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ANUARIO DE PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD ANNUARY OF CLINICAL AND HEALTH PSYCHOLOGY institucional.us.es/apcs 200 , VOLUMEN Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos Universidad de Sevilla

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ANUARIO DE PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD ANNUARY OF CLINICAL AND HEALTH PSYCHOLOGY

http://institucional.us.es/apcs 2008, VOLUMEN 4

Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos Universidad de Sevilla

Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical and Health Psychology

4 (2008)

Índice Artículos monográficos Características sociodemográficas, experiencias migratorias y salud mental en una unidad de apoyo psicológico a inmigrantes. Salaberría, K., de Corral, P., Sánchez, A., Larrea, E. pp 5-14 Emigración y psicopatología. Delgado, P. pp 15-25 Aspectos sociológicos de la inmigración en España. Impactos y desafíos. Pereda,C., Actis, W. y de Prada, M. A. pp 27-32 Diez referencias destacadas acerca de la inmigración: abordaje desde la Psicología Clínica y de la Salud. Avargues, Mª L., Orellana, Mª C. pp 33-44 Artículos regulares Relaciones entre catastrofismo ante el dolor y ansiedad competitiva en deportistas. Olmedilla, A., Ortega, E., Boladeras, A., Abenza, L., Esparza, F. pp 45-51 Relaciones entre estrés laboral, burnout y síntomas psicopatológicos en los servicios de urgencia extrahospitalarias del área 9 de Madrid. Bernaldo de Quirós, M., Labrador, F.J. pp 53-61 Relaciones heterosexuales e intención de conductas de riesgo en estudiantes de bachillerato. Aymerich, M., Planes M., Gras, M.E., Vila, I. pp 63-71 Artículo teórico La Inteligencia Emocional: abordaje teórico. Romero, Mª A. pp 73-76

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Universidad de Sevilla

Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical and Health Psychology, 4 (2008) 5-14

Características sociodemográficas, experiencias migratorias y salud mental en una unidad de apoyo psicológico a inmigrantes.

Karmele Salaberría1,, Paz de Corral, Analía Sánchez y Estitxu Larrea

Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico Facultad de Psicología. Universidad del País Vasco (España)

RESUMEN El objetivo de este estudio descriptivo fue conocer las características sociodemográficas, migratorias y psicopatológicas de una muestra de 23 inmigrantes que acudieron a recibir asistencia psicológica en un programa de apoyo psicológico para inmigrantes dirigido a paliar la sintomatología ansioso-depresiva-somática y confusional (denominada síndrome de Ulises) derivada del estrés migratorio. Los resultados ponen de manifiesto la existencia de un mayor porcentaje de mujeres, fundamentalmente de procedencia latinoamericana, en su gran mayoría en situación irregular y con niveles de psicopatología y sufrimiento psicológico altos. Los inmigrantes en situación irregular presentan mayores temores y miedos, más dificultades para la supervivencia y se sienten más fracasados y vulnerables. Palabras clave: inmigrantes; estrés migratorio; síndrome de Ulises; salud mental; estudio descriptivo. INTRODUCCIÓN

Los movimientos migratorios forman parte de la historia de la humanidad, pero a comienzos del siglo XXI la sociedad se encuentra cara a cara con el fenómeno de la inmigración globalizada. Se habla de inmigrantes para referirse a todas aquellas personas extranjeras que entran en el territorio nacional con el propósito de mejorar o cambiar una situación ocasionada por causas políticas, religiosas o étnicas (refugiado o asilado) o económicas y con el objeto de escapar de una persecución o mejorar su nivel de vida, dentro de un proyecto laboral o de reagrupación familiar (Colegio Oficial de Psicólogos, 1994). De acuerdo con el avance provisional del Padrón municipal a 1 de enero de 2008 del Instituto Nacional de Estadística (www.ine.es), del total de personas empadronadas, 40,84 millones corresponden a personas de nacionalidad española y 5,22 millones son extranjeros. La proporción de ciudadanos extranjeros es del 11,3%. Entre los extranjeros el 53,2% son hombres y el 46,8% son mujeres. La mayoría, el 63,9%, tiene entre 16 y 45 años. Entre los extranjeros residentes en España, los pertenecientes a la Unión Europea-27 son 2,1 millones, de los que la mayoría son ciudadanos rumanos, británicos y alemanes. Entre los no comunitarios, destacan los marroquíes, seguidos de los ecuatorianos y los colombianos. Los ciudadanos de América del Sur suponen un 29,5% de los extranjeros y entre ellos hay mayor proporción de 1 Karmele Salaberria Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico. Facultad de Psicología. Universidad del País Vasco. Avda. de Tolosa, 70. 20018 San Sebastián. Teléfono: 943015635. Correo electrónico: [email protected]

mujeres que de hombres. Dentro de la Comunidad Autónoma Vasca (CAPV), según datos del año 2007 del Observatorio Vasco de inmigración (www.ikuspegi.org), los extranjeros suponen un 4,6% de la población de la comunidad y en concreto en Guipúzcoa un 4,2%.

Desde un punto de vista psicológico, la migración supone afrontar tres tareas principales: a) elaborar duelos y pérdidas de lo dejado en el país de origen (Salvador Sánchez, 2001); b) hacer frente a múltiples situaciones de estrés y supervivencia (Hovey, 2001); y c) adaptarse a una nueva cultura y crearse una nueva identidad (Villar, 2002).

Desde el punto de vista de la identidad, la inmigración pone en duda la conciencia del yo a lo largo del tiempo, la consistencia entre el yo y el mundo externo y la confirmación de la propia identidad en interacción con el ambiente, lo que supone un reto a la coherencia, la confianza y el control de uno mismo (Garza-Guerrero, 1974). La inmigración pone en duda las respuestas a la pregunta que nos hacemos todos acerca de ¿quién soy yo? (Walsh, Shulman, Feldman y Maurer, 2005), ya que los inmigrantes experimentan inestabilidad y múltiples contradicciones en sus vidas, que les llevan a reconstruir su sentido del yo y a crear nuevos significados (Mallona, 1999). Según Achotegui (2000) y García-Campayo (2000), el proceso migratorio supone la elaboración de duelos por la pérdida de elementos importantes para la vida de las personas: la pérdida de la red social (amigos y familia), la identidad (la lengua, la cultura, la tierra, el grupo de pertenencia), el estatus social, el contacto con el grupo étnico y la integridad

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física (por los riesgos físicos ligados a la inmigración). Estos duelos tienen como característica que no son definitivos y que además se reavivan periódicamente.

Así, emigrar supone un proceso de aculturación que ha sido estudiado desde la psicología social y que da lugar a cuatro procesos principales (Berry, 2001), derivados, por un lado, del deseo de relacionarse con la nueva cultura y, por otro, del deseo de mantener la identidad y cultura original: a) marginación: separación de la cultura original y de la receptora; b) separación: mantenimiento de la propia cultura y evitación de la receptora; c) asimilación: abandono de la propia cultura a favor de la receptora; y por último d) integración o biculturalismo: mantenimiento de la propia identidad y relación con la cultura receptora. Es este último proceso el que correlaciona con un mejor estado psicológico, pero requiere de esfuerzos por parte del inmigrante y también por parte del país receptor, que no siempre está dispuesto a respetar y crear identidades multiétnicas y una sociedad multicultural. La aculturación es un proceso de cambio psicológico y cultural que se da a nivel grupal e individual y supone modificaciones en las estructuras sociales, en las instituciones y en las prácticas culturales; y a nivel individual, cambios en el repertorio conductual de las personas (Berry, 2005).

En un estudio reciente realizado con 182 inmigrantes residentes en España (Ramos y León, 2007), la mayoría de la muestra estudiada (un 82,2%) se inclinaba por la integración en la sociedad receptora: esa era su aspiración. Los mismos resultados aparecen en el estudio realizado en la Comunidad Autónoma Vasca en el año 2004, donde el 74% de los inmigrantes optaban por la integración (Basabe, Zlobina y Paéz, 2004). Según Tizón (1994), para que el proceso migratorio se pueda elaborar de modo satisfactorio tienen que darse una serie de fases: un primer período de asentamiento, seguido de uno de adaptación, para poder llegar finalmente al de la integración. En cada una de las fases existen múltiples tareas que los inmigrantes deben realizar, a distintos niveles. En la primera fase de asentamiento deben buscar y mantener un trabajo, deben encontrar vivienda, deben cumplir con obligaciones económicas y legales (obtención de “papeles”) aquí y con la familia dejada en el país de origen (Alma, 1986). Para encarar todas estas tareas la principal herramienta que tiene el inmigrante es su estado de salud física y mental y sus recursos psicológicos.

En diversos estudios se ha encontrado que el estrés en el emigrante aumenta entre los tres y cinco primeros años, principalmente por la escasez de apoyo social (Flaherty, Kohn, Levav y Birz, 1988), y posteriormente, años después del asentamiento, cuando emergen los problemas familiares con los hijos (por reagrupamiento familiar o por nacimiento en el país receptor), cuando hay malas condiciones de salud y cuando persisten las dificultades económicas (Lerner, Kertes y Zilber, 2005; Pernice y Brook, 1996; Ritsner y Ponizovsky, 1999; Ritsner, Ponizovsky and Ginath, 1997). En el estudio realizado por Martínez-Taboada, Arnoso y Elgorriaga (2006) se describen tres etapas en el proceso migratorio: una primera de acogida donde los

inmigrantes presentan grandes necesidades de asistencia social; una segunda de adaptación sociolaboral; y una última de autonomía social. Es en la primera etapa -donde los inmigrantes llevan menos de cinco años en el país receptor- cuando se presentan mayor número de síntomas ansiosos, somáticos y depresivos. Desde el punto de vista de la salud mental, y en la primera fase de asentamiento, los procesos de aculturación y los esfuerzos para la adaptación suponen un aumento del estrés y de la sintomatología ansioso-depresiva (Hovey y Magaña, 2000). En España hay algunos estudios realizados sobre la salud de los inmigrantes. Así, Jansá y García Olalla (2004) señalan en un estudio realizado en Barcelona en el año 1997 que un 48% de los hombres inmigrantes y un 65,7% de las mujeres declaraban tener un estado de salud regular, malo o muy malo. En el estudio realizado por Valiente, Sandín, Chorot, Santed y González de Rivera (1996) los inmigrantes muestran mayor nivel de psicopatología que los no inmigrantes, evaluados por medio del SCL-90-R (Derogatis, 1983). Estos resultados se dan también en estudios recientes realizados en Alemania donde los inmigrantes tienen más ansiedad y depresión que los alemanes y además acuden menos a las instituciones sanitarias (Wittig, Lindert, Merbach y Brähler, 2008) y en Bélgica (Levecque, Lodewyckx y Vranken, 2007) donde los inmigrantes procedentes de Turquía y Marruecos presentan más síntomas depresivos y ansiosos que la población europea.

García-Campayo y Sanz (2002) señalan que los problemas más frecuentes que se presentan en la población inmigrante son el trastorno de estrés postraumático en refugiados y asilados, así como la ansiedad, la depresión, las somatizaciones y, en los casos más graves, la esquizofrenia y la paranoia. Achotegui (2002, 2003) ha hecho referencia al término de Síndrome de Ulises para agrupar la sintomatología del inmigrante caracterizada por síntomas depresivos, ansiosos, confusionales y somatizaciones (dolores de cabeza, dolores abdominales, intensa fatiga y problemas de sueño). Esta sintomatología está directamente relacionada con el nivel de estrés crónico, múltiple e intenso y con el escaso apoyo social, así como con la situación legal que padecen los inmigrantes para poder salir adelante. Otros autores señalan la posibilidad de que los inmigrantes presenten más trastornos adaptativos (Matamala y Crespo, 2004) y mayores tasas de violencia doméstica y juego patológico (Petry, Armentano, Kuoch, Norinth y Smith, 2003; Steele, Lemieux-Charles, Clark y Glazier, 2002).

En el proceso de adaptación a la nueva cultura y sociedad se han detectado diversos factores de riesgo y protectores de la salud, que pueden ayudar o dificultar la adaptación. Así, la mayor distancia cultural, la situación de irregularidad, las características disfuncionales de la familia de origen, la existencia de trastornos psicológicos previos, la baja autoestima, los problemas en la salud física, una mayor edad, un menor nivel de instrucción, la baja religiosidad y la escasez de redes de apoyo social dificultan la adaptación a la nueva cultura y sociedad y facilitan la aparición de problemas y trastornos psicológicos (García-Campayo y Sanz, 2002; Hovey y Magaña, 2000; Jarvis, Kirmayer, Weinfeld y Lasry,

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2005; Martínez, García y Maya, 1999; Pumariega, Rothe y Pumariega, 2005; Scott y Scott, 1985).

OBJETIVOS E HIPÓTESIS

Este estudio tiene como objetivo general conocer las características sociodemográficas, migratorias y psicopatológicas de aquellos inmigrantes de primera generación que acuden al programa de ayuda psicológica a inmigrantes de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco; además se plantean objetivos más concretos como son analizar si existen diferencias entre inmigrantes legales o ilegales y conocer qué objetivos terapéuticos se plantean al acudir a solicitar ayuda psicológica.

Respecto a las hipótesis del estudio se plantean las siguientes: 1) los inmigrantes que acudan al programa lo harán principalmente en la primera fase de asentamiento (menos de 5 años de estancia); 2) los inmigrantes presentarán mayores niveles de síntomas psicopatológicos en comparación con la población general; y 3) los inmigrantes irregulares presentarán más síntomas psicopatológicos y un mayor nivel de estrés que los regulares.

Este estudio forma parte de una investigación más amplia, actualmente en curso, sobre la eficacia de un programa cognitivo-conductual de apoyo psicológico a los inmigrantes. MÉTODO Participantes

La muestra está compuesta por 23 inmigrantes del total de 52 que solicitaron cita en el Programa de Apoyo Psicológico a Inmigrantes de la Universidad del País Vasco, durante el período de mayo de 2007 a mayo de 2008. Todos ellos eran residentes en Guipúzcoa. El programa de apoyo psicológico a inmigrantes se dio a conocer entre las instituciones que trabajan con ellos (Cáritas, Cruz Roja, Sos-Racismo, Asesoría jurídica y legal del Gobierno Vasco para inmigrantes HELDU, trabajadores sociales), así como en los locutorios.

En la tabla 1 se muestra el proceso de obtención de la muestra.

Los criterios de admisión para este estudio han sido que el paciente sea mayor de 18 años, que desee participar voluntariamente en el programa después de haber sido informado, que sea capaz de completar los cuestionarios y tenga un mínimo conocimiento del castellano. Desde el punto de vista psicopatológico, se ha tenido en cuenta que no presente un trastorno psicótico, un trastorno adictivo, un trastorno afectivo grave, un trastorno de alimentación, ni una enfermedad crónica grave.

De acuerdo a los criterios de admisión, 23 sujetos fueron evaluados y entraron a formar parte del programa de apoyo psicológico para inmigrantes. Los participantes eran todos inmigrantes de primera generación.

Entre las 12 personas que no cumplían los criterios de admisión, 3 fueron remitidas al médico de cabecera y 1 fue remitida a la Asociación de Ayuda a Ludópatas de Guipúzcoa Ekintza-Dasalud. El resto fueron atendidos igualmente aunque sus datos no se incluyeron junto con los de la muestra de este estudio.

Desde Mayo de 2007 hasta Mayo de 2008, 52 inmigrantes contactan con el programa de apoyo psicológico, de ellos: • 9 personas solicitan cita pero no acuden a la misma. • 3 personas acuden a solicitar información sobre el

programa. • 2 personas no completan la evaluación pre-tratamiento • 2 personas rehúsan participar en el programa después de

haber sido informados del mismo • 1 persona es despedida del programa por la imposibilidad

de concertar y acudir a las citas y cumplir con la asistencia

• 12 personas no cumplen los criterios de admisión: 2 son analfabetas 2 desconocen el castellano 1 desconoce el castellano y es refugiado humanitario 1 es víctima de acoso laboral 3 están en un proceso de duelo patológico 2 personas deciden el regreso voluntario a sus países de origen 1 persona padece un problema de ludopatía

• 23 personas son evaluadas y admitidas de acuerdo a los criterios de admisión. Tabla 1. Evolución en el proceso de obtención de la muestra.

Diseño

El estudio utiliza un diseño descriptivo, transversal con un único grupo de sujetos evaluados antes de recibir las sesiones de apoyo psicológico. Medidas de evaluación a) Variables sociodemográficas y migratorias

Se ha llevado a cabo una entrevista inicial, donde se obtenían datos referidos, por un lado, a variables demográficas y, por otro, a variables migratorias analizadas en este trabajo: edad, sexo, estado civil, vivienda, procedencia y fecha de salida, situación familiar, formación académica, situación laboral y económica, situación legal, así como al estado de salud (historia psiquiátrica anterior, enfermedades y posesión de tarjeta sanitaria). La entrevista se elaboró específicamente para este estudio teniendo en cuenta las variables más relevantes citadas en los estudios sobre inmigración y salud mental.

b) Variables de estrés migratorio

Se ha utilizado para valorar el nivel de estrés migratorio la Escala Ulises, referida a duelos extremos en la migración (Achotegui, 2005) y que se utiliza en el contexto de una entrevista. La escala se divide en 8 apartados, que recogen datos sobre el nivel de estrés que padece el inmigrante en diferentes ámbitos. Cada ítem se puntúa de 0 a 3. Éstos son los apartados: • La escala de familia (rango 0-60) evalúa la

existencia de familiares, amigos o instituciones cercanos para pedir ayuda, el haber dejado a hijos y padres ancianos o enfermos en el país de origen, la separación o el divorcio de la pareja, la posibilidad de que exista peligro para la familia en el país de origen, etc.

• La escala de estrés aculturativo (rango 0-24) evalúa las diferencias entre la lengua, la cultura, la tierra y la identidad étnica del país de origen y el país receptor.

• La escala de fracaso (rango 0-48) recoge información sobre la situación legal, laboral, las

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deudas, las expectativas, la posibilidad de regreso, la existencia de enfermedades y discapacidades o dificultades escolares de los hijos.

• La escala de supervivencia (rango 0-9) evalúa si el inmigrante tiene vivienda, pasa hambre o tiene dificultades de salud no atendidas.

• La escala de miedo (rango 0-15) evalúa las situaciones de peligro para la vida vividas durante el viaje migratorio y en el país de origen.

• La escala de factores epidemiológicos evalúa el estrés que suponen la edad y el sexo en el proceso migratorio (rango 0-6).

• La escala de otras variables (rango 0-9) recoge información sobre la historia infantil, la decisión de emigrar y la presencia de síntomas psicológicos.

• La escala de vulnerabilidad (rango 0-18) recoge información sobre la percepción que tiene el inmigrante de sí mismo en cuanto a sus características de personalidad (timidez, dependencia, desconfianza, etc.). La puntuación máxima que se puede obtener en

la escala es de 189 puntos. Se considera estrés leve entre 0-30 puntos, moderado entre 30 y 60 puntos y extremo más de 60.

c) Variables psicopatológicas, de personalidad y relacionadas con el tratamiento

Se utilizó la escala SCL-90-R (Derogatis, 1983; versión española de González de Rivera, 2002) para evaluar la presencia de síntomas psicopatológicos generales. La escala consta de 90 ítems, con 5 alternativas de respuesta en una escala de tipo Likert, que oscilan entre 0 (nada) y 4 (mucho). La escala evalúa 9 dimensiones de síntomas (somatización, obsesión-compulsión, sensibilidad interpersonal, depresión, ansiedad, hostilidad, ansiedad fóbica, ideación paranoide y psicoticismo). Ofrece además 3 índices globales que reflejan el malestar del sujeto y que son el índice global de severidad (GSI), el índice de distrés de síntomas positivos (PST) y el índice de sintomatología positiva total (PSDI). La consistencia interna del cuestionario oscila entre 0.81 y 0.90 y la estabilidad temporal entre 0.78 y 0.90.

La Escala de Autoestima (Rosenberg, 1965) tiene como objetivo evaluar el sentimiento de satisfacción que una persona tiene consigo misma. Este instrumento consta de 10 ítems generales que puntúan de 1 a 4 en una escala de tipo Likert. El rango del cuestionario es de 10 a 40, con una puntuación tanto mayor cuanto mayor es la autoestima. La fiabilidad test-retest es de 0,85 y el coeficiente alfa de consistencia interna de 0,92.

La Escala de Conductas-Objetivo (Echeburúa y Corral, 1987) es un autoinforme diseñado para que los pacientes concreten una lista de cinco conductas que quieren mejorar y supondrían un beneficio importante para su vida cotidiana. Estas cinco conductas se valoran según su grado de dificultad de 1 a 10. Procedimiento Se divulgó el programa de apoyo psicológico a inmigrantes en las instituciones que trabajan directamente con esta población (SOS-

Racismo, Cáritas, Cruz Roja, Asesoría jurídica y legal del Gobierno Vasco para inmigrantes HELDU, técnico de inmigración del Ayuntamiento de San Sebastián) y en los locutorios entre abril y junio de 2007. En la divulgación se entregaron marca-páginas con la dirección y el teléfono al que podían llamar los inmigrantes para solicitar la ayuda. Cuando un inmigrante llamaba, se le daba cita para realizar la primera entrevista y en ella se explicaba el programa y los objetivos, se entregaba una hoja informativa donde se describía el programa de intervención y una carta de consentimiento y si el inmigrante estaba de acuerdo se pasaba a realizar la evaluación pretratamiento. Esta evaluación podía durar entre 2 y 3 sesiones.

La entrevista inicial y la evaluación pretratamiento fueron realizadas por una psicóloga clínica con más de 10 años de experiencia. RESULTADOS A continuación se presentan los resultados referidos a las variables sociodemográficas y migratorias en primer lugar; en segundo lugar se exponen los datos referidos a las variables de estrés migratorio; y en tercer lugar, los referidos a variables psicopatológicas y de personalidad. Por último, se lleva a cabo una comparación entre los inmigrantes en situación regular e irregular en las variables estudiadas. Para analizar los datos se utilizó el paquete estadístico SSPS versión 14.0. Variables sociodemográficas y migratorias

Las características sociodemográficas de la muestra aparecen descritas en las tablas 2 y 3.

La muestra está compuesta en su gran mayoría (87%) por mujeres, con una edad media de

Sexo Mujeres 20 (87%) Hombres 3 (13%) Edad (rango 18-47) M 30,26 DT 8,53 Número de hijos (rango 0-4) M 1,39 DT 1,15 Deuda (rango 0-9000€) M 1320,43 DT 2347,71 Meses fuera de su país (rango 5-72) M 28,22 DT 20,68 Tabla 2. Variables sociodemográficas y migratorias.

Estado civil Casado/a 9 (39,1%) Con pareja 3 (13%) Separado/a 2 (8,7%) Viudo/a 1 (4,3%) Soltero/a 8 (34,8%) Hijos No 7 (30,4%) Sí 16 (69,6%) Hijos aquí No 10 (43,5%) Sí 6 (26,1%) No tiene hijos 7 (30,4%) Estudios Primarios 4 (17,4%) Secundarios 10 (43,5%) Formación profesional 5 (21,7%) Universitarios 4 (17,4%) Trabajan en Servicio doméstico-cuidado de ancianos o niños 13 (56,5%) Limpieza 2 (8,7%) Hostelería 2 (8,7%) Paro 6 (26,1%)

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Ingresos Menos de 1000 € al mes 21 (91,3%) Más de 1000 € al mes 2 (8,7%) Vivienda Piso compartido por varias personas 12 (52,2%) Piso de asistencia (Cáritas, Cruz Roja) 2 (8,7%) Unidad familiar 4 (17,4%) Interna 5 (21,7%) Comparten habitación 2 personas 6 (26,1%) 3 personas 1 (4,3%) Padres e hijos 2 (8,7%) No la comparten con nadie 14 (60,9%) Antecedentes psiquiátricos No 20 (87%) Sí 3 (13%) Víctima de malos tratos, abusos en su país de origen No 17 (73,9%) Sí 6 (26,1%) Víctima de agresión física en el país receptor No 19 (82,6%) Sí 4 (17,4%) Tabla 3. Variables sociodemográficas y migratorias. 30 años, con una media de hijos de 1,39, que llevan casi dos años y medio fuera de sus países de origen y que en el momento de acudir al programa tienen una deuda con un importe medio de 1.320 €, si bien el rango es muy amplio (desde 0 a 9.000 €). La motivación para salir de sus países es fundamentalmente económica, es decir, mejorar su vida y la de sus familias. Acuden al programa en la primera fase de asentamiento, en los tres primeros años desde que salieron de su país.

Excepto una persona de Malí (África), el resto de la muestra es de procedencia latinoamericana. La mayoría procede de Honduras (6 personas; 26,1%) y de Colombia (5 personas; 21,7%), seguidos de Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Perú, con dos personas de cada país (8,7%). Por último, hay personas de Chile, Cuba y Venezuela (con 1 persona de cada país). La mitad de los participantes están casados (39,1%) o emparejados (13%), pero sólo una persona tiene como pareja a un vasco. Las personas solteras constituyen el 34,8% de la muestra.

Un 69,6% de la muestra (16 personas) tiene hijos. En estas circunstancias, 10 personas (el 62,5% de los que tienen hijos) no los tienen aquí, sino que residen en los países de origen junto a otros familiares, normalmente los abuelos maternos. Predominan aquellas personas que tienen un nivel de

estudios secundarios (43,5%). El 56,5% trabajan en el servicio doméstico y cuidado de ancianos principalmente, pero también existe un porcentaje del 26,1,% que acude al programa de apoyo psicológico en situación de paro. La mayoría (91,3%) no llega a cobrar 1000 € de ingresos mensuales. En general los participantes viven en pisos compartidos (el 52,2%), pero el 21,7% viven internas al cuidado de personas ancianas en muchos casos dependientes. Respecto a los antecedentes psiquiátricos, en su gran mayoría (87%) no existen. En el 13% restante los antecedentes están referidos a depresiones en la adolescencia. Sin embargo, hay un 26,1% de la muestra que ha sufrido malos tratos o abusos sexuales en su infancia o adolescencia, o en su relación de pareja en su país de origen. De la muestra que accede al programa el 17,4% ha sufrido alguna agresión física por parte de su pareja o de algún familiar aquí. La mayoría de la muestra no toma medicación alguna, excepto un 17,4%, que toman algún analgésico para los dolores de cabeza o, en algunas ocasiones, algún hipnótico para dormir. Desde el punto de vista de su situación legal, la mayoría de la muestra (14 personas; 60,9%) no tienen permiso de residencia ni de trabajo, y de las personas que poseen permisos de residencia y trabajo ninguna lo tiene permanente. Sin embargo, un 78,6% de la muestra está empadronada, y de ella 16 personas (el 69,6%) cuentan con tarjeta sanitaria y, por lo tanto, tienen posibilidad de acceso al sistema público de salud. Variables de estrés migratorio A continuación, en la tabla 4, se presentan los resultados obtenidos por los 23 sujetos de la muestra en la escala Ulises de estrés migratorio.

El nivel de estrés de la muestra es moderado-alto, ya que una puntuación mayor de 60 así se considera. Esta puntuación señala que el nivel de estresores a los que se enfrentan los inmigrantes es muy alto. Por lo tanto, la posibilidad de padecer síntomas psicológicos es elevada. La escala de familia, que evalúa la lejanía de los seres queridos, la imposibilidad de verlos y el sentimiento de soledad, y la escala de fracaso, donde el inmigrante vive las dificultades que tiene para salir adelante, también presentan puntuaciones moderadamente altas.

Escala Ulises Total (rango 0-189) M DT 64,78 14,56 rango 40-94 Escala de familia (rango 0-60) 23,04 4,31 rango 15-29 Escala de estrés aculturativo (rango 0-24) 7,22 3,01 rango 2-15 Escala de fracaso (rango 0-48) 16,85 5,51 rango 4-26 Escala de supervivencia (rango 0-9) 1,83 2,30 rango 0-7 Escala de miedo (0-15) 2,65 1,69 rango 0-6 Factores epidemiológicos (0-6) 1,52 1,23 rango 0-4 Otras variables (0-9) 6,26 1,95 rango 3-9 Vulnerabilidad (0-18) 5,91 3,76 rango 0-13

Tabla 4. Estrés migratorio.

El nivel de estrés de la muestra es moderado-alto, ya que una puntuación mayor de 60

así se considera. Esta puntuación señala que el nivel de estresores a los que se enfrentan los inmigrantes es

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muy alto. Por lo tanto, la posibilidad de padecer síntomas psicológicos es elevada. La escala de familia, que evalúa la lejanía de los seres queridos, la imposibilidad de verlos y el sentimiento de soledad, y la escala de fracaso, donde el inmigrante vive las dificultades que tiene para salir adelante, también presentan puntuaciones moderadamente altas.

Variables psicopatológicas, de personalidad y relacionadas con el tratamiento

A continuación se presentan los resultados en la escala SCL-90-R, en la Escala de Autoestima y en la Escala de Conductas-Objetivo.

ESCALAS M DT Escala SCL-90-R GSI 1,61 0,47 PST 61,82 13,01 PSDI 2,34 0,47 Somatización 1,51 0,87 Obsesión-compulsión 1,61 0,62 Sensibilidad interpersonal 1,85 0,67 Depresión 2,38 0,54 Ansiedad 1,65 0,60 Hostilidad 1,32 1 Ansiedad fóbica 1,04 0,87 Ideación paranoide 1,60 0,58 Psicoticismo 1,03 0,54 Escala de autoestima (rango 10-40) 27,7 4,28 Escala de conductas objetivo (rango5-50) 41,1 7,77 Tabla 5. Variables psicopatológicas, de personalidad y relacionadas con el tratamiento

El nivel de malestar psicopatológico de la

muestra, de acuerdo a la escala SCL-90-R, es muy alto. Con respecto al baremo de la población general, los percentiles de la muestra están por encima del percentil 95 en todas las subescalas, excepto en la de somatización y en el PSDI, que son también muy elevados. Por lo tanto, la muestra se caracteriza por altos niveles de depresión, sensibilidad interpersonal, ansiedad, preocupaciones y sufrimiento psicológico. En la Escala de Autoestima las puntuaciones se sitúan en un nivel moderado y en la escala de Conductas-Objetivo presentan un nivel de dificultad alto.

En la tabla 6 se exponen brevemente

algunas de las conductas-objetivo que la muestra ha

señalado para trabajar a lo largo de las sesiones del programa de apoyo psicológico. En general, las conductas-objetivo tienen relación con la sintomatología definida en el síndrome de Ulises, principalmente con la ansiedad, la depresión y la confusión. Y, además, se incluyen aspectos como la mejora en las relaciones sociales, la reducción de la ira y el perfeccionismo y el logro de objetivos vitales, tales como poder estudiar y regularizar su situación.

Tabla 6. Ejemplos de conductas-objetivo a trabajar en el programa Comparaciones entre inmigrantes en situación regular e irregular

Se realizó una comparación entre inmigrantes regulares (9) e inmigrantes en situación irregular (14), es decir, entre aquellos que poseen permiso de residencia y trabajo y los que no lo poseen en todas las variables incluidas en el estudio, por medio de la prueba t para muestras independientes y la chi-cuadrado. En la tabla 7 aparecen las variables en las cuales aparecen diferencias estadísticamente significativas o tendenciales.

Como se puede apreciar en la tabla, los inmigrantes regulares llevan más tiempo fuera de su país (unos 3 años) y tienen mejores niveles de autoestima de modo tendencial.

+ Tendencia * p<0.05; ** p<0.01; *** p<0.001 Tabla 7. Comparaciones entre inmigrantes regulares e irregulares

Desde el punto de vista psicopatológico, los inmigrantes en situación irregular presentan mayores temores, tiene un nivel de estrés migratorio más alto, se sienten más fracasados y vulnerables (dudan más

de sí mismos, son desconfiados, se sienten indecisos y dependientes) y tienen más dificultades para sobrevivir.

• Ser más fuerte, tener menos miedo y enfrentarse a las situaciones.

• Tener más seguridad y confianza en uno mismo, más autoestima.

• Tener menos preocupaciones, poder centrarse en las cosas.

• Manejar la ansiedad y el nerviosismo. • Manejar la timidez y la vergüenza • Mejorar la tristeza, tener más ánimo y sentirse menos

culpable. • Reducir el perfeccionismo. • Mejorar las relaciones personales con la pareja, con la

familia, en la sociedad, entablar y mantener conversaciones.

• Saber decir que no, defender derechos, pedir algo. • No gritar, manejar la ira, la rabia y la frustración. • Poder estudiar. • Poder tener papeles, es decir, los permisos de trabajo y

residencia.

Variables Regulares (N=9) Irregulares (N=14) t M DT M DT SCL-90-R Ansiedad fóbica 0,64 0,46 1,32 0,99 2,12* Autoestima 30 4,83 26,46 3,55 -1,87+ Escala Ulises de estrés migratorio Total 54,56 9,58 71,36 13,55 3,22 ** Escala de fracaso 13,33 5,59 18,29 4,68 2,29 * Escala de supervivencia 0,56 1 2,64 2 2,69 * Escala de miedo 1,56 1,50 3,36 1,44 2,86 ** Vulnerabilidad 3,44 1,50 7,50 3,95 3,46 ** Meses fuera de su país 38,22 24,15 21,79 15,84 -1,98 +

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CONCLUSIONES La migración supone un impacto

psicológico en el país receptor, en el inmigrante y en su familia que deja en el país de origen, que también vive una situación de duelo (Oztek, 1986; Rodríguez, 1982). La migración siempre supone frustración, dolor o sufrimiento, pero también expectativas de un futuro mejor para los que salen de sus países de origen. La migración se considera como un factor de riesgo tanto a nivel psicosomático como psicopatológico y, por ello, debería tenerse en cuenta desde un punto de vista sanitario y psicosocial (Tizón, Salamero, Pellegero, San-José, Sáinz y Atxotegi, 1992).

Los inmigrantes que acuden a pedir ayuda al programa han salido de sus países de origen en los últimos 3 años. Por lo tanto, se puede considerar que están todavía en la primera fase de la adaptación al nuevo lugar y a una nueva vida, con todas las dificultades que esto conlleva (Martínez-Taboada, Arnoso y Elgorriaga, 2006). Es probable que, superadas estas fases iniciales, puedan a pesar de la nostalgia integrarse y desarrollar una vida normalizada (Bravo, 1989). Se confirma por lo tanto la primera hipótesis. La mayoría son mujeres y de procedencia latinoamericana, son jóvenes (con una media de 30 años) y están casados o emparejados. En general, trabajan en puestos de menor cualificación que el nivel de estudios que tienen, lo que supone una frustración y una reducción de su estatus social. Así, el 91% de la muestra tiene ingresos menores a 1.000 € y tiene una deuda media de 1.320 €, contraída en el periodo migratorio para poder llegar a España o contraída en su país de origen y que le empuja a salir de él. Esto supone una carga adicional estresante ya que, además de ganar dinero para poder vivir en el país receptor, deben ahorrar para pagar la deuda y enviar dinero a sus familias de origen, en donde se encuentran sus hijos.

Más de la mitad viven en pisos compartidos con otras personas, o duermen en una habitación con otra persona que en muchos casos es desconocida, lo que supone una situación altamente estresante y que predispone a la aparición de conflictos personales y de grupo (Molero, Fernández, Martín, Pelayo y Vázquez, 2004).

En general, es una población sana. El 87% no tiene antecedentes psiquiátricos, por lo que es el hecho de enfrentarse a múltiples situaciones estresantes lo que les hace enfermar, tal y como señalan los trabajos de Achotegui (2002, 2003, 2004). Las puntuaciones que la muestra obtiene en la escala de estrés migratorio señalan que los inmigrantes tienen que hacer frente a muchas situaciones difíciles: la lejanía de los seres queridos, las dificultades para encontrar y mantener un trabajo y tener una vivienda digna, la sensación de impotencia y de fracaso, la lucha diaria para sobrevivir, etcétera. Así, en líneas generales, el malestar es intenso, pero los inmigrantes no acuden en busca de ayuda psicológica por su situación habitual, sino porque aparece un nuevo estresor acumulativo (quedarse sin trabajo, sufrir una agresión, tener que cambiar de habitación una vez más, el cansancio de

trabajar con un anciano dependiente, la muerte de las personas a las que cuidan, un problema de sus hijos, sufrir una orden de expulsión, tener que renovar de nuevo los permisos, etcétera). Los inmigrantes resisten frente a muchas situaciones estresantes y luchan durante largo tiempo antes de buscar ayuda. Su fortaleza psicológica es muy alta, pero en ocasiones se quiebra. De acuerdo a la escala SCL-90-R, los inmigrantes que acuden al programa presentan altos niveles de alteración psicopatológica (ansiedad, miedo, depresión, somatizaciones, dificultades en las relaciones interpersonales) en comparación con los baremos de la población general. Estos datos están en consonancia con otros estudios que han utilizado el mismo instrumento (Plante, Manuel, Menéndez y Marcotte, 1995; Valiente et al., 1996) y confirman la segunda hipótesis del estudio.

