América Latina 1810-2010 El legado de los imperios

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América Latina 1810-2010El legado de los imperios1 

 Rodrigo Quesada Monge

Rodrigo Quesada Monge nació en Colima de Tibás, San José Centro, el día 24 de noviembre delaño 1952. Es historiador de profesión. Ha publicado varios libros sobre la temática de suespecialidad e innumerables artículos en revistas y periódicos. Ha trabajado como profesor dehistoria en la Escuela de Historia de la Universidad Nacional de Heredia. Obtuvo el Premio

 Nacional de Historia por la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica en 1998.

Publicaciones: El siglo de los totalitarismos 1871-1991: 1992, Costa Rica y el mercado mundial :1993, Globalización y deshumanización. Dos caras del capitalismo avanzado: 1995, Recuerdosdel imperio. Los ingleses en América Central. 1821-1915: 1998, La fantasía del poder: Mujeres,imperios y civilización: 2001,  El legado de la guerra hispano-antillano-norteamericano: 2001,

 Las inversiones de Keith en Costa Rica: 2003,  La oruga blanca. Un retrato de Óscar Wilde:2003, El Banco de Costa Rica y el desarrollo económico nacional 1877-2007 : 2007, Cien añosde poesía popular en Costa Rica.1850-1950 (coautor): 2008, El pensamiento antiimperialista deOctavio Jiménez (coautor): 2008 e Ideas económicas de Costa Rica. 1850-2005: 2008 

1 Borrador inconcluso del libro del mismo nombre publicado por la EUMED de Costa Rica en 2012. La versión

impresa incluye dos últimos capítulos: el VI: América Latina. El imperialismo permanente. La era de lasrevoluciones (1961-1991) y el Capítulo VII: América Latina. El imperialismo permanente. La era delneoliberalismo, la globalización y la nueva izquierda (1991-2010), así como un apartado del Capítulo IV dedicado ala Revolución Mexicana.

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Índice

Capítulo I: América latina: la economía política del imperialismo…………3

1.0 Introducción.1.1 Los conceptos básicos de la teoría del imperialismo.1.2 Economía política del imperialismo histórico1.3 Economía política del imperialismo permanente

Capítulo II: América latina. El imperialismo histórico. El libre comercio o ladiplomacia de dios (1810-1850)……………………………………………….25

2.0 Introducción2.1 La Independencia latinoamericana y el imperialismo histórico2.2 Orígenes europeos de la Doctrina Monroe2.3 El libre comercio o la diplomacia de Dios2.4 La diplomacia de Dios en América Central

Capítulo III: América latina. El imperialismo histórico. La acumulación pordespojo (1850-1898)……………………………………………………………39

3.0 Introducción3.1 Los nuevos patrones de anulación y reproducción de la riqueza

3.2 La nueva división internacional del trabajo3.3 La rivalidad interimperialista

Capítulo IV: América latina. El imperialismo permanente. La era de lasintervenciones (1898-1933)……………………………………………………54

4.0 Introducción4.1 La guerra de 1898. Su legado4.2 Los inicios de la ocupación de Nicaragua (1897-1912)

4.3 La Doctrina Monroe y el Canal de Panamá (1903)4.4 De la crisis de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) a la Gran Depresión de1929-1933

Capítulo V: América Latina. El Imperialismo Permanente. La era de lasdictaduras (1933-1961)………………………………………………………..73

5.0 Introducción5.1 Dictadores y dictaduras en América Latina

5.2 El populismo latinoamericano5.3 Los movimientos populares5.4 El triunfo de la Revolución cubana

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Capítulo I: América latina: la economía política del imperialismo.

1.0  Introducción

Pienso, como muchos otros autores y estudiosos de estos temas, que ha llegado el momento dehacer un balance crítico general sobre los aciertos de la teoría del imperialismo, y de su utilidad verdadera

 para la nueva realidad que enfrentan nuestros pueblos en América Latina. El mundo ha entrado en unaetapa del desarrollo capitalista, en la cual, no sólo resulta ridículo afirmar el fin de la historia, sino queincluso el triunfalismo de la burguesía mundial, y de la latinoamericana en particular, denota una ceguerainicial, después de la caída del socialismo real, a todas luces irresponsable e irracional.

 Nunca antes como ahora, el sistema capitalista había dado muestras tan contudentes de sudesorden estructural, lo que resulta paradójico a la luz del despegue producido por la vía libre que habíadejado el desplome histórico del socialismo. La orgía financiera que esta situación detonó, enervó losmecanismos sociales y políticos mediante los cuales, cada cierto tiempo, el sistema buscaba equilibrarse así mismo; pero en esta ocasión los grupos dominantes del capitalismo central, se hallaron con la situaciónde que muchas de las herramientas analíticas utilizadas en el pasado no funcionaban con la mismaefectividad en el presente. Es curioso cómo los economistas burgueses han olvidado una parte importante

de su propia batería teórica sobre las crisis y cómo solventarlas, aunque no prevenirlas. La algarabía por la desaparición del socialismo histórico ha sido tal que no se han percatado de las proporciones que tienela crisis capitalista en el presente, y que amenaza con traerse al suelo todo el carnaval que han montadodesde 1991. El problema está en que el colapso del capitalismo central, en las nuevas condiciones demundialización, imposibilita que los capitalismos de la periferia escamoteen la crisis, y como siempre, esaquí donde el impacto es mayor, no tanto en términos técnicos, sino esencialmente humano. Es ahora, enel momento en que el capitalismo parecía proclamar su triunfo histórico definitivo, cuando la situación enAsia, África y América Latina se ha tornado insostenible para los más pobres. Las hambrunas, las

 pandemias, el tráfico internacional de trabajo esclavo de los niños y de las mujeres, el juegovergonzosamente usurario con las aguas en países como Etiopía, el narco-imperialismo y otras lacras delsistema se exacerbaron durante las últimas dos décadas, de una forma tan penosa, que cualquiera podría

 pensar en un retroceso denigrante hacia los peores momentos de la vieja revolución industrial inglesa,

aquella tan magistralmente descrita por Charles Dickens en la Inglaterra del siglo XIX.Para la intelectualidad anti-capitalista nada de esto es nuevo. Son asuntos que de una u otra

forma, hombres y mujeres como Marx, Lenin, Trotsky, Luxemburgo, Bakunin, Kropotkin, Boockchin,Chomsky, Amin y otros describieron y analizaron por años. Retomar esta cuestión es urgente, puesto quela revitalización de la misma- en realidad aquí no hablamos de actualización- nos permitirá redescubrir que los viejos problemas del capitalismo siguen con nosotros, sólo que ahora sufrimos el desamparo de nocontar con los contra pesos, lentos y torpes pero bien intencionados, del socialismo real.

Pero no es con buenas intenciones como se hará la revolución en América Latina. Menos hoy,cuando se piensa que la proposición de “hacer la revolución” pertenece a épocas nostálgicas ymelancólicas carentes de toda lógica social y política2. La burguesía constantemente hace lo mismo,sueña también con aquellos capítulos de su propia historia en que la explotación de los trabajadores era

ilimitada, la jornada laboral era de dieciséis horas diarias, el trabajo de las mujeres y los niños no estabareglamentado y otras reliquias socio-económicas similares la hacían feliz y sentirse dueña del planeta,como en realidad sucedía. La llegada del socialismo detuvo estos desmanes al menos por algunos años,

 pero es a partir de ahí que la burguesía hace también ideología. De tal manera que es absurdo que se acusede nostálgicos a los revolucionarios de nuestros días, cuando ellos, los burgueses, tienen siglos de estar soñando en algo, que hoy, cada vez se parece más a la realidad, su idea de un mercado perfecto, mecánicoy totalmente liberado de impurezas estatales o de intervenciones externas. Aquí la cuestión se zanja, comodirían los clásicos del marxismo, dilucidando históricamente cuál es más válida, en términos humanos yde civilización: ¿su moral o la nuestra?

La realidad ha cambiado sustancialmente en cuestión de veinte años. Pero el sistema capitalista, ysus ideólogos, siguen creyendo que sus viejas soluciones son todavía posibles. Por eso es decisivo volver 

a las propuestas de los clásicos, en asuntos tan verdaderos y fundamentales como el del imperialismo. A pesar de que algunos intelectuales de izquierda del pasado, hoy travestis de la política en favor de susantiguos enemigos, nos quieran hacer creer que estos temas han perdido su vigencia.

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Pero la discusión de nuevo cuño sobre la teoría del imperialismo deberá darse sobre el plano delos cambios que se han operado en ese objeto, aparentemente abstracto y elusivo, que es la realidadeconómica, social y política del presente, con toda su fragmentación, su profunda deshumanización, y suvocación de cataclismo.

Por lo tanto, con este ensayo, pensamos hacer una contribución, modesta y sucinta, pero nomenos seria, sobre la utilidad de la teoría del imperialismo para la mejor comprensión de nuestros asuntos

más apremiantes, sin perder de vista la perspectiva latinoamericanista fundamental que debe predominar en este tipo de análisis.

1.1 Los conceptos básicos de la teoría del imperialismo 

Como se habrá dado cuenta el lector, este texto forma parte de un programa de trabajo en el quehemos estado por años, tendiente a desmontar los aspectos más ocultos de las prácticas imperialistas ennuestros países3. En estos escenarios la labor del historiador es invaluable. Por lo tanto, nuestras

 preguntas serán las siguientes:

1.  ¿Sigue vigente la teoría del imperialismo, sobre todo tal y como la concibieron algunos de los clásicosdel pensamiento revolucionario?

2.  ¿Tienen ellos algo que decir a la nueva situación del capitalismo mundial?

3.  ¿Qué relación podemos establecer entre el capitalismo mundial y el capitalismo latinoamericano a laluz de los nuevos descubrimientos de la teoría del imperialismo?

4.  ¿Cuáles son las especificidades de las prácticas imperialistas con relación a la América Latina?

5.  ¿Tenemos alguna salida?

Aunque algunas de estas preguntas encontrarán respuestas más o menos aproximadas a lo largode este trabajo, con el afán de avanzar ciertos criterios que lo permitan, debemos indicar que la teoría delimperialismo dispone de un conjunto de herramientas analíticas tomadas en gran parte de la economía

 política marxista y de alguna economía política burguesa, atemperada con ideas progresistas, como lassugeridas por el eminente economista austriaco Joseph Schumpeter. En este momento, tenemos comoaspiración esencial, retomar algunos de los aspectos centrales de las tesis de Lenin, y someterlas a la

 prueba de la actualidad. Porque uno no acaba de sorprenderse de la enorme potencia de visionario que eldirigente ruso logró desplegar, cuando escribió en 1916 su célebre opúsculo titulado El imperialismo, fase superior del capitalismo. Pensado como un texto de difusión para el debate político, el pequeño trabajosigue teniendo una gran actualidad, al menos en sus aspectos más esenciales4. Es a ellos a los quetrataremos de referirnos a continuación.

Lenin planteaba, en gran parte sintetizando el trabajo erudito realizado por otros pensadoresanteriores o contemporáneos, tales como J. A. Hobson (1858-1940) y R. Hilferding (1877-1941), que losingredientes económicos más visibles del imperialismo eran los siguientes:

6.  La concentración de la producción y los monopolios.

7.  La nueva función de los bancos y del capital financiero.

8.  Las exportaciones de capital.

9.  El impacto político que tales ingredientes tienen sobre los sujetos sociales involucrados5.

10. La terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes6.

Por alguna extraña razón, no totalmente explicada por Marx en  El Capital , debido a que no lealcanzó la vida para hacerlo, la gran tragedia del capitalismo contemporáneo es su tendencia a socializar la producción conservando la apropiación privada de la riqueza generada. Con posterioridad otros autoreshan tratado de darle respuesta a esta evidente contradicción, aunque con frecuencia los problemas demétodo y de teoría, parecen superar las fuerzas de una sola persona. Por eso, en nuestros días, se buscamás la investigación de equipo, que revele pistas y recodos para alcanzar explicaciones satisfactorias aeste tipo de asuntos. De tal manera que la nuestra, es una interpretación que reúne todas las condicionesde la modestia en el análisis de esta clase de problemas, sujetos a una infinita cantidad de tratamientos.

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La “revitalización”, si cabe el término, del pensamiento de Lenin, no puede venir por el lado delas actualizaciones cuantitativas o estadísticas del argumento principal del trabajo del dirigenterevolucionario ruso, sustentado esencialmente en los estudios de inspiración marxista hechos por autorescontemporáneos suyos, como ya lo dijimos. “La bondad del método no puede cambiar la historicidad del objeto” anota Banfil7, con lo cual podemos suponer que las explicaciones propuestas por Lenin continúansiendo portadoras de un poder de penetración de la realidad social y económica del imperialismo rara vezigualado hasta el momento. Si la situación histórica, además, del objeto de estudio ha modificado su

textura, a la luz de nuevos descubrimientos y tratamientos, el método posee aún una gran capacidad paradesmontar y despejar las particularidades históricas que lo pueden hacer desaparecer bajo la posible masade nueva información.

“La definición económica del imperialismo, dice Banfil de nuevo , es la línea de demarcaciónentre dos grandes fases históricas del capitalismo: la competitiva, o mejor, atomista, y la más recientemonopolista”8. Con lo cual el autor nos indica un par de pistas que podríamos seguir si queremos tratar del imperialismo histórico en América Latina, por el lado de su economía política. No es posible unabordaje más o menos riguroso, desde la perspectiva política y humana, sin tomar en cuenta las distintasetapas históricas recorridas por el imperialismo en América Latina. Es decir que, toda economía políticadel mismo en nuestro continente, pasa ineludiblemente por su historia económica.

Si el abordaje del imperialismo se hace desde la perspectiva socio-cultural e histórica; o se hacecon criterios “weberianos” o “freudianos”, es decir a partir de la hipótesis de que es una especie deexcrescencia del Imperio Romano o de los desmanes de Carlomagno en Francia, así como de los deliriosnarcisistas de unos cuantos líderes destacados de la historia universal, imperio e imperialismo terminan

 por significar lo mismo, con lo cual tendríamos que rastrearlos hasta la antigua Mesopotamia, unos 3,600años antes de nuestra era9. Este tipo de tratamientos, en efecto, termina por vaciar de su contenidohistórico real, a procesos que están estrechamente relacionados con el desarrollo del capitalismo comosistema económico y social10. Si los desmanes imperialistas y autoritarios que le son asociados hanexistido siempre, y no tienen nada que ver con el sistema capitalista-¡el cual ha probado ser esencialmente

 bueno y beneficioso para la humanidad!-, cualquier discusión sobre el imperialismo se torna baladí porque este sería un fenómeno transitorio y no estructural11.

Ahora bien, alguien podría argumentar que como en la vieja Unión Soviética no predominaba el

capitalismo entonces sus espasmos expansionistas carecían de naturaleza imperial. En este caso, habríaque señalar que esa clase de socialismo pareciera no haber podido establecerse por completo, en un paísdonde la lucha de clases y la teoría del valor nunca dejaron de operar, con lo cual el modelo soviéticoviene a ser definido por algo muy parecido al capitalismo de estado12.

Excepcionalidades aparte, la mejor propuesta teórica para estudiar el imperialismo sigue siendoaquella desarrollada por pensadores, teóricos y ensayistas de educación marxista. Los anarquistas (y unmovimiento anarquista anti-globalización de gran pujanza así lo reconoce)13, se han servido también delos análisis hechos por los primeros, en virtud de que la economía política marxista alcanzó, durante laSegunda Internacional de los Trabajadores (1875-1919), niveles de sofisticación teórica pocas veceslogrados después, los cuales han sido bien utilizados por movimientos revolucionarios de diversas

 procedencias políticas.

Al mismo tiempo, no debe olvidarse que el primer tratamiento marxista del imperialismo le pertenece a Rudolf Hilferding, médico austriaco e importante dirigente del Partido Social DemócrataAlemán, durante el gobierno de Herman Müller en 1928-192914. Él fue uno de los primeros en señalar que el imperialismo no era un fenómeno marginal del sistema capitalista, sino un ingrediente estructuralen su etapa posterior a la libre competencia15. Por primera vez describió organizaciones, instituciones yacciones empresariales que nos son totalmente familiares en el mundo de hoy16.

El análisis de Hilferding superó con mucho, no sólo los estudios realizados por Hobson 17, quiencreía que bastaría con eliminar las deformaciones monopolísticas para impedir que el capitalismo sedeslizara hacia los excesos del imperialismo, sino también los de Schumpeter, para el cual elimperialismo era esencialmente un asunto político y cultural antes que económico, fácil de erradicar por una burguesía con un claro proyecto en ese sentido. Con Hilferding, finalmente, nos damos cuenta de la

enorme potencia analítica que podía facilitar la teoría económica marxista18.

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 No obstante, es importante recordar que la descripción y análisis hechos por Hobson de y sobre elimperialismo son de carácter seminal, con lo cual queremos decir que su influencia se extiende hasta el

 presente, en autores como Paul Baran y Paul Sweezy, serios y profundos analistas de la economíanorteamericana, quienes lo utilizaron e instrumentalizaron de manera prolífica casi sin mencionarlo19. Susaportes para nuestra justa comprensión del imperialismo en todas sus posibles esferas, moral, política,militar, científica, geopolítica y económica por supuesto, son de incalculable valor en nuestros días.Hobson fue visionario incluso en todo lo concerniente a las causas que motivaron la Primera Guerra

Mundial (1914-1918) y los aspectos más decisivos que condujeron a la formación de lo que sería luegolas Naciones Unidas y la Unión Europea. Sus críticas al Imperio Británico tuvieron un carácter 

 premonitorio muy valioso entre ciertos historiadores radicales, para quienes la teoría del imperialismo deinspiración marxista rara vez superó el enfoque desarrollado por Hobson 20. Aunque su teoría del sub-consumo puede ser criticada duramente, por la relación metodológica que establece entre monopolio,ahorro y capacidad para invertir, la misma, sin embargo, sigue estando en la base de algunasinterpretaciones marxistas de la inversión extranjera; como cuando Lenin insinúa que gran parte delcapital inglés que emigra durante la era victoriana, lo hace porque el mercado de capitales se ha contraídoy entonces se hizo necesario buscar otros horizontes. Esta es una tesis clásica del enfoque “hobsoniano” sicabe el término21.

Los estudios y críticas de Hobson al tratamiento ideológico del imperialismo para justificar el

despojo de las “razas inferiores”, así como sus premoniciones sobre lo que sería China casi un siglodespués, y sus brillantes intuiciones sobre el imperialismo norteamericano, nos ponen al frente de unestudioso de muchos kilates, ensombrecido posiblemente por el uso que hicieran los marxistas de algunosde sus descubrimientos. Con una antelación impresionante, anuncia los resultados de las acciones del sub-imperialismo de Sudáfrica, Australia, Japón, Canadá y Estados Unidos, con relación a las regiones dondese desenvuelven. En la federación imperial que critica, se encuentran muchos de los ingredientes de loque sería después la OTAN, por ejemplo.

Su trabajo, como se ha visto, sería continuado por analistas y políticos marxistas del calibre deLenin, Rosa Luxemburgo, Nikolai Bujarin, y una importante escuela de pensamiento que, partiendo de lasinterpretaciones de Mao Tse Tung de la particular experiencia de la revolución china (1911-1949), hadado origen a reflexiones de corte “tercermundista” o neocolonialista, donde el desarrollo y el

subdesarrollo dejan de ser un asunto puramente económico, para convertirse en materia política de lasluchas ideológicas de los pueblos oprimidos de todo el planeta por el imperialismo. La revitalización de lateoría del capital monopolista, esencial en el pensamiento de los tres primeros autores mencionadosarriba, hizo avanzar considerablemente el análisis marxista a la luz de nuevos estudios sobre laconcentración de la riqueza a escala mundial; y logró explicar ampliamente las características inéditasadquiridas por la lucha de clases en ese nuevo escenario, distorsionado por un lenguaje técnico que tratade describir el comportamiento histórico de un proceso estructural de larga data.

De otro lado, con Rosa Luxemburgo (1870-1919) nos adentramos en algunos de los aspectosvertebrales de la teoría del imperialismo, concernientes, sobre todo, a lo relacionado con los procesos deacumulación de capital. Aunque el problema de la expansión ilimitada de las relaciones de produccióncapitalistas a escala mundial, por razones históricas y socio-económicas ineludibles, siempre estuvo

 presente en casi toda la obra económica y política de Marx, con Rosa Luxemburgo, el mismo asuntoadquirió una relevancia decisiva para explicar y articular una respuesta revolucionaria a la burguesía.Desde una óptica sub-consumista de nuevo, muy cercana a la desarrollada por Hobson, Luxemburgosostenía que el sistema capitalista requería de otros modos de producción, para acumular y reproducirsesegún una lógica mediante la cual al capitalismo le era vertebral abrir, por la fuerza si era necesario,tantos mercados como le fueran requeridos. Esta tesis de que una continua expansión imperialista esrequisito para la supervivencia del capitalismo mantiene todavía hoy una gran vigencia entre ciertoscírculos de pensamiento marxista, aunque debe ser matizada a la luz de nuevas investigaciones y trabajoempírico22.

El pillaje llevado a cabo por el capitalismo en diversas partes de la geografía del planeta no seexpresa solamente en los volúmenes de plusvalía extraídos, según las características específicas de los

 países o colonias impactados por el sistema en un momento histórico determinado, sino también en

aquellos otros recursos ofrecidos por una geografía económica y social en la cual la “mercantilización” yapropiación imperialista de bienes intangibles (como el turismo ecológico, la educación o las historiasculturales por ejemplo), ha adquirido niveles completamente inéditos. Esto es lo que el geógrafo marxista

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inglés David Harvey llama “acumulación por desposesión”, una idea y un método de trabajo que le debenmucho a Rosa Luxemburgo23.

Como, supuestamente, la acumulación originaria (o la acumulación primitiva)24 fue considerada por Marx un proceso con un final histórico específico en la mayor parte de los países capitalistasdesarrollados, luego continuada por distintas vías de reproducción, el sistema capitalista encontró en el“exterior”, lo que no tuvo en el “interior”, según Luxemburgo, es decir los mercados, la fuerza de trabajo

 barata, los recursos naturales y los consumidores que pudieran haber entrado en un proceso deagotamiento en el primer momento. Con desagradable frecuencia, según lo prueba la experienciahistórica, el “exterior” del capitalismo tuvo que ser “abierto” por la fuerza, y terminó saqueado,malversado y desmantelado cuantas veces fue necesario, a través de políticas imperialistas claramentedefinidas con esa orientación, y apoyadas por estados burgueses con la maquinaria militar e ideológicarequerida para hacer valer los requerimientos expansionistas del sistema capitalista. El saqueo de África,la toma por asalto de China, la manipulación de América Latina, prueban en su justa medida la certeza delas intuiciones de Rosa Luxemburgo25.

Porque, como bien lo había señalado Lenin, el problema central de toda discusión era que elimperialismo debía ser estudiado desde las transformaciones estructurales del capitalismo, y no tanto a

 partir de las relaciones establecidas entre los países metropolitanos y sus colonias. Esta lógica analíticaera la que resultaba más rica para comprender el desarrollo del capitalismo en sus expresionesmetropolitana y periférica. Era la lógica que, llevada hasta sus últimas consecuencias por autores comoTrotsky y posteriormente por Ernest Mandel26, permitiría hablar de un capitalismo tardío, de altaconcentración monopolista en el cual el imperialismo se había tornado más beligerante y agresivo27.

Era ingenuo, sostenían otros autores, elaborar una nueva estrategia política y de lucha de clases, partiendo de la base de que el imperialismo estaba muerto o en crisis28. La caída del socialismo real habíademostrado la enorme visión y sentido político de un analista como C. L. R. James, quien en un libro de1937 diría que si la Unión Soviética se desplomaba, como proyecto de los trabajadores a escalainternacional, eso los dejaría sin orientación durante aproximadamente unos treinta años 29. Nosotrosacotaríamos que, la que se ha quedado sin orientación es la vieja guardia marxista-leninista, para quien eldecrépito mostrenco estalinista era la consumación total de todas las utopías posibles. Sin embargo, antela evidencia de un imperialismo más temible que nunca, la imaginación de las organizaciones políticas

debe ponerse a prueba, para “inventar” las alternativas requeridas contra un capitalismo que finalmente puede sostener que se ha adueñado del planeta.

Ahora bien, la dialéctica del imperialismo en nuestros días indica que, aunque Marx no tuvotiempo para escribir nada al respecto, sus brillantes intuiciones sobre el estado, el comercio exterior y elmercado mundial, facilitaron la construcción no únicamente de una sola teoría sobre el tema, sino tambiénde una cantidad importante de diversas representaciones geográficas del proceso, al punto de quegeógrafos, antropólogos, cartógrafos30 y otros expertos, junto a economistas, historiadores, sociólogos yfilósofos, han hecho posible una visión más rica del imperialismo en sus distintas expresiones políticas

 para tener, al cabo, una más clara percepción del sistema capitalista en tanto que modelo económicohistóricamente condicionado31.

La historicidad del sistema capitalista, como totalidad de análisis, y objeto de las luchas, angustiasy frustraciones de los trabajadores de todo el mundo, facilitó que el estudio del imperialismo no seagotara en la descripción y explicación de las relaciones entre distintos espacios geográficos, proveídosdesigualmente de ciertos recursos materiales y humanos, como indicaba Harvey en su extraordinariotratado32. Pero tal clase de enfoque estimuló también el surgimiento de teorías sobre el desarrollo delcapitalismo a escala mundial, las cuales podían agruparse en dos: 1- aquellas que se concentraban enmedir el progresivo desarrollo de las fuerzas productivas dentro del capitalismo, y 2- aquellas que

 presentaban al capitalismo como un sistema de explotación donde un área se desarrollaba a expensas de laotra, de tal manera que el desarrollo en algunas partes del mundo se producía a costa del subdesarrollo delresto33. Y aunque era relativamente sencillo encontrar formas de verdad histórica en ambos tratamientos,algunas veces se olvidaba que el énfasis de Marx estuvo siempre en el estudio cabal y sustentado delsistema capitalista, y que, con frecuencia, veía la cuestión colonial como algo transitorio. Entonces, la

teoría del capitalismo en Marx, indefectiblemente, es anterior a cualquier teoría del imperialismo

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. Estalínea de trabajo fue seguida muy de cerca por Hilferding, Lenin, Luxemburgo y otros marxistas, tal ycomo se ha visto; pero también encontró autores del calibre de Eugenio Varga, quien se vio en serios

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 problemas políticos con los estalinistas debido a sus investigaciones, las cuales pretendían profundizar eltratamiento que Lenin había hecho35. Sin embargo, las grandes transformaciones que tuvieron lugar enRusia probaron que el liderazgo de la revolución mundial se había desplazado hacia el mundo capitalistasubdesarrollado, y ello había planteado nuevos problemas políticos, teóricos y sociales que no estaban

 previstos en ninguno de los trabajos de los clásicos del marxismo. La nueva veta de investigación abríasendas inéditas a la imaginación y ponía a prueba la capacidad creativa de los trabajadores, como lo

 probarían luego la revolución china, la revolución cubana y otras.

Entonces, igual que en otros momentos del pasado, América Latina tomó la iniciativa, y, ante elresonante fracaso del neoliberalismo y las retorcidas propuestas de la globalización (la nueva etiqueta delimperialismo), se han dado los primeros pasos para que el capitalismo no convierta a nuestros países ensimples máquinas productoras de mercancías y fuerza de trabajo para la explotación. Los procesos decambio emprendidos en América del Sur, por los movimientos populares de Argentina, Venezuela,Bolivia, Uruguay, Paraguay, Ecuador y en alguna forma Brasil, a pesar de la parafernalia populista conque podrían ser signados algunos de sus dirigentes, y de la tibieza reformista que los caracteriza enalgunos aspectos, han probado ser efectivos para bloquear el avance de los desmanes neoliberales, queasestaron un duro golpe a la independencia económica y política de estos países; sobre todo siconsideramos el horizonte autoritario creado por el imperialismo norteamericano en América Latina y elCaribe después del triunfo de la Revolución Cubana. Sin este último no es posible comprender las

masacres emprendidas contra sus propios pueblos por los militares en Argentina y Chile por ejemplo,durante las décadas de los años setenta y ochenta del siglo XX. El proceso cubano era malsano no tanto

 por las alternativas políticas y sociales ofrecidas, como porque había hecho saltar en pedazos lasrelaciones estructurales establecidas con Cuba por el capitalismo norteamericano desde hacía más de cienaños36. Pero estos son temas para otro momento.

Además, también era cierto que la teoría de la dependencia, nutrida por el marxismo y el pensamiento de los clásicos de la teoría del imperialismo, habría avanzado explicacionesmultidisciplinarias de una valiosa riqueza política y social, de notable utilidad para los movimientosrevolucionarios que despegarían en América Latina, después del triunfo de la revolución cubana. En los

 brillantes trabajos de analistas sociales como Fernando Enrique Cardoso, Enzo Faletto, Stanley y BarbaraStein, Theotonio Dos Santos, Vania Bambirra, Agustín Cuevas, Carlos Rafael Rodríguez, Edelberto

Torres Rivas, Martha Haernecker y muchos más, se puede seguir de cerca una curva parabólica en la quese encuentran todas las expresiones posibles del pensamiento revolucionario latinoamericano, entre losaños 1950 y 1990. Sin olvidar, desde luego, la enorme importancia que tiene el primer pensamientorevolucionario latinoamericano en figuras como José Carlos Mariátegui (1894-1930), cuya impronta esfácil de rastrear hasta la actualidad, en muchas de las interpretaciones y evaluaciones que se hacen del

 papel que juega América Latina, en el nuevo escenario mundial37.

Para la actualidad, la crisis y colapso del socialismo soviético con sus distintas variantes, aceleróuna revisión total de los edificios racionalistas utilizados por siglos en Occidente, y ello incluía,ineludiblemente, al marxismo; con lo cual, andamiajes teóricos y analíticos similares o derivados de esatradición entraron también en discusión, tal es el caso de la teoría de la dependencia. Sin embargo, y estoes algo digno de destacar, dicha propuesta teórica sigue ofreciendo posibilidades metodológicas einstrumentales importantes en nuestra comprensión de la nueva realidad que les ofrece el mundo modernoa los países latinoamericanos. Reforzada ahora con los descubrimientos de la teoría del sistema mundial,donde sobresalen las investigaciones sobre la capacidad expansiva del capitalismo como modeloeconómico históricamente determinado, la teoría de la dependencia continúa proponiendointerpretaciones, herramientas y conceptos que buscan captar mejor lo que acontece en el mundomoderno, más que nunca sujeto a los caprichos y antojos de las decisiones que se toman en Washington.

André Gunder Frank, Immanuel Wallerstein, Samir Amin, Arghiri Emmanuel, Christian Palloix,Giovanni Arrighi y otros38, igualmente interesados en ampliar la teoría del imperialismo y hacerlaefectiva para entender los problemas de los países en desarrollo, lograron articular, después de la segundaguerra mundial, una instrumentación del marxismo que tendría dos vías de interpretación, polémicas escierto, pero muy útiles para describir e interpretar la historia del capitalismo en países como loslatinoamericanos por ejemplo. La primera vía nos llevaba a una ampliación de la teoría clásica del

comercio exterior, cuyos más lejanos antecesores eran Adam Smith y David Ricardo. Fue la vía escogida,en gran medida, por pensadores como Hobson, a quien ya hemos mencionado varias veces. Con el énfasis

 puesto en los mecanismos y circuitos de la circulación, es decir en todo lo relacionado con los procesos de

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realización de las mercancías, a nuestros autores acabaron por llamarlos “circulacionistas”, o cultores deun “marxismo neo-smithiano” según la irónica expresión de Robert Brenner 39. La otra vía, fue la tomada

 por escritores como Rosa Luxemburgo y Hannah Arendt, para quienes el imperialismo no puede ser comprendido sino es a partir de la dinámica de los mercados, los cuales son una creación del capitalismosegún éste se vaya expandiendo históricamente, a través de violentar y desarticular toda otra formaalternativa de producción. Para Arendt el problema del racismo y de la violencia en la expansiónimperialista es central40.

Esa plataforma analítica configurada por las propuestas circulacionistas y sub-consumistas resultóde gran provecho para las luchas políticas que se emprendían por aquellos años en varias partes del Tercer Mundo. Si el tratamiento estructural del capitalismo, desde su descripción histórica y su explicaciónlógico-dialéctica le permitió a Marx heredarnos una más cabal y justa comprensión de lo que esperaba alos países en vías de desarrollo, a partir de su articulación en el sistema, los nuevos teóricos delimperialismo, proveídos ahora con el enfoque de la teoría del intercambio desigual, ampliaban,novedosamente, dicho enfoque, y hacían fructificar una nueva teoría de la política, del estado y de lasclases sociales, apenas barruntadas por Marx mismo.

La teoría del intercambio desigual41 llevó hasta sus últimas consecuencias el análisis de laacumulación y de la lucha de clases a escala mundial, mediante el desarrollo de nuevos procedimientos demedición y argumentos explicativos, para comprender mejor el funcionamiento de la compañíamultinacional, y sus distintas expresiones desde el desarrollo y la crisis del capitalismo financieroactuales, ingredientes que Hobson, Lenin y Hilferding describieron por primera vez a principios del sigloXX.

Emmanuel, uno de sus más connotados propulsores, sostenía que el intercambio desigual puede presentarse incluso entre países capitalistas plenamente desarrollados, y lo que interesa describir yexplicar, en estas circunstancias, es la naturaleza de esa desigualdad, por eso él hablaba de “imperialismodel comercio exterior”. Cuando este razonamiento se expandía para comprender las relaciones entre

 países capitalistas desarrollados y aquellos otros subdesarrollados, la explotación y la extracción de plusvalor a escala mundial, entonces, asumía otra textura en la cual, aunque no mediaban las accionesmilitares, el imperialismo, apuntalado por la compañía multinacional y el capital financiero, se expresabacomo el mecanismo escogido por los países capitalistas altamente desarrollados (sobre desarrollados

según la expresión de Pierre Salama42), para reproducirse a expensas de las desigualdades operativas entrelos distintos capitalismos que establecían relaciones comerciales, aparentemente, sin soporte alguno en laviolencia o la imposición competitiva.

En los extremos, este intercambio desigual conduce también a que el capitalismo metropolitano para continuar y ampliar su reproducción se sirva de la violencia, con una regularidad inaceptable, sobretodo en aquellos países y regiones donde las condiciones previas para el desarrollo capitalista no existen.Se trata de un capitalismo “inducido” desde afuera que algunos antropólogos franceses han analizadocomo “modos de producción coloniales”43, en los que la estructura de clases pre-capitalista es forzada aligarse a un capitalismo central o metropolitano que no expresa ningún interés en que esa condición pre-capitalista sea modificada44, mediante alianzas políticas y sociales de diversa naturaleza. En esos casos, elimperialismo se vuelve el “pionero del capitalismo” como lo llamara Bill Warren45.

Ahora bien, si las teorías “dependentistas” emergieron durante el período de mayor fragilidad delmarxismo clásico, es decir después de la segunda guerra mundial, y, en gran parte, debido al retrocesoteórico experimentado en la Unión Soviética por causa del estalinismo, los procesos de descolonización ylas luchas por la liberación nacional en diversas partes del Tercer Mundo, fortalecieron notablemente losestudios del imperialismo, así como la comprensión política, social y cultural de aquellos países, zonas yregiones que más violentamente sufrían los embates de aquel. China, Viet-Nam, Corea del Norte, Argelia,Cuba, Nicaragua, El Salvador y el Congo, integran una cadena de casos y procesos en los cuales, no essuficiente una bien elaborada teoría del colonialismo, para comprender la verdadera dimensión de lo quehan significado para el mundo contemporáneo las luchas y los logros de estos pueblos, así como susfracasos y frustraciones.

Desgraciadamente, el derrumbe del socialismo soviético ponía en evidencia también, la relativa

certeza de algunas de las afirmaciones que se hicieran en el pasado con relación al fracaso de larevolución alemana (1918-1923), cuando su posible triunfo pudo haber evitado la llegada del estalinismoy del nazismo, y de esta forma la historia mundial hubiera sido totalmente otra, incluso la

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latinoamericana46. Sin embargo, el cobro histórico de ciertas cuentas no logrará atemperar jamás ladistorsión colosal que significó la guerra fría para los países en desarrollo, aunque la globalización apostó

 por una forma distinta de hacer imperialismo dejando intactas las enseñanzas y desvaríos de aquella, quese continuó por otros senderos, como el genocidio practicado contra el pueblo palestino y lamercantilización de recursos naturales y humanos que atenta contra la supervivencia misma de laHumanidad, tal es el caso del agua, los fertilizantes, los combustibles, la educación, la cultura popular y lamemoria histórica misma de los pueblos.

 No obstante, no podemos seguir esta línea de argumentación porque nos desviaríamos de nuestroobjetivo principal. Quede claro, sin embargo, que después de 1989, el Departamento de Estadonorteamericano ha impulsado el mal llamado “nuevo orden mundial”, donde lo único novedoso es el afánde los Estados Unidos por imponerle al mundo, su estilo de vida. Contra este telón de fondo, la primeraexperiencia neoliberal en el mundo occidental, entonces, tenía lugar en el Chile posterior al golpe deestado contra Salvador Allende en 197347, y de esta forma se daba inicio a un cuadro de relaciones entreel gobierno de los Estados Unidos y los países latinoamericanos, teñido de conflictos, golpes de estado,violentas represiones del movimiento popular y de sangrientas guerras civiles, en las cuales, RonaldReagan (1980-1988) por ejemplo, jugó un papel decisivo48. Debido a sus artimañas América Central secubrió de sangre, la revolución sandinista fue saboteada, Honduras fue convertida en una base militar y,en El Salvador y Guatemala, la guerra civil alcanzó niveles inimaginables de crueldad y genocidio. En

Costa Rica, por su parte, el gobierno de Arias Sánchez hacía buen uso de la situación histórica que se le presentaba, y logró impulsar un acuerdo de paz (que le valió el Premio Nobel al Señor Presidente en1986), en el que lo único que se logró fue enfriar las hostilidades, pero las raíces sociales, políticas yculturales de los conflictos quedaron intactas, como lo prueban la situación económica y política actual deesos países. Era evidente, entonces, que la política exterior de los Estados Unidos hacia la América Latinano había cambiado desde 1898. Las posibles modificaciones que se habían suscitado estaban en el énfasisy en el estilo, en las palabras, más que en las realidades.

Entre el triunfo de la revolución cubana en 1959 y el colapso del socialismo real en 1991, lasinterpretaciones “dependentistas” del marxismo llegaron a un punto máximo de instrumentación,descripción y análisis de los acontecimientos políticos, sociales y culturales de los países en vías dedesarrollo. Si el marxismo entró en un proceso de franca parálisis en la vieja Unión Soviética, gracias a la

dictadura estalinista, entre 1924 y 1953, en las grandes capitales culturales de la Europa occidental, comoLondres, París o Berlín, y en los Estados Unidos también, se volvía a sus fuentes originales, se fortalecíay se ampliaba en las discusiones sostenidas con otras expresiones académicas y políticas. Hacía suaparición, de esta manera, un marxismo occidental, más fresco y ventilado, que intentaba encontrar otrosderroteros para hacer posible la revolución de acuerdo con el postulado marxista clásico, de que elsocialismo solo sería posible en los países capitalistas altamente desarrollados. En estos casos, elimperialismo parecía ser materia para las luchas de liberación nacional en el Tercer Mundo, y no asuntode un marxismo que buscaba llegar a la sociedad socialista, por vías distintas a las desarrolladas por eltotalitarismo estalinista.

Entre tanto, para el imperialismo permanente en América Latina y el Caribe, como se verá másadelante, la revolución cubana fue la excusa histórica para fortalecer a las dictaduras militares que

 pretendían aniquilar cualquier expresión popular alternativa en nuestros países. Intentos democráticosauténticamente antiimperialistas en América Central fueron ahogados en sangre, como sucedió enGuatemala, entre 1944 y 1954. Y cuando llegó el triunfo del socialismo en Cuba, la situación se volviómás grave para América Latina y el Caribe, pues el imperialismo permanente proveyó, financió ydefendió a sangre y fuego a dictaduras de derecha tan siniestras como la de la familia Somoza en

 Nicaragua (1934-1979), organizó el asesinato del Presidente Salvador Allende en Chile (1973), y Cubatuvo que hacer frente a un bloqueo económico, social, político, diplomático y cultural, sin precedentes enlas acciones del imperialismo en otras partes del mundo.

Sería esta clase de dominación imperialista, entonces, la que haría que las teorías de ladependencia inspiradas en Marx, tomaran un nuevo vuelo, más lúcido políticamente y más efectivo en elterreno de la investigación social. Sobre todo cuando intelectuales, académicos, escritores, poetas,artistas, líderes sindicales y educadores eran asesinados o mutilados en las mazmorras de las dictaduras

militares en El Salvador, Guatemala, Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay y Brasil. Con la caída delsocialismo real en 1991 se iría para siempre uno de los apoyos esenciales de las luchas de liberaciónnacional, no sólo en América Latina, sino también en el resto del Tercer Mundo. A partir de este

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momento, entonces, las teorías de la dependencia y toda otra interpretación antiimperialista del marxismose volvería una especie exótica de teoría social, sólo practicada por catecúmenos inadaptados, con lo cualse daba paso a distintas variantes del pensamiento liberal y democrático-burgués, perfectamente bienarticuladas a la globalización capitalista, una nueva forma de etiquetar al viejo imperialismo.

Con la crisis financiera actual, después de sangrientas y brutales guerras imperiales emprendidascontra países soberanos como Irak y Afganistán, los clásicos del marxismo han recibido su cuota de razón

histórica, y una nueva hornada de discusiones, debates y aportaciones teóricas han fortalecidonotablemente su resurgimiento. Y será en América Latina de nuevo, en Cuba, Venezuela, Bolivia,Ecuador, Brasil y Uruguay, donde las teorías de la dependencia y el pensamiento antiimperialistaadquieran una nueva dimensión, apelando siempre a la memoria histórica y a la capacidad de los pueblos

 para reinventarse. Ahora bien, habrá que ver hasta qué punto estos novedosos proyectos en AméricaLatina logran remontar la cuestión nacional, y van más allá, es decir, logran articular una luchaantiimperialista que se transforme, a la larga, en un proyecto anti-capitalista de proporciones regionales.Entre tanto, América Latina, seguiría jugando el viejo papel de válvula de escape para los serios

 problemas que las economías capitalistas avanzadas en crisis tienen que enfrentar cada cierto tiempo,especialmente la norteamericana, como lo prueba una larga relación histórica llena de altibajos en la cualAmérica Latina siempre ha llevado la peor parte49.

1.2 Economía política del imperialismo histórico 

En Nuestra América, según la feliz denominación de Martí, el imperialismo histórico es aquel que puede ser ubicado entre los años que van de 1823, año de la infausta Doctrina Monroe, a 1898, año de lainvasión, ocupación y despojo de Cuba y Puerto Rico, así como de Filipinas, Guam, Hawai, las IslasSalomón y China50. Según veremos en el capítulo siguiente con algún detalle, este es un período marcado

 por la impronta del “imperialismo con colonias” europeo como dice Magdoff, para establecer el contrastecon el “imperialismo sin colonias” norteamericano del período siguiente51.

La economía política del imperialismo histórico está definida en sus aspectos más estructurales, por los procesos de acumulación diseñados y operados por el expansionismo inglés a todo lo largo de losaños que hemos mencionado para este momento en particular. Existe una historiografía anglosajona, conciertos ecos de buena acogida en América Latina, sobre todo en estos momentos de travestismo

izquierdista, para la cual no existe algo que podamos llamar imperialismo inglés, en lo que respecta a lahistoria de sus relaciones económicas con los países de aquella región. En esta parte del mundo, dicenestos historiadores, las prácticas imperialistas tuvieron un carácter informal, ni remotamente comparablesa las que se sostuvieron con Asia Oriental o África52.

Algo debe quedar bien claro: si entre la Doctrina Monroe y la guerra hispano-antillano-norteamericana de 1898 fue el imperialismo británico el que se ejerció con más beligerancia, para loshistoriadores latinoamericanos debería ser también evidente que el crecimiento desmedido y acelerado delimperialismo norteamericano se dio en virtud de la efectividad y permanencia de su enfrentamiento, enfranca competencia contra los ingleses algunas veces, otras- la mayoría- en alianza con el Imperio de SuMajestad la Reina Victoria (1837-1901). Es obvio entonces que, siguiendo a Gramsci, nuestra propuestade periodización es histórica y política, a pesar de las quejas de historiadores ingleses como Platt53. Estosdos años, 1823 y 1898, tienen una importancia diferenciada según el punto de vista de los sujetos socio-históricos involucrados. Para los ingleses, por ejemplo, fueron los años entre los cuales tendrían queenfrentar la competencia norteamericana en todos los ámbitos imaginables, para evitar ser desalojados deAmérica Latina, China, el Pacífico Occidental y Asia Occidental. Para los norteamericanos fueron losaños en que se definió el tutelaje político, económico e ideológico sobre los latinoamericanos. Para estosúltimos, además, fueron aquellos en que el despojo de sus riquezas humanas y materiales adquirió mayor consistencia económica y política.

“El holocausto victoriano” como lo llama un historiador norteamericano54, puede precisar todavía más los instrumentos con que funcionó, se expandió y se consolidó el quehacer imperialista paraestos años, sobre todo los que median durante el mandato de la Reina Victoria (1837-1901)55. Las grandeshambrunas que caracterizaron el “progreso” que el imperialismo inglés llevó a la India y al ÁfricaOccidental, fueron un excelente aprendizaje para el imperialismo norteamericano cuando se trató de

someter en 1902 a los filipinos por ejemplo. Canovas del Castillo y su eficiente administración de losasuntos imperiales españoles en Cuba, durante la guerra de liberación entre 1895 y 1898, también fue unexcelente discípulo de los ingleses imperialistas en materia de genocidio56.

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Por otro lado, si ahora ha quedado clara nuestra propuesta de periodización, será más fácil atacar los asuntos sustanciales de la economía política en la época del imperialismo histórico, porque entonceslos procesos de acumulación originaria en la expansión colonialista, como los llamaba Marx57, tuvieronen América Latina un ejemplo bastante revelador de cómo los imperialismos tejieron sus distintasalianzas y estilos de coerción, para que cualquier forma de producción pre-capitalista quedara dentro desu esfera de acción, y terminara engullida en función de las necesidades que el capitalismo estableciera

 para su expansión a escala mundial. Esto es lo que páginas atrás hemos llamado “modos de producción

coloniales”, de acuerdo con el tratamiento hecho por algunos antropólogos economistas, según los cualesel capitalismo toma más tiempo en sociedades pre-capitalistas para hacerse dueño de la situación cultural,económica y política de sociedades primitivas en África, Asia y América Latina, particularmente en elCaribe. Por lo tanto, debe acudirse a medios violentos, militares e ideológicos para forzar la entrada delcapitalismo en esas sociedades, donde alianzas de cierta naturaleza con sus sectores dominantes sonesenciales para consolidar la dominación capitalista. En otros casos, como el chino o el hindú, elcapitalismo se ve beneficiado con los modos de producción pre-capitalistas, e integra mecanismos

 productivos y mercantiles con los mismos, mediante los cuales se asegura el acceso a recursos humanos ynaturales, que de otra forma sería imposible obtener, sobre todo si no se tiene ningún interés en alterar lasestructuras de clases de las sociedades “primitivas” involucradas, debido al costo social implicado.

Por eso un autor como Abelardo Villegas habla de que en América Latina coexisten el régimen de

 propiedad feudal y el capitalismo moderno58. De la misma manera, también Carmagnani, el eminentelatinoamericanista italiano, nos habla de “alianza y proyecto oligárquicos”59, cuando se trata de describir la forma que tomó la economía política del imperialismo histórico, durante los años que aquí hemosreferido como los de su auge y consolidación. De tal manera que no es posible imaginar al imperialismohistórico en América Latina, sin pensar en que tal historicidad se organizó y se sustentó en las alianzasque los grupos sociales dominantes lograron establecer con los poderes imperialistas del período bajoestudio. Tales alianzas y proyectos portaron el ideario fundamental de la burguesía como hacedora decivilización capitalista en nuestros países. Es esta la razón metodológica por la cual el estudio delimperialismo no puede ser separado de los procesos de acumulación a escala mundial, definitorios de laestrategia expansiva del sistema capitalista. Así resulta imposible aceptar las intuiciones de Schumpeter en el sentido de que el imperialismo es una derivación de perfil medieval, la cual sólo podría ser superadacon más capitalismo60.

Hoy, más que nunca, las cinco tesis de Lenin mencionadas páginas atrás adquieren en la historiade América Latina, una textura socio-política asombrosa. Pero es que siguen siendo válidas porque elrevolucionario ruso presintió que el imperialismo sólo podría ser plenamente comprendido, si seestudiaba con detalle el desarrollo estructural del capitalismo que lo hacía posible, y no en virtud delcontacto que las potencias metropolitanas sostenían con sus colonias. La validez de las tesis de Lenindebe medirse no tanto a partir de su potencia explicativa para el momento histórico en que fueronconcebidas, sino, particularmente, porque aún hoy continúan provocando reflexiones- ponderadas unas ymuy enconadas otras-, sobre el grado de instrumentación posible que ofrecen para entender, describir yexplicar dos asuntos capitales: 1- la relación histórica entre capitalismo e imperialismo; y 2- la naturalezaactual del imperialismo61. Tales instrumentos analíticos son de especial relevancia para el caso deAmérica Latina.

Si el lector se fija con cuidado, y hace un balance general de las distintas aproximaciones teóricasque se han hecho del imperialismo, durante los últimos cien años, se dará cuenta con facilidad de que casisiempre ellas fueron elaboradas por economistas, políticos, sociólogos, críticos de la cultura,antropólogos, filólogos y hasta psicólogos. Rara vez se encuentra entre ellos a un historiador, realmenteinteresado en convertir a la teoría en el conjunto de instrumentos de investigación indicado que le

 permitiera describir y explicar mejor las relaciones entre las potencias imperialistas y América Latina, por ejemplo, en el contexto del desarrollo capitalista. En estos niveles incluso, la ideología como falsaconsciencia hace su aparición, y nos encontramos a la historia y a los historiadores-con raras excepciones,casi siempre definidas como heréticas-, describiendo y legitimando el orden de cosas burgués. Estaba másque visto: las llamadas ciencias históricas no eran precisamente el colmo del sentido de la revolución. Losdepartamentos de historia en Europa, los Estados Unidos y América Latina, jamás llegarían a convertirse

en “escuelas de cuadros” al servicio del cambio social y de la revolución. Parecía que debido a su trabajocon el pasado algunos historiadores nunca hubieran logrado salir de él, apuntaba el gran escritor inglésEvelyn Waugh62.

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Pero Waugh era uno de esos dotados escritores ingleses cuyo conservatismo tenía mucho más dearistocrático que de pro-imperialista y en lo que competía a la América Latina, África o Asia, jamás creyóque fuera posible un gobierno democrático en pueblos y países donde la civilización occidental sólo pudoentrar por vía de la violencia y nunca por la convicción. Naciones que entendían por la fuerza no estabancapacitadas para hacer su ingreso al mundo civilizado y, paradójicamente, sólo por la fuerza podían ser civilizadas.

En América Central y el Caribe este criterio fue llevado hasta sus últimas consecuencias, comoveremos más adelante; pero recordemos, por ahora, que el imperialismo europeo estableció losfundamentos sobre los cuales se levantó, por ejemplo, la United Fruit Company en 1899, posiblemente la

 primera multinacional de la agroindustria sin cuya historia sería difícil comprender el crecimientoeconómico de esas áreas en nuestros días. La construcción del ferrocarril al Atlántico de Costa Rica, entre1871 y 1891, un vivo ejemplo de las prácticas imperiales de Su Majestad Británica, se realizó,inicialmente, con capital inglés; pero, según reveló el comité parlamentario especial convocado en 1875

 para investigar casos similares en Honduras, Paraguay y Santo Domingo, la espectacular estafa de que fuevíctima el gobierno costarricense (que de dos millones de libras esterlinas sólo recibió ochocientas mil)63,redefinió, de arriba abajo, todas sus relaciones financieras con Europa y los Estados Unidos 64. Esa deudainglesa de Costa Rica estuvo vigente hasta los años setenta del siglo XX, y es un ejemplo filo cortante decómo el capitalismo inglés estructuraba las políticas imperiales de Su Majestad, durante tales años.

El bien conocido enlace empresarial entre el imperialismo inglés y el imperialismonorteamericano, Minor Cooper Keith (1847-1929), casado con la hija de un ex presidente costarricense,contratista a partir de 1884 para concluir el ferrocarril mencionado, socio fundador de la United, amo yseñor, prácticamente, de bienes, servicios, políticos y diplomáticos en Costa Rica y el resto de AméricaCentral, así como del Caribe sudamericano, terminó recibiendo una serie impresionante de privilegios queretratan con precisión y claridad la enorme vocación de entreguismo que han desplegado, históricamente,las clases dirigentes en nuestros países65. Los desmanes del imperialismo han sido posibles gracias a susaliados de por acá, esto es algo que no hay que olvidar.

La economía política del imperialismo histórico, si la definimos por las intervenciones de la Foreign Office británica, demandaba que si alguno de los súbditos de Su Majestad se metía en problemasen el exterior, en ultramar según se decía entonces, con gobiernos extranjeros, empresarios o políticos,

debería enfrentar las consecuencias de sus acciones totalmente solo, sin recibir apoyo alguno delmonarca. Dicha política destaca en los casos del Caribe y de América Central, pues en materia de deudaexterna, su deuda, los ingleses evitaron negociar con los gobiernos del istmo, y buscaron hacerlo con elDepartamento de Estado del Gobierno de los Estados Unidos66. Era evidente que el imperialismohistórico estaba cediendo su lugar al imperialismo permanente.

Las características particulares que reúne el período de 1823 a 1898, al menos en lo que competea la historia de las relaciones entre América Latina y las potencias imperialistas del momento, y a larivalidad interimperialista misma por el control de las riquezas de esta parte del mundo, definen conmucho la historia posterior del Caribe, por ejemplo67. Aunque para algunos autores, el imperialismohistórico podría prolongarse hasta 191468, año de inicio de la Primera Guerra Mundial y momento clave

 para la eclosión de una de las fracturas decisivas del sistema capitalista como un todo, 1898 es un año

más representativo de lo que acontece en América Latina y el Caribe, con sus cancillerías, sus empresas,sus políticos y sus sueños, para alcanzar algún grado de inserción efectiva en el concierto internacional denaciones.

El imperialismo histórico concluye antes en América Latina y el Caribe de lo que lo hace en elresto de las naciones capitalistas, pues el año 1898 es no sólo el punto de partida de una forma másagresiva de imponer el sistema al resto del mundo, sino que es en América Latina y el Caribe donde seexperimenta por primera vez con los dispositivos que serán esenciales en el desarrollo del imperialismo

 permanente, apuntalado por los Estados Unidos. La mal llamada dominación informal británica sobreeconomías, sociedades y estados latinoamericanos y caribeños, era la contraparte de la dominación formalsobre la India y de otras naciones del sudeste asiático, según los historiadores británicos. Se construyegeográficamente a la India de acuerdo con los intereses imperialistas de la expansión capitalista inglesa,

 pero la tarea se completa, con la misma eficiencia, en otras partes del mundo que pudieran ser representativas para los imperios europeos.

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La construcción geográfica imperial de la India, de nuevo, revela abiertamente el conjunto de procedimientos que ha utilizado el capitalismo para expandirse ilimitadamente. Varios fueron aplicadostambién en otras partes del planeta, aunque no con los mismos resultados, pero esta situación nosevidencia el hecho de que el imperio inglés, como el antiguo imperio romano, creaba y diseñaba lacartografía que necesitaba según lo demandara el paso de su propio crecimiento 69. Esto no es diferentecon el imperialismo permanente.

