B. Lewis - Las raices de la rabia musulmana

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1Bernard Lewis Las raíces de la rabia musulmana Por qué tantos musulmanes están profundamente resentidos con occidente, y por qué esa animosidad no será modificada fácilmente. The Atlantic Monthly, septiembre de 1990. Traducción: Luis César Bou En una de sus cartas Thomas Jefferson remarcaba que en cuestiones de religión “el axioma del gobierno civil debía ser invertido y mejor deberíamos decir, “Divididos resistiremos, unidos caeremos.” En esta observación Jefferson estaba ex

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1Bernard Lewis Las races de la rabia musulmana Por qu tantos musulmanes estn profundamente resentidos con occidente, y por qu esa animosidad no ser modificada fcilmente. The Atlantic Monthly, septiembre de 1990. Traduccin: Luis Csar Bou En una de sus cartas Thomas Jefferson remarcaba que en cuestiones de religin el axioma del gobierno civil deba ser invertido y mejor deberamos decir, Divididos resistiremos, unidos caeremos. En esta observacin Jefferson estaba exponiendo con clsica brevedad una idea que ha venido a ser considerada como esencialmente americana: la separacin de la Iglesia y el Estado. Esta idea no era enteramente nueva; tiene algunos precedentes en los escritos de Spinoza, Locke, y los filsofos del Iluminismo europeo. Sin embargo. fue en los Estados Unidos donde a este principio se le dio primero fuerza de ley y gradualmente, en el curso de dos siglos, se convirti en una realidad. Si la idea de que la religin y la poltica deben estar separadas es relativamente nueva, datando slo de trescientos aos atrs, la idea de que son cosas distintas se remonta al menos a los inicios de la cristiandad. Los cristianos estn obligados en sus escrituras a dar al Csar lo que es del Csar y a Dios lo que es de Dios. Aunque las opiniones han divergido respecto al real significado de esta frase, generalmente ha sido interpretada como legitimizando una situacin en la que dos instituciones existen lado a lado, cada una con sus propias leyes y cadena de mandos --una que tiene que ver con la religin, llamada Iglesia, la otra ocupada de la poltica, llamada Estado. Y desde el momento que son dos, pueden estar juntas o separadas, subordinadas o independientes, y los conflictos pueden surgir entre ellas sobre cuestiones de demarcacin y jurisdiccin. Esta formulacin de los problemas creados por la relaciones entre religin y poltica, y las soluciones posibles a estos problemas surge de principios y experiencias cristianos, no universales. Hay otras tradiciones religiosas en las que la religin y la poltica son percibidas en forma diferente, y en las que, en consecuencia, los problemas y las soluciones posibles son radicalmente distintos de aquellos que conocemos en occidente. La mayora de estas tradiciones, a pesar de su muy alto nivel de logros y sofisticacin, permanecieron o se convirtieron en locales --limitadas a una regin o una cultura o un pueblo. Hay una, sin embargo, que en su distribucin mundial, su vitalidad continua, sus aspiraciones universales, puede ser comparada a la Cristiandad, y es el Islam. El Islam es una de las grandes religiones mundiales. Djenme ser explcito acerca de lo que yo, como un historiador del Islam que no es musulmn, quiero decir con esto. El Islam ha trado consuelo y paz mental a incontables millones de hombres y mujeres. Ha dado dignidad y significado a vidas montonas y empobrecidas. Ha enseado a pueblos de distintas razas a vivir en hermandad y a pueblos de distintos credos a vivir lado a lado en tolerancia razonable. Ha inspirado una gran civilizacin en la que otros adems de los musulmanes vivieron vidas creativas y tiles y que, por sus logros, enriqueci al mundo todo. Pero el Islam, al igual que otras religiones, tambin ha conocido perodos en que inspir en algunos de sus seguidores una disposicin de violencia y odio. Es nuestro infortunio que parte, aunque de ninguna manera todo ni la mayora, del mundo musulmn est ahora atravesando uno de tales perodos, y que mucho, nuevamente no todo, de ese odio est dirigido contra nosotros. No debemos exagerar las dimensiones del problema. El mundo musulmn est lejos de la unanimidad en su rechazo a occidente, tampoco han sido las regiones musulmanas del Tercer Mundo las ms apasionadas y extremas en su hostilidad. Hay todava un nmero significativo, en algunas partes una mayora, de musulmanes con los que compartimos ciertas creencias y aspiraciones bsicas, culturales y morales, sociales y polticas; hay todava una presencia occidental imponente --cultural, econmica, diplomtica-- en las tierras musulmanas, algunas de las cuales son aliados occidentales. Ciertamente en ninguna parte del mundo musulmn, en Oriente Medio o en cualquier otra parte, la poltica americana ha sufrido desastres o encontrado problemas comparables a aquellos del Sudeste Asitico o Amrica Central. No hay Cuba ni Vietnam en el mundo musulmn, y las fuerzas americanas no han estado implicadas como combatientes o an como consejeros en ningn lugar. Pero hay una Libia, un Irn, y un Lbano, y una ola de odio y descontento alarma y sobre todo confunde a los americanos. Por momentos este odio va ms all de la hostilidad a intereses o acciones o polticas o incluso pases especficos, y se convierte en un rechazo a la civilizacin occidental como tal, no solo a lo que hace sino a lo que es, y los principios y valores que practica y profesa. sta es vista como innatamente mala, y aquellos que la promueven o aceptan como los enemigos de Dios. Esta frase, que se repite tan frecuentemente en el lenguaje del liderazgo iran, tanto en sus procedimientos judiciales como en sus pronunciamientos polticos, debe parecer muy extraa al forastero moderno, tanto religioso como secular. La idea de que Dios tiene enemigos, y necesita de la ayuda humana en orden a identificarlos y disponer de ellos, es un poco difcil de asimilar. Sin embargo, no es del todo extraa. El concepto de los enemigos de Dios es comn