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DOMINGO EL Año XV – N° 28 – 07 de Junio del 2015 día del Señor «En la Eucaristía, Cristo nos recibe a cada uno de nosotros». (San Juan Pablo II) Yo te recibo, Señor, en la Euca- ristía, recibo tu cuerpo, tus senti- mientos, tus pensamientos, tu ser, tu divinidad. Momento personal MEDIADOR DE UNA NUEVA ALIANZA El relato solemne del libro del Éxodo, de la primera lectura, da cuenta de la disposición del pueblo de Israel a vivir de acuerdo a la voluntad de Dios. «Haremos todo lo que dice el Señor» responde el pueblo cuando Moisés da a conocer los mandamientos del Señor. Y luego de la lectura del documento de la Alianza, el pueblo respondió: «Obedece- remos y haremos todo lo que mande el Señor». La disposi- ción positiva del pueblo de Is- rael para vivir de acuerdo a la voluntad divina se convierte en un reclamo para quienes parti- cipamos cotidianamente de la renovación del sacrificio de la Nueva Alianza, de la Eucaristía. La segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos, reco- noce a Cristo como «mediador de una alianza nueva», la alian- za sellada con su Sangre, que purifica la conciencia y condu- ce al culto del Dios vivo. Quienes reconocemos a Jesucristo como mediador de la alianza nueva y renovamos cotidianamente dicha alianza al par- ticipar de la Santa Eucaristía, hemos de avivar con mayor razón nuestro espíritu y estar dispuestos a cumplir los mandamientos del Señor, que se sin- tetizan en el amor a Dios y el amor al prójimo. La Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, que hoy celebramos es una invitación a agradecer, contemplar y alabar a Dios que tanto nos ama que nos dona en la Eucaristía la presen- cia viva y real de Jesucristo. Pero esa contempla- ción ha de llevar a la acción; la acción de gracias y la alabanza se han de expresar en actitudes vitales. Reconocer agradecidos el don de la Euca- ristía ha de conducirnos a imitar la actitud de Jesús: entrega al Padre por los hermanos. Para adorar a Jesús en la Eucaristía es preciso asumir el compro- miso de vivir en el mismo espí- ritu de donación y entrega, de obediencia a la voluntad del Padre que el mismo Señor vivió y actualiza en el Sacramento. Nutrirse de la Eucaristía ha de llevar a vivir en el mismo espí- ritu de fidelidad al plan de Dios que Jesús vivió. Reconocer y adorar a Jesús Eucaristía es sentirnos acompañados en el esfuerzo de realizar cotidianamente la voluntad de Dios. Adoremos el Sacramento obedeciendo los mandamientos. Y obedezcamos a Dios adorando a Jesucristo en el Sacramento. Pbro. Pedro Hidalgo Díaz «La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia». (San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, N° 1) SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO Ciclo B

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DOMINGOEL

Año XV – N° 28 – 07 de Junio del 2015

día del Señor

«En la Eucaristía, Cristo nos recibe a cada uno de nosotros».

(San Juan Pablo II)

Yo te recibo, Señor, en la Euca-ristía, recibo tu cuerpo, tus senti-mientos, tus pensamientos, tu ser, tu divinidad.

Momento personal

MEDIADOR DE UNA NUEVA ALIANZAEl relato solemne del libro del Éxodo, de la primera lectura, da cuenta de la disposición del pueblo de Israel a vivir de acuerdo a la voluntad de Dios. «Haremos todo lo que dice el Señor» responde el pueblo cuando Moisés da a conocer los mandamientos del Señor. Y luego de la lectura del documento de la Alianza, el pueblo respondió: «Obedece-remos y haremos todo lo que mande el Señor». La disposi-ción positiva del pueblo de Is-rael para vivir de acuerdo a la voluntad divina se convierte en un reclamo para quienes parti-cipamos cotidianamente de la renovación del sacrificio de la Nueva Alianza, de la Eucaristía.

La segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos, reco-noce a Cristo como «mediador de una alianza nueva», la alian-za sellada con su Sangre, que purifica la conciencia y condu-ce al culto del Dios vivo. Quienes reconocemos a Jesucristo como mediador de la alianza nueva y renovamos cotidianamente dicha alianza al par-ticipar de la Santa Eucaristía, hemos de avivar con mayor razón nuestro espíritu y estar dispuestos a cumplir los mandamientos del Señor, que se sin-tetizan en el amor a Dios y el amor al prójimo.

La Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, que hoy celebramos es una invitación a agradecer, contemplar y alabar a Dios que tanto nos ama que nos dona en la Eucaristía la presen-cia viva y real de Jesucristo. Pero esa contempla-ción ha de llevar a la acción; la acción de gracias y

la alabanza se han de expresar en actitudes vitales. Reconocer agradecidos el don de la Euca-ristía ha de conducirnos a imitar la actitud de Jesús: entrega al Padre por los hermanos. Para adorar a Jesús en la Eucaristía es preciso asumir el compro-miso de vivir en el mismo espí-ritu de donación y entrega, de obediencia a la voluntad del Padre que el mismo Señor vivió y actualiza en el Sacramento. Nutrirse de la Eucaristía ha de llevar a vivir en el mismo espí-ritu de fidelidad al plan de Dios que Jesús vivió. Reconocer y adorar a Jesús Eucaristía es

sentirnos acompañados en el esfuerzo de realizar cotidianamente la voluntad de Dios. Adoremos el Sacramento obedeciendo los mandamientos. Y obedezcamos a Dios adorando a Jesucristo en el Sacramento.

Pbro. Pedro Hidalgo Díaz

«La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia».

(San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, N° 1)

SOLEMNIDAD DELSANTÍSIMO CUERPO

Y SANGRE DE CRISTO Ciclo B

y haremos todo lo que mande el Señor». Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: «Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con ustedes, según las disposiciones da-das». Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal (115)R. Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.– ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. / R.– Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas. / R.– Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invo-cando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. / R.

2ª Lectura La carta a los Hebreos proclama que la Sangre de Cristo, nuestro Sacerdote es quien purifica, salva y nos dispone a realizar el verdadero culto agradable a Dios en medio de nuestro mundo.

Lectura de la carta a los Hebreos 9,11-15

Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definiti-vos. Su santuario es más grande y más

perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolvién-doles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Por esa razón, Cristo es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la herencia eterna que ha sido prometida. Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio Jn 6, 51R. Aleluya, aleluya. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo —dice el Señor—; el que coma de este pan vivirá para siempre. R. Aleluya.

Antífona de entrada Sal (80),17El Señor los alimentó con flor de harina y los sació con miel silvestre.

Acto penitencialS. Tú que nos has dejado el memorial de tu cuerpo entregado y tu sangre derramada para el perdón de los pecados: Señor, ten piedad.R. Señor, ten piedad. S. Tú que, ungido por el Espíritu, llevaste sobre ti el pecado de todos; Cristo, ten piedad.R. Cristo, ten piedad.S. Tú, el Hijo amado del Padre, que quitas el pecado del mundo; Señor, ten piedad.R. Señor, ten piedad. GloriaOración colectaSeñor nuestro, Jesúcristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas.

1ª LecturaEl libro del Éxodo nos transmite una celebración-me-morial, en la que se renueva la alianza con Dios y se ofrece un sacrificio en el cual la sangre es el signo con él cual, el pueblo se compromete con Dios a serle fiel.

Lectura del libro del Éxodo24,3-8

En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandamientos; y

el pueblo contestó a una voz: «Haremos todo lo que dice el Señor». Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó tem-prano y edificó un altar en la falda del monte, y doce piedras conmemorativas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el do-cumento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: «Obedeceremos

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo - Ciclo B - Color: Blanco

Hermanos y hermanas: Hoy, solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo somos invitados a agradecer, contemplar y alabar a Dios que tanto nos ama que nos dona en la Eucaristía la presencia viva y real de Jesucristo. Pero esa contemplación ha de llevar a la acción de gracias y la alabanza que se han de expresar en actitudes vitales. Reconocer agradecidos el don de la Eucaristía ha de conducirnos a imitar la actitud de Jesús: entrega al Padre por los hermanos.

