Balbi, Cecilia & Velizan Ivana - La Clínica, Un Desafío Ideológico Contemporáneo. Saúl Karsz

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La clnica, un desafo ideolgico contemporneo

La clnica, un desafo ideolgico contemporneo. Autor: Sal Karsz.

Cecilia Balbi e Ivana Velizan.

IntroduccinLa clase que hoy presentamos busca poner en dilogo clnica e ideologa. Se trata de una clase que nos introduce en un debate tico y poltico vinculado a la posicin que asumimos en cada intervencin profesional.

Se pueden pensar ideologa y clnica juntas? Sal Karsz, pone en cuestin un consenso que prima en torno a ambas categoras y al contrapunto construido entre las mismas.

Nos introduce a pensar sobre nuestras prcticas desde nuestros lugares profesionales para indagar sobre nuestros posicionamientos y arriesga que tomar una posicin (implcita) como no tomar posicin (explcita..) es ya una toma de posicin y como tal tiene sus efectos.

Agrega: Oponerse a la ideologa en general es no soportar saber, o no querer confesar(se) qu ideologas particulares se rechazan y, sobre todo, cules se estn apoyando

El texto nos acerca una modalidad de intervencin social que deviene entonces de la deconstruccin de algunos consensos acerca de clnica e ideologa, una clnica

transdisciplinaria cuyas fuentes principales provienen de un trabajo a partir de la teora esbozada en los trabajos de Louis Althusser y del psicoanlisis segn Jacques Lacan.

En esta oportunidad las imgenes que acompaan la clase buscan visibilizar aquellas primeras marcas que fueron plasmadas en la piedra, marcas previas a la escritura. Dir Lacan en la clase VII del Seminario La identificacin1 : Es una de las huellas por donde podemos ver que eso de lo que se trata en lo que concierne a una de las races de la estructura donde se constituye el lenguaje, es ese algo que se denomina en primer lugar, lectura de signos, en tanto ya aparecen antes de todo uso de la escritura...

Podemos decir entonces, que la lectura es previa a la escritura. Tomamos al signo, la marca, la huella en lo real anterior a cualquier escritura. El mismo Lacan lo expresa en el prrafo siguiente: Esta indicacin de que hay, digamos, en un tiempo, tiempo situable, histricamente definido, un momento donde algo est all para ser ledo,

ledo con el lenguaje an cuando no hay escritura, es por la inversin de esa relacin, y de esta relacin de lectura del signo, que puede nacer a continuacin la escritura en la medida en que ella puede servir para connotar la fonetizacin... Hay un pasaje necesario de aprehender el signo en lo real antes de la escritura, all la marca pasar a constituirse en un objeto que se lee, en un significante. Estas marcas nos llevan a leer aquellos indicios que dejan traslucir las prcticas de aquellos hombres.

La psicoanalista rosarina Pura H. Cancina en su libro La investigacin en psicoanlisis 2 retoma la metodologa que proponen los historiadores de la corriente italiana de la microhistoria, cuyo paradigma indiciario se remonta hasta los primitivos cazadores en la prehistoria y nos brinda una lectura sobre la transmisin del arte de cazar de generacin en generacin, de aqul ..saber leer..: "() la raz de este paradigma se encuentra en aquella poca en que la humanidad vivi de la caza y los cazadores aprendieron a reconstruir el aspecto, los movimientos de la presa, y su peligrosidad a travs de rastros, huellas en terreno blando, excrementos, pelos, plumas arrancadas, colores, etc. aprendieron a observar y a leer, a dar significado a la ms mnima huella. Por sucesivas generaciones de cazadores se fue enriqueciendo y transmitiendo este patrimonio de saber que podramos caracterizar como un saber leer.

Ginzburg le llam "saber venatorio" en tanto saber ligado al arte de la caza (...)"

Referencias:

1- LACAN, J. (1962) Seminario La Identificacin; Clase del 10 de enero de 1962. Indito.

2- CANCINA, Pura H. (2008) La investigacin en psicoanlisis pg. 93, 1. Ed. Rosario. Homo Sapiens Ediciones.

1. La clnica, un desafo ideolgico contemporneo

Abordar el tema de la clnica cruzndola con el tema de la ideologa puede parecer

curioso, contradictorio, contra natura. Esto resulta de un consenso, difundido hoy da en campos tan heterogneos como el psicoanlisis y las ciencias sociales, el trabajo social y la psicologa, el sentido comn y prcticamente todas las posiciones polticas, las entidades e instituciones en general.

Segn este consenso, dichas figuras no pueden ni deben marchar al unsono: es

imperioso elegir una u otra. Por un lado, la clnica, preocupada por las situaciones singulares, sean individuales o grupales, relativa o completamente inditas, poco o nada conformes a las series estadsticas y a los protocolos de evaluacin. Por otro lado, y tan lejos cuanto sea posible, la ideologa, conjunto de discursos y de prcticas que apuntan a lo genrico, lo usual, lo colectivo, entendidos stos como absorcin-dilucin de toda diferencia. La singularidad se extrava en el seno de ideologas que, jams neutras, afirman determinadas orientaciones contra otras orientaciones, ciertos intereses contra otros intereses. La ideologa es partidaria, incluso cuando parece no rpresentar ninguna opcin poltica. La clnica se deja ensear por lo real; la ideologa insiste en reducir la realidad a

esquemas preestablecidos... En un caso est en juego el quehacer del mdico, del

psiclogo, del psicoanalista, del trabajador social; en el otro, la faena de los polticos, los militantes, los mandatarios institucionales y administrativos. Los lazos que se pueden tejer entre ellos no deben mellar sus idiosincrasias respectivas, menos an transgredir sus inalienables fronteras.

Oposicin tajante, como cabe constatar. Oposicin a la vez terica, cada figura conlleva sus propias tradiciones conceptuales y argumentales, e institucional, cada figura acarrea dispositivos distintivos, formaciones profesionales peculiares,

modalidades de intervencin y organizaciones ad hoc Elemento determinante a subrayar: dicha oposicin induce un indudable matiz moral, si no moralista, la nobleza de la clnica versus las maniobras de la ideologa, lo claro frente a lo oscuro. El sujeto contra el catlogo, la libertad contra lo instituido.

