ANTICOOPERACIÓN - Icaria Editorial · 2019. 5. 17. · Alude a la relación invisible (pero...

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ANTICOOPERACIÓN INTERFERENCIAS GLOBALES NORTE-SUR LOS PROBLEMAS DEL SUR NO SE RESUELVEN CON MÁS AYUDA INTERNACIONAL DAVID LLISTAR BOSCH RELACIONES NORTE-SUR Icaria Antrazyt

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  • ANTICOOPERACIÓN

    INTERFERENCIAS GLOBALESNORTE-SUR

    LOS PROBLEMAS DEL SUR NO SE RESUELVEN CON MÁS AYUDA INTERNACIONAL

    DAVID LLISTAR BOSCH

    RELACIONES NORTE-SURIcaria Antrazyt

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  • A Gemma y al petit Biel, con quienes hago camino al andar.

    A Mónica, a Gemma de nuevo y a todo el equipo del ODG a quienes debo la inspiración, la crítica y las ideas que aparecen en este libro. Si se dice que toda obra es colectiva, éste es un ejemplo de libro.

    A Haydée, Carlos y sus 7 hijos en el barrio de los Escombros en Managua, junto a quienes jugué, reí y lloré. A Raquel, que murió temprano a los 23 por nacer en mal lugar, trabajó en la calle de prostituta y luego en el basurero donde reciclaba los restos hediondos de la clase consumidora de su ciudad. A pesar de ello nos ofrecía cada mañana una hermosa sonrisa.

    A mis padres, a mis suegros, a la iaia Paqui y a mis amigos y hermanos.

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  • ÍNDICE

    Introducción 11

    I. Actualizando las relaciones internacionales: ¿relaciones o interferencias? 15

    II. Cooperación y anticooperación 35

    III. Geopolítica Norte-Sur 59

    IV. Mecanismos de anticooperación 81

    V. Anticooperación tecno-productiva 85

    VI. Anticooperación financiera 103

    VII. Anticooperación comercial 121

    VIII. Anticooperación ambiental y deuda ecológica 153

    IX. Anticooperación diplomática 177

    X. Anticooperación militar 189

    XI. Anticooperación simbólica 209

    XII. Anticooperación migratoria 233

    XIII. Anticooperación «solidaria» 247

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  • XIV. Discusión 269

    XV. Conclusiones 283 Cambiar de paradigma 285

    XVI. Recomendaciones estratégicas 291

    Bibliografía 299

    Lista de abreviaturas 311

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  • Agradecimientos

    Agradezco de corazón la acurada revisión que sobre el conjunto del texto han realizado Mónica Vargas y Gemma Tarafa así como la santa paciencia que han demostrado durante estos tres años de trabajo. Agradezco asimismo los sabios consejos que sobre partes específicas del texto he recibido de mis amigos Tom Kucharz, Toni Verger, Alejandro Pozo, Iolanda Fresnillo, Dani Gómez, Andri Stahel, Miquel Ortega, Jesús Carrión y Ferran Garcia. Los gráficos de elaboración propia han sido obra de la buena mano de Alfons Pérez. También el apoyo puntual o las conversas de Pau Miró, Jaume Cendra, Pep Lobera, Alejandro Jurado, Marta Torres, Salvador Martí, Efraín León, Octavio Rosas Landa, Jordi Rubio, Ramón Fernández Durán, Brid Brennan, Cecilia Oli-vet, Diego Iceta, Ivan Murray, Luís González, Álex Guillamon, Angel Calle, Lluís Basteiro, Eli Realp, Jordi Pons, Toni Royo, Jeff Juris, Pedro Ramiro, Joan Llistar, Pere Ariza, Andrea Schimpf, Jordi Oriola, Óscar Vázquez, Rosa Binimelis, Álex Ribas, Eloi Badia, Andres Barreda, Dolores Jarquín, Claudia Torrelli, Alfonso Moro, Xavi Álvarez, Juan Martínez, Joan Martínez Alier, Xavier Montafont, Ferran García, Gustavo Duch, Arcadi Oliveres y Eli Periz. Agradezco también a las compañeras de la Editorial Icaria, en especial a Anna Monjo, por editar este texto y muchos otros mejores.

    Finalmente, sin las gestiones hechas por mis compañeros y compañeras del ODG en la Cátedra UNESCO de Sostenibilitat de la Universitat Politécnica de Catalunya y la confianza de las instituciones que financian el proyecto, la redacción de este libro hubiera finalizado quién sabe cuándo.

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  • INTRODUCCIÓN

    Con unos años de globalización ya sobre nuestras espaldas, salta a la vista que nuestras capacidades para comprenderla van por lo general con cierto retraso. El proceso es tan acelerado, tan cambiante, que se adelanta a su comprensión. Nuestros abuelos pueden certificarlo. Ese retraso puede ser letal.

    ¿Letal para quién? Por lo menos para gran parte de las personas que habitamos este planeta, en especial los habitantes del llamado Sur Global, y por supuesto, para las otras especies vivas, los demás tripulantes de una nave azul y con forma de naranja llamada Tierra. Entretanto, mientras no entendamos exactamente por qué suceden tantas miserias y efectos «colate-rales» en la globalización, podemos estar seguros que no seremos capaces de solucionarlos.

    A lo largo de los últimos 60 años, teóricos del desarrollo y de la globaliza-ción han señalado que las causas de la pobreza, la guerra o la mala gestión de los recursos naturales del Tercer Mundo están en el propio Sur, siendo pues de su responsabilidad. Otros afirman que, por el contrario, estas causas son exógenas y tienen un origen histórico en la colonización y en las condiciones impuestas actualmente por el sistema internacional y, en particular, por el Norte. Unos terceros afirman que tienen raíces transnacionales que implican tanto a las élites del Sur como al conjunto del Norte.

    La meta de este libro es lograr visualizar cuánto del empobrecimiento de las sociedades periféricas deriva de la actuación y voluntad de grupos de interés específicos del Norte Global; incluso de actitudes presentes en nuestras «sociedades de consumo». Cuánta de la degradación ambiental, o cuántos de los conflictos bélicos violentos en tantos lugares remotos del mundo, se hallan vinculados con nuestra forma de vivir en el Norte por efecto de la propia globalización. En definitiva, cuánto y cómo interferimos desde el Norte en lo que debería ser el ejercicio de autodeterminación de los pueblos del Sur, y cuánto hay de destructivo y puede atribuirse a «nuestra»

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  • responsabilidad. Revisaremos a modo de análisis sistémico qué mecanismos de interacción o dominación Norte-Sur existen y, entre ellos, cuáles son los más significativos, qué grupos los impulsan y bajo qué intereses. ¿Existe una geopolítica Norte-Sur? ¿En qué se basa? ¿Lo han asumido quienes se dedican a la erradicación de la pobreza, al desarrollo o a la solidaridad internacional desde ONG, agencias de desarrollo, centros de investigación, movimientos sociales, etc.?

    Por todo ello en el primer capítulo revisamos y actualizamos el viejo sistema de relaciones internacionales, en el que algunas de las cosas han cambiado profundamente y van a seguir cambiando, en especial las rela-ciones de poder y su alcance geográfico. Algo que resitúa el origen de los problemas de los pobres y los convierte en vulnerables a nuevos factores globales (como a los precios de los alimentos y la energía, los ataques espe-culativos, las dinámicas electorales de alejados países...) que en la práctica a penas llegan a comprenderse.

    Introducimos un primer concepto nuevo, con el objetivo de hacer más fácil el entendimiento del problema y el planteamiento de tácticas y re-direc-cionamientos políticos para solventarlo. Se trata de la noción de «interferencia transnacional». Alude a la relación invisible (pero innegable y muchas veces inmediata) entre pueblos separados por miles de kilómetros. Una sociedad interfiere en otra alterando proyectos. A veces dicha interferencia tiene aso-ciadas capacidades de dominación y de destrucción aún cuando se genere de forma inconsciente. Estudiaremos las características de las interferencias transnacionales Norte-Sur.

    Sin pretender más que esquematizar el stato dell’arte de las principales corrientes de las relaciones internacionales, lo justo para poder presentar algunas de las principales teorías del desarrollo, podremos entonces abordar muy brevemente dos aspectos: dónde sitúan algunas de las corrientes de pensamiento dominantes las causas del «subdesarrollo», y a qué se refie-ren cuando hablan de «desarrollo» y de «cooperación». Ello nos permitirá discernir qué interferencias son consideradas positivas o negativas según cada punto de vista. De paso, podremos discutir algunos tópicos sobre el Sur tan extendidos como: ¿son gandules, sus dirigentes son tan corruptos, hace un calor imposible en el trópico, han sido desestructurados por largos años de colonización, tienen mentalidad tercermundista, son creciente-mente explotados por las empresas transnacionales del Norte, necesitan todavía más inversión extranjera, hace falta más cooperación, son víctimas del imperialismo euro-norteamericano, necesitan nuestro conocimiento y tecnología, o nuestra solidaridad?

    Después de 60 años de cooperación internacional al desarrollo, el mun-do de los empobrecidos, en su conjunto, no está mejor. Ante ello hay que tener una explicación satisfactoria. En el segundo capítulo introducimos,

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  • el concepto de «anticooperación», lo contrario a la cooperación al desa-rrollo.1 Este se refiere justamente al conjunto de interferencias negativas, desestructurantes, activadas desde el Norte hacia el Sur. El balance de lo que aportamos desde el Norte al Sur no tiene por qué tener efectos de ayuda a ningún «desarrollo» posible como establece la ideología dominante. Es más, aunque la cooperación al desarrollo fuera de calidad o eficaz, resultaría ser una miseria en comparación con los mecanismos de la anticooperación mucho más potentes en términos económicos, políticos, culturales y ambientales como la deuda externa, el comercio internacional, la difusión de tecnología, el cambio climático o la guerra, por citar algunos ejemplos. La teoría de la anticooperación que proponemos afirma que en el balance Norte-Sur, la anticooperación ha sido muy superior a la cooperación. También constata que existe una contradicción entre el despliegue de las políticas de ayuda de desarrollo para resolver la pobreza, las consecuencias de la guerra o la des-trucción del medio ambiente, por un lado, y por el otro, la puesta en práctica de mecanismos que incrementan todos esos problemas, bajo una lógica que conviene denominar «anticooperación». Existe contradicción porque ambas actuaciones son realizadas por los mismos actores.

