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Capítulo 1: Parte 1: Cuentos y memorias La guerra terminó. El dolor, las batallas, el sufrimiento, las tragedias, era tiempo de reparar todo eso, nuestros héroes debían decidir el punto de partida; pero había tantos lugares… La tribu agua del sur. Con su frío, su comida, su gente, sus amigos, sus problemas y un secreto…el avatar. Fue ahí donde todo comenzó, era el lugar justo para comenzar otra vez… ¿Cuánto habría cambiado la gente? ¿Cuántos los estarían esperando?… Katara era el orgullo de los maestros agua, orgullosa, combativa y justa. Ella había surgido de esa tribu, se había ido y aprendido de todo el mundo, sus técnicas ahora eran famosas. Su corazón se lleno de nostalgia cuando decidieron volver a casa, a su hogar, a la tribu agua del sur. Sokka estaba más que orgulloso de si mismo, él era la prueba del valor de su gente, de su astucia, de que la determinación y la inteligencia son esenciales para la batalla, que la creatividad es a veces más vital que las dotes divinas. El también ansiaba volver a casa, ver a su gente, sentir el suelo helado debajo de sus pies. Subieron a Appa. Iban Aang, Katara, Sokka, Suki, Toph y Momo. ¿Entonces? – Dijo Aang alegremente, hacia la tribu agua del sur- Los rostros felices de todos, especialmente Katara y Sokka. A casa – exclamo Sokka con seguridad- me muero por verla. A casa – murmuro Aang para si mismo, un poco de nostalgia, un segundo y la orden de inicio – Yip, yip. El templo aire del sur. Un lugar de recuerdos, de leyendas, del primer comienzo, donde se puede ver el rastro de una tragedia. Aang sabía que su gente no estaba ya en el templo aire del sur, ahora su gente era todo el mundo, su familia eran sus amigos, con los que reía y con los que luchaba. Sabía que nunca dejaría de extrañar a los monjes que lo criaron; pero ahora ya no podía imaginar su vida sin esas personas maravillosas con las que había combatido hombro a hombro hasta el final, claro, con algunas no desde el principio; pero a todos los quería; ahí, volando sobre el cielo azul no pudo evitar recordarlos a todos. La isla de Kioshy. Con su gente combativa, su historia impecable y por supuesto, sus orgullosas y hábiles guerreras. Suki se había adaptado rápidamente al equipo, los quería a todos. Ella era una líder, las guerreras de Kioshy la seguían sin dudar y aun después de la guerra ninguna de ellas había descansado un solo día. ¿Creen qué veamos Kioshy? – Pregunto Suki después de un tramo de viaje- Yo te aviso cuando lo pasemos – bromeo Toph- No esta exactamente en la ruta – contesto Sokka- pero…mmm, podemos desviarnos poquito si es que quieres ver a las guerreras. No – contesto Suki de inmediato- estoy segura de que están bien, igual si empezamos con peticiones nos pararemos en cada ciudad. Pero Kioshy esta cerca de la tribu agua del sur – respondió Aang- Si, creo Kioshy fue la primera aldea que visitamos – recalco Sokka- En verdad, no importa – respondió Suki con una sonrisa-

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Capítulo 1: Parte 1: Cuentos y memoriasLa guerra terminó. El dolor, las batallas, el sufrimiento, las tragedias, era tiempo de reparar todo eso, nuestros héroes debían decidir el punto de partida; pero había tantos lugares…

La tribu agua del sur. Con su frío, su comida, su gente, sus amigos, sus problemas y un secreto…el avatar. Fue ahí donde todo comenzó, era el lugar justo para comenzar otra vez… ¿Cuánto habría cambiado la gente? ¿Cuántos los estarían esperando?…

Katara era el orgullo de los maestros agua, orgullosa, combativa y justa. Ella había surgido de esa tribu, se había ido y aprendido de todo el mundo, sus técnicas ahora eran famosas. Su corazón se lleno de nostalgia cuando decidieron volver a casa, a su hogar, a la tribu agua del sur.

Sokka estaba más que orgulloso de si mismo, él era la prueba del valor de su gente, de su astucia, de que la determinación y la inteligencia son esenciales para la batalla, que la creatividad es a veces más vital que las dotes divinas. El también ansiaba volver a casa, ver a su gente, sentir el suelo helado debajo de sus pies.

Subieron a Appa. Iban Aang, Katara, Sokka, Suki, Toph y Momo.

¿Entonces? – Dijo Aang alegremente, hacia la tribu agua del sur-

Los rostros felices de todos, especialmente Katara y Sokka.

A casa – exclamo Sokka con seguridad- me muero por verla.

A casa – murmuro Aang para si mismo, un poco de nostalgia, un segundo y la orden de inicio – Yip, yip.

El templo aire del sur. Un lugar de recuerdos, de leyendas, del primer comienzo, donde se puede ver el rastro de una tragedia.

Aang sabía que su gente no estaba ya en el templo aire del sur, ahora su gente era todo el mundo, su familia eran sus amigos, con los que reía y con los que luchaba. Sabía que nunca dejaría de extrañar a los monjes que lo criaron; pero ahora ya no podía imaginar su vida sin esas personas maravillosas con las que había combatido hombro a hombro hasta el final, claro, con algunas no desde el principio; pero a todos los quería; ahí, volando sobre el cielo azul no pudo evitar recordarlos a todos.

La isla de Kioshy. Con su gente combativa, su historia impecable y por supuesto, sus orgullosas y hábiles guerreras.

Suki se había adaptado rápidamente al equipo, los quería a todos. Ella era una líder, las guerreras de Kioshy la seguían sin dudar y aun después de la guerra ninguna de ellas había descansado un solo día.

¿Creen qué veamos Kioshy? – Pregunto Suki después de un tramo de viaje-

Yo te aviso cuando lo pasemos – bromeo Toph-

No esta exactamente en la ruta – contesto Sokka- pero…mmm, podemos desviarnos poquito si es que quieres ver a las guerreras.

No – contesto Suki de inmediato- estoy segura de que están bien, igual si empezamos con peticiones nos pararemos en cada ciudad.

Pero Kioshy esta cerca de la tribu agua del sur – respondió Aang-

Si, creo Kioshy fue la primera aldea que visitamos – recalco Sokka-

En verdad, no importa – respondió Suki con una sonrisa-

Después de Kioshy – siguió Sokka, que se perdía en sus propias divagaciones- ¿a dónde fuimos?

Omashu. Con su rey loco, su gente que adoraba su ciudad, uno de los puntos clave del reino tierra, donde nuestros amigos habían aprendido tanto.

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A Omashu – le respondió Katara, sorprendida de que su hermano no lo recordara- y después a esa aldea

A la que la aterrorizaba un monstruo – dijo Sokka entusiasmado-

No era un monstruo – corrigió Aang – era un espíritu.