En estas condiciones, qu persona sensata elegira hoy da la ideologa en detrimento de la clnica? Decidir por una u otra de estas dos figuras constituye un asunto a primera vista sencillo, s imple, evidente. Razn por la cual, si el consenso citado enuncia un dilema, en realidad sostiene una asercin irrecusable, rotunda, definitiva. Al punto que pretender discutirla despierta automticamente la aversin debida a toda manipulacin ideolgica.

Asunto sencillo, pues. Demasiado sencillo, sospechosamente sencillo. Su generalidad misma lo vuelve equvoco. Plagado de implcitos, malos entendidos y otros abusos.

Como es habitual en materia de consenso, ste funciona a condicin de no interrogarlo, de suponerle evidente. A condicin de quedarse en el crculo imantado de tal o cual corporacin. Ahora bien, es justamente su supuesta evidencia lo que me propongo cuestionar en el presente trabajo.

En el marco del consenso, los significantes clnica e ideologa revisten ciertas caractersticas, vehiculan contenidos determinados, obedecen a postulados y apuntan a objetivos precisos. Ni unos ni otros son gratuitos. Tampoco son los nicos posibles.

Interrogarlos permitir subrayar que hay otra manera de tratar de clnica y de ideologa, a la vez ms operacional y ms rigurosa. Menos simplista. Nuestra apuesta es que semejante confrontacin contribuir a abrir perspectivas, pistas fructuosas, vas alternativas. Condicin sine qua non para abordar, tericamente, y tambin desde el punto de vista de la experiencia, las cuestiones clnicas hoy da.

2. Una oposicin especular

Situar clnica e ideologa en una oposicin frontal, trmino a trmino, nos encierra en un juego de espejos. Releamos, en efecto, la descripcin evocada ms arriba. Las dos figuras presentan exactamente las mismas propiedades, pero invertidas; funcionan como verso y reverso de la misma moneda: las propiedades interesantes se acumulan del lado de la clnica (apertura, respeto de lo real, toma en cuenta del sujeto), mientras que las propiedades inquietantes quedan exclusivamente reservadas a la ideologa (rigidez, subestimacin de lo real, privilegio del catlogo y del pre-juicio). Todo lo que aparece en una de las figuras aparece simultneamente en la otra, en sentido inverso.

Esta estructura especular oficia de justificacin, mejor dicho de pseudo-justificacin: porque cada figura representa el comodn positivo o negativo de la figura opuesta, de ninguna se sabe cules son sus caractersticas propias, su lgica interna, y por ende las relaciones necesariamente complejas que pueden tejerse entre dichas figuras. El juego consiste en pasar sin desmayo de una a otra, imitando el movimiento de una noria. Sin embargo, a fuerza de repetir que la clnica no puede ser ideolgica y que la ideologa no puede dar lugar a una clnica, se logra instalar una tautologa, pero en absoluto una explicacin...

Es un inconveniente? Sin duda, si nuestra ambicin es demostrativa, argumentativa, si intentamos definir de qu hablamos precisamente y si buscamos fundamentar la pertinencia de las prcticas concretas. Pero no es un inconveniente para quienes cultivan el consenso citado. Porque en este caso basta con la creencia segn la cual las dos figuras son obligatoriamente opuestas y no pueden ni deben marchar juntas. La creencia sirve aqu de explicacin, si no de prueba. El razonamiento puede limitarse a una pura tautologa. No hay nada que demostrar puesto que toda suerte de autores que intervienen en toda suerte de temas lo afirman desde hace lustros. O ni siquiera lo afirman ya, como corresponde cuando se trata de verdades intangibles y definitivas. Filosficamente, esta estructura especular y por tanto tautolgica, es una construccin teleolgica: el resultado despliega lo que est ya contenido en el punto de partida, el cual anuncia lo que debe necesariamente acontecer en el resultado. De qu se trata, precisamente? En otros trminos, qu sucede en el camino que va del punto de partida al punto de llegada, y vice-versa?

Primer acontecimiento: las entelequias.

Cuando clnica e ideologa estn integradas en una oposicin excluyente, ambas figuras acusan un status puramente ficcional. Se las nombra en general, sin ningn detalle socio-histrico: la clnica, la ideologa. Una y otra fuera de todo contexto, de toda existencia terica, institucional, histrica. Semejante ficcin es completamente ajena a la realidad clnica y a la realidad ideolgica. Jams se encontrar la clnica, la clnica en general! Pero s modalidades clnicas diferentes, a menudo opuestas, en funcin de sus presupuestos y de sus metas, de sus categoras, desarrollos y lmites respectivos. La clnica psicoanaltica no es la clnica sistmica, ni la sociologa clnica, sin olvidar que cada una comprende diversas versiones, no siempre concordantes. Lo mismo vale para la ideologa: no hay una sola, sino mltiples, convergentes o divergentes. Adems, y el dato es fundamental, ciertas ideologas facilitan la produccin de conocimientos, mientras que otras lo imposibilitan. Nadie se bate contra la ideologa pero numerosos grupos y personas rechazan ciertas ideologas en la medida misma en que defienden otras ideologas. Oponerse a la ideologa en general es no soportar saber, o no querer confesar (se) qu ideologas particulares se rechazan y, sobre todo, cules se estn apoyando

Cabe, no obstante, referirse a la clnica y a la ideologa en singular: son dos registros particulares, dos conceptos fundadores, como lo son el inconsciente o la

economa. Estos conceptos fundadores tienen una existencia exclusivamente lgica: describen los elementos, lazos, mecanismos y arquitecturas que operan en las clnicas concretas, en las ideologas histricas, en las economas y los inconscientes efectivos. Son sus definiciones razonadas, necesariamente abstractas, puesto que se trata de conceptos. Abstractas, pero indispensables para comprender cmo y por qu tal clnica particular es una modalidad clnica y no un banal comentario, cmo y por qu tal debate en un servicio social concierne el anlisis de la prctica y no una charla psicologista a propsito de la personalidad profunda del usuario y del trabajador social, cmo y por qu tal opinin personal, efectivamente sostenida o criticada por un sujeto en carne y hueso en relacin con su historia subjetiva y familiar, se halla orgnicamente ligada a una ideologa colectiva, ramificada, trans-individual

Conclusin: no confundir la instancia ideolgica, siempre singular, y las configuraciones ideolgicas, siempre plurales, la clnica como estructura y las configuraciones clnicas. El singular designa estructuras lgicas, los plurales apuntan a realidades socio-histricas.

La clnica en singular no se opone ni tampoco concuerda con la ideologa en singular.

