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Archivo General de la Nación

boletín

246a época • abril-junio 2009 • número

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Boletín del AGN6ª época • abril-junio 2009 • número 24

EdiciónMarco Antonio Silva MartínezJefe del Departamento de Publicaciones

Asistencia EditorialAlberto Álvarez, Elizabeth Zamudio, Elvia Alaniz, Israel Reséndiz, Erika Gutiérrez y Héctor Gómez

Diseño y formación Elisa Cruz Cabello

ISSN-0185-1926D.R. © Secretaría de GobernaciónAbraham González 48,Col. Juárez, Delegación Cuauhtémoc06699, México, D.F.

D.R. © Archivo General de la Nación-MéxicoEduardo Molina y Albañiles s/n,Col. Penitenciaría Ampliación, Delegación Venustiano Carranza15350, México, D.F.

Boletín del Archivo General de la Nación, publicación trimestral,abril-junio 2009Edición y difusión: 5133-9900 exts. 19325, 19424 y 19330. Fax: 5789-5296.Correo electrónico: [email protected]; página web: www.agn.gob.mx.Domicilio de la publicación: Palacio de Lecumberri, Av. Eduardo Molina y Albañiles s/n, colonia Penitenciaría Ampliación,Delegación Venustiano Carranza, C.P. 15350, México, D.F.

Las opiniones vertidas en los artículos aquí publicados son responsabilidad exclusiva de sus respectivos autores, quienes sólo ceden sus derechos de reproducción al AGN.

Reserva al título en derecho de autor, certifi cado de licitud de título y certifi cado de licitud de contenido, en trámite.Derechos reservados conforme a la Ley.Impreso en México.

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Directorio

Director GeneralJorge Ruiz Dueñas

Director de Publicaciones y DifusiónMiguel Ángel Quemain Sáenz

Director del Archivo Histórico CentralJorge Frías Villegas

Directora del Sistema Nacional de ArchivosAraceli Alday García

Directora de Investigación y Normatividad ArchivísticaYolia Tortolero Cervantes

Director de Tecnologías de la InformaciónBenjamín Torres Bautista

Director de AdministraciónJesús Manuel Martínez Rivera

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ÍndiceEDITORIAL

GALERÍAS

Nobleza indígena en la Nueva España: retratos y estrategias en los manuscritos pictóricos del siglo XVIJustyna Olko

1539, el último año de Hernán Cortés en la Nueva España. Un traslado confi rma con detalle las posesiones cuantiosas y diversas del primer marqués del valle de OaxacaFernando Pérez Celis

Las milicias de pardos y mulatos en el istmo de TehuantepecNayeli Cano

¿Rebelde diabólico o peculiar cristiano? Miguel de la Flor, mulato letrado en latín, poeta y dibujante de AntequeraMaría de los Ángeles Paredes Diez de Sollano

ÍNDICES

Archivo hemerográfi co del IMEP

HACIA EL BICENTENARIO

Real orden para clasifi car en ocho clases a los insurgentes, 1818

Acta solemne de la declaración de la independencia de la América Septentrional, 1813

HACIA EL CENTENARIO

Entrada triunfal de Madero, 1911

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Manifi esto de Madero al pueblo mexicano, 1911

Invitación del Boletín Ofi cial del INAH

PUBLICACIONES

Manual de Conservación Preventiva para bibliotecas con fondos antiguosElvia Alaniz Ontiveros

Memorias de la Academia Mexicana de la HistoriaJosé Guillermo Tovar Jiménez

Librería

CALEIDOSCOPIO

Carmen Molina, la historia se escribe frente a las fuentes

Registro de investigadores

Invitación a la Reunión Nacional de Archivos

Joya del mes

Exposiciones

Convenio STCM-AGN

El Archivo General de la Nación viaja en el Metro

Página web

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Imagen de portada Hernán Cortés, (detalle), México a través de los siglos, t.II, Virreinato Ballescá y compa-ñía editores, México, [ca. 1890], p. 184a.ILUSTRACIONES La mayoría de las imágenes contenidas en este número pertenece a los acervos gráficos del AGN.

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Editorial

Abrimos GALERÍAS con un análisis iconográfi co de códices del siglo XVI donde se explica la forma en que fueron representados los tlatoque o gobernantes indígenas, la evolu-ción de su indumentaria, infl uida por el vestuario de los conquistadores españoles, así como la convergencia de símbolos de poder semejantes entre ambas culturas: las va-ras o bastones de justicia. En seguida, la descripción y estudio de un documento de tipo ofi cial, el traslado de un poder otorgado por Hernán Cortés a su primo Juan Altamirano, permite rastrear el último año que el primer marqués del valle de Oaxaca pasó en tie-rras novohispanas siendo dueño de un conjunto cuantioso de bienes. La ocupación de los afromestizos en el istmo de Tehuantepec no se redujo al trabajo agrícola y ganadero o al benefi cio del añil, también la milicia fue una actividad en la que destacó este grupo étnico que durante el periodo independentista formó parte de las fi las realistas y de las insurgentes. Un imaginario social de la segunda mitad del siglo XVII puede recuperarse a partir del proceso inquisitorial seguido a un mulato ilustrado que vivió en la entonces ciudad de Antequera, donde asimiló la cultura dominante pero también rechazó el or-den establecido con las bases que le dio ese mismo conocimiento.

En ÍNDICES colocamos los códigos clasifi catorios del archivo hemerográfi co que el Instituto Mexicano de Estudios Políticos (IMEP) donó al Archivo General de la Nación: más de tres millones de piezas informativas clasifi cadas, microfi lmadas y reunidas en microfi chas incorporadas al programa Archivos para la Historia Contemporánea. HACIA EL BICENTENARIO reúne el “Acta solemne de la declaración de independencia de la Amé-rica Septentrional”, publicada en 1813, así como la “Real orden para clasifi car en ocho clases a los insurgentes”, emitida desde Madrid en 1818. HACIA EL CENTENARIO exhibe tres fotografías relacionadas con la entrada triunfal de Francisco I. Madero a la ciudad de México en marzo de 1811, además del manifi esto que dos meses más tarde el líder revolucionario dirigió a los mexicanos para respaldar el interinato de Francisco León de la Barra. Para conmemorar el Día del Archivista se ofrece una semblanza de la inves-tigadora Carmen Molina.

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Galerías

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N O B L E Z A I N D Í G E N A E N L A N U E VA E S PA Ñ A :R E T R AT O S Y E S T R AT E G I A S E N L O S M A N U S C R I T O S P I C T Ó R I C O S D E L S I G L O X V I

Justyna Olko*

Los manuscritos pictóricos del México central —frecuentemente referidos como “códices”— proporcionan una incalculable cantidad de datos sobre la nobleza indí-gena de la época colonial temprana, per-mitiendo abordar varios estudios sobre su sentido de identidad y estatus, así como sus estrategias políticas, económicas o culturales. Este medio, como han demos-trado numerosos investigadores,1 era utili-zado por este grupo con varias fi nalidades ligadas a la realidad colonial temprana de la Nueva España. Entre las posibles líneas de investigación destaca un pro-

blema: ¿cómo fueron representados los gobernantes y élites indígenas de aquel tiempo?, especialmente en comparación con sus antecedentes prehispánicos, dibu-jados con profusión en el mismo espacio gráfi co, o al menos dentro de los mismos documentos. Me refi ero en particular a los tlatoque de linajes indígenas que, en las primeras décadas, cumplían también el papel de gobernador, gozando de un do-ble título de “cacique y gobernador”, así como a las personas que sólo cumplían el papel del gobernador español, a veces reducido al título de “juez de residencia”.

1 Por ejemplo, Elizabeth Hill Boone, “Pictorial Documents and Visual Thinking in Postconquest Mexico”, en Native Traditions in the Postconquest World, E. Boone y T. Cummins (eds.), Washington D.C., Dumbarton Oaks Research Library and Collection, 1998, pp.149-199; E. Boone, Stories in Red and Black, Austin, Uni-versity of Texas Press, 2000; John B. Glass, “A Survey of Native Middle American Pictorial Manuscripts”, en Handbook of Middle American Indians, Guide to Ethnohistorical Sources, H.F. Cline (ed.), vol. 14, part. 3, Austin, University of Texas Press, 1975, pp. 3-78; Dana Leibsohn, “Primers for Memory: Cartographic Histories and Nahua Identity”, en Writing Without Words: Alternative Literacies in Mesoamerica and the Andes, E. Boone y W. Mignolo (eds.), Durham, Duke University Press, 1994, pp. 161-184; Stephanie Wood, “¿El otro otro? Interpretando imágenes y descripciones de españoles en los códices y textos indígenas”, en Códices y Documentos sobre México, Tercer Simposio Internacional, C. Vega Soza (ed.), México, INAH, 2000, pp. 165-193; S. Wood, Transcending Conquest. Nahua Views of Spanish Colonial Mexico, Norman, University of Oklahoma Press, 2003.

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Para abordar este tema hay que con-siderar también la relación compleja que tenían las imágenes de la nobleza con la indumentaria acostumbrada en la “reali-dad social” de la Nueva España. Según observa James Lockhart, el cambio en el vestir de la nobleza indígena se dio rápidamente. La camisa europea, que entró en el idioma náhuatl como camixa-tli, apareció muy pronto, llegando a gran popularidad ya hacia 1550 y fue seguida por la introducción amplia de pantalones.2 En la segunda mitad del siglo XVI hay tam-bién una evidencia abundante del uso de chaquetas, jubones, sombreros y zapatos, pero los mismos que llevaban vestidos es-pañoles seguían vistiendo a la vez el man-to indígena o tilmatli.3

En general, los datos provenientes de las fuentes escritas se ven corrobo-rados por la evidencia iconográfi ca. Un testimonio relativamente temprano lo proporciona el Códice Cuetlaxcoapan de 1531-32, que muestra a los nobles tlax-

caltecas, señores de Tepeticpac, Ocote-lolco, Tizatlan y Quiyahuiztlan, tratando con españoles, entre ellos fray Martín de Valencia.4 Nobles locales visten mantas tradicionales sobre camisas españolas y, en un solo caso, pantalones, lo que con-fi rma su adaptación bastante temprana. Signifi cativamente, los tilmatli están toda-vía anudados sobre los hombros, según la costumbre prehispánica, lo que impli-ca que el anudamiento sobre el cuello, al modo de las capas españolas, es un cam-bio posterior. Al mismo tiempo, los nobles representados tienen atributos de estatus prehispánicos –las bandas torcidas con plumas aztaxelli– lo que sugiere que el traje indígena, con algunas modifi caciones, so-brevivió en Tlaxcala al menos una década después de la conquista. Como veremos a continuación, esta observación coincide con las evidencias aportadas por otros do-cumentos pictográfi cos de la región.

En la segunda mitad del siglo XVI, las imágenes de los nobles en la Matrícula de

2 James Lockhart, The Nahuas After the Conquest. A Social and Cultural History of the Indians of Central Mexico, Sixteenth Through Eighteenth Centuries, Stanford, Stanford University Press, 1992, p. 199.3 J. Lockhart, “Postconquest Nahua Society and Concepts Viewed Through Nahuatl Writings”, Estudios de Cultura Náhuatl, núm. 20, 1990, pp. 91-93. Sin duda, la vestimenta femenina sufrió menos modificacio-nes. En las imágenes de los códices y documentos hay muy pocos elementos de influencia española en los vestidos de las mujeres, quienes mantienen huipilli y faldas indígenas, así como peinados.4 Elena Isabel Estrada de Gerlero, “El Códice Cuetlaxcoapan”, en Estudios acerca de arte novohispano. Homenaje a Elisa Vargas Lugo, México, UNAM, 1983, pp. 32-36.

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Huexotzinco o de los artesanos y repre-sentantes de otras profesiones en el Códi-ce Florentino, muestran una combinación del traje puramente español con los tilmatli –pero anudados sobre el pecho– y, en el caso de la nobleza de Huexotzinco, mez-clados también con los atributos de poder indígenas, como las diademas xiuhhuitzolli y asientos. Aunque la unión de elementos procedentes de las dos tradiciones debió de ser bastante frecuente en la vida diaria, algunas fuentes iconográfi cas confi rman el uso del traje precolonial en ciertas ocasio-nes, como festividades. Al mismo tiempo

el atractivo de los nuevos elementos de rango parece haber sido considerable. Aunque las leyes regulaban estrictamente el acceso de los indígenas a indicadores españoles de estatus,5 numerosos miem-bros de la nobleza indígena hacían nota-bles esfuerzos para conseguir el privilegio de poder usarlos. Antes de que este fe-nómeno se intensifi case hacia las últimas décadas del siglo XVI, ya fuera durante la conquista o después, los españoles con-cedieron estos honores a nobles indígenas por méritos especiales, sin que esto llama-ra la atención de los cronistas nativos.6 Los

5 “Cauallos y mulas y armas, a los yndios no se den: so pena de muerte ni se consientan mulas”, (Velasco de Puga, Colección de incunables americanos, siglo XVI, vol. III, Provisiones, cédulas, instrucciones para el gobierno de la Nueva España, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica (1563),1945, pp. 23 y 42).6 Según Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (Obras históricas, 2 vols., E. O´Gorman (ed.), México, UNAM, vol. I, pp. 390-391), Tecocoltzin, hermano de Cacama e hijo de Nezahualpilli “fue desde México a Tlaxcala sirviéndole, al cual el capitán lo hizo señor, y lo hizo bautizar llamándolo don Fernando, que fue el primer cristiano en Tezcuco, al cual el capitán y demás españoles trataban muy bien, y le daban de lo que tenían, y el capitán le dio vestidos de Castilla y armas y un caballo”. De la misma manera, Chimalpahin menciona que en 1525 Cortés escogió a don Juan Velázquez Tlacotzin cihuacoatl como gobernante de Tenochtitlan, instalándole en Huey Mollan durante el viaje a Honduras, después de que Cuauhtemoc y Tetlepanquetzatzin hubieran sido ejecutados. En esta ocasión los españoles le obsequiaron con sus propios atributos de poder: vestidos, espada y caballo. (Francisco de San Antón Muñón, Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, Codex Chimalpahin. Society and Politics in Mexico Tenochtitlan, Tlatelolco, Texcoco, Culhuacan, and Other Nahua Altepetl in Central Mexico. A.J.O. Anderson y S. Schroeder (eds. y trad.), 2 vols., Norman y London, University of Oklahoma Press, 1997, vol. I, pp. 168-169). En otro lugar, Chimal-pahin menciona que su bisabuelo, don Diego Hernández Moxochintzetzeloatzin era tlatocapilli, y vestía a la manera española (“mespañolchichihuaya”), eso es, alguien que tuvo derecho a llevar espada y montar a caballo, (Susan Schroeder, Chimalpahin and the Kingdoms of Chalco, Tucson, University of Arizona Press, 1991, pp. 16-17). Es una información significativa, considerando los esfuerzos de Chimalpahin para presentarse como un noble y destacar el estatus de sus ancestros, así como su apego a la tradición indígena. Esta última se manifiesta en sus obras, por ejemplo en la presentación de los tlatoque colonia-les con sus títulos prehispánicos, con el registro de sus sucesiones y muertes en la misma convención que utiliza en relación con los tiempos precoloniales, tal vez una expresión de la continuidad entre el mando prehispánico y colonial percibida por el autor.

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favores otorgados a los caciques y princi-pales, cuyo registro proviene en particular de la segunda mitad del siglo XVI, incluían el derecho a llevar espada o armas de fue-go, montar a caballo o mulas, o bien usar vestidos españoles.7 Estos fenómenos llevaron a ciertos investigadores incluso a sugerir que con el tiempo los miembros de la élite indígena se volvieron enteramente españoles en su cultura material,8 lo que resulta apropiado si tenemos en cuenta la adopción de numerosos elementos euro-peos, pero simplifi ca la compleja realidad de la época colonial temprana. Algunos de los elementos prehispánicos se conserva-ron, aunque esta continuación se manifi es-ta más en la iconografía que en la “vida real”.

LA FUERZA DE TRADICIÓN Y EL NUEVO FUNDAMENTO DEL PODER

Entre los ejemplos más conocidos de las representaciones de las élites indígenas se encuentran las listas dinásticas ilus-tradas en dos manuscritos sahaguntinos, los Primeros Memoriales y el Códice Flo-rentino. La comparación entre ambos no deja duda de que la procedencia e iden-tidad de los autores o supervisores de estos manuscritos hubiera sido un factor determinante para crear la iconografía del rango. Hay que considerar que, mientras los probables prototipos pictográfi cos y los informantes del manuscrito más temprano -Primeros Memoriales- están asociados con la localidad periférica de Tepepulco,9

7 Numerosas licencias para montar a caballo están asociadas con el derecho de “andar en hábito de español” y “portar espada y daga”, mientras que algunos testamentos contienen numerosas referencias a los atuendos españoles, véase José Luis de Rojas, Cambiar para que yo no cambie. La nobleza indígena en la Nueva España, Buenos Aires, SB, 2008. El número de licencias concedidas identificadas por José Luis de Rojas en las fuentes preservadas sobrepasa a 200, lo que demuestra la escala de este fenómeno. Mientras que en el siglo XVI estos privilegios fueron limitados a la clase alta, las restricciones se redujeron en siglos posteriores: por ejemplo, en 1640 la Audiencia de Guatemala permitió vestir abrigo, montar a caballo y poseer mulas a los que hablaran español, incluso si fueran macehuales (Amos Megged, “Ac-commodation and Resistance of Elites in Transition: The Case of Chiapa in Early Colonial Mesoamerica”. Hispanic American Historical Review, núm. 71 (3), 1991, p. 499).8 Charles Gibson, The Aztecs under Spanish Rule. A History of the Indians of the Valley of Mexico 1519-1810, Stanford, Stanford University Press, 1964, p. 156.9 Véanse los trabajos de Ellen Taylor Baird, “The Artists of Sahagun’s Primeros Memoriales: A Question of Identity”, en The Work of Bernardino de Sahagún. Pioneer Ethnographer of Sixteenth-Century Aztec Mexico, J. Klor de Alva, H. Nicholson y E. Quiñones-Keber (eds.), Studies on Culture and Society, vol.2, Institute for Mesoamerican Studies, Albany: University at Albany, State University of New York, 1988, pp. 211-227; E. T. Baird, “Sahagún’s Primeros Memoriales and Florentine Codex: European Elements in the Illustrations”, en Smoke and Mist: Mesoamerican Studies in the Memory of Thelma Sullivan, J.

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la creación del Códice Florentino está vin-culada con la élite tlatelolca y mexica. Es de resaltar que tal sección de este último documento –a pesar de ser de estructura muy parecida a su antecedente, salvo una pequeña parte– no es una copia del ma-nuscrito anterior, sino que las diferencias in-troducidas resultan informativas. Estas dis-crepancias se manifi estan ya en las partes precoloniales de las listas de gobernantes, no dejando ninguna duda de que los grupos respectivos de autores de los dos documen-tos tenían visiones muy diferentes sobre el estatus de varios miembros de las familias reales de Tenochtitlan y Texcoco, así como de la relación jerárquica entre ambas.10 Las diferencias en las imágenes de la élite colonial parecen igualmente interesantes.

En las tres dinastías representadas en los Primeros Memoriales –las de Tenochtitlan, Texcoco y Huexotla– los personajes colo-niales están diferenciados de sus antece-dentes prehispánicos. El cambio que se da es una indiscutible degradación del rango. Todos los gobernantes coloniales están desprovistos de la más importante insignia real, la diadema de turquesa (xiuhhuitzolli), y suelen vestir tilmatli menos prestigiosos. Por ejemplo, en el caso de Tenochtitlan, los Primeros Memoriales introducen una brusca degradación respecto al primer gobernador, (don) Andrés Motelchiuh,11 y todos los gobernantes sucesivos siguen siendo representados de la misma mane-ra, incluyendo a los descendientes de la línea real: don Diego Huanitzin, don Die-

K. Josserand y K. Dakin (eds.), Oxford: BAR International Series, 402 (I), 1988, pp.15-40; E. T. Baird, The Drawings of Sahagún’s Primeros Memoriales. Structure and Style, Norman, University of Oklahoma Press, 1993; Henry B. Nicholson, “Introduction”, en Primeros Memoriales by fray Bernardino de Sahagún. Paleography of Nahuatl Text and English Translation by T. Sullivan, Norman, University of Oklahoma Press, 1997, pp. 3-14; Eloise Quiñones-Keber, 1988, “Reading Images: The Making and Meaning of the Sahaguntine Illustrations”, en The Work of Bernardino de Sahagún. Pioneer Ethnographer of Sixteenth-Century Aztec Mexico, J. Klor de Alva, H. Nicholson y E. Quiñones-Keber (eds.), Studies on Culture and Society, Albany, Institute for Mesoamerican Studies, University at Albany, State University of New York, vol. 2, pp.199-210.10 Justyna Olko, Turquoise Diadems and Staffs of Office. Elite Costume and Insignia of Power in Aztec and Early Colonial Mexico. Warszawa, Polish Society for Latin American Studies and Centre for Studies on the Classical Tradition, University of Warsaw, 2005.11 El primer sucesor de Cuauhtemoc fue don Juan Velázquez Tlacotzin, quien murió antes de regresar de Honduras, y no está representado en ninguno de los dos manuscritos. Su sucesor, don Andrés de Tapia Motelchiuhtzin, que sirvió como quauhtlatoani de Tenochtitlan durante cinco años, era amo pilli, zan quauhpilli. Después de su muerte, durante la expedición de Nuño de Guzmán, don Pablo Xochiquentzin, que era zan calpixcapilli, sirvió como quauhtlatoani de Tenochtitlan hasta su muerte, en 1536. La dinastía “legitima” de Tenochtitlan era restituida en los años 30 del siglo XVI con la designación de don Diego Huanitzin, nieto de Axayacatl, quien recibió el título de tlatoani en Tenochtitlan. Su sucesor, don Diego

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go Tehuetzqui y don Cristóbal de Guzmán Cecepatic, aunque puede ser signifi cativo que el “juez de residencia”, don Esteban de Guzmán de Xochimilco, cuyo rango era todavía inferior, haya sido omitido por completo. Así, no cabe duda de que para los autores o supervisores de este docu-mento, los gobernantes coloniales no eran equivalentes a los tlatoque prehispánicos, aunque muchos de los gobernadores tem-pranos compartían este cargo español con el título de tlatoani, derivado de sus dere-chos dinásticos hereditarios.

La perspectiva de los autores indíge-nas del manuscrito posterior, el Códice Florentino, resulta llamativamente dife-rente. Los cambios en diseño de tilmatli tal vez expresan cierta reducción del es-tatus, pero no muy drástica, si considera-mos que todos los personajes coloniales siguen vistiendo la insignia principal real, el xiuhhuitzolli. La intención general de esta sección del Códice Florentino parece haber sido representar a los gobernantes coloniales de Tenochtitlan sólo con una escasa disminución del rango, en todo

caso mucho más legítimos e indepen-dientes de lo que los Primeros Memo-riales hacen ver. La misma estrategia se puede detectar en la lista de Tlatelolco, introducida sólo en el Códice Florentino, lo que no puede extrañar considerando sus autores. Todos los gobernantes co-loniales siguen llevando diademas reales, combinadas con las mantas algo menos prestigiosas que sus antecedentes. Lla-ma la atención el hecho de que el primer gobernador colonial de Tlatelolco -insta-lado cuando los españoles restablecieron el mando en este lugar después de la abolición del cargo real por Axayacatl en 1473-, don Pedro Temillo, está arreglado con todo el atavío real prehispánico, jun-to con el xiuhhuitzolli y xiuhtlalpilli tilmatli tenixyo. Tomando en cuenta la participa-ción de la élite tlatelolca en la ejecución del documento, parece probable que di-cha imagen sea intencionada. Tras repre-sentarlo como igual en rango al legítimo tlatoani prehispánico, los artistas o sus supervisores pudieron haber deseado acentuar la legitimidad y la alta posición

Te huetzqui, era nieto de Tizoc y sirvió como gobernador en los años 40 y principio de los 50. En 1554 em-pezó el mando de don Esteban de Guzmán como juez de residencia. Su sucesor desde 1557 hasta 1562 era don Cristóbal de Guzmán Cecepatic, hijo de don Diego Huanitzin, conocido como tlatoani y gober-nador. El último de los gobernadores descendientes de la línea real era don Luis de Santa María Cipac, nieto de Ahuitzotl (1563-1565). En 1568, Francisco Jiménez, un principal de Tecamachalco, era elegido gobernador, siendo sucedido en 1573 por don Antonio Valeriano. Ch. Gibson, op. cit., pp. 168-169.

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del cargo de gobernante reestablecido en Tlatelolco.

Representaciones afi nes, en términos iconográfi cos y estilísticos, las encontra-mos en el Plano en Papel de Maguey (o Plano Parcial de la Ciudad de Tenochti-tlan) de fecha parecida, probablemente años sesenta del siglo XVI.12 Todos los tlatoque tienen insignias reales al estilo mexica: están sentados sobre tronos te-potzoicpalli, vistiendo diademas de tur-quesa y mantas reales con el diseño de mosaico de turquesa y borde rojo o man-tas azules bordadas de blanco y algunos, también, brazaletes de turquesa (fi gs. 1a-c). Por otro lado, en las imágenes de los gobernantes coloniales de Tenochtit-lan, los cambios y diferencias de estatus parecen conscientemente marcados. Cuauhtemoc está seguido por don Pablo Xochiquentzin, cuyo único atributo real es una simple manta azul. Además está sen-tado en la silla sin respaldo y viste som-brero español en vez de xiuhhuitzolli (fi g. 1d). Esta brusca disminución del estatus se debe probablemente a que Xochiquen-tzin no era un gobernante dinástico, sino

sólo un gobernador -zan calpixcapilli- que sirvió como quauhtlatoani de Tenochtitlan durante cinco años, muriendo en 1536.13 Así, desde el punto de vista del artista in-dígena, su rango no era igual al estatus de los tlatoque indígenas, mientras que la naturaleza española de su cargo está claramente indicada. Signifi cativamente, la iconografía real está plenamente res-tituida en las imágenes de los siguientes personajes: don Diego Huanitzin y don Diego de San Francisco Tehuetzqui, vis-ten diademas y mantas de turquesa y es-tán sentados en tronos con respaldo (fi gs.

12 María Castañeda de la Paz, “El plano parcial de la Ciudad de México: nuevas aportaciones con base en el estudio de su lista de tlatoque”, en Símbolos de poder en Mesoamérica, G. Olivier (ed.), México, UNAM, 2008, pp. 393-426.13 Ch. Gibson, op. cit., p. 168.

Figura 1. Plano en papel de maguey, imágenes de gobernantes de Motecuhzoma Xocoyotzin a don Luis de Santa María Cipac. (Detalle redibujado por J. Olko, en adelante J.O). Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, México.

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1e-f). No sin buena razón. El primero era nieto de Axayacatl, recibiendo así el pleno título de tlatoani en Tenochtitlan, mientras que don Diego Tehuetzqui era nieto de Ti-zoc.14 De nuevo, la diferencia en estatus está introducida con cautela en la repre-sentación de don Esteban de Guzmán, juez de residencia entre 1554 y 1557. Esta función era claramente percibida como diferente de la del cacique y go-bernador, lo que se ve confi rmado por el uso del sombrero, una manta rayada y la vara de justicia española, a pesar de que esté sentado en el trono indígena (fi g. 1g). Cuando el ofi cio de gobernador regresa a las manos de los gobernantes dinásticos –don Cristóbal de Guzmán Cecepatic, el hijo de don Diego Huanitzin, y don Luis de Santa María Cipac, nieto de Ahuitzo-tl– éstos de nuevo están representados de la misma manera que sus antecesores prehispánicos (fi gs. 1h-i). Así, el mensaje de los autores de este manuscrito mexica parece indicar que los sucesores colonia-les de la dinastía real se consideraban soberanos iguales en rango que los tlato-que prehispánicos, mientras que un cargo español sin legitimidad dinástica situaba a los gobernadores contemporáneos como

claramente inferiores y sin derecho a las insignias reales.

Convenciones muy parecidas se aprecian en otros documentos de fi liación mexica, como el Códice Saville, el Aubin o el Mexicanus. La falta de diferenciación entre tlatoque prehispánicos y coloniales parece ser un rasgo importante en estos manuscritos tipo anales, que subrayan la continuidad de los altepetl y sus dinastías como entidades que siguieron funcionan-do después de la conquista española. Por ejemplo, en el Códice Aubin, de la misma manera que en el Plano Parcial, el juez go-bernador está también muy diferenciado de los gobernantes dinásticos: don Antonio Valeriano (fol. 58v) mantiene la diadema, pero lleva una manta marrón modesta y tiene una vara. Es posible que su aparición con el xiuhhuitzolli se justifi que por los an-tecedentes prehispánicos, considerando la asociación de este elemento con jue-ces aztecas. En la segunda parte de este manuscrito, don Antonio Valeriano está privado de todo atributo real, mientras que la iconografía real termina con don Luis Cipac, el último gobernante colonial de Tenochtitlan, que era también tlatoani. Así, mientras que la legitimidad y continuidad

14 Ibid., pp. 168-169.

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en las secciones coloniales estaba indica-da claramente en el caso de “gobernantes dinásticos”, los pintores indígenas expre-saban con cautela varios matices de es-tatus mediante unas adecuadas combina-ciones de atributos. Tampoco en el Códice Mexicanus las imágenes de gobernantes coloniales introducen cambios signifi cati-vos, salvo que algunos carecen de tronos tepotzoicpalli. Como en el Códice Aubin, algunos ofi ciales portan varas, pero con-

servando el símbolo de poder indígena, la diadema de turquesa. A pesar de la fecha bastante tardía de este último manuscrito, no tenemos aquí ningún refl ejo del traje español en las representaciones de gober-nadores coloniales indígenas.

Parece que esta convención era bas-tante representativa para los pintores indí-genas del México-Tenochtitlan en el siglo XVI. Una confi rmación adicional la encon-tramos en un documento que no pertenece

Figura 2. Titres de Propriété Mexico Tenochtitlan (Ms. Mex. núm. 114). (Bibliothèque Nationale de France, redibujado por J.O.).

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al género de los anales, el manuscrito eco-nómico conocido como Titres de Propriété Mexico Tenochtitlan de la parcialidad de Santa María Redonda Cuepopan de Méxi-co-Tenochtitlan, fechado hacia 1574 (fi g. 2).15 Las imágenes de los gobernantes in-dígenas y ofi ciales municipales comparten la misma convención que hemos visto en los Códices Aubin y Mexicanus. Don Diego Huanitzin, sentado en un asiento real con respaldo, emite vírgulas de palabra, lleva diadema azul y viste manta roja. Don Die-go Tehuetzqui está ataviado de la misma

manera, salvo que su manta real es azul. Los ofi ciales del municipio están reducidos a las partes superiores de sus torsos, por-tan varas, emiten vírgulas y visten camisas españolas. La misma convención puede observarse en otro documento económi-co-legal de México-Tenochtitlan (con par-tes asociadas con Tlatelolco y Tacuba) y fechado en 1565: el Códice Osuna. Por ejemplo, uno de los protagonistas, el juez de residencia don Esteban de Guzmán, no está representado como gobernante indígena prehispánico, sino que se subra-ya más bien su función española de juez: los atributos indígenas como tepotzoicpalli están combinados con una vara y ves-tidos españoles (fi g. 3). Como en otros manuscritos mexicas, su función ambigua –el puesto de juez de residencia, una ver-sión reducida del puesto del gobernador a veces cumplido también por los propios tlatoque– está refl ejada por los pintores mediante una mezcla de atributos bien defi nida. Así, las convenciones para repre-sentar a varios funcionarios indígenas del

Figura 3. Códice Osuna, fol. 500r: el juez de resi-dencia Esteban de Guzmán. Según Pintura del gobernador, alcalde y regidor de México: Códice Osuna, Ministerio de Educación y Ciencia, Direc-ción General de Archivos y Bibliotecas, Madrid, 1976. (Biblioteca Nacional de España, reprodu-cido con permiso).

15 J. B. Glass y D. Robertson, “A Census of Native Middle American Pictorial Manuscripts”, en Handbook of Middle American Indians, Guide to Ethnohistorical Sources, H.F. Cline (ed.), Austin, University of Texas Press, 1975, vol. 14, parte 3, p. 166. La sección pictográfica está incluida en un documento distinto, con el texto en español y náhuatl, con títulos de tierras y fechas entre 1574-1709. Así, es muy difícil estimar la fecha de la pictografía. No obstante, considerando que contiene sólo dos gobernantes tempranos, es posible que esta parte sea copia de un dibujo anterior o un documento reutilizado en un litigio posterior, lo que deberá confirmarse mediante un examen del original.

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mundo colonial no estaban limitadas a un tipo particular de manuscritos pictóricos, sino compartidas entre varios géneros, re-fl ejando las ideas indígenas bien estableci-das sobre los matices de estatus de estos personajes y su relación frente al pasado prehispánico.

Los fenómenos parecidos se pueden observar en las fuentes asociadas con otras localidades del Valle de México. Una forma similar de continuidad entre imágenes de personajes prehispánicos y coloniales se aprecia en otro códice tipo anales, el Telleriano-Remensis, cuyo lugar de origen queda discutible. Mientras que un fragmento de este manuscrito pudo basar-se en algún prototipo del área de Puebla, gran parte de la sección histórica parece refl ejar las convenciones mexicas o direc-tamente relacionadas,16 aunque hay que notar que la falta de diademas xiuhhuitzolli sugiere una fi liación diferente a la mexica. Lo que llama la atención es que todos los gobernantes coloniales, incluyendo los que carecen del título de tlatoani, están repre-sentados de manera idéntica a los pre-hispánicos. Este patrón parece expresar directamente la “continuidad legítima” de

un altepetl y su ofi cio real (fi g. 4). En otro ejemplo ilustrativo, el Códice de Tlatelolco, los únicos elementos europeos asociados con los gobernantes locales son la silla en la imagen central del tlatoani don Diego de Mendoza Imauhyantzin así como ciertos elementos del traje español en esta escena central,17 pero todas las demás representa-

16 E. Quiñones-Keber, Codex Telleriano-Remensis: Ritual, Divination, and History in a Pictorial Aztec Manuscript, Austin, University of Texas Press, 1995, pp.127-128.17 El otro personaje en la primera escena es probablemente don Martín Tlacatecatl, gobernante anterior

Figura 4. Códice Telleriano Remensis. a-fol. 39r, Ahuizotl; b-fol. 45 v, Don Diego Tehuetzqui. (Bib-liotèque National de France, redibujado por J.O.).

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ciones de la nobleza indígena, incluyendo las otras dos imágenes de don Diego, re-velan esfuerzos para mostrar a los gober-nantes locales de una manera muy fi el a la convención prehispánica, sin interrumpirla con elementos españoles. Lo que pare-ce signifi cativo es un muy probable papel del supervisor de la composición de este documento, el protagonista don Diego de Mendoza Imauhyantzin,18 quien fue proba-blemente el autor conceptual del contenido. La élite indígena está conscientemente re-presentada con los atributos de poder pre-hispánicos en el marco de los eventos con-temporáneos, ya que el contexto mostrado es la celebración pública de la ceremonia de juramento de Felipe II en 1557, cuando tenía lugar la ceremonia de sumisión y con-fi rmación del vasallaje de los gobernantes indígenas.19

La separación entre la esfera indíge-na y la de los funcionarios españoles está bien marcada, aunque los personajes comparten el mismo espacio. El mun-do de los funcionarios indígenas parece existir independientemente del mundo de los ofi ciales españoles y, como ha notado Perla Valle, está diferenciado incluso por rasgos estilísticos,20 en lo que puede ser un esfuerzo consciente de distinguir entre las dos convenciones. El papel del gober-nante de Tlatelolco en la creación del pro-grama iconográfi co se manifi esta también en su aparición junto con los gobernantes de Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan (don Cristóbal de Guzmán Cecepatic, don Her-nando Pimentel y don Antonio Cortés To-toquihuaztli), cabezas de la antigua ‘Triple Alianza’, como igual en rango e incluso distinto de ellos por el diseño más elabo-

(1542-1548), quien participó en la guerra del Mixtón (Perla Valle, Códice de Tlatelolco, Estudio preliminar de Perla Valle, Puebla, INAH/UAP, 1994. p. 60). Su elaborado traje es una combinación de los elementos indígenas y españoles, con ventaja de los primeros. Viste la diadema de turquesa, tlalpiloni, ehuatl de piel de jaguar (aunque con mangas), orejeras y bezote de oro, pantalones europeos en vez del maxtlatl, así como bandas de oro en las piernas. Además, lleva la insignia quetzalpatzactli, el escudo tradicional llamado tehuehuelli y una macana, que se parece más a una espada que a un maquahuitl. 18 Si la cronología propuesta de 1542-1560 para los eventos representados es correcta, este periodo se corresponde en parte a los años de gobierno de don Diego de Mendoza Imauhyantzin Huitznahuatlai-lotlac como gobernador de Tlatelolco (1549-1562). Xavier Noguez, “El Códice de Tlatelolco. Una nueva cronología”, en De tlacuilos y escribanos. Estudios sobre documentos indígenas coloniales del centro de México: 15-32, X. Noguez y S. Wood (eds.), Zamora, El Colegio de Michoacán, 1998, pp. 25-26.19 Perla Valle, “La sección VIII del Códice de Tlatelolco. Una nueva propuesta de lectura”, en De tlacuilos y escribanos. Estudios sobre documentos indígenas coloniales del centro de México, X. Noguez y S. Wood (eds.), Zamora, El Colegio de Michoacán, 1998.20 Ibid., p. 41.

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rado de la manta. Aunque no lo era en tiempos prehispánicos, afi rma su estatus aprovechándose conscientemente de la iconografía prehispánica del rango.

Estrategias parecidas abundan en los manuscritos de Texcoco y alrededores. En el Mapa Tlotzin los gobernantes coloniales están representados de manera bastante fi el a los prehispánicos. Difi eren de los

“reyes imperiales” Nezahualcoyotl y Neza-hualpilli sólo por la falta de arcos, fl echas, y pelo largo, así como del gobernante “transitorio”, Cacama, quien lleva el cabe-llo al estilo prestigioso de temillotl. A pesar de ello, permanecen dentro de la conven-ción de los soberanos prehispánicos.21 Lo que parece incluso más importante es que los dueños del documento eran nobles tex-

21 Para Susan Spitler “quizás la mayor ficción del pintor del Mapa Tlotzin es la representación de esos últimos gobernantes en el traje y con atributos de los tlatoque previos a la conquista”, (S. Spitler, “The Mapa Tlotzin. Preconquest history in Colonial Texcoco”, en Journal de la Société des Américan-istes, núm. 84 (2), 1998, p. 74). Además, “los españoles otorgaron derechos especiales y privilegios, así como ciertas posiciones políticas a los nobles indígenas, pero su papel político indiscutiblemente había cambiado, por lo que debemos detenernos a considerar el uso de la iconografía tradicional del poder en este nuevo contexto. [...] Este manuscrito no ilustra los modos en que el papel de tlatoani había cambiado debido a la conquista española, sino el legado del título y el significado que mantenía

Figura 5. Códice de Tepetlaoztoc, representaciones de don Diego Tlilpotonqui y don Luis Tejeda. (British Museum, redibujado por J.O.).

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cocanos, probablemente al menos a partir del gobernante don Diego Pimentel, y es posible que los dueños originales también fueran descendientes del linaje real.22 La misma estrategia en imágenes de la no-bleza persiste en los manuscritos econó-micos de la región. En el documento co-nocido hoy como Humboldt Fragment 6, la imagen del personaje indígena, juzgando por su nombre glífi co tal vez don Antonio Tlahuitoltzin, gobernador de Texcoco, está sentado sobre el tepotzoicpalli, viste una manta blanca, típica de las convenciones pictográfi cas acolhuas, y emite una vírgula de palabra de color azul. El único detalle que indica su pertenencia al mundo colo-nial es una camisa blanca debajo del tilma-tli, sin duda refl ejo de las costumbres del vestir en la época. La misma combinación encontramos en otro manuscrito acolhua de tipo económico-histórico, el Códice de Tepetlaoztoc. El primer gobernante colo-nial, don Diego Tlilpotonqui, aparece con el traje prehispánico completo, mientras que en la imagen de su sucesor, don Luis Te-jeda, aparte de los atributos tradicionales,

el único elemento europeo es la camisa bajo la manta típica (fi g. 5). También este manuscrito era utilizado por los gobernan-tes locales, más probablemente por el sucesor inmediato y sobrino de don Diego Tlilpotonqui, don Luis de Tejeda, quien su-pervisaba la ejecución del documento en el cual el pasado prehispánico y el estatus del linaje local expresado en los atributos tradicionales de poder servían en un litigio

Figura 6. Genealogía de Zolín, fragmento y deta-lles. (Biblioteca Nacional de Antropología e Histo-ria, México, redibujado por J.O.).

dentro de la esfera social indígena”. (Ibid., p. 77; traducido del original en inglés). En vista de la amplia presencia de convenciones parecidas en el Valle de México después de la conquista, las imágenes del Mapa Tlotzin no son sorprendentes, así que, en vez de ser percibidas como una “ficción”, deberían ser vistas como manifestación de las ideas y estrategias de la élite colonial.22 J. B. Glass y D. Robertson, op. cit., p. 219.

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colonial. A veces, algunos otros detalles di-ferenciaban a la élite de los dos períodos. En el Códice en Cruz, la única distinción consistía en la falta de bolsas ceremonia-les en las imágenes de gobernantes colo-niales (que, en época prehispánica, aludía a funciones religiosas) y la presencia, en los dos casos, de las varas españolas.