El mundo de los espíritus. Un lugar misterioso, con sus secretos, sus puntos de encuentro, sus criaturas, sus monstruos, tan hermoso y peligroso al mismo tiempo; ahí Aang había visto a Roku por primera vez. En aquella ocasión Aang se enteró de la llegada del cometa.

Fascinante – dijo Toph enfadada – creo que he escuchado esa historia como un millón de veces. Ahora mismo ¿Sobre que estamos?

Los espesos bosques del reino tierra eran lugares hermosos, de paisajes familiares, parecían calmados, pero en lo más profundo de la hojarasca se habían escondido peleas, luchadores inquebrantables, ideales de justicia, grupos temerarios que no le temían a las consecuencias.

Solo se ve el bosque – dijo Katara mientras veía las copas de los árboles-

Tonos de verde, amarillo y rojo se perdían por el movimiento.

Es divertido acampar en el bosque – sugirió Toph, obviamente por que estaba enfadada de volar-

Appa aun esta bien – dijo Aang desde la cabeza del bisonte- creo que aun podremos volar otro rato.

Pasó el bosque y en un tramo un tanto despejado se pudo divisar un pueblo con un río, los habitantes estaban reconstruyendo la presa.

El equipo no pudo evitar la nostalgia.

Jet… el ya no estaba, su perdida dolía en el corazón y la espada de cada uno de sus hombres, de sus amigos, de su gente. El había sido un líder sin temores, tal vez le faltaban escrúpulos y límites; pero la nación del fuego le había arrancado todo, él se creía con el derecho de hacer lo mismo, anhelaba la justicia, lucho por la justicia…pero no vivió para verla; pero aquellos que si la veían y la disfrutaban sabían que le debían mucho a los caídos; que si ahora hay calma es por que antes hubo una tormenta.

Ahora ya se pueden ver montañas – exclamo Sokka- y un fuerte y allá – apuntaba con su dedo- se pueden ver unos lagos.

Si, si – lo detuvo Toph – comprendo, solo pregunte donde estábamos más o menos, no quiero todos los detalles.

¿Ya habían pasado por aquí? – Pregunto Suki-

Haaa… – parecía que Aang dudaba- puede que por aquí allá sido…pero no, no lo creo.

Dentro de esos bosques hubo más de una historia y hubo más de un guerrero de métodos cuestionables. En ese entonces Zhao los perseguía, atrapo a el avatar y alguien lo rescato. Un amigo, un enemigo, una sombra, un espíritu azul. Silencioso, hábil, orgulloso, oculto tras la mascara, tan libre cuando la llevaba puesta y tan confundido cuando se le arrebatada.

Pasamos por demasiados lugares – dijo Katara con nostalgia-

Las villas, los pueblos y la gente que habían visto nuestros amigos ahora se convertían en recuerdos lejanos, en anécdotas divertidas. La adivina, con sus predicciones y consejos; Bato de la tribu de agua, con su amistad, cobijo y esperanza; y Jeong Jeong, con sus enseñanzas, su arrojo, su ejemplo y compromiso con esta tierra.

Si tratamos de ser mas objetivos – dijo Sokka con su tono de pensativo- visitamos las aldeas de los bosques del reino tierra, los cuatro templos aire, el templo del avatar en la nación del fuego, las dos tribus de agua y…

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Y siguió Sokka en el mismo tono enumerando lugares y personas.

Trataba de ponerme nostálgica- lo interrumpió Katara- pero gracias por arruinar el momento, hermanito.

Ya…- le dijo Sokka con un gesto cariñoso – es que si se trata de ponernos nostálgicos…no terminaríamos.

Empezaba a anochecer, la tarde era clara y ya se dibujaba la luna en el cielo.

Ya deberíamos de acampar – sugirió Sokka sin bajar la vista del cielo -

Una vuelta al mundo, de polo a polo, de un extremo a otro. El primero de los grandes viajes de nuestro equipo los había conducido hacia otra tierra fría, tan parecida a la del inicio, pero tan diferente; la tribu agua del norte, con sus costumbres, su gente, su imponente ciudad, sus sacrificios.

Se dibujo la silueta de la luna en el cielo.

Yue tampoco estaba ya. Se había ido, pero nunca los había abandonado, dio la vida para sanar la herida de la luna, ahora vivía sobre el cielo e iluminaba cada noche, parecía que el fin de la guerra también la hacia feliz por que desde entonces cada noche había sido mas luminosa que la anterior.

Suki le tomo la mano a su novio y lo regreso a la tierra.

Appa aterrizo en las praderas y el equipo bajo de el.

¡Tierra! – Exclamó Toph mientras saltaba con gran alegría- vamos, por una parte este será el campamento mas tranquilo que hallamos tenido; sin absolutamente nadie que nos este siguiendo.

Zhao también se había ido esa noche. Arrastrado por sus propios pecados, muerto por el castigo de sus propias acciones, nadie cuestionaba su muerte, aunque quién sabe que historia nos hubiera podido contar de haber sido perdonado.

Aang encendió una fogata. Había tardado tanto para aprender a hacer algo que ahora le parecía tan sencillo, todas las lecciones que antes parecían tan duras ya las había superado.

Todos se fueron a dormir.

Aang estaba sobre la hierba, su respiración se hacia mas lenta conforme se adentraba mas en un profundo sueño, respiraba y la hierba que le rozaba el rostro, respiraba y seguía; de repente, entre una respiración y otra la hierba un sentimiento extraño lo acogió; entre abrió los ojos y vio el techo del templo aire, debajo de el estaba su antigua cama, giró su cabeza y vio la puerta de su vieja habitación, afuera se escuchaba a los mojes aire que corrían y jugaban; entre un parpadeo y otro…Aang despertó. De vuelta sobre la tierra.

Y entonces regresaron al reino tierra. Regresaron al corazón de la guerra, donde un comandante desesperado impulso a el avatar a descubrir su punto débil. “Si mueres en el estado avatar, el ciclo se romperá” las palabras de Roku resonarían en las acciones de Aang por el resto de la lucha, de la fuerza nace la debilidad, el momento más fuerte del avatar era también el más vulnerable. Fuerza y vulnerabilidad, talento y desesperación, no solo el avatar los sentía en ese momento.

Zuko y Mai se habían quedado en el palacio de la nación del fuego. Ahora Zuko estaba más que ocupado y toda la ayuda era apreciada. Claro, siempre puede existir algún problema.

¿Pasa algo malo señorita? – Llamo el sirviente a Mai –

Depende de lo que definas como malo – respondió la chica sarcásticamente-

El señor del fuego en persona ordeno que se le asignara una habitación en palacio y dijo explícitamente que debía ser la más bonita -contesto el guardia tratando de hacer el menor caso posible al humor de la chica-.

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Y si que lo es – respondió ella con desencanto- es solo que no me sentiré cómoda durmiendo en esta habitación.

