Bases para un agrupamiento del sindicalismo alternativo

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BASES PARA UN AGRUPAMIENTO DEL

SINDICALISMO ALTERNATIVO

La Situación

1.- L@s trabajador@s nos encontramos ante un momento muy difícil. A lo largo del 2010 no

pasa un mes en que se anuncie o apruebe una mala medida contra nosotr@s. La reforma laboral,

la subida de la edad de jubilación, las privatizaciones y ajustes salariales en el sector público, los

despidos, el cierre de empresas, etc.

Esta crisis no la hemos generado nosotros, ni los inmigrantes, ni las mujeres que acceden al

mercado laboral, ni los jóvenes que buscan su primer empleo, ni el que se compró un piso

hipotecándose para toda su vida, ni los pensionistas que pueden disfrutar ahora de un merecido

descanso, ni el gasto en la sanidad o en la enseñanza, ni las inversiones que han servido para

mejorar infraestructuras…

Esta crisis tiene culpables, protagonistas y actores. Aquellos que, a lo largo de los últimos años,

se apoderaron del trabajo y el ahorro producidos por millones de trabajador@s para su beneficio

propio, y que, de manera inmoral e insensata especularon en los mercados financieros creando

una enorme burbuja que terminó explotando, saltándose incluso las viejas reglas de su

Economía de Mercado. Podemos afirmar que “el nuevo capitalismo” ha estado en manos de

verdaderos delincuentes sociales. Ese ha sido, es y será el espíritu del Neoliberalismo.

Cabría esperar que los Gobiernos e instituciones elegidas por l@s ciudadan@s defendieran los

intereses de quienes no sólo les han elegido, sino que además han salido perjudicados. Pero no

es así. Los Gobiernos de todo el mundo han optado por una vieja solución capitalista: las

ganancias se privatizan pero las pérdidas se socializan. Es decir, cuando los beneficios eran de

miles de millones de euros en las Bolsas su destino era privado, pero ahora que la marea arrastra

a la crisis somos todos los contribuyentes los que tenemos que pagar sus deudas.

Peor aún. Una vez saneados los Bancos y las Instituciones Financieras nos encontramos con una

repugnante paradoja: al frente de éstos siguen las mismas personas; su comportamiento sigue

siendo el mismo (generosos salarios y planes de jubilación de millones de euros); todos los

datos indican que el asesino ha vuelto al lugar del crimen (es decir la compra masiva de títulos,

subprimes o bonos basura). Por sí esto no es suficiente, ahora, el asesino (capitalistas) se

permite decir a las víctimas (trabajadores y ciudadanos en general) que se tienen que sacrificar

aún más. Que no basta con perder tus ahorros, el piso hipotecado o el empleo; eso no es

suficiente, ahora necesitan una cuota mayor de nuestros salarios, abaratar mucho más el

mercado laboral para obtener mayores beneficios, negociar con una parte de los servicios

sociales del Estado como la sanidad, las pensiones o la enseñanza para quedarse los fondos

públicos. La voracidad del capitalismo neoliberal es insaciable.

Esto no es una película de ciencia ficción. Es la realidad. Es el funcionamiento de un sistema

que marcha con unos mecanismos perversos saltándose todas las mínimas reglas éticas y

morales. Un sistema basado en la competitividad entre capitales y la obtención de beneficios en

el menor tiempo posible, con la menor inversión posible. Un sistema en el cual las personas

sólo somos productores de plusvalías y consumidores de mercancías o servicios. Un Orden

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Económico-Social en el cual todo el ecosistema y las enormes riquezas que tiene nuestro planeta

son simplemente materias primas para la producción capitalista.

Por esa razón, la crisis que estamos viviendo desde el año 2007, es una crisis global y sistémica.

Afecta a las finanzas, la economía, el medio ambiente y a todas las personas. Y ante ella, no

basta con reproducir viejos clichés. Es la hora de buscar una respuesta global, unificadora y

capaz de parar la marcha inexorable hacia la caída.

La Resistencia

2.- La otra cara de la crisis somos l@s trabajador@s. Aunque todavía insuficiente, ya ha

comenzado la respuesta social. Sí de Grecia nos llegaron señales inequívocas de lucha y

resistencia gracias a las ocho ¡Ocho! Huelgas Generales contra los mal llamados “planes de

rescate”. No se han quedado atrás los trabajadores franceses que han protagonizado, junto a los

estudiantes, una dura lucha contra la subida en la edad de jubilación. Aquí, el 29-S, sí bien no

puede compararse aún con Grecia, Francia o Portugal, ha sido la primera respuesta a los planes

de reforma que aprobó el Gobierno de PSOE. Cuando estamos redactando este escrito, Portugal

está también a punto de celebrar la Huelga General. Soplan vientos de resistencia.

