APROXIMACIÓN AL CELOSO EXTREMEÑO -...

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APROXIMACIÓN AL CELOSO EXTREMEÑO Dos o TRES CELOSOS El tema de los celos dio lugar en el taller cervantino a tres ejerci- cios o variaciones. Dos de ellos son novelas de las llamadas "ejem- plares", y llevan el título de E l celoso extremeño. Esos dos Celosos difieren en que el uno (Cl) es una redacción al parecer primitiva que nos ha llegado en forma manuscrita (manuscrito Porras de la Cámara), mientras que el otro (C2) es el texto ne varietur impre- so en las Novelas ejemplares de 1613. A esos dos Celosos cabe añadir un tercero (C3), representado por el entremés de E l viejo celoso, que tanto parecido tiene con los Celosos en prosa. La redacción Cíes con toda evidencia más libre y descuidada que la del texto impreso. El título: Novela del Zeloso Extremeño, lle- va un subtítulo curiosamente restrictivo: que refiere quanto perjudica la ocasión. Se agruparán aquí las variantes características, o sea las que no sean meramente estilísticas, bajo cuatro rúbricas. a) De C1 a C2 obsérvanse algunos cambios en la onomástica. La dama, que era Isabela en C l , pasa a ser Leonora en C2 (recuér- dese que Leonora es el nombre de la madre de Cervantes, es Isabe- la el de su hija). Por otra parte la dueña González de Cl trueca su nombre por el de Marialonso en C2. González es patrónimo al que no corresponde autónimo alguno, lo cual le veda a la dueña todo trato familiar directo. En cuanto a Marialonso, lleva un nombre autonímico, es cier- to, pero hermafrodita: femenino en un principio {María), desem- boca en varonil (Alonso), dimitiendo de la delicadeza doncellesca a favor del brutal desparpajo de la mujer barbuda. b) El asalto de Loaysa a la casa-fuerte de Carrizales acaba en \TV>T?V VYY\/TTT nqqm n,',m 2. 743-792

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APROXIMACIÓN A L CELOSO EXTREMEÑO

Dos o TRES CELOSOS

E l t e m a de los celos d io lugar en el ta l ler c e rvant ino a tres e jerc i ­cios o variaciones. Dos de ellos son novelas de las l lamadas " e j e m ­p l a r e s " , y l l evan el título de E l celoso extremeño. Esos dos Celosos d i f i e r e n en que el u n o ( C l ) es u n a redacción al parecer p r i m i t i v a que nos ha l legado en f o r m a m a n u s c r i t a ( m a n u s c r i t o Porras de la C á m a r a ) , mientras que el o t ro ( C 2 ) es el texto ne varietur i m p r e ­so en las Novelas ejemplares de 1613.

A esos dos Celosos cabe añadir u n tercero ( C 3 ) , representado p o r el entremés de E l viejo celoso, que tanto parecido t iene con los Celosos en prosa.

L a redacción C í e s con toda evidencia más l i b r e y descuidada que la del texto impreso . E l título: Novela del Zeloso Extremeño, l l e ­va u n subtítulo curiosamente res tr i c t ivo : que refiere quanto perjudica la ocasión.

Se agruparán aquí las variantes características, o sea las que no sean m e r a m e n t e estilísticas, bajo cuatro rúbricas.

a) D e C 1 a C 2 obsérvanse algunos cambios en la onomástica. L a d a m a , que era Isabela en C l , pasa a ser Leonora en C 2 (recuér­dese que Leonora es el n o m b r e de la m a d r e de Cervantes , es Isabe­la el de su h i j a ) . Por o t r a parte la dueña González de C l trueca su n o m b r e por el de Marialonso en C 2 . González es patrónimo al que no corresponde autónimo a lguno , lo cual le veda a la dueña todo t ra to f a m i l i a r d i recto .

E n cuanto a Marialonso, l leva u n n o m b r e autonímico, es cier­t o , pero h e r m a f r o d i t a : f emenino en u n p r i n c i p i o {María), desem­boca en v a r o n i l (Alonso), d i m i t i e n d o de la delicadeza doncellesca a favor del b r u t a l desparpajo de la m u j e r b a r b u d a .

b) E l asalto de Loaysa a la casa-fuerte de Carr izales acaba en

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C l con u n a d u l t e r i o e fect ivamente consumado : " N o estaba Isa ­bela t a n l lorosa en los brazos de L o a y s a " (p . 256) 1 , mientras que en C 2 " e l v a l o r de L e o n o r a fue t a l que en el t i e m p o que más le convenía , le mostró c on t ra las fuerzas v i l lanas de su astuto enga­ñador , pues no fueron suficientes a vencer la y él se cansó en b a l ­de y ella quedó vencedora y entrambos d o r m i d o s " (p . 214) , de m o d o que el espectáculo que se le ofrece a Carr iza les , p o r i n v e r o ­símil que sea, es el de u n adu l te r i o que no h a t en ido lugar .

c) E n C l , a l enterarse Loaysa que Isabela, v i u d a de C a r r i z a ­les, antes que casarse con él pref iere profesar en u n monaster io , "despechado y casi c o r r i d o " decide alistarse en u n a j o r n a d a con­t r a los infieles, donde encuentra u n a m u e r t e estúpida: su arcabuz se le rev ienta en l a m a n o . E n C 2 , "se pasó a las I n d i a s " .

d) C 2 t e r m i n a con l a intervención de u n yo n a r r a d o r que se dice deseoso " d e l legar a l fin deste suceso" que t a l vez le parece h a de quedar inconcluso mientras no sepa " q u é fue la causa que L e o n o r a no puso más ahínco en desculparse" con su celoso m a r i ­do ( p p . 220-221) . Esa reflexión se sustituye en C l con la aserción de que el caso, " a u n q u e parece fingido y fabuloso, fue verdade­r o " ( p . 263) .

E l detalle t ex tua l de las var iantes de C l y C 2 será anal izado en su debido t i e m p o .

E n cuanto a las que arro je C 3 (El viejo celoso), son de m u y o t r a índole.

E l elenco del entremés se reduce a cinco personajes: el v ie jo Cañizares, su esposa L o r e n z a , C r i s t i n a l a cr iada y la dueña O r t i ­gosa. Fa l ta el galán que es papel m u d o y como de sombra chines­ca. E n cambio a Cañizares, por ser entremés, se le a t r i b u y e u n C o m p a d r e que le da réplica.

Carrizales se ha trocado en Cañizares, que además es n o m b r e de b r u j a (así se l l a m a la de E l coloquio de los perros). E n ambos ca­sos el n o m b r e es evocador de engañosa f r a g i l i d a d : l a de u n e d i f i ­cio de cañas entrelazadas, pues t a n inconsistentes y frangibles son los hechizos bru jer i l es como las vanas precauciones que se t o m a el celoso. D e Carrizales a Cañizares no hay más d i ferenc ia que la de los m i m b r e s o carrizos a los inútiles cañizos. Obsérvese de paso que Cañizares y Carrizales son asonantes de Cervantes.

L a casa de Cañizares es t a n proteg ida como la de Carr iza les : " [ . . . ] las ventanas , amén de estar con l laves, las guarnecen re -

1 El celoso extremeño e n sus dos redacciones se c i ta por l a e d . de J U A N B A U ­T I S T A A V A L L E - A R C E , Novelas ejemplares, C a s t a l i a , M a d r i d , 1 9 8 2 , t. 2 .

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jas y celosías [ . . . ] " . Se h a n desterrado " l o s gatos y los perros solamente porque t ienen n o m b r e de varón [. . . ] ' ' . Los tapices son de v e r d u r a porque no se vean figuras varoniles. C o n todo, le quiere vender O r t i g o s a u n tap iz h i s tor iado con u n R o d a m o n t e " c o m o a r r e b o z a d o " , y al a lzar lo para que se vea, " e n t r a por detrás del u n g a l á n " . E l adu l t e r i o se comete detrás del tap i z : " ¡ S i supieses qué galán me h a deparado la buena suerte [. . . ] ! L a v a r q u i e r o a m i galán las pocas barbas que tiene con u n a bacía l lena de agua de ángeles, porque su cara es como l a de u n ángel p i n t a d o " .

A h í es donde C 3 produce u n a var iante s igni f i cat iva y ac lara-d o r a . A l penetrar Cañizares en la recámara, " d a n l e con u n a ba ­cía de agua en los ojos [. . . ] él vase a l i m p i a r , y en este i n t e r i m sale el galán y vase" . E n t r e tanto gr i ta Cañizares su ceguera " ¡ P o r D i o s , que por poco m e cegaras, Lorenza ! A l d iab lo se d a n las b u r ­las que se a r remeten a los o j o s " . C o n el agua jabonosa el v ie jo teme perder la v ista p o r haber hecho m a l uso de el la . L o cual sig­n i f i c a que ba jo la cómica t r a m a del entremés, se j u e g a u n a durí­s ima escena de voyeurismo que c u l m i n a con la momentánea cegue­r a de l voyeur.

E n este caso C3 hace de revelador p o r ser más directo que C l y C 2 , en que l a crisis voyeurista de Carr iza les , análoga a la de C a ­ñizares, se soslaya patéticamente en u n a f o r m a denegadora de la p r o p i a visión y en u n desmayo a n u n c i a d o r de la m u e r t e 2 .

Nótese que la crudeza de C 3 frente a C l y C 2 no se debe a di ferencias del proyecto " t e m á t i c o " , que es el m i s m o , sino a la especif ic idad genérica de cada obra . E l entremés saca muñecos cómicos que son los de la farsa, a d i ferenc ia de las novelas que i n t r o d u c e n caracteres, es decir personajes paradigmáticos que por sus actos y discursos de f inen u n c o m p o r t a m i e n t o m o r a l . Así C a ­rr izales representa a través de su persona la figura del celoso u n i ­versal .

2 L a l l a m a d a " c e g u e r a histérica" de l a que es p a r o d i a l a momentánea ofuscación j a b o n o s a de Cañizares, nace en algunos sujetos de l a c o n t e m p l a ­ción incestuosa de l a m a d r e , de l a que l a esposa es el sustituto. Sobre el voyeu­rismo, véase l a notu la de F R E U D : " C o n c e p t o psicoanalítico de las turbaciones psicógenas de l a v is ión" , en Ensayos sobre la vida sexual, A l i a n z a , M a d r i d , 1 9 6 7 , p p . 1 1 3 ss., así c o m o K . A B R A H A M , " L i m i t a t i o n s et modif ications d u v o y e u ­r i s m e chez les névrosés" e n Ouvres complètes I I , P a y o t , P a r i s , 1 9 6 1 y F R E S C Z I , " L e s y m b o l i s m e des y e u x " e n Psychanalyse I I , P a y o t , P a r i s , 1 9 7 9 . Sobre el vo­yeurismo e n C e r v a n t e s , véase M . M O L H O , Cervantes: ratees folklóricas, G r e d o s , M a d r i d , 1 9 7 6 , pp. 1 9 2 ss.

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E L T Í T U L O

L a intelección más c o m ú n hoy en día del título: E l celoso extremeño, es que la nove la n a r r a l a h i s to r ia de u n celoso o r i u n d o de E x t r e ­m a d u r a , o sea que el t e m a de inc idenc ia en posición de sustant i ­vo es el celoso, al que inc ide el ad jet ivo extremeño. Cabe observar , sin embargo , que en el español del Siglo de O r o , si b i en s iempre es posible sustant ivar el ad jet ivo celoso, el resultado de l a opera­ción sustant ivadora referirá a u n ser que se d ist ingue entre los de­más p o r su propensión a los celos: el celoso designará a u n a perso­n a en u n c o n j u n t o de personas, y no p r o p i a m e n t e al carácter, es dec ir a u n ser de q u i e n los celos serían la rad i ca l definición.

D e m o d o que ten iendo en cuenta esta d i f i c u l t a d , fuerza es en ­tender que el t e m a de inc idenc ia no es celoso sino el ad jet ivo de n a c i o n a l i d a d extremeño, al que inc ide p o r anteposición el ad jet ivo celoso.

L a anteposición del adjetivo tiene por efecto produc i r u n a com­penetración de los lexemas sustantivo y ad jet ivo .

Si el ad jet ivo pospuesto cal i f ica a l sustantivo adscribiéndole a u n a serie del que es u n elemento d i ferenc ia l (un extremeño celoso designa a u n extremeño propenso a los celos por oposición a o t ro que no lo fuera ) , el ad jet ivo antepuesto cal i f ica u n a prop iedad i n ­t e r n a del sustant ivo : calificación i n t e r n a p o r la que el s intagma t iende a homogeneizarse del t odo . L o cual viene a decir que la anteposición del ad jet ivo requiere que éste m a n t e n g a con la se-mántesis sustant iva u n a relación de a f i n i d a d , o más: de recíproca implicación.

T a l debía ser el caso con u n s intagma como el celoso extremeño en que los dos términos se e n t r e i m p l i c a n hasta el ex t remo de for ­m a r u n enunc iado casi tautológico.

D e hecho así era en la m e n t a l i d a d de los españoles de e n t o n ­ces, en que el ser extremeño i m p l i c a b a casi forzosamente el ser celoso, como si los celos fueran congénitos a los de E x t r e m a d u r a . Por lo menos , así lo p r o c l a m a b a n los mismos extremeños.

Si más los de Extremadura somos en todo extremados, y en semejantes desvelos hay quien afirma y no mal que amor nació en Portugal y en nuestra patria los celos. . .

(Tirso de Mol ina )

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Los que nacimos en Extremadura aun retamos de alevosos a los ra­yos del sol si acaso hieren los ojos de nuestras damas.

(Salas Barbadil lo) 3

L A PREHISTORIA DE C A R R I Z A L E S

L a nove la se i n i c i a con el re lato , brevísimo (de 44 a 48 renglones, según las ediciones) , de la preh i s to r ia de Carr iza les .

L a p reh i s t o r ia de u n i n d i v i d u o , raíz y c i m i e n t o de su h i s t o r i a v i s ib le , consiste en u n c o n j u n t o de datos y recuerdos a lmacena­dos en lo más inasequible de la m e m o r i a , y que apenas si se e n u n ­c ian con p a r q u e d a d y reserva.

L o poco que se nos dice de esa preh i s tor ia es de u n a e x t r e m a ­da concisión: sólo consta de u n a ficha con el expediente personal , en que fa l ta el n o m b r e (ha de v e n i r a su t i e m p o ) , y curriculum vitae encabezado p o r u n a alusión al H i j o Pródigo del Evange l i o .

Así es como nos enteramos que el personaje protagonis ta de nuestra nove la es u n h ida lgo nac ido " n o h a muchos años en u n l u g a r de E x t r e m a d u r a " de padres nobles. H i j o Pródigo , abando­n a l a casa paterna p a r a gastar su t i e m p o y su hac ienda en aven­turas que le l l evan a I t a l i a y a Flandes. A la m u e r t e de sus pa ­dres, cobra su p a t r i m o n i o que d i lapida desenfrenadamente, de m o ­do que cuando l lega a Sevil la el poco d i n e r o que le queda se le va en u n santiamén.

Sevil la es el lugar donde se atan todos los cabos del relato. C o n R o m a y París, es u n a de las tres metrópolis de E u r o p a , y además el g r a n p u e r t o español del Atlántico a donde l legan los galeones de Amér i ca cargados de oro y de sueños. A l r e d e d o r del p u e r t o , de l a C a t e d r a l y de la Bolsa, que es en las mismas gradas de la C a t e d r a l , se c ruzan mercaderes, mar ineros , banqueros , soldados, aventureros y rameras de toda clase:

¡Oh, qué famosa ciudad y de mayor libertad que las que tiene Castilla,

— e x c l a m a u n personaje de L o p e de V e g a — ,

3 T e x t o s citados por M I G U E L H E R R E R O G A R C Í A , Ideas de los españoles del si­glo XVII, G r e d o s , M a d r i d , 1966.

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porque la gran confusión de grandeza y forasteros, de naves y de extranjeros, causa de tenerla son!

y Santa Teresa observa, s in d u d a con razón, que " l o s demonios t i e n e n más m a n o allí para t e n t a r " 4 .

A r r u i n a d o , pues, sin recursos ya , nuestro personaje decide e m ­barcarse p a r a las I n d i a s .

Se acogió al remedio a que otros muchos perdidos en aquella c iu­dad se acogen, que es el pasarse a las Indias, refugio y amparo de los desesperados de España, iglesia de los alzados, salvoconducto de los homicidas. Pala cubierta de los jugadores a quien l laman cier­tos los peritos del arte, añagaza general de mujeres libres, engaño común de muchos y remedio particular de pocos (pp. 175-176).

E m b a r c a , pues, nuestro desesperado en Cádiz , de donde zar­pa u n a flota p a r a T i e r r a F i r m e : " C o n general alegría d i e r o n las velas al v i e n t o , que b l a n d o y próspero soplaba, el cual en pocas horas les encubrió la t i e r r a y les descubrió las anchas y espaciosas l l a n u r a s del g r a n padre de las aguas, el m a r O c é a n o " (p . 176).

Así es como se abre ese a m p l i o i n t e r v a l o m a r i n o que separa a Sevi l la de Sevi l la , pues no se c i e rra con el desembarco en C a r ­tagena de las I n d i a s , sino que abarca t oda la estancia i n d i a n a del h i d a l g o hasta su re to rno a la metrópoli sevi l lana, o sea unos v e i n ­te años de tratos y mercaderías que se i n t e r p o l a n entre dos fases de u n a v i d a h u m a n a .

D e p r o n t o al próspero v iento sucede u n a ca lma chicha que i n ­m o v i l i z a l a flota en m e d i o de la marítima l l a n u r a . Entonces, en ese inc i e r to suspenso de los elementos, el v ia j e ro , preso de u n a t o r m e n t a i n t e r i o r que contrasta con la ca lma del m a r , hace re tor ­no sobre sí m i s m o ,

revolviendo en su memoria los muchos y diversos peligros que con los años de su peregrinación había pasado, y el mal gobierno que en todos los años de su vida había tenido; y sacaba de la cuenta que a sí mismo se iba tomando una firme resolución de mudar manera de vida, y de tener otro estilo en guardar la hacienda que Dios fue­se servido de darle y de proceder con más recato que hasta allí con las mujeres (pp. 176-177).

T e x t o s citados en ibid.

