Apuntes Curso de Cristología

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1 APUNTES CURSO DE CRISTOLOGÍA BÍBLICA Y ESTUDIO DEL EVANGELIO DE SAN LUCAS PARA COMUNIDADES CRISTIANAS DE BASE Formador: Juan Pablo Espinosa Arce Pedagogía en Religión y Filosofía Universidad Católica del Maule Laico de la Diócesis de Rancagua Chile 2012

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APUNTES CURSO DE CRISTOLOGÍA

BÍBLICA Y ESTUDIO DEL EVANGELIO DE

SAN LUCAS PARA COMUNIDADES

CRISTIANAS DE BASE

Formador:

Juan Pablo Espinosa Arce

Pedagogía en Religión y Filosofía

Universidad Católica del Maule

Laico de la Diócesis de Rancagua – Chile

2012

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Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida. Santiago: CECh; Apuntes del Curso de Nuevo

Testamento II a cargo del Dr. César Carbullanca Núñez, dictado en la Escuela de Pedagogía en Religión y

Filosofía de la Facultad de Ciencias Religiosas y Filosóficas de la Universidad Católica del Maule, año 2010.

I. INTRODUCCIÓN

1. ¿Por qué estudiar Cristología?

Si nos preguntamos cuál es el fundamento de la fe cristiana, debemos sostener que este está

radicado en la persona de Jesucristo, un judío de la Palestina del siglo I, perteneciente a una

sociedad oprimida por el poder religioso de grupos de influencia y de igual manera por el

imperio romano que había invadido el Oriente Próximo en el año 63 a.C. Junto con ello,

debemos conocer la experiencia de la comunidad antes y después de la Pascua,

acontecimiento que viene a fundamentar la esperanza mesiánica y escatológica. El antes de la

comunidad, está sostenido por la predicación histórica de Jesús de Nazaret, el cual fue

considerado maestro, que tenía poder sobre la naturaleza desde los llamados milagros o signos

prodigiosos, y que fue condenado a morir crucificado por el poder político romano en

conspiración con el poder religioso judío. Este es el Jesús histórico. Con esto, pareciera ser

que podemos comprender un poco más lo que entendemos por Cristología, pero aún no es

suficiente.

Es por ello que debemos dar un paso más, y pasar por la experiencia de la Resurrección, para

ver como este Jesús pasa a ser llamado Señor (Kyrios, gr; Adonai, heb) y también Cristo

(Mesías), con poder sobre la muerte y la totalidad del cosmos. Este es el llamado Cristo de la

fe, y es este el que fundamenta la fe los discípulos y de la Iglesia, además de ser aquello que

condensa las primeras formulaciones de fe o los anuncios kerigmáticos, o lo que conocemos

como credos. La formulación está contenida en afirmar: “El Dios de nuestros padres resucitó

a Jesús, a quien vosotros (los jefes de Israel) matasteis colgándole de un madero. A éste le ha

exaltado Dios con su diestra como Jefe y Salvador” (Hech 5, 30-31).

La posterior reflexión teológica ya sea patrística, medieval y la moderna hasta nuestros días,

ha ido evolucionando las categorías para comprender a Jesucristo, pero siempre sostenida por

la historia y la fe. La Cristología por tanto se enfrenta a esta doble desafío, esto es

“comprender y explicar la unidad e identidad entre Jesús histórico y la fe la Iglesia” (Arias,

1983, 49), esto porque afirmar la sola historicidad del carpintero palestino, deja sin

fundamento lo que se ubica como piedra angular de la Iglesia, y también porque sostener la

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sola divinidad del Cristo Resucitado, deja sin soporte concreto al mismo Jesús. Esta es pues la

primera preocupación del creyente al enfrentar la Cristología.

Una segunda preocupación, está en comprender cuál es la relevancia actual que Jesucristo

tiene para la comunidad y para el mundo. Es una pregunta que se podría catalogar como

eclesiológica o evangelizadora. O también podemos volver a formular la pregunta de

Aparecida “¿qué ha significado la aceptación de la fe cristiana para los pueblos de América

Latina y del Caribe?” (Discurso inaugural Aparecida, 1). La pregunta por el sentido de la

experiencia del encuentro con Jesús, puede pasar por dos momentos, a saber, la búsqueda de

respuestas o el rechazo del mensaje.

En la primera instancia está contenida la experiencia de los dos primeros discípulos del

Evangelio de Juan “Maestro, ¿dónde vives?” (Jn 1,38), o también el diálogo que el etíope

tiene con Felipe “¿entiendes lo que vas leyendo? Él respondió (el etíope): ¿cómo lo puedo

entender si nadie me hace de guía?” (Hech 8, 30-31) La instancia de la búsqueda, constituye

el alma de la teología y de las diferentes áreas que le están relacionadas, ya que el creyente

pregunta para „dar razón de su esperanza‟.

Por el contrario, el rechazo al mensaje de Jesucristo y en definitiva al mismo Dios, ha

constituido una de las características que traen consigo la Ilustración y la Modernidad, en las

cuales se produce un abandono de las categorías metafísicas del medioevo, estableciéndose

una mirada antropocéntrica que aleja sistemáticamente a Dios del plano social. Este rechazo

está contenido en lo que los atenienses dicen a Pablo durante su discurso en el Areópago “al

oír la resurrección de los muertos, unos se burlaban y otros dijeron: Sobre esto ya te oiremos

otra vez” (Hech 17, 32).

El creyente de hoy, debe enfrentarse a estos dos cuestionamientos, y su respuesta debe estar

sustentada en el testimonio y en la praxis cristiana. Desde la realidad latinoamericana, al

creyente se le plantea además una nueva realidad que le interpela, esto es, el compromiso

socio-político encarnado en un sistema de crucificados, es decir, los innumerables rostros de

hombres y mujeres que son víctimas de estructuras de pecado generalizado y que son

asesinados prematuramente por causa de la exclusión y la muerte social. Aquí esta nueva

imagen de Cristo, se interpreta desde “una determinada concepción de evolución, progreso,

justicia, hombre o sociedad futura, proyectos socio-políticos, etc” (Arias, 1983, p.43)

El contexto histórico, cultural, pedagógico, político, económico o religioso, constituyen los

pilares desde los cuales nos desenvolveremos en este desarrollo de un intento de curso de

cristología. Estableceremos la preferencia de un movimiento hacia las fuentes bíblicas

apoyadas por las intervenciones magisteriales y dogmáticas, pero siempre desde la conciencia

crítica de estar inmersos en un sistema injusto el que es necesario liberar. Con esto, “la

Teología y la Cristología se abren a problemas de interés actual” (Arias, 1983, p.43)

II. FUENTES PARA CONOCER A JESÚS

2.1 Objeciones a la veracidad de la existencia histórica de Jesús

La importancia de la búsqueda de las fuentes es para la Cristología un imperativo que no

puede rechazar, ya que se correría el peligro de concebir a Jesús como una mera idea creada

por los discípulos. En esto, han sido innumerables las objeciones que la filosofía ilustrada y

moderna han formulado contra el conocimiento de la persona de Jesús. Para conocerlas de

manera sucinta, seguiremos la enumeración que Samuel Fernández (2007, pp. 32-38) hace de

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las mismas. De esta manera de visualizar el contexto de las críticas a la veracidad de la

persona histórica de Jesucristo.

a) Herman Reimarus (1694 – 1768): El principal postulado de Reimarus se basa en

distinguir la predicación de Jesús, entendiéndolo como un Mesías político que

pretendía liberar a Israel del poder romano, y por otro lado la predicación apostólica

que anunciaba una liberación de corte espiritual, para lo cual los discípulos robaron el

cuerpo suponiendo la resurrección.

b) David F. Strauss (1808 – 1874): Lo fundamental de su exposición está sostenida en

concebir a los Evangelios como relatos míticos, es decir, relatos carentes de verdad

histórica, desde la aplicación de categorías veterotestamentarias para formar la

supuesta persona histórica de Jesús.

c) C. Wilhelm Bousset: Habla de la teoría del „mal entendido‟, desde la cual se supone

que el origen de la fe en Cristo es el resultado de influencias paganas en la comunidad

cristiana. Se produce por tanto una especie de sincretismo religioso.

Como vemos en el panorama anteriormente expuesto, el tema de la veracidad de la existencia

histórica de Jesús, de su mensaje, acciones y de la realidad de la comunidad nacida en torno a

él, han sido temas de discusiones constantes. Estas mismas objeciones vendrán a ser refutadas

por los dos tipos de fuentes por medio de las cuales podemos tener acceso a Jesús, estas son

las fuentes cristianas y las fuentes no cristianas.

2.2 Fuentes de acceso a Jesús de tipo cristianas

La importancia de conocer estas fuentes, radica en visualizar cuál es la apreciación que la

primera comunidad cristiana tiene acerca de Jesús. Son estas fuentes las que “constituyen de

hecho las más importantes y casi exclusivas fuentes de nuestro conocimiento de Jesús”

(Blank, 1973, p.17). Dentro de estas fuentes, encontramos la siguiente división.

1. Literatura Apócrifa: Apócrifo, viene del griego y quiere expresar aquello que está

escondido, ya que fundamentalmente representa una tradición que está oculta. Son escritos

cristianos que fueron elaborados para llenar los vacíos que se tenían de la vida de Jesús o

también para alimentar la piedad popular de los creyentes. Cronológicamente se ubican en el

primer y segundo siglo, y la mayoría de ellos lleva por autor a alguno de los personajes más

reconocidos de la primera iglesia. Esto se conoce como autógrafos, es decir, el proceso por el

cual una comunidad otorga la autoría de uno de estos escritos a alguno de estos personajes

famosos. Entre estos relatos, encontramos el Evangelio de María Magdalena, de Felipe, del

Pseudo Tomás, el Evangelio árabe de la Infancia, las Actas de Pilato o el Evangelio de Pedro.

Son textos no canónicos, es decir no fueron aceptados por la Iglesia desde la tradición y por

ello no aparecen en el canon bíblico del Nuevo Testamento, es decir, entre sus 27 libros.

