Barthelme Los Cuentos

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La escuela

Bueno, pues, teníamos a todos estos niños allá afuera, plantando árboles, así,

porque, bueno, pensamos que..., pues, que sería parte de su educación. Ya

sabes, ver cómo, eso de los sistemas de raíces....y el sentido de la

responsabilidad, cuidar las cosas, ser individualmente responsables. Tú sabes

bien a qué me refiero. Y todos los árboles se murieron. Eran naranjos. No sé por

qué murieron, sólo se murieron. Puede ser que algo estuviera mal con la tierra o

que el abono ese que nos trajeron de los viveros no fuera el mejor. Nos quejamos

de eso. Así que tenemos treinta chamacos, cada niño y niña tenía su arbolito que

iba a plantar, y luego tenemos treinta árboles muertos. Todos los niños mirando

esos palitos cafés. Una cosa deprimente.

No hubiera sido tan malo pero la cosa es que apenas dos semanas antes de eso,

todas las serpientes se murieron. Pero creo que las serpientes. . . bueno, la razón

por la que las serpientes estiraron la pata fue, porque. . .tú lo recuerdas, el

calentador estuvo apagado por cuatro días debido a la huelga, eso es algo

explicable. Digo, es algo que se le puede explicar a los niños debido a la huelga. O

sea, que ninguno de los papás habría dejado que sus hijos cruzaran la barrera de

los huelguistas, y sabían que había una huelga y lo que eso implicaba. Así que

cuando las cosas regresaron a la normalidad y encontramos a las serpientes, pues

los niños no se consternaron demasiado.

En el caso de los jardines, probablemente se debió a que los regaron de más. Por

lo menos ahora saben que no deben regar las plantas de más. Los niños eran

bastante cuidadosos con los jardines, y es probable que alguno. . .ya sabes, que

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le haya echado un poquito más de agua cuando nadie estaba viendo. O puede ser

que. . .bueno, no me gusta pensar que alguien haya saboteado, aunque si se nos

ocurrió. Digo, fue algo que nos cruzó por la cabeza. Es probable que pensáramos

eso porque antes los gerbos murieron, y los ratoncitos blancos murieron, y la

salamandra...bueno, al menos ahora saben que no las deben cargar en bolsitas de

plástico.

Por supuesto, esperábamos que los peces tropicales se murieran; eso no fue

ninguna sorpresa. Esos números, te equivocas en uno y al ratito los pececitos

andan flotando boca arriba en la superficie. Pero el programa escolar pedía un

número de peces tropicales en ese momento, y no había nada que hacer. Es lo

mismo cada año: lo único que haces es apurarte a que sea lo más rápido posible.

Se suponía que no debíamos tener un cachorrito.

Se suponía que no debíamos tener uno, sólo fue un cachorrito que la niña

Murdoch se encontró un día debajo de un camión de repartición de Gristede y le

dio miedo que el camión lo aplastara cuando el chofer terminara de entregar su

pedido, así que lo metió en su mochila y se lo trajo a la escuela. Y así fue como

nos hicimos de un perrito. Tan pronto vi al cachorro, pensé, Jesús santo, apuesto

a que no va a vivir más de dos semanas, y luego. . . eso fue lo que hizo. Ni

siquiera se suponía que estuviera en el salón de clases, hay una especie de

reglamento al respecto, pero no les puedes decir que no tengan un perrito cuando

ya está ahí, frente a ellos, corriendo por todo el piso, con su ladre que ladre que

ladre.

Le pusieron Edgar. O como quien dice, lo bautizaron con mi nombre. Se divertían

mucho, correteándolo y gritándole, “Ven acá Edgar”, “Sí, muy bien, Edgar”. Y se

botaban de la risa. Les gustaba la ambigüedad, y la verdad es que a mí también.

No me importa que la gente se mofe de mí. Hasta le hicieron una casita en el

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clóset de servicio y todo. No sé de qué murió. Moquillo, probablemente. Lo más

seguro es que no estuviera vacunado contra nada. Lo saqué antes de que los

niños llegaran a la escuela. Parte de mi rutina de cada mañana incluía revisar el

clóset de servicio, porque sabía lo que iba a pasar. Se lo di al conserje.

