Albert einstein mis creencias

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    MIS CREENCIAS

    ALBERT EINSTEIN

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    PRLOGO

    En este volumen recogemos mltiples artculos, notas, conferen-cias, discursos y reflexiones filosficas de Albert Einstein, que a vecesrozan problemas cientficos, pero que en su gran mayora se refieren atpicos candentes de su poca, de la cual la nuestra es una continua-cin. En ello reside el valor de estos trabajos, casi todos breves, aunquesustanciosos. El clebre fsico, que pasar a la historia como uno de loshombres ms importantes de su tiempo, inici un nuevo perodo en elprogreso de la ciencia con sus audaces teoras. Ciertamente, si bien sumodestia lo haya negado, suyo es el mrito de haber inaugurado la eranuclear, pues fue el pionero de la fisin del tomo, descubrimiento queha abierto un mundo fascinante y riesgoso para nuestra civilizacin.

    Este mismo hecho convirti a Einstein, consciente del tremendopoder destructivo que las nuevas armas representaban para todo elorbe, en un decidido defensor de la paz, el desarrollo de la cultura y laigualdad y seguridad de los pueblos. Aparece as la faz del humanistaque ante la presencia de un arsenal de horror se entrega a la tarea deluchar con pasin en favor de un pacifismo activo, detrs del cual seadvierten las inquietudes del socilogo y del pedagogo.

    En estos escritos, todos los cuales se hallan unidos por un hiloconductor: el destino del hombre, preservado para fines ms nobles quela aniquilacin mutua, y su preocupacin por la vida comunitaria, sedescubren las profundas conmociones que sacudieron el nimo delcientfico en sus ltimos aos, cuando las nubes de otra conflagracin,ms cruel que cuantas haya soportado la humanidad, se cernan sobreel horizonte poltico mundial. La segunda guerra mundial y su trgicofin que llev al uso de la bomba atmica le anticiparon el enorme peli-gro que amenazaba al planeta y el camino tenebroso en que haba de-sembocado la ciencia. El saber al servicio de la muerte, cuando enrealidad se lo haba concebido siempre como sostn e impulso de lavida.

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    Si no se reaccionaba con premura ante la grave situacin que po-na en manos de los conductores ambiciosos y de la fuerza bruta unpoder siniestro que se le haba arrancado a la naturaleza, todo el es-fuerzo acumulado durante milenios y la estirpe humana misma, podanser arrasados por las radiaciones de energa que revelaba el tomoinsondable.

    De all surgi, en efecto, la rebelin humanista. "la obstinacin deun inconformismo incorregible", que en Einstein posee las ms varia-das manifestaciones de carcter tico ms que intelectual. Sus pro-puestas para mantener la paz a todo trance, sus discusiones respecto alas condiciones nacidas con motivo de la revolucin cientfica mono-polizada por el designio belicista tienen en l, sin excepcin, un tonodramtico. Nada escapa a su perspicaz mirada, aunque no lo vea todoen su conjunto: la instruccin, la cultura, la religin con sus falsosdioses, la mentalidad militarista tan notoria en los EE. UU. de posgue-rra, el socialismo y el acierto de su planificacin, el derrotero peligrosoasumido por la ciencia, y una aguda crtica al capitalismo, cuya "anar-qua econmica es la verdadera fuente de todos los males". Cabe re-cordar a este respecto las cartas en que polemiz con un grupo decientficos soviticos, en las que con mesura y sinceridad por ambaspartes se discuti, entre otros temas, el proyecto del "gobierno supra-nacional", que Einstein propugnaba y consideraba uno de sus esquemaspara salvar a la humanidad de la hecatombe, si bien sus interlocutoreslo rechazaron de plano. Las partes no se entendieron, por supuesto. Sinembargo, el tono de cada postura sirvi para aclarar posiciones dentrode un nivel intelectual de primer plano.

    En otros aspectos de su vehemente defensa de la paz crey el sa-bio que era indispensable modificar los sistemas de enseanza, en unareferencia directa a los EE. UU. Resultaba el nico medio para que lajuventud no se habituara a la voz de mando ni aprendiera slo a com-petir por objetivos deleznables ni a completar la "carrera de los hono-res", segn se acostumbra en el mundo burgus. Sostena que por sobretodas las frivolidades y acechanzas de la educacin corriente exista unplano tico insustituble, al que haba que llegar con humildad y talen-

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    to. La palabra viva, el ejemplo, la capacidad pedaggica es en esteterreno lo esencial. Los libros, que no pueden desecharse, vienen ensegundo trmino, pues no pueden superar jams la aptitud y la influen-cia del educador que ha abrevado en las fuentes de la sabidura.

    Einstein fue el autntico hombre de ciencia que no desdeaba lafe, mas sta no se vinculaba con ningn dogma. Una fibra humanista,que recorre como un lito los diversos escritos aqu ofrecidos, sostenasus ideas generosas y constructivas, las que por propia confesin, sur-gan espontneamente ante el espectculo de una sociedad -la america-na- que pareca empearse en destruirlo todo para asegurar el dominiode unos pocos a travs del terror. Aceptaba, no obstante, que sus pos-tulados en disciplinas en las que no era especialista -y crey siempreque el especialista es un ser escindido- eran el producto de un sanoempirsmo, que nada tena que ver con ese vocablo como aparece endistintas escuelas filosficas.

    Sin embargo, hay que destacar que el espritu de este insigne fsi-co mostr preferencia, y ello se comprueba por la lectura de algunas deestas notas, por algunas figuras eminentes del pensamiento y la sabidu-ra universales. Guard un profundo afecto por un filsofo de su propiaraza, cuyo influjo se hizo notar en su tiempo y mucho despus: Spino-za, tan apreciado entre los grandes pensadores alemanes de los siglosXVIII y XIX. Este judo, que se rebel contra su comunidad, ha dejadouna impronta imborrable en las tendencias espiritualistas einstenianas,la que puede rastrearse sin esfuerzo en el artculo en que se ocupa de lareligin. Einstein fue un espritu piadoso si se entiende por religin unafuerza tica, que participa del pantesmo del maestro, y que se opone ala Biblia y a la teologa. Quiz el fsico se coloc ms all de la cienciaen la bsqueda de la fuente en que se asientan el espritu, el senti-miento, la emocin que alientan al hombre a esclarecer los dilemas quele plantea la vida individual y el contorno social. Todo ello no significaque haya aceptado la concepcin de un dios personal, a travs del cual,de acuerdo con su opinin, los sacerdotes han impuesto el miedo y lasupersticin.

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    Tambin expres el cientfico su simpata por el Mahatma Gand-hi, cuya lucha por el pacifismo de la no violencia le sirvi de paradig-ma. Aqu se unan dos actitudes similares fundadas en principiosmorales que se atrevan a desafiar al mundo de la fuerza ciega y laprepotencia. Esta hermandad en el esfuerzo sigue siendo el signo denuestra poca, sobre la que pende tal vez con mayor intensidad, elpeligro denunciado en su momento y la voz de alerta de los cruzadosde la paz, que los intereses creados disimulan y disfrazan con el pre-texto de la seguridad nacional.

    Colocado ms all de lo trivial y de las convenciones que obnu-bilan la mente de los hombres, Einstein fue la conciencia viva queclam en el desierto del egosmo, de la turbia maleza de la diplomaciasecreta y los propsitos dominadores de la poltica mundial. Y asimis-mo tuvo el coraje civil de acusar a su pas de adopcin de practicar ladoblez y la moderna inquisicin y la caza d brujas en la vida internade la nacin y en las relaciones internacionales con su descarada infil-tracin policial.

    Unas lneas que escribi sobre el socialismo tico -que figuran eneste volumen- prueban su conviccin humanista y la necesidad deordenar la sociedad dentro de los ms rigurosos cnones de justicia eigualdad.

    Fue un rebelde convencido de su verdad, aunque esto verdad fue-ra un anhelo lejano. Su luz espiritual no ha de apagarse porque su ban-dera no ha sido arriada ni lo ser jams, puesto que hoy es ms claroque nunca que la reflexin y la filosofa, como quera Spinoza, son elimpulso de la vida y la esperanza.

    Recordemos, al pasar, que Einstein haba nacido en Ulm, Alema-nia, en 1879, es decir, durante el primer centenario de la Revolucinfrancesa. Adems dicha ciudad es conocida en la historia de la filoso-fa, pues se halla asociada al nombre de Descartes, quin pas en ellauna temporada. All una noche de noviembre de 1629, segn la tradi-cin, tuvo ste tres sueos misteriosos, que segn algunos intrpretespreanunciaban la unidad de la ciencia sobre una base espiritual. Unhecho fortuito, carente en efecto de explicacin plausible, une a dos

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    hombres ilustres en el campo del pensamiento y de la ciencia. Sacarconclusiones sera aventurado. Slo nos limitamos a subrayar unacoincidencia.

    A. LLANOS

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    Mensaje de la cpsula del tiempo

    Vivimos una poca rica en inteligencias creadoras, cuyas expre-siones han de acrecentar considerablemente nuestras vidas. Hoy cru-zamos los mares merced a la fuerza desarrollada por el hombre, yempleamos tambin esa energa para aliviar a la humanidad del trabajomuscular agotador. Aprendimos a volar y somos capaces de enviarmensajes y noticias sin dificultad alguna a los ms remotos lugares delmundo, por medio de ondas elctricas.

    No obstante, la produccin y distribucin de bienes se halla porcompleto desorganizada, de manera que la mayora ha de vivir temero-sa ante la posibilidad de verse eliminada del ciclo econmico, y sufriras la falta de lo necesario. Adems, los habitantes de las distintas na-ciones se matan entre s a intervalos regulares, por lo que tambin,debido a esta causa debe sentir miedo y terror todo el que piense en elfuturo. Esta anomala se debe al hecho de que la inteligencia y el ca-rcter de las masas son muy inferiores a la inteligencia y al carcter delos pocos que producen algo valioso para la comunidad. Confo en quela posteridad lea estas afirmaciones con un sentido de justicia y lanecesidad de un cambio en la situacin.

    (1939)

    La teora del conocimiento de Bertrand Russell

    En el instante en que el compilador de este volumen me solicitque escribiese algo sobre Bertrand Russell, mi admiracin y respetopor este autor me impulsaron a decir que s sin vacilacin. Debo innu-merables horas de satisfaccin a la lectura de las obras de Russell,tributo que no puedo rendir a ningn otro escritor cientfico contempo-rneo, con la excepcin de Thorstein Veblen. Descubr pronto, empero,que era ms fcil formular la promesa que cumplirla. Haba prometidodecir algo sobre Russell como filsofo y epistemlogo. Despus de

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    empezar a hacerlo muy confiado, advert en seguida que me habaaventurado en un tembladeral, pues hasta entonces me haba limitado,de manera cautelosa, por falta de experiencia, al campo de la fsica.Las actuales dificultades de su ciencia obligan al fsico a afrontar pro-blemas filosficos en grado muy superior a lo que suceda en otrasgeneraciones. Aunque no hablar aqu de estas dificultades, mi preocu-pacin por ellas, ms que nada, me llev a la posicin esbozada en esteensayo.