Veamos algunos ejemplos de estas tradiciones:

“Un día cuando Jesús había cumplido los siete años, jugaba con sus pequeños amigos, es

decir, con niños de su edad. Y se entretenían todos en el barro, haciendo con él figurillas, que

representaban pájaros, asnos, caballos, bueyes y otros animales (…) Y había (Jesús) hecho

figurillas de representaban gorriones, Y les ordenó volar y volaron y posarse, y se posaron en

sus manos” (Evangelio árabe de la infancia)

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“Empero, en la noche tras la cual se abría el domingo, mientras los soldados en facción

montaban dos a dos la guardia, una gran voz se hizo oír en las alturas. Y vieron los cielos

abiertos, y que dos hombres resplandecientes de luz se aproximaban al sepulcro. Y la enorme

piedra que se había colocado a su puerta se movió por sí misma, poniéndose a un lado, y el

sepulcro se abrió (…) Y, apenas los soldados refirieron lo que habían presenciado, de nuevo

vieron salir de la tumba a tres hombres, y a dos de ellos sostener a uno, y a una cruz

seguirlos. Y la cabeza de los sostenedores llegaba hasta el cielo, mas la cabeza de aquel que

conducían pasaba más allá de todos los cielos. Y oyeron una voz, que preguntaba en las

alturas: ¿Has predicado a los que están dormidos? Y se escuchó venir de la cruz esta

respuesta: Sí” (Evangelio de Pedro)

Con estos dos ejemplos, nos damos cuenta como las tradiciones apócrifas mezclan los datos

recogidos en los relatos evangélicos y otras elaboraciones literarias, con las que se formaron

estos textos que han llegado a nosotros.

2. Literatura cristiana: Las principales fuentes en esta categoría son los Evangelios,

tanto los Sinópticos como también el Evangelio de Juan. La palabra Evangelio, viene del

griego Euangelion, y significa Buena (eu) noticia o anuncio (angelos: mensajero, mensaje).

En el sentido original de la palabra, un Evangelio podía significar una noticia entregada por

un emisario, o también algún anuncio sobre Jesús. El Evangelio no pretende ser una biografía,

ni los evangelistas pretenden ser autores. El primer caso lo vemos por ejemplo en que ni

Marcos (60 d.C), ni Juan (100 d.C), mencionan el nacimiento o la infancia de Jesús, y solo

narran el ministerio y la muerte del mismo. El segundo aspecto, el de los autores, está

radicado en la falta de coherencia de los escritos evangélicos. Marcos por ejemplo al ser el

primero, cronológicamente hablando, escribe de manera desordenada. En el caso de Lucas, el

escrito solo recoge materiales independientes, a los que su redactor les da un cierto orden.

El interés central de los redactores, o de la comunidad que escribe los textos definitivos, es la

catequesis de la misma comunidad. Ello se ve claramente en los destinatarios de los relatos,

que en los cuatro evangelios va variando. Así Mateo por ejemplo escribe para judíos

convertidos al cristianismo, ello se evidencia en las constantes citas veterotestamentarias que

presenta el relato, las cuales tienen como función el demostrar que Jesús de Nazaret era el

Mesías prometido desde Abraham. O también el caso de Marcos, cuyos destinatarios son

cristianos de la gentilidad, específicamente de Roma. Ello lo vemos en que el primer no judío

en reconocer a Jesús como Hijo de Dios fue el centurión romano que estaba a los pies de la

cruz.

Junto con ello, las mismas cristologías van variando según los relatos. Cuando hablamos de

varias cristologías, estamos entendiendo la forma en la que una determinada comunidad se

refirió a Jesucristo, es decir, qué imágenes o categorías teológicas fueron utilizadas para

mostrar a Jesús. Un dato al margen es comprender que las cristologías también están

presentes desde el Antiguo Testamento, esto es, las palabras referidas al Mesías escatológico

que habría de venir a reinar como representante de Dios en la tierra.

Para ejemplificar el tema de las cristologías, debemos decir que la reflexión proveniente desde

los sinópticos, muestran a un Jesús más humano, profeta, taumaturgo, al que se le aplican

títulos cristológicos como Mesías, Hijo de Dios o Hijo del hombre, todos estos producto de la

Resurrección. Aquí nos quisiéramos detener, ya que el Evangelio se escribe de atrás para

adelante, es decir, el Misterio Pascual ilumina y da sentido a la vida de Jesús. Volviendo al

tema de las cristologías, el cuarto evangelio por su parte, muestra a un Jesús más divino y

omnisciente (Jesús sabía lo que iba a pasar). Este tema será desarrollado con más profundidad

más adelante.

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III. CONTEXTO HISTÓRICO, POLÍTICO Y SOCIAL DEL MUNDO DE JESÚS

La Palestina del siglo I, se caracterizaba por ser una sociedad dominada por el poder romano,

que había invadido el país el año 63 a.C., con el general Pompeyo a la cabeza.

1. Grupos religiosos y políticos de la época de Jesús

Seguiremos la sistemática exposición de José Luis Martín Descalzo (1998, pp. 31-38), en la

cual se nos presentan los diferentes grupos religiosos y políticos de la época del segundo

templo, correspondiente al tiempo de Jesús.

Fariseos: Constituían el grupo más numeroso del país, y eran aproximadamente unos 8000 en

tiempos de Jesús. Su clave ideológica se fundamentaba en la reducción de la alianza a un

simple pacto comercial entre el hombre y Dios, con lo cual el segundo quedaba enclasado a

los requerimientos del hombre. Tres puntos eran fundamentales en la secta farisea, ellos son la

circuncisión, la cual daba al judío el sentido de pertenencia a la alianza. En segundo lugar, el

sábado que era cumplido desde Dios, pasando por los ángeles, hombres y animales. Y

finalmente las leyes de pureza ritual. Era un grupo fuertemente nacionalista, llegando a odiar

a los paganos, por no respetar los tres puntos anteriores. En el tema de la impureza, los pobres

y los enfermos también eran despreciados por esta secta.

Saduceos y príncipes de los sacerdotes: Los saduceos estaban motivados más por los

intereses políticos y económicos que por un aspecto religioso. Eran un grupo netamente

oportunista, ya que eran los grandes terratenientes y dueños del Templo y de sus ingresos. El

Sumo Sacerdote era generalmente un saduceo. Entablaron gran „amistad‟ con el poder

político.

Escribas y herodianos: Los herodianos eran el grupo de funcionarios que estaban

relacionados con Herodes, gobernador puesto por el poder romano. Se preocupaban de vivir

con comodidad y rodeados de lujos, por ejemplo, en el Palacio del Norte, fortaleza construida

por Herodes. Este grupo mira a Jesús con curiosidad, y según el Evangelio de Marcos, entran

en complot con los fariseos y escribas para tramar la muerte de Jesús. Los escribas por su

parte, eran funcionarios del templo y estaban encargados de la ley religiosa.

Zelotas y Esenios: Estos son grupos menores. Los Zelotes constituían un grupo nacionalista

que se enfrentaba al poder romano imperante. Proponían un Mesías militar al estilo de David.

Por otro lado, los Esenios, constituían un grupo religioso separado del oficialismo del Templo

de Jerusalén, y que en el siglo I a.C., se habían radicado en el desierto de Qumran (Judea,

cercano al Mar Muerto), a vivir una vida de oración y estudio de la Escritura, proponiendo un

Mesías sacerdotal. Se establece la hipótesis de que Juan Bautista fue miembro de esta secta,

cuando se dice que vivió en lugares desiertos.

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IV. ANOTACIONES SOBRE CRISTOLOGÍA DESDE EL EVANGELIO DE

LUCAS

Lo que aquí presentaremos, tal y como dice el título, son sólo anotaciones para una

Cristología a partir del Evangelio de Lucas. Decimos una Cristología desde Lucas porque

cada Evangelio presenta una imagen distinta de Jesús, esto por el desarrollo teológico que han

tenido cada uno de los autores o de las comunidades que han ido conformando lo relatos que

hoy conocemos.

Problema sinóptico y situación de las llamadas ‘cuatro fuentes’

Los Evangelios Sinópticos presentan cierta concordancia, esto porque se asume que hay

presencia de fuentes literarias similares. Esto es lo que se conoce como problema sinóptico.

La palabra sinopsis viene del griego y quiere decir visión de conjunto, o también, visión desde

un solo golpe de vista o desde una sola mirada. Lo que el problema sinóptico pretende

comprender son las semejanzas y las desemejanzas que figuran entre los Mt, Mc y Lc.

Para solucionar esta cuestión sinóptica, se han postulado dos hipótesis fundamentalmente. La

primera en el tema de las fuentes, es la fuente llamada Q, (Q, viene de la palabra alemana

Quelle, que quiere decir fuente). Esta es una fuente hipotética, esto porque no existe

tangiblemente, pero se postula por las semejanzas que figuran entre Mt y Lc.

Fundamentalmente exponen aspectos doctrinales, aunque también figuran hechos

evangélicos. Una de las peculiaridades es que no figura ni la infancia de Jesús y tampoco la

estancia de Jesús en Jerusalén con su Pasión, Muerte y Resurrección. Se sostiene que fue

escrito posteriormente a los acontecimientos pascuales del año 37 d.C., y que estaba escrita en

arameo.

La segunda fuente, está dominada por la preeminencia cronológica de Marcos, escrito hacia el

año 50 o 60, según el cual ciertos relatos o narraciones de Marcos fueron utilizadas tanto por

Mt como por Lc.

Para explicar la tercer y la cuarta fuente, se presentará lo siguiente. Tanto Mt como Lc se

habrían basado en esta fuente de los dichos o logias, pero también se sostiene que utilizaron

fuentes propias, las cuales fueron designadas de la siguiente manera. Para Mateo, se utiliza la

forma M, y para Lucas, la forma L. Como en este apartado estamos abordando la cristología

lucana, vamos a recalcar los materiales particulares del tercer evangelio. El material aborda

algunas narraciones de milagros y de enseñanzas jesuánicas, especialmente de parábolas. Se

caracteriza por el gran interés que muestra en los pobres, asumiendo que la comunidad en sí

es pobre1. Finalmente, se postula que el material propio de Lucas podría haber estado escrito

o haber circulado de manera oral, pero con algunas variaciones del propio Lucas.

A continuación presentamos el diagrama de la fuente Q y de los materiales propios de Mt y

Lc.

