Año de la Fe

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PRESENTACIÓN El Papa Benedicto XVI ha convocado a un Año de la fe, que correrá a partir del 11 de octubre de 2012, cincuenta aniversario clausura del Concilio Vaticano II, hasta el 24 de noviembre del 2013, solemnidad de Cristo Rey. Lo ha hecho a través de una preciosa Carta Apostólica titulada Porta Fidei, que hace referencia al testimonio de los Apóstoles en la Iglesia de Antioquía, en donde narraban como el Señor había abierto la puerta a los no judíos, para que también ellos pudieran creer (Hch 14, 27). El objetivo de este Año será suscitar en todo creyente la aspiración y el deseo de confesar la fe en plenitud, ofrecer una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, particularmente en la Eucaristía, propiciar que el testimonio de vida de los creyentes crezca en credibilidad, y finalmente reflexionar sobre el acto mismo de la fe (PF 9). El contexto del Año de la fe es la crisis generalizada que vive el mundo de hoy, que arrastra también a la fe, en la que el hombre ha quedado abandonado a su propia suerte, desligado cada día más de Dios a causa de la secularización globalizada, o en el mejor de los casos, creyendo en Dios ciertamente, pero viviendo como si no existiese. Es una crisis del hombre, que afecta también a los cristianos y aún a los católicos mismos. Muchos de nuestros contemporáneos viven alejados, sin encontrar el sentido y el significado de la existencia, pero sintiendo en el fondo de su ser una nostalgia y un deseo de encontrar de nuevo a Dios. En una situación así, los creyentes no podemos quedarnos en la práctica rutinaria de una fe vivida sólo por tradición, de una religiosidad ambigua, o de una vida cristiana llena de incoherencias. Los creyentes en Cristo hoy más que nunca debemos dar razones de nuestra fe a quien nos las demande, haciendo nuestra la súplica de los Apóstoles: creemos, Señor, pero aumenta nuestra fe (Lc 17,5). No es simple coincidencia que el Año de la fe concuerde con el veinte aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica y se inicie justamente en el mes del Sínodo de los Obispos en Roma sobre La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe. El Año de la fe nos pide un programa para la vida cristiana de todo creyente y para la pastoral ordinaria de la comunidad cristiana, a fin de fortalecer el camino del discípulo y recuperar el genuino espíritu misionero para dar vida a la nueva evangelización. 1

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PRESENTACIÓN

El Papa Benedicto XVI ha convocado a un Año de la fe, que correrá a partir del 11 de octubre de 2012, cincuenta aniversario clausura del Concilio Vaticano II, hasta el 24 de noviembre del 2013, solemnidad de Cristo Rey. Lo ha hecho a través de una preciosa Carta Apostólica titulada Porta Fidei, que hace referencia al testimonio de los Apóstoles en la Iglesia de Antioquía, en donde narraban como el Señor había abierto la puerta a los no judíos, para que también ellos pudieran creer (Hch 14, 27).

El objetivo de este Año será suscitar en todo creyente la aspiración y el deseo de confesar la fe en plenitud, ofrecer una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, particularmente en la Eucaristía, propiciar que el testimonio de vida de los creyentes crezca en credibilidad, y finalmente reflexionar sobre el acto mismo de la fe (PF 9).

El contexto del Año de la fe es la crisis generalizada que vive el mundo de hoy, que arrastra también a la fe, en la que el hombre ha quedado abandonado a su propia suerte, desligado cada día más de Dios a causa de la secularización globalizada, o en el mejor de los casos, creyendo en Dios ciertamente, pero viviendo como si no existiese. Es una crisis del hombre, que afecta también a los cristianos y aún a los católicos mismos. Muchos de nuestros contemporáneos viven alejados, sin encontrar el sentido y el significado de la existencia, pero sintiendo en el fondo de su ser una nostalgia y un deseo de encontrar de nuevo a Dios.

En una situación así, los creyentes no podemos quedarnos en la práctica rutinaria de una fe vivida sólo por tradición, de una religiosidad ambigua, o de una vida cristiana llena de incoherencias. Los creyentes en Cristo hoy más que nunca debemos dar razones de nuestra fe a quien nos las demande, haciendo nuestra la súplica de los Apóstoles: creemos, Señor, pero aumenta nuestra fe (Lc 17,5). No es simple coincidencia que el Año de la fe concuerde con el veinte aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica y se inicie justamente en el mes del Sínodo de los Obispos en Roma sobre La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe.

El Año de la fe nos pide un programa para la vida cristiana de todo creyente y para la pastoral ordinaria de la comunidad cristiana, a fin de fortalecer el camino del discípulo y recuperar el genuino espíritu misionero para dar vida a la nueva evangelización.

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Conforme a este criterio general, nos hemos dado a la tarea de preparar un proyecto que se armonice con el plan diocesano, que haga énfasis en las actividades parroquiales, que seleccione algunas tareas o actividades con fines concretos, evitando la sobrecarga de actividades masivas e inconexas entre sí. Tiene cuatro etapas: la sensibilización, la apertura, el desarrollo y la clausura del Año; contempla tres niveles: el parroquial, la zona pastoral y la Provincia Eclesiástica; y tiene tres dimensiones: profética, litúrgica y social. Todo debidamente calendarizado y oportunamente organizado pro responsables bien definidos.

Presentamos aquí algunos documentos, guías para las celebraciones litúrgicas, algunos recursos pastorales, y el calendario del Año; otros recursos se irán ofreciendo a lo largo del Año, conforme al programa: catequesis, temas de predicación, simposiums, presentación de documentos del Episcopado Mexicano sobre asuntos de fe o afines a ella.

Para la Arquidiócesis, hemos elegido un tema tomado de la misma Carta Pastoral de Benedicto XVI, que aparece en el póster alusivo al Año de la Fe, mismo que aparece en la portada de esta publicación: redescubre la alegría de creer y el entusiasmo de comunicar la Fe (PF 7). Es una frase categórica que despierta y sacude la conciencia, es kerigmática porque es un anuncio que suscita la alegría de quien posee una fe tan preciosa como la nuestra; es propositiva porque contagia y fascina, motiva y emociona; es pastoral, porque convoca a la tarea misionera de la Iglesia de hoy: La Nueva Evangelización para la Transmisión de la Fe a las nuevas generaciones.

