_asedios_a_la_totalidad Poder y Política en La Modernidad Desde Un Encare Decolonial José...

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  • ASEDIOS A LA TOTALIDAD

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  • PENSAMIENTO CRTICO / PENSAMIENTO UTPICO

    210

    siglo xxi editores, s. a. de c. v.CERRO DEL AGUA, 248, ROMERO DE TERREROS,04310, MXICO, DFwww.sigloxxieditores.com.mx

    grupo editorialsiglo veintiuno

    siglo xxi editores, s. a.GUATEMALA, 4824, C 1425 BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINAwww.sigloxxieditores.com.ar

    salto de pgina, s. l.ALMAGRO, 38,28010, MADRID, ESPAAwww.saltodepagina.com

    biblioteca nueva, s. l.ALMAGRO, 38,28010, MADRID, ESPAAwww.bibliotecanueva.es

    editorial anthropos / nario, s. l.DIPUTACI, 266,08007, BARCELONA, ESPAAwww.anthropos-editorial.com

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  • Jos Guadalupe Gandarilla Salgado

    ASEDIOS A LA TOTALIDAD

    Poder y poltica en la modernidaddesde un encare de-colonial

    Prlogo de Enrique Dussel

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  • Asedios a la totalidad : Poder y poltica en la modernidad desde un encarede-colonial / Jos Guadalupe Gandarilla Salgado ; prlogo de Enrique Dussel. Barcelona : Anthropos Editorial ; Mxico : Universidad Nacional Autnoma deMxico, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias yHumanidades, 2012

    XI p. 354 p. ; 21 cm. (Pensamiento Crtico / Pensamiento Utpico ; 210)

    Bibliografa p. 331-351ISBN 978-84-15260-28-8

    1. Ciencias sociales - Filosofa 2. Filosofa poltica 3. Colonizacin - Filosofa4. Filosofa de la historia I. Dussel, Enrique, prl. II. UNAM. Centro de InvestigacionesInterdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (Mxico) III. Ttulo IV. Coleccin

    Primera edicin: 2012

    D.R. Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 2012 Anthropos Editorial. Nario, S.L., 2012Edita: Anthropos Editorial. Barcelona

    www.anthropos-editorial.comEn coedicin con el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias

    en Ciencias y Humanidades. Universidad Nacional Autnoma de Mxicowww.ceiich.unam.mx

    ISBN: 978-84-15260-28-8Depsito legal: M. 20-2012Diseo, realizacin y coordinacin: Anthropos Editorial

    (Nario, S.L.), Barcelona. Tel.: 93 6972296 / Fax: 93 5872661Impresin: Lavel Industria Grfica, S.A., Madrid

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    Todos los derechos reservados. Esta publicacin no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, niregistrada en, o transmitida por, un sistema de recuperacin de informacin, en ninguna forma ni porningn medio, sea mecnico, fotoqumico, electrnico, magntico, electroptico, por fotocopia, o cual-quier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

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  • A mi hijo, Ernesto Balam, en cuya presencia al modode la ausencia se escribi este y otros trabajos,

    y a la espera del anhelado reencuentro

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  • IX

    Esta obra, que acadmicamente contiene sustancialmenteel texto de la tesis doctoral sostenida por el autor en la Universi-dad Autnoma Metropolitana (Iztapalapa), expone una nuevainterpretacin del acontecer poltico, econmico, cultural actualde una manera novedosa. Indico desde el comienzo su originali-dad, porque usa un marco terico y categorial que no es habi-tual, aunque comienza a abrirse camino tanto en el Sur como enel Norte. Se trata del giro decolonizador epistemolgico de lasciencias sociales, no advertido por muchos en nuestro mediolatinoamericano de las ciencias sociales. La crtica al eurocen-trismo roe el fundamento de las indicadas ciencias sociales yexige situar las preguntas y respuestas de otra manera.

    En efecto, la Ilustracin centro-europea racionalista, y aunsu reaccin romntica, produjeron un triple efecto indicado demuchas maneras por el autor de esta valiosa obra. Por una par-te, Europa (y su origen griego) fue construida ideolgicamentecomo el fin y el centro de la historia universal: nadie mejor queHegel (y los romnticos) en la creacin de esta centralidad hist-rica y geogrfica. En segundo lugar, que con ello se desvaloriz atodos los pueblos al este de Europa con un orientalismo, sea-lado en su momento por Edward Said, que indicaba dicha histo-ria como prolegmeno de la historia europea, pero que eviden-temente desde la Revolucin industrial y la misma Ilustracinhaban quedado (tales comarcas del mundo) sumidas en la bar-barie. Y en tercer lugar, ello deriv en un colonialismo epistemo-lgico, militar, poltico y econmico que desvalorizaba no slo ala Europa del Sur (Grecia, Italia, Espaa y Portugal, comohabiendo sido grandes imperios pero no ya en el presente) y el

    A MANERA DE PRLOGO

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  • XSur del mundo (al frica musulmana, bant y Amrica Lati-na). Esta visin eurocntrica campea actualmente en las cien-cias sociales, no slo en Europa o en Estados Unidos, sino igual-mente en nuestras universidades latinoamericanas, africanas oasiticas. Todo esto es objeto de una crtica, descrita por el autorde esta obra, que comienza por un giro decolonizador. La co-lonialidad del poder indicada por Anbal Quijano se transfor-ma en un horizonte de interpretacin de la realidad del cual laciencia crtica social latinoamericana debe desde ahora dar cuen-ta. El autor nombra a muchos pensadores actuales, originales,que gracias a obras como la presente podrn ser incorporadosen la agenda de las nuevas preguntas y respuestas cientficas.

    Es necesario para ello afrontar la crisis actual, comenzadacon el siglo XXI, pero detonada desde el 2008 y sin visos de solu-cin, y hacerlo desde nuevas categoras tericas, cientficas, queno dependan colonialmente de la ciencia ya formulada por laModernidad, especialmente desde la Ilustracin.

    Habr que discernir un nuevo concepto de poder poltico,que pueda alentar iniciativas tan fecundas como las iniciadaspor los diversos Nuevos Movimientos Sociales que han podidoorganizarse en torno al Foro Social Mundial de Porto Alegre. Ladiversidad de los movimientos, de las interpelaciones, exige nue-vas categoras crticas que sepan clarificar lo que la praxis popu-lar viene creando como vanguardia histrica. La teora sigue a lapraxis, y no puede pretender dicha vanguardia. Ms bien le tocala tarea de una reflexin de retaguardia que clarifique a los acto-res sus acciones, que les permita ahondarlas, ensearlas, desa-rrollarlas. La teora es un servicio obediencial.

    Esa redefinicin del poder poltico, positivo, popular, trans-formador, debe saber reconstruir crticamente el proceso de laModernidad desde su origen en 1492, por su apertura al Atlnti-co. Esa crtica a la Modernidad debe abarcar desde la economa(dando cuenta de la dominacin imperial y nacional del capita-lismo, en su nivel industrial, comercial, pero hoy preponderan-temente financiero), la poltica (colonialista), la cultura (dichoeurocentrismo tambin epistemolgico), la historia (ese horizontede todos los horizontes que sita a los pueblos no-europeos comopueblos sin historia), la legalidad (creyendo que los derechoseuropeos son universales, es decir, que el ius gentium europeumcomo lo denomina C. Schmitt es el entero nomos de la tierra,

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  • XI

    definitivamente fetichizado en la Filosofa del derecho de Hegel),y tantos otros aspectos que en esta obra se tratan.

    Habr que pasar revista a los grandes clsicos (a Kant, He-gel, Habermas, etc.) para mostrar esos aspectos que quedan en-cubiertos a una mirada que simplemente intenta comprender ocomentar a esos pensadores que fueron construyendo la Moder-nidad dominadora desde Thomas Hobbes hasta nuestro presen-te. Ser necesario, como intenta proponer Walter Benjamin, efec-tuar una crtica novedosa cientfico-social que se enfrente a lostextos y los hechos latinoamericanos, y que los eleve al nivel deciencia con pretensin de universalidad (de la que todos, en laactual situacin de globalizacin, puedan aprender nuevos as-pectos que la lucha de nuestros pueblos va construyendo lenta-mente con su inteligencia y sufrimiento).

    La obra de Jos Gandarilla, autor que participa en una nue-va generacin mexicana de creacin de ciencia social articuladaa nuestra realidad, contribuye ciertamente a mostrar novedososaspectos que una nueva expresin del pensamiento filosficoalcanza al situarse en otro locus, en otro lugar epistemolgicode enunciacin y produccin de conocimiento.

    ENRIQUE DUSSELProfesor EmritoUAM-Iztapalapa

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  • 1Este trabajo fue defendido, en su momento, como tesis paraoptar al grado de doctor en Filosofa Poltica. La redaccin ac-tual no slo es considerablemente ms amplia sino que ha sidorevisada con mucho detenimiento con el fin de evitar repeticio-nes en la exposicin de lneas argumentales, de tal modo quepueda ser ledo de corrido, en el orden en que finalmente se hadispuesto su presentacin, o bien para facilitar que sus captulospuedan ser utilizados tambin por separado. Entre los cambiosimportantes con relacin a la versin anterior, debo mencionar,en primer lugar, la inclusin de un apartado sobre los orgenesde la modernidad en el captulo primero, que completa de mejormodo el argumento, en segundo lugar, se ha ampliado la argu-mentacin en el captulo tercero sobre el giro de-colonial enrelacin con la Teora Crtica y al respecto del lugar de Amricaen estas discusiones, por ltimo, se ha agregado el captulo seisque ofrece un posible modo de dirigir esta polmica hacia laconsideracin de la crisis actual de la totalidad capitalista y losdesafos polticos que ello significa. Para poder ser publicado almodo de libro ha tenido por supuesto que cumplir con las espe-cificaciones y los criterios del arbitraje acadmico entre pares.

    Este trabajo, conviene decirlo desde un inicio, no hubiesesido posible sin el inestimable aliento y apoyo que de muy diver-sos modos y en grado distinto me ofrecieron desinteresadamen-te un conjunto amplio de personas. No puedo, sin embargo, de-jar de mencionar a las siguientes:

    Al Dr. Enrique Dussel, quien a lo largo de sus cursos supodarme indicaciones suficientes y precisas de cmo orientar estetrabajo y abrig siempre grandes expectativas de que se conclui-

    AGRADECIMIENTOS

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  • 2ra con xito. Si no de manera directa, la relacin que el queescribe pudo establecer con Boaventura de Sousa Santos, se vereflejada en algunas de las formulaciones que atraviesan los ca-ptulos de este libro. Debo agradecer a quienes, en su momento,fungieron como lectores de la misma a la hora de la disertacinpblica con la que lleg a trmino nuestra fase formativa: losdoctores Mario Magalln Anaya, scar Correas Vzquez y Ge-rardo de la Fuente Lora. Agradezco tambin a los integrantesdel cuerpo acadmico del Posgrado en Humanidades, Lnea deFilosofa Poltica, en especial a su coordinador el Dr. Jess Ro-drguez Zepeda, y a sus colaboradores, que ofrecieron todo elapoyo necesario para aligerar trmites que suelen ser muy engo-rrosos; al conjunto de alumnos y alumnas de maestra y docto-rado con quienes pude compartir algunos cursos.

