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“AL ALCANCE DE LA TEMPRANA INTELIGENCIA DE LOS NIÑOS”. LA DIVULGACIÓN DE LA MEDICINA Y LA HIGIENE EN LAS REVISTAS INFANTILES DE MÉXICO. LA DÉCADA DE 1870 1 Rodrigo A Vega y Ortega Baez 2 RESUMEN La década de 1870 es particularmente relevante para la historia social de la ciencia, ya que fue el momento en que la filosofía positivista se afianzó en la cultura mexicana a través de la instrucción secundaria en las aulas de la Escuela Nacional Preparatoria; y en estos años se llevó a cabo bajo la reorganización de la comunidad científica por medio de los mandatos liberales. Además, en esta década las revistas literarias infantiles jugaron un papel destacado en la divulgación del conocimiento científico, como el médico-higiénico, gracias al apoyo que dichos gobiernos brindaron para llevar la ciencia a todos los grupos sociales. Los niños de clases media y alta tuvieron a su disposición una diversidad de revistas infantiles que, entre los distintos conocimientos que les pusieron a su alcance, se encontraba la medicina y la higiene. Varios de estos niños fueron los hombres que erigieron las instituciones médicas del último tercio del siglo XIX, y ocuparon puestos clave en instituciones científicas y educativas, además de puestos gubernamentales. PALABRAS CLAVES: medicina, higiene, revistas, niños, divulgación. ABSTRACT "The scope of the early intelligence of children". Disclosure of medicine and hygiene in Mexico children's magazine. The 1870s The decade of 1870 is very important for the social history of science, since it was the moment at which the positivist philosophy held fast in the Mexican culture through the secondary instruction in the classrooms of the Escuela Nacional Preparatoria; and in these years it was carried out under the reorganization of the scientific community through liberal presidents. In this decade the infantile literary magazines played an outstanding role in the spreading of the scientific knowledge, like the medical one, thanks to the 1 La investigación es parte del proyecto PAPIIT: “Naturaleza y territorio en la ciencia mexicana (1768-1914)”, (IN 303810), Instituto de Geografía-UNAM, responsable doctora Luz Fernanda Azuela. Desde 2010. También del proyecto: "Geografía e Historia Natural: Hacia una historia comparada. Estudio a través de la Argentina, México, Costa Rica y Paraguay". Desde 2005. Financiamiento del IPGH (Geo. 2.1.2.3.1; Hist. 2.1.3.1.1). Responsable: doctora Celina Lértora, (Conicet-Argentina). Países participantes: Argentina, México, Costa Rica y Paraguay. 2 Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Correo: [email protected]

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“AL ALCANCE DE LA TEMPRANA INTELIGENCIA DE LOS NIÑOS”. LA DIVULGACIÓN DE LA MEDICINA Y LA HIGIENE EN LAS REVISTAS INFANTILES DE MÉXICO. LA DÉCADA DE 18701

Rodrigo A Vega y Ortega Baez2

RESUMEN La década de 1870 es particularmente relevante para la historia social de la ciencia, ya

que fue el momento en que la filosofía positivista se afianzó en la cultura mexicana a

través de la instrucción secundaria en las aulas de la Escuela Nacional Preparatoria; y en

estos años se llevó a cabo bajo la reorganización de la comunidad científica por medio

de los mandatos liberales. Además, en esta década las revistas literarias infantiles

jugaron un papel destacado en la divulgación del conocimiento científico, como el

médico-higiénico, gracias al apoyo que dichos gobiernos brindaron para llevar la ciencia

a todos los grupos sociales. Los niños de clases media y alta tuvieron a su disposición

una diversidad de revistas infantiles que, entre los distintos conocimientos que les

pusieron a su alcance, se encontraba la medicina y la higiene. Varios de estos niños

fueron los hombres que erigieron las instituciones médicas del último tercio del siglo XIX,

y ocuparon puestos clave en instituciones científicas y educativas, además de puestos

gubernamentales.

PALABRAS CLAVES: medicina, higiene, revistas, niños, divulgación.

ABSTRACT

"The scope of the early intelligence of children". Disclosure of medicine and hygiene in Mexico children's magazine. The 1870s

The decade of 1870 is very important for the social history of science, since it was the

moment at which the positivist philosophy held fast in the Mexican culture through the

secondary instruction in the classrooms of the Escuela Nacional Preparatoria; and in

these years it was carried out under the reorganization of the scientific community through

liberal presidents. In this decade the infantile literary magazines played an outstanding

role in the spreading of the scientific knowledge, like the medical one, thanks to the

1 La investigación es parte del proyecto PAPIIT: “Naturaleza y territorio en la ciencia mexicana (1768-1914)”, (IN 303810), Instituto de Geografía-UNAM, responsable doctora Luz Fernanda Azuela. Desde 2010. También del proyecto: "Geografía e Historia Natural: Hacia una historia comparada. Estudio a través de la Argentina, México, Costa Rica y Paraguay". Desde 2005. Financiamiento del IPGH (Geo. 2.1.2.3.1; Hist. 2.1.3.1.1). Responsable: doctora Celina Lértora, (Conicet-Argentina). Países participantes: Argentina, México, Costa Rica y Paraguay. 2 Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Correo: [email protected]

support that these governments offered to take science to all the social groups. The

children of high and middle classes had to their disposition a diversity of infantile

magazines that, between the different knowledge that put to them to their reach, he was

the medicine and the hygiene. Several of these children were the men who erected the

medical institutions of the last third of century XIX, and occupied key positions in scientific

and educative institutions, besides governmental positions.

KEYWORDS: medicine, health, magazines, children, disclosure.

INTRODUCCIÓN La divulgación de las ciencias “útiles”, entre las que se encuentra la medicina y la

higiene, fue un tema recurrente en las revistas infantiles del último tercio del siglo XIX,

y tuvo auge desde la década de 1870. La circulación de dicho conocimiento en las

páginas de éstas constituyó uno de los recursos que los niños y niñas de las clases

media y alta de México tuvieron para instruirse científicamente y entretenerse

racionalmente cada semana. Las revistas infantiles más populares en los años 1870

donde se divulgó la ciencia fueron: El Obrero del Porvenir (1870); La Enseñanza

(1870-1876); El Correo de los Niños (1872-1883); El Escolar (1872); La Edad Feliz

(1873); La Niñez Ilustrada (1873-1875); La Ciencia Recreativa (1873-1879); Los

Chiquitines (1874); la Biblioteca de los Niños (1874-1876); y La Edad Feliz (1876).

La década de 1870 es particularmente relevante para la historia social de la ciencia en

varios sentidos. Primero, porque fue el momento en que la filosofía positivista se

afianzó entre las clases media y alta de México a través de la instrucción secundaria

impartida en las aulas de la Escuela Nacional Preparatoria. Segundo, porque en estos

años se llevó a cabo bajo la reorganización de la comunidad científica del país durante

los mandatos liberales de Benito Juárez (1867-1872), Sebastián Lerdo de Tejada

(1872-1876), José María Iglesias (1876-1877) y Porfirio Díaz (1877-1880 y 1884-

1910). Tercero, porque en dicha década las revistas literarias en general, y las

dedicadas al público infantil en particular, jugaron un papel destacado en la divulgación

del conocimiento científico, como el médico-higiénico.

