AMERICANOS EN CATALUÑA (SS. XVI-XVIII)^ 1. INTRODUCCIÓN … · 2009-03-03 · La circulación de...

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LA INTRODUCCIÓN DE LOS CULTIVOS AMERICANOS EN CATALUÑA (SS. XVI-XVIII)^ Montserrat Dnrán Universidad de Barcelona 1. INTRODUCCIÓN La circulación de plantas entre las diferentes comunidades vegetales europeas y la penetración y adaptación en la estruc- tura vegetal de los países europeos de especies procedentes de áreas geográficas más o menos lejanas ha sido una constante a lo largo de la historia2. En algunos casos, el impacto ambien- tal de estas transferencias ha sido escaso. En otros, en cambio, han tenido una fuerte incidencia en el paisaje vegetal de las ^ Esta comunicación fue presentada en el curso «Los impactos exteriores sobre la agricultura y el mundo rural mediterráneo a lo largo de la Historia», organizado conjuntamente por la Universidad de Alcalá de Henares, la Casa de Velázquez y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimen[ación. Quiero expresar mi agradecimiento a los organizadores por invitarme a participar en el mismo. 2 Basta con examinar el origen de las plantas más utilizadas en la agri- cultura europea desde la Antigiiedad, para darse cuenta de que buena parte de ellas son resultado de la aclima[ación de especies procedentes de o[ros hábitats. Un buen ejemplo de ello puede verse en Ruas (1990, 9-34). Sobre la intro- ducción de estas plantas y su cultivo en Europa occidental Slicher van Bath(1974). También Guarducci (1979, 719-747). 289

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LA INTRODUCCIÓN DE LOS CULTIVOS

AMERICANOS EN CATALUÑA (SS. XVI-XVIII)^

Montserrat Dnrán

Universidad de Barcelona

1. INTRODUCCIÓN

La circulación de plantas entre las diferentes comunidades

vegetales europeas y la penetración y adaptación en la estruc-

tura vegetal de los países europeos de especies procedentes de

áreas geográficas más o menos lejanas ha sido una constante a

lo largo de la historia2. En algunos casos, el impacto ambien-

tal de estas transferencias ha sido escaso. En otros, en cambio,

han tenido una fuerte incidencia en el paisaje vegetal de las

^ Esta comunicación fue presentada en el curso «Los impactos exteriores

sobre la agricultura y el mundo rural mediterráneo a lo largo de la Historia»,

organizado conjuntamente por la Universidad de Alcalá de Henares, la Casa

de Velázquez y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimen[ación. Quiero

expresar mi agradecimiento a los organizadores por invitarme a participar en

el mismo.

2 Basta con examinar el origen de las plantas más utilizadas en la agri-

cultura europea desde la Antigiiedad, para darse cuenta de que buena parte de

ellas son resultado de la aclima[ación de especies procedentes de o[ros hábitats.

Un buen ejemplo de ello puede verse en Ruas (1990, 9-34). Sobre la intro-

ducción de estas plantas y su cultivo en Europa occidental Slicher van Bath(1974).

También Guarducci (1979, 719-747).

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zonas receptoras, en su actividad agrícola y en las posibilidadesy hábitos alimentarios de sus habitantess.

El descubrimiento de América a finales del siglo XV signi-ficó avanzar un paso más en este proceso de aculturación ydiversificación de la estructura vegetal europea. Los cambios semanifestaron, básicamente, a través de la incorporación de espe-cies vegetales procedentes del Nuevo Mundo en el paisaje agrí-cola de Europa. Pero este enriquecimiento del acervo vegetaleuropeo tuvo su contrapartida en la pérdida, por sustitución, denumerosas plantas autóctonas utilizadas hasta entonces en elcontinente con fines alimentarios, ornamentales o industriales*.

La llegada de especies americanas se inició a partir del pri-mer viaje de Colón y, a lo largo de los siglos XVI y XVII, en

buena parte gracias a la iniciativa privada, arribaron a la penín-sula un importante número de especies vegetales (maíz, patatas,tomates, calabazas, tabaco, etc.). Como consecuencia de las cir-cunstancias particulares en que se produjo el traslado se des-conoce, a menudo, el momento exacto de su venida y, más aún,los circuitos y circunstancias que propiciaron su difusión en nues-tro país.

En determinadas zonas peninsulares (País Vasco, Asturias,País Valenciano, Galicia) la adaptación de algunas de estas plan-tas fue notable, hasta el punto de generar, ya a lo largo delsiglo XVII, transformaciones importantes en sus economías'.Sorprendentemente, en Cataluña las especies vegetales proce-dentes del Nuevo Mundo no empezaron a incorporarse al pai-saje y a la agricultura, con alguna excepción, hasta la segundamitad del siglo XVIII, y no lo hicieron plenamente hasta bien

entrado el siglo XIX.

