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Estados Unidos: ¿Una revolución posible? HOWARD ZINN 4 ¿Una ¿Una Nubes en el horizonte norte EE.UU. último bastión del imperio capitalista YLDEFONSO FINOL 26 hori hori del del ¿Qué hay detrás de la economía venezolana y su fantástico crecimiento? MANUEL SUTHERLAND 74 de la e de la e y su fan y su fan Las guerras de EE.UU. en Oriente Próximo: Oposición social e impotencia política JAMES PETRAS 9 e e ¿Es posible una Revolución Socialista en Estados Unidos? GERSON GÓMEZ ACOSTA 30 en E en E G G La lucha por la emancipación de los indígenas en los Estados Unidos FRANCISCO JAVIER VELASCO 34 por por en lo en lo FR FR ¿Debería considerarse realmente el Vaticano un Estado? MARCOS ANTONIO FRAGA ACOSTA 81 ¿De ¿De rea rea MARC MARC De puertas abiertas con Edwin Madrid MIGUEL MÁRQUEZ 83 De pu De pu Los derechos humanos de las personas indocumentadas en Estados Unidos RAFAEL RODRÍGUEZ CRUZ 12 person person Contenido 5 Chomsky le habla a Venezuela Entrevista con Noam Chomsky RUBÉN WISOTZKI 28 Revolución en los Estados Unidos ¿Por qué no? ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA 78 Carlos Irazábal: el problema de la esclavitud de los africanos y sus descendientes en Venezuela JOSÉ MARCIAL RAMOS GUÉDEZ 14 La maldición capitalista en Estados Unidos NÉSTOR FRANCIA 56 Carl Sandburg «yo soy el pueblo, la chusma…» MANUEL RUANO 85 Memoria de la casa del viento VIDAL CHÁVEZ LÓPEZ 16 El mundo no puede esperar: una propuesta de revolución en los Estados Unidos LOURDES MANRIQUE 39 Pulsiones de destrucción dentro de la OTAN GERÓNIMO PÉREZ RESCANIERE 60 Que despierte el leñador PABLO NERUDA 87 90 años del nacimiento de Antonio Lauro JORGE BRULE 19 ¿Otro Estados Unidos de América es posible? WLADIMIR RUIZ TIRADO 65 América (fragmentos) ALLEN GINSBERG 89 Felipe Pirela, Bolerista del Universo LUIS BARRERA LINARES 22 Destruyamos la hegemonía del dólar y el Imperio colapsará MARINELLA CORREGGIA ROHINI HENSMAN TRADUCCIÓN: ROCÍO NAVARRO AMARO 72 Informe Político del Fantasma El Duende que camina HÉCTOR SEIJAS 91 Acerina y su danzonera FEDERICO MOLEIRO CAMERO 77 La noticia y sus efectos 11 de septiembre 1973 ALCIDES HURTADO BUSTILLOS 92 Voces de la Calle WILLIAM OSUNA 94 Nace una opera prima CÉSAR CHIRINOS 95 A Plena Voz y sus fraternos lectores 96 Comic IVÄN LIRA Alimentos transgénicos instrumentos de dominación y dependencia RICARDO ZERPA SALAZAR 42 Alime Alime dominaci dominaci Contra la criminal desculturización CARLOS MÉNDEZ TOVAR 44 Con Con d d C C La generación eternamente perdida JOSÉ SANT ROZ 47 eterna eterna Pidamos peras al olmo. Estados Unidos nos las dará IVÁN PADILLA BRAVO 50 Pidam Pidam Estados U Estados U Buscando el rostro perdido MARIANELLA YANES OLIVEROS 52 el el MARIAN MARIAN ¿Es posible una revolución en los EE.UU.? ANTONIO CASTRO AVELLANEDA 37 u u ANTONIO ANTONIO Robert Frank: El Fotógrafo Salvaje GUADI CALVO 54 El F El F

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Estados Unidos:¿Una revolución posible?

HOWARD ZINN4¿Una revolución posible?4¿Una revolución posible?

Nubes en el horizonte norte EE.UU.

último bastión del imperio capitalista

YLDEFONSO FINOL26horizonte norte EE.UU. 26horizonte norte EE.UU.

del imperio capitalista26del imperio capitalista

¿Qué hay detrásde la economía venezolanay su fantástico crecimiento?

MANUEL SUTHERLAND74de la economía venezolana74de la economía venezolanay su fantástico crecimiento?74y su fantástico crecimiento?

Las guerras de EE.UU. en Oriente Próximo:

Oposición social e impotencia política

JAMES PETRAS9e impotencia política 9e impotencia política

¿Es posible una Revolución

Socialista en Estados Unidos?

GERSON GÓMEZ ACOSTA30en Estados Unidos?30en Estados Unidos?GERSON GÓMEZ ACOSTA30GERSON GÓMEZ ACOSTA

La lucha por la emancipación

de los indígenasen los Estados Unidos

FRANCISCO JAVIER VELASCO34por la emancipación

34por la emancipación

en los Estados Unidos34en los Estados UnidosFRANCISCO JAVIER VELASCO34FRANCISCO JAVIER VELASCO

¿Debería considerarse realmente el Vaticano

un Estado?MARCOS ANTONIO FRAGA ACOSTA81¿Debería considerarse 81¿Debería considerarse realmente el Vaticano81realmente el Vaticano¿Debería considerarse realmente el Vaticano¿Debería considerarse 81¿Debería considerarse realmente el Vaticano¿Debería considerarse

MARCOS ANTONIO FRAGA ACOSTA81MARCOS ANTONIO FRAGA ACOSTA

De puertas abiertas con Edwin Madrid

MIGUEL MÁRQUEZ83De puertas abiertas con 83De puertas abiertas con

Los derechos humanos de las

personas indocumentadasen Estados Unidos

RAFAEL RODRÍGUEZ CRUZ12personas indocumentadas12personas indocumentadas

contenido

5Chomsky le habla

a VenezuelaEntrevista con

Noam ChomskyRUBÉN WISOTZKI

28 Revolución en los Estados Unidos

¿Por qué no?ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA

78Carlos Irazábal:

el problema de la esclavitud de los africanos

y sus descendientes en Venezuela

JOSÉ MARCIAL RAMOS GUÉDEZ

14 La maldición capitalista

en Estados UnidosNÉSTOR FRANCIA

56Carl Sandburg«yo soy el pueblo,

la chusma…»MANUEL RUANO 85 Memoria

de la casa del viento

VIDAL CHÁVEZ LÓPEZ

16El mundo no puede esperar:

una propuesta derevolución en

los Estados Unidos LOURDES MANRIQUE

39Pulsiones de destrucción

dentro de la OTANGERÓNIMO PÉREZ RESCANIERE

60Que despierte el leñadorPABLO NERUDA 87

90 años del nacimiento

de Antonio LauroJORGE BRULE

19¿Otro Estados Unidosde América es posible?

WLADIMIR RUIZ TIRADO

65América (fragmentos)ALLEN GINSBERG

89 Felipe Pirela,Bolerista del Universo

LUIS BARRERA LINARES

22Destruyamos la

hegemonía del dólar y el Imperio colapsará

MARINELLA CORREGGIAROHINI HENSMAN

TRADUCCIÓN:ROCÍO NAVARRO AMARO

72 Informe Político del Fantasma

El Duende que camina HÉCTOR SEIJAS

91Acerina y su danzoneraFEDERICO MOLEIRO CAMERO

77La noticia y sus efectos11 de septiembre 1973

ALCIDES HURTADO BUSTILLOS

92 Voces de la CalleWILLIAM OSUNA

94Nace una opera primaCÉSAR CHIRINOS

95A Plena Voz y sus fraternos lectores

96ComicIVÄN LIRA

Alimentos transgénicosinstrumentos de

dominación y dependenciaRICARDO ZERPA SALAZAR42Alimentos transgénicos42Alimentos transgénicos

dominación y dependencia42dominación y dependencia

Contra la criminal desculturizaciónCARLOS MÉNDEZ TOVAR44Contra la criminal 44Contra la criminal

desculturización44desculturizaciónCARLOS MÉNDEZ TOVAR44CARLOS MÉNDEZ TOVAR

La generación eternamente perdida

JOSÉ SANT ROZ47eternamente perdida47eternamente perdida

Pidamos peras al olmo. Estados Unidos nos las dará

IVÁN PADILLA BRAVO50Pidamos peras al olmo. 50Pidamos peras al olmo. Estados Unidos nos las dará50Estados Unidos nos las dará

Pidamos peras al olmo. Estados Unidos nos las dará

Pidamos peras al olmo. 50Pidamos peras al olmo. Estados Unidos nos las dará

Pidamos peras al olmo.

Buscando el rostro perdido

MARIANELLA YANES OLIVEROS52el rostro perdido52el rostro perdidoMARIANELLA YANES OLIVEROS52MARIANELLA YANES OLIVEROS

¿Es posibleuna revoluciónen los EE.UU.?

ANTONIO CASTRO AVELLANEDA37una revolución37una revolución

ANTONIO CASTRO AVELLANEDA37ANTONIO CASTRO AVELLANEDA

Robert Frank: El Fotógrafo Salvaje

GUADI CALVO54El Fotógrafo Salvaje54El Fotógrafo Salvaje

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A Plena VozRevista Cultural de Venezuela N° 35-36 septiembre/octubre de 2007

Ministro del Poder Popularpara la Cultura

Francisco Sesto Novás

Viceministro de Culturapara el Desarrollo Humano

Iván Padilla

Viceministra de Fomentode la Economía Cultural

Emma Elinor Cesín Centeno

Viceministro de Identidady Diversidad Cultural

Héctor Enrique Soto

Fundación EditorialEl perro y la rana

Miguel MárquezPresidente

Consejo EditorialFrancisco Sesto Novás

Benito IradyGustavo PereiraWilliam Osuna

Miguel Márquez

Coordinador EditorialWilliam Osuna

Coordinación de RedacciónHéctor Seijas

Asistente a la Coordinación EditorialLibia Guerrero CNP 10.911

Diseño y DiagramaciónGlenn Díaz [email protected]

Portada y Dirección de artePájaro [email protected](Montaje de portada: Glenn Díaz)

CorrecciónLeya Olmos

Colaboraron en este número:Howard Zinn, Noam Chomsky, Rubén Wisotzki, James Petras, Rafael Rodríguez Cruz, Néstor Francia, Lourdes Manrique, Wladimir Ruíz Tirado, Marinella Correggia- Rohini Hensman, Yldefonso Finol, Roberto Hernández Montoya, Gerson Gómez Acosta, Francisco Javier Velasco, Antonio Castro Avellaneda, Gerónimo Pérez Rescaniere, Ricardo Zerpa Salazar, Carlos Méndez Tovar, José Sant Roz, Iván Padilla Bravo, Marianella Yanes Oliveros, Guadi Calvo, Manuel Ruano, Carl Sandburg, Allen Ginsberg, Pablo Neruda, Gonzálo Rámirez, Julio Cortázar, Héctor Seijas, Manuel Sutherland, José Marcial Ramos Guédez, Marcos Antonio Fraga Acosta, Edwin Madrid, Miguel Márquez, Vidal Chávez López, Germán Pinto Saavedra, Jorge Brule, Luis Barrera Linares, Federico Moleiro Camero, William Osuna, Iván Lira.

Depósito Legal: pp200302CS576 ISSN: 1690-6659

Ministerio del Poder Popular para la CulturaAv. Panteón, Foro Libertador, Edf. Archivo General de la Nación, planta baja, Caracas- Venezuela,E-mail: [email protected] Tlfs: 58 0212 5648023/5640106

Editorial El perro y la ranaTlf: 58 0212 5642469

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EditorialEste número doble, extraordinario, dedi-

cado al tema de los Estados Unidos: una re-volución Posible, supone un gran esfuerzo editorial. Su contenido se realizó con acuciosas búsquedas en jornadas inagotables, tanto en nuestro sitio de labor, como en nuestras casas.

Avanzada esta breve introducción agra-decemos a Rafael Rodríguez Cruz, por facilitar-nos su colaboración, junto con la de Howard Zinn; a Rubén Wisotzki por cedernos espacios de honestidad y profesionalismo con su entre-vista a Noam Chomsky; y a todos los escritores convocados para este número 35-36 de la Re-vista A Plena Voz, por consignar a tiempo sus refl exiones respecto al tema que nos ocupa y convoca.

Como siempre, fraterno lector, usted tie-ne la palabra. De usted depende la divulgación del presente temario. Sus contenidos le con-ciernen, nuestra historia, como la historia de América Latina va emparentada con esa gran nación imperial. Como en el relato bíblico, la lucha será entre David y Goliath; en este caso, la onda no será manipulada por un niño, cen-tenares de millones agitan el cuero, la piedra va por los aires.

Con esta atmósfera de segura victoria y defi nitivo mañana, el equipo editor de A Plena Voz, divulgadores de utopías y sueños, felicita a Laura Antillano por el merecido homena-je que le ofrecerán escritores y lectores en la III Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN 2007). Nos sumamos a esta fi esta de la palabra.

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4 A Plena Voz 4 A Plena Voz

No hay perspectivas inmediatas de un movimiento de masas progresista en Estados Unidos, pero el potencial para ese movimiento existe. Ese potencial puede encontrase en las cientos de organizaciones antiguerra activas a través de todo Estados Unidos; en los grupos ambientalistas que acudieron a Seattle en 1999 para confrontar la Organización

Mundial del Comercio; en los millones de inmigrantes que han estado organizando demostraciones bajo el lema de que «ninguna personal es ilegal»; en los distintos grupos feministas; en la reciente combatividad mostrada por los trabajadores y trabajadoras de la limpieza y los servicios organizándose y en huelga; y en la creciente conciencia dentro de la comunidad afroamericana de que las victorias de los derechos civiles no han alterado en lo fundamental la naturaleza económicamente subordinada de la población negra en Estados Unidos. Sí, la reserva de esa posibilidad está en lo que he señalado, pero está también en la cada vez mayor comprensión de que no hay esperanzas de un cambio básico en el Partido Demócrata o, igual-mente, en el proceso electoral. El problema es cómo movilizar la energía de los grupos arriba mencionados y transformar todo esto en una fuerza nacional. Eso va a tomar tiempo, paciencia y más y más ejemplos de resistencia por los trabajadores, los consumidores y los soldados.

Howard Zinn es un historiador, escritor de obras de teatro y activista social estadounidense. Fue trabajador de muelles y piloto de aviones de bombardeo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos antes de que atendiera Columbia University en Nueva York y obtuviera un doctorado. Ha enseñado en Spellman College y en la Universidad de Boston. También ha sido profesor invitado en la Universidad de París y la Universidad de Bolonia. Zinn ha recibido numerosos reconocimientos por su gran labor activista e intelectual. Es el autor de Una historia popular de Estados Unidos. Esta nota fue escrita especialmente para A Plena Voz y traducida por Rafael Rodríguez Cruz.

estados unidos:¿una revolución posible? HOWARD ZINN

Especial para A Plena Voz

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A Plena Voz 5 A Plena Voz 5

A Plena Voz tiene el privilegio de presentar a sus lectores una mues-tra del libro: Chomsky le habla

a Venezuela. Esta publicación, a cargo de la Fundación Editorial El Perro y la Rana, reúne, en una serie de entrevistas condu-cidas por Rubén Wisotzki y Eva Golinger, las refl exiones, análisis y juicios de uno de los intelectuales y activistas sociales más destacados de nuestro tiempo. Temas me-dulares que, desde nuestra condición pro-tagónica y responsable, nos corresponde asumir como ejercicio del criterio, la razón y el derecho a otro mundo posible.

r. W.: Es un honor y un placer es-tar aquí, en nombre del Ministerio del Poder popular para la Cultura y el Cen-tro Nacional del Libro, pero sobre todo, en nombre de un pueblo que ha encon-trado en su pensamiento luces para la construcción del socialismo del siglo XXI. Desde allí la primera pregunta: Se sabe que están en peligro de extinción la mitad de las 7 mil lenguas del mun-do. ¿Qué signifi cados tiene este drama? ¿Cómo puede evitarse?

n.Ch.: Cada vez que un idioma desaparece, la tradición histórica, la

riqueza cultural, la tradición oral y las formas de vida también desaparecen; un pedazo de la humanidad desapa-rece. No se trata sólo de palabras. Los idiomas son parte de una sociedad viva. Una gran parte de la humanidad se está destruyendo junto con su tradición y su riqueza cultural. Está pasando en todas partes y la gente no parece tener cons-ciencia de ello. Europa es un ejemplo; hace 100 años había muchos idiomas. Muchas personas en Italia no pueden hoy hablar con sus abuelas porque el idioma de ellas ha desaparecido. Ha sido

Chomskyle habla a venezuela

Entrevista con noam ChomskyrUBén WIsoTzKI

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6 A Plena Voz 6 A Plena Voz

reemplazado por algo llamado italiano como idioma nacional. Tuve estudian-tes que después de graduarse se fueron a Alemania, interesados en el idioma; enseñaron alemán en universidades a estudiantes que residían en Alemania pero hablaban lenguas locales. Estos idiomas son diferentes, no inteligibles entre sí, pero están colapsando entre los idiomas nacionales por diversas ra-zones, principalmente históricas.

Este fenómeno es particularmente cierto con los idiomas indígenas. En lo que hoy es territorio estadounidense había miles de idiomas, pero debido a la conquista y la destrucción, los Estados Unidos es hoy una sociedad lingüística-mente homogénea. En Europa los idio-mas están diferenciados, no así en Esta-dos Unidos, ya que cuando llegaron los europeos arrasaron con todo, por lo que quedan pocos vestigios. Esto está suce-diendo trágicamente en todas partes.

¿Qué se puede hacer al respecto? Muchas cosas. Le hablaré de un logro espectacular que está sucediendo aquí y puede reproducirse. Tuvimos un lin-güista maravilloso llamado Kenneth Hale, quien por desgracia, murió re-cientemente. Entre otras cosas estudió los idiomas indígenas de Australia, del suroeste de Estados Unidos, de la Costa Atlántica de Centroamérica y muchos otros lugares. Trajo gente de las comu-nidades indígenas del suroeste –Hopis y Navajos- a estudiar a MIT, sin tener mu-cho entrenamiento y logró que se gra-duaran como lingüistas profesionales. Comenzaron a trabajar con sus propios idiomas y, por supuesto, superaron el trabajo de los antropólogos o lingüistas, porque conocían su idioma y tenían el conocimiento teórico.

Uno de estos casos pertenece a una indígena Wampanoag, Jessie Little Doe, quien se encuentra aquí en Boston. El Wampanoag fue uno de los idiomas principales que se hablaron en este barrio, antes de la llegada de los colo-nos ingleses. Hubo grandes masacres, pero todavía los vestigios de su cultura permanecen. El idioma no se habla-do en 100 años, pero Ken Hale, junto con Jessie y una pareja de estudiantes lo reconstruyeron a partir de textos antiguos, comparándolo con idiomas similares. Jessie Little Doe lo aprendió y su bebé, que ahora tiene 3 años, es un hablante nativo del Wampanoag, el

primero en cien años. Ahora están sur-giendo otros casos y la comunidad se ha interesado, así que se está extendiendo. Mientras exista un hablante, se puede reconstruir un idioma.

Le contaré una experiencia perso-nal. Una de mis hijas fue a vivir a Bar-celona poco después de la dictadura de Franco. Cuando la visité, sólo escucha-ba y veía el español. Regresé un par de años después y sólo escuchaba catalán. Bajo la dictadura, que era muy fuerte, el catalán había sido suprimido, pero la gente lo hablaba en sus casas, de ma-nera que no lo dejaron morir. Le tomó 5 años para emerger de nuevo; sin em-bargo no es el único idioma que usted ve o respira. La última vez que estuve en Gales, me asombró ver a los niños en sus escuelas hablando galés. Si las condiciones son favorables, siempre ha-brá una manera de rescatar estas cosas. Las circunstancias en las que viven los indígenas son tan horribles y la repre-sión hacia ellos es tan extrema que se les hace muy difícil -aunque no imposi-ble- retener su vitalidad cultural y con ello el idioma. Se requiere esfuerzo y energía.

Mi hija está trabajando ahora con los indígenas de La Guajira en Colom-bia, donde están siendo desplazados por las minas antipersonales. Corríjame usted, pero tengo entendido que Vene-zuela está haciendo un esfuerzo para mantener la integridad de las comu-nidades indígenas y detener las com-pañías que están colocando las minas, esto es, desenterrándolas y destruyén-dolas. En Colombia ocurre lo contrario. No podemos decir que sea imposible. De hecho, los grupos activistas con los que mi hija está trabajando han tenido éxi-to en convencer a esas compañías para que cesen de alguna forma la represión y actúan en pro de los derechos indíge-nas. Se puede lograr.

r.W.: Por tercer año consecutivo, en la República Bolivariana de Vene-zuela, se realizará una Feria Internacio-nal del Libro que abarcará todo el país; como nunca antes, se ha puesto aten-ción al libro y la lectura, se editan millo-nes de libros por parte del Estado, se ha fundado una imprenta cultural, se ha creado una Red Nacional de Escritores, se han distribuido de manera gratuita millares de ejemplares de El Quijote de Cervantes y Los Miserables, de Victor

Hugo; hay 47 librerías populares en todo el país; cada día sabemos más los venezolanos que en el libro está parte de nuestra fortaleza. Nuestro Presiden-te es el primer gran incitador de la lec-tura. El libro, la lectura es hoy la gran arma para el futuro, ¿Cree que es así?

n.Ch.: Sí, ciertamente lo creo. Y hay otros países que tienen ferias nacio-nales del libro, Cuba, por ejemplo. Es un paso importante, no sólo en Venezuela, sino en cualquier lugar del hemisferio, pero también en las sociedades indus-trializadas. Actualmente es un gran problema en los Estados Unidos que las personas no lean; los niños no leen. Se enganchan a la televisión y los video-juegos; son criados para estar siempre hambrientos de estímulos, así que ne-cesitan mucha violencia, color y ruido. Insisto, puedo verlo sólo de manera per-sonal. Esto es indicativo de lo que está pasando en el mundo. Cuando era niño, leíamos libros; mis hijos iban a la biblio-teca y regresaban con más o menos 15 libros y nos íbamos a un rincón a leer. Mis nietos aquí no leen. Tengo, sin em-bargo, dos nietos que crecieron en Ni-caragua y ahora viven en México y leen todo el tiempo. Podemos verlo incluso en las estadísticas: hay un declive muy notable de la lectura y, por supuesto, es un golpe severo a la salud y la vitalidad cultural. Si la lectura se puede desarro-llar en Venezuela, estoy seguro que será un maravilloso avance.