MARCOS Q

M MATEO LUCAS L

1 Esto se refiere a la versión lucana de las bienaventuranzas, en la cual dice que Jesús mira a sus discípulos y

sostiene “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios” (Lc 6,20).

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EL PROYECTO DE LUCAS

a) Autor, fecha y comunidad

Es un cristiano de la segunda generación cristiana, es decir, no fue testigo ocular de los

acontecimientos de Jesús. Esto se verifica en el prólogo que dirige a Teófilo, en el cual señala

que pondrá por escrito aquello que le han comunicado los testigos oculares (primera

generación cristiana), de manera de hacer sostenible aquello que cree. Junto con ello, el origen

del autor es la gentilidad, esto por desconocer en algunas oportunidades la geografía o las

costumbres judías. Lucas aparece en el Corpus Paulinum como el „médico querido‟ (Col 4,14)

o también es llamado „colaborador. Según el autor cristiano Eusebio de Cesarea, dice que

Lucas provenía de Antioquía de Siria. Finalmente se debe decir que el autor del tercer

evangelio es el mismo de los Hechos de los Apóstoles. La fecha de la composición del

evangelio de Lucas es discutida entre los autores, pero se postula como fecha más aceptada

entre el 80 y el 90 d.C. Se asume esta fecha por que Lucas conocería la destrucción del

Templo de Jerusalén en el 70 d.C.

Algunas características de la comunidad lucana, pueden resumirse en las siguientes ideas.

Primero, debemos decir que es una comunidad abierta al mundo grecorromano, esto por el

uso del griego koiné, o griego vulgar en la forma que Lucas tiene para escribir. Junto con ello,

la relevancia que se le da a la historia, rasgo muy común entre las tradiciones helenistas. Un

dato más en esta primera característica es la apertura que significa la misión que Jesús

encomienda a la comunidad de evangelizar hasta los confines de la tierra, es decir, Roma.

Una segunda gran característica, es el sentimiento de que la comunidad de Jesús se siente

heredera del Israel veterotestamentario. Esto se observa desde el tema del cumplimiento de las

promesas en Jesús, junto con la alusión a las citas del Antiguo Testamento que Lucas va

presentando. Finalmente, otra de las grandes características de la comunidad lucana es el

anhelo de vivir la fraternidad entre los hermanos, lo cual se evidencia preferentemente en los

Hechos de los Apóstoles.

b) Características teológicas, geográficas y literarias del tercer evangelio

Interés de Lucas por la bondad y misericordia de Jesús especialmente por los más

pobres: el Magníficat (Lc 1,46-55), los pastores reconociendo el nacimiento (Lc 2,8-

20), la ofrenda de José y María corresponde a la de los pobres (Lc 2,22-24), el anuncio

de Jesús en la Sinagoga (Lc 4,16-21), comienza el ministerio en Galilea (Lc 4, 31-32),

comida de Jesús con los pecadores públicos (Lc 5,29), las Bienaventuranzas (Lc 6,20),

las listas de sujetos escatológicos (Lc 7, 22), la conversión de publicanos y pecadores

(Lc 7, 29.31-35), la presencia de mujeres en la comunidad (Lc 8,1-3), el evangelio

revelado a los pequeños (Lc 10, 21-22), parábola del banquete escatológico (Lc 14,

15-24), parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31), el publicano en el templo (Lc 18,9-14),

comida con Zaqueo (Lc 19,1-10), y la viuda pobre (Lc 21,1-4).

Rescatar la oración de Jesús (Padre nuestro, diversas narraciones con personajes que

oran) (Lc 3,21; 5,16; 6,12; 21,36; 22,40-46).

Importancia del motivo teológico del viaje. Jesús va de camino desde el norte

(Galilea) hacia el sur (Jerusalén), en donde todo el itinerario se encamina hacia la cruz.

(Lc 9,22; 9-43b-45; 9,51; 13, 31-35). Así también en los Hechos de los Apóstoles se

menciona que la Iglesia es llamada „el Camino‟.

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Preocupación de Lucas por la historia. Lo que el tercer evangelio hace es ordenar los

materiales referentes a Jesús, desde el „comienzo‟. Junto con ello, la ubicación

histórica que se hace de Jesús “En el año quince del Imperio de Tiberio César, siendo

Poncio Pilatos gobernador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, y Filipo, su

hermano…” (Lc 3, 1-2). Con esto Lucas relaciona los eventos de la historia de la

salvación con la historia de la humanidad.

En la misma línea de la historia, encontramos la periodización de la historia de la

salvación, desde tres momentos claves. El primer momento es el „tiempo de Israel‟, en

el cual se concentran las promesas referentes a los últimos tiempos. A este tiempo

pertenecen los profetas veterotestamentarios y Juan Bautista. El segundo momento, es

llamado „el tiempo medio‟, el cual es el correspondiente al de Jesús, desde la

convocación de los discípulos, las enseñanzas sobre el Reino y la subida a Jerusalén.

Finalmente encontramos el „tiempo de la Iglesia‟, correspondiente al momento

histórico ubicado desde la Ascensión de Jesús hasta la Parusía.

En relación a los temas geográficos, el relato comienza en el norte, esto es, la

provincia de Galilea, y va avanzando hacia Jerusalén, y proyectando la misión de la

Iglesia desde Jerusalén, pasando por Samaría y hasta los confines de la tierra, es decir,

hacia Roma.

Otra de las características del tercer evangelio es recalcar que el anuncio de la

salvación es para todas las naciones, llegando hasta los confines de la tierra y que

alcanza a todos los hombres. En esto, es interesante ver que la genealogía lucana

relaciona a Jesús con Adán (Lc 3,38), antepasado común de toda la raza humana.

c) Acercamientos a la cristología de Lucas desde algunos textos escogidos

1. Historicidad de la Salvación

Hay un interés de Lucas por mostrar que la Historia de la Salvación se enmarca dentro de la

historia de la humanidad. En esto “como ningún otro evangelista, Lucas se preocupa por

demostrar que el plan de salvación se desarrolla en un espacio histórico que no es otro que el

de la historia profana” (Lona, 2008, p. 131). Lo interesante de esta preocupación o motivo

teológico, es que la presencia de Jesucristo y del Reino que este anuncia no queda en una

abstracción o un intento de hacer una metafísica, sino que se concreta en el „hoy‟ de la

salvación, con la presencia de personajes concretos, tiempos cronológicos o situaciones

históricas.

Veamos algunos casos de esta historicidad:

- Lc 1,5: “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías del

grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel”

- Lc 1,26-27: “Al sexto mes, envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea,

llamada a Nazaret una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de

David; el nombre de la virgen era María”

- Lc 2,1-2: “Por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se

empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo

gobernador de Siria Cirino”

- Lc 3, 1-2: “En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato

procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, Filipo, su hermano, tetrarca de

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Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene, en el pontificado de Anás y

Caifás”.

- Lc 3,23-38: Es la larga genealogía lucana que comienza desde Adán, mostrando a

Jesús como miembro de la raza humana, y llega hasta Dios, mostrando que Jesús es

hijo de Dios desde su nacimiento.

2. Cumplimiento de escrituras

La importancia del cumplimiento de las escrituras, radica en lo que Hans Conzelmann ha

postulado como la estructura de los „tres tiempos‟. En esta teología se habla de que Lucas ha

considerado tres tiempos conectados entre sí, y que ellos son los siguientes: el tiempo de

Israel, el tiempo medio o de Jesús y el tiempo de la Iglesia. Explicaremos brevemente cada

uno de ellos.

El tiempo de Israel hace referencia a las promesas hechas “en favor de Abraham y de su linaje

por los siglos” (Lc 1,55), y que se “había prometido desde antiguo por boca de sus santos

profetas (…) recordando su santa alianza, el juramento que juró a Abraham nuestro padre”

(Lc 1, 70.72-73). Este tiempo viene desde la alianza del Antiguo Testamento y concluye con

Juan el Bautista, el cual “irá delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo el

conocimiento de la salvación mediante el perdón de sus pecados” (Lc 1,76-77). Se muestra

como las promesas escatológicas del segundo Isaías (Is 40,3) van teniendo cumplimiento en

estos últimos días.

El segundo tiempo es el de Jesús, el cual lo inaugura con el anuncio de Isaías 61 en la

sinagoga de Nazaret, cuando dice: “el Espíritu del Señor sobre mí porque me ha ungido para

anunciar a los pobres la Buena Nueva me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos

y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del

Señor” (Lc 4,16-19). Este anuncio presenta una lista de sujetos escatológicos, es decir, los

excluidos, pecadores, enfermos, los cuales son los protagonistas de los últimos tiempos. Este

tiempo se inaugura además con la apertura de ojos y oídos y con el cumplimiento de

Escrituras “todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó pues, a decirles: Esta Escritura que

acabáis de oír se ha cumplido hoy” (Lc 4, 20-21). Jesús da comienzo al hoy de la salvación,

por la cual “el Ungido (Mesías) tiene ante todo una función social en bien de los más

pequeños y desamparados” (Lona, 2008, p. 138), además el hoy se enmarca dentro del

espacio y del tiempo, lo cual va en directa consonancia con la historicidad de esta salvación

que llega.

Este tiempo de Jesús comienza en Galilea, la cual era una tierra de marginación, de exclusión

social, esto porque la zona del norte de Israel se encontraba en contacto directo con la

gentilidad, razón por la cual los habitantes de las tierras del sur, es decir, Jerusalén. El que

Jesús comience el ministerio en Galilea, quiere expresar el que “Jesús legitima el anuncio del

evangelio a sujetos considerados excluidos del sistema religioso judío, esto es, endemoniados,

impuros, indignos de la alianza con Dios” (Carbullanca, 2011, p. 49) Esto que hemos dicho,

Lucas lo sostiene cuando Juan Bautista pregunta a Jesús si es el Mesías que han esperado, a lo

que Jesús responde: “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos

oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Noticia” (Lc 7, 22).

Nuevamente vemos la presencia de estos sujetos escatológicos, que simbolizan la renovación

de los tiempos, desde la apertura de ojos y oídos, y de la evangelización a los pobres.