La contrapartida a esta situación es la actitud de los dirigentes de los sindicatos mayoritarios (en

particular UGT y CCOO). ¿Por qué no convocaron antes la huelga del 29-S? Porque desde el

estallido de la crisis (2007) hasta la convocatoria (2010) transcurrieron dos años y medio en

donde en lugar de apostar con toda su fuerza por la movilización, decidieron poner todo su

empeño en el diálogo social. Esta es la primera y principal diferencia entre los dos modelos de

sindicalismo de clase: el uno apuesta por la estrategia de un diálogo con empresarios y

Gobierno (al que se subordina la movilización); y el otro, por el contrario, cree que sin la

lucha, sin la movilización, todo diálogo conduce a la capitulación.

Cuántas veces nos han dicho que el sindicalismo de UGT y CCOO es más “realista” o que

nosotros no tenemos los pies en la tierra. Todos los días desde las tertulias, los medios de

comunicación, o incluso nuestros propios compañeros de trabajo. Analicemos los hechos. La

pasividad y el diálogo social ¿Han mejorado nuestros salarios? ¿Se ha reducido la tasa de

desempleo? ¿Nos ha servido para avanzar o para retroceder? Lo que nos proponen los

dirigentes de los sindicatos mayoritarios es un sacrificio a cambio de nada. Continuar así es

morir lentamente.

Por el contrario hay otra salida: la resistencia, la movilización social, la lucha de l@s

trabajador@s y la mayoría de la ciudadanía afectada por los planes neoliberales. Y más aún

tiene que ser una respuesta adecuada a los nuevos tiempos. Tiene que ser una respuesta al

mismo nivel de la agresión que estamos sufriendo. Tiene que ser por lo menos con la misma

contundencia, con la misma masividad y con la misma fuerza social que nuestro enemigo nos

está infligiendo. ¡Ni Francia ni Grecia ni España solas pueden parar el mayor ataque social que

ha vivido el movimiento obrero desde la época del nazismo! Por eso nuestra propuesta, la del

sindicalismo alternativo es la movilización continuada en toda Europa hasta confluir todos los

países en una gran Huelga General.

Las Propuestas

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3.- La vuelta a la mesa de negociación por parte de UGT y CCOO es una vía muerta. ¿Qué es

lo que se puede negociar? ¿Qué la jubilación se retrase de los 65 años a los 67? ¿Qué el mínimo

cotizado sean 35 años y la base reguladora 20 años? Todo eso es una burla. La misma que les

hizo pensar a algunos que, tras la crisis del 2007, gobernantes como Sarkozy y Obama querían

refundar el capitalismo; volver a los años del fordismo y las políticas keynesianas. Nada más

falso. Hoy, tres años después vuelve la Dictadura del Mercado, las turbulencias sociales

provocadas por unas Bolsas en continúa agitación o unas Agencias de calificación de la deuda

pública que pueden hacer caer a todo un país en una situación de suspensión de pagos como

pasó en Grecia y ahora ocurrirá en Irlanda. El Neoliberalismo en su permanente trágala ha

engullido el sistema democrático para darle todo el poder político y económico a los Mercados

–es decir los especuladores- o a organismos supranacionales como el FMI y el BCE. Es la orgía

del gran Capital.

Frente a esta situación lo que podemos oponer las clases trabajadoras es, como decíamos antes,

un Plan de Lucha continuado en el tiempo y extendido a todos los espacios de Europa. Un plan

de lucha que intente ir mermando la capacidad ofensiva de nuestros enemigos, que vaya

conquistando reivindicaciones hasta imponer un nuevo cambio en la correlación de fuerzas

entre Capital y Trabajo. Sólo así podríamos aspirar, no a una refundación del capitalismo sino a

un Nuevo Modelo económico y social más justo donde el control y la distribución de la riqueza

estén en manos de los trabajadores y de la mayoría de la sociedad. Un modelo que sea

respetuoso con el medio ambiente y las personas. Un modelo que instaure en la sociedad una

nueva escala de valores como por ejemplo que solo debemos producir y consumir aquello que

necesitamos.