Y luego está el caso de este huérfano coreano que la clase adoptó a distancia

mediante el programa de Ayuda a un Niño. Todos los niños traerían 25 centavos

cada mes, ésa era la idea. Fue una cosa desafortunada, el niño se llamaba Kim y

quizá lo adoptamos muy tarde o algo. La causa de su muerte no se estipulaba en

la carta que recibimos; nos sugirieron que adoptáramos otro niño y nos mandaron

unos historiales interesantes, pero la verdad es que nos habría roto el corazón

hacerlo. Al grupo le pegó bastante duro. Comenzaron (creo, porque la verdad es

que nadie me dijo nada directamente) a sentir que quizá pasaba algo malo con la

escuela. Pero no creo que pase nada malo con la escuela en particular; he visto

cosas peores y he visto cosas mejores. Fue sólo una racha de mala suerte.

Tuvimos un extraordinario número de padres de familia que murieron, por ejemplo.

Hubo dos paros cardiacos, y dos suicidios, un ahogado, y cuatro que se mataron

juntos en un accidente automovilístico. Ah, y un derrame. Y tuvimos la misma alta

tasa de mortalidad entre los abuelos, o quizá fue más alta este año, al menos esa

impresión me dio. Y finalmente la tragedia.

La tragedia ocurrió cuando Matthew Wein y Tony Mavrogordo estaban jugando

allá donde están haciéndose las excavaciones para el nuevo edificio federal de

oficinas. Había una gran pila de vigas de madera acomodadas, ya sabes, a la

orilla de la excavación. Hay una demanda a raíz de todo esto, los padres alegan

que las vigas estaban mal acomodadas. Yo no sé qué sea cierto y qué no. Ha sido

un año raro.

Ah, olvidé mencionar al padre de Billy Brandt, quien fue muerto a puñaladas

cuando forcejeó con un intruso enmascarado en su casa.

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Un día, tuvimos una discusión en clase. Me preguntaron, ¿A dónde se fueron? Los

árboles, la salamandra, los peces tropicales, Edgar, los papás, las mamás,

Matthew y Tony, ¿a dónde se fueron? Y les dije, no lo sé, no lo sé. Y me dijeron,

¿y quién lo sabe? Y les dije, nadie sabe. Y me dijeron, ¿es acaso la muerte lo que

le da sentido a la vida? Y les dije, no, la vida es lo que le da sentido a la vida. Y

me dijeron, pero no es la muerte, considerada un datum tan fundamental, el medio

mediante el cual la mundanidad inmanente de la vida cotidiana puede

trascenderse en dirección hacia . . .

Y les dije, sí, puede ser.

Y respondieron, pues no nos gusta.

Y les dije, pues es normal.

Y me dijeron, ¡pues qué pinche mala onda!

Y dije, pues sí, ni hablar.

Me dijeron, ¿harías el amor con Helen (la profesora asistente) para que veamos

cómo se hace? Sabemos que te gusta Helen.

Y sí, me gusta Helen, pero les dije que no lo haría.

Hemos escuchado tanto de ello, pero nunca lo hemos visto.

Les dije que me correrían y que nunca, o casi nunca, se hacía como

demostración. Helen miraba por la ventana.

Dijeron, por favor, por favor, haz el amor con Helen. Necesitamos una reafirmación

de valor. Tenemos miedo.

Les dije que no debían tener miedo (aunque yo muchas veces tengo miedo), y que

había valor en todas partes. Helen se acercó y me abrazó. La besé unas cuantas

veces en la frente. Nos abrazamos con fuerza. Los niños estaban excitados.

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Luego, sonó la puerta. La abrí, y el gerbo nuevo entró. Los niños celebraron

ruidosamente.

Lo primero que la bebé hizo mal...

