

11. Adolfo Gómez Santistevan, Nicanor Palacios y un Sr. Panchana felicitaron a Víctor Emilio

por cable, haciendo extensivas las felicitaciones de otros amigos. Los elogios decían que era el

salvador de la República y calificaban su actuación como brillante.

Pero esos elogios fueron nivelados por los pedidos de información de su padre, a quien ya se

había informado de la renuncia del Gral. Franco como Ministro de Guerra. Su padre le indica

que no puede viajar aún de Guayaquil a Quito, pues “el momento difícil no pasa todavía”. En

efecto, los agentes flavistas y alfaristas en Guayaquil no cesaban de intentar cambiar la posición

del Gral. Montero y Emilio tenía que estar presente en la III Zona Militar hasta que se consolide

la situación. Ya estaba enfrentándose al problema de Carlos Alfaro en Los Ríos y había que

consolidar favorablemente la situación en Manabí, donde estaba a cargo el Gral. Delfín Treviño,

otro antiguo alfarista, cuya lealtad al nuevo orden estaba en duda.

La renuncia del Gral. Manuel Antonio Franco fue una sorpresa ingrata para don Emilio pero no

para quienes estaban en Quito, pues ni bien se anunció su nombramiento, el pueblo quiteño, aún

exaltado por los actos del día 11, se congregó frente al Palacio de Gobierno para pedir a coro la

renuncia de Franco, quien había sido, cuando servidor obsecuente de Alfaro en la capital, uno de

los más feroces represores de los quiteños, algo que desconocía en detalle don Emilio.

Felizmente, Franco fue sensible ante el clamor popular y presentó la renuncia del gabinete del

Sr. Freile, quien nombró en reemplazo al coronel Juan Francisco Navarro, hasta ese momento

Jefe de Zona y del Estado Mayor del Ejército, puestos que ocupaba desde el día 11 de agosto.

A pesar de que los íntimos del círculo de don Emilio sabían que no viajaría todavía, el día 14 La

Prensa, de Quito, anunciaba su viaje a mediados o fines de esa semana. Era desinformación

necesaria para mantener a la oposición en estado de incertidumbre.

El periódico La Prensa publicó ese día una lista de heridos en las acciones militares del día 11,

reiterándose así que no fue una pacífica revolución de 5 minutos, sino una tan sangrienta y

violenta como muchas otras de nuestra historia republicana.

La edición del día 14 de La Unión, daba a conocer que el día 13 se había convocado y realizado

en Guayaquil una manifestación en defensa de la constitucionalidad. El general Montero se

pronunció formalmente a favor de la Constitución, reconociendo el Gobierno del Sr. Freile

luego de la renuncia del general Alfaro. La manifestación pública se realizó en la Plaza

Rocafuerte, frente a la Iglesia de San Francisco, y avanzó por 9 de Octubre hacia la casa del

presidente electo. Concentrado el pueblo bajo su balcón, don Emilio salió a él y pronunció un

cívico discurso que agradó al pueblo. Luego de otros discursos, la multitud regresó a la Plaza

Rocafuerte y de allí se dirigió al lugar donde funcionaban los talleres de El Tiempo para

reclamar por los agravios contra don Emilio, donde colocaron una bandera y escudo nacional y

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luego se desbandó. En su edición de ese mismo día, El Guante declaraba que la

constitucionalidad la representaba el Gral. Alfaro y que debía continuar su mandato hasta el 1°

de septiembre. Por otro lado, El Tiempo, que aún se publicaba en Guayaquil, admitió no haber

recibido noticias de la Capital, pero reiteraban su apego al mandato del Gral. Alfaro.

La actitud del general Montero consolidó al régimen interino del Sr. Freile a nivel de la Costa

Sur.

En medio de la revuelta, los negocios continúan

En La Unión del día 14 se publicitó la fábrica La Victoria, operando al momento bajo la

administración de José Gómez Santistevan. El aviso nos hace conocer que ahora estaba

ampliada en sus instalaciones industriales. No solo contaba con la planta de la calle El Oro, la

oficina de venta de mosaicos de don Emilio en el centro, la oficina de José Gómez Santistevan,

también en el centro, sino que ahora contaba con producción de ladrillos cocidos en una

hacienda, también llamada La Victoria, cerca de Pascuales. La publicidad proclamaba que La

Victoria era la única fábrica de su género en el Ecuador.

También se publicitaba en otra parte del periódico el negocio de importación de vehículos

Studebaker, en el que figuraba José Gómez Santistevan como agente, pero era un negocio en

sociedad con Víctor Emilio.

Veamos el aviso:

Luis Antonio Célleri, un comerciante guayaquileño que conocía a don Emilio y a su hijo, fue

efusivo al alabar el accionar del joven Estrada. El día 15 de agosto le escribió una carta en que

demuestra el sentir de muchos ciudadanos en cuanto al régimen que había sido derrocado:

“Mi siempre distinguido amigo:

Principiaré esta mi carta tomando sus palabras: somos victoriosos; i, así es la verdad pues

nunca el Destino se ha mostrado tan benévolo para esta República como hoy, después, también

es cierto, de sufrir una opresión que felizmente ya pertenece a la Historia, i Víctor Emilio, lo

que es más cierto aún, de experimentar todos los días los más injustos i sangrientos denuestos,

no solo de enemigos, sino, hai que tenerlo presente, de los que pudiendo contener no lo hicieron

i yacen fugitivos o asilados sin poder presentarse, temerosos de las iras populares. Somos

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victoriosos, mi querido amigo, i confieso con generosidad, pues nunca he abrigado el egoísmo

de negar méritos a quién los tiene, esta victoria la debemos en gran parte, en muchísima parte a

usted……! Dada su corta edad, diré sin ambages: yo ni imaginaba que una obra semejante de

transformación saliera de sus manos…..!

Víctor Emilio, ha escrito usted el primer renglón de su vida política i aunque yo no soi ni

pretendo dar consejos a usted, sí me permito lanzarle un ¡Hurra! de estímulo i encarecerlo que

siga trazando la página de su vida con la mano derecha; (…) yo como ecuatoriano desde el

fondo de mi alma le agradezco i lo proclamo derrocador de tiranos; barra, Víctor Emilio, de

toda esa bazofia hasta el último peldaño presidencial, i cuando esté limpio ayude a su papá a

rodearse de hombres honrados que den gloria a su administración…”.

El sentir del Sr. Célleri era el de muchos ecuatorianos que se habían desencantado con el

gobierno del general Alfaro. En otra parte de la carta el Sr. Célleri dice haber escuchado a don

Emilio decir: “Olmedo ha sido la causa de la caída de su padre”, comentario que le hace a

Víctor Emilio como una amigable advertencia del rol que podría jugar en el gobierno de su

propio padre.

Don Emilio le envió a su hijo un telegrama el día 15, en el cual le dice: “Me alegro que trabajes

hasta la hora que veas preciso, aquí todo está tranquilo, no obstante los preparativos de Carlos

Alfaro. En el cuartel del N° 1° he hecho guardar una docena de esos bribones que tenían

alarmada á la ciudad con sus gritos y tiros. No conviene que te muevas de Quito, todo tiene su

oportunidad, yo también deseo que recibas las felicitaciones personales que mereces pero hay

que aguardar. Recuerdos para Moreno, Isabel – Tu papá / Emilio Estrada”.

En la Plaza de la Independencia en Quito se armó una trifulca, pues comenzó a salir humo de un

edificio al lado de la Legación de Chile y el pueblo pensó que era una distracción para facilitar

la fuga de don Eloy, quien continuaba asilado en esa Legación. La turba comenzó a intentar

entrar en la Legación a la fuerza y don Víctor Eastman tuvo que enfrentar a los manifestantes en

las puertas, reclamando su estatus diplomático. Víctor Emilio fue informado de inmediato,

acudiendo con ocho soldados a caballo, con quienes repartió sablazos para dispersar a los

exaltados ciudadanos. En pocos minutos la Plaza Grande estaba despejada y el pequeño fuego

había sido controlado en el edificio vecino a la Legación. Volvió la tranquilidad, pero Víctor

Emilio estaba muy consciente de lo frágil que era la situación ante la exaltación del pueblo

quiteño, que buscaban cualquier excusa para provocar desmanes y aprovecharse de la confusión.

La noticia de la renuncia del general Franco al Ministerio de Guerra recién comenzó a hacerse

pública el día 15 de agosto. A don Emilio no le agradó la noticia, pues tenía confianza en Franco

como un elemento necesario para consolidar su régimen y por ello insistió con su hijo, pensando

que se trataba de una mala información. Víctor Emilio tuvo que ratificarle a su padre la renuncia

y explicarle que se había debido a una manifestación popular espontánea de rechazo que se

generó cuando se hizo público el nombramiento.

La pérdida de Franco como Ministro de Guerra y Marina por esa circunstancia fue un golpe para

don Emilio, pues contaba con él como su futuro ministro. Víctor Emilio, por su parte, no sintió

lo mismo, pues había podido conocer más al personaje y su círculo de allegados en las difíciles

circunstancias recién vividas. Él se sentía más cómodo con el coronel Juan Francisco Navarro,

con quien había congeniado muy bien.

Muchos periódicos liberales daban por terminada la revolución constitucional y pedían que se

continúe la vida normal de la república. “El Sol”, en un artículo del día 15 concluía: “Hemos

salvado la constitucionalidad, mantengamos ahora dignamente la bandera liberal, por medio

de la fraternidad que es la base de la unión”. Los sentimientos eran nobles pero ilusorios ante la

ambición política que dividía internamente al partido liberal.

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El Congreso comenzó el 16 los escrutinios de votos de la elección de enero. Tanto los estradistas

como los flavistas estaban muy atentos al proceso. Ese día se escrutaron los registros de Carchi e

Imbabura, dando como resultado 2.800 votos para don Emilio, 251 para el Dr. Alfredo

Baquerizo Moreno, 191 votos para el fallecido Gral. Emilio María Terán, 2 votos para el Gral.

Flavio Alfaro Santana y 9 votos para varias personas. Por más que haya habido injerencia del

gobierno a favor de Estrada en la votación, una diferencia tan abrumadora era una clara

manifestación popular.

Víctor Emilio seguía en contacto con las unidades militares de varias partes del país, pues aún

no se consideraba consolidada la situación. Las unidades acantonadas en Ambato y en Tulcán

ratificaron su adhesión a la Constitución y tanto Víctor Emilio como don Emilio directamente,

elogiaron a los oficiales al mando.

Los flavistas seguían tratando de crear problemas. El 16 se manifestaron en Riobamba, pero los

pocos participantes fueron dispersados rápidamente.

Muchos amigos de don Eloy estaban preocupados por su situación económica, pues conocían su

honestidad personal y constante penuria por falta de recursos. Un grupo de amigos encomendó a

don Tirzo Martínez, quien había sido Tesorero de Hacienda del Gral. Alfaro, la entrega de

dinero que habían reunido para el general. Don Tirzo buscó a Víctor Emilio para pedirle ayuda

para cumplir el cometido. Le preguntó: “¿Cómo puedo llevar al General algún dinero?” Ante lo

cual Víctor le contestó “Así” y tomándolo del brazo lo condujo personalmente a la Legación de

Chile, donde Martínez le entregó a don Eloy dos paquetes de libras esterlinas. Víctor Emilio

estaba consciente de que el general no había llevado dinero cuando salió del palacio de gobierno

y aunque su estadía en la Legación no requería de dinero, pues era huésped del gobierno de

Chile, sí podría enviar lo necesario para su familia, que aún residía en la casa presidencial.

Además, cuando eventualmente fuera al exilio, necesitaría dinero en efectivo para los gastos

hasta llegar a su casa en Panamá y acceder a los recursos que, por sus negocios, mantenía en ese

país.

Para el día 17, los fondos de los revolucionarios estaban agotados y Víctor Emilio pidió a todos

quienes habían recibido dinero para las actividades relacionadas con el golpe constitucional, que

firmaran los respectivos recibos. Así lo hicieron doña Isabel Palacios de Espinosa, el Dr. Carlos

Bermeo, Leopoldo Narváez, Manuel Moreno, entre otros.

Una vez sumados los recibos, Víctor Emilio presentó la relación de gastos en la Secretaría de

Hacienda de Pichincha y los fondos le fueron devueltos a él en pocos días, con la aprobación del

Ministro de Hacienda. A su vez, esos fondos fueron devueltos a quienes los habían facilitado en

calidad de préstamo.

El pedido de devolución de estos fondos causó revuelo, en especial en la oposición, pues

algunas personas consideraban que los gastos de una revolución, que había depuesto a un

gobierno, no debían ser devueltos por el gobierno entrante. Argumentos se esgrimían de ambos

bandos, pero el que primó fue el de don Emilio y su hijo Víctor, quienes tenían muy claro que lo

que se había hecho no era una “inversión” al peor estilo político, del cual sacarían rédito los

“inversionistas”, sino un gasto necesario para el país, con el fin de mantener la

constitucionalidad.

Como se ve en el recibo a continuación, la revolución en Pichincha costó once mil sucres. En

Guayaquil y el resto de la Costa no había tenido costo alguno, pues al mantenerse neutral el

Gral. Montero, no había sido necesario realizar gastos de movilización, alimentación, compra de

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armas, equipos y municiones, y los demás gastos menores que se habían tenido que incurrir en

Pichincha y algunas otras provincias de la Sierra.

Aquí vemos una faceta interesante del joven Estrada, pues tuvo el cuidado de llevar una

detallada contabilidad para poder dar cuenta hasta del último centavo de lo gastado. Por cierto,

este proceder concordaba con el de su padre, que por ello había mantenido su imagen impoluta a

través de muchos años de servicio público. Víctor Emilio aprendió mucho de esta interesante

experiencia en el manejo de fondos ajenos, lo cual le sería de mucha utilidad en el futuro, en

todos los puestos que desempeñó.

Aún así, algunos amigos que aportaron dinero no pudieron obtener la devolución total de sus

aportes, porque no pudieron sustentarlos documentadamente.

No sabemos cómo hicieron los Estrada para cubrir la diferencia que sí tendría que ser pagada,

pues debemos recordar que, si bien la fábrica La Victoria y las acciones de don Emilio en la

Compañía Nacional Comercial estaban produciendo ingresos, éstos no daban para gastos fuera

del austero presupuesto de la familia. Lo más probable es que los amigos perdonaron la

diferencia, pues en los archivos de Víctor Emilio no aparece ningún reclamo posterior.

El proceso de devolución de fondos a los amigos y militares se vio complicado por la exigencia,

por parte del general Manuel Antonio Franco, de la devolución de dinero que, según él, había

gastado en la organización revolucionaria del general Emilio María Terán. Como los Franco

fueron necesarios para el éxito de la revolución del 11 de agosto, y don Emilio consideraba

mucho al general Franco, se tuvo que pagar esos fondos, dando un déficit en el dinero que se

devolvería a los aportantes. Víctor Emilio no explica cómo justificaron los Franco esta

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exigencia, si la organización de Terán había sido manejada más bien por doña Isabel Palacios de

Espinosa con su esposo y los oficiales subalternos de Terán, que se hicieron cargo de la

organización a su muerte. Ninguno de los oficiales formuló reclamo posterior alguno.

El documento al que se refiere Ernesto Franco no está en los archivos de los Estrada.

El día 18 de agosto Víctor Emilio recibió varios telegramas del coronel Bartolomé Vinelli.

Luego de su captura en Riobamba y la libertad que le consiguió Víctor Emilio, Vinelli se

esfumó, pero reapareció el 18 en Machachi, donde fue reconocido y detenido nuevamente por

las autoridades policiales, pues estaba haciendo proselitismo a favor de Alfaro.

Vinelli, alfarista a rabiar y por tanto enemigo del futuro presidente, temía otra vez por su vida.

Pidió, otra vez, la protección de Víctor Emilio, quien siguiendo la misma conducta desde el día

11, se la dio de inmediato, ordenando su libertad bajo palabra. Vinelli, en un gesto que

desafortunadamente le duró poco, le agradeció a su amigo en un cablegrama que reproducimos

en la página siguiente, el día que fue puesto en libertad en Machachi. Más aún, como Vinelli

había sido amigo de Víctor Emilio y su vida realmente estaba en peligro por el odio que se

sentía en la zona norte y central de la Sierra contra todo alfarista, don Emilio autorizó a su hijo

para que Vinelli se hospede en su casa, como amigo de su hijo. Fue un gesto de magnanimidad

un poco extrema, pues recibieron en su hogar a un enemigo declarado, quien sin duda espiaría a

sus anfitriones. A los pocos días, sintiéndose ya seguro, abandonó la casa de los Estrada.

Poco después Vinelli regresó a Quito y pidió a Víctor Emilio encontrarse en la estación del tren.

Dudamos que Víctor se haya podido dar el tiempo para ir a recibirlo, pues estaba sumamente

ocupado aún consolidando la revolución.

Un mes después Vinelli acudiría nuevamente a Víctor Emilio para que se le conceda pasaporte

para viajar de Riobamba a Guayaquil con su esposa, pues, otra vez, había sido detenido por las

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autoridades policiales de esa plaza. No cesaba de conspirar contra don Emilio. ¡Qué forma de

agradecer!

En Guayaquil, Adolfo Gómez, como editor de La Unión, y don Emilio, como objeto de molestas

visitas a su hogar, estaban ya cansados de lidiar con Manuel de J. Calle, periodista quien a través

de su hermano exigía dinero para escribir artículos positivos sobre el presidente electo y la

revolución constitucional. En la edición 143 de La Unión, del día 18, lanzan un artículo

descalificatorio contra Calle, que en parte dice: “…Fundador del chantaje en el Ecuador se ha

servido de la prensa nacional para arruinar sin consideración alguna las más limpias

reputaciones y especialmente la de las personas que por lástima han tenido la debilidad de

matar sus hambres, cubrir sus desnudeces y estraerlo de la cárcel cada vez que sus vicios lo

han llevado a esos lugares de castigo…” Era un ataque demoledor, pero el público, a quien

gustaban los escándalos, seguía con mucho interés los artículos que Calle publicaba por

cualquier medio disponible, de tal manera que lo único que lograron fue silenciarlo en los

periódicos controlados por ellos. Lo que sí quedó claro es que la pluma de Calle era de alquiler,

y por el momento estaba al servicio de El Guante.

Un muchacho de calzones y expedito… y una premonición.

En Guayaquil había otro periódico, llamado El Ecuatoriano, el cual no tenía filiación con el

estradismo. En su edición del día lunes 21 de agosto, publicó una carta de su corresponsal en

Quito, periodista que andaba recorriendo la ciudad y enterándose de todo lo importante que

ocurría en ella. El escrito, fechado 18 de agosto, estaba titulado “Carta de Quito. Más detalles

sobre los últimos acontecimientos”, y comenzaba así: “El 11, la Providencia desbarató como un

castillo de naipes el poderío de los Alfaros... Se habían distribuido municiones, alcohol, etc. á

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los soldados, y cuando éstos debían gritar viva la dictadura, exclamaron: ¡Viva la

Constitución! ¿Cómo puede explicarse que estando comprometidos los jefes de los cuerpos, y

aún muchos oficiales para proclamar al Dictador, la tropa haya ejecutado el acto opuesto que

acabamos de presenciar? ¿Quién ha podido uniformar la voluntad de los que figuraban como

instrumentos inconscientes de la tiranía?”. Luego de relatar los hechos de los días 11 y

posteriores, se contesta a sí mismo: “Nosotros, los creyentes, tenemos la explicación: ¡Dios!”.

Continúa, y esta parte la citamos entera: “El hijo de Estrada ha sido un muchacho de calzones y

expedito: él se ha entendido en todo el acontecimiento, y según veo, es él quien está manejando

la batuta, pues el Encargado del Poder es un pobre señor. Ahora desesperan aquí porque

Estrada se posesione para que organice las cosas con seriedad, pues, por lo pronto, parece

todo cosa de burlas. Indudablemente lo que resalta del hecho, es el empeño de sostener la

Constitución, y que no haya habido un ambicioso que quisiera beneficiarse de la situación. Esto

es lo más notable. No ha habido caudillo que pretenda el premio. El pueblo se ha hecho

verdaderamente soberano. Y en ejercicio de la soberanía derribó al general Franco, á quien

tontamente el Sr. Freile Z. había llamado al Ministerio.” El corresponsal recalca el rol supremo

que jugó el pueblo de Quito: “Se agrupó el pueblo, pidió la separación de Franco; y obtenida,

se volvió tranquilo a su puesto”. Y luego pide, con una terrible premonición: “Ojalá, eso sí, no

haya nuevos motivos para que se ejerza ese peligroso poder. Por fortuna, el pueblo quiteño

tiene una sensatez admirable, y á pesar de los esfuerzos que el alfarismo ha hecho por

corromperlo, no se ha corrompido”. No podía prever el corresponsal lo que ocurriría en enero

del año siguiente.

Aún continuaba la inestabilidad en la esfera militar, y las sensibilidades estaban a flor de piel.

Uno de los corresponsales de La Unión envió al periódico un reportaje durante un viaje

realizado de Quito hasta Ambato. Reportaba: “Procedente de Quito llegué ayer (17) a esta

ciudad y he encontrado todo en completa calma. El batallón ‘Carchi’ cuyo primer jefe es el

coronel Reinoso está dispuesto a derramar hasta la última gota de sangre por la

constitucionalidad y el patriota señor Estrada. El señor Víctor Emilio Estrada le ha dirigido al

coronel Reinoso en esta ciudad un telegrama diciéndole que jamás el Gobierno había pensado

en cambiar de Jefe al cuerpo del ‘Carchi’ y que tranquilamente se conserve en su puesto”. Las

fuerzas opositoras estaban tratando de crear zozobra con rumores malintencionados y cada uno

tenía que ser desmentido individualmente para satisfacción de los afectados. Esta tarea ocupaba

mucho del tiempo de Víctor Emilio, felizmente con la asistencia leal del coronel Navarro.

“Explendido Triunfo”

Este fue el encabezado bajo el cual el periódico La Unión reportó, el día 19, la noticia del

escrutinio final de los votos de la elección presidencial, proceso que concluyó el 18 de agosto al

final de la tarde.

A las 7 p.m. del día 18 don Emilio Estrada Carmona recibió en Guayaquil la primera noticia del

resultado del escrutinio, a través de un cablegrama del Ministro de lo Interior, Dr. Octavio Díaz,

con el siguiente texto: “Lo saludo afectuosamente y tengo la honra de comunicarle que el

Legislativo, declaró á usted legalmente Presidente de la República con ciento tres mil y tantos

votos. / Al felicitar á usted por este triunfo que es de la justicia y de la voluntad nacional,

solemnemente acatada por el Congreso soberano, hago votos por que la paz pública se cimente

para que inicie usted una era de honradez administrativa, único medio de conducir al país á su

engrandecimiento. / Su afectísimo amigo, Octavio Díaz”.

El Sr. Pedro Valdez M., presidente encargado del Congreso, envió pocos minutos después un

cable que era la notificación oficial del resultado del escrutinio. Dice en parte: “En este

momento el Congreso acaba de verificar el escrutinio general de las elecciones en toda la

República para Presidente Constitucional en el próximo período, habiendo obtenido Ud.

CIENTO TRES MIL y más votos. / Cumpliendo con los deberes de mi cargo, previa la consulta

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de estilo hecha al Congreso, lo declara legalmente electo Presidente Constitucional de la

República en el próximo período constitucional. / Enseguida dispuse que se le pase el oficio

correspondiente para el efecto de tomar posesión del cargo de acuerdo con la ley…”. Concluye

con efusivas felicitaciones.

Es significativo que ambos funcionarios solamente dan el número de votos del ganador, pero no

mencionan el número de votos de Flavio, el principal contendor, que no llegaron a los siete mil.

Era una vergüenza para el candidato que se sentía tan popular y no lo era, lo cual traía a colación

la pregunta de cómo, si no tenía favor popular, podía tener un número tan importante de

congresistas. La razón era muy simple: El fraude, que era mal común en la política. Flavio y el

alfarismo contaban con una mayoría de diputados y senadores que por elemental decoro no

pudieron desconocer que Flavio no solo había sido derrotado en las urnas, sino que más bien

había sufrido un rechazo nacional.

Se había concluido con la más peligrosa fase del juego político entre las facciones que se

disputaban la presidencia. Cabe repetir que a pesar de las acusaciones de fraude promovidas por

los flavistas, la diferencia de votos entre don Emilio y Flavio Alfaro fue tan abismal, que a pesar

de las presiones por todo medio disponible, por más influencias que se ejerciera y por más

mayoría de diputados y senadores con que contaran, no cabía declarar electo como presidente a

quien tenía apenas una fracción mínima de los votos del ganador. El triunfo de don Emilio había

sido otorgado por la incontestable mayoría de los ecuatorianos que en ese momento tuvieron

derecho al voto.

A pesar de la proclamación por parte del Legislativo, el estradismo no contaba en ese grupo con

una mayoría y, ni bien posesionado, comenzarían los opositores a ejercer una política de

obstruccionismo y de acoso al nuevo Presidente. El triunfo era dulce y amargo al mismo tiempo.

Pero no eran solo los flavistas y los alfaristas los que creaban problemas aún antes de la

posesión; también venían de otras facciones dentro del mismo liberalismo. El día 21 don Emilio

envía el siguiente cable a su hijo: “La reunión de los caballeros que forman la agrupación

adicta al Gral. Plaza me parece que es un sistema de desunión y el deseo de poner frente a mí

un antagonista. Espero y deseo que el Gral. Plaza comprendiendo el patriotismo y su porvenir

ponga las cosas en su buen camino. Tu Papá. Emilio Estrada”.

José Gómez Santistevan, administrador de la fábrica La Victoria y a cargo del manejo del

negocio de vehículos con Víctor Emilio, le envió un cable el día 21 en el cual le decía: “Grave

enfermedad Papá (don Carlos Gómez Rendón) ha impedídome telegrafiar por brillante triunfo

candidatura. / Puedes estar orgulloso de la manera como se ha derrotado tiranía debido en

gran parte a tus esfuerzos. / Con tu Papá he tratado de estar todos los momentos que tenía

desocupados. Hacienda (La Victoria – pero no la fábrica) marcha bien pero no he podido ir a

menudo por ocupaciones de casa. Poco movimiento en mercado. Convendría vender innomine

fisco buena cantidad á fin poder dedicarnos almacenar para invierno. Escríbote detalles

correo. / Supongo nuevo gobierno renovará algunos empleados. Convendría consiguierasme

puesto Vista aforador aduana pues Papá necesita ir a Europa, quiere me case y quede con

menores por lo que necesito algo seguro. Ruégote contestarme sobre este punto

telegráficamente pues Papá quiere saber resultado…”.

Esto nos indica que los dos negocios no le daban a José la seguridad económica que necesitaba

para casarse y quedarse a cargo de sus hermanos menores durante la proyectada ausencia de su

padre. Y si no le daban seguridad a José, tampoco la daban a Víctor Emilio y a su padre, sus

socios capitalistas. Este pedido de cargo público fue el comienzo del fin de una larga amistad.

Al día siguiente, Adolfo, hermano de José, le escribe por cable: “Hubiera deseado abrazarte hoy

aquí, pero ya que las circunstancias no lo permiten, recíbelo muy afectuoso á la distancia. Ven

pronto que aquí te desean corresponder en algo tu brillante actuación política. Mi satisfacción

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puedes tu imaginarla por el cariño que te tengo y por lo bien que me siento. Isabel muy

contenta. José agradece tus buenas intenciones para con él. Papá mejorando muy poco. Saludo.

Tu Papá eleva carta y encomienda. Adolfo Gómez y S”.

Y ese cable lo complementa con una carta: “Mi querido amigo: Comenzaré esta mi primera

carta desde que nos separamos en Quito, por felicitarte muy sinceramente, por tu magnífico

comportamiento en Quito, derrocando a los Alfaro y elevando al solio á tu señor padre.-

Guayaquil entero reconoce tus méritos y es voz pópuli que tú lo has hecho todo. / Te conozco

demasiado y no tengo para qué indicarte que comienzas brillantemente y que si cubres con un

manto de modestia todos los actos de tu vida pública, como el que acabas de llevar a efecto;

serás bien querido de todos y ocuparás el primer puesto de la República, cuando la experiencia

y los años te lo permitan. / Dominar un poco el carácter y está listo todo. / Lo demás te sobra

felizmente y no dudo que sabrás aprovecharlo. / Tu flaquita ha pasado una crisis bastante

mala.- Primero su enfermedad a la garganta, la postró en cama con angina; pero la noticia del

triunfo y el saber que tú eras el héroe de la montaña acabaron de sanarla por completo.- Está

bien y espera como coco seco caer de la palma en tus nervudos brazos.- El negocio no te lo

explicaré hasta que tu no vengas, pero el trabajo que hay no permite ser muy extenso en la

correspondencia.- De parte de mi familia y la de don Julio recibe muy calurosos recuerdos.- Un

abrazo de tu amigo, Adolfo”.

Don Emilio viaja a Quito para la posesión del mando

El Ministro de lo Interior había dispuesto a la administración del ferrocarril, el día 22, que

preparara un expreso para traer a don Emilio desde Durán a Quito, sin precisar fecha exacta. La

administración respondió al ministro que el Sr. Estrada recibiría todas las atenciones apropiadas.

Aquí anotaremos que la administración del ferrocarril había colaborado con las fuerzas flavistas

y alfaristas en la lucha posterior al 11 de agosto, especialmente con su sistema de telegrafía,

esfuerzo que era neutralizado por los operarios, que simpatizaban en buen número con el

presidente electo. Pero una vez restablecida la tranquilidad, continuaba prestando los servicios

regulares y respondía a los requerimientos del Gobierno en funciones. El tren estuvo listo desde

el día 22 en la tarde, para cuando deseara salir a Quito el presidente electo. Por razones de

seguridad no se lo mencionaba, pero en realidad se armaron dos trenes, uno que transportaría al

presidente electo, y otro, que lo precedería por pocos minutos, que conducía a un cuerpo de línea

de la fuerza militar de Guayaquil, el Vencedores N°1, que tenía órdenes del general Montero de

proteger a todo costo la vida del presidente electo. El Gobierno no quería arriesgar una situación

política desastrosa que se daría si alguna fuerza alfarista o flavista interceptaba y agredía el tren

del futuro presidente.

El día 23 de agosto don Emilio Estrada Carmona emprendió viaje desde Guayaquil hasta Quito

para encontrarse con su destino. A las 7:45 de la mañana salió el tren expreso y su escolta desde

la estación de Durán. Víctor Emilio, por su parte, salió de Chimbacalle en tren regular para

encontrarse con su padre en Ambato y así acompañarlo de retorno en el trayecto a Quito, para

ponerlo al tanto de los pormenores de la situación política y militar, así como resguardarlo, pues

aún andaban amenazando partidarios de los Alfaro. En la comitiva de don Emilio venían amigos

y miembros del comité liberal que lo candidatizó, entre los que estaban, Carlos Manuel Noboa,

Ernesto Stagg y Rafael Pino Roca, Capitán del Puerto de Guayaquil, quien solicitó licencia por

10 días. En la comitiva también venían doña Lastenia Gamarra, esposa del presidente electo,

María Francisca y María Luisa Estrada Sciacaluga, hijas de don Emilio, y el esposo de esta

última, el teniente coronel Luis Alberto Dueñas Jaramillo, quien estuvo a cargo de la escolta que

venía en el tren de seguridad. Significativamente, formaba parte de la comitiva Emilio María

Terán, hijo, y también Juan José y Ernesto Franco, hijos, el primero, del malogrado organizador

de la revolución constitucional, y los otros de quien don Emilio quería que fuera su Ministro de

Guerra y Marina.

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El tren viajaba rápidamente, pero bajaba la velocidad o se detenía en los pueblos en deferencia a

los simpatizantes del presidente electo que acudían a las estaciones. A las 10:15 a.m. se reportó

su paso por Bucay, a las 5 p.m. entró en la estación de Riobamba, donde se detuvo por algunos

minutos para recibir a una delegación que lo venía a saludar, y a las 8:15 p.m. entraba en la

estación de Ambato, donde fue recibido por un buen número de simpatizantes- y su hijo Víctor

Emilio- quien se fundió en un estrecho y emotivo abrazo con su padre. Fluyeron lágrimas de

sano orgullo y gratitud por parte del padre, y de cariño filial y gusto de tenerlo al lado suyo, por

parte del hijo. Por supuesto, de esto no se podía comentar, pues los hombres tenían que

mantener su imagen imperturbable.

Los oficiales del Batallón Carchi, de guarnición en Ambato, en conjunto con el comité estradista

de esa ciudad, le habían preparado al presidente electo un banquete, al cual fueron invitados un

buen número de ambateños representativos del comercio, la agricultura y la sociedad, de tal

forma que don Emilio departió con los ambateños esa noche de 9 p.m. a 2 a.m. del 24.

En el acto se le presentaron muchos brindis, los que eran agradecidos por él. El Sr. Cristóbal

Vela presentó el discurso de orden, que finalizó con un brindis de champaña luego de las

siguientes palabras: “Salud, señores, por el señor Estrada, su señora y primogénito, y el

ferrocarril de Ambato al Curaray”. Don Emilio respondió con palabras de agradecimiento.

El 24 en la mañana, los trenes continuaron su viaje hasta Quito. El tren del presidente electo

salió puntualmente a las 9 am, se detuvo en Latacunga unos minutos para saludar al numeroso

público que se agolpaba alrededor de la estación y continuó viaje a Quito. A la 1 p.m. entró en

Chimbacalle el tren escolta y 15 minutos después llegó el tren de don Emilio. En la estación

estuvieron a recibirlo los ministros de estado. Don Emilio se transportó con su esposa y su hijo

en la carroza presidencial. La estación de Chimbacalle y sus calles aledañas estaban atestadas de

personas de toda condición y todos los coches de la plaza estaban tomados para la ocasión. Las

tropas acantonadas en Quito habían formado calle de honor desde la estación hasta la casa de

don Emilio, ubicada en la calle del Correo, a poca distancia de la Plaza de la Independencia. El

trayecto desde Chimbacalle fue apoteósico, y se escuchaban continuamente vivas al futuro

presidente y a la Constitución. De los balcones le lanzaban flores.

Ni bien llegó a la residencia, lo estaba esperando una delegación de la recién formada Sociedad

Liberal-Democrática del Pichincha, que aspiraba convertirse en partido político, entre cuyos

directivos se encontraba Luis Napoleón Dillon, director del periódico capitalino La Prensa. Ellos

le entregaron un manifiesto de sus esperanzas por un partido liberal sin caudillos y con

verdadera libertad, orden y democracia efectiva.

Ya en el piso alto de la casa, don Emilio y su familia se asomaron al balcón, a saludar al pueblo

que cubría la calle. A las 3 p.m. comenzó un desfile organizado por la Sociedad Artística e

Industrial del Pichincha. En la casa de al frente, se ubicaron en el balcón dos representantes de

esa sociedad, y uno de la Unión Ecuatoriana de Obreros de la República, quienes dieron sendos

discursos mientras el pueblo abajo los vitoreaba y don Emilio, en el balcón de su casa, los

escuchaba. Al término de los discursos, don Emilio respondió agradeciendo sus elogiosas

palabras, y entre otras cosas dijo “…que miraba con placer reproducidas las declaraciones de

su programa político en los discursos que acababa de oir y que pedía la colaboración del

pueblo y todos los buenos para regenerar a la patria”. Luego, el presidente electo invitó a los

discursantes a departir en su casa.

Una vez que se retiró el pueblo, lo esperaban influyentes miembros del partido liberal, quienes

presentaron a don Emilio una lista, supuestamente anónima, de nombres que se le sugerían para

ministros. Había comenzado un juego político que amargaría el espíritu liberal de don Emilio. Él

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les contestó que nadie más que él, de acuerdo con su criterio, escogería a quienes serían sus

ministros de estado. La lista y comentarios los vemos completos a continuación

. Aquí la carta anónima sugiriendo nombres para los cargos del gabinete:

Ese mismo día, el Encargado del Poder Ejecutivo recibió un telegrama del Gral. Leonidas Plaza

Gutiérrez, quien se encontraba en ese momento en Colón, alistándose para cruzar a Panamá. No

había perdido un minuto de tiempo, pues partió de Londres tan pronto conoció el resultado de

los eventos del 11 de agosto. En Quito, los simpatizantes del Gral. Plaza habían iniciado ya un

movimiento para enjuiciar políticamente al Gral. Eloy Alfaro Delgado, movimiento que tomaría

mayor fuerza con la venida de su líder. Habían sido seis años de exilio que le había causado la

ambición del Gral. Alfaro…

El resto de la tarde y noche del 24 pasó la familia en reposo, con solo la presencia adicional del

matrimonio Espinosa Palacios, hacia quienes don Emilio tenía mucha simpatía y gratitud. El

viaje había sido extenuante físicamente, aunque muy estimulante anímicamente por la magnífica

acogida que había tenido el presidente electo en los lugares donde el telégrafo había dado a

conocer el paso de su tren. Había que descansar, pues vendrían días muy ocupados.

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El día 25 en la mañana don Emilio y su familia lo tomaron con calma, pues esa tarde tenía que

atender asuntos políticos impostergables, así como una invitación que le había formulado el

Encargado del Poder Ejecutivo, para visitarlo en el Palacio Nacional.

Está por demás decir que faltando pocos días para la transmisión de mando, era necesario

coordinar muchas acciones prácticas y políticas. El Sr. Freile no quería otorgar nombramientos

nuevos sin consultar con el presidente electo.

Se recibió la invitación a un banquete que le ofrecían a don Emilio, en la Escuela de Clases del

Ejército, el día 27 a las 7 p.m.

Ya en la tarde del 25, don Emilio comenzó a enviar telegramas con ofertas de cargos para las

personas que él consideraba idóneas para ocuparlos. Teniendo en cuenta la importancia del Gral.

Leonidas Plaza dentro del partido, propuso dos cargos clave en el gabinete ministerial a

reconocidos simpatizantes del general: El Ministerio de Relaciones Exteriores a don Alfredo

Baquerizo Moreno y el de Hacienda a don Lautaro Aspiazu Zedeño. Continuó con esa actividad

de nombramientos hasta que acudió, a las 3 de la tarde, en compañía de su hijo, a la invitación

formulada por don Carlos Freile Z., quien deseaba conversar con él su despacho sobre asuntos

políticos y el evento que se daría el viernes 1°. Luego de unos cuantos minutos en privado,

entraron los ministros de estado, para poner al presidente electo al tanto de la situación

administrativa de la república, y continuó la conversación política. Don Emilio no dejó

registrado lo transcurrido en esa entrevista, pero debe haber sido de lo más cordial e informativa.

El día 26 trajo nuevas preocupaciones. Los rumores políticos circulaban como fuego por todo el

país, tratando de encender hogueras donde pudieran. Lastimosamente, fue El Telégrafo, de

Guayaquil, que dio por cierto un rumor totalmente sin fundamento de que el Gral. Alfaro iba a

ser removido de la Legación de Chile, para ser internado en el panóptico en Quito, lo cual

implicaba un peligro para la integridad del ex presidente. Publicado por ese diario, fue recibido

como cierto por el Gral. Pedro Montero, siempre atento al bienestar del Gral. Eloy Alfaro, quien

envió muy temprano en la mañana un telegrama de 4 páginas a don Emilio, en que reiteraba su

fe en el buen criterio y nobleza de alma de don Emilio, y que concluía diciendo: “Dejemos a la

historia que juzgue y que castigue, si merece al Presidente Alfaro, pero salvemos nosotros la

persona del amigo de tantos años”. Don Emilio le contestó de inmediato desmintiendo tan

malicioso embuste. No fue necesario más para calmar al Tigre de Bulubulu.

Bartolomé Vinelli, a pesar de continuar conspirando contra don Emilio, tuvo la audacia de

solicitar, otra vez, pasaporte a Víctor Emilio, esta vez para ir a Guayaquil. Nuevamente le fue

concedido sin cuestionamiento ni reclamo.

Don Julio Icaza García se encontraba delicado de salud y sus intereses personales requerían de

su presencia en Guayaquil, pero ante el sorpresivo nombramiento de Gobernador de Los Ríos

que hizo don Octavio Díaz, ministro del interior, para halagar a Víctor Emilio, lo aceptó. Don

Julio tenía tierras agrícolas en esa provincia, a la cual se sentía muy ligado. Envió telegramas de

aceptación a don Emilio y a su hijo, y el de rigor al ministro que lo nombró.

Otro telegrama recibido el 26 fue de don Alfredo Baquerizo Moreno, a quien don Emilio había

enviado el 25 la propuesta para ocupar la cartera de Relaciones Exteriores. Su contestación fue

muy política y condicionada a saber quiénes eran los que ocuparían las otras carteras, pues

cuestionaba que fuera don Emilio quien tomaba las decisiones sobre nombramientos.

En efecto, fue don Emilio, tal vez con el consejo de su hijo pero de nadie más, quien tomó la

decisión de ofrecerle el cargo. Alfredo Baquerizo Moreno era un personaje importante dentro

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del partido Liberal y tendría mayor importancia a futuro, pues se fue convirtiendo en hábil

político, que se encontraría con natural habilidad en el lugar adecuado en el momento preciso,

logrando así ser Encargado del Poder Ejecutivo en varias ocasiones y Presidente de la República

en dos.

Don Emilio le envió, con pedido de estricta reserva, la nómina de personas que aspiraba

formaran su gabinete, a quienes había cursado telegramas similares al del Sr. Baquerizo. La

reserva no se mantuvo y la lista se hizo pública.

Hacia la noche de ese día 26, Víctor Emilio recibió un urgente telegrama de Adolfo Gómez, en

el cual le pedía se acerque a la oficina del telégrafo para sostener una conversación sobre “grave

situación en Guayaquil”. No fue posible ir a esa hora, pero el 27 por la mañana se recibía

telegrama de Adolfo con la información. Se preparaba un golpe flavista para el 31 de agosto y se

estaba comprometiendo la oficialidad del Batallón Tulcán, así como la del cuartel de artillería en

Guayaquil. Adolfo sugería nombres de oficiales para ser designados en reemplazo de los

conspiradores y pedía que Víctor fuera urgentemente a Guayaquil. En la parte final del mensaje

indicaba que se preparaba una recepción al Gral. Plaza, quien estaba pronto a llegar.

No eran más que rumores que no fueron tomados muy en serio por Víctor y su padre, pues

sabían que el Gral. Montero tenía dominio de la plaza. Además, si estaba por llegar el Gral.

Plaza, mal podrían iniciar una revuelta los flavistas, porque Plaza dominaría la situación

prontamente. Adicionalmente, en esos días Flavio insistía a sus escasos seguidores que no

conspiren y que acaten la Constitución. Habría sido una intentona fallida de golpe, con

impredecibles consecuencias para los Alfaro. Para terminar, dice Adolfo que el lunes 28 iría don

Julio Icaza a Babahoyo, pero su esposa, doña Victoria Marín estaba llorando, lamentando

anticipadamente la separación de su esposo.

Ese domingo 27, don Emilio recibió un telegrama de don Lautaro Aspiazu Zedeño, quien

declinaba aceptar la cartera de Hacienda. Don Emilio le insistió, pero sin éxito.

El banquete en la Escuela de Clases fue un éxito y un alivio para don Emilio y su familia. Se

encontraron con oficiales y clases que estaban dedicados a preservar la Constitución y nada

podía hacer más feliz a don Emilio, quien por un momento pudo olvidar las tribulaciones

políticas que se le estaban acumulando. Entre los pocos invitados civiles se encontraban los

esposos Espinosa Palacios, bien conocidos también para los militares.

El 28 amaneció con malas nuevas. Don Alfredo Baquerizo declinaba formar parte del gabinete,

indicando que no le han respondido amigos a los que elevó consulta y que estaba al tanto de que

don Lautaro Aspiazu también había declinado por segunda ocasión. Era una muy mala noticia,

pues se iba desvaneciendo el sueño de organizar un gabinete de alta calidad, con liberales

probados, no en las armas, sino más bien en la buena administración.

Como hemos visto en líneas anteriores, los telegrafistas ocuparon un papel muy importante en la

transformación política del 11 de agosto. Pero aún dentro de este grupo había facciones

estradistas, placistas, flavistas y alfaristas. Era difícil determinar exactamente quien estaba de

cada lado, pero lo cierto y central es que todos prestaban un importantísimo servicio para las

comunicaciones internas y externas del país. El Director General de Telégrafos y Teléfonos,

Ermel Fiallo Sanmiguel, escribió este día a don Emilio indicándole que se estaban ejerciendo

influencias para tratar de removerlo de inmediato, antes de que el nuevo presidente tuviera la

oportunidad de nombrar al nuevo director. Dio nombres de personas que estaban influyendo

para ocupar cargos o lograr que se nombren allegados. El problema se resolvería ratificando a

Fiallo a pesar de las denuncias en su contra, que seguirían llegando.

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El Ecuatoriano, de Quito, periódico calificado en esos días de conservador, comenzó a azuzar al

pueblo reclamando en su portada del 29 el enjuiciamiento político de don Eloy Alfaro. No

querían que se le permitiera abandonar el país sin haber sido juzgado por una serie de crímenes

de estado que, según el periódico, se habían cometido durante su jefatura suprema y presidencia.

Esta corriente, que se había generado después de la transformación del 11, se estaba

fortaleciendo y hacía urgente la salida del país del ex presidente y su familia. Con cada día que

pasaba, la situación se hacía más peligrosa.

Y como aún se hablaba del “estradismo”, fue muy oportuno un artículo publicado por La Unión,

en su edición del 29 de agosto, del cual citamos partes importantes:

“La Prensa de Quito, al igual que otros colegas cuando tratan de la actualidad política, hacen

mención del estradismo, en el sentido de significar á un círculo ó partido netamente

personalista.

Es tiempo yá de que pongamos las cosas en su lugar y les demos el carácter que

verdaderamente tienen.

Se podía aceptar, convencionalmente, aquello del estradismo, cuando la lucha electoral para

distinguir á los unos de los otros, pero no es aceptable en lo referente á los partidos

doctrinarios.

Decir estradismo vale tanto como indicar un partido individualista; siendo así que el señor

Estrada ha sido y es el primero en condenar y rechazar el sistema del personalismo, que

equivale al caudillaje.

Dice La Prensa, con toda verdad, que ‘el señor Estrada llega al Poder sin partido’, lo cual para

el apreciable colega, como para todos los que saben pensar á derechas, es muy recomendable. /

El señor Estrada, agregamos nosotros, llega al Poder sin partido, efectivamente; pero sin

abandonar sus ideas y principios como doctrinario, y también con la noción clara y positiva de

que, como mandatario, no puede ni debe abanderizarse ni dejar de reconocer y amparar los

derechos de todos los ciudadanos, sin distinción de escuela política.

Esto es el resultado de convicciones de una moralidad administrativa muy elevada; y nó la

consecuencia de que el ‘estradismo’, como lo dice el colega, ‘nunca fuera más que una ficción

alfarista. (…) Quiere decir, pues, que, desde el primer instante, estuvo resuelto á poner en

práctica los verdaderos principios republicanos, desterrando toda idea personalista, todo lo

que pudiera traducirse por caudillaje.

Había un programa (de gobierno); y, en todo caso, era ese programa el que podía constituir la

base del llamado estradismo. (…) El estradismo no ha sido, pues, ni es otra cosa que un

programa, libre enteramente de ideas personalistas, contrario á todo propósito de caudillaje y

expresión de la más acabada moralidad republicana.”

Moral muy elevada, sí, pero como estamos comenzando a ver por el rechazo de sus coidearios

liberales en la formación del gabinete ministerial, poco práctica ante la realidad política. Los

rezagos del liberalismo radical, ya corrompidos por la ambición, se enfrentaba a un liberalismo

tan moderado que rayaba en conservador (vale aquí la contraposición de ideas fundidas en una

sola), liderado ya por el general Leonidas Plaza Gutiérrez.

Don Emilio se encontraba entre las dos corrientes, junto con un grupo de funcionarios que hasta

hace poco habían sido alfaristas, pero que habían sufrido el rechazo del caudillo al oponerse a

sus pretenciones golpistas. Ellos eran sus únicos aliados, pero su lealtad era cuestionable.

Flavio Alfaro, viendo ya que su aspiración no tenía futuro inmediato, y temiendo que algún

exaltado de entre sus partidarios inicie una revuelta que sería sofocada de inmediato, pero con

imprevisibles consecuencias para él, que se encontraba preso, emitió el día 29 una proclama que

fue difundida urgentemente, en la cual se sometía a los resultados del escrutinio de la elección

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presidencial proclamados por el Congreso, y pedía a sus seguidores que desistan de sus

esfuerzos. Se fue publicando en varios periódicos en los días subsiguientes.

Ante la negativa de don Lautaro Aspiazu para ocupar la cartera de Hacienda, don Emilio no tuvo

otra alternativa que consultarle a quien estaba convirtiéndose rápidamente en uno de los

hombres más influyentes del país y someter a su consideración el nombre de Carlos Rendón

Pérez, quien don Emilio sabía muy bien no era la persona idónea para el cargo, pero lo envió

para medir la reacción que generaría. La respuesta no se hizo esperar: “Clave don Carlos. /

Recibí tu telegrama, para Mtro. Hda- Va el nombre, no Perez. Nunca el que te indican en esa

por los intereses encontrados que tenemos. Sino te parece bien el que indico preferible esperes

unos días mas, hasta que te indiquemos otro. Recuerdos, Urvina”. Había hablado el amigo

desde la infancia del presidente electo, así como socio en algunos emprendimientos. Pero si

tenía él tanto control sobre quién podía ser candidato, ¿por qué se dio el fracaso con don Lautaro

Aspiazu y como consecuencia de ello el de Alfredo Baquerizo? Todos ellos habían apoyado a

don Emilio y por eso, en su honrada candidez, creyendo que todos pensaban como él: Primero

en el bienestar del país, creyó que lo respaldarían como habían ofrecido.

Parecería que las fuerzas económicas de Guayaquil querían domar al futuro presidente y

someterlo a su control humillándolo con juegos como éste, y no había mejor manera de hacerlo

que negándole las personas de confianza e idóneas que necesitaba para ocupar los cargos

públicos. Este fue otro desengaño para don Emilio, pero antes que doblegarse, prescindiría de

sus “amigos” de Guayaquil, pues no pensaba someterse ante nadie; solo se inclinaría ante la

Constitución. Pero eso no lo tomó en cuenta el grupo guayaquileño y pensaban que,

desesperado, cedería ante su presión.

El pobre Carlos Rendón Pérez, metido en este problema sin saber cómo, se apresuró a enviar un

telegrama a su amigo Emilio, documento que es interesante conocer para saber cómo se

expresaba un hombre honrado: “Guayaquil, 30 de agosto de 1911, 2:15 p.m. – recibido 3:00

p.m. / Señor Emilio Estrada / Creo que ningún ciudadano tiene el derecho de negar su concurso

al Gbno honrado que va a iniciarse bajo su patriótica presidencia; mas el Mterio que Ud. me

ofrece no es de mi competencia, carezco de los conocimientos indispensables para ejercerlo á

satisfacción del país y a mi propia satisfacción. Este es el único motivo que me impide

aceptarlo. Juzgo que Lautaro Aspiazu, a quien Ud. lo ofreció primero, es el llamado, por su

posición de fortuna, á desempeñarlo con la debida autoridad y me permito indicarle que insista

en ello. Su verdadero amigo, / Carlos Rendón Pérez”.

El día 30 de agosto, la familia del Gral. Alfaro entregó la residencia presidencial con beneficio

de inventario. Sin embargo, a don Emilio no le interesó ocuparla.

El General Montero estaba muy consciente del juego que le estaban haciendo a su amigo y el día

31 en la mañana, le envió un telegrama dándole su apoyo en las decisiones que tomara.

Sorpresivamente, el día 31 de agosto, don Emilio recibió un telegrama firmado por don Alfredo

Baquerizo, don Lautaro Aspiazu y, en señal de apoyo, por don Carlos Rendón Pérez.

Le aceptaban los puestos ministeriales y le indicaban quién ocuparía las demás carteras de

estado (Rendón quedaba afuera). Como condición, imponían que el gobierno lo llevaría el

gabinete que ellos indicaban, no el presidente, gabinete que era placista y anti alfarista.

La respuesta de don Emilio fue inmediata, violenta y dirigida a los tres firmantes: “Siento mucho

que hayan condiciones de por medio para rodearme de elementos honrados entre los cuales se

encuentra á ustedes. Tropiezo con deseos á los que hoy por hoy no puedo acceder por motivos

engendrados por la situación política de esta capital y del resto del país y cuya solución pende

precisamente de la concordia y del natural anhelo de agrupar en el Gobierno á los miembros de

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todas las facciones diferentes del partido, dejando á un lado exclusivismos ajenos á nuestro

credo y perjudiciales al bienestar del país y de nuestros conciudadanos. Afectísimo amigo y

correligionario, Emilio Estrada”.

Rendón Pérez contestó en cuanto recibió su copia del telegrama: “Acabo de recibir su telegrama

dirigido a (…) Ud. da la contestación que yo esperaba, si no puede formar ministerio con

ambas facciones liberales, fórmelo con los netamente estradistas: Navarro, Díaz, José Luis

Román, Arteta, etc. Su verdadero amigo, Carlos Rendón Pérez”. En mérito a esta actitud de

Rendón, don Emilio le ofreció, de inmediato, la cartera de Instrucción Pública, puesto para el

cual sí estaba calificado. Aceptó, indicando que el puesto se mantendría a disposición de don

Emilio de acuerdo con la necesidad del país. ¡Un ministerio resuelto!

Ante la airada respuesta de don Emilio, don Alfredo Baquerizo reaccionó indicando que su

telegrama había sido mal interpretado en cuanto a la remoción del Sr. Rendón de la lista, y de

que se trataba de exclusivismo faccional.

Esta indicación llegó muy tarde. Ya don Emilio había tomado su decisión de prescindir de sus

servicios y los de todos los propuestos por ellos, excepto el Gral. Plaza y el coronel Navarro.

Don Emilio sí aclaró a Rendón que él no pensaba gobernar sin la participación del gabinete,

pero cada uno tiene su puesto y el presidente es, al fin y al cabo, el responsable del gobierno y

por tanto es quien debe gobernar y tomar las decisiones de última instancia, no los ministros. Él

pediría el consejo de los ministros para tomar decisiones en asuntos trascendentes, y ellos

tendrían libertad para actuar directamente en asuntos rutinarios y ordinarios de sus carteras.

Carlos Augusto Aguirre, segundo candidato para el ministerio de relaciones exteriores y en ese

momento en la ciudad de Lima, contestó de inmediato a la propuesta de don Emilio, indicando

que declinaba solamente por razones de salud, pues de otra manera habría aceptado

inmediatamente el llamado a servir.

Al final del día 31 don Emilio recibió un nuevo y corto telegrama del Gral. Montero, quien por

el tenor del mismo, debía estar al tanto de todas las comunicaciones cursadas por telégrafo, a

través de los servicios de inteligencia de la zona militar. Decía simplemente: “Ante tantos que

rehuyen nombramientos, lo apoyo en su rectitud y creo que Gral. Plaza debe aceptar servir”.

Estas palabras deben haber sido un bálsamo para don Emilio, quien a un día de posesionarse

como presidente solo tenía aceptado, pero a disposición, el Ministerio de Instrucción Pública.

Estos golpes diarios los vivía el hijo junto con su padre.

Capítulo 13 – La Presidencia de la República

Don Emilio se posesiona como Presidente de la República

El día primero de septiembre don Emilio y su familia se levantaron temprano, desayunaron y

comenzaron a prepararse para la importante ceremonia que comenzaría puntualmente a las dos

de la tarde. Don Emilio, con su hijo Víctor Emilio, despacharon documentos y revisaron el

programa del día. Víctor Emilio se reunió con el personal de inteligencia militar y sus propios

informantes para asegurar que los eventos del día se desarrollaran sin novedad. Todos quienes

podían presentar una amenaza estaban vigilados y las tropas estaban listas para reaccionar ante

cualquier eventualidad. La casa del presidente electo estaba segura y bien resguardada, al igual

que el Palacio Nacional. Antes de las 2 p.m., se reunieron en el Palacio Nacional las dos

cámaras del Congreso: los Senadores y los Diputados, para proceder a la ceremonia de

transmisión del mando del Poder Ejecutivo, tal cual lo prescribía la Constitución. Poco antes de

las dos, el Encargado del Poder Ejecutivo y los Ministros de Estado habían acudido a la

residencia de don Emilio a invitarlo a ir con ellos al Palacio. Don Emilio salió con su hijo a un

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lado y don Carlos Freile al otro, seguidos de los ministros, mientras la familia los seguía a

prudente distancia para dar espacio en caso de algún inconveniente. Como la distancia era corta,

el trayecto se lo realizó a pie. Entre la residencia y el palacio formaban calle de honor personal

de unidades militares y policía. Ya en el palacio, el presidente electo y el encargado del poder

ejecutivo con sus ministros esperaron fuera de la cámara donde estaba reunida la representación

nacional. La familia y los invitados entraron a sentarse en el espacio reservado para los invitados

y comenzó la ceremonia. Citamos de El Comercio de Quito: “Abierta la sesión del Congreso

Pleno y leído el artículo constitucional pertinente á la transmisión del Mando, la Presidencia

nombró una comisión para que condujera al Sr. D. Emilio Estrada al seno del Congreso á fin

de cumplir con el precepto de la prestación de la Promesa Constitucional. / Presente el Sr.

Estrada, prometió ante la representación nacional que sostendría la Constitución y leyes de la

República. / El Sr. D. Pedro Valdez invistió al Sr. Estrada con las insignias del Poder que le

delegaba el pueblo ecuatoriano ciñéndole la banda presidencial y entregándole el bastón

significativo de la autoridad que ejercerá en la República”. Don Emilio había entrado con su

hijo al lado, seguidos por don Carlos Freile y los ministros. Los Senadores y Diputados los

recibieron con aplausos y vivas a la Constitución, los que se repitieron durante la ceremonia y al

final.

El relato de El Comercio tiene omisiones, pues don Carlos Freile dio su informe a la nación

antes de la posesión del nuevo presidente y luego vino el acto de investidura. De inmediato dio

su discurso el Sr. Valdez, como presidente encargado del Senado, y finalmente dio su discurso

don Emilio, para terminar la ceremonia.

Por el tenor del discurso de don Emilio, está claro que tanto el Encargado del Poder Ejecutivo

como el Presidente Encargado del Senado le remitieron sus discursos por anticipado, pues

responde a ellos en el suyo.

La ceremonia fue muy emotiva para Víctor Emilio, en especial el acto de investidura y el

discurso de su padre. Indudablemente por la gran tensión emocional de los días precedentes,

sentía un torbellino de emociones que lo embargaban; sin embargo, mantuvo la compostura,

pues el líder de una revolución no podía derramar lágrimas y mostrar un lado débil.

¿Y por qué repetimos estas observaciones sobre sus sentimientos? Para demostrar la represión

de las emociones que se inculcaba a los “hombres”. El hombre no podía llorar.

Una vez finalizado el acto, y antes de salir del Palacio, don Emilio emitió un bando presidencial

mediante el cual se ratificaba en sus puestos a funcionarios públicos, hasta ser legalmente

reemplazados. Con ese bando don Emilio resolvió, por el momento, el problema del gabinete

ministerial incompleto. Continuarían en funciones los actuales ministros hasta que pudiera

nombrar los suyos, al igual que todos los demás funcionarios claves en la parte política, como

gobernadores y jefes políticos.

El nuevo Presidente atendió algunos asuntos de urgencia en el despacho presidencial, renovado

para su uso luego de los daños que sufriera durante el 11 de agosto. No pudo atender ese día

todo lo que estaba acumulado, pues por delicadeza don Carlos Freile había dejado algunos

asuntos de importancia para que los resuelva el presidente entrante.

Se planifica la salida del país de los Alfaro

En Vida de un Hombre, Víctor Emilio diría: “…Y cuando el propio alfarismo que había sido la

esencia de su vida política le niega hasta su bautismo doctrinario y, ante la defensa inevitable

de mi padre, cae el 11 de Agosto, su primer cuidado es poner en absoluta seguridad al Gral.

Eloy Alfaro, y al Gral. Flavio Alfaro, enviándolos al exterior y sin pedirles la menor cuenta –

como pudo hacer cualquier otro- de la tremenda injusticia de la víspera”.

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Para el efecto, Víctor Emilio había recibido el encargo de su padre de coordinar secretamente la

salida al exterior de ambos personajes. Se decidió que saldría Flavio primero, en cuanto don

Emilio pudiera dar las órdenes respectivas, o sea una vez posesionado.

Luego de negociar con el Gral. Plaza (por las cuentas políticas pendientes que tenía con don

Eloy, se temía alguna oposición) y el legado chileno, saldría don Eloy. Para poder cumplir

exitosamente ambas misiones, era necesario un secreto absoluto. La salida de Flavio sería, hasta

cierto punto, una prueba de seguridad para la salida de don Eloy.

El mismo día primero, don Emilio dio las órdenes secretas y pertinentes al Ministro del Interior,

dando la autoridad necesaria al capitán Estrada para dirigir las operaciones. El Ministro solicitó

de inmediato a la empresa del ferrocarril un tren expreso para Víctor Emilio, a salir de

Chimbacalle el día dos a las 4 a.m. No se dijo nada más. Al Gral. Montero se le informó del plan

por telegrama cifrado y se le dio instrucciones de separar espacio en el primer buque que saliera

de Guayaquil luego de llegado el tren.

Luego de cumplidas estas tareas importantes, don Emilio y su comitiva salieron del Palacio

Nacional y se dirigieron hacia su residencia particular en la calle del Correo. El camino, como

en la venida, tenía formada calle de honor con las mismas unidades militares y policiales, pero

ahora había además nutrido público, que vitoreaba al nuevo Presidente y la Constitución. Una

vez llegado a su casa e ingresados los invitados, comenzó un desfile que presenció don Emilio

desde el balcón, con su familia y sus amigos más cercanos. A Víctor Emilio se lo ve en las fotos,

una de ellas lamentablemente dañada, en la ventana de la derecha. Pero apenas tenía tiempo para

socializar, pues había muchas tareas que cumplir en cuanto al traslado de Flavio a Guayaquil y

en cuanto a las gestiones para completar el gabinete ministerial y los mandos militares. Desde

antes de la posesión ya se habían recibido inoportunas solicitudes de empleo de amigos y

conocidos, la mayoría de ellas dirigidas a Víctor Emilio, pues se lo daba como, y en efecto era,

la persona más influyente ante su padre.

En el balcón derecho se ve, de izq. a der., en primera fila: María Luisa Estrada de Dueñas. La cuarta es doña Isabel Palacios de Espinosa. Víctor

Emilio está parado sobre un banco, justo a la derecha de la marca blanca, segunda fila, y a la derecha de él, Luis Alberto Dueñas.

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Don Emilio, con la banda presidencial liberal azul-celeste blanco azul-celeste, en el balcón de su residencia temporal en Quito, presenciando un

desfile luego de la posesión presidencial. A su derecha doña Lastenia Gamarra, su esposa y a su izq. su hija Francisca Amalia.

Es significativo políticamente que don Emilio usara

la banda presidencial liberal, azul-celeste, blanco,

azul-celeste, los colores de Guayaquil, utilizada por

primera vez por Eloy Alfaro Delgado, y no la que

correspondía por decreto, que era solamente azul-

celeste; y, que el lema dijera “El Poder” en vez de

“Mi Poder” en la Constitución, como indica el

decreto respectivo.

Esa banda se tiene que haber mandado confeccionar

siquiera tres semanas antes de la posesión del

mando, pues el trabajo laborioso realizado por las

Hermanas del Buen Pastor, comisionadas para

confeccionar la Divisa desde la época de García

Moreno, toma mucho tiempo por la meticulosidad

que requiere el bordado con hilo de oro. El alma de

las letras es de hoja de palma, bendita el domingo de

ramos precedente. Durante la confección de la

banda, las hermanas rezan continuamente e insertan

en ella reliquias de santos y beatos, para ayudar

espiritualmente a quien ejerza el poder. Esto se

continuó haciendo durante el período liberal, a pesar

de los desencuentros de la Doctrina Liberal Radical

con la Iglesia Católica.

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Pocas de las solicitudes de empleo fueron atendidas, al menos en los primeros días, ya que don

Emilio pensaba que los cargos públicos tenían que ser ocupados por personas idóneas y no por

amigos por el simple hecho de serlos. Algunos inconvenientes traería esa política, especialmente

entre los íntimos, que exigían empleo sin importar en qué cargo.

El teniente coronel Luis Alberto Dueñas Jaramillo, esposo de María Luisa Estrada Sciacaluga,

militar competente, fue designado como Primer Jefe del Regimiento de Artillería Bolívar. Para

don Emilio fue importante tener a su yerno, hombre de su confianza, dentro de las filas

militares, pues necesitaba tener oídos alertas a cualquier movimiento interno que pudiera

significar una amenaza a la Constitución. Luis Alberto fue un apoyo importante para Víctor

Emilio en los días álgidos de la transformación del 11 de agosto, tanto en Guayaquil, donde

residía con María Luisa, como en Quito, a donde viajaba cuando era requerido.

Don Emilio gobierna

El día de la posesión, El Comercio, de Quito, publicó en la segunda página, una carta en la cual

un grupo de prestantes quiteños prácticamente rogaban a don Lautaro Aspiazu Zedeño que

acepte el Ministerio de Hacienda. Dentro de las maniobras políticas, esta fue una de las más

sucias y crueles formas de humillar al presidente entrante, pues era insólito que se iniciara el

mandato sin un nuevo gabinete ministerial completo, y peor que se tuviera que rogar a personas

para que acepten ministerios. Era una clara señal de la fragilidad política del nuevo mandatario y

le transmitía brutalmente el mensaje de que debía conformarse con el esquema de influencias

que había dominado la política, o se encontraría solo en el poder.

El día 2 de septiembre El Comercio de Quito diría: “EN COMPLETA CALMA / A pesar de las

siniestras predicciones que se hacían para el día de ayer, pasó sin el menor incidente

desagradable. Ojalá se convenzan de una vez para siempre, todos, que la reacción alfarista es

poco menos que imposible. El comercio debe abrir sus puertas y de manera definitiva, debe

comenzar la vida normal y ordinaria”.

En las primeras horas del día 2, Víctor Emilio recibió cable de Mr. Jones, empleado del

ferrocarril en la oficina de Huigra, en el cual le indicaba que tenía dos máquinas listas, una en

Guamote y otra en Bucay, para que llegara su expreso a Durán a las 8:30 p.m. En caso de

atraso, lo recibiría en Huigra para atenderlo. Obviamente, Mr. Jones no tenía idea de la

verdadera misión del tren expreso, y seguramente pensaba que se trataba de un capricho del hijo

del Presidente y que tal vez haría turismo. El secreto se mantenía.

Prontamente, a las 3 a.m. de ese día sábado, Víctor Emilio se presentó en el Panóptico con una

escolta, para recoger al Gral. Flavio Alfaro. La guardia, alarmada al comienzo, se tranquilizó al

reconocer al capitán Estrada y leer los documentos de excarcelación emitidos por el Ministro del

Interior. Flavio se sintió alarmado al ser requerido, pero se tranquilizó al ver a Víctor Emilio,

quien luego de saludarlo le dijo simplemente “vamos”. Flavio, conociendo ya a Víctor y el

respeto que tenía a la misión encomendada por su padre, se tranquilizó y recogió sus pocos

enseres para salir con la escolta. Nadie en el panóptico tenía por qué enterarse a dónde irían.

En la estación de Chimbacalle esperaba el tren expreso con un solo vagón de pasajeros, en el

cual irían los dos oficiales, don Pedro Valdez, hasta el día anterior Presidente Encargado del

Senado, y la escolta. A las 4 a.m. en punto, el tren dejó la estación e inició su precipitado viaje.

Se cambió locomotora en Guamote, paró en Huigra solo para abastecer el tanque de agua, por lo

que Mr. Jones, a quien no se le permitió abordar el vagón de pasajeros, se quedó en ascuas

preguntándose qué pasaba. Cambió de locomotora en Bucay, para marchar con una máquina

rápida para terreno plano, y llegó puntualmente a Guayaquil, a las 8:30 p.m. En el viaje habían

departido muy cordialmente entre los viajeros. Esa noche, Flavio durmió a bordo del crucero

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Cotopaxi. La esposa de Flavio lo esperaba en el buque y se sintió muy aliviada al ver a su

esposo en buen estado físico, aunque moralmente afectado. Víctor Emilio informó

inmediatamente de su llegada y el cumplimiento de su cometido.

Ese mismo día, a las 10 a.m., había desembarcado del vapor Perú el Gral. Leonidas Plaza

Gutiérrez, quien retornaba triunfalmente de un largo exilio político, autoimpuesto luego de la

toma del poder por don Eloy Alfaro en 1906. Fue recibido como héroe por una multitud y pudo

enterarse de lo acontecido en los días anteriores, habiendo desaprobado el trato que sus

simpatizantes le habían dado a don Emilio. Entre sus primeras acciones le envió un cálido

telegrama a don Emilio, saludándolo y felicitándolo por la investidura del Poder. Ya hablarían

personalmente en pocos días y se subsanaría el resentimiento que le había causado a don Emilio

la actitud de los señores Aspiazu y Baquerizo, y las condiciones inaceptables que le pretendieron

imponer.

Por falta de comunicación, no se había determinado dónde tendría que ir Flavio en su exilio y

cuando Víctor Emilio informó a su padre, contestó enérgicamente, el día 3, que no debería ir a

Centro América, pues sabía muy bien que encontraría apoyo de la parentela en Panamá, donde

conspiraría y se prepararía para regresar a dar problemas. Para don Emilio, Flavio era

incorregible en su ambición por el poder.

El día tres, el Gral. Delfín Treviño, comandante militar de Manabí, que lidiaba con las

montoneras del coronel Carlos Alfaro (y evitamos decir “luchaba”, porque eran amigos), llegó a

un acuerdo con el insurrecto, quien exigía la libertad inmediata de Flavio, don Eloy y dinero a

cambio de deponer las armas. Sin esperar respuesta del Gobierno, Treviño aceptó, a nombre de

éste, las condiciones de Carlos, que depuso las armas.

A don Emilio lo encolerizó esa acción de Treviño y la desaprobó el día 4, pero ya era muy tarde,

pues Carlos había cumplido con su parte del trato. Sin embargo, no se cumpliría con la libertad

inmediata de don Eloy, pues ya había el plan para su salida en pocos días, ni se le dio el dinero

solicitado, aparte de lo poco que le dio Treviño de los fondos a su disposición. Carlos Alfaro

desapareció sin dar más problemas. Seguramente se tranquilizó al saber de la salida de Flavio y

la forma en que se había obrado.

En cuanto a Treviño, don Emilio no tomó acciones disciplinarias, pues comprendía la situación

que había vivido, y suficiente castigo era la desautorización de lo que había pactado

arbitrariamente. Además, no le convenía a don Emilio abrirse un frente con un oficial amigo,

liberal fiel y de valía.

La capitulación del coronel Carlos Alfaro pacificó la costa desde Manabí hasta Los Ríos y la

parte del Guayas que había afectado. Parece mentira, pero no pasaban de 80 los hombres que

acompañaban a Carlos Alfaro y dice poco del ejército de la época que esa pequeña guerrilla

tuviera en jaque a unidades regulares de la fuerza militar en varias provincias. Cierto es, sin

embargo, que es imposible contabilizar a aquellos que actuaban informalmente como guerrilla,

muchos con el fin de aprovechar la situación para cometer robos y crímenes civiles.

Con esa capitulación, se recuperó parte de las armas que Carlos había tomado sin autorización

del parque militar de Guayaquil y, por el momento, la República estaba en paz.

Víctor Emilio se entrevistó reservadamente con el Gral. Plaza en esos días. En esa reunión se

limaron las asperezas por el fiasco de los ministerios y ofreció participar en el gabinete

ministerial, en el puesto que le quisiera asignar don Emilio, como gesto de unión liberal. En esa

reunión quedó claro que la colaboración de Plaza era necesaria, sino esencial para el bien del

país. Se acordó que se harían los nombramientos consultando la opinión de Plaza, para mantener

la cordialidad y unir las fuerzas, pues en ese momento, si bien don Emilio estaba entre el

alfarismo y el reinaugurado placismo, y sus fuerzas eran relativamente débiles, la situación era

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tan fluida que se podían unir al “estradismo” muchos alfaristas ahora huérfanos, y hasta

apolíticos, pues los alfaristas honrados, aunque contrarios, ya tenían claro que don Emilio era un

hombre honesto y de palabra, y que cuando decía que trabajaría por el país, lo decía en serio.

El Comercio de Quito, en su edición del día 6 de septiembre, en su página 3, daba la siguiente

noticia: “En un banquete que ofrecieron los socios del Club Unión de Guayaquil al general

Leonidas Plaza G. no asistieron, habiendo sido invitados, los señores doctor Alfredo Baquerizo

Moreno y don Lautaro Aspiazu. En el brindis pronunciado por el general Plaza, éste tuvo

palabras muy encomiásticas para el Sr. Víctor E. Estrada”. Esta escueta noticia tenía un

contenido político enorme: Era la manifestación pública de la desaprobación del líder del

placismo a lo que había acontecido en su nombre, para vergüenza nacional. Con esto se selló el

pacto y se renovó, de momento, el buen entendimiento entre don Emilio y el general Plaza.

El día 5 de septiembre, apenas a cuatro días de posesionado, don Emilio tuvo la primera

manifestación de la grave enfermedad que lo llevaría a la tumba en pocos meses. El Comercio

de Quito reportó el día 6 que don Emilio estaba atacado de “Grippe”… pero había algo más.

El 6, a pesar de estar enfermo, don Emilio envió un telegrama cifrado a su hijo, con una posible

combinación para el gabinete ministerial, y le pidió consultara los nombres con Plaza. Le pedía

a su hijo absoluto hermetismo. Los propuestos, según el telegrama, eran: Para Interior, Díaz;

Relaciones, Plaza; Hacienda, Rendón Pérez; Guerra, Navarro; Instrucción, José A. Campos;

Don Emilio completó el mensaje en claro, solo con el nombre de Plaza cifrado. Pero alguien no

mantuvo la reserva y El Comercio de Quito daba, al día siguiente, los nombres propuestos, lo

cual acabó con esa iniciativa. Estaban seguros Díaz en el Ministerio del Interior y Navarro en el

de Guerra y Marina, pero los demás no. Don Emilio quería a toda costa tener en su gabinete a

Carlos Rendón Pérez, por su amistad antigua y su lealtad demostrada, e insistió con su nombre

para la cartera de Hacienda, repetimos, sabiendo que no era adecuado para esa cartera. De

nuevo, era para motivar al Gral. Plaza a actuar correctamente.

Como fracasó esa “combinación”, don Carlos Rendón Pérez hizo una sugerencia para el

Ministerio de Hacienda: Poner a Higgins.

A telegrama de Víctor Emilio, don Emilio le contestó: “Si insiste Rendón, acepto Higgins. Hace

tres días estoy enfermo con fuerte gripe. Yo quisiera concluir hoy este otro asunto. Emilio

Estrada”.

Para el día 6 el asunto de Carlos Alfaro y Treviño continuaba fastidiando a don Emilio y le

envió un cable a su hijo: “Mándeme detalles precisos de lo acontecido con los montoneros de

Manabí. / Tu Padre”.

Luego del informe enviado por el Gral. Montero el día 7, don Emilio quedaría más tranquilo

sobre este asunto. Lo importante era que se había sabido de su disgusto y los comandantes de

Zona Militar y unidades militares se guardarían de tomar decisiones políticas sin autorización

del Presidente.

El Comercio de Quito, en su segunda página, trae esta noticia: “Casa presidencial. / La casa del

Sr. Juan Francisco Freile Z. será tomada en arrendamiento para la morada presidencial y la

que se servía para este objeto la destinará para el despacho del Ministerio de Relaciones

Exteriores”. Don Emilio no ocuparía la casa donde vivió el Gral. Alfaro y continuaría en su

vivienda arrendada en la Calle del Correo. La residencia presidencial arrendada al Sr. Freile

sería ocupada en épocas posteriores por el Gral. Plaza y don Alfredo Baquerizo Moreno.

El 7 se dio una fiesta en Guayaquil a la que concurrió Víctor Emilio, a pesar de encontrarse con

su novia en preparativos para su compromiso matrimonial, que debía darse en los próximos días,

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en cuanto las ocupaciones de Víctor lo permitieran. Tenía que ocuparse también de la casa

familiar, en la cual vivían sus hermanas, así como de la Fábrica La Victoria y su negocio de

importación y venta de vehículos, que tenía con José Gómez Santistevan.

Al día siguiente, el 8, desde Alausí, el Gral. Plaza le envió el siguiente telegrama: “Mucho he

sentido el no haber estado juntos en la fiesta de anoche. / Ojalá nos reuniéramos en Ambato ó

Latacunga, para entrar juntos á Quito, lo que me dará sumo placer. / Lo saluda afectuosamente

su amigo, / L. Plaza G.”. El General viajaba en un tren expreso con su comitiva.

Luego, cuando llegó a Ambato, le escribió: “Esta noche pernoctaré en Latacunga. Agradeceré

su venida para entrar juntos á la Capital. / Lo saluda su amigo, L. Plaza G.”.

Este interés del Gral. Plaza por entrar juntos era de beneficio político para los dos, pues el

General entraría con el joven héroe del momento, y Víctor entraría con el ex presidente y nuevo

hombre fuerte del Partido Liberal, que retornaba victorioso. Ciertamente, sería una muestra de

unidad partidista, pero también podía interpretarse como que el “estradismo” se estaba

entregando al “placismo”. Como todo en política, los actos eran sujeto de interpretaciones según

la óptica de cada cual. Pero ciertamente no había entrega, sino concordia, y don Emilio lo

demostraría al lograr completar el gabinete.

Por prudencia, Víctor Emilio evitó ingresar a Quito con el Gral. Plaza. Eran peligrosas para su

padre las implicaciones políticas que se podrían derivar de ello.

Ese mismo día 8, en la Cámara de Diputados, se inició un Gran Jurado para juzgar el crimen

calificado como Coaligación para Atentar Contra la República. Era un juicio político contra don

Eloy y buscaba las evidencias de que había intentado dar un golpe de estado para declararse

dictador. Entre los primeros llamados a declarar estuvo don Carlos Freile Zaldumbide, quien

había retornado a su cargo de Presidente del Senado. Antes, el 31 de agosto, un juez ordinario

había iniciado un juicio por la misma causa y hasta el momento, por las evidencias presentadas,

se podía decir que había “manifiesta culpabilidad” por parte de algunos de los ex ministros de

estado, y que sí había existido la intención de la dictadura.

El día 9, temprano en la mañana, Víctor Emilio salió a Quito en tren expreso, acompañado de

Adolfo Gómez Santistevan, el teniente coronel Luis Alberto Dueñas Jaramillo, su cuñado, y la

Sra. Rosario Alarcón Páez de Alfaro, esposa de Flavio, que iba a Quito. Su presencia en el tren

es decidora de la cortesía y deferencia con que se trató a la familia Alfaro por parte de don

Emilio y su hijo.

La vida de enamorados con Isabel

Con tanta ocupación y la necesidad de estar en Quito acompañando a su padre, los preparativos

para el compromiso matrimonial de Víctor Emilio e Isabel no fueron sencillos. Como vimos

páginas atrás, el cortejo se inició gracias al enamoramiento de su amigo Adolfo Gómez y

Santistevan con la hermana menor de María Isabel, María Laura Icaza Marín. Ellos se casaron

en 1907, cuando él tenía 19 años y ella 14. Adolfo era amiguero, citadino, buen político, líder

natural, mal hablado, fumador, mal genio y simpático al mismo tiempo, y amoroso esposo.

María Laura, como todas las hermanas Icaza Marín, aunque citadina, era campesina de alma.

Mujer sencilla, fiel esposa que le aguantaba a Adolfo su mal genio, y madre amorosa.

Isabel era mucho como su hermana, pero era algo seca en cuanto a afectos, pues no era

abiertamente cariñosa.

Se conocieron con Víctor Emilio en Posorja, durante una temporada de vacaciones. Víctor la

enamoraba, pero ella no correspondía con mucho entusiasmo. Sin embargo, se fueron acercando

emocionalmente hasta que llegaron al punto de pensar en comprometerse.

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No son muchas las cartas que sobreviven de su período de enamorados y novios, pero las pocas

con que contamos son muy reveladoras.

El día 10 de septiembre, ni bien llegado a Quito, Víctor Emilio le escribió a su enamorada,

usando los términos cariñosos con que la trataba: “Mi querida Chabiquita: / A pesar de que hoy

no he recibido telegrama tuyo, te escribo para que veas que te recuerdo aunque tu te olvides

hasta de escribir un telegrama de dos líneas. Por no hacerlo debías tener un castiguito por

ejemplo no escribirte yo aunque bien visto creo que para ti no significará mucho el que yo deje

de escribirte ¿Verdad Minina? – Solo un despacho tuyo recibí en el camino creo que en

Ambato, y desde entonces nada he vuelto á saber á más de que el jefe de telégrafos en

Guayaquil me comunica todos los días que estás buena. Supongo que tu papá continúa

mejorando: de él tampoco tengo noticias a pesar de que le telegrafío á diario.= / Te extraño

mucho, muchísimo más de lo que puedes tu imaginar, bien visto que como tu no extrañas mucho

que digamos mal puedes juzgar el modo como yo estoy extrañándote. Con todo pienso que un

poquito pensará mi piliquito en mí y aún llego á tener esperanzas de que así como yo, tu

también me habrás escrito hoy. Te advierto que no estoy dispuesto á perdonarte si dejas de

escribirme siquiera cuatro páginas por correo que es lo menos que se puede esperar de una

novia que asegura querer á su novio. Vamos á ver si lo comprueba. / Estoy matando el tiempo

como mejor puedo deseoso siempre de apresurar mi viaje á Guayaquil como te lo tengo

ofrecido= Anoche fui al teatro con la familia Palacios que me instó mucho á que fuera y no me

arrepentí. Buena compañía en los dos sentidos de la palabra. Hoy en la mañana monté á

caballo y estuve en la inauguración de un Club de Lawn Tennis donde estaban jugando ping-

pong, lo que me hizo acordar mucho de ti. ¿Te acuerdas de aquella ocasión que jugamos en

Posorja? – Miguel también estuvo allí y él te dará razón de mi comportamiento en Quito. El

anillo continúa en su puesto y gracias á él tengo ahora como defenderme de los ataques del

bello sexo!!! Estas bromitas no creo que te disgusten mucho, convencida como creo que estás

de mi cariño. Sin embargo, si algún chisme te llega por allá escríbeme no más con confianza

para desvanecer tu posible duda.- / Hasta el próximo correo recibe mil cariños que te mando

junto con el corazón de tu / VE Estrada”.

Esta carta, significativamente de cuatro páginas, está enmarcada en un patrón que se verá

frecuentemente a futuro: Víctor Emilio muy cariñoso, Isabel un tanto fría, y siempre los celos de

ella presentes, con los cuales él jugaba. Aún no se habían comprometido formalmente, pero ya

tenían sus anillos.