Por otro lado, la historia del grado de influencia desarrollado por la Santa Alianza en el procesode independencia de América Latina, y los compromisos posteriores establecen la naturaleza con que elimperialismo inglés, particularmente, se acercó a estos países. Estaba claro que la posible restauracióncolonialista española no contaría con el total apoyo de los imperios inglés y francés; sin embargo, laayuda recibida por los rebeldes sudamericanos de parte de estas dos potencias, era portadora de unafactura que sería cobrada en el corto plazo, sin tomar en cuenta los posibles resultados de la guerra deindependencia y de la reacción ibérica70.

El imperialismo histórico, entonces, es el imperialismo que Marx en sus escritos, sobre todo periodísticos, huérfanos de dicho concepto, identificó con colonialismo y sus diversas expresiones71.Varios de los dispositivos, tecnologías e instrumentos desarrollados por tales prácticas imperialistas,colonialistas y expansionistas, en directa relación con la acumulación del capital a escala mundial, fueronde enorme utilidad para que en las teorías posteriores del imperialismo, se comprendiera todavía mejor que el capitalista era el principal responsable de la polarización internacional entre ricos y pobres,explotadores y explotados, con todas sus expresiones políticas e ideológicas.

Para concluir esta sección del capítulo resumamos los componentes más centrales delimperialismo histórico:

11. Se ubica entre los siglos XVIII y XIX.

12. Una burguesía emprendedora y agresiva se encarga de expandir los mercados necesarios, aunque sea por la fuerza.

13. Es un imperialismo con colonias.

14. Es apuntalado por el colonialismo europeo (Inglaterra, Francia, España, Alemania, Italia, Portugal).

15. Es un imperialismo que armoniza dominación formal (la India por Inglaterra) con dominacióninformal (América Latina por Inglaterra también).

16. Es un imperialismo en el cual el control geográfico y etnológico es esencial.

17. La dominación formal se ejerce a través del control militar, ideológico y económico.

18. La dominación informal se ejerce a través del endeudamiento externo, la inversión privada indirecta yel control internacional de los flujos de capital.

19. Posibilita el crecimiento y expansión de los movimientos populares a nivel internacional.

20. Facilita un crecimiento sin precedentes en lo que compete a la producción de riqueza y a la creacióntecnológica.

21. El comercio es uno de los ejes vertebrales del imperialismo histórico.

22. Establece los fundamentos de la dominación capitalista a escala mundial.

Debería tenerse claro en lo que compete al imperialismo histórico que siempre tuvo que lidiar conun movimiento obrero importante, sobre todo en los centros industriales más progresistas del capitalismometropolitano. Además, no es posible imaginar esta clase de prácticas imperialistas sin pensar también enestados nacionales fuertes y bien constituidos, lo que facilitó los desplantes colonialistas y el saqueo delos países desprotegidos de la periferia. En el capítulo dos se estudia la experiencia del imperialismohistórico con particular referencia al caso de América Central y el Caribe.

1.3 Economía política del imperialismo permanente Para los propósitos de este trabajo, tal y como lo hicimos con la sección anterior, vamos a

entender al imperialismo permanente como el largo período histórico que se ubica, en la historia de

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América Latina, entre los años de 1898 y el presente, dividido en distintos momentos históricos como severá más adelante. Aunque con fracturas importantes en ese largo devenir, fracturas definidas por contracciones económicas, levantamientos populares y revoluciones de gran envergadura, las líneas defuerza del imperialismo permanente mantienen una relativa estabilidad, al menos en lo que concierne alos instrumentos utilizados para garantizarse su universalización y sus resultados definitivos.

Si en términos del desarrollo del sistema capitalista mundial, el imperialismo histórico cuenta con

un siglo que lo define en toda su pureza, el siglo XIX, el imperialismo permanente cuenta con el siglo XX para establecer la naturaleza exacta de sus designios históricos. Con el capitalismo de la era industrial,liderado por Gran Bretaña, se puede sostener que se hacen notables los contrastes más violentos delsistema económico: un gran desarrollo de la producción de riqueza, concentrada en unas pocas manos, yel crecimiento progresivo de una población que participa apenas de aquellos beneficios. Además, sidurante casi tres siglos las naciones avanzadas mantuvieron un nivel de comunicación y de intercambiorealmente modesto y lento, la revolución industrial trajo consigo un disparador que la hizo, en menos deun siglo, expandirse por todo el planeta llevando consigo las bendiciones y maldiciones del sistemaeconómico, nos referimos a la revolución de los transportes, a “los tentáculos del progreso” o latransferencia tecnológica72, y al surgimiento de la clase trabajadora.

El criterio político para hablar de imperialismo permanente a partir de 1898, en el caso particular de América Latina, no contradice el hecho de que el sistema capitalista entre en una etapa totalmentenueva a partir de 1914, en la escala mundial. El concepto de imperialismo histórico, igualmente políticoen su fondo, quiere recoger y describir las acciones tomadas por el imperio inglés, y el resto de losimperios europeos, para llevar el sistema económico hasta el último centímetro cuadrado de la geografíadel planeta, una tarea que se emprende hoy cada día que el imperialismo permanente considere que lonecesita el sistema capitalista.

Ahí radica precisamente la riqueza del pensamiento de Lenin, en habernos llamado la atención,desde la órbita política, de que el imperialismo podría ser una etapa superior del sistema capitalista en sutrayectoria expansiva, aunque algunos autores estarían dispuestos a minimizar este enfoque. La historiadel sistema cuenta con un nuevo protagonista, agresivo y beligerante, después de la Primera GuerraMundial (1914-1918), nos referimos a los Estados Unidos, que se ha venido fortaleciendo de maneravertiginosa desde la conclusión de su guerra civil (1861-1865), porque la misma facilitó una unificación

de carácter industrial sin precedentes en la historia económica occidental73. Pero América Latina sabe delexpansionismo norteamericano desde mucho antes, el cual, después de 1898, se vuelve más articulado yasertivo74. La guerra civil en los Estados Unidos dejó exhausto al pueblo norteamericano y lo sumió enuna escalada de problemas sociales, políticos y económicos difíciles de remontar sin expandirse haciafuera, como diría Rosa Luxemburgo. Además, poco después la crisis de 1873-1896 agravó la situación, yobligó al gobierno norteamericano de unidad a fijarse con más cuidado en las potencialidades comercialesy financieras del Caribe y de América Central75.

Junto a la dominación informal ejercida por Gran Bretaña, América Latina tuvo que enfrentar,entonces, desde 1823, una dominación formal que se torna más efectiva después de la guerra civil en losEstados Unidos. Ese largo y tortuoso camino hacia el imperialismo permanente en América Latina, estácompuesto por el despojo de México en 1847, la invasión del filibusterismo sureño estadounidense con

fines esclavistas de América Central en 185676

, la ocupación de Haití en 1862, sólo para mencionar algunos casos; y, finalmente, la derrota del imperio español en 1898, con sus terribles derivaciones paraCuba, Puerto Rico y las Filipinas. Todo esto sin detallar lo que significó el 98 para China, Japón y elPacífico occidental77.

La punta de lanza del imperialismo permanente, después de 1914, es la firma multinacional, cuya principal aspiración es tratar de levantar tantas estructuras monopolistas como sea posible, con el afán deaprovechar al máximo las nuevas y ricas posibilidades que brinda el mercado mundial, en el que paísescomo los latinoamericanos asumen el papel de excelentes clientes. Entre tanto, las estructuraseconómicas, sociales y políticas de América Latina, para los años que median entre 1880 y 1930, estándefinidas, aunque de forma muy desigual según los países, por la existencia de la gran propiedad, lahipertrofia del sector exportador, y la presencia de grandes masas humanas sin posibilidad alguna de

 participar efectivamente en los procesos políticos, puesto que el remedo de estado que existe en la mayor  parte de la región sirve únicamente a un pequeño grupo de comerciantes, grandes hacendados y políticosobedientes a las indicaciones económicas y financieras de las transnacionales78.

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Mientras el capitalismo en Europa y los Estados Unidos experimentaba una de las depresionesmás profundas y devastadoras de su historia, nos referimos a la de 1873-1896, posiblemente la primeraque, desde la revolución industrial inglesa a mediados del siglo XVIII, hubiera sacudido de formainsospechada el patrón de acumulación desarrollado por el sistema, en América Latina se hacíanesfuerzos ingentes con el afán de configurar un aparato de estado más o menos eficiente, que realmentefuncionara como un dispositivo eficaz en el proceso regional de inserción en la economía mundial.

Pero tales esfuerzos para darle forma a la nación y de estructurar una maquinaria estatal quehiciera posible una inserción más efectiva en el mercado mundial significaba, para América Latina, eldoloroso reconocimiento de que el imperialismo norteamericano había llegado para quedarse. En lahistoria latinoamericana y caribeña, el imperialismo permanente suponía que, después de 1898, lasestructuras productivas, sociales, políticas y culturales de nuestros países, tendrían que ser diseñadastomando muy en cuenta los vaivenes del proceso expansionista que se fraguaba en Washington. El capitalmonopolista europeo y sus desplantes de imperialismo informal se quedarían cortos ante la contundenteevidencia de que un nuevo tipo de imperialismo, cuyo soporte sería el capital transnacional, le daría ungiro decisivo a las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. Ese giro viene a estar espléndidamente caracterizado por compañías como la United Fruit Company, el  International RailwaysSystem of Central America y otras, cuyas aspiraciones fundamentales están recogidas y expresadas por unnuevo patrón de acumulación de riqueza a escala internacional79.

Si las relaciones políticas, diplomáticas, militares y territoriales con los Estados Unidos fueronconflictivas y erráticas casi desde el momento mismo de su revolución de independencia 80, durante lasegunda parte del siglo XVIII81, para América Latina, desde 1812, y particularmente después de 1823, el

 problema del expansionismo cristaliza cuando pasa de ser una simple amenaza de papel a un hechoconsumado en las guerras de despojo contra México y el Caribe, al acercarse 189882.

El imperialismo permanente entonces no solo supone una forma inédita de acumulación a escalamundial, apuntalada por la compañía transnacional, pivote sobre el que se apoya también la supuestaglobalización, sino también, y con notable énfasis para América Latina, el expansionismo norteamericano

 brutal y desalmado con todas las implicaciones que ello tiene.

En América Latina, el gobierno de los Estados Unidos y sus grupos financieros más poderosos

hicieron sus primeros experimentos hacia una nueva forma de imperialismo, aquel en el que la guerra, laerradicación de la memoria de los pueblos y la apropiación inescrupulosa de los recursos naturales dondelos necesitaran serían dispositivos ineludibles que definirían al nuevo expansionismo norteamericano.

Con la guerra de 1898, se pusieron en práctica usos militares desconocidos hasta entonces (apenasinsinuados en la India durante la dominación británica), el genocidio y una relación sumamente estrechaentre la prensa, la industria militar y el gobierno norteamericano. El imperialismo que se ejerce contraAmérica Latina y el Caribe es permanente porque es permanente la guerra contra estos pueblos, contrasus culturas, su historia y sus riquezas más codiciadas. El proceso de reproducción del sistema, tanmaravillosamente descrito por Marx y Rosa Luxemburgo, encuentra en América Latina una expresióncristalina de los recursos y dispositivos desarrollados por aquel para que el capitalismo del centrodisponga de fuentes y recursos inagotables.

 No en vano Lenin sostenía que la guerra de 1898 era la primera guerra imperialista en la historiay que sus resultados serían definitivos para darle forma a una modernidad capitalista cuya espina dorsalera la compañía transnacional, una versión inédita del capital monopolista. Más agresiva, poderosa y rica,con una capacidad insospechada de movilizar grandes masas de recursos financieros, la compañíatransnacional convertiría a la América Latina, en el mediano plazo, en un campo de pruebas sobre lasdistintas posibilidades que tiene la relación entre la industria militar, las finanzas y los juegos políticos delgobierno de los Estados Unidos83.

La enciclopedia sobre las distintas formas de intervencionismo que ha utilizado el gobierno de losEstados Unidos y los grupos socio-económicos que lo apoyan, dentro y fuera de ese país, elaborada por un autor como Gregorio Selser, quien dedicó su vida a denunciar al imperialismo y sus desmanes contrala América Latina, revela con claridad meridiana que los recursos humanos y materiales de estos países

han formado parte indiscutible de la agenda expansionista del imperialismo norteamericano desdesiempre84.

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Ejemplos de imperialismo permanente se pueden citar en grandes cantidades, como lo prueba eltrabajo de Selser, pero algunos son especialmente notables, al menos en lo que concierne a la AméricaLatina. Tal es el caso de Cuba, así como el de América Central, en virtud de la brutalidad, los desplantesde fuerza y arrogancia, y la explotación descarada que se ha ejercido contra estos países. Si los ejerciciosfinancieros y políticos de las transnacionales norteamericanas, junto al despliegue de las prácticasmilitares, configuran la estrategia expansiva del imperialismo permanente en esta parte del mundo, no se

 puede dejar de mencionar que todo ello no sería posible sin los aliados internos, requeridos para que el

imperialismo tenga sentido histórico en América Latina y el Caribe. Las actuaciones de una compañíacomo la United Fruit Company serían incomprensibles en el Caribe y América Central sin sus aliados

 políticos y económicos en países como Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Honduras, Colombia yEcuador 85.

La vocación histórica de entreguismo de nuestros grupos sociales dominantes se hace evidente deforma incontrovertible en países como Costa Rica, donde los supuestos gobiernos nacionales en 1884,con gratuidad y presteza asombrosas, le concedieron a Minor Cooper Keith (1847-1929), el empresarionorteamericano fundador de la United , prácticamente el 10% del territorio costarricense más fértil y

 productivo, simplemente para que arreglara la deuda externa con los ingleses y concluyera el ferrocarril alAtlántico, un proyecto que venía girando en las cabezas más iluminadas de la burguesía cafetaleracostarricense desde finales de la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, Keith nunca tendió la línea

férrea entre costa y costa, simplemente porque tenía temor de que esa misma burguesía cafetalera learrebatara o le saboteara el enclave bananero que estaba construyendo en el país. De tal manera que dejóinconcluso el ferrocarril, saqueó al país y lo dejó espectacularmente endeudado.

Ahora bien, si consideramos que en la era de la globalización y del neoliberalismo, elimperialismo permanente es la expresión más conspicua de una democracia burguesa considerablementefortalecida, después del colapso del socialismo real, nos encontraremos que, como nunca en estemomento, América Latina se vio sujeta a los vaivenes de la política exterior del gobierno de los EstadosUnidos.

En los círculos de gobierno de ese país, aún se practica una política exterior hacia la AméricaLatina que no considera las diferencias, las alternativas y las posibilidades de tomar rumbos distintos quetienen estas naciones. De tal manera que toda estrategia comercial, financiera y empresarial en la que

estén involucrados los estados latinoamericanos, para Washington, será siempre una simple prolongaciónde lo que acontece en los Estados Unidos. Cuando alguno de estos países toma, entonces, un cursodistinto, como ha sucedido con Cuba, Venezuela y Bolivia, para mencionar los casos más notorios, laestrategia imperial demanda que se haga lo inimaginable para bloquear sus resultados, e impedir, acualquier costo, que tales ejemplos se expandan por el resto del continente. Entonces, la globalización ylas prácticas neoliberales, en América Latina, tienden a adquirir expresiones más radicales y duraderas, enlo que compete a las expresiones profundas del sistema capitalista, pues el peso específico que tienen la

 política exterior norteamericana y la articulación de las élites en estos países, hacen desgarradoramentedifícil que las alternativas populares remuevan las raíces históricas de una relación de dependenciasustentada esencialmente en razones geopolíticas, antes que económicas, sociales o ideológicas.

Así, el neoliberalismo tal y como lo define el eminente geógrafo inglés David Harvey, podría

tener mucho más arraigo en países como los latinoamericanos, antes que en cualquier país capitalistametropolitano. Dice Harvey:

“El neoliberalismo es en primera instancia, una teoría de las prácticas de política económica, para la cual el bienestar de los seres humanos se puede impulsar liberando las habilidadesempresariales y los talentos de los individuos, al interior de un marco institucional caracterizado por una propiedad privada, un libre mercado y un comercio libre fuertemente consolidados. El rol del estado sería crear y preservar el marco institucional que garantizara esas fortalezas. El estado tendrá que garantizar, por ejemplo, la calidad e integridad de la moneda. Tendrá también que diseñar lasestructuras legales, militares y policiales requeridas para proteger la supervivencia de la propiedad  privada y, si es necesario por la fuerza, deberá garantizar el buen funcionamiento de los mercados. Sitales mercados no existieran, entonces, el estado deberá crearlos, en áreas inéditas como la tierra, la

educación, el agua, la salud, la seguridad social y las condiciones ambientales, cuando fueranecesario”86 .

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Esta definición, originalmente pensada para el desarrollo capitalista de los años setenta del sigloXX, puede ser considerada una descripción incuestionable de las prácticas sociales, políticas yeconómicas impulsadas por las burguesías latinoamericanas, casi desde los años treinta, con el apoyo y laasesoría correspondiente de la burguesía norteamericana. Para el imperialismo permanente, AméricaLatina, significó siempre el mejor campo de experimentos del capitalismo metropolitano, un lugar dondelas compañías transnacionales, los complejos militar-industrial y militar-gubernamental, encontraron elmejor escenario para articular los mecanismos legales, militares y policiales que protegieran las bondades

del mercado. En América Latina, los aparatos de estado estuvieron siempre a disposición de aquellosintereses y no dejaron nada al descubierto, como lo fue la aniquilación y el desmantelamiento de lasorganizaciones sindicales en el Chile de Pinochet por ejemplo, la persecución y asesinato de intelectualesy líderes de izquierda en Argentina, Uruguay Guatemala y El Salvador. Se lograba así con creces, una

 política neoliberal que hacía perfecta justicia a la globalización capitalista, la cual, en América Latina,había dejado el terreno perfectamente abonado desde 196087, al iniciarse un proceso dedesnacionalización de la riqueza sin precedentes en la historia del continente.

De tal manera que, para el caso particular de América Latina, el imperialismo permanente suponela presencia de las siguientes características en lo que compete a sus relaciones con los Estados Unidos:

23. El imperialismo permanente (1898-hoy), es la nueva forma de expansión del sistema capitalista en laque América Latina y el Caribe consolidan su situación histórica de regiones dependientes y periféricas.

24. La guerra de 1898 contra zonas del Caribe, el Pacífico Occidental, China y España es portadora de lossignos más notables de las nuevas prácticas imperialistas, puesto que se trata de una guerra que se hacecontra viejas prácticas de imperialismo colonial, para abrirle paso a un nuevo escenario geopolítico.

25. Ese nuevo escenario viene definido por un proceso de acumulación a escala mundial en el que jueganun papel fundamental formas inéditas de explotación de la fuerza de trabajo, de los recursos financieros ynaturales de que disponen América Latina y el Caribe.

26. Para el imperialismo permanente son esenciales las alianzas políticas, sociales e ideológicas que puedaconfigurar con los grupos dominantes de nuestros países.

27. La tarea ideológica desplegada por el imperialismo permanente es vertebral para sostener un ideal de

democracia que sea coherente con los intereses de los Estados Unidos, no sólo en América Latina, sino enel resto del mundo.

28. La globalización y el neoliberalismo cumplen ese rol ideológico maravillosamente.

29. En el imperialismo permanente juega un papel central la compañía transnacional, como eje en torno alcual giran los nuevos patrones de acumulación capitalista.

30. La compañía transnacional hará valer sus intereses, planes y objetivos incluso con la asistencia militar del gobierno de los Estados Unidos.

31. El uso de la fuerza, la violencia militar y la brutalidad política e ideológica serán ingredientesesenciales en los procedimientos utilizados por el imperialismo permanente para expandir las “bondades”del capitalismo.

32. Son necesarios el ingreso permanente de recursos militares, políticos, sociales, económicos eideológicos para que esta nueva forma de imperialismo se generalice.

33. El imperialismo permanente es la globalización de nuestros días.

34. Con la crisis y desaparición del campo socialista en 1991 el imperialismo permanente se ha vuelto másagresivo y sus desmanes tienen ahora la justificación moral de que todas las utopías son falsas.

35.  Nuevas formas de lucha antiimperialista son necesarias para hacerle frente al imperialismo permanente.

El imperialismo permanente entonces, el cual hace su ingreso en la historia moderna, como

hemos visto, por medio de la cristalización de formas más agresivas de imponerle el sistema capitalista ala humanidad, apuntalado por el gobierno, los empresarios y el ejército de los Estados Unidos, después de1898, podría haber transcurrido por tres etapas fácilmente definibles:

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a)  La primera de 1898 a 1933. En esta etapa el capital monopolista clásico (estudiado por Lenin yotros, como hemos visto páginas atrás) alcanzó su apogeo y su crisis más importante, puesto que,después de 1930, el mismo experimentó algunas transformaciones con las cuales salió fortalecidoy le abrió las compuertas al empresariado norteamericano para adueñarse del planeta.

 b)  La segunda etapa de 1933 a 1961 posicionó a los Estados Unidos como el poder económico,militar e ideológico definitivo dentro del sistema capitalista mundial.

c)  La tercera etapa de 1961 al presente viene definida por el colapso del bloque socialista, el cualsurgido después del triunfo de la revolución rusa en 1917, hizo aguas a partir de 1984. En las dosetapas anteriores, el capitalismo tuvo que hacer frente a proyectos revolucionarios alternativos, endiversas partes del mundo, más o menos coincidentes en sus objetivos y aspiraciones; sinembargo, durante los años ochenta y noventa el colapso del socialismo como realidad y utopía,redefinió radicalmente la situación mundial y dejó al capitalismo como la única posibilidadexistencial para la humanidad.

Finalmente, con el imperialismo permanente, el estado nacional burgués se fortaleció vigorosa yagresivamente, una vez que el socialismo hubiera sido sacado del escenario histórico, con lo cual todaslas viejas nociones geográficas, etnológicas y empresariales, instrumentalizadas por el imperialismohistórico por ejemplo, saltaron en pedazos. En la nueva situación no es cierto que el estado nacional hayadesaparecido o que esté en vías de extinción como sostienen con frivolidad algunos supuestos teóricossociales88, sino todo lo contrario, la globalización del capital en ningún momento ha supuesto que elestado norteamericano, alemán o japonés tenga que hacerse a un lado para que el capitalismo opere conefectividad. Esos estados nacionales han estado detrás, en forma incondicional, de sus empresas yempresarios, facilitándoles y proveyéndolos con todos los recursos necesarios para el ejercicio de susactividades.

***  

Con un extraordinario candor, digno de mejores causas, un joven reportero de la CNN decíarecientemente que el capitalismo había pasado por unas dieciocho crisis durante los últimos cien años, y

siempre había salido más fortalecido que nunca. Sobrecogida por el pánico, alguna prensa al servicio delo más detestable del sistema económico, pareciera prestarse gratuitamente a sufrir las angustias deaquellos que les pagan el sueldo, por sus caídas y desafueros.

Con la crisis financiera actual del sistema capitalista, al pensamiento crítico de América Latina nole queda otra alternativa más que arribar a la feliz conclusión de que Marx tenía razón. Y con él Lenin,más allá de su tumba, termina por hacernos ciertas sus conclusiones políticas, sobre el imperialismo comoun fenómeno estrechamente relacionado con el buen o mal funcionamiento de la economía capitalista.

Pero el problema no se agota con reconocer que existen economistas más o menos tolerantes a losaciertos y desaciertos del mercado89, sino que nuestra mirada debería remontar el horizonte, y dirigirse alos momentos históricos que han definido el desarrollo de las relaciones económicas entre países ricos y

 países pobres.

La teoría del imperialismo para los casos de América Latina, África y algunas parte de Asia, ha probado ser una herramienta teórica y práctica de extraordinaria utilidad para desmontar las particularescaracterísticas de nuestras economías, en el tanto y cuanto sean condicionadas o mutiladas por elcrecimiento de las economías metropolitanas. Sin ella será muy difícil tener una comprensión cabal de lahistoria económica de América Latina, por ejemplo, donde el imperialismo inglés logró articular un juegode pesos y contra pesos, durante el siglo XIX, que le permitieron doblegar a esta parte del mundo segúnsus antojos, pero sin tener que acudir recurrentemente a la fuerza militar.

Esas prácticas, a las que hemos llamado del imperialismo histórico, cedieron su lugar finalmente,a un nuevo conjunto de instrumentos y de acciones que hemos bautizado como del imperialismo

 permanente, donde los Estados Unidos sí hicieron uso de todos sus recursos, desde la simple y llanarapiña al estilo de la impulsada por Teddy Roosevelt, hasta el bloqueo más inhumano como el practicado

contra Cuba. Sin embargo, ambas tonalidades del imperialismo mantienen su continuidad histórica y nosexplican mucho de lo que hoy es América Latina, y es en tal sentido que hemos escrito este ensayo.

1. 

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2.  En un trabajo nuestro titulado “La lógica de la nostalgia, historia y cultura en el siglo XX”, publicado por larevista electrónica chilena Escáner Cultural, hacemos algunas consideraciones sobre este asunto.

3.  Algunos de nuestros libros son: Recuerdos del Imperio. Los ingleses en América Central. 1821-1915. (Heredia,Costa Rica: EUNA. 1998), Globalización y deshumanización. Dos caras del capitalismo avanzado. (Heredia,Costa Rica: EUNA. 1998), El legado de la guerra hispano-antillano-norteamericana (San José, Costa Rica:EUNED. 2002), El siglo de los totalitarismos (San José, Costa Rica: EUNED. 1999. 10a. reimpresión.), Lafantasía del poder. Mujeres, imperios y civilización. (San José, Costa Rica: EUNED.2002). Artículos nuestros

con la misma intención se encuentran en Exégesis de Puerto Rico, Casa de las Américas de Cuba, CuadernosAmericanos de México, y Archipiélago también de México.4.  Anthony Brewer. Marxist Theories of Imperialism. A Critical Survey (London and New York. Second Edition.

1990). “El libro de Bujarin, El imperialismo y la economía mundial, fue escrito en 1915, y el manuscrito estuvo perdido durante un tiempo, hasta que fue publicado después del triunfo de la revolución rusa. Lenin escribió un prefacio elogioso, que no fue redescubierto y publicado hasta 1927. Mientras tanto Lenin escribió sobre elmismo tópico. Su El imperialismo, fase superior del capitalismo, fue escrito a principios de 1916, en otras

 palabras, poco después de su prefacio al libro de Bujarin, de diciembre de 1915. El panfleto de Lenin tuvo unéxito ligeramente mayor a través de los azares de la actividad clandestina, y fue publicado unos meses antes queel de Bujarin. La fecha del prefacio de Lenin, sin embargo, establece claramente en tales circunstancias que eltrabajo de Bujarin es anterior al de Lenin”). P. 109. (De ahora en adelante todas las traducciones son mías).

5.  LENIN, V. I. El imperialismo, fase superior del capitalismo. (Moscú: Editorial Progreso. 1971). Vol. 1 de lasOBRAS ESCOGIDAS. Pp. 689-798.

6. 

Rodolfo Banfil. “A propósito de El Imperialismo de Lenin”. En Varios Autores. Teoría marxista delimperialismo. (México: Cuadernos de Pasado y Presente No.10.1979). Pp. 91-119.7.  Ibidem. P. 92.8.  Ibidem. P. 94.9.  George Lichtheim. El imperialismo (Madrid: Alianza. 1972). Ver su tratamiento de la noción romana de

imperium.10.  Varios de los ideólogos de la globalización en nuestros días, figuras como Toffler o Huntington, utilizan este tipo

de argumentos. Un historiador norteamericano reproduce una de las afirmaciones claves del gobierno actual deBush (2007) sobre estos asuntos: “Ahora nosotros somos un imperio, por lo tanto, cuando nosotros actuamos,creamos nuestra propia realidad”.Charles S. Maier. Among Empires (Harvard University Press. 2006). P. 11.

11.  Joseph Schumpeter. “Las tendencias sin objeto a la expansión por la fuerza, sin límites definidos y utilitarios-esto es, las inclinaciones no racionales e irracionales, puramente instintivas, de conquista-juegan un importante

 papel en la historia de la humanidad”. “Las tendencias imperialistas proceden de la autocracia absoluta, forma de

la que se ha deshecho la edad actual [es decir el capitalismo RQ.]”. “A través del mundo capitalista, yespecialmente entre los elementos formados por el capitalismo, en la vida social moderna, ha surgido unafundamental oposición a la guerra, a la expansión, a la diplomacia de gabinete, a los armamentos y a los ejércitos

 profesionales socialmente establecidos”. Imperialismo y clases sociales. (Madrid: Tecnos. 1986. La versiónoriginal es de 1918/1919). Pp. 66 y 73. Sobre Schumpeter, el economista egipcio Samir Amin, decía que nuncahabía sabido quién era Marx, pues lo había fragmentado entre el Marx economista, el Marx sociólogo y el Marxfilósofo. Imperialismo y desarrollo desigual (Barcelona: Fontanella. Libros de confrontación. 1976) P. 168.

12.  No vamos a extendernos en esta discusión, pero valdría la pena revisar los trabajos de Trotsky sobre este asuntoy algunos de Ernest Mandel, Charles Bettelheim, Tony Cliff, Allan Woods y Al Richardson, para hacerse conuna idea sobre la naturaleza de la Unión Soviética.

13.  Paul Le Blanc. Marx, Lenin, and the Revolutionary Experience. Studies of Communism and Radicalism in theAge of Globalization (London and New York: Routledge. 2006). Capítulo 6. The Anarchist Challenge. Pp. 199-219.

14.  Rudolf Hilferding. El Capital Financiero (Madrid: Tecnos. 1985. La versión original es de 1910).15.  “Con el establecimiento de estos argumentos, Hilferding llegó a ser el verdadero fundador de la teoría marxistaclásica del imperialismo”. Anthony Brewer. Op. Cit. P. 108.

16.  “El capital financiero significa la unificación del capital. Los antiguos sectores separados del capital industrial,comercial y bancario se hallan ahora bajo la dirección común de la alta finanza, en la que están vinculados

 personalmente los señores de la industria y de los bancos. Esta unión tiene como base la eliminación de la librecompetencia del capitalista individual por las grandes uniones monopolísticas. Con ello cambia incluso lanaturaleza de la relación de la clase capitalista con el poder del estado”. Rudolf Hilferding. Op. Cit. P. 331.

17.  “El imperialismo, ya sea que consista en una amplia política de expansionismo o en la rigurosa conservación deaquellas vastas tierras tropicales que han sido electas azarosamente como esferas británicas de influencia,implica militarismo ahora y guerras ruinosas en el futuro. Esta verdad ha sido traída de forma desnuda y brutal

 por primera vez ante la conciencia de la nación. Los reinos de la tierra serán nuestros a condición de que nos pongamos de rodillas y adoremos a Moloch”. J. A. Hobson. Imperialism: A Study (London and New York.

Cosimo Classics. 2005. La versión original es de 1902) P. 130.18.  “Los trabajos escritos por Lenin y Bujarin, ambos basados en Hilferding, constituyen los fundamentos delanálisis marxista clásico del imperialismo”. Anthony Brewer. Op. Cit. P. 109.

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19.  “Baran y Sweezy siguieron a Hobson más cerca de lo que lo hizo Lenin, aunque las semejanzas de su trabajo conel de Hobson no se noten frecuentemente”. Idem. P. 73.

20.  Realmente creo que el libro de Hobson, que ya hemos mencionado, ha sido leído por poca gente, con la debidaresponsabilidad y profundidad que el texto amerita. Su influencia sobre un autor como Lord Maynard Keynes,no ha sido ponderada en toda su justa dimensión. Uno de los trabajos más notables sobre Hobson es el escrito

 por Giovanni Arrighi. Geometry of Imperialism. The Limits of Hobson´s Paradigm (London: New Left Books.1978).

21. 

Hobson puede haber escrito unos veinte libros más, entre los cuales destacan algunos de sus debates con losgrandes teóricos e ideólogos del libre comercio, junto a otros textos sobre el militarismo, el patriotismo, la crisisdel liberalismo, el trabajo y la producción en sus aspectos más humanos, y otros de la misma factura.

22.  David Harvey. Spaces of Global Capitalism. Towards a Theory of Uneven Development (London & New York.2006) P. 91.

23.  David Harvey. The New Imperialism (Oxford University Press. 2005) Capítulo 4.24.  Karl Marx. El Capital (México: Fondo de Cultura Económica. 1971. Cuarta reimpresión. Traducción de

Wenceslao Roces) Vol. I. Capítulos XXIII y XXIV.25.  Rosa Luxemburgo. La acumulación de capital (México: Grijalbo. 1967) Capítulo XXVIII.26.  Ernest Mandel. Late Capitalism. (London: Verso. 1971). También del mismo autor Long Waves of Capitalism

Development. A Marxist Interpretation. (London: Verso. 1995). Ver sobre todo el capítulo 5.27.  “Lenin insistía en que el imperialismo debería ser considerado como una etapa del desarrollo capitalista, la etapa

monopolista, antes que una política de los estados capitalistas o un aspecto de las relaciones internacionales entre

estados capitalistas”. Anthony Brewer. Op. Cit. P.21.28.  James Petras y Henry Veltmeyer. “Nunca ha crecido tanto el imperio militar estadounidense, ni con tal rapidez yfacilidad, haciendo de los comentarios sobre el declive del imperio charla ociosa o ejercicios autoindulgentes decuración por la fe”. Las dos caras del imperialismo. Vasallos y guerreros (Buenos Aires y México: EditorialLumen. 2004) P. 66.

29.  C. L. R. James. World Revolution. 1917-1936. The Rise and Fall of The Communist International (New Jersey:Humanities Press. 1994. La edición original es de 1937) Pp. 418-420. “La lucha en la Unión Soviética ha entradoen una nueva fase y será resuelta, como bien lo sabía Lenin, por el triunfo de la revolución en los paísesoccidentales. Dicha batalla debe ser ganada por los trabajadores rusos. Si la Unión Soviética cae, el socialismorecibirá un golpe que lo incapacitará por una generación”.

30.  Respecto a los extraordinarios alcances que tendría una mejor comprensión del imperialismo, desde la perspectiva geográfica e histórica, valdría la pena estudiar el excepcional trabajo de Matthew H. Edney.Mapping an Empire. The Geographical Construction of British India. 1765-1843. (The University of Chicago

Press. 1999).31.  David Harvey. Limits to Capital (London: Verso. 2006) Pp. 439-440.32.  Ibidem. Loc. Cit. Del mismo autor Spaces of Global Capitalismt. Towards a Theory of Uneven Geographical

Development (London and New York. Verso Press. 2006). Pp. 7-68.33.  “Las teorías marxistas del desarrollo capitalista a escala mundial, pueden ser agrupadas en dos clases: aquellas

que se concentran en el rol progresista del capitalismo en el desarrollo de las fuerzas productivas, y aquellas que presentan al capitalismo como un sistema de explotación de una área por otra, de tal manera que el desarrollo enunos pocos países se produce a costa del desarrollo del subdesarrollo en la mayor parte del mundo. Elcapitalismo, de acuerdo con el primer tratamiento crea las precondiciones para una (mejor) sociedad socialista,tanto como las fuerzas de clase que la harán posible, mientras que el segundo enfoque sugiere que es

 precisamente el fracaso del capitalismo para generar el desarrollo económico lo que hace inevitable larevolución. La evidencia histórica indica que hay algo de verdad en ambos tratamientos. El capitalismo hagenerado masivos avances tecnológicos y económicos, y también enormes disparidades geográficas en el

desarrollo económico”. Anthony Brewer. Op.Cit. P. 16.34.  “Marx nunca usó la palabra imperialismo, ni hay nada en su trabajo que se corresponda exactamente con elconcepto de imperialismo desarrollado por escritores marxistas posteriores”. Idem. P. 25.

35.  Eugenio Varga y otros. New Data for V. I. Lenin´s “Imperialism, The Highest Stage of Capitalism”. (Londonand New York: AMS Press. 1970. La edición original es de 1938). Los autores aclaran que, después de la Guerrade 1898 y del conflicto anglo-boer de 1899-1902, el término imperialismo se convirtió en un elemento de cursocorriente, para todos aquellos interesados en comprender mejor las relaciones internacionales que estabandefiniendo al período. P.11. Con este texto, los escritores buscaban probar lo acertadas que habían sido lasintuiciones de Lenin sobre el imperialismo, y la habilidad con que el dirigente ruso había tratado las estadísticasdisponibles, sobre todo si pensamos que su opúsculo sobre el tema había sido escrito en condiciones políticas y

 personales realmente difíciles.36.  Tariq Ali. Pirates of the Caribbean. Axis of Hope (London: Verso. 2006). Pp. 98-117. Para este escritor el

fracaso del capitalismo salvaje en Cuba exacerbó los desplantes imperialistas de tal forma que sus distintas

expresiones culturales, militares e ideológicas afectaron seriamente las relaciones de Estados Unidos con África,Asia y el resto de América Latina.

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37.  Roberto Regalado. América Latina entre siglos. Dominación, crisis, lucha social y alternativas políticas de laizquierda. (New York, Sydney, La Habana: Ocean Sur. 2006). P. 9.

38.  “Donde Frank y Wallerstein veían un sistema estático de redistribución que había existido por siglos, losmarxistas clásicos veían un proceso de desarrollo que estaba transformando el mundo. La diferencia esencialentre estas dos visiones se encontraba en el énfasis marxista clásico sobre las relaciones de producción. Frank solo fue capaz de argumentar que la cadena de redistribución había permanecido sin cambios, ignorando loscambios reales que se habían suscitado en las relaciones de producción al ser desplazado el capital mercantil por 

el capital monopolista”. Anthony Brewer. Op. Cit. P.168.39.  T. H. Aston & C.H.E. Philpin (Editors) The Brenner Debate. Agrarian Structure and Economic Development inPre-Industrial Europe (Cambridge University Press. 2002). Capítulo 1.

40.  Hannah Arendt. Los orígenes del totalitarismo. Vol. 2. Imperialismo (Madrid: Alianza. 1982) Capítulo 5.41.  Arghiri Emmanuel. El intercambio desigual. Ensayo sobre los antagonismos en las relaciones económicas

internacionales. Seguido por una discusión con Charles Bettelheim. (México: Siglo XXI editores. 1982).Introducción. Ver también de Samir Amin. El desarrollo desigual. Ensayo sobre las formaciones sociales delcapitalismo periférico (Barcelona: Fontanella. 1975) Capítulo II.

42.  Gilberto Mathias y Pierre Salama. El Estado sobredesarrollado. De las metrópolis al tercer mundo (México:ERA. 1986) P.19.

43.  La teoría de los modos de producción coloniales, originalmente pensada por el antropólogo francés P. P. Rey,fue retomada luego por algunos otros escritores marxistas latinoamericanos y jamás se le mencionó como elverdadero padre de la criatura. Véase Assadourian, Cardoso, Ciafardini, Caravaglia y Laclau. Modos de

 producción en América Latina (Buenos Aires: Siglo XXI editores. Cuadernos de Pasado y Presente. No. 40.1973).44.  Giovanni Arrighi. The Geometry of Imperialism. The limits of Hobson´s Paradigm (London: New Left Books.

1978). Capítulo 4. También del mismo autor The Long Twentieth Century. Money, Power, and the Origins of our Time (London & New York: Verso Press. 2002) Capítulo 3.

45.  Bill Warren. Imperialism, Pioneer of Capitalism (London: New Left Books. 1980) Capítulo 1.46.  Pierre Broué. The German Revolution. 1918-1923. (Chicago: Haymarket Books. 2005) Capítulo 47.47.  David Harvey. A Brief History of Neoliberalism (Oxford University Press. 2005) P.7.48.  Roberto Regalado. Op. Cit. Pp.157-164.49.  Thomas D. Schoonover. The United States in Central America, 1860-1911. Episodes of Social Imperialism &

Imperial Rivalry in the World System (Durham & London: Duke University Press. 1991) P.3 de la Introducción.50.  Véase nuestro ensayo titulado El legado de la guerra hispano-antillano-norteamericana (San José, Costa Rica:

EUNED. 2002).

51. 

Harry Magdoff. Imperialism without colonies (Monthly Review Press. 2003) P.50 y ss.52.  D.C.M.Platt (Editor). Business Imperialism. 1840-1930. An Inquiry based on British experience in LatinAmerica (Oxford University Press. 1977). Ver la introducción particularmente, donde el autor dice en la páginainicial: “El imperialismo de los negocios es un concepto elusivo, donde la emoción sustituye a la razón, la teoríaa los hechos y la política a la historia”, como si sus análisis estuvieran exentos de todos estos ingredientes. Paraeste historiador, el concepto de “imperialismo de los negocios” (otra forma de llamar al “imperialismo del librecomercio” propuesto por Robinson y Gallagher) es muy vago e ideológico. Estos dos autores, en un artículo

 publicado en 1953, en la Economic History Review (2nd. Series, Vol.6, pp.1-125) sugerían la conveniencia dehablar de “imperialismo formal” e “imperialismo informal”. El último sería aquél que se hubiera ejercido sobreAmérica Latina, por ejemplo, lo que resultaba indigestible para investigadores como Platt, que nunca aceptaríanhablar de algo que pudiéramos llamar “imperialismo inglés” (“Sería más útil abandonar por completo eltradicional vocabulario del imperialismo económico, y poner en su lugar las categorías de comercio, industria, yservicios que tienen por naturaleza un control otorgado a los individuos que los dirigen”. En “Economic

Imperialism and the businessman: Britain and Latin America before 1914”). En Roger Owen and Bob Sutcliffe(Editors). Studies in the theory of Imperialism. Londres. Longman. 1978. P. 309). Sin embargo, lo mássorprendente de todo esto es que Eric Hobsbawm, el mundialmente conocido intelectual inglés con más denoventa años de edad, siguiendo muy de cerca a historiadores liberales como Geoffrey Barraclough, sostenganideas similares (Eric Hobsbawm. Entrevista sobre el siglo XXI. Barcelona: Crítica. 2000. Pp. 71 y ss.). SegúnHobsbawm existen diferencias estructurales entre el imperialismo inglés y el imperialismo norteamericano.Aparte de que hace una nostálgica defensa velada del primero, nunca explica tales diferencias con claridad.Véase su trabajo tiutlado “Why America´s Hegemony Differs from Britain´s Empire. En On Empire. America,War, and Global Supremacy (New York: Pantheon Books. 2008) Capítulo IV. También algunos historiadores

 británicos de nuestros días, nos quieren vender la idea de que una gran parte de la población británica no fueconsciente de la existencia del imperio (absentminded imperialists). (Bernard Porter. The Absent-MindedImperialists. Empire, Society, and Culture in Britain. Oxford University Press. 2004.). Estos argumentos

 parecieran ir orientados a contrapesar el efecto que han producido en el mundo académico trabajos como los de

Edward Said (ver sobre todo Culture and Imperialism. New York. Vintage Books. 1994). Por otro lado, bastaleer el trabajo de Anthony Pagden, Lords of all the world: Ideologies of empire in Spain, Britain, and France,1500-1800 (Yale University Press. 1995) para darse cuenta de la enorme carga emocional y la profunda

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irracionalidad con que se defienden las tesis imperiales, una herencia que sabrá recoger con mucha precisión elimperio norteamericano.

53.  Citado arriba.54.  Mike Davis. Late Victorian Holocausts. El Niño Famines and the Making of the Third World. (London, Verso

Press. 2002). P. 400 y ss.55.  Véase también nuestro ensayo La fantasía del poder. Mujeres, imperios y civilización (San José, Costa Rica:

EUNED. 2002).

56. 

A este respecto se puede consultar el excelente trabajo de John Lawrence Tone. War and Genocide inCuba.1895-1898. (The University of North Carolina Press. 2006). Rodrigo Quesada. El legado de la guerra...Op.Cit. Cap. III.

57.  Karl Marx. El Capital. Vol. I. (México: Fondo de Cultura Económica. 1971. Traducción de Wenceslao Roces).“Cuando el capitalista se siente respaldado por el poder de la metrópoli, procura quitar de en medio por la fuerzael régimen de producción y apropiación basado en el propio trabajo”. P.650.

58.  Abelardo Villegas. Reformismo y revolución en el pensamiento latinoamericano (México: Siglo XXI editores.1980. 5ª. Edición) Capítulo III.

59.  Marcello Carmagnani. Estado y sociedad en América Latina. 1850-1930 (Barcelona: Crítica. 1984). Ver sobretodo los capítulos 1 y 2.

60.  “El imperialismo, pues, es de carácter atávico y penetra todo este grupo de supervivencias de antiguas edadesque tan importante papel desempeñan en toda situación social concreta”. “En un mundo fundamentalmentecapitalista no puede haber terreno abonado para impulsos imperialistas” Joseph Schumpeter. Op. Cit. Pp. 67 y

72. Ver particularmente el ensayo titulado “Sociología del imperialismo” donde el autor sostiene este tipo deargumentos y otros similares. Una introducción interesante sobre la naturaleza de las reflexiones de Schumpeter  puede encontrarse en Wolfgang J. Mommsen (traducido del alemán al inglés por P. S. Falla). Theories of Imperialism (The University of Chicago Press. 1980). Pp.23-25.

61.  Samir Amin lo dice con mucha claridad: “Comprender la naturaleza del imperialismo constituye la cuestióncentral de nuestra época. En realidad, ésta debería ser la preocupación crucial de todos los que se declaran

 partidarios del socialismo, tanto en las metrópolis imperialistas como en las periferias dominadas, y no unacuestión de interés exclusivamente para el tercer mundo”. Op. Cit. 1976. P. 16.

62.  El escritor inglés lo anota con mucha certeza refiriéndose a otra realidad: “(…) ¿seguramente será mejor ser dominado por un pasado que uno no ha visto que por un presente del cual uno es todavía parte?”. Evelyn Waugh(1903-1966). Labels. A Mediterranean Journal. En Waugh Abroad. Collected Travel Writing (New York andLondon: Everyman's Library. Alfred Knopf. 2006. La edición original es de 1930). P.16. Hay traducciónespañola de Editorial Península (2002), por Jordi Fibla con el título de Etiquetas. Viaje por el Mediterráneo.

63. 

Report from the Select Committee on Loans to Foreign Countries. P. P. XI. 1875.64.  Rodrigo Quesada. Las inversiones de Keith en Costa Rica. 1885-1929. (Universidad Nacional, Heredia, CostaRica. 2003. Departamento de Filosofía. Cuadernos Prometeo No. 29). Estamos por concluir un ensayo más sobreestos temas, titulado Keith en Centroamérica. Imperios y empresarios en el siglo XIX, el cual, posiblemente, será

 publicado en el transcurso del 2010.65.  En este sentido vale la pena revisar los ensayos de Octavio Jiménez, quien firmaba con el seudónimo de Juan del

Camino, publicados bajo el título general de Estampas, en la bien conocida revista Repertorio Americano. Ahí ellector encontrará, posiblemente, uno de los pensamientos antiimperialistas mejor articulados en la Costa Rica delos años veinte y treinta del siglo XX. Por desgracia a este autor lo conocen poco nuestras jóvenes generaciones.Es por esto que, junto con el historiador chileno Mario Oliva, el autor de este estudio publicó recientemente unaantología en dos volúmenes titulada El pensamiento antiimperialista de Octavio Jiménez. (San José, EUNED.2008).

66.  La deuda inglesa de Honduras, fue negociada casi en su totalidad por el Departamento de Estado

norteamericano. Véase nuestro estudio Recuerdos del Imperio. Los ingleses en América Central. 1821-1915(Heredia, Costa Rica, EUNA. 1998). Capítulo VIII.67.  En las excelentes investigaciones (ya citadas) del historiador norteamericano Thomas D. Schoonover se pueden

encontrar detalles sobre las distintas expresiones de la rivalidad interimperialista en América Central y el Caribe.68.  Michael Barratt-Brown. La teoría económica del imperialismo (Madrid: Alianza. 1975). Pero sobre todo Lenin.

El imperialismo…69.  “El imperialismo y la cartografía se intersectan en la forma más básica. Ambos están fundamentalmente

 preocupados con el conocimiento y el territorio”. Matthew H. Edney. Op. Cit. P. 1.70.  Manfred Kossok. La influencia de la Santa Alianza en la Independencia de América Latina (Buenos Aires:

Suramericana editores. 1981).71.  “Marx no diseñó un término genérico para describir el dominio de un estado-nación más avanzado sobre un área

subdesarrollada”. Anthony Brewer. Op. Cit. P. 25.72.  Así los llama Daniel R. Headrick. The Tentacles of Progress. Technology Transfer in the Age of Imperialism,

1850-1940 (Oxford University Press. 1988).73.  Howard Zinn. La otra historia de los Estados Unidos. (Nueva York: Editorial Siete Cuentos. 2001) P. 157.74.  Rodrigo Quesada. El legado de la guerra…

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75.  Thomas D. Schoonover. Op. Cit. 1991. P. 49.76.  Anotemos que desde 1840, aproximadamente, en el sur de los Estados Unidos existen empresarios y políticos,

hombres y mujeres, interesados en desarrollar y expandir la economía esclavista en América Central y el Caribe.Thomas D. Schoonover. Op. Cit. 1991. P. 47. Debe anotarse que la bibliografía centroamericana sobre estosasuntos es sumamente rica, diversa y variada, pues cubre todos los aspectos imaginables de la invasiónfilibustera de esos años. En Costa Rica, particularmente, se han producido debates interesantes respecto alverdadero significado y participación de próceres y pueblos, en la que es considerada la lucha de liberación

nacional más importante de la historia republicana de estas pequeñas naciones centroamericanas.77.  Thomas D. Schoonover. Uncle Sam´s War of 1898 and the Origins of Globalization (The University Press of Kentucky. 2003). Este es un excelente estudio sobre las aspiraciones de los Estados Unidos para hacerse con elcontrol del Pacífico.

78.  Roberto Regalado. América Latina entre siglos (Nueva York, Sydney y La Habana: Ocean Sur Editores. 2006)Pp. 103-132.

79.  Peter Chapman. Bananas. How the United Fruit Company shaped the World (Canongate Books, Edinburgh,Scotland. 2007). Capítulo 4.

80.  Ramiro Guerra. La expansión territorial de los Estados Unidos. A expensas de España y de los paíseshispanoamericanos (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales. 1964).

81.  Desde 1790, América Latina fue considerada por los Estados Unidos, como parte de los “interesesnorteamericanos”.

82.  “Expandirse hacia otros territorios, ocuparlos y reducir brutalmente a todos aquellos que resistan a la ocupación

ha sido un elemento constante en la historia estadounidense, desde los primeros asentamientos hasta hoy día. Yesto ha ido acompañado habitualmente por una forma particular de excepcionalismo estadounidense: la idea deque la expansión estadounidense ha sido ordenada por Dios. Poco antes de la guerra con México, a mediados delsiglo XIX, justo después de que Estados Unidos se anexionara Texas, el editor y escritor John O´Sullivan acuñóla famosa frase del Destino Manifiesto. Dijo que nuestro Destino Manifiesto es expandirnos por el continenteque nos ha brindado la Providencia, para el libro desarrollo de nuestros millones, cada año multiplicados. A

 principios del siglo XX, cuando Estados Unidos invadió Filipinas, el presidente McKinley dijo que tomó ladecisión una noche cuando se puso de rodillas para rezar, y Dios le dijo que invadiera el país”. Howard Zinn.Sobre la guerra. La paz como imperativo moral (México: Planeta. 2007) P. 208.

83.  “Es evidente que un fenómeno como el del imperialismo actual-su estructura, su lógica de funcionamiento, susconsecuencias y sus contradicciones- no se puede comprender adecuadamente procediendo a una relecturatalmúdica de los textos clásicos de Hilferding, Lenin, Bujarin y Rosa Luxemburgo. No porque estuvieranequivocados, como le gusta decir a la derecha, sino porque el capitalismo es un sistema cambiante y altamente

dinámico que, como escribieran Marx y Engels en El Manifiesto Comunista, se revoluciona incesantemente a símismo. Por consiguiente, no se puede entender al imperialismo de comienzos del siglo XXI leyendo solamente aesos autores. Pero tampoco se lo puede comprender sin ellos. No se trata, por supuesto de la monótona y estérilreiteración de sus tesis”. Atilio Borón. Imperio e imperialismo (La Habana, Cuba: Fondo Cultural del ALBA.2006) P. 27.

84.  Gregorio Selser. Enciclopedia de las intervenciones extranjeras en América Latina (Monimbó e. V. RepúblicaFederal de Alemania. 1992) Tomo I. Edición preparada por B. Höfer, K. Meyer y A. García.

85.  Steve Striffler. In the shadows of State and Capital. The United Fruit Company, Popular Struggle, and AgrarianRestructuring in Ecuador, 1900-1995 (Duke University Press, Durham and London, 2002) Primera Parte.Marcelo Bucheli. Bananas and Business. The United Fruit Company in Colombia, 1899-2000 (New York andLondon. New York University Press. 2005). Capítulo 3.

86.  David Harvey. A Brief History of Neoliberalism (Oxford University Press. 2005) P.2. (La traducción es mia).87.  Sobre algunos aspectos geopolíticos de la globalización se puede consultar el magnífico trabajo del economista

costarricense Luis Paulino Vargas Solís. El verdadero rostro de la globalización (San José, Costa Rica: EUNED.2008) 2 volúmenes.88.  Michael Hardt & Antoni Negri. Empire (Harvard University Press. 2000) Traducción al español: Imperio.

(Buenos Aires: Paidós. 2002). Véanse también las excelentes reflexiones de Néstor Kohan en torno al trabajo deHardt y Negri. Toni Negri y los desafíos del Imperio (Madrid: Campo de ideas. 2002) Sobre todo la segunda

 parte.89.  Paul Krugman. The Great Unraveling. Losing our way in the new century (New York and London. Norton &

Co. 2004. Expanded edition.) P. 295.

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Capítulo II: América latina. El imperialismo histórico. El libre comercioo la diplomacia de dios (1810-1850)

2..0 Introducción 

Con este ensayo pretendemos ofrecerle al lector una vista panorámica del tránsito de lo quevenimos llamando “imperialismo histórico”, hacia lo que en ensayos por venir se llamará “imperialismo

 permanente”. Este es un ensayo que busca levantar un registro del conjunto de actividades, acciones ydecisiones tomadas por los imperios europeos y el imperio norteamericano, a partir de 1823 en el primer caso, y de 1898 en el segundo, sobre las distintas estrategias seguidas para integrar a la América Latina yel Caribe en el mercado internacional, y en la dinámica de la acumulación a escala mundial.

Aquí se describen y se detallan además, los diferentes aspectos de la rivalidad interimperialistasobre mercados, riquezas y hombres en América Latina, pero también busca ofrecer algunas reflexionesde suma actualidad para el ciudadano de nuestros días. Será evidente que muchas cosas, temas y

 problemas siguen sin resolver en la historia contemporánea de América Latina.

2.1 La Independencia latinoamericana y el imperialismo histórico 

El período que media entre 1823 y 1898, en lo que compete a la historia de las relaciones de las potencias capitalistas con América Latina, es portador de un conjunto de años realmente problemático,ambiguo y conflictivo. La construcción del estado nacional sumirá a los países latinoamericanos ycaribeños, que ingresan a su vida independiente después de guerras cruentas y devastadoras contra elcolonialismo español, en un largo y tortuoso camino de confrontaciones civiles y readecuacioneseconómicas para hacerle frente a la nueva situación, caracterizada, mayormente, por los esfuerzos hechos

 por los grupos dominantes para hacerse con un espacio, sostenido y productivo, en el mercado mundial.

