Barón de Espés, si a Obarra vas...
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El Barón de Espés y El Conde Arnau y su relación con el inframundo.
Conferencia para los Amigos de La Peña. Graus. 8‐VIII‐2013.
Josefina Roma.
‐ Sinyor d’Espés, sinyor d’Espés, si vas a Obarra, a Espés no hi tornaràs més! ‐ En los
tres gossos que porto i l’espingarda? Tornar o no tornar, io a Obarra vui anar. ‐ A
Obarra si hi va anar, però no en va tornar. (Manuel Iglesias)
…On us han donat posada, Comte l’Arnau? A on us han donat posada, Valga’m Déu
val! A l’infern me l’han donada, muller lleial, a l’infern me l’han donada, viudeta igual.
Per què allí us l’han donada, Comte l’Arnau? Per què allí us l’han donada, valga’m Déu
val! Per soldades mal pagades, muller lleial, i mesures mal rasades, viudeta igual…
Estos son los dos personajes que vamos a considerar hoy, cuyas leyendas se han
conservado a lo largo de muchos siglos en la cultura oral. El Conde Arnau, del Ripollés,
fue descubierto por folkloristas y literatos a mediados del s. XIX y desde entonces su
figura no ha parado de crecer en interpretaciones literarias, musicales, incluso
operísticas, televisivas y aún, esotéricas, aunque sigue manteniéndose como mito
local. El Barón de Espés, fue citado por Durán Gudiol en sus estudios sobre Sobrarbe y
Ribagorza, en los años 60 del pasado siglo, estudiado por Manuel Iglesias, en su obra
sobre el Monasterio de Obarra, y por Artur Quintana que recogió toda la tradición oral
de su entorno ribagorzano.
Por qué he escogido estos personajes esta reflexión? De hecho podía haber incluido a
Francés de Castanesa, en el que concurren algunas características de los otros dos,
pero considerar las narraciones sobre Francés de Castanesa, nos alejaría de la
centralidad que hoy queremos dar a la leyenda del Barón de Espés. En cambio, el
Conde Arnau ha sido estudiado desde muchos puntos de vista y nos ofrece un cuadro
muy completo para la comparación, aclarando significados de las narraciones del
Barón de Espés, que por hallarse sólo parcialmente conservados, no podríamos
comprender si lo tratáramos individualmente. De hecho, desde un fondo común y un
desarrollo y entornos semejantes, se han configurado narraciones que nos recuerdan
un pasado paralelo.
Una advertencia previa, no voy a mostrar un estudio historiográfico, aunque se aluda a
algunos personajes citados en fuentes escritas, voy a tratar de leyendas y mitos,
transmitidos oralmente y no por ello menos ciertos, aunque su realidad comprende
también la interpretación y los avatares de las diferentes generaciones que los han
transmitido, así como la memoria y el olvido que les acompañan.
Aunque he investigado mucho tiempo sobre estos personajes, y antes de mí, muchos
otros, más cualificados, lo hicieron, en el campo del Mito, el ejercicio de volver
repetidamente a meditar sobre unos mitos determinados, constituye casi una
obligación, porque los mitos son esto, una invitación a reflexionar una y otra vez sobre
ellos, de manera que cuanto más los estudiamos y mayor bagaje vital adquirimos, se
nos manifiestan mejor en su complejidad, y nos aportan más soluciones para el alma,
que en definitiva, es de lo que trata el mito.
Del Barón de Espés, se conoce su castillo, su dedicación a las grandes obras del
monasterio de Obarra, los amores prohibidos con una dama y con una monja, los
tributos y treudos a sus vasallos, de los que sólo se libraba la antigua casa de La Mora,
que sólo debía darle anualmente un vaso de agua, ya que le socorrieron cuando
desfallecía de sed; y sobretodo, se conoce su muerte, atribuida unas veces, al demonio
o a las brujas del Turbón, que enloquecieron a sus perros, como narran algunas
versiones de la leyenda.
Del Conde Arnau, barón de Mataplana se conocen muchas historias, sus relaciones
sacrílegas con una monja, sus correrías libertinas por los túneles naturales que cruzan
toda la comarca, su penitencia, en la posesión del pequeño castillo de Mataplana, su
ayuda a la construcción de S. Pedro de Ripoll, de las escaleras talladas en la roca del
santuario de Montgrony, de su afición por la caza, que le hace abandonar la misa, en el
momento de la consagración, su intento de modificar el curso del rio Llobregat, los
engaños y malos usos con sus vasallos, su relación con las hadas y encantarias. Se le
atribuye un supuesto pacto con el diablo, su muerte causada por sus gatos que le
arrastran al infierno, la aparición a su viuda, y la condena a vagar con su jauría y con las
almas condenadas, por toda la eternidad.