Las situaciones estresantes a las que se enfrentan son múltiples: trabajos sin contrato y por horas, múltiples trabajos, ceses de trabajo y necesidades económicas, cambios de habitación, regularización de papeles, etcétera. Estas situaciones son altamente estresantes, se prolongan en el tiempo durante años y deben afrontarse en muchas ocasiones en soledad y sin el apoyo de sus familias.

Los inmigrantes irregulares del estudio presentan un mayor nivel de estrés y de vulnerabilidad psicológica que los inmigrantes regulares, por lo tanto se confirma la tercera hipótesis. Tal y como aparece en otros trabajos poseer permiso de residencia y trabajo supone una mejor situación y más posibilidades de integración, así como mejores condiciones de vida y de bienestar (Aierdi, Basabe, Blanco y Oleaga, 2008; Basabe, Zlobina y Páez, 2004; Finch, 2003). Los inmigrantes en situación irregular viven un riesgo real de expulsión o detención, con altos niveles de inseguridad e incertidumbre que se prolongan a lo largo del tiempo (Villar, 2002). De hecho, se enfrentan a múltiples tareas de tipo administrativo (con esperas y colas), de tipo jurídico, laboral y de supervivencia, con la posibilidad de padecer abusos laborales. Si, además, su salud se quebranta, la posibilidad de padecer trastornos es mayor (Cuellar, 2002; Huang y Spurgeon, 2006). Además, al tratarse de inmigrantes recientes, llevan menos tiempo en el país receptor, de manera que desconocen los ritmos y costumbres a los que se tienen que adaptar.

Los resultados del estudio permiten conocer mejor el perfil sociodemográfico de los inmigrantes que solicitan ayuda, así como sus experiencias migratorias y el estado psicológico que presentan, de modo que se pueda ajustar la ayuda y las intervenciones terapéuticas de un modo más adecuado sobre todo en la primera fase de asentamiento, donde los niveles de estrés son más altos. Además los resultados revelan la necesidad de tener en cuenta la situación legal de los inmigrantes de cara a poder ofrecer a esta población dispositivos asistenciales.

Para poder integrarse en una sociedad la salud física y psicológica es fundamental (Ingleby, 2004), ya que los problemas de salud mental no reconocidos e infratratados puedan afectar de modo negativo a la adaptación y posterior funcionamiento de los inmigrantes (Pumariega, Rothe y Pumariega,

Salaberría de Corral, Sánchez y Larrea.: Características sociodemográficas, experiencias migratorias y salud mental en una unidad de apoyo psicológico a inmigrantes

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2005). Por ello, se creó un programa de apoyo psicológico para fortalecer y ayudar a los inmigrantes en sus procesos migratorios. El programa constituye un dispositivo de salud de tipo preventivo en las primeras fases de adaptación y que tiene como objetivo ayudar a hacer frente a las dificultades emocionales y psicológicas que presentan los inmigrantes y ofrecerles un espacio de escucha y de fortalecimiento de sus capacidades psicológicas.

El estudio que se ha presentado aquí tiene varias limitaciones: el tamaño de la muestra, la carencia de un grupo control que sirva de comparación y la utilización de instrumentos para evaluar el estrés migratorio todavía no contrastados. Sin embargo, supone una primera aproximación al estado psicológico de los inmigrantes que piden ayuda y a su problemática psicológica en la provincia de Guipúzcoa. En una segunda fase se podrán elaborar instrumentos más refinados para medir el estrés migratorio y comparar los resultados con grupos de control, para poder ajustar la ayuda psicológica a las características personales y a la situación psicológica que presentan los inmigrantes. Conocer la problemática que supone la inmigración para la adaptación sociocultural y la supervivencia y sus consecuencias en la salud mental de los inmigrantes, así como los factores de riesgo y protección, es un reto que se presenta ante el futuro (Zarza y Sobrino, 2007). REFERENCIAS Achotegui, J. (2000). Los duelos de la emigración. Jano, psiquiatría y humanidades, 2, 15-19. Achotegui, J. (2002). La depresión en los inmigrantes: una perspectiva transcultural. Barcelona. Ediciones Mayo. Achotegui, J. (2003). Depresión y ansiedad en los inmigrantes. Barcelona. Ediciones Mayo. Achotegui, J. (2004). Emigrar en situación extrema: el síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (síndrome de Ulises). Norte de Salud mental, 21, 39-52. Achotegui, J. (2005). Escala Ulises de duelos extremos en la migración. Seminario de salud mental e inmigración SOS-Racismo, 3 y 4 de junio de 2005. Aierdi, X., Basabe, N., Blanco, C. y Oleaga, J.A. (2008). Población Latinoaméricana en al CAPV 2007. Observatorio Vasco de Inmigración. Alma, W. (1986). Psychosocial problemas of migrants. In Colledge, M. y Svensson, P.G. (Eds.). Migration and health. La Haya. OMS. Basabe, N., Zlobina, A. y Páez, D. (2004). Integración socio-cultural y adaptación psicológica de los inmigrantes extranjeros en el País Vasco. Cuadernos Sociológicos Vascos, nº15. Gobierno Vasco. Berry, J.W. (2001). A psychology of immigration. Journal of Social Issues, 57, 615-631.

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Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical and Health Psychology, 4 (2008) 15-25

EMIGRACIÓN Y PSICOPATOLOGÍA.

Patricia Delgado Ríos. 1

INTECO. Investigación y Terapia Cognitiva. Sevilla (España)

RESUMEN Dada la relevancia sociopolítica que en los últimos tiempos está cobrando el fenómeno, se presenta en este artículo una revisión teórica de la relación entre psicopatología e inmigración. Se tratan las variables que influyen en dicha relación (género, idioma y aculturación, condiciones y etapas de la migración, diferencias culturales en cuanto a la manifestación de sintomatología psiquiátrica, etc.), así como el peso relativo de cada una de ellas en distintos aspectos de la psicopatología. A este respecto, se presenta la propuesta integradora de Bhugra (2004), el cual analiza la interacción entre las etapas de la migración y una serie de factores de riesgo y protectores. Seguidamente, se detallan las líneas argumentales y los resultados más significativos que la investigación ha ofrecido sobre trastornos psicopatológicos concretos. De entre ellos, quizás los que más interés han suscitado hayan sido los trastornos por estrés, sobre todo desde nuestro país con la formulación del Síndrome de Ulises por Joseba Achotegui, y los trastornos psicóticos. De estos últimos, se presenta la evolución habida en las hipótesis acerca de la relación entre esquizofrenia y la migración, a pesar de cuyos intentos sigue sin estar suficientemente esclarecida. Resulta imprescindible situar todo este abordaje en un marco cultural, haciendo hincapié en la modulación que el entorno cultural ejerce sobre las manifestaciones psicopatológicas, y nombrando algunos de los síndromes dependientes de la cultura tal y como los contempla el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM). Por último, se completa este análisis con la descripción de las variables que ejercen un papel protector en cuanto a la influencia negativa de la migración sobre la salud mental, así como se mencionan los principales problemas metodológicos con los que se enfrentan los investigadores interesados en este tema. Como conclusión, se sostiene que, a pesar de la vasta cantidad de datos disponibles, no parece que exista un trastorno mental específico del inmigrante ni que indefectiblemente el fenómeno migratorio tenga como consecuencia la psicopatología. Palabras clave: inmigración; psicopatología; psiquiatría cultural; Síndrome de Ulises. INTRODUCCIÓN Aspectos básicos sobre la migración

La migración, entendida como el desplazamiento de personas o grupos de su lugar de origen o residencia a otro distante geográficamente y que guarda diferencias respecto al primero, está relacionada con la expansión del ser humano y con la lucha por la supervivencia. La migración como tal no es reciente; más bien al contrario, ha sido practicada por multitud de pueblos y culturas a lo largo de la historia de la humanidad. Sin embargo, en los últimos años, ha cobrado una mayor relevancia debido a la generalización del fenómeno, así como por las sustanciales consecuencias que entrañan tanto para los países de origen como de acogida en múltiples niveles (social, legislativo, económico…). Entre otros, factores como el efecto llamada de determinados países de destino y el impulso facilitador que la globalización supone han hecho de la migración uno de los problemas socioculturales y políticos más en boga en los últimos años. Clasificación de los tipos de emigración

Los inmigrantes representan un grupo extremadamente heterogéneo, tanto en las manifestaciones clínicas de la psicopatología, su

bagaje psicológico previo, los mecanismos de adaptación a la nueva cultura, como en la influencia de su país de origen o los motivos y las situaciones de partida que los impulsan a emigrar. Así, pueden distinguirse a aquellos que persiguen una mejora de las aspiraciones profesionales con una situación de partida favorable; los que tienen una urgente necesidad de desplazarse para subsistir por la imposibilidad de hacerlo en el país de origen; los 1 Patricia Delgado Ríos INTECO. Investigación y Terapia Cognitiva Cardenal Bueno Monreal, 6; 41013 Sevilla (España) grupos de refugiados, grupo a los cuales las características de la situación socio-política que rodea este tipo de inmigración, los convierten en un colectivo vulnerable a los trastornos de estrés postraumático (Boehnlein y Kinzie, 1995); los estudiantes extranjeros, o aquellos que emigran como resultado de un proceso de reagrupación familiar. Adaptación al nuevo país y aculturación

La adaptación resultante del proceso migratorio, no depende exclusivamente de las estrategias y recursos del inmigrante a la hora de ajustarse a los cánones y modos de funcionamiento

Patricia Delgado Ríos: Emigración y psicopatología

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de la nueva cultura (tabla 1), sino que también viene supeditada a la actitud del país de acogida respecto a los inmigrantes (Berry, 2001). En la medida en que la sociedad de acogida acepte las diferencias raciales y de estilo de vida a la vez que promueva en el inmigrante la adopción de valores y condiciones sociales propias, se facilitará la integración entre ambos. La actitud contraria podría derivar en rechazo social y discriminación, ambos considerados actualmente como posibles factores ambientales asociados a la etiología de la esquizofrenia (Cantor-Graae y Selten, 2005).

Integración Conservación aspectos

culturales propios a la vez que incorpora

componentes de la nueva cultura.

Separación Rechazo de la nueva cultura e intensificación de la identidad

con la cultura de origen

Asimilación Abandono de la cultura

propia en pro de la adopción de aspectos

culturales dominantes en la sociedad de acogida

Marginalidad Alejamiento tanto de la

cultura propia como de la cultura de acogida.

Tabla 1. Adaptación del inmigrante a la cultura mayo-ritaria del país de acogida (modificada de Berry, 2001)

Se entiende por aculturación el fenómeno

que se da de forma natural cuando entran en contacto dos referentes culturales diferentes, pudiendo implicar cambios en ambas culturas. Sin embargo, lo que se observa a menudo es que uno de los dos grupos domina e impera sobre el otro. El efecto que se deriva de la adaptación a dicha situación se conoce como estrés aculturativo, y se añade a las dificultades que ya de por sí caracterizan a la migración. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) (APA, 2000) incluye, entre los problemas adicionales que pueden ser objeto de atención clínica, una categoría denominada problema de aculturación (V62.4) para referirse a las dificultades de los inmigrantes al iniciar una nueva vida en una cultura diferente, integrando nuevos estilos y normas de relaciones interpersonales, costumbres y normas sociales, organización de los servicios comunitarios, etc. MIGRACIÓN Y SALUD MENTAL Variables que influyen en dicha relación

Existe un acuerdo general respecto a que las repercusiones sobre la salud mental del proceso de migración son múltiples y heterogéneas, variando tal afectación en función de la interacción entre las variables propias del proceso migratorio y las habilidades del individuo para manejarlo así como la vulnerabilidad propia del individuo para desarrollar algún trastorno. Siguiendo a algunos autores y revisiones del tema (Bhugra, 2004; Collazos, Achotegui, Caballero y Casas, 2005) presentamos un conjunto de factores a tener en cuenta en la evaluación de la posible relación entre migración y psicopatología. Edad a la que se realiza la migración. El momento evolutivo o vital determina los recursos con los que contamos para hacer frente a los estresores propios del proceso, la historia previa con la cultura de

origen, las aspiraciones que se hayan podido forjar, entre otros; así, tal y como describen García-Campayo y Sanz Carrillo (2002): “los adolescentes tienden a realizar una asimilación, negando la cultura de origen (que también es la de los padres, con los que se suele entrar en conflicto a esta edad), para parecerse más a su grupo de edad, que mayoritariamente pertenece al país huésped. Las personas mayores son propensas a adaptarse mediante la separación, negando la nueva cultura y parapetándose en la propia. Los individuos de edades medias son los que más fácilmente realizan procesos de integración en ambas culturas” (p. 188). El género. Distintos estudios han hallado mayores índices de alteración en las mujeres de sus muestras. Algunos autores (Murphy, 1968) han explicado estas discrepancias argumentando que en muchos casos la toma de decisiones respecto al acto de emigrar recae sobre los hombres, y las mujeres se limitan a secundar la decisión y seguirlos, por lo cual estas diferencias en tasas de psicopatología no podrían explicarse simplemente atendiendo al proceso migratorio. Idioma y aculturación. La fluidez en el idioma de la sociedad de acogida puede, sin duda, facilitar el ajuste a la nueva cultura (Akiyama, 1996), aunque algunos estudios han encontrado resultados que van en la dirección opuesta interpretándolo como una medida de aculturación que los asemeja a estos últimos en cuanto a morbilidad psicopatológica (Nazroo, 1997). Ocupación. Como en otros fenómenos, el nivel educativo y los antecedentes profesionales influyen en el ajuste postmigratorio. Parece que el no cumplir con las expectativas previas y no alcanzar los logros esperados tiene un importante efecto en la autoestima de los sujetos, cuanto más cuando muchos de los inmigrantes tenían un nivel académico y una preparación laboral superior a la necesaria para los trabajos que finalmente desempeñan en el país de acogida. Concretamente, los inmigrantes con niveles educativos extremos son los que encuentran mayores dificultades para obtener ocupaciones satisfactorias

(Tseng, 2001). Condiciones y etapas de la migración. Generalmente en todo proceso migratorio pueden distinguirse una serie de etapas. Previamente al desplazamiento, se generan unas expectativas acerca de la mejora que supondrá la vida en el país de acogida y en distinto grado se lleva a cabo la preparación para la marcha. Una vez en el país de acogida, tiene lugar un período de ajuste en el que la persona tiene que enfrentar variados y múltiples estresores y demandas. Estos llegan a su máximo grado durante los primeros dos años, momento a partir del cual generalmente la persona va recuperando paulatinamente los niveles de funcionamiento normales previos (Pernice y Brook, 1996).

Algunos autores (Bhugra, 2004) se han hecho eco de la relación entre las fases del proceso migratorio (premigración, migración y postmigración) y las variables que aumentan tanto la vulnerabilidad psicopatológica como la resiliencia.

Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical And Health Psychology, 4 (2008) 15-25

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De esta manera, como se observa en la tabla 2, en la fase previa a la migración se consideran tanto factores de vulnerabilidad intrapersonales (vg. características de personalidad)1 como extrapersonales (vg. ser perseguido por razones religiosas). Del mismo modo que la posibilidad de la preparación y la voluntariedad representan componentes de resistencia; determinadas circunstancias (afrontar pérdidas y contar con apoyo social) muestran la vulnerabilidad y resistencia, respectivamente, durante la fase de migración. Toda vez que ha tenido lugar la migración (y está en marcha el verdadero proceso de adaptación) las discrepancias con respecto a las culturas o contra las expectativas formuladas, se convierten en variables de vulnerabilidad frente a los procesos beneficiosos de identificación, percepción de apoyo social y otras ventajas por las que se ha hecho la migración2

FACTORES DE VULNERABILIDAD

. FASES DEL PROCESO MIGRATORIO

FACTORES DE RESILIENCIA

Personalidad Déficit de habilidades Migración forzosa Persecución

PREMIGRACIÓN Preparación voluntaria

Pérdidas Duelo Estrés postraumático

MIGRACIÓN Apoyo social

Choque cultural Conflicto cultural Discrepancia aspiración/valoración

POSTMIGRACIÓN Identidad cultural positiva Apoyo social Ventajas socio-económicas

Tabla 2: Hipotético modelo explicativo de la relación entre psicopatología e inmigración (modificada de Bhugra, 2004)

Finalmente, Bhugra (op. Cit.) destaca que, en el momento de la postmigración se produce la aculturación, del que derivan dos posibilidades: bien la deculturación-alienación (proceso patológico)3

Actitud recíproca tanto del inmigrante como de la cultura de acogida. Como comentamos anteriormente, dependiendo de la situación de adaptación que tenga lugar, será más o menos probable la aparición de sintomatología psicopatológica. Así, parece que la integración ejerce un papel protector del mismo modo que la marginalidad supone un factor de riesgo para la aparición de trastornos psicológicos. Otra variable a considerar haría referencia a la orientación socio-

o bien la asimilación.

1 Las habilidades de afrontamiento frente al estrés, experiencias de éxito y/o fracaso, estilos atribucionales del individuo, entre otras, son variables que suelen afectar diferencialmente a los individuos en cuanto a la adaptabilidad al cambio. 2 También la APA coincide cuando señala los efectos mediadores de ciertos factores sobre la intensidad del cambio migratorio: la lengua, como medio comunicativo por excelencia; la red de apoyo social, la cual se ha demostrado como un importante factor amortiguador del estrés migratorio; el empleo, por su relación con el estatus social, la independencia económica, la cobertura de necesidades vitales (APA, 2002). 3 Los que tienen que ver con los procesos de vinculación y separación parental estarían en la base de los procesos esquizofrénicos observados en inmigrantes o, en general, los que atentan a la autoestima y que darían lugar a otros trastornos mentales (depresión, ansiedad, somatoformes…)

céntrica o individualista de las sociedades de origen y de acogida, ya que las demandas y expectativas de funcionamiento y ajuste son diferentes para una y otra. Tasas de incidencia y prevalencia en los países de origen. Los datos manejados en muchas investigaciones se basan en estudios epidemiológicos que comparan las tasas de trastornos psicopatológicos entre los países de origen y el de acogida. Sin embargo, este proceder exige que se supervisen múltiples factores que podrían estar distorsionando los resultados, y que en muchas ocasiones no son adecuadamente controlados en los estudios, por ejemplo, la falta de concreción respecto a las muestras y/o trastornos específicos o las posibles barreras que impiden el acceso a los servicios de salud mental de los inmigrantes. Diferencias culturales en cuanto a manifestación y expresión de la sintomatología psicopatológica. La cultura en la que como individuos nos hayamos inmersos, determina no sólo nuestra interpretación respecto a la relevancia clínica y gravedad de los síntomas y trastornos psicopatológicos, sino también el modo en que dicha sintomatología se expresa o manifiesta. Desde el momento en que existen diferencias culturales en cuanto a la expresión de las emociones, es esperable que dichas divergencias se extrapolen al ámbito del malestar emocional. Así, relacionado con la sintomatología obsesivo-compulsiva, algunos autores han encontrado cómo la naturaleza religiosa de la crianza y la educación en egipcios, así como la intensa ritualización asociada a éstas determina fuertemente tanto el contenido como la severidad del trastorno obsesivo-compulsivo en dicha población (Okasha, Saad, Khalil, Seif y Yehia, 1994).

La sintomatología psicótica también ha demostrado diferencias culturales en su presentación. Así, en una investigación que evaluaba las diferencias en cuanto a sintomatología positiva y negativa en tres grupos étnicos diferentes, se observaron mayores tasas de suspicacia y alucinaciones en afroamericanos, más agitación en americanos blancos y mayores quejas somáticas en el grupo latino (Barrio, Yamada, Atuel, Hough, Yee et al. 2003). Por otro lado, en culturas no occidentales se ha detectado un mayor número de casos de esquizofrenia catatónica y hebefrénica.

Respecto a la depresión, recientemente se ha concluido, aplicando metodología cualitativa de análisis del contenido, que si bien los síntomas depresivos reconocidos por los textos científicos y los sistemas de diagnóstico contemporáneos son frecuentemente referidos en población china, los sistemas al uso no son lo suficientemente exhaustivos en cuanto a la experiencia de la depresión y sus expresiones (Lee, Kleinman y Kleinman, 2007).

Distintos entornos bélicos como la guerra de Vietnam, el Holocausto nazi o recientemente los atentados contra el World Trade Center, han provisto datos a favor de las diferencias interculturales a la hora de expresar y manifestar el Trastorno por estrés postraumático (Boehlein y Alarcón, 2000; Schuster, Stein, Jaycox, Collins, Marshall et al., 2001).

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Como puede observarse a partir de los datos existentes (Bernstein, Lee, Park y Jyoung, 2008; Kirmayer, 2001; Sherazi, McKeon y McDonough, 2006) existe una importante base para defender las variaciones culturales en cuanto a la expresión de la psicopatología, siendo estas variaciones clínicamente relevantes. Por tanto, conocer la psicopatología tal y como es en la cultura de origen puede ayudarnos a no magnificar ciertos síntomas o a interpretarlos en sintonía con las creencias o factores socioculturales del paciente.

Podemos concluir este apartado observando que la relación entre migración y psicopatología es cuanto menos compleja, no sólo por las dificultades metodológicas que dicho estudio entraña, sino por la importante variabilidad y multiplicidad de factores que intervienen en el proceso migratorio haciéndolos en ocasiones imposibles de controlar. A la luz de todo lo dicho puede deducirse que si bien no podemos aceptar fehacientemente que la inmigración genere por sí misma psicopatología, sí podemos sostener que supone un importante factor de riesgo para la misma. TRASTORNOS Y DIAGNÓSTICOS

La relación entre migración y psicopatología ha sido motivo de interés desde tiempos antiguos, aunque la sistematización de la investigación no se dio hasta principios del siglo XX. En general, lo que sí parece claro es que los datos son contradictorios, con una gran variabilidad metodológica y muestral, sin confirmación definitiva acerca de una mayor psicopatología asociada al hecho de emigrar.

Algunas de las hipótesis explicativas propuestas se han aplicado sobre todo en relación a determinados tipos de trastornos, aunque bien podrían extenderse a la psicopatología en general desde una perspectiva amplia. Como se observa al realizar una revisión de la literatura existente, el trastorno que mayor interés ha tenido ha sido la esquizofrenia. Con el resto de trastornos los problemas metodológicos se agudizan y los resultados de las investigaciones son contradictorios a la vez que parciales, ya que reflejan más bien características de la muestra que de la población a la que se intentan hacer extensibles dichos datos. Con todo, y a pesar de la confusión y cantidad de datos disponibles no parece que haya un trastorno mental relacionado o exclusivo del proceso de migración.

A continuación, se expondrán de forma sucinta los aspectos más destacados en cuanto a la relación entre inmigración y los trastornos más frecuentemente diagnosticados; así como la propuesta del Síndrome de Ulises como cuadro clínico exclusivo y circunscrito al proceso migratorio. Trastornos por estrés (adaptativos). Debido a la propia definición de estrés y la concepción psicológica del mismo, es esperable que se hayan relacionado frecuentemente con el fenómeno migratorio. Como comentábamos anteriormente, el contacto entre dos culturas da lugar a un fenómeno conocido como aculturación, y al estrés asociado a éste como estrés aculturativo. Algunas investigaciones se han centrado en determinar si las respuestas ante esta situación se tratan de síntomas

exclusivamente, o si puede hablarse de un síndrome en cuestión como el síndrome de distrés psicológico

(Ritsner y Ponizovsky, 1998) o el síndrome de Ulises (que ubicamos con mayor precisión en el siguiente apartado). Trastornos por estrés postraumático (TEP). El Trastorno por Estrés Postraumático (TEP) es uno de los diagnosticados con más frecuencia entre la población inmigrante, sobre todo cuando el proceso migratorio (en cualquiera o en todas sus fases) ha estado sembrado de graves acontecimientos que hacen más difícil la adaptación del individuo. Es por esto que sistemáticamente se encuentren altas tasas de dicho trastorno en grupos de refugiados, debido a las circunstancias de represión y tortura que llevan asociadas guerras y conflictos políticos en sus países de origen (Gorst-Unsworth y Goldenberg, 1998; Holtz, 1998).

Es importante señalar que en el caso del TEP, cobran especial relevancia las condiciones y experiencias postmigratorias, ya que situaciones recurrentes de pérdidas, dificultades económicas, limitaciones laborales, etc., pueden reactivar la sintomatología propia del trastorno.

Desde nuestro país se ha propuesto el síndrome del emigrante con estrés crónico y múltiple o síndrome de Ulises (Achotegui, 2004), para referirse a un cuadro clínico caracterizado por la experimentación de una serie de estresores o duelos en forma de síntomas psiquiátricos que abarcarían varias áreas de la psicopatología. Para el autor, estaríamos ante una entidad nosológica independiente y exclusiva de los inmigrantes y, según sus propias palabras: “existe una relación directa e inequívoca entre el grado de estrés límite que viven estos inmigrantes y la aparición de su sintomatología” (p. 2) (Achotegui, 2008). Este síndrome sería fruto de una situación de adaptación forzada en la que dos conceptos bien conocidos en el ámbito de la psicología guardarían una estrecha vinculación: duelo y estrés, de tal modo que según el autor “el duelo es un estrés prolongado e intenso” (p. 3). Según esto, el síndrome de Ulises sería un cuadro a caballo entre los trastornos adaptativos y el trastorno de estrés postraumático.

Contextualización del síndrome de Ulises Estresores. Existen una serie de estresores que delimitan y condicionan el síndrome del emigrante con estrés crónico y múltiple, entre ellos la soledad, el duelo por el fracaso del proyecto migratorio, la lucha por la supervivencia o el miedo por la incertidumbre de un futuro incierto. Al efecto que ya de por sí pudieran tener estos estresores se les añaden ciertas condiciones o características de estos estresores que potencian dicho efecto, como son: a) multiplicidad ; b) cronicidad y recurrencia; c) intensidad y relevancia; d) ausencia de sensación de control; e) ausencia de una red de apoyo social; f) aparición de la sintomatología, que tiene un efecto incapacitante que merma aún más la capacidad de adaptación; y g) dificultades de acceso y atención en el sistema sanitario del país de acogida.

Como ya se ha indicado, esta situación de estrés crónico junto a la serie de pérdidas que entraña conforman lo que se conoce como “duelo migratorio”, y ambos suponen para Achotegui los

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factores explicativos de gran parte de la sintomatología que presenta la población inmigrante4

Áreas

. Clínica del síndrome. Tal y como muestra la tabla 3, la sintomatología más frecuentemente asociada al síndrome de Ulises cubre distintas áreas de la psicopatología.

Sintomatología

Área depresiva

Llanto, tristeza, culpa, baja autoestima, ideas de muerte y suicidio (muy poco frecuentes), anhedonia, pérdida de interés sexual, y pérdida o aumento del peso o del apetito.

Área de ansiedad

Tensión y nerviosismo, preocupaciones excesivas y recurrentes, irritabilidad e insomnio.

Área de

somatización

Cefaleas (síntoma de mayor cronicidad), fatiga, molestias osteomusculares, alteraciones del sueño (el insomnio presenta el mejor pronóstico).

Área disociativa y confusional

Déficits de memoria, desorientación espacio-temporal, fabulaciones.

Tabla 3: Clínica del Síndrome de Ulises

Es posible diferenciar variantes en cuanto a la presentación del cuadro, en función del número o intensidad de los síntomas (parcial o completo), y del número de estresores presentes (mayor o menor).

Respecto a la temporalidad de la sintomatología, cabe señalar que existe una importante fluctuación temporal de los mismos, como reflejo y respuesta a las cambiantes circunstancias que en ese momento estén sobrellevando.

Como es frecuente a la hora de establecer un diagnóstico específico, sería necesario delimitar este conjunto de síntomas cuali y cuantitativamente de otros con los que guarde relación para poder conferirle la categoría de trastorno propiamente dicha. A este respecto, aparecen una serie de dificultades a la hora de ubicar nosológicamente este síndrome, por cuanto los síntomas que presentan no son específicos, abarcan grupos de síntomas dispares entre sí y no existe una suficiente investigación que avale su especificidad en cuanto a curso, pronóstico y presentación clínica.

Recientemente, Achotegui (2008) ha propuesto ubicar al cuadro en el ámbito de la salud 4 Dicho proceso de duelo posee las siguientes características: es un duelo parcial, ya que el objeto de duelo no desaparece realmente ni se pierde definitivamente; es recurrente y tiende a cronificarse; está vinculado a experiencias infantiles muy arraigadas que en caso de no haber sido elaboradas apropiadamente pueden determinar y dificultar la adaptación a la pérdida actual; es un duelo múltiple (concretamente se podrían diferenciar al menos siete duelos en la migración: duelo por la familia y amigos, por la lengua, por la cultura, por la tierra, por el nivel social, por el contacto con el grupo étnico o nacional y por los riesgos físicos asociados a la migración); afecta a la identidad; conlleva una regresión psicológica; supone un proceso que contempla una serie de etapas; la elaboración del duelo migratorio utiliza una serie de defensas psicológicas; comporta la ambivalencia hacia el país de acogida y hacia el país de origen; es transgeneracional. (Achotegui, 2000; 2002).

mental más que en el de la psicopatología, considerando que “el Síndrome de Ulises es a la vez Síndrome y “Pródromos” (p. 24), subrayando que los inmigrantes que presentan esta sintomatología no sufren una enfermedad mental, sino que más bien “están viviendo estresores inhumanos ante los que no hay capacidad de adaptación posible”. Supone pues una apertura conceptual que subraya la consideración del estrés como interacción entre la situación y los recursos del individuo para afrontarla, lo cual según el autor permitirá trabajar a niveles preventivos y favorecer así realmente al inmigrante en su adaptación a la nueva cultura. Trastornos depresivos. Los trastornos del estado de ánimo muestran una fuerte vinculación con el fenómeno migratorio, ya que éste implica generalmente un duelo múltiple y recurrente, por cuanto supone una serie de pérdidas personales y materiales altamente significativas para el inmigrante.

Desde una perspectiva cultural, se ha venido mostrando cómo las manifestaciones propias de cada trastorno varían según el contexto cultural en el que tengan lugar. Respecto a los trastornos depresivos, por ejemplo, es posible encontrar una mayor psicologización de la sintomatología o, por el contrario, una mayor expresividad somática. Estos últimos han recibido un gran interés por parte de la literatura científica, recibiendo nombres como síndrome de desadaptación psicosomática del emigrante (Seguin, 1956), hipocondría del emigrante

(Hes, 1958), o trastorno adaptativo crónico del emigrante (Westermeyer, 1988).

Por otro lado, las investigaciones que han comparado las tasas de trastornos del estado de ánimo entre inmigrantes y nativos, han obtenido resultados contradictorios. En ocasiones se han encontrado mayores índices de dicha sintomatología en inmigrantes, y realizado alternativas explicativas aludiendo a conceptos como el locus de control externo, la pérdida de apoyo social, la respuesta emocional secundaria al choque cultural, etc. Sin embargo, los resultados no son claros y los modos de interpretarlos varían según la perspectiva del investigador. Como ejemplo, podríamos citar el papel del idioma y la aculturación en la aparición de trastornos depresivos en población inmigrante. Aunque se ha argumentado que dicha variable puede facilitar el acceso y la adaptación a una nueva cultura, hay autores (Nazroo, 1997) que observaron que aquellos inmigrantes que adoptaban el idioma de la sociedad de acogida presentaban similares índices de psicopatología que los nativos blancos, mostrando ambos grupos mayores tasas incluso que los inmigrantes que no adoptaron dicho idioma. Se ha interpretado que el idioma, al ser una medida del grado de aculturación de un grupo respecto al otro, puede conducir a niveles similares de morbilidad psicológica. Trastornos somatoformes. Existen un número de síntomas somáticos inespecíficos como cefaleas, dorsalgias, dolor abdominal, alteraciones del tránsito intestinal, fatiga, etc., frecuentemente referidos por los inmigrantes que solicitan asistencia médica. Se reconoce que estos síntomas presentan una prevalencia similar en diferentes culturas (García-

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Campayo y Sanz, 2000) pero existen razones por las que los emigrantes, sobre todo los de países en vías de desarrollo, presentan somatización con más frecuencia (García-Campayo, 2001), como la imposibilidad de la expresión por carencias del lenguaje; la sanción social de la expresión (psicologización típica de la cultura occidental versus exteriorización de síntomas en sociedades no desarrolladas) o bien, podríamos entenderlo como un sesgo en el constructo de enfermedad o trastorno mental (componentes culturales de la nosología psiquiátrica).

Otras razones que podrían justificar esta mayor tasa de somatización entre la población inmigrante, podría estar relacionada con la mayor facilidad y seguridad lingüística para referir síntomas somáticos o la creencia de que este tipo de síntomas les pueden reportar una más rápida asistencia en el sistema de salud (Collazos, Achotegui, Caballero y Casas, 2005). Trastornos psicóticos. Los síntomas de hostilidad, agitación, alucinaciones, desconfianza excesiva, etc., propios de psicosis reactivas breves y trastornos paranoides deben distinguirse, en primer lugar, de los sentimientos de desconfianza secundarios a situaciones de aislamiento y rechazo social. Términos como reacción paranoide del extranjero o reacción paranoide del refugiado (Kinzie y Feck, 1987), han sido utilizados para referirse a sintomatología paranoide de presentación aguda observada en estudiantes, trabajadores y refugiados en el extranjero. Debe diferenciarse el componente sintomático que puede formar parte de una reacción del trastorno, es decir, del despliegue y consolidación, de ciertas características de vulnerabilidad en forma de manifestación patente (y no latente).

La esquizofrenia ha sido el trastorno que mayor y más temprana investigación ha generado en cuanto a la prevalencia y manifestación en inmigrantes. Los orígenes de este tipo de trabajos los encontramos en los trabajos de autores como Ödegaard (1932) y Malzberg (1955; 1964), concluyendo que existían mayores tasas de primera admisión hospitalaria por esquizofrenia en inmigrantes que en población nativa. Posteriormente, el interés por la posible relación entre esquizofrenia e inmigración se expandió al Reino Unido donde varios grupos de investigación pusieron a prueba sus hipótesis sobre población inmigrante afrocaribeña y sudasiática intentando corregir los errores metodológicos de las investigaciones precedentes (Cochrane, 1977; Harrison, Owens, Holton, Neilson et al. 1988; Hemsi, 1967; Kiev, 1965; King, Coker, Leavey, Hoare, Jonson-Sabine, 1994; Van Os, Castle, Takei, Der, Murria., 1996). Más recientemente se ha recogido evidencia a favor de mayores tasas de esquizofrenia y otras psicosis en otros países europeos y con inmigrantes de Surinam, Antillas Holandesas y Marruecos y África del Este (Selten, Slaets, Kahn, 1997; Selten, Veen, Feller, Blom, Camoenie, 2001; Zolkowska, Cantor-Graae, McNeil, 2001). Por último, en Reino Unido se realizó un ambicioso estudio para determinar la Etiología y origen étnico en la esquizofrenia y otras psicosis (AESOP study) (Fearon, Kirkbridge, Morgan,

Dazzan, Morgan et al., 2006) con el objetivo de verificar los resultados de anteriores estudios y aislar posibles factores de riesgo. Cochrane y Bal (1987) realizaron una revisión de las principales hipótesis propuestas y los datos a favor y en contra obtenidos para cada una de ellas. Nos basaremos en dicha revisión a la vez que incorporaremos datos de las últimas investigaciones publicadas (tabla 4).

Hipótesis Datos contradictorios Los países de origen tienen altas tasas de esquizofrenia

- Escasos estudios de prevalencia en los países de origen.

- Sesgo en las tasas de prevalencia debido a las definiciones (amplias versus restringidas) de esquizofrenia. (Selten, Zeyl, Dwarkasing, Lumsden, Kahn et al, 2005)

- Elevadas tasas de prevalencia en inmigrantes de segunda generación (Leao, Sundquist y Frank, 2006)

Hipótesis de la selección negativa: una mayor vulnerabilidad a padecer trastornos psicológicos hace más probable la migración (Ödegaard, 1932)

- La migración como proceso largo y costoso requiere fortalezas y resistencias para afrontarlo exitosamente (Cantor-Graae y Selten, 2005)

- Mayores tasas de prevalencia en inmigrantes de segunda generación.

- Tendencia a mayores índices de psicopatología no es universal; frecuentes datos contradictorios.

La migración produce estrés (relacionada con modelo de diátesis-estrés; Zubin y Spring, 1977)

- Índices de prevalencia en grupos inmigrantes menores que en muestras de nativos.

- Elevados índices de esquizofrenia pasados varios años desde que se llevara a cabo la migración: posible intervención de factores psicosociales (discriminación, desempleo prolongado, etc.)

Errores de diagnóstico y sesgos metodológicos

- Errores metodológicos en primeros estudios ( criterios diagnósticos no estandarizados, insuficiencias de datos poblacionales de comparación fiables y actualizados, definición confusa y uso indiscriminado de términos como raza, cultura o minoría; etc.)

