ALVARO GARCÍA DE MOVELLÁN HERNAINZ · puede reprocharle que por ir a Misa y ayunar haya dejado...

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ALVARO GARCÍA DE MOVELLÁN HERNAINZ CUADERNOS DE FORMACIÓN SERIE “APARICIONES DE LA VIRGEN” Nº 6

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CUADERNOSDEFORMACIÓN SERIE“APARICIONESDELAVIRGEN”Nº6

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Capítulo 1.- “Desde ahora tú serás mi madre….”

El 2 de mayo de 1806 nació en un pequeño pueblo francés (Fains-le-Moutiers) una niña a la que llamaron Catalina. Era la octava hija de Pedro Labouré y Magdalena Gontard, una familia de campesinos.

A los nueve años la niña sufre una desgracia: su madre muere. Mientras los adultos lloran a la difunta ella se sube a una silla hasta alcanzar una imagen de la Virgen que estaba sobre la chimenea de la habitación principal de la casa. Con todo su corazón le dice: -Desde ahora tú serás mi madre. Una criada ha visto la escena. Ella será la que lo cuente más tarde.

La vida no es fácil para Catalina. La madre falta y ella, a sus doce años, tiene que asumir tareas de ama de casa. Se levanta temprano -a las cuatro- y lleva un ritmo de trabajo intenso: ordeñar vacas, cuidar y alimentar a las palomas, amasar y cocer el pan, las labores de la casa, las coladas…

Todo ese frenético ritmo de vida no le impide una fuerte unión con Dios. Catalina nunca fue una de esas personas que se escudan en sus obligaciones de trabajo para no cumplir sus obligaciones con Dios. Ella saca tiempo para rezar e ir a la Santa Misa.

Son momentos difíciles para vivir la fe en Francia. En el pueblo de Catalina no hay sacerdote: viene el párroco de un pueblo vecino a decir la Misa del Domingo. Catalina sufre por esta situación: le gustaría ir a Misa con más frecuencia. Aún así, todos los días saca tiempo para ir a la Iglesia a orar. Los vecinos se quejan y le dicen: -Las oraciones no hacen avanzar el trabajo. Pero ella no hace caso. Sabe que Dios debe ocupar el primer lugar y que Él bendice y ayuda a los que nunca le olvidan.

Pasado un tiempo Catalina piensa que no está haciendo todo lo que puede por Dios. Así que, a pesar de tener que madrugar más y darse una buena caminata, empieza a acudir al pueblo cercano para poder asistir a la Santa Misa diariamente -pues allí si se celebraba todos los días-. Asimismo, con catorce años, comenzó a ayunar los viernes y los sábados, en honor de Dios y de la Santísima Virgen María. Una hermana suya se dio cuenta de este nuevo estilo de vida e intentó impedírselo. Pero no lo consiguió. Catalina se mantuvo firme en sus nuevos propósitos. Nadie puede reprocharle que por ir a Misa y ayunar haya dejado sus tareas: sigue haciendo las mismas cosas con las mismas fuerzas. ¡Qué ejemplo de vida cristiana en una jovencita tan llena de tareas y que vergüenza para aquellos que siempre buscan excusas a Dios y no hacen el más mínimo esfuerzo por rezar o ir a Misa!

Capítulo 2.- Un sueño misterioso Una de las hermanas de Catalina, la mayor, es religiosa. Pertenece a las hijas de la Caridad (que se dedican al cuidado de los pobres, los enfermos y los ancianos). Catalina, desde sus doce años, siente un especial atractivo por la idea de hacerse religiosa como su hermana y consagrarse totalmente a Dios.

Una noche la joven Catalina tiene un extraño sueño. Estaba en la Iglesia de su pueblo rezando. De pronto aparecía un anciano sacerdote que empezaba a celebrar la Santa Misa. Catalina quedaba fascinada por la penetrante mirada del sacerdote. Al terminar, el sacerdote se volvía hacia ella y le hacía señas para que se acercase. El temor se apoderaba de la joven que

se alejaba del lugar. Aún así, hasta abandonar la Iglesia, era incapaz de apartar los ojos de aquella mirada tan especial. La recordaría toda su vida. Luego, en el mismo sueño, Catalina iba a visitar a un enfermo. Allí estaba el mismo sacerdote, que le decía: -Hija mía: es bueno cuidar a los enfermos. Ahora huyes de mí, pero en el futuro serás feliz al venir hasta mí. Dios tiene designios sobre ti. ¡No lo olvides!

Años más tarde, cuando Catalina tiene 18 años, al entrar un día de visita en una de las casas de las hermanas de la Caridad ve un retrato que la deja sin habla: ¡es el sacerdote de su misterioso sueño! -¿Quién es ese sacerdote? -Nuestro Padre Fundador, San Vicente de Paúl -le responde una religiosa. Catalina lo tiene claro: Dios la quiere religiosa en esa congregación. Pero su padre no está dispuesto: la chica es útil, alegre y tiene ya algún pretendiente que desea tomarla por esposa. Ya tiene una hija religiosa. No quiere tener más. Por eso intenta distraer a Catalina, llevarla a fiestas, agobiarla con el trabajo….para ver si se le pasa su idea de ser religiosa. Pero la joven se muestra inflexible: -Os he dicho que nunca me casaré. Soy novia de Nuestro Señor Jesucristo.

Finalmente en Enero de 1830, con 23 años, Catalina logra que le den permiso para ingresar, como novicia, en las hijas de la Caridad. Capítulo 3.- Primera aparición de la Virgen: 18 de Julio de 1830 No podía sospechar Catalina lo que Dios tenía preparado para ella. La noche del 18 de Julio de 1830 tuvo una experiencia extraordinaria. Dejemos que ella misma nos narre lo ocurrido: “A las once y media de la noche oí que me llamaban por mi nombre: -Hermana Labouré, hermana Labouré. Desperté y miré hacia el pasillo, que era el lugar de donde venía la voz. Corrí la cortina y vi un niño vestido de blanco, de unos cuatro o cinco años, que me decía: -Levántate, pronto, y ven a la capilla: la Virgen te espera. Inmediatamente pensé: -¡Al menor ruido que haga me van a oír! Pero el niño respondió a mi pensamiento: -Estate tranquila, son las once y media y todos duermen. Anda, te espero.

