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¿EL FIN DE LA HISTORIA?
ANÁLISIS DE LA TESIS DE FUKUYAMA
Clara Lamas Hermoso
Historia de la Filosofía Política
Grado en Filosofía Política y Economía
Universidad Pompeu Fabra-Ciutadella
Barcelona, 16 de enero de 2017
INTRODUCCIÓN
Francis Fukuyama es un relevante politólogo estadounidense de origen japonés, doctorado por la
Universidad de Harvard. Desde su graduación y hasta la fecha (actualmente es director de la editorial The
American Interest y profesor en el Instituto Freeman Spogli de Estudios Internacionales de la Universidad
de Stanford), ha estado asociado como científico en la Rand Corporation; ha trabajado para la Oficina de
Planificación Política del Departamento de Estado desde 1981 a 1989 y ha formado parte del Consejo
Presidencial sobre Bioética (2001-2004) y del Consejo Asesor de revistas Journal of Democracy.
Aunque lo que le ha otorgado mayor cobertura mundial es, sin duda, su virtud como escritor prolífero y
polímata. En 1989, publicó un ensayo en la revista National Interest bajo el título ¿El fin de la historia? En
él, explicó de manera perspicaz lo que, a su visión, iba a significar en el ámbito de la filosofía política los
acontecimientos que se sucedieron en aquel año1. La tesis de Fukuyama fue muy polémica. Eso le dio
cobertura para publicar tres años después un libro que ampliaba la idea del ensayo (El fin de la historia y el
último hombre, 1992), así como numerosas otras publicaciones que giraban en torno al planteamiento
inicial.
A continuación, analizaremos los aspectos principales de la idea de Fukuyama.2
¿EL FIN DE LA HISTORIA?: LA TESIS DE FUKUYAMA
La explicación que procede al título del remarcado ensayo de Fukuyama no guarda relación con el foco
histórico propiamente dicho: sucesión cronológica de acontecimientos. Se centra, en cambio, en el proceso
consciente humano que da lugar a la evolución y alternancia de diferentes instituciones de gobierno
durante el curso de la historia. La tesis de Fukuyama anuncia que la labor de la filosofía política ha llegado a
su fin. Pues el hombre ya ha alcanzado la máxima aspiración ideológica posible: la democracia liberal.
Por consiguiente, las sociedades se introducen en un mundo post-histórico ajustado dentro de una
realidad política absoluta. Nuestro autor asegura el triunfo del liberalismo económico y político en la
disposición de las sociedades a escala global. El mundo se instala en esta doctrina, dando lugar a un estado
homogéneo universal. Esto se debe a que fuera de este sistema, que procede de los ideales promulgados
en la Revolución Francesa y la Americana, no se han encontrado ni se puede encontrar alternativas de
organizaciones políticas viables. El triunfo del liberalismo económico y político es palpable.
1 Desmoronamiento de la Unión Soviética. 2 El ensayo se presenta como una interpretación no solo del primer artículo de Fukuyama, si no de la idea en general que se expone tanto en el ensayo publicado en 1989, como en las diferentes publicaciones posteriores.
ARGUMENTOS EMPÍRICO Y NORMATIVO
Existe un inminente contraargumento para la tesis de Fukuyama fruto de una incorrecta interpretación.
El siglo XX fue todo un reto ideológico para el liberalismo. Tuvo que enfrentarse, primero contra el
absolutismo, después contra el fascismo y finalmente contra el marxismo. Aquí, según Fukuyama,
desaparecieron definitivamente las alternativas al liberalismo. En 1989, con la caída del Muro de Berlín y la
primera publicación del planteamiento de nuestro autor, se pudo pensar que esta victoria del bloque
occidental se estaba haciendo inaplazablemente material con el establecimiento de regímenes liberales en
todas las naciones. Sin embargo, la historia lo desmintió. De hecho, aún hoy día no se ha logrado esa
homogeneización material: la democratización y liberación de los mercados no se ha conseguido en todo
los países de nuestro planeta. ¿Se confundió Fukuyama en su planteamiento? Si se responde que sí, es
porque no se ha entendido su idea.