Aunque los retratos de la nobleza in-dígena procedentes de las regiones fuera del Valle de México manifi estan varios rasgos y convenciones iconográfi cas lo-cales, también refl ejan una considerable continuidad de tradiciones prehispánicas. Tal vez la mayor persistencia en la icono-grafía del rango precolonial se manifi es-ta en varios manuscritos de Tlaxcala, en los cuales hay una ausencia casi total de elementos foráneos en las imágenes de la élite a través del siglo XVI. A menudo la continuidad del traje anterior hace di-fícil la identifi cación de las generaciones coloniales en los manuscritos genealógi-cos, la cual en muchos casos es posible sólo a través de la presencia de glosas de nombres españoles. Este fenómeno es bastante manifi esto en el Lienzo de Tlax-cala, que tiene mucha infl uencia española en cuanto a estilo y convenciones artísti-cas, pero donde la nobleza local aparece

siempre en traje plenamente tradicional. Lo mismo observamos en un género tal vez más representativo de la región como son las genealogías, todas en el orden descendente empezando con la imagen del fundador en su palacio, un rasgo sin duda prehispánico. El traje más elaborado aparece en la Genealogía de Zolín, donde el fundador, sentado dentro del palacio en un asiento bajo de caña –aunque en otros documentos tlaxcaltecos usualmen-te aparecen sillas bajas con patas–, viste la típica banda roja-blanca torcida con las plumas aztaxelli, orejeras de oro, manta roja y sandalias (fi g. 6). Sujeta un ramille-te de fl ores, como hacen también algunos

Figura 7. Genealogía de Pablo Tlitzin. (AGN, Ca-tálogo de Mapas e Ilustraciones, 613.1, 1600, Santa Ana, Tlaxcala).

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miembros masculinos del linaje casi hasta la última generación. Las mujeres están arrodilladas, con el cabello atado en el estilo axtlacuilli, llevan huipilli decorados y faldas con el diseño de cacamoliuhqui, bien conocido en las fuentes aztecas. Los nombres son solamente glífi cos y la falta de glosas no permite verifi car cuáles de los personajes representados pertenecen a los tiempos coloniales. Incluso si esto ocurre con alguna de las últimas genera-ciones, no hay ningún cambio en el traje que sugiriera una disminución en el esta-tus. Este aspecto pudo haber sido de mayor importancia, considerando que el objetivo de este manuscrito era probablemente servir en un litigio para probar derechos sobre cierto territorio, ya que aparecen parcelas de tierra

del lado derecho e inferior del documento. No menos refi nado atuendo encon-

tramos en la Genealogía de Tlatzcantzin. Los descendientes del fundador compar-ten el mismo traje, pero la presencia de la banda torcida y la fl or está limitada a un personaje, tres fi las hacia abajo, pro-bablemente recalcando su estatus espe-cial. Varios hombres conservan aztaxelli y otros elementos del vestido, incluso cuando se pueden identifi car como no-bles coloniales: la transición está marca-da por la aparición de nombres españo-les indicados por las glosas. Así, lo que observamos aquí y en otros manuscritos –por ejemplo la Genealogía de Quauhtli o Genealogía de Pablo Tliltzin (fi g. 7)– es una relativa simplifi cación de los atribu-tos de rango respecto a los fundadores, manteniéndose a la vez las convenciones básicas, como el tipo de asiento, la manta o el tocado. Hay que tener en cuenta que, en el caso de genealogías, la simplifi ca-ción de atributos puede depender del ran-go de los descendientes representados y de quienes supervisaban la creación del documento o lo utilizaban. El énfasis en la continuación del traje completo de gober-nantes o señores pudo haber sido el caso cuando los dueños eran también funcio-

Figura 8. Códice de las posesiones de don Andrés, fragmento. (Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, México, redibujado por J.O.).

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narios de alto rango en el mundo colonial, aunque en algunos casos pudo también haber sido relacionado con las conven-ciones utilizadas por un pintor o con la fecha de su ejecución. Por ejemplo, la Genealogía de Pablo Tliltzin (ca. 1600), a pesar de su iconografía del rango re-lativamente modesta, fue utilizada en un litigio entre las cacicas de Tizatlan y los descendientes de Francisco Gonzáles Gallardo, que continuó por muchos años hasta la segunda década del siglo XVIII.

La persistencia de las convencio-nes locales en Tlaxcala del siglo XVI es manifi esta no sólo en los manuscritos genealógicos. Otro buen ejemplo es un documento económico, el Códice de las posesiones de don Andrés, donde el protagonista, de nombre español, está sentado en la silla tradicional y viste un atuendo prehispánico, incluyendo la ban-da torcida con el aztaxelli, la manta y el maxtlatl, lo que posiblemente tiene que ver con la supervivencia del traje indíge-na en la realidad (fi g. 8). El gran apego a la tradición de los manuscritos tlaxcal-tecas en la esfera de la iconografía del rango de las élites coloniales puede estar

relacionado con el hecho de que, en los tiempos prehispánicos, Tlaxcala parece haber resistido conscientemente la acep-tación de los atributos de poder del Valle de México, con amplia presencia en otras regiones, incluyendo el área adyacente de Puebla y a pesar de que compartían con los aztecas, en un grado considerable, el repertorio de los trajes e insignias milita-res. Es signifi cativo que ninguno de los manuscritos pictóricoss de Tlaxcala del si-glo XVI utilice el símbolo principal de poder mexica, la diadema xiuhhuitzolli o el trono de caña con respaldo (tepotzoicpalli),23

Figura 9. Códice Valeriano, detalle con un perso-naje colonial. (Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, México, redibujado por J.O.).

23 He identificado sólo un ejemplo de tepotzoicpalli en los códices de Tlaxcala del siglo XVI: es un atributo de un gobernante de algún lugar foráneo cerca de Teotihuacan, representado en el Códice de Huamantla.

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ampliamente difundidos en todas las de-más regiones del México central.24

La falta de diferenciación entre nobles de ambas épocas se evidencia también en los manuscritos de Puebla donde dominan dos géneros: cartográfi co-históricos y ge-nealógicos. El estilo fi gural típico de la re-gión se aprecia en la Genealogía de Quau-hquechollan-Macuilxochitepec, donde los nobles coloniales están representados de la misma manera que los prehispánicos. Están sentados en asientos de caña, vis-ten mantas y portan tubos de tabaco y abanicos. Al mismo tiempo extienden las manos con el dedo índice, el gesto pan-re-gional de poder. Hay que señalar, sin em-bargo, cierta distorsión de las convencio-nes prehispánicas manifi esta en el dibujo de mantas parecidas a unas chaquetas sin mangas, aunque el borde redondeado probablemente imita la manta anudada al hombro. En vez de los maxtlatl tenemos pantalones o ciertas piezas de ropa que parecen ser faldas. La comparación con otro documento de la región, el Mapa Circular de Quauhquechollan, resulta

interesante. Aunque los miembros de la élite local están representados como si fueran nobles prehispánicos, un perso-naje principal, el gobernante indígena de Quauhquechollan, don Martín Cortés, aparece vestido a la española, sentado en la silla curul, y con sombrero, panta-lones y zapatos.25 Sin duda, la adopción de la apariencia totalmente europea sirve para diferenciarle de otros miembros de la nobleza local. Como veremos a conti-nuación, esta estrategia bastante excep-cional se manifi esta también en imágenes procedentes de otras localidades.

IMÁGENES SINCRÉTICAS

Obviamente, en la muestra conservada de documentos pictóricos tenemos también imágenes “intermedias” entre las formas de representación indígena y española, sin duda muy relacionadas con las cos-tumbres vigentes en la época. En los ejemplos ya discutidos, se mencionaban varios atributos de origen europeo integra-dos en repertorios bastante tradicionales

24 J. Olko, “¿Imitación, patrimonio pan-regional o distorsión colonial? Influencia mexica en manuscritos pictográficos del centro de México”. Revista Española de Antropología Americana, núm. 36, 2006, pp. 139-174.25 Florine Asselbergs, Conquered Conquistadors. The Lienzo de Quauhquechollan: A Nahua vision of the conquest of Guatemala. Leiden: The Research School of Asian, African and Amerindian Studies, 2004.

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de traje o insignias del rango. El grado de esta “integración” de los objetos de ambas culturas, indígena y española, difi ere entre los manuscritos. Mientras que en algunos casos el fi n de estos cambios parece ha-ber sido subrayar un ofi cio “español” de los gobernantes locales, en otros contex-tos las diferencias se producen tras añadir atributos españoles como sillas, varas, o vestidos que expresan una realidad nueva. Esta tendencia se observa por ejemplo en el Códice Valeriano, un documento com-plejo con los dibujos de parcelas de tierra y numerosos personajes indígenas, proba-blemente parte de algún litigio.26 Los per-

sonajes masculinos, todos con nombres glífi cos, representan una combinación curiosa de atributos indígenas y españo-les. En muchos casos, es imposible decidir quiénes entre ellos podrían ser personajes prehispánicos. El único noble en traje en-teramente indígena es un personaje cen-tral sentado en tepotzoicpalli, ataviado con quetzallapiloni y la más prestigiosa manta real mexica, xiuhtlalpilli tilmatli. Otros pro-tagonistas visten mantas rayadas de rojo o fl oridas, algunos de ellos también som-breros españoles (fi g. 9). Uno porta una vara, mientras que cuatro están sentados en silla curul. Este último detalle, junto con

26 J. B. Glass, Catálogo de la Colección de Códices, México, INAH, 1964, p. 179; J. B. Glass y D. Robert-son, op. cit., p. 228.

Figura 10. Matrícula de Huexotzinco, detalles de fols. 687r (a) y 711r (b). (Bibliotèque Nationale de France, redibujado por J.O.).

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los sombreros y zapatos, podría sugerir su identifi cación como españoles, pero el hecho de que compartan el tipo de man-tas con otros indica que también ellos son indígenas. Así, este documento es un ejemplo interesante del sincretismo en las imágenes de la élite indígena en el fi n del siglo xvi, pues los objetos in-dicadores del rango de origen nahua se componen con atributos españoles, sin duda utilizadas en aquel tiempo.

Otro ejemplo interesante es la Ma-trícula de Huexotzinco, un censo de la población local hecho entre 1559 y 1560

proveniente del área del estado prehis-pánico de Huexotzinco. El documento atestigua la gran cantidad de miembros de la nobleza dentro de la sociedad local: los nobles, incluyendo teteuctin y pipiltin, constituyeron en total 17% de la pobla-ción.27 Sus imágenes revelan bastante afi nidad con las convenciones mexicas, lo que sorprende considerando las relacio-nes de Huexotzinco con el imperio azteca en tiempos precoloniales. La mayoría de los teteuctin visten diademas de turque-sa y están sentados sobre sillas bajas, elementos locales, frente a sus casas o palacios (teccalli). Una cierta diferencia de estatus está indicada por las imáge-nes de personajes sin relación con el sig-no de la casa noble, aunque algunos de ellos siguen teniendo diademas. La distin-ción se percibe también por los tipos de nombres: mientras que la mayoría de los teteuctin tienen nombres mixtos españo-les-nahuas, algunos tienen sólo nombres y prestigiosos apellidos españoles, que llegaron a estar restringidos a la nobleza indígena más alta.28 A pesar del uso de los atributos tradicionales de poder, la in-

Figura 11. Códices del Marquesado del Valle de Oaxaca, pintura de Tezoyuca, detalle. AGN

27 Pedro Carrasco, “Introducción: la Matrícula de Huexotzinco como fuente sociológica”, Matrícula de Huexotzinco (Ms. mex. 387 der Bibliothèque Nationale Paris), Hanns Prem (ed.), Graz: Akademische Druk- u. Verlagsanstalt, 1974, pp. 6-8. 28 J. Lockhart, The Nahuas After the Conquest… op. cit., pp. 123-124.

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fl uencia europea en el traje indígena es bastante llamativa (fi g. 10a). Todos los personajes visten camisas o jubones es-pañoles bajo las mantas típicas. Muchos tienen también pantalones. Es probable que las imágenes refl ejen el estilo de vestir sincrético utilizado por la nobleza local en la época. Sin embargo, el grado de distorsión o alejamiento de la tradición prehispánica visible por ejemplo en el uso del diseño prestigioso de borde de tenix-yo (reservado en tiempos prehispánicos a las mantas y, a veces, presente también en vestidos femeninos) en las diademas del tipo xiuhhuitzolli sugiere que se trata de “objetos conceptuales” o “reconstruc-ciones de memoria” de los símbolos de poder prehispánicos más que mostrar un uso continuo de estos elementos. Tam-

bién las manos extendidas se derivan sin duda del gesto tradicional del “dedo índice”, típico de las convenciones pictó-ricas de la región. A veces, sin embargo, tenemos una sorprendente supervivencia de los antiguos atributos de poder. Por ejemplo, don Cristóbal de Guevara, señor en Santa María Asunción Almoyahuacan (fol.711r), tiene el casco en forma de ca-beza de jaguar, combinado con la camisa, pantalones, manta y silla baja (fi g. 10b).

Otros ejemplos de imágenes sincréti-cas que refl ejan un posible uso de atribu-tos de un doble origen los encontramos también entre los manuscritos pictóricos de Morelos, especialmente en los do-cumentos que componen los llamados Códices indígenas de algunos pueblos del Marquesado del Valle. En los códices

Figura 12. Litigio sobre tierras en el pueblo de Huitzila, Morelos, detalle. (AGN, Tierras 1535, exp.3, f.1).

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más tempranos, asociados con el pleito del año 1549, los señores locales están sentados sobre sillas con respaldo, vis-tiendo xiuhhuitzolli o portando una vara (fi g. 11), lo que evoca analogías con la iconografía colonial temprana del Valle de México. La vara del mando es el úni-co atributo foráneo incorporado en estas imágenes plenamente tradicionales. El cambio que viene con el tiempo se nota en el documento mucho más tardío de la región de Morelos, fechado en 1604 (fi g. 12).29 Los nobles están representa-dos fumando tabaco y portando fl ores

(huacalxochitl asociado con la nobleza en tiempos prehispánicos), sentados en sillas bajas tradicionales y vistiendo man-tas fl oridas de origen prehispánico, pero al mismo tiempo utilizan sombreros, ca-misas, pantalones y zapatos.

MARCANDO EL CAMBIO

A veces el uso de atributos españoles en medios iconográfi cos se extendía incluso a los objetos que no pudieron haber sido utilizados por los indígenas en la vida real. Este fenómeno lo ilustra la Tira de Te pechpan, un documento sorprendente en su contenido a pesar de mantener una forma muy tradicional de anales pictográfi -cos. En cuanto a lo referente a los aconte-cimientos prehispánicos, llama la atención el énfasis en los lazos con los mexicas –tanto históricos como en términos de con-venciones iconográfi cas–, a pesar de la pertenencia de esta comunidad a la esfera política texcocana. A la afi rmación de los lazos directos –o incluso dependencia– de este centro con Tenochtitlan se refi ere también una alianza matrimonial entre una mujer noble de la dinastía real mexica y el

Figura 13. Tira de Tepechpan: uno de los gober-nantes coloniales de Tepechpan, posiblemente Bartolomé de Santiago. (Bibliotèque Nationale de France, redibujado por J.O.).

29 AGN, Tierras, exp. 3, f. 1, 1535.

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gobernante de Tepechpan, establecida al-rededor del año 1440.30 Sin entrar más pro-fundamente en este interesante problema, basta subrayar que uno de los objetivos de esta parte del documento era presentar a los gobernantes locales como iguales en rango con los soberanos imperiales.

Las estrategias de los pintores de Te-pechpan o sus supervisores son incluso más manifi estas en la sección colonial. El primer personaje cuyo mando continuó después de la conquista española fue don Hernando Teyahualohuatzin, vestido con traje indígena, de la misma manera que los tlatoque “transitorios” mexica, Cuitlahuac y Cuauhtemoc. El cambio brusco viene con el siguiente gobernador de Tepechpan, don Diego Yoloxochitl, quien está sentado en la silla curul, pero viste lo que parece todavía la diadema de turquesa. Sin em-bargo, su bulto mortuorio está ataviado ya con la corona española, de ahí la insignia permanente de todos los gobernadores posteriores de Tepechpan, empezando con don Cristóbal Maldonado, entronizado en 1541, cuya imagen combina la silla y corona española con la manta blanca (fi g.

13). Del otro lado, sólo dos gobernadores coloniales de Tenochtitlan están represen-tados, ambos también gobernantes dinás-ticos. El cambio de indumentaria no era inmediato. Don Diego Huanitzin mantiene el traje tradicional prehispánico, mientras que su sucesor, don Diego de San Fran-cisco Tehuetzqui, aparece ya vestido a la manera española, llevando la corona real. La transformación más drástica de la convención indígena es tal vez el sig-no de la entronización del sucesor de otro gobernante de Tepechpan, don Bartolomé de Santiago (cuya muerte está registrada en 1559), mediante la mera aparición de la corona española. Paradójicamente, este símbolo europeo de poder real está utiliza-do en el manuscrito indígena de una forma muy cercana a las convenciones prehispá-nicas, como signo gráfi co representativo del evento de la entronización.

Hay que subrayar que, según mi cono-cimiento, la Tira de Tepechpan es el único manuscrito indígena del siglo XVI que utili-za una corona española como atributo de gobernantes indígenas,31 aunque dentro de convenciones pictográfi cas precolom-

30 Lori Boornazian Diel, “Till Death Do Us Part. Unconventional Marriages as Aztec Political Strategy”, Ancient Mesoamerica, núm. 18, 2007, pp. 5-8.31 La corona europea aparece también en la Confirmation des elections de Calpan, pero como un signo, no como objeto llevado por gobernantes indígenas, quienes siguen tocados con el xiuhhuitzolli.

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binas. En su totalidad, este manuscrito refl eja estrategias de la élite local: en pri-mer lugar, mostrando a sus gobernantes precoloniales como plenamente legítimos, ataviados con las insignias mexicas e iguales en rango con los soberanos im-periales; segundo, después de la conquis-ta, adaptando por completo las insignias de los nuevos soberanos. Hay que notar que, en defi nitiva, la corona española no era uno de los objetos adaptados en la realidad. Incluso si los más prestigiosos objetos españoles que los nobles indíge-nas se esforzaban en conseguir fueran caballos y espadas, había una tendencia general de representar a los gobernantes indígenas con los atributos tradicionales, como una fuente esencial de su legitimi-dad enraizada en el pasado. Como hemos visto, en general los atributos españoles se adoptaban en asociación con cargos u ofi cios de origen español, como funciones municipales. Aquí, en este extraordinario documento de Tepechpan, los pintores, y probablemente también sus supervisores –enfatizando la continuidad de la historia de su altepetl–, construyeron “imágenes conceptuales” de la élite local, escogiendo

no las insignias utilizadas en la realidad, sino aquellas que expresaran de forma adecuada sus aspiraciones asociadas con el rango y el poder.

Imágenes que marcan una ruptura, un cambio denifi tivo en la manera de retra-tar a los miembros de la nobleza indíge-na, provienen también de la la región de Tlapa, sometida al imperio azteca antes de la conquista española. Junto con la subordinación política, las élites locales recibieron considerable infl uencia cultu-ral, visible por ejemplo en la emulación de las insignias y símbolos de poder mexi-cas. En el Códice Azoyú 1, los gobernan-tes combinan atributos posiblemente de procedencia o empleo local –como sillas bajas, abanicos, bolsas rituales de tabaco y bolsas con incienso– con objetos forá-neos: diademas xiuhhuitzolli y mantas con el borde de tenixyo o con el diseño del mosaico de turquesa (xiuhtlalpilli til-matli). Este traje de origen foráneo do-mina en el Códice Azoyú 2 –relacionado con el Azoyú 1– y se mantiene en ambos documentos después de la introducción del dominio español.32

En lo que se refi ere a la iconografía

32 La influencia mexica no se limita a estos documentos ni a un tipo particular de manuscritos de la región: su profunda integración con las convenciones locales está también confirmada por los documentos tribu-

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colonial del poder, el mensaje de los Có-dices Azoyú es más complejo. En el pri-mero de ellos los gobernantes coloniales están sentados en tronos tepotzoicpalli y visten mantas con el diseño del borde de tenixyo (fi g. 14a). La infl uencia espa-ñola es visible en la desaparición de los bultos mortuorios y en la imagen del juez indígena con vara española. En el Códice Azoyú 2 todos los gobernantes coloniales

hasta el último folio mantienen el traje prehispánico, incluyendo xiuhhuitzolli, te-potzoicpalli, volutas de palabra, y sólo la manta con el diseño de turquesa se ha sustituido por el vestido blanco (fi g. 14b). Como en el Códice Azoyú 1, el funciona-rio municipal porta la vara de justicia pero también tiene atributos tradicionales de poder: la diadema y el asiento de caña sin respaldo, lo que corresponde direc-

Figura 14. Gobernantes coloniales en los códices Azoyú 1 y 2; a, c: Códice Azoyú 1, fragmentos de fols. 35, 36; b,d,e: Códice Azoyú 2, detalles de fols. 14, 15, 5, (Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, México, redibujado por J.O.).

tarios Códices de Ohuapan y de Tecuiciapan, de la provincia azteca de Tepequacuilco. También aquí la presencia de ciertos atributos de rango, especialmente la diadema xiuhhuitzolli, asemeja las representa-ciones de los oficiales indígenas a las convenciones nahuas del periodo colonial.

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tamente con las imágenes de los jueces-gobernadores y alcaldes de los códices coloniales del Valle de México. Hasta este punto estamos ante convenciones parecidas a las que hallamos en varios documentos ya discutidos.

Una excepción destacable la constitu-ye un gobernante local cuyo nombre glífi co consiste de la cabeza de conejo (e identifi -cado como don Domingo Cortés Quapolto-chin por la glosa en el Códice Azoyú 2, fi g. 14b) quien lleva el traje indígena en el folio 35 del Códice Azoyú 1 (fi g. 14a), pero re-aparece en el folio 36 sentado sobre la silla curul, vistiendo el abrigo español, y oliendo una fl or según la convención indígena (aun-que fl ores no fi guraban como atributos del rango en las partes anteriores de este ma-nuscrito) (fi g. 14c). De modo parecido, en el Códice Azoyú 2 primero aparece como gobernante indígena (fi g. 14b) y después, en el ultimo folio, transformado a la espa-ñola, incluyendo el traje, la barba e incluso la postura (fi g. 14d). En la parte superior de esta página le identifi ca la glosa que, aunque sólo parcialmente legible, pue-de ser reconstruida como “don Domingo Cortés”. En el mismo folio aparecen otros personajes vestidos al modo español y es posible que también se trate de funciona-

rios indígenas, ya que originalmente tenían nombres glífi cos después borrados. Uno de ellos se asocia con México-Tenochtitlan y otro con Tlachinollan, localidad en la que se centran los códices. El hecho de que el traje sea idéntico al de don Domingo Cor-tés, representado arriba, las huellas de su nombre glífi co borrado, así como la glosa que se deja leer como “[don dom]ingo cor-tes” permiten identifi carle como la segunda representación del gobernante local, al pa-recer tratando con un funcionario de Méxi-co-Tenochtitlan. Esta identifi cación se ve comprobada por la página correspondiente del Códice Azoyú 1, donde nuestro per-sonaje también aparece dos veces. Que su modo de representación no se debe al cambio de la convención iconográfi ca en el documento lo atestigua la imagen del otro gobernante indígena en traje prehispánico pintado a su lado. Además, su aparición frente a un ofi cial de Tenochtitlan evoca un acontecimiento representado de un modo muy parecido en uno de los folios anterio-res de ambos documentos (fi g. 14e). Me refi ero a la escena que relata la llegada de la infl uencia mexica y la aparente acepta-ción de la dominación o cierto tipo de cola-boración con Tenochtitlan. Hay que desta-car que en la retórica del documento no era

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un evento que implicase la degradación de la posición de los gobernantes locales, sino todo lo contrario. Además, como en el caso del contexto colonial representado en el último folio, se expresaba mediante la adopción de un traje prestigioso foráneo. Es muy probable que la intención de los autores o supervisores de los documentos haya sido mostrar estos lazos con Méxi-co-Tenochtitlan en la época colonial como igualmente prestigiosos.

Al mismo tiempo, los Códices Azoyú

nos dan un fascinante testimonio de las transformaciones de la defi nición del fun-damento del poder refl ejadas en el modo de la representación dentro de la vida de un solo noble indígena, una metamorfosis asociada probablemente con la redefi ni-ción del fundamento de su poder u ofi cio, quizás vinculada con algunos aconteci-mientos y avances en su carrera política. Sin duda, el cambio de la forma de repre-sentación, del retrato indígena al español, implica que este último, al menos en este caso particular, llevaba consigo gran pres-tigio para líderes locales.

Esta actitud compleja de la nobleza indígena frente a la tradición propia e infl uencias europeas se evidencia en el Lienzo de Quaquauhtzintlan (Coacoa-tzintla), una fuente procedente del área de Xalapa en Veracruz.33 Es una visuali-zación muy sugestiva del sistema político ‘entrelazado’ de los ‘caciques y goberna-dores’ con sus orígenes y bases del poder diferentes pero igualmente incorporados, junto con sus atributos, al mundo indíge-na. Los numerosos personajes indígenas

Figura 15. Lienzo de Coacoatzintla. (AGN, Tierras, vol. 685, exp.1, cuad.3, f. 99).

33 El lienzo se encuentra actualmente en el Archivo General de la Nación. AGN, Tierras, Lienzo de Cua-cuatzintla, códice sobre tela, vol. 685, exp. 1, cuaderno 3, f. 99. John Glass lo data en 1555 porque esta fecha aparece en el documento, J. B. Glass y D. Robertson, op. cit., p. 108. Sin embargo, tal fecha parece referirse a los acontecimientos representados en el lienzo, siendo su elaboración probablemente poste-rior, a juzgar por el estilo y la iconografía. Cabe también la posibilidad de que se trate de una copia de un original anterior utilizado en el litigio.

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están representados actuando frente a los funcionarios españoles, incluyendo a un corregidor y a un encomendero (fi g. 15). A primera vista, los primeros pertenecen a tres categorías: hombres representados en el estilo tradicional, con nombres glí-fi cos, mantas blancas, a veces sentados sobre tronos de caña; un gobernante y otro noble local con elementos de poder indígena identifi cados con las glosas alfa-béticas y situados frente al corregidor, el encomendero y otros españoles; el tercer grupo lo constituyen personajes locales ataviados con sombreros y zapatos espa-ñoles así como con las mantas indígenas anudadas a la manera de tapados espa-ñoles, dos de ellos portando los sombre-ros con sus manos, en un gesto europeo (fi g. 16).

El análisis de los nombres escritos en fragmentos de papel pegados al lienzo proporciona datos bastante interesantes. Aunque algunos de ellos están mal con-servados y parcialmente destruidos, el es-tudio del original permitió la identifi cación de los protagonistas más importantes. Las escenas en el lienzo parecen referirse a la delimitación del terreno en 1555 en pre-sencia del corregidor de Xalapa, Juan Gar-

cía Galleja, identifi cado con las glosas que también informan de que “puso las mo-joneras aquí en Quaquauhtzintlan” (nicã quaquauhtçintlan oquitlali mojon[er]as). El gobernante pintado a la manera tradicional frente a los funcionarios españoles puede ser identifi cado como “Don Joâ Manxilla” (don Juan Mansilla), gobernante de Qua-quauhtzintlan (fi g. 17a). Un personaje del mismo nombre (“don Juan de Mansilla”) fi -gura en un documento del Archivo General de la Nación como gobernador de “Cua-cuazintla”, habiéndole sido asignado este título por el periodo de un año en 1575.34 Sus atributos en el Lienzo de Quaquau-

Figura 16. Lienzo de Coacoatzintla, fragmento, (Idem).

34 AGN, General de parte, vol.1, exp. 145, f. 28v.

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htzintlan incluyen la manta real, un rami-llete de fl ores que puede ser identifi cado como xiloxochitl, la especie frecuentemen-te utilizada por la élite indígena prehispáni-ca, el trono cubierto de piel de jaguar (oce-loehuaicpalli), y un petate. Tiene también barba. Su compañero, identifi cado por la glosa como “Don ...tlauhquechol”, viste una manta blanca y está sentado sobre un trono de caña.

Sorprendentemente, uno de los perso-najes representados en la otra parte del lienzo, vestido con camisa y pantalones es-pañoles, con la capa indígena sobrepues-ta a la manera del abrigo español y con el

sombrero en la mano, está glosado como “Don Juâ de mēxilla governador chane”, esto es, don Juan de Mansilla, gobernador local, sin duda el mismo personaje que el gobernante indígena sentado en la otra parte, ya discutida, del documento (fi g. 17b). El nombre plenamente español con-fi rma su alto estatus entre la nobleza local, especialmente cuando otros nobles en el lienzo conservan apellidos en náhuatl. El apellido Mansilla aparece entre los con-quistadores de México,35 lo que explica su adopción por la élite local. Además, el noble indígena identifi cado como “Don...? Tlauhquechol”, compañero de Mansilla

Figura 17. Lienzo de Coacoatzintla, detalles: don Juan de Mansilla en el traje indígena (a) y con vestidos españoles (b). (Idem).

35 Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, México, Porrúa, 1972, pp. 393 y 396.

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representado en atuendo tradicional bajo la iglesia de Quaquauhtzintlan, aparen-temente reaparece como don Francisco Tlauhquechol, alcalde de Tonayan (“Don francisco tlauhquechol allde y tonayan”) en el grupo de hombres barbados con ropas europeas. Sus compañeros pueden ser identifi cados como gobernantes indí-genas de Naolinco, Xalapa y Tlacuilollan, todos participando en la visita de las au-toridades españolas a Quaquauhtzintlan y la delimitación de las fronteras de la co-munidad. Así, ambos gobernantes, al pa-recer dinásticos, están representados por segunda vez como funcionarios indígenas en el traje europeizado, sin duda ocupan-do cargos introducidos por los españoles.

Hay que considerar la posibilidad de que en la intención del pintor los retra-tos tradicionales de los miembros de la nobleza local se refi eran al momento de la “recepción” o bienvenida de las auto-ridades externas, un estado anterior a la plena introducción de la administración española. No obstante, llama la aten-ción que en aquel momento hipotético el gobernante indígena ya lleva el nombre español y barba y, sobre todo, toma par-te en el mismo acontecimiento en el que participan funcionarios indígenas en otra

parte del lienzo: el acto de la delimitación de fronteras. Sujeta en sus manos una cuerda que termina en manos de otro go-bernante local en el traje tradicional sen-tado sobre el trono indígena. La segunda cuerda que parece delimitar el territorio la sujetan otros dos nobles equiparados con los mismos atributos prehispánicos y nombres glífi cos, lo que indica que a pesar de su apariencia libre de una in-fl uencia colonial participan en los mismos acontecimientos. Así, parece más proba-ble la interpretación (aunque no necesa-riamente exclusiva con la observación anterior) que este documento, a través de dos tipos de retratos de la élite local, em-pleando dos grupos de atributos de poder conscientemente diferenciados y separa-dos, transmite el concepto de un “papel doble” de los gobernantes indígenas en el período colonial temprano. Es una expre-sión de la comprensión indígena del título de ‘cacique y gobernador’ como un requi-sito, común en ese período, de cumplir un doble rol: actuar como gobernante dinás-tico cuyo poder —especialmente a ojos de sus súbditos— está legitimado por la descendencia del linaje prehispánico y por el uso de las insignias de rango tradi-cionales; y, a la vez, un nuevo papel en la

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administración española que justifi caba la adopción y empleo de los atributos ade-cuados de origen europeo. Los dos ofi cios están unidos en las manos de las mismas personas que, al parecer de modo muy natural para un pintor indígena, aparecen con dos juegos de atributos. Sin duda, los vestidos españoles se representan como profundamente incorporados en el mundo indígena representado en el lienzo.

CONCLUSIONES

El estudio de los manuscritos pictográfi cos pone de manifi esto varias estrategias suti-les que revelan cómo la nobleza indígena percibía la relación entre símbolos de poder de origen prehispánico y aquellos introdu-cidos por los españoles, y, en un nivel más general, cómo aseguraba la continuación y supervivencia de los elementos de su propia cultura. Estas estrategias parecen especialmente manifi estas en la presencia de ciertos elementos iconográfi cos que go-zaban de gran popularidad en el período colonial temprano. Un ejemplo bastante ilustrativo para este fenómeno es una vara de justicia, uno de los más frecuentes atri-butos de poder español representados en

los manuscritos indígenas, tanto en aso-ciación con los españoles como con los funcionarios indígenas. Es bastante pro-bable que para los nahuas y otros grupos indígenas existía una afi nidad o incluso una identidad entre este objeto de poder y sus propios bastones prehispánicos, que también funcionaban como atributos de sacerdotes y gobernantes. La similitud a ojos de los nahuas pudo haber sido incluso mayor si consideramos que la investidura española, en la cual se entregaban varas a los funcionarios indígenas en la ciudad de México, pudo haber sido considerada un equivalente de la ceremonia prehispánica de investidura de los tlatoque en Tenochti-tlan.36 En algunos manuscritos, como el Manuscrito Tovar, Códice Azcatitlan o Tira de Tepechpan, se observa también una asimilación de las lanzas indígenas –si bien se desconoce su uso en la iconogra-fía real mexica en el periodo prehispánico– con las varas españolas. Lo que parece estar sucediendo es una identifi cación de los atributos españoles de poder con sus más cercanos equivalentes prehispánicos, partiendo de una semejanza visual, termi-nológica y, hasta cierto punto, funcional.

Este ejemplo parece ser ilustrativo de 36 Ch. Gibson, op. cit., p. 179.

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un fenómeno más amplio, denominado por Lockhart “double mistaken identity” e identifi cado por él,37 entre otros aspectos de la cultura colonial, en varios rasgos de la organización política, vida religiosa o escritura.38 Dicho brevemente, estamos ante una percepción indígena para la cual la continuidad y el cambio no eran objeti-vos contradictorios. Los nahuas estaban dispuestos a aceptar ciertos elementos españoles en vista de una aparente afi ni-dad, aunque fuese en realidad resultado de una incomprensión mutua. En otras palabras, los nahuas aceptaban cosas nuevas para que lo suyo pudiera sobrevi-vir. Así, el cambio no estaba directamente determinado por los españoles, sino que

era un tipo de transacción o negociación entre ambas partes.39 Las élites indíge-nas adoptaban varias estrategias, más o menos sutiles, en el proceso de negociar su identidad y estatus, pero su habilidad y maneras de hacerlo se vieron determina-das en muchos aspectos por las estructu-ras y elementos anteriores a la conquista. De tal manera, en las imágenes de los gobernantes indígenas transformados ‘a la española’ hay que ver quizás algo más que solo un “disfraz” prestigioso y desea-do: parece ser también un refl ejo de una subyacente afi nidad o equivalencia entre ofi cios indígenas y sus contrapartes es-pañoles. Es signifi cativo que, tal y como ocurrió con varios objetos foráneos, los

37 J. Lockhart, Nahuas and Spaniards. Postconquest Central Mexican History and Philology. Stanford: Nahuatl Studies Series núm. 3, Stanford University Press, Los Angeles: Latin American Center Publica-tions, University of California, 1991.38 Como señala Lockhart, fue la naturaleza de la cultura nahua en relación con la cultura española la que determinó la forma de los cambios en el periodo colonial temprano. Las transformaciones y adopciones en la esfera de la organización política y económica se vieron facilitados por las similitudes nahua-espa-ñolas (J. Lockhart, “Postconquest Nahua...”, op. cit., pp. 112-113). Estos fenómenos no se limitaban a la organización socio-política. Jeannette Favrot Peterson, por ejemplo, identifica el mismo concepto en las pinturas de Malinalco (“Synthesis and Survival. The Native Presence in Sixteenth-century Murals of New Spain”, en Native Artists and Patrons in Colonial Latin America, E. Umberger y T. Cummins (eds.), Phoebus. A Journal of Art History núm. 7, Tempe, Arizona State University, 1995, p. 28). Los mismos fenómenos se observan en otros ejemplos de arte novohispano (Constantino Reyes-Valerio, “Las picto-grafías nahuas en el arte indocristiano”, en Coloquio de documentos pictográficos de tradición náhuatl, C. Martínez Marín (ed.), México, UNAM, 1989, pp. 72-74; Eleanor Wake y Phil Stokes, “Mixtec manipulations: Pictographic History and Cultural Identity of Early Colonial Mexico”, en Journal of Latin American Lore, núm 20 (2), 1997, pp. 209-248) y en las obras arquitectónicas que seguían transmitiendo elementos importantes de la cultura indígena e ideología de la élite local (James B. Kiracofe, “Architectural Fusion and Indigenous Ideology in Early Colonial Teposcolula. The Casa de la Cacica: A Building at the Edge of Oblivion”, en Anales deI Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 17 (66), 1995, pp. 65-77).39 J. Lockhart, “Postconquest Nahua Society…, op. cit., pp. 112-113; Nahuas and Spaniards…, op. cit., p. 21; véase también A. Megged, op. cit.

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* Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias ‘Artes Liberales’, Universidad de Varsovia

símbolos del rango españoles incorpo-rados en los manuscritos pictóricos se convirtieron en la parte integral de las imágenes y estuvieron sujetas a las con-venciones indígenas.

Al mismo tiempo, la combinación de atributos en los retratos de la nobleza indígena parece haber sido consciente-mente aprovechada para expresar dife-rencias de rango, especialmente entre los que gozaban de títulos hereditarios y los que sólo ocupaban cargos de origen español. Sin duda, la persistencia del tra-je indígena en los manuscritos pictóricos procedentes de varias regiones del área estudiada, tan difundida a pesar de la adopción de elementos españoles en la

vida real (refl ejada en las imágenes más sincréticas y europeizadas), atestigua la gran importancia de la legitimación indí-gena del poder para las élites coloniales y pone el énfasis en la continuidad del or-den social prehispánico. Parece también llamativa la ausencia de ciertos atributos españoles de rango, como la espada o el caballo, que jugaban un papel signifi cativo en la realidad social. Sin duda, el estudio de las imágenes de la nobleza indígena de la primera parte de la época colonial permite acercarse a los complejos proce-sos de transformación y supervivencia de la tradición indígena en un proceso diná-mico de interacción y negociación con el mundo español.

Litigio sobre tierras en el pueblo de Huitzila, Morelos, detalle. AGN, Tierras 1535, exp.3, f.1.

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Como producto del trabajo efectuado durante el segundo semestre del 2008 en la Galería 4 del Archivo General de la Nación, el equipo de traslado del que for-mé parte1 localizó en el fondo Hospital de Jesús2 el traslado3 de un poder general y

especial4 otorgado por Hernán Cortés a un personaje poco conocido y a quien no se le había dado hasta hoy la importan-cia que merece. Se trata del licenciado Juan Altamirano, primo de Hernán Cor-tés.La trascendencia del documento no

1539, E L Ú LT I M O A Ñ O D E H E R N Á N C O R T É S E N L A N U E VA E S PA Ñ A . U N T R A S L A D O C O N F I R M A C O N D E TA L L E L A S P O S E S I O N E S C U A N T I O S A S

Y D I V E R S A S D E L P R I M E R M A R Q U É S D E L VA L L E D E OA X A C A Fernando Pérez Celis*

1 Edgar Ríos, Ulises Omar Decena, Ricardo Malváez, Enrique Medina, Mauricio Guzmán, Carlos Alvara-do, Balam Hernández, Gerardo Muñoz, Máximo de Jesús Méndez y el autor de este texto. 2 AGN, Hospital de Jesús, leg. 210, exp. 1, ff. 1-10.3 Se define como traslado a “La copia que por exhibición se saca de la escritura original, o de la que hace las veces de tal, aunque no sea la primera. El traslado se llama también trasunto, ejemplar o testimonio por concuerda; y puede autorizase por el mismo escribano ante quien pasó la escritura, o por otro escri-bano ante quien se exhibe o presenta el original…Escrito sacado de otro que sirve como original”. María Cristina Soriano Valdez et al, Manual de Tipología Documental, Proyecto de Catalogación del Acervo Histórico del Archivo General de Notarías, México, agosto de 2008, p. 38. El valor de los traslados “radica en que han sido utilizados como prueba de concesión, merced, título, etc., y que en ocasiones, cualquiera de ellos es el único que existe”. Mina Ramírez Montes, Manuscritos Novohispanos, México, UNAM-IIE, 2005, p. 114.4 Se define como poder al documento “mediante el cual, una persona faculta a otra para que en su lugar y representación pueda ejecutar alguna cosa…Quien recibe tal poder se llama apoderado, personero, poderhabiente, procurador o mandatario; y el que lo otorga, poderdante o mandante…en esta escritura el único que se obliga es el otorgante, mediante su persona y bienes, para responder por los actos que realice el apoderado en su nombre. Los poderes se obligan por tiempo ilimitado, aunque podían revocar-se y sustituirse”. Por lo que respecta al poder especial y general, se puede decir que este es un tipo de documento en donde “el otorgante da atribuciones generales para pleitos y cobranzas, pero además, se refiere a algún negocio o asunto en particular”. M. C. Soriano Valdez op. cit., p. 27. Para tener una visión amplia y completa sobre las escrituras de poder véase: Ivonne Mijares Ramírez, Escribanos y escrituras públicas en el siglo XVI. El caso de la ciudad de México, México, UNAM-IIH, 1997, cap. 5 “La utilización de las escrituras a través de los poderes”, pp. 179-235; Nicolás de Yrolo, La política de escrituras, María del Pilar López Cano (coord.), México,UNAM-IIH, (Historia Novohispana núm. 56), 1996, pp. XLV, 44-78, 115.