Page 11: Apuntes Curso de Cristología

11

El tercer tiempo corresponde al de la Iglesia, el cual tiene como nexo con el de Jesús al

Espíritu Santo. Este tiempo va desde la Ascensión de Jesús hasta la Parusía. Aquí se ve que el

evangelista da gran importancia a la continuidad que existe entre el Israel de las promesas

hechas y el de las promesas cumplidas en Jesús. Esta continuidad está presente en el libro de

los Hechos de los Apóstoles.

3. El Reino de Dios en Lucas

El Reino de Dios es anunciado en Galilea como hemos visto en los puntos anteriores, y se

hace desde el texto de Isaías sobre el Ungido que actúa en favor de los pobres y marginados.

Pero ¿qué es el Reino de Dios? Esta expresión tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, en

donde se dice que Dios es Rey (cf. Sal 97,1-2), y que se Reino es todo el universo en virtud de

la creación. Para Jesús en cambio, el Reino tiene una connotación escatológica, y se entiende

como “salvación escatológica, para la plenitud de todo aquello que la humanidad anhela,

como paz, dicha, alegría y felicidad completa. Cuando Dios instaure su soberanía, entonces el

mal tendrá su término en el mundo, entonces empezará la salvación” (Blank, 1973, pp. 51-

52).

3.1 Los pobres como protagonistas el Reino

La soberanía de Dios, se presenta como un concepto englobante, que afecta a todas las

dimensiones de la vida humana, ya sea política, cultural, económica, religiosa o pedagógica, y

lo que provoca en el tejido social es la liberación del hombre “me ha enviado a proclamar la

liberación a los cautivos” (Lc 4, 18). Jesús se coloca en la línea de la expectativa escatológica

judía, y anuncia esta nueva sociedad liberada y liberadora de todos aquellos poderes extraños

que afectan al hombre, y especialmente a los pobres, que constituyen sus protagonistas.

Joachim Jeremías sostiene que “el resumen del evangelio y de toda la predicación de Jesús no

es: el reino o la salvación ha llegado, sino, la salvación ha llegado a los pobres, a los

pecadores” (Citado en Martín Descalzo, 1998, p. 38).

Estos pobres, conforman listas de sujetos escatológicos (sordos, cojos, ciegos, enfermos,

endemoniados, pecadores públicos), y son los llamados ptojois, es decir, aquellos que

realmente están hundidos en la miseria, los pobres concretos, los mendigos, que no tienen más

que su fe en Dios para subsistir. Son aquellos que por las normas cultuales y religiosas fueron

excluidos del sistema legalista judío, sin posibilidad de participar en las asambleas de la

sinagoga y menos del Templo de Jerusalén. Dice Martín Descalzo (1998) que “el pobre es

sinónimo del que tiene el corazón roto; de quienes no esperan la solución de sus problemas

sino de solo Dios; de los abandonados, los tristes, los desanimados, los débiles, los pequeños,

los simples. Y pobreza en la Biblia es sinónimo de hambre, de sed, de llanto, de enfermedad,

trabajos y cargas agobiantes, alma vacía, falta de apoyo humano” (p. 39).

3.2 Las señales del Reino en Lucas

El Reino de Dios en el tercer evangelio, muestra una dialéctica conocida como el ya-todavía

no. Según esta dicotomía, el Reino está cerca (ya del Reino) en la persona de Jesús y en el

proceso de evangelización: “En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os

pongan; curado los enfermos que haya en ella y decidles: El Reino de Dios está cerca de

vosotros. Sabed de todas formas que el Reino de Dios está cerca” (Lc 10, 8-9.11). Junto con

ello, existen las llamadas señales del Reino de Dios, que como hemos visto, afectan

directamente a los pobres y marginados. Dice Jesús: “Pero si por el dedo de Dios expulso yo a

Page 12: Apuntes Curso de Cristología

12

los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios” (Lc 11,20). Este signo del “dedo

de Dios” o de la fuerza que emana de la presencia divina, hace comprender que “Dios ha

entrado ya en la historia, el poder del demonio se tambalea, la enfermedad y el pecado (signos

de ese poder) retroceden (…) El Reino de Dios aparece como un reino eficaz: está presente

con un dinamismo que preciso tomar en un sentido absolutamente real” (Ruíz de la Peña,

1980, pp. 122-123). Siguiendo el tema de las señales del Reino, vemos algunos de los signos

que acompañan la llegada del Reino: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan

limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva, ¡y

dichoso aquel que no halle escándalo en mí!” (Lc 7, 22-23) Todo esto comporta el sentido

escatológico que posee el Reino de Dios.

Quisiéramos analizar un texto en particular que muestra como este Reino viene a romper la

circularidad que la enfermedad y la exclusión representan. El texto es la curación de la

hemorroísa (Lc 8,43-48). Los milagros que Jesús de Nazaret realizó, tienen algo que los

demás aspectos de la religiosidad oriental no tienen, esto es la novedad. Con el milagro, la

circularidad presente en las religiones arcaicas se rompe e irrumpe en la historia una nueva

experiencia religiosa. Por medio de un “enfrentamiento” entre la realidad de las culturas

orientales y la tradición judeocristiana, a partir de la historia y la escatología, estableceremos

pistas para comprender la novedad de los milagros de Jesús.

Comencemos vislumbrando las culturas orientales. Estas están basadas en la presencia de la

divinidad. Se establece un “centro” en el cual está la presencia de lo divino, el cual se

considera como la única realidad absoluta. Es en esta realidad en donde funcionan ciertos

arquetipos, los cuales, a partir de un origen primitivo, en un tiempo indefinido, establecen las

líneas de acción que rigen las vidas de los habitantes de las civilizaciones. Los arquetipos van

a hablar en lo grupal, dejando de lado el carácter personal y autónomo.

Un rasgo propio de la cultura oriental, es que estos arquetipos, se van repitiendo en un círculo

interminable, el cual posee un centro inexorable, los dioses o el Dios supremo, al cual el

hombre por más que trate, nunca podrá enfrentar. Esto se conoce como el mito del eterno

retorno. Es en este sentido en donde vale hablar de la concepción del sufrimiento. Para las

primeras civilizaciones, el sufrimiento era algo normal y que estaba condicionado por la

presencia de algún mal ocasionado por un tercero, además es imposible superar.

Nos dice Mircea Eliade “el hombre arcaico nada puede contra las catástrofes cósmicas, los

desastres militares, las injusticias sociales o las desgracias personales” (Eliade M, 2000, p.

94). Con esto quisieramos realizar una pequeña reflexión al modo de vida del hombre antiguo,

además de saber el cómo enfrentaban el sufrimiento. El vivir para estos hombres, era aceptar

los arquetipos divinos anteriormente nombrados. Aceptar el “centro”, la realidad y verdad

incuestionable, respetar las leyes que vienen desde el illo tempore, el tiempo inmemorial, el

periodo dominado por la creación, obra de la divinidad. Ahora en el tema de la aceptación del

sufrimiento, se veía que este poseía cierto sentido ya que podía ser provocado o ser

consecuencia de una falta personal, en donde la divinidad imponía un castigo del cual era

imposible salir. Tampoco se concibe como un medio de purificación, ya que es imposible salir

de él. Más allá no se valora.

Teniendo esta apretada visión del mundo oriental y su religiosidad, abordaremos el tema de

las tradiciones judeocristianas. Para comenzar esta sección, citar a Mircea Eliade: “Se ha

dicho que el gran mérito del cristianismo, frente a la antigua moral mediterránea, fue haber

valorado el sufrimiento: haber transformado el dolor, de estado negativo, en experiencia de

contenido espiritual positivo” (Eliade M, 2000, p 95). Este fragmento de su obra “El mito del

eterno retorno”, será de gran ayuda para poder comprender la novedad del milagro cristiano.

Page 13: Apuntes Curso de Cristología

13

La revelación monoteísta del pueblo judío, expone que la experiencia de Dios, se recibe en un

tiempo y en un lugar determinado, es decir en la historia, y más aún en la historia de la

salvación, al contario de la experiencia politeísta que habla que la divinidad se encuentra en el

arquetipo del génesis, en el tiempo indefinido y del cual que se no tiene memoria. La

experiencia del Theos Epifánes, el Dios de la manifestación concreta, va derribando poco a

poco el ciclo repetitivo del oriente, ya que se ve que la historia es teleológica y dinámica, es

decir tiene un comienzo en un tiempo y lugar, el jardín del Edén acaecido en el principio, y su

final será con la plenitud de Dios, en clave cristiana con el eschatón, el juicio final o la

resurrección.

El Dios hebreo, no es un Dios arquetípico, es un Dios que va caminando con el pueblo,

revelando sus designios en la historia, que ayuda a su pueblo y que lo castiga cuando se aparta

de Él, pero aún así y como nos dice el Salmo 103 “Su misericordia alcanza de generación en

generación a los que le temen” (Sal 103,17). Un punto final antes de pasar al análisis del

milagro en sí, es hablar del Mesías. En toda la profecía judía, se habla continuamente de un

hombre sobre el cual “reposará el espíritu de Yahveh” (Is 11,2)

Este Mesías será aquel que “anunciará la buena nueva a los pobres. Vendará los corazones

rotos, consolará a los que lloran y anunciará el Jubileo de Yahveh” (Cf. Is 61,1-2). Es el

Mesías, el Cristo o Ungido de Dios, su representante en la tierra, el cual devolverá la pureza

perdida a causa del primer pecado, restaurando la perdida comunión del hombre con su Dios

creador. Es por este Mesías que se logrará el eschaton que tanto se aguarda, en donde las

injustitas, las guerras y las catástrofes cesarán de una vez y para siempre. Y en este punto

vamos a comenzar a hablar de la novedad del milagro desde el relato de la hemorroísa.

El primer punto a analizar es la presentación de los enfermos o de la situación en la que se

encuentra la mujer. Dice el texto: “Entonces una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce

años y que no había podido ser curada por nadie” (Lc 8, 43) Hasta aquí todo igual. Como en

la circularidad y en la normalidad del sufrimiento oriental, el dolor y las catástrofes son

imposibles de superar, no hay medicamento que parezca aliviar los dolores. Se gastan bienes

económicos buscando soluciones pero nada. No hay personas que ayuden a estos enfermos,

en el caso de la mujer, nadie sabe cómo aliviarla. En esto no hay novedad aparente.

