Antología - 2º Bach 2014-2015

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Lengua castellana y literatura 2º Bachillerato Lecturas prescriptivas - Promoción 2013-2015 1. Fernando de Rojas, La Celestina. 2. Miguel Mihura, Tres sombreros de copa. 3. Cristina Fernández Cubas, Mi hermana Elba y Los altillos de Brumal. 4. Antología de poesía española.* * En les lecturas marcadas con un asterisco no será objeto de evaluación la obra completa, sino la selección que figura a continuación. 1. Jarchas, “Vayse meu corachón de mib”, “Garid vos, ay yermanelas”, “¿Qué faré, mamma?, “Si me quereses” (siglo XI). 2. Lírica tradicional: “En Ávila, mis ojos”, “Que miraba la mar / la mal casada”; “Al alba venid, buen amigo”, “Aprended, flores, de mí”, “Dentro en el vergel, moriré” (siglos XI-XVII). 3. Cantar de mío Cid, vv. 1-14, 715-777, 2689-2762 (finales del siglo XII). 4. Gonzalo de Berceo, Milagros de Nuestra Señora, XIV (ca. 1260). 5. Romancero viejo, “Romance del conde Arnaldos”, “Romance de la jura de Santa Águeda” (siglos XIV-XIX). 6. Libro de buen amor, vv. 653-656, 697-701, 878-882, 950-971 (primer tercio del siglo XIV). 7. Marqués de Santillana, “la vaquera de la Finojosa” (primera mitad del siglo XV). 8. Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre, vv. 1-5, 13-17, 25-28, 33-40 (después de 1476). 9. Garcilaso de la Vega, Soneto XXXIII, A Boscán desde La Goleta (ca. 1535). 10. Garcilaso de la Vega, Égloga III, vv. 8-10, 25-32, 3947 (antes de 1535). 11. Fray Luis de León, “El aire se serena” (Oda III) (mediados del siglo XVI). 12. San Juan de la Cruz, Cántico espiritual (segunda mitad del siglo XVI). 13. Luis de Góngora, “Mientras por competir con tu cabello” (ca. 1582). 14. Luis de Góngora, Fábula de Polifemo y Galatea, estrofas 4-9, 13-14, 62-63 (1611). 15. Lope de Vega, La Filomena, Epístola IX, vv. 49-63 (“Pasan las horas de la edad florida") (ca. 1610). 16. Andrés Fernández de Andrada, Epístola moral a Fabio, vv. 1-21, 46-51, 58-63, 67-72, 100-108, 115-117, 127- 129, 163-168, 172-174, 181-195, 202-205 (antes de 1613). 17. Francisco de Quevedo, “¡Ah de la vida!… ¿Nadie me responde?” (ca. 1640). 18. Francisco de Quevedo, “Cerrar podrá mis ojos la postrera” (ca. 1620). 19. Sor Juana Inés de la Cruz, “Hombres necios que acusáis” (finales del siglo XVII). 20. José de Espronceda, “Marchitas ya las juveniles flores” (A XXX dedicándole estas poesías) (ca. 1840). 21. Gustavo Adolfo Bécquer, “Del salón en el ángulo oscuro”, de Rimas (1868). 22. Rosalía de Castro, “Adiós, ríos; adiós, fontes”, de Cantares gallegos (1863). ………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….. 23. Rubén Darío, “Canción de otoño en primavera”, de Cantos de vida y esperanza (1905). 24. Antonio Machado, “Campos de Soria”, de Campos de Castilla (1912). 25. Antonio Machado, “Proverbios y cantares”, XXIX, XLIV, de Campos de Castilla (1917). 26. Juan Ramón Jiménez, “Álamo blanco”, de Canción (1936). 27. Juan Ramón Jiménez, “Si yo, por ti, he creado un mundo para ti” (“El nombre conseguido de los nombres”), de Dios deseado y deseante (1949). 28. Pedro Salinas, “El alma tenías”, de Presagios (1924). 29. Jorge Guillén, “Más allá” (I, IV Y VI), de Cántico (1928). 30. Gerardo Diego, “Romance del Duero” / “Río Duero, río Duero”, de Soria (1923). 31. Federico García Lorca, “Romance de la luna, luna” / “La luna vino a la fragua”, de Romancero gitano (1927). 32. Federico García Lorca, “Ciudad sin sueño”, de Poeta en Nueva York (1929-30, publicado en 1940). 33. Dámaso Alonso, ”Insomnio” / “Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)”, de Hijos de la ira (1944). 34. Vicente Alexandre, “Se querían”, de La destrucción o el amor (1935).

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Literatura castellana

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  • Lengua castellana y literatura 2 Bachillerato Lecturas prescriptivas - Promocin 2013-2015

