Ángel Escobar - El Imposible Soñador

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El imposible soadorngel Escobar

Tienen vigor las palabras de Elas Canetti de 1976: Hoy en da nadie puede llamarse escritor si no pone seriamente en duda su derecho a serlo. La bsqueda a toda ultranza del xito y la mediatizacin de la propaganda han convertido la palabra escritor en una funcin de los programas de los idelogos. El propio Canetti recababa, para quien quisiera llamarse escritor, el transformarse en custodio de la metamorfosis, el poder asumir las figuras de todos, y an ms las de los que menos atencin reciben, y afirmaba: El xito como objetivo y el xito en s mismo tienen un efecto restrictivo.

Los paradigmas de escritor, entendidos como modelos o cnones, los ofrece el peridico, cuando sabemos que muchas veces el valor esta all donde no se le ve. Nuestra realidad no es unvoca, cada mirada la provoca, y ella a s misma, sacudida como est por un permanente y levsimo o no cataclismo en su centro.

Los moldes de realidad que se nos muestran encuentran tambin moldes en sus representantes virtuosos de los medios masivos de comunicacin. Pero sabemos que nadie sabe dnde est la realidad que puede ser tildada de heredad comn alguna. Y ese es un saber que hoy nos conforta.

Hay lecturas sobre impuestas que se ven como un palimpsesto sobre un muro. Tambin llegamos a saber, o intuimos, con Cintio Vitier, que hay una absurdidad fundamental del algo, y, ante esto se erige la conciencia como clandestinaje, como extraeza de estar en un mundo que constantemente nos es robado, del que no tienen participacin los pobres de la tierra, aunque hablemos en su nombre.

Los expoliados de este mundo ni siquiera pueden leer los textos que asumen sus anhelos.

Las metamorfosis, cualquiera sean, engendran literatura; pero lo deseable sera que esos textos que se levantan por un mundo mejor, habitable y no absurdo y rspido, alcanzaran a encarnar en la Historia, que su sentido se transmutara en el bien de todos, no de unos pocos.

Ahora, esa absurdidad y esa rispidez son las que nos tocan, entenderlas, hallarles o no sentido, sera plausible; tambin el luchar agnico contra los sucedneos de realidad real, con su cuota de prestidigitacin y embustes con que los carga nuestro fin de siglo, con el que parece que no van a terminar el afn de funcionalismo ni la carrera de las utopas por transformarse en distopas culpables.

Porque todo ha sido expresado en funcin. Los escritos que mejor se expresan, condenndola, contradiciendo su azar, entran al Aula, a la Academia, se hacen funcin; parece que su destino fuera convertirse en orgullo del pragmatismo, ser mediatizados. De ah la tanatologa del escritor, de que habla Canetti: una y otra vez se vuelven a cometer los mismos libros contra la muerte, o ante ella, la nica que no deja en el hombre moderno el amargo resabio del autoengao.

Por otra parte, nos hemos quedado sin utopas; quiz nadie las quiera, pero en nuestro instante, donde todo es posible, la construccin urgente de una en la cual creer, que no se haya dogmatizado, banalizado; baado en sangre o entrado al aquelarre de las depredaciones, sera anhelable.

Todos sabemos en lo que han quedado los proyectos de Bartolom de las Casas, Vasco de Quiroga, Gernimo de Mendieta, de las Misiones de los Jesuitas en el Paraguay, del Dorado y sus bsquedas y hasta de la Declaracin de Independencia de los Estados Unidos.

Para nosotros, hoy, queda, adems de ese intentar la utopa, el transmutar las circunstancias y las agonas en fbulas, destino que Jorge Luis Borges atribuy a alguien llamado Franz Kafka, mentndolo, a un tiempo, como el gran escritor clsico de nuestro atormentado y extrao siglo.

Y nos quedan, ms an, el sabor y el resabio de citar el comienzo de su novela El castillo, decir: Y eso que ya era de noche cuando K. lleg. Vano consuelo.

Quedan, infinitos, la noche y el castillo para el imposible soador: esperar el da.

Las fbulas, alguna vez, queremos creer, harn que la Historia no nos apabulle que los poderosos no lo conviertan todo en funcin de sus intereses y ambiciones; y harn, as mismo, que no seamos ms que pura retrica, menos palabras con un fin prefijado en sus programas que aherrojan el porvenir deseable, hurtndonos tambin el pasado y el presente.

20 de julio de 1992