Alba Flesler - Delimitar Una Practica - El Psicoanalisis Con Niños

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    "Delimitar Una Prctica: El Psicoanlisis De Nios"

    (*) Presentado En Las Jornadas "la Prctica En Los Bordes, La Clnica En Sus Lmites", Rosario, 1993

    (**) Publicado En La Revista Argumentos Nro. 4 (noviembre 1994).

    Alba Flesler

    La clnica psicoanaltica ha encontrado campo frtil para la discusin, cuando se trata de

    abordar la prctica con nios.

    Desgajadas del texto freudiano las preguntas por la pertinencia de la misma, an insisten.

    Problemticas tales como lo inacabado de procesos psquicos elementales para la aplicacin

    del psicoanlisis, han dado lugar al surgimiento de cuestiones tales como la siguiente: Un

    nio es analizable?

    Algunas posiciones se inclinan a responder, o bien que s, que el nio es un sujeto y por ende

    el analista ha de sostener el anlisis tal como con adultos hasta su fin o por el contrario se

    plantea que, al no contar con lo infantil, no habra tal psicoanlisis pues el nio no es

    responsable de su acto, ni de su enunciacin.

    La fertilidad del tema, sin embargo, ms all de oposiciones improductivas la encontramos al

    preguntarnos por aquello que nombramos, cuando decimos nios.

    Decir nio, es nombrar lo no familiar, el sentido que introduce al nio es de lo no reconocido.

    Acaso decir nio, no es una manera de nombrar lo diferente, lo nuevo? Nuestra prctica con

    nios nos acerca una evidencia y es que all no nos encontramos con el semejante adulto, ese

    que familiarmente nos habla de lo sexual, de la mujer, de la locura y de la muerte. Ellos, los

    nios, nos presentifican algo de lo real. Pareciera entonces, que las preguntas mismas

    intentan superponer el saber ya producido sobre adultos al nio, reintegrando de esta forma a

    lo conocido lo que nos es extrao.

    En la medida que hemos ido reformulando algunas cuestiones atenindonos a una clnica que

    mostraba sus eficacias, tambin se fue perfilando la necesidad de delimitar nuestrasintervenciones Cundo y cmo operar? Qu particularidades de la estructura del sujeto

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    deciden la intervencin del psicoanlisis en los tiempos de la infancia?

    Si apartamos nuestras preguntas de la connotacin edpica que las teoras sobre nios

    conllevan y abandonamos el planteo en trminos de nios, padres o familia qu luz arrojan a

    nuestra investigacin las categoras lacanianas de sujeto, objeto y el Otro?

    Efecto de su relacin al Otro, el sujeto se constituye en tanto los avatares de esa dialctica

    lanzan como producto el objeto de una falta. Su destino humano, lejos de unificarse del nio al

    latente y del pber al adulto, llevar la marca de la falta de unidad la cual imprimir para l unaposibilidad y un precio. La posibilidad de acceso al deseo y el precio de la escisin.

    Una anterioridad de lgica temporal determina la entrada del sujeto a la estructura por la va

    del Otro. No obstante desde la dependencia real al Otro a la dependencia simblica, hace falta

    tiempo. Pues lejos de avanzar de una dependencia inicial a una independencia lograda, todo

    progreso del sujeto cifra su existencia en profunda dependencia al significante.

    La psicologa evolutiva que ha observado y descrito con justeza los pasos en la incorporacin

    de la estructura sin embargo ha fallado a la hora de dar cuenta de las causas que impulsan su

    progreso.

    Desde el primer desprendimiento que la marca flica promueve separando del cuerpo del Otro

    al nio como objeto de su goce, pasando por uno y otro despertar sexual de la infancia a la

    pubertad, las operaciones necesarias para ese pasaje guardan un ordenamiento temporal,

    cuya realizacin es contingente.