- Discrepancias en concepciones sobre salud mental y acceso a la asistencia psiquiátricas en las distintas culturas

- Sesgos en profesionales sanitarios al diagnostica a grupos culturales diferentes. (Ananthhanaraganan, 1994)

Diferencias en sintomatología de esquizofrenia en distintas culturas

- Diferencias en cuanto a manifestaciones clínicas, curso y pronóstico del trastorno según entorno social y cultural (World Health Organization, 1973)

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Factores ambientales/psicosociales implicados en el desarrollo de la esquizofrenia: la derrota social (Selten, Zeyl, Dwarksing, 2005)

Papel de la densidad étnica a la hora de explicar las altas tasas de esquizofrenia

- Dificultad para determinar exactamente el efecto de tal variable demográfica como los mecanismos que pudieran estar en la base de dicha relación (Krupiniski, 1975)

Discrepancias entre las aspiraciones previas y los logros finalmente obtenidos pueden influir en las tasas

- Esta hipótesis requiere una

mayor sistematización e investigación que la avale y detalle sus mecanismos y procesos de actuación.

Tabla 4. Resumen de las principales hipótesis acerca de la relación entre esquizofrenia e inmigración

Una vez enumeradas todas estas hipótesis,

así como los aspectos contradictorios o que requieren una mejor explicación, tal vez lo único que pudiera mantenerse fehacientemente es que con respecto a la etiología de la psicosis y la esquizofrenia, posiblemente no haya un único factor destacado. Hay elementos sobradamente conocidos (antecedentes familiares, complicaciones obstétricas, nacimiento en invierno, edad paterna, cannabis, entre otros) que desempeñan un papel comprobado. Sin embargo, el tamaño del efecto más relevante, que inicialmente señalaba de forma directa a la inmigración, debe ser actualmente revisado incluyendo el estudio pormenorizado de variables como las condiciones socioeconómicas de privación y dificultades psicosociales asociadas a todo el proceso migratorio. Se ha planteado como verdadero reto de la investigación confirmar si el riesgo de esquizofrenia y emigración tiene que ver con la “urbanización creciente” y verificar el papel protector de la densidad étnica (Cantor-Graae y Selten, 2005). En este sentido, ya era conocido que el curso evolutivo y pronóstico de los cuadros psicóticos es mejor en los países en desarrollo que en los ampliamente desarrollados (Kupfer, First, y Regier, 2004). Tal vez, junto con lo que se ha dicho, el papel desempeñado por la estigmatización por la enfermedad mental se ha minusvalorado. Añádase entonces dicho factor a la condición de inmigrante y las demás variables relacionadas. Trastornos por abuso y dependencia de sustancias. A la hora de analizar si este grupo de trastornos son más frecuentes en inmigrantes o no, hay una serie de cuestiones referentes a la aceptación social y legal, a los hábitos de consumo, a la accesibilidad e incluso a las reacciones fisiológicas a dichas sustancias que se encuentran fuertemente determinadas por la cultura y que no se deben obviar.

La extensa heterogeneidad de la asociación entre inmigración y abuso de alcohol y otras drogas, provoca que los estudios de adicciones entre la población inmigrante no hayan resultado concluyentes. Las razones son, entre otras, que las

muestras estudiadas difieren considerablemente entre las distintas investigaciones, ofreciendo en ocasiones datos de corte más bien descriptivos que explicaciones teóricas que aunaran tal disparidad de resultados.

Otros análisis sociológicos y psicológicos que se han manejado para explicar las mayores tasas de abuso en inmigrantes se refieren a las actividades ilícitas relacionadas con drogas a las que algunos inmigrantes se dedican como salida a la precariedad económica y la falta de oportunidades (García-Campayo, 2001), así como la ya conocida hipótesis de la automedicación (Khantzian, 1985). TRASTORNOS ASOCIADOS A LA CULTURA DE ORIGEN

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) incluye en el apéndice I los llamados síndromes dependientes de la cultura (culture-bound syndromes). Estos son un conjunto de “patrones de comportamiento aberrante y experiencias perturbadoras, recurrentes y específicas de un lugar determinado, que pueden estar relacionadas o no con una categoría diagnóstica del DSM” (p. 898). Estos síndromes suponen un reto para el clínico ya que suelen ser muy poco frecuentes y circunscribirse a entornos culturales específicos. La creciente multiculturalidad de las sociedades actuales exige en cierta forma que los clínicos conozcan estas entidades en aras de asegurar un correcto diagnóstico. La importancia de este análisis no sólo es práctica, el fenómeno de la globalización cultural permite descubrir algunas de estas manifestaciones fuera del contexto donde tienen lugar y, de esa manera, proporcionar un campo dinámico de observación de cómo la psicopatología se transforma dependiendo del ámbito socio-cultural en el que se desarrolla.

Culture-bound syndrome

Descripción Relacionado con…

Amok (Asia) / mata elap

Comportamiento destructivo y homicida sin aparente desencadenante.

Psicosis

Ataque de nervios (Latinoamérica)

Sentimiento de estar fuera de control y variada sintomatología ansiosa.

Ansiedad

Bilis y cólera Sintomatología somática asociada a experiencias de ira.

Trastornos de ansiedad y/o somatoformes

Boufée delirante Agitación psicomotriz, agresividad y confusión.

Psicosis

Brain fag (cerebro nublado)

Dificultades de concentración y memoria junto a síntomas somáticos como respuesta a estrés académico.

Somatoformes

Dhat Miedo a perder semen a través de la orina junto a la creencia de debilidad física y mental

Hipocondría y ansiedad

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Fallin-out / blacking out

Colapso repentino junto a sensación de ceguera e incapacidad para hablar o moverse.

Disociativos y Conversión

Ghost sickness (enfermedad fantasma)

Preocupación por la muerte o los muertos

Ansiedad

Hsieh ping (Taiwán)

Posesión por espíritus ancestrales

Disociativos

Hwa-byung Múltiples síntomas somáticos asociados a inhibición de la ira.

Somatoformes

Koro Miedo a la retracción de los genitales.

Ansiedad y/o disociativos

Latah Terror súbito acompañado de ecosíntomas y estados de trance

Disociativos

Locura Incoherencia, agitación, alucinaciones, deterioro en interacción social y posible violencia.

Psicosis

Mal de ojo Insomnio, gritos, y síntomas somáticos

Ansiedad

Nervios Malestar emocional y alteraciones somáticas

Disociativos

Pibloktoq / Grisi Siknis

Fatiga, depresión o confusión seguida de comportamientos disruptivos.

Disociativos

Qi-gong Reacción disociativa y psicótica a la práctica china de qi-gong para la mejora de la salud

Psicosis

Rootwork / brujería

Síntomas atribuidos al uso de la magia o influencia del diablo sobre otra persona

Ansiedad

Sangre dormida Síntomas somáticos y conversivos

Somatoformes

Shenjing shuairuo

Neurastenia Somatoformes

Shen-k’uei / shenkui

Síntomas somáticos relacionados con actividad sexual

Ansiedad

Shin-byung Experiencia de posesión

Disociativos

Shinkeishtsu (Japón)

Perfeccionismo, ambivalencia, ob-sesiones e hipocondría

Trastorno anancástico de la personalidad

Spell Experiencia de comunicación con espíritus y cambios de personalidad

Psicosis o disociativos

Suudu (India) Aumento temperatura pélvica

Somatoformes

Susto Sintomatología somática variada secundaria a miedo intenso de origen sobrenatural

Somatoformes

Taijin kyofusho Fobia ante el contacto social y miedo a contraer enfermedades

Ansiedad

Zar Posesión por espíritus

Disociativo

Tabla 5. Resumen de los principales trastornos relacionados con la cultura (APA, 2000)

Por otra parte, el DSM también ofrece una

guía para la aplicación de los criterios diagnósticos a los pacientes culturalmente diferentes atendiendo a tal diversidad que puede dificultar la labor del clínico, cuyo objetivo es permitir ”una revisión sistemática del conocimiento cultural del individuo, el papel del contexto cultural en la expresión y evaluación de los síntomas y disfunciones, y el efecto que las diferencias culturales puedan tener en la relación entre el individuo y el clínico” (pp. 897-898)5

Distintos estudios han encontrado que la salud mental de los inmigrantes guarda una relación

. Tal vez esta guía sea útil para diagnosticar y guiar la comprensión de la psicopatología en población inmigrante. RESILIENCIA, MECANISMOS DE AFRONTAMIENTO Y FACTORES DE PROTECCIÓN

Multitud de estudios han ofrecido resultados a favor de una mayor vulnerabilidad para la psicopatología de la población inmigrante. Afortunadamente, no siempre los datos apuntan esta tendencia, añadido al hecho de que no todos los inmigrantes de los grupos estudiados acababan presentando trastornos psicopatológicos. Trabajos realizados en EEUU con inmigrantes chinos de Hong Kong (Davis y Katzman, 1998) y en mexicanos

(Vega, Kolody, Aguilar-Gaxiola, Alderete, Catalana et al., 1998) encontraron un mejor nivel de salud mental en la población que emigraba que en los que continuaban residiendo en su país de origen. En esta línea, algunos autores (García-Campayo y Sanz, 2002), han propuesto como factor de protección la urbanización frente a la vida rural, y como mecanismo concreto el aumento de calidad de vida secundario a los mayores recursos materiales de este tipo de entorno.

55 Se recomienda que el clínico aporte datos acerca de a) Identidad cultural del individuo: grupo étnico o cultural de referencia y/o pertenencia; habilidades, uso y preferencias lingüísticas (incluir plurilingüismo si existiese); grado de implicación con la cultura de origen; grado de implicación con la cultura de acogida; b) Explicaciones culturales de la enfermedad individual: idioma predominante del malestar y categorías locales de enfermedad; sentido y gravedad de los síntomas en relación con las normas culturales; causas percibidas y modelos explicativos y experiencias con los servicios de asistencia sanitaria; c) Factores culturales relacionados con el entorno psicosocial y niveles de actividad: estresantes sociales; apoyo social y papel de la religión y la red de soporte familiar y niveles de funcionamiento y discapacidad; d) elementos culturales de la relación entre individuo y clínico: discrepancias en cuanto a estatus y posibles implicaciones para el diagnóstico y tratamiento y e) Evaluación cultural global para el diagnóstico y la asistencia: valoración de la influencia específica para el diagnóstico y tratamiento de los factores culturales. (APA, 2000).

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negativa con la densidad étnica de su grupo en la vecindad. Esto podría ser debido a que en situaciones de aislamiento y menor apoyo social la discriminación es mayor y esto puede actuar como un factor estresante que aumente la posibilidad de desarrollar algún trastorno psicopatológico (Veling, Susser, Van Os, Mackenbach, Selten et al., 2008).

Como ya se planteó en la tabla 2, el resultado final del proceso migratorio depende de múltiples y heterogéneas variables que incluyen factores tanto de riesgo como de protección. En este sentido, se entiende que mientras más preparada y meditada sea la decisión de migrar, mejor situación socioeconómica en el país de acogida y más amplias redes de apoyo social (no en el sentido de amplitud sino de sentido de cohesión) que caractericen tal proceso, menor será el efecto de los estresores o cambios a afrontar. Entre éstos, los déficits en estrategias de afrontamiento, los conflictos socioculturales, la mayor divergencia en cuanto a aspiraciones y éxito real; también desempeñan un importante papel en cuanto al aumento de la vulnerabilidad psicológica del inmigrante.

Para finalizar, y a modo de conclusión, obligadamente se ha de resaltar la enorme complejidad metodológica que rodea la relación de psicopatología e inmigración, principalmente por la variabilidad y multiplicidad de factores que influyen en la misma, lo cual comienza con la determinación de variables mediadoras y moderadoras que puedan estar afectando a dicha relación y la difícil tarea de discriminar la psicopatología previa de la asociada al proceso migratorio.

Desde la perspectiva de la investigación en psicología clínica, encontramos las dificultades metodológicas propias de la investigación pero agrandadas por el hecho de que no sabemos qué validez alcanzamos utilizando nuestros instrumentos e incluso nuestros criterios diagnósticos a la hora de capturar la psicopatología. Desde un punto de vista más concreto, como queda reflejado en anteriores apartados, el tipo de población con el que se trabaja presenta importantes retos a los investigadores, tanto en cuanto al diseño de las investigaciones como en la propia definición del objetivo que se persiga; desde el establecimiento de grupos de comparación equiparables, la diferenciación y control adecuados de variables moderadoras y mediadoras que pudieran enmascarar relaciones ocultas en un primer acercamiento, etc.

Respecto a la polémica sobre el alcance de la relación entre migración y psicopatología, resulta más relevante que el interés investigador vaya encaminado hacia tesis que defiendan una asociación con la psicopatología en general desde un modelo de diátesis-estrés, más que dilucidar si la fenomenología manifestada por los distintos grupos de inmigrantes supone una forma de psicopatología específica. En este sentido estaríamos ante el reto de determinar si son personas vulnerables con propensión (biológica, psicosocial…) a una o varias psicopatologías y cuyo proceso de migración los coloca en una situación de riesgo que dispara o cronifica dicha patología (migración como desencadenante psicopatológico).

Por otro lado, y concretando sobre el objeto de estudio en cuestión, podrían proponerse posibles líneas de investigación. Parece claro que los intentos

por descubrir factores etiológicos compartidos por todos los distintos grupos étnicos en la multiplicidad de países de acogida se presenta como una tarea ardua y quizás infructuosa. Por lo tanto, un posible cambio podría consistir en centrarse en los factores de riesgo que sí cuentan con importante evidencia clínica para algún grupo étnico en cuestión y comprobar cuáles son los factores que impiden o facilitan que dicha influencia se extienda a otros grupos (discriminando así el papel de riesgo o protector que tienen las distintas condiciones socioculturales). Del mismo modo, y tal como se ha observado de forma natural en la investigación, el hecho de establecer comparaciones entre grupos étnicos que, compartiendo un nuevo contexto sociocultural acaban desarrollando distintos grados de morbilidad, permitiría precisar la influencia de variables sociales y culturales concretas y generalizar en función de la semejanza sociocultural entre los distintos grupos étnicos.

Sin ninguna duda, a pesar de la complejidad que entraña su estudio, el fenómeno migratorio se muestra como uno de los contextos donde mejor se aprecia la influencia de los factores biológicos, psicológicos y socioculturales en una combinación determinada, a pesar de que no seamos capaces de ver, todavía, todas sus aristas. REFERENCIAS Achotegui, J. (2000). Los duelos de la migración. Jano. Psiquiatría y humanidades, 2, 15-19. Achotegui, J. (2002). La depresión en los inmigrantes: una perspectiva transcultural. Barcelona: Ed. Mayo. Achotegui, J. (2004). Emigrar en situación extrema: el síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (síndrome de Ulises). Norte de Salud Mental, 21, 39-52. Achotegui, J. (2008). Migración y Crisis: El síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (síndrome de Ulises). Avances en Salud Mental Relacional, 7, 1-28. Akiyama,T. (1996). Onset study of English speaking temporary residents in Japan. Social Psychiatry and Psychiatric Epidemiology, 31, 194-198. American Psychiatric Association (APA) (2000). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fourth Edition, Text Revision. DSM-IV-TR. Washington, DC: APA. American Psychiatric Association (2002). Cultural assessment in clinical psychiatry. Washington: American Psychiatric Publishing. Ananthhanaraganan, T.S. (1994). Epidemiology of mental illness among Asians in the UK. British Journal of Hospital Medicine, 52, 500-506. Barrio, C., Yamada, A., Atuel, H., Hough, R.L, Yee, S., Berthot, B. y Russo, P.A (2003). A tri-ethnic examination of symptom expresión on the positive

Patricia Delgado Ríos: Emigración y psicopatología

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Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical and Health Psychology, 4 (2008) 27-32

Aspectos sociológicos de la inmigración en españa. Impactos y desafíos.

Carlos Pereda, Walter Actis y Miguel Ángel de Prada. 1

Colectivo IOE.

RESUMEN En este trabajo se pretende dar una dimensión sociodemográfica al tema de la inmigración en España. El objetivo fundamental es poner de manifiesto el cambio que se ha producido en los últimos años, convirtiéndose en un país de inmigrantes cuando tradicionalmente ocurría a la inversa. Asimismo, también se ponen de relieve los efectos positivos tan importantes que esta inmigración ha tenido no sólo en la economía española, sino que también han repercutido en diversos contextos: laboral, educativo y religioso. Finalmente, se hace un análisis acerca de la evolución que se ha producido sobre la actitud de la población nativa en torno a la inmigración en España. Palabras clave: inmigración, impactos, desafíos. INTRODUCCIÓN España, polo de atracción de migrantes internacionales

En la última década España se ha convertido en uno de los principales destinos de la migración internacional, con un saldo anual medio de 575.000 personas entre 2001 y 2008. Este flujo exterior explica el 81% del extraordinario crecimiento de la población total del país entre dichos años, que ha pasado de 41 a 46 millones de habitantes. Además, la baja tasa de natalidad de los autóctonos, unida a la mayor juventud de los nuevos ciudadanos, explica que éstos tengan cada vez más peso en el crecimiento vegetativo: el 14,2% de los nacimientos producidos entre 2001 y 2007 fueron de madre extranjera; a dicha cifra hay que sumar los de madre española y padre extranjero (2,4%). Por tanto, su incidencia en el incremento demográfico español (suma de los saldos migratorio y vegetativo) hay que situarla en torno al 85%. Con casi seis millones de inmigrados -personas empadronadas nacidas en otro país- y 5,2 millones de extranjeros -personas empadronadas con nacionalidad no española- a 1 de enero de 2008, 1 Colectivo Ioé www.colectivoioe.org. El presente artículo resume y actualiza el libro de COLECTIVO IOÉ, con la colaboración de Graciela Malgesini, Ana I. Planet y Daniel Wagman, Inmigrantes, nuevos ciudadanos, FUNCAS, Madrid, 2008 y el artículo de los mismos autores publicado en Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, 103, 95-104 (2008).

España se ha convertido en el décimo país del mundo por número total de inmigrados, revirtiendo una larga tradición histórica que la caracterizaba como país de emigración. Aunque todavía residen en el extranjero alrededor de millón y medio de españoles, dicha cifra fue superada por la inmigración a comienzos de este siglo. Según la División de Población de Naciones Unidas (2007), España era en 2005 el tercer país del mundo que más había incrementado su población inmigrada en números absolutos desde 1990, tras Estados Unidos y Alemania, y el que más lo había hecho en términos relativos. Por su parte, la OCDE constató, también en 2005, que España se había convertido en uno de los países con mayor número de trabajadores extranjeros, superando en números absolutos a tradicionales países de inmigración como Francia y Reino Unido, e incluso adelantando en términos relativos a Estados Unidos y Alemania.

El 40% de los extranjeros empadronados a comienzos de 2008 procede de alguno de los restantes 26 miembros actuales de la Unión Europea (el 16% de Rumania y Bulgaria, recientemente ingresados) y menos del 2% de otras naciones desarrolladas. Por tanto, el 58% (3,1 millones de personas) es originario del mundo “menos desarrollado”, entre los que destacan las personas procedentes de Maruecos, Ecuador, Colombia, Bolivia, Argentina, China, Perú y Brasil, todos ellos con más de 100.000 efectivos. El Gráfico 1 recoge la diferencia entre el número de extranjeros (nacionalidad) e inmigrados (país de nacimiento), muy apreciable en países como Argentina, Francia, Alemania, Italia, Colombia y Perú.

Pereda, C.; Actis, W.y De Prada, M.A.: Aspectos sociológicos de la inmigración en españa. Impactos y desafíos

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Año A Pobl. Total

B Inmigrados

% B/A

C Extranjeros

% C/A

D Residentes

% (C-D)/C “Irregulares”

Cen

sos 1971 34.117.623 365.376 1,1 183.195 0,5 148.400 19,0

1981 37.723.299 625.907 1,7 233.082 0,6 183.422 21,3

1991 38.846.823 840.594 2,2 350.062 0,9 278.696 20,4

Padr

ón c

ontin

uo

2001 41.116.842 1.969.270 4,8 1.370.667 3,3 895.720 34,7

2002 41.837.894 2.594.052 6,2 1.977.944 4,7 1.109.060 43,9

2003 42.717.064 3.302.440 7,7 2.664.168 6,2 1.324.001 50,3

2004 43.197.684 3.693.806 8,6 3.034.326 7,0 1.647.011 45,7

2005 43.975.375 4.355.300 9,9 3.691.547 8,4 1.977.291 46,4

2006 44.708.964 4.837.622 10,8 4.144.166 9,3 2.738.932 33,9

2007 45.200.737 5.249.993 11,6 4.519.554 10,0 3.021.808 33,1

2008* 46.063.511 5.995.962 13,0 5.220.577 11,3 3.979.014 23,8**

Tabla 1. Población total, inmigrada y extranjera en España (1971-2008)

Fuente: Elaboración propia en base a INE (Censos de Población y Padrón Continuo de Población), Ministerio del Interior (Extranjeros documentados: Residentes). Las cifras del Ministerio del Interior corresponden a 31/12 de cada año, las de los padrones municipales a 1/1; debido a ello hemos consignado los datos del Ministerio del interior como si correspondieran al 1/1 del año siguiente. (*) Datos provisionales, excepto Residentes. (**) Si se computan como regulares los 626.000 europeos comunitarios empadronados que carecen de autorización de residencia, la proporción de irregulares baja al 13,2%.

0 250.000 500.000 750.000

Rumania

Marruecos

Ecuador

Reino Unido

Colombia

Bolivia

Alemania

Italia

Bulgaria

Argentina

Portugal

China

Perú

Brasil

Francia

Extranjeros Inmigrados

Gráfico 1. Principales colectivos de extranjeros e inmigrados en España (2008) Fuente: Elaboración propia a partir de INE, Avance del Padrón Municipal de Población, a 1 de enero de 2008.

La brecha económica Norte-Sur, incrementada durante las últimas décadas por las políticas neoliberales y la creciente deuda externa, está en el origen de las migraciones desde los países periféricos hacia los países situados en posición más ventajosa en el jerarquizado mundo de la globalización. Estos migrantes del Sur hacia el Norte forman parte de la corriente internacional más

importante de nuestros días: mientras los países de renta alta –según la clasificación establecida por el Banco Mundial- han incrementado la inmigración estable en 40 millones de personas desde 1990, pasando de 72 a 112 millones, los países de renta media se mantienen en la misma cifra (50 millones) y los de renta baja la han reducido de 33 a 28 millones. En términos relativos a la población mundial, la

Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical And Health Psychology, 4 (2008) 27-32

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migración transnacional no ha superado el listón del 3% en las últimas décadas; sin embargo, su desigual distribución por áreas geográficas explica que en los países del Norte se tenga la falsa percepción de que la globalización económica ha acelerado las migraciones en el conjunto del planeta.

España se ha situado en los últimos años en el centro de la ola de esa migración Sur-Norte, con un mercado de trabajo en expansión, que ha incrementado el número de ocupados en más de 5 millones entre 1999 y 2007 (de ellos, 2,3 millones extranjeros); la política de fronteras restrictiva y las dificultades para obtener papeles aunque se tuviese empleo fueron la causa de un gran incremento de personas en situación irregular. La comparación de cifras de empadronados (total de extranjeros) y poseedores de permiso de residencia (extranjeros en situación regular) indicaba que los “sin papeles” eran 1,7 millones en 2004, alrededor del 46,4% de la población extranjera. La regularización impulsada por el gobierno del PSOE en 2005 y cambios en la política de acceso a permisos de trabajo ha reducido esta cifra hasta 1,2 millones de personas (el 20% de los extranjeros). Las cifras de “verdaderos sin papeles” (personas que por su nacionalidad son susceptibles de ser expulsados de España y sólo pueden trabajar en la economía sumergida) es, si excluimos del cómputo a los poseedores de nacionalidades de la Unión Europea, sensiblemente menor (690.000) pero aún bastante significativa (el 13% de los extranjeros). En el mercado de trabajo, en el primer trimestre de 2008 el 30% de los trabajadores extranjeros captados por la Encuesta de Población Activa (868.000 personas) no estaban dados de alta en la Seguridad Social (marzo de 2008). Impactos y retos para la cohesión social

El aporte extraordinario de ciudadanos inmigrados, que representan en 2008 el 13% de la población total, ha tenido importantes efectos en la economía del país. Informes técnicos elaborados desde la administración y desde el sector privado coinciden con la OCDE en señalar que la inmigración fue una de las claves del extraordinario comportamiento de la economía española entre 1995 y 2005 en términos de crecimiento, empleo y finanzas públicas. Dicho colectivo, incluyendo a los que se encuentran no documentados, explicaría el 30% del crecimiento del PIB entre dichos años, y casi el 50% del empleo creado entre 2000 y 2005. En cuanto a las finanzas públicas, los residentes extranjeros habrían aportado en 2005 el 6,6% del presupuesto público (23.400 millones de euros) generando un gasto un 20% inferior; este saldo favorable al erario público (4.784 millones de euros) representó en dicho año el 50% del superávit registrado por todas las administraciones públicas. Cuando una parte de la ciudadanía atribuye a los inmigrantes la saturación y degradación de ciertos servicios públicos, como la sanidad (Regidor, 2008)6

6 Un estudio reciente demuestra que la población inmigrante utiliza en menor proporción los servicios de atención primaria, especializada y hospitalizaciones; sólo recurren con más asiduidad a las urgencias, en parte por desconocimiento de la dinámica de funcionamiento del sistema (Regidor, 2008).

o la educación, no tiene en cuenta que dichos servicios deberían aumentar al

ritmo de incorporación de nuevos beneficiarios (dos millones de cotizantes extranjeros en 2007) que, además, aportan más de lo que perciben a las arcas públicas.

Los nuevos habitantes han impulsado la demanda de bienes y servicios, especialmente en los capítulos de vivienda y alimentación, lo que ha favorecido el crecimiento en esos sectores económicos. Asimismo, se ha constatado su decisivo papel en la expansión del transporte público de las ciudades y de larga distancia (compañías aéreas), del mercado logístico (mensajería, distribución), la venta de móviles y de automóviles de ocasión, etc. Han revitalizado el mercado del alquiler de vivienda y son la principal cantera de nuevos compradores. En el sector financiero (bancos, cajas de ahorros, empresas de envío de dinero…) representan la clientela más reciente hacia la que se dirige buena parte de las campañas publicitarias y de los nuevos productos. Pero además generan una nueva economía “étnica”, que ocupa a inmigrados y a autóctonos, y representa una expansión neta de la producción y del empleo en España.

Mediante las remesas que envían a sus parientes (8.130 millones de euros en 2007, el 0,8% del PIB español), los inmigrantes contribuyen al desarrollo de sus países de origen. En un espacio muy corto de tiempo España se ha convertido en el primer remesador de la Unión Europea y en el quinto del mundo; en 2006 toda la Ayuda Oficial al Desarrollo del gobierno español supuso menos de la mitad de las remesas registradas por el Banco de España (ver gráfico 2).

En lo laboral, la inmigración ha proporcionado una oferta abundante en sectores que antes se encontraban deficitarios de mano de obra, como el servicio doméstico y el peonaje agrícola. Además, tiene una presencia cada vez mayor en la construcción, la hostelería, el comercio y el transporte. La evolución de las altas en la Seguridad Social permite comprobar una movilidad ocupacional desde los regímenes especiales agrario y de empleados de hogar hacia el régimen general, que ha pasado de incluir el 55% en 1999 al 72% en 2008.

Según la Encuesta de Población Activa,

existe una polarización acusada entre los extranjeros ocupados en función de su origen: mientras el 91% de los no comunitarios trabaja por cuenta ajena, sólo está asalariado el 69% de los comunitarios (entre los españoles es el 79%); el estatus y las condiciones laborales de los trabajadores comunitarios son mejores que los de la población española, en contraposición con los asalariados no comunitarios que se sitúan mayoritariamente en sectores y categorías laborales de inferior calidad, con contratación temporal en el 62% de los casos (doble que los autóctonos) y, por lo general, con retribuciones más bajas. La situación es aún más grave para africanos y europeos no comunitarios (incluidos en este caso hasta 2006 rumanos y búlgaros) y algo mejor para latinoamericanos y, especialmente, asiáticos.

Pereda, C.; Actis, W.y De Prada, M.A.: Aspectos sociológicos de la inmigración en españa. Impactos y desafíos

30

0,35 %

0,22 %

0,09 %

0,78 %

0,0

0,1

0,2

0,3

0,4

0,5

0,6

0,7

0,8

0,9

1,0

1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007

% d

el P

IB (€

con

stan

tes

de 2

000)

Ayuda Oficial al Desarrollo Remesas de emigrantes

Gráfico 2. Evolución de las remesas de los inmigrantes y de la Ayuda Oficial al Desarrollo en relación al PIB de España

(1996-20076)

Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales del Banco de España (Balanza de Pagos, en www.bde.es), y el Observatorio de la Deuda en la Globalización, en www.odg.cat.

En lo laboral, la inmigración ha

proporcionado una oferta abundante en sectores que antes se encontraban deficitarios de mano de obra, como el servicio doméstico y el peonaje agrícola. Además, tiene una presencia cada vez mayor en la construcción, la hostelería, el comercio y el transporte. La evolución de las altas en la Seguridad Social permite comprobar una movilidad ocupacional desde los regímenes especiales agrario y de empleados de hogar hacia el régimen general, que ha pasado de incluir el 55% en 1999 al 72% en 2008.

Según la Encuesta de Población Activa, existe una polarización acusada entre los extranjeros ocupados en función de su origen: mientras el 91% de los no comunitarios trabaja por cuenta ajena, sólo está asalariado el 69% de los comunitarios (entre los españoles es el 79%); el estatus y las condiciones laborales de los trabajadores comunitarios son mejores que los de la población española, en contraposición con los asalariados no comunitarios que se sitúan mayoritariamente en sectores y categorías laborales de inferior calidad, con contratación temporal en el 62% de los casos (doble que los autóctonos) y, por lo general, con retribuciones más bajas. La situación es aún más grave para africanos y europeos no comunitarios (incluidos en este caso hasta 2006 rumanos y búlgaros) y algo mejor para latinoamericanos y, especialmente, asiáticos.

El trabajo de personas inmigradas ha facilitado a veces la promoción laboral de la población nativa, destacando en este sentido el gran número de mujeres extranjeras (más de 300.000 según la EPA) que dejan de cuidar a sus familias de

origen para ir a realizar el trabajo de los hogares españoles, lo que permite a las mujeres autóctonas incorporarse al mercado laboral remunerado sin modificar de forma sustantiva los roles dentro del hogar y facilitando la conciliación de la vida laboral y familiar.

El impacto de la inmigración ha sido también importante en las escuelas e institutos. Por una parte, el alumnado procedente de otros países (608.000 matriculados en el curso 2006-07) ha suplido sólo en parte el enorme descenso de casi millón y medio de alumnos españoles en los últimos quince años, originado por la caída de la natalidad. Por otra parte, la entrada de alumnos extranjeros en las aulas, en proporción muy superior en los centros públicos (8,9% del alumnado) que en los privados (4,2%), ha originado una diversidad social y cultural que pone en cuestión el modelo homogéneo tradicional y ha dado lugar a una notable controversia en el terreno pedagógico. Las estrategias de atención a la diversidad presentan una gradación que va desde la segregación o la asimilación a la educación intercultural o antirracista, pasando por la compensatoria, la educación para la tolerancia y la promoción del pluralismo cultural. En el plano normativo (leyes, decretos, reglamentos escolares) existe ambigüedad entre el enfoque intercultural –poco desarrollado en la práctica- y el de la educación compensatoria.

En el ámbito religioso la libertad de culto quedó establecida en la constitución de 1978 pero, como hecho social, el pluralismo de confesiones ha venido de la mano de la inmigración. El Acuerdo entre el Estado español y el Vaticano para los

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católicos tuvo su réplica en 1992 en los correspondientes acuerdos con las comunidades islámica, evangélica y judía. Sin embargo, estas confesiones encuentran mayores dificultades que la católica para ejercer sus actividades y, sobre todo, son objeto de incomprensión y prejuicios por parte de la población autóctona. En especial, el Islam es frecuentemente objeto de sospecha y discriminación al ser identificado con actividades fanáticas y valores opuestos a la cultura occidental, en lugar de partir del respeto y el diálogo entre las diversas religiones, y tratar de construir una cultura de fondo, común para todas, que haga de la diferencia riqueza y no discriminación.

Los prejuicios hacia los inmigrantes alimentan la idea de que constituyen uno de los mayores problemas de la España actual (el cuarto, según los últimos Barómetros mensuales del CIS, después del paro, el terrorismo y la vivienda). En especial, se les acusa del incremento de la inseguridad ciudadana, a lo que contribuyen las informaciones alarmistas o sesgadas de algunos medios de comunicación y de una parte de la clase política. Sin embargo, según el Ministerio del Interior7, el número de delitos por habitante en España ha descendido un 22,7% entre 2002 y 2006, años en los que la inmigración ha crecido un 86,5%, lo que no parece avalar la tesis culpabilizadora. Además, las cifras de extranjeros detenidos por la policía generan confusión pues incluyen como delincuentes a los acusados de no tener papeles, lo que constituye una falta administrativa pero no un delito8

Hasta el año 2000, cuando la proporción de extranjeros en España no llegaba al 3%, tanto las encuestas del CIS como las promovidas por el Parlamento Europeo coincidían en que la mayoría de la población española se mostraba favorable o ambivalente ante la inmigración, siendo menos del 10% los que daban respuestas xenófobas. Según el Eurobarómetro de ese año España era el tercer país más tolerante de Europa, después de Suecia y Finlandia. Sin embargo, a mediados de la presente década, con una tasa de inmigración tres veces

(el 46% de los detenidos en 2005) y a los extranjeros turistas o de paso, normalmente “camellos de la droga”, que no residen en España (conjunto estimado en un 40% de los acusados por delito). Lo mismo ocurre con las estadísticas de presos cuando se incluye a los preventivos (sin sentencia dictada) y a los turistas y extranjeros de paso; sin contar ambos grupos, la proporción de inmigrados presos se reduce más de la mitad y alcanza una tasa muy próxima a su peso poblacional. El modelo de ciudadanía a debate

7 Ver COLECTIVO IOÉ, indicador 1 de la dimensión Seguridad y Justicia, del Barómetro Social de España, en www.cip-ecosocial.fuhem.es. 8 Sin llegar al extremo italiano, donde el gobierno pretende convertir en delito la situación de irregularidad, la recientemente aprobada “directiva de la vergüenza” autoriza a los gobiernos a retener en centros de internamiento (que, con frecuencia, se convierten en sucedáneos de prisiones) a los irregulares que están en trámite de expulsión. No sólo las estadísticas confunden a la opinión pública. Algunos responsables políticos contribuyen lo suyo a difundir una imagen de la inmigración vinculada con la inseguridad.

mayor, las encuestas revelan que los intolerantes son más del 30%, superando a los ambivalentes y aproximándose a los tolerantes que siguen siendo, aún, el grupo más numeroso. En opinión de las personas “intolerantes”, los inmigrantes no tienen una influencia positiva en la sociedad española y les resulta molesto convivir con ellos, por lo que deberían ser repatriados o aceptados sólo selectivamente y a condición de adaptarse a las costumbres autóctonas (asimilación cultural).

Según las encuestas de opinión, la mayoría de las personas xenófobas presentan un nivel bajo de estudios y de estatus económico, y ven el futuro con poco optimismo. Por su parte, los sectores con mayor cualificación y nivel de renta tienden a adoptar posiciones más tolerantes; su perspectiva familiar y social es más bien optimista, lo que parece repercutir en su valoración favorable de la inmigración. Sin embargo, los estudios de orientación cualitativa, que exploran de forma abierta los discursos sociales, permiten matizar la actitud de la población nativa en torno a la inmigración, que hemos resumido en cuatro posiciones básicas y que dan lugar a otros tantos estatutos de ciudadanía: Rechazo xenófobo: desde una profunda

desconfianza hacia quienes no comparten la cultura española, su historia y sus tradiciones, se acusa a los inmigrantes de poner en peligro la identidad y costumbres locales, sobre todo si son muchos y están fuera de control. Son partidarios de cerrar las fronteras, repatriar a los indocumentados y recluir a los que se queden en espacios separados y nichos laborales (“España es de los españoles”). El estatuto es de ciudadanía denegada.

Inserción subalterna: desde el principio de la preferencia nacional, la inmigración sólo queda legitimada en la medida que beneficie a los intereses de la población autóctona y se ajuste a las normas y costumbres vigentes en el país. En el plano laboral deben aceptar los trabajos que los españoles reserven para ellos (economía complementaria). En estas condiciones se acepta la presencia de inmigrantes, pero con un estatuto de ciudadanía subordinada o de segunda clase (“primero los españoles”).

Integración competitiva: desde la defensa del estado liberal-democrático, se apoya la España plural, que no sólo tiene diferentes nacionalidades autonómicas sino una población inmigrada con múltiples expresiones culturales. Todos los ciudadanos, nativos o extranjeros, deben tener los mismos derechos para desenvolverse en la vida de acuerdo con sus propios méritos y competir en el mercado laboral con igualdad de trato (“no gente de primera categoría y gente de segunda categoría”), es decir, un estatuto de ciudadanía equiparada.