    1. Fernando de Rojas, La Celestina. 2. Miguel Mihura, Tres sombreros de copa. 3. Cristina Fernndez Cubas, Mi hermana Elba y Los altillos de Brumal. 4. Antologa de poesa espaola.* * En les lecturas marcadas con un asterisco no ser objeto de evaluacin la obra completa, sino la seleccin que figura a continuacin. 1. Jarchas, Vayse meu corachn de mib, Garid vos, ay yermanelas, Qu far, mamma?, Si me quereses (siglo XI). 2. Lrica tradicional: En vila, mis ojos, Que miraba la mar / la mal casada; Al alba venid, buen amigo, Aprended, flores, de m, Dentro en el vergel, morir (siglos XI-XVII). 3. Cantar de mo Cid, vv. 1-14, 715-777, 2689-2762 (finales del siglo XII). 4. Gonzalo de Berceo, Milagros de Nuestra Seora, XIV (ca. 1260). 5. Romancero viejo, Romance del conde Arnaldos, Romance de la jura de Santa gueda (siglos XIV-XIX). 6. Libro de buen amor, vv. 653-656, 697-701, 878-882, 950-971 (primer tercio del siglo XIV). 7. Marqus de Santillana, la vaquera de la Finojosa (primera mitad del siglo XV). 8. Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre, vv. 1-5, 13-17, 25-28, 33-40 (despus de 1476). 9. Garcilaso de la Vega, Soneto XXXIII, A Boscn desde La Goleta (ca. 1535). 10. Garcilaso de la Vega, gloga III, vv. 8-10, 25-32, 3947 (antes de 1535). 11. Fray Luis de Len, El aire se serena (Oda III) (mediados del siglo XVI). 12. San Juan de la Cruz, Cntico espiritual (segunda mitad del siglo XVI). 13. Luis de Gngora, Mientras por competir con tu cabello (ca. 1582). 14. Luis de Gngora, Fbula de Polifemo y Galatea, estrofas 4-9, 13-14, 62-63 (1611). 15. Lope de Vega, La Filomena, Epstola IX, vv. 49-63 (Pasan las horas de la edad florida") (ca. 1610). 16. Andrs Fernndez de Andrada, Epstola moral a Fabio, vv. 1-21, 46-51, 58-63, 67-72, 100-108, 115-117, 127-129, 163-168, 172-174, 181-195, 202-205 (antes de 1613). 17. Francisco de Quevedo, Ah de la vida! Nadie me responde? (ca. 1640). 18. Francisco de Quevedo, Cerrar podr mis ojos la postrera (ca. 1620). 19. Sor Juana Ins de la Cruz, Hombres necios que acusis (finales del siglo XVII). 20. Jos de Espronceda, Marchitas ya las juveniles flores (A XXX dedicndole estas poesas) (ca. 1840). 21. Gustavo Adolfo Bcquer, Del saln en el ngulo oscuro, de Rimas (1868). 22. Rosala de Castro, Adis, ros; adis, fontes, de Cantares gallegos (1863). .. 23. Rubn Daro, Cancin de otoo en primavera, de Cantos de vida y esperanza (1905). 24. Antonio Machado, Campos de Soria, de Campos de Castilla (1912). 25. Antonio Machado, Proverbios y cantares, XXIX, XLIV, de Campos de Castilla (1917). 26. Juan Ramn Jimnez, lamo blanco, de Cancin (1936). 27. Juan Ramn Jimnez, Si yo, por ti, he creado un mundo para ti (El nombre conseguido de los nombres), de Dios deseado y deseante (1949). 28. Pedro Salinas, El alma tenas, de Presagios (1924). 29. Jorge Guilln, Ms all (I, IV Y VI), de Cntico (1928). 30. Gerardo Diego, Romance del Duero / Ro Duero, ro Duero, de Soria (1923). 31. Federico Garca Lorca, Romance de la luna, luna / La luna vino a la fragua, de Romancero gitano (1927). 32. Federico Garca Lorca, Ciudad sin sueo, de Poeta en Nueva York (1929-30, publicado en 1940). 33. Dmaso Alonso, Insomnio / Madrid es una ciudad de ms de un milln de cadveres (segn las ltimas estadsticas), de Hijos de la ira (1944). 34. Vicente Alexandre, Se queran, de La destruccin o el amor (1935).

  • 35. Rafael Alberti, Si mi voz muriera en tierra, de Marinero en tierra (1924). 36. Luis Cernuda, Donde habite el olvido, de Donde habite el olvido (1933). 37. Miguel Hernndez, Elega / Yo quiero ser, llorando, el hortelano, de El rayo que no cesa (1936). 38. Gabriel Celaya, La poesa es un arma cargada de futuro, de Cantos iberos (1955). 39. Blas de Otero, En el principio, de Pido la paz y la palabra (1955). 40. ngel Gonzlez, Para que yo me llame ngel Gonzlez, de spero mundo, (1956). 41. Jos Mara Valverde, El poema / En el principio, de Ser de palabra (1976). 42. Jos ngel Valente, Si no creamos un objeto metlico, de El inocente (1970). 43. Jaime Gil de Biedma, Intento formular mi experiencia de la guerra, de Moralidades (1966). 44. Mara Victoria Atencia, Placeta de San Marcos, de El coleccionista (1979).

    ..

    Cada ao el Departament d'Ensenyament determina cuatro lecturas prescriptivas para Bachillerato. De ellas se escogen dos

    cuya lectura puede ser necesaria para responder a algunas de las preguntas de la Selectividad.

    El peso de las lecturas en la nota final del examen es variable: puede reducirse a un mero test de comprobacin de lectura, o

    puede aparecer como texto literario en una de las dos opciones del examen. En algunas ocasiones, ha aparecido como base

    para alguna breve redaccin.

    Este ao las dos lecturas escogidas para 2 son:

    Antologa potica (Varios autores)

    Mi hermana Elba y Los altillos de Brumal de Cristina Fernndez Cubas

  • Antologa de poesa espaola - PAU 2015

    MODERNISMO Y GENERACIN DE 98 23. Rubn Daro, Cancin de otoo en primavera, de Cantos de vida y esperanza (1905). Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer. Plural ha sido la celeste historia de mi corazn. Era una dulce nia, en este mundo de duelo y afliccin. Miraba como el alba pura; sonrea como una flor. Era su cabellera obscura hecha de noche y de dolor. Yo era tmido como un nio. Ella, naturalmente, fue, para mi amor hecho de armio, Herodas y Salom... Juventud, divino tesoro ya te vas para no volver...! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer... La otra fue ms sensitiva, y ms consoladora y ms halagadora y expresiva, cual no pens encontrar jams. Pues a su continua ternura una pasin violenta una. En un peplo de gasa pura una bacante se envolva... En sus brazos tom mi ensueo y lo arrull como a un beb... Y le mat, triste y pequeo falto de luz, falto de fe... Juventud, divino tesoro, te fuiste para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer...

  • Otra juzg que era mi boca el estuche de su pasin y que me roera, loca, con sus dientes el corazn poniendo en un amor de exceso la mira de su voluntad, mientras eran abrazo y beso sntesis de la eternidad: y de nuestra carne ligera imaginar siempre un Edn, sin pensar que la Primavera y la carne acaban tambin... Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver!... Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer! Y las dems!, en tantos climas, en tantas tierras, siempre son, si no pretexto de mis rimas, fantasmas de mi corazn. En vano busqu a la princesa que estaba triste de esperar. La vida es dura. Amarga y pesa. Ya no hay princesa que cantar! Mas a pesar del tiempo terco, mi sed de amor no tiene fin; con el cabello gris me acerco a los rosales del jardn... Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver!... Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer... Mas es ma el Alba de oro! Notas al pie 1. armio, mamfero de piel muy suave y delicada, muy blanca y confortable en invierno. 2. Herodas (7 a. C.- 39) fue una princesa, casada primero con Herodes Filipo, su to, y despus con el hermano de ste, Herodes Antipas; se le acus de cometer adulterio e incesto. Fue madre de Salom y, segn los relatos evanglicos, particip en la intriga que condujo a la ejecucin por decapitacin de Juan el Bautista. 3. peplo, vestidura exterior, amplia y suelta, sin mangas, que bajaba de los hombros formando cadas en punta por delante, usada por las mujeres en la Grecia antigua.4. bacante, mujer que celebraba las fiestas bacanales, es decir, mujer ebria y lbrica

  • 24. Antonio Machado, Campos de Soria, de Campos de Castilla (1912).