    La significacin al sujeto que es solidario de la metaforizacin que le imprime el significante

    flico al goce del Otro, reclama la recreacin sucesiva de una operacin. Lacan la llama

    separticin (1), haciendo un apcope entre separacin y particin. Se refiere con ella a esa

    separacin primera que no se produce entre el nio y la madre, sino separando al sujeto dealgo de l mismo, el objeto. ("Spartition" fundamental, corte particin en el interior).

    Cada particin del sujeto y el objeto reanuda el movimiento. La serie simblica introduce una

    discontinuidad en el continum del tiempo real y a su vez va produciendo eficacias en lo

    imaginario.

    Pues el cuerpo real que crece requiere contar con los velos necesarios para cubrir el objeto.

    La imagen del cuerpo est agujereada pera la neurosis, no la ve. Esta vestimenta imaginaria

    se disea con tela simblica cuyo tramado se teje con cuerdas anudadas una y otra vez.

    El curso de la infancia est poblado de inhibiciones, angustias y sntomas, que bien pueden

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    ser ndices de su mismo transitar. No obstante esa misma diversidad de manifestaciones en

    ocasiones es indicativa de un estancamiento, pues la evolucin no es natural.

    Si hay sntomas los hay porque lo simblico inmixiona en lo real de la vida, trastornndola si

    sta es humana. Son los sntomas de la estructura, que se estructura en el desajuste que le

    es propio. En trminos freudianos, podramos decir que, no hay nios sin sntomas. La

    intervencin del psicoanalista se justifica, entonces, cuando los sntomas que dan cuenta de la

    operatividad de la estructura, muestran su detenimiento en el goce del sntoma.

    Reanudar, por lo tanto, es tarea del analista que sostiene su prctica de la imposibilidad,

    imposibilidad que se reconoce en que en su bsqueda nada espera reducir a lo exacto, a lo

    sin resto. Este reconocimiento deshace la impotencia de considerar como obstculos la

    presencia de los padres (entre otros avatares, que estos decidan traer o sacar a su nio del

    anlisis), la necesariedad de objetos reales (como los juguetes) o de la escena del juego para

    el abordaje en un tiempo en que el inconsciente no ofrece an su estructura de ficcin.

    Despoja de creencias de que al nio le faltan palabras o le sobran acciones. A la estructura ni

    le falta ni le sobra, es una estructura que opera en la falta misma. En cambio su falla se

    sostiene de la falta de la falta, lo que es la causa de su movimiento.

    Aprender a escribir.

    Atrapado en la vacilacin, el padre de Alan, de seis aos, cuando ste naci le puso un

    nombre diferente de aquel que la tradicin familiar juda reservaba para el primer hijo varn.

    En solucin de compromiso lo anota con ese nombre en el libro del templo.

    Rebelndose a su madre que eligi esposa a todos sus hermanos, el padre de este nio

    escogi para casarse una mujer cuyas caractersticas no satisfacan las expectativas

    familiares. Puso a su hijo un nombre diferente al de sus primos (todos los primeros varones de

    la familia llevaban el nombre del abuelo paterno) Dice el padre:

    "Quera ponerle otro nombre para diferenciarlo, pero tambin el nombre de la tradicin

    familiar. Mi mujer no quiso, tendra que haberlo peleado ms".

    "Le voy a decir que se cambie el nombre cuando sea grande". "Con la nena fue ms fcil".

    Oscilante entre el reconocimiento de su deseo y reducirlo a la demanda de su madre, a cuenta

    de la cual carga la decisin dice:

    "Le puse ese nombre porque ella quera, para no discutir".

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    Cuando Alan comienza a escribir, en la escuela primaria hebrea a la que concurre, lo hace en

    espejo. Junto a la enuresis y encopresis, los disfraces de mujer a los que siempre recurra y

    los riesgos en que pona su vida que llev a los padres a la consulta, este sntoma, el de la

    escritura en espejo, era un sntoma menor. Sin embargo, los otros slo cedieron cuando el

    nio pudo escribir su nombre.

    Alan haba comenzado una historia entre animales que continuaba sesin tras sesin.

