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Documento Antonio Machado, precursor de la poesía social Por José Manuel Alonso, escritor y periodista Este trabajo se elaboró inicialmente como base de una conferencia, que se pronunció el pasado día 24 de febrero, en Soria, en el “Foro de la Lengua y Cultura Francesa de Castilla y León”. La charla se anunció como: “Hoy será mañana y ayer es todavía”. El tema está relacionado con el tiempo creativo y su influencia, deducido de la poesía machadiana y el periodismo, las relaciones que hay entre la “poesía social” y “la información diaria”, el “tu” y no el “yo”, el “nosotros” o “vosotros”, partiendo de estos tres versos del poeta: “Un corazón solitario, no es un corazón”; “El ojo que ves no es / ojo porque tu lo veas / es ojo porque te ve” ; “El que no habla (escribe o informa) al hombre como parte del pueblo, no habla (ni escribe ni informa) a nadie” Porque si la vocación de la temporalidad del periodista es la actualidad, “es el fluir del tiempo -dice Machado—lo que el poeta debe eternizar”“Hoy es siempre todavíaLa poesía (y la información) es palabra en el tiempo, repercusión”Una versión de la misma acaba de publicarse en el periódico digital Kazetariak”, que edita la Asociación de Periodistas Vascos.

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Antonio Machado, precursor de la poesía social Por José Manuel Alonso, escritor y periodista Este trabajo se elaboró inicialmente como base de una conferencia, que se pronunció el pasado día 24 de febrero, en Soria, en el “Foro de la Lengua y Cultura Francesa de Castilla y León”. La charla se anunció como: “Hoy será mañana y ayer es todavía”. El tema está relacionado con el tiempo creativo y su influencia, deducido de la poesía machadiana y el periodismo, las relaciones que hay entre la “poesía social” y “la información diaria”, el “tu” y no el “yo”, el “nosotros” o “vosotros”, partiendo de estos tres versos del poeta: “Un corazón solitario, no es un corazón”; “El ojo que ves no es / ojo porque tu lo veas / es ojo porque te ve” ; “El que no habla (escribe o informa) al hombre como parte del pueblo, no habla (ni escribe ni informa)

a nadie” … Porque si la vocación de la temporalidad del periodista es la actualidad, “es el fluir del tiempo -dice Machado—lo que el poeta debe eternizar”… “Hoy es siempre todavía… La poesía (y la información) es palabra en el tiempo, repercusión”… Una versión de la misma acaba de publicarse en el periódico digital “Kazetariak”, que edita la Asociación de Periodistas Vascos.

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El pasado 22 de febrero, se cumplieron 78 años de la muerte de Antonio Machado, que ocurrió unos días más tarde de la toma de Barcelona por las tropas franquistas, lo que obligó al poeta, su familia y otros artistas y ciudadanos a refugiarse en Francia, concretamente en Collioure, un pueblecito costero de los Pirineos Orientales, de la histórica comarca del Rosellón, donde a principios del siglo XX,

además de Machado, lo inmortalizaron dos grandísimos pintores creadores del fauvismo o fovismo (empleo del color puro): Henri Matisse (1869-1954) y André Derain (1880-1954). Antonio Machado, que se confesaba como “hombre bueno”, que tenía sangre jacobina, es decir, revolucionaria, y comportamiento republicano y liberal, se despidió entre versos: “Y cuando llegue el día del último viaje / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, / me encontraréis a bordo ligero de equipaje, / casi desnudo, como los hijos de la mar”. Eso a pesar de que –como escribía José Luis L´. Aranguren en 1949: “La ecuación poesía-vida en ningún poeta es más verdadera que en