Las características comunes a las que aludo, se refieren a una valoración negativa por
parte del poder eclesiástico y civil de ambos personajes y que pueden resumirse así:
La consideración de ambos, como depredadores sexuales, con relaciones amorosas
prohibidas, incluso sacrílegas.
Son señores feudales crueles y déspotas con sus siervos. No les pagan lo debido y les
cobran tributos abusivos.
Constituyen la encarnación del cazador, y en el caso del Conde Arnau, del Mal
Cazador, condenado a vagar eternamente tras la caza.
Ambos se relacionan con fuerzas demoníacas, que finalmente les arrastrarán al
infierno.
Y paradójicamente, favorecen la construcción y establecimiento de grandes
monasterios y edificaciones religiosas, que emprenden la roturación de las tierras, en
detrimento del antiguo orden económico y cósmico. Esta protección a la fundación de
monasterios, no sirve para mejorar su imagen dentro de la ortodoxia religiosa y
política, ya que son líneas de poder, secundarias y autóctonas, desplazadas por los
poderes dominantes.
Pero a su vez, su actividad a favor de los monasterios, tampoco les granjea las
simpatías de los pobladores autóctonos y antiguos, ya que se ven desplazados por el
nuevo sistema de propiedad, económico y de nuevos caminos y comunicaciones, que
rompen con la cosmovisión tradicional.
Actúan contra los ejércitos invasores de Al‐Andalus, iniciando la llamada reconquista.
Tampoco este hecho les vale para darles buena fama ante el poder político.
Una característica básica para entender sus historias y las narraciones que han
generado, es la existencia durante muchos siglos, de diversos estratos de población, la
más antigua, a menudo cazadora‐recolectora y con una agricultura itinerante y
ganadería incipiente, conservando creencias y religiones prerromanas, que fue
desplazada por nuevas oleadas poblacionales, portadores de culturas agrícolas y
ganaderas, que ocuparon las mejores tierras cultivables, relegando a los anteriores a
los terrenos marginales, montañosos e inhóspitos, en los que podían subsistir por su
adaptación de siglos al terreno, pero con carencias fundamentales, que les debilitarán
frente a los nuevos pobladores, que además se muestran poderosos, por manejar
nuevas técnicas más eficaces y poseer una religión más extendida y compleja. Los
nuevos pobladores, en sus narraciones, llamarán encantarias, fatas y otros nombres
despectivos a la población antigua, y cuando se presentan desgracias colectivas o
individuales, como granizo, incendios, malas cosechas, pestes, se culpa a la población
antigua, a la que temen en cierto modo, porque la consideran muy sabia en el dominio
de la magia. Así que las encantarias, pasan a ser consideradas brujas, cuando se
produce una desgracia y se requiere un culpable.
Otra característica básica es que toda producción mítica, tiende a aglutinar en sí, los
personajes, acciones y situaciones que las generaciones portadoras del mito,
consideran como compatibles. De manera que sobre un fondo antiguo se acumulan
otros personajes, hechos y características, no siempre del mismo signo, pero que a los
ojos de quien lo transmite, comparten la misma personalidad, y cada nueva época y
situación atrae nuevas interpretaciones, hasta formar una figura tupida en significados
y relaciones. Hemos visto un ejemplo de funcionamiento de este fenómeno en la
canción del Barón de Espés, al que coloca una espingarda, fusil primitivo del s. XV y
que convive con naturalidad, con la profundidad temporal de la leyenda.
En el caso de una aculturación o cambio cultural, sobretodo religioso, el mito cruza y
sobrevive a pesar de las prohibiciones y las nuevas cosmovisiones impuestas o
dominantes. Pero en este camino, ciertos significados y simbolismos se ven afectados,
y siguen como si caminaran por una cresta montañosa y unas veces caen del lado de
una sacralidad positiva en el nuevo orden, y se injertan en los nuevos dioses o santos;
y otras veces, las más, caen del lado negativo, cayendo al inframundo y de este modo,
dioses superiores pasan a ser dioses del mundo inferior, demonios o simplemente
humanos condenados al infierno.
