Antecedentes históricos de los anestésicos

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Antecedentes históricos de los anestésicos:

Aunque la búsqueda de técnicas y remedios capaces de aliviar el dolor es tan antigua como la propia humanidad, sólo se dispone de pruebas documentales a partir del Antiguo Egipto.

Los siete papiros médicos conocidos, descubiertos y descifrados el siglo pasado, muestran unos conocimientos quirúrgicos y farmacológicos no despreciables. El papiro de Edwin Smith (siglo XVII a.c) describe una serie de procedimientos quirúrgicos, mientras que el Papiro de Ebers (siglo XVI a.c) es un compendio de remedios, encantamientos y hechizos utilizados por los médicos egipcios para curar a sus enfermos.

Aunque en estos papiros no se describen como tales anestésicos locales, sí hay varias recetas de remedios contra el dolor a base de semillas y raíces de eneldo, alholva, mirto y raíz de mandrágora entre otras.

En Egipto y Mesopotamia, decían oraciones para conseguir el perdón de los dioses, pero también utilizaban hojas de mirto, que hoy se sabe contienen precursores del ácido acetilsalicílico.

Alrededor de 3.000 años a.c. los habitantes de Mesopotamia comenzaron a construir ciudades y desarrollaron un sistema de escritura cuneiforme. En estas ciudades, los Asu, médicos-sacerdotes ya utilizaban la cirugía y algunos remedios para aliviar el dolor y las enfermedades. El opio, era sin duda conocido, así como la adormidera, la mandrágora y el cannabis. El texto médico más antiguo que se conoce también data de esta época y recoge instrucciones de como examinar un hígado de ternera para adivinar la dolencia del paciente.

En la China son Shen Nong y Huang Ti, ambos emperadores, los fundadores de la medicina china: el primero escribió una farmacopea con numerosas recetas de remedios de origen vegetal y animal, mientras que el segundo estableció las bases de la acupuntura.

La medicina oriental, en especialmente la china, describe el uso del cáñamo indio como anestésico. Huan To (136-208) fué famoso por sus operaciones, incluyendo incisiones abdominales, realizadas bajo anestesia con esta planta, operaciones que hoy nos parecen inverosímiles dado el instrumental quirúrgico de que disponía. Huan To es también famoso por haber operado al general Kuan Yun-Chang de una herida en el hombro producida por una flecha envenenada. Según la leyenda, Huan To practicó una incisión hasta el hueso, aplicó un ungüento y suturó la herida, mientras que el general jugaba al ajedrez para distraerse del dolor.

Aunque los antiguos chinos trataban el dolor con corteza de sauce y el mosto siberiano para calmar el dolor, curiosamente, el opio no fue utilizado hasta una época muy posterior.

En la Grecia antigua, las personas afectadas por el dolor se iban a dormir a los templos de Esculapio, dios de la medicina, donde los sacerdotes les administraban pociones, vendajes y energías místicas.

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Hacia mediados del siglo V a.c., nació en la pequeña isla de Cos, Hipócrates, hijo de un médico (¿Asclepio?) quién aportó numerosos escritos entre los que destacan sus famosas historias clínicas. Los escritos hipocráticos (de los que sólo setenta y dos son realmente atribuidos a Hipócrates) conocieron una amplia difusión no sólo en su época, sino que hasta la Edad Media y aún más allá.

Algunos atribuyen a Hipócrates la invención de la mesa de operaciones y del torniquete. Hipócrates, entre 460 y 377 a.c., empleó la corteza del sauce blanco, de donde proviene el ácido acetilsalicílico y describió la esponja soporífera, que contenía opio, beleño y mandrágora. Entre los remedios conocidos por Hipócrates se encontraba también la belladona.

En el siglo I, Galeno fue quizás la figura más importante de la medicina de la edad antigua aumentando el número de medicamentos que componían la triaca (o antídoto universal Galeno) en más de 70. Este medicamento, muy popular por contener opio fue utilizado, tal como lo recomendaba Galeno, hasta bien entrado el siglo XIX. Además de escribir un tratado de terapéutica, Galeno fue un destacado cirujano, escribiendo un buen número de tratados de anatomía, fisiología, higiene y terapéutica que fueron aceptados hasta bien entrado el siglo XVI.

A lo largo de la Edad Media, se perdieron muchos de los escritos griegos y romanos que fueron destruidos por considerarlos heréticos, cayendo la medicina en una etapa de oscurantismo y superstición. Los enfermos peregrinaban a los sepulcros de San Cosme o San Damián antes que ir confiar en los médicos, cuya ignorancia era por otra parte notoria. Aunque algunas de las ideas de los clásicos aún perduraban, la supresión de la experimentación y de la investigación científica hizo que no se produjera en siglos ningún avance significativo.