Para resolver este conflicto, nuestro autor hace una separación entre el plano material, confirmado por
datos empíricos, y el argumento normativo, la idea3.
El argumento normativo es la afirmación que plasma en su primer ensayo: “la democracia liberal y los
mercados libres constituyen la mejor alternativa de las disponibles para organizar las sociedades
humanas”4. Esa idea es la que da fin a la historia. A la historia de la búsqueda de la mejor institución
humana. Fukuyama habla de una conquista de la mente. Por eso, no es acertado exponer datos empíricos
sobre países que no se han subido al carro democrático para plantear la incapacidad del planteamiento de
Fukuyama.
De hecho, el plano empírico no lo utiliza Fukuyama para corroborar la viabilidad de su afirmación. Es cierto
que observar el rumbo expansivo de las democracias liberales puede ofrecernos, como bien dice nuestro
autor, “mayor o menor grado de esperanza”.5 Pero no garantiza la veracidad de su tesis. Porque el fin
ideológico a alcanzar, ha sido implantado en las mentes. Y eso para Fukuyama es el éxito digno de celebrar
porque cuando la hegemonía en el plano de las ideas (argumento normativo) es real, la dispersión por el
plano material (argumento empírico) tan solo es cuestión de tiempo.
¿El fin de la historia? No pretende prever el futuro de los países, si no describir la realidad actual de la
mente humana, que pone un punto final a la búsqueda ideológica.
3 Huguet Polo, Andrés, Las tesis de Fukuyama sobre el fin de la historia, 1991, Lima, disponible en http://huguet.tripod.com/fukuyama.htm , 4 Fukuyama, Francis, ¿El fin de la Historia? Y otros ensayos, Alianza Editorial, Madrid, 2015, selección y presentación de Juan García-Morán Escobedo. 5 Ibídem.
DOS FUERZAS IMPULSADORAS
La perspectiva de Fukuyama acepta la democracia liberal cuando cumple tres requisitos6: liberación del
mercado, establecimiento de un gobierno representativo y garantía de los derechos. Sobre esta premisa,
nuestro autor expone dos agentes que han estimulado la realización de estos tres principios, y por tanto, la
manifestación del Estado liberal.
En primer lugar, los avances científicos. La revolución tecnológica cambia por completo el sistema clásico
de producción y provoca la descentralización de la economía, característica principal del libre mercado. Así
como el aumento de la cualificación y la robotización del sistema productivo. Menor mano de obra
humana, mayor mano de obra cualificada que diseñe esa mano de obra tecnológica. Estos dos factores
(geográfico y social) favorecen la conexión de los países bajo un mismo marco económico, y de libertad de
oportunidades y unifica al mundo en un sistema capitalista homogéneo. Por otra parte, los estados
socialistas, apunta Fukuyama, no pudieron desarrollarse bajo estas condiciones postindustriales, ya que su
aislamiento no le permitiría recibir la información de los nuevos avances tecnológicos y quedaría obsoleto.7
Así mismo, la era de los medios de comunicación ha fomentado la inapelable democratización porque
dificulta a las autoridades manipular la información que llega a las personas. En un contexto globalizado,
dentro de un país es casi imposible controlar la libre comunicación virtual.8
El otro elemento que ha impulsado a la concepción del Estado liberal como fin ideológico tiene que ver con
la naturaleza humana. El deseo del individuo al reconocimiento es el motor que ha incentivado a todas las
sociedades a progresar en busca de una organización colectiva que garantice esta intención biológica.
“Somos animales políticos”, decía Aristóteles. El comunismo propuso el problema de la diferenciación de
clases, pero el liberalismo, apunta nuestro autor, lo superó garantizando la igualdad. Antes que la
propiedad, anhelamos el reconocimiento. Aunque la propiedad también es una forma de conseguir el
reconocimiento. Por eso, la búsqueda ideológica termina con la democracia liberal. Porque esta institución
lo garantiza.
Como podemos contemplar, estas dos fuerzas impulsoras del Estado liberal, necesitan desarrollarse a lo
largo de un espacio temporal. La concepción de Fukuyama se funda sobre el historicismo de Hegel.