Proyección instituyente: desde el reconocimiento del poder creador que asiste a los colectivos extranjeros como protagonistas de la vida social, se reclama su contribución para salir al paso de los problemas de desigualdad económica y discriminación cultural, tanto en el plano nacional como de las relaciones Norte-Sur. Su propuesta consiste en pasar del individualismo a una

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ciudadanía activa, intercultural y proyectiva (“hacer las cosas para vivir la democracia”).

Se ha comprobado que las opiniones sobre la población inmigrada dependen en buena parte de cómo se percibe la situación de España lo que, a su vez, está estrechamente ligado con la posición socioeconómica de los sujetos. Desde los sectores mejor situados en la escala social, España es un país con buenas oportunidades para la promoción personal y que permite un buen género de vida, pese a encontrarse sometido a fuertes tensiones de crecimiento debido a la intensidad de su crecimiento económico y demográfico (flujo inmigratorio). A su vez, desde la perspectiva de los sectores peor situados en la escala social, el actual modelo de crecimiento está suponiendo un endurecimiento de sus condiciones de vida y de trabajo (tensiones en la convivencia, pérdida de poder adquisitivo de los salarios, problemas en el acceso a la vivienda, inseguridad ciudadana, deterioro de los servicios públicos…) que se acentúa con la llegada numerosa de inmigrantes con los que se comparten espacios de residencia y de trabajo, y a los que muchos culpan del deterioro de la situación.

De este modo, a las diferencias de lugar de nacimiento (que crean la distinción nativo/inmigrado) y de nacionalidad (español/extranjero) se superponen en la vida cotidiana las diferencias de posición económica, pero también de adscripción cultural y religiosa, pertenencia étnica, género, etc. Los partidarios de una convivencia igualitaria relativizan estas diferencias y resaltan lo que de común tienen todas las personas como base de una sociedad cohesionada y un intercambio enriquecedor; sin embargo, otras veces las diferencias son vividas en confrontación y desde una relación de poder entre las partes, con un polo discriminante y un polo discriminado. En nuestro caso, muchos inmigrantes del Sur han padecido las barreras jurídicas de la política de inmigración española y tienen que enfrentarse a los prejuicios ideológicos de la opinión pública con respecto a las personas de otras etnias, culturas y procedencias; en cuanto trabajadores se ubican mayoritariamente en empleos precarios y marginales, sobre todo en su primera fase de estancia en España; y si a ello unen la condición de mujer añaden todavía otro motivo de probable discriminación.

Sin embargo, puede ser una trampa identificar el motivo de rechazo con tales diferencias, ya que con frecuencia tal correlación no se da. Más bien, la relación tiene lugar a la inversa: son las relaciones preexistentes de poder y desigualdad las que desencadenan un clima de confrontación y utiliza las diferencias como excusa para ejercer el dominio o mantener los privilegios de unos grupos respecto de otros, ya se trate de la supuesta superioridad de la raza blanca, la cultura occidental o el sexo masculino, de la jerarquización política y económica en las relaciones Norte-Sur o de la defensa a ultranza de los propios privilegios nacionales (aunque sean los del “pobre blanco”) frente a los inmigrados llegados de fuera.

CONCLUSIONES

Sobre la base de los datos expuestos, cabe

destacar que la discriminación y la desigualdad de base –en los campos económico, jurídico, educativo, etc.- son fuentes de desajuste social y personal. En este sentido, si se pretende una convivencia cohesionada, es preciso promover medidas que avancen en la superación de las relaciones de jerarquización y dominación que hoy prevalecen entre los estados, las culturas y las clases sociales, a nivel nacional e internacional. REFERENCIAS División de Población de Naciones Unidas (2007). Migrantes internacionales por países, en www.publications.worldbank.org. SOPEMI (2007) Perspectives des Migrations Internationales, OCDE, Paris, pág. 68. Regidor, E. (2008): Diferencias en la utilización de los servicios sanitarios entre la población inmigrante y la española. Madrid: Fundación Ciencias de la Salud.

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DIEZ REFERENCIAS DESTACADAS ACERCA DE:

La inmigración: abordaje desde la psicología clínica y de la salud

Avargues Navarro, Mª Luisa y Mª Carmen Orellana Ramírez.

Departamento Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos. Universidad de Sevilla (España).

INTRODUCCIÓN

España a partir de la década de los setenta deja de ser un país eminentemente emisor de emigrantes para comenzar a convertirse en receptor, produciéndose un gran incremento de dicha población en los últimos años. Tanto es así que, según el Observatorio Permanente de la Inmigración, en septiembre de 2008 existen 4.274.821 extranjeros con certificado de registro o tarjeta de residencia en vigor (Ministerio de Trabajo e Inmigración, 2008), a lo que hay que añadir el gran número de personas que se hallan en situación irregular.

El aumento de la población inmigrante exige a cualquier sociedad receptora un esfuerzo de adaptación mediante cambios políticos, económicos, estructurales, culturales y/o educativos. Pero no hay que olvidar la tarea adaptativa (incluyendo cambios psicológicos implícitos) del inmigrante, que se enfrenta a una situación nueva, a veces traumática y/o estresante. Como indican Moya & Puertas (2008), todo proceso migratorio supone poner en contacto al menos a dos culturas o subculturas diferentes, lo que se conoce como “aculturación”. En dicho proceso pueden distinguirse dos niveles: grupal (cambios en el área política, demográfica, educativa, etc.) e individual (o “aculturación psicológica”, referida a los cambios psicológicos que ocurren en los individuos como resultado de la aculturación).

Por esto no es de extrañar que el fenómeno migratorio se haya convertido en objeto de interés para los profesionales de la psicología, tanto en la vertiente psicosocial (estudio de los prejuicios, racismo, xenofobia, integración, redes de apoyo social, etc.) como en la perspectiva clínica (estudio de la ansiedad, estrés, control de las emociones, autocontrol, etc.). Concretamente la vertiente clínica defiende la necesidad de adquirir un mayor conocimiento de aquellos procesos que pueden

estar implicados en la relación entre inmigración y salud en general e inmigración y salud mental en particular. Más aún teniendo en cuenta que estas relaciones no son siempre simples y unívocas, como demuestra el debate abierto sobre la asociación entre proceso migratorio y desarrollo de ciertas psicopatologías. Los resultados de los estudios realizados en Europa y Estados Unidos no llegan a ser concluyentes, cuestionándose cada vez más la relación directa entre inmigración y salud mental. En lo que sí parecen coincidir es en el papel que podrían jugar como factores de riesgo tanto el estrés relacionado con la inmigración, como las diferencias culturales y la discriminación percibida, entre otras variables (véase, v.g., Collazos, Qureshi, Antonín & Tomás-Sábado, 2008). Distintos estudios ponen de manifiesto que la inmigración no produce por sí misma un incremento del riesgo de presentar enfermedades mentales sino que éstas se vinculan sobre todo a las experiencias psicológicas de adaptación durante el proceso migratorio (Achotegui, 2002).

Ahora bien, ha de tenerse en consideración que pese a que en los últimos años el estudio de la inmigración desde un enfoque clínico ha despertado un creciente interés entre los profesionales de la psicología, queda mucho camino por recorrer. Bardají (2006) demuestra que existe bastante bibliografía sobre salud mental e inmigración de España (y sobre muchos temas asociados a la inmigración en general). Pero puede observarse que muchas de esas obras son o bien trabajos de revisión de literatura existente, típicamente de ámbitos internacionales, o bien ensayos y otras aproximaciones teóricas para la reflexión y debate, que aunque muy interesantes por su importancia clínica (al partir en muchos casos de experiencias terapéuticas reales con inmigrantes) carecen de suficiente apoyo empírico y generalidad. Asimismo Gimeno-Bayón (2007) en su revisión de la literatura nacional sobre psicoterapias con inmigrantes, denuncian en primer

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lugar la preponderancia de trabajos de perfil sociológico o antropológico en detrimento de los psicológicos y más aún psicoterapéuticos; y por otro lado, la falta de consenso y precisión en la definición conceptual de los términos estudiados. Por tanto no son muy numerosos los estudios que analizan muestras inmigrantes residentes en España, más allá de los estudios descriptivos de poblaciones muy específicas usuarias de determinados centros o instituciones de salud interesados en la población que atienden. Sin embargo el estudio de la experiencia de migración, como experiencia humana que es, lleva implícita la necesidad de conocer la dimensión contextual concreta en la que se desarrolla para ser comprendida en toda su naturaleza, sin conformarse con la traducción automática de los fenómenos hallados en otros países con mayor tradición migratoria (como Estados Unidos y países europeos como Francia).

La necesidad de aumentar las investigaciones por motivos propiamente académicos resulta evidente. Pero, ¿qué utilidad práctica aporta y justifica este tipo de investigaciones clínicas específicas sobre personas inmigrantes? ¿Por qué estudiar la salud mental especialmente de inmigrantes? ¿Se han de realizar reflexiones específicas sobre evaluación, diagnóstico, tratamiento y terapia, etc. adaptadas a la población inmigrante, más allá de la mera adaptación al idioma del usuario/a? Estas cuestiones de respuesta evidente no demuestran serlo si observamos críticamente el panorama actual. Por ejemplo, Achotegui (2008) menciona que la misma Organización Mundial de la Salud no tiene programas de salud mental para inmigrantes. Gimeno-Bayón (2007) sugiere que la oferta de ayuda psicológica al inmigrante de su grupo de trabajo (Asociación Oasis de Ayuda Psicológica al Inmigrante) ha sido considerada inicialmente, no por pocas instituciones, como un “lujo inoportuno a despreciar”. Entendemos que es importante reflexionar sobre éstas y otras dificultades del desarrollo de este campo de investigación, lo que promueve un análisis crítico no sólo de la situación actual en España sino de las luces y sombras de la experiencia desarrollada en otros países con mayor recorrido.

Para apoyar este desarrollo quizás no sea banal hacer explícitas las relaciones entre interés investigador e interés práctico, aunque sea brevemente. La falta de consideración de la salud psicológica inmigrante puede tener consecuencias que superan los problemas individuales de internalización y externalización, como son la emergencia de verdaderas patologías sociales. Un caso extremo lo ilustran los graves conflictos sociales bajo la etiqueta de racismo y otras formas de violencia intergrupal. Muestras de ello son las revueltas de las banlieues en Francia (Achotegui, 2007) y otros disturbios más actuales encabezados por población de origen inmigrante, especialmente de "segunda generación" (hijos de inmigrantes nacidos en el país receptor). Según este autor, en el seno de estos fenómenos violentos se encuentran, entre otros factores, dificultades interpersonales y malestar psicológico directamente asociados a la falta de apoyo para integrar psicológicamente aspectos culturales tanto de su cultura de origen como de la receptora. Véase la reflexión ilustrada con casos clínicos realizada por Marset (2008), que aquí no presentamos, sobre la salud mental en las segundas generaciones de emigrantes.

En todos estos conflictos de masas las causas socio-políticas (discriminación, etc.) tienen un peso importante e incluso pueden actuar de disparadores, pero no hay que olvidar que las necesidades de salud mental (y no sólo psicopatológicas) de estas poblaciones están en su misma base; y por tanto su atención específica supone una vía muy legítima de prevención.

De todo ello nace la necesidad de seguir trabajando en este ámbito de cara no sólo a una mayor comprensión de sus causas y consecuencias, sino también para aportar a los profesionales dedicados a la clínica herramientas de trabajo que les permitan realizar intervenciones eficaces tanto con el colectivo inmigrante como con aquellos que los reciben.

El presente trabajo de revisión pretende mostrar 10 referencias de la literatura científica que puedan ser de utilidad para los profesionales de psicología clínica y de la salud. Dicha revisión se ha realizado a partir de bases de datos nacionales e internacionales de psicología y ciencias de la salud (Psycodoc, PsycInfo, Medline) así como de literatura científica referenciada en la web y accesible a cualquier profesional. La selección de las diez referencias aquí expuestas se ha realizado atendiendo a los siguientes criterios de base: • Temporalidad: se ha pretendido que los trabajos

seleccionados sean de actualidad, por lo que la mayoría son estudios publicados en los últimos cinco años; salvo dos de ellos, que son anteriores pero se seleccionan por tratarse de obras clásicas sobre temáticas aún actuales que pueden aportar elementos de reflexión muy importantes en el momento en el que se encuentra la investigación española.

• Contextualidad. A nuestro entender, como ya hemos comentado, la inmigración en España tiene por sí misma el suficiente peso para ser tratada como tema monográfico (además de la importancia de estudiarse en su contexto ecológico). Sin embargo, en el presente trabajo también se han seleccionado tres obras internacionales por dos razones: por un lado, y como se comentó en párrafos anteriores, porque aún son pocos los estudios empíricos realizados desde un enfoque clínico que cumplan los parámetros exigidos por la comunidad científica; y por otro, porque la literatura internacional amplía el campo de visión sobre las principales líneas de investigación asociadas a inmigración que actualmente se están desarrollando en el ámbito de la psicología de la salud y en concreto en su vertiente clínica, aunque no agotan el amplio abanico existente de líneas ni de estudios.

En todo caso, se pretende representar un compendio de obras que aportan conceptos relevantes en inmigración, especialmente útiles para profesionales de la psicología interesados en esta temática. En concreto, se ha pretendido recoger obras representantes de las siguientes líneas de estudio y reflexión abiertas actualmente en el ámbito nacional e internacional, en base a ofrecer posibles respuestas a los lectores.

En un primer bloque presentamos una sola obra de revisión de la literatura que compendia los principales resultados nacionales e internacionales existentes sobre inmigración y salud mental, como panorámica general de este campo de estudio.

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En un segundo bloque se presenta un reflejo de los estudios actuales sobre salud mental en población "autóctona" e inmigrante residente en España. Este bloque está subdividido a su vez en tres temáticas de salud bien diferenciadas: 1) las características y medición de un fenómeno bautizado como síndrome con entidad propia (el Síndrome de Ulises) originalmente por autores españoles, y por tanto, de un gran valor ecológico (lo tratan dos de los diez artículos presentados); 2) estudios transculturales españoles que continúan la tradición de las investigaciones internacionales sobre salud mental inmigrante, tanto adulta como infanto-juvenil, y donde se compara una misma categoría diagnóstica y/o problemática (como la aculturación o la imagen corporal) a nivel poblacional en diferentes culturas que residen en una misma zona geográfica de alto índice de inmigración, en busca de diferencias culturales moduladoras, factores de riesgo y protección, etc. (se desarrolla en otros dos artículos); y 3) estudios descriptivos de población inmigrante que sirven como indicadores de la atención clínica ofrecida (por ejemplo, la adhesión al tratamiento de la población inmigrante usuario/a de centros o entidades de salud específicos, temática del artículo que aquí se incluye). En un tercer bloque, nos centramos en un importante estudio de psicología clínica transcultural en el ámbito internacional probablemente con mayor experiencia de inmigración (Estados Unidos). Se trata de un estudio transversal sobre la prevalencia de trastornos mentales no sólo de su población inmigrante hispana (inmigrantes de primer orden), sino también de la población americana descendiente de inmigrantes hispanos (población inmigrante de segundo orden). Representa, por ello, lo que podríamos denominar como un estudio de salud mental "de segundo orden", donde se aíslan magistralmente variables culturales relevantes y, a pesar de su diseño transversal, estudia los efectos a largo plazo en la salud mental de la experiencia de la migración. Por todo ello, se ha considerado un trabajo de obligada mención en esta revisión, dado que puede orientar el futuro hacia donde los esfuerzos investigadores deberían extenderse para plasmar la verdadera realidad inmigrante de España y sus efectos.

Por último, el cuarto bloque está orientado a la reflexión del propio rol del profesional de la salud mental que se enfrenta o se enfrentará en pocos años a la realidad de la inmigración en España. Dado que, como se ha comentado en párrafos anteriores, en nuestro país no existe tanta experiencia en la atención a inmigrantes como en otros países, se presentan trabajos que recogen reflexiones de profesionales de la salud mental en el ámbito internacional, pero que a nuestro entender plantean cuestiones necesariamente aplicables a la realidad española actual. En concreto, este bloque recoge tres temáticas fundamentales (desarrolladas en tres artículos diferentes). En un primer trabajo experimental enmarcado en el contexto británico, se pone en tela de juicio la supuesta objetividad del profesional de psicología (en este caso psiquiatría) a la hora de atender, diagnosticar y tratar al paciente con rasgos extranjeros. Es un clásico de la psicología social sobre prejuicios pero aplicado al ámbito del rol profesional en salud mental. Entendemos que puede llevar a una autocrítica suficientemente pertinente, porque trata factores asociados a la atención psicológica y cuanto menos fundamenta por sí mismo la pertinencia de estudios sobre inmigración para mejorar la atención

psicológica que se ofrece. Una segunda temática viene marcada por una dura crítica propuesta desde la antropología al campo de la investigación transcultural en salud mental, vinculada directamente a la ética del investigador del fenómeno de la inmigración. Se cuestionan la conceptualización y sobre todo evaluación de conceptos altamente aceptados por toda la literatura como el de aculturación, pero de nuevo en el contexto de la investigación de salud sobre inmigración en Estados Unidos. No obstante, a nuestro parecer dicha lectura cumple una función central: aprender de los errores que típicamente expertos en salud cometen, lo que puede ayudar a prevenir tales sesgos en las propias investigaciones que se desarrollen aquí en España, llamando a la precaución en las conclusiones y al rigor metodológico. Y la última temática que cierra este bloque sobre el rol del profesional de salud mental ante la inmigración y cierra asimismo las diez lecturas presentadas, se basa en la reflexión que expertos del ámbito español realizan sobre la competencia cultural psicoterapéutica del profesional de salud mental, aprovechando la misma comparación y crítica de las luces y sombras del modelo privilegiado que nos brinda el contexto de Estados Unidos.

A continuación pasamos a analizar cada uno de los trabajos seleccionados, según el orden expuesto con anterioridad.

Bloque I: Breve panorámica del conocimiento nacional e internacional sobre salud mental en inmigrantes

García, J. & Alda, M. (2005). Salud mental e inmigración. Barcelona: Edicamed.

En primer lugar se presenta la obra de García & Alda (2005) por considerarse un buen representante de aquellos manuales que recogen y organizan, de una forma resumida, toda la información científica que se conoce sobre salud mental en la población inmigrante. Aunque la obra se escribe desde la perspectiva de la psiquiatría cultural, ofrece información muy relevante del panorama investigador nacional e internacional en salud mental para el psicólogo que se aproxime a esta realidad. Y la presentación clara y resumida de la información lo convierten en una buena obra de consulta. Comienza con conceptos generales asociados a la inmigración y al origen del estudio de ésta, junto a aspectos epidemiológicos específicos que describen el flujo migratorio en España. Estas nociones básicas establecen el marco en el que los autores van presentando otros conceptos más específicos, como el de la medida de los procesos de duelo en el inmigrante, procesos de aculturación, etc. que introducen directamente al ámbito de la salud mental de los inmigrantes. Se recogen todas las evidencias que existen entorno a la patología asociada tanto al proceso migratorio, como a los problemas de salud mental encontrados típicamente en esta población (independientemente de la duración de su estancia en nuestro país), según distintas variables como su origen geográfico, etc., es decir, principales patologías psiquiátricas de la población inmigrante en general. Se describen tanto aspectos epidemiológicos, como de medición y diagnóstico de dichos trastornos, comentando con especial énfasis todos aquellos aspectos de la cultura que pueden influir en ellos y

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modularlos (cuestiones relevantes para la traducción y validación de instrumentos, etc.).

Asimismo se comentan las principales cuestiones sobre la relación médico-paciente que el profesional de psicología debe tener en cuenta en la terapia transcultural y que los autores denominan "contratransferencia cultural": tanto por parte del profesional (como, por ejemplo, el riesgo de su negación de los aspectos culturales que le diferencian del paciente); como por parte del paciente inmigrante (por ejemplo, las actitudes de aculturación psicológica como la separación cultural o la marginalización, que implican rechazo de la cultura receptora, reflejadas en su hostilidad hacia el profesional), etc. Y por último recoge resumidamente lo más relevante que la literatura científica aporta en cuanto a tratamiento (psicofarmacológico, asistencial, etc.) adecuado a la salud mental de este tipo de población. Dada la ingente cantidad y variedad de la información que este libro presenta, no vamos a detenernos en su exposición, aunque si resaltaremos que, tras su lectura, puede comprobarse que existe suficiente investigación, mayoritariamente internacional, que constata la necesidad de que el profesional tome muy en cuenta los factores culturales que influyen en la salud mental de este colectivo. Lo que justifica sobradamente como ya hemos indicado, por un lado, volúmenes monográficos como éste; y por otro, la necesidad de completar dichos manuales con investigaciones realizadas en el campo nacional. Existen actualmente diversas obras-compendio que comparten esta filosofía de acercar al profesional los hallazgos de la literatura científica sobre salud mental del inmigrante (predominantemente internacional). Para aquellos/as lectores/as que estén interesados/as en ampliar esta información, se citan a continuación algunos de ellas: el Manual de atención sanitaria a inmigrantes (con un apartado sobre salud mental) publicado por la Consejería de Salud de Andalucía (García, 2007); la obra titulada Los problemas de salud mental en el paciente inmigrante (González & González, 2004), el artículo Salud mental infantojuvenil en inmigrantes (Carlson-Aburto & Jané, 2001), entre otros. Existen otros tipos de estudios que aunque están centrados en aspectos concretos como el apoyo social, etc. aportan también revisiones de la literatura y sirven en todo caso para completar este cometido (véase Consejería de Servicios Sociales, 2003, entre otros). Todas estas obras se diferencian generalmente entre sí, además de en el mayor énfasis en los aspectos psicológicos, médicos o psicosociales, en el grado de detalle en el que la información se presenta, según vayan dirigidos preferentemente al colectivo de profesionales de intervención o de investigación (siendo muy resumidos y prácticos en el primer caso, y habitualmente más desarrollados y referenciados en el segundo). No obstante un aspecto muy importante a tener en cuenta es que la mayoría de los datos que afirman sobre la población inmigrante (tanto la obra que presentamos como las primeras referencias señaladas) proceden de investigaciones realizadas fuera del ámbito nacional, típicamente de los Estados Unidos u otros países de la Comunidad Europea. Esto hace que la información que aportan deba tomarse con mucha precaución, ya que a pesar de ser básica y necesaria, no es suficiente si se desea conocer la realidad concreta de la población inmigrante que reside en España, que aún queda por investigar.

Bloque II: Salud mental en población inmigrante residente en España

II.1. Síndrome de Ulises

Achotegui, J. (2008). Migración y crisis: El síndrome del Inmigrante con estrés crónico y múltiple (Síndrome de Ulises). Avances en Salud Mental Relacional, 7(1), 1-22.

En segundo lugar, nos acercamos con detenimiento a la aportación original de Achotegui (2008) en cuanto al diagnóstico específico de la sintomatología asociada al estrés de la migración o estrés de aculturación: el conocido Síndrome de Ulises. El psiquiatra y profesor titular de la Universidad de Barcelona Joseba Achotegui, desde hace varios años está defendiendo la necesidad de realizar una adaptación de los criterios diagnósticos a la realidad de las personas inmigrantes que asisten a consultas médicas y/o de salud mental. Concretamente defiende la existencia de lo que él ha denominado el "Síndrome de Ulises", también conocido como síndrome del emigrante con estrés crónico y múltiple. Según el autor, la misma experiencia de emigrar se está convirtiendo, debido al empeoramiento de las condiciones de la emigración por la realidad socio-política que vivimos (dificultad para pasar las fronteras, para conseguir una situación legalizada, para el reagrupamiento familiar, etc.), en una experiencia que en muchos aspectos puede superar la capacidad de adaptación de los seres humanos que la llevan a cabo. Este Síndrome no refiere las condiciones de cualquier tipo de inmigrante; sino del inmigrante que parte de una situación de desventaja habitualmente económica, que en ocasiones emigra bajo condiciones terribles de peligrosidad y marginalidad, muy cercanas al concepto tradicional de "refugiado" (aunque no necesariamente las causas sean políticas), y procedente típicamente, aunque no necesariamente, de áreas extracomunitarias que implican mayor choque cultural. Todo ello puede hacer que emerjan en la persona inmigrante diversos síntomas de tipo depresivo, ansioso, somático y confusional que definen el síndrome. Se identifican como centrales para la emergencia y la propia definición del síndrome las cuatro condiciones siguientes: 1) la soledad (por la separación forzada de la familia y los seres queridos y la imposibilidad de su reagrupamiento); 2) los sentimientos de fracaso del proyecto migratorio; 3) la lucha por la supervivencia (que incluye la alimentación y la vivienda); y 4) el miedo tanto antes, durante como después de la migración, asociado especialmente a la pérdida de la integridad física (por el viaje, la inseguridad de la infravivienda o la vida en la calle, etc.). La definición de los estresores es esencial para la definición del síndrome precisamente porque marcan la diferencia con la enfermedad mental en sí: no se considera enfermedad, sino padecimiento por las condiciones extremas, que precisamente pueden desembocar en enfermedad mental si no se tratan a tiempo (aunque hay que tener muy presente que este "tratamiento" debe incluir medidas sociales). Y según Achotegui esto es importante tenerlo en cuenta, tanto para su prevención como para la evitación del frecuente diagnóstico erróneo que se aplica a estas personas (y que conlleva un tratamiento médico a veces también erróneo). En concreto, defiende que el síndrome es diferente de los siguientes trastornos mentales, con los

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que no debería ser confundido (a pesar de lo que ocurre): 1) Trastornos depresivos (tampoco considera útil el diagnóstico de cuadro depresivo atípico por su inespecificidad); 2) Trastornos adaptativos; 3) Trastorno por Estrés Pos-traumático ni Trastorno por Estrés Agudo; 4) Ni Psicosis. Para ver los criterios de tales diagnósticos diferenciales, invitamos al lector a que lea el artículo que presentamos, ya que por razones de espacio no pueden ser explicados aquí.

Por tanto, rescata la identidad o historia personal como modulador de la salud mental y más que una patología del emigrante, Achotegui denuncia una patología del emigrar, reflejo asimismo de una patología del sistema, que deja fuera a personas para las que, según se desprende de su postulado, automáticamente el mundo se convierte en un gran campo de refugiados. Y en un mundo donde parece necesario catalogar el sufrimiento psicológico en diagnósticos para poder ser atendido (o no confundido, en este caso), entendemos que Achotegui presenta una solución de compromiso: mencionar con una categoría a medio camino entre el trastorno y la salud mental, lo que sistemáticamente observa en la población usuaria emigrante que atiende. Qué duda cabe que este concepto debe ser operativizado en medidas fiables para ser realmente tenido en cuenta al menos en el contexto investigador, más allá del contexto terapéutico (siendo una muestra de ello el siguiente artículo a analizar). Pero eso no elimina la importancia de su propuesta, por tratarse de una aportación de inmenso valor clínico, que lleva implícita toda una perspectiva de psicología y/o psiquiatría cultural verdaderamente seria y que, por partir de un profundo respeto profesional por la clínica del inmigrante, entendemos que debe ser necesariamente tenida en cuenta por cualquier profesional de la salud.

No obstante, probablemente por ser una aproximación joven, no hemos podido localizar ningún estudio sobre dicho síndrome recogido en bases de datos internacionales. De hecho, lo que comúnmente se recoge en la literatura internacional, principalmente del campo de la medicina, es otro concepto denominado de la misma forma, "otro" Ulysses Syndrome, que refiere el viaje por el que tiene que pasar el paciente que es tomado como falso positivo (ya se trate de trastornos físicos o mentales) hasta que dicho error es detectado (Rang, 1972). Desconocemos si en los orígenes del concepto propuesto por Achotegui se encuentra esta primera acepción del término. En todo caso, se podría reinterpretar el concepto español también como el "síndrome del falso positivo del inmigrante", ya que su defensa estriba también en la necesidad de no patologizarle con erróneos diagnósticos mentales. Esta especial polisemia ha de tenerse en cuenta.

Villagrasa, P. J. & García-Izquierdo, A. L. (2007). La medida del Síndrome de Ulises. Ansiedad y Estrés, 13 (2-3), 253-268.

En tercer lugar, se describe un estudio empírico realizado por Villagrasa & García-Izquierdo (2007) sobre el citado Síndrome de Ulises en una muestra española. Lo que a nuestro entender representa un paso más en la construcción de conocimiento útil y con relevancia clínica y terapéutica para el campo de salud en la inmigración. Este estudio supone un esfuerzo por operativizar la evaluación y definición del Síndrome de Ulises y ésta es su mayor aportación. Está orientado hacia población inmigrante trabajadora y pese

a realizarse desde un enfoque de Psicología Social, entendemos que participa del objetivo clínico fundamental de conocer los factores de riesgo y protección de poblaciones vulnerables. Los autores operativizan la evaluación del Síndrome de Ulises identificando las variables fundamentales que, según indican, lo caracterizan: estrés por aculturación, ansiedad/depresión, agotamiento emocional, disfunción social y pérdida de confianza. Evalúan dichas variables con diversas escalas. Tienen en cuenta la relación entre las estrategias de aculturación de los inmigrantes (los fenómenos que se producen del contacto de individuos de una cultura con otra, en las que típicamente se observa una mayoritaria y otra minoritaria) y el síndrome mencionado; junto con el estudio, en definitiva, de otras variables sociodemográficas protectoras y/o de riesgo asociadas.

Estudian a 182 trabajadores inmigrantes en Asturias de distintos orígenes (latinoamericano, africano, etc.) pertenecientes a distintos sectores laborales, con distinto tiempo de residencia en España, distinto conocimiento previo de la cultura española, etc. Los instrumentos son: Escala de estrés por aculturación desarrollada por el Center for Multicultural Mental Health Research (Alegría et al. 2004); Escala de agotamiento emocional del Maslach Burnout Inventory-MBI (Maslach & Jackson, 1986); el Cuestionario General de Salud- GHQ (Goldberg & Williams, 1996) y dos preguntas elaboradas por Navas et al. (2006) para valorar las estrategias de aculturación; además de un cuestionario de tipo biográfico creado ad hoc.

Los resultados fundamentales destacan que el análisis del conjunto de pruebas arroja un solo factor, lo que apoya la adecuación del Síndrome de Ulises como categoría diagnóstica y la adecuación de su evaluación a través de estas escalas (aunque la fuerza de la asociación es variable según los diferentes instrumentos). Este estudio arroja información relevante para el fortalecimiento de la teoría propuesta por Achotegui (2002) y resulta un exponente relevante además por aportar información valiosa de las características de las personas inmigrantes de nuestro contexto nacional; aunque no compare los hallazgos explícitamente con datos de personas no inmigrantes. Atendiendo a sus interesantes resultados, se destaca la necesidad de elaborar estudios que profundicen aún más en las potencialidades y limitaciones de estos conceptos, fundamental para el adecuado avance de este campo de estudio en particular y del campo de estudio de la Psicología Clínica con inmigrantes en su conjunto.

En tercer lugar, se describe un estudio empírico realizado por Villagrasa & García-Izquierdo (2007) sobre el citado Síndrome de Ulises en una muestra española. Lo que a nuestro entender representa un paso más en la construcción de conocimiento útil y con relevancia clínica y terapéutica para el campo de salud en la inmigración. Este estudio supone un esfuerzo por operativizar la evaluación y definición del Síndrome de Ulises y ésta es su mayor aportación. Está orientado hacia población inmigrante trabajadora y pese a realizarse desde un enfoque de Psicología Social, entendemos que participa del objetivo clínico fundamental de conocer los factores de riesgo y protección de poblaciones vulnerables. Los autores operativizan la evaluación del Síndrome de Ulises identificando las variables fundamentales que, según indican, lo caracterizan: estrés por aculturación,

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ansiedad/depresión, agotamiento emocional, disfunción social y pérdida de confianza. Evalúan dichas variables con diversas escalas. Tienen en cuenta la relación entre las estrategias de aculturación de los inmigrantes (los fenómenos que se producen del contacto de individuos de una cultura con otra, en las que típicamente se observa una mayoritaria y otra minoritaria) y el síndrome mencionado; junto con el estudio, en definitiva, de otras variables sociodemográficas protectoras y/o de riesgo asociadas.

Estudian a 182 trabajadores inmigrantes en Asturias de distintos orígenes (latinoamericano, africano, etc.) pertenecientes a distintos sectores laborales, con distinto tiempo de residencia en España, distinto conocimiento previo de la cultura española, etc. Los instrumentos son: Escala de estrés por aculturación desarrollada por el Center for Multicultural Mental Health Research (Alegría et al. 2004); Escala de agotamiento emocional del Maslach Burnout Inventory-MBI (Maslach & Jackson, 1986); el Cuestionario General de Salud- GHQ (Goldberg & Williams, 1996) y dos preguntas elaboradas por Navas et al. (2006) para valorar las estrategias de aculturación; además de un cuestionario de tipo biográfico creado ad hoc.

Los resultados fundamentales destacan que el análisis del conjunto de pruebas arroja un solo factor, lo que apoya la adecuación del Síndrome de Ulises como categoría diagnóstica y la adecuación de su evaluación a través de estas escalas (aunque la fuerza de la asociación es variable según los diferentes instrumentos). Este estudio arroja información relevante para el fortalecimiento de la teoría propuesta por Achotegui (2002) y resulta un exponente relevante además por aportar información valiosa de las características de las personas inmigrantes de nuestro contexto nacional; aunque no compare los hallazgos explícitamente con datos de personas no inmigrantes. Atendiendo a sus interesantes resultados, se destaca la necesidad de elaborar estudios que profundicen aún más en las potencialidades y limitaciones de estos conceptos, fundamental para el adecuado avance de este campo de estudio en particular y del campo de estudio de la Psicología Clínica con inmigrantes en su conjunto. II.2. Psicología Clínica Transcultural Adulta e Infanto-Juvenil

Sánchez, G. y López, M. J. (2008). Ansiedad y modos de aculturación en la población inmigrante. Apuntes de Psicología, 26 (3), 399-410.

Este trabajo concentra dos conceptos centrales en lo que podría denominarse "Psicología Clínica Transcultural" en adultos: aculturación y psicopatología.

El concepto de aculturación, ya presentado en este trabajo, ha sido extensamente estudiado en población inmigrante española por Navas et al. (2006) desde el ámbito de la Psicología Social, especialmente en el contexto almeriense. Sin embargo, se hace necesario ampliar el concepto al campo de estudio de la Psicología Clínica, precisamente para comprobar los límites de su eficacia como término explicativo y/o descriptivo. Las autoras de este modo, partiendo de los hallazgos de Navas et al. (2006) estudian la posible relación de la aculturación (especialmente tomando el "estrés de la aculturación") con una variable, la ansiedad, con la que es previsible que se asocie si se

parte de los efectos tradicionales del estrés. De este modo, plantean como hipótesis encontrar que los inmigrantes más integrados mostrarán menor ansiedad.

Las autoras estudian tanto la sintomatología ansiosa como los modos de aculturación de 43 inmigrantes residentes en Sevilla escogidos a partir de un muestreo incidental en distintas asociaciones de inmigrantes. Recogen información tanto de carácter personal y social, como de aculturación y niveles de ansiedad. Concretamente utilizan el Cuestionario de Ansiedad Estado-Rasgo (STAI; Spielberger, Gorsuch y Lushene, 1988) y una adaptación del Cuestionario sobre Estrategias y Actitudes de Aculturación elaborado por Navas et al., 2004. En este último cuestionario se distinguen las cuatro formas de aculturación posibles según la literatura clásica (Berry et al., 1989): integración, asimilación, separación/segregación y marginación/exclusión; y asimismo se contemplan variables descriptivas como las razones para emigrar o la situación de legalidad o ilegalidad de la persona inmigrante.

Este estudio arroja resultados llamativos que contrastan con lo hallado tradicionalmente: no existe una relación significativa entre las variables de ansiedad (estado y rasgo) y los diferentes modos de aculturación. No obstante, se observan tendencias que siguen la línea de su hipótesis general, como por ejemplo el mayor nivel de ansiedad estado en la muestra marroquí que podría apoyar la tesis del mayor estrés producido por el mayor shock cultural (frente a los sujetos latinoamericanos).

Este estudio supone un buen comienzo en la descripción exhaustiva de aspectos culturales de la población española inmigrante (en este caso actitudes hacia la cultura endógena y exógena) como factores de riesgo y/o protección para la salud. Es destacable que amplíe este cometido tanto en población inmigrante que se encuentra en España en situación "legal" como "ilegal". No obstante, supone un punto de partida para continuar ampliando y fortaleciendo los estudios transculturales de Psicología Clínica, con el establecimiento de mayores muestras inmigrantes, de orígenes culturales diversos, en mayores contextos españoles paradigmáticos por su volumen inmigrante, a partir de comparaciones con población española no inmigrante, etc.

