Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

18
AMERICO CATTANEO Y LA MEMORIA INCONCLUSA* Una correspondencia copiosa tuve con Don Américo Cattáneo cuando vivía en México. No había interrupción en nuestra relación, solo, que la palabra oral fue suplantada por la escrita. Algunas cartas se perdieron, otras anduvieron de excursión por América latina y más de una, al fin, llegó a estas pampas, abiertas. Eran los cuidados del censor. No sea cosa que desde el lugar más transparente los dioses aztecas, olmecas o chichemecas introdujeran una ideología contraria a la de los conquistadores: occidental y cristiana; y que algún hijo de Pincén se le diera por revolear de nuevo las boleadoras. Descular un lenguaje extraño, descriptar como nuevas viejas palabras, decires, y expresiones llenas de consonantes, era todo un enredo para este oscuro personaje. Todo esto le despertaba hilaridad a Don Américo. Al regresar reanudamos, abrazos por medio, viejas charlas, discusiones pendientes, garabatos incomprensibles de la correspondencia, todo se fue normalizando. Vino el proceso de recuperación del gremio. El y el Viejo Scalmazzi fueron los primeros convocados. Eran la garantía de que sería un proceso limpio. Así fue la cosa. Siempre tuvimos el metejón de incorporar a éstos veteranos. Pensábamos, que ellos debían ser la polea transmisora de nuestra historia, como en las antiguas civilizaciones, y depositarla en los jóvenes que se incorporaran al gremio.

description

Fragmento del libro "El Guardapalabras, memoria de un ferroviario" de Juan Carlos Cena donde se cita la relación del autor con el anarquista tucumano Americo Cattaneo.

Transcript of Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

Page 1: Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

AMERICO CATTANEO Y LA MEMORIA INCONCLUSA*

Una correspondencia copiosa tuve con Don Américo Cattáneo cuando vivía en

México. No había interrupción en nuestra relación, solo, que la palabra oral fue

suplantada por la escrita. Algunas cartas se perdieron, otras anduvieron de

excursión por América latina y más de una, al fin, llegó a estas pampas,

abiertas. Eran los cuidados del censor. No sea cosa que desde el lugar más

transparente los dioses aztecas, olmecas o chichemecas introdujeran una

ideología contraria a la de los conquistadores: occidental y cristiana; y que

algún hijo de Pincén se le diera por revolear de nuevo las boleadoras. Descular

un lenguaje extraño, descriptar como nuevas viejas palabras, decires, y

expresiones llenas de consonantes, era todo un enredo para este oscuro

personaje. Todo esto le despertaba hilaridad a Don Américo.

Al regresar reanudamos, abrazos por medio, viejas charlas, discusiones

pendientes, garabatos incomprensibles de la correspondencia, todo se fue

normalizando.

Vino el proceso de recuperación del gremio. El y el Viejo Scalmazzi fueron los

primeros convocados. Eran la garantía de que sería un proceso limpio. Así fue

la cosa.

Siempre tuvimos el metejón de incorporar a éstos veteranos. Pensábamos, que

ellos debían ser la polea transmisora de nuestra historia, como en las antiguas

civilizaciones, y depositarla en los jóvenes que se incorporaran al gremio.

Debían ser nuestra memoria y los custodios de nuestros comportamientos.

Estos dos que nombro eran ejemplo de una nobleza sin par, predicaban con el

ejemplo, parcos, de pocas palabras, no eran charlatanes, vivían como

pensaban. Lo compañeros sabían, que éstos, por su comportamiento ético, no

favorecerían a nadie.

Salíamos a caminar como si de esa manera fuéramos más libres, y para

terminar una de esas nocheS Don Américo me obsequió un libro de Pedro

Kropotkin, La Gran Revolución Francesa. Ya conocía por su boca a Bakunín, a

Rodolfo González Pacheco (el que abandonó sus riquezas por la causa

libertaria), Don Abad de Santillán, las andanzas de Severino Di Giovani y sus

Page 2: Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

métodos expropiadores, de Kurt Wilckens, quién mata al fusilador de

centenares de peones rurales en La Patagonia, y de otros tantos relevantes

libertarios como Simón Radowitzky quien mató de un bombazo al jefe de la

policía coronel Ramón L. Falcón represor de los obreros en Plaza Lorea.