Óscar Reyes ha señalado que una de las preocupaciones de la sociedad mexicana del

último tercio del siglo XIX, en específico de las clases media y alta, consistió en

“formar a los pequeños de acuerdo con los cánones de orden y progreso pregonados

por el régimen, [pues] si se quería construir una sociedad moderna que estuviera a la

altura de las naciones europeas, había que formar a una ciudadanía que encajara con

dicho imaginario”, y tuviera entre sus bases al conocimiento científico3 .

Junto a la instrucción de primeras letras, las revistas infantiles publicadas entre 1870 y

1880, intentaron formar al ciudadano mexicano del futuro, al “hombre del mañana,

guerrero en ciernes o emergente cristiano. Mientras no [llegara] tal futuro, el pequeño

sólo [era] visto como una promesa, una potencia o un germen de lo que se [podría]

convertir, pero aún no [era]”4.

Específicamente, algunos de los médicos nacidos entre 1864 y 1876 que tuvieron un

papel destacado en la vida nacional y que posiblemente leyeron de niños las citadas

revistas infantiles fueron: los eminentes Daniel Vergara Lope Escobar (1865-1938),

José Barragán (1869-1958), Germán Díaz Lombardo (1871-1924), Aureliano Urrutia

(1872-1975) y Fernando Ocaranza (1876-1965); y la odontóloga Margarita Chorné y

Salazar (1864-1962).

LA NIÑEZ MEXICANA EN LA DÉCADA DE 1870 De acuerdo con Claudia Agostoni, la literatura de tipo infantil tuvo auge en el último

tercio del siglo XIX tanto en México como en el mundo, pues se había afianzado la

noción de “infancia” como una etapa de la vida separada, diferenciada y con

necesidades específicas y distintas a las de la edad adulta5. De manera similar, Martyn

Lyons afirma que el auge de la industria editorial infantil fue parte del proceso de

definición de la infancia y la adolescencia como fases autónomas de la vida, con sus

propios problemas y necesidades6.

Pero el origen de “la infancia” se remonta a finales del siglo XVIII, cuando inició el

proceso de distinción entre adultez, juventud e infancia. Éste continuó

progresivamente a los largo del siglo XIX. Por primera vez, “el niño fue visto como un

3 Reyes, Óscar, “Las representaciones de las niñas en los manuales de lectura para mujeres en educación elemental a principios del siglo XX”; en: Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, México, vol X, mº 1-2, 2005, p 65. 4 Reyes, Óscar, “Escuela y vida infantil en México entre los siglos XIX y XX”; en: Padilla, Antonio, Arredondo, Martha Luz y Martínez, Lucía (coord). La infancia en los siglos XIX y XX. Discursos e imágenes, espacios y representaciones. México, Casa Juan Pablos/Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2008, p 314. 5 Agostoni, Claudia, “Divertir e instruir. Revistas infantiles del siglo XIX mexicano”; en: Clarck, Belem y Speckman, Elisa (ed). La República de las Letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico. México, Coordinación de Humanidades-UNAM, 2005, vol II, p 171. 6 Lyons, Martyn, “Los nuevos lectores del siglo XIX: mujeres, niños, obreros”; en: Cavallo, Guglielmo y Chartier, Roger (coord). Historia de la lectura en el mundo occidental. México, Taurus, 2006, p 494.

actor que requería de cuidados y atenciones especiales. [Y] esta visión de la infancia

quedó plasmada en las revistas dedicadas a la niñez mexicana”7. En estos años la

definición de “infancia” que circulaba se refería a la etapa de la vida iniciada con el

nacimiento y continuaba varios años después. Primero, se consideraba la primera

infancia como el período que iba de los 0 a los 7 años; y la segunda infancia

transcurría desde los siete años hasta los doce o catorce años8. Alberto Ramírez ha

planteado que la infancia al final del siglo XIX era considerada

“la etapa de la vida en que el individuo [era] corto de edad y [poseía] como

características ser pequeño de estatura, con poco desarrollo corporal, un lenguaje

simple, dedicado al juego y dependiente de los adultos […] Se [caracterizaba] por

la docilidad, el respeto y la irresponsabilidad. [También] la infancia [era] la primera

etapa del desarrollo en la vida de los seres humanos, que [tenía] una identidad

específica en la que se [manifestaban] los primeros aprendizajes: lenguaje,

marcha y socialización”9.

Ambas etapas infantiles se diferenciaba unas de otras a través de aspectos físicos

como estatura y complexión del cuerpo, junto a los ritos religiosos acompañan el

crecimiento de los hombres y mujeres como el bautizo o la primera comunión, y los

grados instituidos en la instrucción primaria10. Así, el incremento de la escolarización

de primeras letras entre la sociedad mexicana, particularmente entre las clases media

y alta, en el la segunda mitad del siglo XIX fomentó el crecimiento del público lector

infantil. Junto a las nuevas acciones promovidas por el Estado liberal mexicano

florecieron las revistas para niños y todo tipo de literatura destinadas a satisfacer las

inquietudes pedagógicas de las familias educadas.

Finalmente, Pierre Caspard ha planteado que la segunda infancia siempre fue la

preferida para la instrucción y los aprendizajes de tipo escolar, pues eran los años en

que se podía “moldear” favorablemente el carácter del niño y futuro ciudadano11. Era

7 Agostoni, Claudia, “Divertir e instruir…”, p 172. 8 Agostoni, Claudia, “Divertir e instruir…”, p 173. 9 Ramírez, Alberto, “La infancia en el distrito de Toluca, Estado de México, durante el siglo XIX”; en: Padilla, Antonio, Arredondo, Martha Luz y Martínez, Lucía (coord). La infancia en los siglos XIX y XX. Discursos e imágenes, espacios y representaciones. México, Casa Juan Pablos/Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2008, p 322. 10 Ramírez, Alberto, “La infancia…”, p 324. 11 Caspard, Pierre, “La infancia, la adolescencia, la juventud: para una economía política de las edades desde la época moderna”; en: Martínez, Lucía (coord). La infancia y la cultura escrita. México, Siglo XXI/Universidad Autónoma de Morelos, 2001, p 90.

el momento idóneo para poner “al alcance de la temprana inteligencia de los niños”.

Además, eran los años en que los padres de familia de clases media y alta

fomentaban de manera más ardua el papel de sus hijos como lectores.

LA INSTRUCCIÓN ELEMENTAL EN LOS AÑOS 1870 La instrucción elemental en México implementada en la década de 1870 y,

prácticamente hasta el final del porfiriato, tuvo como base la Ley Orgánica de

Instrucción Pública de 2 de septiembre de 1867 o Ley Antonio Martínez de Castro

promulgada bajo la presidencia de Benito Juárez. Para llevar a cabo esta ley, el

presidente en turno nombró una comisión encabezada por Gabino Barreda y Francisco

Díaz Covarrubias, que tuvo como finalidad la mejora de la instrucción pública, al

considerarla como la forma más apta para moralizar al pueblo, difundir la libertad y el

respeto a las leyes entre toda la población, y echar a andar la “nueva” sociedad en la

cual se basaría el desarrollo del país. La educación manejada por el clero católico y

bajo la pedagogía lancasteriana defendida por varios políticos conservadores y

moderados fue sustituida por la educación positivista. Ésta se convirtió en una forma

de impactar ideológicamente a la sociedad mexicana, específicamente a las clases

media y alta; y de conformar nuevas generaciones de hombres a partir del lema “orden

y progreso”.12 La ley sólo tuvo efecto en el Distrito Federal y el Territorio de Baja

California, pero varios preceptos importantes sirvieron de base para proyectos

regionales. Lucía Martínez señala que dicha ley revela la existencia de un actor que

era necesario educar fuera de la familia para crear al nuevo ciudadano13.

