AFRODITA Citas Textuales

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“Y desde entonces, cada vez que el aroma inconfundible de violetas se insinúa en el aire, la imagen de esa tía santa, que robaba flores de los jardines ajenos para llevar a los moribundos del hospicio, vuelve intacta a mi alma” (p.5) Aquí la autora hace referencia al sentido del olfato, de cómo un aroma se impregno en su memoria con el nombre de violetas y asemejándolo a su tía. “Vivimos obsesionados con un insaciable apetito de sensaciones cada vez más fuertes, porque en la prisa por devorarnos todo, hemos desconectado el cuerpo del alma. Ya no bastan una caricia sutil, el placer de la piel contra la piel o compartir un durazno, exigimos una exaltación cósmica que nada, ni las drogas, ni la violencia del cine, ni la pornografía más brutal pueden darnos. En la búsqueda de alivio para el hastío, elevamos la crueldad a categoría de arte o de chiste” (p.31) La autora hace alusión a la adaptación sensorial, ya que nos volvemos constantes por lo que ya no se siente la misma intensidad en los estímulos así que “devoramos” cantidades excesivas en lugar de tratar de disfrutar, o percibir la sensación al máximo de nuestras capacidades. “Tal vez en esos comedores sólo se hablaba de asuntos placenteros, como la textura incomparable del paté de hígado con trufas, el sabor del venado asado, la sensualidad del soufflé de cerezas y el perfume de aquel nuevo café, enviado del Brasil por un amigo explorador” (p.32) La autora describe las sensaciones sobre distintos platillos, causadas por el sentido del gusto y el olfato, en la textura, el sabor y en los olores, percibiendo a estos como sensuales y placenteros. “¿Dónde comienza el gusto y termina el olfato? Son inseparables. La tentación del café no nace en el sabor, que deja un rescoldo de humo en el recuerdo, sino en esa fragancia intensa y misteriosa de bosque remoto” (p.44)

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“Y desde entonces, cada vez que el aroma inconfundible de violetas se insinúa en el aire, la imagen de esa tía santa, que robaba flores de los jardines ajenos para llevar a los moribundos del hospicio, vuelve intacta a mi alma” (p.5)

Aquí la autora hace referencia al sentido del olfato, de cómo un aroma se impregno en su memoria con el nombre de violetas y asemejándolo a su tía.

“Vivimos obsesionados con un insaciable apetito de sensaciones cada vez más fuertes, porque en la prisa por devorarnos todo, hemos desconectado el cuerpo del alma. Ya no bastan una caricia sutil, el placer de la piel contra la piel o compartir un durazno, exigimos una exaltación cósmica que nada, ni las drogas, ni la violencia del cine, ni la pornografía más brutal pueden darnos. En la búsqueda de alivio para el hastío, elevamos la crueldad a categoría de arte o de chiste” (p.31)

La autora hace alusión a la adaptación sensorial, ya que nos volvemos constantes por lo que ya no se siente la misma intensidad en los estímulos así que “devoramos” cantidades excesivas en lugar de tratar de disfrutar, o percibir la sensación al máximo de nuestras capacidades.

“Tal vez en esos comedores sólo se hablaba de asuntos placenteros, como la textura incomparable del paté de hígado con trufas, el sabor del venado asado, la sensualidad del soufflé de cerezas y el perfume de aquel nuevo café, enviado del Brasil por un amigo explorador” (p.32)

La autora describe las sensaciones sobre distintos platillos, causadas por el sentido del gusto y el olfato, en la textura, el sabor y en los olores, percibiendo a estos como sensuales y placenteros.

“¿Dónde comienza el gusto y termina el olfato? Son inseparables. La tentación del café no nace en el sabor, que deja un rescoldo de humo en el recuerdo, sino en esa fragancia intensa y misteriosa de bosque remoto” (p.44)

Así como lo describe la autora es lo que ocurre, normalmente el sabor comienza desde que percibimos el aroma, como el ejemplo del café del que por medio del aroma recordamos el sabor intenso por lo que se refiere también a lo importante que es el olfato que se puede decir que es el que nos conduce a probar las cosas.

“Instaló su tocadiscos en las fundaciones de la casa y durante veinticuatro horas nos torturó con sus ritmos favoritos. Surtió efecto: los anima-lejos se retiraron en fila india, con el rabo enhiesto, ofendidos; pero también nosotros estábamos a punto de emigrar a donde fuera. El sistema resultó de corto aliento, porque apenas calló el ruido, retornaron nuestros huéspedes. Un día, meses más tarde, descubrimos que el olor ya no nos molestaba, sino por el contrario, nos parecía excitante, y empezamos a aspirarlo a bocanadas. Hoy los zorrillos y mi familia conviven amigablemente” (p.47)

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Con esto se refiere a que no estaban acostumbrados ni al tipo de música ni al grado de sonido por lo que ni las mofetas ni ellos lo toleraban, pasando un día no se iban a acostumbrar, en cambio con el olor que ya habían pasado varios días se acostumbraron a el y lo hicieron parte de su entorno.

“El olor de los genitales y las axilas es un llamado, un mensaje cifrado que viaja directamente al cerebro del otro, activando el sistema de asociación, así como esa serie de asombrosas reacciones físicas y emocionales que nos incitan a hacer el amor”(p.47)

No necesariamente es el olor, sino la influencia de las feromonas las que hacen atractiva a la pareja, detectadas por el sentido del olfato aún cuando estas son inoloras.

“Los perfumes de la buena cocina no sólo nos hacen salivar, también nos hacen palpitar de un deseo que si no es erótico, se parece mucho” (p.51)

“Entre los humanos la atracción comienza de lejos por la vista —los otros sentidos, como el olfato, entran en juego a menor distancia—, por eso recurrimos al maquillaje, peinados, joyas, tatuajes y hasta cicatrices decorativas” (p.56)

“La frescura de los ingredientes naturales debiera ser suficiente, pero la incansable inventiva humana cocina, mezcla, transforma y decora los alimentos con la misma pasión empleada en el arreglo personal” (p.57)

“Desde pequeños nos enseñan a respetar la distancia física con otras personas y a ignorar nuestro propio cuerpo. Aun antes de aprender a hablar y amarrarnos los zapatos, ya hemos interiorizado la prohibición de explorar cualquier orificio de nuestra propia anatomía y, por supuesto, de los demás.” (pág. 62.)

“La comida, como el erotismo, entra por la vista, pero hay gente capaz de echarse cualquier cosa a la boca.” (pág. 93.)

"Fuerzas primitivas se han desencadenado: tambores y jadeos de guerra, un soplo de selva, de humus, de nardos podridos insinuándose a través del aroma delicado de la comida y el perfume femenino; imágenes de carne desnuda, de abrazos crueles, de lanzas inflamadas y flores carnívoras. Sin tocarse, el hombre y la mujer perciben el olor y el calor del otro." (Página 66)

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"Posiblemente la única manera de que las mujeres escuchemos es si nos susurran al oído. El punto G está en las orejas, quien ande buscándolo más abajo pierde su tiempo y el nuestro." (Página 110)