Un segundo punto a ver es el pensamiento o la actitud de los enfermos. Continúa el texto: “se

acercó (la mujer) por detrás y tocó la orla de su manto, y, al punto se le paró el flujo de

sangre” (Lc 8,44). Lo que aquí se provoca, es la experiencia religiosa, la cual hace que la

mujer se acerque a Jesús y toque su manto. Como vimos anteriormente, la experiencia

monoteísta de la cultura judía, permite que la fe florezca y que la persona se sienta un ser

particular que solo debe obediencia a Dios y es solo a él a quien tiene que responder.

Tenemos un tercer punto: la acción de Jesús, el milagro en sí. Volvamos a nuestro texto:

“Jesús dijo: ¿quién me ha tocado? Como todos los negaban, dijo Pedro: Maestro, las gentes te

aprietan y te oprimen. Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado, porque he sentido que una

fuerza ha salido de mí. Viéndose descubierta, la mujer se acercó temblorosa y, postrándose

ante él, contó delante de todo el pueblo por qué razón le había tocado y cómo al punto había

sido curada. Él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz” (Lc 8, 46-48).

En estos versículos vemos la acción del Mesías escatológico, aquel de quien hablaron los

profetas y quien debía venir entre otras cosas a regenerar las cosas que estaban sumidas en el

mal, entendiendo la enfermedad desde la perspectiva del mal provocado por los demonios. Es

el Mesías que rompe la circularidad acostumbrada, aquel que trae la novedad. En palabras de

Mircea Eliade: “La novedad de la religión judía y la tradición cristiana respecto a las

Page 14: Apuntes Curso de Cristología

14

estructuras tradicionales es presentar el acontecimiento histórico convirtiéndolo en teofanía,

en la cual se desvela tanto la voluntad de Yahveh como las relaciones personales entre él y el

pueblo que ha elegido” (Eliade M, 2000, p 109-110). Haciendo un breve comentario de esta

última cita, quedarnos con la expresión “relaciones personales entre él y el pueblo que ha

elegido”. Esto llevándolo a los milagros, el enfermo ve que la relación con su Dios, se hace

cada vez más fuerte, en cuanto está frente a su Mesías y pone su fe en Él. Esta es la única

respuesta a la sanación, el poner la confianza en la posibilidad de mejora, en poder destruir el

círculo que herméticamente cierra la vía de la curación.

3.2 Las palabras sobre el Reino de Dios en Lucas

Junto a los signos del Reino, encontramos las palabras que Jesús usa para referirse a él.

Rescatamos el diálogo que Jesús tiene con los fariseos: “Como le preguntaron los fariseos

¿cómo viene el reino de Dios? Les dio por respuesta: El reino de Dios no viene con gran

ostentación. Ni siquiera se puede decir: Mirad, ahí está, o allí. El reino de Dios está en medio

de vosotros” (Lc 17,20-21). Junto con ello, proponemos dos parábolas que hablan del

crecimiento del Reino de Dios, a saber, el grano de mostaza y la levadura en la masa. Es

necesario recalcar que no es algo característico de Lucas el presentar parábolas para hablar del

misterio de Dios, al contrario de Mateo que tiene un largo discurso parabólico.

Veamos pues estas parábolas. “Decía pues, ¿a qué es semejante el Reino de Dios? ¿a qué lo

compararé? Es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo puso en su huerto;

creció hasta hacerse árbol y las aves del cielo anidaron en sus ramas. Dijo también ¿a qué

compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en

tres medidas de harina hasta que todo fermentó” (Lc 13, 18-21). Lo que estas parábolas

muestran es el misterio de la pequeñez con la cual el Reino se manifiesta en la historia (está

en medio de vosotros).

Dice Martín Descalzo (1998) que “el centro de esta parábola es la antítesis entre la pequeñez

de la semilla y su florecimiento en el Reino escatológico” (p. 263), con lo cual se señala la

dialéctica del ya y del todavía no, en donde el primer momento está señalado por la siembra

del grano y por la levadura, y el todavía no, es decir, la plenitud escatológica del Reino en los

últimos tiempos, por el árbol y por la masa fermentada. Esto último que hemos dicho, nos

habla del todavía no del reino de Dios. Esto se muestra básicamente en la parábola del

banquete escatológico, en el cual se dice: “dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios”

(Lc 14,15), como esperanza de aquello que será pleno al final de los tiempos, aunque no se

debe desconocer que “en el anuncio del Reino son pocos los texto que hablan de la próxima

venida” (Lona, 2008, p. 136).

La síntesis, así como las sentencias que Jesús realiza frente a sus interlocutores y los signos

que se realizan en favor de los pobres, demuestran que “la llegada del reino de Dios no se deja

reconocer en apariciones poderosas en el cielo o sobre la tierra” (Blank, 1973, p. 55), y que

tampoco tiene como protagonistas a los ricos y poderosos, a los que por el contrario Dios

derribó de sus tronos (Cf. Lc 1, 51), sino que por el contrario, son los excluidos del sistema

judío los que encuentran lugar en la mesa de Reino de los pobres.

Page 15: Apuntes Curso de Cristología

15

4. El motivo teológico e imaginario del viaje en el tercer Evangelio

Es una característica propia de los evangelios sinópticos el mostrar a un Jesús caminante,

realizando un itinerario que va desde Galilea, como comienzo de la misión evangelizadora

hasta llegar a Jerusalén, la capital religiosa del país, en donde sufrirá la muerte y

experimentará la resurrección.

Itinerario del Jesús caminante de Lucas.

Estancia en Galilea Camino a Jerusalén Estancia en Jerusalén

Lc 4, 14.16 “Jesús volvió a

Galilea. Vino a Nazara”

Lc 4,31 “Bajó a Cafarnaún”

Lc 4, 43 “Para eso he sido

enviado. E iba predicando por

las sinagogas de Judea (Israel

en la nota de la BJ)

Lc 7, 1 “Una vez concluidas

todas estas palabras al pueblo,

entró en Cafarnaún”

Lc 7,11 “A continuación se fue

a una ciudad llamada Naím”

Lc 8,1 “Recorrió a

continuación ciudades y

pueblos, proclamando y

anunciando la Buena Nueva

del Reino de Dios”

Lc 8,22 “Cierto día subió a una

barca con sus discípulos y les

dijo: Pasemos a la otra orilla

del lago”

Lc 8,26 “Arribaron a la región

de los gerasenos, que está

frente a Galilea”

Lc 9,51 “Sucedió que como se

iban cumpliendo los días de su

asunción, él se afirmó en su

voluntad de ir a Jerusalén”

Lc 9, 57 “Mientras iban

caminando…”

Lc 10,38 “Yendo de camino,

entró en un pueblo”

Lc 13,22 “Atravesaba ciudades

y pueblos enseñando, mientras

caminaba hacia Jerusalén”

Lc 14,25 “Caminaba con él

mucha gente”

Lc 18,31 “Tomando consigo a

los doce, les dijo: Mirad que

subimos a Jerusalén, y se

cumplirá todo lo que los

profetas escribieron sobre el

Hijo del Hombre”

Lc 18,35 “Cuando se acercaba

a Jericó”

Lc 19,1 “Entró en Jericó y

cruzaba la ciudad”

Lc 19, 28 “Y dicho esto,

marchaba por delante,

subiendo a Jerusalén”

Lc 19,41 “Al acercarse y ver la

ciudad, lloró por ella”

Lc 19, 45 “Entró en el Templo

y comenzó a echar fuera a los

que vendían”

Lc 19,47 “Enseñaba todos los

días en el Templo”

Lc 20,1 “Uno de aquellos días

mientras enseñaba al pueblo en

el Templo y anunciaba la

Buena Nueva”

Lc 21,37 “Durante el día

enseñaba en el Templo y salía

a pasar la noche en el monte

llamado de los Olivos”

Lc 22,14 - 24, 1-53: Relata la

Pasión, la Muerte, la

Resurrección y las apariciones

a los discípulos de Emaús,

junto con la Ascensión.

Como hemos visto en el cuadro sinóptico anterior, el Jesús de Lucas opta por comenzar su

misión en Galilea, que para el pensamiento bíblico representa la exclusión y la marginación

por parte de los habitantes de Judea. La lógica del Dios de Jesús es ir al encuentro de aquellos

considerados impuros, con lo cual, el mismo Jesús pasa a ser un impuro a los ojos de los

legalistas judíos. El evangelista crea así un imaginario del viaje, por el cual, “el hombre de

Nazaret fue también un migrante, un predicador itinerante, que ha salido de los íntimos

círculos de Nazaret, ha recorrido todo Israel, y ha tocado zonas de frontera” (Eckholt, 2004,

en línea). En este mismo imaginario kinésico, se produce también el encuentro con diferentes

personas y diferentes realidades, a las cuales se les anuncia el Reino de Dios. Así como Jesús

camina y libera desde su praxis y del anuncio del Evangelio, así también el mismo Dios se

mueve o baja al lugar en donde están los pobres, marginados y desterrados por causas de la

legalidad2.

2 Esto que hemos dicho, lo vemos reflejado en el relato del Éxodo en el cual se narra el como Dios ve la aflicción

de su pueblo esclavo en Egipto y baja para librarlo (Ex 3, 7-8), y también en el relato de Exequiel en donde se

habla de un segundo éxodo de carácter escatológico, y en donde se habla de la visión del carro de Yahvé que va

a Babilonia en donde están los desterrados (Ex 1,1-3)

Page 16: Apuntes Curso de Cristología

16

Otra característica del imaginario del viaje, radica en que el mismo Jesús envía a sus

discípulos a anunciar el Evangelio: “convocando a los doce, les dio autoridad y poder sobre

todos los demonios, y para curar enfermedades, y los envió a proclamar el Reino de Dios y a

curar” (Lc 9, 1-2), y también dice en otra parte: “Después de esto, designo el Señor a otros

setenta y dos y los envió por delante de dos en dos a todas las ciudades y sitios adonde él

había de ir” (Lc 10,1), con lo cual se demuestra la comunidad también es itinerante a ejemplo

de su maestro que “no tiene donde reclinar la cabeza” (Lc 9,57). Es más, en el segundo tomo

de Lucas, esto es, los Hechos de los Apóstoles, la Iglesia naciente es llamada “Camino” (Hch

9, 2), y designa la conducta del hombre en la cual se señala que éste es un sujeto peregrino.