    De mis colegas de trabajo debo agradecer el apoyo fraternode las Dras. Guadalupe Valencia, Maya Aguiluz y Elvira Con-cheiro, as como del Dr. Carlos Morera. Las autoridades de ladependencia donde trabajo otorgaron como siempre las condi-ciones para que nuestra labor de investigacin sea cumplida,por ello agradezco a las Dras. Norma Blzquez y Margarita Fa-vela, as como al Mtro. Rogelio Lpez. Lugar fundamental ocu-pan mis alumnos de licenciatura de las carreras de Economa,Ciencias Polticas y Filosofa, pues fueron ellos los primeros queconocieron de algunas ideas que aqu se desarrollan y sus pre-guntas y cuestionamientos exigieron trabajar ms en dichos te-mas. Mencin especial merecen, en este caso, Jaime Ortega Rey-na, Vctor Hugo Pacheco Chvez, y Rebeca Peralta Marielare-na, scar Garca Garnica y Ernesto Fierro, a quienes creo haberfastidiado lo suficiente con estos asuntos.

    Finalmente, pero no en ltimo lugar, debo agradecer muyespecialmente a los integrantes de mi familia, que ms que otrasse acoge a la descripcin de extensa, quienes en todo momentome animaron a continuar con este trabajo, aun cuando las con-diciones para su realizacin parecan dificultarse. Mencin es-pecial merece mi sobrina, Mara Elena, quien estando en Barce-lona se dio el tiempo suficiente para conseguirme algunos de loslibros que aparecen en el listado bibliogrfico. S muy bien que,sin duda, he podido olvidar algunos nombres pero sabrn ellosque dicha omisin es involuntaria.

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  • 3Unos gobiernan el mundo, otros son el mundo.

    FERNANDO PESSOA (2005: 63)

    La dinmica relacional a la que remite esta frase tan escuetadel poeta de los heternimos y que ahora nos sirve de epgraferemite, a juicio de quien escribe, a la dialctica que subyace alproblema del poder y la poltica. Forzando un poco lo dicho porel escritor portugus, pero sin traicionarlo, los polos de la rela-cin son el ser (del mundo) y el gobierno, o en un sentido msconcentrado u ontolgico, en qu consiste ser gobierno, o in-cluso, en otro sentido, tal vez fenomenolgico, qu es gobernar.

    Los que son el mundo son los vivientes humanos con todo elmodo y la energa en que puedan desplegar su potencialidad ycreatividad para asegurar y reproducir la vida humana y no hu-mana en la tierra; los que gobiernan el mundo sern aquellosque actan en referencia a ese todo ms amplio del que son par-te (como integrantes de la comunidad poltica), al modo de unagenuina representatividad, o bien, en una diametral oposicin,en una lgica cuya disposicin sea auto-referente, esto es, nosiendo dirigida hacia la comunidad poltica sino hacia esa mis-ma entidad o conjunto de entidades en que se plasma su condi-cin de gobernantes. Si el segundo modo es el que prevaleceestamos ante un poder de ser gobierno que se ha desprendido desu otro polo relacional (la comunidad poltica) y, por tanto, se hareificado como poder de dominacin y de negacin ontolgicade su otro (esto es, del conjunto, del nos(otros) de la comunidadpoltica) y no puede, est incapacitado por esa lgica para refe-rir su materialidad, validez y factibilidad a una condicin positi-

    INTRODUCCIN

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  • 4va del poder y a una otra poltica de gobierno que verdadera-mente acte en lgica obediencial de la comunidad poltica, enquien reside indefectiblemente el poder.

    El poder se ejerce o no se ejerce por la comunidad poltica,pero en ella reside; si su modo de actuacin se llega a fetichizaro reificar, evidentemente, se vuelve condicin auto-referente deaquellos que gobiernan y responde, por lo tanto, a una lgica dedominacin y no de potencialidad para comparecer en la re-pro-duccin de la vida humana.

    Es esta particular tensin la que se ha puesto de manifiestoen el proceso multisecular por el que ha atravesado el proyectosociocultural de la modernidad (la de una voluntad de poderque se sobre impone al poder de la voluntad, o a la voluntadde vida dicho de modo ms genrico) y es la disputa que carac-teriza de modo particular la crisis de proporciones gigantescasen que sta se encuentra envuelta y que no halla visos de solu-cin, por ello, calificada como crisis civilizatoria por autoriza-das voces, en la academia y en la poltica.

    El sostenimiento del poder como dominacin se costea porla negacin ontolgica del ser humano viviente y por el estropeode su condicin de vida, a travs de las variadas maneras en quese lleva a cabo la victimizacin de conglomerados de poblacincada vez ms significativos y numerosos. Este proceso se ve po-tenciado cuando en el marco del orden vigente empiezan a des-puntar diversas modalidades altamente agresivas y retrogradasque apuntan a la anulacin de la vida del otro de la culturaoccidental dominante, pues es lo que permite que se reproduz-ca su orden metablico de reproduccin (el capitalismo), y sulgica de despliegue (la colonialidad). Este desbocamiento delorden metablico del colonialismo global capitalista, a lo largode su historia, ha reconocido diversas figuras sobre las que dejacaer su condicin parasitaria (el infiel, el salvaje, el brbaro, elindio, el esclavo, el asalariado, el colonizado, la mujer, el hijo, lanaturaleza, etc.). Tal desbocamiento y el curso de la crisis dancuenta adems de la naturaleza global u orgnica por la que elorden vigente se encuentra atravesado.

    Tal naturaleza global u orgnica de la crisis que mora al senodel proyecto sociocultural moderno y que experimenta magni-tudes colosales en nuestra poca evidencia el principio de impo-sibilidad de que la totalidad u orden vigente funcione sin produ-

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  • 5cir y re-producir victimizacin en el ser humano y que la experi-menta de manera directa en su corporalidad sufriente. Ya eseslo hecho exige del pensamiento social y de la filosofa de lopoltico trabajar en la posibilidad de ofrecer alternativas queno son slo del pensar o del hacer sino que son terico-prcticasy deben ser defendidas ya no en exclusiva al modo de un proyec-to que se enarbolaba desde el sujeto racional moderno sinocomo uno que se esgrima desde la corporalidad sufriente deloprimido, y desde el Sur global como su lugar de enunciacin.

    Al inicio de los aos noventa del siglo pasado el pensamientosocial hegemnico adquiri una clara tonalidad celebratoria acer-ca del curso que presentaba el capitalismo. Tal situacin se apre-ciaba tanto en las versiones ms extremas como en aqullas algoms moderadas. El reconocimiento de la crisis que se haba ins-talado al seno del proyecto de la modernidad decreto tambin,en las corrientes hegemnicas del posmodernismo, la culmina-cin del discurso crtico y de las grandes narrativas emancipato-rias que la propia modernidad (occidental) haba creado.

    Desde mediados de los aos noventa y en lo que corre delnuevo milenio conforme la crisis se ha estado acentuando y noofrece condicin de mejora la situacin parece estar cambian-do de manera decisiva, y los movimientos antisistmicos pare-cen estar recuperando y erigiendo un nuevo imaginario histri-co de futuro. Un conjunto amplio y heterogneo de fuerzas pol-ticas, a travs de luchas y movilizaciones que se despliegan en elmundo entero, despus de que se ha profundizado la crisis delneoliberalismo, interpelan de manera frontal y con variados ni-veles de eficacia, la despiadada lgica de un sistema que de for-ma abierta y desbocada, a travs de la totalizacin totalitariadel automatismo de mercado, se resiste a reconocer la utili-dad de cuestionar el principio de utilidad.

    En cualquier caso, la prctica poltica de resistencia e insu-bordinacin por parte de los de abajo pareciera estar manifes-tando la posibilidad de apertura de un nuevo siglo histrico.Sin embargo, como bien se desprende del hecho de interpretar yreconocer en el capitalismo (mundial), que no slo en el capital(en general), un complejo proceso que envuelve una vasta amal-gama de intereses y relaciones sociales, cuya dinmica se expre-sa en la profundizacin, superacin y creacin de contradiccio-nes, esto no ocurre por decreto.

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  • 6Como bien dira George Lukcs, en este complejo de com-plejos que hace al capitalismo, las perspectivas de cambio yemancipacin social no suelen imponerse de manera automti-ca tienen, por el contrario, que atenerse a su condicin histrica,a la dialctica viva de sus antagonismos.

    Si el mbito de posibilidad de construccin histrica por partede las fuerzas impugnadoras del orden (el Sur global), pareceestar recolocando en su justa dimensin la apertura de futuro,muy distinto es el proyecto en el cual se encuentran embarcadoslos de arriba, aquellos que viven del control y explotacin deltrabajo (en cuyo seno conviven las grandes corporaciones multi-nacionales, los Estados desde los cuales se impulsan globalmen-te, las organizaciones supranacionales, FMI, World Bank, OMC,el complejo militar-industrial, el biotecnolgico-farmacutico, ylo que queda de las burguesas perifricas y los Estados periferi-zados, funcionales al proyecto del Norte global y que, por ello,conforman el Sur-imperial). Es sta, pues, una tensin en la quese juega la posibilidad de orientar hacia otra senda (la del asegu-ramiento de la produccin y re-produccin de la vida del huma-no sufriente) lo que hasta los momentos actuales funciona comoel vector hacia el que se orienta el orden dominante (la re-pro-duccin del capital, la del pseudosujeto, la del sujeto-dinero). Enello se juega la revolucin epocal que debiera y pudiera estaranunciando el advenimiento de un nuevo tiempo histrico. Esse el tiempo en el que nos encontramos, es sa la condicin porla que atravesamos, y no es ninguna pos-moderna, antes bien,pudiera ser pos-colonial o de-colonial.

    En su alocucin de despedida acadmica, y que tuvo por temala relacin entre Kant y Marx, el filsofo alemn Oskar Negt sos-tiene una proposicin que podemos suscribir. Afirma Negt que,

    [...] en tiempos de revoluciones epocales de la sociedad la cuestinde la relacin entre ser y deber pasa casi automticamente a unprimer plano; todos los espritus abiertos andan ocupados en cmodebe ser el mundo y en cmo es posible transformar el deplorableestado en el que se encuentra el presente [Negt, 2004: 52].

    Y es que, en efecto, tal parece ser la condicin que manifiestael mundo actual y que, entre otras situaciones involucra: el retor-no de lo teolgico-poltico en la filosofa poltica contempornea

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  • 7a propsito de la relacin entre el sujeto y la ley,1 los llamamientospara la conformacin de una nueva internacional,2 el Foro Mun-dial de Alternativas (FMA),3 los encuentros por la humanidad ycontra el neoliberalismo,4 las distintas congregaciones del ForoSocial Mundial, el despliegue de un nuevo momento constitutivoen la regin andina de Amrica Latina, y las movilizaciones y re-vueltas en el norte de frica y el Mediterrneo europeo. A la mo-dalidad de reproduccin del orden social del capital se le oponeun espectro amplio de modalidades de resistencia y oposicin,por el propio hecho de que es multiforme y variado el agraviosocial al que nos enfrentamos y porque ya no es posible pensar enuna sola modalidad de discurso emancipador.