Por otro lado, el final de las guerras napoleónicas posibilitó una redefinición a fondo de lacartografía imperial de antiguo régimen y estableció una nueva jerarquía en la estructura internacional de

 poder, en la cual sobresaldría notablemente el Reino Unido y todas sus dependencias, tanto formalescomo informales. (Esta cuestión del imperialismo formal e informal, tema de reflexión y discusión

historiográfica profunda en el medio académico británico, durante los años sesenta y setenta del siglo XX,como ya se ha visto en ensayos anteriores, provocó algunas discusiones teóricas y metodológicasigualmente importantes sobre los distintos procedimientos que debería seguir la investigación y estudiodel imperialismo entre historiadores, sociólogos y economistas; pero además introdujo un sesgo temáticoy documental que atemperó por un tiempo las implicaciones políticas más radicales sobre el estudio de lasacciones del imperio británico, particularmente, en América Latina)1.

Cuando George Canning (1770-1827), el Secretario de Estado británico para asuntos externosdecía en 1824: “Hispanoamérica es libre, y si nosotros no manejamos mal nuestros asuntos con ella, pronto será británica”, estaba resumiendo en una sola frase la política exterior de su gobierno para conlos países latinoamericanos, que dejaban atrás años de expoliación “formal” a manos de españoles yfranceses, y entraban así en un nuevo período de control económico, “informal” según los historiadoresingleses, donde, supuestamente, la manipulación colonial directa estaría ausente2.

La mayor parte de los analistas más críticos de estos asuntos, inspirados de alguna u otra forma por las lecturas leninistas de Marx sobre la internacionalización del capital, vieron la caída del imperioespañol en América Latina como un preludio de la llegada del imperialismo inglés. Asimismo, otrosescritores consideran el deterioro de la influencia británica en la región, hacia finales del siglo XIX y

 principios del XX, como la antesala de la llegada del imperialismo norteamericano. Este ciclo de “relevosimperiales” pareciera ser sumamente mecánico, para entender el juego de pesos y contra pesos quesoporta la estructura y características de las relaciones internacionales surgidas después de laindependencia de Hispanoamérica entre 1808 y 1828. No olvidemos que, fundamentalmente, “el imperiobritánico estaba interesado en el poder. Pero el poder debe ser convertido en sistemas de autoridad,ejercida por agentes a través de estructuras burocráticas. No todos los instrumentos de influencia ycontrol fueron armas del estado. En ciertas circunstancias, organizaciones comerciales y sociedades

misioneras podían acuerpar y sostener la autoridad imperial. No obstante, el manejo de un imperio global requería de una red de instituciones gubernamentales en casa y en ultramar, así como de canalesburocráticos para instrumentar las directivas metropolitanas y las exigencias coloniales”3. Esta es una

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aclaración vertebral porque, se ha sostenido, que el imperio británico, a diferencia de sus homólogosespañol y francés, no desarrolló mecanismos y dispositivos institucionales para ejercer una administracióndirecta sobre sus colonias, y se sirvió, más bien, del reclutamiento y adiestramiento de personal local4.

La complejidad del aparato institucional y de la red de relaciones internacionales diseñadas por laCorona Británica, después del cierre de las guerras napoleónicas en 1815, estaría en relación directa consu capacidad para establecer un colonialismo formal, al mismo tiempo que se servía de consignatarios

locales donde aquel tuviera lugar. Nunca el colonialismo, o las distintas formas de imperialismo, hancristalizado sin la cohabitación con funcionarios, políticos y empresarios de los países que han sidoafectados por sus acciones.

La decisiva superioridad productiva y tecnológica británica en la generación y creación deartículos manufacturados conducirían, inevitablemente, hacia una agresiva expansión económica, llamada

 por algunos como “imperialismo del libre comercio”5. Temprano en el siglo XVIII, hubo políticos,intelectuales y empresarios británicos que defendieron la urgencia del libre comercio; pero también hubocríticas amargas contra la eventualidad de contar con un imperio colonial, que podía resultar costoso y

 perturbador de las relaciones con el resto de Europa. Los pronósticos resultaron acertados en cuanto a quelas pretensiones de Alemania, Francia y otros poderes emergentes, durante la primera parte del siglosiguiente, se encontrarían con la prepotencia y la avaricia británicas en el camino.

Sin embargo, el libre comercio y el colonialismo serían, finalmente, los principios que regirían la política exterior británica. Tales principios representarían una nueva etapa en el desarrollo de la economía política internacional, apuntalada por tres ingredientes históricos esenciales en el despegue del imperio británico. Nos referimos al capitalismo industrial competitivo, para el cual los mercados extranjeros erandecisivos, el cual junto a la revolución francesa (1789) y la derrota napoleónica (1815), les aseguraron alos británicos su preeminencia en los mercados internacionales.

La revolución francesa, sus proyectos, sueños y aspiraciones nunca tuvieron una gran acogidaentre los círculos gobernantes ingleses, quienes percibían a los revolucionarios de aquella nación comouna banda de arribistas que por casualidad se habían encontrado con la historia. Con la derrota de

 Napoleón se estaban socavando también todas las posibilidades que pudiera haber tenido el proyectorevolucionario francés en Inglaterra6.

Fortalecido de esta manera, el empresariado inglés entraba en una etapa de desarrollo capitalistaen la cual todos los posibles obstáculos serían eliminados con facilidad, a través de la negociación o por lafuerza, para que las mercancías producidas por sus fábricas y talleres nunca carecieran de los mercadosrequeridos para seguirse reproduciendo. La Corona Británica de esta manera, sobre todo durante elreinado de Victoria (1837-1901), se convertiría en la depositaria ideológica, militar y política de losrequerimientos expansivos del imperio. Por esto, en sus relaciones con América Latina, el “imperialismodel libre comercio” inglés tuvo que jugar hábilmente con sus alianzas, sus lealtades y sus compromisos

 políticos con las otras potencias del momento, tales como España y Francia particularmente7.

En las guerras de independencia latinoamericanas Inglaterra apostó por la promesa de un mercadoimportante para sus manufacturas, pero al mismo tiempo sostuvo una relación muy ambivalente con lamonarquía española, bajo el principio de que el aliado contra el expansionismo francés merecía cierto

trato especial, en lo concerniente a la navegación comercial y la asistencia militar, dos aspectos que losingleses ahora controlaban de manera casi absoluta.

En la historia económica y la economía política del imperialismo histórico rara vez se puedeencontrar la construcción de un entramado ideológico y político tan bien articulado, como el que alcanzóa diseñar la Corona Británica durante el reinado de Victoria. Mientras que para América Latina los años1823-1898 recogieron las angustias y desconciertos que significaron la construcción del estado nacional,y el hacerse con un espacio en los mercados internacionales, para los ingleses el problema real estaba enlas distintas vías a su disposición para continuar impulsando el proceso de acumulación que se habíaabierto con la revolución industrial8.

 Nunca se podrá entender al imperialismo sin parar mientes en que se trata de la punta de lanza dela acumulación capitalista. Este es un aspecto fundamental que debe tomarse en cuenta en toda historia de

este tipo, puesto que, con frecuencia, se olvida que el imperialismo es la economía política de laexpansión capitalista. Y las variantes estratégicas utilizadas por las potencias imperiales, a través del

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colonialismo o en su ausencia, son sólo modos distintos sobre cómo se acumula el capital a escalamundial9.

 Ningún intento para comprender las diversas formas de operar que tuvo el Imperio Británicofructificará, si antes no se tiene una idea mínima sobre la historia del capitalismo para ese momento en

 particular. Bien lo decía el eminente historiador alemán Manfred Kossok: “La intervención de las grandes potencias en la cuestión suramericana-entendida como conjunto de enfrentamientos económico-

 políticos, diplomático-jurídicos e ideológicos-estaba determinada, principalmente por tres momentos:1)rivalidad económica en la lucha por el dominio del mercado latinoamericano (potencia principal: Inglaterra), 2) lucha por conquistas territoriales para la ampliación de la zona de poder e influencia(potencia principal: Estados Unidos), 3) efecto de la revolución latinoamericana y de los conflictos entrelas potencias sobre el sistema de restauración y equilibrio del período pos-napoleónico, cuyomantenimiento por todos los medios fue de especial interés para la Santa Alianza (potencias principales: Rusia, Francia, Austria y Prusia)”10.

Ya lo decíamos atrás, el proceso iniciado por la revolución industrial, la derrota napoleónica y enconsecuencia el bloqueo de la revolución francesa, le dieron un impulso vigoroso y efectivo alcapitalismo inglés, sobre todo después de la pérdida de sus colonias en América del Norte. La generaciónen masa de productos manufacturados obligaría a los ingleses a buscar un endurecimiento de sus prácticascomerciales con sus colonias, y a intentar unos acercamientos de nuevo tipo con mercados potencialesmuy prometedores, vastos y en vías de expansión como el latinoamericano.

De esta manera, bien se puede tomar al año 1810 como el año “que señaló la cristalización de la política británica hacia la América Latina”. La conferencia que tuvo lugar ese año entre Lord Wellesley,enviado especial de Lord Castlereagh (1769-1822), Ministro Británico de Relaciones Exteriores, JoséMiguel Méndez, el representante venezolano y el libertador Simón Bolívar, “fue el acto que simbolizó lacristalización. Como resultado de esa conferencia, y todo lo que la había precedido, la política británica se orientaría ahora hacia el incremento y la estabilización del comercio latinoamericano y el mantenimiento del afecto por Inglaterra que los colonos habían mostrado recientemente. Las ideas deconquista se habían desvanecido de las mentes ministeriales; aún la perspectiva de instigar laindependencia de las colonias por medio de la intervención armada, había perdido su atractivo. Seisaños de forcejeo con el problema habían convencido a los miembros del gobierno (británico) de que el 

comercio, combinado con las seguridades de que la América Latina no caería bajo la influencia de Francia o de los Estados Unidos, era el beneficio máximo que ellos podían sacar de la situación”11.

Pero ni España ni Inglaterra fueron informados de que el 3 de marzo de 1811, el Congreso de losEstados Unidos, en una sesión secreta había aprobado la siguiente resolución: “Tomando en vista la peculiar situación en España y de sus provincias americanas y considerando la influencia que el destinodel territorio adyacente a la frontera sur de los Estados Unidos puede tener sobre su seguridad,tranquilidad y comercio…los Estados Unidos bajo las peculiares circunstancias de la crisis existente, no pueden ver, sin seria inquietud, que parte alguna de dicho territorio pase a las manos de cualquiera otra potencia extranjera”12.

Este temprano antecedente de la Doctrina Monroe establece con precisión cuáles eran losdesignios concretos que el gobierno de los Estados Unidos pretendía llevar a cabo, una vez que lascolonias españolas alcanzaran algún grado de independencia. Entre las ocupaciones británicas del Río dela Plata en 1806-180713 y la invasión francesa de México en 1864, las potencias europeas encabezadas

 por Gran Bretaña trataron de establecer unas relaciones diplomáticas, financieras y comerciales conAmérica Latina, en las cuales la tirantez con los Estados Unidos, no dejara sitio para las dudas respecto ala clase de imperialismo que pretendían practicar. La rivalidad entre europeos y norteamericanos en estosaños sobre América Latina, tiene esencialmente como acicate a la expansión capitalista, con la cual seentiende que el consumo y las posibilidades de inversión privada directa, facilitarían un mayor crecimiento de las alternativas políticas de los imperios en la región.

De esta forma, entre 1823 y 1898, pasando por la guerra de despojo contra México en 1847, laocupación francesa ya mencionada y la invasión filibustera de América Central en 1856, el imperialismodel libre comercio14 se convirtió en el puntal por cuyo medio las burguesías más progresistas y audaces de

los países metropolitanos, en un claro afán por seguir incrementando sus riquezas, pretendíanuniversalizar el sistema capitalista, y venderles la idea a sus socias de América Latina y otras partes delmundo periférico.

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El proyecto oligárquico como lo llama Carmagnani15, y la alianza establecida entre los sectoressociales más poderosos de América Latina y el Caribe, con empresarios, banqueros y políticos inglesesubicados en estos países, o desde la metrópoli londinense, posibilitó un crecimiento importante de ladeuda externa de aquellas naciones recién nacidas, abrió los mercados europeos a los productosalimenticios y a las materias primas latinoamericanas y transformó a fondo los patrones de consumo delas elites dominantes en estos países.

El progreso que experimentara América Latina, a partir de la sétima década del siglo XVIII,cuando el libre comercio fue posible por primera vez con la metrópoli española, en relativas condicionesde igualdad, cristalizó de manera más vigorosa después de la emancipación, pues ésta levantó los últimosobstáculos que las otras potencias europeas habían encontrado, para realizar libremente sus negocios congobiernos y empresarios latinoamericanos. La alianza de la que nos habla Carmagnani, rápidamentemencionada arriba, suponía, necesariamente, una serie de acuerdos entre imperios para repartirsehombres, mercados y mercancías en América Latina y el Caribe. La emancipación de estos países no iríaa darse sin dificultades, como bien lo ejemplifican los casos más extremos de Cuba y Filipinas.

Para las potencias europeas, la emancipación de América Latina y el Caribe, supuso unarenegociación de sus esferas de influencia sobre rutas comerciales y puntos de abastecimiento de materias

 primas, muy similar a las que en su momento sostuviera Inglaterra con Portugal sobre sitios muyespecíficos del Brasil. Con mucho el tratado de Utrecht de 1713 (con el cual Inglaterra le arrancaba aEspaña el conocido asiento para abastecer de esclavos a la América Latina y el Caribe) es un punto deinflexión sobre los verdaderos designios que los poderes estatales europeos tenían sobre América y elCaribe.

Los levantamientos libertadores que recorren esta parte del mundo, entre 1795 y 1810, tienencomo esquema de referencia inspiradora a movimientos que, en Francia y los Estados Unidos, seinclinaban por una liberación total de los mecanismos de acumulación de riqueza, de manera que se

 pudiera participar más activamente en los flujos internacionales del capital. La revolución burguesa enFrancia lograba parcialmente detonar este proceso; y en los Estados Unidos tendría que esperar a que laguerra civil (1861-1865) redondeara el ciclo. Entre tanto, Napoleón se convertía en la punta de lanza deuna nueva era que pretendía acabar con todas las monarquías que operaban dentro del viejo absolutismomedieval. Estaba claro que si la revolución francesa no salía de Francia se hundía.

Por otro lado, la ambivalencia del apoyo que recibe España de parte de Inglaterra, en su guerracontra la ocupación napoleónica (1808-1812) y contra los movimientos revolucionarios en América,reposa esencialmente sobre la dinámica expansiva del capitalismo inglés en este momento. La primerarevolución industrial, ya lo sabemos, exigía estrategias militares y políticas de nuevo cuño, que hicieran

 posible el libre flujo de mercancías y capitales para la nación mejor dotada en estos momentos, que eraGran Bretaña.

La corona inglesa no estaba dispuesta a dejar que se repitiera la misma situación comercial quecon tantas dificultades y sobresaltos había experimentado durante el siglo XVII, cuando no les quedó otraalternativa que acudir al contrabando para poder acceder a los mercados latinoamericanos y del Caribe,férreamente controlados desde la Península Ibérica. Ahora se trataba de escamotear cualquier compromiso cierto con los combatientes de Napoleón en España, pero también en América, donde losmovimientos revolucionarios, incontrolables después de 1814, auguraban mercados y mercancías encantidades importantes para los comerciantes y empresarios ingleses, sino, más bien, de establecer loscontrapesos que contuvieran, al menos por un cierto lapso de tiempo, el avance de los Estados Unidos enAmérica Latina y el Caribe16.

Sería muy ingenuo pensar que los ingleses no tenían claro este asunto del expansionismonorteamericano hacia el resto de América (ahí está el tratado Clayton-Bulwer de 1850 para probarlo, almenos en lo concerniente a Centroamérica)17, pero se dejaron seducir por formas y estilos de negociacióncon los norteamericanos, en los que predominaban criterios esencialmente financieros sobre hombres y

 países acerca de los cuales, por lo general, sabían muy poco. O no les interesaba saber. A todo lo largo dela puja con España por lograr el acceso comercial a los mercados latinoamericanos y caribeños, losingleses nunca olvidaron la enorme importancia que tenía el escenario europeo en todo este asunto.

Entre 1804 y 1814 los británicos se vieron obligados a desarrollar una política exterior haciaEuropa, América y España que se bamboleaba según el ir y venir de las tropas napoleónicas. Desde Pitt

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hasta Castlereagh, uno de los políticos más eminentes del siglo XIX, y posiblemente el verdaderoarquitecto de la Alianza Europea, la Corona Británica y la comunidad mercantil en ese país, sólo acatarona ver en América Latina y el Caribe mercados potenciales y centros de abastecimiento de materias primas.En esta parte del mundo sólo vieron “colonias españolas”; y los héroes y patriotas, luchadores por laindependencia de estos países, eran solamente los “insurgentes”, un mote que Francisco de Miranda(1750-1816), Simón Bolívar (1783-1830), José de San Martín (1778-1850) o el mismo José Martí (1853-1895) nunca portaron con vergüenza.

De tal manera que, una vez derrotado Napoleón, al Ministro Castlereagh sólo le preocupó que lascolonias españolas no cayeran en manos de potencias hostiles, se tratara de Francia o de los EstadosUnidos, pues debía asegurarle a la comunidad mercantil inglesa unos mercados y una poblaciónconsumidora ávida de sus manufacturas. En las idas y venidas de los agentes de Castlereagh por los

 palacios de los monarcas europeos que llegarían a ser sus aliados más conspicuos, el Zar Alejandro I deRusia, el Kaiser Federico Guillermo II de Prusia, y el Príncipe Metternich de Austria, así como en lasconversaciones y acciones que condujeron a la creación de la Alianza Europea o Santa Alianza (en elCongreso de Viena de 1815 y sus distintos protocolos posteriores hasta 1822), jamás consideraron demanera profunda y detenida un tema que era de enorme relevancia para la Corona Británica, la principal

 protagonista en este rediseño del mapa europeo, que permanecería casi intacto hasta la Primera GuerraMundial (1914-1918): nos referimos al futuro de las colonias españolas, una vez obtenida su liberación

 política.2.2 Orígenes europeos de la Doctrina Monroe 

La Doctrina Monroe más que un conjunto de principios de política exterior de parte del gobiernode los Estados Unidos en 1823, era un manifiesto de clara y contundente filosofía pro-imperialista. En la

 búsqueda de contener a los europeos, algo que ciertos historiadores ingleses consideran “negativo”, laDoctrina Monroe también tenía sus cosillas positivas, como el hecho de que, a partir del momento de su

 proclamación, los Estados Unidos se convertirían en el único poder legítimo (sobre la base de las armas)en ejercer la autoridad sobre el Caribe particularmente18, el cual tenía una enorme importancia estratégica

 para el gobierno norteamericano.

Se nos puede dificultar considerablemente la comprensión cabal de este período, si separamos alas revoluciones hispanoamericanas de las guerras europeas o de los intentos por parte de los EstadosUnidos de despojarse del ascendiente político e ideológico inglés. La guerra de 1812-1814 no alcanza asaldar los desacuerdos entre Inglaterra y los norteamericanos sobre el problema del abastecimiento deesclavos, así como el de las rutas marítimas comerciales, y se los hereda a la Doctrina Monroe. En estostérminos sigue siendo polémico y disputable el argumento de que el imperialismo inglés solo ejercealgunos controles informales sobre América Latina y el Caribe. Prácticamente la columna vertebral de la

 política exterior de la Corona Británica, entre 1804 y 1828, giró en torno a las guerras europeas y a lasluchas de los insurgentes independentistas latinoamericanos.

Entre el colapso de la Alianza Europea y el reconocimiento de los nuevos estadoslatinoamericanos, solo transcurrieron ocho meses, con lo cual no queremos decir que existía una relación

mecánica entre una y otra situación, sino que, para la mente imperial de la monarquía inglesa, apuntalada por sus hombres claves como William Pitt (1759-1806), Castlereagh, Canning, R. B. J. Liverpool (1770-1828), Palmerston (1784-1865) o Gladstone (1809-1898), apoyados por los sectores mercantiles yfinancieros más solventes y con bien enraizados intereses en América, la apertura de los mercadoslatinoamericanos significaba, antes que nada, remontar la herencia napoleónica y poder ofrecer un contra

 peso efectivo contra las aspiraciones de los Estados Unidos. Sin embargo, para estos últimos, la idea de proclamar que el Hemisferio Occidental era algo más de lo que los europeos pensaban, fue siempre unasunto que había ocupado sus gestiones políticas y diplomáticas, desde el inicio de la formación de larepública norteamericana. De esta manera, la traumática aparición de Rusia en la costa del noroeste, lasvisiones de expansión despertadas por el Tratado Transcontinental, el establecimiento de estadosindependientes en América Latina, los gestos amenazadores procedentes de Europa, todas estascircunstancias se habían combinado para preparar la llegada de la Doctrina Monroe19.

Cuán ancha era la brecha entre Estados Unidos y Europa y cómo se iba a colmar se hizo patentecuando el Presidente norteamericano, James Monroe (1758-1831), en su mensaje anual de 1823 al

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Congreso, enunció la que ha llegado a ser conocida como Doctrina Monroe. La sustancia de ladeclaración presidencial era muy sencilla: el Hemisferio Occidental no podía seguir siendo consideradodisponible para su colonización por ninguna potencia europea. Al mismo tiempo Estados Unidos se

 proponía mantenerse alejado de los asuntos europeos; y, al revés, se pretendía que Europa se mantuvieraalejada de la América Latina. La declaración, así como estaba redactada, incluía por supuesto aInglaterra20.

Pero, para un político como Lord Castlereagh por ejemplo, unos años antes de la formulación dela mencionada doctrina, estaba perfectamente claro que en los complicados nexos del comercio, laindustria y la banca ingleses, reposaban las bases del poderío británico; de tal manera que con estoselementos no se podía actuar frívolamente, o los intereses de su país estarían seriamente en riesgo. LordCastlereagh nunca opuso objeciones serias a la independencia de los países latinoamericanos, siempre ycuando se cumplieran algunas condiciones, como el hecho de que estuviera acompañada por laestabilidad, se caracterizara por una fuerte orientación pro-británica y no le creara conflictos serios a suscompromisos europeos. En esta última cuestión residía el verdadero nudo de todas sus elucubracionessobre la mentada independencia, pues, para él, en el orden de prioridades venían primero los esfuerzosque se hicieran en Europa para dejar atrás la herencia “jacobinista” y napoleónica, un término que se leaplicaba también a la España que en su momento renegara de Fernando VII.

En ningún momento debe perderse de vista que Lord Castlereagh es el gran arquitecto de la SantaAlianza y esto significaba haber sido el creador de un mecanismo de contención mediante el cual lasgrandes y más sólidas monarquías europeas pretendían protegerse contra los males que había traídoconsigo la revolución francesa. No era extraño entonces que, a pesar de la sutileza y elegancia con quetrataba los asuntos de América Latina y los Estados Unidos, siguiera viendo en estos soberbios ylevantiscos pueblos que se negaban a reconocer la posibilidad de que gobernaran los mejores, es decir losaristócratas, un abanico de posibilidades para establecer monarquías ultramarinas.

Cuando el Rey Don Juan de la casa real portuguesa tuvo que refugiarse en Brasil, bajo la protección británica, luego de la ocupación de su país por las tropas de Napoleón en 1808, LordCastlereagh consideró como posible que el fenómeno monárquico se extendiera por el resto de AméricaLatina. Este fue un sueño que, incluso durante la administración de George Canning, se mantuvo vivo,aún después del enfrentamiento entre Buenos Aires y Brasil por el control de la banda oriental del Río de

la Plata entre 1825 y 1828, y el cual daría origen finalmente a lo que hoy es Uruguay21. Canning creía quelas instituciones monárquicas, junto con el comercio británico y el reconocimiento de los estadoslatinoamericanos por parte de Su Majestad Británica, graciosamente otorgado a los nuevos estados, seríansuficientes para asegurar la cooperación de todo el continente en ese elaborado juego de equilibrios queera la esencia de su política.

Pero el reconocimiento de los estados latinoamericanos, en otras palabras, según Canning, teníaque aparecer ante Europa como un acto respetable y desinteresado, para con ello, al mismo tiempo, atar firmemente a los países latinoamericanos con Gran Bretaña. Según él América Latina era una totalidad yno una colección de estados, una lección que Lord Castlereagh le había dado al gobierno británico, puestoque si se partía de políticas específicas por país era más fácil caer en la tentación de unilateralizar lostratados comerciales y los acuerdos de amistad de cualquier clase, con el consabido resentimiento del

resto de los estados.Sin embargo, no olvidemos que una cosa era lo que pensaran y decidieran en la  Foreign Office y

otra muy distinta lo que hicieran algunos cónsules en el terreno; como sucedió con Strangford en Brasil ycon Chatfield en Centroamérica, quienes se involucraron abusivamente en la política local, tanto así como

 para arriesgar el prestigio del cuerpo consular de Su Majestad en esas zonas, pues algunas de susactividades fueron distorsionadas por giros y retruécanos políticos no muy bien vistos por las poblacioneslocales22.

“Yo llamé a existencia al Nuevo Mundo para enderezar la balanza en el Viejo Mundo” , decíaCanning, y con ello quería darnos a entender que la vieja Santa Alianza, una institución inhabilitada desde1822, debido a las dificultades para conseguir una “solidaridad moral” entre los aliados, como decía elPríncipe Metternich, se estaba inclinando a promover acciones y sujetos inaceptables para la cancillería

 británica. Además el ingreso informal de Francia en la alianza, durante la restauración monárquica en ese país, se había convertido en un verdadero obstáculo para que la comunidad comercial, mercantil yfinanciera británica pudiera aprovechar los mercados, hombres y riquezas de América Latina; sobre todo

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mientras los franceses estuvieran detrás de la monarquía española apoyando sus rancios anhelos por recuperar a las colonias hispanoamericanas23.

Reforzada con el ingreso de Francia, durante el reinado de Luis XVIII, la alianza haría todo lo posible por fortalecer a las instituciones monárquicas en la Península Ibérica y en Brasil. Con los silencioscómplices de Austria y Rusia, quien también desplegaría acercamientos imperiales a la América Latina yel Caribe24, las tropas francesas invadirían por segunda vez a España en 1823, un acto que haría

tambalearse seriamente al gobierno de Canning, pues, en cierto momento, algunos en Londres,concibieron este paso dado por los franceses, como un serio retroceso sobre lo avanzado por Castlereaghrespecto a la presunta unidad europea, para contener recaídas “jacobinistas” como ya se ha dicho.

Si entendemos a la Alianza Europea como el telón de fondo de la Doctrina Monroe, podremosigualmente comprender la dinámica que está detrás de las conversaciones, tratados, acuerdos y alianzasque franceses, ingleses, norteamericanos y españoles elaboraron entre sí para terminar repartiéndose elmercado latinoamericano25. Alguien podría argumentar que, en lo que respecta a la América Latina, la

 política exterior de Canning es una continuación de la de Castlereagh, pero, a pesar del duelo que huboentre los dos, con pistolas y testigos, por serios desacuerdos de gabinete, un criterio así no se sostiene envirtud de que el último estuvo más cerca del ideario expansionista de Quincy Adams y de Monroe que deJefferson como el primero.

Catlereagh era el adalid de la lucha contra la expansión del jacobinismo en Europa; creía que,antes de involucrarse en los problemas de Hispanoamérica, había que contener cualquier posibilidad deresurrección del fantasma napoleónico mediante el expediente de fortalecer y fomentar las institucionesmonárquicas. Canning por su lado, era más un hombre del siglo XIX y creía que el desarrollo industrialde su país debía desplegarse sin obstáculos, aún a riesgo de aparecer contradictorio enfrentando a lamonarquía española por el intento de recuperar sus colonias a la fuerza. Como en su inteligencia

 predominaban las preocupaciones de orden económico, los mercados latinoamericanos, la oferta demanufacturas inglesas, la adquisición de materias primas y alimentos, Canning no dudaba en negociar conlos norteamericanos sobre esferas de influencia y cuando hubo que plantarlos tampoco titubeó unsegundo.

Después de la declaración de la Doctrina Monroe él fue uno de los diplomáticos europeos más

interesados en destruir el prestigio político y las supuestas buenas intenciones de los norteamericanos enHispanoamérica26. Cuando nadie tenía interés en el Congreso de Panamá de 1826, él envió un emisario(Sir Edward J. Dawkins) que lo único que hizo fue exhibirse, sonreír y prometer cosas que nuncacumplió, pues tenía el encargo de Canning de ganarse la simpatía de los latinoamericanos nada más, yevitar a cualquier costo que los Estados Unidos se pusieran al frente de la unión hemisférica, algo que elemisario logró con éxito total27.

El reconocimiento de los países latinoamericanos por parte del Imperio Británico representó ungiro descomunal en el desarrollo histórico de aquellos, esto está claro, pero, la economía inglesa se viosacudida por algo más que la apertura de nuevos mercados y nuevos clientes para sus productos. En lamente de los empresarios y políticos victorianos el ingreso de América Latina al mercado mundial,significaba aceptar no sólo el surgimiento de los nuevos estados, sino también lidiar con la políticaexterior del gobierno de los Estados Unidos, forjada al calor de la tirantez con los imperios europeossurgidos del período pos-napoleónico.

Entonces, en 1825, la princesa Lieven, en una carta al Príncipe Metternich, le decía lo siguiente:“Usted no puede imaginarse cómo todos han enloquecido acerca de las compañías en América del Sur.Todo el mundo, desde la gran dama hasta el doméstico, está arriesgando el sencillo y el salario en estasempresas. Enormes fortunas se han hecho en una semana. Acciones de las minas de oro de Rial (sic) del  Monte, compradas a 70 esterlinas, se vendieron, una semana después, a 1.350 libras. Estas repentinas fortunas y la pasión por la especulación me recuerdan el Banco de Misisipí en la época de la Regencia”28. 

Si el valor de las exportaciones inglesas hacia América en 1805, con la excepción de los EstadosUnidos, era de £7.771.418, y en 1809 sería de £18.014.219, tomando en cuenta el bloqueo que aplicaba

 Napoleón sobre Inglaterra, las cifras ayudaron a varios de los primeros ministros ingleses, como ya se havisto, para que sus acciones fueran efectivas y sostenidas en pro de la independencia de América Latina29.Más aún cuando, hacia 1825, las compañías mineras llegaron a movilizar hasta £14 millones y las

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compañías de utilidad pública hasta £20 millones en diversos países de la región. Con este escenario elcolapso no se hizo esperar y la economía europea, principalmente la británica, iría al estado de depresión

 para diciembre de ese año.

Sin embargo, resulta difícil sostener que la apertura de los mercados latinoamericanos y las posibilidades de inversión ofrecidas hayan provocado tal estado depresivo de la economía europea.Estaba claro, más bien, que la economía inglesa había encontrado en América Latina una vía para

compensar y recuperar parte de su antiguo dinamismo, temporalmente bloqueado por las acciones de Napoleón. El proceso pareciera haber sido el inverso, pues para principios de 1826 las economíaslatinoamericanas entraban en la bancarrota30.

Es decir que la depresión no se originó en América Latina, sino en Inglaterra y atravesó elAtlántico, afectando seriamente el comercio exterior, la minería y las finanzas gubernamentales de lamayor parte de aquellos países31. No sería sino hasta 1850 que América Latina tendría más frescas

 posibilidades de solicitar créditos en Europa, debido a que la mayoría de las naciones latinoamericanas sedeclararon en quiebra para fines de 1827, y únicamente Brasil en 1829 reasumiría sus pagos de deuda conlos ingleses32.

Entre 1815 y 1855 un flujo vigoroso de capital inglés emigró a Europa para financiar larecuperación de la Francia posnapoleónica y de algunos de sus aliados en esa guerra, tal era el caso de

Austria y de Rusia. Pero un porcentaje más abultado se invirtió en América Latina, donde gobiernoscomo el mexicano, el argentino y los centroamericanos hicieron atractivas concesiones a losinversionistas ingleses para expandir y profundizar sus actividades mineras, comerciales y de utilidad

 pública en sus países. Cuando el derrumbe se produjo, aquellos inversionistas empezaron a buscar otrossitios donde continuar con sus negocios, y uno de los beneficiados fueron los Estados Unidos.

El período de “la larga espera” como lo llama Halperin Donghi, el competente historiador argentino33, en regiones como América Central, abunda en experimentos políticos, sociales y económicos,

 para dar sentido a la nueva situación que ha provocado la llegada de la independencia. Esta parte deAmérica Latina, así como el Caribe, reúnen las condiciones que Tomlinson establece para desarrollar lasdiferencias entre centro y periferia34.

Pero además, según él, en la periferia, los abastecedores del imperio británico podían dividirse en

dos grupos, dependiendo de que recibieran migrantes europeos, tecnología, valores y métodos de producción avanzados. Unos serían los que él llama capitalistas neo-europeos, pertenecientes a las áreasvacías de los hemisferios sur y oeste; y los otros serían los de la “periferia tropical” de Asia, África del

 Norte, el Caribe, y la mayor parte de Centro y Suramérica. Las regiones neo-europeas estarían integradas,en la periferia del siglo XIX, por los Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica,Argentina, Uruguay y Chile. Todas las economías neo-europeas del siglo XIX crecieron rápidamenteentre 1790 y 1913, también tuvieron fuertes lazos de clase con Inglaterra, y recibieron grandes cantidadesde capital, experiencia empresarial y trabajo calificado de los países centrales35.

En la periferia, sin embargo, no existían las condiciones para que el desarrollo capitalistadesplegara toda su fuerza, con la honrosa excepción del Japón. Pero para países como loscentroamericanos el futuro que les esperaba era simplemente ser buenos abastecedores de fuerza de

trabajo barata, materias primas y alimentos, además, por supuesto, de ofrecer mercados consumidores con poblaciones importantes, ávidas de remontar las tradiciones que habían dejado imperios pre-hispánicossumamente centralizados. En este caso el peso específico de toda idea o método de crecimiento lo tenía la

 población, pues, tratándose mayormente de indígenas el lastre de la tradición era un componentevertebral.

2.3 El libre comercio o la diplomacia de Dios 

Esa clase de situaciones era la que un político e ideólogo tan brillante como Richard Cobden(1804-1865) abordaba con un fuerte sentimiento anti-colonialista. El “apóstol del libre comercio”,Cobden decía que era sumamente costoso sostener un imperio que sólo problemas, conflictos y

frustraciones le había dejado a Inglaterra

36

. La única forma en que los países tropicales podían integrarsea la civilización era mediante el libre comercio, que volvía redundante e inútil toda intención de fortalecer las aspiraciones colonialistas de los británicos. El libre comercio era “la diplomacia de Dios” decían los

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“cobdenitas” en su momento, puesto que hacía posible tener acceso a todas las fuentes de riqueza posibles; los únicos requisitos eran la moral del trabajo y la imaginación37.

Otros que decían compartir las ideas de Cobden, al menos en parte, sostenían, sin embargo, queno era necesario deshacerse de las colonias, y que, más bien, la relación con ellas, podía readecuarse. Nose olvide que reducir el Imperio Británico a sus colonias puede ser insuficiente para tener una nocióncabal del mismo, en el tanto el “imperialismo informal” hacia posible un contacto con otras partes del

 planeta, donde no mediaba el ejercicio efectivo de la fuerza sobre geografías y personas38

.En la cabeza de políticos como Lord Palmerston, Inglaterra tenía el derecho moral de conducir a

otros por los derroteros de civilización y cultura que él imaginaba eran los correctos. “Debo decir sinvanagloria (discurría Palmerston) que estamos al frente de la moral, la sociedad y la política civilizadas. De esta manera nuestra tarea es dirigir a otras naciones por el mismo camino”39. Pero el Secretario delExterior, luego Primer Ministro inglés, no estaba diciendo nada nuevo40, puesto que desde W. Pitt,Castlereagh y Canning se tenía el mismo criterio. La única diferencia la establecía el que Palmerstonfuera más expedito y sistemático.

Según el Primer Ministro la función pública y el provecho personal no deberían coincidir enningún momento, a pesar de que, en apariencia, fueran dos líneas paralelas. No obstante, con pocafrecuencia esta clase de principios fueron llevados a la práctica por cónsules y encargados de negocios

ingleses en diferentes partes del mundo.Para la Corona Británica era decisivo dejar bien claro, que los asuntos y problemas políticos

 personales en los que se involucraran sus oficiales en el extranjero, no tenían nada que ver con laestructura de las relaciones establecidas por el gobierno de Su Majestad con cualquiera estado en

 particular. Por eso eran tan importantes los tratados de amistad y libre comercio que firmara aquelgobierno de manera sistemática después de 1822. El uso militar de la fuerza sólo sería el último recursosegún el buen decir de Lord Palmerston.

2.4 La diplomacia de Dios en América Central  

Pero Sir Frederick Chatfield, Cónsul General en Centroamérica entre los años de 1833 y 1852,

contradecía todos los principios por los que abogaba el gobierno de Palmerston41. Lo mismo se podríadecir de Sir Home Popham en Venezuela (1804) y Lord Strangford en Brasil (1820-1825). Aunque estosdos últimos dos casos son anteriores, representan aquello contra lo que lucharía Lord Palmerston paraimpedir que el “servicio diplomático de Cenicienta”42 se le corrompiera y se le saliera de las manos,comprometiendo al gobierno británico, y a otras instituciones vinculadas, en asuntos y materias atinentesa intereses meramente personales y ajenos por completo a la estructura diseñada por la cancillería

 británica.

Poco después de que se concretara el proyecto de independencia en América Central, una nueva plataforma política venía al mundo con la intención de crear una Federación Centroamericana (1824-1838). Parecía que los problemas y frustraciones que habían tenido algunos sectores sociales, durante laúltima etapa de la dominación española, comerciantes y pequeños empresarios centroamericanos ligados

a la producción de tintes naturales, del cacao, la ganadería y otros productos de exportación, puesto que elcafé entraría en escena un poco más tarde, con la Federación Centroamericana podían encontrar una víamás expedita para insertarse en el mercado mundial43.

Sin embargo, el experimento político tuvo serias dificultades desde el principio para cristalizar envirtud de los problemas financieros heredados por los españoles, y las grandes limitaciones políticas queexistían para que los pequeños países centroamericanos pudieran ponerse de acuerdo sobre la forma deconducir aspectos constitucionales, económicos, monetarios, de transporte y otros relacionados con la

 práctica de un gobierno federal, inspirado en el ejemplo norteamericano44.

Por otro lado, estaba el problema de que, si los Estados Unidos se habían apurado a reconocer alnuevo gobierno federal, la política exterior inglesa, como ya hemos visto, por esta época, y, en particular hacia la América Latina, pecaba de excesivamente cautelosa y ambivalente. No obstante, esa condición

 parecía no afectar las relaciones con banqueros y prestamistas ingleses, que sí aceleraron su carrera deacercamiento al gobierno federal centroamericano y le facilitaron créditos que luego aquel tuvo serios

 problemas para devolver. En estos casos el gobierno de Su Majestad sí estableció las reglas del juego con

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claridad: los préstamos adquiridos por la federación debían ser pagados por ella, y no por los pequeños países una vez que aquella despareciera, lo cual fortalecía seriamente la fragmentación.

Bien se sabe que desde el siglo XVII Inglaterra tenía importantes intereses comerciales yestratégicos en América Central y el Caribe. Pero este asunto de la Federación Centroamericana no fueatendido de la mejor manera, no tanto por los centroamericanos mismos quienes siempre tendrían querecordar profundos desacuerdos y heridas para darle sentido a la idea federal, sino también por las

 potencias extranjeras presentes en el istmo, donde Inglaterra fue dueña y señora, hasta la llegada de losEstados Unidos.

Por eso la actitud del Cónsul General Frederick Chatfield no sorprende, si pensamos que responde perfectamente a la ideología general de la  Foreign Office, desde tiempos de Castlereagh. Solamente quecon Palmerston tal ideología se convirtió en una estructura de soporte imperial sumamente efectiva, comolo prueban los casos, no sólo de América Latina, sino también de China, el Imperio Otomano, y África.Palmerston le dio cuerpo a la idea que tenían en el imperio británico de que ellos podían “mejorar elmundo”, y eso es lo que constantemente hacía Chatfield en Centroamérica45.

Algunos viajeros norteamericanos que atravesaron Centroamérica en la primera parte del sigloXIX, y conocieron a Chatfield, lo criticaron muy duramente, tanto así que lo acusaron, a él y a sugobierno, de estar conspirando contra la Federación Centroamericana. Algunos centroamericanos también

hicieron la misma acusación. Haya sido cierto o no este asunto, tampoco permite exagerar hasta el puntode sostener que el Imperio Británico tenía interés en sostener a la federación. La alta política y diplomaciaque se practicaba por esta época, también operaba con omisiones, de la misma forma que se hace hoy.

La Corona Británica por estos años ponía el énfasis, en lo que competía a sus relaciones conAmérica Central, en los temas comerciales, y en hallar los mecanismos indicados para contener el avancede los Estados Unidos en el istmo. Lo demás simplemente lo omitía, como era el asunto de un gobiernofederal estable con el cual negociar y tener relaciones diplomáticas, cosa que para Canning primero y paraPalmerston después era irrelevante, como lo indican la postergación del reconocimiento de la FederaciónCentroamericana.

Esta fue la estrategia del gobierno británico en América Latina, hasta el último momento, cuandola brasa de la Doctrina Monroe les cayó en el regazo y los enfrentó con una realidad consumada. De todas

formas, el uso de la fuerza o de la inminencia de su uso era un recurso que se podía utilizar todavía, comole sucedió a Honduras, durante los años noventa del siglo XIX, al enfrentar problemas para atender sudeuda externa con los ingleses46. A Nicaragua le sucedería exactamente lo mismo con los alemanes y losnorteamericanos47. Finalmente no olvidemos la forma oprobiosa en que se obtuvo el derecho para laconstrucción del Canal de Panamá en 1903, un asunto que se detalla en el capítulo IV de este libro48.

***  

La situación de los ingleses en América Central, puede ser mejor comprendida dentro de uncontexto más general, el de América Latina. No debería olvidarse que el colapso de la dominaciónespañola y portuguesa, ofrecía oportunidades maravillosas para que una potencia como Inglaterraterminara por controlar absolutamente las aguas y costas latinoamericanas, luego de la independencia.Pero se requerían acciones concretas de la Corona Británica para que la presencia comercial que yaexistía se ampliara de manera efectiva, algo que los cancilleres y primeros ministros ingleses veníanhaciendo desde 1822. Es por eso que la supuesta actitud intervencionista del gobierno inglés en AméricaLatina, entre los años 1830 y 1860, resulta fácilmente demostrable, sobre todo si pensamos en eldespliegue político, diplomático y hasta militar realizado por ellos para remover todas las barrerascomerciales y financieras que pudieran existir.

Como en 1806-1807, en 1845 fuerzas militares británicas intervinieron otra vez en el Río de LaPlata, desembarcaron en el puerto del Callao en 1839 y amenazaron a México en 1861. En otras ocasionesla mera presencia de la  Royal Navy fue suficiente para que los estados latinoamericanos atendieran lasquejas de los tenedores de bonos extranjeros ingleses, como fueron los casos de Perú en 1857, Chile en1863, y América Central en 1897. La creación artificiosa de Uruguay y las amenazas militares contraBrasil por el asunto del comercio internacional de esclavos en 1848-1849, son ejemplos que recogen a

ciencia cierta la filosofía que está detrás de las preocupaciones del gobierno de Su Majestad Británica, para mantener “abiertos los mercados de ese gran continente” como decía Lord Castlereagh49.

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Aunque no estaba realmente en las aspiraciones más precisas del gobierno británico convertir a laAmérica Latina en parte de su imperio, era conveniente construir y mantener nutrida una estructurainstitucional, diplomática, comercial y financiera que impidiera a toda costa que los mercadoslatinoamericanos se les cerraran. De esta forma, una vigorosa actividad diplomática fue desplegada por la Foreign Office,  para obtener la firma de tratados comerciales y de libre comercio con los nuevos estadoslatinoamericanos.

Así se firmó uno con Argentina en 1825, otro con Perú para reducir tarifas en 1834, en 1810 ya sehabía firmado con Brasil uno que le dio trato preferencial a los ingleses hasta 1844 en materia deimpuestos y finalmente con América Central en 1851. Entre 1850 y 1913 América Latina tomó cerca del10% del total de las exportaciones británicas, cifras que la ubican de segunda solamente después de laIndia. El monto del capital británico que se encontraba en América Latina pasó de £30 millones en 1826 a£81 millones en 186550.

Si Inglaterra se ha vuelto más imperialista que nunca después de la muerte de Lord Castlereaghen 1822, o de la guerra de Crimea entre 1853 y 1856, este es un asunto que puede discutirse ampliamentetodavía. Los ingleses violentaron su ingreso en China, para posicionarse por la fuerza en Hong Kong yabrir los mercados y los puertos de ese inmenso país a las mercancías de Manchester, Liverpool yBirmingham. Utilizaron a Turquía y a Egipto para contener el avance ruso y francés respectivamente y asíevitar verse amenazados comercial y militarmente.

La sistemática destrucción de la economía turca y egipcia pero, al mismo tiempo, la obsesiva protección del Imperio Otomano y de Egipto, hasta la invasión de 1882, no dejan lugar para las dudasrespecto a lo que verdaderamente significaba para Palmerston “mejorar el mundo” según los principios yvirtudes del capitalismo inglés51. El saqueo de África, después de 1880, en el que Inglaterra se haríaacompañar de las otras potencias europeas, completaría el proceso de consolidación imperialista quesaltaría en pedazos con la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y daría paso a una nueva etapa deexpansión liderada ahora por los Estados Unidos, etapa que, en lo concerniente a la América Latina, seinició más temprano, en 1898, como se estudia en un ensayo posterior.

Desde ningún punto de vista podemos caer en la trampa de pensar que entre los Estados Unidos ylas potencias industriales europeas, al menos para los años que van de 1823 a 1898, la rivalidad

interimperialista supone un total y absoluto desalojo de un protagonista a favor o en contra del otro. Dicharivalidad debería ser entendida como la competencia, leal en algunas ocasiones, y sumamente desleal enotras, entre agentes del capitalismo internacional que luchan por su expansión más definitiva a nivel

 planetario.

La geopolítica, en estos casos, es más un juego de pesos y contra pesos entre iguales, que luchan por quedarse con la mayor porción del pastel, que una simple rebatiña, irracional y puramente avariciosa.Si así fuera, la geografía de los imperios sería algo muy sencillo de explicar, como bien lo demostró eltrabajo constante y sostenido de Isaiah Bowman (1878-1950), para darle a los Estados Unidos, la

 justificación geopolítica más coherente de su expansionismo posterior a la Segunda Guerra Mundial52.

La participación de las potencias europeas en las guerras de independencia en América Latina,debe ser abordada desde el punto de vista de lo que estaba en juega para ellas. De lo contrario se puede

caer en el enfoque, de por sí ya clásico, de creer que el asunto era materia de conflicto solamente paraEspaña. Y ya hemos visto que para los ingleses, por ejemplo, el negocio no era tan sencillo. Por lo demás,los Estados Unidos eran quienes más claridad tenían sobre un proceso que, a la larga, sólo beneficios les

 podría representar, como se nota con el conjunto de movidas y negociaciones que condujeron a laDoctrina Monroe.

Como se verá en otros ensayos nuestros, la diplomacia decimonónica europea tuvo que hacerse aun lado, y dejar pasar un instrumental, un conjunto de gestos y acciones de nuevo cuño que anunciaban,

 para la América Latina al menos, el ingreso a una era donde las formas no siempre antecedían a lasacciones. Éstas, con frecuencia teñidas en sangre, podrían invertir el proceso.

En un artículo posterior se analiza lo que podría llamarse el segundo momento del imperialismohistórico. Son los años de 1850 a 1898, cuando el imperialismo inglés alcanza sus puntos pico y al mismo

tiempo también su deslizamiento hacia el fondo, debido a una competencia más agresiva y sostenida conrelación a la América Latina, de parte de los Estados Unidos.

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NOTAS

1.  Roger Louis (Editor). Imperialism: The Robinson and Gallagher Controversy (New York. New Viewpoints.1976) Aquí se encuentran recogidos varios artículos que reflejan con claridad algunos de los entretelones de estadiscusión. Sobresale el de Robinson y Gallagher de 1953 (pp.53-72) que diera origen a toda esta "controversia"sobre imperialismo formal e informal, y la reacción de los teóricos marxistas, así como de algunos otros críticos

 para quienes la tesis de Robinson y Gallagher más bien complica y confunde el estudio de estos temas. Véase enel mismo libro el debate entre Robert K. Fieldhouse y D.C.M. Platt Pp. 235-239.

2.  Alan Knight. "Britain and Latin America". En Andrew Porter (Editor). The Oxford History of the BritishEmpire. The Nineteenth Century. (Oxoford University Press. 1999) Volume III. Capítulo 7. P. 122.

3.  Peter Burroughs. "Imperial institutions and the Government of Empire". Op. Cit. Capítulo 9. P. 170.4.  Ídem. Loc Cit.5.  Frederick Stirton Weaver. Latin America in the World Economy. Mercantile Colonialism to Global Capitalism

(Westview Press. 2000) P. 32. Véase también el excelente estudio de Bernard Semmel. The Rise of Free TradeImperialism. Classical Political Economy, the Empire of Free Trade and Imperialism 1750-1850 (CambridgeUniversity Press. 1970) Capítulo 2.

6.  Sobre estos asuntos pueden consultarse los brillantes trabajos de Edmund Burke. Reflections on the Revolutionin France (Oxford Worlds Classics. Oxford University Press. 1999) Ver sobre todo sus reflexiones sobre lanoción de monarquía y su futuro. Pp. 288 y ss. También de Thomas Carlyle. The French Revolution. (ModernLibrary Classics. 2002). Capítulos 7-8-9.

7.  "Si el desequilibrio económico o la dependencia cultural califican como imperialismo es un asunto teóricoirrelevante, pero claramente son aspectos que colorean las relaciones Anglo-Latinoamericanas a todo lo largo delsiglo XIX y más allá" (todas las traducciones de aquí en adelante son mías). Alan Knight. Op. Cit. P. 125.

8.  E. J. Hobsbawm. Industry and Empire (Penguin Books. 1979) P. 56.9.  "El imperialismo económico puede ser definido como el uso del poder para determinar las relaciones entre

actores que están unidos principalmente por instituciones económicas o políticas impuestas desde afuera, y quecarecen de un sentido común interno de moral o solidaridad cultural". B. R. Tomlinson. "Economics and Empire:The Periphery and the Imperial Economy". En Andrew Porter (Editor). The Oxford History of the BritishEmpire. The Nineteenth Century (Oxford University Press. 1999). Volume III. Chapter 3. P. 71.

10.  Manfred Kossok. Historia de la Santa Alianza y la emancipación de América Latina (Buenos Aires: EdicionesSílaba. 1968) P. 283. Este es uno de los mejores trabajos que existen sobre la participación de la Santa Alianza

en las guerras de independencia de América Latina. Desgraciadamente la labor editorial no fue la óptima, peroaún así el texto mantiene su frescura y claridad con relación al análisis de la verdadera importancia de laindependencia latinoamericana para Europa y los Estados Unidos. El desmenuzamiento que realiza Kossok conrespecto a las intrigas, conspiraciones y complots de palacio sobre aquel proceso, nos revela una Europaangustiada y temerosa ante el fantasma de la revolución republicana, que recorre toda América Latina por aquellos años.

11.  William W. Kaufmann. British Policy and the Independence of Latin America. 1804-1828. (Yale UniversityPress. New Haven Conn. USA. 1951) P. 61.

12.  W. F. Reddaway. The Monroe Doctrine (Cambridge University Press. 1898) P. 9. Debe indicarse también que en1825 los Estados Unidos volvieron a involucrarse en problemas con los europeos debido a las pretensiones deMéxico, Colombia y Chile de ocupar Cuba y Puerto Rico, pues los llenaba de aprensiones la perspectiva de queestas colonias españolas podrían utilizarse como bases para invadir América del Sur y del Norte e iniciar el

 proceso de recolonización. Los Estados Unidos no iba a permitir que eso sucediera pero tampoco que aquellos

otros países latinoamericanos, recién reconocidos por Gran Bretaña en 1824, se apoderaran del Caribe, una zonade influencia que los norteamericanos consideraban como "naturalmente" suya, debido, en gran parte, a laimportante población negra en esas colonias españolas, abastecedoras también de trabajo esclavo para losestados sureños. "Los principios democráticos puramente formales de la Doctrina Monroe fueron desmentidos

 por el gobierno estadounidense mismo con su tentativa de garantizar, en alianza con la extrema reacción deEuropa, la posesión de Cuba y Puerto Rico por parte de España, a fin de impedir la liberación de las islas hastaque Estados Unidos se hallara en condiciones de ocuparlas" . Manfred Kossok. Op. Cit. P. 290.

13.  Sobre este asunto se puede revisar la excelente obra de Carlos Roberts. Las invasiones inglesas del Río de laPlata (1806-1807) (Buenos Aires: Emecé Editores. 2000). P.12. Aquí se exponen con sencillez y claridadmeridiana las razones materiales fundamentales para que Inglaterra tuviera tanto interés en el Río de la Plata.

14.  Dan Nabudere. The Political Economy of Imperialism (Tanzania. Zed Press. 1977) P. 87.15.  Marcello Carmagnani. Estado y sociedad en América Latina. 1850-1930 (Barcelona: Crítica. 1984) Pp. 108-118.16.  Debe recordarse la cantidad importante de mercenarios que los ingleses, los alemanes, los austriacos y los rusos

aportaron a las guerras de independencia latinoamericana, después de la derrota de Napoleón. Para los españolesuno de los constantes motivos de desavenencias con la Liga Hanseática fue su solapada colaboración con lasguerras de independencia en América Latina, que se traducía en números concretos en cañones, fusiles, parque yasesoría militar. Manfred Kossok. Op. Cit. Capítulos V y VI.

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17.  Robert A. Taylor. "The British Role in Central America prior to the Clayton-Bulwer Treaty of 1850". HispanicAmerican Historical Review. 1960. Vol. 40.

18.  "La Doctrina Monroe de Estados Unidos en 1823 fue parcialmente negativa. Intentaba circunscribir la libertad deacción de los poderes europeos, pero como escribe Van Alstyne, lo que realmente importaba eran las intencionesocultas de Estados Unidos de ser el único poder colonialista en América del Norte y el único poder controlador en el Norte y el Sur de América". Ronald Hyam. Britain's Imperial Century, 1815-1914. A Study of Empire andExpansion. (London and New York: Palgrave MacMillan. 2002. Third Edition) P. 56. También de Joshua

Leavitt. The Monroe Doctrine (The Cornell University Library Digital Collections. 1992. El texto original es de1863).19.  Dexter Perkins. The Monroe Doctrine. 1823-1867.20.  H. W. Temperley. The Foreign Policy of Canning. (Routledge. 1966).21.  El lector debe tener presente que el nacimiento de Uruguay es en gran parte el producto de las intrigas de la

Corona Británica para impedir que Brasil se hiciera con la "banda oriental" del Río de la Plata, puesto que sussimpatías estaban con Buenos Aires. Como dice un historiador inglés "la verdadera partera de la repúblicaoriental del Uruguay es la monarquía inglesa". ("In the 1820s, when Argentina and Brazil fought for control of the Banda Oriental, Britain played midwife at the birth of the Republic of Uruguay"). Alan Knight. Op. Cit. P.130.

22.  Alan Knight. Op. Loc. Cit. Véase también el excelente estudio de Mario Rodríguez. A Palmerstonian Diplomatin Central America. Frederick Chatfield, Esq. (The University of Arizona Press. Tucson. 1964), sobre todo elcapítulo 8.

23. 

Alan Knight. Op. Loc. Cit. También de Augustus Granville Stapleton. George Canning and his times (ElibronClassics. 2006. El texto original fue publicado en 1859). Capítulo XXIV. Pp. 385 y ss.24.  Russell H. Bartley. Imperial Russia and the struggle for Latin America Independence. 1808-1828. (Institute of 

Latin American Studies. The University of Texas at Austin. 1978) Capítulo 7.25.  W. P. Cresson. The Holy Alliance: The European Background of the Monroe Doctrine (Oxford University Press.