¿Disculpe? – Insistió el sirviente –

Mai vio hacia adentro del cuarto, antes había estado ahí, pero solo de visita, se negaba a nombrar como suya la habitación de una antigua amiga.

Azula había estado en el reino tierra, tratando de engañar a su hermano para hacerlo su prisionero; ahora ella era la prisionera, de sus enemigos, de la locura y la desesperación. Permanecía en el ridículo estado al que la habían conducido sus acciones y su propio juicio, criada entre el desamor y la arrogancia, su sed de poder jamás había sido saciado, tan solo ocultaba su deseo de ser aceptada y amada. Era un caso triste, digno de ser tomado para advertir a otros lo que la guerra puede producir.

Pero esa era de seguro la habitación más bonita y grande que se le hubiera ofrecido jamás, incluso sus padres nunca le habían dado algo como eso. Mai respiro profundamente y puso un pie dentro de la alcoba.

Y de nuevo Omashu…de camino ahí descubrieron su historia, como detrás de tan orgullosa ciudad existía una historia de amor. Pero la segunda vez que vieron la ciudad esta ya no era como la recordaban, la nación del fuego la había tomado.

Seguro era más bonito que la habitación que Ty lee tenía en esos momentos.

Ty lee… ¿Qué pensaría ella si la viera entrando así a esa habitación?

Mai retrocedió el paso que había dado.

No me importa si no es la más bonita – le dijo Mai al sirviente – tomaré cualquier habitación, excepto esta.

Azula, Ty lee y Mai, enemigas formidables y temibles, durante mucho tiempo habían sido un problema; pero ahora, después de que Azula cayó, Ty lee y Mai habían demostrado ser buenas personas, amigas de inquebrantable voluntad.

El sol salio y nuestros amigos se levantaron. Con sus habilidades combinadas era muy sencillo levantar el campamento y en menos de lo que se dieron cuenta ya estaban sobre Appa de nuevo.

Aang los observo un momento antes de partir, todos se veían felices, aliviados; tal vez era mejor dejar la charla sobre su sueño para después.

¿Y cómo cuánto más tardaremos? – Pregunto Toph ya sobre Appa-

Si no hay paradas inesperadas – respondió Sokka- tal vez para mañana en la noche ya divisaremos la tribu agua del sur.

¿Paradas inesperadas? – Pregunto Suki incrédulamente – ¿qué paradas inesperadas puede hacer un bisonte volador?

Ham… – responde Sokka – nos ha pasado de todo, llamadas de auxilio, cansancio inesperado, tornados gigantes que salen de la nada y nos arrastran…

Así llegaron al pantano. Lugar misterioso que les mostró sus debilidades, sus anhelos y parte de su futuro. Ahí encontraron mas maestros agua que poseían técnicas que hasta ese momento jamás se les hubieran ocurrido. Gente sencilla y leal.

No creo que ya nada nos detenga – dijo Katara mientras veía el horizonte- estoy ansiosa de ver nuestro hogar de nuevo.

Seguro nos recibirán como héroes – clamo Sokka con entusiasmo –

Como se les debe recibir a los héroes que regresan a casa – dijo Toph sin pensar-

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Debió intuir que todos voltearon a verla por que giro su cabeza como fingiendo que veía el paisaje, la verdad es que solo quería sentir la corriente de aire sobre su rostro.

Continuaron…y encontraron a Toph. ¿Qué podían decir de ella que no hubieran dicho ya? Era una amiga irremplazable, de carácter fuerte, de habilidades innegables, de gran ingenio, la maestra tierra que Aang necesitaba.

Si quieres – Katara fue la siguiente en hablar, salio su tono maternal – después de ver como va todo en la tribu agua del sur, podríamos…

No – y Toph responde con una negativa- yo sabré cuando resolver mis problemas, ahora lo más importante es…es ir a la tribu agua del sur.

Regresar a casa, en ese entonces ese era el sueño de alguien más. Zuko se encontraba solitario. Emprendió un viaje que lo condujo a una pequeña y pobre aldea, a una familia y un pequeño que le recordó a él mismo, a su infancia; a esos dulces días donde su madre lo acompañaba, donde los juegos crueles de su hermana no dejaban de ser juegos; esos días que terminaron tan abruptamente, con tanta violencia y tantos secretos.

Señor – llamo un mandatario – la señorita Mai desea verlo.

Era la sala del trono, el mandatario se mantenía de rodillas en frente de la cortina de fuego que lo separa de su rey. Desde esa perspectiva Zuko se veía imponente.

Esta bien – respondió Zuko con tono de gente importante- dile que iré en seguida.

El sirviente se fue y Zuko descanso un poco de la rígida posee, volteo a sus costados, detrás del fuego había un montón de pergaminos que aun no había leído, había trabajado prácticamente sin descanso y parecía que no avanzaba, ver a Mai un rato tal vez lo ayudaría.

El equipo avatar siguió su camino, pero parecía que cada vez se volvía mas complicado. Zuko les había estado pisando los talones mientras recorrían el mundo, Zhao había demostrado ser un oponente digno de cuidado; pero enfrentarse a Azula y su equipo demostraba ser una tarea mas dura, les costo noches en vela y un poco mas de ingenio poder librarse de esas niñas; pero al menos tener un nuevo enemigo les había demostrado lo mucho que les faltaba, Aang se aplico en el entrenamiento de Tierra control y Zuko aprendió de su tío a controlar el rayo.

¿Es solo eso? – Pregunto Zuko, extrañamente no parecía alterado –

Yo nunca les dije que te mandaran llamar – explicaba Mai – es un asunto que puedo arreglar perfectamente yo sola.

Que la señorita tome el cuarto que desee – ordeno Zuko a los guardias –

¿La qué desee? – Cuestiona uno de los guardias –

Excepto claro la primera del fondo – corrige Zuko como si fueran asunto triviales-

Mai lo mira cuestionándolo, pero la mirada de Zuko le contesta antes de que ella pueda siquiera formular la pregunta.

Esa era la habitación que alguna vez había tenido Ursa.

Ninguno de los dos le dio mayor importancia. Un dulce beso y cada uno volvieron a sus propios asuntos.

Aang, Katara, Sokka, Toph, Appa y Momo siguieron. Encontraron el desierto y en el desierto la biblioteca. Esta les reveló el secreto del sol negro, tal vez perdieron esa basta colección de conocimientos para siempre, pero ganaron una oportunidad contra la nación del fuego. Pero las arenas son traicioneras y la gente que vive sumergida en la pobreza y el hambre a veces se vuelve oportunista y mentirosa. En el desierto perdieron a Appa, los areneros lo capturaron; Aang tuvo que aprender a reponerse de una nueva perdida, a controlar el dolor y levantarse para poder seguir con la cabeza en alto, para recuperar al amigo que había perdido, durante mucho tiempo extrañó la sensación de un vuelo tranquilo.

