Apropiación Del Pasado,

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APROPIACIÓN DEL PASADO, ESCRITURA DE LA HISTORIA Y CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN EN MÉXICO GUILLERMO ZERMEÑO PADILLA El Colegio de México INTRODUCCIÓN La emergencia del saber histórico en México durante el siglo XIX se debe no solamente a un factor literario —la evolución de un tipo de escritura— sino también a un factor de índole político. Por esa razón podemos preguntarnos: ¿Qué aspectos de la antigua República de las letras sobreviven en el nuevo ré- gimen político? ¿Cómo se reformula el saber histórico tradicional en el nuevo régimen político? ¿Qué problemas enfrentan para dotar a la historia de una nueva legitimidad? La pugna entre liberales y conservadores fue uno de los factores activos que intervinieron en la construcción del campo histórico du- rante el siglo antepasado. Pero la cuestión también puede plantearse a la in- versa: ¿Qué aspectos del saber histórico tradicional son reformulados en el contexto del establecimiento del saber científico positivista? Es indudable que el siglo XIX intentó crear un lenguaje historiográfico propio. Se podría decir que durante este periodo se conformó un estilo nacio- nal de escribir historia. La formación de un estilo significa que por encima de las diferencias político-ideológicas se desarrollaron los principios de una iden- tidad disciplinaria. El discurso de la historia no fue inventado en el siglo XIX. El término “historia” no apareció por primera vez en el siglo XIX. Sin embar- go, durante este lapso su valoración fue modificada y se utilizó más en un día o en un año que a lo largo de las épocas anteriores. Son escasas las palabras acuñadas por el siglo XIX referidas a la historia. No obstante, el siglo XIX alte- ró el valor y la frecuencia de las palabras, y convirtió en un bien general lo que antes se circunscribía a un pequeño grupo o a alguna corporación. Es importante tener en cuenta que la historia no encarna necesariamente a través de discursos individuales y racionales, sino a través de palabras suel- tas o frases aisladas que se imponen a fuerza de repetirse hasta configurar un uso generalizado. Así, puede decirse que el vocabulario de la historia que se conformó a partir del siglo XIX no sólo ha llegado a crear y pensar por cada [81] 3. Mexico G. Zermeño 81-112 7/3/09 1:15 PM Page 81

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  • APROPIACIN DEL PASADO, ESCRITURA DE LA HISTORIA

    Y CONSTRUCCIN DE LA NACIN EN MXICO

    GUILLERMO ZERMEO PADILLAEl Colegio de Mxico

    INTRODUCCIN

    La emergencia del saber histrico en Mxico durante el siglo XIX se debe nosolamente a un factor literario la evolucin de un tipo de escritura sinotambin a un factor de ndole poltico. Por esa razn podemos preguntarnos:Qu aspectos de la antigua Repblica de las letras sobreviven en el nuevo r-gimen poltico? Cmo se reformula el saber histrico tradicional en el nuevorgimen poltico? Qu problemas enfrentan para dotar a la historia de unanueva legitimidad? La pugna entre liberales y conservadores fue uno de losfactores activos que intervinieron en la construccin del campo histrico du-rante el siglo antepasado. Pero la cuestin tambin puede plantearse a la in-versa: Qu aspectos del saber histrico tradicional son reformulados en elcontexto del establecimiento del saber cientfico positivista?

    Es indudable que el siglo XIX intent crear un lenguaje historiogrficopropio. Se podra decir que durante este periodo se conform un estilo nacio-nal de escribir historia. La formacin de un estilo significa que por encima delas diferencias poltico-ideolgicas se desarrollaron los principios de una iden-tidad disciplinaria. El discurso de la historia no fue inventado en el siglo XIX.El trmino historia no apareci por primera vez en el siglo XIX. Sin embar-go, durante este lapso su valoracin fue modificada y se utiliz ms en un dao en un ao que a lo largo de las pocas anteriores. Son escasas las palabrasacuadas por el siglo XIX referidas a la historia. No obstante, el siglo XIX alte-r el valor y la frecuencia de las palabras, y convirti en un bien general lo queantes se circunscriba a un pequeo grupo o a alguna corporacin.

    Es importante tener en cuenta que la historia no encarna necesariamentea travs de discursos individuales y racionales, sino a travs de palabras suel-tas o frases aisladas que se imponen a fuerza de repetirse hasta configurar unuso generalizado. As, puede decirse que el vocabulario de la historia que seconform a partir del siglo XIX no slo ha llegado a crear y pensar por cada

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  • uno de los mexicanos, sino que es capaz de generar emociones y de dar orien-tacin a la personalidad, tanto ms cuanto se ha convertido en un hecho na-tural. Hay libros que no trascienden el lenguaje de un grupo en la medida enque refieren a su cohesin interna, pero no a la vida entera. En cambio hay li-bros como los de historia que pueden llegar a formar parte del lenguaje de unacolectividad debido a la toma de poder de ese grupo; son libros, entonces, quese apoderan de todos los mbitos pblicos y privados. En ese momento la his-toria se vuelve monocorde: se convierte en un hecho natural y por tanto esen-cial, en un lenguaje que tiende a tomar las partes por el todo.

    EL PRESENTE HACE HABLAR AL PASADO

    En 1821, ao de su independencia, Mxico nace a la historia como nacin. Apartir de entonces el nuevo Mxico hizo hablar al pasado no mexicano estoes, al pasado precolombino y virreinal de otra manera. Aunque es verdadtambin que el pasado novohispano haba hecho hablar de otra manera a losantiguos mexicanos. La pregunta entonces es cmo los nuevos mexicanos seapropiaron del pasado. Se apropian no slo de temas y periodos, sino convier-ten en historiadores mexicanos a los cronistas espaoles e indgenas. La his-toriografa nacional, en ese sentido, se funda en un anacronismo. Intentare-mos describir brevemente este proceso.

    Estrictamente hablando no hay historia de Mxico mientras no exista M-xico como nacin. Por eso no hay que confundirse con la historia del jesuitaFrancisco Javier Clavijero. Su Mxico no es el Mxico cuya historia comien-za a trazarse en 1821. La Historia antigua de Mexico de Clavijero persigue otrosfines y se refiere a los mexicanos originales, a los pobladores antes de la in-vencin de Amrica, a los habitantes del suelo americano antes de la llegadade los conquistadores espaoles. Clavijero escribe su historia para responder alas historias que le parecen ofensivas e indecentes, para hacer la crtica de cier-tas versiones ilustradas sobre los salvajes americanos. Clavijero, criollo espa-ol americano, se siente aludido, pero tambin busca corregir los errores hist-ricos que a su juicio encuentra en las pginas de autores como el prusianoCornelius Paw, el naturalista francs Buffon y el escocs Robertson. Es una his-toria de la tierra y sus pobladores, de su antigedad y de sus formas de gobier-no y artes de hacer las cosas (cultura), del antiguo Mxico hasta el da y ao dela conquista (mayo de 1521). Lo hace siguiendo las convenciones del ars histo-rica de su tiempo, y prosigue la historia de su correligionario Jos de Acosta.

    La ambigedad del trmino Mxico se origina en La Declaracin de In-dependencia, firmada el 28 de septiembre de 1821. Con esta Declaracin se

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  • pone oficialmente en circulacin el nombre de Mxico ampliando su signifi-cado. La palabra Mxico ya no refiere nicamente a los antiguos pobladoresdel valle del Anhuac sino tambin a los que llegaron despus de Europa. LaDeclaracin toma prestado un nombre antiguo espaolizado para denominara una nueva entidad.

    En qu sentido y hasta dnde un evento jurdico-poltico puede afectarla forma de escribir la historia? En principio se trata de dos eventos no simul-tneos. En primer lugar es la Declaracin resultado de movimientos socia-les y polticos, tanto internos como externos la que funda a la nacin; slodespus comienza a escribirse su historia. El primer paso supone el cambio denombres de la misma entidad: se sustituye Nueva Espaa por Mxico. Estegiro implica escribir una nueva historia, pero no necesariamente presuponeun cambio inmediato de los instrumentos con que se hace la historia ni cmose escribir.

    La Declaracin de Independencia contiene, a su vez, una frase con una re-ferencia histrica explcita. En ella se afirma lo siguiente: La Nacin Mexica-na que por trescientos aos ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz,sale hoy de la opresin en que ha vivido.1 Se trata evidentemente de un anacro-nismo; no hace justicia a la verdad histrica en cuanto al establecimiento delas relaciones entre gobernantes y gobernados durante el virreinato novohis-pano. Muchos de los que se dicen oprimidos en 1821 y fundamentan la ne-cesidad de la independencia pudieron en el pasado inmediato ser miembrosde los opresores. Histricamente, la nacin era inexistente antes de 1821; lanacin mexicana, por tanto, no es sujeto de atribucin moral y as no es ver-dad que la nacin est saliendo de la opresin despus de tres siglos. Llama laatencin que la fecha de 1821 coincida con la fecha de la conquista, tres si-glos antes. Esta simetra pudiera contener un valor simblico. La retrica dela Declaracion slo expresa la voluntad manifiesta de fundar una nacin. Po-see la dimensin de un futuro al que se aspira ms que ser propiamente la ex-presin de una experiencia pretrita.

    Al margen de su contenido de verdad lo importante es que la referenciahistrica evoca un sentimiento de humillacin que apela a su contraparte: lanecesidad de contar la historia de la emancipacin o salida de la opresin. Estahistoria se tie por tanto de una coloracin dramtica para que sea verdadera;ser la historia de hroes y villanos, de prceres y traidores; una historia en laque debern brillar los precursores de la independencia y de la libertad.2 Una

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    1 Acta de Independencia firmada el 28 de septiembre de 1821.2 Vase Michel Bertrand, crire lhistoire, fonder la Nation: hros et conscience national

    dans le Mexique du XIXe sicle, Sophie Dulucq et Colette Zytnicki (coords.), Decoloniser LHis-

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  • historia fincada en dicho sentimiento de humillacin buscar en el pasado losmotivos de su edificacin y redencin. Por eso, en sus inicios, exhibir fuertesmotivos escatolgicos y providencialistas.3

    Fray Servando Teresa de Mier public en 1813 la Historia de la Revolu-cin de Nueva Espaa antiguamente Anhuac o verdadero origen y causas de ellacon la relacin de sus progresos hasta el presente ao de 1813. Como vemos noaparece todava el nombre de Mxico como el recipiente natural de esta his-toria. Algunos aos antes se haba publicado en Italia La historia antigua deMxico del jesuita expulso Francisco Javier Clavijero. Como se dijo, no es unahistoria de Mxico sino del antiguo Mxico, es decir, una narracin del perio-do anterior a 1521. La intencin de Clavijero se diriga adems a la defensade la grandeza de los americanos frente a la denigracin de la cultura hispni-ca por los philosophes de la Ilustracin. Se trata en ese sentido de una historiaapologtica.