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radica únicamente en la identifi cación del personaje, también confi rma con detalle algunos datos relevantes sobre las pose-siones, cuantiosas y diversas, de Cortés y sobre las actividades que éste realizaba en 1539, cuando se elaboró el poder ori-ginal del que se sacó el traslado.

Antes de presentar la información con-tenida en el documento y algunas de las in-terpretaciones que se pueden desprender de éste, es necesario estudiar su autentici-dad y su validez como fuente histórica.

DOCUMENTO JURÍDICA E HISTÓRICAMENTE VÁLIDO

En primer lugar, se sabe con certeza que el documento no es el poder original, no va fi rmado por Hernán Cortés ni por al-guno de los testigos que en él se men-cionan.5 Además, el documento continúa con una sustitución de poder otorgada por Juan Altamirano a Hernando Mejía y Mar-tín de Espinosa, para que concluyan un litigio con Leonardo Lomelín sobre unos azúcares propiedad de Hernán Cortés.

Para que tal sustitución de poder se lle-vara a cabo fue necesaria la elaboración del traslado del poder;6 situación que se refl eja con las siguientes palabras:

en nonbre y en bos del [entre renglones:

illustrisimo señor] don hernando cortes

marques/del valle de guaxaca e capitan ge-

neral de esta/ nueva españa e por virtud del

poder que de/ su señoria tengo que es el

de esta otra parte con-/ tenido otorgo e co-

nosco que hago procuradores susti-/ tutos

en mi lugar y en el dicho nonbre a vos her-

nando/ mexia que estays presente e a vos

martin de es-/ pinosa que estays presente.7

De esto se desprende que el traslado es un documento inserto o incluido dentro de la escritura de sustitución de poder. El hecho de que la escritura no sea el poder original sino un traslado, no la descalifi ca como documento jurídicamente válido, pues los traslados “se expedían para el interesado (en este caso Juan Altamira-no, apoderado de Cortés) y para todas las autoridades que debían ejecutar la orden

5 AGN, Hospital de Jesús, leg. 210, exp. 1, f. 9.6 La sustitución de poder es un documento donde se pone “a una persona en lugar de otra…para alguna causa civil, judicial o eclesiástica, pleitos o administración de bienes o negocios”. María Cristina Soriano Valdez, op. cit., p. 37.7 AGN, Hospital de Jesús, leg. 210, exp. 1, f. 9v.

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expresada”.8 Por otra parte, los traslados iban “signados por el escribano”,9 ya fue-se quien realizó el poder original o el que hiciera la escritura para la cual el traslado servía de prueba (ver nota 1). Los tras-lados se defi nen como aquellas “copias validadas con la fe notarial, la cual hace que ejerzan la misma fuerza jurídica que el original”.10

En este caso, se cuenta con la fortu-na de que Martín Hernández, quien reali-zó la escritura original del poder otorgado por Hernán Cortés a su primo Juan Alta-mirano, sea el mismo escribano que sig-nó y fi rmó el traslado: “et yo martin her-nandez escribano de sus magestades e su notario publico en su corte y en todo[s] los sus/ reynos e siñorios presente fui con los dichos testigos a lo que dicho es e lo fi ze/ escrivir e fi ze mio signo [signo] a tal en testimonio de verdad soy testigo [rúbrica]/ martin hernandez escribano de su magestad [rúbrica]”.11

Por otra parte, si se compara este traslado de poder con otros poderes ela-borados en el siglo XVI se observará que su estructura diplomática es propia de la época.12 Además, dicha estructura se co-rresponde con la de los poderes, y también con la de todas las escrituras elaboradas por los escribanos y notarios durante la época colonial.13 La escritura cuenta con un protocolo inicial que consta de:

- La invocación. En este documento hay un monograma representado por un crismón, es decir, una pe-queña cruz colocada en la parte superior de la primera página. En la Nueva España fue la que con mayor frecuencia se usó. Su fi na-lidad era dar un carácter religioso y devoto a los documentos y, a pesar de no ser obligatorio, apa-recía con gran recurrencia.14

- La dirección. Es la persona o insti-tución a quien o quienes se dirige u

8 M. Ramírez Montes, op. cit., p. 114.9 Idem. 10 María Elena Bribiesca Sumano, Texto de paleografía y diplomática, México, UAEM, 2002, p. 121.11 AGN, Hospital de Jesús, leg. 210, exp. 1, f. 9. Para conocer la diferencia entre los escribanos públicos, reales y apostólicos. Ver: N. de Yrolo, op. cit., pp. IX-X.12 Ivonne Mijares Ramírez, op. cit.; ver poderes pp. 190-195.13 Ibid., p. 81. Ver también María Elena Bribiesca Sumano, op. cit., pp. 101-110, 149-156.14 I. Mijares, op. cit. Explica que “La invocación simbólica, representada por un crismón…se aplica a todo tipo de negocios y contratos”, p. 82.

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otorga el documento. En este caso, según el propio Cortés, se dirigió: “al licenciado juan al-/ tamirano mi primo que esta presente…”.15

- La intitulación. En los poderes, la intitulación se refería al cargo que ocupaba o la profesión que realiza-ba el otorgante de la escritura. En el traslado que se estudia aparece así: “yo don hernando/ cortes mar-ques del valle de guaxaca capitan/ general de esta nueba españa y mar del sur/ por su majestad…”.16

La escritura tiene también un cuerpo o texto que consta de:

- La notifi cación. Es un llamamiento a la atención de quienes estén en disposición de leer o escuchar el contenido del documento. Aquí se presenta la fórmula usada en todos los poderes y también en muchos otros tipos documentales novo-hispanos, como las escrituras de testamento, obligaciones de pago,

arrendamientos, ventas, etc., es la siguiente: “Sepan quantos esta carta bieren…”.17

- La exposición. Se expone el tipo documental que se otorga. En este caso un poder: “otorgo y conosco por esta pre-/ sente carta que doy e otorgo todo mi poder con-/ plido, libre e llenero quan [entre renglo-nes: ba]stante de derecho se re-/ quiere y es nescesario…”.18

- La disposición. Es la colocación de lo dispuesto. En este caso, por ser un poder general y espe-cial muy amplio, existen muchas disposiciones entre ellas: “para/ que por mi y en mi nombre pueda tomar/ y aprehender y continuar y tome y apre-/ henda y continue la posesion y señorío real/ y cor-poral de las mis villas e pueblos y su juri-/ dicion, que yo tengo y me pertenescen segund/ que en el priviliejo que de su majestad tengo…”.19

15 Ibid., p. 1.16 Ibid., pp. 82-84.17 Ibid., p. 82.18 Ibid., pp. 87-89.19 Ídem.

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- Las cláusulas.20 Pueden ser de di-versos tipos: Injuntivas, derogati-vas, de obligación, renunciativas, penales y de corroboración. En este documento existen algunos de esos tipos y un ejemplo de cláusula de obligación es el si-guiente: “y desde/ agora me obli-go de aber y lo de por rrato/ grato e fuerte e fi rme e baledero lo que ansi/ hiziere…”.21

El documento cuenta con un protocolo fi nal, que se conforma de las siguientes partes:

- La fecha. Siempre es tópica y crónica, es decir, se menciona el lugar así como el día, mes y año en que se elaboró el documen-to. En esta escritura se expresa de la siguiente manera: “fecha la carta en el pueblo/ de cuyoacan termino de la ciudad de mexico/

20 En este caso no se está haciendo referencia con la palabra “cláusula” a las fórmulas jurídicas (machote del documento), sino a cierto tipo de disposiciones particulares que éstos podían contener.21 I. Mijares Ramírez, op. cit., pp. 91-99.

Cuatro villas del Marquesado de Oaxaca, 1586.

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estando en ella e la abdiencia e chancilleria rreal en beynte/ e sie-te dias del mes de noviembre año del nacimiento/ de nuestro salva-dor ihsu xristo de mill e quinientos e treynta/ e nuebe años…”.22

- La suscripción. Comprende siem-pre a los testigos, en ocasiones se menciona una vez más al otor-gante y al notario. En este caso se tiene sólo a los testigos y al otorgante: “testigos que fueron presentes/ a lo que dicho es fran-cisco martinez clerigo y francisco suares/ de toledo y pedro de alca-la e ximon tirado/ estantes en la dicha ciudad el marques.”23

- La validación. Consta del nombre autógrafo (fi rma) del notario o es-cribano, su signo y su rúbrica. En este caso, por ser un traslado, es únicamente la fi rma del escribano con su signo y rúbrica la que se tiene. No están las de los testigos ni la del otorgante (ver nota 8).24

Como un elemento más que da validez ju-rídica e histórica a esta escritura de trasla-do están las características fi lológicas del documento: está escrito en letra procesal, posee los nexos y abreviaturas propios del siglo XVI, la ortografía y la sintaxis son también comunes de este periodo.

Únicamente faltaría hacer un estudio de las características físicas del docu-mento que permitiera reforzar todo lo has-ta aquí expresado acerca de su validez jurídica e histórica. Sería bueno saber si el papel posee las marcas de agua carac-terísticas de la época, si la tinta negra fue obtenida de la nuez de agalla, el sulfato de hierro o del humo del carbón.25 Es im-portante señalar aquí que el documento se encuentra en muy buen estado, sólo presenta manchas de humedad y ligeras carcomidas que en algún momento fue-ron ocasionadas por polilla.

1539, EL ÚLTIMO AÑO DE HERNÁN CORTÉS EN LA NUEVA ESPAÑA

Hernán Cortés inició 1539 en agradable

22 Ibid., pp. 84; AGN, Hospital de Jesús, leg. 210, exp. 1, ff. 8v y 9. 23 Ídem. 24 I. Mijares Ramírez, op. cit., pp. 84 y 85.25 M. Ramírez Montes, op. cit., p. 168 y 169. Ver también Pezzat Arzave, Delia. Elementos de paleografía novohispana, México, UNAM-FFyL, 1990 (Colección Seminarios), pp. 34-36.

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amistad con el virrey Antonio de Mendo-za, junto con quien en septiembre del año anterior, había engalanado la ciudad de México con los festejos que conmemora-ban el cese de hostilidades entre España y Francia en el puerto francés de Aguas Muertas.26

Por otra parte, la producción de sus minas le era muy favorable, al grado que para “febrero de 1539 la mina de Serrano era la fl or de todo Tlaxco”, y Hernán Cor-tés seguía buscando aumentar el rendi-miento de todas.27

El “8 de julio de 1539, Cortés tuvo la satisfacción de lanzar su cuarta expedi-ción hacia California”.28 Hecho que de-mostraba el amplio ejercicio que el primer marqués del Valle de Oaxaca hacía de su cargo de capitán general y su inagota-ble búsqueda de nuevos territorios y por ende, de nuevas riquezas.

Así pues, el panorama era suma-mente prometedor para Hernán Cortés. ¿Quién iba a imaginar que en cuestión de unos cuantos meses diría adiós, para

nunca más volver, a las tierras por él con-quistadas?

A fi nales de 1539 las relaciones de Cortés con el virrey Antonio de Mendoza sufrieron una enorme ruptura. La cuestión primordial radica en que el virrey se apro-pió del control del todo el tráfi co marítimo en la Nueva España, sin excepciones, in-cluso las actividades del capitán general quedaron a expensas de las disposicio-nes del virrey; en caso de rebeldía existía una pena de cincuenta mil castellanos y la remisión del acusado a la metrópoli.29

Esto provocó una revolución en los planes de Cortés. Su proyecto principal: la exploración de la Mar del Sur (Océano Pa-cífi co), e incluso el comercio, muy bien es-tablecido, que tenía con el Perú, se veían amenazados, es más, se venían abajo. Por ello, Cortés se entrevistó con el em-perador Carlos V, acción que en el pasado le había dado resultados favorables.30

Es en este contexto donde el traslado del poder adquiere relevancia. Cortés no podía viajar a España sin dejar a quien

26 José Luis Martínez, Hernán Cortés, México, FCE, 1992 (Breviarios núm. 519), p. 501.27 Ibid., p. 491.28 Christian Duverger, Cortés, México, Taurus-Santillana, 2005, p. 336. 29 Juan Miralles, Hernán Cortés. Inventor de México, Barcelona, Tusqutes, 2004. (Fábula), p. 540; C. Duverger, op. cit., p. 336.30 J.L. Martínez, op. cit., pp. 334-350; C. Duverger, op. cit., pp. 295-307.31 Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, Barcelona, Plaza y

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viera por sus negocios y propiedades en territorio novohispano mientras se ausen-taba. Bernal Díaz del Castillo explica esta situación e incluso menciona la existencia del poder original del cual surge este tras-lado; también hace mención de Juan Alta-mirano: “…en lo que estaba entendiendo era para aviarse e ir ante Su Majestad […] volvió Cortés a Méjico para dejar recaudo a las personas a quien había de dar los po-deres para entender en su estado y casa y demandar los tributos de los pueblos de su encomienda, salvo que dejó el poder mayor al licenciado Juan Altamirano, que era persona de mucha calidad […]”31

Por otra parte, el poder se suma al corpus documental que se tiene sobre los preparativos y disposiciones de Cortés para su viaje a España. Existe una carta que Cortés envió con una comitiva, entre septiembre y noviembre de 1539, a Car-los V para informarle de las nuevas dispo-siciones del virrey y del perjuicio que és-tas le causaban;32 además, se sabe que

“Cortés escribió el 12 de diciembre de 1539 cartas con encargos a su pariente y agente en Tehuantepec, Juan de Toledo, y a un Bernardo de la Torre”.33

La información contenida en el traslado del poder otorgado por Hernán Cortés a su primo, el licenciado Juan Altamirano, permi-te entender la situación apremiante en que se encontraba antes de salir para España. El poder fue elaborado el 27 de noviembre de 1539 y se tiene noticia de que Cortés llegó a España: “En el transcurso del mes de febrero de 1540”;34 entiéndase que un viaje como ese requería dos meses de recorrido. Esto explica la premura de tiempo de Cortés al otorgar lo siguiente a Juan Altamirano: “y bos/ nombro y eli-jo por mi teniente de capitan/ general de esta nueba españa y tierras y pro-/ vin-cias de la mar del sur ansi por mar como/ por tierra y bos sostituyo el poder que de/ su magestad tengo de capitan general de esta/ nueba españa y tierras y provincias de ella/ y de la mar del sur”.35

Janés, 2da ed., Francisco Rico (pról.), 1998. (Ave Fénix Clásicos, núm. 255), pp. 439 y 440.32 J. L. Martínez, op. cit., p. 512; J. Miralles, op. cit., pp. 539 y 540, C. Duverger op. cit., p. 336. El docu-mento se encuentra trascrito en los siguientes compendios documentales: AGN. Documentos inéditos. p. 26; Cedulario cortesiano. doc. 69; J. L. Martínez (ed.), Documentos cortesianos. 1518-1528, México, UNAM/FCE, 1990, t. I,. p. 27.33 Martínez, José Luis, Hernán Cortés. op. cit., p. 512.34 C. Duverger, op. cit., p. 339.35 AGN, Hospital de Jesús, leg. 210, exp. 1, f. 8v.

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Como se puede observar, Hernán Cortés deposita todo su poder como ca-pitán general en el licenciado Altamirano. Es de suponer que tuvo una enorme con-fi anza en su primo, pero al mismo tiempo, es muestra clara de que lo más importan-te para Cortés en ese momento era partir lo antes posible hacia España.

El último año que Cortés pasó en la Nueva España fue de miel y hiel. Toda la buenaventura que le auguraban los primeros meses de 1539 se convirtió en el principio de su caída. Con ello perdió el poder que ejerció como capitán ge-neral de la Nueva España en las tierras por él conquistadas.

LA FIGURA DE JUAN ALTAMIRANO, PRIMO DE HERNÁN CORTÉS

En la bibliografía recopilada hasta ahora sobre Hernán Cortés son pocas las refe-rencias directas en torno de la fi gura de Juan Altamirano.36 El Diccionario Porrúa

informa que Altamirano llegó a la Nueva España el 24 de febrero de 1521 como miembro de la expedición, conformada por tres navíos y doscientos hombres, de Julián de Alderete.37

Como se mencionó con anterioridad, Bernal Díaz del Castillo refi ere a Juan Altamirano como apoderado de Cortés al momento en que éste viajó a España (1539-1540) y también como una “persona de mucha calidad” (ver nota 25). López de Gómara, en su Historia de la conquista de México, apunta que Altamirano fue gober-nador del estado de Cortés y su mayordo-mo, junto con Diego de Ocampo, a partir de fi nales de 1528, cuando Hernán Cortés regresó por primera vez a España, des-pués de la Conquista de Tenochtitlán, para entrevistarse con el emperador Carlos V.38

En la biografía Cortés escrita por José Luis Martínez, se habla en tres ocasiones del personaje. Primero, Altamirano es mencionado como “abogado y adminis-trador de los bienes de Cortés”, y como

36 Ninguna de las siguientes fuentes de noticia sobre Juan Altamirano: Francisco López de Gómara, Historia general de las Indias y vida de Hernán Cortés, Jorge Gurría Lacroix (pról. y cron), Biblioteca Aya-cucho, 1979; Hernán Cortés, Cartas de relación, México, Porrúa, 3a. ed., 1967 (“Sepan cuántos…” núm. 7); AGN, Nuevos documentos relativos a los bienes de Herrnán Cortés, México, UNAM, 1946; Antonio de Solís, Historia de la conquista de México, Edmundo O’Gorman (pról.), José Valero Silva (notas), México, Porrúa, 6a ed., 1996 (“Sepan cuántos…” núm 89); Francisco Javier Clavijero, Historia Antigua de México, Mariano Cuevas (pról.), México, Porrúa, 10a. ed., 2003, (“Sepan cuántos…” núm. 29). 37 Diccionario Porrúa. Historia, biografía y geografía de México, México, Porrúa., 6a ed., 1995, “Entrada conquistadores de la Nueva España”.

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marido de la prima de éste, Juana Altami-rano Pizarro.39

En la siguiente mención aparece de manera hipotética. Una vez que Cortés logró que Carlos V le permitiera continuar con sus expediciones en la Mar del Sur, interrumpidas como ya se mencionó por el virrey Antonio de Mendoza: “Probable-mente encargó a su apoderado en Nueva España, el licenciado Altamirano, que lo que quedara aún útil en el astillero de Te-huantepec [se está hablando de los na-

víos que Mendoza le embargó a Cortés] lo destinara a la empresa naviera que había iniciado, para el comercio entre México, Panamá y el Perú”.40 En un tercer mo-mento a la muerte de Cortés, los únicos autorizados para fi niquitar sus asuntos en la Nueva España, eran sus albaceas ac-tivos, entre los cuales se encontraban “la marquesa viuda doña Juana de Zúñiga y el licenciado Juan Altamirano, [quienes] aceptaron, a petición del heredero prin-cipal, que se iniciara el inventario de las propiedades con las de la región de Cuer-navaca”.41

Gracias a las compilaciones que José Luis Martínez hizo de los documentos que encontró referentes a Cortés, se puede ahondar un poco más en la fi gura de Juan Altamirano. Son nueve los Documentos cortesianos que hablan del personaje. El primero de ellos es una Información pro-movida por Diego Velásquez contra Cor-tés, entre junio y julio de 1521, de la cual Juan Altamirano fue parte importante en la suspensión de la misma a favor de Cor-tés, alegando que se basaba únicamente

38 F. López de Gómara, La conquista de México, José Luis Rojas (ed.), Madrid, Historia 16, 1986. (Cróni-cas de América), p. 403.39 J. L. Martínez, Hernán Cortés, op. cit., p. 365. 40 Ibid., p. 517.41 Ibid., p. 542.

Hernán Cortés.

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en testimonios otorgados por criados del acusador.42 Se tiene pues, a un Altamira-no que desde los primeros meses de su estadía en la Nueva España (recuérdese que llegó en febrero de 1521) fue parte esencial en la defensa jurídica de los in-tereses de su primo.

El segundo documento es una carta de Cortés a García de Llerena, su apo-derado. En la referencia al pie de pági-na, José Luis Martínez explica que este personaje, junto con Altamirano y Diego de Ocampo fueron la base en la defen-sa de Hernán Cortés dentro del juicio de residencia al cual éste fue sometido en 1529.43 El tercer documento se refi ere a una serie de encargos que, en marzo de 1528, Cortés le hizo a Francisco de Santa Cruz, mayordomo de sus casas y hacien-das, Juan Altamirano fue un elemento importante en la administración de los bienes del marqués del Valle de Oaxaca, ya que fue uno de los encargados en el aprovisionamiento de los caballeros y criados de sus casas, la venta de ganado y otros de sus bienes, así como en la toma

de decisiones acerca del gasto ordinario y el racionamiento de las dichas casas.44

El cuarto documento es el rastreo de una Causa judicial promovida en 1529 por María Marcaida, madre de la prime-ra esposa de Cortés, Catalina Juárez (ya difunta para ese entonces), con el pro-pósito de ganar para ella y sus herede-ros algunos de los bienes obtenidos por el marqués del Valle de Oaxaca mientras estuvo casado con su hija. Aquí, Altamira-no fungió como testigo en la petición he-cha para que Cortés asistiera a declarar sobre las acusaciones que le hizo María Marcadia.45 El quinto es un Testimonio donde García de Llerena mencionó que no pudo llevarse juicio de residencia con-tra Hernán Cortés, porque éste se encon-traba ausente por estar al servicio de su majestad. Altamirano fi rmó como respon-sable de todo lo dicho.46

El sexto documento es el traslado de una Recusación hecha por Hernán Cortés contra Nuño de Guzmán, y los licenciados Juan Ortiz de Matienzo y Diego Delgadillo, donde Juan Altamirano destaca por hablar

42 J. L. Martínez, Documentos cortesianos. 1518-1528, México, UNAM/FCE, 1990, vol. 1, pp. 170-171. 43 Ibid., p. 476.44 Ibid., pp. 486, 487, 489.45 Ibid., vol. 2. p. 98.46 Ibid., pp. 132-134.

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ante la Real Audiencia, junto con Diego de Ocampo y García de Llerena, en nombre de Cortés, y acusar a los tres personajes citados por ser “jueces sospechosos” que actuaron de manera parcial en el juicio de residencia hecho a Cortés, así como en otros documentos relativos al primero.47

El séptimo documento es la escritura de los Descargos de Cortés a los once cargos que le fueron hechos por instruc-ción secreta en el juicio de residencia. Altamirano fi rmó el documento; en otras palabras, él es quien pide al rey de Espa-ña que “pronuncie y declare al dicho mi parte [Hernán Cortés] no haber hecho ni dicho cosa de las contenidas en los di-chos cargos ni alguno de ellos y absuelva e dé por libre al dicho mi parte de todo e de cada cosa de lo en los dichos cargos contenidos”.48

El octavo documento es el propio jui-cio de residencia, acompañado de la so-licitud de su prórroga junto con la conce-sión y denegación de la misma por Real Cédula, además de un nuevo alegato en defensa de Cortés. Juan Altamirano

aparece como el encargado de notifi car a Hernán Cortés que ha pasado el tiempo otorgado por la Real Audiencia para que presente los descargos de su juicio de residencia, pero, también aparece opo-niéndose a fungir como aquél que decla-rase dichos descargos, no cediendo así a la presión que se ejercía en ese entonces sobre Cortés, sus bienes y sus represen-tantes por parte de la Real Audiencia.49

El noveno y último documento, puede entenderse como el producto de una es-trategia sumamente inteligente por parte de Cortés y sus representantes, con el fi n de alargar el juicio de residencia, que duró un año. Es la presentación y jura-mentos de los testigos para el descargo de Hernán Cortés. Juan Altamirano fi gura como el responsable en la presentación de los testigos, ocupando el cargo de “procurador y hacedor” de Cortés.50

Las Cartas y documentos de Hernán Cortés publicadas por Porrúa,51 amplían el espectro informativo sobre el papel de Altamirano en la vida de Hernán Cortés. En febrero de 1535 éste escribió al Con-

47 Ibid., p. 135-144.48 Ibid., pp. 204-209.49 Ibid., pp. 210-215.50 Ibid., p. 216-220.51 Hernán Cortés, Cartas y documentos, Mario Hernández Sánchez-Barra (introd.), México, Porrúa, 1963.

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sejo de Indias en busca de recibir una compensación favorable respecto de los agravios que en contra suya, sus navíos y su primo Diego de Hurtado (en la llamada segunda expedición) habían sido efec-tuados por Nuño de Guzmán cuando éste fue gobernador de Nueva Galicia. Juan Altamirano fi gura una vez más como res-ponsable del cuidado de la casa de Her-nán Cortés y al mismo tiempo como su apoderado para el seguimiento del pleito que tenía contra Nuño de Guzmán ante la Real Audiencia de México.52

En mayo del mismo año, Cortés diri-gió una carta a Francisco de Oñate, per-sonaje relacionado con el gobernador de Nueva Galicia, notifi cándole los territorios que había descubierto en el Golfo de Cali-fornia (dentro de la llamada tercera expe-dición). En este documento se muestra la constante comunicación que había entre Cortés y Altamirano, ya que el marqués le pidió expresamente a Oñate lo siguiente: “Esas cartas [las noticias de los territorios descubiertos por Cortés en el Golfo de Ca-lifornia], os encomiendo señor, hagáis en-viar con persona cierta que fuere a México al licenciado Altamirano, mi primo, lo más

breve que pudiere ser”.53 Al mismo tiempo, se puede interpretar que esa comunica-ción tenía por objetivo que el apoderado de Cortés en la Nueva España, es decir, Altamirano, contara con todos aquellos documentos que sirvieran como prueba de las conquistas y descubrimientos de Cortés ante cualquier autoridad real.

El testamento de Hernán Cortés es la muestra más clara de la trascendencia ju-rídica y administrativa de Juan Altamirano en los asuntos del primer marqués del Valle de Oaxaca. En principio, Cortés confi ó en Altamirano la paga de las quitaciones a to-dos aquellos que estuvieron a su servicio. Luego, Altamirano es mencionado como el tenedor de una cédula en que un tal Ber-naldino del Castillo está comprometido a pagar 1,000 castellanos de oro de minas que Cortés le prestó para casarse. Poste-riormente, Cortés otorgó 200,000 marave-díes a cada una de las hijas de Altamira-no para sus dotes. Más adelante, Cortés confi rmó el cargo de la contaduría de su casa en Altamirano de manera indefi nida. Y fi nalmente, Altamirano fue nombrado por Cortés como su albacea testamentaria en la Nueva España, de manera conjunta con

52 Ibid., pp. 524-527. 53 Ibid., pp. 527 y 528.

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doña Juana de Zúñiga, esposa de Cortés, fray Juan de Zumárraga, obispo de México, y el fraile dominico Domingo de Betanzos.

Estos párrafos muestran la informa-ción que se tiene sobre Juan Altamirano, fi gura principal del traslado de poder que ahora sale a la luz, y a partir de ella se pueden comprender muchas cosas con respecto del traslado de la escritura de poder. En primer lugar, el que Juan Alta-mirano fuese familiar de Hernán Cortés, contase con el título de “licenciado” (título con que se reconocía a todos los egre-sados de la carrera de jurisprudencia en la época), le considerase ser persona de “mucha calidad”, y el haber fungido como administrador, mayordomo, contador y apoderado de Cortés en diversas oca-siones lo hacían la persona idónea para dirigir los asuntos de éste mientras se au-sentaba para ir a España.

Otro elemento a destacar es la impor-

tancia de los Altamirano en las relacio-nes de parentesco con Hernán Cortés, ilustrado por el matrimonio de Juan Alta-mirano con su prima homónima en nom-bre y apellido, Juana Altamirano y por la presencia de un fray Diego Altamirano, que acompañó a Cortés a las Hibueras (Honduras) y realizó para éste algunos encargos según señala José Luis Martí-nez.54 Aquí podría caber la conjetura de que Juan Altamirano fuera únicamente primo político de Hernán Cortés,55 grado que adquiriría al casarse con Juana Al-tamirano, de quien se sabe con certeza fue prima hermana de Cortés por el lado materno.56 Pero es muy probable que Juan Altamirano también fuese primo por consanguinidad de Cortés. De lo contra-rio, en el traslado de la escritura de poder se haría alusión al matrimonio con Juana Altamirano, como se acostumbraba en la época al referirse a la familia política.

54 J. L. Martínez, Hernán Cortés, op. cit., p. 364.55 En la página electrónica: http://es.wikipedia.org/wiki/Leonor_Cort%C3%A9s_Moctezuma se menciona a Juan Altamirano como pariente político de Hernán Cortés y como protector de Leonor Cortés Moctezu-ma, hija natural que Cortés tuvo con doña Isabel Tecuichpo (hija de Moctezuma), mas no se menciona la fuente de la que se obtuvo esta información. Para tener más datos sobre Leonor Cortés Moctezuma ver C. Duverger, op. cit., p. 414; J. L. Martínez, Hernán Cortés, op. cit., pp. 361 y 363. Si en el futuro se puede establecer como veraz esta información, podríamos hablar de un Juan Altamirano realmente apreciado por Hernán Cortés, por ser protector de una de sus hijas naturales; además de que el parentesco entre estos dos personajes ya no sería de primos hermanos sino de primos políticos.56 En C. Duverger, op. cit., pp. 30-34, y 414, aparecen referencias genealógicas de Hernán Cortés, donde se puede observar el nombre completo de su madre, Catalina Pizarro Altamirano, y de su padre, Martín Cortés de Monroy, pudiéndose determinar así el grado de parentesco de sus primos.

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Por último, se podría hablar de un es-trecho lazo familiar entre Juan Altamirano y Hernán Cortés. Altamirano fue apodera-do y albacea testamentaria de Cortés jun-to con la esposa de éste, doña Juana de Zúñiga. De ahí se puede pensar en una amplia confi anza entre ambos, al grado de que el otorgamiento del título de ca-pitán general que Cortés da a Altamirano, según lo deja ver el traslado de la escritu-ra de poder, se hace comprensible.

Con la información sobre el traslado de la escritura de poder se conoce que Hernán Cortés no sólo creía a Juan Alta-mirano apto para sustituirlo como capitán general de la Nueva España y del Mar del Sur mientras viajaba a la metrópoli, sino de todo lo siguiente:- Tomar posesión de las villas y pue-

blos que están bajo la jurisdicción del marquesado del Valle de Oaxaca con el cargo de gobernador en todos los asuntos jurídicos, ya sean de carácter civil o criminal, pudiendo elegir a las diversas autoridades administrativas y judiciales de esas villas y pueblos, a las que les hará juicio de residencia.

- Dar provisiones y estamparlas con el sello de Hernán Cortés, especifi cando que éstas sólo tienen validez en las

villas del marquesado del Valle de Oaxaca y dictar penas por su incum-plimiento.

- Realizar el amojonamiento de los lin-deros de las villas del marquesado con los pueblos y lugares comarcanos.

- Cobrar los tributos que están obliga-dos a dar los vecinos de las villas y pueblos del marquesado.

- Otorgar la libranza de las deudas que Hernán Cortés tenía o fuera a tener en un futuro con cualquier persona, a partir del momento en que se dio la escritura, especifi cándose que el dine-ro para pagarlas debía ser tomado del que resguardaren los encargados de sus haciendas o del que resguardase el camarero de éste. De la misma for-ma, podía cobrar el oro y plata que se le deba a Hernán Cortés de sus ren-tas, granjerías, haciendas, minas de oro y plata, tiendas y mesones.

- Cobrar, en juicio o fuera de él, de toda persona el oro, la plata, los ganados, las joyas, los esclavos y otras cosas que se le debieran a Hernán Cortés, comprometiéndose a presentar las escrituras de pago, recibo y fi niquito correspondientes.

- Sacar, de los escribanos y notarios

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públicos, las reales provisiones y las reales cédulas que a Hernán Cortés fuesen tocantes, y realizar peticiones en función de éstas o, inclusive, man-darlas cancelar o anular.

- Arrendar las tiendas, mesones y mo-linos de Hernán Cortés, así como vender los tributos de ropa con que le pagaren los vecinos de sus villas y pueblos, en las cantidades y por el tiempo, en el caso de los arrenda-mientos, que decidiere. Y vender, al mismo tiempo, el ingenio azucarero que Hernán Cortés tenía en la villa de Tuxpan al precio y con el pago en el número de plazos que le pareciere conveniente.

- Pedir prestada la cantidad de pesos y maravedíes de oro que le fueren necesarios, obligando los bienes muebles y raíces de Hernán Cortés. Además, de comprar todos aquellos bienes muebles y raíces que le pare-cieren por el precio y condiciones que pusiere.

- Dar las gratifi caciones que considere que Hernán Cortés debe dar a las personas que lo ameritaren según la causa.

- Tomar personas para el servicio de la casa y haciendas de Hernán Cortés

por la paga y el tiempo que tuviere por bien.

- Revocar los poderes que Hernán Cortés hubiese otorgado a cuales-quier personas sin importar su cali-dad y condición, a excepción de este poder; recusando a jueces ordinarios o delegados sin importar que fuesen del Consejo o de las Audiencias.

- Comparecer en todos los pleitos ci-viles y criminales de Hernán Cortés ante los ministros de su majestad es-tableciendo las conveniencias y con-ciertos necesarios con las personas con quienes tuviere los dichos pleitos otorgando, a su vez, las escrituras que se requiriesen.

- Enviar a los reinos de España o a las partes en que se encontrara Hernán Cortés, oro, plata, joyas, azúcar, al-godón, o cualquier otra cosa de las haciendas de éste.

- Elegir gente de mar y tierra, así como capitanes, maestres y pilotos para sus navíos dándoles los socorros y sala-rios que bien visto tuviere, haciendo pregonar la armada o armadas, de tierra y mar, para ir a tomar posesión de nuevas tierras en nombre de su majestad y del propio Hernán Cortés

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como capitán general, haciéndose fabricar o comprar los navíos que fue-ren necesarios.

- Hacer todas aquellas cosas que no están expresadas en este poder, pero que el Hernán Cortés haría en lo refe-rente a su estado, haciendas o cosas a él tocantes.57

Como se puede observar las prerroga-tivas que Hernán Cortés le daba a Juan Altamirano eran enormes, lo cual es una muestra de la confi anza que había entre ambos y de la fe y seguridad que el se-gundo le daba al primero.

Sólo resta estudiar la información que otorga el traslado sobre la propia fi gura de Hernán Cortés.

HERNÁN CORTÉS VISTO A TRAVÉS DEL TRASLADO DE UN PODER

El traslado del poder otorgado por Her-nán Cortés a su primo Juan Altamirano muestra que el primer marqués del Valle de Oaxaca y primer capitán general de la Nueva España era una persona su-

mamente prominente y poderosa. Como muestras de esa prominencia están las posesiones que se mencionan a lo largo de la escritura y que quedan ilustradas con las siguientes citas:

otorgo todo mi poder con-/ plido, libre e

llenero quan [entre renglones:ba]stante

de derecho se re-/ quiere y es nescesario

al licenciado juan al-/ tamirano mi primo

que esta presente para/ que por mi y en

mi nombre pueda tomar/ y aprehender y

continuar y tome y apre-/ henda y conti-

nue la posesion y señorío real/ y corporal

de las mis villas e pueblos y su juri-/ di-

cion…”,58 “y para que cobre/ para mi y en

mi nombre qualquier oro y plata/ e rrentas

e granjerías y haziendas que a mi/ me

pertenescan ansi de las minas de oro/ y

de la plata como de las rren[entre renglo-

nes: tas de mis] tiendas y mesones/ como

de otra cualquier hazienda que a/ mi me

pertenesca.59

Se observa claramente a un hombre rico en bienes raíces de muy diversa índole, desde tiendas y mesones hasta minas y

57 AGN, Hospital de Jesús, leg. 210, exp. 1, ff. 1-9.58 AGN, Hospital de Jesús, leg. 210, exp. 1, f. 1.59 Ibid. f. 3.

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poblaciones enteras. Este tipo de bienes raíces habla también de un Cortés dedi-cado ampliamente al comercio, incluso se da el lujo de dar poder a Juan Altamirano para “arrendar las dichas tiendas y meso-nes e/ molinos y otras qualesquier mis ha-ziendas/ e bender los tributos de la rropa con que/ acudan los vezinos de las dichas mis villas e pueblos/ por el prescio y tiem-po que ansi al dicho licenciado/ paresciere e bien visto le fuere y para que/ ansi mis-mo pueda bender el yngenio/ de azucar que yo tengo en la mi billa de tuspa”.60

Hernán Cortés tenía un gran poder político, lo cual se observa al considerar sus títulos de marqués del Valle de Oaxa-ca y capitán general de la Nueva España y de la Mar del Sur (ver nota 11), que le daban la facultad –que deja en su apo-derado Juan Altamirano– de: “en las di-chas mis villas e pueblos e cada/ uno de ellos…poner sus alcaldes mayores/ y jue-zes hordinarios alguaziles escribanos/ y dalles sus provisiones en forma para/ que puedan husar y husen de los dichos o-/ fi cios y de la juridicion cebil y criminal”;61

“sellar […] cualquier mandamiento o man-damientos/ que diere…o probision/ o probi-siones”;62 “sacar…de poder de qualesquier escribanos/ y notarios publicos y secretarios e otras per-/ sonas qualesquier probisiones rreales/ e cedulas de sus magestades y presentar qualesquier/ peticion o pe-ticiones y qualesquier con-/ tratos y es-cripturas”.63 En resumen, Hernán Cortés tenía el control total en la administración de todas las villas, pueblos y lugares que estuvieren bajo su jurisdicción como marqués del Valle de Oaxaca y en todos aquellos donde su título de capitán gene-ral tuviese peso.

Ahora bien, esa prominencia y poder refl ejados por el traslado no eran sufi cien-tes para Hernán Cortés, ya que él bus-caba conquistar más territorios y tenerlos bajo su dominio. Las siguientes líneas de-jarán en claro esa ambición y permitirán entender aún más el porqué Cortés deci-dió viajar tan apresuradamente a España y reclamar directamente al emperador Carlos V el embargo que el virrey Antonio de Mendoza hacía de todos sus navíos al

60 Ibid. f. 3v. Este tuspa podría ser el Tuxpan michoacano que llegó a interesar a Hernán Cortés por cues-tiones mineras. Ver al respecto. J. L. Martínez. Hernán Cortés, op. cit., p. 490.61 AGN, Hospital de Jesús, leg. 210, exp. 1, f. 1.62 Ibid. f. 2v.63 Ibid. f. 3v.

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posesionarse por completo del control del tráfi co marino en la Nueva España:

bos doy el dicho mi poder complido/ y

bastante segund que lo yo he y tengo/

para que podays tomar e rrescebir qual-

/ quier jente ansi de mar como de tierra

de/ qualquier calidad que sea y les dar

qualquier/ socorro que a bos paresciere

y podays elegir/ capitanes por tierra y por

mar y maestres/ y pilotos para mis navíos

y les señalar y dar/ los sueldos y socorros

que bien visto bos fuere/ y hazer prego-

nar qualquier armada o arma-/ das para

qualesquier partes ansi por/ mar como

por tierra y las efetuar y hazer/ que tomen

de las tales tierras en nombre/ de su ma-

gestad la posesion e mia como su capi-

tan/ general y probeer las tales armadas

y po-/ days hazer en mi nombre todos los

demas/ nabios que vos paresciere y ado-

bar los/ nabios que yo tengo y conprar

otros/ como a bos paresciere y ansi mis-

mo los/ aparejos y municion y artilleria y

bastimentos/ que fueren menester y para

lo susodicho y para que/ podays [a]cerca

de ello y de otras cosas qualesquier/ pre-

sentar qualesquier cedulas y pro-/ visio-

nes de su magestad ante el señor biso-/

rrey presidente e oydores de esta rreal/

abdiencia y pedir sean obedescidas y

cun-/ plidas y sacar los cumplimientos y

las efetuar/ como a bos pareciere.64

Esta es la última disposición que dejó Her-nán Cortés en el poder que otorgó a Juan Altamirano. Podría decirse que en 1539 fue la decisión más importante en los pla-nes del conquistador de México. Continuar con las expediciones en la Mar del Sur y romper con el nuevo control marítimo que desde agosto de 1539 Antonio de Mendo-za había impuesto en la Nueva España. Y qué mejor persona para continuarlo en la ausencia de Cortés que un familiar muy cercano, entiéndase para este caso un pri-mo, que además fuese hombre de “mucha calidad” y versado en leyes; qué mejor que un “licenciado”, abogado o jurisperito, llá-mesele como se quiera, para defender los intereses de Hernán Cortés ante el virrey y la Real Audiencia.

Gracias al trabajo del proyecto de trasla-do, en particular al de Edgar Ríos, Ulises Decena, Ricardo Malváez, Enrique Medi-

64 Ibid. ff. 7bisv y 8.

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na, Mauricio Guzmán y Carlos Alvarado. Hoy se cuenta con una nueva fuente del siglo XVI que devela información valiosí-sima para el conocimiento de la vida de

PALEOGRAFÍA

Con la fi nalidad de que los lectores de la siguiente trascripción cuenten con una versión lo más apegada al documento original, decidí respetar la gramática de la época en su totalidad: sintaxis (por ejemplo: a me dar en lugar de a darme), ortografía (por ejem-plo: quantos en vez de cuantos, guaxaca en lugar de Oaxaca, husar en lugar de usar o probision por provisión), uso de mayúsculas y minúsculas (por ejemplo: hernando cortes en lugar de Hernando Cortés), arcaísmos (por ejemplo: ansi en lugar de así, o agora en vez de ahora) y puntuación (por ejemplo: juan altamirano mi primo para que… en lugar de juan Altamirano, mi primo, para que…). Únicamente se han desenlazado las abreviaturas (por ejemplo: derecho, por dro) y los nexos (por ejemplo: de esta, por dsta o de el en vez del). Además se ha puesto entre corchetes algunas preposiciones o letras que den un mejor sentido (o el sentido) de la frase o palabra en que se agregan (por ejemplo: de aqui [en] adelante por de aqui adelante).

BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

Cuevas, Mariano, Documentos inéditos del siglo XVI para la historia de México, México, Porrúa. 2a ed., 1975.

Documentos inéditos relativos a Hernán Cortés y su familia, México, Talleres Gráfi cos de la Nación, 1935.

Pezzat Arzave, Delia, Guía para la interpretación de los vocablos novohispanos, Méxi-co, AGN, 2001.

Valgoma y Díaz Varela, Dalmiro de la. Ascendientes y descendientes de Hernán Cor-tés, Madrid, Cultura Hispánica, 1951.

Hernán Cortés en su último año en la Nueva España, lugar del que fue descu-bridor, conquistador, gobernador, capitán general y marqués del Valle de Oaxaca.

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Además, coloqué la letra “z” en los casos donde aparece una “c con cedilla” (ç) uni-da a las vocales “a”, “o” y “u”, ya que es el sonido de la sílaba (por ejemplo: zucedieren en lugar de sucedieren); cuando la “c con cedilla” va unida a las vocales “e” e “i” coloqué simplemente la letra “c” (por ejemplo: licenciado en lugar de liçençiado). En los casos en que una “n” o una “v” representan el sonido de “u” puse esta vocal (por ejemplo: ygualas en lugar de ygnalas; uno en vez de vno).

También respeté el formato del documento, de tal manera que la trascripción va renglón por renglón, tal y como se encuentra en el documento original, con la foliación de anverso y vuelta.

Hice una trascripción anotada para facilitar la comprensión del documento, ya que hay gran cantidad de arcaísmos y expresiones en desuso. Las anotaciones buscan ilustrar al lector sobre el contexto histórico en el que fue realizada esta escritura de traslado de poder otorgado por Hernán Cortés.

Aprovecho para agradecer la colaboración especial de Carlos Alberto Alvarado Gó-mez en la paleografía, y la de todos mis compañeros del equipo de traslado, quienes me apoyaron y ahorraron esfuerzo en la trascripción del documento ofreciéndose a ser mis escribanos.NE

NE El cotejo paleográfico fue de Guillermo Sierra Araujo, quien revisó la transcripción y el documento original línea por línea y palabra por palabra.

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Ficha de resumenAGN, Hospital de Jesús, legajo 210, exp. 1, ff. 1-10. México, 1548/01/18.

Sustitución de poder (hecha en dos partes) en la que Juan Altamirano, en nombre de Hernán Cortés, otorga a Hernando Mejía y Martín de Espinosa el título de procuradores para restar, embarazar y embargar los azúcares que Hernán Cortés le entregó a Leonardo Lomelín por una capitulación dada en Valladolid. Escribano: Diego de Zamora, escribano de sus majestades y notario público en su Corte, reinos y señoríos. Testigos: Alvar Hernán-dez, Álvaro Araujo, Diego Altamirano y Andrés de Tapia, vecinos de la ciudad de México.La sustitución va acompañada de un traslado de poder general y especial otorgado por Hernán Cortés a su primo, Juan Altamirano, para que a su nombre:- Tome posesión de las villas y pueblos que están bajo la jurisdicción del marquesado del Valle de Oaxaca con el cargo de gobernador en todos los asuntos jurídicos, ya sean de carácter civil o criminal, pudiendo elegir a las diversas autoridades administrativas y judiciales de esas villas y pueblos, a las que les hará juicio de residencia. - Pueda dar provisiones y sellarlas con el sello de Hernán Cortés. Se especifi ca que tales provisiones sólo tienen validez en los pueblos, villas y lugares del marquesado del Valle de Oaxaca, además se señala que el incumplimiento de éstas ameritará las penas que el propio Altamirano dicte. - Realice el amojonamiento de los linderos de las villas del marquesado con los pueblos y lugares comarcanos- Cobre los tributos que están obligados a dar los vecinos de las villas y pueblos del marquesado.- Otorgue la libranza de las deudas que Hernán Cortés tiene o tuviere en un futuro con cualquier persona, a partir del momento en que se da la escritura. Se especifi ca que el dinero para pagarlas debe ser tomado del que resguardaren los encargados de las haciendas de Hernán Cortes o del que resguardase el camarero de éste. De la misma forma, puede cobrar el oro y plata que se le deba a Hernán Cortés de sus rentas, gran-jerías, haciendas, minas de oro y plata, tiendas y mesones.

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- Pueda cobrar, en juicio o fuera de él, de toda persona el oro, la plata, los ganados, las joyas, los esclavos y otras cosas que se le deban a Hernán Cortés, comprometiéndose a presentar las escrituras de pago, recibo y fi niquito correspondientes.- Pueda sacar, de los escribanos y notarios públicos, las reales provisiones y las reales cédulas que a Hernán Cortés fuesen tocantes y realizar peticiones en función de éstas o, inclusive, mandarlas cancelar o anular.- Pueda arrendar las tiendas, mesones y molinos de Hernán Cortés, así como vender los tributos de ropa con que le pagaren los vecinos de sus villas y pueblos, en las can-tidades y por el tiempo, en el caso de los arrendamientos, que el dicho Altamirano de-cidiere. Al mismo tiempo, pueda vender el ingenio azucarero que Hernán Cortés tenía en la villa de Tuxpan al precio y con el pago en el número de plazos que le pareciere conveniente. - Pueda pedir prestada la cantidad de pesos y maravedíes de oro que le fueren necesa-rios, obligando los bienes muebles y raíces de Hernán Cortés. Además, pueda comprar todos aquellos bienes muebles y raíces que le parecieren por el precio y condiciones que pusiere. - Pueda dar las gratifi caciones que considere que Hernán Cortés debe dar a las personas que lo ameritaren según la causa. - Pueda tomar personas para el servicio de la casa y haciendas de Hernán Cortés por la paga y el tiempo que el dicho Altamirano tuviere por bien.- Pueda revocar los poderes que Hernán Cortés haya otorgado a cualesquier personas sin importar su calidad y condición, a excepción de este poder; pueda recusar a jueces ordinarios o delegados sin importar si son del Consejo o de las Audiencias. -Pueda comparecer en todos los pleitos civiles y criminales de Hernán Cortés ante los ministros de su majestad estableciendo las conveniencias y conciertos necesarios con las personas con quien tuviere los dichos pleitos otorgando, a su vez, las escrituras que se requiriesen.- Envíe a los reinos de España o a las partes en que se encontrare Hernán Cortés oro, plata, joyas, azúcar, algodón, o cualquier otra cosa de las haciendas de éste; elija gente de mar y tierra, así como capitanes, maestres y pilotos para sus navíos dándoles los socorros y salarios que bien visto tuviere, haciendo pregonar la armada o armadas, de

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tierra y mar, para ir a tomar posesión de nuevas tierras en nombre de su majestad y del propio Hernán Cortés como capitán general, haciéndose fabricar o comprar los navíos que al licenciado Altamirano le parecieren. - Pueda hacer todas aquellas cosas que no están expresadas en este poder, pero que (el) Hernán Cortés haría en lo referente a su estado, haciendas o cosas a él tocantes.- Pueda sustituir este poder en la persona que quisiere.Hernán Cortés nombra a Juan Altamirano teniente de capitán general de la Nueva Es-paña y al mismo tiempo deja en él el título de capitán general de la dicha Nueva España que le fue otorgado por su majestad.Hernán Cortés obliga sus bienes y rentas, muebles y raíces, habidas y por haber, a fi n de cumplir todo lo otorgado por él en el poder.El poder fue realizado en el pueblo de Coyoacán, término de la ciudad de México, ante la audiencia y chancillería real, con fecha de 27 de noviembre de 1539. Escribano: Martín Hernández, escribano de sus majestades y notario público en su Corte, reinos y señoríos. Testigos: Francisco Martínez, clérigo, Francisco Suárez de Toledo, Pedro de Alcalá, Simón Tirado, estantes en la ciudad de México.

Traslado[Inscripción monogramática1]1. Sepan quantos esta carta bieren como yo don her[nan]do

foja 12. cortes marques del valle de guaxaca capita[n]3. general d[e e]sta nueba españa y mar del sur4. por su maj[estad] otorgo y conosco por esta pre-5. sente carta que doy e otorgo todo mi poder con-6. plido[cumplido] libre e llenero quan [entre renglones:ba]stante de d[e]r[ech]o se re-7. quiere y es nescesario al licenciado juan al-8. tamirano mi primo q[uie]n esta presente para

1 La invocación monogramática, también denominada simplemente como monograma, es una cruz que se colocaba en el encabezado del documento para dar a conocer su legitimidad como escrito cristiano..

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9. que por mi y en mi nombre pueda tomar10. y aprehender y continuar y tome y apre-11. henda y continue la posesion y señorío real12. e corporal de las mis villas e pueblos y su juri-13. dicion que yo tengo y me pertenece[n] segund14. que en el priviliejo [privilegio] que de su maj[estad] tengo se cont[ien]e15. con la juridicion cebil e criminal [civil y criminal] alta e baxo16. mero misto imperio [mixto imperio] y con los of[ici]os pechos17. y d[e]r[ech]os y tributos de los d[ic]hos p[uebl]os y para que18. sobre ello y lo de ello dependiente anexo y 19. conexo pueda hazer y haga las diligencias20. que conbengan y parescieren nescesarias e 21. otro si2 doy el d[ic]ho mi poder complido al d[ic]ho22. licenciado juan altamirano mi primo para q[ue] sea23. mi gove[rnad]or de todas las d[ich]as mis villas e lugares24. y sus terminos en la dicha m[erc]ed que de su majestad25. tengo contenidas y le doy todo mi poder

1. complido para husar y exercer el d[ic]ho cargo y of[ici]o foja 1v

2. en todas las cosas y cargos de justicias, en lo cebil3. y criminal ansi en los que hasta agora a-4. abido y ay como en los que de aquí [en] adelante5. zucedieren para que los pueda oyr y de-6. terminar ansi de primera como de segunda7. y parta ansi los que son o fueren entre partes8. como los que de ofi cio quisiere y debiere9. conoscer y los pueda deferir [diferir] y determinar10. y sentenciar por su sentencia o sentencias

2 La frase e otro si debe entenderse como Y otro sí. Lo cual equivaldría actualmente a también, además o asimismo

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11. ansi ynterlocutorias como difi nitibas [defi nitivas]12. las quales y lo que ansi mandare pueda13. y mande llebar y llebe a pura y debida e-14. xecucion y para lo susod[ic]ho y exerser15. los d[ic]hos of[ici]os en qualquier de los d[ich]os mis pueblos16. en que yo ansi tengo la d[ic]ha juridicion pueda17. tener y trayga si quisiere vara de justicia18. e otro si le doy el d[ic]ho mi poder complido19. para que en las d[ich]as mis villas e pueblos e cada20. uno de ellos pueda poner sus alcaldes mayores21. y juezes hordinarios alguaziles escribanos22. y dalles [darles] sus provisiones en forma para23. que puedan husar y husen de los d[ich]os o-24. fi cios y de la juridicion cebil y criminal que

1. yo en ellos tengo y segund que yo puedo y podriafoja 2

2. poner los d[ich]os alc[al]des mayores y pueda rrescebir [recibir]3. de ellos la sole[m]nidad o solenidades que de d[e]r[ech]o4. son obligados y deben hazer antes y al t[iem]po5. que fueren rrescebidos en los d[ich]os cargos y o-6. fi cios los quales y cada bno [uno] de ellos que ansi pu-7. siere pueda rremover y quitar cada bez que8. qui[si]ere y por bien tubiere e poner otros9. de nuebo e otro si le doy el d[ic]ho mi poder complido10. para que si a los d[ich]os juezes que pusiere o fuere[n]11. o al presente estan en las dichas mis villas y a12. los demas ofi ciales que son o fueren de a-13. qui [en] adelante les pueda tomar y tome rresi-14. dencia y cometerla3 y dar poder a la persona3 El significado de la palabra cometerla corresponde a asignarla o dar tal responsabilidad.

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15. que le pareciere para que se la tome [a]cerca de como16. a husado su ofi cio y cargos que ansi han te-17. nido o tubieren e oyrlos y proceder en la dicha18. rresidencia o rresidencias y dar en ella o en ellas19. su sentencia o sentencias ansi ynterlocuto-20. rias como difi nitibas las quales pueda21. hazer y llebar y llebe a debida execucion como22. hallare por d[e]r[ech]o otro si le doy el dicho mi poder23. complido para que las probisiones que24. sobre lo susodicho o [a]cerca de ello o a ello dependiente

1. anexo e conexo diere las pueda sellar y selle con mifoja 2v

2. sello y cualquier mandami[ent]o o mandami[ent]o[s]3. que diere fi rmados de su nombre o probision4. o probisiones sean obedescidas y complidas5. en las d[ich]as mis villas so la pena o penas que6. pusiere las quales pueda executar por7. si o por la persona a quien lo cometiere8. contra cualquier persona o personas9. que en ellas obieren yncurrido como si con-10. tra mis probisiones o mandamientos obiesen [hubiesen]11. ydo o benido las tales personas y le doy12. ansi mismo todo mi poder complido13. para bisitar e amojonar con otros lugares14. e pueblos comarcanos los terminos de las d[ich]as15. mis villas e lugares y para que pueda16. cobrar de los vezinos de las d[ich]as villas e pueblos todos17. los tributos pecho[s] y d[e]r[ech]os que son obligados18. y deben dar otro si doy el d[ic]ho mi poder complido

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19. al dicho licenciado juan altamirano mi primo 20. para que pueda librar y libre en qualesquier21. persona o personas que tengan cargo de22. mis haziendas y en mi camarero y en otra qual-23. quier persona o personas que tengan 24. maravedis o p[es]os de oro o plata mios qualesquier

1. maravedis o p[es]os de oro que yo deba o debiere de aquífoja 3

2. [en] adelante o por alguna manera sea obligado a pagar3. ansi de las quitaciones de mi casa y gasto de ella4. como de otra qualquier cosa que sea o ser5. pueda en qualquier manera y para que cobre6. para mi y en mi nombre qualquier oro y plata7. e rrentas e granjerías y haziendas que a mi8. me pertenescan ansi de las minas del oro9. y de la plata como de las rren[entre renglones: tas de mis] tiendas y mesones10. como de otra cualquier hazienda que a11. mi me pertenesca e otro si para que pueda12. pedir y demandar y rrescebir e aber e cobrar ansi13. en juic[i]o como fuera de el de todas y qualesquier 14. personas de qualquier calidad que sean y de15. sus bienes y de quien con d[e]r[ech]o deba todos16. e qualesquier maravedis [y/o] pesos de oro [y/o] plata joyas17. bestias ganados esclabos y otras cosas quales-18. quier de qualquier calidad que sean que me 19. deban y debieren y sean obligados a me dar20. y pagar ansi por contratos publicos como por21. alcabalas cuentas contrataciones tres-22. pasos [traspasos] poderes ecesiones [exenciones] que qualesquier 23. personas en mi ayan fecho [hecho] como en otra qual-

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24. quier manera y lo rrescebir y reciba todo25. en si y qualquier parte de ello y de lo que rres-

1. cibiere e cobrare ansi de las d[ich]as mis debdas [deudas] como de losfoja 3v

2. d[ich]os mis bienes y rrentas y tributos de suso3. declarado pueda dar e otorgar y de y otorgue4. sus carta[s] o cartas albala4 o albalaes de5. pago y de rrescibo5 y de fi niquito las q[ua]les 6. valan [valgan] y sean fi rmes bastantes e balederas7. como si yo mismo las diese y otorgase y a ello8. presente fuese e otro si para que pueda 9. sacar y saque de poder de qualesquier escribanos10. y notarios pu[bli]cos y secretarios e otras per-11. sonas qualesquier probisiones rreales12. e cedulas de sus mag[estade]s6 y presentar qualesquier13. peticion o peticiones y qualesquier con-14. tratos y [e]scripturas a mi tocantes y pertenes-15. cientes y las que fuere nescesario mandar chan-16. cellar [cancelar] y dar por ningunas y para que pueda17. arrendar las dichas tiendas y mesones e18. molinos y otras qualesquier mis haziendas19. e bender los tributos de la rropa con que20. acudan los vez[in]os de las d[ich]as mis villas e pueblos21. por el prescio y t[iem]po que ansi al dicho lic[encia]do

4 Entiéndase albalá. El Diccionario de la Lengua Española define albalá como aquel “documento público o privado en que se hacía constar algo”. Real Academia Española. 22a ed. http://buscon.rae.es/draeI/Srvlt Consulta?TIPO_BUS=3&LEMA=albalá. Texto electrónico, 21-12-2008.5 La albalá de pago o recibo sería toda aquella escritura de pago o de recibo de la época. Compárese con las actuales notas de pago y recibo como ejemplo. 6 Aparece “sus majestades” en plural, ya que en 1539, que es el año en que se realiza la escritura, rein-aban a la par, administrativamente hablando, la reina Juana (la Loca) y el rey Carlos I de España, su hijo (el emperador Carlos V).

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22. paresciere e bien visto le fuere y para que23. ansi mismo pueda bender el yngenio24. de azucar que yo tengo en la mi billa de tuspa25. por el prescio o prescios al plazo o plazos

1. q[ue] le paresciere y para que pueda tomar porfoja 4

2. mi y en mi nombre qualesquier maravedis o p[eso]s de oro3. prestados en la cantidad que [a] el paresciere a4. cambio o de otra manera y para que para5. la paga y seguridad de los p[es]os de oro y maravedis 6. que ansi tomare prestados pueda obligar7. mis bienes muebles [tachado: todos] e raizes abidos [habidos]8. y por [h]aber y para que pueda bender de9. mis bienes muebles todos los que le paresciere10. y bien visto le fuere y para que para mi y en11. mi nombre pueda comprar y compre quales-12. quier esclabos bestias ganados y otros bienes13. ansi muebles como raizes de qualquier 14. manera y calidad que sean al prescio o prescios15. con la condición o condiciones que pusiere16. y para que pueda grangear7 e administrar 17. mis haziendas e bienes ansi muebles como18. raices y trocar y cambiar y enagenar quales-19. quier bienes muebles que yo tengo o tubiere20. de aquí [en] adelante en qualquier manera y 21. para que pueda hazer y haga qualquier

7 Entiéndase granjear. En el contexto del documento el término granjear puede entenderse como “Adquirir caudal, obtener ganancias traficando con ganados u otros objetos de comercio.” o “Cultivar con esmero las tierras y heredades, cuidando de la conservación y aumento del ganado.” Diccionario de la Lengua Española, op. cit., http://buscon.rae.es/draeI/Srvlt Consulta?TIPO_BUS=3&LEMA=granjear. Texto elec-trónico, 21-12-2008.

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22. gratifi cacion o gratifi caciones que le pares-23. ciere que yo debo y soy obligado a hazer24. o alguna persona o personas por qualquier cabsa [causa]

1. o razon que a el le paresca y para ello y para cadafoja 4v

2. cosa y p[ar]te de ello yo doy al d[ic]ho licenciado altami-3. rano mi primo todo mi poder complido4. e bastante segund que yo le he y tengo5. con libre e general administración y desde6. agora me obligo de aber y lo de por rrato8

7. grato e fuerte e fi rme e baledero lo que ansi8. hiziere otro si doy el d[ic]ho mi poder complido9. al d[ic]ho licenciado juan altamirano mi primo para que10. pueda coger y coga [coja] qualesquier persona o personas11. que le paresciere que sean nescesarias para 12. serbicio de mis haziendas y casa por el tiempo13. y prescio que le paresciere e bisto le fuere14. las quales y las personas que agora entienden [atienden]15. en las dichas mis haziendas pueda remober e16. quitar y despedir qu[an]do le paresciere e por17. bien tubiere e otro si doy el d[ic]ho mi poder18. comp[li]do para que pueda tomar y tome 19. cuenta y quentas a qualesquier per-20. sona o personas que ayan tenido e21. tubieren cargo de las dichas mis haziendas22. y grangerias y a qualquier persona o per-23. sonas que yo podria tomar la dicha cuenta

8 Entiéndase rato. En este contexto rato se refiere a toda aquella escritura o contrato “celebrado legítima y solemnemente”. Diccionario de la Lengua Española, op. cit., http://buscon.rae.es/draeI/Srvlt Consulta?TIPO_BUS=3&LEMA=rato. Texto electrónico, 21-12-2008.

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24. por qualquier bia [vía] y pagar qualquier

1. alcance que las tales personas hizieren e cobrarfoja 5

2. de ellos el dicho alcance si las tales personas3. algo me debieren y dar qualesquier carta4. o cartas de pago y de fi niquito que yo po-5. dria dar las quales valgan como si yo mismo6. las diese y otorgase y le doy el dicho mi poder7. complido para que ansi mismo pueda8. rrevocar y rreboque qualquier poder o poderes9. que yo aya dado a qualquier persona10. o personas de qualquier calidad y condicion11. que sean abnque [aunque] los tales poderes sean y 12. hablen para mis pleytos y cabsas o para en-13. tender en mis haziendas e grangerias generales14. o particulares e para que ansi mismo pueda15. rrebocar los poderes que yo de aquí [en] adelante 16. diere a qualesquier personas en la forma susodicha17. con qualesquier clabsulas [cláusulas] e fi rmezas que lle-18. ven y que el d[ic]ho poder que yo ansi doy al dicho licen[cia]do19. Altamirano mi primo no sea visto rrebocable20. en cosa ni en parte por ningund poder o poderes21. generales o especiales que yo de aqui [en] adelante22. de a qualquier persona o personas con qualquier 23. clabsula o clabsulas que tengan y en ellos24. yo ponga si espresamente no rrebocare25. el d[ic]ho poder del d[ic]ho lic[encia]do altamirano por

1. que de otra manera siempre quiero que este d[ic]ho poderfoja 5v

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2. que ansi le otorgo e doy quede en su fuerza e bigor3. otro si doy el dicho poder que cunplido e bastante4. lo he y tengo al d[ic]ho licenciado altamirano5. mi primo para que por mi y en mi nombre6. pueda rrecusar9 y rrecuse en mis pleytos 7. e cabsas o en alguno de ellos o en qualquier 8. de ellos que le paresciere y bien bisto le fuere qual-9. quier juez o juezes ansi hordinarios como de10. delegados e abiendo justa cabsa para ello abn-11. que sean del consejo o qualquier abdiencia12. rreal de su mag[estad] y hazer qualquier deposito13. o depositos diligencia o diligencias que para lo 14. susod[ic]ho se conbengan hazer otro si doy el d[ic]ho15. mi poder comp[li]do al dicho lic[encia]do altamirano mi16. primo para en todos mis pleytos e cabsas que yo17. al presente he y tengo cebiles y criminales18. o que de aquí [en] adelante yo tubiere o espero19. tener en qualquier manera contra qualesquier 20. personas o qualesquier personas contra21. mi en qualquier manera o por qualquier 22. rrazon [y/o] cabsa que sea y ansi en demandando23. como en defendiendo pueda parescer [comparecer] y24. paresca ante sus mag[estad][es] y ante los señores25. del su muy alto consejo presidente e oydores

1. de las sus rreales abdiencias e chancilleriasfoja 6

2. y ante los señores presidente e oydores

9 Entiéndase recusar. “Poner tacha legítima al juez, al oficial, al perito que con carácter público interviene en un procedimiento o juicio, para que no actúe en él.” Diccionario de la Lengua Española, op. cit., http:// buscon.rae.es/draeI/. Entrada recusar. Texto electrónico, 22-12-2008.

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3. del su muy alto consejo de las yndias y4. ante los señores presidente y oydores que5. por su mandado rresiden en esta nueba [E]sp[añ]a6. y ante qualesquier juezes y justicias ecle-7. siasticos y seglares ansi de los rreynos de8. de castilla como de esta nueba españa y de otras9. p[ar]tes e lugares qualesquier de qualquier fuero10. e jurisdicion que sean y ante ellos y ante cada11. uno y qualquier de ellos pueda demandar 12. y rresponder y negar y conoscer y defender13. y pedir y rrequerir y querellar e afrontar14. y p[r]otestar testimonio o testim[oni]os de escribanos15. y notarios pu[bli]cos pedir y tomar y sacar y16. toda buena rrazon y exebcion [excepción] y defi nision 17. por mi y en mi nombre poner y dezir y alegar18. y para dar y presentar testigos y provanzas19. escriptos y escripturas peticiones querellas20. tranzaciones e otra qualquier manera de21. prueba y ber presentar jurar e conos-22. cer los t[estig]os y probanzas que contra mi fuere[n]23. traydos y presentados y los tachar y contra-24. decir ansi en d[ich]os como en presonas10 y les probar

1. las d[ich]as tachas y ojectos11 crimenes y defectos y parafoja 6v

2. dar y recibir jura12 o juras y dar e hazer e pedir3. ser fechos juramento y juramentos ansi de4. calunia [calumnia] como de cesorio y otros qualesquier

10 Entiéndase personas.11 Entiéndase objetos, que en el contexto del documento valdría por objeciones.12 Entiéndase juramento, de carácter civil.

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5. que conbengan y concluyr y oyr e pedir sen[tenci]a6. o sentencias ansi ynterlocutorias como difi -7. nitibas y consentir en las que por mi fueren 8. dadas y pronuciadas y apelar e suplicar9. de las en contrario y seguir y fenescer las tales10. apelaciones e suplicaciones para alli e do[nde]11. con derecho debiere y hazer y haga en juzio y fuera12. de el todas las otras cosas y cada bna [una] de las13. que conbengan y menester sean de se hazer14. e que yo haria e hazer podria presente se yendo15. abnque sean tales que requieran mi presencia16. y otro mi mas especial poder e otro si17. le doy mas poder complido al d[ic]ho licenciado 18. altamirano mi primo para que en los d[ich]os ple-19. ytos e cabsas se pueda conbenir y concertar20 por mi y en mi nombre con quealesquier per-21. sona o personas que yo trate los d[ich]os 22. pleytos y las tales personas contra mi23. y pueda con ellos o con qualquier 24. de ellos hazer e haga qualesquier igualas13

25. tranzaciones patos [pactos] y conbenencias14

1. y comprometer y comprometa los dichos pleytosfoja 7

2. y cabsas y negocios en manos y determinacion3. de qualesquier adbitros15 juezes adbitros adbi-

13 Las igualas son definidas como la “Composición, ajuste o pacto en los tratos.” Diccionario de la Lengua Española, op. cit., http:// buscon.rae.es/draeI/. Entrada iguala. Texto electrónico, 22-12-2008.14 Entiéndase conveniencias.15 El juez árbitro es aquel “designado por las partes litigantes, y que ha de ser letrado, pero no juez oficial, para fallar el pleito conforme a derecho”. Diccionario de la Lengua Española, op. cit., http:// buscon.rae.es/draeI/. Entrada árbitro. Texto electrónico, 24-12-2008.

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4. tradores16 amigables conponedores17 o pueda5. quitar qualesquier cantidad o cantidades 6. que le pesresciere y les soltar qualesquier7. contras de maravedis o p[es]os de oro o otras cosas8. que les paresciere otorgando los d[ich]os compro-9. misos con qualesquier fuerzas clabsulas10. penas e fi rmezas que le paresciere y o-11. torgar y otorgue qualesquier escripturas12. de igualas conbene[n]cias conpromisos tran-13. saciones esperas que le paresciere las q[ua]les14. el otorgandolas yo las otorgo y prometo15. de las guardar e complir segund que en ellas16. se contubiere y digo y otorgo y quiero que17. todo lo que el d[ic]ho licenciado Altamirano mi primo18. hiziere [a]cerca de lo susod[ic]ho o en qualquier cosa19. o p[ar]te de ello segund que en todo este dicho mi poder20. se contiene y todo lo que ansi librare18 con-21. prare o bendiere o enajenare o rremitiere 22. o largare o hiziere husando del d[ic]ho mi poder23. que no sea obligado el dicho licenciado por si

1. ni sus herederos ni otra persona abnque se diga y aleguefoja 7v

2. por mi parte que en lo hazer ansi el dicho lic[encia]do

16 El juez arbitrador es aquel “en quien las partes se comprometen para que por vía de equidad ajuste y tran-sija sus diferencias”, op. cit., http:// buscon.rae.es/draeI/. Entrada arbitrador. Texto electrónico, 24-12-2008.17 El amigable componedor es una “Persona a la que las partes de un conflicto confían la solución equi-tativa de él.” O un “Árbitro nombrado expresamente por las partes para decidir en equidad un litigio”, op. cit., http:// buscon.rae.es/draeI/. Entrada componedor. Texto electrónico, 24-12-2008. 18 Otorgar libranza, la cual es una “Orden de pago que se da, ordinariamente por carta, contra alguien que tiene fondos a disposición de quien la expide, la cual, cuando es a la orden, equivale a la letra de cambio.” Diccionario de la Lengua Española, op. cit., http:// buscon.rae.es/draeI/. Entrada libranza. Texto electrónico, 24-12-2008.

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3. obo [hubo] dolo o fraude de su parte en su nombre a dar4. quenta ni rrazon alguna por que lo hizo por5. que todo lo que ansi hiziere lo rremito a6. su parescer y conciencia y quiero descargar7. la mia con lo que hordenare y si por bia de8. justicia o por mi o por mis herederos o por otra9. persona en mi nombre le fuere pedido y deman-10. dado desde agora quiero que no sea oydo en11. juizio ni fuera de el por la confi anza que yo he y tengo 12. de su persona que lo que ansi hiziere sera lo que13. mas conbenga a las dichas mis haziendas e pley-14. tos e otro si para que pueda hazer e sostituyr 15. en todo lo contenido en este d[ic]ho poder o en qualquier 16. cosa o p[ar]te de ello un pr[ocurad]or o dos o mas quantos 17. qui[si]ere y bien bisto le fuere y los rrebocar cada18. que quisiere y tornar y tomar este d[icho19. poder en si y quan conplido y bastante poder20. yo he y tengo para todo lo que d[ic]ho es y para 21. cada bna cosa y p[ar]te de ello tal y tan cumplido22. y bastante lo doy e otorgo al d[ic]ho lic[encia]do 23. altamirano con todas sus yncidencias24. y dependencias anexidades y conexidades25. e con libre e general administracion e

1. lo rreliebo [relevo] e a los d[ich]os sus sostitutos de toda carga defoja 7 bis

2. sastidacion [satisfacción] y fi aduria so la clasula del d[e]r[ech]o judi-3. cibn siste judicatum solui19 con todas sus clau-

19 Judicium siste judicatum solui. “Sentencia pasada en cosa juzgada”.

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4. sulas acostumbradas y prometo de tener5. e complir este d[ic]ho poder y todo lo que por6. virtud de el fuere fecho e abtuado [actuado] e no yr ni7. venir contra el ni contra cosa alguna ni p[ar]te8. de ello agora ni en ningund tiempo so espre-9. sa obligacion que para ello hago mis bienes10. e rrentas muebles y rraizes abidos y por aber11. que fue fecha e otorgada esta escriptura de poder12. en presencia de mi martin hernandez escribano de sus13. mag[estade]s e otro si vos doy el d[ic]ho mi poder para 14. me podays enbiar y enbieys a los rreynos15. de españa y a otras qualesquier p[ar]tes16. que yo estubiere o os paresciere que con-17. viene qualquier oro o plata o joyas o18. azucar o algodón o mantas o otra qual-19. quier cosa de mis haziendas en poca o en mu-20. cha cantidad en qualquier nabio o nabios21. que a bos [vos] paresciere y por bien tubierdes [tuvieres] con22. que vaya registrado en mi nombre o a la23. persona que tubiere mi poder y que lo que

1. ansi enbiardes [enviares] vaya a mi rriesgo e bentura ansifoja 7 bis v

2. de mar como de fuego como de cosarios [corsarios] como3. de ladrones o barateria de patron20 o alza-4. m[ien]to de nabio o de mudar biaje el nabio o de5. otro qualquier caso fortituyto [fortuito] y no6. pensado de qualquier manera que benga

20 La baratería de patrón es la “Negligencia de quienes mandan o tripulan un buque” o el “Acto cometido por estos en perjuicio del armador, del cargador o de los aseguradores.” Diccionario de la Lengua Espa-ñola, op. cit., http:// buscon.rae.es/draeI/. Entrada baratería. Texto electrónico, 25-12-2008.

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7. e otro si bos doy el dicho mi poder complido8. y bastante segund que lo yo he y tengo9. para que podays tomar e rrescebir qual-10. quier jente ansi de mar como de tierra de11. qualquier calidad que sea y les dar qualquier 12. socorro que a bos paresciere y podays elegir13. capitanes por tierra y por mar y maestres14. y pilotos para mis navíos y les señalar y dar15. los sueldos y socorros que bien visto bos fuere16. y hazer pregonar qualquier armada o arma-17. das para qualesquier partes ansi por18. mar como por tierra y las efetuar [efectuar] y hazer19. que tomen de las tales tierras en nombre20. de su mag[estad] la posesion e mia como su capitan21. general y probeer las tales armadas y po-22. days hazer en mi nombre todos los demas23. nabios que vos paresciere y adobar21 los 24. nabios que yo tengo y conprar otros 25. como a bos paresciere y ansi mismo los

1. aparejos y municion y artilleria y bastimentosfoja 8

2. que fueren menester y para lo susod[ic]ho y para que3. podays [a]cerca de ello y de otras cosas qualesquier 4. presentar qualesquier cedulas y pro-5. visiones de su mag[estad] ante el señor biso-6. rrey presidente e oydores de esta rreal 7. abdiencia y pedir sean obedescidas y cun-8. plidas y sacar los cumplimientos y las efetuar

21 En este contexto debe entenderse adobar como “Disponer, preparar, arreglar, aderezar”. Diccionario de la Lengua Española, op. cit., http:// buscon.rae.es/draeI/. Entrada adobar. Texto electrónico, 25-12-2008.

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9. como a bos paresciere y [a]cerca de lo suso-10. d[ic]ho y de otras cosas qualesquier 11. puesto que aqui no vayan espresadas12. podays hazer y dezir y rrazonar todas13. las otras cosas y cada bna de ellas que yo14. mismo por mi propia persona haria15. e hazer podria en mi estado y haziendas16. y cosas que me toquen presente17. seyendo [siendo] abnque sean de aquellas cosas18. y casos y de tal calidad que segund d[e]r[ech]o19. se rrequiera otro mi mas especial po-20. der y mandado y presencia presonal [personal] 21. porque el d[ic]ho poder bos do [doy] para lo22. susodicho como si todos los casos fuesen23. aquí espresos y espresados de berbo

1. a berbo y bos doy el d[ic]ho poder con libre e general admi- foja 8v

2. nistracion y en los casos que os paresciere po-3. days sostituyr el dicho poder en quien quisierdes [quisieres] 4. y lo rrebocar quando quisierdes y bos5. nombro y elijo por mi teniente de capitan6. general de esta nueba españa y tierras y pro-7. vincias de la mar del sur ansi por mar como8. por tierra y bos sostituyo el poder que de9. su mag[estad] tengo de capitan general de esta10. nueba españa y tierras y provincias de ella11. y de la mar del sur y para que podays12. hazer todo aquello que yo como

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13. capitan general de su magestad por14. virtud de las provisiones que tengo15. podria hazer y sobre ello y sobre lo a16. ello anexo y dependiente podays17. hazer todo aquello que yo haría18. y prometo y me obligo de lo aber19. por fi rme en testim[oni]o de lo qual otorgue20. la presente carta ante el escribano y t[estig]os21. de ynso scriptos y la fi rme de mi nombre22

22. en el registro que es fecha la carta en el pueblo23. de cuyoacan [Coyoacán] termino de la ciudad de mex[i]co

1. estando en ella e la abdiencia e chancilleria rreal en beyntefoja 9

2. e siete dias del mes de noviembre año del nacimiento3. de n[uest]ro salvador ihsu xristo23 de mill e quinientos e treynta 4. e nuebe años t[estig]os que fueron presentes5. a lo que d[ic]ho es fran[cis]co m[arti]n[e]z clerigo y fran[cis]co s[uar]es6. de toledo y pedro de alcala e ximon [Simón] tirado 7. estantes en la dicha ciudad el marques //24 ba testado25

8. o dezia26 todos no vala y ba entre rrenglones o dezia ba e o dezia [sic]9. tas de mis y enmendado o dezia quan e o dezia poner10. e o dezia quan vala /27

11. et28 yo martin hernandez escribano de sus mag[estade]s e su not[ari]o pu[bli]co en

22 Ynso scriptos. Fórmula latina que sirve para referirse a cosas, situaciones o personas ya antes mencio-nadas en un escrito. La frase pasa por anteriormente o antes mencionado.23 En el documento aparece la abreviatura ιζυ χρο con letras griegas, que pasarían al alfabeto latino como ieu cro, abreviatura de iesu cristo, en la actualidad Jesucristo. 24 Las dos líneas diagonales equivalen al punto final actual.25 En el contexto del documento, el significado de la palabra testado es tachado.26 La frase o dezia que hoy escribiríamos o decía vale actualmente por los dos puntos. Ejemplo: va tes-tado: todos, no valga.27 La línea diagonal equivale al punto y aparte actual.28 Palabra latina que significa y.

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su corte y en todo[s] los sus 12. Reynos e siñorios presente fui con los dichos testigos a lo que d[ic]ho es e lo fi ze [hice]13. escrivir e fi ze mio signo [signo] a tal en testimonio de verdad soy testigo [rúbrica]14. martin hernandez escribano de su magestad [rúbrica]

Sustitución de poder (especial)15. Sepan quantos esta carta vieren como yo el16. licenciado juan altamirano vezino17. de esta cibdad [ciudad] de mex[i]co otorgo29 de esta nueva españa

foja 9v1. en nonbre y en bos del [entre renglones: illustrisimo señor] don her[nan]do cortes marques2. del valle de guaxaca e capitan general de esta3. nueva españa e por virtud del poder que de4. su señoria tengo que es el de esta otra parte con-5. tenido otorgo e conosco que hago pr[ocurador]es susti-6. tutos en mi lugar y en el dicho nonbre a vos hernando7. mexia que estays presente e a vos martin de es-8. pinosa que estays presente a ambos a dos junta-9. mente e a cada uno de vos por sy [si] ynsolidum30

10. para lo que de ynso sera contenido y no embargante11. que qualquier de vos ayays [hayáis] comenzado a12. entender en lo susod[ic]ho e ayays hecho abito13. e abitos en ello acerca de lo que de ynso sera14. contenido o en otro qualquier estado que15. este que ambos a dos juntamente e qualquier

29 Esta palabra no debería de haber ido en ese lugar de la escritura, se puede inferir un error del es-cribano. La palabra debe ir al final del renglón, después de la palabra españa.30 Entiéndase in solidum. Este latinismo quiere decir de manera conjunta, juntamente o de mancomún.

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16. de vos podays tomar la cabsa en qual-17. quier estado que este e lo seguir e feneser [fenecer] 18. e acabar / el qual d[ic]ho poder vos sustituyo19. para que podays se rrestar y enbarazar e20. pedir que se embarguen e se rresten los21. azucares que el dicho señor marques a [ha] en este22. ___ do[y] a leonardo lomelin e a su procurador hernando23. de vergara en su nombre como su fator de el31

24. dicho leonardo lomelin e a otras qualesquier25. personas e otros azucares e bienes e dineros 26. e debdas e otras qualesquier cosas que perte-27. nescan o pueden pertenecer en qualquier28. manera al d[ic]ho leonardo lomelin e sacar las29. fees e rregistros de los d[ic]hos azucares que an ydo 30. a españa e las fees e rregistros de lo que el31. dicho leonardo lomelin a enbiado a esta nueva32. españa asy de negros como de otras quales-33. quier cosas e presentar qualesquier provisiones

Foja 101. de su mag[estad] e de esta rreal abdiencia que sean e toquen e hablen 2. [a]cerca de lo susod[ic]ho ante qualesquier juezes e justicias de3. qualquier calidad que sean e hazer qualquier rrequerimiento 4. e rrequerimientos que sean necesarios asy en juicio como fuera 5. de el e podays [com]parecer ante qualesquier justicias6. de qualquier calidad e hazer e hagays qualesquier 7. pedimientos e demandas e rresponder e hazer lo que8. conviniere al d[ic]ho señor marques acerca de los susod[ic]ho

31 Entiéndase factor. El factor es aquel “apoderado con mandato más o menos extenso para traficar en nombre y por cuenta del poderdante, o para auxiliarle en los negocios.” Diccionario de la Lengua Espa-ñola, op. cit., http:// buscon.rae.es/draeI/. Entrada factor. Texto electrónico, 26-12-2008.