    Asimismo, la teoría de la anticooperación partirá de una idea de lo que sí sería conveniente, inspirada en la noción del buen vivir andino, una vi-sión tan potente como todavía desconocida, que casa perfectamente con los postulados de la economía ecológica y con la crisis de la visión occidental del desarrollo.

    En el tercer capítulo, se analiza por qué se produce la anticooperación. Para ello es necesario preguntarnos qué es lo que el Norte necesita del Sur: introducirnos en sus características metabólicas. En particular ¿qué actua-ciones geopolíticas se aplican, dentro del marco de dominio Norte-Sur, para asegurarse el acceso creciente a los recursos o capacidades? En otras palabras, trataremos de ver el papel del territorio y sus recursos dentro del sistema mundial actual o mejor dicho, en la constitución de lo que Andrés Barreda (2007) define como «autómata global» o «autómata planetario». Abordaremos someramente la creación de una trama de instituciones, normas y acuerdos políticos para implementar dicha superestructura internacional que permite a los centros capitalistas captar los beneficios de la periferia y externalizar los costes derivados.

    En el cuarto capítulo se hace referencia a las esferas de interferencia, incluidas las formas de dominación dura y suave, entre el Norte y el Sur. En lo productivo, lo financiero, lo comercial, lo militar, lo tecno-científico, lo

    1. Cooperar: Obrar conjuntamente con otro y otros para un mismo fin. Anticooperar: Obrar para un fin propio con afectación a un tercero.

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  • relativo al movimiento de personas, lo diplomático, lo cultural-mediático, incluso lo «solidario», destacaremos los mecanismos y formas más potentes de la anticooperación, tales como el endeudamiento exterior e interior, la guerra y la disuasión, el control del comercio internacional, la inversión transnacional, la migración, la tecnología y la propiedad intelectual, la fuga de cerebros, la diplomacia, los organismos internacionales, la generación y control de la cultura y de la ciencia, el turismo o la cooperación al desarrollo condicionada.

    Finalmente y como aportación preceptiva a cómo debería solucionarse el problema de estos insoportables desequilibrios, el libro concluye con un capítulo sobre estrategias y la necesidad de cambiar de paradigma. Postula que la estrategia actual del mundo de la cooperación al desarrollo del Norte así como los movimientos sociales por la justicia global, ambientalistas o contra la guerra y el imperialismo capitalista deberían centrar su actuación principalmente en el Norte. En especial, en sus centros de poder y en la crea-ción de redes de presión política que los desmantelen. Y las estrategias de los movimientos del Sur deberían priorizar el Sur, dedicando especial atención a hacer una fuerte presión democratizadora sobre sus élites, a través de la generación de redes de acción Sur-Sur. Ambas en coordinación y formando redes transnacionales que retroalimenten y refuercen el trabajo local.

    Este libro es una aportación más, que se nutre a la vez que pretende apoyar a un amplio espectro de actores que vienen trabajando por el buen vivir de todos y todas: los de este mundo y los que están por venir.

    ¡Ah! Y, a propósito. El texto ha sido escrito para bien y para mal por al-guien con formación de físico, que hace ya unos cuantos años, desde el sector del desarrollo, desde los movimientos sociales y desde la universidad, trata de comprender un sistema complejo —la globalización capitalista— desde una opción política por los pobres, o mejor dicho, por los empobrecidos. Y lo hace desde una mezcla peligrosa: la de la observación directa sobre el terreno y con la gente, sin más intermediarios que la percepción de uno mismo, y la del estudio colectivo multidisciplinar que se ha dado lugar durante diez años en el Observatorio de la Deuda en la Globalización. Y ¡carajo! Porque perte-neciendo al lado de los ricos, allá en el mero Centro, tiene muchos hermanos y hermanas, allá afuera. Hermanas y hermanos que se merecen lo mejor.

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  • Para comprender las desigualdades globales debemos sumergirnos antes en el estudio de las relaciones internacionales (en particular en lo que refiere al Sur), y actualizarlas si cabe. A lo largo de este libro tomaremos de forma figurada una lupa y con ella enfocaremos todo aquello que consideremos un contacto Norte-Sur. La idea consiste en ubicar la esencia de los desequilibrios de poder entre ambos mundos. Para conseguirlo, no obstante, nos veremos obligados a introducir muy brevemente algunas de las corrientes más influyentes en el campo de las relaciones internacionales.

    Las viejas relaciones internacionales

    El estudio de las relaciones internacionales se convirtió en una disciplina aparte (distinta de la historia, la economía o las ciencias políticas) después de la Primera Guerra Mundial. Desde entonces, diversas corrientes de pen-samiento han tratado de describir e interpretar la naturaleza de las relaciones transfronterizas, incluidas la guerra y la paz. También han intentado prescribir soluciones y consejos a gobernantes, militares e incluso en nuestros días, a estrategas empresariales o técnicos de desarrollo. Introducimos aquí algunas de las corrientes más importantes.

    Después del desastre de la Primera Guerra Mundial se atribuyó sólo a los regímenes no elegidos democráticamente la tendencia a la generación de conflictos bélicos. Se creyó desde el «internacionalismo liberal» que el pueblo jamás solía optar por la guerra puesto que la temía, y que por ello, cualquier régimen verdaderamente democrático jamás tomaría la decisión de ir a la guerra más que en defensa propia. Por lo tanto, una de las soluciones consistió en diseminar por el mundo las democracias de corte liberal para borrar la posibilidad de una nueva masacre como la vivida entre los años 1914-19. Para crear un espacio adecuado donde desplegar la diplomacia

    I. ACTUALIZANDO LAS RELACIONES INTERNACIONALES: ¿RELACIONES O INTERFERENCIAS?

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  • en caso de conflicto inminente y llegar a acuerdos multilaterales se fundó la Liga de las Naciones, que más tarde se convertiría en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Además, ante el caos reinante, se establecieron reglas internacionales destinadas a resolver los conflictos y evitar la guerra. La Ley debía reemplazar a la guerra como principio básico del sistema. La consigna sería «law not war» («ley en lugar de guerra»).

    En definitiva, un antídoto contra la guerra elaborado con tres medidas: un espacio internacional donde resolver diplomáticamente las disputas, la proliferación de las democracias liberales y una nueva normatividad inter-nacional. En principio parecían medidas suficientes como para evitar que se repitiera el penoso escenario de la Primera Guerra Mundial.

    No obstante, y a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, las tesis liberales se desmoronaron: la Alemania nazi y la Italia fascista habían nacido de liderazgos electos popularmente. Luego no podía afirmarse que la solu-ción a las guerras fuera la diseminación de la democracia ni de los ideales liberales. Se debía tomar una derivada que tuviera en cuenta la naturaleza agresiva y egoísta del hombre y de su proyección en el Estado. Y tomó la forma del realismo.

    El «law not war» liberal fue substituido por la idea de que el único modo por el cual se podía garantizar el respeto de la ley era mediante la guerra. En síntesis, guerra para evitar la guerra. Se argumentaba que había errores en la visión liberal ligados a la realidad del funcionamiento de las sociedades y en particular a la naturaleza humana. El internacionalismo liberal pasó a ser considerado como «utopismo».

    El realismo sostuvo que los liberales exageraron salvajemente la capacidad de los colectivos humanos de comportarse éticamente. La guerra fue conside-rada de esa manera como una proyección en lo colectivo de la violencia y la avaricia humana.1 Se señaló asimismo que la guerra podía entenderse como un conflicto por los recursos escasos entre los que tienen y los que no tienen. Los que tienen recursos quieren conservarlos y, para ello, promueven la ley y el orden. Los que carecen de éstos tampoco tienen tal respeto por la ley ni el orden, puesto que es precisamente una ley y un orden que les dejan «sin» recursos. Entonces, si la ley y la moralidad sirven los intereses de los grupos dominantes, resulta utópico creer que los que no tienen las respetarán.2 Ello explicaría no sólo a Hitler o a Mussolini, sino también cómo Francia y el Reino Unido adquirieron fuera de la ley una posición dominante.

    Desde 1945 hasta la actualidad el realismo se convirtió en una teoría básica dentro de las relaciones internacionales. Las nuevas teorías que fue-

    1. Véase la obra de R. Niebuhr.2. Véase la obra de E.H. Carr.

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  • ron apareciendo a partir de ahí consistieron en críticas o matizaciones del realismo. Por su parte, las tesis liberal-internacionalistas sobrevivieron y se refinaron, gracias sobre todo a que la retórica política las recupera a menudo, en parte porque integran los valores morales que la mayoría social mundial comparte.

    Así pues, el realismo siguió desarrollándose y aplicándose durante el pe-ríodo de Guerra Fría. Sus pensadores afirmaron entonces que las relaciones internacionales se resumían como las relaciones entre estados persiguiendo intereses en términos de poder. Afirmaron que los estados tenían intereses particulares, los llamados «intereses nacionales» y que éstos determinaban su comportamiento.3 De acuerdo con esta teoría, los estados no persiguen principios abstractos como el bien colectivo, y son intrínsecamente egoístas. En cualquier oportunidad, en cualquier decisión, buscan mayor poder.

    A partir de la década de los sesenta, en especial después de la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962, la Guerra Fría entra en una fase de distensión. Las consecuencias de una posible guerra nuclear y, algo más tarde, el fracaso militar estadounidense en Vietnam, servirán para dejar en evidencia la vi-gencia de las tesis realistas. La importancia de lo militar y de lo diplomático se relativizará en detrimento de la emergencia de otros actores como las poderosas empresas multinacionales y organismos internacionales comolas Naciones Unidas o la incipiente Comunidad Europea.