En la Edad Media floreció un tipo de medicina producto de diversas creencias al margen de la medicina sacerdotal y científica. Ejemplos de estas creencias son el método de diagnóstico por observación de la orina, la tradición de que reyes y nobles tenían poderes curativos y la creencia de que las gemas o piedras preciosas poseían, según el color, propiedades curativas (por ejemplo el coral o la hematita para las anemias, el coral blanco para estimular la producción de leche en las nodrizas, etc.). Sobre esta base se prepararon cordiales a base de rubí, elixires de perlas, extractos de esmeralda y quintaesencias de topacio. El método de fabricación de todos estos remedios era muy complicado y en todos ellos, las gemas eran pulverizadas y mezcladas con otros ingredientes.

En Europa, en la Edad Media, los monjes conservaron los antiguos códices griegos y romanos, por los que sentían verdadera veneración. Al lado de las abadías era frecuente el cultivo de plantas curativas. El opio extraído de la adormidera era un buen remedio analgésico, siendo frecuente la utilización de la "esponja somnífera", con generosas dosis de opio y beleño aunque su uso fue restringido por la propia Iglesia, posteriormente, ya que se le relacionaba con prácticas ocultistas. El vino suplió y relegó en el mundo cristiano como analgésico al opio, al contrario que en el mundo islámico, en el que se recomendaba de forma insistente la utilización del opio, siendo exaltadas sus virtudes por Avicena.

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Ya en el siglo XVII, en Inglaterra, se intenta inyectar el opio intravenoso mediante el cañón de una pluma siendo considerable el avance en el desarrollo de técnicas de inyección intravenosa.

En Europa, durante el siglo XVIII aparecen dos corrientes originales frente al dolor. Una, el mesmerismo, basada en un dudoso poder curativo de las manos y otra fundamentada en los avances de química moderna, concretamente en el campo de los gases. Estos últimos van a marcar el descubrimiento de la anestesia moderna. Boyle desarrolló la química de los gases, aprovechando sus avances el clérigo Joseph Priestley, el descubridor del oxígeno, el óxido nitroso y el nítrico, recomendando su uso en el campo de la medicina, naciendo la neumoterapia, que se puso de moda en toda Europa. Curiosamente, el óxido nitroso no fue utilizado porque se le consideraba peligrosamente mortal. Un osado ayudante de cirugía, llamado Humphry Davy1 aspiró el óxido nitroso y en vez de fallecer experimentó una serie de sensaciones extraordinarias, utilizándolo, posteriormente, para experimentar placer. Un día inhaló el gas varias veces para mitigar una afección dental, dándose cuenta que le disminuía siempre el dolor y podía masticar. Davy afirmaba que el óxido nitroso parecía capaz de calmar el dolor físico y podía ser usado con ventaja en las intervenciones quirúrgicas, aunque la extensión del uso del gas se originó porque originaba hilaridad, siendo denominado como el "gas hilarante", moda que era apreciada en algunos sectores de la sociedad, potenciando el desprecio del gas por la clase médica, fracasando la neumatología. Humphry Davy se dedicó, posteriormente, a la investigación de la física y de la química pura, descubriendo el cloro mediante electrolisis.

Horacio Wells, un dentista de Hartford (Connetticut), se merece el honor de ser uno de los pilares de la anestesia moderna. El diez y el once de Diciembre de 1844, mientras presenciaba una exhibición de los efectos del gas hilarante (óxido nitroso) sobre sus vecinos realizada por Galdiner Colton, observó que uno de los hombres que había inhalado el gas y que se había herido, al caerse, no sentía dolor alguno. Intrigado y buscando paliar el dolor de los pacientes de su consulta, inhaló el gas y se dejó extraer un diente, por otro dentista, sin dolor alguno.

El óxido nitroso, como antes se dijo, fue identificado por Joseph Priestley (1733–1804) desde el siglo XVIII, químico inglés radicado en los Estados Unidos, el mismo que describió el oxígeno como compuesto químico.

En 1860, el óxido nitroso ya era muy utilizado en odontología. Su uso en medicina, sin embargo, se introdujo bajo los auspicios del médico norteamericano Quincy Colton (1814-1898). De esa forma el óxido nitroso fue llevado más allá de la odontología e introducido en Europa, en uno de los viajes de Colton.

Fue solamente en la segunda mitad del siglo XIX que se descubrió que la mezcla de los gases debía contener por lo menos 21% de oxígeno (en volumen) para evitar la hipoxia, ya que como sabemos el gas se inhalaba en forma pura.

William Morton (1819-1868) fue el primero en ofrecer una demostración pública de cirugía sin dolor, utilizando éter sulfúrico inhalado en el Hospital General de Massachusetts el 16 de Octubre de 1846, en una disección de un tumor cervical, dejando asombrados a todos los presentes, publicándolo posteriormente. En pocos años, la nueva técnica anestésica se había difundido por toda América y Europa