Adicciones y Psicoanálisis

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Adicciones – Javier Arenas La adicción implica cierta fe en la existencia de algo externo al individuo que venga a calmar o a erradicar el malestar interno. Algo de fuera que venga a calmar lo de dentro. Ya sabemos que la fe es ciega. Incluso a la hora de ponerse en tratamiento, uno no quiere sufrir, no quier perder, no quiere pasarlo mal, no ha espacio para ning!n tipo de renuncia. "uave, si puede ser r#pido, me$or. "in embargo, todos sabemos que la vida no funciona as%, pues no ha cambio sin renuncia, no ha ganancia sin p&rdida. 'esde &ste punto de vista no es extra(o que tengan tanta demanda los tratamientos consistentes en curas de desintoxicación ultrarr#pida en las que mucha gente deposita su esperan)a de recuperación. *l otro d%a le%a acerca de un +novedoso tratamiento que erradicaba la adicción del su$eto en - horas. Y luego sólo era cosa de ir un par de veces al a(o a pasar por el esc#ner / +nuevo / 01ue me lo cuenten2 1uienes llevamos tanto tiempo traba$ando codo con codo, a pico pala en las )an$as del campo de lo adictivo sabemos que milagros no existen, que sólo un proceso terap&utico de largo recorrido logra remover la estructura sobre la que la adicción se asienta. A poco que uno piense en ello, aparece con claridad que m#s all# del s%ndrome de abstinencia asociado al consumo, ha una cuestión de h#bito de función de ese h#bito, eso es una huella dif%cil de borrar, una marca que requiere un traba$o largo que consiste en instalar la sombra del l%mite hacerla operativa3 en otras palabras, auda al su$eto a vivir con l%mites. 4isto as%, un tratamiento ultrarr#pido no viene m#s que a generar una ilusión de que +muerto el perro, se acabó la rabia / no es as%, la rabia contin!a. Y lo hace porque es el propio su$eto el que lleva en s% mismo las condiciones predisponentes para la adicción. 5ondiciones que no pueden cambiar de la noche a la ma(ana, porque inclue circuitos ps%quicos, afectivos de acción fuertemente arraigados en la estructura. La cosa requiere de su tiempo/ 6ero claro/ el tiempo es algo que no todo el mundo est# dispuesto a darse, sobre todo si uno est# acostumbrado a recompensas r#pidas. 7no quiere

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Psicoanálisis y Adicciones

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Adicciones Javier Arenas

La adiccin implica cierta fe en la existencia de algo externo al individuo que venga a calmar o a erradicar el malestar interno. Algo de fuera que venga a calmar lo de dentro. Ya sabemos que la fe es ciega.

Incluso a la hora de ponerse en tratamiento, uno no quiere sufrir, no quiere perder, no quiere pasarlo mal, no hay espacio para ningn tipo de renuncia. Suave, y si puede ser rpido, mejor. Sin embargo, todos sabemos que la vida no funciona as, pues no hay cambio sin renuncia, no hay ganancia sin prdida.

Desde ste punto de vista no es extrao que tengan tanta demanda los tratamientos consistentes en curas de desintoxicacin ultrarrpida en las que mucha gente deposita su esperanza de recuperacin. El otro da lea acerca de un novedoso tratamiento que erradicaba la adiccin del sujeto en 72 horas. Y luego slo era cosa de ir un par de veces al ao a pasar por el escner y nuevo Que me lo cuenten!

Quienes llevamos tanto tiempo trabajando codo con codo, a pico y pala en las zanjas del campo de lo adictivo sabemos que milagros no existen, que slo un proceso teraputico de largo recorrido logra remover la estructura sobre la que la adiccin se asienta. A poco que uno piense en ello, aparece con claridad que ms all del sndrome de abstinencia asociado al consumo, hay una cuestin de hbito y de funcin de ese hbito, y eso es una huella difcil de borrar, una marca que requiere un trabajo largo que consiste en instalar la sombra del lmite y hacerla operativa; en otras palabras, ayudar al sujeto a vivir con lmites.

Visto as, un tratamiento ultrarrpido no viene ms que a generar una ilusin de que muerto el perro, se acab la rabia y no es as, la rabia contina. Y lo hace porque es el propio sujeto el que lleva en s mismo las condiciones predisponentes para la adiccin. Condiciones que no pueden cambiar de la noche a la maana, porque incluye circuitos psquicos, afectivos y de accin fuertemente arraigados en la estructura. La cosa requiere de su tiempo

Pero claro el tiempo es algo que no todo el mundo est dispuesto a darse, y sobre todo si uno est acostumbrado a recompensas rpidas. Uno quiere hacer algo consigo mismo, pero que no cueste mucho, porque si cuesta, ya no interesa. Y de eso se trata si bien todo el mundo quiere salir del mundo del consumo, muy pocos estn dispuestos a realizar el sacrificio que ello supone. Esa sera la pregunta: hasta qu punto est uno dispuesto a perder?

El otro da, conversando con un compaero que lleva tambin unos cuantos aos tratando personas con problemas adictivos, surga la pregunta sobre lo que lleva a los individuos a demandar tratamiento; y coincidamos en una cuestin: no he encontrado nunca a alguien que quiera dejar realmente las drogas. Se trata de una dura afirmacin que sin embargo tiene una explicacin.

El paciente no quiere dejar de consumir, sino dejar de sufrir las consecuencias negativas del consumo. Si fuese posible, seguira anestesindose y beneficindose de los efectos buscados del consumo sin vivir el infierno que conlleva. Y en ese intento de buscar un equilibrio vive constantemente, empeado en encontrar el punto de consumo controlado, alimentando el engao de poder coger las riendas de una cabalgadura desbocada.

