Boletín El Heraldo AMECCDAi 11 octubre de 2015

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H oy damos inicio a la Campaña de Aniversario de nuestra Iglesia. Han transcurrido 37 años desde el año en el que nos incorporamos como Iglesia ante las autoridades del gobierno de Puerto Rico. Han sido casi cuatro (4) décadas de testimonio y de milagros ininterrumpidos. Hemos visto la mano del Señor en los días de grandes bonanzas. Hemos experimentado su favor y su misericordia en las temporadas de tormentas y de pruebas de centro. Sin duda alguna que podemos decir como dijo Samuel frente al pueblo de Israel: ¡eben-ezer! (“hasta aquí nos ha ayudado el Señor”; 1 Sam 7:12). En todos estos años nuestras congregaciones han vivido el testimonio de una verdad fundamental que sostiene la Iglesia del Señor. La iglesia camina, peregrina bajo el amparo de la Presencia del Eterno. Esa presencia marca a cada cristiano como propiedad comprada a precio de sangre en la Cruz del Calvario (Efe 1:13-14). Esa presencia marca a cada creyente en Cristo Jesús para que sea tenido por digno de escapar de infinidad de tormentas, pruebas y juicios que se experimentan en el planeta (Eze 9:4-6). Esa presencia marca a cada creyente como el sello del amor del Eterno que ha prometido no permitir que las muchas aguas lo puedan apagar (Cant 8:6). E l testimonio inequívoco de esa Presencia es la santidad de Dios. Es esa santidad la que nos provoca a querer ser santos porque Él es santo (Lev 20:7; 1 Ped 1:15-16). La mayoría de los exégetas bíblicos destacan que hay muchas cosas que cambian en nosotros como creyentes en Cristo cuando agarramos la visión y la comprensión del significado de la santidad de Dios. Una de las cosas que sucede es que podemos comenzar a considerar muchas cosas en nuestras vidas como cosas santas. En cambio, cuando perdemos la capacidad de experimentar esa santidad, también perdemos la capacidad de identificar qué es santo y qué no es santo en nuestras vidas. En otras palabras, como dice Art Lindsley “perdemos el sentido de nuestra propia pecaminosidad, de nuestra necesidad de la gracia de Dios y del ambiente desesperado en el que se desarrollan nuestras culturas.” 1 E l Dr. Lindsley dice mucho más; sin esa visión de la santidad de Dios no podemos ser asombrados, maravillados por la gracia sublime de Dios. Este es sin duda alguna el génesis de las conductas pecaminosas que se practican en la casa del Señor. Al final del camino entendemos que queremos ser santos, que debemos ser santos y que tenemos que ser santos, no como aquellos que lo quieren lograr porque siguen unas reglas. Tenemos que ser santos porque la Biblia lo dice y la Biblia lo dice para aquellos que quieren seguir caminando detrás del Dios Santo. Oswald Chambers decía sobre este tema que un principio rector detrás de toda esta discusión es que la finalidad central 11 de octubre de 2015 • Volumen X • No. 502 1

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Tema:Marcados por su Presencia; Reflexiones de Aniversario. Mensaje por el Pastor/Rector Mizraím Esquilín García. Fecha: 11 de octubre de 2015, Vol. X, No. 502. Iglesia AMEC Casa de Alabanza, www.ameccda.org.

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Hoy damos inicio a la Campaña de Aniversario de nuestra Iglesia. Han transcurrido 37 años desde el año en el que nos incorporamos

como Iglesia ante las autoridades del gobierno de Puerto Rico. Han sido casi cuatro (4) décadas de testimonio y de milagros ininterrumpidos. Hemos visto la mano del Señor en los días de grandes bonanzas. Hemos experimentado su favor y su misericordia en las temporadas de tormentas y de pruebas de centro. Sin duda alguna que podemos decir como dijo Samuel frente al pueblo de Israel: ¡eben-ezer! (“hasta aquí nos ha ayudado el Señor”; 1 Sam 7:12). En todos estos años nuestras congregaciones han vivido el testimonio de una verdad fundamental que sostiene la Iglesia del Señor. La iglesia camina, peregrina bajo el amparo de la Presencia del Eterno. Esa presencia marca a cada cristiano como propiedad comprada a precio de sangre en la Cruz del Calvario (Efe 1:13-14). Esa presencia marca a cada creyente en Cristo Jesús para que sea tenido por digno de escapar de infinidad de tormentas, pruebas y juicios que se experimentan en el planeta (Eze 9:4-6). Esa presencia marca a cada creyente como el sello del amor del Eterno que ha prometido no permitir que las muchas aguas lo puedan apagar (Cant 8:6).