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9. bien asy e a tan conplidamente como sy el dicho señor10. marques en persona lo haria porque para ello e para cada11. cosa e p[ar]te de ello e para lo a ello anexo e conexo e de-12. pendiente e tocante en qualquier manera podays hazer13. e hagays lo que el dicho señor marques haria syendo presente14. e para que podays apelar e apeleys de cualquier abto15. o escritura o mando o agravio ante quien con d[e]r[ech]o devays e16. sacar proceso e lo enbiar a esta rreal abdiencia 17. que rresyde en esta cibdad de mex[i]co e para lo que dicho es18. e no para otra cosa vos sustituyo el dicho poder con19. todas sus yncidencias e dependencias anexidades e20. conexidades e vos rrelievo [relevo] segun que soy rrelevado e pro-21. meto e me obligo de lo aver todo por fi rme so [lo que] do[y] por obli-22. gacion que hago de [los bieneslo qual otorgue la presente ante el escribano e23. testigos de ynso escritos que es fecho e otorgado en la dicha24. cibdad de mexico estando en ella e la abdiencia rreal de25. su magestad diez e ocho dias del mes de henero años del26. nacimiento de nuestro salvador ihsu xristo de mill e quinientos e cuarenta27. e ocho años e lo fi rmo aqui de su nombre testigos que fueron presentes28. a lo que dicho es alvar hernandez de madrid e alvaro del aruxo32 e29. andres de tapia vezinos de esta dicha cibdad va enmen-30. dado o dezia presente vala / e testado o dezia otorgo psexor33

31. testado / Altamirano [rúbrica]32. et yo diego de zamora escribano de sus magestades e su notario publico en la su corte y en todos los33. sus reynos e señorios estando presente _____________ ante mi ____ por ____ de34. fi ze aquí mio sygno [signo] e soy testigo [rúbrica]35. diego de zamora escribano [rúbrica]

32 Podría entenderse como Araujo.33 Como se podrá observar esta palabra es un error, por tal razón se testa o tacha.

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Sustitución de poder (especial), continuación. 1. E despues de lo susodicho en este dicho dia diez

foja 10v2. e ocho dias del dicho mes de henero e del dicho3. año de mill quinientos e quarenta e ocho años en presencia 4. de mi el escribano e testigos ynso escriptos [com]parecio el dicho señor5. licenciado juan altamirano e dixo que asy mysmo6. dava e dio el dicho poder a los dichos hernando mexia e7. martin de espinosa e a qualquier de ellos ynsolidum8. en nonbre del dicho señor marques e sostituyo en ellos y en qual-9. quier de ellos el que tiene de su señoria del dicho señor marques10. para que puedan enbarazar los bienes e azucares e maravedis e to-11. das otras qualesquier cosas que ayan sydo del dicho leonardo12. lomelin e los azucares que el dicho señor marques le a entregado por13. virtud de la capitulación que entre ellos se hizo en la villa de valladolid14. ante alonso de santa maria escribano no embargante que el dicho leonardo15. lomelin o alguno o algunos de sus fatores procuradores o hacedores a-16. yan vendido o vendan los dichos azucares a qualquier persona o17. personas de qualquier calidad que sean e pedir e pidan por18. vertud34 de la ypoteca general o especial que el dicho leonardo19. lomelin hizo al dicho señor marques de sus bienes e los obli-20. go a la paga e saneamiento35 de los dichos azucares que le fuesen21. [tachado: entregados] por el dicho señor marques o por sus hazedores36

22. o mayordomos o sus fator o fatores del dicho leonardo lo-23. melin e pedir e pidan lo que al derecho del dicho marques con- 24. viene por rrazon de la dicha ypoteca asy en los dichos a-34 Entiéndase virtud.35 Para el contexto del documento saneamiento se refiere a la acción de “Indemnizar al comprador por la evicción o por el vicio oculto de la cosa vendida.” Diccionario de la Lengua Española, op. cit., http:// buscon.rae.es/draeI/. Entrada sanear. Texto electrónico, 27-12-2008.36 Entiéndase hacedores. El hacedor es aquella “Persona que tiene a su cuidado la administración de una hacienda, bien sea de campo, ganado u otras granjerías.” Diccionario de la Lengua Española. op. cit., http:// buscon.rae.es/draeI/. Entrada hacedor. Texto electrónico, 27-12-2008.

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25. zucares como en quealesquier bienes que ayan sydo del dicho leo-26. nardo lomelin porque para ello e para cada cosa e parte27. de ello e para todo lo que conviniere al dicho señor marques28. en rrazon de la dicha contratacion e paga de los dichos azucares29. dava e dio el dicho poder a los susodichos en cada uno de ellos30. ynsolidum segund dicho es e lo fi rmo de su nombre testigos los dichos31. andres de tapia e alvar hernandez de madrid e32. diego altamirano33. altamirano [rúbrica]34. et yo el dicho diego de zamora escribano susodicho presente fui en vivo con los dichos35. testigos a lo que dicho es e _________e por que hize aquí mio sygno [signo] e soy testigo [rúbrica]36. e yo el dicho diego de zamora escribano doy el que conosco al dicho señor37. licenciado juan altamirano que es propio otorgante de esta escriptura [rúbrica]38. diego de zamora escribano [rúbrica]39. diego de zamora escribano [rúbrica]

* Pasante en historia por la UNAM.

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LOS DRAGONES PARDOS

Durante la época colonial la Corona española mantuvo vigiladas las costas de sus virreinatos para protegerlas de intrusos extranjeros que amenazaran sus territorios por intereses expansionistas. Para ello desplegó una serie de armadas que además controlaban las sublevacio-nes indígenas y los ataques piratas.

La mayor parte de estas tropas es-taban compuestas por soldados traídos desde España, pero en el siglo XVII la Co-rona comenzó a sustituirlos por milicia-nos novohispanos, debido a que la mayor parte de las tropas españolas estaban en Europa enfrentando situaciones de gue-rra. A través de varias cédulas reales se crearon las milicias cuyos cuerpos poco a

poco se formaron con personas de dife-rentes mezclas raciales.1

Los afromestizos participaron acti-vamente en estas milicias a lo largo del territorio colonial. En un principio se les integraba en tropas de blancos, ya que las autoridades temían juntar y armar a gran número de negros, mulatos y/o par-dos, debido a su “mala fama” de tener temperamento violento y rebelde.

Con el tiempo muchos españoles y crio-llos no estaban dispuestos a soportar las malas condiciones del servicio, y se empleó a mulatos y pardos para cubrir los puestos vacíos. Los soldados negros estuvieron dis-tribuidos en compañías de pardos y morenos libres en los actuales estados de Veracruz, Puebla, Campeche, la ciudad de México, Guadalajara, Guerrero y Oaxaca.2

L A S M I L I C I A S D E PA R D O S Y M U L AT O S E N E L I S T M O D E TE H U A N T E P E C

Nayeli Cano*

1 Ben Vinson III, “La dinámica social de la raza: los milicianos pardos de Puebla en el siglo XVIII”, en Adriana Naveda Chávez-Hita (comp.), Pardos, mulatos y libertos. Sexto Encuentro de Afromexicanistas, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2001, pp. 61-78.2 Ibid., p. 63-64.

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Existían dos grandes divisiones en la milicia española desde el siglo XVII que se heredaron en las colonias de América: las provinciales y las urbanas. Las milicias urbanas eran las más antiguas y fueron fi nanciadas por los gremios. Su espacio geográfi co era reducido, pues actuaban en sus propias ciudades y puertos. Los puestos militares se vendían entre la mis-ma población del lugar. Algunos de los nombres de estos cuerpos fueron: Tercio del comercio, Compañía de españoles, Compañía de plateros, Compañía de no-bles, Compañía de pardos, etcétera.3

Las milicias provinciales o rurales ser-vían en territorios más amplios, contaban con mayor número de soldados y estaban apoyadas por veteranos de otras tropas que se dedicaban al entrenamiento y dis-ciplina militar. Este tipo de organización militar se extendió en la Nueva España hacia la década de los sesenta del siglo XVIII.4

A principios de la época colonial la formación y mantenimiento de las mili-cias provinciales estaba a cargo de los encomenderos, posteriormente los cuer-

pos fueron dirigidos e integrados tanto por los dueños de las haciendas, como por los peones, pequeños propietarios, españo-les, indígenas y todo tipo de mestizos. Los nombres de los batallones hacían referencia al lugar de pertenencia, se decía que eran las milicias de tal partido o villa; también se les nombraba si eran de infantería o caballería, sin otra dife-rencia que ir montados o no.5

Cualquier persona que se dedicaba a la milicia contaba con la protección del fuero militar, es decir, de un conjunto de prerrogativas legales y judiciales que se otorgaban a los militares para asegurar un rápido alistamiento. El fuero benefi cia-ba sobre todo a las élites locales, ya que les signifi caba poder y cierto grado de protección ofi cial a sus negocios, además de que les permitía aumentar el control que ejercían sobre sus trabajadores o arrendatarios. Algunas de estas exencio-nes y privilegios eran:

• Exención de penas por azotes o ver-güenza pública (castigo común para negros e indígenas).

• Exención del servicio de hospedaje.

3 Idem; Juan Marchena Fernández, Ejército y milicias en el mundo colonial americano, Madrid, Mapfre, 1992, p. 99.4 Idem.5 Idem.

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• Exención de portazgos, guías y carretas.

• Licencia para poseer armas de-fensivas y algunas clases de ar-mas ofensivas.

• Exención del desempeño de ofi -cios públicos contra su voluntad.

• Exención del embargo o prisión por deudas (salvo las contraídas con la real hacienda).

• Jubilación a los 20 años de servi-cio con todos los benefi cios.6

Los afromestizos llegaron a ocupar pues-tos de autoridad en las milicias y todos los que se alistaban debían ser libres. Además de los benefi cios arriba mencio-nados, los mulatos pudieron mejorar su posición social, y les permitió acceder a mejores oportunidades de empleo; sin embargo esto no mejoró su situación eco-nómica. La experiencia militar también les brindó conocimientos sobre el sistema legal de la Nueva España y, ante los ojos de la sociedad, el uniforme les brindaba algo de estatus.7

Para 1783 el istmo contaba con varios cuerpos militares que recorrían la costa y hacían guardias. Dicha milicia se divi-dió en tres compañías de caballería con alrededor de 100 hombres cada una. Es-taban situadas en los pueblos de Tehuan-tepec, Juchitán, Ixtaltepec, San Jerónimo Chihuitan, la Hacienda de Espinal y San Francisco del Mar; todo el cuerpo tenía la denominación de Dragones Pardos.8

También existían dos compañías en Xalapa del Marqués y Huamelula, con menor número de milicianos y más des-organizadas que las de Tehuantepec. En Xalapa se encontraba un cuerpo de par-dos formado con sólo 42 habitantes de la villa, mientras que en la cabecera de Hua-melula sólo había 38 elementos.9

Cerca del istmo había una compañía con cuerpos en Huatulco, Pochutla y To-nameca con 145 hombres cada uno. Un año después se organizaron mejor los Dragones Pardos de Tehuantepec y se dividieron formalmente en tres secciones: la primera formada en la cabecera de Te-huantepec con 100 hombres; la segunda

6 Ibid., p.100.7 B. Vinson, op. cit., pp. 63-64.8 AGN, Indiferente de guerra, vol. 483-A, Milicias de Tehuantepec, carpeta segunda del estado general de las revistas que pasó el comisionado Martí a las milicias de Tehuantepec, Xalapa, Guamelula, Xicayan, Teposcolula y Nochistlan, 1783.9 Idem.

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en Ixtaltepec y San Francisco del Mar con 104 hombres; la tercera se encontraba en la Ranchería de Espinal y Juchitán con 102 enlistados, en total el cuerpo tenía 306 milicianos.10

Las milicias provinciales, también llamadas compañías sueltas, reunían a sus hombres cada vez que había nece-sidad, pues no era el único oficio de es-tas personas que se dedicaban también a la tierra, el ganado y otras ocupacio-nes. La mayoría de los milicianos eran originarios de los lugares donde se con-formaron dichas milicias; sin embargo, también había compañías con personas originarias de otros pueblos.11

Tal fue el caso de soldados de Ta-panatepec. Según una monografía del siglo XVIII citada en el trabajo de Nimcy Arellanes:

El pueblo de Tapanatepec es antiquísimo

y ha estado siempre poblado de gente

libre de color quebrado que ha obtenido

los cargos de justicias, y que los conoció

laboríos algunos años y que habrá veinte

poco más o menos que se reglaron por

soldados milicianos en virtud de órdenes

superiores, permaneciendo hasta ahora

con las formalidades de república que

siempre tuvieron [...]12

Las familias de estos soldados, así como de otros habitantes de Tapanatepec en su mayoría mulatos o pardos, tenían aproximadamente un siglo de habitar la zona y ocupaban puestos de gobierno dentro de su comunidad. Muchos de los soldados de Tapanatepec formaron parte de los Batallones Reales de Tehuantepec y también se dedicaban al comercio con Guatemala.13

En San Francisco del Mar, distante entre 18 y 20 leguas de Tehuantepec, se encontraba parte de la segunda compa-ñía; las autoridades militares prefi rieron conservar ahí a los vigías de la costa con el fi n de “embarazar los contrabandos

10 Ibid., 1784.11 Idem12 Miguel Ramis Liljeult, Monografía del pueblo de San Pedro Tapanatepec. Estado de Oaxaca, edición del autor, México, 1987, p.2 7 citado por Nimcy Arellanes Cancino, “Dominicos. Conflictos por tierras en el istmo de Tehuantepec, siglos XVIII y XIX”, tesis de licenciatura, México, UNAM, 1998, pp.122.13 AGN, Indiferente de guerra, vol. 483 - A, carpeta segunda del estado general de las revistas que pasó el comisionado Martí a las milicias de Tehuantepec, Xalapa, Guamelula, Xicayan, Teposcolula y Nochistlan, 1784.

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que se pueden introducir por muchas en-senadas que abundan, capaces de fon-dear en ellas las embarcaciones menores con perjuicios de los reales intereses tan recomendables por repetidas ordenes de su majestad”.14

Diariamente hacían tres vigías, una en el pueblo de San Francisco del Mar, en la costa; otra en un paraje llamado el Morro, distante ocho leguas del pueblo anterior; y una más en la costa cercana a Tehuantepec, ubicada a cuatro leguas del Morro. En tiempo de guerra se aumenta-ba la vigilancia de la costa a la jurisdic-ción de Huamelula, en un paraje llamado Sipegua, a nueve leguas del Morro.15

Sobre el origen de las milicias en el istmo no se ha encontrado documen-tación alguna, pero en la década de los ochenta del siglo XVIII existía ya memoria de su existencia y su tradicional tarea de salvaguardar la costa. La única referencia antigua de dichos cuerpos es una decla-ración, fi rmada por el excelentísimo señor don Antonio María de Bucareli, expedida el 6 de mayo de 1778. En ella se les con-cedía el fuero militar.16

La compañía de Xalapa decía ser “moderna”, según la documentación de 1784, y sus individuos pagaban tributo. La compañía de Huamelula fue funda-da en 1778 y tenía en servicio a pardos tributarios. En cuanto al establecimiento de las compañías de Xicayan se dice que son aún más antiguas, pero no hay prue-ba de ello.

El coronel encargado de las milicias de Tehuantepec era don José Miguel Bejarano, el mismo que introdujo la in-dustria del añil en el istmo. Entre 1782 y 1784 mandó constantes informes sobre el estado del cuerpo, así como peticio-nes y proyectos para mejorar las condi-ciones y mantenimiento de las mismas.17

Informaba al inspector general del rei-no y al virrey sobre el deplorable estado de su cuerpo militar debido a la falta de instrucción castrense. Propuso el aumen-to de otra compañía y el establecimiento de una estancia de ganado, así como la aplicación de impuestos extras a la carga de sal y cacao, industrias propias de la región, para el sostenimiento de las mili-cias. Los inspectores que acudieron a la

14 Ibid., 1783.15 Idem.16 Idem.17 Idem.

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zona le brindaron total apoyo, de forma que para 1785 se vieron aceptadas y cumplidas sus peticiones.18

En estos informes hubo muchas pro-puestas extras para reorganizar y mejorar el cuerpo militar, no sólo de Tehuantepec sino de todo el obispado de Oaxaca. Las propuestas iban desde reducir a 50 hom-bres por compañía, debido a la escasez de ofi ciales a cargo, hasta formar otro es-cuadrón para completar el de Huamelula y Xalapa e incorporarlo al regimiento de Tehuantepec, para dar un servicio más completo de vigías en la costa.19

Además solicitó aumentar un real por cada carga de sal, grana y cacao traído desde Tabasco y Guatemala, mientras que a los dueños de haciendas de ganado se les pidió medio real por cabeza, como compensación por los benefi cios que go-zaban gracias a la protección y vigilancia de las milicias. Esta contribución corres-pondería al producto anual y se pagaría al mismo tiempo que el diezmo. Con esto Bejarano pensaba cubrir los gastos de

vestuario, armamento, música, cuarteles y demás anexos para las milicias.20

La propuesta de Bejarano de estable-cer un rancho en el pueblo de Juchitán se hizo realidad. La estancia fue fundada en un lugar llamado Camotepec, el casco lo estableció en Guamuchal, cuyas tierras eran favorables para el ganado. Bejarano aportó 100 vacas, doce toros, cuatro ca-ballos, armas, sirvientes y todo lo necesa-rio, argumentando que era un ahorro para el real erario.21

Los verdaderos dueños de estas tierras eran los indígenas del pueblo de Comitán, el cual fue despoblado en la década de los sesenta del siglo XVIII, instalándose algunos de estos habitantes en Ixtaltepec. Bejarano aprovechó esta ausencia para quedarse con las tierras. Posteriormente se desató un confl icto por el reclamo de las mismas, el litigio fue ga-nado por los de Ixtaltepec en 1790, y Be-jarano tuvo que sacar el ganado y pagar los daños ocasionados durante los cinco años que permaneció allí.22

18 Idem.19 Idem.20 Ibid., 1784.21 Idem.22 Olivia Machuca Gallegos, “Los Pueblos indios de Tehuantepec y el repartimiento de mercancías du-rante el siglo XVIII”, tesis de maestría, México, UNAM, p.147.

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La mayoría de los milicianos eran pardos, excepto el coronel y los sargen-tos primeros de los tres cuerpos. Uno era español y los otros dos mestizos; había un ayudante general que también era es-pañol y provenía de la ciudad de Oaxa-ca. La calidad racial estaba ligada con el estatus social, por lo que los cargos de autoridades militares estaban ocupados preferentemente por españoles o mesti-zos que llevaran una “vida honesta”,23 re-cordemos que en toda la época colonial, los afromestizos eran considerados como gente propensa al “vicio y los actos inmo-rales” como consecuencia de la mezcla racial.

De cualquier forma se encontraban pardos en puestos medios de autoridad, como capitanes, tenientes, alférez, sar-gentos segundos y terceros. En la do-cumentación se advierte esta diferencia racial y social al hablar de vecinos dividi-dos en varias clases, desde una primera hasta una quinta. Por ejemplo, cuando se autorizó que se agregaran las milicias de Huamelula y Xalapa a las de Tehuante-

pec, se hizo un alistamiento para comple-tar el número de éstas, para lo cual se autorizaban sólo vecinos de primera y hasta tercera clase.24

En el caso de los de cuarta y quinta clase que pertenecían a la milicia, sólo lo hacían en calidad de urbanos, es decir, no podían actuar como soldados fuera de sus partidos y sólo lo podían hacer en ca-sos de emergencia, por lo tanto, estaban sujetos al pago de tributo y debían adqui-rir cierta instrucción.25

Todos los domingos se verifi caba una asamblea doctrinal en sus mismos pue-blos, sin perjuicio de la ocupación de la tropa en sus ejercicios de labor para sus-tentarse. Pertenecer a la milicia propor-cionaba exención del tributo, pero no era así en todos los casos, lo que fue causa de muchos problemas en todas las mili-cias de Nueva España.26

Se exceptuaba del tributo a soldados que estuvieran activamente cumpliendo con su deber, como era el caso de los vigías en las costas o en cualquier otro tipo de vigilancia en pueblos y haciendas.

23 AGN, Indiferente de guerra, vol. 483-A, Informe del comisionado Francisco Martí sobre las milicias urba-nas de las jurisdicciones de Xalapa y Nochistlan, 1784.24 Idem.25 Idem.26 Idem.

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Sin embargo, siempre había de por medio alguna ordenanza que permitía no pagar la contribución, como las que benefi cia-ban a los padres, hijos o hermanos de los milicianos, así como a los soldados retirados por accidente, edad avanzada, hijos de viudas, hijos de sexagenarios o simplemente por haber cumplido 20 años de servicio.27

Un ejemplo de este último caso tuvo lugar cuando el coronel Bejarano mandó una carta al virrey para pedirle que brin-dara fuero a unos ofi ciales mulatos que se habían empleado en las tres compañías y que para esas fechas se encontraban en periodo de retiro.28 Ante la escasa po-sibilidad de un ataque enemigo, el cuer-po militar en Tehuantepec concentró sus actividades en prestar auxilio a la “Real Justicia”. Servía para contener intentos de sublevación e impedía que embarcaciones ilícitas fondearan en aquellos puertos.29

Estas actividades se llevaron a cabo con mayor efi cacia, cuando la condición de los cuerpos se benefi ció gracias a las

gestiones de Bejarano: cada compañía tuvo por lo menos dos sargentos y dos cabos veteranos, un teniente coronel y dos portaguiones milicianos, un ayudan-te mayor, un tambor mayor y un oboe ve-terano. Finalmente también se incorpo-raron a los escuadrones de Tehuantepec, las compañías de Xalapa y Huamelula, las cuales recibieron para su manutención el monto del impuesto extra a la sal y el ca-cao que había pedido Bejarano.30

A fi nales del siglo XVIII se le dio mucha importancia al establecimiento y amplia-ción de milicias en todo el virreinato, como parte de las medidas propuestas por las Reformas Borbónicas. El virrey Revillagi-gedo y el marqués de Branciforte se encar-garon de convocar a la población mediante bandos para que se integrara a los cuer-pos militares. En dichos bandos se decía: “es ya tiempo de emprender la creación de compañías sueltas de milicias en todas las Provincias sujetas a este virreinato, con arreglo a lo determinado por su majestad en repetidas Reales Ordenes”.31

27 Idem.28 AGN, Indiferente de guerra, vol. 483-A, carta dirigida al virrey Gálves, 1783.29 Idem.30 Ibid, Carpeta segunda del estado general de las revistas que pasó el comisionado Martí a las milicias de Tehuantepec, Xalapa, Guamelula, Xicayan, Teposcolula y Nochistlan, 1784.31 AGN, Bandos, vol. 18, exp. 29, bando para el establecimiento de milicias en la costa del sur, 6 de octubre, 1795, f.129.

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La creación de estas compañías suel-tas era sencilla, pues sólo se reclutaban a hombres útiles para el servicio, debiendo ser de familias honestas, no menores de 16 años ni mayores de 40, sin imperfec-ción visible en sus personas y sin que padecieran “incurables accidentes ha-bituales”.32 El sorteo para determinar a quiénes se enlistaban se hacía con las formalidades marcadas por la Real Decla-ración sobre puntos esenciales de la Or-denanza de Milicias; acudían el teniente coronel comisionado y los ayudantes que él escogiera, también el justicia del parti-do, el cura párroco, y uno de los vecinos que fuera honrado e idóneo, en calidad de síndico procurador en los pueblos que no hubiera ayuntamiento.33 Finalmente:

[…] eran admitidos todos los mozos de

casta limpia y de las circunstancias indi-

cadas, que quieran servir voluntariamente

en las compañías sueltas, bajo el concep-

to de que ellas se forman para aumentar

las fuerzas de los cuerpos veteranos y

provinciales de este ejército en tiempos

de guerra, sostener en el de paz de las

de los primeros, cuando no alcancen a

cubrir sus bajas las Banderas de recluta,

y fi nalmente para concurrir a la formación

importante de tres distinguidos Cuerpos

Provinciales de Granaderos, Cazadores y

Dragones Voluntarios.34

Es importante explicar qué signifi ca ser de “casta limpia”. Este concepto al pare-cer se refería a la “limpieza” social de los aspirantes y tenía que ver con el sistema de castas en el que se clasifi caban las mezclas. A pesar de ser contradictorio ese requisito porque se reclutaban mu-latos y pardos, que eran considerados resultado de una mala mezcla de sangre, se puede observar cómo en la cotidiani-dad las clasifi caciones raciales y su con-ceptualización no eran tan estrictas, pues tenían matices que permitían ir más allá de lo prohibido con justifi cación.

La importancia del ejército era tal, que absorbía cerca de la cuarta parte del fon-do total de las arcas del reino. A principios del siglo XIX contaba con 32,000 hombres, la mitad era de caballería y se encontra-ba mejor armada que la del Perú. Según

32 Idem.33 Idem.34 Idem.

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Humboldt, este gran interés no se debe a que existiera un gran espíritu militar, “sino a la vanidad de un corto número de fami-lias cuyos jefes aspiraban a los títulos de coroneles y brigadieres”, que se obtenían con la milicia.35

Como las patentes y grados militares se vendían, este furor por los títulos se volvió una fuente de ingresos para el fi s-co y los gobernadores. Sin embargo, se sabe que el interés mayor por formar es-tas compañías era proteger a los colonos de motines y revueltas de los indios, así como de agresiones a sus haciendas y establecimientos comerciales.36

Los indígenas y mulatos que se inte-graron a la milicia tuvieron acceso a un fugaz y relativo cambio de estatus social con respecto al resto de sus similares y otros mestizos. Estuvieron exentos del tri-buto durante un lapso y gozaron además del fuero militar.

A pesar de que la categorización por casta se fue diluyendo con el tiempo, du-

rante muchos años siguió habiendo una distinción social entre blancos, indios y afromestizos, estos últimos nombrados como pardos y mulatos, tal como lo de-muestran las fuentes documentales de la época.

Gracias a las Reformas Borbónicas, el ejército se consolidó como institución en la Nueva España, pues fue considera-do apoyo fundamental para la aplicación de las nuevas leyes. El ejército creció como corporación y sus fi las aumentaron de 5,000 individuos a mediados del siglo XVIII a 30,000 en 1803.37

Adquirió más importancia como fuer-za coercitiva en el confl icto armado de 1810–1821, convirtiéndose en el origen del que iba a ser el ejército mexicano durante todo el siglo XIX. Los individuos que formaron parte de las fi las armadas siguieron siendo de todas las “calidades raciales”, pero sus altos mandos brinda-ron estatus especial a la nueva clase do-minante decimonónica.38

35 Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, (1822), México, Porrúa, (Colección Sepan Cuantos, núm. 39), p. 558.36 Idem.37 Enrique Florescano y Margarita Menegus, “La época de las Reformas Borbónicas y el crecimiento económico (1750-1808)”, en Historia General de México, México, Colmex, 2000, p. 371.38 Idem.

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PARTICIPACIÓN MULATA EN LA INDEPENDENCIA

Los batallones provinciales fueron los primeros en confrontar a la población ar-mada que en todo el país comenzó a inte-grarse a la guerra por la Independencia. Los milicianos se vieron obligados a ata-car a los insurgentes por mandato de las autoridades coloniales; pero conforme la guerra se fue desarrollando, algunos ba-tallones se desintegraron por deserción, entre otros motivos, por ejemplo, muchos de los mulatos que escogieron este cami-no se unieron a los rebeldes.

La guerra en Oaxaca comenzó con las acciones emprendidas por José María Morelos en la costa, donde libró varios enfrentamientos con el capitán Francisco Paris, jefe del destacamento que manda-ron las autoridades coloniales para con-trolar las sublevaciones. Morelos obtuvo la mayoría de las veces resultados favo-rables; de hecho, el destacamento realis-ta que lo combatía fue hecho prisionero, evidenciando carencia de instrucción mi-litar en los soldados realistas, ya que per-tenecían a las milicias provinciales que se crearon en el siglo XVIII para la vigilancia

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Pueblos con presencia mulata hacia finales del siglo XVIII.

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y servicio personal de las autoridades y hacendados de la costa del sur. Muchos de estos milicianos prisioneros se unieron a Morelos, otros regresaron a cultivar sus tierras.39

Las sublevaciones de mulatos e indí-genas en la costa chica fueron en aumen-to, debido entre otras cosas a los triunfos del movimiento y a los decretos hechos de Miguel Hidalgo. Por ejemplo el publi-cado en Guadalajara el 6 de diciembre de 1810, donde proclamó la libertad de los esclavos que trabajaban en las ha-

ciendas de españoles, plantaciones de azúcar, algodón y añil o que sacaban oro de los ríos. Por esclavos se entendía a los descendientes de africanos y también a los indígenas quienes, aunque formal-mente no lo eran, padecían una situación de explotación que los homologaba con los mulatos.

En el caso de estos últimos existió una división frente al movimiento. Si bien hubo quienes lucharon con Morelos, tam-bién los hubo que permanecieron leales a la Corona. “La Costa Chica quedó pa-

39 Margarita Dalton, Oaxaca, una historia compartida, México, Gobierno del Estado de Oaxaca/ Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora, 1998, t. v, p.36.

Las costas de la Mar del Sur en la Nueva España.

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cificada y sujeta al gobierno de Morelos, aunque aquellos negros fueron siempre muy adictos a los españoles...”.40 Algu-nos de los esclavos y trabajadores libres de las haciendas en la Costa Chica se vieron obligados a defender a sus amos de los ataques y saqueos de la población vecina, por su situación que los forzaba a mantener una obediencia incondicio-nal a su amo, con quien habían vivido casi toda su vida.41

El movimiento armado de la Indepen-dencia en Oaxaca más intenso se llevó a cabo en la zona productiva de la costa chica; a ella acudieron tropas de toda la costa del sur, tales como las milicias de pardos de Tehuantepec y las de morenos de Guatemala. “Los realistas se conduje-ron con entereza y dieron vigorosos ata-ques, militando en sus fi las no solo “cos-teños”, sino tehuantepeques y mixtecos de Tamasulapan y Hujuapan”.42

En las descripciones de la guerra de Independencia puede verse la participa-

ción destacada de negros y mulatos. Por ejemplo, Morelos,43 además del capitán Francisco Paris, tuvo como enemigo de armas a Caldelas (del cual se descono-ce su nombre completo), quien dirigió tropas de negros que se declararon ene-migas de los indios. Como respuesta, Morelos mandó a Miguel Bravo con cua-trocientos soldados, que debían unirse a otros dos comandantes: Ávila y Valerio Trujano, para dar pelea a Caldelas. Tru-jano también se enfrentó a Manuel Guen-dulain, dueño de una hacienda y a su divi-sión formada con negros de su trapiche. Para desgracia de Guendulain, Trujano salió a su encuentro en un desfi ladero, de-jando muertos a muchos de “sus negros”.

Trujano seguiría enfrentándose a más batallones de negros dirigidos por Calde-las, el segundo de ellos integrado con doscientos negros de la costa, así como con batallones mestizos, entre ellos el ba-tallón de la “mermelada” formado por el señor Bergosa y comandado por el doctor

40 José Antonio Gay, Historia de Oaxaca, México, Porrúa, (Colección Sepan Cuantos núm. 373) p. 464, (1881)41 M. Dalton, op. cit., p..36.42 Ibid., pp.446-447. 43 “Las fuerza de Morelos se dividieron en seis: Dos fueron destinadas a cortar la retirada por el camino que va a Tehuantepec, otra a la custodia de los bagajes; una a las órdenes de Don Ramón Sesma, que recibió la orden de atacar el fortín de la Soledad; otra, al mando de Mariano Matamoros y Galeana, debía entrar en la ciudad por el camino del Marquesado; Morelos quedó al último, con las reservas, para acudir a donde fuese más necesario, M. Dalton, op. cit, p. 42.

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D. José de San Martín, canónigo lectoral de Oaxaca; el batallón de artesanos; los cuerpos levantados por Esperón y los sol-dados que antes habían estado a las ór-denes inmediatas de otro realista llamado José María Regules, que formaban parte de los batallones de infantería de Oaxaca y de Campeche.44

El comandante realista Reguera, junto con un mulato llamado Armengol, secundaban los ataques contra los in-surgentes. Al parecer representaban un importante enemigo para Morelos, pues éste mandó que fueran destruidos por completo. Finalmente, después de una batalla bien planeada, la costa quedó una vez más pacifi cada y sujeta al go-bierno de Morelos.45

El coronel Paris murió después de ser encarcelado el 15 de abril de 1813. Sin llegar a ser una amenaza para el control que tenía Morelos en la zona, se presentó otro enfrentamiento con tropas de guatemaltecos, quienes respondían al deseo de vengar la muerte de algunos españoles a manos de insurgentes.46 El

capitán general de aquella república D. José de Bustamante y Guerra, informado de la muerte de algunos europeos, y en especial de González Saravia, con quien al parecer tenía una especial cercanía, mandó a la batalla a Manuel Dambrini con setecientos hombres que al parecer eran afrodescendientes.47

Dambrini era inexperto y las recomen-daciones que le hicieron no sirvieron de nada. El 25 de febrero de 1813 atacó Nil-tepec, hizo prisioneros y fusiló a veinticin-co insurgentes. Como respuesta acudió Mariano Matamoros desde Yanhuitlán. Primero se movió en dirección a Tehuan-tepec con el regimiento del Carmen y los dragones de San Luis, San Pedro y San Ignacio.48

El 19 de abril avistó las fuerzas de Dambrini, que había tomado posición cerca de Tonalá. Gracias a una buena estrategia de Matamoros, los negros de Omoa, como les llamaban a los hombres de Dambrini, se vieron rodeados por los in-surgentes: “los negros de Omoa, vestidos con chaquetas coloradas, volvieron sobre

44 J. A. Gay, op. cit., pp. 448-454. 45 Ibid., pp. 464-469.46 Idem.47 Idem.48 Gay, op.cit., pp.466 y 467.

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sí, se encontraron rodeados de los insur-gentes; se pusieron luego en desordenada fuga, dejando abandonadas sus armas, municiones porción de efectos de comer-cio que conducían para Oaxaca [...]”.49

Poco después, el 5 de noviembre de 1813, cerca de Cuajinicuilapa en la costa chica de Guerrero, un grupo de negros de Ometepec apoyados por el mismo Re-guera con trescientos hombres, ochenta armas, dinero y municiones, se levantó

contra los insurgentes, en defensa de la costa del sur.50

En febrero de 1814, este colectivo divi-dió sus tropas en tres secciones: la prime-ra en Azoyú, la segunda en Juchitán y la tercera en puntos dispersos para apoyar a las otras dos en caso de ser necesario. Después de perder algunas batallas, Re-guera regresó con sus tropas a Ometepec el 1 de marzo de 1814. Por esas mismas fechas Dambrini se presentó nuevamen-te en Tehuantepec fusilando a los que lo despreciaron en su primera visita, llevan-do con él a cien negros de Omoa vigilados por el comandante Álvarez.51

En abril de ese mismo año Dambrini fue informado que en el Barrio de la So-ledad había simpatizante de insurgentes. Los barreños se estaban armando para esperar la llegada de Ignacio Allende y lanzarse a la lucha.

Ayer llegó la lista de las armas que tienen

los barreños que son 29, entre escopetas

y fusiles pues cuando se hallaban en esta

villa eran los que tenían el mejor arma-

mento y este parte de la lista de armas lo

49 Idem.50 Ibid., pp. 469, 477, 481-482. 51 Idem.

Uniforme de caballería del Regimiento Provincial de Dragones de San Carlos.

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dio un dicho Cecilio Palomec avecindado

en Santa María Petapa y no más por de-

seándole a vuestra señoría mande cuanto

guste a este su atento servidor que su

mano besa. Miguel Petris.52

El Barrio de la Soledad, fundado por mulatos, también fue un lugar de con-centración de insurgentes con los que simpatizaban los mulatos, no se sabe exactamente que pasó con Dambrini res-pecto al Barrio, pero es interesante ob-servar cómo en la documentación sigue apareciendo la categoría “negro” para defi nir a los barreños:

Incluyo a vuestra señoría esa adjunta lista

del armamento que los negros del Barrio

de la Soledad mantienen en su poder y con

tal altanería que vuestra señoría se impon-

drá por la adjunta esquela de Don Cecilio

Palomec [..] a quien se comisionó para que

recogiese las armas, que ha valido al man-

darles los bandos haberles presentado el

resultado que pueda tener [...]53

A principios de 1815 Vicente Guerrero co-misionó a Juan del Carmen, negro coste-ño, para que levantara en armas a la cos-ta. La gestión de éste tuvo mucho éxito al recoger armas a realistas y aprehender a algunos jefes que habían peleado con Reguera. Acciones parecidas se reali-zaron en otros lugares de Oaxaca como Acatlán, Terán y Cuicatlan.54

A pesar de que en 1821 Iturbide con-cretó una alianza con Guerrero y se fi rmó el Plan de Iguala, los movimientos arma-dos siguieron proliferando en todas las provincias del país. A partir de esta fecha los confl ictos estarían más enfocados, a escala regional, a solucionar sus proble-mas y reorganizarse.55

En 1822 un mulato de Jamiltepec apellidado Alamán convenció a 70 sol-dados negros y mulatos de la costa para sublevarse contra Iturbide. Tomaron Sola de Vega y se proclamaron seguidores y súbditos de Fernando VII. Carlos María Bustamante dijo al respecto: “La negrada de dicha costa siempre se ha mostrado

52 Rosalba Montiel e Irene Huesca, (comp.), “Documentos de la guerra de Independencia en Oaxaca”, Gobierno del Estado de Oaxaca, Oaxaca/INAH/SEP/INI/ DGCP/UABJO, 1986, pp.164-168. Seguramente está equivocado el nombre de Ignacio Allende en el documento y se refiere a otro personaje, porque Allende fue fusilado en 1811 y el documento citado es de 1814.53 Idem.54 Ibid., pp. 492-493.55 M. Dalton, op. cit., pp. 72-73 y 76.

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inquieta y turbulenta. Dio mucho que ha-cer al señor Morelos el año de 1813. Son negros tan feroces y voltarios, que en un día dicen viva y muera al héroe a quien proclaman”. Antonio de León fue enviado a reprimir esta rebelión.56

Es importante destacar que en medio del contexto militar el rechazo hacia los negros todavía estaba presente a princi-pios del siglo XIX a pesar del mestizaje. Tal fue el caso de Vicente Guerrero, a quien se le despreciaba por ser mitad in-dio y mitad negro. Se le consideraba una persona indigna para gobernar a gente de piel blanca. En diversas publicaciones se le tachaba de “incultísimo patán”. Cuando iba a ser asesinado en 1831 se buscó un lugar lejano de la costa, para evitar la re-acción de negros e indios.57

Con el triunfo insurgente los criollos se convirtieron en caciques de las loca-lidades. En el siglo XIX la inestabilidad política y el abuso de funcionarios y ricos poderosos provocaron una serie de con-

fl ictos que hicieron explotar rebeliones y movimientos armados indígenas.58

En el istmo de Tehuantepec esto fue evidente, ya que desde la época colonial existieron revueltas y movimientos arma-dos mediante los cuales los grupos indí-genas de la región protestaron por abu-sos. El siglo XIX fue particularmente activo en este ámbito.59

Con la abolición de la esclavitud y las castas, las categorías de mulato y pardo desaparecieron de la mayoría de los do-cumentos ofi ciales. Además, con el correr de los años, el mestizaje entre diferentes sectores sociales terminó por asimilar al grupo de los afromestizos.

Y aunque parecen no estar presentes en los movimientos sociales, puede supo-nerse que en confl ictos de tierras y luchas por recursos naturales que siguieron a la guerra de Independencia, como los le-vantamientos de Gregorio Melendre, pu-dieron haber participado como cualquier otro habitante afectado.60 A mediados

56 Ibid., p. 75.57 Ibid., p.103.58 Leticia Reina, “De las Reformas Borbónicas a las Leyes de Reforma”, en Leticia Reina (coord.), Historia de la Cuestión Agraria Mexicana, Estado de Oaxaca, t. I, México, Juan Pablos Editor/Gobierno del Estado de Oaxaca/UABJO/Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1988, p. 218.59 Idem.60 Teresa E. Cueva Luna, “Condiciones de Vida y Rebelión Política en el istmo de Tehuantepec 1800-1853: Che Gorio Melendre y los pueblos indios del istmo”, tesis de licenciatura, México, ENAH, 1994, p. 73.

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del siglo XIX no existían ya los batallones creados durante el siglo XVIII, pero es pro-bable que por una especie de tradición los mulatos continuaran presentes en los espacios castrenses.

CONCLUSIÓN

El ideal ibérico de mantener una sociedad dualista donde sólo hubiera españoles e indígenas pronto se vino abajo debido al intenso mestizaje, primero con indígenas y después con un tercer sector: el negro. Las autoridades novohispanas trataron de controlar dicho fenómeno por medio de un sistema de castas que nunca fue efi ciente. El arribo constante de indivi-duos de diferentes mezclas raciales a puestos de autoridad bien remunerados se convirtió en una amenaza para la élite española, la cual trató de reprimirlos me-diante diversas disposiciones legales cuyo fundamento era una restricción racial.

La historia del istmo de Tehuantepec muestra la importancia del afrodescen-diente en la conformación social novohis-pana. Esta región provocó el interés de conquistadores y colonizadores por sus características geográfi cas y ecológicas. Para la explotación económica de los

abundantes recursos fueron llevados es-clavos negros, cuyos descendientes proli-feraron con el transcurso del tiempo.

El sector afromestizo, además de ser elemento principal de diversifi cación racial, también lo fue en la esfera econó-mica, pues al crecer demográfi camente, se abrieron nuevos espacios laborales en los cuales fue requerido. El incipiente sector mestizo buscó otras ocupaciones diferentes a la agricultura y comenzó por responder a las convocatorias de trabajo de hacendados o autoridades virreinales, incluso más allá de las famosas hacien-das marquesanas, que pertenecían a la orden de los dominicos y que habían sido el principal destino de los esclavos negros y sus descendientes en Oaxaca.

En el istmo observamos este fenóme-no a partir del análisis de dos actividades introducidas por los españoles: la produc-ción ganadera y el benefi cio del añil en las cuales, a pesar de haber participado mano de obra indígena, se consolidaron como un espacio propiamente de mestizos.

