manifiesto de amigas y amigos de lo ausente

Jornada Cátedra Grupos II

En los márgenes de la Facultad, casi fuera de horario. Un encuentro obligado.

Pasaje por una escena en la que se trata de ceder la palabra a otro.

Decisión de no pronunciar un nombre propio para rodear la ausencia, pensando una obra.

Prestar oídos para escuchar fragmentos de historias e ideas, sin anécdotas personales.

Amigos de la obra antes que de un personaje. Buscar en la amistad fuerzas des-apropiadoras. Estremecer de soledad el nombre no pronunciado.

Privarse de la confianza, el sosiego, la promesa, de decir un nombre que orientó durante años el pensamiento.

Sacar fuerza de la persistencia que irradia una vida apasionada sin caer en el lugar común de la seducción, la fascinación, el espectáculo.

Discreción, reserva, cuidado, de la amistad que sortea la tentación del protagonismo del sobreviviente. Austeridad de un encuentro sin fotografías ni videos. Cuerpo de un pensamiento sin rostro.

No se trata de homenajear a alguien ni valerse de la tardía autorización de la persona muerta, sino de poner en acto fragmentos de una obra, movimientos de una práctica, insinuaciones de una política.

No se quiere golpear la memoria con relatos, fechas, circunstancias heroicas de una vida interesante, comprometida, ejemplar.

La tristeza necesita silencio, a la vez que invoca un modo de vivir, pensar, trabajar, leer, actuar.

Cita que se propone no abusar de un apelativo como contraseña, identificación, garantía. Ni escuela, ni discípulos. Tampoco herencia.

Comienzo de la difícil tarea de volver una obra ajena, extranjera, extraña a su autor.