Ashton La Revolucion Industrial 1760-1830

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La Revolución Industrial debe concebirse como un movimiento social, y en forma alguna como un simple periodo de tiempo. Sea cuando se presenta en Inglaterra después de 1760, en los Estados Unidos y Alemania con posterioridad a 1870, o bien en Canadá y en Rusia en nuestros días, sus efectos y característi- cas son fundamentalmente iguales. Siempre va acompañada por el crecimiento de la población, por la aplicación de la cien- cia a la industria y por un empleo del capital más intenso y más extenso a la vez; también coexiste con la conversión de comu- nidades rurales en urbanas y con el nacimiento de nuevas clases sociales. Pero en cada caso la marcha del movimiento ha sido afectada por elementos circunstanciales, variables siem- pre; por ejemplo, muchos de los malestares sociales atribuidos a la Revolución Industrial inglesa fueron, hasta donde permiten afirmarlo nuestros conocimientos, resultados de fuerzas que hubiesen obrado de modo idéntico, aun sin cambios en las for- mas económicas. Entre estos factores debe señalarse el movimiento de precios. Al iniciarse el siglo XVIII y hasta su quinta década, los precios de mayoreo en Inglaterra permanecieron estables, con pequeña tendencia a disminuir, a partir de 1750 hasta terminar la octava década, subieron en un 30% y desde 1790 hasta 1814, puede decirse que se duplicaron. A partir de entonces hubo una baja, ligera, al principio, después más rápida, hasta que en 1830 había alcanzado un nivel ligeramente inferior al de 1790 y menor de la mitad de los precios de 1814. No cabe duda que a la Revolución Industrial se debieron algunas de estas fluctua- ciones, pues era esencial, para efectuarla, que los recursos se transfiriesen de la manufactura de bienes de consumo a aque- llos que constituían equipo industrial, y tal cambio no podía lle- varse a cabo sin afectar los precios. En efecto a partir de 1760 una gran proporción del poder de trabajo de la Gran Bretaña fue empleada en la construcción de caminos, canales, muelles, buques, fábricas y maquinaria, en tanto que disminuyó la pro- porción que producía alimentos y bebidas, zapatos y vestidos, muebles y casas de vivienda. Debe, naturalmente, haberse pen- sado que, a su tiempo, los nuevos instrumentos habrían facilita- do e incrementado la producción, lo cual disminuiría los precios; pero los ciclos económicos se vieron frustrados por aventuras políticas, y fue tan sólo hasta los últimos quince años del perio- do que estudiamos cuando puede decirse que la Revolución Industrial rindió su cosecha: oferta más abundante de bienes que se ofrecían al consumidor ordinario. Si bien durante todo el siglo XVIII la cantidad de numerario de plata acuñado por la Casa de Moneda fue escaso, aumentó el de oro, y sin duda que el total fue mayor al terminar el siglo. Los bancos y los hombres de negocios, no contentos con esto, tomaron las medidas necesarias para crear una circulación de billetes y documentos, y como, a partir de 1797, esta práctica había logrado crear numerario en cantidades inflacionarias, debe tomarse en cuenta el fenómeno para explicar el aumento de precios. Sin embargo, a partir de 1815, tanto el Gobierno como el Banco de Inglaterra empezaron a reducir la circulación monetaria, esta reducción, unida al hecho de que durante la depresión de 1816-17 muchos bancos provinciales se vieron obligados a cerrar, originó una súbita baja en el nivel de precios. Para la segunda decena del pasado siglo la importación de me- tales preciosos de las minas sudamericanas no pudo conser- varse al nivel de la demanda europea, y las condiciones bajo las cuales se estableció el patrón oro en 1821 requirieron una cons- tante limitación del papel moneda. Por consiguiente, en tanto la producción aumentaba, la oferta monetaria permanecía cons- tante o disminuida, y dentro de estas circunstancias los precios forzosamente bajaron. También influyeron las condiciones exis- tentes fuera de Inglaterra. Durante la guerra las importaciones habían venido precios altos en relación con las exportaciones. Cuando terminó la guerra una importante disminución del costo de las materias primas importadas y productos alimenticios (algodón, lana, azúcar, té; etc, constituyó una gran contribución para el descenso del nivel general de los precios. Los precios ascendentes se asociaban generalmente con la expansión, en tanto los descendentes con una contracción de UNTREF VIRTUAL | 1 La revolución industrial 1760-1830 T. S. Ashton VI. El Curso de la Revolución Económica

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  • La Revolucin Industrial debe concebirse como un movimientosocial, y en forma alguna como un simple periodo de tiempo.Sea cuando se presenta en Inglaterra despus de 1760, en losEstados Unidos y Alemania con posterioridad a 1870, o bien enCanad y en Rusia en nuestros das, sus efectos y caractersti-cas son fundamentalmente iguales. Siempre va acompaadapor el crecimiento de la poblacin, por la aplicacin de la cien-cia a la industria y por un empleo del capital ms intenso y msextenso a la vez; tambin coexiste con la conversin de comu-nidades rurales en urbanas y con el nacimiento de nuevasclases sociales. Pero en cada caso la marcha del movimiento hasido afectada por elementos circunstanciales, variables siem-pre; por ejemplo, muchos de los malestares sociales atribuidosa la Revolucin Industrial inglesa fueron, hasta donde permitenafirmarlo nuestros conocimientos, resultados de fuerzas quehubiesen obrado de modo idntico, aun sin cambios en las for-mas econmicas.