Le contaré una historia sobre Don Quijote: fui invitado a dar una conferen-cia hace aproximadamente 20 años en España. Había profesionales, lingüistas, biólogos y otros. En un momento dado me referí al «Caballero de la Mancha» y nadie supo de qué estaba hablando. No pensé que tuviese que explicarlo, pero casi nadie entendió la referencia. Usted puede deducir lo que eso signifi ca…és-tas eran personas formadas…en fi n, es buena idea hacer que la gente lea Don Quijote, especialmente ahora que es el aniversario.

r.W.: Como bien usted ha dicho, refi riéndose a América Central, «los intelectuales que perturbaron en el pa-sado el buen orden con su compromiso con los oprimidos y silenciados fueron doblemente asesinados, es decir, ase-sinados primero, olvidados después.» Esos doblemente asesinados han rena-cido en otros. Hay un nuevo orden inte-

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lectual. ¿Qué caminos debe seguir este nuevo intelectual para no fallarle a su sociedad?

n.Ch.: Bueno, no sé si su cámara puede captarlo, pero justo allí hay una ilustración de lo que usted está comen-tando. Como puede ver, es el Angel de la muerte y estos son: el Arzopisbo Rome-ro, los seis intelectuales jesuitas asesi-nados y su criada e hija. Este cuadro re-presenta lo que fueron los años ochenta. Romero fue asesinado mientras ofi ciaba la misa en 1980, y los intelectuales je-suitas en 1989. Fueron asesinados por un batallón elite armado y entrenado por Estados Unidos, que ya entonces había dejado un rastro de sangre y violencia, con las miles de víctimas de siempre: campesinos, obreros, activis-tas de derechos humanos, sacerdotes, etc. Fue una década asesina; murieron casi 75.000 personas, casi todos ellos a manos de las fuerzas de seguridad res-paldadas por Estados Unidos. Todo esto salió a la luz después por la Comisión de la Verdad, aunque fue en un momento en que nadie le prestaba atención.

Este cuadro me lo dio un sacerdote hace 15 años y creo que lo colgué aquí para acordarme del mundo real. Pero después resultó ser un experimento in-teresante. Personas de todo el mundo entran a esta ofi cina y en un momento dado empecé a preguntarles si sabían lo que era. Casi ningún estadouniden-se lo supo responder; quizás 10% de los europeos lo sabían. De América Latina casi todos sabían, por lo menos hasta hace poco; los jóvenes saben muy poco sobre este tema, y estamos hablando de historia reciente, son los años ochenta. Si algo así hubiese pasado en Checoslo-vaquia por esos años, si a Vaclav Havel y a sus socios les hubiesen volado el ce-rebro las fuerzas de seguridad rusas; si hubiesen asesinado a miles de Checos; si al Arzobispo checo, siendo una voz para los excluidos, hubiese sido asesina-do mientras daba la misa, todo el mun-do lo sabría. Probablemente se habría desatado una guerra nuclear tal, que no quedaría nadie para contarlo, pero más allá de eso, todo el mundo lo sabría. Sería una gran historia de horror. Pero cuando sucede aquí nadie se entera y desafortunadamente mi experiencia me dice que los jóvenes en América La-tina tampoco lo saben. ¿Podría decirme cuántas personas en Venezuela podrían

identifi car el cuadro? Bien, eso es lo que pasó y es verdad.

La clase intelectual en Centroamé-rica es muy impresionante. Muchos eran sacerdotes y fueron diezmados junto con la población. Estados Uni-dos desató grandes guerras en los años ochenta; cientos de miles de personas fueron asesinadas y hundieron países que podrían no recuperarse jamás. Es curioso que en la región centroameri-cana, sólo hay un país que parece ser sustentable: Costa Rica, y es, de hecho el único que Estados Unidos nunca in-vadió. Esta correlación de hechos asus-ta. Sabemos que el blanco principal de la intervención norteamericana en la región es Haití, lo cual es un desastre. Primero, Francia lo destruyó, lo robó y continúa haciéndolo. Luego Estados Unidos lo intervino masivamente. Con Woodrow Wilson, que se suponía era un gran idealista, enviaron a los mari-nes a ocuparlo, echaron al Parlamento, por oponerse a aprobar una ley que en-tregaría las tierras a las corporaciones norteamericanas responsables de dece-nas de miles de muertes, y restauraron virtualmente la esclavitud, dejando el país en manos de una guardia nacional brutal. No vamos a pasearnos por la historia entera, pero en 2004, Estados Unidos y Francia, sus verdugos tradi-cionales, intervinieron nuevamente y tumbaron el gobierno.

Sabemos que Haití es uno de los países más pobres del mundo. ¿Cuál es el segundo? Nicaragua, otro blanco de Estados Unidos. De hecho, retrocedió al siglo XIX, logrando recuperarse enor-memente en este siglo. Guatemala lo sigue en la lista de países con todos los males de los últimos 50 años: asesina-tos, homicidios, pandillas organizadas, etc. Como dije anteriormente, en el único país donde Estados Unidos no ha intervenido (Costa Rica), hay una so-ciedad funcionando más o menos como una sociedad europea Occidental. Estas correlaciones son bastante signifi cati-vas, y sin embargo, vea usted si puede encontrar alguna universidad o escuela en los Estados Unidos o Europa que ha-ble sobre ello o que esté consciente de ello.

¿Cómo pueden los intelectuales centroamericanos sobrevivir a esto? Si ellos pueden, la sociedad también sobre-vivirá. Si la sociedad se destruye, ellos se

destruirán con ella. Ahora, ¿cómo pue-de sobrevivir la sociedad? Se requieren dos factores: uno de ellos es interno; la sociedad debe resistir a las atrocidades y a la represión, sabiendo que hay un límite en cuánto se puede resistir en países como Haití o Guatemala cuando hay un súper poder buscando destruir-te. Así que el factor más importante está aquí, en Estados Unidos y sus aliados europeos, donde está el poder: a menos que los poderosos toleren la libertad y la independencia, posibilidades de alcan-zarlas son mínimas. En toda la historia, la realidad ha demostrado lo contrario, pero a través de la cooperación y la soli-daridad se puede lograr.

Aún cuando sucedieron cosas ho-rribles durante los años ochenta, tam-bién hubo algunas buenas. Una de ellas fue el surgimiento de movimientos de solidaridad, inexistentes en toda la his-toria del imperialismo occidental. Muy pocas personas pensaron, por ejemplo, en ir a vivir a pueblos oprimidos para ayudar y proteger a las víctimas. Nadie pensó antes en ir a un pueblo vietnamita o argelino para protegerlos de las fuer-zas francesas o estadounidenses. Sólo a partir de los años ochenta surgió en los Estados Unidos un movimiento po-pular bastante sustancial, aunque poco conocido; venía de los centros elitescos como Boston, sino del Medio oeste, del sudoeste y de zonas rurales. Muchos de ellos vinieron de las iglesias, principal-mente las evangélicas y cristianas.

A propósito de esto, recuerdo que viajé muchas veces por esos años a lugares rurales como Kansas; allí las personas sabían más de Centroaméri-ca que en Harvard, y ciertamente más que la CIA, lo cual no es mucho decir. Estaban muy comprometidos, ya que su conocimiento venía de su experien-cia directa en el lugar. De hecho, una de mis hijas fue a Nicaragua por esa razón y todavía está allí. Esto se ha extendido como un movimiento de solidaridad in-ternacional, principalmente cristiano y evangélico. Hay, por ejemplo, pacifi stas cristianos en Hebron, en Irán e Irak; son personas muy valientes y honorables. Este es el tipo de solidaridad que puede marcar una gran diferencia a la larga, y una de las razones por la cual los mo-vimientos internacionales de justicia global son importantes. Lo que es lla-mado anti-globalización es en realidad

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pro-globalización, ya que atiende a las personas, no a las corporaciones. Como ejemplo, los grupos que se reúnen en el Foro Social Mundial, son algo comple-tamente nuevo en la historia; nunca ha existido algo así. Es el inicio de un genui-no movimiento internacional con gen-te de todo tipo: campesinos, obreros, las elites intelectuales, los activistas de de-rechos humanos, todo lo que se pueda pensar, reuniéndose, planifi cando e in-teractuando, en verdadera solidaridad.

Antes de ir al Foro Social Mundial en Porto Alegre, Brasil, fui a la reunión de la Vía Campesina que se realizó muy cerca y me pareció extraordinaria. Son campesinos que representan a las gran-des mayorías –de Brasil, de América del Sur, algunos de Estados Unidos-, juntos en una reunión muy constructiva y además muy alegre, lo cual es sorpren-dente, considerando lo que ocurre con los campesinos en todo el mundo. Desde mujeres intercambiando semillas has-ta discusiones sobre cómo integrar los problemas al discurso político. Esta re-unión tuvo lugar en una granja colec-tiva del MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores), y es, en mi opinión, el movimiento popular más importante en el mundo. Son cientos de miles de perso-nas que han hecho cosas maravillosas, entre ellas la toma de tierras ociosas, la creación de granjas colectivas y siste-mas de distribución colectiva, y por ello han enfrentado una terrible represión. Podemos considerar este movimiento como un verdadero Socialismo del siglo XXI, pero surgiendo desde la base.

Próximo a la Vía Campesina se realizó el Foro Social Mundial, con una participación mucho más amplia de dis-tintos sectores sociales. Creo que es la base para el tipo de solidaridad que ha frenado la intervención de los poderes imperiales. Usted puede verlo en Vene-zuela: la última vez que Estados Unidos intentó derrocar un gobierno electo fue en Venezuela en 2002 y tuvieron que retirarse, no pudieron llevarlo a cabo. Treinta años atrás habrían tenido éxito. Cuando la administración Kennedy de-cidió derrocar el gobierno de Goulart en Brasil, simplemente lo hizo; ocurrió un par de semanas después del asesinato. ¡Y estamos hablando de los demócratas liberales! Ellos sentaron las bases para un golpe militar, lo ejecutaron y esta-blecieron el primer estado de seguridad

nacional al estilo neo-nazi en América Latina. Por supuesto que, siendo Brasil un país importante, esta plaga se exten-dió al resto del continente como nunca desde la conquista española, y fi nal-mente terminó en Centro América.

En esos días no era muy difícil de-rrocar un gobierno; no había protestas ni ningún impedimento; nadie prestaba atención. En 2002 fue muy diferente. Primero, hubo muchas protestas desde América Latina y en segundo lugar, se hizo en forma encubierta; no puede ha-cerse abiertamente de la manera acos-tumbrada. Sabemos que es un proceso lento, pero a pesar de las atrocidades y el gran número de víctimas, ha me-jorado con el tiempo, desde el primer movimiento de solidaridad de masas en los años ochenta, que surge desde la base: América rural, el Medio oeste, las iglesias evangélicas en Arizona, etc. Esa es la corriente popular del país que impedirá la intervención y la violencia imperial, a través de la interacción con otros países. Hay nuevas oportunidades para los intelectuales. Ellos no viven en un vacío, viven en una sociedad. Si la sociedad no es receptiva con ellos y si no colaboran con esa sociedad, no se pue-de hacer nada

21 de septiembre de 2007MIT, Cambridge, MA,

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A Plena Voz 9

No puedes ganar la paz a menos que conozcas al enemigo

en casa y en el extranjero

Coronel de Marines de Tennessee, EE.UU.

Por todas partes que he visitado, de Copenhague a Estambul, de la Patagonia a Ciudad de Méxi-

co, periodistas y académicos, sindi-calistas y gente de negocios, así como ciudadanos de a pie, inevitablemente me preguntan por qué el público es-tadounidense ha tolerado la masacre de alrededor de un millón de iraquíes durante las últimas dos décadas y de miles de afganos desde 2001. Por qué, preguntan, un público que las encues-tas de opinión revelan que está a favor de retirar las tropas estadounidenses de Irak en más del 60% es tan impo-tente políticamente. Un periodista de un importante periódico de negocios de la India me preguntó qué está im-pidiendo al Gobierno estadounidense detener su agresión contra Irán, si casi todas las grandes compañías petrole-ras del mundo, incluso las multinacio-nales estadounidenses, están ávidas de negociar los yacimientos de crudo con Teherán. Los antiguerra en Europa, Asia y América Latina me preguntan en los grandes foros públicos qué es lo que le ha pasado al movimiento por la

Las guerras de EE.UU. en oriente próximo:

oposición social e impotencia política

JAmEs PEtrAs

Especial para A Plena Voz

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paz estadounidense ante el acuerdo ge-neral entre la Casa Blanca republicana y el Partido Demócrata que domina el Congreso para continuar financiando la carnicería iraquí, apoyando a los is-raelíes en la ocupación, los asesinatos y condena de Palestina y la destrucción de Líbano.

¿Ausencia de un movimiento por la paz?

Justo antes de la invasión estado-unidense de Irak, en marzo de 2003, más de un millón de ciudadanos de Estados Unidos se manifestaron contra la guerra. Han surgido desde enton-ces algunas protestas menores al hilo de la escalada de matanzas en Irak, el aumento de bajas estadounidenses y la nueva guerra contra Irán que se divi-sa en el horizonte. El fallecimiento del movimiento de la paz en gran medi-da es el resultado de la decisión de las principales organizaciones pacifistas de cambiar las movilizaciones sociales independientes por la política electo-ral, en particular al canalizar a los ac-tivistas al trabajo para la elección de candidatos demócratas, la mayoría de los cuales han apoyado la guerra. La razón ofrecida por estos «líderes de la paz» fue que, una vez elegidos, los de-mócratas responderían a los votantes antiguerra que les pusieron en el cargo. Por supuesto, la experiencia práctica y la historia deberían haber enseñado al movimiento por la paz lo contrario: los demócratas en el Congreso votaron todos los presupuestos militares desde que EE.UU. invadió Afganistán e Irak. La capitulación total de la mayoría demócrata, recientemente elegida, ha tenido un importante efecto desmorali-zador sobre los desorientados activistas por la paz y ha desacreditado a muchos de sus líderes.

Ausencia de un movimiento nacional

Como David Brooks (La Jornada, 2

de julio de 2007) informó con acierto al foro social estadounidense, no hay un movimiento social nacional coherente en EE.UU. En cambio, tenemos un com-pendio de fragmentados «grupos de identidad» cada uno de ellos incrusta-

do en un conjunto de estrechos intere-ses (identidad) y totalmente incapaces de construir un movimiento nacional contra la guerra. La proliferación de estos grupos sectarios de identidad «no gubernamental» radica en su estruc-tura, financiación y liderazgo. Muchos dependen de fundaciones privadas y de agencias públicas para su financia-ción, lo que les impide tomar posicio-nes políticas. En el mejor de los casos operan como lobbies que simplemente presionan a las élites políticas de am-bos partidos. Sus líderes dependen de mantenerse en un plano equidistante para justificar sus sueldos y asegurarse futuros ascensos en agencias guberna-mentales.

Los sindicatos estadounidenses son casi inexistentes en más de la mitad del país: representan menos del 9% del sector privado y el 12% del total de la fuerza laboral. Los funcionarios sindi-cales nacionales, regionales y de gran-des ciudades reciben sueldos compara-bles a los de los ejecutivos de empresas: entre 300.000 y 500.000 dólares al año. Casi el 90% de los burócratas sin-dicales de alto nivel financian y apoyan a los demócratas pro guerra y han ava-lado a Bush y los presupuestos de gue-rra del Congreso, aceptan los bonos a Israel (25.000 millones de dólares), la matanza de palestinos y el bombardeo israelí a Líbano.

El lobby de guerra sin oposición

EE.UU. es el único país del mun-do donde el movimiento por la paz no tiene la voluntad de reconocer públi-camente y condenar u oponerse a las principales e influyentes instituciones políticas y sociales que de forma consis-tente apoyan y promueven las guerras estadounidenses en Oriente Próximo. El poder político de la poderosa con-figuración pro israelí, liderada por el Comité Israelo-Americano de Asuntos Políticos (Aipac), apoyado desde el Go-bierno por líderes del Congreso favora-blemente situados y cargos de la Casa Blanca y el Pentágono, está bien docu-mentado en artículos y libros de desta-cados periodistas, estudiosos y por el ex presidente Jimmy Carter. La Configura-ción del Poder Sionista (ZPC) tiene más

de dos mil funcionarios a jornada com-pleta, más de 250.000 activistas y más de mil multimillonarios donantes que contribuyen a financiar ambos par-tidos políticos. El ZPC asegura el 20% del presupuesto de la ayuda militar ex-terior estadounidense para Israel, más del de 95% del apoyo del Congreso al boicot israelí sobre Gaza y las incursio-nes armadas en la Franja, la invasión de Líbano y la opción militar preventi-va contra Irán.

La invasión estadounidense y la política de ocupación en Irak, incluyen-do las pruebas falsificadas que justifica-ron la invasión, fueron profundamente inducidas por funcionarios de alto ran-go con lazos y lealtades duraderas en Israel. Wolfowitz y Feith, números 2 y 3 del Pentágono, son sionistas de toda la vida, que perdieron despachos de se-guridad al principio de sus carreras por entregar documentos a Israel. El prin-cipal consejero de política exterior en la planificación de la invasión de Irak del vicepresidente Cheney es Irving Lewis Liebowitz (Scooter Libby), un protegido y durante mucho tiempo colaborador de Wolfowitz y un felón declarado cul-pable. Libby Liebowitz cometió perjurio al proteger la complicidad de la Casa Blanca castigando a funcionarios críti-cos con su propaganda de la guerra de Irak. Libby Liebowitz recibió un fuerte apoyo político y financiero del lobby pro Israel durante su juicio. Nada más perder la apelación de su condena por cinco delitos de perjurio, obstrucción a la justicia y mentiras, el ZPC convenció al presidente Bush para que «conmu-tara» su condena a prisión, librándole de los 30 meses de cárcel a los que fue condenado antes de que cumpliera ni un solo día. Aunque los políticos demó-cratas y algunos líderes del movimiento por la paz criticaron al presidente Bush, ninguno se atrevió a responsabilizar al lobby pro Israel que presionó a la Casa Blanca.

Los presidentes de las Principa-les Organizaciones Judías Americanas (Pmajo) –que suman 52– y sus afilia-dos regionales y locales son la fuerza principal que difunde la agenda de guerra de Israel contra Irán. El Pma-jo trabaja de manera estrecha con el congresista israelo-estadounidense Rahm Emmanuel y con los destacados

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senadores sionistas Charles Schumer y Joseph Lieberman, quienes han logra-do eliminar una cláusula en la apro-bación del presupuesto que ponía una fecha para la retirada de las tropas de EE.UU. de Irak.

En contraste con el éxito de la extensa propaganda de las campañas del congreso y de los medios de comu-nicación organizadas y financiadas por el lobby pro Israel para políticas de gue-rra, no hay ningún registro público de las grandes compañías petroleras que apoyen la guerra de Irak, la invasión is-raelí de Líbano o las amenazas militares de ataques preventivos a Irán. Las en-trevistas con banqueros inversionistas, ejecutivos de compañías petroleras y una revisión completa de las principales publicaciones del Instituto del Petróleo durante los últimos siete años propor-cionan pruebas concluyentes de que el «gran petróleo» estaba profundamente interesado en negociar acuerdos petro-leros con Saddam Hussein y con el Go-bierno islámico iraní. El «gran petróleo» percibe las guerras estadounidenses en Oriente Próximo como una amenaza a sus provechosas y duraderas relaciones con todos los Estados petroleros árabes conservadores del golfo. A pesar de su posición estratégica en la economía americana y su gran riqueza, el «gran petróleo» fue totalmente incapaz de oponerse al poder político y a la in-fluencia organizada del lobby pro Israel. De hecho, el «gran petróleo» fue margi-nado en su totalidad por el consejero de Seguridad Nacional para Oriente Próxi-mo de la Casa Blanca, Elliot Abrams, un sionista fanático y militarista.

A pesar de la actividad masiva

y sostenida en pro de la guerra de las principales organizaciones sionistas dentro y fuera del Gobierno, y a pesar de la ausencia de cualquier campaña en pro de la guerra, abierta u oculta, por parte del «gran petróleo», los líderes del movimiento por la paz estadounidense se han negado a atacar al lobby de gue-rra pro Israel y siguen profiriendo con voz hueca infundados clichés sobre el papel del «gran petróleo» en los conflic-tos de Oriente Próximo.

Los lemas, aparentemente radica-les contra la industria petrolera, lanza-dos por algunos importantes intelectua-les críticos con la guerra han servido de «cobertura» para evitar la tarea mucho más desafiante de responsabilizar al poderoso lobby sionista. Hay varias ra-zones para el fracaso de los líderes del movimiento por la paz de enfrentarse al militante lobby sionista. Uno es el miedo a la potente propaganda y a las campa-ñas de difamación que el lobby pro Israel es especialista en montar con sus agre-sivas acusaciones de «antisemitismo» y su capacidad de poner en la lista negra a los críticos que lleva a la pérdida del tra-bajo, destrucción de la carrera, ultraje público y amenazas de muerte.

La segunda razón por la que los líderes del movimiento por la paz fraca-san en criticar al mayor lobby pro guerra es la influencia de progresistas pro Israel en dicho movimiento. Estos progresistas condicionan su apoyo a la «paz en Irak» únicamente si el movimiento no critica al lobby de guerra pro Israel dentro y fuera del Gobierno estadounidense, el papel de Israel como socio beligerante de EE.UU. en Líbano, Palestina y en el Kurdistán iraquí. Un movimiento que

afirma estar a favor de la paz y se niega a atacar a los principales defensores de la guerra cae en la irrelevancia: desvía la atención de los altos funcionarios pro Israel del Gobierno y los lobbies en el Congreso que apoyan la guerra y es-tablecen el programa de la Casa Blan-ca para Oriente Próximo. Al centrar la atención exclusivamente en el presi-dente Bush, los líderes del movimiento por la paz fracasan en enfrentarse a la mayoría de la gente pro Israel entre los demócratas que apoyan la guerra de Bush, respaldan su escalada de tropas y son incondicionales de la opción militar de Israel para Irán.

El derrumbamiento del movimien-to estadounidense por la paz se puede encontrar en la falta de credibilidad de la mayoría de sus líderes; la desmorali-zación de muchos activistas y los fraca-sos políticos estratégicos; la renuencia para identificar y enfrentarse a los mo-vimientos reales pro guerra y la incapa-cidad para crear una alternativa política al bélico Partido Demócrata. El fracaso político de los líderes del movimiento por la paz es absolutamente el más dra-mático para la gran mayoría de estado-unidenses pasivos que se oponen a la guerra –la mayoría de los cuales no des-plegaron sus banderas este 4 de julio– y no se deja llevar a remolque por el lobby pro Israel o sus apologistas intelectuales dentro de los círculos progresistas.

La palabra para los críticos antigue-rra del mundo es que más de un 60% del público estadounidense se opone a la guerra, pero nuestras calles están va-cías porque nuestros líderes del movi-miento por la paz están invertebrados y son políticamente impotentes.

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Al hablar del tema de los derechos humanos de los inmigrantes indocumen-tados en Estados Unidos, se piensa de inmediato en

los trabajadores recién llegados y en las condiciones extremas de explotación que experimentan en los lugares de trabajo. No es para menos. En Estados Unidos hay al menos ocho millones de trabaja-dores y trabajadoras, en su mayoría pro-venientes de América Latina, laborando en condiciones de sobreexplotación pa-recidas al Apartheid sudafricano. Estas condiciones incluyen la concentración de trabajadores y trabajadoras indocu-mentados en ocupaciones laborales de alto riesgo, el recibir bajos salarios por la misma faena laboral, la falta de garan-tías por accidentes de trabajo, el mayor número de fatalidades resultantes de lo anterior, la renuencia de muchos patro-nos incluso a pagar en su totalidad el tiempo de trabajo rendido y el continuo acoso en el lugar de trabajo por las auto-ridades inmigratorias de Estados Unidos. La violación de los derechos humanos de los trabajadores indocumentados en la esfera estrictamente laboral hace re-cordar la condición de la población afro-americana durante la época de la segre-gación racial.

