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    ADVIENTO 2011: INVITACIN AL EJERCICIO DE LA

    ESPERANZA EN TIEMPOS DE CRISIS.

    I Tiempo de crisis.

    La crisis, una evidencia sobre la que es necesario reflexionar; que es indispensableinterpretar, como condicin para encontrar la mejor manera de responder a ellacristianamente. Crisis econmica, espiritual, religiosa. En su nivel ms profundo, lacrisis actual en los pases desarrollados es crisis de Dios. Indicios: crecimiento delnmero de los que se consideran no creyentes; rasgos de la increencia actual: masiva,culturalmente relevante, radicalizada bajo la forma de la indiferencia, postcristiana.Crisis de Dios en el interior de las iglesias y de los que nos consideramos creyentes. Ycomo consecuencia ltima de esa crisis, extensin del nihilismo, versin actual de lacrisis de esperanza.Tercera muerte de Dios (A. Glucksmann), por la repetida

    presencia de formas atroces de mal a partir del siglo XX. Resultado general de la

    situacin: cultura de la ausencia, del alejamiento, del eclipse de Dios en nuestra cultura.Paradjica situacin de la secularizacin en Europa y en el mundo. La situacin, signode los tiempos. Hacia una interpretacin creyente de la crisis: Dios no se ha ausentadode nuestro mundo; Dios, contemporneo de todos los tiempos: "Cmo dicen que teausentas T?" (San Juan de la Cruz).

    Cul es el "Dios" de los ateos? A qu "Dios" afecta la crisis? La crisis de unasimgenes distorsionadas de Dios abre el camino al descubrimiento del verdadero Dios.Algunos indicios de la toma de conciencia por los hombres y mujeres de nuestro tiempode la necesidad de una respuesta a esta situacin: "donde se hace presente el peligro, seanuncia la salvacin". "Slo un dios puede salvarnos". Manifestaciones de un "retorno

    de lo sagrado". Proliferacin de bsquedas espirituales como respuestas al peligro demuerte del espritu. Indicios de una cada vez ms manifiesta rebelin contra la crisis devalores, la prdida de sentido, la falta de esperanza, en movimientos surgidos de unbasta ya! por parte de personas y grupos cada vez ms importantes. La situacin ms

    peligrosa para la esperanza no es la de una sociedad en crisis, sino la de una sociedadsatisfecha.

    II En un tiempo de crisis como el nuestro, es posible la esperanza cristiana.

    Para que este "anuncio", aparentemente increble, tenga sentido es indispensabledar un contenido a la palabra "esperanza". Algunas falsas concepciones de la esperanzaque es indispensable superar. La esperanza cristiana no es "esperar que" el estado de

    cosas que supone la crisis va a cambiar, porque vayan a intervenir razones humanas quehasta ahora no han intervenido. Tampoco es esperar que Dios vaya a intervenir paracambiar la situacin a que hemos llegado o para hacernos volver a la situacin anterior ala crisis. La esperanza cristiana es esperanza en Dios, sean cuales sean las condicionesde nuestra vida.

    La aspiracin presente en la esperanza cristiana se dirige a Dios y llega a Dios."No se debe esperar de Dios algo menos que Dios mismo" (Santo Toms). Esperar deDios cualquier bien que no sea l mismo no es verdaderamente esperanza. El Dios en elque creemos es "el Dios de la esperanza". Originalidad radical de la realidad a la que serefiere la palabra Dios, que requiere una radical originalidad de la actitud con el

    hombre entra en relacin con l.