Esperamos que este folleto se útil para descubrir los contenidos de la Fe profesada, celebrada, vivida y rezada.

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MENSAJE DEL SEÑOR ARZOBISPO EN LA APERTURA DEL AÑO DE LA FE

El próximo jueves 11 de octubre se cumplirán 50 años de la solemne inauguración del Concilio Vaticano II presidida por el Beato Juan XXIII con la participación de más de 2300 obispos de todo el mundo. Para celebrar este significativo aniversario, así como para conmemorar los 20 años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, ha convocado un año de la fe que se abrirá en esta fecha en todas las catedrales y se clausurará el 24 de noviembre de 2013 en la solemnidad de Cristo Rey.

La fe es un acto humano, consciente y libre, por el que cada persona acepta no sólo una doctrina sino el llamado de Dios que compromete la vida entera. En el Antiguo Testamento el modelo es Abraham, a quien llamamos “nuestro padre en fe”, quien en la obediencia respondió a las exigencias de la vocación divina dejando su tierra y estando dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac.

La Santísima Virgen María es la mujer creyente que en la Asunción respondió al ángel: “hágase en mí según tu palabra”, y se mantuvo fiel hasta el calvario. San Pablo reconoció a Jesús que se le manifestó en el camino de Damasco y desde entonces emprendió una vida nueva sabiendo en quién había puesto su confianza. El creer involucra pues la inteligencia y la voluntad, la conciencia y el corazón, da un nuevo sentido a la existencia.

Sin embargo, no podemos olvidar que la fe es también un don de Dios. Cuando Pedro confesó la divinidad de Jesús en Cesarea, el Señor le hizo ver que eso no se lo había revelado la carne ni la sangre sino el Padre Celestial. Jesús advertirá que nadie puede venir a Él, es decir, aceptarlo y reconocerlo, si el Padre no lo atrae. Por eso con humildad los discípulos suplican: “Señor, auméntanos la fe”.

Se trata pues de una gracia, de un tesoro que hemos de apreciar y cuidar. Tristemente parecería que hoy muchos no valoran suficientemente la fe. La fe es un don que tenemos que cuidar y proteger ante los peligros que pueda apagarla y las amenazas que pretenden arrebatárnosla. Se requiere también valentía para manifestarnos como creyentes y no traicionar cobardemente nuestra fe. Los mártires son los mejores testigos de la fe.

Conocer los contenidos de nuestra fe nos exige estudio. Aunque la fe supera la capacidad de nuestra sola inteligencia, no contradice la razón. San Agustín dice que, al creer, podía entender mucho mejor y, al entender, afianzaba más su fe. La fe y la razón se complementan para lograr un conocimiento más completo de Dios, de nosotros mismos y del mundo en que vivimos. El Catecismo de la Iglesia Católica es un instrumento muy valioso para iluminar y fortalecer nuestra fe, precioso patrimonio que hemos heredado de nuestros antepasados y hemos de transmitir a las nuevas generaciones.

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Si bien la fe es un acto personal, nos incorpora a la comunidad de la Iglesia cohesionada por este lazo interior y no por motivos de raza o cultura. La fe brota de lo más íntimo del corazón pero se expresa en la vida social y nos identifica ante el mundo. Estamos llamados a proclamarla con palabras y obras; más aún, nuestro deber es compartirla. “La fe se acrecienta dándola” decía el Beato Juan Pablo II. La fe nos lleva a ser apóstoles y testigos.

+Alberto Suárez IndaArzobispo de Morelia

Morelia, Mich. A 26 de Septiembre de 2012

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AÑO DE LA FECarta de los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Morelia

“Señor, creo pero dame tú la fe que me falta” Mc 9, 24

A nuestras comunidades Diocesanas de :Apatzingán, Ciudad Lázaro Cárdenas, Morelia,Tacámbaro y Zamora.

Con alegría les saludamos y oramos para que la paz de Dios reine en sus corazones, familiares y comunidades. Queremos en esta carta comunicarles la Buena Noticia del Año de la Fe, acontecimiento para toda la Iglesia al que nos ha convocado el Papa Benedicto XVI con estas palabras: “He decidido convocar un Año de la Fe. Comenzará el 11 de octubre del 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013”.

¿Por qué este Año de la fe? Porque nuestro mundo vive un profunda crisis de fe que afecta muchas personas que viven sin sentido, sin rumbo y que quieren ser felices sin Dios. Y no podemos dejar que la sal se vuelva insípida y la luz permanezca oculta. ¿Cómo está nuestra fe? ¿Quién es Jesús para nosotros y qué lugar le damos en nuestra vida?

¿Para qué este Año de la fe?: El Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada Conversación al Señor, único

Salvador del mundo. La Renovación de nuestra Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes. Seamos creyentes más creíbles.

Para conocer mejor los conocimientos del don de la fe que profesamos, celebramos, vivimos y rezamos con alegría. El mejor conocimiento de nuestra fe es esencial para nuestro “Sí” de aceptación al Señor. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con y como Él.

Para reavivar la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. La fe sólo crece y se fortalece creyendo, y cuando se comparte.

Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Que vivamos orgullosos de nuestra fe en Jesús, nuestro camino, verdad y vida.

Para que intensifiquemos la celebración de nuestra fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía.

Para intensificar el testimonio de la caridad. ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? La fe lleva el compromiso con el hermano y la sociedad; la fe y el amor se necesitan mutuamente. ¿Dónde se vive la fe? Hay cuatro espacios privilegiados:1).- En el interior, en el corazón de cada persona. Es Jesús que toca, siempre a la puerta de nuestros corazones. En este año abramos las puertas de par en par.