Ahora bien, es importante no ver a las personas indocumentadas meramen-

Los derechos humanos de las personas indocumentadas en Estados UnidosRafael RodRíguez CRuzfundaCión RosenbeRg paRa niños

Especial para A Plena Voz

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te desde la perspectiva de la sobreexplo-tación en el lugar de trabajo. Los traba-jadores y trabajadoras indocumentadas son también seres humanos, es decir, miembros de unidades familiares, pa-dres y madres de familia, parte integral del resto de la comunidad que los rodea, aunque su lugar sea uno de subordina-ción. Los datos son reveladores. Cierto es que casi la mitad (49%) de las personas indocumentadas son varones adultos. Pero 35% son mujeres adultas. El resto (16%) son niños y niñas. Las personas indocumentadas –igual que los demás seres humanos– están organizadas en unidades familiares. Hay 6,6 millones de familias en las que al menos el padre o la madre son indocumentados. El total de personas viviendo en estas unidades familiares asciende a 14,6 millones. En la actualidad hay 3,1 millones de niños y niñas que son ciudadanos estadouni-denses, pero que sus padres –por carecer de documentos– pueden ser deportados en cualquier momento.

Al mirar a la misma población indo-cumentada en Estados Unidos tomando en cuenta características que van más allá de la esfera laboral, se revela de in-mediato la naturaleza pluridimensional de la violación de los derechos humanos de los inmigrantes. Además del aspecto laboral, hay que mencionar la ausencia de servicios médicos adecuados, la pobre educación de los niños y niñas indocu-mentadas, la falta de vivienda adecuada al vivir en los barrios más empobrecidos, el aislamiento y opresión cultural, la au-sencia de acceso a las cortes para recla-mos inmediatos, el acoso por la policía ra-cista, la subalimentación, etc. En cuanto a la niñez, hay que destacar la práctica de la agencias inmigratorias estadouni-denses consistente en deportar a madres y padres indocumentados, aunque sus

hijos o hijas sean ciudadanos; la depor-tación de niños y niñas indocumentadas sin consideración a la unidad familiar en que viven y, en general, el no reconocer los derechos familiares y humanos de millones de niños y niñas pertenecientes a familias en las que al menos hay una persona mayor indocumentada.

Lo mismo ocurre con el tema de la opresión de la mujer. Las leyes estadouni-denses, al no conferirle reconocimiento a los derechos humanos de las personas indocumentadas, crean no sólo una estructura salarial doblemente discri-minatoria de la mujer indocumentada, sino que promueve un clima de relativa impunidad de actos de violencia domés-tica e infantil por hombre abusivos. Esto se agrava en situaciones donde el varón es ciudadano, o tiene algún tipo de es-tatus legal, y la mujer no. El resultado es una terrible explotación de la mujer indocumentada en el lugar del trabajo y en el hogar. Ausente un vínculo ma-trimonial con un ciudadano, la mujer inmigrante está, gracias a la ceguera de las leyes estadounidenses, a merced de los depredadores sexuales.

El Gobierno estadounidense y la prensa comercial de ese país, por su-puesto, insisten en enfocar el tema de los indocumentados exclusivamente desde la perspectiva laboral, y a veces ni eso hacen. No hablan de derechos hu-manos. Esto les permite, por ejemplo, a cadenas televisivas como Univisión y Telemundo dar la apariencia de un interés genuino en las condiciones de vida y derechos humanos de los inmi-grantes indocumentados. La realidad es otra. Al no enfocar el tema desde una perspectiva global, justifi can que el Gobierno de Estados Unidos conti-núe tratando a millones de hermanos y hermanas latinoamericanas como

bestias de carga, cuyo valor –si es que se le reconoce alguno– es estrictamente en función de los intereses fi nancieros del capital.

A un nivel más fundamental, el problema es también de cultura jurí-dica. El reconocimiento expreso de de-rechos humanos universales no forma parte del orden jurídico y constitucional estadounidense. Desde el punto de vista de la Corte Suprema de Estados Unidos, la afi rmación de un derecho humanita-rio cualquiera es un acto legislativo de corte discrecional. Nada obliga, ni en la tan cacareada Constitución Federal ni en la fi losofía del derecho liberal estado-unidense, a conceder valor alguno, por ejemplo, a la Declaración Universal de los Derechos del Niño. Entonces, la po-sibilidad de articular un movimiento de afi rmación de las libertades de millones y millones de personas indocumenta-das en Estados Unidos está estrecha-mente vinculada al surgimiento de una reacción política que cuestione todo el andamiaje legal y jurídico del país. La constitución de Estados Unidos no deja margen alguno para reformas sustan-ciales a favor de las masas oprimidas, y en particular de los trabajadores y traba-jadoras indocumentadas.

*Rafael Rodríguez Cruz es abogado en Estados Unidos. Es también miembro de la junta directiva de la Fundación Rosenberg para Niños. Esta fundación brinda ayuda monetaria para las nece-sidades educativas y emocionales de los niños de personas perseguidas en Esta-dos Unidos por sus ideales progresistas. La Fundación Rosenberg para Niños fue creada por Robert Meeropol, hijo menor de Ethel y Julius Rosenberg, ejecutados en 1953 por el Gobierno de Estados Uni-dos en medio de la histeria anticomunis-ta de la posguerra.

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Estoy convencido de que el impe-rialismo norteamericano no po-drá ser derrotado definitivamen-

te hasta que no se incorpore a la lucha el propio pueblo norteamericano. Creo asimismo que esto ocurrirá más tem-prano que tarde, tal vez en el transcur-so de este mismo siglo.

Son innegables las grandes reser-vas morales que están en las raíces más acendradas de este pueblo trabajador, inteligente y creativo. Pueblo de gran-des escritores, músicos, artistas plásti-cos, cineastas, científicos, intelectuales, muchos de ellos comprometidos con las mejores causas de la humanidad. Correspondiendo a la lógica del capita-lismo, se trata de un pueblo cada vez más explotado y que comienza a des-cubrir la dimensión del engaño al cual está sometido y el caradurismo de los políticos que lo gobiernan, tanto los re-

publicanos como los demócratas. Por supuesto, la lucha de los

pueblos del mundo contribuirá de ma-nera decisiva en la implosión revolu-cionaria del pueblo de Estados Unidos. En estos momentos, por ejemplo, la heroica lucha de la resistencia iraquí se ha reflejado de forma notable en la situación interna del Imperio del norte. Recordemos las declaraciones de Jane Fonda durante una manifestación con-tra la guerra, desarrollada en Washing-ton el año pasado: «Muchas gracias a todos por el valor de levantarse contra este Gobierno miserable, vengativo. Vuestras acciones constituyen la prue-ba de que la parte más preciosa de este país, su alma, sigue viva y bien». Pero no sólo las crecientes manifestaciones y la incorporación a la lucha de gente como Fonda, Tim Robbins, Susan Sa-randon, Sean Penn, Harry Belafonte,

Cornell West, James Early, Danny Glover y otros reflejan el surgimiento de una nueva conciencia en Estados Unidos. También resurgen los liderazgos reli-giosos que recuerdan a Martin Luther King, como es el caso del obispo Robert Bowan, quien escribió una de las de-claraciones más contundentes contra el imperialismo, en marzo de 2007, de la cual extraemos: «Usted dijo que somos blanco del terrorismo porque defendemos la democracia, la libertad y los derechos humanos del mundo. ¡Qué absurdo, Sr. Presidente! […] So-mos blanco de los terroristas porque, en la mayor parte del mundo, nuestro Gobierno defendió la dictadura, la es-clavitud y la explotación humana […] ¿En cuántos países agentes de nuestro Gobierno depusieron a líderes popu-larmente elegidos, sustituyéndolos por dictadores militares, marionetas deseo-

La maldición capitalista en Estados Unidos Néstor FrANciA

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sas de vender a su propio pueblo a cor-poraciones norteamericanas multina-cionales? […] Una vez tras otra, hemos destituido líderes populares que desea-ban que las riquezas de su tierra fue-ran repartidas entre el pueblo que las generó […] En lugar de enviar a nues-tros hijos e hijas a todo el mundo para matar árabes de modo que podamos tener el petróleo que existe debajo de sus arenas, deberíamos mandarlos para que reconstruyan sus infraestructuras, proveerlos de agua limpia y alimentar a sus niños hambrientos […] En vez de sostener las revueltas, la desestabiliza-ción, el asesinato y el terror alrededor del mundo, deberíamos abolir la CIA y dar el dinero que ella gasta a agencias de asistencia. Resumiendo, deberíamos ser buenos en lugar de malos, y de ser-lo, ¿quién iría a intentar detenernos? ¿Quién nos odiaría? ¿Quién nos querría bombardear? […] Ésa es la verdad, Sr. Presidente. Eso es lo que el pueblo nor-teamericano precisa escuchar» (Robert Bowan, obispo de la United Catholic Church en Melbourne Beach, Florida).

A la conciencia contra la guerra se une el creciente descontento con las políticas capitalistas que acrecientan la pobreza y la inseguridad social en Esta-dos Unidos. El economista y columnista de The New York Times, Paul Krugman, señala que durante los últimos 25 años las vidas de los trabajadores estadouni-denses se han vuelto cada vez menos seguras, ya que los nuevos empleos con frecuencia no incluyen seguro de salud, las pensiones desaparecen con el quie-bre de empresas, hay mayor pérdida de empleos y el desempleo tiende a pro-longarse más que antes. Es por esto, señala, que las iniciativas de alto perfil promovidas por Bush y conservadores en el Congreso enfrentan mayor oposi-ción cada vez.

Más de 25 millones de estadouni-denses recibieron alimentos gratuitos de los servicios sociales para poder sobrevivir. Son cifras de la mayor red nacional de bancos de alimentos de EE.UU. «America’s Second Harvest». Lo más preocupante es que las cifras indican un incremento en el número de ciudadanos que necesitaron ayuda alimenticia para sobrevivir del 9% con respecto a 2001 y del 18% con respec-to a 1997, según el informe difundido

por esta organización bajo el título de «Hambre en EE.UU. 2006». Significati-vamente, las tendencias económicas estadounidenses están generando un grupo de oligarcas súper ricos, mien-tras que casi todos los demás sufren deterioro en su bienestar económico, revelan recientes datos oficiales y análi-sis independientes. La Reserva Federal informó que el ingreso promedio de las familias estadounidenses se desplomó por primera vez en 12 años, 2,3% en-tre 2001 y 2004. A la vez, los salarios reales promedio se desplomaron 3,6%. La deuda promedio de hogares se in-crementó 34% (alcanzando 103.400 dólares en promedio por hogar) en el mismo período. También se redujo el ahorro familiar.

¿Y los frutos de la expansión y el incremento de productividad? Según Paul Krugman, todo fue a dar no al 10% de los más ricos, sino al 1% más rico del país. Citando una nueva inves-tigación académica, Krugman dice que esto es una tendencia de largo plazo. Entre 1972 y 2001, el ingreso del 1% más rico se incrementó 87%, el ingreso del 0,1% más rico se incrementó 181% y el ingreso del 0,01% más rico se elevó 497%. Estamos hablando, sin duda, de la maldición eterna del capitalismo, que condena a los ricos a hacerse cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres, maldición que sin duda lo llevará a la muerte, también en los Estados Unidos.

Está, además, el espinoso asunto de la conculcación cada vez más nota-ble de los derechos civiles, con ejem-plos como las solicitudes de informa-ción del FBI de las llamadas cartas de seguridad nacional, para obtener re-gistros privados de compañías telefó-nicas e Internet, bancos y otros nego-cios, sin autorización judicial previa.

Todo el mundo habla de la baja estrepitosa de la popularidad de Bush. Pero resulta que la gestión del Congre-so, en una encuesta reciente, fue apro-bada por un magro 22% de los entre-vistados, continuando con una persis-tente caída desde que los demócratas tomaron el control de ambas cámaras legislativas en enero. Si todo esto no significa que el sistema está haciendo aguas, que alguien me lo explique de otra manera.

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El Partido Comunista Revoluciona-rio de los Estados Unidos está lan-zando la consigna «El mundo no

puede esperar». La aspiración es tocar al pueblo y al Imperio norteamericanos enfrentados a una amenaza de guerra civil. Expone Bob Avakian, presidente del dicho partido y autor de la propues-ta, en su texto «Polarización... repola-rización... y revolución», publicado en Revolución nº 30, 15 de enero de 2006: «Existe un aspecto real (aunque desde luego no plenamente desarrollado) de guerra civil entre dos partes de la socie-dad (norteamericana), de arriba abajo,

que se manifi esta de distinto modo en diferentes sectores de la sociedad…» Avakian asume la posibilidad de una revolución en el Imperio norteamerica-no. Una consigna o idea-fuerza dentro de esto es la convocatoria a factores di-versos de la sociedad norteamericana y del mundo entero hacia la formación de un frente unido que, en última ins-tancia, se dirige de manera estratégica a cambiar el sistema norteamericano y reestructurar socialistamente el país del norte. Socialistamente pero, como preci-sa hacia el fi nal del texto, «y fi nalmente un mundo comunista». El aspecto plu-

ral de la convocatoria es fundamental y se emparenta con la actitud chavista de admitir sin confl icto que cada revo-lución tiene su estilo. Expone Abakian: «al mismo tiempo que nos unimos am-pliamente con mucha gente y fuerzas de distintas perspectivas, y las alentamos a ellas a plantear sus puntos de vista y a trabarse en discusiones y luchas vitales y de principios sobre toda clase de cosas, una de las cuales debe ser qué clase de mundo es deseable y posible, y qué se necesita para llegar a él».

Eso de pensar al movimiento como un movimiento amplio y diverso

«El mundono puede esperar»:

una propuesta de revolución en los Estados Unidos

LOURDES MANRIQUE

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está acorde con los nuevos tiempos en cuanto a expandir y superar la visión marxista de clase social. Hoy no sólo es el proletariado la víctima, con la mun-dialización neoliberal lo son también, para poner un ejemplo, los llamados ac-tores sociales que conforman la neopo-breza, aquellos que tuvieron un empleo y fueron expulsados por el cierre de las empresas. También las mujeres, los campesinos expulsados del campo, que fueron a parar al sistema inhumano de la maquila.

Con esta concepción de situación política adjetivada de «objetivamente necesaria» y «objetivamente posible», originada desde una masiva oposición a un poder monstruoso, estaría imbricado y fecundado el poder en sí, se convoca a la potentias dusseliana, vale decir, las fuerzas sociales originarias del pueblo. Volvamos sobre el adjetivo posible pos-tulado de forma insistente por el movi-miento «El mundo no puede esperar». Esto no sería tan sencillo como soplar y de pronto, en fracciones de segundo, tener un globo ante nuestros ojos. Ha-bría, como lo analiza Bob Avakian, que «reconfigurar y repolarizar» en gran es-cala la división política que en la actua-lidad existe en los Estados Unidos. Tras expresar su alarma ante la constatación de que «[…] en estos momentos hay fac-tores preponderantes que llevan a que, si se deja que la situación se “arregle por su cuenta” y que siga su propia dinámi-ca, terminará de modo muy negativo y podría llegar al más negativo de los ex-tremos sin una enorme cantidad de tras-torno en la sociedad», expone, con áni-mo instrumental que «El mundo no pue-de esperar» no es un medio para fomen-tar una propaganda y buscar desarrollar el Partido Comunista Revolucionario de los Estados Unidos de Norteamérica. Para los promotores del movimiento, lo que se busca como fin teleológico es transformar la convocatoria y sus princi-pales consignas en la conformación de un campo político, es decir, en una red densa de relaciones en las que existen nodos tales: ciudadanos, representantes e instituciones. Además de ello, ciertas situaciones muy específicas. En primera instancia, las relacionadas con las de-nuncias de las recientes nominaciones de Bush a la Suprema Corte; asimismo, incrementar una oposición todavía más

fuerte de la que se conoce en el mundo por la Guerra de Irak. Añadiríamos en la lista de cosas a adversar las amenazas de invasión a Irán y también las amenazas contra los cambios revolucionarios que se están dando en Latinoamérica. Este último punto merece ser estudiado por el Gobierno de Venezuela, obviamente.

Manejar la interpenetraciónLo que podríamos llamar el pro-

grama táctico-estratégico de esta Re-volución norteamericana supone estar atento al análisis de las contradicciones, por ejemplo, de cómo se estarían mani-festando objetivamente las divisiones de la sociedad en sus diferentes niveles y en la sociedad entera: «Necesitamos re-configurar y repolarizar en gran escala; la división política actual da cierta base objetiva para lo que tenemos que hacer para preparar una revolución, pero no ofrece la alineación necesaria para que la lucha por la revolución sea favorable. En estos momentos, la alineación, en general y específicamente con respecto a las perspectivas para la revolución, es muy desfavorable. Así que tenemos que manejar la interpenetración de estas contradicciones: las contradicciones de cómo se están manifestando las divisio-nes de la sociedad en diferentes niveles, y en toda la sociedad; y la contradicción sobre [o entre] lo que existe actualmen-te y lo que hay que gestar para la revolu-ción. Se traslapan e interpenetran, pero son distintas y no debemos confundirlas y “revolver” dos en uno; si lo hacemos, no lidiaremos correctamente con la si-tuación y no la repolarizaremos para la revolución».

Otro ámbito de lucha es el acadé-mico, donde el discurso revolucionario se acentúa en torno a la represión des-atada en las aulas y los campus universi-tarios norteamericanos contra cualquier intento de mirada inteligente y desmi-tificadora de la realidad militar-política en la cual ha encapsulado el gobierno de George W. Bush a los Estados Unidos. Pareciera cosa de Venezuela, de la Uni-versidad Central de Venezuela y la rea-lidad denunciada por el texto que veni-mos comentando. Al hablar de «arenas clave» en las cuales aquel movimiento revolucionario se propone actuar, el uni-versitario, ilustra un caso paradigmático, el del profesor Ward Churchill, de la Uni-versidad de Colorado, quien después de

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los atentados del 11 de septiembre escri-bió un ensayo que decía resumidamen-te: «están pagando las consecuencias; qué esperaban en vista de lo que han estado haciendo en el mundo». Señala el texto del Partido Comunista Revolucio-nario de los Estados Unidos: «Bueno, no pasó nada por un par de años, pero cuan-do lo invitaron a dar una charla en una universidad del estado de Nueva York, de repente se armó un escándalo, y al fi nal lo “des-invitaron”». Pero la cosa era un tanto complicada para esos reaccionarios, por-que «el gobernador de Colorado estaba metido en una campaña disfrazada de “libertad académica” e “imparcialidad en el mundo académico” que busca pintar a los profesores derechistas y aspirantes a profesores derechistas de “víctimas” de una “dictadura izquierdista” en las uni-versidades».

La organización de las masas es igualmente importante para «El mun-do no puede esperar». Se integran como una gran sumatoria de fuerzas cada vez más de colectivos. Todo esto contribuirá

a generar una potente oleada masiva de protestas políticas callejeras en todos los lugares del país y en todos los estratos so-ciales, en todos los rincones para estreme-cer al mundo con la consigna: «¡El mundo no puede esperar! ay que sacar corriendo al gobierno de Bush».

La movilización política de la Pontentias contiene una vocación de au-mento de las apuestas y la magnitud del movimiento de manera exponencial. Ello es magnífi co y además inevitable, pues «De todos modos eso va a pasar: ya el otro lado de la confrontación política está aumentando las apuestas y la magnitud continuamente, y lo seguirá haciendo. Como decía, la trayectoria y la dinámica ya están encaminadas hacia eso, [pero] si se dejan por su cuenta y se deja que los que detentan el poder, “se las arreglen para salir de esto”, o, muy probablemen-te, hacia algo mucho, mucho peor».

Imposible formular una conclu-sión prospectiva con pretensiones de defi nitiva acerca de este movimiento revolucionario norteamericano. Ante la

idea de una posibilidad de revolución en ese magno Imperio, propendemos a creer que ni siquiera estamos ante una fantasía, sino ante una fantamasgoría, ante un imposible. Ha sido tan perfecto el arsenal propagandístico del Imperio recibido por nosotros desde la metáfora imbatible de Superman (por lo menos desde hace medio siglo) que sin llegar muchas veces a saberlo conscientemen-te, olvidamos la caída de otros imperios tan importantes en sus momentos histó-ricos como el norteamericano lo es hoy. El colonial español, por ejemplo, con una data en nuestros territorios de tres-cientos años, o más para aquellos países como Cuba o Puerto Rico; el romano; el de las monarquías en el mundo, perdu-radas incluso después de la Revolución francesa; y a principios del siglo pasado la que brindó paso a la Revolución bol-chevique, la monarquía de los Romanov, con trescientos años en el poder. Pero –y ésta sería la conclusión– esas revolucio-nes sucedieron. ¿Y por qué dudar de una caída del Imperio norteamericano?

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Dadme la posibilidad de emitir la moneda de un país,

y no me importará quién haga sus leyes.

Nathan Rothschild

Buena e interesante pregunta a co-mienzo de este siglo XXI. Interceptado éste por vectores de análisis y de debate, no sólo atinentes a la caracterización del «imperio», del cual EE.UU. sería su principal nervio; sino, además, por el renacimiento de un quehacer histórico y de un pensamiento como el del socia-lismo que, luego de la debacle soviética, parecía haber entrado en el reino de lo ilusorio.

Una cosa parece obvia para in-tentar plantearse un cierto abanico de respuestas: es indispensable avanzar en una aproximación, lo más cercana posi-ble, a un criterio de lo que entendemos por «imperio», porque, quiérase o no, EE.UU., y lo que ello implica en las rela-ciones de poder en el mundo contempo-ráneo, aparecen a primera vista como el principal factor hegemónico del capita-lismo en su actual etapa de desarrollo. Lo que no debemos confundir, por su-puesto, con la muy extendida opinión reduccionista del concepto «imperio» al ámbito del imperialismo estadouniden-se.

Otro aspecto a tomar en considera-ción tiene que ver con la desmitificación de la idea y, además, corroborada en los hechos, según la cual la revolución so-cial se produciría primero en los centros de mayor desarrollo del capitalismo. Por oposición a ello, compartimos con Dus-sel la tesis que establece que la supera-ción histórica de la modernidad capita-lista difícilmente pueda ser concretada

¿otro Estados Unidosde América es posible?WLAdimir rUiz tirAdo

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desde el centro de sí misma, y que más bien ello puede ser resultado de un dislo-camiento en su periferia mediante una óptica transmoderna, sin que ello signi-fique excluir cualquier posibilidad o ruta de transformación revolucionaria de la sociedad, ni mucho menos la libertad de acción que puedan tener múltiples suje-tos que apuesten a ella.

Con respecto al concepto de «impe-rio». Sin desdeñar los aportes recientes de Negri, quien ha hecho un impor-tante aporte teórico y político en torno al tema, nos parecen más adecuadas y pertinentes las líneas de caracterización elaboradas por Sami Nair (Sami Nair. El imperio frente a la diversidad del mun-do. Novoprint. Barcelona. 2004). Este autor parte de entender el «imperio» en el marco del sistema-mundo inmanente al proceso de mercantilización plena del capitalismo mundial, subrayando que no hay economía o región en el mundo entero que no esté sometida a esta lógi-ca. Sin embargo, no simplifica ni reduce sólo a los términos del mercado puro y simple los componentes de su defini-ción.

Señala, además, que el carácter oli-gopólico del gran capital transnacional le confiere a esta dinámica económica un modo de dominación mundial sin parangón en la historia del mundo. A diferencia de otras modalidades de im-perios conocidos con anterioridad que centraban su dominio en los ámbitos de lo militar o lo político, esta nueva versión imperial esta sustentada en una madeja de relaciones que involucran, además, un tercer elemento: su legitimidad «de-mocrática», quizás la más apabullante de todas, porque se presenta como la única forma de democracia posible e, incontrovertida ella, para los intereses generales del imperio.