    Qu es lo que se compromete cuando se intenta apreciar elmodo en que crece, cambia, o evoluciona el pensamiento cientfi-co o el discurso filosfico? En nuestra opinin, cuando se hablade un relevo de paradigma, de un corte epistemolgico, de unnuevo programa de investigacin, o de un giro en la discusin,se est haciendo referencia a la aglomeracin de anomalas delenfoque que hasta ese momento se considera hegemnico (y quel mismo est imposibilitado de detectar) y a la emergencia deuna propuesta que le compite al seno de la comunidad acadmicaestablecida o ya normalizada dentro del viejo paradigma.

    En los momentos actuales, y para el tema que nos ocupa enestas notas introductorias, no hablamos, sin embargo, slo deuna situacin enclavada en la academia sino de su procesamien-to y retroalimentacin por actores polticos que se han visibili-zado y estn recuperando su protagonismo en la lucha por edifi-car nuevas articulaciones sociales. Hablamos as de la emergen-cia, en al menos las ltimas dos dcadas, de un programa deinvestigacin de modernidad/colonialidad como una recupera-

    1. Polmica que se ha desarrollado a propsito de Pablo de Tarso (en cuyosdebates se encuentran involucrados G. Agamben, A. Badiou, S. iek, J. Tau-bes, o desde perspectivas de-coloniales, A. Moreiras y E. Dussel), el Evangeliode san Juan (F. Hinkelammert o M. Henry), Francisco de Ass (A. Negri y M.Hardt, o desde perspectivas de-coloniales, S. Castro-Gmez), el Libro de Job(A. Negri y M. Revelli) o el tiempo mesinico (multitud de autores).

    2. Suscrito, entre otros, por Samir Amin y Michael Lwy.3. Promovido por Samir Amin y Franois Houtart, Presidente y Secretario

    Ejecutivo del FMA.4. En varias ocasiones convocado por el Ejrcito Zapatista de Liberacin

    Nacional, en Chiapas, Mxico.

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  • 8cin del sentido de lo que significa para los movimientos anti-sistmicos la bsqueda de alternativas ya no en el interior delcapitalismo, o como variantes al desarrollo (sea sustentable,humano o sostenible) o al crecimiento (las teoras del de-creci-miento, o el paradigma lento, por ejemplo), sino ampliandola crtica de stos (del capitalismo, el desarrollo o el crecimien-to) revelando y poniendo en primer lugar, y de modo explcito, lacondicin de colonialidad como el hiato mayor a superar. Pare-ciera, as, que la crisis de la teora crtica an prevaleciente esdebida a tal carencia, a su incapacidad para incorporar en sucrtica a la totalidad burguesa lo que, en los ltimos aos, pareceemerger como su eje orientador: el problema de que la totaliza-cin del proceso civilizatorio vigente se efecta al modo de uncomplejo constitutivo, el de la modernidad/colonialidad, y no comohaba sido asumido por otros discursos crticos al modo de mo-dernidad/racionalidad. Por ello, tambin, desde preocupacionescoincidentes en algunos pensadores contemporneos, cada vezms socorridos en el debate, este asunto se enuncia como el co-rrespondiente al giro de-colonial que aspirara alcanzar unanueva episteme para la crtica del programa sociocultural dela modernidad occidental, y no slo del aprisionamiento de stabajo el capitalismo.

    En nuestro medio, hay que decirlo, se ha tenido una apertu-ra mayor para incorporar al debate filosfico, o al pensamientosocial ms en general, el llamado giro lingstico, el giro prag-mtico, o hasta el giro cultural, no ha sido as el caso paraprofundizar en la discusin del giro de-colonial, pues ello par-te de reconocer que la corriente todava hegemnica en propor-ciones significativas de la intelectualidad y de los cuerpos acad-micos algo ms establecidos, sostiene una acepcin de la teoracrtica que es o ha sido poco crtica para incorporar un enjuicia-miento ms plural al paradigma sociocultural de la moderni-dad, pues concentr sus bateras en el sealamiento de la derivairracional a que se encamin la totalidad sistmica del capitalis-mo, sin cuestionar la racionalidad misma, que no slo su instru-mentalizacin.

    La crtica de la totalidad y los asedios que en estas pginas seensayan asimilan a sta como un proyecto multisecular y comoun orden multidimensional, es as que el trabajo que ofrecemosencara al orden vigente desde una estrategia de lectura de la

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  • 9muy amplia dimensin histrica (en donde se discuten los nue-vos enfoques a propsito de la historia global, as como la dispu-ta por el legado de lo que, en su momento, se discuti a propsi-to o en referencia al derecho natural), desde los grados ms pro-fundos de teorizacin que el pensamiento moderno pudovislumbrar (la filosofa poltica clsica alemana, en voz de Kanty de Hegel) y desde su emplazamiento discursivo ms crtico (elpensamiento sobre lo poltico por parte de Marx, la teoracrtica de la sociedad y el, en ciernes y cada vez ms percepti-ble, proyecto de investigacin de modernidad/colonialidad la-tinoamericano).

    Este trabajo lo hemos dividido, por esas razones, en seis ca-ptulos, en cada uno de los cuales se ofrece una tentativa paraencarar un determinado ngulo de una discusin en que se vahilvanando la posibilidad de entretejer un discurso crtico perti-nente para los tiempos actuales. La interpretacin que propone-mos se encuentra en ms estrecha cercana con la defendida poraquellos partcipes del programa de investigacin latinoameri-cano de modernidad/colonialidad y, en especial, por la filosofapoltica de la liberacin que Enrique Dussel viene proponiendoen sus ltimos trabajos, y ello por varias razones que a lo largodel trabajo se van haciendo explcitas.

    En el captulo primero se parte de reconocer que la explica-cin estndar del camino hacia la modernidad, o si se prefiere,de la edificacin del capitalismo como proyecto que ha termina-do por abarcar al mundo entero, y que ha llegado a establecer uncanon de lectura, que aunque muy recientemente ha visto res-quebrajada su hegemona discursiva, no deja de ser asimiladocomo el lugar comn en muchas discusiones. Tal constructoestablece una articulacin entre una teora general de preten-sin universal y una condicin de especificidad que est en labase del pretendido adelanto relativo que se le otorga a un com-plejo cultural y geogrfico (entidad que pasar a ser denomina-da Europa) que tiende a despegarse y comandar al resto delmundo en un especfico momento de la historia y por razonestambin peculiares. El relato hegemnico tradicional combinaen su trama elementos de diverso orden que se van hilvanandoen un todo que se pretende coherente e irreprochable, pero que ensu inicial formulacin est plagado no slo de imposturas que sehan revelado falaces; tambin de distorsiones que han sido evi-

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    denciadas por investigaciones ms recientes y crecientementeacreditadas; en tiempos ms cercanos se han cuestionado tam-bin la certeza en el sealamiento de los comienzos u orgenesde tal proceso (la modernidad capitalista) y de sus propias fuer-zas impulsoras (los as llamados milagros europeos). Es asque el captulo busca abundar en un conjunto de interpretacio-nes que cuestionan este canon de interpretacin y termina porofrecer un tipo de lectura distinta que pueda, por un lado, vis-lumbrar de mejor modo la periodizacin de la modernidad yrecuperar la dignidad de las otras culturas en un proceso queest evidenciando que la era actual ser la del dilogo filosficoy que puede ste comenzar por sealarle una mayor humildad ala dominacin euro-occidental del mundo (en el marco de unateorizacin que se promete como el paso del sistema de los qui-nientos al sistema de los doscientos aos), para as medir losverdaderos alcances de la interculturalidad.

    El segundo captulo abunda en la anterior discusin parasubrayar que uno de los mayores xitos para encumbrar a laracionalidad occidental (de raigambre helenocntrica, eurocn-trica u occidentalocntrica), por encima de todo otro tipo de dis-curso cuyo locus fuese otra experiencia civilizacional, fue califi-car y clasificar a esas narrativas, a esos saberes como mitos ycolocarlos en grado de inferioridad ante la fortaleza de socieda-des que vieron emerger la filosofa (en la Atenas del siglo VII y VIantes de la era comn) y con ella se colocaron en posesin dellogos. El privilegio por desarrollar tal dispositivo de pensamien-to terminar por oponer a gentes de costumbre frente a gen-tes de razn. ste ha sido el relato dominante y su eficacia fuetal que hasta muy recientemente se ha cuestionado su legitimi-dad. Adems de ello, ese discurso fue impulsndose al modo deuna disputa (por aquello que se pona en juego a propsito de ladiscusin sobre el derecho natural), y en nuestra opinin exi-ge re-dirigir el esfuerzo iusnaturalista no hacia el derecho positi-vo sino hacia el derecho racional, para de ah desprender la im-portancia del grado de conciencia adquirido cuando la cuestines colocada en el terreno de la por Kant llamada insociablesociabilidad. Se ofrece un acercamiento al curso histrico de larelacin entre derecho, moral y poltica, al modo de la sucesinentre las alternativas iusnaturalista, positivista y racional, po-niendo nfasis en la propia modalidad de la penalidad y la subje-

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    tividad que acompaa al establecimiento y desarrollo del capita-lismo. Lo que se destaca es que la formulacin del imperativocategrico kantiano si bien busca efectuar una sntesis racionalentre la tradicin contractualista y la liberal, lo hace al precio deformular una tica de obediencia de la ley y de las normas que,sin embargo, no consigue ampliar la problemtica de la morali-dad del sujeto (la cual constrie a su condicin individual), ha-cia un imperativo categrico del sujeto humano corporal, nece-sitado y vulnerable (como ser el caso en la propuesta de Marx)que reivindica su soberana, incluso frente a las leyes, cuandostas lo convierten, socialmente, en un sujeto sojuzgado, humi-llado, abandonado. El fondo de la discusin de la tica abstractade la ley remite al problema de la relacin entre el sujeto y lalegalidad y al cuestionamiento de sta ltima (como cuestiona-miento de la totalidad) cuando sta es injusta y amenaza a lavida. ste es, segn nuestra modesta opinin, el ms alto gradode conciencia poltica al que se pudo llegar desde esa tradicinde pensamiento.