    Anexaba una hoja a otra y tras pedirme que yo hiciera el dibujo l relataba el texto. Al decidir

    pegar una ltima hoja a la historia, algo no pega. Ala, llamado as por su madre, intentaescribir su nombre abreviado en el borde superior derecho de la hoja, (tal como se escribe en

    hebreo). All la letra L de Ala, letra rebelde, le sale en espejo. La borra una y otra vez

    intentando pasar al margen izquierdo (al modo castellano) infructuosamente.

    Entonces le digo que se confunde si sigue la historia en hebreo o en castellano, que no sabe

    dnde poner su nombre ni para qu lado seguir. A continuacin me pide que dibuje dos

    pinginos separados por una lnea y sin cabezas, que escriba arriba la consigna. Alan me

    dicta: "tiene que armar la cabeza al pingino, con lpiz o marcador, elija usted". Arriba de cada

    uno que ponga papi y mami, varn y mujer (respectivamente). Se lo lleva a la casa para que

    sus padres "pongan la cabeza donde corresponde". A la vez siguiente trae la hoja recortadaen la lnea media, las dos figuras separadas, cada una con su cabeza y el nombre Ala pintado

    queda escrito y pegado al pedazo de hoja donde est el dibujo de su mam.

    A partir de entonces su escolaridad avanza con meticulosidad obsesiva, cumple estrictamente

    sus tareas "con la seorita". Pero hallamos un lmite, un punto de detenimiento. Sus

    producciones son siempre desvalorizadas por l, segn dice: "me sale mal" y ante cada

    avance flico todava "se caga en los pantalones", ya no encima, pero en lo real sale corriendo

    al bao.

    Con la inscripcin del nombre del lado de la madre una operacin se efectu de sustraccincomo objeto de su goce, pero desprovisto de emblemas flicos, a los cuales identificarse, su

    posicin sexual vacila. No halla simblico del cual sostener una imagen varonil cuando el goce

    flico se presenta amenazante. Pues la aparicin del goce en el rgano peniano amenaza la

    imagen, cuando falta la provisin de emblemas varoniles para la identificacin que un tiempo

    estructural demanda.

    El aprendizaje de la escritura y en especial del nombre propio, produce una ganancia genuina

    para el sujeto. Con el trazo simblico puede separar el referente imaginario condensador de

    significacin y jugar a mover la imagen, sin que surja la amenaza de su aniquilacin. El juego

    de lo imaginario con lo real se torna posible en la confianza del lazo simblico que los anuda.

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    As desde el inicio de la escritura y hasta la pubertad, durante el perodo de latencia se

    escriben las letras, se hacen las cuentas, que permitirn localizar a su tiempo el goce en el

    acto sexual.

    Malas palabras

    La luz roja de la alarma haba sido encendida por la escuela. Yoel, a los siete aos, pegaba

    violentamente a sus compaeros y les arrancaba el pelo sin lograr contenerse.

    La primera vez que vino a mi consultorio, con pocas palabras y largos silencios dice:

    "Me estoy peleando mucho porque mienten".

    "El me sac la pelota a propsito".

    "Me burlan".

    "Mi hermana siempre me miente".

    -Y vos siempre le crees?- le pregunto hacindome la sorprendida.

    -Riendo me contesta- "Yo tambin a veces le miento".-

    Verdades sobre la enfermedad, el engao y la violencia gritaban en la mudez del pacto

    familiar. Una cara real y opaca de goce impedan la produccin del velo necesario para jugar

    al engao.

    Esa semana, el colegio decide que los padres retiren a Yoel de la escuela cuando pega a sus

    compaeros.

    "Me pegu con un amigo"- dijo la vez siguiente.

    -Qu! te quedaste pegado?- le pregunt.

    "No!"- dice rindose- "Le pegu porque me sac la pelota a propsito"-.

    -Y no sabes pelear por lo tuyo de otra manera?- le pregunto.

    "S, -dice dubitativo- burlando..., con malas palabras", y se queda callado.

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    Le pregunto: y sabs malas palabras? Me mira en silencio...hasta que responde tmida y

    pcaramente que s.