La milicia fue otra actividad en la que los mulatos participaron. El ejér-cito constituyó un espacio importante donde esta población experimentó una transformación positiva de su imagen

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devaluada por causa del estigma de la esclavitud. La participación mulata en las batallas de la Independencia se dio tanto en los batallones reales como en las filas de los insurgentes. Esto depen-día del lugar en el que cada individuo se encontrara, si era libre o esclavo, y en qué actividad se desempeñaba.

Los mestizos negros no poseían una cohesión como grupo; por lo tanto, no se puede hablar de una identidad afromes-tiza en el istmo. Debido a las circuns-tancias históricas en las que nacieron y crecieron como sector social, lo único que los diferenció durante todo el periodo co-lonial fueron ciertos rasgos de su fenotipo que los identifi caba como descendientes de africanos negros.

La diversidad que había entre los mu-latos se puede explicar a partir de la pro-pia variedad étnica de los esclavos negros que llegaron al Nuevo Mundo; también se deben considerar las circunstancias irre-gulares en las que vivieron sus descen-dientes, que se integraron gradualmente al cada vez más creciente grupo de los mestizos.

Los mulatos del istmo de Tehuante-

pec fueron asimilados completamente por la población de esa zona durante el siglo XIX. Los constantes cambios econó-micos y sociales de esos tiempos lleva-ron a muchos mestizos negros e indíge-nas a buscar mejores oportunidades en la incipiente ciudad de Juchitán, donde la diversifi cación de ofi cios y servicios ofre-cía opciones de empleo (zapateros, alba-ñiles, panaderos, curtidores, etcétera).

Conforme avanzó ese siglo los pro-yectos de colonización atrajeron a extran-jeros que solicitaron trabajadores para sus empresas particulares, además de que fueron un factor más en el mestizaje de la población del istmo. Es interesante obser-var cómo a fi nales del siglo XIX –cuando se podría pensar que la población afro-descendiente ya fue completamente asi-milada– en los censos continuaron apare-ciendo las clasifi caciones raciales con las categorías “negro”,“mulato” y “pardo”. El uso de tales categorías, a pesar del afán de algunos pensadores y autoridades por eliminarlas, continuó vigente a lo largo del siglo XIX. De ese modo la sociedad le dio a la clasifi cación racial un arraigo que se hizo costumbre.

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BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

Villaseñor y Sánchez, Joseph de, Teatro Americano, descripción general de reinos y provincias de la Nueva España y sus jurisdicciones (1750), México, Trillas, 1992.

Widmer, Sennhauser Rolf, Conquista y despertar de las Costas de la Mar del Sur (1521-1648), México, Conaculta, 1990.

*Licenciada en etnohistoria por la UAM

Uniformes de los regimientos de infantería ycaballería de Puebla (detalle).

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El diecisiete novohispano fue un siglo de reacomodo y consolidación de las institu-ciones virreinales. Si bien durante la cen-turia precedente se había experimentado con cultivos distintos, formas nuevas y relaciones de producción, incluso con le-gislaciones y políticas que regían la vida social de la población nativa e inmigrante, el siglo XVII representó la consolidación de tales propósitos y con ello la autosu-fi ciencia económica.

Esta nueva confi guración abarcó to-dos los aspectos de la vida cotidiana; po-lítica, económica y socialmente las trans-formaciones tuvieron que darse de una manera u otra. La población se vio en la necesidad de desarrollar formas nuevas de sociabilidad y de entender el mundo tanto material como simbólicamente. Así, el presente artículo –que toma como base un documento resguardado en el

fondo Indiferente Virreinal del Archivo General de la Nación, el proceso inquisi-torial seguido al mulato Miguel de la Flor, acusado de pacto con el demonio–1 abor-da uno de esos casos donde la diversi-dad de formas de aprehensión del mundo adquirió una concreción al mismo tiempo que una coherencia, que por su magnitud considero pertinente analizar. Se trata de un proceso inquisitorial por pacto con el demonio en contra del presunto protago-nista, el mulato y esclavo Miguel de la Flor. Este caso permitirá acercarnos a la parte del ethos social que se respiraba en la ciudad de Antequera durante la se-gunda mitad del siglo XVII.

Las primeras décadas del siglo XVII en el territorio que actualmente se llama Oaxaca estuvieron marcadas por una prosperidad económica signifi cativa gracias a la mine-ría y la producción de seda y cochinilla, lo

¿R E B E L D E D I A B Ó L I C O O P E C U L I A R C R I S T I A N O? M I G U E L D E L A FL O R , M U L AT O L E T R A D O E N L AT Í N , P O E TA

Y D I B U J A N T E D E A N T E Q U E R A María de los Ángeles Paredes Diez de Sollano*

1 AGN, Indiferente Virreinal, caja 1118, exp. 14.

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cual permitió un rápido crecimiento de An-tequera, ciudad criolla de la región.2

La ciudad de Antequera como el cen-tro urbano de la región dependió en gran medida del comercio entre la ciudad de México y Guatemala, por lo que la élite antequerana estuvo conformada en su mayoría por mercaderes. Aunque los criollos constituyeron el grupo racial más numeroso, fue común que criollos, mes-tizos y mulatos se desarrollaran a la par en casi cualquier actividad, sobre todo en ofi cios artesanales.

En este contexto se integraron a la vida urbana, negros y mulatos, que en ningún momento del periodo colonial fue-ron un grupo numéricamente importante en Oaxaca. Al menos ésa es la conclu-sión de John Chance al no encontrar re-gistros sufi cientes de matrimonios y hallar para 1661 sólo 37 mulatos y negros libres registrados en las listas de tributarios.3

En la Nueva España, el negro tuvo tres destinos. Como esclavo de casa fue de “mucha importancia entre los conquis-tadores, pues además de ser un magnifi co

sirviente doméstico sin lazos de lenguaje ni de ninguna otra especie con la masa in-dígena derrotada”, su posesión denotaba prestigio social. Este tipo de esclavo fue común en ámbitos urbanos.4 Sin embargo a partir de la penúltima década del siglo XVI y a lo largo de la siguiente centuria, es decir durante de etapa de mayor importa-ción de esclavos a territorio novohispano, éstos fueron destinados en su mayoría al trabajo industrial en trapiches y obrajes, o como capataces en haciendas; aprove-chando que el negro tenía una apariencia más alta y vigorosa que el indio y que proyectaban un temperamento cruel y malvado, se convirtieron en el elemento perfecto para dominar a la masa indíge-na. Aún así, la vida productiva de un es-clavo iba de los 10 a los 15 años debido a que las condiciones de explotación no permitían que el negro se reprodujera y creciera la población cautiva sino que la reproducción de mano de obra esclava dependía de la posibilidad de adquirir “piezas de indias” – como también fueron llamados – en el mercado.5

2 María de los Ángeles Romero Frizzi (coord.), Lecturas históricas del estado de Oaxaca, México, INI, 2004, p. 37.3 John K. Chance, Razas y clases en la Oaxaca colonial, México, INI, 1982, p. 171.4 Jonathan Israel, Razas y clases sociales en el México colonial, México, FCE, 1990, p. 805 Gonzalo Aguirre Beltrán, El negro esclavo en Nueva España, México, FCE/INI/ Universidad Veracruzana, 1994, p. 92.

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El precio de cada esclavo variaba según su edad, sexo y estado de salud, amén del posible conocimiento de un ofi -cio. Así tenemos que un varón de entre 18 y 35 años, saludable y con ofi cio podía costar hasta mil pesos.6

Así en Oaxaca, en la ciudad de An-tequera, los negros introducidos fueron destinados a labores domésticas. Esto determinó el sentido de las relaciones so-ciales que mantuvo este sector con otros grupos de la sociedad novohispana.

La mezcla de indios, españoles y africanos dio paso a la creación de cate-gorías raciales que a lo largo del periodo colonial fueron creciendo y acentuándo-se. Atendiendo al color de la piel, mula-tos, moriscos, pardos, morenos, fueron algunas variantes de los nombres que recibieron los descendientes de africa-nos mezclados con alguno de los otros sectores. Sin embargo, el más común fue negro. Hoy en día se acepta el término afromestizo para englobar las distintas categorías.7 Por ello, nos permitimos usar indistintamente afromestizo y negro en nuestro análisis.

Prácticamente sólo en la ciudad se dio una mezcla de razas ya que los ne-gros introducidos ahí fueron destinados a labores domésticas, lo cual no indica que su situación fuese diferente al resto de los afromestizos del territorio de la Nueva España; también en Oaxaca se encontra-ban en la escala más baja de la clasifi -cación social y eran considerados como mercancía. Esto determinó el sentido de las relaciones sociales que mantuvo este sector con otros grupos de la sociedad novohispana.

6 Idem. 7 Peter Stern, “Gente de color quebrado: Africans and Afromestizos in Colonial Mexico” en Colonial Latin American Historical Review, vol. 3, núm. 2, 1994, pp. 186-187.

Imagen 1. Nota al pie. ReferenciaAGN,

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Mediante un pacto con el demonio se hacían en su nombre embustes y sortilegios.

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La mayoría de los estudios que inten-tan aproximarse a la vida de los afromes-tizos novohispanos debate entre si éstos se integraron o no al sistema colonial. En este punto, Solange Alberro propone que los comportamientos de los negros y mu-latos resultaban ambiguos pues, por una parte, manifestaban de manera explícita y hasta violenta su rechazo al orden esta-blecido mediante la cimarronería o el sui-cidio, pero también de manera simbólica: los diversos casos de brujería, hechicería o pacto con el demonio, así como otras prácticas heréticas, apuntarían en esa dirección. Pero por otro lado, evidencia-ban un deseo profundo de identifi cación e integración con los valores imperantes en el sistema colonial, como lo muestran sus prácticas sexuales y matrimoniales e inclusive mediante la costumbre de aquellos mulatos que llegaron a poseer esclavos.8

Es en ese marco donde se sitúa el pacto con el demonio entre grupos afro-mestizos. ¿Cuáles podrían ser las razones por las cuales la población negra pactaba

con el demonio? Parece ser que si el Dios cristiano era el causante de su situación de esclavos, era evidente que para cambiar de suerte no era a él a quien debían recurrir, sino a su antagónico, a un ser que también tuviera poderes sobrenaturales y que les ofreciera la protección y la vida que de otra forma difícilmente conseguirían. Pacto se llama al “consentimiento u convenio con el demonio, para obrar por medio suyo cosas extraordinarias, embustes y sortilegios”. 9

En la práctica novohispana el pacto podía ser voluntario, involuntario o implícito. El pacto explícito refl ejaba el deseo de llevar a cabo un convenio de intercambio me-diante el cual, el demonio podía conceder toda clase de bienes materiales, inclusive conseguir la atracción del sexo opuesto a cambio simplemente del alma humana. El pacto se hacía de tres formas: “primero, el Demonio recibía el pacto en forma corporal y ante testigos; segundo, el pacto se hacía por escrito, estableciendo deberes y dere-chos en un documento fi rmado y sellado; y por último, mediante un tercero”.10

El pactario solía pintar un tatuaje de la

8 Solange Alberro, Inquisición y sociedad en México 1571-1700, México, FCE, 1988, pp. 455-485.9 Real Academia Española, Diccionario de autoridades, Madrid, Gredos, 1964, p. 112.10 María de Lourdes Somohano, “La figura del Diablo en el imaginario colectivo de la sociedad novohis-pana. Querétaro”, en Juan Ricardo Jiménez, Creencias y prácticas religiosas en Querétaro, siglos XVI-XIX, México, Plaza y Valdés, 2004, p. 189.

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imagen del diablo en alguno de sus bra-zos, o coser sobre su camisa la imagen de éste como evidencia del contrato; ade-más, en la mayoría de los casos se men-ciona la existencia de librillos mediante los cuales se invocaba al demonio.11

Desde los primeros contactos con los negros, los europeos se crearon una ima-gen en torno de ellos, y a partir de ésta justifi caron la esclavitud como castigo divi-no. A medida que convivieron con aquella población se formaron mitos sobre la na-turaleza, el temperamento y la vigorosidad negra, una visión que con el transcurso del tiempo contribuyó a desarrollar un am-biente de miedo hacia el negro. Y es que si al principio se consideró que la fuerza de esa raza era capaz de someter a los indios y de soportar cargas de trabajo in-humanas, posteriormente se creyó que el negro podía organizarse y tratar de matar a los españoles para imponer su propio gobierno. Tal temor creció a medida que la presencia del negro se hacía más evi-dente y sus mezclas más comunes.

Así, si en un inicio, los blancos hi-

cieron entrar al negro en categorías de-fi nidas por la tradición cultural europea. Por su parte, los de origen africano muy pronto se dieron cuenta de los temores del español y utilizaron ese desasosiego en su favor. Si a los españoles les daba miedo el diablo y a ellos los relacionaban con él, entonces los negros podían cam-biar un poco su condición de inferioridad al hacer uso de ese temor.

En otro sentido, la asociación del ne-gro con el demonio no fue desconocida en la sociedad hispana. Nueva España heredó muchos de los terrores cultivados en Europa, miedos sintetizados en la fi gu-ra de Satanás, responsable de todos los males que asolaban aquel continente, y que encontró en herejes, judíos, sodomi-tas, brujas y hechiceras, las fi guras ade-cuadas para realizar su maléfi co plan.12

En la tradición cristiana medieval, lo negro como antagónico de lo blanco, es-taba asociado con las tinieblas, el pecado y la fealdad física.13 Marco Polo describió en los siguientes términos a los negros de la costa del sureste africano: “La boca

11 Nora Reyes y Adriana Rodríguez, La población negra y el pacto demoníaco en el siglo XVII. Algunos casos de estudio en México, en Cuicuilco Nueva época, vol. 1, núm. 2, sep.-dic. 2004.12 Jeffrey B. Russell, Satanás: La primitiva tradición cristiana, México, FCE, 1986.13 Úrsula Camba Ludlow, “Imaginarios ambiguos, realidades contradictorias: conductas y representacio-nes de los negros y mulatos novohispanos”, tesis doctoral inédita, Colegio de México, 2005, p. 63.

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es grande y la nariz achatada y respingo-na, las orejas largas y los ojos grandes y abultados, lo que en conjunto les da un aspecto horrible; parecen en realidad de-monios [...] viven es esta isla las mujeres más feas del mundo”;14 a partir de enton-ces, los viajeros que entraron en contacto con los africanos los describieron en ca-tegorías de monstruos, demonios, cíclo-pes, seres raros o gigantes.

Esta imagen del negro –que sentaba sus bases en aquella tradición medieval– llegó a la Nueva España como parte sus-tancial de la subjetividad española ante la negritud, lo cual permeó las relaciones sociales entre los distintos grupos étnicos y confi guró el imaginario novohispano en torno del negro. La combinación de ima-ginario –realidad, integración, transgre-sión– se concretó en muchas ocasiones en un individuo, como en el ejemplo que veremos a continuación.

La tarde del 27 de marzo de 1662, se reunían como en otras ocasiones en la tienda del sombrerero Miguel de Ayón: Joseph Méndez, Cristóbal de Palacios, Sebastián de Aragón y Francisco de Urrutia, todos ellos españoles, además de Miguel de la Flor, mulato esclavo de

Luis Rodríguez. Jugaban a los dados y también, como en sesiones anteriores, el mulato sacó un librito con unos dibujos “que tienen pintadas las suertes de ganar y perder” y una oración al fi nal escrita en latín, dijo algunas palabras y les ganó la partida. Sin embargo, esa tarde Francisco de Urrutia no resistió la tentación de saber qué era aquel librito que el mulato traía consigo, así que se lo arrebató y salió del lugar al parecer sin entender qué traía en las manos. Más tarde se dirigió a casa de doña Juana de Lorenzana donde se en-contraba don Miguel de Frías, un español letrado quien podría ayudarle a saber el contenido del libro ya que, como le men-cionó posteriormente, él nunca había es-tudiado por lo tanto no sabía leer, mucho menos el latín. Don Miguel de Frías tomó el libro y entendiendo la oración escrita al fi nal de éste, le instó a denunciar al mu-lato ante el Santo Ofi cio pues, a sus ojos, aquella oración era contra Dios y los dibu-jos eran unos demonios. De esta manera, ambos se dirigieron a casa del comisario Andrés González Calderón para hacer el relato judicial de los hechos. La acusa-ción: pacto explícito con el demonio.

Uno a uno fueron llamados a declarar 14 Marco Polo, Viajes, México, Porrúa, 1982, p. 200.

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los testigos del incidente. Durante el pro-ceso el comisario logró construir el perfi l del acusado, y con ello al remitir la causa al Tribunal de la Ciudad de México, Gon-zález Calderón advirtió a los inquisidores:

Dos cosas se me ofrecen avisar a Vuestra

Señoría en la causa que con esta remito.

La una que la malicia del reo es grande

por serlo su capacidad con aplicación e

inteligencia en varias materias. Es poeta,

pr[é]ciase de que entiende latín y en es-

cribir y contar tan ejercitado, como en la

mercancía y por ser tan capaz y hábil hay

competencia sobre el precio que ofrecen

por él en cantidad de ochocientos y de mil

pesos, y de su malicia y habilidad recelo

no haga fuga con cartas y fi rmas falsas

que será lo menos que obre.15

Miguel de la Flor, a pesar de su condición de esclavo, tenía una tienda junto a la de Miguel de Ayón y, en efecto, sabía leer y escribir en latín, escribía versos en octa-vas, componía rezos, y a decir del cura Alonso Ximénez, solía amonestar a un

negro esclavo suyo para que aprendiese hebreo. Cuando este sirviente murió, fue-ron encontrados entre sus pertenencias un abecedario y unas coplas en esta len-gua que resultaron ser de puño y letra de Miguel de la Flor.

Sin embargo, parece ser que para los declarantes la actitud del mulato era normal. El mismo Francisco de Urrutia durante su declaración admitió que no era la primera vez que el mulato invocaba algunos de los nombres del libro para pro-vocar una determinada jugada, y sobre todo que ellos le seguían el juego:

hoy reparo que tirando el dado don Jo-

seph Méndez, dijo el mulato “Cabrestillo”

y vinieron los seises, y tirando este de-

clarante el dado oyó y no sabe a qui[é]n

que llamaron “Maimon” y echó cuatros,

y entonces dijo el mulato: no habían de

llamar sino “Cabrestillo” como llamé para

el señor don Joseph Méndez y echarán

seises con que se acabó el juego y se

fueron todos.16

De lo anterior podemos inferir que el mu-

15 AGN, Indiferente Virreinal, caja 1118, exp. 14, f. 3.16 AGN, Indiferente Virreinal, caja 1118, exp. 14, f. 6v. Cabe destacar que las voces Maimon y Cabrestillo con que el mulato invoca a los demonios, son nombres cuyo origen aún no conocemos pero al menos el primero de ellos está entre los más utilizados por los pactarios en la Nueva España. Nora Reyes y Adriana Rodríguez, op.cit., p. 180.

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lato De la Flor fue denunciado ante la In-quisición más por cuestiones de pérdidas y ganancias en los juegos de azar que por un temor verdadero u otro tipo de afl icción de sus denunciantes ante lo que vieron esa tarde.

Una vez recogidas las declaraciones y ratifi caciones pertinentes, el comisario de Oaxaca envió la causa al Santo Ofi -cio de México, pero no fue sino dos años después cuando éste tomó relevancia en aquel tribunal.

En ese tiempo Miguel de la Flor ya

había cambiado de dueño, ya no era más esclavo de Luis Rodríguez sino del capi-tán Miguel de Fuentes, quien se lo había llevado a vivir a la ciudad de México. Con este motivo el comisario Calderón envió una carta a los inquisidores recordán-doles la causa contra este mulato, soli-citando que fuese aprehendido a la vez que informaba de nuevas pruebas en su contra.

Entre ellas se encontraban una hoja con varios dibujos de animales y aves, cada uno con su nombre en latín. Miguel de la Flor lo había hecho para su amigo Miguel de Ayón, cuando éste le pidió que le hiciera el favor de escribirle una car-ta. Cuando lo hacía, Ayón alabó la letra de Miguel, con lo cual el mulato prometió obsequiarle un “alabado sea el santísimo sacramento” y lo que le dio fue el men-cionado dibujo. Miguel de Ayón lo colgó en su tienda como un bonito cuadro pero cuando supo que el mulato era sujeto de investigación en el Santo Ofi cio, decidió entregar el “alabado”, por si contenía pro-posiciones heréticas.

Las pruebas eran inconfundibles para los inquisidores, así que el 15 de mayo de 1664 se expidió un mandamiento de prisión contra Miguel de la Flor. Éste fue

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El pacto con el diablo podía hacerse por escrito, en forma corporal y ante testigos, o con ayuda de un tercero.

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puesto en cárceles secretas y recibida su declaración se ordenó hacerle un acto de inspección con el fi n de encontrarle seña-les notables del pacto. Habiéndolo desnu-dado, el doctor Pedro de los Arcos encon-tró que “en el brazo derecho debajo de la sangradera, en la tabla del brazo apare-ció una señal que tenía forma de corazón dura y evidente, del tamaño de la uña del dedo pequeño con su punta [...]”. Hicieron que el mulato se restregara el tatuaje con la camisa mojada para ver si se borraba, pero “pareció más viva y en el brazo iz-quierdo en el mismo sitio que el derecho estaba otra señal sin forma [...] hechas a mano y hecha la misma diligencia de refregarle con fuerza” tampoco se borró. Como ya se mencionó, los pactarios eran dados a tener señales visibles del contra-to establecido con el demonio.

Sin embargo, entre las pruebas incau-tadas, lo que más llamó la atención de los inquisidores fue un libro manuscrito en verso castellano de los misterios del rosario

[…] que es un libro de a cuartilla cubierto

de pergamino jaspeado de morado es-

critas octavas en verso, numeradas las

fojas desde una hasta ciento y cuarenta

y cinco y de allí para adelante otras fojas

blancas y escritas sin números y en la

primera por titulo “rimas sacras del san-

tísimo rosario de la virgen María madre

señora concebida sin pecado original”

al muy reverendo padre maestro fray

Francisco de Burgoa del orden de predi-

cadores comisario y calificador del Santo

Oficio de la Inquisición provincial actual

de la Provincia de San Hipólito Mártir de

Oaxaca Compuesto por un devoto de la

esclarecida reina de los ángeles.17

El inquisidor Pedro de Medina mandó lla-mar a cuatro padres califi cadores del Santo Ofi cio con el fi n de que dictaminaran y cen-suraran las partes del libro que considera-ran heréticas: fray Alonso de la Barrera y fray Jacinto de Guevara de la orden de Santo Domingo; y los padres Juan Ortiz y Diego de Molina de la Compañía de Jesús, elaboraron un dictamen que nos permite hoy en día acercarnos a la for-ma como el mulato reinterpretó algunos pasajes de la Biblia. Aunque el libro no llegó hasta nosotros, los padres califi-cadores tuvieron el cuidado de anotar la oración original del manuscrito del

17 AGN, Indiferente Virreinal, caja 1118, exp. 14, f. 28.

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mulato y lo que en teoría debía decir. A la historia de la vida cotidiana, como señala Robert Darnton, le interesa la manera cómo la gente común entiende el mundo, cómo las personas organizan la realidad concreta en su mente y cómo lo expresan en su conducta.18

A manera de ejemplo, en el libro del mulato, resulta ser un vaquero el que lle-va la noticia a las montañas, a la casa de Santa Isabel, de la llegada de su prima María y no aquella voz celestial que es-cucha el niño Juan. Además, pinta una corrida de toros para celebrar el arribo de la virgen María y san José. A este último lo describe como embelesado por la fi es-ta brava. Miguel afi rmaba que la virgen María tenía corazón de diamante, lo cual resultaba inconveniente para los califi ca-dores, pues, este material es atribuido a los corazones de los pecadores obstina-dos y endurecidos. A Caín, de la Flor lo sitúa en el paraíso y a la muerte la ve con forma de huesos.

En general, la interpretación plasma-da en el libro del mulato es la de persona-jes más humanos que divinos; una virgen María que llora, se desmaya durante su

embarazo, siente pena y se preocupa; un niño Jesús que le espanta las moscas a san José. Éste es un personaje que se contenta con dormir, comer y beber y que, incluso, tiene diversiones munda-nas. A pesar de la protección divina, la fa-milia en conjunto siente miedo durante su camino hacia Belem debido a la posible presencia de los animales ponzoñosos. Todo esto resulta inapropiado para los califi cadores, quienes fi nalmente determi-nan que el libro es indecente, pecamino-so, herético e inaceptable.

Destaca el hecho de que el mulato le dio este libro a Joseph Ramírez –clérigo de la ciudad de Oaxaca– diciéndole “que lo leyere mientras él iba y ven[í]a a Méxi-co”, y sólo hasta que éste supo del juicio contra Miguel, fue a entregarlo al comisa-rio. ¿Cuál fue la intención del mulato al dar a conocer su libro precisamente a un religioso si sabía que éste había tenido acceso a una educación teológica y podía fácilmente saber que no eran las ideas doctrinales lo que plasmaba su obra? El motivo pudo ser, precisamente, que Mi-guel consideraba su libro como una ala-banza a la religión cristiana y no lo con-

18 Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, México, FCE, 1987, p. 14.

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trario. En este sentido, el límite entre la trasgresión y la integración no está claro.

Este proceso muestra un personaje muy singular dentro los parámetros de la vida social novohispana, lo cual toma rele-vancia a luz de los nuevos estudios que se insertan dentro de la historia cultural, pues a través de un caso excepcional o atípico podemos comprender las principales es-tructuras profundas de una de las clases subalternas de aquel conglomerado social.

Sociedad que, aun cuando tendió al corporativismo normando los parámetros dentro de los cuales se desarrollara la mentalidad colectiva, produjo formas de rechazo simbólicas al orden establecido.

La actitud de rechazo se manifiesta mediante el pacto con el demonio. Mi-guel De la Flor –el mulato en cuestión– aprendió y reinterpretó aspectos de la cultura que la clase hegemónica intentó imponerle, creando una nueva lectura de la misma, lo cual nos llevaría a aceptar la propuesta de Carlo Ginzburg respecto de que las clases subalternas no asimi-lan y reproducen de manera pasiva y re-tardada la cultura hegemónica, sino que, generan y renuevan su cultura, siendo

muchas veces los agentes de la creación cultural en general, diversa y opuesta a la cultura oficial.19

Pero, por otro lado, la cotidianidad misma del mulato, muestra su integración a una sociedad colonial mayoritariamente criolla, como lo era la ciudad de Anteque-ra del siglo XVII.

De esta manera, el proceso contra Miguel de la Flor, dentro de su individuali-dad, nos invita a reelaborar preguntas so-bre sectores de la población marginados. Peter Burke afi rma que un caso

puede ser seleccionado para su estudio

precisamente porque es excepcional ya que

muestra mecanismos sociales que no fun-

cionan, de ahí el término de “la excepción

normal”. Los microhistoriadores pueden

concentrar su atención, como Giovanni Levi,

en un individuo, un incidente o una pequeña

comunidad como un lugar privilegiado des-

de el cual observar las incoherencias de los

grandes sistemas sociales y culturales, sus

ambigüedades u omisiones, [...] grietas es-

tructurales que dejan al individuo un peque-

ño espacio libre, como el de una planta que

crece en una hendidura entre dos rocas.20

19 Carlo Ginzburg, Tentativas, México, 2003.20 Peter Burke, Historia y teoría social, México, Instituto Mora, 2000, p. 55.

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Miguel de la Flor, mulato esclavo, vivió en la segunda mitad del siglo XVII en la ciu-dad criolla de Antequera; su integración al sistema colonial ocurrió de manera ambigua. Por un lado aprendió la cultura de la clase hegemónica de manera activa y, por otro, rechazó el orden establecido con las bases que le dio esa misma cul-

* Etnohistoriadora - ENAH

tura. Su vida cotidiana ha llegado hasta nosotros a través del proceso inquisito-rial al que fue sometido por haber sido acusado de pacto con el demonio. Una acusación que no resultó poco común entre la población afromestiza y que nos permite remitirnos al imaginario social de la época ante la población negra.

AGN,

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El pactario solía pintar un tatuaje de la imagen del diablo en alguno de sus brazos.

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Índices

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INTRODUCCIÓN

El Instituto Mexicano de Estudios Po-líticos (IMEP) donó al Archivo General de la Nación –mediante un convenio fi rmado por las dos instituciones el 26 de noviem-bre de 2008 – un archivo hemerográfi co de más de tres millones de piezas in-formativas clasifi cadas, microfi lmadas y reunidas en jackets (microfi chas) que se entregaron con la guía anexa, compues-ta de 20 fojas y dos equipos lectores de microfi chas. La incorporación de estos materiales corresponde al programa Ar-chivos para la Historia Contemporánea que ha emprendido en años recientes el AGN para acceder a documentación de particulares relacionada con nuestro pa-sado reciente. El Archivo hemerográfi co del IMEP queda disponible –de hecho ya está siendo consultado desde fi nes de 2008– en la Biblioteca-Hemeroteca “Igna-cio Cubas” del AGN.

La donación se hizo de manera defi -nitiva e irrevocable y, por voluntad de los consejeros del Instituto Mexicano de Es-tudios Políticos, A.C.: María Luisa Icaza de Medina Mora, Raúl Medina Mora, Ar-turo Sánchez Gutiérrez, Óscar Pandall Graf, José Manuel Covarrubias, Carlos Camacho, Ignacio Álvarez Icaza y Juan Pablo González Sandoval.

De acuerdo con el convenio, tras rea-lizar un análisis y evaluación cuidadosos del material hemerográfi co del IMEP, el AGN determinó que reviste valor permanente y posee un alto interés histórico, por lo que se comprometió a preservar y custodiar los documentos recibidos en donación, incor-porándolos a sus acervos para favorecer su consulta pública, conforme a lo dispues-to por la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Guberna-mental y la reglamentación vigente en la materia, auspiciando con ello la investiga-ción y difusión de la memoria histórica.

A R C H I V O H E M E R O G R Á F I C O D E L I M E P

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El IMEP fue fundado el 16 de marzo de 1970 como una organización indepen-diente dedicada al estudio y al análisis de la vida política, económica y social de México. De acuerdo con sus estatutos, su objetivo es investigar y estudiar de ma-nera sistemática las realidades políticas, económicas y sociales del país, su en-torno, su origen, su evolución y sus ten-dencias, así como la difusión de dichos trabajos para contribuir al desarrollo de la cultura democrática.

El archivo hemerográfi co –iniciado en 1972– incorpora información provenien-te de los principales diarios de circula-ción nacional y relativa a declaraciones, discursos, informaciones, documentos, desplegados, inserciones pagadas y re-portajes referentes a acontecimientos po-líticos, económicos y sociales, problemas nacionales e institucionales, publicados. De modo que el archivo constituye una herramienta valiosa de investigación.

Como el acervo se proyectó para un fi n específi co –el análisis político de la so-ciedad mexicana– su organización es sui generis, en tanto responde al criterio del sistema político mexicano y no al de un código de carácter hemero-bibliotecario. Por lo tanto se considera el valor cualitati-

vo de los diversos agentes políticos en la vida pública de México para que, al tomar en cuenta el peso específi co de cada uno de ellos, la información pueda ser fácil-mente localizable y consultable median-te un esquema formalizador de códigos. Además del ordenamiento temático, se respeta la continuidad cronológica.

Para elaborar el esquema del sis-tema político mexicano se partió de los supuestos siguientes: la naturaleza pre-sidencialista del sistema y el peso de la administración pública; la división de po-deres del Estado en Ejecutivo, Legislati-vo y Judicial; el carácter formal del pacto federal; la intermediación de los partidos políticos entre el poder estatal y la socie-dad, estén o no reconocidos por el go-bierno, el papel hegemónico del Partido Revolucionario Institucional en la lucha partidaria y en su relación con las clases sociales, y el paulatino ascenso de otras opciones partidarias; los grupos sociales (obreros, campesinos, clases medias y empresarios, cada una integrada por una o varias categorías) y, recientemente, las distintas expresiones de la sociedad civil organizada; el papel político de las insti-tuciones cuando operan como grupos de presión, especialmente la Iglesia Católica,

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los medios de comunicación colectiva y las universidades; la emergencia reciente de órganos autónomos; y por último, la ubicación de México en el contexto inter-nacional. Así, el archivo está compuesto por cuatro grandes apartados, a saber:

I. Estructura política Contiene todo lo que se refi ere a los

poderes del Estado, la administración pública, el sector paraestatal, los ni-veles federales y de los estados de la República y los órganos autónomos.

II. Instituciones de intermediación política Contiene todo lo que se refi ere a los

partidos políticos y las organizaciones políticas nacionales.

III. Estructura social Contiene lo referente a las diversas

clases sociales como tales y a sus organizaciones gremiales o de clase, además de las organizaciones de la sociedad civil.

IV. Internacionales Contiene los acontecimientos de las

diversas regiones y países del mundo y aquéllas que se refi eren a organiza-ciones de carácter internacional.

CRITERIOS DE CLASIFICACIÓN

Para la clasifi cación de las diversas infor-maciones en cada uno de los apartados anteriores, se han seguido los siguientes criterios:

1. Dado que la información es reprodu-cida por todos los órganos periodís-ticos, salvo el caso de los reportajes y de algunas otras excepciones, se hace una jerarquía de las notas refe-rentes a cada asunto de acuerdo con su extensión y precisión. Las notas así jerarquizadas son seleccionadas e incorporadas en todas aquellas ca-tegorías del archivo que lo ameriten, de acuerdo con los criterios apunta-dos en el siguiente párrafo. Las notas sobrantes de las que se necesiten son desechadas para evitar inútiles repeticiones.

2. Una categoría del archivo debe conte-ner una información siempre que:

a) La información se refi era a la persona o institución que esa categoría repre-senta como actor de la noticia;

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b) El asunto de la información sea de la competencia de la persona o institu-ción correspondiente a esa catego-ría;

c) La información atribuya un acto o con-tenido a la persona o institución co-rrespondiente a la categoría; o

d) La información involucre como actor o sujeto a la persona o institución co-rrespondiente a la categoría.

Así, tantas categorías del archivo conten-drán información, como personas o ins-tituciones actúen, tengan competencia, reciban una atribución o se vean involu-cradas en una noticia.

3. Si la información está contenida en una sola nota periodística es clasifi cada por el criterio de actor.

4. La información de cada categoría es archivada cronológicamente.

CÓDIGO DE CLASIFICACIÓN

I. Estructura política

1. Poder Ejecutivo: Presidencia de la República

2. Secretarías y Departamentos de Estado2.1 Secretaría de Gobernación2.2 Secretaría de Relaciones Exteriores2.3 Secretaría de Programación y Presupuesto2.3 2.4 Secretaría de Hacienda y Crédito Público2.5 Secretaría de Energía2.5 2.6 Secretaría de Economía2.6 2.7 Secretaría de la Reforma Agraria2.7 2.8 Secretaría de Recursos Hidráulicos2.8 2.9 Secretaría de Agricultura, Ganadería,Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación2.9 2.10 Secretaría de Comunicaciones y Transportes2.11 Secretaría de Desarrollo Social2.11

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2.12 Secretaría de Educación Pública2.13 Secretaría del Trabajo y Previsión Social2.14 Secretaría de Salud2.14 2.15 Secretaría de Turismo2.15 2.16 Secretaría de la Defensa Nacional 2.16.1 Ejército 2.16.2 Fuerza Aérea Mexicana2.17 Secretaría de Marina 2.17.1 Armada de México2.19 Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales2.19 2.20 Procuraduría General de la República2.22 Procuraduría Federal del Consumidor2.22

2.23 Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo2.23 2.24 Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo2.24

3. Instituciones paraestatales3.1 Consejos, comisiones e institutos gubernamentales3.1.2 Comisión Nacional Bancaria3.1.2 3.1.3 Comisión Nacional de Desarrollo Urbano3.1.4 Comisión Nacional de Seguros y Fianzas3.1.5 Comisión de Desarrollo Urbano del D.F.3.1.6 Comisión Federal de Electricidad3.1.7 Comisión Nacional de la Industria Azucarera3.1.7 3.1.8 Comisión Nacional Bancaria y de Valores3.1.8 3.1.8.1 Bolsa Mexicana de Valores3.1.8.1 3.1.9 Comisión Nacional de los Salarios Mínimos3.1.10 Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra3.1.10 3.1.11 Consejo Nacional de Población3.1.12 Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología3.1.13 Consejo Nacional de Turismo3.1.13

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3.1.14 Instituto Mexicano de Comercio Exterior3.1.14 3.1.15 Consejo Mexicano del Café3.1.15 3.1.16 Instituto Mexicano del Petróleo3.1.17 Instituto Mexicano del Seguro Social3.1.18 Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares3.1.18 3.1.19 Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda de los Trabajadores3.1.20 Instituto Nacional Indigenista3.1.21 Instituto Nacional para el Desarrollo de la Comunidad Rural y la Vivienda Popular3.1.21 3.1.22 Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores al Servicio del Estado3.1.23 Vacante3.1.24 Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia3.1.24 3.1.25 Comisión Nacional de Energía y Salvaguarda Nuclear3.1.25 3.1.26 Instituto Mexicano de Psiquiatría3.1.26 3.1.27 Programa Nacional de Alimentación3.1.27 3.1.00 Otros: consejos; comisiones e instituciones gubernamentales Instituciones autónomas3.1.1 Instituto Federal Electoral3.1.1 3.1.28 Comisión Nacional de Derechos Humanos3.2 Banca3.2.1 Banco de México3.2.2 Banco Nacional de Crédito Rural3.2.2 3.2.3 Banco Nacional de Comercio Exterior3.2.4 Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos3.2.5 Nacional Financiera3.2.6 Banca Mixta3.2.7 Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores3.2.8 Fondo Nacional de Fomento Ejidal3.2.8 3.2.9 Fondo Nacional de Turismo

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3.2.10 Banco Pesquero y Portuario3.2.10 3.2.11 Banco Nacional de Turismo3.2.11 3.2.12 Instituto de Protección al Ahorro Bancario3.2.00 Otros: banca pública3.3 Empresas paraestatales y mixtas3.3.1 Petróleos Mexicanos3.3.2 Luz y Fuerza del Centro3.3.2 3.3.3 Aeropuertos y Servicios Auxiliares3.3.4 Ferrocarriles Nacionales de México y otras empresas ferrocarrileras3.3.4 3.3.5 Aeronaves de México3.3.5 3.3.6 Teléfonos de México3.3.6 3.3.7 Siderúrgica Lázaro Cárdenas Las Truchas3.3.8 Siderúrgica Nacional3.3.9 Constructora Nacional de Carros de Ferrocarril3.3.10 Diesel Nacional3.3.11 Productos Pesqueros Mexicanos3.3.12 Industrial de Abastos3.3.13 Tabacos Mexicanos3.3.14 Productos Forestales Mexicanos3.3.15 Altos Hornos de México3.3.16 Fertilizantes Mexicanos3.3.17 Productora e Importadora de Papel3.3.18 Compañía Nacional de Subsistencias Populares3.3.19 Uranio Mexicano3.3.19 3.3.20 Siderúrgica Mexicana3.3.20 3.3.21 Azúcar S.A.3.3.21 3.3.00 Otros: empresas paraestatales y mixtas

4. Poder Legislativo4.1 Congreso de la Unión

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4.2 Cámara de Diputados4.3 Cámara de Senadores4.4 Comisión Permanente del Congreso de la Unión4.00 Otros: Poder Legislativo

5. Poder Judicial5.1 Suprema Corte de Justicia de la Nación5.2 Juzgados de Circuito y de Distrito5.3 Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación5.4 Consejo de la Judicatura5.00 Otros: Poder Judicial

6. Estados de la república (y municipios)6.1 Aguascalientes6.2 Baja California6.3 Baja California Sur6.4 Campeche6.5 Coahuila6.6 Colima6.7 Chiapas6.8 Chihuahua6.9 Durango6.10 Guanajuato6.11 Guerrero6.12 Hidalgo6.13 Jalisco6.14 México6.15 Michoacán6.16 Morelos6.17 Nayarit6.18 Nuevo León6.19 Oaxaca

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6.20 Puebla6.21 Querétaro6.22 Quintana Roo6.23 San Luis Potosí6.24 Sinaloa6.25 Sonora6.26 Tabasco6.27 Tamaulipas6.28 Tlaxcala6.29 Veracruz6.30 Yucatán6.31 Zacatecas6.32 Zona Metropolitana de la ciudad de México Gobierno del Distrito FederalAsamblea Legislativa del Distrito Federal6.32 Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal

II. Instituciones de intermediación política

7. Partidos políticos7.1 Partido Acción Nacional7.2 Partido Auténtico de la Revolución Mexicana7.3 Partido Comunista Mexicano7.3 7.4 Partido Demócrata Mexicano7.5 Partido Demócrata Reformador7.5 7.6 Partido Mexicano de los Trabajadores7.6 7.7 Partido Popular Socialista7.8 Partido del Pueblo Mexicano7.8 7.9 Partido Revolucionario Institucional7.10 Partido Cardenista7.10 7.11 Partido Revolucionario de los Trabajadores7.11

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7.12 Partido Social Demócrata7.12 7.13 Partido Socialista Unifi cado de México7.13 7.14 Partido Mexicano Socialista7.14 7.15 Partido de la Revolución Democrática7.15 7.16 Partido del Trabajo7.16 7.17 Partido Verde Ecologista de México7.18 Partido Foro Democrático7.18 7.19 Partido de Centro Democrático7.20 Partido Democracia Social7.21 Partido Sociedad Nacionalista7.22 Convergencia por la Democracia7.23 Partido Alianza Social7.00 Otros: partidos políticos

