Boletin IFEA Tomo 35 (3), 2006. Avances de investigación en el Ecuador Prehispánico.

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Despoblamiento Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 239-240

INTRODUCCIÓN

Mercedes Guinea*

Jean-François Bouchard**

Hace ya casi 30 años que los editores de este volumen venimos coordinando, juntos, por separado, o bien acompañados, simposios dedicados a la arqueología del área andina ecuatorial y septentrional dentro de los Congresos Internacionales de Americanistas, siguiendo una tradición que inauguró el Dr. Alcina Franch en el congreso de México de 1974. La mayor parte están publicados y nos enorgullece haber contribuido con ello a la difusión de las investigaciones que se realizan en esta área, ya que para estas regiones arqueológicas no hay muchas oportunidades de proponer balances periódicos de los resultados obtenidos en el terreno o en los laboratorios. En julio de 2006, el simposio ARQ 14 Avances de investigación en el Ecuador prehispánico reunió en la ciudad de Sevilla 23 ponencias, 14 de las cuales se publican en este volumen temático del Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines. No han podido estar todas por diversas circunstancias de sus autores, pero todas fueron seguidas con gran interés en las sesiones de presentación y discusión. Fue un placer añadido ver que el evento no solo convocó investigadores consagrados y veteranos, sino que la participación y asistencia de miembros de las nuevas generaciones nos animó mostrando que la semilla de estas iniciativas brota viva. Por supuesto, como siempre, el interés por la arqueología del Ecuador sobrepasó con mucho los límites nacionales y nos volvimos a reunir investigadores latinoamericanos, norteamericanos y europeos con los últimos avances de nuestros trabajos. Debido a que la temática de la convocatoria era muy abierta, podemos presentar ahora una amplia variedad de temas, que no solo se ocupan de la clásica trilogía espacial ecuatoriana «Costa-Sierra-Oriente», sino que junto con los de estas se presentan valiosos hallazgos en las áreas de contacto entre las tres regiones, el piedemonte de las cordilleras, que anteriormente se habían estudiado poco debido a las dificultades medioambientales. Otras ponencias han elegido los estudios iconográficos. Resaltando, en este caso, su esfuerzo por presentar síntesis esclarecedoras huyendo de la amalgama de datos aislados y analogías más fortuitas que significativas. Finalmente, un buen número de ponencias, a pesar de las dificultades económicas que afectan drásticamente a la arqueología de este país desde hace un par de decenios,

* CNRS. Nanterre-Cedex (París, Francia). E-mail: [email protected]** Universidad Complutense de Madrid. E-mail: [email protected]

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Mercedes Guinea, Jean-François Bouchard

aportaron la evidencia de una fecunda actividad de las investigaciones en el terreno, tanto en proyectos programados como en arqueología de rescate. La primera parte de este volumen recoge precisamente 8 de estas ponencias, ofreciendo así un primer balance de los resultados obtenidos por el Proyecto Manabí Central que se está llevando a cabo en el sitio manteño de Japoto. No queremos dejar de aprovechar esta oportunidad, siendo a la vez miembros del proyecto citado y co-organizadores del simposio para señalar que, pese a la importancia del yacimiento, este está amenazado de destrucción como muchos otros sitios arqueológicos en el Ecuador. Es obvio que la escasez de sitios con estructuras arquitectónicas, salvo quizás lo sitios con tolas que tienen una cierta visibilidad, no favorece la protección de estos. Los camellones prehispánicos o las capas de tiestos son menos visibles en el paisaje actual que una pared de piedra. Es decir, no son tan llamativos como una «ruina», una construcción que se levanta verticalmente, en cuyo caso es algo más fácil parar las labores agrícolas o de ingeniería civil e industrial. En contra de lo que sería de esperar, la intensificación de trabajos orientados a la puesta en valor económico de ciertos terrenos, coincide con la reducción de los recursos para proteger y estudiar los sitios que se habían preservado hasta la época actual. Desde luego, este fenómeno es un elemento con el cual los arqueólogos deben convivir estableciendo un modus vivendi, que sin parar los intereses económicos, nos permita intervenciones de rescate y de prevención cada vez que se amenaza un sitio importante. Sería muy triste que la primera parte del siglo XXI se recuerde en la historia de la arqueología ecuatoriana como un periodo durante el cual no se pudo evitar que sitios esenciales para el conocimiento del pasado prehispánico se destruyesen antes de su estudio.Dicho lo anterior, hay que resaltar también los aspectos positivos ya que, tal y como se demuestra con esta publicación, este pasado sigue descubriéndose a través de diferentes tipos de estudios. Si volvemos la mirada hacia el cuadro que de la arqueología del Ecuador dibujaron a mediados de los años sesenta los protagonistas de esta época pionera, vemos como este se ha completado de forma impresionante en algunas de las áreas. Afortunadamente, seguimos en el camino abierto por ellos, caracterizado por el desarrollo de proyectos de campo y una buena política de conservación a través de la creación de museos arqueológicos y antropológicos, que han podido recibir las obras precolombinas descubiertas en estos decenios. El hecho de que en muchas ciudades del Ecuador exista ahora un museo arqueológico es una prueba de que la investigación deja sus huellas, de que a los proyectos les siguen metas didácticas tangibles y de que los mismos responsables de dichos museos los apoyan y les acogen con la conciencia de que finalmente todos salen beneficiados con las excavaciones científicas. Ver a los grupos de escolares que visitan dichos museos, que incluso en ocasiones llegan con sus maestros hasta los sitios arqueológicos «para conocer», es una gran satisfacción para quienes dedican su vida al estudio de este pasado, comprobando que no solo lo vistoso y espectacular atrae al público, sino que también hay un genuino interés por lo más común y cotidiano de la vida prehispánica. Nos gustaría recordar aquí el comentario que un maestro de escuela le hizo a Jean-François Bouchard después de una pequeña charla acerca del Proyecto Manabí en el Museo del Banco Central de Bahía de Caráquez. Explicó cómo el trabajo que estábamos haciendo le había permitido entender mejor la importancia de las relaciones entre el hombre prehispánico y el medioambiente marítimo, algo que no le era fácil de imaginar ya que actualmente este ambiente se considera como poco interesante y reservado a las actividades de la gente más pobre. Lograr que un maestro de escuela le explique a sus alumnos que los pescadores y marineros fueron tan importantes como los agricultores o los comerciantes en épocas pasadas y que, aunque sea de distinto modo, lo siguen siendo ahora, es para nosotros tan importante como descubrir un vestigio arqueológico de «gran valor». Nuestro papel, como el de nuestros maestros, es conseguir que poco a poco se tenga una imagen más clara del pasado prehispánico del Ecuador y no solo por afán de conocimiento, sino para extraer de él las lecciones de futuro que nos ofrece.

