Aquel día transcurría con un sabor ... - La Revista De … · para adentrarnos finalmente en las...

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La Revista DE MOTOS 12 Aquel día transcurría con un sabor ligeramente amargo, todavía giraban en mi cabeza las imágenes de la mañana anterior cuando sufrí una fuerte caída al pasar sobre un rastro de aceite. Entonces recibí una noticia que cambió por completo las cosas. Se trataba de una prueba que realizaría junto a Mauricio, un compañero de La Revista, a las nuevas motos AKT. El objetivo era “abusar” de las máquinas durante los cinco días que nos tomaríamos para hacer el viaje de ida y regreso desde Medellín hasta el Cabo de la Vela en la Guajira. Siendo sin lugar a dudas el Examen a Fondo más duro al que hayamos sometido cualquier motoci- cleta, teniendo en cuenta que rodaríamos más de 2.000 Km. muchos de ellos por intermi- nables rectas, circulando con el acelerador a fondo bajo un calor sofocante. Además, qué mejor oportunidad para regresar al mar y conocer lugares a los que siem- pre había deseado ir. Nuestras compañeras de ruta serían la AK 100 que es una sport de dos tiempos y la AK 110, una semiautomática de cuatro, que nos fueron en- tregadas con poco más de 2.000km en sus tableros y que habían sido las primeras unidades ensambladas en la planta ubicada en Medellín. Seguro que más de uno pensará que es una quijotada embarcarse en un viaje como este con unas máquinas tan pequeñas y más aún siendo tan nuevas en el mercado, sin embargo, el objetivo era llevarlas al límite, probar su desempeño en todos los terrenos y demostrarnos a nosotros mismos que la cilindrada no es una limitante a la hora de buscar aventu- ras, al final todo valió la pena. Fue cosa de una semana para que todo estuviera organizado, la ruta y los itinerarios del recorrido, los lugares que visitaría- mos, el equipaje, la herramienta (sólo lo básico para emergencias) y por supuesto las motos que fueron objeto de una revisión completa, algo recomendable siempre que se piensa hacer un viaje largo. La primera etapa hasta Cartagena transcurrió sin

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La Revista DE MOTOS 12

Aquel día transcurría con un sabor ligeramente amargo, todavía giraban en mi cabeza lasimágenes de la mañana anterior cuando sufrí una fuerte caída al pasar sobre un rastro de aceite.Entonces recibí una noticia que cambió por completo las cosas. Se trataba de una prueba querealizaría junto a Mauricio, un compañero de La Revista, a las nuevas motos AKT. Elobjetivo era “abusar” de las máquinas durante los cinco días que nos tomaríamospara hacer el viaje de ida y regreso desde Medellín hasta el Cabo de la Velaen la Guajira. Siendo sin lugar a dudas el Examen a Fondo más duroal que hayamos sometido cualquier motoci-cleta, teniendo en cuenta querodaríamos másde 2.000 Km.muchos de

ellos por intermi-nables rectas, circulando

con el acelerador a fondo bajoun calor sofocante. Además, qué

mejor oportunidad para regresar almar y conocer lugares a los que siem-

pre había deseado ir.Nuestras compañeras de ruta serían la AK 100

que es una sport de dos tiempos y la AK 110,una semiautomática de cuatro, que nos fueron en-

tregadas con poco más de 2.000km en sus tablerosy que habían sido las primeras unidades ensambladasen la planta ubicada en Medellín. Seguro que más deuno pensará que es una quijotada embarcarse en unviaje como este con unas máquinas tan pequeñas y másaún siendo tan nuevas en el mercado, sin embargo, elobjetivo era llevarlas al límite, probar su desempeño en

todos los terrenos y demostrarnos a nosotros mismos quela cilindrada no es una limitante a la hora de buscar aventu-

ras, al final todo valió la pena.Fue cosa de una semana para que todo estuviera organizado,

la ruta y los itinerarios del recorrido, los lugares que visitaría-mos, el equipaje, la herramienta (sólo lo básico paraemergencias) y por supuesto las motos que fueronobjeto de una revisión completa, algo recomendablesiempre que se piensa hacer un viaje largo.La primera etapa hasta Cartagena transcurrió sin