    Entre estos factores debe sealarse el movimiento de precios.Al iniciarse el siglo XVIII y hasta su quinta dcada, los preciosde mayoreo en Inglaterra permanecieron estables, con pequeatendencia a disminuir, a partir de 1750 hasta terminar la octavadcada, subieron en un 30% y desde 1790 hasta 1814, puededecirse que se duplicaron. A partir de entonces hubo una baja,ligera, al principio, despus ms rpida, hasta que en 1830haba alcanzado un nivel ligeramente inferior al de 1790 ymenor de la mitad de los precios de 1814. No cabe duda que ala Revolucin Industrial se debieron algunas de estas fluctua-ciones, pues era esencial, para efectuarla, que los recursos setransfiriesen de la manufactura de bienes de consumo a aque-llos que constituan equipo industrial, y tal cambio no poda lle-varse a cabo sin afectar los precios. En efecto a partir de 1760una gran proporcin del poder de trabajo de la Gran Bretaa fueempleada en la construccin de caminos, canales, muelles,buques, fbricas y maquinaria, en tanto que disminuy la pro-porcin que produca alimentos y bebidas, zapatos y vestidos,

    muebles y casas de vivienda. Debe, naturalmente, haberse pen-sado que, a su tiempo, los nuevos instrumentos habran facilita-do e incrementado la produccin, lo cual disminuira los precios;pero los ciclos econmicos se vieron frustrados por aventuraspolticas, y fue tan slo hasta los ltimos quince aos del perio-do que estudiamos cuando puede decirse que la RevolucinIndustrial rindi su cosecha: oferta ms abundante de bienesque se ofrecan al consumidor ordinario.

    Si bien durante todo el siglo XVIII la cantidad de numerario deplata acuado por la Casa de Moneda fue escaso, aument elde oro, y sin duda que el total fue mayor al terminar el siglo. Losbancos y los hombres de negocios, no contentos con esto,tomaron las medidas necesarias para crear una circulacin debilletes y documentos, y como, a partir de 1797, esta prcticahaba logrado crear numerario en cantidades inflacionarias,debe tomarse en cuenta el fenmeno para explicar el aumentode precios. Sin embargo, a partir de 1815, tanto el Gobiernocomo el Banco de Inglaterra empezaron a reducir la circulacinmonetaria, esta reduccin, unida al hecho de que durante ladepresin de 1816-17 muchos bancos provinciales se vieronobligados a cerrar, origin una sbita baja en el nivel de precios.Para la segunda decena del pasado siglo la importacin de me-tales preciosos de las minas sudamericanas no pudo conser-varse al nivel de la demanda europea, y las condiciones bajo lascuales se estableci el patrn oro en 1821 requirieron una cons-tante limitacin del papel moneda. Por consiguiente, en tanto laproduccin aumentaba, la oferta monetaria permaneca cons-tante o disminuida, y dentro de estas circunstancias los preciosforzosamente bajaron. Tambin influyeron las condiciones exis-tentes fuera de Inglaterra. Durante la guerra las importacioneshaban venido precios altos en relacin con las exportaciones.Cuando termin la guerra una importante disminucin del costode las materias primas importadas y productos alimenticios(algodn, lana, azcar, t; etc, constituy una gran contribucinpara el descenso del nivel general de los precios.

    Los precios ascendentes se asociaban generalmente con laexpansin, en tanto los descendentes con una contraccin de

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  • las actividades sociales. Sera equivoco, no obstante, calificar elperiodo que se inicia en 1760 y se extiende hasta 1814 comouno de invariable prosperidad, en tanto el comprendido de 1815a 1830 como uno de depresin constante; en los dos hubo altasy bajas, algunas de las cuales, al menos, procedan de causasindependientes del cambio industrial o tcnico.

    Durante muchos siglos la vida econmica de la Gran Bretaahaba sido dominada por los productos de la tierra, y aundespus de que el pas se industrializ en su mayor parte, lascosechas continuaron siendo causas de ansiedad perpetua.Durante toda la primera mitad del siglo XVIII, stas fueron gene-ralmente buenas, pero hubo pocas (como, por ejemplo, losaos de 1709-10, 1727-28 y 1739-40) que el mal tiempo quedur dos aos consecutivos trajo consigo un incremento bruscoy considerable en el precio del pan. Y puesto que la mayor partede los ingresos d la clase pobre se gastaban en alimentos,una- mala- cosecha siempre era seguida de miserias. No resul-ta claro, a primera vista, que las malas cosechas hayan tambinprovocado depresiones en la industria; sin embargo, muchosobservadores contemporneos -desde el versificador deLancashire, Tim Bobbin, hasta el economista escocs AdamSmith- afirmaron claramente que la caresta de los alimentosproduca menores salarios y falta de empleo. No puede discu-tirse que, si ta mayora de los britnicos se vean obligados agastar ms en comprar pan, menos era la cantidad disponiblepara la adquisicin de vestidos y otros artculos. A la vez esindiscutible que los terratenientes y hacendados vean susingresos incrementados en forma idntica, y no es lgico supo-ner que el aumento del poder adquisitivo de los unos compen-saba la prdida de los otros, y que las condiciones de actividadindustrial deben de haber permanecido idnticas. La conclusinanterior no debe tomarse como absoluta, pues es preciso con-siderar que los ricos agricultores y terratenientes no compraraniguales artculos para su comodidad- que los pobres, y que esdudoso que hayan gastado algo de su ocasional fortuna.Ejemplos provenientes de muchas pocas y lugares sugierenque, en tanto aumentan los ingresos, es mayor la proporcinatesorada, la cual tiende siempre a aumentar; y si esto es con-

    clusin aplicable a todo el gnero humano lo es especialmenteal agricultor, pues, como dijo William Cobbett, quien sin dudaconoca esta clase social, la mxima del agricultor es "conser-var el dinero que recibe tanto como pueda". Fue precisamentedebido a que el numerario que iba a manos del agricultor salamuy lentamente, por lo que periodos sealados de malas cose-chas (tales como los del 1756-57, 1767-68, 1772-75, 1782-83,1795-96, 1799-1801, 1804-05, 1809-13 y 1816-19) fueron, porlo general, seguidos de un estancamiento del comercio, una dis-minucin de los salarios y por el desempleo.