en la antigedad clsica y pre-clsica, y tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento, as como en el Corn. Una versin particularmente relevante de la idea tiene lugar en las religiones dualistas del antiguo Irn, cuya cosmogona asuma no uno sino dos poderes supremos. El demonio zoroastriano, a diferencia del diablo cristiano, musulmn o judo, no es una criatura de Dios llevando adelante alguna de las ms misteriosas tareas de Dios sino un poder independiente, una fuerza suprema de mal implicada en una lucha csmica contra Dios. Esta creencia influy a muchas sectas cristianas, musulmanas y judas, a travs del maniquesmo y por otras rutas. La casi olvidada religin de los maniqueos ha dado su nombre a la percepcin de los problemas como un conflicto abierto y simple entre fuerzas contendientes del puro bien y el puro mal. El Corn es por supuesto estrictamente monotesta, y reconoce slo un Dios, un poder universal. Hay una lucha en los corazones humanos entre bien y mal, entre los mandamientos de Dios y las tentaciones, pero esto es considerado como una lucha ordenada por Dios, con su final predeterminado por Dios, sirviendo como una prueba para la humanidad, y no, como en algunas de las religiones dualistas antiguas, una lucha en la que la humanidad tiene una parte crucial para jugar en el logro de la victoria del bien sobre el mal. A pesar de su monotesmo, el Islam, al igual que el judasmo y la cristiandad, fue influido en varias etapas, especialmente en Irn, por la idea dualista de un conflicto csmico entre bien y mal, luz y oscuridad, orden y caos, verdad y mentira, Dios y el Adversario, conocido como Diablo, Iblis, Sarn, y otros nombres. El Ascenso de la Casa de la Incredulidad

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2En el Islam la lucha del bien y el mal adquiri muy pronto dimensiones polticas e incluso militares. Mahoma, deber recordarse, no era solamente un profeta y un maestro, al igual que los fundadores de otras religiones; era tambin la cabeza de una poltica y de una comunidad, un gobernante y un soldado. As su lucha incrimin a un estado y a sus fuerzas armadas. Si los luchadores en la guerra por el Islam, la guerra santa en el camino de Dios, estaban luchando por Dios, se sigue que sus oponentes estaban luchando contra Dios. Y desde que Dios es en principio el soberano, la cabeza suprema del estado islmico --y el Profeta y, luego del Profeta, los califas fueron sus sustitutos-- entonces Dios como soberano comanda el ejrcito. El ejrcito es el ejrcito de Dios y el enemigo es el enemigo de Dios. El deber de los soldados de Dios es despachar a los enemigos de Dios tan rpidamente como sea posible para ponerlos en el lugar donde Dios los castigar --es decir, en la otra vida. Relacionada claramente a esto es la divisin bsica de la humanidad como fue percibida en el Islam. La mayora, probablemente todas, las sociedades humanas tienen un modo de distinguir entre s mismos y los otros: propios y extraos, en el grupo y fuera del grupo, pariente o vecino y extranjero. Estas definiciones no definen solamente al extrao sino tambin, y quiz ms particularmente, ayudan a definir e ilustrar nuestra percepcin de nosotros mismos. En la visin clsica del Islam, a la cual estn comenzando a retornar muchos musulmanes, el mundo y la humanidad toda est dividido en dos: la Casa del Islam, donde la ley y fe musulmanas prevalecen, y el resto, conocido como la Casa de la Incredulidad o la Casa de la Guerra, a la que es el deber de los musulmanes llevar finalmente al Islam. Pero la mayor parte del mundo est todava fuera del Islam, e incluso dentro de las tierras islmicas, de acuerdo a la visin de los radicales islmicos, la fe del Islam ha sido minada y la ley del Islam ha sido abrogada. La obligacin de la guerra santa por lo tanto comienza en casa y contina en el exterior, contra el mismo enemigo infiel. Al igual que toda otra civilizacin conocida a la historia humana, el mundo musulmn en su cenit se consider a s mismo como el centro de la verdad y la iluminacin, rodeado por brbaros infieles a los cuales poda igualmente iluminar y civilizar. Pero entre los distintos grupos de brbaros haba una diferencia crucial. Los brbaros del este y del sur eran politestas e idlatras, no ofreciendo seria amenaza ni competencia al Islam. En el norte y el oeste, en contraste, los musulmanes reconocieron desde poca temprana a un rival genuino --una religin mundial competidora, una civilizacin caracterstica inspirada por esa religin y un imperio que, aunque mucho menor que el suyo, no era menos ambicioso en sus aspiraciones y alegatos. Esta era la entidad conocida a s misma y a los otros como Cristiandad, un trmino que fue por mucho tiempo casi idntico a Europa. La lucha entre estos sistemas rivales se mantuvo por unos catorce siglos. Comenz con el advenimiento del Islam, en el siglo VII, y ha continuado virtualmente hasta el presente. Ha consistido en una larga serie de ataques y contraataques, yihads y cruzadas, conquistas y reconquistas. Durante los primeros mil aos el Islam estuvo en avance, la Cristiandad en retirada y bajo amenaza. La nueva fe conquist las viejas tierras cristianas de Levante y frica del norte, e invadi Europa, dominando por un tiempo en Sicilia, Espaa, Portugal, e incluso partes de Francia. El intento de los cruzados de recobrar las tierras perdidas en el este por la Cristiandad fue detenido y hecho retroceder, e incluso las prdidas musulmanas en Europa del sudoeste por la Reconquista fueron compensadas ampliamente por el avance islmico en Europa del sudeste, el cual lleg dos veces tan lejos como a Viena. Durante los trescientos ltimos aos, desde el fracaso del segundo sitio de Viena por los turcos en 1683 y el ascenso de los imperios coloniales europeos en Asia y frica, el Islam ha estado a la defensiva, y la civilizacin cristiana y post-cristiana de Europa y sus hermanas ha llevado a todo el mundo, incluyendo al Islam, dentro de su rbita. Desde hace largo tiempo ha estado surgiendo una ola de rebelin contra este