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A partir de allí avanzamos sin novedad, parando variasveces a tanquear debido a que el pequeño tanque de la110 (pensado para la ciudad) sólo recibe un galón, queen promedio le alcanza para rodar unos 150km, cifra muybuena teniendo en cuenta que rodábamos a fondo casitodo el tiempo. También aprovechábamos las paradaspara estirar las piernas y cambiar de vehículo, haciendomucho más interesante y ameno el viaje.En total hasta la Heroica nos tardamos catorce horas,pero hubieran sido menos si a la 100 no se le hubierareventado el resorte del gato lateral, percance que luegode una infructuosa búsqueda del repuesto en un pueblitominúsculo, terminamos solucionando temporalmente conuna tira de neumático.

tropiezos, supimos sacar provecho de nues-tras motos cuando nos topamos con un blo-queo impresionante bajando del alto de Ven-tanas, provocado por un camión volcado; quéenvidia debieron sentir los demás viajeros,que resignados veían como nos escabullía-mos entre buses y camiones por los recove-cos que dejaban, seguro que más de unohabría cambiado su aire acondicionado y elestéreo por una de nuestras motos, paraevadir el tráfico tal como lo hicimos y es quesi a nosotros nos tomó casi media hora lle-gar al lugar del accidente, nada raro que paralos otros pasaran por lo menos dos horas.

En la montaña, los motores se mostraron muy eficientes, rodandoa buen ritmo y gracias a sus reducidas dimensiones,

superamos fácilmente un bloqueo en la vía

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A la mañana siguiente, el sábado muy temprano, a eso de las seis, apro-vechamos la ausencia de turistas para tomar las fotos obligadas dentrode la ciudad amurallada y algunas otras en Boca Grande. Luego alista-mos el equipaje y salimos rumbo a Rioacha.La carretera que conduce hasta Santa Marta se extiende monótonamen-te, casi invariable, pero en la naturaleza que la rodea hallamos suficienteentretención y como el promedio de nuestras máquinas se mantenía cer-cano a 85Km/h, tuvimos tiempo de sobra para colmarnos con el verde delos árboles, la inmensidad del océano que por tramos nos acompañaba ylos tonos ocre de algunas regiones áridas. Al llegar a Barranquilla nosdetuvimos y logramos conseguir el dichoso resorte dañado el día ante-rior, justo a tiempo, porque allí mismo el gato central, cedió ante el pesode la moto dejando de ser útil, sin embargo, preferimos continuar sininstalar el resorte, teniendo en cuenta que el neumático funcionaba bien,que quitarlo y ponerlo resultaba sencillo, por lo que no hallamos necesi-dad de alargar más la jornada realizando arreglos que podían esperar.Al salir de Barranquilla nos adentramos en la sabana para regresar haciala costa un poco antes del punto donde empieza la Ciénaga Grande deSanta Marta, nos dolió ver como ésta se ahoga lentamente, junto a todala vida que depende de ella, todo por culpa de los sabios ingenieros quetrazaron la carretera limitando su comunicación con el mar, que le provee

el oxígeno, a sólo unos cuatrocientos metros, firmando de esta manera lasentencia de una muerte lenta y triste. Pasamos también por Ciénaga,sabiendo que Santa Marta y El Rodadero, donde almorzaríamos, esta-ban muy cerca. Desde allí tomamos la carretera hacia Rioacha sin nece-sidad de entrar a Santa Marta. Este era el último almuerzo en territorioconocido, ya que a partir de este punto todo sería terreno nuevo paranosotros.La 110, mecánicamente no se había hecho sentir, salvo por la limitadaautonomía de combustible, hay que tener en cuenta que este tipo demoto, también conocido como mopped, tiene un enfoque netamente ur-bano, por lo tanto al usarla en tramos extensos no resulta tan cómodacomo uno desearía, en parte por las vibraciones que se hacían sentir ypor un asiento y una postura de manejo que no fueron pensadas paralargos trayectos. Por lo demás, salvo su promedio de marcha, más bajode lo que esperábamos, ¡qué buen vehículo!. El motor trabajaba sin se-ñales de fatiga, las suspensiones se habían mostrado eficientes, segurasy cómodas, incluso en los tramos más irregulares, y el freno de discodelantero suficientemente potente brindaba bastante seguridad.Del otro lado la AK 100, nos daba una impresión ambigua. El motor exce-lente, con buena potencia y aceleración, sin recalentamientos ni sínto-mas de falla; una buena posición de manejo, gracias al asiento ancho de