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2).- En nuestras familias cuando al igual que Lázaro, Marta y María tenemos a Jesús como el gran invitado de nuestro hogar.3).- En nuestras Parroquias, lugar en que la Iglesia se hace viva celebrando y compartiendo su fe en la Escucha de la Palabra, la celebración de la Eucaristía y el caminar comunitario.4).- En el amor fraterno y solidario con el hermano más necesitado donde nos encontramos con el rostro de Cristo: Tuve hambre y me dieron de comer…Todos necesitamos avivar y fortalecer nuestra fe: obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos, familiares, servidores públicos, niños, jóvenes, enfermos, sanos, pobres, ricos… Todos necesitamos escuchar con más atención estas palabras de Jesús:Y ustedes ¿Quién dicen que soy yo? ¿Me amas…? ¡Quién quiera seguirme…! El Señor Jesús espera hoy nuestra respuesta.

Como sus Pastores les invitamos a que todos vivamos intensamente este Año de la Fe: No tengamos miedo, abrámosle las puertas a Cristo. Volvamos nuestro corazón y nuestra vida al Señor Jesús, escuchando su Palabra; alimentándonos de su Pan de vida en la Eucaristía, vivamos como familia el Domingo, día del Señor; dialoguemos con Él en la oración y fortalezcamos nuestro amor familiar y nuestra solidaridad de ayuda generosa al hermano necesitado. Que nuestra fe sea testimoniada con una vida nueva y buenas obras.

También les invitamos a que estén atentos a las posibles actitudes de sus parroquias y de la Diócesis para una buena participación, y así juntos vivamos con alegría este Año de la Fe.

Seamos testigos alegres de nuestra fe con esa confianza de que el Señor Jesús siempre está y estará en nuestra barca.

Reconociendo nuestra fragilidad y presentándole al Señor nuestra sed de Él, digámosle: “Señor, yo creo pero dame Tú la fe que me falta”.

Que nuestra Madre del Cielo, la Virgen María, modelo de fe nos ayude a renovar nuestro SI a su Hijo Jesús para felicidad nuestra, y para bendición de nuestras familias y comunidades.

Reciban nuestra oración y nuestra bendición

Sus hermanos Obispos:+Alberto Suárez Inda +José Luis Castro MedellínArzobispo de Morelia Obispo de Tacámbaro

+Javier Navarro Rodríguez + Miguel Patiño Velásquez Obispo de Zamora Obispos de Apatzingán

+Fabio Martínez Castilla +Octavio Villegas AguilarObispo de Ciudad Lázaro Cárdenas Obispo Auxiliar de Morelia

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+Carlos Suárez Cázares +Juan Espinoza JiménezObispo Auxiliar de Morelia Obispo Auxiliar de Morelia

+ Jaime Calderón Calderón Obispo Auxiliar de Zamora

Zamora, Mich., a 5 de Octubre del 2012

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CARTA APOSTÓLICAEN FORMA DE MOTU PROPRIO

PORTA FIDEI

DEL SUMO PONTÍFICEBENEDICTO XVI

CON LA QUE SE CONVOCA AL AÑO DE LA FE

1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.

2. Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía de la santa Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud»[1]. Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado[2]. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.

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3. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.

4. A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II,[3]con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico fruto del Concilio Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985 como instrumento al servicio de la catequesis[4], realizándose mediante la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia católica. Y precisamente he convocado la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012, sobre el tema de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Será una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe. No es la primera vez que la Iglesia está llamada a celebrar un Año de la fe. Mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967, para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en el décimo noveno centenario de su supremo testimonio. Lo concibió como un momento solemne para que en toda la Iglesia se diese «una auténtica y sincera profesión de la misma fe»; además, quiso que ésta fuera confirmada de manera «individual y colectiva, libre y consciente, interior y exterior, humilde y franca»[5]. Pensaba que de esa manera toda la Iglesia podría adquirir una «exacta conciencia de su fe, para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para confesarla»[6]. Las grandes transformaciones que tuvieron lugar en aquel Año, hicieron que la necesidad de dicha celebración fuera todavía más evidente. Ésta concluyó con la Profesión de fe del Pueblo de Dios[7], para testimoniar cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y

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profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado.

5. En ciertos aspectos, mi Venerado Predecesor vio ese Año como una «consecuencia y exigencia postconciliar»[8], consciente de las graves dificultades del tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe verdadera y a su recta interpretación. He pensado que iniciar el Año de la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza»[9]. Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia»[10].

6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium, afirmaba: «Mientras que Cristo, “santo, inocente, sin mancha” (Hb 7, 26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz»[11].

En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así

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también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).

7. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo»[12]. El santo Obispo de Hipona tenía buenos motivos para expresarse de esta manera. Como sabemos, su vida fue una búsqueda continua de la belleza de la fe hasta que su corazón encontró descanso en Dios.[13]Sus numerosos escritos, en los que explica la importancia de creer y la verdad de la fe, permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin igual, consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios a encontrar el sendero justo para acceder a la «puerta de la fe».

Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios.

8. En esta feliz conmemoración, deseo invitar a los hermanos Obispos de todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe. Queremos celebrar este Año de manera digna y fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la

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oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo.

9. Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza»[14]. Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada[15], y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año.

No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban obligados a aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo recuerda con unas palabras de profundo significado, cuando en un sermón sobre la redditiosymboli, la entrega del Credo, dice: «El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón»[16].

10. En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. En efecto, existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol Pablo nos ayuda a entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo.

A este propósito, el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san Lucas que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo»

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(Hch 16, 14). El sentido que encierra la expresión es importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios.

Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso.

La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: «“Creo”: Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. “Creemos”: Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes. “Creo”, es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”»[17].

Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor[18].

Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre»[19]. Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido[20]. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro.

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11. Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. En la Constitución apostólica Fideidepositum, firmada precisamente al cumplirse el trigésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, el beato Juan Pablo II escribía: «Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial»[21].

Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe.

En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana. A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida sacramental, en la que Cristo está presente y actúa, y continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo sobre la vida moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la liturgia y la oración.

12. Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural. Para ello, he invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir este Año de la fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar.

En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas

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racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad[22].

13. A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.

Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.

Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).

Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.

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Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47).

Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.

Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19).

Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban.

También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia.

14. El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18).

La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe

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podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1).

15. Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin.

«Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P 1, 6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1, 24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.

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Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011, séptimo de mi Pontificado.