predominio occidental, y un deseo de reafirmar los valores musulmanes y restaurar la grandeza musulmana. Los musulmanes han sufrido etapas sucesivas de derrota. La primera fue su prdida de dominio en el mundo ante el poder en avance de Rusia y occidente. La segunda fue el sometimiento de su autoridad en su propio pas, por medio de una invasin de ideas, leyes y modos de vida extranjeros y algunas veces tambin gobernantes o colonos extranjeros, y la liberacin de los elementos nativos no musulmanes. La tercera y ltima fue el desafi a su dominio en su propia casa, por parte de mujeres emancipadas y nios rebeldes. Fue demasiado para tolerar, y fue inevitable la erupcin de rabia contra estas fuerzas extraas, infieles e incomprensibles que haban subvertido su dominio, disturbado su sociedad, y finalmente violado el santuario de su hogar. Tambin fue natural que esta rabia estuviera dirigida primariamente contra el enemigo milenario y extrajera su fuerza de lealtades y creencias antiguas. Europa y sus hermanas? La frase puede parecer extraa a los americanos cuyos mitos nacionales, desde el inicio de su nacionalidad y an antes, usualmente han definido su identidad en oposicin a Europa, como algo nuevo y radicalmente distinto de las viejas costumbres europeas. Este no es, sin embargo, el modo en que otros los han visto; no slo en Europa, sino casi en todas partes. A pesar de que gente de otras razas y culturas particip, en su mayor parte involuntariamente, en el descubrimiento y creacin de las Amricas, estas fueron y permanecieron ante los ojos del resto del mundo, una empresa europea, en la que los europeos predominaron y dominaron y a la cual los europeos dieron sus idiomas, sus religiones, y mucho de su modo de vida. Por un tiempo muy largo la inmigracin voluntaria hacia Amrica fue casi exclusivamente europea. Hubo ciertamente algunos que vinieron desde las tierras musulmanas de Medio Oriente y el norte de frica, pero pocos eran musulmanes; la mayora eran miembros de las minoras cristiana y en menor medida juda de aquellos pases. Su partida hacia Amrica, y su presencia subsecuente en Amrica, debe haber fortalecido antes que debilitado la imagen europea de Amrica en ojos de los musulmanes. Era extraordinariamente poco lo que se conoca sobre Amrica en tierras del Islam. Al principio los viajes de descubrimiento produjeron algn inters; la nica copia sobreviviente del propio mapa de Amrica de Coln es una traduccin y adaptacin turca, todava preservada en el Museo del Palacio Topkapi, en Estambul. Un relato geogrfico turco del siglo XVI del descubrimiento del Nuevo Mundo, titulado La Historia de India Occidental, fue uno de los primeros libros impresos en Turqua. Pero de all en ms el inters parece haberse desvanecido, y no se dice mucho acerca de Amrica en turco, rabe u otros idiomas musulmanes hasta una fecha relativamente tarda. Un embajador marroqu que estaba en Espaa en esa poca escribi lo que seguramente sea el primer relato rabe acerca de la Revolucin Americana. El sultn de Marruecos firm un tratado de paz y amistad con los Estados Unidos en 1787, y de all en ms la nueva repblica tuvo una cantidad de contactos, algunos amistosos, otros hostiles, la mayora comerciales, con otros estados musulmanes. Esto parece haber tenido poco impacto en ambos lados. La Revolucin Americana y la repblica americana a la que dio nacimiento permaneci largamente ignorada y desconocida. Incluso la pequea pero creciente presencia en tierras musulmanas durante el siglo XIX --comerciantes, cnsules, misioneros y maestros-- provoc poca o ninguna curiosidad, y casi no es mencionada en la literatura y peridicos musulmanes de la poca. La Segunda Guerra Mundial, la industria petrolera, y los desarrollos de posguerra llevaron a muchos americanos a tierras islmicas; tambin vino a Amrica un creciente nmero de musulmanes, primero como estudiantes, luego como maestros o comerciantes u otras

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3profesiones, y eventualmente como inmigrantes. El cine y luego la televisin llevaron al modo de vida americano, o de alguna manera una cierta visin de l, ante incontables millones para los que el propio nombre de Amrica previamente haba sido desconocido o sin significado. Una amplia variedad de productos americanos, particularmente en los aos de la inmediata posguerra, cuando la competencia europea estaba virtualmente eliminada y la japonesa no haba todava comenzado, alcanz los mercados ms remotos del mundo musulmn, ganando nuevos consumidores y, quiz ms importante, creando nuevos gustos y ambiciones. Para algunos, Amrica representaba la libertad, la justicia y la oportunidad. Para muchos ms, representaba riqueza, poder y xito, en un momento en que estas cualidades no eran consideradas pecados o crmenes. Y luego vino el gran cambio, cuando los lderes de un extendido y amplio revivalismo religioso buscaron e identificaron a sus enemigos como los enemigos de Dios, y les dieron un lugar y un nombre en el hemisferio norte. Repentinamente, o as pareci, Amrica se haba convertido en el archienemigo, la encarnacin del mal, el oponente diablico a todo lo que es bueno, y especficamente, para los musulmanes, del Islam. Por qu? Algunas Acusaciones Familiares Entre los componentes en el nimo de anti-occidentalismo, y ms especficamente de anti-americanismo, hubo ciertas influencia intelectuales provenientes de Europa. Una de estas era la de Alemania, donde una visin negativa de Amrica formaba parte de una escuela de pensamiento de ninguna manera limitada a los Nazis sino que inclua a escritores tan diversos como Rainer Mara Rilke, Ernst Junger y Martin Heidegger. En esta percepcin, Amrica era el ejemplo ltimo de civilizacin sin cultura: rica y confortable, materialmente avanzada pero sin alma y artificial; ensamblada o en el mejor de los casos construida, no desarrollada; mecnica, no orgnica; tecnolgicamente compleja pero carente de la espiritualidad y vitalidad de las culturas enraizadas, humanas, nacionales de los alemanes y otros