Rossend Serra i Pagès fue el primer investigador que se cuestionó la personalidad
múltiple del Conde Arnau, y a él debemos la aportación de un estudio comparativo con
otros héroes míticos, porque los episodios de su historia, compartían rasgos presentes
en otros personajes de diversas épocas y tradiciones.
Su investigación se desarrolla en un ambiente en que los historiadores pretendían
situar el mito en un marco histórico concreto, colocando al héroe en unas coordenadas
espaciotemporales, sin contar con el proceso mítico que arrastra tras de sí a
personajes y hechos que cada generación que los vive, considera compatibles con la
figura en cuestión, enriqueciéndose según las circunstancias, cambios e influencias que
ha ido atravesando. Así, por ejemplo, una intensa evangelización comportará la
demonización de un dios o un héroe anterior, por citar uno de los procesos conocidos.
Serra i Pagès, empezó a sospechar de otras interpretaciones anteriores, sobretodo de
la de P. Pau Parasols Pi, uno de los primeros estudiosos del Conde Arnau, porque éste
había forzado los episodios del mito para desplazarlo del s. XI, donde se le ubicaba
hasta entonces, para situarlo en el s. XIII, de manera que no coincidiera con la
relajación de costumbres, históricamente documentada de las monjas de St. Joan de
les Abadesses, ya que Pau Parassols era de esta villa y la quería limpiar de toda posible
mancha moral, y el Conde Arnau era considerado maldito y condenado, y más aún por
un sacerdote.
Serra i Pagès en el curso de su trabajo de campo, se encontró con una sorpresa,
porque había episodios que situaban al Conde Arnau, no ya en el s. XIII como quería el
P. Parassols, ni en el s. XI, como se consideraba en un principio, sino en el s. IX, en la
primera reconquista, ya que aparecía enfrentándose a la invasión sarracena desde las
cuevas de Ribes, por otra parte, habitadas por encantarias, llenando la toponímia, no
solo del recuerdo de sus correrías, sino también, de alusiones a las batallas que dirigió.
Sin embargo, Serra i Pagès seguía buscando un personaje definido
historiográficamente, a pesar de reconocer la multiplicidad de personajes que se iban
injertando unos en otros, con el paso de las generaciones, y viendo que en el Conde
Arnau se juntaban viejos mitos europeos de distintos estratos culturales.
Este interés por llegar a conocer que personaje podía haber generado la cadena de
narraciones llega hasta nuestros días, y Prim Bertrán, en 1992, en su estudio de la casa
de Mataplana, donde el Conde Arnau tenía su castillo, (que fecha en el s. XI,) señala un
posible candidato, Ramón d’Urtx i Mataplana que en su testamento, de 1297,
menciona dos libros que contenían todas las injusticias que él y su madre Blanca
cometieron, y deja 59.000 sueldos para repararlas todas, ya que dice que toda su
hacienda no bastaría para compensarlas.
En cuanto al Barón de Espés, los historiadores han señalado un personaje del s. XIII,
como desencadenante de la narración, sobretodo porque en él coinciden algunos
rasgos atribuídos al personaje de la leyenda. Se trata de uno de los muchos Bernardos
famosos en la Ribagorza, ya que Bernardo parece ser un nombre recurrente y
definitorio de la nobleza dirigente del Condado. Como sus antepasados, tuvo una gran
conexión con el Monasterio de Obarra. En 1225, Bernardo de Espés, dio a Obarra, la
iglesia de Santa María de Calvera. En 1232 hizo otras donaciones a Obarra y el
documento de donación termina diciendo Que Santa María le sirva de ayuda y
protección cuando salga de este mundo, y si alguien contradice estas ofrendas, que la
misma Madre de Dios le imponga el castigo corporal, Amen. Este Bernardo era el que
se suponía que reposaba en Obarra en un sarcófago gótico policromado, del s. XIV, que
desapareció de Obarra, después de 1908. Sin embargo, posteriores investigaciones
basadas en la heráldica que figura en el sarcófago han señalado que se trata de Ramón
de Peralta y Espés, muerto en 1348, que fue capitán general de los ejércitos de Aragón.