Como apunta Alberto del Castillo, el fomento de la instrucción pública basada en una

“lectura y una escritura `masivas´ incorporó a los sujetos a un nivel más elevado de

abstracción. Como parte de este proceso, a los infantes se les separó de los adultos” y

se les construyó una identidad de la que hasta entonces carecían14.

La escuela primaria después de la República Restaurada afianzó el papel de “tiempo

escolar” dentro de las vivencias del niño, caracterizado como “universo ordenado y

12 Alvarado, Lourdes, “Saber y poder en la Escuela Nacional Preparatoria. 1878-1885”; en: Menegus, Margarita (coord), Saber y poder en México. Siglos XVI al XX. México, CESU-UNAM/Editorial Miguel Ángel Porrúa, 1997, p 60. 13 Martínez, Lucía, “El agua y la higiene en los libros infantiles. Primeras nociones”; en: Padilla, Antonio, Arredondo, Martha Luz y Martínez, Lucía (coord). La infancia en los siglos XIX y XX. Discursos e imágenes, espacios y representaciones. México, Casa Juan Pablos/Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2008, p 229. 14 Castillo, Alberto del. Conceptos, imágenes y representaciones de la niñez en la ciudad de México, 1880-1920. México, El Colegio de México, 2006, p 19.

codificado, teniendo que adaptarse a él. De ahí la importancia otorgada a las muestras

externas de respeto al maestro y a las autoridades que podían irrumpir en el aula,

figuras del ritual escolar”, levantarse cuando entraba alguna figura de respeto, como

un adulto, y estar de pie hasta que el profesor lo señalara15.

La labor de los profesores de las escuelas primarias era ejercitar las facultades físicas,

morales e intelectuales de los alumnos para estimular su desarrollo en un sentido

amplio16. Lo anterior se lograba manteniendo la concepción de que los niños

aprendían en la escuela el

“sistema de mandos, órdenes y reglas que constituían la organización escolar.

Traer cara y manos limpias; la ropa más o menos arreglada; aprender a

mantenerse quietos durante horas; atender las indicaciones de la profesora, eran

algunos de los elementos de un aprendizaje que debía ser prontamente

incorporado, si no se quería sufrir las funestas consecuencias de una mana

asimilación: amonestaciones, regaños, burlas, pellizcos, palmazos, etc. […] La

escuela se presentaba como el ámbito privilegiado donde el menor aprendería el

respeto y el decoro […] Se procuraba enseñar a los pequeños a ser buenos hijos,

compañeros solidarios y ciudadanos serviciales”17.

En los años 1870 y hasta 1910, la escuela fungió como una extensión del hogar y el

profesor, en concordancia, sustituyó a la figura paterna. Con ello se pretendió que los

pequeños respetaran a los maestros como a sus padres. Éstos los prepararían “para

entrar en el mundo de los adultos y los [formarían] como los futuros ciudadanos y

leales servidores del Estado”18. Así, la escuela se constituyó como la principal

instancia “normalizadora” de la niñez, esto es, “la educación era un medio que permitía

a los menores interiorizar las normas sociales y modelar su conducta”19, además de

instruirse para ser adultos productivos laboralmente.

LAS REVISTAS INFANTILES DE MÉXICO HACIA 1870

15 Guereña, Jean Louis, “Infancia y escolarización”; en: Borrás, José María (coord). Historia de la infancia en la España contemporánea, 1834-1936. Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales/Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1996, p 387. 16 Reyes, Óscar, “Escuela y vida…”, p 292. 17 Reyes, Óscar, “Escuela y vida…”, p 294. 18 Ramírez, Alberto, “La infancia…”, p 339. 19 Reyes, Óscar, “Escuela y vida…”, p 291.

En México, las revistas infantiles aparecieron desde el año 1839 con El Diario de los

Niños (1839-1840), y continuaron de manera intermitente en las siguientes décadas a

través de títulos como el Calendario Fantástico de los Niños (1859-1860) o El Ángel de

los Niños (1861). Pero fue hasta la década de 1870 cuando se amplió la oferta y varias

de ellas comenzaron a publicarse continuamente. Desde estos años y hasta 1910, las

revistas infantiles se encontraban bien consolidadas en cuanto al mercado de su

público lector, al conjunto de articulistas y redactores, y sus diversos puntos de venta

en casi todo el país.

La gran aceptación de estas revistas entre las clases media y alta de estos años se

debió a su objetivo principal de instruir, entretener y moralizar a los jóvenes lectores de

ambos sexos. También se consideraron materiales auxiliares para los profesores de

primeras letras en cuanto a la formación de hombres y mujeres de provecho para la

nación. Además, la prensa infantil era de carácter “didáctico y anhelaban que los

pequeños lograran desarrollar el placer y gusto por la lectura y el aprendizaje, al

mismo tiempo que buscaban divertir y entretener” de manera racional, por lo que la

divulgación científica tuvo un papel preponderante20.

De acuerdo con Luz Elena Galván, el proyecto de prensa infantil que llevaron a cabo

distintos impresores fue de carácter alterno al gobierno, pues no se relacionaba

directamente con él ni fue subvencionado por éste. “Así, en ningún momento

constituyó un proyecto oficial, ya que respondía sobre todo a la inquietud de los

intelectuales por hacer llegar la educación a un público más amplio”21.

La prensa infantil mexicana buscó satisfacer las inquietudes pedagógicas de las

familias educadas y de los profesores de instrucción primara. Ésta se caracterizó por

su eje didáctico y el anhelo por que los lectorcitos lograran desarrollar el placer y gusto

por la lectura y el aprendizaje22, al mismo tiempo que buscaban divertir y entretener,

siempre “al alcance de la temprana inteligencia de los niños”.

Puede afirmarse que en la década de 1870, cada revista infantil estaba editada de tal

manera que los padres de familia con una economía desahogada podían empastarla

en tomos anuales al juntar cada número de manera consecutiva. Cada tomo servía

como un libro de instrucción y entretenimiento, que podría ser consultado dentro del

20 Agostoni, Claudia, “Divertir e instruir…”, p 174. 21 Galván, Luz Elena, “La niñez desvalida. El discurso de la prensa infantil del siglo XIX”; en: Padilla, Antonio, Arredondo, Martha Luz y Martínez, Lucía (coord). La infancia en los siglos XIX y XX. Discursos e imágenes, espacios y representaciones. México, Casa Juan Pablos/Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2008, p 171. 22 Agostoni, Claudia, “Divertir e instruir…”, p 174.

hogar, ya fuera en la habitación del menor de edad o en el librero familiar ubicado en

las áreas comunes de la casa23. Con lo cual se lograba que las revistas prolongaran

la escuela en el hogar, pero sin el rigor del aula.