    CAMPOS DE SORIA

    I

    Es la tierra de Soria rida y fra.

    Por las colinas y las sierras calvas,

    verdes pradillos, cerros cenicientos,

    la primavera pasa

    dejando entre las hierbas olorosas

    sus diminutas margaritas blancas.

    La tierra no revive, el campo suea.

    Al empezar abril est nevada

    la espalda del Moncayo;

    el caminante lleva en su bufanda

    envueltos cuello y boca, y los pastores

    pasan cubiertos con sus luengas capas.

    1 rida. adj. Seco, estril, de poco jugo y humedad.

    2 cerros. N. Elevacin de tierra aislada y de menor altura que el monte o la montaa.

    a. El Moncayo es un ncleo montaoso que se encuentra entre las provincias de Zaragoza y Soria.

    3. luengas, 'largas'.

    II

    Las tierras labrantas,

    como retazos de estameas pardas,

    el huertecillo, el abejar, los trozos

    de verde obscuro en que el merino pasta,

    entre plomizos peascales, siembran

    el sueo alegre de infantil Arcadia.

    En los chopos lejanos del camino,

    parecen humear las yertas ramas

    como un glauco vapor las nuevas hojas

    y en las quiebras de valles y barrancas

    blanquean los zarzales florecidos,

    y brotan las violetas perfumadas.

  • 4. estameas. N. Tejido de lana, sencillo y ordinario, que tiene la urdimbre y la trama de estambre. 5. merino. N. Oveja de esta raza que da una lana muy fina. b. La Arcadia es una regin montaosa griega poblada de bosques y pastos que en la tradicin literaria se asocia con la vida idealizada de pastores que se entregan al amor y a la poesa. 6. yertas. Adj. Rgidas y sin actividad. 7. glauco. Adj. Verde claro o grisceo. 8. quiebras. N. Grieta o hendidura en la tierra.

    III

    Es el campo undulado, y los caminos

    ya ocultan los viajeros que cabalgan

    en pardos borriquillos,

    ya al fondo de la tarde arrebolada

    elevan las plebeyas figurillas,

    que el lienzo de oro del ocaso manchan.

    Mas si trepis a un cerro y veis el campo

    desde los picos donde habita el guila,

    son tornasoles de carmn y acero,

    llanos plomizos, lomas plateadas,

    circuidos por montes de violeta,

    con las cumbres de nieve sonrosado.

    9. undulado. Participio del verbo undular. Forma culta y potica de ondulado.

    10. arreboladas. Participio del verbo arrebolar. Decolor rojo provocado por los rayos de sol que

    atraviesan las nubes.

    11. plebeyas. Adj. Del pueblo, populares.

    12. tornasoles. N. Cambios o reflejos de luz.

    13. circuidos, Participio del verbo circuir. Rodeados, cercados.

    IV

    Las figuras del campo sobre el cielo!

    Dos lentos bueyes aran

    en un alcor, cuando el otoo empieza,

    y entre las negras testas doblegadas

    bajo el pesado yugo,

    pende un cesto de juncos y retama,

    que es la cuna de un nio;

    y tras la yunta marcha

    un hombre que se inclina hacia la tierra,

    y una mujer que en las abiertas zanjas

    arroja la semilla.

    Bajo una nube de carmn y llama,

    en el oro fluido y verdinoso

    del poniente, las sombras se agigantan.

  • 14. alcor. N. Colina, monte pequeo.

    15. testas. N. Cabezas.

    16. yugo. N. Instrumento de madera al cual, formando yunta, se uncen por el cuello las mulas, o por la

    cabeza o el cuello, los bueyes, y en el que va sujeta la lanza o prtigo del carro, el timn del arado,

    17 yunta. N. Par de bueyes, mulas u otros animales que sirven en la labor del campo o en los acarreos.

    18 carmn, color rojo encendido

    V

    La nieve. En el mesn al campo abierto

    se ve el hogar donde la lea humea

    y la olla al hervir borbollonea.

    El cierzo corre por el campo yerto,

    alborotando en blancos torbellinos

    la nieve silenciosa.

    La nieve sobre el campo y los caminos,

    cayendo est como sobre una fosa.

    Un viejo acurrucado tiembla y tose

    cerca del fuego; su mechn de lana

    la vieja hila, y una nia cose

    verde ribete a su estamea grana.

    Padres los viejos son de un arriero

    que camin sobre la blanca tierra,

    y una noche perdi ruta y sendero,

    y se enterr en las nieves de la sierra.

    En torno al fuego hay un lugar vaco

    y en la frente del viejo, de hosco ceo,

    como un tachn sombro

    tal el golpe de un hacha sobre un leo.

    La vieja mira al campo, cual si oyera

    pasos sobre la nieve. Nadie pasa.

    Desierta la vecina carretera,

    desierto el campo en torno de la casa.

    La nia piensa que en los verdes prados

    ha de correr con otras doncellitas

    en los das azules y dorados,

    cuando crecen las blancas margaritas.

    18. borbollonea, V. Que hierve con burbujas.

    20 cierzo, N. Viento del nordeste, de la direccin del Moncayo, que baja fuerte y seco por el valle del

    Ebro.

    21. yerto, Adj. Tieso, rgido o spero. Se dice del viviente que se ha quedado rgido por el fro o del

    cadver u otra cosa en que se produce el mismo efecto.

    22. ribete, N. Cinta con que se adorna la orilla de una prenda.

    23. estamea. N. Tejido de lana, sencillo y ordinario, que tiene la urdimbre y la trama de estambre.

    24 grana, N. Color granate.

    25 arriero, N. Persona que conduca las bestias de carga.

    26 hosco ceo, en el texto significa 'con un gesto poco amable o de enfado en el entrecejo.

  • VI

    Soria fra, Soria pura,

    cabeza de Extremadura,

    con su castillo guerrero

    arruinado, sobre el Duero;

    con sus murallas rodas

    y sus casas denegridas!

    Muerta ciudad de seores

    soldados o cazadores;

    de portales con escudos

    de cien linajes hidalgos,

    y de famlicos galgos,

    de galgos flacos y agudos,

    que pululan

    por las srdidas callejas,

    y a la medianoche ululan,

    cuando graznan las cornejas!