    En la evolucin del pensamiento filosfico a travs de los siglosha desempeado un papel decisivo la cuestin siguiente: Qu conoci-miento puede proporcionar el pensamiento puro con independencia dela percepcin sensorial? Existe tal conocimiento? Si no existe, cules con exactitud la relacin entre nuestro conocimiento de la materiaprima que nos proporcionan las impresiones sensoriales? A estas pre-guntas y a algunas otras que se vinculan ntimamente con ellas corres-ponde un caos casi infinito de opiniones filosficas. Sin embargo, enesta serie de tentativas, por cierto estriles pero heroicas, se advierteuna tendencia evolutiva sistemtica que se puede definir como un cre-ciente escepticismo respecto a todo intento de descubrir, por medio delpensamiento puro, algo sobre el "mundo objetivo", sobre el mundo delas "cosas" frente al mundo de los meros "conceptos e ideas". Digamosentre parntesis que lo mismo que hara un filsofo verdadero empleoaqu comillas para introducir un concepto ilegtimo, que pido al lectorque admita por el momento, aunque resulte sospechoso a los ojos de lapolica filosfica.

    En el comienzo de la filosofa se crea, por lo general, que era po-sible descubrir todo lo cognoscible mediante la simple reflexin. Re-sultaba una ilusin fcilmente aceptable si, por un instante, olvidamoslo que hemos aprendido de la filosofa posterior y de las ciencias natu-rales; no debe sorprendernos que Platn concediese mayor realidad alas "ideas" que a las cosas experimentables en forma emprica. Hastaen Spinoza, y en un filsofo tan moderno como Hegel, este prejuiciofue la fuerza vital que parece haber representado el papel decisivo. Sepodra plantear sin duda tambin la cuestin de que, sin participar de

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    esta ilusin, sera factible lograr algo realmente grande en el reino delpensamiento filosfico . . . mas nosotros no pretendemos analizar esteproblema.

    Esta ilusin aristocrtica sobre la capacidad ilimitada de penetra-cin del pensamiento tiene como contrapartida la ilusin ms plebeyadel realismo ingenuo, segn la cual las cosas "son" lo que percibimos atravs de nuestros sentidos. Esta ilusin domina la vida diaria de hom-bres y animales. Adems resulta el punto de partida de todas las cien-cias, sobre todo de las ciencias naturales.

    Estas dos ilusiones no pueden separarse de manera independiente.La superacin del realismo ingenuo a sido relativamente fcil. En laintroduccin a su libro An Inquiry into Meaning and Truth, Russelldelinea este proceso con admirable concisin:

    "Todos partidos del realismo ingenuo, es decir, la doctrina de quelas cosas son lo que parecen. Creemos que la hierba es verde, las pie-dras duras y la nieve fra. Sin embargo, la fsica nos asegura que elverdor de la hierba, la dureza de las piedras y la frialdad de la nieve noson el verdor, la dureza y el fro que conocemos por nuestra propiaexperiencia, sino algo muy diferente. El observador, al pensar que estfrente a una piedra, observa en realidad si hemos de creer a la fsica, esdecir, a los efectos de la piedra sobre l. La ciencia se presenta, pues,en guerra consigo misma: Cuando ms objetiva pretende ser, ms hun-dida se ve en la subjetividad, en contra de sus deseos. El realismo in-genuo lleva a la fsica y la fsica, si es autntica, muestra que elrealismo ingenuo es falso. En consecuencia, el realismo ingenuo, si esverdadero es falso. Por tanto, es falso".

    Fuera de su magistral formulacin, estas lneas expresan algo msque a m nunca se me haba ocurrido. Segn un anlisis superficial, elpensamiento de Berkeley y el de Hume parecen oponerse a la forma depensamiento de las ciencias naturales. Empero; el citado comentario deRussell descubre una conexin: Si Berkeley se basa en el hecho de queno captamos directamente las "cosas" del mundo externo a travs denuestros sentidos, sino que slo llegan a nuestros rganos sensorialesacontecimientos que tienen conexin causal con la presencia de las

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    "cosas" nos encontramos con que esto es una consideracin cuya fuer-za persuasiva emana de nuestra confianza en la forma de pensar de lafsica. Por tanto, si se duda de la forma de pensamiento de la fsica,hasta en sus caractersticas ms generales, no hay ninguna necesidad deinterpolar entre el objeto y el acto de visin algo que separe el objetodel sujeto y torne problemtica la "existencia del objeto".

    No obstante, fue la misma forma de pensamiento de la fsica y susxitos los que socavaron la confianza en la posibilidad de entender lascosas y sus relaciones a travs del pensamiento puramente especulati-vo. Poco a poco se admiti la idea de que todo conocimiento de lascosas es slo una elaboracin de la materia prima proporcionada porlos sentidos. En esta forma general -y un tanto vagamente formulada-es probable que esta frase sea ahora de aceptacin comn. Mas estaidea no se basa en el supuesto de que alguien haya logrado demostrarconcretamente la imposibilidad de conocer la realidad mediante laespeculacin pura, sino ms bien en el hecho de que el procedimientoemprico -en el sentido antes mencionado- ha demostrado que puedepor s solo constituir una fuente de conocimiento. Galileo y Humefueron los primeros en sostener este principio con absoluta claridad yprecisin.

    Hume comprob que los conceptos que debemos considerar bsi-cos, como por ejemplo, la conexin causal, no pueden obtenerse apartir del material que nos proporcionan los sentidos. Esta idea lo lleva una actitud escptica frente a cualquier tipo de conocimiento. Al leerlos libros de Hume causa asombro que muchos filsofos posteriores al, a veces filsofos muy estimados, hayan sido capaces de escribirtantas cosas oscuras e intrincadas y hasta hallar lectores agradecidos.Hume ha influido de manera permanente en la evolucin de los mejo-res filsofos que le siguieron. Se lo percibe al leer los anlisis filosfi-cos de Russell, cuya inteligencia y sencillez de expresin me lo hanrecordado muchas veces.

    El hombre tiene un profundo anhelo de certeza en sus conoci-mientos. Por eso pareca tan devastador el claro mensaje de Hume. Lamateria prima sensorial, la nica fuente de nuestro conocimiento, pue-

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    de llevarnos, por hbito, a la fe y a la esperanza, pero no al conoci-miento, y todava menos a la captacin de las relaciones expresables enforma de leyes. Despus sali a escena Kant con una idea que, aunqueinsoste-ble por cierto en la forma en que l la expuso, significaba unpaso hacia la solucin del dilema de Hume: todo lo que en el conoci-miento sea de origen emprico nunca es seguro (Hume). Por consi-guiente, si tenemos conocimientos ciertos, definidos, deben basarse enla razn misma. As sucede, por ejemplo, con las proposiciones de lageometra y con el principio de causalidad. Estos tipos de conoci-miento y otros tipos determinados son, como si dijsemos, una parte delos instrumentos del pensamiento y no han de obtenerse, pues, previa-mente a partir de los datos sensoriales. Es decir, son conocimientos apriori. Hoy, todo el mundo sabe que los mencionados conceptos nocontienen nada de la certeza, de la inevitabilidad intrnseca que le ha-ba atribuido Kant. Considero, no obstante, que de la exposicin queformula Kant del problema es correcto lo que sigue. Al pensar, utili-zamos, mediante cierta "correccin", conceptos a los que no hay nin-gn acceso si se parte de los materiales de la experiencia sensible, si seenfoca la situacin desde el punto de vista lgico.

    Estoy convencido, por supuesto, de que puede afirmarse an mu-cho ms: los conceptos que surgen en nuestro pensamiento y en nues-tras expresiones lingsticas son todos -cuando se enfocanlgicamente- creaciones libres del pensamiento que no pueden inducir-se a partir de experiencias sensoriales. Esto no se advierte fcilmenteporque tenemos el hbito de combinar ciertos conceptos y relacionesconceptuales -proposiciones- con determinadas experiencias sensibles,que no nos damos cuenta del abismo -insalvable desde el punto devista lgico- que separa el mundo de las experiencias sensibles delmundo de los conceptos y de las proposiciones.

    As, por ejemplo, la serie de los nmeros enteros es sin duda uninvento del pensamiento, un instrumento autocreador que simplifica laordenacin de determinadas experiencias sensoriales. Sin embargo, noexiste manera alguna de que podamos hacer surgir, por as decir, esteconcepto directamente de experiencias sensoriales. He elegido, de

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    modo deliberado el concepto de nmero, porque pertenece al pensa-miento precientfico y porque a pesar de tal hecho, su carcter cons-tructivo es por cierto muy visible. Si bien cuanto ms analizamos losconceptos ms primitivos de la vida cotidiana ms difcil resulta identi-ficar el concepto entre la masa de hbitos inveterados como una crea-cin independiente del pensamiento. As puedo surgir la fatdicaconcepcin -fatdica quiero decir para una comprensin de las condi-ciones aqu existentes-, segn la cual los conceptos nacen de la expe-riencia a travs de la "abstraccin", esto es, a travs de la omisin deuna parte de su contenido. Debo explicar ahora por qu me parece tanfatdico este concepto.

    En cuanto nos familiarizamos con la crtica de Hume, podemossin duda vernos inducidos a creer que todos los conceptos y proposi-ciones que no pueden deducirse de la materia grima sensorial debeneliminarse del pensamiento por su carcter "metafsico", pues un pen-samiento slo adquiere contenido material a travs de su relacin conese material sensorial. Considero por completo vlida esta ltima pro-posicin, pero sostengo que la norma de pensamiento que se basa enella es falsa, pues nos lleva -si se aplica coherentemente- a rechazar sinexcepcin cualquier gnero de pensamiento por "metafsico".

    Con el fin de que el pensamiento no degenere en "metafsico", oen vana palabrera, basta que existan suficientes proposiciones delsistema conceptual bien relacionadas con experiencias sensoriales yque el sistema conceptual, por su funcin de ordenador y supervisor dela experiencia sensible, muestre la mxima unidad y parquedad posi-bles. Adems de ello, el "sistema" es -respecto a la lgica- un juegolibre con smbolos que siguen una norma establecida de manera arbi-traria, desde el punto de vista lgico. Todo esto es vlido -y del mismomodo- para el pensamiento de la vida diaria como para el pensamientode las ciencias, elaborado de modo ms consciente y sistemtico.