Me vestí deprisa y me dirigí hacia donde estaba el niño, que había permanecido de pie, sin apartarse de la cabecera de mi cama. Él me siguió, o más bien yo le seguí, siempre a mi izquierda, iluminando con rayos de claridad todos los sitios por donde pasaba. Las luces estaban encendidas, lo que me extrañaba mucho. Pero me asombré mucho más al entrar en la capilla: la puerta se abrió apenas la tocó el niño con la punta de los dedos… todas las velas y lámparas estaban encendidas… El niño me condujo por el santuario hasta la silla del Director. Allí me puse de rodillas y el niño permaneció de pie todo el tiempo. Como la espera se me hacía larga miraba por si las hermanas vigilantes pasaban por la tribuna. Por fin llegó la hora. El niño me previno diciendo: -Ya viene la Santísima Virgen. Oí como un ruido, como el crujir de un vestido de seda…. yo dudaba si era la Santísima Virgen María. Pero el niño, que seguía allí, me dijo: -¡Es la Virgen!

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En ese momento me sería imposible decir lo que sentía, lo que pasaba dentro de mí. No estaba segura de ver a la Santísima Virgen. Entonces fue cuando aquel niño me habló, no ya como niño, sino como hombre: con voz grave y con palabras muy fuertes. Mirando a la Santísima Virgen me puse de un salto a su lado, arrodillada sobre las gradas del altar, con las manos apoyadas en sus rodillas. Allí pasé el momento más dulce de mi vida y me sería imposible decir todo lo que sentí. Ella me explicó cómo debía conducirme con mi director espiritual y otras cosas que no puedo contar. También cómo comportarme con mis sufrimientos. Señaló con la mano izquierda la base del altar, donde yo debería venir a rezar y abrir mi corazón. Allí recibiría todos los consuelos que necesitara. Ella me dijo: -Hija mía, Dios quiere encargarte una misión. Tendrás que sufrir mucho, pero lo superarás pensando que lo haces por la gloria de Dios..” A continuación la Virgen le indicó a Catalina que en todo momento debía contar con la ayuda del sacerdote que la guiaba espiritualmente: -No temas. Di todo con confianza y sencillez. Verás ciertas cosas, cuéntalas. Serás inspirada en tus oraciones. Luego anunció algunas desgracias que estaban por venir sobre Francia y como por medio de la oración ante el Sagrario podían evitarse: -Los tiempos actuales son muy malos. Las desgracias caerán sobre Francia. El trono será derribado. El mundo entero será sacudido por desgracias de toda clase (la Virgen estaba muy triste al decir esto). Pero venid al pie de este altar. Ahí se concederán las gracias a todas las personas que las pidan con confianza y fervor: mayores y pequeños… En este momento la Virgen añadió unos avisos para la comunidad religiosa a la que pertenecía Catalina. Terminó anunciando, con mucha tristeza, más sucesos desagradables:

-Vendrán grandes calamidades… Tened confianza, no os abandonaré. Conoceréis mi visita, la protección de Dios y de San Vicente sobre las dos comunidades. No se dará lo mismo, sin embargo, con otras Congregaciones. Habrá víctimas en el clero de París. El Arzobispo morirá. Hija mía, la Cruz será despreciada y echada por tierra. Correrá sangre…

“No sé cuánto tiempo -escribe Catalina- permanecí allá. Todo lo que sé es que, cuando partió Nuestra Señora, tuve la impresión de que algo se apagaba… Me levanté de las gradas del altar y vi al niño que me decía: -Se fue. Hicimos el mismo recorrido, de nuevo todo iluminado. El niño se mantenía a mi izquierda. Creo que era mi Ángel de la Guarda… Cuando volví a mi cama eran las dos de la mañana…. no volví a dormirme”.

Catalina narró todo lo sucedido a su confesor, el Padre Aladel. Éste, como suele hacer la Iglesia cuando se trata de sucesos sobrenaturales, decidió ser prudente. No quiso creerla. Aquello parecía un sueño.

Le dijo a la joven que se dejara de “visiones” y que cumpliera sus deberes de novicia (cosa que Catalina hacía estupendamente).

Pero justo una semana después, el 27 de Julio, contra todo pronóstico, estallaban en París unas revueltas que derrocaban al rey Carlos X. Un anarquismo anticlerical furioso profanó iglesias, derribó cruces y saqueó conventos. Sólo las dos congregaciones fundadas por San Vicente de Paúl fueron respetadas. El Padre Aladel se dio cuenta que se habían cumplido, literalmente, las predicciones que según Catalina había anunciado la Virgen. Decidió por lo mismo, sin decirle nada a ella, tomarse más en serio su historia.

En 1871 se cumplirían el resto de predicciones. Estallará la comuna de París, provocando violentas persecuciones religiosas. El arzobispo de París, Darboy, murió fusilado. La misma Catalina, a la pregunta de Aladel sobre cuándo ocurriría la anunciada muerte del Arzobispo, había contestado que le pareció entender que a los cuarenta años (de 1830 a 1871 hay, efectivamente, cuarenta años).