A ese nivel de generalidad no tienen nada que ver entre s. Insistir en oponerlas termina erigiendo dos entelequias que libran un combate ciclpeo, perfectamente irreal y desencarnado, fuera del tiempo.

La comparacin con la economa es instructiva para puntuar el alcance ideolgico de este tipo de confusin. Sabemos que en las sociedades reales no existe la economa en s, sino configuraciones econmicas siempre particulares: capitalista, socialista, etc.

Referirse a la economa sin ms, sin calificacin, hace pasar una economa particular por el prototipo de toda economa posible. Pero acaso una crisis econmica supone el mismo diagnstico y las mismas soluciones que una crisis de la economa capitalista? Pasa lo mismo al no especificar la clnica particular con la que se trabaja: se la podra confundir con el nec plus ultra de la clnica universal! A menos que tal sea el proyecto, justamente Moraleja: ms hay sobrentendidos, ms profundos son los malentendidos.

Las relaciones entre clnica e ideologa adquieren un cariz bien distinto a condicin de situarlas en el espacio-tiempo de una poca. Est en juego, no ya el singular, sino el plural: hablamos de ciertas clnicas y de ciertas ideologas. Se diferencian dos figuras especficas, dotadas de contenidos y de mecanismos particulares. El trmino diferenciar es aqu preciso y precioso: diferenciar clnicas e ideologas en plural significa que en efecto dichas figuras no se confunden, no son reductibles una a la otra, pero de ninguna manera implica que entre ellas slo puede haber oposicin, exclusin, cordn sanitario. Todo depende de la coyuntura, o sea de la clnica y de la ideologa cada vez particular, histrica, efectiva, de la que se trate.

La historia concreta requiere anlisis igualmente concretos, capaces de abordar los diferentes casos segn sus rasgos distintivos. Estos anlisis deben comportarse tal como el consenso lo preconiza para la clnica y lo denigra para la ideologa: teniendo en cuenta las ocurrencias singulares y soslayando las generalizaciones apresuradas. Otra manera de decir que conviene no lanzarse en la sntesis antes de terminar el anlisis.

Segundo acontecimiento: el compromiso dogmtico.

Segn el consenso, la presencia de una ideologa, cualquiera sea, acarrea un inexorable desplome en una forma u otra de dogmatismo. Porque toda ideologa es, por definicin, por esencia, sectaria, sus adeptos terminan por calzar las anteojeras de dicha ideologa.

A mi manera de ver, estos enunciados son interesantes por lo que presuponen, secundariamente a propsito de la ideologa, y principalmente a propsito de la clnica.

A saber: si la ideologa es imaginada como el espacio por antonomasia del dogmatismo, se puede entonces imaginar que la clnica est exenta de este defecto (tara?), entera y completamente alojado enfrente. Moralidad tan positiva cuanto tranquilizadora! Aqu reside el ncleo racional de la oposicin simplista y unilateral clnica-ideologa: garantizar a la primera que no caer en las redes de la segunda y que su nico inters radica en descubrir La Verdad (del sujeto, del grupo, de la institucin). Presupuesto compartido por quienes se representan las ideologas como galaxias tan exticas cuanto lejanas.

Ahora bien, que la clnica no es ideolgica, partidaria, orientada, militante, que no debe ni pueda serlo, constituye un proyecto, sino una proyeccin, un anhelo. La realidad del trabajo clnico invalida continuamente este ideal. Su realizacin efectiva choca constantemente contra mil escollos. Atencin insuficiente prestada a ciertas situaciones, acentuacin de rasgos que aparecen ms tarde como subsidiarios, interposicin consciente e inconsciente de orientaciones morales y de compromisos polticos y sociales, formacin como toda otra, normalmente incompleta del clnico dotado de competencias significativas pero nunca ilimitadas, resistencias e incomprensiones de los sujetos con quienes trabaja, cada da, a cada instante estalla la distancia entre la clnica efectivamente realizada y la clnica que se cree o se espera realizar.

Esta distancia variable pero jams nula entre el ideal y la prctica concreta confirma la utilidad del recurso regular al control, la supervisin, el anlisis didctico y otros dispositivos de relativa puesta a distancia de la prctica clnica. Una suerte de clnica de la clnica contribuye a esa rectificacin razonada e ininterrumpida sin la cual la clnica se reduce a la aplicacin de recetas ms o menos estereotipadas, aplicacin sin riesgo para el clnico, salvo el de aburrirse con ahnco. Segn el consenso, dicha distancia representa un incidente tcnico, pasajero, y por tanto superable. Esto da lugar a esos relatos clnicos que describen situaciones curiosamente lisas y netas, aparentemente desprovistas de toda ambigedad, bajo la batuta un poco enftica de un clnico seguro de sus hiptesis pero olvidadizo de sus distracciones y errores, con un diagnstico probablemente pertinente pero del que se callan las rectificaciones incesantes. La clnica aparece, no ya como una construccin laboriosa, como un trabajo, sino como un milagro inaudito, lo que la preserva de caer en la ideologa, o en una ideologa en particular.

Esto acarrea un interrogante vertiginoso: hasta dnde ejercer una depuracin que asegure una clnica pura de toda contaminacin ideolgica? Cmo garantizar que semejante cada no tendr lugar? Por lo dems, se trata de una cada, tipo falta o pecado, o ms bien de una articulaci..n imposible de evitar?

Tales son las aporas del consenso. O sea la cuestin del compromiso, la toma de posicin, la neutralidad. Todos estos elementos constituyen, a la vez, la materia prima de la que se nutren las ideologas, y el producto que cada una pone en obra, con contenidos y finalidades por supuesto particulares. Referirse a una ideologa es referirse a una modalidad peculiar de compromiso y de toma de partido.

Es tambin referirse a la neutralidad en tanto que realidad nicamente fantasmagrica.

En efecto, la reivindicacin de neutralidad es un posicionamiento que prefiere ignorar cmo y por qu no tomar posicin (explcita) es ya una toma de posicin (implcita), fructuosa o desastrosa segn los casos y los puntos de vista, pero jams sin efectos.

Dicha reivindicacin resulta del desconocimiento ms o menos deliberado de los anclajes socio-histricos de los discursos y de los actos. Un buen ejemplo es la escucha abierta, dispositivo corriente en trabajo social y en diferentes dispositivos teraputicos. Escucha disponible, que evita los a priori, que no juzga o al menos trata de no juzgar, pero que, no siendo un procedimiento solamente tcnico, despierta toda clase de alianzas y de convergencias, de resistencias y de censuras, a la vez personales, colectivas, institucionales, polticas.