    El captulo tercero es el ms extenso de los que integran eltrabajo y ello por la razn de que encamina, en primer lugar, ladiscusin a la que se haba llegado segn el sistema filosficokantiano y que por la va de la discusin sobre la tica autnomahaba dado con el principio de totalidad, para ver en la filosofadel derecho de Hegel un esquema de interpretacin, en efecto,ms sistemtico que el de Kant y que parte por no expulsar latica de la poltica sino por mirar en la eticidad del Estado eldespliegue de la totalidad, pero sin ver en ello el despliegue im-perial y colonial del Estado moderno (por el contrario, para estetrabajo reside ah una de las tesis importantes que se defiendenen estas pginas). En segundo lugar, se trabajan a detalle lasdiversas dimensiones que la primera incursin de Marx en ladiscusin sobre lo poltico lleg a vislumbrar (en los trabajosque entre 1842 y 1843 consagr de la mano del mtodo transfor-mativo de Feuerbach a la crtica de la filosofa del derecho deHegel), y se sostiene la necesidad de valorar los alcances polti-cos de la discusin de Marx a propsito del Dinero y del pasajedel Dinero hacia el Capital, pues ah se juega el sentido de lacrtica que Marx promueve y que es explicitado desde un locusenunciativo que no poda ser ms explcito: dice Marx, la crticadebe lanzarse desde el punto de vista del individuo vivo (Marx,

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    1989: 178). Es desde este ngulo y de este grado de concienciaque se valoran los alcances de la teora crtica para encaminar ladiscusin en la direccin que nos marcan los tiempos actuales,esto es, el apremio total por re-pensar la totalidad. En ese planolas alternativas que se ofrecen encuentran por base el pasaje delprincipio de totalidad hacia el proceso de totalizacin (la totali-dad del orden dominante del capital es toda ella pretensin detotalidad, nunca ontologizacin u completud, siempre contra-diccin viva) y avanzan en dos vetas, por un lado, el discurso de-colonial y, por el otro, los debates a propsito de la complejidady la termodinmica de la vida. El captulo se cierra con una desus tesis ms importantes: mostrar que el programa latinoame-ricano de investigacin de modernidad/colonialidad promueveuna labor de-constructiva. Destructiva de la colonialidad delpoder mundial, pues parte de la descolonizacin epistemolgicapara dar paso, as, a una otra forma de comunicacin intercultu-ral que establezca formas nuevas, legtimas, que reclamen prc-ticas y categoras de pretendida universalidad, o que se recla-men con derecho a ser universalizables (no se trata de negar lascategoras universales sino que el modo en que legitimen su pre-tendida universalidad obedezca a un principio democrtico y noa una lgica de poder). Esto es parte de una lucha por la libera-cin, la liberacin de todo poder que se organice sobre la base derelaciones desiguales, discriminatorias, patriarcales, de explota-cin-dominacin y apropiacin.

    En el captulo cuatro de este trabajo se hace explcito el lu-gar al que nos va conduciendo la discusin de estas problemti-cas: la base social del fetichismo y la discusin, en analoga acomo Marx ha propuesto discutir el problema del valor, en rela-cin con el problema del poder. En esta parte del trabajo se sos-tendr que Marx estudi el proceso de fetichizacin a tres nive-les, el de la mercanca, el del dinero y el del capital, y que ya estiempo de que se trabaje la cuestin de la fetichizacin del po-der. Una de las discusiones que aqu se exponen descansa en latesis siguiente: En lo poltico nos encontramos con el desdo-blamiento del ser y el ente, de la potentia y de la potestas. Lapoltica en el marco del proyecto sociocultural moderno ha ter-minado por ejercitarse de un modo fetichizado, pues con ella seconforma al poder como dominacin, como disciplinamiento, yporque ello ocurre es que resulta necesario promover su reapro-

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    piacin por la comunidad. El poder no es algo que se toma, resi-de en la comunidad poltica (en la comunidad de comunidadesque la conforman), el problema est en cmo y por quin seejerce. Avanzar en la des-fetichizacin del poder y la poltica,deber consistir en recuperar desde el soporte solidario de lacomunidad, desde la experiencia de lucha de los de abajo unejercicio solidario y pleno de la poltica, positivo y que busquerecuperar en la propuesta de la autonoma (como reconocimientode la condicin plurisocietal de nuestras sociedades) formas deorganizacin de las comunidades, y los movimientos, en separa-cin s de la lgica estatal, pero con capacidad de rebasar la lgi-ca de poder de los que mandan mandando para ceir a stos(a los polticos, las instituciones y los representantes) en unalgica del mandar obedeciendo.

    El captulo cinco reconoce que en el trabajo de EnriqueDussel se ofrece una teorizacin sistemtica e histrica de lopoltico que encuentra como una de sus proposiciones funda-mentales, justamente, la discusin con la que habramos cerra-do el captulo precedente, esto es, la de la fetichizacin del po-der. Que ste sea el ngulo de conexin entre un captulo y elotro no quiere decir que a ello se limite la Poltica de la libera-cin, por el contrario, este esfuerzo est construido en unadisposicin tripartita que combina historia, sistema y crtica,por tal razn la exposicin que de tal paradigma hacemos noslo es pormenorizada sino contextualizada al tratar de hacerexplcitos ciertos debates en los cuales se est pronunciando.Un muy particular nfasis hemos puesto en sealar que la cate-gora desde la que se enjuicia crticamente a la totalidad ser,justamente, la de exterioridad; y que el despliegue de la polticade la liberacin se juega en el umbral de la totalidad vigente yla posibilidad de emergencia de una nueva totalidad y que porello la poltica alternativa consiste en el entrecruzamiento y laarticulacin de la trascendentalidad interna (lo ya subsumidopor el capital) y la trascendentalidad transontolgica (lo nocolonizado por el capital). Dicha exterioridad ser entendida,entonces como afuera epistemolgico como lugar de enuncia-cin crtico de una totalidad cuya vocacin es subsumir todo asu lgica, sin poder nunca alcanzar tal pretensin. Ello en pol-tica quiere decir desplazamiento de la potestas de la totalidadvigente anterior por una nueva potestas en que se plasma el

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    poder del pueblo como hiperpotentia que es capaz de darse nue-vas mediaciones, nuevas instituciones que desplieguen a caba-lidad el poder obediencial.

    En el captulo final se comienza a esbozar una interpreta-cin de las caractersticas de nuestra condicin epocal, signadapor un verdadero cruce de tendencias que no permiten aventu-rar opiniones, con grados mnimos de certeza, sobre cules deellas pudieran imponerse y, entonces, permitirnos advertir rum-bos ms precisos o probables. A pesar de ser el ms breve de loscaptulos que integran este libro, se recogen y desarrollan unaamplia gama de los conceptos que a lo largo del trabajo se fue-ron exponiendo para, en el marco de esta incierta transicin(signada por una crisis multidimensional y civilizatoria), desta-car los contenidos y las formas, vaya, lo que se encuentra enjuego de no disponerse de una poltica reivindicativa, utpica,esperanzada y de liberacin, que est mejor equipada para afron-tar los desafos actuales y las luchas futuras.

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    El lento desvanecimiento de los absolutos de la Histo-ria, segn las historias de los pueblos inermes y domi-nados, a menudo en vas, sin ms, de desaparicin,pero que no obstante irrumpieron en nuestro teatrocomn, acabaron por coincidir y contribuyeron a cam-biar la mismsima representacin que nos hacemos dela historia y su sistema.

    DOUARD GLISSANT (2006: 20)

    La explicacin estndar del camino hacia la modernidad, osi se prefiere, de la edificacin del capitalismo como proyectoque ha terminado por abarcar al mundo entero ha llegado a es-tablecer un canon de lectura que aunque muy recientemente havisto resquebrajada su hegemona discursiva no deja de ser asi-milado como el lugar comn en muchas discusiones; cuandomenos lo es as en las lecturas tradicionales y en los niveles deformacin medio superior y, me atrevo a pensar, en los estudiosde grado y aun en algunos de posgrado. Tal constructo estableceuna articulacin entre una teora general de pretensin univer-sal y una condicin de especificidad que est en la base del pre-tendido adelanto relativo que se le otorga a un complejo culturaly geogrfico (entidad que pasar a ser denominada Europa) quetiende a despegarse y comandar al resto del mundo en un espe-cfico momento de la historia y por razones tambin peculiares.

    El relato hegemnico tradicional combina en su trama ele-mentos de diverso orden que se van hilvanando en un todo quese pretende coherente e irreprochable, pero que en su inicialformulacin est plagado no slo de imposturas que se han re-velado falaces; tambin de distorsiones que han sido evidencia-das por investigaciones ms recientes y crecientemente acredi-

    CAPTULO 1

    DERIVAS FILOSFICAS DE UNA NUEVALECTURA DE LA HISTORIA, MS ALL

    DEL EUROCENTRISMO Y LA COLONIALIDAD

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    tadas; en tiempos ms cercanos se han cuestionado tambin lacerteza en el sealamiento de los comienzos u orgenes de talproceso (la modernidad capitalista) y de sus fuerzas impulsoras(los as llamados milagros europeos, lo cual como categorade anlisis no deja de hacer referencia a una raz situada en lapropia cristiandad).

    Imposturas y distorsiones: en la geografa y en la historia

    Ya no estamos en los tiempos en que bajo el predominio delas creencias religiosas y para hacer conciliar la fsica aristotli-ca con la filosofa tomista se sostena la teora de las dos esfe-ras para poder dar entrada a la idea de la tierra plana cuyasuperficie emergida situaba su centro en Jerusaln y se parta almodo de una cruz dividiendo sus territorios entre los tres hijosde No (correspondiendo a los tres grandes complejos poblacio-nales que ya podan ser asimilados en una interconexin geocul-tural en la gran masa geogrfica euro-asitica-africana), tampo-co en los momentos en los que el obispo de Usher se permitasituar el momento del gnesis u origen de la creacin del univer-so en la fecha del 4004 antes del nacimiento de Cristo, a las nue-ve de la maana, momento perfectamente situado segn suformulacin por el meticuloso examen de las sagradas escri-turas y por la genealoga de santos y otras celebridades, tambinsacras, cuestin que es sostenida en fecha tan tarda como elsiglo XVII y hasta por gente como Kepler. Tanto una como otraparametralizacin, de orden espacial (tierra plana, viejo mun-do), como temporal (momento de origen de la creacin, debidaa la Trinidad Divina), fueron cada una de ellas devastadas por unconocimiento que se revelaba emprico y que estara significan-do una verdadera ruptura de la episteme asociada a tal patrn depoder. Tanto el encuentro, invencin, invasin o descubrimientodel llamado Nuevo mundo como los conocimientos ya exis-tentes de las culturas egipcias (entre otras) otorgaran una certe-za, en el primer caso, poco a poco asumida sobre la redondez dela tierra, y en el segundo, calibraran con justeza lo insosteniblede fijar el origen de creacin del universo (ms all de a quin seatribuya tal suceso) en momentos en los que estn en plena gran-deza y majestuosidad otros complejos culturales: mesopotmi-

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    cos, chinos o hindes. Tanto en una como en otra situacin losargumentos vertidos por los viajeros (y que a su modo experi-mentaban con la diversidad cultural y la existencia de otros pue-blos) hacan una contribucin fundamental para el nuevo tipode conocimiento que se estaba creando.

