Arteaga, Martuccelli - Neoliberalismo y Experiencia Posicional

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D. R. © 2012. Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales. Revista Mexicana de Sociología 74, núm. 2 (abril-junio, 2012): 275-302. México, D.F. ISSN: 0188-2503/12/07402-04. E ste artículo propone, a partir de la articulación cruzada de diferentes investigaciones empíricas cualitativas realizadas en dos sociedades, la chilena y la francesa, un modelo de teorización comparada de diferen- tes experiencias posicionales. 1 Es así como debe entenderse la comparación Magíster en ciencias sociales, por Flacso-México. Doctora en ciencias políticas y so- ciales por la Universidad Nacional Autónoma de México. Temas de especialización: vul- nerabilidad, estrategias, procesos de modernización, familia, género. Departamento de Sociología, Universidad de Chile. Dirección: Cap. Ignacio Carrera Pinto 1045, Ñuñoa, Santiago. Tel.: (56-2)761-4322. Correo electrónico: <[email protected]>. ∗∗ Université París Descartes, CERLIS-CNRS. Licenciatura en filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina; DEA en sociología, École des Hautes Études en Sciences Sociales, París; doctorado en ciencias sociales, École des Hautes Études en Sciences Socia- les. Temas de especialización: teoría social, individuación, sociología política, moderni- dad. Université Paris Descartes, Faculté des Sciences Humaines et Sociales-Sorbonne, 45, rue des Saints-Pères, 75006, París, Francia. Correo electrónico: <danilo.martuccelli@pa- risdescartes.fr>. 1 Este texto de síntesis se apoya en investigaciones realizadas en los dos países, esen- cialmente a través de entrevistas semidirectivas en profundidad. El material de Francia Resumen: Apoyándose en un conjunto de inves- tigaciones cualitativas, el artículo propone una comparación de las experiencias posicionales en las sociedades chilena y francesa. Sin descuidar las di- ferencias que se observan a este respecto entre los grupos sociales en cada uno de los países estudia- dos, el artículo se interesa sobre todo en los disí- miles perfiles nacionales de estas experiencias. Se diseñan, así, claramente, dos modelos de expe- riencia posicional, a través de la articulación de modelos sociales de estratificación, naturaleza de las consistencias posicionales, conductas indivi- duales y malestares subjetivos. Abstract: Based on a set of qualitative research, the article proposes a comparison of positional ex- perience in Chilean and French societies. With- out neglecting the observable differences between social groups within each of the countries studied, the article is primarily concerned with the different national profiles of these experiences. Two models of positional experience are clearly designed by ar- ticulating social stratification patterns, nature of positional consistencies, individual behavior and subjective discomfort. Neoliberalismo, corporativismo y experiencias posicionales. Los casos de Chile y Francia CATALINA ARTEAGA A. * Y DANILO MARTUCCELLI ** Palabras clave: posición social, experiencias, estatus, redes, refugios, malestares. Key words: social position, experience, status, networks, refuges, discomfort.

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  • D. R. 2012. Universidad Nacional autnoma de Mxico-Instituto de Investigaciones sociales. Revista Mexicana de Sociologa 74, nm. 2 (abril-junio, 2012): 275-302. Mxico, D.F. IssN: 0188-2503/12/07402-04.

    Este artculo propone, a partir de la articulacin cruzada de diferentes investigaciones empricas cualitativas realizadas en dos sociedades, la chilena y la francesa, un modelo de teorizacin comparada de dife ren-tes experiencias posicionales.1 Es as como debe entenderse la comparacin

    Magster en ciencias sociales, por Flacso-Mxico. Doctora en ciencias polticas y so- cia les por la Universidad Nacional autnoma de Mxico. Temas de especializacin: vul- ne ra bilidad, estrategias, procesos de modernizacin, familia, gnero. Departamento de sociologa, Universidad de Chile. Direccin: Cap. Ignacio Carrera Pinto 1045, uoa, santiago. Tel.: (56-2)761-4322. Correo electrnico: .

    Universit Pars Descartes, CERLIS-CNRS. licenciatura en filosofa por la Universidad Nacional de Crdoba, argentina; DEA en sociologa, cole des Hautes tudes en sciences sociales, Pars; doctorado en ciencias sociales, cole des Hautes tudes en sciences so cia-les. Temas de especializacin: teora social, individuacin, sociologa poltica, moderni-dad. Universit Paris Descartes, Facult des sciences Humaines et sociales-sorbonne, 45, rue des saints-Pres, 75006, Pars, Francia. Correo electrnico: .

    1 Este texto de sntesis se apoya en investigaciones realizadas en los dos pases, esen-cialmente a travs de entrevistas semidirectivas en profundidad. El material de Francia

    Resumen: Apoyndose en un conjunto de in ves-ti gaciones cualitativas, el artculo propone una comparacin de las experiencias posicionales en las sociedades chilena y francesa. Sin descuidar las di-ferencias que se observan a este respecto entre los grupos sociales en cada uno de los pases estu dia-dos, el artculo se interesa sobre todo en los dis-miles perfiles nacionales de estas experiencias. Se disean, as, claramente, dos modelos de expe-riencia posicional, a travs de la articulacin de modelos sociales de estratificacin, naturaleza de las consistencias posicionales, conductas indivi-dua les y malestares subjetivos.

    abstract: Based on a set of qualitative research, the article proposes a comparison of positional ex-perience in Chilean and French societies. With-out neglecting the observable differences between social groups within each of the countries studied, the article is primarily concerned with the different national profiles of these experiences. Two models of positional experience are clearly designed by ar-ticulating social stratification patterns, nature of positional consistencies, individual behavior and subjective discomfort.

    Neoliberalismo, corporativismo y experiencias posicionales. los casos de Chile y Francia

    CaTalINa aRTEaga a.* y DaNIlO MaRTUCCEllI**

    Palabras clave: posicin social, experiencias, estatus, redes, refugios, malestares.Key words: social position, experience, status, networks, refuges, discomfort.

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    propuesta entre estas dos sociedades. aun cuando ambos pases son miem-bros de la Organizacin para la Cooperacin y el Desarrollo Econmicos (OCDE), sus diferencias son muy importantes (en trminos de poblacin, producto interno bruto, ingreso per capita, tradiciones institucionales). Cu-riosamente, estas diferencias, aun cuando son reconocidas, tienden a ser descuidadas analticamente por los estudios que se efectan a travs de in-dicadores que, por lo general, se descontextualizan de las situaciones so cia-les concretas. El inters de estos trabajos no est en cuestin: la ganancia es real en trminos operacionales puesto que se facilita la implementacin de polticas pblicas, cuya meta explcita es incidir en estos indicadores.