Madrid, París, diciembre de 2006

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Primera Parte

resultados Preliminares del Proyecto manabí central

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 243-256IFEA

Aldeas y pueblos prehispánicos en la costade Manabí: Chirije y Japoto

Jean-François Bouchard*

Franklin Fuentes**

Telmo López***

Resumen

La ponencia presenta los sitios arqueológicos de Chirije y Japoto, localizados en la costa central de la provincia de Manabí, entre el estuario del río Chone al norte y el estuario del río Porto Viejo al sur. Chirije corresponde a un tipo de asentamiento en la desembocadura de pequeños esteros. Japoto corresponde a un extenso sitio manteño (posiblemente con niveles premanteños), construido en la llanura aluvial del río Porto Viejo. Japoto se caracteriza por ser uno de los pocos sitios en la costa central con grandes y numerosos montículos artificiales (o tolas) preservados. Ambos sitios se estudian dentro de un proyecto arqueológico desde 2003.

Palabras clave: cultura manteña, Ecuador, Manabí, tolas, montículos artificiales

Hameaux et villages préhispaniques sur la côte centrale du Manabí : Chirije et Japoto

Résumé Cet article présente les sites de Chirije et de Japoto localisés sur la côte centrale du Manabí, entre l´estuaire du río Chone et celui du río Porto Viejo. Le premier correspond à un modèle d´établissement au débouché de cours d´eau saisonniers. Le second correspond à un grand site manteño et peut être

* CNRS. Nanterre-Cedex (París, Francia). E-mail: [email protected]** Arqueólogo. Contraparte nombrada por el Instituto Nacional de Patrimonio cultural (INPC) del Ecuador para el

sitio Chirije. E-mail: [email protected]*** Arqueólogo. Contraparte nombrada por el Instituto Nacional de Patrimonio cultural (INPC) del Ecuador para el

sitio Japoto. E-mail: [email protected]

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pre-manteño, près de l´embouchure du río Porto Viejo et constitue l´un des rares exemples encore préservés d´établissement sur monticules artificiels sur le littoral équatorien. Les deux sites font l´objet d´un projet archéologique depuis 2003.

Mots clés : culture manteña, Équateur, Manabí, tolas, monticules artificiels

Prehispanic hamlets and villages on the central coast of Manabi province: Chirije and Japoto

Abstract

This paper deals with prehispanic sites, Chirije and Japoto, both located on the seashore or nearby the shore of the Pacific ocean, between the mouth of the Chone river at north, and the mouth of the Porto viejo river at South. Chirije appears to be a small hamlet, tipical of the cliffy coast, located at the very mouth of an «estero» ( seasonal stream or wadi). Japoto, on the contrary, appears to be a large village, with many articial mounds (locally called «tolas»). It stands on the right side of the lowlands at the mouth of the river. It is one of the best sites of the manteña culture that remains well preserved by the present time. Both sites are studied by an archaeological project since 2003.