    Le propongo entonces hacer una lista, l dice que escriba yo y enumera: primero "mal aliento"

    y luego tomando ms coraje, "ojal que te mueras, hijo de puta, puta, carajo, boludo, pelotudo,

    tonto, tarado".

    Le digo: "es una lista donde las malas palabras salen despus de los malos deseos de ojal

    que te mueras hijo...de puta".

    Las peleas en la escuela se suspenden.

    La madre dice recordar cuando viene a buscarlo, casi en el pasillo, lo que neg

    persistentemente en las entrevistas: una escena de violencia matrimonial presenciada por el

    nio.

    Yoel llega con las manos adentro de las mangas y quiere jugar a la guerra con las cartas. Me

    advierte al comenzar el reparto que tenga cuidado pues puede haber algunas pegadas.

    Dos cartas compiten y gana la mayor, con un golpe de su mano en la mesa pretende ante

    cada tiro agarrar las cartas sin esperar a conocer el resultado. Su gesto se prepara al ataque

    ante la posible rapidez del contrincante a sustraerle lo suyo.

    As, golpe tras golpe en el afn de tomar las cartas golpes mi mano.

    - "Uy!"- dice.

    Le digo: "si l slo agarra lo que es suyo a los golpes".

    De ah en ms empieza a decir: "Mo!", cuando l gana y "Tuyo!", cuando gano yo.

    Malas son las palabras, an "mal aliento", cuando el silencio es aquello que se demanda. Yoel

    fue un testigo mudo hasta que el nacimiento de un hermanito vino a descubrirle el lugar en el

    que l estaba.

    Ah donde se oculta para el sujeto , gracias a lo simblico, la discordancia entre la imagen y lo

    real que la agujerea el velo ha cado, dejando para Yoel al desnudo, a la vista la mirada del

    Otro. La respuesta agresiva es el intento de salida a la tensin amenazante que recae sobre la

    imagen.

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    Los recursos simblicos, para poner a distancia el goce que retiene al sujeto en la demanda

    del Otro, se producen en los tiempos de la infancia paulatina y progresivamente. La escena

    ldica que requiere de objetos reales para la localizacin del goce fuera del cuerpo, da cuenta

    de un trnsito tendiente a simbolizar aquello que en los tiempos primeros, se juega entre lo

    real y lo imaginario (2) .

    Efecto de la represin fundante el pasaje a la Otra escena, permitir la produccin de saber

    inconsciente, cuando el sujeto que ya hablaba pasa a escribir un decir. Momento altamente

    simblico el aprendizaje de la escritura suspender a la operacin escritural, el ordenamientode un goce flico que requiere de letra para enmarcar y recortar en otro cuerpo, el de la

    alteridad, el objeto de su goce para el acto sexual.

    Tiempos de redistribucin de los goces, van engendrando los objetos que requieren de letra

    para su articulacin como objetos causa de deseo. Cada uno de estos tiempos implica una

    modalidad diferente para el acto analtico, cada vez que la suspensin del goce requiera una

    produccin escritural para efectivizar la recuperacin de otro goce permitiendo as el

    crecimiento.

    Juego, juguetes, dibujos, pinturas, esculturas, entrevistas con los padres: dicen de losobstculos para el abordaje por el psicoanlisis, del sujeto en la infancia? o dan cuenta de una

    estructura que se renueva reanudando el engendramiento del objeto que conviene a su

    incompletud.

    Su intervencin, la del analista, apuntar a instaurar las operaciones irrealizadas, las que son

    fundantes del pasaje de una etapa a otra. El analista opera en aquello que compromete la va

    de realizacin del sujeto en los tiempos de la infancia, donde enfrentado a un defecto de la

    represin constitutiva.

    NOTAS:

    (1) Lacan, Jaques: Seminario X, 15-5-63

    (2)Flesler Alba: Jugar de nios. Reunin Lacanoamericana de Psicoanlisis de Porto Alegre

    1993.

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