Pareciera un contrasentido, pero no es así. Nair expone un criterio que no deja lugar duda. Se trata de una legiti-midad democrática que tuvo su origen en lo albores del capitalismo naciente para conformar un derecho sustenta-do en la primacía del mercado y en el interés expreso del sujeto propietario individual, ahora transmutado en de-recho mercantil y ajustado al interés corporativo de las transnacionales y a las instituciones de derecho público y privado que les sirve de argumento

válido ante los Estados, las sociedades y los consumidores del mundo. Lo que Hinkelammert ha llamado la inversión de los derechos humanos en Locke, al igual que lo expresado por Dussel, en el mismo sentido, con respecto a la teoría de los sentimientos sociales en Adam Smith, lo cual le ha servido al capital para legitimar lo «irracional de lo racio-nalizado» (Franz Hinkelammert. El suje-to y la ley. El retorno del sujeto reprimido. Fundación Editorial el Perro y la Rana. Caracas. 2006).

Tres son en nuestra opinión los componentes básicos de esta estructu-ra «democrática» que le otorga al ca-pitalismo mercantil el suficiente piso institucional para desplegar su dominio planetario. En primer término, la com-pleja red de instituciones conformadas alrededor de la ONU y sus principales or-ganismos internacionales que le sirven de base jurídica, política y económica para administrar el funcionamiento del sistema-mundo, mencionado por Sair. Entre los que se cuentan, además de la propia ONU, el Banco Mundial, El Fon-do Monetario Internacional y la Orga-nización Mundial del Comercio, como las más representativas.

En segundo lugar, el Council on Foreing Relations (CFR) y el Royal Ins-titute for Internacional Affairs (RIIA), instituciones creadas por el poder anglo-americano de las finanzas y del petróleo que, aun cuando fueron cons-tituidas en latitudes diferentes, en los hechos funcionan como un todo. Su función básica consiste en proporcio-nar a la élite de estas corporaciones el espacio adecuado para filtrar decisio-nes de carácter estratégico que conlle-ven al dominio del mundo por parte del capital financiero-mercantil y sus agentes corporativos.

Y, en tercer lugar, los Estados-na-cionales que sirven de asiento histórico a los más importantes conglomerados económicos que deciden en los hechos la orientación de las políticas económi-cas del sistema-mundo del imperio. Se cuentan entre sus fundamentales acto-res, por supuesto, a EE.UU. y al Reino Unido, pero, además, podríamos exten-der este escenario al G7. Quizás hasta el G8 o, inclusive, hasta el mismo, inexis-tente aún de manera formal, G13, pro-puesto por el presidente francés. Es en

este marco donde se deciden, una vez ya procesadas por las instancias prece-dentes, las grandes orientaciones de la política mundial.

Ha sido la combinación de todos estos espacios de la institucionalidad del sistema-mundo capitalista lo que ha permitido el gobierno del mismo. Instituciones conformadas a la medida para que el predominio de la mercanti-lización del mundo sea la manera como se concreta la estrategia de la globaliza-ción financiera, asentada hasta hoy en el dólar como patrón de reserva inter-nacional.

Este diseño estratégico, sin embar-go, es relativamente nuevo, desde la histórica decisión por parte de los «je-ques» del imperio, fundamentalmente su matriz petro-financiera, de disociar el dólar del patrón oro, durante el go-bierno de Richard Nixon en 1971, el cual había sido instituido desde los acuerdos de Breton Wood en 1944. El predominio de esta fórmula ha sido incuestionable en la lógica del dominio mundial del imperio mercantil.

Como muy bien lo expresa F. Wi-lliam Engdahal: «Hacia mayo de 1971, la salida de oro de la Reserva Federal se volvía alarmante, y hasta en Banco de Inglaterra se unió a los franceses en la demanda de oro por sus dólares. Este fue el punto donde en vez de arriesgar el colapso de las reservas de oro en los EE.UU., la Administración Nixon optó por abandonar el oro completamente, lanzándose hacia un sistema de divisas flotantes en agosto de 1971. La quiebra con el oro abrió la puerta a una fase en-teramente nueva del siglo americano. En esta nueva fase, el control sobre la política monetaria fue, en efecto, priva-tizado, con grandes bancos internacio-nales tales como Citibank, Chase Man-hattan o Bardays, asumiendo el rol que habían tenido los bancos centrales en el sistema de oro, pero completamen-te sin oro. Serían “las fuerzas del Mer-cado” las que ahora determinarían el precio del dólar. Y lo hicieron con una venganza» (F. William Engdahl. ¿Un nuevo siglo Americano? Irak y la guerra oculta entre el dólar y el Euro. rcci.net/globalizacion).

Al respecto hay que recordar que la FED, la reserva federal que funge como banco central en EE.UU., es una

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institución de carácter privado. Y se trata de un banco privado propiedad de unos pocos bancos privados, como lo afirma Graziano: «de los 19,7 millones de acciones del FED, unas 12,2 millo-nes de acciones (62%) eran propiedad de sólo tres bancos hacia fines de 1994. ¿Qué bancos? El Chase Manhattan, el Citibank y el Morgan Guaranty Trust. Tres grandes apellidos desde hace mu-chas décadas han controlado y contro-lan esos tres bancos: Rockfeller, Roths-child, Davison (Morgan)» (Walter Gra-ciano. Hitler ganó la Guerra. Editorial Sudamericana. 3° ed. Buenos Aires. 2004). Ese porcentaje, según el mismo autor, ha continuado acrecentándose en la última década.

No es difícil entonces, a la luz de la anterior exposición, deducir las re-laciones de dominio de las megacor-poraciones petro-financieras, con el uso de la plataforma del patrón dólar como moneda corriente del proceso de mercantilización global, sobre el plane-ta Tierra en su conjunto. No hay hoy espacio alguno del mundo que no esté impactado por este sistema mercantil. Se ha constituido, en efecto, durante más de treinta años el imperio del dólar como moneda emblemática del poderío esta-dounidense, y ha sido una herramienta para gobernar el mundo; sin embargo, hoy parece que ya no es así, al menos con la fuerza de antes.

Determinados hechos, tendencias y opiniones dan cuenta del deterioro gra-dual del esquema anteriormente descri-to. Como bien lo señala Jalife-Rhame: «la alquimia financiera manejada estupen-damente por la dupla anglosajona –Esta-dos Unidos y Gran Bretaña– que controla los mercados de la globalización desre-gulada, sólo podía pervivir gracias a la eventual transmutación de oro negro en papel chatarra, concretamente el dólar» (Alfredo Jalife-Rahme. «El fin de la alqui-mia financiera». Clarín. 19/9/2007).

En forma creciente ha venido emergiendo, no digamos una oposición progresiva al esquema unipolar y unila-teral que ha intentado imponer esta du-pla con algunos de sus aliados, sino una nueva concepción y diversidad de enfo-ques para el tratamiento de los asuntos internacionales, los cuales buscan des-marcarse del dominio de la yunta petro-finaciera del mundo.

Por un lado, se ha cobrado concien-cia de la importancia estratégica de la posesión de reservas petrolíferas y gasí-feras en el mundo. Es obvio que el mapa de reservas cuantificadas y certificadas no tiene un saldo positivo a la tríada de los poderes del imperio: ni EE.UU., ni la Unión Europea ni Japón disponen de recursos energéticos estratégicos. Ello es lo que explica la virulencia del uni-lateralismo rampante del imperialismo norteamericano, fundado en la nueva doctrina de seguridad nacional, con el uso de su panoplia militar y ejecutado con saña en Afganistán e Irak. Unilate-ralismo que ha dejado de lado cualquier consideración de apego a las normas internacionales, incluso rebasando a instituciones como la propia ONU. Lo ha confesado recientemente Alan Grees-pan, quien fuera, por muchos años, em-pleado de las corporaciones petroleras y presidente de la FED: «La guerra de Irak fue por el petróleo» (Alan Greenspan. «La guerra de Irak fue por el petróleo». El Diario de Hoy. 19/9/2007. p. 54. El Salvador).

Dos cosas impactan la caída o cre-ciente declive de la hegemonía del dólar y, en consecuencia, también del pode-río estadounidense como ductor prin-cipal de las políticas del mundo. Por un lado, se incrementa la configuración de una perspectiva geopolítica y financie-ra desde las regiones y Estados que tie-nen y controlan el 70% de las reservas de petróleo del mundo. Y, asociado a lo anterior, la constitución de mercados fi-nancieros o bolsas petroleras paralelas al margen de las tradicionalmente con-troladas por las corporaciones petro-financieras anglo-norteamericanas. Estas bolsas, sobre todo la promovida por Irán, serían mucho más peligrosas que la supuesta bomba nuclear de ese país.

Además de lo anterior, asistimos a la emergencia de nuevos factores de poder en el mundo, como caso ilustra-tivo: China. Este país en este momento tiene entre sus reservas estratégicas aproximadamente, entre moneda co-rriente y bonos del tesoro americano, un billón de dólares. A la par de eso, las relaciones de la balanza comercial entre EE.UU. y China son deficitarias para el país norteamericano en gruesa medida a favor del asiático.

Con el declive del dólar como fun-damento del dominio de EE.UU. y el sur-gimiento con fuerza de nuevos actores en la escena internacional, es factible predecir el ocaso de esa hegemonía y la conformación de una multipolaridad fundamentada en el predominio de una nueva geopolítica petrolera donde los Estados propietarios de los yacimientos definirán sus estrategias.

Es apreciando la irrupción en el marco internacional de estas nuevas opciones en las relaciones de poder en el mundo –así como las consecuencias que en lo interno de EE.UU. tendrán esas modificaciones que afectarían de manera directa la hegemonía del capi-tal corporativo norteamericano– como podríamos pensar en posibilidades de cambios sustanciales en el seno de su sociedad. De otra manera sería una ilu-sión pensar en cambios importantes en EE.UU., al menos en un mediano plazo.

Corrientes de pensamiento que aprecian con acierto esta situación dan cuenta de ello. Por ejemplo, Ralph Na-der ha señalado que: «el principal pro-blema es que los caminos para desafiar el poder corporativo, para restringirlo, para desarticularlo en su actual forma concentrada, de sacarlo de la arena po-lítica, es que las corporaciones son enti-dades artificiales. No votan. No mueren en Irak. No tienen niños. Son entidades que dominan cada vez más nuestra polí-tica, nuestro sistema electoral, nuestras universidades, que dominan casi todo, incluso ingresan en áreas que solían es-tar prohibidas por costumbre en nues-tro país, como la comercialización de la infancia» (Ralph Nader. El poder cor-porativo. Entrevista con Amy Goodman. 7/7/2007. Traducido por Germán Le-yens. Editado en www.rebelion.org).

¿Significa lo anterior que todos los caminos están cerrados? Obviamente no. Sin embargo, la magnitud de la ta-rea que significa abrir posibilidades para cambios sustantivos en EE.UU. es de proporciones descomunales. Se inten-taría nada menos que de revolucionar en su interior a la primera potencia del imperio. Tarea difícil, pero no imposible. De hecho, existen los gérmenes de una cultura democrática alternativa en ese país; no obstante, es cuestión de culti-varlos, desarrollarlos y colocarlos en el plano de su realización concreta.

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La habilidad de Estados Unidos para emprender conquistas im-periales depende de su obvia supremacía militar, pero esto

está últimamente basado en el uso del dólar estadounidense como la mone-da para las reservas internacionales. Estados Unidos es el único productor del «bien» llamado dólar. Es este do-minio del dólar lo que sujeta el domi-nio financiero como un todo, también como el aparente poder de gasto sin límites que permite mantener cientos de miles de tropas establecidas por todo el mundo y en teatros de guerra.

Como lo escribió Emmanuel Todd (en Après L´Empire), una economía imperial depende de sacar (extraer) ri-queza del extranjero sin ninguna reci-procidad. Estados Unidos es ahora más dependiente del resto del mundo que el resto del mundo de Estados Unidos. Esto explica su comportamiento: no solamente su estratégica necesidad de poner sus manos en los recursos del mundo, sino también su necesidad de hegemonía. Para contrabalancear su dependencia económica, debe que-darse –al menos simbólicamente– en el centro del mundo. Debe mostrar su omnipotencia: ésa es la razón por la que libra tantas guerras contra ene-migos militarmente débiles. Al mismo tiempo, debe aparecer como benefac-

Destruyamosla hegemonía del dólar

y el Imperio colapsará

MArInELLA CorrEggIArohInI hEnsMAn

Traducción:rocío navarro Amaro

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tor –de allí su gira por los países de-vastados por el tsunami, con el fin de hacer uso de las oportunidades de fo-tografiarse que tal situación provee–. Eso a pesar de ser un país que tiene más prisioneros que agricultores, que consume más recursos y energía per capita que ningún otro, que tiene las peores estadísticas en salud pública (bien discutido por Eric Schlosser en Fast Food Nation) y servicios sociales (véase el detallado Discovering América as it is, por el lituano Valdas Anelaus-kas), lo que viola tratados internacio-nales en un acto de impunidad total.

Una pequeña historiade la hegemonía del dólar

El núcleo de la ventaja de la eco-nomía estadounidense, la fuente de su dominio financiero, es el peculiar rol de su moneda. Esto es porque el hecho de que el dólar sea la moneda mundial para las reservas internacio-nales hace posible que Estados Unidos mantenga sus dobles déficits (fiscal y comercial) y dependa de la generosi-dad mundial. Esa economía necesita un subsidio de al menos 1,2 billones de dólares diarios para mantener en buen nivel sus gastos (ni se diga so-bre el inmenso endeudamiento de las familias estadounidenses, los más grandes consumidores del mundo). La superioridad militar de Estados Uni-dos es una razón por la cual sería im-probable que enfrentase un embargo. Pero más lo importante: puede con-tinuar viviendo más allá de sus pro-pios medios (y gastar 440 billones de dólares por año en armamentos y 190 millones de dólares por día para la ho-micida «libertad iraquí» a causa de la hegemonía del dólar estadounidense. ¿Hasta cuándo?

La fuerza de la economía esta-dounidense después de la Segunda Guerra Mundial posibilitó que el dólar estadounidense respaldado por el oro se convirtiera en la moneda mundial para realizar las reservas internaciona-les. Cuando Estados Unidos abandonó el patrón de cambio oro en 1971, el

dólar quedó en un nivel de suprema-cía y su posición fue posteriormente impulsada en 1974, cuando llegaron a un acuerdo con Arabia Saudita en el que el intercambio de petróleo sería representado en dólares.

La mayoría de los países en el mundo importan petróleo, y fue lógi-co para ellos acumular dólares con el fin de protegerse contra las sacudidas o cambios petroleros. Los países del Tercer Mundo tenían aún más razo-nes para acaparar dólares, así como para proteger sus frágiles economías y monedas de colapsos repentinos. Con todo el mundo clamando por dólares, todo lo que Estados Unidos tenía que hacer era imprimir dólares por decreto y otros países los acepta-rían en pago por sus exportaciones. Estos dólares entonces vuelven a fluir en Estados Unidos para ser invertidos en bonos del Tesoro e instrumentos similares, compensando así el flujo saliente.

Mientras una moneda de reserva llene las necesidades mundiales, su-mada a las funciones de una moneda doméstica, el país favorecido puede construir deuda por un período pro-longado en una escala que rompería cualquier moneda de cualquier país. Pero esta ventaja es una espada de do-ble filo. Esto permite a la economía de Estados Unidos dejar caer sus déficits fiscal y comercial para escalar aguda-mente sin que se note. El déficit co-mercial de Estados Unidos es probable que llegue a 700 billones de dólares en 2007, la deuda nacional bruta está alrededor de 7 trillones de dólares (y el déficit público está alrededor de 550 billones de dólares).

La globalización casi destruyó a los Estados Unidos como nación manu-facturera. La búsqueda de provisión de servicios fuera de su seno ha implicado que este sector se haya desviado gra-dualmente y que se realice fuera de Es-tados Unidos. Sólo su preeminencia en la industria de servicios financieros glo-bales se mantiene intacta. Y esto está sujetado de manera precaria por la he-gemonía del dólar estadounidense.

Pierre Lecomte, un analista finan-ciero francés y partidario de la Campa-ña «Dette et dollar» para rechazar el dólar como moneda mundial, escribe en su libro Comment sortir du piege américain: «Mientras el resto del mun-do debe trabajar muy arduamente para ganar dólares que necesitan para comprar bienes y mercancías a nivel internacional o para pagar deuda ex-terna, Estados Unidos lo que necesita es imprimir dólares». Y Frédéric Clair-mont escribió en Le Monde Diplomati-que (abril de 2003): «Vivir a crédito es el credo de más poder en el mundo».

Varias campañas alrededor del mundo han pedido a la gente «boico-tear las marcas estadounidenses», pero la mayoría de los productos de marcas estadounidenses no son hechos en Estados Unidos. Por consiguiente, re-chazar comprar tales productos puede que reduzca las ganancias o regalías a Estados Unidos, pero no afectará seriamente el poder de su economía. Por otro lado, la «marca» más vista y de más larga vida en todo el mundo no es Coca-Cola ni McDonald’s, sino más bien el dólar estadounidense.

¿Petróleo por dólares?No más... tal vez

La hegemonía del dólar es lo que ha ocultado los costos del Imperio, los cuales fueron efectivamente pagados por el resto del mundo, incluyendo los ciudadanos estadounidenses. Otros países fueron obligados a aceptar dó-lares impresos porque no tenían op-ciones. Ésta era la única moneda para las reservas internacionales.

Hasta que el euro llegó. Saddam Hussein cambió, y a finales de 2000 convirtió el fondo de las reservas in-ternacionales de Irak en las Naciones Unidas en euros. Irán es otro país que en el año 2002 convirtió más de la mitad de sus reservas internacionales en euros. En el año 2003, año en que Estados Unidos comenzó la Guerra contra Irak, un representante de una empresa petrolera iraní sugirió en un discurso en Europa que las compras

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de petróleo europeo podrían incre-mentarse en euros en un futuro.

Siendo ambos, Irak e Irán, países productores de petróleo, el impacto de los cambios de su lealtad en cuan-to a monedas se refiere sería signifi-cativo. En contraste, el cambio oficial al euro de Corea el Norte para las ne-gociaciones en diciembre de 2002 fue negligente desde el punto de vista de la economía mundial; es más, signifi-có una tendencia que el imperialismo estadounidense tenía que detener a toda costa.

Repentinamente, la diatriba de George W. Bush contra el «Eje del Mal», que parecía tan arbitraria y risible al mismo tiempo, no aparece comple-tamente extraña. Aunada a esta ima-gen, está el hecho de que Venezuela –contra la cual Estados Unidos apoyó un golpe de Estado en abril de 2002 y que continúa estando bajo el ataque del régimen de Bush– ha tomado una gran parte de este intercambio o nego-ciaciones fuera de la órbita del dólar estadounidense, y las compulsiones económicas dirigidas por la política exterior estadounidense llegaron a ser más claras. Sólo el militarismo podría no parecer suficiente base para soste-ner un imperio: el poder económico es crucial. Para la decadente economía estadounidense, la supremacía del dólar es esencial para mantener su de-sastre económico. Y el analista italiano Giampaolo Caselli escribió en el 2003: «Los acuerdos para la negociación en petróleo son en dólar; cuando los paí-ses productores de petróleo cambien al euro, el dólar como moneda de re-servas será reemplazada también en muchos países».

Antes de la Guerra de Irak, un economista iraní y la revista marro-quí, L’Indépendant, sugirieron «boico-tear el dólar contra la guerra»: países y hombres de negocios islámicos deben abandonar el dólar como su moneda para sus reservas internacionales, con el fin de debilitar a Estados Unidos o por lo menos disuadirlos de su agre-siva política internacional. Dadas las deterioradas relaciones entre Estados

Unidos y el mundo árabe, varios países exportadores de petróleo del Medio Oriente han comenzado a incremen-tar la proporción de reservas interna-cionales realizadas en euros. Rusia y Libia, países exportadores de petróleo, venden su petróleo a Europa y Asia en euros. China y Rusia han insinuado que ellos pudieran comenzar a realizar más reservas internacionales en euros en lugar de hacerlo en dólares. China tiene la reserva más grande en dólares: 850 billones de dólares. En un artículo en el China Daily, el 28 de septiembre de 2004 escrito por Jian Ruiping, el di-rector de Economía Internacional de Asuntos Extranjeros de China, apuntó que China ya está perdiendo debido a la caída del dólar y perdería aún más si éste colapsa, y recomendó cambiar las reservas de dólares a euros, y po-siblemente también en yen, así como también recomendó cambiar a usar el dólar como reservas en el petróleo. Más recientemente, y aún de manera más explícita, el director del Instituto Na-cional de Investigaciones Económicas, Fan Gang, declaró que el dólar ya no es una referencia confiable en el sis-tema financiero global y es tiempo de buscar una alternativa. La idea es des-vincularse del dólar estadounidense a favor de un grupo de monedas. Otros países como Corea del Sur y Taiwán están cambiando parte de sus reservas internacionales fuera del dólar. Suecia ya lo hizo.

Todo esto ha debilitado el dólar estadounidense, pero no necesaria-mente significa que esto declinará has-ta el punto de que el dólar cese de fun-cionar como moneda para realizar las reservas internacionales. Hay presio-nes contradictorias, ambas de Estados Unidos y de sus mayores acreedores. Dentro de los Estados Unidos habría esperanzas de que un dólar más dé-bil estimularía las exportaciones, pero ahora eso parece improbable, dado cuán incompetente ha llegado a ser la industria estadounidense. La decaden-cia del dólar estadounidense sería un beneficio para los Estados Unidos siem-pre que el dólar retenga su rol como

moneda mundial, pero infligiría enor-mes pérdidas en aquellos países que han amasado grandes cantidades de reservas internacionales. China y Japón sólo poseen cerca de un trillón de dó-lares, y mientras países como India (y economías más pequeñas) pudieran te-ner cantidades mucho más pequeñas, la devaluación de esas reservas está ya afectándolos, y los afectaría aún más si el dólar colapsa. Estos países pudieran, por consiguiente, pensar en vender dó-lares y mover sus reservas a alguna otra moneda, lo cual en cambio pondría en riesgo la posición del dólar como mo-neda internacional para las reservas. Los países deudores ganarían de una caída del dólar, siendo que su deuda está denominada en dólares, pero si ellos tienen reservas internacionales en dólares, éstas se devaluarán, sufri-rán si dependen de las exportaciones de Estados Unidos, las cuales éste no estaría en capacidad de realizar. De esta manera, hay también poderosas fuerzas resistiendo el desplazamiento del dólar estadounidense como la mo-neda para realizar las reservas inter-nacionales.

¿Qué hacer? No cooperación económica no violenta

El economista egipcio Samir Amín, en su Geopolitica Dell’Impero, escribe: «El superpoder estadounidense vive gracias al flujo del capital que nutre el parasitismo de su economía y de su sociedad. Europa y el resto del mundo deben escoger entre las siguientes dos opciones: tanto usar sus ahorros para financiar la deuda estadounidense (el consumo estadounidense, inversiones y gastos militares) o invertirlo en su país o el algún otro lugar».

Un debilitamiento del dólar mientras éste mantenga su rol como moneda mundial, lo cual es lo que ha estado pasando hasta ahora, pudiera ayudar al imperialismo estadouniden-se reduciendo el valor de sus déficits comercial y fiscal; sólo cuando haya un cambio radical a gran escala de las reservas internacionales, el resto del mundo dejaría de pagar en beneficio del Imperio de Estados Unidos. Esto

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puede que no suceda en futuro cerca-no si se le deja enteramente a las fuer-zas económicas. Por otra parte, si los especuladores monetarios hacen acto de presencia y el dólar va a una caída libre, eso pudiera acabar con la econo-mía mundial. Evitar esto también re-quiere de planificación y coordinación.