Key words: manteña culture, Ecuador, Manabi, artificial earth mounds, «tolas»

IntRoduCCIón

El proyecto Manabí se dedica al estudio arqueológico de un sector central de la costa de esta provincia de Ecuador, aproximadamente ubicado entre el río Chone (al norte) y el río Porto Viejo (al sur). Estos son los mayores ríos de la región, mientras otros denominados «esteros» son arroyos que solamente tienen agua durante las épocas de invierno. La gran mayoría de la costa está conformada por acantilados altos (más de 30 metros de altura) que llegan hasta el mar en marea alta. Solamente existe una zona más baja a nivel de las desembocaduras de los esteros1. Sin embargo en la parte sur, a nivel del valle del río Porto Viejo, existe una llanura más extensa que se extiende desde San Clemente al Norte y Crucitas al sur, en la margen izquierda del río. En esta parte, se presenta un cordón litoral arenoso, playas bajas y un valle bajo que se beneficia del río y de sus aluviones (figs. 1-2). Por lo tanto podemos definir 2 clases de medio natural: al norte, la costa de acantilados y, al sur, la costa baja y arenosa, sin acantilados, atravesada por el río.

1 Entre Bahía de Caráquez y San Clemente, hay varios esteros que reciben distintos nombres según la gente del lugar o según los mapas del I.G.M. (1/50 000). La información local indica de norte a sur: estero La Bellaca, también llamado La Gringa, (que comunica a Bahía por una carretera asfaltada desde la playa La Bellaca), al norte de la Punta La Gorda, los esteros Chirije grande y Chirije chico, el Norte y El Bálsamo (conectado por un camino a la vía asfaltada hasta el Niño del 1997-1998), ambos al norte de la Punta Viquin. Luego existe un pequeño estero llamado Norte, antes de llegar al pueblo de San Clemente.

En los 3 mapas del IGM (MIII-D3, MIII-F1, MIII-E2, 1/50 000), de norte a sur, aparecen mencionados los esteros El Bejuco, Los Navíos (al norte de Punta La Gorda), luego los esteros La Gorda, El Pajonal, Las Quebraditas, Chirijo, El Bálsamo y un estero sin nombre cerca de San Clemente. Es de notar que frente a Chirije se menciona una Punta Verde, que no se detecta en el paisaje sino por un conjunto de pequeñas rocas esparcidas en la playa. Estos mapas indican también el nombre de Punta de Charapoto para la punta que se nos designó también como Punta Viquin un poco al norte de San Clemente. Al observar los mapas, se nota que solamente los esteros Pajonal y Bálsamo parecen sobrepasar los 5 kilómetros de largo.

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Figura 1 – Chirije, vista hacia el norte

Figura 2 – Chirije, vista desde el mar

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Son pocos los estudios arqueológicos en esta área: mencionaremos como mayores referencias las publicaciones de Marshall Saville (1907; 1910) y de Emilio Estrada (1957; 1962), aunque ambos autores se han preocupado más por los sitios de la costa sur de Manabí. Sin embargo, en relación con otras regiones de la costa ecuatoriana, se trata de una zona poco conocida, a parte de los numerosos hallazgos (sobre todo de cerámica) hechos por los huaqueros sobre todo. Tal vez esto se debe a la ausencia (hasta la fecha) de sitios precolombinos «ricos», que son los que atraen a los buscadores de «tesoros» o de vestigios de valor que se puedan vender a coleccionistas. Llama la atención que para nuestra área de estudio, casi no se conocen objetos «de valor» en las colecciones, mientras un sitio como San Isidro (al norte de Bahía de Caráquez), fue intensamente huaqueado y saqueado. Realmente, era casi una tierra de nadie entre las costas del territorio Jama Coaque y del territorio Manteño Huancavilca. Nuestro objetivo fue intentar poner en relieve las evidencias de ocupaciones prehispánicas que pudieron existir antes del siglo XVI, sea en base a vestigios construidos (las tolas) o artefactos manufacturados.

1. AsentAMIentos en lA deseMboCAduRA de los esteRos: el CAso de CHIRIJe

1. 1. Secuencia cultural de Chirije según las evidencias arqueológicas anteriores2

1. 1. 1. Los niveles superiores (segunda parte del Periodo de Integración)

Estos niveles superiores obtenidos en las dos extremidades N y S del sitio parecen corresponder a la época de los «corrales» descubiertos por Estrada. Estos corrales manteños son construcciones de planta cuadrangular de unos 15 metros de lado, que se construyeron con piedras cilíndricas perforadas en su centro en toda su altura3 que él llama «columnas talladas». Eran enterradas en el piso y solamente se veían sus partes superiores. Se supone que en los huecos se clavaban pequeñas vigas que formaban un armazón para paredes de bahareque. Según Estrada, los corrales serían los vestigios de un centro ceremonial secundario de los «manteños del norte», construido sobre una anterior ocupación. Él encontró un piso preparado manteño (de tierra rojiza con paja) y entierros directos del periodo manteño bajo este piso superior. En la actualidad, en Chirije, no quedan corrales con huellas visibles in situ ni se puede localizar con precisión su ubicación en relación con el mapa de la publicación de Estrada (1962: 134, fig. 28).

2 Básicamente, para esta secuencia, nos referimos a los estudios de Estrada (1962).3 Muchas piedras perforadas están agrupadas a la entrada del museo de sitio, junto con un ejemplo moderno de

la pared de bahareque con estacas en las piedras para restituir la forma de construcción de los edificios llamados corrales. Otras delimitan ahora pasillos modernos. Es de aclarar que no son «artefactos»: son piedras naturales que presentan una perforación cilíndrica hecha por grandes gusanos marinos en épocas geológicas. Fueron solamente aprovechadas tal cual en la época prehispánica como adecuados elementos de construcción sin modificarlos.