En la edición del 11 de septiembre, El Comercio de Quito trata de la situación ministerial y llega

a considerarla como de crisis, relatando la situación en algunos ministerios, que se encuentran

sin funcionarios clave para su funcionamiento.

Don Emilio continuaba luchando por resolverla, lo que se facilitaría con la llegada y

colaboración del Gral. Plaza.

En la misma edición, El Comercio publica, bajo el título de “Documentos para la historia”, el

tren de cartas y telegramas intercambiados entre don Emilio y los señores doctor Alfredo

Baquerizo Moreno y Lautaro Aspiazu Zedeño. También se publicó una “Rectificación” en la

cual el Dr. Baquerizo trata de esclarecer lo que, según su criterio, no había sido una condición

inaceptable, de la que dependía la aceptación de los cargos. La intención era aminorar el

impacto de la situación que se había creado, pero ya era demasiado tarde, pues los efectos

estaban dados: El Presidente había sido humillado por sus compañeros de partido y ambos

personajes habían quedado como manipuladores que querían gobernar desde los ministerios.

En el “Gran Jurado Nacional”, se llamó a declarar el día 12 al Presidente del Senado y ex-

encargado del Poder Ejecutivo. Su testimonio fue inculpatorio de la intención del Gral. Alfaro

de romper la Constitución y declarar una dictadura. Declaró que fue convocado al Gabinete los

primeros días de agosto para ser partícipe en una sesión de suma importancia para el país. Era

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intención del Gral. Alfaro convencer al Presidente del Senado y al de la Cámara de Diputados

que debía ser el Congreso quien declarara la dictadura y nombrara un nuevo Presidente de la

República, desconociendo a don Emilio y al resultado electoral. El Sr. Freile y algunos otros

participantes en esa sesión se opusieron a tal designio, mientras que los afectos al Gral. Alfaro

apelaban a la necesidad de supervivencia del Partido Liberal Radical para convencerlos. No

cabía la menor duda de que el Gral. Alfaro esperaba que, una vez declarada la dictadura, él fuera

elegido como nuevo presidente.

El principal argumento presentado por los afectos al Gral. Alfaro fue el examen que

supuestamente había practicado a don Emilio un médico norteamericano, quien lo encontró muy

enfermo y le dio no más de tres meses de vida si subía a vivir en Quito, necesidad esencial para

ejercer la presidencia. Esto había sido desmentido en su momento por el mismo don Emilio.

Sin embargo, no deja de ser interesante la precisión del diagnóstico del médico norteamericano,

pues no habían pasado cuatro meses y el Presidente estaba muerto.

Es más asombroso aún que no sepamos de dónde salió tal eminencia ni qué se hizo, pues su

diagnóstico no fue presentado por él mismo, sino por un tercero, empleado del ferrocarril.

¿Pudo una enfermedad que don Emilio no sufría antes de posesionarse complicarse y agravarse

de manera tan rápida, y tener los mismos efectos en las alturas de Quito y el casi nivel del mar

de Guayaquil? Lamentablemente, lo más probable es que no lo sepamos jamás. Lo que sí podría

haberlo afectado con mayor posibilidad fueron los desengaños sufridos al sentirse traicionado

por quienes decían ser sus amigos. La perfidia de la política, la mala intención de sus

correligionarios, la mala fe manifestada por supuestos amigos, eso sí puede haber tenido un

efecto de deterioro mortal en su salud.

El 13 de septiembre de 1911, ya repuesto de su “gripe”, don Emilio con su hijo, oficialmente ayudante del Ministerio de Guerra, su edecán el

teniente coronel Rubén Estrada (sin parentesco), el Ministro de Guerra, el capitán de Navío Fernández-Madrid y funcionarios de su gobierno,

presencian una prueba de artillería. El cañón de la fábrica Ehrhardt era similar a otros que habían sido comprados a Alemania y que debían recibirse en pocos meses en ese país.

El Ministro de Defensa, Navarro, que aparece en la foto al lado derecho de don Emilio, fue

Coronel de Ejército hasta el día 13. Ese día el Congreso lo ascendió a General de Brigada, lo

que le daba el rango necesario para que sus órdenes no sean cuestionadas por los generales que

comandaban las Zonas Militares y Unidades repartidas por toda la República. En esta foto

aparece vestido de terno, para mantener el carácter civil del ministerio.

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En esta ampliación de la foto de la página anterior, vemos a don Emilio y su hijo Víctor Emilio.

Esta es la última foto de don Emilio que se conoce, y la última en que aparecen juntos padre e hijo.

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El Gabinete Ministerial

El día 12 se estaba a punto de completar por fin el cuadro de ministros de estado. Don Emilio

optó por que continuaran en sus puestos el Dr. Octavio Díaz, ex ministro de Alfaro y ministro

desde el 11 de agosto, en el Ministerio del Interior; el coronel Juan Francisco Navarro, en el

cargo desde el 13 de agosto, en el Ministerio de Guerra y Marina; Carlos Rendón Pérez, en el

Ministerio de Instrucción Pública; el Gral. Leonidas Plaza, en el Ministerio de Hacienda. No se

había nombrado al Ministro de Relaciones Exteriores. El Gral. Plaza dio el nombre del Dr.

Carlos R. Tobar, supuestamente liberal, a quien consideraba persona idónea para el cargo.

No era éste el Gabinete Ministerial que había querido tener don Emilio, pero era el grupo con el

cual se tendría que conformar y trabajar. Los nombrados prestaron juramento a la Constitución y

se comprometieron a laborar por el bien del país, sin influencias de intereses partidistas.

Salida al exilio del Gral. Eloy Alfaro

Como hemos visto, don Emilio, desde el primer momento de su presidencia, deseaba que el ex

presidente Alfaro salga del país para su seguridad. La actitud beligerante del pueblo de Quito y

de los congresistas (más por intereses creados que por política pura), hacían difícil poner en

práctica ese deseo, en especial con la instalación del Gran Jurado Nacional y las declaraciones

incriminatorias que se estaban dando.

El Gral. Leonidas Plaza G. concordó con don Emilio que el Gral. Eloy Alfaro Delgado debía

salir del país lo más pronto posible, pues un juicio político podría tener impredecibles

consecuencias políticas y sobre la seguridad física del ex presidente. Él dio su aprobación para

que se lo envíe al exilio y comenzó a ejercer su influencia ante los senadores y diputados.

El cuerpo diplomático, por su parte, intercedió ante el Gobierno solicitando la salida de don

Eloy, lo que facilitó que el Ejecutivo pusiera esa solicitud ante el Congreso, que consideró

formalmente el pedido en sesión secreta, aprobándolo.

Víctor Emilio estaba inmerso por completo en la organización del traslado del Gral. Eloy Alfaro

a Guayaquil. El Ministro del Interior solicitó nuevamente un tren expreso para el capitán

Estrada, a estar listo a partir del 14 de septiembre en la tarde. Este tren, a diferencia del que

transportó a Flavio, tendría que llevar más personas a bordo. También, por razones de seguridad,

se requerirían dos vagones de pasajeros, ambos con las ventanas cubiertas, para dejar en duda en

cual iba el ex presidente. El número de tropas para la escolta tendría que ser mayor y se tendría

que transportar enseres personales del ex presidente y su familia, lo que requeriría un vagón de

carga. Sería necesario salir más temprano que cuando se transportó a Flavio Alfaro, pues el peso

de los vagones adicionales y su carga harían que el tren viajara más lento. Se pensó usar dos

trenes, uno de escolta, que iría adelante y otro que lo seguiría con los pasajeros y parte de la

escolta, pero esa idea se descartó, pensando que el secreto se mantendría como la vez anterior.

El 14 en la tarde se rompió el secreto que se había mantenido sobre la operación y el pueblo

quiteño se enteró del viaje, lo que congregó una multitud hostil fuera de la Legación de Chile y

en la estación de Chimbacalle, lo que hacía que la misión fuera de mayor peligro. Se prohibió

que se cursaran telegramas con información sobre este tren, para tratar de contener el potencial

peligro.

A las 11 p.m. del 14 se presentaron en la Legación de Chile los generales Leonidas Plaza,

ministro de hacienda, y Juan Francisco Navarro, ministro de guerra y marina, para notificar

oficialmente al Gral. Alfaro de su partida a Guayaquil y al exterior, e informarle que el

Gobierno le brindaría la seguridad necesaria a él y su familia hasta que estén embarcados en el

buque que los transportaría. Es interesante observar que Alfaro y Plaza no se veían desde 1902,

cuando tuvieron un fuerte altercado que rompió la relación entre los dos políticos.

Don Eloy y su familia ya estaban listos, pues los legados de varios países, que estaban también

presentes, ya le habían informado de la resolución del Gobierno y del Congreso de permitir su

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salida. La preocupación era la seguridad del ex presidente Alfaro. Con la llegada de Plaza y

Navarro, la multitud estaba excitada, de tal forma que era necesario esperar hasta un momento

en que se calmaran y se pudieran movilizar los carruajes que vendrían del Palacio de Gobierno.

Se había desplegado personal militar armado frente a la Legación de Chile y a la una de la

mañana del día 15 de septiembre llegaron los carruajes. La multitud se excitó y el Gral. Plaza

tuvo que bajar a tranquilizarlos y pedirles que den ejemplo de cultura y humanidad. Una vez en

calma el pueblo presente, el Gral. Plaza entró en la Legación, subió las escaleras y pidió al Gral.

Alfaro bajar, ofreciendo su brazo para darle firmeza, pero don Eloy le pidió que más bien

ayudara a doña Ana Paredes de Alfaro, su esposa, que se encontraba muy nerviosa. La comitiva

del Gral. Alfaro ocupó los coches entre gritos e insultos de la multitud. Los carruajes llegaron a

Chimbacalle sin contratiempo. En la estación también había personal militar de resguardo, pero

sumándose a la multitud, había otra, esta vez de cocheros. En cuanto estuvo abordo la comitiva

de los Alfaro, a las 2 a.m., el capitán Víctor Emilio Estrada, al mando del expreso, dio la orden

de partida. Al salir el tren de la estación, los cocheros lanzaron cohetes y camaretas, en

despedida del ex presidente. El Ecuatoriano, periódico de Quito, dice que estos cocheros

simpatizaban con el Gral. Alfaro, pero las evidencias de los días anteriores nos indican lo

contrario.

Mientras Plaza y Navarro acudían a transportar al ex presidente, familia de él estaba llevando el

equipaje a la estación de Chimbacalle, para que estuviera todo a bordo cuando llegara don Eloy.

Víctor Emilio tenía a sus órdenes, como personal de escolta, al capitán Carrera y 20 hombres del

Regimiento de Artillería Bolívar, convenientemente distribuidos a lo largo del tren. Él,

personalmente y por disposición de su padre, se mantuvo al lado del Gral. Alfaro desde que

llegó a la estación, pues era responsable directo de su seguridad. Iban a bordo del tren, en el

vagón que iba don Eloy, su esposa doña Ana Paredes, su hija América, su hijo Olmedo con su

esposa Clemencia Lasso, y su otro hijo, Colón Eloy. Lo acompañaban los ministros

(diplomáticos) de Colombia y de Francia, y el encargado de negocios de Alemania. En el otro

vagón de pasajeros iban José Gómez Santistevan, Ernesto Arroba Garaycoa, César Gamarra,

hermano de doña Lastenia, esposa de don Emilio, y el teniente coronel José R. Estrada (sin

parentesco). En el vagón de carga iba el equipaje de la familia Alfaro, el de los diplomáticos y

armamento para proteger al tren por si se encontraban inconvenientes.

Tal como el expreso anterior, éste tomó velocidad y solo se detuvo para reabastecerse de agua y

cambiar locomotoras. En Huigra, Mr. Jones, esta vez sí al tanto de la misión del tren expreso,

estuvo en la estación para asegurarse que su abastecimiento fuera rápido y sin inconvenientes, y

para entregar telegramas para el capitán Estrada. En todos los puntos de parada había personal

militar resguardando y la escolta de abordo se mantenía en permanente alerta ante cualquier

amenaza.

Víctor Emilio recibió en Guamote telegrama del Gral. Montero, pidiéndole que parara en

Yaguachi para subir a bordo y acompañar al Gral. Alfaro hasta Durán. En Alausí, recibió otro

telegrama indicándole que avanzaba a Milagro y que lo recogiera allí. En efecto, Montero

estuvo en las afueras de Milagro, en la toma de agua, con su secretario el coronel Joaquín Pérez

y se embarcó para acompañar a don Eloy. El encuentro de los amigos fue emotivo, a pesar de

que Montero había sido clave para la caída del régimen alfarista.

A las 7:30 p.m. entró el tren expreso a la estación de Durán, arrastrado por la locomotora N° 8.

Lo esperaban el Ministro (diplomático) de Brasil; el capitán de navío (asimilado) Rafael Pino

Roca, Capitán del Puerto de Guayaquil; don Amalio Puga, Intendente de Policía del Guayas;

don Juan de Dios Martínez Mera, Tesorero de Hacienda del Guayas, y varios amigos del Gral.

Alfaro, como Luis Adriano Dillon, Francisco Urvina Jado y Pedro Gualberto Córdova.

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Lo primero que hizo Víctor Emilio al desembarcar, fue enviar a su padre el telegrama que

anunciaba el cumplimiento de la misión encomendada. Después de los saludos del grupo que

había acudido a recibir a don Eloy, se inició el transporte fluvial desde el muelle del ferrocarril,

al Crucero Cotopaxi, convenientemente anclado cerca de Durán. Para esto había varias lanchas a

vapor disponibles. Una llevó al Gral. Alfaro con su esposa, sus hijos Colombia y Olmedo,

acompañados de los diplomáticos, el Gral. Montero con su secretario, Víctor Emilio y el capitán

Rafael Pino. Las otras lanchas regresaron al resto del comité de recepción y llevaron a los otros

viajeros a Guayaquil, entre quienes estaban Colón Eloy y la esposa de Olmedo, que decidieron ir

a la ciudad a encontrarse con la familia.

El general Alfaro fue recibido a bordo del Cotopaxi con honores presidenciales y le fue asignado

el camarote del comandante del buque. Una vez instalado el Gral. Alfaro y su familia,

desembarcaron a la ciudad de Guayaquil los cuatro oficiales militares y los diplomáticos. Más

tarde, los familiares que quedaban en Guayaquil visitaron en el buque a don Eloy y su esposa.

A la mañana siguiente el Cotopaxi se dirigió a Puná, para encontrarse con el vapor Chile de la

Pacific Steam Navigation Company, que llevaría al ex presidente Alfaro a Panamá.

Esa misma noche, luego de un agotador y tenso viaje, demostrando la inagotable energía de la

juventud, Víctor Emilio se comprometió formalmente para contraer matrimonio con María

Isabel Icaza Marín. La fiesta de compromiso se realizó en la residencia de los padres de la novia,

en presencia de familiares y amigos. Luego de terminada la fiesta, Víctor Emilio pudo dormir en

su casa plácidamente, como no lo hacía desde hacía muchas noches atrás. Había cumplido a

cabalidad la delicada misión confiada por su padre y había dado un paso trascendental en su

vida sentimental.

El dedo en la llaga

Así se titula un artículo publicado el día 15 de septiembre en el periódico guayaquileño El Grito

del Pueblo Ecuatoriano -sucesor de El Grito del Pueblo-, artículo que fue tomado de La Prensa

de Quito. En ese artículo se sintetiza el problema del país con la G & Q Railroad Company.

Según el contrato, los ingresos ferroviarios que la empresa debería entregar al gobierno, se

destinarían al servicio de la deuda a los tenedores de bonos. El problema es que no había

ingresos ferroviarios para el gobierno, a pesar de los conocidos ingresos por venta de pasajes y

carga. Todo se iba en gastos. Ya Harman había obtenido, por decreto presidencial, exoneración

de cargos en acusaciones anteriores. Eso no se daría ahora. El problema era múltiple, pero con

dos partes principales: El control de los ingresos y los gastos, para que el Estado obtenga

beneficios; y, el pago a los tenedores extranjeros de los bonos, que por falta de ingresos

ferroviarios, tenían que ser sufragados enteramente de otros ingresos del erario, como los de

aduana. Para Mr. Harman y sus socios, la situación era de lo más incómoda y tenían que

resolver este problemita.

El periódico El Ecuatoriano, de Guayaquil, del sábado 16 de septiembre, tiene un artículo

titulado “Emigración del general Eloy Alfaro”, que hiela la sangre al leerlo, pues es

premonitorio, con una exactitud pasmosa, de lo que acontecería en enero de 1912. En parte dice

así: “… Si don Eloy Alfaro intentara recuperar su tiránico poderío, se levantaría la Nación en

masa. Si ahora le han valido las influencias masónicas para salir libre, creemos q’ los hombres

viriles, q’ los niños que se levantarían en cruzada social para combatirle, no le perdonarían la

temeraria reincidencia de su pecado habitual: la revolución. Pensamos, pues, que si el

alfarismo no pasará todavía á la historia sin darnos nuevos dolores de cabeza, su Jefe, el

general Eloy Alfaro, es un escombro político sin posible rehabilitación personal”.

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Se complica la salud de don Emilio

El sábado 16 despertó Víctor Emilio con la recepción de varios telegramas, de distintas

personas, referentes a la salud de don Emilio. Carlos A. Bermeo, Carlos Espinosa, el Gral.

Leonidas Plaza, doña Isabel Palacios y el mismo Jefe de Telégrafos. Todos le insinuaban un

retorno inmediato y le indicaban que Don Emilio tendría que ir a Pomasqui a descansar. Había

tenido “calentura” y el Dr. Sáenz había prescrito reposo inmediato y dijo a los allegados al

Presidente que el trabajo laborioso es lo que lo estaba enfermando. Pero ¿cómo podía el

Presidente dejar de trabajar? Don Emilio dijo que iría a Pomasqui y descansaría cuando llegue

Víctor Emilio.

El 16 de septiembre en la noche, Víctor Emilio envió telegrama al Ministro del Interior

solicitando un tren expreso. Recién el 17 a las 2:50 p.m., Mr. Norton, del ferrocarril, notificaba

por cable a Víctor Emilio, que un tren especial estaba listo para salir de Durán en cuanto lo

deseara. El resto del día 16 y 17 continuaron los telegramas, cada uno con mayor urgencia en su

tono.

Víctor Emilio retornó a Quito de inmediato, saliendo el 17 en la tarde y llegando el 18 en la

mañana. De inmediato acudió a la residencia en la Calle del Correo. El padre sintió un gran

alivio al ver llegar a su hijo. Luego de relatar a los miembros de la familia lo ocurrido en su

fiesta de compromiso, se quedó solo con su padre, a quien detalló el viaje del Gral. Alfaro e

inmediatamente intercambiaron información política, para saber detalles de la situación en Quito

y Guayaquil. Trataron la situación que estaba desarrollándose sobre la Compañía Nacional

Comercial y desde el primer momento tuvieron muy en claro que se trataba de una maniobra

política de la élite económica y comercial guayaquileña, del grupo del Banco del Ecuador, como

revancha por no haber logrado su propósito de manejar el gobierno a través de un gabinete

ministerial controlado por ellos.

Ya con su hijo presente en Quito, don Emilio accedió a ir a descansar en Pomasqui, población

más baja que la Capital y con clima más templado.

Víctor Emilio se quedaría en Quito, en la sede del Gobierno, y padre e hijo estarían en contacto

permanente vía postas confiables y el telégrafo.

La Compañía Nacional Comercial en entredicho

Vimos, páginas atrás, que a finales de 1907 había comenzado a trabajar la compañía dedicada a

explotar el muelle fiscal de Guayaquil, para beneficio público y privado, habiendo logrado un

importante aumento en el ingreso aduanero, lo que, siendo beneficioso para el Estado, era en

extremo perjudicial para aquellos comerciantes deshonestos que se encontraban con el

inconveniente grave de tener que pagar impuestos, en vez de embarcar y desembarcar

mercadería directamente a sus muelles particulares y pagar lo que les viniera en gana, si acaso

pagaban algo. Otros perjudicados habían sido los “lancheros”, dueños de embarcaciones

particulares, que hacían el trabajo de transporte de los buques a los muelles y viceversa. Ahora

ellos tenían que hacer su trabajo con el control de la Compañía.

Casi cuatro años tenía la empresa operando y algunos comerciantes deshonestos, influyentes y

enquistados en la Cámara de Comercio y Agricultura de Guayaquil, ya estaban cansándose de

esta incómoda y perjudicial situación. Era necesario terminarla, y no había mejor momento que

el presente, pues estando uno de los principales propulsores de la Compañía en la presidencia de

la República, por su honestidad y entereza, era un momento débil políticamente para él y la

empresa. Mientras gobernó el Gral. Alfaro, nadie se atrevió a atacar a la compañía, pero,

paradójicamente, al momento estaba vulnerable.

El ataque comenzó desde la Cámara del Senado el día 7 de septiembre. En El Comercio de

Quito, del 16 de septiembre de 1911, se daba a conocer la noticia, a su vez tomada de El Sol,

que se titulaba: “Al rededor de un contrato”. El Senado, sin saberse en qué se fundamentó,

solicitó a la Cámara de Comercio de Guayaquil un informe al respecto de la Compañía. Nótese

que no se lo solicitó a las autoridades hacendarias, quienes llevaban el control de los ingresos

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por derechos aduaneros y tasas portuarias, sino a los interesados y proponentes arteros de la

queja. Estaba clarísimo que se trataba de una maniobra político-económica y una lucha de

intereses particulares versus los de la Nación.

Ante el pedido del Senado de un informe documentado, la Cámara de Comercio, promotora de

la anulación del contrato, contestó que estaba recabando documentos para emitir el informe,

pero solicitó al Congreso que “…no acepte el Congreso el contrato primitivo ni las reformas

que se le hubiesen hecho después…”. O sea que pedían que se desconozca arbitrariamente un

contrato que estaba en vigencia ya por casi cuatro años.

El artículo de El Comercio comentaba, con toda razón: “… lo encontramos bastante extraño y

fuera de lugar (…) y después de manifestar que no puede emitir opinión sin conocer los

documentos que debe estudiar acaba pronunciándose de hecho en contra del contrato y sus

reformas”. Más claro no podía estar la situación: Se reducía todo a una batalla de intereses

creados que sería una continuación del juego malicioso que se le hizo al Presidente entrante en

cuanto a la conformación del gabinete ministerial. Era una lucha de intereses económicos y

políticos que necesitaban de la corrupción administrativa gubernamental para sostener sus

cuantiosos beneficios, en contra de lo que se perfilaba como un gobierno honesto. Se iniciaba

una lucha sin cuartel, que sería factor importantísimo para el deterioro de la salud de don

Emilio. Era la traición total y completa de quienes lo habían aupado para aceptar el solio

presidencial, pensando que manejarían al Presidente como titiriteros. Al descubrir su desengaño,

lo tenían que domar, o acabar.

Para el día 19, en el periódico La Unión, ya se habla de suplantación de firmas en documentos

del informe de la Cámara de Comercio. Dice La Unión: “… lo que nos ha movido y nos mueve á

tratar el asunto es el velado propósito que existe de poner en un dudoso predicamento al probo

ciudadano que rige los destinos de la República”.

El informe de la Cámara de Comercio y Agricultura era, por supuesto, desfavorable para la

Compañía. En síntesis, decía que ella se arrogaba funciones públicas al cobrar impuestos y tasas,

para lo cual no estaba facultada, pues era empresa privada.

El Guante, periódico satírico de Guayaquil, trata también el tema en su habitual estilo, atacando

a la empresa, pero criticando también el informe de la Cámara de Comercio y Agricultura.

Ya descansando en Pomasqui, el día 21 don Emilio recibió un despacho del Ministro del

Interior, en el cual le envía, en borrador, el decreto nombrando al “Dr. Carlos R. Tobar de

Ministro de Relaciones Exteriores, pues el Sr. Gral. Plaza se haya empeñado en esto”. Don

Emilio no se resistiría a este deseo del Gral. Plaza, y dio el visto bueno para elaborar el decreto.

No se encontraba otra persona que pudiera ocupar el cargo adecuadamente. El nombre completo

del ministro era Carlos Rodolfo Tobar Guarderas.

El Dr. Díaz también toca el punto de “conatos revolucionarios” a los que estaba atento el

Intendente de Policía de Pichincha. Eran los alfaristas y flavistas que se estaban reagrupando,

pues en ese momento nadie los estaba vigilando o persiguiendo.

Don Emilio, preocupado por la suerte del contrato de la Compañía Nacional Comercial con el

Estado, había pedido a dos reconocidos jurisconsultos que estudien la validez del contrato. Uno

fue el Dr. Carlos Casares y el otro Luis Felipe Borja (hijo).

Carlos Alberto Aguirre, gerente de la Compañía Nacional Comercial presentó, el día 22 de

septiembre, un escrito al Presidente de la Cámara del Senado, el mismo que estaba auspiciado

por el Dr. Carlos Casares, fallecido pocos días atrás. En relativamente pocas palabras dejan muy

en claro la situación legal de la Compañía y establecen la legalidad de los contratos y la

irregularidad del proceso de nulidad que se estaba siguiendo en el Congreso. Pero nada de esto

tenía importancia, pues el asunto era político y manejado por intereses económicos

poderosísimos, que tenían que lograr su objetivo sin importar como.

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El estado de salud de don Emilio creó una situación que ya se había vivido con el Gral. Alfaro.

Al estar físicamente impedido para gobernar, su hijo Olmedo lo había hecho por él, en todo

sentido, pues su agotamiento no solo era físico, sino mental también. Víctor Emilio le había

recriminado a Olmedo esta acción, pero a partir de su retorno de Guayaquil y la salida de su

padre a Pomasqui, se había encontrado en la necesidad de hacer exactamente lo mismo, con la

diferencia de que don Emilio sí estaba en control pleno de sus facultades mentales. Padre e hijo

se mantenían en contacto permanente a través de postas de confianza que iban y venían de

Pomasqui, de acuerdo con las necesidades, así como extenso uso del telégrafo. Pero este

procedimiento no agradaba a los miembros del Gabinete, en especial al Dr. Díaz, que ya había

vivido la experiencia.

A los periodistas de El Guante, no se les escapaba ningún detalle y en su edición del 24 de

septiembre, se publicó una caricatura que transmitía una realidad que era secreto a voces.

ANULAR, pseudónimo de E. J. Avilés M. escribió unos versos para acompañar la caricatura.

Citaremos de algunos de ellos, aunque son ofensivos. -Pero esa era la tónica del periódico.

“El señor don Emilio / que se

estaba muriendo en las alturas ha

buscado el auxilio de otras auras

más sanas y más puras. En Quito

se moría: un dolor de cabeza le

oprimía quitándole el coraje y la

fiereza… / Peligraba su vida… y se

vio precisado a una salida / con

todos los aspectos de una fuga… /

mientras puso las riendas del

gobierno en las manos diestrísimas

del hijo (…) Él se encuentra

dispuesto á que haga su labor

Víctor Emilio (…) Qué más? En un

descanso él hace la conquista del

garbanzo; quien tiene decididos

servidores y un hijo inteligente

puede salvar la patria fácilmente

soñando dichas y cogiendo

flores… / Para eso es Presidente, y

él no tiene la culpa en estos líos si

en el trabajo siente la cabeza

caliente… y los pies fríos.” Firmado: Anular

Ahora, que vivía la situación en carne propia, Víctor Emilio pudo comprender mejor a Olmedo

Alfaro Paredes, quien había actuado como tenía que hacerlo por deber filial.

Pero la situación no dejaba de ser muy delicada y potencialmente dañina políticamente.

Adolfo Gómez y Santistevan, como muchos otros amigos, había pedido a Víctor Emilio un

puesto en la administración pública. A pesar de la amistad, Víctor no impuso ningún

nombramiento, pero sí pasaba las solicitudes discretamente a los ministros. El 26 de octubre, el

Ministro del Interior comunicó que Adolfo había sido nombrado cajero del Cuerpo de Policía de

Guayaquil. Muchos otros amigos, entre ellos José, el hermano de Adolfo, que pedían cargos

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para los que no eran considerados idóneos, no obtuvieron puesto alguno, causando

resentimientos que en algunos casos traerían represalias futuras contra Víctor Emilio.

Para el día 28 de octubre, el proyecto de nulidad de los contratos del Gobierno con la Compañía

Nacional Comercial ya había sido aprobado por la Cámara de Diputados, y había pasado a

consideración del Senado. El curso del proyecto era inexorable: Tenía que salir aprobado.

Doña Lastenia Gamarra de Estrada cumplió años ese día, en compañía de don Emilio y parte de

la familia que los acompañaba en Pomasqui.

Al día siguiente, El Comercio reportaba que don Emilio seguía en Pomasqui, desde donde

gobernaba.

Ese mismo día 29, el Dr. Luis Felipe Borja, hijo, emitió, bajo pedido del Gerente de la

Compañía Nacional Comercial, su opinión legal sobre los contratos de la Compañía con el

Estado. Su respuesta fue en tres partes, pues eran tres las consultas formuladas. Según su

opinión, eran perfectamente legales.

El Dr. Borja sería punta de lanza jurídica en la defensa de la Compañía, pero insistimos, los

resultados de la controversia ya estaban dados desde Guayaquil, y comprobadamente, como se

confirmaría en los primeros días de octubre, desde el mismo Ministerio de Hacienda, en Quito…

La salud de don Emilio había mejorado lo suficiente para que se trasladara de regreso a Quito, a

donde llegó con su familia a las 10 a.m. del 3 de octubre. Salieron a recibirlo el Ministro de

Guerra y Marina, doña Isabel Palacios de Espinosa, Federico Fernández Madrid y otras

personalidades amigas. El Ecuatoriano de Quito, de ese día, dio una noticia que su colega, El

Comercio, calificó como “Noticia á lo Coral”, o sea una fabricación. Decía que se rumoraba que

don Emilio iba a renunciar al cargo por su estado de salud, lo que ciertamente no tenía

fundamento.

Desde que entró nuevamente en el Palacio Nacional, don Emilio se ocupó de lleno en el

problema de la Compañía Nacional Comercial, pues muy aparte de sus intereses personales

como accionista de esa empresa, tenía la convicción de que se le estaba haciendo un daño a la

hacienda pública, pues al desaparecer la compañía volvería a surgir la evasión de impuestos

aduaneros y tasas portuarias. Adicionalmente, el tenor del contrato del Estado con la compañía

estipulaba que si se lo daba por terminado, el Gobierno tendría que devolver a la empresa el

dinero recibido por adelantado por concepto de la concesión, tendría que reembolsar gastos

realizados, y el Estado tendría la necesidad de comprar los equipos flotantes que había adquirido

la Compañía, lo que sumado llegaba casi al millón de sucres, una suma que el erario público no

podía solventar.

Con el objeto de tratar de encontrar una solución, ya sea resolviendo el asunto de la oposición en

Guayaquil para que se retire lo actuado por el Congreso, o logrando la financiación de los

bancos de esa ciudad para que el Gobierno pueda terminar el contrato legalmente, don Emilio

envió a Víctor Emilio a esa ciudad el día 4. Era una tarea política y financiera muy delicada la

encomendada al hijo de 20 años.

El Comercio de Quito manifestó en sus ediciones de los días 4 y 5 de octubre una opinión

razonada de que el Presidente debía objetar el decreto contra la Compañía, por las razones

legales bien fundamentadas que ya se habían presentado al Congreso, y que éste había ignorado

para tomar su decisión política.

Don Emilio envió el día 8 una carta al Presidente del Senado, sin la firma de respaldo del

Ministro de Hacienda, pidiéndole revocar el decreto que anulaba los contratos, pero era inútil

cualquier razonamiento.

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Ni bien llegó a Guayaquil, Víctor Emilio se entrevistó con don Francisco Urvina Jado, uno de

los principales accionistas de la Compañía y gerente del Banco Comercial y Agrícola. Tuvo en

claro entonces que se trataba de un asunto de rivalidad del Banco del Ecuador y su grupo de

accionistas, depositantes y amigos de la Cámara de Comercio, versus el grupo del Banco

Comercial y Agrícola. Era una lucha de fuerzas económicas y por lo pronto iba ganando el

Banco del Ecuador, en ese entonces el Banco más fuerte del país, con influencias políticas que

habían logrado una mayoría en las dos cámaras del Congreso nacional.

Víctor Emilio telegrafió a su padre el día 10: “Me gustaría conocer intenciones asunto nacional

comercial aún es tiempo para hacer lo que se quiera. / Aquí hablaban ayer de un meeting pero

no se realizó. Bueno es decir algo por la prensa á este respecto y es para eso que necesito saber

la orientación del asunto. / Dile a Arroba que me comunique lo necesario en todo. Tu hijo. /

Víctor Estrada”. Este cable nos indica que los adversarios aún dialogaban. Era un juego de

intereses económicos que estaban practicando, el que era conveniente para ellos porque ambos

bandos defendían el lucro personal.

Víctor Emilio se dio tiempo para viajar a Posorja, a ver a Isabel, y pasar por Punta de Piedra,

inspeccionando el fuerte allí ubicado, pues era uno de los principales depósitos de cañones de la

Armada.

Otra vez los flavistas…

Ya se sabía que se estaba gestando un nuevo intento revolucionario de los partidarios de Flavio,

pero el Gral. Montero ya estaba al tanto de ello y estaba preparado.

En Quito, mientras tanto, el Gral. Plaza había presentado su renuncia como Ministro de

Hacienda el viernes 6 de octubre y se la aceptó e hizo pública el 8. La razón para esta acción fue

la discrepancia de opiniones en cuanto a nombramientos de personal y la negativa del Gral.

Plaza a firmar la nota al Congreso objetando el Decreto contra la Compañía Nacional

Comercial, pero su retiro no causó ningún resentimiento personal con don Emilio o su hijo.

Como dijo El Comercio: “…su separación no produciría trastorno alguno en el Gobierno, ni en

su estabilidad ni en la marcha emprendida en el camino de la reorganización y regeneración de

la Patria; ni el señor don Emilio Estrada encontraría dificultades y resistencia de parte de los

amigos políticos del señor general don Leonidas Plaza G…”. Sería reemplazado de inmediato

por J. (José) Federico Intriago Navas. Como el Dr. Tobar aún no se posesionaba de la cartera de

Relaciones Exteriores y había estado ejerciendo el cargo el Gral. Plaza, se traspasó esa

responsabilidad al Ministro del Interior, hasta que llegara y se posesionara el Dr. Tobar.

En cuanto a la nota de objeción al decreto, su texto fue publicado en El Comercio de Quito el

día lunes 9 de octubre, y es muy claro en cuanto a los puntos que generaron la objeción.

Uno de los puntos prioritarios del programa de gobierno de don Emilio había sido el

saneamiento de Guayaquil. El Consejo de Estado aprobó el decreto que autorizaba al Ejecutivo

formalizar el contrato respectivo con el Sr. Edmond Coignet, por cincuenta millones de francos

franceses. Era un paso de gran importancia y tal vez no encontró resistencia porque no había

otro interés de por medio que el bienestar de los guayaquileños y su calidad como puerto

internacional. Fue un logro político que, sin embargo, contrastaba con el problema de la

Compañía Nacional Comercial. Pero también fue un logro sin efectos, como lo veremos.

Víctor Emilio sabía ya que como parte del trasfondo del asunto de la Compañía Nacional

Comercial, los bancos locales exploraban la forma de dar el préstamo respectivo al Gobierno

para terminar el contrato, y por ello le menciona a su padre que “Intriago pueda conseguir aquí

dinero para la Nacional Comercial con lo cual quedará el Banco cruzado de brazos, por

consiguiente es forzoso pensar en empréstito afuera para cupones (de la deuda del ferrocarril)

asunto al que tus palabras á Londres y al Ministro americano le dan un cariz de improrrogable

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y urgentísimo so pena de incurrir en peor descrédito que Alfaro”. Estas palabras confusas se

deben a que fueron encriptadas y al traducirlas se trastocaron. No debemos olvidar que el trabajo

de encriptación lo hacían personalmente padre e hijo y don Emilio se encontraba aún mal de

salud. Se refieren a dos temas distintos, el del dinero necesario para terminar el contrato con la

Compañía Nacional Comercial, a pesar de las objeciones formales ya presentadas al Congreso,

pues no había ilusión de que prime la razón por sobre los intereses políticos y económicos del

grupo promotor del hecho; y, el dinero para pagar los bonos que estaban vencidos, de los

empréstitos del ferrocarril. La capacidad de los bancos locales no daba para cubrir ambas

necesidades. Las circunstancias estaban gestando la necesidad de que viaje una delegación a

negociar en New York y Londres el pago de los bonos del ferrocarril y a formalizar en París el

Contrato Coignet y su financiación, para el saneamiento de Guayaquil. En cuanto al préstamo

para la Compañía, la situación no estaba clara, pues dar por terminado el contrato sería muy

oneroso para el Estado y al pedir un préstamo para ello se corría un alto riesgo de desprestigio

para el país y su gobierno por imposibilidad de pago, pues el Estado simplemente no contaba

con los ingresos para poder pagar y no tenía esperanzas de tenerlos. Además, se iniciaría

nuevamente la evasión tributaria aduanera y no se recaudarían las tasas de servicios. Víctor

Emilio muestra tener muy en claro la situación en telegrama que envía a su padre el día 19:

“Respecto á las gestiones de Intriago creo que al fin y al cabo tendremos que optar por las

ideas que ayer te comuniqué sobre empréstito, las que ahora refuerzo en vista de una

conferencia que acabo de tener con Urvina y una conversación con el adjunto americano que

viene mandado de Quito á seguir de cerca la negociación y quien me invitó hoy á almorzar

espresamente con el objeto de intervenir aunque particularmente en el asunto.

Espontáneamente me corroboró lo que yo llegué á saber por otro conducto á cerca de la

importancia que se ha dado por el departamento de Estado en Washington á la demora en

cumplir lo ofrecido tres veces con intervalo de días en las conferencias con Young y Norton: no

hay tiempo que perder en este asunto ni otro camino que escoger que el que te indiqué yo ayer.

La operación Nacional Comercial quitará al disponible de los Bancos un millón y en el

supuesto que hubiera aun capacidad financiera por uno ó dos millones más sería un yerro

enorme pedírselo por que se cortaría al Gbno el camino para salvar las inevitables dificultades

económicas de administración interior siendo como es el pago de los cupones un gasto

excepcional y pura pérdida material para el país, aunque en resumen le produzca el beneficio

de levantar su crédito. Un individuo que demora el pago de sus deudas y gasta el dinero que á

ellas debía dedicar no queda en posibilidad de vivir hoy y pagar al mismo tiempo lo de ayer con

sus propios recursos que siendo botarate botó lo de ayer y apenas le quedó lo de hoy,

forzosamente tiene que recurrir al vecino amigo que por otra parte en nuestro caso resulta ser

el mismo acreedor que felizmente para nosotros es tan bueno que da como contentarlo. Me

gustaría saber tu opinión al respecto. / Saluda tu hijo Víctor Estrada”.

Paralelamente, Víctor Emilio tenía que atender la amenaza de revolución, que si bien se

mantenía controlada por el Gral. Montero, merecía cuidadosa atención. Escribió a su padre ese

mismo día: “Acabo de visitar los cuarteles artillería, Vencedores, Tulcán y Policía y aparte de

las incomodidad de algunos de ellos no he encontrado nada anormal y antes por el contrario

mucho empeño en la militarización de la tropa que toda estaba en ejercicio en las afueras. Creo

conveniente que le indiques al Mtro de Guerra que por lo pronto continúe aquí el material

Ehrhardt de cuatro cañones y que manden unos mil tiros para esas piezas. Hoy por hoy hay que

atender necesidades internas y tan fuertes debemos de estar aquí como allá. Se lleva también la

instrucción de la tropa con ese material dejándolo en ambos centros repartidos hasta que venga

lo que se ha pedido á Europa. Si se pudiera integrar un Regimiento estaría bien, pero

completando solo dos baterías quedaría tan descompleto como teniendo hoy una sola. Por lo

pronto ese material es de instrucción y como tal está bien en dos lugares de importancia militar.

Me extraña sobremanera un telegrama del Gral. Navarro indicándome al Cdte Sierra para

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segundo guardaparque estando mil veces convenido en que sea Pepe Monteverde. Estas

pequeñeces hacen mella en el ánimo de Pedro (Montero) quién cree sean medidas para

hostilizarlo. Si desde Pomasqui convenimos con Pérez en el nombramiento de Monteverde,

porque no se ha hecho ya? – No opino por el nombramiento de Jefe de Pesquisas que se intenta

con Larrea y déjame pensar en unos dos ó tres nombres para comunicarte. En lo que sí estoy

conforme es en el cambio de Rosero que hay que nombrarle Jefe Político de algún Cantón. No

muevas al Intendente. Hoy á mañana llegará el Btllón Vinces de Babahoyo y después el Manabí

de Portoviejo á donde marchará pronto el ‘Pedro Carbo’, para guarnecer esa provincia.

Cuando piensas venir? Hoy llegará Cdte. Morales con quien hice el viaje á Posorja. Lleva un

memorándum bien pensado al que hay que apoyar. También un presupuesto de marina que

rebaja de 300 mil á 200 mil los gastos. Tu hijo / Víctor Estrada”.

Como podemos ver, era los ojos totalmente confiables de su padre, una extensión joven y móvil

de sí mismo.

Por las objeciones formuladas por el Ejecutivo, no se había publicado en el Registro Oficial el

decreto legislativo anulando los contratos con la Compañía Nacional Comercial. En Guayaquil,

los triunfadores en la contienda política reclamaban su inmediata puesta en vigencia y Víctor

Emilio no tenía clara la situación, por lo cual envió telegrama a su padre:

“Aquí se dice que no está promulgada por falta de publicación en el registro oficial la ley sobre

Cia. Nal. Ojalá encargues á alguien de averiguarlo para evitar tropiezos con la bulla que

pueden empezar hacer los periódicos. Tu hijo / Víctor Estrada”.

Era intención de don Emilio el que no se publicara en tanto el Congreso tratara las objeciones

enviadas. El Congreso terminó sus sesiones ordinarias el día 9 de octubre pero en vista de las

objeciones del Ejecutivo, prorrogó en un día más sus sesiones para tratar el asunto. El Ministro

Intriago compareció ante el Congreso el día 10 y al presentar las objeciones, dio a conocer que

el único propósito de ellas era el indicar a los legisladores los inconvenientes que habían para

ejecutar el decreto legislativo y que el Ejecutivo se allanaría a la insistencia del decreto, siempre

que le digan la forma legal de acatar lo dispuesto, cumpliendo con la Ley y la Constitución. El

Congreso insistió en la vigencia del decreto, pero no dio solución a las objeciones presentadas.

En pocas palabras, el problema quedó sin solución para la Compañía, pisoteándose así los

términos del contrato. Sus accionistas perderían todo lo invertido en el pago por la concesión,

pero no regalarían sus otras inversiones, como los buques, lanchones y lanchas comprados para

prestar los servicios.

Otro telegrama al respecto decía:

“Toda gestión para empréstito dedicado servicios de bonos tiene por base la liquidación cuenta

Gbno con compañía Nal, por que el embarque y desembarque es la única renta que puede

afectarse. Dinero para pagar Compañía Nal Comercial proporciona garantía juzgamos llegado

el caso cumplir decreto. Contestación suya dará la pauta para procedimiento ulterior. Federico

Intriago, V. E. Estrada”.

Esa era la condición que ahora imponían los bancos para dar la financiación. No sabemos si

estaba incluido en este paquete el Agrícola.

Víctor justifica los cables en otro a su padre ese mismo día 20:

“Estos días te he hecho algunos telegramas sin otro objeto que ayudar en alguna cosa dejando

de lado empeños y recomendaciones.

Es bajo este criterio que debes juzgar mis indicaciones…” En el plano personal le dice:

“Mándame las llaves de la casilla del Banco para vender los cupones vencidos y ver si se puede

hacer alguna operación para tus papeles que tienes pendientes en el Agrícola. Elizalde aún no

recibe el total de la cuenta de Mejía y la orden para el mosaico del cuartel del Vencedores aún

no llega lo cual serviría para cancelar el pico del Banco (…) Sé que José Gómez está

gestionando para ser vista aforador para lo cual no sirve. El nombramiento que le conseguí de

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liquidador lo despreció. Estoy pensando en irme para acompañarte al regreso. Tu hijo / Víctor

Estrada”.

La nota sobre José Gómez Santistevan traería larga y espinosa cola. De alguna manera él se

enteró de la opinión de Víctor Emilio en cuanto al “no sirve” para vista de aduana, y eso causó

un resentimiento y rompimiento violento por parte de José, quien envió una carta terrible a

Víctor y a don Emilio, la cual veremos más adelante. Salió de inmediato de la fábrica La

Victoria y rompió la sociedad en el negocio de importación de vehículos que tenía con Víctor

Emilio. José actuó con venganza de inmediato, intrigando, y al fallarle lo urdido, se disgustó aún

más. Guardó profundo rencor y meses después tuvo una dulce venganza contra Víctor Emilio.

A Víctor le preocupó una larga lista de nuevos empleados enviada desde Quito y escribió de

inmediato a su padre haciéndole ver que en ella constaban conservadores y flavistas, lo que la

hacía políticamente peligrosa. Dio a su padre sus opiniones al respecto, entre ellas que era

preferible llenar esos puestos con personas locales (de Guayaquil) y bien conocidas. Sin

embargo, en pocos días Víctor Emilio comentaría a su padre en un largo telegrama: “…el mero

hecho de sernos tan difícil encontrar entre los nuestros algo apropiado (…) no es posible

desechar a todo el mundo porque no encontraremos hombres ni con linterna…”.

Muchos de los “amigos” se escondían, pues conocían de los intentos por sacar del poder a don

Emilio, o al menos neutralizar su gestión de gobierno con ataques como el realizado contra la

Compañía Nacional Comercial. Era mejor esperar a ver quién salía ganando, para entonces tratar

de acomodarse bien.

Para el día 21 de octubre, los negociadores financieros de Guayaquil, con el ministro Intriago,

tenían una propuesta concreta para el Presidente sobre la Compañía y se la enviaron para su

consideración. El 22 le escribió Víctor a su padre: “Intriago está esperando respuesta á

telegrama colectivo que te dirigimos ayer. Gestiones de tal naturaleza no deben detenerse por

nada… Tu hijo. / Víctor Estrada”. La respuesta de don Emilio fue negativa. La propuesta

podía ser conveniente para los accionistas, pero no era conveniente para el país.

El día 24 le telegrafió a su padre: “Necesito saber para cuando es seguro ó probable su viaje á

Gquil lo cual me determinará á regresar para tratar algunos asuntos importantes. Tu hijo…”.

Este telegrama nos indica que Víctor Emilio, a pesar de la buena inteligencia de la Zona Militar,

no tenía claro que estaba a punto de estallar el intento revolucionario. Su viaje a Quito en ese

momento habría sido muy peligroso, pues se planeaba asesinar al Presidente y al Gral. Plaza.

Los focos sediciosos estaban principalmente en Quito y Guayaquil, y entre los líderes estaba

Luciano Coral, quien estaba viviendo en esta última ciudad. Inapropiadamente, el cónsul

colombiano había estado ayudando a Coral, lo que reforzaba las acusaciones de ser colombiano.

El 26 estalló la intentona revolucionaria de los flavistas, pero fue controlada de inmediato, pues

en Quito el Ministro de Guerra tenía identificados a los cabecillas y, como ya dijimos, Montero

también estaba bien inteligenciado al respecto, aunque no sobre el día y hora exactos. Víctor

Emilio le telegrafió a su padre: “Estás pareciéndote al Gral. Alfaro en aquello de desbaratar las

revoluciones con la policía (…) en el asunto de aquí hay algo de masonería y extranjeros

perniciosos de los que me voy á cerciorar para comunicar”. En efecto, como se dudaba de la

lealtad de algunos oficiales, se los controló con la policía. Entre los detenidos en Guayaquil

estaba uno de los Carbo Paredes, quien aseguró públicamente que “…tenía los cuerpos militares

listos”. Ese comentario le costó la cárcel por sedición. El personal de inteligencia determinó que

esa intentona de golpe flavista había sido apoyada también por elementos placistas, noticia que

no sorprendió ni a don Emilio ni a Víctor, pues era parte del juego político de Plaza para darse

mayor fuerza, sin importar que se asociaba, por conveniencias, con enemigos mortales.

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Para el día 27, la situación estaba totalmente bajo control y muchas de las cabezas visibles bajo

custodia. El Presidente pasó una circular a los Gobernadores y Jefes de Zona militar sobre los

actos sediciosos, dándoles autoridad para mantener el orden en el país.

De inmediato comenzaron las gestiones de influencias para liberar a los detenidos. Víctor

recomendó a su padre: “Están empezando los empeños para sacar con garantías á los presos,

debes indicar que no se acepten garantías para nadie. / Tu hijo. / V. E. Estrada”.

Solo faltaba detener a los líderes del golpe en Guayaquil: Luciano Coral, y sus allegados. Víctor

Emilio informa a su padre el día 28: “Coral se ha encastillado en su casa y con él, y dos

caballeros más que se tomarán hoy, quedaría completa la plana mayor. El Gobor. trepida para

hacerlo sacar de modo que debes ordenar directamente a Don Amalio (Puga, intendente de

policía) para que lo saque; tu hijo / V. E. Estrada”. La detención de Coral se dio luego de seguir

todos los pasos establecidos por la Ley, según lo reportó La Unión N° 216, del 30 de octubre.

La situación de los bonos del ferrocarril era muy compleja y se estaba agravando. Se hizo claro

que era necesario el urgente viaje de una delegación a negociar el pago de los intereses atrasados

y bonos vencidos, con el fin de que no se afecte adversamente el crédito nacional. La Unión N°

218 del 1° de noviembre, tiene un artículo al respecto que deja esto muy en claro. Don Emilio ya

había resuelto el viaje de esa delegación a New York, Londres y París. Ellos aprovecharían el

viaje para concluir la negociación del Contrato Coignet en París y también recibir armamento de

la casa Ehrhardt, en Alemania.

Carta a Chabelita

Los enamorados no pudieron verse durante la estadía de Víctor Emilio en Guayaquil, situación

ante la cual él envía, el 1° de noviembre, una interesante carta a su prometida: “Chabelita: Ya

que por ahora se nos es imposible vernos en alguna parte y solo por culpa tuya, siquiera deseo

verte asomada en tu casa con más frecuencia. Si no te es molestoso i quieres asomarte por las

mañanas á eso de las 71/2 y después á las 101/2? – Me tienes medio resentido contigo porque no

has querido cumplir con tu ofrecimiento de mandarme tu retrato. Estas arrepentida de haberme

prometido entregárselo a C. para que ella me lo diera? / Estoy pensando ir á dar una vuelta por

Europa el mes entrante hasta julio. Veo que esa será la única manera que se borre un poco la

mala voluntad que hay de por medio y que impide que lleguemos á formalizar nuestros amores.

Quisiera saber lo que tú opinas á este respecto- Estoy de lo más contrariado y no quiero

comunicarte más mis tristezas porque temo que te fastidies. Solo quiero que no dudes nunca del

amor de tu / Emilio”. El joven enamorado se daba tiempo para pensar en su chica a pesar de las

múltiples tareas y graves obligaciones que lo ocupaban al momento. Vemos también una

exageración sobre la posible extensión de su viaje al exterior, con el fin de moverle el corazón a

su amada. Presumimos que la misiva tuvo el efecto deseado, pues no hay más referencias en los

próximos días. Víctor Emilio usaba indistintamente sus dos nombres, por separado o en

conjunto. De hecho, dentro de su familia íntima era “Emilito”.

El domingo 12 Víctor Emilio partió hacia Ambato donde se encontraría con su padre, quien

regresaría a Quito en pocos días mientras Víctor retornaba a Guayaquil.

Fin de una larga amistad

José Gómez Santistevan era hijo de don Carlos Gómez Rendón, amigo íntimo de don Emilio, de

tal forma que los jóvenes habían sido amigos y compañeros desde su niñez. Se casó con doña

Leonor Icaza Cucalón, pariente de Isabel Icaza Marín y hermana de Alfredo Icaza C., quien

luego sería colaborador de Víctor Emilio.

José protestó airadamente en cuanto se enteró de la observación que había realizado Víctor

Emilio (“para lo cual no sirve”) sobre su pedido del puesto de vista aforador de aduana. Víctor,

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estando en Ambato, se excusó con él por telegrama el día 13 de noviembre, seguramente de

manera algo tosca, y esa acción generó un iracundo telegrama de José, enviado el mismo día, de

cuyo texto citamos a continuación unas pocas líneas.

Alguien podrá observar que al incluir estos textos en esta biografía nos extendemos

innecesariamente en un problema entre amigos, pero el contenido es tal que nos abre ventanas

muy interesantes para observar las personalidades de los participantes y conocer los entretelones

privados en asuntos políticos de nombramientos, e intrigas relacionadas con el poder.

“La única contestación que mereces por tu infame y grosero telegrama de esta fecha, es el

decirte que por él te retractas como el más despreciable y canalla de los amigos. Mucho siento

haberte podido darte ese título tanto tiempo; pues si bien es cierto que siempre te consideré de

muy bajos sentimientos, no creí nunca llegaras á ser tan infame, después de que cumplí con un

deber al comunicar al Gobernador Ycaza, las infamias urdidas contra él y el giro que trataba

de darse al asunto compañía nacional, asuntos que no tienen nada de calumniosos; no he

solicitado ni al Sr. Armando Pareja, ni á nadie puesto alguno (el 21 de agosto le había

solicitado a Víctor el puesto mediante telegrama) en una administración que es dirigida por

individuos que se expresan en la forma como tú y tu padre lo han hecho ayer contra mi (había

chisme de por medio). Por mi nombre, mi posición y mis antecedentes me encuentro muy por

encima de tus insultos que daré a conocer a todos aquellos que alguna relación de amistad ó

parentesco tengan conmigo. Espero tu pronta llegada para arreglar el traspaso de la hacienda

en cualquier forma, pues me consideraría vejado continuando un momento más con ella- José

Gómez Santistevan”.

Esta es la comunicación más fuerte, aparte de una soez de Carlos Julio Arosemena Monroy, que

existe en los archivos de Víctor Emilio. La reacción de José fue desmedida si lo vemos a la

distancia, pues se le había ofrecido otro cargo que se consideró más acorde con su capacidad, a

más de que trabajo no le faltaba en la fábrica y en la venta de autos. Pero se entiende por la

correspondencia, que el puesto de vista aforador había sido sugerido a José por su padre y no

quería decepcionarlo. Creemos que esa fue la principal razón de la colérica reacción.

Para evitar confusiones, la hacienda a la que se refiere era La Victoria, cerca de Pascuales, la

cual había sido arrendada como auxiliar para la fábrica La Victoria, en la calle El Oro, y fuente

de arcilla, lo cual nos indica que el material era transportado por vía fluvial desde la hacienda

hasta un muelle cerca de la fábrica. El traspaso del que habla debe haber sido del contrato de

arrendamiento. Son iguales los nombres, pero no hay relación de propiedad entre las dos.

A continuación la respuesta de Víctor Emilio desde Huigra, en camino ya a Guayaquil, la que

enfureció más a José:

“En Ambato recibí tu diccionario de cocina que guardaré como muestra de tu ingeniosidad-

Vamos por partes, - De aquello de bajos sentimientos di examen público apenas hace tres meses

cuando tuve en mis manos la suerte de los enemigos de mi padre y míos por consiguiente –

Sentimientos bajos fueron los tuyos que te impulsaron á telegrafiar á Guayaquil el sartal de

infamias sobre compañía nacional ideadas en el momento de despecho que te causó el que no te

quisieran nombrar ni cónsul en Valparaíso ni Vista de aduana- (…)

La forma en que mi padre y yo nos hemos espresado de ti es inconsiderada sin duda pero así te

lo mereces – Hasta cierto punto es bueno aguantar pero no más. Me hablas en seguida de tu

nombre, tu posición y tus antecedentes. Como venenos contra mis palabras claras – Debo

advertirte que tu nombre como el mío nos fue puesto en la pila sin saberlo nosotros. Si por

nobleza lo dices prefiero la mía que se origina en un hombre que de peón en el canal de

Panamá ha llegado á la Presidencia de la República. Mi nobleza no es de las antiguas que

perdieron sus gabelas y perduran hoy en conserva – Respecto á tu posición debo recordarte en

honor de la verdad que habiendo sido estudiante, marino, comisionista, ladrillero, importador

de piscoxx, hoy no sé qué seas, mientras que este tu servidor por angas o por mangas esta un

poquito más posicionado que tu á costa de un poquito de nervios que gasté el 11 de agosto – En

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materia de posiciones no te reconozco superioridad sino en la de tu habitación por estar en

mejor calle que la mía. (…) – V E Estrada”.

José contestó esta carta con una muy larga y menos beligerante, en que trataba de justificar el

que se le diera el puesto que aspiraba.

Hubo muy extensa correspondencia en los días siguientes pero no citaremos más, pues con lo

que hemos visto podernos darnos cuenta de que el resentimiento de José era profundo y cargado

de rencor.

El epistolario con José se reanuda con carta de Víctor Emilio el día 30 de junio de 1912, o sea

más de siete meses después. Se había llegado a un acuerdo para finiquitar los negocios en la

forma que veremos a continuación:

“Muy Señor mio: Contesto su atenta de hoy dia 29 de junio.

No tengo inconveniente en llegar al acuerdo honroso que, según usted, el señor Izquieta

asegura que yo rechazo. Lo que rechazo es pasar por tonto pagando 3 por 1.

Acepto su proposición de arbitraje inapelable que por otra parte es obligatorio según el

contrato.

Acepto cualquiera de los caballeros PEDRO VALDEZ, ADOLFO GÓMEZ S., o JULIO ICAZA.

Acepto que el pago de los árbitros y gastos se haga por el condenado por los mismos.

No puedo imponer el plazo fijo de 10 días al árbitro para que cumpla su encargo, porque la Ley

es clara y terminante en esto, concediéndoles el plazo prudencial para estudiar las

controversias. Si buenamente acaba antes de diez días tendré ocasión de felicitarme.

Convengo en la presentación de las objeciones como dice usted o más bien dicho de la demanda

dentro de las 48 horas que se sigan al nombramiento del árbitro.

Refiriéndome al ‘buen y justo acuerdo sin recurrir a más medios’ de que me habla usted,

también lo acepto en la forma que usted indique y como manera de probarle que mi actitud es

la simple defensa contra un perjuicio que Ud. quiere irrogarme.

Mucho me alegro que el negocio de su Tienda y Gallera no haya producido perdida y para

probarle mi desinterés no acepto ni un centavo de las utilidades habidas en él.

Siento mucho contrariarle en su aserto de que el contrato AUTORIZA NEGOCIOS QUE

TENGAN RELACION CON EL PRINCIPAL. No hallo en dicho contrato ningún artículo o

clausula que lo saque cierto en su audaz afirmación. Todo lo contrario, la introducción del

contrato menciona sola y precisamente una sociedad agrícola e industrial. Una tienda es asunto

COMERCIAL: las utilidades son suyas y bien ganadas.

En el capítulo de mejoras, someto la divergencia a lo prescrito en el Artículo 7; y su precio a lo

estatuido en el artículo 6 parte final.

Su argumento de que carezco de razón porque no he cumplido con aprobar los libros es

incomprensible. Si por eso solo litigamos. Así me niega usted la razón a priori y a forziori a la

vez.

Como cuestión previa al arbitraje, sírvase usted remitirme tan pronto como le sea posible un

inventario de entrega el día que se posesiono el Sr. Izquieta, y firmado por él, de lo siguiente:

Existencias en ladrillos crudos y cocidos y pertenencias, materiales etc. etc. de la Sociedad

Agrícola e Industrial.

Finalmente me apresuro á usar del bondadoso plazo concedido para la fabricación de la

presente, colándome dentro las 26 horas justas como plazo para responder su atenta que sirve

de tema a la presente. Deploro, sí, que su abogado nombrado de antemano quede con la batería

cargada inutilizada por la buena voluntad que preside en ésta para someterse a un árbitro,

arbitrador amigable componedor siempre menos fiero que un togado.

Su atento S.S. V. E. Estrada”.

P.S. para corresponder la suya. Cábeme la satisfacción de anunciarle que contrariamente a sus

intenciones en caso de demanda judicial, renuncio y vale la presente para atestiguarlo – a los

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cargos de daños y perjuicios contentándome con costas e intereses o utilidades calculadas en el

supuesto que un poco de juicio le hubiera guiado en sus pasos.

Gquil Junio 30/1912.

El arbitraje se realizó, siendo el árbitro designado Adolfo Gómez Santistevan, hermano de José.

El fallo fue negativo para José y como consecuencia, el 23 de agosto de 1912 firmó la siguiente

acta:

“Por el presente documento, doy por terminado el contrato de sociedad, que tenía celebrado

con el señor Bernardo Izquieta Pérez, de la hacienda ‘Victoria’, por traspaso que hice á dicho

señor de la parte que me correspondía en el contrato de sociedad con el señor Víctor Emilio

Estrada, comprometiéndome con el señor Izquieta, á cancelar las deudas pendientes, por valor

de $1.300 más ó menos (mil trescientos sucres) por partes iguales.

José Gómez Santistevan – Bernardo Izquieta”.

Esto era un fuerte golpe para José, pues si bien vemos que tenía su “Tienda y Gallera” como

negocios propios, ellas no le daban la cantidad de dinero que necesitaba para subsistir. Para

pagar, José le dio a Víctor una letra de cambio que resultó incobrable.

Nos hemos adelantado en el tiempo, y justamente a pocos días de la firma del acta referida, en

octubre de 1912, Víctor Emilio tendría que enfrentar un problema muy grave creado por él

mismo, de buena fe, en relación con el padre de José. Ya lo veremos en su momento oportuno.

En septiembre de 1920 José trató de reconciliarse con Víctor, pero a más de ver un local al que

José se había cambiado, el intento no prosperó. El siguiente contacto con José lo inició éste el 4

de agosto de 1924, cuando envió una carta acompañada de un folleto que colaboraba con la

“reconstrucción nacional”, campaña en que estaba inmerso Víctor Emilio. Pero en la carta, que

no mereció respuesta, solo consta una nota manuscrita por Víctor: “Con esta misma máquina de

escribir esta hecha la letra de cambio falsificada por Gómez”.

En el futuro, a partir de 1924, José intentó reconciliarse con Víctor Emilio en varias ocasiones,

escribiendo artículos de prensa favorables a sus campañas económicas por el país, pero Víctor

no lo pudo perdonar y es más, recabó información de otro caso negativo ocurrido en una

editorial en que trabajó José, la cual guardó en su carpeta negra.

La antigua amistad se acabó por la avidez de José por ocupar un cargo público que realmente no

necesitaba y también por la falta de tacto de Víctor Emilio al descartar el pedido de empleo.

Víctor Emilio viajará a Europa como parte de una misión oficial

Este viaje, iniciado en noviembre de 1911, se lo ha cuestionado en cuanto a su necesidad, y

Víctor Emilio no dejó escrita su versión personal al respecto, salvo una breve nota en su sinopsis

de actividades en que escribe: “El Gabinete celosos. Un discreto exilio para mí: París. Voy,

pero con algún propósito. Mi misión a Europa (ver archivos)”. De hecho, los ministros sentían

celos por su continua presencia e intervención en asuntos de Estado y el hecho de que, cuando

don Emilio no estaba bien de salud, hasta firmó documentos por él, al igual que lo había hecho

Olmedo Alfaro con su padre. Como ya vimos, el ministro Díaz ya había vivido experiencia

similar con Olmedo durante el tiempo que fue Ministro del Interior de don Eloy. Para los otros

ministros, la situación era nueva.

La prensa opositora opinaba que los ministros, y algunos otros que hasta don Emilio, querían

deshacerse del joven por su continua intervención en el manejo de las tareas presidenciales y

especuló mucho sobre el viaje, pues si bien se habían enterado de que se daría, no sabían a

dónde era ni cuál era el propósito del mismo. Ni bien se anunció el viaje, se comenzó a

especular sobre el motivo y destino del mismo.

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Que don Emilio quisiera deshacerse de su hijo era totalmente falso, pues el joven era el principal

puntal de su padre y la única persona en el campo político en quien podía confiar enteramente.

Es muy posible que la situación fuera incómoda para los ministros, pues al igual que pasó con

don Eloy, era fácil engañar a un hombre enfermo, pero no cuando su hijo estaba alerta ante

cualquier pretendido abuso.

Por los documentos disponibles, podemos determinar que la presencia de Víctor Emilio en la

misión que don Emilio decidió enviar a los EE. UU. y a Europa era con el fin de ser los ojos y

voz de su padre en la defensa de los intereses de la nación en la negociación del pago de capital

e intereses de la deuda de los bonos del Ferrocarril Guayaquil & Quito y de otros empréstitos,

tanto en New York como en Londres; la financiación del contrato de saneamiento de Guayaquil

con el Sr. Edmond Coignet, en Paris; y la recepción de armas de la casa Ehrhardt en Alemania.

Víctor Emilio y los demás delegados se prepararon para cumplir con las importantes misiones.

Uno de los periódicos opositores, El Guante, sacó una caricatura el día 16 de noviembre, luego

de anunciado el viaje:

El Capitán Estrada viajando con su maleta sobre la proa de un buque

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De esta caricatura, el mote “Terror dos mares” le quedó a Víctor Emilio por algún tiempo. No le

hacía ninguna gracia, pero no le quedó más que conformarse y aguantar el humor que adoptaron

sus amistades y su familia. Las caricaturas de esos meses son muy duras y en algunos casos

injustas. El Guante, en el cual colaboraba Manuel de J. Calle, enemigo de los dos Estrada desde

que rehusaron darle recompensa para escribir artículos favorables, tenía especial predilección

por criticarlos duramente en palabras y caricaturas.

Como en todo viaje, dentro o fuera del país, padre e hijo elaboraron sus tablas de claves para las

comunicaciones telegráficas. Esta tabla está adecuada en su terminología para las necesidades

específicas de las misiones a cumplir. Las palabras imprevistas irían en claro.

En preparación para el viaje, el Gobierno elaboró un boletín de prensa a ser difundido a todo el

país. En él se explica muy claramente el objeto del viaje en la parte económica, en cuanto a los

bonos vencidos y por vencerse de varias deudas, entre ellas la del ferrocarril, sin mencionar la

parte militar. Dice así la parte inicial: “El Gobierno, deseoso de reorganizar las finanzas del

país, trata de conseguir ese objetivo por medio de un empréstito que salde las deudas externas

‘flotantes’ formadas por los cuatro cupones vencidos del Ferrocarril, el saldo de la deuda a

Speyer Co., los bonos de sal, etc., etc., al mismo tiempo que se pagará también a la Compañía

Comercial lo que le adeuda la Nación. (…) Dijimos que el Ecuador necesitaba rehabilitar su

crédito y que el único medio para conseguirlo era pagar lo que se debía, pero pagar de modo

que no se comprometieran nuevas rentas y aun llegar a salvar algunas de las que hoy están

pignoradas…” Aunque no se lo menciona, en la elaboración de este boletín debe haber

participado el ministro J. Federico Intriago, pues era la voz autorizada del Gobierno en materia

financiera.

La comisión oficial consistía de tres personas: Víctor Emilio, como representante personal de su

padre; L. Seminario, como Inspector General de Consulados, delegado del Ministro de

Relaciones Exteriores; y, Ernesto Franco como Asesor Financiero de la Comisión y delegado

del Ministro de Hacienda. Franco tenía más conocimientos de lo que se conocía, pues era

graduado en la Universidad de Lehigh y había realizado estudios de postgrado en Columbia

University. Como asesores informales de la comisión estaban doña Isabel Palacios de Espinosa

y su esposo Carlos, quienes tenían experiencia práctica en asuntos financieros.

Desde noviembre 12 de 1911 el Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez había comenzado a mostrar por

Víctor Emilio un afecto que lo expresaba abiertamente a pesar de las diferencias políticas que lo

habían alejado del Presidente. Ese día le había escrito al joven, que pasaba por Lasso en tren,

camino a Guayaquil para salir en la comisión negociadora de los bonos y deuda en EE.UU. y

Europa. Le dijo el Gral.: “Sr. Capitan Dn. Victor Emilio Estrada. ‘Lasso’

Mi querido Capitan y amigo:

Aun que yo saldré mañana, á la Estacion ‘Lasso’, á darle mi abrazo de despedida, quiero

significarle hoy, por ésta carta, cuan grande es la simpatía y estimación que siento por Ud.;

estimación y simpatía que me los ha inspirado no solamente el porte caballeroso de Ud. para

conmigo sinó su juicio y buen talento, que yo aprecio en todo lo que valen.

Siento verdaderamente que Ud. se aleje de Quito y no tome como una convencional galantería

lo que voy a decirle, con pleno convencimiento de causa: su consejo y participación en el

Gobierno era para mi una prenda segura de acierto y una garantía para el radicalismo viejo

que creí apartado del Viejo Luchador pero que no ha dejado de laborar dentro y fuera de la

Patria por el establecimiento de la verdadera República.

No es la paridad de edad condición indispensable para el cultivo de una íntima amistad y de allí

que bien pueden ser muy buenos amigos, un joven de tanto porvenir como Ud. y un viejo, como

yo que declina á pasos largos; y realmente, mi corazón me dice, que sí somos buenos amigos.

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Le ruego buscar á mi familia en N. York y hacer que le presenten á cada uno de mis hijitos de

mi alma para que pueda Ud. escribirme algo sobre cada uno de ellos, con lo que me obligará

mas y mas. Le incluyo 50 dollars, en billete americano, para que Ud. se sirva entregarlos a mis

hijitos diciéndoles, que esos son los Christmas anticipadas que papá les manda.

Derive usted esta confianza que es hija de su bondad para conmigo. / Buen viaje y pronto muy

pronto regreso –

Su amigo que lo estima y quiere

L. Plaza G.”

Esta carta es realmente sorprendente en sus términos, que para la época eran usuales, pero que

en la actualidad pueden hacer pensar más allá de lo que representaba, que era el producto de un

trato respetuoso y considerado de un joven hacia una persona que no solo era mayor, sino que

había ocupado la presidencia de la república.

A la carta se le había anticipado un telefonema con la misma fecha que decía: “Capitán Estrada

/ Agradeceré aviso su salida capital / Recuerdos / Plaza”.

Don Emilio y su familia llegan a Guayaquil

El día 27 de noviembre llegó a Guayaquil don Emilio con su esposa e hijas. Quedó encargado

del poder ejecutivo el Presidente de la Cámara de Diputados, Francisco Andrade Marín.

Por un lado, fue un alivio físico para don Emilio el llegar a Guayaquil y tener una mejoría

perceptible en la oxigenación de su cuerpo, lo cual le devolvió en algo sus energías. Por otro

lado, la eficiencia y rapidez de las comunicaciones telegráficas permitían al Presidente estar en

contacto con el Encargado del Poder Ejecutivo y los ministros, por lo cual se mantenía

informado de todo lo que ocurría en Quito y el país. Don Emilio acudía al despacho de la

Gobernación del Guayas todos los días que su salud se lo permitía.

Subir las escaleras de su casa y las aún más altas de la Gobernación le costaba trabajo y tenía

que ascenderlas lentamente, respirando profundo.

Por las noches, la casa del Presidente era el centro de reunión de la familia, los amigos íntimos y

los miembros de la “familia oficial” que lo habían acompañado desde Quito.

No tenemos la fecha exacta en que salió de Guayaquil Víctor Emilio con los demás miembros

de la comisión, pero para el 30 de noviembre ya estaban en New York, lo cual nos indica que

deben haber salido unos 14 días antes, o sea el 16.

El 1° de diciembre escribió a Isabel en papelería del hotel Knickerbocker, ubicado en la calle 42

y Broadway: “Minina de mi alma: Ayer á las dos de la tarde llegué a New York después de un

viaje completamente feliz. Solamente la transición tan brusca del calor al frío me hizo un poco

de impresión pues ayer tuve un poquito de calentura que se me quitó con un poco de teatro y de

paseo que tuve anoche. Hoy he amanecido muy bien y me he levantado temprano para escribir

á mi amor.

Hasta ahora no tengo noticias del Ecuador ni de mi familia, pero cuando nada han avisado

será porque nada ha sucedido.

Hoy espero respuesta al cable que hice á mi papá anunciándole mi llegada. Me han dicho que

ahora está en Guayaquil. Me alegraría que así fuera.

Ahora que estoy ya instalado con toda clase de comodidades y confort me apena mucho tu

negativa para venirte. He tenido ocasión de comprobar que no son los vestidos los que le hacen

falta á las viajeras pues á Isabel Palacios se le perdió en Colón todo su equipaje quedándose

solo con un pequeño necesaire de viaje. A pesar de esto llegó á New York comprando un poco

de ropa en Jamaica donde hay muchos almacenes como los buenos de aquí. Me he convencido

pues que tú no habrías tenido ningún inconveniente para venirte; pero ya que está hecha la

cosa no hay que recordarse de ella y esperemos un poquito de tiempo.

Aun no sé á ciencia cierta nada de mi viaje a Europa porque no me he informado todavía de lo

que tengo que hacer aquí. Hoy lo haré pero no alcanzo á avisarte en este correo que cierra á

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las 11 a.m. Me imagino que después de ocho días estaré viajando á Europa con el objeto de

desocuparme cuanto antes y regresar pronto donde minina para casarnos enseguida.

Estoy deseosísimo de tener pronto tus noticias y ojalá hayas sido tan buena que no deje yo de

recibir carta por próximo correo.

Saluda mucho á tu papá y mamá, á Julia; la ñeca y demás familia. Deseo que María Esther no

haya tenido retroceso en su enfermedad.

A las Barriga si las ves salúdalas también.

Tu recibe el corazón de tu

Víctor”.

Esta carta menciona el pedido que le hizo Víctor a Isabel de que viajara con él. Nos parece un

tanto audaz para la época que el joven formulara esa propuesta a su prometida, aunque estuviera

presente doña Isabel Palacios de Espinosa, que podía hacer de chaperona. También nos

desconcierta un poco su manifiesto desconocimiento del plan del viaje, lo cual muestra un

importante grado de improvisación en el programa de la Comisión.

El 1° de diciembre, luego de escribirle a Isabel, recibió cable de su padre que le indicaba

escuetamente: “Estuve enfermo estoy mejor”. Sin duda recibió también cable de Isabel o don

Julio Icaza que lo tranquilizaron, pues no hay más mención al respecto.

El 3 de diciembre recibió cable codificado de su padre en que le indica: “Parece que Flavio

Alfaro no está en Panamá. Es falso que ha estallado revolución en Bahía. Precauciones se han

tomado sin embargo desmiente todo”. Era necesario desmentir rumores que podían afectar las

negociaciones con los financistas.

Speyer y Compañía, la firma que estaba a cargo de la financiación de los bonos en N. Y., era

dura en su negociación. El mismo día 3 notificaron a la delegación que las condiciones de pago

de los bonos vencidos y por vencer el 3 de enero de 1912 se mantenía y solo si se pagaban los

bonos vencidos, se podría negociar, en condiciones similares a las ya existentes, un nuevo

crédito para el pago de los bonos por vencerse a futuro. Además, pidieron a los comisionados

sus credenciales que los autorizaban para negociar, mostrando así desconfianza.

El Guante publicó ese día una caricatura de don Emilio en cama de enfermo y entre sátiras

escritas por Anular (E. J. Avilés M.) nos revela que los males que lo aquejaban estaban

relacionados con nefritis y “albuminuria”. Esto es significativo cuando veamos las causas que lo

llevaron al sepulcro, las que no se mencionan en fuentes directas.

El día 5 se cruzaron varios telegramas oficiales entre la Comisión en N. Y. y el Presidente.

El primero solicitaba autorización formal por escrito para poder negociar con Speyer y Cia., e

indicaba que la negociación exitosa con Speyer era esencial para poder avanzar en cualquier otra

negociación. Como no había respuesta inmediata, enviaron otro cable en que insistían sobre la

necesidad del pago a Speyer para avanzar con las negociaciones, indicando que les urgía

respuesta a sus cables. El Gobierno telegrafió directamente a Speyer indicando que el

representante del Gobierno del Ecuador y el Sr. Franco eran los negociadores. Eso nos indica

que el Cónsul en New York era el principal negociador y que el Sr. Seminario estaba presente

para asegurar el apoyo de las misiones consulares ecuatorianas.

El telegrama directo a Speyer abrió las puertas a los negociadores, pero la compañía se mantuvo

en su posición ya declarada, ante lo cual Víctor Emilio telegrafió a su padre indicándole que

consideraba posible mejor negociar en Europa, observando que “…en París son menos judíos”.

Muy temprano en la mañana de ese día, don Emilio recibió telegrama del ministro J. Federico

Intriago, en que le comunica el fracaso definitivo de la financiación a la Cámara de Comercio de

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Guayaquil, por parte del Banco del Ecuador, en el pago que debía hacerse para la liquidación de

cuentas del contrato del Estado con la Compañía Nacional Comercial. Eso dejaba como único

camino un conflicto legal entre el Estado y la Compañía. Don Emilio se sintió muy contrariado,

y más aún porque el telegrama del Ministro le indicaba que el fracaso de la negociación se debía

a rumores que habían creado la duda que llevó al Banco del Ecuador a retirarse del asunto.

Don Emilio telegrafió a varias personas a las 7:40 a.m., entre ellos al Ministro del Interior, a

quien le dice: “Recibí su telegrama y me alegro que todo lo vea U con tan buenos ojos esta

segunda vez que el Gobierno hace conmigo lo mismo y nunca me ha pagado.

Por desgracia yo me he restablecido. Habría preferido morirme antes de presenciar tal

disparate de moral administrativa. Por fortuna personal no me corresponde responsabilidad

alguna. Siempre los mismos hombres y los mismos hechos.

Su amigo Emilio Estrada”.

Era una gran decepción para don Emilio, pues no se haría justicia de manera moral y tendría que

pasarse por los inconvenientes de un proceso judicial largo y costoso. Era un golpe para todos

los accionistas de la Compañía y para el crédito nacional. Los beneficiarios directos e

inmediatos serían los que usaron a la Cámara de Comercio y Agricultura de Guayaquil para que

retorne el caos, y por tanto el lucro ilegítimo, en el embarque y desembarque de mercadería en el

puerto de Guayaquil. Pocos tiempo después, la prensa reportaría grave desorden administrativo

en el muelle fiscal.

En días anteriores se rumoraba sobre la designación, por parte de don Emilio, de un heredero

político, que sería el Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez. Eso implicaba que don Emilio aceptaba

estar terminalmente enfermo. Indignado, el día 5 puso en circulación una hoja volante que fue

recogida por los periódicos en los siguientes días, en la cual esclarecía que él no había nombrado

ningún heredero político porque eso implicaba una debilidad que él no tenía. El párrafo final del

escrito decía: “No he de manchar mi nombre con claudicaciones y todas las debilidades que se

me están atribuyendo son ni más ni menos que claudicaciones vergonzosas”.

Él no lo reconocía, pero todos los que estaban a su alrededor veían que su salud se deterioraba.

Por supuesto, los políticos ambiciosos tenían que sacar el mayor provecho de la situación y eso

se lograba creándole más dificultades al Presidente enfermo.

El día 6 de diciembre Víctor Emilio recibió un telegrama de su padre que refleja el pesimismo

que embargaba a don Emilio frente a los obstáculos que se le presentaban en los aspectos

financieros: “El País no tiene voluntad para ese negocio y yo menos. En todo caso la legación

sería el intermedio apropiado.

El País no ha podido jamás pensar en pagar el saldo Speyer en Enero tres. Solo la mala fe ha

podido pactar eso, y no deseo que tú tengas nada que hacer con esa casa y menos viendo que es

obstáculo para salir del laberinto económico de Alfaro.

Si honradamente tratan de solucionar este enredo, que designen un agente que se entienda aquí

con el País, bajo la base de que no he de consentir en esclavitudes como las estipuladas con

Alfaro. / Emilio Estrada”.

Estos problemas agobiaban al Presidente y contribuían inexorablemente a acelerar el avance de

su enfermedad cardiaca y las complicaciones renales que se estaban derivando de la insuficiente

circulación sanguínea en su organismo.

A estas dificultades se sumó Coignet, con el contrato para el saneamiento de Guayaquil. El día 6

se recibió de él un cable cifrado manifestando su impaciencia y urgiendo el concretar el

empréstito necesario para firmar el contrato.

Como ya estaba claro que no se conseguiría nada con Speyer y Compañía, la Comisión decidió

partir hacia Europa de inmediato, para negociar con los banqueros de Londres y París. Estaba

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sobre ellos la fecha fatal del 3 de enero de 1912, pues si no se pagaba lo debido hasta esa día, se

cerraría totalmente el crédito exterior al Ecuador.

Imagen de The Herald, de New York, que muestra a los tres miembros de la comisión

El día 7 tomaron pasaje hacia Europa y el día 9 Víctor Emilio telegrafió a su padre que partían

en el vapor Olympia a París. En realidad iban directo a Londres, pues allí estaba el centro

financiero en el cual tenían que negociar el crédito para el pago de los bonos. Los esposos

Espinosa permanecieron en N. Y.

Ese mismo día se encargó del Poder Ejecutivo el Presidente del Senado, Carlos Freile

Zaldumbide, en reemplazo del Presidente de la Cámara de Diputados.

Conscientes de la enfermedad del Presidente, Freile, con el ministro Díaz, comenzarían a

fraguar una toma de poder para dar al buque del Estado un golpe de timón hacia la derecha. El

trabajo fue sigiloso, taimado y realizado con mucha mala fe. Ya veremos los resultados.

Víctor Emilio y Ernesto Franco llegaron a Londres y el Sr. Seminario pasó a París para

mantener tranquilo a Monsieur Coignet.

Los banqueros londinenses se probaron duros, pero no cerrados, en las negociaciones. Estaba

claro para ellos que si Ecuador no podía pagar los bonos vencidos el 3 de enero de 1912, esos y

otros perderían valor y los inversionistas tendrían una pérdida mayor.

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Si bien el día 16 de diciembre los banqueros londinenses enviaron un telegrama amenazante al

Gobierno ecuatoriano sobre el vencimiento del 3 de enero, estaban interesados en concluir una

negociación de provecho mutuo.

El Gobernador del Guayas, Gustavo R. de Icaza, había recibido la orden de tomar el muelle

fiscal para el Estado, desalojando las oficinas y el personal de la Compañía Nacional Comercial.

Como se rehusó a cumplir tal orden, tuvo que presentar su renuncia, la cual le fue aceptada el

día 17, reemplazándolo temporalmente el Jefe Político del Cantón Guayaquil, Sr. Eduardo

López.