Las revistas infantiles fueron de tipo misceláneo, es decir, incluyeron una variedad de

temas en sus páginas, tanto de temas mexicanos como mundiales. Aspectos como

moral, religión, urbanidad, consejos pedagógicos para los padres, gimnasia y buenas

costumbres; conocimientos útiles de las ciencias como agricultura, anatomía,

medicina, historia natural, aritmética, higiene, geografía de México y el mundo, y

nutrición; cuestiones prácticas de las artes industriales; elementos humanísticos como

ortografía, historia universal, biografías de grandes hombres, dibujo, literatura, teatro,

civismo y teatro. Los jóvenes lectores encontraban una atractiva gama de contenidos

novedosos y se instruían a través de amenas y cortas lecciones sin tener que

escuchar las rígidas conferencias de un profesor, ni estar sometidos a exámenes24.

La periodicidad de las revistas infantiles no distó de la prensa de entretenimiento e

instrucción de otros lectores bien diferenciados, como mujeres o artesanos, pues sus

entregas fueron semanales, quincenales o mensuales, y los adultos podían suscribirse

anualmente o comprarla por separado para los niños.

En la prensa infantil también se incluyeron anuncios publicitarios que permitieron “que

sus lectores, y en particular la madre de familia, tuvieran la oportunidad de informarse

acerca de las novedades para el hogar, de servicios médicos especializados en la

infancia o bien de profesores de piano para sus hijos”25.

A decir de Galván, niños y niñas de las clases media y alta, completaban su

instrucción “con la lectura de diversos periódicos publicados, [por lo que] este espacio

[impreso] fue aprovechado por intelectuales de la época, quienes deseaban formar al

nuevo ciudadano” útil socialmente como uno de los tantos profesionistas que la nación

demandaba, entre ellos médicos, farmacéuticos, ingenieros, veterinarios, profesores

normalistas, etcétera26.

23 Herrera, Laura, “Los calendarios de las niñas y de los niños (siglo XIX)”, en: Salazar, Delia y Sánchez, María Eugenia (coord). Niños y adolescentes: normas y transgresiones en México, siglos XVII-XX. México, INAH, 2008, p 54. 24 Staples, Anne, “Literatura infantil y de jóvenes en el siglo XIX”, en: Martínez, Lucía (coord). La infancia y la cultura escrita. México, Siglo XXI/Universidad Autónoma de Morelos, 2001, p 346. 25 Agostoni, Claudia, “Divertir e instruir…”, p 175. 26 Galván, Luz Elena, “La niñez…”, p 171.

La divulgación de las ciencias útiles, como la medicina y la higiene, encontró un campo

fértil en la prensa infantil, pues sus redactores consideraron que los niños lectores

debían de llevar los avances médicos y el conocimiento higiénico hacia toda la

población para que descendiera la mortandad y mejoraran los hábitos públicos.

EL PÚBLICO MEXICANO DE LAS REVISTAS INFANTLES EN 1870 Los niños lectores de las clases media y alta habitaban generalmente casas con

espacios donde era factible desarrollar la práctica de la lectura cotidiana. En ellos

había comúnmente libreros o estantes donde se colocaban los libros infantiles,

conformando un espacio propio para su resguardo. En este hogar decimonónico se

reforzó el sentido de la lectura señalado por Anel Pérez sobre “la gradual

conformación de la literatura infantil, construyéndose en función de modelos de niño

receptor y del modelo del autor que dialoga con él”27. Las revistas infantiles estaban

concebidas de dos maneras: una, en la cual los niños leían por su cuenta, en la

intimidad de su recamara o de la sala, ya fuera en voz baja o en silencio; y otra, en la

que existía un “mediador a lo largo de la lectura infantil, la función de alguien que [leía]

para los niños”, en espacios comunes de la casa como el patio, el porche, el comedor

o el jardín 28. En ambas existía un adulto que los proveía de lecturas adecuadas a su

edad e intereses.

De acuerdo con Sandra Szir, el niño escolarizado perteneciente a las clases media y

alta fue el protagonista y destinatario de la totalidad de los contenidos de las revistas

infantiles en concordancia con la identidad del niño como hijo de una familia nuclear y

alumno de una escuela pública, con lo cual existía una continuidad cultural con

respecto a su hogar, la iglesia o la institución escolar29.

El conocimiento científico fue un tópico que, particularmente, los padres de familias de

clase media fomentaron entre sus hijos, que junto al aprendizaje de las “buenas

maneras” le permitiría distanciarse de los groseros modales de los “léperos” y demás

clases menesterosas, para encontrar un mejor empleo y un ventajoso matrimonio30.

La apariencia externa del niño de clase media y la fineza en su trato eran los mejores

27 Pérez, Anel, “Las posibilidades históricas del concepto de niño lector”; en: Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, México, vol X, nº 1-2, 2005, p 15. 28 Pérez, Anel, “Las posibilidades…”, p 19. 29 Szir, Sandra, “Imagen, educación y consumo. Periódicos ilustrados para niños en Buenos Aires (1880-1919)”; en: Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, México, vol X, nº 1-2, 2005, p 54. 30 Reyes, Óscar, “Las representaciones…”, p 71.

recursos sociales que le posibilitaba insertarse en los círculos sociales más

privilegiados. Con estas armas sociales, los hijos e hijas accederían a medios altos,

aunque fuera de manera periférica, mejorando la posición social.

Para Alberto Ramírez, la infancia de las clases media y alta se puede definir como

aquélla que

“está social y económicamente protegida. Cuenta con una familia completa, donde

existe el reconocimiento social, así como legal. Este tipo de infancia normalmente

estaba en el medio urbano, ciudades, villas o poblaciones grandes, cabeceras de

municipalidad o de distrito. Por lo que se refiere al aspecto económico, se tenían

los recursos necesarios para su subsistencia. Este tipo de familias estuvo

asociado con la burguesía, los hacendados, industriales, comerciantes, militares,

políticos, funcionarios del Estado, quienes tuvieron la visión de continuar con su

reproducción social a través de la esperanza en el futuro depositada en sus hijos

[…] Los niños socializaban en espacios privados [con otro infantes] de su nivel

socioeconómico, que asistían al colegio, por lo que compartían en términos

generales una misma visión de la realidad” 31.

A la larga, el fomento de la divulgación científica, como el médico-higiénico, se

consideraba como una inversión sociocultural entre los infantes que en su edad adulta

redundaría en sus beneficios, tanto económicos como sociales.

LOS NIÑOS LECTORES DE REDACTORES Y ARTICULISTAS EN LA DÉCADA DE 1870 Para adentrarse en el tipo de niño-lector al que se dirigían tanto los redactores como

los articulistas de las revistas infantiles, resulta imprescindible leer las primeras

páginas de cada una de ellas. Por ejemplo, los redactores de El Obrero del Porvenir

expresaron a sus jóvenes lectores y sus familias que habían emprendido la publicación

de la revista “guiados solamente por el deseo de contribuir, con los escasos medios de

que [disponían], a la propagación de los conocimientos útiles, entre la juventud”

mexicana32. Asimismo, dedicaban sus esfuerzos editoriales a todas aquellas personas

que, hubieran pasado “ya la feliz edad de la infancia, y no tuvieron la fortuna de recibir

una mediana educación, encontrarán también alguna utilidad en la lectura de nuestros

artículos; porque el hombre absolutamente desnudo de conocimientos, se asemeja

31 Ramírez, Alberto, “La infancia…”, p 326. 32 Redactores, "Preámbulo"; en: El Obrero del Porvenir. México, tº I, nº 1, 1870, p 1.

mucho a los niños"33. El tono divulgativo de la medicina y la higiene en esta revista

pasaría “frecuentemente del estilo grave al festivo y jocoso y [endulzarían] la amargura

y sequedad de algunas lecciones de [ciencia], revistiéndolas con el agradable ropaje

de la fábula o de la anécdota"34.