En cuanto al uso ceremonial de los corrales, no hemos encontrado más elementos diagnósticos. Por lo tanto, no podemos discutir la propuesta hecha por Estrada quien hipotetiza dicho uso ceremonial. El camino de piedra para llegar a uno de los pozos, mencionado por Estrada, tampoco parece ser un argumento decisivo para poder sugerir que dicho pozo pudo ser la piscina sagrada de los manteños de la época de oro de Chirije (Estrada, 1962: 26).

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1. 1. 2. Los niveles intermedios (primera parte del Periodo de Integración)

Con este término «niveles intermedios» designamos los niveles que se han descubierto debajo del nivel supuestamente manteño y que yacen desde una profundidad variable según los lugares excavados. Las palabras mismas de Estrada dicen que yacen debajo del «piso manteño», y se trata de «restos habitacionales con piso preparado con barro y paja uniendo curiosas ollas o tinas de barro cocido» (Estrada, 1962: 26). Según el autor, se trata de «un complejo cerámico y cultural diferente del conocido manteño, mereciendo por lo tanto su nombre propio» (Estrada, 1962: 76). Corresponde a la ocupación por la gente que habitaba el sitio durante su periodo inicial. Estrada atribuye estos vestigios a una tradición Chirije, cuya cerámica se encontró también en algunos sitios de Manabí central: el Bálsamo, Cerro Jaboncillo, La Sequita (Pepa de Huso), y, más lejos, en Chanduy (con una fecha 14C de 1200 AD), Playas y San Mateo (Estrada, 1962: 77). Por lo tanto, se le podría asignar una ubicación cronológica dentro del Periodo de Integración, aunque no sea muy precisa. Desde esta época (1962), no se ha podido caracterizar más esta tradición Chirije.Al mismo tiempo, Estrada atribuye la presencia de grupos caracterizados por la cerámica Chirije a un periodo cronológico que se llama ahora «Periodo de Integración», indicando una posible fecha final alrededor de 1100 AD para estos grupos con céramica Chirije. Pero también relaciona la cerámica Chirije con las dos fases del periodo de Desarrollo Regional (Guangala y Jama Coaque), que supuestamente terminan alrededor de 500 AD. Curiosamente, no la relaciona con la fase llamada Bahía de Caráquez. Todo al contrario, Estrada supone que hubo un largo vacío cultural entre Bahía de Caráquez y Chirije, y al mismo tiempo atribuye el abandono de la región de Bahía de Caráquez a un importante fenómeno volcánico que ocurrió al final del periodo de los Desarrollos Regionales y habría tenido efectos gravísimos sobre las poblaciones de esa cultura Bahía.

«Tal vez los movimientos tectónicos y volcánicos al final de Bahía impidieron vida alguna en esa zona por algunos sitios. Tal vez fue necesario ese largo periodo para lavar suficientemente las tierras y hacerlas nuevamente útiles para la agricultura y la vida del hombre». (Estrada, 1962: 78)

Esto debería contrastarse con la interpretación más reciente dada por J. Zeidler en cuanto a los efectos de las erupciones volcánicas de la región vecina de San Isidro sobre la ocupación Jama Coaque (Zeidler & Pearsall, 1994: 200-215). En varias oportunidades Estrada emite dudas sobre la procedencia de los grupos que se caracterizan por la cerámica Chirije:

«No sabemos aún positivamente de donde llegaron o se desarrollaron los pueblos del periodo Chirije (…) Es muy posible que en el sector Guangala haya evolucionado esta cultura con la ayuda de elementos extranjeros». (Estrada, 1962: 77)«En Manabí central, o sea en territorio de la cultura Bahía, Chirije aparece mezclado con elementos como figurillas de la cultura Guangala (…) y cerámica de Jama Coaque, lo que hace suponer un contacto con las fases últimas de Guangala y de Jama Coaque». (Estrada, 1962: 78)

1. 1. 3. Los niveles inferiores (Periodo de Desarrollo Regional)

Para el sitio de Chirije, es de notar que Estrada no señala una ocupación Bahía y solamente reconoció dos ocupaciones sucesivas: Chirije y Manteña. Por otro lado, aunque no tenemos conocimiento de las conclusiones sintéticas que se han sacado de excavaciones recientes en Chirije (1995), parece que en un pozo de la unidad A3, se han determinado tres momentos de ocupación relacionados con la cultura Bahía de Caráquez (tardío, intermedio y antiguo)4. Esto indicaría una tercera ocupación más antigua que las dos descubiertas inicialmente por Estrada.

4 En 1995, un grupo de estudiantes en arqueología de Guayaquil «Arku», intentó realizar un estudio del sitio Chirije. Se desconocen sus interpretaciones y conclusiones, que hasta la fecha no se han publicado.

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De ser así, sumando los dos resultados, tendríamos hipotéticamente tres grandes momentos de ocupación sucesivos en el sitio Chirije. En orden cronólogico: Bahía-Chirije-Manteño. Sin embargo, hemos descubierto en nuestras excavaciones algunos indicios que apuntan a otras posibilidades, aún por determinar con mayor precisión: • En el corte del estero se descubrió un sello cilíndrico que podemos equiparar a unos casi

iguales publicados en el estudio dedicado a sellos de la cultura Jama Coaque (Cummins et al., 1996: 139-150).