    La poltica gubernamental se diriga a conservar altos precios alos productos agrcolas, a fin de hacer de la agricultura actividadproductiva. Por medio de una serie de disposiciones, los culti-vadores de granos se vieron protegidos de la competenciaextranjera, y bajo la Ley de Subvencin a los Cereales, dada en1689 y en vigor hasta 1814, cada arroba de trigo que se exporta-ba reciba, en caso de que el precio del mercado britnico noexcediera el de 48 chelines, un subsidio de 5 chelines. En aosde escasez, se prohibieron las exportaciones y se libr deimpuestos a las importaciones; en esta forma se remediaba elhambre, pero no podan evitarse los efectos perjudiciales de lasmalas cosechas sobre la industria: la disminucin en el valor delas exportaciones, acoplada con el incremento de las importa-ciones, motiv frecuentemente un descenso en el tipo de cam-bio, con la consiguiente concentracin d crdito y depresindel comercio. Ningn ardid fiscal, por ms ingenioso que fuese,pudo eli-minar los efectos producidos por las malas cosechas.Slo cuando la Gran Bretaa se convirti en un pas acreedor,con haberes disponibles en el extranjero, los cuales podanabsorber todo choque inmediato pudo verse con relativa calmacualquier deficiencia en la balanza de pagos del da.

    Segn el seor Fussel, durante el siglo XVIII la superficie culti-vada con trigo aument en una tercera parte, y la produccin porcada e fue incrementada en una dcima paste. Pero el aumen-to de la poblacin fue la causa por la cual, a partir de 1775, laGran Bretaa deja de ser pas exportador de granos, convirtin-dose, casi siempre, en importador. Tampoco puede decirse que

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  • dependa del extranjero slo para satisfacer su demanda decereales; muchos otros, artculos que componan su dieta, talescomo el t y el azcar, se traan de Ultramar, materias primascomo el algodn, el lino, la lana, la seda y la madera, lo eranasimismo. Para el desarrollo de sus mercados, en especial losde ferretera y textiles, los ingleses miraban hacia Ultramar. De1760 a 1785 hubo una expansin moderada en el volumenanual de las exportaciones; pero a medida que la RevolucinIndustrial ganaba terreno, las ventas a otros pases, en especiallos de Europa, incrementaron en forma espectacular. Si lasimportaciones de granos algo aliviaron una de las causas deinestabilidad econmica, no puede decirse lo mismo del comer-cio internacional, el cual introdujo otra nueva. Por consiguiente,y a partir de mediados de los ochenta, los jornales de un nmerode britnicos muy superior al de cualquier otra poca,dependieron de los acontecimientos extranjeros. La prosperidadde los aos de 1792, 1799-1801, 1801-1810, 1815 y 1924-1925,se debi en gran parte a un aumento, en tanto que las depre-siones de 1793; 18111 1816, 1819 y 1826 a un descenso de lasdemandas de exportacin. En algunas- ocasiones el viraje delauge a la quiebra era repentino, y las estrechas relaciones quelas casas londinenses conservaban con instituciones extran-jeras significaban que vientos malignos, provenientes de Europao de Amrica, precipitaban con frecuencia la crisis.

    Al propio tiempo, las pulsaciones de las inversiones internasmotivaron fluctuaciones dentro de la bolsa de trabajo. Cuandoel dinero era barato, y grandes las esperanzas de utilidad, hom-bres de empresa contrataban trabajo para fa-bricar una plantaindustrial o bien constituir reservas de materiales; y, puesto queaquellos que trabajaban dentro de dichas empresas tenan ma-yores salarios para gastar, las empresas que fabricaban bienesde consumo prosperaban la bienes Despus de cierto tiempo,sin embargo, la creciente demanda de capital motiv un aumen-to en la tasa del inters: decayeron las esperanzas de benefi-cios y el proceso de inversin fue cortado. No por ello debemossuponer que un aumento en la tasa de mercado del inters tuvoun efecto inmediato sobre las empresas manufactureras; comoantes hemos visto, el tpico industrial hilandero o el del hierro

    eran, en su mayor parte, sus propios capitalistas, y ponan den-tro de la empresa todos sus ahorros, sin meditar mucho sobrela posibilidad de un rendimiento inmediato. Para la agricultura yla construccin, era vital un cambio en el precio del dinero. Laproduccin de ladrillos es en extremo ilustrativa, pues se usa-ban extensamente no slo en el levantamiento de casas y fbri-cas, sino tambin en las aberturas de las minas y en la construc-cin de puentes y canales; sus variaciones son, pues, indicati-vas de cambios en vastos campos de lo industrial. Tal como loha demostrado el seor Shannon, la produccin de ladrillosaumentaba o disminua -casi un ao despus, por lo general-,de acuerdo con los movimientos ascendentes o decrecientes dela tasa del inters.

    Y puesto que mayores o menores ganancias en una de lasramas de la industria repercutan en las dems, las condicionesde bonanza o adversidad se generalizaban fcilmente. Cuandoun periodo de actividad en la construccin coincida con buenascosechas y amplias exportaciones -as en 1792, 1810 y 1815-,haba mucha prosperidad, en tanto imperaban condiciones dedepresin cuando ninguna de estas condiciones exista.