Mientras se libra esta batalla ideológica, la lucha social concreta no se para. El objetivo de

cambiar la correlación de fuerzas a favor de l@s trabajador@s lleva implícita la lucha por

reivindicaciones que van, desde una alternativa contra el paro hasta una salida anticapitalista a

la crisis. Por ello la reducción de la jornada laboral es una demanda social de primera necesidad

para lo cual hacemos nuestro el viejo lema de trabajar menos para trabajar todos.

Igualmente apoyamos otras demandas dirigidas a impedir la pérdida de poder adquisitivo

ligando nuestros salarios a la subida del IPC. Más aún, un objetivo a medio plazo debería ser

que la parte correspondiente a los salarios dentro del PIB no siguiera mermando en beneficio de

las rentas de capital. Necesitamos recuperar al menos los diez puntos ¡Diez! Que hemos

perdido los trabajadores europeos desde l982 hasta hoy. Y eso solo es posible con una presión

en la calle y una movilización social continuada.

La misma que se necesita para establecer la igualdad entre mujeres y hombres en el mundo

laboral, entre jóvenes y viejos, y, entre inmigrantes y autóctonos. Acabando de una vez por

todas con la discriminación salarial o de trato que existe en el mercado laboral y haciendo

realidad la reivindicación de que a igual trabajo igual salario.

No es una vuelta al Keynesianismo sino a la Justicia Social reclamar ahora –como lo hacen

prestigiosos economistas- que el dinero para la creación de empleo, para pagar salarios o para

invertir en un ambicioso plan de gastos y servicios sociales tiene que salir de Fondos privados.

El Estado no necesitaría endeudarse ni un euro más sí éste utiliza sus mecanismos de poder

para someter al Capital privado a los intereses de la sociedad ¿Cómo? Con una reforma fiscal

que Transfiera fondos privados al sector público, acabando con los paraísos fiscales, haciendo

emerger el dinero negro y las ingentes sumas que se utilizan para el tráfico de armas, seres

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humanos o animales… Pero sobre todo con un Plan de Nacionalización integral de la Banca y

las aseguradoras. Un plan que desemboque en la creación de un polo financiero de carácter

público y controlado por los trabajadores y las organizaciones sociales, porque si algo ha puesto

sobre el tapete esta crisis, es que las finanzas privadas conducen a la catástrofe social. Con este

decidido impulso del sector público sobre el privado devolvemos a la sociedad lo que el Capital

le ha robado: los medios (el dinero) y la capacidad de gestionarlos (el control social).

Las Nuevas Alianzas

4.- La desfavorable situación que tenemos ahora las clases trabajadoras y las organizaciones

sindicales tiene su origen en los años 80 del siglo pasado. Es ahí cuando se desató la tormenta

neoliberal de la mano de Thatcher y Reagan. Aquí fueron los gobiernos de Felipe González los

que pusieron en marcha el camino hacia cambios estructurales en la misma dirección del

neoliberalismo. La clase obrera y el movimiento sindical han sufrido una derrota tras otra. Por

esa razón hoy la correlación de fuerzas nos resulta desfavorable. El epicentro del movimiento

obrero, la clase obrera industrial, ha visto mermada sus fuerzas y su capacidad de hacer daño y,

aunque conserve la tradición de lucha (como lo demostró el 29-S) ya no es la misma. Nadie ha

tomado el relevo de los trabajadores industriales salvo puntualmente algunos sectores de

servicios y transportes pero excepcionalmente. No obstante el número de asalariad@s ha

aumentado como lo refleja la cifra de población activa o cotizaciones a la seguridad social, pero

la diferencia con la situación anterior es que esta clase obrera es menos homogénea

estructuralmente y, sobre todo, ha sufrido un tremendo retroceso en su conciencia de clase. Es

menos homogénea porque el mercado laboral se ha fracturado entre trabajadores fijos y

precarios, funcionarios y subcontratados, “nacionales” e inmigrantes, etc, etc. Porque se ha

proletarizado sectores de cuello blanco. Todo ello ha hecho que la conciencia haya retrocedido

porque los valores neoliberales (individualismo, consumismo…) han calado sobre todas las

capas de la sociedad incluidos los trabajadores.