    Es entonces cuando se plantea que existen otros actores clave en las re-laciones internacionales, a parte de los estados. El pluralismo camina junto a las tesis realistas pero plantea una actualización de la teoría a partir de un nuevo concepto: la interdependencia compleja (Keohane y Nye, 1977). Se postula que hay una infinitud de vías a través de las cuales la gente de un país puede relacionarse con la de otro. Operaciones transfronterizas asociadas a información, a transporte de mercancías, a movimientos de población (sea por migración, sea por turismo) no quedan siempre reguladas por los estados. De hecho, éstos no pueden controlar tales flujos, bien por incapacidad (países débiles o flujos difíciles de controlar) o bien debido a que resulta demasia-do costoso, económica, política o socialmente. En ese sentido, los actores estatales empiezan a verse obligados a negociar con actores no estatales. Los pluralistas afirmarían también que bajo aquella interdependencia compleja, no existía jerarquía entre ámbitos. Diferentes ámbitos como la seguridad, el comercio o las finanzas despliegan distintos modos de mutua dependencia. Cada ámbito está determinado o subsumido a la agenda política en función de la coyuntura. Además, el uso de la fuerza será de bajo protagonismo.

    3. Véase la obra de H.J. Morguenthau.

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  • Observan el sistema internacional como una superposición de tableros de ajedrez, en partidas simultáneas e interconectadas.

    A mediados de los setenta el pluralismo aparecía como la teoría domi-nante en las relaciones internacionales. El realismo estaba pasado de moda, a pesar de que el propio pluralismo recogiera aún muchos de sus fundamentos. Como crítica al pluralismo emergió el estructuralismo, una de las corrientes que más se ha interesado por la situación de los empobrecidos.

    Los estructuralistas observaban un sistema con múltiples actores, pero señalaban que este sistema poseía una estructura de relaciones de dominación y explotación. También apuntaban que los pluralistas estaban modelando el «mundo del hombre rico». Subrayaban la dependencia de un grupo de países respecto a otros, en lugar de referirse a interdependencia. Argumentaban que la pobreza es causada por la riqueza. La respuesta desde el pluralismo refería que efectivamente la interdependencia no se producía simétricamente, y que el caso que los estructuralistas estaban haciendo aflorar no era más que un caso particular de la interdependencia compleja.

    A partir de los ochenta, el realismo toma la forma de una nueva corriente: el neorrealismo. Lo hace de la mano de la teoría de la elección racional (ra-tional choice). Inspirados en los politólogos estadounidenses, los neorrealistas aseguran que el sistema internacional puede entenderse como el comporta-miento orientado por cálculos de individuos que actúan racionalmente según la opción por la que esperan maximizar sus beneficios personales.4 Se trata de una conceptualización calcada de la economía de mercado; en particular, en cómo se orientan el productor o el consumidor en el mercado. Los neorrea-listas, en consecuencia, utilizan la estadística y otras técnicas parecidas tal y como las utilizan los econometristas.

    Sostienen que el sistema político internacional no puede ser explicado sólo a partir de la suma de sus actores o subsistemas (por ejemplo, a partir de una supuesta naturaleza violenta de los estados o de los seres humanos que lo componen, como afirmaba el realismo clásico), sino que presenta pautas regulares que van más allá de la transformación de sus componentes y, por tanto, debe ser considerado a través de un análisis de tipo sistémico. Continúan afirmando que se trata de un sistema anárquico desde tiempos medievales, más que jerárquico. Los estados se ven obligados a protegerse porque nadie más los va a proteger. Ello les obliga a ocuparse egoístamente de su seguridad y bienestar, y a vigilar a los demás estados. En función de su percepción del resto, como en la teoría de juegos, se resituan estratégicamente. De modo que, como resultado de los movimientos racionales de todos los estados egoístas en ese campo de juego anárquico, se observa un equilibrio

    4. Véase la obra de K. Waltz.

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  • de poder. Un balance de poder que se caracteriza por el número de polos en competencia, y el número de polos se define por la cantidad de estados que podrían constituir una amenaza seria para los demás.

    Los pluralistas de los setenta se convertirían en los institucionalistas neo-liberales de los ochenta y noventa, y convergerían con las tesis neorrealistas. Asumirían tanto la hipótesis de que el sistema internacional es un campo donde reina la anarquía, como la lógica egoísta y racional de los estados. Sin embargo, añadirían una nueva hipótesis: aún así, los estados pueden coope-rar entre sí; aunque de forma inestable a causa de los llamados «free-riders» (los que se aprovechan del sistema cooperativo pero no aportan nada sino todo lo contrario). Determinados regímenes internacionales cooperativos podrían establecerse mediante un adecuado intercambio de información entre estados (por ejemplo, a través de la OCDE o el Banco Mundial); una serie de compromisos internacionales formales y un sistema de sanciones multilaterales para los «free riders». Regímenes difíciles de establecer si no es a través de polos hegemónicos como Estados Unidos (tras la caída del Muro de Berlín). Un hegemon capaz de implantar, a la fuerza si fuera necesario, las reglas de juego.

    Los neoliberales señalan que una vez los estados se dan cuenta del benefi-cio propio que supone introducirse en un régimen cooperativo internacional de este tipo, dejan de estar tan preocupados por el avance de los demás. Algo claramente inspirado por la teoría del libre comercio, por la que es preferible un sistema donde todos ganen aunque sea de forma desigual. Lo cual diverge de las tesis neorrealistas, según las cuales los jugadores internacionales tratan de mejorar la distancia relativa que les separa de sus contrincantes.

    Hoy día, la visión dominante de las relaciones internacionales se com-pone de una amalgama dialéctica que bascula desde las doctrinas neolibe-rales (centradas en los parabienes del libre mercado globalizado) hasta las doctrinas neorrealistas (muy influidas por las tesis de seguridad nacional y la «guerra contra el terrorismo»). En la retórica, en cambio, sobre todo ante el fracaso del unilateralismo impulsado desde la era Bush hijo, se siguen utilizando elementos del internacionalismo liberal que rechazan de plano los valores presentados por tesis como la del «choque de civilizaciones» y que, a menudo, adornan algunos preámbulos y discursos sin llegar a trascender en políticas concretas. También es de destacar la emergencia en América Latina de un grupo de países disidentes de las tesis neoliberales, que toman el discurso y algunas de las alternativas políticas planteadas desde el estructuralismo. Es el caso de los países que forman el ALBA (Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, Paraguay). No obstante, cuando hablemos de la visión dominante en política internacional, nos referiremos a dicha amal-gama entre neoliberalismo y neorrealismo, que muestra una cara u otra en función del momento.

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  • Las nuevas relaciones internacionales

    ¿Tienen acaso las profundas desigualdades socioeconómicas a nivel global su explicación en alguna tácita ley natural? ¿Debemos hablar de «pobreza» o más bien de procesos de «empobrecimiento» atribuibles, en parte, a causas externas? En este apartado consideraremos el papel que juegan las relaciones internacionales en el empeoramiento de las condiciones de vida de las pobla-ciones del Sur. Para construir una teoría satisfactoria desde un punto de vista de los pobres en la globalización seleccionaremos, como puntos de apoyo a los que sujetarnos, algunos fenómenos que consideramos fundamentales. Algunos de ellos han sido ya muy señalados por teorías que no son del todo nuevas, y otros, están siendo presentados en la actualidad, aunque de forma todavía algo inconexa. Empezaremos por recoger algunas de las críticas más certeras a las «viejas» relaciones internacionales, en particular a las tesis neoliberales, las que dominan hoy día.

    Sistemas semipermeablesEn primer lugar, es cierto que la vida y el día a día de una comunidad de perso-nas, sea cual fuere su naturaleza, dependen de cuestiones propias como son su capacidad organizativa, sus recursos disponibles, su tamaño, su creatividad. Sin embargo, y de modo creciente, el destino de una comunidad depende además del exterior. Efectivamente, se encuentre donde se encuentre, lo quiera o no lo quiera, estará sometida a las decisiones y circunstancias de actores externos. Tan-to más cuanto más avanzado se encuentre el proceso de globalización. Vivimos en sistemas semipermeables,5 y no en alejadas islas como pudo suceder en otros tiempos. Permeables a un gran número de fenómenos vectoriales, especialmente aquellos caracterizados por ser intensivos en capital (como las transacciones financieras o de mercancías); a las ofensivas militares, o los fenómenos difícil-mente controlables (como las emisiones de CO

    2). En cambio, impermeables a

    otros, en especial a la circulación de personas de países pobres sin recursos. Los poros selectivos de las fronteras de los estados hacen que seamos más interde-pendientes. Aunque interdependencia para nada signifique simetría.

    Esta evidencia nos permite poner en tela de juicio las interpretaciones que atribuyen el «subdesarrollo» exclusivamente y a toda hora a factores internos, en alusión a que los países del Sur adolecen de una pésima gestión local de los recursos, de un nivel bajo de creatividad, de un nulo emprendi-miento, o incluso, de una escasa cultura de trabajo, de unas altas temperaturas

    5. Por ejemplo, en la economía española el grado de apertura, medido como la suma de las exportaciones y las importaciones reales sobre el PIB, ha pasado de 33,0% en 1990 a 63,5% en 2002.

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  • tropicales, de catástrofes naturales, de cierta propensión a la corrupción o a la conflictividad.6 Estas pre-interpretaciones, erróneas a nuestro parecer, responsabilizan a las víctimas de ser su propio verdugo; acostumbran a ver a un país como un todo homogéneo sin distinguir internamente los distintos grupos de interés y evitan poner de relieve cualquier tipo de responsabilidad extraterritorial. ¿A caso todo aquello que logra traspasar las fronteras de los países empobrecidos resulta siempre positivo para sus poblaciones?

    El Iraq interferido

    La historia de Iraq y la vida de los iraquíes, no pueden explicarse en términos de soberanía y libre albedrío. Desde que las prósperas y avanzadas civiliza-ciones babilónicas poblaran los territorios entre el Tigris y el Éufrates hace 5.000-6.000 años a.C. —mucho antes del descubrimiento de los yacimientos petrolíferos—, hasta la nefasta situación de ocupación anglo-estadounidense y guerra civil disimulada sufridas en la actualidad por la población iraquí, ha habido muchas interferencias exteriores. La vida actual de los iraquíes no puede ser explicada sin referirse a políticas de países geográficamente muy alejados, como Gran Bretaña o Estados Unidos.