5. Las actitudes de misericordia en el tercer Evangelio desde las parábolas

Una de las grandes características del Jesús de Lucas es la misericordia con la que se trata a

los pobres y con la que se narran en este caso las parábolas. Dice Antonio Bentué (2012) que

“las parábolas son uno de los textos más auténticos en su referencia a la enseñanza original

del Jesús histórico: su lectura nos permite visualizar puntos de contacto entre la experiencia

humana y la realidad eterna” (p. 22). En este apartado, analizaremos la parábola del buen

samaritano (Lc 10, 29-37).

El buen samaritano, da cuenta de dos grupos de personajes, a saber, los legalistas judíos

representados por el sacerdote y el escriba, y por otro lado, los marginados del sistema judío,

representado por el samaritano. Todo ocurre a las afueras de Jerusalén (10, 30) y en el camino

es atacado el hombre (10,30). Hemos visto anteriormente que el camino es el lugar en el cual

se encuentran los hombres, y en esta parábola, el camino que baja de Jerusalén a Jericó

funciona como escenario del encuentro. En este encuentro, la legalidad judía no se acerca al

herido, ya que según el culto, el contacto con ellos o con el enfermo contaminaba a los puros

y terminan dando un rodeo (10, 31-32) En el segundo encuentro, está el samaritano, el que

representa a los profanos, a los excluidos y proscritos de Israel, pero que a diferencia de los

legalistas, se acerca al herido, le cura las heridas, las venda y lo lleva a una posada (10, 33-

35).

La Iglesia siempre ha visto en esta parábola una representación, y San Agustín sostiene que

las imágenes de esta parábola están representadas en que el samaritano es Jesús, quien recoge

al enfermo desde la Redención de toda la humanidad. El hombre caído es Adán, que

representa a toda la humanidad que muere y es herida por el pecado original. El asaltante es el

mismo pecado que hiere al hombre. El sacerdote representa al Antiguo Testamento, que solo

representó prefiguración y no tenía nada que ofrecer para perdonar los pecados, al igual que el

levita, que representa la ley. Jesús samaritano lleva al herido Adán a la posada que representa

a la Iglesia que recibe a todos los hombres que están heridos a la orilla del camino.

Dice San Agustín: “Así pues, Adán descendió y cayó en manos de los ladrones, porque todos

somos Adán. Pasó el sacerdote, y no hizo caso; pasó el levita, y no hizo caso, porque la ley no

puede curar. Pasando el samaritano, no nos menospreció: nos curó, nos cargó en sí mismo, en

su carne nos llevó al hostal, es decir, a la Iglesia, y entregó al hostelero dos denarios: la

caridad de Dios y el amor al prójimo” (S. Agustín, Epist. 155,28; PL 33, 218), con lo cual se

resume aquello que hemos dicho.

Page 17: Apuntes Curso de Cristología

17

6. El proceso y la muerte de Jesús desde el tercer evangelio

6.1 Fuentes para conocer la muerte de Jesús

Para comprender cuáles fueron las causas de la muerte de Jesús, y todo lo que vino

inmediatamente después del juicio, debemos leerlo desde los Evangelios, ya que conforman la

fuente más directa para realizar esta tarea. Pero también se han encontrado en diversos

documentos de carácter cristiano y no cristiano datos que hablan del proceso histórico de

Jesús.

6.1.1 Fuentes no cristianas

Estas fuentes proceden de documentos de historiadores judíos, como Flavio Josefo que

escribe la obra Antigüedades judías hacia el año 94 d.C. Rescatamos el libro XVIII de esta

obra, en la cual figura una noticia sobre Jesús:

“En este tiempo vivía Jesús, hombre prudente, si, a pesar de todo, hay que llamarle hombre.

Realizaba en efecto, cosas maravillosas, enseñaba a los hombres que reciban la verdad (…) Y

cuando, a denuncia de los principales de nuestra nación lo condenó Pilato a la cruz, los que le

habían amado al principio le conservaron su afecto; se les apareció en efecto al tercer día, vivo

de nuevo, como lo habían anunciado los divinos profetas (…)”

Otro documento interesante de conocer, lo constituyen los Anales del autor romano Tácito,

escritos hacia el año 100, y que da cuenta de las represalias que los cristianos sufren en la

persecución de Nerón, hacia el año 67 en Roma:

“El fundador (auctor) de esta denominación, Christus, había sido sometido a suplicio por el

procurador Poncio Pilato bajo el principado de Tiberio” (Anales XV,44)

Un tercer documento, es una carta de un tal Mará bar Serapion, estoico sirio, el cual escribe a

su hijo que estudiaba en Edesa. La fecha de esta carta es incierta, pero se postula como más

probable el 70 d.C.

¿Qué ventaja obtuvieron los atenienses con matar a Sócrates, si recibieron su ración de hambre

y peste? ¿o los samios con quemar a Pitágoras, si su tierra quedó enteramente sepultada bajo la

arena un instante? ¿o los judíos en crucificar a su prudente rey, si, a partir de entonces, les fue

arrebatado su reino?

6.2 Fuentes cristianas

Las fuentes cristianas representan la documentación más segura y más próxima para conocer

el proceso histórico que llevó a Jesús hacia la muerte. Aun así no podemos desconocer que

cada evangelio muestra un interés distinto al hablar de la muerte de Jesús. Intentemos

comprender esto. Para el Evangelio de Juan por ejemplo, vemos que Jesús sabe todo lo que le

va a suceder (Jn 18,4), y va a la muerte como un Rey (mi Reino no es de este mundo… soy

Rey Jn 18, 36-37), o que también se presenta como Dios desde el uso de la expresión YO

SOY, empleada en el Antiguo Testamento para nombrar a Dios (Ex 3,14; Jn 18,5). Estas

peculiaridades denotan una elaboración teológica más profunda por parte del cuarto

evangelista.

Page 18: Apuntes Curso de Cristología

18

Por otra parte, el Evangelio de Marcos, muestra un esquema apocalíptico en la muerte de

Jesús, en el relato que se conoce como el “relato pre marcano de la pasión”, y que se sostiene

que es el relato más antiguo de la pasión de Jesús. Vemos que en el capítulo 15 de Marcos, se

muestra que las horas avanzan (hora tercia, hora sexta, hora nona, el atardecer), o también que

el sol se oscurece a mediodía y el velo del Templo de rasga por la mitad.

6.3 Causas históricas de la muerte de Jesús

Históricamente Jesús predicó la llegada de Dios poniéndose en la línea de los profetas

escatológicos del Antiguo Testamento, con lo cual esperaba una llegada inminente de Dios

que vendría a reinar sobre el mundo. Jesús consideraba que se estaban viviendo los últimos

días. Esto se comprende desde las palabras que Jesús dice: “Pues de verdad os digo que hay

algunos, entre los aquí presentes, que no gustarán la muerte hasta que vean el Reino de Dios”

(Lc 9, 27) Como Jesús se dio cuenta que el Reino no llegaba, decide ir a Jerusalén, ya que es

necesario que se encuentre en la ciudad “porque no cabe que un profeta perezca fuera de

Jerusalén” (Lc 13,33)

Jesús sabía que la situación política comenzaba a dificultarse, y había grupos que estaban

buscando la forma como acabar con su vida. Leemos por ejemplo en Marcos que luego de la

curación del hombre de la mano paralizada, “los fariseos se confabularon con los herodianos

contra él (contra Jesús) para ver como eliminarle” (Mc 3,6). Pero acaecieron dos situaciones

que determinaron su asesinato, a saber, la entrada de los ramos y las palabras contra el

Templo junto con el incidente en sus estancias.

Veamos el tema de la entrada de los ramos. Este hecho fue una “verdadera manifestación

mesiánica en la que una muchedumbre en delirio escolta a Jesús y celebra en él la tan

esperada restauración del reino davídico” (Légasse, 1994, p. 50) Jesús da cumplimiento así a

la profecía mesiánica de Zacarías que dice: “¡Exulta sin freno Sión, grita de alegría Jerusalén!

Que viene a ti tu Rey justo y victorioso, humilde y montado en un aso, en una cría de asna”

(Za 9,9). El grito de júbilo de los jerosolimitanos, se comprende desde “la esperanza de que

hubiera llegado la hora del Mesías, y al mismo tiempo la petición de que fuera instaurado de

nuevo el reino de David” (Ratzinger, 2011, p. 17), con lo que se manifiesta esta profecía. La

entrada mesiánica en Jerusalén, vendrá a ser uno de los argumentos que las autoridades judías

utilizarán para acusar a Jesús ante Pilato “hemos encontrado a éste alborotando a nuestro

pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo rey” (Lc 23, 3).

El segundo episodio que desencadenará la muerte de Jesús fue el incidente del Templo. Lucas

lo narra de la siguiente manera: “Entró en el Templo y comenzó a echar fuera a los que

vendían, diciéndoles: Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis

hecho una cueva de bandidos!” (Lc 19, 45-46). Para comprender este evento, se han postulado

como principal hipótesis el que Jesús haya querido purificar el Templo de Jerusalén. El

segundo Templo, “había ido perdiendo en gran medida su sentido original de ser lugar de la

presencia de Dios y símbolo de comunión, para convertirse un sitio de marginación y

discriminación” (Armstrong, 2005, p. 98), esto porque el en el Templo se encontraban

diferentes espacios, divididos por el llamado círculo de santidad, el cual establecía que entre

más cerca de Dios, más puro se era. El primer lugar lo ocupaban los fariseos y las familias

sacerdotales que ostentaban el poder religioso, económico y político. En el lugar más lejano

se encontraban los enfermos, los pecadores, los endemoniados, aquellos que no podían gozar

de la alianza con Dios.

Page 19: Apuntes Curso de Cristología

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Lo que el enfrentamiento que Jesús sostuvo con las autoridades de su tiempo, también se

convertirá en un enfrentamiento entre el dios de los fariseos, el dios dinero, poder y exclusión,

y el Dios de Jesús, el Dios de los pobres, de la marginación, del perdón y de la liberación. Los

grupos de poder terminaron viendo en Jesús a un peligro para sus intereses, y concluyeron que

la única forma de deshacerse de él era asesinándolo.