Antes de salir de Cartagena hacia Riohacha,nuestras motos posaron para la cámara

con Boca Grande como fondo

Las máquinas, pro y contra

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parecía extender sus ramas hacia nosotros. Transitábamos unas veces en mediode la Sierra teniendo las cumbres a lado y lado y en otros tramos, como el deMendihuaca, alcanzábamos a ver la playa y el mar a unos cuantos metros, mientrasla montaña se alzaba majestuosa al lado opuesto. Hubo un tramo un poco másadelante en el que la vía bordeaba un acantilado con una panorámica increíble delmar, mezclando sus colores unas veces en tonos azul y otras en verde, al tiempoque arreciaba los golpes contra la pared de roca. Esa era la primera vez que disfru-taba de un lugar como este en vivo y debo agregar que la emoción fue indescripti-ble. Continuando por esta magnífica carretera, dejamos atrás la Sierra y el marpara adentrarnos finalmente en las planicies de la Guajira.Para los que no habíamos tenido de ésta región más referencia que la brindada porlos medios, al mencionarla nos imaginábamos el desierto, pero en la práctica estatierra ofrece tanta variedad de paisajes como cualquier otra región del país. Palo-

mino es el nombre de la po-blación que da la bienvenidaal departamento, la comarcaque lo circunda es intensa-mente verde, atravesada cons-tantemente por ríos y arroyosy se mantiene así a lo largo devarios kilómetros. Siguiendoesta ruta pasamos por inmen-sos campos ganaderos y decultivo, vimos el letrero queseñala la desviación haciaDibulla, la del vallenato de Es-calona, y notamos algo quenos llamó mucho la atención y

buen mullido y con pocas vibraciones, brazosrelajados al igual que las piernas; sus debilida-des radicaban en el comportamiento de las sus-pensiones, más blandas de lo necesario, gene-rando una cierta inestabilidad en curva o porencima de los 100Km/h; el otro lunar visto eransus frenos, con sistema de tambor en ambasruedas, si bien el delantero respondía de formamuy aceptable, el trasero dejaba mucho que de-sear. Respecto al asunto del gato doblado y elresorte partido, cuando lo comentamos a nues-tro regreso en la ensambladora, nos aclararonque estas eran piezas de integración nacional yque el problema se había resuelto aumentandoel calibre de los tubos del gato central. Respec-to al muelle, al parecer se trató de un caso ais-lado pues a la fecha no habían tenido reportede ningún otro caso parecido; nada grave entodo caso.Una vez terminado el almuerzo y habiendo des-cansado, retomamos la ruta hacia la Guajira enun tramo de ensueño. No bien dejamos atrás lacapital samaria, nos adentramos en la SierraNevada de Santa Marta; una carretera delicio-sa, bien asfaltada, con curvas rápidas que su-ben y bajan en carrusel, todo en medio de lamontaña con una vegetación exuberante que

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Las rectasinterminablesy el ardiente sol nosobligaron a exigir almáximo las motos

AK 110+ Un motor confiable, de bajo consumo que responde muy bien a cualquier régimen.+ Caja muy bien relacionada, apta tanto para uso en terreno plano como en montaña.+ Es ágil, estable en curvas, incluso con acompañante y se mueve bien entre el tráfico.+ Tiene buenos frenos, sobre todo el disco delantero.+ Su faro provee una buena iluminación.+ Tablero completo y de fácil lectura, con medidor de gasolina e indicador de cambios.+ Cuenta con una práctica parrilla.+ Dispone de arranque eléctrico y a patada+ Tiene un diseño actual y buenos acabados.- La velocidad máxima es algo limitada (90km/h).- Nivel de vibraciones a alta velocidad.- El escape emite un sonido más alto de lo normal.

AK 100+ Tiene un motor confiable, de funcionamiento suave y con buen rendimiento a régimen medio y alto.+ Caja de funcionamiento suave y preciso.+ Es muy cómoda para ambos ocupantes.+ Tiene un tanque de gran capacidad y autonomía.+ Cuenta con indicador de cambios en su tablero.+ Tiene una buena velocidad de crucero (90km/h).+ Transmite muy pocas vibraciones.- Su rendimiento en baja es muy pobre y el motor tarda más de lo normal para tomar temperatura- La cuarta tiene una relación muy plana y esto penaliza su rendimiento en montaña.- Adolece de un freno trasero deficiente.- Suspensiones blandas que afectan la estabilidad.- Espejos de visibilidad limitada.

Aquí encontrarán algunas de las principales características, tanto positivas como ne-gativas de cada una de las máquinas.