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Que agradable era volar sin tener que preocuparse de nada más, solo así…sobre el cielo azul, sabiendo que tu destino esta próximo, escuchando las charlas de tus amigos, pudiendo voltear de reojo para lanzar una mirada discreta a la chica que amas y que ella te responda la mirada entre un leve sonrojo. Así se estaban sonriendo nuestros dos tímidos héroes cuando Sokka interrumpió.

La veo!! – dijo precipitándose sobre el borde de la montura de Appa- ahí esta, la tribu agua del sur. 

Se escucha el sonido sordo de una trompeta a lo lejos. Se trata de la señal de bienvenida que la gente del polo sur les estaba brindando. Es cuando todos echan una mirada por debajo de Appa y observan a varios botes pesqueros que los guían hacia la entrada de la tribu.Se ven muy sorprendidos al ver como todo esta cambiado. A diferencia de la tribu hermana del norte, no hay ningún muro gigante que rodee al pueblo, pero las casas son mas grandes y gruesas; ya no se logra ver ninguna tienda precaria como en las que Katara y Sokka crecieron.

Se habían acabado los días donde se debían construir muros para proteger las ciudades; parecía que ahora la gente se preocupaba mas por construir puertas.

Ba Sing Seng, la ciudad que debía ser el corazón de la lucha, el único lugar seguro del mundo; pero pronto descubrieron que era una ciudad engañada y dividida, donde el rey era una pantalla y que una lucha política se libraba en las entrañas de la ciudad. Long Feng, el primer líder de los Dai li, el enemigo que nuestros héroes debieron combatir para poder ser escuchado por el rey de la tierra, el enemigo que tomo la vida de Jet. Al final fue Azula quien lo venció.

Al entrar, son recibidos por diversas maniobras de agua control en distintos puntos del pueblo; y Katara se emociona hasta las lágrimas al ver maestros agua en su tribu.

Todo parecía ser perfecto, pero de repente a Aang le ocurre algo extraño. Sin razón aparente y en mitad del bullicio, empieza a ver a los monjes que tanto extraña. Las escenas de saludos familiares destacadas por su calidez que veía por parte de la gente de la tribu agua, le producen al joven avatar alucinaciones esporádicas del Templo aire del sur. Así es como Aang se ve siendo recibido por su gente en el templo tras su regreso después de no cien años de ausencia, sino que de unos pocos días… el templo no ha cambiado en nada. Aang se emociona y vuelve a la realidad cuando Katara lo toma del hombro para que lo acompañe a saludar a todo el pueblo, era como si presintiera que se separaba de ella.

Nuestros amigos se separaron. Aang fue a aprender sobre los chacras y el estado avatar con un sabio y viejo Gurú; pero le valió mas el amor que sentía por Katara que sus consejos. Sokka se reencontró con su padre, después de tanto tiempo Hakoda seguía siendo un gran líder y un guerrero formidable. Toph se deshizo al fin de unos viejos enemigos y descubrió nuevas aplicaciones para la tierra control, el metal control. Katara fue a reunirse con los generales del reino tierra, pero el destino dio un giro cuando encuentra a Zuko y a Iroh en una tienda de té, ellos tratando de rehacer sus vidas, ella aun los creía enemigos.

Zuko ha pasado todo el día trabajando, resolviendo conflictos, disculpándose con más de un diplomático, es de noche y camina cansado a su habitación, un descanso le hará recobrar fuerzas para el día siguiente. De verdad le serviría ver a Mai, seguro ella le podría dar ánimos.

La princesa Azula se había infiltrado en Ba Sing Seng disfrazada de guerrera de Kyoshy, sus técnicas valieron para convencer al ejercito más temible de todo el reino tierra y a su confundido hermano. Ni decidir liberar al bisonte del avatar, ni hablar con Katara le sirvieron a Zuko para cambiar su mente y unirse a el avatar en la lucha; Azula lo encasillo y lo atrapo en una encrucijada, su destino cambio y se poso en sus manos, la primera vez que tuvo la oportunidad de decidir, Zuko opto por su el lado de su hermana. Esta unión fue suficiente para herir profundamente a todo el equipo avatar y para dejar una cicatriz que casi le cuesta la vida a Aang.

Zuko abre la puerta de su habitación, tira la capa al suelo y camina hasta su cama donde se desploma por el cansancio.

Pobre de ti, pareces agotado – se escucha la voz de Mai-

Zuko se incorpora velozmente, sentada frente el tocador esta Mai, con un cepillo en la mano y una túnica un poco mas ligera, viéndolo con expresión sarcástica.

Ham… ¿Qué estas haciendo? – Pregunta Zuko confundido –

Cepillo mi cabello – responde la chica como si fuera algo rutinario –

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¿Y por que cepillas tu cabello en mi habitación? – Pregunta Zuko –

¿Tu habitación? – Responde la chica – me gusta más como suena nuestra habitación.

Zuko no puede disimular su cara de sorpresa.

Tu dijiste que yo podía escoger la que yo quisiera – dice Mai con un extraño tono feliz –

Zuko se pone de pie y camina hacia ella, la contempla un momento y la abraza.

Los días de confusión habían terminado, le costo mucho, pero al final Zuko logro ganar la confianza de todos, algunos con mas trabajo que otros; pero ahora se sabia justo y honorable para gobernar.

Y al final Aang logro vencer al señor del fuego, logro dar justicia al mundo y no lo hizo a través de la muerte cruel, su sabiduría de avatar lo guío por el camino mas correcto, mas elevado.

Era el fin de la guerra, ahora todos podían descansar.

Capitulo 2

A todo eso, el mundo estaba luchando por volver a como era todo antes de la guerra; y el Señor del fuego es quien tuvo la iniciativa para que todo eso se cumpla. Pero Zuko estaba preocupado por algo un poco más importante.

-¡¿Una boda?!- se sorprende el joven Señor del fuego-No lo tomes así, Zuko.- dice Mai intentando calmarlo. -Solo fue una broma, tonto.

Zuko la mira un tanto asustado, pero al ver la reacción de su novia y dándose cuenta de que todo había sido para sacarlo de ese letargo en el que estaba.

-Se que he estado un tanto distraído… – le dice a Mai --¿Un tanto distraído?- le remarca Mai --…Bueno, está bien. Sé que no he estado donde debería para hacer mi deber como el Señor del fuego, pero es que algo me tiene inquieto.-¿Es sobre tu madre? – pregunta ella indiferentemente --Siento que algo dejé pasar en Ba Sing Se… y debo volver allá.Mai lo mira seriamente y se produce un silencio, el cual ella rompe dentro de un momento;- Mira Zuko, sé que el tema de tu madre es algo delicado y estaré contigo siempre… pero no estás siendo justo con tu gente, con tu nación; y es que ellos te necesitan. Entiendo que quieras enfocar parte de tu energía en encontrarla, pero no puedes volver a irte después de haber regresado hace un poco menos de una semana.