6.3 El proceso judío de Jesús

Una de las cosas que debemos afirmar al hablar de la muerte de Jesús es que esta fue una

consecuencia de su vida, es decir “no murió por error o por un malentendido, sino como un

verdadero de su existencia. Jesús murió como murió porque había vivido como había vivido”

(Martín Descalzo, 1998b, p.27). Jesús como vemos en los relatos evangélicos, desbarató el

entramado de intereses de los fariseos y de los grupos de poder, esto desde una praxis

netamente liberadora que optaba por los pobres y marginados, haciéndose él mismo uno de

esos pobres.

Vamos a revisar el proceso judío, que cronológicamente fue el primero que vivió Jesús. El

proceso de Jesús comienza con el prendimiento en Getsemaní (Lc 22,47-53), de donde se lo

llevan a la casa del Sumo Sacerdote (Lc 22,54), en donde es acusado por el Consejo de

ancianos del pueblo, por los sumos sacerdotes y los escribas, junto al Sanedrín, autoridad

religiosa de Jerusalén, y en donde se le condena por la blasfemia al autoproclamarse el Hijo

de Dios (Lc 22,66-71). Pero ¿qué es esta blasfemia de la que Jesús es hallado culpable? Esto

lo encontramos en la misma vida y predicación de Jesús, a saber,

“ha anunciado el reinado de Dios como buena noticia para los pobres y pecadores, ha

desenmascarado la religión ideológica de las autoridades judías, y ha mostrado el amor eficaz

y gratuito de Dios. El Dios que Jesús revela no es el dios de las autoridades judías. ¡Ahí está la

blasfemia!” (Silva, 1989, p. 137)

Este juicio será el que será decisivo para que las autoridades judías envíen a Jesús a Pilato, en

donde será juzgado por el poder político.

6.4 El proceso romano (proceso político)

El proceso ante Pilato (Lc 23, 2-25), y se va articulando de la siguiente manera. La acusación

con la que los dirigentes judíos llegan a Pilato, es que Jesús ha alborotado al pueblo, ha

prohibido pagar tributo al César y se autoproclama Rey. Ante estas acusaciones, Pilato no

encuentra delito en Jesús, por lo cual lo envía a Herodes. Herodes lo único que hace es

burlarse de Jesús y lo envía nuevamente a Pilato, el cual decidirá finalmente el destino de

Jesús. Pilato presenta a Jesús al pueblo para que este decida, y aunque Pilato no encuentra

culpabilidad en Jesús, lo entrega para que sea crucificado. Es interesante que Pilatos ni

Herodes no encuentren culpabilidad en Jesús, lo cual pareciera demostrar que son “un motivo

apologético de la iglesia primitiva. Deben mostrar que el cristianismo primitivo no es

peligroso para el estado romano” (Silva, 1989, pp. 337-338) y esto en la versión lucana tiene

sentido ya que la comunidad es enviada hasta los confines de la tierra, hasta Roma.

Finalmente la condena es la crucifixión, muerte de subversivos.

Page 20: Apuntes Curso de Cristología

20

6.5 Interpretación que la comunidad dio a la muerte de Jesús

Anteriormente nos hemos centrado en las explicaciones y causas históricas en torno a la

muerte de Jesús. Ahora expondremos cuál es la interpretación que la primera comunidad

cristiana y la teología. Lo primero que debemos comprender, es que la primera comunidad

cristiana leyó la muerte de Jesús a la luz de las categorías teológicas veterotestamentarias,

especialmente desde los Cánticos del Siervo de Yahvé del deuteroIsaías, con lo cual hay un

cumplimiento de escrituras en la muerte de Jesús.

La muerte de Jesús también fue vista como un acontecimiento expiatorio, un sacrificio de

perdón. Esto se comprendió desde los sacrificios antiguos, específicamente de los corderos

pascuales o de la víctima sacrificada en el Yom Kippur, o fiesta de la expiación de los

pecados en Israel, en la cual el Sumo Sacerdote imponía sus manos sobre la ofrenda y

transmitía todos los pecados del pueblo sobre el sacrificio. Pero será la Eucaristía la que

vendrá a recapitular todos los sacrificios de la Antigua Alianza. Jesús, con su cuerpo y sangre

entregada en la cruz, perpetuará para la comunidad su presencia en los signos eucarísticos del

pan y del vino. Con esta entrega, se comprende que “Jesús fue un ser para los demás, se

entregó continuamente al anuncio del reinado de Dios; en él Dios estuvo presente de forma

salvadora, lleno de gracia que eleva, de libertad que construye, de amor gratuito por los

pobres y pecadores” (Silva, 1989, p. 346), lo cual queda demostrado en la entrega del pan y

del vino.

Otra de las explicaciones que es presentada fundamentalmente en Latinoamérica, es que Jesús

representa a los pobres que mueren prematura e injustamente en nuestros pueblos. Es así

como “Jesús fue, como todos los pobres e inocentes de la historia, víctima de ese conflicto de

intereses, opiniones, odios y miedos que acaban siempre por aplastar a los más débiles”

(Martín Descalzo, 1998b, p. 31). En nuestra teología de la liberación, los pueblos que sufren y

son explotados, son categorizados como los “pueblos crucificados”, los cuales son la

prolongación histórica del asesinato de Jesús. Estos crucificados toman diferentes rostros,

mujeres violentadas, minorías indígenas y sexuales, estudiantes, cesantes, no nacidos,

pobladores, y en ellos Jesús vuelve a morir, esperando la Resurrección desde las comunidades

cristianas de base.

7. La pedagogía del Jesús Resucitado desde el encuentro en Emaús

Vamos a comprender cuál es la pedagogía que el Resucitado utiliza para que la comunidad

entienda este Misterio. Lo interesante de esta pedagogía, es que Jesús se convierte en

compañero de camino de los discípulos, y en ellos, de toda la Iglesia. Para realizar la

hermenéutica de este texto, vamos a analizar en primer lugar las acciones de Jesús, para luego

confrontarlas con las de los discípulos. Junto con esto, destacar los momentos del texto,

centrándonos específicamente en la explicación de la Escritura y en la fracción del pan.

Recordemos antes de adentrarnos en el texto que el tercer evangelio gusta de realizar el tema

del imaginario del viaje, mostrando a un Jesús caminante, desde el itinerario que comienza en

Galilea dirigiéndose a Jerusalén, y desde la cual envía a la comunidad hasta los confines de la

tierra, que como hemos visto, representa a Roma.

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El texto comienza

“Aquél mismo día, dos de los discípulos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, que dista de

Jerusalén unos once kilómetros” (Lc 24,13)

La actitud de los discípulos es la de caminar (se dirigían a un pueblo). El texto señala que iban

de a dos (dos de los discípulos), lo cual nos recuerda el envío misionero de los setenta y dos

“después de esto, el Señor designó a otros setenta y do, y los envió por delante, de dos en dos,

a todos los pueblos y lugares a donde él pensaba ir” (Lc 10,1). El texto anterior muestra que

Jesús es llamado Señor (Kyrios, Cristo), el cual era el título que la comunidad le aplicó luego

de la Resurrección. Con esto, pareciera ser que el texto de los setenta y dos y Emaús tendría

alguna relación con la misión.

Sigamos revisando el texto de Emaús.

“Iban hablando de todos estos sucesos. Mientras hablaban y se hacían preguntas, Jesús en

persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos estaban tan cegados, que no

eran capaces de reconocerlo. Él les dijo ¿qué es lo que vienen conversando por el camino?

Ellos se detuvieron entristecidos, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: ¿Eres tú el

único en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días? Él les preguntó: ¿Qué ha

pasado?” (Lc 24, 14-19)

Lo interesante de la pedagogía de Jesús está fundamentado en dos aspectos esenciales, a

saber, el caminar con los peregrinos y el hacer preguntas. Vemos en primera instancia que los

discípulos van haciéndose preguntas, con lo que queda demostrado que la vida es un

constante cuestionarse, buscar respuestas. Hay en la vida espacios de vacíos de sentido o de

conceptos, una falta de hermenéutica por la totalidad de la existencia, lo que queda

demostrado en este hacerse preguntas desde la tristeza. Pero es en este escenario de

desolación aparente en el cual Dios se hace presente y se pone a caminar con los hombres.

Hay un pasar de Dios que es el Otro absoluto pero que se hace inmanente en Jesucristo,

verdadero Dios y verdadero Hombre, con lo cual este se transforma en un compañero de

camino.

Lo que viene a continuación es la actitud de los discípulos, y el evangelista señala que sus

ojos estaban cegados y no son capaces de reconocer a Jesús resucitado. Lo que aquí se quiere

señalar es que “Dios mismo es el extraño por excelencia, el siempre mayor, y quien, como tal

envía algo nuevo al camino y deja irrumpir lo desconocido” (Eckholt, 2004, en línea). Este

encuentro está significado en la ceguera y en el no reconocer, con lo que se pareciera ser que

es un texto de crisis. Esta misma ceguera es la que padece San Pablo antes de la conversión, o

la oscuridad que cubre toda la tierra en la crucifixión que da paso a la resurrección. Este estar

ciegos, o tener una falta de conceptos que doten de sentido a la existencia, se puede

comprender también a partir de la salida de los discípulos de la ciudad de Jerusalén, la cual

representó la crisis en la muerte de Jesús.

Pero a pesar de este no reconocer, Jesús sigue caminando a nuestro lado y sigue

interpelándonos desde las preguntas ¿qué ha sucedido? ¿qué conversan por el camino? Estas

mismas preguntas se siguen formulando a las comunidades eclesiales, que experimentan de

igual manera la ceguera o las crisis por falta de sentido o por acontecimientos que cometen

tanto sacerdotes como laicos. Las crisis, el no reconocer la presencia de Dios en medio de las

angustias o de las dificultades, siguen apareciendo en los caminos de la existencia, pero

también en ese mismo recorrido aparece el Cristo resucitado que espera de nosotros la

respuesta a sus preguntas.

