Alegoria de La Lnea - Esquema

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ALEGORÍA DE LA LÍNEA Está en la República, inmediatamente después de la alegoría del sol y antes de la de la caverna (en realidad, las tres alegorías están estrechamente relacionadas y forman un texto continuo). Su finalidad es presentar de modo esquemático los distintos estados de saber que podemos alcanzar, según el tipo de objetos que consideremos y el modo de considerarlos. Para ello, Platón nos pide que nos imaginemos una línea dividida en dos partes desiguales, una de las cuales representa a lo que se ve (las cosas sensibles) y la otra a lo que no se ve pero se puede pensar con rigor (los entes inteligibles, las ideas). El saber que toma por objeto a las cosas sensibles no es un auténtico saber, sino que, por referirse a objetos cambiantes e imperfectos, no puede llegar a la verdad ni dar fundamentos sólidos; ese saber incapaz de dar razón de sí es la opinión (dóxa). El auténtico conocimiento, la ciencia (epistéme) toma por objetos a los entes inteligibles, las ideas, que, como sabemos, son el auténtico ser, la auténtica realidad, según Platón. Si ponemos de un lado de la línea a los saberes y del otro a los entes que son sus objetos, el diagrama quedaría, por el momento, así: AMBITO VISIBLE (COSAS) AMBITO INTELIGIBLE (IDEAS) A B C OPINIÓN (dóxa) CIENCIA (epistéme) Ahora Platón nos pide que dividamos nuevamente cada uno de los segmentos en dos segmentos proporcionales. El ámbito visible quedaría así divididos en dos partes, una que corresponde a las cosas propiamente dichas (animales, plantas, objetos artificiales, etc.) y otra a sus imágenes, es decir, sus sombras, reflejos o representaciones de cualquier tipo (por ejemplo, las artísticas). Así como para Platón las cosas sensibles son copias imperfectas de las ideas, las imágenes son a su vez copias imperfectas de las cosas. En el plano de los saberes, a su vez, podemos distinguir entre el estado de saber en que se encuentra el que toma por realidades a las cosas sensibles propiamente dichas y el estado de saber en que se encuentra quien confunde las imágenes con las cosas que representan (por ejemplo, quien en la oscuridad se asusta de una sombra, o quien confunde una representación con la cosa representada). Platón llama al primero con la palabra griega pistis, que significa creencia, y al otro con la palabra eikasía, que podemos traducir por conjetura o por imaginación, pero teniendo en cuenta el sentido especial que Platón le está dando (confusión de la imagen con la cosa), que no es el que habitualmente asociamos en castellano a esas palabras. AMBITO VISIBLE (COSAS) AMBITO INTELIGIBLE (IDEAS) Imágenes Animales, plantas, etc. A M B N C Conjetura (eikasía) Creencia (pístis) P. discursivo (diánoia) Inteligencia (nóesis) OPINIÓN (dóxa) CIENCIA (epistéme) La proporcionalidad que Platón plantea entre los segmentos (tal que AB : BC : : AM : MB) no debe interpretarse en sentido matemático preciso, sino a modo de una metáfora para indicar que el ámbito de lo sensible en su conjunto es al de los entes inteligibles (ideas) como las imágenes son a las cosas que reflejan o copian, y que la opinión es al conocimiento propiamente dicho como la conjetura (el saber referido a las imágenes, es decir, el que tiene quien toma a las imágenes por las cosas) a la creencia (el saber referido a las cosas que las

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ALEGORÍA DE LA LÍNEA • Está en la República, inmediatamente después de la alegoría del sol y antes de la de la

caverna (en realidad, las tres alegorías están estrechamente relacionadas y forman un texto continuo).

• Su finalidad es presentar de modo esquemático los distintos estados de saber que podemos alcanzar, según el tipo de objetos que consideremos y el modo de considerarlos.

• Para ello, Platón nos pide que nos imaginemos una línea dividida en dos partes desiguales, una de las cuales representa a lo que se ve (las cosas sensibles) y la otra a lo que no se ve pero se puede pensar con rigor (los entes inteligibles, las ideas). El saber que toma por objeto a las cosas sensibles no es un auténtico saber, sino que, por referirse a objetos cambiantes e imperfectos, no puede llegar a la verdad ni dar fundamentos sólidos; ese saber incapaz de dar razón de sí es la opinión (dóxa). El auténtico conocimiento, la ciencia (epistéme) toma por objetos a los entes inteligibles, las ideas, que, como sabemos, son el auténtico ser, la auténtica realidad, según Platón. Si ponemos de un lado de la línea a los saberes y del otro a los entes que son sus objetos, el diagrama quedaría, por el momento, así:

AMBITO VISIBLE (COSAS) AMBITO INTELIGIBLE (IDEAS) A B C OPINIÓN (dóxa) CIENCIA (epistéme) • Ahora Platón nos pide que dividamos nuevamente cada uno de los segmentos en dos

segmentos proporcionales. El ámbito visible quedaría así divididos en dos partes, una que corresponde a las cosas propiamente dichas (animales, plantas, objetos artificiales, etc.) y otra a sus imágenes, es decir, sus sombras, reflejos o representaciones de cualquier tipo (por ejemplo, las artísticas). Así como para Platón las cosas sensibles son copias imperfectas de las ideas, las imágenes son a su vez copias imperfectas de las cosas. En el plano de los saberes, a su vez, podemos distinguir entre el estado de saber en que se encuentra el que toma por realidades a las cosas sensibles propiamente dichas y el estado de saber en que se encuentra quien confunde las imágenes con las cosas que representan (por ejemplo, quien en la oscuridad se asusta de una sombra, o quien confunde una representación con la cosa representada). Platón llama al primero con la palabra griega pistis, que significa creencia, y al otro con la palabra eikasía, que podemos traducir por conjetura o por imaginación, pero teniendo en cuenta el sentido especial que Platón le está dando (confusión de la imagen con la cosa), que no es el que habitualmente asociamos en castellano a esas palabras.

AMBITO VISIBLE (COSAS) AMBITO INTELIGIBLE (IDEAS) Imágenes Animales, plantas, etc. A M B N C Conjetura (eikasía) Creencia (pístis) P. discursivo (diánoia) Inteligencia (nóesis) OPINIÓN (dóxa) CIENCIA (epistéme)

La proporcionalidad que Platón plantea entre los segmentos (tal que AB : BC : : AM : MB) no debe interpretarse en sentido matemático preciso, sino a modo de una metáfora para indicar que el ámbito de lo sensible en su conjunto es al de los entes inteligibles (ideas) como las imágenes son a las cosas que reflejan o copian, y que la opinión es al conocimiento propiamente dicho como la conjetura (el saber referido a las imágenes, es decir, el que tiene quien toma a las imágenes por las cosas) a la creencia (el saber referido a las cosas que las

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considera como realidades por sí mismas, sin advertir que no son más que copias imperfectas de las ideas). Es decir, se trata de hasta aquí de reforzar una jerarquía ontológica (entre cosas sensibles e ideas) y epistemológica (entre dóxa y epistéme) ya establecida.

• El campo que corresponde a la epistéme queda a su vez dividido en dos partes, a las que Platón da el nombre de pensamiento discursivo (diánoia) e inteligencia (nóesis). Se trata de una jerarquía dentro de la ciencia que no se basa esta vez en una distinción entre tipos de objetos (no se dice aquí que haya distintos tipos de entes inteligibles), sino en el modo de conocerlos. La diánoia, que tiene claramente como modelo el proceder de los geómetras, es caracterizada como un saber que a) si bien se refiere a ideas, hace uso de cosas sensibles para referirse a ellas (tal como, al demostrar un teorema, se dibuja, por ejemplo, un triángulo, aunque el teorema no se refiere al dibujo como tal sino al triángulo-en-sí) y b) toma como punto de partida ciertos supuestos, derivando de ellos conclusiones, pero sin explicarlos a su vez. La nóesis, en cambio, a) parte de supuestos pero para explicarlos, remontándose hasta un “principio no supuesto” (arkhé anhypótheton), es decir, hasta un fundamento absoluto que dé razón de ellos, y b) se remonta hasta ese principio y desciende desde él hasta una conclusión sin valerse de nada sensible, sino exclusivamente de las ideas. Si bien la diánoia es conocimiento y se distingue claramente de la mera opinión, no es conocimiento plenamente autosuficiente y requiere de una fundamentación que ella por sí sola no puede alcanzar.

• El “principio no supuesto” al que debe elevarse la nóesis, como queda claro por las alegorías del sol y de la caverna, no puede ser otro que la idea del Bien.

• Las distintas etapas por las que pasa el prisionero liberado en la alegoría de la caverna, desde su estado de saber inicial en que sólo contempla las sombras proyectadas sobre el fondo de la caverna hasta que llega a contemplar directamente al sol, corresponden a las etapas del saber distinguidas en la alegoría de la línea, desde la conjetura hasta la nóesis.