    Las fluctuaciones de empleo fueron causadas con frecuencia, ymuchas veces aumentadas por el juego de fuerzas politizas.Durante la mayor parte de la Revolucin Industrial, la GranBretaa se encontr en estado de guerra; en ciertos aspectospor dems importantes, los hombres del siglo XVIII eran mscivilizados que nosotros, y la declaracin de hostilidades nopona fin al intercambio entre individuos britnicos y franceses;y, en vista de que los gobiernos no haban an logrado contro-lar las vidas de sus sbditos, la guerra nunca lleg a ser lo quehoy da se denomina total. Sin duda que las prdidas en hom-bres y buques fueron serias, pero a pesar de ello la destruccinescasa; las deformaciones que sufri el sistema econmico ylos trastornos en las relaciones sociales puede decirse quemotivaron las prdidas ms graves.

    La guerra de 1756-1763 tuvo como resultados un aumento delinters y de los precios, una disminucin de los salarios reales

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  • y un estimulante excesivo para la construccin de buques y lamanufactura del hierro; origin a la vez el principio que motivola disputacin las colonias, con sus perjudiciales efectos en elcomercio y su desastre final en 1775. Los ocho aos siguientesa la declaracin de guerra a los norteamericanos trajeron consi-go una considerable disminucin tanto de las importacionescomo de las exportaciones, caso nico durante el siglo; tambintrajeron un aumento en la tasa del inters y un descenso de lasinversiones internas; y no fue sino hasta 1792, en vsperas deun conflicto an mayor, cuando el rendimiento de los consolida-dos descendi al nivel, de 1775. En los tiempos de paz de losltimos aos de los ochenta mucha actividad se emple en cons-trucciones y servicios pblicos, y todos los signos de la bonanzaaparecieron en 1792. Al principio del siguiente ao la demandade trabajadores alcanz tan alto grado, que en vanas regionesdel pas los labradores solicitaron del Parlamento que se prohi-biera el empleo de sus campesinos en la apertura de canalesdurante los meses de cosecha, y resulta evidente, a la luz denuestros actuales conocimientos sobre los ciclos econmicos,que la depresin se aproximaba.

    La iniciacin de las hostilidades con Francia, en ese mismo ao,motiv una crisis cuya esencial caracterstica -cual sucede contodas las crisis financieras- fue una gran escasez de numerario.Temerosos del futuro, los hombres atesoraron su dinero; loscomerciantes fueron incapaces de obtener remesas del extran-jero o de prorrogar crditos a sus clientes locales; hubo pnicoen las instituciones bancarias y muchas empresas que estabanlejos de ser insolventes quebraron ante la falta de numerario y debilletes. Fue bien pronto, sin embargo, cuando le toc el turno algobierno de verse en apuros por falta de recursos; se hicieronalgunos emprstitos que cubri el pblico, y los fondos se gas-taron, en su mayor parte, en ultramar. EI costo de la manutencinde las fuerzas expedicionarias, as como un prstamo que sehizo a los alia-dos austriacos, motiv un descenso en el tipo decambio. Por otra parte, y a la vez que hubo terminado su desas-troso experimento con los asignados, Francia restableci elpatrn oro, y algunos saldos que conservaba Londres comogaranta fueron entonces repatriados. Fue tan grande el saqueo

    de oro y de numerario en general, que se consider necesario,en 1797, suspender la obligacin que tena el Banco deInglaterra de pagar el valor de sus billetes en oro. Como despusde la suspensin de pagos en numerario no hubo presin sobreeste Banco o sobre otros bancos provinciales para que practicas-en el descuento con discrecin, al poco tiempo el volumen de lacirculacin monetaria aument y, en consecuencia, lo propiopas con el nivel de precios. Era evidente que para 1810 la libraesterlina haba perdido parte de su valor, no slo cuando se lacomparaba con mercancas, sino tambin con respecto a otrasdivisas, o al oro. Mucho se ha debatido -como se debatientonces-, si el responsable de la inflacin fue el Banco deInglaterra, o bien si lo fueron los bancos privados. En realidad, elresponsable fue el Estado, quien con su sistema de prstamos ygastar su producto, increment los ingresos de los particularesmuy por encima de la proporcin adecuada a los bienes exis-tentes en el mercado y destinados al consumo de los civiles. Esahora cuando reconocemos que se precisa cierta inflacin parala direccin de la guerra. Si los estadistas hubieran en 1810seguido el consejo de Francis Horner y sus colegas del ComitMonetario, retornando al patrn oro, hubiese habido una baja deprecios suficiente para motivar grave desempleo y hacer peligrarla continuacin de la guerra. Tal como ocurri, el aumento de losprecios aument las ganancias, y puesto que los jornales cojea-ban lentamente detrs del costo de la produccin; el nivel de vidade los trabajadores fue ms bajo.

    Las actividades prestatarias del gobierno tuvieron otra conse-cuencia no menos importante. En 1792, cuando la Gran Bretaaestaba en paz, el rendimiento de los consolidados haba sido de3.3; cinco aos ms tarde haba alcanzado a 5.9. Muchosproyectos iniciados cuando el dinero poda obtenerse a la tasaprimera, no pudieron continuarse cuando su costo se incremen-t. El capital experiment una desviacin de los usos privadoshacia los pblicos, y algunos de los desarrollos de la RevolucinIndustrial fueron; una vez ms, suspendidos. Los gastos guber-namentales en buques de guerra, municiones y uniformes esti-mularon las industrias navieras, de hierro y acero, cobre y qumi-ca, en tanto que el desarrollo de las del algodn, ferretera, alfa-

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  • rera y otras se suspendia. Durante la primera fase de la guerra,la construccin se limit mucho; pero la paz de 1801-1803 trajoconsigo un renacimiento, y entre los aos de 1804 y 1815 laconstruccin -con excepcin de la de casas particulares- semantuvo a un nivel considerablemente alto.

    El comercio exterior tambin sufri menos que durante guerrasanteriores. Despus de un descenso ocurrido en 1793, lasexportaciones subieron, casi constantemente, hasta alcanzar unauge dentro de la paz de 1802. La reanudacin de hostilidadesse vio tipificada por un descenso, pero durante los seis aossiguientes el volumen de las transacciones comerciales fue bas-tante satisfactorio, y de 1809 a 1810 hubo, una vez ms, unabonanza.