Su novio la escucha sin mirarla fijamente, bajando la cabeza y cerrando los ojos. Sabe que lo que ella dice es cierto, pero no puede más que pensar en que está equivocada.

En el polo sur ha caído la noche y una cena en honor al avatar y su novia se está llevando a cabo en el centro de la Tribu, donde todos parecen estar presentes, entre los cuales podemos mencionar a Hakoda, Bato, Kana y Pakku. Mientras que Katara habla con sus ya casados abuelos, Suki y Toph tratan de encontrar algo comestible y Sokka le cuenta a Aang como fue el viaje de su padre desde el Reino Tierra camino hasta la tribu Agua:-Te lo digo, según mi padre fue la peor tormenta que pudo haber; ni se compara a aquella vez en la que salí de pesca con ese anciano que…

Pero mientras que el muchacho “cola de lobo guerrera” le habla al Avatar, éste se vuelve a perder en las alucinaciones que le surgen cual sueño despierto sobre los nómadas aire. Todo el lugar va sufriendo una transformación para verse tal como los templos en los que Aang creció. El rostro del joven Avatar parece perdido, pero ya no muestra tristeza ni llantos de alegría, al contrario, todo sugiere que lo esta tomando como algo normal, común… Aang se esta perdiendo en su fantasía de reencontrarse con su gente.Todo el mundo presente en la cena no parece notar la extrañeza en Aang, a excepción de Katara, quien lo observa de reojo preocupada mientras mantiene una charla con su abuela Kana.Otro que parece estar soñando sobre alguien amado, es Zuko en la cama real del palacio. Es su madre quien se le presenta mientras duerme y aparece en un sueño para decirle que no está lejos, que la siga buscando, ella desaparece y surge de las sombras un cofre que tiene tallado el escudo del Reino Tierra, al abrirse sale de éste una luz brillante e intensa que termina por despertar al Señor del fuego.

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Zuko mira que Mai todavía duerme y decide hacer una caminata por el palacio. Caminando a través del pasillo, recuerda momentos felices que tuvo junto a su madre y padre cuando era aún un niño… eran otros tiempos. Llega a lo que antes era su habitación y ve a Ursa despertar al pequeño Zuko dormido… está presenciando el último encuentro que tuvo con su madre; y cuando finalmente la ve partir por el pasillo, se dice a si mismo;- No quiero recordarte de esta manera; no quiero que éste haya sido nuestro último momento juntos. Juro por mi honor que te voy a encontrar, mamá.

A todo eso, el mundo estaba luchando por volver a como era todo antes de la guerra; y el Señor del fuego es quien tuvo la iniciativa para que todo eso se cumpla. Pero Zuko estaba preocupado por algo un poco más importante.

-¡¿Una boda?!- se sorprende el joven Señor del fuego-No lo tomes así, Zuko.- dice Mai intentando calmarlo. -Solo fue una broma, tonto.

Zuko la mira un tanto asustado, pero al ver la reacción de su novia y dándose cuenta de que todo había sido para sacarlo de ese letargo en el que estaba.

-Se que he estado un tanto distraído… – le dice a Mai --¿Un tanto distraído?- le remarca Mai --…Bueno, está bien. Sé que no he estado donde debería para hacer mi deber como el Señor del fuego, pero es que algo me tiene inquieto.-¿Es sobre tu madre? – pregunta ella indiferentemente --Siento que algo dejé pasar en Ba Sing Se… y debo volver allá.Mai lo mira seriamente y se produce un silencio, el cual ella rompe dentro de un momento;- Mira Zuko, sé que el tema de tu madre es algo delicado y estaré contigo siempre… pero no estás siendo justo con tu gente, con tu nación; y es que ellos te necesitan. Entiendo que quieras enfocar parte de tu energía en encontrarla, pero no puedes volver a irte después de haber regresado hace un poco menos de una semana.

Su novio la escucha sin mirarla fijamente, bajando la cabeza y cerrando los ojos. Sabe que lo que ella dice es cierto, pero no puede más que pensar en que está equivocada.

En el polo sur ha caído la noche y una cena en honor al avatar y su novia se está llevando a cabo en el centro de la Tribu, donde todos parecen estar presentes, entre los cuales podemos mencionar a Hakoda, Bato, Kana y Pakku. Mientras que Katara habla con sus ya casados abuelos, Suki y Toph tratan de encontrar algo comestible y Sokka le cuenta a Aang como fue el viaje de su padre desde el Reino Tierra camino hasta la tribu Agua:-Te lo digo, según mi padre fue la peor tormenta que pudo haber; ni se compara a aquella vez en la que salí de pesca con ese anciano que…

Pero mientras que el muchacho “cola de lobo guerrera” le habla al Avatar, éste se vuelve a perder en las alucinaciones que le surgen cual sueño despierto sobre los nómadas aire. Todo el lugar va sufriendo una transformación para verse tal como los templos en los que Aang creció. El rostro del joven Avatar parece perdido, pero ya no muestra tristeza ni llantos de alegría, al contrario, todo sugiere que lo esta tomando como algo normal, común… Aang se esta perdiendo en su fantasía de reencontrarse con su gente.Todo el mundo presente en la cena no parece notar la extrañeza en Aang, a excepción de Katara, quien lo observa de reojo preocupada mientras mantiene una charla con su abuela Kana.Otro que parece estar soñando sobre alguien amado, es Zuko en la cama real del palacio. Es su madre quien se le presenta mientras duerme y aparece en un sueño para decirle que no está lejos, que la siga buscando, ella desaparece y surge de las sombras un cofre que tiene tallado el escudo del Reino Tierra, al abrirse sale de éste una luz brillante e intensa que termina por despertar al Señor del fuego.

Zuko mira que Mai todavía duerme y decide hacer una caminata por el palacio. Caminando a través del pasillo, recuerda momentos felices que tuvo junto a su madre y padre cuando era aún un niño… eran otros tiempos. Llega a lo que antes era su habitación y ve a Ursa despertar al pequeño Zuko dormido… está presenciando el último encuentro que tuvo con su madre; y cuando finalmente la ve partir por el pasillo, se dice a si mismo;- No quiero recordarte de esta manera; no quiero que éste haya sido nuestro último momento juntos. Juro por mi honor que te voy a encontrar, mamá.