    Al hacer crisis el antiguo modo de entender el mundo, emer-ger una nueva visin de la experiencia-mundo y nuevos ngu-los desde los cuales enfocar las cuestiones humanas, tanto geo-grfica como cronolgicamente. El cambio de perspectiva, sinembargo, seguir conservando de modos ms sutiles y desvane-cidos (menos patticos) determinadas formas de producir invi-sibilidad de territorios y prcticas humanas sobre las que lamodernidad va montando sus dispositivos de dominio y sojuz-gamiento y que es necesario de-velar y des-encubrir. Este tipo desituaciones, de un ms sutil enmascaramiento de la realidad, sebasan en el sostenimiento de algunas distorsiones, tanto geogr-ficas como arqueolgicas, antropolgicas e histricas.

    La geografa misma presta uno de los fundamentos ms ex-presivos al eurocentrismo: la tendencia a contrastar el resto [delmundo] con un centro identificado con Europa (Pniker: 2005,17). Una manera inicial de identificar el eurocentrismo en geo-grafa consistira adems en sealar su no correspondencia en-tre el espacio habitado y el espacio habilitado para el sosteni-miento de su mundo de la vida. El eurocentrismo es, en dichoplano, ejercido desde una doble mitologa, la una, cartogrfica,la otra, metageogrfica. En cada uno de esos mbitos las crticasque han podido hacerse a la visin convencional son severas yaltamente ilustrativas del proceder no estrictamente cientficosino ideolgico y, por ltimo, encubridor de lgicas de domina-cin, explotacin y apropiacin.

    En el marco de la cartografa, de la utilizacin del mapamundi, de los planisferios, de los globos terrqueos, lo que hayes una geografa robada, como dice Eduardo Galeano, pues has-ta el mapa miente. El proceder ha consistido en desplazar haciael Sur la lnea del Ecuador para de ese modo obtener una figura-cin en la que Europa, o si se prefiere, el hemisferio euroameri-cano ocupa el lugar central de dicha cartografa, y de los contor-nos delimitados, de los marcos espaciales a que obliga la utiliza-cin de estas tcnicas de representacin del mundo. El resultadode este proceder es evidentemente una doble distorsin, por un

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    lado, dos terceras partes del mapa son utilizadas para presentaral norte geogrfico y slo un tercio es ocupado por el Sur geo-grfico, por el otro, las superficies reales sufren modificacionesen sus escalas de representacin, Europa aparece (en la repre-sentacin cartogrfica) ocupando una superficie mayor que Suda-mrica cuando su geografa es casi la mitad que la de esta lti-ma, de igual modo, Groenlandia figura en el mapa siendo msgrande que China y Escandinavia aparece ms amplia que laIndia. La cartografa en proyeccin Mercator es utilizada demanera universal desde que a mediados del siglo XV fue desarro-llada por el oriundo de Flandes, hoy Blgica, Gerhard Kremer, yaunque para el da de hoy se dispone del mapa que Arno Petersha desarrollado con apoyo de la UNESCO, no se puede sostenerque se haya superado el eurocentrismo en cartografa.

    Un elemento adicional. Si la tierra corresponde a un cuerpoceleste, que ocupa un lugar en el universo infinito, nada obliga amantener el norte en el norte, pues como dira el pintor urugua-yo Joaqun Torres Garca no debe haber norte, para nosotros,sino por oposicin a nuestro Sur. Por eso ahora ponemos el mapaal revs, y entonces ya tenemos justa idea de nuestra posicin, yno como quieren en el resto del mundo. La punta de Amrica,desde ahora, prolongndose, seala insistentemente el Sur, nues-tro norte (Torres Garca, 1941).

    Una segunda imputacin a las, por algunos llamadas, geo-grafas de la dominacin se ejerce desde el lado de la metageogra-fa y ah lo que est en juego es la pretensin continental de Euro-pa que desde una consideracin ms estricta no es sino una ex-tensin peninsular en la masa continental euro-asitica-africana.La cuestin aqu aludida podra comenzar por preguntar qu esun subcontinente? Ms all del uso del prefijo sub que atribuyeuna condicin de inferioridad (siempre se habl, por ejemplo, delsubcontinente indio, pero no as del subcontinente europeo) elasunto apunta tambin a la otra cuestin qu es un continente?Ambos trminos se han revelado altamente eurocntricos y fuer-temente sesgados, pues si bien la separacin ocenica entre lastierras emergidas puede dar legitimidad a separar Asia y frica o,con posterioridad, Amrica (primero denominada Las Indias)del viejo mundo, no era tal la condicin para separar Europa deAsia. Las razones que histricamente fueron aludidas terminaronpor otorgar condicin continental a esta ltima regin geocultu-

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    ral, y por degradarle tal condicin a espacios geogrficos y cultura-les de mayor amplitud o extensin geogrfica, por no decir hist-rica. La elevacin a categora analtica de la regin geoculturalhind, como subcontinente indio est asociada adems a unadescripcin de larga duracin histrica y a la construccin de otromito, en esta ocasin, a la construccin del mito ario y de lalengua indoeuropea (elaborado a finales del siglo XVIII por perso-najes vinculados a la Asiatic Society y ligados laboralmente a laEast India Company, y recuperado por toda la antropologa poste-rior) el cual coloca en condicin subalterna a los pueblos de an-cestra rya de la India, o los ariya de raigambre persa, en relacincon los pueblos arios de la regin noreuropea. En trminos estric-tos la palabra ario (noble segn su etimologa snscrita) no hacesino manifestar el curso de una construccin que logra revertir yconvertir en su contrario lo que parece haber sido el trayecto derelacin entre tales complejos culturales, y el modo como origi-nalmente ocurri. Esto es, segn el relato tradicional son los pue-blos arios del norte de Europa (descendientes en los relatos mito-lgicos de aquellos que cuestinaron los designos zorostricos), losque nutren cultural y lingsticamente a los pueblos persa e hin-d, cuando se ha sostenido ms recientemente que las corrientesde influencia fueron a la inversa y se ha dudado incluso de laexistencia de tal raz lingstica, esto es, del lenguaje indoeuropeocomo matriz de casi todo el conjunto de lenguas existentes. Es talcondicin de subalternizacin, en que es colocada la densa cultu-ra hind, la que le confiere esa larga duracin a su calificativocomo subcontinente indio. Otro aspecto relacionado con la cons-truccin del llamado mito ario, y no menor, es colocar en estecomplejo cultural el punto de origen o desde el cual arranca lacultura griega (cuna de la filosofa occidental), desestimando loque hasta antes del siglo XIX era aceptado, esto es, que la cuna dela cultura griega correspondera a una doble raz (egipcia y sem-tica), de la cual no sera sino una derivacin perifrica (Bernal,1993). La constatacin que con tanta vehemencia ha sealado elfilsofo alemn Horst Kurnitzky, corresponde a un dato del que nisiquiera Freud estaba enterado, y que compromete a uno de losfundamentos de la prctica psicoanaltica, a saber:

    [...] que el hroe griego Edipo y el faran egipcio Ekhnatn eranun mismo personaje. Debemos este conocimiento a la labor de

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    Immanuel Velikovsky quien ha demostrado la identidad en lahistoria de la vida del faran egipcio con el mito de Edipo, hastaen los detalles... Ekhnatn se casa con su madre Tiy, abandonaTebas a los cinco aos, funda una nueva ciudad, Akhet-Atn, jun-to al Nilo, y al mismo tiempo hace de la religin del Sol (Atn) lareligin oficial del Estado [Kurnitzky: 1978, 78].

    La vinculacin de tan importante mitologa griega a la cul-tura egipcia hace parte del conjunto de hechos que Martin Ber-nal documenta en su obra y que ubica, en los orgenes de talesinfluencias, desde el tercer milenio antes de la era comn: laspalabras, topnimos y ritos religiosos de origen egipcio y semti-co [...] fueron introducidos en el Egeo en esa poca (Bernal:1993, 43), y que tuvo una segunda oleada de influencias en dichosentido en la poca de los hicsos esto es, entre el 1700 y 1500antes de la era comn.

    El concepto de metageografa apunta a los discursos de agen-tes e instituciones que modelan la conciencia y el imaginarioterritorial de los ciudadanos y que ha cuajado en determinadosesquemas de divisin regional ampliamente asumidos y acepta-dos desde un muy remoto pasado a travs del cual ordenamosnuestro conocimiento del mundo sin cuestionar los posibles ses-gos culturales, ideolgicos y polticos.1 Las metageografas delas que Lewis y Wigen (1997) se ocupan, en su pionero trabajo,incluyen el mito de los continentes, y las divisorias Norte-Sur(de connotacin socioeconmica), Oriente-Occidente (de con-notacin cultural), y Este-Oeste (de connotacin bipolar, en elmarco de la guerra fra). La metageografa consistira en un con-junto de estructuras, patrones, cnones o modelos del espaciomundial que intentando facilitar su entendimiento, de preten-sin general o universal, no son en s mismos ni absolutos niuniversalmente vlidos, y pueden ser legtimamente cuestiona-bles desde sus supuestos paradigmticos o desde posturas extra-

    1. Diferente es la acepcin que metageografa adquiere en la argumenta-cin de Milton Santos que la restringe en tanto filosofa menor para mejorubicarla en su parcela del saber que recupere de mejor manera la realidadglobal, con ello la despoja de su sesgo metafsico y la carga de concrecin, alasumirla como sistema de conceptos capaz de reproducir en la inteligencia,las situaciones reales vistas desde el punto de vista de esa parcela del saber,nocin quizs ms modesta, pero que es inscrita en la ontologa del espacioque Santos procura (Santos, 2000, 96).

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    paradigmticas que se sirvan de nuevos conocimientos y tcni-cas cartogrficas o de otro tipo (arqueolgicas, satelitales, com-putacionales) que permitan mostrar cmo determinadas ideasgeogrficas se han hipostasiado en calidad de sentido comn.En esta dimensin de la metageografa puede ser inscrito el aportereciente de Boaventura de Sousa Santos en el sentido de que elpensamiento occidental se ha estructurado a travs del estable-cimiento de lneas globales: tales fueron en el umbral del sigloXV las del tratado de Tordesillas, correspondiente a la hegemo-na imperial hispano-lusitana;2 o en pocas ms recientes la delmeridiano de Greenwich, que consolida la primaca del tiempoabstracto del reloj, y de la precisin de los intercambios interna-cionales, ya bajo la hegemona britnica; o el de la lnea de Yaltaque estructura a la divisin bipolar, durante la guerra fra.