En junio de 1870 se público en La Enseñanza el escrito "A nuestros lectores” en que

los redactores afirmaban que "la educación del pueblo [había] llegado a ser en la

época en que [vivían] una necesidad urgente, de cuya satisfacción [dependía] el

bienestar de la sociedad y el porvenir de las generaciones venideras"35, acorde con

los esfuerzos del Estado liberal por ampliar la instrucción entre todos los mexicanos.

La revista se interesaba particularmente en los niños, pues era la edad idónea para

que cada uno de los lectores sintiera “en sí la necesidad de instruirse, porque todo lo

que le rodea contribuye a despertar su curiosidad, a engrandecer sus ideas y a darle

mayores aspiraciones al progreso intelectual” necesario para el “progreso” social36.

En el proyecto de instrucción amena y entretenida, La Enseñanza hacía un llamado a

todos los hombres sabios del país e interesados en el porvenir de México para llevar

todo tipo de conocimientos a los más jóvenes, a través de lecciones fáciles e

instructivas sobre Gramática, Aritmética, Geometría, Geografía Cronología, Historia,

Higiene, Química, Teneduría de Libros, Taquigrafía, Francés, Inglés, Dibujo, Música,

Historia Natural, Astronomía, Física, y otros muchos conocimientos 37.

Otra de las revistas infantiles que estuvo presente a lo largo de la década de 1870 fue

El Correo de los Niños. En su primer número, a manera de presentación se publicó

“Buenos días”, escrito en el cual se expresaba a los “amiguitos y amiguitas” lo que

contrarían en sus páginas. El proyecto editorial se basaba en artículos escritos sin

palabras elevadas, pues se prefería hacerlo con toda la sencillez “de vuestro abuelito

cuando os platica del gallo pelón y de tantas cosas como os complace oír”38. Pero los

articulistas no se contentarían con narrarle a los niños de cuentos y adivinanzas, pues,

si se diera el caso de que el protagonista del relato fuera un gallo, se incluirían

palabras sobre a cuál reino de la naturaleza pertenece, a qué familia, y se dirá cuántas

33 Redactores, “Preámbulo”, p 1. 34 Redactores, “Preámbulo”, p 2. 35 Redactores, "A nuestros lectores"; en: La Enseñanza. México, tº I, nº 1, 1870, p 1. 36 Redactores, “A nuestros lectores”, p 1. 37 Redactores, “A nuestros lectores”, p 1. 38 Redactores, "Buenos Días", en: El Correo de los Niños, México, tº I, nº 1, 1872, p 1.

clases de gallos se conocen39, ya que el entretenimiento sin instrucción no rendiría los

frutos anhelados.

Los redactores confiaban que entre sus jóvenes lectores habría alguna “inteligencia

precoz que no se [contentara] con saber de memoria los libros del colegio, y por eso

es que [publicarían] también materias un poco más altas, pero tratadas siempre con la

mayor sencillez posible, porque sería mucho que sus amiguitos se volviesen

pedantes"40. Además, las lecciones de divulgación, como las de medicina e higiene, se

publicarían en varios números consecutivos, con la finalidad de preparar las tiernas

inteligencias infantiles para estudios más arduos y complicados41.

Los redactores de El Escolar, revista dedicada a las niñas de las escuelas

lancasterianas y, particularmente, a aquéllas de clase baja, expresaron en el primer

número que éstas últimas,

“olvidadas por la fortuna, [se verían] colocadas en un precipicio, si en [su] camino

no se hubieran interpuesto una sociedad, que con caricias, con halagos,

[procuraba] derramar en [sus] corazones el germen de la instrucción. Vosotras,

habéis comprendido que [éste] es la única riqueza, el único tesoro que podéis

adquirir […] El Escolar verá con gusto que sois pobres en bienes de fortuna, pero

ricas en instrucción y virtud, que es lo único duradero y que jamás se pierde, pues

las riquezas son pasajeras y volubles” 42.

Estos redactores fueron conscientes de que la instrucción era uno de los medios de

ascensión social más efectivos entre las clases media y baja, pues una jovencita

instruida sería más atractiva para algún profesionista o burócrata que si solamente

confiara en su belleza.

Particularmente, Miguel Olivares, uno de los articulistas de El Escolar publicó

“Necesidad de instruir al pueblo”, en que confiaba que "México [llegaría] a su completo

estado de perfección cuando el pueblo [estuviera] suficientemente instruido"43.

Además, el autor señalaba que la gran tarea de las revistas literarias al entretener

instruyendo a la juventud del país era que al formar buenos hijos, se obtendría, con el

39 Redactores, "Buenos Días", p 1. 40 Redactores, "Buenos Días", p 2. 41 Redactores, "Buenos Días", p 2. 42 Redactores, "A las alumnas de las escuelas lancasterianas"; en: El Escolar, México, tº I, nº 2, 1872, p 1. 43 Olivares, Miguel, "Necesidad de instruir al pueblo"; en: El Escolar, México, tº I, nº 3, 1872, p 1.

paso de los años, buenos padres de familia e inmejorables ciudadanos; pero de lo

contrario, los mexicanos, “sin instrucción, [se arrastrarían] en el fango de la ignorancia,

como el inmundo reptil en un pantano"44.

El autor de la “La niñez y la instrucción” confiaba en que la divulgación científica entre

los niños mexicanos era una de las tareas más patrióticas, e invitaba a los padres de

familia a hacer de la revista el “invernadero” de esos pequeños capullos llamados

niños, y se tendría otro resultado: “los botones abriéndose y anticipándose a la luz”45.

En cuanto a los padres de familia, quienes sin duda eran el vehículo que llevaría las

revistas a los infantes, La Enseñanza aseguró que “de nuestra pluma no saldrá

ninguna palabra disonante; ninguna frase sospechosa que pueda herir en los más

mínimo el pudor ni la educación” de los lectores46. Los padres de familia podrían

confiar en dicha revista, ya que para llevara adelante su proyecto editorial, contaban

“1°, con la cooperación de personas ilustradas que positivamente se interesan por el

porvenir de la juventud; 2°, con una abundante colección de obras modernas, de las

cuales extractaremos los trozos más escogidos y selectos que encontremos en

ellas".47 Este tipo de argumentos se esgrimieron en prácticamente todas las revistas

infantiles de la década de 1870 para asegurarse la confianza de los adultos y las

ventajas que su lectura traería a los niños.

CONOCIMIENTO MÉDICO PARA NIÑOS Las cuestiones de divulgación del conocimiento médico entre los niños y niñas se

centraron en la familiarización de la anatomía de su cuerpo. En términos simples se

les enseñó que éste se divide en tres partes principales: cabeza, tronco y miembros.

“En el hombre y gran número de animales, su forma general está determinada por una

sólida armazón, compuesta de numerosos huesos, llamada esqueleto"48.