Lo primero que la bebé hizo mal fue arrancar páginas de sus libros. Por eso

pusimos una regla: que cada vez que rompiera una página tenía que quedarse

sola en su cuarto cuatro horas seguidas con la puerta cerrada con llave. Al

principio rompía una página al día y la regla funcionaba bien aunque los gritos y el

llanto que salía de detrás de la puerta nos destrozaban los nervios. Razonamos

que ese era el precio que había que pagar. O parte del precio. Pero conforme

mejoraba su habilidad manual empezó a romper dos páginas al día lo que

significaba ocho horas sola en su habitación a puerta cerrada. Lo que

representaba el doble de problemas para todos. Pero aún así no dejaba de

hacerlo. Y después, conforme pasaba el tiempo, había días en que rompía tres o

cuatro páginas lo que la llevaba a su habitación hasta dieciséis horas de una vez,

interfiriendo con su rutina alimenticia y preocupando a mi esposa. Pero yo sentía

que si se ha puesto una regla hay que apegarse a ella, ser consistente. Si no, no

se logra el efecto deseado. Tenía catorce o quince meses por aquellos días. Con

frecuencia, por supuesto, se quedaba dormida tras una hora de llanto y era un

alivio. Su habitación estaba bastante bien. Tenía un maravilloso caballo-balancín

de madera y casi cien muñecas y peluches. Había miles de cosas que hacer en

esa habitación si se hacía buen uso del tiempo. Había rompecabezas y cosas así.

A veces, por desgracia, descubríamos, al abrir la puerta que había roto más

páginas de más libros mientras estaba dentro y que, para ser justos, había que

añadir esas páginas al total.

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La bebé se llamaba Nacida Bailando. Le dimos a la bebé de nuestro vino, del tinto,

del blanco, del azul y le hablamos con sinceridad. Pero no funcionó.

Debo decir que era realmente inteligente. Te acercabas hasta donde estaba

jugando en el suelo, en una de esas raras ocasiones en que estaba fuera de su

habitación, y había un libro abierto junto a ella y lo inspeccionabas y parecía que

estaba perfecto. Pero si te fijabas más, descubrías que una de las páginas tenía

una esquina rota, algo que podría pasar por el desgaste típico. Pero yo sabía lo

que había hecho. Ella había roto esa esquina y se la había tragado. Tenía que

contar y así lo hacía. Era capaz de llegar a cualquier extremo con tal de

engañarme. Mi mujer dijo que tal vez estábamos siendo demasiado rígidos y que

la bebé estaba empezando a perder peso. Pero yo le replicaba que la bebé aún

tenía mucha vida por delante y que tenía que convivir en el mundo con los otros,

que tenía que vivir en un mundo donde había muchas, muchas, muchas reglas,

que si no aprendes a jugar con las reglas estás condenado a no tener

personalidad en el mundo, marginado por los demás, en el ostracismo. Lo máximo

que llegamos a tenerla encerrada en la habitación fue de ochenta y ocho horas y

terminó cuando mi esposa abrió la puerta forzándola con una palanca aunque la

bebé aún nos debía doce horas porque había roto veinticinco páginas. Volví a

colocar la puerta en su marco y le añadí un candado enorme, de esos que sólo se

abre con una tarjeta magnética y me guardé la tarjeta.

Pero las cosas no mejoraron. La bebé salía de su habitación como un murciélago

que saliera del infierno y corría hasta el libro más cercano, Buenas noches, Luna o

algo parecido, y comenzaba a arrancar páginas a lo loco. Quiero decir, había

treinta y cuatro páginas de Buenas noches, Luna en el suelo en diez segundos. Y

la portada y la contraportada. Cuando sumamos todas sus deudas, en horas,

vimos que no iba a salir de su habitación hasta 1992, si acaso. Y estaba

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empezando a estar bastante delgada y pálida. No había salido al parque en

semanas. Teníamos lo más parecido a una crisis ética en nuestras manos.

La resolví declarando que estaba bien eso de arrancar las páginas de los libros y

que, más aún, había estado bien lo de arrancar páginas en el pasado. Eso es algo

de lo más maravilloso de ser padre. Que tienes un montón de oportunidades para

tomar decisiones, cada una tan importante como el oro. La bebé y yo nos

sentamos felices en el suelo, uno al lado del otro, arrancamos páginas de los

libros y, a veces, sólo para divertirnos, salimos a la calle y juntos destrozamos un

parabrisas.

El auge del capitalismo

Lo primero que hice fue cometer un error. Yo pensaba que había entendido el

capitalismo pero lo que había hecho era asumir una actitud -- melancolía tristeza --

hacia él. Esta actitud no es correcta. Por suerte, tu carta llegó en aquel momento.