    Se comprender ahora sin esfuerzo lo que quiero decir si formulola siguiente afirmacin: Por su aguda crtica no slo imprimi Humeun decisivo avance a la filosofa sino que adems -aunque sin culpasuya- cre un peligro para esta disciplina, pues a causa de dicha crtica

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    surgi un fatdico "miedo a la metafsica" que ha llegado a convertirseen una enfermedad de la filosofa emprica contempornea. Esta en-fermedad es la contrapartida del antiguo filosofar en las nubes, quecrea poder menospreciar lo que aportaban los sentidos y prescindir deellos.

    Por mucho que se pueda admirar el certero anlisis que Russellaporta en su ltimo libro Meaning and Truth, pienso que an en estecaso se advierte el pes negativo del espectro del miedo metafsico.Este miedo me parece, en efecto, la causa de que se conciba el "objeto"como una "masa de cualidades", "cualidades" que deben tomarse de lamateria prima sensorial. Pues bien, el hecho de que se diga que doscosas sean una y la misma, si coinciden en todas sus cualidades, nosobliga a considerar las relaciones geomtricas entre las cosas comocualidades de stas. (De otra manera nos veramos constreidos a con-siderar la "misma cosa", la Torre Eiffel de Pars y un rascacielo neo-yorquino). No veo, sin embargo, ningn peligro "metafsico" en tomarel objeto en el sentido de la fsica, como un concepto independientedentro del sistema junto con la estructura espacio temporal adecuada.

    Si tenemos todo esto en cuenta, me siento en particular complaci-do por el hecho de que, en el ltimo captulo del libro, resulta por finque no se puede, enrealidad, arreglrselas sin "metafsica". Lo nicoque me atrevo a reprochar en este respecto es la mala conciencia inte-lectual que se advierte entre lneas.

    (1944)

    Inteligencia matemtica

    Jacques Hadamard, matemtico francs, realiz un estudio psi-colgico con matemticos, a fin de determinar sus procesos mentales.Consignamos dos de las preguntas seguidas por las respuestas deEinstein.

    Sera importante para la investigacin psicolgica saber qu im-genes internas o mentales, qu gnero de "palabras internas" emplean

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    los matemticos: si son motrices, auditivas, visuales o mixtas, segn eltema que se estudie.

    Adems, en el proceso de investigacin las palabras internas, olas imgenes mentales se presentan a plena conciencia o en el umbralde la conciencia . . .?

    Estimado colega

    Trato de contestar a continuacin, en sntesis, sus preguntas en lamedida en que soy capaz de hacerlo. No me complacen mis respuestasy estoy dispuesto a contestar otras preguntas si usted cree que estopuede ser til para la tarea, tan interesante y difcil que se ha propuesto.

    A) Las palabras o el lenguaje, tal como se escriben o hablan, noparecen desempear ningn papel en mi mecanismo mental. Las enti-dades fsicas que al parecer sirven como elementos del pensamientoson determinados signos e imgenes ms o menos claros que puedenreproducirse y combinarse "voluntariamente".

    Existe, sin duda, cierta conexin entre esos elementos y concep-tos lgicos relevantes. Resulta manifiesto tambin que el deseo dellegar en ltimo trmino a conceptos relacionados lgicamente es labase emotiva de este juego, ms bien impreciso, con los elementoscitados. Mas desde un punto de vista psicolgico este juego combinato-rio parece ser la caracterstica esencial del pensamiento productivoantes de haber conexin alguna con una elaboracin lgica en palabrasu otro tipo de signo comunicable a los dems.

    B) Los elementos referidos son, en mi caso, de tipo visual y algu-nos de tipo muscular. Los trminos convencionales, u otros signos hande buscarse con esfuerzo, en una etapa secundaria, una vez establecidoel juego asociativo, ya mencionado, cuando puede reproducirse a vo-luntad.

    C) Segn lo dicho, el juego con referidos elementos tiende a seranlogo a ciertas conexiones lgicas que se buscan.

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    D) Elementos visuales y motores. Si intervienen las palabras, s-tas son en mi caso puramente auditivas, aunque slo se presentan enuna segunda etapa, como lo he dicho.

    E) Creo que lo que usted llama conciencia plena es un caso lmiteque nunca puede alcanzarse del todo. Esto me parece relacionado conel fenmeno llamado estrechez de la conciencia.

    Una observacin: El profesor Max Wertheimer se ha propuestoestudiar la diferencia entre mera asociacin o combinacin de elemen-tos reproductibles y la captacin orgnica. No puedo juzgar hasta qupunto su anlisis psicolgico aprehende la cuestin esencial.

    (1945)

    El Estado y la conciencia individual

    El problema segn el cual ha de actuar el hombre si su gobiernoprescribe conductas rgidas o la sociedad espera un comportamientoque su propia conciencia considera errneo, es, por cierto, muy anti-guo. Resulta fcil decir que no puede considerarse responsable al indi-viduo por actos ejecutados mediante una presin insoportable, porqueel individuo depende por completo de la sociedad en que vive y ha deaceptar sus normas ciertamente. Mas la misma formulacin de estaidea permite ver hasta qu punto tal concepcin contradice nuestrosentido de la justicia.

    La presin externa logra, en alguna medida, reducir la responsa-bilidad del individuo, pero nunca eliminarla. En los juicios de Nren-berg se acept este principio. Todo lo que tiene importancia moral ennuestras instituciones, leyes y costumbres, puede deducirse de la inter-pretacin del sentido de la justicia por parte de innumerables indivi-duos. Las instituciones son impotentes, en el aspecto tico, a menosque las apoye el sentido de la responsabilidad de los individuos ac-tuantes. Todo esfuerzo por elevar y fortalecer este sentido de la respon-sabilidad es un elevado servicio a la humanidad.

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    En nuestro tiempo, los cientficos y los ingenieros asumen unaresponsabilidad moral muy grande porque la creacin y perfecciona-miento de instrumentos militares de destruccin generalizada cae den-tro de su campo concreto de actividad. Pienso, entonces, que lacreacin de la Society for Social Responsability in Science (Sociedadpara la Responsabilidad Social en la Ciencia) satisface una verdaderaexigencia. Esta asociacin a travs de la discusin de los problemas desu competencia permitir al individuo aclarar mejor sus ideas y llegar auna postura definida en cuanto a su propia situacin; adems, la ayudamutua es esencial para quienes afrontan dificultades por obrar segn suconciencia.

    (1950)

    Aforismos para Leo Baeck

    Saludo al hombre que pasa por la vida siempre al servicio delprjimo, sin conocer el miedo, extrao a toda agresividad y a todoresentimiento. De este material estn constituidos los grandes conduc-tores morales que brindan consuelo ala humanidad en las miserias queella misma crea.

    El intento de combinar la sabidura y el poder ha tenido xito muypocas veces, y cuando lo tuvo no fue por mucho tiempo.

    Un hombre suele evitar atribuir talento a otro... sobre todo si esun enemigo.

    Pocos son capaces de expresar con justicia opiniones que difierande los prejuicios de su contorno social. La mayora no se atreve ni aelaborarlas.

    La primaca de los tontos es insuperable y est garantizada parasiempre. Su falta de coherencia alivia, empero, el terror de su despo-tismo.

    Para ser primer miembro perfecto de un rebao de ovejas, se debeser, sobre todo, una oveja.

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    Los contrastes y contradicciones que pueden convivir pacfica ypermanentemente dentro de un crneo, tornan ilusorios todos los sis-temas de los optimistas y pesimistas polticos.

    La risa de los dioses hace naufragar a quien intente proclamarsejuez en el campo de la verdad y del conocimiento.

    La alegra de mirar y comprender es el don ms bello de la natu-raleza.

    (1953)

    La libertad

    S que es tarea difcil discutir sobre juicios fundamentales de va-lor. Si, por ejemplo, alguien aprueba, como fin, la erradicacin delgnero humano de la tierra, es imposible refutar ese punto de vistadesde bases racionales. Si, en cambio, hay acuerdo sobre determinadosobjetivos y valores se puede argir con razn en cuanto a los mediospor los cuales pueden alcanzarse estos propsitos. Sealemos, enton-ces, dos objetivos sobre los cuales tal vez estn de acuerdo quieneslean estas lneas.

    1. Los bienes esenciales destinados a sustentar la vida y la saludde todos los seres humanos, deberan producirse con el mnimo esfuer-zo posible.

    2. La satisfaccin de las necesidades fsicas es por supuesto lacondicin previa indispensable para una existencia decorosa, si bien noes suficiente por s sola. Para que los hombres se muestren satisfechosdeben tener tambin la posibilidad de desarrollar su capacidad intelec-tual y artstica segn sus caractersticas y condiciones personales.

    El primero d estos fines exige la difusin de todos los conoci-mientos relacionados con las leyes de la naturaleza y de los procesossociales, esto es, el impulso de todas las investigaciones cientficas. Latarea cientfica resulta; por cierto, un conjunto natural, cuyas partes seapoyan mutuamente, de tal manera que nadie puede prever, en efecto.No obstante, el progreso de la ciencia exige que sea posible la difusin

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    sin restricciones de opiniones y consecuencias: libertad de expresin yde enseanza en todos los mbitos de la actividad intelectual. Por li-bertad debo suponer condiciones sociales de tal ndole que el individuoque exponga sus modos de ver y las afirmaciones respecto a cuestionescientficas, de tipo general y particular, no enfrente por ello gravesriesgos. Esta libertad de expresin es indispensable para el desarrollo ycrecimiento de los conocimientos cientficos, un detalle de decisivaimportancia prctica. En primer trmino, debe garantizarla la ley. Maslas leyes solas no logran asegurar la libertad de expresin; a fin de queel hombre pueda exponer sus opiniones sin riesgos serios debe existirel espritu de tolerancia en toda sociedad. Un ideal de libertad externacomo ste jams se lograr plenamente, aunque debe persistirse en lcon empeo si queremos que el pensamiento cientfico avance sintregua, lo mismo que el pensamiento filosfico y creador en general.

    Para lograr el segundo objetivo, o sea que resulte posible el desa-rrollo espiritual de todos los individuos, es necesario un segundo gne-ro de libertad exterior. El individuo no ha de verse obligado a trabajartanto para cubrir sus necesidades vitales que no le quede tiempo nifuerzas para sus actividades personales. Sin este segundo tipo de liber-tad externa, no servir de nada la libertad de expresin. El progresotecnolgico tornara posible esta forma de libertad si se alcanzase unadivisin racional del trabajo.