Para los ciudadanos del mundo que estamos opuestos al imperialismo de los Estados Unidos, se sugieren va-rios posibles cursos de acción. La alter-nativa que nosotros proponemos es no cooperación no violenta con el mons-truo imperial:

1)Los pueblos en el Tercer Mundo podrían ejercer presión en sus gobier-nos para que cambien sus reservas internacionales a otras monedas di-ferentes al dólar y que impulsen la creación de monedas regionales para fortalecer lazos económicos y comer-ciales en la zona (ver el proyecto del Banco del Sur en el marco del ALBA, Alternativa Bolivariana para las Amé-ricas). Esto podría no sólo ser un gesto de solidaridad hacia los pueblos sitia-dos de Irak, Palestina y otros, oprimi-dos por el Imperio de Estados Unidos, sino que también sería una buena sa-lida a nivel económico. El dólar está cayendo, y los países en desarrollo, que poseen todas o la mayoría de las reservas internacionales en dólares, están perdiendo dinero en la medida en que éste pierde su valor. Si el dólar colapsa, sus reservas pudieran desapa-recer por completo.

2)Los países productores de pe-tróleo deberían dejar de denominar sus negociaciones petroleras en dóla-res estadounidenses. Esto no implica necesariamente un cambio de la to-talidad de las reservas al euro. Vene-zuela ha concluido varios acuerdos de trueque con otros países latinoameri-canos, incluyendo Cuba, dándoles pe-tróleo a cambio de bienes y servicios, y éste es un modelo que otros países productores de petróleo deberían con-siderar. Por ejemplo, decenas de miles de trabajadores ambulantes del sur y sureste de Asia trabajan en países del

Golfo; si sus remesas en dinares, dir-hams, etc. pueden ser usados de for-ma directa para importación de petró-leo, todas las partes se beneficiarían. Acuerdos de trueques que no involu-cren petróleo podrían también ser in-cluidos entre los países en desarrollo.

3)Cambiar los modelos mundiales de comercio. Si el dólar se hunde drás-ticamente con un comercio mundial no transformado, muchos países que ahora dependen de sus exportaciones a los adinerados y endeudados consu-midores estadounidenses, serán afec-tados de manera adversa debido a su falta de habilidad para importar sus bienes con un dólar debilitado. Una reorientación del comercio que se ale-je del dólar estadounidense sería, por consiguiente, necesaria. Por ejemplo, planear constituir Safta como un blo-que regional libre de tarifas y barreras de inmigración debería ser perseguido a una mayor velocidad, y convenios de comercio con otros países promovidos al mismo tiempo también. La Unión Europea y Mercosur, y aún más ALBA en América Latina, dan ejemplos que otros pudieran emular. China y Japón, los más grandes acreedores de Estados Unidos, son los que más sufren de la decadencia del dólar, y tendrían que encontrar un patrón de comercio al-ternativo para salvaguardar sus econo-mías. Cambiar los patrones mundiales de comercio hacia mercados regiona-les y locales es también una necesidad ecológica, debido a los inmensos cos-tos energéticos y ambientales del co-mercio mundial.

4)El cambio a otras monedas es no sólo para Estados Unidos. Por ejemplo, el movimiento internacional por un comercio justo debería cam-biar a otras monedas para efectuar sus intercambios internacionales: el movi-miento está creciendo y simbólicamen-te esto sería muy importante. Los aca-démicos y activistas deberían dejar de usar equivalentes del dólar para calcu-lar los ingresos en el Tercer Mundo. Por el momento, el euro puede ser usado como un patrón. Acciones masivas de esta clase jugaron un rol muy impor-

tante en el fin del gobierno británico en India y, por consiguiente, del Impe-rio británico. Empleado en una escala más grande, puede ayudar a socavar al Imperio estadounidense.

Después del dólar

Aun si todos los ajustes son he-chos, no hay duda de que la decaden-cia y caída del dólar como la única moneda mundial para las reservas causará dolor dentro y fuera de los Estados Unidos. Pero la alternativa es incomparablemente peor. El orden mundial no puede sobrevivir por mu-cho tiempo teniendo un Estado pillo fuertemente armado, involucrado en largas guerras con el pretexto del te-rrorismo y en violación de todas las leyes internacionales y tratados mul-tilaterales. La economía mundial no puede darse el lujo de depender de la moneda de una nación en bancarrota con un colosal presupuesto militar, y la Tierra misma está en riesgo por un país que devora cantidades masivas de combustible fósil y arroja gases de in-vernadero en cantidades catastróficas.

El imperialismo estadounidense no sería capaz de continuar sus des-tructivas políticas sin el ilimitado sumi-nistro de cheques en blanco extendido por el resto del mundo. De esta manera es responsabilidad del resto del mun-do abandonar esa fuente de recursos. El dólar es la suave entraña del Impe-rio, el punto donde es más vulnerable. Mientras tanto, si suficientes personas en Estados Unidos trabajan para ase-gurar que en las próximas elecciones se instale un presidente y los represen-tativos, quienes se comprometan en abandonar el propósito del Imperio y en su lugar buscar reintegrar a Estados Unidos a la comunidad internacional como un miembro sujeto a la ley, fiscal-mente responsable y no contaminante, el resultado será un orden global mu-cho más seguro y estable, además de la economía y el medio ambiente a nivel mundial. ¿Otro siglo estadounidense? es el título de un libro de Nicholas Guyatt. Le respondemos «no».

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No veo una revolución posible en el cercano porvenir de los Estados Unidos. Soy en eso pesi-

mista, o si se quiere, objetivo a la luz del materialismo histórico.

El país del continente donde las condiciones materiales de vida de la mayoría de la población aún no se han depauperado es Estados Unidos. De ma-nera que las condiciones objetivas no aparecen por ningún lado. El gobierno imperial tiene muchas herramientas todavía. Pero, más determinante aún, es la situación de las condiciones sub-jetivas. En Estados Unidos, apenas una pequeña minoría de inmigrantes se ha manifestado públicamente contra me-didas legislativas y ejecutivas que les afectan. El resto del movimiento social está prácticamente de rodillas ante el

sistema. Ni el rechazo a la guerra en Irak los ha sensibilizado en forma sig-nifi cativa.

País global

Estados Unidos no es un país en la acepción tradicional del término. No es un país «cualquiera». Es la sede po-lítico administrativa del imperialismo. Su frontera no depende de las líneas de un simple mapa. Su frontera, como su realidad política específi ca, ocupa un espacio geopolítico mundial.

A nivel militar, por ejemplo, cuando decimos Estados Unidos, nos estamos refi riendo a un ejército que tiene ocupados Afganistán e Irak, y que a la vez mantiene un conjunto de operaciones, maniobras y bases mili-

tares en eso que ellos llaman su «patio trasero». Guantánamo en Cuba, Soto Cano en Honduras, Manta en Ecua-dor, Aruba y Curazao, Fort Buchanan en Puerto Rico y Comalapa en El Sal-vador, son bases ofi ciales harto cono-cidas, pero también sabemos de las «bases» no ofi ciales con que han infes-tado el territorio colombiano.

Decenas de miles de soldados es-tadounidenses están esparcidos por el mundo sembrando el terror entre las poblaciones indefensas. Bajo la moda-lidad de maniobras militares, el año pasado el Caribe Sur sintió la prepo-tencia de un despliegue bélico sin pre-cedentes. Bautizada sarcásticamente «Confraternidad con las Américas», esta maniobra concentró más de seis mil efectivos con participación del

Nubes en el horizonte norteEE.UU.

último bastión del imperio capitalista

yLdEFoNso FiNoL

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portaviones atómico George Washing-ton y su agresora comitiva, el crucero Monterrey, el destructor USS Stout y la fragata misilística Underwood. Sólo el portaviones transporta 70 naves F15, F16, F18, Harrier y helicópteros. Antes de partir del puerto de Mayport, sede del tristemente célebre Comando Sur, en Florida, el jefe de la maniobra, general Bantz Craddok, reunió a varios personajes diplomáticos y políticos, entre los que se encontraba el Embaja-dor en Venezuela William Brownfi eld. Dos semanas atrás, Craddok había di-cho a una comisión del Senado, que «el gobierno de Chávez representaba un factor de desestabilización regio-nal».

Simultáneamente, en Nicaragua la Embajada norteamericana se inmis-cuía abiertamente en el proceso elec-toral para impedir el triunfo sandinis-ta y en Bolivia azuzaban los confl ictos territoriales para boicotear el proceso constituyente. Mientras, arruinan a miles de productores agrícolas y peque-ños empresarios de los países que han aceptado los Tratados de Libre Comer-cio, mantienen inmorales confl ictos en

países africanos azotados por la más cruel miseria y continúan su política de terrorismo imperialista contra los pue-blos árabes.

Poder imperialista y necrofi lia

La muerte seduce a esa estirpe que levantó, sobre millones de cadáveres, el imperio más poderoso y peligroso de la historia humana. Igual que asesinaron a millones de indígenas para despojarles sus territorios, igual que mataron milla-res de afrodescendientes para acumular riqueza, igual que se mataron entre sí para concentrar el poder en pocas ma-nos, igual que quemaron mujeres dentro de un taller o masacraron trabajadores en las calles para asegurar el predominio del capital, igual que han hecho la guerra en cualquier rincón del mundo para ex-pandir su poderío, igual estarán dispues-tos a bañar en sangre proletaria su propia tierra los verdugos al servicio de ese poder transnacional que es el imperialismo en su fase última y depravada.

Habrá que estar preparados para ello, pero no surgirá una opción revo-lucionaria en Estados Unidos hasta que

haya un movimiento social alternativo fuerte, con una vanguardia sólida al fren-te, capaz de enfrentarse al poder Estatal más gigantesco del mundo. Y, para que ese día llegue, va a correr mucha sangre por el río indetenible de la historia.

El comienzo del fi nal

Sólo la pérdida de su estatus de Es-tado Imperialista creará las condiciones en Estados Unidos para que pueda surgir un movimiento revolucionario con po-sibilidades de éxito. Ello pasa, en primer lugar, por la consolidación del proceso liberador en Nuestra América, de donde saca el imperio sus energías primarias de existencia.

Porque mientras el imperialismo pueda redistribuir parte de la plusva-lía que expolia a los pueblos de Nuestra América y el mundo entre la población de los Estados Unidos, no habrá condi-ciones materiales para la Revolución; y, mientras el poder asesino del imperio no sea duramente golpeado y debilitado, cualquier intento incluso de reforma en ese país, será arrasado como manada de búfalos por los rifl es del Tío Sam.

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No es imposible. Para que haya revolución se necesita una con-dición que los Estados Unidos

tienen en grado superlativo y bien vi-sible: tensiones sociales. Una creciente pobreza, poblaciones discriminadas, vastos sectores explotados, una descom-posición social en aumento; anomia; abundante consumo de las llamadas drogas, legales y de las otras (ver Roberto Hernández Montoya (2004). Más adicto será usted, Caracas: Ministerio de la Cul-

tura); represión histérica y generalizada, que empeora día a día; vigilancia minu-ciosa hasta de lo que la gente lee en las bibliotecas; abolición de la vida privada a través de las escuchas telefónicas ilega-les y la violación de la correspondencia; legalización de la tortura; demolición del Estado de derecho con la abrogación del milenario habeas corpus, así como de otros derechos ciudadanos; deterioro cada vez mayor de la imagen de los po-deres públicos y de la empresa privada;

destrucción cultural y sistemática de la humanidad; cada vez mayores desastres ecológicos, etc.

Todo eso y más constituyen fuentes crecientes de irritación que no tienen aliviaderos salvo en las drogas que no son solo las sicotrópicas, sino también la adicción al consumismo y el opio mediá-tico. Pero, ¿cuánto pueden esos recursos contener los desequilibrios objetivos?

Alguien tiene que estar pagando para ver las películas de Michael Moore.

revolución en los Estados Unidos¿Por qué no? robErto HErNáNdEz moNtoyA

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Alguien está viendo a Los Simpson, millo-nes, esa demolición simbólica sistemáti-ca de la estructura social estadouniden-se. Casi no hay película de Hollywood, eso incluye las de Disney, en que el villa-no no sea un codicioso e inescrupuloso capitalista. Es decir, los resortes ideológi-cos de una revuelta social generalizada están ahí.

En física se dice que una catástro-fe es una discontinuidad en un proceso continuo: una fisura en la superficie de un globo cada vez más inflado desen-cadena su estallido; un copo de nieve más dispara la avalancha; un dominó acarrea la caída de todos los demás. Se llama también «criticalidad autoorgani-zada» (Bak, P., Tang, C. y Wiesenfeld, K. (1987). «Self-organized Criticality: An Explanation Of 1/f Noise». Phys. Rev. Lett. 59, 381-384), cuando se produce una crisis en la bolsa de valores o un es-tallido social como el Caracazo. Se van acumulando tensiones que disparan un evento quizás fortuito: el alza de la gaso-lina; la quiebra de un pequeño banco de provincia; la llegada de Hernán Cortés a México y de Francisco Pizarro al Perú; la chispa que incendia la pradera; el dispo-sitivo que provoca la masa crítica sufi-ciente para la ignición nuclear.

Ya ocurrió en los años sesenta en los Estados Unidos una rebelión bastan-te dilatada, que tuvo éxito a pesar de los magnicidios y del reflujo consiguiente, Robert Kennedy, Martin Luther King, la dirigencia de los Panteras Negras. Pero tuvo éxito porque logró sus objetivos más visibles: el fin de la Guerra de Viet-nam, los derechos civiles, avances ines-perados en la emancipación de la mujer y de las minorías, como homosexuales y grupos étnicos.

Pero también hay en los Estados Unidos raíces del fascismo más ortodoxo y criminal, actualmente instalado en el Gobierno, de donde no se vislumbra un desalojo ni pronto ni fácil. Si vemos

las declaraciones agresivas de Hillary Clinton, la candidata aparentemente más viable para las próximas eleccio-nes, bastante más ofuscadas que las de George Bush («Pensé que era muy irres-ponsable y francamente ingenuo com-prometerse a reunirse con Chávez y Castro en el primer año de gobierno» [I thought that was very irresponsible and frankly naive to say you would commit to meeting with Chavez and Castro or others within the first year] http://edi-tion.cnn.com/2007/POLITICS/07/25/clinton.obama/index.html.), da la im-presión de que la hegemonía fascista no será fácil de derrotar, porque además cuenta con recursos bélicos formida-bles, aparatos ideológicos de Estado muy bien instalados en las mentes, en-tre ellos los medios de comunicación. Noam Chomsky ha dicho que el estado-unidense es el pueblo más adoctrinado del planeta, de modo que no será fácil infundir una conciencia revolucionaria allí. No será fácil, pero no será imposi-ble. Esa hegemonía ideológica es frágil, tanto que se alarma con la aparición de Telesur y prohíbe a Al Jazeera en su territorio. Si esa hegemonía fuese tan confortable, no sería tan nerviosa. No puede soportar una voz disidente, por débil que sea, pero que revele a todos que el emperador va desnudo. Por eso el bloqueo a Cuba incluye como elemento fundamental la voz de Fidel.

Puede sonar risible la idea de una revolución en los Estados Unidos, ¿pero no lucía jocosa también esa idea en la Venezuela de 1997? Siempre tuve la impresión de que la población latina de los Estados Unidos, y no me refiero solo a la mafia cubana de Miami, era un sector particularmente inculto y reac-cionario. Pero ya vimos el año pasado cómo encabezó las protestas callejeras contra la legislación que criminaliza la inmigración no documentada. Si los latinos se rebelaron, ¿por qué no lo

harían los blancos pobres, los negros y demás grupos exasperados?

Si las revoluciones fueran prede-cibles, no serían revoluciones. ¿Quién hubiera dicho en 1788 que en Francia, la Bien Amada del Papa, con un siste-ma ideológico tan sólidamente cimen-tado en el derecho divino de los Luises, habría de desatar la gran revolución de 1789? ¿Cómo fue que colonias españo-las tan magistralmente administradas y oprimidas nada menos que por la In-quisición, presas de una ideología tan macizamente fundada en la Contrarre-forma, podían rebelarse contra su Rey en medio de una guerra atroz? ¿Cómo imaginar que Cuba –el burdel gringo, oprimida no solo por un ejército local comandado por una dirigencia políti-ca de las más corruptas del continente, sino también por la mafia y la amena-za política y militar del Imperio– podía disparar una revolución que mantiene a ese Imperio en jaque desde hace ya casi medio siglo? ¿Cómo vislumbrar que en la Rusia zarista y feudal podía pro-ducirse la Revolución bolchevique? ¿Y en la milenaria y mineralizada China? ¿Quién hubiera predicho que un ejérci-to de campesinos podía derrotar sucesi-vamente a los ultramodernos ejércitos francés y estadounidense en Vietnam?

Parece mentira que se nos olvide con tanta frecuencia, pero los imperios nacen, se desarrollan y mueren. Nin-guno se ha eternizado. No sé cuándo va a morir el yanqui. No me gusta predecir su muerte supuestamente inminen-te porque vengo oyendo eso desde que tengo uso de sinrazón. Pero si cayeron imperios tan formidables como Mesopo-tamia, Persia, Egipto, Roma, el Imperio islámico sobre el sur de Europa, el inca, el azteca, el español, el inglés, el belga, el portugués y todos los demás, que re-sultaron a la postre más quebradizos de lo que parecían, ¿por qué va a ser eterno el yanqui?

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La reelección presidencial de Geor-ge W. Bush en el año 2006 pa-reciera confirmar que la nación

norteamericana ha renunciado a los valores de «La Ilustración». Y con ello ha exiliado los principios de sus funda-dores y emancipadores: George Was-hington, Thomas Jefferson, Benjamin Franklin, John Adams y Samuel Adams, entre otros libres pensadores, partícipes de los Derechos del Hombre y del Ciu-dadano. Sin embargo, actualmente en Estados Unidos (EE.UU.) sólo un 30% de la población participa en las elecciones y en la militancia política. Entendamos que una revolución socialista estado-unidense implicaría un debate político a todos los factores de su sociedad, y en masas de gente uniéndose para utilizar su poder de manera colectiva, con el fin de introducir otra agenda alternativa a la acordada por el Partido Demócrata y el Partido Republicano.

Las revolucionesen los estados de la Unión

Revolución e Independencia: de 1775 hasta 1783. El Rey Jorge III de Inglate-rra aplica la doctrina mercantilista a sus colonias de Norteamérica, con lo cual estos territorios no tenían liber-tad de crear industrias y comercializar. Sólo podían proveer materias primas a Inglaterra. Los colonos, inspirados en fi-

¿Es posible una revolución socialista en Estados Unidos?GErsoN GómEz AcostA

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lósofos franceses liberales y sus ideas de potestad del pueblo para gober-narse, de las libertades individuales como un derecho, del rechazo a la monarquía por voluntad de Dios, de la división de poderes en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, se declaran au-tónomos del Imperio inglés y a través de la guerra expulsan a las casacas rojas inglesas. Establecen un gobier-no republicano, democrático y liberal cuya Constitución Nacional expresa: «En consecuencia, nosotros, repre-sentantes de los Estados de La Unión de América reunidos en Congreso General, tomando como testigo […] y en nombre y por autoridad del pue-blo de estas colonias, publicamos y declaramos que estas colonias unidas son y deben ser estados libres e inde-pendientes».

Revolución y Guerra Civil: de 1861 hasta 1865. Se abolió el sistema escla-vista de los estados del sur. Esto supu-so la mayor expropiación de propie-dad privada de la historia mundial: los bienes materiales de los sureños jamás fueron devueltos por los nor-teños gracias a Abraham Lincoln, los propios esclavos afroamericanos, los civiles blancos abolicionistas del nor-te y los soldados que murieron por la Confederación. Aunque ciertamente las revoluciones citadas no fueron re-voluciones socialistas, porque preser-varon el sistema capitalista, sí trans-formaron profundamente la sociedad norteamericana e introducen la «as-piración ilustrada» de una sociedad más justa e igualitaria.

Las huelgas de obreros de 1900. En el año 1919 se gestó una ola de huelgas que afectó a uno de cada cinco obreros. La emblemática fue la de Seattle: inspirada en la Revolu-ción rusa de 1917, implicó más de 100.000 obreros en una ciudad cuya población era entonces de 250.000. Así, los obreros evitaron que los due-ños de las grandes empresas navieras eliminaran los sindicatos. La ciudad se paralizó y sus gobernantes no pu-dieron manejarla. Lo impresionante fue el modo como los obreros se or-ganizaron para suministrar los servi-

cios esenciales, logrando gerenciar la ciudad de forma colectiva.

La Gran Depresión de 1929 y la década de los cincuenta. En la década de los años treinta, los obreros con-siguieron implantar los sindicatos en las industrias básicas, y la década de los cincuenta se recuerda como los años de la caza de brujas anticomu-nistas. Pero además, fueron los años del inicio de las luchas de los movi-mientos en pro de los derechos civi-les de las mujeres y los afroamerica-nos. Dichos movimientos inspiraron las luchas sociales contra la guerra de Vietnam, los derechos de los ho-mosexuales, hasta los más recientes movimientos defensores de los inmi-grantes latinos.

La realidad sociopolítica y económica actual

En los últimos 25 años la distri-bución de los ingresos a favor de los muy ricos ha sido notoria. Desde los inicios de la recesión en 2001, los ingresos de las familias asalariadas se han reducido, una vez reducida la inflación.

Los afroamericanos siguen te-niendo un índice de paro de más del doble de la media nacional, al mismo tiempo que sufren el incremento de encarcelaciones de la política de ley y orden. Mientras tanto, muchas de las reformas conseguidas como re-sultado de los movimientos por los derechos civiles y del poder negro, desde la discriminación positiva para vencer la segregación hasta los pro-gramas de ayuda a la pobreza que daban migajas a los más vulnerables, están siendo cerradas por la gestión republicana.

Ahora bien, sería absurdo afir-mar que los trabajadores estadouni-denses están contentos con el dete-rioro de sus niveles de vida, ni mucho menos con el mundo violento, lleno de guerras y contaminado en el que viven.

Las encuestas de opinión en EE.UU. muestran que los estadouni-denses de clase trabajadora rechazan

las prioridades de la administración Bush. Una estadística elaborada por el Wall Street Journal, por ejemplo, evidencia que más de la mitad de los encuestados estaría dispuesto a pagar US$ 2.000 más de impuestos al año para que se garantizara la asistencia sanitaria a quienes no tienen acceso a ella, y lo mismo ocurre con las in-versiones en educación pública.

Respecto a los errores de la ultra-derecha cristiana y republicana, una considerable mayoría de los estado-unidenses creen que el aborto debe seguir siendo legal, y más de la mitad apoya alguna forma de reconocimien-to oficial, bien sea el matrimonio o las uniones civiles para los homosexua-les. Esto último representa un cambio radical de actitud en los últimos diez años, a pesar de los retrocesos conti-nuos durante los mandatos tanto de Clinton como de Bush.

Recordemos que aquello que de-termina el nivel de lucha revolucio-naria es la confianza y la organiza-ción social, y en las últimas décadas se ha producido un retroceso de los movimientos obreros en EE.UU., de la lucha por los derechos de los afro-americanos y por otras causas pro-gresistas.

Los sindicatos han sufrido los ataques de las corporaciones estado-unidenses desde finales de los seten-ta, lo que ha producido que la pro-porción de trabajadores organizados en sindicatos haya disminuido hasta el 13% actual. Una de las principales razones es la pasividad de los directi-vos sindicales ante esa ofensiva. Los líderes de los sindicados creen que las huelgas y las acciones militantes son métodos del pasado que producen más daño que bien. En su lugar, han invertido sus esfuerzos en procurarse el favor del central en Washington.