El tema de la anatomía humana se trató de manera amplia en el escrito "Los huesos y

el esqueleto. Los músculos y los tendones" dentro de las páginas de El Correo de los

Niños. Las lecciones sobre el cuerpo humano iniciaban con el “armazón” interior que

sostenía todas las partes del cuerpo o sistema óseo. A éste lo componían varios

44 Olivares, "Necesidad de instruir al pueblo", p 1. 45 MIAN, "La niñez y la instrucción"; en: El Escolar, México, tº I, nº 5, 1872, p 1. 46 Redactores, “A nuestros lectores”, p 1. 47 Redactores, “A nuestros lectores”, p 1. 48 Anónimo, "Nociones elementales de Historia Natural. Zoología"; en: El Correo de los Niños, México, tº VII, nº 8, 1879, p 29.

huesos que “no están todos solados entre sí, pues generalmente se hallan unidos

unos a otros por medio de articulaciones muy variadas, que son a veces movibles, a

veces inmóviles, según los usos de los huesos que sujetan”49. Lo anterior lo podían

constatar fácilmente los lectores, pues si el esqueleto de su pequeño cuerpo estuviera

formado de una sola pieza o si todos los huesos estuvieran ligados entre sí de un

modo invariable, sería imposible hacer el más mínimo movimiento, aunque éste fuera

muy sencillo, como cambiar las páginas de la revista.

El anónimo autor relató que la forma de los huesos variaba dependiendo de su función

corporal, pues podían ser largos, planos, más o menos recovados o irregulares. Por

ejemplo, los del brazo, antebrazo, muslo y pierna “tienen la forma de bastones con una

cabeza redonda a cada extremo. Son huecos interiormente, lo que hace que sean más

ligeros sin disminuir notablemente su solidez; su cavidad está llena de una materia

grasa, dulce y fluida” que se llama médula”50. La cabeza redondeada de cada hueso

les proporcionaba la fuerza y movilidad en las articulaciones, definidas como “unas

crestas que salen y forman un obstáculo, limitan los movimientos y no permitiéndoselo

ejecutar más que en un mismo sentido"51. Si se forzaban las articulaciones al realizar

movimientos distintos de los normales, se corría el riesgo de romperlas, como en los

juegos bruscos y las riñas que muchas veces terminaban en fracturas o dislocaciones.

Los cartílagos también formaban parte de la anatomía humana y eran definidos como

la sustancia elástica ubicada en el punto de unión de las cabezas de los huesos

articulados

“que impide a los huesos separarse, los liga entre sí sin cortar su juego y

amortigua el choque que resulta del movimiento; además, para darles más

movilidad, una materia líquida y viscosa, llamada sinovia, humedece

continuamente las piezas en contacto, haciendo lo mismo que hace el aceite que

se introduce en una cerraja o un engranaje para que resbalen con facilidad las

piezas que se hallan encima de otras” 52.

Como se explicó al principio del artículo, el esqueleto humano ejecuta normalmente

varios movimientos y para ello necesita de elementos particulares que los llevaran a

49 Anónimo, "Los huesos y el esqueleto. Los músculos y tendones",; en: El Correo de los Niños, México, tº VI nº 22, 1878, p 86. 50 Anónimo, "Los huesos…”, p 86. 51 Anónimo, "Los huesos…”, p 86. 52 Anónimo, "Los huesos…”, p 87.

cabo. “Estas funciones de locomoción las desempeñan unas masas carnosas

llamadas músculos, formados de haces de fibras pegadas unas a otras; su forma

ordinaria es la de un huso”53. Éstos se podían observar en la carne de res o cerdo

comprada en el mercado para la comida del hogar y se caracterizaba por su color rojo.

En la explicación se continuaba exponiendo que los extremos de cada hueso se

encuentran unidos entre sí por medio de una materia blanquecina, de naturaleza

fibrosa, “pero que difiere esencialmente de la fibra muscular en que no es susceptible

de contraerse como está, estas ataduras se llaman tendones”.54 Éstos se mueven a

voluntad, y por eso tienen la capacidad de contraerse al tensarse o alargarse al

aflojarse, moviendo así los huesos a que están atados. En los mercados también se

podían observar los tendones si los niños ponían atención a los cerdos o pollos

expuestos para su venta.

Los cuerpos de animales utilizados en la comida diaria de los hogares, como cerdos,

aves o reses, fueron buenos ejemplos para los pequeños lectores sobre el sistema

óseo y los músculos del ser humano, pues en ellos se podían apreciar huesos,

músculos, tendones y cartílagos de manera visual e inclusive llegar a tocarlos para los

jovencitos más atrevidos.

En cuanto al sistema respiratorio, los redactores de La Enseñanza retomaron el

artículo de L A Segond publicado originalmente en una revista europea de la que no

se menciona el título. En este escrito se explicaba a los jóvenes lectores que este

sistema se compone de tres partes a manera de un instrumento música de viento,

como podía ser una flauta común. Éstas partes eran “perfectamente distintas, a saber:

un fuelle y su portaviento, representados por el pulmón y la tráquea; una lengüeta

membranosa, que es la glotis; y por último, un tubo vocal, formado por la faringe y las

cavidades nasales"55.

Particularmente, los pulmones ocuparon la mayor parte de la descripción y se

explicaron como dos bolsas que acumulaban el aire necesario para el instrumento de

aire que estaban en número de dos y

“llenan casi por completo la cavidad torácica, cuya capacidad está en relación con

el volumen de aquéllos. Su densidad es poca, pero están dotados de una gran

fuerza de cohesión, y tienen además suma elasticidad. Su tejido es esencialmente

esponjoso; haciendo incisiones en un pulmón disecado, se puede comprobar su

53 Anónimo, "Los huesos…”, p 87. 54 Anónimo, "Los huesos…”, p 87. 55 Segond, L. A., "Higiene del cantante"; en: La Enseñanza, México, tº III, nº 2, 1874, p 29.

aspecto celuloso, tal que, Malpighi comparó por el al tejido pulmonar con un panal.

[Y] los conductos aeríferos se componen de la tráquea, de los bronquios y de las

divisiones de éstos” 56.

Un vocabulario más anatómico refirió a la tráquea como un tubo de 130 a 150

milímetros de largo, con un diámetro de 20 a 25 milímetros, pero siempre haciendo el

símil con una flauta. Ésta se ubica verticalmente delante de la columna vertebral, y se

extiende desde la quinta vértebra cervical hasta la tercera dorsal, por lo que abarca la

parte superior del tórax. “Al nivel de este último punto se bifurca; los dos nuevos

conductos toman el nombre de bronquios, cada uno, al penetrar en el pulmón se

subdividen en otros dos, y éstos, a su vez, van subdividiéndose de igual modo”57.

Como se aprecia en este artículo, fueron importantes las explicaciones basadas en

objetos cercanos a los niños, como la flauta, para representar el funcionamiento del

sistema respiratorio o los panales de abejas en cuanto a la forma de los pulmones o la

imagen de los globos como contendores de aire, pues estas imágenes ayudaban a la

comprensión del sistema respiratorio del ser humano entre los lectorcitos.

En El Obrero del Porvenir se publicó el artículo “Jenner y la Vacuna” en cual se

informaba a los niños de la importancia de las vacunas para mantener la salud infantil

a través del breve relato que ensalzaba la obra del médico inglés Edward Jenner

(1749-1823).58 En éste se hablaba del científico como uno de

“los hombres que [habían] prestado grandes beneficios a la humanidad y

[merecían] nuestro respeto y reconocimiento, ninguno acaso [tenía] mayor

derecho a ellos que el doctor Eduardo Jenner, el inmortal descubridor de la

vacuna. Entre el gran número de enfermedades que [afligieron] a la especie

humana, [existía] una que se [cebaba] principalmente en los niños, y que en otro

tiempo sembró la desolación y la muerte entre las familias y aún en las

poblaciones enteras. ¡Las viruelas! Tal [era] el nombre de esta terrible y

repugnante enfermedad que cuando no [mataba], [dejaba] horriblemente

desfigurada a la personas que la [había] padecido” 59.