    La evolucin de la ciencia y de las actividades creadoras del esp-ritu en general, reclama otro modo de libertad que puede calificarse delibertad interior. Esa libertad de espritu consiste en pensar con inde-pendencia sobre las limitaciones y los prejuicios autoritarios y socialesas como frente a la rutina antifilosfica y el hbito embrutecedor delambiente. Esta libertad interior es un raro privilegio de la naturaleza yun propsito digno para el individuo. Empero, la comunidad puederealizar tambin mucha labor de estmulo en este sentido, por lo menosal no poner trabas a la labor intelectual. Las escuelas y los sistemas deenseanza obstaculizan a veces el desarrollo de la libertad interior coninfluencias autoritarias o cuando imponen a los jvenes cargas espiri-tuales excesivas; las instituciones de enseanza pueden, por otra parte,

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    favorecer esta libertad si fomentan el pensamiento independiente. ni-camente si se prosigue con constancia y conciencia la libertad interiory la libertad externa es posible el progreso espiritual y el conocimientoy as mejorar la vida general del hombre en todos sus aspectos.

    (1940)

    Discurso al recibir el premio Lord Taylor

    Acepto con gusto este premio como expresin de un sentimientode afecto. Me produce un gran placer, por supuesto, advertir que seaplaude clidamente la obstinacin de un inconformismo incorregible.En este caso nos interesa el inconformismo en un terreno de actividadbastante remoto, y ningn comit senatorial ha experimentado hasta elmomento deseos de emprender la importante tarea de combatir, tam-bin en este aspecto, los peligros que amenazan la seguridad internadel ciudadano ignorante o amedrentado.

    Respecto a las palabras de clido elogio que se me han prodigadotratar de no discutirlas. Quin cree qu todava exista la modestiaautntica? Me arriesgara a que me considerasen un viejo hipcrita.Comprendern, por tanto, que no tengo valor suficiente para afrontartal peligro.

    Lo nico que corresponde, por consiguiente, es confirmar mi gra-titud.

    (1953)

    Los mtodos de la inquisicin moderna

    Estimado seor Frauenglass:Gracias por su nota. Por "campo remoto" me refiero a los funda-

    mentos tericos de la fsica.El problema contra el que se enfrentan los intelectuales de este

    pas, Estados Unidos, es muy grave. Los polticos reaccionarios han

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    conseguido que el pblico sospeche de cualquier propsito intelectual,enceguecindolo con la amenaza de un peligro exterior. Puesto quehasta ahora han tenido xito han pasado ya a limitar la libertad de en-seanza y a privar de sus puestos a todos los que no se muestran sumi-sos, es decir, comienzan a matarlos de hambre.

    Qu debe hacer contra este peligro la minora de los intelectua-les? En verdad no veo ms sistema que el mtodo revolucionario de nocooperacin, en el sentido de Gandhi. Todo intelectual al que convo-que uno de esos comits, debe rehusarse a declarar. Esto es, ha de estardispuesto a ir a la crcel y a correr la ruina econmica, a sacrificar, ensntesis, su bienestar econmico en favor del bienestar cultural de supas.

    La negativa a declarar no debe fundarse, empero, en el conocidosubterfugio de invocar la enmienda quinta de la Constitucin por laposibilidad de autoacusacin, sino en la conviccin de que es vergon-zoso para un ciudadano sin tacha someterse a ese procedimiento inqui-sitorial, que viola el espritu de la Constitucin.

    Si hay suficientes individuos dispuestos a adoptar esta seria acti-tud se conseguir el triunfo. De lo contrario, los intelectuales de estepas slo merecern la esclavitud que se les prepara.

    P.D. No es necesario que esta carta se considere confidencial.(1953)

    Los derechos humanos

    Se han reunido ustedes hoy para dedicar su preocupacin al pro-blema de los derechos humanos; y han resuelto ofrecerme un premiocon tal motivo. Cuando me enter del hecho, me deprimi un poco taldecisin. En qu desdichada situacin, pens, se encuentra una comu-nidad para no encontrar un candidato ms adecuado a quien concederesta distincin?

    Durante una larga vida he dedicado todos mis esfuerzos a fin delograr una concepcin algo ms profunda de la estructura de la realidad

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    fsica. Nunca he realizado trabajo sistemtico alguno para mejorar lasuerte de los hombres, para combatir la injusticia y la represin y mejo-rar las formas tradicionales de las relaciones humanas.

    Slo lo hice con largos intervalos; expres mi opinin sobrecuestiones pblicas siempre que me parecieron desgraciadas y negati-vas, es decir cuando el silencio me habra obligado a sentirme culpablede complicidad.

    La existencia y la validez de los derechos humanos no estn es-critos en las estrellas. Los ideales sobre la conducta mutua de los sereshumanos y la organizacin ms acorde de la comunidad, los concibie-ron y ensearon individuos ilustres a lo largo de toda la historia. Estosideales y creencias derivados de la experiencia histrica, el anhelo debelleza y armona fueron aceptados muy pronto por el hombre. . . ypisoteados siempre por la misma gente impulsada por la presin de susinstintos animales. Una gran parte de la historia exhibe la lucha enfavor de esos derechos humanos, una lucha eterna en que la que no seproducir nunca una victoria decisiva. Sin embargo, desfallecer en estatarea significara el hundimiento de la sociedad.

    Al hablar ahora de los derechos humanos nos referimos en espe-cial a los siguientes derechos esenciales: proteccin del individuo con-tra la usurpacin arbitraria de sus derechos por parte de otros, o por elgobierno; derecho a trabajar y a percibir ingresos justos por su labor;libertad de enseanza y de discusin; participacin adecuada del indi-viduo en la formacin de su gobierno. Estos derechos humanos sereconocen hoy de manera terica; sin embargo, mediante el uso fre-cuente de maniobras legales y formalismos resultan violados en medi-da mayor todava que hace una generacin. Existe, adems, otroderecho humano, que pocas veces se menciona, aunque est destinadoa ser muy importante: es el derecho, o el deber, que posee el ciudadanode no cooperar en actividades que considere errneas o dainas. Eneste sentido tiene que ocupar un lugar excepcional la negativa a prestarel servicio militar. He conocido personas de gran fortaleza moral eintegridad que por ese motivo han entrado en conflicto con los rganosdel Estado. El juicio de Nrenberg contra los criminales de guerra

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    alemanes se basaba tcticamente en el reconocimiento de este princi-pio: no pueden excusarse los actos criminales aun cuando se cometanpor orden de un gobierno. La conciencia est por encima de la autori-dad de la ley del Estado.

    La lucha de nuestro tiempo se basa, sobre todo, en torno a la li-bertad de ideas polticas y a la libertad de discusin, as como a lalibertad de investigacin y de enseanza. El temor al comunismo haconducido a prcticas que son ya incomprensibles para el resto de lahumanidad civilizada y que exponen a nuestro pas al ridculo. Hastacundo toleraremos que polticos, empujados por la sensualidad delpoder, pretendan obtener ventajas electoralistas de modo tan pocodigno? Hasta parece que la gente ha perdido su sentido del humor alextremo de que ese adagio francs "el ridculo mata" ya ha dejado detener validez.

    (1954)

    Ciencia y religin

    I

    En el transcurso del siglo pasado y parte del anterior se sostuvode manera generalizada que exista un conflicto insalvable entre laciencia y la fe. La opinin que predominaba entre las personas de ideasavanzadas afirmaba que haba llegado la hora de que el conocimiento,la ciencia, reemplazase a la fe; toda creencia que no se apoyara en elconocimiento era supersticin y, como tal deba ser combatida. Deacuerdo con esta concepcin, la educacin tena como nica funcinabrir el camino al pensar y al conocer, y la escuela, como instrumentodecisivo de la instruccin del pueblo, deba servir slo a este fin.

    Sin duda es difcil hallar, si se la encuentra, una exposicin tansimple del punto de vista racionalista; toda persona sensata puede veren efecto lo unilateral de esta exposicin. Sin embargo tambin es

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    aconsejable exponer una tesis ntida y concisa si se quieren aclararlasideas respecto a la naturaleza de este problema.

    Por supuesto que el mejor medio de defender cualquier convic-cin es fundarla en la experiencia y en el razonamiento. Tenemos queaceptar en este caso el racionalismo extremo. El punto dbil de estaconcepcin resulta, empero, que esas ideas que son inevitables y de-terminan nuestra conducta y nuestros juicios no pueden basarse slo eneste nico procedimiento cientfico.

    En efecto, el mtodo cientfico no puede mostrarnos ms que c-mo se relacionan los hechos entre s y cmo se condicionan mutua-mente. El deseo de alcanzar este conocimiento objetivo pertenece a lamxima exigencia de que es capaz el hombre, y pienso, por cierto, quenadie sospechar que intente reducir los triunfos y las luchas heroicasdel hombre en este mbito. Sin embargo, es manifiesto tambin que elconocimiento de lo que es no da acceso directo a lo que debera ser. Sepuede tener el conocimiento ms claro y completo de lo que es, y nolograr, en efecto, deducir de ello lo que debera ser la finalidad denuestras aspiraciones humanas. El conocimiento objetivo nos propor-ciona poderosos instrumentos para conseguir ciertos fines, pero elobjetivo ltimo en s y el propsito de alcanzarlo deben venir de otrafuente. No creo que sea necesario siquiera defender la tesis de quenuestra existencia y nuestra actividad slo asumen sentido por la pro-secucin de un objetivo tal y los valores correspondientes. El conoci-miento de la verdad como tal es admirable, mas su utilidad como guaes tan escasa que no es posible demostrar ni la justificacin ni el valorde la aspiracin hacia ese mismo conocimiento de la verdad. Por con-siguiente, nos enfrentamos aqu con los lmites de la concepcin pura-mente racional de nuestra existencia.

    Sin embargo, no debe suponerse que el pensamiento inteligenteno desempee algn papel en la formacin de lo objetivo y de los jui-cios ticos. Cuando se comprende que ciertos medios seran tiles parala consecucin de un fin, los medios en s se convierten entonces en unfin. La inteligencia nos aclara la interrelacin entre medios y fines.Empero, el simple pensamiento no es capaz de proporcionarnos un

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    sentido de los fines ltimos y fundamentales. Penetrar estos fines yestas valoraciones esenciales e introducirlos en la vida emotiva de losindividuos, me parece, de manera concreta, la funcin ms importantede la religin en la vida social del hombre. Y si nos preguntamos dednde se deriva la autoridad de tales fines esenciales, puesto que nopueden fundarse y justificarse en la razn, slo diremos: son, en unasociedad sana, tradiciones poderosas, que influyen en la conducta, enlas aspiraciones y en los juicios de los individuos. Esto es, estn allcomo algo vivo, sin que resulte indispensable buscar una justificacinde su existencia. Adquieren fuerza no mediante la demostracin sinode la revelacin, a travs de personalidades vigorosas. No es posibletratar de justificarlas, sino captar su naturaleza de modo simple y claro.