La revolución posible

Lo señalado tampoco significa que debamos aceptar el estereotipo de que los trabajadores en EE.UU. son apáticos y conservadores. El nivel de lucha de clases se mantiene bajo,

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pero en todas las ciudades se produ-cen ofensivas con diversos motivos: huelgas, protestas contra la violencia policial, manifestaciones a favor del matrimonio homosexual o de opo-sición a los ataques contra los inmi-grantes. El ejemplo más evidente es la oposición a la guerra y ocupación de Irak por Washington. Cuando Bush estaba preparando su invasión a principios de 2003, millones de per-sonas salieron a manifestarse y pro-testar en todo el país, sin mencionar las realizadas en el resto del mundo, lo que llevó al New York Times a de-clarar que «puede que todavía exis-tan dos superpotencias en el planeta: Estados Unidos y la opinión pública mundial».

Desgraciadamente, las eleccio-nes presidenciales supusieron un freno a las acciones contra la guerra, en gran medida porque los líderes del movimiento se volcaron en el apoyo a John Kerry, a pesar de que estaba a favor de la guerra. Pero ello no quiere decir que la administración de Bush haya conseguido que su guerra y ocupación sean populares. Todo lo contrario. La brutalidad de la ocupa-ción y el creciente número de vícti-mas entre los soldados estadouniden-ses han puesto los cimientos para que el movimiento vuelva resurgir.

Cuando las luchas emergen y se relacionan, pueden desarrollarse con notable rapidez. Ése fue el caso, por ejemplo, de los camioneros cuando fueron a la huelga contra la United Parcel Service (UPS) en 1997. En medio del llamado «milagro econó-mico», los medios de comunicación principales tuvieron que dejar sus cuentos felices e investigar el asunto de la codicia de las empresas, y el des-censo del nivel de vida de los camio-neros presentado por la huelga.

reservas morales para una revolución en EE.UU.

Las luchas y movilizaciones de trabajadores en los años treinta ha-bían sido precedidas por las de los años veinte, cuando la clase domi-

nante pasó a la ofensiva, y los sindi-catos establecidos entonces estaban en trance de desaparición. De la mis-ma manera, el radicalismo de lo años sesenta había sido precedido por el conservadurismo de los cincuenta. Además, recordemos que la lucha por los derechos civiles de los años se-senta había aparecido años antes con luchas menos conocidas en las que se implicaron un modesto número de personas, y que se iniciaron durante un período profundamente conserva-dor.

Los ideólogos que defienden el statu quo están siempre dispuestos a proclamar «el fin de la historia» cuan-do se produce un período de calma social y de conservadurismo. Pero una sociedad como la estadouniden-se, cimentada en la injusticia y la des-igualdad, nunca estará pacificada por completo.

Cuando emergen las luchas re-volucionarias, suelen comenzar poco a poco, pero esas batallas iniciales son cruciales. Por ejemplo, los estudiantes afroamericanos de secundaria, que se unieron al movimiento por los de-rechos civiles a principios de los años sesenta, estaban motivados por ideas relativamente conservadoras sobre el derecho a ocupar su lugar en el siste-ma capitalista.

Sería unos pocos años después cuando muchos miembros del Co-mité de Coordinación de Estudiantes No Violentos (SNCC) se consideraban revolucionarios. Habían estado pre-sentes en las marchas por la libertad para acabar con la segregación en los líneas de autobuses interestatales, contra el asesinato de obreros a favor de los derechos civiles durante las ma-nifestaciones conocidas como «El Ve-rano de la Libertad», por el proyecto de registro de votantes negros en 1964, y contra la traición del Partido Demó-crata al no aceptar delegados a favor de los derechos civiles en su conven-ción nacional de 1964.

Las experiencias referidas les convencieron de que la lucha contra la injusticia racial sólo podía ganar-se uniéndola a la lucha contra otras

injusticias, y planteándose al mismo tiempo otro tipo de sociedad.

Esta transformación se repitió en los sesenta y a principios de los seten-ta. Los estudiantes que actuaron como voluntarios en «El Verano de la Liber-tad» se sirvieron de los métodos apren-didos en los movimientos por los dere-chos civiles para organizar las protes-tas contra la Guerra de Vietnam, y los veteranos del movimiento contra esta guerra, a su vez, lanzaron la lucha por los derechos de las mujeres, incluido el del aborto. Los movimientos mo-dernos de los homosexuales surgieron en 1969 con la creación del Frente de Liberación Gay, una organización que tomó su nombre del Ejército de Libera-ción de Vietnam.

En la actualidad, a los medios de comunicación estadounidenses les gusta hablar de forma despectiva de los movimientos de los años sesenta. Sin embargo, aquellos movimientos son la prueba de que las ideas pueden cambiar con enorme rapidez. En mo-mentos de semejante ebullición social, millones y millones de personas que habían centrado su energía en otros asuntos de manera repentina concen-traron su atención en la transforma-ción de la sociedad.

Esto último es lo que hace posible una revolución con masiva participa-ción. La caricatura de la revolución que presentan muchos historiadores es la de un pequeño grupo de fanáti-cos armados que se hacen con el con-trol del Gobierno y se sirven de él para enriquecerse, pero no tiene nada que ver con el auténtico socialismo.

La revoluciónnecesaria en EE.UU.

El momento decisivo en cualquier revolución llega cuando, como escri-bía el revolucionario ruso Leon Tros-ky, las masas «rompen las barreras que les excluyen del escenario político, dejan de lado a sus representantes tra-dicionales y crean sus propios órganos de relación en un nuevo régimen».

Ese momento constituye el acto final de una revolución, el clímax de

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un período mucho más largo de luchas en el cual los dirigentes de una socie-dad se enfrentan a una crisis creciente, al mismo tiempo que los trabajadores cada vez son más conscientes de su propia fuerza. Al principio del proceso, los objetivos del cambio pueden ser mo-destos, quizás unas pocas reformas en la manera en que funciona el sistema, pero la lucha plantea cuestiones más serias y la gente comienza a percibir las conexiones en las que se encuentran implicados y la propia naturaleza del sistema.

En efecto, la dificultad hoy estriba en que la organización, y las iniciativas para la lucha tienen que surgir de las bases. Pero considerando la historia de EE.UU., sería una estupidez afirmar que la revolución es imposible, a pesar de la imagen de pasividad social que ofrecen los medios de comunicación.

La revolución no sólo es posible en EE.UU., sino que es absolutamente necesaria y sentida como urgente para acabar con la pobreza, la guerra y la opresión, y para crear una nueva socie-dad basada en la justicia y la libertad. Es más, su poderío militar y riqueza econó-mica surge de la explotación a millones y millones de personas en EE.UU. y de manera literal billones de personas en todo el mundo.

Su sistema no puede existir sin la división fundamental entre ricos y po-bres, así como sin otras importantes di-visiones y desigualdades sociales, como son la opresión de naciones, de «nacio-nalidades minoritarias» y la subyugada degradación de la mujer. También es un sistema que no puede existir sin la des-piadada competencia y rivalidad entre los explotadores dentro de cada país y entre los países. Todas esas cosas son ex-presiones de la naturaleza del sistema. Es imposible que el sistema capitalista-imperialista exista sin esos elementos.

En una palabra, el sistema des-cansa sobre importantes «fallas» que generan constantemente «terremo-tos», grandes y pequeños levanta-mientos sociales, rebeliones y guerra, que en todo momento estremecen el orden social y despiertan a muchos a la vida política participativa y protagó-nica también en EE.UU.

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Cuando el hombre blanco entra en mi país, deja tras de sí una estela de sangre.

Nube Roja, dirigente y guerrero sioux

El hombre blanco ha profanado la faz de nuestra madre la Tierra.

El apetito del hombre blanco por la posesión material y el poder

lo ha enceguecido en relación con el mal que él ha causado.

Carta de los jefes hopis a Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos, 1970

Escúchame, no por mí, sino por mi pueblo. Escúchame para que él pueda volver

al círculo sagrado y encontrar el buen camino rojo y el árbol protector.

Invocación de Alce Negro, chamán del pueblo oglala sioux

El nacimiento de los Estados Unidosy el holocausto indígena

La fuerza de los paisajes norteame-ricanos es también la huella de un pasado en gran medida extinguido

en la memoria humana que la naturaleza ha preservado. Esto lo ilustran de manera evidente el mapa y la toponimia de los Es-tados Unidos, evocación muda de la Nor-teamérica indígena. Más de la mitad del territorio estadounidense es identificado con nombres que no tienen nada de an-glosajones. Así por ejemplo, Alabama es el nombre de una comunidad muskogi; Arizona deriva del papago, que significa «pequeña fuente»; Connecticut proviene del nombre asignado por los mohicanos a un «largo río»; Minnesota corresponde a una palabra sioux que designa al «agua turbulenta»; Oklahoma, lugar de exilio y tierra de adopción de numerosos in-dígenas, es un nombre que quiere decir

«tierra de hombres rojos» en choctaw. Ciertamente, a lo largo de miles de años floreció en Norteamérica una brillante constelación de pueblos y culturas que fueron crisol de refinados y equilibrados estilos de vida.

Mucho antes de la llegada de Cristó-bal Colón a las costas de lo que hoy deno-minamos América, los vikingos ya habían

desembarcado en las riberas del norte del continente. Pero no fue sino cinco siglos más tarde cuando los europeos se decidieron a ocupar esos territorios. Pre-ocupados por el avance de la penetración española en el sur durante los siglos XVI y XVII, los franceses y los ingleses se lan-zan a la conquista de los territorios sep-tentrionales. El francés Jacques Cartier

La lucha por la emancipaciónde los indígenasen los Estados Unidos FrAnCIsCo JAvIEr vELAsCo

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explora el estuario del río San Lorenzo en 1534; la isla de Manhattan es colonizada en 1609 por el navegante inglés Henry Hudson, mientras que los puritanos ingle-ses del Mayflower se instalan en la Nueva Inglaterra.

Rápidamente, y a medida que la co-lonización muestra el cariz agresivo y de-predador de los invasores, las relaciones entre las poblaciones indígenas y los eu-ropeos se tornan conflictivas. La búsque-da de nuevos espacios en tierras indíge-nas genera enfrentamientos armados. Los pequot, los massachusetts y los mohawks son aniquilados a finales del siglo XVII. Los ingleses, los franceses y los holande-ses se aprovechan de ciertas rivalidades entre los indígenas para atacar a aquellos que ofrecen resistencia a la colonización. El pueblo hurón se alía a los franceses para combatir a los iroqueses aliados con los ingleses. Las enfermedades que lle-gan con los europeos se convierten en un aliado inesperado y providencial para los colonizadores: las epidemias de viruela contribuyen a la aniquilación de las po-blaciones indígenas de manera más efec-tiva que la guerra.

La presencia imperial francesa en América del Norte se desvanece ante la superioridad inglesa, y en 1763 Luis XV decide abandonar sus posesiones en esa parte del mundo. En 1776, los Estados Unidos declaran su independencia y, siete años más tarde, en 1783, inician la coloni-zación interna con la tristemente célebre «conquista del oeste», proceso que signifi-ca el genocidio, el etnocidio y el fin de la libertad para las naciones indígenas.

La República Federal de los Estados Unidos promueve la instalación de nuevos inmigrantes blancos en el Far West. «La fie-bre del oro» impulsa el arribo de más de cuatro millones de colonos blancos a Cali-fornia entre 1840 y 1860. Esta masiva in-migración que acompaña la penetración de las vías férreas acarrea el exterminio de millones de bisontes en territorios de caza indígenas. De esta manera, un modo de vida ancestral y un equilibrio ecológico son cruelmente destruidos. La Guerra de Secesión que entre 1861 y 1865 enfrenta al norte capitalista con los terratenientes esclavistas del sur de los Estados Unidos agrava aún más la situación de lo que resta de los pueblos indígenas norteame-ricanos, quienes se ven amenazados por la hambruna. Las revueltas indígenas se multiplican y la represión gubernamental

se extiende por todo el oeste. Los comba-tes continúan a lo largo de más de veinte años durante los cuales se firman algunos tratados violados de forma reiterada por el gobierno estadounidense. En 1876, el ejército del general Custer sufre una es-truendosa derrota al enfrentarse a guerre-ros sioux y cheyennes. La venganza no tar-da en llegar: acampados en las reservas a las cuales habían sido confinados, los pue-blos indígenas, maltratados y diezmados, son de nuevo víctimas de la represión de los blancos, siendo arrestados y abatidos muchos de sus dirigentes. En diciembre de 1890, los jefes Toro Sentado y Pie Grande, conjuntamente con trescientos indígenas –hombres, mujeres, niños y ancianos– son asesinados por las tropas federales en un lugar conocido como Wounded Knee (Ro-dilla Herida). Este acontecimiento pone fin a la nación indígena del norte.

Estimaciones conservadoras indican que a finales del siglo XV la población in-dígena del territorio que hoy pertenece a los Estados Unidos superaba el millón de personas. En 1890 esa cifra había descen-dido a 50.000.

El renacimiento indígena

Terminada la guerra, pacificados los indígenas, la «ayuda humanitaria» reem-plaza al ejército. A medida que la circuns-tancia indígena se desliza en el olvido, es reemplazada por el mito de los «pieles ro-jas». La ficción se impone a la realidad. Al cabo de varios siglos el imaginario toma el relevo de los hechos históricos y el este-reotipo suplanta a un amplio espectro de realidades socioculturales.

Satanizados y ridiculizados por el cine de Hollywood, confinados a los cam-pos de concentración denominados reser-vas, explotados por el turismo mercantil, aletargados por el consumo de alcohol, afectados por la delincuencia y el desem-pleo, los pueblos indígenas de los Estados Unidos consiguen, sin embargo, sobrevivir y mantener parte de sus identidades en la primera mitad del siglo XX, impulsando reivindicaciones de carácter reformista. En Washington se suceden funcionarios republicanos y demócratas que a veces se pronuncian a favor de la preservación de las reservas indígenas y otras se muestran proclives a su desaparición progresiva.

En la década de los cincuenta, la cú-pula burocrática y los sectores dominantes comienzan a estructurar una política que

tiende a la liquidación de las tierras indí-genas. El gobierno de los Estados Unidos se propone poner fin a su estatuto de tu-tela de las reservas indígenas, la asistencia financiera que de ella deriva y la relativa autonomía de los gobiernos indígenas. En 1953 se plantea una política de reinser-ción que busca atraer los habitantes de las reservas hacia las ciudades. En este marco comienza a conformarse entre los indíge-nas una corriente contestataria que termi-na haciendo eclosión en los años sesenta. Son los años del denominado «Despertar Indígena», no sólo porque los indígenas estadounidenses se expresaron política-mente con vigor por medio de acciones espectaculares, sino también porque el mundo de la academia, las editoriales y el cine publicaron y editaron numerosas obras dedicadas a la cuestión indígena.

Es en nombre de los tratados fir-mados en el siglo XIX –y desde entonces violados de manera sistemática– que los indígenas retoman la palabra. Pero su combate ya no es el mismo. Ya no se tra-ta de escapar de sus reservas como había ocurrido en el pasado, por el contrario, se trata de resguardar sus últimos territorios. En el curso de los años sesenta, el «Desper-tar Indígena» se organiza en una estructu-ra precisa, el American Indian Movement (AIM), que lucha por el mejoramiento de las condiciones de vida en las reservas, por la salvaguarda de sus territorios y para que el grueso de la sociedad estadounidense sepa que los indígenas siguen existiendo.

Sacudida por las protestas contra la Guerra del Vietnam, las movilizaciones de los afrodescendientes en pro de sus de-rechos civiles, las revueltas estudiantiles, la difusión de la contracultura, el movi-miento hippy, la lucha militante de los independentistas puertorriqueños y los Panteras Negras, y la «revolución sexual», una parte importante de la sociedad esta-dounidense se sensibiliza y se hace eco de las críticas al etnocentrismo que caracteri-za a su sociedad. La denuncia de las con-diciones de vida en las reservas indígenas y las exigencias de respeto a la indianidad encuentran un ambiente propicio para su difusión. Junto al Black Power y el Flower Power aparece el Red Power. La AIM lleva a cabo una serie de acciones que catapul-tan la cuestión indígena al escenario po-lítico de la nación y acaparan la atención mediática. La más espectacular de estas acciones ocurre en 1969, cuando un gru-po de indígenas ocupa el islote de Alca-

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traz (antiguo asiento de una prisión en la bahía de San Francisco) durante 70 días. En esta ocasión publican la «Declaración de Alcatraz», una obra maestra del humor militante. En la misma se expresa «Com-pramos la isla de Alcatraz por 24 dólares pagables en cuentas de vidrio y en tela roja, precedente establecido por el hom-bre blanco en ocasión de la compra de una isla parecida hace 300 años. Nosotros sabemos que 24 dólares de mercancías por esos acres de terreno representan más de lo que fue dado por la isla Manhattan, pero también sabemos que el precio de la tierra ha aumentado». Los indígenas reclaman Alcatraz en nombre del primer ocupante y agregan que tratarán bien a los blancos que se instalen allí. Además, firman un tratado que prometen respetar afirmando lo siguiente: «Posteriormente, conduciremos a los blancos hacia costum-bres más justas. Les ofreceremos nuestra religión, nuestra educación para elevarlos a nuestro grado de civilización». El mo-vimiento indígena propone instalar en Alcatraz un centro de estudios indígenas, un museo de los aportes de las culturas aborígenes a la humanidad y un centro ecológico. Los ocupantes agregan a esto una magnífica idea: la creación de un museo del hombre blanco que muestre los «regalos» de la civilización eurocéntri-ca: botellas de Coca-Cola, recipientes de plástico, latas oxidadas y otras muestras materiales de la contaminación generada por la sociedad capitalista de los blancos norteamericanos.

En 1973 otra acción obtuvo una gran repercusión en los medios de difusión: la ocupación de la población de Wounded Knee (Dakota del sur), donde muchos in-dígenas habían sido masacrados en 1890. En esta oportunidad, el movimiento exige la destitución de los jefes indígenas co-rruptos y reclaman al gobierno de Nixon la aplicación de una política prometida y jamás aplicada. Los indígenas retienen a rehenes blancos para asegurarse de ser escuchados y reciben el apoyo inesperado del actor Marlon Brando. Al finalizar el si-tio se firma un acuerdo que es ignorado después por el Gobierno. La mayor parte de los dirigentes de esta acción va a parar a la cárcel.

La defensa de las tierras históricas, algunas de ellas investidas de un carácter sagrado, se sitúa en el corazón del movi-miento indígena a medida que una nueva amenaza se cierne sobre ellas y sus habi-

tantes: el gran capital transnacional ha descubierto la riqueza de su subsuelo. En la reserva Navajo se denuncia la explota-ción del carbón en minas a cielo abierto como causante de daños ecológicos y a la salud de los indígenas que allí residen. La explotación de recursos minerales y ener-géticos en territorio indígena prosigue en medio de un clima de creciente resisten-cia. A partir de 1974 una coalición de co-munidades indígenas define las mejores condiciones de explotación renegociando las concesiones.

En 1976, en ocasión de la conmemo-ración de la batalla de «Little Big Horn» en la cual el Gobierno pretendía realizar un homenaje a la memoria del general Cus-ter y su tropa, una delegación indígena se presentó en el lugar acompañada de un curandero y un chamán para recor-dar que ellos también eran ciudadanos de los Estados Unidos y rendir honores a los muertos indígenas en la mencionada batalla.

En 1977, delegados indígenas fueron recibidos en la sede de las Naciones Uni-das. En 1978 se organiza la «Gran Marcha de los Tratados Violados» con un recorrido que va desde Alcatraz hasta Washington, congregando a miles de personas. El mo-vimiento indígena norteamericano des-pierta simpatías en Europa y otras partes del mundo. En ese mismo año se redacta la «Declaración de los Indios Americanos» que denuncia la política de esterilización a la que han sido sometidas por la fuerza muchas mujeres indígenas entre 1971 y 1975. En 1979, una comisión de juristas de la ONU encuentra fundamentos para deducir que el Gobierno de los Estados Unidos ha practicado el exterminio siste-mático de los pueblos aborígenes desde el siglo XIX.

Como resultado de estas y otras ac-ciones, en el marco de un clima favora-ble a la defensa de los derechos de las minorías, los indígenas de los Estados Unidos obtienen ciertos beneficios a tra-vés de programas especiales, logrando importantes conquistas en materia de educación superior y programas sociales. Al mismo tiempo se produce un floreci-miento en materia de arte que expresa reivindicaciones indígenas. En tres déca-das el movimiento de los indígenas de los Estados Unidos logró posicionarse en cier-tos espacios económicos, políticos y cultu-rales, a la par de obtener un significativo reconocimiento internacional. Pero el lla-

mado a la memoria ancestral y la genera-ción de un sentido de culpabilidad entre los blancos, que fue parte integrante de la militancia indígena de los años sesen-ta y setenta del siglo pasado, era inevita-blemente efímero. Su incapacidad para trascender el reformismo y articularse de modo orgánico con las luchas de otros sectores dominados determinó un reflujo en el apoyo externo en el contexto de una ola conservadora que recorrió al imperio en las últimas décadas del siglo XX.

El reto del presente Los signos evidentes de deterioro del Im-perio norteamericano en la actualidad, los movimientos antiglobalización que se desarrollan a partir de la revuelta de Seattle, las luchas de los inmigrantes y las renovadas protestas contra la guerra en Irak, entre otras circunstancias, nos permiten especular acerca de las posibi-lidades de recuperar la utopía emanci-padora y apostar, sin ingenuidades, por un cambio en la situación de los Estados Unidos y, ¿por qué no?, en la posibilidad de una futura revolución en esa nación. A tales efectos, los pueblos indígenas del norte que ya superan los dos millones de habitantes pueden desempañar un papel cualitativamente importante apelando a sus atributos de identidad, territorialidad, cultura, lengua, formas organizativas, sa-beres, ética y cotidianidad, como fuerza para enfrentar y ofrecer alternativas a la explotación, marginación y aculturación a las cuales han sido sometidos. Pero igual-mente deben vincular sus luchas a las lu-chas de otros pueblos, a los movimientos antisistémicos que operan y se expanden dentro y fuera de la nación estadouniden-se. La transformación descolonizadora del mundo capitalista globalizado en el que vivimos no puede ser realizada por actores aislados. Por el contrario, requie-re de una convergencia de esfuerzos para imaginar y construir estructuras sociales y estilos de vida radicalmente distintos, de conocimientos y experiencias societa-rias diversas. En esta tarea, los pueblos indígenas norteamericanos, al igual que todos los pueblos indígenas del continen-te (Abya Yala), tienen mucho que aportar forjando alianzas interculturales, respe-tuosas de la diversidad, orientando estra-tégicamente acciones con una conciencia fundada en la interconexión fluida entre cultura, identidad y política.

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Hemos visto cómo se convierte el dinero en capital,

cómo sale de éste la plusvalía y de la plusvalía más capital...

Karl Marx, «La génesis del capital»

La pregunta que formula este tí-tulo pareciera demasiado atrevida o especulativa. ¿Lo será ciertamente? ¿Es imposible en el gigante del norte, en la mayor potencia militar y económica de los últimos tres siglos de las historia humana, una transformación radi-cal, profunda, del sistema social cuya vigencia tiene ya esa misma edad? La dificultad de dar una respuesta rápida, superficial por lo tanto a la pregunta del título, me lleva de manera inevitable a formular otra pregunta más genérica, más amplia: ¿las revoluciones sólo son posibles en países o en regiones atrasa-das, subdesarrolladas?