3 Sobre la influencia extranjera en la agricultura inglesa Thick ( 1990,280-284). También Thirsk (1990, 69-80). Según esta autora, la revolución agrí-cola inglesa no habría tenido lugar si a lo largo de los siglos XVI y XVII nose hubieran transferido, desde el continente, determinadas plantas y métodos

agrarios.° Sobre la desaparición de especies cultivadas con fines alimentarios en

España con anterioridad a 1492, y que en la actualidad se encuentran asilves-tradas en cunetas y lindes de cultivo, o son consideradas como malas hierbas

cf. Hernández Bermejo y J. I.eón (1992).' Sobre la difusión en España y Europa de productos americanos, y en

especial del maíz y de la pata[a cf. los artículos de A.M. Bernal y A. Alberola

en este mismo volumen.

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2. LAS PRIMERAS REFERENCIAS: SIGLOS XVI YXVII

Las primeras indicaciones sobre la presencia y utilización deplantas procedentes de las Indias datan de los primeros añosdel siglo XVII, y se encuentran en las obras de los eclesiásti-cos y agrónomos contemporáneos Pere Gil y Miquel Agustí(Iglesies 1949, Agustí 1988). En ambos casos las citas se refie-ren a especies que, con independencia del uso que tuvieran ensu lugar de origen, se apreciaban por su posible utilidad confines medicinales o, simplemente, por sus propiedades orna-mentales.

En su obra, P. Gil (1600) cita como vegetales procedentesdel Nuevo Mundo un amplio ramillete de plantas decorativascomo el jazmín de Indias (Camfisis radicans, MandeUilla laxa), elgirasol (Helianthus annuus), el clavelón (Tagetes erecta), o el rasca-moño (Tagetes patula) del que comentaba que parecía ser de ter-ciopelo6. Entre las citas de P. Gil se incluye también el tabaco(JVicatiana tabaccum, Nicotiana glauca), planta que alaba por sussupuestas propiedades medicinales (Iglesies 1949, 245).

La obra de M. Agustí (1617) contiene, asimismo, referen-cias a la introducción del tabaco en la península a partir de lasegunda mitad del siglo XVI, otorgándole, al igual que P. Gil,un uso medicinal ( Agustí 1988, 38 y 124). El hecho de queen Barcelona se fabricara papel de fumar ya en el siglo XVII,permite aventurar que, con independencia de su utilización enmedicina, el tabaco era apreciado por sus otras múltiples cua-lidades, y que su consumo (aspirado, masticado o fumado) erahabitual por una parte de la sociedad'. A pesar de todo ello,las numerosas referencias al tabaco que hemos localizado en ladocumentación de la época indican que se trata de un productode importación, y ninguna de estas citas permite suponer queesta planta estuviera presente entre los cultivos catalanes de lossiglos XVI y XVII o inclusive, en los del siglo XVIII.

6<ry girassols y gessemins colorats de indias, que de dia estan musŭs sensolor y de nit donan una suau y admirable fragancia, y los clavells dc las Indiasque pareixen ser de vellut...u (Iglesies, 1949, 245).

^ Sobre la introducción y el uso del tabaco en España ver Pérez ^dal(1959), Alonso (1994), Rodríguez Gordillo (1983).

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A juzgar por la literatura de la época, la interpretación deGil y de Agustí sobre las posibilidades de las plantas america-nas no difería de la de sus contemporáneos. Sirvan como ejem-plo los comentarios de Hernández Bermejo y de León sobre elhecho que, a finales del siglo XVII, de las 146 especies ame-ricanas cultivadas en Europa, 44 eran utilizadas con fines orna-

mentales. De éstas sólo una tenía este uso en América

(Hernández Bermejo y León 1992).La obra de Gregorio De los Ríos coincide también con las

apreciaciones de Gil y Agustí. Según este autor, de las 200 espe-cies de plantas sembradas en los jardines castellanos 16 proce-dían del continente americano, figurando entre ellas judías,

pimientos, tomates y girasolesa.La única especie de origen americano que, según las fuen-

tes disponibles, se cultivaba en Cataluña durante este períodocon finalidades alimenticias era la judía (Phaseolus wlgaris). EvaScrra encuentra «fesols» (judías) entre los diezmos percibidos afinales del siglo XVI por el arcediano mayor de la Catedral deBarcelona. A lo largo del siglo XVII, esta leguminosa apareceentre las partes de frutos que la Catedral recolectaba en lascomarcas de Barcelona y del Vallés, y en este mismo período,Jaume Danti encuentra también esta especie formando parte dela producción agrícola del Vallés Oriental (Serra 1988, 169-171,