    El napolenico intento de rendir a Inglaterra por medio de lasupresin de sus mercados, fracas. Si bien es cierto que lasexportaciones directas a la Europa Occidental cesaron, las islasde Heligoland y Malta fueron las puntas de lanza por medio delas cuales los productores britnicos penetraron al corazn delContinente, y hubo un aumento de exportaciones a las IndiasOccidentales, a los Estados Unidos y a Suramrica. La situacinno fue tan favorable en 1810, cuando Austria hubo de firmar lapaz y Holanda fue anexada, ce-rrndose as varios de loscanales comerciales; para el siguiente ao, cuando el comerciocon los Estados Unidos se suspendi debido a la legislacinanticomercial, el volumen de las exportaciones decay consi-derablemente. En 1812, fecha en la cual Rusia inicia su conflic-to con Napolen, el intento lleg a su fin; y no obstante Ia gue-rra martima con los Estados Unidos, el comercio exterior semantuvo a buen nivel durante los aos de 1813 a 1814, para lle-gar a un mximo al final de la contienda.

    La Gran Bretaa haba, durante largo tiempo, facilitado el alma-cenaje de mercancas en trnsito de un pas a otro. Durante laguerra, se convirti en un objetivo poltico importante el desviarlas mercancas de las Indias Occidentales francesas en particu-lar, hacia Londres, para despus reexpedirlas a Europa y otrospuntos. En 1790 como un 26% de las exportaciones britnicas

    consistan en mercaderas de origen extranjero; este porcentajeaument hasta el 44% en 1800, y en 1814 se mantena en un36%. Sera equivocado, por consiguiente, suponer que un altonivel de exportaciones brutas era signo de bonanza en aquellasindustrias que buscaban los mercados exteriores. En particularla situacin de los obreros algodoneros y de los fabricantes declavos variaba con todas las vicisitudes de la batalla y los cam-bios de la poltica estatal. Mas, en conjunto, puede decirse quela Gran Bretaa atraves la tormenta con todos sus habitantestrabajando; cabe hacer notar que; en realidad, los civiles con-tribuyeron al esfuerzo blico con sus sufrimientos no ya durantela batalla, sino cuando sta haba cesado.

    En abril - de 1814, Napolen abdic - su trono y fue proscriptoa la isla de Elba, y durante varios meses, la industria britnicatuvo una gran expansin optimista: la tasa del inters decae,mucho baj el precio del pan y fueron altas las produccionestanto para el mercado interno como para la exportacin. Masesta bonanza haba terminado antes de que 1815 forma partedel pasado. La desmovilizacin arroj casi trescientos hombressobre el mercado del trabajo en una poca en la cual la indus-tria todava no se ajustaba a las condiciones de paz; los datosaportados por la Ley para combatir la pobreza proporcionan elms elocuente instrumento sobre la suerte de los antiguos com-batientes. A esto se aada que la demanda europea de mer-cancas britnicas haba decado, y que el gobierno redujo susgastos casi a la mitad. Los comerciantes e industriales se preo-cuparon por el hecho de saber que, tarde o temprano, el nivelmonetario se fijara en una paridad que slo podra sostenersemediante una reduccin de precios; las inversiones privadas- seencontraban en un reflujo y grande era el desempleo; si a estose aade que hubo malas cosechas durante los aos de 1816 y1817, se comprender que los precios de los productos alimen-ticios subieran, en tanto descendan los de los productos manu-facturados. No fue sino hasta 1818 cuando se mejor lasituacin; bajas tasas de inters, gastos gubernamentales incre-mentados, mercados ms activos en el extranjero y una cons-truccin en mayor escala, trajeron breve bonanza. Pero nopuede decirse que la situacin, durante los tres aos siguientes,

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  • haya sido tan satisfactoria, y solo en 1821 el periodo de capitalinactivo y de desempleo -lo cual sera ahora llamado periodo dedeflacin y reconversin- tuvo fin.

    Los acontecimientos de estos aos han ocultado, por muchotiempo, la verdadera naturaleza de los cambios tcnicos yeconmicos del periodo. Del mismo modo que la guerra frus-tr el propsito, de modo idntico las situaciones predomi-nantes al restablecerse la paz pospusieron la total realizacinde la Revolucin Industrial. No puede dudarse que, paralela ala escasez, se agudiza la lucha de clases; sta, en gran parte,se debi no tanto a un conflicto entre el capital y el trabajo, sina una oposicin de puntos de vista sobre la clase ms propiapara cubrir los nuevos impuestos. Es tpica la peticin que enesa poca hizo un miembro del Parlamento, representante delos terratenientes, a fin de suprimir el impuesto sobre la renta,creado exclusivamente por motivos blicos, reemplazndolocon nuevos impuestos sobre los granos; le contestaron que lasclases agricultoras, a travs del impuesto sobre la tierra, de losdiezmos y gravmenes en beneficio de los pobres, ya soporta-ban la mayor parte del costo de los establecimientos pblicosy eclesisticos; mas se replic, con menos razn, que los ser-vicios prestados por los terratenientes al Estado los hacanmerecedores de especiales consideraciones. La Ley deGranos de 1815, la cual prohiba que los molineros pudieranadquirir trigo proveniente del exterior en tanto el precio de mer-cado fuese inferior al de ochenta chelines por arroba; tena porobjeto conservar, en beneficio de los agricultores, la estructurade precios y productos que haba sido creada por la guerra, entiempos, claro est, cuando las fbricas haban tenido quevender sus productos ms baratos, y cuando los jornales endinero tendan a disminuir. En realidad, rara vez el precio delmercado domstico ingls alcanz el precio de ochenta che-lines. La Ley fue defectuosa no slo en cuanto sostuvo unnivel de precio muy alto y constante para los granos, sino que,en pocas d escasez, prohiba el alivio por medio de importa-ciones del extranjero, manteniendo esta ficticia situacin hastaque las condiciones del mercado britnico se aproximaban alas de la caresta.