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NRFH, X X X V I I I A P R O X I M A C I Ó N A L CELOSO EXTREMEÑO 749

Esa autoconfesión por l a que a f l oran a la m e m o r i a y a la con ­c ienc ia todo lo que el án imo tenía r e p r i m i d o , desemboca en la resolución de re formarse , en lo tocante a d i n e r o y mujeres : será preciso de ahora en adelante " t e n e r o t ro estilo en guardar l a h a ­c i e n d a " y " p r o c e d e r con más recato que hasta allí con las m u j e ­r e s " , frase que en C l es más explícita todavía: "proceder con más recato en la amis tad que con mujeres demasiadamente había te ­n i d o " (p . 226) , pues esa demasiada amis tad con mujeres h a de entenderse con va lor f recuentat ivo , es dec ir como afición excesi­v a a l a a v e n t u r a y a l t r a t o amoroso .

Desde el a r r a n q u e de l relato aparecen íntimamente asociados los m o t i v o s de l d i n e r o y del a m o r : n o se disociarán ya . Por l o que l a nove la de E l celoso extremeño es l a h i s t o r ia de u n h o m b r e f o r rado de d ineros que m a n t i e n e con las mujeres , y especialmente con la que h a elegido p o r esposa, relaciones extrañas y t u m u l t u o s a s . E l t e m a de l a nove la ha de ser, pues, la imprev i s ib l e mutación de u n h o m b r e que empezó d i l a p i d a n d o d i n e r o y mujeres , hasta co­locarse en el caso inverso , que es el de u n a tesaurización excesi­v a , p r o p i a m e n t e maniática, de su d inero y de su m u j e r .

L a manía posesiva del personaje, perceptible desde su prehis ­t o r i a , opera desplazando hacia la esposa el de l i r i o de avar i c ia r a ­d icado en la obsesión del d i n e r o . L a indisociación de las dos f a n ­tasías const i tuye p r o p i a m e n t e en el so l i loquio del i n d i a n o el dis ­curso del inconsciente.

Pero no b i e n h u b o conc lu ido su so l i loquio cuando el v i ento tornó a soplar i m p e l i e n d o de nuevo a los navios , y apor tando por fin el n o m b r e del que acababa de repasar su v i d a : Filipo de Carri­zales. D e l Carrizales ya se h a d icho algo. L o que es el Filipo, C o v a -r r u b i a s en su Tesoro lo describe en estos términos: " F e l i p e , amator egnorum, p r o p i a inclinación de h o m b r e velicoso y de gran cora­j e " . A lo que añade, en lo tocante a nuestro t ema : "Felipo ofilipo-nes: ciertas monedas de p lata acuñadas con la efigie del rey Fel ipo I I , c omo los de Car los Q u i n t o : c a r l i n e s " , todo lo cual se i l u s t r a con u n chistoso cuenteci l lo :

U n cortesano dezía que con dos amigos, Micer Felipo y Micer J u ­l io , había caminado por España y por Ital ia , tan conocidos que por ellos le hacían cortesía y fiesta en cualquier parte, aludiendo a los reales [o felipos] de España y a los julios de Roma.

D e m o d o que l lamarse Filipo, que es m o n e d a , es como l levar por n o m b r e Don Dinero, s igni f i cat ivo de la obsesión p r o f u n d a del per-

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sonaje que se pasa la v i d a derrochando o a c u m u l a n d o d i n e r o , que es l o m i s m o con sólo i n v e r t i r el signo de la operación: de negat ivo a pos i t i vo , o viceversa.

Así pues, he aquí a Carr izales que , hab iendo desembarcado en Car tagena de I n d i a s , se queda en el Perú por ve inte años, que se pasan en tres renglones impresos , en que edif ica u n a conside­rable f o r t u n a .

E l h o m b r e que ve inte años antes (tenía cuarenta y ocho años) había dejado Sevi l la p o r las Ind ias era u n mujer i ego e m p e d e r n i ­do , a r r u i n a d o p o r sus desenfrenos y desesperado ya de su v i d a . E l que a los sesenta y ocho años vuelve a pisar Sevi l la , es u n h o m ­bre r i co . E l v iento que le ha impu l sado hacia u n a f o r t u n a es el m i s m o que a los ve inte años lo vue lve , como de u n solo sopl ido , a su p u n t o de p a r t i d a .

C o n la vue l ta a Sevi l la , se acaba la preh i s tor ia de Carr iza les .

L A HISTORIA: A P A R I C I Ó N D E LOS CELOS

L a h i s t o r ia comienza cuando Carr iza les , de vue l ta de América , ya n o tiene más ocupación que el c ontemplar sus barras de oro traídas del Perú, y que no le acarrean menos desasosiego que su pasada pobreza. ¿Será nueva embest ida de la angustia?:

Y si cuando iba a Indias pobre y menesteroso, le iban combatiendo muchos pensamientos sin dejarle sosegar u n punto en las ondas del mar , no menos ahora en el sosiego de la tierra le combatían, aun­que por diferente causa: que si entonces no dormía por pobre, aho­ra no podía sosegar de rico. . . (p. 178).

¿ Q u é hacer, pues, con esa for tuna? ¿ Q u é disposiciones t o m a r p a r a que no se pierda? Carr iza les se siente cansado del t r a t o , y t eme p o r o t r a parte que el ret irarse a sus t ierras le exponga a " l a s i m p o r t u n i d a d e s que los pobres [del l u g a r ] suelen dar al r ico que t i e n e n por v e c i n o " . Además ¿qué será de su hacienda después de sus días? C o n el m u c h o cav i lar se le representa de p r o n t o a F i l i p o l a idea del m a t r i m o n i o . Pero " e n viniéndole este pensa­m i e n t o " , luego surge a su m e n t e , indisociable del comple jo d i n e ­r o / m u j e r , l a angust ia de los celos, que ahora se m e n c i o n a n por p r i m e r a vez: celos i rrac ionales , fantásticos, y que i n m e d i a t a m e n ­te se t raducen por u n t e r r o r aparentemente sintomático:

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[. . . ] y en viniéndole este pensamiento [el del matr imonio ] , le so­bresaltaba u n tan gran miedo que así se le desbarataba y deshacía como hace a la niebla el viento (p. 179).

H a s t a aquí sólo habían i n t e r v e n i d o los d ineros . Los celos sur­gen como in jertados en la obsesión del d i n e r o , de donde b r o t a n y se d e r i v a n . E l texto pros igue:

[. . . ] porque de su natural condición era el más celoso hombre del mundo, aun sin estar casado, pues con sólo la imaginación de serlo le comenzaban a ofender los celos, a fatigar las sospechas y sobre­saltar las imaginaciones, y esto con tanta eficacia y vehemencia, que de todo en todo propuso de no casarse (p. 179).

Los celos se d i s p a r a n , pues, a p a r t i r del instante en que el su­j e t o asocia las representaciones de la f o r t u n a personal y del m a ­t r i m o n i o , es decir , según se ha observado, la posesión del d i n e r o y el desplazamiento de esa i m a g e n posesiva en dirección de u n a i m a g e n de m u j e r .

A u n q u e el t ex to , con ese " p o r q u e " con que abre la d i squ i s i ­c ión sobre los celos, no invoca más causa o fuente del f enómeno que " l a n a t u r a l c o n d i c i ó n " , l a descripción del caso es suficiente­m e n t e explícita por la relación cronológica/causal que establece entre l a angust ia del poseer y el s u r g i m i e n t o de los celos.

N o dice más el t exto . Pero lo que dice dista de ser poco si se t iene en cuenta que su propósito no es descr ib ir ningún caso clí­n i c o , sino u n " c a r á c t e r " : el de l celoso. A h o r a b i e n : los caracteres sólo existen en el campo de la poiesis o mimesis poética de la n a t u ­raleza. Los celos de Carr izales pertenecen a la v e r d a d un iversa l del poema, no a la cont ingente p a r t i c u l a r i d a d de la h i s to r ia .

L A H I S T O R I A : E L M A T R I M O N I O

L a h i s t o r ia se i n i c i a el día en que Carr izales d iv isa en u n a venta ­n a a u n a niña de hasta catorce años que le parece t a n hermosa que , pese a su resolución de no casarse, ya no piensa sino en apro ­piársela. Esa moza ventanera t iene por n o m b r e L e o n o r a , que el t ex to revela s in t a r d a r . ¿Por qué ocu l tar lo por más t i e m p o , si ella n o se ocu l ta , sino que se ofrece a la vista de todos?

¿Es casual idad si a aquellas horas L e o n o r a se ha l la a la venta ­na? D e u n a niña ventanera nada bueno puede esperarse. ¿Estará allí p o r q u e es curiosa de lo que pasa en la calle, o con el propósito

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de atraer las miradas? L a p r e g u n t a , aunque no se f o r m u l a en el t e x t o , es implícita. E n todo caso, parece cosa c ier ta que ningún contemporáneo de Carr iza les h u b i e r a dejado de formulársela en voz a l ta , invocando u n o o varios de los muchos refranes que ata ­ñen al caso: " m u j e r en la ventana, parra en el camino r e a l " ; " m o ­za ventanera o p u t a o p e d e r á " ; " m o z a que asoma a l a ventana a cada r a t o , quiérese vender b a r a t o " .

L a ventana es como rec lamo; exponiéndose a las m i r a d a s , las niñas, o sus padres, p r o c u r a n ventajoso m a t r i m o n i o , p o r l o que sería desaconsejable a cualquiera que se casara con u n a ventanera: " c o n la m u j e r ventanera , cargue q u i e n q u i e r a " ; " m u j e r ventane­r a , para el borr i co que la q u i e r a " , y sobre todo: " j o v e n ventanera, m a l a m u j e r casera" .

T o d a esta paremiología func i ona en el texto , operando a m o ­do de u n c o n t r a p u n t o i n t r a t e x t u a l : los refranes debían s u r g i r con la m i s m a narración, convocados a la m e m o r i a de frase en frase.

L a desgracia de Carr iza les está en su m i s m a contradicción: ¿ c ó m o es posible que u n h o m b r e t a n desconfiado de sus propias ventanas haya pod ido enamorarse de u n a m o z a ventanera que le i b a a acarrear todas las desgracias que pronost i caba la p r u d e n c i a paremiológica? Pero ya se sabe que los dioses ofuscan el e n t e n d i ­m i e n t o de los que q u i e r e n perder .

E l hecho es que F i l i p o de Carr izales se h a dejado t entar p o r la idea de que u n a l i n d a moza que se asoma a la ventana podrá convert irse en u n a perfecta casada in fant i l i zab l e a discreción 5 . C u a l q u i e r a que sea el desenlace de la nove la ( C í o C 2 ) , el c o m ­p o r t a m i e n t o de Leonora / I sabe la n u n c a es, n i será, el de u n a niña inocente .

C o n todo , Carr izales no d i m i t e de su proyecto : es u n técnico de l secuestro, u n arqui tec to del encerramiento . L a empresa m a ­t r i m o n i a l no puede de jar de ser viable p o r poco que se invente u n d ispos i t ivo capaz de aplacar los sobresaltos de los celos. N a d a h a de dejarse al azar en t a n ex t remada c o y u n t u r a : u n a niña de catorce años, de la que se está posesionando u n h o m b r e de sesen­ta y ocho.

E l proyecto de Carrizales precede a u n a fabulación prop iamen­te d e l i r a n t e , que se t raduce por " u n g r a n montón de d iscursos" (p . 179): " C a s a r m e he con el la , encerraréla y haréla a mis m a -

5 E x a c t a m e n t e c o m o el alférez C a m p u z a n o de El casamiento engañoso, que h a d a d o e n persuadirse que u n a t a p a d a que frecuenta u n a p o s a d a de soldados es m u j e r con q u i e n u n h o n r a d o alférez puede casarse .

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ñas, y con esto no tendrá o t r a condic ión que aquel la que yo le enseñare. . . " (id.).

V e r d a d es que la r i q u e z a de Carr iza les es ta l que le p e r m i t e c o m p r a r con L e o n o r a , el " g u s t o " de l m a t r i m o n i o . L a dote que la muchacha no t iene, se la dará Carr izales , cosa que no sin a m a r ­g u r a recordará a sus suegros en el p a r l a m e n t o de su m u e r t e ( p . 217) .

Los padres de L e o n o r a son nobles, de u n a nobleza i n d i g e n t e , c omo l a de Carr iza les antes que se rehiciese con el t r a t o i n d i a n o . E l ob jeto de l t r a t o es ahora L e o n o r a , que Carr iza les c o m p r a en 2 000 ducados (que no es dote pequeña) , lo que le vale el título de esposa.

L a entrega de la dote , co inc idente con l a celebración de l m a ­t r i m o n i o , p rovocó el i r remediab le arrebato de celos: " A p e n a s d io el sí de esposo cuando de golpe le embistió u n t rope l de rabiosos celos y c o m e n z ó sin causa a lguna a t e m b l a r y a tener mayores cuidados que jamás había t e n i d o " (p . 180). U n a vez más los ce­los, que esta vez se m a r c a n con u n a crisis convuls iva , son ind i so -ciables de esos dineros que se acaban de l i b r a r y que son los de la c o m p r a v e n t a amorosa .

E l que se t rate de u n a c o m p r a so color de casamiento , es cosa que se evidencia en l a p r i m e r a p r u e b a de las dos que Carr iza les h a de a d m i n i s t r a r de su condición celosa. Consiste en que , deseo­so de vest ir a su esposa, no consiente que sastre a lguno le t ome l a m e d i d a , p o r lo que busca a u n a niña del m i s m o tal le y cuerpo de L e o n o r a . A c a b a dando con u n a pobre (también es pobre L e o ­n o r a ) a la que decide c o m p r a r p a r a conf iar le el papel de maniquí v i v o . Pero lo que de hecho c o m p r a Carr iza les es u n doble de su esposa, con el que repi te l a c o m p r a de L e o n o r a . C o n todo , " l o s padres de la desposada se t u v i e r o n por más dichosos en haber en­contrado con t a n buen yerno , para remedio suyo y de su h i j a " (id.).

L A HISTORIA: LA CASA

L a segunda señal que d io Carr izales de su condición celosa, es la que suscita el p r i n c i p a l resorte n a r r a t i v o de la novela : la e d i f i ­cac ión de l a fortaleza, a l parecer inexpugnab le , de la que acabará apoderándose Loaysa tras u n a paciente y sut i l l abor de penetra­c ión . L a finalidad de la casa-fuerte que i m p l a n t a el genio i n d u s ­tr ioso de Carrizales es asegurar la inv io lab i l idad de su honra . Cada p ieza del d isposi t ivo h a sido pensada con el ob jet ivo de confor tar sus implacables celos.

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E n u n o de los mejores barr i os de Sevi l la , c o m p r a en 12 000 escudos u n a casa con jardín ( " u n jardín con muchos n a r a n j o s " , id.) y u n a fuente potable ( " a g u a de p i e " , id.), que , dado el caso, permitiría sostener u n cerco.

Las precauciones minuciosas y maniáticas de Carr iza les son de sobra conocidas. L a casa es ciega: se c i e r r a n todas las v e n t a ­nas que d a n a la calle y al jardín, y en las azoteas se l evantan t a ­pias altas que i m p i d e n m i r a r y ser m i r a d o desde fuera . L a obse­sión de l celoso es que las mujeres del gineceo, y especialmente su esposa, no p u e d a n ver nada n i a nadie , sino sólo el cielo, que es la única cosa que las ventanas y tapias p e r m i t e n c o n t e m p l a r 6 .

E n cuanto a l edi f i c io , debía ser u n a casa andaluza clásica con pat io central y p lanta alta. E n efecto, cuando se introduce a Loaysa, u n a de las mozas corre a anunc iar a L e o n o r a " q u e ya subía el m ú ­s i c o " (p . 206) , de m o d o que cuando aparece " l a caterva toda y el músico en medio , alumbrándolos el negro y G u i o m a r " (p . 207), h a y que representarse el cortejo subiendo escaleras a r r i b a con u n vapuleo de faldas restregadas, de m u r m u l l o s y bisbiseos, con a l ­g u n a risa ahogada.

E n el p r i m e r piso, dando s in d u d a a u n corredor ( [Carr iza les ] " sa l i ó al c o r r e d o r " , p . 214) , se ha l la el aposento de los esposos, el estrado o sala, y con toda p r o b a b i l i d a d la habitación o aposen­to de la dueña, pues es cosa sabida que Carr iza les h a de descu­b r i r a la dueña descabezando u n sueño en el estrado (p . 215: " l a sala donde la dueña d o r m í a " ) , mientras su esposa y Loaysa se h a l l a n d o r m i d o s en el "aposento de la d u e ñ a " (id.).

E n la p l a n t a ba ja , es decir , dando al p a t i o , debían hallarse las dependencias: cocina, despensa y d o r m i t o r i o s destinados al per­sonal doméstico (doncellas, esclavas).

Pero el e lemento esencial del d isposit ivo es la p u e r t a cochera o casapuerta:

[. . . ] En el portal de la calle, que en Sevilla l laman casapuerta, hizo una caballeriza para una muía, y encima della un pajar y aparta­miento donde estuviese el que había de curar della [. . . ] hizo torno que de la casapuerta respondía al patio (p. 181).

O sea que la casa tenía dos puertas , l a de la calle y la de en med io con su t o r n o (el m i s m o Carr izales ha de recordar que el t o r n o es

6 L a s precauciones de Cañizares en C 3 son las m i s m a s : " L a s v e n t a n a s , amén de estar c o n l lave , las g u a r n e c e n rejas y celosías. L a s puertas jamás se a b r e n [ . . . ] " .

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como de monas ter i o , p . 217) ; separadas p o r l a m i s m a casapuer­t a , d ispos i t ivo que debía presentar u n a f o r m a más o menos pare ­c ida al s iguiente esquema:

caballeriza y pajar

portal de la calle

F i g u r a 1: l a c a s a p u e r t a

Nos ha l lamos , pues, ante u n edif ic io de doble dimensión: ho ­r i z o n t a l y ver t i ca l . L a penetración ha de realizarse h o r i z o n t a l m e n -te , pero la p lena posesión requiere que se penetren las p r o f u n d i ­dades de la casa, adueñándose de las vert ica l idades , es decir de las escaleras y de la p l a n t a a l ta .

F i g u r a t i v a m e n t e , la casa de Carrizales había de ofrecer u n as­pecto parecido a lo que aquí se sugiere:

Aposento Estrado y sala

Aposento de la dueña

Corredor 1 1 1 1 1 1 i 1

Patio | Escalera

J

i J C a s a p u e r t a ^ |

F i g u r a 2: l a c a s a

E l cerco y penetración de la casa por el alógeno consistirá, pues, en ocupar la vía de acceso: esa especie de esclusa vag ina l que es la casapuerta, o cazzo-puerta, cerrada p o r el lado de la calle por u n p o r t a l y p o r el lado del pat i o p o r u n a p u e r t a con t o r n o . Por ese t o r n o , las recluidas podrán contemplar p o r p r i m e r a vez a Loaysa

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que se ha vestido con sus mejores ropas, y a q u i e n el negro a l u m ­b r a con u n a antorcha . M i e n t r a s Carr iza les d u e r m e en las p r o ­fundidades de su casa, he aquí que se organiza ante el último obs­táculo por f ranquear l a presentación solemne del Falo al c o n j u n ­to del gineceo.