BENEDICTO XVI

-------------------------------------------------------------------------------- [1] Homilía en la Misa de inicio de Pontificado (24 abril 2005): AAS 97 (2005), 710. [2] Cf. Benedicto XVI, Homilía en la Misa en Terreiro do Paço, Lisboa (11 mayo 2010), en L’Osservatore Romano ed. en Leng. española (16 mayo 2010), pag. 8-9.[3] Cf. Juan Pablo II, Const. ap. Fidei depositum (11 octubre 1992): AAS 86 (1994), 113-118.[4] Cf. Relación final del Sínodo Extraordinario de los Obispos (7 diciembre 1985), II, B, a, 4, en L’Osservatore Romano ed. en Leng. española (22 diciembre 1985), pag. 12.[5] Pablo VI, Exhort. ap. Petrum et PaulumApostolos, en el XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo (22 febrero 1967): AAS 59 (1967), 196. [6] Ibíd., 198. [7] Pablo VI, Solemne profesión de fe, Homilía para la concelebración en el XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo, en la conclusión del “Año de la fe” (30 junio 1968): AAS 60 (1968), 433-445. [8] Id., Audiencia General (14 junio 1967): Insegnamenti V (1967), 801.[9] Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennioineunte (6 enero 2001), 57: AAS 93 (2001), 308.[10] Discurso a la Curia Romana (22 diciembre 2005): AAS 98 (2006), 52.[11] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 8.[12] De utilitatecredendi, 1, 2.[13] Cf. Agustín de Hipona, Confesiones, I, 1.[14] Conc. Ecum. Vat. II, Const. SacrosanctumConcilium, sobre la sagrada liturgia, 10.[15] Cf. Juan Pablo II, Const. ap. Fideidepositum (11 octubre 1992): AAS 86 (1994), 116.[16] Sermo215, 1.[17] Catecismo de la Iglesia Católica, 167.[18] Cf. Conc. Ecum. Vat. I, Const. dogm. Dei Filius, sobre la fe católica, cap. III: DS 3008-3009; Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 5.[19] Discurso en el Collège des Bernardins, París (12 septiembre 2008): AAS 100 (2008), 722.[20] Cf. Agustín de Hipona, Confesiones, XIII, 1.[21] Juan Pablo II, Const. ap. Fideidepositum (11 octubre 1992):AAS 86 (1994), 115 y 117.[22] Cf. Id., Carta enc. Fides et ratio (14 septiembre 1998) 34.106: AAS 91 (1999), 31-32. 86-87.

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CELEBRACIONES

INAUGURACIÓN DEL «AÑO DE LA FE»

MONICIÓNQueridos hermanos, con esta celebración abrimos el “Año de la Fe”, Fe que en este tiempo será como nos pide el Papa, reanimada, purificada, confirmada y confesada. Qué hermoso que vivamos este Año como una auténtica invitación a renovar nuestro bautismo. Queremos celebrar este Año de manera digna y fecunda. En él intensificaremos la reflexión sobre la fe para que, descubriendo sus contenidos, celebremos al autor de ella, Jesucristo, el Señor, y el conocimiento de la fe nos introduzca en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios.

Se dice Gloria

ORACIÓN COLECTADios todopoderoso y eterno,que en Cristo revelaste tu gloria a todas las naciones,continúa tu acción misericordiosay haz que tu Iglesia, extendida por toda la tierra,persevere firme en la fe proclamando tu nombre.Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURACrean en el Señor y ámenlo

Del libro del Eclesiástico 2, 7-13

Los que temen al Señor, esperen en su misericordia; no se alejen de él y no caerán. Los que temen al Señor, confíen en él, porque no los dejará sin recompensa. Los que temen al Señor, esperen sus beneficios, su misericordia y la felicidad eterna. Los que temen al Señor, ámenlo, y se iluminará su corazón.Miren a sus antepasados y comprenderán. ¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado? ¿Quién perseveró en su santo temor y fue abandonado? ¿Quién lo invocó y fue desatendido? El Señor es clemente y misericordioso, perdona los pecados y salva en el tiempo de la tribulación, y es protector de todos los que lo buscan con sinceridad.Palabra de Dios

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SALMO RESPONSORIALR.Bendigamos al Señor a todas horasBendeciré al Señor a todas horas,no cesará mi boca de alabarlo.Yo me siento orgulloso del Señor;que se alegre su pueblo al escucharlo. R.

Proclamemos qué grande es el Señory alabemos su nombre.Cuando acudí al Señor, me hizo casoy me libró de todos mis temores. R.

Vuélvanse a él y quedarán radiantes, jamás se sentirán decepcionados.El Señor siempre escucha al afligido,de su tribulación lo pone a salvo. R.

SEGUNDA LECTURAHan sido marcados con el Espíritu Santo prometido

De la carta del apóstol san Pablo a los efesios 1, 3. 4. 13-19

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha elegido en Cristo, antes de crear el mundo. En él, también ustedes, después de escuchar la palabra de la verdad, el Evangelio de su salvación, y después de creer, han sido marcados con el Espíritu Santo prometido. Este Espíritu es la garantía de nuestra herencia, mientras llega la liberación del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria.Me he enterado de su fe en el Señor Jesús y del amor que demuestran a todos los hermanos, por lo cual no dejo de dar gracias por ustedes, ni de recordarlos en mis oraciones, y le pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, que les conceda espíritu de sabiduría y de reflexión para conocerlo. Le pido que les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los que confiamos en él.Palabra de Dios

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

R. Aleluya, Aleluya.Muéstrate bondadoso con nosotros, Señor,puesto que en ti hemos confiado

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EVANGELIO¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!

Del santo Evangelio según san Marcos 10, 46-52

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n aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” Jesús se detuvo entonces y dijo: “Llámenlo”. Y llamaron al ciego, diciéndole: “¡Ánimo! Levántate, porque él te llama”. El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete; tu fe te ha salvado”. Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.Palabra del Señor

PROFESIÓN DE FEMoniciónAl iniciar este año especial, vamos a profesar la fe de la Iglesia, que se compendia en el Símbolo, y que a lo largo del año nos ayudará a acrecentar nuestra adhesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y en la Santa Iglesia Católica.