    Al parecer, sin embargo, ser imposible dejar de referirse alconocimiento del mundo sin metageografas como imposibledejar de referirse a Europa como continente, pues a fin de cuen-tas ste remite, en otro sentido, a una regin cultural (Lewis-Wigen, 1997). Lo que s debemos procurar es explicitar su geolo-calizacin y la geopoltica de los discursos geogrficos, que yaest, incluso, como lo ha sealado Mignolo, altamente cargadadesde el propio siglo XV, o antes incluso, en los trminos en quees cartografiado el viejo mundo como el conjunto que integra,casi en forma de cruz, los territorios pertenecientes a los treshijos de No, o que fueron atribuidos a stos segn fue sosteni-do, en aquel tiempo, por san Jernimo: a Cam el ms desprecia-ble de los tres, se le atribuye frica, a Sem, quin ofreci espe-ranzas y signos de buen comportamiento, corresponde Asia, y aJafet, el preferido de los tres y en quien se mira el aliento, laexpansin y la visin de futuro se le asigna Europa (Mignolo,2003: 45 y ss.). Segn el relato bblico del Gnesis en el episodioen que Cam mira la desnudez de su padre (cuya connotacin,segn Levtico, es sexual e incestuosa) ste es maldecido en l y

    2. Fue justamente con motivo del desplazamiento de los lmites que tallnea global (del Tratado de Tordesillas) estableca que se despleg toda laconfrontacin asociada a la guerra del Plata y que convirti en aliadas a lasmetrpolis espaola y portuguesa para enfrentarse con los indios guaranes amediados del siglo XVIII (entre 1754 y 1756, para ser ms precisos) y quedaran tambin por resultado la expulsin de los jesuitas de los territorios deultramar en 1767 (Quarleri, 2009).

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    en sus generaciones venideras, No maldice a Canan,3 esto es, alos hijos (africanos) de Cam, a ser siervos de siervos de sus her-manos, esto es, de Sem, y de Jafet, quien adems de tener porsiervos a los hijos de Cam puede habitar las tierras de Sem. Elpanorama que aqu se dibuja en el sentido del tipo de relacioneshumanas que promueve y del curso y la forma del poblamientode territorios es, en esta construccin mitolgica, como se apre-cia, toda una alegora geopoltica. A ese esquema corresponde elagregado del nuevo mundo que, en su momento, en corres-pondencia a los conjuntos de Asia, y frica, recibe un nombreque le feminiza y le designa a partir de ese momento como Am-rica (Mignolo, 2003).

    A otro nivel volvemos a dar con una connotacin altamentecuestionable en la utilizacin de la variable geogrfica y de sulugar como dispositivo que explique las diferencias sociales, estavez hacemos referencia al problema del determinismo geogrfi-co. Si bien es cierto que ya Jerzy Topolski (1997) distingue en suobra clsica entre fatalismo, posibilismo geogrfico y determi-nismo geogrfico dialctico, pareciera hacerse necesaria unaconsideracin algo ms compleja del asunto, al modo de un des-plazamiento de cualquier sesgo fatalista o teleolgico, a la luz deconsiderar variables que desde las interpretaciones ecolgicas otermodinmicas, estn poniendo en el primer plano el asunto dela ley de la entropa. Nos situamos ya lejos de aquellas teoriza-ciones que asignan las venturas del capitalismo al clima templa-do y que entienden el trpico como sinnimo del atraso o de losilvestre. En lugar de dicha acepcin determinista, lo geogrficoparece asumir la connotacin, en mayor correspondencia con losostenido por Marx, de lmite insuperable, de materialidad ago-table si permanece o se agudiza la interminable acumulacinde capital que terminara en el despliegue de su crisis (sta se-alada como interna, en la formulacin de OConnor (2001), porcomprometer los movimientos de la rentabilidad, ganancia yplusvala), por activar la contradiccin externa (la que se da en-tre el sistema del capitalismo y la naturaleza), y con ello los lmi-tes absolutos del capital (Mszros, 1986, 2001).

    3. Habra que ver, incluso si no hay alguna vinculacin etimolgica, yaposterior, de Canan con Calibn, ms all de la apuntada en la discusin detal anagrama por Fernndez Retamar.

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    Desde este punto de vista el aspecto geogrfico del capitalis-mo, de la modernidad y del propio sistema mundial asume ca-ractersticas muy significativas, no slo para teorizar a ste sinopara vislumbrar alternativas una vez que han comenzado a co-nocerse las peligrosas sendas por las que transita su crisis. De lamano de los asuntos geogrficos y por la va de la consideracinde la lgica del capital habr de abrirse el tema al desafo am-biental y ecolgico y, por ello mismo, habremos de desplazar logeogrfico, no al espacio (en tanto parmetro en que discurre losocial y lo poltico) sino a la espacialidad (en referencia al cmolos sujetos producen su espacio y al cmo se refieren a l, valedecir, al cmo lo teorizan).

    Ms adelante, en el apartado que cierra este captulo se su-giere una interpretacin que asume a lo geogrfico como unncleo de discusin muy importante, el que tiene que ver con eldesplazamiento del mediterrneo-centrismo hacia la aperturaatlntica en los orgenes mismos de la modernidad.

    El relato histrico convencional y la posibilidad de criticarlo

    De la obra de Marx de 1857-1858, los llamados Grundrisse(prcticamente desconocidos hasta su publicacin en Berln en1953), fueron dos los fragmentos con los que empezaron a di-fundirse en escala ms amplia y con trayectorias encontradas.Mientras la Introduccin general a la crtica de la economapoltica (Einleitung), conoce una temprana publicacin por partede Kautsky en la Neue Zeit, en 1903 lo hace, sin embargo, en unaedicin incompleta, defectuosa y que diverge notablemente deloriginal. Por el contrario, el texto de las Formaciones econmi-cas precapitalistas (las llamadas Formen) encuentran en el mstardo ao de 1956 a su principal difusor, el historiador inglsEric Hobsbawm, quien en un muy pormenorizado estudio in-troductorio ya destacaba la importancia de este fragmento de laobra y vea en un tono muy esperanzado la posibilidad de quedesde ese escrito se relanzara el debate historiogrfico al senodel pensamiento ligado a la tradicin marxista. Pasarn algunoslustros para que se haga eco a lo demandado por el historiadoringls (en parte, en las discusiones tercermundistas y las teoriza-ciones sobre el sistema mundial de finales de los aos sesenta

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    del siglo pasado), y en una consideracin ms estricta slo has-ta hace muy poco puede uno sostener que ello est ocurriendo(en el marco del proyecto de investigacin de modernidad/co-lonialidad latinoamericano o, ms en general, en las discusio-nes poscoloniales).

    Si el relato de las Formen acude a una formulacin proble-mtica de la linealidad progresiva en la historia, por el contra-rio, el marxismo realmente existente hasta mediados del siglopasado (esto es, que compromete a los debates de la segunda y latercera internacional por igual) est colonizado por una formu-lacin de base Estado-cntrica que encuentra en el concepto demodo de produccin, y en la sucesin ordenada y progresivade los mismos, su baluarte explicativo. Es as que el discursoconvencional tiende a verse soterrado en una recuperacin deun texto ciertamente circunstancial (ilustrativo, provisorio y re-sumido), y que se sospecha debe ms a la pluma de Engels que ala de Marx (el Prlogo a la Contribucin a la Crtica de la Econo-ma Poltica de 1859), en el cual se da por sentado un curso linealy progresivo de la historia. El pasaje sera, entonces, de maneramecnica y evolutiva y no compleja e histrica, desde el estadiooriginario de comunismo primitivo, pasando por el modo asi-tico de la produccin, la forma antigua, la feudal y la capitalis-ta. A cada modo de produccin, se supone, corresponde una for-ma de trabajo, al modo antiguo la esclavitud, al modo feudal laservidumbre, al capitalismo el trabajo libre y asalariado. Un soloejemplo bastar para darnos una idea del grado de confusin yel desvo en la construccin de los objetos de estudio a que con-duce tal orientacin intelectiva. Se tiende a orientar un anlisisclasista de carcter muy reductivo, como aqul exclusivamen-te pertinente a la situacin capitalista, esto es, en la que imperael trabajo asalariado libre, y se enarbola, entonces, una determi-nada modalidad subjetiva, un determinado sujeto (la clase obre-ra), una determinada revolucin (de tipo europeo), cuando enotras realidades imperar justamente, y en ello consiste su colo-nialidad, una mltiple variedad de situaciones en la explotacindel trabajo no digamos ya, para situaciones del pasado sino paranuestro ms inmediato presente (rgimen de mita o encomien-da, servidumbre, trabajo forzado, esclavitud, asalariado, trabajoen rgimen de produccin simple o para el auto-consumo, etc.),y fueron otras las caractersticas de las revoluciones histricas

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    en el siglo XX (campesinas, de imaginario popular), y las que nosanuncia el siglo XXI (ya no slo anti-imperialistas, sino de pre-tensin anti-capitalista y anti-colonial).

    Boaventura de Sousa Santos ha clasificado por ello, en susltimos trabajos, al pensamiento occidental como un pensamien-to abismal, pues establece una serie de distinciones visibles (conlas cuales se teoriza una determinada situacin), que estn basa-das, sin embargo, en distinciones invisibles que, justo por tal colo-cacin epistmica abren un hueco, una apora, un distanciamien-to de tal abismalidad que impide ver que las distinciones visibles(modernas) tienen por base aquellas que son invisibilizadas en laestrategia argumentativa (las distinciones o clasificaciones de lacolonialidad). Es as que, por ejemplo, en el terreno de la filosofapoltica la distincin estado de naturaleza- estado civil, y el pasoen la sociedad europea hacia un estado civil-poltico, oculta queen el resto del mundo impere una situacin colonial de estado denaturaleza y de estado de guerra que est en la base de la conquis-ta de la civilidad en Europa. De igual modo, la imposicin de lamonocultura del saber cientfico con base en la distincin verda-dero-falso, encasilla a todo un conjunto de saberes como idoltri-cos, legos, no cientficos o pseudocientficos. Por ltimo, otro ejem-plo, el pasaje, en el terreno de lo simblico y del imaginario cultu-ral, del universo mtico al del logos (vase infra captulo dos), y laposesin del logos por parte de una determinada cosmovisin,ignorando que el propio logos (discurso racional), y el discursosobre el nacimiento del logos, es una construccin mtica (la deuna razn sin mitos).

    De ello se pasa a colegir que lo que supuestamente pas enEuropa, como sucesin lineal de modos de produccin, pasigualmente para todo el mundo, esto es, se extrae de un caso par-ticular y preciso, identificable histricamente, una teora de ca-lidad general y, por ello, universalizable al resto del planeta. Elrelato histrico parte tambin de establecer una periodicidad defranjas ms amplias pero que aterrizan en la condicin de Euro-pa como la de privilegio al capitalizar el curso desde la edadantigua, pasando por la edad oscura o media (que no es sino unavariante atribuible a los nueve siglos de la Europa brbara, estoes, a la correspondiente a la cristiandad occidental, por opuestaa la cristiandad oriental o bizantina), terminologa esta que seencuentra en absoluta contraposicin a la poca ms floreciente

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    de las culturas musulmanas (pues ser en dicha etapa cuandoms extendido se encuentra, y ms floreciente est, el ImperioIslmico), y que experimentar su momento cumbre en la edadmoderna (donde el concepto Europa se funde con el Occidente).Es as que, en 1980, fecha de la edicin italiana de su libro Laformacin del mundo moderno, el historiador Alberto Tenenti noduda en afirmar que en la actualidad, se sigue aplicando la divi-sin cronolgica elaborada por los europeos en funcin de supropia historia y de su modo de enfocarla (Tenenti: 1985, 9).Otro autor que logra sintetizar de modo inmejorable lo que esten juego con este tipo de versin cannica de la historia quemira el proceso como el ascenso de Occidente, es el antrop-logo Eric R. Wolff, por ello nos permitimos citarlo in extenso:

    Nos han enseado, tanto en las aulas como fuera de ellas, queexiste una entidad llamada Occidente, y que podemos pensar eneste Occidente como si fuera una sociedad de civilizacin inde-pendiente de, y opuesta a, otras sociedades y civilizaciones. In-clusive muchos de nosotros crecimos creyendo que este Occi-dente tena una genealoga, conforme a la cual la Grecia antiguadio origen a Roma, Roma a la Europa cristiana, la Europa cris-tiana al Renacimiento, el Renacimiento a la Ilustracin y la Ilus-tracin a la democracia poltica y a la Revolucin industrial. Laindustria, cruzada con la democracia, produjo a su vez a EstadosUnidos, en donde encarnaron los derechos a la vida, a la libertady a la bsqueda de la felicidad.