Como puede apreciar el lector, el tema no es nada fácil; por el contrario, está cargado de una abundante comple-jidad, la cual lo hace mucho más atrac-tivo y, en lugar de arredrarme, pone en mi ánimo la fuerza, el entusiasmo y la urticaria necesarios para abordarlo, confiado en que lo podré desarrollar con la calidad necesaria y debida a cada lector que se encuentre con él.

¿Se detuvo usted en la palabra urticaria? No es gratuita en el texto ni una ocurrencia para llamar su aten-ción: está relacionada con la posición ideológica coherente y arraigada en mi ser desde que empecé a tener concien-cia social y política; a adentrarme en la historia conocida y en la menos conoci-da de nuestro continente, la cual llena tantas páginas como aquélla.

De todas las ciencias creadas y de-sarrolladas por el hombre, ninguna tan

compleja por su fragilidad, por su facili-dad para tergiversarla, malinterpretar-la y acomodarla a intereses y visiones espurias como la historia. Porque debe saber usted, amigo lector, que existe una «historia oficial» todavía, que se imparte sobre todo en las aulas de las escuelas, colegios y universidades pri-vadas, en la cual se distorsiona la ver-dad de nuestras nacionalidades opri-midas desde sus orígenes por todo tipo de potencias, en especial las europeas que asaltaron como filibusteros a estas tierras, apropiándose de sus ingentes riquezas, esclavizando, en una prime-ra etapa, a las poblaciones autóctonas y luego a las originadas en la fabulosa mezcla de sangres, epidermis, lenguas, etc., como resultado del mal llamado descubrimiento, que de un tiempo para acá se denomina encuentro de dos mun-dos.

Cuando uno se adentra en la rea-lidad histórica de lo que ama, cuando alguna de esas verdades históricas nos abofetean no sólo el rostro, sino tam-bién el alma, se torna bastante difícil ser objetivo, ecuánime, y escribir con la mesura apropiada para que todo lector salga satisfecho del encuentro con la visión e interpretación de los hechos que abordamos. Sin embargo, como he aceptado el reto de desarrollar el tema sugerido en el título de este artículo, y haciendo honor a nuestra posición ideológica, estoy obligado a ser lo más objetivo posible.

Cuando se penetra en el estu-dio de la historia humana, de su evo-lución social y política; en la medida en que profundiza en las raíces de esa historia, en lo que ha sido el desarro-llo económico-social de la especie des-tinada a reinar sobre el planeta que le dieron por casa, por hábitat, descubre

¿Es posibleuna revolución en los EE.UU.?

ANtoNio cAstro AVELLANEdA

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no sólo lo compleja que ha sido esa evolución, sino lo difícil de ser impar-cial en el análisis de cualquiera de los regímenes sociales que el hombre ha construido y, paradójicamente, tam-bién destruido.

Al caminar por las calzadas em-pedradas de la historia, una de las ver-dades que se descubre es lo inevitable de los cambios en la estructura social, independientemente de lo que demore, en tiempo y espacio, el tránsito de una estructura a otra. En esta constante, el ser humano remeda, sin mayor con-ciencia a veces de que lo hace, a la na-turaleza en el proceso dialéctico de trans-formación sostenida e inevitable. Nada es más cambiante que ella, aunque por lo demorado de esos cambios y lo breve de la vida humana pareciera que no ocurren, porque no los vemos suce-der en su apogeo, en su clímax, salvo algunas excepciones cuando ocurren grandes tragedias que repercuten de manera decisiva sobre ella misma y, por ende, sobre el género humano.

De igual manera sucede respecto de los grandes cambios sociales, de las transformaciones profundas en la es-tructura de la sociedad humana. Hace miles de años, en los orígenes del géne-ro, del Homo sapiens, era casi imposible notar o percibir algún rasgo de cambio en la estructura social, pues el hombre no tenía en su niñez sobre el planeta mayor conciencia de cómo, por qué y para qué existía.

Sociedad y cambio son sinónimos. Nada es estático en el tiempo y en el es-pacio. Así como jamás cesa de fluir la sangre en el cuerpo humano, excepto cuando muere, tampoco un régimen o sistema económico-social deja de fun-cionar de manera normal hasta tanto no se acumulan con el devenir del tiem-po y las contradicciones en su seno, las condiciones que lo hacen cambiar. Esa transformación comienza a veces a un ritmo muy lento, por lo cual se dificul-ta su apreciación y seguimiento por los humanos que, de forma paradójica, son los que actúan conciente o incons-cientemente acelerando o retrazando el proceso de cambio. El espejo que es la historia muestra cómo muchas veces sólo se producen cambios cosméticos, parciales en la estructura social. En otras oportunidades, la transformación ocurre violenta y rápidamente, dando

lugar a la aparición de otro sistema so-cial: es a esto que llamamos, con nom-bre y apellido, una revolución.

La sociedad es un cuerpo totalmen-te vivo, con grandes contradicciones en su seno, con fuerzas que pugnan en su interior por imponer sus intereses, sean éstos de cualquier índole: económico, social, cultural, militar, religioso, etc. Apuntalado en estas muletas de la ver-dad social, apoyado en múltiples lectu-ras de carácter histórico, sociológico, económico, puedo acercarme lúcido y consciente a la afirmación de que en Estados Unidos se están creando las condiciones, hace ya bastante tiempo, de una transformación política y social del sistema imperante. Hay muchas se-ñales de que la sociedad norteamerica-na está avanzando en un proceso lento hacia transformaciones radicales que impactarán, de variadas maneras, el conjunto de la sociedad mundial, por la influencia que en todos los planos de la existencia ejercen e impacta ese país.

Esta afirmación no significa ase-gurar que la sociedad norteamerica-na va hacia el socialismo, como sí está ocurriendo en países del Tercer Mundo. Pero las señales de crisis política en una administración deslegitimada por la forma como retuvo el poder mediante el fraude, la manipulación oportunista y descarada, la devaluación de la ima-gen e influencia del presidente Bush, permiten afirmar que la sociedad norte-americana es una sociedad enferma por dentro y por fuera.

Veamos, en apretada síntesis, otros

signos de la oculta enfermedad:

1) La derrota militar y política en la guerra de invasión a Irak y a Afga-nistán.

2) El papel de gendarme mundial que se cree con derecho a intervenir donde vea alguna señal de amenaza a sus intereses.

3) Su pérdida de influencia y con-trol en países emergentes como Vene-zuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros del Tercer Mundo.

4) El papel ejemplar de la Revolu-ción cubana, a la cual el colosal Impe-rio no ha podido destruir en 50 años, a pesar de todos los intentos y recursos usados.

5) La creciente capacidad competi-

tiva, por los altos índices de desarrollo económico alcanzados, de economías como la de China, India, Brasil, etc.

6) La descomunal inmigración ile-gal que a través de redes mafiosas pene-tra todos los días por los caminos verdes a territorio yanqui.

7) Las poderosas mafias de la dro-ga, el contrabando, que a pesar de los muchos elementos de control policial o legal no logran impedir su accionar, desarrollo y expansión.

8) La falta de políticas sociales cónsonas con las necesidades de millo-nes de ciudadanos norteamericanos o de origen inmigrante, que ven cada día más depauperadas sus condiciones de existencia.

9) Las abusivas políticas de carác-ter represivo tomadas contra todo aquel que, por algún motivo, infrinja alguna de las muchas leyes que, en lugar de li-berar, atan a los sectores más necesita-dos de la población.

10) Y, finalmente, pero no menos importante que los elementos enume-rados ya: la traición de la gran oligarquía financiera, oligopólica y guerrerista, a los hermosos ideales democráticos y ci-vilizadores, de los padres fundadores de la gran nación del norte: George Washington, John Adams, Thomas Je-fferson y Abraham Lincoln, quien por cierto, después de finalizada la Guerra de Secesión, ganada por el norte anties-clavista, fue asesinado.

Estoy consciente deque los contenidos de este artículo son apenas el abreboca de entrada a un tema, por demás intenso y apasionante que sea, cuyo desarrollo a fondo requerirá de muchas más páginas, así como del ma-nejo de muchas más ideas que lo sus-tenten y permitan su permanencia en el tiempo.

Y ojalá, (como dicen los árabes cuando invocan a su Dios creador), un día la estatua de la libertad iluminando el mundo, del escultor Bartholdi, cuyo pe-destal fue donado por Francia a Estados Unidos en 1886 y que está colocada en la rada de Nueva York, sea realmen-te el símbolo de la libertad no sólo de conciencia, palabra y negocios, como la interpretan las clases dominantes de aquel gigante, sino el símbolo de que la especie humana se ha liberado de un sistema social injusto, excluyente y, por lo tanto, inhumano.

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(Capítulo de De Cristóbal Colón a Hugo Chávez Frías /

Una visión mundialista y secreta de la historia de Venezuela)

Esta imperfección no molestaba a los hombres Tudor y menos mo-lestaba a los sectarios llamados

puritanos, afines a los Tudor, que ves-tían de negro y daban gritos contra el pecado en las calles de Londres. Tales puritanos mueven la Biblia, también negra, en la mano; identifican a Jerjes como el Ahasuerus del Libro de Esther

ante la gente indiferente y pasajera. Querían ser judíos, por lo que ponían a sus hijos nombres judíos: Daniel, Isaías, Isaac, aunque hubieran nacido en Northumberland. Un grupo radical de puritanos abandonaría pronto a In-glaterra a bordo de un barco llamado el Mayflower, para fundar en el norte de América una colonia que llamaría Nueva Ámsterdam. ¿Porqué Nueva Ámsterdam? Porque no queriendo ser de las islas británicas, podridas por el venecianismo, vivían, los principales, en Ámsterdam y porque Ámsterdam

era judía. Estos puritanos leen y leen el Apocalipsis, están inficionados de las visiones tenidas por Juan en la isla de Patmos. El que fuera el más joven de los discípulos que caminaron con Cristo vivió mucho. En la isla, ya muy viejo, recuperó al gigante de la historia que soñara Nabucodonosor, pero vio más que el rey asirio y más que el oni-romántico Daniel, autor del evangelio de Daniel; vio un número escrito en la frente del caminador, un 666, y lo cali-ficó de número de hombre.

En los cenáculos puritanos y en las

Pulsiones de destrucción dentro de la oTAngErónIMo PérEz rEsCAnIErE

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iglesias de los papistas, en el palacio del papa de Roma por igual, se examina la profecía del Apocalipsis y se dice que el 666 está por venir, que ello sucederá el año de 1666, que faltan pocas décadas para ello. Será el Mesías en su segunda visitación y esperarlo se llama expec-tación mesiánica. Se discute si vendrá como Cristo o como Anticristo, la bes-tia. Alguien dice que si viene como An-ticristo será en la carne de un Estuardo, eso se dice y es posible. En ese caso debe-rá traer los talegos venecianos. Lo que parece a otros cosa de jurar es que será judío. Los puritanos que desembarcan del Mayflower en la boca de un río que con el tiempo se llamará Hudson, viven la expectación mesiánica. «Saben» que la venida del Mesías está articulada a la venida del quinto imperio de felicidad judía; esperan que tal imperio nazca en la tierra incontaminada del norte de América.

Isaac newton, un joven «licenciado de nuevo cuño»

En 1665 estalla una guerra entre Inglaterra y Holanda. Su acto principal es el asalto inglés a la colonia Nueva Ámsterdam. Se dispusieron a la lu-cha los colonos de los futuros Estados Unidos contra Carlos II Estuardo. Los whig habían celebrado la ejecución por Oliver Cromwell de Carlos I. Escena te-rrible: sobre una caja de madera cons-truida en un descampado del centro de Londres, un verdugo enmascarado le-vantó el hacha y cortó la cabeza al rey, luego la levantó por los cabellos ante la multitud que aplaudía. Los adoradores de la casa de Estuardo dijeron que se asesinaba al Mesías, al segundo Mesías venido a la tierra, y vieron o decían haber visto que en el momento de caer la cabeza a la cesta, aún sin palidez, se abrió el rollo del cielo y se vio al Padre celestial, rodeado de su corte, que ben-decía a aquel hijo, sacrificado por los hombres como sucediera al otro, Jesús, 1616 años antes. Los whigs celebraron la ejecución de Carlos y dijeron discur-sos en su elogio, aunque desconfiaban de Cromwell, cuyo craso oportunismo y sentido práctico lo inhabilitaban para las que ellos consideraban grandes tareas. Pero en aquel 1665 los whigs entendían que el verdadero Anticristo

se había escapado y estaba regresado y reinando. Era Carlos II. Agredir a Ho-landa era agredirles la madre patria, pero Nueva Holanda era el futuro de Holanda y de ellos. El malvado inglés pisaba en Nueva Ámsterdam, en el ám-bito cuyo destino manifiesto era ser el reino de las virtudes. Y tenía apoyos, el Parlamento votó 2.500.000 libras para la guerra. Por algo se actuaba en este momento. Algo que era la prepara-ción de 1666.

No en Londres, en toda Europa revivía la expectación mesiánica. Los judíos se llenaban de esperanzas con la Parusía. Hacía años que en Polonia ca-saban los niños y las niñas de 13 años para que engendraran al Mesías en el año por venir de 1666. Ahora apare-cía un Mesías en Turquía, bailarín, y el hombre más rico de Egipto, de apellido Mendes, repartía a los pobres su fortu-na porque en el mundo feliz por venir el dinero no haría falta. Cada sinagoga era una pregunta, cada iglesia católica también. Nacían interpretaciones so-bre el hombre que vendría con el 666 en la frente a acabar el mundo o a re-dimirlo. Ahora aparecía claro, Carlos II era el Anticristo.

Por la guerra anglo-holandesa la Universidad de Cambridge cerró sus puertas, lanzando a Isaac Newton, un joven «licenciado de nuevo cuño», de vacaciones a la casa de su familia en Woolsthorpe, Lincolnshire. Era judío. La leyenda relaciona el descubrimiento de Newton de una ley universal de la gravitación con la caída de una man-zana que vio mientras meditaba bajo el manzano. Ésta es la versión oficial, edulcorada. La verdad es que también el joven judío Newton, de 23 años, se daba a calcular la venida del Mesías. Sa-bido era que una estrella deslumbrante brilló sobre las casas y el paisaje todo de Belén en el día del nacimiento del Me-sías Jesús, en consecuencia, si tornaba el Mesías, habría de tornar la estrella. Era una lógica deducción a la cual se sumó el conocimiento de que la estre-lla de Belén era en realidad un cometa. Necesariamente tornaría al cumplir su trayectoria en el vacío sideral. Y con él vendría el Mesías. ¿Regresarían cometa y Mesías en 1666?

Newton se dio a calcular las atrac-ciones de otros cuerpos que había sufri-

do el asteroide durante el viaje de 1666 años, incluyendo los meses que falta-ban para tal fecha. Pasaría cerca de la luna, de algún planeta, volvería dentro de su inmenso óvalo. Detallando la tra-yectoria del cometa, despejó una ley de gravitación universal que resumió así: «la fuerza de atracción entre dos cuerpos (pequeños o de simetría esféri-ca), es proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia entre ellos». La factibilidad de regreso del Mesías era dicha en forma cifrada en esto.

Holanda logró sobrevivir a la gue-rra y llegar a la Paz de Breda, de julio de 1667. Pero perdió a Nueva Ámster-dam. El Anticristo dominaba la ciudad, para siempre se llamaría Nueva York. Todo el alrededor, toda Nueva Holanda debieron entregar los holandeses. Es lo hoy forma los estados de Nueva York y Nueva Jersey. Pero conservaron, sí, la otra Nueva Ámsterdam, situada en la región de Suramérica llamada Guaya-na, que implicaba el río Esequibo. Sen-tados en la mesa de Breda, los enemi-gos se pusieron de acuerdo en dejar el asunto al futuro.

Independenciade los Estados Unidos

En 1770, el Gobierno británico retiró todos los impuestos a cobrar a Norteamérica excepto el del té. Pero la Compañía de las Indias Orientales avanzaba hacia la quiebra, la deuda pública inglesa crecía y el Parlamento concedió a esta empresa el monopolio de la venta del té a las colonias, como hemos visto en el caso de la Compa-ñía Guipuzcoana. Pero las colonias no aceptaron la nueva Ley del Té. Así las cosas, arribaron tres buques británicos al puerto de Boston. Traían 342 cajas de té. Un grupo de bostonianos, insti-gados por Samuel Adams, muchos de ellos disfrazados de indios, abordaron los buques y lanzaron el té al agua. Cuando el gobierno de Boston se negó a pagar el té, los británicos bloquearon el puerto. Había empezado la guerra de Independencia norteamericana. Hay puritanismo en este movimiento inde-pendentista norteamericano, asco y repudio por «lo británico». Era sacado

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en la guerra como útil insumo ideoló-gico. Otros creen que la oposición a lo británico es transitoria, pues la raza anglosajona está llamada a dominar el mundo.

Por estar aliada con España por los tratados que contrajeron Ben-jamin Franklin y Rodríguez Campo-manes, la independencia de los Estados Unidos es adversa a la independencia de la América española, de momento.

Episodios que tocarán el desti-no de América Latina

«La guerra es como la mujer, pone a prueba al hombre», escribió Jorge Luis Borges. En 1814, mientras en Venezuela Pablo Morillo arrea pa-rejo, pero el Libertador se crece y Páez le derrota y pone en admiración, hay nueva guerra entre Estados Unidos y la Gran Bretaña. Y entonces pasaron cosas signifi cativas, cuyo punto culmi-nante fue la toma y asalto del Congreso norteamericano por las fuerzas del al-mirante Cochrane, inglés. Los ingleses quemaron el Capitolio de Washington y con él el Acta de Independencia de los Estados Unidos, de modo que la que se exhibe allí es una copia donada tiem-po después por los mismos ingleses. A continuación de este hecho, las tropas de Cochrane se retiraron de territorio norteamericano. Esta guerra es des-crita frecuentemente como misteriosa, tanto en sus causas como en ese resul-tado de retiro británico tras el triunfo, sin conquistas, sin reconquistar lo que seguían considerando sus colonias en derecho. Jamás habían hecho eso los ingleses. Y el tratado de paz ratifi có las fronteras existentes antes de la guerra. ¿Para qué entonces se había peleado?

¿Cómo es que dilapidan la victo-ria los ingleses? Según dice hasta hoy el partido antibritánico, Inglaterra no se retiró con las manos vacías. En el tratado de Gante (Gante, Bélgica, 24

de diciembre de 1814), que conclu-yó la pelea entre madre e hijo, hubo cláusulas secretas, económicas, su-puestamente eternas, por las cuales Inglaterra recolonizó económicamen-te a los Estados Unidos. A los ingleses no les interesaría dominar otra vez grandes territorios, sino enclaves por el estilo, añadimos nosotros, de Trini-dad y la Guayana Esequiba respecto a Venezuela. El enclave británico en los Estados Unidos sería menos geográfi co que éstos, sería de economía al tiempo que profundo. Cuál es, cómo se articu-la, es cosa que no dicen a excepción de comprobar que los intentos de crear un Banco Central norteamericano fueron impedidos una y otra vez, hasta hoy. Señalan que cuando los Tratados de Gante cumplieron el masónico tiempo de un siglo, se pasaron a una segunda etapa, de acentuación y perfecciona-miento en la cual se creó en 1913 la Reserva Federal norteamericana. Mis-teriosa recolonización es ésa, que no se explica en detalle y sólo en la creación del Banco de la Reserva Federal, si es que ese banco cumple las funciones de expoliar la economía norteamericana para fi nanciar la inglesa.

A los latinoamericanos estas reco-lonizaciones nos son extrañas, porque una vez que España se fue de América no volvió más y fue sustituida justa-mente por Estados Unidos e Inglate-rra, estructurando la neodependencia, pero es lo cierto que en el momento de máximo triunfo del FMI, emanación de la Reserva Federal americana, se le impuso a Venezuela la «Independencia del Banco Central».

Doctrina Monroe, conciliación de adversarios

En 1823, el primer ministro britá-nico Canning le escribe a James Mon-

roe, presidente de los Estados Unidos, invitándolo a formular un protectora-do sobre la América española. Monroe lee ante el Congreso norteamericano el documento que anuncia al mundo lo que con el tiempo se llamará Doctrina Monroe. Señala:

«No nos mezclaremos en los con-fl ictos europeos, no aceptamos intro-misión de Europa en los Estados ame-ricanos».

La Doctrina Monroe, asimismo, exponía que únicamente Estados Uni-dos estaba destinado a completar la colonización de los territorios vírgenes de Norteamérica, lo cual era un avance sobre México, al que robarían después la mitad del territorio. En los días en que Bolívar y Sucre obtienen la esplén-dida victoria de Junín, América Latina estrena nuevos amos.

Pero el condominio no es perfecto. Si como dijo Goulbenkián los petroleros son como los gatos, que no se sabe cuan-do están peleando y cuando haciendo el amor, igual –hasta cierto punto– puede decirse de las dos potencias anglosajo-nas. Todo el siglo XIX será de peleas y reconciliaciones, siempre por América Latina, principalmente por canales cen-troamericanos, Panamá y Nicaragua, y por el río Orinoco, posesión que es el fondo oculto de los líos de la Guayana Esequiba. Advendrá el Tratado Hay-Pauncefote, para repartirse Panamá y Nicaragua, y el Tratado de creación de la OTAN, conciliadores, como se desarro-lla en futuros capítulos, también peleas como la crisis de Suez, en cuyo intento de explotación resbaló y cayó el gobier-no de Marcos Pérez Jiménez. La guerra de las Malvinas pareció matar las dife-rencias, pero el fracaso de Irak debilita dentro de los Estados Unidos a los secto-res probritánicos, creará problemas a la Alianza Atlántica, que es el acta de la neodependencia latinoamericana.

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Asumir la discusión de estos te-mas y todo lo que encierra el desarrollo de la ciencia ya no

se plantea sólo en las esferas científico-técnicas ni en los grupos defensores del ambiente. Este debate se vincula direc-tamente con el ciudadano común y se conecta de manera estrecha con nues-tras comunidades. Es en sí una discusión política que afecta el cómo nos alimen-tamos, es decir, la calidad de lo que con-sumimos.

La aclamada neutralidad de la in-vestigación científica y la tecnología no es más que la farsa de los que intentan dominar con la técnica, entendiendo que ambas se manifiestan en función de los intereses y las necesidades concretas de un colectivo que denominamos so-ciedad.

Si partimos de que la ciencia no es neutra y que la misma responde a in-tereses, y que éstos están subyugados al poder económico, la investigación científico-técnica estará destinada a formular, elaborar, diseñar y ejecutar todo tipo de componentes, productos y servicios que garanticen retribución en

grandes dimensiones del sustento del sistema impuesto y dominante, «el ca-pital». Es así como las primeras investi-gaciones que se generaron en biotecno-logía apuntadas hacia el campo agrícola e impulsadas desde el Hemisferio Norte llevan una carga ideológica del sistema de exclusión y opresión característica del mismo, la cual esta dominada por las grandes transnacionales imputadas explícitamente de la carga comercial de explotación.