• También, en el material obtenido en los dos sondeos realizados a unos metros de esta excavación, aparecieron dos otros sellos: uno cilíndrico y un estampador rectangular, que parecen de diseño Jama Coaque (ver Cummins et al., 1996: 196-197).

• Igualmente, un figurín antropomorfo sin cabeza fue descubierto por nosotros en los depósitos de «basureros» de este mismo corte. Este figurín se parece morfológicamente más a los de las áreas costeras norteñas de la costa ecuatoriana (por ejemplo: Jama Coaque, La Tolita) que a los de la costa central del Ecuador (Bahía, Guangala).

La presencia de estos vestigios en contextos arqueológicos bien puede indicar que la ocupación del periodo de Desarrollo Regional en Chirije ha recibido unos aportes foráneos a través de contactos con otras culturas de la costa ecuatoriana, probablemente por vía marítima. Así se podría confirmar que el estuario del río Chone no fue un límite tan estricto como se pensaba entre las culturas Jama Coaque y Bahía de Caráquez. O sea que la ocupación más antigua de Chirije indicaría más bien que, por lo menos a nivel de los objetos de cerámica (a parte de la vajilla) la influencia norteña desde la región Jama Coaque puede parecer predominante (figs. 3-4).Desde luego, en base a estos limitados indicios, no se puede afirmar que esta ausente la evidencia de una cultura Bahía de Caráquez en Chirije, pero parece obvio que no hay fronteras bien delimitadas ni diferencias abruptas a través de los vestigios materiales y qué vestigios de estilo norteño se encuentran en este sitios.

1. 2. Los asentamientos de playa: propuesta de interpretación

El aspecto actual nos puede aportar algunos indicios para interpretar los asentamientos prehispánicos a la orilla de playas. Entre otros aspectos es importante observar que el efecto de los fenómenos del Niño en este sector de la costa, si bien causan catástrofes en muchas partes, por las inundaciones y los deslizamientos bien conocidos, también tienen efectos y consecuencias más positivos sobre la vegetación de las áreas más áridas. Gracias a la fuerte humedad generada por los eventos Niño, éstas áreas llegan a cubrirse de vegetación que puede perdurar algún tiempo durante los ciclos inter-Niño. Inclusive, en casos de Niños fuertes, como ocurrió en 1997-1998, se genera probablemente un fuerte aumento de vegetación, llegando a formarse pequeños bosques de árboles y arbustos capaces de resistir luego la sequía durante varios años. Si la frecuencia de Niños sigue un ciclo relativamente estable y no se dan fuertes y prolongadas sequías durante los periodos inter-Niño, es probable que esta franja costera presente condiciones favorables de vegetación para permitir la presencia de asentamientos humanos de tipo tradicional y rústico, como podían ser las aldeas de agricultores prehispánicos. Además, durante los años normales (sin Niño), el volumen anual de precipitaciones de la zona de costa cerca de Bahía de Caráquez (de unos 600 mm) es suficiente, a pesar del déficit hídrico importante (alrededor de 800 mm), para desarrollar actividades de cultivo de maíz, de yuca o de maní, como se puede apreciar en algunas chacras locales. Podemos considerar que se trata de un medio naturalmente apto para el cultivo de plantas alimenticias, aunque en la actualidad se lo está explotando seguramente muy por debajo de su potencial de producción. La producción prehispánica pudo permitir sustentar una aldea a orillas del mar con acceso —además— a buenas fuentes de proteínas marinas (pescado, crustáceos, mariscos).

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Figura 3 – Chirije: cuerpo de figurín antropomorfo (desarrollo Regional)

Figura 4 – Chirije: impronta de un sello cilindrico (desarrollo Regional)