El trabajo clnico no puede ser neutral, imparcial, falto de compromiso, no puede

situarse por encima de los conflictos. No se trata de una posicin tica, ni de una cuestin de derecho, sino de un dato de hecho: imposible sustraerse de l. Estamos en presencia de un rasgo estructural () Sea por ejemplo el anlisis clnico de una situacin de violencia escolar. Si slo vemos la violencia provocada por uno o varios alumnos, confirmaremos que la violencia cae, inopinada y brutalmente, sobre el establecimiento escolar. Estaremos entonces tentadsimos de expulsar a los alumnos turbulentos para restablecer la paz escolar Pero debemos tambin detectar las violencias ejercidas sobre los alumnos por los docentes, por los empleados administrativos y de servicios, por la direccin del establecimiento, por las formas pedaggicas y los contenidos curriculares: la violencia en la escuela est ligada a la violencia de la escuela. Debemos sobre todo interrogar la categora de violencia, lugar comn demasiado a menudo utilizada como una evidencia. Por supuesto, no pretendo en absoluto que una modalidad de violencia justifique la otra. Evitemos sin embargo cargar unilateralmente contra el eslabn dbil del sistema escolar, los alumnos No son stos los nicos que debieran cambiar de comportamiento Otro ejemplo: se trata de insertar a los llamados excluidos en la sociedad existente, o de comprometerse en pos de otra sociedad para la insercin?

Si analizar prcticas pone en obra conceptualizaciones, este movimiento interroga

determinadas orientaciones ideolgicas y estimula otras. No como un inconveniente que hay que superar, sino como una exigencia capital del trabajo clnico. Acusar a ste de partidista es, finalmente, acusarlo de existir. Lo que debe cuestionarse no es en absoluto su carcter partidista, sino su tipo particular de compromiso, de orientacin, de posicionamiento

A esto se debe el que hablemos de posicin clnica ().. KARSZ, Sal (2007) ..Problematizar el trabajo social. Definicin, figuras, clnica..

Editorial Gedisa, Barcelona, p.194)

Ejemplo aun ms claro: el leitmotiv de la neutralidad clnica, que consiste en acompaar a uno o varios sujetos en sus propios senderos, empinados y complejos, incluso cuando se trata de situaciones que repugnan personalmente al profesional, que cuestionan su tica, que subvierten las consignas polticas del momento, etc. La neutralidad clnica es una toma de posicin en nombre de una cierta clnica: existe, no en tanto que abstencin, sino en tanto que compromiso. La neutralidad es todo, salvo neutral. Los censores profesionales, administrativos y polticos lo saben, cuando en la neutralidad afirmada por tal persona o grupo perciben los sntomas de un inconfesable compromiso partidario. Y tienen razn, a su manera: para ellos, la neutralidad verdadera y autntica reside en el trabajo de censura.

Comprometerse con el sujeto, considerar al nio como sujeto y no como objeto de los padres o de la administracin son ilustraciones corrientes de compromiso clnico, de tica clnica, asumidos como tales por numerosos profesionales. Pero no se trata en absoluto, afirman esos mismos profesionales, de compromisos ideolgicos, menos aun de tica ideolgica, frmula que les parece auto-contradictoria Habra pues una zona no social, maravilla nicamente posible a condicin de no definir qu quiere decir social.

Confieso mi perplejidad: qu lnea de demarcacin separa al compromiso clnico del compromiso ideolgico?, qu es lo que ste agrega o quita a aqul?

El candor, diramos La lnea de demarcacin interroga una representacin cndida, en trminos filosficos: idealista, que declinamos en dos puntos principales.

Primero: cuando se trata de ideologa, el compromiso es explcito, manifiesto, y la

neutralidad notoriamente imposible. Compromiso y toma de posicin son datos objetivos, no dependen de uno o de varios sujetos soberanos que decidiran comprometerse o no, tomar posicin o abstenerse. Cuando se trata de ideologa slo cuentan las formas y los contenidos concretos de ese estado de hecho que es el compromiso, de ese requerimiento impostergable que es la toma de posicin.

Segundo: en materia de ideologa, el compromiso y el posicionamiento estn inscriptos en proyectos de conservacin o de modificacin del mundo y de la sociedad, en concepciones del mundo, en explicaciones del mundo como va y-o como debiera ir segn tal grupo o clase social. Las ideologas despliegan representaciones tpicas a propsito de los hombres, las mujeres, los nios, los pobres y los ricos, los dominados y los dominantes, confirman o al contrario critican la situacin y los intereses de las diferentes clases sociales, inducen actos y comportamientos. Conciernen lo colectivo tanto como lo individual, se manifiestan en la plaza pblica y al mismo tiempo en la ms recndita intimidad subjetiva, en la cmara de diputados e igualmente en la cmara nupcial.

Y la clnica? Sabemos que, sobre todo en su versin psicoanaltica, sta apunta a lo singular. Semejante postura tica abre un espacio para que emerja la palabra del o de los sujetos involucrados, contribuya al esclarecimiento de las situaciones sin preocuparse de su carcter correcto o incorrecto, ni tampoco de los semblantes y las apariencias que suelen llamarse sociales cuando se confunde social y moral. Esta tica supone un compromiso con ciertas orientaciones y contra otras orientaciones, un conjunto de decisiones, elecciones y prevalencias interesadas, partidarias, no neutras.

Que la palabra del sujeto tiene siempre sentido, valor, significacin, que este sujeto vive situaciones que son sntomas a descifrar antes que anomalas a erradicar, representa una postura tica ideolgicamente sobrederminada. El clebre precepto freudiano ..Wo Es war, soll Ich werden.. (All donde ello era, yo debe/debo advenir, segn Lacan), es obviamente no neutro, tanto a escala individual como a escala colectiva. Dicho precepto prescribe (nada menos!) la orientacin general que el trabajo teraputico debe seguir, indica el inters social de la cura individual. Por esto, sin duda, Freud compara su precepto con el trabajo de civilizacin que fue, el secamiento parcial del ro holands Zuiderzee gracias a la creacin de plderes, tierras [yo] ganadas sobre el mar [ello] pero que ste amenaza constantemente1.