Page 22: Apuntes Curso de Cristología

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Continúa el texto

“Ellos contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta todopoderoso en obras y

palabras ante Dios y ante todo el pueblo. ¿No sabes que los jefes de los sacerdotes y nuestras

autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaron? Nosotros

esperábamos que él fuera el libertador de Israel. Y sin embargo, ya hace tres días que ocurrió

esto. Es cierto que algún de nuestras mujeres nos han sorprendido, porque fueron temprano al

sepulcro y no encontraron su cuerpo. Hablaban incluso de que se les habían aparecido unos

ángeles que decían que está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo encontraron

todo como las mujeres decían, pero a él no lo vieron” (Lc 24, 19b-24)

Lo que evidenciamos en estos versículos son las primeras informaciones que la comunidad

recibió sobre la Resurrección de Jesús. Encontramos que las mujeres son las primeras

informantes de este acontecimiento y también el testimonio de algunos miembros del grupo.

A Jesús no se le ve en el sepulcro y tampoco se le reconoce en el camino, hay una ceguera

espiritual (ojos cerrados, tristeza, no ver). Este extranjero está siendo interiorizado acerca de

los acontecimientos ocurridos en la capital religiosa del país, muestra curiosidad (¿qué

conversan, ¿qué cosa?).

Sigue el texto:

“Entonces Jesús les dijo: ¡Que torpes son para comprender y qué duros son para creer lo que

dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías sufriera todo esto para entrar en su

gloria? Y empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que decían

de él las Escrituras” (Lc 24,25-27)

Los discípulos que caminan en la existencia, representada por los kilómetros que separan a

Jerusalén de Emaús, no realizan una interpretación de profecías. Cleofás y el otro discípulo no

tienen la capacidad de comprender las palabras hechas en el tiempo de las promesas y que

fueron formuladas desde Abraham, pasando por Moisés y los profetas, y que por lo cual son

reprendidos y calificados como torpes y duros de entendimiento.

Lo que el extraño realiza es una hermenéutica desde los textos veterotestamentarios. Quizás lo

que nos dice el Evangelio de Juan nos puede ayudar a comprender la función interpretativa o

hermenéutica que Jesús realiza. Dice el Evangelio de Juan: “Al principio existía la Palabra. La

Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. En efecto, de su plenitud (de la plenitud de

la Palabra) todos nosotros hemos recibido gracia en abundancia. Porque la ley fue dada por

medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos llegaron por medio de Cristo Jesús. A Dios

nadie lo ha visto jamás; el Hijo único que es Dios y que está en el seno del Padre, nos lo ha

dado a conocer” (Jn 1,1.16-18). Es interesante el que Juan también relacione el ocultamiento

de la persona de Dios, pero también el reconocer que esta realidad puede ser desvelada por

mediación de la hermenéutica del Hijo encarnado en la historia.

El mismo extraño se convierte así en un lugar teológico, es decir, en el cual podemos

comprender quién es Dios y cuál es el sentido salvador y liberador de la muerte del Cristo. En

esto, es interesante lo que sostiene Paul Ricoeur citado en Eckholt (2004) en relación a la

presencia de este extraño que camina con los discípulos: “logra los trabajos de traducción,

recordar las historias tanto propias como ajenas, y sobre todo disponerse al servicio de

reconciliación. Los extranjeros nos exigen salir de nuestra cotidianeidad y nos recuerdan lo

inesperado del futuro” (pp. 19-20), y el extraño de Emaús provocó este recordar historias y

profecías del Antiguo Testamento y reconciliar a los caminantes.

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El texto continúa:

“Al llegar al pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le

insistieron diciendo: Quédate con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo. Y entró para

quedarse con ellos. Cuando estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo

partió y lo dio a ellos. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron pero Jesús

desapareció de su lado. Y se dijeron uno a otro: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos

hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? En aquel mismo instante se pusieron en

camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once y a todos los demás

que decían: Es verdad, el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón. Ellos, por su parte, lo

que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

(Lc 24, 28-35)

En estos versículos, la mayor característica es la hospitalidad (quédate con nosotros, se sentó

a la mesa, les dio el pan). Lo que aquí se produce es un entrar de Dios a la casa, a la meta que

representaba Emaús para los dos discípulos. Dios se sienta a la mesa, toma el pan, lo parte y

lo da. Y junto con ello se dispone la vida para hacer oración. En esto Eckholt (2004) nos dice:

“La vivencia de la hospitalidad abre el espacio del estar unos con otros hacia la experiencia

del don: unos de otros recibimos lo nuevo, y cuando entra el extraño, Dios es admitido. Con el

extranjero, la comunidad de los discípulos ha alabado a Dios en Emaús” (p. 20), y el extraño

pasa a ser sacerdote en la comunidad.

Este relato de Emaús siempre ha sido relacionado con la Eucaristía. En esto, es imposible no

recordar lo que nos dice Aparecida: “La Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del

discípulo con Jesucristo. Con este Sacramento, Jesús nos atrae hacia sí y nos hace entrar en su

dinamismo hacia Dios y hacia el prójimo. En cada Eucaristía, los cristianos celebran y

asumen el misterio pascual, participando en él” (Aparecida, 251). Nuevamente, vemos la

noción del lugar teológico, que anteriormente fue aplicada al extraño que camina con los

discípulos y que ahora Aparecida le adjudica a la celebración Eucarística, con lo cual queda

que ambos momentos nos comunican la presencia de Dios en nuestro caminar.

Luego del reconocimiento, los discípulos experimentan la conversión, con el paso de una

situación de ceguera, amargura y tristeza, a una situación existencial marcada por la apertura

de los ojos y por la comprensión del corazón. Estas situaciones, son acontecimientos

escatológicos, es decir, en los últimos tiempos la comunidad experimenta el reconocimiento

del Hijo de Dios que camina en la historia personal y social. Junto a ello, el reconocimiento

hace que los caminantes retornen a Jerusalén y en esto Aparecida nos vuelve a hablar: “Allí

(en la Eucaristía), el Espíritu Santo fortalece la identidad del discípulo y despierta en él la

decidida voluntad de anunciar con audacia a los demás lo que ha escuchado y vivido”

(Aparecida, 251) y es por ello que los caminantes llegan a Jerusalén con la noticia ¡es verdad,

ha Resucitado!.

Hemos visto en este texto cuál es la pedagogía de Jesús, que comienza con las preguntas, las

cuales van siendo resueltas desde el caminar, el interpretar las Escrituras, y pasar desde la

hospitalidad a la casa en donde se ora y se comparte el pan. La pedagogía jesuánica es una

netamente liberadora, esto porque se provoca la conversión, el paso de una situación marcada

por la ceguera y la incomprensión, a una vida misionera fundamentada en la Escritura, el pan

y el anuncio kerigmático de la Resurrección. Hemos dicho al comienzo de este apartado que

el texto de Emaús parecía que era un relato misionero, esto por el que eran dos discípulos que

caminaban, lo que se asimilaba a los setenta y dos que fueron enviados de dos en dos.

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Volvamos a ver este texto de envío, y comprendamos como la actitud final de Cleofás y del

otro discípulo está en directa consonancia con el anuncio y la misión.

“Los setenta y dos regresaron llenos de alegría. Jesús les dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del

cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a

conocer a los sencillos. Si, Padre, así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y

nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el

Hijo se lo quera revelar. Dirigiéndose después a los discípulos, les dijo en privado: Dichosos

los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver

lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron” (Lc 10, 21-24).

Esto aparece como un resumen de toda la misión postpascual de los discípulos. Jesús da a

conocer a la comunidad quién es Dios, cuál es su misterio que se hace palpable en el camino

(regresaron). Se ha ocultado estas revelaciones a los sabios, representados por los fariseos y

principales de Jerusalén, quienes rechazaron a la persona del Hijo de Dios. Por el contrario, ha

sido revelado todo a los sencillos, representados en Cleofás y el otro discípulo, quienes

representan a toda la comunidad. Junto con ello, vemos el acontecimiento escatológico de la

comprensión (los ojos que ven, lo que escuchan ustedes). Los profetas y reyes representan a

los personajes de la primera alianza y del tiempo de las promesas, quienes no vieron el

acontecimiento de Jesús y del Reino. Será la comunidad de los sencillos y de los humildes,

tiempo de Jesús como centro de la historia y la Iglesia, como continuadora de la misión hasta

la Parusía.

CONCLUSIONES

Las claves de comprensión del tercer evangelio, radican en mostrar a un Jesús compasivo y

misericordioso, que opta por los pobres, mujeres, enfermos y marginados del sistema judío,

que va de camino, interpretando las escrituras y partiendo el pan. Es el centro de toda la

historia de salvación, que comienza en el tiempo de Israel, en donde se ubican las promesas

hechas a Abraham y toda su descendencia y que concluyen en Juan Bautista, quien anuncia la

llegada del que había de venir. La práctica y el Evangelio anunciado por Jesús, se condensan

como mensajes de liberación para los pobres e indignos de la alianza con Dios. La misión de

Jesús fue el anunciar el Reino de Dios, entendido como sociedad nueva, libre y liberadora de

toda forma de alienación y exclusión, y es la misión que la comunidad debe continuar hasta la

segunda venida de su Señor.

El desafío que la lectura del Evangelio de Lucas deja a las comunidades eclesiales de base, es

ser continuadora de la misión de Jesús, anunciando la liberación en todas las estructuras de la

sociedad, proponiendo una práctica evangelizadora que comienza en las Galileas actuales,

entendidas como todos aquellos lugares discontinuos y de marginación, y que se prolonga

hasta los confines de la tierra. Así como Jesús fue el caminante por excelencia, la Iglesia

también debe caracterizarse por el ser itinerante, proponiendo una pedagogía basada en la

apertura al Otro absoluto (Dios) que nos interpela y nos exige reconocerlo tanto en la persona

del Hijo como también la del otro terreno y limitado (estructuras sociales, la comunidad, el

prójimo).

La misma Cristología bíblica, nos va dando herramientas hermenéuticas, teológicas,

pastorales, políticas y sociales, por medio de las cuales vamos dando testimonio de aquello

que confesamos, de que Cristo realmente ha resucitado y nos ofrece una vida nueva. Debemos

volver nuestras miradas sobre la persona del Jesús muerto y resucitado, y experimentar esa

conversión que hizo a los discípulos de Emaús volver sobre sus pasos y anunciar esto que

habían visto y oído.