El cielo nocturno del Polo Sur se encuentra estrellado de punta a punta, como si cada estrella deseara presenciar el siguiente acontecimiento. Aang sale del lugar donde se estaba celebrando su llegada a la tribu y mira pensativo el cielo recordando al monje Gyatso y al resto de los nómadas aire. La luna comenzó a brillar más cuando Katara entró en escena;- Dime Aang, ¿qué te esta pasando? – le pregunta la maestra agua mientras lo toma del hombro y lo pone frente suyo – Todo el mundo se encuentra dentro, celebrando y tú estás aquí fuera… y más extraño que nunca.- Desde que la guerra terminó, ya no hay nada que me tenga preocupado ni nervioso… – le dice Aang mientras sonríe-.- Algo te preocupa, no me digas que no…- le interrumpe Katara- …sólo que, sin la amenaza que representó la guerra, solamente siento que quiero volver a mi casa… extraño a los míos y a mi familia…

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- Pero ahora nosotros somos tu familia, ven conmigo… – insiste la maestra-- No, Katara, ésta es tu familia, no la mía. - Pero, ¿qué dices? ¿Cómo que no somos tu…- ¡No!- interrumpe Aang. -¡No lo son! Tú tienes a tu gente aquí reunida… son parte de ti desde lo más profundo; pero yo no tengo esa parte de mí, ¿entiendes? Hay un vacío enorme en mi corazón que me lastima desde que la guerra terminó y no sé como poder aliviarlo…-Aang, ¿Estás diciendo que no me ves como parte de tu familia?..

Y se produce un silencio tan profundo que lo único que se puede escuchar son las voces que provienen de la cena del fondo y que luego son ensordecidos por el sonido del viento. Las siluetas de los dos enamorados enfrentados entre si en contraste con la luna, abren camino a las palabras del Avatar;

- Katara, – empieza Aang- eres el amor de mi vida; y ellos son mis amigos… pero mi familia no es otra además de los monjes con los que me crié. No puedo seguir así con esta nueva duda que se me ha despertado…-¿De qué estas hablando?-Necesito tener la certeza de qué fue lo que pasó con mi pueblo… Y he tomado la decisión de partir mañana temprano hacia el Templo Aire del Sur.

Katara parece no poder creer lo que escucha:- ¿Te estás escuchando?- pregunta desconcertada. – ¿Acaso te has dado tiempo para razonar acerca de lo que estás hablando?- Es algo que necesito hacer…- Es ridículo- interrumpe Katara – Aang, sabes muy bien lo que sucedió. ¿Por qué quieres lastimarte de esta manera?- No… no sé lo que sucedió, porque lo pienso y lo pienso, y no consigo entenderlo en lo absoluto. Estoy reviviendo los momentos que pasé con ellos y lo siento tan real…- ¡Estás viviendo una fantasía!- Estoy tratando de encontrar a mi familia.- Ésta es tu familia…- ¡No! Soy un extraño aquí; digamos la verdad… ésta no es mi gente.

Las palabras de Aang, que indudablemente se dijeron sin pensar, hirieron a Katara en lo más profundo del alma.

- Si es eso lo que… lo que sientes… – le responde angustiada por la tristeza -- Katara…- Si es así como nos ves, no voy a detenerte. Nadie va a detenerte. Puedes irte cuando gustes.

Se da la media vuelta para regresar a la cena; mientras que Aang baja la mirada un tanto arrepentido de lo que dijo.

- Y espero que entiendas, que yo no estaré mañana para acompañarte… Ni tampoco para despedirte – agrega Katara –

Y el avatar se queda solo, mirando al cielo nuevamente; sabiendo lo que acaba de perder… pero a la vez, queriendo tener presente la esperanza de encontrar algo que lo lleve a su gente.

A la mañana siguiente, en la Nación del Fuego, Zuko parece estar más activo que nunca; tratando de poner en orden todo lo necesario para poder realizar un nuevo viaje al Reino Tierra, pero sin que Mai se entere al respecto hasta que todo esté listo.

Una vez terminada la guerra, todo ejército de la Nación del Fuego se retiró de los puestos ocupados, pero volver a casa lleva un trámite muy extenso debido a la responsabilidad de cada uno en estos años que pasaron.

Las presiones que Zuko recibe van desde hacer que sus soldados vuelvan a casa, hasta encargarse de que la Nación del Fuego responda por los daños cometidos en todas las demás naciones.

A lo largo del día, Mai observa a su novio encargarse de sus obligaciones y parece estar más calmada. Pero llegada la noche, la novia del Señor del Fuego se sorprende al encontrarse con que los sirvientes preparan el equipaje de su novio; es entonces cuando se dirige a la sala donde Zuko se encuentra para que le aclare sus intenciones.

- ¡Zuko! -irrumpe en el recinto. -¿Qué es lo que estás planeando con este nuevo viaje?- ¡Mai! ¿Pero qué te pasa?- No quieras evadir la pregunta. Acabo de ver a tus sirvientes armando tu equipaje. ¿Cuándo me lo ibas a decir? ¿O pretendías volver a irte sin siquiera despedirte?- No, Mai. Mi intención no era dejarte… – Zuko camina hacia su novia- No me toques.- ella se le aparta -- Pero éste es un viaje que necesito hacer…- Es un viaje que ya hiciste.

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- No puedo dejar las cosas así.- ¿Qué cosas? No puedes dejar a tu nación así… ni mucho menos me puedes dejar a mí de ésta manera…- Pero no te iba a dejar, puesto que quiero que me acompañes…- No, Zuko. Estás muy confundido. Yo no voy a dejar mi país otra vez para seguirte en esta búsqueda… – pausa – Yo te apoyo en que quieras encontrar a tu madre, pero no así.- ¿Estás diciendo que no piensas acompañarme?- Estoy tratando de hacerte comprender que lo que haces está mal…- ¡Se trata de mi madre!- ¡No! ¡Se trata de ti! Estás empeñado en encontrarla por la simple razón de aliviar tu conciencia, porque se te ocurrió que fuiste tú el motivo por el que ella fue desterrada.- No se me ocurrió a mí.- Vamos, Zuko. Desde que te enteraste que podría estar viva, estás obsesionado en hallarla, cuando nunca antes pensaste en ella. ¡Estás abandonando a tu país por un capricho!- Eso es mentira. – se sienta en el trono. – Nunca dejé de pensar en mi madre, en ningún momento desde que se fue. Y es que fue en el destierro, cuando ella más estuvo presente en mi mente.

Las luces de la sala del Señor del fuego parecen disminuir hasta apagarse, cuando ambos bajan la cabeza.

- Lo siento Zuko. Yo te amo, pero no voy a acompañarte en este nuevo viaje – dice Mai triste, pero con una gran firmeza-

A la mañana siguiente, el Señor del fuego es llevado hacia el puerto donde lo espera un navío que lo llevara al Reino Tierra. Desde su ventana, Mai observa a su novio partir y piensa en la última conversación que tuvo con su sirviente;- ¿Qué es lo que desea hacer con su equipaje? – pregunta el sirviente –- Desármenlo, y manden a buscar mi ropa al palacio; no quiero ya nada mío en ese lugar – ordena ella -- Sí, señorita – responde el sirviente de inmediato-

En un lugar lejano otra chica observaba a su novio que se iba a un viaje que ella no comprendía.