En resumen, la lnea de demarcacin pasa entre dimensiones ms o menos explcitas (ideologa) y dimensiones ms o menos implcitas (clnica), entre compromisos reivindicados y compromisos generalmente sobreentendidos. Se trata menos de la realidad de la clnica y de la realidad de la ideologa que de ciertas representaciones a propsito de una y otra. Se enfrentan aqu una representacin teolgica y una representacin laica de la labor clnica.

Referencias:

1- FREUD, Sigmund (1923) El Yo y el Ello, en Obras Completas, Vol. XIX, Amorrortu Editores,

Buenos aires.

3. Cambiar de problemtica

Proponemos entonces articular clnica e ideologa? No, si se trata de poner en relacin dos entidades radicalmente impermeables una a la otra, encerradas en sendas esferas independientes: la articulacin consistira en tender alguna pasarela entre ellas. Lejos de llegar a articularlas, se trata de verificar cmo y por qu la articulacin es un estado de hecho, consumado de facto: clnicas e ideologas estn siempre ya articuladas.

La tarea, hoy, consiste en comprender con el mayor rigor terico y emprico posible, cmo y por qu tal clnica est conectada con tal ideologa particular, y recprocamente, cmo y por qu tal ideologa tiene que ver, en trminos de confirmacin, alianza o de rechazo, con una modalidad clnica determinada.

Comprender significa explicitar, desarrollar, tornar manifiesto. Des-cubrir lo que existe ya. Para qu y por qu? Para afianzar y profundizar las articulaciones existentes, rectificarlas si se considera pertinente, para identificar las razones de la acogida y del rechazo de tal o cual clnica. Para identificar los aliados y los adversarios, para no equivocarse de objetivo, ni de combate. Comprender las articulaciones concretas y complejas entre las diferentes clnicas y las diferentes ideologas juega un rol estratgico en el trabajo clnico concreto y en la tica que gua este trabajo.

Por qu hoy da, precisamente? Porque, contrariamente a lo que pretende un rumor tenaz, nadie se encarniza contra la clnica, nadie preconiza su pura y llana desaparicin.

Esto vale incluso para los prelados de la evaluacin, sos que transforman este instrumento prometedor si se lo utiliza bajo ciertas condiciones en verdad revelada. Nadie pretende abolir el tratamiento de los sntomas individuales y colectivos.

Pero un proceso particularmente grave ha echado races, que no debemos minimizar porque, lo queramos o no, estamos incluidos en l. En efecto, son hoy da violentamente cuestionadas las modalidades, las formas, las categoras, las lgicas de ciertas clnicas especficas. Y son al mismo tiempo sostenidas, ensalzadas, financiadas, otras lgicas, otras categoras, otras modalidades clnicas. No es la clnica a secas la que est en tela de juicio, la clnica en general: nadie pelea contra entelequias voltiles, nadie las defiende tampoco. Porque el combate es concreto, histrico, real, su dimensin ideolgica debe ser explcitamente asumida. Al no asumirla, so pretexto de defender tal o cual clnica en realidad se estn defendiendo los intereses de una corporacin, sino de un clan.

Me parece inapropiado, sino radicalmente falso, imaginar que pensar se ha convertido en una tarea hoy da imposible, y que el pensamiento crtico yace como una reliquia de tiempos pasados. Falso, porque pensar jams fue un pasatiempo cmodo. Segn las pocas, las alianzas y las oposiciones, el pensamiento se ha ejercido bajo condiciones que siempre hubo que ganar y proteger celosamente como los plderes, justamente . Falso, porque no es el pensamiento crtico en general el que es hoy da obstruido, sino ciertas formas y ciertos contenidos de ciertos pensamientos crticos. Situacin difcil que afortunadamente no impide que existan estos ltimos: todos los participantes son activos y emprendedores. En esta lucha necesariamente desigual, las iniciativas, las fuerzas y los recursos, las estrategias, no estn acumuladas de un slo lado.

Cmo explicar esta situacin puntuada por ataques y defensas especficos? Si desechamos las hiptesis triviales que invocan efectos de moda, caprichos personales o movimientos aleatorios, aparece un dato insoslayable: la dinmica interna de las diferentes modalidades clnicas. stas son desacreditadas sino expulsadas de las instituciones sociales y mdico-sociales o, al contrario, protegidas por toda suerte de facilidades legales y simblicas, en funcin de lo que cada una permite descubrir o al contrario deja de lado respecto de los sujetos humanos, de las caractersticas que stos presentan, de las situaciones en las que viven. En funcin de su inters o de su desinters hacia la otra escena, en funcin de lo que dicen o evitan decir sobre el mundo y la sociedad. En una palabra, segn el carcter tendencialmente conformista o tendencialmente subversivo que se dirime cada vez. Caso paradigmtico: la oposicin terica, institucional, poltica, y obligatoriamente ideolgica, entre las curas de orientacin psicoanaltica y las terapias comportamentalistas.

Explicacin plausible, sin duda. Explicacin ambigua, igualmente. Ninguna modalidad clnica goza de una fuerza tal que su solo dispositivo tcnico constituye la explicacin necesaria y suficiente de los rechazos y los acuerdos que la acogen. Dos ejemplos invalidan esta postura teoricista. Los logros y los errores producidos en el curso del trabajo clnico se explican nica y exclusivamente por razones internas a la lgica clnica (categoras tericas y metodologas de intervencin, capacidades profesionales y configuraciones subjetivas de los operadores, caractersticas de las situaciones, resistencias e incomprensiones de los sujetos involucrados), o tambin y al mismo tiempo por los valores, ideales, concepciones del mundo y de la vida asumidos o al contrario esquivados en el seno mismo de la lgica clnica?

Otro ejemplo: modalidades clnicas ms bien banales e inconsistentes que se limitan a racionalizar el sentido comn, conocen sin embargo un auge indudable. Su lgica interna no alcanza para dar cuenta de su (inmerecido) xito pblico.

Debemos entonces nombrar un registro esencial y determinante, que no contradice sino antes bien completa la explicacin precedente. La completa y, podemos enfatizar, la toma en serio. Se trata de las configuraciones ideolgicas actualizadas por las diferentes modalidades clnicas. Estas actualizaciones implican procesos complejos de correlaciones, afinidades y correspondencias que amarran ciertas ideologas sociopolticamente situadas (concepciones del mundo y de la sociedad, valores y referencias particulares) y ciertas modalidades clnicas (dispositivos de intervencin sobre situaciones singulares).