    La deuda históricaAunque en distintos momentos de la historia, la permeabilidad de las fron-teras a la que nos referimos y la naturaleza de los fenómenos internacionales han variado ostensiblemente, el factor histórico es crucial para comprender las desigualdades entre sociedades. En realidad, ninguna ex colonia africa-na, asiática o latinoamericana puede explicar su presente sin reiterar que su historia ha estado torpedeada por largos años de invasiones, exterminio, expolio, trata de esclavos, racismo... fueran españolas, francesas, británicas, holandesas, etc. Se ha venido generando una deuda histórica que el orden internacional actual no reconoce.7

    Visto desde la otra cara de la moneda, la industrialización y prosperidad económicas en las sociedades centrales, se deben no sólo a sus propias habi-lidades y circunstancias, sino a la sobreexplotación humana y física de África, Asia y Latinoamérica o de las clases obreras locales. Será entonces necesario repensar el desarrollo del Centro también en base a la explotación histórica de la Periferia, tal y como proponen los estructuralistas.

    6. Proponemos al lector y lectora que haga su propia encuesta en una muestra cercana de población.

    7. Para visibilizarlo, algunos movimientos africanos han propuesto el concepto de «Deu-da Histórica». Véase African Reparations Movement [http://the.arc.co.uk/arm/] o Llistar (2001).

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  • La escala adecuada de análisisSe repite a menudo un mismo error. Para explicar correctamente innumerables problemáticas asociadas con la degradación ambiental, la desigualdad de opor-tunidades, la falta de paz, la erosión cultural, la violación de algunos derechos humanos y otras, se requiere elegir adecuadamente un aspecto fundamental: la escala. Si no utilizamos la escala adecuada al analizar cualquier problemática, perdemos de vista relaciones de causa/efecto que son fundamentales. En nues-tro caso, insistiremos sobre todo en la necesaria consideración de relaciones de larga distancia, las que metafóricamente y muy a menudo sólo se observan a vuelo de satélite; relaciones que son internacionales —o mejor, transfronte-rizas y globales— y que hace 100 años apenas existían. Relaciones como las que se producen por la creación de mercados mundiales de productos, que se incrustan en las realidades locales y, en ocasiones, las hacen insoportables. Relaciones que se desconocen —tal vez porque son complejas, sutiles y muy nuevas, como las que vinculan ciertos fondos financieros transnacionales con las nuevas condiciones de gobernanza de la deuda a nivel municipal por ejemplo—, o que se silencian interesadamente al esconder grandes pri-vilegios, como en el comercio de armas. Relaciones que hacen poderosos a los propietarios de las compañías transnacionales que las han metabolizado y reproducido a su conveniencia. Exactamente las mismas que provocan la agonía de los campesinos en la India, en México o en Malaui. O que hacen subir de un día para otro el precio de los cereales y la leche.

    En síntesis, con frecuencia se afrontan problemas locales sin tomar en cuenta que derivan de causas globales, y sin determinar a los responsables ni a los mecanismos de los cuales son consecuencia. A parte, no suelen hacerse análisis sistémicos sino fragmentados de la realidad. Las agencias de desa-rrollo, por ejemplo, pueden pretender enfrentar el problema de la pobreza, sin ocuparse de lo que posiblemente la ha causado (Broad, 2006). Los indi-cadores utilizados se basan en la simplificación y no en la multiplicidad de criterios. Las estrategias que surgen de ellos no pueden ser sino incompletas, ineficaces y a menudo contradictorias. Ocurre algo similar con otros actores de la cooperación al desarrollo.

    Lo exterior y lo interior se fundenComo consecuencia de esa semipermeabilidad de las fronteras y de la mun-dialización de los procesos, cada vez hay menor diferencia entre lo exterior y lo interior. Las fronteras se van diluyendo, o son menos capaces de im-permeabilizar gran parte de las interferencias porque éstas se intensifican y diversifican exponencialmente. La política interior y la exterior se solapan, se entremezclan, cada vez son más difíciles de acotar. Las leyes nacionales piden a gritos cláusulas extraterritoriales, que no sólo ofrezcan derechos sino también obligaciones. Sin acuerdos internacionales pierden sentido. La inmi-

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  • gración, las deslocalizaciones empresariales, la responsabilidad ambiental, la aplicación de las normativas sobre emisiones de gases de efecto invernadero en las fábricas locales o las pandemias de turno, incluso la propia coopera-ción internacional, son ejemplos de ello. Este aspecto es clave para entender porqué los ministerios de asuntos interiores se solaparán cada vez más con los ministerios de asuntos exteriores.

    Como botón de muestra de la lentitud con la que se afronta ese so-lapamiento, considérese la nefasta organización de la seguridad nacional estadounidense por parte de una de las administraciones más paranoicas del mundo cuando se produjo el ataque a las Torres Gemelas el 11-S de 2001. La administración Bush II no supo prever los atentados del 11-S entre otros factores, según sus propios informes, por la falta de adaptación a los nuevos tiempos de las tres agencias federales encargadas del espionaje (CIA, FBI y NSA). Lo interior y lo exterior dentro de la misma nave, ya no tiene sentido, no exis-te. A pesar de esas nuevas circunstancias, la política sigue circunscribiéndose principalmente al viejo ámbito de los estados-nación. Política vieja.

    El retrete y el periódico

    Un amigo mío de cuyo nombre no quiero ahora acordarme me dijo uno de los días que suele aposentarse en mi morada, en su buen catalán:

    Actualmente, cuando yo me siento en tu taza del váter y leo el periódico, ya estoy haciendo relaciones internacionales.

    No cabe duda de su gran erudición. Estaría pensando —supongo— en las conexiones ecológicas de mi retrete con las aguas internacionales del Mediterráneo, cuna de los más antiguos desagravios Norte-Sur; y del vínculo entre cualquier sección del periódico, desde la economía hasta los deportes, pasando por «nacionales», con lo que ocurre en el extranjero, y la influencia que ello tiene sobre la vida de mi amigo.

    PIB centrismo o monetarismoExiste una visión dominante que sostiene una mirada economicista de la realidad. Se atribuye la capacidad de resolver un problema que en realidad va mucho más allá que lo que puede representarse con indicadores monetarios como el PIB, o la cotización de la bolsa. Muchas críticas a esa visión domi-nante gravitan también alrededor de lo económico. Ante perspectivas como la justicia ambiental, la equidad de género, la cultura de paz, la democracia radical, aquella visión dominante se demuestra profundamente ineficaz. Según aquellas, la economía, definida como lo está hoy, se desentiende del grado de felicidad de sus habitantes, de la distribución internacional de pasivos ambientales o de la valoración de los cuidados familiares. Tampoco consi-

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  • dera el grado de solidaridad mutua intrageneracional (factor clave para la supervivencia en situaciones de alta vulnerabilidad como las que caracterizan a los sectores empobrecidos). Ni el grado de solidaridad intergeneracional, que puede tomar distintas formas, por ejemplo, la de una adecuada relación humana con la biodiversidad y el medio natural, previendo las necesidades de las generaciones futuras. En definitiva, nos encontramos a menudo ante un debate estrechamente monetarista y «PIB-céntrico» impulsado por gobiernos que quieren aumentar su PIB por todos los medios y por empresas que quie-ren aumentar exponencialmente sus beneficios monetarios. Una lógica que no contempla parámetros como la felicidad, la solidaridad, la problemática de género, ni la armonía con la naturaleza asociadas a diferentes formas de organización social.

    Vulnerabilidad en la globalizaciónCríticas desde escuelas diversas al enfoque neoliberal añaden que la globa-lización basada en el proceso paralelo y complementario de liberalización y mercantilización ha aumentado la vulnerabilidad de los más pobres a fac-tores externos. La vulnerabilidad al precio de los alimentos o de la energía son ejemplos de ello. Las economías periféricas han acentuado su carácter exocentrado, es decir, orientado hacia fuera (economías que tienden a la exportación y atracción de inversión extranjera, etc.).

    A la luz de ello, hay que tener en cuenta la evolución de la vulnerabilidad y de los cambios en la dependencia respecto a estadios anteriores de la historia, tanto de los países como de las poblaciones más desfavorecidas. Los patrones de producción, consumo, propiedad y comercio, se han reestructurado no sólo en términos internacionales sino sobre todo al interior de los estados. En esta nueva gobernanza global, el enfoque de la «soberanía» (alimentaria, energética, sanitaria, comercial, ambiental, etc.), que no el de «seguridad» (alimentaria, energética, sanitaria, comercial, ambiental...), parece ser el más adecuado para reducir la vulnerabilidad de los pueblos. Esta visión, que está desarrollándose desde movimientos sociales como la Vía Campesina, rompe con la idea de que la noción de soberanía se deba referir sólo al ámbito del Estado-nación.