    sin embargo, si los indicadores permiten evaluar distintos tipos de desigualdad, las comparaciones que posibilitan descuidan, por lo general, las experiencias efectivas de los actores, por lo que este artculo se inscri-be en el marco de una sensibilidad terica hacia el peso de los contextos en el razonamiento sociolgico (Passeron, 1992). su principal objetivo es mostrar que ms all de las desigualdades medibles por los indicadores es necesario construir para tener una representacin global de las po-siciones sociales categoras que apoyndose en los contextos nacionales y en las experiencias de los actores expliciten su sentido. Una dimensin que en los informes de las agencias internacionales generalmente tiende a ser desconsiderada, puesto que las herencias histricas y las experiencias socioculturales exigen una sensibilidad y un reconocimiento de la diver-sidad de las tradiciones nacionales que dificultan las cuantificaciones y generalizaciones, y conspiran contra los anlisis cuya vocacin es buscar, justamente, soluciones generalizables y cuantificables. sin embargo, los valores y los universos simblicos slo adquieren sentido dentro de las tramas complejas y las especificidades de las historias nacionales. Es esta toma de posicin la que anima este artculo y explica la metodologa so-bre la cual nos apoyamos. a diferencia de los estudios que por lo general recurren a mtodos cuantitativos para estudiar la estratificacin social, trabajamos a partir de un material esencialmente cualitativo. lo que nos interesa subrayar es la pluralidad de dimensiones analticas que deben ser tomadas en cuenta a la hora de estudiar las experiencias posicionales.

    proviene de ms de un centenar de entrevistas realizadas en el marco de investigaciones cualitativas sobre procesos de segregacin urbana y conflictos intertnicos, exclusin social y escolar y procesos de individuacin. El de Chile tambin proviene de ms de un centenar de entrevistas de investigaciones cualitativas sobre procesos de individuacin y estrategias de familias confrontadas con situaciones de riesgo socioeconmico (Proyecto del Fondo Na cio-nal de Desarrollo Cientfico y Tecnolgico, Fondecyt Iniciacin, nm. 11090364).

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    la comparacin que proponemos se construye a partir de una mira-da que privilegia, por un lado, las estructuras y los procesos sociales que participan en la produccin de las posiciones, y se adentra, por el otro, en las maneras en que son vividas por los distintos grupos sociales. Como veremos, si las dimensiones que retenemos son comunes a las dos socie-dades estudiadas, se presentan y aqu est lo esencial con diferentes carices. Es, pues, un trabajo de explicitacin conceptual, en el marco de una sociologa comparada, lo que se propone en este artculo.

    Procederemos en cuatro etapas. En la primera presentaremos breve-mente, desde una perspectiva macrosociolgica, los grandes cambios anali-zados en cada una de las dos sociedades estudiadas a nivel de la estratificacin social: a saber, la oposicin entre el modelo neoliberal chileno y el modelo cor-po ra ti vo francs. En la segunda sealaremos que detrs de la transformacin de los modelos sociales lo que est en juego a nivel de los actores son in quie-tu des dismiles que, ms all de algunas similitudes aparentes, reen van a percepciones altamente divergentes: si la experiencia de la incon sis ten cia estatutaria es central en Francia, en Chile lo que prima es la inconsistencia po-sicional. En la tercera nos centraremos en las estrategias individuales y co-lec ti vas que practican los actores con la finalidad de protegerse socialmente: el uso y recurso constante de las redes en Chile se contrapone a la bsque-da de refugios en Francia. En la cuarta y ltima mostraremos cmo todas estas diferencias dan lugar a economas subjetivas distintas, puesto que los actores no desarrollan los mismos sentimientos con respecto a sus posicio-nes: si el sufrimiento es la principal descripcin en Francia, en Chile lo que pri ma es el miedo.

    MODElOs DE EsTRaTIFICaCIN: MODElO NEOlIBERal VERSUS MODElO CORPORaTIVO

    En lo esencial de la tradicin marxista y weberiana, las posiciones sociales son estudiadas a travs de la clase, subrayando o bien el lugar de los ac to-res en el proceso de produccin o bien los diferenciales de oportunidades de vida que se obtienen en el mercado (Wiley, 1987). Estas dos grandes for mas de interpretacin han conocido variantes importantes en las ltimas dca-das, a medida que se reforzaba la toma de conciencia de la pluralidad de capitales o recursos econmicos, sociales, culturales (Bourdieu, 1979), pero tambin en trminos de fuerza de trabajo, credenciales y bienes de orga ni-za cin (Roemer, 1982) por los que se definen las diferentes posiciones de

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    clase. Todo esto ha conformado una visin ms compleja de la estructura social: desdiferenciacin tendencial de las fronteras entre clases (debido en mucho al consumo), consolidacin de nuevos grupos, multiplicacin de po-si cio nes de clase e incluso de contradicciones dentro de una misma clase social (Wright, 1989). El resultado es que se impuso en la teora social una vi sin pluridimensional de las clases sociales (Crompton, 1993; Dubet y Mar-tuc celli, 2000).

    Esto no impide que se reconozca la existencia de procesos estructurales comunes en la construccin de las grandes posiciones sociales. En efecto, a pesar de las variantes, dichas posiciones se siguen definiendo por uno de los conflictos centrales de las sociedades modernas, para retomar la carac-terizacin de Polanyi (1994): el que se da entre la lgica del mercado y la lgica de la proteccin. Cierto, este doble eje es insuficiente para caracteri-zar la diversidad de los capitalismos contemporneos, puesto que muchas otras formas institucionales son necesarias para ello (Boyer, 2004; amable, 2005), pero en un determinado nivel de abstraccin su articulacin sigue definiendo el eje principal de la estratificacin social. Una articulacin que permite caracterizar, incluso bajo modalidades distintas, tanto a la sociedad francesa como a la chilena como sociedades capitalistas en las que las posi-ciones sociales son inseparables de compromisos institucionales, entre los cuales sobresalen las modalidades de regulacin del capital y del trabajo.

    Desde una perspectiva de este tipo, Esping-andersen (1990) ha pro-puesto, por ejemplo, una de las ms importantes representaciones de la estratificacin en Europa: lo importante no es tanto razonar en trminos de un Estado benefactor ms o menos igualitario, sino a partir de las di-fe rentes lgicas de estratificacin social que se producen. Es la manera en que el Estado benefactor regula el capitalismo lo que permite realizar la ca racterizacin ms coherente de las evoluciones de una sociedad. No-te mos que tambin entre los ensayos por definir las posiciones de clase en amrica latina se insiste en un aspecto similar: es el neoliberalismo y el modo especfico de regulacin de la relacin capital-trabajo y los diferen-ciales de cobertura social y proteccin los que disean las grandes po-sicio nes so ciales (Klein y Tokman, 2000; Portes y Hoffman, 2007; len y Martnez, 2007).

    Ms que una presentacin de los distintos estratos sociales que esto per mite distinguir en cada pas, lo que nos interesa subrayar son las dife-rencias globales observables en los modelos de estratificacin: Chile sera un ejemplo paradigmtico del modelo neoliberal y Francia un pas con un modelo corporativo.