    Por eso considero que la historia de Mxico comienza a escribirse hastaque Mxico como una nueva entidad poltica desarrolla su propia experien-cia, traza en medio de la incertidumbre su camino poltico y social. Ahorabien, en la medida en que toma prestado el nombre de los antiguos mexica-nos habitantes del Anhuac, el pas va creando una relacin ambigua con losdescendientes de los antiguos pobladores, quienes paulatinamente dejarn deser llamados indios para convertirse en los indgenas modernos. Una de lascuestiones de la futura historiografa ser saber qu hacer con ese pasado y esepresente de los antiguos pobladores del Anhuac.

    No es sencillo determinar el significado de la palabra historia en ese mo-mento. Existen diversos gneros que podran confundirnos, y aparecen ttulosque llevan el nombre de historia o relacin de hechos. Sin embargo lo decisi-vo radicara en poder establecer las nuevas relaciones entre el discurso histri-co y la nueva entidad poltica. Y por lo menos cuando ocurre la independen-cia de Mxico la historia como relato verdico de los hechos del pasado no

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    toire. De lhistoire coloniale aux histoires nationales en Amrique latine et en Afrique (XIXe-XXe sie-cles), Pars, PSFHO-M, 2003, pp. 125-139.

    3 No obstante, este sentimiento cambia de signo al asentarse la dominacin liberal a finesdel siglo. Vicente Riva Palacio hace un llamado a dejar de negar el pasado colonial ominoso: LaNueva Espaa no fue la vieja nacin conquistada que recobra su libertad despus de trescientosaos de dominio extranjero; fuente de histricos errores y de extraviadas consideraciones filos-ficas ha sido considerarla as, cuando es un pueblo, el mexicano, cuya embriogenia y morfologadeben estudiarse en los tres siglos del gobierno espaol, durante los cuales, con el misterioso tra-bajo de la crislida y con heterogneos componentes: espaoles, indios, mestizos formse laindividualidad social y poltica que, sintindose robusta, proclam su emancipacin en 1810.Citado por Juan Ortega y Medina, La historia hoy, 1992, pp. 14-15.

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  • tiene un lugar central en los saberes del antiguo rgimen. Ese lugar es ocupa-do principalmente por la filosofa y la teologa, por un lado, y la historia na-tural, la medicina, el derecho, por el otro; de modo tal que en ese sentido elsaber histrico tiene una funcin secundaria o subordinada. La historia es im-portante sobre todo para los funcionarios civiles y eclesisticos; sirve de apo-yo para elaborar discursos y argumentaciones, para descubrir en el presente laconfirmacin de los designios inscritos en la providencia historia eclesisti-ca o en las obras del pasado: historia civil. La investigacin del pasado comola conocemos actualmente no est desarrollada por completo.

    UNA POLTICA DE LA HISTORIA

    La figura del intelectual como se le conoce en la actualidad no existe durantela primera mitad del siglo XIX. En cambio, s puede apreciarse la figura delidelogo desarrollada a partir de la Revolucin francesa.4 Del mismo modo,la figura del historiador durante este periodo no coincide plenamente con ladel profesional de la historia consolidada en el siglo XX en los centros de in-vestigacin y de enseanza.5 Por eso nos preguntamos acerca de los rasgos quesingularizan al historiador del siglo XIX en Mxico.

    En principio se puede encontrar que el individuo que se ocupa del estudiodel pasado es tambin predominantemente un funcionario de Estado. Funcio-nario, como sabemos, de un Estado en gestacin, que emerge de las cenizas delimperio espaol bajo la dominacin borbnica. Un Estado en formacin queutiliz el estudio de la historia para dotar a la nacin de su propia aureola. Lagestacin poltica de la nacin cifrada alrededor del dilema entre monarqua orepblica,6 implic que los nuevos gobernantes, ya desligados de sus obligacio-nes con Madrid, tuvieran que hacerse cargo tambin de los antiguos archivos,en particular de las antigedades mexicanas heredadas por la Corona espaolaa la nueva entidad poltica.

    Lucas Alamn (1792-1853) representa uno de los ejemplos ms acabadosde esta figura de historiador-funcionario. Poco despus de la emancipacinpoltica de Mxico en 1821, Lucas Alamn se hizo cargo del Despacho de Go-

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    4 Vase, Lewis A. Coser, Hombres de ideas. El punto de vista del socilogo, Mxico, FCE, 1968,pp. 200-216.

    5 El antecedente ms inmediato a la aparicin del intelectual en el marco de la nacin re-publicana es el caso Dreyfus. Vase, Cristophe Charle, Naissance des intellectuelles 1880-1900,Pars, Les ditions de Minuit, 1990.

    6 Vase Edmundo OGorman, La supervivencia poltica novo-hispana. Monarqua o Rep-blica, Mxico, Universidad Iberoamericana, 1986 [1967].

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  • bernacin y Relaciones Exteriores en 1823. En la Memoria presentada ante elCongreso en 1823 Alamn establece a mi parecer algunas de las pautas del his-toriador del futuro. En primer lugar, otorga a la estadstica un valor primor-dial para la adecuada administracin del territorio y de la economa nacional.Como veremos, su utilizacin no representa una innovacin original del nue-vo rgimen poltico.7

    Un segundo aspecto es la importancia atribuida al desarrollo de la edu-cacin pblica para la formacin de una ciudadana consciente de sus liber-tades individuales.8 En tercer lugar, Alamn menciona la necesidad de crearun organismo dirigido a la administracin de la memoria nacional. La admi-nistracin de los bienes de la nacin y la generalizacin de la educacin apa-recen como dos aspectos que subyacen a la necesidad de construir una me-moria histrica apropiada a la emergencia del nuevo rgimen poltico. Noaparece todava el inters en escribir una historia de la nacin mexicana, por-que su precondicin la nacin no existe sino como una promesa en cier-nes. En cambio, est ya presente la cuestin de qu hacer con el legado delantiguo rgimen poltico con todo y sus legajos.

    Alamn hace referencia, por ejemplo, a los archivos administrativos del r-gimen virreinal recin colapsado. En relacin con ese cmulo de papeles en com-pleto desorden considera la conveniencia de formar un archivo general; peroal pensar en su utilidad no lo hace en primera instancia en funcin de los his-toriadores sino del pblico en general. Distingue del legado novohispano elarchivo vivo9 del archivo muerto o conjunto de piezas y objetos de toda clasecoleccionados durante el virreinato. Hace mencin expresa de dos coleccionis-tas, Boturini y Dupaix, quienes se preocuparon en conservar un tipo de objetosextraos y curiosos. Piezas que haban dejado de cumplir una funcin en el pre-sente y, sin embargo, a juicio de Alamn, no por ello eran menos apreciables.

    La pregunta natural que surge es acerca del proceso que condujo a esti-mar como valiosas a esas antigedades mexicanas as como aquellas de losprimeros aos de la dominacin espaola. Es de notar que no se trata del gus-

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    7 Lucas Alamn, Memoria del secretario de Estado y del Despacho de Relaciones Exteriores e In-teriores que presenta al soberano Congreso Constituyente sobre los negocios a su cargo, leda en la se-sin del 8 de noviembre de 1823, Mxico, Imprenta del Gobierno en Palacio, p. 22. El artcu-lo 161, apartado VIII, de la Constitucin de 1824 seala tambin la obligacin de los estadosde informar sobre la poblacin para la elaboracin confiable de censos y tablas estadsticas. Cf.Leticia Mayer Celis, Entre el infierno de una realidad y el cielo de un imaginario. Estadstica y co-munidad cientfica en el Mxico de la primera mitad del siglo XIX, Mxico, El Colegio de Mxico,1999, p. 46.

    8 Alamn, op. cit., p. 34.9 Ibid., p. 39.

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  • to particular de algn individuo por estas curiosidades, sino del inters de unfuncionario pblico en establecer una poltica de Estado respecto a tales obje-tos para colocarlos en el espacio adecuado para su exhibicin. Es una polticade Estado en la medida en que incluye no solamente a la ciudad-capital sinoa todas las dems ciudades de provincia. La necesidad de encontrarles un lu-gar adecuado a dichos objetos radica en que los estudiosos puedan leerlos yexaminarlos sin trabas ni dificultades en beneficio de la nacin y de intere-ses de los particulares.10

    En la Memoria presentada ante el Congreso destaca el hecho de que exis-ten entonces personas curiosas interesadas en analizar esos objetos, y que susactos pueden llenar una necesidad de la nacin. Esto significa que la formacinfutura del discurso histrico nacional corre al parejo con la formacin polticade la nacin. A diferencia de lo que se ha pensado,11 se muestra el inters pri-mordial en estudiar el origen del hombre americano, las culturas precolombi-nas y, slo despus, comenzar a haber mayor inters en el virreinato.12 La ad-ministracin colonial est todava demasiado prxima como para someterla alescrutinio histrico, es constitutiva de todos aquellos que participan en la cons-truccin de la nacin. Ms an, se puede decir que la iniciativa de Alamn nohace sino proseguir una tradicin imperial establecida antiguamente por elConsejo de Indias. La nica diferencia es que ahora Alamn lo hace en nom-bre de la nueva nacin mexicana.13

    As, como funcionario de un Estado en gestacin, Alamn se pregunta en1823 acerca de qu puede y debe hacer con el legado recibido por la adminis-

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    10 Idem. Vase tambin Luis Gerardo Morales, Orgenes de la museologa mexicana. Fuentespara el estudio histrico del Museo Nacional, 1780-1940, Mxico, Universidad Iberoamericana,1994.

    11 Enrique Florescano, Historia de las historias de la nacin mexicana, Mxico, Taurus, 2002,p. 353.

    12 Durante las primeras dos dcadas despus de 1821 domina, por un lado, la historia an-tigua, y en ello las obras de autores como Clavijero y Boturini sern una referencia constante.Por otro lado se desarrolla una especie de historia del tiempo presente en la cual preocupa antetodo el significado y curso del proceso de independencia. Ejemplos de estas historias son las deJos Mara Luis Mora (1794-1850) Mxico y sus revoluciones (1826-1836); Carlos Mara Busta-mante (1774-1848), Cuadro histrico de la revolucin mexicana comenzada el 15 de septiembre de1810 por el ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla de 1843 y Maanas de la Alameda de Mxico pu-blicadas para facilitar a las seoritas el estudio de la historia de su pas (1835-1836), y Lorenzo deZavala (1788-1836), Ensayo histrico de las revoluciones de Mxico desde 1808 hasta 1830 (1831-1832). Son historias de la independencia, y de la conquista hasta 1521.

    13 Para las prcticas de conservacin en el antiguo rgimen vase Manuel Josef de Ayala,Historia, en Diccionario de Gobierno y Legislacin de Indias, ed. Marta Milagros del Vas Min-go, Madrid, Ediciones de Cultura Hispnica, 1990, pp. 127-131.