    Adems de esta injusticia fiscal, los trabajadores tenan motivosverdaderos para quejarse; algunos aleccionados por Tom Painey William Cobbett, si resentan por su falta de derechos polticos;y muchos haban aprendido, por experiencia, los lmites que laley de asociaciones les impona sobre sus fuerzas para con-tratarse. Durante todo el siglo XVIII los desrdenes haban sidoendmicos: una y otra vez los mineros y los marinos, los carpin-teros de ribera y los alijadores, as como los jornaleros deLondres, inutilizaron herramientas, rompieron ventanas y que-maron las efigies de aquellos a quienes consideraban sus ene-migos. Muchos de esos incidentes tuvieron el carcter intrascen-dente de las demostraciones del Da del Trabajo, pero los tumul-tos que ocurrieron durante la segunda dcada del siglo XIXalcanzaron un caracter inquietante y profundo. Aquellos quetomaron parte en ellos no fueron obreros de las fbricas, sino tra-bajadores pertenecientes al antiguo sistema industrial: los culti-vadores de Yorkshire, los tejedores de bastidor en Nottingham ylos hilanderos en los telares manuales de Lancashire. Empleadosen condiciones desfavorables, mal nutridos, no poda esperarseque teorizaran acerca de las causas de su miseria; era naturalque atacaran las mquinas, las cuales se les aparecan como lascausantes de su pobreza. Si bien es cierto que parte del desem-pleo se debi a cambios tcnicos, es en la cronologa de revolu-cin en donde se encuentran las causas reales del malestarsocial. En 1811, y despus en 1816; durante las depresiones aque los acontecimientos polticos y las malas cosechas habanllevado, los ludditas destruyeron los bastidores de los calceterosen las zonas centrales, y los telares mecnicos en el norte. En1817 los obreros hambrientos y sin trabajo que recibieron elnombre de blanketeers iniciaron su lgubre marcha desdeArwick Green, y en 1819, la escasez del pan y la paralizacin deIcomercio dieron lugar al motn y a los padecimientos de losobreros reformistas del Lancashire en el Campo de San Pedro.El relato de la represin de los espas del Ministerio del Interior ylas infames Seis Leyes-, ha sido hecho muchas veces, y no haypara qu repetirlo; asustados polticos y administraciones ineptasayudaron no poco a los infortunios que llenaron estos aos tanpoco felices.

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  • Al principio de la tercera dcada del pasado siglo, varias circuns-tancias se combinaron para producir gran prosperidad. La mone-da se estableci sobre base oro, y hubo una sucesin de buenascosechas; Huskisson y sus colegas se ocupaban, con energa,en suprimir aranceles, impuestos sobre consumo y en destruirtoda restriccin sobre el comercio o la industria. Esta polticaabolicionista se vea apoyada por todos aquellos individuos que,atados por las medidas de control, slo deseaban que se lesdejara en paz. Gran parte de la deuda nacional redujo su pro-ducido del 5 o del 4 al 3 1/2 %; en 1820 los productos de los con-solidados haban sido de 4.4, en tanto que eran de 3.3 en 1824.Para 1822 la tarifa bancaria, que durante casi medio siglo habapermanecido en 5, baj al 4%. Pero para entonces las tasasfijadas por los bancos no eran todava espejo del mercado, y aprincipios de 1825 prstamos a corto plazo se colocaban a uninters tan bajo como lo es el del 2 1/2 %. En Lancashire y enEscocia las fbricas trabajaron con inusitada velocidad, y la pro-duccin de ladrillos, de 1821 a 1825, casi se duplic. Las fundi-ciones se ocupaban en suministrar tubera para gas y agua, ascomo piezas para puentes y ferrocarriles. Reservas de algodn,lana y otras materias primas fueron apiladas; el comercio exteriorcreci; y como los productos reexportados constituan entoncestan slo el 16 o 17% del total de mercancas enviadas al extran-jero, el crecimiento debe atribuirse casi exclusivamente a unamayor productividad de la industria britnica. El reconocimientoque Canning hizo de las antiguas colonias espaolas, en 1823,mucho impuls las inversiones en el extranjero, pues la AmricaLatina ofreca inmensas oportunidades para el comercio, y laexportacin de capital a esta regin dio auge a la bonanza.

    Las favorables expectativas de beneficios originaron, en 1825,una multitud de proyectos especulativos; muchos fueron espu-rios; en tanto otros, en realidad slidos, no produjeron los frutosesperados, o bien, los produjeron dentro de mayor tiempo delplaneado. Y puesto que los ingresos y los precios haban subido,los cambios bajaron, y el oro, casi simultneamente en los mer-cados interno y externo, desapareci. Algunas medidas de refor-ma se introdujeron: las tasas del inters se aumentaron y seredujo el crdito; los precios bajaron y el desempleo se general-

    iz. Resulta innecesario detallar la historia de la depresin de1826, la recuperacin de 1827, la prosperidad de 1828; y la tene-brosidad y zozobra de la situacin agrcola durante 1829 y 1830.Los ciclones y anticiclones de los veinte tuvieron el mismo carc-ter de aquellos que haba de sufrir Inglaterra multitud de vecesdurante las posteriores dcadas del siglo XIX.