6 Fukuyama, Francis, ¿El fin de la Historia? Y otros ensayos, Alianza Editorial, Madrid, 2015, selección y presentación de Juan García-Morán Escobedo. 7 Huguet Polo, Andrés, Las tesis de Fukuyama sobre el fin de la historia, 1991, Lima, El último hombre en una botella, pág.s 26 y 27, disponible en http://huguet.tripod.com/fukuyama.htm. 8 Ibídem, pág. 27.
INFLUENCIA DE HEGEL
En la introducción de Fenomenología del espíritu9, Hegel expone que el conocimiento es un absoluto que
está en nuestra conciencia. Para alcanzarlo se necesita un largo camino de evolución mental, a través de
confrontar ideas contrarias, por eso expresa que “la contradicción es la raíz de todo movimiento y
manifestación vital”. El conocimiento se forma a partir de contraposiciones de ideas opuestas sobre una
misma realidad. El avance de la ideología, a lo largo de la historia, ha estado siempre marcado por la
confrontación.
Por consiguiente, cuando el conflicto, el choque, la contraposición, desaparecen, emerge el conocimiento
absoluto. La naturaleza humana ha motivado a las sociedades a confrontar diversos tipos de organizaciones
políticas en busca de la que permita satisfacer su deseo biológico de reconocimiento. Para Fukuyama, El
Estado liberal garantiza este fin y no tiene competidores que se opongan. No existe un opuesto que
contradiga al liberalismo en la concepción real del hombre libre en sociedad. Por lo tanto, apunta
Fukuyama, es el resultado de la evolución de la humanidad en busca de la ideología ideal. La historia de la
lucha por hacer de la realidad lo que está en nuestra conciencia, ha alcanzado su clímax. El Estado liberal es
el absoluto que permite al individuo ser él, y serlo en sociedad.
El Estado liberal es el resultado de extrapolar el ámbito de la conciencia (el deseo humano) al ámbito
material (instituciones), dando lugar a un equilibrio entendido como realidad. Es una construcción
milenaria humana para los humanos. Por eso Fukuyama habla de la sociedad de las democracias liberales
como una sociedad post-histórica. Porque es el resultado ideológico que las sociedades anteriores han
construido, por eso se encuentra fuera de este intervalo evolutivo. El hombre post-moderno vive en un
perfecto equilibrio entre su naturaleza y la institución que ordena su colectivo social. La conciencia, como
apunta nuestro autor, “ha recreado finalmente el mundo material a su imagen”. Mundo y mente han
encontrado el consenso, la realidad se expresa en su estado absoluto.
Esta reconciliación entre sujeto y mundo es el fin de la obra hegeliana, porque permite mostrar la realidad
en su totalidad.
9 Hegel, G.W.Friedrich, La fenomenología del espíritu, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1996, traducción de Wenceslao Roces.
EL DEFECTO FUNDAMENTAL
Hasta ahora, Fukuyama ha expuesto que la naturaleza humana persigue su dignidad, que unida a su
característica (también biológica) como ser social, se expresa en el deseo al reconocimiento (de dicha
dignidad). Todo el trascurso de la historia ha sido una sucesión de formas de agrupación social que han
intentado registrar la dignidad de sus componentes. Y son las democracias liberales las que lo consiguen.
Por eso el hombre cesa de aspirar a otras instituciones que representen su esencia biológica y entra en un
statu quo permanente, donde la balanza entre el mundo material y la conciencia está equilibrada.
Sin embargo, nuestro autor advierte sobre un posible problema en un futuro próximo.
Si bien, en el siglo pasado, los avances en la física sobrepasaron los límites morales en la creación de la
bomba atómica, la preocupación que enfoca Fukuyama en el siglo XXI es el estudio de la biología humana10.
Considera que este campo está progresado a un ritmo raudo y que aún no se ha establecido un debate
formal. El estudio de la genética prevé un futuro en el que las células de los fetos que aún no han
desarrollado sus órganos puedan ser manipuladas para desactivar procesos biológicos. Por un lado se
puede pensar que es todo un logro, ya que podrá asegurar la desaparición de ciertos tipos de cáncer u
otras enfermedades con ascendencia genética.