Entre las tantas tareas, después del sindicato recuperado, la solidaridad era

una, en la que le prestábamos la mayor atención, élla era parte fundamental en

el armado de esa red invisible que tenían los trabajadores ferroviarios. Por ese

medio nos enteramos que Don Américo había sido internado en el Policlínico

Ferroviario. Ahí no más nos corrimos. El Leopoldo era el encargado de

gestionar todo lo necesario para nuestros afiliados, o no. Todo el que solicitara

una gauchada, orgánica o no, estábamos siempre listos, especialmente si los

compañeros eran del interior del país. A Don Américo lo tenían que operar.

Anduvo esquivando el tajo, pero al final, chequeo médico y al bisturí, basta de

fintas. Nos vio llegar.¡Sin decir agua va!, sin preguntar rechazó todo trato

preferencial. Nada de habitación especial o esas cosas que signifiquen

beneficios. Por supuesto, no le dimos esas que saltan, pelota. Hablamos con

los médicos, y la administración, donde un Petiso Morocho y Bigotudo, de la

Unión Ferroviaria que oficiaba de administrador nos dio todas las garantías que

Don Américo iba a ser bien atendido, siempre con disimulo. Este subía y desde

la puerta, con cara de ser don nadie lo observaba, luego se iba y conversaba

con enfermeras y médicos. Un día llegamos como al medio día, era nuestra

hora más libre de actividades.

-¿Como está Don Américo? ¿Como se encuentra? ¿Ah?

-Ando bien. No preciso nada. Solo que a la hora de las visitas, estos viejos

hablan mucho y no me puedo concentrar para leer. Los éstos, eran de su

misma edad. Es que él, nunca contabilizaba sus almanaques, siempre miró

para adelante, siempre para adelante....

-¿Que está leyendo? Siempre le curioseábamos la mesita de luz.

-Ah, a Virgilio. Por eso necesito más silencio, nada más. Quiero terminar con

este autor que estoy releyendo, me espera Bertrand Russel, y un tema sobre

Page 3: Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

la filosofía de la ciencia. No me gustaría que me pasara algo sin antes leerlo.

Me daría mucha bronca. ¿Me entienden? Nosotros movíamos la cabeza como

caballos amaestrados dando señales de comprensión.

El día de la operación los preparó desde muy temprano. Andaba incómodo,

estaba desnudo bajo las sábanas, y en cuestiones de pudores era jodido.

Aguardaba así como la naturaleza lo mandó al mundo. Se le veía el rostro, su

cabeza blanca contrastaba con unas sábanas de color verde viejo. Lo cargan

en la camilla, empieza el recorrido por los largos pasillos del policlínico rumbo

al quirófano. Enfermeras, médicos, anestesistas y otros de blanco posaban sus

manos junto al camillero simulando el empuje, iban meta charla: Que las

injusticias de aquí, que los atropellos de allá, que los acomodos de por acá,

que las horas extras, que los recargos no pagos, que la fulana esa, ésa que

está acomodada y se dice que...con el Jefe de piso, recibe en pago categorías,

era la moneda por el intercambio, y los bajos salarios, y el sindicato que no

hace nada, y los ñoquis, y los que laburan están mal pagos...

En medio de ese parloteo -Don Américo-, con los ojos medios entornados,

semiborracho por los efectos de las inyecciones, de repente catapulta su brazo

desnudo con su dedo índice en punta -parecía un tribuno acostado-, y les dice

arrastrando la lengua: Uds., solamente Uds., tienen la culpa. Recoge su brazo

y atempera su índice, escondiendoló bajo esas sábanas de color verde viejo,

queda quieto. Un frenazo. Chau la consideración al paciente. Fue una tocada

fuerte de glúteos, inesperada. Todas las miradas de los quejosos apuntan

hacía esa cabeza blanca patriarcal, morena, que se llamó a la inmovilidad bajo

esa sábana de color verde viejo.