    Los ms elevados principios de nuestras aspiraciones y juiciosnos los proporciona la tradicin religiosa judeocristiana. Es un objetivomuy digno que, con nuestras dbiles fuerzas, slo logramos alcanzarmuy pobremente, si bien proporciona una base segura a nuestras aspi-raciones y valoraciones. Si se separa este objetivo de su forma religiosay se examina en su mero aspecto humano, tal vez sea posible exponerloas: Desarrollo libre y responsable del individuo, de modo que logreponer sus cualidades, con libertad y alegra al servicio de toda la hu-manidad.

    No se intenta divinizar a una nacin, a una clase ni tampoco a unindividuo. No somos todos hijos de un padre, tal como se dice en ellenguaje religioso? En verdad, tampoco correspondera al espritu deeste ideal la divinizacin del gnero humano, como una totalidad abs-tracta. Slo tiene alma el individuo. Y el fin superior del individuo esservir ms que regir, o superarse de cualquier otro modo.

    Si se examina la sustancia y se olvida la forma, pueden conside-rarse adems estas palabras, como expresin de la actitud democrticaesencial. El verdadero demcrata, igual que el hombre religioso, nopuede adorar a su nacin en el sentido corriente del trmino.

    Cul es, pues, en este problema, la funcin de la educacin y dela escuela? Debera ayudarse al joven a formarse en un espritu tal que

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    esos principios esenciales fuesen para l como el aire que respira. Slola educacin puede lograr este propsito.

    Si se tienen estos elevados principios claramente a la vista, y selos compara con la vida y el espritu de la poca, se comprueba conpena que la humanidad civilizada se halla en la actualidad en un gravepeligro. En los estados totalitarios los propios dirigentes se esfuerzanpor destruir este espritu de humanidad. En las zonas menos amenaza-das son el nacionalismo y la intolerancia, la opresin de los individuospor medios econmicos los que pretenden asfixiar esas valiossimastradiciones.

    La conciencia de la gravedad de esta amenaza crece, sin embargo,entre los intelectuales, y se buscan con afn los medios para contra-rrestar el peligro . . . tanto en el dominio de la poltica nacional e inter-nacional como en el de la legislacin o de la organizacin en general.Tales esfuerzos son, por cierto, indispensables. Los antiguos, sin em-bargo, saban algo que al parecer nosotros hemos olvidado. Todos losmedios resultan instrumentos intiles si tras ellos no alienta un esprituvivo. Mas si el designio de lograr el objetivo acta poderosamentedentro de nosotros, no nos han de faltar fuerzas para encontrar losmedios que conviertan ese objetivo en realidad.

    II

    No resultara difcil concordar en cuanto a lo que entendemos porciencia. Ciencia es la tarea, secular ya, de agrupar, mediante el pensa-miento sistemtico, los fenmenos perceptibles de este mundo dentrode una asociacin lo ms amplia posible. De manera esquemtica esintentar una reconstruccin posterior de la existencia a travs del pro-ceso de conceptualizacin. Pero si me pregunto qu es la religin nologro encontrar una respuesta adecuada. Y hasta despus de hallar laque consiga satisfacerme en ese momento concreto, sigo convencidode que nunca podr, de ningn modo, unificar, aunque sea en parte, los

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    pensamientos de todos los que han brindado una consideracin seria aesta cuestin.

    As, pues, en lugar de plantear qu es la religin, preferira eluci-dar lo que caracteriza las aspiraciones de una persona que a m meparece religiosa: esta persona es la religiosamente ilustrada, la que seha liberado, en la medida mxima de su capacidad, de las trabas de losdeseos egostas y se entrega a pensamientos, sentimientos y aspiracio-nes a los que se adhiere por el valor suprapersonal que poseen. Creoque lo importante es la fuerza de este contenido suprapersonal y laprofundidad de la conviccin relacionada con su irresistible significa-do, independientemente de toda tentativa de unir ese contenido con unser divino, ya que de otro modo no se podra concluir a Buda y a Spi-noza entre las personalidades religiosas. Por consiguiente, una personareligiosa es devota en tanto no tiene duda alguna de la significacin yelevacin de aquellos objetos y fines suprasensibles que no requierenun fundamento racional ni son susceptibles de l. Existen de la mismamanera inevitable y natural con que se da el individuo. La religin esas el viejo intento humano de alcanzar clara y completa conciencia deesos objetivos y valores y fortalecer y ampliar de continuo su efecto. Sise concibe la religin y la ciencia segn lo dicho, resulta imposible unconflicto entre ellas. Pues la ciencia slo puede afirmar lo que es, masno lo que debiera ser, y fuera de su mbito son necesarios juicios devalor de todo tipo. La religin, por lo dems, enfoca slo valoracionesde pensamientos y acciones humanos: no puede hablar, esto es claro,de datos y relaciones entre datos. De acuerdo con esta interpretacin,los conocidos conflictos entre religin y ciencia del pasado, debenatribuirse, sin duda, a una concepcin errnea de la situacin que se hadescrito.

    Nace, por ejemplo, un conflicto cuando una comunidad religiosainsiste en la veracidad absoluta de todas las afirmaciones contenidas enla Biblia. Esto significa la intromisin, de la religin en la esfera de laciencia; aqu tenemos, pues, que situar la lucha de la Iglesia contra lasdoctrinas de Galileo y Darwin. Adems, algunos representantes de laciencia han pretendido llegar a juicios esenciales sobre valores y fines

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    con la base del mtodo cientfico, y se han enfrentado con la religin.Todos esos conflictos han originado errores fatales.

    Empero, aunque los dominios de la religin y de la ciencia se ha-llan en s mismos muy diferenciados, existen entre ambos relaciones ydependencias mutuas. Si bien la religin puede ser la que determine elobjetivo, sabe, en efecto, a travs de la ciencia, en el sentido ms am-plio, qu medios contribuirn al logro de los objetivos diseados. Masla ciencia slo pueden crearla quienes de manera profunda estn im-buidos de un deseo ferviente de alcanzar la verdad y de comprender lascosas. Y este sentimiento surge, por supuesto, de la esfera de la reli-gin. Asimismo pertenece a ella la fe en la posibilidad de que las nor-mas vlidas para el mundo de la existencia sean racionales, es decir,comprensibles mediante la razn. No puede imaginar que exista unsolo cientfico sin esta arraigada fe. La situacin puede expresarse conuna imagen. La ciencia sin religin es coja; la religin sin ciencia cie-ga.

    Aun cuando he dicho antes que no puede existir por cierto verda-dero conflicto entre la religin y la ciencia, debo matizar, pues, talafirmacin, de nuevo, en un punto esencial, en lo que respecta al con-tenido real de las relaciones histricas. Esta diferenciacin se refiere alconcepto de Dios. Durante la etapa primitiva de la evolucin espiritualdel gnero humano, la fantasa de los hombres cre dioses a su propiaimagen que con su voluntad parecan determinar el mundo de los fe-nmenos, o que hasta cierto punto influan en l. El hombre intentabaatraerse la voluntad de estos dioses en su favor a travs de la magia y laoracin. La idea de Dios d las religiones que se ensea hoy es unasublimacin de ese antiguo concepto de los dioses. Su carcter antro-pomrfico lo muestra, por ejemplo, la circunstancia de que los hom-bres apelen al ser divino con oraciones y splicas para obtener susdeseos.

    No se negar, sin duda, que la idea de que exista un dios personalomnipotente, justo y misericordioso proporciona al hombre solaz,ayuda y gua, y adems, en virtud de su sencillez, resulta accesiblehasta para las inteligencias menos desarrolladas. Por otra parte, sin

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    embargo, esta idea incluye una falla bsica, que el hombre ha percibidode manera dolorosa desde el fondo de la historia. Vale decir, si este seres omnipotente, todo acontecimiento, incluidas las acciones humanas,los pensamientos humanos y los sentimientos y aspiraciones humanosresultan tambin obra suya. Cmo pensar que los hombres sean res-ponsables de sus actos y de su conducta ante tal ser todopoderoso? AIadjudicar premios y castigos, estara en cierto modo juzgndose a smismo. Cmo conciliar esta premisa con la bondad y rectitud que sele concede?

    La fuente principal del rozamiento entre la religin y la ciencia sehalla, por consiguiente, en este concepto de un dios personal. El objeti-vo de la ciencia es establecer normas generales que determinen la co-nexin recproca de objetos y hechos en el espacio y en el tiempo.Estas normas o leyes de la naturaleza, exigen una validez general ab-soluta . . . no probada. Se trata en esencia de un programa, y la fe en laposibilidad de su cumplimiento slo se funda, en principio, en xitosparciales. Pero es difcil que alguien negara esos xitos parciales y losatribuyera a la ilusin humana. El hecho de que al basarse en talesleyes sea posible predecir el curso temporal de los fenmenos eraciertos dominios con gran precisin y certeza, est muy arraigado en laconciencia del hombre moderno, aunque haya captado una parte mni-ma de las citadas leyes. Es suficiente que piense que los movimientosde los planetas dentro del sistema solar pueden calcularse previamentecon gran exactitud a partir de un nmero limitado de leyes simples. Deigual modo, si bien en forma menos precisa, es posible calcular poradelantado el funcionamiento de un motor elctrico, un sistema detransmisin o un aparato de radio, aun cuando se trate de inventosrecientes.

    Por supuesto, si el nmero de factores que intervienen en uncomplejo fenomnico es demasiado grande, en la mayora de los casosnos falla el mtodo cientfico. Basta pensar en la meteorologa, y queadvirtamos que la prediccin del tiempo, hasta por un perodo de algu-nos das, resulta imposible: Nadie duda, por cierto, que se trata de unaconexin causal cuyos componentes necesarios conocemos en su ma-

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    yora. Los fenmenos de este campo no permiten una prediccin exactadebido a la variedad de los factores implicados, no a una falencia de lasleyes de la naturaleza.

    No hemos penetrado tanto en las regularidades que se derivan delreino de las cosas vivas, pero s lo suficiente, empero, para advertir almenos la norma de necesidad fijada. Pensemos al respecto en el ordensistemtico de la herencia, y en el efecto de los txicos, el alcohol, porejemplo, en la conducta de los seres humanos. Lo que falta en estembito es captar las conexiones de generalidad profunda, mas no unconocimiento del orden de s mismo.

