Amor de Cabaret Capitulo 6
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Amor de Cabaret
Capítulo 6
Y ese cabaret era el único hogar para
ella…
Se entendía que Elena Amado
estuviera sola en este mundo, su madre, una
prostituta con problemas de drogadicción, la
dejó cuando apenas empezaba la etapa de
la pubertad. Sin nadie que la ayudara se la
pasó tratando de buscar trabajo o conseguir
dinero de cualquier modo, menos de aquel
en que lo hacía su madre; estuvo en
restaurantes, lavando baños, limpiando pisos,
incluso pidiendo unas cuantas monedas en la
calle. Después de tanto rodar por el mundo,
parecía cambiar su suerte cuando una señora
de nombre Patricia Adriana la contrató como
sirvienta en su lujosa mansión.
La dueña trabajaba como Licenciada
en Negocios Internacionales en su propia
empresa exportadora de vino de chagalapoli,
misma en la que Alma estuvo inmersa algún
tiempo en el futuro pero que no duró mucho
pues sabía que ese no era su destino. Tenía su
domicilio a las afueras de Xalapa, muy cerca
de la cabaña de su gran amigo Oscar, ex
amor de Teresa e importante consejero
profesional en la vida de Omar, Aleh y Alma
cuando éstos apenas eran sus alumnos.
Pero Patricia Adriana no vio en Amado
a un ser al cual pudiera ayudar, más bien veía
en ella a un pobre animal al cual explotar por
unos cuantos centavos. Sin embargo, Elena se
sentía agradecida por todas las atenciones
prestadas, la tenía viviendo en su casa, con
un trabajo seguro y las tres comidas al día, no
se podía quejar, a pesar del mísero salario
tenía lo indispensable para vivir y ya no tenía
que sufrir por encontrar un techo.
Aquella empresaria tenía tres hijos, unas
gemelas muy simpáticas y un varón, el
primogénito y heredero de todos los negocios
de su madre, era un par de años mayor que
Elena y tenía toda la pinta de un junior:
coche del año, buena vestimenta, fiestas
todo el día y era el consentido de mamá. Por
lo mismo de la edad, Andrés (como era el
nombre del hijo de la dueña) tenía dentro de
sí, todo un caldero de hormonas hirviendo
dentro de su cuerpo pero sobre todo, entre
sus piernas. En aquellos gloriosos días (si es que
se le pueden llamar así) se piensa con la
cabeza pero nunca con el cerebro (¿me doy
a entender no?) y el joven al conocer a Elena
vio una oportunidad para descargar sus
ganas de adolescente. Tal vez no era la mejor
mujer, no era la más inteligente ni la más bella
¡Pero vaya! ¿Quién dijo que quería casarse
con ella? Sólo la quería para la noche, o las
noches, que él tuviera la necesidad de
sentirse hombre.
Y así pasaron dos meses y justo al
tercero sus ganas no podían más, ver a
Amado por todo el lugar era como tener
mujer y no aprovecharla. Fue entonces
cuando decidió atacar, llegó en la
madrugada a la casa, borracho y decidido a
hacer suya a Elena, a hacerla mujer. Entró
como pudo tratando de no hacer ruido,
después de tropezarse con la sala, las
escaleras y una que otra puerta de los
muchos cuartos que habían, ya para cuando
llegó a la puerta de la sirvienta tenía la
camisa abierta y el cinturón en una mano,
entró sin hacer ruido y se escabulló entre sus
sábanas empezando a meter su mano entre
las piernas de la joven, Elena gritó pero él la
calló inmediatamente.
-Quédate quieta si no quieres que te vaya
peor- Dijo Andrés con aliento a vodka y
tequila
Amado trató de defenderse como
pudo pero las fuerzas de su agresor eran
mayores, le dio una cachetada y aruñó su
espalda pero ni aún con eso pudo quitárselo
de encima. Andrés la tocaba, y besaba
mientras ella intentaba huir, sus lágrimas no
intentaban hacerla escapar, sino al menos
poder desahogarse con tiempo por el daño
que le había causado ese hombre.
-Sólo te advierto que si le dices algo a
mi madre quedarás en la calle
inmediatamente- terminó Andrés mientras
cerraba la puerta
Lloró durante esa noche hasta el
amanecer, la joven no podía hacer más que
apretar sus sabanas contra su cuerpo y
derramar todas las lágrimas que tuviera para
limpiar su corazón, estuvo algún tiempo bajo
la regadera y ni eso hizo sentirse limpia,
Andrés la había manchado de por vida.
Pasaron los días y la seguía violando mientras
podía y quería, cuidando que su mamá no lo
descubriera.