ORACIÓN UNIVERSALCon profundo agradecimiento a Dios nuestro Padre, que nos concede iniciar este Año de la Fe, presentemos confiadamente nuestras peticiones.

Escúchanos, Padre, y aumenta nuestra fe.

1. Por la Iglesia de Cristo, convocada para vivir un año especial dedicado a la fe, para que este período de intensa reflexión y celebración de la fe, la haga más fiel en el seguimiento de su Señor. Oremos.

2. Por nuestra Iglesia diocesana, que inicia este Año de fe, para que todas las actividades propuestas nos fortalezcan en ella, ayudándonos a redescubrir los contenidos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica. Oremos.

3. Por las comunidades y movimientos de Iglesia, para que su espiritualidad se acreciente en este Año de la fe y trabajen en la formación integral de todos sus miembros. Oremos.

4. Por la sociedad civil, para que la vivencia de la fe ayude a los conciudadanos a formar una sociedad más humana y fraterna. Oremos.

5. Por todos los obispos que participan en el Sínodo que se celebra en Roma, para que la Nueva Evangelización sea una realidad presente en el mundo, que tanto necesita la vida del Evangelio. Oremos.

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6. Por los Padres conciliares del Vaticano II ya difuntos, para que Dios los colme de la felicidad perpetua como coronamiento de todos los trabajos realizados en el Concilio. Oremos.

Escucha, Padre, nuestras súplicas, y concede a tu Iglesia que en este Año de la Fe encuentre los caminos de la renovación impulsada por el Concilio Vaticano II. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDASDios nuestro, que con un mismo sacrificiopurificaste en la cruz a tu Iglesiay ahora la santificas sin cesar,haz que, unida a Cristo, su cabeza, se ofrezca a ti juntamente con ély sea siempre dócil instrumento de tu voluntad.Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓNMira, Señor, con bondad a tu Iglesia,que has alimentado con este sacramentoy guíala con tu mano poderosa,para que crezca en perfecta libertady conserve la pureza de la fe.Por Jesucristo, nuestro Señor.

BENDICIÓN SOLEMNE

El Dios de toda gracia, que los ha llamado en Cristo a su eterna gloria,los afiance y los conserve fuertes y constantes en la fe.R. Amén.Y la bendición de Dios todopoderoso,Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.R. Amén.

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INAUGURACIÓN DEL «AÑO DE LA FE» EN LAS PARROQUIAS14 de Octubre de 2012

Se sigue el esquema propio del domingo XXVIII del tiempo ordinario; sin embargo, pueden tomarse las moniciones y la oración universal propia de la apertura.

FIESTA DE SAN BERNABÉ DE JESÚS MENDEZ MONTOYA

MONICIÓNHermanos, estamos reunidos para hacer memoria del Misterio Pascual de Cristo, al cual estuvo asociado en singular manera, San Bernabé de Jesús Méndez Montoya, primer santo y patrono de nuestra Arquidiócesis, que derramó su sangre, para dar testimonio de su fe y de su gran amor a Jesucristo. Encomendamos hoy a su intercesión a toda nuestra Iglesia particular de Morelia. Dispongámonos a participar activamente.

Se dice Gloria

ORACIÓN COLECTADios todopoderoso y eterno,que concediste a Bernabé de Jesús Méndez Montoya, el don de la fortaleza para ser fiel servidorde Cristo Rey hasta el martirio,concédenos, por su intercesión,que perseverando en la confesión de la fe verdaderaobedezcamos siempre con amorlos mandamientos de tu Hijo Jesucristo,que vive y reina contigoen la unidad del Espíritu Santo y es Diospor los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURALos aceptó como un holocausto agradable

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Del libro de la sabiduría 3, 1-9

Las almas de los justos están en las manos de Dios y no los alcanzará ningún tormento. Los insensatos pensaban que los justos habían muerto, que su salida de este mundo era una desgracia y su salida de entre nosotros, una completa destrucción. Pero los justos están en paz.La gente pensaba que sus sufrimientos eran un castigo, pero ellos esperaban confiadamente la inmortalidad. Después de breves sufrimientos recibirán una abundante recompensa, pues Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí. Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto agradable.En el día del juicio brillarán los justos como chispas que se propagan en un cañaveral. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor reinará eternamente sobre ellos.Los que confían en el Señor comprenderán la verdad y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado, porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos.Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

R.Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu

Sé tú mi fortaleza y mi refugio, mi muro de resguardo.Pues eres mi refugio y fortaleza,por tu nombre, Señor, guía mis pasos. R.

En tus manos encomiendo mi espírituy tu lealtad me librará, Dios mío.Tu amor, Señor, me llenará de gozocuando te hayas de mí compadecido. R.

Líbrame del poder de mi enemigoque viene tras mis pasos.Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervoy por tu amor tan grande, ponme a salvo. R.

SEGUNDA LECTURANuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo

De la carta del apóstol san Juan 5, 1-5

Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios. Todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de éste. Conocemos que amamos a los hijos de Dios, en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo. Porque, ¿quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios.

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Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

R. Aleluya, Aleluya.Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza.A ti, Señor, el ejército glorioso de los mártires te aclama.

EVANGELIOSi el grano de trigo muere, producirá mucho fruto

Del santo Evangelio según san Juan 12, 24-26

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n aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre”.Palabra del Señor

PROFESIÓN DE FEMoniciónEste año especial, vamos a profesar la fe de la Iglesia, de la cual San Bernabé de Jesús dio testimonio con su propia vida y que se compendia en el Símbolo, y que a lo largo del año nos ha estado ayudando a acrecentar nuestra fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y en la Santa Iglesia Católica.

ORACIÓN UNIVERSALInvoquemos, hermanos, a Dios todopoderoso que ha hecho a San Bernabé de Jesús testigo de su reino y le ha concedido la palma del martirio:

R. Escúchanos Padre y aumenta nuestra fe

1. Para que el Señor conceda a los pastores de la Iglesia fidelidad a la oración y al ministerio de la Palabra y otorgue a todos los fieles dar siempre testimonio de Cristo con firmeza y valentía. Oremos.