El día 18 de diciembre el Gobernador accidental recibió del Gobierno la orden terminante de

recuperar de inmediato el muelle fiscal. Al enterarse de esta noticia el Presidente, se sintió

traicionado por los ministros y funcionarios de su propio gobierno, pues el Poder Ejecutivo

podía suspender el decreto legislativo hasta tener en claro el proceso de liquidación de cuentas

entre el Estado y la Compañía Nacional Comercial. El dar curso al decreto era causar de

inmediato la destrucción de la Compañía y la instauración de un caos en la aduana y la

recaudación fiscal en todo lo relacionado. Se había actuado sin justicia y se había impuesto el

capricho de los adversarios del Presidente. Fue como si le clavaran una daga directo al corazón.

Como consecuencia, sufrió un quebranto terrible en su salud, al punto que la prometida de

Víctor Emilio le envió al día siguiente a un telegrama con el siguiente texto: “Estrada Picadilly

Hotel London / Vengase con urgencia situacion interesante recuerdos Isabel”, mensaje que

Víctor contestó pidiendo aclaración, pero que no fue respondido, lo cual le restó urgencia. Al

menos que lo justificara la situación, no podía salir de inmediato al Ecuador, pues faltaba

cumplir algunas partes de las misiones encomendadas.

Si Víctor Emilio sospechó que se trataba de la salud de su padre, ya hemos visto cuantas veces

en los últimos meses había tenido que movilizarse rápidamente ante indisposiciones de su salud,

de tal forma que los avisos de urgencia sobre el tema habían perdido su inmediatez.

Luego de algunos días de continuas negociaciones, el 20 de diciembre se llegó a un acuerdo

aceptable para el consejo de tenedores de bonos y el Gobierno del Ecuador. Una vez

establecidos los puntos del acuerdo, Víctor Emilio partió esa misma noche a París, para tratar el

asunto Coignet antes del cierre de las oficinas bancarias por el feriado navideño. Una vez

llegado a París el día 21, Víctor Emilio envió a su padre las condiciones del nuevo convenio con

los tenedores, con el pedido de que le den la autorización para firmarlo.

El mensaje llegó a Guayaquil tarde en la noche del 21, cuando el Presidente ya había fallecido.

Fallecimiento del presidente Estrada

El día 21 amaneció con normalidad en la residencia del presidente Estrada en Guayaquil,

ubicada en la calle 9 de Octubre 730. La familia y el personal doméstico cumplían con su rutina

diaria que comenzaba con la salida del sol.

Don Emilio continuaba preocupado por lo que ocurriría con el muelle fiscal y la Compañía

Nacional Comercial. Durante la mañana despachó en su casa, acompañado por su secretario

particular Ernesto Arroba; comió el almuerzo en compañía de su familia, tomó una corta siesta y

se preparó para salir hacia la Gobernación, donde despachó con el gobernador accidental. De la

Gobernación se dirigió al Banco Comercial y Agrícola, donde se reunió con algunos de los

accionistas de la Compañía Nacional Comercial, entre los que se encontraba don Francisco

Urvina Jado. La conversación reiteró lo que ya sabían todos: Los opositores económicos que

tenían bajo su control la Cámara de Comercio y Agricultura de Guayaquil habían logrado su

propósito de acabar con el control aduanero y fiscal que los disgustaba e incomodaba tanto; y,

posteriormente, se las habían arreglado para no enfrentar la responsabilidad económica que

habían ofrecido asumir en la liquidación de cuentas entre la Compañía y el Estado. Los

accionistas sentían una impotente frustración ante los alcances del poder que ejercía el grupo

interesado en regresar al caos que había sido la recaudación de aduana y fiscal de importación y

exportación, antes de ponerse en vigencia el contrato con la Compañía.

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Luego de finalizada la reunión, el Presidente dio un paseo por la ciudad en su coche y regresó a

su vivienda poco después de la caída del sol.

Lo esperaba la familia y el usual grupo de amigos íntimos, con quienes departió hasta poco antes

de la hora de la cena, cuando fue a darse un baño. María Luisa y su esposo, el comandante

Dueñas, llegaron de Quito esa noche, a tiempo para compartir la comida.

Cenaron a eso de las 8:30 y luego tuvieron la sobremesa con los parientes que comieron allí. A

eso de las 10 se retiraron don Emilio y doña Lastenia a su dormitorio. Se pusieron sus pijamas y

se acostaron a dormir. Al poco rato don Emilio se sentó y desesperado exclamó a doña Lastenia:

“¡Me ahogo, me ahogo!” y de inmediato colapsó en su cama. Se dio la alarma y se mandó

llamar a los doctores, llegando a poco rato el Dr. Alfredo Valenzuela Valverde, quien trató de

reanimar a don Emilio. Poco después llegó el Dr. Julián Coronel, solo para comprobar que nada

más se podía hacer, por lo que los doctores declararon que el Presidente de la República había

fallecido a las 11:30 p.m. de ese día, por Mal de Bright (nefritis o enfermedad renal). El

certificado de defunción no menciona mal cardíaco.

Isabel fue quien le comunicó por telegrama a Víctor Emilio que su padre había muerto en la

noche del día 21. Cuando recibió la noticia el 22, quedó anonadado por un buen rato y

embargado de tristeza, pues se había ido quien hasta ese momento había sido su mejor amigo, a

más de amantísimo padre. Enseguida llegó la noticia a la Legación del Ecuador en París y a los

otros dos comisionados. No había nada que se pudiera hacer excepto esperar más noticias de la

familia e instrucciones del Encargado del Poder Ejecutivo.

Víctor Emilio no dejó registrados sus sentimientos de ese día y los días posteriores, pero debe

haber sentido remordimientos por haber emprendido viaje y dejar a su padre. Solo con el

desenlace final se podía tener clara conciencia de que su enfermedad había sido mortal. La

juventud de Víctor Emilio, a pesar de las pérdidas que ya se habían sufrido en su hogar, lo hizo

ver a su padre como un ser eterno y lo llevó a no aceptar que los síntomas, manifestados cada

vez con más frecuencia, indicaban la presencia de una enfermedad grave. Era un tema que

Víctor Emilio guardó dentro de sí por el resto de sus días.

Don Víctor Manuel Rendón, quien era el encargado de la Legación Ecuatoriana, sus compañeros

de la Comisión, y el Sr. Edmond Coignet con su esposa, trataron de aliviarle el dolor a Víctor

Emilio, pero él prefirió deambular solo por las calles de París. Se habían alojado en el Grand

Hotel, de tal forma que estaba al lado de la Ópera y muy cerca de la Plaza Vendome, los jardines

de Las Tullerías y otros espacios monumentales, que recorrió mientras meditaba el triste

acontecimiento de las últimas horas. Esa noche casi no pudo dormir, pues su activa mente no

dejaba de recorrer los momentos felices de la vida con su padre y su entorno familiar, a más de

todas las complicaciones: Familiares, económicas y políticas, que se derivarían de esa muerte.

Estaba consciente de que su vida tomaría un cambio radical a partir de ese infausto

acontecimiento, y no estaba seguro de qué era lo que tenía que hacer, ni cómo enfrentaría el

futuro. Felizmente, tenía el consuelo de su amor por Isabel.

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Parte 5° La vida sin su padre

Jefe de Familia

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Capítulo 14 – A enfrentar el futuro

A enfrentar el futuro solo

El primer shock de esta nueva etapa de su vida lo recibió al día siguiente, el 23 de diciembre.

Don Víctor Manuel Rendón le envió al hotel una carta con gran borde negro, demostrando luto,

y con un contenido que era muy revelador de la realidad política ecuatoriana. Decía así:

“Muy Señor mio:

Me apresuro á informar á Ud. de que hoy he recibido del Eximo. Señor Ministro de Relaciones

Exteriores el siguiente cablegrama: ‘Sírvase ordenar Sr. Victor Emilio Estrada suspenda por

ahora gestión todos asuntos se le encomendaron.

M Exterior’.

Dejo así cumplida la órden que se me ha impartido y me suscribo de Ud. muy atento y seguro

servidor.

Víctor M. Rendón”.

Así, de un plumazo, quedó desempleado y solo en París en vísperas de Navidad. Los ministros

habían cobrado su revancha personal por las intromisiones del joven en el Gabinete, pero no

consideraron que al hacerlo, le estaban causando un gran daño a la nación, pues las gestiones de

la comisión negociadora habían sido exitosas y de provecho para el país. Era una muestra más

de la falta de sentido de patria y abundancia de revanchismo y egoísmo.

Enterado Coignet de la situación y consciente del cambio de roles de los negociadores, pidió a

Víctor Emilio que le ayudara a concretar el texto de la propuesta formal de financiamiento que

se presentaría al Gobierno del Ecuador. Esto lo hizo durante el día 23 y quedó el documento

listo para ser presentado en caso de que se continuara con el proyecto.

Pero tuvo la satisfacción de comprobar, ese mismo día, que el precio de los bonos de la deuda

ecuatoriana se había mantenido igual a pesar el fallecimiento del Presidente, lo que se debió a la

exitosa negociación llevada a cabo en Londres. Lo que sucedería en el futuro ya estaba fuera de

su control.

Desempleado como estaba, adelantó su programa de viaje, excluyendo las actividades oficiales.

Había planeado, luego de la recepción de las armas de la casa Ehrhardt en Alemania, pasar a

comprar muebles para su futuro hogar con Isabel Icaza Marín. Su nueva situación lo condujo, el

día 24, a Hamburgo, a la casa de don Antonio Stagg, viejo amigo de su padre y suyo, y residente

en esa ciudad. Víctor Emilio pasó la Navidad con los Stagg, lo que fue un consuelo para el

joven.

Luego de organizar la compra de los muebles con don Antonio y su hermano Luis el día 26,

inició su regreso al Ecuador.

Su familia lo mantuvo informado de la situación política en el país, de tal forma que solamente

tomó pasaje hasta Colón y decidió que, de acuerdo con la situación en Ecuador, tomaría

oportunamente pasaje en Panamá.

Ya le habían informado del pronunciamiento de Flavio declarándose Jefe Supremo del Ecuador

el día 23 de diciembre, y de la candidatura oficial del Gral. Plaza, proclamada el día 25. Era

obvio que habría guerra civil, que Montero se uniría a los Alfaro y que Plaza lideraría las

fuerzas del gobierno para proteger su propia candidatura presidencial.

No tenemos fecha exacta de salida de Hamburgo, pero ya estaba en Ciudad de Panamá el día 10

de enero de 1912.

Al llegar a Panamá, sede activa de los Alfaro, tuvo muy presente la advertencia de su padre a

don Eloy: “Tras mí solo hay la guerra civil, implacable y formidable”. Su padre le había

ampliado esta declaración y Víctor Emilio comprendía muy bien el peligro que representaba

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asociarse con los Alfaro en ese momento político. Adicionalmente, las experiencias políticas

que habían vivido durante la breve presidencia de su padre le habían dejado aversión hacia todo

lo que tenía que ver con esa actividad, aunque la realidad lo obligaría a continuar participando

activamente en ella como el liberal radical doctrinario que era.

Los Alfaro se enteraron de inmediato de su llegada y Olmedo lo invitó a regresar al Ecuador con

Medardo, como parte de una expedición para tomar el poder supremo del Ecuador. No está claro

si era con el fin de obtener el poder para Medardo o para don Eloy, pero ellos no iban a luchar

por Flavio, que ya estaba en Ecuador. Víctor estaba plenamente consciente de la ilusa posición

de los Alfaro, pues a diferencia de ellos, sabía que la mayoría en el país ya no quería escuchar

ese apellido por un buen tiempo. Deducía además que podrían ser recibidos con agresividad y

violencia por el mismo pueblo que antaño los adoró, y que acompañarlos implicaba involucrarse

con su política de apropiación del país para beneficio particular de la familia Alfaro, a más de

renegar de las políticas propias que había seguido con su padre, y arriesgar su integridad física al

formar parte de un grupo que estaría tratando de tomarse el poder por la fuerza, contra la

voluntad nacional. Por las informaciones de su familia, sabía que el Gobierno estaba enterado de

todas las actividades de los Alfaro en Panamá, y por lo tanto serían esperados por un ejército

preparado. Montero, quien se había declarado Jefe Supremo del país a nombre de don Eloy,

estaba aislado en Guayaquil.

Víctor pudo ver que la situación se complicaba gravemente y decidió desaparecer del medio en

que se desenvolvían estas conjuras. Así, los Alfaro partieron sin Víctor Emilio en su desgraciada

aventura.

Víctor Emilio pasó discretamente a Paita, a la espera del momento oportuno para poder regresar

a Guayaquil. Como precio de esa movilización incierta, tuvo que dejar equipaje y todos sus

papeles en Panamá, para que le sean enviados cuando estuviera firme en Guayaquil.

Tan cierto es que el Gobierno estaba al tanto de todas las actividades de los Alfaro, que el Gral.

Plaza llegó a conocer de la invitación formulada a Víctor Emilio por Olmedo y se resintió,

pensando que el joven olvidaría sus principios y viajaría con los Alfaro a tratar de recoger

alguna migaja de poder. Al enterarse luego de que la información fue errada, la imagen de

Víctor Emilio se restableció ante el General.

Víctor Emilio llegó a Guayaquil desde Paita el miércoles 24 de enero, sin equipaje o sus

preciados documentos, pensando que ya todo estaría tranquilo. Sin embargo, había llegado en un

momento crítico, pues habían triunfado, utilizando a la diplomacia al igual que a la guerra, los

generales Plaza y Andrade, y se estaba apresando a todos los que se habían sublevado contra el

gobierno legalmente constituido, que ellos representaban.

De inmediato acudió a su casa, donde se encontró con su familia. El encuentro con sus

hermanas, doña Lastenia y sus tíos Sciacaluga fue emotivo, pero el joven contuvo las lágrimas,

siguiendo las normas de hombría que se le habían inculcado. Posteriormente acudió a casa de

los Icaza Marín, a visitar a Isabel y a su familia.

El Ministro de Guerra y Marina, general Navarro, que estaba en Guayaquil, se enteró de su

presencia y lo mandó a llamar a su despacho, para advertirle al joven Estrada que se mantuviera

alejado del trajinar político que estaba en marcha, pues conocía de su afecto por Montero. Víctor

Emilio acató la advertencia de Navarro en consideración de que, por un lado el Gobierno lo

había despedido sumariamente de la misión que cumplía en Europa, y por otro lado los Alfaro

andaban en busca de satisfacer sus ambiciones personales. Hizo lo prudente y se retiró a su casa,

mientras continuaban los terribles acontecimientos que culminarían al día siguiente con el

salvaje asesinato del Gral. Montero y luego los lamentables hechos en Quito.

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Fueron días negros para Víctor Emilio, pues presenciaba los actos de quienes habían sido

amigos y coidearios, destruyéndose unos a otros con odio profundo y sin misericordia alguna.

Muy en especial le dolió el fin de Montero, a quien le tenía mucho afecto y consideración, y

también el de don Eloy, para quien guardaba los mismos sentimientos.

Sintió hastío por la política. Era un juego muy sucio e indigno.

Tenía que dar vuelta a la página y comenzar a escribir una limpia.

Pero antes, tenía que cumplir con un doloroso deber filial. Cuando falleció su madre, por la

naturaleza de su cáncer y larga agonía, la muerte había sido esperada y por lo tanto el mausoleo

que don Emilio había mandado erigir en el Cementerio General de Guayaquil desde 1904,

estaba preparado para recibir sus despojos. Cuando falleció don Emilio, al ser una muerte súbita

y entierro en menos de 24 horas, no hubo tal preparación, de manera que fue enterrado

provisionalmente en un nicho hasta que se abriera el mausoleo, pues se requería levantar las

piezas de granito ornamental para llegar a la fosa, que estaba bajo el nivel del piso. Tocó a

Víctor Emilio realizar el traslado de los restos de su padre, tarea nada agradable. Sus hermanas y

doña Lastenia habían decidido que don Emilio fuera enterrado vestido de gala y con la regalía

de su cargo, esto es con la banda presidencial y el bastón de mando. Víctor Emilio pudo ver por

última vez a su padre y decidió retener para sí el bastón como recuerdo de una presidencia que

la habían ejercido juntos y en comunión de espíritu y propósito. Dicho bastón fue heredado

luego por su hijo Julio y posteriormente pasó a su nieto Ricardo Estrada Estrada.

La herencia de don Emilio

No fue la primera preocupación de Víctor Emilio el reparto de la herencia de su padre, pero

llegó el momento en que tenía que efectuarse, pues todos los herederos tenían que definir su

futuro. El reparto ocurrió parcialmente a fines de febrero de 1912, pero concluiría en enero de

1913.

Don Emilio había otorgado testamento el 29 de junio de 1907 ante el escribano público Federico

Bibiano Espinosa y tres testigos que conocían al testador, entre ellos don Delfín Buenaventura

Treviño, de quien hemos conocido en páginas anteriores en su calidad de militar.

Don Emilio declaró entonces que el único bien que tuvo antes de su actual matrimonio fue la

casa de 9 de Octubre, que se había quemado en 1896 y por lo tanto todo lo que poseía lo había

adquirido dentro de la sociedad conyugal con doña Victoria Sciacaluga Aubert. El listado de sus

bienes inmuebles y muebles no era extenso, pero sí incluía algunas propiedades aparte de la casa

de 9 de Octubre, que era su bien principal. Nombró beneficiaria de la parte proporcional más su

cuarto de libre disposición, así como albacea, a su esposa, debiendo repartirse el cuarto

remanente para sus tres hijos. Sin embargo, la muerte de doña Victoria en 1909 había cambiado

todo el esquema, pero don Emilio no había otorgado un nuevo testamento.

Estando consciente de que su estado de salud era malo y que había contraído un nuevo

matrimonio que el testamento desconocía, el 16 de noviembre de 1911 decidió escribir uno

nuevo e hizo un borrador valorizado en una pequeña hoja simple, sin duda con la intención de

oficializarlo tan pronto le fuera posible luego de su llegada a Guayaquil, según viaje que tenía

programado.

En este nuevo reparto, le dejó a Víctor Emilio la casa de la calle 9 de Octubre, valorada en

$18.000 y $5.000 en acciones de la Compañía Nacional Comercial, lo que daba un total de

$23.000 equivalente al 25.41% del total de los bienes inmuebles, bonos y acciones. No se

mencionó los bienes muebles de la casa. Sus hermanas recibieron igual cantidad y doña Lastenia

Gamarra el 11.04%. Quedó un remanente de 12.73% que fue repartido equitativamente en

efectivo entre los herederos una vez liquidados los valores.

Solo mencionaremos, de las herencias recibidas por los demás herederos, que la fábrica La

Victoria fue heredada por María Luisa Estrada de Dueñas. Dicha fábrica había estado en manos

del capataz de los obreros desde que se separó como administrador José Gómez Santistevan.

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Don Emilio sabía que a su hijo no le agradaba el negocio y se lo dejó a María Luisa con la

esperanza de que Luis Alberto, su esposo, se haga cargo de la fábrica y se radiquen en

Guayaquil. Sin embargo, a María Luisa no le dejó una casa para que viva en ella.

Debemos anotar también que no se menciona, en el testamento de 1907, ni en el alcance

informal de 1911, el islote Cross o isla El Cerrito -el peñón que sobresale del lecho de la ría

Guayas frente a Durán, y que por razones políticas le causaría futuros dolores de cabeza a Víctor

Emilio, quien como descargo indicó en su momento que había sido heredado por una de sus

hermanas.

Víctor Emilio había heredado el mejor de los bienes inmuebles de la familia, pero al mismo

tiempo el menos productivo, pues la familia vivía en él y solo se arrendaba la planta baja. Las

acciones de la Compañía Nacional Comercial eran entonces y seguirían siendo en el futuro, solo

papeles con una bonita impresión. Fueron repartidas equitativamente entre todos los herederos

con el fin de que tuvieran por igual beneficio o pérdida, dependiendo de la suerte que corrieran

las gestiones tendientes a conseguir indemnización por parte del Estado ante la anulación del

contrato de concesión de la operación del muelle fiscal.

De esta forma, el efectivo que tendría Víctor Emilio sería su 25% del sobrante que se liquidaría,

o sea más o menos $2.875. Ese era el capital con el que tendría que mantenerse hasta encontrar

un trabajo que le diera sustento. Y no debemos olvidar que estaba comprometido en matrimonio,

el que debía efectuarse durante el primer semestre de 1912. El tiempo apremiaba y los fondos no

eran abundantes.

Existía el negocio de importación y venta de automóviles que había tenido con José Gómez S., y

que Víctor Emilio mantuvo luego de su distanciamiento, pero no era rentable por la poca venta

de vehículos debido a la falta de calles pavimentadas en la ciudad.

Regresando al hilo cronológico de nuestro relato, retomamos los acontecimientos el 26 de enero

de 1912, en que a pedido telegráfico de Edmond Coignet y a pesar de no tener los documentos

consigo, emite un informe a don Luis Felipe Carbo, funcionario del Gobierno, sobre sus

gestiones en relación con los procesos de financiamiento encomendados a la Comisión. Esto lo

hizo Víctor Emilio por responsabilidad ante la misión que había cumplido y por la importancia

que tenía para Guayaquil el contrato de saneamiento que ayudaría grandemente al progreso de la

ciudad puerto. El informe no se limitaba al tema del saneamiento, sino que comprendía todo el

esquema de financiamiento que había resultado de los varios pasos de la misión, desde Nueva

York, pasando por Londres, hasta París. El plan era coherente con la realidad financiera nacional

y permitiría acceder a más créditos si los presentes eran manejados responsablemente.

Luego de informado Carbo le escribió a Coignet una carta que por su contenido citaremos

extensamente: “Guayaquil Enero 31/1912

Sr Dn Edmond Coignet – Paris

Estimado Sr. Coignet:

Después de 24 días de viaje llegue a Guayaquil pasando primero por el Perú en vista de la

pasada situación política que terminó felizmente ya con el triunfo completo del Gobierno. Al día

siguiente de estar en Guayaquil recibí cable suyo de Paris diciendo = Váyase pronto Quito

explicar Carbo detalles propuesta= Supongo que los cables que Ud. leería anunciando el

triunfo del Gobierno le harían suponer que era posible el viaje a Quito; pero ni la situación

estaba aun tranquilizada (ese día fue asesinado Montero) ni corrían ni corren todavía trenes

para Quito, salvo los militares. Por otra parte aquí estaban personajes como el Ministro de

Guerra General Navarro y los Generales Andrade y Plaza cuyas opiniones pesan en el ánimo

del Gobierno en el caso suyo.

Otras circunstancias más de familia me indujeron a adoptar el partido que tome y que le

comunico en seguida.

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Con mi cuñado que es el Jefe del 1er regimiento de Artillería que se fue a Quito le escribí al Sr

Carbo un largo detalle de la operación propuesta, haciéndole hincapié en cada una de las

ventajas del negocio para el Ecuador. La explicación era lo más completa posible dado que

todos mis papeles se quedaron con mi equipaje en Panamá adonde los deje porque no sabía aun

que rumbo tomaría yo. Por otra parte hable con el Ministro Navarro quien me comunico en

reserva que una propuesta hecha por el Ministro americano en Quito Mr Young, era la que

tenia las simpatías del Gobierno. Esto se lo mande a decir al Sr Carbo de viva voz con mi

cuñado. = A don Lautaro Aspiazu le mostré su cablegrama insinuándole que se dirigiera al

Banco del Ecuador, al Gobernador etc, etc. para recomendar su propuesta pero Dn Lautaro no

conocía los detalles de la propuesta a pesar de lo cual me dijo que esos caballeros

simpatizaban con Ud. Como yo le manifesté que conocía el asunto me observo que si yo le daba

los datos con mayor razón se ocuparían y apoyarían el Banco, el Gobernador etc, su propuesta.

Con ese motivo convine con don Lautaro en dirigirle una carta detallándole el asunto. Dicha

carta la escribí anoche mismo y está en manos de don Lautaro quien en este momento debe

estar mostrándosela al Sr. Arosemena del B. del E., - Le incluyo a Ud. copia de la carta mía a

don Lautaro.

El Sr. Aspiazu también oyó de boca del Ministro Navarro aquello de que el Gobierno

simpatizaba con la propuesta americana. Le hicimos ver que era impolítico tratar de finanzas

con el Gobierno Americano en vista de la aversión que hay en toda Sud América contra los

yankees. = Aquí ha sorprendido que en los actuales momentos haya quien preste dinero al

Ecuador y las personas que han oído algo de esto están de acuerdo en que es la salvación

financiera del país esta operación que pone al día su deuda.

Nada cierto o positivo puedo comunicarle hoy respecto a candidaturas. Este asunto ha quedado

momentáneamente en olvido pues el país está sorprendido y confuso por la horrible tragedia

desarrollada primero en Guayaquil con Montero y en Quito después con Alfaro sus hermanos y

tenientes. Lo positivo es que hay una corriente bastante importante a favor de una candidatura

civil y aun creo que hay en Quito algunos Ministros que están metiéndole en la cabeza al pobre

Sr. Freile Zaldumbide la idea de que él puede ser el Presidente. Esta candidatura tropezaría

con serios obstáculos en la Costa principalmente. Por otra parte Andrade y Plaza tienen

trabajos adelantados para ellos y las simpatías se dividen entre uno y otro. Andrade ha ganado

mucho en la campaña pues militares y civiles reconocen que la hábil dirección de la guerra es

obra exclusiva de Andrade a pesar que Plaza vino como General en Jefe. Andrade se ha

conquistado simpatías en el partido militar. Plaza en cambio a pesar de ser un militar tiene

apoyo grandísimo en el partido civil. Cualquier opinión que le avanzara a este respecto seria

aventurada o falsa; espero que por próximo correo podré decirle algo cierto o probable.

Le ruego presentar mis especiales respetos a la estimada Madame Coignet y usted sírvase

aceptar los saludos y buenos deseos de / su agradecido servidor y amigo / VEE”

Como podemos ver, es una carta muy explicativa de la situación que vivía el país en esos

momentos.

Con el fin de ganar algo de dinero para el sustento inmediato suyo, de su hermana Francisca,

madrastra Lastenia y el personal doméstico de la casa, Víctor Emilio tomó una comisión de El

Telégrafo para traducir un libro del francés al español, cuyo título original era “Concorde

Internationale” y se tradujo como “La evolución de la paz”. Por esa época, El Telégrafo tenía la

costumbre de publicar traducciones de seriales de libros en sus ediciones de la mañana y tarde.

Ante una comunicación de don Luis Felipe Carbo recibida el 8 de febrero, Víctor Emilio le

contesta: “Estimado Don Luis Felipe: / Correspondo su muy atta, fechada en Quito el 1° del

presente. / Agradezco su fino pésame por la muerte de mi querido papá. / De conformidad con

sus indicaciones no he perdido oportunidad de tratar el asunto que nos ocupa y en El Telégrafo

del Martes 6 del presente publiqué un artículo “Las Finanzas del Ecuador en 1912” destinado

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a poner al corriente al publico del estado actual del país y de la necesidad y grandes

probabilidades que hay de salir adelante. Espero que Ud. se servirá hacer la crítica de dicho

artículo y darme las indicaciones que crea oportunas para los sucesivos. / Deseo que no tenga

Ud. novedad en su salud y créame como siempre su afmo. S.S. / VEE”.

El artículo de Víctor Emilio comienza en la tercera columna y va hasta la sexta.

Se denomina “Las Finanzas del Ecuador en 1912”

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El artículo del día martes 6 de febrero de 1912 en El Telégrafo, fue el primero de muchos que

Víctor Emilio escribiría durante su vida en cuanto al tema de las finanzas públicas del Ecuador.

Si bien no está firmado por él, escribirlo requirió entender el tema, pues era complejo, y eso nos

demuestra que su rol en la comisión que fue a Europa a negociar las varias deudas no era

decorativo sino que era realmente de trabajo arduo en negociación financiera. Luego de este,

escribió otros, también sin firma, sobre el mismo tema y sobre el saneamiento de Guayaquil.

Ese mismo día escribió a Edmond Coignet comunicándole lo mismo que a Carbo, agregando

que se había realizado la segunda proclamación de la candidatura del Gral. Leonidas Plaza, pues

la primera había quedado en suspenso por las proclamas de Flavio Alfaro y Montero y los

sucesos consecuentes. Le comentó de las renuncias que se estaban dando en el gabinete y dio su

opinión de que la situación se veía favorable a Plaza, pues había unión en el partido liberal

frente a los conservadores. Dijo: “Por lo demás la situación política y la general del país va

normalizándose y sobre todo en Guayaquil eminentemente comercial nadie recuerda ya lo que

acaba de suceder. El invierno ha sido fuertísimo y las crecientes del rio Guayas como pocas

veces recuerdan los viejos habitantes. Todos claman por la canalización. Creo que su presencia

aquí habría resuelto el problema en un momento”.

Una relación especial con el Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez

La correspondencia que veremos a continuación fue clave para el futuro de Víctor Emilio y su

familia por los próximos años. Sin el apoyo del Gral. Plaza, su destino habría sido muy distinto

al que fue, gracias a los empleos que obtuvo durante el período de influencia de Plaza. Continuó

por algún tiempo y es una correspondencia extraordinaria entre un ex presidente de la

República, hombre maduro, y un joven de apenas 20 años, que sin embargo había demostrado

garra y temple en su accionar político, así como madurez emocional a pesar de sus pocos años.

La correspondencia mantiene un tono de familiaridad y afecto poco común.

Encontrándose en la necesidad de obtener un empleo que le provea el sustento necesario para

sus presentes y futuros gastos de vida, y frente a la realidad del medio, decidió envalentonarse y

acudir al Gral. Leonidas Plaza, quien obviamente estaba en camino a su segundo mandato en la

presidencia de la república. El 9 de febrero le escribió: “Mi querido General:

Por los diarios me he informado del buen viaje que ha llevado usted a su regreso para la

capital. A pesar de todo lo ‘bueno’ que ha sido ya lo considero a usted bien cansado pero al fin

y al cabo legítimamente satisfecho. De caso pensado no fui a verlo en Guayaquil a su regreso

de Manabí: yo se bien todo lo que representa en fastidio y cansancio ese ir y venir de gente de

toda clase que rodea a quienes, como usted, se han colocado en primera línea. Despues de todo

pocos son los que saben que usted me ha distinguido con sus simpatías y su amistad desde hace

ya algunos meses y menos son aun los que saben mi decisión por usted mucho antes que la

fortuna lo pusiera de nuevo en el mismo camino que antes recorriera con la suerte suficiente

para convertirse en pauta y modelo de comparación para argumentar contra los que le

siguieron en la misma senda de pesares y amarguras; pesares y amarguras que se descargaron

sobre el pueblo que la víspera no los tuvo, que fue su mandatario el que los había sobrellevado.

Me atemorizaba pues, la idea de que se me crea oportunista en el preciso momento de mi vida

en que necesito conservar el primer paso dado con honor sin dar ante el concepto publico un

traspié.

Pensando en lo mismo me prive de ocupar a usted en un asunto personal mio que la bondad de

Don Pedro Valdez llevó acertadamente a su conocimiento. Don Pedro fue tan amable que me

mostró su respuesta.

Sucede que no hay en Guayaquil hoy por hoy una ocupación provechosa para un joven como yo

y en mi situación: fuera de cargos comerciales que nunca llevan al que los ocupa mas allá de

los límites de las medianías, nada hay en qué ocuparse lejos de la administración publica,

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convertida desgraciadamente en proveedora de comida para medio Ecuador por causa de la

corrupción desmoralizadora de la administración del General Alfaro. Nadie piensa hoy en

sacarle pan al Oriente y a tal estado han llegado las cosas que sería una locura meterse en esas

empresas hoy (…) Yo creo que la obra mas beneficiosa que tenemos derecho para esperar del

próximo gobierno será el estimulo para los que se dediquen a la Agricultura sea en el Oriente,

sea en la región interandina donde el agua se va sin que la aprovechen y aun en las grandes

extensiones de Manabí y Esmeraldas. Ese dia se acabara la empleomanía porque todo el mundo

preferirá su independencia; y ese dia será también posible gobernarnos, por que hoy la carga

mas pesada del gobernante y la razón única de las revoluciones es exclusivamente el hambre de

una mitad de ecuatorianos que le quieren quitar la comida a la otra mitad empleada.

Gracias al trabajo de mi papá, me ha quedado lo suficiente para vivir modestamente, pero no

creo que un joven de 21 años haga el papel de rentista cobrando mensualmente los

arrendamientos de sus casas y durmiendo el resto del tiempo. Necesitaba pues un trabajo

apropiado para mi, que no me hiciera descender de la situación en que he estado colocado,

(cosa que aceptara decididamente si llegare el dia de descender), en fin un trabajo que yo

pudiese desempeñar con acierto de modo que resultase el hombre para el empleo y no un

empleo para un hombre. Con estas razones me fije en la Capitanía del Puerto de Guayaquil

que creo poder servir ya por mis conocimientos de idiomas, por el roce de mis viajes, y por algo

que aprendí de marina durante el tiempo que estuve embarcado en el Marañon. Ojala pueda

obtener esa ocupación o cualquier otra en la que haya que hacer.

Por don Julio (Icaza) supe que usted había preguntado por la fecha de mi matrimonio con

Isabel. No creo que pase de 2 meses la fecha que fijaremos o sea mas o menos los primeros días

de Abril. Estoy pensando en si usted podría estar presente como me lo había ofrecido para

actuar como testigo del contrato civil. Ojala le fuera posible porque a ese respecto estoy tan

entusiasmado hoy como lo estuve el dia que le pedí el servicio en su escritorio del Ministerio de

Hacienda. Si hoy es exigencia no lo se y naturalmente su resolución cualquiera que sea me

satisfará porque se que si no viene será porque alguna cosa útil o importante le ocupa, y no soy

egoísta para pensarme el preferido, en caso tal.

Deseo que haya tenido buenas noticias de su familia en New-York; le ruego dispensar la

molestia que le da y el tiempo que le quita esta carta, y reciba un saludo de su afectísimo

servidor y amigo / VEE”.

El Gral. Plaza le contestó el 14 de febrero: “Señor Don Víctor E. Estrada / Guayaquil

Mi querido amigo:

He recibido, con verdadera complacencia, la amable carta de U. datada en 8 del actual.

Agradézcole muy de veras, fiar los votos de simpatía que tan discretamente sabe Ud.

dedicarme; y me es particularmente grato expresarle que correspondo á ella con verdadera

cordialidad, y que hago el merecido aprecio de las prendas personales de U, prendas de

inteligencia y corazón.

Aplaudo yo su decisión por aprovechar el tiempo en labor apropiada á sus facultades; esa

debiera ser la norma de conducta de nuestra juventud, si aspira á ser llamada á los altos

destinos de la vida.

Según prometí en Guayaquil á Don Pedro Valdez, me preocupé apenas de llegado en esta

Capital, de interesar en pro de los deseos de U. al Gobierno; mas el Sr. Ministro de Guerra y

Marina me manifestó hallarse en imposibilidad de remover al Capitán del Puerto del Guayas,

quedándome así á esperar que sea ocasión mas propicia la que se me ofrezca, de servir á U.,

con todo agrado.

De añadidura, viene al caso, y no hallo reparo en decírselo á U. – la situación en que respecto

del Gobierno he venido á encontrarme. Desconfianza, vacilaciones, y un cierto ánimo de

hostilidad que no solamente no son para franquearse vías de entrar con él en perfecta

correspondencia, sino para menoscabar el interés que me inspiran mi Patria y su bienestar

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presente y futuro. De suerte que no son propicias las circunstancias para propósitos como el

que por U. abrigara, prometiéndome realizarlos tan pronto como ellas deriven en mejor sentido

de las cosas.

Entre tanto un saludo de su afmo amigo y obsecuente servidor. / L Plaza G”.

Quedaba entonces muy claro que la hostilidad del Gabinete hacia Víctor Emilio continuaba, y

para ello se prestaba el Gral. Juan Francisco Navarro, a quien Víctor Emilio prácticamente puso

en su puesto luego de la revolución del 11 de agosto. Esa ingratitud fue una nueva lección de

vida para Víctor Emilio, en un momento que necesitaba del apoyo de quienes se habían

beneficiado del que él les dio. Parecería que a Navarro se le habían subido los humos a la cabeza

y que su memoria era corta.

El día 20 de febrero se decidió escribir a Luis Felipe Carbo en relación con el tema empréstito:

“Estimado Don Luis Felipe:

Aunque no he sido favorecido con la respuesta que esperaba a mi carta de fecha 8 del presente

mes, me decidí sin embargo a escribir otro artículo mas para el TELEGRAFO, con motivo de

un despacho telegráfico que se publico ayer aquí, y relativo á empréstito. A juzgar por la cifra

que fija dicho telegrama he comprendido que es la propuesta de ustedes la que se pone a

discusión y siguiendo esa orientación volvi sobre el tema en el citado periódico. La falta de

noticias suyas no me anima a abordar el tema por todos los lados que es posible: si usted me

diera una norma de procedimiento quizás le serviría de algo aquí, donde no tengo ahora casi

nada que hacer. El TELEGRAFO recibe con la mayor buena voluntad mis artículos y no es de

desperdiciar esa ventaja, sobre todo sabiendo lo que es la prensa aquí.

Conservese bueno y reciba un saludo de su afmo servidor y amigo / VEE”.

Ese mismo día escribió también a Edmond Coignet poniéndolo al tanto de la situación a ese día.

El 21 contestó la carta que le envió el Gral. Plaza el día 14:

“Mi querido General:

Fui favorecido con su atta carta fechada en Quito el 14 del presente y le agradezco por las

gestiones que hizo con el Sr. Ministo de Guerra para obtener el cargo de Capitan de Puerto

para mi. Parece que aquella resolución de separar a quienes sirvieron la Dictadura del pobre

Pedro, tiene sus excepciones, una de ellas el amigo Andrade ex–comandante del ‘Bolívar’ para

la revolución.

No me ha estrañado la manera como ha estado procediendo el Gobierno para con usted, pues

quedando como queda un rezago de elemento corrompido en el Ministerio, no es seguramente

el camino recto por donde van a caminar. Ese Ministro tiene que ver por su porvenir antes del

de la Patria. Sin embargo la situación resulta falsa para el Gobierno si persiste en acatar a ese

intrigante porque no creo que Navarro pase por alto el punto del partido a que pertenece el

elemento Tobarista, sino él mismo, y creo que a pesar de la rudeza militar de mi amigo el

General Navarro, no dejará de comprender que es este el momento psicológico del partido

liberal y que tienen ellos entre manos el modo de hundirlo o afianzarlo para siempre. Asi pues

la situación del Gobierno, dado el personal de provincias, liberal en su mayoría, y el personal

del Ejercito en su mayoría Placista, resulta mas mucho mas falsa que antes del 11 de Agosto

cuando Alfaro aun tenia entre sus incondicionales cierto prestigio. El pretexto del civilismo

bien sabe Díaz lo que vale para ponerlo como fantasma ante el desorden. Pretender que el país

se gobierne con la pluma de los poetas y las teorías de Platon después de una época de

desorganización y de caos es una utopia.

Yo no se como no aprecia esa gente las excepcionales condiciones de la situación de usted que

contando con su espada, la de sus numerosos amigos militares y al mismo tiempo con la gran

masa del partido liberal CIVIL realiza asi el desiderátum : Gobierno civilista sostenido por

elemento militar.

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En fin General, las cosas necesarias en esta vida siguen un camino que ningún hombre es capaz

de torcer y lo que el país necesita será lo que suceda: aun parece que hay algún escapado de la

última justicia suprema y está buscando él mismo, el modo de cortarse su vida pública.

En su respuesta a mi carta anterior ha olvidado usted lo referente a mi matrimonio. Comprendo

que le será imposible asistir personalmente de modo que yo le avisare la fecha precisa para que

nombre su representante.

Ojalá su salud sea buena y tenga noticias agradables de su familia. Reciba el afectuoso saludo

de su amigo y servidor / VEE”.

Para fines de febrero comenzó el proceso de la repartición de la herencia de don Emilio, y cada

uno de los herederos tomó posesión de lo que le correspondía y estaba disponible en ese

momento. Víctor Emilio continuó con el problema de falta de efectivo, pues la liquidación del

remanente no sería rápida ni tampoco lo sería la asignación de los bienes inmuebles, bonos y

acciones testadas informalmente. La familia seguía ocupando la casa y ella seguía sin producir

mayores ingresos y más bien generaba gastos continuos.

Entre el 5 y 6 de marzo se dio en Quito un episodio que fue una vergüenza para el partido

liberal: Carlos Freile Zaldumbide se había declarado candidato presidencial, pero era obvio que

no tenía la menor posibilidad de ser electo, y él mismo lo sabía, pues había demostrado ser

pusilánime ante situaciones de crisis. Por esa razón, el mismo Freile y el Ministro de Relaciones

Exteriores, Tobar, motivados por el Ministro de Gobierno, Díaz, trataron de dar un golpe a favor

del ministro Tobar, que también se había declarado candidato presidencial liberal. El Gral. Juan

Francisco Navarro, ministro de guerra y marina, se opuso tajantemente, y desenmascaró a los

tres conspiradores principales como conservadores encubiertos. Tobar, con el respaldo y

corroboración del Gral. Leonidas Plaza G., había jurado ser liberal y eso le había ganado el

puesto en el gabinete de don Emilio, quien se había opuesto inicialmente a ese caballero por

considerar dudoso su declarado liberalismo. ¿Fue engañado el Gral. Plaza y por ende don Emilio

también? No lo hemos podido determinar. Lo cierto es que la candidatura de Tobar competía

con la del Gral. Plaza y Navarro apoyaba a Plaza. El ministro Rendón Pérez se vio en una

situación tan incómoda que decidió renunciar sin pronunciarse por una de las partes, siendo

reemplazado de inmediato por el Gral. Julio Andrade, quien se declaró por Tobar. El ministro

Intriago se pronunció por Plaza y al igual que Navarro, no renunció a su puesto en el Gabinete.

El Gral. Julio Andrade, subjefe de estado mayor de Plaza y ahora Ministro de Instrucción

Pública, había realizado el trabajo necesario para comprometer los varios batallones

acantonados en Quito a favor de Tobar, pero las acciones del Gral. Navarro, inicialmente solo y

luego con el apoyo del Gral. Plaza, lograron revertir la situación y los conspiradores, al dar el

golpe, se encontraron aislados en el cuartel de la policía, con el apoyo de solo una compañía y la

oposición de las demás. La situación dentro del cuartel se complicó, al punto que alguien de

adentro disparó contra el Gral. Andrade, quien murió al poco rato. Con esa trágica muerte, se

acabó ese intento revolucionario que los triunfadores consideraron conservador, pero que los

involucrados declaraban como liberal disidente del liderado por Plaza.

La crisis concluyó con la renuncia del encargado del Poder Ejecutivo, Sr. Freile, quien fue

reemplazado por el último presidente de la Cámara de Diputados, Sr. Francisco Andrade Marín.

También renunciaron los dos ministros conspiradores, Díaz y Tobar, y murió trágicamente el

flamante de Instrucción Pública y ex Jefe de Estado Mayor del Ejército, Gral. Andrade.

Así, concluyó un nuevo intento de golpe, que habría usurpado ilegítimamente el Poder Ejecutivo

El Gral. Plaza contestó un poco tardíamente la carta del día 21 de febrero. Lo hizo el 5 de

marzo, de tal forma que para el día 10 de marzo, Víctor Emilio le vuelve a escribir sin haber

recibido todavía la del 5 y por ello veremos estas interesantes cartas en el orden que fueron

recibidas en vez del que fueron escritas.

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“Guayaquil, Marzo 10 de 1912

Sr. General Leonidas Plaza G. / Quito

Mi querido General:

Supongo que llegaría a sus manos la última mía fechada el 21 del pasado, y en la cual le

agradecia sus gestiones tendientes a mi nombramiento como Capitan del Puerto de Guayaquil.

Le hablaba también en esa mia de la situación política de entonces y veo que no me engañaba

en mis suposiciones. La solución que ha tenido todo satisface no solamente los intereses del

partido liberal sino también que garantiza al país entero su entrada definitiva en las vías de

tranquilidad y adelanto de que tanto necesita. Lamentablemente en medio de todo la muerte del

General Andrade cuyos servicios como militar juzgo eran preciosos para el país. Aunque de

parte de sus amigos políticos hubo ligereza -excusable por cierto en todo momento álgido- al

pretender proclamarlo a usted como Jefe Supremo sin embargo usted merece la felicitación del

partido liberal por que hoy ha manifestado usted que su modo de pensar no ha variado en la

practica como no varió después de Agosto cuando esos mismos amigos suyos encausaban la

política por el sendero personalista. Entonces como ahora usted se sobrepuso y ese gran merito

en nuestros países corrompidos por el caudillaje y de atmosfera viciada por la opresión, ese

merito le decía vale mas que las glorias que se llevo usted en la sangrienta campaña ultima.

Hablando con Don Julio Icaza me decía que quizás sería preferible que yo fuese este año al

Congreso como Diputado por Los Ríos u otra provincia pudiendo después ocupar la Capitania

de Guayaquil. En esto usted y nadie mas que usted puede ser el arbitro y le ruego pues decirme

lo que piense al respecto. Dado caso que las listas de Congresistas no admitan variantes,

ruegole pues ordenar mi nombramiento de Capitan del Puerto de Guayaquil porque la

ociosidad en que vivo no puede ser menos que perjudicial.

Mi amigo Adolfo Gómez se ha visto en dificultades para posesionarse del puesto de Cajero de

Policía o Vista de Aduana, nombramientos ambos que tiene en su poder y que Don Pedro

Valdez se niega rotundamente hasta ayer hacer efectivos. Si a la fecha que usted recibe la

presente no hubiere sido posesionado, lo cual le avisare, seria de desear que no permita usted

mas tiempo la injusticia sin nombre que se esta cometiendo con el pobre Adolfo que necesita

ganar para vivir.

Esperando sus gratas noticias, y con mis deseos de que usted y los suyos ausentes gozen de

salud, repitome como siempre su amigo y servidor, / VEE”.

Y la carta del 5 de marzo recibida después:

“Sr. Dn. Víctor Emilio Estrada. / Guayaquil.

Querido amigo mío:

Estoy de perfecto acuerdo con Ud., respecto de la manera de apreciar la situación actual de la

política y encuentro perfectamente justos y lógicos los conceptos de su carta de 21 del próximo

pasado.

En cuanto al Sr. Gral. Navarro mi concepto es el de que como militar y como liberal se está

portando con absoluta corrección en cuanto se relaciona con la política de actualidad.

El y el Sr. Intriago son los que mas defienden y mantienen en alto la bandera liberal dentro del

Gobierno.

Cuando señale Ud. la fecha de su matrimonio no olvide indicármela, á fin de designar á alguno

de mis amigos para que me haga el honor de representarme como testigo en la ceremonia.

En la primera oportunidad tendré el agrado de transmitir á mi familia sus atentos recuerdos.

Con especial afecto me es grato reiterarme de Ud. atto servidor y amigo. / L Plaza G”.

A continuación, carta del 20 de marzo en que el Gral. Plaza responde a la del 10 que le envió

Víctor Emilio: “Mi querido amigo:

Nuevamente me es grato decirle que coincidimos en la manera de apreciar la situación actual

de la política; y en cuanto á sus conceptos respecto de mi actuación, se los agradezco,

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sinceramente, por lo benévolos; mas esa ha sido y será mi manera de proceder y de pensar

siempre.

Gustoso indiqué ya su nombre para que figure en la lista de Diputados por la Provincia de Los

Ríos, tanto mas cuanto que Ud es un joven liberal independiente que goza de prestigio.

Apenas recibí el telegrama de Octavio Icaza me puse al habla con los tres Ministros Ayora é

Intriago y conseguí arreglar el asunto relativo á Adolfo Gómez, que Ud me recomienda.

Me reitero de Ud., afectuoso amigo y obsecuente servidor. L Plaza G”.

Podemos ver la preocupación de Víctor Emilio por el bienestar de su amigo y futuro concuñado

Adolfo. Esa preocupación por el bienestar de sus allegados consanguíneos y políticos la

mantendría durante toda su vida, como veremos en las páginas subsiguientes, a pesar de

interludios tormentosos en las relaciones, que luego de escampar lo que lograrían sería reforzar

el apego que sentían mutuamente.

El 26 de marzo recibió desde Hamburgo los documentos de embarque de los muebles que había

comprado para su nuevo hogar. Los Stagg habían realizado un muy buen trabajo, pero por

razones de amistad se negaban a cobrar por sus servicios. Víctor Emilio le insistió a Luis,

hermano de Antonio, que del sobrante que le habían ahorrado, cobraran la comisión respectiva.

Tendría muebles nuevos para su casa, pero no tenía casa donde ponerlos, pues la de su padre,

actualmente suya, estaba completamente equipada. Sus hermanas y doña Lastenia se llevarían

algunos muebles a medida que se cambiaban a sus propias casas, pero mientras tanto, los

muebles nuevos tendrían que ir a una bodega.

Carlos, uno de los hermanos Stagg que vivían en Hamburgo y ejercía el Consulado del Ecuador,

le pidió que intercediera con el futuro Presidente para poder mantenerse en su cargo. Una

lamentable confusión por parte de Plaza, con su hermano Antonio que se estaba quedando ciego,

le costó el puesto, pues por la confusión el cargo le fue dado a don Luis Adriano Dillon.

A fines de marzo o comienzos de abril el general Navarro estuvo en Guayaquil y Víctor Emilio

logró entrevistarse con él para insistir en el puesto de Capitán del Puerto. El Gral. Plaza había

continuado presionando a Navarro al respecto, así que le comunicó a Víctor que resolvería el

problema a su favor tan pronto cambie de destino al actual Capitán. Con fecha 7 de abril Víctor

Emilio le escribe al Gral. Plaza: “Querido General:

Oportunamente recibí su atenta respuesta a mi anterior. Le agradezco una vez más su

intervención en favor mio. Creo que ya el General Navarro está resuelto a nombrarme Capitán

de Puerto en éste, según ofrecimiento personal hecho en su último viaje a Gquil. Creo que la

diputación por los Rios no es cosa hacedera. Lo siento porque hubiera podido servirlo a usted

en el próximo Congreso, sirviendo por supuesto al Pais. Sin embargo si va don Alberto Reina,

se ganará con el cambio porque es hombre de más peso que yo y amigo suyo también. Con todo

si logro obtener la Capitania de Guayaquil, le serviré en esa esfera con el mismo cariño que le

sirva donde este y en la situación que me encuentre.

Hace días que he querido escribirle pero supuse que la tarea elecionaria le absorvia tiempo y

paciencia. Aunque eso era cosa sabida sin embargo la consumación del hecho determina el

comienzo de las dificultades, molestias etc, etc. que forman la vida del Gobernante y de las que

deseo salga usted tan airoso y bien querido como en la ocasión pasada.

Cumpliendo su indicación le comunico que mi matrimonio se efectuará en familia por mi duelo,

el 19 de abril, de modo que usted se servirá nombrar la persona que lo representará como

testigo. Otro testigo será don Pedro Valdez y como amigos solo invitaré tres o cuatro como el

Dr. Tamayo, Don Luis (Adriano, no Napoleón) Dillon, José Miguel Rivadeneira y mi tio Luis

Sciacaluga representado por Don Julio, pues mi tío es ciego. Mucho siento su ausencia pues sí

hubiera sido para mi una satisfacción su presencia en el acto. Asi creía yo que sucedería

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cuando en Octubre del año pasado le rogue fuera usted uno de los testigos, pero tanto ha

ocurrido desde entonces que mi deseo no tiene cabida hoy.

Con el mismo cariñoso respeto de siempre quedo su servidor y amigo / VEE”.

Capítulo 15 – Matrimonio

Matrimonio con María Isabel Icaza Marín

Se acercaba ya la fecha del matrimonio. La fecha prevista se cambió al viernes 20 de abril.

Se enviaron a hacer dos grupos de sencillos partes del matrimonio, los que fueron repartidos

durante la semana anterior a un pequeño grupo de personas por razón del duelo del novio.

Y también el parte que venía solo de los novios:

Hay algunas cosas que no están muy claras respecto al

matrimonio eclesiástico. Teniendo a media cuadra la

iglesia de San Agustín y a dos la Catedral y la modesta

iglesia de El Sagrario, no se explica por qué la

ceremonia se realizó en la casa de los padres de la novia.

¿Era tal el luto del novio que no podían casarse en una

de las iglesias? El matrimonio eclesiástico se realizó en

la casa y se registró en la Parroquia de El Sagrario, de tal

forma que no había exclusión del novio por razones

políticas. Por otro lado, se acostumbraba realizar

matrimonios religiosos en las casas.

Tampoco existen fotografías del matrimonio, algo muy

extraño para un joven a quien le gustaba mucho la

fotografía, pero en cuanto a esto, puede haber una

explicación que veremos más adelante.

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El fin de semana anterior al matrimonio, del viernes 12 al domingo 14 de abril, Isabel con su

familia lo pasaron en Playas del Morro y Víctor Emilio estuvo con ellos. Durante ese fin de

semana él se inspiró y escribió una de las cartas más bonitas y sentidas de su vida, la cual se

llegó a conocer en la familia como “Carta a mi novia”. El texto, de 23 páginas escritas a

máquina por Víctor Emilio, está lleno de profundos sentimientos que él había aprendido en su

hogar, con la inspiración y guía de El Carácter, de Samuel Smiles y The Royal Path of Life de

T.L. Haines y L.W. Yaggy, ambos preciados libros de la biblioteca de su padre, don Emilio, los

cuales se salvaron de desaparecer en el incendio de 1896. Aquí citamos extractos de algunas

páginas:

“Playas del Morro, Abril de 1912.

Mi querida Ysabel:

Pocos días más i la bendición de Dios habrá consumado la unión de nuestras almas i fundido

nuestro porvenir.

Generalmente se piensa i dice que esa sociedad como la que vamos a formar, debe ser tan

duradera como lo sea la vida de los contrayentes: tal fue la mente de Jesús al instituir como

Sacramento el matrimonio.

Pero tan bella concepción no pocas veces resulta fallida o ilusoria por causas varias. Las

pasiones humanas, las diferencias de educación social y doméstica, los ejemplos recibidos

dentro i fuera del hogar, la poca práctica de las virtudes, los prejuicios i creencias religiosas, la

usurpación de obligaciones i deberes, el carácter personal, causas son que contribuyen

poderosamente para destruir de improviso, o lentamente a veces, la paz que debe caracterizar

la vida del Hogar. (…)

Mi objetivo es el de resumir, bosquejar a grandes rasgos, cuadros de la vida tal cual yo los he

podido apreciar, tomando los colores allí donde mi observación ha logrado algún detalle o mi

experiencia recibió alguna lección.

-I-

Las pasiones humanas ocupan lugar prominente en las relaciones de dos individuos, desde que

por una razón cualquiera se asocian en cualquiera forma. (…)

Paréceme que todo aquel que aspire a realizar a conciencia los altos fines del matrimonio debe

llegar previamente a un conocimiento exacto o al menos aproximado de sus pasiones,

valorizándolas i preparándose a neutralizarlas i a dominarlas después en la vida del Hogar.

Un metódico cultivo del carácter llevará seguramente cerca de esa meta i así habremos

conseguido cegar una de las fuentes de mayores desengaños de las muchas que amargan la vida

conyugal. (…)

Conócete i llegarás a adquirir esa filosofía de la vida; filosofía cristiana sin reveses ni

distingos, filosofía de amor i de bondad, que, anonadando las pasiones que algún día pudieran

germinar en tu corazón al soplo de las vanas contrariedades de la vida, hará que ‘el más puro

de tus placeres sea ver en mí un hombre bueno i sumiso, cuando a fuerza de suavidad i gracia

me hayas vuelto tal’. (…)

Directamente relacionado con todos los actos de la vida está el carácter, aquel distintivo

personalísimo de cada cual, en el que parecen juntarse en curiosa amalgama los distintivos de

las tres edades (…)

No puede haber más brillante victoria que la conquista del carácter. Aquel que consiga

apoderarse del propio, dominarlo i reprimirlo, con mano segura i firme tendrá hecha la mitad

de la jornada.

I si en todo tiempo el carácter necesita atención, ¿cómo no la exigirá mui particularmente

durante el matrimonio, en esa perenne relación de dos deseos, de dos voluntades que en la

práctica deben reducirse a una? (…)

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Mucho hai que tomar en cuenta el ejemplo del hogar paterno, i para mí es de lo más placentero

conocer que en tu casa has intervenido en el arreglo del salón en día de baile, con el mismo

interés que a la cocina entras para disponer algún potaje, i que a tus sobrinos lidias i que a las

cabeceras de tus queridos enfermos velas con cristiano cariño, con tu obra de tejido en mano, i

que eres buena hija i buena hermana, i que de los días del año pocos son los que pasas fuera de

tu casa. Nada de esto me lo he dejado decir sin observarlo i de esto te hablaré al fin de estas

líneas, pero ya, ahora debo decirte que son esos tus mejores adornos. (…)

A ella pues, la suma de autoridad necesaria para organizar i dirigir (el hogar, la casa familiar).

El papel del esposo debe limitarse a un prudente consejero o consultor para todo aquello que se

relacione con el movimiento mecánico interior de la casa, dejando en suma á su esposa como

Reina del hogar. (…)

El matrimonio no es seguramente un círculo de hierro en el que han de dar la misma vuelta

diaria la mujer i el hombre. Es un recíproco deber escogitar los medios de reposar el espíritu

alejándolo por momentos de la rutina casera. Un modo de conseguirlo es cultivar buenas

amistades, cosa difícil en verdad. (…)

La lectura es afición tan interesante tan importante en la mujer como en el hombre.

Requiere especial cuidado i al igual que para las amigas, hai que ser cautos al escoger los

libros que son los verdaderos ‘íntimos’ i ‘mejores amigos’ cuando son bien escogidos.

Es cosa corriente que entre las lecturas de la mujer ocupa la novela mayor proporción.

Reniego de esa anomalía, mui explicable sin duda, pero tengo vivo deseo de verte embebida en

la lectura de mi biblioteca, que será tuya, i en la cual no tengo sino mui contadas novelas.

Cierto es que este tipo de lectura tiene el incentivo de incidentes, episodios i relatos tan

variados i curiosos, pero te aseguro que mayores encantos hallaras en las obras de Smiles, de

Severo Catilina, de Manuel Moreno, sobre todo, si prefieres dejar de engañar al espíritu con

cuentos i fantasmas, aventuras i proezas, i en cambio tratas de cultivar el alma con la filosofía

amena, natural, convincente de Smiles, o la dulzura arrobadora de la poesía de Moreno.

La diferencia entre esas lecturas es sencillamente ésta: con las novelas llenas i preocupas

momentáneamente la imaginación; con las obras de Smiles i de Moreno o sus tantas similares,

siembras profundamente el alma, cultivas el corazón, sin dejar también de deleitar el espíritu

con la variedad de los asuntos en Smiles o la cadencia del metro en Moreno. (…)

No hai duda que el amor es sentimiento que brota espontáneo i generoso, i que las más de las

veces lo determina un modal gracioso, una manera desenvuelta, quizás un adorno bien llevado,

la gracia, el gesto cultivados i estudiados, o un par de ojos que dejaron asomar una chispita de

alma… cuántas veces un no sé quó. Enigma es este que intenten otros descifrar.

Pero si te digo, que equivocado va el que fundare su porvenir en base tan movediza.

Belleza, donaire, gracia, brillo, lazos i cintas, trajes i relumbres son simples conquistadores que

cultivan i tiranizan hasta el extremo de secar ojos i tapar oídos.

Por mi parte, querida mía, no es a esos atractivos a los que mi corazón entrego i mi porvenir

confío: es a tus virtudes que constituyen tu belleza moral infinitamente más adorable que tu

figurita tan llena de donaire, tan rebozante de esa naturalidad que traduce en modales la

belleza del alma, tan nítidamente como la imagen se reproduce en la tranquilidad del agua. (…)

No he confiado mi porvenir al primer impulso de mi corazón sino al maduro examen de la

razón. (…)

Puede que la suerte cambie de hecho la faz de mi vida, rodeando de asperezas nuestro camino,

pero ellas no serán originadas por ti ni por mí, i juntos hemos de ir para salvarlas, i juntos

llegaremos vencedores o vencidos a la meta de la vida, pero a ella voi mejor que muchos que

lloran en su compañera la ausencia de esas virtudes que escudan en la adversidad i consuelan

en la desgracia. (…)”

Y a continuación una parte de la carta que es valedera no solo para su novia sino para todos los

nuevos matrimonios y sus descendientes:

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“Voi ahora a hablarte de un tema mui digno de reflexión para quienes como nosotros tenemos

la obligación de mirar por el mañana.

Me refiero al ahorro i a sus enemigos capitales, la ostentación, el lujo, el orgullo.

Debo advertirte que escribo con conocimiento de causa i causa no mui buena para mí: yo no he

practicado el ahorro. Nacido, crecido i vivido sin que nada me faltase, en un hogar no rico pero

sí holgado, el cariño sin límites de mis padres siempre dispuesto en mi favor, el deseo en su

origen satisfecho, la seguridad del amparo amoroso del hogar, nada seguramente fue causa que

en mi niñez me indujera a pensar en el mañana.

Pero ahora, con mi hogar disuelto por la muerte i en víspera de rehacerlo contigo, reflexiono i

calculo el dinero desperdiciado en estos últimos años de mi vida sin atinar para él ninguna

provechosa inversión. Por eso te digo que escribo con conocimiento de causa, i nó porque haya

ahorrado sino porque estoi en situación de valorizar lo que significa no ahorrar. (…)

La sociedad sud-americana tiene en sus venas mucha de aquella sangre que Cervantes encontró

en las venas de Don Quijote. La vida social en los pequeños países de América tiene mucho de

ficticia i en ella salen a flote los rezagos del carácter que nos imprimió la conquista, en la

forma de orgullosa ostentación externa a cambio de hambres i privaciones internas. (…)

Las familias al disgregarse no siempre quedan en idénticos niveles de fortuna, i tampoco la

dicha acompaña con igual voluntad i prodigas larguezas a los miembros que forman nuevo

hogar, i en tal caso la diversidad de medios puede engendrar en un espíritu poco preparado,

graves trastornos, hijos de tonta emulación, que conducirían a los unos a falsa ostentación i a

otros a imperdonable envidia. (…)

Abro mi corazón al recuerdo i acariciando la idea de volver a encontrar en ti la Paz y el

sosiego que la suerte me acaba de arrebatar, elevo mi plegaria ardiente a la memoria de mis

padres, pidiéndoles que de Allá bendigan el nido que mañana vamos a formar i que su

bendición nos traiga aquella felicidad primitiva i cristiana con que Dios arrulló mi primer i

dulce hogar.

Tuyo

V E Estrada”

Esta carta, abreviada por necesidad, es una de las declaraciones de amor más profundas y

bonitas que se pueden encontrar. Sería la guía de ruta de un matrimonio feliz por muchos años,

hasta que el sendero recorrido tomaría cierto desvío, para luego regresar al camino original.

El matrimonio se realizó el sábado 20 de abril, según reseña de El Telégrafo en su edición de la

mañana del día 21, en su primera página.

El matrimonio civil se lo realizó en el Registro Civil en la tarde, con la concurrencia de los

testigos que firmarían el libro de registro y unos pocos amigos.

La ceremonia fue expedita y el grupo salió cada uno a sus casas para descansar y prepararse para

la ceremonia religiosa en la noche, en la casa de la novia. Tanto por el duelo del novio como por

el tamaño de los salones de la casa, el número de invitados fue muy limitado.

Estuvieron presentes las familias consanguíneas y políticas de los dos novios y los amigos

íntimos de ambos. Víctor Emilio lamentó la ausencia de su querido tío Luis Sciacaluga, quien

poco salía de su casa debido a su ceguera, pero en la tarde lo habían visitado con Isabel para

pedirle su bendición.

La residencia de los Icaza Marín estaba en la acera oeste de la calle Pedro Carbo N° 1019, entre

Sucre y Colón.

Fue un momento de expansión y regocijo para todos, en especial para el novio, a quien se le

informó que ese día se había expedido su nombramiento como Capitán del Puerto de Guayaquil.

Como el matrimonio era ya un hecho desde el día del compromiso, en septiembre de 1911, don

Emilio había encargado, como regalo de matrimonio para su hijo y nuera, un juego de cubiertos

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de plaqué, muy completo, el cual les fue entregado por doña Lastenia. Aquí una pequeña

muestra de sus piezas, en este caso, los varios tenedores.

Los novios habían tomado un apartamento en una casa ubicada en las calles Industria y

Huancavilca, lo que puede parecer extraño habiéndole sido asignada al novio la propiedad de la

casa paterna en la calle 9 de Octubre, pero la situación era muy sencilla: Ellos querían tener la

independencia que no tendrían en la casa donde vivía toda la familia del novio, y la esposa

entraría como nueva en una casa que tenía ya una organización propia. Víctor no quería roces

con sus hermanas ni con su madrastra.

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El nombramiento como Capitán del Puerto de Guayaquil e Inspector de Faros era un magnífico

regalo dado al novio por el Ministro de Guerra y Marina, general Juan Francisco Navarro y el

Comandante en Jefe del Ejército y Presidente electo, general Leonidas Plaza Gutiérrez.

Navarro comentó a Plaza que lo había impresionado mucho la charla que tuvo con Víctor en su

último viaje a Guayaquil, pero eso es un poco sorprendente, dada la bastante cercana relación

que mantuvieron estos dos personajes desde el 11 de agosto de 1911 hasta la salida de Víctor

Emilio en la misión negociadora de las deudas nacionales. Navarro vivió lo mismo que los otros

ministros, aunque no sabemos si lo afectó como afectó al ministro Díaz. Tal vez no, pues Víctor

Emilio tenía un apego muy grande por todo lo militar, de tierra y mar, al tiempo que estaba

adquiriendo una marcada aversión a la política; y aunque no lo dice, es muy posible que pudiera

ver a través del velo que cubría al verdadero Octavio Díaz como manipulador y dúplice, y el

peligro que representaba para su padre. Con Navarro la relación tiene que haber sido distinta,

pues don Emilio también entendía -y muy bien, de asuntos militares, de tal forma que una vez

superado su disgusto por haber perdido al Gral. Franco como ministro, aceptó a Navarro, quien

se desempeñó a satisfacción del Presidente, sin haber quedado registrado ningún incidente.

Navarro estaba muy pendiente de Víctor Emilio, al punto que a su retorno de Europa a través de

Paita, Navarro se dio el tiempo de advertirle que se mantuviera al margen de la vorágine política

del 26 de enero y días posteriores. Navarro bien podía haberse quedado callado y dejar que el

joven se vea involucrado en los acontecimientos políticos. No nos habría asombrado si, a falta

de esa advertencia, se metía a tratar de defender a Montero, por los estrechos lazos que forjaron

desde aquellos días en el Ingenio La María, lo que podría haberle costado la vida.

A continuación vemos un extracto publicado en El Telégrafo, el lunes 22 de abril en la edición

de la mañana, de la Orden General de Ejército y Marina, así como el estado del tráfico portuario

en ese día:

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El 20 de abril le escribió el Gral. Plaza: “Muy estimado amigo: / No fue posible conseguir que su

primo Aubert regresara al Resguardo, porque el Ministro Becerra sostiene á Drouet, y por esto

en dos ocasiones que le ví le dije que busque alguna otra cosa que pueda convenirle para

recomendarle: después me fui á la Ciénega y no lo he vuelto á ver más, pero tengo la mejor

voluntad de servirle. / De la Ciénega telegrafié á mi sobrino Alberto Guerrero M. para que me

representara en la ceremonia de su matrimonio que se habrá verificado antier: hago los votos

más fervientes porque sea la felicidad la inseparable compañera de tan simpático hogar. / Creo

seguro, como dije a Octavio (hermano de don Julio Icaza), que Ud. será nombrado Capitán del

Puerto, porque Juan Fco Navarro ha venido muy bien impresionado de Ud. / Con un afectuoso

apretón de manos me suscribo de Ud. su muy atto. Amigo S.S. / L Plaza G”.

Como vemos, la carta, escrita el mismo día del matrimonio y del nombramiento, trae consigo

noticias que se habían consumado.

El Gral. Delfín Treviño, Jefe de la III Zona Militar en reemplazo de Montero, le escribió a

Víctor Emilio el día 22 de abril en la mañana por medio de carta entregada en sus manos,

felicitándolo por su nuevo estado civil e indicándole que se puede posesionar del cargo ese

mismo día, como en efecto así lo hizo de inmediato, y empezó a trabajar en la tarde, de tal forma

que los novios no tuvieron luna de miel. El acuerdo como Capitán del Puerto había sido

expedido por el ministro Navarro el 19 de abril.

Capitán del Puerto de Guayaquil

Lo primero que hizo fue tener una reunión con todo el personal de la Capitanía. Se enteró que su

antecesor, a pesar de ser un excelente marino, había dejado pasar ciertas cosas, como por

ejemplo, la renovación de las matrículas de los capitanes de buques. Un caso en particular

destacó, el del capitán fluvial Luis Aguirre Overweg, quien había obtenido su matrícula de

capitán de buque fluvial en 1908 y después de ello no la había renovado periódicamente, ni

había sacado su matrícula de Capitán de Altura, como lo exigían los reglamentos para

embarcaciones de pasajeros que navegaban en el mar, pues comandaba un buque que salía de la

ría, o navegación fluvial, para adentrarse en el mar, o navegación marítima.

De inmediato comenzó a dar disposiciones para que se actualice toda la documentación de la

capitanía, en especial las matrículas de todo tipo de embarcación y de toda la tripulación que

llevaran a bordo.

Al capitán Aguirre le envió una notificación con especial deferencia, pues había nexos de

amistad familiar y también políticos por su flamante esposa. Pero al capitán Aguirre

simplemente no le dio la gana de renovar y ampliar su matrícula, amparado en las amistades

políticas y el hecho de que era uno de los capitanes de la poderosa Compañía de Vapores

Indaburu.

Entre los bienes de la Compañía Nacional Comercial tomados a la fuerza por el Gobierno del Sr.

Freile, estaba una lancha de pasajeros que pertenecía a Víctor Emilio, que estaba matriculada a

su nombre y que él había aportado a la empresa sin mayor formalidad. Víctor Emilio escribió al

Gral. Plaza al respecto, pues era su intención recuperarla por ser de su propiedad. El general no

le contestó esta carta sino en el mes de julio, cuando veremos su respuesta.

Recién el día 28 de abril pudo contestar Víctor Emilio la carta de Plaza del día 20, con el

agradecimiento de la pareja por sus buenos deseos y las gracias personales de Víctor Emilio

diciendo: “Desde el lunes 22 estoy hecho cargo de la Capitanía del Puerto de Guayaquil. Este

es otro motivo mas de agradecimiento que me obligará siempre hacia usted. Hago lo posible

por corresponder la benevolencia de usted y las personas que se interesaron por conseguir mi

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designación y espero servir al país satisfactoriamente en ese puesto”. Luego trata temas

políticos, electorales y de empleos públicos.

El Gral. Plaza contestó esta carta el 12 de mayo, diciéndole a Víctor: “…tuve conocimiento que

desde el 22 del mismo se hallaba Ud. á la cabeza de la Capitanía del puerto, cargo en el que,

estoy seguro, prestará Ud muy importantes servicios al país, merced á las buenas aptitudes de

inteligencia y sagacidad que Ud se distingue…”.

El 29 de mayo Víctor Emilio le escribe a Plaza una carta en que toca de lleno el tema político,

por los efectos que la situación estaba teniendo en Guayaquil.

“Mi querido General:

Hace tiempo que he deseado escribirle acerca de la actual situación política, pero me he

abstenido de hacerlo hostigado como estoy de meterme en esos lios, de los que tan mal recuerdo

me ha quedado desde la muerte de mi papa. Pero como no se puede estar impasible

indefinidamente, y mas cuando hay de por medio simpatía y cariño, me parece que no esta

demás que le comunique mis impresiones acerca de la actualidad política; impresiones

desvalijadas de intereses y obtenidas de lejos por aquello de que me considero sumamante

desligado de compromisos políticos. Puedo pues ver los toros de lejos, sin mayor interés por el

debate, pero con mucho por el protagonista que es Ud.

En primer termino veo a diario anuncios de revuelta, tema que desacreditó el y al General

Alfaro. Dando de barato que sean ciertos tales temores, porqué echan mano del confinio que es

un paño tibio de nuestro código? Las razones para confinar una persona deben ser datos

seguros de su participación en labores revolucionarias, y esta es razón bastante no para

confinios sino para echarlos al Panóptico. Lo que se hace hoy no es otra cosa que un riego de

la semilla corruptora sobre todo el territorio de la Republica adonde van llegando esos señores

con una aureola de perseguidos, falsas reputaciones de eruditos y campeones, historias

heroicas inventadas al desconocido por el comentario publico, paquetes de comunicaciones en

el bolsillo y todo lo demás que ellos quieran. En los pueblos pequeños priva el oropel y el

relumbron. Crea usted General, que el país entero aprobaría una conducta energica pero

justificada del Gobierno en este punto; es decir que se exhibiera uno cualquiera de los

comprobantes de la conspiración y fundándose en ellos poner a buen recaudo a los

alborotadores. El procedimiento actual tiene muchas desventajas, una de ellas la de que, ante la

amenaza de este ataque a palo ciego y a blancos y rojos, se unan elementos que empezaban a

disgregarse. Se, por otra parte, que usted ha querido emprender el camino opuesto, es decir

atrayendo la masa del flavismo etc, etc. Solo por el hecho de que usted ha estado lejos cuando

llego a su auge ese partido puede excusarse ese buen propósito. Al principio crei que su labor

era condicional, fundándola en la expurgación lógica de lo bueno y lo malo; pero cuando supe

que se quería contar con hombres como M. C., me sentí horrorizado, y tuve pena que usted

estuviera tan equivocado al juzgar a ese señor apto y sobre todo digno de llegarse tan cerca de

la Gobernacion de Guayaquil. Usted iba a ofender a esta ciudad de peor modo que Alfaro

dándonos a simples nulidades como E. L. Usted tiene aquí amigos a quienes preguntar por los

antecedentes y posición de C.

Francamente General, a usted que tiene el apoyo de la gente nueva y de la parte sensata y

honrada del liberalismo viejo, le toca profundizar y cavar a diario el abismo abierto desde el 28

de diciembre y que pareció haber marcado y separado para siempre el crimen y la codicia de la

moralidad y la Ley. Haciendo asi y solamente asi conseguirá usted regenerar al país. La plana

mayor del flavismo ha sido siempre formada por reconocidos partidarios del caudillaje, y usted

que siempre ha preconizado el destierro de ese sistema no debe consentir que se le acerquen

mucho los restos de ese círculo de especuladores. Elementos tienen dignos de tomarse en

cuenta, y muchos de ellos adheridos a Flavio solo por ese espíritu nacional de oposición que

privó a mi papa de muchos hombres utiles en los primeros meses de su elección: entonces

Flavio era el candidato opuesto a la imposición oficial y muchos (inclusive la mayoría de los

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universitarios de Guayaquil) cayeron en la celada preparada por esos hábiles de la intriga. Hoy

ninguno de esos de buena fe esta con ellos y yo creo que el flavismo es hoy temible como lo

seria una partida de bandoleros en un asalto, pero nunca como entidad política. El flavismo, ni

el eloicismo ni sus degeneraciones elevan hoy bandera doctrinaria, solo de odio y venganza

personal y es asi como los combatirán a usted en calidad de esbirros del conservatismo,

matones de esquina y cantina. No destruya usted esa amalgama de conservatismo y alfarismo

antes de tiempo, por que destruirá usted un error de sus enemigos que se iran corrompiendo en

razón directa del acercamiento que tengan esos rezagos del alfarismo. Cualquier partido que

recoja esos desechos solo recoge gérmenes de inmoralidad y desorden.

Volviendo al asunto revolución, le dire que no me parece factible hoy un golpe en Guayaquil,

donde el conservatismo no cuenta prosélitos. En Quito bajo el control directo de usted menos

hay que temer. La internación acordada con los Gobiernos vecinos garantiza mas o menos la

tranquilidad por los extremos, y solamente Manabí y Esmeraldas parecen ser hoy tierra

propicia para los revoltosos, dadas las condiciones locales, el abandono en que se las tiene y la

gran cantidad de armamento regado por Alfaro y Montero allí. Con la sacada del batallón

“Manabí” el proscenio queda libre para cualquier función de esas. (¡Palabras proféticas estas!)

=Los golpes de cuartel se huelen y francamente que ahora el ambiente político huele solo a

intriga y acomodo pero no a revolución. Quien hubiera asegurado una solución pacifica antes

de Agosto o antes de Marzo por mas calma que parecía reinar en los cuarteles? La solución fue

en ambos casos impensada pero esperada: solución de fuerza inevitable. Ojala aquí se

convencieran de esto y dejaran dormir y rehacer fuerzas a los soldados que no son de fierro”.

La carta continúa por varias páginas más y de ellas citaremos solo unas líneas interesantes: “Un

servidor agradecido vale mas que cien interesados: de éstos muchos tiene usted, pocos de

aquellos…”.

Realmente, para un joven que se declaraba hastiado por la política, se encontraba bastante bien

enterado de la situación actual de ella. No creemos que muchas personas trataran con el Gral.

Plaza estos temas con la franqueza que las trató Víctor Emilio.

Por esta carta nos enteramos también que los restos de la imprenta La Victoria, en la cual se

imprimió por un tiempo la revista Patria y luego el periódico La Unión, estaba en venta. Había

dos grupos interesados en comprarla, uno encabezado por Camilo Destruge Illingworth y otro

por los propietarios de El Guante. Le dice al Gral. Plaza que prefiere venderle los equipos al

primero por obvias razones, pues no le simpatizaba para nada la crítica irónica que El Guante

hizo durante la campaña y período presidencial de su padre. A este respecto comenta: “Así

donde vamos a parar con este método de conseguir circulación a sus periódicos a punta de

oposición y calumnia que es comida que gusta pero envenena al crédulo público?”. La venta no

se concretó con esos interesados. Los equipos estaban valorados en $8.000.

La contestación a esta carta fue en dos partes, una fechada 6 de junio y la otra 27, con algunos

telegramas intermedios. Trata punto por punto lo tocado por Víctor Emilio. En algunos puntos el

general se muestra de acuerdo y en otros disiente, pero con fineza y consideración. Tema tan

espinoso como la política fue tratado con total franqueza por ambos, profundizando así la

estimación mutua. Al final de la contestación le dice el general: “Sumamente complacido estoy

de la actuación correctísima de Ud en el ejercicio de su honroso cargo; pues constantemente

recibo informes de ello, informes de los que puede Ud. hallarse satisfecho. Así veo yo que se

realizan ya los pronósticos que le hice, hallándose Ud próximo á partir, en su último viaje al

exterior.

Sírvase ofrecer afectuosas memorias mías á Isabel y á su hermana Panchita…”.

En esta última carta, el Gral. Plaza tocó los temas Contrato Coignet y Compañía Nacional

Comercial, el primero directa y abiertamente y el segundo de forma totalmente tangencial.

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Los contratos propuestos para el saneamiento de Guayaquil continuaban en estado de

incertidumbre. Había dos bandos que luchaban abierta y al mismo tiempo subrepticiamente por

sus propios intereses. El uno estaba a favor del contrato con el francés Edmond Coignet y el otro

a favor de la propuesta presentada por el representante de los Estados Unidos de Norte América,

a favor de una firma de esa nacionalidad. El Gobierno no se decidía y cada una de las partes

ejercía las influencias que podía a favor de su causa.

Víctor Emilio se mantuvo a favor de la propuesta Coignet, pues tenía muy claro el tema y había

participado en la elaboración del esquema de financiamiento requerido, a más de haber conocido

y tratado personalmente a Coignet. El Gral. Plaza quiso mantenerse al margen, pues era el

Gobierno quien tenía que tomar las decisiones al respecto y no quería excederse en sus

intervenciones y “sugerencias”. Prefería dejar para después, cuando ya fuera presidente, la

resolución de este asunto.

El triste resultado de ese juego de intereses es que Guayaquil veía postergada la atención de sus

intereses sanitarios y se demoraba el progreso de la ciudad puerto.

En cuanto a la lucha continua de los accionistas de la Compañía Nacional Comercial para que el

Gobierno les indemnice lo que les correspondía por la anulación del contrato que la compañía

mantuvo con el Estado, el Gral. Plaza, sin mencionar a la Compañía, le indicó a Víctor Emilio

que la inteligencia del Gobierno era buena en cuanto a intentos de revolución que lideraba

Carlos A. Aguirre. Él era el gerente de la Compañía, de tal manera que la situación estaba muy

clara: El Gral. Plaza les dijo a través de Víctor Emilio que no perdieran su tiempo, pues el

Gobierno ni quería ni tenía cómo pagar esa indemnización. Por cierto, no hay que olvidar que la

causa de la salida del Gral. Plaza del Gabinete del presidente Estrada se debió precisamente al

tema de la Compañía, con la que Plaza discordaba totalmente. Víctor Emilio tenía que manejar

este tema con mucha delicadeza para no romper por esa causa la amistad forjada entre los dos.

Pero Víctor Emilio no podía quedarse callado sobre el asunto Coignet y otros temas secundarios,

así como tangencialmente de la Compañía Nacional Comercial. El 2 de julio respondió al

general:

“Mi querido General:

Correspondo a su muy atta. del 27 p-p-

El asunto Saneamiento esta virtualmente postergado y mas valdría que no le hablara de él; pero

quiero que usted sepa cómo y porqué he gestionado en mi esfera mínima en pro de él; mi

condición de Guayaquileño a un lado. Usted tuvo ocasión de conocer el modo de pensar de mi

papa en este asunto y estuvo de acuerdo con él hasta firmar el contrato en su calidad de

Ministro de Hacienda. Aquel fue el sueño dorado de mi papa, y el dia que se firmo el contrato

creyo que en realidad se había dado el primer golpe de pico en las calles de Guayaquil. Mire

usted si no tengo razón para arrimar mi hombro para que no destruyan su obra. En Europa y

por encargo de mi papa hice cuanto pude para facilitar la ejecución del contrato pero

desgraciadamente murió mi papa el dia preciso que había obtenido bases aceptables de un

préstamo de 35 millones de francos para levantar el crédito exterior pagando los cupones

atrasados del ferrocarril además de cubrir aquí deudas como la de Nacional Comercial etc etc.

La condición puesta por Carbo de pagar los cupones atrasados y que usted objeta me parecía a

mi natural y aun creo que subsiste para cualquiera que tome el contrato en adelante, salvo que

tenga el apoyo del gobierno americano para quien dinero es carnada para atraer a los débiles.

La explicación de la dicha condición es sencilla y lógica: Si no paga el Ecuador sus

compromisos anteriores, con qué fuerzas se presenta pidiendo mas dinero en el Mercado de

Europa? De allí que el contratista para el Saneamiento llamese A, B, ó C. tiene que procurar

que se paguen los cupones del ferrocarril antes de lanzar su préstamo a la cotización, so pena

de ver ésta disminuida en algunos puntos. (…) / y el procedimiento del Gobierno quedó en duda

con el NO rotundo desnudo de razones con que lo rechazaron. (…)

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En su carta me dice además que esta operación del Saneamiento afecta hondamente el crédito

del país y que los contratistas deben dar la retribución correspondiente en bienestar público.