    Soria fra! La campana

    de la Audiencia da la una.

    Soria, ciudad castellana

    tan bella! bajo la luna.

    27 Soria pura, cabeza de Extremadura: es la leyenda que lleva el escudo de la ciudad que fue durante la Edad Media el territorio lmite que alcanzaban los grandes trashumantes en busca de los pastos del verano y que lindaba con otros reinos medievales. 28 denegridas, de color que tira a negro. 29 hidalgos, baja nobleza castellana de poca medieval. 30 pululan, abundan y se mueven por un sitio. 31 srdidas, miserables y sucias. 32 ululan, aullan.

    VII

    Colinas plateadas,

    grises alcores, crdenas roquedas

    por donde traza el Duero

    su curva de ballesta

    en torno a Soria, obscuros encinares,

    ariscos pedregales, calvas sierras,

    caminos blancos y lamos del ro,

    tardes de Soria, mstica y guerrera,

    hoy siento por vosotros, en el fondo

    del corazn, tristeza,

    tristeza que es amor! Campos de Soria

    donde parece que las rocas suean,

    conmigo vais! Colinas plateadas,

    grises alcores, crdenas roquedas!...

    33 crdenas. Adj. Rojizas, moradas.

  • VIII

    He vuelto a ver los lamos dorados,

    lamos del camino en la ribera

    del Duero, entre San Polo y San Saturio,

    tras las murallas viejas

    de Soria barbacana

    hacia Aragn, en castellana tierra.

    Estos chopos del ro, que acompaan

    con el sonido de sus hojas secas

    el son del agua, cuando el viento sopla,

    tienen en sus cortezas

    grabadas iniciales que son nombres

    de enamorados, cifras que son fechas.

    lamos del amor que ayer tuvisteis

    de ruiseores vuestras ramas llenas;

    lamos que seris maana liras

    del viento perfumado en primavera;

    lamos del amor cerca del agua

    que corre y pasa y suea,

    lamos de las mrgenes del Duero,

    conmigo vais, mi corazn os lleva!

    34 Las ermitas de san Polo y san Saturio, ste ltimo patrn de Soria, estn prximas a la ribera del Duero y constituan el camino de paseo habitual de Antonio Machado. 35 barbacana, N. Boquete abierto en un muro por donde se disparaba para defender una posicin fortificada.

    IX

    Oh, s! Conmigo vais, campos de Soria,

    tardes tranquilas, montes de violeta,

    alamedas del ro, verde sueo

    del suelo gris y de la parda tierra,

    agria melancola

    de la ciudad decrpita.

    Me habis llegado al alma,

    o acaso estabais en el fondo de ella?

    Gentes del alto llano numantino

    que a Dios guardis como cristianas viejas,

    que el sol de Espaa os llene

    de alegra, de luz y de riqueza!

    A. Machado, Campos de Castilla (1912)

    36 decrpita. Adj. Dicho de una cosa: Que ha llegado a su ltima decadencia. 37 numantino. Adj. De Numancia. Adjetivo que Machado utiliza en el sentido de 'soriano'.

  • 25. Antonio Machado, Proverbios y cantares, XXIX, XLIV, de Campos de Castilla (1917). XXIX Caminante, son tus huellas el camino y nada ms; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrs se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar. XLIV Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.

  • 26. Juan Ramn Jimnez, lamo blanco, de Cancin (1936).

    Arriba canta el pjaro

    y abajo canta el agua.

    (Arriba y abajo,

    se me abre el alma).

    Entre dos melodas,

    la columna de plata!

    Hoja, pjaro, estrella;

    baja flor, raz, agua.

    Entre dos conmociones,

    la columna de plata!

    (Y t, tronco ideal,

    entre mi alma y mi alma!)

    Mece a la estrella el trino,

    la onda a la flor baja.

    (Abajo y arriba,

    me tiembla el alma).

  • 27. Juan Ramn Jimnez, Si yo, por ti, he creado un mundo para ti (El nombre conseguido de los

    nombres), de Dios deseado y deseante (1949).

    Si yo, por ti, he creado un mundo para ti,

    dios, t tenas seguro que venir a l,

    y t has venido a l, a m seguro,

    porque mi mundo todo era mi esperanza.

    Yo he acumulado mi esperanza

    en lengua, en nombre hablado, en nombre escrito;

    a todo yo le haba puesto nombre

    y t has tomado el puesto

    de toda esta nombrada.

    Ahora puedo yo detener ya mi movimiento,

    como la llama se detiene en ascua roja

    con resplandor de aire inflamado azul,

    en el ascua de mi perpetuo estar y ser;

    ahora yo soy ya mi mar paralizado,

    el mar que yo deca, mas no duro,

    paralizado en olas de conciencia en luz

    y vivas hacia arriba todas, hacia arriba.

    Todos los nombres que yo puse

    al universo que por ti me recreaba yo,

    se me estn convirtiendo en uno y en un dios.

    El dios que es siempre al fin,

    el dios creado y recreado y recreado

    por gracia y sin esfuerzo.

    El Dios. El nombre conseguido de los nombres.

  • Generacin del 27

    28. Pedro Salinas, El alma tenas, de Presagios (1924).

    El alma tenas

    tan clara y abierta,

    que yo nunca pude

    entrarme en tu alma.

    Busqu los atajos

    angostos, los pasos

    altos y difciles...

    A tu alma se iba

    por caminos anchos.

    Prepar alta escala

    -soaba altos muros

    guardndote el alma-,

    pero el alma tuya

    estaba sin guarda

    de tapial ni cerca.

    Te busqu la puerta

    estrecha del alma,

    pero no tena,

    de franca que era,

    entrada tu alma.

    En dnde empezaba?

    acababa, en dnde?

    Me qued por siempre

    sentado en las vagas

    lindes de tu alma.

  • 29. Jorge Guilln, Ms all, de Cntico (1928).

    I

    (El alma vuelve al cuerpo,

    se dirige a los ojos

    y choca) Luz! Me invade

    todo mi ser. Asombro!