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    Pero, puede el hombre esperar razonablemente en Dios? Decididamente s,porque el hombre es creado por Dios, tiene en Dios su origen, Dios es para l el medioen el que vive, y la meta de su vivir. El hombre es un ser a la espera de Dios y slo Dios

    puede responder a esa espera, a ese deseo de s, que Dios mismo ha puesto en l: "Noshiciste, Seor, para ti y nuestro corazn est inquieto hasta que descanse en ti" (San

    Agustn).Los indicios en el hombre de esa presencia de Dios en su interior, que genera una

    "fuerza de atraccin hacia s" que hace posible la esperanza, son muy numerosos. Msan, se puede decir que todo el hombre, su forma de ser, es indicio de ello. El msevidente de esos indicios es el deseo humano, y ms concretamente, el deseo humano defelicidad. La esperanza aspira a alcanzar esa felicidad que no se confunde con lasaciedad de los mltiples deseos. Que responde no a los deseos que el hombre tiene sinoal deseo que el hombre es; ese deseo "abisal", que nada fuera del hombre, ni el hombremismo puede llenar y que no puede terminar en la posesin de Dios. La relacin entrela bsqueda de la felicidad por el hombre y la esperanza nos indica que, mientras

    vivimos en este mundo, nunca coincidimos con lo que esperamos.La presencia de Dios en nosotros que suscita el deseo de felicidad cava en elhombre un deseo profundo que es el hueco, el "vaciado de infinito", que le hace,mientras vive en este mundo, estar a la espera de Dios, nico que puede llenarlo: "Queestando la voluntad de divinidad tocada, no puede quedar pagada sino con divinidad".Esta espera radical que habita y anima el corazn del hombre permite evitar los"cortocircuitos" que consisten en la pretensin de encontrar su cumplimiento en bienmundano alguno o en la totalidad de todos ellos. La esperanza no es de lo que se ve -"una esperanza que se ve no es esperanza" Rm 8, 24 -, porque la esperanza remite aDios y "no puede el ser humano ver a Dios y seguir en vida".

    La consideracin del hombre como "ser a la espera", y de Dios como trmino ocontenido de la espera del hombre nos descubre la esperanza como el "lugar" deencuentro del designio de Dios de ser Dios-de-los-hombres, al haberlos creado a suimagen y semejanza, y haberlos destinado en Jesucristo a ser sus hijos (Ef 1, 3-12), y dela respuesta por la que el hombre se abre personalmente a ese designio, lo acoge comodestino de su vida, convirtindola en accin amorosa hacia los otros.

    Cuando el ser humano entra en su interior y obedece a la voz que le dice: buscadmi rostro, se descubre como destinatario de las promesas de Dios presentes en latradicin bblica que vamos a escuchar en el tiempo de adviento; entonces reconoce enJess la imagen del Dios invisible, que con su amor hasta el extremo nos ha reveladoel amor infinito de Dios por el que suspira el corazn humano. Por eso los creyentes del

    Nuevo Testamento llaman a Jess nuestra esperanza (1Tim 1, 1; Col 1, 27).

    III Qu respuesta aporta la esperanza a una situacin como la crisis de nuestrotiempo?

    Nuestra esperanza no nos aporta la seguridad de que vayamos a superar la crisisque padecemos; ni nos dota de las ideas y los recursos naturales necesarios para ello.Tambin aqu vale: Dad al Csar lo que es del Csar. Es decir, tambin aqu rige laautonoma del orden mundano, derivada del hecho de que Dios no es la primera de lascausas segundas, sino que, estando presente en el fondo de lo real a lo que hace

    permanentemente ser, y en el corazn de la persona a la que origina, mantiene

    permanentemente en el ser y atrae hacia s como su meta, trasciende enteramente latotalidad de lo que existe, sin ser connumerable con ello. Pero eso no significa que el

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    orden mundano sea ajeno a la fe-esperanza y que sta no ejerza ningn influjo sobre elser humano sometido a la crisis. Al contrario, se puede afirmar que la esperanzatransforma radicalmente la forma de enfrentarnos con ella. De la esperanza se puededecir que es el quicio sobre el que gira la vida toda del hombre y que le permite abrirlaen su totalidad a la presencia de Dios que la origina; o, con otra imagen, la esperanza es

    el cantus firmus que sostiene la totalidad de las voces que constituyen el coral de lavida.