As que el paciente acude a tratamiento cuando su particular manera de mantener a raya el malestar termina fracasando, cuando su tinglado adictivo ya no se sostiene y no le sirve para controlar a un cuerpo descontrolado o a una familia que se queja. En pocas palabras: acuden porque algo o alguien les corta su particular idilio con el consumo. De lo contrario seguiran.

No quiere decir esto que no haya personas que deciden salir de las drogas. Pero se trata de eso, de una decisin fruto de un balance donde hay algo que dej de compensar a pesar de seguir imaginndose gustoso. Mientras tanto uno queda vendido, a merced de un impulso que se hace amo y gobierna por y sobre el individuo.

Posted in Adicciones | Deja un comentario21ENE 2013Adicciones. Acto I. La herida y el cuchillo.

Adicciones. Acto I.

La herida y el cuchillo[1].

Carlos Garca Requena[2]

RESUMEN: Tratar de hacer una pequea fotografa que pudo ser hecha de muchas maneras. Encuadre, enfoque y disparo son los pasos previos a un revelado cuyo resultado es un sobrevuelo de la problemtica adictiva desde diferentes ngulos. En el encuadre plantear poner de relieve la vertiente del sujeto ms all de la sustancia; en el enfoque moveremos la ptica para asomarnos al encuadre grupal como herramienta teraputica; y en el disparo, dar cuenta de una sesin de psicodrama donde lo anterior quedar parcialmente retratado.

Suprimid el opio () No impediris que haya almas destinadas al veneno que fuere. Veneno de la morfina, veneno de la lectura, veneno del aislamiento, de los coitos repetidos, (). Quitadles un recurso de locura, e inventarn otros mil absolutamente desesperados.

Antonin Artaud.

Encuadre.

Existen diferentes ngulos desde los que contemplar el fenmeno adictivo, diferentes discursos que marcan el camino para diferentes abordajes donde quedan privilegiados ciertos aspectos en detrimento de otros. No hay un discurso que sirva por completo para dar cuenta de un fenmeno tan amplio y complejo, pero el lugar desde el que se mira la cosa, marca el camino de la interaccin con ella. Partamos de la vieja cuestin de huevo o gallina: sujeto? sustancia? Difcil respuesta.

La adiccin es muchas veces concebida como un mal que infecta al sujeto, que le invade y contamina, desestructurando su vida. El sujeto se vive victimizado en relacin a ese demonio externo que le posey, aquel que a toda costa hay que extirpar. Y esa es la demanda que le hace al otro: quteme ste mal de encima o deme un pastillita que me lo quite. Desde sta perspectiva, el adicto pide y el profesional propone, pero en un baile sin sentido.

No negar aqu que las sustancias, por s mismas, tienen un potencial adictgeno y que las consecuencias de su uso continuado en los sujetos y sus sistemas neurales son devastadoras. Eso es evidente. Pero para poder ver salida a la problemtica relacin del sujeto con las drogas ms all de combatir el frmaco con el frmaco, tenemos que introducir un elemento ms que hace posible el viraje: el propio sujeto[3].

Conviene entonces plantear la problemtica adictiva desde el punto de vista del sujeto, y no desde la sustancia, pues es ste y su estructura psquica, construida a lo largo de toda su historia, las que le dan valor al objeto droga[4] y la colocan en un lugar especial. Por lo tanto, la adiccin no es tanto el punto de partida, sino un punto de llegada, preparado a lo largo del tiempo por los peculiares procesos de constitucin del sujeto[5].

Todos tenemos carencias y tratamos de negarlas de alguna manera. El desamparo constitutivo es universal y el ser humano se las apaa de diversas maneras para construir un velo en torno a esa realidad. Hay un fondo comn y compartido que nos predispone a la dependencia, pero que alcanza, en algunos sujetos, intensidades fuera de lo comn, establecindose, con sus respectivos objetos, vnculos mortferos.

La gama de objetos a las que un ser humano se engancha en un intento de negar realidades, es variada. Cualquier cosa puede ser elevada al rango de adictiva[6]. Aunque las consecuencias de la dependencia a los distintos objetos, conductas, etc. no son las mismas, los mecanismos psquicos subyacentes al vnculo dependiente s lo son. Cualquier objeto puede ser objeto adictivo, lo que nos abre la posibilidad de pensar la adiccin ms all de la sustancia y concebirla como una forma enferma de relacin sujeto-objeto.

Hablaremos entonces de la toxicomana como una patologa psquica, que si bien tiene toda una vertiente de enganche qumico, ste viene a instaurarse sobre un suelo enfermizo, una particular disposicin de estructuras psquicas que allanan el camino y favorecen el encuentro fatal. En palabras de Vctor Korman, el fenmeno de la adiccin se asienta sobre la estructura del sujeto que, en mayor o menor medida, presenta una cierta aluminosis psquica[7]. El sujeto adicto es psicodependiente antes que drogodependiente[8].