    Intacto an, enorme, rodea el tiempo... Ruidos irrumpen. Cmo saltan sobre los amarillos todava no agudos de un sol hecho ternura de rayo alboreado para estancia difusa, mientras van presentndose todas las consistencias que al disponerse en cosas me limitan, me centran! Hubo un caos? Muy lejos de su origen, me brinda por entre hervor de luz frescura en chispas. Da! Una seguridad se extiende, cunde, el esplendor aploma la insinuada maana. Y la maana pesa, vibra sobre mis ojos, que volvern a ver lo extraordinario: todo. Todo est concentrado por siglos de raz dentro de este minuto, eterno y para m. Y sobre los instantes que pasan de continuo voy salvando el presente, eternidad en vilo. Corre la sangre, corre con fatal avidez.

  • a ciegas acumulo destino: quiero ser. Ser, nada ms. Y basta. Es la absoluta dicha. Con la esencia en silencio tanto se identifica! Al azar de las suertes nicas de un tropel surgir entre los siglos, alzarse con el ser, Y a la fuerza fundirse con la sonoridad ms tenaz: s, s, s, la palabra del mar! Todo me comunica, vencedor, hecho mundo, su bro para ser de veras real, en triunfo. Soy, ms: estoy. Respiro. Lo profundo es el aire. La realidad me inventa, soy su leyenda. Salve! II No, no sueo. Vigor de creacin concluye su paraso aqu: penumbra de costumbre. Y este ser implacable que se me impone ahora de nuevo vaguedad resolvindose en forma de variacin de almohada, en blancura de lienzo, en mano sobre embozo, en el tendido cuerpo que an recuerda los astros y gravita bien este ser avasallador universal, mantiene tambin su plenitud en lo desconocido:

  • un ms all de veras misterio, realsimo. III Ms all! Cerca de veces, muy cerca, familiar alude a unos enigmas. Corteses, Irreductibles, pero largos, anchos, profundos enigmas en sus masas. Yo los toco, los uso. Hacia mi compaa la habitacin converge. Qu de objetos! Nombrados, se allanan a la mente. Enigmas son aqu viven para mi ayuda, amables a travs de cuanto me circunda sin cesar con la mvil trabazn de unos vnculos que a cada instante acaban de cerrar su equilibrio. IV El balcn, los cristales, unos libros, la mesa. Nada ms esto? S, maravillas concretas. Material jubiloso convierte en superficie manifiesta a sus tomos tristes, siempre invisibles. Y por un filo escueto, o al amor de una curva de asa, la energa de plenitud acta. Energa o su gloria! En mi dominio luce sin escndalo dentro de lo tan real, hoy lunes.

  • Y gil, humildemente, la materia apercibe gracia de Aparicin: esto es cal: esto es mimbre. V Por aquella pared, bajo un sol que derrama, dora y sombra claros caldeados, la calma soledad vara. Sonredo va el sol por la pared. Gozosa materia en relacin! Y mientras, lo ms alto de un rbol hoja a hoja solendose, dndose, todo actual me enamora. Errante en el verdor un aroma presiento, que me regalar su calidad: lo ajeno, lo tan lejano que es all en s mismo. Ddiva de un mundo irremplazable: voy a por l a mi alma. VI Oh perfeccin! Dependo del total ms all, dependo de las cosas. Sin m son y ya estn Proponiendo un volumen que ni so la mano, feliz de resolver una sorpresa en acto. Dependo en alegra de un cristal de balcn, de ese lustre que ofrece lo ansiado a su raptor, y es de veras atmsfera difana de maana, un alero, tejados,

  • nubes all, distancias. Suena a orilla de abril el gorjeo esparcido por entre los follajes frgiles. (Hay roco.) Pero el da al fin logra rotundidad humana de edificio y refiere su fuerza mi morada. As va concertando, trayendo lejanas, que al balcn por pases de trnsito deslizan. Nunca separa el cielo. Ese cielo de ahora aire que yo respiro de planeta me colma. Dnde extraviarse, dnde? Mi centro es este punto: cualquiera. Tan plenario siempre me aguarda el mundo! Una tranquilidad de afirmacin constante gua a todos los seres, que entre tantos enlaces universales, presos en la jornada eterna bajo el sol quieren ser y a su querer se entregan fatalmente, dichosos con la tierra y el mar de alzarse a lo infinito: un rayo de sol ms. Es la luz del primer vergel, y an fulge aqu, ante mi faz, sobre esa flor, en ese jardn. Y con empuje henchido de afluencias amantes se ahnca en el sagrado presente perdurable

  • toda la creacin, que al despertarse un hombre lanza la soledad a un tumulto de acordes.

    Jorge Guilln, Cntico (1928)

  • 30. Gerardo Diego, Ro Duero, ro Duero, de Soria (1923).

    ROMANCE DEL DUERO

    Ro Duero, ro Duero,

    nadie a acompaarte baja;

    nadie se detiene a or

    tu eterna estrofa de agua.

    Indiferente o cobarde,

    la ciudad vuelve la espalda.

    No quiere ver en tu espejo

    su muralla desdentada.

    T, viejo Duero, sonres

    entre tus barbas de plata,

    moliendo con tus romances

    las cosechas mal logradas.

    Y entre los santos de piedra

    y los lamos de magia

    pasas llevando en tus ondas

    palabras de amor, palabras.

    Quin pudiera como t,

    a la vez quieto y en marcha,

    cantar siempre el mismo verso

    pero con distinta agua.

    Ro Duero, ro Duero,

    nadie a estar contigo baja,

    ya nadie quiere atender

    tu eterna estrofa olvidada,

    sino los enamorados

    que preguntan por sus almas

    y siembran en tus espumas

    palabras de amor, palabras.

    Gerardo Diego, Soria (1912 ?)

  • 31. Federico Garca Lorca, La luna vino a la fragua, de Romancero gitano (1927).

    a Conchita Garca Lorca La luna vino a la fragua con su polisn de nardos. El nio la mira mira. El nio la est mirando. En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y ensea, lbrica y pura, sus senos de duro estao. Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, haran con tu corazn collares y anillos blancos. Nio djame que baile. Cuando vengan los gitanos, te encontrarn sobre el yunque con los ojillos cerrados. Huye luna, luna, luna, que ya siento sus caballos. Nio djame, no pises, mi blancor almidonado. El jinete se acercaba tocando el tambor del llano. Dentro de la fragua el nio, tiene los ojos cerrados. Por el olivar venan, bronce y sueo, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados. Cmo canta la zumaya, ay como canta en el rbol! Por el cielo va la luna con el nio de la mano. Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. el aire la est velando.

  • 32. Federico Garca Lorca, Ciudad sin sueo, de Poeta en Nueva York (1929-30, publicado en 1940).