    As, la fe-esperanza en Dios abre el horizonte de la vida humana al inscribirla enel Medio divino que la precede, la envuelve y la penetra. La vida, toda ella, susmomentos gozosos y sus malos trances, cambian as de sentido si se la piensa o, mejor,si se la vive como producto del azar y abocada a la muerte o, gracias a la fe esperanza,se la inscribe en el designio amoroso de Dios, la creacin de Dios como su origen, y lavida eterna, es decir, la vida en Dios, como su trmino. Ese cambio radical se traduce enel paso de la vida encerrada en un presente fugaz que encamina inexorablemente haciala muerte, a una vida que procede del manantial inagotable de vida que es Dios en ti

    estn las fuentes de la vida y tu luz nos hace ver la luz" -, y se encamina a la vida eterna,es decir a la plenitud de la vida en Dios.

    Pero la esperanza no influye en la vida tan slo introducindola en el horizonteescatolgico de Dios. Transforma adems el curso todo de la vida del homo viator, delhombre mientras camina hacia su fin ltimo. Porque entre la esperanza y el alma existeel lazo ms ntimo -"la esperanza es al alma lo que la respiracin es al organismo vivo(Gabriel Marcel) -, por lo que una vida sin esperanza se torna fuente permanente desufrimiento para el hombre por la frustracin y la decepcin que produce vivir en laconfrontacin permanente del deseo de infinito que constituye al ser humano con los

    bienes slo finitos que la vida en el mundo procura. Ser exagerado decir que si laentrada del infierno lleva por inscripcin: "abandonad toda esperanza", el abandono

    consciente y libre de toda esperanza por el hombre convierte de alguna manera toda suvida en infierno para l? Aunque, justamente esa observacin debe llevarnos a loscreyentes a pensar que es bien posible que ni todos los que nos llamamos creyentesvivamos consecuentemente en esperanza, ni todos los que se consideran no creyentes losean de tal manera que no ejerzan en determinados momentos y aspectos de su vida unaesperanza que tal vez no reconozcan conscientemente.

    Pero no pensemos por esto que la esperanza cristiana elimina los sufrimientos ylas razones para sufrir que toda vida humana en el mundo comporta. No pensemos queal creyente, por el hecho de esperar en Dios, todo le ha de ir bien en el mundo y que laesperanza le asegura en su vida un estado de permanente alegra. Los muchos textos del

    Antiguo Testamento relativos al justo sufriente, la vida misma de Jesucristo y de susprimeros testigos muestran que su esperanza se acredita en el hecho de que en medio dela tribulacin encuentran, gracias a su fe en Dios, razones para no perder la esperanza;razones de esperar, a pesar de todo. A eso se refiere tambin el tema permanente a lolargo de la historia del cristianismo de la perfecta alegra, una alegra posible inclusoen medio de la tribulacin, como peculiaridad de la alegra cristiana.

    La naturaleza de la esperanza cristiana aparece con claridad en las dos cualidadesque la especifican. De ella dicen los que mejor la han vivido que es una actitud segura ycierta como ninguna otra actitud humana: "Yo s, exclama Job en medio de latribulacin, que mi Salvador vive". "Yo s, repite el creyente del Nuevo Testamento, de

    quin me he fiado. Pero en ningn momento esa actitud segura deja de ser oscura parael creyente, porque ste recibe su seguridad de un ms all del hombre del que elhombre no dispone. "Que bien s yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche".

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    Por eso se ha propuesto a Pedro caminando sobre las aguas como imagen del hombrecreyente que vive su esperanza.

    Pistas para el ejercicio de la esperanza que pueden convertir el conjunto de la vida del

    cristiano en tiempo de Adviento.

    Como la fe, la esperanza no es algo que nos sea dado para ser guardado en nuestrointerior y cuya conservacin dependa tan slo de que no la perdamos. Recordemos la

    parbola de los talentos y el contramodelo del criado que recibe un talento y lo entierrapor miedo a su Seor. La esperanza como la fe debe ser practicada, puesta en ejerciciopor el sujeto. El creyente "vive de la fe como Pablo. El hombre esperanzado vive de laesperanza; es decir, la esperanza para l es principio y fuente de vida. Por eso esimportante prestar atencin a las formas ms importantes que comporta el ejercicio de laesperanza.