Crédito del país, dice usted General, con sobra de razón; pero si se considera que el fondo

principal de garantía es una renta saneada que la previsión del legislador separo de hecho del

presupuesto nacional para ponerla en manos de una Junta Honorable, bien puede decirse que

muy poco se compromete el crédito singular del Gobierno en esto. En cambio no es menos

cierto que el crédito general del país se levantaría como nunca con la canalización de

Guayaquil que significa aumento de comercio, industria, navegación, imigracion, en fin de todo

aquello que hoy esta estancado por el entredicho en que vivimos con el Extranjero y el resto del

Ecuador: aquello es la retribución correspondiente en bienestar publico que usted menciona.

En fin el asunto esta terminado por ahora; pero siempre en manos de usted hoy mas que nunca

y ojala se cumplan sus deseos de efectuar la obra en la próxima administración.

(En esta parte se trata disimuladamente lo de la Compañía) Tomo debida nota de su

recomendación y consejo acerca de los planes subversivos y crea usted que de mi parte hago y

hare lo posible para servirle a usted y al país. Hoy se embarca Don Carlos Alberto (Aguirre).

Conozco mucho a este caballero por haberle servido dos ocasiones de Secretario privado: es el

hombre mas inútil para la política: el asunto mas nimio le ocupa por horas por que carece de

aquel golpe de vista analítico necesario para resolver pronto y bien. Un político sin ese

requisito es un cañon de cargar por la boca en un combate moderno. Desconoce además la

duplicidad en el juego de la política es decir la adivinación del procedimiento enemigo y el

discernimiento de la verdadera intención. Tampoco tiene el don de mando. En una palabra crea

usted que es el mas inofensivo de sus enemigos y no creo que jamás le den que hacer a usted las

quimeras de Don Carlos Alberto”. En otras palabras, ¡General, no trate de meterme ese cuento!

Víctor muestra aquí una madura visión política.

Más adelante, observa en términos generales: “Hay pobres gentes General que fian su

permanencia en los puestos publicos en el constante acopio y comunicación de datos que ellos

llaman importantes y de los que deducen los mas complicados planes revolucionarios. Otros

hay que aumentan esos datos y los complican con sus personas para ofrecerse a la curiosidad

publica y levantarse. Y descendiendo aun mas, tantas venganzas, represalias, la mar de

pasiones revueltas que aun perduran; todo aquello es para ser muy cauto en esto de informes

emanados del interés de figurar, del de conservar un puesto o simplemente de inutilizar a un

adversario personal”. Luego pasa a tratar un asunto personal relacionado con los hermanos

Stagg en Hamburgo: “Le ruego darme alguna luz acerca de la posibilidad que tenga Carlos

Stagg de permanecer en Hamburgo como Consul del Ecuador. Esos jóvenes que viven ya 12

años en Alemania fueron el todo para mi familia cuando mi mama se opero en Hamburgo dos

veces consecutivas: tengo pues gratitud por ellos. Mi papa, cuando pudo, pago la deuda

nombrando a Carlitos cónsul en Hamburgo; lo que por otra parte no era favor sino estimulo

que el joven merecía: su actuación anterior como Consul largos años en Southampton nada dio

que decir. Ahora puede que el Dr. Estevez con el apoyo de su concuñado General Treviño

pretendiera echar a Stagg y este me escribe para que yo a mi vez se lo pregunte a usted si es

posible o probable que continue allí hasta que alguna falta lo haga merecedor de una

destitución o cambio”.

Finaliza la carta tocando el tema del dique seco en Posorja, otro proyecto acariciado por don

Emilio: “En el asunto dique de Posorja, que también fue empezado en tiempo de mi papa, me

decía el contratista Diminich en confianza: Mire señor Estrada, un caballero me decía el otro

dia que si yo hubiera pedido cien mil sucres en vez del justo precio, nadie me pondría

dificultades y la obra estaría con el Libertador encima (se refiere al cazatorpedero Libertador

Bolívar, de la Armada), lo cual me vi en el caso de tragármelo –dispensando la vulgaridad- por

que esas palabras eran un exacto juicio critico”.

Esta fue otra carta de francas palabras con el cuidado necesario para no herir susceptibilidades.

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Recién el 7 de julio le contestó el General la carta del 15 de mayo, relacionada con la lancha de

servicio al muelle fiscal.

“Mi querido amigo:

Despues de larga y madura reflección quiero contestar á su estimada carta de 15 de Mayo

anterior, reservándome para muy luego hacerlo á la otra importante que tengo en mi poder.

El asunto lancha es realmente difícil y delicado y para resolverlo hay que tener presente, ante

todo la memoria de su ilustre padre, que hay que mantener limpia y venerable. Esto supuesto, y

aunque para Ud represente una pérdida de consideración, si se persiste en la exigencia de que

la lancha sea entregada, creo que hay que hacerlo, resignándose al perjuicio, que,

indudablemente, es grave, pero que en cambio le dejará á Ud la satisfacción de evitar

comentarios y habladurías de quienes quisieran servirse de la ocasión para mancillar la

memoria de su padre.

Sírvase presentar mis respetos á su señora y cuente con el decidido afecto de su atento amigo y

servidor. / L Plaza G”.

La respuesta del General era lo adecuado políticamente. Era mejor hacerse de la vista gorda en

cuanto a un asunto menor frente a un problema de gran peso como era la justa indemnización

que exigían los accionistas de la Compañía Nacional Comercial.

Pero Víctor Emilio ya había actuado y para la fecha de la contestación del general Plaza, ya

tenía la lancha en su posesión y la utilizaba como auxiliar personal de él en su trabajo en la

capitanía. Se trataba de la lancha “Victoria”, de media tonelada de desplazamiento, que estaba

registrada a nombre de Víctor Emilio al menos desde 1910.

En ese caso el General pensaba que la política era la mejor vía, pero aquí vemos un rasgo de la

personalidad de Víctor Emilio que mantendría toda su vida: Lucharía denodadamente, hasta

vencer, por lo que legítimamente le pertenecía a él o a un miembro de su familia.

Paseando por el río con don Enrique Gallardo Triviño y otras personas, hacia fines de julio y en

la lancha recuperada, al pasar por el sector que hoy está comprendido entre las calles El Oro y

Chambers, Víctor Emilio comentó lo bonito que se veían esos terrenos, ante lo cual don Enrique

le dijo “te lo vendo”, pues lo había adquirido en 1910 por 11 mil sucres. El negocio se lo hizo a

bordo de la Victoria, con un simple apretón de manos. En la práctica, lo que Víctor Emilio

compró fueron diez mil metros cuadrados, una hectárea, entre la actual calle Rosa Borja de Icaza

al oeste, la actual calle Chambers al sur, solar de la familia Chambers hacia el río al este y el

lindero con los terrenos de los padres Salesianos y la Iglesia María Auxiliadora, con una esquina

hacia el norte por la actual calle Domingo Comín y de allí al lindero este. Era un terreno

ligeramente irregular, que contaba con dos casas de hacienda. Don Enrique tiene que haberle

dado buenas facilidades de pago, pues si bien el sueldo de Capitán de Puerto le estaba dando

para vivir, no daba como para invertir en un bien inmueble de ese tamaño, aunque fuera muy

barato el metro cuadrado. Luego se concretaría la documentación de la compraventa.

La zona no era extraña para Víctor Emilio, pues la fábrica La Victoria estaba ubicada en el

lindero norte del antiguo predio La Esperanza, de tal forma que su finca quedaba a pocos pasos

de la fábrica.

El general Plaza había sufrido una gripe muy fuerte que lo había tenido postrado en cama, lo que

le había causado atraso en la contestación de su correspondencia. El 4 de agosto le contesta a

Víctor Emilio la suya del 2 de julio. El General da por concluida la discusión en cuanto al

contrato Coignet y lo considera archivado. Insiste en los planes conspirativos de don Carlos

Alberto Aguirre e indica que desde que salió del país, se calmaron las cosas. En cuanto a Stagg,

lamentablemente confundió a Antonio con Carlos, lo que causó que le negara el apoyo para

continuar en el consulado en Hamburgo. Antonio se estaba quedando ciego, no así su hermano,

el cónsul. Ya era muy tarde para rectificar, pues el puesto le había sido concedido a Luis

Adriano Dillon, a quien el Gral. Plaza le debía favores, como vimos páginas atrás. Al final de la

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carta, el Gral. Plaza escribe: “Ya estamos en Agosto y cabalmente antier fue el día señalado por

el Jefe Supremo Carlos Concha en una circular que se halla en mis manos, para cambiar la faz

de la República y hacernos desaparecer de entre los vivos, pero tengo la confianza de que ni

alfaristas ni conservadores podrán llevar á cabo las santas intenciones que tienen…” No sabía

el general cuan equivocado estaba en cuanto a Concha, pues su revolución fue una mancha

negra para la segunda administración de Plaza.

De manera muy comedida, el Gral. Plaza tuvo para con los hermanos Estrada Sciacaluga un

gesto de extraordinaria delicadeza, que los sorprendió, pues un hombre tan ocupado en la

preparación para asumir la presidencia, tenía poco tiempo para pequeñeces. El 11 de agosto, se

recibió en casa de los Estrada un telegrama que decía: “Mis felicitaciones y estrecho abrazo

rememorando fecha inolvidable y evocando el nombre de su Sr. Padre mi buen amigo. Afmo. /

L. Plaza G.”. Era el primer aniversario de la revolución constitucional del 11 de agosto de 1911.

Víctor Emilio le contestó de inmediato por la misma vía: “Muy reconocido por su amable

recuerdo de hoy acepto las memorias que hace de mi querido padre y su amigo.- Las

felicitaciones deben ser para el país entero que al año justo del primer paso dado para

liberarse del caudillaje, respira ya con la instalación de un congreso eminente de cuya obra

espera días venturosos y mejores; y con la perspectiva de un nuevo periodo de paz y honradez

como el de 1901 – 1905.= Su afmo amigo y servidor / VE Estrada”.

El 13 de agosto Víctor Emilio le escribe una extensa carta con un contenido mixto de lo más

interesante. En ella está, sin querer, la semilla de una situación que le costaría el puesto de

Capitán del Puerto, que tanto le gustaba y que lo había hecho tan feliz.

“Mi querido General:

Me he visto favorecido con su atta. fechada en esa el 4 del presente que corresponde a todos los

puntos de mi anterior, atención que aprecio y agradezco mucho.

También le acuso recibo, por esta carta, de su fino telegrama el 11 de Agosto, que contesté

enseguida por telégrafo. Todas estas atenciones de usted para conmigo me obligan mas y mas

hacia Ud. porque su proceder es la excepción en la regla común que la humanidad observa

para con los que, de modo transitorio o definitivo, van estropeados en el camino de la vida. Por

aquello es que le quito de vez en cuando un poco de tiempo, porque creo que usted debe tener

noticias, informes, opiniones etc, etc. que le vayan de personas que tengan por usted mas bien

que simpatías políticas, casi siempre ciegas, también simpatías personales, más genuinas y

sinceras. Creo, y no por vanidad, en aquello del ‘grano de arena’, no extravío mi criterio hasta

creerlo necesario, y por eso le mando el mio cada vez que puedo escudándolo con algo que

conservare siempre en mis relaciones con usted: la sinceridad.

En estos días se ha hablado del cambio de Gobernador, sonando el nombre de Don Carlos

Gómez Rendón, un buen amigo suyo, si bien no del todo definido en doctrina política: pero

poseedor de una bella cualidad, rara en estos tiempos de corrupción: la honradez. Ademas

tiene dotes administrativos que los evidenció cuando fue Presidente del Concejo de Guayaquil.

En su cargo tiene que es hombre de pocas pulgas, novel en la política activa y administrativa,

cosa bien distinta de la política oposicionista o de la critico-espectativa de la que él ha gustado

casi siempre por ser mas cómoda; creo que su ultima estadia en Europa y EE.UU. le hara echar

de menos tantas bellezas de esos países en materia administrativa y en su anhelo de

implantarlas por aca rabiará mucho y le dara a usted algunos momentos de contrariedad amen

de hacer entrega de la Gobernacion al jefe político; en una palabra y para no extenderme, le

dire que muchos ven en él el hombre para el Ministerio de Hacienda, aunque fuese por seis

meses: allí organizaría pronto y bien las finanzas del país y aprendería de cerca el modo de

hacerse llevadera la vida del político. Despues de cierto tiempo ya podría usted devolvérnoslo

como Gobernador de Guayaquil, que de seguro se desempeñará a maravilla, pero teniendo ya

compromisos políticos y doctrinarios sobre todos bien definidos por su actuación en el

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Gabinete, con exacto conocimiento de las finanzas del país que se basan en los Bancos de

Guayaquil, conociendo la política de Gabinete y no la de salón etc etc. Se que él no quiere irse

a Quito pero creo que con un poco de fuerza que se le haga consentiría en hacerlo toda vez que

su salud es buena con los retoques que le han dado los médicos americanos: yo que fui

compañero de viaje a la ida casi no lo conozco al regreso.

Hoy vi publicado en el periódico un nuevo decreto creando varios cargos mas en el ramo de

Aguardientes, Inspectores de Inspectores o algo parecido; pero lo que mas me ha llamado la

atención es el considerando del decreto: considerando que algunos empleados no se portan

bien etc etc. se crean tales y cuales para vigilarlos. etc. No seria mejor y mas económico

separar a los empleados malos y no recargar mas el presupuesto con nuevos cargos? En este

ramo de aguardientes hay una corrupción atroz, General, y siempre la ha habido pero ahora lo

que hay es explotación de esa razón por el ministro que parece haber tomado ese ramo como el

desagüe para las recomendaciones, amistades, familia etc. He visto ya varios decretos creando

empleados para cobrar, vigilar, oler y beber en esto de los Aguardientes y otros decretos

también he visto creando otro tanto de personal en el Ministerio de Hacienda para la nueva

contabilidad lo que no obsta que el Sr. Ministro nos quiera hacer chinos en eso de las

economías: Alfaro protegía a los amigos dándoles dinero con nombre supuesto, pero ahora se

revisten las protecciones con las solemnidades de un decreto. / Le hablo de todo menos de mi

ramo: estoy madurando un brinquito a Quito si supiera que iria a conseguir que el Gobierno se

ocupara seriamente de Faros. Se están cayendo unos, otros no funcionan ya correctamente por

el desgaste de las maquinarias de rotación en 20 o 30 años de servicio. Como éste es para

buques extranjeros cada queja que recibo me hace sufrir por que comprendo que la cosa va

contra los que deben preocuparse de la administración pública. / Lo veo ocupado como siempre

y con el aditamento ahora, del Congreso, no le quito pues mas tiempo que el necesario para

hacerle presente mis afectuosos recuerdos, / suyo afmo amigo y servidor, VE Estrada”.

Con tanto alabo a don Carlos Gómez Rendón, el Gral. Plaza no tuvo la menor duda de que era la

persona indicada para ser su gobernador del Guayas. Víctor Emilio, en su candidez de joven, no

tenía idea de lo que José Gómez Santistevan, su ex amigo íntimo y socio, decía de él en su casa,

y lo que de esas quejas y de la amargura de su hijo contra su ex socio y amigo, captaban y

digerían don Carlos y su familia. Cierto es que don Carlos había sido amigo verdadero de don

Emilio y por herencia de su hijo, pero un padre se preocupa por sus hijos ante todo y si los ve

sufrir, por mero instinto va a ver con malos ojos al que los lastima.

Adolfo, hermano de José, y además concuñado de Víctor Emilio, ya no vivía en el hogar de sus

padres, de tal manera que no estaba al día de lo que sentía su familia en relación con Víctor.

El 1° de septiembre, día de la posesión del Gral. Plaza como presidente, Víctor Emilio le

escribió la siguiente carta: “Mi querido General / Esta carta le lleva mis deseos por su salud y

ventura en el lapso de tiempo que regirá el país. Al recibir la presente estará Ud. posesionado

del cargo de Mandatario de la Nación y empezará también para Ud. otra serie de sufrimientos y

contrariedades de las que serán participes su familia y sus buenos amigos. Yo que he visto de

cerca estas cosas no quiero felicitarlo por esto: felicito sí al Pais pero a usted lo considero y

pienso, y creo más del caso conociendo las vicisitudes de la política, recordarle que lejos del

bochorno político tiene usted muchos amigos personales que como yo guardan su afecto

constante y desean acierto y buen suceso para usted. Felicitacion por el éxito de la campaña

eleccionaria y sus anexas cabe darle a usted, sí, pero es por que aquel triunfo significa nueva

orientación al Pais y la salvación de un principio. / Por lo demás, General, seria un sarcasmo

felicitar a un hombre obligado a desprenderse de su familia y a olvidarse de su persona. En

otros países en los que el Magistrado halla pronto la recompensa de su sacrificio queda para

ellos ése consuelo y para su patriotismo ese halago; pero entre nosotros no es asi,

desgraciadamente, y mienten los que dejan escapar felicitaciones para la Victima que entra al

moderno Circo. / Ayer recibí su telegrama noticiándome una remesa de 500 sucres relativa

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seguramente a la adquisición de la Imprenta que por iguales partes poseemos Adolfo Gómez y

yo. Le contesté en el acto que ya habíamos terminado ese negocio directamente con Don

Enrique Valenzuela sin necesidad de hacer ese adelanto que fue condición puesta por Adolfo.

Naturalmente, en que se mueva esa imprenta él y yo tenemos intereses como lo tienen todos los

liberales cuyos intereses servirá el Diario que en ella se edite, y tanto mayor es para mi ese

interés cuanto que se trata también de su persona y su Gobierno atacado como todos de

antemano sin saberse aun nada de él. El Lunes pasado entregué la instalación al señor Suarez

V.M. y previamente convenimos con Don Enrique en efectuar en 10 mensualidades el pago de

los 5000 sucres en que hemos vendido toda la maquinaria que tiene de costo mas de 8. / No le

quito mas tiempo General, y termino aquí enviándole un sincero abrazo del amigo, VE

Estrada”. Las máquinas de la antigua Imprenta La Victoria continuaron así con su servicio a la

causa liberal.

Víctor Emilio seguía con su labor en la Capitanía del Puerto, poniendo orden en la

documentación, en las marcas de identificación y en los equipos de seguridad que debían tener

las embarcaciones bajo su jurisdicción. Ya con el Gral. Plaza en la presidencia, se sintió más

seguro para tomar medidas adecuadas para cumplir cabalmente con su deber. Hemos visto que

trató directamente con el General sobre la situación del servicio de faros, lo que requería de

recursos que tenían que venir del Gobierno; pero en cuanto al manejo diario de la Capitanía,

bastaba que se mantenga en contacto e informara al Jefe de la III Zona Militar, su jefe

inmediato.

El personal de la Capitanía se había recortado por razones presupuestarias, pero se las arreglaba

con el disponible para cumplir todas las tareas rutinarias. Se cumplía con todos los deberes y

obligaciones en relación con la entrada y salida de buques del puerto, y al estar organizados e ir

mejorando en eficiencia, el Capitán se encontraba muchas veces con algo de tiempo libre, de tal

forma que en ocasiones salía de la oficina para visitar la gobernación y otras dependencias

gubernamentales, así como a visitar a conocidos influyentes para auscultar la situación política y

comercial. En todo caso, estaba al alcance para cualquier incidente que pudiera surgir.

Antes de posesionarse don Carlos Gómez Rendón de la gobernación, su hijo José comenzó una

persecución contra Víctor Emilio. Enterado de que el Capitán del Puerto salía de su oficina para

visitar otras dependencias públicas o a particulares, denunció abandono del cargo e irregularidad

en las horas de atención de la Capitanía. No faltaron armadores y capitanes de buques

descontentos con la rectitud de procedimientos del joven Capitán del Puerto, que se prestaron

para corroborar lo denunciado. La queja la puso a su padre y él directamente, repetimos, antes

de posesionarse, al Ministro de Guerra y Marina. Con fecha 21 de septiembre Víctor Emilio

recibió la siguiente carta del general Navarro: “Señor don Víctor Emilio Estrada / Guayaquil /

Saludo a Ud. muy atentamente y deséole su buena conservación, en unión de su honorable

familia. / El Señor Dn. Carlos Gómez Rendón está nombrado Gobernador de esa provincia y

espero que en los actos de administración se pongan siempre de acuerdo, a fin de que en el

cumplimiento de sus deberes no tengan ningún obstáculo. Conozco yo el buen desempeño de sus

obligaciones, pero hoy se cree necesario determinar las horas que se deben estar en las oficinas

para atender mejor al público y a las autoridades respectivas. / Hágame el servicio de

saludarlas a su Señora, a la Señorita su hermana y Ud. reciba un fuerte abrazo de su amigo y S.

S. J.F. Navarro”.

La crítica era sutil, pero la situación se perfilaba clara: José usaría a su padre para tomar

revancha de Víctor Emilio. Si el Ministro de Guerra y Marina disponía personalmente a Víctor

Emilio ponerse a las órdenes del Gobernador en los aspectos administrativos de su cargo, José lo

manejaría a gusto y disgusto a través de su padre. Víctor Emilio tenía un problema grave que

enfrentar por no haber medido las consecuencias de sus elogios ante el Gral. Plaza.

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El 5 de septiembre pasó una circular que reproducimos a continuación.

En el reverso de la circular y en páginas agregadas constaban las firmas de todos los capitanes notificados.

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El día 23 de septiembre recibió carta del Gral. Plaza:

“Mi estimado Víctor Emilio: Recibí y contesto su carta de 13 de los corrientes.

Me ha agradado su lectura, porque veo con gusto que Ud. se preocupa de dos de las muchas

graves cuestiones que afectan al país y que debe resolver mi gobierno.

Lo que Ud. suponía acerca de los alborotos populares a que podía dar lugar el negocio del

saneamiento de Guayaquil, ya se ha producido. Espíritus irreflexivos, hostiles, mal inspirados,

chauvinistas o simplemente ignorantes, han cogido al vuelo la ocasión que les ofrece la próxima

llegada de la Comisión Técnica Norte Americana y la explotan con singular energía. Estamos

en épocas de mitines. Se grita ¡abajo los yankees! Y, de carambola por si acaso, no faltan

quienes agregan ¡abajo el Gobierno!

Era claro y es natural. Si mi gobierno anterior hubiera dado alguna nota oprobiosa, en materia

de administración económica, yo me inclinaría respetuoso ante la desconfianza pública; pero,

cuando esos antecedentes de mi anterior gobierno, a nadie autorizan para dudar de que los

fondos de un empréstito serían cauta y honradamente invertidos, yo tengo derecho para pedir

que se me den los medios de salvar el país.

A este respecto, yo no dudo ni vacilo. Y mis amigos, mis correligionarios y los buenos

ciudadanos, deben pensar en que el mejor de los hombres nada puede hacer si le faltan los

medios para obrar. Mi Gobierno es de opinión. A mi lado no podrán estar los que no se sientan

con fuerza para ser incorruptiblemente honrados. En consecuencia, el país debe darme su

confianza y apoyarme en la gestión económica que debe resucitar las energías del país. Las

naciones más ricas son las que más deben. El crédito está en relación directa con los prestigios

y las capacidades productoras de un país. Nada debe, el que nade tiene. Y al que nada tiene,

nadie le presta. La resurrección económica de los países, surge del capital extranjero. En la

América Latina los tres países que más deben son Brazil, Argentina y Chile, es decir, las tres

naciones mejor organizadas. ¿Qué puede, pues, amigo mío, imputarnos el decir de quienes no

reflexionan en estas cosas y se dejan llevar de engañosas apariencias? – Hay que poner el

cuero duro e ir resueltamente a buscar el progreso donde se encuentre. Haga Ud. propaganda

en este sentido y no se deje arrastrar por impresiones sin valor.

Mañana o pasado se hará cargo de la Gobernación del Guayas nuestro amigo Don Carlos

Gómez Rendón, cuyos prestigios, rectitud y carácter, Ud. conoce como yo. Razón por la que no

tengo para que decirle que Ud. me dará un gustazo si marcha en perfecto acuerdo con él,

particularmente en lo que el Sr. Gómez tiene por doctrina de su vida; la puntualidad y exactitud

en el cumplimiento de sus obligaciones.

Consérvese bien y cuente siempre con el particular afecto de su amigo, L Plaza G”.

Esta carta tiene tres cosas notables: 1) Es la primera que el Gral. Plaza envió escrita a máquina

(todas sus anteriores eran manuscritas); 2) Súbitamente el Gral. estaba consciente de la

necesidad de financiación externa para progresar, olvidando su oposición a la muy conveniente

propuesta que logró concretar la comisión que viajó a Europa y en que participó Víctor Emilio;

y, 3) La queja anticipada de don Carlos Gómez Rendón contra Víctor Emilio por ausencia de su

puesto de trabajo, había llegado al mismo Presidente.

Estaba claro que el joven Capitán del Puerto tenía los días contados en el ejercicio de su cargo.

Comprado el predio La Esperanza

El 1° de octubre de 1912 se concluyó en la escribanía pública de Federico B. Espinoza el

proceso legal de compra-venta del predio La Esperanza. Interesantemente, formó parte de un

predio mucho más grande, que hasta el año 1872 perteneció a don Martín de Icaza Paredes,

abuelo de Isabel, y luego pasó por tres dueños: la familia Chambers, la familia Luque Plata y

don Enrique Gallardo.

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Comenzaría desde ese momento un proceso que tomaría algunos años para trasladarse de la casa

de la calle Industria y Huancavilca inicialmente, y luego de la de 9 de Octubre, a La Esperanza,

convertida luego en Villa Pilar.

Una vez posesionado don Carlos Gómez Rendón de su puesto, comenzaron los ataques directos

a Víctor Emilio. Don Carlos consiguió los nombramientos de sus hijos: José en el deseado

puesto de Vista Aforador de Aduana y Jacinto Ernesto como Director del Servicio de Sanidad

Pública, cargo que lo ponía en estrecho contacto con la Capitanía, pues el personal de sanidad

tenía que abordar todos los buques que llegaran al puerto para impedir el ingreso de enfermos

contagiosos, y lo hacían en las lanchas de la Capitanía. La Capitanía tenía un horario de atención

a los buques, pues no era posible atenderlos las 24 horas del día por falta de recursos. El

Reglamento de Sanidad también tenía sus horarios, pero Jacinto Ernesto los ajustó de tal forma

que se diera conflicto con los de la Capitanía, para dar motivo de quejas. Víctor Emilio pidió

reunión de las dos entidades para coordinar el servicio adecuadamente y Jacinto asistió, pero

luego de haber llegado a un acuerdo verbal, el 2 de octubre, escribe entre otros puntos: “…esta

Dirección impartió al Sr. Médico de Sanidad del Puerto, las órdenes del caso, para que se diera

cumplimiento al Reglamento de Sanidad Marítimo, en la parte pertinente…”, que era divergente

de lo acordado verbalmente entre las partes, de tal forma que el Capitán del Puerto era

responsable del incumplimiento del Reglamento de Sanidad. Era un acto de marcada mala fe y

con muy clara intención.

A pesar de las ordenes del Capitán del Puerto, los buques salían a horas distintas a las

anunciadas, problema que no se resolvía con las admoniciones verbales de la capitanía, al igual

que no se resolvía la renovación de algunas matrículas de capitanes, por la intervención de

padrinazgo político.

Sin embargo, don Carlos responsabilizó al Capitán por los horarios irregulares de salida y le

exigió puntualidad, una de las características de la personalidad del Gobernador. Ante este

reclamo, el 7 de octubre Víctor Emilio pasó una circular a los armadores, gerentes, y pilotos de

buques de cabotaje fluvial, la cual citamos a continuación:

“Srs. Gerentes de Vapores, Armadores y Pilotos Pte. Durán.

La falta de puntualidad en el cumplimiento de las horas de salida anunciadas por los vapores,

es asunto que ha preocupado á esta capitanía tiempo ha; y deseando regularizar esa deficiencia

que redunda en perjuicio del público, cumplido me dirijo á Uds. para que cooperen en la

medida de lo posible, á hacer práctica mi resolución de conseguir que en adelante los vapores y

lanchas salgan á la hora que anuncian.

No dudo que la costumbre inveterada del público ocasionará tropiezos á Udes. Pero teniendo

como tengo la firme resolución de sacar adelante mi empeño. Creo del caso manifestarles que

emplearé todas las medidas que la Ley me concede para garantizar el cumplimiento de las

disposiciones de la autoridad; sin dejar de reconocer por otra parte, que el sólo hecho de que el

público vea que Udes. despachan sus vapores á la hora fijada, será la mejor de las advertencias

y el que pierda una vez un vapor, no lo volverá á perder después. Toca pues á Uds., dejar de

lado contemporizaciones y consideraciones personales que no se compadecen con un servicio

público, cuyas deficiencias, como en el caso presente, si benefician á los retardados, perjudican

á los cumplidos, dignos de mayor atención.

Los boletos de Sanidad no serán requeridos en adelante por esta oficina, ni las listas de

pasajeros de vapores que se dirijan río arriba. Con la lista de pasajeros que lleguen sírvase

adjuntar el número de pasajeros del viaje de ida.

Los anuncios de salida que envíen á esta capitanía deben ser firmados indefectiblemente por el

capitán.

Las disposiciones de esta nota deben ponerse en práctica á contar del jueves próximo. Dios y

Libertad / VE Estrada”.

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Nota esta muy interesante. El tono del Capitán no era perentorio, pues se presentaban quejas en

su contra si era muy enérgico. Por otro lado, se estaban separando los documentos sanitarios de

los administrativos de la capitanía, de tal forma que Jacinto había dispuesto que los documentos

sanitarios fueran entregados a su oficina exclusivamente, para llevar un control distinto; pero

como vemos, Víctor Emilio sí tomó sus medidas propias para evitar que lo puedan acusar de

negligencia, pues los reglamentos a los que debía obedecer eran claros en cuanto a la

documentación requerida.

El día 12 envió otra circular disponiendo que las lanchas y vapores tengan extintores

automáticos de incendios. Nuevamente, se dieron quejas porque algunas embarcaciones no los

tenían y quejas por esta obligación que imponía el Capitán. Lo uno o lo otro era buena causa

para recriminar al Capitán del Puerto.

Para el día 29 ya Víctor Emilio no aguantó más. En vista de que al capitán Aguirre simplemente

no le daba la gana de renovar su matrícula y ampliarla a capitán de altura para poder navegar en

mar abierto, dispuso que el buque que capitaneaba, el Olmedo, de la Compañía Indaburu, no

podía zarpar con él al mando. El capitán Aguirre se quejó ante el Gobernador, quien dispuso que

saliera el buque con Aguirre al mando. Víctor Emilio consultó de inmediato con el Jefe de Zona,

quien ratificó que la disposición dada por la Capitanía era correcta y que Aguirre debía tener sus

documentos en regla para poder capitanear el buque.

Ante las dos órdenes contradictorias, y porque preveía lo que se venía, envió un telegrama al

Presidente, en que decía: “Ayer recibí dos órdenes contradictorias del Gobernador la una y del

Jefe de Zona, mi superior directo, la otra. / Dentro del estrecho marco de la disciplina militar á

la que estoy sujeto, no me quedó otro camino que obedecer al Jefe de Zona. Supongo que el

Gobernador aprovechará esta oportunidad para saciar una venganza de uno de sus hijos pago

de un servicio que le hice. La levita no cubre el alma. / Su amigo / Víctor Estrada”.

Don Carlos entró en cólera, pues era inaceptable que ese mozalbete en la Capitanía desobedezca

una orden suya, sin importarle cuan ilegal era.

José y Jacinto se regodeaban, pues estaban cerca de lograr su objetivo inmediato, cual era sacar

del puesto a Estrada. Se había presentado la situación que se quería provocar: La

insubordinación abierta ante el Gobernador, por parte de un inferior jerárquico. José puso en

aviso a la prensa opositora para que hagan un festín de la situación y, en efecto, lo hicieron

durante los próximos días.

Ese día 29 Víctor Emilio notificó a la Compañía de Vapores Indaburu que el vapor Olmedo no

podría zarpar al mando del capitán Aguirre, por no tener su matrícula de capitán al día.

Esta comunicación fue respaldada ese mismo día por el Jefe de la III Zona Militar, Cnel. Víctor

Fiallo, mediante oficio # 521 que dice: “Señor Capitán del Puerto / Presente / Enterado de su

atento oficio de hoy, cúmpleme aprobar la notificación que Ud. ha hecho al Sr. Gerente de la

Compañía de Vapores Indaburu, en el sentido de impedir que comande el vapor fluvial Olmedo

el Capitán Luis Aguirre O., quien según las prescripciones del Reglamento de Policía Marítima,

no tiene las ejecutorias para tal desempeño; y, cualesquiera dificultad que se presentare para el

extricto cumplimiento de esta orden, sírvase ponerla en conocimiento de esta Jefatura de Zona,

que es el órgano directo de la Oficina á su cargo. / Dios y Libertad, / Víctor Fiallo”.

Basado en esta carta, Víctor Emilio se mantuvo en su posición. El buque no salía al mando de

Aguirre.

Destitución del cargo de Capitán del Puerto de Guayaquil

Al día siguiente, el 30 de octubre, ¡ardió Troya!

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Temprano en la mañana Víctor Emilio solicitó al Jefe de Zona ratificar su comunicación del día

anterior, lo que hizo ese jefe mediante Oficio #525: “En la comunicación que pasé á Ud. ayer,

aprobé la disposición dada por su autoridad, en el sentido de prohibir terminantemente que

continue ejerciendo el cargo de Capitan del Vapor fluvial Olmedo el Sr. Luis Aguirre O., por

razones impedidas por el Reglamento de Policía Marítima; mas, hoy he visto con mucho

desagrado, por su atento oficio de esta fecha, que las Autoridades Civiles tratan de intervenir

en este particular, dando órdendes contradictorias, siendo así, que el hecho que me ocupa, está

únicamente bajo la jurisdicción militar. Así pues, autorizo á Ud. para que se ciña extrictamente

al Arto. 3°. del Reglamento mencionado, que es muy claro en este caso”.

Con este respaldo, Víctor Emilio negó nuevamente el zarpe al Olmedo.

El gerente de la Compañía Indaburu fue directamente al Gobernador, quien ordenó que salga el

buque con Aguirre al mando, al tiempo que mandó llamar al Jefe de Zona, a quien ordenó que

disponga el zarpe del Olmedo. Luego de la entrevista con el Gobernador, el coronel Fiallo dio la

disposición para que zarpe el Olmedo. Basado en esta disposición, Víctor Emilio escribe oficio a

la Compañía Indaburu: “Por orden terminante de la Jefatura de la 3ra Zona Militar contenida

en oficios # 521 y 525 del 29 y 30 de Octubre, no se permite que el Capitan Luis Aguirre C.

comande el vapor Olmedo y solo se da el zarpe al buque bajo la responsabilidad del

Gobernador de la Provincia que ha conocido de esta dificultad.= El Capitán del Puerto.= V. E.

Estrada”. En otras palabras, el buque podía partir pero con otro capitán al mando.

No sabemos si es porque no tenían un capitán de reserva o por capricho de la Compañía, pero

acudieron nuevamente al Gobernador, quien colérico mandó llamar nuevamente al Jefe de Zona

y le ordenó terminantemente que el Olmedo saliera con Aguirre al mando. Le advirtió que si no

se cumplía la orden, solicitaría su relevo.

Fiallo no tuvo alternativa: Le escribió a Víctor Emilio una nota manuscrita, en realidad un

Oficio sin número y por tanto no oficial y a nivel de amigo, que decía: “Señor Capitán del

Puerto / Tomando en cuenta que el Señor Gobernador ha comprometido su apoyo para evitar

que las personas que se dirijen á Puerto Bolívar y Santa Rosa sufran graves perjuicios

postergando la salida del vapor fluvial Olmedo al mando de su Capitan Sor. Luis Aguirre O.,

espero que Ud. le facilite, por esta sola vez, el que zarpe dicho vapor, para que más tarde deba

llenar los requisitos prescritos en el Reglamento de Policía Marítima respectiva. / Al hacer esta

concesión, el Sor. Capitán Aguirre asumirá toda responsabilidad. / Dios y Libertad / Víctor

Fiallo”.

Víctor Emilio se rehusó a dar esa orden porque era ilegal y aunque lo exonerara Fiallo en su

nota no oficial, Víctor era el responsable legalmente. Más bien escribió al Jefe de Zona

solicitando un Consejo Militar, ante lo cual le contestó el Cnel. Fiallo: “Quedo enterado de su

atenta comunicación de la fecha, signada con el No. 162; y en respuesta, debo decir á Ud. que

esta Jefatura de Zona, apreciando debidamente la ninguna gravedad é importancia de las

acusaciones que la prensa local ha hecho á la Oficina de su cargo, estima por conveniente no

darle absolutamente tramitación á lo solicitado por Ud., en el sentido de someter su actuación

administrativa, en su carácter de Capitán del Puerto, á un Consejo Militar; y sea esta la

oportunidad de indicarle que, mientras sus superiores directos no tengan que observarle la

menor incorrección en el cumplimiento de sus deberes, Ud. debe seguir tranquilo y con orgullo

desempeñando el honroso cargo que el Supremo Gobierno le ha confiado”. Muy buenas

palabras de su superior jerárquico.

El 31 de octubre fue el día crítico en este problema. Temprano en la mañana Víctor Emilio

envió una carta manuscrita al Gobernador en papel de la Capitanía. No lo hizo a máquina porque

el tiempo apremiaba: “Señor Gobernador de la Provincia / Pte. / Creo de mi deber transcribir á

Ud. la nota que acabo de recibir del señor Coronel Jefe de Zona para que Ud. aprecie las

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razones que pueden haber de mi parte en el asunto vapor ‘Olmedo’ dentro de la disciplina

militar á la que estoy sujeto un solo camino me cabe y la orden que recibo de mi superior

directo no puede ser más terminante. / Dice así: Sr. Capitán del Puerto _ Ciudad = ‘En la

comunicación que pasé á Ud. ayer aprobé la disposición dada por su autoridad en el sentido de

prohibir terminantemente que continue ejerciendo el cargo del vapor fluvial ‘Olmedo’ el señor

Luis Aguirre O. por razones impedidas por el Reglamento de Policía Marítima, más hoy he

visto con mucho desagrado, por su atento oficio de esta fecha que las autoridades civiles tratan

de intervenir en este particular dando órdenes contradictorias, siendo así que el hecho que me

ocupa está únicamente bajo la jurisdicción militar. / Así pues autorizo á Ud. para que se ciña

estrictamente al Art. 3 del Reglamento mencionado que es muy claro en este caso’. / Dios y

Libertad / (f) Víctor Fiallo’. / En vista de lo anterior creo escusado decir á Ud. que me he visto

en el caso de solicitar su orden escrita para transcribirla al Sr. Jefe de Zona- / Dios y Libertad /

V E Estrada”.

La cólera del Gobernador no tuvo límite. ¡Era intolerable! En esos tiempos en que el

Gobernador del Guayas era para todo efecto práctico un segundo presidente de la república, no

iba a tolerar que ni un jefe de zona militar, ni un capitán de puerto lo desobedezcan. En ese

momento ya no era solamente cuestión de darle satisfacción a la revancha de su hijo José. Era

una cuestión de autoridad que no podía ser cuestionada, aunque sus órdenes contradijeran la

Ley.

Se cruzaron dos cartas más, pero a estas alturas eran sin consecuencia, pues la suerte estaba

echada para Víctor Emilio.

Don Carlos Gómez telegrafió de inmediato al Ministro de Guerra y Marina solicitando la

destitución del Capitán del Puerto y el nombramiento de otro de inmediato. Hizo igual con el

Presidente.

José había triunfado: se había desquitado con Víctor Emilio por lo que había hecho antes por él

y lo que estaba sucediendo en esos días pues, como ya vimos, Víctor Emilio le había ganado un

arbitraje por disputa en la liquidación de los negocios conjuntos. Paradójicamente, el árbitro de

ese conflicto fue Adolfo Gómez y Santistevan, quien falló, por justicia, a favor de Víctor Emilio

y en contra de su hermano.

El 31 de octubre Víctor Emilio recibió el siguiente telegrama del Presidente: “Lo abrazo y

espero su carta. Con gran pena de mi parte le comunico que el Sr. Gobor me pide su separacion

y como no es posible desatender a la primera autoridad de la provincia, paso por el sentimiento

de indicarle que debe elevar su renuncia al ministerio respectivo. Este incidente es la mayor

contrariedad que he experimentado desde que me hice cargo del poder por que es grande y muy

sincero el afecto que profeso a Ud. y mi deseo de que colabore en mi admon. Su amigo afmo. L

Plaza G”.

En realidad el Presidente no tuvo otra alternativa. Era infinitamente más fácil reemplazar a un

Capitán de Puerto que al Gobernador de mayor importancia en el país. Además, era y es una

realidad, aunque a veces injusta, que la jerarquía tiene precedencia en un desacuerdo. Ya

veremos los muy válidos argumentos del Presidente en una de las próximas cartas a Víctor

Emilio.

Fue otra importante lección de vida para Víctor Emilio.

Así, Víctor Emilio quedó desempleado a escasos seis meses de haberse posesionado. José

Gómez Santistevan tuvo una pírrica victoria, pues podía haberle saboteado el trabajo a su

némesis, pero sus caracteres y personalidades seguirían siendo la de cada cual. Víctor buscaría y

encontraría la felicidad y el éxito, y de José no se preocupó más.

José trató de recuperar la amistad de Víctor Emilio en varias ocasiones, escribiendo y

haciéndole comentarios favorables a sus artículos de polémica económica, pero Víctor nunca lo

pudo perdonar por su pequeñez de espíritu y los artificios a los que acudió para cobrar

venganzas por agravios imaginados, cuando Víctor lo había ayudado con tanto afecto y

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asumido, en repetidas ocasiones, pérdidas generadas durante las sociedades de negocios que

tuvieron y que habían sido administradas por José.

La carta que siguió al telegrama de Víctor Emilio, el 31 de octubre, al presidente Plaza es de

sumo interés:

“General Plaza.= Quito.=

Como mi destitución de la Capitanía no es otra cosa que el triunfo de una venganza personal y

la victoria, harto común entre nosotros, de las influencias sobre la razón y la justicia, deseo que

todo sea completo en esta infamia frecuente en la que llamamos República del Ecuador. / Así

pues sírvase U. ordenar que el Ministro respectivo que es el de Guerra y Marina, no espere mi

solicitud de baja, que no enviaré, sino que me destituya por haber obedecido al pie de la letra

las órdenes escritas y terminantes de la Jefatura de la 3ra Zona contenidas en sus notas

números 521 y 525, ordenes contradictorias á otras verbales de la autoridad civil.= /

Agradezco mucho sus cariñosas palabras para mí y sus deseos de que colabore en su

administración; pero estimo mejor conservar mi independencia porque el pan fiscal es muy

amargo é inútil; pero sí confío en que tendré más oportunidad de servirlo con mi aprecio y mi

gratitud más tarde, cuando el ensayo de hombres que U. practica ahora haya fracasado del

todo después de darle á sus enemigos un asidero de hechos y razones para combatirlo.= Su

aftmo. amigo.= V.E. Estrada.=”.

Esta carta de Víctor Emilio al Gral. Plaza es injusta, pues no debemos olvidar que él mismo

alabó a don Carlos Gómez Rendón de tal forma que el Gral. Plaza, a más de la amistad que tenía

con don Carlos, estaba doblemente seguro que ponía en el puesto de Gobernador a la persona

idónea. En el fondo, Víctor Emilio no conocía a don Carlos y no sabía hasta qué punto su amor

paternal podía llevarlo. Víctor Emilio fue el propio responsable de su destitución, pues para ese

momento, con la experiencia política adquirida, debía saber que la política y los intereses

personales de los individuos en el poder tenían más peso que la Ley. Si detectó que las actitudes

de don Carlos obedecían a los intereses de José, debía haber actuado de acuerdo con esa realidad

y no dar lugar a una situación como la que lo condujo a su destitución. Pero eso habría

significado apartarse de los principios inculcados por su padre y por ello, la colisión de intereses

fue inevitable.

Esta fue la primera de otras situaciones similares. En todas ellas, Víctor Emilio siguió la misma

ruta -y en la mayoría encontraría similares resultados.

No le faltaron a Víctor Emilio las demostraciones de solidaridad. Recibió algunas cartas de

amigos y, tal vez más importante, El Telégrafo salió en su defensa. Pero esa defensa se basó en

dos documentos de naturaleza privada: El cable personal del Gral. Plaza y la injusta carta de

Víctor Emilio en respuesta. No citaremos los documentos, pues ya los hemos visto, pero sí el

comentario del periódico:

El título fue: “Un conflicto Administrativo” con subtítulos: “Un capitán del puerto destituido

por apegarse á la ley.

Los documentos al respecto” y el texto:

“El incidente habido entre el Gobernador de la provincia, el Jefe de la Tercera Zona Militar y

el Capitán del Puerto de Guayaquil, con motivo de la observancia de la Ley, ha tenido el

siguiente final, que cualquiera puede comprender en la publicación y lectura de los documentos

que van al pié. Lo sentimos verdaderamente, pues la caída del señor Estrada, revela la firmeza

de carácter en un funcionario público y demuestra lo triste de una administración provincial

como esta, donde tales conflictos se producen y á tales conclusiones se llegan. / COPIA…”.

Fue una indelicadeza de parte de Víctor Emilio el usar esa correspondencia privada y personal

para denunciar la destitución de la que había sido objeto. El Gral. Plaza le había escrito como

amigo personal, no como funcionario público, y él había contestado en iguales condiciones y

siendo bastante injusto. Víctor le escribió algunas cartas en los próximos días, pero siguió un

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largo y preocupante silencio por parte del Gral. Plaza, pues obviamente estaba resentido. Su

próxima carta fue el 26 de noviembre. Sus palabras fueron duras, pero muy consideradas:

“Mi estimado Víctor Emilio:

Contesto solamente ahora su carta del 31 del pm° pd°. por que he anhelado que el espíritu de

Ud. se tranquilizara y pudiéramos tratar del para mi muy lamentado incidente que produjo su

salida de la Capitanía del puerto.

He leído no sólo una sino varias veces su carta y documentos que la acompañan; y en

conclusión he llegado a formarme el criterio exacto de esa cuestión.

En primer término, tengo que quejarme de la ligereza con que Ud. procedió a dar publicidad al

telegrama particular que yo le dirigí y que, válgame esta franqueza amistosa, interpretó

fielmente mi modo de pensar acerca del sentimiento con que debía resolver esa cuestión de

gobierno. Pero, a mi juicio, en estos casos, para proceder con acierto, es menester consultar,

antes de publicar un documento particular la voluntad de quien lo haya suscrito, mucho más

cuando el suscritor es el Presidente de la República, que puede no tener inconveniente para

manifestar al amigo circunstancias que acaso sea imprudente lanzarlas al dominio público.

En segundo término, juzgo que Ud. extremó la interpretación que dio a las disposiciones que

dió sobre navegación, por que yo estoy con el Gobernador en eso de que no se puede

considerar como navegación en alta mar la que se hace en el Golfo.- Las aguas que encierra un

golfo, afecto siempre a la soberanía de un país, ¿pueden ser considerados como de alta mar?-

Yo entiendo que no; y paréceme que en esto tuvo plena razón el Sr. Gobernador del Guayas al

no aceptar la interpretación que Ud. daba a ese concepto.

En la nota de Ud. al Gobernador hubo exceso de altivez y hasta empleo de expresiones de

conceptos que no se compadecen con la disciplina administrativa, só pena de que echemos por

tierra el principio de autoridad.

Es claro que, por otra parte a mi me habría agradado mucho que ese asunto se hubiera

arreglado tranquilamente sin salirse de tono y mediante un espíritu de más mutua

condescendencia. Por una parte, el Gobierno tiene sobre sí una montaña de problemas

políticos, económicos y meramente administrativos, que resolver, para lo cual ha menester del

concurso armónico de sus amigos y coopartidarios; y por otra, no tengo inconveniente en

decírselo, toda vez que con ello hago justicia y me doy una satisfacción, yo aplaudía el celo, la

actividad, la honradez y el acierto con que Ud. se estaba desempeñando. Hubiera sido para mi,

pues, muy agradable que ningún conflicto viniese a poner en el duro trance de optar entre un

Gobernador y un empleado inferior en categoría a ese mandatario con tanto mayor razón

cuanto que ese Gobernador, a más de ser mi amigo, representa una tendencia política y

administrativa, que yo no podía desautorizar, sin desautorizarme a mi mismo.

No comento ni analizo ni vaticino sobre sus profecías, mi querido Víctor Emilio. Puede ser que

Ud. tenga razón; puede que no la tenga; pero, en uno y en otro caso, bueno es que Ud. sepa que

nada me tomará de nuevo, por que ya me he acostumbrado a las sorpresas de la política.

Como quiera que fuere, Ud. puede estar cierto de que, malgrado lo que ha ocurrido, yo

continuaré sintiéndome amigo suyo y considerándolo a Ud. como tal, por que no dudo que Ud.,

en su inteligencia clara y en su criterio recto, habrá reconocido que Ud., en mi puesto, no

habría procedido en forma distinta, de la que procedí yo, por natural respeto al principio de

autoridad.

Además, Ud. debe ser justo conmigo no imaginándose que, por concepto alguno, haya entrado

en mis cálculos complacer o burlar las intenciones por mí ignoradas de sus gratuitos enemigos.

A la Presidencia no pueden llegar esas pequeñas cosas.

Yo tendré sumo agrado en que se me presente la ocasión de exigirle a Ud. su colaboración en el

Gobierno, colaboración independiente, donde Ud. puede dar alas a su carácter altivo y

emprendedor.

Lo saluda con particular afecto su amigo y S. S. / L Plaza G”.

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Esta carta es lo más cerca de una misiva paternal que podía recibir un joven que se había

equivocado, aunque de buena fe, en su proceder. Plaza demostró ser muy sabio en su manera de

tratar al joven amigo y aseguró que no lo perdería a pesar de su resentimiento. Fue una carta

aleccionadora que, sin embargo, no logró dar flexibilidad política a los principios de Víctor

Emilio, inflexibilidad, que como veremos en el resto de esta biografía, le causó muchas

frustraciones y el fracaso en sacar adelante sus planes y proyectos que requerían ser

armonizados con criterios divergentes.

La contestación de Víctor Emilio la escribió el 16 de diciembre y muestra su grado de

resentimiento que aún lo tenía afectado. “Mi querido General:

Excúseme la demora en responder su última amable carta de 26 de Nov.p.p., pero antes no lo he

hecho debido a estar algo atareado con las refacciones que he estado haciendo a la casucha

donde ahora vivo.

Le diré que su carta en volumen es satisfactoria para mi por que al fin y al cabo en ella

descubro algo de estimación para mi por el hecho mismo de haber merecido alguna atención de

Ud. mis contratiempos y dificultades en la Capitanía.

Acerca de su juicio sobre aquel incidente en sí mismo nada debo agregar: son puntos de vista

en los que no nos pondríamos de acuerdo nunca. Tampoco hay interés en hablar más de ése,

para mí feliz incidente. Sólo dos puntos de los tratados por usted en su atenta carta voy a

recoger para hablarle de ellos con la franqueza que acostumbro en ni modo de juzgar y decir

las cosas y para la cual pido su benevolencia.

Se queja de la LIGEREZA con que procedi al publicar su telegrama pidiéndome mi renuncia

IMPUESTA por Don Carlos Gómez, y deseando, al mismo tiempo, mi colaboración en su

Gobierno….. Sabe usted como hubiéramos quedado satisfechos y sin resentimientos en esta

dificultad? Pues sencillamente si Ud. me dice al telegrafiarme suprimiendo su abrazo y el

puntapié a nombre de Don Carlos : ‘Querido Víctor Emilio : Necesito su ‘acierto’, su

‘honradez’, su ‘celo’, su ‘actividad’ en Pekin. Vengase a Quito inmediatamente. (f) Leonidas

Plaza.’. Esto es lo mismo que Ud tuvo la fineza de hacer con el ex Jefe de Zona General

Treviño, con el ex Gobernador Gustavo Icaza, con el ex Ministro Jose M Ayora, con el ex

Intendente Octavio Icaza, con el ex Director del Muelle Enrique Gallardo, con el ex Capitan de

Puerto Rafael Andrade y con cien autoridades y AMIGOS suyos en igual o parecido caso que el

mio; pero esto es lo que Ud. no hizo conmigo sino que me dijo: ‘Lo abrazo para decirle que sea

lo que sea el Gobernador me dice que lo bote y a eso no puedo decir no’ : mi dignidad reclama

igual respeto que para los caballeros arriba nombrados.

Aunque es usted experto en política, mis pocos años se atreven a sacar observaciones

desapasionadas de mi caso y comunicárselas al amigo: el Presidente de la República tiene mil

modos de llevar a sus enemigos de la Ceca a la Meca sin que se den cuenta y si alguno se da

cuenta siempre se encuentra chupando el dedo con miel. Muchos hombres, la mayoría, somos

extremadamente majaderos y nos gusta ser bien tratados, lo que no es un contrasentido, no le

parece? Hagame el servicio de no creer ni por un momento que yo hubiera aceptado el paseo a

Pekin, primero porque mi carácter no se aviene a esas claudicaciones, segundo por que esas

prebendas, verdaderas cedulas de invalidez, se ofrecen generalmente en nuestro país, con

excepciones por cierto, a los inútiles, a los niños bonitos o a los políticos que molestan y tercero

por la razón que me reservo para terminar lueguito la presente.

No acepto a este respecto otro argumento de los de su carta que ‘el conflicto entre optar por un

Gobernador o por un empleado de inferior categoria’, suprema razón que es mi mejor lauro.

Y aquí viene el segundo punto de su carta que voy a tratar.

Dice usted que Don Carlos Gomez en la Gobernacion representa para su Gobierno una

tendencia política y administrativa. Y yo digo, afirmo y pruebo que Don Carlos Gomez en su

gobierno, si representa una tendencia política la es al Conservatismo y si representa una

tendencia administrativa la es la Burocracia.

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Al conservatismo.- Aquel señor Carlos Gómez Rendon que el año 1883 se hallaba en el

campamento conservador de Mapasingue al lado del recordado General Salazar, no es el

mismo señor Gomez Rendon del campamento liberal de hoy, el señor Gobernador de

Guayaquil?

Aquel señor Carlos Gomez Rendon que en su penúltimo viaje a Europa pago una bendición del

Pontifice Catolico que adorna una sala de su casa, no es el mismo que sirve hoy a los que

acosaron y vencieron al sacerdocio y a la Teocracia de Garcia Moreno y sus sucesores?

Damos los liberales un abrazo al catolicismo a sabiendas que hoy como ayer las revoluciones

doctrinarias se incuban en los conventos, se fomentan con el dinero de los fieles y los calices y

coronas de oro y pedrerías, y que los entronques de familia coartan ideas y acciones…?

No mi querido amigo, es por todo esto que afirmo después de dejarlo probado que Don Carlos

Gomez no representa una tendencia política para su Gobierno que es Liberal, sino que es

simple y llanamente una amarra velada a un grupo de conservadores en disfraz liberal. Y sigo

con mi segunda afirmación: el señor Gomez Rendon como Gobernador es una tendencia

administrativa a la Burocracia, o sea a la influencia abusiva del alto empleado en el Gobierno

de un país o provincia, como la definen los Diccionarios.

Y allí van las pruebas.-

Me acuerdo que el señor Gomez Rendon hizo un viaje a Quito con el exclusivo objeto de

aceptar la Gobernacion con ciertas CONDICIONES relativas al personal de empleados. Primer

paso a la Burocracia que usted no desechó del todo, y que coartada la acción del Ejecutivo

para nombrar sus empleados suplantola con la genuina Burocracia cuya inauguración fue el

nombramiento de un hijo del Gobernador como vista Liquidador de Aduana, al que siguieron

cambios y nombramientos hechos por el Gobernador y rubricados por los Ministros (Aquí se le

olvidó a Víctor Emilio el otro hijo en el Departamento de Sanidad).

Alla va otra fase de la Burocracia. Las elecciones de Concejeros Municipales hechas por el

Gobernador como se han hecho siempre, es verdad, imponiendo una lista, su exclusiva lista, y

hasta usando del concurso de uno de sus hijos que bejuco en mano se impuso en determinada

mesa: el dia Domingo el pueblo opositor brego y triunfo aquí y alla, el Lunes que salió a sudar

el Pan el Gobernador eligio a gusto. Felizmente el Coronel Fiallo no se presto a la farsa y

devolvió las papeletas que en grueso fajo le envio el Gobernador, éste contado por el mismo

Coronel Fiallo. Se ve pues que no había consigna de Quito, sino acción Burocratica del

Gobernador.

Otra fase de la Burocracia: van presos algunos individuos a la Policia, el Gobernador ordena

la libertad de ellos haciendo caso omiso del Intendente, éste renuncia por el abuso y no tiene

reparo en comunicárselo a un grupo de amigos en una reunión, pero el Gobernador recapacita

que esta muy fresca la salida del Capitan del Puerto por análoga y abusiva intromisión y

consigue del Gobierno que no se acepte la renuncia y del Intendente que la cosa se quede allí.

Voy a terminar con la razón que le ofrecia dar mas arriba. En estos días se publico que yo iria

a Washington como agregado a nuestra Legacion. Viene pues al caso decirle que no me iria ni

a Washington ni a Pekin por que actualmente estoy pasando mi vida a entero gusto: gozo de

una tranquilidad envidiable, vivo en una pequeña quinta donde hay un aire purísimo que

respirar, lejos del bullicio de la ciudad, estoy dedicado a fomentar una cria de pollitos,

ocupación mas agradable que la de tratar con los gringos de los vapores que tenia antes,

poseemos un huerto que es otra ocupación agradable también y que nos da legumbres mas

agradables todavía, no tengo deberes fijos que cumplir, no dependo directamente de nadie

puedo reirme de los temores del Gobernador sin incurrir en insubordinación, paso mas tiempo

que antes al lado de los mios, como, vivo y duermo tan bien que francamente no sé como se las

compondría el diablo para vestirme de attache diplomático o echarme la soga al cuello para

servir a la Patria en otro destino Público.

Me olvidaba: otra ventaja que tengo ahora es que puedo parecerles a usted mejor amigo que

antes y efectivamente asi es porque ya no soy su empleado. Mi noble contrincante si tiene esa

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desventaja por que si bien es cierto que no necesita sueldo fiscal, en cambio hay caracteres que

asi como el estomago requiere comida, asi ellos quieren influencias para acomodar el mundo a

gusto: solo esa razón mueve a hombres de la categoría y situación de Don Carlos Gomez, a

aceptar cargos públicos en estos países: los que dicen que los hacen para servir a la Patria,

mienten.

Tan amigo suyo como antes / VE Estrada”.

Larguísima carta que el General no debe haber tenido tiempo para leer con detenimiento. Por

obvias razones, no hubo contestación del Gral. Plaza.

La relación con el Gral. Plaza se enfrió luego de la última carta de Víctor Emilio, pero aún así el

Gral. cumplió con enviar un telegrama a la familia el 21 de diciembre, primer aniversario de la

muerte de don Emilio: “Víctor Emilio y Francisca Estrada / En este dia de penosos recuerdos

para Uds y para todos los que quisimos y honramos a su Sr. Padre sírvanse recibir el mas

afectuoso y sincero recuerdo de un amigo que en Uds quiere hacer el homenaje a la valiosa

memoria del extinto amigo de corazón. / L. Plaza G.”.

Era también un mensaje de que sus puertas afectivas y políticas estaban abiertas para cuando

Víctor Emilio estuviera listo.

El reemplazo de Víctor Emilio como Capitán del Puerto, fue Jorge Chambers Viveros, el mismo

que le había quitado el puesto de Administrador de los Carros Urbanos a su padre.

Viviendo entre las casas de la calle Industria y Huancavilca, y La Esperanza

La carta anterior de Víctor Emilio nos es de mucho interés en la parte que nos dice lo que estaba

haciendo de su vida. En septiembre, se había arrendado la casa de 9 de Octubre al Gobierno,

pues la falta de efectivo era un problema para todos. Una vez entregada esa casa, la familia se

trasladó a una casa arrendada más modesta, en la calle Industria y Huancavilca, donde ya

estaban viviendo Víctor e Isabel, y alternaban con la casa de La Esperanza. Pudo instalar allí

parte de sus nuevos muebles venidos de Alemania. La familia estaba feliz.

Pero aún estábamos en el verano. No había llovido todavía, así que no sabían lo que sucedería

en La Esperanza cuando cayeran las primeras lluvias… Isabel había protestado cuando Víctor

Emilio le dijo que se trasladaban a La Esperanza, pero él se impuso, pues quería estar solo con

ella, lejos del gentío que poblaba el centro.

Para Víctor Emilio, el poder cambiarse a La Esperanza luego de su salida de la Capitanía del

Puerto, le representó un período de paz y alejamiento de todos los problemas políticos y

familiares, como le dijo al Gral. Plaza. Para Isabel también fue importante ese cambio, primero a

la casa de la calle Industria y luego a La Esperanza, en la cual ellos eran los dueños de casa e

Isabel era la reina de su propio hogar. Pero esa vida no generaba mayores ingresos.

Llegado el primero de enero de 1913 con las primeras lluvias, comenzaron a salir los bichos por

millones de la tierra de La Esperanza. Vivir allí se hizo imposible, pues no se podía dormir ni

con toldo, ni cocinar ni comer con tanto insecto volando y cayendo en las ollas y los platos de

comida. Los caminos se convirtieron en fangales y la casa estaba casi aislada por el agua. No

quedó otra alternativa que regresar a la casa de la calle Industria, al menos durante el invierno.

Para mediados de enero de 1913 la partición de bienes de don Emilio estaba completa. Se había

repartido los bienes muebles e inmuebles y se había compartido por igual las pérdidas de las

acciones de la Compañía Nacional Comercial. También se había liquidado el remanente, lo cual

dio algo de efectivo a todos los herederos, pero a Víctor Emilio se le fue el efectivo en el pago

de La Esperanza y el arriendo de la casa de la calle Industria, y a María Luisa y Luis Alberto en

tratar de sacar adelante la fábrica La Victoria. La única que no tenía gastos mayores era

Francisca Amalia, soltera y mujer de casa.

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Doña Lastenia se cambió a vivir por su cuenta con la recepción de los bienes que le tocaban,

pero Víctor Emilio no la descuidó, pues sentía obligación de cuidar a la viuda de su padre.

Las hermanas de la familia vivían en la casa de la calle Industria. Panchita y María Luisa, quien

estaba en cinta de su primera hija, con su esposo, Luis Alberto, quien continuaba en servicio

activo en el ejército y su destino cambiaba con cierta frecuencia, de tal forma que el domicilio

fijo de la pareja era la casa familiar de María Luisa.

Luis Alberto estaba luchando por sacar adelante la fábrica, tarea nada fácil para el joven militar,

pues estaba totalmente fuera de su elemento. La fábrica trabajaba a pérdida, de tal forma que se

fue consumiendo el efectivo de María Luisa y por lo tanto era un esfuerzo negativo. Víctor

Emilio no le fue de mucha ayuda en ese trance, pues como bien sabemos, no le gustaba ni tenía

apego por el negocio, algo que había reconocido su padre al dejárselo a su hermana.

La vida continuaba y también los gastos, aunque cada uno aportaba con lo que tenía. Víctor

Emilio recibía algo de dinero por sus aportes periodísticos a El Telégrafo, pero no era mucho. El

sueldo militar de Luis Alberto tampoco era mucho, de tal forma que todos vivían una situación

estrecha. En esa circunstancia, los salvó a todos la soltería de “Panchita”, pues ella era la que no

tenía gastos. Su remanente en efectivo ayudó a mantener a flote a la familia mientras estaban en

esa incómoda situación, pero eventualmente Víctor Emilio le devolvió, con creces, todo lo

aportado. También estaba el ingreso de las casas y covachas que había dejado don Emilio a

Panchita, así como la casa de 9 de octubre. Por ello, En algunas ocasiones Víctor Emilio escribe

sobre cobrar las rentas.

Francisca Amalia Estrada Sciacaluga, de 18 años, en 1913

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Cuando nació María Luisa Dueñas Estrada, en marzo de 1913, era el primer bebé en la casa

familiar desde el nacimiento de su madre. Fue para todos una gran alegría. Isabel no tardaría en

salir en cinta, lo que alegró más el ambiente familiar.

Víctor Emilio e Isabel embarazada de Isabel Victoria, con María Luisa y Luis Alberto Dueñas, por septiembre de 1913,

en la casa de las calles Industria y Huancavilca. Ya había nacido María Luisa Dueñas Estrada.

La casa de la calle Industria continuaba siendo el centro de la vida familiar, donde se

congregaban todos los Estrada Sciacaluga, así como doña Lastenia, todos los Sciacaluga y los

amigos íntimos para compartir y departir, tal cual se lo hizo en vida de don Emilio.

El verano de 1913, con la bebé María Luisa en la casa familiar, Isabel embarazada y la familia

en armonía, aunque limitados en cuanto al dinero, fue uno de los más felices de la pareja, que

alternaban entre la quinta La Esperanza y la casa del Barrio del Astillero. El tener a la sobrina

era ideal, pues Isabel pudo irse preparando para su propio rol de madre, aunque ya tenía

experiencia con los hijos de su hermana Laura. Víctor comenzó a comprender lo que era ser

padre y tenían la incomparable ventaja de que cuando se cansaban de la niña porque lloraba, se

la devolvían a sus padres. Lo único que necesitaba Víctor Emilio era un trabajo fijo que le diera

ingresos regulares para vivir tranquilos y en paz.

El negocio de venta de vehículos continuaba mal, por la falta de mercado debido al estado de las

calles de Guayaquil, que eran en el mejor de los casos lastradas con cascajo grueso o

empedradas. Por el momento, ese negocio no tenía buenas perspectivas.

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El país enfrenta una nueva revuelta

El 24 de septiembre de 1913 el coronel Carlos Concha Torres, alfarista de vieja cepa, lanzó en la

hacienda Tachina, en las afueras de Esmeraldas, un manifiesto de guerra contra el gobierno del

general Leonidas Plaza Gutiérrez. Concha consideraba que Plaza era un conservador encubierto

y que estaba desmantelando los principios y logros de la revolución liberal radical. Para él, la

guerra era el único camino para recuperar los ideales de Alfaro.

Concha venía lanzando sus amenazas desde hacía más de un año, pero el Gral. Plaza

menospreció la amenaza y la acciones que tomó no tuvieron efectividad alguna, lo que permitió

que Concha se prepare y equipe para luchar de manera convencional y con guerrilla.

Cuando empezó su campaña, el Gobierno no estaba preparado y tuvieron que comenzar a

improvisar y a reclutar personal para enfrentar el peligro.

Los triunfos de las fuerzas irregulares de Concha sobre las fuerzas regulares del Gobierno

tomaron por sorpresa al campo oficial, lo que fue agravando la situación, pues las filas

Conchistas se engrosaban con cada triunfo.

En septiembre, al vencer el contrato de la casa de 9 de octubre con el Gobierno, la volvieron a

tomar, esta vez para instalar en ella dependencias de la III Zona Militar.

El 24 de diciembre, Víctor Emilio recibió el siguiente telegrama del Gral. Plaza: “He estado

extrañando su silencio, invoco su nunca desmentido patriotismo y cuento con el activo

contingente de U. para que salga á Manabí con uno de los cuerpos que están organizándose en

Gquil. Lo saluda su amigo / L. Plaza G.”.

El telegrama del Gral. Plaza llegó un poco tarde, pues ante la emergencia nacional que

representaba la guerra del coronel Concha, el día martes 23 Víctor Emilio había acudido a la III

Zona Militar a ofrecer su contingente, lo cual había sido aceptado sujeto a la aprobación de la

superioridad. El día 25 se incorporó temporalmente como ayudante secretario de la III Zona, con

su rango de capitán y envió el siguiente telegrama al Gral. Plaza:

“El amigo J.M. Rivadeneira solicitome ayer (24) autorización pedir nombráseme ayudante

secretario zona.

Hicele saber estado Isabel días precisos, pero agreguele prestariame servir ese cargo, previa

intervención suya : y solo por creer peligrosa situación partido liberal, único caso que terciaria

luchas civiles. Pareciome siendo puesto absoluta confianza no desmerecería de otros mayor

categoría como ultimo del que fui separado. Sorprendeme sentido su telegrama opuesto

convenio con Jose Miguel, y siento no servir para otra cosa que para capitán de compañía en

batallón de reserva. / Lo saluda su amigo / VE Estrada”.

Parece que hubo alguna confusión en el ir y venir de telegramas y el general Plaza se sintió

extrañado que ante los acontecimientos Víctor no hubiera reaccionado. Por ello telegrafió a Luis

Alberto Dueñas el día 26: “Ha habido una mala inteligencia en todo éste asunto de Víctor

Emilio – Cuando yó dirigí mi telegrama estaba ignorante de lo que Rivadeneira pedía á E.M.G.

(Estado Mayor General). Nuestros telegramas se cruzaron pero apenas el jefe del E.M.G. me

presentó la propuesta de nombramientos para ésa Zona en el acto la acepté. A mí lo único que

me extrañaba éra el silencio de Víctor Emilio ante una situación que imponía ó impone la

colaboración de todo buen patriota y liberales. Abrázelo, / L. Plaza G.”.

Luis Alberto fue nombrado comandante del Batallón Vencedores de Línea N° 1, que partió

hacia Manabí y Esmeraldas.

De inmediato fue también la respuesta del General a Víctor Emilio: “Los términos de su atto.

Telegrama revelan al verdadero patriota y buen ciudadano, las prendas de Ud. le dan titulo

sobrado para los puestos de mayor confianza y sus aptitudes son para desempeñar con acierto

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cualquier cargo público. Aplaudo su resolución de prestar sus servicios á la causa

constitucional. Le abraza su amigo / L. Plaza G.”.

El coronel José Miguel Rivadeneira, fue uno de los oficiales que con lágrimas en sus ojos había

entregado su cuartel a don Emilio luego de la revuelta de 1906, en presencia del jovencito

revolucionario, y también participó en la Revolución del 11 de agosto de 1911. Rivadeneira no

olvidó la consideración con la que fue tratado y, ante el ofrecimiento de Víctor Emilio, lo tomó

como oficial de entera confianza para laborar en el despacho de la jefatura de zona.

El nombramiento de Víctor Emilio se publicó en el Registro Oficial del 26 de diciembre y fue

rectificado el 31 del mismo mes.

El nacimiento de su primera hija

Víctor Emilio trabajaba largas horas en la Jefatura de Zona y al salir iba directamente a casa, a

encontrarse con su esposa, ya en los últimos días de gestación.

Don Julio Icaza y doña Victoria pidieron a la pareja que fueran a vivir en su casa durante esos

últimos días del embarazo, para poder cuidar a su hija mientras Víctor Emilio trabajaba. La

pareja lo aceptó de buena gana. Les asignaron un pequeño apartamento en los altos de la casa de

la calle Pedro Carbo, pero comían juntos en la mesa familiar, en el piso principal. Nadie mejor

que Víctor Emilio para relatarnos el nacimiento y los primeros días de su hijita, hechos que

plasmó en una hermosa carta que tituló:

“Historia de mi primera hijita para que la lea cuando llegue á comprenderla / su papá / VE

Estrada / Naciste un día Sábado, diez de Enero, de mil novecientos catorce, á las once en punto

de la mañana. Son tus padres Víctor Emilio Estrada é Isabel Ycaza Marín de Estrada, casados

civil y religiosamente el día 20 de Abril de mil novecientos doce, es decir que tú naciste al año

ocho meses diez días después de nuestro matrimonio. (…)” Luego relata su genealogía paterna y

materna. Continúa: “Has nacido en casa de tus abuelitos Dn Julio y Dña Victoria, quienes

desearon que Isabel estuviera al lado de ellos para tu nacimiento. Esta casa está situada en la

calle de Pedro Carbo entre Sucre y Colón, costado Oeste, y tiene el número 1019.- Ocupamos

un departamento independiente en los altos de la casa pero nos sentamos todos á la misma

mesa de tus abuelitos.- La obstetriz que asistió a tú mamá en los momentos de tu nacimiento se

llama Carmen Falconí y es toda una señora por digna y discreta.- En momentos que viste la luz

primera, estábamos á tu lado, junto con la señora Falconí, tu abuelita Dña Victoria, tu tía

Laura y yo.- Viniste al mundo sin novedad y pesaste 7 libras recién nacida. Después que te

bañamos, te vestimos y acostamos en una preciosa cunita de metal que te encargamos á Europa

junto con ropita.- (…)” A continuación da una lista de las personas a quienes se les participó el

nacimiento y otra de quienes visitaron a la madre y su hija. Más adelante continúa con

interesante información familiar y nos revela interioridades de los acontecimientos políticos

recientemente vividos y su sentir ante ellos: “Tus padres, en ésta época de tu nacimiento

tenemos modo de vivir independiente y relativas comodidades. Residimos en verano en una

quinta que poseemos al extremo Sur de Guayaquil, hasta donde llega el servicio de carros

urbanos, y se llama ‘La Esperanza’, donde tenemos casa muy grande y cómoda, huerto, jardín y

muchas gallinas y pollitos que han sido nuestra única diversión antes que tu vinieras á dar

alegría á nuestro hogar. Allí vivimos desde Octubre de 1912 fecha en que compré esa

propiedad. Antes habíamos vivido, desde el día de nuestro matrimonio en casa arrendada en la

calle Industria y Huancavilca. Has nacido en época de revolución en el Ecuador y tu papá que

tiene como casi todos los Ecuatorianos grado militar, es hoy capitán de Ejército en servicio

como ayudante del Jefe de Zona Militar de Guayaquil, que es mi amigo el coronel José Miguel

Rivadeneira. Para aceptar ese puesto me telegrafió el Presidente de la República, con quien mis

relaciones políticas no eran buenas, debido á que no procedió correctamente conmigo el año

1912 que yo era Capitan del Puerto en Guayaquil, de donde me separó por dar gusto al

Gobernador de Guayaquil; persona que no me quería bien. Ahora que me llamó de nuevo á su

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lado, lo acepté porque se trata de rechazar á los mismos que mi papá venció antes de ser

Presidente.- Aunque el puesto que hoy ocupo nó es de la importancia que corresponde á mi

situación personal, acepté por dar ejemplo de disciplina. Sobre esto tendré ocasión de contarte

mis recuerdos cuanto ya grande tú estés á mi lado y nos mimemos mutuamente en la

tranquilidad de nuestro hogar, si Dios nos concede tal dicha. (…)”. En las páginas subsiguientes

va anotando todas las novedades de alimentación, sueño, ropita, visitas que recibía y

comentarios de ellas. El diario lo continuó hasta el día 7 de febrero, cuando se tuvo que

interrumpir por razón del trabajo de Víctor Emilio.

Desde fines de enero se comenzó a gestar un viaje importante a Esmeraldas, pues había que

enviar una importante cantidad de dinero en efectivo para mantener las tropas y cubrir gastos

administrativos. Víctor Emilio fue designado para el efecto y salió en comisión el 8 de febrero,

dirigiéndose a las costas de Esmeraldas por vía marítima, a buscar el cuartel general del Ejército

para entregar el dinero que portaba. Una vez desembarcado, el buque partió de inmediato a

cumplir el resto de su misión y Víctor Emilio se quedó aislado en ese punto. Viendo que no

había nada útil que podía hacer para poner orden en el caos que reinaba en las filas gobiernistas

y teniendo que regresar a su puesto, emprendió retorno a Guayaquil, pero se encontró con el

problema de que no era posible regresar por tierra y la única vía, la marítima, tenía problema por

el bloqueo de la costa por los buques del Gobierno. El único transporte que pudo encontrar iba a

Panamá, así que a Panamá se fue, para de ese punto retornar a Guayaquil por el primer buque

disponible. Durante los pocos días que estuvo en Panamá evitó a los Alfaro, que habían salido

del Ecuador y se encontraban allí. Si bien Víctor Emilio tenía su conciencia límpia y tranquila,

no sabía cual era el pensar de los Alfaro. Como todo se sabía en el Panamá de esa época, se

enteraron de inmediato de la presencia de Víctor Emilio y lo buscaron, sin éxito. Estuvo de

retorno en Guayaquil hacia fines de marzo.

Fue una gran alegría encontrarse con Isabel y su hijita, pero le preocupó el ver que la niña tenía

las inevitables picaduras de insectos que venían con el invierno. Haría todo lo posible porque se

vayan a un balneario, a pesar de que le costaba mucho separarse de ellas.

Para los primeros días de abril Isabel, con su hijita y familia, estaban en Posorja. No le era fácil

a Víctor Emilio acompañarlas por sus responsabilidades militares y por tener que cobrar las

rentas de las propiedades de Panchita y de la casa de 9 de Octubre, lo que no era fácil a pesar de

ser tan pocas. En una de sus cartas a Isabel, le relata la rutina de sus días. El trabajo, por

supuesto, del cual no podía hablar mucho por razones de seguridad, almuerzo casi todos los días

con su tío Luis Sciacaluga, vecino de la casa en 9 de Octubre y le aseguró que no salía luego de

cenar. Llovía casi todas las noches. El poco interés de salir en expediciones nocturnas, algo poco

común en un joven, no nos asombra, pues por un lado Víctor Emilio no era afecto a las

actividades sociales y por otro prefería leer e instruirse de manera autodidacta, en la paz y

tranquilidad de su hogar y con sus libros a la mano, la forma que él había encontrado como más

efectiva que la educación formal en aulas.

Víctor le daba cuentas a Isabel sobre si salía en las noches, pues ella sufría de celos permanentes

a pesar de su, a veces, aparente indiferencia. Parece que él nunca le comentó de aquel episodio

en 1908 y su efecto de susto duradero, lo que posiblemente la habría tranquilizado.

En ese momento específico, su interés estaba centrado en su profesión: La de militar, y su

biblioteca se fue nutriendo de libros sobre el tema.

El 12 de abril se dio el fratricida combate de Camarones, en que las fuerzas irregulares del

coronel Concha vencieron al Ejército organizado, causando una debacle institucional. El número

de prisioneros del gobierno fue tan numeroso, que el coronel Concha los dejó en libertad para

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que regresaran, sin sus armas, a sus casas a través de las montañas, los bosques y campos. El

Gral. Moisés Oliva, responsable de las fuerzas del Gobierno, se retiró del escenario humillado.

En poco tiempo le asignaron otro puesto.

Entre los que cayeron prisioneros estuvo Luis Alberto Dueñas, quien tuvo que viajar a pie hasta

poder encontrar transporte a Guayaquil. Las noticias de la derrota dieron gran preocupación a la

familia, pues nadie podía dar respuestas a las preguntas de los familiares de los integrantes de

las unidades vencidas.

El 30 de abril recibió carta de Adolfo Gómez Santistevan, quien se encontraba viviendo con su

familia en uno de los balnearios de la costa sur del Guayas, posiblemente Posorja, Data, o Playas

del Morro: “Querido Víctor: (El texto al comienzo de esta carta es irrelevante para los intereses

de nuestra historia y avanzaremos hasta lo que sí nos interesa) (…) del balneario en que habito y

que te esperamos con sus olas abiertas – Vente resuelto á almorzar en mi casa – Creo que con

esto te decides y fletas cualquier navío para trasladarte á este lugar – Tomen muchos purgantes

y no escaseen los lavados, para que se eviten las indigestiones de nuestros banquetes

neronianos – Aquí discutiremos largo, ya que hay muchos pájaros que persiguen la mosquita, y

estos esperan – Te incluyo una lista de encargos para que me los traigas el Sábado – Las

noticias de la Revolución me afectaron mucho; sobre todo por la muerte del pobre Valdez y la

prisión de Dueñas, que felizmente no ha resultado cierta (…) Vente sin falta el Sábado – Si

puedes traete el billar. / Un abrazo á Isabel y bebe y tú mi corazón, Adolfito”. Podemos derivar

del texto de esta carta que por esos días Adolfo estaba desempleado y por ello permanecía

disfrutando del balneario, además con muy buen humor...

Víctor Emilio fue a Posorja tantas veces como sus obligaciones militares se lo permitieron.

Había semanas en que la situación estaba tranquila y entonces aprovechaba para pedir permiso y

salir el viernes para regresar el domingo. Otras semanas, en que había crisis, tenía que trabajar

de corrido y eventualmente pidió licencia por quince días para pasar con su familia.

El 28 de julio de ese año estalló la I Guerra Mundial, hecho que, agregado a la pequeña

revolución ecuatoriana, mantuvo la mente del joven capitán de lo más interesada y activa. El

estar en la secretaría de la Zona Militar le daba acceso a inteligencia y mapas de operaciones, lo

cual Víctor Emilio utilizaba como material de instrucción para sí mismo.

Ese año 1914, aparte de los incidentes de los primeros meses, fue relativamente tranquilo y

rutinario. Todo estaba en calma hasta que la superioridad militar decidió nombrar jefe de la III

Zona Militar al Gral. Moisés Oliva, perdedor de Camarones, con quien Víctor Emilio había

tenido puntos tocados desde que se conocieron allá por 1910. Oliva se posesionó del cargo el 22

de diciembre e inmediatamente comenzó a fastidiar al capitán Estrada. El 24 Víctor Emilio

pedía la baja directamente al Presidente de la República, mediante la siguiente carta: “Muy

estimado General: / Le saludo atentamente y ruego prestar unos momentos de atención a la

presente. / Ha transcurrido ya un año que, en aquellos momentos difíciles que siguieron a la

capitulación de Chinca, me presté gustoso a su llamado para que mi nombre figurara entre los

que entraban a los campamentos del orden, siquiera a fuer de cumplir un acto de presencia

ineludible y necesario en situación tan azarosa. Hasta que José Miguel Rivadeneira estuvo en la

Zona le acompañé en cuanto pude y estaba a mi alcance, pero se me hace duro seguir por mas

tiempo en una situación cuya importancia realmente no consideré al aceptarla porque aquellos

momentos no eran para fijar reparos ni acrecentar dificultades y porque al lado de José

Miguel, mi buen, mi íntimo amigo, seguía siendo lo mismo, no el subalterno. / Ya han variado

bastante las circunstancias, ya creo haber dado una buena y bastante prueba de

desprendimiento personal y de adhesión a la causa del orden, y esto es suficiente razón en mi

concepto, para pedirle la baja del Capitán Estrada, Oficial de la Tercera Zona, puesto que si en

aquellos momentos estuvo indicado por las circunstancias, no le está ahora sea por mis

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antecedentes y mi posición y mi modo de ser, sea por que la revolución prácticamente no existe

toda vez que ha degenerado en hordas de cuatreros que requieren la acción policial. / Ojalá

aprecie Ud. mis razones y disponga de su atto amigo, / VE Estrada”.

La respuesta del Gral. Plaza se dio el 4 de enero de 1915: “Cap. Victor Emilio Estrada: / Mal

año nuevo me ha dado Ud. con la solicitud de su baja. Ignoro causa que le obligacen a

separarse y en todo caso espero de su patriotismo desista propósito privándonos de sus buenos

servicios. / Lo saludos su afmo amigo / L. Plaza G.”.