Danti 1988).Aunque tales referencias no figuran explícitamente en otros

registros decimales, ni en los libros de compras y de cocina deconventos y monasterios, la temprana presencia de judías detec-tada por Serra, parece totalmente fiable ya que en el citadolibro de Agustí (1617) se daban instrucciones sobre la forma desembrarlas9. Cabe recordar que el cultivo de judías -una plan-ta leguminosa que enriquece la tierra con nutrientes nitrogena-dos- fue un elemento esencial del proceso de intensificación agrí-

8 De los Ríos, Agricultura de los jardines. 1604 (escrita entre 1590 y 1591).

Tomo la cita Hernández Bermejo y León ( 1992).

9 «Los Fasols, é ó Mongetas, se sembran en L.luna crexem en lo mes deMaig, y Juny, volen bon goret, y que lo temps vaya axut, y no volen essercuberts, sino molt poch, que altrament no naxerian, no volen aygua que no

sian molt ben nats, apres ya ne desitjan, si lo temps va molt axut». (Agustí,

1988, 84).

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cola asociado a la introducción de nuevos sistemas de rotaciónde cultivos. Su presencia en épocas tan tempranas en algunascomarcas de Cataluña puede ser indicativo de un precoz inicio,en el Principado, de estas transformaciones agrarias.

3. EL IMPULSO DEL SIGLO XVIII

Nos hemos referido anteriormente al hecho que, durante lossiglos XVI y XVII, las especies vegetales que Ilegaban a lapenínsula procedentes de las Indias lo hacían, básicamente, comoresultado del interés de particulares. Otras veces, su presenciaa bordo de las naves obedecía a la necesidad de asegurar elabastecimiento de la tripulación durante el viaje de retorno'°.Pero no parece existir, en todos estos años, un proyecto explí-cito para su introducción y cultivo, a pesar de la publicación(1574) de la obra del médico sevillano Nicolás Monardes, des-tacando los beneficios que de ello podrían derivarse para laagricultura del país (Monardes 1574).

Será necesario esperar hasta el siglo XVIII, y más concre-tamente hasta su segunda mitad, para que se produzca una con-junción de intereses entre la Corona, los particulares y los cien-tíficos ilustrados del país, que sirva de estímulo para laelaboración de un proyecto mínimamente vertebrado. A partirde aquí, la organización de expediciones científicas al nuevocontinente y el envío a los máximos representantes del poderde la corona en tierras americanas, de Reales Ordenes desti-nadas a fomentar las remesas de semillas y especies vegetales,experimentaron un incremento notable (Del Campo 1993, 11-20)"

Buena parte de las plantas vivas, ejemplares de herbario ysemillas que transportaron las naves procedentes de las Indiasdurante los reinados de Fernando VI, Carlos III y Carlos IVtuvieron una doble finalidad: por una parte, la de aumentar el

10 Hernández Bermejo y I.eón (1992) ponen como ejemplo el caso de lasbatatas o camotes que Colón cargó en sus naves con objeto de asegurar el avi-tuallamiento de la tripulación durante el viaje de regreso a España.

^' La obra conúene, también una completa bibliografia sobre el tema, conespecial referencia a!as expediciones cienúficas realizadas.

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conocimiento científico, y por otra la de propagar y perfeccio-

nar el cultivo de plantas útiles tanto para la agricultura como

para la industria (Del Campo 1993, 12-20).Seguramente como consecuencia de esta confluencia de inte-

reses, pero sin duda también por otras muchas razones (éxito

del proceso de aclimatación, aceptación social de los nuevos pro-

ductos, necesidad de aumentar la producción para poder soste-

ner el crecimiento demográfico,...) se produjo un progresivo incre-

mento de las referencias a plantas procedentes de las Indias enla documentación de la época, exponente claro de su penetra-

ción en la agricultura, en la industria y en los hábitos alimen-

tarios de la población12.

3.1. fudías, aguacates, pimientos, batatas y tomates

En Cataluña, la planta con mayor implantación fue, sin

duda, la judía (Phaseolus aulgaris), que aparece cultivada en la

casi totalidad del territorio13. Dado que nos hemos referido ya,anteriormente, a la precoz presencia de esta papilionácea entre

los cultivos catalanes, la constatación de su importancia en el

siglo XVIII no debe sorprendernos. En su «F'lora de España»,

J. Quer señala que esta legumbre se cultivaba en abundanciaen todas las Provincias y terrenos de nuestra Península, parti-

12 Los datos que sirven de base a este estudio se han obtenido de traba-jos publicados, que utilizan documentación notarial, municipal y señorial de laépoca (series decimales, arrendamientos de rentas señoriales, cabreves, catastros,etc.); en la información que proporcionan los relatos de viajeros que recorrie-ron el país a lo largo de los siglos XVI a XVIII; en observaciones extraídasde libros de compras y de raciones de varios conventos y monasterios catala-

nes y, también, de libros de recetas de cocina de la época.