Pero la leyenda hace referencia a diversas etapas culturales, y uno de los rasgos más
importantes, es el de haber favorecido la construcción del monasterio de Obarra, que
según Durán Gudiol data del s. IX, pero que otros autores hablan de una comunidad
incipiente en el s. VII. La construcción de un monasterio de estas características,
instauraba un nuevo orden económico, de roturación y repoblación, y la población
antigua, lo veía como la destrucción del antiguo orden, del paisaje sagrado y de las vías
de comunicación protegidas y establecidas en relación con sus divinidades, pobladas
de genios y otra fauna espiritual. Por esto, la población antigua, calificada como brujas,
le amenaza desde el Turbón: Si a Obarra vas, a Espés no hi tornaràs més.
No hemos de olvidar que en el camino de Espés, está el Coll de Aras, cristianizado con
una ermita de la Virgen del mismo nombre, donde se reunía y danzaba la población
antigua, en este caso denominada como encantarias, en las narraciones locales.
Recordemos también que en otra vertiente del Turbón está el Coll de Fatas, otra
denominación para las poblaciones antiguas.
A pesar de que Bernardo de Espés, el que vivió en el s. XIII, presenta unos rasgos que
son centrales para el mito, hay otros personajes de la misma casa de Espés, e incluso
algunos personajes de la casa condal de Ribagorza, que han podido contribuir a la
formación de la narración. Para empezar, la tensión del poder de estas dinastías, con
los pobladores antiguos y relegados en parte, a las montañas, a causa de la
construcción del monasterio de Obarra, se remonta a varios siglos atrás.
Obarra está situada junto a una antigua calzada romana que cruzaba los Pirineos, de
modo que la romanización ya constituye una agresión, tanto para el entorno, como
para los pobladores. Cerca de la ubicación del monasterio de Obarra se hallaba el
castrum ripacurtiensis, sede de los condes ribagorzanos, que permitieron y ayudaron a
la edificación de Obarra, y posteriormente, a su reconstrucción, después de rechazar a
los ejércitos sarracenos. Obarra, igual que Ripoll para la casa condal catalana, o San
Juan de la Peña para la casa real de Aragón, fue el santuario oficial y panteón de sus
dinastías. Por otra parte, Obarra, en su fase inicial, es anterior al s. VII, y sus edificios
todavía conservan, según varios autores, algún elemento visigótico, descubierto a raíz
de la última restauración. Después de la primera devastación sarracena, en los siglos
VIII y IX, Obarra fue reconstruida bajo influencia carolingia. Más tarde, en 1006 el
monasterio volvió a ser devastado por las tropas de Abd‐al‐Malik. Es decir, que hay
múltiples episodios de construcción, devastación, repoblación, que pueden haber
proporcionado material para el desarrollo de la leyenda.
Igualmente, otros personajes llamados Bernardo, que podrían haber participado en su
formación, son el Conde Bernardo de Ribagorza, hijo de Ramón I (asesinado en el 872),
que recuperó muchas de las tierras invadidas por Al Tawill, y que fue enterrado en
Obarra (920). Se le considera el fundador de Obarra, aunque contribuyera en realidad,
a su refundación. Sumada su personalidad a la de Bernardo del Carpio, héroe de
Roncesvalles, y a otros personajes, formó parte de un cantar de gesta fechado en el
s.XI, ampliado en el s. XIII y rehecho por Milà i Fontanals en el s. XIX, en su Cançó del
Pros Bernat.
El asesinato de Gonzalo de Ribagorza, la devastación de 1006, la extinción de la casa
ribagorzana con la muerte de Guillermo Isarnez, en 1017, se une en el terreno
espiritual a la imposición del rito gregoriano, que sustituyó las liturgias hispánicas, con
las que los fieles se identificaron a lo largo de varios siglos, y este cambio trastornó
profundamente el universo ritual de la zona. Es decir, que hay una serie de hechos y
personajes que fueron tejiendo un entorno, unas necesidades, que dieron lugar a una
narración mítica, con características parecidas a la del Conde Arnau, del Ripollès. A
cada nuevo horizonte cultural, se unía el mito a un personaje real que coincidía con él
en algún aspecto. De este modo, podemos ir resiguiendo toda la saga, desde
horizontes muy lejanos, hasta el s. XIX, cuando aún la gente atribuía hechos coetáneos
o cercanos en el tiempo, al Barón de Espés o al Conde Arnau ( como el episodio de la
liberación de la propiedad indirecta y del treudo que pesaba sobre los vecinos de
Espés, de los que sólo salía bien librada la casa de La Mora, como hemos visto; o la
poca sensibilidad del Conde Arnau, reclamando el vestido de cristianar a la família de
un ahijado, que había muerto).