Antonio Machado y nadie ha autenticado más que él la poesía, nadie la ha acercado tanto a la verdadera existencia”. Y lo hizo, en versos de Rubén Darío: porque “la luz de sus pensamientos / casi siempre se veía arder”; “conduciría tempestades o traería un panal de miel”… El catedrático de la Sorbona, Bernard Sesé, subraya además de Machado “una pasión constante por la verdad, buscada sin descanso a través, o a pesar, de cualquier dogmatismo; una expresión siempre justa y sincera; un odio a la mentira, veneno pernicioso del ser; una tensión infatigable hacia la luz, hacia la conciencia”. Soria fue la ciudad a la que llegó Antonio Machado después de estudiar en la Institución Libre de Enseñanza, que fue donde adquirió el culto de la libertad, el profundo respeto a los valores éticos y el fuerte sentido de responsabilidad frente a “la locura nacional”. Animado por Miguel de Unamuno, su maestro siempre, enseguida sacó una oposición para profesor de francés en el Instituto. En Soria, el poeta andaluz se enamoró de la Castilla más profunda, la que “nos invita a ser como somos”, y de una jovencísima Leonor. En Soria se casó y a Soria la recordó siempre. Por todo ello, Soria, está hermanada con Collioure, donde en el cementerio del pueblo francés yace Antonio Machado, que, en palabras del vasco Gabriel Celaya (1911-1991) fue “el poeta con la voz más solidaria, fraternal y tolerante de todos los poetas españoles”. Incluso hoy, que la poesía no tiene el peso cultural y social que tenía antaño, son muchos los poetas que siguen acudiendo al cementerio

Collioure, obras de dos grandes fovistas, André Derain y Henri Matisse

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francés, a homenajear al Antonio Machado de estos versos: Con el tú de mi corazón / no te aludo, compañero; / ese tú soy yo”… Expresión de la otredad del ser —en términos del propio Machado— que revela un ideal de humanismo laico, una inclinación de su alma: un amor fraternal hacia los seres humanos, un amor que conocieron y admiraron escritores y poetas en todo el mundo. Tanto Antonio Machado como muchos poetas vascos posteriores al andaluz se aplicaron al detalle aquellas otras palabras de: “un corazón solitario, no es un corazón”… O aquellos otros versos de: “Con el tú de mi canción / no te aludo, compañero; / ese tú soy yo”… Francia, sobre todo París y los pensadores, artistas y escritores franceses, han estado muy relacionados con la vida y obra de Antonio Machado, como lo ha estado Soria primero y luego Baena (Jaén) y Segovia. No es de extrañar, por tanto, que esta semana de aniversario de la muerte del poeta andaluz se esté celebrando la I Semana de Francia en Soria, porque –-asegura José Luis Cano, los años de Soria no solo fueron de felicidad y de trabajo creador como poeta. Aquí se hace más honda su preocupación por España que va a reflejarse, sobre todo, en sus cartas y su amistad con Miguel de Unamuno” De la poesía del “yo”, a la del “nosotros”, los otros… Antonio Machado, sobre todo desde que se relacionó con Unamuno y Ortega, deja el “simbolismo” y la interioridad poética para escribir poesía mucho más social. Y lo hace incluso perdiendo su personalismo, su “simbolismo” del que era maestro (símbolos con vida propia como la fuente, el agua, el río, el secreto, el camino y el sendero, el espejo, etc), creando después dos apócrifos o complementarios o seudónimos sorprendentes, con los que utilizaba los periódicos y las revistas con numerosos artículos: Abel Martín y Juan de Mairena. Hubo otros, hasta doce. Para ello, argumenta que “el poeta se da a los otros, renunciando a muchas cosas que creía personalmente importantes, y al darse, no se reduce, crece perdiéndose” Por eso, demuestra –y eso es lo que impresiona a poetas posteriores como Blas de Otero (1916-1979) y Gabriel Celaya– que la poesía puede transformarse en un ejercicio de socialización, en un exorcismo de la cadena cultural del yo individual hacia los “otros”, el pueblo: “Y como quien conjura fantasmas yo pronuncio/ palabras en que dejo de ser quien soy por ellos”. La cesión de la identidad personal, junto con el intercambio del nombre de autor, busca asociar al poeta con un portavoz colectivo, que canaliza en su discurso las realidades y preocupaciones de su entorno social y lo hace siempre con la verdad por delante. Como escribía acertadamente la chilena Concha Zardoya (1914-2004): “El poeta ha de ser tenaz defensor de la verdad por encima de toda clase de intereses. Se nos dirá que la verdad anda muy a menudo por los suelos. Es cierto. Pero el poeta ha de alzarla y revelarla con espíritu y corazón limpios. Ha de ser el reloj despertador de conciencias, honradamente sonando en la hora justa: aunque sea la de su muerte o tras-muerte. Por ello se ha repetido muchas veces que del grado de honradez de los intelectuales de un país dependen la salud y el progreso cultural y moral de sus habitantes”… Tanto Antonio Machado como los poetas posteriores a la guerra civil, en su mayoría