No slo importa la ideologa a la que el clnico dice sincera y subjetivamente adherir: importa sobremanera la ideologa objetivamente realizada en la modalidad clnica puesta en obra. Cada modalidad clnica contribuye a conservar o a cuestionar el mundo a partir de sus caractersticas, de sus lmites y desde luego en su campo de intervencin propio. No se trata de una plataforma poltica o sindical, ni del comentario de un evento de actualidad. En estas materias, el clnico emite puntos de vista tan instructivos o tan ridculos como cualquier no experto Los posicionamientos clnicos slo pueden y deben ser clnicos. Nada justifica que un inverosmil tribunal garantice los funcionamientos y las lgicas clnicas, ni que les dicte la direccin a adoptar.

Por eso no buscamos agregar este registro ideolgico a los arsenales tericos, ni a las experiencias clnicas. Semejante tutorado revela una intromisin indebida y pretenciosa. No buscamos agregar porque dicho registro de ninguna manera y a ningn ttulo falta en una u otra modalidad clnica. Ni escondido ni ocultado, sino ms bien innombrado. En vez de agregar o de aadir, tratamos de incrementar y de ampliar.

La tarea que llamo transdisciplinaria consiste en poner de manifiesto el registro ideolgico siempre ya presente de hecho, de dos maneras al menos.

Por una parte, ese registro obra en las condiciones sociales, profesionales e institucionales que se prestan al ejercicio de ciertas clnicas en detrimento parcial o completo de otras, que incluyen o excluyen ciertas referencias clnicas en los currcula de formacin de psiclogos, psicoanalistas, trabajadores sociales, mdicos, docentes, etc., y por supuesto en los criterios de contratacin y de despido de profesionales.

Forman parte de esta rbrica las publicaciones cientficas, las revistas de divulgacin, el sentido comn.

Por otra parte, dicho registro obra en las categoras, los razonamientos, las lgicas, los presupuestos y los objetivos de las diferentes modalidades clnicas. Por esto acotamos que la oposicin entre clnicas psicoanalticas y clnicas comportamentalistas pone en juego posicionamientos ideolgicos, y no slo tericos o tcnicos. Razn por la cual no estamos en presencia de una simple querella corporativista. Categoras y lgicas clnicas, precisamente porque revisten un carcter clnico, se hallan ideolgicamente ..ob..ede..e..minada... Contextuales, exteriores, las ideologas son tambin intrnsecas, interiores. El concepto de sujeto representa un caso paradigmtico, ilustrado por sus usos divergentes en las diferentes modalidades clnicas.

Esta presencia de las ideologas en el entorno tanto como en el seno de las clnicas, constituye un fenmeno fundamentalmente moderno, agudizado por el neoliberalismo y sus crisis, consolidado por la corta historia de las llamadas ciencias sociales y humanas que encuadran las diferentes modalidades clnicas?

Una vasta literatura, a partir de los trabajos ya clsicos de Michel Foucault sobre el nacimiento de la clnica y de Georges Canguilhem sobre lo normal y lo patolgico, muestra la imbricacin de la mirada mdica y las condiciones socio-histricas, de la clnica psicolgica y las evoluciones y los compromisos polticos y sociales. Las polmicas en torno a la categora de salud mental, la redefinicin de las fronteras entre sano e insano, movilizan constantemente valores, referencias, criterios culturales, concepciones del mundo, posicionamientos respecto de los dogmas religiosos y las pautas morales. El registro que llamamos ideolgico acompaa desde siempre esta prctica social que es la prctica clnica, como una de sus condiciones externa e interna de ejercicio concreto.

La realidad de este fenmeno no data pues de la poca actual. Pero adquiere hoy da un carcter patente, manifiesto, de ms en ms difcil de esquivar. Tal es la novedad contempornea. Respecto de otras pocas, la nuestra se caracteriza por la experiencia segn la cual en todos los dominios de la actividad humana se juegan apuestas y desafos que lejos de ser exclusivamente tcnicos, son al mismo tiempo indisolublemente ideolgicos y polticos. Considerar estos datos nos arma para comprender qu pasa, qu nos pasa, hoy da.

Mltiples razones contribuyen a este estado de cosas. La revolucin neoliberal que vivimos desde hace ya varios decenios no deja ningn sector, pblico o privado, impermeable a su accin, ni al abrigo de transformaciones de forma y de fondo. Se despliega una reestructuracin en profundidad de los dispositivos de intervencin mdica, psicolgica y educativa: finalidades y lgicas, actores y destinatarios han dejado de ser evidentes, suponiendo que alguna vez lo fueran. Lo que hoy da se ha vuelto manifiesto, masivamente manifiesto, es la imposible neutralidad de los dispositivos y de los proyectos. A la vez en sus condiciones de ejercicio, en sus aplicaciones, en su lgica interna. He aqu una verdad que calificara de Perogrullo si no fuera tan delicado transmitirla, entenderla, y finalmente integrarla en las prcticas cotidianas.

La clnica, las clnicas no escapan a este movimiento general. ste puede engendrar una dinmica de refundacin en la cual el registro ideolgico ocupa un lugar de ningn modo exclusivo, pero s estratgico. Aparece entonces una exigencia de reconciliacin con el concepto de ideologa, esto es, con las lgicas trans-subjetivas por las que cada sujeto individual se haya ntimamente animado y cada prctica singular

estructuralmente modelizada. Por el contrario, ese mismo movimiento suele inspirar

actitud desgraciadamente corriente hoy da la resignacin nostlgica de un paraso

que se llama perdido porque, de hecho, nunca nadie vivi all. poca extraordinaria

durante la cual las ideologas estaban encerradas en jaulas ad hoc. Semejante

fantasma forma parte del consenso, aqul que da a la ideologa y a las ideologas

caractersticas nicamente negativas e imagina que basta con cerrar las puertas (del

consultorio, de la corporacin, de los coloquios y las publicaciones) para que las

ideologas se queden en el exterior, en el mundanal ruido de las pasiones y los intereses.

La articulacin clnica-ideologa acenta la ayuda preciosa que la labor clnica, ciertas

labores clnicas, pueden aportar a los sujetos, a los equipos, a los funcionamientos

institucionales. Pero no desconoce los desmanes e infortunios que esta labor puede

igualmente producir, por razones que no son imputables a las solas tcnicas clnicas.