“Querido Rupert. Te amo todos los días. Eres el mundo, es decir, la vida. Te amo

te adoro estoy loca por ti. Te amo, Marta”. Leyendo entre líneas entendí tu crítica

de mi actitud hacia el capitalismo. Siempre tengo presente que el crítico debe

“studiare da un punto di vista formalistico e semiologico il rapporto fra lingua di un

testo e codificazione di un…” Pero aquí un gran pulgar emborrona el texto, el

pulgar del capitalismo, bajo el que todos estamos. Cae la oscuridad. Mi vecino

continúa cometiendo suicidio, una vez a la quincena. Tengo que poner en mi

horario esos suicidios porque mi papel es salvarlo; una vez se me hizo tarde y

estuvo dos días inconsciente en el suelo. Pero ahora que ya he entendido que no

he entendido el capitalismo quizá pueda lograr una posición menos equívoca con

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respecto a él. Mi hija quiere más Mr. Bubble para el baño. Los buques

camaroneros arrojan sus redes. Se publica un libro titulado “Humoristas del siglo

XVIII”.

El capitalismo coloca a todos los hombres en una competición contra sus

semejantes para conseguir una parte de la riqueza disponible. Pocos acumulan

grandes cantidades, pero muchos no. El sentido de comunidad es víctima de esta

lucha. El aumento en la abundancia y la prosperidad están unidos con la creciente

“productividad”. Una jerarquía de funcionarios se interpone entre la gente y los

líderes. El bien de la corporación privada se considera más prioritario que el bien

público. El sistema de mercado mundial mantiene un control férreo sobre los

países capitalistas y aterroriza al tercer mundo. Todo se manipula para dichos

fines. El rey de Jordania está sentado delante de su radio e invita a los extraños a

palacio. Visito a mi amante y asistente. “Y bien, Azalea”, digo, sentándome en la

mejor silla, “¿qué te ha pasado desde mi última visita?” Azalea me dice lo que le

ha pasado. Ha tapizado un sofá y ha escrito una novela. Jack se ha estado

comportando mal. Roger ha perdido su trabajo (sustituido por un ojo eléctrico). Los

hijos de Gigi están el hospital en desintoxicación. Los tres. Azalea misma se

muere de amor. Le acaricio el trasero que es perfecto si es que puede haber

perfección bajo el sistema capitalista. “Mejor casarse que arder”, dice San Pablo,

pero San Pablo no está muy de moda en nuestros días porque la rigidez de sus

puntos de vista no van de acuerdo a la experiencia de las civilizaciones

socialmente avanzadas. Me fumo un cigarro, para desobligar al gato.

Mientras tanto Marta se enoja. “Rupert”, dice, “no eres mejor que un jodido

gusano. Un jodido gusano tiene más sensibilidad que tú en lo que se refiere al

corazón de una mujer”. Intento explicarle que no es mi culpa sino del capitalismo.

Pero no está de acuerdo. “Yo apoyo el sistema capitalista”, dice Marta. “Nos ha

dado todo lo que tenemos — las calles, los parques, las grandes avenidas y

bulevares, los mercados y los centros comerciales —, y más cosas también de las

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que ahora no me acuerdo”. Pero, ¿qué ha estado haciendo el mercado? Reviso la

lista de los quince Negocios Más Amados:

La Mascota Occidental 983,1000 28 5/8 +3 ¾

Natomas 912,300 58 3/8 +18 ⅔

¡Maldita sea! ¿Por qué no estaba yo en Natomas, como en un traje elegante que

te gana prestigio social cuando lo llevas a una fiesta? Esta mañana tampoco soy

rico. Pongo mi cabeza entre los pechos de Marta, para esconder mi pena.

Honoré de Balzac fue al cine. Fue a ver su película favorita, El Auge del

Capitalismo, con Simone Simon y Raymond Radiguet. Cuando hubo terminado de

verla, salió y se compró una planta editora por cincuenta mil francos. “De ahora en

adelante”, dijo “me publicaré en hermosas ediciones de lujo, en ediciones baratas

y en ediciones en otros idiomas, en duodécimo, en decimosexto, en octogésimo.