8. Asociaciones políticas nacionales8 8.1 Acción Comunitaria8.1 8.2 Movimiento del Partido de los Trabajadores8.2 8.3 Unidad de Izquierda Comunista8.3 8.4 Unifi cación y Progreso8.4 8.5 Francisco I. Madero8.5 8.00 Otros: asociaciones políticas nacionales8.1.1 Organismos políticos independientes8.1.1.1 Ex Presidentes de la República8.1.1.1 8.1.1.2 Ex Dirigentes de Partido8.1.1.2 8.1.1.3 Ex Funcionarios Públicos8.1.1.3 8.1.1.00 Otros: organismos políticos independientes

III. Estructura social

9. Organismos gremiales en general

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9.1 Congreso del Trabajo9.2 Obreros en General

9.2.1 Sindicatos Afi liados al PRI en General9.2.1.1 Confederación General de Trabajadores9.2.1.2 Confederación Regional Obrera Mexicana9.2.1.3 Confederación Obrera Revolucionaria9.2.1.4 Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos9.2.1.5 Confederación Revolucionaria de Trabajadores9.2.1.6 Confederación de Trabajadores de México9.2.1.7 Vacante9.2.1.8 Sindicato Mexicano de Mineros, Metalúrgicos y Siderúrgicos de la Re pública Mexicana9.2.1.9 Sindicato Mexicano de Electricistas9.2.1.10 Sindicato Nacional de Electricistas, Similares y Conexos de la

República Mexicana9.2.1.10 9.2.1.11 Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana9.2.1.11 9.2.1.12 Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República

Mexicana9.2.1.12 9.2.1.13 Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana9.2.1.14 Sindicato de Trabajadores de la Industria Textil9.2.1.15 Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana

9.2.1.16 Sindicato de Trabajadores y Productores Cinematográfi cos de la República Mexicana 9.2.1.17 Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana 9.2.1.18 Sindicato de la Industria Automotriz 9.2.1.19 Asociación Nacional de Actores 9.2.1.20 Federación de Sindicatos de Empresas de Bienes y Servicios9.2.1.20 9.2.1.00 Otros: sindicatos afi liados al PRI en general9.2 Sindicatos independientes en general

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9.2.2.1 Federación Nacional de Sindicatos Independientes de Monterrey9.2.2.2 Vacante9.2.2.3 Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Nacional

Autónoma de México9.2.2.4 Sindicato del Personal Académico de la Universidad Nacional

Autónoma de México9.2.2.5 Sindicato de Trabajadores y Empleados de la Universidad Nacional

Autónoma de México9.2.2.6 Sindicato de Trabajadores de la Industria Automotriz y Similares,

Volkswagen de México9.2.2.7 Sindicato Nacional Independiente de Trabajadores del Colegio de Bachilleres9.2.2.8 Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México9.2.2.9 Sindicato Único de Trabajadores Universitarios9.2.2.9 9.2.2.10 Sindicato de Actores Independientes9.2.2.10 9.2.2.11 Sindicato Independientes de Trabajadores de la Universidad

Autónoma Metropolitana9.2.2.12 Sindicato de Trabajadores de la Industria Nuclear9.2.2.12 9.2.2.13 Sindicato Nacional de Trabajadores Universitarios9.2.2.13 9.2.2.14 Asociaciones Autónomas del Personal Académico de la Universidad

Nacional Autónoma de México9.2.2.14 9.2.2.15 Federación Nacional Única de Sindicatos de Trabajadores

Administrativos Universitarios9.2.2.15 9.2.2.16 Asociación Nacional de Asociaciones y Sindicatos del Personal

Universitario9.2.2.16 9.2.2.17 Federación Nacional de Asociaciones y Sindicatos9.2.2.17 del Personal Académico de las Universidades Públicas9.2.2.18 Sindicato de Trabajadores de la Universidad Autónoma de

Chapingo9.2.2.18

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9.2.2.19 Confederación Nacional de Trabajadores Universitarios9.2.2.19 9.2.2.20 Unidad Obrera Independiente9.2.2.20 9.2.2.21 Unión Nacional de Trabajadores9.2.2.21 9.2.2.00 Otros: sindicatos independientes en general9.2.3 Movimientos independientes en general9.2.3.1 Frente Auténtico del Trabajo9.2.3.2 Vacante9.2.3.3 Movimiento Sindical Ferrocarrilero9.2.3.4 Movimiento Sindical Independiente9.2.3.5 Movimiento Sindical Revolucionario9.2.3.5 9.2.3.00 Otros: movimientos independientes en general

9.3 Campesinos en general9.3.1 Organizaciones campesinas afi liadas al PRI9.3.1.1 Pacto de Ocampo9.3.1.1 9.3.1.2 Cañeros9.3.1.3 Consejo Agrario Mexicano9.3.1.4 Central Campesina Independiente9.3.1.5 Confederación Nacional Campesina9.3.1.6 Henequeneros9.3.1.7 Tabacaleros9.3.1.8 Unión Nacional de Productores y Recolectores de Barbasco y

Sustitutos9.3.1.8 9.3.1.9 Sindicato Nacional de Trabajadores de las Ramas Agrícola, Ganadera,

Forestal y Conexos de la República Mexicana9.3.1.9 9.3.1.10 Alianza Nacional Campesina9.3.1.10 9.3.1.11 Confederación Nacional de Pueblos Indígenas9.3.1.11 9.3.1.12 Congreso Agrario Permanente9.3.1.12 9.3.1.00 Otros: organizaciones campesinas afi liadas al PRI9.3.2 Organizaciones campesinas independientes en general9.3.2.1 Central Campesina de Obreros Agrícolas y Campesinos

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9.3.2.2 Consejo Nacional de Obreros Agrícolas9.3.2.2 9.3.2.3 Sindicato Nacional de Obreros Agrícolas9.3.2.4 Coordinadora Nacional Plan de Ayala9.3.2.4 9.3.2.5 Central Campesina Cardenista9.3.2.5 9.3.2.6 Unidad Campesina Democrática9.3.2.6 9.3.2.7 Unión Nacional de Productores, Agropecuarios, Comerciantes,

Industriales y Prestadores de Servicios, El Barzón9.3.2.7 9.3.2.00 Otros: organizaciones campesinas independientes en general

9.4 Clases medias9.4.1 Confederación Nacional de Organizaciones Populares9.4.1

9.4.1.1 Vacante 9.4.1.2 Confederación Nacional de Cosecheros 9.4.1.3 Confederación Nacional Ganadera 9.4.1.4 Confederación Nacional de la Pequeña Propiedad 9.4.1.5 Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado 9.4.1.6 Vacante 9.4.1.7 Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación 9.4.1.8 Vacante 9.4.1.9 Pequeños Comerciantes 9.4.1.10 Economistas 9.4.1.11 Profesionistas en General 9.4.1.12 Unión Nacional de Productores de Azúcar9.4.1.12 9.4.1.00 Otros: organismos de clases medias 9.4.2 Organizaciones independientes en general 9.4.2.1 Pequeños Industriales 9.4.2.2 Estudios Económicos 9.4.2.2.1 Documentos Varios9.4.2.2.1 9.4.2.3 Federación de Padres de Familia 9.4.2.4 Movimiento Revolucionario del Magisterio 9.4.2.5 Confederación Cardenista de Organizaciones Populares9.4.2.5

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9.4.2.00 Otros: organizaciones independientes de clases medias9.5 Organizaciones patronales9.5.1.1 Cámara Nacional de Comercio de la ciudad de México9.5.1.2 Cámara Nacional de la Industria de la Transformación9.5.1.3 Cámara Americana de Comercio9.5.1.4 Confederación de Cámaras Industriales de los Estados Unidos Mexicanos9.5.1.5 Confederación Nacional de Cámaras de Comercio y Servicios Turísticos9.5.1.00 Otros: cámaras9.5.2 Asociaciones patronales9.5.2.1 Consejo Coordinador Empresarial9.5.2.1 9.5.2.2 Asociación de Banqueros de México9.5.2.2 9.5.2.3 Asociación Nacional de Importadores y Exportadoresde la República Mexicana9.5.2.4 Confederación Patronal de la República Mexicana9.5.2.5 Unión Agrícola Nacional9.5.2.6 Empresarios en General9.5.2.7 Consejo Nacional Agropecuario9.5.2.7 9.5.2.8 Consejo Nacional Turístico Empresarial9.5.2.8 9.5.2.9 Teléfonos de México, S.A.9.5.2.9 9.5.2.00 Otros: asociaciones patronales

10. Instituciones autónomas10.1 Iglesias10.1.1 Iglesia en América Latina10.1.2 Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam).Preparación de la Tercera

Conferencia General10.2 Medios de Comunicación10.2.1 Prensa10.2.1.1 El Día10.2.1.2 Excélsior

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10.2.1.3 El Heraldo de México10.2.1.4 El Nacional10.2.1.5 Novedades10.2.1.6 El Sol de México10.2.1.7 El Universal10.2.1.8 unomásuno10.2.1.9 Columnas políticas10.2.1.9 10.2.1.10 Columnas fi nancieras10.2.1.10 10.2.1.11 La Jornada10.2.1.11 10.2.1.12 El Financiero10.2.1.12 10.2.1.13 El Economista10.2.1.13 10.2.1.14 Reforma10.2.1.15 La Crónica de Hoy10.2.2 Cine10.2.3 Radio10.2.4 Televisión10.2.00 Otros: medios de comunicación10.3 Universidades e institutos de educación superior10.3.1 Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación

Superior10.3.2 Universidad Nacional Autónoma de México10.3.3 Universidad Autónoma de Chapingo10.3.4 Universidad Autónoma Metropolitana10.3.5 El Colegio de México10.3.6 Colegio de Bachilleres10.3.7 Instituto Politécnico Nacional10.3.8 Escuela Normal Superior10.3.9 Universidad Pedagógica Nacional10.3.9 10.3.00 Otros: universidades e institutos de educación superior10.4 Universidades e institutos de educación superior del interior de la república

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10.5 Organizaciones no gubernamentales10.3.1 Organizaciones promotoras de la democracia y los derechos humanos10.3.2 Organizaciones de género y minorías sexuales10.3.3 Organizaciones ambientalistas10.3.4 Organizaciones promotoras del desarrollo económico y social10.3.00 Otras organizaciones no gubernamentales

IV. Internacionales

11. Regiones11.1 Estados Unidos de América y Canadá11.2 América Latina11.3 Europa11.4 Asia11.5 África11.5.1 Medio Oriente11.6 Oceanía

12. Organismos internacionales12.1.1 Organización de la Naciones Unidas12.1.1.1 Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la

Cultura12.1.1.2 Organización de la Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación12.1.1.3 Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia12.1.1.4 Comisión Económica para América Latina12.1.2 Organización de Países Exportadores de Petróleo12.1.3 Fondo Monetario Internacional12.1.4 Banco Mundial12.1.5 Asuntos Monetarios y Comerciales Internacionales12.1.5 12.1.6 Organización Mundial del Comercio12.1.6

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12.1.00 Otros: organismos mundiales12.2.Organizaciones religiosas12.2.1 Organización de Estados Americanos12.2.2 Sistema Económico Latinoamericano12.2.3 Naviera Multinacional del Caribe12.2.4 Mercado Común Centroamericano12.2.5 Pacto Andino12.2.6 Unión Europea12.2.6 12.2.6.1 Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo12.2.6.1 12.2.7 Mercado Común de los Países Socialistas12.2.8 Banco Interamericano de Desarrollo12.2.9 Asociación Latinoamericana de Integración12.2.00 Otros: organismos regionales

13. Grupos de presión internacional que afectan a México13.1 Inversión extranjera directa13.2 Central de Inteligencia Americana13.3 Sindicatos norteamericanos13.4 Consejo de las Américas13.5 Chicanos13.6 Sociedad civil internacional13.00 Otros: grupos de presión internacional que afectan a México

Notas

2.3 Incluye como antecedente a la Secretaría de la Presidencia, que operó hasta diciembre de 1976. Operó hasta marzo de 1992, fecha en la que por decreto se fusionó a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

2.5 Incluye como antecedente a la Secretaría del Patrimonio Nacional, que operó hasta el 31 de diciembre de 1982. En diciembre de 1994 cambió su razón a Secretaría de Energía.

2.6 Incluye como antecedente a la Secretaría de Industria y Comercio, que operó hasta el 31 de diciembre de 1976. Y a la Secretaría de Comercio que operó hasta el 31 de diciembre de 1982. A partir del 2 de di-ciembre de 2000 cambió de Secretaría de Comercio y Fomento Industrial al de Secretaría de Economía.

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2.7 Incluye como antecedente al Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización.

2.8 Operó hasta el 31 de diciembre de 1976.

2.9 A partir del 2 de diciembre de 2000 incorporó el sector pesca que hasta entonces estuvo a cargo de la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (2.19 de este código).

2.11 Incluye como antecedente a la Secretaría de Obras Públicas que operó hasta el 31 de diciembre de 1976; a la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas que operó hasta el 31 de diciembre de 1982; a la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología que operó hasta mayo de 1992.

2.14 A partir del 1 de enero de 1985. Tiene como antecedente a la Secretaría de Salubridad y Asistencia Pública.

2.15 Incluye como antecedente al Departamento de Turismo, que operó hasta el 31 de diciembre de 1976.

2.19 Entró en funciones el 1 de enero de 1977. Perteneció a la Secretaría de Industria y Comercio, como Dirección General de Pesca. El 2 de enero de 1982 se convirtió en Secretaría de Estado. En diciembre de 1994, cambió su nombre de Secretaría de Pesca por el de Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca. El 2 de diciembre de 2000 se le desincorporó el sector Pesca.

2.22 Entró en funciones el 29 de noviembre de 1975.

2.23 Entró en funciones el 2 de enero de 1975.

2.24 Entró en funciones el 2 de enero de 1983. En diciembre de 1994, cambió el nombre de Secretaría General de la Contraloría de la Federación por el de Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Adminis-trativo.

3.1.2 Operó hasta el 29 de abril de 1993, cuando sus funciones fueron absorbidas por la Comisión Na-cional de Valores.

3.1.7 Operó hasta el 8 de julio de 1983.

3.1.8 A partir del 29 de abril de 1995, fecha en la que por decreto absorbió las funciones de la Comisión Nacional Bancaria.

3.1.8.1 A partir del 2 de enero de 1986. Anterior a esta fecha, las notas de la Bolsa Mexicana de Valores eran clasificadas en la categoría 3.1.8.

3.1.10 A partir del 8 de noviembre de 1974.

3.1.13 Operó hasta el 6 de abril de 1984.

3.1.14 Operó hasta el 4 de marzo de 1986, fecha en la que sus funciones fueron integradas a la Secreta-ría de Comercio y Fomento Industrial (2.6 de este código).

3.1.15 Incluye como antecedente al Instituto Mexicano del Café que operó hasta el 5 de enero de 1993, fecha en la que cambió su razón a Consejo Mexicano del Café.

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3.1.18 Incluye como antecedente al instituto Nacional de Energía Nuclear que operó hasta noviembre de 1978.

3.1.21 Operó hasta el 28 de septiembre de 1981.

3.1.24 Incluye como antecedente al Instituto Mexicano de Atención a la Niñez. El 28 de diciembre de 1982, fue integrado a la Secretaría de Salud.

3.1.25 A partir del 15 de febrero de 1978.

3.1.26 A partir del 27 de diciembre de 1979.

3.1.27 A partir del 15 de octubre de 1983.

3.2.2 Incluye como antecedente al Banco Nacional de Crédito Agrícola, al Banco Nacional de Crédito Ejidal y al Banco Nacional Agropecuario.

3.1.1 Tiene como antecedente a la Comisión Federal Electoral que operó hasta el 23 de julio de 1990.

3.2.8 Operó hasta el 18 de mayo de 1979.

3.2.10 A partir del 29 de enero de 1980. Operó hasta el 31 de diciembre de 1989.

3.2.11 A partir del 7 de marzo de 1982. Operó hasta el 30 de abril de 1983.

3.3.2 Incluye como antecedente a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro.

3.3.4 En mayo de 2001 se publicó el decreto mediante el cual se oficializa su desaparición de la adminis-tración pública federal.

3.3.5 Operó hasta el 28 de agosto de 1990, fecha en que fue privatizada.

3.3.6 Operó hasta el 31 de diciembre de 1990, fecha en la que fue privatizada.

3.3.19 A partir de noviembre de 1978. Operó hasta el 22 de mayo de 1985.

3.3.20 A partir del 20 de agosto de 1979. Contiene información de la administración centralizada del sector siderúrgico.

3.3.21 A partir del 8 de julio de 1983.

6.32 A partir del 2 de febrero de 1988. El 5 de diciembre de 1997 ese organismo se constituyó en Asam-blea Legislativa.

7.3 Operó hasta el 6 de noviembre de 1981, fecha en la que se fusionó con otros partidos políticos para formar el Partido Socialista Unificado de México.

7.5 Operó hasta el 28 de agosto de 1978.

7.6 Operó hasta el 5 de mayo de 1987.

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7.8 Operó hasta el 6 de noviembre de 1981, fecha en la que se fusionó con otros partidos políticos para formar el Partido Socialista Unificado de México.

7.10 Anterior al 27 de noviembre de 1987, se denominaba Partido Socialista de los Trabajadores. En marzo de 1997, cambió su nombre a Partido Cardenista.

7.11 A partir del 12 de junio de 1981, año en que obtuvo su registro.

7.12 A partir del 12 de junio de 1981, año en que obtuvo su registro.

7.13 A partir del 6 de noviembre de 1981, de la fusión de los partidos Comunista Mexicano, del Pueblo Mexicano, Socialista Revolucionario, y de los Movimientos de Acción Popular y de Acción y Unidad So-cialista.

7.14 A partir del 29 de marzo de 1987, de la fusión de los partidos Socialista Unificado de México, Mexica-no de los Trabajadores; del Movimiento Revolucionario del Pueblo y de la Unidad de Izquierda Comunis-ta. Operó hasta el 5 de mayo, fecha en que cedió su registro al Partido de la Revolución Democrática.

7.15 A partir del 22 de octubre de 1988, fecha en la que obtuvo su registro.

7.16 A partir de enero de 1993, fecha en la que obtuvo su registro.

7.18 A partir de enero de 1993. En 1994 perdió su registro.

8. En fechas anteriores a noviembre de 1978 se encuentran antecedentes de asociaciones políticas en la categoría 7.00.

8.1 A partir del 29 de noviembre de 1978.

8.2 A partir del 29 de noviembre de 1978. Tiene como antecedente al Partido Revolucionario de los Trabajadores.

8.3 A partir del 29 de noviembre de 1978. Operó hasta el 29 de marzo de 1987, al fusionarse con otros partidos políticos y formar el Partido Mexicano Socialista.

8.4 A partir del 29 de noviembre de 1978.

8.5 A partir del 20 de agosto de 1985.

8.1.1.1 A partir del 24 de enero de 1984.

8.1.1.2 A partir del 24 de enero de 1984.

8.1.1.3 A partir del 24 de enero de 1984.

9.2.1.10 Operó hasta el 20 de noviembre de 1972.

9.2.1.11 Operó hasta el 20 de noviembre de 1972.

9.2.1.12 A partir del 20 de noviembre de 1972.

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9.2.1.20 A partir del 12 de marzo de 1990.

9.2.2.9 A partir del 13 de octubre de 1979, tiene como antecedente a la Federación de Sindicatos de Trabajadores Universitarios.

9.2.2.10 Operó hasta el 11 de diciembre de 1985.

9.2.2.12 A partir de noviembre de 1978. Anteriormente estaba integrado en el SUTERM como “secciones nucleares”.

9.2.2.13 A partir del 5 de octubre de 1979, fecha de su constitución.

9.2.2.14 A partir del 22 de octubre de 1980.

9.2.2.15 A partir del 22 de octubre de 1980.

9.2.2.16 A partir del 22 de octubre de 1980.

9.2.2.17 A partir del 22 de octubre de 1980.

9.2.2.18 A partir del 22 de noviembre de 1980.

9.2.2.19 A partir del 19 de julio de 1981.

9.2.2.20 A partir del 13 de julio de 1983. Anteriormente se clasificaba en la categoría 9.2.2.00.

9.2.2.21 A partir del 28 de noviembre de 1997. Los antecedentes a su formación se encuentran clasifica-dos en la categoría 9.2.1.20.

9.2.3.5 A partir del 15 de septiembre de 1978. Tiene como antecedente a la Tendencia Democrática.

9.3.1.1 Operó hasta el 1 de diciembre de 1976.

9.3.1.8 A partir del 30 de julio de 1978.

9.3.1.9 A partir del 25 de noviembre de 1978.

9.3.1.10 A partir del 1 de abril de 1983.

9.3.1.11 A partir del 8 de agosto de 1987.

9.3.1.12 A partir del 25 de mayo de 1989.

9.3.2.2 A partir de julio de 1978.

9.3.2.4 A partir del 15 de enero de 1983.

9.3.2.5 A partir del 26 de junio de 1988.

9.3.2.6 A partir del 4 de septiembre de 1989.

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9.3.2.7 A partir del 1 de diciembre de 1994. Sus antecedentes se encuentran clasificados en la categoría 9.2.2.00.

9.4.1 A partir del 26 de septiembre de 1990. Anteriormente ostentaba la denominación de Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP). En septiembre de 1992, cambió su nombre por el de UNE: Ciudadanos en Movimiento. A partir de mayo de 1993, ostentó el nombre de Frente Nacional de Organizaciones Ciudadanas. En abril de 1997 retomó el nombre de CNOP.

9.4.1.12 Operó hasta el 25 de noviembre de 1983.

9.4.2.2.1 A partir del 1 de marzo de 1980.

9.4.2.5 A partir del 2 de agosto de 1988.

9.5.2.1 A partir del 5 de agosto de 1976.

9.5.2.2 El 1 de septiembre de 1982, por disposición presidencial se decretó la expropiación de la banca. Tiene como antecedente a la Asociación Nacional de Banqueros de México. En septiembre de 1994, después de haber sido reprivatizada la banca, se le denominó Asociación de Banqueros de México.

9.5.2.7 A partir del 8 de julio de 1984.

9.5.2.8 A partir del 24 de agosto de 1988.

9.5.2.9 A partir de diciembre de 1989.

10.2.1.9 Debido al gran número de estas notas que comenzaron a aparecer en 1979, y que estaban saturando la categoría en donde anteriormente se clasificaban (2.1 Secretaría de Gobernación), a partir del 1 de octubre de 1979 se clasifican independientemente en la categoría 10.2.1.9.

10.2.1.10 A partir del 9 de julio de 1982.

10.2.1.11 A partir del 20 de septiembre de 1984.

10.2.1.12 A partir del 1 de noviembre de 1986.

10.2.1.13 A partir del 5 de diciembre de 1988.

10.3.9 A partir del 9 de agosto de 1978.

12.1.5 A partir del 1 de agosto de 1979.

12.1.6 A partir del 1 de enero de 1979. En fechas anteriores se encuentra clasificado en la categoría 12.1.5 de este código. El 31 de diciembre de 1990 cambió el nombre de Acuerdo General de Aranceles y Tarifas (GATT, por sus siglas en inglés) por el de Organización Mundial de Comercio.

12.2.6 A partir de enero de 1994, cuando después de un largo proceso de integración de las economías de los países que la conforman, cambió de Comunidad Económica Europea (CCE) a Unidad Europea (UE).

12.2.6.1 A partir del 9 de abril de 1990.

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Hacia el Bicentenario

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Real orden para clasifi car en ocho clases a los insurgentes, 1818

Esta real orden, fi rmada en Madrid el 28 de julio de 1817, fue publicada por el virrey de la Nueva España, Juan José Ruiz de Apodaca, el 12 de enero de 1818. En ella se es-pecifi ca cuáles son las autoridades encargadas de juzgar a los grupos e individuos que se habían sublevado en “los países revolucionados de América en estado de guerra, y ser conveniente que el pronto e inmediato castigo (que se efectuará si posible fuese en los mismos lugares donde se cometió el delito) pueda servir en ellos de escarmiento, y contener a sus habitantes dentro de los límites de la obediencia y subordinación debida a su soberano”. Para ello se debían tomar en cuenta las siguientes ocho clases que permitían identifi car a los insurgentes por ser:

Todos los individuos que, entre otras características, mandan ejércitos, disfrutan grados militares por los insurgentes, defi enden plazas y han sido o podrían ser hechos prisioneros por las tropas reales.

Espías de cualquier clase.

Los que han excitado o ejerciten la rebelión.

Los militares que desertan del ejército de su majestad.

Los empleados del gobierno revolucionario.

Los que en sus proclamas o escritos y opiniones públicas se dedican a encender o sostener el fuego de la revolución.

Los que abusando de la anarquía del gobierno revolucionario han asesinado y per-seguido a los fi eles a su majestad.

Los que reconocen el gobierno insurgente.

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Se reproduce en seguida una versión del documento con la ortografía actualizada y luego el impreso elaborado por el Ministerio de Guerra.

AGN, Infidencias, vol. 142, exp. 7.

MINISTERIO DE GUERRA

Excelentísimo Señor. Con motivo de la reconquista de la plaza de Cartagena de Indias el 7 de febrero de 1816 por las tropas reales de las órdenes de los tenientes generales don Pablo Morillo, general en jefe del ejército expedicionario en costa fi rme, y don Francisco de Montalvo, virrey del Nuevo Reino de Granada, fueron arrestados en ella varios individuos de los que principalmente infl uyeron en la substracción de dicha ciudad y su provincia de la obediencia al gobierno legítimo en la continuación de la rebelión, y en la resistencia abierta y prolongada con que disputó su ocupación a las tropas del rey; y se procedió a formar el correspondiente proceso a nueve de los principales factores y cabezas de la re-belión para imponerles el condigno castigo a que por sus delitos eran merecedores; pero habiéndose suscitado varias dudas acerca del tribunal en que debían ser juzgados dichos reos, dispuso el virrey y capitán general de la provincia que lo fuesen en consejo de gue-rra de ofi ciales de superior graduación, como se verifi có, ejecutándose la sentencia de horca y perdimiento de bienes a que fueron condenados. Y al mismo tiempo que este jefe dio cuenta con documentos del motivo de sus disposiciones relativas al proceso, sentencia y ejecución de dichos reos, solicitando la soberana aprobación, pidió que se fi jasen las reglas que debía seguir para juzgar a los criminales de la clase de aquellos, por lo muy interesante que era al bien del servicio, a la sólida tranquilidad de aquel reino, y al objeto de evitar competencias entre los jefes de igual autoridad, una soberana resolución que sirviera de norma en los procedimientos contra los acusados de los expresados deli-tos, y asegurarse el pronto castigo de ellos.

Enterado el rey de uno y otro se sirvió aprobar el 12 de agosto último las disposi-ciones del virrey de Nuevo Reino de Granada, respecto a los nueve reos ejecutados, y mandar a su Consejo Supremo de la Guerra que le consultara lo que se le ofreciera

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acerca de las reglas que debieran adoptarse para proceder con los acusados de los crímenes enunciados, lo que verifi có el consejo en pleno tenido en 14 de mayo último, y por acordada de 16 del miso mes, exponiendo a su majestad lo que estimó convenien-te; y el rey conformándose con el parecer de dicho tribunal se ha dignado resolver, que los factores, cabezas, promovedores y sostenedores de la revolución e insurrección de América, y los que, aunque delincuentes y comprendidos en ella por su menor crimi-nalidad no deben ser contados entre los anteriores, se clasifi quen en las ocho clases que siguen, y sean juzgados en la forma y por las autoridades que a continuación se expresan.

Serán comprendidos en la primera clase todos los individuos que mandando ejérci-tos, disfrutando grados o empleos militares por los insurgentes, defendiendo plazas o puestos fortifi cados, o con las armas en la mano, han sido o fueren hechos prisioneros por las tropas Reales.

En la segunda, las espías de cualquiera clase que sean, que han atentado o aten-ten a la seguridad de las plazas fuertes, puntos fortifi cados o ejércitos de su majestad.

En la tercera, a los que se han ejercitado o ejerciten en conmover y excitar a la rebelión a los pueblos tranquilos, y aun se han puesto o propongan al frente de ellos, quemando, talando o destruyendo aquellos lugares de que perciben su subsistencia los ejércitos de su majestad.

En la cuarta, a los militares que habiendo pertenecido al ejército de su majestad han abandonado o deserten de sus banderas, jurando y reconociendo al gobierno revolucio-nario, aunque permanezcan bajo de él sin tomar las armas.

En la quinta, a los que abandonando los destinos que tenían o tengan por el gobier-no legítimo tomen otros del revolucionario, o sin ser empleados anteriormente, lo han sido o fueren por este último.

En la sexta, a los que en sus proclamas, escritos u opiniones públicas se han dedi-cado o dediquen a encender o sostener el fuego de la revolución.

En la séptima, a los que abusando de la anarquía de un gobierno revolucionario han asesinado, perseguido, denunciado o saqueado a los vasallos tranquilos y fi eles a su majestad o lo hicieren en adelante.

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En la octava y última, a los que estando empleados por el gobierno legítimo han continuado o continuaren en sus mismos destinos entre los insurgentes, jurando y re-conociendo su gobierno.

Los comprendidos en las cuatro clases y en la octava, si fueren militares, serán juz-gados en consejo de guerra ordinario o de ofi ciales generales militarmente, y según las graduaciones que tuvieren reconocidas por el gobierno legítimo, observándose exacta y rigurosamente lo prevenido de la real orden de 15 de julio de 1806, a saber: que en el caso de no conformarse los virreyes o capitanes generales con las sentencias de los consejos de guerra ordinarios, se revean los procesos acompañados de un oidor de la Real Audiencia del distrito, y tres si el delito mereciese la imposición de pena afl ictiva o capital, y para los casos que ocurran en que los dichos virreyes o capitanes generales no se conformen por sólo el dictamen del auditor con las sentencias de los consejos de guerra de ofi ciales generales, se reverán igualmente los procesos por tres oidores de la Audiencia del territorio, y en su defecto por tres letrados de conocida probidad e ins-trucción, el auditor y el virrey o capitán general de la provincia; y lo que se resuelva por los dichos se ejecutará inmediatamente mientras duren las actuales circunstancias en que se hallan las Américas, para lo cual confi ere su majestad a los virreyes y capitanes generales las facultades necesarias; debiéndose abstener de presidir los consejos de guerra de ofi ciales generales que se celebren por las referidas causas, para que tengan su voto libre y puedan aprobar o reprobar las sentencias que en ellos se impusieren.

Y por lo que respecta a los comprendidos en las cuatro últimas clases que ante-ceden serán juzgados por las autoridades civiles con arreglo a las leyes (a excepción de los militares contenidos en la octava, que lo serán como queda dicho,) debiéndose ejecutar las sentencias como las de los consejos de guerra inmediatamente a su reso-lución, por considerarse los países revolucionados de América en estado de guerra, y ser conveniente que el pronto e inmediato castigo (que se efectuará si posible fuese en los mismos lugares donde se cometió el delito) pueda servir en ellos de escarmiento, y contener a sus habitantes dentro de los límites de la obediencia y subordinación de-bida a su soberano; pudiendo sin embargo disfrutar de los indultos que publiquen los virreyes o capitanes generales, tanto los reos dependientes de la autoridad militar como

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de la civil que comprenden las clases anteriores, siempre que por la naturaleza de sus delitos no deje de serles aplicable dicha gracia.

De real orden lo comunico a vuestra excelencia para su inteligencia y puntual cumplimiento en los casos y causas que ocurran en la comprensión de su mando, y a fi n de que lo circule y haga saber y observar a quien y como corresponda. Dios guarde a vuestra excelencia muchos años. Madrid, 28 de julio de 1817. Eguia, sr. virrey de Nueva España.

Es copia. México, 12 de enero de 1818.

Humana

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Acta solemne de la declaración de la independencia de la América Septentrional, 1813

A mediados de 1813, cuando las fuerzas realistas combatían intensamente a la insur-gencia, se concretó la antigua iniciativa formulada por Hidalgo para establecer un con-greso. Convocado por José María Morelos, e integrado por no más de veinte diputados, el Congreso de Chilpancingo inició sus sesiones el 14 de septiembre de 1813. En aque-lla memorable ocasión Morelos presentó el documento conocido como Sentimientos de la Nación, donde planteó los lineamientos de la constitución que habría de elaborar el congreso insurgente, y adoptó el título de “Siervo de la Nación”.

El 6 de noviembre de 1813, el también llamado Congreso de Anáhuac, porque esta denominación evocaba los orígenes de la nación, declaró la Independencia de la Amé-rica Septentrional, proclamando que ésta había:

[...] recobrado el exercicio de su soberanía usurpado: que en tal concepto queda rota para

siempre jamás, y disuelta la dependencia del trono español: que es árbitro para establecer

las leyes que le convengan para el mejor arreglo y felicidad interior, para hacer la guerra y la

paz [...] que no profesa ni reconoce otra religión más de la católica...[y]...declara por reo de

alta trayción a todo el que se oponga directa o indirectamente a su independencia [...]

Así, por primera vez en esta “Acta Solemne” se proclama la ruptura de la insurgencia con Fernando VII, sobre la base de que el congreso establecería la nueva forma de gobierno para la naciente entidad política.

Historia, vol. 116, exp. s/nf. 286.

Ernesto Lemoine, Morelos y la revolución de 1810, México, UNAM-Facultad de Filosofía y Letras, 1990.Ernesto de la Torre Villar, La Independencia de México. México, FCE, 1995.Luis Villoro, El proceso ideológico de la Revolución de Independencia, México, UNAM, 1967.

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Se reproduce en seguida una versión del documento con la ortografía actualizada y luego el impreso.

ACTA SOLEMNE de la declaración de la independencia de la América septentrional

El Congreso de Anáhuac legítimamente instalado en la ciudad de Chilpancingo de la América septentrional por las provincias de ella: declara solemnemente, la presencia del señor Dios, árbitro moderador de los imperios y autor de la sociedad, que los da y les quita según los designios inescrutables de su providencia, que por las presentes circuns-tancias de la Europa ha recobrado el ejercicio de su soberanía usurpado: que en tal concepto queda rota para siempre jamás, y disuelta la dependencia del trono español: que es árbitro para establecer las leyes que le convengan para el mejor arreglo y felicidad interior, para hacer la guerra y paz, y establecer alianzas con los monarcas y repúblicas del antiguo continente; no menos que para celebrar concordatos con el sumo pontífi ce romano, para el régimen de la Iglesia católica, apostólica, romana, y mandar embajadores y cónsules: que no profesa ni reconoce otra religión más de la católica, ni permitirá, ni protegerá con todo su poder, y velará sobre la pureza de la fe y de sus dogmas, y conser-vación de los cuerpos regulares: declara por reo de alta traición a todo el que se oponga directa o indirectamente a su independencia, ya sea protegiendo a los europeos opreso-res, de obra, palabra, o por escrito; ya negándose a contribuir con los gastos, subsidios y pensiones, para continuar la guerra, hasta que su independencia sea reconocida por las naciones extranjeras; reservándose al congreso presentar a ellas por medio de una nota ministerial, que circulará por todos los gabinetes, el manifi esto de sus quejas, y justicia de esta resolución, reconocida ya por la Europa misma.

Dado en el Palacio Nacional de Chilpancingo a 6 días del mes de noviembre de 1813 años. Licenciado Andrés Quintana, vicepresidente; licenciado Ignacio Rayón, li-cenciado José Manuel Herrera, licenciado Carlos María de Bustamante, doctor José Sixto Berdusco, José María Liceaga, licenciado Cornelio Ortiz de Zarate, secretario.

En la Imprenta Nacional del Sur

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Hacia el Centenario

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Entrada triunfal de Madero, 1911

En 1908 parecía haber en México un consenso en favor del cambio. Así lo expresó el propio general Porfi rio Díaz durante la entrevista publicada ese mismo año, que concedió al periodista norteamericano James Creelman en la residencia presidencial de Chapultepec, donde habló de temas que nunca había abordado públicamente. Ex-presó que el gobierno patriarcal había sido una necesidad, por las condiciones del país, pero que ahora vería con beneplácito la formación de partidos políticos, pues el pueblo mexicano ya estaba apto para la democracia.

La declaración presidencial era un suceso sin precedente en el ámbito político de principios de siglo XX, ya que la participación del grueso de la población en la política nacional era prácticamente nula; no obstante, más que un cambio de perspectiva res-pecto a la realidad nacional, fue una respuesta de Díaz ante la creciente inquietud que generaba entre los inversionistas extranjeros su edad, y la duda acerca de cómo se resolvería la sucesión cuando él se retirase del poder o muriera.

Así, tras justifi car la “política patriarcal” como una necesidad transitoria, dijo haber esperado con paciencia el momento en que el pueblo mexicano estuviese preparado para cambiar su gobierno en cada elección, “sin peligro de revoluciones armadas, sin perjudicar el crédito nacional y sin estorbar el progreso del país”. Comentó que estaba dispuesto a retirarse al concluir su periodo de gobierno en curso, y que vería como una “bendición” y no como un mal, que se formase un partido de oposición, y “si puede de-sarrollar poder, no para explotar, sino para gobernar, lo sostendré, lo aconsejaré y me olvidaré de mí mismo, para inaugurar con éxito completo un gobierno democrático en la República”. Esta nación, afi rmó, está “lista para su vida defi nitiva de libertad”.

Sin embargo, el armonioso panorama presentado por Díaz a Creelman contrastaba con las manifestaciones de inquietud social y política que se vivían en México.

Durante la primera década del siglo XX, la mayoría de los mexicanos resintieron los efectos de los problemas del país y consideraron que la miseria, la corrupción y el

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enriquecimiento desmesurado nacían del abuso en el ejercicio del poder, favorecido por la inmovilidad de los funcionarios. Algunos de ellos, sin dudar de la obra realizada por Díaz, coincidían en que el tiempo del gobierno patriarcal que él encarnó había concluido; otros aseguraron que el país aún no estaba preparado para el cambio. Francisco I. Madero (1873-1913) coincidía con los primeros.

Madero, miembro de una familia de prósperos hacendados coahuilenses, hizo en su juventud algunos viajes a los Estados Unidos de América y a Francia, que le permi-tieron conocer algunas de las ideas políticas más avanzadas de la época. La refl exión acerca de la situación del país le hizo pensar que el cambio era posible.

Alentado por las declaraciones presidenciales de 1908, Madero decidió formar un partido, en los términos que había propuesto en su libro intitulado La sucesión presiden-cial en 1910. La formación de los partidos en vísperas de las elecciones presidenciales era, en sí misma, una novedad en México.

El Centro Antirreeleccionista de México, del que Madero era vicepresidente y se encontraba presidido por Emilio Vázquez Gómez, había organizado giras por varios estados para difundir su programa y fundar clubes. Esta actividad llegó a ciudades don-de la inconformidad propició la militancia política, que pronto fue obstaculizada por las autoridades locales y condenada por el gobierno, que trató como “transgresores” y “re-voltosos” a quienes participaron en los movimientos políticos de entonces. Incluso, se expidió una orden de aprehensión contra Madero acusándolo de complicidad en el robo de guayule de una hacienda de Coahuila, lo que le obligó a ocultarse temporalmente.

Pese a todo, la Convención antirreeleccionista se efectuó a mediados de abril de 1910 y postuló a Francisco I. Madero y a Francisco Vázquez Gómez a la presidencia y vicepresidencia de la República, respectivamente, y aprobó el programa de gobierno que debía regir si sus candidatos ganaban las elecciones. Éstos inauguraron una mo-dalidad sin precedente al realizar giras por diversos estados del país; los partidarios de Díaz y Corral hicieron lo mismo, aunque con el apoyo de las autoridades.

El gobierno, preocupado por la fuerza que adquiría Madero, ordenó su aprehensión los primeros días de junio, pretextando que encubría a Roque Estrada, orador de su campaña, quien a su vez había sido encarcelado por conceptos sediciosos expresados

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en un discurso que pronunció en Monterrey. Preso por algunos días, que coincidían con las elecciones, Madero, al igual que Estrada, fue puesto en libertad bajo caución.

Al gobierno le preocupaba que la agitación fuese en aumento, sobre todo porque desde varios años atrás se había programado para septiembre un gran festejo para celebrar el Centenario de la Independencia con diversos actos en la capital y en los estados, y a los que asistirían representantes de varios países del mundo.

Realizadas las elecciones que declararon triunfantes a Díaz y Corral, los antirreelec-cionistas solicitaron que fuesen anuladas, petición que les fue negada por la Cámara de Diputados. Entonces, Madero, convencido de que Díaz estaba dispuesto a mantenerse en el gobierno a toda costa, decidió convocar al pueblo para que tomara las armas y derrocara al dictador. Madero huyó a los Estados Unidos de América, donde expidió un plan revolucionario (el Plan de San Luis) que desconocía a todas las autoridades que habían llegado al poder como resultado del fraude y la imposición, y prometió que, al triunfo del movimiento, se establecerían el sufragio efectivo y la no reelección; el plan dedicaba un punto especial al problema agrario, y ofrecía restituir las tierras a quienes habían sido despojados. La lucha, de acuerdo con el plan, debía iniciarse por la tarde del 20 de noviembre.

Poco a poco, se sumaron al movimiento los miembros de las agrupaciones anti-rreeleccionistas de los estados, al igual que los sectores campesinos, quienes habían resentido los efectos de la crisis económica mundial y consideraban que la paz porfi ria-na había privilegiado sólo a unos cuantos. Así, para mayo de 1911 se habían registrado levantamientos armados en la mayor parte del país. El ejército federal fue insufi ciente e inefi caz para controlar los levantamientos. Después de varios combates, el gobierno entró en tratos con los revolucionarios, como se aprecia en una de las imágenes aquí presentadas, donde Madero aparece acompañado por dos delegados durante las ne-gociaciones de paz realizadas.