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vascos, subrayan el hecho de que el poeta no puede ser un solitario: su yo ha devenido en un nosotros. No es sólo testigo del medio social en que vive, sino que su propio corazón late con el de todos. La otredad -los otros- le conforma tanto como su propia individualidad. Su poesía, así, es una experiencia, además de personal, colectiva.

De Celaya y Otero a Ángela Figuera y Javier de Bengoechea Algunos de esos escritores vascos, la mayoría de ellos en castellano, principalmente Gabriel Celaya y Blas de Otero (¡qué hermoso recuerdo aquel de la actuación de Paco Ibáñez en Euskadi con canciones de estos grandes poetas, pese a la prohibición gubernativa!), tomaron a Machado como modelo de poesía social, “que hizo del poeta andaluz –declaraba Celaya– una bandera comprometida con el hombre de la calle, del mar o de la tierra… Porque también nosotros luchábamos contra el egocentrismo y el hermetismo, contra la poesía como magia más que como expresión o “modos de hablar y de vivir”, contra el neutralismo y la frialdad de la Poesía Pura, contra la falta de contacto con la sociedad, etc”. A estas razones de orden estético hay que añadir otras político-sociales que convirtieron a Antonio Machado en un símbolo de la poesía antifranquista. Esto último fue pasando a primer término según se advierte ya claramente en los homenajes que se tributaron al poeta andaluz, así como en la oposición que montaron contra esas frecuentes manifestaciones populares los medios oficiales de la dictadura franquista. Otros poetas vascos entendieron a ese otro Antonio Machado mucho más intimista, como Ángela Figuera (“yacíamos unidos, sin lujuria, absortos en el hondo tableteo de nuestros corazones”) y Javier de Bengoechea, el ex compañero en “La Gaceta del Norte”, aquel maestro del artículo y la crítica cultural que escribía versos tan existencialistas como estos: “largo es morir, vivir es un instante. / La vida es larga, para ser tan corta”…

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José María Requena, del “patio de cuadrillas” a “El cuajarón” O aquel otro grandísimo escritor andaluz, muy machadiano, que se hizo en Bilbao, José María Requena (1925-1996), que, de sus escritos únicos en “La Gaceta del Norte”, pasó a ser director de “El Correo de Andalucía” y uno de los mejores novelistas de la segunda mitad del siglo XX, con numerosos premios y el Nadal de novela en 1971 con “El cuajarón” (Menudo cuajarón es esta vida, remolino de verdades y

mentiras, pesadillas); o subrayando al Machado partido en dos por su España, partido entre razón y corazón, con versos como aquellos que Laín Entralgo (1908-2001) calificó como los más atroces que jamás se hayan escrito sobre la realidad de la vida española: “Esa España inferior que ora y bosteza / vieja y tahúr, zaragatera y triste; / esa España inferior que ora y embiste, / cuando se digna usar de la cabeza”. A la que acompañaba una de las frases más duras y creo que un tanto exagerada atribuida a Antonio Machado: “En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa”… Versos y frase que alivian el amor por Andalucía y Castilla, con la que Machado sueña que debería ser en el futuro: “la del cincel y de la maza; implacable y vengadora; de la rabia y de la idea”. Es el Machado partido el de tiempos en que los españoles caminaban “con sangre en las manos”. Y si Machado “tenía –según sus palabras– sangre jacobina, es decir, de demócrata radical, mi compañero Requena la tenía igualmente pero con reminiscencias taurinas, de “patio de cuadrillas” en fiestas de Bilbao, es decir, de charla y rezo antes de la faena con peligro de muerte y rezo machadiano hacia Dios: “El Dios que todos llevamos / el Dios que todos hacemos / el Dios que todos buscamos”…, un Dios que el poeta andaluz buscaba “entre la niebla” De la boca de Requena, en aquellos tiempos, salía también algunos otros versos de Machado, no sólo la “saeta a Jesús del madero” o aquel de “busca a tu complementario, / que marcha siempre contigo, / y suele ser tu contrario, sino también, ante la ya permanente amenaza de ETA y lo que esa organización terrorista pretendía, el verso preferido de Requena era este: no “borrar la historia, contar la pena”… Y eso es lo que intentábamos hacer en aquellos medios informativos del alma: contar la pena… para no borrar la historia de cada día…