También publicaré atlas, álbumes filatélicos, libros de sermones, volúmenes para

la educación sexual, citas, memorias, diarios, horarios de trenes, periódicos,

directorios telefónicos, formularios para apuestas, manifiestos, libretos de ópera,

abecedarios, trabajos sobre acupuntura y libros de cocina”. Y, después, Honoré

fue y se emborrachó y se fue a casa de su novia y, rugiendo y pataleando en las

escaleras asustó al marido de ésta hasta que se murió. Y enterraron al marido y

todos estaban en silencio en torno a la tumba, pensando en donde habían estado

y a donde iban y arrojaron los últimos puñados de tierra húmeda sobre la tumba y

Honoré lo sentía.

Lo que el capitalismo ha logrado:

1. La pared de cristal.

2. La lluvia artificial.

3. El Rockefeller Center.

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4. Los canales.

5. La mistificación.

“Es verdad que el capitalismo es como un día de sol”, gritaba el artesano

desempleado de Ladero mientras yo estaba paseando por las calles de Laredo.

“No queremos nada de ese pernicioso miserabilismo centroeuropeo”. Y, de hecho,

todo lo que veo a mi alrededor parece apoyar su postura. Laredo marcha bien

gracias a la aplicación de los brillantes principios del “nuevo capitalismo”. Su

Producto Bruto Laredano está subiendo y sus contradicciones internas bajando. El

piscicultivo de pez gato, una nueva iniciativa en el sector agrícola, está

funcionando a las mil maravillas. El burdel y el casino tienen nueve plantas. “No

importa”, dice Azalea. “Sigues siendo un jodido gusano aunque hayas ‘revelado la

existencia’”. En el Club de Campo de Laredo los hombres y las mujeres hablan

sobre las catedrales de Francia, a las que todos han ido. A algunos les gustó

Tours, a otros Lyon, a otros Clermont. “Se siente un pío temor de Dios cuando

estás ahí”.

El capitalismo se levantó y se quitó el pijama. Otro día, otro dólar. Cada hombre

vale lo que trae al mercado. Se le ha quitado el significado al trabajo y en su lugar

fue asignado a la remuneración. El desempleo olvida el mundo del individuo que

está desempleado. El subdesarrollo cultural del trabajador, como una técnica de

dominación, puede hallarse en cualquier parte que esté bajo el capitalismo. Se

minimiza la autentica autodominación de los individuos. La falsa conciencia creada

y alimentada por la cultura de masas perpetua la ignorancia y la indefensión.

Trenzas de pelo de cuervo flotan en la superficie del Ganges… ¿Por qué no

limpian el Ganges? Si los opulentos capitalistas que son dueños de las factorías

de pelucas que están junto al Ganges pudieran ser obligados a instalar barreras

en las bocas de sus plantas… Y ahora el sagrado Ganges está atragantado de

pelo y el río ya no sabe para donde fluir y la luna sobre el Ganges es tragada por

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el pelo y el agua se oscurece. ¡Por Vishnú! ¡Esta situación es intolerable! ¿No

deberíamos hacer algo?

¡Vienen los amigos a cenar! Ya están preparados los entremeses, verdes y

frescos… Ya hemos dispuesto las mejores servilletas de papel… Todos están

hablando del capitalismo (aunque algunos están hablando de la psicología del

envejecimiento y otros del uso que los hombres pueden dar a los seres humanos y

otros de las políticas de la experiencia). “¿Cómo puedes decir eso?” grita Azalea y

Marta grita “¿Qué pasa con el aire?” Como una flor se mueve hacia la florista, las

mujeres se mueven hacia los hombres que no son buenos para ellas. La auto-

actualización no es para que se logre en términos de otra persona, pero eso no se

sabe cuando empiezas. La negación de la negación se basa en una lectura

correcta de los libros equivocados. La inminente muerte por calor del universo no

es mala, porque aún falta mucho. El caos es una posición, pero bastante débil,

relacionada con esa “falta de foco” de la que se me ha olvidado hablar. ¡Y ahora

los santos vienen marchando, santo tras santo, para entregar su mensaje! Este es

San Alberto (que le enseñó a Santo Tomás de Aquino) y San Almanaque (que

sufrió martirio al intentar acabar con los concursos de gladiadores) y San Amador