Capitulo 3

Aquel lugar la enfermaba. Definitivamente no le hacía bien. El frío calaba en sus huesos hasta lo más profundo, tal que ni siquiera podía prender una pequeña llama para calentarse. Ese lugar estaba hecho para ella y todos aquellos que se habían rebelado contra el Señor del Fuego. Era algo bastante lógico, ya que desde que él asumió su puesto, tuvieron que construir la prisión de alta seguridad para criminales como ella.

No eres un criminal, él lo es.

Era casi irónico que ella, la que había sobresalido ante sus padres, que siempre fue la mejor, estuviese en ese estado; en esa celda fría, olvidada por su hermano, el Señor del Fuego. Claro que era algo bastante comprensivo luego de los actos que había cometido, como querer asesinarlo a él, al Avatar y a sus amigos. Casi podía recordar todavía como era amarrada con cadenas en un estado de animación suspendida, rodeada de agua, siendo humillada frente al palacio de la Nación del fuego, frente a la memoria de su padre y de su madre.

¿Lo recuerdas, verdad? Esa Maestra agua fue la que te arruinó.

— ¿Por qué todavía no viniste a visitarme, Zuko? — preguntó Azula en un rasposo susurro, mientras crispaba los dedos, arañando el suelo de piedra, dejando rastros de sangre que salían de pequeños cortes en sus manos.

Porque te odia.

— Él no me odia, sólo cumplió su trabajo al encerrarme aquí. — contradijo Azula a sus propios pensamientos, reteniendo las lágrimas que traicionaban su argumento.

¿Cumplir su trabajo? Él te quitó tu puesto, te envidiaba.

De pronto, aquella frase hizo que su cabeza hiciese ‘clic’. Todo cobraba sentido para ella, el ataque tan bien planeado, la maestra agua que acompañaba a Zuko, todo.

— Él sólo quería mi puesto… — concluyó en un susurro. — ¡Él me envidiaba, era eso!

De pronto, sitió como la venganza avivaba ese apagado vigor que dormía dentro de ella. Se levantó y miró por la pequeñísima ventana, con sus ojos encendidos de furia.

— Zuko, prepárate, porque saldré de aquí y te encon—

Un estruendo sacudió todo el lugar, y la frase quedó cortada. El gigante de piedra y acero se balanceaba de forma muy impresionante, el movimiento se trasladaba uniformemente de abajo hacia arriba, debido a su forma piramidal. Gracias a las vibraciones, las ventanas y placas exteriores metálicas comenzaron a caer, dejando al desnudo la ya

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no segura prisión.

Lo presos comenzaron a escapar, corriendo mientras escupían fuego y aturdían a los guardias. Azula intentó hacer lo propio, pero tenía muy poca fuerza para ello. Sintió como un escombro caía sobre su pierna, imposibilitándole moverse.

De sus ojos salieron lágrimas. Muchísimas lágrimas. De pronto, se dio cuenta que iba a morir, que miles de kilogramos de acero y tierra la cubrirían para siempre.

Ella no quería morir, no sentía que fuese su hora todavía. Tenía una venganza que cumplir todavía, un ajuste de cuentas familiar, algo que no podía quedar inconcluso.

Lo último que escuchó fue esa voz suave y aterciopelada que le hablaba desde lo más profundo de su interior.

No te preocupes, no dejaré que la llama se apague.

Entonces, todo el peso de la prisión cayó sobre ella.

El rumbo de la nave había cambiado repentinamente hacía tres horas, y ya habían llegado al nuevo destino.

Pero para aquellos pocos conocedores de ese lugar, la escena era sumamente aterradora.

En donde debería estar una masa enorme de piedra y metal, no había nada. Absolutamente nada, parecía como si nunca jamás el ser humano hubiese puesto un dedo ahí. Pero sí que lo habían hecho, y eso era lo que le preocupaba al Rey Zuko.

— Señor, creemos que fue una grieta en el suelo que arrasó con todo. — informó con seriedad un soldado, mientras se acercaba y hacía una reverencia, mostrando respeto.— Eso habrá que investigarlo. — replicó el Señor del Fugo. — Sería muy ingenuo de nuestra parte pensar eso, ¡Si ni siquiera hay rastros de grietas en la superficie!— Como usted diga Señor, lo investigaremos. — aceptó el soldado, levantándose para irse. — Por cierto, escaparon casi todos, salvo Azula. — y, luego de tragar en seco, el soldado terminó: — No hay sobrevivientes.

Esa sensación de recibir un golpe en el estómago se multiplicó en mil, y golpeó a Zuko con todo el rigor posible. Sintió como sus esperanzas de que su hermana recapacite sobre sus acciones se desmoronaban, se deshacían, igual como lo había hecho la prisión.

Con pesar, se dirigió a su nave para zarpar a su rumbo original, esperando que lo que se había tragado a la prisión fuese una gran grieta en el suelo, ya que no estaba de humor para soportar otra oleada de las fuerzas del mal.

Y él creía que el Avatar y sus amigos tampoco.

El Polo Sur ya no esta tan solitario como antes. Ahora una gran aldea ocupa un espacio realmente extenso de él, visible desde bastantes kilómetros atras . No había muros demasiado grandes, como los de su hermana del norte, pero sí tenía bellísimas casas de una arquitectura muy trabajada, con dibujos en hielo que evocaban a la lucha del Avatar contra el maligno Señor del Fuego.

La población se había duplicado, mucha gente del polo Norte se había mudado al Sur porque era mucho más tranquilo y pacífico.

Katara se encontraba en ese momento almacenando agua junto a otros maestros agua. Su rostro no decía absolutamente nada, sólo se limitaba a realizar los gestos correctos para introducir el agua en las arcas.

— Katara, ¿podemos hablar? — Preguntó Sokka, apareciendo por detrás de una casa de hielo.— Estoy algo ocupada en este momento. — Contestó ella fríamente, mientras seguía con su labor. De pronto, se dio cuenta a quién le hablaba y cómo lo hacía, así que paró de hacer eso y miró a Sokka: —Lo siento, claro que podemos hablar. Vamos.

Dejó todo como estaba y comenzaron una pequeña caminata cerca de unos enormes glaciares. El mundo parecía haber recobrado fuerza desde la última batalla, donde tanto fuego control había hecho mermar la fuerza del hielo de los polos, desequilibrando la flora y la fauna de los bosques gracias al exceso de agua que frotante de los grandes hielos. Por suerte, todo había vuelto a la normalidad.

— ¿Sobre qué querías hablar? — Preguntó Katara, mientras se secaba las manos en el borde de su túnica azul, bordada con un delicado hilo de seda celeste.— Sobre Aang. — Respondió Sokka de forma tajante. Katara bajó la mirada y aminoró la marcha, retrasándose con respecto a su hermano. — No puedo creer que no lo hayas acompañado, él te necesita.

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Los dos habían parado de caminar. Katara seguía mirando hacia abajo, con sus ojos llenos de lágrimas, más sin embargo con una mirada decidida, dura y llena de valor.