El Gral. Plaza no quedó satisfecho con una comunicación tan escueta y quiso saber la verdadera

razón de la solicitud de Víctor Emilio, pero él no quiso decir por escrito la razón, pues se podía

causar un gran problema con el Gral. Oliva. Víctor acudió a Luis Alberto Dueñas, quien habló

directamente con el Presidente y le explicó las verdaderas razones. Plaza inicialmente no quiso

aceptarlas y ofreció cambiar de destino a Víctor para no perder su talento, pero Luis Alberto

bien sabía que Víctor no aceptaría ningún puesto que lo aleje de su esposa e hija, y peor aún

estando otro hijo por llegar.

Plaza cedió a disgusto, con fecha 23 de enero: “Muy apreciado amigo: / Correspondo el atento

saludos de usted, deseándole bienestar. / He sentido mucho que cuestiones de delicadeza

personal le hayan puesto en el caso de solicitar su separación del servicio activo de las armas,

pues habría deseado que me acompañara durante toda mi administración; pero, atendidas las

razones de usted y después de conferencia que tuve con el Comandante Dueñas, no he podido

menos que ordenar la baja de usted, agradeciéndole desde luego su importante colaboración en

mi Gobierno. / Créame siempre su atto. Amigo y S.S. / L Plaza G”.

Y así terminó su carrera como militar en servicio activo. Luego vendrían otras ocasiones en que

sería de gran servicio a la nación en el campo militar.

El 31 de enero de 1915 el hogar de los Estrada Icaza se vio alegrado con el nacimiento de su

segunda hija, María del Pilar Estrada Icaza. Fue otro momento de gran alegría para la familia y

Víctor se preocupó de que Isabel fuera a Posorja lo más pronto posible a buscar mejor clima

para los primeros meses de su hijita. Él sufría más que la niña cuando la picaba un insecto y se

le hacía alguna ronchita.

La provisión de agua para incendios de la población de Vinces

Ese mes de enero, en una conversación con don Francisco Urvina Jado, Víctor Emilio se enteró

que el contratista de la provisión e instalación de grifos para el servicio de incendios de Vinces

estaba en problemas. Tenía cobranzas y deudas vencidas, y problemas para el abastecimiento de

materiales para la obra. Don Francisco ofreció la financiación si Víctor Emilio tomaba el

contrato con don Enrique Gallardo Triviño, quien era más experimentado en asuntos de

negocios. Víctor Emilio se encargaría de manejar los subcontratos y supervisar las obras en

Vinces, además de adquirir los mejores materiales en los EE.UU., mientras don Enrique se

encargaría de la parte administrativa y financiera en Guayaquil. Tendría una buena rentabilidad,

a más de un sueldo base y gastos de movilización. Con un respaldo como el de don Francisco,

era una propuesta que tenía que ser aprovechada.

Antes de emprender en este negocio, que le absorbería mucho tiempo y lo mantendría alejado de

su pequeña familia, Víctor Emilio se tomó 15 días de vacaciones en Data de Posorja, con su

esposa y sus dos pequeñas hijas. Ya Isabel Victoria había cumplido su primer año, de tal forma

que era un deleite para el padre jugar con su nena, quien con sus penetrantes ojos podía hacer

que su padre se derrita con solo una sonrisa.

Pilar, recién nacida, hacía lo que todo bebé hace en esa etapa. Víctor Emilio gozaba

acurrucándola, silvándole y cantándole, lo que era devuelto con sonrisas y bostezos.

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Fue un período de una felicidad diferente a la de recién casados. La vida iba evolucionando y

ellos iban madurando con cada adición a la familia.

De estas vacaciones les quedó el amor por reposar en las playas del Golfo.

Los empresarios llegaron a un acuerdo con el ingeniero Paul ThurDeKoos, el contratista de la

obra, quien continuaría con los nuevos empresarios por un tiempo en calidad de asesor. Se

establecieron las líneas de crédito en el Banco Comercial y Agrícola y se logró el traslado del

contrato a los nuevos empresarios, el 18 de marzo de 1915. Se elaboró un extenso listado de

materiales que faltaban para completar la obra. Víctor Emilio viajó a los EE.UU. entre fines de

marzo y fines de abril de 1915, para adquirir los materiales y equipos. La consigna era adquirir

todo de la mejor calidad, para que la obra sea duradera. No se escatimaría en materiales de

segunda clase, pues los nuevos empresarios querían establecer una buena reputación para obras

futuras y mantener su buen nombre. Víctor evocó los tiempos de su padre como contratista en el

empedrado de las calles de Guayaquil, en que cuando necesario, don Emilio personalmente

colocaba las piedras en su lugar.

El viaje a New York fue de intensos contactos con varios proveedores de materiales y equipos

adecuados para las obras, así como con banqueros para realizar los pagos por los artículos

comprados.

Sin embargo, eso no le impidió divertirse un poco con su afición aún no muy desarrollada por

las fotografías y las películas.

Se tomó una foto convencional, como había acostumbrado cada vez que pasaba por New York.

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Y se tomó una foto con técnica prismática, algo novedoso para la época, que cuando se la

inclina de un lado a otro muestra tres imágenes distintas. ¡Era como magia!

Cuando se la inclina a la

izquierda:

Cuando se la mantiene

centrada:

Cuando se la inclina a la

derecha:

Víctor Emilio atesoró esta fotografía, que se encuentra aún en los álbumes de fotos familiares,

que guardan con mucho cariño sus nietos y bisnietos.

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Una vez comprados los materiales y los equipos, emprendió retorno a Guayaquil en el mismo

buque, con los primeros artículos adquiridos. Ni bien estuvieron desaduanizados, se los

transportó a Vinces para continuar los trabajos inconclusos de ThurDeKoos.

Los primeros días de mayo estaban los materiales listos para reiniciar los trabajos y se comenzó

con buen ritmo. El entusiasmo era contagioso. Se avanzaba con el cronograma de obras y se

iban viendo resultados. Todos los involucrados estaban satisfechos. El 18 de junio de 1915 se

entregó el primer dividendo de pago del trabajo. Todo iba bien. Lastimosamente, ese fue el

único dividendo pagado puntualmente. En adelante, se aplicaría la burocracia en demorar los

pagos y hostigar a los contratistas con reclamos y quejas, pero aún así, se continuaron las obras.

El 1° de septiembre se comenzaron a abrir las zanjas para enterrar las tuberías y para el 30 de

marzo de 1916 se había entregado el trabajo, que de ese momento en adelante lo operaría

Manuel Navarro como contratista. Desde que tomaron a cargo la obra los nuevos contratistas,

habían pasado 12 meses 12 días. El tiempo original calculado en 1911 había sido de 11 meses,

pero en ese plazo original no se había tomado en cuenta la compra de materiales en el exterior.

El sistema de agua contra incendios de Vinces era una prioridad para la población, entonces

próspera gracias a las haciendas cacaoteras de su entorno. El agua para beber la obtenían de

pozos, pero los volúmenes necesarios para hacer frente a un incendio no podían ser abastecidos

por los pozos, de tal manera que era necesario tomar agua del río Vinces por medio de

aspiradores colocados en el río, bombas de succión e impulsión, y llenar el tanque de

almacenamiento, para distribuir de allí el agua a través de tuberías y grifos, a los que se

conectarían las mangueras de los bomberos.

Si se visita Vinces, uno puede ver que parte del sistema aún funciona, y más aún, a él se ha

integrado, debidamente ampliado, el sistema de agua potable, pues llegó un momento que los

pozos no podían abastecer las necesidades de agua de la población.

La torre de agua en 1920 La torre en el 2010

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La torre de agua, en pie por 100 años en septiembre del 2015, sigue en perfecto estado, con

ciertos refuerzos que se le han colocado. El actual tanque de almacenamiento es más pequeño

que el original. Ella y los grifos que aún existen, son excelente testimonio de la calidad de

materiales que instalaron los contratistas.

Sin embargo, el negocio no fue bueno. La demora en el pago de los subsiguientes dividendos y

el hecho de que no se llegó a hacer una entrega formal de obra por las quejas, por cierto

exageradas y muchas infundadas del Concejo Cantonal, hizo que queden pendientes valores por

cobrar. Toda la eficiencia en el manejo y ejecución del contrato se redujo a una pequeña

utilidad. Los socios no tuvieron los beneficios esperados de su emprendimiento. ¡Otra lección

más que aprender! Víctor Emilio nunca más volvería a ser contratista del Estado o cualquiera de

sus organismos dependientes. El cobro del último dividendo lo lograron recién en 1917.

Víctor Emilio había estado llendo a Vinces durante la semana y regresando a Guayaquil los

fines de semana, pues su función era de solo de supervisión general, mientras los ingenieros

contratados ejecutaban los trabajos.

Isabel estaba nuevamente encinta y se esperaba la llegada del bebé para el mes de junio.

Pero en abril de 1916 Víctor y su familia inmediata sufrieron una terrible pérdida. El día 11

falleció el tío Luis Sciacaluga Aubert, a quien Víctor Emilio tanto quiso. Fue un duro golpe para

los Sciacaluga Zevallos, los Velásquez Sciacaluga y los Estrada Sciacaluga.

El Gral. Plaza terminaba su mandato Constitucional el 1° de septiembre de ese año y quiso que

Víctor Emilio estuviera presente en el Congreso que se instalaría el 10 de agosto, pues podría

serle útil si por alguna razón se daba alguna situación adversa que podría afectar el fin de su

presidencia. Víctor Emilio no aceptó una candidatura principal, pero sí aceptó una suplente por

Los Ríos. Así lo dispuso el Gral. Plaza a los encargados de las listas y el 29 de mayo se le

notificó, por parte del Concejo Cantonal de Babahoyo, que había sido electo diputado suplente

con dos mil novecientos veintiséis votos (¿habrán sido votos de Vinces?). Siendo suplente, había

poca probabilidad de ser llamado a servir y cumplía así con el partido liberal.

El 22 de junio se dio el feliz acontecimiento del nacimiento de su tercer hijo y primer varón.

Víctor Emilio estaba fuera de sí de felicidad y el niño tuvo el honor de llevar como único

nombre de pila, el de su abuelo paterno: Emilio. Con este acto, Víctor Emilio estableció una

tradición que sería seguida por sus descendientes primogénitos varones, al darle a su primer hijo

varón el nombre o nombres de su abuelo paterno.

Emilito fue un robusto niño quien, a diferencia de sus dos hermanas mayores, nació en La

Esperanza. Las felicitaciones de familiares y amigos fueron múltiples y las visitas de familiares

y amigos a la finca se prolongaron por algunos días.

Aunque Víctor Emilio quiso siempre entrañablemente a sus dos hijas mayores e inclusive tuvo

un grado especial de identificación con su hija Isabel Victoria, pues era, de entre todos sus hijos

la más similar a su padre en carácter, en personalidad y capacidad de acción, el tener un hijo

varón era entonces un asunto de mucha importancia para un padre de familia.

Emilio fue el niño de los ojos de su padre y el único de los varones que jamás tuvo algún

problema de disciplina o que le causara alguna mortificación mayor. Desde pequeño fue

obediente y educado, a pesar del grado de engreimiento que sufría por parte de su padre y de

todas las mujeres de la familia.

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No tenemos fotografías de Isabel con sus dos hijas, pero de Emilio tenemos dos:

Con la familia en crecimiento y la necesidad de tener amplitud en su entorno durante el verano,

fue necesario dejar el apartamento arrendado en la casa de la calle Industria y moverse a la casa

de 9 de Octubre. María Luisa tendría que buscar casa. Era una situación delicada para con su

hermana, con más familia en prospecto. Panchita, soltera, podía continuar ocupando su

dormitorio por el momento, hasta que llegara otro bebé.

Víctor Emilio había regresado a colaborar con El Telégrafo, escribiendo artículos sobre la

guerra mundial y continuaba, aún sin éxito, con el negocio de venta de automóviles.

En las elecciones presidenciales, había triunfado la candidatura liberal de don Alfredo Baquerizo

Moreno, a quien el Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez entregó el Poder Ejecutivo el primero de

septiembre, tal cual establecía la Constitución. Baquerizo Moreno sería presidente desde 1916

hasta 1920.

El interés de Víctor Emilio por el civismo, la situación económica nacional, la política y el

bienestar de los ecuatorianos y en especial los guayaquileños, llevaron al Concejo Municipal de

Guayaquil a nombrarlo miembro de la Junta Patriótica del Centenario, el 17 de noviembre. Este

es un nombramiento un tanto curioso, pues a los pocos días se realizarían elecciones para el

Concejo por el bienio 1917-18 y por lo tanto era presumible que el Concejo, con sus nuevos

integrantes, quisiera renovar la Junta Patriótica.

Con fecha 28 de noviembre le notificaron que había sido electo Concejero Principal del Cantón

y el 23 de diciembre el presidente del Concejo, Sr. Rodolfo Baquerizo Moreno, le notificaba que

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estaría a en las comisiones municipales de Beneficencia y de Terrenos. También fue delegado a

la Junta del Ferrocarril a la Costa para el año 1917. Y el día 27 recibió otra delegación, esta vez

para la Junta de Embellecimiento, por los años 1917 y 18.

El 4 de enero de 1917 el presidente de la Junta de Embellecimiento lo designó Comisionado

Suplente de la Plaza España.

¡Ciertamente lo mantenían muy ocupado en el Municipio! Y él, con la responsabilidad que lo

caracterizaba, se ocupaba de lleno en los cargos que le habían sido asignados. Los Concejeros de

entonces son los Concejales actuales.

Pero la dieta de Concejero apenas suplementaba sus otros ingresos y la situación económica

familiar continuaba muy estrecha.

Durante el mes de marzo, Víctor Emilio se tomó vacaciones y se fue a Ambato, donde estaba

Isabel con sus hijos desde que habían comenzado las lluvias. Se quedó hasta abril, cuando

regresó a Guayaquil, mientras Isabel esperaría hasta la salida de las aguas. Con el benévolo

clima, los niños florecieron y la familia pasó muy feliz. Tenían buenos amigos relacionados con

la familia de Mama Toa, por el lado de Marín. Isabel regresó encinta del que sería su cuarto hijo.

Capítulo 16 – El destino marca el rumbo

El destino marca el rumbo…

El Presidente del Concejo Cantonal, don Rodolfo Baquerizo Moreno, hermano del Presidente de

la República, se impresionó muy bien con el accionar, dinamismo y meticulosidad del

Concejero Estrada.

En el mes de mayo coincidieron dos hechos no relacionados pero que, combinados, tendrían un

efecto trascendente en la vida de Víctor Emilio: Primero, se estaba reemplazando al personal de

la Tesorería de Hacienda de la Provincia del Guayas, de tal forma que los allegados al

Presidente de la República estaban buscando personas idóneas para ocupar los puestos.

Segundo, en una conversación mantenida entre Adolfo Gómez Santistevan y Pedro Baquerizo

Gómez, hijo de don Rodolfo, se trató sobre Víctor Emilio y Adolfo mencionó la necesidad que

tenía su amigo de un puesto con sueldo fijo. Pedro le informó de esto a su padre, quien juntó los

dos hechos. Que se mantuviera la cadena de información para cumplir un propósito

trascendental fue cuestión del destino.

A pesar de que Víctor Emilio no reunía los requisitos profesionales para el cargo, era liberal,

había demostrado eficiencia en los encargos dados por el Concejo y era inteligente; por ello, don

Rodolfo le sugirió a su hermano Alfredo que Víctor Emilio sea nombrado como Interventor de

la Tesorería de Hacienda del Guayas. Al mismo tiempo se nombró al Sr. Francisco J. Miranda

como Tesorero. Este era padre de David Miranda Franco, cuyo destino se cruzaría con el de

Víctor pocos años más tarde.

El cargo de Interventor tenía la función de fiscalizar todos los actos de la Tesorería y autorizar

algunos de carácter especial.

Como hemos visto en las páginas precedentes de esta biografía, la experiencia de Víctor Emilio

en el campo de la economía y finanzas fiscales no era muy amplia. Sin embargo, sabía bien los

elementos de la matemática, y los principios contables debido a su experiencia en el Marañón, la

fábrica La Victoria, el negocio de vehículos, el contrato de Vinces, los arriendos que manejaba

y, más que nada, era notablemente honrado.

Tenía las cualidades personales para el cargo, aunque no las profesionales, pero esa carencia se

resolvería con la educación autodidacta que ya había aplicado en ocasiones anteriores.

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El Presidente, una vez resuelto, dio las disposiciones pertinentes al Ministro de Hacienda

encargado.

El 5 de junio de 1917 se expidió el siguiente acuerdo por parte del Ministro de Guerra y Marina,

encargado del Despacho de Hacienda:

“Quito, a 5 de junio de 1917

Señor Víctor Emilio Estrada

El Sr. Presidente de la República, ha tenido a bien nombrar a U. por

Acuerdo No. 12.985 de esta fecha, Interventor de la

Tesorería de Hacienda de la Provincia del Guayas.---

En tal virtud, sírvase Ud. prestar, ante

la autoridad correspondiente, la promesa

constitucional previa al desempeño del

referido cargo.

Dios y Libertad,

El Ministro de Guerra, Encargado del Despacho de Hacienda,

Rafael Pino y Roca”

Antes de que le llegara el nombramiento físico por valija, el gobernador del Guayas, don

Lautaro Aspiazu, recibió el nombramiento por telégrafo el 8 de junio y de inmediato hizo

transcribir el texto para entregárselo a Víctor Emilio. Lo recibió de manos de don Lautaro ese

mismo día.

Prestó la promesa constitucional del cargo ante el secretario de la Gobernación el 16 de junio.

Las notificaciones finales y presentación de garantías habían sido firmadas y selladas para el día

22. Ese mismo día tomó posesión del cargo.

Ese fue el puesto clave que definió todo el futuro de Víctor Emilio.

Al aceptar este cargo, fue necesario renunciar al de Concejero, renuncia que le respondió don

Rodolfo Baquerizo M. el día 27 de junio: “Señor don Víctor Emilio Estrada / Ciudad / En vista

del motivo legal en que está fundada la renuncia presentada por Ud., del cargo de Miembro del

Concejo Cantonal, esta Corporación, en sesión del 18 del presente, resolvió aceptarla, y

manifestar a Ud. el pesar que le causa la separación de un Miembro como Ud. / Dios y

Libertad, / R. Baquerizo M”. En este caso, el “pesar” era real, pues el Concejo perdía uno de sus

más activos y eficientes miembros.

Consciente como estaba de sus carencias para ejercer cabalmente el cargo, el flamante

Interventor comenzó a auto educarse en la materia. Encargó que le traigan, leyó y procesó en su

mente decenas de libros relacionados con la hacienda pública y las funciones de la tesorería,

ampliando sus estudios a economía y finanzas públicas. Aquí le vino bien su inteligencia

superior y capacidad autodidacta. No habían pasado muchos meses y ya era un experto teórico

en la materia, que sumado a la práctica que la vivía a diario, lo convirtió en un excelente

Interventor de Hacienda. En menos de un año era una autoridad en su campo.

Habían pasado menos de 4 meses cuando fue designado, el 1° de octubre de 1917, para integrar

una nueva Junta Consultiva, en la que participaron banqueros, comerciantes, agricultores,

industriales y funcionarios del Gobierno, con el fin de tratar de contener el alza de la cotización

del dólar norteamericano, que había pasado de $1,70 en 1900 a $2,50 en ese año, principalmente

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debido a la guerra europea, que aún continuaba, y el hecho de que por esa causa los Estados

Unidos de Norte América, nuestro principal mercado de exportación, nos había dejado de

comprar cacao y tagua, perdiéndose así el ingreso de las divisas necesarias para nuestras

importaciones. La balanza de pagos se inclinaba en nuestra contra y las divisas subían.

Esto significó un nuevo pedido de libros sobre cambio de divisas, teoría monetaria y temas

relacionados, para su biblioteca. El trabajo de la Comisión fue ignorado por el Gobierno.

El tiempo libre de Víctor Emilio estaba enteramente dedicado a su familia, a sus estudios

relacionados con los cargos que ejercía, y a la redacción de sus artículos sobre la guerra europea,

que eran publicados por El Telégrafo, los que más que un trabajo, eran su diversión y

esparcimiento intelectual.

El 16 de noviembre de 1917 nació, así mismo en La Esperanza, su cuarto hijo y segundo varón,

Julio Enrique Estrada Icaza, aumentando así la felicidad del hogar.

Se funda La Previsora

Para completar los hechos del destino que se reunieron en ese año de 1917, el 30 de diciembre

de ese año los señores doctor Carlos Carbo Viteri, Bettino Berrini, José Abel Castillo y Carlos

A. Flores, se constituyeron en promotores de la compañía anónima de responsabilidad limitada

denominada “La Previsora”, con el objeto principal de “estimular y favorecer el ahorro, a cuyo

fin se subordinan y dirigen, directa o indirectamente, dentro del negocio social, todas las

operaciones de la Compañía, cuales son: a) Seguros de pensiones vitalicias; b) Caja de Ahorro,

popular e infantil; c) Cuentas corrientes de depósitos a interés; d) Cooperaciones de cuotas

mortuorias; e) Créditos inmobiliarios y cédulas hipotecarias, y f) Inversión de fondos en fincas

rústicas, en formación de quintas modelos y en construcciones urbanas redimibles a plazo y

aseguradas”. Se presentó un estatuto previamente elaborado por los promotores y la institución

quedó fundada ese mismo día.

El Estatuto de La Previsora fue aprobado por el Poder Ejecutivo mediante acuerdo No. 8686 del

6 de marzo de 1918.

Aparte de las dificultades propias de interesar a personas para que se conviertan en accionistas

y luego recaudar los aportes de cada uno de ellos (el capital social inicial era de trescientos mil

sucres), no sabemos las otras razones por las cuales los promotores se tomaron casi dos años

para dar inicio a las operaciones de la Compañía; pero parecería que fue una cuestión del

destino, pues mientras que a fines de 1917 Víctor Emilio ni siquiera hubiera sido considerado

para trabajar en esa empresa, en dos años y dieciséis días estaría preparado y listo para acudir al

llamado que le harían los promotores y accionistas de La Previsora.

Un aguaje de invierno en La Esperanza. Era imposible vivir allí en esa época del año.

La vista es tomada desde la casa de hacienda. Esta y las fotos que siguen son de los álbumes familiares

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El verano de 1918 en La Esperanza fue maravilloso. Con los tres chicos mayores ya creciditos y

el bebé Julio en brazos de su madre, las horas de descanso eran apacibles. Los fines de semana

se pasaban muy entretenidos con visitas de la familia y los amigos.

Esta es la casa original de La Esperanza, donde pasó sus primeros veranos la familia Estrada Icaza.

La cerca que vemos separa la zona residencial de la agrícola, donde vemos la tierra trabajada para sembrar.

Los cuatro niños Estrada Icaza a fines de 1917 o comienzos de

1918. Emilio, Isabel, Pilar y Julio

Isabel con Julio, de 1 o 2 meses, en sus brazos y Chabela

encaramada en la reja

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Pilar, Emilio y Chabela Emilio vestido de marinero

Isabel con Emilio en el jardín frontal. Al fondo, uno de los autos que importaba y vendía Víctor Emilio

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La familia en el jardín frontal de la casa, con una visita importante: Don José Abel Castillo, Director de El Telégrafo

Los niños, de izq. a der.: Isabel, Pilar, Julio y Emilio. Verano de 1918

La amistad con don José Abel Castillo fue de mucha importancia para Víctor Emilio. Al abrirle

las puertas de El Telégrafo para sus artículos como periodista de planta y como articulista con

firma, así como traductor de seriales, le dio un apoyo de invalorable importancia económica e

intelectual. Pero su mayor apoyo estaba aún por venir.

En la Junta de Embellecimiento de Guayaquil

Su trabajo de Interventor le daba tiempo holgado para el servicio público, a pesar de estar

dedicado al estudio de la bibliografía pertinente al cargo.

Durante 1918 había participado, como integrante de la Junta de Embellecimiento, en la

remodelación de la Plaza Rocafuerte, y el Presidente de la entidad le encargó dar el discurso de

entrega al Cabildo, el día 8 de octubre de ese año, un día antes de la pre-inauguración de la

Columna de la Plaza del Centenario. En su discurso, da un resumen de las obras ejecutadas por

la Junta y da cuentas del dinero utilizado en ellas. También hace un resumen de lo que las

“Juntas” han significado para Guayaquil. El resumen sobre las Juntas se debía a que algunos

malquerientes, especialmente en El Guante, estaban criticando, de mala fe desde 1917, la labor

de la Junta de Embellecimiento y de la Junta del Centenario. Ya se había mantenido una

polémica por eso con los redactores de El Guante, en el mes de febrero de 1918, y las Juntas

habían recibido críticas desde que fueron creadas; pero, definitivamente, la mejor forma de

callar a los críticos de esa laya era con el resultado de las obras, como la que se entregó ese día 8

de octubre y la que se entregaría al día siguiente.

“Señores Concejeros:

El natural deseo de adecentar, i, de ser posible, embellecer, esta urbe guayaquileña; que por

importancia e injustificados descuidos, jamás ha guardado su aspecto relación con la

importancia y riqueza, hizo germinar la feliz idea de la formación de una Junta, que se

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ecargara de llevar a la práctica las mejoras públicas locales, y que fuera preparando, poco a

poco la ciudad para que la aurora del NUEVE DE OCTUBRE DE 1920, clásica efeméride de

nuestra gloriosa independencia, la encuentre sino bella y lujosa, siquiera ordenada, aseada y

decente; del mejor aspecto posible.

¡Una Junta! ¡Sí Señores!

Coterráneos y extranjeros; los que blasonamos con timbre de orgullo, haber nacido en este

pedazo de tierra ecuatoriana y los que, desde remotas playas, han venido y viven al abrigo

hospitalario y protector de nuestra urbe; todos, todos los que sabemos como ha obtenido

Guayaquil, sus mejoras y progresos, unánimemente aceptaron la idea de la constitución de una

Junta, que se hiciere cargo de las mejoras públicas locales.

Y no es de admirar tal uniformidad de parecer entre nosotros porque a una Junta le debemos la

más pura de nuestras glorias, la Independencia de Guayaquil; a una Junta le debemos la bien

organizada y práctica Beneficencia Pública con que contamos; una Junta fue la que se encargó

desde sus comienzos, hasta dar feliz término, a la grande y eficaz obra de defensa contra

incendios, que ha devuelto la calma y la tranquilidad a los habitantes de este puerto; Juntas

fueron las encargadas por el I. Concejo de erigir las hermosas estatuas con que Guayaquil ha

perpetuado la memoria de Bolívar, el Libertador y Padre de cinco Naciones; de Olmedo, el

ilustre Cantor de Junín; y las de los beneméritos repúblicos Vicente Rocafuerte y Pedro Carbo;

Junta es la que se ha encargado de erigir la hermosa columna, que se inaugurará mañana,

destinada a honrar la memoria de quienes nos dieron Patria Libre!

Y, esa idea, auspiciada por nuestros hermanos de las demás Provincias ecuatorianas, alcanzó

resultado práctico en el congreso de 1912; el que con sabio acierto, dictó la Ley que fue

sancionada el 24 de octubre del mismo año, por la que se creó la Junta de Embellecimiento de

Guayaquil, ‘…que se encargará de la conservación, mejora y administración de los paseos,

plazas, alamedas, y vías públicas en general, existentes o que en adelante se establecieren’.

Ardua, difícil, problemática, señores, la misión encomendada, si se considera, cuan atrasado

está Guayaquil en materias de aseo y orden estético de sus calles y alamedas; de sus plazas y

paseos; de sus edificios públicos y de propiedad particular; y sobre todos si se considera que

los medios a disponer de la Junta, nunca fueron ofrecidos con largueza, ni dados con exactitud.

En efecto, aparte de la pequeña renta que le proporciona el I. Concejo para ser destinada de

modo especial a la conservación y mejora de los parques, y a la construcción de la útil y

extensa avenida Quito, la Junta tiene derecho, por leyes especiales, a participación en los

impuestos fiscales sobre aguardientes e introducción de mercaderías por paquetes postales;

participación que ha debido producir la no despreciable suma de $251.453,43, pero de la que

solo ha recibido $36.536,20; por haber necesitado el Gobierno de estos fondos para atender los

imprescindibles servicios de la Administración Pública; teniendo, por tanto, actualmente, la

Junta un crédito contra el Fisco, por este concepto de $214.899,23.

No obstante, cabe deciros con íntima satisfacción, que no han faltado voluntad ni

perseverancia, actividad ni labor efectiva, en los últimos miembros de esta Junta, desde su

organización, para cumplir, en la medida de la posibilidad, la tarea impuesta y aceptada por el

patriotismo; a pesar de que, como fácilmente os lo supondréis, no han escaseado dificultades de

diverso orden que vencer.

Y la verdad innegable, es que poco a poco, paulatina pero seguramente, la ciudad va

cambiando de aspecto por donde pasa esta Junta… ¿Os acordáis, señores, de ese foco de

infección constante, que vecinos y transeúntes sufrimos en aquel sitio tan céntrico de la ciudad,

donde ahora vemos la decente fachada del edificio de la Junta de Beneficencia Municipal?

¿Sabéis a quien se le debe la variación? Pues, a instancias y gestiones de la Junta de

Embellecimiento, amablemente atendidas por los honorables miembros de esa respetable Junta.

¿Os acordáis, del pésimo pavimento que tenían estas calles que circundan la Plaza, variado hoy

como ya quisiéramos tener así las calles todas de la ciudad? ¿Sabéis a quien se debe? Pues, a

la Junta de Embellecimiento, y a la cívica acción del Honorable Concejo de Guayaquil.

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¿Os acordáis del feo y triste aspecto de esta Plaza, que hoy contemplamos con agrado por su

decencia, verdor y alegría?

¿Os acordáis de la oscuridad de sus noches, incomparables con su abundante luz y animación

actuales?

¿Os acordáis del antiestético pedestal sobre el que se levantaba la estatua de ese inmortal

Protector de la Instrucción Pública guayaquileña?

Pues bien, todo ese cambio que notáis, señores, obra es de la Junta de Embellecimiento.

¿Qué hemos hecho? ¿Cuánto hemos gastado aquí? Os vamos a dar minuciosa y detallada

cuenta. (Y, en efecto, dio minuciosa y detallada cuenta).

Y, en cuanto a esta Plaza se refiere, nuestra obra está lista; y, en nombre de la Junta de

Embellecimiento os la entregamos a vosotros los representantes del Pueblo de Guayaquil; de

este heroico Pueblo que se ha congregado siempre aquí en sus horas de actividad cívica. Os la

entregamos, para que sirva de solaz y esparcimiento de cuantos moren en la urbe; y para que,

en los momentos en que la Patria o la Libertad corran peligro, acudamos aquí, en noble

plebiscito, a discutir y a defender nuestros derechos inspirados por Rocafuerte, ese gran

repúblico, honra y prez de la patria ecuatoriana”.

Sus primeras publicaciones: “El Problema Vital del Ecuador”

El año 1918 fue de trabajo concienzudo en la Tesorería de Hacienda y de estudios financieros y

económicos. La I Guerra Mundial también captó su interés y, con los conocimientos adquiridos

después de muchos años de leer sobre guerra y seguir cada acción bélica que se diera en el

mundo, escribió el primer volumen de lo que sería una serie en tres, que él denominó “El

Problema Vital del Ecuador”, de los cuales se publicaron dos.

El primero de los volúmenes, de solo 87 páginas, pero cargado de importantísima información

sobre la necesidad de mantener en pie un ejército en las tres regiones, y una marina, no solo en

la Costa, sino también en el Oriente, se denominó “Fuertes o Esclavos”. Se publicó a comienzos

de 1919, en una edición limitada que fue distribuida selectivamente a quienes podían hacer algo

por el bien del país. Unos pocos ejemplares se enviaron a las escuelas militares de países amigos

y oficiales a quienes había conocido Víctor personalmente.

Para introducir la obra, Víctor Emilio escribió “Antecedentes y Reflexiones – El porqué de estas

páginas”, de los cuales citaremos algunas líneas: “Los que recibimos con el arrullo maternal el

cristiano mandato de amar al prójimo como a nosotros mismos, tuvimos que cavilar mucho

cuando al correr los años, ya en plena juventud, pocos de sus días no transcurrían entre

guerras i rapiñas. Mientras más brillaba la antorcha del Progreso i más afines parecían

volverse los intereses de la humanidad, ésta multiplicaba sus luchas para el reparto de la tierra.

/ Así pues, ¿cuál era en la práctica la fórmula de amor que nos legó el Nazareno? / El año 1910

la siniestra malversadora de la vida llamó a las puertas del Ecuador i nuestra meditación fue

mayor, hasta traducirse en unas cuantas cuartillas que, por una razón o por otra, quedaron

abandonadas. Pero a los cuatro años de haberse presentado tan inminente esa desgracia, vino

la guerra mundial a sacar de las gavetas las olvidadas páginas que, remozadas i puestas al día,

ofrezco hoy a bondadosos lectores. (...) el espíritu humano vive con el día i mira más bien el

mañana que el ayer, pero si viviéramos la Historia con esa misma intensidad de anhelos,

caeríamos en cuenta que (…) Todas las crisis históricas han traído racimos prometedores de

reivindicaciones, renuevos i retoños de resurgimiento, pero el misterioso sino de los hombres i

los pueblos agostó el fruto en flor (…) En medio de los colosos históricos de ayer, de los

gigantes de hoy, lo único que se destaca como símbolo de enseñanza, es la silueta macabra de

la DEBILIDAD, encarnada en cien pequeñas naciones (Europeas) que el carro de Marte viene

triturando en su carrera secular. I los guías de ese carro, son ellos, los grandes, los potentes

forjadores del Progreso sobre las ruinas de los ingobernables, de los abandonados, de los

animosos para reñir o soñar en las fauces del león, desdeñando la fuerza de la zarpa y la

quijada. (…) Digan otros lo que mejor convenga a la Patria. Verla libre de toda extraña

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influencia, aunque débil y retrasada, ¿sería acaso mejor que contemplarla como un Panamá,

una Cuba, un México, impulsada a todo trapo por las brisas del oro civilizador, pero exigente

en retribuciones y gajes? (…) Si así fuere i se confirmara en nuestros días la superioridad

pretendida de razas o instituciones, que venga, pues, el Destino a cumplirse en el Ecuador, i

queden estas páginas como una forma cualquiera del homenaje debido por todo hombre al

suelo natal”.

Ya en el texto dice: “El Ecuador no necesita forjarse un ideal porque lo tiene; lo que falta es

arrancarle el velo que la política ha tejido a su contorno i, una vez descubierto, rendirle culto

encauzando la vitalidad nacional por un sendero que nos lleve al éxito general, desdeñando las

pequeñas exigencias locales que restan fuerza al aceptarlas. / El ideal es hacer Patria

respetable i respetada”.

Entre los pocos que vieron y comentaron el manuscrito de la obra en los días antes de ser

publicado, estuvo José Gabriel Pino Roca, cronista e historiador guayaquileño, quien escribió al

autor el 28 de octubre de 1918. La comunicación comienza de una forma de lo más significativa,

que honraba al autor desde la primera palabra: “Casa de Ud., ...” Al reemplazar Guayaquil por

esa forma, le está rindiendo al autor el más alto homenaje que se le podía brindar a un hijo de

Guayaquil. Continúa: “A pesar de ser Ud. conocedor del apasionamiento que tengo por las

cosas que miran a la esencia de la Patria, y del marcado interés que he prestado siempre a sus

producciones (sus artículos de prensa), no puede Ud. imaginar la solícita atención a que me ví

obligado desde que empecé a saborear las primeras páginas del concienzudo trabajo suyo ‘El

Problema Vital del Ecuador – Fuertes o Esclavos” que debo a la bondadosa confianza que Ud.

me dispensa. / Muchas, pero muchas veces, me he detenido, invitado a meditar sobre lo claro y

profundo de una exposición tan justamente aquilatada, que pareciere más, fruto reflexivo y

amargo del viejo patricio, que examen analítico, pero sereno del joven patriota que se debate,

que se esfuerza, que se desespera por apreciar y descubrir, libre de toda ilusión, de todo

espejismo, ajeno a toda preocupación, extraño a cualquier prejuicio, rompiendo con todo

convencionalismo, con uno u otro antecedente perjudicial, los síntomas más oscuros de la

verdadera enfermedad de la amadísima y venerada madre Patria; (…) Su obra, Víctor Emilio;

en mi lenguaje no cabe la lisonja y mucho menos en la materia de que ella trata; su obra, digo,

es sana, robusta y brillante. Es, lo repito, producto de santísimo anhelo, de bien digeridas

lecturas, de hondas cavilaciones, de severos exámenes, de juiciosísimas apreciaciones. Le hace

a Ud. honor inmenso; se ha crecido Ud. a sus años y a la vulgar experiencia y sobre todo, se ha

sustraído Ud. a lo que es harto difícil, particularmente a su edad, al ambiente de su época y al

espíritu de su generación. / Mi aplauso es sincerísimo, y como la tinta con que le escribo la voy

tomando del corazón, debo decirle ingenuamente, que la lectura de esas páginas ha despertado

en mí una sana envidia. Cuán distinta la suerte de nuestro amado Ecuador con jóvenes que le

dedicaran el amor suyo; pues que la dádiva que Ud. le otorga, si de talento y erudición, es, más

que eso, de amor intenso y desbordante. / Mi opinión leal es la de que Ud. debe dar a la

publicidad tan importante estudio; pero, en edición reservada, procurando que los ejemplares

que de ella se hagan sólo lleguen a manos de esos ecuatorianos, nuestros compratriotas, viejos

o jóvenes, que hayan probado o que estén probando que aspiran realmente al establecimiento

de una Patria fuerte para que no sea esclava. Los hay, y quizá el grito de Ud. despierte en

todos ellos mayores energías y el aletargado espíritu de sacrificio indispensable, (…) Y ahora

para concluir, tengo una súplica: autoríceme para que antes de que le devuelva esos pliegos de

altruismo, los haga conocer de un viejo patriota de corazón que, aunque retirado

voluntariamente de la vida pública, sabiamente tal vez, sentirá que le refrescan nuevas brisas

de juventud al comulgar con el alma de un nuevo ciudadano que cree y espera en la Patria

libre e inmortal. Es mi distinguidísimo amigo Don Martín Avilés. / Víctor Emilio – tenga Ud.

todas estas líneas por íntimas y sincerísimas y viva seguro del altísimo aprecio en que le tengo y

que Ud. bien se merece. / Con un abrazo de cariño, afmo. J. Gabriel Pino Roca”.

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Otro que respondió, luego de recibido el folleto, fue el Gral. Luis Cabrera, oficial chileno quien

estuvo de asesor militar en Ecuador. Lo hizo in extenso por su experiencia. Sus palabras son

muy interesantes y citaremos algunos párrafos de su extensa respuesta. “Iquique, 23 de agosto

de 1919 / Sr. D. Víctor Emilio Estrada. / Guayaquil. / Estimado amigo: / Al llegar a esta ciudad,

de regreso de Tacna, me he encontrado en casa con el opúsculo de Ud. ‘El Problema Vital del

Ecuador – Fuertes o Esclavos’, y en el acto me he dado el gusto de leerlo y releerlo de punta a

cabo, con el estímulo del interés que en mí despierta todo lo que dice relación con la patria de

Ud. Y como Ud. me pidió que le expresara mi opinión sobre su trabajo, voy a permitirme

hilvanarla al correr de la pluma, aprovechando el poquísimo tiempo de que puedo disponer,

pues debo regresar de un momento a otro, a la ciudad citada. / Desde luego, adelanto el

concepto de que participo absolutamente de la idea capital de Ud. acerca de cuánto y cómo

importa al Ecuador prepararse militarmente para resolver con ventaja sus problemas

internacionales. No ha terminado la posibilidad de guerrear. (…) la ley de la fuerza continuará

imperando en virtud de leyes biológicas, económicas y mecánicas que mantienen la Humanidad

dividida en razas, pueblos y naciones. (…) En la América Hispana acaso corresponde al

Ecuador la situación más indefinida y, por lo mismo, más difícil, porque no hay otra nación en

el Continente más amenazada en los intereses de su acervo territorial. (…) Ecuador necesita

obtener por la razón o la fuerza, el reconocimiento de su derecho perfecto a tener por lindero

austral, al oriente del macizo andino, la línea del Amazonas. Ecuador pleitea las dos terceras

partes de su territorio; y si hubiese de resignarse a quedar con un volumen geográfico de

225.000 K2 en vez de los 650.000 que heredó de sus mayores, francamente que yo no acertara

ni a comprenderlo ni a aceptarlo, digan cuanto dijeren los que niegan valor positivo a las

prodigiosas llanuras amazónicas, que habrán de ser teatro de intensa vida. / En rigor, pues,

estimado amigo, todo el problema ecuatoriano puede y debe ser sintetizado en esta rígida

interrogación: ‘¿Se resigna Ecuador a perder su frontera del Marañón y verse reducido a la

meseta interandina y a las faldas occidentales de Los Andes murientes en el Pacífico?’ Si el

pueblo y los dirigentes ecuatorianos inclinan su cabeza ante el despojo de hecho de que el país

ha sido y es víctima, nada habrá por hacer sino legitimar ese despojo mediante un tratado que

lo consagre definitivamente (…) ¿Ve U., mi estimado amigo, cuán completamente estoy de

acuerdo con Ud. en la base substantiva de su trabajo? Es fácil plantear el ideal, pero es difícil

realizarlo; y aunque querer es poder, según asegura el filósofo, no siempre se puede lo que se

quiere. / La preparación militar de un país requiere elementos materiales y ambiente moral.

¿Los posee Ecuador? Voy a precisar mi opinión, refiriéndome a lo segundo antes que a lo

primero, porque soy de los que creen que es más fácil preocuparse de esto que de aquello. /

Tengo por imposible la reforma militar en un país sin sólida estabilidad institucional, resultante

de una eficiente educación política, bajo cuya tutela se desenvuelva tranquilamente la vida

pública. (…) En el momento mismo en que un gobierno debe atenerse a la situación política

interna para manejar los negocios del Ejército y la Marina, pierde su libertad de acción y se

esclaviza a la necesidad suprema de conservar el orden público y no dejarse arrojar a

puntapiés del poder. (…) Y, dígame, mi amigo, ¿no ha sido ésta la situación del Ecuador desde

1900 a hoy? (…) serví durante los últimos días de la Presidencia del padre de Ud., mi estimado

amigo; y hoy, a través del tiempo, lejos ya de aquel escenario y libre absolutamente de toda

influencia sentimental, me siento sereno y fuerte para decirle que en situaciones como las que

se debió afrontar en Diciembre de 1911 a Agosto de 1916, locos o tontos hubieran sido quienes

se propusieran manejar los asuntos militares simplemente con criterio profesional, cuando la

revolución, la conspiración, el motín, el cohecho, etc., etc., ponían en juego todos sus

instrumentos para derribar el orden institucional. Había que subordinarlo todo a la causa del

orden público (…) ¿Cree Ud. posible que un ejército político pueda llegar a ser un ejército

profesional? ¿Concilia Ud. el imperio irrestricto de la disciplina con el mantenimiento de esa

disposición legal que entre Uds. hace del soldado un ciudadano elector? ¿Y considera Ud. que

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alguna vez la oposición se avendrá a reconocer el origen popular del gobierno, mientras ella

pueda decir que las elecciones son la obra de la tropa? / El General Plaza propuso en varias

ocasiones la reforma tendiente a privar a la fuerza armada del derecho electoral. No le

escucharon e hicieron mal, porque la existencia y el ejercicio de ese derecho constituyen el

mentís y más doloroso a la democracia. (…) es menester que haya democracia real y positiva; y

para que ésta advenga, será necesario que efectivamente haya libertad electoral y nunca la

podrá haber mientras la fuerza armada intervenga en la generación del poder público. (…)”

Todo esto fue la parte del ambiente moral. Luego entra en la parte de elementos materiales, que

trata extensa y comprensivamente, y concluye así: “Es verdad, mi estimado amigo, ha hecho

Ud. obra hermosamente patriótica, dirigiéndose a sus connacionales en los términos que ha

escogido para levantar el alma popular hasta el grande ideal de la defensa nacional, no

importa que ello no sea para hoy mismo. La defensa nacional es obra larga, de aliento infinito y

que requiere la concurrencia de muchos factores. Ud. ve a su patria en el futuro inerme y casi

indefensa para conservar su integridad territorial y su soberanía política, y hace bien en

golpear la conciencia de su compatriotas advirtiéndoles el peligro. Y lo ha hecho amenamente,

sin exagerar, apoyándose en el supremo argumento de la verdad: la historia, la historia que se

repite fatalmente por los siglos de los siglos. / De poco le ha de valer mi calurosa felicitación,

pero le pido que la acepte por lo sincera, tan sincera que si no lo fuera, es evidente que no

hubiera tenido el valor de borronear estas veintidós carillas. / Afectuosamente su amigo y s. s. /

Luis Cabrera”.

Era la opinión autorizada de un oficial con experiencia y profundos conocimientos de la realidad

ecuatoriana.

Y para concluir los comentarios al ensayo, citamos de carta escrita por el coronel Tito N. León:

“… Un comentario de su obra, creo está demás, pues plumas más autorizadas que la mía han

puesto de relieve su importancia; yo diré solamente que pocos profesionales pueden tocar los

argumentos que Ud., aunque sumariamente, los desarrolla tan bien…”

No citamos más, pues las comunicaciones recibidas, todas ellas encomiosas, son muchas para

incluir en esta obra. Hemos tomado una pequeña muestra representativa.

El pequeño opúsculo tuvo interés y acogida en el ámbito militar, pero en el ámbito civil fue

mayormente ignorado.

Víctor Emilio estuvo consciente, y lo escribió en una de las contestaciones a las muchas cartas

recibidas, que su obra, “Fuertes o Esclavos, quedó reducida a llenar un pequeño espacio en

anaqueles de bibliotecas de algunos patriotas…”.

Sus observaciones lógicas, expuestas para la toma de decisiones que favorecerían al país,

cayeron en los oídos sordos de aquellos que detentaban el poder.

Discusiones sobre sus opiniones relativas al Imperio Alemán en la I Guerra Mundial

Las tres visitas de Víctor Emilio a la Alemania imperial lo habían impresionado mucho, y muy

en especial por la organización y disciplina de sus fuerzas militares. Cuando estalló la I Guerra

Mundial, él mantuvo esa admiración. Ya en 1918, a pocos meses del armisticio, la fuerza

alemana flaqueaba, pero él mantenía su posición. Como él había otros, como J. P. Ramos, quien

escribió un libro pro alemán luego del armisticio, y Víctor adquirió varios ejemplares para

enviar a sus amigos que estaban en contra de sus opiniones. Uno de ellos, Gerónimo Avilés

Galarza, le escribió: “Mi querido Víctor: / Cuanto te agradezco el libro defensa del Dr. J. P.

Ramos. Yo, que no quiero el imperialismo alemán, lo he leído con la deleitación que causa la

lectura de un libro tan erudito como ése. La Alemania i su diabólico Kaiser, deben estar bien

agradecidos de una defensa tan magnífica. (…) Tu, amigo de Alemania, debes guardar en

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defensa con el cariño que merece quien sale, valiente, ante el mundo a defender una causa que

la humanidad tiene ya sentenciada. Qué libro tan erudito! / Tuyo affmo. / J. E. Avilés.”.

Víctor escribió también, sobre el mismo tema, a don José Eleodoro Avilés Minuche, bastante

mayor que él y compañero de su padre, quien le dio una larga y muy razonada contestación que

Víctor Emilio contestó punto por punto rebatiendo unos, apoyando otros y razonando sus

opiniones. Víctor demostró que, aunque admirador de Alemania, no estaba ciego ante las

atrocidades cometidas contra civiles e infraestructura no militar. Lo que sí esperaba era que se

hiciera justicia sin castigar injustamente.

La contestación de Víctor Emilio generó en don José Eleodoro un torrente de recuerdos de su

infancia, de los cuales citaremos algunos interesantes que nos revelan secretos de la niñez de

don Emilio. Vinieron en una extensa carta fechada 17 de septiembre de 1918: “Mi querido

Víctor Emilio: / No has podido ni imaginar siquiera el extraño sentimiento que ibas á

producirme con tu bien escrita cartita; como podías pensarlo! Leer tu carta, cerrar los ojos y

volver á la encantadora época de juventud y de ilusiones! Qué lejos; ay! Qué lejos están esos

días felices en que dos muchachos jóvenes, ingenuos, leales, honrados y cuyos corazones

estaban vinculados por los estrechos lazos de la amistad, nacida en la niñez, robustecida en la

juventud y sellada en la edad adulta, se escribían cartas en que vaciaban sus ideales y se decían

verdades y se marcaban rumbos para ir con paso firme y honrado cruzando la senda, para ellos

dura, escabrosa, de la vida! Por qué pasaron esos días felices en que unido a tu padre, tus tíos y

yo, pobres, pero alegres, con las alegrías de los albores del amanecer de la vida, no pensando

jamás en el mañana que nada nos importaba, vivíamos la juguetona existencia de la escuela?

Ah! como miro tan lejos esa época dichosa en que lleno el corazón de sentimientos nobles, nos

reuníamos cada día un grupo de amigos sinceros para fortalecernos, vigorizarnos unos á otros,

á fin de formarnos un nombre limpio y respetable, merced al solo propio esfuerzo! Cuántos

eramos! Cuan abundante el enjambre de laboriosas abejas, en cuya colmena no tenía cabida el

zángano! Y ahora, vuelvo la mirada á todos lados y me encuentro sólo, y el corazón se siente

oprimido, y el alma acongojada! Dónde están, á dónde se fueron Enrique (Estrada), César,

Rafael y Emilio? Y sólo yo (…) Pero, tú dirás: qué tiene mi carta para levantar en el pecho de

ese anciano recuerdos dolorosos? Ah! es que al leerla pienso en tu padre, pienso como la

muerte artera, inoportuna, vino á impedirle solazarse viendo hecho hombre, y hombre de

provecho, inteligente y de espíritu cultivado, al rapaz de quien tantas veces me hablaba lleno de

amor y de esperanzas y que no pudo ver formado! Te leo con agrado, te analizo; y satisfecho

pienso en tu padre, y pensando en él y por él, el frío de la vejez muerde mi corazón con los

recuerdos del pasado, y me siento triste al ver que tu padre no pueda ver coronada su obra de

ilusión y de cariño. Qué dolor! Pero á donde voy con esos sentimentalismos que los indiferentes

calificaran, sin duda de simples debilidades seniles? Se trata de tu carta, se trata de tus

opiniones, y á eso debí únicamente contraerme: perdóname, pues, la digresión; no la tomes en

cuenta. / Amigo de la justicia y de la humanidad, mi mayor deseo, créelo, es ver desvanecidos,

con pruebas verdaderas, los cargos espantosos, horribles que se hacen pesar sobre Alemania.

(…)” Pero don José Eleodoro, en la continuación de su carta, sí condenó a Alemania, usando

muy buenos argumentos. La digresión de don Eleodoro es la mejor parte de su extensa carta,

pues nos hace ver que él veía mucho del padre en el hijo, confirmando la gran influencia que

tuvieron esos 20 años de vida juntos.

Nace su quinto hijo

José Luis Martín Estrada Icaza nació en la casa de la calle 9 de Octubre, el 21 de marzo de 1919.

Fue el quinto hijo y tercer varón, y el primero de los hijos nacido en el antiguo hogar paternal,

debido al invierno que había corrido a la familia de La Esperanza. Por el estado de Isabel,

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tampoco habían salido a invernar a uno de los balnearios o a Ambato, lugares que tanto gustaban

a ella.

José, a diferencia de sus hermanos, que habían sido robustos, fue un niño pequeño y enfermizo.

Don Julio Estrada Icaza, en un trabajo preliminar biográfico de su padre, observó correctamente

que a medida que nacían los hijos varones iban aumentando los nombres de pila que se les daba.

El primero, Emilio, solo tuvo ese nombre, en honor de su abuelo. Julio Enrique, el segundo,

tuvo dos, el primero por su abuelo materno y el segundo por el hermano mayor de don Emilio,

Nicolás Enrique. El tercero, José Luis Martín, por San José, Luis por el tío Luis Sciacaluga y

Martín por el abuelo y el tío de su madre, Isabel. El cuarto, Luis Alfredo Antonio Francisco,

también por el muy amado tío Luis, Alfredo por otro tío de su madre, Antonio por el esposo de

la tía Panchita y Francisco por la misma tía. Y, finalmente, el quinto, Víctor Ernesto, por su

padre y otro tío de su madre. Especula don Julio que a Víctor Ernesto solo le dieron dos

nombres porque ya habían usado todos los de los parientes más allegados.

Aunque Víctor estaba sumamente ocupado con su cargo de Interventor de Hacienda, el Concejo

Cantonal lo nombró, el 9 de enero de 1919, otra vez miembro de la Junta de Embellecimiento de

Guayaquil para los años 1919 y 1920. Tras este nombramiento, vino otro el 13 de enero, para

comisionado suplente del Paseo Juan Montalvo. Como siempre, hizo su trabajo voluntario con

mucho amor por su ciudad.

La Asociación de Agricultores, en su Junta General del 11 de abril, lo nombró comisario

suplente, cargo honorífico, pero de responsabilidad, que también ejerció a cabalidad.

Su cumpleaños número 28 lo pasó bastante mal, aquejado de fiebre paratifoidea y sufriendo los

estragos de esa enfermedad. Afortunadamente, se recuperó en poco tiempo. Pero aún enfermo

no dejó de trabajar en su casa, escribiendo artículos para El Telégrafo y trabajando en el

segundo volumen de “El Problema Vital del Ecuador”.

Con fecha 24 de junio de 1919 fue notificado por el Secretario del Club Metropolitano que había

sido aceptado como socio activo del club. Fue una membrecía que mantuvo durante toda su

vida, pues la localización del Club le era muy conveniente. Inicialmente acudía con sus amigos,

pero más adelante, por su ubicación, en diagonal cruzando la calle, en relación con el nuevo

edificio de La Previsora, lo convertiría en el lugar donde llevaba a almorzar a visitas.

Su primera polémica periodística sobre economía y finanzas

Como vimos, el nombramiento como integrante de la Junta Consultiva en 1917 lo había

motivado al estudio profundo de todo lo relacionado con el cambio internacional, no solo de

divisas, sino también de productos. Para julio de 1919 era una autoridad en la materia y el 5 de

ese mes escribió un largo artículo para El Telégrafo, titulado “El Cambio Internacional”. El

objeto principal de ese artículo era el de apoyar lo que estaban aseverando dos personalidades

que Víctor consideraba autoridades en la materia: Don Miguel E. Seminario y don Julio

Burbano Aguirre. El segundo era banquero activo y el primero, había escrito, en 1893, una de

las tantas obras que Víctor Emilio había estudiado y la consideraba aún vigente: “Cuestión

Monetaria”. En el ambiente financiero se discutía, sin llegar a una conclusión práctica, la

situación del comercio y la cotización de divisas. Al final de su artículo argumenta: “No sería

difícil llegar a un modus operandi, imponiendo a los Bancos que gozan del amparo del Estado

una regulación lógica de los cambios, relacionándolos estrechamente con los precios de oro de

cada cosecha y en primer término con la Balanza Económica del país, pues ‘el SALDO

ECONÓMICO es lo UNICO que tiene significación decisiva en la cotización de los cambios

extranjeros’ / UN ECUATORIANO”.

El pseudónimo tenía su razón: Él era admirador de ambos personajes a quienes estaba apoyando

y el autor del artículo tenía que parecer alguien neutral.

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Al día siguiente, El Guante replicó a ese artículo negativamente, criticando además todo lo que

argumentaban los “eruditos”, que Víctor Emilio defendía, entre quienes estaba, además, el

célebre economista Adam Smith, autor de “La Riqueza de las Naciones”.

Este artículo, a su vez, fue replicado al día siguiente por otro artículo de Víctor Emilio titulado

“Carta de Ultratumba”, el cual lo inició como proveniente del “Banco del Porvenir” y firmó

como Adam Smith, uno de los propulsores del libre comercio y autoridad económica reconocida

mundialmente. El tono del artículo fue irónico y su contenido, contundente. El texto lo había

comenzado así: “Señor Editorialista de El Guante / Estimado Colega: / Muerto hace ciento

veintinueve años, no creo sin embargo haber perdido el derecho de defenderme, cuando allá

ustedes los vivientes, se toman el nombre de uno de nosotros para achacarnos ideas que nunca

tuviese, o pedir cosas que jamás nos hubiéramos atrevido a pedir…” Fue un artículo demoledor

que dejó muy mal parado al “economista” de El Guante, que se quedó mudo ante la

incontestable respuesta, y así, Víctor Emilio había triunfado en su primera polémica periodística.

Por supuesto que, en nuestro pequeño entorno económico, todos sabían quién había escrito cada

uno de los artículos, y El Guante continuó su crítica, pero dirigido a otros aspectos económicos.

La Junta de embellecimiento de Guayaquil no olvidaba sus buenos servicios en los encargos

encomendados; por ello, el 22 de septiembre, lo nombraron comisionado de la calle Alcedo y de

las expropiaciones que se harían para la calle Olmedo, y la vigilancia de los arreglos y la

pavimentación de esas calles. Fue otro trabajo voluntario realizado con mucho cariño por su

ciudad.

Desde que había estado trabajando en “Fuertes o Esclavos”, había trabajado paralelamente en el

segundo volumen de “El Problema Vital del Ecuador”, que él había titulado inicialmente como

“Hacienda o Bancarrota”, pero que luego cambió a “Hacienda Pública”. Lo terminó en julio de

1919 y para septiembre ya estaba publicado en un número limitado de ejemplares. Se dio a

conocer al público en noviembre.

En mi biblioteca se encuentra el ejemplar que Víctor Emilio dedicó a su hijo José, de cuatro

meses de edad, y futuro padre de quien escribe estas letras. Fue firmado el 29 de septiembre de

1919.

El contenido de este libro y la erudición con que está escrito asombró a los entendidos en la

materia de hacienda pública.

En la introducción escribió:

“En el opúsculo que, con el mismo nombre de éste i con el subtítulo ‘O fuertes o esclavos’,

publiqué a principios de año, desarrollé someramente la primera parte de la Trilogía en que

entiendo se puede dividir el estudio del Problema Vital del Ecuador.

En ‘Fuertes o esclavos’ consideré uno de los factores de ese estudio, porque no es posible

concebir un éxito nacional sin respaldo, un organismo sin potencialidad que lo haga respetado

del vecino. Bajo ese concepto creí que debemos vigorizar la nación disciplinándola, armándola

i comunicando las diversas provincias bajo un plan ferrocarrilero netamente nacional.

La critica de la Prensa que acojió tan bondadosamente ese trabajo, aceptó el dilema, la

primera parte de la Trilogía: O fuertes o esclavos.

Pero, objeto yo mismo, no podemos ser fuertes, no podemos organizar esa fuerza, si no la

basamos en una buena Hacienda Pública que soporte sin hundirse la continuidad del esfuerzo;

entonces prosigo i digo: O Hacienda o bancarrota.

Este es el tema de la segunda parte de mi obrita que ofrezco hoy a mis compatriotas. A

esta empresa ha cooperado –i me complazco en reconocerlo- el cargo público que estoi

desempeñando desde el año 1917 – Interventor de Hacienda – que me ha permitido observar

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minuciosa i tranquilamente el mecanismo financiero i sus fundamentos, i después me sugirió el

anhelo de estudiar la teoría Hacendaria en su aspecto científico para fundar mis opiniones en

una i otra fuente, de manera que no sea simplemente un estudio teórico en que escollará la

práctica sino una traslación de doctrinas al terreno propio para recibirlas; principiando por

desprenderme de aquello que conceptúo uno de los fundamentales errores de nuestras practicas

en general, aquella imitación casi servil de lo extranjero, aquella trasplantación global de

prácticas europeas sin considerar el ambiente nuestro, ambiente en que no hemos logrado que

florezca, claro está, ni el Código Civil napoleónico, ni la Legilación europea de Hacienda, ni la

Constitución mas liberal i democrática del mundo, ni el Gobierno del pueblo i para el pueblo

que esa Constitución quizo para la buenaventura nuestra.

Sin duda tenemos mucho que aprender del extranjero i mucho que aplicar con éxito aquí;

pero tenemos también muchas condiciones sociales i económicas que afuera desconocen o que,

si las tuvieran, sufrieron su proceso evolutivo de mejoría, de manera que no podemos aplicar

sin previa modificación muchas prácticas que, sancionadas i demostradas allá, fracasarían -

fracasaron ya- entre nosotros.

En la magnitud del tema, mi labor es un granito de arena; pero le pongo tan gustoso i

lleno de entusiasmo, tan profundamente convencido de la fuerza de las pequeñas causas, que no

vacilo en darlo a mis compatriotas que sabrán apreciar, ante todo i sobre todo, el móvil

desinteresado de un estudio de esta naturaleza que sale, felizmente, del terreno personal i se

ofrece como amplio ‘stadium’ para bien intencionadas críticas que, si aplastan al granito de

arena, deben justificar su obra demoledora ofreciendo mejores bloques para el robusto edificio

que debemos levantar.

Debo terminar recordando que, ajeno a toda pretensión, en mi obrita anterior advertía ya

que ‘no aspiro a decir nada nuevo, sino aplicar a nuestra enfermedad bien conocida la

terapéutica usada en casos semejantes al nuestro’, i sea esta una excusa, si se la requiere, para

las necesarias e indispensables citas i referencias que demanda un estudio sobre un tema tan

eminentemente experimental i que conceptuo inevitable hacerlas con la frecuencia necesaria,

buscando en las autoridades en la materia, la fuerza i la oportunidad de los argumentos.

Tendría razones de felicitarme si el exámen de este trabajo motiva otros muchos que,

corrigiendo errores i aclarando conceptos, dejen a la Hacienda Pública del Ecuador un camino

bien alumbrado i expedito por donde fuera fácil hallar salida a la difícil situación que

soportamos, que nos pone con alarmante frecuencia a los bordes del abismo económico; i, lo

que sería más importante, nos permitiera organizarnos social, política i militarmente para

cumplir la inevitable misión que corresponde a todo pueblo”.

Queda, pues, en la introducción, muy claro el propósito de la obra, la cual se desarrolló en

cuatro partes y veintisiete capítulos.

La Primera parte cubrió: Consideraciones Generales sobre la Hacienda y los Presupuestos en el

Ecuador;

La Segunda: Los Ingresos Públicos, su descripción y análisis;

La Tercera: Ensayo crítico de la Tributación en el Ecuador; y,

La Cuarta: Los Gastos Públicos.

El Capítulo XXVII, el último, cubrió las “Consideraciones finales”, de las cuales citaremos solo

los primeros párrafos:

“Si, como lo creemos, no están errados los cálculos que hicimos para encontrar la

presión tributaria actual, no es procedente, en tal caso, pensar que el país está recargado de

impuestos. Pensamos también estar de acuerdo con las personas que se ocupen de estos

estudios, cuando afirmamos que la Hacienda Pública del Ecuador requiere una fuerte ayuda de

la Economía Nacional para cumplir dos grandes objetivos: 1), Poner al dia su Pasivo oneroso,

que es un grillete que se opone a nuestro Progreso i 2), cooperar a la misión del Estado,

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habilitarlo para cumplirla, suministrándole los medios para lograr el Fomento práctico del

país, atender a la defensa nacional, proteger la vida i la propiedad, pagar el personal

administrativo, &., &.

Creemos, pues que no hai discrepancia en estas opiniones, que son, en verdad, el tópico

diario en las justas exigencias de la Prensa o el tema obligado de los círculos, de las

conversaciones amigables; doquiera se oye el clamor por una medida radical que nos ponga en

el deseado buen camino.

La idea general es que necesitamos un Ingreso superior en algunos millones al acutal:

esta opinión es perfectamente fundada; i contra ella no valen las objeciones teóricas de quienes

pueden creer que ahorrando se pueda llegar a la meta. La verdad es que no puede estar más

restringido el papel que desempeña el Estado en nuestra vida nacional, económica, política i

socialmente considerado. Hay que abrirle horizontes, dejar que se desarrollen las energías de

los hombres i los partidos políticos que gobiernan al Estado: no podemos exigirles con justicia

ni razón mientras les tengamos sujetos a un Presupuesto irrisorio, falso, misérrimo, producto

caprichoso de tradiciones o de ruines intereses.

No queda más punto discutible que la designación de las fuentes económicas que van a

suministrar el esfuerzo necesario…”.

En estas palabras está muy bien sustentada la esencia de todo aquel trabajo. Fue un esfuerzo

muy grande, que demostró cuan ilustrado en la materia se encontraba su autor.

Entre los primeros recipiendarios de ejemplares, enviados a personas a quienes les debía

interesar el tema, estuvo el Presidente de la República, quien contestó el 23 de octubre:

“Estimado amigo: / Doy a usted mis mejores agradecimientos por el envío de su obra

“Hacienda Pública”, que me llegó junto con su carta de 25 del mes próximo pasado. / Deseo

que obtenga usted el éxito a que le hacen acreedor su dedicación y constancia para esta clase

de trabajos de interés nacional. / Con las consideraciones de siempre, quedo de usted afmo.

amigo y S.S. / A Baquerizo M”. Quedaba muy claro que a quien más le debía interesar el trabajo,

no le prestó la atención que merecía.

Entre las varias cartas que recibió referentes a esta obra, destaca la de un capitán de Ejército,

quien obviamente tenía capacidad de entender ésta y la anterior obra. Sus palabras merecen ser

citadas: “Quito Noviembre 25 de 1919. / Señor Don Víctor Emilio Estrada / Guayaquil. /

Apreciado Señor. / Despues de saludarlo respetuosamente y felicitarlo por su nueva obra que es

todo ciencia, paso a excusarme el que no le de su titulo militar puesto que Ud. merece ser alto

Jefe y estar entre nuestros Generales de alta graduación, pero no todos sino dos que registran

el escalafón militar, General Treviño, y Lopez intelectuales de valia para la patria. / Que felices

seriamos todos los militares ya en servicio activo y pasivo que tuvieramos hombres como Ud,

que estuvieran al frente del Estado Mayor General: pero la suerte de nuestra pobre patria e

institución nos ha condenado a un Oliva, y otros que no son mas que figuras decorativas que en

el fondo no se encuentra nada; para ejemplo nos dirá la Revista Militar cuyo director es el Sr.

Oliva: no trato de censurar lo que tenemos a la luz meridiana, sino de poner a los hombres en

su puesto. / Reciba Sr. mis repetidas felicitaciones por su patriotismo y el interés que le

acompaña para levantar a la institución que tenemos la honra de pertenecer. / S. S. / Capitan

Carlos Viteri C. Retirado”.

Otra carta, de Georg Flemming, alemán radicado en Bahía de Caráquez, es también interesante y

en partes de ella leemos: “(…) Considero su obra como muy buena; viene ella á llenar un vacío,

que desde años hé notado, y solo deseo saber más tarde, si son aceptadas las reformas,

señaladas por Ud. / Las exposiciones se han hecho con una claridad, que por su sencillez

aturde, y las definiciones hechas sine ira et studio la hacen una obra de referencia. Vuelvo á

agradecer á Ud., que por medio de este libro hé podido conocer, que no es todo charla aquí, y

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que hay personas, que miran algo más lejos de su sombra. (…) La demostración gráfica de los

ingresos, me recuerda los que tengo en obras alemanas sobre contabilidad comercial y otros

tópicos, y da que entender, que Ud. conoce lo que es ‘Organización’. / Poder trabajar con Ud. ó

con hombres que se igualen, debe ser buena cosa – todo que es método y trabajo acentuado me

llama la atención, porque debido á estos había tenido unos y otros éxitos en mi vida, y unos

trabajitos estadísticos de mi entonces modesto comercio me han ayudado subir algo mas. / Si no

es molestia, digame Ud. donde se ha educado y aprendido pensar tan preciso. (…) Deseo á Ud.

y á los hombres, que de su libro en adelante se dejen guiar, un completo éxito, y siento no poder

contribuir con algo también en pro de la comunidad. Despues de haberse conseguido la base,

de ver asegurado el porvenir de la familia propia, los esfuerzos de todo hombre de buena

voluntad debían pertenecer á sus prójimos. (…)” La carta continua con otras ideas.

Una carta que no esperaba llegó de un antiguo amigo: “Mi querido Víctor Emilio / (…) Estoy

terminando ya la lectura de su importantísimo trabajo; y debo repetirle mis mas calurosas

felicitaciones; pues en mi humilde opinión, es lo mejor que se ha escrito, sobre nuestra

Hacienda Pública, en el país. – Es un trabajo que demuestra mucho estudio en Ciencia de

Hacienda, gran espíritu de observación y un espléndido criterio para aplicar los principios

científicos a nuestro caso concreto / En algunos puntos, muy pocos por supuesto, no estamos de

acuerdo; pero abrigo la seguridad de que al cambiar ideas no tardaríamos en tener la misma

opinión. (…)”. El autor fue Ernesto Franco, su antiguo compañero en la Comisión que viajó a

Europa a negociar la deuda de los bonos del ferrocarril y otros en 1911. Seguía muy activo en

las actividades del partido liberal.

Mucho comentario positivo generó esta obra, pero ninguno práctico y efectivo entre quienes

tenían el poder para ponerla en práctica. Sus 380 páginas fueron a ocupar espacio y recoger

polvo en muchas de las bibliotecas de quienes habían recibido o comprado un ejemplar.

La secretaría de la gobernación de la provincia del Guayas le notificó, el 2 de diciembre, que el

Ministro del Interior lo había designado, junto con otros ciudadanos el 29 de noviembre,

miembro de un comité, luego denominado Junta Provincial, encargado “de allegar fondos

destinados a la adquisición de los elementos que tiendan a cimentar el poder i la respetabilidad

de la Nación, promoviendo i recogiendo, en consecuencia, las erogaciones voluntarias, que los

ciudadanos hicieren con tal fín, las mismas que irán a formar parte del fondo integrado de la

Defensa Nacional…” Víctor Emilio trató este nombramiento con indiferencia, pues siendo ya un

experto en la materia, y sabiendo que de sus recomendaciones no se pensaba implementar una

sola de ellas, sabía muy bien que cualquier dinero recaudado iría a parar a manos equivocadas…

La Asamblea de la Liga Naval Ecuatoriana, en Guayaquil, lo eligió, el 25 de diciembre de 1919,

Director para el próximo bienio. La liga estaba compuesta por marinos retirados y simpatizantes

de las actividades navales.

Otra vez la Junta de Embellecimiento de Guayaquil le dio un nombramiento que comprometía

su esfuerzo voluntario en pro de la ciudad, que se preparaba para el centenario del 9 de Octubre.

Esta vez lo nombraron “Comisionado Principal de Jardineros y Ayudantes, Guardianes y más

trabajadores de la Junta durante el presente año”. Aceptó el encargo pero tendría que renunciar

en pocas semanas, pues a diferencia de los otros encargos de la Junta, este requería mayor

dedicación, por cuanto se trataba de control directo de personal y sus sueldos. Era mucho el

tiempo que tenía que dedicarle, y no lo podría hacer a partir de fines de enero de 1920, por las

múltiples obligaciones que adquiriría.

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El 3 de enero de 1920 publicó un aviso en El Telégrafo, promocionando su libro sobre Hacienda

Pública:

Don Bettino Berrini, uno de los promotores de La Previsora y articulista económico de El

Telégrafo, haría un corto, pero muy buen análisis de la obra.

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Parte 6° La Previsora

Encuentro con el destino

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Capítulo 17 – La Previsora

La Previsora se prepara para iniciar operaciones

Los promotores originales de la compañía habían logrado recabar las firmas para suscribir la

totalidad del capital social y para el 21 de septiembre de 1919, estaban listos para iniciar

operaciones, luego de realizada la primera junta general de accionistas. En esa junta, se declaró

legalmente constituida la Sociedad Anónima La Previsora, y fue reconocido y aprobado su

capital social. Se nombró un directorio de entre los accionistas y se les autorizó para que

resolvieran la fecha de inicio de operaciones.

El directorio, de nuevo por iniciativa del Dr. Carlos Carbo Viteri, se reunió el 6 de octubre para

organizarse internamente, habiendo sido electo presidente don Lautaro Aspiazu Zedeño y

vicepresidente el Dr. Carbo. Los demás directores ocuparon las vocalías principales y suplentes,

consejerías principales y suplentes, y comisarías principales y suplentes. El directorio estaba

integrado por 18 accionistas.

Se requería nombrar al Gerente de la entidad, para que él la organice de acuerdo con lo

dispuesto en el Estatuto. Era una tarea ardua la que le esperaba a este funcionario quien, luego

de ser propuesto por el directorio, debía ser electo por la junta general de accionistas.

A mediados de diciembre enfermó de gravedad don Lautaro Aspiazu Zedeño y su salud se fue

deteriorando con el paso de los días. El Dr. Carbo Viteri tuvo que asumir interinamente la

presidencia.

Al primero que le propusieron la gerencia fue a don Juan de Dios Martínez Mera, quien declinó.

El segundo fue don Miguel Angel Carbo, quien también se excusó.

El tercero fue don Gustavo Aguirre Overweg, quien luego de haber aceptado el cargo y ser

electo por la asamblea, renunció sin haberse posesionado.

El proceso de ofrecimiento a, y decisión de los tres caballeros había tomado casi tres meses.

Una vez que el Sr. Aguirre notificó que no podía posesionarse de la gerencia, los directores,

luego de discutir el asunto, y por moción de los Srs. Berrini y Castillo, decidieron ofrecerle el

puesto, a pesar de su corta edad, al actual Interventor de la Tesorería de Hacienda del Guayas,

quien era conocido por todos ellos y al momento era algo célebre por sus obras recientemente

publicadas. Esto sucedió en la segunda semana de enero de 1920.

Debido a la amistad que existía entre ellos y la relación que Víctor mantenía con El Telégrafo,

don José Abel Castillo fue comisionado para hacer un primer acercamiento y plantear

informalmente la oferta. La cita se hizo en la casa de 9 de Octubre, para que la conversación sea

en un ambiente de amistad e informalidad. Ni bien don Abel comenzó a tratar el tema,

explicándole de qué se trataba su visita, exaltando la idea de la formación de esta caja de

ahorros, Víctor Emilio captó que se le estaba presentando la mejor oportunidad para su futuro.

Además, estaba preparado para el cargo ofrecido, gracias a los estudios que había tenido que

emprender para ejercer correctamente el puesto de Interventor de Hacienda. Ciertamente, habían

algunos aspectos del negocio que no dominaba, como el de los seguros y la operación diaria,

pero tenía la confianza de que, aplicándose en sus estudios, los dominaría en poco tiempo.

Su decisión fue tomada de inmediato, pero había que consultar con su esposa, pues se trataba de

salir de un puesto que le estaba dando un ingreso fijo, para entrar a dirigir lo que, para todo

efecto práctico, era un emprendimiento especulativo, por ser un concepto ajeno a lo que era la

banca de entonces. La pareja lo discutió y consideró situaciones que podían darse ese año. Se

había dado la elección presidencial y para el 1° de septiembre se habría posesionado el nuevo

Presidente de la República. Si bien Víctor estaba consciente de que había realizado un buen

trabajo, la incertidumbre de la política no le garantizaba que podría permanecer en el puesto,

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aunque acababa de ganar la elección presidencial el abogado José Luis Tamayo, amigo liberal.

Víctor ya sabía que en un cargo político no se tenía garantía de continuidad.

Para él era dar un salto del sector público al sector privado. Los esposos estuvieron de acuerdo

que valía correr el riesgo y le dieron su aceptación tentativa a don José Abel, quien jubiloso lo

comunicó a los demás directores. Víctor le pidió una copia del Estatuto de La Previsora, el cual

le llegó el mismo día, y se dedicó a estudiarlo. Una vez analizado el documento, pidió una nueva

cita con don José Abel y don Bettino Berrini, para discutir ciertos puntos. Una vez aceptados, se

cruzaron las siguientes comunicaciones:

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Aquí estaba la oferta formal, pero no se mencionaban ciertos puntos discutidos personalmente,

los cuales eran de importancia para Víctor Emilio, pues no quería dejar de lado su derecho

político y tampoco quería abandonar el servicio cívico que tanta satisfacción le había dado en

los pasados años. El Estatuto de La Previsora hacía mención de los dos puntos que él había

tratado con los comisionados, pero no estaban claros. A continuación su respuesta al Sr. Berrini:

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El 16 de enero se publicó en El Telégrafo la convocatoria a junta general de accionistas de La

Previsora, a realizarse el día 19. La convocatoria la había realizado el vicepresidente del

directorio, pues el presidente, don Lautaro Aspiazu Zedeño, se encontraba muy enfermo. El día

18 en la noche falleció y la asamblea fue postergada para el día 23.

El día 23 en la tarde se realizó la tan esperada

asamblea. Según los registros, estuvieron presentes

2.300 de las 3.000 acciones que constituían el

capital social, de tal forma que hubo quórum.

Asistieron 231 tenedores de acciones, estando

suscrito el total del capital.

Presidió la asamblea el vicepresidente del

directorio, doctor Carlos Carbo Viteri.

El primer acto de la asamblea fue rendir homenaje

al difunto presidente, Sr. Aspiazu, lo que se realizó

mediante un momento de silencio y evocación de

sus logros comerciales y agrícolas, luego de lo cual

se mocionó que, como el Sr. Aspiazu había pedido

antes de fallecer que en vez de enviar flores a su

funeral, se diera una contribución a la Casa Cuna,

la asamblea así lo resolvió hacer, en memoria de su

primer presidente.

Como don Gustavo Aguirre Overweg había sido

electo por la asamblea, era necesario darle a ella

las razones por las cuales nunca se posesionó del

cargo, aduciéndose simplemente que

inconvenientes personales de última hora le habían

impedido ejercer la gerencia.

El mismo doctor Carbo Viteri presentó a la asamblea el nombre de Víctor Emilio Estrada para

ser electo gerente de la compañía, siendo la respuesta de la asamblea, la elección “plebiscitaria”.

De los 231 tenedores de acciones presentes, 229 votaron por él.

Si bien Víctor Emilio es considerado como el gerente fundador, técnicamente fue el segundo

gerente, pues el Sr. Aguirre fue el primero que fue electo por la junta de accionistas. Por otro

lado, fue el primero que tomó posesión del cargo y desde ese punto de vista, sí fue el gerente

fundador.

Una vez proclamada la elección, se cerró la sesión.

Al día siguiente, el 24 de enero de 1920, El Telégrafo publicó una nota sobre la elección:

“Se nombró por votación plebiscitaria al eminente escritor Sr. Víctor Emilio Estrada, una

verdadera competencia en economía y organización hacendaria. (Sobre su personalidad

publicamos hoy mismo en otra parte del diario un análisis de su último libro: EL PROBLEMA

VITAL DEL ECUADOR – HACIENDA PÚBLICA).

Felicitamos cordialmente al amigo señor Estrada por su nombramiento que es al mismo tiempo

un reconocimiento de sus méritos, y estamos seguros de que LA PREVISORA bajo su impulso

tomará gran ritmo y consolidamiento.

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El análisis al que se refieren estuvo a cargo de uno de los promotores y principales accionistas

de La Previsora, el industrial y periodista sobre asuntos económicos en El Telégrafo, don

Bettino Berrini, quien meses antes se había convertido en admirador de la inteligencia y claridad

de conceptos e ideas de Víctor, a más de sus conocimientos en materia financiera y económica.

Esa admiración había surgido por los artículos publicados por Víctor Emilio en El Telégrafo,

pues siendo articulista económico, también entendía muy bien los argumentos y las ideas del

joven Interventor de Hacienda.

El artículo de Berrini se titula: “La obra de V. E. Estrada” y su texto dice así:

“La Sociedad ‘La Previsora’, en su reunión general de ayer y con votación plebiscitaria, ha

nombrado para Gerente al Sr. Víctor Emilio Estrada.

Dada la naturaleza de la Sociedad, su finalidad económica y social, el radio amplio y

renovador de su misión, era muy difícil, en nuestro pequeño mundo, encontrar persona más

preparada, de mayor iniciativa y trabajo! Porque el señor Estrada ha sido para nosotros y para

el país una verdadera revelación. Lo conocíamos como croniqueur brillante y ameno, lo

habíamos seguido después, con siempre mayor interés en Esclavos o Fuertes, donde ya se

perfilaba su nueva personalidad, su espíritu observador y analítico; pero, jamás habríamos

pensado q´ nos diera todavía tan joven, su obra maestra en un campo tan vasto y tan difícil

como la Hacienda pública. Consecuentemente ‘El problema vital del Ecuador’, es un libro

lleno, completo, maduro: es un verdadero Vademecum que debería figurar sobre la mesa de

todo hacendista y hombre político cualesquiera sean su edad y sus méritos y el grado de sus

pretenciones y posición.

Como un cirujano en la sala anatómica abre, secciona, inexorable y frío, la carne humana para

buscar y deslumbrar la célula y el centro del mal; así don Víctor Emilio con su pluma cortante,

con su análisis paciente y seguro pone al desnudo el cuerpo desfigurado de nuestra Hacienda

Pública, analizando sus defectos básicos y orgánicos, su empirismo primitivo, su carencia

absoluta y total de sentido común, que nos pone en condiciones de inferioridad hacendaria

comparativamente con los mismos Incas.

Dada la naturaleza de la materia, el autor hace un minucioso trabajo de pulverización y

calcinación del actual sistema rentístico, equivocado en su base, en su fin, en su método:

sistema anticientífico y anti-democrático que solo grava, inflexible, a los pequeños; que ahoga

la libre expansión, inhibiendo el desarrollo y el fomento de la riqueza nacional por la

concepción misonéstica de que sólo la Aduana es la fuente milagrosa que ha de llenar las

exigencias del Presupuesto; un monstruo que traga y vomita millones a ciegas en renglones

indecifrables, sin técnica y sin orden, mientras una turba ociosa, corrupta y corruptora busca

alimentarse de algunas migajas palanqueando un empleo de unos 50 sucres mensuales antes

que contraerse a las luchas ásperas y fecundas del trabajo y de la iniciativa privada.

El cuadro que nos presenta Víctor Emilio Estrada tiene tintes de tragedia: una pesadilla de

muerte agobia al espíritu frente a la inconsciencia con que los hombres que deberían ser la

salud y la vida pujante del país, lo arrastran, a veces, hacia la bancarrota y el abismo, sin

energía, sin crédito, viviendo al día en una como borrachera de ilusiones y proyectos

descabellados. Ejemplo típico, los diez ferrocarriles con algunas millas de terraplenes, sin que

uno solo pueda acabarse.

¿Desesperarse? No. Frente a la obra analítica y demoledora del actual sistema, vigorosa y

genial se presenta la parte reconstructiva para beneficio y esperanza del porvenir.

Allí tienen los legisladores la línea general orgánica, el esqueleto del nuevo edificio económico-

hacendario que hay que levantar si es que nos animan propósito de grandeza y de

consolidamiento de las instituciones republicanas; si es que queremos figurar como buenos y

respetados en las decisivas afirmaciones de la civilización y del progreso. Amplio, magnífico

programa que, basado en incontrovertibles deducciones científicas da elasticidad, claridad,

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equilibrio, armonía a la Hacienda pública sobre el eje maestro de la precisión, de la justicia

distributiva, del sentimiento de la responsabilidad y del deber cívico.