-¿Que dice Don? Se dirigían a un hombre llamado Don: ¿Que tenemos

nosotros la culpa? En otro esfuerzo, amodorrado, sacó medio brazo, y los

apuntó de nuevo dibujando una figura circular que los abarcaba a todos:

-Sí, Uds., solo Uds. ¡Tienen la culpa!

-¿Como dice eso? ¡Si no nos conoce! Oiga Don..

Page 4: Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

-No, no los conozco, pero al escuchar vuestros lamentos los reconozco. Ellos,

solo son lamentos que esconden culpas...de personas sin dignidad.

-¡¿Como se atreve Don? !¿Como es que se llama? Coro de fondo.

Sentándose en la camilla, olvidando su desnudez, semi-envuelto en esa

sábana de color verde viejo, expulsa de nuevo a la fiaca inyectada, realiza otro

esfuerzo, y con la estampa de esos filósofos griegos les enrostra, nuevamente:

-¡¡Uds. tienen la culpa!! A todo esto el camillero y su vehículo atascaban la

entrada al ascensor, bloqueo y amontonamiento. Nadie argumentaba urgencias

falsas o apuros de parto, que me nace el nene, nadie. Todos escuchaban,

todos apretados, querían ver a ese venerable hombre de cabeza blanca

envuelto en esa sábana de color verde viejo, que apestillaba a los respetables

hombres de blanco, que nos lo consolaba ni los justificaba. Se apoyó en uno de

sus codos y los flageló: Uds. tienen la culpa, por no hacerse respetar, ¿me

entienden? Porque no han sabido defender su dignidad como seres humanos,

y menos como profesionales, se han dejado basurear, no han sabido luchar;

por eso Uds., y solo Uds., tienen la culpa, y son únicos responsables de que

otros los humillen. Continuaba Don Américo. El efecto de la inyección, a todo

esto, había reculado asustado vaya a saber a que rincón del cuerpo.

-La defensa y la lucha por la justicia no tiene precio, ¿me entienden?! Uds.,

son unos indignos baratos. Tienen miedo de perder las migajas que les dan; no

son hombres libres, están presos de Uds. mismos. Uds., no luchan por ser

hombres libres...Uds., no defienden su dignidad...; bajaba el volumen poco a

poco, el tono de las palabras ya no era el mismo de la iniciación.

El efecto de la inyección no había desaparecido, regresaba, reculó para tomar

impulso, y así, poder domarlo un poco. La lengua se le volvió bola, se entregó

a la química alucinógena, hizo un gesto de ya está. Se deslizó despacio bajo

esas sábanas de color verde viejo. El pecho agitado buscaba el reposo, la

pausa. Las convicciones en este hombre de cabeza blanca, podían más que el

temor al bisturí y a la droga dormilona. Les había propinado una bofetada

pedagógica, docente, si se quiere. El círculo de miradas que lo enfocó se

nivelaba despacio, se interrogaron en medio de un silencio culposo. -Nos chirló

fiero este Don...,¿como se llama?

Page 5: Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

Cachetazo al mentón y a la conciencia dormida, o cobarde.

Emergió de entre las sábanas y ¡zas! ¡La piña justa en el momento justo! Que

lo tiró con este Don.... ¿como se llama?

La vergüenza por las quejas y mojigaterías, les tapó la boca. En silencio

reanudaron la marcha rumbo a la sala de operaciones. Don Américo aquietó su

pecho a la espera del tajo. Lo volvieron a mirar, reteniendo cualquier gesto que

pudiera provocar de nuevo de este Anciano, de cabeza patriarcal, blanca, muy

blanca. A pesar de ello, éste, sintió las hondas de las miradas, entreabrió los

ojos y les dijo: -Operen, luego la seguimos. Todo salió bien. Desde ese día el

chofer de la camilla, o sea el camillero y acompañantes, o sea enfermeras,

médicos y afines lo iban a visitar. Sin anestesia les seguía sacudiendo la

molicie de la conciencia. Cada día congregaba más adictos. El pobre Virgilio

reposaba en el cajón de la mesita de luz, Don Bertrand Russel se las había

tomado. Más de una vez al hacer el rondín en el hospital se lo veía rodeado,

trenzado en una discusión. Eramos la salvación. Nos divisaba y les decía: -

Vienen los muchachos del sindicato, después, después..¿Me entiende?