José María Requena, machadiano de pro, con Curro Romero

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Intelectuales como Picasso y Sartre homenajearon a Machado Lo cuenta nuestro siempre admirado Gabriel Celaya en artículos que publicaba en “Las Españas” de México porque aquí no le dejaba la censura que sufríamos todos (más aún los poetas) en plena dictadura de Franco: “A principios de febrero de este año 1959, un grupo de intelectuales de la más alta categoría y del más diverso signo: Picasso, Sartre, Simone de Beauvoir, Mauriac, Aragón, Cassou, etc, decidió celebrar un homenaje a Antonio

Machado junto a su tumba en Collioure , y se dirigió a los escritores españoles pidiéndoles su asistencia. El diverso signo ideológico de los franceses que firmaban este llamamiento era como un espejo en el que los españoles veíamos nuestro espíritu de reconciliación. El homenaje a Antonio Machado se convertía así en un despertar a nuestras conciencias, a la vez que en un emocionante recuerdo del más grande de los poetas españoles del siglo, en una reivindicación de lo que este hombre entrañado en el pueblo, digno y a la vez pacífico, encarnaba en nuestras preocupaciones actuales, y de nuestra necesidad de manifestarnos contra el clima de guerra civil en que quiere mantenernos el franquismo (…) Nada tan hermoso como ver a Antonio Machado ganando a los veinte años de su muerte este espíritu de reconciliación y regeneración”… Tras la guerra civil, miles de refugiados en Francia Francia en los años 50 y posteriores no era únicamente el país democrático más próximo a España, sino el lugar en el que se habían quedado miles de refugiados de la guerra civil y que incluso habían participado con la resistencia francesa y las tropas aliadas en la II Guerra Mundial. Por tanto, resultó natural que Francia se convirtiera en el lugar idóneo para desarrollar una parte muy importante de la actividad política de la oposición antifranquista, y de eso pueden dar fe muchos de aquellos vascos que emigraron a través de Irún-Hendaya y que participaron en todos los movimientos generados desde la oposición al régimen franquista. Es fácil, pues, comprender –como se ha escrito—que “París no fuera únicamente la “fiesta” protagonizada por Hemingway o el colorido y el arte en los pinceles de pintores como Picasso, o las poesías como las de Blas de Otero, es decir, refugio de artistas y escritores, sino también fuera el símbolo de los esfuerzos por devolver la democracia a la España gris, cerrada y dictatorial del franquismo”.

París 1941: Picasso con Sartre, Simone de Beauvoir, Dora Maar, Camus, Bataille, etc

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En aquella Francia de los años 50-60 el hernaniarra Gabriel Celaya cantaba a Antonio Machado sintiendo que con la muerte del escritor andaluz “mucho de nuestra alma murió con él, hombre que fue fundamentalmente bueno , hombre de mucho arresto, mucha fidelidad y mucho trabajo sordo de semilla germinante, todo lo cual se hizo necesario durante años para ir celebrando los aniversarios de la pérdida del poeta enfrentándonos a las trabas e impedimentos por parte del gobierno de Franco”. Antonio Machado: creador y contemplador Los elogios de