Capítulo 4.-Segunda aparición de la Virgen: 27 de Noviembre de 1830 Cuatro meses después Catalina vuelve a ver a la Virgen. Esta vez es por la tarde. Es sábado. Son las cinco y media y Catalina está en la capilla con todas las demás religiosas haciendo la meditación. De repente escucha un ruido. Levanta la vista y ve allí, nuevamente, a la Santísima Virgen María. Estaba de pie, con un rostro tan bello que según palabras de Catalina era imposible describirlo. La Virgen tenía una esfera redonda bajo sus pies. Cubría su cabeza un velo blanco. Entre las manos sostenía un pequeño globo de color dorado, rematado por una cruz. Catalina entendió que aquel globo representaba a la tierra. En ese momento los dedos de la Virgen se llenaron de anillos con piedras preciosas, a cuál más bella. Inmediatamente empezaron a emitir unos rayos de luz bellísimos, de una hermosura indescriptible, formando un espectáculo impresionante. La Virgen miró a Catalina. La joven novicia pudo escuchar una voz en su interior que le decía: -Este globo que ves representa al mundo entero y a cada persona en particular. Estos rayos son el símbolo de las gracias que derramo sobre las personas que me las piden. Estas piedras preciosas de las que no salen rayos son las gracias que algunos olvidan pedirme.

En ese instante Catalina recibió una luz especial que le hizo entender lo agradable que es la oración a la Santísima Virgen María, y cuán generosa es Ella con quiénes le rezan, cuántas gracias les concede y que felicidad experimenta al otorgarlas.

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Se formó en torno a Nuestra Señora un cuadro de forma ovalada, en lo alto del cual estaban escritas en letras de oro las siguientes palabras: “¡OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS!”. De nuevo se hizo oír una voz: -Haz que se acuñe una medalla según este modelo; todas las personas que la lleven recibirán grandes gracias… Esas gracias serán abundantes para quienes la lleven con confianza.

En ese momento pareció como si el cuadro se diese la vuelta. Era el reverso de la medalla: una “M” coronada por una cruz. Debajo el corazón de Jesús coronado de espinas y el corazón de María traspasado por una espada. Todo el conjunto estaba rodeado por doce estrellas. Catalina preguntaría más tarde en su oración si no era necesario poner en este lado de la medalla ninguna inscripción, recibiendo interiormente esta respuesta: -La “M” y los dos Corazones dicen suficiente.

Todo desapareció y la joven novicia quedó llena de gozo y alegría. Inmediatamente relató lo ocurrido al padre Aladel. Pero al sacerdote le pareció demasiado. La riñó y le dijo que no se preocupara más por esas imaginaciones: -¡Pura ilusión! Si quieres honrar a nuestra Señora, imite sus virtudes y contenga su imaginación. Capítulo 5.-Tercera y última aparición: Diciembre de 1830 Catalina intenta obedecer a su confesor. Pero en Diciembre, sin que quedara anotada la fecha, estando nuevamente en la meditación, en la capilla, Catalina ve una vez más a la Santísima Virgen. Otra vez tiene el globo en las manos. Catalina escucha este aviso: -No me verás más, pero oirás mi voz durante tus oraciones. Capítulo 6.- La medalla milagrosa El cielo había pedido que se hiciera una medalla pero el Padre Aladel, obrando con prudencia, no quería saber nada del asunto. Catalina, por su parte, continuaba su vida religiosa con absoluta normalidad: era discreta, humilde y muy paciente. Aladel reconocía, en su interior, que la joven era virtuosa y piadosa, con actitudes muy lejanas al histerismo o al deseo de llamar la atención. A nadie, salvo a él, le había comentado nada sobre las apariciones. No intentaba dárselas de “santa”….

Así estaban las cosas hasta que en Otoño de 1831 Catalina volvió a recibir en su oración una nueva insistencia para que se hiciera la medalla. La religiosa replica: -Él (Aladel) no quiere escucharme. La voz responde: -Él es mi servidor, temerá disgustarme.

Catalina vuelve, pues, a la carga. Esta vez el Padre Aladel se queda pensativo: realmente ama mucho a la Santísima Virgen María. ¿Y si se estuviera oponiendo a un deseo de Nuestra Señora? La vida humilde de la religiosa hace pensar que las apariciones son ciertas. Decide consultar con un sacerdote amigo suyo. Ambos se dirigen al Superior General de la orden religiosa fundada por San Vicente de Paúl. Para sorpresa suya el superior se muestra favorable al proyecto de la medalla.

Justo en ese tiempo el Padre Aladel ha de visitar al Arzobispo de París, monseñor de Quelen, para tratar algunos asuntos. Entre otras cosas decide hablarle de la medalla. ¡Asombroso! El Arzobispo se muestra partidario de hacerla inmediatamente, sin revelar su origen sobrenatural: -Que se difunda la medalla simplemente y por sus frutos de juzgará…

Tras vencer algunas dificultades en Junio de 1832 un joyero acuña 1.500 ejemplares. Catalina se limita a decir: -Ahora hay que propagarla.

Los primeros ejemplares son distribuidos. Pronto empiezan a llegar noticias sobre los efectos de la medalla. En París, en la escuela de la plaza del Louvre, la pequeña Carolina Nenain, de ocho años, la única de la clase que no lleva la medalla, es también la única afectada por el cólera. Las hermanas le procuran una y al momento queda curada, pudiendo volver al día siguiente a clase. No es la única curación: muchísimas personas afectadas por el cólera (que diezmo París durante 1832) sanan al llevar la medalla con fe y devoción.

Pero más asombrosas que las curaciones del cuerpo son las curaciones del alma que la medalla consigue. Numerosos pecadores -personas totalmente apartadas de la fe y de la religión- se convierten al tomar la medalla y llevarla consigo. Un hombre que blasfemaba e insultaba a Dios sin parar, y que estaba próximo a la muerte, acepta una de las medallas que una religiosa le ofrece. Desde ese momento sufre un cambio total, amando a Dios como antes no lo amaba y aceptando con serenidad sus últimos días. Incluso llega a decir: -Lo que me causa pesar es haber amado tan tarde y no amar más.

Por hechos de este estilo no es de extrañar que la gente empezara a llamar a la medalla “la milagrosa”, nombre con el que ha pasado a la posteridad y con el que es conocida en la Iglesia.