    Nuevas clases sociales mundialesEn este sentido también conviene recoger críticas oportunas a algunos aspectos de las tesis dependentistas clásicas, las cuales atribuyen demasiada importancia a las relaciones entre estados. Se trata de un análisis centrado en torno a los estados dominados frente a los dominadores, una lucha entre los países del Primer y el Tercer Mundo, y en las fronteras que los separan, y no en torno a las interacciones a distancia entre grupos de interés. En realidad, en la medida que la globalización se ha profundizado, el Norte socioeconómico se ha ido

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  • instalando en el Sur geográfico. Y el Sur socioeconómico también en el Norte geográfico (como los 40 millones de pobres que viven en Estados Unidos), pese a que en este caso con fuertes diferencias asociadas a las prestaciones sociales que todavía ofrecen sus estados. Las élites y las clases medias en el Sur (minoritarias en cuanto a población) defienden proyectos parecidos y sinér-gicos a los de las élites y clases medias en el Norte (mayoritarias), y de hecho a menudo se alían y se confunden (Llistar, 2003). De forma que, pese a que los intereses y diferencias nacionales persisten, el capital y sus propietarios se dispersan geográficamente porque han conseguido evadir las fronteras. Resulta más clarificador volver a conceptualizar las clases sociales y sus relaciones, tal cual Marx (2005) planteaba en El Capital. Pero ahora extendiéndolas a escala mundial. Nos referimos concretamente a la existencia de clases sociales mun-diales: clase capitalista mundial, clase consumidora mundial, clase asalariada mundial y la clase mundial de los excluidos o dalits. Por eso es por lo que los movimientos de justicia global —aunque no todos— hablan del Sur Global y del Norte Global. Lo ilustra el hecho de que en el año 2004 se podían encontrar más consumidores juntos en la China y en la India (unos 700 millones de chinos e indios se añadirían a clase consumidora mundial) que en toda la Unión Europea (Worldwatch Institute, 2004). Consumidores que comparten patrones de vida extraordinariamente similares a lo largo y ancho del mundo, a merced de la difusión implacable de los modelos de consumo occidentales. Lo cual comporta que referirse a categorías para países —no a categorías sociológicas multinacionales— resulte de menor utilidad (incluso a nivel pedagógico), dado que las primeras describen medidas estadísticas que suelen amortiguar las diferencias, mientras que las segundas se refieren mejor a las realidades a las que pretendemos apuntar.

    En esta misma línea, los estructuralistas más recientes plantean críticas metodológicas a los autores neoliberales, que resultan acertadas. En particular una de cariz —si se quiere— humanista que afirma que hace falta valorar a las personas y no a los estados, y que por lo tanto, hace falta mirar dentro de los estados, sobre todo en este estadio de la globalización en que las fronteras actúan de forma porosa y selectiva.8

    Gobernanza global asimétricaLas relaciones de poder no han desaparecido en absoluto, más bien se han transformado. Las relaciones entre explotadores y explotados, dominadores y dominados se mantienen, se han profundizado y complejizado. Disponemos

    8. Como Immanuel Wallerstein, que plantea un transnacionalismo metodológico a través del cual propone tomar como marco de referencia antes al sistema-mundo que a los estados-nación (2007).

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  • de una nueva «anatomía del poder», diferente a la del período colonial o a la de la Guerra Fría, pero no más favorable al Sur Global que las anteriores como auguraban autores optimistas del aparato neoliberal como (William-son, 1993).

    De hecho, se hace patente cada vez más la ausencia de un régimen nor-mativo e institucional global que proteja a las mayorías sociales más débiles y a los ecosistemas. La correlación de fuerzas entre capital transnacional y las mayorías sociales del planeta, favorable al Capital, hace que se aplique una y otra vez el Derecho comercial global —la nueva lex mercatoria mundial— de forma implacable, en detrimento del Derecho Internacional basado en los Derechos Humanos y de la naturaleza (Hernàndez, J., 2008) . Efectivamente, se trata de una nueva gobernanza global asimétrica (Verger y Llistar, 2005). La distancia física entre ganadores y perdedores, entre dominadores y dominados, hace que estas relaciones causa-efecto, esta gobernanza global asimétrica, sean mucho más complejas de captar que en otros momentos de la historia.

    Interferencias y mecanismos transnacionalesEn resumen, nos encontramos ante un escenario internacional que se ha transformado pero en el que se siguen desplegando las mismas fórmulas: análisis recortados y confinados dentro de las fronteras del Estado, no se toman en cuenta relaciones causa-efecto de larga distancia que conducen a crisis globales o locales diversas, políticas que no consideran cómo aumenta la vulnerabilidad de los pobres, subordinación absoluta de los derechos humanos y ambientales a la seguridad jurídica del empresariado. Se continúa viendo el mundo dividido en Primer y Tercer Mundo sin observar la globalización de las clases sociales capitalistas, se subordina toda política al crecimiento económico sin todavía percibir los límites biofísicos del planeta... Política vieja para un mundo nuevo.

    Si se trata de actualizar la política, en especial en lo que cabe a acercarnos a esquemas de justicia global (en el sentido de justicia en todos sus ámbitos y en/entre cualquier parte del mundo), necesitamos un nuevo marco con-ceptual que facilite la comprensión del nuevo mundo, para luego forzar las estructuras de la política, la economía y la cultura hasta que éstas puedan soportarlo adecuadamente. Un nuevo mundo en el que —como rezan los zapatistas— quepan todos los mundos. Pero ¿cómo podemos conceptualizar los efectos producidos por unas sociedades sobre otras? En nuestro caso: ¿qué es lo que un europeo medio tiene que ver hoy con la pobreza de un campesino nicaragüense, con el naufragio de los tripulantes de un cayuco subsahariano, con el suicidio de un hombre bomba en Bagdad, con las enormes ganancias de los bancos españoles en América Latina o con la tala indiscriminada de los bosques primarios de la selva amazónica ecuatoriana? ¿Cuál es el verdadero contacto Norte-Sur? He aquí nuestra pregunta clave.

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  • Los pueblos y su gente interactúan —consciente o inconscientemen-te— no importe si se encuentran a miles de kilómetros. Emiten y perciben poder. La globalización no sólo es interconexión sino también interacción. La naturaleza de dichas interacciones exige pensar que probablemente se puedan asociar a presiones o fuerzas de largo alcance. Nos referimos a pre-siones que traspasan las fronteras nacionales y que obligan a un grupo de personas alejadas a un cambio observable, a un movimiento en alguna de sus facetas colectivas o personales, distinto del que realizaría de no existir tales presiones.9

    Veamos un ejemplo de fuerza de largo alcance. Un país A con un esque-ma de movilidad basado en el transporte privado (en lugar del transporte público), proliferación de transporte aéreo,10 etc. le conducirá a un elevado consumo de petróleo. Ello obligará al país A a tomar medidas geopolíticas duras hacia países terceros, incluso violentas, en pro de asegurarse el abasteci-miento del crudo cuando éste le falte. La alternativa a ello es recomponer su esquema de movilidad con todas sus consecuencias que ello acarree, incluidas las electorales.

    Por su potencial comunicativo, hemos acuñado el concepto de interfe-rencia. Interferencia «transnacional» (o «transfronteriza»), se define como aquel factor procedente de fuera de las fronteras de un Estado que afecta temporalmente la dinámica interna de un determinado grupo social, sea éste un grupo de personas estructurado en una comunidad local, un segmento de la población o un país, no importe si se produce directamente o indirecta-mente a través de la alteración de su entorno. Las interferencias se suman a otras interferencias procedentes de otros agentes. La noción de interferencia puede aplicarse a interacciones que se produzcan internamente a los estados, como, por ejemplo, los que se producen entre el empresariado inmobiliario y el medio ambiente local, sin fronteras por medio. Aunque aquí preferiremos aplicarlo al contexto Norte-Sur.

    Un ejemplo de interferencia transnacional puede encontrarse en la presión que reciben las comunidades negras del Valle del Cauca (Colombia) para que abandonen sus tierras. La presión puede proceder de una suma de interfe-rencias internas y externas a Colombia. Entre las externas se perciben dos interferencias transnacionales claras: una asociada a la necesidad de territorio fértil y tropical para la producción masiva de la materia prima destinada a los

    9. En realidad, las interacciones a las que nos referimos se comportan cual vectores que nacen de quien emite la interferencia y se aplican sobre quien la sufre. Por ejemplo, un vector que nazca de mi taza de café matutina (a un euro en la cafetería de la Universitat Politècnica de Catalunya en Terrassa) y apunte a la falta de dinero del jornalero cafetalero nicaragüense para pagar la escuela de su hija.

    10. Véase http://www.airportwatch.org.uk/.

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  • agrocombustibles, que proviene de los países consumidores, y una vinculada al paramilitarismo y al Plan Colombia, estrechamente relacionada con los planes de control hemisférico de Estados Unidos en la región (Vargas, 2009).

    Interferencia

    Desaparición de la isla de bajo el mar. Calentamiento global.

    Envenenamiento de las aguas, la pesca y la fauna por contamina-ción; entrada de enfermedades; rotura de la cohesión comuni-taria, etc.

    Ocupación israelí de Palestina. Muerte de miles de civiles.

    EjemplosGenerador de la interferencia

    en el Norte

    Clase industrial (capitalista) y consumidora mundial.

    Compañías petroleras.

    Gobierno israelí.

    Víctima/objetode la interferencia

    en el Sur

    Habitantes de algunas islas del Pacífico Sur, como las Islas Kiri-bati (105.000 personas).

    Comunidades indígenas situadas en territorios ricos en hidrocarbu-ros. Ej.: Comunidades Huaorani en el Parque Yasuní, Ecuador.

    Población civil palestina (Gaza, Líbano, Cisjordania...).

    De forma tal, que las «relaciones internacionales» pueden también ser conceptualizadas como las interferencias transnacionales que se producen entre grupos sociales locales o transnacionales que habitan distintos países o entre sus estados. Y la globalización, el proceso por el cual se producen simultáneamente, en distintos planos y escalas interconectadas, un universo de fuerzas, interferencias y movimientos en el sistema mundial que afecta-rían asimétricamente a sus comunidades y cuyas pautas generales podrían esquematizarse en una red de redes donde cada nodo es una comunidad y donde cada hilo conector es una interferencia en un ámbito, una dirección y un sentido determinados.

    Ejemplos de interferencias

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  • Por otro lado, las interferencias necesitan un medio a través del cual trans-mitirse. Un mecanismo transnacional (como por ejemplo la deuda externa necesita un sistema financiero internacional que la genere) es un dispositivo disponible en el sistema mundial actual que permite la conducción de inter-ferencias desde una persona, colectivo o país A, hacia otro. Algunos ejemplos de mecanismos transnacionales son el sistema comercial internacional, la arquitectura institucional internacional, la red de paraísos fiscales, el uso de la atmósfera, los océanos, las cuencas fluviales internacionales, la biodiver-sidad y en general todos los bienes comunes, internet, etc. Los mecanismos suelen ser presentados como algo necesario e implícito a la globalización. Sin embargo, son la vía que posibilita toda forma de dominación Norte-Sur, han sido creados por el hombre y la mujer, y posiblemente puedan cambiarse. Por tanto serán objeto de nuestra atención.