Pero por otra parte, nuestro autor advierte del peligro que esto puede suponer para la preservación de la
esencia natural de la raza humana. Una postura tranquilizadora apostaría por la fe en el científico en su no
extralimitación, que aun pudiendo crear verdaderas obras de arte, o calamidades humanas, se limitaría a
suprimir genes que provoquen enfermedades. Pero se debe consensuar qué se considera una enfermedad
y qué no. Es un debate necesario que actualmente se obvia.
De hecho, no ha hecho falta elaborar ningún diagnóstico que corrobore el futuro abuso de la ciencia
humana. Y esto lo muestra la neurofarmacología. Esta disciplina se diferencia de la genética en que si las
dos son capaces de suprimir un comportamiento humano, la primera no manipula ningún gen, es decir, la
descendencia del individuo heredará esa conducta.
Nuestro autor explica varias drogas que actúan sobre el comportamiento neurológico muy comunes en la
actualidad. Entre ellas, la comercializada inicialmente por Prozac (que toma culturalmente este nombre)
actúa suprimiendo la depresión. Fukuyama explica que el Prozac y sus similares son prescriptos por un
10 Huguet Polo, Andrés, Las tesis de Fukuyama sobre el fin de la historia, 1991, Lima, págs.28-31, disponible en http://huguet.tripod.com/fukuyama.htm .
número considerable de la sociedad, resaltando la población femenina. En 2010, una de cada 10 personas
en Europa tomaba antidepresivos, atendiendo al Instituto para el Estudio del Trabajo en Bonn11.
El Prozac interviene sobre los niveles de serotonina en el cerebro, la cual actúa directamente sobre los
sentimientos de autoestima y dignidad.
Retomando a Hegel, recordamos que el reconocimiento por la dignidad humana ha sido el impulsor a
crecer, a través de diferentes sociedades, hacia el Estado liberal. “El deseo insatisfecho por el
reconocimiento crea las varias formas de orden político que han existido en la historia humana”. Cuando se
garantiza ese reconocimiento, se ha llegado al estado homogéneo universal.
Sin embargo, en este Estado homogéneo universal, muchas personas no se sienten satisfechas. Fukuyama
dice que se está transportando nuestra procedencia natural, desde nuestra herencia biológica a nuestra
decisión artificial. La neurofarmacología es un antecedente de lo que en el futuro se aplicará a la genética,
que según sus palabras “podría acabar definitivamente con la historia humana, pero no de la manera que
yo sugería en ‘El fin de la Historia y el último hombre’.
El defecto fundamental que Fukuyama observa en su tesis es la inminente progresión de la ciencia en una
realidad consciente estable y absoluta, que ya no necesita progresar. Esto provocará, en unos años, que esa
realidad (natural) sea modificada. Los avances de las ciencias de la naturaleza, “abolirán la naturaleza como
tal”. En cuanto a las consecuencias, el futuro es incierto, ya que fuera de la consciencia humana, para
nosotros, los humanos, no existe nada.
EL DEFECTO DEL DEFECTO FUNDAMENTAL
A continuación, matizaremos la síntesis a la que llega nuestro autor en el apartado anterior. El defecto
fundamental que Fukuyama atribuye a su planteamiento no va a ser la irremediable destrucción de la
naturaleza humana a manos de la ciencia, si no su propia tesis. Fukuyama habla del deseo al
reconocimiento como anhelo en toda la historia de la evolución política. Y apunta que el deseo se cumple
con el sueño del Estado liberal.
Pero no es que las democracias liberales garanticen nuestra voluntad biológica y que la ciencia se
proponga arrebatárnosla, si no que en el fracaso de esta ideología en reconocer verdaderamente nuestra
dignidad, los individuos no tienen más remedio que dejar que las drogas lo hagan. O que en un futuro
próximo, permitir que la genética anule este comportamiento. Para poder ser felices. En un mundo que no
da la felicidad. Y que no se puede cambiar. Si surge la necesidad de eliminar este deseo es porque no ha
11 BBC, Prozac, el antidepresivo que pasó de la farmacia a la cultura, 21 de abril de 2013, disponible en http://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/04/130411_prozac_medicamento_lexico_finde_en#orb-banner
sido satisfecho. Por lo tanto, el enrevesado supuesto de Fukuyama que demuestra que el Estado liberal es
el ‘correspondiente por naturaleza’ es una falsa.