    Es engaosa esta pauta de desarrollo, primeramente porqueconvierte la historia en un relato de xito moral, en una carreraen el tiempo en que cada corredor pasa la antorcha de la libertadal siguiente equipo. De este modo la historia se convierte en unrelato sobre el desarrollo de la virtud, sobre cmo los buenosganan a los malos. Con frecuencia esto acaba convirtindose enel relato de cmo los ganadores demuestran que son virtuosos ybuenos por el slo hecho de ganar...

    Este esquema es engaoso en otro sentido. Si la historia noes ms que un relato sobre el desarrollo de un propsito moral,entonces cada eslabn de la genealoga, cada corredor de la ca-rrera se convierte en simple precursor de la apoteosis final...

    [...][...] Ni la antigua Grecia, ni Roma, ni la Europa cristiana, ni

    el Renacimiento, ni la Ilustracin, ni la Revolucin industrial, nila democracia y ni siquiera Estados Unidos fueron nunca unacosa impulsada hacia su meta en desarrollo por algn empuje

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    divino inmanente, sino ms bien un conjunto de relaciones tem-poral y espacialmente cambiantes y cambiables, o de relacionesentre conjuntos de relaciones [Wolff: 2000, 4-6].

    Crtica de los universales abstractos

    Este discurso, el de la linealidad progresiva de la historia, yque encuentra muchas variantes segn la perspectiva discipli-naria desde la que es formulado sostendr una lgica diacrnicaque se desplaza de estados de salvajismo o barbarie hacia esta-dos de civilizacin (en las disciplinas antropolgicas o etnolgi-cas), de modos de produccin que se suceden mecnica y deter-ministamente (en economa y en sociologa), del paso del estadode naturaleza al Estado racional moderno (en filosofa poltica)de la transicin de la Antigedad, a la Edad Media y luego a losTiempos Modernos (en las ciencias histricas).

    Tal recitativo, decamos, es un producto histrico preciso delpensamiento ilustrado europeo y, sobre todo, del romanticismoalemn del siglo XIX (Bernal, 1993), que ve en la construccin dela entidad Europa, pero no de toda Europa (si recordamos lafamosa frase del siglo XIX de Alejandro Dumas padre, fricacomienza en los Pirineos, y ya presente de suyo en los Penss dePascal, segn refiere Boaventura de Sousa Santos en su ms re-ciente libro (Santos, 2009: 165), y tambin en los escritos delabate Raynal o de Cornielle de Pauw, apreciaciones que fueronluego absorbidas por Hegel (Gerbi, 1982), y que estn presentestambin en Montesquieu (1984: 22) quien habla del Sur de Eu-ropa y sostiene: el equilibrio se mantiene por la pereza que hadado [la naturaleza] a las naciones del sur, y por la habilidad yactividad de que ha dotado a las del norte), pues se expulsa y secategoriza al Sur de Europa como no siendo parte de la enti-dad en que cristalizan las mayores virtudes de la civilizacinemergente, como resultado de los valores ilustrados y del des-pliegue de la razn que re-emerge o renace, y concretiza la edifi-cacin de la cultura moderna y occidental (en una poca que nopodra ser anterior al siglo XVII, en que se combina la revolucincientfica y la conformacin de los Estados absolutistas, en lastierras en que en su momento floreci, bajo Carlomagno, el im-perio carolingio), con lo cual se expulsa a la modernidad tem-

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    prana y al siglo XVI. Por ello, y expuesto con mayor precisin,ser la cristiandad latino germnica el lugar en el que se deposi-ta el espritu mundial y que, segn el discurso cannico hegelia-no, viene de Oriente hacia Occidente4 y encuentra ah su realiza-cin plena segn la complementacin argumental de Weber. LaEuropa occidental, la de la cristiandad latino-germnica, ve enla posibilidad de raptarle Grecia a las culturas orientales (de laque sta es producto en sus orgenes remotos, mesopotmicos,egipcios y semticos), la viabilidad de construirse su estirpe glo-riosa. Si el origen de la Europa occidental est en Grecia, y lacultura helnica estuvo basada en la esclavitud, el relato le dacondicin de generalidad a tal estadio esclavista y a tan brutalforma de trabajo, cuando no hay referente histrico que puedasustentar tal proposicin.

    La construccin histrica de la esclavitud ha correspondidoa las fases expansivas de las entidades imperiales, pues tiene porbase la negacin ontolgica del otro, racista y racializada, co-rrespondiente a otra cultura, y la puesta en servicio ya no comomano de obra sino en su negacin existencial (que no fsica)como sujeto, su consideracin como objeto (de compra-venta)en la multiplicidad de actividades, bsicamente en labores ex-tractivas de materias primas y metales preciosos o en la planta-cin, pero no en exclusiva para ello, pues se despliega tambinen el servicio personal (de ah las figuras mitolgicas de la car-ga del hombre blanco o la demanda de actitud, la servicialidadpor parte de los esclavos en la forma de La cabaa del to Tomy el extraamiento o represin de aquellos que demandan untrato como iguales). En lo que respecta al sistema mundialmoderno el desboque de la trata de esclavos corresponde justa-mente a dicha vocacin colonial en el arranque de la moderni-dad temprana, esto es, en el largo siglo XVI, y en el marco de la

    4. Una de las contra-tesis ms fuertes de la Poltica de la Liberacin queEnrique Dussel viene promoviendo sostendr muy al contrario de Hegel que:El despertar moderno de Europa se produce desde el oeste de Europa haciael este y desde el sur ms desarrollado [...] hacia el norte [...] Es sta unaopinin que contradice todo lo que la historia tradicional nos ensea [...] elinicio de la historia de la filosofa de Amrica ibrica (o latina) no es slo elprimer captulo de la historia de la filosofa en la nombrada regin geogrfica,sino es, junto con la filosofa espaola y portuguesa [...] el comienzo mismode toda la filosofa moderna en cuanto tal (Dussel, 2007b: 191).

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    triangulacin atlntica. Los estudios ms recientes y acredita-dos sobre el tema apuntan a ello, al florecimiento del eje atlnti-co como la disposicin geohistrica que la reimpulsa, pero nun-ca a una determinada generalidad o universalidad, como un pasoprimigenio o anterior en la forma del trabajo para toda aquellaexperiencia civilizatoria. En esta lnea se ubican los aportes de,entre otros, la escuela historiogrfica que sigue en parte los pa-sos de E.P. Thompson, en las obras de Peter Linebaugh y MarcusRediker (2005), Paul Gilroy (1992), Robin Blackburn (1997), DaleTomich (2004), o hasta Yann Moulier-Boutang (2006), o si seprefiere ir ms hacia atrs a los aportes verdaderamente pione-ros de la escuela trinitaria (C.L.R. James, 2003; Eric Williams,1964), o caribea (Fernando Ortiz, 2002) y, que no por casuali-dad son en quienes y desde donde se ubica, esta vez desde en laisla de Martinica y en lengua franca, el relanzamiento, a media-dos del siglo XX, de los debates poscoloniales: en la voz de AimCsaire (2006), Frantz Fanon (2009) o douard Glissant (2004).

    Ms endeble an es la generalizacin de la fase feudal, ya nodigamos para el mundo entero (muy a pesar de la argumenta-cin anti-eurocntrica de James M. Blaut 1978), sino para el pro-pio interior de los reinos europeos. Complemento a esta genera-lizacin de la situacin feudal para Europa fue el universalizarla transicin que, para el mundo entero, ira del rgimen feudalhacia el modo capitalista de produccin, lo que llev a algunos apostular la equivalencia o identificacin del desarrollo capitalis-ta con la proletarizacin tout court (es el caso, por ejemplo, deRobert Brenner (1979) en su argumentacin contra Wallerstein).En efecto, es susceptible de ser postulado un desarrollo relativoequivalente en los complejos culturales civilizatorios del inter-conectado mundo afro-asitico-mediterrneo (o la red nica dembito hemisfrico, en palabras de Blaut), no slo para el um-bral del siglo XV, sino incluso, como lo han sostenido hasta elcansancio Samir Amin o Paul Bairoch, se puede sostener que lasdiferencias relativas a la productividad social no son an signifi-cativas sino hasta mediados del siglo XIX. Pero ello no debe con-ducirnos a defender la existencia de un feudalismo universal,del que el Europeo, junto al del resto de otras formaciones feu-dales del existente espacio hemisfrico (afro-asitico-mediterr-neo) mantena un desarrollo relativo equivalente antes de 1492y, por ello, ser un evento ciertamente externo o heternomo a

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    tal mundo equilibrado el que propiciar la emergencia del capita-lismo no en un feudalismo triunfante sino de las ruinas de unfeudalismo agonizante (Blaut, 1978: 15) (como ha intentadohacer Blaut para arrebatarle a Europa la centralidad en la cons-truccin de la modernidad durante el perodo ilustrado del sigloXVII). Muy al contrario, las equivalencias del desarrollo relativoy en los niveles de la productividad social corresponderan, ajuicio nuestro, a la preponderancia social de la modalidad tribu-taria de produccin, como sostiene Amin (y no como productode un, en abstracto, definido modo asitico de produccin o latambin muy difundida teorizacin del despotismo oriental),5

    y es precisamente la debilidad de tal ordenamiento social y pol-tico para las sociedades noreuropeas la que ver emerger el rgi-men feudal y tal debilidad en la estructura tributaria la que pro-piciar el despliegue de la relacin capitalista, con la ventaja quele otorga el impulso a la acumulacin de capital tras la conquis-ta e invasin de Amrica, pero nunca su mayor desarrollo relati-vo, Europa est hasta esos momentos ensombrecida por el des-pliegue cultural del mundo islmico y sigui manifestando unacondicin perifrica con respecto al centro del mundo que estan ubicado en el Asia Oriental, y hasta bien entrado el siglo XIX,segn se ha sostenido en los nuevos estudios histricos. El im-pulso a la acumulacin de capital le permiti s a la Europa emer-gente una alta posibilidad de bloquear o periferizar otros n-cleos de los que pudieron haber emergido brotes de relacionescapitalistas auto-centradas.