Celaya no terminaban en esa

definición sino que iban más allá, como escribía en artículo publicado en el “Excelsior” de México, país en el que hubo también muchos exiliados vascos: “De su arraigo en la indestructible sustancia popular, de su fidelidad al pueblo, a su sabiduría sedimentaria, a su dolor y a su esperanza, procede sin duda esa extraordinaria robustez, esa fuerza de crecimiento y expansión, esa hondura de humanidad total, que dura contra el tiempo en la poesía de Machado y que da tan sólidas raíces a su estatura de hombre singular y libre, de creador y de contemplador”. “Homenaje grave, fiel y silencioso” Aquellos homenajes que se celebraban a Machado en época franquista, pueden resumirse en estas palabras de Dionisio Ridruejo: “Don Antonio fue un poeta grave, fiel y silencioso. El homenaje que ahora le rendimos tiene que ser también grave, fiel y silencioso”. O en estas del propio Gabriel Celaya: “las diferentes procedencias geográficas y las diferentes convicciones políticas e ideológicas de los que allí nos reunimos son el mejor testimonio del valor universal y reconciliador de este Antonio Machado que nos une a todos en el ejemplo de su vida, en el dolor de su muerte, y en la lección de su poesía simple y grande”. Homenajes de los años 50 y 60 donde se iban recitando versos del propio Machado y otros de muy distintos poetas, algunos anónimos que eran –según decía con frecuencia el poeta andaluz—“los más sentidos, los más verdaderos”. Versos que resonaban iniciándose con aquellos de: “Y es hoy aquel mañana de ayer”… Y es que aquel poeta que se fue “ligero de equipaje” no sólo era un recuerdo sino una presencia… que recibía versos tan rebeldes como humildes escritos en campos de concentración, en cárceles españolas, en el exilio cercano o lejano, o en lucha

Tumba de Machado en Collioure, siempre con poemas, libros y flores.

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contra la censura española…, tal y como nos lo contaba desde México Gabriel Celaya.

Homenaje a Antonio Machado en Soria, el 5 de octubre de 1932 “Cientos de escritores españoles y en especial los residentes en Cataluña, por cercanía, acudían a Collioure. Allí, junto a muchos emigrados, pudo verse durante años a Blas de Otero, Castellet, los Goytisolo, Costafreda, Valente, Barral, Gil de Biedma, etc. Pero a la vez, y el mismo día, otros muchos escritores españoles se reunían en la casa de Segovia donde Machado vivió diecinueve años (de 1919 a 1932), o en Soria (1907 a 1912), Baeza (1912-1919) o Madrid, en varias ocasiones”… Celaya recuerda especialmente aquel año 1959, con la convocatoria de los poetas que se conocían como “jóvenes maestros” (Ángela Figuera, Vivanco, Hierro, etc), y días más tarde la censura prohibía el poema a Antonio Machado que Blas de Otero (residente en Francia en aquellos años) había leído días antes en la Sorbona parisina. Después de “llamar a las raíces” de la poesía, Blas de Otero, “pide la paz y la palabra” y recuerda versos del poeta andaluz para recurrir al “compromiso” con el que termina: El mar / se derrama hacia Francia, te reclama, / quiere, queremos / tenerte, convivirte, / compartirte / como el pan”… ¿Recuerdan este apasionado poema de Blas de Otero cantado por Paco Ibáñez? En ese re-encuentro de Blas de Otero con Machado, Armando López Castro escribía: “percibimos la presencia literaria más persistente en la escritura del poeta bilbaino. Bastaría la antología Esto no es un libro (1963), donde el nombre de Machado aparece citado seis veces, para darnos cuenta de que la voz del sevillano, su “palabra en el tiempo”, ha marcado profundamente la trayectoria del vasco. El