La ciencia es demandada porque el individuo tiene que adaptarse a un sistema que no le garantiza la
felicidad. El estatus quo global se impone a la fuerza. El Estado liberal se ha atrincherado en el mundo y se
ha adueñado de la realidad. Ha cambiado a la realidad. Porque no ha obedecido al principio biológico. De
hecho, ahora se propone cambiar este principio biológico. Cambiarnos. Para que otros Fukuyamas en un
futuro próximo alaben la incapacidad de derogar este sistema tan perfecto. El porvenir se presenta como
un post-humanismo encajado en la hegemonía liberal. Se ha producido una inversión. No se ha llegado a un
fin ideológico equilibrado con el ser humano, si no al fin del humano, a la anulación de su persona, a la
sedación del individuo en un letargo permanente que permita mantener la fantasía de Fukuyama en pie.
“VIVIMOS DENTRO DEL VIENTRE DE LA BESTIA”
Santiago López Petit ha desarrollado una visión que concuerda con la conclusión que hemos expuesto
sobre la tesis de Fukuyama. En La movilización global12, López Petit expone la última consecuencia de haber
impuesto una ideología sobre la realidad: la desrealización de la misma. Lo fundamenta en dos razones.
Por un lado, el capitalismo ha desvanecido cualquier resto de lo que antes pudiéramos considerar como
permanente. La dignidad, nuestras creencias… todo desaparece cuando se convierte en mercancía. Sobre
todo en este contexto actual, que más que el mundo homogéneo del que hablaba Fukuyama, lo que vemos
es una profunda fragmentación social entre países. El estado liberal no ha resuelto el problema de clases
que expuso el comunismo, tan solo lo ha extrapolado al ámbito internacional, donde los países
tercermundistas son los obreros, las mercancías.
Por otra parte, habla de lo que él llama la “ficcionalización” del mundo. El carácter teatral que ha invadido
todos los aspectos sociales ha creado una duplicación del mundo paralela que no guarda relación con el
mundo en sí (recoge la tradición idealista occidental). Los medios de comunicación han sido los principales
colaboradores en la imposición del pensamiento neoliberal como único y objetivo13, revistiendo a la
sociedad, una y otra vez, generación tras generación, en esta realidad ideológica ‘real’, que no tiene nada
de autenticidad.
Estas dos razones, realidad materialista y realidad ficcionizada, son determinantes en el proceso de
desrealización de la realidad, que se convierte en un problema difícil de afrontar, ya que no nos estamos
enfrentando a un sistema político o económico, sino a una realidad que se ha equilibrado con el
12 López Petit, Santiago, La movilización global. Breve tratado para atacar la realidad. Traficantes de Sueños, Madrid, 2009. 13 Sánchez Diez, Ángeles, Manipulación y medios en la sociedad de la información, Ediciones de la Torre, 2008.
capitalismo, que está en el capitalismo, que se ha hecho capitalista. Y que vive por nosotros. Petit llama
movilización global al motor que permite que esta realidad se mantenga. La movilización global es la
movilización de nuestras vidas. Como la realidad en la que nacimos es capitalista, nuestra vida supone ser
una tuerca más que permite a esta máquina seguir funcionando. Porque al vivir, reproducimos la propia
realidad, ya que estamos en dicha realidad. Entonces, la movilización global crea una situación sin salida: el
equilibrio del que hablaba Fukuyama es posible porque nacemos dentro del sistema, y por tanto
contribuimos a su sostenibilidad.