Constatar esta realidad, por dura que sea, nos lleva al sindicalismo alternativo a replantearnos

Nuevas Estrategias de trabajo. No basta con resistir de manera numantina y con levantar un

programa de medidas sociales; hace falta llenar los huecos que dejaron los sectores que fueron

destruidos, establecer alianzas con nuevos agentes sociales y construir un vasto movimiento

contra el sistema.

Las contradicciones sociales lejos de mitigarse se han visto aumentadas. Por difusas que puedan

aparecer las estructuras de las clases trabajadoras (la línea fronteriza con los más pobres de un

lado o las clases medias por otro). El “merito” del Neoliberalismo no es otro que aumentar a

sangre y fuego las desigualdades sociales y poner negro sobre blanco la contradicción entre

Capital y Trabajo. Hoy, treinta años después del primer impulso neoliberal, el rico es

muchísimo más rico y el pobre muchísimo más pobre. Hoy, la distancia entre las sociedades del

Norte y del Sur es mayor. Los progresos inevitables en el campo de la biotecnología, la

medicina y las telecomunicaciones han servido para aumentar la calidad y la esperanza de vida

de un pequeño sector, mientras por otro lado se han mostrado inútiles para acabar con el hambre

y la pobreza.

Ante esta situación se necesita construir un gran movimiento antisistema que luche contra las

consecuencias de una globalización capitalista a la medida de las clases más ricas. Un

movimiento integrado por miles de trabajadores, jóvenes, organizaciones sindicales, políticas y

alianzas de todos los sujetos sociales involucrados en el cambio. Sólo un movimiento de estas

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características implicado en una resistencia duradera e intensa sería capaz de plantar cara al

modelo neoliberal.

En este contexto, la razón de ser del sindicalismo alternativo cobra vida propia. Las

organizaciones sindicales tradicionales atadas al viejo discurso reformista y al diálogo social

están de espaldas a los nuevos movimientos sociales. Aquí no se trata de diluirnos entre un

movimiento heterogéneo sino en ser parte del mismo con nuestras propias señas de identidad;

es decir, una política de clase y de transformación social. Se trata de participar con nuestras

propias señas de identidad pero respetando las de los demás movimientos (ya sean jóvenes

anticapitalistas, ecosocialistas, feministas, organizaciones no gubernamentales, colectivos en

defensa del medio ambiente, indígenas, campesin@s o redes sociales).

Es cierto que las clases trabajadoras hemos perdido una parte de nuestro potencial, pero la

propia dinámica del sistema empuja a otras clases y sectores sociales como aliados de los

trabajadores. Ya no se trata de volver al pasado. El pasado ha muerto. Tenemos que construir el

futuro con un presente rico y complejo, forjando desde ya una Alianza entre trabajadores con

todos los que participan en los movimientos sociales, antiglobalización, altermundistas o

antisistémicos. Ese es el reto para un movimiento obrero que fue sujeto y referencia pero que

hoy necesita reubicarse en un nuevo escenario nacional e internacional.

El futuro del Sindicalismo

5.- Todo el sindicalismo de clase afronta el nuevo siglo en medio de una encrucijada. La

destrucción de las estructuras tradicionales –antiguos bastiones del proletariado industrial y

columna vertebral del sindicalismo bajo el modelo fordista- debido a la deslocalización hacia

los países asiáticos y emergentes; coincide con el avance del neoliberalismo en dos frentes

fundamentales: la pérdida de importantísimas conquistas sociales y el retroceso en la conciencia

de las clases trabajadoras.

Como no podía ser de otro modo esta situación ha afectado al modelo sindical golpeando en

puntos estratégicos. A ello agregamos la política suicida de las propias direcciones sindicales

mayoritarias que con una miopía terrible pensaron y, piensan, que negociando con los gobiernos

de turno hoy pueden librarse de la crisis. Nada más erróneo. Los sindicatos gozaron de enorme

poder en la época anterior porque respondía a una correlación de fuerzas más favorable, entre

Capital y Trabajo. Básicamente la economía capitalista apoyada en políticas de inversiones

públicas (keynesianismo) trazó el modelo del Estado de bienestar. Sobre este edificio se levantó

el sindicalismo reformista. Pero hoy los vientos son muy distintos. El Neoliberalismo no

necesita los mismos interlocutores que antaño y, así vemos como en casos extremos, un

gobierno como el de Esperanza Aguirre trata de eliminar derechos sindicales bajo el pretexto de

que los “liberados” suponen un gasto innecesario.