's Bringue (1996) ci[a el cultivo de «fesols» o«alluvias wlgo fesols» en elPallars, concretamente en las localidades de Esterri i Escaló. Durán (1984) loca-liza, en la segunda mitad del siglo XVIII, «fesols» o«mongetes» formando partede las primicias, diezmos y tazmías de buena parte de la comarca de la Conca

de Barberá, en el Tarragonés y en el Baix Empordá. Las respuestas al Intmogatorio

realizado por pon Francisco de Zamora (Biblioteca del Palacio Real de Madrid,

manuscritos 1678, 1679, I680, 1681, 2222, 2435 2468, 2469. 2472 i 2473), y

su Diario de los aiaju hethos m Cataluña (edición a cargo de Ramon Boixareu,

1973), recogen numerosas referencias al cultivo de judías en el Berguedá, Osona,

Bages, Vall d'Aran, Maresme y la Selva.

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cularmente en Cataluña y Aragón, de tal manera que «en aquelPrincipado no se gasta otra legumbre en todo el año, como enCastilla el garbanzo» (Del Campo 1993, Introducción). Los librosde compras de conventos y recetarios de cocina de la épocareflejan, asimismo, la importancia de las judías en la dieta de

la población catalana14.En el viaje por España que el farmacéutico y naturalista

Joan Salvador realizó a lo largo de 1716 y 1717'', observó la

presencia del aguacate (Persea americana) en Valencia, cultivado

en el huerto de Sant Francesc, en el Hospital y, también, salien-do de la ciudad por la puerta de San Vicente, cuando se diri-

gía hacia Jesús (Salvador, 28 y 29)16. Las observaciones deSalvador fueron confirmadas por J. Quer en su «Flora», dondese indica que este árbol fue traído de América por religiososfranciscanos, habiéndose extendido rápidamente por los alrede-dores de la ciudad ya en el siglo XVI". Las únicas referenciasal cultivo de esta planta en Cataluña se deben al mismo J. Querquien, a finales del siglo XVIII, encontró aguacates en las pobla-ciones de Mataró y de Calella, ubicadas ambas en la zona lito-ral de la comarca del Maresme (Quer, 76).

J. Salvador en su diario de viaje, cita otras dos plantas de

origen americano: los pimientos (Capsicum annuum, C. fiutescens)

y las batatas (Ipomoea batatas). De los primeros explica que en

^' Referencias a la compra y consumo de judías se encuentran, entre otros

en Alramiras (1758); en el Llibre d^ rettptes (s. XVIIIJ, anónimo (Biblioteca de

Catalunya, ms. 44), y en el Llibre de tompru (1727) del monasterio de Sant Jeroni

de la Murtra, de Barcelona (Archivo de la Corona de Aragón, Monacales,

Hacienda, vol. 2483).^' Joan Salvador, V^wtge d'Espanya i Portugal (1716-1717) (edición a cargo de

R. Folch i Guillén, 1972). J. Salvador acompañó, en este viaje, al botánicoAntoine de Jussieu, que realizaba la expedición por encargo de la Academiade Ciencias de París, con el objeto de recoger ejemplares de herbario y com-pletar los da[os obtenidos por Joseph P. de Tournefort en un anterior viaje ala península realizado en el año 1700.

16 Salvador recoge también comentarios acerca de sus propiedades afrodi-

síacas.^' Tomamos la cita de Del Campo (1993, 1^^). Álvarez López (221-228)

cuenta el hecho de que Clusio vio esta planta hacia 1564 0 1566, y que almostrarla al médico valenciano Juan Playa le dijo que se llamaba <artamay».Pos[eriormente, Simón de Tovar, médico sevillano, le manifestó que su verda-

dero nombre era el de aguacate.

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la ciudad de Lorca se utilizaban, una vez fritos en aceite, parahacer migas. De las segundas constató su presencia en la ciu-dad de Málaga, lugar en que se las conocía, según Salvador,como batatas de Málaga. Observó, asimismo, que las batatas secomercializaban en el mercado de la ciudad de Cartagena(Salvador, 40, 42 y 53). Para Cataluña disponemos, únicamen-te, de dos citas sobre estas plantas, correspondientes ambas alúltimo tercio del siglo XVIII. La primera hace referencia al cul-tivo de pimientos en el corregimiento de Talarn (Lérida); lasegunda, da noticia de la siembra de batatas en la localidad deSant Juliá de Cabrera (Osona) (Zamora, 74, Boixareu 1989).