El sujeto sujetado a las drogas6, no quiere saber de problemas, de dolor, de malestares ni inquietudes, no quiere saber del esfuerzo ni de nada que venga a ocupar el lugar del lmite. Todo lo que huela a simblico, a tercero[9], a frustracin o castracin, es vivido por l como desgarrante. No ha habido un adecuado pasaje edpico que regule la precariedad y resignifique la trama de inscripciones identificatorias narcisistas previas[10], de manera que, en trminos generales, lo simblico, como marca de la parcialidad y del lmite, no ha podido inscribirse operativamente y no queda disponible para su funcin reguladora[11]. Esto implica quedar a merced del sustrato narcisista previo, instalado, en mayor o menor medida, en un rgimen imaginario salvaje donde la droga tiene un papel de alimentar fantasas y esperanzas insostenibles. Recurro a las palabras de Javier Arenas sobre la consecuencia de este pasaje edpico deficiente: ms que quedar dotados de un narcisismo trfico capaz de ayudarles a amortiguar los avatares vitales, han quedado presos de un narcisismo voraz y canbal[12], que les lleva a la vivencia de un mundo de todo o nada en el que quedan instalados en el intento de negar la falta, el vaco, la ausencia, el duelo. En ste sentido, la aluminosis psquica es la consecuencia de un deficiente proceso de simbolizacin, de inscripcin del lmite y, en definitiva, de cierta miseria simblica6 donde el consumo compulsivo de droga tiene el papel de ser una muleta imaginaria, una ortopedia identitaria, el parche que el sujeto intenta ponerle a una herida que cada vez sangra ms.

Sin embargo, no todas las heridas son iguales. Aunque ste lugar y hoy no sern el lugar ni el momento adecuados para discutir al respecto, al menos he de sealar que las drogodependencias tendrn matices e implicaciones diferentes en funcin de la estructura sobre la cual vengan a situarse[13] y de la funcin que cumplan dentro de ella.

En general, podemos decir que las drogas pueden cumplir funcin de suplemento y de suplencia[14]. Como suplemento, tienen un valor de prtesis narcisista o complemento flico imaginario que trata de reducir la distancia entre la realidad y el ideal. Por lo tanto, tiene el papel de compensar la insuficiencia. Lo intolerable en ste caso es la castracin, y la droga sirve para apuntalar un montaje narcisista orientado a zafarse de ella. Se trata de un suplemento imaginario que permite sostener la bandera flica y el reconocimiento al precio de quedar estancados y congelar el deseo. Hablar de suplencia supone colocar algo donde debera de haber otra cosa. Cuando la falta de inscripcin simblica dificulta el anudamiento de experiencias corporales inquietantes (emergencias de Lo Real) a una trama de significados, el sujeto queda preso de una angustia de aniquilacin. El consumo es aqu la consecuencia de una incapacidad para dar sentido a la propia vivencia y un intento de silenciamiento a toda costa. El sujeto se convierte en relojero de su propia mquina[15], en vigilante perpetuo y silenciador. La droga viene a adormecer el resultado de un desorden bsico, de una desestructuracin angustiante que aboca al sujeto al abismo.

Otras toxicomanas se han instalado en torno a una problemtica de duelo imposible, donde, en vez de un retejido sobre la falta del objeto, hay un intento de obturacin con un objeto anmalo, externo, anestsico, que eterniza el duelo por la falta real. Si el consumo era una especie de medicacin contra la depresin, la abstinencia implica entonces, una vuelta al vaco.

En definitiva, el montaje adictivo tiene por funcin el otorgar una estabilidad relativa cuando no se cuenta con el recurso del sntoma[16]. Resguardan un precario equilibrio del ego protegiendo de lo insoportable. Sin embargo, nada dura eternamente, tras cada dosis, vuelve la sombra.

El impulso del cuerpo empuja constantemente, y lo siniestro se manifiesta peligrosamente, de manera que el sujeto, incapaz de hablar de lo que le pasa (de simbolizarlo en palabras), encuentra de nuevo en el acto de consumo, una forma de acallar la voz de la pulsin. Podemos decir entonces que el acto de consumo est motorizado por el empuje pulsional y supone un modo de satisfaccin autoertico y negador del lazo con el otro. En la toxicomana, lo pulsional gobierna la economa psquica y su descarga se realiza directamente en el acto (de drogarse), pues no hay intermediario psquico (el sujeto est desplazado).

El acting es la prueba de que el sntoma fracas como recurso de anudamiento y sostn, y en su versin adictiva tiene como funcin otorgar una estabilidad relativa cuando no se cuenta con la eficacia sintomtica, una operacin narcisista que trata de resguardar un equilibrio precario del ego. No es de extraar entonces que en el proceso de abstinencia se observen tendencias a la recada, pues en el encuentro con el mundo a pelo, el sujeto va a encontrarse pronto con su pobreza simblica, con su dificultad para manejarse en un mundo del que qued apeado. El recurso del anestsico es siempre una salida engaosa, un bucle sin fin en el que el sujeto ya no puede dejar de estar nunca colmado, ya que el malestar vuelve una y otra vez (y la tolerancia a la frustracin es mnima). Existe un goce masivo, siempre de lo mismo, que se resiste a ser cercado y lo invade todo, dejando anegado el campo del deseo.

Sujeto y droga quedan entonces suspendidos en un baile eterno, mirndose a los ojos, pero apartando la mirada del mundo, manteniendo, an a precio de vida, la ilusin de completud y el borramiento de todo atisbo de falta.

Estamos hablando entonces de un modo enfermo de relacin donde el sujeto ha dejado de ser sujeto y ha claudicado su mando ante un objeto que ha pasado a gobernar. El adicto ha confiado su vida a la sustancia y ah qued alienado, perdido de s mismo. Vive enganchado en la esperanza imaginaria de que existe algo fuera de l que le puede mejorar y en ese sentido idealiza la sustancia o el acto, dotndoles del valor de quitarle un malestar que vive ajenamente cuando es propio. Mirando hacia otro lado, se aleja de s mismo.