    El rgimen feudal tuvo un alcance ms limitado de lo que talteora general puede admitir y fue el correspondiente al modelofranco o romano-germnico, si acaso ampliable, con sus varian-tes, y a realidades delimitadas en el tiempo, al principado ruso, ala China de la dinasta Chou, y al shogunato japons. Un acredi-tado historiador como Otto Hintze, que escribiendo con toda lacarga de finales del siglo XIX y principios del XX, se cuida deadvertirnos que tenemos que abandonar el prejuicio, puestorpidamente de moda, de que el feudalismo es un estadio transi-

    5. Hay que decir, en descargo del clsico, que Marx mismo se lleg a des-prender del trmino despotismo oriental en su etapa tarda (en las cartas aVera Zasulich, por ejemplo, no figura tal concepto), pero sin por ello volver alunilinealismo, subproducto del evolucionismo progresista (Shanin, 1987).

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    torio general, por el que todo pueblo tiene que pasar una vez(Hintze, 1968: 54), y aporta sus razones cuando sostiene que elfeudalismo en sentido pleno, es decir, tomado estrictamente, selimita propiamente a los Estados sucesores del Imperio carolin-gio, es decir, principalmente, a Francia y Alemania, con trozosde Italia y Espaa, pero que en torno a este ncleo propiamenteromnico-germnico se extiende una zona de formaciones deEstados que no tienen una constitucin propiamente feudal enel sentido histrico-jurdico, por haber permanecido ms o me-nos inafectadas por el movimiento imperialista histrico univer-sal que abarc a Francia (Hintze, 1968: 56). Incluso en los nue-vos estudios histricos que tratan de reivindicar (en la lnea se-alada por Jacques Le Goff, Alain Guerreau, Robert Fossier, entreotros), la pertinencia de pensar histricamente desde una largaedad media (con lo cual se elude la carga del Renacimiento y seidentifican no uno sino varios renacimientos), se tiene cuidadoen sealar los lmites que competen y los procesos que se aso-cian a lo que algunos han comenzado a llamar la civilizacinfeudal (Baschet, 2009) que correspondera al proyecto que des-de tiempos del imperio carolingio trata primero de desprender-se de la tutela del imperio de Bizancio (en la que se ubica Cons-tantinopla, por ello denominada la Segunda Roma), esto es,de la tutela de la cristiandad oriental. Ser endeble, sin embar-go, la supuesta autonomizacin por parte del imperio carolin-gio, incluso en el marco de la jerarqua catlica y seguir encondicin de cristiandad condenada a bifurcarse, tras la crisisde Bizancio (obra sta de la expansin del imperio otomano queinvade Constantinopla en 1453, y pasa a nombrarla Estambul),en el proceso que ver emerger el proyecto de erigir a Moscoviacomo la Tercera Roma y verdadero bastin de la iglesia orto-doxa, por diferencia con respecto a la catlica, apostlica y ro-mana. Tal civilizacin feudal, la de la cristiandad occidental, se-gn el argumento ofrecido por Jrme Baschet, tendra s elempuje necesario para exportar tal modelo eclesial de poder hacialas tierras americanas colonizadas por tales imperios.

    Tal empuje expansivo para exportar el poder de la institu-cin eclesial que no la forma feudal (en ello no podemos seguirel argumento de Baschet), le da a la Europa de la cristiandadoccidental latino-germnica la posibilidad de periferizar los com-plejos culturales del Nuevo Mundo pero no todava la capacidad

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    de arrebatarle la hegemona mundial al gigante asitico, que se-guir conservando el lugar de privilegio como centro de tal eco-noma global unos cuantos siglos ms. Tiene razn Andr Gun-der Frank en advertirnos sobre la centralidad de la regin orien-tal de Asia en la economa global, mucho antes del modernosistema mundial y con hegemona hasta bien entrado el sigloXIX, pero tampoco consideramos que sea necesario ampliar elalcance del concepto acumulacin de capital ms hacia atrsdel sistema mundo moderno, confundindolo en todo caso conla acumulacin de dinero, metales preciosos o tesoro. Frank, enello, lo que manifiesta es la confusin que derivaba de su anli-sis por no tener suficientemente desarrollada la distincin entrevalor de cambio y forma valor, pero ello da para otro debate.Demos un paso atrs, entonces, en nuestra argumentacin y vol-vamos sobre la sucesin de los modos de produccin.

    En este nivel argumentativo estuvieron concentrados los de-bates sobre la transicin del feudalismo al capitalismo (el famosodebate entre Dobb-Sweezy) que durante la primera mitad del si-glo pasado dominaron el debate historiogrfico entre los marxis-tas y que sorprendentemente alcanz un grado de teorizacin yen gente seria, acreditada y en cierto modo, polticamente de iz-quierdas (Rodolfo Puiggrs, Ernesto Laclau o Marcelo Carmagna-ni) que buscaba la imposibilidad y las dificultades del desarrollodel capitalismo en la regin latinoamericana (y, con ello, la impo-sibilidad de trascender tambin al capitalismo) en la especifici-dad y atraso de la feudalidad que se hubo desarrollado en la re-gin. Sin advertir todava que la explicacin del atraso en Am-rica Latina no se hallaba en el cambio de matiz de las teorasdualistas sino en su necesaria sustitucin. A lo que deseamos apun-tar con este argumento es a otra lnea de trabajo en la que losaportes del nuevo enfoque histrico sern tambin significativos:el pasaje de los debates sobre la transicin del feudalismo al capi-talismo hacia la crtica de las teoras del desarrollo.

    El esquema terico del dualismo social postula una teorapara una parte de lo que ha sido un sistema mundial econmicoy social durante medio milenio [y construye] ...otro patrn y otrateora para la otra parte de este mundo (Frank, 1971a: 96). Lasconsecuencias de este enfoque no se detienen en el plano tericosino cobran forma como sugerencias polticas; puesto que setermina sugiriendo que una parte del sistema (Europa Occiden-

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    tal y Amrica del Norte), difunde y ayuda a desarrollar la otraparte (Frank, 1971a: 96) (Asia, frica y Amrica del Sur), y queel despliegue por parte de los pases subdesarrollados y sus me-trpolis nacionales est obstaculizado por el freno que represen-tan entre ellos, sus lentas y atrasadas regiones interiores (Frank,1971a: 79). Por el contrario, el esquema sugerido por Andr Gun-der Frank,6 propone ya desde 1966 estudiar el subdesarrollo lati-noamericano como el resultado de su participacin secular enel proceso del desarrollo capitalista mundial (Frank, 1971b: 106),con lo cual se tratan de superar las aporas detectadas en la so-ciologa convencional del desarrollo: El sistema social que eshoy la determinante del subdesarrollo no es, de ninguna mane-ra, ni la familia, ni la tribu, ni la comunidad, ni una parte de lasociedad dual, ni incluso [...] ningn pas o pases subdesarrolla-dos tomados por s mismos (Frank, 1971a: 28) sino la unidadconformada por el sistema capitalista en su conjunto.

    Las imputaciones en este terreno no se reducen a los esque-mas modernizantes que explican las sociedades atrasadas desdeun enfoque muy influido por la antropologa cultural (que oponelo tradicional a lo moderno); por ello, no es casualidad que lacrtica ms severa a los enfoques dualistas difusionistas vayan dela mano de los planteos de Andr Gunder Frank, quien no hacesino desarrollar, en todas sus consecuencias, la ruptura con di-chos enfoques antropolgicos ya presente en los trabajos pio-neros de Robert Redfield (Frank, 1971a: 28). Las crticas tampocose restringen a los desarrollismos estructuralistas, que si bien expli-can los problemas de nuestras sociedades como problemas es-tructurales, y en tal medida caracterizan como posible alcanzar eldesarrollo a condicin de llevar a cabo importantes reformas es-tructurales (agraria, tributaria, administrativa, renegociacin delos trminos del intercambio, polticas adecuadas de sustitucinde importaciones); sin embargo, adolecen del mantenimiento de laperspectiva modernizadora que hace aparecer el dualismo estructu-ral en una perspectiva poltica en la que es posible llevar a cabo unatransicin de lo tradicional a lo moderno en formas ms ordenadas,

    6. Quien habiendo nacido en Berln en 1929, y habindose formado en Eco-noma en la Escuela de Chicago en momentos en que son muy influyentestanto Friedman como Haberler, sin embargo, desarrollar el grueso de supionera propuesta crtica en Amrica Latina, regin en la que desarrolla suactividad desde 1962 y hasta que se lo permite el golpe militar de Chile en 1973.

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    menos traumticas, siempre y cuando se influya en la dinmicainterna de nuestras sociedades. Ambos enfoques, como lo plantetambin Frank, no hacan sino expresar con elocuencia que losdualistas [...] resultan unos esquizofrnicos intelectuales y polti-cos (Frank, 1971a: 97). Los nuevos enfoques, que se estn inau-gurando con planteos como los esgrimidos por Frank, tambinpretenden llevar a cabo una severa crtica a las posturas del llama-do marxismo tradicional vinculado a la Tercera Internacional,que lleg tambin a sostener su propio dualismo, esta vez afir-mando que en nuestras sociedades se registraba la convivenciadel modo de produccin feudal y el capitalismo. Polticamentedichas propuestas eran sintetizadas por los partidos comunistas,bajo la directriz del PCUS, en su insistencia en las alianzas obrerocampesina y populares con la burguesa nacional (Sonntag,1989). Esta poltica vena siendo instrumentada desde la dcadadel treinta del siglo pasado, cuando la Tercera Internacional adoptla lnea del Frente popular (Revueltas, 1982).

    La aparicin de un nuevo enfoque se estaba ya avizorando atravs del cuestionamiento de dicha generalidad en las formas so-ciales y de la universalizacin de tal transicin y de sus puntos departida (feudales) y de llegada (capitalista). La actualizacin de talenfoque lineal y progresivo en los debates de la modernizacintomo tambin dicha forma con puntos de partida (sociedades atra-sadas) y puntos de llegada (desarrollo), ahistricos y estticos. Peroromper con esta estructura mental y esta forma de interpretacin(colonialismo intelectual, colonialidad del saber) exige cuestionarno slo la generalidad de la teora sino tambin su peculiarismo, ylas razones que se aducen para tal peculiaridad.

    Crtica de la especificidad formal

    Ya desde la introduccin a su La tica protestante y el espritudel capitalismo, Max Weber plantea que a finales del siglo XIX einicios del siglo XX se estn experimentando, o mejor consoli-dando, ciertos fenmenos culturales propios o caractersticosde Occidente que, a su parecer, marcan una direccin evolutivade universal alcance y validez (Weber, 1996: 9). Fenmenos cul-turales que tendran por base a un conjunto de conceptos, orga-nizaciones y reglas racionales: hechos que tendran a la raciona-

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    lizacin como su impronta y al clculo como inherente. Se veri-fica en Occidente una forma de capitalismo no conocida enninguna otra parte del mund