No obstante, supone un buen representante de los estudios transculturales en nuestra población y nuestra realidad; lo que implica un avance fundamental en el estudio científico psicológico (y no sólo epidemiológico) de la riqueza de la diversidad cultural y sus implicaciones para la intervención y prevención de posibles dificultades intergrupales y problemas de salud mental individual. Este campo de estudio representa un área muy prometedora.

Rodríguez, S. & Cruz, S. (2008). Insatisfacción corporal en adolescentes latinoamericanas y españolas. Psicothema, 20 (1), 131-137.

En quinto lugar, referimos el trabajo realizado por Rodríguez & Cruz (2008) en el que se muestran datos sobre síntomas de malestar psicológico (insatisfacción corporal) en población adolescente, que refleja claramente características asociadas a la salud mental infanto-juvenil del inmigrante; desgraciadamente una temática no demasiado

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investigada a pesar de su relevancia fundamental (no sólo a nivel clínico, sino evidentemente también social, etc.). En este estudio se explora el concepto clínico de la insatisfacción corporal en población adolescente (junto a la variable de Índice de Masa Corporal), en un marco de psicología transcultural. En concreto se compara la insatisfacción corporal de las chicas españolas en comparación con la de las chicas de origen latinoamericano residentes ambas en la misma comunidad autónoma del País Vasco. Aunque explícitamente no se menciona al grupo de adolescentes latinoamericanas como grupo de inmigrantes “de riesgo”, sino que el interés recae en los “factores culturales” en general, la comparación de estas chicas permite describir esta población y especialmente establecer puentes de comparación cultural en cuanto a tales conceptos clínicos.

Participaron 403 adolescentes estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria, sin enfermedad alguna conocida y/o tratamiento psicológico actual, de las que 191 eran españolas y 212 de origen latinoamericano. Los instrumentos utilizados fueron: 1) cuestionario creado ad hoc sobre variables sociodemográficas; 2) Body Shape Questionnaire (Cooper, Taylor, Cooper, & Fairburn, 1987); 3) Cuestionario de Influencia del Modelo Estético Corporal (CIMEC-26) (Toro, Salamero & Martínez, 1995); 4) e Índice de Masa Corporal, (IMC) según diferentes categorías (infrapeso, peso normal, sobrepeso, etc.).

Los resultados muestran fundamentalmente que las adolescentes latinoamericanas están significativamente más insatisfechas corporalmente que las iguales españolas. Y aunque en general está directamente relacionado con el Índice de Masa Corporal, no se cumple en las adolescentes latinoamericanas, lo que apunta más aún si cabe a posibles factores socio-culturales. Aunque al no haber contemplado la evaluación de factores culturales más allá del país de origen y tiempo de permanencia en España, deja bastante abierto el abanico de causas culturales posibles de las diferencias encontradas. No obstante, este estudio supone un ejemplo de diseño metodológico elegante de una investigación transcultural de corte clínico en población infantojuvenil inmigrante (de primera o segunda generación). II.3. El paciente inmigrante

Sanz, L. J.; Elustondo, I.; Valverde, M.; Montilla, J. F. & Miralles, M. (2007). Salud mental e inmigración: adhesión al tratamiento ambulatorio. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 27 (100), 281-291.

En sexto lugar, hemos elegido el trabajo realizado por Sanz, Elustondo, Valverde, Montilla & Miralles (2007) en el que se muestran datos relevantes para el propio proceso terapéutico (como la adhesión del tratamiento) hallados en población inmigrante usuaria de centros públicos de salud mental, más allá de la misma comparación transcultural de la patología. Este estudio se realiza en contextos típicos de intervención clínica (como son varios Centros de Salud Mental de la Comunidad de Madrid) y supone un esfuerzo práctico por conocer la población inmigrante que es atendida. Concretamente se pretende valorar el

grado de adhesión al tratamiento junto a diversas características sociodemográficas y psicopatológicas, en la búsqueda de dificultades específicas de los/as usuarios/as.

La muestra lo componen 190 personas usuarias. El grupo diana evaluado lo constituyen 95 usuarios/as inmigrantes de diversa edad, nacionalidad de origen, tiempo de residencia, dominio del castellano, diagnóstico (agrupaciones diagnósticas CIE-9) y adhesión del tratamiento (evaluado por un protocolo propio). Aunque existe un segundo grupo control compuesto por el mismo número de usuarios/as no inmigrantes (equiparables en género y diagnóstico, entre otras características).

Como resultado fundamental se demuestra estadísticamente que la falta de adherencia al tratamiento es mayor en la población inmigrante, aunque esto no resulta significativamente asociado al lugar de origen, ni al diagnóstico, ni al sexo, etc. pero sí de forma inversa con el dominio del idioma (lo que destacan como paradójico). Por tanto, los autores concluyen que se hace necesario un abordaje complejo y multicausal del fenómeno de la inmigración y la falta de adherencia al tratamiento, quedando como alternativa más coherente insistir en la fase de acogida y los primeros contactos, para conseguir lo que entendemos como enganche o alianza terapéutica. Esta investigación hace un esfuerzo, ya comentado, en comprender la realidad de los/as usuarios/as con el foco puesto en la mejora de la atención que les ofrecen (traducido en el grado de adherencia al tratamiento, lo que puede servir como indicador de calidad); con el valor fundamental de hacerlo de forma sistemática y con un diseño adecuado. Dado que son centros donde se tiene un fácil acceso y un contacto privilegiado con este tipo de población, consideramos que este tipo de intervenciones ofrece información fundamental tanto en sentido epidemiológico y clínico transcultural, como en el sentido práctico (potenciación de los factores de mejora de la atención a través de indicadores concretos y adaptados a las diferencias culturales). En definitiva, contempla las ventajas de aunar la investigación en los contextos reales de intervención, lo que ofrece información tanto de la población que se atiende como del servicio que se oferta reflejo de la nueva realidad.

Bloque III: Salud Mental Transcultural Internacional e Inmigración

Vega, W. A., Kolody, B., Aguilar-Gaxiola, S., Alderete, E., Catalano, R. & Caraveo-Anduaga, J. (1998). Lifetime Prevalence of DSM-III-R Psychiatric disorders among urban and rural mexican americans in California. Archives of General Psychiatry, 55, 771-778.

En séptimo lugar, se muestra un estudio clásico de Estados Unidos realizado por Vega y sus colaboradores en 1998, donde se especifican y aíslan los factores culturales asociados a la salud mental a partir del estudio de la prevalencia de trastornos en población inmigrante de primera y segunda generación (adultos inmigrantes mexicanos y adultos americanos de origen mexicano -hijos o nietos de inmigrantes mexicanos-) en comparación con poblaciones de iguales no inmigrantes y residentes tanto en su país de origen “étnico” (México) como en su país actual (Estados Unidos). En concreto, en una muestra de 3012

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adultos (entre 19 y 59 años) de origen mexicano, se estudia la prevalencia de 14 desórdenes del DSM-II-R (American Psychiatric Association, 1987): desórdenes del humor (por ejemplo, episodio depresivo mayor, episodio maníaco, distímia); desórdenes de ansiedad (desórdenes de pánico, agorafobia, fobia social, fobia simple); desórdenes de sustancias (abuso y dependencia de alcohol y drogas); psicosis no afectivas, somatización y desórdenes de personalidad. Esta prevalencia se estudia en relación a diferentes variables sociodemográficas: género, edad, tiempo de residencia en América (inmigrantes con estancia menor de 13 años, con estancia mayor de 13 años y nacidos en América), lugar de residencia en el valle central de California (área urbanizada, áreas residenciales fuera de la anterior y de menor rango de habitantes, y resto de áreas de corte rural), años de educación, situación laboral, situación marital e idioma en el que se realiza la entrevista (inglés o español). Para la valoración de los sujetos se realiza un muestreo aleatorio muy elaborado que asegura una muestra probabilísticamente proporcional al tamaño de la población hispana. Y para la evaluación de todos los sujetos se toma el modelo de entrevista semi-estructurada CIDI (Composite International Diagnostic Interview) (Robins et al., 1988), pero en este caso apoyados informáticamente.

Los resultados fundamentales muestran que los inmigrantes mexicanos tienen índices de prevalencia de trastornos similares a los de la ciudad de México. Mientras los índices para los americanos mexicanos son similares a los de la población de Estados Unidos, significativamente en su mayoría mucho más elevados que los sujetos considerados del "exo-grupo" (sujetos de México y recién inmigrantes).

Todo esto nos lleva a la necesidad de reflexionar sobre las medidas preventivas que deben ser llevadas a cabo para mejorar la salud mental que queda deteriorada en el proceso de aculturación de la persona inmigrante. Y por ello se hace necesario valorar qué factores de riesgo y protección de población inmigrante y población autóctona pueden estar marcando los límites de una buena y mala salud mental (al menos percibida). La fundamental aportación de este artículo entendemos que es la constatación de que esta prevención no sólo debe centrarse en la persona que emigra, sino en todo su mundo interpersonal, incluida especialmente su descendencia. Previo a ello, sugiere también la necesidad de desarrollar diseños de investigación complejos que contengan la mayoría de variables que pueden estar implicadas en procesos tan difíciles de valorar como la influencia de la cultura en la salud mental a lo largo del tiempo, para evitar relaciones espúreas o demasiado generales a partir de investigaciones sesgadas y/o reduccionistas. No olvidemos que la investigación epidemiológica transcultural debe partir, antes de nada, de un profundo respeto a los procesos que se pretenden evaluar, a través de instrumentos de evaluación válidos, etc. Debe implicar un esfuerzo serio por conocer y no estereotipar las nuevas (o viejas) poblaciones con orígenes culturales distintos. Y el buen modelo que representa esta investigación puede ser enriquecedor para realizar esta tarea con la población residente en España. Sus resultados no sólo describen, sino que pueden orientar las líneas preventivas y la planificación de los programas de tratamiento potencialmente necesarios para tales poblaciones.

Bloque IV: El rol del profesional de Salud Mental ante la inmigración

IV. 1. Dificultades en el nivel aplicado

Lewis, G., Croft-Jeffreys, C. & Davis, A. (1990). Are British Psychiatrists Racist? British Journal of Psychiatry, 157, 410-415.

En octavo lugar, se presentan los datos de una investigación clásica británica llevada a cabo por Lewis, Croft-Jeffreys & Davis (1990) en la que se exploran las implicaciones de los prejuicios de los/as profesionales de la salud mental en general (típicamente denominados "factores racistas"), para la atención ofrecida a los pacientes. Este estudio es representante de toda la tradición investigadora dedicada a explorar la dimensión del prejuicio, pero se centra en el ámbito clínico (concretamente evalúa a psiquiatras) y desde nuestro punto de vista es aplicable también al ámbito que nos ocupa (el de la Psicología). En el estudio 139 psiquiatras británicos elegidos aleatoriamente, ofrecen datos sobre su género, edad, y detalles sobre su experiencia previa, graduación médica, lugar de trabajo (hospital general, comunidad mental hospitalaria, etc.), visión general de la salud mental (dentro de un continuo biológico-social,) y su posición en los cuidados comunitarios. Estos psiquiatras dictaminan el diagnóstico más probable (dentro de un abanico cerrado de posibilidades) y otras características asociadas, para un mismo caso clínico de un hipotético paciente. El procedimiento se basa en la presentación de esta viñeta clínica a cada psiquiatra (misma descripción) pero según la versión del caso que se le asigna: algunos reciben el caso real, y otros el mismo caso pero con el género y la “raza” del paciente modificados (pacientes blancos vs. afrocaribeños). También se incluye un cuestionario de 23 diferencias semánticas con una escala de seis puntos, diseñada para elicitar un aspecto de la evaluación o tratamiento del caso, que refleja especialmente las actitudes racistas de los profesionales (pertinencia, según su opinión, de un plan de menor o mayor tratamiento farmacológico, psicoterapéutico, o simple vigilancia del paciente, etc., que sugieren una estimación de mejor o peor pronóstico del paciente, de que tenga problemas futuros con la ley, etc.). Los resultados muestran paradigmáticamente que la característica de la “raza” de un paciente influencia las predicciones clínicas y las actitudes de los profesionales sanitarios en su labor diagnóstica. Concretamente, a los casos de afrocaribeños se les diagnostica una enfermedad de más corta duración, que requiere menos neurolépticos que en el caso de los blancos; y de características conductuales potencialmente más violentas que previsiblemente harán necesario tomar mayores medidas legales contra estos sujetos, como su privación de libertad (se infravalora la patología criminalizando su conducta). En el caso de las diferencias de género, se muestran diferentes actitudes también, en la línea de los prejuicios tradicionales (el caso se considera menos violento y con necesidad de más neurolépticos si se trata de mujeres).

Desconocemos la influencia de las enormes diferencias que este estudio presenta con la realidad española actual: diferente momento temporal (casi 20

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años nos separan del estudio), rol profesional (se estudian las actitudes de psiquiatras, no de psicólogos) y contexto socio-cultural (ámbito británico); lo que hace que los resultados de esta investigación deban tomarse con mucha precaución. Pero suponen una muestra real, aunque puntual, de los prejuicios que desgraciadamente muchas veces los profesionales no somos conscientes. Y en todo caso no hay que olvidar que dan un paso más allá mostrando de forma muy ilustrativa las posibles consecuencias reales en las que se traducen semejantes creencias implícitas. Que cuanto menos nos puede hacer pensar en la necesidad de estudios transculturales que aporten datos reales sobre las personas inmigrantes actuales y que suavicen y “controlen” nuestras posibles percepciones prejuiciosas, como mecanismo de mejora de nuestra atención profesional.

IV. 2. Dificultades en el nivel investigador

Hunt, L. M., Schneider, S. & Comer, B. (2004). Should "acculturation" be a variable in health research? A critical review of research on US Hispanics. Social Science & Medicine, 59, 973-986.

En noveno lugar, los autores Hunt, Schneider & Comer (2004) cuestionan las limitaciones de los diversos conceptos que actualmente imperan en la investigación de psicología de la salud mental de corte transcultural (concretamente la desarrollada en la literatura anglosajona), llamando a la calma y a la reflexión para cuidar los aspectos éticos implícitos en la investigación cultural. Este trabajo teórico analiza las posibilidades y limitaciones del uso de conceptos culturales como variable operativa objeto de estudio; de cara a hacer un análisis crítico de la validez y pertinencia del concepto de aculturación. En concreto se critican aquellos estudios sobre salud de los hispanos de los Estado Unidos, que estudian la cultura y los procesos de aculturación de forma descontextualizada, como variables y/o atributos independientes y estáticos de los sujetos; lo que desemboca, según los autores, en conclusiones arriesgadas que perpetúan en cierta forma los estereotipos y prejuicios raciales a pesar de partir de investigaciones altamente sofisticadas metodológicamente. Este artículo expone dichos cuestionamientos tomando de partida las conclusiones de su revisión sistemática de la literatura científica de artículos sobre salud de los hispanos y aculturación, publicados en los Estados Unidos entre 1996 y 2002. Desde su punto de vista, los principales problemas del concepto de aculturación vienen de la misma complejidad y dificultad de definición y estudio que presenta el concepto de cultura. A partir de esto la cuestión no deja de dificultarse. La definición de aculturación tradicional parte de aquellos procesos de cambio que experimenta el sujeto (o los grupos de sujetos) como resultado del contacto entre las culturas, donde típicamente, una es dominante y la otra minoritaria. Según los autores, aceptar esto implica cuatro presupuestos básicos que en sí mismos pueden ser objeto de crítica, al menos tal y como tradicionalmente se entienden: las diferencias culturales (se presupone heterogeneidad intergrupal, cuando es difícil que dos culturas se diferencien tan claramente la una de la otra), los grupos identificables (se presupone homogeneidad intragrupal, cuando los mismos sujetos de una misma cultura se diferencian mucho y es difícil saber en qué consiste la identidad grupal), el contacto

de culturas (se presupone que es un proceso puntual y delimitado en el tiempo, cuando es difícil que dos culturas no se hayan influido históricamente de alguna manera antes –más aún los hispanos y norteamericanos, que llevan siglos compartiendo influencias socio-culturales-) y por último, el cambio cultural (se presupone que el cambio, que en sí no se puede registrar dada su lógica complejidad, ha de hacerse desde posiciones “tradicionales” menos evolucionadas a posiciones más desarrolladas representadas por las culturas mayoritarias, lo que en sí es un pensamiento prejuicioso). Y una mención aparte requiere la sistemática ausencia, según los autores, del análisis profundo de los factores socio-económicos (antes que aspectos puramente étnicos) como factores relevantes que definen el verdadero contexto en el que se desarrollan las culturas. Todo esto lleva a una sobre-representación de los factores culturales más superficiales (país de origen, dominio de la lengua, rasgos fenotípicos, etc.) como factores causales de las diferencias en los resultados sobre salud de estas “distintas” poblaciones (la hispana y la norteamericana). Las autoras consideran que para corregir la tendencia de cuantificar de forma simplista las representaciones culturales, sería una gran ayuda incorporar las mejoras que pueden aportar la antropología actual (que se supone ha generado mayor volumen de conocimiento sobre el estudio de las culturas) precisamente para mejorar el estudio de los aspectos de salud mental de éstas. Junto a ello, aconsejan abandonar el intento por reducir la cultura y sus procesos a meras variables (la aculturación, por ejemplo), al menos hasta que la ambigüedad en el poder predictivo de sus definiciones pueda ser superada.

Este artículo merece mención porque representa una voz de alarma ante la misma literatura científica como perpetuadora de estereotipos y prejuicios culturales. Un hecho ilustrativo que nos debe hacer reflexionar es el hecho de que se sigan realizando estudios, como indican los autores, donde se hable de población americana de origen africano en contraste con la población blanca (lo que da a entender implícitamente que son muy diferentes y la última es la más “americana”) cuando en estos días precisamente no sólo la sociedad americana está “mezclada” sino que acaba de asumir en la presidencia de los Estados Unidos un representante de dicha supuesta población “inmigrante” o “minoritaria”. Probablemente conocer los resultados y conclusiones que ofrece la literatura científica sobre una cultura tan próxima a nosotros como la hispana, nos puede persuadir de repetir los mismos errores en estudios e interpretaciones de culturas que ahora recibimos y que nos resultan menos familiares.

IV. 3. La Competencia Cultural Psicoterapéutica a debate

Qureshi, A. & Collazos, F. (2006). El modelo americano de competencia cultural psicoterapéutica y su aplicabilidad en nuestro medio. Papeles del Psicólogo, 27(1), 50-57.

Por último, se presenta una reflexión desarrollada por Qureshi & Collazos (2006) sobre las competencias culturales que los psicoterapeutas deben desarrollar para dar una atención de calidad a las nuevas poblaciones de inmigrantes que pueden suponer

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potenciales pacientes con características especiales (aspectos que se sugieren con mayor o menor profundidad en las demás obras estudiadas pero que aquí se hace de forma central y aplicada a nuestro contexto actual y profesional). Se toma el modelo que ofrece la directriz norteamericana desde la que se parte para construir modelos de competencia terapéutica adaptada a nuestra realidad nacional. Este artículo presenta una reflexión necesaria sobre los estándares de calidad en la atención de los inmigrantes y las recomendaciones que deberíamos adoptar precisamente para conseguirlos. Parte de la revisión crítica de las competencias ya delineadas por la APA en el artículo titulado Multicultural Counseling Competences ethical practice (American Psychological Association, 2003). Tras unas breves reflexiones sobre los conceptos asociados de cultura, raza inmigrante, grupo étnico e identidad; esboza las principales características de los modelos médicos de competencia cultural, que dibujan el marco dentro del que se deben encuadrar la práctica de las competencias multiculturales de counseling. Estas competencias multiculturales se desarrollan profundamente en base a descripciones concretas del proceder de los terapeutas en torno a tres áreas básicas, que implican: que el counselor debe ser consciente de sus propios valores culturales y rechazos o prejuicios; debe comprender la perspectiva del paciente y debe usar estrategias de intervención culturalmente apropiadas. Los autores clarifican que estas competencias no sustituyen las habilidades en counseling, sino que vienen a ampliar el rol del terapeuta (del que el modelo americano puede suponer una referencia útil, tanto para observar sus luces como sus sombras y aspectos a mejorar). Se entiende que reflexionar y acordar marcos colegiados en los que encuadrar los nuevos retos que plantea la inmigración, es un ejercicio útil y necesario. Cuestiones tan fundamentales como la atención adaptada que necesitan los/as usuarios/as lejos de ser demagogia, ayudan a establecer seguridad y coherencia tanto en las prácticas individuales de cada psicólogo como en la imagen profesional general de la psicología. No obstante, este tipo de artículos deben ir seguidos por investigaciones que materialicen este interés por conocer y adaptar las nuevas realidades de los usuarios/as inmigrantes. Todos las obras que hemos analizado hasta ahora aportan información valiosa en esta dirección.

CONCLUSIONES

En este trabajo se han reseñado diez obras relevantes sobre el campo actual de investigación en torno a la temática de la inmigración y la psicología clínica y de la salud. El fenómeno de la inmigración puede considerarse hoy día una realidad de gran magnitud que despierta el interés en los investigadores tanto a nivel nacional como internacional, desde multitud de enfoques teóricos. Se ha destacado: 1) la necesidad de conocer lo que se sabe desde el ámbito científico sobre población inmigrante y salud mental, para orientar precisamente nuevas orientaciones y reflexiones, tanto en el ámbito clínico como investigador; 2) la necesidad de tener en cuenta las características de reaccionar y enfermar típicas de las poblaciones inmigrantes (por ejemplo, el Síndrome de Ulises), como resultado de vivir experiencias

estresantes parecidas que podemos olvidar por representar una "variable constante" con tendencia a ser ignorada; 3) la necesidad de traducir y evaluar en la práctica estos fenómenos o intuiciones clínicas que los profesionales cercanos a estas poblaciones pueden ir construyendo (como el mencionado Síndrome de Ulises con entidad separada de otros trastornos, a través de su medida), en base tanto a clarificarlos como a darlos a conocer al resto de la comunidad científica; 4) la necesidad de contrastar estos fenómenos particulares con la población mayoritaria de una misma comunidad (autóctona o no) para reforzar o cuestionar la defensa de su existencia y su validez generales y los límites y similitudes que nos permitan manejarlos en grupos humanos concretos de cara a potenciar la prevención evaluando sus factores de riesgo y protección (como los procesos de aculturación que se observan en zonas con altos índices de población inmigrante y los de la población "autóctona", etc.); 5) la necesidad de extender todos esos estudios de psicología transcultural clínica y de la salud, a población inmigrante infanto-juvenil; 6) la importancia de conocer en profundidad la realidad y características de la población inmigrante con problemas de salud mental que ya se está atendiendo en los centros de salud mental españoles (especialmente para reorientar y/o mantener los esfuerzos paliativos); 7) la necesidad de aprender de los estudios transculturales de psicología clínica y de la salud que han demostrado internacionalmente tener un interés investigador y práctico especiales, por su acertado diseño, sus importantes resultados, etc., lo que en sí mismo demuestra la pertinencia del estudio y la atención de las necesidades de salud de la población inmigrante (sin caer en una tautología); 8) la necesidad de mostrar el cuestionable mito de la objetividad del profesional a la hora de atender psicológicamente a la población inmigrante, precisamente para conectar al profesional con su propio bagaje cultural y que pueda ser trabajado para el logro de una atención psicológica de mayor calidad; 9) la necesidad de mostrar el cuestionable mito de la objetividad del profesional investigador, precisamente para fomentar la ética del estudio de poblaciones humanas (fomentando el rigor, la prudencia y el respeto en los diseños, resultados, conclusiones, etc.); 10) y finalmente, la necesidad de que todos, profesionales de psicología clínica y de la salud del ámbito español, reflexionemos sobre las capacidades y exigencias que requiere nuestra propia preparación para la mejor atención de la realidad de estas personas inmigrantes.

En el campo de la psicología, y en concreto de la psicología clínica y de la salud, se podría resumir la siguiente idea central en relación a la migración: su estudio en contexto español es necesario dado que los cambios que implica el proceso migratorio a nivel social e individual podrían considerarse factores de riesgo para el desarrollo de síndromes clínicos. El panorama actual muestra que queda mucho camino por recorrer en lo que se refiere a investigación científica sobre inmigración y salud mental. En España esto podría justificarse por el hecho de que no es hasta hace unos años cuando las cifras de inmigración se han disparado (anteriormente España ha tenido hasta el año 2000 tasas de inmigración por debajo del 3%, según García & Alda, 2005). No obstante, están a la disposición de los profesionales algunas guías que ofrecen información relevante sobre la salud mental de

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la población inmigrante, que ayudan a adaptar su atención a las características de éstas. Sin embargo, estas guías a pesar de su gran utilidad no siempre pueden reflejar el dinámico devenir de la investigación sobre las problemáticas en las que interviene. Es por ello, que este trabajo de revisión bibliográfica ha pretendido ser un apoyo para aquellos profesionales de la psicología clínica y la salud, que estén interesados en la actualización y el rigor científico de la información sobre salud de la población inmigrante. Nazcan estos intereses desde el campo de la práctica clínica o del investigador, confiamos en que los diversos estudios aquí expuestos hayan supuesto un buen reflejo de posibles investigaciones, que mejoren el campo de la atención a la población inmigrante. Al menos eso es lo esperable tras el análisis de las mejoras y potencialidades de investigación y desarrollo que despiertan las informaciones contenidas en cada una de estas diez referencias. REFERENCIAS Achotegui, J. (2002). La depresión en los inmigrantes: una perspectiva transcultural. Barcelona: Ediciones Mayo. Achotegui, J. (2007). El síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple: el Síndrome de Ulises. En A. Talarn (comp.) Globalización y salud mental. Barcelona: Herder, 487-524. Achotegui, J. (2008). Migración y crisis: El síndrome del Inmigrante con estrés crónico y múltiple (Síndrome de Ulises). Avances en Salud Mental Relacional, 7 (1), 1-22. Descargado el 26 de enero de 2009 desde: http://www.bibliopsiquis.com/asmr/0701/achotegui.pdf Alegría, M., Takeuchi, D., Caninon, G.; Duan, N., Shrout, P., Meng, X. L., Vega, W.; Zane, N., Vila, D., Woo, M., Vera, M., Guanaccia, P., Aguilar-Gaxiola, S., Sue, S. & Escobar, J. (2004). Considering context, place and culture: the Nacional Latino and Asian American Study. International Journal of Methods in Psychiatric Research, 13(4), 208-220. American Psychiatric Association. (1987). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. Revised Third Edition. Washington, DC: American Psychiatric Association. American Psychiatric Association. (2007). DSM-IV-TR: manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales: texto revisado. Barcelona: Elsevier Masson. American Psychological Association (2003). Guidelines on Multicultural Education, Training, Research, Practice and Organizacional Change for Psychologists. American Psychologist, 58 (5), 377-402. Bardají, F. (2006). Literatura sobre inmigrantes en España. Madrid: Observatorio permanente de la inmigración. Berry, J. W.; Kim, U.; Power, S.; Young, M. & Bujaki, M. (1989). Acculturation attitudes in plural societies. Applied Psychology, 38, 185-2006.

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Relaciones entre catastrofismo ante el dolor y ansiedad competitiva en deportistas.

Aurelio Olmedilla2, Enrique Ortega 1,2, Ana Boladeras2, Lucía Abenza2 y

Francisco Esparza3

2Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Universidad Católica San Antonio de Murcia 3Cátedra de Traumatología del Deporte. Universidad Católica San Antonio de Murcia

RESUMEN

El catastrofismo ante el dolor se considera un factor importante de pronóstico en el dolor en general, lo que puede ser relevante en el ámbito deportivo. Además se ha relacionado en diferentes estudios con otras variables psicológicas, como la depresión y la ansiedad. El objetivo del presente estudio ha sido conocer la relación entre el catastrofismo y la ansiedad competitiva en una muestra de 61 deportistas, hombres y mujeres, con edades entre los 14 y los 34 años. Los resultados indican que no hay relación estadísticamente significativa entre ansiedad y catastrofismo, aunque aquellos deportistas con niveles mayores de ansiedad, mostraron puntuaciones más elevadas de catastrofismo.

Palabras clave: Catastrofismo, ansiedad competitiva, deportistas.

INTRODUCCIÓN

El dolor es una experiencia sensorial

compleja, ya que resulta de la relación de procesos fisiológicos, cognitivos, afectivos y conductuales. En él se encuentra implícita la actuación de variables cognitivas y emocionales en la percepción del dolor, así como la influencia de otros factores fisiológicos (Infante, 2002). Desde una perspectiva cognitiva, la forma en que los factores cognitivos se combinan o interactúan con factores sensoriales puede aproximarnos a la definición de dolor (Plata-Muñoz, Castillo-Olivares y Guevara-López, 2004). Además, el dolor es considerado como un importante agente estresor que es necesario afrontar eficazmente para minimizar dicha experiencia (Plata-Muñoz et al., 2004). Por otro lado, el dolor es un aspecto central en la práctica de actividades físico-deportivas (Sullivan, Tripp, Rodgers y Stanish, 2000), y suele ser considerado como un obstáculo a la rehabilitación de la lesión (Heil, 1993).

Según Sullivan et al. (2001), en los últimos años la función del constructo catastrofismo ante el dolor en la modulación de las respuestas dolorosas, ha recibido una considerable atención, demostrándose una relación coherente entre el catastrofismo y las reacciones de malestar ante estímulos dolorosos. En general, tal y como indican Sullivan, Bishop y Pivik (1995), la mayoría de autores están de acuerdo en que el término catastrofismo hace referencia a una

percepción mental negativa y exagerada respecto a la experiencia de dolor, tanto real como anticipada. Aunque no están claras las causas del catastrofismo ante el dolor (García-Campayo, Rodero, Alda, Sobradiel, Montero y Moreno, 2008), se ha demostrado que es crucial en su desarrollo un modelo de apego inseguro (McWilliams y Asmundson, 2007) y cierta sensibilidad ante la ansiedad (Reiss, 1991). Gran parte de la literatura científica sugiere que las principales consecuencias asociadas al catastrofismo son dolor más intenso, mayor consumo de analgésicos, disminución de las actividades diarias e incapacidad laboral (Sullivan et al., 2001); aunque también se ha demostrado mayor sensibilidad al dolor (Edwards, Fillingim, Maixner, Sigurdsson y Haythornthwaite, 2004), mayor depresión en el contexto del dolor crónico (Edwards, Clifton, Bingham, Bathon y Haythornthwaite, 2006), interferencias en el uso de estrategias de afrontamiento (Sullivan et al., 2001), menos adherencia a los tratamientos farmacológicos en enfermos reumáticos (Neame y Hammond, 2005), mayor actividad en las áreas cerebrales relacionadas con los procesos de dolor (atención, emoción y control motor) en pacientes de fibromialgia (Gracely et al., 2004), incremento de las conductas ante el dolor (Picavet, Vlaeyen y Schouten, 2002), peor pronóstico (Stephens, Druley y Zautra, 2002), ideación suicida (Edwards, Smith, Kudel y Haythornthwaite, 2006) y periodos de rehabilitación

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más largos tras intervenciones quirúrgicas (Kendell, Saxby, Farrow y Naisby, 2001).

Sullivan et al. (2001) enmarcan las relaciones observadas entre catastrofismo y dolor dentro de un contexto teórico en el que el catastrofismo puede contribuir a que una experiencia de dolor sea más intensa, aumentando el foco atencional en el dolor y/o aumentando la respuesta emocional ante los estímulos nocivos. Además, ese catastrofismo puede surgir como recurso de afrontamiento ante las emociones negativas causadas por el dolor crónico con la intención de reclutar apoyo social.

Varias investigaciones demuestran que los deportistas son más tolerantes al dolor y perciben menos intensidad del mismo que los sedentarios (Ahern y Lohr, 1997; Hamilton, Hamilton, Meitzer, Marshall y Molnar, 1989; Sullivan et al., 2000; Tajet- Foxell y Rose, 1995). Sin embargo, el catastrofismo es predictor de dolor tanto para los deportistas como para los sedentarios y explica las diferencias en la percepción de dolor entre hombres y mujeres (Sullivan et al., 2000). Encarnacion, Meyers, Ryan y Pease (2001), compararon las estrategias de afrontamiento ante el dolor de un grupo de bailarines profesionales frente a un grupo de deportistas y encontraron que los bailarines mostraban mayores niveles de catastrofismo que los deportistas. En esta misma línea, el trabajo de Paparizos, Tripp, Sullivan y Rubenstein (2004), relaciona catastrofismo y dolor, induciendo dolor a un grupo de bailarinas catalogadas en tres niveles (expertas, intermedias y principiantes), respecto a un grupo control. El catastrofismo estaba significativamente relacionado con el dolor (como predictor); las bailarinas más expertas mostraron más tolerancia al dolor que las principiantes; y las bailarinas en general toleraban mejor el dolor que el grupo control. Meyers, Bourgeois y LeUnes (2001), descubrieron que los deportistas universitarios con más riesgo potencial de lesión (deportes de contacto) experimentaban valores menores de catastrofismo.

Hay razones consistentes que avalan el estudio del catastrofismo, y aunque éste se relaciona con el dolor, continúa siendo relacionado significativamente con otras medidas de ajuste para controlar el nivel de dolor (Keefe, Rumble, Scipio, Giordano y Perri, 2004). Finalmente, hay evidencias de que el nivel de catastrofismo puede cambiar durante el transcurso de los programas de intervención psicológica, y de que esos cambios se relacionan a largo plazo con mejoras en el dolor, el estado psicológico y la capacidad física (Burns, Glenn, Bruehl, Harden y Lofland, 2003; Burns, Kubilus, Bruehl, Harden y Lofland, 2003). Un estudio piloto (Rodero, García Campayo, Casanueva y Sobradiel, 2008) realizado recientemente en España prueba la eficacia del tratamiento cognitivo-conductual para el descenso del catastrofismo en enfermos de fibromialgia.

Una de las variables que pueden estar asociadas al catastrofismo es la ansiedad. Ésta se ha investigado desde muchos puntos de vista en el ámbito de la salud y en el ámbito deportivo, pero no hay muchos estudios que relacionen ambas en el ámbito del deporte, y los que aparecen lo hacen casi exclusivamente en muestras de deportistas lesionados. Quizá los más representativos sean los de

Tripp, Stanish, Reardon, Coady y Sullivan (2003) y la revisión de Wiese-Bjornstal (2002). Tripp et al. (2003) comparan adolescentes y adultos lesionados del ligamento cruzado anterior (LCA), relacionando el dolor, el catastrofismo y la angustia afectiva (depresión y ansiedad) obteniendo mayores niveles de dolor, catastrofismo y ansiedad en los adolescentes. Según la revisión de Wiese-Bjornstal (2002), los deportistas que toleran mejor el dolor se recuperan más rápido; aquellos que adoptan una interpretación catastrofista obtienen menos éxitos en los protocolos de rehabilitación, que los que tienen una percepción positiva; y con respecto a las cogniciones, el miedo al dolor incrementa la tolerancia a éste, y la ansiedad la reduce. Estos resultados pueden entenderse si tenemos en cuenta la relación entre el dolor psicológico y la recuperación física. Por ejemplo, componentes del dolor psicológico como la depresión y la ansiedad aumentan la actividad del sistema nervioso autónomo (incremento de la tensión muscular, de la presión arterial, de la frecuencia cardiaca, de frecuencia respiratoria, etc.) y perjudican la función inmune que, a su vez puede, romper el proceso de recuperación física del deportista (Cramer y Perna, 2000).

La investigación que se presenta a continuación busca explorar la relación entre el catastrofismo al dolor y la ansiedad competitiva en los deportistas, determinando las relaciones del catastrofismo considerado globalmente con la ansiedad, así como las relaciones entre ésta y cada uno de los factores del catastrofismo por separado (rumiación, magnificación y desesperación); además se analizan las relaciones entre ansiedad y catastrofismo en función del género de los deportistas. Se espera que este estudio aporte resultados que permitan cubrir los vacíos de conocimiento que se tienen en torno al tema de las relaciones entre ansiedad y el catastrofismo en deportistas españoles.

MÉTODO Participantes

La muestra estuvo constituida por 61 deportistas, de los que 31 eran mujeres (50,8%) y 30 hombres (49,2%), con edades comprendidas entre los 14 y los 34 años (M = 22,38 años; DT = 4,62), a quienes se les aplicó la batería de cuestionarios seleccionados para el estudio. Los sujetos de la muestra realizaban los siguientes deportes: fútbol sala (femenino y masculino); voleibol (femenino y masculino); atletismo (femenino); natación y salvamento deportivo (masculino); tenis y padel (masculino y femenino) y judo (masculino). Todos los deportistas eran de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia (España), con licencia federativa y participando en competiciones regionales y/o nacionales. El tipo de muestreo fue intencional de carácter opinático (Hernández, 1998).