Restablecido, continuó girando en la Plaza de Mayo, los días jueves; terminó

con Virgilio y se solazaba contradiciendo a Don Russel.

no puedo dejar de pasar por alto, para dimensionar más a este Hombre, las

cartas que me enviaba cuando vivía en México. Que guardo con celo, y las

releo una y otra vez.

En medio de la dictadura se despachaba sin temor al censor, se reía de ese

anónimo personaje, se lo imaginaba ignorante, mediocre, muy mediocre. En

una de las primeras cartas me contesta diciendo..Me invitas a una polémica,

resultando por demás desigual aceptar el reto. Imagínate las ventajas que

posees; aquí, preservados como nos tienen de todo conocimiento que nos

pueda convertir en seres adultos, convertidos en una máquina parlante que

repite: plan, proceso, pautas, democracia futura sólida y verdadera, etc.;

comparado con vos, que en la distancia pareciera que los aires aztecas

liberaran de tu memoria ideas ya pensadas. Imagínate con tales diferencias,

mis desventajas son notorias, ya no se dan los milagros de David frente a

Goliat. Pero pensándola bien como la ignorancia es atrevida y la inocencia

Page 6: Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

llama al perdón arremeto. Así comienza esa rica y abundante correspondencia,

de amigos y de nostalgias.

En otra me cuenta que han intervenido al gremio. El Perro Gigena y el Ruso

Schneider los autores de este hecho. No los critica. Sí, al Ing. De La Plata,..que

con su ideología conciliadora permitió para sobrevivir una quinta columna que

dio un golpe de conejo..Así le fue, concluye y remata...que lástima no poder

recomendarle que lea el Príncipe de Maquiavelo. Ya es tarde. Luego cita a

Petracca:

La virtud empuñará armas contra el atropello

y el combate será breve

pues el antiguo valor aún no ha muerto en sus corazones.

Me cuenta de su familia, la carrera de sus hijos, y sus lecturas: La

Consagración de La Primavera, de Alejo Carpentier, sus comienzos en la

lectura de Konrad Lorenz, La Otra Cara del Espejo, y por supuesto su

recreación con Honoré de Balzac, no podía faltar Nietszche, La Genealogía de

la Moral, y que Victoria, su compañera reanudó las clases de piano para niños.

El objetivo, abrir surcos musicales en ellos. Todo esto me obligaba a un

esfuerzo, aunque sea solo para empardar el peso de cada carta. Algunas se

extraviaron desde México a Argentina, varias de ellas aparecieron al tiempo,

llenas de matasellos de otros países(?), abierta.

En una, le contaba pura y exclusivamente la mitología pre-hispánica, que tuve

que repetir.

Una del 28 de noviembre de l982 viene cargada con un puño lleno de rabia,

se despacha luego de la introducción sobre asuntos familiares. Se extraviaron

cartas. Hubo un lapso de silencio por ese motivo. Cuando al fin recibió la mía

contestó:

En ese lapso de silencio que medió entre nosotros fueron muchos los sucesos

relevantes que nos golpearon con fuerza, y nada mejor a manera de

introducción que expresar mi sentir al respecto que tomar aquellos versos de

Jorge Guillén:

Ay, víctima del más bruto

Que triunfe no lo discuto

¡Pero como lo desprecio!

Page 7: Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

Aunque intuyo que no te serán ajenos los males soportados y que aún

tenemos que superar, tal intuición surge y saber como sentías esta tierra lo

que, por más lejos, sigue palpitando con ternura y rabia, al ver el trato de

oprobio con que se la deshonra. Hoy, al paso del tiempo, caemos en la cuenta

en la condición de bestias a que hemos llegado privados de la más elemental

libertad de sentir y opinar, nos hemos degradado en extremo, y sufre

mayormente el que tiene conciencia de la tremenda degradación en que se fue

abismando la comunidad. No obstante el hombre está llamado como especie a

caminar erguido, basta perder el miedo a la peste para encararla

decididamente a su eliminación. Algo de esto ya sucede, existen hechos de

renacimiento de la persona que comienza a elevarse en esa verticalidad de la

que no debió salir.. El regodeo de los que usufructuando un poder omnímodo

se resquebraja, y no habrá nadie que le brinde réquiem, así al menos lo pienso.