    En medio de mares tan tempestuosos, los capitanes de la indus-tria se vieron obligados a determinar sus rumbos. Es claro quemuchas de sus dificultades resultaron de sus propias acciones,pues algunos de ellos no podan distinguir un viento durable deun cfiro, y no todos saban cundo era conveniente navegar oesperar, o cundo era prudente manejarse con precaucin.Tampoco todos tomaron muy en cuenta el estado de su tripu-lacin, y muchos iniciadores fueron al fracaso debido a estacausa. Pero las mayores dificultades las motivaron no ya la faltade habilidad o de iniciativa -seguramente que no podr decirsela falta de valor-, sino las fuerzas naturales y las corrientes polti-cas. Si las cosechas hubiesen sido buenas y uniformes; si losestadistas hubiesen procurado proporcionar una norma establede valor v un adecuado medio de intercambio; si no hubiesehabido guerras que incrementaron los precios y las tasas delinters, convergiendo los recursos de la nacin hacia fines dedestruccin; la trayectoria de la Revolucin Industrial hubiesesido mas suave, y sus consecuencias no estaran, como hoy loestn, sujetas a discusin.

    Debe admitirse que muchas de estas consecuencias fueronfunestas; no obstante los esfuerzos realizados por ThomasPercival y James Watt, el humo oscureci los cielos deManchester y Birmingham, y la vida en las ciudades se hizoms triste. Las pequeas villas industriales, tales como Oldhamo Bilston, cobraron un aspecto hostil; las ciudades, para seragradables, han de crecer despacio. Hubo tambin, segnparece, una decadencia del gusto, tal como los mismos tiposde imprenta empleados en los libros que han de consultarse lodemuestra. Pero no todo se perdi; Inglaterra no rehuye airesnuevos, y la presencia de terratenientes y agricultores le inyec-t frescura y lozana. Tampoco debe suponerse que los primeros

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  • industriales se mostraron insensibles al llamado del campo: labelleza de Cromford y de Millers Daleno sufri por su cercana alas fbricas de Arkwright, y regiones del Goyt y del Bollin se mejo-raron mies al industrial Oldknow y a los Gregs. Y la suposicin deque los productos industriales de la poca carecan de todabelleza sera grave error: el puente de Telford en Anglesey y lacermica de Wedgwood y de Spode constituyen vibrantes protes-tas. Luego, si la gran industria se superpuso al arte y al artesana-do, en forma alguna debe decirse que los destruy.

    Mucho se ha escrito sobre los efectos de la RevolucinIndustrial en los obreros. Gran parte de los historiadores, impre-sionados por el nmero de los que perecieron en su lucha con-tra la mquina, han declarado que los cambios tcnicos trajeronpoco ms que miseria y pobreza, y un experto estadstico decierta fama ha afirmado que a principios del pasado siglo, el r-gimen de vida del obrero ingls se vio reducido a niveles asiti-cos. Esta opinin implica, por parte del seor Colin Clark, laignorancia de las estadsticas elaboradas por ms de una gene-racin de estudiosos. Los cuidadosos anlisis, de la seoraGilboy demuestran que, a travs del siglo XVIII, el nivel de vidade los trabajadores en el rea del suroeste en realidad habadisminuido, pero que el de sus compaeros, en las regiones tex-tiles del norte, se mejor incesantemente, en tanto que el delobrero londinense tuvo un poco de mejoramiento. Es cierto queel Aumento de precios que ocurri despus de 1793 acrecentla pobreza de muchas gentes, pero antes de que la guerra ter-minase -como lo ha mostrado el profesor Silberling-, los jornalesindustriales en Inglaterra se pusieron a la par con los precios almenudeo, y para 1820 los haban sobrepasado. Si bien es cier-to que para 1831 el costo de la vida creci en un 11%, sobre elde 1790, no lo es menos que los salarios urbanos haban, parala misma poca, logrado un aumento no menor que el de 43%.

    Y, en realidad, sera muy extrao que la Revolucin Industrial nohubiese tenido otros efectos que los de hacer a los ricos msricos, y a los pobres ms pobres, puesto que sus productos nofueron, por regla general, objetos de lujo, sino que consistieronen artculos necesarios e instrumentos de produccin. Ya se ha

    explicado el porqu de la tardanza con la que estos ltimosempezaron a producir frutos para el consumidor; pero en 1820los efectos de la guerra podan considerarse como cosa delpasado, y los productos de lana y algodn, as como los alimen-tos y bebidas, eran artculos consumidos no ya por los elegidos,sino por las masas. Algunos de los productos de las fbricas y delas fundiciones se enviaron al exterior, pero los que en su lugarregresaron no consistieron, en conjunto, en objetos de lujo talescomo vinos o sedas, sino en azcar, cereales, caf y t, desti-nados a la gran masa de consumidores. Mucho se ha insistidosobre el hecho de que los precios de las exportaciones britnicasdisminuyeron con mayor rapidez que los de los productos impor-tados, pues no hubo ninguna Revolucin Industrial que redujeseel costo de produccin en los pases agrcolas de Ultramar y, estambin posible que los prstamos exteriores hechos porInglaterra hayan ayudado a este desfavorable desnivel de su bal-anza. Pero si bien las influencias anteriores pueden explicar porqu durante los treinta y cuarenta del pasado siglo los salariosreales fueron menores de lo que poda haberse esperado, pocainfluencia tuvieron, al parecer, posteriormente. El rgimen ali-menticio del trabajador ciertamente mejor: la harina de trigosustituy al centeno y la avena, y la carne, que ha sido escasa,se convirti, en unin de las patatas, en el plato principal en lamesa del artesano. No todo el carbn que se extrajo de las minasfue a alimentar los altos hornos o las mquinas de vapor; y unhogar bien abrigado y una comida caliente fueron conquistas deimportancia para aquel trabajador que regresaba empapado desu trabajo.