Diseño y procedimiento

La presente es una investigación de tipo descriptivo-correlacional, con un diseño de corte transversal, en el que todas las variables fueron evaluadas al mismo tiempo (Hernández, Fernández y Baptista, 2003). La toma de datos se realizó durante

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la celebración de los campeonatos de España y Universitarios celebrados en las localidades de Sevilla, Málaga y Murcia (España). Una vez obtenidos los permisos correspondientes ante las autoridades de la organización de los campeonatos y de las federaciones deportivas, se procedió a la aplicación de los cuestionarios (entregados en una misma hoja). Previo a la aplicación, se les ofreció a los deportistas una breve justificación de la actividad, indicándose que los resultados serían conocidos solo por el equipo investigador (un psicólogo y una licenciada en ciencias del deporte) y permitirían conocer aspectos relevantes en el diseño de programas de intervención para deportistas de competición. En todo momento la confidencialidad de la información fue garantizada. La aplicación se realizó en una sola sesión para cada grupo de cada uno de los deportes, en una sala al efecto dejada por la organización de los campeonatos.

Instrumentos

Se utilizaron 2 instrumentos para explorar las siguientes variables: catastrofismo ante el dolor y ansiedad competitiva. PCS. Pain Catastrophizing Scale (Sullivan et al., 1995). La PCS es una de las escalas más utilizadas para valorar el catastrofismo ante el dolor. En ella, los sujetos toman como referencia sus experiencias dolorosas pasadas e indican el grado en el cual experimentaban determinados pensamientos o sentimientos. Se ha utilizado la versión española para deportistas de Olmedilla, Ortega, Abenza y Esparza (en revisión). Este autoinforme, al igual que el original, está compuesto por 13 ítem, en una escala tipo líkert de 5 puntos que va de 0 (nunca) a 4 (siempre), que se distribuyen en 3 subescalas: rumiación – RU (la rumiación hace referencia a un estado o sensación de preocupación constante, y la incapacidad de inhibir pensamientos relacionados con el dolor; 4 ítems), desesperación – DE (la desesperación se manifiesta cuando se ha perdido la esperanza por lograr algo, o por que desaparezca o por desprenderse de algún aspecto físico y/o psicológico que es perjudicial para la salud; 6 ítems) y magnificación – MA (la magnificación hace referencia a la exageración de lo desagradable de las situaciones de dolor y las expectativas de consecuencias negativas, se acerca al concepto de exageración, y hace referencia al traspaso de los límites de lo normal; 3 ítems). El cuestionario permite obtener una puntuación global del catastrofismo, así como una puntuación para cada una de las escalas. Los coeficientes de consistencia interna de la versión original de Sullivan et al. (1995) son de un alfa de Cronbach de 0,87 para la escala global, y de 0,87 para la subescala RU, de 0,79 para la subescala DE, y de 0,60 para la subescala MA. Valores muy parecidos a los obtenidos en la versión de Olmedilla et al. (en revisión), donde se obtuvo un alfa de Cronbach de 0,82 para la escala global, de 0,73 para la subescala rumiación (RU), de 0,74 para la subescala desesperación (DE), y de 0,62 para la subescala magnificación (MA). SCAT. Sport Competition Anxiety Test (Martens,

1977). El SCAT es un instrumento de suma utilidad para evaluar el rasgo de ansiedad competitiva, característico de los deportistas, y diferente de un rasgo general de ansiedad. Concretamente evalúa la tendencia de los deportistas a percibir como amenazante, y reaccionar con ansiedad, la situación estresante de la competición deportiva. Consta de 15 ítems en una escala tipo likert, con tres posibilidades de respuesta (nunca, a veces, casi siempre). El coeficiente de consistencia interna de la escala es de un alfa de Cronbach de 0,79 (Suárez, 1999). Análisis estadístico

Para analizar los datos se decidió comparar los niveles de ansiedad competitiva con el catastrofismo. Se dividió los valores de ansiedad en cuatro grupos, atendiendo a la media + las desviaciones típicas, lo que permitió establecer grupos de deportistas de tamaños homogéneos, y poder comparar el catastrofismo entre los grupos de mayor nivel de ansiedad con los de menor nivel de ansiedad. Para el estudio de los datos se realizó un análisis descriptivo (medias y desviaciones típicas) mediante el programa estadístico SPSS 16.0. Se utilizó la prueba ANOVA de un Factor, para comparar las diferencias de medias del catastrofismo y sus respectivas dimensiones, entre los diferentes grupos de deportistas según su nivel de ansiedad (bajo, regular, bastante y mucho). Para analizar la relación entre variables se utilizó el coeficiente de correlación de Pearson. En todos los casos se utilizó un nivel de significación de p<.05.

RESULTADOS

Para el análisis de los datos se dividió la muestra en cuatro grupos, tomando como criterio los niveles de ansiedad competitiva: deportistas con baja ansiedad (puntuaciones entre 10 y 16), con ansiedad media (entre 17 y 18), con bastante ansiedad (entre 19 y 20) y con mucha ansiedad (más de 21). La Tabla 1 presenta los datos descriptivos para cada grupo de nivel de ansiedad en relación al catastrofismo global y en relación a cada uno de sus factores.

Como se puede observar se aprecia que los mayores niveles de catastrofismo se encuentran en aquellos deportistas con niveles de ansiedad considerada como “Bastante”. En cualquier caso, no se obtuvieron diferencias estadísticamente significativas en ninguna de las relaciones estudiadas; ni entre ansiedad competitiva y catastrofismo considerado globalmente (F3,57=.793, p=.503), ni en el factor de rumiación (F3,57=.679, p=.569), ni en el de magnificación (F3,57=1.329, p=.274), ni en el de desesperación (F3,57=.391, p=.760). De igual modo no se aprecian relaciones estadísticamente significativas en ninguna de las relaciones estudiadas; ni entre ansiedad competitiva y catastrofismo considerado globalmente (r=.071, p=.584), ni en el factor de rumiación (r=.017, p=.896), ni en el de magnificación (r=.143, p=.273), ni en el de desesperación (r=.020, p=.879).

Ortega, E. Olmedilla A., Boladeras, A., Abenza, L.et al.: Relaciones entre catastrofismo ante el dolor y ansiedad competitiva en deportistas

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VARIABLE Baja Ansiedad (n=18) Media Ansiedad (n=16) Bastante Ansiedad (n=14)

Mucha Ansiedad (n=13)

Media

Desviación típica

Media Desviación típica

Media Desviación típica

Media Desviación típica

RUMIACIÓN 9,00 2,77 8,31 3,18 9,86 1,88 9,08 3,80

MAGNIFICACIÓN 3,94 2,15 5,31 2,47 5,57 2,90 5,23 2,92

DESESPERACIÓN 9,50 2,33 9,25 3,61 10,57 4,31 9,62 3,93

CATASTROFISMO TOTAL

22,44 4,85 22,88 6,54 26,00 7,09 23,92 9,28

Tabla 1.- Valores descriptivos de Catastrofismo, según los niveles de ansiedad

En la Tabla 2, se pueden ver los valores de la ansiedad, de las diferentes subescalas del catastrofismo y de la escala global, en función del género. En concreto se aprecia que no existen diferencias estadísticamente significativas entre

hombres y mujeres, ni en ansiedad (t59=.102, p=.332), ni en la subescala de rumiación (t59=-.085, p=.933), ni en la de magnificación (t59=.436, p=.664), ni en la de desesperación (t59=.354, p=.725), ni en catastrofismo global (t59=.308, p=.759).

VARIABLE Masculino Femenino P Valor

Media Desviación típica Media Desviación típica

ANSIEDAD 18,30 2,60 18,23 3,04 .919

RUMIACIÓN 9,00 3,09 9,06 2,84 .933

MAGNIFICACIÓN 5,10 2,37 4,81 2,86 .664

DESESPERACIÓN 9,87 3,26 9,55 3,74 .725

CATASTROFISMO 23,97 6,38 23,42 7,43 .759 Tabal 2.- Valores objeto de estudio según el género de los deportistas

DISCUSIÓN

El objetivo del presente estudio ha sido conocer la relación entre el catastrofismo al dolor y la ansiedad competitiva en deportistas; por un lado, determinando las relaciones del catastrofismo considerado globalmente con la ansiedad, así como las relaciones entre ésta y cada uno de los factores del catastrofismo por separado (rumiación, magnificación y desesperación); por otro, analizando estas relaciones en función del género.

Los resultados obtenidos muestran que, considerando la puntuación total de la escala, los grupos de deportistas con nivel bajo y medio de ansiedad obtienen puntuaciones medias muy similares, y algo mayor el grupo de mucha ansiedad, aunque la mayor puntuación la obtienen los deportistas del grupo de bastante ansiedad. Sin embargo, ninguna de estas diferencias es estadísticamente significativa. Por otro lado, si se consideran las puntuaciones de los deportistas para cada uno de los factores, se puede observar que, al igual que sucede con la puntuación global de la escala, el grupo de deportistas de “bastante ansiedad” es el que mayor puntuación media obtiene, aunque estas diferencias tampoco son estadísticamente significativas. Tampoco se encuentran diferencias de género en estas relaciones, donde a diferencia de otros estudios (Sullivan et al., 2000), los niveles de catastrofismo en hombres y mujeres son muy similares.

Estos resultados no corroboran los

obtenidos por Sullivan et al. (1995), en los que en una muestra de estudiantes universitarios, sí encontró relaciones estadísticamente significativas entre el catastrofismo y otras variables psicológicas, como la depresión y la ansiedad rasgo. En este sentido, otros estudios también han encontrado relaciones entre catastrofismo y ansiedad en poblaciones clínicas (McCracken, Zayfert y Gross, 1992), y en pacientes con fibromialgia (García-Campayo et al., 2008), aunque en este caso la correlación entre el catastrofismo con la ansiedad era relativamente baja.

Los estudios realizados con deportistas, al igual que en otro tipo de muestras, también han encontrado relaciones entre la ansiedad y el catastrofismo (Tripp et al., 2003), aunque en todos los casos los deportistas estaban lesionados. Existe pues, un denominador común en aquellos trabajos que sí han encontrado esta relación, y es que los sujetos estudiados se encontraban enfermos o lesionados, en cualquier caso en una situación personal que podría desencadenar determinados procesos psicológicos, como por ejemplo un aumento de la ansiedad y una mayor preocupación y afectación por las sensaciones de dolor asociadas a su circunstancia. Quizá este aspecto, pueda ser corroborado por la evidencia empírica de la estabilidad del catastrofismo en pacientes con dolor crónico (Keefe, Brown, Wallston y Caldwell, 1989; Sullivan et al., 1995), pero no así en sujetos no enfermos o no lesionados, en el caso de los deportistas. Sin embargo, y eso resulta muy importante desde la perspectiva de la intervención,

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algunos investigadores han demostrado que se puede reducir, o incluso eliminar, el catastrofismo mediante programas de entrenamiento psicológico como la visualización (Rodero et al., 2008), o el aprendizaje de estrategias de afrontamiento (Spanos, Brown, Jones y Horner, 1981; Spanos, Radtke-Bodorik, Ferguson y Jones, 1979; Vallis, 1984).

El estudio del catastrofismo es muy reciente en nuestro país (García-Campayo et al., 2008; Rodero et al., 2008) y solamente se ha llevado a cabo con enfermos de fibromialgia. Así, no había sido utilizado en muestras de deportistas, población en la que el dolor, al cursar junto a la lesión deportiva, es un elemento cotidiano susceptible de ser analizado desde la perspectiva del catastrofismo. Por ello, se deben de tomar los resultados del presente trabajo con cautela, y abogar por la realización de estudios con muestras de deportistas lesionados y no lesionados, en los que se podrán observar cuáles son las relaciones entre la ansiedad y el catastrofismo, incluso entre éste y otros procesos psicológicos básicos, como podrían ser la depresión o la percepción de dolor, en la línea de los trabajos de Sullivan (Sullivan, Stanish, Waite y Tripp, 1998; Sullivan et al., 1995; Sullivan et al., 2000; Tripp et al., 2003). En cualquier caso, aspectos que deberán guiar la investigación para procurar criterios que permitan implementar programas de intervención psicológica, que ayuden al deportista a recuperarse de una lesión, o a realizar tareas de prevención de lesiones.

Es necesario considerar que la evaluación del catastrofismo, así como de sus tres factores (rumiación, desesperación y magnificación), podría resultar muy importante en los procesos de rehabilitación de los deportistas lesionados, ya que éstos se encuentran, en general, en situaciones de elevado estrés, y existe evidencia empírica (Jensen, Turner, Romano y Karoly, 1991; Lazarus y Folkman, 1984) de que la magnificación y la rumiación pueden estar relacionados a procesos de valoración en los que los individuos pueden focalizar y exagerar el valor amenazante de un estímulo doloroso; y la desesperación puede estar relacionada con procesos de valoración en los cuales los individuos evalúan negativamente su capacidad de hacer frente a estímulos dolorosos de manera efectiva. Los deportistas con niveles altos de catastrofismo podrían, tal y como sucede en otro tipo de sujetos, no utilizar de manera adecuada su capacidad atencional, bien por no saber utilizar estrategias de distracción (Heyneman, Fremouw, Gano, Kirkland y Heiden, 1990), bien por no atender suficientemente a sus estrategias de afrontamiento (Spanos et al., 1979). Es posible, tal y como indican Sullivan et al. (1995) que los pensamientos intrusivos relacionados con el dolor, o una focalización excesiva en las sensaciones del dolor, puedan interferir con los intentos de los sujetos para utilizar estrategias de reducción de su dolor. Todo ello parece otorgar una gran importancia a los programas de entrenamiento psicológico, en la línea del trabajo de Rodero et al. (2008).

Así, la evaluación del catastrofismo puede ser muy útil para entender los procesos psicológicos asociados al aumento de la angustia, tanto física y emocional, como respuesta a estímulos aversivos. Concretamente, y desde una perspectiva aplicada, puede ser útil para identificar a aquellos deportistas

susceptibles de manifestar respuestas desproporcionadas de ansiedad a determinados procedimientos médicos, sobre todo los relacionados con intervención quirúrgica, y fisioterapéuticos, como los relacionados con las conductas de adherencia en tareas que impliquen niveles altos de sufrimiento. Además, esta valoración del estado psicológico de los deportistas cuando afrontan el dolor como consecuencia de una lesión, puede proporcionar información relevante para los profesionales sanitarios encargados de supervisar y optimizar la rehabilitación de aquellos, así como facilitar la aplicación de programas de entrenamiento psicológico efectivos, que ayuden en la recuperación y la adaptación a los tratamientos médicos y fisioterapéuticos. Limitaciones del estudio y sugerencias de futuro

La evaluación del catastrofismo mediante instrumentos de autoinforme, en la línea de lo indicado por Sullivan et al. (1995), requiere que los participantes recuerden pasadas experiencias dolorosas para responder a los ítems, y parte de la suposición que las reacciones cognitivas-afectivas al dolor son consistentes con diferentes situaciones del dolor. Por lo que sería interesante evaluar el catastrofismo en muestras de deportistas (los mismos deportistas) en dos situaciones diferentes, cuando se encuentran entrenando y compitiendo, y cuando se encuentran lesionados, lo que ayudaría a conocer como se comporta el instrumento de evaluación. Por otro lado, y aunque en este estudio no se han encontrado diferencias de género, quizá por ser una muestra algo reducida y por la heterogeneidad de la misma, y dado que parece ser que las mujeres tienden más a utilizar el pensamiento catastrofista que los hombres (Jensen, Nygren, Gamerale, Goldie y Westerholm, 1994), al menos la rumiación y la desesperación (Conway, DiFazio y Bonneville, 1991; Endler y Parker, 1994; Nolen-Hoeksema, 1987), sería aconsejable estudiar a mujeres y hombres de un mismo deporte y con similares niveles de competición.

Los deportistas formaban un grupo heterogéneo en cuanto a modalidades deportivas. Se han estudiado, tanto a deportistas de deportes individuales como colectivos. Sería muy recomendable realizar estudios de lo comentado anteriormente, con grupos más homogéneos de deportistas, tanto en tipo y/o especialidad deportiva, como en el nivel de competición. REFERENCIAS Ahem, D.K. y Lohr, B.A. (1997). Psychosocial factors in sports injury rehabilitation. Clinics in Sports Medicine, 1, 755-767. Burns, J., Glenn, B., Bruehl, S., Harden, R. y Lofland, K. (2003). Cognitive factors influence outcome following multidisciplinary chronic pain treatment: A replication and extension of a cross-lagged panel analysis. Behavior Research and Therapy, 41, 1163-1182. Burns, K., Kubilus, A., Bruehl, S., Harden, R. y Lofland, K. (2003). Do changes in cognitive factors influence outcome following multidisciplinary

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Relaciones entre estrés laboral, burnout y síntomas psicopatológicos en los servicios de urgencia extrahospitalaria del área 9 de Madrid.

Mónica Bernaldo de Quirós1,2 y Francisco J. Labrador3

1 Doctora en Psicología y profesora asociada del Dpto. Personalidad, Evaluación y Psicología Clínica

3 Catedrático en Modificación de Conducta, Director del Programa de Doctorado de Psicología Clínica Experimental y Director del Máster en Psicología Clínica

Facultad de Psicología. Universidad Complutense. Madrid (España)

RESUMEN El presente trabajo analiza las relaciones entre estrés laboral, burnout, síntomas psicopatológicos y variables sociolaborales en 76 (el 85,25%) trabajadores de los servicios de urgencias extrahospitalarias del Area 9 de Madrid (médicos, personal de enfermería y celadores). Los instrumentos de evaluación aplicados son: el Inventario de Estresores Laborales para Enfermería, el Inventario de Burnout de Maslach (MBI) y el Cuestionario de 90 síntomas Revisado (SCL-90-R). Se observaron altas correlaciones significativas entre estrés laboral, burnout y síntomas psicopatológicos. Las variables sociolaborales muestran correlaciones significativas, pero sus valores son menores. Los médicos son los profesionales que presentan mayor número de correlaciones y más elevadas. Las diferencias observadas en los distintos grupos profesionales sugieren que sería necesaria una intervención distinta y específica para cada estamento profesional.

Palabras clave: Estrés laboral. Burnout. Psicopatología. Personal sanitario. Urgencias. INTRODUCCIÓN

Los trabajadores de la salud constituyen uno de los colectivos profesionales que experimentan mayores niveles de estrés laboral y sus consecuencias negativas. Según la Agencia Europea para la Salud, un 28% de los trabajadores de la sanidad padecen estrés laboral (Morris, Leikin, Eckeniode y Boston, 1990; Spillane, Lumb, Cobaugh, Wilcox, Clark y Schneider, 1997).

El estrés hace referencia a un proceso interactivo determinado, fundamentalmente, por la discrepancia entre las demandas del medio y los recursos de la persona para hacerles frente. Se considera que una persona está sometida a estrés cuando ha de hacer frente a demandas ambientales que considera que sobrepasan sus recursos, de manera que percibe que no puede darles una respuesta efectiva. En ese sentido y de acuerdo con autores como Lazarus y Folkman (1986), el estrés laboral se produce cuando las demandas laborales superan o exceden los recursos de adaptación de la persona a esa situación.

1 Facultad de Psicología. Universidad Complutense.Campus de Somosagüas.28223-Madrid. Fax: 913943189. Tfno.: 913943126. e-mail: [email protected]

Entre los efectos negativos debidos al

estrés, uno de los más contemplados en la actualidad es el síndrome de burnout o de “estar quemado” con el trabajo. El concepto de burnout fue introducido por Freudenberger (1974) y posteriormente popularizado por Maslach (1976, 1981), refiriéndose al desgaste que sufren los trabajadores de los Servicios Humanos. Maslach y Jackson (1982) lo definen como una respuesta inadecuada a un estrés emocional crónico cuyos rasgos principales son un agotamiento físico o psicológico y emocional, una actitud fría y despersonalizada en relación con los demás y un sentimiento de inadecuación a las tareas que se ha de realizar.

Diversos estudios han encontrado relaciones significativas entre estrés laboral y burnout (Bartz y Maloney, 1986; Cáceres, Otero-López, Pardiñas, Castro y Santiago, 2000; Cronin-Stubbs y Rooks, 1985; Olkinoura, Asp, Juntunen, Kauttu, Strid, y Aarimaa, 1990). En concreto Ramírez, Graham, Richards, Cull y Gregory (1996) encuentran que está relacionado positivamente con alto cansancio emocional y altos niveles de despersonalización.

El estrés laboral y el burnout pueden dar lugar a medio y largo plazo a un amplio abanico de consecuencias negativas (González, Moreno,

Bernaldo, M. y Labrador F. J.: Relaciones entre estrés laboral, burnout y síntomas psicopatológicos en los servicios de urgencia extrahospitalaria del área 9 de

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Peñacoba, Alcocer, Del Barco y Ardoy, 2003; Gil-Monte, 2005), afectando a la salud física y mental. Si las respuestas de estrés son excesivamente intensas, frecuentes o duraderas pueden producirse diversos trastornos psicofisiológicos (Crespo y Labrador, 2003).

Cuando se ha investigado la relación entre el estrés laboral y el estado de salud, se ha señalado que el estrés laboral se relaciona positivamente con diversos síntomas psicológicos, en concreto aumenta la sintomatología depresiva y ansiosa (Angelini, Cascio y Papa, 2000; Tselebis, Moulou e Ilias, 2001). Así mismo, se ha observado que el estrés laboral se relaciona con el número de síntomas cognitivos, físicos y emocionales percibidos (Cáceres, Otero-López, Pardiñas, Castro, y Santiago, 2000), con el estado de salud percibido (Ribera Cartagena, Reig, Romá, Sans y Caruana, 1993), y con el desarrollo de un número mayor de enfermedades (Bosma, Peter, Siegrist y Marmot, 1998).

También se ha encontrado relación entre el burnout y el estado de salud, señalándose que este problema esta asociado a un mayor número de quejas físicas (Torrado, Fernández-Ríos y Martínez, 1996), a síntomas psicopatológicos como ansiedad y depresión (Aluja, 1997) y a un menor nivel de bienestar que se manifiesta a través de ansiedad, depresión, disfunción social y problemas somáticos de origen psicológico (García, Sáez y Llor, 2000). La dimensión cansancio emocional se ha relacionado significativamente con depresión (Leiter y Durup, 1994; Fernández, 2000); así mismo Olmedo, Santed, Jiménez y Gómez (2001) señalan que ésta es la dimensión que mantiene relaciones con más problemas mentales.

En los últimos años, la mayor parte de los estudios sobre el estrés laboral y/o burnout en profesionales sanitarios se han realizado en los servicios de atención primaria u hospital (Albadalejo, Villanueva, Ortega, Astasio, Calle, y Domínguez, 2004; Atance, 1997; Caballero, Bermejo, Nieto y Caballero, 2001; Molina, Avalos y Jiménez, 2005; Olmedo, Santed, Jiménez, y Gómez, 2001; Prieto, Robles, Salazar y Daniel, 2002; Soto y Santamaría, 2005) y se han centrado fundamentalmente en evaluar la prevalencia del burnout y sus factores asociados, en especial sociodemográficos y sociolaborales. Tan sólo dos de estos estudios introducen variables psicopatológicas (Olmedo et al , 2001, Soto y Santamaría, 2005). Pocos han sido los trabajos que han evaluado los servicios de urgencias, y éstos se han dirigido sobre todo a las urgencias hospitalarias (Albadalejo et al., 2004; Casado, Muñoz, Ortega, Castellanos, Rodríguez, y García., 2005; Escribá y Pérez, 2007; Garnés, 2001, 2005).

Albadalejo et al. (2004) en un estudio entre los trabajadores del área de enfermería de un hospital encontraron mayor incidencia de burnout en el área de oncología y urgencias. De igual forma, Casado et al. (2005) detectaron niveles más altos de burnout en

urgencias que en cuidados intensivos y paliativos. Garnés (2001, 2005) observó niveles moderados de estrés en una muestra de médicos residentes en los servicios de urgencia. Escribá y Pérez (2007) en un estudio con una muestra de 639 médicos y enfermeras pertenecientes a la Sociedad Española de Medicina de Emergencia (incluyendo urgencias hospitalarias y extrahospitalarias) observaron menor vitalidad, peor salud mental y mayor cansancio emocional en médicos que en enfermeras.

Los servicios de urgencia extrahospitalaria son los centros que cubren el horario de cierre de los centros de salud, esto hace que los profesionales tengan un horario básicamente nocturno, de fines de semana y festivos. Además, los trabajadores están sometidos a una serie de estresores que incrementan la probabilidad de aparición de estrés laboral y burnout: turnos rotatorios, nocturnidad, sentimientos de infravaloración de su trabajo por los demás, presión asistencial, escasa posibilidad de predecir o graduar las demandas asistenciales, dificultades de relación con el paciente y familiares, necesidad de tomar decisiones importantes en poco tiempo, situaciones de urgencia y emergencia, etc. Esta situación de elevadas demandas, sin duda, facilita una más frecuente aparición del síndrome de burnout.

El objetivo de este trabajo es analizar las relaciones entre estrés laboral, burnout y síntomas psicopatológicos en los profesionales que trabajan en estos servicios, considerando tanto el total de la muestra como los distintos grupos profesionales (médicos, personal de enfermería y celadores).

De acuerdo con los resultados obtenidos hasta la fecha se espera una correlación significativa entre estrés laboral y burnout, así como entre estas dos variables y síntomas psicopatológicos.

MÉTODO Participantes

La muestra estuvo constituida por los trabajadores de los servicios de urgencias extrahospitalarias (médicos, personal de enfermería y celadores) del Área 9 de Madrid. Participaron en el estudio un total de 76 trabajadores, el 85,25% del total. Un 10,81% no lo hizo por encontrarse de baja laboral y un 3,94% rehusó participar en el estudio.

La muestra estuvo compuesta por 35 médicos, 27 enfermeras y 14 celadores. La edad de los participantes era de 39,37 años, con una desviación típica de 11,3 años. La mayor parte eran interinos (51,3%) y suplentes (42,1%), sólo 6,4% eran titulares. El tiempo que llevaban trabajando en esta situación laboral mostraba una gran variabilidad, con una media de 7,07 años y una desviación típica de 7,08. La tabla 1 recoge un resumen de las principales características sociodemográficas de la muestra.

Médicos Enfermería Celadores Total N % N % N % N %

Sexo: Varón Mujer

21 60 14 40

7 25,9 20 74,1

5 35,7 9 64,2

33 43,4 43 56,6

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Médicos Enfermería Celadores Total

Estado civil: Soltero Casado

Separado Viudo

10 28,6 21 70,4 4 21,4 - -

19 70,4 5 18,5 3 11,1 - -

3 21,4 8 57,1 2 14,3 1 7,1

32 42,1 34 44,7 9 11,8 1 1,3

Situación laboral: Titular Interino Suplente

- -

20 57,1 15 42,9

3 11,1 12 44,4 12 44,4

2 14,3

7 50 5 35,7

5 6,6 39 51,3 32 42,1

Media DT Media DT Media DT Media DT Edad: 43,23 9,61 33,48 11,47 39,69 8,25 39,37 11,3

Años en el actual puesto laboral:

14,68 8,46 9,56 10,09 9,38 7,15 11,88 9,15

Años en la actual situación laboral:

8,44 6,51 5,7 7,42 6,31 8,18 7,07 7,08

Tabla 1: Características sociodemográficas de la muestra

Instrumentos

Los instrumentos aplicados para evaluar las variables analizadas fueron: el Inventario de Estresores Laborales para Enfermería, el Inventario de Burnout de Maslach (MBI) y el Cuestionario de 90 síntomas Revisado (SCL-90-R).

El Inventario de Estresores Laborales para Enfermería (Reig y Caruana, 1987a, 1987b, 1989) consta de 68 items referidos a situaciones potencialmente estresantes en el marco laboral de los profesionales sanitarios, en una escala tipo Likert con cinco alternativas de respuesta (de Nada -1-, a Mucha tensión -5-), que valoran en qué medida cada situación representa una fuente de estrés, tensión o irritabilidad en su trabajo actual. Este cuestionario tiene una consistencia interna que oscila entre 0.75 y 0.91 según la fórmula utilizada (Alpha de Cronbach, r de Winer o Theta de Cármines), y 0.78 de fiabilidad test-retest del total de la escala de 68 items. Con él se obtuvo la puntuación del estrés total de los distintos profesionales.

El Inventario de Burnout de Maslach (MBI) (Maslach y Jackson, 1981) es un cuestionario que mide la frecuencia e intensidad del burnout. Consta de 22 items con siete alternativas de respuesta, puntuando la frecuencia con que el sujeto experimenta los sentimientos enunciados en cada item. En él se diferencian tres subescalas que miden los tres factores o dimensiones que conforman el síndrome: cansancio emocional, despersonalización y realización personal. Se aplicó la versión de Maslach y Jackson (1997), el cuestionario cumple criterios de validez convergente y divergente, mostrando una consistencia interna y una fiabilidad con alfa de Cronbach entre 0.79 y 0.90 para las tres escalas. Gil-Monte y Peiró (1999) consideran que la adaptación al castellano del MBI reúne los suficientes requisitos de validez factorial y consitencia interna como para ser empleado en nuestro contexto sociocultural. Con él se evaluó la frecuencia e intensidad de burnout que presentan los distintos profesionales en las tres dimensiones que conforman el síndrome.

El Cuestionario de 90 Síntomas Revisado (SCL-90-R) (Derogatis, 1983) es un inventario de síntomas físicos y psicológicos. Consta de 90 items, y se pide al sujeto que estime hasta qué punto se le puede aplicar cada uno de ellos en una escala de cinco puntos (0-4). Los 90 items se puntúan e interpretan en nueve subescalas primarias. De éstas

se consideraron las más relevantes para la investigación: somatización, sensibilidad interpersonal, depresión, ansiedad, hostilidad y un índice de severidad global. Se aplicó la versión de Derogatis (2002), el cuestionario presenta una consistencia interna entre 0.79 y 0.90 y una fiabilidad test-retest entre 0.78 y 0.90. Con este inventario se evaluaron los síntomas psicopatológicos.

Además se elaboró una hoja de datos personales para registrar aspectos referidos a: a) variables demográficas: sexo, edad, estado civil y nivel educativo; y b) variables de la historia laboral: puesto laboral (médico, enfermera o celador), situación laboral (titular, interino o suplente), tiempo de desempeño de su profesión y tiempo que el profesional lleva en su actual situación laboral. Procedimiento

En la parte final de las reuniones de equipo habituales que se realizan en cada servicio se aplicaron los cuestionarios de forma colectiva. Antes de proporcionar los cuestionarios, el evaluador explicó a los trabajadores que se solicitaba su colaboración para participar en una investigación que tenía como objetivo el estudio del estrés laboral entre los profesionales sanitarios. Se les indicó que su participación era voluntaria y que se garantizaría la confidencialidad de las respuestas, agradeciendo de antemano su colaboración. A continuación se repartieron los cuestionarios y cada profesional los contestó de forma individual. La evaluación llevó un tiempo aproximado de cuarenta y cinco minutos. RESULTADOS

Se realizaron análisis de correlaciones, con cada uno de los grupos profesionales y con la muestra total, para analizar la relación existente entre estrés laboral, burnout, síntomas psicopatológicos, y algunas variables sociolaborales (edad, tiempo de ejercicio profesional y tiempo que lleva en su actual situación laboral).

En la tabla 2 pueden observarse los resultados del análisis de correlación entre estrés laboral y variables sociolaborales, burnout y síntomas psicopatológicos. Tomando como referencia la clasificación que realizan Ribera, Cartagena, Reig, Romá, Sans, y Caruana (1993), las puntuaciones en

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estrés laboral se encuentran dentro de la media para el total de la muestra y para cada una de las categorías

profesionales.

MEDICOS

M= 224,17 ENFERMERÍA

M= 214,56 CELADORES

M= 189,86 TOTAL

M= 214,43 Edad

0,2 0,354 0,226 0,244*

TPL 0,322 0,352 -,006 0,298**

TSL 0,317 0,409* -,14 0,24*

CE 0,641** 0,269 0,592* 0,517**

DP 0,634** 0,07 0,195 0,406**

RP -0,427* -,24 -,127 -,259*

Som 0,523** 0,271 0,559* 0,42**

SI 0,459** 0,194 0,291 0,328**

Dep 0,55** 0,337 0,293 0,417**

Ans 0,515** 0,197 0,322 0,38**

Hos 0,455** 0,295 0,255 0,375**

GSI 0,531** 0,277 0,388 0,409**

TPL = Tiempo en puesto de laboral, (tiempo ejerciendo su profesión); TSL= Tiempo en la actual situación laboral CE = Cansancio emocional; DP= Despersonalización; RP= Realización Personal; Som= Somatización: SI= Sensibilidad interpersonal ; Dep= Depresión; Ans= Ansiedad; Hos= Hostilidad; GSI= Índice de severidad global M= Puntuación media en estrés laboral. **. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral) *. La correlación es significativa al nivel 0,05 (bilateral)

Tabla 2: Análisis de la relación del estrés laboral con las distintas dimensiones del burnout, síntomas psicopatológicos y algunas variables sociolaborales.

En el total de la muestra es donde aparece un mayor número de correlaciones y de mayor intensidad. En relación con el burnout se observan altas correlaciones significativas del estrés laboral con cansancio emocional y despersonalización, y una menor correlación con realización personal. Con respecto a los síntomas psicopatológicos, las correlaciones del estrés laboral son altas con todas las escalas. Para las variables sociolaborales, se advierte una correlación significativa importante del estrés laboral con el tiempo de ejercicio profesional, y una correlación menor con la edad y el tiempo que lleva en su actual situación laboral. Los médicos son los profesionales que presentan un mayor número e intensidad de las correlaciones entre estrés laboral, burnout y síntomas psicopatológicos, sin embargo no aparecen correlaciones significativas con las variables sociolaborales. Para el resto de los profesionales sanitarios las correlaciones significativas son escasas: en los profesionales de enfermería sólo con el tiempo que llevan en su actual situación laboral, y en los celadores con cansancio emocional y somatización.

La tabla 3 muestra los resultados del análisis correlacional realizado entre cansancio emocional, síntomas psicopatológicos y variables

sociolaborales. Tomando como referencia la clasificación en médicos españoles, los médicos presentan una puntuación media en cansancio emocional, mientras que el personal de enfermería y los celadores presentan una puntuación baja. Sin embargo, si se toma como referencia la clasificación en médicos americanos, los médicos presentan una puntuación alta en cansancio emocional.

Como se muestra en la tabla 3, en el total de la muestra hay altas correlaciones significativas entre cansancio emocional y todas las escalas que miden los síntomas psicopatológicos. Con respecto a las variables sociolaborales se observan correlaciones significativas importantes con el tiempo que llevan ejerciendo su profesión y una correlación menor con la edad.

Si analizamos los grupos profesionales, en los médicos y el personal de enfermería se observan correlaciones significativas entre cansancio emocional y las escalas de síntomas psicopatológicos. Mientras que en los celadores se observa sólo una correlación significativa con somatización.

La tabla 4 muestra los resultados del análisis de correlación realizado entre,

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MEDICOS

M= 27,18

ENFERMERÍA

M= 19,07

CELADORES

M= 18,79

TOTAL

M= 22,69

Edad 0,177 0,247 0,134 0,265*

TPL 0,318 0,166 0,396 0,323**

TSL 0,298 0,211 0,007 0,219

Som 0,612** 0,657** 0,575* 0,571**

SI 0,61 ** 0,435* 0,437 0,497**

Dep 0,622** 0,518** 0,381 0,541**

Ans 0,659** 0,533** 0,331 0,586**

Hos 0,597** 0,53 ** 0,441 0,575**

GSI 0,651** 0,593** 0,486 0,59 **

TPL = Tiempo en puesto de laboral, (tiempo ejerciendo su profesión); TSL= Tiempo en la actual situación laboral Som= Somatización: SI= Sensibilidad interpersonal ; Dep= Depresión; Ans= Ansiedad; Hos= Hostilidad; GSI= Índice de severidad global M= puntuación media en cansancio emocional **. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral) *. La correlación es significativa al nivel 0,05 (bilateral) Tabla 3: Análisis de la relación de la dimensión cansancio emocional con los síntomas psicopatológicos y algunas variables sociolaborales.

despersonalización síntomas psicopatológicos y variables sociolaborales. Los médicos presentan una puntuación alta en despersonalización, mientras que

el personal de enfermería y los celadores presentan una puntuación media.

MEDICOS

M= 13,38

ENFERMERÍA

M= 10,07

CELADORES

M= 9,43

TOTAL

M= 11,45

Edad 0,073 0,352 -,074 0,22

TPL 0,249 0,267 0,252 0,292*

TSL 0,315 0,419* 0,131 0,298**

Som 0,673** 0,216 -,023 0,417**

SI 0,716** 0,162 -,18 0,397**

Dep 0,627** 0,114 -,23 0,359**

Ans 0,7 ** 0,198 -,276 0,459**

Hos 0,627** 0,136 -,048 0,459**

GSI 0,694** 0,222 -,183 0,441**

TPL = Tiempo en puesto de laboral, (tiempo ejerciendo su profesión); TSL= Tiempo en la actual situación laboral Som= Somatización: SI= Sensibilidad interpersonal ; Dep= Depresión; Ans= Ansiedad; Hos= Hostilidad; GSI= Índice de severidad global. M= Puntuación media en despersonalización. **. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral) *. La correlación es significativa al nivel 0,05 (bilateral) Tabla 4: Análisis de relación de la dimensión despersonalización con los síntomas psicopatológicos y algunas variables sociolaborales.