pueblos autnticos. La filosofa alemana, y particularmente la filosofa de la educacin, goz de una moda considerable entre los rabes y algunos otros intelectuales musulmanes en los aos treinta e inicios de los cuarenta, y este antiamericanismo filosfico era parte del mensaje. Luego del colapso del Tercer Reich y el fin temporario de la influencia alemana, otra filosofa, an ms anti-americana, tom su lugar --la versin sovitica del marxismo, con una denuncia del capitalismo occidental y de Amrica como su encarnacin ms avanzada y peligrosa. Y cuando la influencia sovitica comenz a decaer, hubo an otra que tom su lugar, o al menos complement su trabajo -la nueva mstica del Tercermundismo, que emanaba de Europa occidental, particularmente de Francia, y luego tambin de los Estados Unidos, y a veces inspirndose en las dos filosofas anteriores. Esta mstica fue auxiliada por la tendencia humana universal a inventar una edad de oro en el pasado, y la propensin especficamente europea a localizarla en cualquier parte. Una nueva variante del mito de la edad de oro situada en el Tercer Mundo, donde la inocencia de Adn y Eva no-occidentales fue arruinada por la serpiente occidental. Esta visin tomo como axiomtica la pureza y bondad de oriente y la vileza de occidente, expandindose en una curva exponencial de maldad desde Europa occidental hasta los Estados Unidos. Estas ideas, tambin, cayeron en una tierra frtil, y ganaron amplio apoyo. Pero aunque estas filosofas importadas ayudaron a proveer expresin intelectual para el anti-occidentalismo y anti-americanismo, no lo causaron, y ciertamente no explican el amplio anti-occidentalismo que hizo a tantos tan receptivos a tales ideas en Oriente Medio y en todo el mundo islmico. Seguramente estar claro que lo que gan apoyo para tales doctrinas totalmente distintas no fue la teora racial nazi, que pudo haber tenido poca atraccin para los rabes, o el comunismo ateo sovitico, que tuvo poca atraccin para los musulmanes, sino su antioccidentalismo comn. Nazismo y comunismo eran las principales fuerzas opuestas a occidente, tanto como un modo de vida como un poder mundial, y como tales pudieron contar al menos con la simpata sino con el apoyo de aquellos que vean en occidente a su principal enemigo. Pero por qu la hostilidad en primer lugar? Si vamos de lo general a lo particular, no faltan acciones y polticas individuales, seguidas y llevadas adelante por gobiernos occidentales individuales, que han estimulado el odio apasionado de los pueblos de Oriente Medio y del mundo islmico. Muy frecuentemente sin embargo, cuando estas polticas son abandonadas y los problemas resueltas, slo hay un alivio local y temporario. Los franceses han dejado Argelia, los britnicos han dejado Egipto, las compaas petroleras occidentales han dejado sus pozos petroleros, el occidentalizado Shah ha dejado Irn --sin embargo el resentimiento generalizado de los fundamentalistas y otros extremistas contra occidente y sus amigos permanece y crece y no se aplaca. La causa aducida ms frecuentemente para el sentimiento anti-americano entre los musulmanes es el apoyo americano a Israel. Este apoyo es ciertamente un factor de importancia, creciente en proximidad y compromiso. Pero aqu nuevamente hay algunas particularidades, difciles de explicar en trminos de una causa simple y nica. En los primeros das de la fundacin de Israel, mientras los Estados Unidos mantenan cierta distancia, la Unin Sovitica garantiz inmediato apoyo y reconocimiento de jure, y las armas enviadas desde un satlite sovitico, Checoslovaquia, salvaron al estado de Israel recin nacido de la derrota y muerte en sus primeras semanas de vida. Sin embargo no parece haber habido mucha mala voluntad hacia los soviticos por estas polticas, ni la correspondiente buena voluntad hacia los Estados Unidos. En 1956 fueron los Estados Unidos los que intervinieron, vigorosa y decisivamente, para asegurar la retirada de las fuerzas israeles, britnicas y francesas de Egipto --sin embargo a finales de los cincuenta y en los sesenta fue hacia los soviticos, no hacia Amrica, que los gobernantes de Egipto, Siria, Iraq, y otros estados se dirigieron en busca de armas; fue con el bloque sovitico que formaron lazos de solidaridad en las Naciones Unidas y en el mundo en general. Ms recientemente, los gobernantes de la Repblica Islmica del Irn han ofrecido la denuncia ms esencial e inflexible del sionismo e Israel. Sin embargo incluso estos lderes, tanto antes como despus de la muerte del ayatollah Rudhollah Khomeini, cuando decidieron por razones propias entrar en dialogo, encontraron ms fcil hablar a Jerusaln que a Washington. Al mismo tiempo, los rehenes occidentales en el Lbano, muchos de ellos comprometidos con causas rabes y algunos convertidos al Islam, eran considerados y tratados por sus captores como brazos del Gran Satn. Otra explicacin, oda ms frecuentemente de disidentes musulmanes, atribuye el sentimiento anti-americano al apoyo americano a regmenes odiados, vistos como reaccionarios por los radicales, como impos por los conservadores, como corruptos y tirnicos por ambos. Esta acusacin tiene alguna plausibilidad, y puede ayudar a explicar por qu un movimiento interno, frecuentemente antinacionalista, se vuelve contra un poder extranjero. Pero no es suficiente, especialmente desde el momento que el apoyo para tales regmenes ha sido limitado tanto en el tiempo como en su efectividad --como lo descubri el Shah. Claramente, est en juego algo ms profundo que estos agravios especficos, tan numerosos e importantes como puedan ser --almo