1922) Capítulo VI.26.  Charles K. Webster. Britain and the Independence of Latin America. I. (Oxoford University Press. 1938) P. 490.27.  Fred Rippy. Rivalry of the United States and Great Britain over Latin America (Johns Hopkins Press. 1929)

Capítulo VIII.28.  Walter W. Kaufman. Op. Cit. P. 185.29.  Elie Halévy. A History of the English People in 1815 (Londres, T. F. Unwin. 1924) P. 274.30.  "La apertura de los mercados sudamericanos originó en Inglaterra no sólo especulación bursátil, sino también un

incremento en la exportación de mercancías inglesas hacia el extranjero. No debe creerse que de Inglaterra fluían

grandes cantidades de oro hacia Sudamérica para realizar el pago de todos los empréstitos que habían sidotomados en Londres. En realidad, el pago no se verificaba con el noble metal, al menos no sólo con él, sino engran medida también con mercancías. La exportación de mercancías británicas hacia Centro y Sudaméricaascendió de 2,942.000 libras esterlinas (1821) a 6,426.000 libras esterlinas (1825)-o sea, en cuatro años a másdel doble. El principal objeto de la exportación lo constituían los tejidos de algodón. La incrementada demandaoriginó en Inglaterra un aumento de los precios y un aumento de la producción de los tejidos de algodón-lacantidad de algodón manufacturada en Gran Bretaña aumentó de 129,000.000 de libras (1821) a 167,000.000 delibras (1825)"."¿Pero de dónde obtuvieron los países sudamericanos los recursos para comprar en el año 1825 el doble demercancías que en el año 1821? Estos recursos fueron proporcionados por los mismos ingleses. Los empréstitosque fueron tomados en la Bolsa londinense sirvieron para el pago de las mercancías importadas. Los fabricantesingleses fueron defraudados por la demanda creada por ellos mismos y pronto tuvieron que convencerse, a travésde la propia experiencia, de cuán infundadas habían sido sus excesivas esperanzas". Tugan-Baranowsky. Studien

Zur Theorie und Geschichte der Handelskrisen in England (Jena, 1901) P. 41. Citado por Fritz Sternberg. Elimperialismo (México: Siglo XXI editores 1979.La edición original es de 1926. Biblioteca del PensamientoSocialista. Serie Los Clásicos) P. 297.

31.  Carlos Marichal. Historia de la deuda externa de América Latina (Madrid: Alianza. 1988) P. 60.32.  Peter L. Cottrell. British Overseas Investment in the Nineteenth Century (The MacMillan Press. 1975. Studies in

Economic and Social History. The Economic History Society) P. 19.33.  Tulio Halperin Donghi. Historia contemporánea de América Latina (Madrid: Alianza. 1970). Capítulo 3.34.  "Los conceptos centro y periferia son ampliamente, sino ligeramente, usados en la literatura sobre la historia

económica del Imperio Británico en el siglo diecinueve para distinguir a las economías industriales de Europa,sobre todo la Británica, de las economías agro exportadoras de otros continentes". B. R. Tomlinson. Op. Cit. P.53.

35.  Idem. Op. Cit. Pp. 55-56.36.  Sin embargo las razones de J. A. Hobson para sostener la irrelevancia del imperio británico, para el crecimiento

y desarrollo de su país, eran muy diferentes a las esgrimidas por Cobden y los condenitas. Hobson argüía que elimperio no sólo era costoso económica y financieramente, sino también moral y políticamente. Los argumentosde Cobden y compañía eran sencillamente financieros.

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37.  Martin Lynn "British Policy, Trade, and Informal Empire in the Mid-Nineteenth Century" En Andrew Porter (Editor) The Oxford History of the British Empire. The Nineteenth Century (Oxford University Press. 1999).Vol. III. Capítulo 6. Pp. 101-121.

38.  "Enfocarse solamente en las posesiones coloniales para examinar la expansión británica en ultramar durante elsiglo diecinueve es ignorar la naturaleza multifacética de la posición internacional de Gran Bretaña. Elcrecimiento del comercio exterior, del crédito y de la emigración que se establece en ultramar durante estos añosfueron una buena parte de la amplia expansión de la sociedad inglesa, la cual también se sirvió de recursos

militares, navales, religiosos y culturales para extenderse más allá de las fronteras del Imperio. El oficial navalen el Atlántico, el misionero en África, y el comerciante en China fueron tanto agentes de la influencia británicacomo lo fue también el administrador colonial en la India. Aún así, la naturaleza y significado de tal influencia,su impacto, y el papel del gobierno británico en su sostenimiento permanecen difíciles de aprehender". Idem. P.101

39.  Ídem. P. 102.40.  Secretario del Exterior entre los años 1830-1834, 1835-1841, y 1846-1851. Primer Ministro entre los años 1855-

1858 y 1859-1865). Ídem P. 106.41.  Mario Rodríguez. Op. Loc. Cit.42.  Así llama el historiador británico C. D. M. Platt al servicio diplomático de su país establecido en América

Latina, durante el siglo XIX, puesto que la mayor parte de los cónsules y oficiales del gobierno de Su Majestaden ultramar, tenían que involucrarse en otro tipo de actividades comerciales y políticas para poder sobrevivir, envista de que eran muy mal pagados y cuando se involucraban en problemas la Foreign Office los abandonaba.

Cinderella Service. The Cinderella Service. British Consuls since 1825 (Archon Books. 1971) Capítulo 2.43.  Ciro F.S. Cardoso y Héctor Pérez Brignoli. Centroamérica y la economía occidental. 1520-1930 (San José, CostaRica. 1974) Capítulo VII. José Antonio Fernández Molina. Pintando el mundo de azul. El auge añilero y elmercado centroamericano. 1750-1810 (El Salvador: Biblioteca de Historia Salvadoreña. 2003. Vol. 14) CapítuloVII.

44.  Thomas L. Karnes. The Failure of the Union (The University of North Carolina Press. 1961) Capítulos 4 y 5.45.  "Gran Bretaña y su representante, Frederick Chatfield, eran culpables de intervención en los asuntos de

Centroamérica. Chatfield pasó demasiado a menudo, sobre los derechos de las naciones, violandoocasionalmente las instrucciones de su país. Pero en realidad no se le puede acusar de conspirar para destruir lafederación, ni puede uno afirmar que la política británica favoreció la existencia de cinco estados separados. Elcargo más razonable que se le puede hacer es de que Gran Bretaña se opuso a la amenaza de la ascendencia delos Estados Unidos en el istmo entre 1848 y 1850 estrechando las relaciones con Costa Rica y Guatemala. Eneste sentido indirecto, pero sin embargo real, Inglaterra luchó por la creación de una federación". Idem. P. 133.

Para Mario Rodríguez las afirmaciones de que Chatfield no conspiró contra la federación centroamericana y deque Gran Bretaña colaboró al fortalecimiento de la misma pueden pecar de exageradas, pues no existe soportedocumental que las sostenga. Op. Loc. Cit.

46.  Para estos y otros detalles de las relaciones entre Gran Bretaña y América Central, entre 1821 y 1915, véasenuestro estudio Recuerdos del imperio. Los ingleses en América Central. 1821-1915 (Heredia, Costa Rica:EUNA. Primera reimpresión. 2002) Capítulo VIII.

47.  Thomas D. Schoonover. The United States in Central America. Episodes of Social Imperialism and ImperialRivalry in the World System (Durham and London. Duke University Press. 1991) Capítulo 4.

48.  Ibídem. Capítulo 8.49.  Memorandum by Lord Castlereagh. 1 May, 1807, in Correspondence of Viscount Castlereagh. Vol. VII. P. 321.50.  Martin Lynn. Op. Cit. P. 110.51.  Marx publicó una brillante serie de ocho artículos, en el People´s Paper, entre octubre y diciembre de 1853, en

los que analiza a profundidad la política exterior de Palmerston. Karl Marx. Collected Works. Volume 12. Marx

and Engels. 1853-1854 (International Publishers New York. 1979) P. 341 y siguientes.52.  Neilv Smith. American Empire. Roosevelt´s Geographer and the prelude to globalization (University of California Press. 2003) Primera parte.

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Capítulo III: América latina. El imperialismo histórico. Laacumulación por despojo (1850-1898)

3.0 Introducción

La metáfora de las supuestas formalidad e informalidad imperiales cuando se habla del ImperioBritánico, tiene obvias justificaciones políticas que nos corresponde dilucidar, al menos para tener unaidea más clara de la orientación que tiene la política británica en lo concerniente a sus relaciones con laAmérica Latina. Hobson, en su celebrado y poco leído libro, lo decía con mucha claridad y contundencia:

 para Inglaterra el imperio es una carga, no sólo económica, sino también financiera y humana. Son unos pocos los que se benefician de él, y por lo general, cuando se impone por la fuerza, el imperialismo es unadesgracia para los pueblos sometidos2.

Sin embargo, el beneficio político, geopolítico, militar, socio-económico y cultural erasencillamente espectacular, aunque sólo fuera para un puñado de seres humanos que estaban poseídos por la convicción de que su misión en este mundo era llevar la civilización a las “razas inferiores” de África,Asia y America Latina. Si un pequeño país como Inglaterra llegó a controlar las vidas y propiedades demás de cuatrocientos millones de personas3 en las dos terceras partes del planeta, eso no sólo se debe a lafuerza de la ideología, de la religión o de las bayonetas, sino, por encima de todo a la potencia del sistemaeconómico que lo hizo posible. Las motivaciones financieras, comerciales y productivas del sistemacapitalista vinieron antes que la brutalidad, la humillación y la simple rapiña de los pueblos sometidos alexpolio imperial de las potencias europeas primero, y de los Estados Unidos posteriormente.

El argumento de autores como Bill Warren4, para quienes el capitalismo y las ganancias quesupone se sostienen y se hacen penetrar por la violencia en la punta de los fusiles de las fuerzas imperialesde aquellos países, será cierto solamente hasta ahí donde se reconozca que el imperialismo es operativohistóricamente a partir del momento en que el capitalismo lo justifica y lo reproduce. La violenciaeconómica del sistema capitalista es anterior a las preocupaciones geopolíticas de cualquier potenciaimperialista; ésta es una de las lecciones fundamentales que se desprenden de la historia económica de

América Latina, por ejemplo.

La dominación informal que ejerce el Imperio Británico sobre América Latina, durante todo elsiglo XIX, reposa precisamente sobre los logros y capacidad de crecimiento del capitalismo inglés. No

 puede ser otra la razón, entonces, por la cual la segunda parte de ese siglo, viene definida, en su esencia, por tres grandes líneas de fuerza:

1.  Los nuevos patrones de acumulación y reproducción de la riqueza.

2.  La nueva división internacional del trabajo.

3.  La rivalidad interimperialista.

A continuación nos referiremos a cada uno de estos asuntos por separado. Conste que nuestra preocupación vertebral es ofrecerle al lector algunos ingredientes descriptivos y analíticos sobre la formaen que el imperialismo, entre 1850 y 1898, expresa las tendencias expansivas más generales del sistemacapitalista como un todo. En este sentido, América Latina, ve progresar paso a paso, pero de maneraconsistente y sostenida, las distintas formas y métodos utilizados por el sistema para atraerla hacia elmovimiento internacional de los capitales y de la fuerza de trabajo.

Entre los años de 1850 y 1900, América Latina y el Caribe se han convertido en un escenario ricoy diverso para las pugnas entre los imperios europeos y los Estados Unidos. Pero se trata deenfrentamientos que van más allá de la posible ocupación militar, como sucedía en el Caribe, o de lainvasión colonialista clásica como en 1856 con Centroamérica, pues la internacionalización de losmercados incorpora geografías y recursos ahí donde el consumo es potencialmente posible.

Filipinas, como el último bastión del imperio español en el Pacífico Occidental, sufrirá tambiénlos embates del imperialismo norteamericano entre 1898 y 1902. Éste es también el momento en que elimperio inglés alcanza su punto más álgido, consagrado con la coronación de la reina Victoria como

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emperatriz de la India en 1876, en un entramado capitalista de progreso material y riqueza sin precedentes.

La guerra civil en los Estados Unidos (1861-1865), así como la crisis de 1873-1896, completaronun capítulo político y económico definido, al mismo tiempo, por la revolución de los transportes, la eradel ferrocarril y de la navegación a vapor, y la aparición por primera vez de tácticas y estrategias militaresespecialmente diseñadas para reprimir a los movimientos de liberación nacional, a las mujeres y a los

trabajadores organizados.Es también la época de la publicación del primer volumen de  El Capital  de Marx, de  La

importancia de llamarse Ernesto de Wilde, de la crisis de la Primera Internacional de los Trabajadores ydel surgimiento de la Segunda Internacional, así como de las expresiones más feroces del colonialismo,según lo atestiguan los belgas, los ingleses, los franceses y los alemanes en el caso del Congo 5, donde sealcanzaron niveles tan atroces de explotación y genocidio, solo comparables con los logros coronados por la Alemania nazi.

3.1 Los nuevos patrones de acumulación y reproducción de la riqueza 

Pero nada de eso fue posible sin la nueva lógica económica introducida por el sistema capitalista

con su reveladora aparición histórica, durante la segunda parte del siglo XVI6

. El nuevo sistemaeconómico vino al mundo en un momento muy particular, cuando las sociedades europeas se estánexpandiendo e incorporando otras geografías y otras sociedades; cuando cambios radicales se estánoperando interiormente en la agricultura, la artesanía, la manufactura, que dan paso al surgimiento de unaclase de personas que sólo tienen su fuerza de trabajo para sobrevivir.

Otros, en cambio, se hacen dueños de instrumentos de producción, de tierras y capitales para producir mercancías en busca de obtener la mayor ganancia posible. Para ello es necesario contratar, por lo mínimo, a los primeros, a los que sólo tienen su fuerza de trabajo. Esta relación, entre los poseedores ylos desposeídos, su enfrentamiento en torno al cómo y al por qué producir mercancías, en torno alvolumen y la distribución de las ganancias, tendrá una evolución histórica, la mayor parte del tiemposumamente conflictiva7.

Esa conflictividad tendrá distintas expresiones, en las fábricas, en las calles, en la tienda y en elcampo. Por ella se harán revoluciones y se levantarán imperios. La búsqueda obsesiva de ganancias

 produce ideas, instituciones y una moral que un grupo determinado de seres humanos consideran perfectamente natural. Para ello es necesario acumular riquezas, capital, tierras, hombres y toda clase derecursos, con tal de que el sistema económico pueda seguirse reproduciendo.

Históricamente hablando, cuando el imperialismo hace su triunfal entrada en el desarrollo delsistema capitalista (durante la segunda parte del siglo XIX), éste ha pasado por varias etapas que lo hanconducido hacia su consolidación definitiva. El imperialismo, entonces, es esa búsqueda de ganancias yriquezas, exacerbada, llevada al paroxismo por una clase social que considera legítimo despojar al otro delo que tiene, simplemente porque considera que es inferior, social, racial o culturalmente, y apuntalada

 por ejércitos militares, de burócratas y administradores dedicados a tiempo completo al saqueo, a la

manipulación y a la depredación de recursos y personas.Bien se puede decir del capitalismo que es el sistema económico con el cual fue posible

históricamente el imperialismo, entendido como su moral, su política y su ideología, y en la etapa demayor desarrollo y crecimiento. Entre el banquero y el tendero venecianos del siglo XVI y la corporaciónmultinacional de nuestros días, han transcurrido siglos de opresión y progreso, que hacenabrumadoramente evidentes las desgarradoras y brutales contradicciones que han caracterizado al sistemaa todo lo largo de su historia.

Fue en Inglaterra donde el capitalismo adquirió los mayores niveles de desarrollo y madurez,durante el siglo XIX, y por supuesto el imperio inglés. Para la segunda parte del siglo, en ese país elcrecimiento económico es espectacular, tanto así como para considerarlo la “fábrica-taller del mundo” 8.Eso implicaba estar a cargo de los flujos internacionales de capital, de recursos humanos y naturales, y de

la geografía del planeta, donde los mares jugaron un papel central para la navegación, la migración y elmovimiento de los dispositivos relacionados con la producción y controlados por Gran Bretaña 9,dispositivos tales como la diplomacia, la fuerza militar, las instituciones financieras, la tecnología, las

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facilidades de mercadeo, las corporaciones multinacionales y otros sumamente influyentes para hacer queel expansionismo tuviera una dirección clara y sostenida10.

Gran Bretaña viene desde una revolución industrial temprana, en la segunda parte del sigloXVIII, que es a su vez un conjunto de varias revoluciones: una revolución demográfica, agrícola,comercial, y de los transportes, todas las cuales hicieron posible una transformación sin precedentes de laeconomía inglesa, al punto de que, para la gran exposición de 1851 en el Palacio de Cristal de Londres, ha

alcanzado el punto de no retorno en un proceso de industrialización que otros querrán imitar para jamásigualar 11.

Para ese año, más de tres millones de trabajadores están concentrados en la industria, y unos dosmillones en la agricultura, pero se trata de trabajadores altamente calificados. La productividad per cápitase ha doblado dos y media veces, y aunque las tasas de crecimiento oscilaron entre un dos y un tres por ciento anual, a todo lo largo del siglo XIX, no debe olvidarse que, el hecho de haber experimentado la

 primera revolución industrial ponía en desventaja a la economía británica, con relación a otras, como lanorteamericana y la alemana (con tasas de crecimiento anual del cuatro y el seis por ciento), que llegarondespués y encontraron muchas de las dificultades de la industrialización ya resueltas12.

Pero con este libro no es precisamente la historia del capitalismo inglés la que nos interesadescribir, no tanto porque existen extraordinarios trabajos de investigación que discuten el tema, sino

 porque nuestro interés primordial reside en el imperialismo histórico, es decir, esa clase particular deimperialismo que América Latina tuvo que enfrentar entre 1823 y 1898, período en el cual los ingleses

 jugaron un papel esencial, pero en el que no fueron los únicos cuando se trató de la dominación denuestros países.

A todo lo largo de la segunda parte del siglo XIX, Inglaterra se enriquece, acumula y reproducesu riqueza, no sólo generando textiles, carbón, hierro, acero, ferrocarriles y barcos a vapor, sino tambiénexportando capitales en grandes cantidades, y explotando enormes contingentes de seres humanos, enÁfrica, Asia y América Latina. A pesar de las severas críticas hechas por Henryk Grossmann al libro deFritz Sternberg, publicado en 192613, y que se dice es en alguna forma una continuación del trabajo deRosa Luxemburgo (ver el capítulo primero de este libro), las disquisiciones teóricas y las descripcioneshistóricas del mismo, tienen enorme relevancia para el trabajo del historiador, en particular sus

referencias al papel jugado por América Latina, como cliente importante de los ingleses en materia deinversiones de capital.

Aquí no haremos referencia al problema teórico que aquejaba, durante los años veinte del sigloanterior, a una importante generación de teóricos marxistas (por cierto una de las más brillantes de que setenga memoria), relacionado con el inevitable derrumbe del sistema capitalista (de aquí la frasederrumbismo histórico que se les aplicaba a ciertos de estos teóricos), cuando el sistema hubiera perdido

 por completo su habilidad para rehacerse, después de la última crisis económica que lo llevaría alderrumbe definitivo, abriendo paso al socialismo.

La crítica leninista señalaba este enfoque como socialdemócrata, pues argumentaba que dejaba por fuera totalmente al sujeto histórico (a los trabajadores), con lo cual el proceso revolucionario perdía por completo su validez histórica. El mecanicismo de este análisis era evidente, pero hizo avanzar 

importantes estudios e investigaciones sobre la reproducción ampliada en el sistema capitalista, paracomprender mejor la caracterización del imperialismo en dicho proceso, éste último (la reproducciónampliada) estudiado por Marx en los volúmenes dos y tres de El Capital .

El llamado de atención de teóricos como Hobson, Rosa Luxemburgo o Sternberg respecto a laimportancia central del imperialismo para comprender un poco mejor la etapa de madurez delcapitalismo, adquiere más sentido en el trabajo de los historiadores, desde el momento en que para estosdescribir y analizar los cambios de la economía capitalista en el tiempo, particularmente el capitalismo

 periférico, permite introducir factores e ingredientes que en el proceso expansionista europeo se pueden perder de vista fácilmente, como suelen ser el papel jugado por las migraciones, la exportación de capitaly la depredación de los recursos naturales en el desarrollo del intercambio desigual.

El hecho de que los europeos históricamente se beneficiaran más que otros en el proceso de

colonización del mundo, es perfectamente comprensible si pensamos en que, a diferencia de algunascivilizaciones del pasado, donde la riqueza acumulada se invirtió en pirámides o catedrales, el capitalismoeuropeo la reinvirtió para reforzar su proceso de crecimiento y expansión. Tales riquezas, provenientes de

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la colonización y de la industrialización, proveyeron los fondos requeridos para continuar con el mismo, yla geografía de la expansión europea suplió la demanda. En este escenario la inversión extranjera fueesencial, y ningún país tenía mejores condiciones que Inglaterra para iniciar la tarea, pasando de $2,300millones en 1855 a $19,500 en 191414.

Mientras puede ser cuestionable pensar que el crecimiento de las inversiones inglesas en elexterior haya procedido de las reinversiones de los intereses acumulados hasta 1913, no hay ninguna duda

en que los ingresos por tales inversiones fueron realmente resonantes. Una acumulación de capital aescala internacional de esta envergadura era completamente nueva en la historia del capital financiero.

Entre 1871 y 1875, cuando Inglaterra tenía un déficit promedio anual de £65 millones en sucomercio exterior, el ingreso acumulado por sus inversiones en el extranjero ascendía a £50 millones, a loque habría que añadir sus exportaciones invisibles, tales como navegación, seguros, banca e inversiones

 públicas indirectas en países como los latinoamericanos, lo que contribuyó ostensiblemente, para que losingleses pudieran cambiar el déficit mencionado en un superávit, y les permitiera pasar por la deprimidadécada de los setentas con un ingreso cercano a los £55 millones anuales solo en inversiones extranjeras.En el trecho de 1891 a 1906, no hubo año en que los ingleses no hubieran confiado en sus inversionesextranjeras para nivelar sus libros15.

Lo que Tulio Halperin-Donghi16 y Roberto Regalado llaman el orden neocolonial, y que nosotros

hemos llamado “imperialismo histórico” encuentra en América Latina el contra peso, la salida, a laherencia que ha dejado la revolución industrial en el capitalismo inglés particularmente, como hemosvisto. Las crisis de subconsumo de 1825, 1836, 1848, 1857, 1866, 1873, 1882 y 1890-9317 forman partetodas de un ciclo de saturación de los mercados que obliga a los empresarios, políticos y técnicoseuropeos a buscar lugares, contextos económicos y sociales nuevos donde invertir, vender y promover suscapitales, productos y mercancías.

La nueva coyuntura que se inicia después de 1850, trae la impronta de una expansión ferroviariaespectacular que ha caracterizado a la década anterior de manera incuestionable, tanto así como para

 provocar en gran parte la crisis de 1847 y 1848. Pero en el caso de América Latina, los años cincuenta sonaños tranquilos, de búsquedas institucionales que legitimen los nuevos afanes democráticos, después de lasangría generacional dejada por las guerras de independencia18.

La acumulación a escala mundial, como la llamará Samir Amin, le asigna a la América Latina unnuevo lugar en la división internacional del trabajo, junto a los países de África y Asia que han sidointegrados tardíamente en el proceso de expansión capitalista, el cual ha remontado ya las limitaciones dela primera revolución industrial, limitaciones atinentes al tránsito de una economía fundamentalmenteagrícola a una por completo industrializada, como sucedía con Inglaterra por esa época. Este es elmomento en que se puede escenificar el serio deterioro de la agricultura británica, y el traslado del valor acumulado hacia la industrialización interna definitiva19. Proceso que luego sería seguido e imitado por otras potencias en vías de industrialización como Francia, Alemania, los Estados Unidos y Japón.

Pero para que esta transformación se completara, fue necesario readecuar a las economíasexternas marginales para que produjeran los alimentos y las materias primas requeridas. Dichareadecuación pudo haberse hecho mediante una renegociación del pacto colonial con dominios imperiales

tales como la India, Australia, y África occidental, o por la fuerza como sucedería en el Caribe, Áfricatropical y Egipto. La supuesta metáfora de imperialismo formal e informal deja de serlo cuando nos percatamos de que los ejércitos de Inglaterra, Alemania, Francia, Bélgica, Italia, Portugal, España,Estados Unidos, Japón y Rusia se saltan la frontera entre ambos aspectos de la misma, si lo que está en

 juego son los recursos humanos y materiales, los mercados externos y el libre flujo internacional de loscapitales, así como los distintos medios a través de los cuales aquellas potencias logran atemperar sus

 problemas internos con las clases trabajadoras, el campesinado y la pequeña burguesía radicalizada.

Los nuevos patrones de acumulación, apuntalados por la revolución de los transportes, elferrocarril y la navegación a vapor, son difíciles de comprender sin referirnos a la nueva divisióninternacional del trabajo, que permite tener una idea más cabal de la nueva lógica que se desarrolla entre

 países de capitalismo desarrollado y países de capitalismo dependiente.

Definitivamente, la segunda revolución industrial encontró a los sujetos del nuevo imperialismo,dispuestos a todas las modificaciones requeridas por la geografía planetaria para ejercer sus talentos yambiciones. Los alemanes y los norteamericanos, así como los franceses y los japoneses se propusieron

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remontar la vieja estructura familiar de la empresa, típica de la Inglaterra del siglo XVII, para dar paso alcapital corporativo, donde la centralización del poder del estado, como es el caso en Alemania y Japón,sería una palanca esencial en sus procesos internos y externos de acumulación.

3.2 La nueva división internacional del trabajo

En términos de economía política no es suficiente hablar de nueva división internacional deltrabajo, como si se tratara de una cuestión relacionada exclusivamente con una asignación inédita derecursos humanos y naturales, a partir de parámetros geográficos antiguos y recientes. Si algo tuvo claroel Imperio Británico (particularmente algunos de sus ministros ya referidos) respecto a la herenciaespañola en América Latina, fue que no podría seguir los mismos procedimientos administrativos,económicos, sociales, políticos e ideológicos estructurados por España en esa región, a lo largo de tressiglos de dominación, puesto que la expansión capitalista, tal y como se ha visto en la sección anterior,exigía la “invención” de nuevos mercados, la “creación” de una nueva geografía como sucedió con laIndia, y la articulación de nuevos procedimientos de intercambio comercial que le permitieran obtener elmayor provecho posible de sus relaciones con América Latina, pero sin confrontar de manera abusiva alas otras potencias capitalistas interesadas exactamente en lo mismo20.

Lo que queremos decir es que, con la nueva división internacional de trabajo, a partir de lasegunda mitad del siglo diecinueve, en aquellas geografías más aptas para ello, no sólo se buscóconcentrar recursos humanos y materiales en la producción de alimentos y materias primas paraintercambiar por productos manufacturados, tecnologías y capitales, sino también que los criteriosgeopolíticos, diplomáticos y comerciales debieron ser tomados muy en cuenta al momento de diseñar lascaracterísticas de los flujos internacionales del intercambio. De lo contrario no podría entenderse el afán

 por parte del capital transnacional en abrir una ruta interoceánica a través del istmo centroamericano,donde fueron consideradas dos opciones muy claras con consecuencias políticas, diplomáticas, militares ygeopolíticas realmente decisivas en las historias de Nicaragua y Panamá.

Si el intercambio comercial experimentó una mutación decisiva en la segunda parte del sigloXIX, debido a las nuevas tecnologías y medios de transporte, había que crear las condiciones geográficasy económicas indicadas para que el sistema capitalista pudiera continuar reproduciéndose. La

reorientación de las economías latinoamericanas hacia la especialización productiva, alimentos y materias primas, incluía también obviamente un relanzamiento geopolítico de los aspectos más estratégicos de sugeografía, sobre todo en aquellos países y sub-regiones estratégicamente ubicados, como era el caso delCaribe y de América Central.

La segunda parte del siglo XIX entonces, para estas áreas significó apostar su independencia y suidentidad ante un capitalismo más expansivo, seguro, progresista y agresivo, que se serviría de medios ymétodos claramente imperialistas para articular una reproducción ampliada a través de la cual serediseñaría la totalidad de la geografía del planeta. El surgimiento del orden neocolonial, como bien loapunta, Halperin-Donghi, es sumamente desigual en el caso de América Latina21, como desigual es elimpacto de su incorporación en el mercado mundial; puesto que, mientras en América del Sur algunasredes ferroviarias, por ejemplo, pudieron ser levantadas y sostenidas por un buen rato con capital nacional

(Chile en 1851, Argentina en 1857, Brasil en 1854 y México en 1872)22

, en otras partes el capitaltransnacional hizo de las suyas y contó con un apoyo incondicional de los grupos sociales dominantes, tales el caso, de nuevo, del Caribe y América Central.

Para estas áreas el librecambismo supuso, no sólo un utillaje teórico e intelectual relativamentenovedoso, para apoyar decisiones políticas no siempre muy acertadas, sino también la puesta en prácticade una alianza imperialista de consecuencias económicas y sociales impredecibles en este momento23.

En el Caribe, particularmente en las Antillas mayores, y en América Central, la especialización productiva en café, tabaco, azúcar y minería implicó una concentración inédita de la fuerza de trabajo eneconomías de enclave, donde la sobre explotación alcanzó niveles solo parangonables con la esclavitud.De hecho, la emigración de trabajadores negros, chinos, y algunos europeos como italianos, irlandeses yespañoles, fue promovida e impulsada hacia estas tierras no tanto por la explotación del oro, por ejemplo,

sino esencialmente por las empresas faraónicas de construcción canalera y ferrocarrilera que tenían lugar en sitios como Panamá, Costa Rica y Guatemala24.

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La segunda mitad del siglo XIX tiene, en esta parte de América, una historia económica, social y política de perfiles muy especiales, pues llegó a convertirse en el período de mayor exacerbación de las prácticas imperialistas por parte de las potencias europeas, y de Estados Unidos en particular, paraquienes el Caribe y América Central debían ser consideradas las áreas geopolíticas por excelencia, dondese dilucidarían algunas de las mayores tensiones en las líneas de fuerza diplomática, militar, económica yfinanciera del siglo siguiente, que se resolverán definitivamente con la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

Las inversiones extranjeras en América Latina, entonces, privilegiaron los aspectos estructuralesdel crecimiento económico de esta región, con el afán estratégico de complementar el desarrollo que teníalugar en la metrópoli25. El énfasis sobre la agricultura y la minería de exportación, los transportes,ferrocarriles y navegación, los circuitos de la circulación, puertos, muelles y caminos; y el impulso dado a

 políticas económicas que no obstaculizaran el libre intercambio de mercancías, fuerza de trabajo ytecnologías, obligaron a los grupos dominantes en América Latina, a participar en el proceso demodernización capitalista a un costo político, cultural, social y económico incalculable26.

El movimiento de la frontera agrícola tuvo un impacto devastador sobre tierras y hombres en países como los centroamericanos y caribeños. El despojo de la población indígena y la altaconcentración productiva en los bienes de exportación desequilibraron la producción para el mercadointerno, y obligaron a estos países, fundamentalmente agrícolas, a importar su alimentación. A pesar deque los ferrocarriles pudieran haber reducido el tiempo de transporte de los productos del interior a los

 puertos en unas treinta veces, o de que la navegación a vapor hubiera doblado la capacidad de transporte yla velocidad de los barcos de vela en menos de veinte años a mediados del siglo, estos pueblos pagaroncuotas altísimas en sacrificios humanos para ligarse a los flujos internacionales del capital. Entre 1871 y1891, la construcción del ferrocarril al Atlántico en Costa Rica, puede haber costado la vida a unas 4000

 personas, sin tomar en cuenta el desarraigo que supuso para la población negra, china y del trabajador europeo que participó en el proceso27.

Pero, como hemos apuntado varias veces, la nueva división internacional del trabajo, armoniosacon el “nuevo imperialismo” que despega en la segunda mitad del siglo XIX, iba más allá del impulsodado a las emergentes economías de exportación, y en zonas como el Caribe y América Central, suponíatambién el ingrediente geoestratégico relacionado con la construcción de un canal o varios a través del

istmo.

La “economía canalera”, si cabe el término, que bien puede ser considerada una forma deeconomía de enclave, al lado de la explotación minera y bananera, supone indefectiblemente elfuncionamiento de una economía dentro de otra, con lo cual se obliga a la población, a los recursoshumanos y materiales del país que experimenta la utilización de su territorio nacional con tales fines, afortalecer, ampliar y sostener el buen funcionamiento del canal28.

La construcción del Canal de Panamá (1903-1913) recoge una historia que podríamos decir seremonta al siglo XVI, cuando los españoles ya eran conscientes de la viabilidad de una empresa de talmagnitud; pero la misma, que adquiriría contornos ciertos hasta la segunda mitad del siglo XIX (1879),cuando el “nuevo imperialismo” ya tendría la certeza de su enorme importancia geoestratégica, casi borray mutila por completo la historia nacional y la identidad del pueblo panameño29. Haría exactamente lomismo en el caso de Nicaragua, puesto que este país fue también un candidato cierto de los deliriosempresariales y financieros del imperialismo monopolista de la segunda mitad del siglo en cuestión30.

El Canal de Panamá, como el Ferrocarril Transítsmico, construido inicialmente por capitalistas de Nueva York entre 1851 y 1855 (pero concluido en 1869) y, posiblemente, la primera inversión deenvergadura de los Estados Unidos en América Central, son, en gran medida, producto del TratadoClayton-Bulwer de 1850, entre los imperialismos de Gran Bretaña y los Estados Unidos, con el cual se

 buscaba armonizar y disolver toda posible confrontación entre ambas potencias en América Central y elCaribe.

Un gran triunfo diplomático para los Estados Unidos, con dicho tratado la joven potencia lesmarcaba el terreno a los europeos, y les establecía los límites hasta dónde podían llegar con relación a

todo intento por construir un canal sin su consentimiento, a pesar de que los británicos habían convertidoel norte de Nicaragua en una base de operaciones comerciales y militares de relativa importancia en laregión. Sin embargo, el tratado le facilitaba a los Estados Unidos un poco más de tiempo para crecer,

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resolver muchos de sus problemas con la esclavitud y finiquitar detalles con su expansión geográficainterna. Aún así, no puede dejar de recodarse que el Ferrocarril Transítsmico, como parte de la nuevadivisión internacional del trabajo, cobró también un precio muy alto, pues unos nueve mil trabajadores

 perdieron la vida en los pantanos de la línea que se había tendido entre la ciudad de Panamá y la costaatlántica.

Entre 1855 y 1869, unos 600,000 viajeros deben haber hecho la travesía y unos $750 millones en

oro pueden haber sido transportados desde California hacia el este de los Estados Unidos. En 1905 elferrocarril estaba dejando unos $38 millones en ganancias a sus propietarios, pero había devuelto algo de prosperidad al istmo y lo había convertido de nuevo en un cruce de caminos muy relevante para el mundooccidental31. Igualmente, puede decirse que durante la construcción de esta línea férrea, tuvieron lugar los

 primeros enfrentamientos trascendentales de clase, en la historia del movimiento obrero centroamericano,y panameño particularmente.

Tenemos huelgas en 1853, 1855, 1868, 1881 y 1895. Según el célebre pintor francés PaulGauguin (1848-1903), quien durante los años ochenta trabajó una temporada en la construcción del canal

 para la compañía del ingeniero francés Ferdinand de Lesseps (1805-1894), nueve de cada docetrabajadores perdía la vida en los pantanos32.

En efecto, el costo humano de los proyectos relacionados con la construcción del canal de

Panamá, y del canal mismo, evidenciaban que el gobierno de los Estados Unidos estaba dispuesto a pagar cualquier precio con tal de articular una dominación lo suficientemente homogénea sobre el Caribe yAmérica Central, como fuera posible. Homogénea en el sentido de que el imperialismo norteamericanovisualizaba la solución de sus problemas internos, a través de la solución de los problemas externos másacuciantes para su seguridad como nación.

El acceso al Pacífico y a los mercados de Asia, estaba en relación directa con la readecuación dela economía del Sur de los Estados Unidos, y para ello era necesaria la construcción de un canalinteroceánico. No era posible sostener la integridad nacional sino se disponía de proyectos y empresasnacionales que la hicieran posible. La guerra civil (1861-1865) pondría en evidencia el tremendo nivel dedesintegración que estaba desgarrando a ese país.

3.3 La rivalidad interimperialista

La nueva división internacional del trabajo, acompañada de un nuevo imperialismo másconsciente de sus logros y propósitos, hizo algo más que impulsar la especialización periférica de lafuerza de trabajo, como hemos visto. Para servir y realizar las aspiraciones de la metrópoli, la periferia, nosólo tuvo que concentrar fuerza de trabajo y capital, sino también encontrar las vías políticas, sociales eideológicas, que justificaran el supuesto proyecto de clase que pensaban impulsar los sectoresdominantes, para que las alianzas y concesiones hechas a las empresas y grupos transnacionales noaparecieran como un entreguismo burdo y llano.

En gran parte, el siglo XIX es el siglo del liberalismo, y encontraremos que las revolucionesliberales que tuvieran lugar en América Latina, iban orientadas a servir y articular de forma más efectiva

la institucionalidad correspondiente para que el libre comercio con las potencias metropolitanas noencontrara obstáculos y, más bien, cuando hiciera su aparición algún tipo de proteccionismo, imaginar losatajos para escamotearlo.

De esta forma, encontraremos que en América Latina, las potencias metropolitanas tuvieronserios enfrentamientos, entre 1850 y 1890, más que nada, en el orden de las formas y los estilos, en elénfasis, más que en el aspecto vertebral del crecimiento capitalista. Todas coincidían en que la expansióncapitalista solo podía tener lugar si se operaba una apertura de los mercados externos, a través de laexportación de capital, de las inversiones extranjeras, de la movilización de grandes contingentes detrabajadores de un lugar a otro, con lo cual la migración, dicho sea de paso, se revelaba como otra formade desplazamiento del valor acumulado a escala mundial33.

Pero la construcción de ferrocarriles en Argentina, México o Chile no fue lo mismo que aquella

impulsada en Costa Rica, Guatemala o Panamá. En el primer caso podríamos hablar del intento por construir sistemas nacionales de redes ferroviarias34, en el segundo caso se trata más bien de ferrocarrilesespecialmente diseñados para servir una determinada región que, controlada y explotada por una

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multinacional, rediseñaba la geografía del país receptor en función de sus intereses particulares, tal es elcaso de la United Fruit Company, o del Canal de Panamá.

El criterio comercial y financiero con el que Gran Bretaña inició la construcción de ferrocarrilesen un país como Costa Rica, era muy distinto al esgrimido por los empresarios norteamericanos que sehicieron luego cargo de la misma actividad. Los ingleses movilizaron a una importante cantidad de

 pequeños y medianos accionistas, para lograr una inversión negociada por un grupo de banqueros no

siempre muy escrupulosos.Los norteamericanos estuvieron representados solamente por un único empresario, Minor Cooper 

Keith (1847-1929), para quien lo único que contaba era servirse del ferrocarril con el fin de sacar el banano hacia los puertos y venderlo en el mercado estadounidense. Aquí se nota de manera casi tangible,la transición del imperialismo histórico al imperialismo permanente, el paso del capitalismo de librecompetencia, al capitalismo monopolista, y el gran peso que tuvo en la expansión imperialista, el papel

 jugado por el capital financiero.

En Brasil35, Costa Rica, El Salvador y Guatemala36, los ferrocarriles constituyeron el mejor ejemplo de la inversión privada directa, y de los préstamos gubernamentales, en tanto que pivotes de la

 penetración imperialista del capital financiero en esta parte del mundo. Para la Primera Guerra Mundial,un 70% de las inversiones extranjeras realizadas en América Latina tomaba el rumbo hacia los renglones

mencionados37

.Durante los años noventa, el empresario norteamericano Minor C. Keith era el inversionista más

 poderoso en casi toda América Central y el Caribe suramericano, pero los alemanes en Guatemala, por ejemplo, controlaban dos terceras partes de toda la exportación de café hacia el mercado internacional. Elalto grado de concentración del capital financiero norteamericano y alemán, hacía que su capacidadcompetitiva fuera mayor que la ofrecida por los ingleses en áreas como Centroamérica y el Caribe, dondesufrieron un desalojo progresivo casi inmediatamente después de la firma del tratado Clayton-Bulwer de1850.

Aunque después los norteamericanos no avanzaron mucho en los “afectos” de loslatinoamericanos38, aparentemente más inclinados hacia los negocios con los europeos, es evidente queluego de 1850, al menos en el Caribe y América Central, Inglaterra tuvo que replegarse hacia sus

colonias, y los alemanes y franceses asumir una actitud más conservadora con relación a sus actividadescomerciales y financieras en estas regiones, muy vulnerables debido a su inestabilidad política y a suestrecha dependencia de los mercados norteamericanos39.

Pero la rivalidad interimperialista adquirió también otras aristas pocas veces estudiadas yevaluadas por los historiadores y otros científicos sociales y humanistas. Más allá de la tirantez provocada

 por las rebatiñas en torno a cuotas de mercado, contingentes de fuerza de trabajo, precios y salarios, oaquello otro relacionado con seducir al consumidor centroamericano y caribeño, se tratara de clase alta odel simple pueblo llano, las potencias imperialistas también tuvieron que lidiar con estados nacionales enformación y muy complejos en términos financieros, contables y de cálculo meramente, al tratar de hacer negocios con pueblos todavía en condición “primitiva”, como diría el historiador británico al queacabamos de citar.

Para la Corona Británica era muy distinto hacer negocios con los argentinos que con losnicaragüenses, por ejemplo, en el tanto a estos últimos pueblos, los centroamericanos, se los veíaesencialmente como portadores de una riqueza potencial, sumamente importante en términosgeoestratégicos para los poderes imperialistas del momento; nos referimos a su posición ístmica, lomismo sucedía con los panameños. Pero además, existía la posibilidad de convertir a estas pequeñasnaciones centroamericanas, en abastecedoras del mercado de esclavos que nutría a los estados sureños enlos Estados Unidos. Estados a los que difícilmente podríamos llamar “estados nacionales”, loscentroamericanos se encontraron, después de la independencia, con el grave problema entre manos deorganizar una plataforma institucional, económica y financiera, que les permitiera establecer lazos más omenos permanentes con la comunidad internacional40.

Entre 1824 y 1838, como ya vimos, el proyecto federal fracasó por muchas razones, pero sobre

todo por motivos políticos y financieros; sin tomar en cuenta la posibilidad de que el Cónsul BritánicoFrederick Chatfield haya estado involucrado en boicotear el mismo. Pero entre 1838 y 1850, los pequeñosestados centroamericanos buscaron distintas sendas para ligarse a la economía mundial, con productos

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tales como los tintes naturales y el café. Este último resultó muy exitoso en el caso de Costa Rica, a lacual, desde la década de los treinta, le había facilitado un ingreso regular y sostenido en los mercadoseuropeos, sobre todo en el mercado inglés.

Son años difíciles, porque los capitalistas ingleses han contraído seriamente sus inversiones enAmérica Latina, desde 1825 aproximadamente, en virtud del sonado fracaso que tuvieron estos países

 para hacer frente a las deudas con los banqueros y empresarios británicos. Será un hiato de unos

veinticinco años, hasta que en los cincuentas se establecen nuevos contactos con los estadoslatinoamericanos en formación para suplirlos de ferrocarriles, bienes de capital y productosmanufacturados, a cambio de materias primas, alimentos, y accesos espaciales en sus privilegiadasgeografías, como la centroamericana y la caribeña.

La acumulación por desposesión, como la llama Harvey, en el caso de América Central y elCaribe, adquiere niveles inauditos en lo que concierne a las acciones imperialistas emprendidas paradespojar a estos países de lo único que tienen: su geografía, su territorialidad. La geografía histórica delcapitalismo, durante la segunda parte del siglo XIX, se mueve, se amplía, en un movimiento dinámicoimpulsado por la expansión imperialista, que cuenta ahora con nuevas organizaciones empresarialesdispuestas a invertir grandes cantidades de capital para repeler la oleada revolucionaria que sacude aEuropa, por un lado; y por otro a los Estados Unidos, quien se encuentra en medio de un procesoirreversible por unificarse, integrando su geografía interna y, luego de la guerra civil, buscando en elmercado exterior las salidas que distrajeran las consecuencias de la misma, sobre todo después de que lacrisis de 1866 anunciara la que se avecinaba en 1873, cuando no sólo el mercado del algodón se encontróredireccionado, sino también el mercado de capitales saturado debido a flujos de oferta sin precedentes enla historia financiera reciente.

Para los imperios, la geografía de América Central y del Caribe no les pertenecía a estos pueblos,y estuvieron dispuestos a escoger cualquier recurso o acción para hacerse con el control de ella. Por esono extraña que algunos de los supuestos latinoamericanistas europeos o norteamericanos de hoy, cuandohablan de América Latina, casi siempre excluyen aquellas regiones, porque para ellos la geografía deArgentina, Brasil, Perú, Chile o México, adquiere mayor presencia y textura a partir de que fue receptorade una emigración importante, y ofreció mayores riquezas materiales como sujeto de inversión yexplotación extranjera. Con estas condiciones, los países de América Central y del Caribe, entonces, no

existen, a no ser porque su geografía es estratégicamente decisiva para los imperios.

Junto a los problemas de territorialidad, entonces, América Central y el Caribe debían sumar susserios problemas políticos y financieros internos, los cuales fueron ampliamente aprovechados por losimperios, cuando después de 1850 nos encontramos con que se repartieron sus recursos materiales yhumanos, y su geografía, sin tomar en cuenta los posibles resultados sobre pueblos y naciones en el istmocentroamericano y en el Caribe. El Tratado Clayton-Bulwer de 1850, ya lo hemos visto, es esencialmenteun acuerdo entre imperios sobre dónde, cómo y por qué establecer un canal interoceánico en esta zona.

Pero la invasión filibustera de 1856 representa lo más enconado de un accionar imperialista queveía a la América Central como un candidato cierto para solucionar, al menos parcialmente, el problemade abastecimiento de fuerza de trabajo esclava en las plantaciones del Sur de los Estados Unidos. Paramantener su estructura de clases, su forma de vida, y sus tradiciones, los esclavistas sureños soñaron conun “imperio caribeño”, el cual les aliviaría el efecto que el agotamiento de los suelos y el bloqueo de sudesplazamiento hacia el oeste estaba teniendo en sus niveles de productividad. Mucho antes de la guerracivil (1861-1865) hombres como Jefferson pensaron que el Caribe podría jugar un papel decisivo para laexpansión del sistema esclavista de plantación41. Y durante aquella guerra los ingleses hicieron lo posible

 por desarrollar el cultivo del algodón en América Central, el Caribe y México, que se beneficiaron de lacrisis existente en los Estados Unidos.

Por su parte, los alemanes no sólo terminaron siendo los amos y señores del comercio exportador de Guatemala, sino que también intentaron posesionarse de los puertos caribeños costarricenses, y de los

 proyectos canaleros en Nicaragua. Lo mismo hicieron los japoneses, con relación a este último asunto42.Este cuadro que estamos pintando, donde los estados periféricos ni siquiera son dueños de sus geografíasfrente a los estados metropolitanos, nos puede crear una sensación exagerada de la voracidad de los

imperios, pero la misma tiene sentido dentro del orden de prioridades que se establecen los centroscapitalistas metropolitanos, para que su expansión económica y financiera remonte los límites y

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obstáculos ofrecidos por pequeños estados con serias dificultades de funcionamiento institucional,financiero y político.

En 1855, en Nicaragua, punto de partida de la invasión filibustera de América Central, nosencontramos con un país que presenta dificultades insalvables para encontrar su camino hacia laconsolidación del estado nacional. Costa Rica, por su parte, ha logrado articular una estructura económicamás o menos estable en torno a la producción y exportación de café, pero ha pasado por varias guerras

civiles (entre 1823 y 1842), el despojo de los indígenas de sus tierras de labranza, y mucha confusión paradarse un régimen constitucional que garantizara prácticas políticas legítimas, en un pequeño país que cadavez se estaba jerarquizando más. El resto de los países centroamericanos, apenas en los sesentas, ingresantímidamente a la producción cafetalera43.

Sin embargo, en los setenta años posteriores a 1850, filibusteros, mercenarios, soldados retirados,y empresarios inescrupulosos de toda clase hicieron su ingreso en América Central, con propósitos nosiempre muy claros. La mayor parte del filibusterismo se practicaba individualmente, o con el apoyo deempresas especialmente diseñadas con ese objetivo; pero no debe olvidarse que mantener una vigilancia

 policiaca de los trópicos por venganza, o por supuesto mal trato de los extranjeros, puede ser consideradatambién una forma de filibusterismo.

De tal manera que la historia completa de este tipo de actividades en América Central y el Caribe,

debe incluir también el bombardeo norteamericano de San Juan del Norte en 1854, las incursionesalemanas en el puerto de Corinto en 1878, y las inglesas en la costa Mosquitia en 1894, así como el envíode fuerzas norteamericanas hacia Honduras en 1906 y hacia Nicaragua en 1911-1912, y 1926-1932, sinolvidar jamás el sabotaje de la revolución sandinista a todo lo largo de la década de los años ochenta delsiglo XX44.

La invasión filibustera de 1856 sacudió profundamente la institucionalidad de los paísescentroamericanos45, y los obligó a buscar mecanismos diplomáticos, económicos y financieros parareadecuarse a la nueva situación que el expansionismo de los Estados Unidos les había planteado. Junto ala mortandad que tal invasión produjo entre los pobladores centroamericanos, durante y después de laguerra, pues sólo Costa Rica perdió el 10% de su población debido a las epidemias desatadas, ladesconfianza y la incertidumbre hacia la política exterior del gobierno norteamericano fueron algunas de

las consecuencias más evidentes del ultraje.Pero al mismo tiempo fortaleció el sentido de la nacionalidad de las pequeñas repúblicas en

ciernes, y les reveló caminos inéditos a las oligarquías centroamericanas para consolidarse en el poder. EnCosta Rica, al menos, este fue el momento ideal para dar inicio a toda una mitología civil que, luego enlos años ochenta, le permitiría a la burguesía cafetalera, desplegar la plataforma definitiva de su dominioideológico y cultural.

En efecto, después de la guerra civil, los Estados Unidos entraron en una etapa en la cual sucrecimiento sería imparable y entre los ingredientes e instrumentos de los que se serviría para lograrloestaría precisamente lo que aquí hemos llamado acumulación por desposesión. Porque, entre 1866 y 1898,el Gobierno de los Estados Unidos logró tejer una red decisiva de influencias políticas y diplomáticas enAmérica Central y el Caribe, así como asestar los golpes económicos y financieros definitivos en estas

zonas, para que la estrategia del “patio trasero” adquiriera su estatuto histórico definitivo, solamentealterado de manera sincopada por la revolución cubana en 1959.

A finales de la segunda parte del siglo XIX, la incompetencia del sistema económico para lidiar con los problemas internos y externos, en países como los Estados Unidos, Inglaterra, Alemania yFrancia, sacudidos violentamente por crisis internacionales del calibre de aquella de 1873-1896, junto alas desigualdades del intercambio entre centro y periferia, magnificaron los problemas económicos queregiones como el Caribe y América Central podrían enfrentar para sostener su ingreso en la comunidadeconómica mundial.

Los Estados Unidos, por ejemplo, pasaron por tres momentos decisivos para sostener sus nivelesde vida y una tasa elevada de acumulación de capital, que les permitiera moldear el comportamientoeconómico del sistema mundial. 1- Se sirvieron de una variante darwiniana del pensamiento liberal para

 justificar los cambios sociales y económicos que contrajo consigo la revolución industrial después de laguerra civil. 2- En el momento siguiente, adoptaron una forma de capitalismo corporativo, una vez que elcapitalismo liberal había probado su incapacidad para retener el orden y la estabilidad necesarios, en

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 procesos sostenidos de acumulación, durante los breves experimentos con el sistema de libre mercado,entre los años de 1861 a 1890. 3- Buscaron sistemáticamente un imperialismo de puertas abiertas, con elcual se pretendía una continua y rápida acumulación de capital que al mismo tiempo amortiguara las

 protestas y desacuerdos internos debidos a la desigual distribución de la riqueza.

Estaba claro que la secesión de los estados del Sur no iba a ser permitida desde ningún punto devista, puesto que, siguiendo muy de cerca a Adam Smith, el bienestar material de una nación estaba

estrechamente ligado con el crecimiento de los mercados, y para preservar ambos componentes la unidadterritorial era necesaria y fundamental. Estos criterios se le aplicaron también a Centroamérica y alCaribe, donde Estados Unidos, después de 1866, quiso que sus instituciones se desarrollaran igualmente,

 para que sus intereses económicos y geoestratégicos se desplegaran sin limitaciones de ningunanaturaleza.

El trazo histórico dibujado por el imperialismo histórico entre 1866 y 1898, no sólo está nutrido por los desmanes de los Estados Unidos en América Central y el Caribe, sino también por la brutalidad yla humillación que caracterizaron a las acciones del imperio español en Cuba, Puerto Rico y Filipinas,todo dentro de un contexto definido por el capitalismo en crisis, para lo cual se emprendían ineludiblesacciones imperialistas que ajustaran los tremendos desequilibrios experimentados por las economíasmetropolitanas en ese momento.

Estados Unidos era tal vez el principal productor de algodón crudo del mundo, antes de la guerracivil, con unas 506,000 toneladas anuales, cifra que se redujo a cantidades insignificantes, durante laguerra, para desaparecer y ser sustituido por las compras de algodón a Brasil, Egipto y la India, conalguna que otra compra en América Central y el Caribe. Este cambio de las fuentes de las materias primasoriginó una crisis monetaria relacionada con la necesidad de pagar en plata el algodón no norteamericano,lo que implicó la adquisición de este metal en el exterior con graves consecuencias para las reservas delBanco de Inglaterra.

Sin embargo, los efectos de la crisis relacionados con la carestía de algodón, que dejó sin trabajoa un gran número de obreros en varias regiones de Inglaterra y que provocó un fuerte descenso de lossalarios, no afectó al resto del sistema económico, el cual, en cambio, disfrutó de una cierta expansiónoriginada, al menos en Gran Bretaña, por la ampliación de las inversiones en el extranjero46.

Aunque para algunos autores rara vez es posible encontrar sincronía entre las crisis y el empujehacia fuera del capital financiero, la evidencia histórica apunta hacia una coincidencia nada extraña entrelos problemas socio-económicos y políticos de los países centrales y sus movimientos imperialistas haciala periferia. Los veinticinco años que transcurren entre 1873 y 1896, por ejemplo, crearon la impresión deuna modificación irreversible del clima de optimismo que había caracterizado a la actividad económicadesde la Revolución Industrial. Decía David S. Landes:

“ Fue la deflación más drástica que se puede recordar. Incluso disminuyó la tasa deinterés, hasta el extremo que los teóricos de la economía comenzaron a evocar la posibilidad deun capital tan abundante como para llegar a convertirse en un bien gratuito. Y las gananciasdisminuyeron, mientras que lo considerado hasta entonces como depresiones periódicas parecíaarrastrarse interminablemente. El sistema económico comenzaba a decaer”47 . 

Estos son los años que presentan los síntomas contradictorios de un debilitamiento del desarrollocapitalista y de una transformación económica más amplia que aquella que caracterizó a la PrimeraRevolución Industrial. Todas las fases del ciclo de reproducción quedaron afectadas por estatransformación. Proteccionismo e intervencionismo estatal, ascenso del capital financiero y concentraciónoligopólica e imperialismo son las fórmulas con que han sido definidas las características de unaorganización que controlaba rígidamente el proceso de distribución de la renta, salvaguardándolo de losriesgos implícitos en la espontaneidad del mercado.