Las plantas y alimentos transgéni-cos son aquellos en donde el genoma, es decir, el material genético, es mani-pulado y/o modificado con herramien-tas que permiten al hombre introducir elementos o fragmentos de ADN de otro organismo. Esto implica que en la carga genética del maíz, por ejemplo, se intro-duce segmentos del ADN de una bacte-ria que produce un biocida en el suelo, el cual, insertado en la planta, elimina la plaga o el gusano que hace mella con las cosechas de maíz en el mundo ente-ro. Esto per se podría parecer beneficio-so. El hecho que se le «inyecte» un an-tibiótico o vacuna a la planta para que

evite males o enfermedades pareciera ser algo fantasioso y hasta provechoso para los productores, pero esto contiene componentes de dimensiones mayores.

En primer lugar, las grandes com-pañías transnacionales como Monsanto, Aventis, Syngenta (antes Norvatis), BASF, DuPont, entre otras, dicen desarrollar con rigurosidad científica distintas prue-bas a reacciones alérgicas, afecciones en el organismo humano y/o animal, así como la liberación al medioambiente, con lo que afirman no producir plantas que sean híbridas o que causen daños ambientales; a su vez aseguran cum-plir con los protocolos de bioseguiri-dad, como el protocolo de Cartagena, un acuerdo internacional que regula el movimiento de transgénicos entre países. No obstante, vastas evidencias demuestran que estas afirmaciones son erróneas.

En palabras del biólogo venezola-no Saúl Flores, investigador del Instituto Venezolano de Investigaciones Científi-cas (IVIC), quien elaboró en laboratorio de los EE.UU. junto a otros científicos a nivel mundial pruebas en 13 varieda-

Alimentos transgénicosinstrumentos de dominacióny dependencia

RICARDO ZERPA SALAZAR

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des de maíz, demostraron y publicaron para finales del año 1999 que al germi-nar plantas transgénicas de maíz, a los 15 días había presencia de toxinas en el suelo expulsadas por la planta. Peor aún, se evidenció que estas toxinas que-dan entrelazadas a las arcillas y no se degradan de forma natural, con lo cual mantienen su actividad tóxica. Además, no son seguras para su reproducción, ya que a largo plazo podrían generar afec-ciones en el organismo, entendiendo que al consumirse se está asimilando de igual forma tanto los antibióticos como las toxinas insertas en las plantas.

Entendiendo que el sistema capita-lista y las transnacionales focalizan todo su esfuerzo por obtener más dinero sin importar los daños o efectos colaterales que sus acciones provoquen, éstas tra-tan de justificar la generación de trans-génicos amparados en la eliminación y erradicación del hambre a nivel mun-dial, asegurando mayor productividad y rendimiento por hectáreas de los rubros transgénicos, con lo cual se elevaría la producción y reducirían el costo de los productores. Este planteamiento se de-rrumba si comprendemos que el juego se establece en un mercado netamente especulativo de precios, en donde no importa la producción, donde campos inmensos son quemados, rubros destro-zados y derramados (como el caso de la leche y leguminosas derramadas a ríos y otras vertientes) sólo con la intención de mantener los precios del mercado y el movimiento de las acciones en Wall Street al alza.

Esto no sólo queda ahí. Estas trans-nacionales controlan la gran mayoría del germoplasma de las semillas y esporas de todos los rubros alimenticios a nivel mundial, y han patentado la mayoría de las plantas transgénicas desarrolladas. Monsanto cuenta con el 80% del merca-do de las plantas y sus patentes a nivel global. Esto implica que todo productor a nivel mundial tendrá que pagar por la semilla que se siembre «o germine de forma espontánea en su campo y se demuestre que esta semilla le pertenece a una transnacional». Miles de produc-tores en los EE.UU. perdieron sus cose-chas y muchos fueron a la bancarrota ante demandas impuestas por transna-cionales al demostrar que semillas que viajaron miles de kilómetros arrastradas

por el viento o polinizadas por insectos, las cuales cubrieron y germinaron en sus campos, pertenecían a una multinacio-nal.

Todo empeora cuando a las semi-llas generadas y manipuladas genéti-camente por estas transnacionales se les inserta una proteína que las hace infértil, es decir, la semilla es estéril y a lo sumo producirá 2 cosechas, luego esa semilla no es reutilizable, o sea, está muerta, lo cual crea la dependencia, pues se debe adquirir nuevas semillas para poder producir, lo cual vulnera de antemano la soberanía y seguridad ali-menticia de cualquier pueblo, incluyen-do al norteamericano.

Otro gran peligro que se corre con el desarrollo de grandes extensiones sembradas de semillas transgénicas es la pérdida de la biodiversidad. La riqueza de nuestras tierras desde México hasta la Patagonia y los multidiversos organis-mos presentes en nuestro entorno, pue-den destruirse y/o modificarse por la im-posición de estos organismos multirre-sistentes que se combinan o destruyen la megadiversidad de nuestra región.

En la actualidad, en México y Cen-troamérica han desaparecido variedades autóctonas producto de la inserción de rubros transgénicos. En muchos casos, las toxinas desarrolladas por el rubro afectan no sólo a la plaga vinculada al él, sino a otros organismos que contri-buyen a polinizar otros rubros. En otras palabras, atacando al gusano talador del maíz se afectan otros insectos, como el caso de las mariposas monarcas, que fertilizan y polinizan a plantas como el girasol. Se ha evidenciado una merma considerable de los enjambres de mari-posas desde el traslado de plantaciones transgénicas entre el norte de México y la costa oeste de los EE.UU.

Hasta el año 2002 existían 25,8 mi-llones de hectáreas de soya transgénica sembradas a nivel mundial, 10,3 millo-nes de hectáreas de maíz y 5,3 millones de hectáreas de algodón. Actualmente Argentina es el segundo mayor produc-tor de transgénicos a nivel mundial, y hace 2 años el congreso de Brasil aprobó el desarrollo de soya transgénica, y hoy por hoy es el mayor productor de soya transgénica a nivel global.

Venezuela ha establecido acuerdos de desarrollo agrícola junto con Brasil,

y pese a que se ha declarado la no pro-liferación de transgénicos en nuestro país, aún no existen garantías ni jurídi-cas (actualmente se desarrolla la Ley de Bioseguridad Nacional) ni tecnológicas (los ministerios de Ambiente y Ciencia y Tecnología están desarrollando un labo-ratorio, el cual se encargará de regular el ingreso o producción de estos organis-mos) que garanticen la no inserción de estos rubros. Igual es el caso de produc-tos agrícolas y pecuarios que hoy en día importamos de Argentina y del resto del mundo que produce y desarrolla trans-génicos.

En ningún momento se trata de crear alarma, ni mucho menos ir en contra de la garantía de la alimentación de nuestro pueblo. Al contrario, la inten-ción es manejar y conocer los posibles riesgos y las subsiguientes prevenciones que nuestro país debe concebir para garantizar la soberanía y seguridad ali-menticia. El empleo de tecnología confi-gurada en culturas disímiles y su incor-poración conlleva, según el investigador argentino Oscar Varsavsky, a introducir «de contrabando lo esencial de su estilo de vida y que le estamos dando la espal-da a la búsqueda de nuestras soluciones de nuestras verdaderas necesidades». Se asume de antemano la ideología con-tenida, y en muchos casos se estimula «[…] el concepto seguidista de “la” cien-cia […] Se propone en cambio algo mu-cho más difícil, como es el pensamiento científico independiente, capaz de crear “una” ciencia que, con el tiempo, puede llegar a diferenciarse mucho de la cien-cia ortodoxa dirigida desde el Hemisfe-rio Norte». El aporte y compromiso de nuestros investigadores y científicos, im-buidos de los compromisos sociales y en-caminados en el sendero del socialismo, debe aportar en simbiosis con nuestras comunidades organizadas respuestas efectivas al desarrollo de una agricultu-ra sustentable, ausente de agrotóxicos y transgénicos, impulsando el avance de la biotecnología en el campo de las mejoras de nuestra producción orgánica y endógena que apuntale a la consoli-dación de una auténtica soberanía ali-mentaria, las garantías de seguridad y beneficios a nuestros campesinos de la mano con el nuevo modelo productivo endógeno socialista que impulsa nues-tro gobierno.

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Precisamente por el sistemáti-co y criminal desmontaje de la cultura que hace el capitalis-

mo, con el propósito de manipular y dominar a los pueblos, es necesario revelar algunas importantes verda-des políticas, difundirlas a plena voz y en un lenguaje sencillo para que lo entienda desde el recién alfabetiza-do hasta el universitario. Sí, ¡hasta el universitario! La inmensa mayoría de los egresados de los altos centros de estudios capitalistas son analfa-betos políticos: es frecuente encon-trarse a un obrero con más cultura política que un científi co.

Para que resulte más educativo y contribuya a incrementar el nivel de cultura política de los lectores de A Plena Voz, hay que descubrirles el vínculo que existe entre algunas de

las verdades escondidas por los oli-garcas y las reformas constituciona-les a la Constitución Bolivariana de Venezuela propuestas por el Presi-dente.

Como todos los pueblos de la región, los venezolanos aprendieron, porque lo sufrieron en carne propia, que mientras mas concentrada esté la propiedad privada sobre los me-dios de producción y servicios en manos de una reducida y privilegia-da cúpula, mayor es el poder polí-tico de esa minoría de ricos, y me-nor el poder político de la inmensa mayoría pobre. Aprendieron que la consecuencia directa de esa injusta relación de poder es un constante incremento de la desigualdad y de la injusticia social, y que cada minuto se agranda el abismo entre el ínfi mo

sector que lo tiene todo y la gran masa de ciudadanos que todo le falta. Aprendieron que la propiedad privada sobre los medios de pro-ducción y servicios está relacionada con el poder que poseen los ricos, y de esa realidad dedujeron que en el capitalismo no puede haber demo-cracia, no puede haber un gobier-no del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, porque el poder político radica precisamente en manos de quienes poseen el poder económi-co, en manos de una oligarquía mi-noritaria y depredadora que maneja los recursos y las fi nanzas de todos los ciudadanos, y se apropia doloro-samente de ellos.

De lo aprendido se infi ere la importancia del poder económico como soporte del poder político, de

Contra la criminal desculturización CARLOS MÉNDEZ TOVAR

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manera que, mientras mayor es la propiedad social de todo el pueblo y la propiedad pública de la nación sobre los medios estratégicos de producción y servicios, mayor es también el poder político de todos los ciudadanos y menor el de la oli-garquía. Y lo más importante: quien quiera cambiar la indignante situa-ción de desigualdad del capitalismo deberá propiciar, apoyar, defender el cambio de las reglas del juego.

De eso tratan las reformas constitucionales propuestas por el Presidente, para que sea el propio pueblo quien participe en la reforma con sus opiniones, críticas y apor-tes creativos, y luego decida en el referéndum de diciembre si quiere seguir bajo el desigual, inhumano e indignante sistema capitalista o lu-char por cambiarlo.

La reforma del artículo 115 tiene como propósito incrementar y con-solidar la propiedad social y pública sobre los medios fundamentales de producción y servicios, establecer otras formas de propiedad colecti-va como la comunal, la ciudadana y mixta, y limitar la propiedad pri-vada individual sobre esos medios estratégicos. Se puede sintetizar en cinco palabras el propósito de la reforma: hacer al pueblo más rico. ¿Quién o quiénes se oponen? El

ejemplo más conocido por todos los venezolanos es el de Pdvsa.

Todo el mundo sabe que los ingresos que esa empresa producía en el pasado se quedaban en ma-nos de un puñado de ricos, politi-queros, banqueros corruptos de la IV República y algunas corporacio-nes transnacionales que actuaban como sus dueños, y que hoy, como verdadera propiedad social de todo los venezolanos, parte importan-te de sus ingresos se destinan a fi nanciar proyectos sociales para benefi cio de todos los ciudadanos. Después de la verdadera nacionali-zación de la principal empresa pe-trolera, el salario mínimo, el salario real y el salario nominal de los ve-nezolanos se incrementó.

La reforma pretende también recuperar todas las empresas del Estado, construir nuevas y garanti-zar, a través de mecanismos consti-tucionales, su irreversibilidad como propiedad de todos los venezola-nos.

La forma de propiedad es, pre-cisamente, la que caracteriza a un sistema sociopolítico, y los dos si-glos de capitalismo le han bastado a los venezolanos para descubrir que la propiedad privada, defendi-da a capa y espada por los aban-derados de ese sistema, no es la

solución ni la vía adecuada y justa para proporcionarle al pueblo tran-quilidad, justicia, estabilidad, paz, felicidad, desarrollo y crecimiento.

Otro punto de preocupación plasmado en la propuesta de re-forma (artículo 184) es la descen-tralización del poder político con el propósito de transferirlo al pueblo («Una ley nacional creará mecanis-mos para que el Poder Nacional, los estados y los municipios descen-tralicen y transfi eran a las comuni-dades organizadas, a los consejos comunales, a las comunas y otros entes del Poder Popular, los servi-cios que éstos gestionen [...]». El poder popular funcionando en las distintas instancias (comunidad, alcaldía, municipio, región, esta-do...), signifi ca la democratización del poder, y esa democratización es imposible sin la democratización de la propiedad.

¿Quién o quiénes se oponen? Con la ampliación de los espacios de poder se hace realidad la sobe-ranía del pueblo: «el Poder Público –dice la reforma del artículo 136� se distribuye territorialmente en la si-guiente forma: el Poder Popular, el Poder Municipal, el Poder Estadal y el Poder Nacional. Con relación al contenido de las funciones que ejer-ce el Poder Público se organiza en

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Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciu-dadano y Electoral. El pueblo es el depositario de la soberanía y la ejer-ce directamente a través del Poder Popular. Éste no nace del sufragio ni de elección alguna, sino que nace de la condición de los grupos humanos organizados en la base de la pobla-ción. El Poder Popular se expresa constituyendo las comunidades, las comunas y el autogobierno de las ciudades, a través de los consejos comunales, los consejos obreros, los consejos campesinos, los con-sejos estudiantiles y otros entes que señale la ley».

Y otro artículo clave, el 158, dice en su modificación: «El Estado promoverá como política nacional la participación protagónica del pueblo transfiriéndole poder [antes decía: acercando el poder a la población] y creando las mejores condiciones para la construcción de la sociedad Socialista».

¿Puede la oligarquía aceptar de buena gana que se le transfiera

poder a la población? Sus acciones desestabilizadoras, sus sabotajes, sus diatribas, su conducta antina-cional, antipopular, contrarrevolucio-naria, demuestran que no lo tolera, que no están dispuestos a aceptar tan altos niveles de democracia.

No hay dudas de que ejercien-do el poder se aprende a gobernar, y es lo que plantea la reforma en este artículo: que el pueblo se organice para que asuma una cuota de poder cada vez mayor como establece su Constitución.

Quien analice estas proposicio-nes del Presidente, entenderá que en la Constitución de 1999 no podían figurar las reformas que proponía la oligarquía, que tenía entre los asam-bleístas rabiosos representantes de sus intereses, porque hubiesen blo-queado su discusión y aprobación.

No habrían permitido que el pueblo le limitara constitucional-mente su propiedad privada y que predominara la propiedad social, co-lectiva y pública.

No habrían permitido que le pro-hibieran los monopolios ni el latifun-dio, y mucho menos que los obliga-ran a devolver las tierras robadas. No habrían permitido que el pueblo le li-mitara constitucionalmente su poder económico porque eso conllevaba la disminución de su poder político.

Mucho menos iban a permitir que el pueblo adquiriera tanto poder económico y político. En otras pala-bras, no habrían permitido una de-mocracia verdadera, que no es otra cosa que socialismo, sistema en el cual el pueblo ejerce la soberanía.

La mejor demostración de que la actividad contrarrevolucionaria de la oligarquía perjudica al pueblo y no a Chávez, es que mientras el gobierno aumenta los salarios, los oligarcas aumentan los precios de sus productos pero, en la medida que pierdan poder económico y el pueblo tenga cada vez más control sobre los medios de producción y servicios, podrán hacer cada vez menos daño.

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la generación eternamenteperdidaJosé sANt rozperdidaJosé sANt rozperdida

En la medida en que el surrealismo no ha dejado nunca de apelar a Lautréa-

mont y Rimbaud, es evidente que el auténtico objeto de su

tormento es la condición social de los individuos.

André Bretón El arte en América del Norte no respon-de a tradición de país alguno y sus es-critores sobrellevan el estigma de «Ge-neración Perdida» (siempre han estado perdidos), acuñada por Gertrude Stein. Tremendamente desintegrados sus ar-tistas; desasistidos de pasado alguno y asidos sólo a la aventura expansiva del comercio y de las grandes urbes. Los vemos aislados, rotulados en amplios y vastos centros comerciales, toman-do notas entre máquinas y virguerías electrónicas, en medio de la gestación de un mundo que no les es propio y que se forma a expensas de programas ar-mamentistas, proyectos espaciales, to-dos del dominio de cerebros abortados por la voraz tecnología.

En esa obra monumental de He-mingway, París era un fi esta, él recoge destrozado el insulto que le lanza Ger-trude Stein: «Estábamos de vuelta del Canadá y vivíamos en la rué Notre-Da-me-des-Champs y Miss Stein y yo éra-mos todavía buenos amigos, cuando ella lanzó el comentario ése de la generación perdida. Tuvo pegas con el contacto del viejo Ford T que entonces guiaba, y un empleado del garaje, un joven que había

La generación eternamenteperdidaJosé sANt roz

José sANt roz

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servido en el último año de la guerra, no puso demasiado empeño en reparar el Ford de Miss Stein, o tal vez simplemente le hizo esperar su turno después de otros vehículos. El caso es que se decidió que el joven no era sérieux, y que el patron del garaje le había reñido severamente de resultas de la queja de Miss Stein. Una cosa que el patron dijo fue “Todos voso-tros sois une génération perdue”».

«–Eso es lo que son ustedes. Todos ustedes son eso –dijo Miss Stein–. Todos los jóvenes que sirvieron en la guerra son una generación perdida.

–¿De veras? –dije.–Lo son –insistió–. No le tienen

respeto a nada. Se emborrachan hasta matarse...

–¿Estaba borracho ese joven mecá-nico? –pregunté.

–Claro que no.–¿Usted me ha visto alguna vez bo-

rracho?–No. Pero sus amigos son unos bo-

rrachos.–A veces me he emborrachado

–dije–. Pero no la visito a usted cuando estoy borracho.

–Desde luego que no. No dije eso.–El patron de ese muchacho estaba

probablemente borracho a las once de la mañana –dije–. Así le salen de hermo-sas las frases.

–No me discuta, Hemingway –dijo Miss Stein–. No le hace ningún favor. To-dos ustedes son una generación perdida, exactamente como dijo el del garaje.»

Después Hemingway diría algunas pequeñeces y miserias contra Miss Stein, como por ejemplo que era lesbiana y vi-vía con su secretaria Alice Toklas.

«Ernest Hemingway confesó al escritor aragonés Ramón J. Sender que ellos, los escritores norteamericanos, a diferencia de los novelistas hispanos, carecían de profundidad, y lo decía con gran tristeza. Hemingway tenía que viajar a Cuba, a España, para nutrirse de termas realmente humanos sobre los cuales poder estructurar algún trabajo que valiera la pena. No pudo el pobre sobreponerse al espectáculo de la fama y del capital, y perdió su talento. “Los ricos me jodieron” –confiesa en París era una fiesta. Claro, se adueñaron de su producción las grandes editoriales y re-vistas; ésas que le exigían notas sobre el aciago presente y que no calaban en su

estilo ni en su forma de pensar. Hemin-gway se desquició por esta vía.»

Hay cierta pérdida sustantiva en los escritores mejor dotados de Estados Unidos y ninguno está integrado al me-dio o a la híbrida y vasta armazón que les contiene (engulle), formada sobre mil mosaicos de razas diferentes. Se lu-cha, fragmentado el pensamiento, con-tra el ventarrón social de las máquinas y en una sociedad forjada y forrada en el mero negocio capitalista.

«Como cosa extraña, la historia de EE.UU. no tiene raíces sino en sus programas económicos y formas de ex-plotación; en el invento de máquinas y proyectos tecnológicos. La poesía y la li-teratura han sido en gran parte dejadas de lado por el vendaval del desarrollo, de los trusts y la banca internacional.»

El escritor Van Wyck Brooks murió decepcionado al no poder encontrar una forma del pasado que se pudiera usar. Luchaba para asirse a algo, reconstruir alguna noble tradición en la literatu-ra de su pueblo. Fracasó. Su extensa y erudita obra, conocedor como pocos del problema literario de su pueblo, lo llevó a amargas conclusiones. Murió sin po-der identificarse con el sentimiento usu-rero de su país. Estaba convencido de que un artista sin patria no podía llegar a hacer nada importante con su obra, sobre todo si en el concepto del planeta y de la humanidad esa «patria» existía y era considerada el mayor logro político y el mayor imperio de la tierra. Estaba hecha jirones en la amplia formalidad de lo más anhelado por él.

«Así pues, Van Wyck Brooks que-ría llevar su lucha hacia la grandeza del espíritu y, en cambio, encontró la ruina, una deprimente desorientación. No ha-bía un camino, no había existido nunca un sueño noble sobre el cual estructurar una buena obra. Los pasos, las huellas se habían borrado o desfigurado por el cruce azaroso de hordas migratorias que no buscaban otra cosa que existir a expensas del estómago, no del corazón urgido de amor y comprensión. Todo te-nía su precio y lo que no tuviera un pre-cio en dólares no valía nada; no valía la pena ser tornado en cuenta; sólo tenía prestigio inventar, y fue cuando comen-zó la carrera de esas torres, de las gran-des inversiones que hicieron aparecer fuera de lugar los valores del espíritu.»

Como reacción a esta incompren-sión, el artista tuvo que emigrar a Eu-ropa en una tarea de demiurgo para encontrar las raíces perdidas, para buscar temas que de veras tocasen el sentimiento de su vocación creadora. El conocer a otros hombres y regiones, a otras culturas y tradiciones y así salvar su talento. Brooks decía que el escritor que se queda en EE.UU. es el único ca-paz de ayudar a su pueblo y de insuflar al panorama intelectual con alguna cla-se de valor y espíritu propios. Pero a la vez no podía quedarse allí, porque sus raíces o su imaginación lo impulsaban a la elaboración de una obra acorde con sus antepasados, los cuales estaban en Europa.

Fatalmente, hoy, la literatura en Es-tados Unidos pareciera encontrarse des-ahuciada para ser la voz y el espíritu de lo más sagrado de su pueblo. La búsque-da del éxito se fabrica en las grandes edi-toriales y compañías cinematográficas, pereciendo ocultos sus mejores repre-sentantes. Primero es necesario hacer-se famoso y por este camino, cuando lo consiguen (las luces del éxito, la rique-za), se les seca el espíritu creativo y aca-ban por volverse motivos de comercio y de consumo. Un escritor no debe ser un instrumento del tiempo y de los rigores de la competencia comercial, de las exi-gencias del consumo.

«Su mandato es escribir pésele a quien le pese, y decir su verdad por enci-ma de los intereses pasajeros del presen-te, y de los provechos comerciales. Y esto ya no se hace. El elogio de las grandes editoriales castra y empequeñece. Ya no se escribe por un dictado de Dios, sino por mandato de las empresas editoriales y cada vez más exigen libretos que satis-fagan el interés inmediato de los dueños de estas empresas.»

El escritor Tom Perry decía que la literatura norteamericana está cada vez más escasa de voces, y añadía que su país se encuentra en pleno proceso de formación, sin terreno fértil aún. En aquella nación, ¿quién tiene raíces en ese amasijo de cultura que además van en busca del «sueño americano», de sa-tisfacer casi siempre el egoísmo perso-nal, su propia «salvación»? Cada cual huésped de ciudades fugaces, a los que la tierra todavía no ha poseído y que ven nacer y formar a sus hijos como arañas