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Nos parece muy probable que el casi abandono de la zona en nuestros días se pueda explicar por factores culturales más que naturales: ausencia de vías, falta de agua dulce y de energía eléctrica, así como la propiedad privada de los terrenos más aptos para asentamientos en las desembocaduras de los esteros. En los tiempos prehispánicos, tanto en Chirije como en los otros sitios arqueológicos que se han señalado a lo largo de esta costa entre Bahía de Caráquez y San Clemente, el clímax de vegetación consecutiva a un evento Niño, combinado con los ciclos climáticos «normales» inter-Niño, habría permitido el desarrollo de una pequeña red de aldeas costeras ubicadas en cada desembocadura de los esteros. En resumen: a pesar de la escasa irrigación por los ríos, en condiciones climáticas normales, las precipitaciones anuales en este área parecen siempre suficientes para obtener los principales alimentos vegetales de consumo habitual: maíz, yuca, maní, etc. Estas poblaciones prehispánicas aprovecharon muy bien la vegetación cíclica natural, demostrando así su capacidad de adaptación para asentarse en esta parte costera. Al mismo tiempo, el mar permitía obtener grandes cantidades de proteínas (pescado, crustáceos, mariscos), tal como lo podemos observar en los depósitos a través de abundantes restos de conchas, caracoles marinos y huesos de pescado. Por otra parte, es preciso subrayar que la gran cantidad de materias orgánicas aportadas por el estuario del Chone, a unos 15 kilómetros al norte y por el río Portoviejo, a unos 15 km al sur, enriquece las aguas marinas del área costera y favorece la presencia de una abundante fauna marina en toda esta faja de costa. Podemos hacer comparaciones con la situación actual: se observa en la mayoría del tiempo una fuerte presencia de pequeñas embarcaciones de pesca artesanal que provienen sea del sur (San Clemente) o sea del norte (Bahía de Caráquez) frente a la playa de Chirije (y otras del área). Esto ocurre casi todos los días cuando el estado del mar lo permite. Además, observamos la presencia de varios pescadores de crustáceos, pulpos, mariscos y caracoles marinos en las rocas de las playas, lo que ofrece un aporte global de proteínas marinas nada despreciable. En la actualidad, sin embargo, la ausencia de viviendas permanentes de pescadores en toda la costa entre Bahía de Caráquez y San Clemente nos oculta las potencialidades del área, contrastada con la actividad económica al sur y al norte. Pero, sugerimos que la forma prehispánica de aprovechar los recursos fue distinta por varias razones. Primero, en las diversas épocas de ocupación indígena prehispánica era prioritaria la subsistencia de los moradores más que el abastecimiento de otras áreas. No hay duda que, antes de todo, los cultivos y los productos de la pesca servían primero para alimentar a los moradores de los asentamientos costeros. Es decir que se buscaba una auto alimentación de los pobladores para establecer una aldea. Sin embargo, podían «exportar» un eventual excedente hacia el interior, sea en forma fresca, sea en forma elaborada para su conservación. En este último caso, la presencia de numerosos fogones descubiertos en las excavaciones (tanto en las nuestras como en las anteriores) podría ser un indicio de técnicas de conservación mediante secado y ahumado de los pescados, aunque no hay claros indicios de grasa animal en ellos. Estrada enfatiza el uso de «tinas de barro cocido mezclado con paja» (Estrada, 1962: 77, fig. 33). Según toda probabilidad, pensamos que se trata de las estructuras que aparecieron en nuestra excavación de la parte central de una trinchera larga. Se trata de huellas de tierra rojiza quemada, con paredes altas y verticales. Si se los compara con la figura 33 que presenta Estrada para el corral B, corte 2, se observa una misma concentración de estructuras de tierra cocida, agrupadas como si se tratará en ambos casos de áreas especializadas.Estos pueden ser los indicios más evidentes de técnicas de preparación (y/o de conservación) de alimentos marinos o bien de costumbres de quemar alguna materia combustible con frecuencia y en gran cantidad con fines desconocidos hasta ahora5.

5 También, observamos estructuras parecidas o semejantes en una excavación realizada en 1995 por el grupo Arku, en la margen derecha del estero Chirije grande, la cual se dejó al aire libre.

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Por otra parte, es interesante notar que no se reportan elementos de molienda (manos de moler y metates) y que tampoco estos han aparecido en nuestras excavaciones. Al mencionar manos de moler para Chirije, Estrada apunta a una herramienta específica hecha de «barro cocido» para obtener pasta de alimento como el ají (Estrada, 1962: 76) y en ningún caso habla de manos de piedra, como las que suelen usarse para moler cereales (entre otros, maíz), aunque si figuran 2 metates en la figura 33 de su libro. Desde luego, no inferimos del todo que las ocupaciones costeras prehispánicas en este sector se han desarrollado en «autarquía» sin contactos con otras regiones. Al contrario, la presencia de cerámica posiblemente ajena apunta a dichos contactos. Igualmente, podemos suponer como una hipótesis lógica que la gran cantidad de pescados y otros alimentos marinos disponibles sobrepasaba las necesidades del consumo local. Estos excedentes de pesca podían mandarse hacia el interior, como parte de un sistema sencillo de intercambios complementarios de bienes de consumo alimenticio o como parte de un sistema económico aún más complejo.Estas conclusiones preliminares permiten suponer una probable integración de las poblaciones estrictamente costeras a un sistema más global del Manabí central, en el cual los grupos de la franja marítima formaban parte de un sistema elaborado de explotación de los distintos nichos de la «macrorregión».