56 Segond, "Higiene del cantante", p 29. 57 Segond, "Higiene del cantante", p 29. 58 Edward Jenner fue un médico inglés que descubrió la vacuna contra la viruela, enfermedad que causaba numerosas muertes en todo el mundo. Publicó en 1798 su descubrimiento en el trabajo titulado An Inquiry into the Causes and Effects of the Variolae Vaccinae, a Disease Known by the Name of Cow Pox, en donde acuñó el término de viruela. Este médico también es conocido por sus aficiones literarias y poéticas y su gusto por la jardinería. 59 R M, “Jenner y la Vacuna"; en: El Obrero del Porvenir, México, tº I, nº 14, 1870, p 54.

Los niños podían leer cómo el doctor Jenner había estudiado la enfermedad y gracias

a sus observaciones había logrado desarrollar “un preservativo casi infalible para

precaver tan funesto azote. Este preservativo [era] la vacuna, que [consistía] en la

inoculación del virus que contiene los granos o pústulas” que producía a las vacunas60.

El médico inglés era reconocido como uno de los grandes hombres de ciencia debido

a dicha vacuna, pues su espíritu observador le hizo “fijarse en que los pastores que

ordeñaban a la vacas solían contraer pústulas en las manos y estaba exentos de la

viruela. Estudiando y analizando este fenómeno, llegó al fin a descubrimiento de la

inoculación del pus vacuno”, y poco después lo publicó61. Desde entonces, los

gobiernos más instruidos, como el mexicano, emprendían medidas para vacunar a la

mayor cantidad de infantes y, por ello, no debían temerle a la aguja que los pinchara,

pues todo esfuerzo encaminado a conservar la salud merecía todos los sacrificios.

Probablemente, algunos de los lectores con ciertas inquietudes en los temas médicos

habrán querido seguir los pasos del eminente Jenner y habrán tomado como modelo a

seguir en su vida profesional al ingresar, de más edad, a la Escuela Nacional de

Medicina en la ciudad de México.

HIGIENE PARA INFANTES La divulgación del conocimiento higiénico estuvo presente en varios artículos de las

revistas infantiles de la década de 1870. Aunque varios de ellos fueron anónimos,

recobraron el tono del momento, en cuanto a propiciar hábitos saludables en la vida

diaria de los mexicanos y, en especial, entre los más pequeños. Así, en el futuro

serían propagadores de dichas enseñanzas cuando fueran padres o madres.

La higiene fue definida en palabras sencillas para sus jóvenes lectores como el “arte

de conservar la salud", el cual estaba al alcance de todos los mexicanos con tan sólo

seguir unas pocas pautas62. Entre los “preceptos médicos, que seguidos por los

niños, de seguro les [harían] gozar de buena salud y les [servirían] para robustecer su

organización y vivir largos años", estaban el baño diario, lavarse las manos al llegar a

casa, comer alimentos saludables, usar ropa limpia o lavarse los dientes63.

En el artículo “Higiene en la infancia” publicado en El Correo de los Niños se indicaba

60 R M, “Jenner y la Vacuna", p 55. 61 R M, “Jenner y la Vacuna", p 55. 62 Anónimo, "Higiene", en: La Enseñanza, México, tº I, nº 1, 1870, p 10. 63 Anónimo, "Pedagogía e Higiene", en: El Correo de los Niños, México, tº III, nº 6, 1874, p 21.

a los infantes que la limpieza era una condición indispensable para su salud, y en este

particular nunca se pecaba por exceso para prevenir las típicas escoriaciones y otras

incomodidades que se solían padecer al descuidar el aseo64. El anónimo autor

afirmaba que varias enfermedades y malestares podían evitarse a través de la puesta

en práctica de hábitos higiénicos en las casas y la escuela, como retortijones de

vientre, lombrices, relajaciones, sarampión o viruelas, cuyos preservativos y medios de

curación resultaban costosos y daban muchas dolencias65.

Otros problemas de salud, propios de las edad infantil, podían ser prevenidos con tan

sólo vestir la ropa adecuada, pues

“los vestidos [debían] de variar según la estación caliente o fría, según la edad y la

complexión de los niños; pero por regla general, los vestidos [habían] de ser flojos

y holgados; que nunca [sofocaran] ni [entorpecieran] los movimientos de los niños,

y que apenas [hubieran] adelantado algo en edad, les [dejaran] libres los pies y las

piernecitas, cosa que [era] muy conveniente para fortalecerlas”66.

De lo contrario, los chiquillos podrían sufrir de calenturas, mala digestión, y lo más

peligroso era que fueran niños enfermizos que podrían morir a temprana edad, y de

llegar a la edad adulta estarían incapacitados para emprender varias labores.

Un artículo que recomendaba hábitos de higiene en la comida fue “Higiene para la

niñez”, pues su autor reconocía que los críos muchas veces escapaban al control

paterno y, por tanto, podían ingerir alimentos en mal estado. Se explicaba de manera

sencilla a los lectores que la mayor parte de las enfermedades que padecían los niños

provenían de comer frutas que no estaban en completa madurez. Era preciso, pues, tener

“mucho cuidado con ellas. Para conocer si la fruta se [hallaba] buena, no [había] más que

partirla, examinar las semillas, que [eran] las que [demostraban] su sazón”67.

Un hábito que los niños debían de tomar en cuenta para su vida diaria con el fin de

evitar problemas digestivos era que los intervalos entre “una comida a otra [debían] ser

poco más o menos de seis horas, tratando de hacerlas todas todos los días a la misma

hora, y no almorzar a las diez, mañana a las doce y pasado mañana a la once"68. Los

consejos sobre mejorar los hábitos alimenticios de los lectorcitos radicaban en

64 Anónimo, "Higiene en la infancia", en: El Correo de los Niños, México, tº VII, nº 5, 1878, p 18. 65 Anónimo, "Higiene en la infancia", p 18. 66 Anónimo, "Higiene en la infancia", p 18. 67 Anónimo, "Higiene para la niñez"; en: El Correo de los Niños, México, tº III, nº 13, 875, p 49. 68 Anónimo, "Higiene para la niñez", p 49.

fomentar disciplina en la vida diaria, en este caso la comida, pero también en evitar

enfermedades producto de alimentos en mal estado o poco higiénicos, como hasta el

día de hoy se practica en México ante los severos problemas de obesidad y las

constantes enfermedades gastrointestinales.

El artículo finalizaba recomendando a los lectorcitos que la mayor parte de las

enfermedades se contrarían en la niñez, y si queremos, “cuando hombres estar sanos,

fuertes y robustos, y cuando ancianos no padecer tantos achaques como padecen

algunos, cuidemos, privémonos de algunos pequeños placeres en la comida”, como

café, dulces o chocolate, y habrían conseguido su objeto preventivo69.

Otra recomendación para los lectores era que de camino a la escuela o cuando

salieran a jugar con sus amigos y hermanos “evitarán acercarse a charcos de agua

infectada, lodazales, atarjeas y albañales", pues en ellas siempre se iniciaba el

contagio de graves enfermedades como el tifo, la viruela, el cólera y varias fiebres,

muchas de las cuales terminaban en severas epidemias70.