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    El modelo neoliberal chileno

    a grandes rasgos, un consenso interpretativo se impone. Chile habra tran sitado de un modelo Estado-cntrico a un modelo mercado-cn-trico (garretn, 1983, 2000), o, como lo enuncia de manera figurativa Ti roni (2005, 2006), de un modelo de sociedad francs a un modelo norteamericano, y dentro de ste, de un modelo a la Chicago, bajo la dicta du ra, a otro a la Boston, bajo la concertacin. En todo caso, el mo-delo neoliberal que se consolid disminuy globalmente el rol del Estado, en cerrndolo en lo que algunos denominan una funcin subsidiaria, fren-te a un mercado que se habra liberado cada vez ms de toda coer cin social.

    la formulacin es imprecisa, ya que el mercado no se ha liberado del Estado, sino que se ha dado un rediseo de las fronteras entre ambos, en el cual las relaciones entre los grupos sociales sufrieron una profunda transformacin a causa de una economa que se orient a la exportacin y el comercio internacional y ms tarde al mercado de capitales, que re-gul sobre nuevas bases el mercado de trabajo y transform los principios de proteccin social y los servicios pblicos a los cuales los ciudadanos pueden tener acceso. Todo este proceso pas por decisiones polticas vin-culadas a la flexibilizacin laboral, la descentralizacin de la negociacin colectiva, la privatizacin de las pensiones y el aumento creciente del peso del mercado en la provisin del bienestar social lo que entra nuevas formas de informalidad y desigualdad (Fraile, 2009; Riesco, 2009). Ms all del debate sobre la existencia, o no, de una o dos fases en el modelo neoliberal implementado (Moulian, 1997; Ffrench-Davies, 2008; Castells, 2005), lo que est en cuestin es la vigencia en Chile de lo que Filgueira (1999b), en su clasificacin de los Estados de bienestar en amrica latina, denomin universalismo estratificado un sistema que da una cober-tura de 70% pero con fuertes diferenciaciones entre grupos sociales. En todo caso, retomando la tipologa de Esping-andersen, Katzman y Wormald (2002), no existen dudas al asociar el modelo social vigente en Chile al rgimen liberal.

    En estos debates, y en la regulacin de la economa capitalista que se define, est en juego un tipo de Estado benefactor y, por ende, un modelo de estratificacin. En efecto, las posiciones sociales, y la proteccin de la que se goza en ellas, varan segn se mantengan los principios de cobertu-ra universalistas o se cambien en beneficio de programas especficamente dirigidos a la pobreza que no entraen, empero, demasiada carga fiscal,

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    con el fin de no mermar la competitividad econmica del pas, y por supuesto que sean diseados para no provocar lo que se denomina depen-dencia asistencialista de los pobres hacia ellos (IPPE-UDP, 2009).

    Pero estos debates no deben hacernos descuidar lo esencial: en las ltimas dcadas en Chile se han dado preferentemente polticas sociales orientadas de manera focalizada a disminuir la pobreza y la indigencia, incluso en el marco de un universalismo bsico (Molina, 2006). En bre-ve: el modelo liberal no slo transform a profundidad la cartografa de las posiciones sociales en el pas, sino engendr, y esto es lo que trata-remos con detalle en los prrafos siguientes, inquietudes posicionales especficas.

    El modelo corporativo francs

    En el caso de la sociedad francesa, el cambio ha sido no solamente menos abrupto, sino que en muchos aspectos (y a pesar de las reformas introdu-cidas en las ltimas dcadas, muchas de corte neoliberal) prima una con-tinuidad, al punto de que es legtimo hablar de un modelo social francs corporativo o conservador del Estado-providencia (Esping-andersen, 1990) que, ms all de sus xitos o fracasos, se contrapone al modelo anglosajn, ms apoyado en valores individualistas y menos preocupado por las dimensiones distributivas y el papel del Estado en la gestin de la exclusin social (Wacquant, 2006). la cohesin social sigue siendo el prin-cipal fundamento del modelo, aun cuando cada vez ms, como en tantos otros pases europeos, este concepto integre exigencias que tienen que ver con la competitividad de las economas nacionales en la era de la globa-lizacin (Esping-andersen et al., 2002). En todo caso, el rol protagnico del Estado, la importancia de las prestaciones sociales y las transferencias de recursos disponibles, sin olvidar el otorgamiento de nuevos derechos universales (mnimos sociales, cobertura mdica) (Messu, 2009), no pue-de bajo ningn punto de vista asociarse a la idea del desmantelamiento del Estado benefactor.

    Es decir, es preciso ver en el caso francs una dialctica entre un capi ta-lismo cada vez ms globalizado y liberado de las coerciones de la protec-cin social y, paradjicamente, uno que busca la conservacin, incluso la renovacin, del Estado benefactor (Rosanvallon, 1995, 2011). Por una par-te, los actores son expuestos ms o menos directamente a las coerciones del mercado en funcin de sus calificaciones, del sector productivo, de su con-

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    tra to de trabajo o de la posicin de la empresa en la jerarqua de la sub-con tra ta cin. Por otra, todos los actores definen su posicin a travs de un vasto conjunto reglamentario de transferencias sociales que constituyen una parte sustancial de las rentas (agentes del servicio pblico, clases de edad, estudiantes, jubilados, subsidios familiares). los conflictos entre uno y otro ejes tienden a agudizarse (aglietta, 1998; Chesnais, 2004), como lo indica el malestar creciente que se observa entre las clases medias a causa justamen te de la transformacin del rol distributivo del Estado de bienestar (Chau vel, 2006; Bouffartigue, 2004). sin embargo, las polticas y los derechos socia-les siguen siendo un recurso decisivo en el posicionamiento de los actores. y es alrededor de dichos actores que toma cuerpo, como lo veremos, un con junto particular de malestares posicionales.

    DIFERENCIalEs DE INCONsIsTENCIa: EsTaTUTaRIa VERSUS POsICIONal

    las transformaciones de los grandes mecanismos de la estratificacin so cial nos introducen a otra dimensin analtica: los diferenciales de consis ten cia de los distintos emplazamientos sociales. Con este trmino designamos el grado de experiencia de permeabilidad, de resistencia o de impunidad que un estatus o posicin poseen frente a los cambios en curso. En esta dimen-sin, y en mucho a causa de los modelos sociales de estratificacin en cues-tin, las experiencias de los actores son muy dismiles en las dos sociedades estudiadas.

    La inconsistencia estatutaria

    En Francia, la gran caracterstica experiencial de la posicin social es un sen ti mien to generalizado de desestabilizacin estatutaria. Es esta realidad la que explica el tipo de lenguaje con el que tiende a describirse la situacin desde hace varias dcadas y, sin duda, el xito de la nocin de exclusin. lo que subraya este trmino es un proceso de fragilizacin que concierne pro-gre si vamente a grupos sociales perfectamente adaptados a la sociedad mo-der na que son, sin embargo, vctimas de la coyuntura econmica, y sobre todo de la crisis de empleo (Castel, 1995; Paugam, 1996).