2. Por los que persiguen a la Iglesia: para que la sangre de los mártires les obtenga la conversión y puedan compartir con los santos la alegría del reino de Dios. Oremos.

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3. Por todos los que sufren en su cuerpo o en su espíritu para que el Señor los asocie en sus sufrimientos a su pasión redentora. Oremos.

4. Para que el Rey del cielo infunda en nosotros aquella misma fortaleza que otorgó a San Bernabé de Jesús para dar testimonio de su fe, el primer santo y patrono de nuestra arquidiócesis. Oremos.

Señor Dios, refugio y fortaleza de los mártires, escucha las oraciones de tu Iglesia y concédenos generosamente lo que con fe te hemos pedido.Por Jesucristo, nuestro Señor.ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDASQue te sea grato, Señor,este sacrificio de expiación y de alabanza,que te ofrecemos en honor de tu santo mártir San Bernabé de Jesúspara que nos obtenga tu perdón y transforme nuestra vida en una continua acción de gracias.Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓNYa que en la fiesta de tu santo mártir San Bernabé de Jesús,nos has alimentado con un mismo pan,concédenos, Señor, permanecer unidos en tu amory emprender así una vida nueva.Por Jesucristo, nuestro Señor.

BENDICIÓN SOLEMNE

Que Dios todopoderosolos bendiga con su misericordiay les conceda la sabiduría que salva.R. Amén.Que aumente en ustedes la fey los haga perseverar en las buenas obrasR. Amén.Que comprendiendo lo que es bueno y recto, avancen siempre por el camino de los mandamientosy lleguen a ser coherederos de los santos.R. Amén.Y la bendición de Dios todopoderoso,Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.R. Amén.

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CLAUSURA DEL AÑO DE LA FE

MONICIÓNQueridos hermanos, hoy solemnidad de Jesucristo Rey del universo, cerramos el «Año de la Fe», Fe que en este tiempo hemos profesado, celebrado, vivido y orado. Demos gracias a Dios que nos ha permitido vivir este año de gracia y pidámosle que con nuestra vida diaria la manifestemos plenamente.

Se dice Gloria

ORACIÓN COLECTADios todopoderoso y eterno,que quisiste fundar todas las cosasen tu Hijo muy amado, Rey del universo,haz que toda creatura, liberada de la esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente.Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURAUngieron a David como rey de Israel

Del segundo libro de Samuel 5, 1-3

En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David, de la tribu de Judá, y le dijeron: “Somos de tu misma sangre. Ya desde antes, aunque Saúl reinaba sobre nosotros, tú eras el que conducía a Israel, pues ya el Señor te había dicho: ‘Tú serás el pastor de Israel, mi pueblo; tú serás su guía’”Así pues, los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver a David, rey de Judá. David hizo con ellos un pacto sagrado y ellos lo ungieron como rey de todas las tribus de Israel.Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL

R.Vayamos con alegría al encuentro del Señor¡Qué alegría sentí cuando me dijeron:“Vayamos a la casa del Señor”!Y hoy estamos aquí, Jerusalén,jubilosos, delante de tus puertas. R.

A ti, Jerusalén, suben las tribus,las tribus del Señor,según lo que a Israel se le ha ordenado,

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para alabar el nombre del Señor. R.

Por el amor que tengo a mis hermanos,voy a decir: “La paz sea contigo”.Y por la casa del Señor, mi Dios,pediré para ti todos los bienes. R.

SEGUNDA LECTURADios nos ha trasladado al Reino de su Hijo amado

De la carta del apóstol san Pablo a los colosenses1, 12-20

Hermanos: demos gracias a Dios Padre, el cual nos ha hecho capaces de participar en la herencia de su pueblo santo, en el reino de la luz.Él nos ha liberado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino de su Hijo amado, por cuya sangre recibimos la redención, esto es, el perdón de los pecados.Cristo es la imagen de Dios invisible, el primogénito de toda la creación, porque en él tienen su fundamento todas las cosas creadas, del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, sin excluir a los tronos y dominaciones, a los principados y potestades. Todo fue creado por él y para él.Él existe antes que todas las cosas, y todas tienen su consistencia en él. Él es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que sea el primero en todo.Porque Dios quiso que en Cristo habitará toda plenitud y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas, del cielo y de la tierra, y darles la paz por medio de su sangre, derramada en la cruz.Palabra de Dios

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

R. Aleluya, Aleluya.¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David!

EVANGELIOSeñor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí

Del santo Evangelio según san Lucas 23, 35-43C

uando Jesús estaba ya crucificado, las autoridades le hacían muecas, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”.

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También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: “Este es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro le reclamaba, indignado: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho”. Y le decía a Jesús: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Jesús le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.Palabra del Señor

PROFESIÓN DE FE

ORACIÓN UNIVERSALDirijamos, llenos de confianza, nuestras súplicas a Cristo, supremo Señor de la vida y de la muerte y rey de todas las creaturas del cielo y de la tierra

R. Escúchanos Señor y aumenta nuestra fe

1. Por la santa Iglesia, extendida de oriente a occidente, para que el Señor la mantenga firme y confiada en medio de las contrariedades y tentaciones del mundo. Oremos.

2. Por los que tienen autoridad en el mundo, para que bajo su gobierno podamos vivir en paz y concordia glorificando a Cristo, nuestra esperanza. Oremos.

3. Por los que nos desprecian a causa de nuestra fe y por los que persiguen a la Iglesia, para que el Señor les conceda encontrar la verdad. Oremos.

4. Por los que estamos aquí para celebrar la solemnidad de Cristo, Señor supremo del universo, para que Dios nos conceda perseverar en la fe y nos reúna un día a todos en su reino. Oremos.

Señor Dios, refugio y fortaleza nuestra, escucha las oraciones de tu Iglesia y concédenos generosamente lo que con fe te hemos pedido.Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDASAl ofrecerte el sacrificiode la reconciliación humana,te rogamos, Señor, que Jesucristo, tu Hijo,conceda a todos los puebloslos bienes de la unidad y de la paz.Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓNAlimentados con el pan que da la vida eterna,

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te pedimos, Señor,que quienes nos gloriamos en obedecer aquílos mandatos de Cristo,Rey del universo,podamos vivir con él eternamente en el cielo.Por Jesucristo, nuestro Señor.