Se trata de un sujeto suspendido entre dos mundos que hace equilibrios para no resquebrajarse, y en ese intento, pierde poco a poco su propia huella y queda dividido. Habita un cuerpo ajenizado, de tanto anestesiarse. Un cuerpo del que se ha distanciado con tal de no escuchar unos dolores que cada vez son ms.

La pobreza simblica implica la imposibilidad de ligar el dolor a significados que reduzcan la angustia. No ha habido aprendizajes que contextualicen, que den envoltura o colchn a las inquietantes voces del cuerpo. Los dolores psquicos son vividos como fsicos, las emociones desgarradoramente corporalizadas; todo es herida. No es de extraar que al iniciar la abstinencia, y despus de haber mantenido los odos cerrados a su propio cuerpo durante tanto tiempo, se encuentren excesivamente pendientes de una mquina que despierta amenazadoramente. Aquellos en los que la experiencia especular y los procesos simbolizantes han resultados fallidos, muestran una percepcin aguda de su funcionamiento corporal. Poseen una mayor sensibilidad respecto de su mecnica corporal, que habitualmente es silenciosa[17]. Es como si no hubieran construido un recubrimiento, una pantalla difuminadora de la cenestesia, de manera que si en otros sujetos lo interno del cuerpo queda silenciado, en el adicto habla con violencia. La pulsin se manifiesta encarnizada porque los recursos representacionales del sujeto se revelan escasos para contenerla.

Nota: Extrado del artculo Adicciones. La herida y el cuchillo, por publicar en Diciembre del 2012 en la revista sobre psicodrama y grupos. Speculum n 3. Ed. Fundamentos.

[1] Ttulo extrado de la frase de Charles Baudelaire Yo soy la herida y el cuchillo (en Las flores del mal).

[2] Psiclogo. Psicodramatista. Miembro del Aula de psicodrama. Formado en psicoterapia clnica Integrativa y gestalt. Mster en conductas adictivas.

[3] En realidad, es sujeto u objeto?

[4] Los objetos no son ni buenos ni malos. Es el investimento psquico que el sujeto realiza sobre ellos, lo que les hace adquirir un valor especial. El adicto queda identificado a la droga porque sta le ofrece una clave ilusoria para aplacar su malestar. En ste sentido, la sustancia es envuelta por el psiquismo del sujeto adquiriendo el estatus de objeto idealizado y necesario por la funcin de sostn imaginario que realiza. Ref. nota 5.

[5] Korman, V. Trencads. Gaudianas psicoanalticas. Col. Triburgo (2010) Barcelona.

[6] Drogas, ideologas, religiones, trabajo, televisin, telfono, mquinas tragaperras y otros juegos, alcohol, sexo, etc.

[7] Trminos utilizados por Victor Korman en: Korman, V. Y antes de la droga, qu? 2 Ed. Col. Triburgo. Barcelona.

[8] Hay sujetos dependientes que nunca entran en contacto con las drogas y adictos que pese a dejar el consumo, siguen funcionando en clave adictiva con otros objetos. Abstemios colgados o adictos secos (ref. nota 5).

[9] Como elemento simblico que viene a poner lmite al goce fusional.

[10] Que como ya sabemos estn estructuradas defensivamente para negar la falta y alimentar la ilusin de completud sin lmites.

[11] Es precisamente eso que no aceptan, el lmite, lo que les puede permitir vivir.

[12] Arenas, J. Curso superior de introduccin al psicoanlisis. Seminario. Alicante.

[13] El fenmeno adictivo no ser lo mismo en un sujeto que en otro, ni vendr a ocupar el mismo lugar sobre las diferentes estructuras clnicas: psictica, neurtica, perversa (y lmite?). Sern la particular forma de vinculacin que cada sujeto mantenga con la droga y la funcionalidad que sta desempee, las que marcarn cada historia. En relacin a esto, cabe mencionar que las etiquetas de cocainmano, alcohlico, etc., no pueden ser consideradas diagnsticos, pues hacen referencia a la particular sustancia con la que el sujeto litigia su goce, pero no de lo estructural del cuadro. Adems, ste tipo de clasificaciones restan importancia a lo subjetivo, dando importancia a la sustancia y borrando al sujeto junto con su padecer.

[14] Le Poulichet, S. Toxicomanas y psicoanlisis. Ed. Amorrortu. 1987 Buenos Aires.

[15] Le Poulichet, S. Toxicomanas y psicoanlisis. Ed. Amorrortu. 1987 Buenos Aires.

[16] Las adicciones no son sntomas, al menos desde el punto de vista psicoanaltico. Se instalan all donde el sntoma no pudo ser, donde los recursos simblicos del sujeto fracasan sin poder dar lugar a una solucin de compromiso o negociacin entre la pulsin y la defensa. El sujeto adicto, aquejado de su miseria simblica, no cuenta con herramientas para envolver el impulso pulsional que emerge asalvajado y desemboca en el acto. No es capaz de soportar las voces de su cuerpo ni los dolores que lo aquejan porque no cuenta con una estructura simblica que le permita contextualizar su dolor y darle sostn (incluirlo en una trama de significado que le tranquilice). Hace falta todo un proceso para construir la adiccin como sntoma, que se basa en un viraje desde una posicin donde el sujeto se describe presa a algo ajeno a l que le atrap, a otra en la que pueda responsabilizarse de s mismo y empezar a preguntarse qu sentido tiene la adiccin en su vida. De alguna manera, introducir al sujeto entre el impulso y la respuesta instndole a que hable de s, del papel que la droga tiene en su vida, de los beneficios que obtiene, del pro qu y del para qu. Cuando se consigue cuestionar el montaje adictivo, al adicto no le queda otra que preguntarse por s mismo. Es entonces cuando realiza una verdadera demanda de tratamiento. La droga no tiene peso sintomtico hasta que estas cuestiones no quedan interrogadas.