    Es sobre el teln de fondo de una experiencia pasada (y de un anhelo pre sen te) de estabilidad posicional como se explica la importancia de los de ba tes, en los ltimos aos, sobre los fenmenos de desclasamiento de n-

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    do le generacional o social (Chauvel, 1998; Peugny, 2008; Maurin, 2009)2 y los fenmenos de desafiliacin o exclusin. En los dos casos, lo que es cen-tral es que la crisis se desencadena cuando un actor pasa de una situacin de estabilidad a una nueva de inestabilidad estatutaria al modificarse los so por tes institucionales. a travs de este anlisis no se describe priorita -ria men te la pobreza, sino la experiencia de aquellos que habiendo estado afi lia dos han visto mermada su posicin.

    Este temor estatutario se produce en posiciones sociales percibidas como slidas: es justamente esta solidez y la dificultad para acceder a ellas lo que da origen a estrategias de defensa activa y permanente del estatus, como ha sido establecido en Francia, histricamente, a propsito del cortesano, del hombre de la organizacin o incluso de los jvenes desempleados (Elias, 1982; Boltanski, 1982; Iribarne, 1989). En todos ellos se manifiesta la ob-se sin del estatus y el temor a la desestabilizacin. Por supuesto, este sen ti-mien to es plural en sus manifestaciones, segn los grupos sociales, y va, por ejemplo, de la obsesin de desclasamiento a las expresiones de xenofobia y racismo (Wieviorka et al., 1992; lapeyronnie, 2008).

    En este punto, una diferencia mayor es observable en las retricas uti-li za das en ambas sociedades. En Chile los individuos entrevistados mos-traron mayor capacidad para establecer vnculos entre cambios globales y contingencias personales. Como algunos estudios han mostrado, sobre todo en mbitos rurales, la modernizacin agraria o la apertura de la economa al mercado mundial junto a implicaciones nefastas, como la prdida del empleo, de la propiedad o de las tradiciones han sido tambin impor tan-tes factores de empoderamiento, sobre todo entre algunas mujeres a par tir de su insercin laboral (arteaga, 2000; Tinsman, 2009). sin embargo, lo im-por tan te es que la globalizacin y la fluctuacin de la coyuntura econmica internacional son, ms en Chile que en Francia, utilizadas espontnea men-te en los relatos. si entre las personas entrevistadas en Francia no haba casi conciencia ni de la recesin de 1993-1995 ni de los buenos aos 1998-2000 (Martuccelli, 2006)3, en Chile, por el contrario, la conciencia de las crisis estuvo muy presente entre los entrevistados (araujo y Martuccelli, 2011; ar-tea ga y Prez, 2011).

    2 la experiencia, por supuesto, no est ausente en amrica latina, pero, como lo ve-re mos, no es sta la principal caracterstica en la regin.

    3 Recordemos al lector que esta conclusin se basa en entrevistas efectuadas antes de la crisis econmica iniciada en 2008, y que es posible, ante su magnitud, observar hoy en da actitudes distintas entre los actores.

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    a pesar de lo anterior, y de manera paradjica, en Francia las posicio-nes sociales se perciben en vas de desestabilizacin ms que en Chile. Por supuesto, esto tiene que ver con el diferencial de percepcin que en ambas sociedades se constata en lo que a la movilidad social se refiere (Torche, 2005). Pero slo en parte. lo que est en juego son dos percepciones dis-tintas de la globalizacin. En este sentido, la globalizacin actual no es sino la ltima denominacin de un proceso plurisecular bien conocido en am-rica latina: la vida social es percibida como constantemente modelada por la reverberacin de eventos producidos en los pases centrales; en todo caso, es un rasgo mayor de la manera en que los latinoamericanos han pensado el vnculo entre las estructuras y la historia, y dentro de ambas las posiciones sociales. la representacin es distinta en lo que durante d-cadas se denomin como pases centrales. El choque interpretativo es aqu ms intenso. En efecto, la toma de conciencia de esta situacin produce una verdadera conmocin entre los individuos de sociedades que tradicio-nalmente se pensaron en lo que a su estratificacin se refiere desde el marco casi exclusivo del Estado-nacin. la conciencia generalizada de los riesgos resume esta actitud. Por supuesto, en la versin inicial que dio Beck (1998), la tesis se apoy sobre todo en los riesgos ecolgicos y su capacidad para traspasar las fronteras, pero progresivamente otros tipos de riesgo, de ndole propiamente socioeconmica, fueron incorporados al anlisis.

    De esta forma, ya sea a causa de la transformacin del Estado benefac-tor o de la consolidacin de otra representacin sobre la nueva apertura (y porosidad) de las fronteras nacionales, la experiencia posicional se vive a travs de un fuerte sentimiento de desestabilizacin estatutario.

    La inconsistencia posicional

    En Chile, por supuesto, es posible encontrar experiencias similares de ma-les tar estatutario. sin embargo, globalmente, no es ste el sentimiento pre-do mi nan te. lo que prima es una experiencia particular de inconsistencia po sicional a la vez comn y transversal a los distintos estratos sociales (arau-jo y Martuccelli, 2011). Una realidad que transmite una experiencia dis-tin ta de inquietud posicional.

    En efecto, la mayor parte de los individuos siente que su posicin es ex tre ma da men te permeable al cambio y est sujeta al deterioro social. sin em bar go, este sentimiento es distinto al que ya tratamos. lo que prima es el de que, unas ms otras menos, todas las posiciones sociales, salvo en los

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    grupos ms acomodados, son inestables. Por supuesto, en el origen de esta experiencia es posible distinguir un gran nmero de factores, y en este sen-ti do la situacin parece ser muy similar a la que hemos descrito para el caso francs. Pero una visin a profundidad corrige, inmediatamente, esta si mi-li tud de superficie, por dos razones: porque los factores susceptibles de de-ses ta bilizar una posicin son mucho ms variados en Chile que en Francia pensemos en el rol que le compete a la poltica en esta dimensin (Ti ro-ni, 2009) o en los accidentes no cubiertos, o slo insuficientemente por la proteccin social y porque ninguna posicin social se percibe, y sta es la principal diferencia, siendo consistente de manera durable.4

    la mayora de los habitantes entrevistados en los barrios populares de gran santiago, ms all de su informalidad o sus niveles de ingreso, ex-pre s una inquietud posicional particular. a saber, no por el hecho de es tar fue ra (out), sino que estando dentro (in) se sentan frgiles. Esto hace que se opte, por lo general, por la nocin de vulnerabilidad para describir-la. las dos nociones comparten un indudable aire de familia. sin embar-go, la vulnerabilidad est casi exclusivamente definida en relacin con la pobreza o ha sido restringida al sector popular o incluso a un proletariado informal (Contreras et al., 2005; Torche y Wormald, 2007; Ramos et al., 2004). Por el contrario, la inconsistencia posicional define una experiencia comn a otros estratos sociales y, sobre todo, no es un riesgo en particular lo que se subraya, sino que es el propio emplazamiento social (en su conjunto) el que se percibe como poroso y susceptible de deterioro.

    la situacin de las clases medias en Chile nos permitir precisar este sen timiento. Este grupo social se caracteriza por un trnsito insuficien-te men te teorizado en lo que a su ansiedad se refiere. Durante mucho tiem-po, la ansiedad especfica a este grupo social, por definicin ubicado en una situacin intermedia, fue teorizada en amrica latina ms en trminos de estatus que posicionales. ser de clase media era, antes que cualquier otra cosa, poseer y defender un estatus social. En las ltimas dcadas, una ver-da de ra transicin ha ocurrido. sin desaparecer, la tradicional ansiedad estatutaria propia de las clases medias cede el paso, sigilosamente, a la afir-ma cin de un sentimiento distinto de inconsistencia posicional. si los tr mi-nos empleados son a veces similares, puesto que en ambos casos se vislumbra

    4 Por supuesto, como podemos ver a travs de nuestras entrevistas, este sentimiento refleja condiciones bien distintas, dependiendo de si se trabaja en el sector formal o en el informal de la economa (Infante y sunkel, 2004), de que se disponga de uno o varios sa-larios o del tipo de contrato, etctera.