BENDICIÓN SOLEMNE

Que el Señor los bendiga y los guardeR. Amén.Que haga resplandecer su rostro sobre ustedes y les muestre su misericordiaR. Amén.Que vuelva su mirada hacia ustedesy les conceda su pazR. Amén.Y la bendición de Dios todopoderoso,Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.R. Amén.

COMISIÓN DE LITURGIA ARQUIDIÓCESIS DE MORELIA

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TALLER SOBRE LA FIESTA PATRONAL COMO UN ACONTECIMIENTO DE FE

I. ALGUNOS CONCEPTOS ACERCA DE LA FIESTA PATRONAL

Fiesta: Es un acontecimiento social que de alguna manera integra toda una serie de hechos (tradición-actualidad; antepasados-contemporáneos; origen-destino del pueblo; muerte-vida; nativos-fuereños; ser-deber-ser), que periódicamente convierte al pueblo entero de un gran canal de vida.

Fiestas religiosas: Son aquellos días y actos que prescritos por la Iglesia oficial, han sido transformados por el pueblo en acontecimientos centrales de su vida y que son celebrados por éste en forma propia. En ellos se conjugan dos tradiciones: la de los antepasados indígenas, en donde es el caso, y la de la fe católica.

Fiesta religiosa pública: Es un acontecimiento sagrado vivido por la comunidad, como un momento de vida intensa, en completa ruptura con la vida ordinaria en que se cumple la costumbre y la tradición. Sus características son las siguientes:

a. Ruptura del tiempo profano por el tiempo sagrado.b. Ruptura con “la muerte”: el pueblo “muerto” (inmóvil, aplastado), revive en la fiesta.c. Ruptura con el espacio: grupos por lo común separados se comunican y colaboran en un mismo fervor.d. Ruptura con el orden establecido: la fiesta manifiesta, aunque sea momentáneamente, un profundo anhelo de vida en abundancia para todos.e. Ruptura con el clero: aunque no siempre se da esta ruptura, no es raro constatarla en algunos ambientes.

Fiesta patronal: Es el culmen del proceso festivo del pueblo, en el que todo lo anterior se manifiesta en plenitud.1 Esta fiesta gira en torno al Santo Patrono que en algunos casos es Dios Trinidad o en cualquiera de sus Divinas Personas, la Santísima Virgen o algún santo o santa. Estas fiestas están fuertemente arraigadas en las comunidades de nuestra Arquidiócesis.

1 Cfr. P. Benjamín BRAVO, “Fiesta” en Diccionario de Religiosidad popular, México, 1992, 52-53.

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II. ASPECTOS A CONSIDERAR Y PISTAS PASTORALES

Toda fiesta patronal requiere ser analizada detalladamente para descubrir su potencial evangelizador. Hay que investigar sus orígenes, su trayectoria histórica, sus elementos principales, sus fortalezas y sus debilidades, etc.

La fiesta patronal no la debemos ver como un elemento extraño al trabajo evangelizador que estamos realizando a partir de nuestro Plan Diocesano de Pastoral, es una experiencia que lo puede impulsar y que le puede abrir nuevos horizontes para su realización.

La fe expresada en las fiestas patronales debe manifestar siempre su carácter cristocéntrico-trinitario. Los santos hay que mostrarlos como ejemplos de un verdadero seguimiento de Jesucristo y la Virgen María como su perfecta discípula.

Para esto hay que dar especial realce a la Eucaristía, centro y culmen de la vida cristiana, además de lograr una integración correcta entre la religiosidad popular y la liturgia.

1. En la preparación de la fiesta patronal:Novenarios o triduos:

+ Hacer énfasis de la vivencia de la fe del santo patrono. Resaltar los favores realizados por su intercesión y sus atribuciones particulares.

+ Teniendo como base el esquema del Catecismo de la Iglesia católica hacer un programa para desarrollarlo de manera sintética en las homilías durante el novenario. Puede ser un itinerario de cinco años.

+ Como parte del novenario se puede promover la celebración de la Liturgia de las Horas.+ Sería muy bueno si existe ya una “Novena del santo patrono” revisarla para reformularla si

fuera necesario desde un enfoque y contenido bíblico.

El sacramento de la reconciliación es una buena oportunidad para fortalecer la fe. Dar la oportunidad a las personas de poderlo celebrar. Es conveniente hacer énfasis en la dimensión eclesial y comunitaria del sacramento de la reconciliación.

En este rubro de la reconciliación se pueden organizar celebraciones por la reconciliación y la paz y utilizar las plegarias Eucarísticas de la reconciliación en las celebraciones eucarísticas. La fiesta es una buena oportunidad para vivir la reconciliación comunitaria.

Misiones popularesLas fiestas patronales son una buena ocasión para que se puedan organizar unas misiones

populares en la comunidad.

Los Consejos de Pastoral Parroquial y loscomités organizadores

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Durante alguna o algunas reuniones de trabajo tomar un tiempo para reflexionar en la trascendencia que tiene la fiesta patronal para la fe de la comunidad. Que todo lo que hagan tenga un sentido trascendente.Estampa con la imagen del santo patrono con el credo al reverso.

El credo se podría recitar todos los días del novenario con el fin de fortalecer la expresión de la fe y promover su memorización para proclamarlo en todas las celebraciones en las que esté indicado.

Se puede aprovechar la simbología de la imagen del santo patrono para hacer una lectura desde la fe de algunos de los elementos que la componen.

2. Durante la fiesta patronal:Preparar bien la liturgia, sobre todo Eucarística. Las moniciones podrían resaltar la vivencia de la fe del santo patrono.

En la celebración Eucarística se puede implementar el rito de aspersión con agua bendita y hacer la renovación de las promesas bautismales para dar énfasis al sacramento del bautismo en donde recibimos la virtud de la fe.

Si se va a contar con la presencia de uno de los señores obispos, se puede recalcar que su persona es garantía de la comunión con la fe de la Iglesia universal, pues es un sucesor de los Apóstoles.

Hacer la procesión con el Santísimo Sacramento puede ser una buena oportunidad para renovar la fe eucarística.