2. JAPoto: un Pueblo de lA llAnuRA en lA CuenCA bAJA del PoRto VIeJo

Es preciso recordar otra vez que la arqueología de esta parte central de la costa de Manabí no se ha estudiado tanto como otras regiones costeras del Norte o del Sur. Los cronistas del siglo XVI mencionan que al llegar a estas costas al principio de la conquista, los primeros españoles descubrieron un región costera rica, densamente habitada por grupos autóctonos y autónomos que no formaban parte integral del imperio inca. Frecuentemente, los españoles encontraron numerosas poblaciones indígenas, pertenecientes al grupo llamado «manteño», que controlaba gran parte de la costa ecuatorial y del comercio marítimo a media y larga distancia desde grandes asentamientos como por ejemplo Salangone (costa sur de Manabí).En la literatura, se ha hablado muchas veces de una «liga de mercaderes marítimos» precolombina que practicaban el tráfico de la concha del Spondylus, de metales (cobre, oro) de textiles y materias primas. Según algunos autores, sus embarcaciones, hechas de troncos de balsa y equipadas de velas, alcanzaban las costas de Meso-América y de Perú. En el siglo XX, varios sitios manteños importantes, especialmente sitios ceremoniales, se han descubierto y estudiado. Muchos objetos y obras de arte destacadas provienen de estos lugares manteños. Sin embargo, no se conocen mayores detalles sobre sitios habitacionales: se menciona Jocay (la actual ciudad de Manta) como un gran asentamiento, lastimosamente muy poco estudiado y probablemente destruido o recubierto por las casas modernas. Por lo tanto, nuestro actual proyecto se ha dedicado a estudiar un sitio llamado «Japoto»6 que presenta una gran cantidad de montículos artificiales y material manteño en la superficie. El INPC (sede Guayaquil) autorizó este estudio desde finales de 2003. En 2004, 2005 y 2006, 3 temporadas de excavación se han llevado a cabo en los meses de junio-julio. El sitio arqueológico se ubica a unos 2 km del pueblo costero San Jacinto (GPS 0°17’37’’ sur; 80° 30’36’ oeste). Se encuentra muy cerca de la desembocadura del río Porto Viejo, en su margen derecha. La misma presencia del río forma en esta costa una parte baja ancha, que contrasta con las colinas y los acantilados que caracterizan el resto de la costa entre los modernos

6 Para su nomenclatura oficial, el INPC ha decidido retomar el nombre antiguo de «Japoto» para este sitio, antes llamado «Lomas de Charapoto», «Lomas de Santa Teresa», o sencillamente «San Jacinto». Este topónimo Japoto sería el nombre vernacular del sitio, corrompido desde la conquista en «Charapoto».

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puertos de Bahía de Caráquez y Manta. Hemos podido comprobar la existencia de varios vestigios arqueológicos sobre una amplia superficie que alcanza tal vez unas 60-80 hectáreas. Nuestras excavaciones se localizan en una finca de propiedad privada de 19,7 hectáreas; al sur, al norte y al este se aprecian varias tolas7. En nuestra época moderna, al oeste, la creación de piscinas de acuicultura ha destruido los vestigios y al norte la creación muy reciente de extensas salineras acaba de destruir una enorme superficie de terrenos —probablemente en su mayoría— arqueológicos. Aunque el sitio se puede calificar como bien conservado pudimos ver que fue intensivamente explorado por huaqueros (en todas las tolas se presentan varios huecos exploratorios). En la misma finca, los trabajos agrícolas no aseguran una buena conservación de los vestigios, puesto que varios montículos también se han arado y cultivado, a menudo con tractor y maquinaria pesada (figs. 5-6).Se estima más de 60 montículos artificiales (o tolas), las estructuras manteñas visibles en todo el sitio y sus alrededores8. Estas tolas son de varias formas y varias dimensiones. Hay tolas muy grandes, de plano rectangular, con una plataforma superior claramente horizontal, que pueden medir hasta 4 metros de altura, 60 m de largo y 20 m de ancho. Hay tolas más pequeñas, a veces tan altas (o más), con planta circular u ovalada. Hasta ahora no reconocemos una orientación preferencial pero si observamos que muchas fueron construidas próximas a pequeños esteros que contienen agua durante la corta temporada de lluvias (ver la ponencia de P. Usselmann).

2. 1. Principales temas estudiados

2. 1. 1. Estudio de la cronología cultural

Los vestigios visibles pertenecen a la cultura manteña, última fase cultural prehispánica del área si consideramos que la mayor parte de la costa fue prácticamente libre de la dominación inca9. Es muy probable que la secuencia de ocupación corresponda a por lo menos dos épocas manteñas (Antigua y Tardía). El estado actual de los montículos sería desde luego el reflejo de la última ocupación. Dos dataciones radio carbónicas de la temporada 2004 han dado fechas entre 1000 AD y 1200 AD para niveles intermedios.

2. 1. 2. Modelos de asentamiento y estructura de las tolas

Nos parece que hubo por lo menos dos momentos sucesivos: al principio, los montículos no eran tan altos y fueron elevados con mucho cuidado en varias etapas, alternando pisos de relleno y suelos habitados. Luego, parece que la última etapa consistió en un relleno masivo, menos cuidadoso, amontonando una sola capa gruesa de sedimento.Este asentamiento de gran tamaño fue precisamente localizado en un sitio que daba fácil acceso tanto al medio terrestre como al medio acuático. Su importancia puede corresponder a la sede de un poder regional en la rica llanura de Charapoto, para controlar a la misma vez excelentes tierras agrícolas con buena posibilidad de riego y los recursos acuáticos del mar y

7 Sin entrar en discusiones de detalles, designamos como tola un montículo artificial con evidencias de ocupación prehispánica (u otro uso antrópico).