    Fue en 1802 cuando George Chalmers hizo notar que las claseslaboriosas eran "demasiado ricas para ambicionar la pitanza delsoldado, o demasiado independientes para cortejar los peligrosdel marino". Sin duda que hubo muchos vagos y pordioseros;ms an antes de que la nueva Ley para evitar la pobrezahubiese entrado en vigor, es probable que las hordas de los"indigentes y miserables" se hubiesen reducido. Cierto es quelas jornadas eran largas y pocos los das de descanso, y sobranpruebas para demostrar que el empleo en las fbricas fue per-judicial para los jvenes tanto en su salud como en su moral.

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  • Uno de los dirigentes polticos ingleses hablado recientemente de"los horrores mecnicos de la Revolucin Industrial", y no puedeponerse en duda que las minas muy profundas y las complicadasmquinas trajeron nuevos riesgos de mutilacin y muerte. Peropara compensar stos inconvenientes debe tomarse en cuenta ladisminucin de la tensin que soportaban los obreros de lasindustrias pesadas, y la disminucin de lisiados y mutilados enlugares como Sheffield, a consecuencia de la introduccin de lafuerza motriz. Tambin hay que tomar en cuenta, como elemen-tos de juicio, la disminucin del esfuerzo de las mujeres y nios,el aumento en las ganancias familiares, la mayor regularidad enel pago del jornal y el mejoramiento de las condiciones materialesdel trabajo al trasladarse la industria del hogar a la fbrica.

    Determinar si las casas habitacin eran mejores o no, es unproblema bien difcil; en gran parte su solucin depende de losperiodos que se comparen. Muchas de las viviendas que losindustriales rurales proporcionaron a sus obreros, en lugarestales como Cromford, Mellor y Styal, han sobrevivido; su diseoy proporcin son buenos, y aun juzgadas con moderno criterio,no puede decirse que carezcan de comodidad y de gracia. Perostas habitaciones fueron construidas cuando los materialeseran abundantes, los salarios relativamente bajos y el dineroproporcionalmente barato. No prevalecieron estas condicionesdespus de 1793, cuando la importacin de madera de los pa-ses blticos se restringi, y los jornales d carpinteros y albailesaumentaron. Y como a lo menos en sus dos terceras partes elprecio de una habitacin depende del inters, es un hecho desingular importancia: que la tasa del inters subi por entonces,y permaneci as durante ms de una generacin; su conse-cuencia, a fin de alquilar las habitaciones a una renta asequiblea los jornaleros fue la disminucin de la superficie y la construc-cin menos durable que aquellas otras edificadas en los ochen-ta. Las hileras de casas mal construidas, apretadas unas contraotras y sobre las cuales desbord la poblacin, rpidamente cre-ciente, de las ciudades, constituyeron en su mayor parte el pro-ducto de las condiciones imperantes durante la guerra.

    El influjo de trabajadores irlandeses, a partir de 1815, complicel problema, pues stos, con fuerte instinto gregario, se amon-tonaron en los puertos martimos y ciudades del norte.Cuidadosos clculos hechos por la Sociedad Estadstica deManchester sobre los aos de 1835, indican que aproximada-mente una sexta parte de las familias de Manchester eran irlan-deses y que el porcentaje de gentes que vivan en stanos lle-gaba a ser de 11.75; en Liverpool, donde la proporcin de irlan-deses era tambin considerable, no menos de un 15% de loshabitantes vivan en stanos. En las ciudades nuevas, produc-to de la Revolucin Industrial, las condiciones eran muchomenos miserables; en Bury, donde los irlandeses eran pocos ypocos tambin los hilanderos de telares de mano, slo el 3.75%,y en Ashton-under-Lyne slo el 1.25% de la poblacin se aloja-ba en habitaciones como las antes descritas. Los investigadoresse muestran acordes para afirmar que en estos lugares lashabitaciones de los obreros eran no slo ms amplias, sino tam-bin ms limpias y mejor alhajadas que las de la ciudad.

    Un historiador, cuyo nombre no es preciso mencionar, ha diser-tado sobre los "desastres de la Revolucin Industrial"; si conesta frase desea expresar que los aos de 1760 a 1830 sevieron oscurecidos por guerras y privados de alegras de por laescasez, nada puede objetarse. Pero si, en lugar de lo anterior,desea expresar que los cambios tcnicos y econmicos fueronen s mismos una fuente de calamidades, su opinin no mereceotro calificativo que la de maligna. El problema fundamental delperiodo fue cmo alimentar, vestir y emplear a nuevas genera-ciones, cuyo nmero exceda en mucho al de cualquier otroanterior. El mismo problema observse en Irlanda; y el no haberencontrado una adecuada solucin signific para ella la prdidade alrededor de un quinto de su poblacin, la cual tuvo lugar porlos cuarenta, siendo las causas la emigracin, el hambre o lasenfermedades. Si Inglaterra hubiese seguido como una nacinde agricultores y artesanos, no hubiera podido evitar igual des-tino; en el mejor de los casos, el peso de una crecientepoblacin habra dado muerte a la originalidad de su espritu.

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  • Inglaterra evit este trgico destino gracias al espritu no de susgobernantes, sino de aquellos que, buscando sin duda sus pro-pios y mezquinos intereses, tuvieron el ingenio y los mediospara inventar nuevos instrumentos de produccin y nuevosmtodos para organizar la industria.

    Existen hoy da, en las grandes llanuras de la India y de China,hombres y mujeres cubiertos de plagas, hambrientos, soportan-do una vida, en apariencia al menos, poco mejor que la de losanimales domsticos que laboran con ellos durante el da y com-parten, por las noches, sus lugares de descanso. Esos asiticosniveles y esos horrores producidos por la falta de mecanizacin,son el sino de aquellos pueblos que aumentan su nmero sinpasar a travs de una revolucin industrial.

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