E l personal de la casa es o t ro e lemento del d ispos i t ivo . E n la casapuerta Carrizales instala a u n " n e g r o viejo y e u n u c o " (p . 181) encargado de cu idar de la muía con la que comparte la caba l ler i ­za, d u r m i e n d o en el pa jar . Condenado a no salir n u n c a de la ca­sapuerta , no debe e n t r a r al pat io n i salir a l a calle. E l e u n u q u i s -m o del negro no es sino la réplica de la ester i l idad n a t u r a l de su muía . D e hecho la figura del negro eunuco pertenece a las estruc­turas del serral lo : s in d u d a debía ser Sevi l la l a única c iudad de E u r o p a en que era posible hacerse con semejante objeto .

E l negro se l l a m a Luis, t a l vez por ironía pues es n o m b r e de rey o de noble . Será el p u n t o flaco del d isposi t ivo que p o r él ha de ceder.

Además del eunuco , que no pasa más allá de la puer ta del t o r ­n o , el servicio no comprende más que mujeres :

C u a t r o esclavas blancas, s in d u d a moras , herradas en el ros tro ; dos negras bozales; dos doncellas de la m i s m a edad que Leonora / Isabe la ; y c omo super intendente de todo y rectora de las esclavas y donce­l las , u n a dueña.

L a servidumbre es anónima, con la excepción de la dueña (Gon­zález en C 1 y Marialonso en C 2 y de u n a de las dos negras, l l a m a ­da Guiomar). D e m o d o que entre el personal subalterno , sólo t i e ­n e n derecho a denominación p r o p i a dos negros, Luis y Guiomar, sin d u d a en razón del papel más destacado que les es a t r i b u i d o en la h i s t o r i a .

L u i s es el que in t roduce a Loaysa en la casapuerta, haciendo de i n t e r m e d i o entre el v i r o t e invasor y las mujeres de casa. E n cuanto a G u i o m a r " q u e no era m u y l a d i n a " , in terv iene tres ve­ces en la noche crítica. L a p r i m e r a intervención es por d i suad i r a l a co lect iv idad de que presten el m e n o r crédito al j u r a m e n t o de Loaysa , pues más vale que entre sin j u r a r :

—Por mí, más que nunca pura, entre con todo diablo, que aunque que más j u r e , si acá estás, todo olvida (p. 205).

L a segunda intervención es u n a i n d i g n a d a protesta porque pre ­t e n d e n de jar la de cent inela , mientras las otras v a n a d iver t i rse :

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— ¡Yo, negra, quedo; blancas van: Dios perdone a todas! (p. 207).

Y p o r último se i n v e n t a la represalia de la falsa a lerta :

— ¡Despierto, señor, señora; y señora, despierto señor, y levantas y viene! (p. 210).

L o que viene a dec ir que el n o m b r e de Guiomar corresponde en l a negra a ese espíritu a la vez cooperativo y con amagos de subversión. L o m i s m o pasa con L u i s , que c o m b i n a en sí c o n t r a ­d i c t o r i a m e n t e cobardía y audacia . D e hecho, los dos negros son inseparables: f o r m a n pare ja , figurando j u n t o s a la cabeza del cor­tejo p r i n c i p a l :

E n esto llegó toda la caterva j u n t a y el músico en medio, alumbrán­dolos el negro y Guiomar la negra (p. 207).

A h o r a b i e n : si se echa la cuenta de los moradores de la casa, se l lega a u n t o t a l de seis esclavas, dos doncellas, u n eunuco y u n a dueña, o sea 10 domésticos, a los que se suman dos personas más : Carr iza les y Leonora / I sabe la , f o r m a n d o u n t o t a l de 12, que en sistema d u o d e c i m a l es c i f ra redonda perfecta, representat iva de u n a u n i d a d cabal . D e donde se sigue que la intrusión de L o a y -sa es la de u n dec imoterc io alógeno y desintegrador de la u n i d a d cons t i tu ida por el g r u p o duodec ima l .

Esa casa, Carr iza les se preocupó por a mue b lar la : " C o m p r ó u n r i co menaje para a d o r n a r la casa, de m o d o que por tapicerías, estrados y doseles ricos mostraba ser u n gran señor. . . " (p . 181). F u e r a de Carr iza les no existe macho a lguno en la casa, amén del eunuco que no puede ser contado p o r t a l . E n los tapices sólo figu­r a n mujeres o, en su defecto, flores y verduras . Pero las cosas l l e ­gan al parox i smo con el detalle de los perros y gatos que no t i e ­n e n ent rada en la casa " a causa que es mascul ino el n o m b r e ge­nérico de la especie [. . . ] " . Los tapices de v e r d u r a así como el ostracismo lingüístico de que son objeto los perros y gatos figuran as imismo en C 3 .

U l t i m o elemento del d ispos i t ivo : u n a l lave maestra , que abre todas las puertas de casa y de la que Carr iza les no se separa n u n ­ca sepultándola cuando d u e r m e en su p r o p i o colchón.

L o demás no es ya organización, sino táctica.

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L A T Á C T I C A D E C A R R I Z A L E S

L a táctica consiste en satisfacer o incluso a n t i c i p a r todos los de­seos de la niña.

Así c o m e n z ó Carr iza les " a gozar como pudo los f rutos de l m a ­t r i m o n i o , los cuales a Leonora , como no tenía experiencia de otros, n i e r a n gustosos n i desabr idos " ( p . 182). E l s igni f icante t e x t u a l i n m e d i a t o : los frutos pertenece a l área semántica de lo a l i m e n t i ­c io , aunque func iona metafóricamente p a r a denotar el m a t r i m o ­n i o como comestible: los frutos del matrimonio. Por inexperiencia Leo ­n o r a no sabe si los tales frutos son gustosos o desabridos, adjetivos que , referibles a sensaciones gustativas concretas califican el m a n j a r m a t r i m o n i a l y p o r desplazamiento a o t r a clase de apetencias l i b i -d inales .

C o n todo , la connotación sexual obten ida al t r a n s g r e d i r la l i ­t e ra l idad del significante t ex tua l : los frutos, suscita inmediatamente a través de las endebles prácticas amorosas de la pare ja , u n a p r o ­yecc ión sus t i tu t iva con fijación en el m i s m o terreno n u t r i c i o n a l , pues para pasar m e j o r el t i e m p o , L e o n o r a , su dueña y doncellas " d i e r o n en ser golosas, y pocos días se pasaban sin hacer mil cosas a q u i e n la m i e l y el azúcar hacen sabrosas" . Así que por fin llega a comestible la p i tanea del m a t r i m o n i o , pero a condic ión de aña­d i r l e el sabor que le fa l ta , transformándola en pastelerías c o m ­pensatorias. D e m o d o que la m i e l y el azúcar que ahora m a n d u c a la niña hacen las veces de los placeres fantásticos que le son veda­dos o por lo menos inasequibles. Es más: el vector equívoco p o r el que se a r t i c u l a n dos hambres , confesable l a u n a , inconfesable l a o t r a , se s ignif ica con ese hacer mil cosas, que desde luego denota p o r determinación con textua l u n quehacer pastelero, pero que no de ja de evocar esas " m i l cosas" que surgen en la imaginación de u n a niña f rus t rada y r e p r i m i d a .

As í pues, l a táctica de Carr iza les consiste en aislar a L e o n o r a y a sus compañeras del m u n d o exter ior , encerrándolas en u n u n i ­verso carr i za l iano en el que no t i enen n i responsabi l idad n i l i b e r ­t a d , y que no es sino ficción lúdica del o t r o .

L a v i d a es ahora p a r a L e o n o r a u n j u e g o i n f a n t i l : j u e g a a la muñeca , cosa que le hace todo lo esposa y m a d r e que se puede ser con u n a muñeca entre los brazos. E n v e r d a d , no es n i m a d r e n i m u j e r , sino que v ive en falso u n a experiencia que no es l a ins ­tanc ia de la rea l idad sino u n a mimética a m b i g u a de esa i n s t a n ­cia: " [. . . ] d i o con su s i m p l i c i d a d en hacer muñecas y otras niñe­rías que m o s t r a b a n la l laneza de su condic ión y l a terneza de sus

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años; todo lo cual era de grandísima satisfacción para el celoso m a r i d o " ( p p . 182-183).

As í acabó tratándose de u n a relación incestuosa que ambas redacciones evocan explícitamente al m a r c a r que el a m o r de la niña p o r el v ie jo fuera p a r a ella revelación del h o m b r e a través del Padre elevado a mode lo v i r i l . Así en C 1 : 4 ' A los ojos de Isabe­la parecía l a p la ta de las canas de F i l i p o , cabello de oro p u r o , por ­que el p r i m e r a m o r que las doncellas t i enen se i m p r i m e en ellas c omo el sello en l a cera [ . . . ] " ( p . 232) y C 2 : " L a p lata de las canas del v ie jo a los ojos de L e o n o r a parecían cabellos de oro p u ­r o , p o r q u e el a m o r p r i m e r o que las doncellas t i enen se les i m p r i ­m e en el a l m a como el sello en l a c e r a " (p . 184).

T R I Á N G U L O S PERVERSOS

D e hecho el triángulo parental que i n f o r m a la relación que se acaba de descr ib i r , enc ierra , según se a r g u m e n t e , la pos ib i l idad no ya de u n a sino de tres relaciones incestuosas.

S i el l u g a r del Padre lo ocupa en todos los casos Carr iza les , L e o n o r a aparece como susceptible de func i onar ya como M a ­dre /Esposa, ya como H i j a . E n cuanto al l u g a r del H i j o , de m o ­m e n t o desierto , le tocará en su t i e m p o a Loaysa .

F i g u r a t i v a m e n t e :

Padre

Madre /Esposa Hijo — Hermano — H i j a — Hermana

F i g u r a 3

A h o r a b i e n , n o es lícito exc lu ir t a l o cual caso de la figura si n o es en v i r t u d de u n cr i ter io de exclusión. E l que parece i m p o ­nerse en l a c i rcunstanc ia de E l celoso extremeño es l a temática de los celos, f u n d a m e n t a l en la obra . Así puede excluirse el incesto adélfico o f ra terno que no atañe al Padre y por tanto no suscita sus celos.

L o m i s m o ocurre con el incesto P a d r e / H i j a , que se va m o d u ­l a n d o al comienzo de E l celoso, pero que carece de p o r v e n i r en l a

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o b r a p o r n o i m p l i c a r a l H i j o y no dar l u g a r , por consiguiente , a los celos paternos .

Q u e d a , pues, l a única pos ib i l i dad de u n incesto edípico , pero a condic ión de i n t r o d u c i r en el j u e g o de relaciones incestuosas la temática de los celos ( E d i p o y L a y o no son forzosamente celosos) cons t ruc tora de l a novela .

QUÉ DESCANSADA VIDA. ..

Así pues, entre golosinas y muñecas discurría u n a v i d a alegre y sosegada. L a única ocupación del v ie jo era abastecer l a casa t r a ­t a n d o con u n despensero a q u i e n él m i s m o abría el p o r t a l y que sin penetrar en la casa pasaba los víveres por el t orno . Fuera de eso,

íbase a sus negocios, que eran pocos, y con brevedad daba la vuelta y, encerrándose, se entretenía en regalar a su esposa y acariciar a las criadas, que todas le querían bien, por ser de condición llana y agradable, y, sobre todo, por mostrarse liberal con todas (p. 183).

¿ Q u é m e j o r sosiego que v i v i r con u n a niña aderezada tanto a los placeres infant i les como a los gustos de u n anciano af ic iona­do a acar i c iar 7 niñas, que todas, menos l a dueña, lo e r a n , i n c l u ­so las esclavas que no son sino niñas infantes . Todas vivían a d is ­posición del amo y de sus amorosas caricias, como la m i s m a niña-esposa, medio niña y medio m u j e r . Es difícil no perc ib i r en el sub-tex to de la nove la la presencia de u n ambiente a la vez inocente , l u j u r i o s o y perverso , en que el anc iano , encerrado en la i n t i m i ­d a d de su p u e r i l gineceo, no tenía más ocupación que la secreta satisfacción de sus gustos.

" D e esa m a n e r a pasaron u n año de nov ic iado , y h i c i e ron p r o ­fesión en aquel la v i d a , determinándose de l l evar la hasta el fin de las s u y a s " (p . 183). D e m o d o que la i n f a n t i l mancebía de C a r r i ­zales no es sino u n nov i c iado pob lado de t iernas y obedientes n o ­vic ias . U n detal le , s in embargo , denunc ia el carácter tiránico y c rue l del proyecto de Carr iza les , y es que con d e t e r m i n a r a las pupi las " a hacer profesión en aquel la v i d a " , se las t iene apr is io ­nadas en el gineceo asociando su v i d a a la del v ie jo déspota hasta

7 Acariciar es de C 2 : " [ . . . ] se entretenía en regalar a su esposa y e n acari­ciar a sus c r i a d a s [ . . . ] " . C l : " [ . . . ] se entretenía e n regalar a I s a b e l a y e n entretener a sus esclavas [. . . ] " . L a v a r i a n t e es de interés. C i e r t o es que acariciar significa * prodigar atenciones ' , ' m i m a r ' , pero también ' a c a r i c i a r ' , 'prodigar c a ­r i c i a s ' , cosa que entretener no e v o c a e n absoluto.

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su último suspiro . A q u í podría sup l i r el texto de C 3 : ' ' ¡Jesús y del m a l v ie jo ! T o d a la noche: daca el o r i n a l , t o m a el o r i n a l ; le ­vántate, C r i s t i n i c a , y caliéntame unos paños , que me m u e r o de la i j a d a . . . " , pues E l viejo celoso, p o r pertenecer al género de l en ­tremés, evoca d irectamente el cuerpo con sus achaques (y sus p la ­ceres), a l que la novela no hace más que a l u d i r cuando no lo calla.

" Y así fuera si el sagaz p e r t u r b a d o r del género h u m a n o [ C l : el sagaz p e r t u r b a d o r del sosiego h u m a n o ] no lo estorbara como ahora o i ré i s " . Sabido es que entre los lugares predilectos del D i a ­b lo están las comunidades de santas mujeres , p o r lo que no es de extrañar que de p r o n t o entre a l a parte con sólo haber menc iona ­do e l sosiego de l nov i c iado carr i za l iano . D e m o d o que lo que se d ispone a p e r t u r b a r es precisamente u n a c o m u n i d a d u n tanto ex­traña en sus hábitos morales .

A fa l ta de v i r t u d , lo que ta l vez le interese al p e r t u r b a d o r en el conventículo de Carr iza les es que las prácticas amorosas a las que éste inició ' ' corno p u d o " a l a niña-esposa, h a n de conside­rarse como legítimas por v i r t u d del sacramento del m a t r i m o n i o , que t a l vez sea éste el b lanco del a taque 8 , j u n t o con la angust ia

8 V a r i a s son e n el texto las referencias al d e m o n i o , todas, salvo l a m e n ­ción del " s a g a z p e r t u r b a d o r " , por b o c a u o b r a de los personajes . Así l a n e g r a G u i o m a r prefiere a h o r r a r s e el j u r a m e n t o blasfematorio de L o a y s a : " e n t r e con todo d i a b l o " (p . 205) . L a c o n q u i s t a de l a fortaleza c a r r i z a l i a n a huele p a r a to­dos y todas a azufre , cosa común e n l a época en que toda transgresión de l a ley e r a pecado e inspiración del inf ierno . P o r eso L o a y s a p r o n u n c i a u n a i r r e ­verente p a r o d i a de j u r a m e n t o y l a dueña al c o n d u c i r a los amantes a su apo­sento, les " e c h a l a bendición c o n u n a r i s a falsa de d e m o n i o " (p . 123); C l : "dándoles l a bendición c o n u n a r i s a falsa de m o n o " (p . 256) . L a p a r o n i m i a demonio/mono es s igni f icat iva : el m o n o p a s a b a por diabólico. D e todos modos , el gesto de l a dueña m u e s t r a que el sacrilegio debía ser u n ingrediente obl iga­do de l a fiesta t r a n s g r e s i v a . C o n todo, el texto atr ibuye al d e m o n i o el d iscurso por el que M a r i a l o n s o persuade a L e o n o r a a ceder a las solicitaciones de L o a y s a , lo q u e hace que l a dueña p a r e z c a ser el i n s t r u m e n t o del inf ierno: "asegurán­dole el secreto, y l a duración del deleite, con otras cosas que el demonio le puso e n l a l e n g u a " (p . 212) . P o r otro lado , debe señalarse que el despertarse C a r r i ­zales a pesar del ungüento fue o b r a del cielo: "ordenó el cielo que C a r r i z a l e s , a p e s a r del ungüento d e s p e r t a s e " (p . 214) . C 2 es aún más explícito: " e l cielo , q u e m u c h a s veces permite el m a l de algunos por el b ien y beneficio de otros, h i z o que C a r r i z a l e s d e s p e r t a s e " (p . 256) . E l texto parece i n d i c a r que el cielo interv iene a favor de C a r r i z a l e s , víctima del inf ierno. D e c u a l q u i e r modo que se considere el caso , C a r r i z a l e s l l e v a las de perder c o n t r a el d e m o n i o , y tal v e z c o n t r a el cielo , que no le d a más v e n t a j a que l a ocasión de recobrarse y r e c o n o c e r su e r r o r e n pública confesión. N o cabe d u d a de que las citadas m e n ­c iones del infierno y del cielo responden a ese d u a l i s m o eticorreligioso q u e , e n reg la general , es el de las Novelas ejemplares. E l " s a g a z " p e r t u r b a d o r del gé-

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de Carr i za les , suficiente p o r sí sola para suscitar cua lqu ier clase de perturbación.

L A H I S T O R I A DE L O A Y S A : VIROTES Y M A N T O N E S

E l segundo m o m e n t o de la novela se abre con u n breve cuadro de género, m u c h o más desarrol lado en C l , que se ext iende la rga ­m e n t e sobre la v i d a , cos tumbre y t r a t o de las ' 'gentes de b a r r i o ' ' , sus hábitos, sus jerarquías, su distribución geográfica. Son gentes que se pasan l a v i d a en l a calle, v i v e n y se d i v i e r t e n en bandos y p o r lo común no están desprovistas de medios y de ingenio . Sue­l en reunirse en lugares públicos, plazas, bolsas, iglesias, desde donde

gobiernan el mundo , casan a las doncellas, descasan a las casadas, dicen su parecer de las viudas, acuérdanse de las solteras y no per­donan a las religiosas, califican ejecutorias, desentierran linajes, en-tierran buenas opiniones y consumen cosas de gula, fin y paradero de toda su plática.