Si se caracterizaba ese desarrollo en términos puramente defensivos, se podía ver claramente enella una señal de la decadencia del capitalismo. Sin embargo, se trataba de un proceso relacionado conotras modificaciones que afectaban a la esfera productiva: la explotación de nuevas fuentes energéticas, laremodelación del flujo de fabricación en la industria metalmecánica, la aparición de nuevas áreas de

 producción, el conjunto de transformaciones conexas, que posteriormente sugerirían la idea de unasegunda Revolución Industrial, significaba el funcionamiento de rendimientos de escala fuertementecrecientes. Todo esto se apoyaba, además, en un crecimiento en valor absoluto, sin precedentes, del

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comercio internacional, fundado sobre la especialización “vertical” entre productores primarios y productores de manufacturas48.

“En 1880-años más, años menos-el avance en casi toda Hispanoamérica de una economía primaria y exportadora significa la sustitución finalmente consumada del pacto colonial impuesto por lasmetrópolis ibéricas por uno nuevo”, dice el conocido historiador argentino Tulio Halperin-Donghi49. Esosignificaba que los niveles de articulación al ciclo económico mundial de las economías latinoamericanas

era irreversible, y de aquí en adelante, los soportes financieros y comerciales del capitalismo centraltendrían que desplegarse sirviéndose de herramientas tales como las acciones militares, la diplomacia dela manipulación, los acuerdos y tratados internacionales, donde las sociedades periféricas llevaríansiempre las de perder.

El tránsito del intervencionismo europeo a la tutela neocolonial norteamericana, como diría denuevo el profesor Halperin-Donghi, puede ser generoso en ejemplos, sin tomamos en cuenta que lainvasión filibustera en América Central contó con la connivencia ideológica, y la silenciosa solidaridad deun gobierno de los Estados Unidos dispuesto a todo, para desterrar de su patrio trasero a las potenciaseuropeas y su hipócrita diplomacia de los negocios. El cobro de las deudas y de las supuestas afrentashechas a los ciudadanos europeos en América Latina golpeando la mesa, abrió paso a la diplomacia de lascañoneras, como sería la práctica corriente a partir de 1898.

Los europeos, ingleses, franceses y españoles, no sólo planearon la invasión de México en 1861, proyecto que, finalmente fuera acogido nada más que por Francia hacia 1864, para terminar expulsadosen 1867 de forma indigna, sino que los alemanes chantajearon a los nicaragüenses en numerosasocasiones literalmente por pleitos callejeros de beodos50.

Los norteamericanos harían lo suyo para tumbar del poder al presidente nicaragüense Zelaya,quien siempre vio con cautela y distancia el proyecto de construcción de un canal a través de su país, y seadueñarían de ferrocarriles y producción bananera en Honduras, Guatemala, El Salvador y Costa Rica. Eldespojo de México, a partir de 1845, inicia un ciclo intervencionista clásico, que no se cierra sino hasta laexpulsión de los españoles de las Antillas en 1898, y de Filipinas en 1902.

Entre 1868 y 1898, la lucha por la independencia de Cuba, recorre un trecho amojonado por losaltibajos de la gran depresión de 1873-1896, la cual obliga a los imperialismos europeos a replegarse

sobre su sistema colonial, y a los norteamericanos a centrar sus esfuerzos para que la presencia europeaen el Caribe y América Central sea reducida a su mínima expresión. Pero el enfrentamiento entre Españay Estados Unidos, no se reduce únicamente a una cuestión militar o diplomática, sino que debe ser abordado como una de las expresiones más acabadas de estilos imperiales que reflejan épocas distintas.Antes de la derrota definitiva de la flota española en el Caribe, su derrota económica, financiera y políticaya se había concretado, desde el momento en que los empresarios norteamericanos se apropiaron de la

 producción y comercialización del azúcar de caña antillano, a finales de los años treinta del siglo XIX51.

En el Caribe, la situación fue todavía más grave que en otras partes de Hispanoamérica, pues elimperialismo sostuvo, por un buen rato más, la explotación de la fuerza de trabajo esclava, aunque la tratade esclavos formalmente había sido abolida desde 1833. Desde las revueltas en Haití (1799-1804), losimperios coloniales en el Caribe se propusieron impedir que el ejemplo se expandiera al resto de América,

 pues el tema esencial no era tanto la masacre de unos cuanto esclavos levantiscos, sino bloquear la posibilidad de que uno solo de tales imperios terminara haciéndose dueño de la totalidad del tráficointernacional de esclavos y, sobre todo, de la producción, ingenio y comercialización del azúcar 52.

De tal manera que la expulsión de España del Caribe en 1898, cierra un ciclo en el cual losEstados Unidos no sólo terminan por consolidar su dominación política, diplomática y estratégica, sino

 por encima de todo, el capitalismo norteamericano termina por expulsar a sus posibles competidoreseuropeos, y se adueña finalmente del centro principal de producción y abastecimiento de azúcar delmercado mundial.

***  

1898 es un año que tiene especial relevancia para las Antillas, Estados Unidos, España y el resto

de América Latina; es igualmente significativo para Filipinas, China y el Pacífico Occidental. Suresonancia política, diplomática, militar y cultural reside en que a partir de esta experiencia, por ejemplo,la prensa norteamericana sentó las bases de lo que sería, luego, algo que podríamos considerar el cuarto

 poder en ese país.

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Aunque los resultados militares de la misma son más que tangibles, la guerra de 1898, pasó aformar parte de las muchas otras guerras que vendrían después, donde la imaginación periodística, elespíritu guerrerista, y la manipulación ideológica jugaron un papel central para justificar elinvolucramiento de los Estados Unidos, en zonas del mundo donde solo aspiraba a ganancias militares y auna expansión que, aunque no necesariamente geográfica, significara, en el largo plazo, un crecimientomayor de los alcances del capitalismo norteamericano. A esa lista pertenecen también la Primera GuerraMundial, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea, la Guerra de Viet-Nam, la Guerra de Irak, y

una larga enumeración de invasiones, ocupaciones, intimidaciones y demás donde las leccionesaprendidas en 1898 surtieron un efecto irreversible.

¿Quién puede olvidar, por otra parte, que la guerra de 1898 fue la primera puesta a punto de laclase de diplomacia que esperaría a Cuba para el siglo XX? ¿Quién puede ignorar el aprendizaje recibido

 por Puerto Rico, Filipinas, Haití, la República Dominicana y Jamaica, después de esta guerra, en lo que a prácticas genocidas, terrorismo y conspiraciones se refiere para decidir del futuro político de AméricaLatina?

Los serios problemas de perfil historiográfico que tendrían algunos de los movimientosnacionalistas en estos países, que superan con mucho las aspiraciones teóricas del concepto de“comunidades imaginarias”, van más allá del hallazgo brillante que puedan brindarnos los aparatosanalíticos desarrollados para la comprensión de problemas y situaciones exclusivamente europeos 53.Extrañamente para la mayor parte de esta clase de estudios, cuando se trata de América Latina, el

 problema del imperialismo es invisible y se pone el énfasis sobre cuestiones intrascendentes, como lasexualidad de los dirigentes o sus convicciones religiosas54.

La clase de imperialismo que emerge con la guerra de 1898, es inédito en cuanto a procedimientos y a la capacidad de procesar los resultados de sus acciones: si en gran parte la guerra esuna creación de la prensa, los ideólogos del imperio saben, con mucha antelación, que hasta el perfil delos líderes nacionalistas puede difuminarse, tras la capa de difamación y chantaje que se les puede aplicar.Entre las acciones antiimperialistas de José Martí, José Rizal, Ramón Emeterio Betances y Augusto César Sandino la única diferencia radica en el volumen de capital desembolsado para expandir la gravitación delas empresas norteamericanas en sus respectivas zonas de influencia, es decir Cuba, Filipinas, Puerto Ricoy Nicaragua.

1.  Historiador costarricense (1952), catedrático jubilado de la Universidad Nacional de Costa Rica.2.  J. A. Hobson. Imperialism: A Study (New York: Cosimo Classics. 2005. La edición original es de 1902). Como

dijimos en el ensayo anterior, este es un libro que debe ser leído y releído, no sólo para entender gran parte de lateoría del imperialismo, sino porque muchas de sus intuiciones y premoniciones tienen una vigenciadeslumbrante.

3.  Karen Farrington. Atlas histórico de los imperios. Desde el 4000 AC hasta el Siglo XXI (Madrid: Edimat Libros.2006) P. 164.

4.  Bill Warren. Imperialism, Pioneer of Capitalism (London: Verso Editions. 1980) Capitulo 5.5.  Adam Hochschild. King Leopold´s Ghost. (Boston and New York, Houghton Mifflin Co. 1998) Capítulo 3.6.  “El capitalismo no es una persona ni una institución. Ni quiere, ni elige. Es una lógica actuando a través de un

modo de producción: lógica ciega, obstinada, de acumulación. Lógica que se apoya en la producción de bienes,siendo el valor de uso el soporte de la plusvalía que debe ser asignada al capital: y es preciso también que elvalor se realice, que la mercancía se venda; de lo contrario, la acumulación se bloquea y puede producirse lacrisis. Lógica que se extendió, en el último tercio del siglo XVIII y en los dos primeros tercios del siglo XIX,con ocasión de la primera industrialización: textiles y vestidos; máquinas y armas. Lógica que se desarrolló enGran Bretaña primero y luego, con diversos retrasos, en otros países de Europa y en los Estados Unidos”. MichelBeaud. Historia del capitalismo. De 1500 a nuestros días (Barcelona: Ariel. 1984) P. 161.

7.  Pierre Jalée. How Capitalism Works (New York and London: Monthly Review Press. 1977) P. 9.8.  “En un sentido literal probablemente Inglaterra nunca fue el taller del mundo, pero su preeminencia industrial era

tal en la segunda parte del siglo XIX que la frase es legítima. Producía dos tercios del carbón mundial, la mitaddel hierro, cinco sétimos del acero, la mitad del algodón para fines industriales y el cuarenta por ciento de lasherramientas. En 1840 producía un tercio de la energía mundial a vapor y un tercio de las manufacturas”. E. J.Hobsbawm. Industry and Empire (New York and London: Penguin Books. 1979. The Pelican Economic Historyof Britain. Vol. 3) P. 134.

9.  “En 1880, la población de Gran Bretaña se ha más que triplicado en menos de un siglo, y cuatro de cada cinco desus habitantes estaban viviendo en las grandes ciudades. La agricultura apenas representaba el diez por ciento del

 producto nacional bruto, y poco más de un tercio del presupuesto nacional se gastaba en importar alimentos y

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materias primas”. Phyllis Deane. The Industrial Revolution in Great Britain. En Carlo M. Cipolla (Editor). TheEmergence of Industrial Societies. Vol. 1. The Fontana Economic History of Europe (London: Fontana/Collins.1978) P. 223.

10.  Thomas D. Schoonover. Op. Cit. 1991. P.166.11.  Phyllis Deane. The First Industrial Revolution (Cambridge University Press. Second Edition 1979). P. 272.12.  Phyllis Deane. Op. Cit. Pp. 273 y ss. También de Phyllis Deane y W. A. Cole. British Economic Growth. 1688-

1959 (Cambridge University Press. Second Edition. 1978) Capítulo IX.

13. 

Henryk Grossmann. “Una nueva teoría sobre el imperialismo y la revolución social”. En Ensayos sobre la teoríade las crisis. Dialéctica y metodología en El Capital (México: Siglo XXI editores. Cuadernos de Pasado yPresente No. 79) Pp. 133-195. Fritz Sternberg. El imperialismo (México: Siglo XXI editores. 1979. Bibliotecadel pensamiento socialista. Serie los clásicos) Ver sobre todo la segunda parte.

14.  William Woodruff. “The Emergence of an International Economy, 1700-1914”. Carlo M. Cipolla (Editor). TheFontana Economic History of Europe. The Emergence of Industrial Societies. Vol. 2. (London: Fontana/Collins.1973) Capítulo 11.

15.  Idem. Op. Cit. P. 709.16.  Tulio Halperin-Donhi. Historia contemporánea de América Latina (Madrid: Alianza. 1970) Capítulos 4, 5 y 6.

Roberto Regalado. Op. Cit. Pp. 113 y ss.17.  Renato Giannetti. Crisis económicas: el siglo XIX (Barcelona: Oikos-Tau. 1988. Colección El Mundo

Contemporáneo. Serie Economía e Historia. No. 3) Pp. 34 y ss.18.  Patricio de Blas y otros. Op. Cit. P. 334.

19. 

Si a principios del siglo XIX, la agricultura proveía el 40% del producto nacional inglés, para 1880 representabasolamente el 10%. Por otro lado, aunque el tamaño de la población ocupada en la tierra pudiera haber  permanecido casi sin cambios, entre 1801 y 1881, con relación al total de la fuerza de trabajo, la poblaciónagrícola cayó en una proporción de 35.9% al 12.6%, junto a una participación en el capital nacional que pasó dela mitad a menos de una quinta parte. J. D. Chambers & G. E. Mingay. The Agricultural Revolution. 1750-1880(London: B.T. Batsford Ltd. 1978) P. 208).

20.  Japón alguna vez estuvo seriamente interesado en construir un canal interoceánico a través de Nicaragua.Thomas D. Schoonover. Op. Cit. 1991. P. 135.

21.  Tulio Halperin-Donghi. 1970. Op. Cit. P. 222.22.  Patricio de Blas y otros. 2000. Op. Cit. P. 357.23.  Marcello Carmagnani. 1984. Op. Loc. Cit.24.  “Entre 1870 y 1930, 13 millones de europeos, en su mayoría de origen campesino y de edades comprendidas

entre los 15 y los 45 años, se acomodaron en tierras iberoamericanas y supusieron un considerable aporte

demográfico en cada uno de los países de destino. El mayor número desembarcó en las costas brasileñas,argentinas, uruguayas, cubanas y, en menor proporción, venezolanas y chilenas. El resto de los países recibiócantidades inapreciables de inmigrantes. Brasil recibió 4 millones, en su mayoría italianos, portugueses yespañoles, y, en menor número, alemanes. Argentina otros 4 millones, Uruguay poco menos de 600,000 y Chilemenos de 200,000. En estos tres países recalaron sobre todo italianos y españoles y, en muy escasa proporción,franceses y alemanes. Desde la independencia hasta 1930 llegaron a Cuba casi 600,000 inmigrantes, de loscuales dos tercios eran españoles nacidos en Galicia, Canarias y Asturias”. Patricio de Blas y otros. 2000. Op.Cit. P. 368. También Nicolás Sánchez-Albornoz. La población de América Latina. Desde los tiempos

 precolombinos al año 2000 (Madrid: Alianza Universidad. 1973) Capítulo 5.P.173.25.  Frederick Stirton Weaver. 2000. Op. Cit. P. 68.26.  “En 1870 había 2,800 kilómetros de líneas férreas tendidas en Iberoamérica y en 1900 superaban los 41,000

kilómetros, de los cuales la mayoría se encontraban en Argentina, México y Chile” (…) “En realidad, losdecenios que precedieron a la Primera Guerra Mundial fueron una edad de oro para las inversiones extranjeras en

Iberoamérica y llegaron a alcanzar los 7,000 millones de dólares en 1914”. Patricio de Blas y otros. 2000. Op.Cit. P. 392.27.  Rodrigo Quesada Monge. 1998. Op. Cit. Capítulo VII.28.  Ciro F.S. Cardoso y Héctor Pérez Brignoli. Historia económica de América Latina (Barcelona: Crítica. 1979).

Vol. 2. P. 86.29.  Walter LaFeber. The Panama Canal. The Crisis in Historical Perspective (Oxford University Press. 1978) P. 13.

Ricaurte Soler. Panamá, historia de una crisis (México: Siglo XXI editores. 1989) Capítulos 3 y 4.30.  Thomas D. Schoonover. 1991. Op. Cit.31.  Walter LaFeber. Op. Cit. P. 12. Véase también de David McCullough. The Path between the Seas. The Creation

of the Panama Canal. 1870-1914 (New York. A Touchstone Book. Published by Simon & Shuster. 1977) Book One. The Vision. 1870-1894.

32.  Ricaurte Soler. Op. Cit. P. 45.33.  Varios autores. La emigración europea a la América Latina: Fuentes y estado de investigación (Berlín:

Colloquium Verlag. Bibliotheca Ibero-americana. 1979).34.  Tulio Halperin-Donghi. Op. Cit. 1970. P. 223.

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35.  Richard Graham. Britain and the Onset of Modernization in Brazil. 1850-1914 (Cambridge University Press.1972) “Fue en el campo de la inversión directa, más que en el de los préstamos, donde Gran Bretaña ejerció unagran influencia en el sistema de transportes brasileño. Para finales de 1880, habían unos once ferrocarriles

 británicos interconectados en Brasil, y unos diez años después habían unas veinticinco compañías en la mismaactividad”. P. 57.

36.  Rodrigo Quesada. Keith en Centroamérica. Imperios y empresarios en el siglo XIX (EUNED. En prensa).37.  Frederick Stirton Weaver. 2000. Op. Cit. P. 66.

38. 

Fred Rippy. 1929. Op. Cit. P. 309.39.  “Las inversiones británicas fueron escasas en América Central y el Caribe. El hecho de que Gran Bretaña tuvieragrandes inversiones en Cuba y poseyera la mayor parte de los ferrocarriles en la isla, contribuyó a que pudierahacer frente a la abrumadora influencia norteamericana después de la guerra de 1898. Pero Gran Bretaña noestaba interesada en expandir su participación en la industria azucarera, y sólo quedaban unas seis de sus

 plantaciones en 1911. En la mayor parte de los países centroamericanos y del Caribe, el comercio británicodependía de la superioridad de ciertas líneas de algodón de Manchester, una parte muy pequeña en un mercadotodavía muy primitivo. Estaba marginalmente interesada en el negocio de la exportación de café y azúcar. Elinmenso imperio bananero de la United Fruit Company canalizaba prácticamente todo el comercio de losEstados Unidos. Los ferrocarriles norteamericanos y las compañías de electricidad continuaron un negocio quelos ingleses habían iniciado. La Costa Rica Railway Company, por ejemplo, experimentó dos cambios deadministración. Construida en gran parte por el empresario Minor Keith con materiales y equipo traído de losEstados Unidos, fue luego transferida a la Costa Rica Railway Company (inglesa) en 1891 que importó sus

materiales, hasta donde fue posible, de Inglaterra. En 1907 fue alquilada a la Northern Railway Company deCosta Rica, una corporación norteamericana. Así, las importaciones británicas de material para el ferrocarril sedesplomaron de £27,955 en 1907 a £225 en 1908. El carbón lo siguió y después de ese último año todo el carbón

 procedió de los Estados Unidos”. D. C. M. Platt. Latin America and British Trade. 1806-1914 (Harper & RowPublishers. 1973) Pp. 301-302.

40.  Según Cardoso y Pérez, Haití, República Dominicana y Nicaragua, no ingresarían “realmente” en el mercadomundial hasta después de la crisis de 1929. Op. Cit. 1979. P. 85.

41.  Thomas D. Schoonover. 1991. Op. Cit. P. 15.42.  Ibídem. Pp. 136-136.43.  “El despegue del café, entendido como la fase en que se afirma definitivamente en la estructura productiva

nacional y desplaza a las exportaciones antes predominantes, se dio sucesivamente en Costa Rica (años 1830 ysobre todo 1840), en Guatemala, (a partir de 1865, superando a la grana en 1870) y en El Salvador (donde el añilfue desplazado definitivamente hacia 1880)”. Ciro F. S. Cardoso y Héctor Pérez Brignoli. Centroamérica y la

economía occidental (1520-1930) (San José, Costa Rica: EUCR. 1977) P. 269.44.  Lester D. Langley and Thomas D. Schoonover. The Banana Men. American Mercenaries and Entrepreneurs inCentral America, 1880-1930 (The University Press of Kentucky. 1995) P. 31.

45.  En América Central los historiadores han publicado una cantidad impresionante de textos e investigaciones sobrela conocida invasión filibustera de 1856, también referida como guerra de liberación nacional; y existe unatradición historiográfica importante que ha hecho del tema su preocupación esencial, de tal manera que siguesiendo motivo de reflexiones y discusiones entre los académicos, intelectuales, políticos y artistas, quienes hoytratan de medir el impacto de aquella guerra en el desarrollo histórico de nuestros pueblos.

46.  Renato Giannetti. Crisis económicas: el siglo XIX (Barcelona: Oikos-Tau. 1988) P. 42.47.  Citado en Alessandra Pescarolo. La Gran Depresión (1873-1896) (Barcelona: Oikos-Tau. 1991) P. 9.48.  Ibídem. P. 10. Las ideas desarrolladas en estos párrafos le pertenecen a la Señora Pescarolo.49.  Tulio Halperin-Donghi. Op. Cit. 1970. P. 280.50.  Thomas D. Schoonover. 1991. Op. Cit. Capítulo 4. Aquí se estudia el caso de los hermanos Eisenstück, uno de

los ejemplos más penosos de intervencionismo extranjero en Nicaragua, carente de razones de peso, a no ser elcobro de deudas sin pagar.51.  César J. Ayala. American Sugar Kingdom. The Plantation Economy of the Spanish Caribbean. (The University

of North Carolina Press. 1999) P. 15. También de Eric Williams From Columbus to Castro. The History of theCaribbean. (New York and London. Vintage Books. 1984) Capítulo 22. Y el excelente ensayo de Juan Bosch.De Cristobal Colón a Fidel Castro. El Caribe frontera imperial (República Dominicana. Secretaría de Estado deEducación. 12ª. Edición. 2005) Capítulo XXIV. Además, de Hugh Thomas. La colonia española de Cuba. 1860-1934. En varios autores. Historia del Caribe. (Barcelona: Crítica. 2001) Capítulo 2.

52.  Laurent Dubois. A Colony of Citizens. Revolution and Slave Emancipation in the French Caribbean, 1787-1804(The University of North Carolina Press. 2004) Capítulo 14.

53.  Benedict Anderon. Under Three Flags. Anarchism, and the Anti-Colonial Imagination (London and New York.2005). Pero sobre todo vale la pena leer de Sara Castro-Klarén and John Charles Chasteen (Editors) BeyondImagined Communities. Reading and Writing the Nation in Nineteenth Century Latin America (Baltimore and

London. The Johns Hopkins University Press. 2000).54.  Benedict Anderson. Ibídem. P. 39 y ss.

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Capítulo IV: América latina. El imperialismo permanente. La era de lasintervenciones (1898-1933)

4.0 Introducción 

Con algunos escritores a veces se tiene el sentimiento, a pesar de su enorme erudición ycompetencia en ciertas disciplinas humanísticas y sociales, de que se está frente a una descomunal

exhibición de cinismo. Cuando se habla de imperialismo, regularmente la gente poco versada en estosasuntos, tiende a emitir una opinión casi siempre sustentada en los análisis, para llamarlos de algunaforma, hechos por los editorialistas de los periódicos, o por publicistas más o menos bien informados.

Pero cuando un académico de rango internacional se deja ir con determinado tipo de opiniones,muy viscerales valga decirlo, no deja de sorprendernos, porque las mismas parecieran haber sido emitidasal calor de un impulso; o pudiera ser que la edad ha dejado su trazo inmisericorde, sobre estudios einvestigaciones apoyadas en el buen decir de aquello que realmente queremos escuchar. Uno de losgrandes historiadores del siglo XX, el profesor David S. Landes, en su hermoso libro2, el cual es unaexhibición impresionante de erudición y sabiduría (más de cien páginas de bibliografía así lo atestiguan),también emite criterios azarosos y antojadizos, sobre temas y problemas para los que, pareciera, no estar debidamente capacitado. Dice Landes en el capítulo XX de su texto:

“ Los estudiosos locales y los simpatizantes han atribuido el fracaso del desarrollo en Latinoamérica, aún más doloroso si se compara con lo ocurrido en América del Norte, a las fechorías de las naciones más ricas y poderosas. Esta vulnerabilidad se ha calificado de“dependencia”, lo que implica una situación de inferioridad en la que uno no es dueño de su

 propio destino, sino que debe plegarse a los designios ajenos. Huelga precisar que el Otroaprovecha su superioridad para apoderarse de la producción de las economías dependientes,como hicieron los primeros soberanos de la era colonial. La bomba que alimentaba al imperio

 se convierte así en la bomba del imperialismo capitalista”. 

“ Las tesis “dependentistas” han florecido en Latinoamérica. También se han exportado conéxito, haciendo eco, tras la Segunda Guerra Mundial, a los apuros económicos y a laconcienciación política de las colonias recientemente liberadas. Los cínicos dirán incluso que

las doctrinas de la dependencia han sido el producto más exportado por Latinoamérica. Pero son perjudiciales para el espíritu de empresa propio y para la moral. Al fomentar la propensión enfermiza a encontrar culpable a todo el mundo menos a uno mismo, promueven laimpotencia económica. Aunque fueran ciertas, habría que desecharlas” 

3 . 

Este texto sorprendente, contrasta, sobre todo por el cinismo de la frase destacada por nosotros, alfinal del párrafo, con el resto del libro, posiblemente uno de los mejores trabajos que existe sobre lacultura occidental, publicados en inglés durante los últimos veinte años. Este tipo de argumento, utilizado

 por algunos intelectuales latinoamericanos, menos dotados, quienes se consideran a sí mismos “liberalesradicales”, han dado origen al tratamiento desarrollado por una derecha histérica, que ahora nos habla“del idiota latinoamericano”4, cuando se trata de escritores críticos y de pensamiento independiente, que

se niegan a reconocer los dictados de Washington, como la última palabra en materia económica, política,diplomática, militar y cultural. Sin embargo, un pensamiento de izquierda pujante, imaginativo, y de gran

 poder de creación, como lo prueba la historia reciente en América Latina, ha dado un triste mentís a losaspavientos triunfalistas de los neoliberales en nuestros países, sobre todo con el aterrador telón de fondode una crisis capitalista internacional cuyas consecuencias están todavía por verse.

Con este capítulo, entonces, el autor intentará honrar también, esos afanes críticos y reflexivos deun pensamiento historiográfico latinoamericano que busca darle nuevas respuestas y hacer nuevos

 planteamientos sobre viejos temas, como el imperialismo, a la luz de una bibliografía reciente no sólo enlengua española, sino también en inglés y francés. Latinoamericanistas con la cabeza ventilada, han hechocontribuciones decisivas para una comprensión más cabal de nuestros problemas más acuciantes, y ellohay que recuperarlo.

Según se indicó en el capítulo I de este libro, el imperialismo permanente posee un conjunto decaracterísticas muy bien definidas, que lo convierten en un objeto de estudio indispensable para elentendimiento cabal de la historia contemporánea de América Latina. En esta oportunidad, son esas

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características, precisamente, las que trataremos de desplegar ante el lector, como se hizo en los capítulosanteriores.

Si el subdesarrollo es una cuestión mental, como diría, entre otros, el eminentísimo profesor Landes5, a quien ya nos hemos referido, se hace obligatorio fijarse un poco más de cerca en la historia delCaribe, sobre la cual él no dice casi nada en su célebre libro. Para que el tratamiento de lo que llama “elestilo sudamericano” hubiera ido más allá de citar las consabidas adulteraciones históricas de Thomas

Carlyle (1795-1881), procedentes de su ensayo sobre el dictador paraguayo, Dr. Gaspar Rodríguez deFrancia (1756-1840)6, al profesor Landes se le debería demandar un poco más de trabajo sobre la historiadel Caribe y de América Central.

Es bien conocida la insuficiencia de la filosofía de la historia para comprender el fenómeno delimperialismo en Nuestra América, como diría José Martí. Por ello, hemos dividido este capítulo en cuatroaspectos básicos, para comprender las acciones del imperialismo hacia América Latina y el Caribedurante los años que median entre 1898 y 1933. Tales aspectos son los siguientes:

1. La guerra de 1898. Su legado.

2. Los inicios de la ocupación de Nicaragua (1897-1912).

3. La Doctrina Monroe y el Canal de Panamá (1903).

4. De la crisis de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) a la Gran Depresión de 1929-1933.

4.1 La guerra de 1898. Su legado 

Con la guerra de 1898, el imperialismo norteamericano entró por la puerta grande en la historiauniversal. Pero lo hizo desde América Latina y el Caribe, pues la historiografía convencional sobre eltema, nos dice que la era del imperialismo es aquella ubicada entre 1870 y 1914 7, cuando se refiere a lahistoria europea particularmente, y a sus relaciones con Asia y África. Para los latinoamericanos, alcontrario, la era del imperialismo europeo se acaba en 1898 y se inicia un nuevo capítulo de su historia,en el cual el peso específico de su crecimiento económico, social, político y cultural viene definido, engran medida, por sus relaciones con los Estados Unidos. Es decir, si el imperialismo histórico se acerca a

su conclusión para los europeos, africanos y asiáticos en 1914, con la Primera Guerra Mundial, enAmérica Latina y el Caribe, el imperialismo permanente apenas se ha iniciado en 1898.

A partir de esa fecha, la realidad latinoamericana y caribeña fue reconfigurada de manerairreversible. En efecto, estamos frente a economías agroexportadoras que vienen creciendo yarticulándose al mercado mundial, cada vez más estrechamente desde 1850. Pero el proceso detonado en1898, puso en curso un conjunto inédito de factores que volverían irreconocible la nueva situación, puesel gobierno de los Estados Unidos terminaba por concluir con el viejo proyecto de transformar al Caribeen su Mare Nostrum. 

Aunque ya hemos incursionado en estos temas en un libro anterior 8, aquí haremos referencia a

ciertos aspectos poco trabajados en ese momento. Señalemos, para empezar, que el término de  guerra hispano-antillano-norteamericana sería el correcto para referirse al enfrentamiento militar, político,diplomático y mediático9 que tuvo lugar entre España y los Estados Unidos, respecto a la independenciade Cuba y Puerto Rico en 1898. Cuando se nos habla de guerra hispano-norteamericana se deja por fueraa estos últimos países; así como cuando decimos guerra hispano-cubana, se soslaya toda alusión alimperio emergente más decisivo de ese momento, los Estados Unidos; lo mismo se estaría haciendo conel resto de las Antillas, Oceanía y el Pacífico Occidental. El espacio de la guerra de 1898 no esúnicamente el Caribe.

Debe notarse, sin embargo, que aquellas referencias tienen implicaciones historiográficas y políticas obvias. Si hablamos de guerra hispano-norteamericana, se concreta un hecho: los representantesde Cuba fueron dejados por fuera de las conversaciones conducentes al Tratado de París de 1898,mediante el cual esta isla y Puerto Rico obtenían su independencia de España. De esta manera, estaríamosmencionando un conflicto entre potencias imperiales: una vieja y una nueva, debido a esferas deinfluencia muy concretas en el Caribe. Si hablamos de guerra hispano-cubana, el enfrentamiento pasaría aformar parte, en apariencia, de la historia de las viejas rencillas entre España y sus colonias, cosa muy

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conveniente para esta última en el tanto que, así se borra o se invisibiliza la presunta importancia históricadel nuevo imperio en el Caribe. El concepto que nosotros hemos desarrollado es un tanto más justo, en lamedida en que incluye a los tres protagonistas involucrados en un acontecimiento histórico deimportancia decisiva para toda América Latina, si es que nos estamos refiriendo sólo al Caribe.

Sin embargo, habría que destacar con todas las letras, a riesgo de incomodar a los filósofos de lahistoria europeos, que el ganador principal de la guerra de 1898 en el Caribe, fueron los Estados Unidos.

Este es un hecho contundente. Fueron perdedores España y Cuba, que verían su desarrollo como pueblos,de ahí en adelante, seriamente afectado, pues la primera, en realidad, nunca superó las consecuencias deuna guerra en la que apostó la historia de sus tres siglos de dominación sobre América, y la segundatendría que hacer una revolución, medio siglo después, para sacarse de encima al imperio más poderosode la historia de Occidente.

En España, no sólo se produjeron transformaciones institucionales, diplomáticas y militares degran envergadura, sino que también la guerra de 1898 tuvo consecuencias culturales que aún hoy sonmotivo de seria reflexión. Para Cuba, es incuestionable que la misma guerra estableció diferencias, yacumuló fuerzas sobre lo que significaba adquirir el estatus de colonia, o, al menos, soportar el estatus desemicolonia. En el caso de Puerto Rico, el enigma no se presentó. No queremos decir con esto que PuertoRico y Las Filipinas hayan sido algo así como trofeos de guerra, producto de una incierta aventura militar emprendida por los Estados Unidos. Todo lo contrario, junto a los intereses geoestratégicos, a los cualesnos referiremos más adelante, hubo también preocupaciones económicas, empresariales y financierasadicionales para fijarse en Puerto Rico10. Mientras en 1895 la industria azucarera produjo $ 4.400.000 enexportaciones, casi el 29% del valor total de las exportaciones de la isla, en 1920 produjo $74.000.000, esdecir, unas 16 veces más. Para este último año, la mitad de la producción total estaba en manos de cuatrocompañías de la nueva metrópoli11.

La materialización de las tendencias expansivas de Estados Unidos, salido de la guerra civilnotablemente fortalecido, encontró en América Latina, un conjunto de países con cierto desarrolloeconómico y social, y con algunos esquemas de comercio exterior más o menos bien establecidos desdesu independencia de España, lo que la hacía muy atractiva12. En 1880 Cuba, por ejemplo, había totalizadoun intercambio comercial con los norteamericanos que rondaba los $66.5 millones, algo que la convertíaen un socio de primera magnitud. Pero se trataba de un asociado con algunas peculiaridades, puesto que

las compras a los Estados Unidos por parte de Cuba, rara vez superaban el 20% del valor total de susventas.

Al calor de un feroz proteccionismo, heredado por la guerra civil norteamericana, resultabainaceptable que en condiciones de crisis (1873-1896) los antillanos no pudieran mejorar sus poderes decompra de maquinaria, bienes de capital y manufacturas norteamericanas13. Además, junto a lavulnerabilidad económica de la isla, agravada por la competencia azucarera internacional, el arancelWilson sobre las importaciones de azúcar a los Estados Unidos, introducido en 1894, tuvo consecuenciasdesastrosas para Cuba, que vio descender sus exportaciones a ese mercado, de 800.000 toneladas en 1895a 225.231 toneladas en 1896, con lo cual el ambiente revolucionario se hacía cada vez más propicio14.

Para los separatistas cubanos, la guerra de 1898 fue “una guerra contra la propiedad”, puesto queel 3 de julio de ese año, cuando la totalidad de su escuadra fue aniquilada por los norteamericanos,España ya estaba en la ruina. Fueron cuatros años de guerra, en la que los ejércitos involucrados sededicaron al saqueo y al pillaje, de tal forma que no hubo propiedad española o cubana en la isla que sesalvara de la destrucción. Más de 100.000 pequeñas explotaciones agrícolas, unos 3.000 ranchosganaderos y cerca de 700 fincas cafetaleras resultaron devastados. En 1894 habían registrados unos 1.000ingenios azucareros de los cuales se salvaron solo 207. La población de la isla también se redujoconsiderablemente, pues desaparecieron unas 250.000 personas a causa de la guerra15. Propietarios yempresarios al final de la jornada se encontraron abrumadoramente endeudados y sin fuentes adicionalesde crédito para seguir operando16.

Conforme la isla se fue pacificando, los monopolios norteamericanos fueron desmantelando lacadena de prohibiciones que los españoles habían introducido para bloquear el comercio de Cuba conotras naciones. Se restauraron rápidamente lo ingenios y las plantaciones cañeras, y se logró contratar en

las vecinas Antillas Menores, a miles de peones para trabajarlas. De esta manera, la producción de azúcar  pasó de 300.073 toneladas en 1900, a un 1.045.290 en 190417. El capitalismo norteamericano se haríafinalmente cargo de las mejores tierras y de las mejores instalaciones azucareras de que disponía Cuba,

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haciendo de la independencia obtenida en 1898 una cuestión puramente formal.

Pero la que ha sido llamada “la primera guerra global” de los Estados Unidos 18, tiene unsignificado diplomático, militar, político y económico, más amplio de lo que pudiera concluirse si lareducimos a su impacto sobre los habitantes del Caribe, pues fue una guerra que ató los problemas de estazona con los del Pacífico, y amplió con vigor la búsqueda de oportunidades de inversión y mercados, almenos para los años que mediaron entre 1890 y 192119.

Realmente el expansionismo insular de los Estados Unidos, que incluyó a Cuba, Puerto Rico, lasFilipinas, Hawai, Guam, las islas Wake y sus ambiciones canaleras en Panamá, Nicaragua y México, nose agotaron en la poca o mucha importancia económica que pudieran haber tenido estos lugares, o en la

 pura codicia imperialista, como se podría decir simplistamente. En efecto, la gran ambición de los políticos y de los empresarios norteamericanos, era darse las condiciones para crear una red de cables ytelégrafos, abastecimientos de combustible, y bases navales que les pudieran facilitar el acceso y ladominación finalmente del vasto y poderoso mercado chino20.

Desde el momento en que los sectores dominantes en la sociedad norteamericana consideraronque su involucramiento en Asia y el Caribe era necesario para su bienestar y seguridad económicanacional e internacional, el gobierno de los Estados Unidos no dudó un segundo en establecer 

 protectorados extraterritoriales desde Cuba hasta China. A ese mismo gobierno no le tembló la mano para

condicionar la soberanía y la independencia de las naciones que se encontraban a lo largo de este eje (ocerco) de seguridad, desde el Atlántico Norte hasta el Pacífico Occidental, y se garantizó el control detodas las vías de tránsito, puertos, muelles y emporios comerciales que pudieran tentar a poderes extraños,en su viaje hacia las fabulosas riquezas de Asia (¡redivivo el viejo sueño colombino!).

El gobierno de los Estados Unidos bloqueó los planes de los daneses de transferir las IslasVírgenes a manos de Alemania; los esfuerzos alemanes por adquirir parte o la totalidad de las IslasGalápagos de Ecuador; las pretensiones de México por alquilar tierras en la Bahía de Magdalena (en LaPaz, Baja California) a una corporación japonesa; y las aspiraciones de Costa Rica para vender la Isla delCoco (cerca del Canal de Panamá en el Pacífico). Cuando el Secretario de Estado, Elihu Root supo queCosta Rica estaba buscando comprador para vender la isla, expresó su disconformidad advirtiendo algobierno del país centroamericano, y a cualquier potencia industrial europea que quisiera adquirirla, que

la compra en cuestión sería considerada una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos. Este gestode parte del Secretario de Estado redujo el valor de la isla a cero en 190321.

Por otro lado, mientras la ruta de tránsito desde el Atlántico Norte hacia los mercados de Asia seconsolidaba, varios puntos esenciales en ese trayecto se encontraban en crisis, siendo presas de revueltasy confrontaciones políticas, muchas de ellas fomentadas y provocadas por los Estados Unidos, que luegotrataba de reprimirlas a cualquier costo, como fue en los casos de República Dominicana, Haití, Cuba,

 Nicaragua, Panamá, Hawai y Las Filipinas. El Gobierno de los Estados Unidos sostenía que muchas deestas áreas se beneficiarían a la larga del estatus de protectorado o de su ocupación militar 22, algo quellevaría a la práctica en infinidad de ocasiones.

En Las Filipinas, la guerra adquirió niveles de carnicería realmente inauditos. La mayor parte delos académicos cuando habla de la guerra de 1898, se olvida de tratar el asunto más allá del Caribe, de

Cuba y Puerto Rico. Sin embargo, como nos indica el profesor Schoonover, no debe olvidarse que elconflicto militar forma parte de un cuadro económico-social, político y diplomático en el cual los EstadosUnidos buscaban hacerse con el control del Pacífico y del Caribe al mismo tiempo. Se trataba de unescenario en el que tres grandes crisis, con puntales económicos de gran envergadura como Cuba, LasFilipinas y China, irían a modificar sustancialmente el flujo del acontecer internacional en manos de losEstados Unidos y de los Europeos, particularmente los franceses, los ingleses y los alemanes.

Sería recurrente en el futuro que, para resolver conflictos internos, como los ocasionados por ladepresión de 1873-1896, algunos de los líderes norteamericanos consideraran la posibilidad de buscarlesalidas militares a este tipo de crisis. Aquella se agudizó entre los años 1893 y 1897, y les preocupaba,decían, tener que dar una respuesta en exceso represiva a los acontecimientos sociales y políticos que sesuscitaban en el plano nacional, como las huelgas de Homestead en 1892, la masacre de 1884, o las

huelgas de Pullman en 1894.La represión militar y policiaca de los trabajadores en las fábricas, en las líneas férreas o de las

manifestaciones urbanas iba más allá del ideal democrático por el cual la sociedad norteamericana había

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luchado tanto tiempo. Tal situación parecía indicar que la única salida era la del jinete a caballo tomandoel poder, muy similar a la de los  Rangers de Teddy Roosevelt cuando combatían en Cuba y LasFilipinas23, evocando antipáticas coincidencias entre la sociedad norteamericana y las de América Latina.

Pero los años noventa no fueron catastróficos solamente para los Estados Unidos; lo fuerontambién para España y China. La crisis de la economía estadounidense en 1893 impactó a Cuba, dondelos problemas surgidos reactivaron los fuegos de la revolución. Al mismo tiempo, mientras España le

hacía frente a sus propias contradicciones internas, las revueltas estallaron en Las Filipinas también.Ambas situaciones atrajeron la atención cuidadosa del Gobierno de los Estados Unidos, pues losdesordenes sociales a lo largo de la ruta que unía al Atlántico Norte con Asia, eran una buena oportunidad

 para echar a España de sus colonias en el Caribe y en el Pacífico Occidental y así garantizarse una rutasegura hacia las riquezas de Asia. De esta manera, el asalto a la soberanía y a la integridad territorial deChina, después de su guerra contra Japón en 1894-1895, cuando los grandes poderes europeos se larepartieron a pedazos, urgieron a los líderes norteamericanos a tomar cartas en el asunto, pues erainconcebible que la ruta anhelada, y a la que ya nos hemos referido, terminara controlada por las

 potencias industriales europeas24.

La insurrección en Las Filipinas, a diferencia de la invasión de Cuba, no fue un asunto fácil deresolver. Para mediados de 1900, dos terceras partes del ejército de los Estados Unidos en la zona estabanconcentradas en las islas. El costo de la guerra entre 1899 y 1902 fue realmente alto: 4,234 muertos, 2,818heridos, y miles de desparecidos por enfermedades. Para el último año citado, el costo financiero ascendíaa $600 millones o el equivalente a unos $50 billones del 2006. A ese resultado habría que sumar variosmillones más desembolsados en pensiones y tratamiento a los traumados de guerra25.

Si el afán de “civilizar” a los filipinos tuvo un costo tan alto, más lo sería sostenerse en las islasdespués de 1902, cuando supuestamente el conflicto había concluido. Nunca previeron que se iría a

 prolongar indefinidamente. Los musulmanes en Las Filipinas, los más aguerridos e indomables, quienesnunca reconocieron al gobierno y la dominación de los españoles, tampoco aceptarían la ocupaciónnorteamericana. De esta forma surgía la desconcertante pregunta que se han hecho en el pasado lamayoría de las potencias industriales con afanes imperialistas: ¿Por qué debemos apropiarnos de los países con los cuales deseamos comerciar?26  

La versión norteamericana de las rutas soñadas por Colón hacia las riquezas de Asia, incluíatambién el control de las aguas del Caribe, de sus riquezas y de sus gentes, la ruta de tránsito a través dePanamá (1903), la ocupación de Nicaragua (1912-1932), después de que el gobierno de los EstadosUnidos les bloqueara la posibilidad de construir un segundo canal, las ocupaciones de RepúblicaDominicana (1916-1924) y de Haití (1915-1934), y de varias partes de Oceanía. Con estas acciones, elgobierno de Washington y los empresarios, respondieron a las crisis, y se aseguraron trabajo barato,

 buenas oportunidades comerciales, materias primas abundantes y alimentos que atemperaron lasconsecuencias sociales y políticas de las mismas en su interior 27. Curiosamente, por esta misma época, elImperio Inglés estaba involucrado en una guerra de importantes consecuencias para sus prácticasimperiales en el Continente negro. La guerra Anglo-Boer de 1899-1902, replanteó el problema deInglaterra para enfrentar a los otros poderes europeos en África, un asunto que mantendría al gobierno deSu Majestad muy ocupado hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Los ingleses asistían también,

en África, como los norteamericanos en el Caribe y el Pacífico, a una revisión a fondo de sus nocionesdecimonónicas sobre lo que significaban los métodos coloniales y neo coloniales de asentamiento ymovilización de poblaciones enteras.

4.2 Los inicios de la ocupación de Nicaragua (1897-1912) 

 Nicaragua, junto con Panamá, México y Costa Rica, forma parte de ese conjunto de paíseslatinoamericanos y caribeños que fue considerado, desde el siglo XVII, como buen candidato para laconstrucción del canal interoceánico que facilitara la navegación y el intercambio comercial entre los dosocéanos. Sin embargo, la revolución de los transportes, y la expansión imperialista que tuvieron lugar enel siglo XIX, junto a las posibilidades reales que brindaban ahora la tecnología, las empresas y un estado

nacional más fuerte y centralizado en las metrópolis industrializadas, hicieron que un sueño tanlargamente acariciado empezara a cristalizar.

Pero Nicaragua no sólo era un fuerte candidato a ser un país de tránsito, a manos de empresas

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multinacionales, que ya en la segunda parte del siglo XIX plagaban América Latina, sino que también fueotro de los países donde se pondrían en práctica, muchas de las lecciones aprendidas por el jovenimperialismo norteamericano en lugares como Cuba y Las Filipinas. Para el gobierno de los EstadosUnidos, estos eran pueblos tan incivilizados, tan mal organizados y gobernados, que ni siquiera merecíanla pena de ser considerados como naciones con las cuales se podría negociar, sobre inversiones ydesarrollo de obras públicas. Era la herencia que España había dejado en el istmo, y por la cual, losEstados Unidos tenían el derecho y el deber de corregir tantos problemas institucionales, geográficos y

diplomáticos como se presentaran, aún invadiendo y ocupando estos países28.

 No obstante el gobierno de José Santos Zelaya en Nicaragua (1893-1909), considerado uno de losgobiernos liberales más audaces del istmo centroamericano, no tanto por su valiente enfrentamiento de losconservadores en materia económica, política y religiosa, sino también porque sus decisionesdiplomáticas pudieran haber afectado seriamente sus relaciones con los poderes imperiales del momento,sentó las bases de lo que serían los futuros desacuerdos con Washington en lo concerniente a la relevanciageoestratégica del istmo centroamericano29.

Entre 1897 y 1903, los Estados Unidos decidieron construir un canal interoceánico a través dePanamá, un movimiento que desestimó todo sueño que pudiera haber tenido Nicaragua, con relación a ese

 proyecto. Pero el Presidente Santos Zelaya se negó a darse por vencido, e intentó convencer al gobiernode los Estados Unidos para que modificara sus intenciones. En vista del fracaso de sus gestiones buscóentonces en Europa y Japón el apoyo financiero y técnico requerido para darle a su pueblo el bienestar que merecía. La jugada enfureció a los norteamericanos quienes, desde 1904 hasta su caída del poder en1909, hicieron todo lo posible para que Zelaya no encontrara eco en ninguna parte del mundo30.

Aquí reside, por otro lado, la mendacidad que se volcó contra Zelaya, a quien el gobierno de losEstados Unidos acusó de revoltoso, tirano, disociador y enemigo de los empresarios estadounidenses.Como señala el profesor Schoonover, Zelaya fue una figura sobre la cual se han dicho una gran cantidadde cosas, pero la mayor parte de ellas no son ciertas. Los historiadores, incluso los más conservadores, seaproximan a él con cautela y discreción, pues, a pesar de todo, Zelaya le devolvió a su pueblo un sentidode la nacionalidad pocas veces superado hasta la llegada de los sandinistas al poder en 1979.

La distorsión de la imagen de Zelaya sería un problema para la historiografía nicaragüense,

 porque el llamado “dictador liberal” y “déspota ilustrado”, es recordado también por haber introducido enla historia constitucional de Centroamérica una de las cartas magnas (la de 1893) más ambiciosasimaginadas hasta ese momento31. Criminalizado y señalado como un autócrata irredimible, Zelaya, sinembargo, fue capaz de enfrentar a los norteamericanos para defender su independencia de criterio, y así

 buscar otras fuentes de financiamiento que le permitieran impulsar su acariciado proyecto canalero. Conla Doctrina Monroe y el Corolario Roosevelt (1905) en la mano, los Estados Unidos no iban a permitir deninguna manera que potencias imperiales extra continentales se adueñaran de una ruta comercial deimportancia geoestratégica decisiva para ellos. Y así fue como decidieron colaborar con los gruposeconómicos conservadores de Nicaragua para tumbar a Zelaya lo más pronto posible.

Ya sabemos que los Estados Unidos buscaron, a todo lo largo del siglo XIX, un paso hacia losricos mercados de Asia, por lo cual la conquista del Pacífico era fundamental; y esto sólo podría haberselogrado con una ruta interoceánica a través de Centroamérica. Pero el proyecto francés de construir elCanal de Panamá, iniciado en 1879, elevó la sensación de inseguridad del gobierno de los EstadosUnidos, con el crecimiento de la presencia europea en el Caribe. A partir de ahí, los estadounidensesencontraron en las dificultades de los países centroamericanos y caribeños para atender sus deudas, una

 buena excusa para ocuparlos.

El Corolario Roosevelt de la Doctrina Monroe vino a ser la advertencia definitiva contra las potencias industriales extra continentales, que pensaban actuar igual y por las mismas razones: lainsolvencia de los centroamericanos para honrar sus deudas. Esta paranoia del Gobierno de los EstadosUnidos, alcanzó su punto de exacerbación cuando al Presidente Zelaya se le ocurrió que buscaría ayudaen Europa para construir otro canal que compitiera con el de Panamá. Finalmente, en vista de laincapacidad de los políticos y empresarios norteamericanos para convencer a Zelaya de que olvidara susideas y proyectos sobre el canal alternativo, el choque entre los gobiernos norteamericano y nicaragüense

no se hizo esperar después de 1903, hasta que Zelaya fue removido del poder en 190932.Fueron, sin embargo, una serie de puntos ciegos los que provocaron dicho enfrentamiento. Entre

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1897 y 1902, los empresarios norteamericanos, interesados en la construcción del canal, acusaron algobierno de Zelaya de estar saboteando sus pretensiones en América Central. Pero, en realidad, el

 presidente nicaragüense, decía, únicamente aspiraba a lograr el mejor acuerdo posible para darle a sugente el bienestar que necesitaba. Los roces empezaron y obligaron a Nicaragua a pensar en alternativas.

En 1897 la Comisión Walker fue integrada por el Gobierno de los Estados Unidos, para estudiar las posibilidades de construcción canalera en Centroamérica. La comisión recomendó a Nicaragua como

el sitio ideal para darle impulso a la idea, pero, al mismo tiempo, empezaron a correr los rumores,difundidos por la prensa norteamericana, de que los nicaragüenses y ahora los japoneses estabannegociando el proyecto del canal. El gobierno de Zelaya negó los malos rumores y la prensa japonesasostuvo que su gobierno había abandonado toda negociación con los nicaragüenses para impedir unenfrentamiento diplomático con los Estados Unidos.

Zelaya insistió en que su único interés era lograr atraer la atención del gobierno norteamericano para construir el canal en Nicaragua y, de manera contraproducente, parece haber utilizado los rumoressobre el interés de los japoneses para acelerar dichos planes. Los eventos que se suscitaron entre 1901 y1903 profundizaron la desconfianza entre nicaragüenses y norteamericanos, sobre todo después de que lasegunda Comisión Walker recomendara que el canal se construyera en Panamá. Con la caída de su

 proyecto, Zelaya se volvió hacia los europeos y enseguida los norteamericanos iniciaron su proceso dedesprestigio, acusándolo de autócrata y saboteador.

Entre las potencias europeas que se podrían haber beneficiado con el canal en Nicaragua estabaAlemania, la cual contaba con inversiones ahí que se acercaban a los $3.5 millones en 1898,incrementadas luego a $60 millones en 1906. La población alemana pasó de unos quince varones en 1891a cuatrocientos en 190533. Lo mismo podría decirse de los franceses, quienes agrandaron notablemente su

 participación en las actividades empresariales y culturales en Nicaragua. También encontraron que elDepartamento de Estado norteamericano hacía todo lo posible por mantener al gobierno de Zelaya en la

 peor condición financiera posible, con el afán de hacer más fácil su remoción del poder. Se habíanopuesto constantemente a que ninguna potencia europea le prestara dinero a Zelaya, arguyendo que sugobierno no estaba en capacidad de honrar sus deudas, un argumento que recorrió el ambiente financieroen Europa y desprestigió considerablemente al gobierno nicaragüense como deudor 34.

Los Estados Unidos siempre brindaron una generosa contribución moral y financiera a losopositores de Zelaya, y sería una excusa insostenible la que haría que el país, finalmente, estuviera bajo laamenaza de una invasión de tropas norteamericanas y de otros ejércitos centroamericanos. La muerte dedos soldados de fortuna, le dieron al Departamento de Estado la oportunidad que estaba esperando parareunir la fuerza suficiente contra el Presidente Zelaya. Él, en países como Costa Rica, sin embargo,encontró una prensa y una intelectualidad que no siempre lo fustigó, ni siempre aceptó como valederoslos criterios y argumentos de los Estados Unidos para derribarlo, a pesar de sus desplantes ocasionales,militares y políticos, para hacerse con el frágil liderato de una pretendida unión centroamericana.

El “sistema clientelar”, como lo llama Coatsworth, creado por el Departamento de Estado enCentroamérica y el Caribe, hizo posible la tonada que las clases dominantes en estos países, “élitescompradoras” según alguna historiografía norteamericana, querían interpretar voluntariamente desde lalucha por la independencia35. Tales élites fueron en realidad el soporte estratégico de que dispuso elimperialismo norteamericano para terminar convirtiendo al Caribe en un “lago americano”; la que habíasido la mayor aspiración de los grupos dominantes en los Estados Unidos. Con lo sucedido en Nicaragua,entonces, queda claro que los cuatro motivos hallados para darle sentido a la conquista del Caribe habíanllegado a cristalizar de manera irreversible. La obsesión por la construcción de un canal, la gran depresiónde 1873-1896, el acuerdo alcanzado con las potencias industriales europeas para que aceptaran finalmentela dominación de los Estados Unidos sobre el Caribe, y el reconocimiento de la enorme importanciageoestratégica del “lago americano”, legitimarían una plataforma de “estados clientes” sobre los cualesapoyarse, a través del fomento de gobiernos oligárquicos o abiertamente dictatoriales pero siempreincondicionalmente leales, garantes de la seguridad militar, política y económica tanto tiempo anhelada

 por la sociedad norteamericana.

Entre 1890 y 1930, el nuevo expansionismo norteamericano, produjo más de cuarenta

intervenciones en el Caribe. Aunque algunas fueron cortas, otras fueron de más larga duración, peroninguna superó la sufrida por Nicaragua. La ocupación de 1912-1933 representó el último gran esfuerzode los norteamericanos por convertir al país centroamericano en un “pequeño Estados Unidos” y, de paso,

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sentar los fundamentos para que su ejemplo se expandiera por el resto de América Latina36.

Aunque no generó un gobierno militar, que administrara directamente los asuntos nacionales,como en Cuba (1898-1902), República Dominicana (1916-1924), o Haití (1915-1934), la ocupación de

 Nicaragua fue devastadora, pues no sólo condujo al país a una guerra civil (1926-1927), sino que tambiénle dejó una de las herencias político-militares más detestables en América Central: la dictadura por másde cuarenta años (1934-1979) de la familia Somoza.

Junto a otros, la ocupación generó enfrentamientos entre la iglesia católica nicaragüense y lasdistintas expresiones eclesiásticas norteamericanas, pues en su afán por “americanizar” a Nicaragua, el

 país fue invadido también por los supuestos valores democráticos y culturales estadounidenses, los cualeshicieron que los nicaragüenses perdieran el control sobre sus propias finanzas públicas, sus prácticaselectorales y sus organizaciones campesinas; tanto así como para facilitar el surgimiento de la guerrillasandinista en 1927, cuyos ideales nacionalistas motivarían, finalmente en 1979, a la única revoluciónexitosa en Centroamérica durante el siglo XX37.

