Aristóteles ÉticaNicómacoFragmentos

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Aristóteles: Ética a Nicómaco Tomado de http://www.filosofia.org/cla/ari/azc01.htm#seg Fragmentos del Libro segundo Capítulo primero: De la distinción de las virtudes en intelectuales y morales. La virtud y el hábito Siendo la virtud de dos especies, una intelectual y otra moral, aquella resulta casi siempre de una enseñanza a la que debe su origen y su desenvolvimiento; y de aquí nace que tiene necesidad de experiencia y de tiempo. En cuanto a la virtud moral nace más particularmente del hábito y de las costumbres; y de la palabra misma hábito, mediante un ligero cambio, procede el nombre de moral que hoy tiene {30} . Basta esto para probar claramente que no hay una sola de las virtudes morales que exista en nosotros naturalmente. Jamás las cosas de la naturaleza pueden por efecto del hábito hacerse distintas de lo que ellas son: por ejemplo, la piedra, que naturalmente se precipita hacia el suelo, nunca podrá adquirir el hábito de ascender hacia arriba, aunque un millón de veces se la lance en este sentido; el fuego, no irá hacia abajo, y no hay un sólo cuerpo que pueda perder la propiedad que tiene por naturaleza, para contraer un hábito diferente. Así, pues, las virtudes no existen en nosotros por la sola [34] acción de la naturaleza, ni tampoco contra las leyes de la misma; sino que la naturaleza nos ha hecho susceptibles de ellas, y el hábito es el que las desenvuelve y las perfecciona en nosotros. Además, con respecto a todas las facultades que poseemos naturalmente, lo que llevamos desde luego en nosotros es el simple poder de servirnos de ellas; y más tarde es cuando producimos los actos que de las mismas emanan. A causa de nuestra conducta en las transacciones de todos géneros que intervienen entre los hombres, aparecemos unos justos y otros inicuos. A causa de nuestra conducta en las circunstancias peligrosas, y después que contraemos en ellas hábitos de flojedad o de firmeza, nos hacemos unos valientes, otros [35] cobardes. Lo mismo sucede también con los resultados de nuestras pasiones o de nuestros arrebatos entre los hombres; los unos son moderados y

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Aristteles: tica a Nicmaco Tomado de http://www.filosofia.org/cla/ari/azc01.htm#seg Fragmentos del Libro segundo Captulo primero: De la distincin de las virtudesen intelectuales y morales. La virtud y el hbitoSiendo la virtud de dos especies, una intelectual y otra moral, aquella resulta casi siempre de una enseanza a la que debe su origen y su desenvolvimiento; y de aqu nace que tiene necesidad de experiencia y de tiempo. En cuanto a la virtud moral nace ms particularmente del hbito y de las costumbres; y de la palabra misma hbito, mediante un ligero cambio, procede el nombre de moral que hoy tiene{30}. Basta esto para probar claramente que no hay una sola de las virtudes morales que exista en nosotros naturalmente. Jams las cosas de la naturaleza pueden por efecto del hbito hacerse distintas de lo que ellas son: por ejemplo, la piedra, que naturalmente se precipita hacia el suelo, nunca podr adquirir el hbito de ascender hacia arriba, aunque un milln de veces se la lance en este sentido; el fuego, no ir hacia abajo, y no hay un slo cuerpo que pueda perder la propiedad que tiene por naturaleza, para contraer un hbito diferente. As, pues, las virtudes no existen en nosotros por la sola [34] accin de la naturaleza, ni tampoco contra las leyes de la misma; sino que la naturaleza nos ha hecho susceptibles de ellas, y el hbito es el que las desenvuelve y las perfecciona en nosotros. Adems, con respecto a todas las facultades que poseemos naturalmente, lo que llevamos desde luego en nosotros es el simple poder de servirnos de ellas; y ms tarde es cuando producimos los actos que de las mismas emanan. A causa de nuestra conducta en las transacciones de todos gneros que intervienen entre los hombres, aparecemos unos justos y otros inicuos. A causa de nuestra