La relación ambivalente de los dos personajes con la población antígua, vencida, hace
que como cualquier ser híbrido, sean rechazados por ambos lados. Por una parte,
aunque son señores locales, pertenecientes a la población antigua, favorecen la
implantación de explotaciones agrícolas y ganaderas de los grandes monasterios,
deshaciendo las antiguas propiedades y derechos comunales, así como el paisaje
sagrado del lugar. Pero por otra parte, la nueva clase dominante, de mano de un
nuevo poder eclesiástico y civil, nunca les considerará uno de los suyos, y tratarán por
todos los medios de desprestigiarlos. Su relación con la población vencida antigua,
(pensemos que el Conde Arnau tuvo relaciones con la fata de Prestill, por ejemplo,)
sirvió para que los vencedores les demonizaran, al igual que a la población local
antigua, que les consideraba brujas, practicando la magia, aliados con el demonio, y
será el motivo de atribuir su muerte, a la población antigua, relacionada con las fuerzas
demoníacas. Este sería un primer punto de la personalidad de ambos personajes
míticos.
Un segundo aspecto, para la reflexión, es la atribución a estos dos personajes de un
papel de depredadores sexuales, rasgo que Serra i Pagès consideraba que había sido
explotado por la jerarquía eclesiástica, demonizando al Conde Arnau y atribuyéndole
una relación orgiástica con las monjas de un supuesto convento de Sant Amanç, y con
las de Sant Joan de les Abadesses, cuyo monasterio fue suprimido a raiz de la vida tan
poco santa que llevaban. La consideración y la fama de ser depredadores sexuales se
convierte en una de las características atribuidas a estos héroes, con el fin de
desacreditar i descalificar antiguas creencias y configuraciones sociales, que los héroes
míticos, a veces divinidades antiguas, arrastraban consigo, una vez que se habían
descabalgado de su aura divina y el concepto se había encarnado o injertado en
personajes de nobles feudales.
Una de las versiones de la muerte del Barón de Espés, cuenta como Bernardo, Barón
de Espés, estaba enamorado de una novicia de un monasterio dependiente de Obarra,
que debía ser el Beaterio de Brallans, en el término actual de Torrelaribera, cerca de
las Vilas del Turbón, pero los monjes y los habitantes del lugar, le esperaron en el paso
de La Croqueta, cuando volvía de cacería hacia el monasterio y lo precipitaron por el
barranco, y además, le tiraron piedras, dejando que sus mastines terminaran con él, y
cuando se quiso saber el autor del crimen, la gente lo atribuía a la población anterior,
de la montaña, a la que llamaban las brujas del Turbón y a las que cargaban con todas
las desgracias. Otra versión nos cuenta que el Barón de Espés visitaba a la mujer de un
molinero, y éste, esperó un día al Barón y lo mató.
La demonización y rechazo hacia este linaje de personajes, que fueron
enriqueciéndose con la suma de historias, primero de dioses, luego de héroes, nobles,
de pueblos vencidos, por parte del poder político y de las autoridades eclesiásticas,
tiene una derivación diferente en el pueblo, que se apropia y transforma el rechazo y
mala fama que le otorga el poder, así como la consideración de malfactor, basándolo,
no ya en la característica de depredadores sexuales, sino en el hecho de su poder y
riqueza que usaban contra la comunidad. No se les asimila automáticamente con una
relación diabólica, como harán las autoridades eclesiásticas, sino que su condena a
vagar eternamente o su muerte horrible, viene causada por el mal cometido contra el
pueblo, como patrones déspotas. Éste no es un hecho aislado, y lo podemos ver en
casos como los estudiados en Cerdeña, donde el personaje del rico, poderoso y
explotador de su comunidad, es condenado a vagar como fantasma, en forma de un
caballo blanco, que corre desenfrenado por el paisaje, sembrando de terror a la
población, durante la noche, y apareciendo en la plaza del pueblo, durante el día,
convirtiéndose en una llama, cuando quien lo ve, reza unas oraciones determinadas.
Es evidente el paralelismo con la figura del Conde Arnau, condenado por “mesures
mal rasades i soldades mal pagades” (medidas mal rasadas y soldadas mal pagadas).