El escaso nivel de comercialización, resultado de una pro-ducción marginal, en pequeños huertos destinados a satisfacerlas necesidades de consumo de la unidad familiar, puede seruna de las razones que explique la aparente ausencia o la tar-día introducción de algunas americanas en la agricultura cata-lana1e. Podría ser ésta una explicación válida para las especiesa las que acabamos de referirnos, pero también puede aplicar-se, de forma general, a otras plantas de origen americano uti-lizadas en la agricultura como las patatas, los tomates o el maíz.

A juzgar por los testimonios de la época, la planta del toma-te (Lycopersicum esculentum) llegó a España procedente de Méjicoy empezó a cultivarse en el área mediterránea de nuestro paísya en el siglo XVI. Pero a pesar de la importancia que tieneactualmente esta solanácea en nuestra alimentación, las refe-rencias a su cultivo son inexistentes durante los siglos XVI yXVII. De hecho, las únicas citas que conocemos sobre la pre-sencia de esta planta en nuestra agricultura, se sitúan en lasegunda mitad del siglo XVIII. J. Townsend, a quien debemos

18 La ausencia de citas sobre la producción de éstas plantas puede deber-se, también, a las características de la documentación de la época uŭlizada porlos investigadores para el estudio de la producción y de las rentas agrarias (fuen-tes decimales, rentas señoriales, etc.). El hecho que se trate de plantas incor-poradas a la flora del país a partir del 1492, hace que, inicialmente, puedan

eludir el pago de diezmos, de parte de cosecha, etc. Cuando alcancen un volu-men de producción importante, y/o sus[ituyan cultivos tradicionales, los per-ceptores de rentas agrarias acrecentarán, también, su interés por éstas plantas

e intentarán obtener un beneficio económico de su cultivo. Será a partir deéste momento que empezará a notarse su presencia en la documentación de laépoca.

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nuestra primera referencia, comenta en su diario de viaje (1786-1787) que se sembraban tomates en los alrededores de la ciu-dad de Valencia (Townsend 1791). La segunda la hemos loca-lizado en las respuestas del corregimiento de Talarn alinterrogatorio de F. de Zamora (1789) (Boixareu 1989).

A pesar de esta escasez de citas sobre el ŭultivo del toma-te, su presencia en libros de cocina del siglo XVIII, formandoparte de los ingredientes utilizados en la elaboración de algu-

nas recetas, permite suponer que su cultivo y consumo ya erahabitual con anterioridad a la segunda mitad del setecientos.Sirva como ejemplo el libro de cocina de J. Altamiras (1758),que incluye diferentes recetas sobre la manera de conservar lostomates (Altamiras 1758)19.

3.2. Patatas y maíz

Buena parte de los comentarios anteriores sobre el cultivo,

difusión y consumo de tomates son igualmente aplicables a las

patatas (Solanum tuberosum). Según R. Salaman (1986, 68-69 y

164), parece ser que ya en el año 1573 el Hospital de la Sangre

de Sevilla compraba patatas para alimento de sus residentes. A

pesar de que la presencia de este tubérculo no aparece citada

en la obra de Clusius20, Salaman concluye que el primer envío

de patatas debió partir de Sudamérica, a lo sumo en el año

1569. Añade que, posiblemente, su difusión .en España se pro-

dujo con lentitud y que, con toda seguridad, se cultivaba a muy

pequeña escala (Salaman 1986, 144).

19 Incluye también recetas elaboradas utilizando el tomate como ingredienteFrancesc Roger, Llibre ben desconegut y aprobat per definsarse de los cantraris y com-past per fra. Francesch Roger, religiós de obediencia de N.S.P.S. Francesche, morador en el

Reial Convent de Ciutadella, (sin fecha, atribuido a finales del siglo XVIII o pri-meros del s. XIX), Biblioteca de Catalunya, ms. 1781.

Ta Clusius visitó España en el año 1564 con el propósito de describir !as

plantas raras que había en el país, publicando los resultados en el año 1576en su obra Rariorum aliquot stirpium per Hispanias observatorum historia, edi-tado posteriormente por el Field Museum Natural History, vol. XXVIII, ñ 1en el año 1938. El [rabajo de Clusius no contiene ninguna referencia a las

pa[a[as, por lo que Salaman concluye que, si se cultivaban en el país, su pro-ducción debía ser local e insignificante. (Salaman, 1986).