    ¿Relaciones internacionales o interferencias transnacionales?

    El término «relaciones» no conviene a la realidad actual. No muestra direc-cionalidad, movimiento ni trasformación. Es completamente neutral. Forma parte del llamado «lenguaje de madera» tan utilizado en diplomacia para escapar de llamar a las cosas por su nombre cuando esto puede afectar al status quo. En cambio, «interferencia» o «fuerza» o «dominio», sí lo hacen dado que son vectoriales, pueden indicar las asimetrías. ¡Y por supuesto! A nosotros (los pobres y sus amigos) nos interesa hacer visibles las asimetrías y las relaciones de poder. Al status quo, le interesa disimularlos.

    Dado que aquí enfatizamos la vectorialidad (direccionalidad, punto de aplicación, magnitud), utilizaremos como abreviatura «NS» cuando nos re-firamos a fenómenos que arranquen en el Norte e impacten sobre el Sur, y «SN» cuando fuera lo contrario.

    Tipología de interferencias

    Entre las infinitas interferencias posibles, resulta útil distinguirlas según su intencionalidad, escala e impacto real. Se trata de una distinción que puede ser útil tanto para clasificarlas como para evaluar la responsabilidad extraterritorial que lleva asociada una determinada política tomada en un país del Norte.

    Interferencias y responsabilidadTomemos para empezar aquellas actuaciones que tengan un coste para alguien de un tercer país. Evaluemos las distintas responsabilidades. Imaginemos que alguien aprieta el botón de un misil que despega desde una base militar. Preguntémonos entonces sobre la intencionalidad y la responsabilidad. En términos generales, deberíamos distinguir entre: 1) (involuntarias) aquellas

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  • actuaciones que se tomaron desconociendo su resultado (alguien que disparó creyendo que aquel no era el botón rojo o que no sabía que se trataba de un misil atómico), y 2) (planificadas) aquellas cuya incidencia sobre segundos o terceros sí se auguraba11 (sabían que era una arma de destrucción masiva y que aquel era el botón).

    En este segundo supuesto, puede distinguirse a su vez 2.1) (planifica-das y voluntarias) actuaciones que se tomaron premeditadamente con el objetivo de afectar a dichos terceros12 (querían matarlos); 2.2) (planificadas colaterales) no tenían ese objetivo (efecto colateral13—querían eliminar a las milicias enemigas, pero les dimos sin querer... ya se sabe...). A efectos éticos —incluso procesables a nivel judicial— existe una clara diferencia entre las tres situaciones (actuaciones inconscientes, conscientes colaterales y cons-cientes deseadas).

    La responsabilidad es evidente en los tres casos. Sin embargo, y a la luz de valorarla existen matices importantes que deberán considerarse a la hora de analizar la responsabilidad social o ambiental de determinada política o actuación. Los mismos matices se aplican lógicamente sobre las interferencias transnacionales.

    Veamos algunos ejemplos tomados de la realidad:

    1) Interferencias planificadas, como las presiones liberalizadoras que ejerció un Gobierno como el español sobre los servicios públicos y la energía administrados por otro Estado como el argentino, para que permitiera en territorio propio la expansión de Telefónica, ENDESA, AgBar o REPSOL en detrimento de las compañías de capital local (ODG, 2004a). Después de El Corralito (2001-2002) el Gobierno de Aznar recurrió a su postura de acreedor ante el país sudamericano. Utilizó tanto los préstamos entre-gados al Gobierno de De la Rúa como toda su influencia ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) para que Argentina se abriera y protegiera al capital transnacional español.

    2) Interferencia colateral: la guerra civil iraquí ante la invasión estadounidense y todas sus víctimas civiles. La administración Bush sabía que existía riesgo de abrir un conflicto interno. Pero su objetivo no fue la guerra civil sino diversos intereses relacionados con la hegemonía de EEUU en el mundo.

    11. Tal y como se señaló anteriormente, es necesario introducir un matiz, puesto que algunas relaciones, aunque son claramente causa-efecto, se producen en una globalización con un fuerte componente caótico.

    12. Jurídicamente corresponde a la noción de «dolo». Es decir, con conocimiento de causa.

    13. Utilizamos aquí el término «colateral» en lugar de «involuntario» por entender que se trata de efectos derivados no deseados pero aceptados por quienes toman las decisiones.

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  • 3) Interferencias inconscientes, los efectos sobre la población de Tanzania ocasionados por el consumo europeo de perca del Nilo;14 o el uso gene-ralizado por parte de la clase consumidora de deportes y lujos intensivos en el uso del petróleo (4x4, motociclismo, tunning, motos de agua, ae-ronáutica no comercial, turismo transoceánico, residencia en ciudades difusas, aires acondicionados...).

    Una característica importante de nuestro ruidoso mundo debe tenerse en cuenta en cualquier caso porque afecta a la atribución de responsabilidades. En un sistema complejo, como el sistema mundial actual, no siempre existe evidencia de que una actuación determinada conduzca al mismo resultado, no importa si lejos o cerca. ¡Vivimos en un sistema (algo) caótico! Es decir, un sistema en el que ocurre que comportamientos iniciales similares pueden obtener resultados muy dispares. Inputs iguales conducen a outputs muy variopintos. Algo que puede disminuir la intensidad de la atribución de res-ponsabilidades por catástrofes provocadas por decisiones humanas tomadas. Entre ellas las tomadas en el Norte del estilo de las Reaganomics que causaron la Crisis de la Deuda durante los años ochenta.

    La misma concepción de la sociedad como un sistema interconectado con un componente caótico apreciable, contraviene a creer en un determinismo social, económico, ecológico absoluto, y por tanto, a considerar que toda acción tiene su resultado previsible, y por ello, su responsabilidad. Por lo tanto, y en ocasiones, una misma interferencia podría dar a luz a resultados bien distintos. Sin embargo, dejaremos de lado la incertidumbre asociada este componente caótico, para concentrarnos en aquello que sí se puede determinar.15

    Interferencias y escalaAhora bien, queremos hacer una distinción relativa a la escala y al espacio. Ya en lo «internacional» y por lo que a la escala se refiere, debemos observar que existen interacciones que pueden operar intra o interescalarmente, así sea global, regional, estatal, local y hasta «glocalmente».16

    14. Véase la película La pesadilla de Darwin, 2005. Dir.: Hubert Sauper [www.darwinsnightmare.com].

    15. Algo que sí solemos hacer bien los físicos, es separar lo que es cierto de lo que es incierto, lo que se puede calcular de lo que no. ¿Estoy en lo cierto?

    16. Por glocalización se entiende el fenómeno que condiciona la lógica local por la lógica global, o viceversa (Hannerz, 1996) y ( Martín-Barbero, 1999). Se desprende de la también llamada «conectividad escalar» por la que un mismo actor puede actuar en distintas escalas a la vez.

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  • Muchas de las problemáticas que encontramos en el Sur son producidas por tensiones entre actores globales que someten, subsidian o excluyen a actores terceros locales. Lo ilustra a la perfección el caso de «La Guerra del Agua» de Bolivia (abril de 2000). El consorcio formado por las compañías transnacionales Bechtel (estadounidense), Abengoa (española) y Edison (italiana) se enfrentaba a distintos grupos locales de Cochabamba (regantes, asociaciones de vecinos, comerciantes, ONG, sindicatos, intelectuales), en un conflicto generado por la privatización del agua de aquella ciudad.17 Ha sido analizado en diversos artículos como caso paradigmático. La victoria, finalmente, estuvo del lado de los «pequeños», después que los movimientos sociales cochabambinos lograran atraer la atención de gran cantidad de co-lectivos internacionales. La clave radicó en la capacidad de resistencia local junto a la formación decisiva de una red transnacional (un advocacy group) con gran fuerza tanto en Latinoamérica como en Europa y Estados Unidos (Crespo, 2000; Vargas y Kruse, 2000).

    Por lo general, cuando un ente global interfiere sobre otro local, nos encon-tramos frecuentemente en una situación de desequilibrio de poder. De hecho, la gobernanza global actual, a raíz de su carácter vertical, agrava la desigualdad entre lo global y lo local. Este eje de desigualdad se suma así a los clásicos ejes de desigualdad Norte-Sur, urbano-rural, clase social, género, etnia, etc. Si bien tenemos en cuenta que las interferencias que se producen entre diferentes escalas son complejas y que, por lo tanto, el binomio local-global puede resultar exce-sivamente simplificador, sostenemos que un modelo de análisis que pretenda comprender el calado de las transformaciones actuales debería tener en cuenta la importancia de la jerarquía escalar (Verger y Llistar, 2005).

    Los actores locales, entonces, suelen pasar a ser subsidiarios del actor global que les somete: salvo si logran trascender su «pequeñez» mediante la coordinación de redes junto a otras realidades locales. En este caso la coor-dinación hace la fuerza. Así, un actor «x» podrá ser más influyente si cuenta con la capacidad de articularse y de actuar a escala global para defender sus intereses. Algo clave para las estrategias de resistencia locales.

    En definitiva, en la actual fase de globalización, lo local acostumbra a ser incluido en el sistema global de manera subalterna, cuando no es directamen-te excluido. En consecuencia, autores como Boaventura de Sousa Santos o Neil Brenner señalan que la jerarquía entre lo global y lo local se yuxtapone actualmente a la jerarquía Norte-Sur:

    El criterio de jerarquización propio de las prácticas interestatales (centro, periferia, semiperiferia) está cada vez más contaminado por los criterios

    17. Véase: http://www.odg.cat/es/inicio/enprofunditat/plantilla_1.php?identif=392 .

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  • propios del resto de prácticas (global, local), de tal modo que lo que se entiende por centro, periferia y semiperiferia es cada vez más la cristaliza-ción, a nivel nacional, de múltiples y distintas posiciones o características globales y/o locales dentro de las prácticas capitalistas globales y de las prácticas sociales y culturales transnacionales. (Santos, 2005: 272)

    En realidad determinadas interferencias entre el Centro y la Periferia pueden entenderse como interferencias que siempre se producen entre ac-tores locales, dado que lo que a menudo consideramos como global no es más que el resultado de una entidad, producto o identidad local que amplía su capacidad de influencia. Es lo que Santos conceptualiza como «localismo globalizado» (Santos y Rodríguez-Garavito, 2005). Se observa que por lo general son resultado de dos posibles situaciones. Una, la de un grupo de poder en el Norte que esté estratégicamente al mando de un actor con ca-pacidades globales (como es el caso del Consejo de Administración de una gran empresa transnacional o del Ejecutivo de un gobierno). La otra, por la acción combinada de un gran número de colectivos del Norte con poco poder o con poder difuso, que desencadenen juntos una fuerte interferencia catapultada por la suma de pequeñas interferencias (por ejemplo, bajo una determinada opción de consumo).