Problema efectivamente complejo, porque diferentes espacios se encuentran

simultneamente convocados, porque no hay una causa omni-explicativa sino varias

causalidades entrelazadas, porque, en fin, para avanzar no alcanza con esconderse

detrs de citas rituales o con hacer un uso ritual de citas importantes.

4. Una clnica transdisciplinaria de la intervencin social

Esta modalidad clnica particular resulta de un largo trayecto de intervenciones tericas

y de experiencias, principalmente en el campo del trabajo social (situacin de usuarios,

de equipos, de servicios e instituciones). Suelo tambin utilizarla con docentes, juristas,

personal de servicios sanitarios. Sus fuentes principales provienen de la teora de la

ideologa esbozada por los trabajos de Louis Althusser y del psicoanlisis segn

Jacques Lacan. Los entrelazamientos operados a partir de estas dos fuentes

particularizan la clnica transdisciplinaria de la intervencin social.

De entrada, esta denominacin marca un posicionamiento preciso a propsito de la

subjetividad y de las disciplinas psicolgicas. Sea el objeto la intervencin social,

educativa, mdica, docente, etc., en todos los casos el punto de mira central son las

prcticas y no los prcticos. Las relaciones intersubjetivas entre profesional y usuarios,

colegas, cuadros dirigentes, etc. son importantes, significativas, pero no determinantes.

Sera por supuesto absurdo, y seguramente inquietante, prescindir de estas

dimensiones esenciales que son la subjetividad y la intersubjetividad, las producciones

imaginarias y simblicas bajo las cuales los sujetos encaran, gozan y/o padecen las

situaciones en las que viven.

Sin embargo el anlisis de las prcticas no es en absoluto el anlisis de los prcticos!

La clnica transdisciplinaria reivindica la materialidad de las prcticas: stas comportan

mecanismos y lgicas, logros e impasses irreductibles a las motivaciones de los

profesionales que intervienen en ellas, a sus representaciones, a sus configuraciones

psquicas conscientes e inconscientes. En cuanto a los usuarios, tomados en

situaciones que comprenden parmetros psquicos conscientes e inconscientes, y

tambin legales, institucionales, polticos, econmicos, escolares, laborales, sus

representaciones, vivencias y explicaciones constituyen elementos preciosos,

ineludibles, insuficientes sin embargo para descifrar la lgica objetiva de dichas

situaciones. Sin acordar un rol determinante a los dispositivos de poltica social, la

situacin de los usuarios y las intervenciones de los profesionales parecen depender de

sus solas subjetividades: explicacin inverosmil!

Es cierto que exponer objetivamente una situacin es tambin exponerse subjetivamente

con y en ella. El anlisis de las situaciones y de las intervenciones produce siempre

efectos subjetivos. La subjetividad est siempre en obra, pero una precaucin debe

prevalecer: la clnica de un objeto la intervencin social no es en absoluto una

empresa teraputica, aunque pueda producir algn efecto subjetivo. La tarea

propiamente teraputica cada sujeto la acomete en otros espacios, si lo considera

fructuoso.

Esta insistencia sobre la irreductibilidad de las prcticas a los sujetos que las

protagonizan, define la postura clnica transdisciplinaria y, por ende, su

posicionamiento ideolgico y filosfico especfico: materialista. Oposicin al idealismo,

adversario principal en materia de anlisis de las prcticas. Idealismo visible en el desliz

psicologista que suele acompaar la supervisin. Cuando sta no logra reconocer la

consistencia de las prcticas, o sea la irreductibilidad del acto a las intenciones

conscientes e inconscientes del actor, dichas prcticas aparecen como una especie de

solidificacin o de excrec encia de la subjetividad y de la intersubjetividad, los usuarios

son reducidos a su sola dimensin psquica y los profesionales a un rol de terapeutas

incompetentes para curar. Este embrollo entre disciplinas psicolgicas, especializadas y

parciales como cualquiera otra, y psicologismo, concepcin del mundo general,

generalista, omni-explicativa, mina constantemente todo esfuerzo de comprensin

objetiva.

Comprensin objetiva: tal es la razn final de los acuerdos y de los desacuerdos en

materia de clnica. Semejante comprensin es posible, sobre todo cuando sabemos

que toda modalidad clnica se articula necesariamente a una ideologa y que por tanto la

neutralidad es imaginaria? En el cuadro de la clnica transdisciplinaria, la respuesta es

afirmativa. En efecto, la imposibilidad de la neutralidad no implica la imposibilidad de la

objetividad o al menos de la objetivacin. Situacin perfectamente ilustrada por la

historia de las ciencias: la produccin de conocimientos se ha desarrollado a veces

pese, otras veces gracias a tal o cual ideologa. El problema no es la presencia de

ideologas, sino qu ideologas, cmo operan, qu uso se puede o no hacer de ellas,

con ellas y pese a ellas.

La historia de las ciencias nos ensea otra cosa, importante. A saber: el conocimiento

es una construccin en rectificacin ininterrumpida, puede y debe ser criticado gracias

a la experiencia emprica y al debate razonado. El conocimiento se funda y refunda a lo

largo de un proceso, lo que lo pone a distancia de la Revelacin.

Si se postula que la objetividad es imposible, el trabajo clnico queda invalido de

antemano. Se lo supone incapaz de producir conocimientos justificados y por ende

perfectibles de las situaciones de los usuarios y de las prcticas de los profesionales. La

clnica se detiene en la etapa del comentario. Por el contrario, si apostamos a la

objetividad, entonces se puede llegar a conocer qu parmetros los protagonistas han

tomado en cuenta, privilegiado o al contrario dejado de lado, cmo juegan las

prescripciones de la poltica social, qu representaciones, modelos y referenciales

implcitos y explcitos orientan la situacin. Objetivo: proponer elementos de

rectificacin parcial o total de la percepcin de la situacin, introducir modificaciones

de detalle o de fondo en su tratamiento. Evitar a todo precio que la autoridad del

argumento se transforme en argumento de autoridad.

Clnica transdisciplinaria, y no ya pluri- o interdisciplinaria. Estas diferentes apelaciones

suponen sendas teoras del trabajo social y mdico-social, ciertas conceptualizaciones

de lo que es una intervencin social. O sea que la clnica no funciona sin teora, al

menos sin presupuestos tericos a propsito de su objeto, sin conceptualizacin de su

campo de intervencin. No se trata de un ejercicio de observacin carente de todo

referencial. La clnica es incapaz de tomar la realidad como viene: para que algo

venga, se lo debe hacer venir; para observar, es menester saber (al menos

inconscientemente) qu, cmo, por qu Ignorar qu significa inconsciente obliga a

escuchar, no lapsus, sino traspis, errores, horrores.