[17] Korman, V. Y antes de la droga, qu? 2 Ed. Col. Triburgo. Barcelona

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El tratamiento en adicciones.

Carlos Garca Requena. Enfermero y psiclogo. Psicodramatista. Formado en psicoterapia Gestalt y tcnicas de grupo, anlisis bioenergetico y psicoanlisis. Especialista en conductas adictivas.

Las adicciones son procesos de enorme complejidad, por lo que el tratamiento de las mismas nunca puede ser simple. Se trata de procesos de enfermedad que tienden sus races en torno a la historia de cada sujeto y van tejindose de manera ntima con el cuerpo, con las maneras de pensar, de sentir y de actuar de cada individuo.Pensar que el proceso de recuperacin de un sujeto adicto se basa nicamente en eliminar la sustancia es quedarse muy corto. El sujeto sujetado a las drogas padece de algo ms que un enganche a la sustancia: est enfermo en la forma de vincularse (con la sustancia por un lado, pero tambin con el resto de objetos y personas que le rodean). Es esa forma pegadiza y obsesiva de la relacin con el otro la que est enferma, y en consecuencia, la que hay que tratar. Cuando los esfuerzos se centran nicamente en el abandono de la sustancia se producen procesos de recuperacin superficiales y vacos en los que lo nico que ha cambiado es que el sujeto ha dejado de consumir, pero sigue fundamentando su vida en torno a ciertos valores adictivos que tarde o temprano siguen su curso hacia una nueva recada.Hablamos entonces de la necesidad de un cambio profundo en los cimientos del sujeto, el apuntalamiento de un sistema que sufre de cierta aluminosis psquica, que cojea porque no ha podido construirse sobre unas bases que permitan cierta estabilidad.El tratamiento de las adicciones es en cierta manera una pedagoga del lmite, un trabajo que implica ir instalando en el sujeto la abstinencia como decisin propia, la conciencia del lmite como algo necesario para la vida, la renuncia al goce supremo del consumo como paso a una vida de goces con las pequeas cosas.Pero no solo eso, el tratamiento de la adiccin supone un viaje en el conocimiento de uno mismo, un reconquistar parcelas antes entregadas a la sustancia y un aprendizaje emocional que posibilita el resistir cada vez mejor los envites de una vida impredecible. Se trata entonces, de devolver al sujeto la posibilidad de ser sujeto de s mismo, de tomar sus propias decisiones sin estar mediado por sustancias que hacen de amo y seor, esclavizando la propia existencia.Ms all del primer paso quae supone alcanzar la abstinencia, se requiere de un proceso de reestructuracin que involucre al individuo en su totalidad y abarque mltiples aspectos: normalizar hbitos, desarrollar formas de gratificarse alternativas al consumo, recuperar la capacidad para trabajar y ocuparse, reinstalar normas de funcionamiento social, adquirir responsabilidades sobre s mismo, madurar la capacidad para ser consciente y actuar en torno a su propio deseo (ahora descontaminado), etc.Todo esto no se puede hacer de la noche a la maana, pues si el mecanismo adictivo tard toda una vida en engranarse, no se puede extirpar como si fuese un tumor. Esto es difcil de entender a veces por parte del paciente y su familia, que desean mejoras ms o menos inmediatas. El adicto centra su demanda en otra medicacin que le quite el malestar que le produce la droga. La familia confa en que el profesional le saque de la cabeza esa extraa obsesin que escapa a toda lgica. Ambos caminan necesariamente hacia el fracaso de sus expectativas. Sin embargo, no est todo perdido. Ni la medicacin ni el profesional tienen el poder de cambiar a nadie, pero hay posibilidad de que un buen acompaamiento desemboque en que el sujeto vaya recuperando las responsabilidades que escaque. En ste sentido, no ayuda la moda reciente de concebir a la adiccin como una enfermedad, como algo que atrapa al sujeto y le hace ajeno a su voluntad. Esta concepcin virolgica de la adiccin supone el riesgo de des-responsabilizacin del sujeto en relacin a su propio mal y le hace mirar haca un lugar equivocado: el mal que aqueja al sujeto no es la sustancia, sino el sujeto mismo y su constitucin particular. Desde ste punto de vista, el enemigo es otro, y el tratamiento tambin. Ya no es erradicar la sustancia por encima de todo, sino ayudar al sujeto a realizar un viraje subjetivo que le coloque como centro de su mirada, que le anime a preguntarse qu pasa con su persona, qu pasa con su vida y cmo es que vive como vive. Preguntas que ya no ataen a la sustancia, sino al propio sujeto, que le sealan como responsable de sus elecciones y por esa misma razn, le muestran un camino de salida. La patologa adictiva se sostiene sobre una base psquica que es la que hay que tratar.

Posted in Adicciones | Deja un comentario02DIC 2012La adiccin y sus disfraces

La adiccin y sus disfraces.

Por Carlos Garca Requena. Enfermero y psiclogo. Psicodramatista. Formado en gestalt, anlisis bioenergtico y psicoanlisis. Mster en adicciones.