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  • tracin anterior. Como ministro del interior y del exterior es receptor de unaherencia compuesta por una poblacin, un territorio y un pasado conforma-do por objetos en desuso pero que despiertan asombro y curiosidad, especial-mente a partir del siglo XVIII. Estadstica, Educacin e Historia se constituyenen tres pilares bsicos para la construccin de la nacin. Estas tres instanciasse corresponden con la creacin de espacios adecuados para cada una de lasoperaciones. La formacin de estos espacios requerir tiempo y recursos, y sinduda tambin intervendrn los avatares polticos. Alamn cuenta en su haberpersonal con una amplia experiencia en el campo de la minera, y relacionespersonales con un amplio espectro de personalidades cientficas de la escenaeuropea. En su opinin, el nuevo gobierno requiere disponer de cuentas cla-ras y exactas del universo poltico, social y cultural. La nacin debe construir-se sobre la base de inferencias probadas y no meramente especulativas.14 Ala-mn, hijo de su poca, en cierto modo no hace sino dar continuidad a algunasde las premisas de la Espaa ilustrada de los Borbones: dotar al aparato de Es-tado de una mayor racionalidad y capacidad de contender con las otras poten-cias.

    POLTICA E HISTORIA

    Ahora bien, en la medida en que la figura del historiador es marginal yemerge desde los recintos del gobierno, la formacin del discurso histrico es-tar fuertemente afectada por las configuraciones sociopolticas de las lites.En especial, desde la dcada de 1830 los rasgos de los dos bandos polticosconservador y liberal se hacen ms evidentes. No obstante, la formacindel discurso histrico de la nacin no respetar en lo fundamental las ideolo-gas polticas. Dentro de un tejido ms o menos unitario podr haber ciertapreferencia por algunos periodos, temas o personajes, que evocan viejas dispu-tas entre antiguos y modernos.15 Salvadas las diferencias, emerger un tipo deescritura histrica ms o menos unitario.

    En las oscilaciones que podra haber entre gobiernos centralistas o fede-ralistas dominar un tipo de iniciativas como las de Lucas Alamn acerca dela necesidad de tejer un discurso unitario representativo de la nacin. Poco apoco un discurso histrico centrado en el presente inmediato dar lugar a la

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    14 Alamn, op. cit., p. 54. Un signo de modernidad en Alamn era la necesidad de racio-nalizar la burocracia estatal.

    15 Vase Jos Antonio Maravall, Antiguos y Modernos. Visin de la historia e idea de progre-so hasta el Renacimiento, Mxico, Alianza Editorial, 1986.

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  • exploracin y estudio sistemtico del pasado colonial y prehispnico. En estalabor destacarn sobre todo personajes del partido conservador.16

    Es reveladora, por ejemplo, la forma como el mismo Lucs Alamn dosdcadas despus, hacia 1850, estableci el vnculo entre patria y nacin. Fren-te al bando liberal se defini como un conservador porque tiene inters,dice, en conservar la dbil vida que queda de esta pobre sociedad, a quien ha-bis herido de muerte. Acusa a los liberales de haber despojado a la patriade su nacionalidad, de sus virtudes, de sus riquezas, de su valor, de su fuerza,de sus esperanzas nosotros queremos devolvrselo todo; por eso nos llama-mos conservadores.17

    Entre el despojo y la restitucin de las virtudes y riquezas del pueblo me-xicano Alamn cifra el dilema de la nacin. Esta apreciacin tiene lugar des-pus de la experiencia traumtica de la guerra con los Estados Unidos (1846-1848). A la luz de estos acontecimientos el estudio del pasado cuenta con unvalor y una importancia adicionales. Ya no se trata solamente de la conserva-cin y examen de objetos curiosos, sino que estos mismos contienen el poderde representar los valores y virtudes de la mexicanidad. As, podra ser para-djico para quienes piensan la modernidad solamente como contraposicin ala tradicin, que un funcionario e historiador moderno convierta a la tradi-cin en un valor para el presente. Son las formas ancestrales, de acuerdo conAlamn, las que configuran las virtudes y dotan de fortaleza a un pueblo.

    Espritu nacional y espritu patritico se hermanan alrededor del discursohistrico. La historia de la nacin es una de las formas, entre otras, de recupe-rar y restituir las virtudes del mexicano plasmadas en su pasado. Tambin,parecera que la guerra y, en particular, las derrotas, llegan a constituirse en laocasin ideal para plantear las interrogaciones histricas clsicas: De dnde seviene? A dnde se va? Y la cuestin acerca de las fortalezas y debilidades delmexicano pueden ser respondidas nicamente si se revisa su pasado. Esta solapregunta pone en juego el acervo cultural relacionado con el pasado (patrimo-nio histrico) e incluye otra cuestin acerca del modo correcto de hacerlo.

    Hasta aqu podra plantearse que la historia que se escribe durante esteperiodo corre al parejo con la gestacin poltica de la nacin. Es una historiaque no contiene profundidad histrica, porque en esencia se trata de una his-toria del presente. Pero a partir de la guerra con Estados Unidos se inicia pro-piamente un periodo reflexivo que sienta las bases para la formacin de undiscurso histrico nacional.

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    16 Cf. Juan A. Ortega y Medina, Polmicas y ensayos mexicanos en torno a la historia, 2 ed.,Mxico, UNAM, 1992 [1970], pp. 74-132.

    17 Citado en Andrs Lira, Prlogo, Lucas Alamn, Mxico, Cal y Arena, 1997, p. 58.

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  • ESCRIBIR UNA NUEVA HISTORIA

    El desarrollo de la estadstica es un buen indicio para observar las bases de laconstruccin del nuevo discurso histrico. El arte de razonar por medio delas cifras, como denomin Condorcet a la estadstica,18 es en esencia unaprctica desarrollada en el antiguo rgimen. Se concibe como un saber univer-sal que desconoce el color de las banderas polticas. El atributo principal de laestadstica no consiste tanto en el manejo de los nmeros sino en la bsque-da de las regularidades, tanto en el mundo natural como social. Si se aplicaeste dispositivo al anlisis histrico, significa que si se realiza de manera me-tdica se pueden extraer las verdades necesarias para domesticar el azar en elpresente.19

    Despus de Alamn, Jos Justo Gmez de la Cortina (1799-1860) esotro de los personajes conservadores interesados en desarrollar las artes delgobierno al servicio de la nacin. No se trata tampoco de un historiadorcomo lo conocemos hoy en da. El Conde de la Cortina es un funcionariopblico gobernador del Distrito Federal en 1835-1836, ministro de Rela-ciones Exteriores y de Hacienda en 1837-1838, un empresario ligado alramo de los ferrocarriles y, finalmente, un individuo interesado en la cienciay la cultura.20 Fue fundador en 1833 del Instituto de Geografa y Estadsticacon sede en su domicilio privado. Ese ao, Manuel Ortiz de la Torre estable-ci por primera vez las normas para descubrir por medio de la estadstica lascaractersticas del mexicano medio.21 Dos aos despus, en enero de 1835,el Instituto fue reconocido oficialmente por el Gobierno. En 1839 asumi laforma de Comisin de Estadstica Militar debido al inters expreso del Mi-nisterio de la Guerra, y slo hasta 1850 al Instituto se le conoce como Socie-dad Mexicana de Geografa y Estadstica.22 El Conde de la Cortina coincidacon Lucas Alamn en que por medio de la estadstica se puede tener un me-

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    18 Mayer Celis, op. cit., pp. 15; 22.19 Ian Hacking, La domesticacin del azar, Barcelona, Gedisa, 1991. Cf. Mayer Celis, op.

    cit. p. 21.20 Cf. Juan N. Almonte, Gua de forasteros y conocimientos tiles, Mxico, 1852, pp. 588-

    591. El Conde de la Cortina y General de Divisin fue miembro de las Academias Espaolas dela Lengua y de la Historia; public un Diccionario de Sinnimos Castellanos, Mxico, Imprentade Vicente Garca Torres, 1845.

    21 Mayer Celis, op. cit., pp. 42 y 56.22 Cf. Captulo II del libro de Mayer Celis. Para un estudio crtico del Instituto durante el

    periodo del positivismo, vase Ricardo Rivera Corts, La difusin de la ciencia en Mxico enel siglo XIX, El caso de la segunda poca del Boletn de la Sociedad Mexicana de Geografa y Esta-dstica, tesis de Licenciatura en Historia, Mxico, Escuela Nacional de Antropologa e Histo-ria, 2000.

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  • jor gobierno al descubrir las leyes o constantes en el funcionamiento delmundo social.23

    Diez aos despus de la independencia aparece tambin la necesidad deredactar historias de los estados, del distrito y territorios de la federacin.Lo interesante es que esta iniciativa forme parte de un instructivo para reca-bar los datos estadsticos del pas. La estadstica se convirti desde el siglo XVIIIen una ciencia estratgica para gobernar. El inventario del pasado corre al pa-rejo en ese sentido con el de la poblacin, recursos naturales, etctera. En esteinstructivo se anuncia el orden temporal que debe guiar la recopilacin delos datos histricos y su narrativa. Se ha de hacer a partir de tres pocas: laanterior a la conquista, la del gobierno espaol y la de la independencia,manifestndose por sus fechas respectivas y circunstancias dignas de notarselos descubrimientos de los terrenos que sucesivamente se fueron haciendo, elestablecimiento y reformas posteriores en la administracin civil y eclesisti-ca, y en los diversos ramos de civilizacin y prosperidad, y los principales su-cesos acaecidos hasta hoy, con particularidad los de la tercera de las tres po-cas mencionadas, esperando los individuos que hayan obtenido celebridad enella por su beneficencia pblica, buen gobierno, literatura, brillantez de sus ar-mas, o por cualquier otro aspecto, y los lugares famosos por las acciones deguerra, pronunciamientos y dems ocurrencias notables.24

    Adems de la creacin de la Sociedad de Geografa y Estadstica (1833)que anuncia la necesidad de crear un lenguaje histrico depurado y exactoque d cuenta del ser de la nacin mexicana, en 1835 se fundan las Acade-mias Nacionales de la Lengua y de la Historia. En ese ao, Jos Mara Guti-rrez de Estrada, siendo ministro del Interior y del Exterior, en su Memoria anteel Congreso, al igual que Alamn, asume un proyecto de Estado relativo a lainstruccin pblica y el desarrollo de las academias de ciencias, artes y huma-nidades. Teniendo en cuenta la relevancia de difundir el conocimiento a travsde publicaciones peridicas, promueve la Revista Mexicana para dar a conocerlas cosas notables que hay en Mxico en cuanto a su historia, costumbres,avances en las ciencias naturales y exactas y dems artes como el militar y laagricultura, sin olvidar aquellas dedicadas a la belleza. Al ministro le intere-sa sobre todo dar a conocer sus progresos (adelantamientos) en todos los ra-mos, pero tambin sus dificultades. Confa en que con la propagacin de estas

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    23 Ciencia es el conocimiento claro y cierto de alguna cosa, fundado en principios eviden-tes por s mismos, o en demostraciones. Es el resultado de la comparacin que hace el entendi-miento humano de todas las nociones que adquiere, reducindolas a principios o reglas constan-tes. Citado en Mayer, op. cit., p. 22.