La hora actual es crucial en su definición “cuya solución pasará por el eje

burgués, preñado de catolicismo” El entrecomillados es mío... al menos esa es

la tendencia que aflora a la superficie, avalada por un gremialísmo de tono

subido en lo amarillo.

Con todo, la bestia, como concepción de gobierno tiene miedo y el peligro es

que está armada, cubierta de sangre lo que hace difícil pensar que en ese

estado reine la sensatez de que no le queda otro camino que suavizar la

torpeza que fue su orgullo de déspotas. Como ves, no pretendo un final a mi

deseo libertario, muchos son los problemas acumulados, considerando que el

tiempo les daría la solución más que aumentar sus males, pero lo más

apremiante que no se puede sublimar ¡es el Hambre! De una gran sector de la

población. No pienses que exagero con el hambre. Se terminan los slogan de

que somos el mercado más grande de alimentos, y si lo tenemos en parte, está

indudablemente pésimamente más repartido.

La carta sigue describiendo, es larga como todas ellas, contundentes y fuertes.

Esta termina así:

Para cerrar la presente retorno a Guillén:

Amigo

sin quimeras

de trances absolutos

Page 8: Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

fiel a tantas verdades relativas

comunes las delicias y aflicciones

mas acá de las últimas reservas:

El Clave temperado

de la amistad segura.

Américo

Con un propósito bien definido sin las cuestiones personales, quise contar lo

que don Américo expresaba. Todas son así: llenas de poesías, citas,

comentarios de libros, lecturas renovadas o repetidas ante la sospecha de que

algo se le había evadido al correr tras un concepto; la búsqueda, siempre en la

traza que va dejando una supuesta verdad relativa, siempre en la búsqueda,

inconformista incurable, buceaba la realidad hasta donde le daban sus

pulmones, y se rectificaba una y otra vez. De no uso más. La autocrítica

permanente. ¿La que..? Este Don, ¿la usa?

Me envía el libro de Eduardo Mallea, Historia de una Pasión Argentina, y

cuenta porque me la envía: Recorrí las librerías de la calle Corrientes buscando

esta nueva edición, la primera fue en l937 (fecha a tenerse en cuenta)...,

espero conseguir Bahía del Silencio, y remitirla para que la leas. Con este

ensayo y la novela citada el panorama maellano se clarifica. Lo pienso así,

pero no lo confirmo, al no haber sido un lector de las obras de Mallea. ¿Causa?

Todo se remonta a mi juventud rebelde e iconoclasta, salí de mi adolescencia

para formarme en la ruda tarea de calderero especializado en calderas de

vapor, implícitamente me presento como un “lumpenproletariat”, cubierto de

hollín, grasa, petróleo en medio de un ruido metálico infernal, circunstancias

estas poco propicias para desarrollar un esteticismo de la palabra.

Taxativamente ya germinaba en mi pensar ese espíritu anárquico que luego me

acompañó pasando de los simple emotivo a un sentir razonado, buscando al

hombre nuevo, mezcla de ambos, y que hoy sigue imperando en mí, esa

búsqueda, por considerar que la sociedad se elevará solamente con el logro

del hombre nuevo.

Pero volviendo al tema, enfrentando en aquel entonces al Santo Oficio

Parroquial de mi pueblo, mis parientes de dolor: pobres y acuciados por la

misma situación que Yo, pero adocenados, por lo que le hacían decir “Viva

Page 9: Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

Cristo Rey”; tenían a Mallea como guía y maestro liberal (extraña paradoja la

de los liberales), en la disyuntiva no dudé y preferí a Bakunín. Hoy veo lo falso

de la disyuntiva, prejuicio, quizás de ser fiel a la idea de la emancipación, pero

en verdad en la miseria no se puede ejercer el esteticismo.