    Cuanto ms consciente es un hombre de la regularidad ordenadade todos los acontecimientos, ms slida es su conviccin de que noqueda espacio al margen de esta regularidad ordenada por caudal denaturaleza distinta. Para l no existir la norma de lo humano ni lanorma de lo divino como causa independiente de los acontecimientosnaturales. No cabe duda de que la ciencia no refutar nunca, en el sen-tido estricto, la doctrina de un Dios personal que interviene en loshechos naturales, donde esta doctrina siempre puede refugiarse enaquellos dominios en los que an no ha logrado afianzarse el conoci-miento cientfico.

    Estoy convencido, sin embargo, de que si los representantes de lareligin adoptasen esa conducta no slo sera indigno sino tambinfatal para ellos. Pienso que una doctrina que es incapaz de mantenersea la luz, sino que debe refugiarse en las tinieblas, perder de manerairremediable su influencia sobre el gnero humano, con un dao enor-me para ste. En su lucha por un ideal tico los profesores de religindeben tener suficiente formacin para prescindir de la doctrina de unDios personal, esto es, desechar esa fuente de miedo y esperanza queproporcion en el pasado un poder inmenso a los sacerdotes. Tendrnque apelar en su labor a las fuerzas que sean capaces de cultivar elbien, la verdad y la belleza en la humanidad. Por supuesto que es unatarea ms difcil, aunque. mucho ms meritoria y noble. Si los maestrosreligiosos consiguen realizar la tarea indicada vern, en efecto, con

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    alegra que la autntica religin resulta dignificada por el conocimientocientfico que la tornar ms profunda.

    Si uno de los objetivos de la religin es liberar al gnero humanode los temores, deseos y anhelos egocntricos, el razonamiento cient-fico puede ayudar tambin a la religin en otro sentido. Si bien escierto que el propsito de la ciencia es descubrir reglas qu permitanasociar y predecir hechos, no es ste su nico fin. Quiere reducir tam-bin las conexiones descubiertas al menor nmero posible de elemen-tos conceptuales mutuamente independientes. En esta bsqueda de launificacin racional de lo mltiple se hallan sus mayores xitos, aun-que sea por cierto este intento el que crea el mayor riesgo de ser vcti-ma de ilusiones. Mas quien haya pasado por la profunda experiencia deun avance positivo en este dominio se sentir conmovido por un reve-rente respeto hacia la racionalidad que se manifiesta en la vida. A tra-vs de la comprensin lograr liberarse en gran medida de los engaosde las esperanzas y los deseos personales, y alcanzar as esa actitudmental humilde ante la grandeza de la razn encarnada en la existencia,que resulta inaccesible al hombre en sus dimensiones ms hondas.Ciertamente, esta actitud me parece religiosa en el sentido ms elevadodel trmino. Y dira asimismo que la ciencia no slo purifica el impul-so religioso de la escoria del antropomorfismo sino que contribuye auna espiritualizacin de nuestra concepcin de la vida.

    En tanto ms progrese la evolucin espiritual de la especie huma-na, ms cierto resulta que el camino que lleva a la verdadera religiosi-dad pasa, no por el miedo a la vida y el miedo a la muerte y la fe ciega,sino por la lucha en favor del conocimiento racional. Es evidente, eneste sentido, que el sacerdote debe convertirse en profesor y maestro sidesea cumplir con dignidad su elevada misin educadora. (1939 y1941).

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    La religin y la ciencia son irreconciliables?

    Existe ciertamente una contradiccin insuperable entre religin yciencia? La ciencia puede reemplazar a la religin? A lo largo de lossiglos, las respuestas a estas preguntas han originado considerablespolmicas y, ms todava, luchas muy agrias. Sin embargo, estoy con-vencido de que una consideracin desapasionada de ambas cuestionesslo nos llevara a una respuesta negativa. Lo que complica la cuestines, sin duda, el hecho de que mientras la mayora coincide sin dificul-tad en lo que se entiende por "ciencia" difiere en el significado de "re-ligin".

    Respecto a la ciencia es posible definirla, para nuestros propsi-tos, como "pensamiento metdico encaminado a la determinacin deconexiones normativas entre nuestras experiencias sensoriales". Laciencia produce conocimiento de manera inmediata, y medios de ac-cin de modo indirecto. Conduce a la accin metdica si primero seestablecen objetivos definidos. Mas la funcin de establecer objetivosy de definir juicios de valor trasciende su propio fin. Aunque es ciertoque la ciencia, en la medida en que capta conexiones causales puedellegar a conclusiones importantes sobre la compatibilidad e incompati-bilidad de objetivos y valoraciones, las definiciones independientes yesenciales sobre objetivos y valores quedan fuera de su alcance.

    Por otra parte, en lo que atae a la religin suele haber acuerdo enque su dominio abarca objetivos y valoraciones y, en sntesis, la baseemotiva del pensamiento y las acciones de los seres humanos, encuanto no estn predeterminados por la inalterable estructura heredita-ria de la especie. La religin enfoca la actitud del hombre frente a lanaturaleza en su conjunto, establece ideales para la vida individual ycomunitaria, y las mutuas relaciones humanas. La religin trata dealcanzar esos ideales al ejercer una influencia educadora en la tradicinpor la elaboracin y difusin de determinados pensamientos y narra-ciones de fcil acceso -epopeyas y mitos- capaces de influir en la valo-racin y la accin dentro del marco de los ideales afectados.

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    Este contenido mtico, o mas bien simblico, de las tradicionesreligiosas suele entrar en conflicto con la ciencia. Esto sucede siemprecuando tal conjunto de ideas religiosas contiene afirmaciones dogmti-camente establecidas sobre temas que pertenecen al campo de la cien-cia. Resulta esencial, pues, para preservar la verdadera religin, evitaresos conflictos siempre que surjan en temas que, en realidad, no sondecisivos para la consecucin de los objetivos religiosos.

    Al considerar las diversas religiones existentes en cuanto a suesencia, es decir, si las despojamos de sus mitos, no me parece quedifieran tan fundamentalmente como pretenden los defensores de lateora "relativista" o convencional. Y esto no debe sorprendernos. Lasactitudes morales de un pueblo que se apoya en la religin han de estarsiempre encaminadas al objetivo de mantener y preservar la salud y lavitalidad comunitarias y las de los miembros de la comunidad, ya quede lo contrario la comunidad perecera. Un pueblo que honrase la fal-sedad, la difamacin, el fraude y el asesinato no podra subsistir du-rante mucho tiempo.

    As, cuando nos enfrentamos con un caso concreto no es tarea f-cil determinar claramente lo que es deseable y lo que no lo es; resultaalgo tan difcil como definir con exactitud lo que hace que un cuadro ouna sinfona sean buenos. Es lo que se aprecia mejor de modo intuitivoque mediante la comprensin racional. De igual forma, los grandesmaestros morales de la humanidad fueron de algn modo genios arts-ticos del arte de vivir. Aparte de los preceptos ms elementales, naci-dos directamente del deseo de mantener la vida y eliminar lossufrimientos innecesarios, hay otros que sin ser en apariencia del todomensurables segn las normas bsicas, les concedemos, empero, ladebida importancia. Debe buscarse, por cierto, la verdad de maneraincondicional, aun cuando obtenerla entrae grandes sacrificios enesfuerzo y felicidad? Existen muchas cuestiones de este tipo que nopueden tener una solucin adecuada desde una favorable posicinracional, o que carecen de respuesta posible. Sin embargo, no creo quesea correcto el llamado punto de vista "relativista", ni siquiera en elcaso de las decisiones morales ms sutiles.

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    Si observamos las condiciones de vida actuales de la humanidadcivilizada, aun segn el aspecto de las normas religiosas ms elemen-tales, sentimos, sin duda, una desilusin muy dolorosa ante lo que senos ofrece. Porque en tanto la religin prescribe amor fraterno en lasrelaciones entre individuos y grupos, el escenario ms semeja un cam-po de batalla que una comunidad hermanada. El principio rector es entodas partes, tanto en la vida econmica como en la poltica, la luchaimplacable por el xito a expensas del prjimo. Este espritu competiti-vo predomina hasta en las escuelas y universidades y al destruir todoslos sentimientos de cooperacin y fraternidad, concibe el triunfo nocomo algo que emerge del amoral trabajo fecundo y concienzudo, sinocomo algo que nace de la ambicin personal y del temor al rechazo.

    Hay pesimistas que sostienen que esta situacin es inevitable,inherente a la naturaleza de los seres humanos. Quienes proponen estasopiniones son los enemigos de la religin; sostienen implcitamenteque las doctrinas religiosas son ideales utpicos no aptos para regir losproblemas humanos. El estudio de las normas sociales de ciertas cultu-ras llamadas primitivas habra demostrado de modo claro, que tal posi-cin negativa carece por completo de base. Los interesados en estostemas, cruciales en el estudio de la religin, deberan leer lo que nosdice de los indios pueblo el libro Pattern of Culture de Ruth Benedict.Al parecer, esta tribu ha logrado, en las condiciones de vida ms duras,el difcil objetivo de liberar a sus miembros de la presin del espritucompetitivo e inculcarles una forma de vida fundada en la moderaciny la cooperacin, libre de coacciones externas y sin ninguna restriccinde la felicidad.

    La interpretacin de la religin aqu expuesta implica una subor-dinacin de la ciencia a la actitud religiosa, una relacin que se menos-precia con demasiada facilidad en esta poca materialista porexcelencia. Si bien es cierto que los resultados cientficos son desdeluego independientes de las consideraciones morales o religiosas, nohay duda de que todos los individuos a los que debemos los grandesdescubrimientos fecundos de la ciencia se hallaban imbuidos de laconviccin, genuinamente religiosa, de que este universo nuestro es

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    algo perfecto y susceptible de un anlisis racional. Si esta confianza nohubiese sido tan arraigada y emotiva y si esta bsqueda de conoci-mientos no se hubiese inspirado en el Amor Dei intelectualis (Amorintelectual de Dios, frase de la tica de Spinoza), no es comprensiblecmo hubieran podido desplegar esa devocin infatigable que es lonico que permite al hombre alcanzar sus mayores triunfos.

    (1948)

    Necesidad de una cultura tica

    Me siento obligado a enviar mi congratulacin y a desear los ma-yores xitos a su Sociedad para una Cultura Etica, con motivo de cele-brarse su aniversario. Este no es, por cierto, el momento de contemplarsatisfechos los resultados obtenidos en estos setenta y cinco aos dehonestos esfuerzos en el plano tico. No podemos decir que los aspec-tos morales de la vida humana en general sean hoy ms satisfactoriosque en 1876.