Hermoso atardecer enel malecón deRiohacha

frontera con Venezuela, el precio seguía bajan-do, llegando a pagar el galón a $1600.Con el pasar de los kilómetros el paisaje fuecambiando, el calor se hizo más intenso, des-aparecieron los riachuelos y el viento nos gol-peaba cada vez más fuerte. Entramos en el áreasemidesertica, la que está cubierta por el Trupijo,un árbol delgado de escasas hojas que parecela única vegetación existente. De cuando encuando, unos pequeños letreros blancos anun-ciaban los nombres de las rancherías estable-cidas unos cuantos metros a lado y lado de lavía, cerca de los cuales empezamos a ver tam-bién las primeras indígenas Wayú sentadas a laorilla de la carretera con sus características tú-nicas, esperando al parecer un transporte quelas recogiera. A diferencia del viento que arre-ciaba y nos sacudía cada vez más, ninguna otracosa cambió a lo largo del trayecto que nos se-paraba de la capital guajira, a donde llegamosalrededor de las cinco de la tarde. Estuvimosun rato dando vueltas en busca de hospedaje,pedimos a unas cuantas personas que nos re-comendaran algún lugar pero a donde llegába-mos ya todo estaba ocupado, y entonces dimos,o mejor, dio con nosotros un guía turístico con

muy diferentes de cualquier color menos amari-llo. La otra peculiaridad, de la que sí íbamosadvertidos, era el precio de la gasolina, que enla primera tanqueada pasó de $4800 a $2300 elgalón de corriente, así la llenada de la 100, queunas horas antes nos había costado $11.600,ahora se hacía por menos de la mitad y lo mejores que a medida que nos acercamos hacia la

nos mantuvo en vilo hasta Rioacha. Se trata delas placas de los automóviles, sin excepción,todas las de la Guajira eran mitad verde y mitadblanca, con un mapa del departamento y un nú-mero, sin las letras; la confusión era mayor ade-más porque el mismo tipo de placa lo teníantanto los vehículos particulares como los quellevaban letreros de servicio público. ¡Y enton-ces! Pensábamos, son o no taxis, súmenle aesto que los tales taxis no eran los comunes ycorrientes de las demás ciudades, sino otros

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Llegar hasta el Cabo de la Vela era elobjetivo, una dura prueba para las AKT

En la próxima edición

AAAAAl salir de Riohacha teníamos claro que nos esperaba la parte más dura de todo el viaje, no sólo tenía-mos por delante interminables rectas bajo un calor sofocante, sino que además vendrían muchos kilóme-tros de carretera destapada y de caminos difíciles, apenas marcados por las huellas de los carros, sobreel árido desierto, por suerte nos acompañaba un clima espectacular y las motos ya habían mostrado queeran muy confiables y eso nos daba tranquilidad para continuar.

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información más que completa de los hoteles ynos sugirió aquel en el que finalmente pasamosla noche. ¡Enhorabuena! como dirían los espa-ñoles, pues el cansancio nos agobiaba; peroantes de dejar las motos en un parqueadero yde instalarnos, le pusimos por fin el resorte a la100, casi 450 km después de que se rompiera.Que me acuerde, siempre había tenido referen-cias no muy buenas de los guajiros en general,por agresivos y maleducados principalmente.¡Que va! En Riohacha encontramos sólo genteamable y conversadora, todo aquel a quien pre-guntamos cómo llegar hasta el Cabo de la Velanos dio señas precisas e invariablemente nosrecomendaron viajar con precaución, tanto porlas condiciones del camino como por las de se-guridad. Aquella noche comimos en un lugarfrente a la playa y luego dimos una vuelta juntoal mar. Daba gusto caminar por esa playa an-cha y limpia, bordeada por un malecón bien or-ganizado que tiene además un largo muelle, enel que la gente se reúne durante las noches apasar un buen rato o a comprar artesanías in-dígenas.Para el día siguiente, la idea era llegar hastanuestro objetivo: el Cabo de la Vela. Sin dudasería una dura prueba para nuestras máquinasy también para nosotros, nos esperaba el tra-mo más difícil, donde el asfalto se convierte en

Texto: Daniel Velandia G.Fotos: Mauricio Gallego - Carlos Meza

caminos de arena que se adentran en mediodel desierto, en zonas donde el calor alcanzasu máximo nivel. Pero esta historia, que no pue-den perderse, podrán leerla en la próxima edi-

El segundo día, con másde 1000km encima logramos elobjetivo de llegar hasta la capital guajira

ción que estará circulando a mediados de sep-tiembre.