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Según I. del Campo (1993, 311-313), el sevillano Monardesdaba fe de su existencia ya en 1575, e indicaba que el pro-ducto era conocido con el nombre de «turmas que llaman de

tierra». Según Monardes su cultivo se había iniciado, en España,alrededor de 1580 y su principal utilidad era la de servir comoalimento del ganado. No obstante, a juzgar por las referencias

documentales, parece que la presencia de patatas en los alre-dedores de Sevilla era realidad ya en 1543; en torno al 1570,

se había ensayado su cultivo en Galicia, y la patata o criadillade tierra estaba perfectamente aclimatada en las islas Canariasen 1567, fecha en la que, según Macías, formaba parte los pro-ductos sujetos a diezmo21.

El hecho de que en el libro de Martínez Montiño (1611)se incluyan recetas como la «cazuela de criadillas de tierra», el«pastel de criadillas de tierra» o el «platillo de criadillas detierra», parece confirmar que el cultivo y la incorporación delas patatas en los hábitos de consumo familiares se habían pro-ducido en algunas zonas del país con bastante anterioridad alsiglo XVIII22. Una vez más, a juzgar por la ausencia de citas,parece ser que la agricultura catalana incorporó tardíamente laspatatas en su estructura productiva.

El memorial que, en 1772, Jaime Oliveras dirigió a la RealJunta de Comercio de Barcelona proponiendo la elaboracióri depan amasado con harina de trigo y papas, constituye nuestraprimera noticia sobre el cultivo de esta solanácea23. Según

21 Sobre la difusión del cultivo de la patata en la península cf.Rodríguez/Dopico (1981, 33-36). En la obra de Eugenio Larruga (1794) se hacereferencia a la producción de patatas en las provincias de Salamanca y Toledo.Cf. también el artículo de Bernal incluido en este volumen sobre el cultivo ydifusión en Europa de plantas americanas. Como ejemplo de la incidencia deesta planta en la agricultura y la alimentación europea, cf. Vandenroeke (1990,

115-129).22 Francisco Martínez Montiño, Artt de tocina. La primera edición es del

año 1611. En Cataluña, se editó,. por primera vez, en el año 1763. Tanto el

libro de J. Altamiras (1758), Nutr^o ark..., op. cit. como el Llibri de recep^ts, op.cit. (atribuido a 1738), contienen también varias recetas sobre el modo de ela-borar las patatas o criadillas: empanadillas de patata, cazuela de criadillas de

tierra, pastel de criadillas, etc.23 Biblioteca de Catalunya, Fondo de la Junta de Comercio, leg. XXXIII,

caja 46.

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Oliveras las «papas» eran cultivadas en tierras de la Manchabajo el nombre impropio de batatas manchegas o de Irlanda,y añadía que a pesar de ser gustosas resultaban inferiores encalidad a las americanas. Por lo que a Cataluña se refiere, seña-laba que habían empezado a sembrarse en los alrededores dela ciudad de Gerona y que, a pesar de que era posible com-prarlas algunas veces en el mercado, su producción era escasa.Acaba concluyendo que se trataba de un producto de dificilventa debido a que la gente las encontraba sosas en relación aotros productos tradicionales que ocupaban ya un lugar en elconsumo cotidiano.

En este mismo memorial, exponía Oliveras que el cultivode patatas se hallaba especialmente extendido en los alrededo-res de Camprodón (Ripollés) y en zonas de montaña, pero quese utilizaban, básicamente, para alimentar a los cerdos, pruebafehaciente, según el autor, de que no resultaban excesivamentegratas al paladar. Las anotaciones tomadas por Arthur Young,durante el viaje realizado en 1787 por tierras catalanas coinci-den, en buena parte con las de Oliveras, al señalar que en elvalle de Aran se cultivaban patatas, sirviendo las más pequeñasde alimento a los cerdos (Young 1970). En la misma línea sesitúan los comentarios de otro viajero célebre, Antonio Ponz(1947, XIV, 971^'.

La lectura de las respuestas al cuestionario de F. de Zamoraconfirma lo expuesto hasta el momento acerca de la difusiónde la patata. Entre las encuestas conservadas, parece que sóloen el partido de Berga se practicaba su culŭvo «con bastanteabundancia»2i. El mismo Zamora, en su «Diario», completabala información sobre esta planta al indicar que en la localidadde Vilac (valle de Aran) la labranza de las «criadillas de tierra»venía practicándose desde hace unos treinta años, habiéndose

T^ En su relato, Ponz da una buena descripción de éste tubérculo, y susexplicaciones enlazan con las de Oliveras en el sen ŭdo de que las patatas seuŭlizan para la elaboración de pan. Así, según Ponz, en los alrededores deCervera (Segriá) «se hace una gran cosecha de unas raíces que llaman trufas,las cuales se mulŭplican y propagan mucho, son de color acanelado, parecidasa las batatas silvestres. De ellas hace pan la gente pobre, y también las comencocidas, sirviéndoles asimismo para engordar a los cerdos»

z' En Rrsputstas a[ intarogamria.... Las referencias al culŭvo de criadillas seencucntran en las respuestas de las poblaciones de Espinalvet y Berga (Bibliotecadel Palacio Real, ms. 1680).