Acostumbrados estamos a escuchar cmo en adicciones se diagnostica a los sujetos por la droga que consumen, como si ese fuera su verdadero mal. Los mismos adictos se presentan utilizando ste mismo etiquetaje que embala y esconde todo lo dems del sujeto. Yo soy cocainmano. Yo soy ludpata. Tras stas etiquetas hay un borramiento del sujeto y un disimulo de lo que realmente aqueja al mismo. Esta forma de pensar la adiccin implica algo as como que la sombra de la sustancia cae sobre el sujeto y le atrapa, pero los que trabajamos en adicciones sabemos que esto no es del todo as.No negaremos que una vez que la dinmica adictiva se ha instaurado, el efecto qumico de la sustancia y su deprivacin tienen un peso: la tolerancia, el sndrome de abstinencia, el poder del hbito en s y el ritual, hacen que la sustancia produzca un efecto de enganche en s mima. Sin embargo, esto no es suficiente.Para poder entender cmo un sujeto queda preso de las sustancias, tenemos que alejarnos un poco de la qumica para adentrarnos en la historia del sujeto y sus avatares. Contemplar por un momento cmo se ha ido configurando el sistema psquico de cada individuo para terminar cayendo preso. Es la sustancia la que proyecta su sombra sobre el sujeto o es la sombra carencial del sujeto la que es proyectada sobre la sustancia? Quizs un poco de las dos cosas.Si como ya hemos dicho antes, la sustancia tiene en s misma cierto potencial adictgeno, es el sujeto el que lleva consigo mismo los asideros donde la sustancia queda enganchada (asideros psquicos, por supuesto). Las carencias, las insatisfacciones, los sntomas, los conflictos y, en general, aquellos aspectos que contribuyen al malvivir del sujeto, hacen a ste predisponente a recurrir a sustancias como manera de calmarse. La tendencia a recurrir a sustancias o a cualquier tipo de objeto externo como manera de calmar los estados internos no se adquiere de la noche a la maana, es un modelo de respuesta y una tendencia que se fragua a lo largo de la vida debido a que el sujeto no ha desarrollado los recursos internos suficientes para afrontar las dificultades de la vida.Desde ste otro punto de vista, cobra peso la concepcin de una predisposicin psquica para la adiccin y desde ah, parece claro que la sombra del sujeto cae sobre la sustancia, pero qu sustancia?Tampoco negaremos que cada adicto prefiere unas sustancias y no otras, y que no todas ellas pueden calmar el malestar que cada uno siente o darle lo que cree necesitar. A lo largo del tiempo, el adicto ha ido creando ciertas preferencias en funcin de lo que espera obtener de cada una de ellas. Por ejemplo: un sujeto adicto a la cocana dice, a m me gusta porque puedo trabajar ms horas, rendir mejor o hacer ciertas cosas que no puedo hacer sin ella; mientras, otro dice: Me siento ms seguro y valiente cuando la tomo porque me permite relacionarme de forma ms fluida con los dems. Aquello particular para lo que cada cual utiliza la sustancia parece diferente, pero en el fondo, parece que el ser ms es un factor comn. Si el sujeto necesita ser ms de dnde viene entonces? de sentirse menos? Cree que con la sustancia tiene lo que le falta o calma el malestar que siente pero evidentemente, eso no es verdad, porque lo que le falta tiene que faltar y porque aunque por un momento la sustancia le muestre cierto paraso, ms tarde lo arrebata.Tras ste teln adictivo parece evidente la existencia de una problemtica donde una escasa valoracin de s mismo y un ideal poco accesible de s mismo que slo puede ser alcanzado mediante muletas o ayudas artificiales, se combinan en una trampa mortfera. Aunque esto es slo un ejemplo, sirve para ilustrar cmo en realidad, a lo que uno queda enganchado no es a la sustancia en s, sino al efecto y las consecuencias que produce.No es tanto la sustancia en s como la funcin que cumple ilusoriamente para el sujeto: el malestar que calma efmeramente, la habilidad de la que le provee imaginariamente, el bienestar que crea, etc. Cada sujeto encuentra en la sustancia aquello que cree necesitar, pero a nada que lo encuentra, lo pierde. Una nueva dosis viene a renovar de nuevo la ilusin y a restablecer equilibrios precarios que sin embargo, se esfuman al poco. Un ciclo que se perpeta, donde la ilusin y su desplome se suceden en rpidas sacudidas. Una bsqueda imposible a la que el sujeto se conjura perdiendo la vida en cada pasada.Volvemos a la pregunta qu sustancia? y sin embargo, no siempre hay sustancia. Cualquier objeto o conducta, incluso si sta es saludable, puede terminar siendo adictiva si cumple una funcin tal que para el sujeto es necesaria y no puede adquirirla por otros medios. Aunque en las adicciones sin sustancia no hay objeto tangible en s, las conductas o actos que vienen al mismo lugar y producen efectos similares. Es el caso de las ludopatas, la adiccin al deporte, al sexo o las nuevas adicciones (internet, etc.). La existencia de adicciones sin sustancia nos lleva, una vez ms, a plantear que en la base del atrapamiento adictivo la sustancia es un actor secundario.Por lo tanto, los objetos sobre los que la sombra del sujeto recae son variados. La adiccin puede tomar diferentes disfraces, y claro est que no todos los disfraces tienen las mismas consecuencias. No ser lo mismo el efecto a largo plazo del consumo de herona que los del juego patolgico. Sin embargo, el mecanismo psquico que sostiene la adiccin es similar y se basa en una construccin inestable de los cimientos del sujeto y una tendencia a confiar su estabilidad en objetos que por un momento producen la ilusin de calmar su carencia.