    (NOCTURNO DE BROOKLYN BRIDGE)

    No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabaas. Vendrn las iguanas vivas a morder a los hombres que no suean y el que huye con el corazn roto encontrar por las esquinas al increble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros. No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Hay un muerto en el cementerio ms lejano que se queja tres aos porque tiene un paisaje seco en la rodilla; y el nio que enterraron esta maana lloraba tanto que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase. No es sueo la vida. Alerta! Alerta! Alerta! Nos caemos por las escaleras para comer la tierra hmeda o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas. Pero no hay olvido, ni sueo: carne viva. Los besos atan las bocas en una maraa de venas recientes y al que le duele su dolor le doler sin descanso y al que teme la muerte la llevar sobre sus hombros. Un da los caballos vivirn en las tabernas y las hormigas furiosas atacarn los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas. Otro da veremos la resurreccin de las mariposas disecadas y an andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua. Alerta! Alerta! Alerta! A los que guardan todava huellas de zarpa y aguacero, a aquel muchacho que llora porque no sabe la invencin del puente o a aquel muerto que ya no tiene ms que la cabeza y un zapato, hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan, donde espera la dentadura del oso, donde espera la mano momificada del nio y la piel del camello se eriza con un violento escalofro azul. No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Pero si alguien cierra los ojos, azotadlo, hijos mos, azotadlo!

  • Haya un panorama de ojos abiertos y amargas llagas encendidas. No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie. Ya lo he dicho. No duerme nadie. Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes, abrid los escotillones para que vea bajo la luna las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

  • 33. Dmaso Alonso, Madrid es una ciudad de ms de un milln de cadveres (segn las ltimas

    estadsticas), de Hijos de la ira (1944).

    INSOMNIO

    Madrid es una ciudad de ms de un milln de cadveres (segn las ltimas estadsticas).

    A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 aos que me pudro,

    y paso largas horas oyendo gemir al huracn, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.

    Y paso largas horas gimiendo como el huracn, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la

    leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.

    Y paso largas horas preguntndole a Dios, preguntndole por qu se pudre lentamente mi alma,

    por qu se pudren ms de un milln de cadveres en esta ciudad de Madrid,

    por qu mil millones de cadveres se pudren lentamente en el mundo.

    Dime, qu huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

    Temes que se te sequen los grandes rosales del da, las tristes azucenas letales de tus noches?

    Dmaso Alonso, Hijos de la ira (1944)

  • 34. Vicente Alexandre, Se queran, de La destruccin o el amor (1935).

    Se queran Sufran por la luz, labios azules en la madrugada, labios saliendo de la noche dura, labios partidos, sangre, sangre dnde? Se queran en un lecho navo, mitad noche, mitad luz. Se queran como las flores a las espinas hondas, a esa amorosa gema del amarillo nuevo, cuando los rostros giran melanclicamente, giralunas que brillan recibiendo aquel beso. Se queran de noche, cuando los perros hondos laten bajo la tierra y los valles se estiran como lomos arcaicos que se sienten repasados: caricia, seda, mano, luna que llega y toca. Se queran de amor entre la madrugada, entre las duras piedras cerradas de la noche, duras como los cuerpos helados por las horas, duras como los besos de diente a diente solo. Se queran de da, playa que va creciendo, ondas que por los pies acarician los muslos, cuerpos que se levantan de la tierra y flotando... Se queran de da, sobre el mar, bajo el cielo. Medioda perfecto, se queran tan ntimos, mar altsimo y joven, intimidad extensa, soledad de lo vivo, horizontes remotos ligados como cuerpos en soledad cantando. Amando. Se queran como la luna lcida, como ese mar redondo que se aplica a ese rostro, dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida, donde los peces rojos van y vienen sin msica. Da, noche, ponientes, madrugadas, espacios, ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas, mar o tierra, navo, lecho, pluma, cristal, metal, msica, labio, silencio, vegetal, mundo, quietud, su forma. Se queran, sabedlo.

  • 35. Rafael Alberti, Si mi voz muriera en tierra, de Marinero en tierra (1924). Si mi voz muriera en tierra llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera. Llevadla al nivel del mar y nombradla capitana de un blanco bajel de guerra. Oh mi voz condecorada con la insignia marinera: sobre el corazn un ancla y sobre el ancla una estrella y sobre la estrella el viento y sobre el viento la vela!

  • 36. Luis Cernuda, Donde habite el olvido, de Donde habite el olvido (1933).

    Donde habite el olvido, en los vastos jardines sin aurora; donde yo solo sea memoria de una piedra sepultada entre ortigas sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. Donde mi nombre deje al cuerpo que designa en brazos de los siglos, donde el deseo no exista. En esa gran regin donde el amor, ngel terrible, no esconda como acero en mi pecho su ala, sonriendo lleno de gracia area mientras crece el tormento. All donde termine ese afn que exige un dueo a imagen suya, sometiendo a otra vida su vida, sin ms horizonte que otros ojos frente a frente. Donde penas y dichas no sean ms que nombres, cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, disuelto en niebla, ausencia, ausencia leve como carne de nio. All, all lejos; donde habite el olvido.

    Uno de los versos de esta rima de G. A. Bcquer da ttulo al libro de poemas de Luis Cernuda Donde habite el olvido (1933). Rima LXVI Gustavo Adolfo Bcquer (1836 1870) De dnde vengo?... El ms horrible y spero de los senderos busca; las huellas de unos pies ensangrentados sobre la roca dura; los despojos de un alma hecha jirones en las zarzas agudas, te dirn el camino que conduce a mi cuna. Adnde voy? El ms sombro y triste de los pramos cruza, valle de eternas nieves y de eternas melanclicas brumas; en donde est una piedra solitaria sin inscripcin alguna, donde habite el olvido, all estar mi tumba.

  • Mucho tiempo despus el tema del olvido inspir una cancin a Joaqun Sabina.