El resultado fue la fi rma, en mayo de 1911 en Ciudad Juárez, de un convenio que estipulaba el cese de la lucha, la renuncia de Díaz, de Corral y de los gobernadores de los estados, al igual que el desarme de los revolucionarios. Asimismo, se acordó que sucedería a Díaz un presidente interino, al que competiría llevar a cabo la pacifi cación

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y convocar a elecciones. Díaz abandonó la nación para radicar en París, donde murió en 1915.

El triunfo de Madero produjo gran entusiasmo, como se aprecia en la imagen de su llegada a la estación ferroviaria de Colonia, en la ciudad de México. Se respiraba en el ambiente de la época el ánimo de reconciliar a los ejércitos federal y revolucio-nario, como lo sugiere el “carro de la paz” que, con motivo del triunfo del movimiento maderista, recorrió las calles de la ciudad de México en 1911, y cuya fotografía también presentamos.

* Colección Fotográfi ca de Propiedad Artística y Literaria, Taller de Plumas y Postizos, sobres: 1, 3 y 4

Gustavo Casasola, Historia gráfica de la Revolución Mexicana. 1900-1960. 4 ts. México, Trillas, 1962.Óscar Castañeda Batres, Documentos para la historia del México independiente. Revolu-ción Mexicana y Constitución de 1917. 1876-1938, México, Miguel Ángel Porrúa, 1987.Daniel Cosío Villegas et al., Historia general de México, 2 ts. México, El Colegio de Méxi-co/Harla, 1988.Roque Estrada, La Revolución y Francisco I. Madero, México, INEHRM, 1985.Francisco I Madero, La sucesión presidencial en 1910, México, Gobierno del Estado de Coahuila, 2008.

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Entrada triunfal de Madero. (AGN, Colección fotográfica de Propiedad Artística y Literaria, taller de plumas y postizos, sobre 1).

El señor Madero acompañado de Federico Moza y otras personas como delegados de paz. (AGN, Colección fotográfica de Propiedad Artística y Literaria, taller de plumas y postizos, sobre 3).

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Carro de la paz, 1911. (AGN, Colección fotográfica de Propiedad Artística y Literaria, taller de plumas y postizos, sobre 4).

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Manifi esto de Madero al pueblo mexicano, 1911

Por medio de este manifi esto, Francisco I. Madero agradeció el apoyo solicitado a los mexicanos en el Plan de San Luis (5 de octubre de 1910), donde se asumió como presidente provisional del país, “con las facultades necesarias para hacer la guerra al gobierno usurpador del General Díaz”. Recordó haber encabezado el movimiento revo-lucionario con el propósito de defender la legalidad, luego de conocer el resultado de las elecciones celebradas en junio de 1910, a las que califi có de fraudulentas.

En su nueva comunicación pública, Madero renunció al cargo de presidente provi-sional de México y respaldó de manera categórica a Francisco León de la Barra como presidente interino del país. También declaró que, como los objetivos establecidos en el Plan de San Luis se cumplieron y la paz del pueblo estaba en puerta, se retiraba a una vida pacífi ca; sin embargo, continuaría en su cargo como presidente del Partido Antirreeleccionista.

Aunque en el periódico donde se publicó, el manifi esto maderista está fechado en Ciudad Juárez el 26 de marzo de 1911, seguramente se trata de un error, pues en marzo aún no se fi rmaban los Tratados de Ciudad Juárez (21 de mayo de 1911) y por lo tanto no se habían dado ni la renuncia de Díaz ni la designación del presidente interino. Lo más probable es que la fecha correcta sea 26 de mayo, mismo día en que De la Barra asumió el cargo presidencial. De ese modo adquiere sentido la publicación del manifiesto al día siguiente: 27 de mayo de 1911.

Se reproduce en seguida una versión del documento con la ortografía actualizada y luego un fragmento del impreso que se publicó en la parte inferior derecha de la primera plana de El Tiempo.

El Tiempo. Diario Católico, año XXVIII, núm. 9,171, sábado 27 de mayo de 1911, pp. 1 y 2.

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MANIFIESTO DE MADERO AL PUEBLO MEXICANO

Cuando, según el plan de San Luis Potosí, os invité a tomar las armas para reconquis-tar las libertades y los derechos perdidos, acudisteis a mi llamado y, en seis meses, debido a vuestro heroico esfuerzo, derrocamos el régimen dictatorial que por treinta y cinco años oprimió a la patria. Hemos obtenido un triunfo completo. En lo sucesivo la justicia será igual, lo mismo para el rico que para el pobre, que para el poderoso o para el humilde; la libertad cobijará en sus anchos pliegues a todos los mexicanos para que, unidos fraternalmente, trabajemos por el engrandecimiento de la patria.

De haberse continuado la revolución hasta el fi n, hubiera sido yo quien gobernar[a] al país en calidad de presidente provisional, y quien convocara a elecciones genera-les, según lo estipulado en el mismo Plan de San Luis Potosí; pero a fi n de terminar la guerra fratricida, nos vimos obligados a probar que no era el triunfo de determinadas personalidades, sino el de vigorosos principios el que deseábamos. Éstos han triunfado; hemos asegurado el porvenir de la república, bajo un régimen de absoluta libertad.

El general Díaz y don Ramón Corral presentaron sus renuncias, y, aceptadas, deja-ron el poder al señor licenciado don Francisco de la Barra. En vista de esto, me pareció obrar de acuerdo con los altos intereses de la patria, suspendiendo las hostilidades y poniendo punto fi nal a la sangrienta guerra fratricida.

Tanto en los campos de batalla como en el territorio entero de la república, debe reconocerse, como legítima autoridad, al licenciado don Francisco de la Barra, quien llegó al poder por acuerdo mutuo de ambos partidos contendientes. Es imposible que yo siga asumiendo el cargo de presidente provisional, y por ese motivo hago formal renuncia ante la nación, y ante todos mis compatriotas que me secundaron, cuando los invité a los comicios, en junio del año próximo pasado, y que después me siguieron con las armas en la mano para reconquistar sus libertades.

Así espero que ahora todos secunden mis esfuerzos para restablecer prontamente la paz y la tranquilidad de la república. Muy pronto el pueblo mexicano disfrutará del bienestar que debe proporcionarle el nuevo régimen de gobierno que hoy se inaugura, con la presidencia del señor De la Barra, quien ha admitido tan alto y honroso puesto,

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únicamente con la mira de servir a su patria y de ser un intermediario entre el gobierno despótico del general Díaz, y el gobierno eminentemente popular que resultará de las próximas elecciones generales.

El señor licenciado De la Barra no tiene más apoyo en el poder, que la opinión pública, y ésta, unánimemente proclama los principios de la revolución; de tal modo, que podemos decir que el actual Presidente de la República está enteramente con no-sotros. A ello lo ha llevado el alto sentimiento de justicia y enaltecido patriotismo de que ha dado pruebas; a ello lo han llevado el tacto que tuvo al formar su actual gabinete, en el cual están ampliamente representados los elementos que llevaron a cabo la actual revolución, los cuales han sido designados de mutuo acuerdo entre el señor De la Barra y los principales jefes de la revolución, a quienes pude consultar.

Espero, pues, que así como públicamente reconozco al señor licenciado don Fran-cisco L. de la Barra como presidente interino de México, todos mis conciudadanos que han defendido los principios de la revolución, y que me reconocen como su presidente provisional, deben de reconocer en lo sucesivo al señor De la Barra, con el carácter indicado, a secundarlo efi cazmente para el restablecimiento del orden y la tranquilidad de la república.

Los que tantos años fueron victimas de la tiranía, no pueden temer celada alguna de sus antiguos opresores; no deben temer nada, porque el pueblo ha demostrado ya su omnipotencia, y yo, antes de renunciar a la Presidencia Provisional, concerté con el señor De la Barra medidas que aseguraran las aspiraciones nacionales para las próxi-mas elecciones, y que la voluntad del pueblo sea respetada. Entre esas medidas está la renuncia de todos los gobernadores, que deberán ser substituidos por ciudadanos que sean una garantía para el nuevo régimen. Puede objetarse que esto constituye un ataque a la soberanía de los Estados; pero con la franqueza que siempre me ha carac-terizado, declaro: que si ha convenido que el señor De la Barra ocupe la Presidencia de la República, es porque considero que es un hombre honorable, que nunca ha servido de instrumento para burlar el voto popular. No digo lo mismo respecto de los goberna-dores ni de las legislaturas, ni tampoco del general Porfi rio Díaz, ni don Ramón Corral, y si, contrariando el Plan de San Luis Potosí, he aceptado, en nombre de la revolución,

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que sigan funcionando las cámaras federales y las legislaturas de los estados, es por evitarnos mayores trastornos y difi cultades, y siempre que francamente acepten las cámaras el nuevo régimen.

Consider[o] que el partido revolucionario ha hecho amplias concesiones al régimen antiguo, y si en este documento lo hago constar así, es porque es conveniente que el nuevo gobierno, apoyado efi cazmente por el partido emanado de la revolución, pueda obrar con libertad a fi n de dar cumplimiento a las aspiraciones nacionales.

Los gobernadores designados, unos por el pueblo y otros que han sido candidatos en diversas oportunidades, y los nuevos que surjan, serán nombrados de acuerdo con las aspiraciones populares, serán una garantía para las libertades futuras, tanto más cuanto que podrán, según los faculta la Constitución, dejar en pie de guerra o en cali-dad de milicias del Estado, parte de las fuerzas insurrectas que estimen convenientes.

Algunos sacrifi cios reportará la nación porque no se puedan satisfacer con amplitud todas las aspiraciones contenidas de la cláusula tercera del Plan de San Luis Potosí; pero las pérdidas que haya por este capítulo, serán indudablemente inferiores a las que hubiera ocasionado la prolongación de la guerra. Además, por los medios constitu-cionales, procuraremos satisfacer los legítimos derechos conculcados a que se refi ere dicha cláusula.

En cuanto a los grados militares que corresponden a los jefes de la revolución se reconocerán, según el Plan de San Luis Potosí por los gobernadores de los estados, y se nombrará una comisión que determine cuáles deban ser gratifi cados por el gobierno federal.

Mexicanos: cuando os invité a tomar las armas, os dije que fueseis invencibles en la guerra y magnánimos en la victoria. Habéis cumplido fi elmente con mi recomendación, causando la admiración del mundo entero. Pues bien: ahora os recomiendo que, como habéis sabido empuñar las armas para defender vuestros derechos, sigáis con ellas en calidad de guardias nacionales, y pongáis a gran altura vuestros nuevos deberes, que consisten en hacer guardar el orden, que constituye una garantía que da a la sociedad el nuevo régimen de cosas. Los que os retiréis a la vida privada, esgrimid la nueva ar-mada que habéis conquistado: EL VOTO. Usad libremente de esta poderosísima arma,

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y pronto veréis que ella os proporciona victorias más importantes y más duraderas que las que os ha proporcionado vuestro rifl e.

Al retirarme a la vida privada en calidad de simple ciudadano, seguiré conside-rándome jefe del actual partido revolucionario, y colaboraré con el gobierno del señor licenciado De la Barra, poniendo a sus servicio todas mis energías. Comprendo que, desde el momento que fue quien promovió la revolución, soy el jefe del partido de ella y tengo el sagrado deber de contribuir al restablecimiento del orden y la paz pública. También debo seguir velando por los intereses del partido político que depositó en mí su confi anza.

Lo único que pido a todos mis conciudadanos es que colaboren conmigo y con el actual gobierno, para que todos unidos dediquemos nuestros esfuerzos a trabajar por el engrandecimiento y gloria de nuestra querida patria.

Sufragio Efectivo. No Reelección, Ciudad Juárez, 26 de ma[y]o de 1911.

FRANCISCO I. MADERO.”

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Para consultar el documento completo visite www.agn.gob.mx/revolucion

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Publicaciones

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Este manual es el primero de una serie que proyecta la Asociación Mexicana de Bibliotecas e Instituciones con Fondos Antiguos, AC (AMBIFA) en colaboración estrecha con diversas instituciones, para dotar de instrumentos teóricos y prácticos al bibliotecario especializado.

Para mantener en condiciones ópti-mas el estado de los acervos bibliográ-fi cos se ofrecen mecanismos de pre-servación, conservación, restauración y limpieza. Se hacen observaciones muy puntuales acerca de las plagas, el medio ambiente y la forma de manipular los li-bros antiguos. La lectura de este manual no requiere conocimientos previos espe-cializados, ni tampoco material y equipo costosos para la conservación.

En la primera parte, los autores des-criben en forma sencilla pero muy puntual las características del libro y la manera en que debe mantenerse todo material bi-

bliográfi co. El libro, señalan, “ha demos-trado su heroísmo, ha permanecido como testigo militante y ha sido implicado en la historia de la humanidad, es de mencio-narse que teme a la oscuridad absoluta por tiempo indefi nidamente prolongado, a las grandes alturas, al encierro indiscrimi-nado y al abandono. Es en estas condi-ciones en las que este noble objeto puede sufrir fuertes daños que concluyen en su pérdida total”.

Martha Romero y Luis Enríquez, Manual de Conservación Preventiva para bibliotecas con fondos antiguos, Xalapa, Gobierno del Estado de Veracruz/Asociación Mexicana de Bibliotecas e Instituciones con Fondos Antiguos, 2008.

P U B L I C A C I O N E S

Elvia Alaniz Ontiveros y José Guillermo Tovar Jiménez

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El medio ambiente juega un papel determinante en la conservación de bi-bliografía antigua. Si el lugar posee de-masiada humedad y/o su temperatura no es la adecuada, los libros tenderán a expandirse o a contraerse, lo que oca-sionará severos daños a su estructura física. La temperatura óptima es de 18%, y la humedad de 45%. Como es muy di-fícil mantener estos niveles se recomien-da mantener cierta constancia dentro de los rangos admitidos.

Otro aspecto a tomar en cuenta es la luz, factor de deterioro que acelera las reacciones de oxidación, lo que provoca que las fi bras de celulosa se debiliten y el papel adquiera un color amarillento. Ade-más, el tono de la tinta se decolora, las pieles se tornan quebradizas y los perga-minos tienden a endurecerse.

La calidad del aire debe ser adecua-da, pues los gases contaminantes gene-ran ácidos en las colecciones y partículas sólidas. El polvo puede, igualmente, con-tener y provocar manchas y desgastar los libros.

Cucarachas, pececillos de plata, piojos del libro, escarabajos, carcomas, termitas y ratones son plagas que suelen alojarse en los acervos tantos bibliográ-

fi cos como documentales. Por ello es necesario que quien realice las fumiga-ciones –que según el manual, debe ha-cerse por lo menos una vez al año– sea un profesional que conozca de acervos bibliográfi cos.

El moho está considerado también como una especie de plaga, se puede identifi car en esos pequeños algodonci-llos albergados en los libros. Si hay moho, quienes manipulen los acervos deberán usar guantes de látex, bata, anteojos de protección o “gogles”, zapatos cerrados y cofi a, recomienda el manual.

Romero y Enríquez recomiendan hacer limpieza tanto superfi cial, como profunda. La primera es aquella que se realiza en estanterías y libros en sus can-tos y tapas con trapos secos y plumeros electrostáticos. “Se debe evitar a toda costa la presencia de humedad para no elevar la humedad relativa o propiciar el desarrollo de moho”.

Para la limpieza profunda es necesa-rio sacudir el polvo de cada una de las hojas del libro. Para ello se puede utilizar “una brocha de pelo suave y barriendo el polvo acumulado hacia fuera”. Siempre será mayor el éxito si un especialista rea-liza la limpieza.

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El personal que custodia los libros debe tomar en cuenta, entre otras cosas, no usarlos como apoyo, no ingerir alimen-tos cerca de ellos, no dejarlos abiertos hacia abajo, no ponerles clips u objetos metálicos, no añadir clips, cintas adhe-sivas, ni siquiera “postit”, no ensalivar el dedo para cambiar de página.

Se recomienda que: “los libros deben ser retirados de la estantería empujando del canto de cabeza hacia nosotros, de esta manera no se dañarán los lomos ni las cofi as. Cuando sea necesario mover muchos libros, procure no cargar más de los que pueda transportar con seguridad”.

Sobre los sellos de propiedad acon-sejan usar los de goma y tinta negra, por ningún motivo de otro color, ya que, la tinta negra está compuesta de un carbón que es un pigmento natural, no así las de otros colores. “Otra forma de sellar los li-bros es empleando un troquel con el logo-tipo de la biblioteca; en este caso, aunque el papel sufre la deformación propia del gofrado, no se incorporan sustancias ex-trañas o de composición desconocida”.

Todos los usuarios deben ser infor-mados acerca del material que consultan, para que tengan el cuidado necesario al manipular un libro. Es preferible usar lá-

piz para tomar notas, lavarse las manos antes de operar toda obra; quienes no están acostumbrados a usar guantes, es preferible que no los utilicen durante la manipulación de los materiales, pues pueden dañarlos. Sobre las encuader-naciones, los autores recomiendan que especialistas en la materia realicen esta labor, toda vez, que “no todos los con-servadores están capacitados para en-cuadernar”. Por ello, exhortan a realizar guardas o estuches de protección.

No hay mejor forma de conservación que la limpieza, pues los actos de con-servación generalmente se realizan sin conocimiento. Limpiar cada año las colec-ciones es una manera económica y efi caz de conservar en condiciones favorables los acervos.

La preservación es el conjunto de acciones administrativas y logísticas rea-lizadas en una biblioteca, incluida la pla-neación del destino del presupuesto para su funcionamiento y la conservación de su acervo. Implementar políticas de preserva-ción ayuda a dar seguimiento a los diver-sos programas sean de limpieza y conser-vación, así como a ofrecer capacitación y en su caso, enfrentar desastres.

La restauración, dicen los autores de

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este manual “es una especialidad que in-volucra conocimientos sobre historia, bio-logía, química y técnicas aplicables”, por

Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, correspondiente de la Real de Ma-drid, México, Academia Mexicana de la Historia, t. XLIX, 2007-2008.

ello deben realizarla los especialistas, y solamente es viable en materiales de alto valor (E.A.O).

Edmundo O’Gorman es el centro de las Memorias de la academia mexicana de la historia, correspondiente de la Real de Madrid en la edición 2007-2008. Versión polícroma y global de uno de los intelec-tuales mexicanos que cruzaron el siglo XX bajo el signo de la diversidad: histo-riador, filósofo, jurista, esteta y profesio-nal absolutamente comprometido con su tiempo y su ejercicio.

En “Historia Constitucional de Méxi-co en la obra de Edmundo O´Gorman”, artículo que encabeza los homenajes a O´Gorman, Andrés Lira se refi ere a la consolidación de las constituciones mexi-canas y sus aportes a la modernidad, en ese sentido, señala, “O´Gorman no escri-bió algo similar a Historia Constitucional de México, sino es en su obra donde se reconoce el ímpetu por esclarecer el

aporte de las constituciones en los siglos XIX y XX”.

Lira encontró la génesis del estudio constitucionalista de O´Gorman en títu-los como Breve historia de las divisio-nes territoriales. Aportación a la historia de la geografía en México, actualmente conocido como Historia de la divisiones territoriales de México, los artículos Pre-cedentes y sentido de la revolución de

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Ayutla (1956),El triunfo de la República en el horizonte de su historia (1967) y el libro México, el trauma de su historia (1977), además de los diversos estudios sobre fray ServandoTeresa de Mier y la infl uencia de Heidegger, quien guió sus intuiciones respecto de diversas formas del pensamiento que contendiera en el análisis y estudio de la situación político-institucional del país.

En “Edmundo O´Gorman y la Catedral de México”, Elisa Vargaslugo describe los acontecimientos que cimbraron a la so-ciedad mexicana de los sesenta, cuando un incendio destruyó parte importante de ese inmueble, patrimonio artístico-cultu-ral del país. También describe la infl uen-cia y aporte de O´Gorman en el discurso respecto a la restauración o modifi cación del templo con los argumentos histórico, estético y funcional, que dieron como re-sultado un proyecto de restauración del templo en 1971, aprobado por el arqui-tecto Jaime Zaldívar, director del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

La dualidad en la obra de O´Gorman instaura, por una parte, el pensamiento fi losófi co y por otra el acontecer histórico del investigador. México, el trauma de su historia (1977) y Destierro de sombras:

Luz en el origen de la imagen y culto de nuestra señora de Guadalupe de Tepeyac (1986) son libros que “representan los mo-dos de hacer de O´Gorman”, según Jorge Alberto Manrique. Éste advierte que en el segundo título se percibe, además de una diversidad de voces del periodo ba-rroco de los siglos XVII y XVIII, la afi nidad e inquietud de O´Gorman por la virgen de Guadalupe como tema de sus estudios que se concretan con esta obra.

Álvaro Matute cierra el homenaje con un artículo que rescata el pensamiento belicista de la humanidad a lo largo de la historia. Derivado de la Carta sobre la paz de O´Gorman, en la que el tema principal asume la guerra como una conducta in-herente a la historia del hombre,pero tam-bién intrínsecamente ligada a la paz, “sin la cual aquella no tendría sentido, ni de ésta tendríamos la más remota noción”, apunta O´Gorman en un fragmento que Matute rescata de la carta.

En el artículo “Mi trato con escrito-res”, del bibliófi lo e historiador José Luis Martínez, encontramos los aportes que defi nirían su tarea durante la segunda mi-tad del siglo XX. Se esboza su capacidad de mirar hacia todas las direcciones en que apuntaba entonces nuestra literatura.

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Martínez traza el mapa literario del siglo XIX y pasa revista a los escritores que despuntaban en los años cincuenta.

En el tomo XLIX, el artículo “Dos cripto-sistemas empleados por el coronel Anas-tasio Torrens en Colombia (1825- 1826), Una contribución a la criptología en Méxi-co”, Roberto Narváez, institucionaliza la criptología al reseñar la historia de esta disciplina en los mensajes que escribió el coronel Torrens para el “Plan de Opera-ciones para la Escuadra Combinada de México y Colombia”, donde se establece cierto “Código de Señales”.

Gabriela Aguirre Cristiani con “El mo-vimiento obrero católico en los inicios de los años veinte: La formación de la Confe-deración Nacional Católica del Trabajo”, amplía el panorama de los movimientos confederados iniciales de la primera mi-tad del siglo XX. La autora se concentra en la infl uencia de los movimientos ma-deristas con la fi nalidad de aclarar la si-tuación del sindicalismo en México. Guía al lector hasta la consolidación de la Con-federación Nacional Católica del Trabajo (CNCT) a partir de tres ejes fundamenta-les: los movimientos de la Casa del Obre-ro Mundial, la instauración de la Confe-deración Nacional de Círculos Obreros

Católicos, tras la caída del porfi riato, y el yugo de las consideraciones legales de la época y la diversidad de voces que inter-vinieron en el movimiento.

En “De artistas y mecenas: Andrés de la Concha y su relación con la sociedad novohispana”, Carmen Sotos da cuenta del arribo y tránsito por Nueva España de ese artista cuya obra reconocida lo llevó a ocupar el cargo de maestro mayor de la Catedral de México. Uno de los ejes del tratado de Sotos es la polémica es-tancia del artista en tierras americanas y su contribución a la plástica del siglo XVI.La autora busca aclarar que la permanen-cia de De la Concha en la Nueva España se debió al patrocino del mecenas: don Gonzalo de las Casas por una parte y la encrucijada con los frailes dominicos por otra.

“El sentimiento criollo y el mundo indíge-na”, de José Rubén Romero Galván ilustra la conquista de Tenochtitlan en las coplas del bardo novohispano Antonio de Saave-dra y Guzmán, quien descubre las riquezas de la Nueva España mediante el poema épico El peregrino Indiano. Romero Galván se hermana con los versos de Saavedra para cifrar la acepción criolla y la infl uencia y percepción de la tierra.(J.G.T.J.)

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Caleidoscopio

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En 1977 Carmen Molina escuchó su vo-cación y se dirigió al Archivo General de la Nación siguiendo el consejo de su maestro de cátedra del siglo XVIII, don Ignacio Rubio Mañé, quien les pedía a sus alumnos tomar como fuente de todos sus trabajos escola-res el AGN. Para ella el contacto con los documentos fue “un impacto tan grande” que meses después regresó para cumplir un servicio social dilatado en el tiempo. Los seis meses que entonces marcaba el reglamento universitario se convirtieron en doce, duplicación que explica en bue-na medida su fervor y compromiso con la historia y la investigación.

Tiene veintisiete años de venir a Le-cumberri. En diciembre de 1981, cuando en la sede del AGN en la calle de Tacu-ba se despidió para cumplir con su perio-do vacacional, le dijeron: “Nos vemos en Lecumberri”. Y así fue: “nos dieron una credencial, con número de galería”. Desde

entonces su jornada se hace elástica de manera cotidiana prolongando su estan-cia más allá de su jubilación, fi rmada en agosto de 2008, después de 30 años de trabajo.

Tal vez ya sin la prisa que la movía todos los días a registrar su entrada “a tiempo”, hoy, más relajada, llega sin el rigor persecutorio del reloj, pero conti-núa “como siempre”, sin fijar un hora-rio preciso para abandonar su pequeño cubículo instalado en la Galería 4. Ahí ha pasado, admite, los mejores años de su vida ante un conjunto de documentos que aprendió a descifrar, a develar su misterio, gracias a la dedicación que en su momento le dedicó a la paleografía.

Carmen Molina es una persona mo-desta, no hay grandilocuencia en su ex-presión. No ha perdido el asombro frente a la enorme tarea de descripción docu-mental, pero toma con naturalidad un ofi -

CA R M E N M O L I N A , L A H I S T O R I A S E E S C R I B E F R E N T E A L A S F U E N T E S

Elvia Alaniz Ontiveros y Miguel Ángel Quemain Sáenz

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cio extraordinario y ajeno para muchos. En marzo del presente año, por su

dedicación y aportaciones, la maestra Molina recibió, en el marco del Día del Ar-chivista, un reconocimiento del AGN a su trayectoria y compromiso, por esa capaci-dad formativa de los jóvenes estudiantes entusiastas que deciden quedarse entre nosotros, estimulados por el poder seduc-tor de la historia mexicana vislumbrada a través de sus fuentes, porque como ella dice: “la historia mexicana no se constru-ye con opiniones sino con el esforzado día a día de la descripción, la clasifi cación y la interpretación documental”.

No se envanece de su preparación académica, reconoce el valor de la entre-ga que estructura eso que llamamos au-

todidactismo, en el que se han formado la mayoría de sus colegas archivistas, pero advierte también que la formación univer-sitaria es el pilar del conocimiento.

EL MAR DOCUMENTAL

Carmen Molina acude al Archivo General de la Nación bajo la fi gura de voluntaria. Piensa que la disciplina le permite dirigir sus pasos renovados al lugar donde ha pasado la mitad de su vida. La prisa de terminar una fi cha, un catálogo o una des-cripción ha desaparecido, pero –tal vez ella no lo percibe– sabe que necesita es-tar en medio de “un mar de documentos”.

Cuando llegó, en enero de 1982, a la sede actual, Carmen expresó: “¡Qué bo-nito! ¡Me encanta este edifi cio!”. Se sintió entonces como una niña, admirando la cúpula impresionante, la manera en que estaban dispuestas las galerías, los jar-dines internos y externos. Lo único que desde aquel día le ha resultado incómodo es lo frío del inmueble.

Estar concentrada consultando archivos es para ella “el trabajo soñado”. Por su per-sonalidad solitaria y discreta sabe que no estaría cómoda si realizara otras labores.

EL PERFIL DE LA VOCACIÓN

Investigadora incansable.

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Carmen realizó la educación secundaria hasta los 18 años. Cuando terminó la primaria sus padres la enfi laron hacia un rumbo más o menos común al de otras mujeres, “hice la carrera completa de mo-das”. Luego de cinco años comprobó que no le gustaba “coser ni cortar”, de modo que se inscribió en la vocacional con la intención de estudiar ingeniería cívica en el Instituto Politécnico Nacional. Sin em-bargo, no quedó satisfecha.

Entonces optó por la preparatoria y eligió historia. Ingresó en la Universidad Nacional Autónoma de México a la edad de 28 años. Estaba convencida de que en ninguna otra profesión podría tener mayores alcances; así encontró su voca-ción: la búsqueda e indagación de datos en los archivos.

Su deseo se cumplió al ingresar en el Archivo y su primera empresa fue la rea-lización del Catálogo de bienes de comu-nidad, publicado dentro de la serie Guías y catálogos del AGN. De 1979 a 2008 se involucró en las tareas descriptivas de los siglos XVI al XVIII, “estuve siempre con do-cumentos coloniales y virreinales”. Para ella cada original, impreso o manuscrito “siempre es diferente”. Por sus manos

han pasado cartas de Hidalgo, pergami-nos de Morelos.

EL VÍNCULO CON EL INVESTIGADOR

Trata de explicar en qué consiste su ena-moramiento por el AGN, pero no lo consi-gue, acepta que ni siquiera ella lo puede entender. Lo que sí sabe es que verse entre esas pilas de papeles cifrados la fascinó, “aún ahora me encanta estar aquí leyendo”. Desde agosto de 2008 acude como “voluntaria”, porque de no hacerlo “siento que no hago nada. Sien-to que pierdo el tiempo. No avanzo en lo que tengo que investigar. Necesito estar aquí. Es una manera de tener cierta dis-ciplina”.

Cuando trabajaba regularmente lo hacía de las 8 a las 15 horas. Durante un periodo se planteó la idea de terminar su tesis, así que permanecía en el Archivo tres horas más, “se me hizo una costum-bre quedarme hasta las seis”.

En 1984 conoció al doctor Carlos He-rrejón, quien la invitó a trabajar para El Colegio de Michoacán. Él habló con la entonces directora del AGN, Leonor Ortiz Monasterio, para que autorizara tanto a Carmen Molina como a Elisa Cruz Domín-

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guez trabajar por las tardes en los fondos documentales, “me quedaba hasta las ocho o nueve de la noche. La Galería 4 era toda para mí”. Aun así, el trabajo in situ no era sufi ciente y había que conti-nuar en la casa.

El trabajo con el doctor Herrejón aún continúa. Su relación con él es muy cer-cana, “ya son muchos años de trabajar juntos”. También ha desarrollado investi-gaciones para el doctor Andrés Lira.

GRATITUD Y PALEOGRAFÍA

Doña Carmen aprendió paleografía con la maestra Cleotilde Martínez, “ella es una per-sona muy minuciosa. Con ella es buscar y buscar. Fijarse en el escribano”. Aunque

dice no tener la paciencia requerida para observar atentamente como su maestra, le agradece la disciplina inculcada para buscar una y otra vez, pues la práctica, asegura, es la mejor manera de acer-carse a los documentos y debe hacerse todos los días. “Cuando se empieza con la paleografía uno no entiende, no puede leer”. El conocimiento de la técnica y la lectura reiterada permiten arribar a ese momento en que las palabras empiezan a reconocerse en los expedientes.

La mayor parte del trabajo realizado por Carmen Molina ha sido descriptivo. Actualmente colabora en la catalogación del fondo Tribunal de Justicia del Distrito Federal, un trabajo coordinado por María de Jesús Albarrán.

Trabajo descriptivo y paleográfico de tres décadas.

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Invitación

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Joya

s del

mes ABRIL

Asesinato del general Emiliano Zapata

En esta carta dirigida al general Gildardo Magaña, el mayor Salvador Reyes Avilés le informa con detalle sobre el asesinato del general en jefe del Ejército Libertador del Sur y Centro, Emiliano Zapata, ocurri-do el 10 de abril de 1919, por la embosca-da que le hicieron las tropas comandadas por el coronel Jesús M. Guajardo en la hacienda de San Juan Chinameca, donde se consumó el hecho con premeditación, alevosía, ventaja y traición.

De acuerdo con la misiva, previamen-te Zapata había invitado a Guajardo a que se uniera al movimiento revolucionario. El coronel se mostró “dispuesto a colaborar al lado del Jefe, siempre, que se le dieran garantías sufi cientes para él y sus solda-dos”.

El día en que lo asesinaron, Zapata tomó un camino distinto a sus tropas para dirigirse hacia Chinameca, porque había el rumor de que el enemigo estaba cerca. Con la intención de entregar en persona cinco mil cartuchos a Guajardo, el gene-

ral suriano llegó a la hacienda donde su-puestamente aquél lo recibiría.

Zapata se dirigió a la entrada. La guardia estaba formada. El clarín tocó tres veces “llamada de honor” y, al apagarse la última nota, cuando el jefe atravesaba el dintel de la puerta, a quemarropa los soldados que presentaban armas descar-garon dos veces sus fusiles. El general Emiliano Zapata cayó muerto al igual que su asistente Agustín Cortés y Palacios.

AGN, Colección Cuartel General del Sur, caja única, exp. 3 fojas 145-147.10 de abril de 1919

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MAYO

Tratados de Ciudad Juárez 21 de mayo de 1911

Después de los continuos enfrentamien-tos entre las fuerzas armadas federales y las revolucionarias, y de las pláticas entre Porfi rio Díaz y Francisco I Madero para pactar un cese al fuego, los miem-bros del Partido Antirreeleccionista se re-unieron en el campamento del ejército li-bertador, en las márgenes del Río Bravo, para discutir un acuerdo de paz nacional. En esa asamblea se convino la renuncia de Ramón Corral a la vicepresidencia del país, el nombramiento de varios gober-nadores provisionales en 14 estados, así como el retiro de las fuerzas federales de Sonora, Chihuahua y Coahuila.

Posteriormente, el 21 de mayo de 1911, en Ciudad Juárez, Chihuahua, se reunió Francisco S. Carvajal, represen-tante del gobierno de Porfi rio Díaz, con Francisco I. Madero, Francisco Vázquez Gómez y José María Pino Suárez para acordar:

La renuncia de Porfi rio Díaz como pre-sidente y de Ramón Corral como vice-presidente del paísAGN, Colección Revolución, caja 1, exp. 37, f. 14

El interinato al frente del Poder Ejecu-tivo que por ley le correspondía a Francis-co León de la Barra, quien debía convo-car a elecciones presidenciales.

Se tomaría en cuenta la participación ciudadana de acuerdo con las necesida-des de cada estado, y se harían las in-demnizaciones necesarias por los prejui-cios causados por la Revolución.

En el convenio se decretó el cese de las hostilidades en todo el territorio na-cional, así como la reconstrucción de las vías férreas y telegráfi cas dañadas.

Siete días después de que se fi rma-ron los tratados, Porfi rio Díaz renunció a la presidencia por medio de un manifi esto a la nación.

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JUNIO

Correspondencia entre The Associated Press y la Presidencia de la República10-12 de junio de 1912

En una carta que el 10 de junio de 1912 Walter C. Whiffen, corresponsal de la agencia estadounidense The Associated Press., le envió al presidente Francisco I. Madero, hizo varios cuestionamientos en torno de Francisco Villa y Victoriano Huerta.

Le preguntó: si Villa se enfrentó a Huerta y si éste pidió la ejecución del pri-mero por incurrir en insubordinación, si los señores Raúl y Emilio Madero nulifi caron las órdenes del general Huerta y por tanto éste envió su renuncia al presidente.

En su respuesta, fechada el 12 de junio de 1912, el secretario particular de Madero, enteró a Whiffen que el general Huerta no pidió ser relevado de su cargo y disfrutaba de total confi anza y apoyo por parte del gobierno. También indicó que la pren-sa nacional publicó ese mismo día los

pormenores rendidos al gobierno por el general Huerta sobre el incidente que motivó el proceso en contra de Villa, el cual ya había sido consignado a un juez competente, quien debería de esclarecer el caso conforme a la ley.

AGN, Colección Revolución, caja 2, exp. 23, foja 31-33.

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ExposicionesMAYO-JULIO Sala Siqueiros

José María Morelos y Pavón

Exposición documental que narra la se-gunda etapa del movimiento de la Inde-pendencia de México. El cura de Carácu-aro, Michoacán, José María Morelos y Pavón quedó al frente de las tropas insurgente tras la muerte de don Miguel Hidalgo.

Las estrategias militares del gener-alísimo para tomar ciudades que eran clave para los españoles, la incorporación

ABRIL Escuela Nacional Preparatoria

Plantel 9. Pedro de AlbaCorrespondencia personal de Benito Juárez

Exposición documental basada en el archivo particular de Benito Juárez, res-guardo por el AGN, que cubre el periodo 1821-1906, con diversos aspectos de la vida privada y pública del Benemérito de las Américas. Se exhiben manuscritos como su fe de bautizo; nombramientos, distinciones y títulos; apuntes persona-les; correspondencia ofi cial y familiar, entre otros.

Insurgentes Norte 1698, Col. Lindavista, Gustavo A. Madero , C. P. 07300

de personajes ilustres a las fuerzas realis-tas, cartas y negociaciones, forman parte de esta muestra.

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MAYO Escuela Nacional Preparatoria

Plantel 6. Antonio CasoEmiliano Zapata y el movimiento revolucionario

Emiliano Zapata Salazar nació en Anene-cuilco, Morelos, el 8 de agosto de 1879. En 1906 planteó la necesidad de defen-der la tierra a favor de los campesinos morelenses. Proclamó el Plan de Ayala (1911), donde se refl ejaron esos anhelos sintetizados en la frase “Tierra y libertad”. El 10 de abril de 1919, Zapata fue asesi-nado en una emboscada.

Corina 3, Col. del Carmen, Coyoacán, C. P. 04100

ABRIL Reunión Nacional de Archivos

Guadalajara, Jal.El reino de la Nueva Galicia

Exposición documental sobre la historia de la Nueva Galicia en el territorio que ahora conforman varios estados de México. Se muestra la transformación jurídica del que empezó como reino y luego fue audiencia. Hay un énfasis particular en la intendencia de Guadalajara que tras la Constitución de 1824 se convirtió en el estado de Jalisco.

Instituto Cultural Cabañas.

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ABRIL Delegación Venustiano Carranza

Los fotorreporteros Enrique Díaz Delgado

Enrique Díaz, Delgado y García fueron tres fotorreporteros durante los veinte del siglo pasado que captaron momentos muy signifi cativos para la historia de México.

La guerra cristera, el asesinato de Obregón, Trotsky, las manifestaciones populares, la llegada de refugiados espa-ñoles, entre otros son algunas de las fo-tografías que podremos apreciar en esta exposición.

MAYO Delegación Venustiano Carranza

Venustiano Carranza: del Ejército Constitucionalista a la presidencia

Nos muestra los sucesos ocurridos a par-tir de los triunfos de Álvaro Obregón, Pa-blo González, Emiliano Zapata, Francisco Villa y otros revolucionarios, hasta la en-trada de Venustiano Carranza a la ciudad de México, el 20 de agosto de 1914, fe-cha que marcó el triunfo de la revolución constitucionalista.

Se hace referencia de cómo Carranza dirigió al país al plasmar los anhelos re-

volucionarios en la Constitución de 1917; también se aluden los sucesos y trave-sías que vivió este personaje durante sus últimos 6 años de vida.

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JUNIO

Joyas del Archivo General de la Nación

El AGN resguarda invaluables documen-tos, por ello ha reunido varias de estas joyas en una exposición que consta de 30 facsímiles de diferentes pasajes de la historia de México.

Estos documentos que preservan la memoria de nuestro país, nos informan acerca de acciones políticas, sociales, tecnológicas, etc. desde la época del vi-rreinato.

ABRIL Metro Auditorio

Rotonda de las personas ilustres

Está compuesta por 104 imágenes de políticos, músicos, poetas, escritores, periodistas, pintores, intelectuales, edu-cadores, científi cos, aviadores, militares, etc., que actualmente reposan en los ni-chos del panteón civil de Dolores.

La Rotonda es un centro de homenaje pa-trio que exalta los valores humanos. Fue creada en 1872 por el presidente Sebas-tián Lerdo de Tejada.

Esta exposición estará en la estación del Metro Coyoacán en mayo.

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Para conmemorar el 92 aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917, el Archivo General de la Nación (AGN) y el Sistema de Transporte Colectivo Me-tro (STCM), fi rmaron un convenio de co-laboración en la estación Zócalo el 5 de febrero de 2009. El ingeniero Francisco Bojórquez Hernández, director general del STCM y el maestro Jorge Ruiz Dueñas, director general del AGN fueron los encar-gados de consolidar dicho acuerdo.

Además de la estación Zócalo, donde se exhibió en febrero Las constituciones de México, durante el presente año, otras nueve estaciones: Coyoacán, Pino Suárez, Candelaria, Copilco, Auditorio, Consulado, División del Norte, Zaragoza y Zapata, mostrarán sendas exposiciones del AGN sobre la historia de México. “El Archivo viaja en el Metro”, informará a los usuarios del STCM, sobre los pasajes de la historia de México a través de la red

Audio Metro, y en los andenes se darán a conocer las actividades culturales y ar-chivísticas del AGN por medio de carteles.

C O N V E N I O D E C O L A B O R A C I Ó N E N T R E E L M E T R O Y E L A G N

Jorge Ruiz Dueñas y Francisco Bojórquez Her-nández, directores generales del AGN y el STCM, respectivamente

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Informes: Eduardo Molina y Albañiles s/n, Col. Penitenciaría AmpliaciónDelegación Venustiano [email protected]

Visita www.agn.gob.mx y entérate de nuestras exposiciones

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Página web: www.agn.gob.mx

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El Boletín del Archivo General de la Nación, núm. 24,6a. época, se terminó de imprimir en

marzo de 2009 en Reproscan S.A. de C.V.Se tiraron 1000 ejemplares.