En el año l956 en una conferencia Ezequiel Martínez Estrada confiesa:

‘Comprendí entonces muchas cosas, que había ignorado, sin ser Yo un

aristócrata del dinero, pero sí un pensador y un artista para las elítes. Cinco

años de hospital me revelaron, como los diez de presidio de Siberia a

Dostoyesvki, que si algo había realmente puro en la miseria, inocente en la

maldad, cándido en la corrupción, era el bajo pueblo, el de los desheredado,

como había leído muchas veces que lo llamaban, para despreciarlo o

compadecerlo, sin saber bien que no era una palabra vacía, sino llena de carne

y lágrimas. ! Cuanta tristeza, soledad, desamparo y desesperanza había en

esas almas sombrías!’

Una mea culpa que debe alcanzar a la generalidad de nuestros hombres de

letras, cuidadosos de no lesionar los intereses de los Mitres. Sabrás que solo

un puñado de conocidos acompañó los restos del escritor Mallea. La oligarquía

elitista no le perdonó sus dudas. De ahí que fue larga su permanencia en la

soledad. Continúa con Mallea, describe la situación de las letras argentinas y

cita al final a Julio Mafud: Buscando las causas concurrentes se puede

contastar que la estructura social argentina se constituyó sobre miedos.

Américo.

La preocupación por el país es muy fuerte, en todas sus cartas llenan extensos

renglones. La mediocridad y el país desbastado que hay que hacer de nuevo.

¿Con quién? En el interrogante me cita a Pushkín quién leyendo Almas

Muertas de Gogol exclamó: ¡Dios mío, que triste es nuestra Rusia!

Solo hay que cambiar el nombre subraya Don Américo.

Nos han dejado una tierra triste. Culmina así este párrafo. Pero terminando: la

gente se entretiene con discusiones mediocres, mientras los liberales están en

aprontes y con paciencia amasan su ofensiva en democracia. En definitiva, a

pesar de que los milicos se van, persistirá la falta de libertad. Reafirma sus

dichos con otra cita: Simone Neil que en su lucha por la resistencia francesa

Page 10: Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

dijo: La verdadera libertad no se define por una relación entre el deseo y la

satisfacción, sino por una relación entre el pensamiento y la acción.

Termina el proceso militar, le anuncio mi pronto regreso, rápido me hace su

última y más breve carta, dice: Aguardando la hora en que me comuniques

vuestro regreso, ello nos permitirá abrir las compuertas recíprocas, cerradas

por estos años de distancias.

Américo

Después de mi retorno, vivió con nosotros la práctica concreta de

recuperación del gremio, la lucha contra el miedo, la consolidación, se lamentó

de las traiciones pasadas y alertó a las por venir. Fueron años de goce mutuo.

Su salud se fue deteriorando. Cada semana o cada quince días aparecía por

su casa, compartíamos en una sola jornada todos los temas pendientes con

gran avidez. La nuestra, era una relación de amor viril, esas, que profesan

hombres que piensan y creen en la emancipación del hombre, aunque transiten

caminos distintos, y piensen diferentes. Era una relación desnuda, de viseras

abiertas, la hipocresía llena de espanto ni se asomaba.

Fue al primero que le anuncié mi intención de escribir algo, para que no se

pierdan hechos, y los nombres de los hombres que lo protagonizaron. Dejar

testimonio de lucha. Estuvo de acuerdo, y alentó este atrevimiento.

Le participaba, a medida que escribía, especialmente la parte que le

correspondía, es decir, donde había actuado, no quería falsear sus palabras, ni

sus actos. Actitud que tomé con él y con todos. Así doliera en lo más íntimo

una acción frustrada o un decir inconveniente siempre debía intentar decir la

verdad; no ocultar así fuera errónea mi actitud, era peor el error del

ocultamiento. Asentía o no con un leve gesto, nunca intentó corregir mi visión

de los hechos, solo hacerme recordar o esclarecer episodios, me prestaba su

memoria.

Era renuente a que lo nombrara, largas discusiones libré y creí en un momento

que lo había convencido, pero no. Era una percepción falsa basada en una

acción que me contó, pero luego se dio cuenta y lo penetró el silencio.

Page 11: Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

En una de sus cartas lo dice: ingresé a Talleres Tafí Viejo como calderero.

Conoció la época de oro de esos establecimientos pertenecientes al F.C.