    Donde habita el olvido Cuando se despert, no recordaba nada de la noche anterior, demasiadas cervezas, dijo, al ver mi cabeza, al lado de la suya, en la almohada y la bes otra vez, pero ya no era ayer, sino maana. Y un insolente sol, como un ladrn, entr por la ventana. El da que lleg tena ojeras malvas y barro en el tacn, desnudos, pero extraos, nos vio, roto el engao de la noche, la cruda luz del alba. Era la hora de huir y se fue, sin decir: llmame un da. Desde el balcn, la vi perderse, en el trajn de la Gran Va. Y la vida sigui, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, una vez me cont,

    un amigo comn, que la vio donde habita el olvido. La pupila archiv un semforo rojo, una mochila, un Peugeot y aquellos ojos miopes y la sangre al galope por mis venas y una nube de arena dentro del corazn y esta racha de amor sin apetito. Los besos que perd, por no saber decir: te necesito. Y la vida sigui, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, una vez me cont, un amigo comn, que la vio donde habita el olvido. Para Zulema Katz y Paco Urondo, que habitan en la memoria

  • 37. Miguel Hernndez, Yo quiero ser, llorando, el hortelano, de El rayo que no cesa (1936).

    ELEGA A RAMN SIJ

    (En Orihuela, su pueblo y el mo, se

    me ha muerto como del rayo Ramn Sij,

    con quien tanto quera)

    Yo quiero ser llorando el hortelano

    de la tierra que ocupas y estercolas,

    compaero del alma, tan temprano.

    Alimentando lluvias, caracolas

    y rganos mi dolor sin instrumento.

    a las desalentadas amapolas

    dar tu corazn por alimento.

    Tanto dolor se agrupa en mi costado,

    que por doler me duele hasta el aliento.

    Un manotazo duro, un golpe helado,

    un hachazo invisible y homicida,

    un empujn brutal te ha derribado.

    No hay extensin ms grande que mi herida,

    lloro mi desventura y sus conjuntos

    y siento ms tu muerte que mi vida.

    Ando sobre rastrojos de difuntos,

    y sin calor de nadie y sin consuelo

    voy de mi corazn a mis asuntos.

    Temprano levant la muerte el vuelo,

    temprano madrug la madrugada,

    temprano ests rodando por el suelo.

    No perdono a la muerte enamorada,

    no perdono a la vida desatenta,

    no perdono a la tierra ni a la nada.

    En mis manos levanto una tormenta

    de piedras, rayos y hachas estridentes

    sedienta de catstrofes y hambrienta.

    Quiero escarbar la tierra con los dientes,

    quiero apartar la tierra parte a parte

    a dentelladas secas y calientes.

  • Quiero minar la tierra hasta encontrarte

    y besarte la noble calavera

    y desamordazarte y regresarte.

    Volvers a mi huerto y a mi higuera:

    por los altos andamios de las flores

    pajarear tu alma colmenera

    de angelicales ceras y labores.

    Volvers al arrullo de las rejas

    de los enamorados labradores.

    Alegrars la sombra de mis cejas,

    y tu sangre se irn a cada lado

    disputando tu novia y las abejas.

    Tu corazn, ya terciopelo ajado,

    llama a un campo de almendras espumosas

    mi avariciosa voz de enamorado.

    A las aladas almas de las rosas

    del almendro de nata te requiero,

    que tenemos que hablar de muchas cosas,

    compaero del alma, compaero.

  • 38. Gabriel Celaya:

    LA POESA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

    Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,

    ms se palpita y se sigue ms ac de la conciencia,

    fieramente existiendo, ciegamente afirmado,

    como un pulso que golpea las tinieblas,

    cuando se miran de frente

    los vertiginosos ojos claros de la muerte,

    se dicen las verdades:

    las brbaras, terribles, amorosas crueldades.

    Se dicen los poemas

    que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,

    piden ser, piden ritmo,

    piden ley para aquello que sienten excesivo.

    Con la velocidad del instinto,

    con el rayo del prodigio,

    como mgica evidencia, lo real se nos convierte

    en lo idntico a s mismo.

    Poesa para el pobre, poesa necesaria

    como el pan de cada da,

    como el aire que exigimos trece veces por minuto,

    para ser y en tanto somos dar un s que glorifica.

    Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan

    decir que somos quien somos,

    nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.

    Estamos tocando el fondo.

    Maldigo la poesa concebida como un lujo

    cultural por los neutrales

    que, lavndose las manos, se desentienden y evaden.

    Maldigo la poesa de quien no toma partido hasta mancharse.

    Hago mas las faltas. Siento en m a cuantos sufren

    y canto respirando.

    Canto, y canto, y cantando ms all de mis penas

    personales, me ensancho.

    Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,

    y calculo por eso con tcnica qu puedo.

    Me siento un ingeniero del verso y un obrero

    que trabaja con otros a Espaa en sus aceros.

    Tal es mi poesa: poesa-herramienta

    a la vez que latido de lo unnime y ciego.

  • Tal es, arma cargada de futuro expansivo

    con que te apunto al pecho.

    No es una poesa gota a gota pensada.

    No es un bello producto. No es un fruto perfecto.

    Es algo como el aire que todos respiramos

    y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

    Son palabras que todos repetimos sintiendo

    como nuestras, y vuelan. Son ms que lo mentado.

    Son lo ms necesario: lo que no tiene nombre.

    Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

    Gabriel Celaya, Cantos iberos (1955)

  • 39. Blas de Otero, En el principio, de Pido la paz y la palabra (1955).

    Si he perdido la vida, el tiempo, todo

    lo que tir, como un anillo, al agua,

    si he perdido la voz en la maleza,

    me queda la palabra.

    Si he sufrido la sed, el hambre, todo

    lo que era mo y result ser nada,

    si he segado las sombras en silencio,

    me queda la palabra.

    Si abr los labios para ver el rostro

    puro y terrible de mi patria,

    si abr los labios hasta desgarrrmelos,

    me queda la palabra.

  • 40. ngel Gonzlez, Para que yo me llame ngel Gonzlez, de spero mundo, (1956).

    Para que yo me llame ngel Gonzlez,

    para que mi ser pese sobre el suelo,

    fue necesario un ancho espacio

    y un largo tiempo:

    hombres de todo el mar y toda tierra,

    frtiles vientres de mujer, y cuerpos

    y ms cuerpos, fundindose incesantes

    en otro cuerpo nuevo.

    Solsticios y equinoccios alumbraron

    con su cambiante luz, su vario cielo,

    el viaje milenario de mi carne

    trepando por los siglos y los huesos.

    De su pasaje lento y doloroso

    de su huida hasta el fin, sobreviviendo

    naufragios, aferrndose

    al ltimo suspiro de los muertos,

    yo no soy ms que el resultado, el fruto,

    lo que queda, podrido, entre los restos;

    esto que veis aqu,

    tan slo esto:

    un escombro tenaz, que se resiste

    a su ruina, que lucha contra el viento,

    que avanza por caminos que no llevan

    a ningn sitio. El xito

    de todos los fracasos. La enloquecida

    fuerza del desaliento...

    ngel Gonzlez, spero mundo (1940)

  • 41. Jos Mara Valverde, En el principio, de Ser de palabra (1976).