T o d o s esos detalles, y muchos más, en especial sobre las f u n ­ciones y jerarquías del g r u p o , que C l expone demoradamente , se condensan en C 2 en u n a única frase:

Estos son los hijos de vecinos de cada colación, y de los más ricos della: gente baldía, atildada y meliflua de la cual y de su traje y ma­nera de v i v i r , de su condición y de las leyes que guardan entre sí, habría mucho que decir, pero por buenos respetos se deja (p. 185).

L a l a rga enumeración en C 1 de todas las clases y t ipos que f o r m a n la sociedad de la gente de b a r r i o , desaparece en C 2 en benef ic io de u n a breve mención : " U n o destos galanes, pues, que entre ellos es l l a m a d o virote, mozo soltero, que a los recién casa­dos l l a m a n mantones, asestó a m i r a r l a casa del recatado C a r r i z a ­les [. . . ] " (id.). Pero el sacrificio de C l en aras de la concisión h a hecho que desaparezca en C 2 la explicación de la voz virote:

ñero h u m a n o interv iene , conforme a su práctica o r d i n a r i a , d i sponiendo t r a m ­pas y redes e n u n u n i v e r s o m a r c a d o por el m a l . A q u í o b r a e n su n o m b r e , s in b r u j a que lo represente , pues no l lega a tal l a malévola dueña. E n cuanto a l a m a l i c i a h u m a n a a t a c a d a por el d e m o n i o , es tanto l a de C a r r i z a l e s como l a de L o a y s a : a m b o s p e c a n por u n m i s m o e r r o r , que es el de no h a b e r sabido resistirse e n n o m b r e de su razón a l a i m p e r i o s a l l a m a d a del deseo.

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NRFH, X X X V I I I A P R O X I M A C I Ó N A L CELOSO EXTREMEÑO 763

" p o r q u e así como los v irotes se d i sparan a muchas partes , éstos no t i e n e n asiento n i n g u n o en n i n g u n a , y a n d a n vagando de ba­r r i o en b a r r i o " (p . 233) . U n virote era u n a especie de flecha e m ­p l u m a d a y guarnec ida de aletas metálicas que l a hacían d a r v u e l ­tas sobre sí m i s m a . Trátase s in d u d a de u n dardo l igero y potente que vue la lejos. D e ahí que evoque metafóricamente u n persona­j e l i b r e y e r rante . Pero a l a etimología s in d u d a auténtica que ex­pone la novela , debe agregarse la popu lar , falsa pero siempre ver­dadera , que e q u i p a r a vir-ote con vir-il del l a t . vir, p o r lo que el ob­j e t o debió evocar el pene y l a pa labra al h o m b r e macho . E n germanía, virote designa la cuch i l la del m a t a r i f e , de lámina larga y penetrante , proyecc ión metafórica del m i e m b r o v i r i l .

Esa digresión a p e r t u r a l n o t iene más fin que i n t r o d u c i r a l v i ­r o t e , cuyo n o m b r e n o conocemos todavía: n o es af ic ionado sol i ta­r i o , sino que f o r m a parte de u n g r u p o , del que es hera ldo o c o r i ­feo. E l m i s m o g r u p o r e u n i d o en bureo (p . 185) fue q u i e n t omó la decisión de m o n t a r u n a operación c ont ra la casa de Carr iza les . D u r a n t e todo el asedio, el g r u p o permanecerá en contacto con su representante , suministrándole el m a t e r i a l necesario (por e j em­p l o , el narcótico que h a de d o r m i r a Carr iza les ) .

¿ Q u é interés movía a la "gente de b a r r i o " para in terven i r con­t r a l a casa-fuerte del " r e c a t a d o " Carrizales? D e hecho, l a pre ­sencia en el b a r r i o de esa extraña fortaleza debía serles i n t o l e r a ­b le , infundiéndoles el deseo de acabar de u n a vez con ese espacio d iscordante , sustraído a los hábitos y jurisdicción de la co lect iv i ­d a d . E n otros términos, más abstractos, l a casa de Carr izales es u n a isla en Sevi l la , es decir u n a di ferencia en u n espacio de n o -d i ferenc ia , y se sabe que t oda d i ferencia es m a l a 9 .

E L ASEDIO

L a idea del asedio nace en el m o m e n t o en que la casa-fuerte de Carr iza les h a despertado la cur ios idad de u n v i ro te de b a r r i o . E l g r u p o se reúne (dos virotes y u n mantón) para estudiar el caso y d e t e r m i n a r la estrategia adecuada. Sólo después de pronunciarse

9 L a di ferencia h a de r e d u c i r s e , disolviéndose e n l a m a s a que l a integra . H a b r a s e reconocido u n a problemática análoga a l a del Don Quijote, e n que los re i terados intentos del C u r a o de Sansón C a r r a s c o t ienen por finalidad some­ter l a d iscordante sinrazón de D o n Q u i j o t e a l a ley de común c o r d u r a . Q u i e n d e s e n t o n a , asumiéndose c o m o t e m a discordante , es objeto de m a n i o b r a s ofen­s i v a s , solapadas o violentas e n v is ta de social izarlo a riesgo de p r o v o c a r su m u e r t e .

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el g r u p o nos es dado a conocer el n o m b r e del héroe que ha de representar lo : " [ . . . ] c o n v i n i e r o n en esto: que fingiendo Loaysa, que así se l l a m a b a el v i r o t e , que i b a fuera de la c i u d a d p o r a l g u ­nos días [ . . . ] " ( p . 185).

E l n o m b r e de Loaysa no es sino u n portmanteau o voz -va l i ja que c o m b i n a u n a f o r m a del verbo loar ' a labar ' e iza que en germanía designa a la r a m e r a o p r o s t i t u t a . Ese Loaysa , pues, es u n loa-iza, l i t e r a l m e n t e : u n 'a labador de p u t a s ' , que p o r sus loas y a laban­zas sabe atraerse los favores de las mujeres fáciles, o que por sus discursos y prácticas ac ierta a hacer que todas las mujeres se les c o n v i e r t a n en izas.

E l p u n t o flaco del d isposit ivo de Carr iza les es el negro L u i s q u e , gobernando a la vez el p o r t a l y el pasadizo de la casapuerta, c ond i c i ona el acceso a l a casa. Será preciso, pues, posesionarse de L u i s , o sea l levarle a a b r i r el p o r t a l , y luego con su c o m p l i c i ­d a d m o n t a r u n disposi t ivo que p e r m i t a m a n i p u l a r a las de casa desde el t o r n o , l legando con su a y u d a a hacerse de la l lave maes­t r a de Carr iza les . L a táctica de Loaysa consiste en crear c o m p l i ­cidades.

E l asedio se real iza en dos fases. E l ob je t ivo de la p r i m e r a es apoderarse de L u i s y de la casapuerta. E l de la segunda es hacer­se dueño de la casa y de la j o v e n esposa de Carr iza les .

C o m o todas las operaciones se rea l izan de noche, se contará p o r noches. Así la segunda fase, decisiva, se desenvuelve en tres noches.

U n p r i m e r m o m e n t o , p r e l u d i o de la p r i m e r a fase, es de u n a duración i n d e t e r m i n a d a : "Se ponía cada noche a la oración a la p u e r t a de Carr iza les [. . . ] " ( p . 186). E l ob je t ivo es f a m i l i a r i z a r a L u i s , aferrándolo por la cos tumbre . ¿Cuántas noches? M á s de u n a .

A p a r t i r de ese m o m e n t o y hasta el desenlace, la operación cuenta con u n to ta l de cinco noches.

L a p r i m e r a noche, después de tocar p a r a alegrar a L u i s que escucha detrás de la p u e r t a , Loaysa i m p l o r a u n vaso de agua, de­sembocando el co loquio en la siguiente propuesta :

Yo os daré por entre esas puertas, haciendo vos lugar quitando alguna tierra del quicio; digo que os daré tenazas y u n marti l lo con que podáis de noche quitar los clavos de la cerradura de loba con m u ­cha facilidad, y con la misma volveremos a poner la chapa de modo que no se eche de ver que ha sido desclavada [. . . ] (pp. 189-190).

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NRFH, X X X V I I I A P R O X I M A C I Ó N A L CELOSO EXTREMEÑO 765

E l ataque , pues, no es al p o r t a l , que es m a t e r i a d u r a , sino a la t i e r r a en que está h incado el q u i c i o . E n eso y en t odo , l a estra­teg ia de Loaysa es no acometer de frente sino s iempre al sesgo.

V i n o l a segunda noche y con ella las tenazas, con las que se desmonta la c e r r a d u r a . L u i s abre la p u e r t a ; Loaysa , dueño aho ­r a de la casapuerta, da al negro su p r i m e r a lección de música.

D e día, m i e n t r a s Carr iza les sale a sus negocios, Loaysa d u e r ­m e en el pa jar . Pero L u i s no se queda i n a c t i v o : prosigue la o b r a de l asedio hab lando a las negras y a todas las de casa de las m i l m a r a v i l l a s de u n músico que él conoce, y que incluso podría estar c e r q u i t a , etcétera.

C o n la tercera noche se abre la segunda fase del asedio: todas las mujeres , salvo I sabe la /Leonora , acuden al t o r n o cerrado a es­cuchar a Loaysa , pero s in ver lo . Entonces se concierta por p r i ­m e r a vez lo de los polvos, que si hacen d o r m i r al v ie jo , serán v i d a p a r a todas, aunque p a r a él f u e r a n m u e r t e .

A la c u a r t a noche, que es l a segunda de la ofensiva i n t r a m u ­ros, todas vue lven al t o r n o , pero esta vez con Isabe la /Leonora . C o n u n b a r r e n o se hace en el t o r n o u n agujero (se tapará con ce­ra) p o r el que todas podrán a d m i r a r la belleza v i r i l del mancebo , al que el negro va a l u m b r a n d o por partes con u n a antorcha que le pasea p o r enc ima del cuerpo . Loaysa aparece suntuosamente vest ido . Esta es l a presentación orgiástica del Falo , en u n a desco­cada escena de voyeurismo f emenino .

Poco después de m e d i a noche pasan los del b a r r i o a ofrecer a y u d a , y se c o m p r o m e t e n a t raer u n narcótico para la noche si ­guiente .

A la q u i n t a noche y tercera de la g u e r r i l l a casera, las mujeres acuden nuevamente al t o r n o , pero esta vez sin I sabe la /Leonora que queda rec lu ida con el m a r i d o en el aposento m a t r i m o n i a l , en el que Carr iza les l a t iene encerrada, guardándose la l lave en su co lchón.

Por fin l lega el ungüento. Por efecto del narcótico, Carr izales d u e r m e t a n p r o f u n d a m e n t e que Isabe la /Leonora le roba la l lave . T o d a s las puertas se abren . L a casa h a caído en poder del asal­tante , y con ella Isabela ( C l ) , mientras que L e o n o r a (C2 ) se re ­siste, en la casa ocupada, a los requer imientos de Loaysa.

L a conquista de la fortaleza carr i za l iana supone que Loaysa se h a adueñado sucesivamente de tres estructuras defensivas/ofen­sivas. L a función defensiva que les atribuyó Carr izales es el revés de la utilización ofensiva que de ellas hace el asaltante.

Así l a casapuerta, que es defensa c ont ra toda intromisión de

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f u e r a , se convierte en manos de Loaysa en es t ruc tura ofensiva a p u n t a n d o a la i n t e r i o r i d a d de la casa.

E l t o r n o que p a r a Carr iza les ha de permanecer cerrado inco ­m u n i c a n d o la casa con la casapuerta (salvo necesidad de pasar víveres) es ahora , aunque cerrado y sin más aber tura que u n agu ­j e r o de b a r r e n o , u n espacio de l i b r e comunicac ión a u d i t i v a en la tercera noche, a u d i t i v a y v i sua l en la cuar ta . Por el t o r n o , y a través de L u i s , Loaysa se hace con la t r o p a de casa, ganada con sólo la ilusión de que se acaba su forzada c lausura.

L a tercera es t ruc tura es l a l lave maestra que , como el t o r n o y l a casapuerta, inv ier te ahora su vocación: l lave de cerrar , se con­v ie r te en l lave de a b r i r .

Las tres estructuras corresponden a los tres m o m e n t o s decisi­vos del asalto.

A h o r a b i e n : por poco que no repare suf ic ientemente en el de­senvo lv imiento n a r r a t i v o de esa t r i p l e e s t ruc tura , es fácil que el lector se pase por alto u n a aparente — y s i g n i f i c a t i v a — a r b i t r a ­r i e d a d o i n v e r o s i m i l i t u d del re la to , l a cual consiste en que, h a ­b i e n d o acudido I sabe la /Leonora al t o r n o en la cuar ta noche, se le hace imposible presentarse en el m i s m o lugar a la noche siguien­te , p o r estar encerrada en el aposento con su velado.

S i n embargo , no debió ser di ferente la situación de la víspera: dormiría Carr iza les ( s in narcótico) y el cerro jo estaría echado con l lave . Habiéndose hecho u n a p r i m e r a vez con la l lave del aposen­to (dase p o r descontado que no estuviera cerrado) , ¿por qué no habrá pod ido renovarse la hazaña?

A h o r a b i e n , la a r b i t r a r i e d a d o i n v e r o s i m i l i t u d no t ienen más parámetro de evaluación que la supuesta relación del aconteci ­m i e n t o con la rea l idad exper ienc ia l . L a última noche del asedio en E l celoso extremeño, e incluso la novela toda , no es evaluable en términos de real idad, sino solamente como construcción simbólica.

D e hecho, l a es tructura tercera que está ahora e n j u e g o no es de l a m i s m a índole que la segunda. L a segunda era la del t o r n o , p o r el que se establece p o r p r i m e r a vez la comunicación entre los moradores de l a casa, y entre ellos I sabe la /Leonora , y u n repre ­sentante de la razón v i t a l .

Pero l a es t ruc tura tercera, que es la de la l lave , es l a que h a de dec id i r d e f i n i t i v a m e n t e la suerte de Loaysa y de las mujeres . P o r lo que i m p l i c a l a momentánea eliminación de Carr izales se­p u l t a d o en su sueño. D e ahí que la l lave sólo pueda darse m e ­d i a n t e la intervención del ungüento narcótico a d m i n i s t r a d o por I sabe la /Leonora : u n a l lave contra u n sueño, u n pene contra u n a

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m u e r t e , de l a que el sueño es la p r i m e r a i m a g e n . L a función de I sabe la /Leonora no es ya acud i r a l t o r n o del

p a t i o , sino al del aposento, que es l a gatera, y hab iendo rec ib ido el ungüento d o r m i r a Carr iza les , confiscándole l a l lave con que f u e r o n confiscadas. D e m o d o que la posición de I sabe la /Leonora en l a línea de bata l la h a de ser j u n t o a l a l lave que , t rans i tando p o r su m a n o de Carr iza les a Loaysa , pasa la l lave de m u e r t e a l lave de v i d a .

Si se quiere l l evar el análisis hasta el último detal le , deberá observarse que es la dueña q u i e n pasa el ungüento a Isabe la /Leo­n o r a por la gatera, lo que signif ica que para l ibrarse de prisión, las dos mujeres — q u e s in d u d a son dos avatares de u n único ser c o n t r a d i c t o r i o — h a n t en ido que abajarse a i n f r a h u m a n i d a d , des­cendiendo a n i v e l a n i m a l : " H í z o l o así l a dueña; llegándose a la gatera , halló que estaba Isabela t e n d i d a en el suelo de largo en l a r g o , puesto el rostro en la gatera [. . . ] " ( C l , p . 246) ; " [ . . . ] L e o n o r a [esperaba] t e n d i d a de largo a l a rgo , puesto el rostro en la gatera. Llegó la dueña y , tendiéndose de la m i s m a manera , puso la boca en el o ído de su señora [. . . ] " ( C 2 , p . 202) . Posturas a n i ­malizadas que con toda evidencia son las de la caza o de la guerra .

A lo que debe añadirse que la posesión por Loaysa de la l lave maestra de Carr iza les hace inútil todo i n t e n t o de contrahacer la . T a l era , en efecto, el proyecto p r i m e r o : sacar la l lave en cera pa ­r a luego r e p r o d u c i r l a con fac i l idad , que de ello se habían de en ­cargar los amigos del b a r r i o . Pero ahora ¿por qué contrahacer u n a l lave que se tiene en mano? Además, la llave auténtica es u n a p r e n ­da n a d a despreciable p a r a u n conquis tador de estructuras como Loaysa . S in contar que no hay h i j o a q u i e n no le exalte a b r i r puer ­tas con la l lave del Padre .

E S T R A T A G E M A S Y TÉCNICAS D E SEDUCCIÓN

Las observaciones que preceden atañen más a la f o r m a del re lato que a su a r g u m e n t o , el cual t r a t a p r i n c i p a l m e n t e de las estratage­mas y técnicas de seducción de que se vale Loaysa para l legar a sus fines, y que son esencialmente dos: el disfraz y l a música.

L o p r i m e r o que hace el v i ro te es ponerse enc ima de sus " c a l ­zones de l ienzo l i m p i o " y de su camisa l i m p i a " u n o s vestidos r o ­tos y r e m e n d a d o s " : " cubr iéndose u n ojo con u n parche , vendóse u n a p i e r n a estrechamente y arrimándose con dos muletas se con­virtió en u n pobre t u l l i d o ta l que el más verdadero estropeado no se le i g u a l a b a " (pp . 185-186).

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E l disfraz de Loaysa es f unc i on a l : el v i r o t e se da el aspecto de u n miserable m e n d i g o perteneciente al lumpen de Sevi l la , con que se pone a n i v e l con ese representante de la infrasociedad que es u n negro esclavo y p o r más señas eunuco . Sólo d i f i e ren en que el m e n d i g o es l i b r e en su miser ia , mientras que el eunuco está condenado al encerramiento del serral lo . U n o y o t ro pertenecen a l a clase de los O l v i d a d o s .

Obsérvese, por o tra parte , que si Loaysa se dispone a dar asalto a l a c iudadela carr i za l iana en u n i f o r m e de p i caro , es porque el ataque podría ser m o t i v a d o p o r pr inc ip ios y valores rad i ca lmente antitéticos de los que h a n p r o m o v i d o y sustentado la f o r t u n a del adversar io . L a desnudez del p i caro es lo c o n t r a r i o de la avar i c ia i n d i a n a : a los ojos del v i ro te de b a r r i o , Carr iza les es t a n g u a r d o ­so de sus mujeres como de sus c incuenta m i l pesos ensayados.