Catalina, por su parte, siguió llevando una vida normal, centrada en sus deberes de religiosa. No quiso revelar a nadie, salvó a su confesor, que ella era la que había visto a la Virgen. Incluso cuando se escribió el primer libro que narraba los hechos se ocultó su nombre. No quería ser reconocida ni alabada por nadie. Se dedicó a cuidar a los enfermos, llevando una vida de intensa oración, mucha penitencia y profunda humildad. Así vivió 46 años de religiosa, sin revelar a nadie su secreto, viviendo escondida al mundo y a los demás.

Murió el 31 de Diciembre de 1876. Más tarde, el 21 de Marzo de 1933, al exhumar su cuerpo, se comprobó que estaba incorrupto. Un médico, al levantar los párpados, retrocedió, reprimiendo con dificultad su asombro: aquellos ojos azules que habían contemplado a la Virgen parecían palpitar aún de vida. El Papa Pío XII la declaró santa, complaciéndose en llamarla “la santa del silencio”, por su humildad y sencillez. Capítulo 7.- La conversión de Alfonso Ratisbona Como hemos dicho el uso de la medalla fue causa de innumerables milagros y conversiones. Sin duda la más famosa de todas fue la que afectó a Alfonso Ratisbona. No podemos cerrar este capítulo sin contarla. Alfonso era banquero. Pertenecía a una de las familias más ricas e influyentes de Alemania. Era judío, aunque no practicaba mucho su religión. Profesaba un auténtico rechazo a todo lo que tuviera que ver con el cristianismo. Especialmente le era insoportable la Iglesia Católica. Su hermano mayor, que se había convertido a la fe cristiana, rezaba todos los días por él a la Virgen para que le iluminara y le hiciera cambiar de vida.

En 1842, cuando Alfonso tenía veintiocho años, mientras hacía un viaje, se detuvo unos días en Roma. En casa de un amigo suyo tuvo un encuentro con un grupo de católicos que, al ver

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lo rabiosamente que atacaba a la religión, se comprometieron a rezar por él. Uno de los católicos se atrevió a algo más: casi como por una apuesta consiguió que Alfonso aceptara llevar consigo una medalla milagrosa y rezara todos los días una breve oración a la Virgen. Este simple gesto bastó. En tan solo cuatro días la medalla iba a obrar una profunda transformación en el joven judío.

La mañana del 20 de Enero de 1842 Alfonso acompañó a un amigo suyo a la Iglesia de San Andrés. Su amigo tenía que arreglar en dicha iglesia las cosas para un funeral. Por supuesto Alfonso decidió esperar fuera. Pero de repente, por motivos que nunca supo explicar, se sintió atraído hacia la Iglesia. Decidió entrar. No podía sospechar que su vida estaba a punto de dar un giro total en tan sólo unos minutos.

El mismo nos narra lo que sucedió: “Me sentí preso de una extraña turbación… la Iglesia me pareció oscura, exceptuando una capilla, como si toda la luz se hubiera concentrado allí. Aún no sé cómo terminé de rodillas ante la balaustrada de esa capilla… levanté los ojos hacia la luz que tanto resplandecía y vi, en pie en el altar, viva, grande, majestuosa, bellísima y con aire misericordioso, a la Santísima Virgen María, semejante a la imagen de la medalla que me habían dado para que la llevara. En varias ocasiones intenté levantar los ojos hacia Ella, pero su resplandor y el respeto me hicieron bajarlos, sin impedirme, sin embargo, sentir la evidencia de la aparición. Entonces fijé la mirada en sus manos y vi en ellas la expresión del perdón y de la misericordia. Con esas mismas manos me hizo seña de que me quedara arrodillado. Pero una fuerza irresistible me empujaba hacia Ella. En su presencia, aunque Ella no dijo ni una palabra, comprendí de pronto el horror del estado en el que me encontraba, la deformidad del pecado, la belleza de la fe en el Evangelio: en una palabra, lo comprendí todo de golpe… una venda cayó de mis ojos; mejor, no una sola, sino una multitud de vendas que me habían envuelto desaparecieron sucesiva y rápidamente, como la nieve o el hielo bajo la acción del sol”.

Alfonso termina de contar su testimonio con una frase que, durante toda su vida, le gustaba repetir con frecuencia: “Ella no me ha dicho nada, pero yo lo he entendido todo”.

Cuando su amigo volvió lo encontró orando con recogimiento, totalmente transformado. Pidió inmediatamente ser bautizado en la Iglesia Católica. Once días después recibió el sacramento del Bautismo.

Más tarde acabó ordenándose sacerdote. Dedicó su vida entera a intentar la conversión de los judíos al Evangelio. Promovió muchas asociaciones benéficas y sociales en Tierra Santa a favor de los jóvenes y los huérfanos. Cuando le hablaban de la Virgen sus ojos se llenaban de lágrimas por la emoción y el reconocimiento a Aquella que lo había devuelto a la luz de la fe. Su ejemplo fue muy admirado y comentado en la época.

Capítulo 8.- Significado de la medalla milagrosa

La Santísima Virgen María ideó las dos caras de la medalla -tanto el anverso como el reverso- indicando lo que debía verse y leerse en cada una de ellas. Es claro que, diseñando la medalla con unas determinadas imágenes quiso darnos un mensaje. Lo más lógico para averiguar qué quiso decirnos es, simplemente, examinar la medalla y comentar lo que vemos en ella.

ANVERSO DE LA MEDALLA En ella podemos ver a la Santísima Virgen María con los brazos extendidos -de los

cuales salen rayos- aplastando la cabeza de una serpiente, sobre una esfera -un globo- donde está colocado el año de la aparición: 1830. Todo el conjunto está rematado por la frase: Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.