(el ermitaño) y San Andrés de Creta (cuyo “Gran Canon” tiene doscientas

cincuenta estrofas) y San Antonio el Pilar y muchos otros. “¡Escuchen!” dicen los

santos. “Aquel que desee el descanso verdadero y la felicidad debe apartar su

esperanza de las cosas que perecen y pasan, y colocarla en la Palabra de Dios

para que así, tendiendo a lo que permanece para siempre, sea con éste salvo

para siempre”. ¡Ciertamente! El mismo mensaje de siempre. “Rupert”, dice Marta,

“el aburguesamiento de todo tipo de hombres ha llegado a un nadir desagradable

en tu caso. Un jodido gusano tiene más sentido común que tú. Al menos un jodido

gusano no va por ahí hacia ‘la bala envuelta en azúcar’ como dicen los chinos”.

Tiene razón.

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Humo, lluvia, abulia. ¿Qué puede hacer el ciudadano preocupado para luchar

contra el auge del capitalismo, en su propia comunidad? Estudiar las mareas de

los conflictos y el poder en un sistema en el que hay desigualdad estructural es

una tarea importante. Un conocimiento de la historia intelectual de Europa desde

1789 da un sustento útil. La teoría de la información ofrece nuevas posibilidades

interesantes. La pasión es útil, especialmente aquellos tipos de pasión que no son

lícitos. La duda es una condición previa necesaria para una acción significativa. El

miedo es el gran motor, al final.

El globo

El globo, comenzando en un punto de la Calle Catorce, cuyo emplazamiento

exacto no puedo revelar, se fue extendiendo hacia el norte durante toda la noche,

mientras la gente dormía, hasta llegar al Parque. Allí lo detuve; al alba su extremo

norte descansaba sobre la Plaza; su movimiento libre y flotante resultaba gracioso

y agradable. Pero experimenté una leve irritación al detenerlo aun cuando fuese

para proteger los árboles; y no hallando razón alguna que impidiera al globo

expandirse hacia arriba, hacia el «espacio aéreo» de las zonas de la ciudad que

ya cubría, pedí a los ingenieros que se ocuparan de ello. Esta expansión tuvo

lugar a lo largo de la mañana, un suave e imperceptible gemir del gas a través de

las válvulas. El globo cubría ya cuarenta y cinco manzanas en dirección norte sur

y un área irregular en dirección este-oeste, que llegaba a abarcar en algunas

partes hasta seis manzanas transversales a ambos lados de la Avenida. Tal era la

situación, entonces.

Pero es erróneo hablar de situaciones, porque éstas implican series de

acontecimientos que se dirigen a un fin, a un alivio de tensión; no había

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situaciones, simplemente el globo flotaba allí -- marrones y grises sobrios y

pesados predominantemente, contrastando con tonos nogal y amarillo suave. Una

deliberada falta de acabado, realzada por un habilidoso montaje, daba a su

superficie un aspecto tosco y descuidado; los contrapesos que se balanceaban en

su parte interior, cuidadosamente ajustados, anclaban aquella enorme y

multiforme masa en varios puntos. Ya habíamos tenido una avalancha de ideas

originales en todos los medios de comunicación, obras de singular belleza e hitos

significativos en la historia de la aerostática, pero en aquel momento sólo existía

aquel globo, particular y concreto, colgando allí.

Hubo reacciones. Algunos encontraban el globo «interesante». Como respuesta

no parecía ajustarse a la inmensidad del globo, a su súbita aparición sobre la

ciudad; por otra parte, en ausencia de histeria o de otra ansiedad socialmente

inducida, debe considerarse una respuesta tranquila y «madura». Hubo al principio

cierto número de polémicas sobre el «significado» del globo; todo esto se dejó de

lado, porque hemos aprendido a no insistir en los significados, y ahora rara vez se

buscan, salvo que se trate de los más simples e inofensivos fenómenos. Se

concluyó que puesto que nunca podría conocerse totalmente el significado del

globo, la discusión no tenía objeto, y que desde luego era menos positiva que, por

ejemplo, las actividades de los que colgaban farolillos de papel verdes y azules de

su capa inferior cálida y gris, en ciertas calles, o aprovechaban la ocasión para

escribir mensajes en la superficie, anunciando su disponibilidad para realizar actos

antinaturales, o la disponibilidad para entablar relaciones.