Recordemos que prometió a su gente, pagarles un capazo de trigo por cada capazo de
piedra extraída, en la construcción de las grandes obras emprendidas, y cuando fue a
pagarles, mezclaba el trigo con piedras o tierra. El Conde Arnau, fue condenado a
correr en su caballo desbocado, por las noches, rodeado de llamas.
Podemos afirmar, que hay un nivel o estrato de interpretaciones populares, que
transforman los argumentos de la condena, que para la jerarquía eclesiástica y política
se debía a su carácter de depredador sexual y a su supuesto pacto diabólico, y para el
pueblo pasó a ser debida a la opresión y abusos del poderoso para con su gente.
También en este sentido, la actuación del personaje a favor de la roturación del
terreno, deshaciendo antiguos parajes y caminos, a favor de una repoblación, con la
propiedad de los grandes monasterios, será el motivo de su muerte. Así las llamadas
brujas del Turbón, podían amenazar al Barón de Espés: Si a Obarra vas, a Espés no hi
tornarás més.
Y no obstante, persiste en el pueblo la ambivalencia de los personajes, que perduran
como centro identitario de la comarca, dejando sus huellas en la roca. El Barón de
Espés, dejó marcado su cuerpo, sentado, en una roca del camino de Espés a Obarra, y
todavía se podía ver a mediados del s. XX. El Conde Arnau, dejó las huellas de sus pies
y los de la abadesa, en una roca, así como la de los cascos de su caballo. Esta
interpretación de la identidad de la zona, se expresa incluso, a pesar de los esfuerzos
del poder para obliterarlo. Así, el monumento erigido en Sant Joan de les Abadesses a
Wifredo el Bellloso, de la línea impuesta por el poder carolingio, sobre el linaje local, es
considerado por el pueblo como una representación del Conde Arnau, y los leones del
supuesto sarcófago del Barón de Espés que estaba en Obarra antes de ser expoliado,
son según el pueblo la representación evidente de los cochos del Barón, o los mismos
cochos, petrificados.
En tercer lugar, vamos a dar un paso más, para ver cuán hondas son las raíces del mito
que une el Conde Arnau y el Barón de Espés, y como la demonización y bajada de los
personajes al inframundo, se corresponde con la aculturación o cambio cultural,
religioso y político, provocado por las diferentes oleadas de poder imponiendo
creencias y modos de vida.
Partimos pues, de un universal psicosocial que hace descender al inframundo (en
cristiano, al infierno) a los dioses y héroes que en estratos culturales anteriores
pertenecían al mundo celestial y superior. Nos fijaremos sobretodo en uno de los
rasgos característicos del Conde Arnau, esto es, la cacería infernal como castigo al Mal
Cazador, y que en la figura del Barón de Espés, aunque más diluidos, también están
presentes, como su afición a la caza, el caballo blanco, los perros, que le acompañan y
devoran formando parte de este aspecto del mito. La narración, en el caso del Conde
Arnau, coincide con la forma canónica, demonizada del Mal cazador: El Conde, estaba
oyendo misa y en el momento de la consagración, sus perros se ponen a ladrar y a
perseguir una liebre. Él no puede resistir la tentación y marcha tras ellos. Después de
muerto, es condenado eternamente a perseguir la caza, y su cortejo salvaje
comprende también las relaciones sacrílegas con la abadesa Adelaisa, a la que lleva a
la grupa de su caballo. Con él van todos sus perros y otras almas condenadas, que no
cesan de correr desenfrenadamente, produciendo espanto a quien les oye pasar en
una noche de tormenta, como afirmaban los informantes de Serra i Pagès a principios
del s. XX. Los perros no son los causantes de su muerte, como ocurre con el Barón de
Espés, sino los gatos, animales demonizados y brujeriles por excelencia,
transformación de brujas y demonios. Pero el episodio del Mal Cazador sirve como
argumento a la cacería y séquito infernal del Conde.
Antes de la difusión del Cristianismo y el establecimiento de la estructura eclesiástica,
la gran mayoría de culturas europeas reconocían en su geografía del Más Allá, por una
parte, unos seres psicopompos (transportadores de almas) que podían tomar la forma
de animales guías, como la cigüeña, la grulla, el águila, el caballo, y que se cuidaban de
conducir las almas, de los que nacían y sobre todo, de los difuntos hacia el estadio de
plenitud final o de antepasado. Poco a poco, estos animales símbolos se transforman o
completan con personajes divinos o heroicos, que llevarán a cabo este transporte, y en
su cristianización, se asimilan a santos como San Martín, Santiago, San Jorge, y otros,
que unen al caballo blanco, la figura de un guía que llevará las almas a la plenitud (en
cristiano, el Cielo, que sustituye al anterior estadio de antepasado), y esto se realiza a
través de La Vía Láctea que pasa a ser el Camino de Santiago.