*La imagen de la Virgen Inmaculada aplastando la cabeza de la serpiente: Esa imagen nos recuerda que la Santísima Virgen María es la mujer elegida desde toda la eternidad para ser la madre de Jesucristo, Dios hecho hombre. Gracias a Ella vino el Salvador, el que nos redimió y liberó del pecado. Ella fue concebida sin pecado original -como nos recuerda la pequeña oración que enmarca todo el conjunto-, es decir: nunca jamás estuvo bajo la influencia del pecado. Ella, con su vida pura, totalmente entregada al servicio de Dios y a su divina voluntad, aplastó la cabeza del demonio -simbolizado bajo la figura de la serpiente- y nos mostró la belleza de vivir una vida en amistad con Dios, alejados del mal. Ella, sostenida por Dios, fue capaz de vencer siempre al mal.

La imagen hace referencia a varios pasajes de la Biblia: 1.-Al libro del Génesis donde Dios anuncia al demonio -simbolizado en una serpiente-

que pondrá una enemistad entre Él y una mujer:Enemistad pondré entre ti y la mujer (Gn 3, 15). La tradición de la Iglesia ve en esta mujer a la Santísima Virgen María que, concebida sin pecado original, ha sido colocada durante toda su vida en el ámbito de la gracia, alejada del pecado, y por lo tanto totalmente contraria y enemiga del demonio.

2.-Al Evangelio de San Lucas, cuando el ángel anunció a la Virgen que Ella era la llena de gracia (Lc 1, 28).

3.-Al libro del Apocalipsis, donde se nos habla de una mujer vestida del sol (Ap 12, 1) -es decir: revestida de la santidad de Jesucristo que es llamado sol que nace de lo alto (Lc 1, 78)- que se enfrenta al dragón, a la serpiente antigua, el llamado Diablo y satanás, que engaña al mundo entero (Ap 12, 9). La imagen de la Virgen Inmaculada nos recuerda el papel fundamental que María ha tenido en el plan de salvación de toda la humanidad como elegida de Dios para ser la madre del Salvador, santa y pura. Gracias a Ella Jesucristo vino al mundo. En una sociedad que olvida o niega la necesidad de la salvación de Cristo la medalla nos recuerda que Jesús es el único Salvador y Redentor de la humanidad. Sin Él, sencillamente, no hay salvación.

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Por otro lado la imagen de la Virgen Inmaculada nos recuerda que el peor mal para el ser humano es el pecado. Sólo el pecado nos puede alejar de Dios. Y esta es nuestra mayor desgracia. La Virgen Inmaculada aplastando a Satanás es una llamada a que luchemos seriamente, junto con Ella y con su ayuda, contra el pecado en nuestra vida. En un mundo materialista en el que la gente solo teme quedarse sin dinero, quedarse sin salud, quedarse sin amigos, la medalla nos sigue recordando que nuestro mayor miedo debería ser quedarnos sin Dios.

*Los rayos que surgen de las manos de la Virgen: Según se le explicó a la propia Catalina estos rayos son símbolo de las gracias que Dios nos concede, a través de María, si se las pedimos con confianza. Es una llamada a que recurramos con fe y confianza a la poderosa intercesión de María. Ella, si la amamos y la servimos, nos puede alcanzar de Dios todas las gracias que necesitamos. En nuestra propia lucha con el pecado, dada nuestra debilidad, si no contamos con las fuerzas del Cielo, no resistiremos mucho tiempo. Por eso la medalla nos recuerda el poder de María y nos invita a acudir a su protección mediante la breve fórmula de oración: “¡Oh María sin pecado concebida rogad por nosotros que recurrimos a Vos!”. Es una oración breve y sencilla para que podamos decirla en cualquier sitio y momento y para que podemos repetirla durante el día en distintas ocasiones.

En este sentido la Medalla nos recuerda el poder de la oración y la necesidad de recurrir a ella para obtener fuerzas en nuestra lucha contra el mal. Nuestra sociedad nos dice que la oración es inútil y una pérdida de tiempo. La Virgen nos recuerda la importancia y el poder de la oración para trasformar nuestra vida y el mundo.

Por otro lado la imagen de la Virgen derramando gracias desde sus manos es un precioso símbolo de su función como mediadora de las gracias. Ella, por disposición de Dios, es la encargada de derramar las bendiciones celestiales sobre la humanidad. Aceptando ser la madre del Salvador ha quedado unida a la misión de su propio Hijo. El Evangelio nos lo muestra, de modo especial, en dos pasajes:

1.-Cuando nos dice que el primer milagro de Jesús (convertir el agua en vino en la boda de Caná) fue realizado a petición de María (cf Jn 2, 1-11).

2.-Cuando Jesús, desde la cruz, la nombró madre de toda la humanidad (cf Jn 19, 26). Así pues la medalla nos recuerda que la Virgen ha sido puesta por Dios como madre; y

el oficio propio de toda madre es proteger, cuidar y ayudar a sus hijos. Por eso también es mediadora -la que media- entre los hombres y su Hijo. Esto nos debe llevar a una confianza total en su poderosa intercesión y a recurrir con confianza y amor a la Santísima Virgen María en toda circunstancia para conseguir de ella las gracias del Cielo.

*El globo y la fecha: El globo sobre el que está colocada la Virgen representa a la tierra. Nos recuerda -como la misma aparición explicó a Catalina- que la Virgen se ocupa de toda la tierra -toda la humanidad- y de cada persona en particular. El año 1830 es el de las apariciones. En el capítulo siguiente profundizaremos el por qué ese año concreto.