La figura de Augusto César Sandino (1895-1934) es de proporciones heroicas, pues con un puñado de campesinos, mal entrenados, mal comidos y nutridos solamente con una gran pasiónnacionalista y patriótica, logró combatir de forma aguerrida y lúcida, a la alianza que los Estados Unidoshabía articulado con la oligarquía nicaragüense, desde que el Presidente Santos Zelaya fuera obligado a

dejar el poder en 1909. Aunque el empresariado norteamericano no invirtió grandes sumas de dinero en Nicaragua, durante esta época, la oligarquía nicaragüense y los grandes terratenientes siempreencontraron en el mercado de los Estados Unidos, al mejor aliado para profundizar las deformacionesagro exportadoras de la economía nacional burguesa38.

Esta alianza imperialista recibiría la bendición con el asesinato de Sandino en 1934, la fundaciónde la Guardia Nacional y la entronización de la dinastía de los Somoza, quienes llegarían a construir unade las dictaduras más odiadas de América Latina. Pero, además, con Nicaragua, el imperialismo

 permanente de los Estados Unidos, pondría a prueba su capacidad de manipulación, y sus afanes por convertir a la América Central y al Caribe en los estados satélites que necesitaba para protegerse lasespaldas, sobre todo después de la conclusión del Canal de Panamá en 1913, en vísperas de la PrimeraGuerra Mundial, cuando concluiría en un baño de sangre la etapa del imperialismo histórico. La historia

de la construcción del Canal de Panamá (1903-1913), es otro de estos pasos iniciales para darle forma aun imperialismo permanente que se guarda para sí las mejores lecciones de la etapa anterior, y abre unnuevo capítulo en la historia de las intervenciones, invasiones y violencia que lo han caracterizado hastael presente.

4.3 La Doctrina Monroe y el Canal de Panamá (1903)39 

Junto al Canal de Suez, concluido en 1869, el Canal de Panamá, cuya construcción fue iniciadadiez años después por el mismo ingeniero francés Ferdinand de Lesseps (1805-1894), está consideradouna de las más grandes obras de ingeniería jamás emprendidas por el ser humano. La magna obra tuvo unefecto demoledor sobre el tránsito de las rutas internacionales que comunicaban a los dos Océanos, y aAmérica con el resto del mundo. Pero hubo que esperar unos cuatrocientos años para que el trabajo

 pudiera iniciarse, en vista de que hasta el siglo XIX, se contó con la tecnología indicada que pudiera hacer  posible semejante proyecto.

Además de que acortaría considerablemente la distancia entre el Atlántico Norte y partes delPacífico, el Canal de Panamá ofreció una ruta más segura que la antigua circunnavegación del Estrechode Magallanes o a través del Océano Indico, donde el monzón y los tifones destrozaban cualquier clase denave que se atreviera a emprender el trayecto. El Canal de Panamá pondría a Wellington de Liverpoolunas 1.600 millas más cerca que el Canal de Suez; reduciría en 1.500 millas la distancia entre Liverpool yValparaíso, Chile; en 4.400 millas hacia Honolulu y en 5.700 millas hacia San Francisco. Las distanciasrecorridas desde los puertos norteamericanos se reducirían en 2.000 millas desde Nueva Orleans haciaHong Kong, Manila y Cantón. El ahorro sería de unas 5.700 millas hacia Yokohama, de 8.900 millashacia San Francisco y de 5.400 millas hacia Sydney. Los viajes desde Nueva York a San Francisco se

reducirían en 7.900 millas y hacia Yokohama, Pekín o Shanghai en unas 3.600 millas. Hacia Manila yHong Kong serían aproximadamente las mismas que desde Nueva Orleans, pero en todo caso sería unviaje más seguro40.

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Pero el nacimiento del Canal de Panamá fue algo más que la construcción de una víainteroceánica. El título del extraordinario estudio realizado por el historiador norteamericano DavidMcCullough, ganador del Premio Pulitzer, se subtitula en inglés “la creación del Canal de Panamá”,denotando con ello que no se trataba simplemente de rasgar la tierra, y abrir una zanja a través de la cual

 pudieran comunicarse ambos océanos. Con dicho título el historiador norteamericano nos daba a entender que con este canal venía a la América Central un nuevo universo político, económico, social y cultural.Cuando Teddy Roosevelt decía que Panamá no era una nación sino únicamente un canal, recogía

igualmente el cosmos imperialista que estaba por nacer, y desconociendo a las personas, de la maneramás prepotente imaginable, registraba un evento con el cual, también, le estaba diseñando la historianacional al pueblo panameño41.

Su condición ístmica fue al mismo tiempo una bendición y una maldición para los panameños. Lanaturaleza no sólo fue amable con ellos, sino que también los metió en líos históricos de gran envergaduray significancia económica, social y política para las luchas antiimperialistas en todo el continente, a lolargo de la segunda parte del siglo XIX y del siglo XX, donde los panameños dieron sus luchas másimportantes para recuperar la dignidad nacional y, sobre todo, su propio país.

En una carta del 4 de noviembre de 1903, dirigida a su hijo Kermit, Teddy Roosevelt reflexionabasobre lo que había significado para él y su administración como Presidente de los Estados Unidos, elhaber tenido que fiscalizar y vigilar muy de cerca los vaivenes políticos y diplomáticos de Colombia conrelación al Istmo de Panamá. “En este momento estoy al tanto del asunto con Panamá. Por más de medio siglo hemos resguardado el Istmo de Panamá en beneficio de los intereses de esa pequeña y salvaje República de Colombia. Pero Colombia se ha portado de manera ingrata con relación al tratado paraconstruir un canal a través del Istmo, y no pretendo interferir en la insurrección que se avecina, porqueno generaría ninguna ganancia ni gratitud de parte del Gobierno de Colombia. De ahora en adelantecualquier interferencia que yo asuma la haré en nombre de los intereses de los Estados Unidos y del  pueblo panameño. Sé que vendrán momentos muy activos y que recibiré críticas, pero al final lograréenderezar todo este asunto. Tu amante padre”42. 

Cartas como esta provocaron, durante bastante tiempo, un debate y una discusión importanteacerca de la profundidad y dimensiones de la participación de Roosevelt en el levantamiento panameñode 1903 que condujo a la independencia de Panamá de la República de Colombia. Eran cartas que

trazaban claramente las líneas imperiales e ideológicas que buscaban justificar las acciones promovidas por la Doctrina Monroe. Crearon también entre algunos historiadores norteamericanos, la convicción deque Roosevelt había tenido una ingerencia muy tibia en la revuelta panameña contra los colombianos.

Es que en su autobiografía, este activo y beligerante cowboy decía lo siguiente sobre la DoctrinaMonroe: “La Doctrina Monroe establece la regla mediante la cual el Hemisferio Occidental no debiera ser tratado como lugar de asentamiento y ocupación por parte de los viejos poderes mundiales. Noconstituye una ley internacional pero es el principio cardinal de nuestra política exterior. No existe en el  presente ningún obstáculo para que esta doctrina no conserve su vigencia, sobre todo ahí donde losintereses de los Estados Unidos puedan ser amenazados. Los grandes, prósperos y civilizados socios,como Argentina, Brasil y Chile, en la parte sur de América del Sur han avanzado lo suficiente como paraque no necesiten el tutelaje de los Estados Unidos. Ellos ocupan con relación a nosotros la misma

 posición que Canadá, una amistad entre iguales”43

. Pero, según Roosevelt, existen otros países y naciones en América Latina y el Caribe, donde, la

debilidad e inconsistencia de sus estados nacionales, hacen que los Estados Unidos puedan quedar expuestos a la intervención extranjera, sobre todo de los viejos poderes europeos. Tales circunstanciasharían inevitable la invocación de la Doctrina Monroe, como mecanismo diplomático, históricamentelegítimo, según Roosevelt, para que los norteamericanos puedan adelantarse a la potencial amenaza deinvasión y ocupación de países como Colombia, Venezuela o Santo Domingo por parte de Francia,Alemania o Rusia.

“ Hasta ahora, continuaba Roosevelt, la acción más importante que he emprendido en asuntosdiplomáticos, como Presidente de los Estados Unidos, está relacionada con el Canal de Panamá. Aquí,de nuevo, me han acusado de haber actuado de forma “inconstitucional”, una posición que sería válida

 si la actitud de Jefferson por ejemplo, cuando adquirió la Louisiana, hubiera sido tambiéninconstitucional. Pero, aquellos que creen en la política de no hacer nada, y que me han tildado de haber “usurpado la autoridad”, tendrán que quedarse callados, pues cuando alguien tuvo que ejercer 

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eficientemente la autoridad, yo lo hice sin dudarlo”44. 

El Presidente de los Estados Unidos insistía en que, desde que Vasco Núñez de Balboa habíacruzado el istmo de Panamá, hacía más de cuatrocientos años, muchos habían pensado en la construcciónde una canal en esa zona, pero nunca habían ido más allá de simples conversaciones y negociaciones.Había llegado el momento de actuar, según él, y, desde que, en 1846, se logró un acuerdo en ese sentidocon la República de Nueva Granada, la predecesora de la República de Colombia y de la actual República

de Panamá, según sus propias palabras, los Estados Unidos obtuvieron el derecho de tránsito a través delistmo por cualquier medio que fuera a utilizarse. El compromiso del gobierno norteamericano consistía engarantizar la neutralidad y el libre tránsito a través del istmo.

Durante cincuenta años, continuaba Roosevelt, el gobierno de los Estados Unidos tuvo queejercer una vigilancia estrecha sobre la ruta del istmo, para impedir que el gobierno colombiano cerrara laruta. Y, también, en contadas ocasiones tuvieron que intervenir para protegerla, a pedido de ese mismogobierno. Después del fracaso de Lesseps, y de otros proyectos empresariales privados, así como de laimposibilidad de que el gobierno colombiano contara con los recursos para construir el Canal de Panamá,Roosevelt consideró que había llegado el momento de que los Estados Unidos se hicieran cargo de latarea45. Según la información de que él disponía, facilitada por sus cónsules en la zona, la relación entrePanamá y Colombia era sumamente flexible, tanto que la primera actuaba como un estado independiente.Pero, aún así, se habían registrado, desde 1850, más de cincuenta levantamientos contra la autoridadcolombiana sobre Panamá46.

Las peculiares relaciones diplomáticas y militares que mantenía Colombia con los EstadosUnidos, durante estos años, respecto a la situación en el istmo de Panamá, estaban en franca contradiccióncon la supuesta absoluta e incondicional soberanía colombiana sobre la zona. La Marina norteamericanahabía tenido que desembarcar en 1856, 1860, 1873, 1885, 1901 y 1902 para mantener el orden enPanamá, según nos contaba el Presidente de los Estados Unidos. Es más, añadía, los panameñosintentaron, mediante alzamientos revolucionarios y secesionistas que tendrían lugar en 1885, 1895 y 1899obtener la independencia de Colombia47.

Para Roosevelt, sus acciones a favor de Panamá, habían acabado con más de cincuenta años de baños de sangre, rebeliones, levantamientos y represiones contra los panameños48. Y, aunque muchos

historiadores conservadores y liberales norteamericanos, pudieran haber sostenido que la participación deRoosevelt en la revuelta que condujo a la independencia de Panamá, todavía está por probarse, sobre todo porque sus argumentos están basados en los documentos, discursos y cartas producidos por el mismoRoosevelt, nadie puede cuestionar con suficiente fuerza que es, precisamente, de esos documentos dedonde se deriva la contundencia de su involucramiento en todo este asunto.

En agosto de 1903, Roosevelt tenía claro que el gobierno de Colombia, según él, una dictadurairresponsable y violenta, había utilizado todos los recursos para sabotearle sus planes al gobierno de losEstados Unidos, y estaba buscando, por todos los medios posibles, deshacerse de cualquier compromisocon los norteamericanos sobre la construcción del Canal de Panamá49. La situación estaba madura paraactuar pues, según Roosevelt, desde 1890 hasta 1902, todos los intentos por concretar un acuerdorazonable con el gobierno de Colombia sobre la construcción del canal habían sido improductivos,esencialmente por razones burocráticas y mala voluntad de los colombianos, “esas criaturas intrigantes ytraicioneras”50.

Siempre de acuerdo con Roosevelt, la rebelión tomó forma en Panamá el día 3 de noviembre de190351. Según el Ex Presidente de los Estados Unidos, nadie, de parte de su gobierno, participó deninguna forma en la preparación, realización y conclusión de esta revuelta, que conduciría finalmente a laindependencia de Panamá. Para él las acciones que tuvieron lugar en el Istmo estaban más que

 justificadas, pues desde el punto de vista de los Estados Unidos, era imperativo, no sólo en loconcerniente a las justificaciones militar, civil y económica, sino también desde la óptica de lacivilización, pues era irrazonable, a todas luces, que una pequeña nación suramericana, inestable,desorganizada y gobernada por un dictador lento y burocrático (José Marroquín), estuviera bloqueando el

 progreso de las naciones desarrolladas e industrializadas del planeta52.

El complot que creó el escenario para construir el Canal de Panamá, implicó a tres protagonistasclaramente perfilados por sus acciones, intenciones y objetivos. Por una parte, los expansionistasnorteamericanos, desde 1846, venían tratando de darle forma a un proceso mediante el cual se pudiera

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abrir una ruta comercial a través del Istmo de Panamá, y así tener acceso a las minas de California; perotambién para controlar finalmente la totalidad del comercio que transitaba entre el Pacífico Occidental yel Atlántico Norte. Los tratados y acuerdos sobre la construcción de un canal a través del Istmo, que en sumomento incluyeron a Nicaragua, Costa Rica y México, como se ha dicho, eran el productoesencialmente de la rivalidad inter imperialista que buscaba definir territorios, establecer fronterasimperiales y modificar las geografías coloniales y neo coloniales, para ejercer con amplitud sus accionesen virtud de la expansión capitalista, de los mercados, de las finanzas y de la acumulación a escala

internacional.

El Tratado Clayton-Bulwer de 1850, entre el Gobierno de los Estados Unidos y el de Su MajestadBritánica, sobre los destinos de personas y naciones en Centroamérica, así lo prueba. Ese tratado era una

 pieza supina del accionar imperialista, pues jamás se consultó seriamente a los países que serían afectadosen el Istmo y en el Caribe. Todos los otros tratados posteriores, el Salgan-Wise de 1878, el Hay-Pauncefote de 1901, el Hay-Herrán de 1903, el Hay-Bunau-Varilla de ese mismo año, y finalmente, elCorolario Roosevelt de 1904-1905 a la Doctrina Monroe, reflejan la contundencia del accionar imperialista en la zona53.

Pero el imperialismo francés, participó también abiertamente en la conspiración que conduciría ala independencia de Panamá. Habiendo fracasado Ferdinand de Lesseps en la conclusión del canal en1889, debido a malos manejos de los fondos y a la especulación de valores en las bolsas europeas,afectadas por un período de crisis decisivo, que arrastró entre sus ruedas de molino a unos 800,000inversionistas de todos los pelajes54, cinco años después una nueva compañía francesa del canal sefundaba para intentar el finiquito del proyecto original. Esta vez sería el ingeniero francés Jean PhilippeBunau-Varilla (1859-1940), un hombre pequeño de estatura, de maneras aristocráticas y de bigotesengominados, sumamente atractivo para las damas, quien se encargaría de entregarle en bandeja Panamáa los Estados Unidos55.

Como su proyecto empresarial también fracasó, debido en esencia a las mismas razones quehabían hecho fracasar a Lesseps; es decir, el ambiente financiero internacional no estaba boyante por aquellos años de 1873-1896, y era sumamente difícil conseguir las sumas de capital indicadas para unalabor de tales proporciones, Bunau-Varilla ofreció transferir sus derechos y toda la maquinaria algobierno de los Estados Unidos, para lo cual contrató al célebre abogado William Nelson Cromwell, muy

 bien relacionado con el mundo financiero y la cúpula del Partido Republicano. Él logró en 1900 que losrepublicanos eliminaran de su plataforma la fórmula “canal por Nicaragua” cambiándola por la ambigua“canal por el istmo”.

En general la opinión pública y los negocios norteamericanos creían que era Nicaragua y noPanamá el lugar más adecuado para construir el canal. La comisión legislativa referida hace un rato,calculó que el canal por Nicaragua costaría aproximadamente 60 millones menos que por Panamá. En elcosto de este último se incluían 100 millones por pagos a la compañía francesa. Varilla se ganó losservicios del Senador Hanna y, finalmente, después de varias maniobras, logró que el Senado aprobara el

 proyecto panameño. Para ello disminuyó a 40 millones de dólares el costo del material de la compañía,equiparando así a Panamá con Nicaragua. Además, explotó con mucha habilidad una serie de erupcionesvolcánicas que sacudían a Nicaragua por aquellos días, como se puede ver en algunas de las estampillas

que circulaban entonces, y donde podían apreciarse los volcanes nicaragüenses desplegando toda sufuria56.

Pero el ingeniero francés tenía otros planes, tal vez más ambiciosos que los del mismo Roosevelt, pues no creía en que un cambio de régimen en Colombia podría resolver el problema del canal. Él pensaba más bien que era urgente lograr la independencia del Istmo, para convertirlo en una repúblicaindependiente con la cual pudiera negociarse sin cortapisas. En esto, entonces, coincidía con un ampliosector de la burguesía panameña, encabezada por el médico Manuel Amador (1833-1908), quien sería el

 primer presidente del Panamá independiente. Y aquí nos topamos con el tercer protagonista mencionadoarriba, en todo este drama para hacer rodar por los suelos la independencia y la dignidad nacionales dePanamá.

Finalmente, en los informes anuales al Congreso de 1904-1905, que pasaron a la historia como

Corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe, el Ex Presidente de los Estados Unidos enunció de formadefinitiva cuáles irían a ser, de ahí en adelante, los principios que regirían a la política exterior norteamericana hacia la América Latina, y que no han cambiado ni un ápice desde entonces. Por un lado

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Estados Unidos se adjudicaba el derecho a intervenir “preventivamente” en cualquier país que cesara sus pagos de la deuda externa. Se constituía así en gendarme internacional exclusivo de América Latina,asegurando al resto de las potencias imperialistas contra todo intento de un país latinoamericano deromper la cadena que lo ataba a la metrópoli. Por el otro lado, a través del dogma del Destino Manifiestose afirmaba que Estados Unidos era el depositario de la “civilización”, por lo tanto, cualquier acto que

 protegiera sus intereses implicaba al mismo tiempo la promoción de los intereses superiores de laHumanidad como un todo.

Debe quedar claro, entonces, que el Corolario Roosevelt no es un aditamento extraño a laDoctrina Monroe, o simplemente su continuación. Es, antes que nada, una nueva doctrina, que está enrelación directa con las nuevas condiciones y realidades expansionistas del capital monopolista en losEstados Unidos, la cuales le abrían el camino a una política exterior agresiva y eficaz, sustentada sobre uncapitalismo más seguro decidido a convertirse en dueño del planeta57.

El Canal de Panamá fue concluido en 1913, precisamente cuando, en Europa, se veía venir una delas guerras más devastadoras de que tenga memoria la humanidad. Era el momento ideal para que lafaraónica obra de ingeniería probara su gigantesca utilidad, y al mismo tiempo obligara al gobierno de losEstados Unidos, a ponerse al día en todo lo concerniente a las nuevas prácticas imperialistas que exigía lasituación. Hemos dicho, con razón, que el Corolario Roosevelt era en realidad un nueva doctrinaimpulsada por el imperio norteamericano, en virtud de que el Canal de Panamá los había obligado amodernizar sus nociones de geografía y a readecuar todas sus viajes nociones del espacio.

En realidad, la nueva vía de comunicación interoceánica había introducido a la América Latina yal Caribe en la edad moderna de la navegación, de los juegos militares y de la movilización de losfactores de la producción, dando prueba, de esta manera, que el sistema capitalista necesitaba expandirsecontinuamente, sin importar las condiciones geográficas, étnicas y culturales de los pueblos que se vieranafectados por el proceso.

4.4 De la crisis de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) a la Gran Depresión de 1929-1933 

La Primera Guerra Mundial, así lo demostraría. Pronto fue una guerra

mundial, y al salirse del escenario europeo dejaba tras de sí todo el paisaje geográfico que noshabía heredado el siglo XIX. Con esta conflagración no sólo se alteró el equilibrio de poder que habíacaracterizado al siglo mencionado, bajo el control de los británicos, sino que abrió el camino para queemergiera una nueva estructura de las relaciones internacionales, donde el peso específico de lasdecisiones geoestratégicas más determinantes iría a reposar sobre un nuevo sentido de la realidad,despojado casi por completo de los ingredientes utopistas que habían definido el quehacer de la políticainternacional entre los años 1870-1919, cuando se pensaba que lo bueno para la Corona Británica era lo

 bueno para todo el mundo, que lo económicamente efectivo era lo moralmente legítimo58.

Con la Primera Guerra Mundial las masas europeas habían llegado a la conclusión, de que “laexistencia en esta sociedad ya no estaba gobernada por la racionalidad y la sensibilidad, sino por  fuerzas ciegas, irracionales y demoníacas”59. Era una forma elegante y lírica de recoger el criterio de la

mayor parte de la intelligentsia europea sobre el hecho incontrovertible de que, con la caída del ordenestablecido desde 1815 y con la llegada de los Estados Unidos al escenario mundial, se había extinguidoel hombre económico europeo, sujeto principal de las acciones y decisiones tomadas en vísperas de laGran Guerra, respecto a la clase de alianzas y estrategias por seguir para repartirse el planeta60. De estamanera, el perfil clásico de las alianzas decimonónicas, los viejos bloques militares que se enfrentabanunos a otros, dejaban el lugar a los enfrentamientos unilaterales entre potencias militares y económicas,donde el peso de la tecnología era incuestionable.

América Latina ineludiblemente se vio afectada por el desmoronamiento de ese viejo ordeninternacional del que hablamos, en el que jugara un papel tan influyente Gran Bretaña, la única potenciaindustrial del siglo XIX que en realidad salió fortalecida durante la construcción del orden europeo posnapoleónico, un orden que, con algunas modificaciones, permanecería sumamente productivo hasta 1930

(ver capítulo II). El impacto sobre los latinoamericanos fue diverso, y perturbó no sólo aquellos aspectosrelacionados con la economía política, sino también con el desarrollo de los movimientos sociales,convirtiendo a la América Latina, en una de las regiones neo coloniales donde los experimentoseconómicos, sociales y políticos, frustrados o cooptados en Europa, florecieron con mayor beligerancia y

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vigor.

La onda migratoria, y la expansión de la actividad económica internacional, apuntalada por elimperialismo a partir de los años setenta del siglo XIX, convertirían a los países latinoamericanos, comoya lo hemos visto, en los principales abastecedores de Europa de materias primas, alimentos, metales

 preciosos y nuevas fuentes de trabajo, dentro de un mundo que estaba experimentando, posiblemente, laonda larga de crecimiento más rica y variada desde la crisis posterior al cierre de las guerras

napoleónicas.La expansión del comercio exterior y de la inversión hacia la América Latina no fue uniforme,

estable y sostenida. Como en la mayor parte de los escenarios económicos y sociales de la época, tambiénse vio impactada por las crisis, las contracciones y la depresión, a lo largo de un período (1873-1896), que

 puede ser considerado el de mayores y más violentos contrastes económicos y sociales, anterior a la GranDepresión de 1929-1933, transmitidos casi inmediatamente a las sociedades latinoamericanas. La GranGuerra inicialmente interrumpió el flujo de las exportaciones, debido a una contracción violenta de lanavegación, pero pronto la restauración de los mercados aceleró la espiral inflacionaria en la región, tantoasí como para provocar agresivas, y no siempre bien organizadas, reacciones de parte de lostrabajadores61.

Las élites gobernantes, apoyadas en grupos sociales portadores de agendas y demandas con

frecuencia incoherentes, iniciaron una etapa en la que las dictaduras y los mandatos autoritariosestuvieron a la orden del día, sobre todo en vista de lo que estaba ocurriendo en Rusia por esos años; peroademás, la guerra había dejado claro que después del desplome de la economía europea, y particularmentela británica, el lógico sucesor serían los Estados Unidos. Los inicios de la revolución mexicana (1910)62,anteriores a los de la revolución bolchevique en Rusia (1917)63, ponían sobre el tapete, sin embargo, laurgencia de ingresar en la modernidad, cuando en México la estructura agraria había experimentadocambios apenas cosméticos desde la independencia64.

Las connotaciones de esta puesta al día componían un amplio abanico donde había que contar connuevas fuerzas sociales, como el movimiento obrero, y un nuevo empresariado estrechamente vinculado alos mercados y al capital norteamericanos. Estados Unidos, sin embargo, respondía con violencia, no sóloen México, sino también en el Caribe, como ya hemos visto, donde intervino, arguyendo razones

geoestratégicas y diplomáticas que en algunos escenarios empezaban a sonar muy discordantes65

.En América Latina, los años que median entre 1919 y 1933, fueron años de una gran

inestabilidad, pues las transformaciones en el entramado económico, político y social internacional, produjeron ajustes en nuestros países que no siempre dieron la talla ante los problemas planteados. Lasconsecuencias para los países latinoamericanos, de un escenario tan desdibujado, fueron más biencontradictorias. Al caer la producción industrial, y cerrarse las posibilidades de absoluto dominio delmercado mundial por parte de los Estados Unidos, a pesar de su reluctancia de convertirse en el líder de larecuperación financiera y monetaria internacional, se posibilitó no sólo una reanimación de lacompetencia inglesa, sino que la crisis favoreció directamente el desarrollo económico de nuestros países.Este proceso se gestó a costa de grandes convulsiones sociales, golpes de estado y gobiernos ilegítimosque no pudieron soportar la caída de los precios de los productos tradicionales de exportación. Pero a lalarga la crisis había actuado como una especie de barrera proteccionista para estimular el desarrollo de laactividad manufacturera local, que podía ahora abastecer a los mercados nacionales de productos queantes importaba. Es claro que esas importaciones habían creado, desde la segunda parte del siglo XIX, unmercado consumidor, muy selectivo es cierto, pero consumidor al fin, que en ese momento se beneficiabacon una mayor complejización de la economía66.

La crisis afectó los precios de todas las materias primas de exportación. Los precios del café brasileño cayeron entre 1929 y 1938, de 15.3/4 centavos la libra a 5.1/4 centavos la libra. El nitratochileno que se cotizó en 1922 a $51.8 la tonelada, caería en 1933 a $18.8. El azúcar cubano vio caer sistemáticamente sus precios desde 1920 en que se vendió a 22.5 centavos de dólar la libra, a 3.75centavos en 1929 y a 0.57 centavos en 1932, lo que trajo consigo un desplome sin precedentes de la

 producción, la cual cayó de 5 millones de toneladas en 1929 a 1.9 millones en 1933. En la Argentina,durante los años de la crisis se mantuvieron más o menos estables los niveles cuantitativos de

exportación, sin embargo los precios de los productos tradicionales cayeron peligrosamente. El precio deltrigo bajo de $12.20 los 100 kilos en 1926 a $8.80 en 1930, y alcanzó el fondo en 1933 cuando se vendióa $5.30. El maíz descendió desde 1928 cuando se cotizó a $8.50 hasta 1931 que alcanzó el mínimo de

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$3.94. Los precios de los otros productos como el lino, la avena y la cebada se desplomaron igualmente.La desvalorización fue tan pronunciada que el valor medio de la tonelada exportada bajó entre 1928 y1932 de $141 a $81. Por el contrario, el precio de los productos de importación, manufacturados, no sólono cayó sino que tuvo un leve despunte. El deterioro en los términos de intercambio era notable así en la

 balanza comercial argentina.

La crisis de 1929-1933 hizo descender la capacidad para importar debido a la caída de los precios

de los productos de exportación. Ello trajo como consecuencia una tendencia al declive que se mantuvohasta 1940, cuando se enlazó con la crisis de la antesala de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).Ambos eventos operaron como verdaderas barreras proteccionistas para fomentar el desarrollo industriallocal, o por lo menos para tender al autoabastecimiento, suplantando localmente los productosimportados. Todo esto permitió en la década del treinta una serie de procesos inéditos en América Latina,desde revoluciones nacionalistas hasta intentos socializantes. Lo cierto es que la crisis económica fuetambién una crisis social, política y cultural67.

En el período de entreguerras, los capitales británicos comenzaron a ser desplazados por losestadounidenses, fracturando al continente latinoamericano en dos áreas de influencia. “Si consideramoslos casos de Brasil, Argentina, Chile, Uruguay y Perú con respecto al comercio exterior, podríamosobservar que estos cinco países habían absorbido alrededor del 70% del intercambio mercantil del continente con Inglaterra. Del conjunto de estos países destacaron los vínculos económicos de Argentinacon el Imperio Británico. Un cuadro similar nos presentó el comercio de México, Cuba, Colombia,Venezuela y la Argentina con respecto a los Estados Unidos, al concentrar también un 70% del intercambio comercial global con ellos”68. 

“ El entorno modernizador del modo de vida local, en diversas regiones de América Latina, seconstituyó alrededor de las actividades económicas que desplegaron las empresas monopólicasnorteamericanas. Pero éste se desplomó tan pronto como las empresas optaron por cerrar suscampamentos mineros, sus plantaciones o el conjunto de instalaciones bajo su posesión y administración. En este período algunos pueblos y puertos fantasmas existentes en cada país del continente fueronhechura del capital financiero anglo-norteamericano. En otros casos, los pueblos sobrevivieronrecurriendo a retomar viejas prácticas económicas precapitalistas (pesca tradicional, artesanía, pequeñocomercio, gambusinaje, pequeña producción agrícola o ganadera para el autoconsumo, etc.). Los

edificios abandonados por las compañías y aquellas otras firmas y negocios que florecieron y fenecierona su sombra, quedaron como símbolos de los muchos macondos que ilustran los propios límites del desarrollo capitalista dependiente. La crisis de 1929 acentuó con mayor profundidad y generalidad esteextraño atributo del capital financiero de revertir casi cíclicamente lo urbano en rural y lo capitalista en precapitalista, y viceversa”69. 

El período de cambios y experimentos, de dislocación como lo llama W. A. Lewis 70, queconstituyen, para la América Latina, los años que se ubican entre 1913 y 1939, no sólo le posibilitaronimaginar, diseñar y, con frecuencia, alcanzar, un grado mayor de independencia respecto a lo queacontecía en la economía mundial, sino que también le abrió a los latinoamericanos una válvula de escape

 para la enorme cantidad de tensiones sociales que venían acumulándose desde finales del siglo XIX. Lasmismas explotaron de diferentes formas, como ya lo hemos indicado: en el caso de El Salvador, en 1932,

 presenciamos una de las matanzas de campesinos más impresionantes de la historia social reciente deAmérica Latina, cuyos resultados y consecuencias aún se viven y se perciben hoy en el pequeño paíscentroamericano71. Nicaragua sería invadida por las tropas norteamericanas, una vez más en 1926, dondese quedarían hasta 1934, para imponerle un modelo de dominación político y militar cuya vida seextendería hasta 1979, cuando fue necesaria una sangrienta insurrección popular que luego sería hundidaen el desencanto y la desilusión72. En la tranquila y pacífica Costa Rica, el diminuto Partido Comunista,fundado en 1931, en plena crisis, lideraría una de las huelgas en 1934 más importantes que tuviera lugar contra el monopolio bananero de la United Fruit Company en el Caribe73.

Pero el capitalismo dependiente latinoamericano necesitaba rehacerse, y para ello desplegó unaimportante capacidad de cambio. La industria se expandió, la agricultura experimentó un proceso dediversificación totalmente inédito, y, en medio de la gran depresión, algunos países latinoamericanos

dieron indicio de recuperación general, antes de que sus sectores de exportación se reactivarannuevamente. La política económica se volvió más innovadora y pragmática, y para avanzar en ese sentidoalgunas nuevas instituciones hicieron su aparición.

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Con una menor presencia del capital foráneo en mitad de la década del treinta, pequeñas ymedianas empresas crecieron, sobre todo en el renglón de la inversión minera74. Cuando la deuda externano se podía atender, simplemente se suspendían los pagos y se retomaban luego. La alfabetización y lasalud pública mejoraron notablemente y los indicadores revelan que América Latina creció más que los

 países capitalistas centrales. Para los inicios de la Segunda Guerra Mundial, los intercambios demanufacturas entre los países de América Latina habían crecido, y el viejo sueño de la integraciónregional había tomado un nuevo aliento.

Como puede verse, la crisis de los años treinta significó para los latinoamericanos un reto a laimaginación, pues fue el momento de crear alternativas a la sustitución de importaciones, ya que habíatierra y trabajo disponibles para diversificar la agricultura, y la suspensión de los pagos de las deudas conel exterior no estaba sujeta a los cobros exorbitantes por los atrasos o los beneficios perdidos, unasituación debida, en gran parte, a la ausencia de abultadas inversiones directas.

El ingrato mundo que les tocó vivir a los latinoamericanos durante los años treinta, permitió larecuperación del capitalismo dependiente a través de las quiebras bancarias, un estrangulamiento de losmárgenes de acumulación y cierta manipulación de los límites del hambre como producto de la caída delos salarios reales. La capacidad de respuesta pudo ser a simple vista impresionante, pero varió según los

 países, pues en algunos la industrialización sólo alcanzó a reflejar el proceso de expansión del sector exportador, que fue el caso clásico durante la crisis, y en otros fue impulsada con el apoyo del estado, quesería lo acontecido después de la Segunda Guerra Mundial75.

En América Central y Cuba, para ejemplificar la primera situación, el modelo agro-exportador diorespuestas significativamente ambiguas a los magros intentos de diversificación de las exportaciones y lasustitución de importaciones, sobre todo en el primer ejemplo. En el segundo caso, los altos ingresos per capita de Cuba y los buenos niveles de educación no suplieron la escasez de banca central, la cualestablecía una estrecha dependencia de la isla con los patrones monetarios extranjeros. Y aunque eldesplome del valor de las exportaciones, en el caso centroamericano, parece haberse iniciado antes de loque sucedería en los países centrales, las respuestas más bien fueron lentas, y mediatizadas políticamente

 por dictaduras que no tenían bien claro el panorama de las decisiones por tomar en el corto plazo76. La pobre participación del sector financiero para impulsar el despegue de la sustitución de importaciones,redujo sus posibilidades en América Central.

A pesar de la rápida recuperación, la década de los años treinta no fue algo para sentirseorgullosos. En muchos sentidos, fue más bien una década en la que los centroamericanos perdieronmuchas oportunidades: no hubo ruptura con el viejo modelo agro exportador, no se operó unadiversificación relevante del mismo, y los esfuerzos dirigidos hacia la sustitución de importacionestomaron el rumbo de la agricultura sustitutiva, donde se buscó fortalecer la producción de maíz, frijoles,arroz, trigo y ganado, pues el grueso de la alimentación se importaba desde los años noventa del sigloXIX, debido a la seria distorsión del sector exportador, que había acaparado las mejores tierras para la

 producción de café y frutas77.

En este último renglón, la United Fruit Company , fundada por Minor Cooper Keith (1848-1929)en 1899, junto a las inversiones relacionadas con la actividad bananera, ferrocarriles, electricidad,telégrafos, tranvías, mercados municipales, navegación de cabotaje y otras, llegó a ser el máximo ejemplode la corporación extranjera que en América Central y el Caribe, impulsó y sostuvo todas aquellascondiciones necesarias, en tiempos de crisis, para que la actividad exportadora mantuviera su ritmo.

 Nadie más que la compañía bananera podría haber estado en contra de modificar la unilateralidad delsector exportador de los países centroamericanos, y para ello se sirvió de artimañas políticas sumamentecuestionables, con las cuales buscó escamotear los efectos de la crisis en el largo plazo.

Entre 1913 y 1933 el imperialismo permanente estableció definitivamente sus reglas del juegocon América Latina. La Primera Guerra Mundial (1914-1918) rompió de manera eficaz el predominio quedurante más de un siglo la Gran Bretaña mantuvo sobre mercados, finanzas y poblaciones en la región,

 para darle paso a prácticas imperiales inéditas, que traían, desde 1898, perfectamente articulado elconjunto de objetivos y aspiraciones por las cuales los Estados Unidos se harían dueños de AméricaCentral y del Caribe. A partir de 1903, el imperialismo norteamericano trazó una serie de acciones que

estaban pensadas para que su influencia sobre esta parte del mundo, no fuera discutida de manera alguna.La conclusión del Canal de Panamá en 1913 cerró ese ciclo, y con la Gran Guerra europea se

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abrió uno nuevo que le asestó el tiro de gracia a la presencia británica en América Central y el Caribe. LaGran Depresión capitalista de 1929 fue la plataforma mediante la cual la economía política delimperialismo permanente saldó sus viejas cuentas con el imperialismo inglés en la región, pero viabilizóla posibilidad de que nuevas relaciones políticas, sociales, económicas y culturales se establecieran conestos pueblos. Se veía venir así, después de 1933, un ciclo de revoluciones sociales, dictaduras ygobiernos autoritarios, de todo tipo que se prolongaría hasta 1961, cuando la revolución cubana podríadecirle al mundo que una nueva forma de organización social era posible. Pero este es un asunto que

 pertenece al capítulo siguiente.

***  

El período que hemos estudiado en este capítulo estuvo colmado de cambios y transformaciones,no sólo en el plano socioeconómico internacional, sino también en lo competente a la América Latina y elCaribe. Gravitando dentro del ambiente imperialista clásico, los latinoamericanos tuvimos que hacer esfuerzos ingentes para capear la voraz tormenta del expansionismo norteamericano; esto es un hechoincontrovertible, por más que un escritor como Landes, según vimos al principio, trate de minimizar este

 proceso y lo convierta en algo de lo que deberíamos sentirnos culpables.

Penosa sí es la alianza que algunos grupos sociales dominantes latinoamericanos, las viejasoligarquías, rancias herederas de los fracasos y frustraciones del imperio español, configuraron con el

capital, los empresarios y los políticos norteamericanos para consolidarse en el poder, pues estaban másinteresados en su enriquecimiento de clase, antes que en la independencia económica y política de sus

 propios países.

Entre 1898 y 1933 el imperialismo permanente presenció una desgarradora rivalidad entre viejasy nuevas potencias imperiales, que tuvo consecuencias incalculables sobre el futuro desarrolloeconómico, social y político de América Latina y del Caribe. El progresivo desalojo, a veces negociado, ya veces violentado, de potencias industriales extra continentales, como Gran Bretaña, Francia, Alemania,y España, por parte de los Estados Unidos recogió los fundamentos de lo que sería la política exterior delgobierno estadounidense hacia América Latina y el Caribe de ahí en adelante. Concebir a la DoctrinaMonroe simplemente como un listado de buenos deseos es entenderla mal, pues fue con la guerra de 1898cuando Estados Unidos en realidad, puso a prueba hasta dónde podía llegar armado de un instrumento

 político, diplomático y militar como ese.La Doctrina Monroe configura todo un entramado institucional, estratégico y gubernamental que

le da a Washington, el estatuto de haber sido el primer gobierno imperial de la modernidad que predicacon claridad y sin tapujos sus anhelos por ponerse al frente del mundo capitalista, empezando por adueñarse de las riquezas reales y potenciales de sus vecinos más cercanos.

Con la guerra de 1898 se fijan los ingredientes más recalcitrantes de dicha política exterior, ycristalizan al mismo tiempo los instrumentos diplomáticos, políticos y militares con los cualesWashington mediatizará sus relaciones con latinoamericanos y caribeños. Éstos, que, a partir de esemomento, tendrán que estar siempre a la defensiva, harán frente a un gobierno imperial y a un entramadoempresarial sumamente agresivo, dispuesto a todo, con tal de quedarse con lo que otros poseen.

 Nicaragua fue víctima, como Panamá de su propia geografía. La construcción del canal no era unasunto que debía negociarse por mucho tiempo. Era un tema de la más alta política imperial, y jamás

 podía discutirse a fondo su viabilidad con gobiernos considerados liliputienses e insignificantes en todoslos terrenos, como los centroamericanos. Y con el Caribe sucedió igual, pues ninguna de las Antillas, enel mediano o en el largo plazo, tenía el derecho a obstaculizar las ambiciones de Washington por controlar las rutas comerciales que le eran beneficiosas a sus empresarios e inversionistas. En estos casosno se negocia, se impone por la fuerza el criterio del más fuerte y del mejor proveído. Con tal evidenciahistórica, resulta ridícula la afirmación de Landes de que el ejemplo histórico dado por losnorteamericanos, sería el que debería ser seguido por los latinoamericanos. Es la vieja tesis de W. W.Rostow, sobre el hecho de que el desarrollo de los países industrializados sería el modelo a imitar por los

 países subdesarrollados.

Aunque históricamente un argumento como este tiene poco asidero fáctico, algunos analistas

insisten, contra toda evidencia de la realidad, en que dicha imitación es posible. Digamos, sin embargo,que el imperialismo se encargó de demostrar la invalidez de tal argumento, y agregó informaciónhistórica para probarnos que sus acciones no conducirían jamás al desarrollo de países que, con

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frecuencia, únicamente tenían su geografía como exclusivo recurso natural.

Pero las crisis, por otro lado, fueron también el acicate mediante el cual el capitalismometropolitano se ideó los recovecos, las escapadas y las excusas para acudir a la violencia, la amenaza yel chantaje contra pueblos que, desde la periferia, con dificultades luchaban por sobrevivir, ante losembates de crisis que jamás fueron detonadas por ellos. Las crisis de 1873-1896 y de 1929-1933, fueronepisodios perfectamente encadenados en una secuencia que demostró la estrecha cercanía existente entre

el saqueo, la avaricia y la abundancia mal habida. No es en vano que, entre una y otra crisis, seencuentren también conflictos militares de proporciones catastróficas. Uno casi se siente inclinado aestablecer relaciones.

Sin embargo, para América Latina y el Caribe, tales crisis y conflictos militares fueron tambiénmomentos bien llegados para readecuar caminos y encontrar nuevas soluciones a viejos problemas aúnsin resolver. Como la formación de los estados nacionales y la maduración de un capitalismo que seniega, aún hoy, a dar todas sus fuerzas y posibilidades en busca de un proyecto que se parezca menos alimpulsado por las viejas oligarquías latinoamericanas, todavía nostálgicas de las lealtades forzadas yasustadizas de los indios y los negros, no así de los obreros, pequeñas burguesías y burocracias seducidas

 por ciertos giros del socialismo. Pero la era de las revoluciones estaba por llegar, como se verá encapítulos por venir.

2 David S. Landes. The Wealth and Poverty of Nations. Why Some are so Rich and Some so Poor (New York andLondon. W. W. Norton and Co. Inc. 1995. Hay traducción castellana por Santiago Jordán para Crítica de España.1998).3 Ibídem. Pp. 304-305.4 Álvaro Vargas Llosa y otros. Manual del perfecto idiota latinoamericano un texto que no es más que una diatribaexcrementicia contra el pensamiento de izquierda y revolucionario latinoamericano.5 Landes cita a Lawrence E. Harrison. Underdevelopment Is a State of Mind. The Latin American Case (Center for International Affairs, Harvard University Press, MA. 1985. Hay traducción al español. El subdesarrollo es unacuestión mental. Madrid. Playor. 1987).6 Thomas Carlyle. “Dr. Francia”. En Critical and Miscellaneous Essays (Boston: Phillips, Sampson And Company.1855. Reeditada por Kessinger Publishing House. 2005).7 Aunque Lenin se refería a la guerra de 1898 como la primera guerra imperialista de la época contemporánea, al

imperialismo, como proceso histórico, siempre lo ubicó entre 1870 y 1914, que era la periodización eurocéntrica predominante. Es aún hoy la que se sigue utilizando por la mayoría de los autores que se dedican a estos temas.8 Rodrigo Quesada Monge. El legado de la guerra hispano-antillano-norteamericana (San José, Costa Rica: EUNED.2001).9 Miralys Sánchez Pupo. La prensa norteamericana llama a la guerra. 1898 (La Habana, Cuba. Editorial de CienciasSociales. 1998).10 Puerto Rico tiene importancia estratégico-militar prácticamente desde el siglo XVI. Juan Bosch. De CristobalColón a Fidel Castro. El Caribe frontera imperial (Santo Domingo, República Dominicana. 12ª. Edición. 2005) P. 39.11 Ángel G. Quintero Rivera. Puerto Rico. 1870-1940. En Varios Autores. Historia del Caribe (Barcelona: Crítica.2001) Capítulo 4. Pp. 90-91.12 Óscar Zanetti Lecuona. Comercio y poder. Relaciones cubano-hispano-norteamericanas en torno a 1898 (LaHabana: Casa de las Américas. 1998) P. 39.13 Ibídem. P. 40.

14 Luis E. Aguilar. Cuba 1860-1934. En Varios autores. Historia del Caribe (Barcelona: Crítica. 2001) Capítulo 3. P.62.15 K. Shustov. Cuba y la política expansionista de los Estados Unidos (1898-1922). En Varios autores. Losmonopolios extranjeros en Cuba. 1898-1958 (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales. 1984) Capítulo 2. P. 20.16 Louis A. Pérez Jr. Cuba, 1930-1959. En Varios Autores. Historia del Caribe (Barcelona: Crítica. 2001) Capítulo 7.P. 136.17 K. Shustov. Op. Cit. P. 24.18 John D. Stempel. Comentario de la contra portada al libro de Thomas D. Schoonover. Uncle´s Sam War of 1898and the Origins of Globalization (The University Press of Kentucky. 2003).19 Thomas D. Schoonover. 2003. Op. Cit. P. 66.20 Thomas D. Schoonover. Ibídem. P. 102.21 Thomas D. Schoonover. P. 84.22 Ibídem. P. 102.

23 Theodore Roosevelt. The Rough Riders. An Autobiography (New York. The Library of America. 2004).24 Thomas D. Schoonover. Op. Cit. P. 65.25 Ibídem. P. 93.

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26 Ibídem. P. 99.27 Ibídem. P. 101.28 Theodore Roosevelt. An Autobiography (New York. The Library of America. 2004) Capítulo XIV.29 Arturo Taracena Arriola. Liberalismo y poder político en Centroamérica (1870-1929). Capítulo 3. P. 196. EnVarios Autores. Historia General de Centroamérica (Madrid: Sociedad Estatal Quinto Centenario y FLACSO. 1993)Tomo IV dirigido por Víctor Hugo Acuña Ortega.30 Thomas D. Schoonover. The United States in Central America, 1860-1911. Episodes of Social Imperialism and

Imperial Rivalry in the World System (Durham and London, Duke University Press. 1991) Capítulo 8.31 Veamos lo que don Crisanto Medina decía de Zelaya en 1900: “Después de 1893, el Jefe de la República, primeroa título provisional, y después como presidente constitucional, ha sido el General José Santos Zelaya. Sin vacilar entomar las armas numerosas veces para defender la causa del progreso y del liberalismo, el presidente Zelaya hizo nosolamente triunfar al partido liberal (definitivamente hoy dueño de la situación). También logró que se le amara yrespetara, lo que apenas es uno de sus más pequeños títulos de gloria, ya que el espíritu del pueblo había sidofalseado por 30 años de educación clerical. Antes que el General Zelaya llegase al poder, las administracionesanteriores estuvieron integradas, a decir verdad, por eminentes personalidades; pero, reconozcámoslo, aunque estabanllenas de la mejor voluntad, les sobraba una concepción patriarcal del mundo. Digámoslo sin rodeos: carecían desuficiente educación e instrucción, o sea, de toda la ilustración necesaria a los hombres de estado. La posibilidad devivir en una atmósfera de convento era, sin lugar a dudas, su única ambición, así como también su único positivorecuerdo eran las crónicas contra los filibusteros; de la misma manera lo único que concebían para su futuro eracontinuar y reproducir la vida de sus ancestros. A manera de ejemplo, recordemos aquel presidente (Pedro Joaquín

Chamorro), quien por actitud inexplicable dejó escapar de sus manos la oportunidad de abrir a través de Nicaragua elcanal interoceánico proyectado por la Compañía Internacional de Fernando de Lesseps. En este sentido, otros hancreído hacer mucho iniciando el ferrocarril del puerto de Corinto al interior del país. Todos, finalmente, eranconservadores no sólo en sus principios filosóficos, sin también en su total desprecio al progreso del siglo”. En JorgeEduardo Arellano (compilador y presentador). Nicaragua en el siglo XIX. Testimonio de funcionarios, diplomáticosy viajeros (Managua, Nicaragua: Colección Cultural de Centroamérica. Serie viajeros No. 6. 2005) P. 456.32 Thomas D. Schoonover. 1991. Op. Cit. P. 133.33 Thomas D. Schoonover. Germany in Central America. Competitive Imperialism, 1821-1929 (Tuscaloosa andLondon, University of Alabama Press. 1998) Capítulo 7.34 Thomas D. Schoonover. The French in Central America, Culture and Commerce, 1820-1930 (Wilmington,Delaware. SR Books. 2000) Capítulo 4.35 John Coatsworth. Central America and the United States. The clients and the colossus (New York. TwaynePublishers. 1994) Capítulo 1.

36 Michel Gobat. Confronting the American Dream. Nicaragua under U.S. imperial rule (Durham and London. DukeUniversity Press. 2005) P. 2 de la Introducción.37 James Dunkerley. Warriors and Scribes. Essays on the History and Politics of Latin America (London and NewYork. Verso Books. 2000) Capítulo 6.38 Jaime Wheelock Román. Imperialismo y dictadura: crisis de una formación social (México: Siglo XXI editores.1975) Capítulo V.39 Así se titula uno de los capítulos de la Autobiografía de Theodore Roosevelt. The Monroe Doctrine and thePanama Canal. The Rough Riders. An Autobiography (New York. The Library of America. 2004) Capítulo XIV. Pp.756-784.40 Thomas D. Schoonover. 2003. Op. Cit. P. 30.41 David McCullough. The Path Between The Seas. The Creation of the Panama Canal 1870-1914 (London and NewYork. Simon & Schuster. 1977) P. 245.42 Theodore Roosevelt. Letters and Speeches (New York. The Library of America. 2004) Pp. 303-304.

43 Theodore Roosevelt. The Rough Riders. An Autobiography (New York. The Library of America. 2004) P. 759.44 Ibídem. P. 765.45 “Under these circumstances it had become a matter of imperative obligation that we should build it ourselveswithout further delay”. Ibídem. P. 767.46 Ibídem. Pp. 767-769. Roosevelt ofrece una lista de las que él consideraba las revueltas “revolucionarias” másimportantes que habían tenido lugar en Panamá contra Colombia, desde el 22 de mayo de 1850 hasta julio de 1902.Ver también de Walter LaFeber. The Panama Canal. The Crisis in Historical Perspective (New York and London.Oxford University Press. 1978) P. 25.47 Ibídem. P. 771.48 “There had been fifty years of continuous bloodshed and civil strife in Panama; because of my action Panama hasnow known ten years of such peace and prosperity as she never before saw during the four centuries of her existence-for in Panama, as in Cuba and Santo Domingo, it was the action of the American people, against the outcries of the

 professed apostles of peace, which alone brought peace. We gave to the people of Panama self-government, and freed

them from subjection to alien oppressors”. Ibídem. P. 778,

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49 “When in August, 1903, I became convinced that Colombia intended to repudiate the treaty made the precedingJanuary (se refiere al Tratado Hay-Herrán), under cover of securing its rejection by the Colombian Legislature, I

 began carefully to consider what should be done”. Ibídem. P. 774.50 Ibídem. Loc. Cit.51 “On November 3 the revolution occurred. Practically everybody on the Isthmus, including all the Colombiantroops that were already stationed there, joined in the revolution, and there was no bloodshed. But on that same dayfour hundred new Colombian troops were landed at Colon”. Ibídem. P. 776.

52 Ibídem. Loc. Cit.53 Eduardo Viola. Theodore Roosevelt. El imperialismo y la política del garrote. En Historia de América en el SigloXX. Los primeros años: rebeliones y revoluciones (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. 1984) Tomo I.Pp. 57-84.54 David McCullough. Op. Cit. P. 204.55 Ibídem. Pp. 161-163.56 Ibídem. Ver la ilustración que viene en la página 299.57 Eduardo Viola. Op. Loc. Cit.58 Posiblemente uno de los mejores trabajos que existen sobre este cambio de óptica es el escrito por el eminentehistoriador británico Sir Edward Hallett Carr. The Twenty´s Crisis, 1919-1939 (London: Perennial. Harper Collins.2001. La edición original es de 1939). Capítulo XIV.59 Ibídem. P. 224.60 Niall Ferguson. The Pity of War. Explaining the World War I (London and New York: Basic Books. Perseus

Books Group. 1999) Capítulo 3.61 Frederick Stirton Weaver. Latin America and the World Economy. Mercantile Colonialism to Global Capitalism(Westview Press. 2000) P. 77.62 Detonada con la excusa de remover a la vieja dictadura de Porfirio Díaz, quien había estado en el poder desde1876.63 Algunos discutirían la relevancia de este orden cronológico, pues bien puede sostenerse que la revolución rusa seinicia realmente en 1905.64 Eric Wolf. Las luchas campesinas del siglo XX (México: Siglo XXI editores. 1972) Pp. 13 y ss. También deFrancois Chevalier. La formación del latifundio en México (México: Fondo de Cultura Económica.65 Roberto Regalado. América Latina entre siglos. Dominación, crisis, lucha social y alternativas políticas de laizquierda (Australia, Nueva York, La Habana: Ocean Sur. 2006) P. 119.66 Alberto J. Pla. Hoover. El Crack financiero de 1929. En Varios Autores. Historia de América en el siglo XX.Entre las dos guerras: autoritarismo, populismo y democracia (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. 1985)

Vol. 2. P. 22.67 Ibídem. P. 23.68 Ricardo Melgar Bao. El movimiento obrero latinoamericano (Madrid: Alianza. 1988) P. 213.69 Ibídem. P. 214.70 W. Arthur Lewis. Economic Survey, 1919-1939 (London: Allen and Unwin. 1949). Citado por Rosemary Thorp.Progress, Poverty, and Exclusion. An Economic History of Latin America in the 20th. Century (Johns HopkinsUniversity Press. Inter American Development Bank and the European Union. 1998) P. 97.71 Neill Macaulay. El Salvador 1932.72 Sergio Ramírez Mercado. Adiós muchachos. Y Ernesto Cardenal. La trilogía.73 Jeffrey Casey Gaspar.74 Rosemary Thorp. Op. Cit. P. 124.75 Ibídem. P. 125.76 Víctor Bulmer-Thomas. Central America in the Inter-War Period. En Rosemary Thorp (Ed.) Latin America in the

1930s. The Role of the Periphery in World Crisis (London and New York: St. Martin´s Press. 1984 ) Capítulo 11.77 Ibídem. P. 298.

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Capítulo V: América Latina. El Imperialismo Permanente. Laera de las dictaduras (1933-1961)

5.0 Introducción 

En este ensayo estudiaremos uno de los períodos más complejos de la historia contemporánea deAmérica Latina, pues se trata de años en los que las crisis económicas, las guerras mundiales y una seriede acontecimientos internacionales de enorme importancia histórica, afectaron con profundidad yamplitud a las sociedades latinoamericanas.

El surgimiento del nazi-fascismo (1919-1945), la guerra civil española (1936-1939), la expansióndel estalinismo (1924-1953), y la ampliación de la influencia norteamericana en el continente, tuvieronuna gravitación extraordinaria sobre la economía, la sociedad, la política y la cultura de loslatinoamericanos; tanto así como para que hoy podamos hablar de una “era de las dictaduras”, pues a lolargo de estos años, los grupos sociales dominantes, civiles y militares, con frecuencia, acudieron a losinstrumentos y mecanismos de los gobiernos autoritarios y dictatoriales, para mantener a las mareas de las

 protestas sociales, y a los sectores populares levantiscos e inconformes bajo el más estricto control policíaco.