Es patético ver a los dirigentes de UGT y CCOO golpear a la puerta de las instituciones y las

administraciones para que no les obliguen a volver a la calle. Es patético que se agarren como

lapas al viejo modelo social cuando éste agoniza bajo el puño de hierro del Neoliberalismo. Es

penoso que en lugar de adoptar una estrategia de resistencia y unidad con otros movimientos, se

enroquen en una política manifiestamente nefasta para los trabajadores e incluso –a la larga-

inútil para sus propias aspiraciones burocráticas o reformistas.

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Estamos ante un combate entre un “nuevo” modelo económico (que se inició en la década de

los ochenta) frente a un viejo modelo sindical surgido de la segunda guerra mundial. Un viejo

modelo que desprecia lo bueno de lo anterior y se aferra a los aspectos menos nítidos de clase

como es un sindicalismo de gestión, asistencial e integrado en la estructura del Estado. Tratando

de disputar al sindicalismo “amarillo” o corporativo los espacios de buenos gestores del sistema.

El reto del nuevo sindicalismo está en consonancia con las tremendas dificultades de esta época

y de esta coyuntura. Si quiere seguir existiendo no puede renunciar a sus señas de identidad pero

también debe renovarse.

No puede renunciar a su ADN: la referencia de clase contra clase, los métodos de acción

directa, la extensión de la democracia de base mediante asambleas y la autoorganización de

los trabajadores. Pues como nos muestran los ejemplos de Grecia, Francia, Portugal y el 29-S

la nueva lucha obrera y popular también necesita las huelgas, los piquetes, la autodefensa y las

manifestaciones para poder derrotar a un adversario muy poderoso.

Pero también tiene que encarar el siglo XXI con nuevas propuestas de unidad con los

movimientos sociales, abriendo nuestro programa a la tiempos que nos ha tocado vivir: la

absoluta equiparación en derechos de la mujer trabajadora para lo que debe haber canales que

se reflejen en nuestros propios organismos de dirección. La integración en nuestras

organizaciones de los colectivos de inmigrantes sin los cuales no se puede forjar a día de hoy un

renovado movimiento obrero y sindical. La incorporación programática de puntos tan necesarios

como la defensa de la naturaleza y del medio ambiente que en otros tiempos entraron en

compleja colisión cuando parecía enfrentado el derecho al trabajo con la defensa de un medio

natural. Dicha contradicción debería ser reevaluada a la luz de una nueva situación en donde lo

que se debe privilegiar a toda costa es una política medioambiental a largo plazo antes que la

defensa cortoplacista de unos puestos de trabajo.

Así mismo hay quien dice que el nuevo proletariado de hoy son los trabajadores precarios, un

sector cada vez mayor, y en donde mujeres, inmigrantes y sobre todo jóvenes son la inmensa

mayoría. Éste debería ser un punto básico de nuestras señas de identidad, en el trabajo sindical.

Las últimas tres décadas nos han traído, por tanto, nuevos protagonistas del llamado mercado

laboral: mileuristas, precarios, inmigrantes, los falsos autónomos y aquellos que trabajan en la

llamada economía sumergida. Estos sectores son los que están aumentando en número de una

manera importante en las grandes ciudades. Sí bien es difícil integrar a estos colectivos en el

sindicalismo formal, no debe subestimarse las posibilidades y los métodos de lucha novedosos

que se pueden utilizar. Establecer contactos y lazos de colaboración con sus organizaciones

puede ser un inicio. Sin embargo, son mundos por descubrir y que luego debemos tener

presentes. Históricamente el movimiento obrero ha organizado a trabajadores que habitualmente

eran eventuales, cambiaban de profesión con frecuencia y se trasladaban de una localidad a otra.

Ante las nuevas realidades del mercado de trabajo, tenemos que ofrecer nuevas formas de

organización donde el territorio o barrio sea también otro punto más de encuentro. La labor que

realizan las tradicionales secciones sindicales es insuficiente aunque imprescindible porque no

llegan a las empresas de subcontratación con trabajo eventual, ni acoge a aquellos que están en

pequeñas empresas, tampoco da cobertura a los falsos autónomos y a los parados. Hay que

buscar todas las posibilidades para agrupar a todos estos colectivos allí donde se encuentren

mediante acciones, debates y todo lo que permita avanzar en la organización y su conciencia.