conducta en las circunstancias peligrosas, y despus que contraemos en ellas hbitos de flojedad o de firmeza, nos hacemos unos valientes, otros [35] cobardes. Lo mismo sucede tambin con los resultados de nuestras pasiones o de nuestros arrebatos entre los hombres; los unos son moderados y dulces, los otros son intemperantes y dados a excesos, segn que estos se conducen de tal manera en determinadas circunstancias, y que aquellos se conducen de una manera contraria; en una palabra, las cualidades slo provienen de la repeticin frecuente de los mismos actos. He aqu cmo es preciso dedicarse escrupulosamente a practicar solamente actos de cierto gnero; porque las cualidades se forman segn las diferencias mismas de estos actos y siguen su naturaleza. No es pues de poca importancia contraer desde la infancia y lo ms pronto posible tales o cules hbitos; por el contrario, es este un punto de muchsimo inters, o por mejor decir, es el todo.Captulo II: Un tratado de moral no debe ser una pura teora,sino ante todo un tratado prcticoNo debe perderse de vista que el presente tratado no es una pura teora como pueden serlo otros muchos. No nos consagramos a estas indagaciones para saber lo qu es la virtud, sino para aprender a hacernos virtuosos y buenos; porque de otra manera este estudio sera completamente intil. Es por lo tanto necesario, que consideremos todo lo que se refiere a las acciones, para aprender a realizarlas, porque ellas son las que deciden soberanamente de nuestro carcter, y de ellas depende la adquisicin de nuestras cualidades, como acabamos de decir. Y si el estudio general de las acciones humanas presenta estos inconvenientes, con mucha ms razn el estudio especial de cada una de ellas en particular presentar mucha menos precisin an; porque no cae en el dominio de un arte regular, ni, lo que es ms, en el de ningn precepto formal. Pero cuando se obra, es una necesidad constante guiarse en vista de las circunstancias en que uno se encuentra, absolutamente del mismo modo que se practica en el arte de la medicina y en el de la navegacin.Por lo pronto conviene decir, que las cosas del orden de las que nos ocupamos, corren el riesgo de ver comprometida su existencia a causa de todo exceso, sea en un sentido, sea en otro; y para servirnos de ejemplos visibles, mediante los cuales puedan hacerse comprender bien cosas oscuras y ocultas, vemoslo con respecto a la fuerza del cuerpo y a la salud. La violencia desmedida de los ejercicios{32} o la falta de ejercicio destruyen igualmente la fuerza. Lo mismo sucede respecto al comer y beber: los alimentos en grande o en pequea cantidad destruyen la salud; mientras que, por lo contrario, tomados en debida proporcin, la dan, la sostienen y la aumentan. Lo mismo absolutamente sucede{33} con la templanza el valor y todas las dems virtudes. El hombre que a todo teme, que huye y que no sabe soportar ninguna contrariedad, es un cobarde; el que no teme nunca nada y arrostra todos los peligros, es un temerario. En igual forma, el que goza de todos los placeres y no se priva de ninguno, es intemperante; y el que huye de todos sin excepcin, como los salvajes que habitan en los campos, es en cierta manera un ser insensible. Y esto es as, porque la templanza y [37] el valor se pierden igualmente por exceso que por defecto, y no subsisten sino mediante la moderacin.Captulo III: Inmenso influjo del placer y de la penaen el destino humano y en la virtudUn signo manifiesto de las cualidades que adquirimos, es el placer o el dolor que se unen a nuestras acciones y que las siguen. El hombre que se abstiene de los placeres del cuerpo y hasta se complace en esta reserva misma, es templado; y el que con pesar soporta esta situacin, es intemperante. El hombre que arrostra los peligros y en ello tiene un placer, o que por lo menos no le turban, es un hombre valiente; el que se turba, es un cobarde. Y es que realmente la virtud moral se relaciona con los dolores y con los placeres, puesto que la persecucin del placer es la que nos arrastra