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iniciado en los lugares de Arró y Arres. Añadía, también, que

la hoja se daba cocida a los cerdos y que la introducción deesta planta «ha sido muy útil a este país» (Zamora, 201).

De todo lo expuesto se deduce que, en Cataluña, el culti-

vo de la patata no empezó a introducirse hasta la segunda mitaddel siglo XVIII, con finalidades básicamente forrajeras. Los pro-blemas a los que tuvo que enfrentarse el sector agrario a par-tir de las últimas décadas del setecientos fueron, muy proba-blemente, el acicate que estimuló la adaptación de este tubérculoal consumo de los catalanes, y la razón de su posterior expan-sión en este territorio, ya en el siglo XIX (Fernández de Pinedo1980, 52)26.

No podemos concluir este artículo sin hacer referencia almaíz, una de las plantas del Nuevo Mundo que, junto a lapatata, era considerada por Adam Smith como una de las inno-vaciones más relevantes para la agricultura europea (Smith, Todd1976, 259)27. Parece que fue el naturalista Francisr,o Hernándezquien trajo el maíz por primera vez a la Península (Sevilla) enel siglo XVI. Muy temprana debió ser su llegada, puesto queen el mismo año 1500 se registra su presencia en la ciudad deSevilla y, en 1525 había constancia de su cultivo en la ciudadde Coimbra (Portugal). También, según Gonzalo Fernández deOviedo, había plántaciones de maíz en los alrededores de Avilaen el año 153028.

Lo cierto es que el cultivo del maíz se difundió conrapidez por casi toda la geografia peninsular. En Valencia lohizo por iniciativa de las comunidades moriscas ya en el sigloXVI, con una producción a finales del siglo XVIII, segúnCavanilles, equivalente casi a la mitad de la cosecha de trigo

"-^ Fueron también las crisis de subsistencia y el hambre de 1768 y 1769las que diCundieron el uso de la patata como alimento humano en Galicia.Según este autor, su difusión, excepto en Galicia que fue anterior, debe situar-se en el primer tercio del siglo XIX, si bien en el valle de Benasque (Aragón)y en el País Vasco se conocía ya en el último cuarto del siglo XVIII.

27 Tomo la cita de Roberto Finzi (1990, 103).28 Gonzalo Fernández de Oviedo, Hútoria gtneral y natural de las Indias, 1535-

1580. Tomamos las referencias sobre la introducción del maíz en la penínsuladel artículo de la Gran Enciclopedia Catalana (GEC).

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(Meliá Tena 1978, 82-88)29. En los primeros años del siglo XVII,su cultivo se expandió, también, en Asturias y en Galicia, comoconsecuencia de la acción del almirante Gonzalo Méndez Cancio(Anes 1988, 34-36}30

En Cataluña, la cronología de la penetración del maíz esconfusa no sólo en aquello que atañe a los avatares de su lle-gada, sino también por el hecho dé que, en catalán, se cono-ce al maíz con el nombre de «blat de moro», «dacsa» o«panís»,indistintamente31. Así, cuando en las notas tomadas por el por-tugués Gaspar Barreiros a lo largo de su viaje entre Badajoz yMilán (1542), se constata la existencia de sembrados de mijo ypanizo en las proximidades de Hostalric (Gerona) (BolosMasclans 1980, 18), cabe pensar que puede referirse tanto alpanizo como al maíz. La misma duda plantean las referenciasal «panís» que aparece entre los «blats menuts» cosechados entierras de la baronía de Vallmoll (Tarragona) entre 1500 y 1520(Durán 1984, 184).

Por las razones expuestas (Durán 1986, 186-213), nos pare-ce poco probable que tanto la cita de Hostalric como la deVallmoll puedan atribuirse realmente al maíz. Basándose en datosde los primeros años del 1600, J. Codina (1972), incluye el pani-zo entre las novedades que incorporan los cultivos del BaixLlobregat, pero esta cita también debe considerarse dudosa -por temprana- si se refiere a la especie 7^,ea mays. Posiblemente,la primera referencia fiable sobre la presencia del maíz enCataluña debe situarsé en la segunda mitad del siglo XVII. Apesar de que E. Serra en su trabajo sobre la producción agrí-cola del Barcelonés y del Vallés Oriental, no encuentra, aún enel primer cuarto del siglo XVIII, indicios del cultivo de estagramínea (Serra 1988), las noticias sobre esta planta que figu-