REVERSO DE LA MEDALLA

En ella podemos observar una “M” rematada por una cruz. Justo debajo dos corazones

(el de Jesús y el de María) y enmarcándolo todo doce estrellas. *La “M” rematada por la cruz: La cruz hace referencia a la Pasión de Jesús. La “M” es

la inicial de María. Este símbolo nos recuerda que la Santísima Virgen María, como nos dice el

Evangelio, estaba junto a la cruz de Jesús (Jn 19, 25). La presencia de María en el Calvario tiene un significado especial: no fue una casualidad. Justo cuando tuvo lugar el momento cumbre de nuestra redención (el momento en el que Jesús moría por nosotros, cargando con nuestros pecados y alcanzándonos el perdón de ellos) María estaba allí. Ella tuvo un importante papel en nuestra salvación. Ella dio a luz a Jesús voluntariamente, asumiendo el plan divino que le fue revelado por el ángel. Ella fue la que alimentó, educó y crió al Señor para su misión. Ella consintió en su sacrificio salvador y de alguna manera lo ofreció al Padre. En el momento en el que Jesús se ofrecía por nosotros -sacrificándose en la cruz- María, su madre, unida desde el principio a la misma misión de su Hijo, también ofrecía todos sus dolores y sufrimientos por nuestra salvación. Este es el motivo de que llamemos a la Virgen la “corredentora” de la humanidad: porque Ella, por amor a Dios y por amor a nosotros, se asoció a la obra salvadora de su Hijo y colaboró en nuestra salvación. Aunque no era necesario -pues los méritos de Jesús, que son infinitos por ser Dios hecho hombre, eran más que suficientes para redimirnos- Dios aceptó esta colaboración de María. Por eso Ella es tan importante en la vida de un creyente. Y por eso Ella distribuye las gracias desde el Cielo: porque quedó estrechamente unida a la misión salvadora de su Hijo. La medalla nos recuerda esta importante verdad con este símbolo. Nos ayuda a amar más a la Virgen (que hizo tanto por nosotros) y a darle un puesto importante en nuestra vida de fe.

Por otra parte esta imagen también es una invitación a saber llevar la cruz en nuestra vida. Igual que Jesús padeció por amor a nosotros debemos estar dispuestos a padecer, si es necesario, para serles fieles. En un mundo que se ha vuelto extremadamente cómodo, y en el que muchos buscan una fe a su gusto, sin complicaciones, estando dispuesto a abandonarla cuando les supone algún tipo de esfuerzo, la medalla nos recuerda que seguir a Dios y seguir sus mandamientos a veces cuesta y supone sacrificios. Hay que estar dispuestos a aceptar estas complicaciones según la enseñanza de Jesús: Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga (Mt 16, 24).

*Los dos corazones: El corazón es símbolo del amor. Son, pues, un recuerdo del infinito e inmenso amor que Jesús y María nos tienen. El amor fue el que movió al Señor a hacerse hombre y morir por nosotros. La medalla nos quiere recordar que Dios y la Virgen nos aman y nos quieren. Ellos desean continuamente nuestro bien. Es un recuerdo de que en la vida cristiana lo más importante es vivir el mandamiento del amor a Dios y al prójimo y experimentar en nuestra vida el amor que Jesucristo nos tiene. Este es el motor que debería moverlo todo en la fe y en nuestra vida cristiana: el amor de Dios.

¿Por qué el Corazón de Jesús está coronado de espinas y el de María esta traspasado por una espada? Según la tradición espiritual de la Iglesia esto es símbolo de las heridas que causamos a Jesús y María con nuestros pecados. Cada vez que pecamos ofendemos a Dios y faltamos contra su amor. La medalla nos recuerda que debemos corresponder al amor que Jesús y María nos tienen llevando una vida lejos del pecado.

Asimismo nos hace caer en la cuenta de que el amor supone sacrificio por la persona amada. Igual que Jesús y María fueron capaces de sacrificarse por amor a nosotros también debemos estar dispuestos al sacrificio por amor a ellos.

*Las doce estrellas: Es un símbolo bíblico: Una gran señal apareció en el Cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza (Ap 12, 1). Esta mujer -según la interpretación de la Iglesia, como ya hemos visto anteriormente- es la Virgen María, madre de la humanidad, Reina del Cielo, Reina de los doce apóstoles y de la

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Iglesia, Reina del universo, coronada por el mismo Dios. La medalla nos confirma esta interpretación.

Con este símbolo la medalla se convierte en un autentico resumen bíblico de las grandezas de la Virgen María. Pues en ella hemos visto a la mujer que aplastó la cabeza de la serpiente (cf Génesis 3, 15); a la mujer que obtuvo el primer milagro de Jesús en favor de la humanidad actuando como mediadora (cf Jn 2, 1-11); a la mujer que estuvo junto a la cruz, colaborando en la obra de la salvación y recibiéndonos a todos como hijos suyos (cf Jn 19, 25-27); y a la mujer triunfante del libro del Apocalipsis, que es coronada con doce estrellas. La medalla nos invita, pues, a contemplar las grandezas de la Virgen y a aceptar el importantísimo puesto que Dios ha querido dale en la historia.

Finalmente es importante resaltar el hecho de que el Cielo pidiera que la medalla sea usada con fe y confianza. Muchas personas, desgraciadamente, han entendido la medalla milagrosa como un signo supersticioso, pensando que basta llevarla para que Dios y la Virgen estén obligados a protegernos, como si fuera una especie de talismán. No debe ser así. Ya hemos visto el riquísimo mensaje que conllevan todas las imágenes y símbolos que vemos en ella. La medalla es un signo material de la presencia protectora de la Virgen en nuestra vida. Pero hay que llevarla con fe, con confianza, con amor. Es bueno llevarla siempre consigo. Pero no como un objeto mágico sino como un símbolo de la presencia del amor de la Virgen que nos acompaña. Llevar la medalla milagrosa nos debe ayudar a vivir una vida cristiana más auténtica: más fe, más amor a Dios, más amor al prójimo, más confianza en la Virgen, más oración, más lucha contra el pecado… Todo esto es lo que nos dice la medalla. Si lo hacemos así la Virgen nos ha prometido grandes gracias por su medio.

Recomiendo a todos los lectores que se hagan con una medalla milagrosa, la hagan bendecir por un sacerdote, la lleven siempre consigo -con fe y confianza-, la besen de vez en cuando y repitan con frecuencia la breve oración que contiene. ¿Cómo podemos decir que amamos a la Virgen si no llevamos la medalla que Ella misma ha diseñado para nuestro bien? Capítulo 9.- ¿Por qué en 1830?