al mal, y el temor del dolor es el que nos impide hacer el bien. He aqu por qu desde la primer infancia, como dice muy bien Platn{34}, es preciso que se nos [38] conduzca de manera que coloquemos nuestros goces y nuestros dolores en las cosas que convenga colocarlas, y en esto es en lo quo consiste una buena educacin. Adems, las virtudes nunca se manifiestan sino por actos y afecciones; y como no hay acto ni afeccin que no tenga por consecuencia o el placer o el dolor, esta es una nueva prueba de que la virtud se refiere nicamente a nuestros dolores y a nuestros placeres. Esto mismo lo atestiguan tambin los castigos que algunas veces siguen a nuestras acciones. Estos castigos son en cierta manera remedios, y los remedios ordinariamente, y segn el curso natural de las cosas, slo obran por medio de los contrarios. He aqu ahora una observacin, que nos har comprender ms fcilmente todas las que preceden. Hay tres cosas que se deben buscar; hay igualmente tres de que debemos huir; debe buscarse el bien, lo til, lo agradable{35}; debe huirse de sus tres contrarios, el mal, lo daoso y lo desagradable. Respecto de todas estas cosas, el hombre virtuoso sabe conducirse bien [39] y seguir el camino recto; el malo no comete sino faltas. Sobre todo las comete respecto al placer, porque por lo pronto el placer es un sentimiento comn a todos los seres animados, adems se le encuentra como resultado de todos los actos dejados a nuestra libre eleccin; puesto que el bien mismo y el inters pueden revestir igualmente la apariencia del placer. Adase a esto, que desde nuestra ms tierna infancia, cuando apenas empezamos a hablar, ya alimentamos en nuestro seno en cierta manera el placer, y ya se desenvuelve con nosotros. As que sera muy difcil deshacernos de un sentimiento, que tan profundamente ha penetrado en nuestra vida, y que ha tomado todos los colores de la misma, si bien, segn los individuos, as el placer y el dolor sern una regla que dirija ms o menos completamente su conducta.Captulo IV: Explicacin del principio, segn el que se hace uno virtuosoejecutando actos de virtudLas cosas, que producen las artes, llevan la perfeccin que les es propia en s mismas, y basta por consiguiente que aparezcan de una cierta manera. Pero los actos, que producen las virtudes, no son justos ni moderados{36} nicamente porque aparezcan de una cierta manera, sino que es preciso adems que el que obra se halle en cierta disposicin moral en el momento, mismo de obrar. La primera condicin es que sepa lo que hace; la segunda, que lo quiera as mediante una eleccin reflexiva y que quiera los actos que produce a causa de los actos mismos; y, en fin, es la tercera que al obrar, lo haga con resolucin firme e inquebrantable de no obrar jams de otra manera.Captulo V: Teora general de la virtudUna vez fijados todos estos puntos, indicaremos lo que es la virtud. Como en el alma no hay ms que tres elementos: las pasiones o afecciones, las facultades y las cualidades adquiridas o hbitos, es preciso que la virtud sea una de estas tres cosas. Llamo pasiones o afecciones, al deseo, a la clera, al temor, al atrevimiento, a la envidia, a la alegra, a la amistad, al odio, al pesar, a los celos, a la compasin; en una palabra, a todos los sentimientos que llevan consigo dolor o placer. Llamo facultades a las potencias que hacen que se diga de nosotros, que somos capaces de experimentar estas pasiones; por ejemplo, de encolerizarnos, de afligirnos, de apiadarnos. En fin, entiendo por cualidad adquirida o hbito la disposicin moral, buena o mala, en que estamos para sentir todas estas pasiones. As, por ejemplo, en la pasin de la clera, si la sentimos demasiado viva o demasiado muerta, es una disposicin mala; si la sentimos en una [42] debida proporcin, es una disposicin que se tiene por buena. La misma observacin se puede hacer respecto a todas las dems pasiones. De aqu se sigue, que ni las virtudes ni los vicios, hablando propiamente{37}, son pasiones. Por el pronto y en realidad no se nos llama buenos o malos