II. LITURGIA DE LA PALABRA

I. RITO DE ENTRADA

- Por el Santo Padre, los Obispos y Presbíteros; para que presidan la Celebración Eucarística viviéndola plenamente identificados con el Señor, que el pueblo vea en ellos la imagen viva de Cristo. Roguemos al Señor. / R.- Para que pronto llegue el día en que todos los cristianos celebremos la Eucaristía en la unidad de una sola Iglesia, y todos los hombres ofrez-can el único sacrificio que nos salva. Roguemos al Señor. / R.- Para que, los fieles que se encuentran a las puertas de la muerte dejen este mundo llenos de paz y, fortalecidos con el Cuerpo de Cristo, lleguen al reino de la felicidad y de la vida. Roguemos al Señor. / R.- Para que el Señor aumente nuestra fe y acreciente nuestro amor, a fin de que adoremos, en espíritu y en verdad a Cristo, presente en el sacramento de la Eucaristía. Roguemos al Señor. / R.(Pueden añadirse peticiones partículares)

S. Contempla, Padre Santo, a tu pueblo, reunido para ofrecerte el sacrificio de la nueva alianza. Purifica nuestros corazones para que, invitados a la mesa del Cordero, pregustemos en ella las delicias de la Pascua eterna, que nos tienes pre-parada en la Jerusalén del Cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración sobre las ofrendasConcede, Señor, a tu Iglesia el don de la paz y unidad, significado en las ofrendas sacra-mentales que te presentamos. Por Jesucristo nuestro Señor.Antífona de comunión Jn 6,57El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él -— dice el Señor.

Oración después de la comuniónLa comunión de tu Cuerpo y Sangre, Señor, signo del banquete del reino, que hemos gus-tado en nuestra vida mortal, nos llene del gozo eterno de tu divinidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

EvangelioMarcos, en su evangelio, nos narra el acontecimiento de la Última Cena, profecía y cumplimiento, en la cual se ofrece con su Cuerpo y Sangre, para la salvación del mundo, siendo propuesta a ser realizada por nosotros en nuestro diario vivir.

Lectura del santo evangelio según san Marcos14,12-16.22-26

R. Gloria a ti, Señor. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dón-

de quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad, encontrarán un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y, en la casa en que entre, díganle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Él les mostrará en el piso de arriba una sala grande y bien alfombrada. Prepárennos allí la cena». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la ben-dición, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomen, esto es mi cuerpo». Y, tomando en sus manos una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Después de cantar los salmos, salieron para el monte de los Olivos. Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Profesión de feCreo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comu-nión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.Plegaria universalS. Antes de disponer la mesa santa, donde el Señor hará nuevamente presente su tránsito pascual que salva a todos los hombres, elevemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, y unámonos diciendo:R. ¡Cristo, Pan de vida, alimenta nuestra co-munión como tu Iglesia!

III. LITURGIA DE LA EUCARISTÍA

LA PALABRA en la semana

08 L Feria - 2Co 1, 1-7; Sal (33), 2-9; Mt 5, 1-1209 M San Efrén (ML) - 2Co 1, 18-22; Sal (118), 129-133. 135; Mt 5, 13-1610 M Feria - 2Co 3, 4-11; Sal (98), 5-9; Mt 5, 17-1911 J San Bernabé, apóstol (MO) - Hch 11, 21-26; 13, 1-3; Sal (97), 1-6; Mt 10, 7-1312 V SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (S) - Os 11, 1. 3-4. 8-9; [Sal] Is 12, 2-6; Ef 3, 8-12. 14-19; Jn 19, 31-3713 S Inmaculado Corazón de María (MO) - Is 61, 9-11; [Sal] 1Sam 2, 1. 4-8; Lc 2, 41-51

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo - 2ª del salterio

el DOMINGO - Director: P. Luis Neira R. ssp. Coordinación: Milagro Bronttis de Quispe. Con licencia eclesiástica / Marc. reg. Resol. Indecopi N° 006852-1999, Certif. N° 0055702Edita: SAN PABLO, Av. Armendáriz 527 - MIRAFLORES. Lima (Perú) / Telfax: (01) 446 0017 / [email protected] Redacción: Pbro. Antonio Díaz M., igs.; Pbro. Pedro Hidalgo Díaz; Diagramación: Diego Sánchez PeñaImprime: Editorial Roel S.A.C. / Para envíos y suscripciones: [email protected] / Telfax: (01) 446 0017

• Los textos litúrgicos corresponden a los aprobados por la Conferencia Episcopal Peruana. / Este subsidio no sustituye el uso de los Libros Litúrgicos.