¿Por qué la Santísima Virgen María eligió el año 1830 para aparecerse a Santa Catalina y darle la medalla milagrosa? ¿Fue por azar? ¿Por casualidad? Nada de eso. El Cielo no hace las cosas sin motivo. El año fue escogido a propósito.... muy a propósito. Personas estudiosas del tema de las apariciones de la Virgen han hecho notar -con razón- que en 1830 tuvieron lugar dos acontecimientos históricos trascendentales que iban a cambiar el mundo. PRIMER HECHO NACIMIENTO DEL FERROCARRIL COMO TRASPORTE DE PASAJEROS El primero de estos hechos ocurrió en Septiembre de 1830, en Inglaterra, más concretamente en Liverpool. Hacía el mediodía del 15 de Septiembre partió el primer tren de la historia de servicio público regular para mercancías y pasajeros. Su destino era Manchester, donde llegó dos horas después. Cinco años antes ya se había abierto en otra parte del país una vía ferroviaria: pero sólo para transporte de combustible, y no con servicios periódicos. La de Liverpool era la primera línea usada continuamente para el transporte de pasajeros. Nacía el ferrocarril para trasporte de personas. Y con él, según muchísimos historiadores, nacía una nueva

etapa de la historia: los intercambios comerciales, los encuentros personales, el turismo, la correspondencia… todo dio en el mundo un nuevo giro con los trenes. Sin el ferrocarril la revolución industrial que estaba a punto de estallar nunca hubiera podido llegar tan lejos ni transformar tan profundamente la sociedad.

Esta nueva etapa de la historia se ha caracterizado por un ritmo creciente de adelantos en la ciencia, en la tecnología, en los inventos... Por supuesto esto ha traído cosas muy positivas para la humanidad. También ha traído sombras. No sólo el bien se extendió. También el mal. Muchos aprovecharon los grandes adelantos que la humanidad iba logrando para intentar dar el mensaje de que era el momento de prescindir de Dios y relegarlo a un segundo plano, pues ya no lo necesitábamos. Como si la modernidad y la fe tuvieran que estar peleadas. El ateísmo (negar la existencia de Dios), que estallaría con toda su fuerza en pleno siglo XX, fue tomando cuerpo por estas fechas, cuando el ser humano empezó a creerse autosuficiente y capaz de todo. Se olvidó que una ciencia y progreso tecnológico sin referencia a Dios, al Creador, acaba volviéndose contra el mismo hombre. ¿No ha llegado la tecnología a producir máquinas cada vez más sofisticadas para la eliminación del ser humano: misiles, armas de todo tipo, bomba atómica...?

La escalada de inventos que desde la revolución industrial han ido sucediéndose en el mundo (y que, sin duda alguna, han sido una bendición) ha llevado a muchas personas a caer en el materialismo y en el olvido de la vida espiritual y la vida eterna. ¿No es cierto que muchísimas personas, entusiasmadas por los adelantos tecnológicos, se han entregado a ellos con tanta pasión y dedicación que han dejado a un lado a Dios? ¿No vemos hoy día como la adicción a la televisión, el ordenador, el móvil, etc... han atrapado a miles de almas alejándolas de la vida cristiana?

Ahora podemos entender mejor que justo cuando aparece en la historia del ser humano un “objeto” (la locomotora) que nos introduce en la era de los adelantos tecnológicos -una etapa muy buena para la humanidad pero con grandes riesgos, como vemos, para la fe- la Virgen hace aparecer otro “objeto” en escena (una pequeña medalla) como antídoto y ayuda para que la nueva situación mundial no eliminara la fe ni la presencia de Dios en nuestra vida.

¿Cómo ayuda la medalla? Lo que se ve en ella, en sus dos lados, es un recuerdo sencillo de las principales verdades de nuestra fe, tal y como hemos explicado en el capítulo anterior. Poniendo los principales misterios de la fe cristiana a nuestra consideración la Virgen nos invita a que no olvidemos jamás que el único que puede saciar completamente nuestra sed de felicidad es Dios. Los adelantos tecnológicos no pueden llenarnos del todo. La medalla nos invita a no perder de vista el amor de Jesús que nos llevará, inevitablemente, al amor al prójimo, y nos guiará para que la ciencia y la tecnología estén siempre al servicio de la vida humana, para cuidarla y promocionarla, no para destruirla y eliminarla (industria armamentística, industria del aborto...). La medalla nos recuerda que no nos dejemos embaucar y alucinar por tanto adelanto mecánico y tecnológico hasta el punto de perder de vista la eternidad y la salvación de nuestra alma.

En este sentido algunos han notado el hecho de que la Virgen pide que se haga una medalla con forma ovalada. Esta forma nos recuerda la de un escudo: la protección que usan los soldados en la batalla para protegerse del enemigo. La Virgen nos ofrece su medalla como un mini-escudo, una protección para tiempos en los que la fe va a ser duramente atacada. Es como si hubiera querido poner en práctica aquel consejo que nos da la Palabra de Dios: Tened embrazado en todo momento el escudo de la fe con el que podéis apagar las flechas incendiarias del maligno (Ef 6,16).

