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Bagatelas Y desiertos Luys de Algaida

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Bagatelas Y desiertos

Luys de Algaida

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A la Importante Ana.

¡Pitas, titas, pi, pi, pi; titas, pitas, pi!

Friedrich Nietzsche Poemas póstumos (1885)1

Edición: mayo de 2010 Imagen: Katsushika Hokusai, El poeta Kakinomoto no Hitomaro N. del A.: Por juzgarlo innecesario, el contenido de esta obra no está sujeto a ningún tipo de registro legal. Se expone, pues, al plagio. En tal caso, apelaremos a la más noble de las justicias: la poética.

1 En carta a su hermana explica que palabras similares (las usadas para llamar a las gallinas) empleó un día, borracho, para llamar a las olas mientras paseaba por la orilla del mar.

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I – ¡Viva la bagatela!

A propósito de Eleuterio. Yo soy un hombre que dice: «¡Viva la bagatela!». Así empieza y así termina, con un par de páginas en medio, el primer Curso abreviado de pequeña filosofía del maestro Azorín. «Maestro» porque goza de la majestad que otorga la autoridad, y no por títulos burocráticos ni quisicosas al estilo. Qué es la bagatela. Puede ser «cosa de poca sustancia y valor». Eso dicen los académicos. O puede ser algo más. Quizá ese sueño dulce, tranquilo, plácido, reparador… La soberana paz, remanso de equilibrio. Abro el periódico, pero en seguida me aburre. Lo único atractivo es la redacción, siempre tan técnica, repetitiva, artificial, cutre y paridora de neologismos. Me entretengo en copiar algunas expresiones. ¡Son de tan simple espesor…! Y bagatela, bella palabra. Sin ecuaciones metafísicas ni seriedad excesiva. Nuestro suelo es seco y el ambiente árido, ¿podremos nosotros ser otra cosa? ¿No? Pues ¡viva la bagatela! El régimen será el que es, pero nosotros sí podemos cambiar. Menudencias que construyen castillos, murallas, fortalezas, palacios, imperios. Poco a poco, con voluntad perezosa y ardiente pasividad. Viva la bagatela, ¡un grito filosófico!

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II –De una glosa (en construcción) del I Ching. Hexagrama 52: Ken / El aquietamiento La quietud no quita el movimiento, el movimiento no niega la quietud. Si la brisa del monte azota tu pelo no te inmutes, como no se inmuta el león ante las sombras de la hormiga. Cuando avances, sin dudar. Con la soberana majestad que la selva te ha otorgado. Inamovible, imparable. En silencio. Aquietarse es no romper la rama que espante al mirlo.

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III – Los lamentos del aporético

¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!

García Lorca Bodas de sangre

Me aburre la obligada tensión sexual con las humanas. Y tu cuerpo, –suave, inasible como el viento seco del desierto. –cálido, aplastante como la roca ardiente del desierto. Y me molesta de tu voz: que la provoque un cuerpo. Y me cansa de tus ojos: que me pregunte un cuerpo. Me aburre beber para reír y tener que reír para valer.

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IV No creas que anoche lo hice mal. Para qué discutir, no habrá nuevas disculpas. Pero mira atrás, quiero que indagues en ti, en tus oasis de tristeza. El camello no quiere parar, se pretende a salvo de la sed.

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V

Para J. L. Mi palabra /9j/4AAQSkZJRgABAAEBKQEpAAD//gAfTEVBRCBUZWNobm9sb2dpZXMgSW5jLiBWMS4wMQD/2 ABUODxIPDRUSERIXFhUZHzQiHx0dH0AuMCY0TENQT0tDSUhUX3lmVFlyW0hJaY9qcn2Bh4mHU n5OEnnmFh4IBFhcXHxsfPiIiPoJXSVeCgoKCgoKCgoKCgoKCgoKCgoKCgoKCgoKCgoKCgoKCg goKCgoKCgoKCgoKCgoKCgv/EAaIAAAEFAQEBAQEBAAAAAAAAAAABAgMEBQYHCAkKCwEAAwEBA AQEBAQAAAAAAAAECAwQFBgcICQoLEAACAQMDAgQDBQUEBAAAAX0BAgMABBEFEiExQQYTUWEHI MoGRoQgjQrHBFVLR8CQzYnKCCQoWFxgZGiUmJygpKjQ1Njc4OTpDREVGR0hJSlNUVVZXWFlaY ZmdoaWpzdHV2d3h5eoOEhYaHiImKkpOUlZaXmJmaoqOkpaanqKmqsrO0tba3uLm6wsPExcbHy 0tPU1dbX2Nna4eLj5OXm5+jp6vHy8/T19vf4+foRAAIBAgQEAwQHBQQEAAECdwABAgMRBAUh 0tPU1dbX2Nna4eLj5OXm5+MQYS QVEHYXETIjKBCBRCkaGxwQkjM1LwFWJy0QoWJDThJfEXGBkaJicoKSo1Njc4OTpDREVGR0hJS VVZXWFlaY2RlZmdoaWpzdHV2d3h5eoKDhIWGh4iJipKTlJWWl5iZmqKjpKWmp6ipqrKztLW2t usLDxMXGx8jJytLT1NXW19jZ2uLj5OXm5+jp6vLz9PX29/j5+v/AABEIAYcBLAMBEQACEQED