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LA PALARA SE HIZO CARNEY PUSO SU MORADA ENTRE NOSOTROS

Hoy celebramos con la Iglesia la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, por ello, compartimos este espacio de reflexión para meditar sobre este Misterio.

Todos conocemos la expresión ‘La Palabra se hizo carne’, pero no siempre recordamos cómo sigue el himno: ‘y puso su morada entre nosotros’ (Jn 1,14). ¿Qué significa morada?Para los cristianos de la comunidad en la que se escribió el evangelio de Juan, la pa-labra ‘morada’ significaba mucho, porque remite a algunos libros de las Sagradas Escrituras que ellos conocían.

“La gloria del Señor llenó la Morada”El libro del Éxodo relata cómo Dios libera al pueblo de la esclavitud de Egipto y cómo lo lleva por el desierto. Durante la estancia en el desierto, Dios les manda instalar una carpa especial (Ex 25,8-9). Lugar donde se consultaba a Dios, por eso se le puso el nombre de ‘Tienda del encuentro’ (Ex 33,7). La palabra ‘morada’ en el prólogo del evangelio de Juan (en griego), es muy similar a la misma palabra que se utiliza en algunas partes del Antiguo Testamento (en hebreo). Al comienzo de la historia de la Revelación, cuando Dios liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto, la ‘morada’ de Dios estaba en la ‘Tienda del encuentro’, en el campamento del desierto. En Éxodo 40, 34 lee-mos “Entonces la nube cubrió la Carpa del Encuentro y la gloria del Señor llenó la Morada”. Cuando el autor del evangelio de Juan nos transmite este himno, conoce estos textos del Antiguo Testamento e invita a los lectores a recordarlos, no como un simple dato, sino que están vinculados con algo nuevo, con alguien, con Jesucristo. La comunidad de Juan tiene la certeza de que Dios habita en medio suyo, en la Pala-bra encarnada, en el logos hecho carne, en la persona de Jesucristo.

«Esto es mi Cuerpo»Jesús, antes de su muerte, preparó a sus discípulos para el encuentro, en esa cena les dijo: «Tomen, esto es mi Cuerpo» (Mc 14, 22). Cuerpo es, en la Biblia, toda la persona cuando se comunica, cuando se entrega a los demás, cuando se relaciona con otros. Esto es, una invitación a recibirlo a él todo entero, con sus senti-mientos, su intimidad, su divinidad.“En el encuentro con Jesús nos alimentamos, por así decirlo, del Dios vivo, comemos realmente el pan del cielo. El Prólogo de Juan se profundiza en el discurso de Cafarnaúm: si en el primero el Logos de Dios se

hace carne, en el segundo es “pan” para la vida del mundo (cfr. Jn 6,51), ha-ciendo alusión de este modo a la entrega que Jesús hará de sí mismo en el

misterio de la cruz, confirmada por la afirmación sobre su sangre que se da a “beber”. De este modo, en el misterio de la Eucaristía se muestra cuál es el verdadero maná, el auténtico pan del cielo: es el Logos de Dios que se ha hecho carne, que se ha entregado a sí mismo por nosotros en el misterio pascual” (VERBUM DOMINI, 54).Participar de la Eucaristía es como subir al monte de la Alianza. Es la cima a la que llegamos después de haber caminado por la vida, atra-

vesado el desierto. Es la fuente de nuestra vida, porque allí recibimos a Jesús como alimento para seguir caminando.

Colaboración: Hna. María Paz Carbonari., PDDM