    24 Manuel Ortiz de la Torre, Instruccin sobre los datos para formar la estadstica, 30 deseptiembre de 1831.

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  • luces se disipen los errores que ejercen la poderosa influencia en el atrasoque sufrimos. En cuanto a la conservacin y cuidado de las ruinas, cdices,manuscritos y restos de la antigedad mexicana, sera vergonzoso, dice, nocontinuar con trabajos como los de Guillermo Dupaix de 1806. Sera vergon-zoso dejar en la oscuridad la historia de los primeros tiempos de la Nacin,y los usos, costumbres y gobierno de nuestros antepasados. Pero nuestras fata-les discordias, as como han impedido los progresos de nuestra industria, hanparalizado las mejoras. Reconoce, empero, que su investigacin est llena dedificultades pues se trata de objetos que manifiestan un gusto muy estrao ysingular, que recuerdan a los egipcios.

    En el discurso de Gutirrez de Estrada se destaca el programa (que mepermito citar in extenso por su importancia) que han de desarrollar principal-mente las diferentes academias de la lengua, de la historia25 y de las artes encuanto a la necesidad de

    ilustrar la historia de nuestra nacin, purgndola de los errores y fbulas de quetanto adolecen las que se han escrito hasta ahora, aclarando las contradiccionesque en ellas se encuentran a cada paso, comparando los datos acerca de los hechosque se refieran de distinto modo, distinguiendo en cada uno la mayor o menorprobabilidad, y poniendo en claro los acaecimientos ms notables, sus efectos, suinflujo en el estado moral y fsico de la nacin, y sus conexiones con los demsdel mismo continente y de otras partes del mundo.

    La obscuridad de los tiempos y de los sucesos anteriores a la conquista, hacems indispensable un estudio profundo de los pocos medios que nos restan paraaveriguarlos y darles mayor claridad y certeza que la que hasta aqu se ha conse-guido. La historia posterior a la conquista se reduce nicamente a la nomencla-tura de los Virreyes que gobernaron la Nueva Espaa; y nadie ha escrito la de lostres siglos de la dominacin espaola, que era la ms importante y til para no-sotros. Los acontecimientos que ocurrieron en esta poca han quedado sepulta-dos en los archivos o en las crnicas de las rdenes religiosas, y sin embargo, era

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    25 Por circulares de la Secretara de Relaciones se crearon la Academia de la Lengua el 22 demarzo de 1835 y la Academia Nacional de Historia el 23 de marzo de 1835. Manuel Dubln yJos Mara Lozano, Legislacin mexicana, tomo III, Mxico, Imprenta del Comercio, 1876, pp.35-37. Entre las tareas de la Academia de la Lengua estn el cuidar y conservar la pureza de la len-gua, promover la edicin de los clsicos, formar el diccionario de las voces hispano-mexicanas, laformacin del Atlas etnogrfico de la Repblica en la parte perteneciente a idiomas. Censurar ellenguaje y estilo de todas las obras que pasen a su censura el Gobierno, los cuerpos cientficos olos mismos autores. Y finalmente establecer premios anuales de elocuencia y poesa. De este mo-do cree el Gobierno que podr contenerse la lastimosa decadencia en que se halla nuestra lenguay que han ocasionado tanto la falta de educacin general, como el abuso que se ha hecho de lasmalas traducciones de que ha inundado a la Repblica la codicia de los libreros extranjeros.

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  • muy conveniente saberlos, tener noticia de la legislacin, de los usos y costum-bres introducidas entre nosotros, del sistema adoptado por el Gobierno de Espa-a para la administracin de las Indias, de las variaciones que ha tenido, de suscausas y motivos, y de las consecuencias que produjeron, para que, a la luz de lopasado, hubiramos podido guiarnos y marchar con alguna mayor seguridad ennuestra nueva carrera.

    A estas razones de necesidad y conveniencia, deben aadirse las del lustre yhonor que resultarn a la Repblica de que se escriba su historia y se saquen delolvido los hechos de nuestros antepasados, refirindose con verdad, cul fue lasuerte que tuvieron, sus padecimientos, o la quietud y seguridad de que gozaron;y las causas que influyeron en su atraso o adelantamientos. Los dems puntos quedebe abrazar la historia darn a conocer las producciones de nuestro pas, su po-blacin, su riqueza, el carcter de sus habitantes, los establecimientos que posee,el estado de su ilustracin y de su industria, y la prosperidad y el engrandecimien-to a que es llamado por la Providencia entre los dems de este continente.

    Deseoso el Gobierno de elevar este monumento de gloria en nuestra patria,con el objeto de que se renan desde luego los materiales necesarios para su cons-truccin, ha excitado el celo y patriotismo de varias personas recomendables por susaber, talentos y dedicacin al estudio de nuestras antigedades, eligindolas paraformar con ellas una Academia nacional de la historia, que tenga por instituto la ad-quisicin de materiales histricos, especialmente los documentos originales, obrasinditas, y de cuanto exista en los archivos pblicos y bibliotecas particulares.

    El Gobierno se lisonjea de que prosperarn pronto los trabajos de la Acade-mia, y que sus individuos justificarn la confianza que ha depositado en ellos, yla buena reputacin de que disfrutan.26

    Gmez de la Cortina encabeza a un grupo de cerca de 30 personalidadesde la poltica y la cultura que van a participar en las producciones de revistasy peridicos y en la formacin de Liceos y Academias. Se atribuyen asimismola funcin de censurar el lenguaje y estilo de todas las obras, tanto del go-bierno como de los cuerpos cientficos y de escritores en general.27 Desde el

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    26 Jos Mara Gutirrez de Estrada, Memoria de la Secretara de Estado y del Despacho de Re-laciones Interiores y Exteriores presentada ante el Congreso el 26 y 30 de marzo de 1835, Mxico,Imprenta del guila, 1835, pp. 41-46. Ortografa actualizada.

    27 Vase Carmen Ruiz Castaeda El Conde la Cortina y El Zurriago Literario. Primera re-vista mexicana de crtica literaria (1839-1840. 1843 y 1851), Mxico, UNAM-Centro de EstudiosLiterarios, 1974; Barbara Cifuentes Jos Justo Gmez de la Cortina frente a la lengua oficial deMxico, en Laura Beatriz Surez de la Torre (coord.), Empresa y cultura en tinta y papel (1800-1860), Mxico, Instituto Mora-UNAM, 2001, pp. 373-384; Leticia Mayer Celis, La tan buscadamodernidad cientfica. Boletn del Instituto Nacional de Geografa y Estadstica de 1839, Mxico,

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  • gobierno se instituye as el derecho a la crtica ajustada a las necesidades de lanacin en proceso.

    El inters de Gmez de la Cortina en la historia data como en Alamn dela dcada de 1820. En 1829 public una Cartilla historial o mtodo para estudiarla historia, reeditada en Mxico en 1840 y dedicado a los alumnos del ColegioMilitar.28 Ah plantea la necesidad de hacer de la historia una ciencia similar ala astronoma capaz de revelar el sentido y direccin de los hechos futuros.29 En1844 particip en una polmica sobre la historia con Jos Mara Lacunza(1809-1869). La polmica se origin por la necesidad de renovar los planes deestudio en la enseanza de las humanidades.30 Por primera vez se estableci laenseanza de la historia de Mxico a nivel superior. Lacunza recibi el nombra-miento de primer catedrtico de historia. Brevemente, en la discusin aparecendos temas de inters: la actualizacin de los mtodos de enseanza y la escritu-ra de la historia. Sobresale el inters por dejar de hacer de la historia una simplerelacin de hechos para descubrir sus relaciones causales. Se puede considerarcomo la primera querella moderna de corte historiogrfico en Mxico.31 En1829, como se advirti Gmez de la Cortina ya haba planteado la necesidadde hacer de la historia una ciencia similar a la astronoma.Esta pretensin im-plicaba modificar la sintaxis y gramtica de la escritura sobre el pasado.

    Motivado tambin por la derrota en la guerra con los Estados Unidos(1846-1848) la elaboracin del Diccionario Universal de Historia y de Geogra-fa de 1853-1856 est inspirado en un sentimiento de humillacin: desde susprimeras pginas se nos recuerda la derrota y las prdidas territoriales frentea los Estados Unidos. De ah la necesidad de elevar el espritu patritico me-diante el inventario histrico y territorial despus de la derrota. La historiaadquiere una funcin anloga a la de los gegrafos y estadsticos en cuanto aestablecer las medidas de la nacin y as disponer de mejores bases para futu-ras guerras.32

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    UNAM-IMAS, 2003; Manuel Dubln y Jos Mara Lozano (comps.), Coleccin completa de las dis-posiciones legislativas expedidas desde la independencia de la Repblica, tomo I, Mxico, Imprentadel Comercio a cargo de Dubln y Lozano, hijos, 1876, pp. 35-36.

    28 Eugenia Roldn Vera, Conciencia histrica y enseanza: un anlisis de los primeros li-bros de texto de historia nacional, 1852-1894, tesis de Licenciatura en Historia, UNAM, 1995,p. 18.

    29 Mayer Celis, op. cit., p. 119.30 Para el tema de la enseanza de la historia en Mxico de 1821 a 1960 vase el texto cl-

    sico de Josefina Vzquez de Knaught, Nacionalismo y educacin en Mxico, Mxico, El Colegiode Mxico, 1975.

    31 En Juan A. Ortega y Medina, Polmicas y ensayos mexicanos en torno a la historia, 2 ed.,Mxico, UNAM, 1992 [1970], pp. 74-132.

    32 Cuando por todas partes del mundo se nos desconoce y se nos calumnia; cuando no-

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  • El Diccionario fue producido por el mismo grupo de la dcada anterior,pero integrando a nuevos jvenes interesados en la historia, como ManuelOrozco y Berra y Joaqun Garca Icazbalceta. Este ltimo acababa de traducirla obra de William Prescott sobre la conquista de Per. As, en la lista de co-laboradores de los 10 volmenes aparecen personalidades de diversas genera-ciones y profesiones: polticos, empresarios, funcionarios pblicos, gentes ci-viles y de iglesia. Todos comparten la idea de que el desarrollo de una culturahistrica objetiva era tambin base para el progreso de la nacin.33 La produc-cin del Diccionario se inspir en un diccionario histrico espaol de 1846-1848 dirigido por Francisco de Paula Mellado, quien a su vez haba tomadocomo modelo la versin francesa de Marie Nicols Bouillet, el DictionnaireUniversel dHistoire et de Gographie de 1842.34

    Los primeros volmenes de este diccionario comenzaron a circular en1853. En su concepcin se trata de la adaptacin de una tecnologa desarrolla-da en Europa a partir del siglo XVII a la situacin de una nacin moderna enconstruccin, que pone su esperanza en el pasado para darse la consistencia dela que carece en el presente y para recibir una orientacin para el futuro.35 Laproduccin de estos libros monumentales deja ver que as como se requierengegrafos para delimitar el territorio y las riquezas naturales, y estadsticos en-cargados de inventariar y calcular el material humano y moral de la nacin, ha-cen falta historiadores que regresen el pasado al presente para saber qu es unmexicano, o si se quiere, qu se puede esperar de un mexicano. Estos individuoshan de ordenar, clasificar y resear las antigedades mexicanas y novohispanaspara conformar una memoria exacta de la nacin. As, situado en los linderosde lo nacional, la novedad de este programa radica en el propsito de fijar loshechos histricos y desarrollar paso a paso una narrativa capaz de inscribir a lahistoria mexicana en la historia de la humanidad.36 Esta narrativa de largo al-cance es la que propiamente desarrollarn los liberales unos aos despus.