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4ms profundo que convierte todo desacuerdo en un problema y hace todo problema insoluble. Esta revulsin contra Amrica, ms generalmente contra occidente, no est de ninguna manera limitada al mundo musulmn; ni han los musulmanes, con la excepcin de los muls iranes y sus discpulos en todas partes, experimentado y exhibido las formas ms virulentas de este sentimiento. La ola de desilusin y hostilidad ha afectado a muchas otras partes del mundo, e incluso ha alcanzado a algunos elementos en Estados Unidos. Es de estos ltimos, hablando por s mismos y alegando hablar en nombre de los pueblos oprimidos del Tercer Mundo, que han sido odas ltimamente las explicaciones --y justificaciones-- ms ampliamente publicitadas de este rechazo a la civilizacin occidental y sus valores. Las acusaciones son familiares. Los occidentales somos acusados de sexismo, racismo e imperialismo, institucionalizado en patriarcado y esclavitud, tirana y explotacin. A estos cargos, y a otros tan inicuos, no tenemos ms opcin que declararnos culpables --no como americanos, ni siquiera como occidentales, sino simplemente como seres humanos, como miembros de la raza humana. En ninguno de estos pecados somos los nicos pecadores, y en algunos de ellos estamos lejos de ser los peores. El tratamiento a la mujer en el mundo occidental, y ms generalmente en la Cristiandad, ha sido siempre desigual y frecuentemente opresivo, pero an en sus peores momentos fue mucho mejor que el dominio de la poligamia y el concubinato que por otra parte ha sido la suerte casi universal de las mujeres en este planeta. Es el racismo, entonces, el principal agravio? Ciertamente el trmino figura prominentemente en la publicidad dirigida hacia audiencias occidentales, del este de Europa y de parte del Tercer Mundo. Figura menos prominentemente en lo que es escrito y publicado para consumo hogareo, y se ha convertido en un trmino generalizado y carente de significado debido a su abuso -bastante igual que fascismo, que hoy en da es imputado a oponentes an por voceros de dictaduras nacionalistas de partido nico y de variado color de camisa y complexin. La esclavitud es hoy denunciada universalmente como una ofensa contra la humanidad, pero dentro de la memoria viviente ha sido practicada e incluso defendida como una institucin necesaria, establecida y regulada por la ley divina. La peculiaridad de la institucin peculiar, como alguna vez la denominaron los americanos, no yace en sus existencia sino en su abolicin. Los occidentales fueron los primeros en romper el consenso de aceptacin y proscribir la esclavitud, primero en casa, luego en los otros territorios controlados por ellos, y finalmente en todas partes de mundo en la que eran capaces de ejercer poder e influencia --en una palabra, mediante el imperialismo. Es el imperialismo, entonces, el agravio? Algunas potencias occidentales, y en un sentido la civilizacin occidental como un todo, ha sido ciertamente culpable de imperialismo, pero hemos de creer que en la expansin de Europa occidental hubo una suerte de delincuencia moral ausente en expansiones ms tempranas y relativamente inocentes como la de los rabes o los mongoles o los otomanos, o en expansiones ms recientes tales como la que llev a los gobernantes de Mosc al Bltico, el Mar Negro, el Caspio, el Hindu Kush, y el Ocano Pacfico? Habiendo practicado sexismo, racismo e imperialismo, occidente estaba meramente siguiendo la prctica comn de la humanidad a travs de milenios de historia registrada. Donde es distinta de todas las otras civilizaciones es en haber reconocido, denominado, y tratado, no enteramente sin xito, de remediar estas enfermedades histricas. Y eso es seguramente una cuestin de congratulacin, no de condena. No sostenemos que la ciencia mdica occidental en general, o el Dr. Parkinson y el Dr. Alzheimer en particular, sean responsables de las enfermedades que diagnosticaron y a las que dieron sus nombres. De todas estas ofensas, la que es ms ampliamente, frecuentemente y vehementemente denunciada sin duda es el imperialismo --a veces slo occidental, otras oriental (o sea, sovitico) y occidental al mismo tiempo. Pero el modo en que este trmino es utilizado en la literatura de los fundamentalistas islmicos sugiere frecuentemente que no tendra el mismo significado para ellos que para sus crticos occidentales. En muchos de estos escritos al trmino imperialista le es dada una significacin marcadamente religiosa, siendo utilizado en asociacin, y a veces intercambiablemente, con misionero, y denotando una forma de ataque que incluye tanto a las cruzadas como a los modernos imperios coloniales. Uno tambin a veces tiene la impresin de que la ofensa del imperialismo no es --como para los crticos occidentales-- la dominacin de un pueblo sobre otro sino ms bien la distribucin de roles en esta relacin. Lo que es verdaderamente malo e inaceptable es la dominacin de infieles sobre verdaderos creyentes. Para los verdaderos creyentes gobernar a los no creyentes es propio y natural, desde que esto permite el mantenimiento de la ley sagrada, y da a los no creyentes tanto la oportunidad como el incentivo para abrazar la verdadera fe. Pero que los no creyentes gobiernen sobre los verdaderos creyentes es innatural y blasfemo, porque conduce a la corrupcin de la religin y la moral en la sociedad, y a violacin e incluso a la abrogacin de la ley de Dios. Esto puede ayudarnos a entender los problemas actuales en sitios tan diversos como la Eritrea etope, la Cachemira india, el Sinkiang chino, y el Kossovo yugoeslavo, en todos los cuales las poblaciones musulmanas son gobernadas por gobiernos no-musulmanes. Puede tambin explicar por qu los voceros de la nuevas minoras musulmanas de Europa occidental demandan un grado de proteccin legal para el Islam que esos pases no dan ms a la Cristiandad y nunca han dado al judasmo. Ni, por supuesto, acordaron nunca los gobiernos de los pases de origen de estos musulmanes a las religiones distintas a la propia. En su percepcin, no hay contradiccin en estas actitudes. La verdadera fe, basada en la revelacin final de Dios, debe ser protegida de insulto y abuso; otras creencias, siendo falsas o incompletas, no tienen derecho a tal proteccin. Hay otras dificultades en el camino de aceptar al imperialismo como una explicacin de la hostilidad musulmana, an si definimos estrecha y especficamente al imperialismo, como la invasin y dominacin de pases