A los seis meses podía verse a Elena
cansada y débil, no tenía fuerzas para
atender la gran casa y Patricia se quejaba
cada vez más de su trabajo:
- “Ijoles” ¿Qué te pasa niña? ¿No estás
comiendo bien? Si sigues así tendré
que despedirte
- ¡No señora por favor! No me eche,
prometo hacerlo mejor, por favor,
usted sabe que necesito el trabajo-
contestó Amado muy preocupada
Se esforzaba por mantener limpia toda la
casa y cumplir con todas sus obligaciones,
pero un día simplemente el cuerpo pidió
descanso y cayó enferma. Llamaron al Doctor
y éste dijo la terrible verdad de su situación:
Elena se encontraba embarazada. La gran
señora se encontró sorprendida ¿Cómo era
posible que su sirvienta estuviera esperando
un hijo? ¿De qué manera?
Al despertar, la pobre sirvienta fue
recibida con golpes y reclamos “¿Cómo
pudiste embarazarte? ¿De quién es ese hijo
libertina?” Amado lloraba pues no quería
contar la verdadera historia y el nombre del
padre de su hijo, pero a base de cachetadas
se pudo saber la verdad, Elena contó todas y
cada una de las veces en las que Andrés
abusó de ella, del miedo que tenía y rogaba
por que no fuera echada a la calle.
Patricia no pudo decir más, se quedó
atónita, no creía en las palabras de Amado
pero sabía que hasta cierto punto su hijo no
era un Alma de Dios. Le dijo tranquilamente
que le iba a dar dinero para que estuviera
viviendo en la ciudad, alejada de la casa, al
nacer el bebé le daría otra fuerte cantidad
de dinero pero esta vez para que se fuera de
la ciudad. Elena aceptó y se encontraba
viviendo en un barrio cerca del centro, se
encontraba con dos meses y medio de
embarazo. Un día salió a comprar la comida
de la semana, paseaba por el supermercado
viendo las cosas que tendría que comprar a
su bebé en un futuro, ilusionada veía las
carriolas, cuneros, y la ropa de colores
brillantes con ese olor tan característico a
pequeña vida, tardó un buen rato y salió
cuando estaban a punto de cerrar el
establecimiento.
Decidió irse caminando a casa, terrible
error para ella, estar en Xalapa a las 10 de la
noche no es bueno, y no tanto porque exista
inseguridad, de hecho se podría decir que
hay pero en un grado menor comparado con
otras ciudades, pero también es cierto que la
gente de Xalapa se oculta en sus hogares
desde muy temprano por lo que a esas horas
las calles están casi desiertas.
Seguía caminando y se hacía cada vez
más oscuro, apresuraba el paso y llegó hasta
un callejón donde se encontraba un auto
negro sin placas, de ahí mismo salieron cuatro
hombres que se acercaron a Elena:
-Suelta todo el dinero reinita, no te
dejaremos ir sola si te portas bien- Dijo uno de
los chicos
-No tengo dinero, por favor no me
molesten- contestó Amado con miedo
A los pocos segundos fue despojada
de sus bolsas y la capturaron de manera que
la revisaban para quitarle su dinero y
pertenencias, la joven luchaba hasta que
logró golpear a uno de ellos, mismo que se
enojó y le respondió con una severa golpiza
de la cual terminó muy gravemente herida.
Fue llevada al hospital y despertó muchas
horas después, inconsciente, sin saber dónde
estaba ni el por qué se enteró que había
perdido a su bebé, Elena no pudo reponerse
tan fácilmente de este dolor, ese ser que
llevaba en el vientre ya no existía, se había
ido, la oportunidad que le había otorgado la
vida de ser madre le fue arrebatada de las
manos, el único motivo por el que seguía de
pie dejó de estar ahí. A los pocos meses se
enteró que todo fue una trampa que le puso
Patricia para que el buen nombre de su
familia no fuera manchado. Era claro que
después de esto le retiró el apoyo ofrecido y
la dejó a su suerte.
Por la calle, sin rumbo, Amado volvió a
la vida que tenía antes, pidiendo dinero en la
calle, sin nada para comer y mendigando por
todos lados. Fue en una noche fría y llena de
neblina que llegó caminando hasta el
cabaret y débil por no traer nada en el
estómago terminó echada en el suelo cerca
de los botes de basura.
Pasó un par de horas ahí hasta que
Alma salió con un hombre, al parecer se
besaban y disfrutaban del momento
buscando privacidad, se la pasaron un rato
hasta que oyeron entre besos los quejidos de
Elena, Alma se apartó de su acompañante y
tratando de caminar con sus finos tacones
encontró a la muchacha en posición fetal,
muerta de frío y hambre.