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    el temor a caer, socialmente, en el fondo, los procesos no son los mis-mos. En el primer caso, la ansiedad se origina en la voluntad de defender los privilegios o derechos, incluso la accesibilidad a un estatus (lomnitz y Melnick, 1991). En el segundo, en multiplicar recursos o soportes (econ-mi cos, polticos o relacionales) para apuntalar y solidificar una posicin so cial, que se percibe como inconsistente, a travs de un conjunto de es tra-tegias relacionales (Barozet, 2002). En el primer caso, es la famosa decen-cia de las clases medias latinoamericanas, y las fronteras simblicas que pueden construirse alrededor de ella, lo que traza la frontera estatutaria; en el se gundo, se trata no slo de mantenerse en una posicin sino de man-tener la posicin misma mantenerse en una posicin que percibida como inconsistente es imperioso apuntalar a travs de estrategias individuales y colectivas.

    la consideracin de esta experiencia invita a matizar la pertinencia, para el caso chileno, de la nocin de riesgo. Por supuesto, entendida de ma-nera amplia la nocin es vlida para describir la experiencia de ciertos actores. Pero slo de manera parcial. Para muchos, y no solamente para las familias en situaciones precarias, es en una inestabilidad estructural don-de se viven los riesgos sucesivos. la distincin no es bizantina: esto conlleva, por ejemplo, a que a muchas personas entrevistadas les haya sido difcil reconocer cul es la situacin ms riesgosa que han vivido en los ltimos dos aos (arteaga y Prez, 2011): los riesgos se diluyen, y desdibujan, en una letana de crisis permanentes.

    los fenmenos de endeudamiento y sobreendeudamiento son un buen ejemplo de lo anterior. si algunos relatos sealan efectivamente la existen-cia por lejana que sea de un punto de equilibrio, en muchos otros lo que prima es la narracin de una suerte de endeudamiento permanente (arteaga y Prez, 2011). De ah tambin el inters por privilegiar la nocin de inconsistencia sobre el de vulnerabilidad. los individuos no transitan de una situacin de estabilidad a otra de inestabilidad a causa de determinados factores de vulnerabilidad (riesgos). Toda su vida social se desenvuelve en medio de un sentimiento permanente de inconsistencia posicional. Un sentimiento acentuado por el modelo neoliberal.

    aCCIONEs INDIVIDUalEs: REFUgIOs VERSUS REDEs

    En el marco de una teora global sobre la posicin social, es imperioso abor-dar una tercera dimensin: las estrategias de los actores. Durante mucho

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    tiempo esta dimensin fue esencialmente abordada a travs de las capaci-dades estructurales de reproduccin familiar, cierre posicional o movilidad social (Bourdieu y Passeron, 1970; Parkin, 1979), antes de que los anlisis se interesaran en la diversidad de capitales o recursos que los individuos son capaces de movilizar. El resultado ha sido inmediato: dentro de una misma posicin social se reconocen, cada vez ms, diferencias entre sus miembros.

    a la tradicional trada empleo-ingresos-educacin se le aadi una pluralidad de factores, como el capital social (Coleman, 1990), los diferen-ciales de estereotipo social, la capacidad de acceso y control de los cdigos culturales dominantes, sin descuidar la importancia de los lugares de resi-dencia (los barrios), el ser o no propietario de la vivienda, los efectos que la vida personal y familiar (separaciones, decesos) o las discapacidades tienen a la hora de describir las desigualdades sociales (sen, 1992).

    El reconocimiento de estos factores ha modificado de manera profunda la visin de la estratificacin social: no solamente se reconoce la existencia de una estructura social mucho ms diferenciada de lo que durante mucho tiempo se supuso, sino tambin, y es lo esencial, un mayor espacio de ac-cin a los individuos en lo que respecta a sus posiciones sociales. la idea de que los actores participan, dentro de ciertos lmites estructurales, en sus posicionamientos sociales, ya sea en trminos de movilidad o a travs de estrategias de reproduccin, transforma profundamente su anlisis. las diferencias son aqu tambin maysculas en las dos sociedades estudiadas.

    Las redes

    En Chile, dada la conciencia de la inconsistencia posicional, la movilizacin de recursos est subordinada a una estrategia relacional particular. Un tr-mino resume bien esta actitud: trabajar las redes. Porque se asume que nin-gu na posicin est al abrigo del riesgo, o si se prefiere porque esta inquietud toma la forma de una preocupacin estructural, lo importante son las ma-ne ras de lidiar permanentemente con ella, o sea, la forma en que se ponen en prctica estrategias posicionales especficas. Conductas que si entre las cla ses medias toman la forma preferencial de contactos interpersonales plu-ra les, en los sectores populares urbanos se establecen desde bases ms bien espaciales o familiares.

    En la sociedad chilena actual el capital social o, para expresarlo en los trminos de los entrevistados, las redes es sin lugar a dudas el prin-ci pal recurso movilizado, en tanto estrategia posicional. Esto no minimiza

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    el importante rol que muchos individuos otorgan a la educacin, pero el predominio de las redes es indiscutible. Robles (2000) ha subrayado desde una ptica comparativa esta dimensin: los individuos en Chile en fren tan solos, en todo caso ms solos que en las sociedades europeas, los proble-mas sociales, puesto que se ven obligados a buscar respuestas por s mismos a una serie de falencias. a la autoconfrontacin asistida por las institu cio-nes, que sera de rigor, segn el autor, en Europa, se le opondra en Chi le una autoconfrontacin desregulada. Para hacer frente a estas situaciones, los actores se ven en la necesidad de desarrollar estrategias de redes de fa-vo res y reciprocidades, con el fin de paliar su inquietud posicional, ge-nerando una suerte de sistema funcional alternativo bajo la forma de un modelo secundario de inclusin social basado en relaciones. Es decir, estas estrategias sociales tienen una funcin incluyente mayor (Barozet, 2006) y los actores se ven obligados a tejer y sostener redes propias. la es tabilidad posicional que ayer era transmitida por la alcurnia, o por la de-cencia mesocrtica, y para otros por ciertas formas de proteccin salarial y comunitaria, es percibida cada vez ms en la era neoliberal como una realidad globalmente inconsistente que requiere el despliegue, de mane-ra constante, de estrategias indisociablemente personales, familiares y sociales.