Pero apenas se ha adueñado de la casapuerta cuando el m e n ­d igo se desprende de sus andrajos , de su emplaste y de sus m u l e ­tas, y empieza a dar saltos y cabriolas. E n sus alforjas l leva sun­tuosos vestidos. D e m o d o que, cuando a la noche siguiente es pre ­sentado a I sabe la /Leonora y a las mujeres de casa por el agujero de l t o r n o , aparece " c o n unos calzones grandes de tafetán leona­do a la marineresca , u n j u b ó n de lo m i s m o con trenci l las de oro y u n a m o n t e r a de raso de la m i s m a color con cuello a l m i d o n a d o , con grandes puntas y encaje. . . " (p . 198). Diríase u n a p o m p a de pavo rea l , o el r u t i l a n t e p l u m a j e que ostentan ciertas aves al t i e m p o de los amores. Por lo que el disfraz pasa a ser signo de u n a sexual idad act iva y d i l igente .

L a música también es cosa de amores, aunque es posible que la eligiese Loaysa como el me jo r m e d i o de hacer caer a L u i s en sus redes: " t a l es la inclinación que los negros t ienen a ser músi­c o s " (p . 186) —acotac ión ésta que habría de tocarse estilo j azz recordando los vi l lancicos negros de Lope de V e g a y de T i r s o de M o l i n a , que por sus r i t m o s de b o n g ó d icen de la atención que prestaban los poetas a l a música negra .

Loaysa es el nuevo Or feo para L u i s ( " s u O r f e o y m a e s t r o " , p . 192) como para la dueña ( " l e alababa y le subía sobre Absalón y sobre O r f e o " , p . 198). V e r d a d es que la música de Or feo " m o ­vía las selvas y peñas, refrenaba los ríos y amansaba las fieras" ( C o v a r r u b i a s , Tesoro, s.v.). L a de Loaysa acabará d e r r i b a n d o la c iudadela de Carr iza les , porque frente al edi f ic io asocial y asocia-ble del celoso, representa el placer alegremente c o m p a r t i d o : can­t o , ba i le , fiesta y orgías de toda clase. N o es por d i v e r t i r su sole­d a d p o r lo que L u i s quiere aprender el canto y la g u i t a r r a , sino

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(el m u y tonto ) p a r a l u c i r en fiestas y bacanales. L o m i s m o les pa ­sa a las niñas de casa p a r a quienes la música es alegría del canto y de la danza , placer de "hacerse pedazos" ba i lando j u n t a s .

Recuérdense las vihuelas, los clavicordios o las trombas de V e r -meer , todos los i n s t r u m e n t o s que en los lienzos operan u n a m e ­diación — a veces u n tanto perversa— entre hombres y m u j e ­res . . . 1 0 . T a l es, sin d u d a , l a función órfica de Loaysa y de su música, ya que por ella se desmoronan las clausuras carrizal ianas.

P a r a comunicarse con la casa, Loaysa trae u n excelente r e ­p e r t o r i o de romances de moros y moras , no sólo p o r q u e sin d u d a estaban de m o d a , sino porque g lor i f i caban el recuerdo de los v e n ­cidos, de esos moros y moriscos a cuya religión pertenecían s in d u d a los negros que los españoles i m p o r t a b a n de África. D e las tres tonadas que c i ta L u i s , dos son romances de moros : l a Estrella de Venus, que es u n romance mor isco de L o p e de V e g a , y el r o ­mance v ie jo de Abenámar con su l e t ra t a n de c i r cunstanc ia :

A los hierros de una rexa la turbada mano asida, sobre el caballo Abenámar de Zayda el retrato mira .

Así Loaysa soñando con la l i b e r t a d de u n a d a m a ante la fortaleza de Carr iza les .

Cítanse también tonadas y canciones del Abencerra je , del M o ­r o Abindarráez y l a hermosa J a r i f a , que evocan las glorias de l a g u e r r a de G r a n a d a , sin contar con " e l g r a n sofá T u m u n i b e y o " (p . 188), capitán m a y o r de Alejandría, " h o m b r e de real presen­cia y ánimo exce lente" que a su vez debió d a r t raba jo a los espa­ñoles. ¡Qué me jor consuelo para los desesperados prisioneros, que todos l o son de Carr iza les , que el exaltarse con el recuerdo de l a l i b r e morería y de sus caudil los i lustres!

E n la conquis ta de la casapuerta, Loaysa t r a t a a l esclavo co­m o a u n m e r o objeto técnico, u n útil cua lqu iera con el que hay

1 0 C o n el pánico provocado por l a n e g r a G u i o m a r , L u i s corrió a escon­derse e n su p a j a r , donde * ' s u d a b a y t r a s u d a b a de m i e d o , \ P e r o c o n todo no d e j a b a de tentar las c u e r d a s de l a g u i t a r r a : " t a n t a e r a ( e n c o m e n d a d o él sea a Satanás) l a afición que tenía a l a m ú s i c a , , (p . 211) . L a música profana y de entretenimiento es cosa de pecado , porque m u e v e a l a l a s c i v i a , a b l a n d a n d o l a res i s tencia del ánimo a l a s e n s u a l i d a d . P o r eso L u i s , a l ienado a su g u i t a r r a y responsable de l a irrupción de L o a y s a e n l a c a s a , se ve " e n c o m e n d a d o a Satanás " p o r l a v o z e n off del n a r r a d o r .

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que hacerse; escena a la vez penosa, enternecedora e i r r i s o r i a , en l a que el negro es como u n a n i m a l inocente que tanto se i lus iona sobre sus disposiciones musicales que se r i n d e al p r i m e r halago:

[. . . ] si vos diésedes traza a que yo entrase a daros lición, en menos de quince días os sacaría tan diestro en la guitarra que pudiéssedes tañer sin vergüenza alguna en cualquier esquina; porque os hago saber que tengo grandísima gracia en el enseñar y más que he oído decir que vos tenéis muy buena habil idad, y a lo que siento y puedo juzgar por el órgano de la voz, que es atiplada, debéis de cantar m u y bien (p. 187).

L a voz a t ip lada no es sino la del castrado, pues L u i s h a deb i ­d o ser emasculado antes de la m u d a . L a c rue ldad de Loaysa ape­nas si se soporta : *'*'[. . . ] apenas habréis c o m i d o tres o cuatro m o ­yos de sal cuando ya os veáis músico corr iente y mo l i ente en todo género de g u i t a r r a " ( p . 188). L a sal no la daban a los hombres sino al ganado vacuno para impulsar lo a beber con el fin de aumen­t a r l a producc ión lechera, que es como t r a t a r a L u i s de a n i m a l . C o n todo , el buey espeso de L u i s no parece necesitar que le a n i ­m e n a abrevarse, por lo que Loaysa t o m a b u e n cu idado de e m ­b o r r a c h a r l o : situación degradante y t r i s temente cómica .

S i l a música es p a r a con el esclavo eunuco soborno envilece­d o r , no ocurre así con los demás moradores de la casa, para qu ie ­nes l lega a operar mediaciones t a n eficaces que renuevan y a l i en ­t a n l a cohesión del g r u p o .

N i qué dec ir tiene que u n a tonada tocada con la p u n t a de los dedos basta para evocar la copla y a b r i r paso a la comunicación.

Así en la tercera noche en que Loaysa permanece invis ib le de­trás del t o r n o , todas las de casa, menos Isabe la /Leonora , h a n acu­d i d o a la l l a m a d a de L u i s . Entonces es cuando Loaysa p r e l u d i a mansamente el aire de Pésame dello, música p a r a cantar y ba i la r las coplas m u y de m o d a en las postrimerías del x v i :

Pésame dello, hermana Juana. Pésame dello, m i alma. . .

¡ O h pesar! ¡oh pesares! ¿ C ó m o no me va a pesar que u n t o r ­no nos separe? ¿Quién p u d i e r a decir lo s in hab lar palabra?

Pues, ¿qué diré de lo que ellas sintieron cuando oyeron tocar el Pé­same dello y acabar con el endemoniado son de la zarabanda, nuevo entonces en España? No quedó vieja por bailar, n i moza que no

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se hiciese pedazos, todo a la sorda y con silencio extraño, poniendo centinelas y espías si el viejo despertaba (p. 196).

O t r o m o m e n t o es en la q u i n t a noche, trágica y d e f i n i t i v a , en que Loaysa es i n t r o d u c i d o por fin en las in ter ior idades de la casa. E l ungüento ha obrado y el v ie jo " r o n c a como u n a n i m a l " ( p . 207) . Todas se perecen p o r l a belleza de Loaysa :

E n esto, la dueña tomó la guitarra que tenía el negro, y se la puso en manos de Loaysa rogándole que la tocase y que cantase unas co-plillas que entonces andaban muy validas en Sevilla, que decían:

Madre , la m i madre, guardas me poné i s . . .

Cumplióle Loaysa su deseo. Levantáronse todas, y se comenzaron a hacer pedazos bailando. Sabía la dueña las coplas, y cantólas con más gusto que buena voz y fueron éstas:

Madre , la m i madre, guardas me ponéis, que si yo no me guardo, no me guardaréis. Dice que está escrito, y con gran razón, ser la privación causa del apetito; crece en inf inito encerrado amor; por eso es mejor que no me encerréis; que si yo no me guardo, no me guardaréis. . . (p. 208)

L o que aquí se canta y ba i la es la mora le ja de la h i s t o r ia , que todavía no h a t e r m i n a d o , pero que y a estalla a gritos en el júbi lo de l a l i b e r t a d reconquistada. L a música alcanza ahora la p l e n i t u d de su eficacia.

L a dueña es la que canta, y l a acompaña Loaysa , que es co­m o si quis iera nacer u n a nueva pare ja inqu ie tante e i m p r o p i a .

L o que l a dueña echa en cara a las madres es que no h a y cosa más vana que encerrar a las niñas y s in embargo , a ella y no a o t r a , le h a tocado, en el reparto de la comedia carr i za l iana , el pa ­pe l de la m a d r e , encargada, p o r delegación del Padre , de velar

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p o r l a i n t e g r i d a d del c laustro m a r i t a l . M a d r e pérfida y desinte-g r a d o r a que con su canción cubre de antemano el pecado de l a niña en beneficio del que espera cometer con el que le acompaña l a voz con la g u i t a r r a .

D O R M I R . . . M O R I R T A L VEZ . . .

L a nove la de E l celoso extremeño es esencialmente, en su más h o n d o dec i r , u n a parábola de m u e r t e , que i n v i e r t e l a parábola de v i d a — l a del H i j o P r ó d i g o — que le sirve de l e m a ( " [ . . . ] el c u a l , co­m o o t r o Pródigo [. . . ] " , p . 175). D e m o d o que cabe preguntarse si l a alusión al Evange l io t iene más fin que i n v e r t i r el t e m a de San Lucas , y a que si el H i j o Pródigo vuelve para v i d a : " E s e h i j o m í o estaba m u e r t o y h a vue l to a l a v i d a " ( L u c , 15, 24) , C a r r i z a ­les n o vuelve sino para m o r i r . L a m u e r t e corre a lo largo de su h i s t o r i a , de episodio en episodio, hasta de jar lo m u e r t o por fin en el sepulcro de su casa.

L a omnipresenc ia de la m u e r t e se m a r c a desde el m o m e n t o prehistórico en que Carr iza les se t iende p a r a d o r m i r , a bordo de l a nave que le l l eva a T i e r r a F i r m e , en esa " m o r t a j a de e s p a r t o " que l leva en su equipaje , y que , si b i en designa como por antífra­sis l a esteri l la que usaban los navegantes, no deja de re fer i r la m e ­d i a n t e u n término p r o p i o de la m o r i b u n d i a .

A l volver de las Ind ias , Carrizales no encuentra más que muer ­te : buscó a sus amigos , y hallólos todos muertos (p . 178), y asimis­m o sus par ientes , que " n i n g u n o le había dejado la muerte" (id.). E n c u a n t o a la casa-fortaleza donde h a de quedar rec lu ida su esposa, sus mismos suegros, al entregar la , v i e r t e n " n o pocas lágr imas" , pues " l es pareció que la l l evaban a la sepultura" ( p . 181). E l m i s ­m o v i v i r de Carr iza les es sucesión de muertes : " H a b í a muerto en él l a gana de vo lver al inqu ie to t ra to de las mercaderías ' ' (p . 178).

Pero la m u e r t e , además de enunciarse como m u e r t e , se s ign i ­fica, a lo largo de toda la nove la , en f o r m a de sueño, el cua l , si b i e n no es p r o p i a m e n t e la m u e r t e , es su i m a g e n y semejanza. Así se l o representaban los ant iguos : " E l cuerpo del h o m b r e d o r m i ­d o , decía Cicerón , es como el de u n m u e r t o , pero el a l m a sigue con v i d a " (De divinatione, I , x x x ) .

L a cuestión del sueño se inscr ibe en la m i s m a persona física y m o r a l de Carr iza les . Sus celos son tales que n u n c a se relaja en su v i g i l a n c i a , n i s iquiera en p leno sueño. D e noche retiene a su esposa pr i s ionera de su desvelo cerrando la p u e r t a con la l lave maestra , que ocul ta ba jo la a l m o h a d a o d e n t r o del colchón.

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NRFH, X X X V I I I A P R O X I M A C I Ó N A L CELOSO EXTREMEÑO 773

Así pues, la condic ión del éxito es apoderarse del sueño de C a ­rr iza les , es decir encerrar a l v ie jo en u n sueño t a n pesado, t a n próx imo a l a m u e r t e , que ya no pueda evadirse de él p a r a dar curso a su celosa v i g i l a n c i a .

Ese sueño h a de ser t a n parecido a l último sueño, que es el e terno , que será difícil no con fund i r l o s . D e hecho, Carr iza les no emerge del u n o más que p a r a hund i r se en el o t r o .

L a relación: sueño/sueño eterno , o sea: sueño/muerte, no se les h a escapado a las esclavas y criadas de casa.

A l p r o p o n e r Loaysa unos polvos de sueño para d o r m i r a l v ie ­j o , recibe l a siguiente respuesta:

—Jesús, valme — d i j o una de las doncellas— y si eso fuese ver­dad, ¡qué buena ventura nos habría entrado por las puertas sin sen-ti l lo y sin merecello! No serían ellos polvos de sueño para él, sino polvos de vida para todas nosotras, y para la pobre de m i señora Leonora, su mujer , que no la deja a sol n i a sombra n i la pierde de vista u n solo momento (pp. 196-197).

As í se enunc ia l a relación es t ruc tura l básica que f o r m a el n u ­do p r o f u n d o de la nove la , a saber el t r i n o m i o :

v i d a / sueño/muerte

Los polvos de sueño que se echen a Carr iza les , son polvos de vida para las mozas, lo cual viene a decir que el no-sueño (o sueño) de Carr iza les es para ellas vida, o sea muerte. Basta i n v e r t i r la re la ­c ión para que las mozas se queden con vida, a t r i b u y e n d o a C a r r i ­zales vida, que ha de entenderse a l t e rnat ivamente como sueño o c omo muerte.

L a relación de vida a sueño y muerte hace que , en última i n s t a n ­c ia , el sueño se deje concebir como metáfora accidental de l a m u e r t e 1 1 . L o que además c o n f i r m a la l i t e r a l i d a d del texto , pues apl i car le a l celoso el ungüento en las aletas de la nar i z y en las muñecas "fue lo mesmo que haberle embalsamado para la sepultura"

1 1 E l carácter metafórico del sueño (es metáfora de l a muerte ) aparece per­fectamente expl ic i tado por L o a y s a c u a n d o a n i m a a las m u j e r e s a n o r e p r i m i r y a sus voces : " b i e n podían h a b l a r alto porque el ungüento c o n que estaba u n ­tado su señor tenía tal v i r t u d que fuera de quitar la vida ponía a un hombre como muerto" (p . 207) . L o c u a l significa que el sueño que el ungüento s u m i n i s t r a es como m u e r t e , o sea que es l a m i s m a m u e r t e , salvo que l a v i d a persiste bajo l a a p a r i e n c i a de l a m u e r t e . Véase el De divinatione de Cicerón citado más a r r i b a .

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( p . 203) . Después de lo cua l , l a esposa se asoma de nuevo a la gatera para a n u n c i a r a l a dueña el éxito de la operación: " — D a ­m e albr ic ias , h e r m a n a , que Carr iza les duerme más que un muerto" ( p . 203) .

C o n el sueño/muerte no subsiste en Carr iza les más que u n a a c t i v i d a d p u r a m e n t e fisiológica que no es p r i v a t i v a del h o m b r e , s ino más b i e n la manifestación de u n a biología a n i m a l : el r o n q u i ­do es el último mensaje de ese cuerpo a la d e r i v a : " [ . . . Jdespués que le unté, ronca como un animal" ( p . 207) .

Pero lo que está d u r m i e n d o ese canal de a i re , ese neumático , n o es todavía su m u e r t e , que h a de seguir a l sueño, sino la m u e r ­te de u n a parte de su persona: " [ . . . ] dormía el sueño de la muerte de su h o n r a " (p . 213) — m u e r t e metonímica que realizándose m e ­d iante la obsesión anxiogenética del celoso, no puede dejar de apo­derarse de la t o t a l i d a d de su ser, pon iendo coto y término a su v i d a . Así vuelve a surg i r l a m i s m a M u e r t e que , a la h o r a del de­senlace, se h a q u i t a d o la careta del sueño, ofreciendo a todos la i m a g e n desmetaforizada de su v e r d a d .

U N CUARTETO DE DURMIENTES

H a s t a aquí no se ha hablado más que del sueño de Carrizales p r o ­vocado por la m a n i o b r a de Loaysa , pues la u n t u r a narcótica era la condic ión sine qua non de su t r i u n f o .

Pero Carr iza les no es el único d u r m i e n t e de la h i s t o r ia . U n a característica esencial de El celoso extremeño es l a multiplicación del d o r m i r , que e m p a r e n t a la nove la , por lo menos en este respecto, con los cuentos mágicos en que p o r efecto de u n extraño encanta­m i e n t o toda la población de u n castil lo (o de u n a casa, o de u n a c i u d a d ) e n t r a , por así dec i r lo , en dormic ión cataléptica, persis­t i e n d o en su sueño hasta que c ierta condic ión se hal le satisfecha gracias a la intervención de u n ayudante , en el sentido gre imasia-n o de l a pa labra , susceptible a veces de identi f icarse con el dest i ­n a t a r i o de l objeto ( la princesa, el cast i l lo ) .