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En el total de la muestra se observan correlaciones significativas entre despersonalización y todas las escalas de síntomas psicopatológicos, el tiempo que llevan en su actual situación laboral, y una correlación menor con el tiempo que llevan ejerciendo su profesión.

Mientras que en los médicos se observan altas correlaciones significativas en relación con todas las escalas de síntomas, en el personal de enfermería sólo aparece una correlación significativa

con el tiempo que lleva en su actual situación laboral, y no se observa ninguna en el caso de los celadores.

La tabla 5 muestra los resultados del análisis de correlación realizado entre realización personal, síntomas psicopatológicos y variables sociolaborales. Todos los participantes (independientemente del grupo profesional) presentan unas puntuaciones en la dimensión realización personal dentro del promedio y homogéneas entre sí.

MEDICOS

M= 31,88

ENFERMERÍA

M= 32,96

CELADORES

M= 32,5

TOTAL

M= 32,39

Edad -,063 -,22 -,159 -,21

TPL -,201 -,275 0,092 -,222

TSL -,25 -,254 0,065 -,258*

Som ,311 -,262 0,251 -,158

SI -,263 -,211 -,012 -,152

Dep -,196 -,316 0,181 -,139

Ans -,292 -,196 0,253 -,146

Hos -,153 -,252 -,005 -,099

GSI -,238 -,339 0,177 -,154

TPL = Tiempo en puesto de laboral, (tiempo ejerciendo su profesión); TSL= Tiempo en la actual situación laboral . Som= Somatización: SI= Sensibilidad interpersonal ; Dep= Depresión; Ans= Ansiedad; Hos= Hostilidad; GSI= Índice de severidad global . M= Puntuación media en realización personal **. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral) *. La correlación es significativa al nivel 0,05 (bilateral) Tabla 5: Análisis de la relación de la dimensión realización personal con los síntomas psicopatológicos y algunas variables sociolaborales.

En el total de la muestra sólo se observa

una correlación negativa significativa con el tiempo que llevan en su actual situación laboral, y no se observan correlaciones significativas en el análisis por estamentos profesionales. DISCUSIÓN El total de la muestra de los trabajadores de urgencias del Área 9, el 85,25% de la población total, presentó puntuaciones medias en estrés laboral y burnout al compararlos con los datos españoles de Ribera et al. (1993). Hay altas correlaciones significativas entre estrés laboral y burnout, los profesionales que presentaban un mayor nivel de estrés mostraban a su vez un nivel más alto de burnout (mayor cansancio emocional y despersonalización, y menor realización personal). Estos resultados están en consonancia con los obtenidos por la mayor parte de los estudios (Bartz y Maloney, 1986; Cáceres et al., 2000; Cronin-Stubbs y Rooks, 1985; Olkinoura et al., 1990; Ramírez et al., 1996). Aunque son datos correlacionales todo parece indicar que el estrés laboral favorece el desarrollo del burnout.

El estrés laboral, y dos de los factores

implicados en el burnout (cansancio emocional y despersonalización) mostraron altas correlaciones significativas con las escalas que medían síntomas psicopatológicos. Los profesionales que presentaban un mayor nivel de estrés, cansancio emocional y despersonalización mostraban puntuaciones más altas en todas las escalas. Los resultados obtenidos están en consonancia con los de García et al. (2000), el burnout se relaciona con síntomas de ansiedad, depresión, disfunción social y problemas somáticos de origen psicológico, en especial cuando el nivel de burnout es mayor como es el caso de los médicos.

La dimensión de cansancio emocional es la que mantiene relaciones con más síntomas psicopatológicos, replicando también los resultados de Olmedo et al. (2001). Al igual que en su estudio se observan relaciones significativas de las dimensiones cansancio emocional y despersonalización con distintos síntomas psicopatológicos mientras que la realización personal no se encuentra asociada a ningún problema mental. Es destacable que no aparezca ninguna relación con realización personal, algo que con frecuencia es apreciado como fundamental para considerar atractivo un trabajo. Parece que es más importante la presencia de aspectos negativos que la ausencia de aspectos positivos. En este sentido, Moya-Albiol, Serrano,

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González-Bono, Rodríguez-Alarcón y Salvador (2005) señalaron una correlación positiva entre burnout y estado de ánimo negativo.

En el caso de las variables sociolaborales, si bien los valores de asociación son más bajos que en el caso de las otras variables, el tiempo de ejercicio de la profesión y el tiempo que lleva en su actual situación laboral arrojaron los resultados más significativos.

Al contrario de lo que cabría esperar (a más años más habilidades desarrolladas), parece que los trabajadores que llevan más tiempo de ejercicio profesional son los que presentan mayor estrés y burnout. Con respecto al estrés laboral, nuestros resultados difieren de los de Garnes (2001, 2005) que observó más estrés en los médicos más jóvenes y con menos años de ejercicio. En relación al burnout, nuestros resultados coinciden con otros estudios que encuentran un mayor cansancio emocional en los profesionales mayores de 40 años y con mayor antigüedad laboral (Atance, 1997; Prieto et al. 2002); sin embargo, Olmedo et al. (2001) observaron menor cansancio emocional en los profesionales con mayor experiencia laboral. Como señalan Prieto et al. (2002) los resultados obtenidos hasta la fecha no permiten dejar clara la relación entre edad o antigüedad laboral y burnout, con el transcurso de los años el profesional puede adquirir mayor seguridad y experiencia en su trabajo, pero también puede encontrarse más quemado cuanto más tiempo lleva en contacto con los enfermos.

Por otra parte los profesionales que llevan más tiempo en la misma situación laboral (generalmente interinos) son los que muestran mayor nivel de estrés, mayor despersonalización y menor realización personal, estos resultados coinciden con los de otros estudios que encuentran niveles menores de burnout en aquellos profesionales que están realizando suplencias o trabajan como residentes (Albadalejo et al., 2004; García et al., 2000; Olmedo et al., 2001). Como explican García et al. (2000) los profesionales que trabajan con un contrato indefinido se encuentran en una fase bien de estancamiento, con pérdida de la ilusión y entusiasmo iniciales, o bien de frustración, con un sentimiento de vacío que puede manifestarse en distanciamiento emocional, lo cual se relacionaría con los mayores niveles de despersonalización y menores de realización personal.

Los médicos son los profesionales que presentaron un mayor número e intensidad de las correlaciones entre estrés laboral, burnout, y síntomas psicopatológicos. En un análisis previo de los resultados mostraron una puntuación alta en cansancio emocional y despersonalización, mostrando diferencias significativas con respecto al personal de enfermería y celadores (Bernaldo de Quirós y Labrador, 2007). Estos resultados son acordes con los encontrados por Garnes (2001, 2005) y Escribá y Pérez (2007). El médico de urgencias es el profesional sobre el que gravita la mayor dosis de responsabilidad. El sistema asistencial hace que sobre ellos recaiga un mayor nivel de estrés laboral, haciendo más probable la aparición de burnout, poniéndose de manifiesto tanto en el cansancio emocional como en la despersonalización, y en las altas correlaciones que ambas variables presentan con

los síntomas psicopatológicos estudiados. En el caso de las urgencias hospitalarias depende de él en gran parte el alta, el ingreso o la derivación a otros servicios, en el caso de las urgencias extrahospitalarias la toma de decisiones en momentos críticos o su derivación a otros servicios. Es de destacar que la despersonalización sólo correlaciona con síntomas psicopatológicos en los médicos, no en los demás profesionales, como si sólo en los médicos fuera relevante el considerar que su actuación es o no personalizada. En el caso de las variables sociolaborales no aparecen correlaciones significativas, señalando que tienen menor relación con el estrés, burnout y sintomatología.

En el personal de enfermería no se observan correlaciones significativas entre estrés laboral y burnout, es posible que sea debido a que en nuestra muestra los niveles de estrés laboral y burnout no eran elevados. De hecho en análisis previos se ha señalado que el número de estresores de alta intensidad es bastante inferior al de los médicos (Bernaldo de Quirós y Labrador, 2008; 2009).

El cansancio emocional es la única dimensión del burnout que correlaciona con las escalas de síntomas psicopatológicos. El personal de enfermería que presenta más cansancio emocional es también el que muestra más número e intensidad de sintomatología. Estos resultados están en la línea de los obtenidos por Olmedo et al. (2001). El menor nivel de estrés laboral y burnout probablemente hace que no hayan desarrollado síntomas de despersonalización.

En cuanto a las variables sociolaborales, la más significativa es el tiempo que llevan en su actual situación laboral, aquéllos que llevan más tiempo en su actual situación laboral (generalmente como interino) muestran una mayor despersonalización. Es probable que esta situación de interinidad esté afectando negativamente a su satisfacción laboral.

En el caso de los celadores los mayores niveles de estrés correlacionan con mayor cansancio emocional. A su vez, el cansancio emocional correlaciona sólo con la escala de somatización. Es posible que esta somatización pueda verse reflejada en un mayor número de bajas laborales. Al igual que en el personal de enfermería, el menor nivel de estrés laboral probablemente implique que no se hayan desarrollado síntomas de despersonalización.

En líneas generales puede decirse que el estrés laboral, burnout y los síntomas psicopatologicos mostraron correlaciones positivas. La intensidad de esta correlación fue mayor en los médicos, los profesionales que tienen una mayor carga de responsabilidad en estos servicios. Quizá sea, en última instancia, la “responsabilidad percibida” un factor determinante en el desarrollo del burnout laboral.

En el total de la muestra las tres variables sociolaborales consideradas (el tiempo de ejercicio profesional, el tiempo que lleva en la actual situación laboral y la edad) muestran correlaciones con el nivel de estrés laboral y burnout. Sin embargo la intensidad de las correlaciones es baja, y la mayor parte de estas correlaciones desaparece en el análisis por estamentos profesionales.

Las diferencias observadas en los correlatos del estrés laboral, burnout y síntomas

Bernaldo, M. y Labrador F. J.: Relaciones entre estrés laboral, burnout y síntomas psicopatológicos en los servicios de urgencia extrahospitalaria del área 9 de

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psicopatológicos en los distintos grupos profesionales ponen de manifiesto que sería necesaria una intervención distinta y específica para cada estamento profesional. El burnout que sufren los profesionales de enfermería parece estar más relacionado con el tiempo que llevan en su actual situación laboral, y quizá su interinidad. En el caso de los celadores, el estrés laboral y el cansancio emocional se relaciona con somatizaciones, síntomas más orgánicos y que, en consecuencia, podrían favorecer una mayor demanda de atención o bajas laborales. Por otra parte, los médicos son los profesionales que presentan mayor relación entre el estrés laboral, burnout y síntomas psicopatológicos. Sin duda los mayores niveles de estrés (en especial responsabilidad) puedan facilitar tanto mayor nivel de burnout como efectos más negativos sobre la salud marcados por la aparición de más síntomas psicopatológicos. REFERENCIAS Albadalejo, R., Villanueva, R., Ortega, P., Astasio, P., Calle, M.E. y Domínguez, V. (2004): Síndrome de burnout en el personal de enfermería de un hospital de Madrid. Revista Española de Salud Pública, 78, 505-516.

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Relaciones heterosexuales e intención de conductas de riesgo en estudiantes de bachillerato.

María Aymerich Andreu1, Montserrat Planes Pedra, Dra. María Eugenia Gras Pérez e Isabel Vila Coma

Departamento de Psicología. Universidad de Gerona

RESUMEN El presente estudio describe la conducta heterosexual autoinformada de adolescentes, concretamente, su experiencia en relaciones sexuales completas, el número de parejas sexuales y el uso de preservativo. También evalúa la intención de conducta ante una posible relación sexual sin preservativo según se trate de una pareja ocasional o de una pareja afectiva reciente. Así mismo, analiza la existencia de diferencias significativas en estas variables en función del género y del número de parejas con las que se han mantenido relaciones sexuales completas. Constituyen la muestra 373 estudiantes de bachillerato de edades comprendidas entre los 16 y 19 años. Los resultados indican que un número elevado de adolescentes sexualmente activos informan de conductas sexuales de riesgo. No se encuentran diferencias de género en variables tales como haber mantenido relaciones sexuales completas, número de parejas sexuales o uso del preservativo. Se constata una mayor intención de conductas de riesgo con parejas afectivas recientes respecto a parejas ocasionales y entre los chicos respecto a las chicas. Tener experiencia sexual previa con más de una pareja se relaciona con una mayor intención de conducta sexual de riesgo. Los resultados sugieren la necesidad de incorporar cambios en los programas preventivos dirigidos a los adolescentes. Palabras clave: Adolescentes; parejas sexuales; preservativos; conductas sexuales de riesgo. INTRODUCCIÓN

Según la OMS (2006) los adolescentes suponen una población prioritaria para las intervenciones preventivas en lo que a salud sexual se refiere. De hecho, representan un grupo especialmente vulnerable a la infección de diversas enfermedades de transmisión sexual (ETS), entre ellas al VIH, así como a los embarazos no deseados.

En España diversos estudios de carácter oficial corroboran la necesidad de dedicar una atención especial a este colectivo. Según la Encuesta de Salud y Hábitos Sexuales (ESHS) de 2003, realizada por el Instituto Nacional de Estadística en colaboración con el Ministerio de Sanidad y Consumo, Secretaría del Plan Nacional sobre el Sida (2005), la edad media de la primera relación sexual con penetración en los jóvenes españoles es de 17.5 años en chicos y 18.2 años en las chicas. Entre jóvenes de 18 a 29 años, el 18,4% de los chicos y el 11’4% de las chicas tuvieron su primera relación sexual antes de cumplir los 16 años. Según los datos

1 María Aymerich Andreu. Departamento de Psicología.C/ de la Creu nº 2.Universidad de Gerona.17071 Gerona.Tel: 972418255.e-mail: [email protected]

referentes a la salud sexual de los jóvenes escolares, obtenidos por la encuesta internacional (HBSC) de 2002 realizada en España a partir de una muestra de 6.727 estudiantes de edades comprendidas entre 15 y 18 años, el 26% de los participantes informa haber tenido alguna vez relaciones sexuales completas, siendo los porcentajes similares entre chicos y chicas (27.3% y 24.8% respectivamente). Teniendo en cuenta el grupo de edad de 15 a 16 años, un 16% manifiesta haber tenido relaciones. Este porcentaje aumenta hasta un 36% cuando el rango de edad es de 17 a 18 años (Moreno, Muñoz, Pérez y Sánchez, 2002).

Junto con la temprana edad de iniciación de relaciones sexuales completas, diversos estudios constatan que el comportamiento sexual en la adolescencia se caracteriza por una sexualidad de iniciación estructuralmente promiscua, en tanto que son poco frecuentes las relaciones de pareja estables y duraderas, poco premeditada, poco permeable al control o la supervisión de los adultos y fundamentalmente condicionada por las normas del grupo de iguales (Seoane, 2002). De hecho, el inicio de la maduración física de los jóvenes para mantener relaciones sexuales completas en esta etapa de la vida

Aymerich, M., Planes, M., Gras, M. E. y Vila, I.: Relaciones heterosexuales e intención de conductas de riesgo en estudiantes de bachillerato

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no siempre se corresponde con la suficiente madurez psicológica (Castillo, 2000). La precocidad en el inicio de las relaciones sexuales va asociada a menudo a una falta de planificación, control y protección (Van Empelen y Kok, 2006), lo que incrementa el riesgo de infecciones de transmisión sexual y embarazos no deseados.

Datos recientes obtenidos en España por el Ministerio de Sanidad y Consumo (2006), indican que si bien entre los años 80 y 90 las ETS registraron una tendencia al descenso, ésta cambió de signo a partir de 2002. En cuanto al VIH/sida, se estima que entre 120.000 y 150.000 personas viven en España infectadas por el virus y muchas de ellas pudieron contagiarse en la adolescencia. Según datos acumulados desde 1981 hasta 2005, se han diagnosticado 20.634 casos de sida en jóvenes españoles de 13 a 29 años, lo que representa un 43% del total de los casos declarados.

Por otra parte, las interrupciones voluntarias del embarazo (IVE) también han crecido hasta alcanzar una tasa del 8.8 por mil mujeres en 2003, frente al 5.5 registrado en 1995. Según los datos publicados por el Registro de Interrupción Voluntaria del Embarazo (2005) aunque en la última década las tasas de IVE se han elevado en todos los grupos de edad, solamente en las menores de 20 años la tendencia sigue manteniéndose creciente, mientras que en los otros grupos se ha estabilizado. En este sentido las tasas de IVE en jóvenes de entre 15 y 20 años registradas en España desde 1990 hasta 2004 se incrementan de manera considerable, pasando de 3.12 (por mil) a 10.35. Según datos del Ministerio de Sanidad y Consumo (2006), en 2004 el 14% de las mujeres que recurrieron a una IVE tenía menos de 20 años.

Entre las conductas preventivas más recomendables para la población juvenil, encontramos la demora del inicio de las relaciones sexuales, la exploración de las múltiples posibilidades de las relaciones sexuales sin penetración (Berer, 2006) y, como mayoritariamente consensuada, la promoción del uso del preservativo como método de protección dual que evita embarazos no deseados así como el contagio del VIH u otras ETS.

A pesar de que en España existe un conocimiento correcto y generalizado sobre la eficacia del preservativo (Espadalé, Planes y Gras, 2005), y su uso en la primera relación sexual es cada vez más frecuente (Salgado, 2006), en muchas ocasiones no se utiliza. Algunos trabajos interesados en identificar en los motivos de dicha conducta de riesgo apuntan a la urgencia del apasionamiento o la falta de planificación (Van Empelen y Kok, 2006), a la ingesta de alcohol (LaBrie, Earleywine, Schiffman, Pedersen y Marriot, 2005), o a una falsa sensación de protección asociada al uso de pastillas o parches anticonceptivos para evitar el embarazo (Berer, 2006). De hecho, son numerosos los estudios que ponen de manifiesto que entre un 20 y un 40% de los jóvenes que mantienen relaciones sexuales con penetración no utilizan siempre el preservativo y, cuando lo hacen, es mayoritariamente para prevenir un embarazo, no teniendo muy presente la importancia de la prevención de las ETS (Planes, Gras, Soto y Font-Mayolas, 2000). Si bien se dispone

de numerosos estudios centrados en el análisis de la conducta sexual de jóvenes universitarios (Bayés, Pastells y Tuldrá, 1995; Lameiras y Failde, 1997; Lameiras, Rodríguez y Dafonte, 2002; Planes et al., 2000; Planes et al., 2006), existen menos estudios sobre la conducta sexual de adolescentes preuniversitarios (Espadalé et al., 2005; Guerrero, Guerrero, García-Jiménez y Moreno, 2008; Moreno et al., 2002) , por lo que resulta de interés aumentar el conocimiento sobre dicha conducta y los factores que lo influyen en el grupo de los más jóvenes, a fin de mejorar los programas preventivos.

En este sentido, el presente estudio plantea los siguientes objetivos: a) describir la conducta heterosexual autoinformada, concretamente, la experiencia en relaciones sexuales completas, el número de parejas sexuales y el uso del preservativo como método de protección; b) evaluar la intención de conducta ante una posible relación sexual sin preservativo, según se trate de una pareja heterosexual ocasional o afectiva reciente y c) analizar la existencia de diferencias significativas en las variables mencionadas, en función del género y del número de parejas con las que se han mantenido relaciones sexuales completas.

MÉTODO Participantes

Forman parte de la muestra 373 jóvenes estudiantes de primer y segundo curso de bachillerato de 4 de los 6 institutos públicos de la ciudad de Girona.

Los criterios utilizados para su selección se basaron en la ubicación geográfica de los institutos en la capital estudiada. Dado que los alumnos del centro de la ciudad pueden diferir a nivel socio-económico y cultural de los de la periferia, se seleccionaron al azar 2 institutos situados en la zona centro y otros 2 en la periferia, uno de la zona norte y otro de la zona sur.

Las chicas configuran el 56% de la muestra (n=206) y los chicos el 44% (n=167). La edad media de la muestra es de 16.90 años. Los estudiantes de edades comprendidas entre 16 y 17 años constituyen el 81.4% (n=303) de los participantes, mientras que los 18 y 19 años, suponen el 18.6% (n=70) restante. Instrumentos

Para la obtención de los datos del estudio se han administrado dos cuestionarios adaptados de Bayés et al., (1995) caracterizados por plantear escenarios hipotéticos, o escenas simuladas de role-playing, con el objetivo de facilitar la implicación emocional y cognitiva de los participantes (Hocking, Turk y Ellinger, 1999). Williams, et al. (1998) consideran que esta metodología obtiene mejores datos que los autoinformes tradicionales y son numerosas las investigaciones que la emplean para evaluar el comportamiento sexual (Bayés et al., 1995; Espadaler et al., 2005; Lameiras, 1997; Lameiras y Failde, 1997; Planes, Gras, Soto y Font-Mayolas, 1999; Planes et al., 2000; Hocking et al., 1999; Williams et al., 1998).

El primer cuestionario evalúa la intención de conducta de los jóvenes ante dos situaciones de intimidad sexual: con una pareja ocasional (historia 1) y con una pareja afectiva reciente (historia 2). Los

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jóvenes han de identificarse con los protagonistas de su sexo y cuando se dan cuenta de que no tienen preservativo disponible, han de responder la pregunta:¿Qué harías si fueras el/la protagonista? En ambas situaciones se ofrecen cinco alternativas de conducta y se incorporan preguntas abiertas sobre el porqué de su elección.

El segundo cuestionario indaga hasta qué punto los jóvenes han pensado o no en el sida al responder a la historia 1 y a la historia 2 así como si han pensado o no el embarazo en ambas situaciones. También se incluyen diversos ítems dirigidos a conocer el número de parejas de los jóvenes. Finalmente, a los que han mantenido relaciones sexuales se les solicita información acerca de los métodos anticonceptivos utilizados con la pareja actual o con la última pareja y, en el caso del preservativo, sobre su utilización sistemática.

A continuación se describen con más detalle los cuestionarios mencionados.

El primero de ellos, después de recoger información relativa a variables de tipo sociodemográfico del participante, describe una escena (historia 1: pareja ocasional) versionada según el género del participante (protagonizada por un chico para los varones y por una chica para las mujeres). Como muestra, a continuación se relata dicha historia con la modalidad de protagonista masculino. “Es sábado por la noche y Quim se ha reunido con sus compañeros de curso para celebrar que han terminado los exámenes. Después de cenar, se van juntos a una discoteca cercana donde bailan y toman algunas copas. Todos están eufóricos. En un determinado momento Quim se acerca a una chica desconocida que no ha dejado de mirarle en toda la noche a la que encuentra atractiva. Hablan y ríen un rato y finalmente deciden ir a casa de Quim ya que aquella noche sus padres no están. En pleno apasionamiento se dan cuenta de que no tienen preservativos”. Los participantes tienen que responder la siguiente pregunta:¿Qué harías si fueras el/la protagonista? Para ello, puede escoger cinco alternativas de conducta: continuar; no continuar, otro día será; continuar pero sin penetración; continuar con penetración pero sin eyaculación (coitus interruptus) y continuar pero con penetración anal. Seguidamente se le pide que argumente el porqué de su decisión.

A continuación se narra la siguiente situación (historia 2: pareja afectiva reciente), también con un protagonista masculino para los chicos y con una protagonista femenina para las chicas. “Carlos salía con Eva desde hacía ya un año. Dos meses después de haber roto la relación con Eva empezó a salir con su pareja actual, Ana. Hace ya tres meses que mantienen una relación estable y satisfactoria. A pesar de ello, no piensan en el futuro. Ambos han vivido relaciones anteriores y han aprendido a no hacer planes al respecto. Este fin de semana un amigo les ha dejado la casa en la montaña. Se les presentan dos días maravillosos. Cuando llega la noche, después de la cena se acuestan y comprueban que no tienen preservativos. Los buscan por todas partes, pero no encuentran ninguno”. Los participantes tienen que responder a la pregunta ¿Qué harías si fueras el/la protagonista? En esta segunda ocasión también dispone de cinco alternativas de respuesta: continuar; no continuar, otro día será;

continuar pero sin penetración; continuar con penetración pero sin eyaculación (coitus interruptus) y continuar pero con penetración anal. Seguidamente también se le pide que argumente el por qué de su decisión.

El segundo cuestionario presenta de nuevo las dos historias descritas en el autoinforme precedente a modo de recordatorio y a continuación pregunta si en el momento de tomar la decisión de cómo actuar, han pensado o no en el sida y si han pensado o no el embarazo, datos que no son analizados en el presente artículo. A continuación se incluyen diversos ítems dirigidos a conocer el número de parejas de los jóvenes, con la pregunta ¿con cuántas personas has mantenido relaciones sexuales completas a lo largo de tu vida? en la que se disponen de 6 alternativas de respuesta: ninguna, una, dos, tres, cuatro, cinco o más. A los sexualmente activos se les demanda información acerca de los métodos anticonceptivos utilizados con su pareja actual o, en su caso, su última pareja. A los que informan del uso del preservativo se les pide que especifiquen si lo han utilizado siempre en todas sus relaciones sexuales completas o no. Procedimiento

Se contactó con cuatro de los institutos de bachillerato de la ciudad de Girona mediante una carta de presentación dirigida a la dirección, en la que se informaba del interés y los objetivos del estudio y se les invitaba a colaborar. Una vez obtenido el permiso de los cuatro institutos de bachillerato para la administración de los cuestionarios, se acordó con los profesores la fecha de recogida de los datos. Ésta se realizó durante el curso académico 2005/2006, en horario lectivo, dentro de las aulas, en el período destinado a tutorías.

Antes del reparto de los cuestionarios, se informó a los estudiantes del objetivo de estudio, se solicitó su colaboración sincera y se garantizó el anonimato de sus respuestas y la confidencialidad de los datos. Todos los asistentes a clase accedieron a participar en el estudio. A continuación se reparatió el primer cuestionario, entregando el protagonizado por un chico a los varones y el protagonizado por una chica a las mujeres. Una vez finalizadas las respuestas al primer cuestionario se recogió y se entregó el segundo, evitando así posibles retoques de las respuestas dadas en el cuestionario anterior. Para relacionar ambos cuestionarios se utilizaron códigos identificativos. Análisis de datos

Para el procesamiento y análisis de los datos se utilizó el paquete estadístico SPSS versión 15.0 para Windows. En los análisis comparativos por

género se empleó la prueba

χ 2 y en el análisis de la

intención de conducta según el tipo de pareja (ocasional/afectiva reciente) se utilizó la prueba de McNemar. En todos los análisis se estableció una significación estadística de p <0.05 como mínimo. RESULTADOS Conducta heterosexual autoinformada Relaciones sexuales completas

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El 56.5% de los estudiantes de bachillerato encuestados manifiestan haber tenido relaciones sexuales completas, concretamente el 54.9% de los chicos y el 57.8% de las chicas, no habiendo diferencias significativas en esta variable en función del género (χ2

(1) = .29; p>.05). Tampoco se observa relación entre el género y el número de parejas sexuales (χ2

(2) = 2.94; p>.05) como se muestra en la tabla 1.

Personas con las que se han

mantenido relaciones sexuales

completas

Chicos

% (n)

Chicas

% (n)

Total

% (n)

Ninguna 45.1(73) 42.2(87) 43.5(160)

Una 21(34) 28.6(59) 25.3(93)

Dos o más 34(55) 29.1(60) 31.1(115)

TOTAL 100(162) 100(206) 100(368)

No contestan=5

Tabla 1. Distribución de los participantes según el número de personas con las que han mantenido relaciones sexuales completas. Uso del preservativo

En la tabla 2 se presenta la distribución de los jóvenes que han mantenido relaciones sexuales completas según si han utilizado o no el preservativo como método anticonceptivo con su pareja actual o, en su caso, con su última pareja.

Se observa que el preservativo es el método más utilizado entre los estudiantes de bachillerato sexualmente activos, siendo el elegido por nueve de cada diez jóvenes. No se observan diferencias significativas en función del género en el uso del preservativo versus otros métodos anticonceptivos (χ2

(1)= .05; p>.05).

Método anticonceptivo

Chicos

% (n)

Chicas

% (n)

Total

% (n)

Preservativo 92.9(78) 91.2(103) 91.9(181)

Otros métodos 7.1(6) 8.8(10) 8.1(16)

TOTAL 100(84) 100(113) 100(197)

No contestan= 11

Tabla 2 Uso del preservativo como método anticoncep-tivo preferente en relaciones sexuales completas según género.

Por lo que se refiere al uso sistemático del

preservativo, la tabla 3 muestra la distribución de las respuestas obtenidas en función del género. De los 181 jóvenes que en la tabla anterior declaran utilizar el preservativo como método anticonceptivo preferente, un 34.7% informan que no lo han utilizado de forma sistemática en todas sus relaciones sexuales. No se constatan diferencias significativas entre chicos y chicas (χ2

(1)= .41; p>.05).

Método anticonceptivo

Chicos % (n)

Chicas % (n)

Total % (n)

Preservativo 92.9(78) 91.2(103) 91.9(181)

Otros métodos 7.1(6) 8.8(10) 8.1(16)

TOTAL 100(84) 100(113) 100(197)

No contestan= 11

Tabla 3. Frecuencia y regularidad en el uso del preservativo en relaciones sexuales completas.

Intención de conducta ante una relación heterosexual sin protección

En la tabla 4 se presenta la distribución de los participantes según la intención de conducta informada en una situación de intimidad y apasionamiento en la que no se dispone de preservativo con una pareja ocasional (historia 1) y con una pareja afectiva reciente (historia 2), en función del género.

Resulta destacable que en cualquiera de las dos situaciones, más del 50% de los adolescentes optan por continuar con la relación sexual pero sin llegar a la penetración.

Con una pareja ocasional (historia 1), el 8.2% de jóvenes se decantan por opciones que suponen riesgo de embarazo o contagio de ETS. Se observan diferencias significativas en función del género (χ2

(1) = 13.65; p<.0001) siendo superior el número de chicos que pondrían en peligro su salud (14.8%) frente al de las chicas (3%). Con una pareja afectiva reciente (historia 2), los porcentajes de jóvenes que están dispuestos a poner en peligro su salud ascienden al 22.6%. También se observan diferencias significativas en función del género (χ2

(1) = 6.33; p<.05), siendo de nuevo el porcentaje de chicos (29.2%) superior al de las chicas (17.2%).

Comparando la intención de conducta informada según se trate de pareja ocasional (historia 1) o afectiva reciente (historia 2), la prueba de McNemar pone de manifiesto que existen diferencias significativas entre ambas situaciones (χ2

(1) = 39.01; p< .0001) disminuyendo la intención de realizar conductas seguras con parejas afectivas recientes.

Intención de conducta en situación de relación sexual sin preservativo

Pareja ocasional (historia 1) Pareja afectiva reciente (historia 2)

Chicos % (n)

Chicas % (n)

Total % (n)

Chicos % (n)

Chicas % (n)

Total % (n)

Sin riesgo

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No continuaría. Otro día será 16.7(27) 32.8(67) 25.7(94) 18(29) 21.7(44) 20.1(73)

Seguiría sin penetración 68.5(111) 64.2(131) 66.1(242) 52.8(85) 61.1(124) 57.4(209)

Con riesgo

Seguiría con penetración sin eyaculación

8(13) 1.5 (3) 4.4(16) 12.4(20) 10.3(21) 11.3(41)

Seguiría pero sólo con penetración anal

3.1(5) 1(2) 1.9(7) 3.1(5) 1.5(3) 2.2(8)

Continuaría 3.7(6) .5(1) 1.9(7) 13.7(22) 5.4(11) 9.1(33)

TOTAL 100(162) 100(204) 100(366) 100(161) 100(203) 100(364)

* No contestan=7 No contestan=9

* Para calcular la χ2 se han agrupado las categorías en: conductas sin riesgo y con riesgo. Tabla 4. Intención de conducta ante una situación de relación sexual sin preservativo con pareja ocasional (historia 1) y con pareja afectiva reciente (historia 2).

En cuanto a la relación entre el número de

parejas con las que se han mantenido relaciones sexuales y la intención de conducta, se observan diferencias significativas tanto en el caso de una pareja ocasional (χ2

(4) = 20.02; p<.0001) como en el de una pareja afectiva reciente (χ2

(4) = 24.59; p<.0001). Cuando se trata de mantener una relación sexual sin preservativo con una pareja ocasional (historia 1), a medida que aumenta el número de parejas disminuye la proporción de jóvenes que no continuaría con la relación y por consiguiente aumenta la de aquellos que asumirían riesgos. Ante

una relación sexual sin preservativo con una pareja afectiva reciente (historia 2) también se observa que cuanto mayor es el número de parejas proporcionalmente menos jóvenes decidirían no continuar con la relación. Entre aquellos que no ha tenido relaciones sexuales o que sólo las han tenido con una pareja, muy pocos (5.5% y 4.3% respectivamente) continuarían con riesgo, en cambio entre los que han tenido relaciones con dos o más parejas un 17.1% se expondrían al riesgo (tabla 5).

Número de parejas con las que se

han mantenido relaciones sexuales

Pareja ocasional (historia 1) Pareja afectiva reciente (historia 2)

No continua-

ría % (n)

Continua-ría sin riesgo % (n)

Continuaría a pesar del riesgo %

(n)

Total % (n)

No continua-

ría % (n)

Continua-ría sin riesgo % (n)

Continuaría a pesar del riesgo %

(n)

Total % (n)

Ninguna 32.5(53) 61.9(101) 5.5(9) 43.7(163) 27.2(44) 59.3(96) 13.6(22) 100(162)

Una 25.8(24) 69.9(65) 4.3(4) 24.9(93) 17.6(16) 61.5(56) 20.9(19) 100(91)

Dos o más 17.1(20) 65.8(77) 17.1(20) 31.4(117) 12.1(14) 51.7(60) 32.2(42) 100(116)

TOTAL 100(97) 100(243) 100 (33) 100(373) 100(74) 100(212) 100(83) 100(369)

No contestan=0 No contestan=4

Tabla 5.Número de parejas con las que se han mantenido relaciones sexuales e intención de conducta sin preservativo.

DISCUSIÓN Conducta heterosexual autoinformada

Los resultados obtenidos indican un número elevado de estudiantes sexualmente activos en la muestra estudiada: más de la mitad de los

participantes comunican haber mantenido relaciones sexuales completas y más de la mitad de los adolescentes que tienen pareja ya han tenido más de una. Por otro lado, el preservativo es el método anticonceptivo mayoritario, puesto que 9 de cada 10 jóvenes activos sexualmente declaran utilizarlo,

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aunque tan sólo 6 de cada 10 informan de su uso sistemático.

No se encuentran diferencias en cuanto al género por lo que se refiere a la conducta heterosexual informada, en concreto, a la experiencia en relaciones sexuales completas, al número de parejas sexuales o al uso del preservativo. Los trabajos realizados a finales de la década de los 90 en España por Lameiras y Frailde (1997) y Planes, et.al, (2000) hallaron que entre los estudiantes universitarios sexualmente activos, los chicos habían mantenido relaciones sexuales con dos o más parejas con mayor frecuencia que las chicas. Estudios posteriores, también llevados a cabo con estudiantes universitarios españoles (Lameiras et al., 2002), encontraron por primera vez una equiparación entre sexos en el nivel de actividad sexual y mayor uso del preservativo de forma sistemática. Finalmente, los resultados que se obtienen en el presente trabajo realizado con adolescentes más jóvenes también encuentran que no existen diferencias entre géneros en las mencionadas variables. Los cambios observados pueden considerarse tanto positivos como negativos. En principio es deseable una mayor equiparación en la conducta sexual de chicos y chicas, pero también conviene subrayar que en este caso la tendencia hacia la igualdad conlleva que un mayor número de chicas realicen comportamientos sexuales de riesgo. Aunque el uso de preservativo es elevado en ambos géneros, su empleo sistemático se reduce a la tercera parte tanto en chicos como en chicas.

Como señalan Guerrero et al. (2008) el problema de la sexualidad en los adolescentes no es que éstos sean sexualmente activos, sino que no cuenten con una preparación y orientación para una conducta sexual responsable. Probablemente el uso asistemático del preservativo no obedece a una falta de información u accesibilidad de los profilácticos, puesto que según los resultados obtenidos en el presente estudio más de un 90% de los jóvenes activos sexualmente declaran utilizarlo como método principal de protección. Diversas investigaciones también confirman que el preservativo es informado por los adolescentes como el método más eficaz para la prevención de las ETS y los embarazos no deseados (Espadalé et al., 2005). Ello nos lleva a reflexionar sobre el grado de adecuación de las iniciativas de educación sexual llevadas a cabo en las últimas décadas. Parecen haber resultado muy efectivas a nivel de divulgación de información e incremento de conocimientos (OMS, 2006) pero su utilidad no está tan clara por lo que se refiere a la promoción de habilidades de autocontrol, de negociación o de responsabilidad en el uso del preservativo en las situaciones de intimidad sexual.