Algunos niños atrevidos saltaban a él, especialmente en aquellos sitios donde el

globo se, aproximaba mucho a un edificio, hasta el punto de que la distancia entre

globo y edificio era de unos centímetros, o en los puntos en que el globo

realmente tocaba el edificio, ejerciendo una ligerísima presión sobre el costado de

éste, de modo que globo y edificio parecían una unidad. La superficie superior

estaba estructurada de forma tal que semejaba un «paisaje», pequeños valles y

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también leves lomas y montículos; una vez arriba se podía dar una vuelta, e

incluso hacer un viaje, de un punto a otro. Era un placer poder correr inclinado

hacia abajo, después subir a la loma opuesta, arabas estaban delicadamente

graduadas, o saltar de una a otra. Al ser la superficie neumática, era posible

rebotar, y también dejarse caer, si se quería. Todos estos variados movimientos, y

muchos otros, estaban al alcance de cualquiera. El recorrer el lado superior del

globo era extraordinariamente emocionante para los niños, acostumbrados a la

piel lisa y dura de la ciudad. Pero el objetivo del globo no era el de entretener a los

niños.

Además, el número de personas, tanto niños corno adultos, que aprovechó las

oportunidades descritas no fue tan grande como podría haber sido: se percibía

una innegable timidez, una falta de confianza en el globo. Y también, una cierta

hostilidad, debido a que habíamos ocultado las bombas que alimentaban de helio

el interior, y a que la superficie era tan vasta que las autoridades no podían

determinar el punto de entrada es decir, el punto por el que se inyectaba el gas

era patente una cierta frustración entre los funcionarios de la ciudad en cuya

jurisdicción sucedían normalmente tales fenómenos. La visible falta de propósito

del globo era ultrajante (como lo era el simple hecho de que estuviera «allí»). Si

hubiésemos escrito, con grandes letras «PRUEBA DE LABORATORIO» o « 18%

MÁS EFECTIVO» en los lados del globo, esta dificultad se hubiese salvado. Pero

yo no podía apoyar que se hiciese eso. En definitiva, aquellos funcionarios eran

notablemente tolerantes, si consideramos las dimensiones de la anomalía, y esta

tolerancia era resultado, en primer lugar, de las pruebas secretas realizadas

durante la noche que les convencieron de que poco o nada podía hacerse para

trasladar o destruir el globo; y en segundo, de que en el ciudadano común se

había desarrollado (sin que lo empañaran chispazos de la hostilidad anteriormente

mencionada) un cierto cariño hacia el globo.

Al igual que un solo globo puede significar toda una vida de meditación sobre los

globos, así cada ciudadano reflejaba, en la actitud que elegía, un complejo de

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actitudes. Un hombre podría considerar el globo relacionado con la noción

manchar, como en la frase El gran globo manchaba el habitualmente claro y

radiante cielo, de Manhattan. Es decir, el globo era, desde el punto de vista de

este hombre, una impostura, algo inferior que se interponía entre la gente y su

«cielo». Pero en realidad estábamos en enero, el cielo era feo y oscuro; no era un

cielo que se pudiera contemplar, tendido de espaldas en la calle, con placer, a

menos que para ti el placer se derivase de sentirte amenazado, de sentirte

maltratado. Y resultaba agradable contemplar el lado inferior del globo, ver

aquellos grises y marrones sobrios que predominaban, y que contrastaban con los

tonos nuez y con los amarillos suaves y desvaídos. Y así, aunque aquel hombre

pensaba mancha, había de todos modos una mezcla de placentero entendimiento

en su pensar, en lucha con la percepción original.

Otro, por ejemplo, veía el globo como parte de una serie de recompensas

insólitas, como si un patrón llegara y dijera: «Aquí tienes, Henry, este fajo de

billetes que he dispuesto para ti, porque nos ha ido muy bien en el negocio, y me

gusta mucho la forma en que machacas los tulipanes, sin tu trabajo esta sección

no hubiese sido un éxito, o no sería el éxito que es.» Para este hombre el globo

podría ser una experiencia brillantemente heroica de «valor y músculo», aunque

una experiencia pobremente entendida.

Otro podría decir: « Sin el ejemplo de _____, es dudoso que _____ existiese hoy

en su forma actual», y encontrar muchos que estuvieran de acuerdo con él, o que

discutieran con él. Se introdujeron las ideas de «hinchar» y de «flotar», al tiempo

que conceptos de sueño y responsabilidad. Otros se enredaron en fantasías

notablemente detalladas en torno al deseo de perderse en el globo, o de engullirlo.