sometida al yugo digital.

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VI La verdad es que todas mis ideas son lo único ridículo. La verdad es que nunca repaso mis ridículas ideas. Son sombras que surgen en el viaje, la sola compañera en el camino.

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VII Frío, hace frío y las gárgolas tiritan en lo alto -cansadas de esperar, tan hartas de ignorar el misterio de su vida que escupen su intrahistoria en blanco albuginés. Frío y les conmueve el viento raso, les conmueve en forma de canción mientras me retuerce la indiferencia cuando me siento en una plaza y estoy solo en mi sola mismidad. (Me empujan las miradas insolentes de las ancianas erigidas en juez, pesan sobre mí sus sentencias silenciosas y sus ojos pintados de reproche que insinúan que «podría existir la sensatez».)

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VIII – Las babas del Sol Antes de nacer, yo quise ser el Sol. Quise galilear, transdiar, deshacerme en nada, ser intangiblesco, hacerme ensoliar, (por ser Invicto) adorar, combatir lo friolento. Yo quise ser Sol; yo quiero ser Rey Sol. Yo quiero iluminar con mi doliente cuerpo las cabezas y calentar con insoportables rayos las calderas de los humildes campesinos que trabajan la tierra mientras leo.

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IX Puede -lamenta un hombre en el desierto- que se me acaben las palabras. Tanto escribir y contar, tanto versificar y decir, que ya no quedan más recursos. Se agotó la Fuente Infinita, cuna de la inspiración. Quizá, sólo quizá, quede una alternativa, pero no parece muy honrada. Puedo -grita un hombre en el desierto- reescribir mis pensamientos.

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X – Las respuestas a tu mirada, interpretable en sus múltiples direcciones PUTA MALDITA BÚSQUEDA INCONSCIENTE

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XI Me confieso por el viento en el desierto y la brusca violencia de la lluvia. Me confieso de los oasis arrasados y de los paraísos ocultos y violados, del turismo, del dinero, de las iglesias cerradas por la noche y de la deconstrucción del alimento. Me confieso por los partidos tomados y la publicidad que me circunda, por las miradas inocentes. Me confieso por callar, por los libros mal impresos. Me culpo por la mueca satisfecha que me enmascara al presentarme al nuevo amigo, pido perdón (por vez primera) por permitir la censura del pecado. Tenía por regla, como tantos, desandar jamás lo recorrido. Para qué volver ni arrepentirse. Ahora cambio. Y, lo ven, sigo vivo.

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Breviario Nada tan absurdamente admirado como desautorizar lo inalcanzable. * * * Contra 1789… ¡Busco al Hombre! Encontré personas. * * * La industria editorial, sometida a los parámetros del mercado en la era capitalista, ha reducido a los poetas malditos… en abúlicos y malditos lectores. * * * Todavía no nos han robado la muerte. Aunque faltan asesinos en serie. * * * Paz, hermano buitre. Pero el buitre no puede controlar su hambre. * * * El aburrimiento es la diversión de los necios, conjurados frente al ocio.

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XII El único misterio, mi única inquietud, es saber cómo han conseguido que sólo unos pocos hayan descubierto la divertida prueba -reto y arte- de poner fin al resto de las vidas. El último placer reside en jugar a ser Dios.

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XIII Ayer te vi. Paseabas por Gran Vía y mirabas a las tiendas. No entrabas porque te parece poco chic. Dices que sólo a un pobre se le ve comprando. Después viste una cafetería, pero las señoritas no comen en público. Y mientras gozabas de la práctica contemplativa del consumo, yo iba recitando qué decirte si me hablabas. Una disculpa creíble por todos los tropiezos. Algo estudiado, que lo notes: sólo los necios improvisan.