musulmanes por no musulmanes. Si la hostilidad est dirigida contra el imperialismo en ese sentido, por qu ha sido mucho ms fuerte contra Europa occidental, que ha renunciado a todas sus posesiones y dependencias musulmanas, que contra Rusia, que todava gobierna, con mano no muy suave, sobre muchos millones de reluctantes sbditos musulmanes y sobre antiguas ciudades y pases musulmanes? y por qu incluira a los Estados Unidos, que, aparte de un breve interludio en el rea de la minora musulmana de Filipinas, nunca ha gobernado ninguna poblacin musulmana? El ltimo imperio europeo superviviente con sbditos musulmanes, el de la Unin Sovitica, lejos de ser el objetivo de crtica y ataque, ha estado casi exento de ellas. Incluso las ms recientes represiones a revueltas musulmanas en las repblicas sur y centroasiticas de la URSS no provocaron ms que relativamente dbiles palabras de reconvencin, unidas con el rechazo a cualquier deseo de interferir en los que son denominados risueamente asuntos internos de la URSS y una demanda por la preservacin del orden y la tranquilidad en la frontera. Una razn para esta de alguna manera sorprendente moderacin se encuentra en la naturaleza de los hechos en el Azerbaijn sovitico. Obviamente el Islam es un elemento importante y potencialmente creciente en el sentido de la identidad azerbaijana, pero no es al presente un elemento dominante, y el movimiento azerbaijano tiene ms en comn con el patriotismo liberal de Europa que con el fundamentalismo islmico. Tal movimiento no despertara las simpatas de los gobernantes de la Repblica Islmica. Incluso puede alarmarlos, desde que un estado genuinamente nacional y democrtico llevado adelante por el pueblo del Azerbaijn sovitico

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5ejercera una atraccin poderosa sobre sus parientes inmediatamente al sur, en el Azerbaijn iran. Otra razn para esta relativa falta de preocupacin por los 50 millones o ms de musulmanes bajo gobierno sovitico puede ser un clculo de riesgo y ventaja. La Unin Sovitica est cerca, a lo largo de las fronteras del norte de Turqua, Irn y Afganistn; Amrica e incluso Europa occidental estn muy lejos. Adems, no ha sido hasta ahora la prctica sovitica el reprimir los disturbios con caones de agua y balas de goma, con cmaras de televisin presentes, o liberar bajo fianza a las personas arrestadas y permitirles el acceso a medios de difusin domsticos y extranjeros. Los soviticos no dialogan desde el primer momento con sus crticos ms duros, ni los tientan con empleos acadmicos y periodsticos. Por el contrario, sus maneras de indicar la disconformidad con las crticas frecuentemente pueden ser muy desagradables. Pero el miedo a las represalias, aunque sin duda importante, no es la nica ni quiz la principal razn para el lugar relativamente menor asignado a la Unin Sovitica, comparada con occidente, en la demonologa del fundamentalismo. Despus de todo, los grandes cambios sociales, intelectuales y econmicos que han transformado la mayor parte del mundo islmico, y dado aliento a males occidentales denunciados comnmente tales como consumismo y secularismo, emergieron de occidente, no de la Unin Sovitica. Nadie puede acusar a los soviticos de consumismo; su materialismo es filosfico --para ser preciso, dialctico-- y tiene poco o nada que ver en la prctica con proveer las cosas buenas de la vida. Tal provisin representa otra clase de materialismo, frecuentemente designado como torpe por sus oponentes. Est asociado con el occidente capitalista y no con el oriente comunista, que ha practicado, o al menos impuesto sobre sus sbditos, un grado de austeridad que impresionara a un santo suf. Ni fueron los soviticos, hasta muy recientemente, vulnerables a cargos de secularismo, la otra gran acusacin fundamentalista contra occidente. A pesar de ser ateos, no estaban sin dios, y haban de hecho elaborado un aparato de estado para imponer la adoracin de sus dioses --un aparato con su propia ortodoxia, una jerarqua para definirlos e imponerlos, y una inquisicin armada para detectar y extirpar la hereja. La separacin de la religin y el estado no significa el establecimiento de la irreligiosidad por el estado, mucho menos la imposicin forzosa de una filosofa antirreligiosa. El secularismo sovitico, al igual que el consumismo sovitico, no es una tentacin para las masas musulmanas, y est perdiendo audiencia entre los intelectuales musulmanes. Ms que nunca antes es el capitalismo u la democracia occidental los que proveen una alternativa autntica y atractiva a los modos tradicionales de pensamiento y vida. Los lderes fundamentalistas no estn equivocados en ver a la civilizacin occidental como el gran oponente al modo de vida que ellos desean retener o restaurar para su pueblo. Un Choque de Civilizaciones Los orgenes del secularismo al modo occidental deben buscarse en dos circunstancias --en las tempranas enseanzas cristianas y, todava ms en la experiencia, que cre dos instituciones, la Iglesia y el Estado; y en los conflictos cristianos tardos, que apartaron a ambas. Los musulmanes, tambin, tuvieron sus desacuerdos religiosos, pero no hubo nada remotamente cercano a la ferocidad de las luchas cristianas entre protestantes y catlicos, que desbastaron a la Europa cristiana en los siglos XVI y XVII y finalmente llevaron a los cristianos a la desesperacin como para desarrollar una doctrina de la separacin de la religin y el estado. Slo mediante la privacin de poder coercitivo a las instituciones religiosas, me parece, la Cristiandad pudo restringir la intolerancia y persecucin mortal que los cristianos haban enviado sobre los seguidores de otras religiones y, sobre todo, sobre aquellos que profesaban otras formas de la propia religin. Los musulmanes no experimentaron tal necesidad y no desarrollaron tal doctrina. No hubo necesidad de secularismo en el Islam, e incluso su pluralismo fue muy distinto de aquel del Imperio Romano pagano, descrito tan vvidamente por Edward Gibbon cuando remarc que los variados modos