U n a vez d o r m i d o Carr iza les , algo se produce que tiene p o r efecto p r o m o v e r u n cuarteto de d u r m i e n t e s , en razón del cual se va general izando el sueño en la casa, pues las esclavas y doncellas no t i enen sueño autónomo , sino que d u e r m e n por m i m e t i s m o o simpatía con los personajes esenciales del re lato .

Obsérvese que el sueño que les es deparado es análogo al que se h a evocado a propósito de Carr iza les . Siendo el sueño v i d a ca­taléptica en que el cuerpo está como m u e r t o mient ras que sigue

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v i v a el a l m a , se le percibe como capaz de representar ( t a l es el caso, entre otros , de E l celoso extremeño) u n a v i d a prov i sor iamente sustraída a la v i d a y en la que el cuerpo queda de m o m e n t o apar­tado de toda a c t i v i d a d v i t a l , manteniéndose l a v i d a p o r el a l m a que se ha retrotraído en lo más recóndito del ser.

Fórmase, pues, en E l celoso extremeño u n cuarteto de d u r m i e n ­tes, simultáneos en su dormic ión , y que comprende :

Esa es t ruc tura cuadrada es c o m ú n a C l y a C 2 . Carrizales duerme por efecto del ungüento narcótico. E n cuan­

to a la dueña t r a i d o r a , sabido es que pretende reservarse las p r i ­mic ias del asalto amoroso de Loaysa , pero que éste le pone por condic ión que p r i m e r o gozará a la j o v e n , que la m i s m a Gonzá -l e z /Mar ia l onso le trae a su prop io d o r m i t o r i o , mientras ella se aco­ge a l a sala donde se d u e r m e esperando t u r n o .

Las dos redacciones d i f i e ren en lo que atañe al galán y a la j o v e n esposa.

E n C l el adu l te r i o h a sido consumado ( " [ . . . ] no estaba ya t a n l lorosa Isabela en los brazos de Loaysa , a lo que creerse pue­de [. . . ] " , p . 256) ; o sea, que h a n comulgado en u n m i s m o goce amoroso , después de lo cual se h a n d o r m i d o : " V i o [Carr izales ] a Isabela en brazos de Loaysa , d u r m i e n d o entrambos t a n a sue­ño suelto [ . . . ] " ( p . 257) .

D e m o d o que C l d is t ingue y opone dos clases de sueño: u n sueño de goce satisfecho, y u n sueño de frustración. Por lo cual el cuarteto de los durmientes se d i s t r i b u y e en dos parejas:

a) los satisfechos ( h a n hecho el a m o r ) : Isabela-Loaysa; b) los no-satisfechos (no h a n hecho el a m o r ) : Carr iza les -

González . L o p r o p i o de esa es tructura es que en ella se deshace la pare ja

m a t r i m o n i a l i n s t i t u i d a ( la de los velados y de los celos), en bene­ficio de u n a pare ja menos desigual , a saber: Carr iza les y G o n z á ­lez, l a cual accede p o r fin desde su d o r m i r a la función de m a d r e simbólica o, m e j o r d i cho , a l de esposa simbólica del Padre.

Frente a esa imprev i s ib l e pare ja parenta l se sitúa la de los amantes , que se const i tuye al r e n u n c i a r Isabela a su función legal de esposa post iza : separándose del Padre , se une con Loaysa en u n a d u l t e r i o que restablece la v e r d a d v i t a l .

L a es t ruc tura de C 1 , t a l como acaba de describirse, se reduce

1) Carr iza les 2) Loaysa

3) L a dueña 4) I sabe la /Leonora

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c o n fac i l idad a l mode lo analítico de G r e i m a s , que se u t i l i z a aquí c o n fines expl i cat ivos . E n El celoso extremeño ( C l y C 2 ) , el modelo f u n c i o n a con u n a v a r i a n t e , p o r l a cual el D e s t i n a d o r no suscita el O b j e t o sino para apropiárselo, es dec ir , hacerse su p r o p i o Des­t i n a t a r i o . D e donde resulta u n a es t ructura de " b u c l e " en que el D e s t i n a d o r / D e s t i n a t a r i o (Carr izales ) se destina a sí m i s m o al O b ­je to (Isabela), siendo atacado en su posesión por el Sujeto (Loaysa):

D e s t i n a d o r O b j e t o D e s t i n a t a r i o

( C a r r i z a l e s ) ( I s a b e l a ) ( C a r r i z a l e s )

S u j e t o ^ A y u d a n t e ( L o a y s a ) O p o n e n t e

F i g u r a 4

T o d o el re lato reposa sobre l a argumentación del puesto de O p o n e n t e , y en la variación de esa argumentación. A l abrirse la crisis n a r r a t i v a con l a intervención del Sujeto , el O p o n e n t e será, f rente a l A y u d a n t e const i tu ido p o r los amigos del b a r r i o , el m i s ­m o Carr iza les y l a t o t a l i d a d de su d ispos i t ivo de defensa. E n este d ispos i t ivo están, amén de la casa, el eunuco L u i s , las esclavas y doncellas y la dueña González. Tenemos , pues, en u n p r i n c i p i o :

SUJETO OPONENTE: C a r r i z a l e s L a c a s a L u i s D o n c e l l a s y esclavas L a dueña González

L a tensión n a r r a t i v a consistirá, pues, p a r a el Sujeto (Loaysa) en t r a n s f e r i r sucesivamente de derecha a i z q u i e r d a , de Oponente a A y u d a n t e , todos los elementos del d ispos i t ivo , con la excepción de Carr i za les , neutra l i zado p o r el ungüento gracias al cual el S u ­j e t o consigue desviar al O b j e t o hacia su p r o p i a zona de goce. E l episodio de l a m u c h a c h a que hace de cent inela en la p u e r t a de la recámara del v ie jo (en C 2 será la negra G u i o m a r ) y que i n f u n ­de pánico con su falsa a l a r m a ( p p . 252-253) , ese episodio, pues, sólo m a r c a que u n e lemento del d isposi t ivo no h a desistido m o ­mentáneamente de su función de O p o n e n t e , no p o r fidelidad a

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NRFH, X X X V I I I A P R O X I M A C I Ó N A L CELOSO EXTREMEÑO 777

Carr i za l es , sino por despecho y con el fin de i m p e d i r o r e t a r d a r al Sujeto en su conquis ta del O b j e t o .

L a neutralización de Carr iza les se suspende con el a lba , con lo q u e , en teoría, habría de vo lver a su función de O p o n e n t e . Pe­ro ¿para oponerse a qué? E l daño ya está hecho, y él m i s m o h a p o d i d o c o m p r o b a r l o . Por lo cual ese O p o n e n t e ahora des t i tu ido p o r inútil, y que sólo l o era a fuer de su función p r i m o r d i a l de D e s t i n a d o r / D e s t i n a t a r i o , t iene que d i m i t i r de d i cha función, pues el O b j e t o h a dejado de ex is t i r en la perspect iva de su destinación. D e m o d o que Carr i za les , que y a no puede ser n i O p o n e n t e , n i D e s t i n a d o r / D e s t i n a t a r i o , es ahora u n personaje s in función que , c o m o t a l , h a de desvanecerse, p o r lo que n o t iene más salida que l a m u e r t e . L a m u e r t e de Carr iza les , además de per ipec ia trágica, responde a u n a necesidad es t ruc tura l .

L o m i s m o h a de suceder en C 2 , a u n cuando el adu l ter io no h a y a sido consumado . L a eliminación del O p o n e n t e reposa en ­tonces sobre l a convicc ión errónea de Carr iza les . Pero ese e r ror no de ja de ser su r e a l i d a d , que se sustituye a la rea l idad ob je t iva i n o p e r a n t e . C o m o en C l , la evacuación del O p o n e n t e , que ya no t iene a quién n i a qué oponerse, i m p l i c a p o r so l idar idad la del Dest inador /Dest inatar io y , por consiguiente, la eliminación de C a ­rr iza les .

L A LECCIÓN DE C 2

L a v a r i a n t e C 2 const i tuye u n a lectio difficilior, lo que le confiere u n va lo r d e t e r m i n a n t e en el p lano i n t e r p r e t a t i v o .

L a dueña M a r i a l o n s o acaba de pasar el ungüento a L e o n o r a , que a su vez lo a d m i n i s t r a a Carr iza les . D e m o d o que como Isa­be la en C l , el la es q u i e n procede a la dormic ión del celoso.

P o r m a n d a t o de l a dueña, se r e t i r a con Loaysa en el aposento de ésta. L a o t r a espera en la sala que p o r fin le toque t u r n o , y en esa espera se d u e r m e :

Pero con todo esto —dice el texto— el valor de Leonora fue tal que, en el tiempo que más le convenía [o sea: in extremis, ahora o nunca], le mostró contra las fuerzas villanas de su astuto engañador, pues no fueron bastantes a vencerla,^ él se cansó en balde, y ella quedó vence­dora, y entrambos dormidos (p. 214).

Según se h a apuntado en o t r a ocasión, no hay p a r a qué p l a n ­tear el prob lema en términos de v e r o s i m i l i t u d / i n v e r o s i m i l i t u d , que

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sólo son evaluables con relación a la supuesta rea l idad del aconte­c i m i e n t o re fer ido . T a l no es el caso de E l celoso extremeño que n o r e l a t a o t r a r e a l i d a d que la simbólica.

Así pues, en C 2 , Leonora , después de haber dispensado el sue­ñ o a Carr iza les p o r aplicación del ungüento, l o dispensa a su vez a L o a y s a agotándole físicamente p o r su i m p r e v i s i b l e y encarniza­d a resistencia. T o d o lo cua l s ignif ica que con relación a u n sueño del que L e o n o r a sería la dispensadora, Loaysa y Carrizales son u n m i s m o ser pues d u e r m e n u n m i s m o sueño, que les h a i m p a r t i d o L e o n o r a . O sea, desde el p u n t o de v is ta de L e o n o r a , l a ecuación:

Carr iza les = Loaysa

(Obsérvese que en ambos casos, la dormición es impuesta , pa ­s ivamente su f r ida ) .

E n cuanto a las condiciones en que se j u n t a n los supuestos amantes , C 2 asegura que el ungüento fue capaz, como p o r v i r t u d mágica, de obrar a distancia, lo que declara explícitamente: " [ . . . ] L e o n o r a y Loaysa [ d u e r m e n ] t a n a sueño suelto como si en ellos o b r a r a la v i r t u d del ungüento y no en el celoso a n c i a n o " (p . 214).

M u y d i s t i n t o es el texto de C 1 : *6 [. . . ] d u r m i e n d o entrambos t a n a sueño como si a ellos se hubiese pegado la v i r t u d del u n ­güento con que él [o sea: Carr iza les ] había d o r m i d o " ( p . 257). Si en C 1 se a t r i b u y e n los efectos del ungüento a u n a c o n t a m i n a ­c ión o acción secundaria (pegarse), C 2 evoca c laramente u n obrar (obrar en ellos), que sería acción p r i m a r i a y d i rec ta . L a m i s m a v i r ­t u d mágica t iene además p o r efecto d o r m i r a d istanc ia a l a m a d r e caricaturesca: l a dueña M a r i a l o n s o .

O t r a vez, pues, nos hal lamos ante el cuarteto de los d u r m i e n ­tes, aunque en condiciones m u y d is t intas , y a que ahora los cua­t r o personajes c omulgan en u n m i s m o sueño de frustración, o sea:

—dos d u r m i e n t e s idénticos en cuanto a su relación con L e o ­n o r a (Carrizales = Loaysa) , que b i en podrían ser u n m i s m o per­sonaje desdoblado en dos avatares de sí m i s m o ;

—dos d u r m i e n t e s análogas y a l a vez antitéticas en su re la­ción con Loaysa; análogas en cuanto ambas sustituyen el goce amo­roso con dormición; pero antitéticas en que la u n a — M a r i a l o n s o — es f r u s t r a d a de u n placer que se proponía recuperar en provecho p r o p i o , mientras que la o t r a , p o r l a negat iva que opone a la sol i ­citación del galán, lo f rus t ra de l iberadamente del placer que se había p r o m e t i d o . D e donde se sigue que las dos mujeres , que no son sino u n a en cuanto a u n m i s m o d o r m i r cont inente , se oponen

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NRFH, X X X V I I I A P R O X I M A C I Ó N A L C E L O S O EXTREMEÑO 779

respecto de la ca l idad y sentido de la cont inenc ia : l a u n a es pasiva en su cont inenc ia que l a f r u s t r a , y la o t ra ejerce l a p r o p i a c o n t i ­nenc ia de m o d o act ivo y f rus t rante .

L o que signif ica que las dos parejas se r epar ten ahora en v i r ­t u d de cr i ter ios que n o son de d i s i m i l i t u d como en C l (pareja sa­tisfecha vs. pare ja insatisfecha) , sino de s i m i l i t u d . L a cont inenc ia es de todos. Pero Carr iza les y Loaysa , continentes ambos , sufren la m i s m a frustración causada p o r la m i s m a m u j e r que fue l a ope­r a d o r a de su doble dormic ión . E n c a m b i o , L e o n o r a y M a r i a l o n -so se h a l l a n ambas en el caso del a m o r no consumado ; pero la u n a lo asume act ivamente, mientras la o t ra permanece pasiva ante l a frustración que se le i m p o n e .

Los ojos DE CARRIZALES

A h o r a b i e n : cua lqu iera que sea l a tópica de la nove la , C í o C 2 , el desenlace es aparentemente idéntico. Carrizales despierta a pesar del ungüento, no da con su llave y sale en busca de su gente; se llega

a la sala donde la dueña dormía, y viéndola sola, sin Leonora, fue al aposento de la dueña, y abriendo la puerta muy quedo vio lo que nunca quisiera haber visto, vio lo que diera por bien empleado no tener ojos para verlo. V i o a Leonora en brazos de Loaysa durmiendo tan a sue­ño suelto[. . . ] (p. 214).

A la escena en que Carrizales se hal la en el trance de ver a Leo ­n o r a en brazos de Loaysa , corresponde en C 3 la de Cañizares ce­gado por el agua jabonosa que le echan en los ojos, y p o r tanto impedido de ver la fornicación de Lorenc i ca con su galán.

E n ambos casos la catástrofe nace de ver lo que no habría de h a b e r sido v is to : el incestuoso espectáculo de la m a d r e adúltera (o de la esposa que la sust i tuye) . E n Cañizares el ver se negat iva transformándose en ceguera, en u n no-ver p o r el que se castiga el m a l uso que el sujeto h a quer ido hacer de sus ojos.

E n C 2 Carr iza les no es af l ig ido de u n no ver , sino que , h a ­b i e n d o v is to , se re tro trae en u n a denegación del p r o p i o v e r 1 2 que

1 2 Véase S . F R E U D , " L a negación" ( 1 9 2 5 ) , en Obras completas, B ib l io teca N u e v a , M a d r i d , 1 9 4 8 , t. 3 , p p . 2 8 8 4 - 2 8 8 6 . L a negación o denegación es u n p r o c e d i m i e n t o por el cual el sujeto, a l f o r m u l a r deseos, pensamientos o senti ­mientos r e p r i m i d o s , se defiende de ellos negándolos. L o que aquí se r e p r i m e es el ver profanatorio , obliterándolo c o n su p r o p i a denegación: " n o tener ojos p a r a v e r " .

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conduce al sujeto a representarse a sí m i s m o como no ten iendo ojos: ' ' d a r p o r b i e n empleado no tener ojos para verlo" ( p . 214) . Pa­r a p e r c i b i r el t raba jo y los efectos de la denegación basta t rans for ­m a r el discurso ind i rec to l i b re del texto en discurso directo en p r i ­m e r a persona:

[ v i o lo que d i e ra por b i e n empleado no tener ojos p a r a ver lo ]

[ V e o lo que doy por b i e n empleado no tener ojos p a r a ver lo ] O sea: [no tengo ojos p a r a ver ]

Por lo que se signif ica u n ver ob l i terado p o r el deseo de no tener ojos: ver denegado que equivale a l ver negat ivado del ciego.

T a n t o en C 3 como en C 2 , el discurso sobre los ojos ciegos ( re ­cuérdese C 3 : " ¡ P o r D i o s , por poco me cegaras, L o r e n c i c a ! . . . " , etc . ) es el de l voyeurismo: voy eurismo de b u r l a en el entremés, o trá­gico en la n o v e l a 1 3 .

L a visión denegada provoca en Carrizales u n a conmoc ión v io ­l enta que se t raduce en u n a pérdida de sent imiento : " S i n pulsos quedó Carr iza les con la a m a r g a v is ta de lo que m i r a b a ; l a voz se le pegó a la garganta , los brazos se le cayeron de desmayo y quedó hecho u n a estatua de mármol f r í o . . . " (p . 214) . E l colap­so habrá de provocar su m u e r t e .

E L TRABAJO DEL EDIPO

Así pues, t oda la estrategia celosa de Carr iza les , todo su genio de l a fortificación c i v i l h a n sido inútiles: u n mozo h a logrado b u r ­l a r el d ispos i t ivo , y ahora d u e r m e entre los brazos de su j o v e n es­posa. Cosa que significa que Carrizales muere del der rumbamiento de su d ispos i t ivo , con el que está t a n perfectamente ident i f i cado que h a bastado atentar a su casa p a r a prec ip i ta r l o en la m u e r t e .

S i t a l es el caso, l a consumación o no consumación del adul te ­r i o n o es rasgo pert inente en la estructura de la novela . Cabe pen­sar, s in embargo , que la violación del d isposi t ivo en C 2 s in a d u l ­t e r i o e fect ivamente consumado , es u n a concepción más abstracta que l a que se da en C 1 : v i c t o r i a simbólica no menos real y eficaz que si Loaysa hubiese gozado a L e o n o r a . D e donde se sigue que

1 3 E l texto de C l , a d i ferencia del de C 2 , se l i m i t a a e n u n c i a r el t e m a : " V i o lo que n u n c a q u i s i e r a h a b e r v i s t o ' ' (p . 257) , s in l legar a i n t r o d u c i r el m o t i v o , c iertamente e s e n c i a l , de l a denegación.

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C 2 ofrece u n a simbolización más potente del caso y de las re la­ciones que en él se t r a b a n entre los personajes.

U n p r i m e r análisis i n t e r p r e t a t i v o del t raba jo simbólico de C 2 , es el que consiste en leer la casa como u n a metáfora de L e o n o r a . Adueñarse de la casa, desde la casapuerta hasta el d o r m i t o r i o p r o ­f u n d o donde L e o n o r a consume su triste v i d a conyuga l , es el equ i ­va lente proyec t ivo de u n a posesión.