Lo cual no va de suyo en el caso de la intervencin social. Es habitual que el objeto de

esta intervencin, la fuerza y los lmites del trabajo social y mdico-social queden

masivamente implcitos, no dichos, presupuestos. A la hora de definir, la enorme

literatura sobre el tema se encierra en un mutismo ensordecedor. Si muchos hablan de

social o de lo social, con comillas o sin ellas, en minscula o en mayscula, pocos

argumentan de qu hablan concretamente. Dificultad comprensible puesto que dicha

intervencin moviliza a la vez y simultneamente dimensiones econmicas,

laborales, subjetivas, sexuales, ideolgicas, polticas, pblicas, privadas Como toda

otra, la intervencin social es una intervencin especializada en muchos campos a la

vez. Y, colmo de dificultad, este conjunto de dimensiones estn ordenadas en torno al

ncleo racional de la intervencin social: las ideologas, conjunto de valores, ideales,

modelos y prcticas sociales bajo las cuales los individuos y los grupos viven su

situacin de desempleo, abuso, malos tratos, enfermedad mental, etc. Para comprender

el trabajo social, para pensar su potencia real y sus lmites efectivos, es menester

otorgar a las ideologas un rol positivo, creador, vital. Por eso un consenso como el

que estudiamos en pginas precedentes representa un obstculo mayor.

Reconocer en las ideologas una condicin positiva de existencia de los sujetos y de las

instituciones obliga a cuestionar los compartimientos disciplinarios entre las ciencias

sociales y humanas. Clnica difcil, en efecto. Comprendemos entonces que las

modalidades clnicas generalmente disponibles supervisin, sociologa clnica u otras

consideren la intervencin social como un terreno de aplicacin de la psicologa

individual o colectiva, terreno del que desconocen la especificidad.

Conclusin provisoria en vista de exploraciones futuras: la clnica es una observacin

orientada, no neutra, que, consignada en un relato, produce conocimientos objetivos,

en consecuencia rectificables en parte o en totalidad, a propsito de situaciones

singulares, individuales o colectivas. Queda por ver si esta clnica transdisciplinaria

evocada aqu en sus grandes lneas, ofrece elementos para la comprensin

transdisciplinaria de toda clnica posible.

Cierre

Vemos hasta aqu una orientacin a pensar en las configuraciones ideolgicas y en las

configuraciones clnicas como plurales ya que las mismas apuntan a realidades sociohistricas,

dichas configuraciones no se confunden, no son reductibles una a otra,

aunque tampoco estn pensadas en trminos de oposicin.

La clase nos da pie para reflexionar en el proceso de escritura a la que cada uno est

abocado. Escritura que surge de una lectura.

Podemos arriesgar que cuando algo de nuestras prcticas no llega a buen puerto, que

cuando algo de la dificultad aparece, leer la dimensin ideolgica puede contribuir a

ubicar algunas de las razones involucradas en esos impasses?

Un ejercicio para cada uno en cada contexto particular.

Hasta aqu este mdulo que busc abrir aristas diversas para pensar la posicin, a los

efectos de intervenir sobre la misma cuando lo consideremos necesario.

Bibliografa

Bibliografa citada

ALTHUSSER, Louis (2003) Ideologa y aparatos ideolgicos de estado / Freud y

Lacan (artculo), Nueva Visin, Buenos Aires.

CANGUILHEM, Georges (1986) Lo normal y lo patolgico, Siglo XXI, Buenos

Aires.

DURKHEIM, Emile (1895) El mtodo sociolgico, en Las reglas del Mtodo

sociolgico, Editorial Fondo de Cultura Econmica (reimpreso en 1997), Buenos

Aires.

FOUCAULT, Michel (1966) El nacimiento de la clnica Ttulo alternativo: Una

arqueologa de la mirada mdica, Siglo XXI, Buenos Aires.

KARSZ, Sal (2007) Problematizar el trabajo social: definicin, figuras, clnica,

Gedisa, Barcelona.

LACAN, Jacques (1978) Ouverture de la section clinique de Vincennes, en el volume

Ecrits: La direction de la cura (1958-1966).

LACAN, Jacques (1975) Seminario XXIII Le symptme .

Bibliografa bsica

En la Biblioteca pueden encontrar una carpeta denominada Clase 21, que contiene las

referencias y los links para acceder a la bibliografa bsica.

RODR..GUEZ, Mara del Pilar (2008) Crtica de las ideologas y teora de la prctica.

Ponencia

disponible en http://www.internacionaldelconocimiento.org

En este artculo Mara del Pilar Rodrguez, Licenciada en Trabajo Social (Arg.), recorre

la cuestin del profesional del trabajo social "entre la prctica y la teora". A partir de la

crtica de la ideologa propone un acercamiento a "una teora de la prctica" y no a lo

que idealmente realizan los trabajadores sociales, as como a la revisin de las

posibilidades y lmites de un profesional que "no puede dejar de moverse en los

aparatos del estado, pero que puede hacerlo de diversas maneras".

Bibliografa ampliatoria

Itinerario de lectura

Recomendamos la lectura de los siguientes autores que, en el caso de Assoun y

Cancina, desde el psicoanlisis, y de Karsz desde el trabajo social, nos ayudan a revisar

referencias conceptuales, fundamentos, principios, y orientaciones en relacin con la

propuesta de Sal Karsz de pensar una clnica transdisciplinaria, y de nuestra propia

propuesta respecto de una posible clnica socioeducativa.

ASSOUN, Paul- Laurent (2004) "Saber freudiano y pulsin transdisciplinaria", en

ASSOUN, Paul- Laurent y ZAFIROPOULOS, Markos: Lgicas del sntoma. Lgica

pluridisciplinaria; Ediciones Nueva Visin, Buenos Aires.

CANCINA, Pura H. (2008) "Prctica, clnica, teora", en La investigacin en

psicoanlisis; Homo Sapiens Ediciones, Rosario.

KARSZ, Sal (2007) "Una clnica transdisciplinaria de la intervencin Social", en

Problematizar el trabajo social. Definicin, figuras, clnica; Editorial Gedisa,

Barcelona.