Posted in Adicciones | Deja un comentario02DIC 2012El psicodrama y el tratamiento de las adicciones

El psicodrama en el tratamiento de las adicciones.

Carlos Garca Requena. Enfermero y psiclogo. Psicodramatista. Formado en psicoterapia Gestalt y tcnicas grupales, anlisis bioenergtico y psicoanlisis. Especialista universitario en tratamiento y prevencin de las conductas adictivas.

Muchas son las herramientas que pueden utilizarse a la hora de abordar al paciente y favorecer una toma de conciencia que le facilite un posicionamiento ms sano en relacin a s mismo y a cuanto le rodea. De entre todas stas formas de abordaje, hoy hablar del psicodrama y sus bondades en relacin al tratamiento de los pacientes adictos.Como punto de partida, pensemos que un individuo que padece una adiccin no slo est enfermo por su relacin con la sustancia, sino que padece en versin genrica, una forma enferma de relacionarse con los objetos que le rodean, a los que queda vinculado de forma dependiente y pegadiza. El adicto est metido en un mundo que trata de mantener invariable porque no soporta la dificultad cotidiana (por eso se anestesia); desempea un rol fijo y rgido (el rol del consumidor) que reproduce constantemente como medida de control del ambiente. Con esa carta del consumo trata de manejarse en el juego de la vida pero, claro est, resulta una baza insuficiente.Esa pegazn al sistema de funcionamiento adictivo, con sus creencias, sus valores, sus formas de ver y sentir las cosas, as como sus modelos de respuesta ante lo que le sucede, resulta una especie de parapeto ante la vida. Tras ese intento de congelacin se condensan multitud de miedos, inseguridades y dificultades que se hacen aparentes a nada que el sujeto deja de consumir. Es por eso mismo que a la hora de abordar el mundo interno de los pacientes, aparecen tan elevadas resistencias y dificultades.El psicodrama es una tcnica psicoteraputica que se basa en el juego y la representacin como manera de acceder al mundo interno de los sujetos. Combina la accin y la palabra, el cuerpo y el discurso, y los entrelaza en una escena cotidiana a partir de cuya representacin, podemos asomarnos a lo que nos pasa como individuos. Porque no olvidemos que el consumo se asienta sobre una base psquica que es precisamente la que est enferma.Jugando vamos entrando suavemente en el ncleo del conflicto, porque empezamos en un como s, pero invariablemente terminamos reviviendo enteramente aquello que nos pasa. En ese terreno intermedio que es el juego, nos podemos permitir lo que no nos permitimos en la realidad, nos damos el permiso de jugar roles que quedan siempre en la sombra, y ya sabemos que aquello de nuestras vidas que no nos podemos permitir, termina por rebelarse en forma de sntoma. En la medida que podemos sacar a la luz nuestros propios personajes olvidados (aspectos de uno mismo que habiendo sido desodos por la conciencia siguen insistiendo para ser escuchados), algo de lo que no se quiere saber queda recuperado, y an siendo conflictivo, cabe entonces la posibilidad de poder terminar integrndolo de otra manera en la realidad y de jugarlo entonces sin tanta violencia.Las personas repetimos porque aprendimos ciertas formas de afrontar lo que nos pasa, y habiendo sido ms o menos oportunas en un pasado, insistimos en ese mismo patrn de respuesta buscando de nuevo un bienestar. Sin embargo, los antiguos patrones, pueden no servirnos ya. Si no aprendemos nuevas formas de respuesta, nuestra adaptacin ser deficiente, cosa que le pasa al adicto al tratar de responder siempre con el consumo a situaciones que requieren otro tipo de posicionamiento.El psicodrama permite el ensayo de conductas, la puesta en juego de otras maneras de hacer, de decir y de posicionarse ante las mismas situaciones. El juego supone un espacio de pruebas donde poder ensayar, equivocarse y acertar, donde poder aprender nuevas posibilidades de afrontamiento de aquello que nos produce malestar una y otra vez. Porque no nos olvidemos de que la cuestin es poderse colocar de forma diferente ante lo mismo, poder llevar de otra manera las cosas que nos pasan. Si esto ocurre, la sustancia o la conducta problema dejan de tener tanto sentido.El psicodrama nos permite volver a construir realidades. Cada cual archiv las cosas a su manera y a partir de ah, crey firmemente en ello porque le convena hacerlo as. A veces, las cosas no son como uno las ve y poder contrastar con la mirada de otros ayuda a mover ligeramente las rigideces aportando al sistema psquico ciertos grados de flexibilidad. Jugar a ser otros personajes y vivir lo que ellos pudieron vivir ayuda tambin a ir creando holguras psquicas y facilita la toma de conciencia que tanto cuesta en ocasiones: darse cuenta de cmo la conducta propia afecta a los dems. En la medida que el adicto puede contemplar ms all del sistema cerrado en el que estaba instalado, ste puede irse jaqueando, cuestionando y sustituyendo por versiones alternativas.Si preguntamos al adicto Cmo es que consumes? La respuesta ser casi siempre la misma: No lo s. La anestesia y el tiempo han ido alejando de la conciencia las causas de su malestar. Las races de lo que le pasa se pierden soterradas en su historia, porque son tantas cosas a la vez, que uno no sabra cmo ni por donde empezar. Adems qu es lo importante y qu lo accesorio? La duda aumenta ms an si lo originario se ha ido contaminando con malestar aadido por el consumo. Entonces, Cmo despejar toda esa maraa?Sabemos que lo que le pasa al individuo va ms all del consumo; sabemos