— No lo entiendes, Sokka, nadie lo entiende.— ¡Sí, sí que lo entiendo! Entiendo que dejaste a la persona que amas sola en un viaje en el que te necesitaba. Sabes muy bien que Aang te nec…-— ¡NO QUIERO…! — Aquellas palabras de la maestra agua salieron teñidas de dolor, lo que cortó la respiración de Sokka. Las lágrimas comenzaron a fluir definitivamente. — ¡q-que salga l-lastimado!

Los dos callaron. Lo único que se escuchaban eran los sollozos ahogados de Katara, que trataba por todos los medios de retener su angustia, de no dejar fluir esos pensamientos racionales que contradecían a su corazón, que señalaba sólo un sendero, que debía ser recorrido sólo con aquel que ella eligiese, y que lo había dejado irse el día anterior.

Sokka se acercó a ella con decisión y la envolvió en un abrazo. De pronto, Katara soltó todo. Gritó, lloró y el hielo tembló, sintiendo su angustia, su dolor. Estuvieron diez minutos así, abrazados, ayudándose el uno al otro sólo con el hecho de permanecer en silencio, que Katara se atrevió a romper.

— Cuando encontramos al asesino de nuestra madre, — Las palabras salían ya limpias de dolor, fluían libres, sin trabas. — me di cuenta de que nada de lo que yo podría hacer la traería conmigo a la vida. Y eso no hizo más que lastimarme, abrir una herida que tardó mucho en volver a cicatrizar.— Por eso no quieres que Aang vaya a revolver el pasado. — Comprendió Sokka, separándose un poco de su hermana. Tomó su cara entre sus manos y limpió suavemente algunas lágrimas que seguía deslizándose por su rostro. — Te entiendo. Y quiero que sepas que si quieres ir a ayudarlo, puedes contar conmigo. Siempre.— Lo sé, siempre lo supe.

Se sonrieron de forma sincera, y caminaron de nuevo hacia la aldea. Todavía quedaba mucho que hacer.

La noche había caído, y con ella los habitantes de la aldea decidieron también pedirle un descanso a sus mentes. Todo estaba tranquilo, salvo por una pequeña figura que se movía entre las casas, hasta el puerto imponente, antes pequeño e insignificante..Katara tomó uno de los botes, metió un pequeño equipaje y abordó la nave. En seguida las olas acompañaron su huida, metiéndola en el oscuro mar abierto. Se paró y miró hacia atrás, admirando cómo había crecido su hogar.

— Lo siento, Sokka. Pero ésta vez, es un trabajo de dos.

Unos minutos después, la negrura de la noche la engulló junto con las esperanzas de vivir una vida absolutamente normal, junto con su familia y amigos. Pero sabía que a veces el amor lo hacía sacrificar todo, hasta el más anhelado deseo.

Ya había llegado. No podía decir que se sintiese como en casa, pero por lo menos era un lugar que reconocía como suyo, o que en algún momento lo había sido. Estaba deshabitado, destruido y ya poco quedaba de su anterior esplendor. Todavía prevalecían las quemaduras de batallas perdidas, de un cuento que no acabó bien, de miles de vidas que ardieron por culpa de una sola persona.

Aang bajó de Appa y miró con tristeza lo que quedaba del Templo Aire del Sur. Sus anteriormente bellísimas cúpulas verdes eran ahora negras, por lo menos aquellos lugares donde quedaba algo de ellas; estabas corroídas y destrozadas por el tiempo, que no tiene piedad con nada, ni nadie.

Armándose de valor ingresó al templo. Lo primero que vio lo conmovió hasta lo más profundo: un parque interior desprendía todo aquel esplendor que el templo había perdido en el exterior. El pasto verde parecía recién plantado, y una fuente antigua y en un estado bastante precario seguía manando agua con orgullo. Las paredes eran ornamentadas, con dibujos pintados de colores naranjas, blancos y amarillos, que daban una gran sensación de calidez. El sol penetraba con fuerza, haciendo relucir aquellas paredes viejas y ya bastante corroídas.

Reteniendo la ola de sentimientos que tenía dentro, siguió caminando. Cuando estaba por atravesar la puerta, escuchó algo que lo dejó helado. Un murmullo. Aang se dio vuelta rápidamente y agudizó el oído.

Por aquí, vamos.

La voz era suave y de una persona muy joven, de un niño probablemente. Reía, se escuchaba corretear, de aquí a allá. De pronto, la fuente dejó de emitir agua, para abrir su circunferencia en dos, dejando entre ver una escalera muy estrecha.

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Impulsado por la esperanza que hubiese alguien vivo allí dentro, se acercó a la escalera y las bajó con cuidado. Mientras bajaba, deslizaba una mano en la pared para saber que el paso seguía siendo seguro. La oscuridad hacía que fuese muy lento, así que prendió una pequeña flama, y lo que vio lo horrorizó: sangre por todas partes. Casi no se distinguía el color de las paredes. Rápidamente, Aang retiró la mano de la pared y siguió caminando, mirando hacia el piso.

Llegó a una puerta gigante. Tenía tallados dibujos de animales fantásticos lanzando fuego, volando, cavando hoyos y nadando. Los humanos brillaban por su ausencia. Sólo había una figura grandísima, que ocupaba la mayor parte de la puerta. No estaba detallada, era como una sombra.

Ábreme.

Aang se estremeció. La puerta le había hablado. La voz era profunda y parecía llevar consigo siglos de sabiduría.

— ¿Cómo debo abrirte? — Preguntó Aang, creyendo ya que si alguien lo viese hablar con una puerta dudaría seriamente de su estado mental.

Mi interior verás si dentro de tu corazón me dejas observar.

Aang levantó una ceja. No entendía en absoluto las intrincadas palabras de la gran puerta. Mientras pensaba, otras palabras resonaron en su cabeza.

Sólo lo que habita en él puede mis cerrojos romper.

¿Se refería a sangre control? Tal vez debería usar su propia sangre para abrir los cerrojos. Sin embargo, además de que le parecía una práctica realmente sádica para pertenecer a la cultura de los Nómadas, la única persona que conocía y que sabía usar sangre control era Katara.

Y de pronto, acompañado de un latido frenético de su corazón, comprendió todo. Aquello que guardaba en su corazón era el afecto que le tenía a Katara. Cada vez que la veía, que la tocaba, o que la nombraba, sus sentimientos se disparaban en todas direcciones.

Tu respuesta es correcta. Puedes pasar, Avatar.

La frase lo tomó por sorpresa. Sin embargo, no tuvo tiempo de pensar en su amada, porque en el instante que las hojas del portón se abrieron de par en par, los latidos frenéticos se detuvieron por un segundo:

Cientos de seres celestes, traslúcidos y de apariencia humana, lo miraron del otro lado de la habitación. Sus vestimentas eran muy parecidas a las de él, o por lo menos del mismo estilo. Había niños, adultos y ancianos.

— Bienvenido de nuevo, Avatar Aang.