Intención de conducta ante una relación heterosexual sin protección

La intención de conducta manifestada por los jóvenes participantes ante una relación sexual sin preservativo se decanta, en más de la mitad de los chicos y chicas, hacia la consumación de la relación sexual sin penetración. Estos resultados pueden valorarse desde dos perspectivas. Por una parte,

merecen una apreciación positiva en tanto que muestran que un porcentaje elevado de adolescentes continuarían con la relación sexual optando por alternativas seguras para su salud ya sea mediante la abstinencia, la masturbación o la estimulación sexual en pareja sin penetración. Esta intención de conducta se orienta hacia una buena dirección, la de disfrutar de las posibilidades que ofrece la sexualidad de manera placentera y segura. De todas formas, hay que matizar estos porcentajes dada la posibilidad que algunos de los jóvenes que han manifestado estar dispuestos a continuar sin penetración, consideren erróneamente que la felación esté incluida en esta categoría de sexo seguro como han hallado algunos estudios (Cornell y Halpern-Felsher, 2006; Planes et al., 2006). Por otro lado, también hay que subrayar que sigue existiendo un grupo de estudiantes de bachillerato que estarían dispuestos a continuar con la relación sexual sin protección, poniéndose en riesgo de contraer enfermedades graves o exponiéndose a un posible embarazo no deseado.

Otro aspecto que hay que destacar es la mayor intención de conductas de riesgo con parejas afectivas recientes respecto a parejas ocasionales y entre los chicos respecto a las chicas. Estos resultados son plenamente concordantes con los hallados en la última década en estudios realizados con universitarios españoles (Lameiras et al., 2002; Planes et al., 2006; Planes et al., 2000). Nuestros resultados también corroboran que las relaciones de pareja en la adolescencia no suelen ser mayoritariamente duraderas. Concretamente, más de la mitad de los adolescentes de 16 a 19 años activos sexualmente informan que ya están manteniendo relaciones con su segunda, tercera o cuarta pareja, con el riesgo que ello representa si no son sistemáticos con el uso del preservativo. La monogamia serial (mantener relaciones monógamas con parejas sucesivas) puede conferir una falsa seguridad respecto a la transmisión de ETS (Planes et al., 1999).

Parece claro, según nos muestran los resultados, que el no haber mantenido relaciones sexuales previas o haberlas tenido sólo con una pareja se relaciona con una intención de conducta más conservadora y segura para la salud, mientras que el haberse iniciado sexualmente con más de una pareja se relaciona con una tendencia a consumar la relación ya sea sin riesgo o a pesar de él. Ello puede deberse a múltiples razones, ya sea porque los jóvenes con un perfil más conservador y una mayor capacidad de autocontrol son los que optan por no mantener aún relaciones sexuales con penetración o mantenerlas con sólo una pareja, o porqué el inicio de las relaciones sexuales completas con diversas parejas favorece cierto relajamiento en el cumplimiento de las normas de protección a favor del apasionamiento o la improvisación del momento.

Finalmente debemos señalar algunas limitaciones del presente trabajo. Por una parte, hay que tener presentes los posibles sesgos de deseabilidad social asociados a la recogida de los datos mediante autoinformes. Por otra, hay que señalar que la muestra de estudio es de tamaño reducido y que ha sido seleccionada intencionalmente entre centros públicos de bachillerato, por lo que los resultados han de ser tomados en consideración en

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relación a la muestra estudiada y no pretendiendo generalizarlos al colectivo de estudiantes de bachillerato.

Con todo, los datos obtenidos suscitan una serie de reflexiones que pueden resultar de interés para los programas de educación sexual destinados a jóvenes adolescentes.

En primer lugar, cabe tener presente que durante la época del bachillerato más de la mitad de los jóvenes ya han mantenido relaciones heterosexuales completas y prácticamente una tercera parte informa que ha mantenido conductas que suponen riesgo para su salud. Por lo tanto, no resulta suficiente informar de la importancia del uso del preservativo en las relaciones sexuales con penetración, sino que resulta fundamental insistir en su uso sistemático. En los últimos años, las iniciativas de educación sexual han centrado mayoritariamente sus esfuerzos en divulgar información veraz y rigurosa sobre la anatomía, fisiología, higiene y salud sexual y reproductiva, y con ello se han trascendido conocimientos indudablemente valiosos y necesarios. Gracias a ellos, los adolescentes de hoy saben que una relación sexual desprotegida puede conllevar un embarazo, el contagio del virus del papiloma humano, del sida u otras ETS. También saben que existen preservativos como método eficaz para la prevención de dichos riesgos (Beiztegui, 2006) y que pueden adquirirlos en farmacias, supermercados o en la privacidad de las máquinas expendedoras. Por todos estos avances debemos hacer una valoración muy positiva, pero queda claro que ello no resulta suficiente. Según palabras de Beiztegui (2006) la información es importante, pero pensar que sólo ella es la variable que conduce directamente a la práctica de un coito seguro es no saber nada del universo de emociones, pensamientos o habilidades que son precisas para que una conducta saludable se lleve a cabo. Es necesario avanzar desde el conocimiento del qué, cómo y para qué actuar de un modo seguro en las relaciones sexuales, hacia iniciativas centradas en el desarrollo del autocontrol, del respeto, de la reciprocidad, de la responsabilidad y, en definitiva, de las dimensiones psico-afectivas que indudablemente configuran la compleja sexualidad humana.

La propensión de los jóvenes a mostrarse más dispuestos a saltarse el uso del preservativo con una pareja afectiva reciente que con una pareja ocasional, resulta otro dato importante a tener en cuenta. Dadas las características de brevedad y variedad de las parejas sexuales durante esta etapa de juventud, los programas de educación sexual deberían insistir en los riesgos de la monogamia serial sin protección y en la falsa sensación de seguridad que a menudo conlleva. Los resultados también indican que no haber mantenido relaciones sexuales completas con más de una pareja se relaciona con una intención de conducta sexual más conservadora y segura. Todo ello refuerza la idoneidad de los programas ABC de prevención sexual (A: abstinencia abstinence; B: fidelidad faithful y C: condones condoms) que se caracterizan por focalizar una parte de sus intervenciones en demorar en lo posible el inicio de las relaciones sexuales con penetración (vaginal, anal u oral), mantenerse fiel a la pareja afectiva y usar siempre el preservativo en caso que

exista penetración (Barnett y Parkhurst, 2005). Con todo hay que tener muy presente que

los programas de educación sexual dirigidos a adolescentes inciden en un colectivo caracterizado por un grado de madurez y autocontrol personal aún en estado incipiente de desarrollo. Resulta evidente que aumentando sus conocimientos contribuimos sólo en parte a potenciar dicho desarrollo. Por ello, la importancia de una educación psico-sexual, o si se prefiere afectivo-sexual, resulta indudable. Desde la psicología de la salud debemos reivindicar y favorecer la educación sexual de los adolescentes orientada a su desarrollo integral como personas, atendiendo especialmente a sus dimensiones emocionales, comportamentales y sociales. Sólo así ayudaremos verdaderamente a los jóvenes a adentrarse y disfrutar de su sexualidad de una forma madura, satisfactoria y responsable.

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La Inteligencia Emocional: abordaje teórico.

M.A. Romero

Licenciada en Psicología. Máster en Promoción de la Salud y Apoyo al Paciente

RESUMEN En este trabajo se pretende poner de relieve la concepción de Inteligencia Emocional en la actualidad desde un abordaje teórico. Por ello, se presentan algunas de las aportaciones más relevantes llevadas a cabo por autores que han trabajado en este constructo en la última década y se destaca la importancia que entraña este tema en la vida del individuo. Se pone de manifiesto a lo largo de todos los trabajos, que promocionar la inteligencia emocional es promocionar la salud y todo ello, gracias a la puesta en práctica de las competencias emocionales. Palabras clave: Inteligencia emocional, salud, competencias emocionales. . INTRODUCCIÓN

El término Estado Emocional ha sido una constante en la observación permanente de las personas con las que he tratado durante muchos años, así como la relación entre ese estado y las enfermedades que padecían.

Hace algún tiempo, tras la lectura del libro “Curación Emocional” de D. Servan-Schreiber, pude corroborar lo que intuía sin ninguna base científica. Como psiquiatra, se cuestionó el menosprecio que le había sido inculcado a lo largo de sus años de estudio hacia las medicinas tradicionales. Nos hace partícipe de uno de los grandes descubrimientos de las últimas décadas como es la existencia de un Cerebro Emocional independiente del neocórtex y cuyo control abarca tanto al bienestar psicológico como al funcionamiento del corazón, la tensión arterial, las hormonas, el sistema digestivo y el sistema inmunitario. En mi caso, el contenido de este libro impulsó el interés por la Inteligencia Emocional.

Definición y Modelos de Inteligencia Emocional (IE)

Los orígenes del término Inteligencia Emocional (IE) se remontan a 1990 cuando Peter Salovey de la Universidad de Yale y John Mayer de la Universidad de NewHampshire, publican un artículo titulado “Emotional Intelligence” (Salovey y Mayer, 1990) despertando un gran interés por dicho constructo. Ellos son los auténticos creadores del término y la definen como “la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, la habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para

comprender emociones y el conocimiento emocional y la habilidad para regular las emociones promoviendo un crecimiento emocional e intelectual” (Mayer y Salovey, 1997, p. 4).

Cabe destacar que sus aportaciones han sido el punto de partida a raíz del cual han ido desarrollándose numerosos trabajos sobre inteligencia emocional; además es preciso reconocer que EEUU es el país más avanzado en estas investigaciones. Para Mayer y Salovey, su modelo teórico concibe la IE como una inteligencia genuina (Extremera y Fernández Berrocal, 2003) basada en el uso adaptativo de las emociones en nuestra cognición de forma que el individuo pueda resolver problemas y adaptarse eficazmente al ambiente. Esta conceptualización destaca el papel del procesamiento emocional de la información, adoptando un enfoque más cognitivo (Pérez y Castejón, 2006), que lo diferencia de otras consideraciones como la del modelo mixto (Bar-On, 2000; Goleman, 1998), que definen la inteligencia emocional como un conjunto de rasgos de personalidad.

Es el caso del interés manifestado por el profesor McClelland, de la Universidad de Harward en los años 60 que trató de analizar los determinantes del éxito profesional y en su trabajo “Medir la competencia, en vez de la inteligencia” años después, asegura que las calificaciones escolares, los conocimientos académicos y el cociente intelectual no predicen el buen desempeño (McClelland, 1973). Sugiere comprobar qué “competencias” o características personales son las que ponen en juego las personas con rendimiento superior. Falleció en 1998 pero no sin antes abrir su experiencia y evidencia científica acumulada durante más de treinta años.

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Tradicionalmente el éxito de una persona estaba relacionado fundamentalmente con su Cociente Intelectual. Sin embargo, en la actualidad esta afirmación está siendo sustituida por la comprobación de que menos del 20% del éxito está relacionado con el CI. y el 80% restante corresponde a otros factores más importantes.

En esta línea se pueden situar las aportaciones de Howard Gardner, psicólogo de la Harward School of Education quien a través de su obra “Frames of Mind” en 1983, la teoría del CI perdería todo el dominio mantenido desde la primera guerra mundial. Es conocido fundamentalmente por su teoría de las ‘inteligencias múltiples’, y señala que no existe una inteligencia única en el ser humano, sino una diversidad de inteligencias que marcan las potencialidades y acentos significativos de cada individuo, trazados por las fortalezas y debilidades en toda una serie de escenarios de expansión de la inteligencia. Para Gardner, la inteligencia natural no es un sustrato idéntico de todos los individuos, sino una base biopsicológica singular, formada por combinaciones de potencialidades múltiples que no siempre se despliegan como consecuencia de una educación estandarizada que no distingue los matices diferenciales del individuo. De los siete tipos de inteligencia que diferencia cabe destacar por un lado, la inteligencia interpersonal que la define como la capacidad de comprender a los demás (cómo actúan, qué los motiva, cómo relacionarse o cooperar satisfactoriamente con ellos), y por otro, la inteligencia intrapersonal entendida como la capacidad de formarse una idea rigurosa y verídica de uno mismo y ser capaz de usar esa idea para operar de forma efectiva en la vida.

También, en este sentido están las aportaciones del psicólogo y periodista Daniel Goleman quien destaca la relevancia de la inteligencia emocional por encima del CI, para alcanzar el éxito tanto profesional como personal (Goleman, 1995, 1998).

Propone un modelo conceptualizado como “teoría de ejecución” de competencias emocionales que aplica al mundo laboral y empresarial. Estas competencias a las que alude son fundamentalmente: 1) La Conciencia de uno mismo, 2) la Autorregulación y 3) la Motivación, identificando de esta forma la IE con atributos estrechamente relacionados con la personalidad. Goleman (1998) participa de la idea de que si bien los conocimientos, la experiencia y el C.I. tienen su importancia como requisitos umbral, son dichas competencias emocionales las que determinan los resultados superiores. Apunta que el éxito en la vida depende, en su mayor medida, de la inteligencia emocional y de que es posible su desarrollo desde la niñez hasta la edad de la jubilación.

Aunque su propósito era despertar el interés de la comunidad educativa, lo que no pudo sospechar es que con la publicación de su siguiente libro “La práctica de la inteligencia emocional” en 1998, fuera a despertar el interés del sector empresarial lo que le valió el reconocimiento en este contexto y reiteradas demandas para exponer y dar a conocer su modelo teórico. En 2006 publicó un libro llamado “Inteligencia Social”, donde recoge los nuevos descubrimientos de la neurociencia posteriores a

1995 mediante el cual, se propone contribuir a construir una sociedad que fomente lo que realmente importa. Buscando los orígenes de la “neurociencia social” descubrió que en el año 2003 se celebró un congreso científico sobre este tema, y que los “profetas” de esta nueva ciencia, como él mismo los llama son: John Cacioppo y Gary Berntson.

Entre los descubrimientos podemos destacar las “neuronas espejo” que registran el movimiento y los sentimientos de otra persona y nos predisponen instantáneamente a imitar ese movimiento y a sentir lo mismo.

La neuroplasticidad del cerebro nos explica el papel que tienen las relaciones en la remodelación del cerebro, siendo la repetición de las experiencias las que modelan la forma, el tamaño, el número de neuronas e incluso las conexiones sinápticas del mismo.

Goleman, se propone responder a preguntas como “¿de qué modo las relaciones pueden protegernos de la enfermedad?” y nos alerta de que las investigaciones revelan que “tan solo pensar en un grupo al que odiamos provoca ira reprimida”, de modo que el cuerpo se inunda de hormonas asociadas al estrés, aumentando la presión sanguínea y empeorando la eficacia del sistema inmunitario. El antídoto para esta situación es el perdón, ya que permite se invierta esta reacción biológica, disminuyendo estas hormonas, la presión sanguínea, el sufrimiento y la depresión.

Nos habla de las “relaciones tóxicas” como un factor de riesgo de enfermedad e incluso de muerte, cuya influencia en las enfermedades cardíacas es importante.

También en el marco de la Inteligencia Emocional aplicada al ámbito laboral y más concretamente al liderazgo, colaborando con Goleman, se encuentra Richard Boyatzis, profesor en la Facultad de Administración de la Case Western Reserve University y especializado en Conducta de las Organizaciones.

Para estos autores, liderar es una "tarea emocional", en el sentido que no sólo el líder debe ocuparse de que los empleados alcancen una meta (fin) sino que esto debe ocurrir a través de relaciones humanas positivas (medio) (Goleman, McKee y Boyatzis, 2003). A partir del análisis de casi cuatro mil directivos de todo tipo de organizaciones, demuestran que las emociones son la clave de la motivación y ser sensibles a ellas es una tarea esencial del líder. Uno de los términos de su modelo es la “resonancia” o capacidad de inspirar en otros energía, pasión y entusiasmo, siendo éste el factor imprescindible del éxito del líder, con la ventaja de que la resonancia puede ser aprendida. El líder resonante es el que te hace sentir valorado e inspira sentimientos y sensación de pertenencia al equipo (Goleman, McKee y Boyatzis, Op.cit.).

En su obra se desvelan pruebas científicas que demuestran que las competencias emocionales de un líder tienen un enorme impacto sobre la efectividad y los resultados de una organización. El mundo empresarial que había menospreciado las emociones al considerarlas como obstáculo en el funcionamiento de las organizaciones, es precisamente el que en la actualidad considera necesario admitir los beneficios del liderazgo

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“primal”, que es una forma esencial del líder de gestionar la relación consigo mismo y con los demás; al mismo tiempo reconoce que los estados emocionales del líder tienen efectos profundos en sus subordinados.

Las emociones de los demás pueden influirnos hasta llegar a modificar nuestra tasa hormonal, las funciones cardiovasculares, el ciclo del sueño y hasta el sistema inmunológico. En parte, nuestra estabilidad emocional depende de los otros. Si las personas están próximas físicamente, el contagio emocional se da incluso en ausencia de contacto verbal. Quienes trabajan juntos, por tanto, acaban captando y compartiendo inevitablemente los sentimientos de los demás. Según una investigación llevada a cabo en la School of Management de la Universidad de Yale, parece que el estado de ánimo acaba determinando la eficiencia laboral.

Las hormonas del estrés segregadas al torrente sanguíneo tarda horas en reabsorberse, de ahí que la discusión con un jefe puede dejarnos sumidos durante horas en la tensión y preocupación. La influencia negativa del jefe es capaz de generar mayor estrés que otros factores relacionados con el trabajo.

Boyatzis, resalta la risa como la forma de medir el grado de conexión que existe entre los corazones y las mentes de los miembros de un equipo. Desde el punto de vista neurológico la risa es la distancia más corta entre dos personas, porque sintonizan de inmediato sus sistemas límbicos, advirtiendo que ésto nada tiene que ver con los “chistes”. La dimensión Biologicista de la IE

La mente no es sólo cognitiva o sólo emocional, es ambas cosas y mucho más. Una cuestión esencial de la neurobiología es determinar cómo el cerebro procesa la información emocional. Joseph LeDoux, investigador de neurofisilogía en el Center for Neural Science de la Universidad de Nueva York, realizó durante los años 80 descubrimientos importantes de la fisiología del cerebro. A través de su trabajo “El cerebro emocional” (LeDoux, 1996) da a conocer el protagonismo de la amígdala como núcleo del sistema límbico, así como la importancia del papel que desempeña en el cerebro emocional. Al contrario de lo que se suele creer, no es necesario ser conscientes de un sentimiento para producir una respuesta emocional; ya que ésta implica mecanismos inconscientes (LeDoux, 1995, 2000). Los elementos cognitivos de las emociones están mediados por vías que ponen en contacto la amígdala con la corteza cerebral, donde radican las áreas más evolucionadas del cerebro. Las respuestas inconscientes dependen de estructuras subcorticales del sistema nervioso.

Es preciso considerar lo que hasta ahora la neurociencia sostenía, es decir, el recorrido de las señales emitidas por los órganos sensoriales era: tálamo, neocórtex, sistema límbico y vías eferentes. Lo que LeDoux descubre es que existe una pequeña vía secundaria más corta que comunica directamente el tálamo con la amígdala. Se trata de una especie de “puente” que permite a la amígdala recibir señales de los sentidos directamente y emitir una respuesta antes de que sean registradas por el neocórtex. Este circuito

explica el gran poder que tienen las emociones para desbordar a la razón, lo que da lugar al “secuestro emocional”.

Para entender este concepto conviene hacer una reflexión. Si hacemos un pequeño esfuerzo, todos podemos recordar, cuál fue la última vez que perdimos el control de los impulsos y “explotamos”, ya sea con nuestro hijo, pariente, amigo, paciente…y después, analizando lo ocurrido fríamente, nos sorprendemos e incluso nos preguntamos ¿cómo he podido decir o hacer semejante barbaridad?, ¿qué ha podido pasar, para que se produzca este comportamiento?. En definitiva, ¿Qué le ocurre al ser humano para que se vuelva irracional con tanta facilidad y casi de forma automática?.

Afortunadamente, la ciencia está en condiciones de responder a estas preguntas. Nos dice que hemos sido víctimas de un secuestro emocional o neuronal, que está relacionado con el sistema límbico y más concretamente con la amígdala.

Las emociones son inherentes al ser humano y nos exponen constantemente al riesgo de perder el control. La buena noticia es que existen competencias emocionales que podemos aprender y practicar para evitar estas situaciones comprometidas.

Paul Ekman, Catedrático de Psicología de la Universidad de San Francisco, experto en la fisiología de las emociones, fue pionero en el estudio de la expresión facial de las emociones en la década de los cincuenta. En esa época, los científicos consideraban que las expresiones y los gestos se aprendían socialmente y variaba de una cultura a otra. Ekman (1980) llevó a cabo estudios interculturales con miembros de una tribu aislada de Nueva Guinea y sus resultados mostraron que, aunque la expresión de las emociones genuinas es automática e innata, las personas pueden ceñirse a normas de manifestación culturalmente determinadas y, además, ejercen un cierto control sobre su expresión emocional. Reconoció que sus descubrimientos habían cambiado su forma de pensar, al demostrar la universalidad de las emociones.

En su libro “Emotions Revealed” revela todo lo aprendido sobre las emociones durante estos cuarenta años. Señala que las emociones constituyen la motivación de la mayor parte de nuestras acciones. Nos desvela que cualquier tipo de emoción se puede disfrutar y hay gente que lo hace incluso con las emociones negativas, de ahí que haya personas que les guste sentirse enfadadas o no estén incómodas por sentir miedo, por ejemplo. Advierte, que reconocer una emoción no es lo mismo que comprender sus orígenes y puede resultar más perjudicial sacar conclusiones apresuradas de la tristeza de alguien, que no darse cuenta que está triste (Ekman, 2003). Por último tener en cuenta, que pueden darse usos constructivos, pero también destructivos al reconocimiento de las emociones.

Finalmente, también enmarcado en un modelo biologicista, cabe mencionar a Antonio Damasio, neurocientífico de la Universidad de Iowa, premio Príncipe de Asturias 2005. Sus estudios han revelado qué áreas cerebrales ejercen una decisiva influencia en la conducta humana, particularmente en los procesos de emoción y elaboración de los

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sentimientos, así como un mejor entendimiento de las bases cerebrales del lenguaje y la memoria. Según Damasio, el problema al que nos enfrentamos ahora es difundir el conocimiento científico al público en general, y sobre todo, a los educadores y políticos. Es necesario que llegue a entenderse la importancia que tiene el conocimiento de las emociones.

Para abordar el conflicto social es necesario comprender las emociones sociales, de ahí que haya creado un Instituto en California del Sur para estudiar este tema. Señala que no existen dos categorías de personas, un grupo de personas buenas y otro grupo de personas malas, sino que el ser humano es capaz de todo lo mejor y todo lo peor. Por ej. una persona es capaz de amar y cuidar a un niño y esa misma persona es capaz de tirarlo a un cubo de basura.

El objetivo de una buena educación es organizar las emociones de tal modo que podamos cultivar las mejores emociones y eliminar las peores, es decir se trata de potenciar las emociones positivas en detrimento de las negativas hasta neutralizarlas, ya que como seres humanos tenemos ambos tipos (Damasio, 2005).

CONCLUSIÓN

A través de la exposición de algunas teorías y modelos sobre Inteligencia Emocional se ha mantenido el propósito de compartirlas con los profesionales de la Psicología y sobre todo sintetizarla para aquellos que aún no han tenido la oportunidad de conocer este constructo. Con ellas se llega a diversos aspectos concluyentes; por una parte, el firme convencimiento de que es preciso fomentar el estudio en este campo pues es relevante el papel que desempeña en todos los contextos y sus repercusiones tanto para el propio individuo como para los demás y, por otra, resaltar que promocionar su desarrollo, su difusión y su aplicación en el día a día puede tener beneficios para la Salud.

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El Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuar y of Clinical and Health Psychology es una revista

editada por el D epartamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos de la Universidad de Sevilla e intenta recoger todas aquellas aportaci ones científicas que des de la Psicología Clínica y de la Salud puedan ser de interés para los profesionales y científicos dedicados al estudio del comportamiento humano. Por tanto, es deseo de la revista admitir y publicar trabajos em píricos sobre cualquier aspecto rele vante del área de conocimiento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos, así como las aportaciones teóricas, casos clínicos, comentarios de trabajos de investigación, revisiones de libro s o cualquier otro tipo de trabajo considerado relevante y/o de gr an aportación y repercusión para el campo científico que nos ocupa.

Los trabajos que se envíen a la revista deben ser originales e inéditos. Por tanto, no se admitirán aquellos ya publicados o presentados al mismo tiempo en otra revista. Una vez aceptados los mismos, los autores transferirán los derechos de copyright al Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos de la Universidad de Sevilla que es el que edita y que podrá imprimir y reproducir por cualquier forma y medios los trabajos presentados y aceptados.

Las opiniones y datos vertidos en los trabajos son re sponsabilidad exclusiva de l os autores. Asim ismo se entiende qu e to das las p ersonas que f irman el trabajo han dado su conformidad para la valoración y difusión d el mismo. Todos los trabajos publicados seguirán los criterios aceptados de ética y deontología profesional.

Normas generales de envío, estructura y presentación:

Los trabajos originales serán enviados al Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical

and Health Psychology por correo ordinario (adjuntando original y tres copias) y electrónico (incluyendo los archivos del trabajo mediante un procesador de texto compatible y especificando en el e-mail el título/s del/os archivo/s que se adjuntan, así como el procesador de texto empleado). Este último medio se utilizará con el fin de abreviar los trámites de publicación en caso de ser aceptado finalmente el trabajo.

Los trabajos se mandarán a la dirección siguiente: Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos Facultad de Psicología de la Universidad de Sevilla C/ Camilo José Cela s/n 41018 – SEVILLA

La dirección de correo elec trónico de la revista es: [email protected] Una vez re cibido el trabajo original se le enviará, vía e-mail, al autor principal acuse de recibo del mismo en el mínimo plazo posible.

Los trabajos tendrán una extensión máxima de 25 – 35 páginas (ver ex cepciones en los apartados correspondientes a las normas específ icas de trabajos teóricos y casos clínicos) escritas a doble espacio (tamaño DIN A-4), sin sangrías ni saltos d e página, con texto a una sola cara y con las páginas numeradas consecutivamente. Los artículos estarán escritos en inglés o castellano. Estos últimos serán traducidos al inglés en caso de ser aceptados para su publicación.

Todos los artículos remitidos indicarán en su primera página: Título del trabajo en inglés y castellano. Nombre y apellidos de los autores y grado o cualificación profesional y/o académica. Dirección completa, incluyendo teléfono y e-mail, del autor con el que la revista deberá mantener la correspondencia.

En la segunda página irá el resumen del trabajo en inglés que tendrá una extensión máxima de 175 palabras (cada apartado [objetivos, método, resultados, etc.] aparecerá reflejado), junto con las palabras clave (máximo cinco). En la tercera página se incluirá el resumen en castellano y las palabras clave correspondientes.

En la cuarta página se volverá a poner el título del artículo, sin el nombre de los autores, y se desarrollará el texto del tr abajo. La estructura o apartados que d eben contener los trabajos se en cuentran expuestos en las norma s

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Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical and Health Psychology

específicas de cada tipo de publicación: empírica (ver punto 14), teórica (ver puntos 15 a 17) o casos clínicos (ver puntos 18 a 21).

Los trabajos que incluyan tablas e ilustraciones (gráficos, figuras, etc.) deberán presentarlas separadas del texto, cad a una en hojas ap arte, num eradas corr elativamente, y acompañadas d e encab ezado co n el núm ero de la misma y título que permita identificar claramente su contenido. En el texto se indicará el lugar deseado y aproximado para situar las tablas y/o ilustraciones. Las tablas deben ser si mples según las nor mas y estilo de la APA y no deben incluir líneas verticales.

Todas las citas que apar ezcan en el tr abajo deb en es tar pres entes en l a lis ta de refer encias y t odas las referencias deben ser ci tadas en el texto. Las citas se insertarán en el texto (nunca a p ie de página). Los apellidos de los autores deben escribirse en minúsculas excepto la primera letra. No se especificarán las iniciales de los nombres, a menos que sean necesarias para distinguir dos autores con un mismo apellido (Ejemplo: J.M. Zarit y Zarit, 1982).

Si el apel lido del autor forma parte de l a narrativa se incluirá solamente el año de publicación del artículo entre paréntesis (p.ej.: Según Olesen (1991), podemos distinguir tres tipos de aferencias sensoriales en las cefaleas...). Si el apellido y fecha de publicación no forman parte de la narrativa del texto se incluirán entre paréntesis ambos elementos separ ados por una coma (p.ej. : Podemos distinguir tres tipos de af erencias sensoriales en las cefaleas (Olesen, 1991)...).

Si un trabajo tiene dos autores se citarán los dos apellidos cada vez que l a referencia aparezca en el tex to (p.ej.: Folkman y Moskowitz (2004) revisaron la situación de la investigación de las estrategias de afrontamiento...). Si un trabajo tiene tres, cuatro o cinco autores se citarán todos la primera v ez que aparezca la referencia en el texto; en las citas subsiguientes del mismo trabajo se escribirá solamente el apellido del primer autor seguido de la frase "et al." y el año d e publicación ( p.ej.: Ro dríguez, Terol, Lóp ez y Pastor (1992) adap taron el cuestionar io….Como mencionamos anteriormente, Rodríguez et al. (1992) adaptaron el cuestionario….). Si un trabajo se compone de seis o más autores se cit ará solamente el apellido del primer autor s eguido por la fr ase "et al." y el año de publicación desde la primera vez que aparece en el texto.

Si se citan dos o más obras p or di ferentes au tores en una m isma referen cia s e es cribirán, ordenados alfabéticamente, los apellidos y respectivos años de publicación separados por un punto y coma dentro d el mismo paréntesis (p.ej .: …es abs urdo dis ociar l as es trategias de afron tamiento de la personalidad de quien las utiliza (Bouchard, 20 03; Bouchard , G uillemette y Landry-Léger, 200 4; David y Suls , 1999; Ferguso n, 2001; Vollr ath y Torgersen, 2000 )…). Si existen varias cit as del m ismo auto r se indicará el ap ellido y los año s de los diferen tes trabajos separad os por comas y acompañados de una letr a en el caso de que sean de un mismo año (p.ej....co mo afirma McAdams (1995, 1997a, 1997b, 1997c)...).

La lista de referencias bibliográficas aparecerá en página nueva, al final del trabajo, en orden alfabético por apellido del autor y las iniciales de su nombre de pila. Deberá sangrarse la segunda línea de cada entrada en la lista a cinco espacios (una sangría). Los títulos de revistas o de libros se escribirán en letra itálica; en el caso de revistas, la letra it álica com prenderá des de el t ítulo de la r evista h asta el número del vol umen (incluid as las com as an tes y después del número del volumen). Se dejará un solo espacio después de cada signo de puntuación. Por ejemplo: Aspinwall, L. G., y Taylor, S. E. (1997). A stitch in time: self-regulation and proactive coping. Psicológica

Bulletin, 121, 417-436. Lazarus, R. S. (2000). Estrés y emoción. Manejo e implicaciones en nuestra salud. Bilbao: Descleé de Brower.

(Orig., 1996).

El formato de las publicaciones periódicas deberá ser el siguiente: Autor, A. A. (año). Título del artículo. Título de la revista, volumen, número, páginas. Por ejemplo: Amirkhan, J. H. (1990). A factor analytically derived measure of coping: the Coping Strategy Indicator. Journal of

Personality and Social Psychology, 59 (5), 1066-1074.

El formato de las publicaciones no pe riódicas será: Autor , A. A. (año) . Título de la obr a. Lugar d e publicación: Editorial. Por ejemplo: Miró, J. (2003). Dolor crónico. Procedimientos de evaluación e intervención psicológica. Bilbao: Desclée de

Brouwer.

En e l caso de capítulos de libros e l formato deberá ser: Autor , A. A. ( año). Título del trabajo c itado. En Directores, Editores, Compiladores o Coordinadores (Dir., Ed., Comp. o Coord.), Título del libro (páginas). Lugar de publicación: Editorial. Por ejemplo:

Sánchez-Cánovas, J. (1991). Evaluación de las estrategias de afrontamiento. En G. Buela-Casal y V. E. Caballo

(Eds.), Manual de Psicología Clínica Aplicada (pp 247-270). Madrid: Siglo XXI.

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Normas de publicación

Las comunicaciones a congresos seguirán el formato: Autor/es seguido del Año y el Mes entre paréntesis, el

título de la comunicación en cursiva, el nombre del congreso y la ciudad donde se celebró. Por ejemplo, Beixo, A. (2003, mayo). Personalidad y afrontamiento de enfermedades crónicas. Comunicación presentada en el III

Congreso Internacional de Psicología de la Salud, Sevilla, España.

Las referencias a recursos electrónicos deberán proveer al menos, el título del recurso, fecha de publicación o fecha de acceso, y la dirección (URL) del recurso en el Web. En la medida que sea posible, debe aparecer el autor del r ecurso. El formato básico será: Autor de la pág ina. (Fech a de publicació n o rev isión de la págin a, si está disponible). Título de la página o lugar. Recuperado (Fecha de acceso), de (URL-dirección). Por ejemplo, Sanzol. J. (2001). Soledad en el anciano. Recuperado el 12 de mayo de 2004, de http://www.personal.uv.es/sanzol.

En caso de duda sobre otras norm as de publicación no recogidas anteriorm ente, se deb erán seguir los criterios establecidos en la quinta edición del Publication Manual of the American Psychological Association (2001).

Normas específicas para los trabajos de carácter empírico:

Los artí culos de es ta sección serán aportaciones relevantes en el ámbito de la Psicología Clín ica y de la

Salud. Seguirán un orden lógico, una presentación clara y estructurada que seguirá el siguiente orden: Introducción y justificación del trabajo Objetivos e hipótesis Método: participantes; diseño, variables y condiciones de control; materiales y/o instrumentos y procedimiento Resultados Discusión Conclusiones Referencias

Normas específicas para los trabajos de carácter teórico:

La revista Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical and Health Psychology recoge

artículos teór icos desde diferen tes perspect ivas (cognitiva, d inámica, condu ctual, sistém ica, etc.) que represen ten aportaciones destacadas acerca de los diferentes contenidos que aborda.

Los artículos de esta sección llevarán, al igual que todos los demás, un orden coherente y una presentación clara y estructurada. Expresarán una justificación de la r elevancia del tema a tratar (en la in troducción del trabajo) y una aportación expresa de carácter práctico para que el profesional obtenga una referencia de naturaleza aplicada (con independencia de la línea teórica de la que proceda) del tema a tratar (en la discusión del mismo).

La extensión máxima de todo el trabajo será de 10 páginas y la estructura a seguir será la siguiente: Introducción y tesis (aspecto que se quiere exponer o defender) Discusión Conclusiones (breves y delimitadas de forma clara). Referencias (hasta un máximo de 20).

Normas específicas para la exposición de casos clínicos:

En esta sección se recog erá la descripción de uno o más casos clín icos que, por sus peculiaridad es,

supongan una aportación y/o repercusión importante al conocimiento del proceso analizado.

Los artículos de esta sección además de l levar un orden coherente y una presentación clara, podrán seguir las siguientes estructuras:

Encuadre teórico O bien: a) Introducción Participantes b) Descripción del/os caso/s clínico/s Procedimientos de evaluación c) Discusión

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Tratamiento d) Referencias Resultados Referencias

La extensión máxima de todo el trabajo será de 5-20 páginas y las referencias bibliográficas no excederán de 20.

En la d escripción de los c asos nunca se u tilizarán ni los nombres ni las ini ciales real es de los p acientes sobre los que se ha realizado el estudio motivo de publicación.

Revisión y Publicación de los trabajos:

Los trabajos que cumplan las nor mas expuestas anteriormente, serán revisados anónimamente por expertos

en el tema tr atado, quien es info rmarán a la d irección de l a re vista de l a va loración y pos ibles m odificaciones a realizar en el mismo. Dicha valoración será remitida por la dirección al autor en un plazo máximo de tres meses.

Una vez valor ado, modificado (si es e l c aso), rev isado y aceptado def initivamente el artículo, s e determinará por parte de la dirección la publicación del artículo y se comunicar á al autor principal, la fecha y el número de la revista en que será publicado el trabajo. En cualquier caso, la decisión final de publicar o no un artículo, corresponde en última instancia, a la dirección de la revista.

Los artí culos qu e no apar ezcan en el ú ltimo nú mero de la r evista, pero se enc uentren aceptados, serán publicados en las próximas edic iones, mientras tanto engrosar án el lista do de ar tículos aceptado s y pend ientes de publicación.

Los artículos que no cumplan las normas establecidas o que no sean aceptados para su publicación no serán sometidos a revisión ni serán devueltos a lo s autores, aunque sí se notificarán lo s motivos de exclusión. En cualquier caso, la revista se reserva el derecho a introducir las modificaciones que considere oportunas para el cumplimiento de las normas establecidas.

El envío de un artículo a la rev ista Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical and Health Psychology supondrá la aceptación de todas las normas anteriores por parte de los au tores del trabajo original presentado.