Si se trasciende esa p r i m e r a interpretación, llegará a leerse el conf l i c to como u n caso edípico, es decir como u n a agresión al Pa­d r e , con vistas a hacerse con el poder paterno y las posesiones en las que se ejerce. L o cual viene a dec ir que si b i e n Loaysa es figu­r a de E d i p o , su referencia es el E d i p o de la t o m a de poder en T e -bas, que , hab iendo perpetrado el p a r r i c i d i o / r e g i c i d i o , accede p o r Yocasta al rango de TUpawoc ; , pues su a u t o r i d a d procede de v i o ­l enc ia y no del derecho i n s t i t u c i o n a l de la C i u d a d . D e ahí que la ascensión política de E d i p o s igni f ique que toda usurpación de poder p o r vía no i n s t i t u c i o n a l , es decir , ilegítima, equiva lga a pa ­r r i c i d i o , o sea: a l a eliminación del legítimo posesor, el cual s iem­pre y en todos los casos, no puede de jar de ser el Padre .

D e donde se inf iere que hacerse con la casa fortaleza de C a ­rr izales es apoderarse del l u g a r en que se ejerce y s ignif ica el po ­der de l Padre . L a Madre -Esposa no es sino el exponente de ese m i s m o l u g a r , s ímbolo y a t r i b u t o legítimo de la soberanía pater ­n a . D e m o d o que la ocupación de la casa es, en el p lano simbóli­co, el equivalente del p a r r i c i d i o y del incesto. O c u p a r l a casa es desposeer ilegítimamente a l Padre de su poder y prop iedad (de la que es parte inherente l a M a d r e ) , lo que equivale a darle la m u e r t e .

PARA INTRODUCIR LOS CELOS

E l esquema i n t e r p r e t a t i v o que acaba de delinearse, aunque apa­rentemente operat ivo , no deja de ser insuf ic iente en cuanto no se hace cargo del rasgo más saliente del caso carr i za l iano , a saber los celos, que son el t e m a de la novela . L a problemática del edipo deberá , pues, plantearse en u n a perspectiva que aclare la manía celosa del personaje, s in r e n u n c i a r p o r ello a esa un iversa l idad p r o p i a de t oda creación poética, esto es: s in perder de vista que Carr i za les n o es u n caso clínico, sino poético .

Los celos, en su f o r m a n o r m a l , se c omponen esencialmente de l a tr isteza y do lor que causa la pérdida del objeto erótico, o el t e m o r a perder lo . A lo que cabe añadir —di ce F r e u d — además

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de l a ofensa narc is ista , sent imientos hostiles contra el r i v a l prefe­r i d o , y por últ imo u n a aportación más o menos grande de auto ­crítica dest inada a responsabi l izar al yo de l a pérdida a m o r o s a 1 4 .

A u n q u e algunos de esos componentes son reconocibles en E l celoso extremeño, fuerza es reconocer que los celos de Carr iza les son de m u y o t ra índole, pues ofrecen la especificidad de u n a exacer­b a d a manía posesiva que se t raduce por u n m i s m o frenesí tanto si se t r a t a de dineros como de amores. Y a se ha a p u n t a d o que lo guardoso en él se extendía a l a t o t a l i d a d de su haber , e conómi ­co y m a t r i m o n i a l .

T e n i e n d o en cuenta , pues, el carácter específico de los celos carr i za l ianos , se h a optado en las páginas que siguen por enfocar el ed ipo del celoso desde l a teoría k l e i n i a n a , s in d u d a más ade­cuada al t e m a .

E l f u n d a m e n t o de la teoría es que el yo define su relación con los objetos repartiéndolos adversat ivamente en buenos o malos , con la c i r cunstanc ia de que u n m i s m o objeto se deja fantasear a l ­t e r n a t i v a m e n t e como bueno y /o m a l o . L a causa o r i g i n a r i a de esa adversación es, en lo más p r o f u n d o de la experiencia v i t a l , la re ­presentación del Seno m a t e r n o . Según ese Seno se v i v a como gra­t i f i cante o a l c o n t r a r i o como envidioso , o sea ávido de recuperar t o d a gratificación para sí, se depositan en el inconsciente imáge­nes contradic tor ias que h a n de sobrev iv i r en la v i d a pu ls iona l f u ­t u r a . L a fe l i c idad se f u n d a , pues, en la posesión de ese Seno, c u ­y a significación, p o r efecto de los deseos y fantasías que se le fi­j a n , trasciende y con m u c h o su función n u t r i c i o n a l 1 5 .

L a e n v i d i a , según M e l a n i e K l e i n , es ese sent imiento de t r i s te ­za que sobrecoge al sujeto porque o t ro posee o goza de u n objeto deseable 1 6 . Los celos no son sino u n caso de env id ia fundado en u n a perturbación de la relación de objeto . E n otros términos, los celos nacen, en la teoría k l e i n i a n a , de la tr isteza que insp i ra la posesión p o r el O t r o del más deseable de los bienes: el Seno m a ­t e r n o . U n sujeto marcado p o r celos posesivos de esa índole v ive el p r o p i o edipo como reacción agresiva a la confiscación por el Padre del Seno m a t e r n o , y correlat ivamente se resarce de esa frus­tración p r i m i t i v a con la obsesión de guardar para sí, c ont ra toda

1 4 C f . S . F R E U D , " S o b r e algunos m e c a n i s m o s neuróticos e n los celos, l a p a r a n o i a y l a h o m o s e x u a l i d a d ' ' en Obras completas, t. 2, p p . 1011 ss.

1 5 Véase M E L A N I E K L E I N , Envidia y gratitud. Emociones básicas del hombre, H o r m é , B u e n o s A i r e s , 1987.

16 " T r i s t e z a del b i e n a j e n o " : así definía el pecado de e n v i d i a el catecis­m o postr identino de Jerónimo de R i p a l d a .

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NRFH, X X X V I I I A P R O X I M A C I Ó N A L C E L O S O EXTREMEÑO 783

t e n t a t i v a de confiscación p o r parte del H i j o , ese m i s m o Seno que a h o r a es el de la Madre -Esposa . D e m o d o que en semejantes con­dic iones , el edipo se representa como u n a r i v a l i d a d del Padre y del H i j o ante el objeto deseable que cada u n o codic ia , p r o c u r a n ­do confiscarlo para sí.

E l interés del mode lo k l e i n i a n o , en lo que respecta a E l celoso extremeño, es ac larar el frenesí posesivo que conduce a Carr izales a m o n t a r el d ispos i t ivo de la casa-fuerte, sede y s ímbolo de su po ­der y a u t o r i d a d de Padre , p a r a asegurarse la posesión de l Seno grat i f i cante que t a l vez no supo arrebatar en su p r o p i a prehisto ­r i a y que ahora podría serle arrebatado p o r Loaysa .

L a r i v a l i d a d posesiva del Padre y de l H i j o p e r m i t e as imismo ac larar las histor ias conexas de Carr iza les y Loaysa ,

E n efecto, Carr iza les actúa en la novela de Padre afanoso por defender la posesión del Seno m a t e r n o c on t ra la agresión edípica del H i j o , que a su vez t raba ja p o r hacerse con el seno deleitable.

U n a formalización del caso desde la perspectiva k l e in iana que acaba de evocarse exigiría l a producc ión no y a de u n triángulo p a r e n t a l , sino de dos con extensión del edipo a dos generaciones. E n efecto, si Carr iza les desempeña en la novela la función de Pa­dre ( C p ) con relación a la Madre -Esposa , o sea Isabe la /Leono­r a , y al H i j o representado por Loaysa ( L H ) , no debe olvidarse que él m i s m o funcionó como H i j o ( C H ) , por lo que tiene vocación de o c u p a r u n a posición H (o sea: C H ) en o t ro triángulo d o m i n a d o p o r u n Padre (P) que es el del p r o p i o Carr iza les , relacionándose as imismo con u n a Madre -Esposa , que fue m a d r e ( M c ) del C a ­rr izales de nuestra novela . F i g u r a d a m e n t e :

P A D R E

C A R R I Z A L E S

L O A Y S A

P = el P a d r e (de C a r r i z a l e s ) L H = L o a y s a c o m o H i j o C H = C a r r i z a l e s como H i j o M c = M a d r e de C a r r i z a l e s C p = C a r r i z a l e s como P a d r e M / E = M a d r e - E s p o s a ( I s a b e l a / L e o n o r a )

F i g u r a 5

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L a presente figura no tiene existencia independientemente del t ex to . L a información esencial que s u m i n i s t r a el t ex to , en el re la ­to de la preh i s tor ia de Carr i za les , atañe a su condic ión filial, con la indicación de su ascendencia ( " n a c i d o de padres n o b l e s " , p . 175) y la mención a lus iva del Hijo Pródigo: " c o m o o t r o Pródi­g o " —cosa que nos conduce a considerar a Carr iza les como el H i j o que fue ( C H ) en su prop io triángulo parenta l . D e allí l a p r o ­ducc ión de u n triángulo doble susceptible de abarcar las dos f u n ­ciones generacionales de Carr iza les . Por donde se deduce que és­te , como el Pródigo, abandonó la casa paterna , r enunc iando a la po­sesión del Seno deleitable, que el Padre debió confiscar en provecho p r o p i o . Sus múltiples aventuras , y sobre todo ese " p o c o recato en la amistad que con mujeres demasiadamente había t e n i d o ' 5 ( C 1 , p . 226) , de jan suponer j u n t o con el derroche de la hacienda, prác­ticas compensatorias que son propias de la ines tab i l idad consecu­t i v a a toda clase de r u p t u r a .

L a busca de u n a nueva estabi l idad f a m i l i a r fundada en la pre ­sencia de u n Seno grat i f i cante , l leva a Carr izales a desposarse con I sabe la /Leonora , que n o es sino el sust i tuto de la M a d r e perd ida . D e m o d o que Carr iza les , i n a u g u r a n d o sus funciones de Padre ( C p ) , t iende a r e p r o d u c i r el c o m p o r t a m i e n t o confiscador que le valió perder la posesión del Seno deleitable, del que pretende ahora reservarse la posesión exclusiva. D e ahí la exacerbación de la m a ­nía posesiva y la edificación del d isposit ivo protector que no re ­sistirá a los asaltos de Loaysa .

Loaysa desempeña frente a Carr iza les la función filial. Es a Carr iza les el Padre ( C p ) lo que fue a su p r o p i o Padre (P) C a r r i ­zales el H i j o ( C H ) , y recíprocamente Carrizales es a Loaysa lo que deb ió ser el Padre (P) respecto del H i j o que él m i s m o había sido ( C H ) . A m b o s cont ienden por la posesión del Seno m a t e r n o , re ­produciéndose la r i v a l i d a d de generación en generación. L o cual equiva le a sentar, u n a vez más, l a conclusión, obten ida por otros conductos , de que :

Carr iza les = Loaysa

D e ahí que Carr izales y Loaysa f o r m e n en la novela u n a pa­re ja fantástica en que cada u n o es el D o b l e del O t r o . Así se e x p l i ­ca en C 2 la doble dormición de Carr izales y Loaysa identificán­dose en el sueño f rustrante que les i m p a r t e L e o n o r a .

U n a cur iosa confirmación de la hipótesis aquí f o r m u l a d a resi ­de en la alusión al H i j o Pródigo que encabeza la novela , y que

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n u n c a suele tomarse al pie de la l e t ra . E l texto dice : " c o m o o t ro P r ó d i g o " (p . 175), que suele leerse

c o m o identificación de Carr iza les con el Pródigo del Evange l io (Luc, 15, 11-32) , haciendo caso omiso de otro que , si se entiende literalmente, no s ignif ica i d e n t i d a d sino a l t e r idad y d i ferenc ia : C a ­rr izales no es el Pród igo , sino que es otro, es decir , d i ferente . L a di ferencia estriba, si se lee atentamente el texto evangélico, en que el Pródigo de San Lucas acaba vo lv iendo a casa del Padre que le acoge con benevolencia . L a parábola es tanto la del Padre aco­gedor como la del H i j o pródigo : " E s e h i j o mío estaba m u e r t o y ha vuelto a la v ida ; estaba perdido y lo he encontrado [. . . ] " (Luc., 15, 24) .

M u y o t ro es el destino de Carr i za les , que se va del Padre para n u n c a más acogerse a su protección. N o pone término a sus pere­grinaciones sino cuando ha m u e r t o el Padre , al que no vuelve a v e r . A d i ferencia del H i j o Pródigo , que el texto c i ta en falso como p a r a descarriar a l lector , la parábola de El celoso extremeño es u n a máquina edípica cont ra el absolut ismo paterno perennizándose de u n a generación a o t r a , s in más fin que el de i m p e d i r a l h i j o la posesión del Seno deleitable . E l Seno, que es objeto , t e m a y suscitador de los celos, aparece como el centro de u n debate i d e n -t i f i c a d o r en que Padre e H i j o son u n m i s m o ser.

LOAYSA ES CARRIZALES

U n a v a r i a n t e d i s t i n t i v a de C2 consiste en que Loaysa , al enterar­se de la decisión de L e o n o r a de ent rar en u n convento después de m u e r t o Carr iza les , "despechado y casi c o r r ido se pasó a las I n d i a s " (p . 220) . E l ige , pues, el m i s m o destino que Carr iza les , pasándose a las Ind ias como h izo antaño el Padre , de m o d o que podría proseguirse la l ec tura : " . . . re fugio y a m p a r o de los deses­perados de España, iglesia de los alzados, salvoconducto de los h o m i c i d a s , etc . . . . " . Así pues, respecto de la h u i d a y del ex i l i o , Loaysa y Carr izales son dos avatares de u n a m i s m a i d e n t i d a d . L o más probable es que Loaysa sabría también aprovechar u n a c a l m a en l a travesía p a r a considerar a su vez " e l m a l gobierno que en todo el discurso de su v i d a había t e n i d o " y t o m a r la firme resolución de " m u d a r m a n e r a de v i d a " y sobre todo de " p r o c e ­der con más recato que hasta allí con las m u j e r e s " . Así que la p r e h i s t o r i a de Carr izales no fue sino i m a g e n especular de la h i s ­t o r i a de Loaysa , y t a n semejante al parecer, por no decir idénti­ca, que ambas se con funden p o r r i gurosa mimética.

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Los que h a n perc ib ido esa relación, entre ellos Peter N . D u n n 1 7 , h a n quer ido ver en la marcha de Loaysa a las Indias u n a m e r a repetición cíclica de la h i s t o r i a , cuando de hecho no se t r a t a de dos destinos que se suceden y reproducen (¿con qué fin?), sino de u n ciclo cuya necesidad procede de que el O t r o es el M i s m o :

Loaysa = Carr iza les

—identif icación de q u i e n el operador es el yo que a l t e rnat iva y adversat ivamente se ident i f i ca con el H i j o l i b e r t a d o r o con el Pa­dre n o r m a t i v o Celoso de su doble p r o p i e d a d : u n Seno /un poder .

Esa identificación es exclusiva de C 2 ; no se l leva a cabo en C l , donde Loaysa no se expatr ia a las Américas : "Despechado y c o r r i d o , se fue a u n a famosa j o r n a d a que entonces contra I n f i e ­les España h a c í a " (p . 263) . L a m u e r t e que le es reservada no es m u e r t e heroica en el campo de bata l la , sino que lo mató u n arca­b u z que se le reventó entre los dedos. Esa m u e r t e estúpida, t a n lejos de las rutas americanas, dice bastante acerca de que el Loaysa de C l no puede ser idéntico a Carrizales —cosa que, por otra parte, se s ignif ica en la doble dormición d ivergente que Isabela i m p a r t e a los dos personajes: mientras dispensa a su esposo u n sueño cas­t r a d o r , c o lma a su j o v e n amante con u n sueño p lenamente g r a t i ­ficante.

E l hecho de que Loaysa y Carr izales no sean en C l dos perso­najes en u n a m i s m a persona, sino dos personajes en dos perso­nas, aparece en estrecha relación con la consumación del adul te ­r io / incesto , el cual sólo puede tener lugar si el m a r i d o es di ferente del amante , el Padre del H i j o . A p a r t i r del m o m e n t o en que el a m a n t e y el m a r i d o , el H i j o y el Padre , son u n m i s m o ser, el a d u l ­ter io / incesto se hace inconcebible , y ta l es el caso en C 2 .

Apliqúese ahora a C 2 el mode lo actancial de G r e i m a s . N i qué decir t iene que las funciones serán las mismas que en

C l , y con sus mismos t i tu lares . L a posición del D e s t i n a d o r / D e s t i n a t a r i o la ocupa Carr iza les ,

que será también el Oponente p r i m o r d i a l . L o m i s m o que en C l , desde el instante en que descubre el a d u l t e r i o , o lo que le parece ser t a l , queda i n u t i l i z a d o como O p o n e n t e , y también, por solida­r i d a d actancial , como Des t inador /Des t inatar i o , lo que provoca su el iminación.

1 7 4 ' L a s Novelas ejemplares" e n Suma cervantina, eds. J . B . A v a l l e - A r c e y E . C . R i l e y , T a m e s i s , L o n d o n , 1973, p p . 100-105.

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NRFH, X X X V I I I A P R O X I M A C I Ó N A L CELOSO EXTREMEÑO 787

E l objeto dest inado es L e o n o r a , y el Sujeto Loaysa . M i e n t r a s que en C l Isabela, en cuanto consiente apl icar a C a ­

rr izales el ungüento narcótico, pasa a A y u d a n t e , L e o n o r a en C 2 , después de a s u m i r esa m i s m a función vuelve in extremis ( " c u a n d o más le c o n v e n í a " ) a la de O p o n e n t e , o m e j o r d i cho , de O b j e ­t o /Oponente ; se niega a la solicitación amorosa del Sujeto, lo duer­m e dejándolo exhausto tras sus vanos esfuerzos, y se d u e r m e a su vez sin haber t o m a d o el más mín imo asomo de goce erótico. D e donde se sigue:

a) que L e o n o r a A y u d a n t e d u e r m e al D e s t i n a d o r / D e s t i n a t a ­r i o administrándole u n sueño rad i ca lmente castrante;

b) que L e o n o r a Oponente d u e r m e al Sujeto , que h a sido i n ­capaz de vencer su resistencia, que es c o m o i n u t i l i z a r l o , i m p o ­niéndole u n a castración momentánea , después de lo cual se duer ­m e en sus brazos.