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También debemos reformular la actividad que realizamos en los centros de trabajo; hay que

forjar el encuentro entre todos los colectivos (fijos de plantilla, subcontratados) exigiendo la

igualdad en las condiciones salariales y laborales. Impidiendo a toda costa la marginación de

unos y la competencia a la baja de aquellos que carecen de los mínimos derechos sindicales.

En definitiva, el futuro del nuevo sindicalismo pasa por la adecuación de sus programas,

estructuras y métodos de trabajo u organización, a las condiciones que nos exige la lucha contra

este capitalismo salvaje y voraz denominado Neoliberalismo. Entre los que lo sufren se

encuentran millones de jóvenes. A ellos mayoritariamente deben adaptarse estas propuestas sino

queremos que el sindicalismo (en su totalidad) se convierta en una organización integrada por

trabajadores autóctonos, mayores de cincuenta años y hombres. No nos puede servir de excusa

el hecho de que la juventud está desinteresada por los sindicatos, también lo están de los

partidos y de muchas cosas más, y sin embargo, han participado en la huelga del 29-S y en los

movimientos sociales. No se trata de invitarlos a entrar a nuestra casa, sino de proponer que

ellos mismos vayan construyendo la suya propia, con sus formas de comunicación, su cultura y

sus métodos de contestación social. De ellos aprenderemos también cómo se lucha hoy, cómo

se utilizan las redes sociales y cómo se puede socavar el poder del sistema poniendo a nuestro

servicio los conocimientos tecnológicos.

DAR PASOS DECIDIDOS EN ESTA NUEVA ETAPA

6.- Las caracterizaciones, opiniones y debates que se plantean en este documento, son abiertos

para su enriquecimiento o cambio sobre la base de un debate democrático, amplio y

participativo.

Pero los más importante en esta nueva situación es dar los pasos hacia delante, sin condiciones

previas, sin apriorismos, sin prisas pero con decisión en este sentido de construir y organizar un

polo de referencia sindical, que abra expectativas en nuestras organizaciones, y que otras

organizaciones se puedan ir sumando, así como muchos activistas sindicales que, como

nosotros, creemos que es necesario ir concretando las bases para un nuevo agrupamiento

sindical alternativo y de clase en Madrid, cuya plasmación no puede ser otra que la de un nuevo

referente constituyente a medio-largo plazo.

Por ello este punto no puede ser de otra forma que la enumeración de nuestras propuestas y

tareas comunes de acción, para los próximos meses, tanto sindicales como organizativas.

6-1 Abrir un debate en nuestras organizaciones priorizando por el momento a delegad@s,

organismos internos y responsables. Comenzando por este material y siguiendo por otros que se

vayan elaborando.

6-2 Realizar plenos de delegados (y/u órganos de dirección) tanto a nivel de cada organización,

como entre ellos, con el debido debate de organizaciones y calendarios comunes.

6-3 Crear un espacio WEB común que dé publicidad hacia fuera de todo este proceso, y hacia el

interior de nuestras organizaciones para que ayuda a socializar todas las aportaciones, críticas,

debates y propuestas.

6-4 Establecer un órgano común y paritario entre nuestras organizaciones, con presencia de

tod@s, con el objetivo de coordinar, consensuar y organizar las tareas que desarrollen este

debate.

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6-5 Hacer público todo este proceso abierto y su desarrollo.

Nuestro esfuerzo durante los últimos meses ha mostrado una línea de trabajo que ha ido

impulsando la unidad de acción y ha creado un marco común entre organizaciones sindicales a

nivel de Madrid, así como con otros colectivos sociales. También hemos empezado un

acercamiento hacia otras organizaciones a nivel estatal. Esta es la hoja de ruta por la que vamos

a seguir apostando.

Este proceso que vamos a iniciar es un desafío, un reto y un compromiso que hacemos dada la

gravedad de la situación social y la necesidad de ir levantando nuevas alternativas al viejo

sindicalismo. Nosotr@s asumimos nuestras responsabilidades y damos un primer paso. Es muy

grande el camino a recorrer pero queremos poner los primeros soportes, para ello habrá que

arrimar el hombro, ceder, escucharse un@s y otr@s, dejar a un lado los sectarismos que tanto

daño hacen y, en definitiva, ponernos a trabajar desde la sencillez, la honradez militante, la

lealtad entro tod@s, y adoptar una postura constructiva si queremos llegar a buen puerto.