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XIV

Contra la señorita (es un decir) de las manzanas, florero e inmadura.

Pobre bella ciega. ¡Te ha salido un grano! El sol no alegra tu mirada, que queda opaca y seca. ¡Te ha salido un grano! Tu pelo ya no luce los destellos de la gracia. ¡Te ha salido un grano! No arrugues tu piel con los suspiros incapaces. ¡Te ha salido un grano! Ese nervioso balanceo no florece tu sonrisa. Pobre bella ciega. ¡Te ha salido un grano!

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XV – Curso para malditos

Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendida del vulgo.

Tristán Tzara Para hacer un poema dadaísta

Busca una impresora cualquiera, mejor que sea ajena. Ve con un lápiz de memoria en el que tengas la poesía completa de Rimbaud. Carga la impresora de papel. Imprime la poesía completa de Rimbaud. Presume de tener que imprimir la poesía completa de Rimbaud, porque los libros son incosteables. Serás un perfecto y muy culto maldito, y las dulas te admirarán con inconsciencia.

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XVI

A la chica de los martes.

Porque la última palabra nunca fue un adiós ni tengo agallas para sufrir nuevos dolores, que nuestros sueños fueron demasiado grandes y tus caricias aún retumban en mis manos. Porque mis ojos desesperan si te pierden cuando entre rosas descubres mis palabras, porque mi alma queda muda si te ofende al rasgar con insolencia tus miradas. Porque habitar estos versos vagabundos puede ser mi última esperanza. Porque mis demonios rondan intranquilos y conocen el poder de tu presencia. Porque ya no quedan infinitos donde podamos refugiar nuestros lamentos ni en la azul mitología que construimos quedaríamos a salvo del naufragio. Porque yo no quiero hacerte daño y porque son mis sombras las que gritan; yo desfaré con franqueza los recuerdos, si hace falta, y olvidaré cada segundo de tu cuerpo.

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XVII – Ciudad lorquiana, barroca y obtusa. No queda nadie a quien hablar. Nadie. No queda nadie. Vuela el alondra satisfecho ronda arriba, vuela arriba, sigue arriba. Vuela galano, concino y arrecho. Alondra firme al cielo, cantando fino e hilando en verso. Salió de la orilla del bosque, de entre sombras y derecho y subió silente y amargo, subió, dejó el majuelo. Por eso no hay nadie a quien hablar. Nadie. No queda nadie.

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XVIII Pero ¡ah!, la teoría acaba (ella, que convencía) allí donde empieza el arriate. Las graves construcciones teleológicas son sólo la cara amable del discurso. Después llega el trabajo, el andar por los senderos. Después llegan las complicadas adaptaciones de piruetas invisibles al arenoso derrotero de la hazaña. El mapa no sustituye a los caminos. Andar no se aprisiona en tinta negra.

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XIX Están restaurando la vieja iglesia donde se adora un cuadro del Perpetuo Socorro, a cuyos pies un viejo artista ofrece al pueblo sus cuadros, imitación de Saint-Exupéry. El Príncipe Idiota está en venta. El olor a incienso damasceno sugestiona al pobre incauto, que se rinde a la evidencia. Están reivindicando a los artistas que moralizan a lo Saint-Exupéry, a cuyos pies las viejas iglesias ofrecen al pueblo imitaciones de su Perpetuo Socorro y del fin.

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XX – Hermanamiento con un mozárabe que en España se llama David

Por/con el hermano Cavafis. Dos jóvenes borrachos en un antro, regateando con su sed por las pocas monedas que les quedan. A su alrededor todos son ajenos, lo habitual en la parda anonimia de los bares. Entre la bruma, un mozárabe perdido se acerca para implorar sus propios sueños. Se llama David, les explica, mientras empiedran su camino del olvido. Embajador de todos los proscritos, tiene el rostro un poco pálido. Veinte años, aunque aparenta más bien quince. La imaginación se está acabando, ¿habrá suficiente para tres? Lentamente absorben las delicias de la amnesia, se instalan en el olvido de las jaimas. Han pasado horas en la niebla y… David se aleja. El desierto ha vuelto a él.

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Postrimerías Sea el desierto travesía y sean los mares el descanso. Sean los cuerpos arenales y sean espíritu los océanos. El problema. Sea mi alma una errabunda, anhele el resto la quietud.

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