Porque la base de toda transformación es un mayor sentimiento de moral social y nacional del

individuo y de la masa: es el conocimiento del deber que tiene la colectividad de contribuir

equitativa y proporcionalmente a la posibilidad económica individual para auxiliar y llenar las

justas exigencias del Estado, que sólo da en cuanto se le da y en la proporción en que se le da.

Transformada, así, o mejor dicho, creada la conciencia civil, puede destruirse la rutina, iniciar

las grandes y vivificadoras reformas tributarias y sociales que el país necesita para que

consolide los institutos de su riqueza y para que hacia nosotros también se dirijan las grandes

corrientes de la iniciativa y del capital extranjero.

Tal, en sus rasgos más salientes, la obra del joven escritor, el cual, con Manuel Bustamante, es

para nosotros el más consolador exponente de la confianza que puede depositar la Patria en la

fé y el trabajo de la nueva generación.

Tino Rini”.

El análisis que hace don Bettino Berrini, alias “Tino Rini”, es el de un hombre de negocios y

articulista económico que tenía muy clara la situación nacional.

Lo triste fue que ninguno de los economistas en posición de poder hacer algo por la Patria, dio

importancia a la obra, muy posiblemente por envidia, por ignorancia, o porque de alguna manera

lucraban de la situación en deterioro.

El día 24 fue emitido el nombramiento de Víctor Emilio como Gerente de La Previsora y le fue

enviado a su domicilio. Estaba entonces ante el momento crucial de su vida laboral: O aceptaba

el puesto y se posesionaba, o continuaba en el cargo que ya estaba ejerciendo con mucha

satisfacción y que era una extraordinaria escuela sobre economía y finanzas. Era una decisión

difícil y un salto de fe que tenía que dar basado en su propia capacidad.

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Él aceptó el reto y ese fue el comienzo de una nueva vida para él, su familia y muchos de sus

allegados, que lo acompañarían en el ascenso meteórico de la pequeña Caja de Ahorros.

Nos parece muy curioso que, con lo meticuloso que era Víctor Emilio para con sus

nombramientos y archivos en general, esta aceptación de la gerencia de La Previsora no esté

archivada en copia firmada. En el archivo del Banco sí constaba el original firmado.

Envío de sus obras a Víctor Hugo Escala

Víctor Emilio envió a su amigo, Víctor Hugo Escala Camacho, que estaba de cónsul del

Ecuador en Yokohama, Japón, un paquetito con sus dos obras publicadas para que las leyera.

Víctor Hugo le escribió a su amigo una afectuosa carta agradeciéndole y comentando las obras,

pero no le dijo que también había escrito un artículo al respecto, y que lo había enviado

directamente a El Diario Ilustrado, artículo que se publicó el día 28 de diciembre de 1919.

Víctor Hugo, antiguo compañero de Víctor Emilio en el Vicente Rocafuerte, abogado,

periodista, poeta y diplomático, era un hombre muy sociable, inteligente y de mucha chispa.

Citaremos partes del artículo, al cual le pusieron como título: “Libros de verdad y patriotismo”.

Su texto dice así:

“En cariñosa visita, que me recuerda alegres años de camaradería estudiantil, han venido los

libros ‘O fuertes ó esclavos’ y ‘Hacienda Pública’, que corresponden á un solo trabajo (El

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problema vital del Ecuador) obras en que Víctor Emilio Estrada ha condensado pacientes años

de estudio y minuciosa observación.

Consuela al espíritu, á las fuertes ansias de progreso nacional, ver las tendencias de la nueva

generación pensante, posiblemente menos clásica, menos romántica; pero más penetrada de sus

altos destinos, porque se concentra con mayor entusiasmo en la realidad del fruto que en la

perfumada hipótesis de la flor. Lejos está de mi ánimo recomendar el practicismo, en el hondo

sentido del vocablo, que casi constituye un credo para los temperamentos sajones (…)

Ayer no más, con entusiasmos que revelaban los vínculos de una vieja amistad, puse un

comentario vehemente y personal al libro de advertencias que nos legó el malogrado

patriotismo de Alfredo Espinoza Tamayo. Aquél además de amigo, fue el maestro y catedrático;

éste, Víctor Emilio Estrada, es el buen compañero, el hábil condiscípulo, con quien resolvía el

problema de las triangulaciones sobre el paño del billar…

Estrada, que desde temprano perfiló sus tendencias inclinándose á estudios de expansión y

economía, hasta constituirse ‘dirimente’ en las agrias discusiones de la guerra ruso-japonesa

(Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver) sustentadas por veinte ‘paviolas’ en el

Parque Seminario bajo la estatua del Libertador; Estrada, que siempre argüía la riqueza de

Francia, los recursos de Alemania y los progresos de Chile citando á Leroy Beaulieu, Seligman

y Stuart Mill, vuelve á presentárseme como en aquellos días y me ofrece, en dos hermosos

libros, todas sus noches de estudio, todas sus horas de meditación.

‘O fuertes ó esclavos’ es un libro de verdades formidables, casi una acusación á la indolencia

de nuestros Gobiernos y á la criminal desidia de los ecuatorianos, que sólo se despereza y echa

mano del rifle cuando hay que hacer un Chasqui ó una masacre de Esmeraldas. Mientras tanto,

ahí están los parques (depósitos militares) sin elementos; las naves hundiéndose, con los cascos

podridos; la herrumbre del abandono malogrando el mecanismo de las baterías (de artillería);

el cuartel sirviendo de refugio, no á ciudadanos jóvenes y fuertes, sino á decrépitos y

bandoleros. (…).

¿Pero esta comedia, esta farsa que sólo aprovecha al detentador de nuestros territorios, acaso

puede durar mucho tiempo? (...).

Naturalmente que nó, porque llegará la hora en que, sintiéndose no solamente fuerte sino muy

bien seguro, será el Perú quien opte por la tragedia y entonces el sueño, el nirvana de nuestro

pasado, será el más cruel y doloroso desgarramiento, porque en vez de las dianas de Tarqui se

escucharán los responsos de un pueblo en derrota, definitivamente perdido. (…)” Palabras

proféticas que se cumplirían en el futuro en dos partes: En el período del Dr. Arroyo con la

invasión y el Protocolo de Río de Janeiro, y la entrega definitiva del Oriente, en el período de

Jamil Mahuad.

“Y más adelante agrega el mismo feliz autor, ‘Dejemos de lado las frases agradables al

patriotismo, que es el peor camino para cimentar la moral del Ejército, y no pidamos la línea

del Marañón sino después de haber conseguido cañones, fusiles, escuadrilla para defender la

costa y, finalmente, organizado un ejército capaz de manejar, como se debe, tal conjunto de

elementos modernos’ He aquí resumido, en pocas palabras, el único argumento con que

debemos enfrentarnos al Perú. El programa que lo respalda es breve y conciso, como un

pistoletazo. Hay que cumplirlo en seguida, con ceguera de corazón y coraje de ofendidos. (…)”.

Luego pasa a tratar sobre “Hacienda Pública”: “… al Gobierno, como gerente de la nación, le

corresponde perfeccionar, en un bello alarde de ‘dictadura’ administrativa ó hacendaria, lo

que Estrada llama, con feliz acierto ‘El problema vital del Ecuador’, que no es otra cosa que el

arreglo sencillo y productivo de nuestras rentas; reforma inmediata de nuestras leyes de tasas é

impuestos hasta reducirlas á formas sucintas, y apoyo decisivo á la Agricultura para convertir,

en hermosa realidad, aquello de que el Ecuador es un país esencialmente agrícola.

Carezco de versación y, más que todo, de competencia para analizar los detalles de esta

segunda obra que afirma, definitivamente, la personalidad de Estrada como ecuatoriano

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preparado para analizar problemas y señalar rumbos económicos á nuestro país. El autor no

habla á humo de pajas, ni su libro es el clarín de un pesimista. Señalando las úlceras de nuestra

Hacienda, en seguida apunta el remedio y lo presenta en forma sencilla, sin vaguedades de

receta, ni complicaciones de exploración quirúrgica.

‘El empirismo nos mata’ exclama Estrada en fuerte grito de reacción. Esto es una amarga

realidad que bien la sabe el país (…) Pero Estrada olvidó apuntar que el empirismo es el hijo

regalón de la política personal, hecha á base de mutuos compromisos y compensaciones, dentro

de cuyo ambiente se ahoga nuestro país desde el año 1830… (…)

La integridad nacional impone una reacción decisiva, y hay que tantear los rumbos que marca

Estrada en su patriótico libro. (…)

Los libros de Víctor Emilio Estrada me han hecho un bien enorme, no solamente por los

recuerdos gratísimos que sugiere el trabajo de un amigo de mis mejores años, que ha afirmado

su personalidad de hombre estudioso, sino también porque fortifican mi optimismo y me

convencen una vez más, que mi Ecuador no es ‘una horda en estado de conquista’: solamente

un país joven, de risueño porvenir, siempre que sus hijos quieran alcanzarlo por la virtud y el

trabajo.

V. H. Escala.

Yokohama, Diciembre de 1919

Víctor Emilio llamaba a Víctor Hugo “El Vate Escala”

y siempre fue bienvenido en la casa familiar.

Aquí lo vemos en La Esperanza, en 1918, con Chabela

y Pilar.

Salida del puesto de Interventor de la tesorería de hacienda del Guayas

Al tener seguro ya el puesto de Gerente de La Previsora, presentó su renuncia al cargo de

Interventor mediante carta al Presidente de la República, don Alfredo Baquerizo Moreno, la cual

está fechada 5 de febrero de 1920. Le dijo:

“Sr. Presidente:

Habiendo aceptado el cargo de Gerente de la Compañía ‘La Previsora’ de Guayaquil, me

veo en el caso de presentar ante S. E. la renuncia formal del cargo de Interventor que

desempeño en la Tesorería del Guayas.

Permítame dejar constancia del agradecimiento que debo a S. E. por la confianza que el

Gobierno depositó en el suscrito al concederle aquel cargo.

Muy respetuosamente,

VE Estrada”

La respuesta le llegó el día 26 de febrero, de parte del Tesorero de Hacienda del Guayas,

Francisco J. Miranda:

“Señor / Víctor Emilio Estrada / Ciudad

En oficio 371 de 23 del actual, me comunica el Sr Gobernador de la Provincia la

aceptación de la renuncia que del cargo de Interventor de Hacienda de esta Provincia, ha

presentado Ud; dejando constancia en dicho oficio, que el Supremo Gobierno agradece á Ud

los importantes servicios prestados a la Nación en el desempeño de dicho cargo.

Page 283: estrada.bza_de_VEES_Vo... · 2020-07-09 · 2 Créditos y Registros Tema: Biografía de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga 1891 – 1954, en tres volúmenes. Título: Subtítulo: Vida

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Por mi parte, no puedo menos que lamentar el que preocupaciones de otra índole, quizás

mas acordes con sus aspiraciones, lo obliguen a dejar esta oficina, en la que siempre supo Ud

distinguirse por su porte caballeresco, a la par que por su inteligente labor en todo cuanto dijo

en relación con el desempeño de su cargo.

No dudo, que los hermosos pensamientos que tantas veces quisiera exponer Ud en esta

dependencia, i que luego sintetizara en sus hermosas producciones, tendrán en Ud el mas fiel

cumplidor, para el bien de esta Patria que tanto ama Ud, i por la que tanto ha hecho con sus

obras.

Dios i Libertad

F J Miranda”.

El viernes 15 de enero, en una escabrosa sesión del Concejo de

Guayaquil, se discutió mucho y en duros términos la grave

situación por la que pasaban las finanzas municipales. Se

lanzaron acusaciones entre dos bandos disidentes y al terminar

el debate se resolvió, con el voto en contra del Presidente del

Concejo y de otros tres concejeros, crear el cargo de Director

General de las Finanzas Municipales.

Obviamente se les hizo difícil encontrar alguien idóneo para el

cargo, pues tardaron algunos días para tomar una decisión.

De manera curiosa, porque ya era público su nombramiento

como Gerente de La Previsora, Víctor Emilio recibió, el 28 de

febrero, el nombramiento de Director General de las Finanzas

Municipales, el cual delicadamente declinó en una conversación

con la comisión enviada a entregarle el nombramiento y tratar

de convencerlo.

Fue una decisión afortunada, pues los problemas internos del

Concejo se irían agravando con el pasar de los meses, a pesar de

estar en el año del Centenario de la Independencia de

Guayaquil.

Gerente de La Previsora

El nuevo gerente de la Previsora entró a trabajar en cuanto pudo entregar el cargo de Interventor

de la Tesorería de Hacienda del Guayas, pues a los directores de La Previsora les interesaba

poner a trabajar el capital que ya tenían comprometido desde hacía dos años.

Lo primero que estudió Víctor Emilio fue la lista de accionistas y el número de acciones que

representaba cada uno, para tener una idea clara de ante quienes tendría que responder por sus

gestiones. Era una necesidad administrativa para asegurar que ninguno de ellos recibiera tratos

especiales por ser accionista, pues en su concepto, esa misma persona podría, con justicia,

reclamarle por ello. La Previsora se manejaría de acuerdo con claras normas de crédito que se

basarían en números, no en nombres.

Entre esos primeros accionistas figuraban: Dr. Carlos Carbo Viteri, Francisco Rizzo, Aurelio

Carrera, Adolfo Zohrer, José Santiago Castillo, Dr. Bartolomé Huerta, Rogelio Benites Icaza.,

Santiago y Agustín Nozziglia, Hugo Rastelli, Juan José Aguirre, Lizardo García, Luis Orrantia

Cornejo, Dr. José A. De Rubira Ramos, Tomás Rolando y su familia, Dr. Manuel Tama, Dr.

Cesáreo Carrera, Ulpiano Bejarano, Alfonso Roggiero, Juan Molinari, Aurelio Falconí, Dr.

Carlos A. Rolando, Francisco Urvina Jado, César Gamarra, Benito Avegno, Lautaro Aspiazu Z.

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(recién fallecido), José Eleodoro Avilés, Carlos Bruno, Julio Burbano Aguirre, Enrique

Baquerizo Moreno, Carlos Matamoros Jara, Alberto Wither Navarro, Carlos Frugone, Miguel

Martínez de Espronceda, Asisclo G. Garay, José Abel Castillo, Modesto Apolo, J. L. Carrera

Calvo, Miguel Angel Carbo, Enrique Maulme, Domingo Norero, Carlos Alberto Flores, Pedro

Vincenzini y su familia, y Bettino Berrini, entre los muchos otros accionistas con que se

iniciaron las operaciones.

La lista completa se publicó en varias ediciones de El Telégrafo, a partir del 26 de agosto de

1919.

La colonia italiana, liderados por el Cónsul, don Alfonso Roggiero, en su mayoría pequeños

comerciantes, estuvo entre los mayores suscriptores de acciones.

También encontramos como accionistas a personalidades bien establecidas de la banca local,

como don Francisco Urvina Jado y don Julio Burbano Aguirre. Ambos eran amigos de Víctor

Emilio por herencia, pues lo habían sido de su padre, y le darían buenos consejos en su calidad

de banquero en ciernes.

Es importante mencionar que, inicialmente, Víctor Emilio no tuvo ni una acción en La

Previsora, pues consideró que, siendo empleado, no debía ser parte del grupo de accionistas. Esa

situación cambiaría a futuro cuando, justamente por no ser accionista, se le quiso impedir

expresarse con opiniones válidas e importantes en una asamblea de accionistas, en la cual, como

Gerente, actuaba de Secretario.

El alma de La Previsora, desde su concepción hasta el inicio de operaciones fue el Dr. Carlos

Carbo Viteri. Él organizó a los promotores, él elaboró el primer estatuto, él inició la suscripción

de acciones, él convocó la primera asamblea general de accionistas, él organizó el primer

directorio y él formó parte constante del grupo que dio el impulso a la compañía. Al decir esto,

no les restamos mérito a los demás promotores y directores que trabajaron en conjunto con él,

pero le reconocemos su mérito y dedicación por la entidad.

El primer aviso que publicó La Previsora bajo la dirección de su nuevo gerente fue directo al

corazón de la vida institucional: Su capital. El mismo aviso se publicó durante algunos días de

febrero, para motivar el pago de las cuotas con el fin de mantener la liquidez necesaria para el

inicio de operaciones.

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Cierto es que se había suscrito el 100% del capital social, pero el capital pagado era mínimo y

por ello el Directorio tomó las medidas necesarias para hacer efectivas las suscripciones.

Vemos que el Gerente atendía en “su escritorio particular”, que ciertamente no era “suyo”, sino

uno en la oficina de ulguno de los directores, seguramente del Dr. Carlos Carbo Viteri.

El Gerente buscaba afanosamente un local donde instalar la Caja de Ahorros, y al mismo tiempo

entrevistaba personal para ocupar los puestos de trabajo con que se iniciarían las operaciones.

Los consejos de un banquero experimentado

En estos días adoptó una costumbre que la seguiría durante algún tiempo. En la tarde, antes de

las 5, interrumpía su día de trabajo para acudir al Banco Comercial y Agrícola, donde esperaba a

que don Francisco Urvina Jado terminara su jornada diaria, lo que ocurría puntualmente a las 5

de la tarde. Don Francisco tenía la costumbre de caminar desde el Banco, ubicado en la acera

oeste de la calle Pichincha, entre 9 de Octubre y Francisco de Paula Icaza, a su domicilio,

ubicado en Clemente Ballén, entre Chimborazo y Chile. Víctor Emilio se ofrecía para

acompañarlo y don Francisco lo aceptaba gustosamente. A don Francisco le simpatizaba el

joven, pues veía mucho de don Emilio en él, y con don Emilio habían sido muy buenos amigos,

aunque ambos eran de carácter fuerte y pocas pulgas. Eran siete cuadras que se recorrían,

durante el transcurso de las cuales el joven banquero preguntaba y exponía sus ideas, y el

experimentado banquero consideraba, respondía y aconsejaba. Esas caminatas fueron una

escuela práctica invalorable, que nutría de conocimiento a Víctor Emilio y al mismo tiempo lo

motivaban a estudiar más, por lo que en esos meses su biblioteca económica creció

exponencialmente.

Uno de los temas que le interesaba indagar a Víctor Emilio de forma recurrente, era el proceso

de emisión de moneda. Por lo relativamente poco que había estudiado al respecto, se daba

perfecta cuenta de que el Banco Comercial y Agrícola, al igual que los demás bancos emisores,

estaban haciéndoles el juego a los gobiernos de turno, de acuerdo con las exigencias que les

presentaban, emitiendo billetes sin el debido respaldo de oro. Víctor había conocido

personalmente dos casos que le habían llamado mucho la atención: Las emisiones durante la

invasión peruana de 1910, y la experiencia de 1914, cuando él personalmente retiró del Banco

Comercial y Agrícola los billetes que llevó al cuartel general de la lucha contra el coronel Carlos

Concha Torres. Eran emisiones sin respaldo y por lo tanto inorgánicas, aunque hayan sido

exigidas por los gobiernos. También tenía claro que los banqueros lograban con eso una

influencia política sin precedentes, pero era la parte técnica la que le intrigaba.

Meses después, cuando entendió bien el proceso y las consecuencias posibles, rechazó toda

propuesta de los directores y accionistas para convertir a La Previsora en banco de emisión, en

vista de su acelerado crecimiento y fortaleza, y más bien el conocimiento adquirido lo llevó a ser

uno de los proponentes y propulsores de que el país tenga un solo banco central de emisión, con

un sistema de controles inviolables, para mantener la integridad de la moneda –y del Banco.

Pero nos estamos adelantando en el tiempo…

Entre las actividades del nuevo gerente estuvo la de estudiar minuciosamente la futura operación

de cada uno de los negocios de la Compañía. El día 3 de febrero, a pocos días de posesionarse

como gerente, presentó al Directorio un memorándum, de 9 páginas, sobre el giro comercial de

La Previsora.

En él sugirió medidas de orden administrativo, como la necesidad de instalar la oficina de la

Compañía y dinamizar la consignación del capital pagado, para contar con el efectivo necesario

para las operaciones. Nos sorprenderá saber que hasta ese momento el capital pagado no llegaba

a los treinta mil sucres, o sea menos del 10% del capital suscrito.

Sugirió contratar un contador y un ayudante o amanuense, y establecer sus sueldos; fijar la

cantidad para el arriendo de la oficina, indicando que “bien entendido que la presentación

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inicial de la Compañía ha de influir bastante en la acogida que tenga por parte del público”. O

sea que sabía y aplicaba técnicas de mercadeo.

Pidió que se autorice a la gerencia para nombrar agentes que se encarguen de conseguir

subscriptores para los seguros de pensión y fijarse la pensión, así como la comisión que

recibirían los agentes. También pidió se autorice a imprimir folletines de publicidad.

Sugirió que la Compañía comience “sus operaciones en los siguientes ramos: a) Préstamos

hipotecarios con cédulas. b) Depósitos en su sección de ahorros. c) Seguros de pensión. d)

Adquisición de solares i edificaciones propias. e) Inversión de su capital pagado”.

Luego pasó a detallar cada uno de los ramos operativos, de los cuales presentamos una síntesis:

En cuanto al punto a) Préstamos hipotecarios, dijo: “En mi concepto La Previsora puede

desempeñar un importante papel en esta forma de negocios, pero debe abandonar el camino

conocido i entrar por una vía que signifique verdadera protección i facilidades a la agricultura

o al constructor urbano, con lo cual cumpliría en buena parte una de las finalidades de su

programa social”. Desde este primer punto ya estaba innovando en cuanto al programa social de

la Compañía. Estaba muy consciente de la importancia que tendrían los préstamos hipotecarios

para los negocios de la empresa y dedicó cuatro de las nueve páginas a este punto, incluyendo a

las cédulas hipotecarias, que serían uno de los puntales del crecimiento de la clientela de La

Previsora. Sobre ellas dijo: “El objeto de estas cédulas es doble. Primero: ellas constituirán una

inversión mucho más estable que las cédulas conocidas hoy, porque la amortización ordinaria

obligatoria en éstas constituyen una verdadera amenaza que se repite semestralmente para los

poseedores de cédulas que las adquieren con premio i se las reembolsan a la par. Nuestro tipo

especial eliminaría este peligro i así el tenedor de nuestras cédulas solo queda expuesto a que

se las amorticemos extraordinariamente -en caso de abonos de nuestros deudores-, pero ese

peligro existe también para las cédulas usuales hoi. (…) La segunda ventaja de estas cédulas

especiales está pues en que el deudor hipotecario adquiere mayor libertad económica gracias a

que el servicio de su deuda es lo suficientemente bajo que le permite, aun después de hecho,

usufructuar un interés de 6% anual mínimo sobre su fundo”. Era realmente algo nuevo para el

mercado, con beneficio mutuo para el cliente y la Compañía.

En cuanto al punto b) Depósitos en su sección de ahorros, dijo: “Esta sección debe instalarse

también cuanto antes i recibir depósitos a plazos fijos con interés igual al que pagan los Bancos

i depósitos en cuenta corriente a interés bajo. La conveniencia que se deriva de estos depósitos

para la Compañía es que ella puede intervenir a firma esas cantidades i para devolverlos puede

hacer uso de las cuotas mensuales de sus asegurados de pensión. La compañía utilizará así la

diferencia de interés entre lo que reditúa su inversión a firme i lo que tiene que pagar al

depositante que recibe 3 o 4 puntos menos, i se adelanta por lo tanto la capitalización de las

cuotas de seguros…”.

En cuanto al c) Seguros de pensión, dijo: “Constituyen la base del negocio de la Compañía i su

establecimiento está bien delineado en los Estatutos. En ellos observo que las cantidades a

pagar están expresadas en números redondos si se las compara con los intereses de la

capitalización exacta (…) El éxito de esta rama de negocios de La Previsora, está íntimamente

ligado a las inversiones que el público observe que se le da al dinero colectado por cuotas

mensuales. Por lo tanto debemos esmerarnos en intervenir mui seguramente estos dineros…”.

Esta rama, que se esperaba sea la más importante del negocio, fue perdiendo su prioridad poco a

poco.

En cuanto al punto d) Adquisición de solares y edificaciones propias, dijo lo siguiente:

“Recomendaría como primera inversión la construcción de un edificio propio para la Sociedad,

del cual ocuparíamos una parte i el resto devengaría interés. Esta inversión nos beneficiaría

por la publicidad que envuelve un edificio de importancia como sería el que levantaremos. Por

de pronto debiéramos adquirir un buen solar central aprovechando alguno de los pocos que

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aun hay desocupados. La construcción se hará en cuanto las entradas de la Compañía lo

permitan”. Ya estaba proyectando un imponente edificio para darle imagen de solidez a la

Institución.

Y, en cuanto al último punto, el e) Inversión del capital pagado, tuvo esto que decir: “La

Compañía debe invertir su capital pagado en valores realizables durante los primeros años de

su establecimiento para estar lista a cualquier eventualidad. Este capital puede fincarse en

cédulas de otros Bancos con lo cual nuestros accionistas tienen garantizada una base de

intereses para sus inversiones”.

Para concluir el informe, hizo una certera observación:

“Los Estatutos mandan que la consignación del capital social sea hecho en metálico. Esta

disposición es incompatible con la situación actual”. En efecto, a pesar de la publicación del

aviso inicial y otro que aparecería en pocos días, la falta de moneda metálica hacía difícil

cumplir con este requisito.

Y al final del documento, presentó un resumen:

“Del examen de los Estatutos se desprende que La Previsora puede considerarse dividida

en tres secciones bien demarcadas: 1- Bancaria de hipotecas. 2- Seguros. 3- Caja de ahorros.

La primera le suministrará materialmente los medios para cubrir los gastos generales de

la Compañía, pero moralmente la llevará a ocupar un lugar prominente entre las instituciones

bancarias del país.

La segunda sección es el porvenir de la Compañía, pues su éxito está ligado al que se

obtenga en la consecución de pensionados. Esta sección es susceptible de gran extensión en los

diferentes ramos de seguros i podemos llegar hasta al seguro costanero i fluvial, i también

obtener del Estado leyes de seguro obligatorio para sus empleados i para los obreros”. Para

todo efecto práctico esto fue el precursor del Seguro Social.

“La tercera sección de Caja de ahorros está indicada por la naturaleza de nuestras

operaciones. Ella nos suministrará capitales reproductivos pues podremos fincarlos

inmediatamente con la seguridad de atender a su devolución, si se presenta el caso, con la

corriente de pensiones mensuales que constantemente estará fluyendo en las cajas de la

Compañía.

En suma el mecanismo económico de La Previsora se reduce a incrementar

constantemente su capital inmobiliario mediante la colocación inmediata de los fondos que

recaude i la reinversión de los intereses que le produzcan, : un margen de seguridad debe

mantenerse constantemente para responder a los acreedores que vamos a crear: depositantes

de ahorros i tenedores de cédulas.

Es evidente, que las tres clases de operaciones activas de la Compañía están íntimamente

ligadas i que éllas se facilitan entre sí, concurriendo todas al fin perseguido por La Previsora

tanto para sus socios cuanto para sus clientes.

Guayaquil, Febrero 3 de 1920”.

Fue un informe lúcido y sucinto: Todos los puntos estuvieron muy bien desarrollados y

generaron mucho interés de parte de los directores, quienes le pidieron que ampliara algunos de

ellos y los presente en una próxima sesión del Directorio.

El nuevo gerente había causado una magnífica impresión en su primer informe ante el

Directorio y había demostrado un conocimiento cabal del negocio de La Previsora.

El corto pero muy completo informe del Gerente de La Previsora se transmitió casi de inmediato

al Gerente General del Banco del Ecuador, Sr. Eduardo Game Valarezo, quien había asumido la

gerencia de ese banco a la muerte de don Eduardo Arosemena Merino. Continuaba en el Banco,

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como funcionario, don Pablo Arosemena Merino, hijo de don Eduardo y fuerte accionista, quien

tenía un gran nivel de influencia.

No debemos olvidar que el Banco del Ecuador era enemigo y competidor del Banco Comercial

y Agrícola, y don Emilio, así como su hijo, habían simpatizado siempre, por ancestro, con don

Francisco Urvina Jado. Más aún, el Banco del Ecuador había sido el carro de batalla de los

comerciantes de Guayaquil empeñados en destruir la Compañía Nacional Comercial. No había

simpatía entre las partes.

Controversia con el Gerente General del Banco del Ecuador

Don Eduardo Game comenzó a hacer comentarios negativos en relación con los negocios

propuestos de La Previsora y al llegar esto a oídos de los Directores y el Gerente, acordaron que

Víctor Emilio se enfrentaría con el Sr. Game en amigable discusión. Si bien el poder y la

influencia de ese Banco tenía que ser reconocida y respetada, no había porqué agachar la cabeza.

Víctor lo visitó en el Banco y tuvieron una larga conversación, al día siguiente de la cual, el 16

de marzo, el joven Gerente le envió al veterano Gerente General un memorándum resumiendo lo

conversado y dejando por escrito los criterios manifestados por ambos.

Víctor Emilio le escribió: “Mui estimado señor Game: / Incidentalmente tuvo usted la

amabilidad de hacerme oir su opinión sobre las posibilidades que tiene la Compañía Previsora

i como Ud. pensara que ella puede tener las mismas dificultades que hoy la de ‘Prestamos i

Construcciones’, creí del caso ofrecer a Ud. un memorándum que, con carácter netamente

particular, pusiera de manifiesto ante su experimentado criterio en esta clase de negocios, la

organización económica de la Compañía cuya Gerencia he aceptado después de estudiarla…”

Y punto seguido le explica cada uno de los ramos en que operaría La Previsora, omitiendo eso

sí, algunos detalles que eran los secretos que harían diferentes las operaciones de la nueva Caja

de Ahorros. Sí le dice que “…el aprovechamiento a que se presta esa combinación de

especulaciones depende exclusivamente de la mayor o menor habilidad con que la Compañía se

gobierne…” y le agrega más adelante, en cuanto a las cédulas hipotecarias: “…he preparado un

sistema de préstamos sobre bases completamente nuevas i liberales, sobre el cual no debo

insistir…” y esto debe haberlo intrigado y puesto a pensar al experimentado banquero, pues ¡qué

de nuevo se podría inventar este jovencito principiante, que no supiera ya un zorro viejo de la

banca como él! ¡Qué audacia del muchachito este!

El punto que don Eduardo consideraba más crítico para La Previsora era el del Departamento de

Pensiones Vitalicias, por el ejemplo fracasado de la Caja de Préstamos y Construcciones. Sobre

este tema, Víctor Emilio se extendió, demostrando que lo dominaba.

Víctor termina el memorándum así:

“He creido que las bases económicas de La Previsora no adolecen de ningún defecto

orgánico i antes bien las estimo perfectamente aseguradas para sí cuanto para sus abonados en

el Departamento de Pensiones.

Yo le quedaré sumamente agradecido, señor Game, si Ud. tuviese la amabilidad de

permitirme oir su opinión definitiva una vez que la lectura de los Estatutos le completen la

opinión que este Memorandum pueda sugerirle.

De todos modos debo agradecerle la oportunidad que me ha dado de manifestarle i

reiterarle las consideraciones i aprecio con que me suscribo / su atento servidor y amigo. / VE

Estrada”.

En términos generales, la reunión salió bastante bien. Había que esperar a ver si don Eduardo

ponía por escrito sus opiniones.

Mientras tanto, el Gerente de la Caja de Ahorros continuaba en su organización interna. Ya

había ubicado un local temporal apropiado en la esquina sureste de las calles Francisco de Paula

Icaza y Pedro Carbo. En cuanto lo aprobara el Directorio, se podría iniciar su adecuación.

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En la sesión del día 17 de marzo le habían pedido que ampliara la información sobre los ramos

del negocio relacionados con la caja de ahorros, depósitos y descuentos, así como las cédulas

hipotecarias sorteadas y con premio. Para el 25 de marzo les presentó el informe, del cual

citaremos partes:

“Por disposición del Directorio (…) la Gerencia debe presentar a su consideración un

estudio sobre la organización i función del Departamento de ahorros de que habla el Estatuto

Social; pero habiendo necesidad de un Reglamento para esos mismos Estatutos, que comprenda

por lo tanto los varios departamentos de la Compañía, he optado por trabajar el proyecto de

dicho Reglamento, en el cual he creido práctico incluír la organización i función de la Caja de

Ahorros, la cual, en el proyecto que adjunto, adquiere la extensión debida para ser una

verdadera Caja de Depósitos i Descuentos, puesto que no sería posible concebir una Caja de

Ahorros recibiendo depósitos a interés sin la sección correspondiente para colocar esos fondos

en condiciones de pagar el rédito i dejar un remanente a favor de la Compañía.

En el Reglamento no me he limitado a proponer los preceptos administrativos

simplemente, sino que he tratado de constituir en ese Reglamento una pauta invariable i

metódica para las operaciones de la Caja, dejando libre solamente la elección de las

inversiones que en él se autorizan i el tipo de interés, cosas ambas que la experiencia i las

condiciones diariamente variables del mercado han de imponernos.

Con la Reglamentación extensiva de los Estatutos creo que habremos dado unidad de

criterio i acción al trabajo”.

El Gerente no perdía el tiempo: Si le pedían informar, su informe vendría con las

recomendaciones lógicas para que se ponga en práctica. Don Bettino Berrini y don José Abel

Castillo no podían estar más satisfechos con el gerente que ellos habían escogido…

El momento de iniciar las operaciones de la caja de ahorros era ideal, pues había “abundancia

de dinero en el mercado (billetes de banco), fácilmente explicable por el alza de precio del

cacao i por las dificultades de importar”. Y audazmente propuso que se pagara por los ahorros

un punto más que los bancos establecidos, pues era la forma de lograr que los depositantes

transfieran su dinero de donde lo tenían. Esa diferencia sería compensada con los beneficios en

los otros ramos del negocio y así se los demostró a los directores. Era una propuesta que al

comienzo causó resistencia en el Directorio, por la naturaleza ultra conservadora de algunos de

sus miembros, pero una vez explicada a fondo la propuesta, la aprobaron.

Otra propuesta, que estaba fuera de lo convencional dentro del mismo informe, fue el manejo de

las cédulas hipotecarias que emitiría la Compañía. El Gerente propuso la compra de las mismas

en una proporción adecuada, con el fin de obtener una “cotización natural y no forzada para ese

papel en su primera aparición en el mercado”. Fue una idea brillante, que le dio a las cédulas de

La Previsora un prestigio inmediato.

En cuanto al descuento de papeles, también se fijó una política más flexible que la de la

competencia, manteniendo eso sí, un estricto control de márgenes de reserva y fondos en caja.

Para tranquilizar a los inquietos directores, Víctor Emilio les presentó y explicó cuadros de

comparación de depósitos y cuentas corrientes de los últimos tres años. Con eso quedaron

mucho más tranquilos.

Por último, el informe incluyó una clara explicación del proceso de sorteo y reembolso con

premio de las cédulas hipotecarias, algo que también había causado inquietud en el pensamiento

conservador de algunos directores. Su explicación fue tan clara que todos quedaron satisfechos.

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Se hizo claro que los directores debían mantener mayor reserva en cuanto a las decisiones que

tomaran, pues la fuga de información que había motivado la reunión con el Sr. Game había

salido del seno del Directorio.

No cabía que fuera el Gerente, a fin de cuentas nada más que un empleado, quien pidiera la

discreción necesaria. Tuvieron que hacerlo don Bettino Berrini en un tono un poco elevado y

airado, y don José Abel Castillo en un tono más suave y persuasivo.

Si se continuaba filtrando la información, La Previsora perdería la ventaja con que iba a nacer,

que era rompiendo algunos de los esquemas conservadores de los bancos tradicionales de

Guayaquil.

Ninguno de ellos imaginó que quien motivaba la audacia del joven banquero era don Francisco

Urvina Jado, quien por su experiencia y carácter podía entender y apoyar las ideas del novel

gerente. Era un experimento que, sin embargo, no consideraría para su propio Banco.

El momento que comenzara a operar La Previsora, lo haría abriendo sus varias secciones poco a

poco, para dar a cada una de ellas la organización y el pulido de operaciones de acuerdo con lo

experimentado en los primeros días.

Se iniciaría con las cuentas corrientes, que entonces incluía ahorros, y las de ahorro infantil y

escolar. Luego de una semana se abriría la caja obrera y posteriormente, de manera más

pausada, en el mes de junio, entraría la parte hipotecaria y la de crédito comercial. La Compañía

se mantenía permanentemente al tanto de las necesidades de los clientes y hacía ajustes a sus

secciones de acuerdo con la demanda, de tal forma que satisfacía las necesidades de sus clientes

de una manera que ninguno de los bancos o cajas de ahorros ya establecidos lo podían hacer,

pues a diferencia de La Previsora, sus estructuras eran rígidas e inamovibles.

Se instituyó también una norma que sería esencial para la supervivencia de La Previsora en

momentos de crisis: “Mantener fuerza potencial en sus Cajas, lista para toda emergencia”. Esta

sencilla norma le permitió a la Caja de Ahorros y después Banco de Crédito, sobrevivir durante,

y aún prosperar, después de tormentosos sucesos de la economía nacional y mundial.

Como Isabel estaba con los niños vacacionando en

Posorja, pidió permiso al directorio para ir a pasar

algunos días con ellos. Salió el sábado 27 de

marzo y regresó el domingo 4 de abril. Fue una

semana de solaz diversión con su esposa e hijos,

paseando por el pueblo y dándose baños de mar en

la playa.

Bien merecidos tenía esos días de vacaciones,

pues había estado trabajando de sol a sombra por

La Previsora desde que se posesionó del cargo.

En Posorja continuaría trabajando en sus

momentos disponibles.

Y en esos días de trabajo produjo muchas ideas

que se aplicarían en la Caja de Ahorros cuando

empezara a operar.

¿Y quien manejaba La Previsora durante la

ausencia del Gerente, si solo tenía una persona

más trabajando? Había buque todos los días, de tal

forma que se le enviaban documentos a diario, a

más de que había telégrafo.

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Don Eduardo Game contestó el memorándum de Víctor Emilio del día 16, el día sábado 30 de

marzo, con un memorándum confidencial de tres páginas. Su dictamen era que por el modelo de

negocios, en especial el de pensiones vitalicias, “…imagino que La Previsora pudiera

encontrarse dentro de veinte o treinta años en gravosas condiciones teniendo que pagar a los

rentistas un interés exagerado…”. Trató también sobre las tasas de interés y los efectos

catastróficos que tendría sobre la política que aplicaría La Previsora. Concluyó: “Por los demás

nada tengo que añadir y me es grato suscribirme de Ud. atto. y S.S. E Game”.

Para el Sr. Game, La Previsora sería un fracaso comercial, y aunque pudiera iniciar sus

operaciones y trabajar con cierto éxito sus primeros años, el fracaso sería inevitable.

Así, el Banco del Ecuador se despreocupó de ese advenedizo banquito.

Cuando regresó de Posorja, encontró la respuesta del Sr. Game. Esa respuesta del Gerente

General del Banco del Ecuador originaría un estudio que sería publicado en forma de serial en

El Telégrafo a fines de abril y comienzos de mayo de ese año, y luego de algunos meses saldría

en forma de folleto. Veamos su contestación al Sr. Game, el 14 de abril:

“Mui estimado Sr. Game:

A mi regreso de Posorja el 5 del presente, tuve el agrado de encontrar la carta de Ud. fechada

el 30 de Marzo, con la cual Ud. ha tenido la gentileza de responder mi Memorandum de Marzo

16.

He quedado ahora perfectamente inteligenciado de su modo de pensar respecto del punto

concreto que Ud. señala en la organización de la Compañía Previsora. El asunto es sumamente

trascendental i se relaciona no solamente con ésta compañía sino con la Economía General del

país, de modo que volví a estudiarlo en forma más detallada. El resultado de mi estudio me

permito enviárselo adjunto para que Ud. se sirva autorizarme a su publicación, -sin nombrar

persona como verá Ud.- autorización que le pido por haber transcrito en cabeza del trabajo los

párrafos de su carta.

Comprendo que estos trabajos de interés general deben darse al público i desde luego pienso

también que Ud. encontrará correcta mi decisión.

Una vez más renuevo a Ud. mis agradecimientos por la atención que le he merecido y me repito

su servidor afectísimo / VE Estrada”.

El estudio original se extendió por 30 páginas y luego, cuando se publicaría en folleto, se

extendería aún más, hasta 51.

Al recibirlo, don Eduardo Game le contestó, con fecha 22 de abril:

“He visto con interés que U. se ha dedicado a un estudio más extenso del rendimiento

porcentual de las inversiones en el Ecuador y se dispone a darlo a la publicidad en oposición a

mis teorías ligeramente desarrolladas sobre ese punto al contestar su Memorandum relativo a

la Sociedad Previsora.

Está U. en su derecho, desde luego, y, por mi parte, no tengo decidido empeño en

modificar opiniones ajenas; pero como Ud. ha tenido la fineza de remitirme su trabajo –inédito

aún- con atenta misiva, que necesita respuesta, me siento dispuesto a discurrir algo más sobre

el tema que ha dado origen a nuestra serena controversia”.

Y a continuación reitera, de manera más profunda y enfática, sus criterios ya vertidos en su carta

anterior, concluyendo así:

“Yo no tengo tiempo disponible para volver sobre los libros y consultar tratados de

ciencia económica; me fundo simplemente en la observación y en la experiencia propias, y si

las cosas se presentan en el porvenir de un modo distinto de su curso natural, puedo

equivocarme con la mayor sinceridad y buena fe.

Por lo demás, crea que celebro y aplaudo la labor de jóvenes inteligentes e ilustrados

como Ud. que toman interés en asuntos serios y de notable importancia para los intereses

públicos”.

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El contenido del tercer párrafo citado es lo que marcó la diferencia entre los dos banqueros:

Mientras don Eduardo se basó únicamente en la experiencia y no tuvo tiempo de actualizar sus

conocimientos mediante la lectura, Víctor Emilio se benefició de la experiencia de don Eduardo,

de don Francisco Urvina Jado, de don Julio Burbano Aguirre y cuanto banquero mayor quisiera

darle algún consejo o transmitirle alguna experiencia, mientras se mantenía al tanto de los

avances de la economía y las finanzas, así como técnicas y evolución de sistemas bancarios.

Nunca, hasta su último día como banquero, dejó de leer y aprender e ilustrarse sobre lo que se

convirtió en su profesión: La banca, los seguros, la economía y las finanzas.

Don Eduardo, divertido con las ideas descabelladas del jovencito, le dio su autorización y el

estudio se comenzó a publicar en El Telégrafo a partir del 26 de abril, en forma de serial en

nueve partes, cuyo título fue: “Estudio sobre la tendencia del interés en el Ecuador”. Los días 2,

3 y 4 de mayo se publicaron la séptima, octava y novena partes, coincidiendo con la apertura de

La Previsora el día lunes 3. Está claro que se había planificado las publicaciones para coincidir

con la apertura de la Caja de Ahorros, aprovechando al máximo la celebridad de su Gerente.

Citaremos sus primeras líneas:

“Habiendo intervenido en una interesante discusión acerca de las posibilidades de la baja

del interés en el Ecuador i siendo éste un punto que merece la atención general, creí oportuno

hacer un estudio mas detallado de la cuestión para ofrecerlo al lector que se interese por estos

asuntos.

Debo reproducir como motivo del estudio los párrafos esenciales de una carta en que se

expresaba la opinión contraria. Son éstos: ‘También sabemos que la tendencia predominante es

a la baja, pues en el curso de los años la riqueza aumenta, la demanda de capitales decrece i el

interés disminuye, como se observa en todos los países que han alcanzado o van alcanzando un

grado superior de prosperidad…”.

El estudio causó un revuelo dentro del sistema bancario, por lo innovadoras de sus ideas, pero

ningún otro banquero se atrevió a poner en práctica lo que sería parte fundamental del plan de

negocios de La Previsora.

Es curioso que la generalizada oposición de la banca establecida no causara temor entre los que

serían los depositantes de la nueva caja de ahorros, pero lo cierto es que cuando abrió sus

puertas, comenzó un flujo de depósitos que no pararía hasta llegar a ser, pocos años después, el

Banco con mayores depósitos en el país.

El 27 de abril el Diario Ilustrado comentaba la serie que había comenzado a publicarse en El

Telégrafo:

“Una mentalidad poderosa y revelada en plena mocedad, cuyas obras han contemplado los más

importantes problemas de reforma con un acierto realmente recomendable, comienza a

publicar en el diario ‘El Telégrafo’ un nuevo trabajo sobre cuestiones económicas. Las iniciales

que autorizan el trabajo en referencia corresponden a un nombre que ya goza de merecido

prestigio entre los que se dedican al estudio de asuntos de interés nacional: Víctor Emilio

Estrada.

Seguimos con toda atención el estudio de ese querido amigo nuestro, cuya contracción a cuanto

se refiere a la vida económica y social es verdaderamente ejemplar. Esperamos, desde luego,

que el mérito de lo que Estrada está publicando en el estimado colega matutino no quedará a la

zaga de lo demás que el mismo claro ingenio ha producido anteriormente.

Un ‘estudio sobre la tendencia del interés en el Ecuador’ es algo de tal importancia que supera

a toda recomendación, y por ello nos abstenemos de hacer ningún comentario anticipado sobre

esta nueva expresión de la laboriosidad intelectual de un joven cuyas especiales aptitudes para

tratar temas de esa índole son por todos reconocidas.

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Esperamos haber leído cuanto diga el referido estudio para luego emitir nuestra opinión sobre

tan interesante cuestión”.

El estudio generó opiniones encontradas: Algunos concordaron con él, más estuvieron en

desacuerdo. Pero lo importante es que el Directorio y la Junta General de Accionistas de La

Previsora respaldaron la propuesta de su Gerente.

La Previsora abre sus puertas

El lunes 3 de mayo de 1920 se abrieron las puertas de la Caja de Ahorros La Previsora. Muchas

personas asignan esa fecha, equivocadamente, como la de su fundación, lo cual, como vimos en

páginas anteriores, ocurrió realmente el 30 de diciembre de 1917.

La Previsora contaba ese día con cinco empleados aparte de su gerente: El contador, Belisario

Enrique Cabanilla González; el cajero, Camilo Echanique; el jefe de cuentas corrientes, Gilberto

Miranda; el recibidor, Octavio Morán; y, el conserje, Fernando Baldeón. Los escritorios del

gerente y del jefe de cuentas corrientes estaban en la parte de acceso al público. El cajero estaba

tras su ventanilla en un cubículo cerrado, por obvias razones. El contador atrás del cajero, y el

conserje acudía de un lugar a otro trayendo y llevando papeles, aparte de preocuparse de la

limpieza del local. Comenzaron recibiendo depósitos en las cuentas corrientes y el gerente

explicaba a los interesados las bondades que ofrecía la caja de ahorros, mientras el jefe de

cuentas corrientes se encargaba de la apertura de las cuentas.

El Telégrafo de ese día publicó en su primera página un reportaje titulado: “LA NUEVA

INSTITUCIÓN BANCARIA ABIERTA HOY”.

Citaremos algunas partes de él:

“Desde la fecha comienza a despachar para el público una nueva Institución de Crédito en el

ramo de Depósitos y descuentos. Conocedores de la necesidad que experimenta el país de esta

clase de factores económicos no podemos menos de congratularnos con la aparición de uno

nuevo que se presenta prestigiado por un esfuerzo personal y un programa de facilidades al

crédito dentro de los prudentes límites de la bien entendida banca.

La Previsora ha luchado un tiempo hasta encontrar su camino y dar fundación. Hoy se nos

presenta en su aspecto definitivo y estamos ciertos de que el estudio que sus dirigentes han

hecho de los diferentes ramos de actividad de la Compañía producirá para ella y para el

público el beneficio mutuo que se debe esperar de la cooperación bien entendida en el crédito,

de tal modo que el público confirmará con su veredicto de confianza la bondad del esfuerzo

realizado dentro del sencillo programa económico de La Previsora, que, en síntesis, es el

siguiente: Esta compañía opera en tres departamentos o secciones:…” Parte que no citamos por

haber conocido en páginas anteriores estos detalles. Y dentro del reportaje entra el marketing:

“La organización de los depósitos de ahorro está perfectamente estudiada en forma de mejorar

notablemente a los depositantes”. Era muy cierto y fue el primer derechazo directo a la

mandíbula de la competencia. Y agregaba, para el izquierdazo: “La Compañía trata de fomentar

y estabilizar el ahorro, sin explotar al que lo practica”, lo que dio justo en el blanco.

Para completar el 1-2-3 y ganar el primer round, le dio de frente a los banqueros usureros: “Por

otra parte, La Previsora se prepara a descontar documentos y a efectuar préstamos con prenda

fiduciaria, (acciones y cédulas) o alhajas sin pasar en ningún caso de los tipos bancarios en

materia de interés: este es otro procedimiento que le valdrá las simpatías del público, porque

comprenderá finalmente que bajo el anuncio de la Compañía anónima no está agazapado el

usurero prendario. Por esto decimos que la aspiración de la nueva Institución es perfectamente

liberal y considerada, y tiende a buscar una clientela segura, que encuentre siempre en la

Gerencia de La Previsora una cordial cooperación.

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Terminaremos esta bienvenida manifestando que hemos observado en la lista de accionistas de

LA PREVISORA que las TRES mil ACCIONES están en manos de 255 personas entre las cuales

hay cuatro gerentes de los Bancos guayaquileños, numerosos comerciantes, rentistas,

profesionales y un considerable número de pequeños capitalistas y empleados que han

encontrado en La Previsora una organización democrática que permite a cualquiera ingresar

con voto y voz gracias al tipo de acciones pequeñas de $100 que se han emitido. Sin duda que

este detalle será uno de los factores de su éxito.

Por lo demás, el público sabe que la Gerencia está en manos de D. Víctor Emilio Estrada, y

agregaremos que la Presidencia del Directorio corresponde actualmente a D. Luis Orrantia”.

El artículo era conciso y muy claro en establecer a la Caja de Ahorros como una institución

bancaria diferente.

Otra innovación que incluyó el reportaje fue la caja “del ahorro escolar e infantil, de tanta

trascendencia para el porvenir público y privado, desde que en la niñez se inculca

definitivamente todo hábito bueno o malo. Los padres deben poner especial atención a este

punto que La Previsora está propiciando en forma muy práctica…”. El Gerente tomó muy en

serio este aparentemente pequeño punto. Sus cinco hijos nacidos obtuvieron ese primer día su

libreta de ahorro, y los que nacerían después, tendrían su libreta a los pocos días de llegar al

mundo. Igual pasó con sus nietos, mientras él vivió.

En esos primeros días, el Gerente daba su atención personal a los clientes que no acudían

directamente a la caja o al encargado de cuentas corrientes. Era realmente atención

personalizada que captaba, por lo general, a todo potencial cliente que cruzaba las puertas del

local.

Las visitas de los colegas banqueros eran frecuentes, pues les interesaba ver el experimento. A

muchos de ellos les sorprendió la afluencia del público desde el primer día, y más sorprendidos

estuvieron con el pasar de cada día, pues desde que se abrieron las puertas, el banco comenzó el

crecimiento incontenible que mantuvo durante la vida de Víctor Emilio.

Local arrendado en que comenzó sus operaciones La Previsora el 3 de mayo de 1920.

Estaba ubicado en la esquina sureste de la intersección de Pedro Carbo y Francisco de Paula Icaza.

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Curiosamente, no se encuentra en los varios medios impresos alguna foto del local original. Solo

contamos con este dibujo a plumilla, que apareció en el libro de celebración de los 50 años.

En esa edición de El Telégrafo, también en la primera página, se publicó el primer aviso

comercial de La Previsora:

Y en la tercera página, se publicó la octava parte de la serie sobre el estudio de la tendencia del

interés en el Ecuador.

Para todo efecto práctico, Víctor Emilio fue la personalidad del día.

Aprovechando la efervescencia de los trabajadores que, ese año como pocos otros habían

celebrado el 1° de mayo, sumado a que había problemas en el Concejo Cantonal y los

trabajadores se mantenían un tanto agitados, La Previsora adelantó la apertura de una de las

secciones que se proyectaba abrir más adelante. El Telégrafo del día sábado 8 de mayo, publicó

en su primera página de la edición de la mañana, la siguiente nota: “LA CAJA OBRERA”, con

este texto:

“Entre las creaciones que la Sociedad ‘La Previsora’ ofrece al público, ninguna está llamada a

desempeñar un papel tan importante como la Caja Obrera Cooperativa que se ha inaugurado

hoy. Y es que en Guayaquil no hemos conocido propiamente hablando el verdadero ahorro

cooperativo y útil para toda la clase social que lo practica; y hasta ahora el ahorro ha servido

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para llenar necesidades e iniciativas muy distanciadas de las verdaderas necesidades y

empeños de los elementos sociales menos favorecidos, pero que podrían recibir apoyo de una

cooperativa.

Porque ¿cuál es al fin el paradero de los ahorros de la clase obrera, trabajadores y empleados

de almacén, pequeños industriales y comerciantes? Este ahorro se distribuye hoy a tipo

carísimo entre personas que no son propiamente parte del elemento que ahorra y las

verdaderas necesidades del elemento trabajador y obrero las llena el USURERO a precio de

sudores, lágrimas y privaciones.

Lo natural es, pues, encausar ese ahorro y hacerlo servir para las necesidades de los mismos

elementos de la gran clase social que lo forma con la acumulación de trabajo y energía.

A este fin responde con una fórmula sencilla y fácil la iniciativa de ‘La Previsora’. Los jefes de

almacenes e industrias, las Sociedades Obreras, están llamados a facilitar el camino y cooperar

al plan de rehabilitación que persigue felizmente ‘La Previsora’, teniendo en cuenta que es una

verdadera liberación la que va a recibir el empleado y el obrero, inscribiéndose en la Caja

Obrera que recibirá su ahorro cuando lo tenga y le ayudará en sus necesidades cuando se le

presente, con el concurso solidario de sus amigos afiliados en la Caja Obrera de ‘La

Previsora’.

El buen sentido práctico de nuestros obreros y empleados ha de decidir el éxito de este esfuerzo

generoso y de alta importancia para el país”.

Y en la segunda página del periódico, se

publicó el aviso que vemos a la derecha.

El buen mercadeo que se usó es

innegable, pero lo interesante es que era

un mercadeo honesto y esa Caja Obrera

en realidad se convirtió en un beneficio

para muchos trabajadores, que dio a su

vez un importante aporte al crecimiento

de La Previsora. Era satisfactorio ver el

efecto que tenía un negocio creado y

organizado para dar beneficio a las dos

partes: El Cliente y el Banco.

Se daba a los ahorristas todas las

facilidades para entrar en la cooperativa.

En sesión de Directorio del 14 de mayo

se eligió a don Luis Orrantia Cornejo

como Presidente. Era el mismo caballero

que había liderado la lucha de los

importadores contra la Compañía

Nacional Comercial.

Parecería que se había superado

cualquier inconveniente personal, pues a

los pocos días salió el aviso de la

derecha, que era resultado de buena

colaboración entre el Presidente del

Directorio y el Gerente. Ya se hablaba

de modificaciones al Estatuto.

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El mismo día que salió publicada la convocatoria a Junta General, se publicó este aviso que daba a conocer al

público los nombres de algunos de los integrantes del cuadro directivo y administrativo.

La presencia de don Lizardo García se debía principalmente al sentido de justicia y rectificación de errores pasados,

que aplicó Víctor Emilio desde poco después de la “más injusta de nuestras revoluciones”, en 1906.

El día 25 de mayo se publicó en El Telégrafo un aviso que era agresivo en su intención de captar nueva clientela.

Ofrecía una variedad de productos de depósitos con intereses y no discriminaba la cantidad a depositar.

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El 1° de junio se publicó en El Telégrafo el primer balance de La Previsora, cerrado al 31 de

mayo de 1920. A continuación el balance y el comentario del periódico:

El comienzo exitoso de la Caja de Ahorros era patente, y después de este, solo los pocos

balances generados en momentos de crisis inducidas por medidas gubernamentales, o por la

competencia maliciosa, o malquerientes gratuitos o frustrados, mostrarían baja en los depósitos.

Al fin del mes de mayo, La Previsora contaba con 656 depositantes y $192.918 en depósitos,

Habían sido 25 días de trabajo, lo que promediaba entonces un ingreso diario de 26 clientes

nuevos y $7.716. No estaba nada mal para una Caja de Ahorros con relativamente pequeño

capital y sin local propio.

Para el 1° de junio, ya ofrecían el seguro de renta vitalicia.

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Ese mismo día, en otro aviso, se explicaba mejor cómo funcionaba la renta vitalicia.

Y ese día también se publicó una convocatoria a nueva Junta General Extraordinaria de Accionistas.

Se quería aprobar, lo más pronto posible, cambios importantes al Estatuto Social para agilitar los negocios.

Con cada día que pasaba, se hacía necesario contar con más personal. El Gerente y los demás

empleados terminaban sus jornadas laborales exhaustos. El plan de Víctor Emilio había sido ir

aumentando personal en la medida que se iban abriendo las nuevas secciones, pero con el

incremento de clientes y depósitos, se hizo necesario comenzar a entrevistar, contratar y entrenar

nuevo personal a los pocos días de abiertas las puertas. Esto lo reflejaba la convocatoria a Junta

General resuelta el día 16 de mayo y el éxito que había sido la Junta realizada el día 19. El

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Directorio y los accionistas estaban muy satisfechos con el progreso y el buen nombre que se

estaba forjando la nueva Institución.

Pero todo lo que nace con buena intención trae suspicacias. No faltaría, en pocos días, el inicio

de las críticas mezcladas con alabanzas. Ese día fue el martes 8 de junio de 1920.

En un periódico que no hemos podido identificar, el pseudónimo Juan Blanco escribió una

crítica mordaz a la promoción del ahorro, adornándola con elogios a La Previsora y a su

Gerente. La tituló: “Evolución financiera” con subtítulo: “EL SENTIDO DEL AHORRO”. Veamos

parte de su texto:

“Siempre estaremos de lado de quienes, en el marco de los negocios lícitos y correctos, tratan

de hacer algún bien al prójimo, al proletario, siquiera en medida mínima, en estas épocas de

avaricia, cuando el Becerro de Oro, el egoísmo deforme, echan a perder toda idealidad,

torturando las almas (…)

Creemos aún en la posibilidad de favorecer a los semejantes, si ponemos en el propósito un

adarme de buena intención, de sinceridad y voluntad santa; porque, si la fe movía montañas en

la leyenda del evangelio, hoy el esfuerzo de perfeccionamiento, el afán perseverante en las

acciones buenas, pueden transformar la Humanidad, en tal forma que no prenda la flor del

dolor y del sufrimiento.

Hablan muchos de las ventajas del ahorro, al pueblo guayaquileño. Pero, ¿cómo guardar un

centavo si apenas se gana para la vida; si el obrero es miserablemente explotado; si trabaja y

vive al día, porque no puede más; (…) Basta y sobra con el lamentable ejemplo de la

Confederación Obrera que, en largos años de existencia, ha ido de Judas a Pilatos (…) de

tumbo en tumbo, sin conseguir el equilibrio estable de esa clase de instituciones. (…).

Vienen tan amargos apuntes a nuestra pluma, al pensar en las magníficas condiciones que

ofrece LA PREVISORA a los pequeños capitales, mejor dicho a las puchuelas, a la esencia del

sudor y la sangre, que convertida en unos pocos billetes, puede depositar la gente infeliz y de

clase baja (…) si es lo corriente encontrar hombres corrompidos; financistas de largas uñas;

redentores de a cuartillo; patriotas de presupuesto; beatos de conveniencia, ¿cómo no vamos a

sorprendernos, a poner el grito en el cielo, cuando asoma un varón activo y correcto en la

legión de filisteos del mundo financiero, que tan edificantes muestras de honradez y de dignidad

nos está dando? Al señor Víctor Emilio Estrada no le conocemos personalmente; le hemos

estudiado a través de sus libros, en cuyas páginas se revela como un hombre de números de

primera fuerza; verdadero benedictino de la ciencia económica. Ha leído y asimilado mucho;

su cerebro es apto para difíciles deglusiones; guarda la materia prima de la instrucción y, en el

momento oportuno, tiene alumbramientos magníficos, inadvertidos en un ambiente propicio a la

rutina y mediocridad.

Ninguno ignora que una de las causas de la tremenda crisis, es el alto precio de las viviendas.

Se necesita ser potentado, o algo semejante, para habitar una casa higiénica, un departamento

de mediano confort.

Los propietarios suben en progresión ascendente el canon mensual a sus inquilinos, sin

preocuparse de la capacidad productiva de éstos (…) Años de años que Guayaquil sufre

situación tan difícil. Los patriotas y abnegados verbales nos ensordecen tarde y mañana, con la

profesión de su amor al pueblo; pero, en la práctica, está como ahora un siglo. (…)

LA PREVISORA edificará en breve, casas para empleados y obreros, dando así una prueba de

sus democráticas intenciones. Lo que tememos es la oposición que los propietarios, estilo

Torquemada, harán al señor Gerente. Si esa sociedad edifica barrios obreros, disminuirá el

agio de arriendos y subarriendos, en cuya operación encuentran muchos el medio más cómodo

para acumular ingentes riquezas. Pero, favoreciendo a las masas, LA PREVISORA, se captará

la confianza pública: los pobres. Depositarán el sacrificio de sus ahorros, y mañana, tal vez, se

lleve a la caja de esa reciente y benemérita institución, lo que aún dejan los jornaleros, los

empleados en las tabernas y los garitos, en inexplicable dilapidación.

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¿Por qué no fomenta el ahorro de la mujer el señor Estrada? Debemos darnos cuenta de que,

dados los avances del feminismo en su forma estética y sociológica, las hijas de Eva no son ni

deben ser como antes, las simples muñecas de amor y sensualidad: ellas deben ayudar

inteligente y activamente al progreso y cultura de la República. (…)

Y llevados de la fantasía pensamos en los negocios lícitos que podría hacer LA PREVISORA,

sin irse por los atajos de lo vulgar. Seguro del obrero, amparándolo de los accidentes del

trabajo o llevándole al cerrar los ojos postreramente, aunque fuese en tosco ataúd (…) seguro a

favor de las mujeres que delinquen y caen y se pierden en el laberinto de la pasión. Pero

pongamos monto final, porque la alabanza suele perder a los hombres y marear a los mismos

dioses…”

Luego vendrían otras, mucho más directas y se incrementarían en medida proporcional al éxito

de La Previsora y sus negocios.

Una carta y artículo del Dr. Cesáreo Carrera sobre el opúsculo de Víctor Emilio “Fuertes o

esclavos”, que habían sido laudatorios a la obra, fue comentado por un anónimo escritor en un

periódico que no hemos podido identificar, pero que fue publicado el 30 de junio de 1920.

El autor, en imaginaria discusión con un amigo recibe un reto: “-Tú, Crisóstomo, procura editar

mi opúsculo – como aquél de Víctor Emilio Estrada, para que el doctor Carrera lo aplauda con

enjundia y entusiasmo.

-Quién es Víctor Emilio? Un muchacho imbuido de filosofías pangermanistas; que sabe del

Conde Reventlow, de Harden y su Zukunf, de todo lo Kolosal en materias cerebrales. Y que no

se vea – buen Dios – un insulto para el joven internacionalista en las líneas que preceden. La

investigación, la gimnasia intelectual, el tremendo match del hombre por encontrar la verdad,

ha alcanzado en el ex-Imperio perfecciones increíbles, muy poco de nuestra juventud que se

dedica a hacer versos, cuando apenas sabe leer y escribir: Víctor Emilio Estrada es militar y

filósofo – aunque ensayista todavía. Es tal vez un Repington, un Amadissi, un Lalaterre, un Von

Salzman de nuestra clase armada, y como tal suele manifestarse fecundo y atrevido cuando se

trata de avizorar, en el futuro, la suerte de la Patria.

Además es rico, aspirante a millonario, pero gran demócrata y convencido liberal. Un artículo

suyo sobre la Liga de las Naciones recorre actualmente: Pan América, reproducido de rotativo

en rotativo; es cuanto puede ambicionar el escritor que sabe de las miserias del egoísmo

periodístico, donde se esconden no pocas podredumbres.

Pero – y he aquí lo triste – mi opúsculo no lo reproducen, siquiera los colegas, desinteresados e

imparciales (…) de cuya existencia apenas se dan cuenta las masas por la voz autorizada del

doctor Carrera, quien se entusiasma ante el debut internacional de Víctor Emilio como quien

encontrara un diamante perdido en el lodazal de las pasiones; ya que es rarísimo que en esta

época de crisis, alguien predique el ideal, cuando existe el peligro del estómago, que no permite

ocuparse de otra cosa que del laudes a los grandes, a los que están arriba, y se embriagan con

el incienso que brota de la pluma de los envilecidos, para los que no tienen la más mínima

importancia, las investigaciones sinceras de un muchacho inteligente que escribe con todo el

corazón, ante la suerte angustiosa de la Patria que debe ser para los buenos ciudadanos una

fuente de sacrificio y abnegación, antes que de ganga y gollería”.

El autor escribe de una manera ambivalente. Por un lado deja ver claramente los celos que siente

hacia Víctor Emilio y lo culpa indirectamente de quitarle el protagonismo que cree merecer, y

por otro las alabanzas al joven escritor y banquero parecen sinceras.

Los dilemas de la quinta La Esperanza y la casa de 9 de Octubre

Víctor Emilio estaba aún muy lejos de ser millonario, como acusaban sus críticos, y más aún,

tendría algunos fracasos en sus inicios como empresario, como veremos más adelante.

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La pareja Estrada Icaza había tomado muy en serio la virtud del ahorro desde que se casaron. La

lección que había aprendido Víctor Emilio cuando se encontró sin ahorros en momentos de

necesidad, quedó grabada en la psiquis de la pareja.

La experiencia de haber tenido que arrendar la casa de la avenida 9 de Octubre a pocos meses de

casados y tomar en arriendo por algunos años la casa de la calle Industria, les había fomentado

el ahorrar lo suficiente para construir una nueva villa en los predios de La Esperanza, pues la

casa antigua, que existía ya cuando se compró el predio, estaba en mal estado y cundida de

plagas de insectos y roedores durante los inviernos. La pareja anhelaba tener una casa moderna,

cómoda y con las facilidades y jardines para su creciente familia. Para 1920 ya tenían una idea

más clara de lo que necesitaban, y la formación de un terreno de buena proporción, separado del

más grande predio de La Esperanza cuando Víctor Emilio cedió el espacio para la prolongación

de la calle de la Industria, daría el espacio ideal para la construcción de una villa de construcción

mixta, de cemento, madera y caña.

La casa de 9 de Octubre había corrido una suerte un poco triste. Ante la necesidad de generar

fondos para el sustento diario, fue arrendada por un año para oficinas de la III Zona Militar, a

partir de agostro de 1912. Víctor Emilio retuvo los dos apartamentos que estaban en la planta

baja, los que arrendaba por separado.

El arriendo de la casa significó el traslado de toda la familia, esto es Víctor Emilio con su

esposa, Panchita y María Luisa con su esposo Luis Alberto, a la casa arrendada en la calle

Industria, esquina con Huancavilca.

Al finalizar el primer año de contrato de la casa de 9 de Octubre, en 1913, fue tomada otra vez

por la III Zona Militar, pero esta vez por dos años e incluyendo los apartamentos de la planta

baja, pues las dependencias de la Zona se estaban ampliando y crecerían aún más cuando se

iniciaron las operaciones militares contra la Revolución de Carlos Concha Torres, a fines de ese

año.

Un hecho curioso es que, al reincorporarse Víctor Emilio al servicio activo del Ejército, a fines

de 1913, su trabajo como ayudante del comando de la III Zona Militar lo llevó a trabajar en su

propia casa, lo cual sin duda le permitió preocuparse porque no fuera maltratada. Ese trabajo le

dio un sueldo fijo que ayudó a dar estabilidad a la familia, pero duraría solo hasta el año

siguiente, 1914.

En agosto de 1915 la Zona devolvió la casa, de tal forma que dejaron la vivienda arrendada en la

calle Industria y regresaron a la casa de 9 de Octubre, la cual, a pesar de los cuidados

prodigados, estaba en mal estado. Pero la situación económica no daba para hacerle muchas

adecuaciones o mejoras, pues hemos visto que el trabajo de Víctor en ese momento, que era el

de contratista para la provisión de agua contra incendios de Vinces, daba ingresos erráticos por

las dificultades de cobro de planillas al Concejo de ese cantón.

Se las tuvieron que arreglar en la incomodidad de esa vivienda, alternando con La Esperanza,

durante algunos años más, hasta que Víctor Emilio tuvo el trabajo de Interventor de Hacienda en

1917, cuyo sueldo fijo le dio mayor estabilidad y la posibilidad de establecer un presupuesto

más estable para el sustento del hogar y para poder hacer mejoras en las construcciones.

Un hecho interesante que no habíamos mencionado antes y que lo traemos a colación en este

momento, fue precisamente un trámite indispensable para formalizar y posesionarse del empleo

de Interventor.

Todo empleo público que implicaba relación con el manejo de fondos públicos, requería de la

presentación de una fianza, para garantizar que el empleado pudiera responder por los fondos de

que se haría responsable.

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En el caso del empleo de Interventor de Hacienda del Guayas, se requería la fianza de cuatro

personas, cada una de las cuales se haría responsable del cuádruple del sueldo anual del

empleado, de tal manera que la garantía requerida era por diez y seis veces el sueldo anual que

recibiría Victor Emilio. ¡Tendrían que ser cuatro muy buenos garantes!

En efecto, lo fueron. El 15 de junio de 1917 comparecieron ante el Escribano Público del

cantón, don Juan Alfredo Moreira y tres testigos, los señores Luis Adriano Dillon, José Eleodoro

Avilés, Francisco Urvina Jado y Pedro Gualberto Córdova, a otorgar la debida fianza. Era un

lujo que se daba el joven funcionario al presentar tales garantes, y nos muestra la confianza que

ellos tenían en el joven, quien aún no tenía una formación técnica adecuada para ejercer el

cargo.

El primero en firmar la escritura fue don Francisco Urvina.

Durante los siguientes años, en las varias auditorías que se realizaron a esa dependencia, los

auditores hicieron algunas observaciones, las que fueron desvirtuadas totalmente de manera

oportuna.

Las auditorías se realizaban con algunos meses y hasta años de retraso, de tal forma que había

que mantener las garantías hasta que la última auditoría concluyese. La final, que las liberó,

concluyó el 12 de septiembre de 1921, terminando límpio y sin tacha el trabajo de Víctor Emilio

en esa dependencia pública.

Regresando al hilo de la biografía, nos encontramos, en 1920, con el continuo dilema de la

familia Estrada Icaza, de dónde vivir y en qué épocas del año.

Víctor Emilio le estaba tomando algo de adversión a la casa de 9 de Octubre. No sabemos con

certeza la razón para esos sentimientos, pero es muy posible que se debiera a los recuerdos que

esa vienda le traía de los años felices que vivió en ella con su familia paterna.

Él quería establecer su residencia propia, en la cual se generarían los recuerdos únicos y

diferenciados, de la vida familiar que estaban forjando con Isabel y sus hijos.

Pero la pareja no se ponía de acuerdo, pues Isabel

continuaba inflexible en no vivir en La Esperanza durante

el invierno. ¡No soportaba los insectos! En el verano la

situación cambiaba radicalmente y el vivir en la quinta era

un verdadero placer, en especial para los niños, que

gozaban con el espacio, para ellos ilimitado.

A tal punto debe haber llegado el desacuerdo con su esposa

que, a partir del 15 de julio de 1920, se publicó el siguiente

aviso durante algunos días:

El Concejo Cantonal de Guayaquil continuó nombrándolo comisionado para diferentes ramos

durante los meses de febrero y marzo, cargos que por su ocupación, le era imposible aceptar,

pues no los podía cumplir a cabalidad como él sentía que era su obligación.

El 1° de junio de 1920 se le notificó haber sido electo Diputado suplente por la Provincia del

Guayas, cargo que no podía rechazar pero que no le causó preocupación, por cuanto los

suplentes de provincias como Guayas rara vez tenían necesidad de actuar.

Otros nombramientos que no pudo rechazar fueron los otorgados por la Junta Patriótica del

Centenario, expedidos en el mes de julio. Estaba en la comisión que recibiría a los diplomáticos

y dignatarios que estaban invitados a los festejos. También lo nombraron jurado para “calificar

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las obras públicas más importantes é indispensables para el país”. Estos cargos los desempeñó

con todo su fervor cívico en la medida que su tiempo lo permitía.

El 24 de septiembre de 1920, el presidente de la Asociación de Empleados de Guayaquil le

envió una carta sorprendente que citaremos a continuación:

“Señor / Víctor Emilio Estrada / Presente.

Me es grato comunicar a Ud. que la Junta Directiva de la ‘Asociación de Empleados’,

teniendo en cuenta la solicitud de Ud., y las buenas prendas que le adornan, acordó, en sesión

última, aceptarlo como Socio Activo de esta Institución.

Lo que pongo en su conocimiento para los fines del caso.

Labor y Constancia

El Presidente / Enrique (ilegible) El Secretario / José Bocca V.”

Él había solicitado ser miembro y el directorio lo aceptó gustosamente, pues técnicamente era un

empleado de La Previsora. El mantener esa membrecía fue para él un motivo de orgullo, pues

siempre pregonó su condición de empleado por sobre otras condiciones que logró con su

esfuerzo. Pudo ser accionista y propietario de empresas, pero su principal condición laboral fue

la de empleado, primero como Gerente y luego como Gerente General, de La Previsora.

Antes del fin de año había recibido dos nombramientos más:

El 27 de diciembre fue nombrado representante de la Junta del Ferrocarril de Quito a

Esmeraldas, para que se ocupe de los asuntos relacionados con el cobro del impuesto a la

introducción de aguardiente en la Provincia del Guayas. Pidió instrucciones al respecto, ya que

habían varios beneficiarios. Era una cuestión muy simple, basada en la estadística y en las

proporciones de distribución del impuesto.

El 29 de diciembre se le notificó haber sido nombrado miembro de la Junta de Embellecimiento

de Guayaquil para los años 1921 y 22. Cumplió con el deber cívico a pesar de que estaba muy

ocupado con La Previsora.

Nos hemos adelantado en el tiempo en cuanto al tema de nombramientos para no interrumpir el

relato del resto de 1920 con esos detalles. Ahora regresamos a fines de mayo de ese año.

Capítulo 18 – Empresario Privado

Se emprenden nuevos negocios

Víctor Emilio, con su amigo y concuñado Adolfo Gómez Santistevan, tenían el sueño de

emprender en negocios propios que tuvieran éxito.

El estrechamiento de vínculos bancarios de Víctor Emilio con don Francisco Urvina Jado (don

Pancho), le habían abierto la posibilidad de ampliar líneas de crédito personales en el banco que

Urvina manejaba, aunque era bien duro para aflojar los créditos. Víctor Emilio ya tenía su

historial con ellos por el negocio de la revista Patria, la provisión de agua contra incendios en

Vinces, y la importación y venta de vehículos. Aquí vale anotar que hasta que se establecieron

distribuidores oficiales de las varias marcas, cualquiera importaba y vendía vehículos de

cualquiera de ellas. Víctor, en su sociedad con José Gómez S., trajo y vendió Studebaker, Buick,

Ford y otras marcas. Dependía de lo que los agentes de compra en los EE. UU. podían conseguir

al menor precio.

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Por delicadeza personal, Víctor Emilio no acudió a créditos personales de La Previsora, y sus

primeros negocios se hicieron principalmente con crédito del Banco Comercial y Agrícola.

En 1920, con la experiencia ya adquirida y la participación de Adolfo, Rogelio Benítez (del

Banco Comercial y Agrícola), y César Gamarra, sobrino de Lastenia, como socio minoritario

por un tiempo, se contaba con el recurso humano, el capital y el crédito para invertir.

Un pedido del Presidente electo

En medio de sus emprendimientos en La Previsora y en los negocios con sus socios, Víctor

Emilio recibió el pedido del Dr. José Luis Tamayo para que le haga un análisis de la situación

económica del Ecuador, que el futuro Presidente tendría que enfrentar en su mandato. Era una

tarea ardua que le pedía al joven banquero, pero él se entregó a ella y el 3 de junio le presentó al

Dr. Tamayo un memorándum de ochenta y dos páginas que comienza así:

“Mui estimado doctor Tamayo:

Comprometido a emplear todo mi tiempo en la Gerencia de una institución apenas instalada i

alejado necesariamente de toda cuestión política, el amable recado suyo de que fue portador mi

estimado amigo César Borja Cordero, las francas palabras que oí a Ud. en la conferencia a que

acudí en su estudio, i la primordial razón de tratarse de un empeño patriótico i desinteresado,

me obligan, pese a mi incompetencia, a llenar en lo posible un grato deber de ecuatoriano i

asentí con la más viva complacencia i sin el menor arriare- pensé a su bondadoso deseo de

conocer mi opinión, en forma práctica, acerca del problema hacendario que el futuro Gobierno

tiene por resolver entre abrumadoras exigencias i dificultades.

I con mis renovados agradecimientos por el honor i la confianza, entro en materia, a la cual me

permitirá Ud. anteponer algunas consideraciones que explicarán ciertos puntos de vista

contenidos en los proyectos finales, objeto de la presente.

Ante todo reconozco los tropiezos que encontrará en el Ecuador el simple intento de cambiar de

vía en materias fiscales. Aquel organismo hacendario que tiene como broquel la venerable

vetustez de toda tradición i como defensores una cohorte de intereses creados i una sociedad

impregnada de ingenuo, convicto, confeso materialismo, aquel organismo, decía, se prepara o

está ya preparado para jugarse la partida final, de vida o muerte, con la reforma i él ha de

defenderse recio con esos dos elementos: La tradición se erguirá contra toda innovación, los

intereses ante las razones de patriotismo. La tradición arguirá en su favor la costumbre i la

estabilidad oponiéndose al ensayo de lo desconocido, mientras que los intereses han de

susurrar al oído de la Empleomanía i de la explotación del Erario. Tiene que ser un espíritu

mui fuerte i muy resuelto hasta el sacrificio el que se eche encima la obra de despistar i vencer

a esos dos potentes conjurados.

Quien quiera que él sea, tiene derecho al concurso de los buenos ecuatorianos”.

Y continúa con el estudio, entrando en la materia con una exposición de antecedentes y motivos.

En la página ochenta, llega a conclusiones:

“La implantación de un sistema tributario europeizante conduciría al desastre económico i

financiero. Es necesario practicar evolución i no revolucionar. (…) Quizás Rusia sea una

muestra del objetivo que se puede alcanzar echando el peso de los tributos sobre la riqueza

ganada. Impuestos analíticos complementarios a la renta requieren una organización fiscal casi

perfecta, estadística irreprochable, para fundar a conciencia la tarifa progresiva, policía

financiera de parte del Fisco, educación cívica i económica de parte del individuo. Ninguno de

estos factores existen hoy i hasta formarlos lo prudente es dar pasos mesurados pero firmes

para no exponerse a traspiés que desacreditan la que bien llevada será evidentemente una

bondadosa reforma. Proponemos un bosquejo de impuesto personal, saliéndonos de la

tributación objetiva en grado eminente como la tenemos hoy, i si el ensayo produce resultados

hai para continuar ese camino bastante terreno propicio. (…)

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Por otra parte hemos optado por dejar al Ejecutivo en libertad de presupuestar la mayor parte

de las dependencias fiscales donde el ahorro sería posible. El Presupuesto Nacional fijará la

cantidad global i el Ejecutivo la distribuirá ‘administrando’. Es un sistema que en manos de un

Gobierno enérgico es inmejorable i le permitirá desarrollar ideas propias en la materia. (…)

Es menester reflexionar que mientras el costo de todos los servicios públicos i privados ha

crecido desmesuradamente, el Estado se ha cruzado de brazos ante la pérdida que eso le

significa en los Muelles Fiscales i servicios de lanchas. Es indispensable llenar el déficit que

ello causa o entregar eso a la industria privada con perjuicio mayor para el Estado.

Creemos indispensable i útil cambiar la facturación rutinaria del presupuesto i hacerla en

adelante por grupos científicamente denominados. Cualquiera que sea la doctrina que

adoptemos para ello será más lógica que el simple orden alfabético que ha servido hasta hoy

para ordenar el presupuesto.

Igualmente hemos cambiado la denominación ‘Económico’ por la de ‘Financiero’ que es la

verdad tratándose de nuestro presupuesto”.

Víctor Emilio hizo un estudio muy bueno que incluía instrucciones claras para manejar la nueva

proforma presupuestaria, pero como él mismo dijo, se requería de un Gobierno enérgico para

poner en marcha los cambios necesarios y, desafortunadamente, el gobierno del Dr. Tamayo se

caracterizó por su continua indecisión y ambivalencia, que llegó a crear una situación

extremadamente crítica para el país, pues no ponía en práctica ningún buen consejo que recibía.

Casi al final, encontramos una referencia a la situación del muelle fiscal, gran lucha del truncado

mandato del presidente Emilio Estrada. La administración del muelle, luego de retornado al

Estado, fue cada día de mal en peor. Nueve años después, era desastroso para el Erario, lo que

constituía la mejor muestra de los argumentos que había presentado Víctor Emilio al Dr.

Tamayo. La situación era muy distinta a la de 1907 hasta 1911.

Fue un excelente trabajo que no sirvió para nada, pues el Presidente no lo implementó…

El Trébol, el Hotel Ritz y otros negocios

Con un grupo de socios tenía varias ideas en mente: Exportación de cacao, sombreros de paja

toquilla y esencias de perfumería; e importación de artículos de bazar, medicinas y todos lo que

se pudiera comercializar. Habían varios bazares que eran populares de la ciudad. Ellos

decidieron ponerles competencia y hasta le dieron nombre: El Trébol. Otro emprendimiento fue

abrir y operar el Hotel Ritz, en el cual Víctor Emilio, Rogelio Benítez, César Gamarra y Adolfo

se asociaron con Carlos Romero Vélez, experimentado en el campo hotelero, quien figuraría

como Gerente Copropietario. Había tres hoteles más de la misma categoría en Guayaquil, entre

los que se distribuían los turistas que llegaban a la ciudad.

Con otros socios se había rematado el ramo de aguardientes, sobre el cual se tuvo una buena

utilidad y sirvió para compensar las pérdidas de otros negocios.