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    sotros mismos no sabemos ni nuestros elementos de riqueza, ni nuestras esperanzas de progre-so, ni nuestros recuerdos tristes y gloriosos, ni los nombres que debemos respetar o despreciar;una obra que siquiera ensaye pintar todo esto, que intente reunirlo en una sola compilacin, quese proponga juntar las piedras dispersas de ese edificio por formar, merece incuestionablementela aprobacin y el apoyo de cuantos han nacido en este suelo. Diccionario Universal de Historiay de Geografa, t. I, p. IV. Al respecto vase, Mayer Celis, op. cit.

    33 Jos C. Valads, Alamn. Estadista e historiador, pp. 472-83.34 Antonia Pi-Suer Llorens, Una gran empresa cultural de mediados del siglo XIX: el Dic-

    cionario Universal de Historia y Geografa, en Laura Beatriz Surez de la Torre (coord.), op. cit.,pp. 408-418.

    35 Guillermo Zermeo Padilla, La cultura moderna de la historia. Una aproximacin tericae historiogrfica, Mxico, El Colegio de Mxico, 2002, pp. 157-165.

    36 Introduccin, Diccionario Universal de Historia y Geografa, p. I.

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  • Hasta aqu parece que la escritura de la historia sigue un proceso unitario ycoherente. Se muestra una mayor presencia de los conservadores en la historiaque de los miembros del partido liberal, ms atentos a la historia del tiempo pre-sente. Sin embargo, el triunfo del partido liberal en las guerras de reforma (1857-1867) pone las bases para el desarrollo de una versin liberal de la historia de M-xico. Se ver como a la Historia de Mjico de Alamn se contrapondr la de JustoSierra, Evolucin Politica del Pueblo Mexicano (1902); frente a la versin del Dic-cionario Universal mencionado aparecer un nuevo Diccionario de Francisco Sosa.

    Retomar al final la historia de Justo Sierra, pues parece ser la culmina-cin de un proceso historiogrfico que tendr gran importancia incluso en elfuturo de la historiografa del siglo XX. Pero por ahora quisiera subrayar queaun cuando sus interpretaciones puedan diferir en la valoracin de personajesy procesos histricos, las versiones liberal y conservadora comparten en esen-cia modos similares de cocinar la historia. Los ingredientes pueden variar, peroambas comparten la idea de un historiador-juez del pasado y formas narrati-vo-literarias dramticas.

    As, podemos decir que las bases de un nuevo discurso histrico se esta-blecieron en Mxico antes de la desaparicin de la antigua Universidad Pon-tificia y su transformacin en la nueva universidad en 1856 bajo la improntaliberal positivista.37 Es verdad que la enseanza de la historia no trasciende to-dava durante este periodo en los planes de estudio de todos los colegios de laciudad de Mxico.38 Sin embargo, como veremos, se establecen las bases me-todolgicas para la formacin de un nuevo lenguaje histrico que d cuentade la nacin como un todo unitario.39 Se tratar, en esencia, de limpiar deerrores y contradicciones lo que se considera un tipo de literatura esprea.40

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    37 Este proceso se puede rastrear en documentacin recogida en el libro de Rafael SnchezVzquez, Gnesis y desarrollo de la cultura jurdica mexicana, Mxico, Editorial Porra, 2001,pp. 568-603.

    38 Como se aprecia en un registro del ao de 1852 respecto al Colegio Nacional de SanGregorio y San Ildelfonso. Slo en el Liceo Franco-Mexicano aparecen las materias de Historiay de Geografa antiguas, romanas, medievales y modernas. En cambio en el Colegio Cientficoespaol-mexicano aparecen en la seccin de Letras las materias de Historia Sagrada, Geografa eHistoria universales. En la Nacional y Pontifica Universidad aparecen las ctedras tradicionalesde teologa y filosofa, medicina y cnones. La historia sigue vinculndose a las letras y si aca-so a la de geografa. Juan Nepomuceno Almonte, Gua de forasteros y repertorio de conocimientostiles, Mxico, Imprenta de I. Cumplido, 1852. Edicin facsimilar del Instituto de Investigacio-nes Dr. Jos Mara Luis Mora, 1997.

    39 Vase Antonia Pi-Suer Llorens (coord.), En busca de un discurso integrador de la Nacin,1848-1884, Mxico, UNAM, 1996.

    40 Cf. Mariano Cuevas, Historia de la Nacin mexicana, Mxico, Talleres Tipogrficos Mo-delo, 1940.

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  • De esa manera, antes de la profesionalizacin de la historia se perfila un nue-vo discurso cientfico sobre el pasado con el trasfondo poltico de la forma-cin de la nacin.

    CIENCIA Y VERDAD DE LA HISTORIA

    Al remitirle sus dos primeros libros del Cuadro histrico de la Revolucin Me-xicana, el historiador Carlos M. Bustamante (1774-1848) le escribe el 2 de fe-brero de 1825 a Simn Bolvar, libertador de Per. Ah se autodescribe comoel nuevo Bernal Daz: estn escritos en verdad, y a presencia de testigos y per-sonas suncrnas (sic) de la revolucin; creo que soy el Bernal Daz de estostiempos, soldado sincero que escribi lo que vio sin alivio.41 Con ello, Bus-tamante cree legitimar su oficio acudiendo a un criterio antiguo para fundarsu nueva historia. sta no es la principal razn que separara a Alamn de Bus-tamante. Lucas Alamn representa una nueva generacin. Alamn, al realizarla semblanza y el balance de la obra de Bustamante indic que no trataba msque de presentar un fiel retrato de ste, tal como verdaderamente haba sido.sa era la mejor manera de hacerle justicia. La exposicin de la verdad puraera no slo un deber del escritor, sino tambin el nico medio de honrar lamemoria del Lic. Bustamante vindicndolo de las inculpaciones que durantesu vida se le han hecho.42

    El Cuadro histrico de Bustamante, segn Alamn, no era historia verdade-ra; de hecho, aclara Alamn, Bustamante mismo no pretendi escribir unahistoria, sino reunir materiales para ella, no merece por esto grave censura. Ellenguaje de ste y de los dems escritos [] es a veces poco correcto, mas sinembargo puro aunque le hace parecer afectado el uso de algunas voces anticua-das cuya significacin no conoca bien y de otras que sin necesidad ha introdu-cido tomadas del foro o del latn, tales como deturpar por desacreditar o des-honrar, formidar por causar o tener temor pues en ambos sentidos la emplea yalgunas vulgares como apechugar por emprender o acometer. El estilo es fcil,fluido y claro: a veces elegante y no pocas veces animado y sentimental. Enopinin de Alamn, las obras de autores como Bustamente se leeran con msgusto si se hubiese dedicado simplemente a hacer la edicin correcta del texto,omitiendo las frecuentes notas del editor, pocas de las cuales son necesarias, las

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    41 Carlos Mara Bustamante, Diario Histrico, III, 1, 3a ed. de Rina Ortiz, Mxico, INAH,1982, p. 32.

    42 Lucas Alamn, Noticias biogrficas del Lic. Carlos Mara Bustamante y juicio crtico desus obras, en Andrs Lira, Lucas Alamn, op. cit., p. 244.

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  • ms son intiles y no pocas impertinentes; pero lo que es verdaderamente into-lerable es el abuso de intercalar en el texto sus propias observaciones, sin distin-guirlas de aqul y dilacerarlo con largas interrupciones, suprimiendo lo que lepareca innecesario. Encuentra tambin en la obra de Bustamante muchas im-precisiones y errores, incluso desorden en el formato de la pgina, en el ordende las notaciones, las citas y referencias. No se trata simplemente de erratas deimprenta sino de alteraciones de los originales, cortando periodos, arreglndo-los a su modo. Domina en sus obras el desaseo en la presentacin, descuido enel uso de las fuentes, falta de reflexin.43 Finalmente, critica la inexactitud en lapresentacin de los hechos y la infidelidad en el uso de las fuentes, ya que in-cluso los originales han padecido notables alteraciones.44 No sin un toque deirona concluye Alamn: Muy de desear ser que Bustamante tenga imitado-res, que trabajando con la constancia que l lo hizo, sepan evitar sus faltas.45

    En suma, Bustamante perteneca a la vieja escuela de historia que todava tenaa Plinio y Tito Livio como sus modelos. En cuanto a su nocin de verdad his-trica su referente segua siendo Cervantes. En una de sus publicaciones de1842 (El Gabinete Mexicano) suscribi lo dicho por Cervantes en El Quijote:

    Deben ser (dice) los historiadores puntuales, verdaderos, y no nada apasionados, yque ni el inters ni el miedo, ni el rencor, ni la aficin no les haga torcer del cami-no de la verdad, cuya madre es la historia, mula del tiempo, depsito de las accio-nes, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir.46

    En la misma obra histrica de Alamn se encuentran tambin los rasgosque caracterizarn a la nueva historiografa. Adems de considerarse testigoocular de los acontecimientos de la independencia de Mxico, al escribir laHistoria de Mxico en 1849, afirma que no ha sido otra su intencin ms quela de presentar los hechos con verdad y exactitud.47 En la obra histrica deAlamn viajero en Europa tras las huellas y los pasos del barn Guillermo

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    43 Todas las referencias pertenecen a Lucas Alamn, Noticias biogrficas del Lic. CarlosMara Bustamante y juicio crtico de sus obras, op. cit., pp, 257-258.

    44 Ibid., p. 263.45 Ibid., p. 265.46 Carlos Mara Bustamante, El Gabinete Mexicano, Mxico, Imprenta de Lara, 1842, p.

    137. Se puede consultar tambin con mucho provecho el disco compacto coordinado por Jose-fina Z. Vzquez y Hctor C. Hernndez (eds.), Diario Histrico de Mxico, 1822-1848, cd-1,Mxico, CIESAS-El Colegio de Mxico, 2002.

    47 Citado por Jos C. Valads, Alamn. Estadista e historiador, Mxico, UNAM, 1987 [1938],p. 467. Vase tambin Lucas Alamn Prlogo, Historia de Mxico, en Obras de Lucas Alamn,Carlos Pereyra (dir.), Mxico, Jus, 1942.