de adoracin que prevalecieron en el mundo romano, fueron todos considerados por el pueblo como igualmente verdaderos; por los filsofos, como igualmente falsos; y por los magistrados, como igualmente tiles. El Islam nunca se prepar, ni en la teora ni en la prctica, para conceder total igualdad a aquellos que sostenan otras creencias y practicaban otras formas de culto. Sin embargo, s acord a los sostenedores de la verdad parcial un grado tolerancia tanto prctica como terica raramente equiparada en el mundo cristiano hasta que occidente adopt una porcin de secularismo a fines del siglo XVIII y en el siglo XIX. Al principio la respuesta del mundo musulmn a la civilizacin occidental fue de admiracin y emulacin --un inmenso respeto por los logros de occidente, y un deseo de imitarlos y adoptarlos. Este deseo surgi de una conciencia aguda y creciente respecto a la pobreza, debilidad y atraso del mundo islmico comparado con el occidente en avance. La disparidad primero fue evidente en el campo de batalla pero pronto se difundi a otras reas de la actividad humana. Los escritores musulmanes observaron y describieron la riqueza y poder de occidente, su ciencia y tecnologa, sus manufacturas, y sus formas de gobierno. Por un tiempo el secreto del xito occidental se consider debido a dos logros: el avance econmico y especialmente la industria; las instituciones polticas y especialmente la libertad. Varias generaciones de reformadores y modernizadores trataron de adaptar stos e introducirlos en sus propios pases, con la esperanza de que seran capaces de adquirir una igualdad con occidente y quiz restaurar su perdida superioridad. En nuestra propia poca esta corriente de admiracin y emulacin, entre muchos musulmanes, ha dado paso a una de hostilidad y rechazo. En parte esta corriente seguramente es debida a un sentimiento de humillacin --una conciencia creciente, entre los herederos de una civilizacin antigua, orgullosa y por largo tiempo dominante, de haber sido alcanzada, abatida y sobrepasada por aquellos a quienes consideraba sus inferiores. En parte esta corriente es debida a los hechos ocurridos en el propio mundo occidental. Un factor de importancia principal ciertamente fue el impacto de dos grandes guerras suicidas, en la que la civilizacin occidental se desgarr a s misma, llevando una destruccin indita a pueblos propios y ajenos, y en la que los beligerantes condujeron un inmenso esfuerzo de propaganda, en el mundo islmico y en todas partes, para desacreditarse y minarse mutuamente. El mensaje que ellos emitieron encontr muchos oyentes, que estuvieron prontos a responder en tanto su propia experiencia de los modos occidentales no era feliz. La introduccin de los mtodos comerciales, financieros e industriales occidentales de hecho trajo gran riqueza, pero sta se acumul en manos de occidentales trasplantados y miembros de minoras occidentalizadas, y slo en las de unos pocos de entre la poblacin musulmana ordinaria. Con el tiempo estos pocos se convirtieron en ms numerosos, pero permanecieron aislados de las masas, difiriendo de ella incluso en el vestido y en el estilo de vida. Inevitablemente eran vistos como agentes o colaboradores con lo que fue nuevamente considerado un mundo hostil. Incluso las instituciones polticas que haban venido de occidente fueron desacreditadas, siendo juzgadas no por sus orgenes occidentales sino por sus imitaciones locales, instaladas por reformadores musulmanes entusiastas. stos, operando en una situacin fuera de su control, usando mtodos importados e inapropiados que no entendan por completo, no fueron capaces de tratar con las crisis que se desarrollaron rpidamente y fueron derrocados uno a uno. Para un gran nmero de medio-orientales, los mtodos econmicos de tipo occidental traan la pobreza, las instituciones polticas de tipo occidental traan la tirana, incluso las formas de combate de tipo occidental traan la derrota. Es poco sorprendente que tantos

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6estuvieran deseando or voces dicindoles que los antiguos mtodos islmicos eran mejores y que su nica salvacin era dejar de lado las innovaciones paganas de los reformadores y retornar al Verdadero Camino que Dios ha prescripto para su pueblo. Finalmente, la lucha de los fundamentalistas es contra dos enemigos, el secularismo y el modernismo. La guerra contra el secularismo es consciente y explcita, y hay hoy por hoy toda una literatura denunciando al secularismo como una fuerza maldita neopagana en el mundo moderno y atribuyndolo variadamente a los judos, a occidente o a los Estados Unidos. La guerra contra la modernidad es en su mayor parte ni consciente ni explcita, y est dirigida contra todo el proceso de cambio que ha tenido lugar en el mundo islmico de un siglo a esta parte o ms, y ha transformado las estructuras polticas, econmicas e incluso culturales de los pases musulmanes. El fundamentalismo islmico ha dado un objetivo y forma a el resentimiento y enojo sin objetivo y sin forma de las masas musulmanas contra las fuerzas que han devaluado sus valores y lealtades tradicionales y, en un anlisis final, robado sus creencias, sus aspiraciones, su dignidad, y de una forma creciente incluso sus medios de vida. Hay algo en la cultura religiosa del Islam que inspira incluso en el campesino o comerciante ms humilde, una dignidad y cortesa hacia los otros nunca excedida y raramente igualada en otras civilizaciones. Y por lo tanto, en momentos de conmocin y disturbios, cuando las bajas pasiones son estimuladas, esta dignidad y cortesa hacia los otros puede dar paso a una mezcla explosiva de rabia y odio que impele incluso al gobierno de un pas antiguo y civilizado --incluso al vocero de una gran religin espiritual y tica-- a promover el secuestro y el asesinato, y tratar de encontrar, en la vida del Profeta, aprobacin e incluso precedentes para tales acciones. El instinto de las masas no est equivocado en localizar la fuente ltima de estos cambios catastrficos en occidente y en atribuir la