Para darnos una referencia de la situación, tengamos una idea de a cómo se encontraba el tipo de

cambio en esos días de julio, según publicitaba la casa de cambio del Sr. S. Perrone:

Compra:

Libras inglesas ORO $11

Libras peruanas ORO $10.80

Libras peruanas papel $10.10

Libras ecuatorianas $11

Dollar ORO c/u $2.20

Dollar billete c/u $2.15

Y, para efectos comparativos, la lista de tipos de cambio para giros en varios países, según los

dos bancos más grandes de Guayaquil. Muchas de las compras se realizarían con giros:

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Banco del Ecuador

Venta de giros a la vista

Inglaterra Libra Esterlina 1 a $8.55

Francia Francos franceses 5 a $0.65

Suiza Francos suizos 5 a $1.92

Italia Liras 5 a $0.50

España Pesetas 5 a $1.85

Alemania Marcos 4 a $0.141/2

Banco Comercial y Agrícola

Venta de giros a la vista

Londres Libra Esterlina 171%

París Francos franceses 65%

Italia Liras 50%

España Pesetas 185%

New York U. S. Dollar 213%

Entonces, para efectos prácticos, cada dólar de compra en New York, en giro del Banco

Comercial y Agrícola, costaría $2.13 y cada Franco francés $0.65, al cambio de esos días, pero

como veremos, iría subiendo con el pasar de los meses. Se iba preparando la crisis que

culminaría en una primera etapa en 1922, y en su mayor gravedad en 1925.

Adolfo se constituyó como el agente vendedor y comprador. Alrededor del 15 de julio de 1920

salió hacia New York y París, vía Panamá, para ofrecer los productos que pretendían exportar, y

comprar productos, materiales y equipos para el almacén El Trébol y para el Hotel Ritz.

Con este motivo comienza una correspondencia epistolar entre los dos concuñados, de la cual

citaremos ciertas cartas y pasajes porque nos revelan muchos aspectos de la personalidad de

cada uno, y nos dan noticias sobre sus negocios particulares.

A medida que transcurra el tiempo iremos también intercalando información sobre el progreso

de La Previsora, y en este punto citamos un artículo de El Telégrafo, del día 17 de julio.

“LAS NUEVAS CEDULAS HIPOTECARIAS EN GUAYAQUIL

Una vez más LA PREVISORA sale del camino trillado y ofrece al capitalista guayaquileño una

notable y ventajosa innovación en materia de cédulas.

Hasta hoy ocurría que la inversión en cédulas resultaba desastrosa si al fin de cada semestre

salía sorteada alguna, pues, compradas con premio y comisión al corredor, el Banco la

reembolsaba a la par y el dueño de la cédula perdía uno y otra.

La cédula de LA PREVISORA elimina ese peligro y su poseedor más bien mirará con gusto que

se la sortee, porque LA PREVISORA se la reembolsa con tres por ciento de premio.

Con este sencillo procedimiento está eliminando el mayor inconveniente que hasta hoy ha

tenido la cédula en Guayaquil y el rentista está de plácemes con el inmejorable papel fiduciario

que entra al mercado con el nombre, prestigioso ya, de la joven y progresista Institución

Bancaria de Guayaquil”.

Era un golpe para los bancos antiguos, acostumbrados a su forma arcáica de trabajar, y

realmente ofrecía al dueño de cédulas hipotecarias un mayor nivel de seguridad sobre la

rentabilidad de su dinero.

La cajita de ahorros estaba causando mucha roncha en el mercado…

Desde Colón, Panamá, Adolfo escribió a Víctor Emilio el 20 de julio:

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“Mi querido Víctor:

Solo hoy á las diez de la mañana, se nos ha permitido salir de la cuarentena, y felizmente he

encontrado el Parismina que sale mañana á las cuatro para La Habana y me voy en él, para ver

si hago en ese lugar negocio de sombreros y algo de perfumería.- Me dicen que los sombreros

son baratos, y si resultan no hay que decir su procedencia.- Apenas me despache sigo á New

York.- Voy a usar forma lacónica al escribirte, para poder tratarte todos los asuntos. Quizás de

La Habana solicite fondos, que colocarán por cable en caso de pedírtelos, y será de acuerdo

con la palabra de la clave.-

En caso de no hacer negocio en La Habana; yo creo que al llegar á New York estará el dinero á

mi órden en un Banco, porque sin fondos que acrediten respaldo, y con las inútiles cartas del

Banco Agrícola, no habrá como hacer compras.- Supongo yá el cacao en viaje; este negocio y

mis compras en Alemania me entusiasman mucho.- Quisiera que me envíes carta inmediata á

New York, al Consulado, con una lista, que pedirás á Alfredo J. Valenzuela, de productos

químicos y especialidades farmacéuticas, que conviene llevar á Guayaquil de Alemania; porque

aquí vá uno de los jefes de la Botica del Comercio, y me pinta este negocio como colosal.- El

crée debe traerser quinina, aspirina, (…), etc., pero como no me es posible sin despertarle

sospechas, pedirle datos del negocio, te lo encargo muy especialmente lo hagas tú allá.-

Al reverso te mando la forma en que debe venir la lista bien detallada. (En efecto, en el reverso

de la página, Adolfo hizo un meticuloso cuadro de la información que requería. Imaginamos que

eso sí lo obtuvo del Sr. de la Botica El Comercio…).

No he hecho cable, porque me contestarían y sería gasto inútil (…) En La Habana haré, y

remítanme en el acto contestación – Si no hay Consul del Ecuador, diríjanme el Cable á Zemog

Habana, que yo iré a reclamar bajo esa dirección á la oficina – Mi cable dirá familia para

preguntar por ella, y si necesito remesa fondos acompañaré la palabra convenida.-

Te ruego decir á Gamarra que no pude descontar letras en Panamá y Colón, á causa de que

nadie me conoce.- Que Colón Eloy se negó.- Que es necesario envíe fondos para pagar el 50%

de sus pedidos, porque no habrá tanta facilidad como él crée.-

Mi viaje será provechosísimo te lo aseguro, y nuestro negocio marchará; pero es indispensable

tenga yo los fondos disponibles en New York á mi llegada, de tal manera que haga conversiones

á cualquier moneda y pueda seguir viaje.-

A Rogelio díle que me mande dentro de un sobre á New York una piola con la medida de las

fajas, por primer correo, que la que me entregó se quedó en Guayaquil. Salúdalo mucho.-

Mil cariños a tus bébes. Un abrazo para Isabel y para ti.

Tuyo Afmo.

Adolfo Gómez y Santistevan

Te recomiendo mucho muchísimo á los míos”.

El día 27 de julio se publicó un aviso en El

Telégrafo, que fue otra molestia para los

grandes bancos, pero una ventaja más para

los clientes de La Previsora.

El Gerente había establecido alianzas con

bancos de ambas plazas para que los

cheques sean efectivos a la vista.

Con fecha 31 de julio, Víctor escribe a Adolfo:

“Querido Adolfo:

Correspondo a tu primera carta de Colón. (…) por la cual me informé del viaje sin

contratiempo que llevaste hasta allí. Creo que tus proyectos de negocio en la Habana no los

lleves a cabo al fin, porque supongo mui caro todo artículo fabricado en ese país tan rico i por

consiguiente de precios altos. Hasta hoy no tenemos cable tuyo de la Habana lo que me hace

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suponer que has seguido viaje i mas bien espero uno de New York adonde supongo llegarás

mañana o pasado.

Paso a darte razón de los varios asuntos nuestros.

Hotel

Ha continuado trabajándose con actividad i cree Romero que el 1 de Setiembre será posible

abrirlo al público. Las perspectivas del negocio no pueden ser mejores i aun sin las fiestas

tendremos pasajeros pues actualmente no hai donde alojarse el que llega. Es inusitado el

movimiento inmigratorio tanto de la sierra cuanto del exterior.

Te incluyo una letra por TRESCIENTOS dolars para que los emplees en la compra de

inmediato y urgente despacho de plaqué para el Hotel i ojalá no te duermas en esto porque nos

haría falta para abrirlo. Supongo que lo habrás hecho en cuanto llegaste a N.Y. pero si así no

fuera apresúrate en hacerlo. Esos dolars me los dieron a 2.13 por especial deferencia.

Los fondos para el Hotel creo que alcanzarán a pesar de que estamos intentando doblar la

capacidad (50 personas o 40 por lo menos).

El Trébol

El mismo día que te fuiste arreglé el asunto acciones i pagarés.

Firmé uno por poder tuyo i otro mío, recojí el de Gamarra i de Benites i todo lo entregué a

Laura junto con el talonario del libro de acciones i el Registro de las mismas. Todo se guardó

en tu caja de fierro.

Gamarra se quejó de que el contrato se hiciera con Gordillo i habló con Rogelio. Este me dijo

que en igualdad de condiciones prefiriera a Gamarra i después de hablarle claro a éste último

le dije que no tenía inconveniente en hacerlo con las debidas garantías. Gustavo estuvo mui

atareado estos días i solo hoy me trae en este momento la minuta del Contrato basada

íntegramente en tus especificaciones i Gamarra deja en garantía 10 acciones de El Trébol. Te

diré que no sé cuál sea mejor si Gordillo o Gamarra, porque Gordillo también es un incumplido

i sobre todo el contrato está en términos tales que Gordillo hubiera quebrado, mientras que

Gamarra tiene siempre mayor resistencia a la pérdida. La garantía sobre todo es clara para

nosotros con Gamarra mientras que Gordillo ¿qué nos daba?

Rogelio me insinuó que nombrásemos al hijo de Gerente i Gamarra le dijo a su vez al hijo de

Rogelio que lo nombraran a él (a Gamarra). Le dije a Rogelio que el hijo es mui joven i

Gamarra podía envolverlo. Así que el nombramiento lo hicieron para mí. El contrato con

Gamarra lo firmaré con ese carácter.

Parece que el dinero de Gamarra es el producto de la parte de la señora en la mortuoria de la

mamá. Don Pancho me dijo que no era de él, porque Eleodoro Avilés le soltó delante de mí que

yo le había dicho efectivamente que sospechaba que fuera él, don Pancho, el dueño de esa parte

que figuraba como de Gamarra. Don Pancho me dijo que si á él le hubiera gustado el negocio

me habría llamado i dado el dinero.

El arreglo del almacén sigue bien. Cada día me gusta más el local. Toma nota que el zaguán de

las Icaza es de 2.50 de ancho, según contratos, i así lo han exigido. Tu plano le dá solo 2 M.

Semanalmente gastamos menos de $100 en jornales i con el mismo presupuesto seguiremos por

que toda la gente es de primera. Ya se fue La Roma i la botica Alemana i hemos conseguido que

Hernández se quede hasta Setiembre 1, i así evitarnos el arriendo.

Te recomiendo que te dirijas a la firma Denniston Manufacturing Company, 5th Avenue and

26th Street, New York, cuya fábrica principal está en Farmingham (Mass). Estos señores

fabrican preciosos artículos de fantasía de papel para adornar salones, comedores, kioskos, en

bailes, banquetes, navidades, & &. Vé si es posible enviar algo para vender en el Centenario,

por paquete postal.

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Giros = Hasta el momento de escribirte esta carta no hai sino una remota esperanza de que nos

ceda el Agrícola los $30.000 dado caso de que arriben en no sé qué combinación para obtener

unos $130.000. El asunto (ilegible) fracasó totalmente. El tipo de compra hoi es $2.50. Hoi le

pedí a Rogelio $2.000 para enviarte aunque sea eso por este correo i tengas así como hacer

algo en Francia, que es lo más importante. Al final de la pte. daré cuenta del resultado que lo

espero para después de una hora.

CACAO= Se embarcó para Alemania i te incluyo documentación i factura. (…)

Creo que el dinero nos dará resultado, si las restricciones para exportar no son grandes en

Alemania. Te incluyo un recorte del ‘Economista’ de Madrid que no da muchas esperanzas.

Felipe Levy está en Alemania comprando para la casa Levy de aquí. Quizás lo encuentres en

Hamburgo. Jeremías ha recibido mucho surtido de alhajas i grandes copas para premios de

sport.

Ernesto parece que va a establecerse ampliando sus compras en Europa i en la misma línea de

artículos que conocemos. Le llega por paquete postal, me dijo.

Si estás en Francia a mediados de Agosto o fines que fuese quizás tendrías tiempo de averiguar

por el pedido de champagne para el hotel que hasta ahora no dan respuesta. Con Juan Marcos

puedes obtener datos.

Respecto a drogas alemanas me dice Valenzuela que él no tiene experiencia comercial para

poder aconsejar cantidades a pedir de esa clase de productos. Opina que el 914 es lo mejor que

se podría traer pero al mismo tiempo cree que la producción la tienen vendida toda i no

servirán ningún pedido. (…) Me parece que Valenzuela elude dar informe tanto porque él

negocia algo en especialidades cuanto por falta de tiempo para ocuparse de la lista. La

Basische Annilinen Fabrik es lo más importante en Alemania en productos químicos i la

Agencia de eso sería útil conseguirla.

Si la Asociación logra exportar 20.000 sacos de cacao, me dice Rogelio que de todos modos

separará los 30.000 dolars para nosotros. En fin la situación no puede ser más incierta i en el

fondo solo tenemos la buena voluntad de Rogelio i don Pancho para darnos lugar en la primera

oportunidad.

Calculo que esta carta llegará a tus manos el 15 de Agosto i para comunicarte que van los

fondos toma nota de que te cablegrafiaré las siguientes palabras: Si los fondos van por cable

FONDOS i si van por carta estrora DINERO. En uno u otro caso será el Guaranty Trust quien

los pague pero si el cable fuese para otro Banco te lo avisaría. Si los fondos van antes del 15 de

Agosto usaremos español claro para anunciarlo.

AGUARDIENTES

Las expectativas que concebimos se realizaron ya. Cerramos el mes de Julio con $40.000 en

Caja, pagados ya los empleados. Podremos comenzar a devolver capital en Setiembre. Agosto

dará sobrante pero la devolución voi a pedirla por cantidades de alguna consideración para

que algo represente entre tanto socio.

PREVISORA

Pasamos los $600.000 sin novedad i hoy creo que cerraré el mes con $620.000. El éxito de los

depósitos quedó pequeño al lado del de las cédulas. Vendí en medio día (el día que publiqué el

aviso) toda la emisión de los 2 primeros préstamos i recibí en depósito $20.000 más para los

siguientes. Por la tarde vino Jaramillo Avilés i me pidió $35.000 i en adelante todos los días

apunto pedidos de consideración para los futuros préstamos. Ya no voi a aceptar pedidos

porque resulta que dejo sin ocupación los fondos de La Previsora. Los seguros están flojos. 330

hasta la fecha,= Bolívar no trabaja ya para nosotros aunque él dice que sí. Berrini está chiflado

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con unos aviadores italianos que han llegado (es la época de El Telégrafo I). Veré como

organizo campaña en pró del seguro a ver si alcanzamos las mil pólizas, este año.

BANCO DESCUENTO

Se reunió ayer la Junta General i eligieron Gerente a Carlos Julio i Sub a Enrique Amador. Te

envío el recorte de la sesión. No faltó el respectivo voto de aplauso. Te felicito. Van a recibir

billetes del Pichincha i del Azuay.

La familia goza, toda, de salud. Tus chiquitines están mui bien. Con Laura hemos ido al teatro

dos noches i ayer no pudo acompañarnos porque se quedó donde Gustavo Icaza que llegó.

Correspondencia i cables irán siempre a los Consulados menos en Hamburgo que se dirigirá

todo al ciudadano Lefeld. Te enviaré duplicado de correspondencia por el correo siguiente para

que tengas con seguridad mis cartas caso de que alguna se pierda.

En este momento me llama Rogelio para decirme que mande por la letra de $2.000= Hace

bastante Rogelio con esto, porque no aflojan un solo dólar en el Agrícola. Te incluyo pues ese

giro i tengo fé en que antes de que ésta llegue a tus manos tendremos el resto i lo habremos

enviado por cable o por carta. El giro por cable vale 5 puntos más.

Hasta saber de ti, me despido con un fuerte abrazo a nombre de todos los míos i en el propio…”

Estas dos cartas son reveladoras de muchos detalles que se desconocían sobre esos negocios,

que eran nuevos para ellos; y también nos revelan interesantes informaciones sobre los bancos.

El 2 de agosto llegó Adolfo a New York y envió escueto cable: “FAMILIA”.

La contestación de Víctor Emilio fue inmediata: “TODOS BIEN”.

El 5 de agosto, La Previsora publicó un nuevo aviso, de carácter cívico-económico, en El

Telégrafo. Es interesante descubrir las técnicas de mercadeo, avanzadas para la época, que

aplicaron a la Caja de Ahorros. Nada es más efectivo que apelar al sentimiento nacionalista de

los ciudadanos para hacerlos partícipes del crecimiento de su país. La Previsora utilizó muy bien

ese método pero no lo repitieron muy a menudo, pues era jugar con algo delicado.

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El 1° de agosto se publicó el balance comprobatorio de La Previsora al 31 de julio de 1920.

Era un magnífico balance para los escasos dos meses (junio y julio) y 25 días de trabajo en

mayo.

Víctor le escribió a Adolfo el 6 de agosto:

“Querido Adolfo:

Sin ninguna tuya á que referirme, te confirmo mi anterior fechada el 31 p.p. cuyo DUPLICADO

te incluyo (cuando necesario, escribía a máquina con triplicado o más).

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FAMILIA= Continua toda sin novedad. El clima bueno. Mucho entusiasmo por las próximas

fiestas.

TREBOL= Se ha continuado la obra de carpintería i en la próxima semana se dará comienzo

con la albañilería. Gustavo Navarro se ha dormido en el asunto MUEBLES GAMARRA i hoi

recién termina la minuta.

La cuestión cambio ha seguido su curso empeorando. Por otra parte, la mercadería americana

comprada a precio alto i cambio alto me parece que nos resutará ruinosa porque su venta

coincidirá con la época en que los precios bajarán algo por reflejo de la baja del cambio que

ocurrirá sin duda en cuanto exportemos cacao. En cambio, el FRANCO a menos de 20 centavos

como está hoy significa una esperanza para el año próximo pues creo que la tendencia de

Francia es a exportar más cada día. Basado en estas ideas me consulté con Rogelio sobre la

posibilidad de dirigir nuestras esperanzas a Europa i no le disgustó la cosa, pudiendo darnos,

me dijo, todos los francos que quisiéramos.

Bajo esta impresión te he dirigido el siguiente cable:

CORREO DOS MIL DOLARS SUGERIMOS VIAJE FRANCIA FRANCOS VALEN VEINTE.

DOLARS DOS SESENTA.

Con lo cual te doi aviso de la remesa de dos mil dolars hecha por el correo anterior (á 213%) i

te sugiero el viaje a Francia puesto que los francos a veinte centavos (i algo menos) nos dan

una oportunidad mejor que la del dólar a 270. Espero que hayas entendido el cable en esta

forma ya que a falta de clave espresa te hago el parte lo más económicamente posible (…).

Por supuesto que en cuanto el Banco consiga dolars tendremos la cantidad necesaria al tipo

que ellos paguen, pero esa posibilidad no la vemos tan cercana para pensar en fiarse en ella i

cruzarnos de brazos a esperarla. (…)

Tu permiso para el Tribunal (de Cuentas) vino solo por dos meses, debido a que ya este año has

tenido licencia por un mes. Cuando complete te pasaremos la misma suma del TREBOL, como

se convino.

A propósito de sueldo, el de Carlos Julio Arosemena fue fijado a petición del cuñado en $2.000

i el de Enrique Amador en $1.000= Buenas ideas debe llevar en la mente Carlos Julio cuando

le carga al Banco $36.000 de gastos generales al año solo en la Gerencia lo que significará

$120.000 por lo menos en total. 8% sobre el Capital! (Víctor Emilio ganaba menos de $800).

En La Previsora seguimos sin novedad, solo que la curva ascendente no es ya tan rápida como

en los primeros meses. Tiempo era ya de que sucediera. Veremos si llego a $700.000 este mes.

Lo que es el Banco Hipotecario nuestro va rápidamente. Creo que tendremos $200.000 de

emisión este mes.

Con recuerdos de todos va un afectuoso abrazo mío”.

Adolfo, ni bien llegado a New York, había comenzado a trabajar frenéticamente, poniéndose en

contacto con proveedores directamente.

El 8 de agosto escribió a Víctor y es obvio que había recibido el telegrama sobre la cotización

del dólar cuando ya había realizado algunas transacciones:

“Mi querido Víctor:

Sin dificultades mayores, y sin recomendaciones de Bancos, aquí me tienes bastante avanzado

en los trabajos – Una casa comisionista me ha dado 40.000 dollars de crédito, y otra 20.000;

por manera que no requiero dinero para esta plaza.- Las letras irán á noventa y ciento veinte

días vista.

Enseguida que termine aquí iré á Europa – Necesito encontrar allá cien mil francos para

oportunidades que se presenten – La mercadería aquí muy cara, pero no compro sinó lo que

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conviene á nuestro negocio – Espero obtener mercaderías en buenas condiciones – En mi

próxima irán yá detalles – Hasta ahora veo difícil remitir el pedido del Hotel, sin embargo voy

á seguir visitando otras fábricas – Esos artículos convienen de Europa – Los precios aquí

altísimos – Yá se están fabricando las puertas, la terraza, los vidrios del almacén, los

escaparates y maniquíes, y los letreros eléctricos del Hotel y Almacén = Voy á enviar lámparas

eléctricas para el hotel y sobretodo para el comedor y veladores – Estoy temblando que los

comisionistas me digan algo sobre las letras, porque las chinganas de Guayaquil han pedido á

los Bancos de aquí, no envíen letras al cobro – Esto lo sé por Rubio de la casa Tous.=

Estoy escandalizado del alza de los dollars – Inmediatamente que recibí tu telegrama, te puse

un cable que decía: Estrada – Guayaquil – Bentley’s. Compras buenas – Créditos noventa,

ciento veinte días vista – Comisión cinco, interés seis – Oportunamente iré Francia = (…)

Avisen enviaron cacao Alemania, cuando llegarán dollars.=

He usado la clave Bentley’s en inglés (Bentley’s era una clave comercial para cables), porque

aquí no la he encontrado todavía en español – Supongo habrán entendido bien el cable=

Sugieran cablegráficamente ó por correo, cualquier buena idea que se les ocurra – Yo

procederé siempre de acuerdo con nuestros intereses, puedo equivocarme sin duda, pero trataré

de evitarlo en lo posible - ¿Por qué Rogelio no hace lo posible por aprovechar las situaciones

de alza y baja de cambios, en pro de nuestros intereses? = Apenas puedan, y aunque sea poco á

poco compren dollars – Muévelo un poco á Benítez, que necesita inyecciones- Como vá nuestra

Previsora, aguardientes y Hotel? = (…) Quiero despachar lo más pronto de aquí, porque la

vida está horriblemente cara.- (…).

Para Isabel y los bébes mil cariñosos recuerdos – Para los socios un afectuoso saludo, y para ti

un estrecho abrazo de tu mejor amigo –

Adolfo Gómez y S

P.S. – No dejes de ver siempre á los mios, y hacer porque no les falte nada-”.

El 14 de agosto Víctor Emilio le escribe una carta explicando el estado de los varios negocios,

luego de cruzar varios cables confirmando lo que pedía Adolfo.

“REMESA: Por la suma de CIEN MIL francos cuyo duplicado irá por correo próximo. Esos

francos se han conseguido al precio de $0,194 c/u.

TREBOL: Está trabajándose activamente i sin tropiezos. Hasta que tu vengas he dispuesto que

dejen en pié un ángulo de altillo en la parte que será Bodega i que ocupaba la Botica. Puede

parecerte útil conservarlo. El resto está demolido. El local en general será mui hermoso.

Ya he firmado el contrato con Gamarra, i recibí en prenda traspasada las 10 acciones de El

Trébol. Le dí $2.500= La fecha de entrega es 30 de Noviembre. El valor de la madera en plaza

ha duplicado, de modo que el contrato creo que resultará oneroso para Gamarra. El roble vale

24 c/.

HOTEL: Estamos pendientes de tu aviso por embarque de efectos. Si no puedes hacerlo hasta el

15 tendré que comprar aquí todo porque lo abrimos el 1 de Setiembre. De todos modos nos será

útil para octubre lo que tu mandes.

Con Gamarra que se arregló con los chilenos he contratado 3 juegos más de mimbres de 7

piezas c/u (1 sofá, 2 poltronas, 2 sillones, 1 mesa de centro y 1 carretela para té) a $350 c/u,

equivalente al mismo precio de $250 del juego ya comprado que solo tiene una silla i una

poltrona. Además 4 mesas extras para el Hall i 20 poltronas para los corredores, cuartos, & &.

Tenemos aún 4.000 i he conseguido de Solá crédito por lo que necesitemos.

El asunto champagne con Marcos ha fracasado porque no aseguran embarque i me devuelven

el dinero pero dejo subsistente la orden porque nos servirá para después. Hai gran escasez de

champagne en plaza i voi a tener que comprar a 200 sucres caja.

PREVISORA: Remito un estado de Caja al día de ayer, por el que te informarás del progreso

habido desde el último Balance, hacen 12 días. El dinero que tenía en cuenta de billetes

Ecuador lo puse a plazo al 4% con el compromiso de devolvérmelo cualquier momento que lo

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pida. Don Eduardo Game me dijo que no lo devolvería sino que lo descontaría al 7%, me fui al

Agrícola i me aceptaron mi propuesta, entonces regresé donde Game con el pretexto de avisarle

por cortesía que me iba a llevar esos fondos i entonces capituló, diciéndome que estaba bien

que se lo dejara en las mismas condiciones. ¿Qué te parece esa banderilla?

AGUARDIENTES: Tenemos en caja 55.000 sucres. Seguramente, pues, pagaremos el 27 el otro

i último dividendo i nos quedará sobrante para devolver capital el mes entrante. Ya arreglé la

renovación del documento por $10.000, firmando Laura por poder tuyo i descontando yo. Voi a

dividirlo en tres partes para pagar menos interés con la certeza de la devolución progresiva

desde el mes próximo. Creo que sacaremos vez i media el capital como utilidad.

Te incluyo unos cuantos dolars para mis libros. Mandame lo que se publique de la guerra

escrito por los protagonistas militares especialmente. Ve también si hai alguna edición barata

de las Memorias del Estado Mayor Alemán sobre la guerra del año 70. (…)”.

Al día siguiente, el 15 de agosto, Adolfo le escribía desde New York, luego de otro intercambio

de telegramas:

“Mi querido Víctor Emilio:

Ha transcurrido una semana desde mi última carta, y paso á informarte de lo que se ha hecho

en ella. Dispensa lo someramente que en esta te trato cada asunto, pero escribo al correr de la

pluma y conforme se presentan las ideas.-

Hotel Ritz.- Se está ya construyendo el letrero vertical que dice Hotel Ritz, para colocarlo en la

esquina de la casa, volado á la calle, de tal modo que se vea por 9 de Otbre y Boyacá.- Tiene

130 focos y es muy elegante – Estará en esa antes de las fiestas. Es de luz intermitente.-

Útiles de Hotel.- Hay una gran escasez de este artículo, pero no desanimo de poder enviar algo

de aquí.- Espero ver mañana nuevas fábricas ó comprar en el comercio.

Lámparas para Hotel.- Voy á remitir un juego de lámparas de pantallas oscuras para el

comedor, y las mesas de los cuartos.- Llegarán á tiempo.

Teléfonos.- Se ha mandado á hacer la instalación necesaria para el Hotel- Llegará antes del 9

de Otbre.-

Letrero Bazar.- Se está construyendo uno muy lindo, que tiene un trébol en la parte superior, y

bajo de él, una leyenda que dice: Gran Bazar de Fantasía y Novedades.- Quedará muy elegante

y llevará vidrios de repuesto.=

Puertas, terraza y vidrios.- Todo en construcción, y con plazo para entrega á bordo aquí, en

cinco semanas. (…)” Luego detalla extensamente cada uno de los tipos de artículos comprados,

como zapatos, pañuelos, calcetines, cuellos duros, corbatas, etc., quejándose de lo caro de todos

los precios. Y continúa con una interesante revelación sobre la competencia:

“Habla un poco con Levy sobre precios mercaderías aquí, que he sabido por Arrow, que uno de

ellos se fue asustado, y así mismo me dijeron en esa misma fábrica, que Levy siempre quería

que le vendieran artículos de mala calidad y en lotes, que nunca compraba por mayor en

fábricas.- Este no debe ser nuestro negocio, porque desacredita al almacén, como pasa con

Levy, al cual no he comprado yo nada por esto.=” Una vez terminada la lista de artículos

comprados, continúa sus instrucciones:

“…Muy pronto comenzará á ir la mercadería. Recibirán las facturas y las guardarás con las

mercaderías embodegadas hasta mi llegada á esa; para evitar confusiones, y el desorden que

traería consigo.= Mi viaje será muy provechoso, más que por los beneficios inmediatos en la

compra de mercaderías, por el estudio que voy haciendo de cada mercado en cada país.- No

creo comenzarémos á pagar letras hasta Diciembre ó Enero, por manera que podemos esperar

pacientemente la baja de los dollars.- Mañana comezaré una nueva carta para ti con otros

detalles. Mucho te recomiendo a los míos, que no les falte nada y estaré contento. Ya desespero

por verlos – No puedo vivir lejos de mi familia.

Un cariñoso recuerdo para Isabel y los bebesitos, y para ti un afectuoso abrazo…”.

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Víctor Emilio le escribe el 21 de agosto, iniciando con “Sin noticias tuyas”, lo cual nos indica

que no habían coordinado muy bien su correspondencia epistolar para el viaje y tenían que

incurrir en el gasto de telegramas para transmitir información básica. Víctor le dice:

“…aprovecho de este correo para darte las últimas de interés.

TREBOL= Ha continuado el trabajo sin interrupción i no hai nada fuera de lo calculado. El

edificio está en buenas condiciones, i no tendremos necesidad de mover calzes &&. Hasta hoi

no tengo respuesta á mi último cable al que hize referencia en mi anterior i no tengo idea de la

fecha de tu partida para Europa. Desde el correo anterior estoi escribiendo a Paris.

El cambio sigue subiendo. Se paga 270 por el dólar i así continuará Dios sabe hasta cuando.

Tengo muchos temores por la mercadería americana i ojalá no adquieras mucha cantidad.

Solamente que despachen de allá en Octubre o Noviembre tendremos esperanzas de pagar

letras en Enero a regular tipo.

HOTEL= La ultima parte de mi cable ultimo te precisaba respuesta por los efectos del Hotel

que tienes encargos de comprar pero hasta hoi no sabemos si los mandaste o nó. Espero que,

siquiera para Octubre lleguen. Estoi financiando la cuestión licores que es un capítulo grueso

con el cual no contábamos. TOUS mui amable me ha vendido una partida que escojió Romero

por algo así como 7 ú 8.000 sucres. Pagaremos a 6 meses esa partida i además abrió cuenta

corriente para lo demás que necesitemos. (…) Si tu consigues facilidades para traer como

equipage champagne Pommery o Veuve Cliquot sería buena oportunidad porque el precio allá

es bajo.

AGUARDIENTE- Tenemos en Caja los 67.000 que vale el ultimo dividendo a los partícipes. La

renovación del documento con que compramos a Franco Echandía (vence el 25) la voi a hacer

con la firma de Laurita i la mía descontando. Ya le hablé a don Pancho, i el plazo solamente de

30 días porque Campuzano calcula devolver la mitad de capital en el curso de Setiembre

cuando menos. Los otros documentos por el saldo de nuestro capital vencen en Noviembre i

para esa fecha tendremos no solo para sacar esos sino también el de Castells por el Hotel.

Bay Rum- Me dicen que han cancelado las órdenes de bay rum para el Comercio de Guayaquil

porque el Gobierno americano prohíbe la producción que se la bebían los yankees. Ve si es

posible conseguir en otra forma porque seguramente lo desnaturalizarán. Tambien sería bueno

con mentol que es un tipo que fabrican y mui agradable. (…)”.

La cotización del dólar seguía al alza y Víctor Emilio le reitera en esta nueva carta el texto de

dos telegramas que le había enviado la tarde anterior y esa mañana:

“Aconsejamos a Ud. demorar el embarque dos meses debemos hacer uso de la mayor

precaución por la razón siguiente cambio sobre New York probablemente subirá a 300 vendido

ayer 280 creemos se pondrán más bajos inmediatamente que esté lista la nueva cosecha

negocios en excelente condición’ Estos dos cables te darán idea de la difícil situación que

atravesamos i del imposible que hubiera resultado comprometerse por gran cantidad de dolars.

En nuestro concepto es en Europa donde tenemos que negociar por lo pronto i si los

americanos no dan mayores facilidades peor para ellos, porque el comercio europeo los

desalojará. Por supuesto que la exelente condición de los negocios, palabras finales del

telegrama se refieren a los demás que tenemos entre manos.

(…) Tus ideas sobre Rogelio no corresponden a lo que en verdad ha hecho por ayudarnos.

Conseguir dolars a 213 fue una gracia i el mismo don Pancho estaba medio incierto para dar el

crédito por 10.000 dolars.

Negocios.

TREBOL= (El almacén se estaba construyendo en la planta baja de la casa de las hermanas

Icaza Manzo) Se sigue trabajando. Hemos encontrado un calce podrido. Creo que será el único.

Tengo cinco hombres solamente para no apurar demás el asunto. Aun continua Hernández i no

lo empujaré hasta que sea inevitable.

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HOTEL= Romerito ha caído con grippe mui fuerte i esto causará un retardo de 8 días en la

apertura que será el 10 de Setiembre m/m.

La factura de la compra a TOUS salió por $8606 sucres, intereses inclusive. Hemos firmado un

pagaré a 6 meses por esa suma. Tous está en New York, salió intempestivamente porque parece

que Franco está tratando de quitarle a Rubio en New York. Los viajeros de Franco en el

interior le han hecho dos robos de algunos miles.

Los preparativos para las fiestas continúan i el negocio será mui bueno.

AGUARDIENTES= Según te avisé ya pagamos el ultimo dividendo a los participantes y ahora

estamos colectando para devolver capital. Yo creí que para Agosto solo vencía un documento

con el que le compramos a Franco i resulta que han sido los dos primitivos, mientras que el de

Franco es para Noviembre. Don Pancho me renovó los dos i lo hizo a un mes plazo i a dos

meses plazo respectivamente, porque tendremos en esas fechas lo suficiente para cumplir. En

ámbos ha firmado Laura a mi orden para facilitar la operación. Tuve que llevar el poder al

Banco, porque don Pancho no creía que una señora pueda firmar por el marido. Me dijo que

nunca le daría semejante poder a su esposa.

PREVISORA= Continúa ascendiendo. Tenemos hoi 780.000 sucres. Te enviaré por próximo

correo balance al 31 de Agosto. (…)”.

Luego de esa carta, se intercambiaron otra vez telegramas, todos en clave. El último de la serie,

de Adolfo, una vez descifrado dice: “Ordenen en seguida por cable Guaranty dos mil dolars

muerto de hambre no tenemos carta aun estamos impacientes por saber de Ud. Gomez”, lo que

nos demuestra que continuaba la falta de comunicaciones eficientes.

El cable fue contestado de inmediato indicando que el Guaranty había sido instruido al respecto.

Adolfo escribió el 27 de agosto desde New York:

“Querido Víctor:

Al recibo de esta estaré llegando á Europa, terminados nuestros negocios aquí, pues tengo

tomado yá mi pasaje en ‘La France’, que sale el 8 (de septiembre) de New York para El

Havre.= Hasta hoy he trabajado como un macho de carga, y aún me queda algo por hacer.- Si

no te escribo más largo y te relaciono detalladamente todo lo que hago, es porque llego tan

cansado al Hotel, que casi todos los días me tiro á la cama vestido, y despierto á las 10 ú 11 de

la noche, hora en que pido de comer al cuarto, para dormir enseguida hasta las 7 en que me

levanto, para comenzar el trabajo á las 9.= Además, tú sabes que es imposible darte detalles

ciertos y precisos sobre las compras, mientras no se terminen de hacerse, se reciban las copias

de los pedidos, se estudien con más calma, se reduzcan ó aumenten las cantidades, etc, etc, y; se

confirmen las órdenes para su ejecución.= En general, creo que he hecho muy buenas compras,

aunque en algunos artículos no se ha podido ir al manufacturero, yá porque este no vende sinó

en grandes partidas de 100 docenas para adelante, en cada calidad y medida; yá también

porque no ofrecen entrega hasta el próximo año.-

Sin embargo, casi todo se está comprando en fabricas, debido a las buenas relaciones que aquí

tiene la Blackburn Trading Corporation, y á que es un nuevo mercado que se les ofrece á los

fabricantes.- Los precios han bajado enormemente en casi todos los artículos, y mis compras se

cotizarán al precio en que se encuentren los artículos al despacho de ellos.=

Cualquier repetición de palabras y mala redacción, pásala por alto sin comentarios, porque

todo vá al correr de la idea y de la pluma.- Las cantidades que anotamos de cada artículo en

tú casa, causaron la hilaridad de los fabricantes, y me preguntaban si eran gruesas las piezas,

ó gran gruesa las docenas.- En efecto, me he convencido por las compras hechas por Levy,

Casa Francesa, etc, que eran ridículos nuestros pedidos =” Esto lo hemos resaltado porque nos

demuestra que los empresarios eran realmente novatos y estaban metidos en un negocio del cual

no conocían lo esencial. Adolfo pone un ejemplo: “…en calzado de hombre, habíamos anotado

allá seis docenas, y hemos comprado alrededor de treinta.- En calzado de niños, anotado diez

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docenas; comprado cincuenta-”. Y así continúan los ejemplos. Luego dice Adolfo algo muy

cierto: “Hay que trabajar un año, ver el resultado del negocio, y extenderlo como Levy, al por

mayor y menor-”. Y luego nos muestra aspiraciones muy elevadas: “Mucho deseo tengo de que

pase el primer año, para montar luego un bazar en pequeño, similar á Macy’s, ó Winemaker ó

Saks, etc.= La Blackburn, que trabaja con toda Sud América, me dice que no tendré surtido ni

para tres meses y me enseña los pedidos de Colombia y Venezuela; en los cuales me formo idea

de que somos caramancheleros.= Lo mejor que tienen mis compras, es la enorme variedad en el

surtido, calidades y precios; por manera que tendremos vestiditos de niños de $5 a $35; para

todos los gustos y fortunas.

Ahora voy a tratar de nuestro bendito hotel, que me ha quitado mucho tiempo, sin resultado

satisfactorio.- Hubiera querido detallarte en esta carta, todo lo comprado para él, pero me es

imposible, porque aún no recibo las copias de las confirmaciones.= Del letrero te dije en una

de mis anteriores, que se estaba haciendo yá-”. Esta parte de la carta es extensa y llena de

frustraciones. El letrero del que habla en esta es el que iría en el techo, no el colgante. Hasta ese

momento no lograba poner la orden para los teléfonos, pues las fábricas tenían lista de espera de

tres años. El plaqué de café, té, agua, cubiertos, etc., había salido carísimo y no se pudo poner el

monograma, pues cobraban $0.25 de dólar por letra por pieza, lo que lo hacía onerosísimo. El

pedido original había tenido que ser recortado en número de piezas por su costo. Luego de

varias páginas en que va detallando los artículos, Adolfo termina: “Basta por hoy, estoy molido

y me voy á dormir.= (…) Un cariñoso recuerdo á Isabel y tus bebecitos, y para ti un afectuoso

abrazo, de tú afn- amigo.

Aunque es necedad y tú no lo necesitas, no dejaré de recomendarte mil veces á los mios –

Proporcionale á Laurita hasta el más mínimo capricho- Adiós, Adolfo Gómez y S”.

Primer paso Oficial para aprobar la reforma del Estatuto de La Previsora

El 26 de agosto de 1920, el Alcalde Tercero Municipal de Guayaquil aprobó la reforma al

Estatuto Social de La Previsora. Era el primer paso jurídico, luego de la aprobación por parte de

la Junta General de Accionistas, que se tenía que dar para esa reforma. Luego pasaría al Poder

Ejecutivo para su consideración y aprobación final.

Adolfo recién recibió el día 28 de agosto las cartas de Víctor Emilio fechadas julio 31 y agosto

6, de tal forma que algo anormal había ocurrido con la valija. La respuesta fue extensísima, pero

veremos solo algunos comentarios interesantes sobre los varios ramos de los negocios.

Una vez leídas minuciosamente las cartas, Adolfo escribe:

“Me vi precisado á dirijirte el cable pidiendo dinero porque no tenía yá un centavo (…) Había

tenido que pedir prestado a Tous y a la casa Blackburn. (…) Aquí la vida es horriblemente cara,

y luego hay que agasajar á todos los que le venden mercaderías, porque todos los negocios se

hacen comiendo y bebiendo muy caro, ahora que hay prohibición en el nombre.- Luego ellos

hacen lo mismo ó más conmigo.- Sin embargo aquí los viajeros que están comprando para Sud

América, se admiran de la suerte que he tenido en mis compras.- La casa Arrow estaba

comprometida totalmente hasta Febrero próximo, y cerradas sus ventas para el exterior.- Por

simpatías especiales con el Jefe de Exportación, he conseguido colocar mis órdenes de camisas

y cuellos (…) No has de creer que me valió para esto el contarle el cacho de los plátanos y las

piñas, que lo hizo reir á carcajadas. (…) Recibido el dinero del Guaranty Trust, pagué mis

deudas, compré mi pasaje en La France, y estoy listo para marchar.- Mañana voy a la

compañía a ver si me dan pasaje en otro vapor que salga antes del 8 de Stbre., porque ya

terminé casi todas las compras.- Aquí he comprado unos $35.000 dollars aproximadamente”.

Y sigue un comentario de comprador experimentado a legos en la materia: “Uds. creen allá que

no debía haber comprado en New York, pero ese error proviene del desconocimiento que Uds.

tienen del negocio, y de la situación de los mercados.- En primer lugar, debo decirte que la

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mercadería comprada apenas alcanzará para tres ó cuatro meses; que las fábricas se niegan á

elevar pedidos hasta mediados del próximo año; que la situación en Europa es horrible.- Todo

el que viene de allá, inclusive Vásconez, Gómez, é infinidad de comerciantes que llegan á este

hotel en el mismo piso español, en que yo estoy, me dicen que han tenido que regresar por

Estados Unidos, habiendo pensado hacer sus viajes directos, porque no compraron nada en

Europa; que las restricciones, los cupos de guerra, la absoluta falta de mercaderías, la

dificultad de traslado, etc. etc. etc.; hacen imposible las compras en Europa (…)”. Y luego

Adolfo nos da una mirada al futuro: “Estados Unidos está importando enormemente,

colosalmente, del Japón; y este es el verdadero mercado para nosotros en el porvenir- (…) Yo

he comprado mucho artículo que ha sido importado del Japón.

Lo que he creido precio exorbitante, no lo he comprado, y lo he dejado para hacerlo en Europa,

y los comerciantes me dicen que tendré que pedirlo luego aquí. (…) por tus cartas, por tus

cables, me he informado plenamente de la cuestión cambios; pero esto creo no debe asustarnos

demasiado.- El sistema que Uds. deben seguir con el Agrícola, es irle arrancando poco á poco,

y de pichula en pichula los miles de dollars que puedan, siempre a 213, y guardar ese dinero

hasta nuestros vencimientos.- No se preocupen de mandarme un solo dollar.- Yo no necesito

dinero aquí para las compras.= (…)”. Adolfo había hablado con el encargado del Ecuador en el

Guaranty Trust, quien le informó que tenían órdenes de no aceptar letras de cambio del

Agrícola. También habló con la Blackburn, que en cambio le dijeron que no se preocupara, pues

por el gran volumen de crédito que tenían con varios bancos newyorkinos, todas las letras que

recibieran serían descontadas. Le indicaron que ellos confiaban en que sus letras serían pagadas

por la Sociedad que representaba Adolfo a los 90 días, tal cual acordado, y eso lo informó por

cable a Víctor Emilio. Luego, Adolfo reflexiona:

“Recibida tú contestación á ese cable, cayó sobre mí un balde de agua fría.= ¿Cómo es posible

que el Agrícola, que sabe tenemos Cien mil sucres en efectivo de Capital, nos dé un crédito solo

de diez mil dollars, sobre capital consignado, pudiendo habérnoslo dado de Cien mil dollars? –

Estos señores suponen que nosotros estamos tetando todavía, ó que nos engañan como á

chiquillos babosos? Felizmente mi lata y las buenas recomendaciones de Dillon, de Maulme,

han hecho viable nuestro negocio, sin necesidad del Agrícola, cuyas cartas no nos sirven para

maldita la cosa.- Don Pancho es muy sabio, quiere mucho á los amigos, y los proteje

enormemente.- Dios lo lleve á su santa gloria. (…)” Adolfo se preocupa que por la situación que

ve con el Agrícola, en el momento dado no se puedan conseguir las cartas de crédito necesarias

al cambio de $2.13 y expresa: “Si así sucede estamos perdidos, porque no haremos el negocio

que pienso. Pero para eso mejor hubiera sido regresar (…) Mis pretenciones son muy grandes.-

En dos años Levy, Casa Francesa y Solá, se han ido á las nubes. Por qué nosotros no haremos

lo mismo, con mejores facultades intelectuales que esos limpia chimeneas, con mejores

relaciones sociales y económicas? Si no servimos para ello, y nos engañamos en los cálculos,

se liquida al año y abur, á trabajar en otra cosa, que siempre salvaremos el Capital. (Negritas

del autor).

Ahora bien, si me he extendido tanto, tratando este asunto, es porque me he formado concepto

de que Uds. están muy tímidos. Para ganar plata en el Comercio hay que ser arrojado, sin

abandonar del todo la prudencia”. (Negritas del autor).

Esta carta de Adolfo es sorprendente en su lucidez comercial y financiera. Ya vamos por la sexta

página de su carta, escrita a mano en ambos lados del papel del hotel. Continúa contestando el

31 de agosto.

“Conseguido el cambio de pasaje, partiré el 3 de Setiembre para Europa, en el vapor La Savoie,

de la misma línea.- Creo estar allá el 12 ó 13 á más tardar; en seguida iré a Alemania, á

arreglar nuestro negocio cacao, y ver si puedo sacar mercaderías, de cualquier clase que esta

sea. Si acaso fuera imposible todo trabajo en ese mercado, y ya se hubiera vendido el cacao en

marcos, haré todo lo necesario por dejar ese dinero bien colocado en la mejor institución de

crédito de ese país.- Si no se hubiera vendido, procuraré hacerlo en libras esterlinas, é invertir

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el dinero en Inglaterra= No dejaré de agotar todo recurso para sacar mercaderías.= (…) Todo

procuraré terminarlo á primeros días de Octubre, y saldré en vapor directo que me ponga en

Guayaquil á fines de Otbre.- Para el primero de Noviembre quiero que este terminado todo el

almacén, y comenzar las ventas á más tardar el 10.- Hay que vender bastante, para cumplir los

compromisos contraídos (…)”. Y luego comenta sobre los otros negocios:

“Hotel

Me alegro de que eso marche bien (…) Yá está terminándose todo y se irá el 8 ó 10 de

Setiembre.=

El Trébol

(…) No soy partidario de que se venda nada antes de abrir el almacén; pero si Uds. opinan de

otro modo, pueden vender para Octubre, siempre que las cosas queden en órden, sobre todo

para la Contabilidad del negocio – En ese caso tomen como base para la fijación de precios el

280, que está rigiendo; porque de lo contrario sería especular en cambios, cosa que no

debemos hacer.-

Aguardiente

Me alegro mucho de que este negocio esté tan bien, las fiestas darán mucho, y hay que trabajar

para hacerlo nuevamente el otro año.-

Previsora

Este es otro alegrón que tuve el día que recibí tú parte; estoy convencido de que pasarémos del

millón este año, á pesar de las fiestas.=

Banco Descuento

Qué le vamos á hacer? Si vieras la cosa muy grave vende las acciones; de lo contrario opino

deben guardarse, para poder ocurrir á él en descuentos.- Más que por otra cosa, fue por esto

que las adquirí.= Si reparten de aguardientes algo, paga primero á La Previsora mi documento

y entrega á Laurita mis papeles en prenda.= (…)

Aunque termine mi licencia del Tribunal, y no me quieran pagar; no renuncies por mi, y ofrece

que estaré en seguida allá; porque quiero hacerlo personalmente cuando llegue.-

Si no pagan, pasa el sueldo en la forma convenida.

He comprado para mi uso personal un precioso automóvil Chalmers Limousine de 7 pasajeros;

de segunda mano, pero nuevecito.- Ese auto llegará allá antes de la fiesta; para que lo use

Laurita y tú con tú familia.- Que no lo toque el caballero Chauffer.- Me costará

aproximadamente $5.500 sucres allá; y si como no lo dudo, las familias de la sierra quisieran

comprarlo, puedes venderlo en $10.000, nada menos; y siempre que Laurita lo quiera así;

porque si ella lo desea conservar, hay que darle gusto; aunque muy bien se puede pedir otro en

el acto.- Por paquete postal le mando á Laurita, el florero, los ceniceros, y una serie de cosillas

que embellecen el carro.- Perteneció a un rico de aquí, y lo vendió para cambiar de modelo.-

Que tomen un buen garaje, y solo tú lo manejes.- Si acaso lo quieren arrendar en las fiestas, tú

verás mi conveniencia antes que nada; y procede como que si fuera tuyo.= (…) La factura irá

personalmente a mí, y acepta la letra en mi nombre, que será á 90 días vista.- (…) Explica á los

socios, que ese carro vá por mi cuenta, y que la letra es á mi orden, para evitar prejuicios.- Yo

no compraré un lápiz directamente, sinó que todo irá por giro de comisionistas, para evitar

dificultades y malas interpretaciones.

Lo de New York, por conducto de la Blackburn Trading Co., cuyos agentes son Dillon y

Medina; y lo de Europa por Dumas Feune de Colombí, cuyo agente es Enrique Maulme; de este

modo las cosas andarán muy claritas, como debe ser.- A Augusto Dillon y á Medina le debemos

las buenas relaciones con la Blackburn, te los recomiendo mucho, porque debemos gratitud,

por sus magníficas referencias.- (…)”. Y vuelve a tratar sobre el automóvil:

“Si buscan Chauffer que sea muy bueno y que quede bien guardado, podría quedar en La

Esperanza?

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Ya estoy muy cansado, y me voy á dormir.- Solo me quedan tres días aquí, y quiero

aprovecharlos recogiendo todas las confirmaciones.= Para la casa, irán los papeles en regla.-

Factura en español detallada, y factura en inglés del Comerciante.-

Mil recuerdos á todos.- Un afectuoso abrazo de tú amigo / Adolfo Gómez”.

Una carta muy clara y explicativa.

Víctor Emilio le escribió el 7 de septiembre, dirigiendo la carta a París. Aparte de indicarle que

no había recibido respuesta a sus cartas del 31 de julio y del 6 de agosto, cuya razón ya

conocimos, y comunicarle que estaban en camino otras cartas, lo pone al tanto de los negocios:

“EL TRÉBOL= Hasta el 4 de septiembre se había invertido $8.509 en gastos para adecuación

del local y otros rubros relacionados con la operación. (…) El costo de instalación será

superior al Presupuesto me parece. (…) Mosquera se fue. Estoi sin empleado. Terranova, tu

recomendado, es un borracho perfecto. Quizás estaba en receso los días que lo trataste donde

Franco. Habrá que buscar otro. No creo que un empleado de Cien sucres valga para el caso

como tu piensas. Ya pasó la época de esos sueldos. (…)

CAMBIO= A pesar de mis cables poniéndote al corriente del estado de los cambios veo que has

comprado $35.000 dolars. Esto significará un desembolso de 100.000 i además los derechos de

Aduana. No hai la menor esperanza de que el cambio baje de 280 i las posibilidades son de que

subirá. Supongo que al recibo de la presente tendrás en mano los 100.000 francos que te remití

i cuyo cheque duplicado te envío adjunto. El cambio sobre París está siempre a menos de 20

centavos por franco. El precio del cacao es nominal, i a pesar de que no hai entradas. Creo que

se pondrá a 25 sucres cuando venga la cosecha. Sin exportación i en cambio importando

furiosamente de todo, ya debes pensar en qué extremo van a pisar las cotizaciones de monedas

extranjeras. El año venidero será de verdadera crisis, como no la soportamos durante la

guerra, cuando mal o bien sacábamos el cacao.

Rogelio tiene un saldo de $27.000, puesto que le dejaste 60.000 i se ha gastado: en giro por

$2.000 dolars 4.260. En giro por $100.000 francos 19.400. En cacao m/m 9.000. Total 32.660.

Creo que los derechos de Aduana de la mercadería que venga absorberá esa suma. Para pagar

letras haremos maromas.

Felizmente los precios de mercaderías aquí no tienen tendencia a bajar pero no debemos tener

mucha ilusión porque entre las fiestas de Octubre i la crisis que se viene encima acabarán con

el dinero para ‘fantasías’.

Por el detalle de tu carta veo que has adquirido un buen surtido de todo en los EE UU. Espero

que tus próximas cartas me den luz acerca de la fecha probable de despacho de esa mercadería.

HOTEL= La enfermedad de Romero de la que te dí cuenta en la anterior ha retrasado hasta el

15 la inauguración pero ya está listo para esa fecha. Toma nota del siguiente detalle de lo que

nos cuesta el Hotel (…) dí tú $40.000 i además pianola, Ford i billar que le he dado a Romero.

Voi a proceder a asegurar en $20.000 contra incendios estas existencias, siquiera por 3 meses

para cubrirnos de esa eventualidad. El seguro lo tomaré el 5 de Octubre, de modo que alcanze

hasta Enero 5.

Pero tenemos un Hotel en regla, mui bien instaladito, con capacidad para 40 personas. De la

sierra piden ya cuartos pagando $40 por cada uno para las fiestas. Tenemos 32 cajas de

champagne que creo que se venderá a $40 la botella. Nos cuesta 220 la caja i algunos cajones

costaron 150 por ser saldos donde Tous. Romero ha procedido mui correctamente i hasta en el

público, entre los amigos, lo oigo alabar. A la hora del éxito a nadie le encuentran defectos i

esto está pasando con Romero ahora que lo ven con un buen negocio bien instalado.

AGUARDIENTES= El día 15 se va a devolver el 25% del Capital, o sean, para nosotros $7.500

que se irán íntegramente al documento primero que vence el 25 de Setiembre. Al vencimiento ya

habrá otros 25% de modo que abonaremos lo que sobre al otro.

La utilidad mínima creo que será de $100.000, pero las posibilidades son mayores. Veremos

qué dice el mes de Octubre.

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PREVISORA= Continua progresando sin interrupción. Momentáneamente llegamos un días a

tener 825.000 como saldo de depósitos, pero debido a fuertes remesas de Quito. Hoy estamos en

780.000. Se ha hecho tres llamamientos de 5% de capital para Setiembre, Noviembre i Enero

respectivamente i con el objeto de hacer trasmisibles i cotizables las acciones. Allí nos

quedaremos con los llamamientos.

Te incluyo el Balance de Agosto 31.

BANCO de DESCUENTO= Despues de un trabajo macanudo de Carlos Julio buscando cuentas

corrientes ha logrado presentar un Balance con 470.000 sucres de cuentas corrientes en un mes

de trabajo. Ahora ha publicado i repartido profusamente un folleto conteniendo los nombres de

todos los accionistas, probablemente con el fin de malquistarlos con los otros bancos i

obligarlos así a que se refugien en el de él.

No sé como juzgar un Banco con millón i medio de capital, suscrito por todo el comercio i que

apenas cuenta con 470.000 de cuentas corrientes. Solamente que pidan otro tanto de capital, es

decir que lo aumenten, pueden hacer negocio, lo que es hoy no ganan un centavo, como es fácil

verlo por la cartera: descuentan al 8% i tienen 800.000 sucres en descuentos o sean 64.000 al

año, pero en gastos generales tienen mucho más.

POLITICA= Se efectuó sin novedad la transmisión del mando i el primer Gabinete de Tamayo

está así compuesto: Interior: Treviño (Gral. Delfín Treviño); Guerra: Octavio Icaza; Hacienda,

Gustavo Aguirre O.; Instr. P., Pablo Váscones; RR. EE., Clemente Ponce.

Hai barredera general de empleados. A Pancho Miranda lo sacan de la Tesorería i pasa a la

Colecturía. De Tesorero nombraron a Pepe Robles y se excusó. De Administrador de Aduana

va Pedro Pablo Garaicoa (…) De Gobernador está Pancho Ferrusola. En fin la mar de

cambios. (¡La decisión de aceptar la Gerencia de La Previsora fue acertada!).

FAMILIA= Toda sin novedad, después de haber pasado una ráfaga de gripe que atacó a

Laurita, a mi hermana Panchita, a la ñeca, a mí (tuve que guardar cama 5 días, lo mismo

Laura) i a mis 5 hijos. Los tuyos no han tenido novedad. (…)

Hasta tanto, te enviamos nuestros mejores recuerdos i te abraza afectuosamente…”.

El negocio del aguardiente se estaba poniendo más interesante. El 10 de septiembre, Víctor

escribe:

“Querido Adolfo:

No hai novedad mayor que comunicarte porque todos los asuntos siguen su curso normal.

Anteayer nos reunimos los socios del Asentamiento i se acordó devolver el 25% del capital el 15

de pte, pero creo que será el 30% porque ya hoy 10 tenemos los $25.000.= No hai aguardiente

casi de modo que la entrada podría ser mayor. Si como parece el Congreso nada hace en

materia de estancos, haremos el negocio de acaparar. Allí entra de frente don Pancho, me dijo

que lo lleváramos al negocio de todos modos. Le ha gustado el resultado. Ya hai interesados en

obtener concesión para introducir grandes cantidades este año para acaparar. Naturalmente si

nosotros hacemos el negocio no daremos tales facilidades a menos que la suma sea

considerable i nos beneficie. (…)

La situación general continúa entonada aquí, pero me parece que estamos artificialmente

sostenidos por el entusiasmo que hay por las fiestas del Centenario. El cacao, por los suelos, se

paga a 20,50 nominalmente porque contados son los que compran. Los Bancos van agotando

sus fondos afuera. El boletín de la Cámara de Comercio que te mandé certificado te dará idea

de todo esto. En el comercio empieza a circular moneda de plata lo que indica que están

saliendo las últimas economías del público, por supuesto en pequeñísimas cantidades. Gonzáles

Rubio me dice que 4 o 5 sucres diarios caen generalmente en plata: El otro día tenían 20 i así.

Por las revistas que recibo de EE UU veo que los precios bajan. Calero ha puesto un aviso

rebajando 20% al calzado i Andretta otro tanto a los casimires. Hai que tener sumo cuidado en

las compras i no abarrotarse. Felizmente nuestra línea de negocios es buena i admite buenos

márgenes para esa eventualidad. (…)

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Hotel Ritz- Le he devuelto los muebles que fabricó Gamarra porque son una porquería. Si en

Alemania puedes, consigue unos cuantos muebles de mimbre ‘desarmables’ porque si vienen

armados se los come el flete. Por supuesto que Gamarra hizo un escándalo i me amenazó con

que sacaría a la fuerza los muebles si no le devolvía todos, porque yo quize quedarme con unas

15 poltronas que entregó para los corredores i que estaban pasables. Opté por devolverle todo

porque ese tipo es mui capaz de vanagloriarse de haberle quitado los muebles al Ritz por falta

de pago o cualquier otro pretexto, mientras que ahora soi yo el que voi a decir que se los

devolví por malos. No le traigas nada, i yo por mi parte le voi a ajustar el tornillo en La

Previsora. El Hotel ha llamado la atención de todos. Aun no lo abrimos. Será mañana o

pasado, pues falta mucho detalle. Creo que siempre lo tomará la Junta del Centenario o el

Comité de Recepción. Don Luis Dillon estuvo a verlo i quizo tomarlo enseguida como

Presidente del Comité de Recepción, pero Romero le dijo que esperara hasta verlo terminado.

AGUARDIENTE – Creo que el reparto de mañana será de 35% porque hasta ayer habían mas

de $30.000 en Caja.

Ya se trasladó José (el hermano de Adolfo) al antiguo local de Dunn. Está bastante ahorcado

de dinero. Vino a decirme que lo ayudara i que fuera a ver la instalación. Voi a ir.

Ernesto (Icaza) también está al abrir su FEMINA.

Pedro Menendez abrió en el Gina su almacen. La mayor exhibición es de calzado.

PREVISORA – Sigue progresando i los saldos fluctúan ahora alrededor de los 800.000, unos

días arriba, otros debajo de esta cifra. Tengo 600.000 en cartera, qué te parece? Ya estarías

nervioso tu con esa barbaridad. Voi a recojerme algo para las fiestas, por si acaso.

Toda la familia está sin novedad. Esta noche van todas al Hotel para conocerlo.

Cierro aquí, esperando leer tus cartas atrasadas por el próximo vapor. (…) Estoy fregado y

requetefregado con tanto asunto sin que pueda confiarme en nadie para ayudarme. Felizmente

Romero marcha mui bien. No nombraré ningún empleado en el Hotel porque el hombre se porta

honradamente. Le diré ‘para no perder el derecho’, que te espero a ti para el nombramiento i

según como va decidiremos. Tampoco tengo a nadie todavía en el Trébol. En La Previsora

tengo algunos jóvenes que puedo cederte. Los tengo de intención aquí para conocerlos i

estudiarlos.

Recibe un afectuoso abrazo de Isabel i mío”.

Cuando Adolfo llegó a París y acudió al banco el 14 de septiembre, no le quisieron hacer

efectivo el giro de los 100.000 francos y entró en pánico. Envió algunos telegramas protestando

airadamente por el tiempo que le hacían perder.

El problema se resolvió de inmediato, pues se trató simplemente de claves equivocadas.

El nuevo Ministro de Guerra, don Octavio Icaza, pidió a Adolfo, a través del consulado, que

obtenga y envíe muestras de material de guerra. Esa podía haber sido una interesante línea de

negocio, pero no se profundizó en ello, pues el Gobierno se encontraría pronto con la realidad de

que no tenía dinero para hacer compra alguna de material bélico.

Y tal como le indicó Víctor Emilio a Adolfo, el

5 de septiembre se publicó el llamado a

entregar cuotas de capital.

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El 1° de septiembre se publicó en El Telégrafo el balance de comprobación de La Previsora, al

31 de agosto:

Otra vez se presentaba un balance de extraordinario crecimiento para una institución con tan

pequeño capital.

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Inauguración del Hotel Ritz

Una imagen del hotel en ese año 1920, antes de ser abierto al público.

El Hotel Ritz se inauguró la noche del 16 de septiembre. Aquí la reseña en la primera página de

El Telégrafo: “LA INAUGURACION DEL RITZ”

“Anoche se inauguró el gran Hotel ‘Ritz’, único de los de su clase que por su confort y

elegancia puede rivalizar ventajosamente con los establecimientos similares del Exterior.

Para el acto de la inauguración fueron invitadas algunas familias de nuestra mejor sociedad,

entre quienes logramos anotar a las siguientes señoras y señoritas:

Mercedes Jiménez Arbeláez de Puig Arosemena. Isabel Icaza de Estrada, Mercedes Muller de

Payeze Gault. María L. Estrada de Dueñas. I. Reinel de Valdivieso Valdez. Laura Icaza de

Gómez Santistevan, Rosa Sotomayor de Baquerizo Moreno, María Luisa Dillon de Arrarte

Crosby, Mercedes Dueñas y Mercedes Payeze Gault.

Señores Luis Adriano Dillon, Rodolfo Baquerizo Moreno, Armando Pareja, Dr. Alfredo

Valenzuela, José Payeze Gault, Víctor Emilio Estrada, W. C. Graham, Cónsul inglés; Leonardo

Sotomayor, Eduardo Whitley, Fernando Valdivieso Valdez, Cónsul de Chile; Dr. Gustavo

Navarro Puig, Jaime Puig Arosemena, Dr. Esteban Amador Baquerizo, Luis A. Dueñas, Carlos

Arrarte, Augusto Dillon, Geo Ashton Jr., Dr. Juan Verdesoto, Dr. Pedro Pablo Eguez B., Juan

Emilio Roca, Enrique Cabezas, Julio Navarro Jr., Manuel Seminario, Luis Jeremías, Enrique

Maulme.

Todos los invitados fueron agasajados con un banquete que fue servido en un amplio y elegante

salón, en el cual estaban dispuestas las mesas en forma de una gran herradura, quedando

disponible al centro un buen espacio, en el cual se efectuó un animado baile que duró hasta las

doce de la noche. El sexteto Claudino G. Roza amenizó tan simpática fiesta.

Hizo los honores de la recepción el estimable caballero don Carlos Romero Vélez, Gerente

copropietario, cuya distinguida deferencia para con los invitados le mereció entusiastas

felicitaciones.

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El espacioso ‘Ritz’ será puesto al servicio del público desde hoy.

Se sirvió el siguiente menú: Canapé au caviar – Consommé Ritz – Corvina au gratin – Vol-au-

vent financiére – Cotelette Duchesse – Sorbets Centenaire – Dinde trufeé – Omelette soufflé a la

Russe – Café – Champagne”.

El mismo día, en la primera página de El Telégrafo, salió el primer aviso publicitario del hotel:

A los pocos días, el 24, se sacó un nuevo aviso:

En las fotos no vemos todavía el icónico letrero esquinero, de luces intermitentes, que

caracterizó al Ritz por muchos años.

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El Ritz, recientemente inaugurado, con la flota de autos de alquiler en sus bajos

Para el día 24 de septiembre, Adolfo había hecho lo posible en el mercado de París y le escribió

a Víctor Emilio:

“Querido Víctor:

Desesperado sin recibir una sola carta de Laurita, desde mi salida de esa; no veo el momento

de regresar.- Espero que no habrá habido novedad en la salud de mis hijos, y que Isabel y los

bébes, estén todos buenos.-

Estoy al terminar aquí las compras, y saldré para Hamburgo el Lunes 27.- Todos los informes

sobre la situación del mercado en Alemania, son terribles y así me lo figuro, al ver el estado de

Francia.- Creo que la época ha sido mal escogida para comenzar el negocio, voy muy

desilusionado de la extravagancia de los precios; y más que de esto, de la enorme dificultad

para conseguir mercaderías.- En las fábricas quieren colocar los pedidos para un año después,

sin fijeza en los precios y sin responsabilidad en las entregas.- A la Gallia le coloqué un pedido

de artículos de orfebrería, para entrega en ocho meses, con recargo de 400% de los precios del

catálogo.- Por supuesto que el pedido lo hize muy pequeñito y solo para tener surtido.- No

quisieron venderme ni un solo objeto para entrega inmediata.

Ernesto tenía razón; no había aumentado un solo centavo á los precios. Si lo ves, dile que la

cosa va peor cada día, que los obreros son los que fijan los precios de las manufacturas, y que

para darle precios sobre un pedido al comprador, el vendedor ofrece consultar á los obreros.-

(…) Dime que porvenir nos espera bajo estas condiciones.- Sin embargo, mis mercaderías han

sido compradas con grandes ventajas, y yo espero salvar la actual situación, salvando capital é

intereses; pero no respondo de poder continuar este negocio en el futuro.- Hoy he comprado yo

personalmente, y los intermediarios no han podido hacer su negocio; pero mañana que

tengamos necesidad de ellos, para nuevos pedidos, nos tragarán vivos.- Son unas fieras los

comisionistas; ahora me han halagado mucho, y me han querido asegurar como cliente; pero

tienen estudiada la recompensa.-

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Bajo todo aspecto prefiero trabajar con los Estados Unidos y el Japón.- Más facilidades en las

entregas y hasta precios mejores.- El 12 saldré en vapor directo á Colón, y espero encontrar

inmediata conexión para irme – Es necesario que apuren el almacén.- Tenemos compromisos

muy serios que cumplir, y si no vendemos pronto no habrá como cubrirlos – Si no encontrare

mercaderías en Alemania ni facilidades para las remesas; pienso trasladar esos fondos en oro

americano á New York; siempre que no nos proporcione pérdida alguna.- De lo contrario

quedarán en Alemania á la órden.- Ojalá pueda llevar algo, aunque lo dudo dado los informes

que tengo.-

No quiero impresionarte mas desagradablemente, aunque bien podía hacerlo, si te diera más

detalles.- Esperen tranquilos mi llegada y yá veremos que se hace.-

Un afectuoso recuerdo para Isabel y los niñitos.

A Gamarra y Benitez salúdamelos y diles que los felicito por el negocio de muebles de

mimbres.- / Tuyo afmo. Amigo / Adolfo Gómez”.

Dentro del pesimismo de esta carta, que era un presagio del futuro de El Trébol, no faltó el

humor negro hacia el fracaso de la compra de muebles para el hotel. Estaba claro que la

situación se perfilaba mala para el bazar, y el hotel no contaría, para su inauguración, con el

mobiliario adecuado.

El Hotel Ritz se inició con éxito y fue lugar de estadía de una misión italiana.

Podemos apreciar la elegancia de la sala de espera y los muebles de mimbre que instalaron. La

gran pintura de un buque a vela es uno de los L. Graves que pertenecieron a don Emilio.

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El 11 de noviembre Adolfo se reportaba en Colón y había tomado pasaje en el vapor Ucayali.

Pidió el envío de $500 dólares. Luego, el 15, reporta que ha cambiado de vapor y saldrá en el

Huasco el día 16.

De acuerdo con nuevas leyes, dictadas en vista del caos que era el tránsito de automotores en

Guayaquil y otras ciudades (todo es relativo), se comenzaron a emitir licencias de conducir.

Víctor Emilio obtuvo la N° 6036, de conductor sportman, el 20 de noviembre de 1920.

A su llegada a Guayaquil, Adolfo se dedicó por entero al montaje del bazar y pudieron abrirlo

ya bien avanzado diciembre, justo para la temporada navideña.

Los costos de las mercaderías eran muy altos, pero los precios tenían que mantenerse al nivel del

mercado y la competencia, de tal forma que el margen de utilidad era muy bajo. No pudieron

competir con los viejos zorros del negocio, que por su experiencia, pudieron capear los

inconvenientes que hemos comprobado que Adolfo encontró en cada lugar de compras, así

como las desfavorables condiciones de mercado y tipo de cambio que golpeó al comercio por

esos meses.

La ventaja de El Trébol fue las condiciones de financiación que lograron, que a pesar de los

reniegos de Adolfo, eran producto de la buena relación con el Banco Comercial y Agrícola.

El bazar, luego constituido como sociedad anónima, continuó por casi año y medio, hasta que

los socios: Adolfo, Rogelio y Víctor Emilio, reconocieron su error y cortaron por lo sano las

pérdidas generadas. No sabemos cuál fue el resultado final de las cuentas, pero El Trébol no

dejó muy buenos recuerdos y fue causa de fricción entre los concuñados, que con tanto

entusiasmo habían emprendido en el negocio. César Gamarra ya no figuraba entre los socios

desde la inauguración del bazar, pues su empresa de amueblamiento no había sido exitosa y, así

como no cumplió apropiadamente con el Ritz, igual le sucedió con el bazar. Sus acciones, en

garantía por su trabajo, pasaron a los socios restantes.

El primer aviso del bazar, publicado en la primera página de El Telégrafo, del 20 de diciembre de 1920

La tardía apertura, el 20 de diciembre, les significó una gran pérdida en la temporada de mejores

ventas. Las consecuencias del mal cálculo en la inauguración tendrían efectos duraderos y

negativos.

El segundo aviso se publicó el día 21 de diciembre. El mismo contenía un gran desatino en su

texto, pues el tipo de cambio estaba en las noticias. El pregonar el tipo de cambio que habían

logrado para la adquisición de sus mercaderías y para el precio de ventas, hizo que muchos

clientes pensaran que algo no estaba bien, pues era demasiado bueno para ser cierto. Verdad es

que parte de su deuda estaba comprometida a ese tipo de cambio, pero las nuevas adquisiciones

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realizadas en los Estados Unidos tendrían que ser pagadas al precio del dólar de mercado; por lo

tanto, necesitaban vender sus mercaderías a precios adecuados para poder reponerlas y pagar las

deudas a la cotización del mercado.

Y el siguiente aviso, del 23 de diciembre, contó con la compañía de uno de los competidores:

La competencia, entre los que se encontraba a los hermanos Levy y la Casa Francesa, venía

poniendo avisos regularmente durante todo el año y, obviamente, se habían intensificado

durante la época de compras navideñas. Había buena oferta para un mercado relativamente

pequeño y restringido, por la situación económica por la que pasaba el país.

Pasada la navidad, las ventas declinaron considerablemente. El aviso publicado el día 25 de

diciembre es muy revelador de la necesidad que tenían de salir de la mercadería.

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Por otro lado, el Ritz estaba de moda. En sus salones se realizaban eventos.

Se publicitó un desfile de modas para el día 20, una gran cena navideña para el día 24 y luego

una noche y madrugada de año nuevo, eventos que tuvieron mucho éxito.

Capítulo 19 – La situación económica a partir de 1920

La situación económica en 1920 – Las Juntas Consultivas

Hemos visto en conjunto los asuntos de negocios personales de Víctor Emilio hasta fines de

1920, pues queríamos terminar con esa faceta de sus actividades, para tratar de manera exclusiva

su ferviente intención de ayudar al país en los problemas económicos que se encontró como

consecuencia de los efectos posteriores a la Primera Guerra Mundial. A los problemas globales,

se agregó la dependencia casi total del cacao como fuente de divisas, producto que entró en

crisis de producción y de mercado justo ese año.

El Dr. José Luis Tamayo Terán, abogado y del ala liberal del Gral. Plaza, se posesionó como

Presidente el 1° de septiembre y recibió un país que requería de medidas urgentes para superar

las diversas crisis que agobiaban toda la estructura económica nacional. Varios economistas y

financistas presentaron sugerencias para resolver problemas puntuales y aislados, pero se

requería de una visión global de los problemas para dar una solución integral.

El Dr. Tamayo era abogado del Banco Comercial y Agrícola, y por tanto era cercano

colaborador de don Francisco Urvina Jado. Esta relación le fue útil al mandatario, por la

facilidad con que obtendría de ese banco los créditos que necesitara, muchos de ellos mediante

la emisión inorgánica de dinero. Sin embargo, de esa forma no se resolverían los problemas

nacionales, sino que mas bien se agravarían.

La caída del mercado del cacao había creado escasez de divisas, lo que a su vez causó que la

cotización de monedas fuertes, como el dólar, se incrementara aceleradamente. Por la incipiente

industria de productos de consumo, era necesario importar muchos de ellos, creándose así más

presión en el pequeño y limitado mercado de divisas.

Hemos visto que los empresarios de El Trébol consiguieron crédito a 2.13 sucres por dólar, pero

la cotización había llegado a superar los 3 sucres por dólar en ese año, creando serios problemas

para el comercio y para todo el país. El costo de la vida subía y se tenían que tomar medidas

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urgentes para resolver la situación. Nadie atinaba a proponer una solución integral y se perdía el

tiempo en discusiones estériles.

Se había decretado una Ley de Cambios, pero no estaba teniendo efectos positivos.

A mediados de diciembre de 1920, el Gobierno decretó la creación de una Junta Consultiva

Económica, conocida también como Junta Consultiva de Cambios, que se reuniría en Guayaquil

y tendría el fin de estudiar algunos puntos planteados por el Gobierno. Pero los puntos

presentados eran incompletos, pues no atendían otros aspectos relacionados estrechamente con

ellos y no era posible resolver los unos sin hacerlo también con los otros.

El 13 de diciembre, la Asociación de Agricultores de Ecuador, quienes monitoreaban muy de

cerca el mercado del cacao, recibieron el siguiente telegrama desde New York: “Mercado de

cacao hundiéndose rápidamente, y en esta ocasión las ofertas de Guayaquil son la causa (…) si

no fuera por las terribles bajas en el precio, provenientes de Guayaquil.- Una firma de esa ha

vendido dos mil sacos de Epoca, embarque Diciembre - Enero, a 9 centavos (la libra) ex-vapor.-

Otra firma está ofreciendo ahora 500 sacos de cacao Machala a 8 ½ centavos ex-vapor, sin que

hasta ahora encuentre compradores.

Malo como está el mercado de cacao en la actualidad, a causa de la temporal falta de consumo,

estas ofertas bajas por la mejor calidad de cacao están produciendo un espantoso caos”.

La Asociación pidió la colaboración de los productores para que no ofrezcan directamente su

producto, sino a través de ellos, para así negociar en mejores condiciones de manera conjunta.

Si los productores contribuían al caos al negociar individualmente, de poco servía la Asociación.

Ese mismo día se reunió por primera vez la Junta Consultiva del Cambio en Guayaquil. La

integración de la Junta estaba establecida en el decreto y la presidía el Gobernador de la

Provincia del Guayas. Entre los integrantes estaban los gerentes de los bancos, representantes de

los comerciantes, de los agricultores, de las compañías navieras y de la prensa. Esto es lo que

reportó el representante de la prensa local, don José Antonio Campos:

“Se cruzaron ideas sobre la forma en que debía iniciarse las labores y se designó una comisión

que estudiara los siguientes tres puntos: 1°.- Si conviene o no la existencia de la Asociación de

Agricultores y en qué condiciones debe desaparecer o mantenerla. 2°.- Si conviene o no

suspender la Ley de Cambios. 3°.- Si conviene o no la exportación de los artículos de primera

necesidad para acrecentar los recursos del país y si es o nó conveniente restringir o limitar la

importación de los artículos supérfluos”. Se autorizó a la Comisión para que estudie cualquier

otro punto que se considere de utilidad para la Junta.

Una vez nombrados los integrantes de la Comisión, el presidente, Sr. Eduardo Game, citó para

reunión ese mismo día en los salones del Banco Comercial y Agrícola, con el fin de discutir el

informe que se presentaría a la Junta en su próxima reunión, que sería el día viernes 17 en la

tarde, pero que se realizó el sábado 18, sin que sepamos por qué se cambió la fecha.

Víctor Emilio, como Gerente de La Previsora, era miembro de la Junta. Una vez que se conoció

la creación de la misma, los comerciantes importadores quiteños y la Compañía de Préstamos y

Construcciones, esta última gerenciada por Luis Napoleón Dillon, consideraron necesario

nombrar un representante suyo ante la Junta, y por ello ambas entidades le delegaron a Víctor

Emilio su voto. Ni bien recibió las delegaciones, les telegrafió pidiéndoles directivas de acuerdo

con sus criterios. Aquí las dos respuestas:

El representante de los comerciantes quiteños le telegrafió el día 11: “Situación económica

actual conceptuamos tan difícil que juzgamos conveniente defender intereses comercio

importador pero buscando medios solucionar crisis general. Creemos inútil enviar carta porque

U. conoce tanto como nosotros necesidades del país. Saludo atentamente. R. Vasconez”.

La Compañía de Préstamos le envió el día 10 un memorándum a Víctor Emilio, en el cual le

daban instrucciones precisas sobre cómo votar en la Junta, en cuanto a 12 diferentes tópicos que

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se podrían tratar. Víctor Emilio les contestó telegráficamente el día 15: “Perfectamente de

acuerdo con todos los puntos instrucciones excepto número dos, asunto sobre el cual pienso

proponer variante que restituya verdadera situación i objetivo hoy involucrados. / Sirvase

darme necesaria latitud a este respecto”. Recibió respuesta el día 17, antes de la reunión de la

Junta, indicándole de abstenerse en lo que a ellos les toca, en cuanto al punto 2.

Víctor Emilio no fue nombrado parte de la Comisión, pero recibió copia de su informe en cuanto

lo terminaron, lo que le dio tiempo para analizarlo y preparar un voto razonado que cubría no

solo los tres puntos que trató la Comisión, sino el aspecto global del problema, proponiendo las

soluciones aplicables. El Voto Razonado de Víctor Emilio sentó cátedra entre los expertos

económicos que se reunieron en la Junta, y por ello fue muy comentado –e ignorado…

El voto de Víctor Emilio ocupó 27 páginas de un folletito que publicó la Compañía de

Préstamos en 1921 y 22 páginas de un folletito que publicó Víctor en 1924. El texto es el

mismo, pero el folleto de él incluye una “Carta respondiendo a la encuesta económica de ‘El

Universo’ de Guayaquil”, fechada 22 de enero de 1922, pues los problemas del cambio

subsistían, y el de la Compañía de Préstamos, incluía los 12 puntos de instrucciones que le

enviaron el día 10 de diciembre de 1920.

Veamos parte del texto del voto de Víctor Emilio, pues estas pocas líneas fueron, por algún

tiempo, el pensamiento más lúcido sobre como encaminar bien la economía del país. Comenzó

así:

“El decreto convocando la Junta a la que me honro en pertenecer por mandatos de la

Compañía de Préstamos y Construcciones, el Comercio Importador de Quito y La Previsora de

Guayaquil, nos determina hacer un estudio de los problemas económicos actuales y nos pide un

dictamen respecto a su solución.

Entiende, pues, el suscrito que la Junta debe abarcar en un estudio global la serie de problemas

variados que están afectando a la Economía Nacional y proponer las variadas soluciones

posibles a su juicio.

Como corolario de esta opinión, sostengo también que no se obtendrá una mejoría radical de la

situación ni la Junta cumplirá su cometido mientras no estudiemos todos los puntos pendientes,

puesto que en el conjunto de factores que integran una situación económica dada, no se puede

ignorar unos y ocuparse sólo de otros, dejando soluciones de continuidad, porque éstas

originan resultados malos e incompletos: hay una solidaridad en las diversas fases de esta

situación que no nos permitirá atenderla por partes y perderemos el tiempo y no cumpliremos el

encargo que hemos aceptado si limitamos nuestro esfuerzo a 3 o 4 cuestiones. Y el suscrito lleva

su opinión hasta significar que en el cuestionario de tres preguntas a que está circunscrito el

tema designado a la comisión se ha tocado un pequeño número de los numerosos problemas y a

esos pocos se les ha abarcado en una forma que elimina la solución metódica de ellos,

exigiendo respuestas que no solucionarán la situación económica porque ellos no hacen la

menor referencia al punto vital de la cuestión, aunque las apariencias conduzcan hasta hoy a la

opinión pública hacia un círculo vicioso que comenzando en la palabra Asociación va a la ley

de cambios y vuelve a la Asociación. Yo creo y trataré de probar en el curso de este voto que las

situaciones que sufre la tal Asociación y la achacada a la ley de cambios son efectos de causas

que no residen ya ni en esa sociedad ni en esa ley, y que por lo tanto, si la Junta Consultiva se

entrega al estudio de eso que las pasiones se complacen en resolver, no hará otra cosa que

atacar los efectos y menospreciar las causas.

Para mayor claridad de este voto voy a presentarlo en forma de análisis de todos los puntos que

a mi juicio deben tomarse en cuenta para mejorar la Economía Nacional, los cuales son ya

cuestiones de inmediata ejecución o bien cuestiones de más o menos lenta práctica”.

De manera muy elegante le dijo a la mayoría de los “Comisionados” que eran unos tontos.

Luego de esa introducción entró en materia y desarrolló su voto en las siguientes partes:

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Cuestiones de índole económica general:

I La balanza comercial del Ecuador,

II El problema del Cambio,

III Algunos aspectos de la balanza económica; y,

IV El problema de los Fletes.

Para cada uno de los cuatro temas propuso soluciones específicas, claras, e implementables. La

mayor extensión la dedicó al problema de los cambios y en su propuesta queda muy claro que

ninguno de los temas tratados era aislado uno del otro, sino que requerían solución integral.