^ Según los datos que Antonio Joseph Cavanilles (1795-1797) la produc-ción anual de maíz era de 211.151 cahices, mientras que la de trigo ascendía

a 483.892 cahices.30 Según Anes, el maíz era conocido en España, como planta ornamental

ya en 1520.g' El sinónimo de «panís» es el que introduce confusión, puesto que, habi-

[ualmente, se traduce al castellano como «panizo», planta gramínea de la espe-cie Setaria italica, distinta del maíz (Zea mays). Es, por tanto dificil distinguir,en los textos de la época, en los que la mezcla de catalán y castellano es con-tinua, a que planta concreta se refieren las citas.

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ran en el trabajo de J. Danti (1988, 225)32 permiten asegurarque se cultivaba en el Vallés Oriental con anterioridad a 1684,y parece que se hallaba presente entre los cultivos del Maresmeen los primeros años del siglo XVIII.

Con todo, será necesario esperar hasta la segunda mitad delsetecientos para que esta gramínea empiece a ocupar un lugarrelevante en el conjunto de la producción agraria de Cataluña.En su estudio sobre la comarca de Vic, Carles Sudriá (1977, 8)encontraba la presencia del maíz formando parte habitual delcomplejo sistema de rotaciones de cultivos practicado en la zonaya en 1748, y según A. Compte33 a mediados del siglo XVIIIel maíz había empezado a extenderse por tierras del Empordá.

Las numerosas referencias al cultivo del maíz que se encuen-tran en los dietarios de J. Townsend, A. Young y J. Ponz34, ytambién la información que, al respecto, puede extraerse tantode las respuestas al interrogatorio de R Zamora, como de lalectura de su «Diario»3' confirman la rápida expansión de estagramínea en Cataluña pese a su tardía introducción.

En definitiva, del repaso de las evidencias proporcionadastanto por los observadores contemporáneos como por aquéllosque han investigado la evolución de la agricultura catalana duran-te la época moderna, puede deducirse que la introducción de

3' Según este autor, en 1684, cuando la plaga de langosta asoló las tierrasdel Principado de Cataluña devastó los campos de hortalizas y«blat de moro»de la localidad de Cardedeu (Vallés Oriental).

33 Albert Compte, «L'Empordá» in Geografia dt Cata[unya, vol II, pp.305-,

330: «mentre als fondals el blat de moro era la gran troballa del segle...».3' Según Young, Viaje... (1787), se cultivaba maíz en el valle de Aran: «fan

blat de moro i mill en comptes de guaret» , y también en Sant Romá d'Abella(Pallars Jussá), Sanahuja (Segarra), Premiá de Mar, Calella y Pineda (Maresme),Báscara y Gerona (Gironés). A. Ponz. Viaje... (1787), deja constancia de la pre-sencia del maíz en Bagá (Berguedá) y en la comarca del Pla d'Urgell; y JosephTownsend en su ,^ournty... (1791, vol I, 102, 103 y 168), hace referencia al cul-tivo de maíz en los alrededores de la ciudad de Barcelona.

3i Según las respuestas al Inlarogato^io de Fco. de Zamora, op. cit., se cul-tivaba maíz en las comarcas de Berga (Espinalvet, Vallcebre, Vilada, la Quar,Valldan, Madrona, Sant Llorenç prop Bagá, Fígols, Espunyola, la Nou, la Baells,Brocá, Sant Martí Puig, Gironella, Guardiola y Borredá), Ripollés (Palmerola)

y Solsonés (Guixers), y también en el corregimiento de Talarn. El mismo Zamora,

en su Dia^io..., observa que se producía maíz en tierras de Vic, Roda de Ter,

Sant Celoni, Manresa, Sant Hilari Sacalm, Caldes de Malavella, Castellód'Empúries y La Bisbal.

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las especies vegetales procedentes del Nuevo Mundo fue relati-

vamente lenta en Cataluña en comparación con otras regionesespañolas.

De hecho, a finales del siglo XVIII la única especie de ori-

gen americano que tenía una presencia remarcable en el pai-

saje agrario catalán y en la alimentación de los naturales eran

las judías. Era también la única especie cuyo cultivo había adqui-

rido un papel significativo en los nuevos sistemas de rotación

que se estaban introduciendo. Las demás -pimientos, aguaca-

tes, tomates, patatas y maíz- habían hallado acogida en el

Principado, pero su cultivo y su consumo eran, por lo que pode-

mos deducir de los testimonios disponibles, puramente margi-

nales. Sólo en el siglo XIX adquirieron estas especies un papel

destacado en la agricultura catalana.

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