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análisis de esos poemas, a los que podrían agregarse otras referencias y alusiones menores, que van desde el poema “Plegaria por mi pobre huerto”, de 1935, hasta la prosa “This is to certify that”, de Historias fingidas y verdaderas (1970), donde Otero se confiesa lector infantil del poeta sevillano, pone de relieve que el Machado de Blas de Otero no se reduce a una moda social, aunque sea en Que

trata de España (1964) donde su presencia resulta más acusada, sino que el canto temporal, que Otero aprendió de Machado, acoge por igual la voz humana y el verso limpio del escritor andaluz. No deja de resultar significativo que en los años de la estética del modernismo y después en plena vanguardia, que es tal vez la época más artística del mundo occidental, la obra de Machado no haya tenido un valor representativo, puesto que no es la belleza del arte, la pura forma, lo que le interesa, sino la naturalidad de la expresión poética, depositaria, como en su maestro Unamuno, de la vieja tradición popular. A ella se adhiere Otero en poemas reveladores de la fluidez de lo poético” De la “homogeneidad del yo” a la “heterogeneidad del ser” Si Blas de Otero tuvo de referencia a Unamuno por su “ciencia intelectual” y su “rebeldía en el destierro” y a Juan Ramón Jiménez por su “anhelo de perfección”, en Machado, poeta de pensamientos profundos, supo ver con acierto el salto de la “homogeneidad del yo” a la “heterogeneidad del ser”. De ahí que la trayectoria de Blas de Otero, a pesar de vivir en tiempos distintos sea paralela, pues ambos evolucionan de lo individual a lo colectivo, siendo Campos de Castilla (1912) la experiencia límite de Machado que borra las fronteras entre el dentro y el fuera; el yo y el otro; el mí y el tu… Que da paso al “nosotros” porque “un corazón solitario no es un corazón”, y esa experiencia del andaluz le permite a Blas de Otero con Pido la paz y la palabra (1955) dar el giro axial que va de lo existencia a lo social, según afirma el mismo: “Hasta entonces había desarrollado los temas tradicionales: el amor, la muerte y el hombre individual en relación con esos problemas; he ido o venido de la homogeneidad del yo, a la heterogeneidad del ser”… Miguel de Unamuno, el ‘maestro’ admirado por Machado Pero si esos poetas vascos ya citados (y otros más anónimos) tuvieron a Antonio Machado como referencia y admiración en el vivo recuerdo posterior a su muerte,

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durante la vida del genial andaluz, es decir, hasta casi el final de la guerra civil española, el escritor, poeta y pensador que más influyó en su obra fue “nuestro” Miguel de Unamuno, sobre todo cuando Antonio Machado se ‘transformaba’ en prosista y articulista a través de dos personajes apócrifos o complementarios: Abel Martín y Juan de Mairena. Precisamente “bautiza” a uno de ellos como Abel en memoria del “Abel Sánchez”, la terrible novela de Miguel de Unamuno en la que se analiza a dos personajes bíblicos: Caín y Abel, y a lo que ambos han representado en los enfrentamientos y muertes violentas de la historia del mundo. Si Machado siempre admiró a Unamuno por su papel de agitador, de removedor de conciencias, Blas de Otero hizo suya la actitud inconformista de Antonio Machado, sobre todo a través de la “poesía social” y socializante. Así “cantaba” Antonio Machado a Miguel de Unamuno, agradeciéndole que haya conseguido “saltar las bardas de su huerto o de su corral”: “Libros nuevos. Abro uno / de Unamuno. ¡Oh, el dilecto, / predilecto, / de esta España que se agita, / porque nace o resucita! / Siempre te ha sido, ¡oh Rector / de Salamanca!, leal / este humilde profesor / de un instituto rural. / Esa tu filosofía / que llamas diletantesca, / voltaria y funambulesca, / gran Don Miguel, es la mía. /Agua del buen manantial, / siempre viva, / fugitiva, / poesía, cosa cordial. / ¿Constructora? /-No hay cimiento / ni en el alma ni en el viento-. / Bogadora, / marinera, / hacia la mar sin ribera. (…) Y termina con su “firma”: (…) “este yo que vive y siente / dentro la carne mortal / ¡ay! por saltar impaciente /las bardas de su corral”