en vista de nuestras pasiones, sino teniendo en cuenta nuestras virtudes y nuestros vicios. En segundo lugar, al hombre no se le alaba ni se le censura a causa de las pasiones que tiene; as que no se alaba ni se censura al que en general tiene miedo o se encoleriza, sino que slo es censurado el que experimenta estos sentimientos de cierta manera; y, por el contrario, en razn de los vicios y virtudes que descubrimos, somos directamente alabados o censurados. Adems, los sentimientos de clera y de temor no dependen de nuestra eleccin y de nuestra voluntad, mientras que las virtudes son voliciones muy reflexivas, o por lo menos, no existen sin la accin de nuestra voluntad y siendo objeto de nuestra preferencia. Aadamos tambin, que respecto de las pasiones debe decirse que somos por ellas conmovidos, mientras que respecto de las virtudes y de los vicios no se dice que experimentamos emocin alguna; y s slo que tenemos una cierta disposicin moral. Por estas mismas razones las virtudes no son tampoco simples facultades; porque no se dice de nosotros que seamos virtuosos o malos slo porque tengamos la facultad de experimentar afecciones, as como no es este motivo suficiente para que se nos alabe o se nos censure. Adems, la naturaleza es la que nos da la facultad, la posibilidad de ser buenos o viciosos; pero no es ella la causa de que nos hagamos lo uno o lo otro, como acabamos de ver. Concluyamos, pues, diciendo, que si las virtudes no son pasiones, ni facultades, no pueden ser sino hbitos o cualidades; y todo esto nos prueba claramente lo que es la virtud, generalmente hablando. Captulo VI: De la naturaleza de la virtudEs preciso no contentarse con decir, como hemos hecho hasta ahora, que la virtud es un hbito o manera de ser, sino que es preciso decir tambin en forma especfica cul es esta manera de ser. Comencemos por sentar, que toda virtud es, respecto a la cosa sobre que recae, lo que completa la buena disposicin de la misma y le asegura la ejecucin perfecta de la obra que le es propia. As, por ejemplo, la virtud del ojo hace que el ojo sea bueno, y que realice como debe su funcin; porque gracias a la virtud del ojo se ve bien. La misma observacin, si se quiere, tiene lugar con la virtud del caballo; ella es la que le hace buen caballo, a propsito para la carrera, para conducir al jinete y para sostener el choque de los enemigos. Si sucede as en todas las cosas, la virtud en el hombre ser esta manera de ser moral, que hace de l un hombre bueno, un hombre de bien, y gracias a la cual sabr realizar la obra que le es propia. Lo igual es una especie de trmino intermedio entre el exceso y el defecto, entre lo ms y lo menos. El medio, cuando se trata de una cosa, es el punto que se encuentra a igual distancia de las dos extremidades, el cual es uno y el mismo en todos los casos. Pero cuando se trata del hombre, cuando se trata de nosotros, el medio es lo que no peca, ni por exceso, ni por defecto; y esta medida igual est muy distante de ser una ni la misma para todos los hombres. Veamos un ejemplo: porque para tal hombre diez libras de alimento sean demasiado y dos libras muy poco, no es razn para que un mdico prescriba a todo el mundo seis libras de alimento, porque seis libras para el que haya de tomarlas, pueden ser una alimentacin enorme o una alimentacin insuficiente. Y as, todo hombre instruido y racional se esforzar en evitar los excesos de todo gnero, sean en ms, sean en menos; slo debe buscar el justo medio y preferirle a los extremos. Pero aquel no es simplemente el medio de la cosa misma, es el medio con relacin a nosotros. Gracias a esta prudente moderacin, toda ciencia llena perfectamente su objeto propio, no perdiendo jams de vista este medio, y reduciendo todas sus obras a este punto nico. He aqu por qu se dice muchas veces. cuando se habla de las obras bien hechas y se las quiere alabar, que nada se las puede aadir ni quitar; como dando a entender, que as como el exceso y el defecto destruiran la perfeccin, slo el justo medio puede asegurarla. Este