Pero en la cosmovisión de los pueblos europeos quedan las almas que aún vagan por
el mundo sin llegar al país de los antepasados. Éstas son recogidas por personajes
transportadores de almas, pero su presencia es ambivalente, ya que pueden arrastrar
a los vivientes que encuentran en su camino o marcha por el aire, y causan pánico, y
por esto se les asocia al estruendo de las noches de tormenta. De qué modo la tarea y
personalidad de los conductores de almas se divide entre transformarse en santos, por
una parte, o por otra, ser demonizados y terminar conduciendo la procesión de los
condenados, dependerá de cada cultura y la forma de cambio religioso que haya
atravesado, así como la pervivencia de este espacio intermedio ambivalente, de almas
que vagan por el mundo.
Desde la preocupación teológica cristiana, la consideración de un lugar intermedio
entre el Cielo y el Infierno, para purificar las almas de sus pecados, más allá de la
muerte, es decir, cuando ya no se está a tiempo para merecer, se plasma en la
configuración de un espacio, el Purgatorio, a finales del siglo XII, donde las almas
pueden recibir auxilios espirituales de sus familiares, amigos y vecinos, con oraciones,
limosnas y rituales específicos. Pero las antiguas creencias en otras configuraciones del
Más Allá van a seguir vivas, a pesar de que las historias sagradas que hacen referencia
a ellas y los héroes que las sustentan pasan de tener una personalidad y conducta
positiva o por lo menos, ambivalente, a una posición claramente negativa, pero esta
misma posibilidad de combinarse con nuevos y antiguos mitos les asegura su
pervivencia.
Como hemos dicho, se trata de un universal psicosocial, presente en cuanto hay la
confrontación de dos culturas, una dominante y la otra vencida, aunque los dioses y la
historia de los vencedores sea impuesta sobre la de los vencidos, éstos conservan su
cosmovisión, aunque degradada al inframundo. La demonización o la humanización de
los antiguos dioses y héroes, mantiene su recuerdo.
Y es aquí donde vemos un ejemplo de divinidad y héroe, que tenía la función de
transportador o conductor de almas, porque la personalidad del Conde Arnau y del
Barón de Espés entran en su linaje y evolución, aún a pesar de su destierro al
inframundo.
La investigación de antecedentes en la conducción de almas, nos lleva necesariamente
a Odín, dios germánico y de los pueblos escandinavos, con distintos nombres según la
zona. A Odín le mata el lobo gris Fenrir, en la etapa del Ragnarok o declive de los
dioses. Odín se nos presenta como un dios psicopompo o transportador de almas, a las
que conduce en una cacería fantasmal, con jinetes y jauría de perros, por el cielo
tormentoso, y los que oyen este séquito quedan espantados, ya que se trata de un mal
presagio.
La cacería salvaje, con el séquito de almas errantes, es un mito extendido por gran
parte de Europa. No se trata de pensar que el culto a Odín se extendiera hasta los
Pirineos, cuestión ésta que necesitaría pruebas arqueológicas, sino de que en un
estrato prerromano, un tipo de divinidad como la de Odín fuera compartida por
muchos pueblos europeos, con otros nombres, con peculiaridades distintivas, pero con
una serie de rasgos afines. Con los diferentes cambios de culturas dominantes, la
personalidad del antiguo dios, y algunos de sus rasgos, pasaron a injertarse en
personajes históricos relevantes. La cacería salvaje fue guiada por Teodorico,
Carlomagno, el Rey Arturo, Caín, Herodes y muchos otros, según cada cultura. En
Inglaterra, incluso, se le asocia con el pueblo antiguo de las hadas, acercándose a su
primer significado. Algunos de estos personajes aparecen rodeados de una luz azul, y
recordemos como el Conde Arnau aparece rodeado de llamas.