E l resultado es u n a situación n a r r a t i v a en que el Sujeto se h a posesionado del O b j e t o , de lo que da fe l a postura de la pareja d o r m i d a , s in que p o r ello d icho O b j e t o , inocente de todo adul te ­r i o , haya sido sustraído a l a posesión del D e s t i n a d o r / D e s t i n a t a ­r i o ; situación a m b i g u a a la que corresponde u n único caso de fi­g u r a : el caso en que el Sujeto y el D e s t i n a d o r / D e s t i n a t a r i o son u n m i s m o ser, d isponiendo idénticamente del O b j e t o , el cua l , con la doble dormición castrante, acaba neutralizándose entre dos ava-tares de u n a única figura v a r o n i l :

D i c h o en términos más generales y demostrat ivos , la novela t oda de E l celoso extremeño, en su proyecto d e f i n i t i v o , der iva de u n a opc ión aparentemente paradójica: la de u n i r a Loaysa y L e o n o r a

Loaysa = Carr izales

F i g u r a d a m e n t e :

F i g u r a 6

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en u n adu l t e r i o no consumado . D e donde se sigue que la dest ina­c ión del O b j e t o no se h a alterado al t i e m p o que se acoge al deseo de l Sujeto , a l que de ja , con todo , insatisfecho. D e m o d o que el O b j e t o , s in r e n u n c i a r a su i n t e g r i d a d , pertenece p o r ind iv i so a dos temas actanciales: Des t inador + Sujeto , que p o r él y en él se j u n t a n e i d e n t i f i c a n , dando l u g a r a u n ser uno al que con l levan c o n j u n t a y a l t e rnat ivamente dos actantes: Carr iza les + Loaysa , o sea: Carr iza les = Loaysa .

L A FIGURA DE LA MALA MADRE

E l presente análisis es insuf ic iente p o r no d a r cuenta de la re la­c ión que se establece en El celoso extremeño entre el O b j e t o (Isabe­l a / L e o n o r a ) y l o que debería l lamarse el C o n t r a - O b j e t o , repre ­sentat ivo de la dueña (González-Marialonso) . Relación adversa­t i v a que parece corresponder al contraste k l e in iano de la buena m a d r e y de la m a l a .

L a buena m a d r e — e l b u e n Seno— es la m a d r e grat i f i cante . L a m a l a m a d r e — e l m a l Seno, el Seno p o d r i d o — es la que no a p o r t a gratificación sino e n v i d i a , como si el m a l Seno quis iera re ­cuperar para sí u n a gratificación de la que el yo ha de sentirse frus­t r a d o . Esta conducta , que aquí se describe en términos de M e l a -nie K l e i n , es puntualmente la de la dueña tanto en C l como en C 2 .

¿ N o pretende , en efecto, González /Maria lonso confiscar para sí sola el goce amoroso , actuando como Seno envidioso que so co­l o r de grat i f i car , no o b r a sino en provecho propio?

D e m o d o que en C l el Sujeto se enfrenta con dos representa­ciones contradic tor ias , pero igua lmente destructoras de la M a d r e -Esposa; la que no apor ta sino e n v i d i a , y la que es t oda grat i f i ca ­c ión ciega y que se le ofrece en d o n .

M á s s u t i l es el p lanteamiento del p r o b l e m a en C 2 : frente a M a r i a l o n s o la envidiosa , L e o n o r a se presenta a la vez como gra­t i f i cante y como f rus t rante , asociando la frustración con u n tanto de gratificación suficiente para serenar al Sujeto gracias a u n sue­ñ o benéfico. Y a se sabe que ésta es la condic ión de toda salud, l a cua l consiste en la integración por el yo de ese tanto de rea l idad que ha de saber soportar . E n C 2 L e o n o r a — l a buena M a d r e , el b u e n Seno— logra oponer a Loaysa su p r o p i a rea l idad frustrán­dole del adulterio/ incesto, pero no sin dejar de proceder como " d u l ­ce e n e m i g a " , pues por l a gratificación con que acompaña su ne­g a t i v a le p e r m i t e t o m a r la pos tura del Padre acogiéndola entre sus brazos.

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" D u l c e e n e m i g a ' ' , L e o n o r a lo es t a n t o de Loaysa a q u i e n re ­husa , en última instanc ia , el goce amoroso que sol ic i ta , como de Carr i za l e s , o f rend ido de m u e r t e , a q u i e n acaric ia en su lecho de agonía : " [ . . . ] sobrevínole u n t e r r i b l e desmayo, se dejó caer t a n p r o n t o a L e o n o r a que se j u n t a r o n los rostros [. . . ] " (p . 219), pos­t u r a t a n equívoca como la de los supuestos amantes "enlazados en l a r e d de sus b r a z o s " ( p . 215) . " D u l c e e n e m i g a " : ese decir c o n t r a d i c t o r i o , v e n i d o ta l vez de la más le jana poesía amorosa, b i e n podría ser e m b l e m a de la e j emplar ambigüedad de El celoso extremeño.

L A ÚLTIMA PALABRA

Y a se h a señalado que C 2 acaba, con la i m p r e v i s i b l e intervención de un yo anón imo .

Después de enunc iar l a suerte de cada personaje a la muer te de Carr iza les : " Q u e d ó L e o n o r a v i u d a , l lorosa y r i ca [. . . ] . Q u e ­d a r o n los padres de L e o n o r a tristísimos [. . . ] . Las criadas se con­so laron [. . . ] y la m a l v a d a de la dueña, pobre y defraudada de todos sus malos p e n s a m i e n t o s " , se i n i c i a u n discurso-jw: " Y yo quedé con el deseo de llegar al fin deste suceso. . . " (p . 220). Frase mister iosa de la que n u n c a sabremos quién es el p r o f e r i d o r , y que in troduce in fine u n a instancia narradora para qu ien no parece ter­minarse el suceso con la muer te de Carrizales y sus donativos pos­tumos . ¿Qué es lo que separa al yo narrador del " f i n deste suceso"?

T a l vez la clave del p r o b l e m a resida en l a frase epi logal :

Sólo no sé qué fue la causa que Leonora no puso más ahínco en desculparse y dar a entender a su celoso marido cuan l impia y sin ofensa había quedado en aquel suceso; pero la turbación le ató la lengua, y la priesa que se dio a mor ir su marido no dio lugar a su disculpa (p. 221).

" V e r d a d es que L e o n o r a [ comenzó] a desculparse y a contar p o r extenso la ve rdad del caso, [pero] no pudo m o v e r la lengua y volvió a desmayarse " ( p . 220). T a m p o c o insistió más. De m o ­do que ese no " d e s c u l p a r s e " de u n a fa l ta que al parecer no se h a c omet ido , ese dejar el caso suspenso, crea u n a especie de h ia to n a r r a t i v o ta l que u n in f ranqueable in terva lo separa al n a r r a d o r de l verdadero fin de la h i s t o r ia , que es la impenetrab le verdad de L e o n o r a y el porqué no manifestó con más ahínco su inocencia.

A h o r a b i e n : mientras permanezca u n átomo de h is tor ia sin

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h i s t o r i a r , el yo n a r r a d o r h a de quedarse " c o n el deseo de l legar al fin deste suceso" que , por fa l ta de u n último ápice de v e r d a d , h a de permanecer p a r a s iempre inconcluso . L a intervención de l yo n a r r a d o r h a de leerse, pues, como interrogación de la l i t e r a t u ­r a acerca de su p r o p i o ser, es dec ir de su a r b i t r a r i a e inverosímil v e r d a d .

Merece señalarse para concluir que a esa extraña apostil la epis­temológica de l yo anónimo responde en C 1 u n a aserción lacóni­ca: " E l q u a l caso, a u n q u e parece fingido y fabuloso, fue verda ­d e r o " ( p . 263) .

L a v e r d a d se a f i r m a , pues, c ont ra su v e r o - n o - s i m i l i t u d : a u n ­que vero-no-símil , l a h i s to r ia es verdadera . Af irmación no aseve­r a d a por demostración a lguna .

N o así en C 2 en que el yo n a r r a d o r asegura que p o r poco que quede u n a ínfima incerteza en la t r a m a de la h i s t o r i a , ésta resulta i n t e r m i n a b l e , lo que i m p l i c a que en t a l caso la narración ha de permanecer ad infinitum asintótica a l a v e r d a d ; basta con u n a ínfi­m a d u d a para trastornar la verdad en m e n t i r a , la historia en fábula.

E n C 1 lo aparentemente fabuloso no desdice de la verdad: entre los dos términos, fábula e h i s t o r i a , se mueve toda la l i t e r a t u r a .

Pero C 2 , más s u t i l , pasa de la lógica d i s y u n t i v a b i n a r i a : fábu-l a / / h i s t o r i a , a u n a construcción t e r n a r i a :

fábula//historia// Yo,

en l a que yo es q u i e n , en última instanc ia , evalúa la resistencia de l a l i t e r a t u r a a l a v e r d a d o, p o r decir lo de o t ro m o d o , la incono ­c ible v e r d a d de la l i t e r a t u r a .

MAURICE M O L H O Université de P a r i s i v - S o r b o n n e

APÉNDICE

N O T A A D I C I O N A L S O B R E L A M U E R T E , R E S U R R E C C I Ó N Y R E V E R S I B I L I D A D

D E C A R R I Z A L E S

L a m u e r t e de F i l i p o de C a r r i z a l e s , consecut iva a acontecimientos que todos c o n o c e n , fue ocasión p a r a el ofendido a n c i a n o de manifestar con g r a v e d a d , e n l a pública confesión de sus errores , u n a filosofía generosa que se e m p a r e n t a

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c o n los más altos aforismos de l a stoa. L a agonía pública de C a r r i z a l e s no deja de r e c r e a r , p o r su s o l e m n i d a d , l a m u e r t e de u n Séneca. S u p a r l a m e n t o en el lecho del dolor en p r e s e n c i a de su p a r e n t e l a y s e r v i d u m b r e , tiene más de des­p e d i d a al estilo estoico que de tránsito cr is t iano .

Después de confesar su error al no c o n s i d e r a r " q u e m a l podían estar n i c o m p a d e c e r s e en u n o los quince años desta m u c h a c h a con los casi ochenta m í o s " , pros igue : " y o fui el que c o m o gusano de seda, m e fabriqué l a casa d o n d e m u r i e s e " , frase que c o n s u e n a c o n otra anterior en que reconoce que fue 4 4 e l fabr icador del veneno que m e v a q u i t a n d o l a v i d a " . M o r i r del propio v e n e n o , y más proclamándolo e n público p a r l a m e n t o , es u n casi suicidio en f o r m a de m u e r t e n a t u r a l .

E l patetismo y s o l e m n i d a d de l a situación no son disuasión suficiente p a r a d e j a r de e x a m i n a r las íntimas mot ivaciones de C a r r i z a l e s en su confesión.

E n el testamento público que dicta al e s c r i b a n o , C a r r i z a l e s v a d isponien ­do de sus bienes de u n m o d o r a z o n a b l e , c o n generosidad p a r a quienes le h a n s e r v i d o , y s in más r e n c o r p a r a con l a falsa dueña que el m a n d a r l e l a paga de su s a l a r i o . E l perdón a L e o n o r a , según podía esperarse , se traduce por u n do­n a t i v o de d ineros : le dobla el dote, y dispone además que después de v i u d a h a de casarse con L o a y s a . A las c r i a d a s de ja de c o m e r , y concede l a l ibertad a L u i s y a las esc lavas .

A h o r a b i e n : con semejante testamento, C a r r i z a l e s desaparece de entre los v ivos reconociendo a l a l u z de l a razón que d u r a n t e toda su existencia se h a e q u i v o c a d o sobre l a n a t u r a l e z a del b i e n v e r d a d e r o . S u s bienes , tanto los que perdió en su prehis tor ia como los que ganó en América, los fue dedicando a sus pasiones y a las satisfacciones de sus sentidos, y de los más torpes apetitos de s u ánimo, olvidándose que sólo se h a de elegir lo que en sí y de por sí es conforme con l a n a t u r a l e z a y r e c h a z a r lo que le es contrar io , de modo que el p r i m e r deber del h o m b r e es mantenerse e n s u n a t u r a l constitución. Así pre ­d i c a Cicerón e n el De finibus. A I confesar C a r r i z a l e s que su m a t r i m o n i o ofen­dió l a ley n a t u r a l , hace más que reconocer su e r r o r : p r o c l a m a que el haberlo comet ido nació de no h a b e r sabido h a c e r di ferencia del b ien verdadero que procede de n a t u r a l e z a y razón, y de las ventajas pasa jeras , o commoda, cuyo b i e n no r a d i c a en su ser y de las que el ánimo debe saber desprenderse .

C a r r i z a l e s se dejó l levar por las commoda, pref ir iendo los bienes externos y dependientes a la r a z o n a b l e aceptación del orden u n i v e r s a l . D e ahí su frene­sí posesivo que degeneró en manía celosa. I n c l u s o después del soliloquio de l a c a l m a c h i c h a , vuelve a los errores de s i e m p r e , d i l a p i d a n d o el b i e n que le h a sido d e p a r a d o , a u n q u e esta vez lo pierde por guardoso así como pierde a L e o n o r a y se pierde a sí m i s m o por h a b e r pretendido e n c a r c e l a r l a v i d a en u n a c a j a fuerte.

A l confesar C a r r i z a l e s sus errores , sacando luego las consecuencias p a r a a c u s a r s e de lo o c u r r i d o , no hace más que r e d u c i r su propio caso a l a m o r a l esto ica .

M u e r e al seteno día de su agonía. S u m u e r t e , al parecer , fue serena. S o b r e l a m u e r t e de C a r r i z a l e s , C l ofrece u n a c u r i o s a v a r i a n t e , a b a n d o n a ­

d a e n C 2, e n l a que el agonizante , acusándose de sus errores , se c o m p a r a p r i ­m e r o c o n el gusano de seda: " q u e yo fui el gusano de seda , que m e fabriqué l a c a s a donde m u r i e s e " ; luego con el ave fénix: " y o fénix que busqué y junté l a leña con que me a b r a s a s e " (p . 261). Sabido es que el fénix edifica él m i s m o l a p i r a donde h a de i n c e n d i a r s e , y a eso alude C a r r i z a l e s , olvidándose, sin e m -

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b a r g o , de que l a g r a c i a del fénix es r e n a c e r perpetuamente de sus c e n i z a s . A l n o r e c o r d a r el r e n a c e r tr iunfal del a v e , C a r r i z a l e s se c i e r r a toda perspect iva de resurrección.

L a omisión se c o m p r e n d e en C l , que es u n texto pleno, c e r r a d o , y s in d e v e n i r más allá de su conclusión. E l h e c h o de que C a r r i z a l e s y L o a y s a no s e a n u n o sino dos , s in identificación posible , se t raduce por l a eliminación de L o a y s a , víctima de u n estúpido accidente al m a n i p u l a r el propio a r c a b u z . A l m o r i r s in poster idad a l g u n a , pues L o a y s a n i s i q u i e r a es su D o b l e , C a r r i z a l e s n o puede e q u i p a r a r s e más que c o n u n ave fénix c o n d e n a d a a perecer e n el fuego s in r e s u r g i r de sus c e n i z a s . Así es c o m o se c i e r r a def init ivamente C l .

D e donde se infiere que C 2 no n a c e de C l , a pesar de seguirlo las más veces a l pie de l a le tra , s ino que es u n proyecto fundado e n u n concepto n a r r a ­t ivo r a d i c a l m e n t e inédito.

L a narración e n C 2 se construye toda e n torno a l a i d e n t i d a d de C a r r i z a ­les y L o a y s a . D e ahí u n edipo doble y reversible .

S i C a r r i z a l e s es a l a vez P a d r e e H i j o ( C a r r i z a l e s y L o a y s a , L a y o y E d i p o ) h a de aparecer conjunta y alternativamente como P a d r e agredido e H i j o agresor.

F r e n t e a L o a y s a , E d i p o agresor , C a r r i z a l e s será L a y o agredido . Pero co­m o C a r r i z a l e s es L o a y s a , a s u m e a su vez el papel de E d i p o agrediendo al P a ­d r e . P e r o L o a y s a , porque es C a r r i z a l e s , no de ja de representar a s i m i s m o al P a d r e asesinado e n l a e n c r u c i j a d a de las generaciones .

E l que C a r r i z a l e s y L o a y s a no sean sino dos figuras de u n m i s m o ser e n dos m o m e n t o s de su v i d a , los u n i f i c a al t iempo que los desdobla frente a l a p e r p e t u a a m b i v a l e n c i a de Y o c a s t a - L e o n o r a .

E s a r e v e r s i b i l i d a d pertenece p r o p i a m e n t e a C 2 , no aparece en C l , en que C a r r i z a l e s y L o a y s a no son sino dos seres antagónicos: el u n o d i s p u t a con el otro l a posesión de u n a m u j e r . D e donde resul ta u n a b a n a l y previs ible histo­r i a de c o r n u d o . D e m o d o que el interés de El celoso extremeño reside e n el inago­table C 2 .

T o d o lo q u e C 2 h e r e d a de C l , a saber el m i s m o cuerpo del relato y e n especia l el disposit ivo de l a c a s a fortaleza así c o m o el asedio de L o a y s a , refleja u n estilo de n o v e l a r pretérito (el de C l ) , que a h o r a no tiene más interés que s e r v i r de base a u n a n o v e l a n u e v a e n que los personajes son , además de perso­n a j e s , fantasías abstractas , abstracciones de sí m i s m o s , lo que les l l e v a a f u n ­c i o n a r e n r e v e r s i b i l i d a d , es dec ir el u n o por el otro, el u n o dentro del otro, y a q u e siendo c a d a u n o el otro, lo contiene o se contiene en él.

D e ahí q u e C 2 sea u n a n o v e l a abierta sobre sí m i s m a , cosa que se m a r c a e n l a v o l u n t a d e x p r e s a de C a r r i z a l e s en su lecho de agonía de que L e o n o r a se case c o n L o a y s a , o sea con su Idéntico o su D o b l e .

D e ahí también l a perennización de C a r r i z a l e s , o mejor dicho de C a r r i z a l e s -L o a y s a a través del L o a y s a i n d i a n o , que al e m b a r c a r p a r a América se v a m u ­d a n d o e n C a r r i z a l e s por c a m b i o de piel o de pelo, pero no de destino n i de a l m a . D e donde resul ta u n a n o v e l a i n t e r m i n a b l e re inc id iendo c i r c u l a r m e n t e e n sí m i s m a con el previs ible retorno de L o a y s a con el rostro o l a máscara de u n C a r r i z a l e s inédito.

E s e L o a y s a n u e v o y viejo no es sino el fénix C a r r i z a l e s que a h o r a renace de sus l l a m a s r e c o b r a n d o su m u e r t e e n f o r m a de v i d a n u e v a . T a n Fénix se h a vuelto que basta a h o r a c o n su p r e s e n c i a p a r a que se evoque al ave c u y o n o m b r e , innecesar io y a , se h a ido b o r r a n d o del texto.