“Excitador hispanie”, agitador de opiniones… Antonio Machado consideraba a Unamuno maestro y le tomaba como piedra de choque: “esas altas cuestiones metafísicas que tanto interesan a Unamuno, considerado como “excitador Hispanie”, agitador de opiniones, despertador de una sociedad y una cultura dormidas… En los primeros años del siglo XX, el escritor e intelectual vasco fue decisivo para la evolución poética e incluso en prosa de Antonio Machado Y el propio Unamuno recodaba a Antonio Machado a través de una imagen muy machadiana: “el sendero nos lo hacemos con los pies según caminamos, a la ventura”. Eso nos remite a uno de los proverbios y cantares más famosos de Machado: “Caminante,

Escultura de Antonio Machado en Baeza (Jaén)

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son tus huellas / el camino, nada más, / caminante, no hay camino, / se hace camino al andar”. Se conservan catorce cartas dirigidas por Antonio Machado a Unamuno y hay otras que se han perdido. La conexión entre uno y otro durante años, e incluso la influencia en sus textos y pensamientos es tan grande que se han escrito ya numerosos estudios y publicado varios libros al respecto. Yo voy a recoger una carta de Machado a Unamuno en la que nos hace recordar la fuerza de la tierra vasca: “En nuestro mundo intelectual nadie mueve tanta guerra como el sabio Unamuno. El espíritu batallador, expansivo y generoso reside en este donquijotesco varón, “fuerte vasco”. No dudo ni un momento de la inmensa cultura de Unamuno; más ¿cómo he de medirla yo, ignorante de mí?… Llámole sabio y lo que conscientemente admiro de Unamuno es su heroica y constante actividad espiritual. Y tal vez sea esto, además de haber sido el escritor que humanizó el libro y representar la ciencia viva, sea lo que el pueblo, con profundo instinto, llama sabiduría (…) Admírole yo por su temple de espíritu y téngole comparado con Iñigo de Loyola, su coterráneo, aunque ya digo que es mejor, en versos que le compuse: (…) cual nuevo Hamlet (…) / Quiere ser fundador, y dice: Creo (…) / Y es tan bueno y mejor que fue Loyola: / sabe a Jesús y escupe al fariseo. “Unamuno nos hace pensar en tierra vasca” Y Machado sigue en su artículo: “A Unamuno acudimos en demanda de auxilio espiritual y él siempre, en amable magisterio, nos acoge. Mucha es su generosidad. Pero Unamuno sabe como el espíritu es de suyo altruista, y que sólo se pierde cuando se gana. Tal vez por esto da consejo y no dinero, y el que nos roba nuestra bolsa nos roba lo único que nos puede robar. Unamuno, en suma, es un maestro, alma que a los cuatro vientos que en todas partes deja una semilla”…

Machado subraya el conocimiento por parte de Unamuno de la psicología de este pueblo, tan profundamente ignorante de sí mismo, “la lucha de parásitos, que es la vida española”… “Tierra es esta de vividores. Bienvenido sea quien con palabras vivificadoras que exhortan a una interna renovación. Unamuno escribe, piensa y siente bien y tiene profundo conocimiento de lo que escribe, con una prosa que nos hace pensar en la tierra vasca; pero esto de que un escritor recuerde a su tierra, es virtud y no defecto… Demuestra que solo el sentimiento es creador. Las ideas se

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destruyen y pasan. Ni las ideas de los pensadores ni las imágenes de los poetas, son nada fuera del sentimiento del que nacen”. Para Machado el libro “Vida de Don Quijote y Sancho” es “lo mejor que se ha escrito sobre los héroes de Cervantes. Y abriendo el libro al azar, me encuentro con esta frase que no vacilo en reputar prodigiosa: “La verdad no es lo que nos hace pensar, sino lo que nos hace vivir”. Y acaso esto resume todo el pensamiento de Unamuno”. ¡Oh, la verdad, la búsqueda constante de la verdad que tanto nos hace recordar a Antonio Machado, a Miguel de Unamuno… y al periodismo de todos los días!. Y si el poeta “maneja la palabra y dialoga con su tiempo”, el periodista “maneja los hechos y lo trasmite cada día desde la actualidad que es su tiempo”… ¡Aprendida la lección, bien aprendida!

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