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  • de Humboldt (1769-1859) y del abate Gregoire y Hay se encuentran yalos rasgos bsicos que caracterizan a la nueva historiografa. Personalidadescomo Lucas Alamn y el Conde de la Cortina, o Alejandro Arango y Escan-dn, Francisco Arrangoiz, Gregorio Mier y Tern o Mariano Icazbalceta, ade-ms de preocuparse en 1850 de la situacin econmica y poltica nacionalesestn convencidos de que el desarrollo de una cultura histrica objetiva cons-tituye una base fundamental para progresar.48

    Los criterios para fijar los hechos histricos fueron desarrollados por unageneracin ms joven que la de Alamn. Joaqun Garca Icazbalceta (1825-1894) nace y crece en el mismo proceso de gestacin de la nacin. El colecti-vo que da forma al Diccionario con pretensiones de universalidad enfrenta elproblema de cmo producir un tipo de escritura que no dependa de las con-diciones regionales, lingsticas o etnogrficas de los grupos y comunidadesque componen la nacin. Esta condicin solamente se cumple si los juiciosemitidos consiguen ser la expresin no de un individuo particular ni tratarsede un caso asilado o meramente conjetural; hace falta que se desarrolle un su-jeto trascendental, rbitro imparcial, no partidista, de los hechos histricos.En forma anloga a la obra de agrimensura y delimitacin territorial de los in-genieros y gegrafos, la obra de la historia ha de ser capaz de tomarle las me-didas exactas al ser de la nacin.

    Se adivina que la forma que ha de asumir esta clase de escritura se ha deasemejar al lenguaje de los juzgados republicanos tambin en gestacin duran-te la dcada de 1850. El historiador y polemista del periodo positivista Fran-cisco Bulnes (1847-1924) es un buen ejemplo de la nueva forma republicanade historiar:

    Pero la historia no es ni puede ser generosa, sino justiciera; la clemencia le est pro-hibida; su tarea no es de hacer desaparecer a los hombres en el sepulcro sin epita-fio, sino desenterrar, investigar, escudriar, procesar, agobiar, abrumar, remoler alos hombres, tamizarlos entre las mallas de una crtica sin piedad, sin lmite, sin va-cilaciones, sin ms temor que el de no haber descubierto lo bastante para formar laleccin que debe servir a los hombres del presente para preparar su porvenir. La his-toria es una ciencia tan recta como las matemticas y en donde la humanidad de-be leer claramente su destino escrito de preferencia con los errores de su pasado.49

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    48 Jos C. Valads, Alamn. Estadista e historiador, op. cit., pp. 472-483.49 Francisco Bulnes, El verdadero Jurez y la verdad sobre la intervencin y el Imperio, M-

    xico, Librera de Charles Bouret, 1904, p. 870. Vase tambin, Rogelio Jimnez Marce, La pa-sin por la polmica. El debate sobre la historia en la poca de Francisco Bulnes, Mxico, Institu-to Mora, 2003. No se trata de un caso aislado. Vanse tambin las referencias de Ernesto de la

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  • La emisin de los juicios histricos se asemeja a los juicios formulados enlas cortes de justicia republicanas.50 Los materiales impresos del pasado sonutilizados para debatir sobre las acciones punibles o meritorias de los hombresdel pasado. Esta prctica est presente tanto en Garca Icazbalceta como enFrancisco Bulnes, quien en un momento se defendi apelando a la historiacrtica: A los que juzgan mis defectos de historiador, se les ha pasado que mistrabajos no son de historia, sino de crtica histrica. Es cierto que en toda his-toria debe haber alguna crtica y que en toda crtica histrica es preciso quehaya historia; mas la crtica tiene por objeto depurar lo que se llama historiay formular con ella generalizaciones que sirvan de enseanza a los hombres deEstado y a los pueblos.51 En el trasfondo aparece la sombra del historiadorfrancs Hypolite Taine.

    A primera vista, esta forma de escribir la historia se asemeja a la historiogra-fa antigua que intenta cumplir una funcin pedaggica. Sin embargo, el lugardel Prncipe en la sociedad cortesana ha sido ahora ocupado, durante el periodonacional, por la figura del ciudadano o por su forma ms abstracta: el pueblo.As, el espacio ocupado por la historiografa nacional es un equivalente funcio-nal de los juzgados republicanos en la medida en que la escritura de la historiatiene como misin no slo in-formar sobre el pasado, sino ante todo formar lasmentes y los cuerpos de los ciudadanos.52 As como en la dcada de 1820 se po-da tener a las seoritas como posibles lectoras (Bustamante, Maanas en laAlameda), a partir de fines de la dcada de 1860, los nios aparecen como losprincipales consumidores potenciales de la historia de Mxico. La funcin peda-

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    Torre Villar sobre La vida y obra de Jos Fernando Ramrez, en Jos Fernando Ramrez, ObrasHistricas, vol. I: poca Prehispnica, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico,2001, pp. 90-91.

    50 Antonio Ramos Pedrueza (1864-1930), El jurado como institucin nacional (Estudioledo en el Primer Congreso Jurdico Nacional), en Conferencias, Mxico, Eusebio Gmez dela Puente, 1922, pp. 97-122. Slo hay una lgica para la investigacin de la verdad; y no exis-tiendo diferente camino para llegar a la certidumbre, tratndose de un juicio penal o tratn-dose de cualquier otro hecho de la vida ordinaria, no hay razn para que existan dos lgicas;la judicial una, la usual otra, p. 99. Francisco Bulnes, El verdadero Jurez y la verdad sobre laintervencin y el Imperio, op. cit., p. 870. Rogelio Jimnez Marce, Historia y retrica: la pa-sin por la polmica en Francisco Bulnes, tesis de Maestra en Historia, Mxico, InstitutoMora, 2000.

    51 Francisco Bulnes, Crtica histrica, en Pginas Escogidas, prol. y selecc. de Martn Qui-rarte, UNAM, Biblioteca del Estudiante Universitario, Mxico, 1968, p. 3.

    52 Eugenia Roldn Vera, Conciencia histrica y enseanza; un anlisis de los primeros li-bros de texto de historia nacional. 1852-1894, tesis de Licenciatura de Historia, FFL-UNAM,1995. De la misma autora, Les origines de lhistoire nacional au Mexique. Les premiers manuelsscolaires (1852-1894), en Michel Bertrand y Richard Marin (dirs.), Ecrire lhistoire de lAmri-que latine, XIXe-XXe sicles, Pars, CNRS, 2001, pp. 107-130.

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  • ggica de la historia aparece de la mano de los escritores-pedagogos. Un magn-fico ejemplo se tiene con Jos Rosas Moreno, escritor de fbulas para nios y deuna versin de la historia para nios.

    En forma de verso y siguiendo la mnemotcnica o arte de memorizarrepitiendo, entrega su versin de la historia entendida como la sincera yfiel narracin verdadera del pasado, escarmiento y gloria del hombre, maes-tra y buen testigo, espejo del alma humana, premia el bien, castiga el mal,arroja luz sobre el pasado, y al futuro le muestra su paso, al llegar al ocaso,la luz se prende en otro hemisferio. La contemplacin del pasado puedeentregar valiosas Lecciones para evitar los males del porvenir. La historiase divide en historia universal o del mundo e historia nacional. La historiaantigua es aquella que se interna en una edad que nos asombra. La histo-ria de nuestros siglos es la moderna. La de la religin es la historia sagrada.En cambio la historia profana es la que estudia al hombre con sus pasionesy sus luchas. Crnica es la relacin de sucesos sin enlace ni objeto determi-nado, si es por aos, son anales, si dcadas si por diez. Efemrides es la his-toria de un da. Biografa es la historia o vida de un hombre. Ciencias auxilia-res de la Historia son: la Geografa, Cronologa, Arqueologa, Numismtica,Herldica.53

    La Historia, Maestra de la Humanidad: con este eslogan se llega a1910. En 1912, a diferencia de 1853, se le atribuye a la Historia (con mays-cula) una funcin civilizadora, propia de los pueblos ms avanzados. Sin lahistoria no habra detrs de nosotros sino un inmenso vaco que dejara nues-tra vida como aislada en la eternidad del tiempo, dice un autor mexicano en1912. Es curioso, no obstante, que en la lista de historiadores notables men-cione desde Herdoto, Tucdides, Macauly y Gibbon, Guizot y Michelet, Wi-lliam Prescott hasta los alemanes Mommsen y Ranke, sin considerar un solomexicano.54

    Dentro del proyecto de escritura de una historia de la nacin lo ms di-fcil es separarla de su raigambre poltica. Para la segunda mitad del siglo XIXhay una identificacin entre tipo de historia y partido poltico. Tras el triun-fo de los liberales, Lucas Alamn permanecer como un escritor satanizado ysepultado por la retrica liberal de un Justo Sierra, quien se erige como el his-toriador sobre la cenizas de su presunto adversario.55 Si aspira a representar a

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    53 Jos Rosas, Nuevo compendio de la Historia de Mxico, escrito en verso y dedicado a la in-fancia mexicana. Primera parte. (Los toltecas), Mxico, Imprenta del autor, 1877, pp. III-IV.

    54 Pedro Maldonado Olea, La historia, maestra de la humanidad, conferencia impartidaen la Sociedad Mexicana de Geografa y Estadstica el 27 de junio de 1912. Boletn de la Socie-dad 5 poca, t. V, n. 5. Mxico, Imprenta Arturo Garca Cubas, 1912, p. 265.

    55 Justo Sierra, Evolucin del pueblo mexicano, pp. 184-185.

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  • la nacin deber ser imparcial cuando intenta ser portavoz del pueblo; objeti-va, cuando intenta inscribir a los mexicanos como parte de la mexicanidad; fi-nalmente, debe insertarse dentro de una secuencia civilizatoria de perfeccio-namiento constante de la raza humana. Con base en estos dispositivos, latrama preferida para relatar el pasado ser la de la lucha de contrarios, amigo-enemigo, familiar-extranjero. Se privilegiar la historia poltica y militar al in-tentar explicar el avance y los triunfos de los rubros ms avanzados frente alatraso de otros. Mxico se encuentra en el segundo caso.

    Garca Icazbalceta, por ejemplo, discrimina los periodos histricos enfuncin de su tensin dramtica. A mayor tensin dramtica provocada porlos enfrentamientos entre los bandos, se tendr ms pblico interesado en lahistoria. Por esa razn, los momentos de mayor conflicto la conquista y laindependencia momentos de enfrentamiento y de rupturas, son ms apre-ciados por los historiadores que el largo y lento trayecto del periodo novohis-pano.56 Sin comprender el funcionamiento y evolucin de la historiografa,Icazbalceta juzga que debido a esa lentitud los historiadores de entonces secontentaban con la cronologa o mero establecimiento de los hechos.57 Des-pus de la independencia, la historia se muestra inmersa en la inestabilidad eincertidumbre, lo cual favorece el poder evocativo y la atraccin por la lectu-ra de la historia. En ese sentido, no se puede pasar por alto que se escribe his-toria en medio del auge de la novelstica.58 Cunto facilita, dice Icazbalceta, lalabor del historiador el contar con una completa unidad de accin y de inte-

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    56 La ausencia de las relaciones polticas internas y externas durante un periodo entorpecela tarea del escritor y lo deja sin uno de sus principales recursos; y aun cuando a fuerza de in-genio haya conseguido inspirar vida a la narracin de hechos aislados y muchas veces insignifi-cantes, viene todava a estrellarse contra la necesidad de interrumpirla a cada paso el hilo de lossucesos, con la noticia del cambio de virrey. No hay ingenio que baste para disimular esta repe-ticin continua del mismo acontecimiento, espresado (sic) por necesidad casi siempre con lasmismas palabras [] con grave perjuicio de la unidad del plan y del inters de la narracin; alo que se agrega que en muchos casos el principal personaje no hace ms que aparecer y retirar-se, sin dejar en pos de s memoria alguna, ni en bien ni en mal. Joaqun Garca Icazbalceta,Historiadores de Mxico, en Diccionario Universal de Historia y de Geografa, t. IV, Mxico,Tipografa de Rafael-Librera de Andrade, 1854, p. 137.