El testimonio inequívoco de esa Presencia es la santidad de Dios. Es esa santidad la que nos provoca a querer ser santos porque Él es santo (Lev 20:7; 1 Ped 1:15-16). La mayoría de los

exégetas bíblicos destacan que hay muchas cosas que cambian en nosotros como creyentes en Cristo cuando agarramos la visión y la comprensión del significado de la santidad de Dios. Una de las cosas que sucede es que podemos comenzar a considerar muchas cosas en nuestras vidas como cosas santas. En cambio, cuando perdemos la capacidad de experimentar esa santidad, también perdemos la capacidad de identificar qué es santo y qué no es santo en nuestras vidas. En otras palabras, como dice Art Lindsley “perdemos el sentido de nuestra propia pecaminosidad, de nuestra necesidad de la gracia de Dios y del ambiente desesperado en el que se desarrollan nuestras culturas.”1

El Dr. Lindsley dice mucho más; sin esa visión de la santidad de Dios no podemos ser asombrados, maravillados por la gracia sublime de Dios. Este es sin duda alguna el génesis de las conductas

pecaminosas que se practican en la casa del Señor. Al final del camino entendemos que queremos ser santos, que debemos ser santos y que tenemos que ser santos, no como aquellos que lo quieren lograr porque siguen unas reglas. Tenemos que ser santos porque la Biblia lo dice y la Biblia lo dice para aquellos que quieren seguir caminando detrás del Dios Santo. Oswald Chambers decía sobre este tema que un principio rector detrás de toda esta discusión es que la finalidad central

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que aguarda a cada creyente cuando llega al cielo no es la felicidad. Esta es un producto aleatorio que cubre la totalidad de la eternidad. La finalidad de cada creyente al llegar al cielo es ser santo como Dios es Santo (1 Jn 3:2).

Lindsley argumenta que nuestras culturas han perdido el sentido de esa santidad y con esta

pérdida se ha perdido el sentido de todo aquello que tiene que ser santo. Entre estas cosas encontramos la santidad de la vida, la santidad del matrimonio, la santidad de la familia, la santidad de la Iglesia y la santidad de la adoración a Dios. Todo esto se ha ido perdiendo. Algo maravilloso sucede cuando miramos con estos espejuelos hermenéuticos (de interpretación) los pasajes bíblicos que describen lo que sucedía en el Tabernáculo y en el templo de Jerusalén. Allí encontramos que todos los utensilios que se usaban tenían como principio inherente a ellos recordarle a cada creyente la Presencia y la santidad de Dios que estaba en Su santuario. El Arca, las lámparas, los altares, las mesas, los panes, la ropa utilizada, etc., todo esto le recordaba a Israel que Dios estaba presente y por ende todo aquello era ¡Santo, Santo, Santo!

Ahora bien, ¿qué es la santidad de Dios? ¿Qué significa que Dios sea santo? Este es uno de los conceptos más

difíciles para que el ser humano pueda interrelacionarlo. Esto es así porque nuestra naturaleza siempre se inclina a buscar estándares lógicos y pertinentes para amarrar nuestras interpretaciones y nuestras conclusiones. En el caso de Dios, su inmanencia y majestad no permiten que su santidad pueda ser descrita o definida usando estándares humanos. Esto último me recuerda una ilustración que utilizó el Pastor Dennis Davidson (Bluegrass First Baptist, 1907 Ebenezer Rd, Knoxville, TN). Un niño se acercó a su mamá a darle la buena nueva que ya medía 6 pies de altura. Su madre se mostró muy escéptica ante la noticia, porque era obvio que el niño no tenía esa estatura. Cuando la madre investigó el asunto, le pidió al niño que repitiera el ejercicio para ella verlo en acción. Allí descubrió que el niño había usado para medirse una regla de 6 pulgadas en vez de una de 12 pulgadas. El niño había calculado que se medía el tamaño de 6 reglas, entonces medía 6 pies de estatura. El niño tenía la regla equivocada, el estándar equivocado.

La santidad de Dios no puede ser descrita ni medida usando nuestros estándares. La santidad de Dios a veces nos hace

sentir incómodos, porque nos recuerda lo que nosotros somos.Los argumentos teológicos más básicos describen la santidad de Dios como que esta es intrínseca a Él, que revela

su pureza que es trascendente, y que demuestra el estándar de la justicia con la que todo el universo tiene que ser conformado. Dios nunca puede ser conformado a los estándares creados por otros. Dios es el estándar. Por lo tanto, su creación tiene que ser conformada a Su estándar.