    Es decir, son las redes, ms que los activos en s mismos, lo que debe colocarse en el vrtice de las acciones de los actores. Cierto, el reconoci-miento de la existencia de una pluralidad de capitales es un aporte mayor al estudio de las posiciones sociales (Moser, 1996; Filgueira, 1999a; Kazt-man y Filgueira, 1999; Wormald y Kaztman, 1999), pero en muchas de es-tas perspectivas se percibe una toma de posicin discutible: se asume que la eleccin de determinados recursos y el aprovechamiento de oportuni-da des obedece a consideraciones racionales y conscientes, del tipo costo/beneficio, o recursos disponibles/oportunidades ofrecidas (arteaga, 2007). la lectura es demasiado directa. la movilizacin de recursos presentes en el entorno institucional no responde slo al nmero o tipo de recursos controlados, o a las posibilidades de acceso a ciertas oportunidades, sino tambin a la capacidad de transformar esos activos en ingreso, poder o ca li dad de vida en funcin de la habilidad de los individuos (Portes, 1999). la funcin de las redes que logra o no establecer, y esto tanto ms que el capital social presente en las redes, es dismil entre las capas sociales (lech-ner, 2006).

    los recursos no son movilizados por un proceso de decisin autnomo, informado, racional e independiente de otras variables; por el contrario, los

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    recursos son activados en funcin de las redes de significados construidos en la experiencia, a nivel simblico y relacional (Prez, Ruiz y arteaga, 2008), y en funcin del tipo de redes sociales de las que dispone un individuo. y el recurso a stas es tanto ms importante con la experiencia de que no existen posiciones estables. lo que se busca es ms bien dotarse, en medio de la in-con sis tencia y la insuficiencia de apoyos institucionales formales, de redes in for males que permitan hacer frente a la incertidumbre.

    Los refugios

    En Francia la situacin es distinta. las redes, por supuesto, existen, pero su presencia es menor en los relatos. Insistamos para evitar todo malen ten dido: los actores disponen, como en toda sociedad, de diferenciales de capital social que se revelan decisivos, por ejemplo, a nivel del mercado de traba-jo a medida que se asiste a una inflacin de los diplomas. la diferencia la hace en estos casos el contacto (el piston), no el diploma. sin embargo, en lo que a la proteccin posicional se refiere, no es sta la accin principal. lo que prima es la voluntad de los actores de forjarse espacios sociales prote-gi dos, refugios, gracias a toda una serie de fronteras.

    Para comprenderlo es preciso alejarse de la concepcin exclusivamen-te piramidal de las posiciones sociales. Es necesario reconocer la multi-plicidad de posiciones intermedias que hacen cada vez ms difcil saber quin est verdaderamente arriba o abajo, al abrigo o no de ciertos riesgos. En muchas situaciones, por ejemplo, ya no hay una frontera clara entre los asalariados colocados definitivamente del lado bueno o malo porque las fronteras entre el ncleo y la periferia del empleo (incluso en el seno de una misma empresa) son casi siempre movedizas y fluidas y las condiciones de paso de la proteccin a la inestabilidad estn en perma-nente redefinicin (Durand, 2004). y lo que es vlido en el mbito profe-sional lo es tambin, a fortiori, en el registro urbano (Maurin, 2003).

    lo que buscan los actores, por lo general de manera individual, es una suer te de equivalente funcional de lo que ayer garantizaba un estatus. No son, pues, las redes, sino el lugar lo que les preocupa.5 Una situacin que

    5 Nuestro anlisis tiene aqu ms de un eco con lo que se ha observado en las polticas pblicas: donde el modelo estadounidense privilegia el empowerment de los individuos (people), el modelo francs privilegia la cohesin social de los lugares (places). Cf. Donzelot et al., 2003.

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    abre el anlisis a la necesidad de tomar en cuenta un conjunto plural de con ductas por las cuales los actores buscan de manera constante ponerse al abrigo de ciertos riesgos, orientndolos masivamente en direccin a otros.

    lo importante, insistamos, es comprender el universo de accin al cual se abre esta realidad. Excepto una minora durable y globalmente prote gi-da, la mayor parte de los individuos siente que su estatus es inconsis ten te, lo que exige de ellos nuevas prcticas. lo importante es anticipar y pre-mu nirse de los riesgos. Ms que un juego de suma cero, esto genera una mi ra da de microestrategias de parte de actores sociales que se protegen y exponen en forma diferente. ah donde la toma de conciencia de una in-con sistencia generalizada conduce a privilegiar las redes, y dado el rol ac-ti vo que an le compete al Estado benefactor, lo que prima son las maneras por las cuales los actores buscan ponerse espacial o estatutariamente al abri-go de la difraccin de los riesgos sociales (Martuccelli, 2001).

    Esta conducta es omnipresente en la sociedad francesa. Como lo mues-tra la geografa de los conflictos laborales desde hace ya ms de treinta aos, lo esencial de los conflictos sociales son las luchas defensivas de un estatus o de un beneficio social puesto en cuestin (Hrault, lapeyronnie, 1998). Un grupo social busca obtener ms que otros grupos, ya sea a travs de una movilizacin directa (huelgas, manifestaciones) o de una accin in-di recta (negociaciones sindicales), tratando de evitar en ambos casos que la defensa de sus intereses choque directamente con aquellos que son sus-ceptibles de sufrir estas reivindicaciones, razn por la cual las demandas son dirigidas nica y exclusivamente a la autoridad pblica que maneja la atribucin de recursos (Foucauld y Piveteau, 2000: 103).

    la construccin de estos refugios se efecta con la combinacin de tres grandes criterios (Martuccelli, 2006). En primer lugar, los actores sociales uti lizan el conjunto plural de amortiguadores propios del modelo social que van desde la infraestructura de los servicios pblicos hasta las ayu-das discrecionales acordadas por los trabajadores sociales, pasando por va-rios derechos sociales (Castel, 2009). En segundo lugar, la construccin de estos refugios supone la capacidad cognitiva de los individuos en lo que respecta a la naturaleza exacta de los riesgos a los que estn expuestos. En fin, la eficacia de los refugios as construidos depende estrechamente de los diferenciales de control, colectivos o individuales, de los que disponen los actores.

    las luchas de los lugares de residencia es un buen ejemplo de esta es-tra tegia (lussault, 2009). si todas las capas sociales buscan, de una u otra manera, seleccionar su vecindario, las acciones son muy dismiles entre los

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    grupos. Para unos, sin duda los ms pudientes, el valor inmobiliario cons-ti tuye una verdadera muralla infranqueable que les garantiza no slo el po der residir en un universo social fuertemente filtrado, sino que les per-mi te incluso despreocuparse al menos en apariencia de este problema. la situacin es distinta entre los sectores sociales que tienen que fabricar-se, muchas veces a travs de prcticas de segregacin activa, el nivel de proteccin al que aspiran. En este caso, la situacin, y cualquiera que sea el grado de conciencia que posea el actor, permanece inestable. si ciertas prc ti cas de segregacin son posibles, por ejemplo, la eleccin de la buena escuela (vanse Zanten, 2009; Visier y Zoia, 2008)6, por lo general la capa-ci dad de control y seleccin de los habitantes del vecindario es baja o nula, lo que genera un malestar ms o menos fuerte de desclasamiento que se ex-pre sa cuando los inmigrantes se convierten en la expresin visible de este sentimiento a travs de opiniones xenofbicas (Wieviorka et al., 1992; la-peyronnie, 2008).