    Interferencias e impactoLa última distinción entre interferencias transnacionales es aquella que se centra en los impactos. Impactos «positivos» o «negativos» sobre la población interferida según las consideraciones que haremos en el próximo capítulo. Así es, determinadas acciones, decisiones o comportamientos en una parte del mundo pueden tener efectos en otras partes del mundo que puedan ser percibidas como inconvenientes. Otras, al contrario, pueden ser bienvenidas. Incluso puede suceder que ni una cosa ni la otra.

    Un ejemplo de interferencias presumiblemente positivas son las tecno-logías de bajo coste producidas en las sociedades con alto poder adquisitivo que una vez rentabilizadas, incluso superadas, son luego diseminadas hacia usuarios periféricos. Caso de algunos fármacos genéricos, o del desarrollo del internet, la telefonía celular, etc. Se trataría de aquellas relaciones entre emisor e interferido que pueden ser concebidas como win-win (en la que ambos ganan).18

    18. Con matices, por supuesto. En el caso de los países con minas de tantalita y colom-bita, base del coltan, la proliferación de los dispositivos electrónicos móviles en el mundo no ha hecho más que traerles violencia e ingobernabilidad bajo la conocida «maldición de los recursos naturales».

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  • La medida de lo «positivo/negativo» es sin lugar a dudas relativa. En principio está determinada por la realidad objetiva de quién la sufre y, a su vez, por el modo subjetivo de percibirla. Por tanto, la medida de lo «positivo/negativo» depende de aspectos universales (como vivir más años) pero también de muchos otros que son construcciones culturales y sociopolíticas (como la aprensión a la propiedad privada). Cuando esa medida de lo «positivo/negativo» se traslada al sistema mundial, la pregunta nos introduce al debate que lidian las distintas teorías del desarrollo.

    Referencias: BROWN, C. y AINLEY, K. (2005), Understanding International Relations (3a

    edición revisada). Hampshire: Palgrave MacMillan.WALLERSTEIN, I. (2007), Análisis de Sistema-Mundo. Madrid: Siglo XXI. VERGER, A. y LLISTAR, D. (2005), «La jerarquía global-local en el sistema de

    estratificación mundial. Nuevas estrategias ante nuevos escenarios». Re-vista de Ciencias Sociales Gizarte Zientzien Aldizkaria, 1, pp. 129-146.

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  • Tal como hemos constatado en el capítulo anterior, existe un gran número de interferencias a las cuales son sometidos la mayoría de los habitantes de este planeta. De esta parte hasta el final del libro, nos concentraremos en las relaciones Norte-Sur, entendidas como interferencias, intentando responder a la siguiente pregunta: en el balance de las relaciones Norte-Sur, ¿predominan las interferencias positivas o las negativas?

    Aunque de forma indirecta, se ha venido respondiendo a esa cuestión a través de un subámbito de las relaciones internacionales: las teorías del de-sarrollo. Éstas se concentran en tres aspectos: las causas de las desigualdades entre el Primer y Tercer Mundo; las causas de su persistencia; y las posibles soluciones. Es decir, estas teorías deben ofrecer una explicación sobre en qué medida las interferencias del Norte son problemáticas para el Sur, o bien si la raíz de esas problemáticas se encuentra en otro lugar. Además, al definir cada una su correspondiente noción de desarrollo, influidas por la ideología y por el lugar histórico de quien las concibe, establecen qué es problemático y qué resulta conveniente para toda sociedad. Por lo que se convierten en una brújula que indica cuál es el Norte, nunca mejor dicho. Es decir, incorporan sutilmente un determinado lenguaje de valoración con el que se lee la realidad de una forma específica. Las discutiremos y contrastaremos brevemente en lo que sigue.

    Y definieron el desarrollo...

    El concepto de «desarrollo» no empieza a utilizarse hasta después de la Se-gunda Guerra Mundial. La descolonización e independencia de los países del Tercer Mundo condujo a un cuestionamiento sobre el origen de las des-igualdades entre países. Los primeros estudios sobre desarrollo, en los años cincuenta, proceden de la llamada «Teoría económica del desarrollo». El

    II. COOPERACIÓN Y ANTICOOPERACIÓN

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  • argumento para constituir un campo de análisis propio dentro de la econo-mía consistió en afirmar que los países del Tercer Mundo tienen estructuras políticas, económicas e institucionales distintas a las del Primer Mundo, y que por ende, requieren de una aproximación teórica distinta.

    En este campo, la noción de desarrollo se equiparó a la de crecimiento económico y se le atribuyó un doble objetivo: el de modernizar y el de repro-ducir paulatinamente el modelo occidental. De modo que los conceptos de «desarrollo» y de «subdesarrollo» se situaron en una misma línea continua, en la que todo país pretendería estar lo más adelantado posible. La única manera de conseguirlo consistía en la industrialización. Desde este punto de vista, el problema del subdesarrollo recayó exclusivamente en el Sur, de cuya responsabilidad dependía el crecer, modernizarse, industrializarse. Y lo único que podía hacer el Norte sería prestarle ayuda. Una ayuda que fue concebida como intrínsecamente buena, necesaria y humanitaria.

    En la práctica, las ansias de los países subdesarrollados por crecer eco-nómicamente generó una predisposición total y acrítica a la asesoría técnica de expertos del los países del Norte. Algo muy necesario para justificar la presencia de las agencias de cooperación y las ONG en el Sur. El Plan Mar-shall (1948) se convirtió en el prototipo de ayuda moderna al desarrollo, y corroboró la conveniencia de la teoría económica del desarrollo también para los países del Tercer Mundo. Crecimiento económico y ayuda internacional serían «la fórmula» indiscutible.

    Ahora bien, la Guerra Fría y la lucha contra el comunismo tuvieron una fuerte influencia en la configuración de la estrategia de desarrollo de los países del Sur. Una de las tesis más aceptadas a principios de los cincuenta era que si no se conseguía reducir la pobreza de los países del Tercer Mundo, pronto terminarían sucumbiendo en las fauces del comunismo. Es decir, la confrontación entre los EEUU y la URSS legitimaba para Occidente los objetivos de modernización y desarrollo económico de los países del Sur. Algo que explica porqué pactos militares, apoyos a dictaduras y programas de desarrollo fueron de la mano (Escobar, 1998). En ese sentido, el Congo de Mobutu, la Indonesia de Suharto, el Brasil de la dictadura militar o la Nicaragua de Somoza son algunos ejemplos de países con regímenes dictato-riales que fueron apoyados por el dinero de Estados Unidos durante los años sesenta, a través de los organismos internacionales como el BM o el FMI —o directamente— con un objetivo claramente geopolítico.

    También la consolidación de Estados Unidos como superpotencia se apoyaría en la conformación de una estrategia de desarrollo para los países periféricos, de modo que ello permitiera una conveniente expansión del sis-tema de mercado a los cinco continentes. Como veremos en el capítulo sobre geopolítica, conviene considerar que las colonias suponían una vía primordial de expansión del capitalismo, puesto que permitían establecer una importante

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  • base material, construir mecanismos de orden y control, así como instituir ideologías de legitimación del sistema. Sin embargo, la descolonización podría poner en peligro todo eso. Implicaría encontrar otros modos de asegurar el suministro de bienes y de expandir el capital occidental. De manera que Esta-dos Unidos y las potencias coloniales europeas implementaron una estrategia de desarrollo concebida para asegurar su expansión económica y, a su vez, tomar el control sobre los países periféricos. Una especie de fase posterior de la expansión capitalista una vez terminado el proyecto colonizador (Preston, 1996). Estados Unidos preferiría países independizados que no colonias bajo el control europeo. Las potencias europeas preferirían mantener un cierto control capitalista sobre sus ex colonias, menos lucrativo pero mucho más fácil de sostener.

    El mapa de las teorías del desarrollo

    Las teorías del desarrollo más influyentes han dado un diagnóstico múltiple y disímil de la existencia de interferencias entre el Norte y el Sur. Algunas teorías como las neoliberales menosprecian la existencia de interferencias transnacionales negativas. Otras, como las dependentistas o las poscoloniales, se centran más bien en éstas.

    Desarrollo realista-neoliberal

    Se desprende de las concepciones realista y neoliberal del mundo, a las que nos referimos en el capítulo I. Inspirada en un inicio en el pensamiento de economistas clásicos (Smith, Ricardo...), esta noción de desarrollo evolu-ciona desde los años cincuenta hasta la actualidad hacia enfoques menos sistémicos y más simples, basados en el individuo, y susceptibles de ser modelizados.

    Sociólogos y politólogos estadounidenses son influidos por la economía neoclásica y desarrollan la Teoría de la Modernización durante los inicios de la Guerra Fría (Rostow, 1960). La política exterior de Estados Unidos, embebida de esta teoría, incorpora políticas de desarrollo a su accionar tradicionalmente militarista. Su objetivo principal consiste en frenar el avance del comunismo. Se parte de la idea según la cual los países del Sur, para superar sus problemas de subdesarrollo, deben recorrer un mismo proceso evolutivo, similar al que han recorrido Europa y Estados Unidos. Deben abandonar su fase de socieda-des tradicionales para llegar, cruzando diversas etapas, a la fase de sociedades de consumo masivo. El lema de los modernizadores reza que «el crecimiento económico es bueno para los pobres». En caso que los países no fueran ca-paces de conseguirlo por sí solos, deberían acudir a la ayuda exterior, fuera en forma de dinero, tecnología o experiencia. En consecuencia, esta teoría

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  • legitimó la ayuda exterior, la inversión extranjera, el comercio internacional o cualquier forma de capital desde el exterior, todos ellos entendidos como interferencias transnacionales modernizadoras, necesarias para el crecimiento capitalista, para dejar de ser sociedades tradicionales e inmaduras y alejarse de la tentación comunista. De resumirse en un eslogan, éste sería: «toda interferencia que proceda del Norte es buena para el Sur».