La teología sistemática nos ha enseñado que la santidad en el centro fundamental de

todos los atributos de Dios. R.C. Sproul usa este principio como argumento para señalar que este atributo se infiltra en todos los otros atributos de Dios. Se trata de conocer que la santidad de Dios abre la puerta para que entendamos y que nos hagan sentido todos los otros atributos que Dios posee.2 Esto es, el amor de Dios es santo. La paz de Dios es santa. La majestad de Dios es santa. Su poder es Santo y sus palabras son santas. Su presencia es Santa. En otras palabras, si queremos conocer un poco más acerca de Dios, tenemos que acercarnos a su santidad.

Los exégetas bíblicos reconocen que hay dos (2) elementos relacionados a esa santidad. El primero es la idea de

la grandeza de Dios. Si ser santo significa ser separado. Entonces saber que Dios es santo debe hacernos comprender que Dios es tan grande que está en una dimensión y una clase única, totalmente por encima y más allá de nosotros. Es por esto, decía el Dr. Davidson, que leemos que Israel canta lo siguiente: Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? (Exo 15:11). ¡Dios es santo! Esto significa que su santidad es tan inmensa que no se puede medir. Por ende su majestad, su poder, su gloria y su favor son inmensurables.

El segundo aspecto de la santidad es la idea de la pureza. Sabemos que Dios es bueno. Sabemos que Dios siempre

hace lo que es correcto. Y eso que hace es correcto porque Él lo hace. Sabemos que Dios nunca se inclina a lo malo. Dios siempre actúa con justicia porque toda su naturaleza es Santa. Dios es a la misma vez Grande y Bueno, Puro y

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Justo. Decir que Dios es Santo significa que Él está completo y absolutamente separado de todo lo que no es santo y de lo que es común. Su santidad es un distintivo que lo separa de todas las otras cosas. Su santidad le identifica y distingue al Divino Creador de todo lo que existe, de todo lo creado. Dios está separado de la creación no solo por el pecado que hay en ella, sino porque Su esencia le hace diferente a toda ella. Lo que esto significa es que Dios es absolutamente independiente de toda la creación. Dios no depende de la creación. Por ejemplo, Dios no puede ser afectado por el tiempo, por el espacio, por la masa, por la fuerza de gravedad, o por los campos electromagnéticos. Dios no puede ser regulado por la mecánica cuantíca, ni por la teoría de la relatividad. Santo significa trascendente, supremo y absoluto en grandeza, que está por encima de todos los límites.

La santidad de Dios posee un tercer elemento que hay que considerar. Se trata del elemento ético inherente a esa

libertad absoluta que Dios posee. Esto implica que Dios no solo está separado de todo aquello que es pecaminoso en su esencia, sino también en su carácter. O sea, que Dios es santo en sus pensamientos, en sus palabras y en sus obras. Todo esto nos obliga a formular algunas preguntas. La primera es la siguiente: ¿cómo puede ese Dios que es santo amarnos a nosotros que somos pecadores? La única respuesta para esta pregunta es la Gracia. Su Gracia que es santa, lleva a Dios a amarnos con un amor obstinado.

La segunda pregunta es la siguiente: ¿qué sucede cuando ese Dios Santo marca a los que creen en Él? La santidad de

Dios tiene que producir unos efectos inmensurables en todo lo que Él toca. La tercera y última pregunta es la siguiente: ¿para qué nos toca ese Dios que es santo? Ese es el tema de la reflexión pastoral de esta mañana: “¿Qué significa ser marcados con Su presencia?”.

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MIERCOLES 21 DE OCTUBRE, 2015´7:30PM - ANEXO DE AMEC

REUNION´HOMBRES DE IMPACTO

“Promete Proveerpara tu Familia”

MINISTERIO

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“EL RETO DEL TRABAJO CON LA GENTE: TRABAJO EN EQUIPOS Y COMITÉS”

ADIESTRAMIENTO PARA MAESTROS, AYUDANTES DE ESCUELA BÍBLICA

Y PÚBLICO EN GENERAL.

SÁBADO 31 DE OCTUBRESALÓN #59AM-12M

RECURSO: BETSY BURGOS Y LIZA VELEZ

30 DE OCTUBRE 7:30 PM

SOMOS UNA IGLESIA DE PRESENCIA

Grupo de FlautaIglesia de los Niños,

Niños en la Adoración.

Una Noche de Bendición para tu Familia.... Te esperamos!