    57 Ibidem.58 Al silencio y tranquilidad de aquellos siglos, sucedieron los tormentosos das de la gue-

    rra de independencia. El historiador que antes no acertaba a dar movimiento a su narracin, tro-pieza ahora en el estremo (sic) contrario. Muertos los primeros caudillos todo inters, toda uni-dad de accin desaparece en el confuso laberinto de guerrilleros y ladrones. Presntase Morelosy por algn tiempo reanima el inters y restablece la unidad; pero cuando a su vez tambin su-cumbe, entonces ya no queda sino un inmenso caos de pasiones desenfrenadas, en el que soloaparece como un punto luminoso la breve, pero inmortal campaa de Mina [] Pero lo queperda la historia en atractivo, ganaban ciertamente los pueblos en reposo y bienestar. Ibidem.

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  • rs, y por trmino el magnfico desenlace de la entrada del ejrcito en la capi-tal.59 Despus de la tempestad viene la calma. En los historiadores del perio-do existe en ese sentido la conciencia de escribir una historia justiciera peroque al mismo tiempo atraiga el inters de los lectores.

    La forma del juzgado civil nos ilustra sobre la doble funcin que jugarla produccin histrica despus de 1850. Al tiempo que se imparte justicia so-bre el pasado se promueve la formacin del ciudadano universal mexicano. Enconsecuencia, la investigacin y escrituracin del pasado debern proporcio-nar igualmente la ilustracin para comportarse adecuadamente en el presen-te. En lo expuesto se alcanza a advertir una paradoja: la historia regulada porlos criterios cientficos deber cumplir tareas anlogas a las que cumpla la his-toria en el periodo prenacional, es decir, la de ser maestra para la vida. Al tiem-po que instruye sobre la naturaleza del pasado, ha de promover en el aprendiznuevos hbitos de pensamiento y razonamiento.

    As, la historia enmarcada por la bsqueda de regularidades adquiere enel periodo nacional una funcin pedaggica altamente moralizadora. Al seguirlos lineamientos impuestos en los jurados republicanos la historia se constitu-ye en un espacio de escritura orientado a inculcar en el pueblo un espritu dejusticia universal. Esos espacios en palabras de uno de sus voceros mate-rializan a los ojos del vulgo la idea de responsabilidad de la conducta huma-na; obliga a todos a sentir solidaridad para la proteccin mutua; constituyeuna ctedra de moral social que se levanta en comarcas a donde no llegan sinotenues rayos de civilizacin.60

    EL POSITIVISMO Y LA HISTORIA

    Se considera la alocucin pronunciada por Gabino Barreda el 16 de septiem-bre de 1867 como el inicio del proyecto estatal positivista en materia de cien-cia, instruccin pblica y educacin.61 Empero, si se revisa su oracin cvi-ca se podr ver que no hace sino reiterar y exaltar principios de la cienciamoderna esgrimidos anteriormente por el Conde de la Cortina sintetizadosen las nociones de regularidad, evolucin, progreso y finalidad. Quizs la no-vedad del discurso de Barreda radica en la importancia dada al aspecto filo-sfico normativo de la nueva escritura de la historia.62 El ministro de Ins-

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    59 Idem.60 Antonio Ramos Pedrueza, Conferencias, Mxico, Eusebio Gmez de Puente, 1922, p. 121.61 Leopoldo Zea, El positivismo en Mxico. Nacimiento, apogeo y decadencia, Mxico, FCE,

    1975, pp. 105-147.62 Roldn Vera, op. cit., pp. 26-7. Para una ampliacin de la nocin normativa del posi-

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  • truccin Pblica del presidente Jurez aparece entonces como su artfice yorquestador. Se advierte tambin que su discurso, a diferencia del conserva-dor, no est marcado por la melancola sino por el optimismo producidopor el triunfo militar ante las tropas del ejrcito de Maximiliano de Habs-burgo. En ese sentido, el predominio cultural resultado de un triunfo mili-tar puede dotar a la escritura de la historia de un mayor grado de chovinismoy de reforzamiento del sentimiento de grandeza y eternidad. La historiogra-fa liberal no hace sino continuar el modelo historiogrfico conservador,pero al mismo tiempo intentar borrar sus huellas al situarlo del lado de losperdedores.63 Se implanta a continuacin como el modelo hegemnico deinterpretacin histrica; un modelo de ciencia histrica de cuo positivo,es decir, un saber dependiente de leyes y que mantiene su fe en la unidaddel mtodo cientfico. El proceso de implantacin de la filosofa positivis-ta en las formas de la historia se inici con la reforma y desaparicin de laantigua universidad en 1856 y el ascenso al poder acadmico de los positi-vistas.64

    No se trata de enunciados programticos aislados sino de la formacinhistrica de un consenso alrededor de la forma de proceder frente al pasado.En una de las primeras sntesis tericas sobre el modo moderno de escribirla historia elaborada por Manuel Larrinzar (1809-1884) en 1867, el ao enque Barreda pronunci su discurso, se encuentra una definicin de la historiaen la que se mezclan las enseanzas de las autoridades clsicas y modernas(Mably, Chateaubriand, Lamartine) y otros autores franceses menos conoci-dos. Entre sus rasgos sobresalen: a) El establecimiento exacto de los hechosmediante la consulta de las fuentes ms puras a fin de extraer la verdad; b)los hechos deben exponerse en el lenguaje ms adecuado, para que puedanllegar a la posteridad sin cambio ni alteracin alguna; c) el discurso del his-toriador debe parecerse a un espejo fiel, que reproduce los objetos tales comolos recibe, que no los altera ni muda, ni en la forma ni en el color en referen-

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    tivismo y la semntica polivalente del trmino vase Leszek Kolakowski, La filosofa positivista,Mxico, REI, 1993.

    63 Un ejemplo de la depuracin del legado historiogrfico conservador es la obra delpresbtero de Lagos, Agustn Rivera, quien inspirado en las reglas de la crtica de Jaime Balmesescribi una biografa y juicio crtico de don Lucas Alamn como poltico y como historiador,en Principios crticos sobre el virreinato de la Nueva Espaa y sobre la revolucin de independenciaescritos en Lagos, Mxico, SEP, 1922, pp. 239-284. Aun cuando sus escritos corresponden al pe-riodo anterior fueron republicados en 1921-1924 como parte del programa educativo y cultu-ral de Jos Vasconcelos dentro de la coleccin Clsicos Universales, al lado de Homero, Pla-tn, Dante, Tolstoi, Esquilo, Plutarco, etctera.

    64 Rafael Snchez Vzquez, Gnesis y desarrollo de la cultura jurdica mexicana, Mxico, Edi-torial Porra, 2001, pp. 568-603.

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  • cia a Lamartine, y d) el historiador, a la manera de un juez, ve, examina y fa-lla, y por esa razn ejerce una verdadera magistratura.65

    Dentro de una concepcin evolutiva de la historia los hechos polticos ymilitares tienen una relevancia especial en la medida en que su cometido prin-cipal es explicar por qu unos pueblos triunfan y otros fracasan. Esta valora-cin de los hechos no es una novedad del periodo positivista, ya que sus ras-gos se encuentran en historiadores del periodo conservador como ManuelOrozco y Berra y Joaqun Garca Icazbalceta. Por ejemplo para Icazbalceta laperspectiva poltica y militar permite identificar los momentos culminantes deuna historia concebida como cambio y aceleracin, y este aspecto es el que tie-ne un mayor inters para los lectores de historia.66 En este sentido, a mayorinestabilidad en el presente se incrementa el inters por el pasado y viceversa,a mayor estabilidad menor atraccin por el pasado.67

    La Historia como destino se inicia en Icazbalceta con la entrada triunfaldel Ejrcito Trigarante en la ciudad de Mxico en 1821. En cambio, para losliberales, el ingreso de Jurez y de su ejrcito en la ciudad de Mxico en 1867seala la celebracin de la segunda independencia, en este caso del ejrcitofrancs. Aun siendo distintos y distantes en el tiempo se trata de dos episodiosde naturaleza militar que obligan al narrador a dejar atrs los anacronismosacostumbrados de la historiografa premoderna o la simple enumeracin cro-nolgica de los hechos.68

    Cmo valorar entonces la contribucin especfica del positivismo en lahistoriografa moderna? En dnde se podra situar el gesto estabilizador oconservador de los liberales? Considero que ese rasgo se encuentra bsica-mente en el programa de reforma social, siendo la reforma de las ciencias y delpensamiento su condicin necesaria.69 De ah que la implantacin del positi-

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    65 Jos Mara Larrinzar, Algunas ideas sobre la historia y manera de escribir la de Mxico,especialmente la contempornea, desde la declaracin de independencia, en 1821, hasta nuestrosdas. Estudio presentado ante la Sociedad Mexicana de Geografa y Estadstica en 1865, en JuanA. Ortega y Medina, Polmicas y ensayos mexicanos en torno a la historia, Mxico, UNAM, 1992[1970], p. 153.

    66 Joaqun Garca Icazbalceta, Historiadores de Mxico, op. cit., p. 137.67 Idem.68 Idem.69 Se requiere una historia cultural del positivismo para comprender mejor la recepcin y

    aplicacin de un modelo sociolgico antiliberal (al menos en el sentido de la filosofa de JohnStuart Mill), estabilizador, es decir, en esencia antiutpico. De acuerdo con Kolakowski Com-te favoreci el golpe de Estado de Napolen III porque pensaba que una dictadura privada dedoctrina puede, con el tiempo, si se la completa con una ideologa social adecuada, transformarla sociedad en el espritu orgnico, restaurar la unidad deseada de la vida poltica y de la fe. Ko-lakowski, La filosofa positivista, pp. 68-69.

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  • vismo se mueva en tres planos: el lgico (de lo ms simple a lo ms comple-jo), el pedaggico (establecimiento de este orden en la mente del nio) y elhistrico (una teora de la evolucin de los tres estados).70 Este procedimien-to se entroniza en Mxico despus del triunfo militar de los liberales en 1867.En el campo de la historia, por ejemplo, el programa diseado por Larrinzarpara escribir una historia general de Mxico desde la independencia,71 puedeverse como la base del desarrollo de la obra cumbre de la historiografa del r-gimen liberal positivista: Mxico a travs de los siglos (1884-1889), coordinadapor el general Vicente Riva Palacio.