    En aquella poca se crea que todo poda esperarse del estudio delos hechos cientficos comprobables y de la eliminacin de los prejui-cios y las supersticiones. Lo logrado es, en efecto, importante y dignode los mayores esfuerzos de los ms capaces. Y en tal sentido se haobtenido mucho en el mencionado lapso, que se ha difundido a travsde la literatura y desde la escena.

    Sin embargo, la aniquilacin de obstculos no conduce por s solaa un ennoblecimiento de la vida social e individual. Pues junto a ello esdecisivo el anhelo de lucha en favor de una estructuracin moral denuestra vida comunitaria. En este punto no hay ciencia que pueda sal-varnos. Creo por supuesto que el excesivo nfasis en lo intelectual -quesuele dirigirse slo hacia la eficacia y lo prctico- de nuestra educa-cin, ha conducido al debilitamiento de los valores ticos. No piensotanto en los peligros que conlleva el progreso tcnico para la especiehumana, como en la asfixia de la consideracin mutua entre los hom-bres por un hbito de pensamiento inclinado al mero hecho, que se ha

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    extendido como un terrible congelamiento sobre las relaciones huma-nas.

    La plenitud en los aspectos morales y estticos es un objetivomucho ms prximo a las preocupaciones del arte que a las de lasciencias. Tiene prioridad, sin duda, la comprensin de nuestros seme-jantes. Mas esta comprensin slo resulta fecunda cuando la sustentaun sentimiento cordial y fraterno en la alegra y en la afliccin. Elcultivo de esta elevada fuente de accin moral es lo que queda de lareligin cuando ella se ha purificado de los elementos supersticiosos.En este sentido, la religin constituye una parte importante de la edu-cacin, en la que recibe una consideracin muy escasa y poco sistem-tica.

    El dilema aterrador que plantea la situacin poltica mundial estestrechamente relacionado con este pecado de omisin que nuestracivilizacin comete. Sin una "cultura tica" no hay salvacin para lahumanidad.

    (1953)

    Educacin y paz mundial

    Los Estados Unidos, a causa de su posicin geogrfica, se hallanen una situacin envidiable para poder ensear en sus escuelas un sanopacifismo, pues no existe aqu peligro grave de agresin extranjera, ypor consiguiente no es necesario inculcar ala juventud un espritu mi-litarista. Existe, empero, el riesgo de que el problema de educar a lajuventud para la paz se enfoque desde un punto de vista emotivo y nodesde un aspecto realista. Poco ganaramos sin una amplia compren-sin de las dificultades intrnsecas del problema.

    La juventud norteamericana debera entender, en primer trmino,que aunque sea remota una invasin concreta de su territorio, es posi-ble que el pas se vea envuelto en cualquier momento en un conflictointernacional. Pensemos en la participacin americana en la guerramundial para comprender que debe aclararse muy bien este punto.

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    La seguridad, tanto para los Estados Unidos como para otros pa-ses slo puede basarse en una solucin satisfactoria del problema de lapaz mundial. No debe permitirse que la juventud crea que es posible laseguridad mediante el aislamiento poltico. Habra que fomentar, por elcontrario, un serio inters por el problema de la paz general. En parti-cular hay que hacer comprender a los jvenes la gran responsabilidadque asumieron los polticos norteamericanos al no apoyar los planesliberales del presidente Wilson al trmino de la guerra mundial, y obs-taculizar despus as la tarea de la Sociedad de las Naciones en la solu-cin de este problema.

    Sera necesario insistir en que nada se lograra por el simple pro-cedimiento de exigir el desarme, mientras haya pases poderosos queno rechacen el uso de los mtodos blicos para alcanzar posiciones msventajosas en el mundo. Habra que explicar, adems, la justificacinde propuestas como las propiciadas por Francia, por ejemplo, parasalvaguardar a pases concretas e individuales mediante la creacin deinstituciones internacionales de defensa mutua contra el agresor. Estostratados son necesarios, pero no suficientes por s solos. Debera darseun paso ms: internacionalizar los medios militares de defensa, esdecir, fundir e intercambiar fuerzas en tan grande escala que las tropasestacionadas en un pas cualquiera no estuvieran ligadas slo a intere-ses de un pas. Para preparar este paso la juventud tiene que compren-der la importancia del problema.

    Tambin hay que fortalecer el espritu de solidaridad internacio-nal, combatir el patrioterismo como un obstculo para la paz mundial.Debera utilizarse la historia en el sistema educativo para interpretar elprogreso de la civilizacin, y no para inculcar ideales de poder impe-rialista y de conquista militar. Desde este aspecto opino que habra querecomendar a los estudiantes la Historia del mundo, de H. G. Wells. Ensuma, resulta por lo menos importante de modo indirecto que tanto engeografa como en historia se impulse un entendimiento fraterno de lascaractersticas de los diversos pueblos, que incluya a los que suelellamarse "primitivos" o "atrasados".

    (1934)

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    La educacin

    Los aniversarios suelen dedicarse sobre todo a exmenes retros-pectivos, en particular para evocar el recuerdo de personajes que se handestacado por el fomento de la vida cultural. No debe menospreciarse,por supuesto, este homenaje amistoso a nuestros predecesores, en tantose considera que este recuerdo de lo mejor del pasado estimula a quie-nes en el presente se encuentran bien dispuestos para un valeroso es-fuerzo en el mismo sentido. Mas esto tendra que hacerla alguien que,desde su juventud, haya estado en contacto con este pas y estuvierafamiliarizado con su pasado, no un individuo que, como un gitano, havagado siempre de un lugar a otro y ha acumulado experiencias en todaclase de pases.

    No me queda, entonces, ms opcin que hablar de cuestiones que,ahora y siempre, con independencia del tiempo y del espacio, se rela-cionan con problemas educativos. No pretendo ser una autoridad en lamateria, en especial cuando personas inteligentes y bien intencionadasde todos los tiempos han estudiado los problemas le la educacin y hanexpresado clara y repetidamente sus ideas sobre ellos. De dnde pue-do sacar yo el valor, que soy en parte lego en el campo de la pedago-ga, para exponer opiniones sin ms fundamento que mi experiencia ymis creencias personales? Si se tratase de una cuestin cientfica, sinduda me sentira inclinado a guardar silencio.

    Pero el caso difiere cuando se trata de hombres en actividad. Aquno es suficiente el conocimiento de la verdad; al contrario, este cono-cimiento debe renovarse de manera continua a travs de esfuerzosincesantes. Es como una estatua de mrmol que se alza en el desiertoya la que la arena amenaza sepultar. Las manos generosas deben tra-bajar siempre para que el mrmol siga brillando a la luz del sol. Estasmanos mas forman tambin parte de todas esas manos serviciales.

    La enseanza ha sido el instrumento ms idneo para transmitir eltesoro de la tradicin de una generacin a otra. Esto acaece an hoy enmayor grado que en tiempos anteriores, pues a causa del desarrollo

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    moderno de la vida econmica se ha debilitado la familia como porta-dora de la tradicin y de la educacin. La continuidad y la preservacinde la humanidad dependen, por tanto, en un nivel mayor que antes, delas instituciones de enseanza.

    A veces slo se ve a la escuela como instrumento para transmitirel mximo de conocimientos a la generacin presente. Pero esto no esexacto. El conocimiento est muerto; la escuela, en cambio, sirve a losvivos. Deberan cultivarse en los individuos jvenes cualidades y apti-tudes valiosas para el bien comn. Ms ello no significa que haya quedestruir la individualidad y que el individuo se convierta en simpleinstrumento de la comunidad, como una abeja o una hormiga. Unacomunidad de individuos moldeados con el mismo patrn, sin origina-lidad ni objetivos propios sera una sociedad empobrecida sin posibili-dades de evolucin. El objetivo ha de ser, al contrario, formarindividuos que acten y piensen con independencia y que consideren,no obstante, su inters vital ms importante el servicio a la comunidad.Por lo que he podido observar, el sistema de educacin ingls es el quems se aproxima a este ideal.

    Pero, cmo alcanzarlo?Se debe, quiz, tratar de moralizar? En mudo alguno. Las pala-

    bras son y siguen siendo un sonido vaco, y el camino de la perdicinsiempre ha estado sembrado de fidelidad verbal a un ideal. Las grandespersonalidades no se forman con lo que se oye o se dice, sino medianteel trabajo y la actividad.

    Por consiguiente, el mejor mtodo de educacin ha sido siempreaquel en que se urge al discpulo a la realizacin de tareas concretas.Esto se aplica tanto a los primeros intentos de escribir del nio de laescuela primaria, como a una tesis universitaria, o a la simple memori-zacin de un poema, a escribir una composicin, a interpretar o tradu-cir un texto, a resolver un problema de matemticas o a la prctica deun deporte.

    Mas, detrs de cada triunfo est la motivacin que constituye sufundamento y que a su vez se ve fortalecida por la consecucin del findel proyecto. Ah residen las principales diferencias, esenciales para el

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    valor educativo de la escueta. El mismo esfuerzo puede surgir del te-mor y la coaccin, del deseo ambicioso de autoridad y honores, o de uninters afectivo y un deseo de verdad y comprensin, y por tanto de esacuriosidad divina que todo nio sano posee, si bien tan a menudo sedebilita prematuramente. La influencia educativa que ejerce sobre elalumno la ejecucin de un trabajo puede ser muy distinta, segn pro-venga del miedo al castigo, la pasin egosta o el deseo de placer ysatisfaccin. Y nadie sostendr, creo, que la administracin del centrode enseanza y la actitud de los profesores no influye en la formacinde la psicologa de los alumnos.

    Para m lo peor de la escuela es que utiliza como fundamento eltemor, la fuerza y la autoridad. Este tratamiento destruye los senti-mientos slidos, la sinceridad y la confianza del alumno en s mismo.Crea un ser sumiso. No es extrao que tales escuelas sean comunes enAlemania y Rusia. S qu los centros de enseanza de este pas estnlibres de este mal, que es el ms daino de todos; lo mismo sucede enSuiza y por cierto en todos los pases con gobiernos democrticos. Encierto modo es fcil liberar a los centros de enseanza de este gravemal. El poder del maestro debe basarse lo menos posible en medidascoactivas, de modo que la nica fuente de respeto del alumno al profe-sor sean las cualidades humanas e intelectuales de ste.