    Por supuesto, estas estrategias de refugio (observables tambin en el tra-bajo a travs de la bsqueda de nichos laborales protegidos) no transforman por lo general la posicin estructural de un actor, que siempre es definida objetivamente por el cruce de las lgicas de mercado y de las polticas es-tatales, pero no por ello estas acciones son menos importantes: se juega en ellas la manera concreta en que los actores buscan paliar, a travs de prcti-cas individuales o colectivas, la desestabilizacin estatutaria que viven.

    MalEsTaREs sUBJETIVOs: sUFRIMIENTO VERSUS MIEDO

    Por ltimo, el estudio de las posiciones sociales debe incluir los posibles ma-les ta res subjetivos que se organizan a su alrededor. Esta dimensin supo-ne interesarse en las relaciones que existen, por ejemplo, entre la posicin so cial y las expectativas subjetivas, pero tambin en los lazos observables entre las transformaciones objetivas y las vivencias personales. sin embargo, la relacin entre una y otra dimensiones no es directa: imposible abordar las experiencias subjetivas nicamente como una consecuencia de los cambios sociales externos. El malestar subjetivo es una respuesta especfica que cons-truyen los actores en funcin justamente de sus universos de sentido.

    6 Notmoslo: el fenmeno de segregacin escolar tambin existe en Chile, pero se practica desde otra lgica, que consiste en proporcionar a los hijos no solamente una bue-na educacin, sino tambin redes de contacto para el resto de sus vidas.

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    Sufrimiento

    En la sociedad francesa, como lo hemos visto, la vida social ha terminado por imbricarse activamente con un conjunto de protecciones y derechos garantizados y dispensados, para muchos, por el Estado benefactor. En especial, la desmercantilizacin de la vida social ha sido una de las ms poderosas palancas de la individuacin que han permitido pasar de re-laciones de dependencia mutua a un universo ms electivo, y sobre todo ha permitido emancipar a los ms desposedos, y tambin a las muje-res y los jvenes, de la esfera del parentesco. Una situacin de la cual los actores tienen perfecta conciencia: todos saben que su vida depende ampliamente de la evolucin del Estado benefactor, y que sta ser muy diferente segn se acente o no la devolucin a los hogares de una serie de actividades educacin, salud que todava hoy corren por cuenta de la solidaridad colectiva.

    la principal consecuencia es que en el curso ms ordinario de su exis-tencia, el actor toma conciencia de todo lo que su vida le debe a las pol ti-cas sociales. En el relato biogrfico ordinario de los individuos, stos hacen espontneamente referencia, sobre todo entre las capas populares, a la in cidencia de las polticas sociales en sus vidas (Martuccelli, 2006). Todos sa ben lo que, muy concretamente, en sus vidas personales depende de la redistribucin social (comenzando, por supuesto, por la cobertura mdica). El individuo, en este contexto, se sabe producido y sostenido por un en-tramado social particular, por un conjunto de soportes (Castel y Haroche, 2001; Martuccelli, 2002), por una gobernabilidad que sostiene la ciu da da-na desde polticas sociales (Foucault, 2004) cuya ausencia o modificacin cuestiona la propia identidad.

    lo anterior explica por qu se insiste tanto en las consecuencias des-truc to ras que los cambios en el Estado benefactor suscitan en la persona li-dad. Cierto, esta visin no es exclusivamente francesa (sennett, 1998), pero que el epicentro de la crisis en Francia se ubique en el mundo del trabajo, o en la transformacin de las polticas sociales, subraya, tarde o temprano, la dimensin corrosiva que a nivel del carcter poseen los cambios estatuta-rios. Un trmino resume tanto en los debates pblicos como en la litera tura especializada este sentimiento: el sufrimiento (souffrance). los actores sufren porque, por un lado, se incrementan las exigencias para que puedan afir-mar su independencia y su autonoma y, por el otro, se debilitan sus pro tec-ciones y soportes (Ehrenberg, 1991; Murard, 2003; Castel, 2009). El individuo sufre porque siente que las antiguas garantas estatutarias (Crozier, 1963) no

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    son ms eficaces (Boltanski, 1982). En una sociedad acostumbrada a la pro-tec cin estatutaria, la desestabilizacin engendra una nueva familia de ma-les ta res mentales (sufrimientos), fruto de nuevos dispositivos que manan hbilmente la persuasin, la incitacin y la coercin (Ehrenberg, 1998; au-bert y gaulejac, 1991; Desjours, 1998).

    Por supuesto, el hecho de que las dificultades sociales (situaciones de precariedad, exclusin, despidos, separaciones) den lugar a sufrimientos subjetivos o psquicos no es una novedad, pero hoy, a diferencia de antao, stos tienden a expresarse y ser percibidos en un marco en el cual se ob serva una autonomizacin del lenguaje psicolgico del y tema del sufrimiento, en el cual a lo ms se propone asociar y combinar interpretaciones psicolgi-cas, sociales y polticas (lazarus et al., 1994; Joubert y louzoun, 2005; sou-let, 2007). Para asentar este tipo de interpretacin, ningn otro trabajo ha sido ms importante que el estudio de Pierre Bourdieu (1993) sobre La mi se ria del mundo, donde se esforz por mostrar hasta qu punto los princi-pa les malestares subjetivos que padecen los franceses hoy en da pueden interpretarse como un efecto de un mal de posicin, una incongruencia estatutaria generalizada que engendra sufrimientos de tipo particular.

    Miedo

    En Chile, el principal malestar subjetivo de ndole posicional es otro. En la medida que las posiciones son inconsistentes y las redes indispensables, el actor experimenta por razones plurales un sentimiento difuso de miedo. No es un azar, por lo dems, que el trmino haya sido presentado en una acep-cin amplia como uno de los grandes malestares de la sociedad chilena (PNUD, 1998). Miedo que expresa, en lo que a la inquietud posicional se re-fie re, el malestar frente al hecho de depender de los otros.