    De pronto arranca la memoria,

    sin fondos de origen perdido;

    muy nio vindome una tarde

    en el espejo de un armario

    con doble luz enajenada

    por el iris de sus biseles,

    decid que aquello lo haba

    de recordar, y lo aferr,

    y desde ah empieza mi mundo,

    con un piso destartalado,

    las vagas personas mayores

    y los miedos en el pasillo.

    Aos y aos pasaron luego

    y al mirar atrs, all estaba

    la escena en que, hombrecito audaz,

    desembarqu en m, conquistndome.

    Hasta que un da, bruscamente,

    vi que esa estampa inaugural

    no se fund porque una tarde

    se hizo mgica en un espejo,

    sino por un toque, ms leve,

    pero que era todo mi ser:

    el haberme puesto a m mismo

    en el espejo del lenguaje

    doblando sobre s el hablar,

    dicindome que lo dira,

    para siempre vuelto palabra,

    ma y ya extraa, aquel momento.

    Pero cuando lo comprend

    era ya mayor, hombre de libros,

    y acaso fue porque en alguno

    le la gran perogrullada:

    que no hay ms mente que el lenguaje,

    y pensamos solo al hablar,

    y no queda ms mundo vivo

    tras las tierras de la palabra.

    Hasta entonces, nio y muchacho,

    cre que hablar era un juguete,

    algo aadido, una herramienta,

    un ropaje sobre las cosas,

    un caballo con que correr

    por el mundo, terrible y rico,

  • o un estorbo en que se aluda

    a lo lejos, a ideas vagas:

    ahora, de pronto, lo era todo,

    igual que el ser de carne y hueso,

    nuestra racin de realidad,

    el mismo ser hombre, poco o mucho.

  • 42. Jos ngel Valente, Si no creamos un objeto metlico, de El inocente (1970).

    Si no creamos un objeto metlico

    de dura luz,

    de pas aceradas,

    de crueles aristas,

    donde el que va a vendernos, a entregarnos, de pronto

    reconozca o presencie metdica su muerte,

    cundo podremos poseer la tierra.

    Si no depositamos a mitad del vaco

    un objeto incruento

    capaz de percutir en la noche terrible

    como un pecho sin trmino,

    si en el centro no est invulnerable el odio,

    tentacular, enorme, no visible,

    cundo podremos poseer la tierra.

    Y si no est el amor petrificado

    y el residuo del fuego no pudiera

    hacerlo arder, correr desde s mismo, como semen o lava,

    para arrasar el mundo, para entrar como un ro

    de vengativa luz por las puertas vedadas,

    cundo podremos poseer la tierra.

    Si no creamos un objeto duro,

    resistente a la vista, odioso al tacto,

    incmodo al oficio del injusto,

    interpuesto entre el llanto y la palabra,

    entre el brazo del ngel y el cuerpo de la vctima,

    entre el hombre y su rostro,

    entre el nombre del dios y su vaco,

    entre el filo y la espada,

    entre la muerte y su naciente sombra,

    cundo podremos poseer la tierra,

    cundo podremos poseer la tierra,

    cundo podremos poseer la tierra.

  • 43. Jaime Gil de Biedma, Intento formular mi experiencia de la guerra, de Moralidades (1966).

    Fueron, posiblemente,

    los aos ms felices de mi vida,

    y no es extrao, puesto que a fin de cuentas

    no tena los diez.

    Las vctimas ms tristes de la guerra

    los nios son, se dice.

    Pero tambin es cierto que es una bestia el nio:

    si le perdona la brutalidad

    de los mayores, l sabe aprovecharla,

    y vive ms que nadie

    en ese mundo demasiado simple,

    tan parecido al suyo.

    Para empezar, la guerra

    fue conocer los pramos con viento,

    los sembrados de la gleba pegajosa

    y las tardes de azul, celestes y algo plidas,

    con los montes de nieve sonrosada a lo lejos.

    Mi amor por los inviernos mesetarios

    es una consecuencia

    de que hubiera en Espaa casi un milln de muertos.

    A salvo en los pinares

    pinares de la Mesa, del Rosal, del Jinete!,

    el miedo y el desorden de los primeros das

    eran algo borroso, con esa irrealidad

    de los momentos demasiado intensos.

    Y Segovia pareca remota

    como una gran ciudad, era ya casi el frente

    o por lo menos un lugar heroico,

    un sitio con tenientes de brazo en cabestrillo

    que nos emocionaba visitar: la guerra

    quedaba all al alcance de los nios

    tal y como la quieren.

    A la vuelta, de paso por el puente Us,

    Buscbamos la arena removida

    donde estaban, sabamos, los cinco fusilados.

    Luego la lluvia los desenterr,

    los llev ro abajo.

    Y me acuerdo tambin de una excursin a Coca,

    que era el pueblo de al lado,

    una de esas maanas que la luz

    es an, en el aire, relmpago de escarcha,

    pero que anuncian ya la primavera.

  • Mi recuerdo, muy vago, es slo una imagen,

    una ntida imagen de felicidad

    retratada en un cielo

    hacia el que se apresura la torre de la iglesia,

    entre un nimbo de pjaros.

    Y los mismos discursos, los gritos, las canciones

    eran como promesas de otro tiempo mejor,

    nos ofrecan

    un billete de vuelta al siglo diez y seis.

    Qu nio no lo acepta?

    Cuando por fin volvimos

    a Barcelona, me qued unos meses

    la nostalgia de aquello, pero me acostumbr.

    Quien me conoce ahora

    dir que mi experiencia

    nada tiene que ver con mis ideas,

    y es verdad. Mis ideas de la guerra cambiaron

    despus, mucho despus

    de que hubiera empezado la postguerra.

    Jaime Gil de Biedma, Moralidades (1966)

  • 44. Mara Victoria Atencia, Placeta de San Marcos, de El coleccionista (1979).

    Amrrate, alma ma; sujtate a este mrmol, Sebastin de su tronco, con cuantas cintas pueda ofrecerte en Venecia la lluvia que te empapa. Amrrate a este palo, alma Ulises, y escucha desde donde la plaza proclama su equilibrio el rugido de bronce que la piedra sostiene.