Esta realidad se mantiene porque es despolitizadora. No se le puede atacar como a una ideología porque
es una realidad. Se ha extendido a todos los aspectos de la vida, incluyendo la propia vida. Por eso es tan
difícil, porque atacar la realidad supone atacar la propia vida. Las alternativas a lo establecido se presentan
llenas de incertidumbres. Esta estructuración de la realidad se puede relacionar con el sistema feudal. El
Feudalismo era fiel a una configuración totalmente equilibrada. Todos los elementos estaban relacionados
entre sí: el poder político tenía una justificación trascendental y se releva hereditariamente. Religión y
familia, además de legitimar el poder, se extrapolaban al resto de individuos para ordenar el pueblo en una
sociedad de clases patriarcal. La realidad feudal se presentaba como un absoluto. Todos sus aspectos
tenían una relación recíproca. Por este motivo, se mantuvo tantos años, porque se presentaba como una
realidad despolitizadora. No se podía atacar el sistema porque eso suponía atacar a todo en lo que creías.
El punto débil de este entramado compacto feudal es que si se cuestiona uno de los aspectos que lo
forman, todo el sistema entra en crisis. Y, a propósito, eso fue lo que pasó: El conglomerado espiritual, la
desrealidad basada en un mundo trascendental, cayó frente a una nueva perspectiva del mundo y de la
vida, profetizada por el propio hombre.
Algo parecido propone López Petit en este contexto de desrealidad capitalista: el resurgir del ‘yo’ frente a
un mundo opresor. La elevación de las ganas de vivir desde la experiencia personal. Petit llama a cada
individuo a que busque, desde lo más profundo de su ser, lo que verdaderamente le hace vivir
(independientemente de lo que dicta el mundo) y que lo ejecute, que luche por ello, que vuelva a ser feliz.
Porque el querer vivir te substrae de la realidad desrealizadora que se opone a nuestros sueños, es
desvincularte del orden que ha desordenado por completo la naturaleza humana, es destruir el
claustrofóbico enjambre que se retroalimenta, drogando a sus componentes con el dulce sabor de la miel,
en un ciclo inexorable.
CONCLUSIÓN
El resultado de la estabilidad institucional no es, como confirmó Fukuyama, fruto del máximo logro
ideológico al que podía aspirar el ser humano. Es, en cambio, la mejor victoria que ha podido alcanzar esta
ideología: sobre pasar los límites de la acción política, económica y hacerse con todo. Vivimos anclados en
una especie de clase de neofeudalismo. Somos siervos del sistema. Cada generación que pasa por este
mundo es un incentivo para su mantenimiento. Estamos actualmente reducidos por debajo incluso de
nuestra esencial condición vital. La sociedad post-histórica en un máximo ideológico por la que apostaba
Fukuyama es en verdad un retablo de marionetas de trapo. Somos simples baterías, remplazadas por el
paso de los días. La expectativa vital enmarcada dentro de la asfixiante burbuja que presenta el mundo
actual, es desoladora.
Yo sueño con que la gente vuelva a soñar. Anhelo un mundo que no esté vacío. Ya me he cansado de
caminar obstaculizando momias que enfocan sus ojos al cielo. Vidas reducidas a horas laborales. Horas
laborales compensadas con días vacacionales. Días vacacionales malgastados en centros comerciales.
Ganar, comprar, tener. Toda una vida creando un inventario de objetos que rellenen la pirámide. Se puede
entender esas ansias de atiborrarla a inquilinos inertes, si cuando llega el momento de cerrar su puerta,
para que la vida descanse dentro, esta última presuma por su ausencia. Y no porque llegue tarde, sino
porque directamente nunca apareció. Es el momento de actuar. Es el momento de vivir.
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BIBLIOGRAFÍA
Fukuyama, Francis, ¿El fin de la Historia? Y otros ensayos, Alianza Editorial, Madrid, 2015, selección y
presentación de Juan García-Morán Escobedo.
Hegel, G.W.Friedrich, La fenomenología del espíritu, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1996, traducción
de Wenceslao Roces.
Huguet Polo, Andrés, Las tesis de Fukuyama sobre el fin de la historia, 1991, Lima, disponible en
http://huguet.tripod.com/fukuyama.htm .
López Petit, Santiago, La movilización global. Breve tratado para atacar la realidad. Traficantes de Sueños,
Madrid, 2009.
14 El Pressentiment, nº13, 1/8/12, disponible en www.elpressentiment.net