-Niña… ¡Dios Santo estás helada!
Vamos, vamos, entra – dijo Alma
Después de darle alimento y prestarle
ropa para que se cambiara, se pusieron a
platicar y a contar cada una su historia. Así
fue como se conocieron y desde entonces
Moto prometió apoyar a Elena en todo
cuanto pudiera, no dejaría que ella volviera a
ese mundo de hambre y suciedad.
De todos modos, no importaba la
promesa de Alma, pues Elena se sentía
confundida y sola, tenía que atacar sus
problemas justo como llegó a este mundo,
desnuda, sin nada que la proteja y que la
haga sentir cómoda, sólo el cariño de Omar
podía darle fuerzas para seguir, pero a veces
necesitaba de algo más para salir adelante.
¿Y quién sería capaz de ayudarla para
defender lo que sentía suyo? ¿Aleh? Su
actitud demostraba un total desagrado por lo
que había entre ella y el político. No quería
saber nada de ellos aunque ya había metido
su cuchara para que Omar no hiciera de las
suyas con la pobre cabaretera. ¿Alma? Claro
está que había hecho una promesa, pero
¿Qué tan fuerte podía ser su compromiso?
Sólo estaba ahí para consolarla pero no para
darle respuestas y aunque ya le había dicho
que la ayudaría Elena no confiaba del todo
en sus palabras. ¿Omar? Vaya, el amor que
se sentían ahí estaba, pero no lo creía capaz
de salir a dar la cara por ella, su condición de
puta ante la sociedad era algo aberrante,
pero no caía en cuenta de que era la
sociedad misma quien formaba a estas
personas, con su actitud, su arrogancia y
demás factores que volvían a la sociedad en
una jauría de fieras. De cualquier modo
ninguno de ellos sabía el pasado de Elena, su
intento por superarse, ser producto de una
mala mujer, y la pérdida del ser más valioso
en la vida de cualquier mujer. ¿Por qué no
entenderla? ¿Qué había hecho para merecer
insultos y desprecios? Bien decía Rosseau que
el ser humano es noble por naturaleza pero
esta sociedad malvada era la que lo
convertía en un ser maligno.
Aquella tarde después de charlar con
Alma, el cabaret se encontraba solo, aún no
era hora de abrir las puertas y ni siquiera
habían llegado los músicos a ensayar las
pistas para el show. El silencio sepulcral era el
único acompañante de Amado, ella entre
tanta oscuridad paseaba por las mesas y el
escenario intentando buscar las respuestas a
tantas de sus dudas.
Caminó hasta llegar al centro de la
pista, cerró los ojos con mucho cuidado y
entonces respiró profundamente, poco a
poco empezó a escuchar aplausos y ovación
por parte del público, entonces fue cuando
logró ver a toda una multitud a su alrededor,
el cabaret se encontraba lleno totalmente y
al fondo podía verse a Alma y Aleh con una
sonrisa de gran satisfacción. Elena se
encontraba envuelta con las telas y joyas más
finas nunca antes vistas, en su mano portaba
un micrófono y al fondo su verdadero amor
aplaudiendo y observando sus no tan
formadas curvas. Ese vestido rojo con
incrustaciones de plata era muy elegante, un
collar de plata que mantenía un dije
colgando, era un rubí, el más hermoso, y
aretes que hicieran juego con el atuendo.
Entonces empezó a tocar el grupo, la
música lentamente la invitaba a moverse,
llevándose una mano al vientre y la otra
sosteniendo el micrófono empezó a cantar, su
voz deleitaba a todos en el lugar y las luces
jugaban de tal manera que la hacían lucir en
el escenario, lentamente cantaba hasta que
llegó al coro de la canción: besos, ternura,
¡qué derroche de amor, cuanta locura!,
mientras los demás aplaudían al ritmo de la
guitarra, el diputado saboreaba una copa de
vino y la observaba con lujuria.
Que no acabe esta noche ni esta luna
de abril, para entrar en el cielo no es preciso
morir. Y justo eso era lo que quería amado, al
llegar a dicha parte de la canción se tropezó
y cayó entre las mesas, ya ebria y despeinada
miraba a su alrededor, se encontraba como
en un principio: sola. Miraba su ropa y el
vestido de ensueño había desaparecido, la
gente que aplaudía por su estupenda
actuación ya no estaba, sólo eran ella y su
sombra. Lloró en el piso hasta quedarse
dormida.
AB