Belgrano que eran estatales. Mensualmente tenían una producción de diez a

doce locomotoras de vapor reparadas, fuera de los vagones y coches

fabricados o restaurados. Soportaron una de las tantas represiones duras de la

década del ‘40. Tiempos en que los anarquistas eran perseguidos

salvajemente. Debían esconderse, ser clandestinos, pero,¿como hacerlo en un

pueblo? Tan pequeño, controlable, donde todos los mecanismos de seguridad

de la militancia sindical se volvían vulnerables. Cuando me narró esto, el

mismo se contestó, al ver en mi rostro el interrogante: Si el pueblo te protege te

hace invisible. A nosotros nos escondió ese pueblo, aunque muchos de sus

integrantes no pensaran como nosotros, éramos parte de él, no se era un

agitador golondrina.

Cuenta que cuando se puso muy fulero se escondían en el cementerio, dentro

de los nichos vacíos, durante el día. Se invisilizaban

Al caer la noche, cautelosamente, en ese campo santo iba apareciendo la vida.

Lo real maravilloso ocurría casi a medianoche. Todo se concretaba. Sombras y

susurros. Llegaban familiares o compañeros. Cargando noticias, comida, ropa,

el calor solidario, y cuestiones varias. Ratos antes, otras sombras trepaban los

pinos, panteones altos; sombras sobre sombra, sombras cubiertas por la

sombras del tapial: Los vigías-sombras. Como lechuzas, agrandando los ojos

hasta la irritación, estas sombras penetraban las oscuridades. El sepulturero

era el bastonero de la noche; regenteaba la vida en ese cementerio de Tafí

Viejo. Allí, lo real maravilloso del pueblo los transformaba: de día invisibles, la

noche mágica los corporeizaba. Durante el día, según sea, pernoctaban dentro

de un panteón, o nicho. Eran receptores de rezos, pedidos, perdones,

promesas, arrepentimientos, rendiciones de cuenta y flores. Dormían entre los

finados, muy a gusto. En medio del silencio de la muerte y el sueño. La

celebración de reuniones políticas o gremiales no estuvo ausente. Era una

cuestión de principios realizarlas, como se dice. Cada una era un triunfo contra

la represión, el cazador era burlado.

Page 12: Americo Cattaneo y la memoria inconclusa

Después, al tiempo -decía Don Américo-, emigramos a Buenos Aires, se

cerraba el cerco cada día. La represión nos empujó. Cercado lo real

maravilloso, éste, se fue desprendiendo uno a uno de sus protegidos.

Voy terminando mi libro, fallece Don Américo. Realmente nos demolió. En lo

personal, solo digo, siento un gran vacío en un costado. Todos los que

abrevamos de ese manantial inagotable de ética, dignidad, portador de un

amor profundo por la libertad; y que, según él, la nobleza en el hombre es una

virtud. Toda su figura resalta en ésta época llena de mediocridad, frivolidades,

ostentaciones de riquezas enajenadas al pueblo; todo eso, era un afligimiento

permanente; lo torturaba la inmovilidad y la falta de reacción de la gente. Era la

castración efectuada por la Dictadura Militar a casi dos generaciones, la

inacción y la escasa indignación era uno de los efectos del genocidio, solía

repetir Don Américo como autoconvenciendo al interlocutor de enfrente, y a él

mismo; dejando siempre abierto el interrogante, como que lo dicho no era una

cosa acabada.

La preocupación mayor que tenía sobre este libro, era el final. Un día, después

de leerle casi lo último, me dijo:

-Todo está bien, pero el final,..¿Como termina el libro? Me tomó desprevenido,

de contrapierna, pero en un nano segundo le contesté:

-¿El final? No hay final Don Américo. Esta es una memoria inconclusa. No

puede haber final, porque la lucha continúa.

-¡Ah! Está bien. Entonces sí, es que es así no más la cosa, la lucha continúa.

Entre tantas preguntas sin responder, una será respondida: ¿qué revolución compensará

las penas de los hombres? ANDRES RIVERA

La revolución es un sueño eterno

*Del libro: El Guardapalabras, memoria de un ferroviario