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SEGUNDO HECHO CAÍDA DEL REY FRANCES CARLOS X

Este hecho está directamente relacionado con las apariciones. La mismísima Virgen María en la primera aparición -18 de Julio de 1830- dijo a Santa Catalina Labouré: “Los tiempos actuales son muy malos. Las desgracias caerán sobre Francia. El trono será derribado”. Esto ocurrió apenas quince días después. El 30 de Julio de 1830 la Cámara de Diputados francesa decidió no reconocer la autoridad del rey Carlos X y lo destronó. El trono, pues, fue derribado. Con la caída de Carlos X desapareció lo que se llamaba “el antiguo régimen”. En él los reyes, además de ser creyentes, se consideraban siervos de Dios, es decir: tenían muy claro que el poder les venía de Dios y que algún día, tras su muerte, tendrían que dar cuenta al Señor de la gran responsabilidad de haber gobernado países y reinos. En la práctica esto suponía que Dios estaba muy presente en la vida pública y en las leyes que emanaban de la monarquía. Las sociedades cuyos reyes eran creyentes “respiraban” los valores del Evangelio. La manera de entender el matrimonio, la justicia, la educación y otros temas de relevancia social estaban imbuidos de la doctrina del Señor. Esto no significa, por supuesto, que todo el mundo se comportara según estos ideales. De hecho muchos vivían de forma contraria a Dios. Era frecuente que algunas personas mantuvieran una actitud hipócrita mostrándose ante los demás como creyentes -ya que era lo que todo el mundo hacía- viviendo luego en su vida personal y privada de forma muy alejada a las normas evangélicas. No obstante el ambiente general era cristiano. Esto desaparece tras perder Carlos X el trono. Su caída hace aparecer una nueva concepción de gobierno que prescinde totalmente de Dios. Carlos X, último rey de los Borbones de Francia, es destronado por una revolución que instaura a un nuevo rey, Luis Felipe de Orléans, que desde el principio deja bien claro que Dios no tiene nada que ver con él. Es un rey burgués, llevado al poder por la burguesía mercantil e industrial. Consecuencia: empieza a instaurarse -primero en Francia, luego en los demás países europeos- una concepción del gobierno que prescinde de Dios e intenta, poco a poco, eliminarlo de la vida pública y de las leyes que rigen la sociedad. Poco a poco -durante el siglo XX- los países empezaron a legislar a espaldas del Evangelio, creando un ambiente social alejado de la ley del Señor. Dios y su Evangelio van desapareciendo de los espacios públicos: de la escuela, de los hospitales, de los parlamentos... Paulatinamente leyes que permiten el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual se van instaurando en las sociedades creando la idea -también entre los creyentes- de que se trataba de opciones normales, válidas, aceptables y buenas. Con razón la Virgen había dicho a Catalina: El mundo entero será sacudido por desgracias de toda clase. El mundo, no solo Francia. Catalina hace notar: “la Virgen estaba muy triste al decir esto”. Así, pues, en 1830 comenzó un proceso que ha tenido como consecuencia que los gobiernos de los países legislen de forma contraria al Evangelio, alejando del ámbito público todo lo que tenga que ver con Dios. Quisiera aclarar con esto que no pretendo entrar en cuestiones políticas sobre qué manera de gobernar es mejor o peor. Como he comentado antes también había muchas cosas negativas en el hecho de que los reyes se vieran a sí mismos como siervos de Dios y procuraran que todo su reino estuviera imbuido del espíritu cristiano: hay gente que lo vivía hipócritamente; hubo injerencias, tanto del Estado en la Iglesia como de la Iglesia en el estado, que deberían haberse evitado; la Iglesia pudo caer en una relajación de su labor misionera confiando en que todo el mundo era cristiano, ya que todos se bautizaban, todos se casaban por

la Iglesia, todos, supuestamente, creían...; hubo demasiada connivencia con el poder por parte de algunos eclesiásticos...

Si presento este proceso iniciado con la caída de Carlos X como algo negativo no es porque el Estado y la Iglesia se hayan separado, lo cual me parece acertado y deseable. Lo presento como negativo por las consecuencias: las leyes de los países, que afectan a la manera de pensar de la gente y a lo que consideran bueno o malo, empezaron a ser redactadas y promulgadas por personas que no tenían ninguna referencia a Dios ni a sus mandatos. El Señor desapareció de la vida pública. El ambiente general en las sociedades se hizo contrario al Evangelio. Estas son las consecuencias negativas que quiero resaltar. No son invención mía. Son una realidad. Tanto que Proudhon (ateo declarado y convencido), estudiando estos hechos, escribió con total precisión: “El catolicismo recibió el primer golpe decisivo- hablo de las masas- en 1830”. Efectivamente: a partir de 1830 la fe católica empezó a dejar de ser relevante en la formación de los valores de la sociedad.

Por eso la Virgen se apareció ese año y habló con tristeza de estos sucesos. Porque significaban para los creyentes comenzar una nueva situación más difícil para vivir la fe; significaban un intento por parte de la humanidad de quitar a Dios de todo lo público y lo social, haciendo más complicado para los creyentes vivir con firmeza su fe -ya que el ambiente social, más que ayudar a vivir el Evangelio, iba a oponerse a todo lo cristiano-; significaban la aparición de leyes y modos de vida, comúnmente aceptados en la sociedad, totalmente contrarios a la Ley de Dios, a la santidad y a la salvación, poniendo en gran peligro de condenación eterna a muchas personas, pues la gente suele tender a pensar y hacer lo que piensan y hacen sus gobernantes.

La Virgen vino para reafirmar nuestra fe en estos malos momentos a fin de que no cayéramos en el desánimo al vernos tan contrariados por los gobiernos, las leyes, la sociedad... Nosotros, los creyentes, debemos seguir siendo fieles a Dios pase lo que pase. No nos espantemos si dejamos de tener el apoyo de los reyes y de las leyes. Nuestra confianza sólo tiene que estar en Dios, no en el poder humano. La Santísima Virgen María estará a nuestro lado y nos ayudará. Las apariciones de la Virgen en París en 1830 dan comienzo a un nuevo tipo de apariciones donde la Virgen va a ir avisando a todos sus hijos -toda la humanidad- de los peligros que pueden poner en riesgo la fe y la salvación eterna de las almas. Tuvieron lugar en Francia porque en este país es donde se estaban fraguando, lamentablemente, los cambios negativos para la fe que acabarían propagándose por todo el mundo. (Paramásinformaciónentrarenwww.consagracionalavirgen.com)

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