    Durante los años sesenta y setenta, nadie cuestionaba el rol planificador y distribuidor del Estado, clave para el desarrollo capitalista. Sin embargo, a mediados de los setenta tiene lugar la contrarrevolución neoliberal, en la que se impone progresivamente una visión según la cual la gestión de la economía debe dejarse en manos del mercado en lugar del Estado. El principal gestor y promotor del desarrollo de la economía debería ser la empresa privada. El Estado debería retirarse y limitarse a garantizar la se-guridad jurídica de la propiedad privada. Algo que en lo internacional se traduciría en la proliferación de instituciones nacionales y multilaterales dedicadas a la promoción del sector privado (inversión, internacionalización de la empresa, garantías soberanas...), y en las tesis que proponen que cada país se especialice reorganizando su economía según la llamada división internacional del trabajo. Un pensamiento dogmático privatizador que duraría hasta nuestros días.

    Corriente culturalista1

    Esta corriente enfatiza la importancia del factor cultural en el origen de las desigualdades. Los culturalistas como Weber (2002) señalan que «el subdesa-rrollo es un estado mental», o que el protestantismo religioso es más dado al espíritu emprendedor capitalista. Señalan la misma virtud para otras culturas religiosas como el confucionismo, el judaísmo, el calvinismo, el puritanismo, etc. Elementos culturales como la tendencia a la promiscuidad, a lo espiritual y a lo mágico en lugar de a lo científico, el fatalismo presente en algunas religiones, la falta de valor por el esfuerzo, la cultura del ocio, etc. explican, según esta perspectiva, las desigualdades Norte-Sur. Por lo que la solución es «modernizar el carácter de las personas» (Inkeles y Smith, 1974), es decir, lograr que las personas desarrollen el sentido de la eficacia personal, que se informen de fuentes diversas, estén abiertos a nuevas ideas, se esfuercen, etc. Algo trascendental —señalan— en las personas que serán llamadas a ocupar

    1. No confundir con la escuela del culturalismo antropológico (o relativismo cultural) de la escuela de Franz Boas, en la que se afirma que las culturas son tan distintas entre sí que no puede existir superioridad alguna entre unas y otras. Algo totalmente opuesto a lo que afirma Weber.

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  • posiciones de responsabilidad en el gobierno, en las empresas o en cualquier otra institución política o económica.

    El sector tanto público como privado del desarrollo se ha acogido con entusiasmo a este tipo de tesis (sobre todo por su simplicidad). Esta tesis no tenía en cuenta la posibilidad de que el hecho de asumir, desde los países del Sur, elementos de la cultura occidental (del Norte), puede, en determi-nados casos constituir una interferencia negativa (ver capítulo IV apartado «anticooperación simbólica»). Occidentalizar o modernizar las mentes de los habitantes del Sur, no es a nuestro parecer, sinónimo de ayuda NS.

    Institucionalismo

    Toma cierta centralidad durante los años noventa de la mano de las políticas de «good governance» (buen gobierno) del Banco Mundial. El institucionalis-mo afirma que la inestabilidad de los países periféricos se debe a su posición en el sistema internacional, pero en gran parte también a la debilidad de sus estructuras institucionales internas. Las instituciones (partidos políticos, parlamentos, tribunales, ministerios, reguladores de la competencia, bancos estatales, contralorías, municipalidades...) y la estructura en que se disponen, son clave para el desarrollo, afirman. Por esa misma razón, el factor cultural, vuelve a ser clave si se asume que tanto valores, nivel formativo, ideologías, etc., configuran la dinámica de las instituciones (Myrdal, 1972).

    Desarrollo estructuralista

    Ya hemos presentado la corriente de pensamiento estructuralista en el capítulo dedicado a las «viejas» relaciones internacionales. El enfoque estructuralista se centra (ahora sí) en los factores exteriores (exógenos) a los países del Sur que condicionan su subdesarrollo. En particular, se refiere a los que proceden del comercio internacional, del sistema financiero internacional y del sistema productivo internacional en su conjunto, pero también de relaciones políticas como, por ejemplo, la alianza tácita del capital internacionalizado de los países del Norte con las élites de los países del Sur, o de relaciones de dominación diversas. Bajo la influencia de este planteamiento, inspirado en el análisis marxista, se erigen una serie de teorías y esquemas (los más importantes los describiremos a continuación). Dicho de otro modo, los estructuralistas tratan de enfocar las interferencias transnacionales de tipo negativo que reciben los países del Sur, dadas por la posición del Sur y de los distintos grupos de poder en la estructura del sistema mundial.

    A inicios de los años cincuenta, este pensamiento toma vigor de la mano del llamado «pensamiento CEPALiano» y de su precursores, entre los cuales destacamos al argentino Raúl Prebisch, que se refiere a la dualidad Centro-

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  • Periferia que rige las relaciones internacionales (1962).2 Superando los análisis ahistóricos y parciales de la teoría de la modernización, se adopta un método de análisis histórico-estructural. El modelo plantea en primer lugar, que las estructuras de los países centrales son distintas a las de los países periféricos. En segundo lugar, que el subdesarrollo de la Periferia es en buena parte consecuencia del desarrollo del Centro. Y finalmente, que Centro y Periferia realizan funciones distintas pero complementarias dentro del sistema eco-nómico internacional.

    La teoría de la dependencia

    Se trata de una crítica demoledora a la teoría de la modernización. Postula que las economías de determinados países están condicionadas por el desarrollo y la expansión de otras economías, a las que están sometidas bajo la presión de distintos mecanismos e interferencias internacionales ligadas a la historia del capitalismo. Unas economías y otras son interdependientes. Así pues, el subdesarrollo no es una fase previa del desarrollo, sino el producto histórico del colonialismo y del imperialismo (Baran, 1957). Desarrollo y subdesa-rrollo son dos caras de una misma moneda, ligadas a un mismo proceso: la acumulación de capital a escala global.

    Como la captura del excedente de las colonias favoreció la acumulación originaria de capital de las metrópolis (interfiriendo el desarrollo natural de las colonias), entonces se concluye que el subdesarrollo es el producto histó-rico del desarrollo de los países imperialistas. El problema no es la ausencia de capital en el Sur, sino que sistemáticamente éste sea transferido al Norte gracias a la colaboración de las élites del Sur. En este sentido, si el problema es la estructura mundial establecida por la expansión del capitalismo, la solución es abolir el mercado capitalista mundial.

    Fue en la comunidad académica latinoamericana, entre los años cincuenta y setenta, donde más aceptación tuvo dicha teoría.3 A partir de ese momento nacen tres corrientes dependentistas distintas (Bustelo, 1999), entre las que destacan: 1) la propuesta de desconexión (Amin, 1988) por la que conviene desarrollar ante todo el comercio y las relaciones Sur-Sur en general, por lo

    2. Entre 1950 y 1963 Prebisch fue secretario ejecutivo de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL). Se trata del organismo dependiente de la ONU responsable de promover el desarrollo económico y social de la región. Su actividad se concentra en el campo de la investigación económica.

    3. Véase por ejemplo, Prebisch (1949), o en tono más divulgativo, Galeano (1971). A parte de Prebisch y Baran, ambos precursores de la teoría, algunos de los autores más relevantes son Fernando Henrique Cardoso, Theotonio Dos Santos, Andre Gunder Frank, Celso Furtado, Ruy Mauro Marini y Enzo Faletto.

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  • que se recomienda, en un primer momento, una desconexión con el Norte y un intercambio solidario entre los países empobrecidos. Se trataría de eludir la recepción de cualquier interferencia NS, incluida la ayuda internacional;4 2) la actualización y reformulación de los primeros planteamientos de la CEPAL, profundizando el modelo de industrialización por sustitución de importacio-nes;5 y 3) las tesis del desarrollo dependiente, que afirma que la dependencia no imposibilita el desarrollo, aunque sí genera desigualdades y contradicciones específicas del capitalismo periférico que habrá que asumir.6

    La teoría del sistema mundial

    Fruto de algunas críticas significativas recibidas por las teorías de la depen-dencia (por ejemplo sobre su visión estado-céntrica), empiezan a elaborarse en los años sesenta las «nuevas teorías de la dependencia». El análisis propuesto en ese sentido por Wallerstein (2007) transciende la dimensión de los estados en su teoría del sistema mundial. Como los pluralistas, considera que algunos fenómenos han permeado las fronteras de los estados, como la actividad de las corporaciones transnacionales o los movimientos especulativos financie-ros. Fenómenos con dinámica transnacional propia. Por tanto, la unidad de análisis para comprender las desigualdades no pueden ser los estados, sino el propio sistema internacional: el «sistema-mundo».

    Sostiene que los nuevos modos del capitalismo global permiten controlar todo tipo de recursos más allá de las fronteras del Estado-nación desde el que se opere. Por eso no es extraño que Estados Unidos, Europa y Japón preten-dan establecer una economía mundial capitalista, con el fin de asegurarse tanto su crecimiento económico como una superioridad estratégica respecto al resto de países. Wallerstein describe una jerarquía de tres conjuntos de países: los centrales, los semiperiféricos y los periféricos, donde los centrales explotan a los demás, pero donde los semiperiféricos también subyugan a su vez a los periféricos. Una distribución que obedece a una evidente división internacional del trabajo, que no sólo responde a las diferencias entre países sino también entre las condiciones laborales en todo el planeta. De modo que se trascienden las posiciones de clase social, a un nivel global. En el sis-tema-mundo la distribución desigual d