Sobre un tipo de divinidad antigua, transportadora y conductora de almas, con
características parecidas a muchas divinidades europeas prerromanas, las sucesivas
oleadas conquistadoras y los cambios religiosos que conllevaron con más o menos
violencia, fueron demonizando el personaje, que termina por injertarse en figuras de
nobles locales, destacados por algún rasgo afín. Su configuración inicial acaba siendo
demonizada por el poder político y eclesiástico, atribuyéndoles una voracidad sexual
desmesurada. Su función de conductor de almas, se transforma en castigo por un
sacrilegio relacionado con su afición a la caza, o por su relación con los poderes
infernales o de la brujería. Sin embargo, el pueblo, influido por esta bajada al
inframundo, acaba demonizando otro rasgo de los nobles que se han sumado a su
figura, la explotación desmesurada de sus vasallos, como un mal patrón.
En el caso del Conde Arnau y del Barón de Éspés, los antecedentes divinos se
transforman en señores locales, con muertes violentas, en la que los perros tienen un
papel central. De este modo, la cacería salvaje acaba minimizando la conducción de
almas, característica central en la visión antigua del Más Allá.
Y ahora quisiera adentrarme por otro de los misterios que rodean al Barón de Espés,
cuyo sarcófago, que le es atribuido, pero que pertenece a uno de tantos que se
sumaron a su figura primitiva, Ramón de Peralta y Espés, fue admirado por la
expedición artística, encabezada por el arquitecto Puig i Cadafalch, que lo fotografió,
junto con otros objetos artísticos y el antiguo altar de Obarra, en 1908.
Solo se sabía que unos años después, había desaparecido y había sido sustituido el
sarcófago por una copia de escayola, que a su vez se destruyó en 1936.
Sabemos que en 1933 el sarcófago estaba en posesión de la Spanish Art Gallery, una
galería de arte que Lionel Harris había abierto en Londres, en 1907, y también tenía
otra sede en Madrid, desde donde realizaba sus compras o se abastecía. Su hijo,
Thomas Harris (1908‐1964 en Mallorca), fue un artista reconocido en muchos campos,
como la pintura, las vidrieras, la escultura, los tapices, pero también fue un marchante
de arte, sobretodo de arte español, primero para su padre y después de su muerte,
siguió con el negocio de compra y venta de arte. En la 2ª Guerra Mundial ejerció como
espía al lado de otro espía, no menos famoso, el llamado Garbo.
El sarcófago de Ramón de Peralta y Espés, estuvo junto con otras obras de arte
hispánico, expuesto temporalmente en la galería de Arte, Grosvenor House, de
Londres, pero su localización, en la Spanish Art Gallery es la más probable hasta que Sir
William Burrell la compró, en 1953. En la documentación que le acompañaba, se decía
que el sarcófago había sido extraido de las ruínas demolidas de una iglesia de Peralta,
cerca de Barbastro (no se sabe, si Peralta de la Sal o Peralta de Alcofea). Pero esta
información que daban los vendedores, era errónea, puesto que la expedición de Puig i
Cadafalch la había fotografiado, in situ, en Obarra. Sir William Burrell tuvo la mayor
colección privada de arte de toda Europa, más de 8000 piezas, y en el testamento, él y
su mujer Lady Constance Burrell, la legaron en 1944, a la ciudad de Glasgow, con la
condición de que se ubicara a 16km. de la polucionada ciudad, para evitar la
degradación de los materiales. Estas condiciones, tardaron años en cumplirse, hasta
1983, pero hoy, el museo es una obra importante de arquitectura contemporánea.
El punto oscuro ocurre entre los años 1908 y 1933, pero la personalidad de Lionel
Harris y de su hijo, Tomas Harris, rondando por España para buscar obras de arte para
su Galería, nos hace pensar que posiblemente, aquí se produjo el expolio o compra
ventajosa, en detrimento del patrimonio de la gente de Obarra. No viajaron a Londres
los leones que sostenían el sarcófago, dos de los cuales los retiró el obispado de
Barbastro en 1958, y ahora están en la reserva del Museo Diocesano, pero del tercer
león, no se sabe su paradero.
Para la leyenda del Barón de Espés, no importa que el sarcófago no pertenezca a algún
Barón que contribuyera con su historia a la continuidad de la narración, ni que los
animales que lo sostenían, fueran leones y no perros. Para la gente de Espés y de
Ribagorza, son la prueba de que al Barón de Espés lo comieron sus propios cochos.
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(Archivo Histórico de Barcelona)