La higiene bucal tuvo especial importancia en los artículos divulgativos de las revistas

infantiles, y un ejemplo de ello fue el artículo “Los dientes” publicado en La Enseñanza.

En dicho escrito se insistía a sus jóvenes lectores que era a su corta edad cuando

debían acostumbrarse

“a cuidarse la dentadura, y excusado [resultaba] decir que este [era] un ramo

principal de la higiene privada. Con objeto de mantener en buen estado la

dentadura [debía] usarse para limpiarla, un cepillo empapado en agua mezclada

con algunas gotas de una tintura astringente, y también con una pequeña cantidad

de polvos, pasando el cepillo con una fuerza moderada por la parte exterior e

interior hacia arriba y hacia abajo de la dentadura dos veces al día, una al

levantarse por la mañana, y otra por la noche antes de acostarse, procurando de

este modo dejarla perfectamente limpia de todas mucosidades que de día y de

noche se [habían] acumulando en la dentadura, en las paredes de la boca, en la

bóveda palatina, en la parte superior y bordes de la lengua. Verificada esta

primera operación [podían] tomarse buches de la misma agua que se [hubiera]

usado para emparar el cepillo y enjuagarse perfectamente la boca; por cuyo medio

se [conservaba] siempre limpia y el aliento puro y fresco” 71.

69 Anónimo, "Higiene para la niñez", p 49. 70 Anónimo, "Higiene para la niñez. Costumbres, vestidos, etc"; en: El Correo de los Niños, México, tº III, nº 14, 1875, p 53. 71 Anónimo, Los dientes"; en: La Enseñanza, México, tº I, nº 2, 1870, p 22.

Como se aprecia en el párrafo anterior, no bastaba con el cepillado, pues debía estar

acompañado de los polvos y la tintura astringente, antecedentes directos de las

modernas pastas de dientes. Estos productos eran preparados y adquiridos en las

boticas de las ciudades a un módico precio. Un cambio fundamental que se observa

en el cepillado diario recae en la antigua recomendación de lavar los dientes

únicamente al despertar y antes de dormir, frente a los hábitos actuales del cepillado

dental después de cada comida. Esto se debe a que en 1870 se desconocía que las

caries eran producidas por agentes microscópicos que se alimentaban de los restos de

comida alojados en los dientes.

Entre las recomendaciones del aseo bucal se encontraba que el cepillo que debía

usarse “para la dentadura no [tenía que ser] demasiado fuerte pero tampoco muy flojo,

pues por su debilidad no [era] suficiente para limpiar la mucosidad que entre los

intersticios de dientes y muelas se [creaba] cada doce horas"72. Nuevamente, resulta

interesante señalar que se creía que en la boca aparecía espontáneamente la

mucosidad, que ahora se denomina como sarro, y se sabe que existe una flora propia

de la cavidad oral conformada por bacterias desconocidas hasta entonces.

En algunas ocasiones las recomendaciones sobre higiene iban de la mano con los

preceptos morales de la sociedad mexicana, pues como señala el anónimo autor de

“Aseo”, se invitaba los infantes a llevar siempre ropa limpia para no alojar fauna

perniciosa, como los piojos, y si bien no era preciso que fuera excelente; lo que

importaba era que no estuviera “sucia ni desarreglada; que [los] zapatos no

[parecieran] desollados, sino con lustre; y bueno fuera que [se acostumbraran] desde

ahora a limpiarlos vosotros mismos"73.

Un consejo en el mismo tono decía que los chiquillos debían procurar ser aseados

aunque no fueran elegantes; atendieran “primero a que [su] ropa [estuviera], aunque

no de moda; [huyeran] de la afeminación; pero [cuidaran] de que [sus] vestidos

[garantizarán la decencia] a la sociedad que [los recibía], vuestro espíritu de

conservación y vuestro respeto a la misma sociedad"74. Como se ve, los preceptos

higiénicos no sólo buscaron preservar la buena salud de los niños y niñas, pues

también estuvieron encaminados a fomentar una buena apariencia de éstos. Como

ejemplo se encuentra el mal aliento de algún individuo, que además de ser un síntoma

de deficiente higiene bucal, representaba una molestia para quien conversaba con él.

72 Anónimo, Los dientes", p 23. 73 Anónimo, "Aseo", en: El Correo de los Niños, México, tº I, nº 4, 1872, p 25. 74 Anónimo, "Aseo", p 26.

Así, el autor de “Aseo” creía firmemente que el buen aspecto exterior del niño era

fundamental para vivir entre la “buena” sociedad.

CONSIDERACIONES FINALES Las revistas infantiles publicadas entre 1870 y 1880 constituyeron un recurso

importante que los niños y niñas de las clases media y alta de México tuvieron para

iniciarse en los cánones de la ciencia, en particular de la medicina y la higiene,

siempre “al alcance de su temprana inteligencia”. Esta iniciación se basó en la

presentación amena, entretenida y asequible a su corta edad. En especial, la

divulgación de este tipo de conocimiento en las páginas de las mencionadas revistas

se encontró cercana a su vida diaria en dos sentidos. El primero, en que las revistas

infantiles se encontraban presentes en su hogar y podían ser leídas más de una vez

en los ratos de ocio que estos lectores tuvieron en cada día. El segundo, en que el

conocimiento sobre el cuerpo humano y la manera de cuidarlo se encontraba cercano

a los niños y niñas en su experiencia diaria en el hogar.

El conocimiento científico divulgado en las revistas infantiles junto a la instrucción de

las escuelas primarias constituyó una vía para la ascensión social de la clase media

urbana desde la década de 1870 y, que en varios casos, se materializó en los años del

régimen de Porfirio Díaz, con la incorporación de hombres y mujeres dedicados a la

actividad científica, como fue la medicina. Particularmente, los varones fueron

contratados por el régimen con la finalidad de modernizar a la sociedad mexicana a

través de las pautas higiénicas instrumentadas por el Consejo Superior de Salubridad.

La divulgación del conocimiento médico-higiénico tuvo entre sus miras más

importantes la educación de sus jóvenes lectores como mexicanos y mexicanas que

vivieran dentro de pautas profilácticas en su vida diaria, y que, años adelante, las

inculcaran a su descendencia. Sólo así se lograría modificar los hábitos de vida de la

población mexicana, al menos de las clases media y alta.

Probablemente, los contenidos científicos presentes en las revistas infantiles lograron

despertar la vocación de varios de sus pequeños lectores, quienes años más tarde

decidieron acercarse a cuestiones químicas, biológicas, geográficas, astronómicas y,

por supuesto médicas. Individuos que después de 1885 ocuparon los puestos

dirigentes en los grupos de investigación, en las sociedades científicas y en los

proyectos gubernamentales con miras a la mejora de las cuestiones de salubridad de

la población mexicana.

Además, se esperaba que estos niños lectores se inscribirían en su juventud en las

escuelas de instrucción superior como la Escuela Nacional de Medicina; sumarse en

un futuro cercano a los esfuerzos emprendidos por la comunidad científica por crear

instituciones académicas sustentadas por el estado, como sucedió con la erección del

Instituto Médico Nacional (1888), el Instituto Patológico (1899) o el Instituto

Bacteriológico (1906); e inscribirse a las agrupaciones científicas del momento como la

Academia Nacional de Medicina (1864-2010).