    En este marco, los sentidos de estigma, vergenza y orgullo, frecuente-mente movilizados por los entrevistados (arteaga y Prez, 2011), se dotan de significaciones particulares a travs de las cuales los actores buscan pro-te gerse por razones estratgicas, antes que nada, del juicio de los otros. Preo-cupaciones que juzgadas desde un punto normativo pueden parecer poco racionales e incluso irracionales, pero que son perfectamente comprensibles cuando se emplazan en el marco de la inconsistencia posicional y de las es-trategias en trminos de redes. El actor, en efecto, no busca recuperar una estabilidad que nunca resinti o solamente liberarse de un estigma moral; lo que intenta es dar con una presentacin de s mismo que le permita se-

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    guir actuando con xito gracias a sus redes en medio de la inconsisten-cia estructural en la que se encuentra, lo que suscita un temor particular.

    lo importante en este contexto es el control de la presentacin de s mis mo. Por supuesto, en este proceso se advierte el peso de la decencia en las capas medias y la fuerza de la dignidad entre los sectores populares. Pero el problema no es nicamente, ni principalmente, moral. En una sociedad donde al calor del neoliberalismo el valor de lo que se tiene es muy fuerte y donde el individuo es responsabilizado de manera preponderante de la gestin de sus riesgos, reconocer y hacer pblica una dificultad as implica el riesgo de la prdida del reconocimiento social y del posible apoyo de los otros. ste es el ncleo de esta forma peculiar de miedo. Es por ello que fren-te a una crisis econmica importante, como la prdida del empleo o el gas-to excesivo frente a imponderables como una situacin crtica de salud, junto a las acciones directas para hacer frente a dichos eventos de prdida o ausencia de ingresos econmicos y la movilizacin o bsqueda de recur-sos disponibles, algunos despliegan tcticas de ocultamiento. Por razones morales, pero sobre todo por razones prcticas: el problema no es slo en-con trarse en una situacin objetiva de inconsistencia, sino ser considerado incapaz de hacer frente a esta situacin, y perder los apoyos interpersona-les con los que cuenta para enfrentar la crisis. En este contexto, el malestar subjetivo es tanto o ms suscitado por el temor a perder sus redes que por la estigmatizacin moral; ms all de los aspectos de descalificacin moral, lo que se teme y esto es lo esencial son las consecuencias en la capa ci-dad de los actores de activar sus redes.

    la vergenza se entiende tambin en este marco (arteaga y Prez, 2011). El actor sabe que dada la experiencia de inconsistencia crnica en la que vive, la estigmatizacin y el control social, formal e informal, que esta de sig nacin desencadena alrededor suyo slo va a complicar su si tua-cin social. su inters primero consiste, entonces, en evitar la estigmati za cin por razones estratgicas. la vergenza, contrariamente a lo que tan tas ve-ces se deja entender, no es tampoco en este marco un sentimiento esen-cial men te moral, sino la toma de conciencia por parte del actor de un ries go prcti co. las redes sobre las que se apoya, en la medida que son por defi-nicin in for ma les, permanecen bajo el control discrecional de otras per-sonas. En este marco, toda forma de descalificacin moral (el haber sido irresponsable, el no haber sabido arreglrselas solo) puede tener inciden-cias prcticas inme diatas.

    Con el fin de sustraerse al estigma y la vergenza, los individuos (prin-ci pal mente los ms pobres) desarrollan verdaderas tcticas de ocultamiento,

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    lo que les permite mantener frente a s mismos y los otros un estado de cosas inalterable, aparentemente normalizado. Este ocultamiento no es una negacin o una evasin de la realidad; hay una actitud y sobre todo una ac-cin explcita de ocultamiento, y lo hacen porque intentan preservar un es-pa cio de tctica cotidiana (Certeau, 1980). a travs del ocultamiento es posible que el actor empeore objetivamente su situacin, pero este posible dete rio-ro objetivo le permite incluso mantener, paradjicamente, su principal he-rra mienta de sostn social: sus redes.

    Nada expresa mejor la fuerza de esta economa subjetiva que el hecho de que la lgica del ocultamiento se relacione muchas veces directamente con el discurso del orgullo y el esfuerzo personal. Una actitud que ha sido refor-zada por una normatividad neoliberal que en los ltimos lustros ha subra ya-do la responsabilidad individual. El orgullo (ser capaz de arre glr selas por s mismo), como el ocultamiento, como la vergenza o como la estigmati za-cin, no es sino la variante de una misma y sola economa subjetiva aque lla que moviliza un actor que desde siempre se vive en medio (y no acciden-talmente frente) de la inconsistencia y cuya preocupacin prin cipal es pre-servar una forma de autonoma, conservando la operatividad de sus redes.

    Cierto, el miedo no es el mismo en funcin de las posiciones, pero algo es comn tanto entre los miembros de las capas medias como entre los sec-to res populares. Tanto unos como otros no intentan regresar a una estabi-lidad inicial que nunca existi, sino poner en prctica tcticas que permitan, gracias a diversas formas (evitar el estigma, vergenza, ocultamiento, orgu-llo), seguir lidiando fructuosamente, gracias al recurso a las redes, contra la inconsistencia (y no salir de ella). El actor tiene, en medio de esta situa cin y dado su horizonte de posibilidades, buenas razones para escoger estas tcticas. No sin temor.

    CONClUsIN

    En el presente artculo hemos intentado mostrar, a travs de dimensiones comunes, hasta qu punto las experiencias posicionales son dismiles en las sociedades francesa y chilena. Una diversidad que hemos establecido a travs de la relativa continuidad que observamos, para ambos pases, en-tre los modelos sociales de estratificacin, la naturaleza de las consisten-cias po si cionales, las estrategias de los actores y los malestares subjetivos. Todas es tas dimensiones, tanto en Chile como en Francia, poseen una fuer-te articulacin entre s.

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    los dos grandes modelos de articulacin entre el mercado y el Estado, el neoliberal y el corporativo, a pesar de ciertas similitudes reales obser va bles en los ltimos aos (en mucho a causa de ciertas medidas de universa lis-mo bsico, por un lado, y de reformas de inspiracin neoliberal en Fran-cia, por otro), siguen presentando fisionomas bien distintas, y tras ellas se ma te ria li zan experiencias dismiles en las posiciones sociales. Estas dife-rencias tienden a ser descuidadas por muchos estudios efectuados a travs de indicadores, pero tambin cuando las transferencias de conceptos y ca-tegoras no respetan los contextos sociales e histricos de produccin de los mismos. Incluso cuando los problemas son similares (preocupaciones de reproduccin social, movilidad, inquietud posicional) engendran actitudes, estrategias y malestares distintos; incluso cuando algunas prcticas se ase-me jan (los actores utilizan, por ejemplo, redes en Francia, y los individuos tie nen ansiedades estatutarias en Chile), no definen el corazn de las ex-periencias posicionales en cada uno de ellos. slo se comprenden a cabali-dad cuando se leen, de manera global y continua, a travs de la articulacin de las cuatro dimensiones que hemos distinguido.

    Por una parte, en Chile, el modelo neoliberal, al generalizar la inconsis-tencia posicional, en medio de un Estado benefactor insuficiente o limitado, hace de las redes sociales uno de los principales resortes de proteccin de los individuos, lo que engendra un malestar subjetivo especfico en trminos de miedo, puesto que los actores se saben dependientes del poder dis cre cional que los otros tienen sobre ellos. Por otra, en Francia, un modelo corporativo tra di cio nalmente construido para la defensa de los estatus, que, frente a la generalizacin de situaciones de inconsistencia estatutaria, multiplica las es tra-te gias por las cuales los individuos buscan forjarse refugios, al mismo tiem po que produce un sufrimiento tanto o ms fuerte que el que los actores sien ten cuando pierden la proteccin de sus estatus.

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