Celebración de sacramentos: bautismo, confirmación y Primera Comunión.Conviene que la preparación para estos sacramentos sea de acuerdo a los “Criterios pastorales sobre algunos aspectos de la Iniciación Cristiana” (2009). Para una mejor vivencia de estos sacramentos es conveniente que no se realicen en la Misa principal.

En donde sea posible tratar de implementar unas catequesis mistagógicas después de las fiestas patronales que ayuden a leer desde la fe lo vivido y a proyectar su mejor vivencia en el año siguiente.

Se pueden integrar algunas frases sobre la fe como parte de la decoración del templo.

RECOMENDACIÓN: Leer el “Directorio sobre la piedad popular y la liturgia” de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos, 2001.

En este Directorio vamos a encontrar muchos elementos que nos serán de mucha utilidad para lograr una armonía entre la piedad popular y la liturgia, que nos lleve a que nuestras fiestas patronales sean cada vez más una experiencia que consolide y reavive nuestra fe cristiana.

Acaba de salir un libro sobre las fiestas patronales: Fidencio López Plaza y J. Guadalupe Martínez Osornio, La fiesta patronal en la parroquia, México, Buena Prensa.

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CALENDARIO DE ACTIVIDADES

I.- ETAPA DE SENSIBILIZACIÓN:

Nivel Parroquia:Actividad Responsable TiempoPóster P. Gustavo Correa Septiembre-Octubre

Nivel DiócesisSpots P. Martín Cruz 1-15 Octubre 2012

Nivel ProvinciaCarta de los obispos Obispos de la Provincia Septiembre 2012

II.- APERTURA DEL AÑO DE LA FE:Nivel Parroquia:

Eucaristía Párroco 14 de Octubre 2012

Nivel Zona:Eucaristía (Asamblea de zona)

Vicario Episcopal Octubre 2012

Nivel DiócesisEucaristía (Basílica de Guadalupe)

Mons. ChristophePierre 11 Octubre 2012

Eucaristía (Catedral) Señor Arzobispo 11 Octubre 2012

III.- DESARROLLO DEL AÑO DE LA FE:ASPECTODOCTRINAL

Nivel Parroquia:Estudio de la Porta Fidei con los grupos apostólicos

Párroco Octubre - Noviembre 2012

Formación cristiana Párroco Octubre 2012-Noviembre 2013

Taller de la Lumen Gentium SEDEC Mayo-Septiembre 2013

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Estudio del Youcat con adolescentes y jóvenes

SEDIPAJ Noviembre 2012-Noveimbre 2013

Nivel Zona:Concurso de canción sobre la fe

Pastoral Juvenil de zona Abril-Junio 2013

Simposio “Educar para una nueva sociedad”

SEDEAM y SECAM Enero- Marzo 2013

Asamblea de zona III P. Abel Mora 8 Octubre 2012 Asamblea de zona VII P. Martín Bernal 12 Octubre 2012Asamblea de zona IV P. Lucio Ramos 16 Octubre 2012Asamblea de zona I P. Guillermo Reyes 18 Octubre 2012Asamblea de zona II P. Gil Arturo Camacho 19 Octubre 2012Asamblea de zona V P. Leopoldo Maldonado 26 Octubre 2012Asamblea de zona VI P. Ulises Vega 30 Octubre 2012

Nivel Diócesis:Catequesis cuaresmales sobre la fe

SEDEC Febrero-Marzo 2013

Revisión del catecismo de la Diócesis

SEDEC Enero – Junio 2013

VIII Encuentro de catequistas

SEDEC 25 Agosto 2013

Sección quincenal en el periódico “Comunidad Cristiana”

Mons. Carlos Suárez Octubre 2012- Noviembre 2013

XXV Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Carlos Suárez Cázares

Arquidiócesis de Morelia 25 Julio 2013

Nivel Provincia:Reunión con Vicarios foráneos

Vicarios de Pastoral Septiembre 2013

Encuentro de sacerdotes 15 a 25 años de ordenados: “Sacerdote, testigo y maestro de la fe”

Responsables de la formación permanente

Noviembre 2013

ASPECTO LITÚRGICO-ESPIRITUALNivel Parroquia:

“Sugerencias pastorales para la fiesta patronal como celebración de fe”

Párroco Octubre 2012- Noviembre 2013

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Fortalecer la devoción eucarística (jubileo 40 horas, jueves sacerdotal)

Párroco Octubre 2012- Noviembre 2013

Nivel Diócesis:Celebrar la fiesta de San Bernabé de Jesús Méndez Montoya

Párroco Mayo 2013

Las comunidades contemplativas se unan en oración en el año de la fe

Pbro. Adolfo Nava Octubre 2012- Noviembre 2013

ASPECTO SOCIALNivel Parroquia:

Visitar a los enfermos Párroco Octubre 2012- Noviembre 2013

Visitar a los encarcelados Párroco Octubre 2012- Noviembre 2013

Darle sentido cristiano a las actividades sociales

Párroco Octubre 2012- Noviembre 2013

Nivel Zona:Consolidar la atención pastoral en las cárceles

Pbro. Gustavo Martínez Octubre 2012- Noviembre 2013

Nivel Diócesis:Impulsar las actividades de “Cáritas”

Párroco Octubre 2012- Noviembre 2013

Nivel Provincia:Celebración del CL aniversario de la creación del Arzobispado de Morelia

Arzobispado de Morelia Enero 2013

Conferencia sobre Mons. Clemente de Jesús Munguía, I Arzobispo de Morelia

Arzobispo de Morelia Enero 2013

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IV.- CLAUSURA DEL AÑO DE LA FE:

Nivel Parroquia:Eucaristía Párroco 24 Noviembre 2013

Nivel DiócesisEncuentro juvenil SEDIPAJ 24 Noviembre 2013

ÍNDICE

Presentación 1

Mensaje del Señor Arzobispo 3

Carta de los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Morelia 5

Porta Fidei 7

Celebraciones 18

*Inauguración 18*San Bernabé de Jesús 22*Clausura 26

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Taller para la fiesta patronal 30

Calendario de actividades 33

Índice 36

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