Esta es también la era de los proyectos populistas, de las alianzas civiles e imperialistas que buscaban atemperar una atmósfera social caldeada por aspiraciones ideológicas y políticas con perfilesfrecuentemente muy difusos, y a veces portadores de una incoherencia incapaz de generar resultadosconcretos y duraderos.

Pero tal vez, por encima de todo, es la que podríamos considerar la era clásica del dictador latinoamericano, aquel que fuera descrito, cargando las tintas, las emociones y los testimonios, por escritores del calibre de Miguel Ángel Asturias (Guatemala: 1899-1974; Premio Nobel de 1967)), GabrielGarcía Márquez (Colombia: 1928-; Premio Nobel de 1982), Arturo Uslar Pietri (Venezuela: 1906- ),Augusto Roa Bastos (Paraguay: 1917- ), Carlos Fuentes (México: 1929- ), y otros que encontraron en esta

figura, el embarazoso emblema de lo que no debería suceder en una democracia portadora de los valores políticos occidentales.

Curiosamente, y para hacer aún más ostensibles las contradicciones básicas de aquellademocracia, el imperialismo norteamericano, a lo largo de este período, instaló en el poder, sostuvo ynutrió a ciertas de las dictaduras más penosas de la historia política reciente de América Latina. Estahistoria es la que queremos contar en este capítulo. Para hacerlo, hemos decidido establecer cuatro temasespecíficos que nos permitirán dejar en el lector al menos una impresión general sobre el enorme papelhistórico jugado por los dictadores y las dictaduras en América Latina. Ellas fueron determinantes en eldesarrollo político de nuestros países, no sólo por los niveles de ingerencia alcanzados hasta en lo más

 personal de la vida cotidiana de los seres humanos, sino también por la naturaleza de las relacionesestablecidas con el mundo y, particularmente, con el gobierno y la sociedad norteamericanos. Los temas

que trataremos serán los siguientes:

1.  Dictadores y dictaduras en América Latina.

2.  El populismo latinoamericano.

3.  Los movimientos populares.

4.  El triunfo de la Revolución Cubana.

5.1 Dictadores y dictaduras en América Latina 

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¿Será cierto, como sostiene alguna sociología política norteamericana, que el componente másdefinitorio de la conducta política del latinoamericano es su vocación autoritaria, su vocación dictatorial,caudillista?

En apariencia, podría haber una tibia confusión terminológica entre dictador y caudillo, pues nosiempre, en América Latina, ambas recusaciones coinciden históricamente. Pero, en esa obsesiónnominalista de los sociólogos estadounidenses, existe la preocupación por establecerle perímetros

definitorios a las actuaciones políticas de las personas y de los grupos, con lo cual, para ellos, es urgentecaracterizar al dictador o al caudillo latinoamericano, pues una vez establecida su naturaleza se podráreflexionar con mayor profundidad sobre estructuras de poder, movimientos sociales, y expresionesinstitucionales de las dictaduras o de los caudillismos.

Pues bien, habría que preguntarse por qué los sociólogos norteamericanos no establecen unadiferenciación sustancial entre dictador y caudillo, cuando estudian y analizan la política y la historia

 política de América Latina, en aquellos períodos donde el autoritarismo y sus distintas expresiones hansido más notables. Resulta que los años que van de 1930 a 1960, cuentan a su haber, una historiaimportante de dictadores y dictaduras latinoamericanas que, incluso, fueron tema de creación literaria,novelística y ensayística igualmente relevante.

Ahora bien, en la historia de América Latina, hay dos clases de dictadores, militares y civiles.

También existen lo que podría llamarse dictaduras de derecha y de izquierda. Habría que aclarar,adicionalmente, que un dictador no siempre es un caudillo. Por lo demás, un caudillo bien podría ejercer actividades dictatoriales; pero a un dictador, a veces, no se le reconocen méritos de caudillo. Agreguemosque un gobierno autoritario puede llegar a tener el perfil de una dictadura militar de izquierda, aunquetradicionalmente las dictaduras militares en América Latina, casi siempre, han acarreado el estigma de ser dictaduras de derecha, ultraconservadoras y reaccionarias.

Una porción importante de estos retruécanos terminológicos, no describe con exactitud, o con almenos algún sentido de la realidad, lo que acontece en la historia política y social de América Latina,después de lograda la independencia de España. Alguien podría decir que la vocación autoritaria que ha

 predominado en los sectores sociales dominantes latinoamericanos desde entonces, es el resultado de unafuerte tradición centralista1. Otros, por su parte argumentarían que el caudillismo, un fenómeno político

casi exclusivo de América Latina, tiene sus raíces en las protuberancias y los vacíos de poder delcolonialismo español, proclive a los liderazgos donde median las lealtades primitivas, los ritualesideológicos y los sustratos materiales que comprometen a personas y fortunas.

El caso es que, en América Latina, escoger y diseñar el camino correcto, o tal vez el menos malo,que hiciera posible, otra vez, después de la independencia de España, una inserción efectiva en lacomunidad internacional de naciones, pasó indefectiblemente, por los gestos y triquiñuelas quecaracterizaron el quehacer de los grupos sociales dominantes, aquellos estrechamente relacionados conlos circuitos del poder político y económico a escala internacional. Las acciones de algunos de los

 primeros caudillos latinoamericanos decimonónicos, tales como Juan Manuel Ortíz de Rosas (1793-1877)en Argentina, y el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia (1766-1840) en el Paraguay, seríaninconcebibles sin pensar en la naturaleza del régimen de propiedad, o en las estructuras comerciales yfinancieras que viabilizaron las alianzas sociales sobre las cuales, y con las cuales, fue posible levantar suliderazgo.

El caudillismo puede adquirir expresiones políticas, sociales y hasta ideológicas diversas, pero elsustrato material sobre el cual reposa hace que no sea posible pensarlo teóricamente, sin hacer referenciahistórica al papel desempeñado por el sistema económico a escala nacional e internacional. Esto continúasiendo hoy una verdad incontrovertible, sobre todo cuando el imperialismo ha hecho buen uso del

 particular perfil histórico del dictador latinoamericano, y con él de figuras como el caudillo, quien, aveces, y de acuerdo con los avatares de los centros decisorios del imperio, puede degenerar en dictador ono2.

Incuestionable como puede ser, el argumento económico, sociológico y político que explica losorígenes sociales del caudillismo y la dictadura en América Latina, a partir de su irrepetible naturaleza

histórica, también debe considerar el esencial protagonismo que ha tenido el imperialismo, para que laespecificidad de esa naturaleza tome un curso antojadizo a tono con sus particulares necesidades.

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El período que estudiamos en este capítulo exhibe un robusto abanico de dictaduras diseñadas,sostenidas y reproducidas por los políticos, los generales y los tecnócratas del Gobierno de los EstadosUnidos, que arribaron a la triste conclusión de que América Latina les pertenecía, y que, por ello, erarequisito indispensable escogerle el camino indicado para alejarla de conflictos posibles con Washington.En esta ciudad pensaron, entonces, que los mejores aliados para lograr tal propósito eran los dictadoreslatinoamericanos.

El impacto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y de la Gran Depresión (1929-1933), fueexperimentado de maneras diversas en las sociedades latinoamericanas, no tanto debido a motivacionesde orden geográfico, como podría pensar alguien para quien los distintos niveles de inserción en elmercado mundial son determinantes, sino porque en ese momento muchos de los problemas del sigloXIX, es decir aspectos esenciales de la herencia colonial, no habían sido resueltos debidamente.

En América Central el deterioro efectivo de la influencia británica puede registrarse desde 1905,lo cual incrementa notablemente la ingerencia norteamericana, que ya ha cristalizado con el TratadoClayton-Bulwer de 18503. Sin embargo, en otras partes de América Latina, la Primera Guerra Mundial yla Gran Depresión son los tiros de gracia de la presencia europea, que en ningún momento garantizaronun relevo simultáneo por parte de los Estados Unidos, pero facilitaron el ritmo y el paso a través del cuallos norteamericanos remodelarían las relaciones de países como Argentina, Chile, Uruguay y Brasil conlos ingleses, los alemanes y los franceses.

Sin embargo, ¿tendrá sentido preguntarse si existe alguna diferencia entre la dictaduracentroamericana y la caribeña, y aquellas otras que se dieron en la región andina y en el Cono Sur?Aparte de diferencias normativas, de procedimientos y recursos, tales expresiones autoritarias del poder son el resultado, mayormente, de las alianzas que el imperialismo norteamericano logró articular entre susnecesidades e intereses y aquellos correspondientes a los grupos dominantes, o económicamente mejor ubicados en las sociedades latinoamericanas.

Entre las dictaduras del Orden y el Progreso, como las llama un historiador francés,características del último tercio del siglo XIX, y las dictaduras desarrollistas de la primera parte del siglosiguiente4, parecieran no existir grandes contrastes de naturaleza, propósito y orientación, puesto quedetrás de ambas manifestaciones se encuentran los imperialismos, en el primer caso el europeo, y en el

segundo el norteamericano, con lo cual toda tipología del dictador latinoamericano se expone a lafrivolidad, si no toma en cuenta las fuerzas imperiales que están detrás del mismo.

El cuadro siguiente al menos puede dar una idea general de los regímenes dictatoriales quecaracterizaron al período posterior a 1930 en América Latina, y fija además una periodización que resultaespectacular desde todo punto de vista, debido a su espeluznante recurrencia. La misma, en los casos deAmérica Central y del Caribe, viene acompañada de unos niveles de violencia e ideologización todavíavigorosos, que nos hacen pensar en que, al menos en pequeños países como Nicaragua, los grandes

 problemas de la construcción del estado nacional, no habían sido debidamente atendidos aún en lasegunda parte del siglo XX.

Las soluciones autoritarias, no son el resultado único de la incapacidad política de nuestras clasesdominantes, que no pueden imaginar soluciones alternativas, sino también de las distintas formas que el

imperialismo norteamericano ha encontrado para impulsar una política exterior hacia la América Latina,donde no caben más salidas que la guerra, la manipulación y los juegos diplomáticos de perfilesgeopolíticos totalmente fuera del control de nuestros pueblos.

Tabla V-1. 

Regímenes dictatoriales en América Latina desde 1930 

País  Períodos 

Argentina 1930-1946; 1951-1958; 1962-1963;1966-1973; 1976-1983

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Bolivia 1930-1952; 1964-1982

Brasil 1930-1945; 1964-1985

Chile 1973-1989

Colombia 1953-1958

Costa Rica 1949-1950

Ecuador 1925-1948; 1961-1978

El Salvador 1932-1984

Guatemala 1931-1944; 1954-1986

Honduras 1963-1981

Perú 1930-1939; 1948-1956; 1962-1963;1968-1980

Uruguay 1933-1942; 1973-1984

Venezuela 1935-1945; 1948-1958

Fuente:  Regímenes dictatoriales desde 1930. En Historia General de América Latina. TomoVIII. América Latina desde 1930 (UNESCO/Trotta. 2008) Cap. 13. P. 355.

Uno, como latinoamericano, no debería olvidar que la política exterior del gobierno de losEstados Unidos, ha mantenido una uniformidad y una coherencia hacia la América Latina y el Caribe,realmente excepcional, si pensamos en que lo que sucede con otras partes del mundo, podría introducir giros y sinuosidades rara vez vistos en este hemisferio. Prácticamente, desde 1791, cuando losnorteamericanos colaboraron muy de cerca con el gobierno francés, para contener la peligrosa influenciade la revolución de los esclavos negros en el Caribe5, su política exterior casi no ha sufrido variaciones oajustes de relevancia, al menos en lo que compete a su eje central: llámese expansionismo,internacionalización o imperialismo6.

De tal manera que, las dictaduras posteriores a 1930, son hijas de dicha homogeneidad en elejercicio del autoritarismo imperialista. No es suficiente, para tener una comprensión cabal de lasdictaduras latinoamericanas, acudir al argumento historicista, que no histórico, de que las mismas son

exclusivamente el resultado del desarrollo social, económico y político de las distintas expresionesoligárquicas del poder en nuestros países. Como tampoco es suficiente explicación de su génesis ytextura, establecer una comparación mecánica entre el dictador latinoamericano y el europeo.

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En América Latina, una dictadura no es necesariamente un gobierno autoritario o puramentearbitrario, sino más bien un sistema político en el que a los gobernados se los ha despojado de la

 posibilidad de apartar del poder a los políticos con vocación de tiranos, por medio de procedimientosinstitucionalizados7. La definición de dictadura como una violenta ruptura de la legalidad política, propiade los constitucionalistas europeos, rara vez se aplica al caso de los dictadores latinoamericanos, quienessiempre se adhirieron, aún en los momentos más álgidos del ejercicio violento del poder, a los

 procedimientos convencionales de la democracia representativa. La destrucción, o la aniquilación de la

democracia, en sus múltiples expresiones, son propias del autoritarismo europeo, con lo cual llegamos ala conclusión de que toda remembranza aleatoria entre América Latina y Europa es puramente gratuita8.

 Nadie discute que la presencia altisonante de contradicciones entre las exigencias de lamodernización exterior (inserción en el mercado internacional) y del tradicionalismo interior (perpetuación de la estructura social) hayan evidenciado de manera brutal el agotamiento de los modeloseconómicos y sociales ensayados en América Latina, entre finales del siglo XIX y la década de los añostreinta; pero el vacío institucional dejado por esas mismas oligarquías fue colmado, ahí donde era viable,

 por una alianza con el imperialismo que tenía pretensiones de mayor alcance histórico9, sobre todo en elCaribe Occidental y Centroamérica.

Lo mismo podría decirse de los procesos revolucionarios que han tenido lugar en América Latinay el Caribe, durante los últimos dos siglos, los cuales registran solamente dos revoluciones exitosas, larevolución haitiana de finales del siglo XVIII y principios del XIX, y la Revolución Cubana en el sigloXX; puesto que tales revoluciones fueron distintas formas de adentrarse en la modernidad, mediante losconsabidos traumas y dislocaciones paradigmáticas en sus mecanismos para saldar cuentas con elcapitalismo como sistema económico, social y político10. Y es indisputable la presencia del imperialismoen todos estos procesos revolucionarios que han tenido lugar en Latinoamérica, en tanto que guardián desus propios intereses y de aquellos de sus aliados en la región.

De tal manera que, en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, la mayor  parte de las dictaduras en América Latina, optaron por neutralizarse, mediante el expediente de volcarse por completo hacia adentro, para evadir, hasta donde fuera posible la agresiva hostilidad internacional,aunque para los Estados Unidos, muchas de las mismas fueran aliados decisivos en lo que empezaba avislumbrarse como la mayor polarización de que tendría memoria el siglo XX, con la Guerra Fría (1948-

1991)11.

La inestabilidad económica que va aparejada a la mayor parte de los regímenes dictatoriales quesurgen después de la Primera Guerra Mundial en Latinoamérica, encontró en la Gran Depresión de losaños treinta, el contexto ideal para cristalizar los proyectos represivos que traían una trayectoria bastanteerrática desde finales del siglo XIX, debido, posiblemente, a lo que algunos consideraban los deliriosliberales de un sector de las oligarquías vinculados con los mercados internacionales. Habría que

 preguntarse si no es que mucho del proceso de sustitución de importaciones apuntaló y fortaleció a ciertosde los regímenes dictatoriales latinoamericanos, en virtud de que la institucionalidad requerida para darlesentido a la industrialización, exigía nuevas alianzas de clase y nuevos frentes políticos quecontrarrestaran el notable avance de los sectores populares12.

En algunos países la simple y brutal represión fue la respuesta ofrecida por dictaduras que noestaban dispuestas a ofrecer ninguna clase de concesión a los campesinos, los indígenas y los trabajadoresque buscaran ponerse por fuera de la institucionalidad establecida para que la economía nacionalfuncionara al menos con cierto grado de precariedad. La masacre de 1932 en El Salvador, perpetrada por la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez (1882-1966), presagiaba la clase de respuestas que lasdictaduras oligárquicas en América Central, con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, estaríadispuesta a ofrecer cuando el perímetro de su dominación se viera amenazado.

La insurrección salvadoreña de enero de 1932, reúne los consabidos ingredientes que están presentes en economías de capitalismo periférico severamente afectadas por la crisis de esos años, pero almismo tiempo también recoge elementos que la hacen excepcional, y que la han convertido en uno de losmomentos históricos más sobresalientes del desarrollo social en América Latina durante el último siglo.

La producción cafetalera trajo al país centroamericano, no sólo la modernización capitalista de suestructura económica, sino también nuevos conflictos sociales y políticos que serían saldados con procedimientos no precisamente muy modernos. Y aunque la elite dominante hubiera dejado ciertos

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espacios vacíos en su ejercicio de la hegemonía, los cuales fueron brillantemente aprovechados por nuevos grupos sociales que habrían surgido al calor de aquella modernización, como un nuevo tipo decolono y un semiproletariado rural sumamente vulnerables a las ideas revolucionarias que llegaban aCentroamérica desde México13, no dudó en servirse de los medios requeridos para reprimir con unaviolencia insólita, al movimiento social que llevó a El Salvador al borde de cristalizar el primer proyectosocialista en América Central y el Caribe14.

De todas formas, es bien conocida la trayectoria rebelde del pueblo salvadoreño, que desde 1811y 1814, manifestaba una gran contundencia respecto a revisar el pacto colonial con España, mucho antesde que las luchas por la independencia tomaran cuerpo en el resto de América Central, sin profundizar enlas revueltas populares de 1836, encabezadas por Anastacio Aquino15, y los serios desacuerdos con elimperialismo norteamericano en torno a la construcción de los ferrocarriles salvadoreños a finales delmismo siglo16, en el contexto de motines de enorme trascendencia política que tuvieran lugar durante losaños de 1884 y 188517.

Esta precocidad revolucionaria de los salvadoreños hizo posible que América Central contara conunos antecedentes y una memoria rebeldes de enorme profundidad, para que pueblos como elguatemalteco o el nicaragüense se plantearan proyectos sociales y políticos en momentos en que otrasnaciones de América Latina, apenas iniciaban el largo camino de enfrentar y resistir la violencia de lasoligarquías nacionales, que ahora contaban con un aliado todopoderoso como lo era el imperialismonorteamericano.

Y aunque la participación del gobierno y del ejército de los Estados Unidos en la insurrección de1932 en El Salvador, estuvo más bien reducida a ofertas esporádicas de intervención en apoyo de ladictadura de Maximiliano Hernández Martínez, el Brujo como le decían por sus inclinaciones alespiritismo y la teosofía, en ciertas ocasiones varios destructores norteamericanos estuvieron vigilando lascostas del Pacífico salvadoreño, a la espera de ser llamados para “poner orden”. Con sabiduría política, eldictador rechazó la oferta en vista de que las invasiones e incursiones militares de los estadounidenses enaquel momento, en otras partes de América Central y del Caribe, les habían granjeado una amargaanimadversión al punto de que, tal auxilio, podría ser considerado más bien un total desprestigio ante elmundo y el resto de América Latina.

Con el fusilamiento de Agustín Farabundo Martí (1893-1932) en El Salvador, principalorganizador de la insurrección de 1932, al frente de la cual no pudo estar pues la dictadura lo capturó y loretuvo en prisión, mientras lo peor de la masacre de civiles y campesinos llegaba a niveles inimaginables,y con el asesinato de Augusto César Sandino en Nicaragua en 1934, las oligarquías centroamericanas y elimperialismo norteamericano cerraban un ciclo represivo importantísimo pues, de esta forma, sedespistaban las posibles inconveniencias de la crisis económica de los años treinta, y al mismo tiempo,Washington, se aseguraba un futuro más estable en el istmo, sobre todo cuando el Canal de Panamá erade una enorme sensibilidad política y militar para los Estados Unidos.

Por otro lado, los infantes de la marina norteamericana dejaban Nicaragua en 1933 (ver ensayoanterior), luego de que los políticos nicaragüenses lograran articular un complot para asesinar a AugustoCésar Sandino al año siguiente, una vez que se había creado la fuerza represiva más importante deAmérica Central en mucho tiempo, como lo fue la Guardia Nacional de Nicaragua18. En efecto, en ElSalvador existía una guardia similar desde 1912, pero había degenerado en un pequeño ejército al serviciode la oligarquía cafetalera salvadoreña, sin las amplias aspiraciones que tendría la creada por los EstadosUnidos en Nicaragua, en gran parte debido a que, en El Salvador, desde finales del siglo XIX y principiosdel XX, existía una enorme cantidad de alternativas instrumentadas por los grupos dominantes parareprimir a los sectores populares19.

Al desocupar el país, con la Guardia Nacional de Nicaragua, el gobierno y el ejército de losEstados Unidos dejarían en el poder a una de las dictaduras familiares más oprobiosas de que tengamemoria la historia de América Latina, no sólo por su sofisticado desarrollo de instrumentos militares einstituciones civiles al servicio de la misma, sino porque en Washington y en el Pentágono se pensaba queera perfectamente natural contar con este tipo de aliados en América Central y el Caribe, parasalvaguardar la seguridad del Canal de Panamá, el cual podría ser objetivo militar en cualquier momento

debido a los afanes expansionistas del imperialismo soviético y alemán.

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Pero la Guerra Fría contra el comunismo y sus distintas expresiones a escala internacional, que para algunos empieza en 1917, con el triunfo de los bolcheviques en Rusia, y para otros después de laSegunda Guerra Mundial (1939-1945), exigían que los Estados Unido contaran con aliadosincondicionales en este hemisferio, para garantizarse el resguardo de recursos naturales, materiales ygeoestratégicos que aseguraran la perpetuidad del capitalismo como sistema económico y político.

Después del asesinato de Sandino, el ascenso de Anastasio Somoza García (Somoza I), quien

sería asesinado por un estudiante nicaragüense en 1956 (Rigoberto López Pérez), para ser luego sucedido, primero por su hijo mayor Luis Somoza Debayle (Somoza II), y luego por su otro hijo Anastasio SomozaDebayle (Somoza III), en el poder hasta 1979, Nicaragua entraría en una etapa de su historia, donde ladictadura penetró hasta los más íntimos resquicios de la vida cotidiana de los nicaragüenses, alcanzandocuotas de corrupción, saqueo y dominación pocas veces logradas en otras partes de nuestro continente,

 pero siempre con el apoyo financiero y militar de los Estados Unidos20.

La dictadura somocista reúne las características del experimento político y al mismo tiempo delas certezas diplomáticas, financieras y militares del nuevo imperialismo surgido a finales del siglo XIX21.En confrontación con los viejos imperialismos europeos (imperialismo con colonias), losnorteamericanos, a partir de la guerra de 1898, con su imperialismo sin colonias, pondrían a prueba unconjunto de teorías y de prácticas diplomáticas y militares, mediante las cuales se rediseñaría por completo el ejercicio de las influencias, las manipulaciones y las cooptaciones políticas sobre AméricaLatina y el Caribe, propias del siglo que media entre la revuelta de los esclavos a fines del siglo XVIII yla guerra hispano-antillano-norteamericana de finales del siglo XIX.

Es que, en gran medida, la guerra de 1898 se consideró por algunos, en los Estados Unidos, comouna continuación de su propia guerra civil (1865)22, y las posteriores invasiones a Nicaragua, por ejemplo,aquella que tuvo lugar entre 1912 y 1925, y la que la seguiría entre 1927 y 1933, como eslabonesineludibles de una política exterior que se iba armando sobre el campo de batalla, ya fuera contra losespañoles en Cuba, contra los musulmanes en Filipinas, o contra la guerrilla sandinista en Nicaragua.

Por eso la ocupación de Nicaragua en 1912 se vio “como algo muy natural” en el perfil queestaba tomando la política exterior del nuevo imperialismo surgido de la guerra de 189823. Con igualnaturalidad se vería el surgimiento de la dictadura somocista, la cual, después de 1936, reposaría en los

tres ingredientes “naturales” de toda dictadura latinoamericana y caribeña de esos años:

1.  El apoyo de Estado Unidos, que respondía a una fidelidad absoluta de su partecon respecto a los intereses de las clases dominantes de esa potencia, no sólo en lo que concerníaa Nicaragua, sino también a todo el ámbito latinoamericano.

2.  El control sobre el ejército y el aparato burocrático estatal, fomentando entre susmiembros, generalmente de origen social medio, los manejos ilegales con vías al enriquecimientoy a la movilización social ascendente.

3.  La alianza con un sector de la clase dominante, integrante, en su mayoría, de laantigua fracción liberal, al que también facilitó la práctica ilícita como medio de enriquecimientodesmedido24.

Pero era también sumamente “natural” que los Somoza se enriquecieran con los destrozoscausados a la comunidad alemana en Nicaragua, durante la Segunda Guerra Mundial, con la lógica excusade combatir el fascismo y prever su posible penetración en América Central, un saqueo que la pacífica ytolerante Costa Rica también experimentó25. Sin embargo, estos eran los gestos convencionales dedictaduras que contaban con el apoyo de los Estados Unidos, aún a pesar de la aparente contradicción que

 podría suponer el enfrentamiento contra la dictadura nazi en Alemania (1933-1945), pues estaba visto

que, a finales de los años treinta, en América Latina, prácticamente sólo Colombia y Costa Rica podríanargumentar que contaban con gobiernos legítimamente electos26. La derrota de Hitler no supusonecesariamente un giro sustancial en la política de los Estados Unidos hacia la América Latina y el

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Caribe, que continuó soportando dictaduras ominosas, apoyadas por Washington, hasta finales de los añosochenta del siglo XX.

El triunfo de la revolución sandinista en julio de 1979, como veremos en el capítulo siguiente,recogía no sólo la herencia que había dejado Augusto César Sandino (1895-1934), sino también losalcances de otros procesos transformadores, cuyas lecciones no pueden medirse únicamente por suslogros, sin también por sus frustraciones y omisiones. Era el caso de las que podríamos llamar 

“situaciones revolucionarias” que se suscitaron en Bolivia (1952), Guatemala (1944-1954) y Cuba (1953-1959). Esta última llegaría a convertirse luego en el laboratorio revolucionario más importante del Caribey América Latina, abriendo sendas y pistas completamente inéditas a los movimientos sociales en esta

 parte del mundo27.

La destrucción del proyecto revolucionario sandinista, cuyos ingredientes internos y externos,deben ser evaluados a la luz no sólo de las inoportunas emociones, odios y resentimientos que generóaquella, sino también de los alcances que tuvo el desmantelamiento de la dictadura somocista, era el

 producto inevitable, entre otras cosas, de la recuperación consciente y sistemática de los dos gobiernossucesivos de Ronald Reagan (1980-1988), de un proyecto neoconservador que buscaba profundizar lostibios avances del neoliberalismo en las Américas. Las crisis financieras mexicanas de 1982 y 1995

 pondrían a prueba hasta qué punto el neoliberalismo había logrado cristalizar algunos de los aspectosdecisivos de su propuesta ideológica.

Ahora bien, la aniquilación del somocismo rediseñó las alianzas de clase en Nicaragua, pero ledio a Washington el bocinazo que estaba esperando para actuar con efectividad conducente hacia larecuperación de su protagonismo político y militar en América Latina. El neoliberalismo en los EstadosUnidos, y sus expresiones más radicales y conservadoras, lideradas por Reagan, no iban a permitir que enun pequeño país centroamericano se le modificara la plana a la diplomacia estadounidense, apuntalada

 por gestiones militares cuyas consecuencias para los nicaragüenses hoy siguen siendo incalculables.

Por otro lado, decía Don Guillermo Toriello Garrido, que

“de los gobiernos liberales que desde 1898 hasta 1944 habían gobernado Guatemala,

todos fueron impuestos por los Estados Unidos y, por consiguiente, ejercieron su mandato encontra de la voluntad popular, por medio de la represión y el terror. El licenciado Manuel  Estrada Cabrera (1898-1920) duró en el poder 22 años; tres generaciones se turnaron la Presidencia de la República por 23 años, repartidos así: José María Orellana y Lázaro Chacón,9 años-incluidos unos regímenes interinos-y Jorge Ubico, 14 años completos, hasta suderrocamiento. El imperialismo había tenido buen cuidado de mantener estos gobernantes ad hoc, los cuales, en calidad de lacayos, protegían afanosamente los intereses yanquis de los tres principales monopolios que operaban en la República”28. 

Con la dictadura de Jorge Ubico se alcanzaban las fronteras requeridas para llegar a una situaciónque se hacía insostenible, en la cual el terror, la abyección y la humillación del pueblo guatemalteco sólo

tenía paralelos en su propia historia, si recordamos la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, derrocado en1920, pero cuyos desplantes de poder y delirio provocaron obras literarias del calibre de Ecce Pericles! deRafael Arévalo Martínez y  El Señor Presidente del Premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias(1967)29.

Ubico fue el dictador centroamericano clásico, autocrático, minucioso, férreamente disciplinado,y decidido, costara lo que costara, a conservar el poder y a ejercerlo ilimitadamente, así contara con elapoyo del pueblo guatemalteco o no. De cualquier manera, los Estados Unidos, le habían brindado desde1931, una plataforma sólida y consistente para que sus decisiones políticas no tuvieran obstáculosrelevantes. Bases militares habían sido establecidas en territorio guatemalteco, para apoyar el esfuerzo deguerra de los norteamericanos contra los alemanes y los japoneses, y cientos de ciudadanos de estos

 países fueron deportados a los Estados Unidos30.

La política de “encierro, destierro o entierro”, que se le aplicó al movimiento sindical, así como acualquier expresión política u organizativa de izquierda, fue realizada con tal puntillismo que varias desus enseñanzas aún eran puestas en práctica durante la dictadura que siguió a la década revolucionaria de

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1944-1954. El terror pánico que les producía la revuelta campesina de 1932 en El Salvador a los sectoressociales y políticos que apoyaron a Ubico, fue motivo suficiente para que los acercamientos del dictador con las empresas norteamericanas tales como la United Fruit Company y el  International Railways of Central America, estuvieran sustentados en mecanismos institucionales que les garantizaban la totallibertad de acción, sin obstáculos laborales de ninguna especie.

Los desmanes empresariales, financieros, políticos y sociales de tales compañías fueron posibles

no sólo por la inescrupulosidad de Washington para ejercer presión sobre el dictador, sino por la ilimitadacapacidad concesionaria (¿entreguista?) de que hizo gala Ubico, acompañado por sectores económicos,sociales y políticos que se habían visto irreversiblemente beneficiados con las transformacionesintroducidas por el dictador, para contener el impacto de la crisis de los años treinta en Guatemala, quefueron devastadores en todos los ámbitos.

El dictador guatemalteco tendría que abandonar el poder en octubre de 1944, cuando, paraalgunos autores y testigos de lo que había acontecido en ese país desde finales del siglo XIX, se iniciabarealmente el siglo XX, pues el atraso en que habían dejado tantos años de aislamiento a Guatemala, entemas tan relevantes para la vida moderna, como la democracia, la economía política y la cultura engeneral, iba a exigir un esfuerzo considerable de parte de toda la población para modernizar a la nacióncentroamericana.

Entre 1944 y 1954, Guatemala experimentaría uno de los procesos reformistas más interesantesde que se tenga memoria en la historia contemporánea de América Latina, pues durante los gobiernos deJuan José Arévalo y Jacobo Arbenz, se iniciaría una escalada de cambios que, de no haber sido por elintervencionismo de los Estados Unidos, hubiera conducido a esa nación centroamericana a convertirseen la antesala indiscutible de lo que sería luego la Revolución Cubana.

Sin embargo, como había sucedido con Oriente Medio, el Presidente de los Estados Unidos, D.Eisenhower (1953-1957 y 1957-1961), tenía, para la América Latina, un objetivo de primera magnitud:“mantener a la región tranquila y al comunismo lejos”31. Resulta, no obstante, que América Latinaestaba muy madura para el ingreso de ideas revolucionarias: la pobreza, el analfabetismo y la enfermedad,así como una población en rápido crecimiento, eran algunos de los problemas que estaban empezando aabrumar a los latinoamericanos. Ello, junto al hecho de que los gobiernos de los Estados Unidos, siempre

se habían puesto del lado de los ricos en América Latina, provocaba una desigualdad sin parangón en elHemisferio, y posibilitaba que los movimientos populares se radicalizaran y se pusieran más cerca deMoscú de lo que se pensaba en Washington, como lo demostraría la crisis de los misiles soviéticos enCuba, unos años después.

Para la década de los años cincuenta, en Guatemala, aproximadamente, el 70% de la tierra era propiedad del 2% de la población. Y uno de los terratenientes más adinerados y poderosos era elmonopolio bananero norteamericano, fundado por Minor Cooper Keith en 1899, la United Fruit Company, la cual vería con muy malos ojos la reforma agraria que pensaba impulsar Arbenz, para

 beneficiar a un sector de la población campesina totalmente desprotegido. El presidente guatemaltecotuvo la ocurrencia de expropiarle unos 234.000 acres de tierra inculta a la “frutera”, con lo cual dio iniciouno de los procesos más decisivos de involucramiento de la CIA en Centroamérica, pues estableció

 pautas, procedimientos y dispositivos que serían luego utilizados en Cuba y Nicaragua32, cuando procesosrevolucionarios similares buscaban concretar las mismas pretensiones.

La CIA orquestaría un complot junto con las fuerzas armadas de Guatemala, para deshacerse del presunto gobierno comunista de Arbenz y devolverle a la United Fruit  sus antiguas propiedades. Ungrupo de mercenarios, encabezados por el Coronel Carlos Castillo Armas, y con el consabido apoyo delos Estados Unidos, invadiría Guatemala desde Honduras en junio de 1954, y obligaría al PresidenteArbenz a abandonar el poder. Finalmente, Castillo Armas sería asesinado en 1957, dejando el paso libre auna de las dictaduras militares de derecha más siniestras de América Central y del Caribe33.

La tradición autoritaria que, para el caso de América Central y del Caribe, tiende a desarrollar expresiones militares, políticas y sociales perfectamente bien decantadas, desde la segunda parte del sigloXIX, adquirió en el caso de Guatemala, después de la derrota política de Arbenz en 1954, una

institucionalidad y una efectividad pocas veces registrada en la historia de estos países. El aniquilamientode las comunidades indígenas, y de las organizaciones campesinas y obreras, así como elquebrantamiento de toda expresión democrática, ya fueran partidos políticos, sindicatos, o cualquier otro

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mecanismo que pretendiera recoger las expresiones dispersas de oposición al régimen militar, fueronllevados a niveles inimaginables de sofisticación y eficacia.

Todo este entramado contó siempre con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, de lossectores terratenientes, comerciales e industriales más poderosos de Guatemala, así como de un sector importante de la Iglesia Católica, que buscó legitimar las acciones de los militares a partir del criterio deque la lucha contra el comunismo justificaba cualquier acción ideológica, por espuria que pudiera parecer 

ante los ojos de la comunidad internacional34

.Pero las dictaduras latinoamericanas de este período podían dar mucho de sí mismas, y llevaron

hasta sus últimas consecuencias varios de los subproductos que les facilitó una interpretación y unaejecución un tanto sesgadas de la institucionalidad democrática, para que nunca se dijera que losdictadores y caudillos eran déspotas o sátrapas inmisericordes con sus pueblos35. Así Juan Vicente Gómezen Venezuela (1908-1935), Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961) en República Dominicana, y AlfredoStroessner en Paraguay (1954-1989), emblematizan igualmente algunas de las expresiones más acabadasdel autoritarismo en América Latina, durante los años en estudio; un autoritarismo que bien puedereducirse a cortos períodos, como en Costa Rica, después de la guerra civil de 1948, cuando José Figueresse sostuvo de facto en el poder hasta 1953, en Venezuela de nuevo con la dictadura de Marcos PérezJiménez (1952-1958), o en Cuba con Fulgencio Batista, quien sería un gobernante ilegítimo entre 1955 y1958, hasta que el movimiento liderado por Fidel Castro lo tumbó del poder.

Ahora bien, sin desmenuzar las posibles diferencias teóricas y de hecho que pudiera haber entre eldictador y el caudillo latinoamericano, uno se siente inclinado a ver al primero como una especie deradicalización de las aspiraciones y sueños del segundo. Pero hay un ingrediente que es insalvable en las

 posibles vías transicionales del segundo al primero, es decir, rara vez un caudillo latinoamericanodegeneró en dictador sin el consentimiento y el apoyo de los Estados Unidos. Los casos que aquí se hanmencionado, estudiados con cierto detalle por especialistas de renombre36, nos dejan con el mal sabor de

 boca de que el “buen caudillo, paternalista, mandón pero bien intencionado”, cuando experimenta lametamorfosis hacia el dictador, tortura, persigue, encierra y entierra a los que se le oponen37, y desarrollavicios y aberraciones de registro literario inigualable en América Latina38.

Finalmente, las dictaduras que poblaron Latinoamérica, Centroamérica y el Caribe, entre los años

1931 y 1961, nos dejaron un legado de gran peso histórico, para comprender, entre otras cosas, el papelque Estados Unidos les asignó en su supuesta lucha contra el comunismo, a todo lo largo de la GuerraFría. El serio deterioro de la institucionalidad democrática que se visualiza en este capítulo de nuestrahistoria, no puede ser atribuido únicamente a la crisis económica internacional de ese momento, ytampoco a la herencia colonial, a las “características psicológicas” de los pueblos hispanos, o a las

 profundas desigualdades sociales, económicas y culturales que definen a nuestras sociedades. Sinembargo, todos estos factores juntos, genéticamente imbricados, bien pueden empezar a darnos al menosuna idea de principio, sobre los orígenes sociales y culturales del fenómeno del caudillismo en AméricaLatina, y nos ayudan a comprender un poco mejor las dimensiones históricas de las dictaduras que hanazolado a nuestros pueblos.

Se continúa con este análisis en capítulos por venir, y en los apartados que siguen estudiaremosfenómenos y procesos similares, que completan nuestro acercamiento al autoritarismo latinoamericano,así como a sus relaciones con el imperialismo y las distintas expresiones de la política exterior de losEstados Unidos hacia América Latina, en este período.

5.2 El populismo latinoamericano 

Existe un diccionario de política que define al populismo de la siguiente manera:

“Término que se aplica generalmente a los movimientos políticos basados en la defensade los intereses y aspiraciones primarios de las masas populares y que se caracterizan por suoposición a la democracia formal (representantes, partidos políticos y Parlamento) y su ataque a

las elites de la sociedad y a los extranjeros. Se apoya en los movimientos de grandes masas(generalmente excitadas por promesas ambiguas) y utiliza la iniciativa popular y la consultadirecta (referendos), fácilmente manipulables por el poder. Puede considerarse como una forma

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extrema de democracia (democracia populista), en la que aparecen elementos fascistas(exaltación de la mayoría frente a las minorías) y cuyo discurso político se caracteriza por suextrema simplicidad y por la tendencia demagógica del líder. El populismo es un fenómeno queapareció como consecuencia de la modernización económica del campo (populismo agrario) y lamovilización política de las masas (populismo político)”39. 

Existe una notable tradición populista en los Estados Unidos, que se remonta a los años noventadel siglo XIX, así como en Rusia, durante la misma época, y que se articula de manera activa con los

 proyectos revolucionarios del momento40. Se trata de un populismo, al menos el ruso, que cuenta con una plataforma política definida, estrategias de lucha y programas de objetivos claramente establecidos, quellegaron a constituir, en el mediano plazo, la antesala liberal del proceso de integración del campesinado ala lucha política contra el zarismo tardío en ese inmenso país41.

Sin embargo, el populismo, en tanto que expresión política de las aspiraciones de algunos grupossociales emergentes, entre los años 1930-1960, plantea problemas muy particulares cuando se trata deestudiar el caso latinoamericano, donde adquirió una textura y connotaciones totalmente inéditas42. Es quela América Latina de los años treinta y cuarenta está pasando por una situación crítica que reúne, tantoelementos nuevos como elementos viejos, imbricados en un abanico de conflictos sociales, económicos,

 políticos y culturales aún por resolver en nuestros días, lo que explica en gran parte, el renacimiento deinstrumentos institucionales y objetivos socio-económicos de clara inspiración populista, en variasnaciones latinoamericanas de hoy.

Para lidiar teórica e históricamente con el populismo latinoamericano, se debe tener clara, no sólola vieja tradición autoritaria y dictatorial, desplegada con gran vigor por los sectores sociales dominantes,

 prácticamente desde la eclosión de la Independencia, sino también el arribo de campesinos y trabajadoresa un escenario político-social, profundamente complicado por el intervencionismo norteamericano.

Si los procesos de sustitución de importaciones, abrieron paso a nuevos sectores elitistasvinculados con un crecimiento sostenido de las ciudades y del aparato burocrático del estado, elcrecimiento y profundización de las organizaciones campesinas e industriales, en su gran mayoríacontroladas por compañías extranjeras, europeas y norteamericanas, fue vulnerado por ideas y propuestas

que ponían el acento en una movilización de masas, mediatizada por liderazgos de dudoso carisma y declara propensión autoritaria43.

La experiencia populista en América Latina, se ha vuelto materia de estudio nuevamente, como podemos ver, debido a los procesos políticos que están teniendo lugar en Venezuela, Bolivia, Uruguay,Paraguay, Brasil, Ecuador, El Salvador, Nicaragua y Honduras, donde los escenarios han reproducidoalgunos de los ingredientes que maduraron allá por los años treinta y cuarenta. Y el neopopulismo denuestros días, como lo podríamos llamar sin afectar las licencias teóricas e históricas, es igualmente

 producto de una situación de crisis en el sistema capitalista que, como siempre, tiende a producir efectossociales, políticos, económicos y financieros de incalculables consecuencias en nuestros países.

El neopopulismo en América Latina hoy, es el resultado iluminado e iluminador del estrepitosofracaso del neoliberalismo. Las profundas y graves desigualdades que dejó como herencia, evocativas dela crisis de los años treinta, hicieron posible, un reacomodo de sectores sociales importantes en nuestros

 países, que habían sido arrinconados por la feroz arremetida de los neoliberales. Y considerando que el populismo no es únicamente un fenómeno urbano, sino también uno de fuerte arraigo agrario, hoy nosencontramos con que sus expresiones modernas, están ligadas a los avances logrados por la globalizaciónen materia de mercados, cuestiones financieras, los nuevos patrones de la acumulación capitalista, y enaspectos energéticos y de agronegocios inconcebibles en aquel momento.

Si la depresión de 1873-1896 hizo posible la transición del “caudillo de a caballo” hacia eldictador clásico latinoamericano, de botas, sonoro fuste y quepis erecto, como puntal indiscutible de lasoligarquías agroexportadoras, a finales del siglo XIX y principios del XX44, el populismo es

 precisamente, el resultado evidente de la crisis de ese mismo estado oligárquico, que no encontró formacierta de ligarse con las masas populares, surgidas con la primera globalización capitalista de la

modernidad. El populismo que surge con la crisis del estado oligárquico tomó dos vías distintas, pero confrecuencia pocas veces percibidas y dilucidadas, una hacia la dictadura y la cooptación de los

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movimientos populares, como sucedería con Arbenz (1954), Perón (1955), y Goulart (1964), y otra defranco acercamiento a la idea de la lucha de clases.

En este último caso, el perímetro ideológico y programático de la batalla antiimperialista esesencial, como lo es todavía hoy, aunque puedan haber variado los instrumentos organizativos y susalcances de mediano plazo, pues la capacidad de cooptación del populismo burgués aún tiene fuerza y

 poder de convocatoria, tanto como para hacer posible el sabotaje de proyectos revolucionarios con clara

orientación obrero-campesina.En algunos otros casos se ha operado el proceso inverso: programas y organizaciones

revolucionarias terminaron haciendo populismo para sobrevivir políticamente; entre tanto el populismo burgués y pequeño burgués, para el cual el líder es anterior a la organización revolucionaria, ha logradocooptar importantes sectores de los trabajadores y del campesinado, así como de las nuevas clases mediasglobalizadas, para las cuales el antiimperialismo es inimaginable.

Puede notarse, entonces, que el populismo latinoamericano bien puede ser un proceso político-social bastante complejo, o bastante simple, si pensamos en que puede ser reducido a una merainterpretación de las posibilidades reales del liderazgo. Sus fortalezas, entonces, pueden ser las siguientes:

1.  Una élite ubicada en los niveles medios o altos de la estratificación y provista demotivaciones anti-statu quo.

2.  Una masa movilizada formada como resultado de la “revolución de lasaspiraciones”, y

3.  Una ideología o un estado emocional difundido que favorezca la comunicaciónentre líderes y seguidores y cree un entusiasmo colectivo45.

Pero estos tres ingredientes, que para di Tella sólo reflejan un momento en el proceso deconstrucción del proyecto populista, indistintamente de su contenido de clase, bien podrían completarsecon un estudio detallado de las potencialidades del liderazgo, cuyo sustrato ideológico, en el caso del

 populismo de posguerra, podría proceder de un liberalismo agotado, o de las últimas reverberaciones del proyecto oligárquico, como ya hemos indicado.

Sin embargo, las pistas nos han conducido hacia otro lugar, y hoy nos encontramos con un populismo de fuerte procedencia antiimperialista, que muchas veces no remonta la barrera de la simplevociferación, pero muy lento en articular propuestas y proyectos revolucionarios radicales que incluyan ala mayor cantidad de gente posible, movida por propuestas alternativas anti-capitalistas claras ycontundentes.

Ante el “fenómeno” del populismo, entonces, uno no acaba de sorprenderse cuando se encuentra

con afirmaciones del calibre de la siguiente:

“ Años más tarde, en los ochenta y noventa, cuando los latinoamericanos adoptaron cadavez más el neoliberalismo, el mercado y las instituciones políticas de la democracia comoremedio para sus males sociales, el viejo populismo de mediados de siglo parece una excrecenciadescomunal del paternalismo estatal que formaba parte de un pasado tradicional latinoamericano, factor que había impedido que las sociedades se desarrollaran y crecieran másrápidamente”46 .

En efecto, son precisamente estas descomunales distorsiones de la historia contemporánea deAmérica Latina, las que han hecho que las ciencias sociales avancen tan fatigosamente lento en nuestros

 países, puesto que las fórmulas aprendidas en otras latitudes tienen muy poco que ver con nuestra propiarealidad. Todo lo contrario de lo que indica el eminente profesor Braun. El neoliberalismo arrojó de

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nuevo a varios de los países latinoamericanos en manos de un populismo que recupera los ingredientesmás conspicuos de los años cuarenta y cincuenta: el liderazgo carismático, el nacionalismo a ultranza queno siempre es antiimperialista, el énfasis sobre el papel de las ciudades y la industrialización, así como untono reverencial en torno al papel de las organizaciones sindicales, corporativas y municipales, que podríacoartar el surgimiento de otras expresiones políticas de mayor vocación revolucionaria.

El profesor Braun ignora la devastación que produjo el neoliberalismo en países como México,

Chile, Brasil, Argentina, y otros donde las economías quedaron tan seriamente lesionadas y las estructuras políticas tan diezmadas, que el neopopulismo de hoy apenas puede sacar la tarea, para poner a tono a lassociedades latinoamericanas con lo que está sucediendo en el mundo47.

Pero si el populismo de mediados de siglo fue la expresión del reacomodo inevitable de la pequeña y mediana burguesías latinoamericanas, en países sobre todo muy volcados hacia las prácticaseconómicas de agroexportación. Éstas se verían seriamente afectadas con las crisis de entre guerras, y conlas guerras mundiales, pues el agostamiento de los mercados europeos impactaría con profundidad lashabilidades políticas de las viejas oligarquías decimonónicas, para imaginar alternativas no autoritarias.La reducción del espacio de maniobra de estas últimas, fortalecería también el vigor político de losmovimientos populares, tales como el de los trabajadores, los campesinos, los indígenas y las mujeres enlas principales capitales de América Latina, de esos años.

“ El estado populista, al contrario del socialista o fascista, no es el resultado de unagravamiento excepcional de las contradicciones y luchas entre la burguesía y el proletariado.Surge de las contradicciones generadas en el seno de la clase dominante (burguesíasagropecuaria, comercial, financiera e industrial) en combinación con los antagonismos entreesas facciones y las otras clases sociales, en la crisis de la economía primaria exportadora”48.

 No podía ser de otra forma, pues la larga y profunda depresión en que se sume el sistemacapitalista, entre los años de 1873 a 1945, con sus altibajos y éxtasis, sólo podría haber dejado,finalmente, en escombros a economías subalternas que habían dependido estrechamente del capitalismo

europeo y norteamericano.En América Latina el populismo no presenta los ingredientes mágico-religiosos, y hasta racistas

que podría haber presentado en la historia de los Estados Unidos, según nos indica un historiador norteamericano49. Pero sí es sintomática su propensión multiclasista, su eclecticismo ideológico y elénfasis sobre los contornos cuasi-mitológicos de la personalidad del líder o los líderes que lo conducen.Su afán reformista nos deja con el anhelo insatisfecho de explicar por qué la mayor parte de las

 propuestas populistas en América Latina fracasaron. Cuando algunos resultados cristalizaron, la mayor  parte de ellos fueron revertidos fácilmente, una vez que los sectores oligárquicos y sus aliados retomaronel poder.

La ola de nacionalizaciones que recorre América Latina50, entre los años treinta y cincuenta,motivada, más que por un antiimperialismo debidamente articulado con un proyecto revolucionario, por 

un patriotismo que no logra desprenderse completamente de los espasmos mercantiles de las viejas élitesoligárquicas, debería ser comprendida en función de sus debilidades antes que de sus fortalezas. Si algologró magistralmente el neoliberalismo en América Latina, durante los años ochenta y noventa, encontradicción con lo sustentado por el profesor Braun en su ensayo citado, fue aprovechar con seriedad y

 profundidad tales debilidades. En ningún momento el populismo logró armar un apoyo popular debidamente organizado de aquellas nacionalizaciones, las cuales fueron desmontadas en cuestión de dosdécadas, con resultados escandalosos para países como México, Argentina y Brasil, sólo para citar loscasos clásicos.

Pero el neopopulismo de nuestros días, cosa que también el profesor Braun olvidaimperdonablemente, cuenta con la experiencia de la Revolución Cubana, y de las inolvidables leccionesrecibidas en Chile, en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. El neopopulismo de los “piratas del Caribe”,

como los llama cariñosamente Tariq Alí

51

, ha logrado perfilar un apoyo popular que va más allá de lassimples posiciones patrioteras, de por sí patrimonio de las rancias oligarquías latinoamericanas, y se haacercado, con paso firme y sostenido, a posiciones revolucionarias de mayor exigencia, como ha sucedidoen Venezuela y Bolivia.

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Por otro lado, está el problema de que las distinciones semánticas entre izquierda y derecha, populismo y neopopulismo, pueden conducir de manera inevitable a debates de otra naturaleza, en los quecabría preguntarse si hoy en América Latina existe algún tipo de relación mecánica entre aquellosconceptos y sus expresiones históricas, porque resulta que para muchos académicos y políticos activos, lareactivación de las luchas sociales en América del Sur particularmente, tienen un referente ineludible enlos distintos grados con que se miden los avances y retrocesos de los presuntos proyectos revolucionariosque ahí se están impulsando52.

El pragmatismo de Hugo Chávez, por ejemplo, para la derecha puede resultar peligrosamenteradical. Para alguna izquierda, sin embargo, podría ser, más bien, demasiado blandengue. No obstante,anotemos con precisión, que los intentos para derrocarlo han procedido de la primera, con el apoyoentusiasta del gobierno de los Estados Unidos. Igualmente, el nacionalismo burgués venezolano, quesustenta la tesis del “gradualismo” como forma de poner en práctica lo que llaman el “socialismo del sigloXXI”, ha contado con recursos económicos importantísimos, el petróleo entre ellos, para lograr avancesde cierto calibre en materia de salud, educación y empleo. No se puede ignorar, de otro lado, el

 protagonismo desarrollado por el gobierno de Chávez, en lo competente a solidaridad internacional conlos pueblos oprimidos del planeta, y de manera particular con la Revolución Cubana.

Pero el populismo latinoamericano de mediados del siglo XX, había obligado a la política exterior de los Estados Unidos, a prevenir una toma de posición errónea por parte de algunos gobiernos de laregión, pues, en los inicios de la Guerra Fría, los gobiernos imperiales, Francia, Inglaterra, los EstadosUnidos, no permitirían que algunos líderes radicales les merodearan las esferas de influencia que tantoesfuerzo y sacrificio les había costado levantar a lo largo de los siglos, para ponerlas en manos delsupuesto nuevo poder popular que se venía construyendo en la Unión Soviética, desde 1917, y en China,desde 1949.

La era de los frentes populares por un lado, que habían jugado un papel destacado en el combatedel nazi-fascismo con todas sus diversas expresiones, de las cuales América Latina no estuvo exenta, y elsurgimiento de plataformas autoritarias inéditas, con amplio apoyo popular, recogidas por el populismo, através de instrumentos corporativistas, sindicales y militares, les plantearon a los movimientos,intelectuales y organizaciones revolucionarios en esta parte del mundo, un reto descomunal, pues lademocracia burguesa había hecho gestos evidentes de agotamiento, al menos en Europa, y le dejaba a los

Estados Unidos, el camino abierto para intervenir cuantas veces quisiera en los asuntos internos decualquier país en condiciones coloniales o semicoloniales.

Entonces, en América Latina, al menos, el gobierno de los Estados Unidos, no toleraría ningunaclase de defección en materia diplomática, militar y política, de tal forma que se acudiría a todos losrecursos inimaginables para impedir, bloquear y sabotear, los gestos de independencia que las burguesíasnacionalistas en la región les estaban aplicando a las compañías y organizaciones extranjeras, propietariasde ferrocarriles, compañías de electricidad, de la explotación petrolera y minera, de agro negocios y

 bienes de utilidad pública, como mercados municipales, acueductos y tranvías.

Por todo esto es posible sostener que el populismo latinoamericano fue en realidad la primeravíctima propiciatoria del imperialismo de Guerra Fría, en momentos en que los desplantes autoritarios dellíder populista, reducían los márgenes de negociación factible con los viejos sectores de las élites agroexportadoras. Éstas, a su vez, mientras manifestaban abiertamente su repugnancia de acercarse a loscampesinos, a los trabajadores, o a los habitantes marginales de las ciudades, con supina displicenciaaceptaban el intervencionismo norteamericano como salvador y redentor de la cuota de poder de quehabían sido despojadas.

Tal fue el caso de Guatemala, Bolivia, Ecuador, Colombia, y otros países donde el capitalextranjero había logrado armar una alianza de clase realmente agresiva, que bloquearía cualquier intento

 procedente de las fracciones industriales nacionalistas, del movimiento obrero y campesino, así como delos militares independentistas que buscaban una nueva forma de capitalismo, tal vez más atemperado ycon mayor capacidad inclusiva. Sin embargo, como lo demostraría el neoliberalismo, dicho sueñoutópico, a pesar de contar con un apoyo masivo importante, y de beneficios electorales sin precedentes,no tenía ningún sentido, pues las burguesías transnacionales, contra todo prurito nacionalista, defenderían

sus ganancias a cualquier costo político, ideológico y militar.

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5.3. Los movimientos populares 

Las distintas manifestaciones de los movimientos populares y revolucionarios en América Latina,crecieron notablemente entre los años de 1930 a 1960. Estos son años plenos de luchas sindicales,organizativas en todas direcciones, ideológicas y políticas en el más pleno sentido del término, pues la

 protesta callejera, la discusión en la taberna, y las confrontaciones estratégicas, electorales y de liderazgo,

alcanzaron, durante estos años, alturas, pocas veces igualadas después, con la posible excepción de laRevolución Cubana.

El auge de los totalitarismos sólo hacía evidentes las distintas vías que había elegido la burguesía,a escala internacional, para desviar la avalancha popular que se venía en contra del sistema capitalista. Eltriunfo de la revolución bolchevique en 1917, y el desarrollo de los movimientos de liberaciónanticolonialista en algunas partes de África, Asia y el Caribe, tarea que sería continuada después de laSegunda Guerra Mundial, estableció parámetros de lucha, estrategias de construcción política eideológica, y definió de manera contundente, objetivos y proyectos revolucionarios que, tanto seajustaban a lo aprendido en Rusia, como también a las nuevas lecciones que se estaban recibiendo de lasexperiencias populares en España, China, Viet-Nam, Egipto, la India, México y Cuba.