El carácter privado de estos deseos, de sus orígenes, profundamente enterrados y

desconocidos, era tan acusado que apenas se hablaba de ellos; existen, sin

embargo, pruebas de que estaban muy extendidos. También se discutió la idea de

que lo más importante era lo que sentías cuando estabas bajo el globo; algunas

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personas proclamaban que se sentían cobijadas, abrigadas, como nunca se

habían sentido antes, mientras los enemigos del globo se sentían, o decían

sentirse, oprimidos, con una sensación de «pesadez».

Las opiniones de los críticos estaban divididas:

«Monstruosos abultamientos»

«Arpa»

XXXXXXX «Ciertas contradicciones con las porciones más oscuras»

«Alegría interior»

«Esquinas grandes, cuadradas»

«Eclecticismo conservador que ha regido durante tanto tiempo

el diseño Moderno de globos»

:::::::::: «Vigor anormal»

«Cálidos, suaves, lánguidos pasajes»

« ¿Ha sido sacrificada la unidad en aras de la expansión?»

«Quelle catastrophe!»

«Puro parloteo»

La gente comenzó, de modo curioso, a situarse en relación a aspectos del globo:

«Será en aquel lugar donde se hunde en la Calle Cuarenta y Siete, casi junto a la

acera, de tálamo Chile House », o, « ¿Por qué no subirnos arriba y tomamos el

aire, y si nos apetece darlos un paseíto, donde forma una línea gruesa y curvada

con la fachada del Museo de Arte Moderno...?» Las intersecciones marginales

ofrecían accesos durante un tiempo determinado, así como «cálidos, suaves y

lánguidos pasajes» en los que... Pero es un error hablar de «intersecciones

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marginales», todas las intersecciones eran cruciales, no podía ignorarse ninguna

(como si, caminando, allí, no pudieras encontrar a nadie capaz de volver tu

atención, en un instante, de viejos ejercicios a nuevos ejercicios, riesgos y

escaladas). Toda intersección era crucial, unión de globo y edificio, unión de globo

y hombre, unión de globo y globo.

Se sugirió que, lo que se admiraba en el globo era en definitiva esto: que no

estaba limitado o definido. A veces un abultamiento comba, o sub-sección se

desplazaba hacia el este en dirección al río por su propia iniciativa, al modo de las

maniobras militares sobre un mapa, tal como se ven desde el cuartel general lejos

del combate. Después aquella porción sería, de algún modo, arrojada otra vez

atrás, o retrocedería a otras posiciones nuevas; a la mañana siguiente, aquella

porción habría hecho otra salida, o desaparecido totalmente. Esta capacidad del

globo para cambiar de forma, para transformarse, resultaba muy agradable, sobre

todo para los que tenían sus vidas estructuradas de modo rígido, aquéllos para los

que el cambio, aunque deseado, era inasequible. El globo, durante los veintidós

días de su existencia, brindó la oportunidad, con sus caprichos, de un vuelo libre,

del yo, en contraposición con la red de senderos precisos, rectangulares que

había bajo nuestros pies. El volumen de práctica y de especialización necesarias,

y el consecuente, deseo de tareas a largo plazo, se deben a la importancia

siempre creciente de una compleja maquinaria, prácticamente en todos los tipos

de operaciones; dado que tal tendencia se incrementa, cada vez se volverá más

gente, en un desesperado desajuste, hacia soluciones de las que el globo podría

considerarse, un prototipo, o «borrador».

Yo te encontré bajo el globo, con ocasión de tu regreso de Noruega; me

preguntaste si era mío; te dije que sí. El globo, dije, es un desbordamiento

autobiográfico espontáneo, que tiene relación con lo incómodo que me siento

cuando estás ausente, y con la abstinencia sexual, pero ahora que tu visita a

Bergen ha terminado, no es ya ni necesario ni adecuado. El traslado del globo fue

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fácil; camiones de remolque transportaron el armazón desarmado, que está

almacenado ahora en West Virginia, aguardando otro período de infelicidad,

quizás algún otro día en que nos enfademos.