    La esperanza, ya lo hemos visto, no tiene su origen en nosotros mismos. Por eso elprimer momento del ejercicio de la esperanza no ser su bsqueda afanosa por parte

    del hombre. El primer paso de ste hacia la esperanza es ponerse a la espera. Pero unaespera que no se dirija a la satisfaccin de nuestros gustos y deseos, sino que est a laaltura de lo que esperamos, o mejor, de aquel en quien ponemos nuestra esperanza. El

    primer paso de esa espera es ponerse a la espera de Dios, dejando actuar en nosotros lapresencia de Dios que la origina. Las realidades verdaderamente valiosas para nuestravida son fruto de un don: Por eso no son primeramente objeto de bsqueda sino deespera que abra en nosotros la capacidad de recibirlas. Esa espera permite ahondar laconciencia del hambre y sed de Dios que nos trabaja interiormente

    Como la fe, la esperanza se ejercita en la oracin con la que damos voz a lapresencia de Dios y a la espera que suscita en nosotros. Hay una oracin para la accin

    de gracias y la alabanza, y hay una oracin para los momentos duros de la vida, para susnegatividades. Esa oracin, es decir el hecho de poner ante el Dios en quienesperamos una situacin que parece forzarnos a desesperar, es la mejor forma para elfortalecimiento de la esperanza. Por eso existe una oracin que pone ante Dios las

    preguntas que suscita un presente que no entendemos o que se queja en su presencia delos males que afligen al orante. Hay en la Escritura modelos admirables de oracin queexpresa la esperanza contra todas las razones para desesperar. Recordemos Dn 3, 38-40;Hab 3, 17-18 y especialmente la oracin de Jess en Getseman y desde lo alto de lacruz.

    La esperanza se ejercita tambin en la actitud de vigilancia, que tanto recomiendanlos textos del Adviento; de escucha los rumores de trascendencia; de atencin a las

    promesas de parte de Dios y a los brotes de vida que despuntan en la historia y en elmundo. Es uno de los rasgos caractersticos de los profetas. Ellos son grandes

    promotores de esperanza porque, donde los ojos distrados no descubren ms querazones para desesperar, ellos descubren y anuncian signos de esperanza que les

    permiten emitir mensajes de consuelo, abriendo as un futuro insospechado para suscontemporneos.

    Por ltimo, tambin en la esperanza se cumple esa ley universal de la vidacristiana segn la cual la nica forma de mantener y acrecentar sus diferentes elementoses no intentar poseerlos, sino ponerlos en circulacin, compartirlos. Dando, dice la

    preciosa oracin atribuida a San Francisco, es como se recibe. La 1 Carta de Pedro nos

    ofrece una primera versin de esta necesidad cuando nos invita a dar razn de nuestra

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    esperanza a los que nos la piden. Teniendo en cuenta que la mejor manera de hacerloes dar, con nuestra manera de vivir, razones para esperar.

    Tras haber reflexionado sobre la esperanza y, especialmente, sobre la esperanza entiempos de crisis, no puedo dejar de anotar, que la actitud teologal en la que se inscribela esperanza tiene su culminacin en el amor. No puede ser de otra manera cuando elDios en el que creemos, en el que ponemos nuestra esperanza, aparece en Jesucristocomo el Dios-Amor. Al final, la autenticidad de nuestra relacin con Dios, sea cual seael aspecto abordado, se resume en el amor de Dios realizado en el amor a los hermanos.

    Si la fe aparece en la Carta a los Hebreos como supuesto, sustancia de las cosasque esperamos, mostrando as la estrecha relacin entre la fe y la esperanza, y en la 1Carta de Juan se nos asegura que nosotros hemos credo en el amor que Dios nostiene, podemos tambin pensar que nuestra esperanza tiene en el amor que Dios nostiene su fundamento ms slido, porque slo el amor es digno de fe y slo en l se

    puede confiar como confa la esperanza.

    No hay esperanza en Dios verdadera ms que all donde hay esperanza para todos.El creyente cristiano no podr esperar en su Dios mientras haya a su lado personas queestn en situacin desesperada y no haga lo posible para darles razn para esperar.Referencia a Is 58, para percibir la relacin ineludible entre experiencia de Dios y

    prctica de la justicia y del amor servicial a los necesitados.

    Juan Martn Velasco