ruptura de su antiguo modo de vida al impacto de la dominacin occidental, influencia occidental o a las enseanzas y ejemplos occidentales. Y desde que los Estados Unidos son el legtimo heredero de la civilizacin europea y el lder reconocido e incontrovertido de occidente, los Estados Unidos han heredado las acusaciones consecuentes y se han convertido en el foco para el odio y enojo contenidos. Dos ejemplos sern suficientes. En noviembre de 1979 una masa iracunda atac y quem la embajada de Estados Unidos en Islamabad, Pakistn. La causa asumida para el enojo de la multitud era la toma de la Gran Mezquita de la Meca por un grupo de disidentes musulmanes --un evento en el cual no haba ninguna implicacin americana en absoluto. Casi diez aos ms tarde, en febrero de 1989, nuevamente en Islamabad, el centro de la USIS fue atacado por multitudes iracundas, esta vez para protestar contra la publicacin del libro Versos Satnicos de Salman Rushdie. Rushdie es un ciudadano britnico nacido en la India, y su libro haba sido publicado cinco meses antes en Inglaterra. Pero lo que provoc la ira de la multitud, y tambin el subsecuente pronunciamiento de una condena a muerte del autor por parte del ayatollah Khomeini, fue la publicacin del libro en los Estados Unidos. Debera estar claro ahora que estamos frente a una corriente y a un movimiento que trasciende de lejos el nivel de las decisiones y polticas y a los gobiernos que lo siguen. Esto no es nada menos que un choque de civilizaciones --la reaccin quiz irracional pero seguramente histrica hacia un antiguo rival, contra nuestra herencia judeocristiana, nuestro presente secular, y la expansin mundial de ambos. Es crucialmente importante que nosotros por nuestra parte no seamos provocados hacia una igualmente histrica pero tambin igualmente irracional reaccin contra ese rival. No todas las ideas importadas de occidente por los intrusos occidentales o por los nativos occidentalizados han sido rechazadas. Algunas han sido aceptadas incluso por mayores fundamentalistas islmicos radicales, usualmente sin reconocer la fuente, y sufriendo un gran cambio en algo que raramente es rico y frecuentemente extrao. Una de tales ideas fue la libertad poltica, con las nociones y prcticas asociadas de representacin, eleccin y gobierno constitucional. Incluso la Repblica Islmica del Irn tiene una constitucin escrita y una asamblea electa, as como una suerte de episcopado, para ninguna de estas cosas hay ninguna prescripcin en las enseanzas islmicas ni ningn precedente en el pasado islmico. Todas estas instituciones estn claramente adaptadas de modelos occidentales. Los estados musulmanes tambin han retenido muchas de las costumbres culturales y sociales de occidente y los smbolos que las expresan, tales como la forma y estilo de ropa masculina (y en menor medida femenina), notable en los militares. El uso de armas, tanques y aviones inventados en occidente es una necesidad militar, pero el uso continuo de tnicas y capas es una eleccin cultural. Desde las constituciones hasta la Coca-Cola, desde los tanques y la televisin hasta las camisas, los smbolos y artefactos, y a travs de ellos las ideas de occidente han retenido --e incluso fortalecido-- su atraccin. El movimiento hoy en da denominado fundamentalismo no es la nica tradicin islmica. Hay otras, ms tolerantes, ms abiertas, que en el pasado ayudaron a inspirar los grandes logros de la civilizacin islmica, y debemos esperar que estas otras tradiciones prevalezcan con el tiempo. Pero antes de que esta cuestin est resuelta habr una dura lucha, en la que los occidentales podemos hacer poco o nada. Incluso intentarlo causar perjuicios, porque estas son cuestiones que los musulmanes deben decidir por s mismos. Y en el entretiempo debemos tener mucho cuidado en todas partes de evitar el peligro de una nueva era de guerras religiosas, que surja de la exacerbacin de las diferencias y el revivalismo de antiguos prejuicios. Con este fin debemos esforzarnos para lograr una mejor apreciacin de otras culturas polticas y religiosas, a travs del estudio de su historia, literatura y logros. Al mismo tiempo, esperemos que ellos traten de lograr una mejor comprensin de nosotros, y especialmente que entiendan y respeten, incluso si no eligen adoptar para s mismos nuestra concepcin occidental de las relaciones correctas entre religin y poltica. Para describir esta concepcin deber terminar como comenc, con una cita de un presidente americano, esta vez no el justamente renombrado Thomas Jefferson sino el de alguna manera injustamente ignorado John Tyler, quien, en una carta fechada el diez de julio de 1843, dio una expresin elocuente y ciertamente proftica al principio de libertad religiosa: Los Estados Unidos se han aventurado sobre un experimento noble y grande, del que se cree ha sido peligroso ante la ausencia de ningn precedente --ese de la separacin total de la Iglesia y el Estado. No existe entre nosotros por ley ninguna institucin religiosa. La conciencia es dejada libre de todas las restricciones y a cada cual le es permitido adorar a su Hacedor siguiendo su propio juicio. Las oficinas del Gobierno estn abiertas igualmente a todos. No es recaudado ningn diezmo para sostener una jerarqua establecida, ni el juicio falible del hombre es puesto como el seguro e infalible credo de fe. Los mahometanos, si quieren venir entre nosotros tienen el privilegio garantizado a ellos por la constitucin para rendir culto de acuerdo al Corn; y los indios pueden erigir una pagoda a Brahma si eso les place. Tal es el espritu de tolerancia inculcado por nuestras instituciones polticas... Los hebreos perseguidos y pisoteados en otras regiones hacen su hogar entre nosotros sin nada que les provoque temor...y el Escudo del Gobierno est sobre ellos para defenderlos y protegerlos. Tal es el gran experimento que hemos tratado, y tales son los felices frutos que han resultado de l, nuestro sistema de gobierno libre sera imperfecto sin l.

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