Finalizó su voto con las siguientes palabras:

“Como complemento de estas medidas creo también que la Ley de Bancos debe ser reformada

en lo que se refiere a los respaldos que debe tener la emisión de los Bancos en vista de la

anómala situación que el sistema bancario sufre en todo el mundo.

La tarea que el Ejecutivo puso ante la Junta es materia compleja y no puede ser cumplida en

breve tiempo. Quizás la subdivisión de la Junta en comisiones que tomaran a cargo puntos

determinados nos llevaría a dar cuenta cabal de nuestro cometido. Quizás sea ésta una errónea

apreciación mía, que resulte una más al lado de las tantas que pueden haberse deslizado en este

voto y que tan distinguida Junta ha de aclarar, si lo tiene a bien.

Guayaquil, Diciembre 18 de 1920

V. E. Estrada

N.B.- Salvo el voto de la Compañía de Préstamos y Construcciones de Quito en el punto

relativo a la Asociación de Agricultores”.

El Voto Razonado fue demoledor. La Junta Consultiva y la Comisión no pudieron objetar nada

de lo presentado, pero su informe final, elaborado por el Gobernador como su presidente,

terminó siendo tan intrascendente que desapareció sin dejar huella. Tiempo y esfuerzo perdidos.

El lunes 20, El Telégrafo publicó un pequeño artículo sobre el Voto Razonado:

“LA CUESTION ECONOMICA DE LA HORA PRESENTE EL VOTO RAZONADO DE D. VICTOR E. ESTRADA

Como un documento de interesante actualidad y en forma de un estudio sereno y meditado

sobre la situación financiera que amenaza al país a una bancarrota sin precedentes, en nuestra

próxima edición publicaremos el voto razonado del Sr. Víctor Emilio Estrada, quien se apunta

en ciertos puntos de los fundamentos contenidos en el informe de la Comisión nombrada por la

Junta Consultiva e insinúa otras medidas que aquella no contempla”.

Sobre el tema se continuó hablando por algunos días en los periódicos, cada editor dando sus

propias opiniones e ideas.

La Compañía de Préstamos y Construcciones, de Quito, y en especial su Gerente, Luis Napoleón

Dillon, fueron tan bien impresionados por el voto razonado, que decidieron publicar un folleto,

en el cual lo ubican a Víctor Emilio como su representante, sin mencionar su representación de

La Previsora o de los comerciantes importadores quiteños. Dicen así en la introducción:

“En vista de la actuación brillante, patriótica y oportuna del Señor Don Víctor Emilio Estrada,

como representante de la Compañía en la Junta Consultiva que, para dictaminar sobre asuntos

económicos, se reunió en Guayaquil el 18 del mes en curso. / ACUERDA / Tributar un voto de

aplauso y agradecimiento al mencionado Sr. Estrada y publicar en folleto su ‘Voto Razonado’,

por considerarlo obra de alta trascendencia nacional y valor científico. / Quito, a 28 de

Diciembre de 1920. / El Presidente del Directorio, Vicente Urrutia O. / El Gerente-Secretario /

Luis N. Dillon”.

El Sr. R. Vásconez, representante de los comerciantes importadores de Quito, que le habían

delegado su voto, le escribió a Víctor Emilio el 9 de enero de 1921:

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335

“Tuve el agrado de leer su muy interesante Voto Razonado, que ha presentado Ud. a la Junta

Consultiva, y como todos sus trabajos sobre asuntos económicos, lo encuentro muy bien

fundado y debo felicitarlo sinceramente.

Ud. ha llenado un vacío enorme que se sentía con el Informe de la Comisión, la que sólo

anduvo, como dicen vulgarmente, por las ramas; y lo que es más, ha hecho tocar a sus

paisanos, la llaga pestilente que tiene la Asociación de Agricultores y que la conceptúo

incurable. Desgraciadamente sus acertados razonamientos e indicaciones han sido hechos en el

vacío, porque el Gobierno no toma una resolución franca y resuelta, ante una situación tan

difícil, ni los particulares podemos hacer nada, por buena voluntad que tengamos, si no

contamos con el apoyo oficial, y si no, que lo digan los resultados. La política lo pierde todo en

este desventurado país. (…).

Debo, también, congratularme por la tirada indirecta que le ha pegado a nuestro flamante

financista Luis N. Dillon, con su ya enunciado Voto Razonado, y en el que, no se ha circunscrito

Ud. a las instrucciones que le diera el Gerente de la Compañía de Préstamos y Construcciones

de Quito.

Haga imprimir en folleto su Voto Razonado, porque ‘El Telégrafo’ lo leen muy pocos acá en el

interior…”.

En la Sierra habían entendido perfectamente bien los alcances del Voto Razonado, no así en la

Costa… ¿O sí lo habrán entendido, pero se hicieron los desentendidos por conveniencia propia?

Como el nombre de la entidad formada lo indicaba

claramente, era una “Junta Consultiva” y por lo

tanto sus decisiones, si hubieran adoptado lo

indicado por Víctor Emilio, estaban sujetas a la

voluntad del Ministro de Hacienda y del Presidente

de la República. Y ellos no tuvieron la voluntad de

implementar lo propuesto.

Al presidente Tamayo se lo ha condenado por los

acontecimientos del 15 de noviembre de 1922,

pero poco se analiza que lo ocurrido en esa fecha

fue inevitable desde que Tamayo se posesionó

como Presidente.

Pocos mandatarios hemos tenido que sufrieran de

tal grado de indecisión como él. Y la situación se

agravó porque sus ministros, en términos

generales, eran iguales a él, y si hubo alguna

excepción, o se quedó callado, o no le hicieron

caso en el Gabinete.

La caricatura de la derecha, de El Telégrafo del 11

de enero de 1921, representó exactamente la

situación que el país vivió desde septiembre 1 de

1920, hasta septiembre 1 de 1924. Las palabras

claves de la caricatura son “o esperaré hasta

mañana, a ver cómo amanece?”. Eso es

exactamente lo que hizo el Dr. Tamayo durante su

mandato, y se lo comprueba patéticamente con

todo lo acontecido en los días previos al 15 de

noviembre de 1922.

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Ese año de 1920, Víctor Emilio trató de aportar, adicionalmente, con un “Estudio sobre el

Presupuesto”, trabajo de 85 páginas que hacía un análisis crítico del presupuesto del Estado y

sugería la forma de equilibrarlo. Otra vez, su aporte quedó en una simple propuesta y el país se

encaminaba, cada día con más firmeza, hacia una hecatombe económica y social.

Balance de La Previsora al 31 de diciembre de 1920

Mientras tanto, La Previsora continuaba su marcha ascendente. El balance de comprobación al

31 de diciembre demostraba el acelerado y firme crecimiento de la Compañía.

Aquí tenemos el balance de una empresa que estaba teniendo un enorme éxito, en especial si se

toma en cuenta la situación por la que estaba pasando el país. Su mayor fortaleza estaba en los

depósitos en cuentas corrientes, a la vista y a plazos, así como en los seguros de acumulación.

Un rubro que nos parece raro y no tiene explicación es el de “Propiedades urbanas”. Hasta

donde sabemos, aún no habían comprado terreno para sus edificios propios. Es un misterio…

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Por otro lado, al bazar El Trébol le continuaba llegando mercadería, de la pedida por Adolfo en

su viaje. El 3 de enero publicaron este aviso:

Esos “artículos frescos” tenían crédito que comenzaba a correr desde su embarque, de tal forma

que pronto tendrían que comenzar a cancelar los giros, y si comparamos el número de avisos

publicitarios de El Trébol, versus los de la competencia, las ventas deben haber sido bastante

escasas.

Según disposición del Directorio, el Gerente de La Previsora publicó la siguiente convocatoria:

En efecto, la Junta General se realizó el día 12. Al día siguiente, El Telégrafo nos presentó una

reseña de la misma:

“Con la asistencia de gran número de accionistas celebró anoche sesión de Junta General

Ordinaria esta importante institución de crédito.

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Después de aprobarse sin modificaciones el acta de la sesión anterior, se dió lectura al balance

de 31 de diciembre de 1920 y que mereció la aprobación unánime de los asistentes. Entre otros

acuerdos se resolvió aumentar el sueldo del Gerente a $800 y facultar al directorio para que, a

su vez, aumente, si así lo estima conveniente, el sueldo de los demás empleados.

A las 10 y ½ de la noche se levantó la sesión, que reseñaremos más extensamente en nuestra

edición de mañana”.

En efecto, en la edición del día 14 se publicó un amplio reportaje, del cual citaremos las partes

sobresalientes:

“El progreso tan rápido de la Sociedad Anónima LA PREVISORA es un asunto que ha llamado

la atención del público por la forma persistente con que ha ido desarrollándose y al llegar a un

millón de sucres los depósitos, según el último Balance que publicamos, queremos señalar esta

primera etapa de su éxito revistando en esta ligera crónica las características esenciales y el

objetivo de la Compañía que tan pronto se ha conquistado la simpatía de los depositantes.

Ante todo, hay que considerar el esfuerzo necesario para implantar una Sociedad de esta

naturaleza en un ambiente casi hostil: la competencia mal entendida por un lado y por otro la

desconfianza del público en los días que se instaló LA PREVISORA (…) parecían

circunstancias poco propicias para levantarla. Pero una acción perseverante y enérgica, una

propaganda activa y bien encausada y el nombramiento de Presidente del Directorio y de

Gerente en las personas de don Luis Orrantia y don Víctor Emilio Estrada, respectivamente,

produjeron en el ánimo del público tal confianza y seguridad que la marcha de LA

PREVISORA, que todos suponían lenta y difícil, se convirtió en una tan rápida y afortunada que

los depósitos que el 3 de Mayo eran $14.000.- llegaron el 16 de Octubre – a los 131 días de

trabajo,- a un millón de sucres: un milagro solo explicable con dos palabras: confianza y

simpatía del Público. (…)

LA PREVISORA ha salido de los métodos rutinarios y los ha mejorado notablemente en

beneficio de sus clientes y depositantes. El interés que se pagaba a los ahorros, antes de abrirse

LA PREVISORA, había sido eliminado so pretexto de la abundancia de depósitos, cuestión que

se pudo resolver por los financistas sin perjudicar al depositante. LA PREVISORA hizo todo lo

contrario: señaló desde sus primeros días un tipo de interés superior al que se pagaba en

Guayaquil al ahorro y buscó al mismo tiempo un campo de inversiones seguro y amplio para su

pasivo. (…) Esta combinación de Caja de Depósitos y Banco Hipotecario ha permitido a LA

PREVISORA pagar tres por ciento de interés a las libretas de ahorro y el criterio público no se

ha equivocado cuando acudió y trasladó a LA PREVISORA sus fondos y ahorros, a ganar mejor

interés (…) Por supuesto que no han faltado espíritus timoratos o influenciados por intereses

opuestos que se han negado a reconocer la ventaja y la mejora implantada por LA

PREVISORA, pero el frío argumento del número y la contundente razón del éxito los habrá

convencido a la fecha de su error y así lo demuestra el diario incremento de la clientela. (…)

LA PREVISORA ha querido llevar su esfera de acción a toda clase de elementos sociales (…)

Una de las fuentes de oposición que ha tenido LA PREVISORA ha sido alimentada por el

usurerismo que ha bregado por conservar su dominio, desacreditando o sembrando

desconfianzas en el ánimo del público. Pero la batalla está ganada y la fundación de LA

PREVISORA abrió una era de bajo interés y de facilidades al pequeño proletario, aliviando al

necesitado de la dura carga de antes. (…)

La cédula de LA PREVISORA ha sido bien recibida desde el primer momento y la íntegra

emisión está circulando, pero también ha luchado con la corriente de intereses opuestos,

sorprendidos por un papel superior en cuanto al rendimiento e igual en cuanto a la seguridad

de su garantía inmobiliaria. (…) La expectativa de esta cédula es inmejorable y no es imposible

que se coloque en primera línea entre los papeles fiduciarios similares.

Finalmente la Sección Seguros de LA PREVISORA está llamada a un éxito muy cercano en

cuanto el primer ejercicio de operaciones haya dado al público un concepto definitivo (…) esta

sección no ha tomado aún vuelo mayor por el inesperado incremento que tomaron las de

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Ahorro e Hipotecaria, absorviendo los esfuerzos de la Gerencia y del Cuerpo Directivo (…)”.

Eventualmente la sección de seguros desaparecería, pues era un ramo muy diferente, que

requería de un esfuerzo administrativo propio. Continuamos al cierre del artículo:

“Cortamos aquí esta información pero no sin dejar constancia de la misión que desempeña LA

PREVISORA en la Economía Nacional. Ella ha buscado surgir como negocio para sus

accionistas, es verdad; pero no ha descuidado un deber que otros menospreciaban: fomentar el

ahorro privado con insinuaciones y ejemplos, facilitarlo con medidas que lo hagan cómodo e

incitar a él, estimulándolo con tipos de interés apreciables y con una variedad de colocaciones

para toda cantidad y para toda persona.

Sumas de dinero que antes permanecían ociosas entran hoy en actividad y sirven al crédito

personal y comercial gracias a la acción social de LA PREVISORA, (…). Labor casi

desapercibida pero que da frutos de utilidad pública y que va colocando a LA PREVISORA en

situación cada día superior por la constancia, el método y el cuidado que emplea en sus

operaciones”.

Se enfrían un poco las relaciones con don Pancho Urvina

La observación sobre los bancos de emisión que formuló Víctor Emilio en su Voto Razonado,

no fue del agrado de don Francisco Urvina Jado, ni de ninguno de los Gerentes de bancos de

emisión, pues la práctica de emisión de billetes sin respaldo, con anuencia de los Gobiernos,

había sido la tónica de trabajo desde hacía muchos años. En poco tiempo las reservas de oro se

equiparaban y el banco se acercaba nuevamente a un balance técnicamente aceptable entre su

reserva y su masa circulante. Víctor Emilio, innovador pero al mismo tiempo conservador en la

práctica bancaria, ya se había ilustrado lo suficiente en la materia de emisión de billetes para

saber el peligro que se estaba corriendo por parte de los bancos de emisión y del mismo Estado,

que con su voracidad crediticia, permitía y fomentaba esa práctica anti técnica. No era posible

para Víctor Emilio ilustrar al experimentado banquero sobre la tendencia mundial a establecer

en cada país un solo banco central de emisión. Le debía mucho a don Francisco, de tal forma

que el tema de emisión era uno que no se trataba con frecuencia en sus conversaciones. La

primera vez que se conversó el asunto, don Francisco creyó que le había hecho entender al

novato que la experiencia valía más que el estudio y la aplicación de prácticas modernas. Las

cosas se seguirían haciendo como se había acostumbrado. Por supuesto, lo que esto demostró, es

que don Pancho pertenecía a una generación en extinción, y lamentablemente pagaría caro su

incapacidad de ver que la ciencia económica y financiera estaban evolucionando hacia nuevos

rumbos, tal vez no mucho mejores que los antiguos, pero sí muy diferentes.

El enfriamiento duró poco, pues don Pancho le tenía gran aprecio personal y reconocía que el

joven banquero, fuera del tema de emisión, sabía lo que hacía, y lo estaba demostrando con el

éxito de la Caja de Ahorros. A más de ello, los trabajos publicados por Víctor Emilio lo habían

impresionado, pues era raro que un autodidacta aprendiera tan rápidamente y a un nivel tan

completo y profundo que, al expresarse públicamente sobre lo que había aprendido de su lectura

y práctica, se convertía en cátedra para expertos en la materia.

Corta polémica sobre el Estatuto reformado de La Previsora

Cumpliendo el mandato de la Junta General de Accionistas de La Previsora, el Gerente, con la

participación del Directorio, habían elaborado una reforma estatutaria que le permitía a la Caja

de Ahorros ampliar sus operaciones. Siguiendo el trámite de ley, la reforma fue aprobada por la

Junta General y luego pasó a los varios niveles oficiales que tenían que darle trámite para su

aprobación final. Como vimos, ya había superado el nivel municipal.

El ministro de hacienda, don Gustavo Aguirre Overweg, ex Gerente no posesionado de La

Previsora y hermano del capitán de buque fluvial que fue la causa de la destitución de Víctor

Emilio del cargo de Capitán del Puerto, envió a Víctor un cable, el 10 de enero de 1921, sobre la

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reforma al Artículo 34 del Estatuto de La Previsora, cuyo trámite se encontraba en el despacho

ministerial para su aprobación.

El telegrama decía:

“Sr. Víctor Emilio Estrada

El art. 34 de las reformas a los estatutos de ‘La Previsora’ termina con estas palabras:

‘Cuando la cantidad amortizada no llegue a la 5ta parte del capital prestado, se cobrará medio

por ciento de comisión sobre la suma que se ahorre’. Explicarme que fin tiene esa disposición

jirando sobre un ahorro y no préstamo. / Saludo / Gustavo Aguirre”.

Le respondió al día siguiente:

“La reforma del artículo 34 de los Estatutos no abarca el párrafo final que me transcribes, pues

dicho párrafo ya consta en los Estatutos aprobados vigentes. Solo la primera parte ha sido

reformada con el fin de darle estabilidad a la cédula.

En cuanto al origen de esa disposición, como tú sabes, yo encontré esos Estatutos hechos y el

doctor Carbo Viteri, que es su autor, debe haber copiado esa cláusula en el artículo 40 de los

Estatutos del Banco Comercial y Agrícola. Supongo que el motivo sea idéntico al que regula el

redescuento bancario, pues cuando se recoje una obligación antes de vencida el deudor solo se

beneficia de una parte del interés que se le cobró al descontarle el documento. / Salúdote /

Estrada.”.

El día 14 le contestó el Ministro:

“Confiado en nuestra amistad y en tu genial benevolencia me permitiras que con mi franqueza

de siempre y conociendo tu claro talento y solida instrucción económica te diga que no me

satisface tu contestación y que la explicación no es propia que venga de esa forma ambigua,

dudosa de parte tuya. No quiero que supongas sino que me contestes con razón clara y concreta

y que si por costumbre sistema o idiosincrasia hay una disposición retrogada, tiranica o

conservadora no persistamos en el error sino que lo reformemos. Debemos ser copiantes

porque todo mas o menos es copias en la vida, pero armonizando, humanizando,

perfeccionando, aclarando, renovando esas copias. Dispensa a tu amigo que salúdate / Gustavo

Aguirre”.

Víctor Emilio le contestó el día 15 vía carta, pues su respuesta era muy extensa para telegrama:

“Mi querido Gustavo:

Para contestar en debida forma tu fino telegrama recibido ayer tengo que buscar la forma más

económica, supuesto que no puedo ‘discursear’ por telégrafo a tarifa tan cara. Me dispensarás

pues la demora que tiene la respuesta por carta.

El señor Ministro tiene ante sí la solicitud de aprobar las reformas a los Estatutos de La

Previsora, i según verás por el ejemplar que te incluyo la parte que ha llamado tu atención no

está reformada: queda tal cual rige HOY con la anterior i respectiva aprobación, hecha a su

tiempo, de modo que aquella cláusula no es materia de aprobación sino en su parte inicial que

es la reformada.

Ahora me referiré a tus telegramas. Me preguntas porqué consta esa condición en los Estatutos

de La Previsora, i te diré con franqueza que si me hubiera tocado la tarea de hacer dichos

Estatutos no hubiera inscrito en ellos esa exigencia. Pero tu sabes que esos Estatutos los

encontré hechos de modo que no puedo decirte con fundamento cual sea el FIN que

persiguieron sus creadores. Como primera razón te he dado la de que el Banco Agrícola tiene

idéntica condición en el Artículo 40 de sus Estatutos. Puedo agregarte ahora que el gran banco

hipotecario francés, el Credit Foncier, la tiene idéntica en su Estatuto, artículo 63 que dice:

(…) Como tu bien dices todo mas o menos es copia en esta vida. (…)

Para decidir si nuestra copia tiene razón de ser en el caso que nos ocupa tendríamos que

remontarnos a especulaciones metafísicas i enredarnos en la discusión de la teoría de la

legitimidad del interés con la cual se roza mui de cerca ese ½% que exigen como indemnización

los Bancos hipotecarios por los reembolsos anticipados. Sería pesado que te quitara tu tiempo

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en este empeño i aunque el mío propio tendría mucho gusto en emplearlo para satisfacerte, seré

breve.

Cuando yo presto dinero i mi deudor me pide 10 años de plazo para pagarme, yo adquiero la

seguridad de una inversión a FIRME durante ese lapso de tiempo. Si la inversión no fuera a

firme el tipo de interés sería MAYOR. Es lo que pasa con lo que se llama el Call Money en la

Bolsa de New York o el ‘dinero a la vista’ en español. Cuando el descuento a 3 meses está a 6

por ciento, el Call Money reembolsable en cualquier momento está a 8%. Es natural que así

sea, pues el reembolso de una suma devengando interés causa la inmediata paralización de ese

interés o beneficio. Volviendo al caso de nuestro deudor a 10 años plazo, si éste individuo se me

presenta después de un mes i me dice: ‘Ya no quiero tener el dinero en el plazo estipulado sino

que se lo devuelvo ya mismo, tómelo usted’, pues ese individuo me infiere un grave mal porque

la reinversión de mi dinero no la podré hacer, salvo casualidad, inmediatamente i así estoy

forzado a perder interés mientras lo coloco. (…)”. No continuamos con la cita porque es larga,

técnica, y le da una clase sobre intereses al Ministro de Economía. La carta termina así:

“Entre tanto, querido Ministro i amigo, despácheme las reformas sometidas a su visto bueno,

pues no puedo trabajar en préstamos a 30 años porque los actuales Estatutos solo permiten 26

años. / Con un afectuoso saludo queda siempre a tu mandar / Tu amigo”.

Al amigo no le agradó para nada la respuesta, pero Víctor Emilio tenía la razón en el punto

esencial: Se había sometido a aprobación una reforma al Estatuto. No se estaba sometiendo el

Estatuto en su parte no reformada, así que si el Ministro no encontraba algo que objetar sobre lo

reformado, tendría que aprobarlo

En efecto, la reforma al Estatuto de La Previsora fue aprobada el 5 de febrero de 1921 por

Acuerdo Ejecutivo N°6134.

Carta de la Mercantile Oversea Corporation

Todos los gerentes de los bancos locales recibieron el mismo día una carta, fechada 14 de enero

de 1921, en la cual el gerente de la Corporación, A. F. Lindbergh, les decía:

“Tengo el gusto de incluirle, con la presente, traducción de un memorándum que ha preparado

el Sr. Albert Strauss, perito en asuntos del cambio y moneda, el que desempeñó, durante tres

años, el puesto de Vice Gobernador de la Junta de la Reserva Federal de los Estados Unidos,

en Washington. El Sr. Strauss ha vuelto á asociarse con la firma de los señores J. & W.

Seligman & Co. (con quienes antes fue socio), cuya firma fue una de los fundadores, en el año

1915, del actual Banco Mercantil de las Américas, Inc.

Según se verá, después de leer el contenido del memorándum del Sr. Strauss, él opina que las

restricciones gubernamentales contra el libre movimiento del oro, es decir, la exportación del

metal para satisfacer obligaciones internacionales, han contribuido considerablemente al

aumento en los tipos de cambios entre algunos países Latinoamericanos y los Estados Unidos

de América, ó para decirlo en otras palabras – la depreciación de la moneda corriente local.

Como que Ud. es Gerente de una de las instituciones bancarias más importantes del Ecuador, y

por su conocimiento de los negocios locales, y familiaridad con la banca internacional, tengo el

honor de solicitarle que me dé su apreciada opinión sobre dicho memorándum, particularmente

en lo tocante á las tres cuestiones siguientes:

Si no hubiera restricciones ningunas contra el libre movimiento del oro del Ecuador hacia

afuera, es decir, la exportación del oro cuando se lo necesitase, cuál sería el efecto de

semejante ley sobre:

1) El tipo de cambio?

2) La circulación de billetes del país?

3) La disponibilidad de créditos?

El Banco que represento, con urgencia me ha pedido conseguir las opiniones de los banqueros

mas conocidos de este país, referente a esta fase, particularmente en cuanto afecta las

relaciones comerciales entre el Ecuador y los Estados Unidos de América; y, en consecuencia,

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le agradecería muchísimo si oportunamente me participara sus impresiones sobre estos tres

puntos, por la cual le rindo las gracias anticipadamente…”.

Víctor Emilio estaba en una situación privilegiada para contestarle al Sr. Strauss, pues siendo

banquero, estaba adicionalmente experimentando en persona los problemas de importación y

divisas, con el almacén El Trébol.

La respuesta de Víctor Emilio fue en 11 páginas escritas a máquina, de tal forma que requeriría

mucha lectura técnica, pero comienza así:

“… Trataré de llenar sus deseos en la medida del tiempo disponible, dada la urgencia de la

cuestión (…) Las tres preguntas capitales que Ud. se ha servido hacer debo contestarlas

incluyendo en la respuesta una apreciación de las circunstancias del momento, dado que, una

misma medida puede significar un resultado positivo o uno negativo, según el ambiente en que

se la aplique i la situación del caso (…)”. Concluyendo le dice:

“Vista así nuestra situación, el oro que tenemos en los Bancos no es el respaldo exclusivo i

propio de los que deban letras en dolars, libras o monedas extranjeras en general, pues ese oro

representa ahora en mayor escala que nunca, la tranquilidad de cuantos tienen un billete de

banco en su bolsillo.

El Ecuador ha reconocido esas deudas i está empeñado en pagarlas. Necesitamos plazos i

créditos para conseguir ese resultado i la petición se la dirigimos al acreedor más rico del

Globo.

Es de esperar que el reconocimiento exacto de la situación, de sus causas i de sus elementos

constitutivos actuales, oriente en lo sucesivo la política financiera del Estado, i, como usted

sabe, el Gobierno tiene ya en mano las Actas de la Junta Consultiva Económica que se reunió

últimamente en esta ciudad para opinar sobre estos asuntos.

Sirvase excusarme por la extención que he dado a esta carta, en la cual he procurado responder

a usted con franqueza al exponerle mis convicciones…”.

No fueron muchas como ésta, las respuestas que recibió el Sr. Strauss.

La contestación de Víctor Emilio, junto con la carta original que recibieron todos los banqueros,

fueron publicadas en El Telégrafo, del 23 de enero de 1921.

Como resultado de estas comunicaciones, A. F. Lindbergh y su esposa entablaron una buena

amistad con Víctor Emilio y su familia.

La situación económica del país continuaba en franco deterioro. No había divisas para los giros

requeridos por el comercio y la incipiente industria. El gobierno aplicaba paños de agua tibia.

El Telégrafo del día sábado 12 de febrero advertía: “EL PAÍS AL BORDE DE UN ABISMO /

SOLO LA ACCIÓN ENÉRGICA DE LOS PODERES PÚBLICOS PUEDE SALVARLO”. Era un titular

alarmante, pero muy representativo de la situación al momento. El artículo que lo seguía hacía

un recuento de los varios factores que estaban incidiendo en la economía y reiteraba que se

requería la acción estatal para resolverlos.

En esa misma edición, al lado de aquel artículo, figuraba una nota: “EL BANCO AGRICOLA Y

EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA”, cuyo texto decía:

“Ayer sostuvieron una conferencia el señor don Rogelio Benitez Icaza, Gerente del Banco

Comercial y Agrícola y el Presidente de la República doctor Tamayo.

Tuvo lugar la entrevista en el Despacho Gubernativo con el carácter de reservada”.

Ciertamente, reuniones del Dr. Tamayo con los Gerentes del Agrícola, cuando él estaba en

Guayaquil, no eran una novedad, pero esta se reportó de manera singular por lo que había

detrás: El Banco sería el salvador de la situación, mediante una nueva emisión inorgánica de

billetes, facilitando así la subsistencia del Gobierno y al mismo tiempo menguando la imagen

del Banco entre los entendidos en materia monetaria. El Banco Comercial y Agrícola estaba

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haciendo un juego muy peligroso, que tal vez se justificara si el mandatario era enérgico y

tomaba buenas decisiones, pero el Dr. Tamayo lo que hacía era postergar lo inevitable.

Tres caricaturas de El Telégrafo, en los meses de febrero y marzo, daban cuenta de la situación.

Víctor Emilio, tomándose otra vez el nombre de Adam Smith, pero variándolo a Adam Smit,

trató el asunto en El Telégrafo del día 28 de febrero.

El artículo se tituló: “LA CUESTION DEL DIA”, con subtítulo: “POCO A POCO, PASO A PASO

HACIA EL DESASTRE.- EL MAL ENTENDIDO ACERCA DEL EMPRESTITO.- LA ILUSION DE LA COSECHA

PROXIMA.- CRITERIO ERRONEO EN LA CUESTION DEUDA EXTERNA.- RECAPITULACION DE MALES Y

REMEDIOS”.

Realmente no sabemos para qué usaba pseudónimos, cuando su estilo de escritura económica

era inconfundible y único, y todos los entendidos sabían quien era el que escribía.

En el extenso artículo, que cubre casi toda la primera plana de esa edición de la mañana, hace un

detallado pero corto análisis de la compleja situación, y da consejos para superarla. En la parte

final del artículo dice claramente: “He aquí las fases por las que debe pasar, en mi concepto, la

rehabilitación monetaria”, y sumariza la situación en 5 problemas, presentando sus 5 soluciones

y aconsejando: “…despojarnos de prejuicios milenarios, evolución de criterio a la luz del nuevo

horizonte que se abre ante la humanidad; abandono de esa mentalidad que convierte al

patriotismo en el sudario del país, en oriflama de los santos del Fracaso”.

Pero, parecería que el Sr. Presidente de la República no leía El Telégrafo…

En El Telégrafo del 13 de marzo se publicó un decreto sobre el nuevo tipo de cambio oficial,

que fijaba el dólar en $2,60. El periódico justificó así ese decreto, en artículo adjunto al mismo:

“Es indudable que no se puede fijar tipos de cambio por medio de decretos, pero tal arbitrio es

consecuencia de la Ley de Moratoria que prescribe la inconvertibilidad de los billetes. Mientras

estos no se puedan canjear con oro o plata, tendrá que subsistir la Ley de Cambios y los

arbitrios consiguientes para evitar, artificialmente, el alza inmoderada de los cambios…”.

Mientras no se tomaran medidas de orden global, había que seguir con los parches para sostener

la economía. Se prolongaba la situación artificial, mientras el “cambio privado”, que reflejaba

una situación más real, estaba en $3,10.

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Por supuesto, se reanudó la discusión sobre quien tenía derecho al cambio de $2,60 y quien no,

pues esa diferencia, que igual la manejaban los Bancos comerciales, quebraría a cualquier

negocio que no tomó oportunamente las previsiones del caso. En la discusión participaron

comerciantes, agricultores, exportadores e importadores, sin resolverse el problema de fondo.

Datos de Filiación

El 18 de marzo de 1921 los ecuatorianos cumplieron una jornada de inscripción de sus datos

para efectos electorales. La inscripción de Víctor Emilio es significativa por algunas razones: Da

como su dirección permanente la casa de la Av. 9 de Octubre; da como su profesión la de

“Militar”; da como su estatura 1,72 Mts. (medía más); y, pone como seña característica:

“Bigote”.

Es significativo porque, casi a un año de estar operando La Previsora, aún no se considerara a sí

mismo como banquero de profesión, y se aferraba a la de militar.

En preparación para el primer aniversario de la Caja de Ahorros, el 1° de abril se publicó, en El

Telégrafo, un aviso que daba cuenta de los depósitos, mes a mes, desde el inicio de operaciones

hasta el 31 de marzo.

Estos resultados eran una muestra de la solidez. El capital autorizado ya era de 2 millones.

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El 12 de abril se publicó en El Telégrafo, un aviso muy singular, pues mezcla al Banco con las

cerraduras Yale para significar seguridad. El aviso no debe haber sido muy efectivo, pues no

hemos visto repetición del mismo.

1° aniversario de La Previsora

Llegado el 3 de mayo, la Caja de Ahorros celebró su primer año de operaciones. La celebración

fue realizada de la mejor manera posible para una entidad financiera: Trabajando. Al final de la

jornada de trabajo y una vez cerrada la caja y cuadradas las cuentas, se realizó un brindis con la

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participación de los empleados, los Directores y algunos de los accionistas que se hicieron

presentes.

El día había comenzado con una publicación en El Telégrafo:

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El aviso se explicaba por sí solo y daba cuenta, sucintamente, de las operaciones. Para reforzar

la imagen de solidez, se publicó un anuncio de compra de acciones de La Previsora:

¡Con 50% de premio! Pero las únicas acciones negociables eran las que estaban pagadas, no las

que solo estaban suscritas…

En la edición del día 4 de El Telégrafo, se publicó el balance al 30 de abril, que ratificaba lo ya

demostrado.

Ese mismo día, en la misma primera página, se publicó una nota sobre el aniversario:

“Ayer se cumplió un año del establecimiento en esta ciudad de la Sociedad Anónima LA

PREVISORA, cuyo estado de prosperidad en los doce meses transcurridos no puede ser más

alagueño, según lo prueba palmariamente la demostración numérica que publicamos en nuestra

edición anterior acerca de los negocios en que ha intervenido la mencionada institución.

Con la fundación de LA PREVISORA y debido a la atinada dirección de su gerente el honorable

caballero señor don Víctor Emilio Estrada se ha conseguido restablecer la confianza del pueblo

por el ahorro, renglón que está representado por fuertes capitales depositados en la caja de la

Institución por numerosos particulares e instituciones.

Se ha creado también el ahorro infantil, el ahorro obrero, las pensiones vitalicias para

empleados, etc., etc., operaciones que han hecho acrecentar el activo de la Sociedad a la suma

de $2.627.055,04.

Felicitamos a los fundadores de LA PREVISORA, a su cuerpo directivo y a su digno gerente por

el brillante éxito alcanzado en el primer año de actuación”.

Y así, sin mucha fanfarria, se celebró el primer aniversario de trabajo de la Institución.

El mes de junio se dio en Quito, en el Teatro Sucre, una reunión de militantes liberales. Entre los

oradores estuvo Luis Napoleón Dillon, hasta hacia poco Gerente de la Compañía de Préstamos y

Construcciones, de Quito. Su discurso no tuvo buena acogida y fue insultado públicamente.

Enterado de la situación y una vez leído el discurso, Víctor Emilio le escribió dándole su apoyo,

pues le pareció que lo que Dillon quiso transmitir era lógico.

Dillon contestó el 28 de junio:

“Muy distinguido amigo mío:

Agradézcole de corazón por su benevolente carta de simpatía con motivo de los sucesos

originados por la conferencia que yo sustentara el 5 de junio último en el Teatro Sucre de esta

ciudad.

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Las múltiples muestras de aprecio recibidas por mí de personas de tanta valía como usted y del

público en general han dado el verdadero carácter a esos acontecimientos y han recompensado

con creces la gratuita ofensa que se pretendiera irrogarme. El asombroso éxito que ha tenido

en esta ciudad y en provincias la suscripción del capital del nuevo Banco que abrirá sus

ventanillas el 1° de julio entrante, es buena prueba de lo que acabo de decirle. Me honra mucho

el aprecio que U. se sirve hacer de mi labor como ex Gerente de la Compañía de Préstamos, y

de su bondad espero que en mi nueva empresa seguirá U. prestándome su valiosa cooperación

con el mismo entusiasmo de antes.

Mientras tanto, sírvase U. considerarme su más sincero y leal apreciador y amigo.

L N Dillon”.

El nuevo banco al que se refiere, es la Sociedad de Crédito Internacional, una especie de

subsidiaria de la antigua fábrica de textiles La Internacional. Dillon pretendería que ese banco

sea de emisión, aspiración que fue frustrada por intervención personal de don Francisco Urvina

Jado cuando ya tenía emitidos sus billetes, y que por ello le ganó el odio de Dillon, que lo

guardaría y nutriría, para sacarlo una vez que se posicionó entre los actores de la revolución

juliana de 1925.

Con motivo del cierre del primer semestre, el 30 de junio de 1921, en los primeros días de julio

se publicó un folleto que fue entregado en la junta general de accionistas, realizada el 11 de

julio. En él se encontraba la descripción de cada una de las secciones de la Compañía,

destacándose la que denominaron “Banco Hipotecario de La Previsora”. En la explicación de

cada una se presentaban argumentos que las justificaban, desvirtuando las críticas de la

competencia. El Balance General al 30 de junio mostraba una Institución en robusto crecimiento

y solidez. El folleto cerraba con el breve informe del Presidente del Directorio a la Junta de

Accionistas, y el más extenso informe del Gerente, que era dirigido al Directorio.

En su informe, el Presidente indica a los accionistas que no se pagarían utilidades, sino que se

destinaría ese monto a formar un fondo de reserva, lo que justificó así: “La circunstancia de no

hallarse pagado aún el Capital suscrito por los señores accionistas, nos impele a solicitar la

formación de un fuerte Fondo de Reserva”. La única mención que hace al gerente es: “El

informe de la Gerencia, contiene el detalle de las operaciones en cada sección y a él nos

referimos”.

En su informe, tal como dice el Presidente, se da cuenta de cada sección, pero el informe

contiene una parte que parecería fuera de lugar, si no se refería a una situación real que estaban

viviendo. Dice el Gerente: “Siento tener que manifestar que una ingrata campaña se ha

pretendido conducir contra La Previsora, pero el criterio público ha descubierto el origen y

móviles de ella; y así la siembra de desconfianzas y hasta de imputaciones calumniosas, no ha

producido otra cosa que el incremento de los depósitos en nuestra Caja de Ahorros.

Estas resistencias y estas injusticias no dejan de tener sus ventajas i hai que aprovecharlas:

Como todas las injusticias i todas las resistencias, ellas traen consigo elementos de reacción i

así éstas, de que se quiere hacer blanco a ‘La Previsora’, nos están brindando una brillante

oportunidad i es la de comprobar ante el público la capacidad financiera de esta Empresa. De

esta prueba, que ojalá se presentara, saldríamos más fuertes porque tengo la absoluta certeza

del éxito, porque conozco los elementos de que disponemos, i el éxito traería consigo mayor

confianza del público; ésta es todo lo que necesitamos i si nuestros enemigos nos dan la

oportunidad de conseguirla en mayor escala que hoy, tendríamos que agradecerles el

subsiguiente incremento de nuestros negocios.

Desgraciadamente ninguna de las campañas i calumnias de que se usa para atacar a ‘La

Previsora’ ha producido resultado. El movimiento de depósitos sigue normal i es lamentable

que no se presente aún la oportunidad de comprobar nuestra organización para estos casos.

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Víctor Emilio al cumplir 30 años

Por cierto que el suscrito no ha olvidado de estudiar las fracasadas experiencias de otras

empresas financieras, i así el primer empeño de La Previsora es precautelar los intereses del

público como lo demuestra el resultado de NUESTRAS INVERSIONES…”.

En el informe también indica que “…ninguna persona ni casa comercial en Guayaquil tiene

operaciones por más de 15.000, siendo el promedio de valor de cada documento de 1.200 cada

uno. Con ese método cauteloso i seguro, con el riesgo repartido en tal forma, es bien explicable

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que La Previsora no haya perdido hasta hoy ni un centavo y desde hoy que contamos ya con

nuestro Fondo de Reserva, hemos eliminado totalmente toda eventualidad razonable.

A este respecto debo agregar finalmente, que cuando fui llamado a la Gerencia de La Previsora

entré a ella como acostumbro en todos mis actos: libre de compromisos. Y felizmente también

encontré que la compañía tampoco tenía compromisos de ninguna clase ni había hecho ofertas

anticipadas. Fue el pequeño esfuerzo individual se sus 250 accionistas lo que inició esta

empresa q’ puede haber sido ambigua en sus primeros tiempos, mientras tomó una fisonomía

propia i definida, que hoy la realza su envidiable éxito (…) Puedo pues declarar que ninguna

operación de compromiso ha sido hecha por La Previsora i que amigos o enemigos han

operado con nosotros, cada vez que su solvencia personal o su garantía han sido bastantes para

llenar nuestras exigencias: en esto estriba la seguridad comprobada de nuestras limitadas

inversiones en descuentos…” La excepción, aclaró más adelante, se ha dado cuando el cupo para

un determinado tipo de transacción ya había sido llenado, lo que causó que se rechacen algunas

solicitudes, a pesar de que las personas reunían los requisitos establecidos, situación que produjo

cierto malestar y sentimiento de rechazo en algunos clientes. Pero, por razones de seguridad y

estabilidad, no se violarían las normas.

Finalizó su informe con las siguientes palabras:

“La Previsora ha ganado en el semestre que acaba de terminar la suma de $19.388,92, la cual

representa algo más del 25% del capital entregado por los señores accionistas. El Directorio ha

resuelto ya la forma en que se proponga a la Junta General repartir esos beneficios (todo fue a

reservas).

Debo terminar haciendo mención del personal de empleados que me acompaña con entusiasmo

y dedicación al trabajo, i especialmente de la habilidad de nuestro Contador, que nos

proporciona el día último de cada mes, pocas horas después de cerrarse la Caja, el Balance de

comprobación para que sea revisado por los Comisarios. Este trabajo será apreciado por

quienes conozcan algo de Contabilidad i del movimiento de una institución bancaria con tan

múltiples secciones como es La Previsora.

De los señores Directores, mui atentamente,

V. E. Estrada

Gerente”.

Era un informe que demostraba el éxito que había tenido la Caja de Ahorros, pero demostraba

también una debilidad incomprensible: Permitir que los suscriptores de capital no lo paguen sino

en mínima cuantía. Felizmente se dio solución a ella en poco tiempo.

Otra cosa preocupante era la constante amenaza de enemigos y malquerientes. Ciertamente le

hicieron a los depositantes un gran favor, pues por ellos, La Previsora mantuvo un control muy

conservador de sus operaciones, lo que pudo haber retrasado en algo el crecimiento, pero

garantizó una solidez extraordinaria, que a su vez generó más negocios.

Una de las glorias de la Caja de Ahorros fue el haber logrado, en tan solo 132 días de operación,

llegar de cero al millón de sucres en depósitos.

Al final del informe nos dan los nombres y ciertos datos del CUERPO DIRECTIVO DE LA

PREVISORA, el cual citaremos por ser de interés:

Directores principales:

Presidente, Luis Orrantia (Cornejo), Director del Banco del Ecuador, Gerente de la firma Luis

Orrantia & Cia. (Exportación). Comisario del Banco Territorial y de la Compañía Guayaquil de

Seguros.

Directores:

Guillermo Higgins C., ex-Presidente de la Cámara de Comercio de Guayaquil, Gerente de la

firma G. Higgins (Exportación), Concejero Comisionado de Finanzas Municipales.

Bettino Berrini, Gerente del Pastificio Adriático de la firma Berrini & Vicenzini.

Sergio Pérez Conto.

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Dr. Tomás Rolando Ch.

Directores suplentes:

Dr. Adolfo B. Serrano, Abogado del Banco del Ecuador. Abogado del Banco Territorial.

Dr. F. T. Maldonado, Ministro de la Corte Superior de Justicia.

José Abel Castillo, Director Propietario del diario El Telégrafo.

Francisco Frugone, Gerente de la firma Frugone & Cia.

Manuel Seminario, Consejero del Banco Comercial y Agrícola.

Consejeros:

Juan Illingworth, Presidente del Banco del Ecuador, ex-Gerente del Banco Comercial y

Agrícola.

Francisco Urvina Jado, Gerente del Banco Comercial y Agrícola. Presidente del Banco de

Crédito Hipotecario.

Consejeros suplentes:

Rafael Candell, Gerente de la firma Seminario & Candell.

C. A. Flores.

Comisarios:

Aurelio Carrera, Director de la Cámara de Comercio. Gerente de la casa Aurelio Carrera

(Importador).

Felipe Levy. Gerente de la firma Levy Hnos. (Importación).

Comisarios suplentes:

Enrique Maulme. Director del Banco Comercial y Agrícola. Gerente de la casa E. Maulme.

F. A. Alvarado. Comisario del Banco del Ecuador.

Abogado:

Dr. Gustavo E. Navarro P.

Gerente:

Víctor Emilio Estrada

Como se puede leer claramente a través del Directorio y los Comisarios, los principales bancos

locales estaban ligados entre sí a través de sus directorios; así, todos estaban enterados de lo que

sucedía en el sector bancario y podían ejercer su influencia cuando fuera del caso.

Moratoria o Conversión

Como resultado de la solicitud del Sr. Strauss, que generó su muy completa respuesta, Víctor

Emilio profundizó el estudio de la moratoria, desde la expedición de la ley en 1914, hasta

febrero de 1921. En los primero días de julio, se publicó su obra, de 63 páginas, denominada

¿MORATORIA O CONVERSIÓN? Que era un “ESTUDIO ECONOMICO SOBRE LA

CONVENIENCIA DE MANTENER VIGENTE EL DECRETO LEGISLATIVO DE AGOSTO 30

DE 1914”.

El extenso y profundo estudio concluye así:

“Pedir circulación de oro en un país deudor al extranjero por más de los 9 millones que

tenemos en metal acuñado es pedir peras al olmo. Estas son cosas que no pueden hacer el

hombre a su gusto ni las leyes a su arbitrio. No podemos ordenar con una lei, ni que entre oro

ni que circule oro, si las situación de hecho está expulsando ese oro del país i de la circulación,

puesto que aun le debemos al fabricante extranjero buena parte de la importación que hicimos

el año pasado i carecemos de productos i mercaderías para darlas en cambio i saldar el déficit.

El dilema es mui claro i se plantea así:

Nuestros acreedores lo son por una suma de 15 o 20 millones.

¿Les pagaremos oro o les pagaremos con productos?

¿Si carecemos de productos i les soltamos oro, con qué respaldamos las emisiones fiduciarias i

mantenemos el mínimo de circulante interior?

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Los que de buena fe pugnan por desfigurar la Moratoria -que obedece hoy a razones más

graves que ayer- deben aclarar ese dilema ante el país, antes de aconsejarle la conversión.

Mientras ellos no provean el modo de obtener una u otra cosa, lo que implica decidir de la vida

o muerte de la Economía, la mera tentativa hacia la conversión implicará un verdadero

atentado contra la vida nacional”.

Estaba muy clara la situación. El país debía continuar con la moratoria.

El 7 de julio se publicó un aviso muy interesante y revelador en El Telégrafo:

El 6 de agosto de 1921, la Junta General de Accionistas de El Telégrafo, nombró a Víctor

Emilio Comisario para ese año.

Proyecto de Banco Central

El 30 de agosto, la Cámara de Comercio nombró a Víctor Emilio integrante de la comisión que

estudiaría el primer proyecto formal de Banco Central que se presentó en el país. Estaba muy

bien preparado para esa misión.

El Senado había pedido a la Cámara de Comercio revisar y observar un proyecto de Banco

Central que le habían enviado, el que fue considerado por los comisionados, pero rechazado en

muchas partes por no responder a la realidad económica vigente. Los comisionados fueron:

Jaime Puig Arosemena, Rafael Candell y Víctor Emilio Estrada, los tres, directores o

funcionarios bancarios de Guayaquil.

Así comenzó su informe:

“Vuestra Comisión nombrada para estudiar, a insinuación del Senado, el Proyecto de Banco

Central, emite el presente informe en cumplimiento de su mandato.

Hemos verificado el examen del original que se nos envió y advertimos en él que, aparte de las

cuestiones económicas y financieras que contiene, hay también muchas cuestiones de orden

político, administrativo, jurídico y posiblemente cuestiones de orden constitucional. Nos vemos

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precisados a iniciar este informe con la declaración que hacemos caso omiso de tales

cuestiones por tratarse de asuntos que no nos competen (…)

Los suscritos convienen en que la idea matriz del proyecto responde a una necesidad del país,

cual es la de suministrarle el circulante necesario para sus negocios, controlar su emisión al

unificarla, respaldarla en la medida de la fuerza económica y moral de la nación, y finalmente,

fortificar la función del crédito que hoy está entrabada por la falta de solidaridad en el sistema

bancario que no tiene vinculación y más bien adolece de un defecto capital cual es la

desconfianza latente que arranca de malentendidos y suspicacias infundadas y que si perjudica

directamente a los mismos Bancos refluye indirecta pero fatalmente sobre el público, sobre el

país en general, en forma no por inadvertida, menos grave.

Hasta este límite y con este fin tal proyecto respondería a nuestra honrada convicción. Pero

observamos que tal cual se ha presentado el proyecto, envuelve la creación de un organismo

complejo y recargado de funciones a las cuales sin duda podría llegarse después, cuando la

experiencia de un intento circunscrito a límites más prácticos indicara claramente la

factibilidad de su extensión (…)”.

El estudio del proyecto, tal cual lo presentó la Comisión al Directorio, dejaba claro que, como

estaba planteado, no era conveniente aplicarlo, por no ser lo que se necesitaba técnicamente.

El Directorio de la Cámara se reunió el seis de septiembre y tomaron la siguiente resolución:

“Que se comunique a la Cámara del Senado que la Cámara de Comercio, después de haber

estudiado y discutido extensamente sobre el proyecto sometido a su consideración, resolvió:

Que por el momento no es conveniente a los intereses nacionales el establecimiento del Banco

Central Ecuatoriano”.

El 31 de agosto, concomitante con el trabajo de la Comisión de la Cámara de Comercio, El

Telégrafo comenzó a publicar, en primera plana, una serie de siete artículos, en siete días, que se

tituló “EL PROYECTO DEL BANCO CENTRAL / BREVES COMENTARIOS”. Aunque no está

firmado, por el estilo de la redacción y por el contenido técnico, está claro que era de la autoría

de Víctor Emilio. Se trataba de un estudio sobre el proyecto enviado por el Senado, y es posible

que el contenido de estos artículos haya sido muy similar al del informe completo que se

presentó, por parte de los comisionados, al Directorio de la Cámara de Comercio.

El artículo se inicia así:

“La opinión del país se ha interesado en el proyecto del Banco Central Ecuatoriano, presentado

hace poco al Congreso Nacional.

Una vista global del proyecto da la primera impresión de que abarca muchas cosas, en demasía

talvez para que un organismo de tal naturaleza pueda llegar a funcionar con la perfección que

sería de desear.

La copia que ha recibido la Cámara de Comercio de Guayaquil contiene ciertas modificaciones

a la versión publicada en la prensa, y es a ella a la que nos vamos a atener en los breves

comentarios que nos ha sugerido su lectura. (…) Proyectos más o menos análogos hemos

conocido que son sumamente minuciosos, que contemplan todos los casos y que se daban las

atribuciones con una claridad y nitidez podría decirse perfecta. No sucede así en el caso

presente…” El proyecto, estaba tan disparatado en su alcance, que contemplaba al nuevo Banco

Central como recaudador único de todos los impuestos del país, constituyéndose prácticamente

en un Estado dentro del Estado. Además, esa no era la función de un Banco Central.

Los comentarios de cierre de la quinta parte y quinto día son interesantes:

“A esta idea de entregar a una Institución como el Banco Central la tarea de recaudar los

impuestos públicos, ha debido preceder, en nuestro concepto, la de reformar el sistema

tributario del país para dejar las cosas mejor hechas.

Al principio de este artículo hablamos acerca de lo mal que estamos en esta materia. Antes de

efectuar innovaciones como la que se pretende, sería preferible decidirse de una vez a reformar

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el sistema, contratando los servicios de un técnico extranjero como asesor del Ministerio de

Hacienda. Esta medida ha producido muy buenos resultados en otros países de América (…)”

Y así nació la idea de traer a la Comisión Kemmerer.

“Sin modificar nada, sin rumbos definidos que seguir en las finanzas nacionales siempre

estaremos como ahora, viviendo al día, mal y pobremente. Las leyes actuales en la materia son

deficientes, no llenan su objeto. Fuera de esto muchos las burlan con facilidad. Se queda gran

parte sin recaudar. Otras veces están redactadas en tal forma que el fraude resulta inevitable.

Un gran número de gente no cubre los impuestos que les corresponde. Otro paga sólo los que le

conviene.

Nada se adelantaría con cambiar de cobrador sin una reforma sustancial en todo el sistema”.

En la séptima y última parte, se plantea la elemental y fatal carencia técnica del proyecto

enviado por el Senado:

“…un Banco Central de Emisión requiere Capital para fundarse. Muy oportuno hubiera sido

haber tenido en cuenta esta recomendación al elaborarse el proyecto del Banco Central

Ecuatoriano. Pero quizá se olvidó completamente este punto por cuanto en su constitución no se

nota que haya querido otorgársele facultades propiamente bancarias. El Banco Central va a ser

en parte una especie de Compañía recaudadora y en parte Casa de Acuñación y de canje de

billetes. Esto es lo principal que se ha tenido en cuenta. En nuestro concepto, se ha olvidado lo

más importante (…)”.

Estos artículos fueron demoledores y desnudaban al proyecto, que se mostraba como un

monstruo burocrático alejado del concepto elemental de lo que era un Banco Central. Con la

discreta resolución de la Cámara de Comercio y los artículos de análisis técnico de El Telégrafo,

ese proyecto pasó al archivo. Estaba tan mal hecho, que nadie reclamó su paternidad.

El país no estaba listo todavía para un verdadero Banco Central. A pesar de que teníamos en el

país personas capaces para establecer el Banco Central de Emisión ecuatoriano, necesitábamos

que venga un extranjero y nos diga lo que ya se sabía que había que hacer.

Como hemos visto páginas atrás, el Partido Liberal lo había candidatizado a Víctor Emilio como

diputado suplente por la Provincia del Guayas y él aceptó por razón de que era improbable que

el suplente tuviera que ejercer el cargo, pues rara vez un diputado principal de una provincia

como Guayas, dejaba su puesto. Sin embargo, el día 1° de septiembre fue notificado por la

Gobernación que por haberse declarado la “inhabilidad del señor Manuel E. Castillo, la Cámara

resolvió llamar al señor Víctor Emilio Estrada como Diputado Suplente por esa provincia”.

Al día siguiente contestó al Gobernador y al Presidente de la Cámara de Diputados que en ese

día no podía principalizarse porque tenía un problema de fuerza mayor: Su hija Pilar estaba

enferma, pero que se posesionaría en los próximos días.

No tenemos más noticias al respecto, pero hemos visto que el día 6 de ese mes presentó el

informe sobre el Banco Central, a la Cámara de Comercio.

Presumimos que no se posesionó, al menos hasta después del 18 de septiembre, porque hay

actividad de él dentro del Banco los días 11 y 12, así como asistencia a una función de ópera, el

día 18, con el Sr. Lindbergh y su esposa. Es posible que haya concurrido al Congreso entre el 19

de septiembre y el cierre de las sesiones en octubre.

En sus archivos no se hace mención de que haya ocupado el cargo de diputado; además, esa

posición le habría permitido cabildear ante el Congreso en relación con el proyecto de Banco

Central en que acababa de trabajar, y eso habría quedado registrado.

En los meses subsiguientes, la economía del Ecuador continuó en franco deterioro, con la crisis

del cambio en aumento, restricción a los créditos y baja del movimiento comercial y agrícola.

Los conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo por la situación económica, se agravaron al

punto que se intercambiaron insultos entre el Ministro de Hacienda y un Diputado, lo que

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terminó en un duelo para salvar el honor de las partes ofendidas, afortunadamente sin

consecuencias físicas.

La situación se hacía cada vez más difícil para el Gobierno. El Congreso censuró al Ministro de

Hacienda, para luego rehabilitarlo y otra vez censurarlo. Esto causó la renuncia de Aguirre y su

retiro del cargo. Le costó al Presidente Tamayo reemplazarlo, pues nadie quería hacerse cargo

de un grave y difícil problema.

Después de la experiencia del año 1920, el bazar El Trébol se había convertido en una sociedad

anónima con $100.000 de capital, y si bien mantenía el almacén, su negocio estaba en las ventas

al por mayor. Durante el año 1921 se vendió la mercadería que había comprado Adolfo y se

pudo pagar los giros a medida que se vencían. No hubo mayor beneficio en relación con el

esfuerzo, si se lo comparaba con el negocio del Aguardiente. Intentarían nuevamente darle

impulso al negocio con su nueva organización. El 1° de diciembre de 1921, se publicó el primer

aviso de El Trébol para esa temporada de compras:

Lo siguieron otros avisos con imaginativas promociones, pero la competencia también colocó

sus avisos, y de mejor calidad y tamaño que los de El Trébol.

El nexo con el Banco Comercial y Agrícola continuaba siendo esencial para el negocio. Pero a

pesar del gran esfuerzo realizado por Adolfo, no se logró que fuera el éxito esperado.

Eventualmente sería liquidado, quedando tablas los tres socios.

El Hotel Ritz continuaba prestando servicio al turismo y recibió a artistas internacionales que

llegaron a Guayaquil, así como a personajes importantes. Pero como negocio no fue lo que se

había proyectado y, eventualmente, Víctor Emilio, Adolfo y Rogelio vendieron su participación.

Fueron dos sueños de negocios cuyo fracaso práctico se constituyó en una lección para Víctor

Emilio. Por el momento, se dedicaría a hacer lo que sabía que estaba haciendo muy bien:

gerenciar La Previsora para elevarla hacia las cumbres de la banca ecuatoriana.

Ya llegaría el momento de emprender en futuros negocios, cuando tuviera lo suficientemente

maduros a los socios que estaba criando en su hogar. Con Adolfo continuaría haciendo uno que

otro negocio, como veremos más adelante, pero nada tan formal y organizado como habían sido

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el Bazar y el Hotel. Serían negocios cortos y de oportunidad, para poder liquidar cuentas

rápidamente. Con Rogelio, el destino se encargaría de impedir que volvieran a ser socios.

El 29 de diciembre de 1921 se publicó en El Telégrafo el siguiente aviso de La Previsora:

“De orden del Directorio cito á Junta General Ordinaria para conocer el Balance de

operaciones en el segundo semestre del presente año y para elegir Directores y consejero en

reemplazo de los que terminan su período legal. La sesión tendrá lugar en la Cámara de

Comercio, el día 4 de Enero próximo á las 8 y media p.m.

Igualmente cito á Junta General Extraordinaria para dar segunda lectura á las reformas de los

Estatutos, relativas á ampliar la sección Seguros. Esta sesión tendrá lugar en el local de la

Cámara de Comercio, el 4 de Enero próximo á las 9 y media p.m.

Por La Previsora,

V. E. Estrada, Gerente”.

Al 31 de diciembre, los depósitos habían alcanzado la cifra de $1.159.000. No era el mejor

momento del Banco, pero estaba muy bien para la situación económica general del país y el

resultado de los demás bancos.

En un acto sorprendente, el Director del diario El Universo escribió a Víctor Emilio el 22 de

enero de 1922, solicitándole su opinión sobre dos puntos relacionados con la economía. Era raro

que se pidiera la opinión de uno de los articulistas económicos de su más grande rival, El

Telégrafo.

Víctor Emilio contestó a los dos puntos planteados por don Ismael Pérez, con una carta de cinco

páginas y dos anexos, a máquina y a renglón seguido.

Veamos unas cuantas líneas de la primera página y otras de la última.

“Muy apreciado señor mío:

He recibido su carta relativa a indagar mi opinión sobre si (1) ‘debe o no mantenerse en

vigencia el Decreto que fija el tipo de cambio en 360%’ (o sea 3,60 sucres por dólar) i (2) ‘la

fórmula que, sin derogar dicho decreto, salvara al comercio de la grave situación que aquel

tipo le ha creado’ i, naturalmente, dicha carta ha recibido de mi parte toda la atención que el

asunto merece i a U. debo.

Las meditaciones que sus preguntas sugieren, me afirman en mi anterior convencimiento – ya

expresado – de que todos los Decretos ejecutivos o legislativos i las polémicas que se

promueven cuando se dictan o se derogan para subir o bajar in nómine los cambios, no son

otra cosa que accidentes esporádicos de un fenómeno más sustancial i mui simple al que el país

está empeñado en interpretar en el sentido más erróneo.

Recuerdo haber tenido la oportunidad de rebatir a un conocido cronista que, en un Diario

local, abogaba por la fijación de precios, citándole, a mi vez, hechos concretos i experiencias

controladas de ese erróneo procedimiento cuando en Francia se lo puso en práctica el año

1304…” (anécdota sobre fijación de precios, lo que causó desabastecimiento).

Y de la última página:

“Aquí nada, absolutamente nada hemos hecho para que los cambios bajen. Ninguna de las

deficiencias originales, básicas, han sido atacadas ni por el esfuerzo individual ni por el

Estado. El problema sustancial está en pié, con mayor fuerza i gravedad cada día que pasa.

Posiblemente un alza momentánea del cacao aquí o en New York llene las fáciles esperanzas de

nuestro carácter, pero en cuanto esa reacción pruebe ser pasajera sentiremos de nuevo la

rudeza del problema que se nos presenta ahora en toda su desnudez porque las condiciones del

mundo han variado mui de prisa en los últimos años, i por otra parte el país ha aprendido a

consumir más, sea por la vía del confort i el lujo, sea acariciando ideas de progreso que

requieren la importación de elementos nuevos o materias para las industrias, transportes, & &.

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357

Estas son, Señor Director, mis ideas generales respecto a la cuestión cambios, i al exponerlas

creo haberlo hecho con la franqueza debida, restándome solamente pedir excusas a U. i al

lector por las indudables deficiencias que en la presente hai.

Soi atento i agradecido servidor”.

Los anexos contenían la historia de la cotización del dólar, oficial y libre, desde el año 1913 en

que había comenzado a $2,05, hasta diciembre de 1921, en que se cotizó a $4,20.

Hacia mediados de enero de 1922 recibió dos nombramientos: El día 17 como vocal de la

Cámara de Comercio de Guayaquil y el 19 como Comisario suplente de la Compañía Nacional

de Teléfonos.

El nombramiento de vocal de la Cámara de Comercio es algo sorprendente, y más aún lo es que

lo haya aceptado, pues era la misma cámara que había actuado con tanta saña para destruir la

Compañía Nacional Comercial, lo que había afectado muchísimo a su padre y le había

representado una pérdida personal de $5.000, y como hemos visto, Víctor Emilio no perdonaba

fácilmente.

El que haya aceptado ser parte del Comité que estudió el proyecto del Banco Central era una

cosa, pues era algo pasajero y puntual, pero entrar a formar parte del directorio, era otra cosa.

Sin embargo, es obvio que La Previsora tenía que hacer negocios con los miembros de la

Cámara, y de hecho tenía como Presidente de su directorio a un ex Presidente de ella. No fue

una claudicación de principios (el fin justifica los medios), sino más bien un acople a la realidad.

Él trabajaría por el progreso del Banco y de su familia, porque era una realidad que tenía que ser

enfrentada, pero tanto él como el Banco se mantendrían regidos por los claros principios con

que se habían iniciado en la vida pública.

La Junta de Embellecimiento de Guayaquil lo nombró Comisionado Principal de Avenidas para

el año 1922, cargo honorífico que desempeñó con su usual fervor cívico. Cumplió asimismo,

con la representación de varias entidades en el reparto de los impuestos al aguardiente.

También participó en comisiones de estudio de la Cámara de Comercio, en relación con temas

económicos y financieros.

El 9 de febrero de 1922, participó en una fiesta dada por El Telégrafo en preparación de la

celebración de un nuevo aniversario de su fundación.

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En esta interesante fotografía podemos ver a Víctor Emilio, sentado, segundo desde la izquierda.

Al centro, don Alfredo Baquerizo Moreno. Atrás de él a su izquierda, don José Abel Castillo y a

su izquierda, sentado, don Julio Burbano Aguirre. Don Bettino Berrini está parado, con lentes, a

la derecha de la columna que se ve atrás de Víctor Emilio.

2° aniversario de La Previsora

El 3 de mayo de 1922 La Previsora cumplió su segundo año de operaciones. Víctor Emilio no

estaba en Guayaquil, pero recibió por correo copia del Balance a ese día y por ello, el 14 de

mayo, envió un telegrama al Gerente interino, al Contador y los empleados:

“Al leer el mejor balance de La Previsora presentado en los días precisos que cumple el

segundo año de su fundación, he sentido no estar al lado de ustedes en este aniversario, pero

con mi pensamiento estoi allá compartiendo con mis compañeros de trabajo el legítimo orgullo

i satisfacción justísima de haber cooperado al surgimiento de esa empresa bancaria que, a

despecho de sus opositores i hasta calumniadores, se ha impuesto en el ánimo del público i del

comercio de Guayaquil con la limpieza de sus procedimientos, la extensa publicación de sus

balances i operaciones en general, i la amplitud de miras, en practicas i propósitos, para

beneficiar a todos los que por su propia voluntad i criterio crean i quieran seguir creyendo en

la seguridad i ventajas que ofrecemos i cumplimos.

Hoy La Previsora ocupa ya el tercer lugar entre los institutos bancarios de Guayaquil por la

cuantía de sus depósitos que, en materia de bancos es el único exponente de su crédito.- Por eso

al felicitarles en nuestro segundo aniversario les envío votos i deseos para que sigamos

conservando el buen nombre de cada uno i cumpliendo como hasta hoy nuestro deber, en

servicio de nuestra compañía i de sus clientes a quienes tanto debemos nuestro éxito.

Afectísimo compañero i amigo,

V. E. Estrada

Gerente”.

Para el 31 de mayo de 1922, estas eran las cifras de La Previsora, comparadas con las del 31 de

mayo de 1920:

Fecha

Depósitos $

Caja y Bancos $

Ratio

Reserva –

Depósitos

Cartera $

Títulos

Fiduciarios $

Hipotecas $

Seguros de

Renta $

Mayo 31, 1920 191.000 143.000 80% 66.000 0 0 0

Mayo 31, 1922 1.940.000 306.000 21% 934.000 971.000 805.000 670.000

El crecimiento era firme y sostenido. Lo mejor estaba aún por venir.

¿Y dónde estaba Víctor Emilio el día del 2° aniversario de La Previsora? En New York,

iniciando los primeros contactos oficiales y directos con bancos de la capital financiera de los

EE. UU.

Su primera visita fue al Guaranty Trust Company, y luego a otros bancos, a quienes acudió con

cartas de presentación del Banco Comercial y Agrícola y de la entonces poderosa firma

exportadora L. Guzmán e Hijos, que mantenía importantes cuentas en algunos bancos.

Víctor Emilio iba con ideas novedosas y estaba al día con la evolución de la teoría y técnica

bancarias, de tal manera que sus conversaciones con banqueros experimentados eran fructíferas.

Iba a promover el servicio de cobranzas en el Ecuador, que pensaba implementar en La

Previsora, negocio que sería de mucha importancia en pocos años.

Si bien el éxito de esta misión fue limitado, por el tamaño de la Institución que representaba,

dejó establecidas relaciones que le abrirían puertas muy amplias en el futuro cercano.

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El 16 de mayo recibió una comunicación del Ministerio de Hacienda, fechada 13 de mayo, que

lo involucraría, a pesar suyo, en la vorágine gubernamental del manejo económico.

“Me es grato llevar a conocimiento de usted el siguiente Acuerdo Ejecutivo, expedido en esta

fecha:

‘N° 10.250.- El Presidente de la República,- De conformidad con el Decreto Ejecutivo de hoy,

por el cual se establece en Guayaquil una Junta presidida por el señor Gobernador de la

provincia del Guayas e integrada por dos ciudadanos que designare el Ejecutivo, con el

encargo de estudiar y proponer al Gobierno las medidas convenientes para regularizar el tipo

de cambio e impedir la especulación en la venta de Letras sobre el exterior; y teniendo en

cuenta el patriotismo y amplios conocimientos que distinguen a los señores don Víctor Emilio

Estrada y don Juan de Dios Martínez Mera, para aconsejar al Ejecutivo en asunto de tan vital

importancia para la vida económica del país;- ACUERDA:- Designar a los señores Estrada y

Martínez Mera como Miembros de la referida Junta.- COMUNIQUESE.- Palacio de Gobierno,

en Quito, a 13 de mayo de 1922.- Por el señor Presidente de la República, el Ministro de

Hacienda, E. Cucalón’

Intereso a usted tomar el mayor empeño en llevar a feliz termino los trabajos que el Gobierno

ha tenido a bien encomendarle”.

Al nombramiento le adjuntaron la copia del Decreto, que facultaba a la Junta para estudiar la

situación y recomendar al Gobierno “la medida que juzgare más eficaz para reprimir el abuso

en referencia”.

Comenzaba con este nombramiento un período de gran creatividad para Víctor Emilio, pero

también uno de gran frustración, pues la notoria indecisión del Presidente le impidió

implementar las medidas que le recomendaron los miembros de esta Junta para sanear la

economía nacional, ya que no se podía tratar del asunto tipo de cambio o letras aisladamente del

resto de la economía, algo que el Dr. Tamayo y muchos “expertos” jamás quisieron comprender.

Víctor Emilio cumple 31 años

Víctor Emilio había pasado su trigésimo primer cumpleaños, el lunes 22 de mayo de 1922, en

unión de su familia en la quinta La Esperanza. Sus cinco hijos estaban bien en términos

generales, aunque preocupaba la salud de Pilar, de 7 años, quien ya tenía señales de su problema

espinal, que se iría agudizando con el crecimiento. Pepe, de 3 años, era enfermizo y muy

delgado. Isabel Victoria, de 8 años, con Emilio de 6 y Julio de 4 años, ya más grandes y

robustos, alegraban el ambiente familiar con su chispa y sus travesuras.

Una vez resuelto el asunto de cuando y donde residir, los problemas de la pareja se

desvanecieron. Isabel y los chicos pasaban el verano en la quinta y los meses de lluvia en la casa

de 9 de Octubre o en Posorja. Ya se iniciaba la construcción de la Villa Pilar, con bases y pisos

de cemento y paredes de material mixto, revestido con cemento, en el solar que había quedado

delineado claramente al abrirse la extensión de la calle de la Industria, el cual estaba separado

del terreno más grande, que aún constituía la quinta La Esperanza.

Se esperaba que la Villa Pilar sí fuera adecuada para resistir las plagas de insectos que habían

condenado a una corta vida a la Villa La Esperanza.

Hasta este punto Víctor Emilio había vivido la mitad de su vida. Esta etapa de ella había sido la

de formación y de comienzo de la adultez. Luego, en la segunda, vendrían sus mayores logros,

ya consolidado como una autoridad nacional en economía y finanzas, con reconocimiento y

creciente prestigio a nivel internacional.

Con sus cinco hijos en proceso de crecimiento y educación, y tres hijos más por venir, se vivía

la primera etapa de crecimiento de la familia, la cual se mantuvo unida bajo la cariñosa tutela

paternal y la activa dirección maternal.

Fin del primer volumen.

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Fuentes

Bibliográficas

Biblioteca Municipal de Guayaquil

Biblioteca Carlos A. Rolando

Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit

Biblioteca de Julio Estrada Icaza

Biblioteca del Autor

Documentales

Archivo de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga

Archivo de Julio Estrada Icaza

Archivos varios de la familia Estrada Icaza

Archivo de Antonieta Palacios Jara

Archivo Nacional del Ecuador

Archivo Histórico de la Cancillería

Archivo Histórico de la Biblioteca Municipal de Guayaquil

Instituto Geográfico Militar

Archivo del Autor

Periodísticas

Hemeroteca de la Biblioteca Municipal de Guayaquil

Hemeroteca del Archivo Histórico de la Biblioteca Municipal de Guayaquil

Hemeroteca de la Biblioteca Carlos A. Rolando

Hemeroteca de la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit

Hemeroteca de El Telégrafo

Hemeroteca de El Universo

Hemeroteca de El Comercio de Quito

Archivo de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga

Archivo de Julio Estrada Icaza

Archivo de Antonieta Palacios Jara

Archivo del Autor

Fotográficas

Álbumes de la familia Estrada Icaza

Álbumes de Isabel Estrada Icaza de Jurado

Álbumes de María del Pilar Estrada Icaza de Gallardo

Álbumes de la familia Icaza Medina

Álbum de Francisca Estrada Sciacaluga

Álbum de Lola Arízaga Luque

Álbum de David Miranda Franco

Colección de Julio Estrada Icaza

Colección de Leonor Estrada de Vinueza

Colección de Ricardo Estrada Estrada

Colección de Antonieta Palacios Jara

Colección del Autor

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Tabla de contenido

VIDA DE UN HOMBRE .................................................................................................. 1

Víctor Emilio Estrada Sciacaluga ............................................................................................... 1 Volumen 1 – 1891-1922 ............................................................................................................. 1

Años de formación y ............................................................................................................... 1 Comienzo de la adultez ........................................................................................................... 1

Créditos y Registros .................................................................................................................... 2

Contenido General ....................................................................................................................... 3

Citas fundamentales ..................................................................................................................... 5

Notas para la lectura .................................................................................................................... 6

Dedicatoria .................................................................................................................................... 7

Agradecimientos ........................................................................................................................... 7

Prólogo .......................................................................................................................................... 8

Parte 1° 1855 - 1890................................................................................................................... 11 La formación de un padre ejemplar .......................................................................................... 11

Capítulo 1 .................................................................................................................................. 12

La vida de Emilio Estrada Carmona desde 1855 hasta 1890. ............................................... 12 Prisión, muerte de la esposa y fuga .................................................................................... 16 Retorno al Ecuador ............................................................................................................. 18

Trabajo y compañera .......................................................................................................... 19 Matrimonio ......................................................................................................................... 21

El hogar .............................................................................................................................. 21

Trabajo ............................................................................................................................... 22 El artista ............................................................................................................................. 22

Parte 2° 1891 - 1900.................................................................................................................... 25 Capítulo 2 – Mayo de 1891 ....................................................................................................... 26

Nace un niño en Guayaquil ................................................................................................... 26 Capítulo 3 – Niñez .................................................................................................................... 26

Muere Millet ....................................................................................................................... 29

Nace Panchita ..................................................................................................................... 29 Triunfa la Revolución Liberal ............................................................................................ 29

Emilio toma una decisión un poco audaz ........................................................................... 30 Administrador de la Empresa de Carros Urbanos .............................................................. 32 Nace María Luisa, casa nueva y muere la abuela Amalia .................................................. 33 La política comienza a ejercer su influjo y a demandar su tiempo .................................... 34 Aversión por los cargos públicos ....................................................................................... 35

Las finanzas públicas – La Sociedad de Crédito Público .................................................. 36 La educación del hijo ......................................................................................................... 37

La vida en el hogar ............................................................................................................. 37 Un autor influyente ............................................................................................................ 39

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El primer incendio del Colegio San Vicente ...................................................................... 41

Se reconocen trabajos del padre ......................................................................................... 41 Víctor Emilio va al San Vicente ......................................................................................... 42

Otra vez la política – Candidatura presidencial ................................................................. 42

Parte 3° 1901 - 1910.................................................................................................................... 45 Capítulo 4 – Educación y adolescencia .................................................................................... 46

Continúan los años colegiales ............................................................................................ 46 La amistad de Emilio con el Gral. Eloy Alfaro .................................................................. 47

Perito por ambas partes ...................................................................................................... 48 Arquitecto sin título ............................................................................................................ 48 Continúa la educación de Víctor Emilio ............................................................................ 49 Se establece la fábrica La Victoria ..................................................................................... 51

De Humanidades a Bachillerato ......................................................................................... 52 Política y estudios .............................................................................................................. 53

Capítulo 5 – Aventura revolucionaria ....................................................................................... 55

“La más injusta de nuestras revoluciones” ......................................................................... 55 Una lección de humanidad y de política ............................................................................ 59 Incidente en el Vicente Rocafuerte .................................................................................... 60

Capítulo 6 – Otra aventura, esta vez en el mar ......................................................................... 60

Un crucero de instrucción y mantenimiento ...................................................................... 60 El buque en Valparaíso ...................................................................................................... 63

Regreso a casa .................................................................................................................... 69 Capítulo 7 – De regreso en casa ................................................................................................ 71

En Guayaquil – Crisis familiar ........................................................................................... 71

Fin de los estudios .............................................................................................................. 73 Viaje a Europa en 1906 ...................................................................................................... 73

De regreso en Ecuador ....................................................................................................... 76 Los contratos del Ferrocarril – Ejemplos de la amistad con Alfaro ................................... 78

Capítulo 8 – Comienza a trabajar.............................................................................................. 80 Víctor Emilio comienza a trabajar ..................................................................................... 80 Trabajando en la fábrica La Victoria.................................................................................. 80 Amistades de niñez ............................................................................................................ 81

Popularidad ........................................................................................................................ 82 La revista Patria .................................................................................................................. 82 La Compañía Nacional Comercial ..................................................................................... 88

Capítulo 9 – Crisis familiar y viaje a Europa ............................................................................ 90

1908, un año agitado .......................................................................................................... 90 Parten a Europa .................................................................................................................. 91 Emilio informa de su viaje ................................................................................................. 94

Fin de una relación de 14 años de trabajo .......................................................................... 96 Conflictos con amigos y enemigos .................................................................................... 96 1909, un año de sufrimiento y dolor .................................................................................. 97

Capítulo 10 – La vida continúa ............................................................................................... 100 La vida continúa - 1910 .................................................................................................... 100

Emilio se enamora ............................................................................................................ 101 Víctor Emilio también enamorado ................................................................................... 106

Parte 4° El año 1911 ................................................................................................................. 109 La política muestra su verdadera faz ...................................................................................... 109 Capítulo 11 – El último año de Emilio Estrada Carmona ....................................................... 110

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Campaña presidencial ...................................................................................................... 110

Efectos post-electorales .................................................................................................... 117 La organización revolucionaria de Emilio María Terán. ................................................. 118

Don Emilio agradecido con el pueblo. ............................................................................. 118 El intento de arrendar las Galápagos ................................................................................ 118 Se funda el periódico La Unión. ...................................................................................... 120 Matrimonio de don Emilio con Lastenia Gamarra Menéndez. ........................................ 122 Don Emilio y su familia van a Quito ............................................................................... 123

Se funda periódico La Constitución ................................................................................. 124 Acusaciones infames ........................................................................................................ 126 Comienza a fraguarse la Revolución Constitucional ....................................................... 127 La conferencia del 27 de julio .......................................................................................... 132 María Luisa se casa .......................................................................................................... 139

Se precipitan los hechos ................................................................................................... 139 Capítulo 12 – El 11 de Agosto ................................................................................................ 141

Se pone en marcha la Revolución Constitucional. ........................................................... 141 Renuncia del presidente Alfaro y acontecimientos posteriores ....................................... 147 En medio de la revuelta, los negocios continúan ............................................................. 154 Un muchacho de calzones y expedito… y una premonición. .......................................... 159

“Explendido Triunfo” ....................................................................................................... 160 Don Emilio viaja a Quito para la posesión del mando ..................................................... 162

Capítulo 13 – La Presidencia de la República ........................................................................ 169 Don Emilio se posesiona como Presidente de la República............................................. 169 Se planifica la salida del país de los Alfaro ..................................................................... 170

Don Emilio gobierna ........................................................................................................ 173

La vida de enamorados con Isabel ................................................................................... 176

El Gabinete Ministerial .................................................................................................... 180 Salida al exilio del Gral. Eloy Alfaro ............................................................................... 180

El dedo en la llaga ............................................................................................................ 182 Se complica la salud de don Emilio ................................................................................. 183 La Compañía Nacional Comercial en entredicho ............................................................ 183

Otra vez los flavistas… .................................................................................................... 187

Carta a Chabelita .............................................................................................................. 191 Fin de una larga amistad .................................................................................................. 191 Víctor Emilio viajará a Europa como parte de una misión oficial ................................... 194 Don Emilio y su familia llegan a Guayaquil .................................................................... 197 Fallecimiento del presidente Estrada ............................................................................... 201

Parte 5° La vida sin su padre .................................................................................................. 203 Jefe de Familia ........................................................................................................................ 203

Capítulo 14 – A enfrentar el futuro ......................................................................................... 204 A enfrentar el futuro solo ................................................................................................. 204 La herencia de don Emilio ............................................................................................... 206 Una relación especial con el Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez .......................................... 210

Capítulo 15 – Matrimonio ................................................................................................... 216

Matrimonio con María Isabel Icaza Marín ....................................................................... 216 Capitán del Puerto de Guayaquil ...................................................................................... 222 Comprado el predio La Esperanza ................................................................................... 232 Destitución del cargo de Capitán del Puerto de Guayaquil .............................................. 234

Viviendo entre las casas de la calle Industria y Huancavilca, y La Esperanza ................ 241 El país enfrenta una nueva revuelta.................................................................................. 244

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364

El nacimiento de su primera hija ...................................................................................... 245

La provisión de agua para incendios de la población de Vinces ...................................... 248 Capítulo 16 – El destino marca el rumbo ............................................................................... 254

El destino marca el rumbo… ............................................................................................ 254 Se funda La Previsora ...................................................................................................... 256 En la Junta de Embellecimiento de Guayaquil ................................................................ 259 Sus primeras publicaciones: “El Problema Vital del Ecuador” ....................................... 261 Discusiones sobre sus opiniones sobre el Imperio Alemán en la I Guerra Mundial ........ 264

Nace su quinto hijo ........................................................................................................... 265 Su primera polémica periodística sobre economía y finanzas ......................................... 266

Parte 6° La Previsora ............................................................................................................... 273 Encuentro con el destino ..................................................................................................... 273

Capítulo 17 – La Previsora ..................................................................................................... 274 La Previsora se prepara para iniciar operaciones ............................................................. 274 Envío de sus obras a Víctor Hugo Escala ........................................................................ 280

Salida del puesto de Interventor de la tesorería de hacienda del Guayas ......................... 282 Gerente de La Previsora ................................................................................................... 283 Los consejos de un banquero experimentado ................................................................... 285 Controversia con el Gerente General del Banco del Ecuador .......................................... 288

La Previsora abre sus puertas ........................................................................................... 293 Los dilemas de la quinta La Esperanza y la casa de 9 de Octubre ................................... 301

Capítulo 18 – Empresario Privado .......................................................................................... 304 Se emprenden nuevos negocios ....................................................................................... 304 Un pedido del Presidente electo ....................................................................................... 305

El Trébol, el Hotel Ritz y otros negocios ......................................................................... 306 Primer paso Oficial para aprobar la reforma del Estatuto de La Previsora ...................... 318

Inauguración del Hotel Ritz ............................................................................................. 325 Capítulo 19 – La situación económica a partir de 1920 ......................................................... 331

La situación económica en 1920 – Las Juntas Consultivas ............................................. 331 Balance de La Previsora al 31 de diciembre de 1920 ...................................................... 336 Se enfrían un poco las relaciones con don Pancho Urvina .............................................. 339 Corta polémica sobre el Estatuto reformado de La Previsora .......................................... 339

Carta de la Mercantile Oversea Corporation .................................................................... 341 Datos de Filiación ............................................................................................................ 344 1° aniversario de La Previsora ......................................................................................... 345 Moratoria o Conversión ................................................................................................... 351

Proyecto de Banco Central ............................................................................................... 352 2° aniversario de La Previsora ......................................................................................... 358 Víctor Emilio cumple 31 años .......................................................................................... 359

Fuentes .................................................................................................................................... 360 Bibliográficas ...................................................................................................................... 360 Documentales ...................................................................................................................... 360 Periodísticas ......................................................................................................................... 360 Fotográficas ......................................................................................................................... 360

Tabla de contenido ................................................................................................................... 361