Sólo de la guerra civil española (1936-1939) se puede decir que el fracaso del proyecto popular impulsado por la República, se obtuvo enseñanzas invaluables respecto a la construcción del poder 

 popular, y sobre cómo las distintas fuerzas involucradas, anarquistas, socialistas, comunistas y liberales, plantean alternativas distintas, ideológicas, políticas y sociales, para hacerse con una opción viable de lautopía. Estas lecciones llegaron también a la América Latina, a través de una cantidad importante demigrantes españoles que trajeron consigo, no sólo sus fracasos y sus frustraciones, sino también sussueños y sus aspiraciones.

Por otro lado, en la era de las dictaduras y de los populismos, la recalcitrante democracia burguesa latinoamericana, no estuvo ajena a las señales enviadas por los totalitarismos europeos. Es unlugar común que en épocas de crisis, la burguesía busca siempre el camino más corto, y éste es

 precisamente el autoritarismo, que se vuelca contra los que menos tienen, pues no se les tolera que protesten, que se organicen y demanden mejores condiciones laborales y de vida. El escenario económico

y político internacional con el cual América Latina tuvo que lidiar durante aquellos años, era el resultado,entre otras cosas, de la larga agonía de los viejos imperios europeos decimonónicos, y de ciertosmecanismos de acumulación periclitados que saltarían en pedazos con la crisis de 1929-1933.

Mientras la revolución rusa se encerraba sobre sí misma e iniciaba un largo y devastador procesode autoinmolación, en China se abrían y se intentaban nuevos caminos liberadores de consecuenciasincalculables para el mundo contemporáneo. En América Latina, esos son los años en que laindustrialización, la migración, la urbanización y el crecimiento económico tuvieron efectos decisivossobre el comportamiento de las masas de trabajadores, campesinos y burócratas que hacían un ingresoirreversible en el desarrollo histórico de estos países53.

 No sólo se modificaron a fondo los patrones de consumo, y de crecimiento (el cual entre 1913 y1980 experimentó una subida constante, y pudo haber alcanzado tasas del 6% anual entre 1950 y 1980)54,sino que también las costumbres de la vida cotidiana, la cultura política y las convicciones ideológicas yculturales de amplios sectores de la población experimentaron una transformación sustancial. Esta última

 pasó de 104 millones de personas en 1930 a 159 millones en 1950, y a 277 millones en 1970, sin tomar encuenta que se trata de números redondos y no estamos considerando lo que podría haber sucedido país por 

 país55.

Por otro lado, las inversiones norteamericanas se dispararon en todas direcciones y rubros productivos, pasando de 4,735 millones de dólares en 1950 a 8,837 millones de dólares en 1960, sinmencionar los empréstitos estatales ni los programas de auxilio. La evidencia mostraba que el desarrolloautónomo podía ser una falacia, y al mismo tiempo que se había operado un reflujo de la producciónlatinoamericana, pues el crecimiento del comercio mundial registrado después de 1948, se debía, en gran

 parte, al intercambio entre países altamente desarrollados. La participación de América Latina en el

mercado mundial había llegado al 11% en 1948, en 1960 era del 7% y en 1970 del 5%. Indiscutiblementealgo había cambiado de forma definitiva56.

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Hacia 1930 la mayor parte de los latinoamericanos vivían en el campo, y sólo existían unascuantas grandes ciudades en el Cono Sur y en América del Norte, que se habían beneficiado con elcrecimiento demográfico atribuible a una mejoría sustancial de las condiciones sanitarias, y de laemigración europea. Sin embargo, entre 1940 y 1960, el porcentaje de habitantes latinoamericanos en laszonas urbanas aumentó del 33% al 44%57. Tal concentración de la población y las calidades políticas yculturales de alguna migración europea, sobre todo italiana, española e irlandesa, posibilitó que laeducación política del latinoamericano, medianamente escolarizado, mejorara considerablemente.

Estos son los años en que las reformas agrarias en México, Bolivia, Perú, Chile y Guatemala, por ejemplo, estuvieron signadas con la impronta de una lucha antiimperialista que quiso ir más allá de lasimple distribución de tierras. La organización y la educación sindicales crecieron en cantidad y calidad,de tal manera que fue posible profundizar los avances políticos y las conquistas de clase del proletariadoindustrial, surgido sobre todo con la sustitución de importaciones, y del viejo movimiento obrero agrarioindustrial, vinculado a los enclaves bananeros y mineros en el Caribe suramericano y centroamericano58.

Tabla V-2 

Urbanización e Industrialización.

 País   Año*   Urbanizació

n**   Industrializaci 

ón***  

Argentina 1947 48.3 26.9

Chile 1952 42.8 24.2

Venezuela 1950 31.0 15.6

Colombia 1951 22.3 14.6

Brasil 1950 20.2 12.6

Bolivia 1950 19.7 15.4

Ecuador 1950 17.8 17.8

Paraguay 1950 15.2 15.2

Perú 1940 13.9 13.2

•  *Años Censales. **Porcentajes de población total en localidades de 20 000 o máshabitantes. ***Porcentajes de personas de sexo masculino económicamente activas en industriasde manufactura, construcción, gas y electricidad.

•  Fuente: Julio Godio. Historia del movimiento obrero latinoamericano. Tomo 3. Socialdemocracia, socialcristianismo y marxismo, 1930-1980 (Caracas: Editorial NuevaSociedad. 1985) P. 89.

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Los trazos políticos, ideológicos y organizativos que definieron el desarrollo del movimiento popular en América Latina, a lo largo de estos años, estuvieron condicionados, mayormente, por lo quesucedía a escala internacional. Puede resultarnos muy complejo tratar de caracterizar la naturaleza de lasluchas campesinas y obreras en países como México, Argentina, Colombia o Costa Rica, entre 1930 y

1960, sin tener presente que en el escenario mundial se estaba dando una lucha de escala colosal contra elfascismo, al menos hasta 1950. Y después, por viabilizar los distintos proyectos de liberación nacionalque fructificaron en casi todo el antiguo mundo colonial europeo, por una parte, y de otra, por enfrentar los distintos y variados intentos que se hicieron para sabotear y destruir el proyecto socialista inspirado enel ejemplo soviético.

Veremos que los avances alcanzados en materia laboral, jornadas de trabajo, condicionessanitarias y procesos de sindicalización hasta 1950, así como algunas de las conquistas del nacionalismo

 burgués, con sus distintas expresiones populistas y social-demócratas, entrarán en crisis en el períodosiguiente, posterior al último año citado. La desnacionalización, no debería olvidarse, respondía a unaestrategia internacional de clase, con la cual se buscaba recuperar, paso a paso, las cuotas de poder escamoteadas a las oligarquías, aliadas naturales del imperialismo, por un movimiento popular que se

había fortalecido con cierto vigor en los mejores años del proceso de sustitución de importaciones59

.Las distintas orientaciones y énfasis político-ideológicos tomados por el movimiento obrero en

América Latina, a la larga, tendrían efectos desastrosos en las diversas expresiones organizativasescogidas por el mismo, pues aquellas cuyas elecciones habían sido más radicales, como las de laguerrilla urbana durante los años cincuenta y sesenta, provocaron niveles de represión mayor queterminaría por incluir a la totalidad de los sectores sociales más comprometidos con el cambio socialradical en algunos países de América del Sur, como Argentina, Uruguay y Chile.

Los enfrentamientos entre comunistas y nacionalistas de todos los pelajes, desgastaríaconsiderablemente no sólo la imaginación teórica de aquellos años, sino también las alternativasorganizativas ofrecidas por un movimiento obrero errático y fácil de golpear por unas oligarquíasfuertemente amuralladas detrás de las exigencias del imperialismo60.

Las huelgas en los emporios mineros y bananeros le enseñaron al imperialismo que la mejor forma de combatir este mal, era fortaleciendo los instrumentos represivos puestos a disposición de lasoligarquías latinoamericanas y caribeñas. Nos encontraremos con que, al mismo tiempo que crecen lashabilidades y capacidades de lucha por parte de los sindicatos en esos sectores productivos, crecentambién el entreguismo y una vocación proimperialista realmente notables por parte de dichasoligarquías.

Las huelgas contra los monopolios bananeros en el Caribe y América Central, durante los añostreinta y cuarenta, fueron prácticas de lucha que impulsaron notablemente el nivel de penetración de loscomunistas, por ejemplo, en los sindicatos controlados por el proletariado rural. Se llegó a manejar conlucidez política el hecho de que, una multinacional como la United Fruit Company,  jamás haríaconcesiones gratuitas a sus trabajadores. De tal forma que, en Costa Rica, para citar un caso emblemático,la huelga de 193461, no sólo fue liderada por un pequeño y bien disciplinado partido comunista, fundadoen 1931, sino que también la misma hizo factible el surgimiento de una prensa obrera que planteaba conclaridad y contundencia sus posiciones antiimperialistas.

Los comunistas costarricenses estaban recogiendo, de esta manera, una tradición que seremontaba a las primeras hojas sueltas, y a los periódicos y revistas de inspiración anarquista, que algunosobreros y trabajadores emigrados, italianos y españoles, habían traído al país, entre las dos últimasdécadas del siglo XIX y la dos primeras del siglo XX, cuando la compañía bananera los contrató parahacer frente a la escasez de fuerza de trabajo62. Los zapateros, los panaderos y los linotipistas serían de losgremios pioneros en plantear formas de lucha popular, impresa y callejera, durante los años veinte delsiglo anterior, que serían luego instrumentalizadas por los comunistas con resultados políticos muydiversos en las zonas urbanas63.

Si era cierto que la ciudad le había ganado la batalla al campo, y la nueva ciudad que seencontraría la oligarquía agro exportadora latinoamericana de vieja data, era una en la que tenía muy

 pocas posibilidades de crecer, también lo era que el retroceso del imperialismo inglés, después de la

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Segunda Guerra Mundial, le había dejado el campo libre a un imperialismo norteamericano dispuesto anegociar con aquella oligarquía, sobre la base de que todo proyecto reformista debía encajar 

 perfectamente en moldes institucionales que no crearan tensión con las aspiraciones de Washington en laregión64. Costa Rica, posiblemente, fue uno de los pocos ejemplos en América Latina, donde dichaaspiración logró sus mejores resultados65.

La nueva ciudad que encontrarían las rancias élites agroexportadoras, las cuales habían crecido

vigorosamente hasta la Primera Guerra Mundial, sería aquella donde las actividades agro industriales ymanufactureras volvían obsoletos los viejos procesos burocráticos de control comercial y acumulación decapital, característicos de los años 1880-1920. Ahora, después de 1950, el crecimiento del mercadomundial, y los controles establecidos por el capital norteamericano sobre las actividades financieras yeconómicas en América Latina, lanzaron una nueva ola de actividades bancarias que desactualizaron elcontrol familiar ejercido por empresarios cafetaleros y de actividades similares característicos de finalesdel siglo XIX.

La burguesía cafetalera costarricense, al menos, había probado que era dueña de una grancapacidad de adaptación y, aunque tuvo que hacer una guerra civil en 1948, para acelerar el proceso, ledemostró al resto de América Latina que, para la política del Buen Vecino estadounidense, era posibleencontrar socios dispuestos a todo, hasta engullirse a los comunistas y a la Iglesia Católica en un solo

 bocado, con tal de sacar adelante la tarea de un reformismo que nunca tuvo escrúpulos sobre la abismal brecha que se abría entre lo dicho y lo hecho, en materia social, laboral, sanitaria, bancaria y financiera66.

Pero el faccionalismo del movimiento popular en América Latina, continuaba siendo una de sus principales fortalezas y debilidades al mismo tiempo, durante la era de las dictaduras y del estado populista. Anarquistas, comunistas, trotskistas, reformistas, socialcristianos, socialdemócratas, feministas,estudiantiles y otros, le propinaban una profunda división, no sólo estratégica, sino también programáticay constitutiva al movimiento popular, sino que también, enriquecían las ópticas y los puntos de vista

 políticos e ideológicos del mismo, creando alternativas para las cuales, con frecuencia, no se estaba preparado, cuando la represión y la cooptación67 se hacían presentes.

Teóricamente, la reforma universitaria de Córdoba de 1918 acercó a los estudiantes y a los líderesestudiantiles al movimiento obrero clasista y populista por igual, así como hizo posible el acceso de las

mujeres a los frentes organizativos de lucha de algunos sindicatos, partidos políticos y otros,instrumentalizando las luchas electorales y profesionales. Pero también creó círculos de desconfianzaalrededor de las posibles coincidencias programáticas entre las aspiraciones de los estudiantes, lasmujeres, el obrero y el campesino que buscaban la calle para canalizar sus demandas.

Cuando las salidas políticas, las negociaciones y las alianzas de clase se agotaron, y elreformismo, así como los regímenes dictatoriales se volvieron intolerables, hicieron su aparición lassoluciones revolucionarias radicales, la guerrilla urbana, y las opciones extremistas no se hicieron esperar,

 predominando el secuestro, el asesinato político y el sabotaje en todos los frentes contra los intentos delas burguesías latinoamericanas, con el apoyo del imperialismo, por volver atrás, y recuperar de formadesesperada la cuota de poder que les había sido arrancada por los avances del movimiento popular yreformista de los años 1930-1950.

Las contradicciones de clase que brotaron en América Latina, durante y después de la crisismundial de 1930, simplemente revelaron la abismal distancia que existía entre los proyectos políticos ysociales de una burguesía agrario exportadora en crisis, debida precisamente a la fractura del sistema de

 producción, y los proyectos procedentes de algunos sectores sociales que hacían su aparición por primeravez en la historia de América Latina, como era el caso del proletariado industrial y de los sectores medios,todavía no totalmente articulados al régimen de producción capitalista. En gran medida, esta limitadaintegración puede haberse debido a la debilidad del estado nacional en la mayor parte de los paíseslatinoamericanos68, la cual redujo las posibilidades de negociación, y la oferta de alternativasdemocráticas, para grupos humanos, como los indígenas, y otros sectores sociales tradicionalmenteconsiderados “inferiores” como las mujeres y las minorías sexuales.

Los márgenes de negociación con que operaron las clases dominantes, durante estos años de 1930

a 1960, estuvieron condicionados por los gestos y movimientos que procedieran de Washington, en cuyocaso se hacía más evidente la seria debilidad del estado nacional. Aún así, en el período, aunque los proyectos revolucionarios en El Salvador (1932), en Bolivia (1952) o Guatemala (1944-1954), y la

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explosiones populares al estilo del bogotazo de 1948, después del asesinato del líder colombiano JorgeEliécer Gaitán, hubieran demostrado que una consciencia antiimperialista estaba en franco proceso deconsolidación, también probaron que la alianza entre las oligarquías y el imperialismo era capaz de echar 

 por tierra todos los avances y logros posibles concretados por las masas trabajadoras, campesinas eindígenas de América Latina69.

La opción por la vía armada, la cual cristalizaría de forma dura y contundente, en gran parte de

América Latina, después del triunfo de la Revolución Cubana, rebeló las verdaderas dimensiones de lacrisis a que habían llegado unas contradicciones de clase cuyo escenario insoslayable eran las ciudades de países como Argentina, Uruguay, Perú, Colombia, Chile, Centroamérica y el Caribe. Porque fue en laciudad también donde se pudieron encontrar puntos de confluencia, entre un proletariado industrialconcentrado en fábricas y talleres propiedad del capital extranjero y oligárquico, así como el ambiente yla atmósfera política para que una prensa revolucionaria pudiera cultivar sus preocupaciones, debido alapoyo con que podía contar procedente de estudiantes, sindicatos e intelectuales radicalizados.

Estas confluencias políticas, culturales y hasta ideológicas, no siempre contaron con laaquiescencia de los partidos comunistas de educación soviética, feroces enemigos del espontaneísmo y de“la enfermedad infantil del comunismo, el izquierdismo”, pues éste podría arrebatarle porcionesimportantes de sus huestes. Si prestamos atención, entonces, a las tesis de Defronzo 70, la guerra popular revolucionaria siempre es consecuencia de situaciones de crisis que han alcanzado el punto de ebullición,un punto de no retorno en el cual la aniquilación, el genocidio como práctica social, adquiere estaturateórica71.

La Revolución Cubana, como se verá en la sección siguiente, en tanto que parte aguas de unalucha todavía inconclusa contra el imperialismo, introdujo variantes estratégicas y soluciones inéditas alos viejos problemas del Caribe y de América Latina, que la hicieron convertirse en el modelo históricode un proceso de cambio, en el que los distintos elementos involucrados y las decisiones tomadas, siguensiendo controversiales y de gran poder evocativo para los movimientos populares en la mayoría denuestros países.

5.4. El triunfo de la Revolución Cubana

Hablar de la Revolución Cubana en un libro como este plantea un serio problema para el autor, porque, en virtud de la ingente cantidad de material existente, siempre se corre el riesgo de la frivolidad.Sin embargo, lo vamos a intentar debido a que, sin referirnos a ella, este capítulo quedaría incompleto. LaRevolución Cubana cierra una época en la historia reciente de América Latina, y abre otra completamentenovedosa. El siglo XX, no sólo a escala de lo que acontece en América Latina, sino también de lo quetranscurre en el escenario mundial, sería incomprensible sin la Revolución Cubana.

Desde la perspectiva de muchas historias universales, para las cuales sólo la historia europea eshistoria de las “civilizaciones”, aún sirviéndose del tratamiento marxista de la misma, la RevoluciónCubana puso a la América Latina en la conciencia política, social, y cultural no sólo de los centros

universales de poder, sino esencialmente en el corazón de los pueblos oprimidos del planeta, comoaquellos de África y Asia, que habían buscado, durante siglos, alternativas, salidas y posibilidadesdiferentes para su condición de colonias europeas.

Como se ha visto en ensayos anteriores, la actitud de los imperios hacia América Latina y elCaribe fue todo menos ambigua. Siempre tuvieron acercamientos de prístina claridad sobre lo que queríany buscaban en esta parte del mundo. Y son varios los países latinoamericanos y caribeños donde esalucidez imperial se aplicó de manera efectiva y con resultados perdurables. Algunos de ellos fueronMéxico, Nicaragua, Panamá y Cuba, no tanto por haber experimentado invasiones y mutilacionesterritoriales, así como el oprobio y la humillación de la explotación económica de personas y recursosnaturales, sino también porque fueron reducidos a la nada, cuando se negaron a plegarse a la voluntadimperial, que buscaba reescribirles la historia a su antojo.

En la isla caribeña, entre los años que van de 1898 a 1959, puede argüirse sin temor a equívocos,que cristalizan las contradicciones imperiales más álgidas del sistema capitalista en su máximo punto deexpansión, entre los imperios mismos con respecto a esferas de influencia y control internacional, y entre

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las burguesías metropolitanas y nacionales por encontrarle asideros ciertos a sus proyectos de clase, queen el caso de las primeras tenía como norte el estrangulamiento de cualquier atisbo de independencia por 

 parte de las segundas.

Alguien podría sostener que la Revolución Cubana fue asfixiada en su cuna, cuando laintervención norteamericana en 1898, desvió la clara orientación independentista que traía la lucha de loscubanos desde 1868 contra el deteriorado dominio español de la isla72. Pero también es factible sostener 

que la independencia de Cuba cristaliza con la revolución conducida por Fidel Castro entre 1953 y195973. Incluso, cierta irritante superficialidad ha llevado a algunos analistas europeos a considerar que lalucha emprendida por Fidel y su gente, es el producto más bien de una lectura fácil de la realidad cubanade esos años, que aprovechó estelarmente la compleja situación que se había dado con el dictador Fulgencio Batista y sus desacuerdos con el Departamento de Estado norteamericano74, en vista de loacontecido en Guatemala recientemente y de los desplantes improductivos de la dictadura somozista en

 Nicaragua. Para Washington Batista estaba manejando la situación cubana con tibieza e indecisión.

 No se debería olvidar, sin embargo, que la batalla iniciada por Fidel Castro, estuvo perfectamentearticulada con una larga lucha revolucionaria que se remontaba a mediados del siglo XIX, la cual aún noha concluido, como lo ha probado meridianamente el bloqueo impuesto sobre Cuba, desde 1962, y que elestudioso latinoamericano, europeo o norteamericano siempre tendrá que recordar, cada vez que se fijenada más en los años de los feroces combates sostenidos por la guerrilla contra las fuerzas del ejércitocubano.

Ahora bien, indistintamente de los debates teóricos e historiográficos en que pueda habersesumido alguna intelectualidad de izquierda en Europa, Estados Unidos y América Latina, debates que, por lo demás, han resultado de incalculable utilidad para comprender mejor la naturaleza de la RevoluciónCubana, es igualmente indiscutible la necesidad de ubicar a este proceso revolucionario en su justocontexto histórico para no caer o, en maniqueísmos inútiles, o en tratamientos frívolos sobre un momentohistórico que todavía intentamos visualizar con todas sus consecuencias.

Porque demás está recordar que la Revolución Cubana obligó al imperialismo norteamericano arevisar con seriedad y cautela su política exterior hacia la América Latina. Hizo que las oligarquíaslatinoamericanas, apoyadas por los Estados Unidos, modernizaran sus capacidades represivas y

readecuaran sus esquemas de negociación para ponerse a tono con las exigencias que los pueblos estaríandispuestos a realizar, a partir de las lecciones recibidas desde Cuba. Y demandó de líderes, intelectuales yartistas establecer con precisión los poderes concretos de su compromiso con el cambio y con los quemenos tienen. Es por ello también que la Revolución Cubana puede ser considerada como un marco dereferencia sumamente importante para fijar los límites y posibilidades de la utopía en América Latina,hoy, aún cuando desde las filas del pensamiento revolucionario, algunos reniegan de la fuerza evocadoray transformadora de las utopías, debido, posiblemente, a la tremenda desilusión asestada con la crisis delsocialismo soviético, como se verá en capítulos posteriores.

Las dictaduras militares del continente, empezando con Maximiliano Hernández Martínez, en ElSalvador de 1932, y terminando con la de Roberto Micheletti en el Honduras del 2009, todas han nacidocon la impronta de un pánico anti comunista que la Cuba de Fidel Castro llevaría hasta la cumbre deldelirio. Se trata de un anti comunismo tan visceral que todo aquello que alguna vez olió a reforma, atransformación y tratamiento de los problemas sociales con algún grado de solidaridad, evocó siempre latragedia de Cuba, presa fácil del comunismo internacional. Se trata de un anti comunismo que paga bien,con becas, invitaciones a cócteles, cátedras en universidades norteamericanas y europeas, premios ydemás, todo orientado a impedir que los sectores sociales más desprotegidos puedan organizarse y tomar consciencia de la situación tan grave en la que están, y que Cuba reveló de manera brutal e irreversible.

Por ello debemos estarnos recordando que la Revolución Cubana no es “la revolución de FidelCastro”, o de un grupúsculo de guerrilleros desarrapados, intoxicados con las ideas del marxismo-leninismo. Se trata de un proceso revolucionario, ya lo hemos dicho, que tiene antecedentes históricosmuy específicos, muy latinoamericanos y caribeños por lo demás, pero que responde y programa conlucidez meridiana la larga trayectoria de lucha antiimperialista del pueblo cubano, la cual pasa, de maneraindefectible, por el pensamiento de José Martí (1853-1895). Sin esto será muy difícil comprender la

naturaleza exacta de la Revolución Cubana, a pesar de los malabarismos marxistas de que podamosservirnos para aguzar nuestro análisis.

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Una revolución anticolonialista y nacionalista primero, luego antiimperialista y socialistafinalmente, no encajaba en ninguno de los esquemas elaborados por el pensamiento revolucionarioeuropeo, para comprender este tipo de fenómenos. La guerra de guerrillas o la guerra popular revolucionaria, con notables antecedentes en la lucha por la independencia de América Latina y el Caribe,encontró en Cuba uno de sus más consumados logros pues, en virtud de la consabida ausencia de un

 proyecto burgués de clase, el talón de Aquiles de la mayor parte de dichos movimientos, la incorporacióndel campesinado y del proletariado agro industrial impulsaron una alianza de clase cuyo perfil todavía es

objeto de estudio, debido a su especificidad histórica y a la magnífica solidez de la plataforma políticosocial por la que se entregarían todos los esfuerzos.

Los imperios europeos, y el norteamericano particularmente, siempre tuvieron buena vista paradetectar que la única forma de cooptar cualquier refriega o amago cierto de rebeldía revolucionaria, eraestableciendo alianzas de clase con los sectores mejor ubicados de las burguesías latinoamericanas,garantizando mercados, inversiones, lujos y reconocimientos diplomáticos que al fin y al cabo sólo

 podrían asegurar un acceso más fluido a los recursos naturales y humanos de nuestros países. En estoscasos, los acercamientos entre la mediana burguesía y el proletariado urbanos, podrían haber girado un

 poco más hacia la izquierda, en virtud de que aquella alianza (imperialista) de clase dejaba de lado aamplios sectores de la población, alejados del flujo de capitales y de los mercados que le daban sentido ala expansión capitalista en el Caribe.

Estos sectores irían a jugar un papel esencial en el proceso de radicalización de la RevoluciónCubana la cual, para el momento en que se inicia la toma del poder en 1959:

1.  Era totalmente dependiente del imperialismo norteamericano, dueño de 1 200 000 hectáreas detierra, la energía eléctrica, parte de la industria lechera, los combustibles y el crédito bancario,

2.  Contaba con una estructura económica predominantemente agrícola, pues la más importanteindustria, el azúcar, era una producción primaria de base agrícola.

3.  Tal economía agrícola era en su esencia extensiva, latifundista, tanto en las propiedades de lascompañías extranjeras como en las de una minoría opulenta cubana, con 114 grandes propietarios

en el control del 20% de las tierras.4.  El desempleo llegaba al 25% de la población económicamente activa.

5.  El 80% del total de lo exportado era principalmente azúcar.

“ El compendio de todas estas notas nos definía a la Cuba de 1959 como un país semicolonial o, si se prefiere la nueva terminología, neocolonizado. La revolución que tenía que realizarse suponíaen primer término la liberación nacional, es decir había que lograr casi 60 años después lo que al terminar la guerra con España no se había obtenido por la interferencia norteamericana. La

 primera característica de la revolución tenía que ser, pues, su contenido antiimperialista”75. 

El viaje de esta revolución nacionalista y antiimperialista hacia el socialismo estaría empedradode sufrimiento, chantaje, invasiones e intentos de asesinar a su líder máximo. Se trata de una jornada deasombrosa capacidad humana, para hacerle frente a los embates de la potencia más poderosa del planeta

 por destruir un proyecto revolucionario que le cambiaría por completo el escenario político, social,ideológico, diplomático y militar al imperialismo norteamericano en América Latina.

Así lo dice con absoluta claridad la segunda declaración de La Habana del 4 de febrero de 1962,una vez instalado el bloqueo definitivo contra la Revolución Cubana:

“Aplastando a la Revolución Cubana, creen disipar el miedo que los atormenta, y el fantasma de larevolución que los amenaza. Liquidando a la Revolución Cubana, creen liquidar el espíritu

revolucionario de los pueblos. Pretenden, en su delirio, que Cuba es exportadora de revoluciones.En sus mentes de negociantes y usureros insomnes cabe la idea de que las revoluciones se puedencomprar o vender, alquilar, prestar, exportar o importar como una mercancía más. Ignorantes delas leyes objetivas que rigen el desarrollo de las sociedades humanas, creen que sus regímenes

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monopolistas, capitalistas y semifeudales son eternos. Educados en su propia ideologíareaccionaria, mezcla de superstición, ignorancia, subjetivismo, pragmatismo, y otras aberracionesdel pensamiento, tienen una imagen del mundo y de la marcha de la historia acomodada a susintereses de clases explotadoras. Suponen que las revoluciones nacen o mueren en el cerebro delos individuos o por efecto de las leyes divinas y que, además, los dioses están de su parte”76.

En el capítulo siguiente continuaremos con nuestro análisis de la Revolución Cubana en una desus dimensiones más ricas y debatidas, la socialista, porque, según el Departamento de Estadonorteamericano, la exportación de tal revolución ha sido uno de los malestares mayores para ejercer libremente el intervencionismo, al que estaban acostumbrados desde hacía casi dos siglos con relación ala América Latina y el Caribe, y uno de los ingredientes que más atizó el enfrentamiento con la viejaUnión Soviética durante la era de la Guerra Fría.

La Revolución Cubana recogió los aspectos vertebrales de las tradiciones culturales de AméricaLatina y el Caribe, aquellas vinculadas al quehacer anticolonialista y antiimperialista de figuras comoSimón Bolívar y José Martí, Francisco de Miranda y Ramón Emeterio Betances, diseñando con ellos unentramado ideológico decisivo para canalizar todos los afanes independentistas de nuestros pueblos. Peroal mismo tiempo, se proveyó de ingredientes teóricos y estratégicos procedentes de experienciasextraordinarias que tuvieran lugar en otras partes del mundo, tales como las revoluciones mexicana, rusa,china, vietnamita, argelina y otras que la nutrieron de una buena dosis de realismo y de sentido práctico.

Esto era esencial porque, si se pensaba construir un proyecto socialista, el primero en lasAméricas, era clave tener el coraje y contar con el apoyo popular requerido para aniquilar la viejamaquinaria estatal e iniciar el viaje hacia una nueva sociedad. Era aquí donde Marx tenía mucho que decir y donde el imperialismo iría a poner todos sus esfuerzos para destruir un proyecto que, de generalizarse alresto de América Latina y el Caribe, pondría en serios problemas la dominación y el intervencionismo

 practicado por Estados Unidos casi sin límites de ninguna especie.

Además, como ya se ha señalado, esa eclosión histórica entre las tradiciones revolucionarias delos pueblos latinoamericanos, las enseñanzas del marxismo y sus experiencias en otras partes del mundo,

 junto a la situación crítica por la que estaba pasando Cuba en sus relaciones con el capitalismo

norteamericano, y el autoritarismo puesto en práctica por la dictadura de Fulgencio Batista, heredera delos desmanes del régimen criminal de Gerardo Machado desde 1933, son algunos de los ingredientesciertos que se deben de tomar en consideración al momento de reflexionar sobre la especificidadirrepetible de la Revolución Cubana, tal y como lo señalara Fidel Castro en la segunda declaración de LaHabana, según se desprende de la cita que se ha hecho arriba.

En efecto, esta específica eclosión histórica y revolucionaria se pudo dar el lujo de completar ciclos revolucionarios que habían sido abortados por el intervencionismo extranjero, en los casos deMéxico, El Salvador, Bolivia y Guatemala, donde muchas de las ambiciones y esperanzas terminaronsesgadas o merodeadas por los militares y los círculos capitalistas más recalcitrantes y entreguistas enestos países.

El problema agrario, la nacionalización de los recursos naturales y energéticos, hasta ese

momento en manos de compañías multinacionales, la delicada cuestión del papel de los militares, y elasunto de la solidaridad internacional, así como el apoyo incondicional que se recibió del bloquesocialista, entre 1959 y 1984, todos fueron elementos que llegarían a comprender una lista deexcepcionalidades ineludibles al momento de discutir y reflexionar sobre la supuesta “exportación de laRevolución Cubana”.

Tan excepcional ha sido la Revolución Cubana que experimentos inspirados en ella, con algunasvariantes, podrían haber sido condenados al fracaso, debido a una participación más directa delDepartamento de Estado norteamericano reacio a tolerar la repetición de la misma, tal y como sucedió enRepública Dominicana en 1965, en el Chile de Salvador Allende (1973), en Granada (1983), Panamá(1989) y Nicaragua (1990), donde grupos capitalistas nacionales, vinculados estrechamente con elcapitalismo norteamericano, hicieron lo imposible para sabotear tales intentos. Hoy, con el renacimiento

de las utopías revolucionarias en América Latina y el Caribe, se repiten los mismos procedimientos ydiscursos del pasado para impedir que los pueblos tengan la posibilidad de acceder a una vida mejor ymás justa. Pero estos temas serán abordados en los próximos capítulos.

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***  

Este ha sido un ensayo muy difícil de escribir debido a múltiples razones, entre ellas porque losaños 1930-1960 pueden ser considerados años transicionales entre el viejo modelo agroexportador y elmodelo desarrollista que se anuncia con la sustitución de importaciones. Sin embargo, nos reclamaba queal menos lanzáramos una visión general de las principales líneas de fuerza que le dieron sentido a ese

capítulo de la historia de América Latina, contra el telón de fondo de una modernidad capitalista próspera pero profundamente conservadora y aterrorizada con el fantasma del comunismo.

Las dictaduras latinoamericanas que proliferan en esos años, quisieron jugar el papel decontrapesos de los reclamos y las demandas de amplios sectores de la población que, por primera vez enla historia, se hacían sentir, pues durante siglos solo fueron el soporte productivo de un capitalismodependiente todavía muy desdibujado.

La progresiva modernización del sistema económico, para algunos, pasaba por una profundaeuropeización de las sociedades latinoamericanas, con lo cual no todos estaban de acuerdo; y ciertoslíderes estuvieron dispuestos a detener el intento, procedente sobre todo de élites con intereses financierosy comerciales muy concretos. Dirigentes políticos, como Rafael Carrera en la Guatemala del siglo XIX,fueron capaces de sentar las bases de un proceso de acercamiento a las masas populares que hoy,supuestos teóricos y analistas europeos y norteamericanos, tratan de entender y dilucidar, pues esarelación, ese conjunto de lealtades primitivas, como lo llamarían algunos antropólogos, se encuentra en laraíz de la capacidad de movilización de figuras posteriores como el mismo Fidel Castro en Cuba y EvoMorales en Bolivia.

Para algunos, la modernización capitalista pudo haber dado al traste con el caudillo de viejoestilo, como el ya mencionado Carrera de Guatemala, o el llanero Páez en Venezuela, o Rosas enArgentina, pero le abrió una nueva senda al clásico dictador latinoamericano, para el cual las ideas decivilización, orden y progreso estaban en relación directa con el comportamiento de los mercadosinternacionales, y con el posible soporte económico, político y militar que pudiera recibir de los imperios.

Entre 1930 y 1960, para América Latina, la historia política, social y económica, está apuntalada

 por contradicciones entre clases y sectores de clase que se niegan a desaparecer o adaptarse a la nuevasituación internacional que marcaba el ritmo de crecimiento del sistema capitalista, inmerso en una guerraa muerte contra el sistema socialista que había llegado al mundo con la revolución rusa de 1917. Esatransición del caudillo al dictador, debería, entonces, entenderse como un doloroso proceso de adaptaciónde los políticos latinoamericanos al nuevo escenario levantado por un sistema capitalista dependiente quedejó en escombros a la herencia cultural indígena, e hispánica también, en América Latina, para plegarsea las demandas del expansionismo imperialista, liderado por los Estados Unidos desde 1898.

Los populismos de distinto signo político e ideológico, así como unos movimientos populares enlos que destaca el movimiento obrero, fueron igualmente alternativas anheladas por sectores sociales quese esforzaban por hacerse con un espacio en el espectro socio-económico, cada vez más reducido por lasnecesidades de la modernización capitalista, y cada vez más selectivo y discriminatorio con relación a losverdaderos fundadores de las civilizaciones indígenas.

El dilema entre modernización capitalista y revitalización de las civilizaciones indígenas, siguevigente, con todas sus aristas y sus implicaciones, en las sociedades contemporáneas de América Latina,donde las élites dominantes continúan considerando que tal dilema no existe y sólo es un asunto dedictadores y dictaduras. El problema es que la solución del mismo, desafortunadamente, reside en poderesextranjeros, a quienes se otorgó tal atribución sin consultar a las grandes mayorías indígenas, campesinasy obreras de naciones que aún carecen del sentido de integridad nacional propio de cualquier sociedadmoderna.

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1 Claudio Véliz. La tradición centralista en América Latina (Barcelona: Ariel.1979)2 Jacques Lambert. América Latina. Estructuras sociales e instituciones políticas (Barcelona: Ediciones Ariel. 1970)P. 292. También la antología clásica de Hugh M. Hamill (Editor). Caudillos. Dictators in Spanish America(University of Oklahoma Press. 1992) Primera parte.3 Rodrigo Quesada. Recuerdos del Imperio. Los ingleses en América Central. 1821-1915 (Heredia, Costa Rica:EUNA. 1998) Capítulo VI.4 Francois Chevalier. América Latina de la independencia a nuestros días (Barcelona: Editorial Labor. Colección

 Nueva Clío. 1983). P. 286 y ss. También de Roberto Regalado. América Latina entre siglos. Dominación, crisis,lucha social y alternativas políticas de la izquierda (Ocean Sur. 2000) P. 148-149.5 Juan Bosch. De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe frontera imperial (Santo Domingo, RepúblicaDominicana. 2005) Capítulo XVI.6 Roberto Regalado. Op. Cit. P.117.7 Julio Labastida Martín del Campo. Dictaduras y dictadores (México: Siglo XXI editores. 1986). P. 24.8 Ibídem. Loc. Cit.9 Ricardo Forte. “Autoritarismo y militares en el siglo XX argentino”. Secuencia (Revista de Historia y CienciasSociales) (México: Instituto Mora. 1993. No. 27. Nueva Época) Pp. 119-140.10 Alan Knight. “Revolución social: una perspectiva latinoamericana” .Secuencia (Revista de Historia y CienciasSociales) (México: Instituto Mora. 1993. No. 27. Nueva Época) Pp. 141-183.11 Allan Angel. “Regímenes dictatoriales desde 1930”. En Historia General de América Latina. Tomo VIII. AméricaLatina desde 1930 (UNESCO/TROTTA. 2008) P. 353.

12 Nicola Miller. “Las potencias mundiales y América Latina desde 1930”. En Historia General de América Latina.Tomo VIII. América Latina desde 1930 (UNESCO/ TROTTA. 2008) P. 296.13 “La débil presencia cultural e ideológica de la clase dominante favoreció la movilización de los colonos y lossemiproletarios, pues estos enfrentaban una élite que tenía un fuerte sentido de la identidad y del poder de susriquezas, pero que permanecía socialmente distante de sus empleados. La década de 1920 fue testigo de la ruptura delos pocos lazos paternalistas que unían a la población rural pobre con los terratenientes y agricultores másacaudalados”. Aldo Lauria Santiago y Jeffrey L. Gould. “Nos llaman ladrones y se roban nuestro salario: hacia unareinterpretación de la movilización rural salvadoreña, 1929-1931”. En Revista de Historia (Costa Rica: Escuela deHistoria de la UNA y CIHAC de la Universidad de Costa Rica. Enero-Diciembre . 2005. Nos. 51 y 52) P. 299.14 “La rebelión no fue una mera jacquerie, no fue el producto de un repentino impulso de los campesinos indígenas.Por el contrario, fue el resultado de una larga cadena de sucesos, acaecidos tanto dentro del país como fuera de él.Además, se distingue por ser el primer movimiento revolucionario latinoamericano en el cual desempeñaron el papelmás importante hombres considerados como comunistas internacionales. Por lo tanto, señala el comienzo de una fase

nueva y significativa en la historia de la región. La época de las ideologías había llegado a la América Latina”. EnThomas Anderson. El Salvador 1932. Los sucesos políticos de 1932 (San José, Costa Rica: EUDCA. 1976) P. 10.15 Ibídem. Loc. Cit.16 Thomas D. Schoonover. The United States in Central America, 1860-1911. Episodes of Social Imperialism andImperial Rivalry in the World System (Durham and London: Duke University Press. 1991) Capítulo 9.17 Patricia Alvarenga Venutolo. Cultura y ética de la violencia. El Salvador 1880-1932 (San José, Costa Rica:EDUCA. 1996). Este es un excelente ensayo donde se detallan los orígenes sociales, políticos e ideológicos de larevuelta de 1932.18 Neill Macaulay. The Sandino Affair (Chicago, Quadrangle Books. 1967) P. 256.19 Alvarenga menciona a organizaciones tales como Las Ligas Rojas, los auxiliares civiles, los comisionados, lasGuardias Cívicas y otras diseñadas con dicho propósito.20 Eduardo Crawley. Dictators Never Die. A Portrait of Nicaragua and the Somozas (London & New York. C. Hurst& Company. 1979) Capítulo XII.

21 “Mientras Estados Unidos coqueteó con la conquista colonial a finales del siglo diecinueve, desarrolló también unsistema más abierto de imperialismo sin colonias durante el siglo veinte. El caso más paradigmático es el de Nicaragua en los años veintes y treintas, donde los marinos norteamericanos fueron enviados para proteger losintereses estadounidenses y se vieron atrapados en una difícil guerra contra los guerrilleros de Sandino. La respuesta

 para ello fue encontrar un hombre fuerte, que resultó ser Anastasio Somoza, a quien se le proveerían asistenciaeconómica y militar, a él, a su familia y a sus aliados inmediatos, para que reprimieran o compraran toda oposición,lo que les permitiría también acumular una riqueza considerable para ellos mismos. A cambio deberían mantener su

 país abierto a toda clase de operaciones por parte de empresarios norteamericanos y brindarles su apoyo, y si fuerenecesario promoverían los intereses estadounidenses en Nicaragua y en la región (o sea el resto de América Central).Este fue el modelo desarrollado después de la Segunda Guerra Mundial, durante la etapa de descolonización globalimpuesta por los europeos a instancias de los Estados Unidos”(pp. 27-28). David Harvey. A Brief History of 

 Neoliberalism (Oxford University Press. 2005).22 Benjamin R. Beede (Editor). The War of 1898 and US Interventions. 1898-1934. An Encyclopedia (New York &

London. 1994). Ver las entradas correspondientes a Nicaragua.23 “La ocupación norteamericana de Nicaragua en 1912 fue el resultado natural de las políticas desarrolladas por Washington al empezar el siglo XX”. William Kamman. En Benjamin R. Beede (Editor) Op. Cit. P. 376.

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24 Amaru Barahona Portocarrero. Breve estudio sobre la historia contemporánea de Nicaragua. En Pablo GonzálezCasanova (Coordinador). América Latina: Historia de medio siglo. Vol. 2. México, Centroamérica y el Caribe(México: Siglo XXI Editores. 1981) P. 392.25 Dennis F. Arias Mora. “La presencia alemana en Costa Rica durante la era del nacionalsocialismo (1933-1941)”.Revista de Historia (San José, Costa Rica: EUNA-UCR. Enero-Diciembre de 2006. Nos. 53-54) Pp. 195-220.26 James Dunkerley. Warriors and Scribes. Essays on the History and Politics of Latin America (London and NewYork. Verso. 2000) P. 142.

27 Carlos Rafael Rodríguez. Cuba en el tránsito al socialismo (1959-1963). Lenin y la cuestión colonial (México:Siglo XXI editores. 1978) Pp. 52 y ss.28 Guillermo Toriello Garrido. Tras la cortina de banano (La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales. 1981) P.72.29 Jorge Luján Muñoz. Breve historia contemporánea de Guatemala (México: Fondo de Cultura Económica. 1998) P.211.30 Carlos Sabino. Guatemala, la historia silenciada (1944-1989) Tomo I. Revolución y liberación (México: Fondo deCultura Económica. 2007) Pp. 33 y ss.31 Ronald E. Powaski. The Cold War. The United States and the Soviet Union. 1917-1991 (Oxford University Press.1998) P. 105.32 Ibídem. P. 106.33 Susan Jonas-Bodenheimer. Guatemala, plan piloto para el continente (San José, Costa Rica: EDUCA. 1981.Traducción de Mario Samper) Capítulo 1.

34 Beatriz Ruibal. “Arbenz, revolución en el imperio del banano”. En Varios Autores. Historia de América en elsiglo XX. Segunda posguerra: nacionalismo, liberación y Guerra Fría (Buenos Aires, Argentina: Centro Editor deAmérica Latina. 1986) Pp. 85-112.35 Fernando N. A. Cuevillas. “El régimen del caudillaje en Hispanoamérica” Boletín del Instituto de Sociología 11(1953): pp. 59-75. Reproducido en Hugh M. Hamill (Editor) Caudillos, dictators in Spanish America (University of Oklahoma Press. 1992) Capítulo 23.36 Juan Linz & Alfred Stepan (Editors). The Breakdown of Democratic Regimes. Latin America (Baltimore andLondon. The Johns Hopkins University Press. Fourth Printing. 1987). Véase también de Guillermo O’Donnell,Philippe C. Schmitter, & Laurence Whitehead (Editors). Transitions from Authoritarian Rule. Latin America.(Baltimore and London. The Johns Hopkins University Press. Fourth Printing. 1993).37 Juan Bosch. Las dictaduras dominicanas (Santo Domingo, República Dominicana: Editora Alfa y Omega. 2005)Pp. 149 y ss.38 Para un recuadro detallado de las cuestiones aquí mencionadas apenas, véase la excelente novela de Mario Vargas

Llosa. La fiesta del chivo (Barcelona: Alfaguara. 2000) donde se exponen magistralmente los entretelones del poder,durante la dictadura de Trujillo, en República Dominicana.39 Diccionario de historia y política del Siglo XX (Madrid: Tecnos. 2001) P. 573.40“Todos los movimientos, partidos y gobiernos populistas, juntamente con sus controversias doctrinarias, tienen elcarácter de reacciones ideológicas y prácticas, conforme al país y al contexto particular, a los cambios económicos,sociales y políticos provocados, lo que parece estar en juego es la crisis del modo de vida de amplias capas detrabajadores rurales y urbanos, y en ocasiones de esos dos sectores combinadamente”. Octavio Ianni. La formacióndel Estado populista en América Latina (México: Serie Popular ERA. 1975) P. 29.41 Existe un excelente estudio, todavía no superado, sobre el populismo ruso, escrito por el historiador italianoFranco Venturi. El populismo ruso (Madrid: Alianza. 1981) 2 volúmenes.42 Herbert Braun. Populismos latinoamericanos. En Marco Palacios y Gregorio Weinberg (Editores) Historia generalde América Latina. América Latina desde 1930. Vol. VIII (UNESCO/TROTTA. 2008) Capítulo 14.43 “(…) las manifestaciones más notables del populismo aparecieron en la fase crítica de la lucha política de aquellas

clases sociales surgidas en los medios urbanos en los centros industriales contra las oligarquías y las formas arcaicasdel imperialismo. En este sentido, el populismo es un movimiento de masas que aparece en el centro de las rupturasestructurales que acompañan a las crisis del sistema capitalista mundial y las correspondientes crisis de lasoligarquías latinoamericanas. Las nuevas relaciones de clase comienzan a expresarse de un modo mucho más abiertocuando las rupturas políticas y económicas (internas y externas) debilitan decisivamente el poder oligárquico. Así, envarios aspectos, el populismo latinoamericano corresponde a una etapa determinada en la evolución de lascontradicciones entre la sociedad nacional y la economía dependiente”. Octavio Ianni. Populismo y relaciones declase. En Gino Germani, Torcuato S. di Tella y Octavio Ianni. Populismo y contradicciones de clase enLatinoamérica (México: Serie Popular ERA. 1973) P. 85.44 Eric Wolf & Edward C. Hansen. Caudillo politics: A Structural Analysis. En Hugh Hamill (Editor). Caudillos.Dictarors in Spanish America (University of Oklahoma Press. 1992) Pp. 62-72.45 Torcuato S. di Tella. Populismo y Reformismo. En Gino Germani, Torcuato S. di Tella, y Octavio Ianni.Populismo y contradicciones de clase en Latinoamérica (México: Serie Popular ERA. 1973) P. 48.

46 Herbert Braun. Op. Cit. P. 394.47 Para el detalle de la desastrosa gravitación del neoliberalismo en América Latina, valdría la pena consultar la obrade David Harvey, A Brief History of Neolibealism (Oxford University Press. 2005), un texto que el profesor Braun

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no cita por ninguna parte. También de Alfredo Saad-Filho. The Political Economy of Neoliberalism in LatinAmerica. En Alfredo Saad-Filho & Deborah Johnson (Editors). Neoliberalism. A Critical Reader (London: PlutoPress. 2005) Capítulo 26.48 Octavio Ianni. Op. Cit. 1975. P. 139.49 M. Kazin. The Populist Persuasion: An American History (New York: 1995)50 “Las élites tradicionales temían que los nuevos líderes adquirieran un poder tal que hicieran desaparecer a susseguidores, movilizados de repente, haciéndolos completamente dependientes de los nuevos líderes. Y eso fue

 precisamente lo que al parecer estaba sucediendo conforme el Estado establecía conexiones orgánicas con los obrerosy los campesinos. En un breve período de poco más de 2 años, entre 1951 y 1953, Jacobo Arbenz distribuyó tierras a500 000 campesinos guatemaltecos pobres, creando con ello una clase social totalmente nueva cuyos orígenesresidían en la acción del Estado. Poco después de que Paz Estenssoro llegase al poder, en Bolivia se produjo unlevantamiento campesino masivo que destruyó a gran parte de la clase de los hacendados. Paz Estenssoro trató decontrolar las zonas rurales y de someterlas a la ley atribuyendo títulos de propiedad a quienes se habían apoderado detierras y prometiendo a los antiguos propietarios indemnizarlos con bonos pagaderos a 25 años. Además, nacionalizólas tres grandes compañías mineras de Hochschild, Patiño y Armayo, poniendo así bajo control estatal el 65% de laindustria del estaño. Los mineros pasaron a ser funcionarios públicos. En México, Lázaro Cárdenas fortaleció elrégimen indígena tradicional de posesión comunal de tierras, el ejido, para distribuir 18 millones de hectáreas a másde 800 000 campesinos sin tierra. Al mismo tiempo, alentó la movilización de los trabajadores de las ciudades ynacionalizó varias compañías petroleras extranjeras, cuyos trabajadores se convirtieron en funcionarios públicos”Herbert Braun. Op. Cit. P. 377.

51 Tariq Ali. Pirates of the Caribbean. Axis of Hope (London & New York: Verso Books. 2006).52 Carlos M. Vilas. The Left in South America and the Resurgence of National Popular Regimes. En ErichHershberg & Fred Rosen (Editors). Latin America after Neoliberalism. Turning the Tide in the 21st Century? (NewYork & London: The New Press/ NACLA. 2006) Capítulo 11.53 “La rápida migración posterior a 1930 provocó una revolución social. Produjo grandes cambios en la forma deltrabajo, el carácter de la vivienda y las actitudes políticas y sociales”. Alan Gilbert. El proceso de urbanización. EnMarco Palacios y Gregorio Weinberg (Editores). Historia General de América Latina. América Latina desde 1930.Vol. VIII (UNESCO/TROTTA. 2008) Capítulo 5. P. 133.54Alicia Puyana. La industrialización en América Latina y el Caribe. En Marco Palacios y Gregorio Weinberg(Editores) Historia General de América Latina. América Latina desde 1930. Vol. VIII (UNESCO/TROTTA. 2008)Capítulo 3. P. 8155 Patricio de Blas y otros. Historia común de Iberoamérica (Madrid: Edaf ensayo. 2000) P. 493.56 Ibídem. P. 495. “La inversión extranjera directa de Estados Unidos y sus multinacionales llegaron a cubrir el 80%

y el 35% del total de la inversión extranjera en México y Brasil, respectivamente. Esta prominencia permitió, en1972, a las empresas norteamericanas controlar más del 50% del mercado de estos países. El poder de mercado de lasempresas norteamericanas resultó de un variado mosaico de actividades para restringir el acceso de competidores:gastos excesivos en propaganda, diversificación de productos y gasto en desarrollo tecnológico. Contribuyerontambién las acciones de los gobiernos que, con miras a asegurar las economías de escala mínimas, otorgaban

 privilegios monopólicos a las inversiones extranjeras en sectores considerados líderes, por el contenido tecnológico ysus perspectivas de crecimiento”. Alicia Puyana. Op. Cit. P. 84.57 Alan Gilbert. Op. Cit. P. 130.58 Francisco Zapata. Trabajadores, sindicatos y sistemas políticos. En Marco Palacios y Gregorio Weinberg(Editores). Historia General de América Latina. América Latina desde 1930. Vol. VIII. (UNESCO/TROTTA. 2008)Capítulo 18.59 Pablo González Casanova. Imperialismo y liberación. Una introducción a la historia contemporánea de AméricaLatina (México: Siglo XXI editores. 4ª. Edición 1979) P. 237.

60 Julio Godio. Historia del movimiento obrero latinoamericano. Tomo 3. Socialdemocracia, socialcristianismo ymarxismo, 1930-1980 (Caracas: Editorial Nueva Sociedad. 1985) Tercera parte.61 “La huelga bananera de 1934, en particular, trajo un cambio sustantivo. En la agenda del sindicalismo aparecen enadelante los grandes temas sobre sociedad, economía poder estatal e identidad de clase, en la nación. Acerca deltraslado de la United al Pacífico Sur, la crítica a los contratos reclamó la escisión del interés nacional, y la esterilidadde la clase gobernante para reproducir la soberanía de estado en las plantaciones. Los litigios sindicales en los

 juzgados, la desatención del estado a la explotación salarial, y el bajo nivel de vida”. Carlos Abarca. Obreros de laYunai (San José, Costa Rica: Edición del autor. Zeta Servicios Gráficos S. A. 2005) P. 37.62 Mario Oliva Medina. Artesanos y obreros costarricenses. 1880-1914 (San José, Costa Rica: EUNED. 2006).63 Iván Molina Jiménez. Anticomunismo reformista. Competencia electoral y cuestión social en Costa Rica. 1931-1948 (San José, Costa Rica: ECR. 2007). P. 9.64Julio Godio. Op. Cit. P. 87.65 Iván Molina. Op. Lo. Cit.

66 Iván Molina Jiménez. Los pasados de la memoria. El origen de la reforma social en Costa Rica. 1938-1943(Heredia, Costa Rica: EUNA. 2008) P. 310.

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67 Desde finales del siglo XIX el sindicalismo latinoamericano, por ejemplo, preocupó mucho a los Estados Unidos,al extremo de que se impulsaron escuelas de educación sindical en ese país para atender la educación de líderes y

 promotores sindicales de América Latina. Citado en Octavio Ianni. Op. Cit. 1975. P. 111.68 Gérard Chaliand. Revolution in the Third World. Myths and Prospects (The Harvester Press, Hassocks, Sussex,England. 1977) P.39.69 “El largo período que va de 1935 a 1959 reveló-una vez más-que incluso en condiciones adversas, cuando un

 pueblo entero se rebela, el imperialismo y la oligarquía entren en retirada. Reveló también que se retiran para regresar 

y para acabar todas o muchas de las conquistas alcanzadas”. Pablo González Casanova. Op. Cit. 1979. P.236.70 James Defronzo. Revolutions and Revolutionary Movements (Westview Press. Third Edition. 2007) P. 10.71 Daniel Feierstein. El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina (México: FCE.2007) Tercera parte.72 Eric Wolf. Las luchas campesinas del Siglo XX (México: Siglo XXI editores. 1972) Pp. 339 y ss.73 La Revolución Cubana realmente entra en su fase final con el asalto al Cuartel Moncada que tuviera lugar en el

 primer año mencionado. Carlo Rafael Rodríguez. Cuba en el tránsito al socialismo (1959-1963) (México: Siglo XXIeditores. 1978) P. 15.74 “El triunfo fácil de Fidel Castro (¿cuál otra guerrilla puede enorgullecerse de haber llegado al poder después desolo dos años de lucha?) originalmente había dado lugar al menosprecio de los gobiernos legítimos y de sus órganosrepresivos, apoyados cuando fue necesario por fuerzas especiales de los Estados Unidos contra pueblos quesobrevaloraban la idea de la revolución”. Gérard Chaliand. Op.Cit. P. 41.75 Carlos Rafael Rodríguez. Op. Cit. Pp. 66-67.

76 Segunda Declaración de La Habana. Contexto Latinoamericano. Revista de Análisis político. La RevoluciónCubana. Medio siglo de antiimperialismo y solidaridad (No. 10. 2008. Ocean Sur. México).