    El motivo que enunciamos en segundo lugar, la ambicin, o dichoen forma ms moderada, la busca de respeto y consideracin de losdems, es algo que se halla muy enraizado en la naturaleza humana. Sino se diese un estmulo mental de este gnero, sera del todo imposiblela cooperacin entre los seres humanos. El deseo de obtener la aproba-cin del prjimo es, desde luego, uno de los poderes de cohesin msimportantes de la sociedad. En este complejo de sentimientos, se hallanunidas de manera estrecha fuerzas constructivas y destructivas. El afnde aprobacin y reconocimiento es un estmulo sano, pero el designiode ser reconocido como el mejor, el ms fuerte o ms inteligente que elprjimo o el compaero de estudias, conduce muy pronto a una actitudpsicolgica en exceso egosta, que puede resultar daosa para el indi-viduo y la comunidad. As, la institucin de enseanza y el profesor

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    deben cuidarse de emplear el fcil mtodo de fomentar la ambicinpersonal para impulsar a los alumnos al trabajo diligente.

    No pocas personas han citado en este sentido la teora de la luchapor la vida y de la seleccin natural de Darwin como una autoridadpara fomentar el espritu de lucha. Hay quienes han intentado tambindemostrar de manera seudocientfica que es necesaria la destructivalucha econmica, fruto de la competencia entre los individuos. Esto esun error, pues el hombre debe su fuerza en la lucha por la vida al hechode ser un animal social. Lo mismo que la contienda entre las hormigasde un mismo hormiguero impedira la supervivencia de ste, el en-frentamiento entre los miembros de una misma comunidad humanaatenta contra su supervivencia.

    Por consiguiente, tenemos que prevenirnos contra quienes predi-can a los jvenes el xito, en el sentido habitual, como objetivo de lavida. Pues el hombre que triunfa es aquel que recibe mucho de sussemejantes, por lo general mucho ms de lo que corresponde al servi-cio que les presta. El valor de un hombre debera juzgarse en funcinde lo que da y no de lo que recibe.

    La motivacin ms gratificante del trabajo, en la escuela, en lavida, es el placer que proporciona el trabajo mismo, el que ofrecen susresultados y la certeza del valor que tienen estos logros para la comu-nidad. Para m la tarea decisiva de la enseanza es despertar y fortale-cer estas fuerzas psicolgicas en el joven.

    Esta base psicolgica genera por s sola un deseo gozoso de obte-ner la posesin ms valiosa que pueda alcanzar un ser humano: cono-cimiento y destreza artstica.

    Hacer surgir estos poderes psicolgicos productivos es, por su-puesto, ms difcil que utilizar la fuerza o despertar la ambicin indivi-dual, si bien tiene un mrito ms elevado. Todo consiste en estimular lainclinacin de los nios por el juego y el deseo infantil de reconoci-miento y guiar al nio hacia dominios que sean beneficiosos para lasociedad; la educacin se funda as en el anhelo de una actividad fe-cunda y de reconocimiento. Si la escuela consigue impulsar con xitotales enfoques, se ver honrada por la nueva generacin y las tareas

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    que asigne a los educandos sern aceptadas como un don especial. Heconocido nios que preferan la escuela a las vacaciones.

    Una escuela de este tipo exige que el maestro sea una especie deartista en su actividad. Qu puede hacerse para que prevalezca esteespritu en la escuela? No es fcil ofrecer aqu una solucin universalque satisfaga a todos. Hay, sin embargo, condiciones fijas que debencumplirse. En primer trmino, formar a los profesores para tales es-cuelas. En segundo lugar, conceder amplia libertad al profesor paraseleccionar el material de enseanza y los mtodos pedaggicos quedesee emplear. Es cierto que tambin en su caso se aplica aquello deque el placer de la organizacin del propio trabajo se ve sofocado porla fuerza y la presin externas.

    Quienes han seguido hasta aqu mis reflexiones con atencinpueden formularse una pregunta. He hablado bastante del espritu enque debe educarse a la juventud, segn mi criterio. Nada he dicho,empero, sobre la eleccin de las disciplinas a ensear ni sobre el mto-do de enseanza, Debe predominar el idioma o la formacin tcnicade la ciencia?

    Contesto: En mi opinin todo esto es de importancia secundaria.Si un joven ha adiestrado sus msculos y su resistencia fsica en lamarcha y en la gimnasia, podr ms tarde realizar cualquier tarea ruda.Lo mismo sucede con el empleo de la inteligencia y el ejercicio de laaptitud mental y manual. No se equivocaba, pues, quien expres:"Educacin es lo que queda cuando se olvida lo que se aprendi en laescuela". Por tal causa no me interesa tomar partido en absoluto en lalucha entre los que defienden la educacin clsica filolgico histrica ylos que prefieren la educacin orientada hacia las ciencias naturales.

    Deseo impugnar, por otra parte, la idea de que la escuela debe en-sear de manera directa ese conocimiento especial y esas aptitudesespecficas que se han de utilizar despus en la vida. Las exigencias dela vida son demasiado mltiples para que resulte posible esta forma-cin especializada en la escuela. Adems considero censurable tratar alindividuo como una herramienta inerte. La escuela tiene que plantearsesiempre como objetivo que el joven salga de ella con una personalidad

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    armnica, y no como un especialista. Pienso que este principio es apli-cable, en cierto sentido, a las escuelas tcnicas, cuyos alumnos se dedi-carn a una profesin bien definida. Lo primero debera ser desarrollarla capacidad general para el pensamiento y el juicio independientes yno la adquisicin simple de conocimientos especializados. Si un indi-viduo domina los fundamentos de su disciplina y ha aprendido a pensary a trabajar con autonoma, encontrar sin duda su camino, y ademsser mucho ms hbil para adaptarse al progreso y los cambios, que elindividuo cuya formacin consista slo en la adquisicin de algunosconocimientos detallados.

    En sntesis, quiero subrayar una vez ms que lo dicho aqu demanera un tanto categrica no pretende ser ms que la opinin personalde un hombre que nicamente se funda en su propia experiencia comoalumno y como profesor. (Discurso de 1936, publicado en 1950).

    La literatura clsica

    De una persona que slo lee los peridicos o libros de autorescontemporneos se dice que es como un miope que se burlara de lasgafas. Depende por completo de los prejuicios y modas de su poca,puesto que nunca llega a ver ni or otra cosa. Y lo que una personapiensa por su cuenta, sin el estmulo de los pensamientos y experien-cias de los otros es, en el mejor de los casos, bastante mezquino y mo-ntono.

    Slo hay unas cuantas personas ilustradas con una mente lcida yun buen estilo en cada siglo. Lo que ha quedado de su obra es uno delos tesoros ms preciados de la humanidad. A unos cuantos escritoresde la antigedad debemos que la gente de la Edad Media se librarapoco a poco de las supersticiones y de la ignorancia que haban en-sombrecido la vida durante ms de cinco siglos.

    No hay nada mejor que superar la presuntuosidad modernista.(1952)

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    Para asegurar el futuro de la humanidad

    El descubrimiento de las reacciones nucleares en cadena no tienepor qu provocar la destruccin de la especie humana, a igual que no laprovoc el descubrimiento de las cerillas. Sin embargo, tenemos quehacer todo lo posible para que no se abuse de este descubrimiento. Enel estado actual del desarrollo tecnolgico slo puede protegernos unaorganizacin supranacional que disponga de un poder ejecutivo muyfuerte. Una vez de acuerdo en esto, podremos hallar la energa necesa-ria para los sacrificios inevitables que exigir esta tarea de asegurar elfuturo de la especie. Si este objetivo no se logra a tiempo todos sere-mos culpables. Se corre el riesgo de que nadie haga nada a la espera deque los dems acten.

    El progreso de la ciencia en nuestro siglo suscita el respeto de to-da persona culta, y hasta del hombre comn que slo advierte las apli-caciones tcnicas de la ciencia. Pero, si se observan los problemasfundamentales de la ciencia no hemos de exagerar el alcance de lostriunfos recientes. Si cuando vamos en un tren nos fijamos slo en losobjetos cercanos creemos movernos a una velocidad increble, mientrasque si dirigimos nuestra atencin a los rasgos ms notables del paisaje;como las montaas, el escenario parece modificarse de manera muylenta. Lo mismo ocurre con los problemas bsicos de la ciencia.

    Pienso que ni siquiera es razonable hablar de nuestra "forma devida" o la de los rusos. En ambos casos se trata de un conjunto de tra-diciones y costumbres que no constituyen un todo orgnico. Tiene mssentido, por cierto, que nos preguntemos qu instituciones y tradicionesson dainas y cuales son tiles a los seres humanos; cules proporcio-nan mayor felicidad y cules una afliccin mayor. Debemos esforzar-nos entonces por adoptarlas que nos parezcan mejores, sin tener encuenta el hecho de que las veamos realizadas, en el presente, en nues-tro pas o en otro cualquiera.

    (1953)

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    Educacin y pensamiento independiente

    No es suficiente ensear a un hombre una especialidad. Auncuando esto logre convertirlo en una especie de mquina til no tendruna personalidad desarrollada de manera armoniosa. Es indispensableque el estudiante adquiera una comprensin de los valores y una pro-funda afinidad con ellos. Tiene que alcanzar un vigoroso sentimientode lo bello y de lo moralmente bueno, De lo contrario, la especializa-cin de sus conocimientos lo asemejarn ms a un perro adiestrado quea una persona de desarrollo culto y equilibrado. Ha de aprender a intuirlas motivaciones de los seres humanos, sus sufrimientos e ilusionespara conseguir una relacin adecuada con su prjimo y la comunidad.

    Estos elementos espirituales se transmiten a las generaciones msjvenes a travs del contacto personal con quienes ensean, -no en loesencial por lo menos- mediante los libros de texto. Estos constituyenla cultura y la preservan. Pienso en todo ello cuando recomiendo el"arte y las letras" como disciplinas importantes, y no slo el rido yestril conocimiento especializado en el campo de la historia y la filo-sofa.

    La insistencia exagerada en el sistema competitivo y la especiali-zacin prematura fundada en la utilizacin inmediata matan el esprituen que se asienta toda la vida cultural, incluido el conocimiento espe-cializado.

    Es asimismo vital para una educacin fecunda que se desarrolleen el joven una capacidad de pensamiento crtico independiente, proce-so que corre graves riesgos si se sobrecarga al educando con distintas yvariadas disciplinas. Este exceso lleva sin duda a la superficialidad. Laenseanza debe ser de tal ndole que lo que se ofrece se reciba como undon valioso y no como un penoso deber.

    (1952)

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    H. A. Lorentz como creador y personalidad

    A fines del siglo pasado los fsicos tericos de todo el mundoconsideraban a H. A. Lorentz como el ms destacado entre ellos, y contazn. Los fsicos de nuestra poca no tienen, en general, plena con-ciencia del papel decisivo que desempe Lorentz en la estructuracinde las ideas fundamentales de la fsica terica. La causa de este extraohecho es que las ideas bsicas de Lorentz han llegado a ser tan familia-res que resulta difci