tambin que repetimos constantemente (la adiccin es el mximo exponente de la repeticin) y que reaccionamos de determinadas maneras que nos resultan incomprensibles ante hechos aparentemente nimios, lo que nos lleva a pensar que algo del pasado se juega en el presente; pensamos tambin que en la medida que lo inconsciente se puede hacer consciente, deja de jugar desde la sombra, y aunque vuelva a producir conflicto al revivirlo, al menos brinda la posibilidad de hacer algo con ello. Por otro lado, sabemos que el adicto tiene dificultades para abordar sus conflictos (por eso se anestesia con su conducta, sea cual sea), de manera que el juego puede ayudar a entrar en ellos sin despertar demasiadas defensas. Con todo esto, el psicodrama propone ir a lo concreto, a la representacin de escenas cotidianas que an careciendo en apariencia de importancia, condensan y representan los rudimentos de lo que nos pasa; ya sabemos que una gota conoce todos los secretos del mar.En la sesin, alguien cuenta lo que le pasa, y lo hace de forma ms o menos vaga, con la perplejidad de no saber. Sin embargo, sabe ms de lo que dice. Slo hay que ayudar a que aquello que lleva inscrito en el cuerpo pueda emerger a la conciencia.En la medida que vamos desplegando en lo concreto las cosas que nos pasan, la nube de malestar deja de ser nube para ir tomando forma. La confusin pasa a tener sentido y all donde haba un no s, se empieza a dibujar el mapa del malestar del sujeto, los puntos en los que queda anclado o las situaciones tpicas ante las que se dispara.El sujeto, en el desplegamiento de su historia, va contando detalles, aadiendo sucesos, introduciendo palabras, esbozando personajes y aportando color emocional al narrar su propia vivencia. Poco a poco va emergiendo, borrosa en unas ocasiones y ntida en otras, una escena donde lo que cuenta queda retratado. No se trata de escenas traumticas (que en ocasiones tambin), sino de escenas cotidianas que se presentan como hechos sin importancia, pero que sabemos, condensan la problemtica de lo que le ocurre.La cosa no queda en la palabra, y es en ese paso a la accin que supone la representacin de dicha escena, es donde empiezan a suceder cosas. No es lo mismo decir que hacer, como no es lo mismo contar que revivir. El sujeto elige los personajes que le acompaarn en la representacin de aquello que cuenta, y los elige por alguna semejanza con los personajes originales. Describe lo sucedido, poniendo detalles al lugar donde ocurri, poniendo palabras a los personajes que participaron, etc. En definitiva, se va creando el ambiente propicio para que el protagonista pueda profundizar y revivir en lo posible la misma escena.Una vez que todo se ha preparado, empieza la accin, y es all donde empiezan a ocurrir cosas que se escapan al control de la palabra. Alguien hace algo que no fue como en realidad sucedi, otro alguien dice algo que llama la atencin de un protagonista que en al actuar ya no controla tanto lo que dice y muestra retales de su inconsciente a travs de las rendijas de sus actos. El dinamismo de la dramatizacin embarga a los presentes y va dejando a cada paso sorpresas que facilitan un mejor entendimiento de lo que el sujeto relata. Adems, la misma accin va ayudando a emerger aquellos afectos que haban estado inhibidos, que se descargan y desinhiben, mostrndose en todo su esplendor. Al ser jugando y representar la escena en un como s, el sujeto no detiene ante la sorpresa de lo que sucede sino que alimenta el juego y lo exagera. Todo corre, imparable hacia un desenlace incierto. Los personajes auxiliares tambin reviven cosas propias, por lo que se crea un crisol casi mgico donde los afectos bullen con fuerza entrelazados. Una vez que la escena ha discurrido, pasamos a recoger lo sucedido. Todos quedan tocados por palabras, hechos, actitudes, movimientos y gestos, que sin saber por qu, impactaron en su conciencia.La representacin permite cambiar los roles desde los que contemplarla y vivir lo que pudieron sentir otros personajes, ensayar conductas nuevas, decir lo que no fue dicho, entender por qu no se dijo, descargar las emociones congeladas y muchas otras posibilidades orientadas a facilitar la aparicin de nuevas conciencias y a la integracin de aquellas partes de uno mismo que por inhibidas, terminan creando problemas.Una vez finalizada la escena, es tiempo de recoger la cosecha e integrar lo sucedido. De vuelta al crculo, el grupo despliega los ecos que la escena produjo, y en el comentario de cada uno de los participantes va apareciendo un hilo que viene a completar lo sucedido, a aportar nuevas miradas e informacin. El grupo es como una habitacin de espejos donde el resto de integrantes devuelve imgenes que pueden completar la visin que uno tiene de s mismo y de la situacin revivida. El protagonista de la escena queda tocado por una nueva visin de lo acontecido que le obligar a reconsiderar desde otro lugar su realidad cotidiana. Lo vivido, lo sentido y lo escuchado ya no permitirn cerrar con comodidad el crculo de repeticin en el que vive inmerso el adicto. Con el tiempo, las conciencias revividas y la reflexin irn haciendo su trabajo, produciendo cierta incomodez que le empuje a valorar la posibilidad de escoger otros caminos.Por todas stas razones, pero sobre todo por que reconocemos el potencial del juego para cambiar la realidad de los sujetos es porque contemplamos el psicodrama como una tcnica de enorme potencial y validez en el abordaje de sujetos que sufren inmersos en sus propias redes adictivas.