    El rasgo predominante del giro positivista no se relaciona tanto con la for-macin de una ciudadana republicana. Este aspecto ya est presente desde elorigen de la nacin. Despus de la declaracin de intenciones de Lucas Ala-mn de 1823, la dcada de 1840 puede verse como la etapa de los cimientosde la nueva historia nacional. El triunfo liberal de la dcada de 1860 no hacesino continuar y hacer extensivo a todo Mxico el programa previamente tra-zado por los conservadores. Riva Palacio sintetiza este proceso:

    La historia en los tiempos que alcanzamos, ha tomado un carcter ms elevado yms noble: no es ya la relacin ms o menos florida de los acontecimientos quehan pasado, ni el inocente pasatiempo del escritor y de los lectores; es el examenfilosfico y crtico de las causas que han producido los grandes acontecimientos,el estudio de las terribles y consecutivas evoluciones que han trado a la humani-dad y a los pueblos al estado de civilizacin y de progreso en que se encuentran;es el conjunto de datos ciertos para despejar esas importantes incgnitas que per-sigue la sociologa.

    En Riva Palacio se encuentran tambin los elementos para comprendercmo el saber histrico moderno qued envuelto en la ontologa positivista:

    Y es porque se realiza en nuestros das una evolucin cientfica: la filosofa meta-fsica despus de haber sustituido a la escuela teolgica, cede el campo a la cien-cia positiva, en cuyo periodo entra ya resueltamente la humanidad. La historia,que no poda quedar fuera de ese movimiento, toma un nuevo aspecto tomandocomo segura base no los razonamientos a priori ni los sistemas preconcebidos, noel conocimiento de hechos sin ms dependencia entre ellos que la cronolgica,sino las relaciones que necesariamente enlazan entre s a todos esos acontecimien-tos y que los determinan, que los convierten de cifras aisladas en antecedentes y

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    70 Augusto Comte, Discurso sobre el espritu positivo, Buenos Aires, Aguilar, 1982 [1844].71 Jos Mara Larrinzar, op. cit., pp. 142-255.

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  • consiguientes de profundo y exacto raciocinio, en causas y efectos de un granproceso sociolgico Por eso ya en la historia los grandes sucesos no se conside-ran como el fatal cumplimiento de inescrutables designios de la providencia []Los datos para la resolucin del problema se buscan en los luminosos archivos dela ciencia.72

    La construccin de esta nueva ciencia de Estado bas uno de sus princi-pios en la posibilidad de desarrollar un lenguaje universal sobre lo mexicano,a partir de fijar en tinta con exactitud hechos y descripciones unitarias de loseventos sucedidos. Esta fue precisamente la pretensin de la obra histrica es-crita por Justo Sierra, Evolucin poltica del pueblo mexicano.73

    CONCLUSIONES

    El desarrollo de una nueva ciencia de la historia comenz a cobrar mayor re-levancia durante la dcada de 1840 y es obra, fundamentalmente, del parti-do conservador. En torno del vocablo ciencia se agrup una doble dimen-sin soteriolgica despus de la derrota con Estados Unidos: 1) la de liberarsedel sentimiento de humillacin mediante el engrandecimiento de la patria, y2) la de prepararse cientficamente para futuras batallas. La falta de cohe-sin interna poda ser subsanable en el campo simblico mediante la forma-cin de un discurso histrico y geogrfico homogeneizador. Esta funcin serealiz mediante la operacin de coleccionar todas la piezas en un lugar apro-piado (El Archivo Nacional, los museos, los monumentos, los diccionarios,etctera), y la labor de investigacin para dar a conocer la verdadera historiade Mxico. La generacin de Lucas Alamn y del Conde de la Cortina se sin-ti llamada, en ese sentido, a sentar las bases del discurso histrico nacionalque hiciera justicia a los progresos en la construccin poltica de la nacin.

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    72 Vicente Riva Palacio en su biografa sobre el historiador Jos Mara Roa Brcena. JosOrtiz Monasterio (coord.), Vicente Riva Palacio, Los ceros. Galera de contemporneos, Mxico,Instituto Mora, 2 ed., 1996, [1882], p. 308. Vicente Riva Palacio, Hernn Corts. Ensayo his-trico y filosfico, en Jos Ortiz Monasterio, selec. y prol., Vicente Riva Palacio, Mxico, Cal yArena, 1998, pp. 476-477. Para profundizar en la obra historiogrfica de Riva Palacio vase JosOrtiz Monasterio, La obra historiogrfica de Vicente Riva Palacio, tesis de Doctorado en His-toria, Mxico, Universidad Iberoamericana, 1999.

    73 La Evolucion politica del pueblo mexicano sintetiza y culmina la interpretacin liberalde la historia nacional de Mxico. Se trata de dos textos publicados entre 1900 y 1902, que fue-ron recogidos ms tarde en 1940 en forma de un solo libro. Es la obra del ministro de Educa-cin de Porfirio Daz, que logr sobrevivir en el siguiente rgimen de la Revolucin mexicana.

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  • Dej a las siguientes generaciones la labor de proseguir la tarea y llevarla a suconclusin.74

    La resignificacin en Mxico del trmino historia durante este lapso sepuede seguir de la mano del partido conservador en una coyuntura sociopo-ltica y militar especfica: la derrota de Mxico frente al ejrcito estadouniden-se entre 1846 y 1848. Uno de los efectos colaterales de la derrota mexicanaconsisti en profundizar la necesidad de edificar una historia nacional sobrenuevas bases epistemolgicas. En primera instancia, el discurso se dirigi a losmilitares encargados de defender a la patria y progresivamente este imperati-vo se har patrimonio de la ciudadana en general, en especial gracias a la in-termediacin de la hegemona poltico-militar liberal.75 En ese sentido, fue lacausa militar y no slo la poltica la que sustent y aliment primariamente ala nueva historiografa de cuo nacionalista.

    La distincin entre liberales y conservadores que se desarroll en el cam-po poltico es insuficiente para entender la formacin del discurso histricomoderno.76 Los precedi a ambos la formacin e incorporacin del canon dela ciencia como requisito para gobernar a una nueva entidad poltica emergen-te. El a priori cientfico ocupa paulatinamente el a priori teolgico moral delantiguo rgimen. El estudio histrico de la estadstica constituye una gua ade-cuada para identificar la desvinculacin paulatina de la ciencia y la moralidad.Sin embargo, este proceso fue ms complejo de lo previsto. La historiografanacional asumi una funcin para la cual supuestamente no estaba destinada:la de servir de maestra para la vida. La historia, en otro escenario, continusiendo un saber moral o una ciencia de las costumbres. De ah la importanciade la historia en los planes de enseanza y de educacin cvica.

    Uno de los principales logros de la historiografa liberal consisti en de-sarrollar una versin de la historia como proceso, pero como si se tratara deuna esencia. Ecos de esta formacin historiogrfica se siguen encontrando enmuchas obras histricas del periodo profesional. La historia de Mxico apare-ce como si se tratara de una naturaleza humana inmutable. Pero el mismo pro-

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    74 Alamn falleci en 1853, precisamente cuando apareca el primer volumen de esta obraenciclopdica.

    75 Vase Tadeo Ortiz de Ayala, Mxico considerado como nacin independiente y libre, 1832;Jos Justo Gmez de la Cortina, Cartilla historial o mtodo para estudiar la historia, Madrid, Euse-bio Aguado, 1829 (Mxico, 1840). Un anlisis detallado de estos textos se encuentra en EugeniaRoldn Vera, op. cit.

    76 Por ejemplo Luis Chvez Orozco en la dcada de 1930 no consigue descubrir la unidadque subyace a la contradiccin tradicin-modernidad, a partir de la cual cree comprender la obrade Lucas Alamn. Luis Chvez Orozco, Lucas Alamn en Historia de Mxico (1808-1836), M-xico, INEHRM, 1985 [1947], pp. 267-301.

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  • ceso histrico moderno en el que se inscribe la historia nacional deja ver lacontingencia en las formas de produccin del pasado.77

    La aparicin de la historia en el siglo XIX corri paralela al desarrollo dela ingeniera y geografa fsicas y humanas ocupadas en el reconocimiento ytransformacin del espacio (incluido el cuerpo de los individuos); en tanto lahistoria se dedicara al conocimiento de la transformacin de las cosas y losobjetos fsicos y humanos a travs del tiempo. Sin dejar de prestar atencin ala importancia estratgica de la nueva ciencia en el mbito poltico y mili-tar, el desarrollo de la historiografa en el siglo XIX semeja en el campo de laescritura, como seala De Certeau, los procesos de colonizacin y conquistaque ocurren en otros terrenos: para el engrandecimiento y ornato de lapatria.78

    Edmundo OGorman ha sido quizs uno de los escasos historiadores delperiodo profesional que revel el carcter ambiguo de la historiografa de cuoliberal. Sus ensayos circularon al lado de esta tradicin y emergen como piezasraras sobre un fondo interpretativo liberal-positivista de la historia nacional. Estainterpretacin fue tenazmente construida a partir del triunfo liberal sobre el par-tido conservador, pero tambin sobre el ejrcito francs en decadencia durantela segunda mitad del siglo XIX. En su ensayo La supervivencia poltica novo-his-pana. Monarqua o Repblica OGorman ha contribuido a revelar esa borraduraencubierta en la forma del saber liberal: la que denomina como supervivencia dela tradicin en la modernidad, es decir, aquel territorio marcado por la repeti-cin y reiteracin de lo ya sabido reforzado en prcticas rituales cotidianas. Estasprcticas fueron aludidas, como vimos, por Alamn cuando frente a la impa-ciencia de los liberales mencionaba la necesidad de devolver el pasado a los me-xicanos. Esta tesis recordada por OGorman al conmemorarse el centenario deltriunfo liberal,79 no recibi la acogida debida en la dcada de 1970 debido alpeso que tena entonces en las universidades la versin positivista alternativa a laversin liberal: el materialismo histrico.

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    77 Vase Michel de Certau, La escritura de la historia, Mxico, Universidad Iberoamericana,1993, pp. 27-28. Es un dato que es posible encontrar en uno de los principios desarrollados porAugusto Comte (1798-1857). La misma ciencia (y en consecuencia la historiografa moderna) esparte de la historia de la ciencia. De modo que el establecimiento de las leyes del desarrollo his-trico poseen tambin un carcter sociolgico y, en consecuencia, histrico. En ese sentido, elpositivismo de Comte, es una forma de historicismo. Cf. Kolakowski, La filosofa positivista,pp. 70-71 y 87-88.

    78 De Certau, La escritura de la historia, pp. 78-79 y 84-90.79 Edmundo OGorman, La supervivencia poltica novo-hispana. Monarqua o Repblica, M-

    xico, Universidad Iberoamericana, 1986 [1967].

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