es el fin, lo repetimos, a que se dirigen siempre los esfuerzos de los buenos artistas en sus obras; y la virtud que es mil veces ms precisa y mil veces mejor que ningn arte, se fija constantemente como la naturaleza misma en este medio perfecto. Hablo aqu de la virtud moral; porque ella es la que concierne a las pasiones y a los actos del hombre, y en nuestros actos y en nuestras pasiones es donde se dan, ya el exceso, ya el defecto, ya el justo medio. As, por ejemplo, en los sentimientos de miedo y de audacia, de deseo y de aversin, de clera y de compasin, en una palabra, en los sentimientos de placer y dolor se dan el ms y el menos; y ninguno de estos sentimientos opuestos son buenos. Pero saber ponerlos a prueba [45] como conviene, segn las circunstancias, segn las cosas, segn las personas, segn la causa, y saber conservar en ellas la verdadera medida, este es el medio, esta es la perfeccin que slo se encuentra en la virtud. Con los actos sucede absolutamente lo mismo que con las pasiones: pueden pecar por exceso o por defecto, o encontrar un justo medio. Ahora bien, la virtud se manifiesta en las pasiones y en los actos; y para las pasiones y los actos el exceso en ms es una falta; el exceso en menos es igualmente reprensible; el medio nicamente es digno de alabanza, porque el slo est en la exacta y debida medida; y estas dos condiciones constituyen el privilegio de la virtud. Y as, la virtud es una especie de medio, puesto que el medio es el fin que ella busca sin cesar. Por lo tanto, la virtud es un hbito, una cualidad que depende de nuestra voluntad, consistiendo en este medio que hace relacin a nosotros, y que est regulado por la razn en la forma que lo regulara el hombre verdaderamente sabio. La virtud es un medio entre dos vicios, que pecan, uno por exceso, otro por defecto; y como los vicios consisten en que los unos traspasan la medida que es preciso guardar, y los otros permanecen por bajo de esta medida, ya respecto de nuestras acciones, ya respecto de nuestros sentimientos, la virtud consiste, por lo contrario, en encontrar el medio para los unos y para los otros, y mantenerse en l dndole la preferencia. He aqu por qu la virtud, tomada en su esencia y bajo el punto de vista de la definicin que expresa lo que ella es, debe mirrsela como un medio. Pero con relacin a la perfeccin y al bien, la virtud es un extremo y una cspide{40}. [46] Por lo dems, es preciso decir, que ni todas las acciones, ni todas las pasiones son indistintamente susceptibles de este medio. Hay tal accin, tal pasin, que con slo pronunciar su nombre, aparece la idea de mal y de vicio: como por ejemplo, la malevolencia o tendencia a regocijarse del mal de otro, la impudencia, la envidia; y en punto a acciones, el adulterio, el robo, el asesinato; porque todas estas cosas y las parecidas a ellas son declaradas malas y criminales nicamente a causa del carcter horrible que ofrecen; y no por su exceso, ni por su defecto. Respecto de estas cosas, por tanto, nunca hay medio de obrar bien; slo es posible la falta. En los casos de este gnero indagar lo que es bien y lo que no es bien, es cosa inconcebible; como, por ejemplo, en el adulterio, averiguar si ha sido cometido con tal mujer, en tales circunstancias, de tal manera; porque hacer cualquiera de estas cosas es, absolutamente hablando, cometer un crimen. Es como si uno imaginara que en la iniquidad, en la cobarda, en la embriaguez, poda haber un medio, un exceso y un defecto; porque entonces sera preciso que hubiese un medio de exceso y de defecto, y un exceso de exceso, y un defecto de defecto. Pero as como no hay exceso ni defecto para el valor y para la templanza, porque en ellos el medio es, en cierta manera, un extremo; en igual forma no hay para estos actos culpables, ni medio, ni exceso, ni defecto; sino que de cualquier manera que se tome, siempre es criminal el que los cometa; porque no es posible que haya un medio, ni para el exceso, ni para el defecto, como no puede haber ni exceso ni defecto para el medio.