8 A lo largo de un camino secundario que va desde la finca a la carretera San Clemente-Bahía, hemos podido ver también numerosas tolas que pueden formar parte del sitio propriamente dicho o ser parte de un sitio muy cercano y satélite. Igualmente, hemos visto en toda la llanura entre la finca y la moderna carretera que pasa por San Jacinto y San Clemente, numerosos vestigios arqueológicos. Sin embargo la construcción de varias salineras industriales de gran magnitud ha destruido muchos vestigios en los últimos años.

9 No hemos encontrado hasta la fecha nigún vestigio inca ni colonial en el área estudiada.

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Aldeas y pueblos prehispánicos en la costa de Manabí: Chirije y Japoto

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Figura 6 – san Jacinto Vista de los montículos arados (2003)

Figura 5 – san Jacinto Montículos sin cultivos

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de agua dulce (río, esteros, una posible paleo-laguna y todo el sistema del estuario de Porto Viejo). Considerando que la distancia entre las ciudades de Manta y Bahía de Caráquez (ambas ocupadas en la época prehispánica) alcanzaba 90 km, no sería nada extraño que entre las dos, haya existido un importante pueblo precisamente en el lugar más propicio de esta costa. Parece además probable que esta localización tan favorable fue también percibida aún antes de la época manteña, durante el periodo de Desarrollos Regionales, ocasionando un primer asentamiento de grupos anteriores en este mismo lugar de Japoto. Sin embargo, este punto requiere mayores estudios en un próximo futuro.Mientras los asentamientos españoles de la época de la Conquista tenían que buscar una protección (especialmente contra los ataques de corsarios europeos) y se construyeron un poco tierra adentro alejándose de la orilla del mar10, los establecimientos indígenas manteños podían perfectamente existir sin peligro de saqueos puesto que existía una especie de «paz manteña» garantizando la tranquilidad de las poblaciones indígenas locales. Es probable que en esta región, era suficiente establecer el sitio de tal forma que era protegido de las amenazas naturales como las tormentas y de los eventuales tsunamis.

2. 1. 3. Vestigios de cerámica11

La cerámica se compone de recipientes utilitarios, culinarios y de uso más excepcional. También, existen varios ejemplos de adornos de recipientes y de figurinas antropomorfas y zoomorfas. A raíz de las observaciones se hizo patente que una buena parte de la cerámica se asemeja a la cerámica temprana manteña de otros sitios del área manteña. Otra parte reflejaría una época más reciente. Una tercera parte refleja algunas influencias de tradiciones coetáneas —Milagro-Quevedo— o anteriores —La Tolita-Tumaco, Bahía de Caráquez—.

2. 1. 4. Vestigios óseos y malacológicos

• Huesos humanos: varias sepulturas primarias o secundarias se han descubierto en las temporadas 2004, 2005 y 2006 (J5, J6, J7). Existen varias modalidades: esqueleto completo en decúbito dorsal, esqueleto incompleto (sin cabeza ni pies) en decúbito dorsal, paquetes funerarios agrupando los huesos en niveles superpuestos (cf. la ponencia de T. Delabarde).

• Fauna: se han descubierto restos de fauna en varias tolas. La fauna terrestre comprende mamíferos, aves y posibles reptiles. La fauna acuática comprende muchos huesos de pescado (vértebras) y escamas. La identificación ictiológica se realizó en mayo 2006, enfatizando el consumo de peces más bien de gran tamaño y propios de un medio ambiente cercano (estuario y mar litoral), pero sin excluir completamente la pesca en el mar abierto.

• Malacología (caracoles y conchas): aparentemente hubo un consumo alimenticio de varios moluscos. Se han descubierto grandes cantidades de caracoles terrestres («caracol de monte») y conchas de ambiente acuático salobre (anadara o sea la conocida «concha negra» típica de los pisos lodosos en los manglares) o marítimo (bivalvos comestibles, madre perla, espóndilo, etc.). Pero también hemos de señalar el uso muy frecuente de conchas como materia prima para fabricar adornos corporales (chaquiras, cuentas, colgantes, etc.) y objetos (por ejemplo, un cuenco hecho en concha recortada de «malea gigas» en la tola 4 B). Sobre esta tema es de muy especial importancia el hallazgo en la tola J4 A de más de 3 mil cuentas hechas en concha, perforadas (ver la ponencia de M. Guinea presentada en el simposio ARQ 27, «moluscos arqueológicos»).

10 Como fue el caso de la ciudad de Puerto Viejo, por ejemplo. 11 Ver la ponencia de K. Stothert.

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No entrararemos en detalles sobre todos los aspectos especiales que corresponden a las ponencias de estos varios investigadores del proyecto que presentan en este simposio sus resultados12. Solamente queremos detallar aqui un aspecto que se refiere a la construcción de las tolas que conforman el sitio.

2. 2. El proceso de construcción de las tolas

Esta hipótesis se propone a partir de las observaciones en las tolas J3, J4, J5 y J613. En todas, se nota de forma recurrente una sucesión de capas horizontales bien compactadas y conformadas de relleno alternando con «suelos» (generalmente más delgados) que serían los niveles de ocupación humana. En la tola J3 se nota un gran número de capas con esta sucesión y ocurre lo mismo en las tolas J4 A, J5 y J6. Usualmente, en los pisos ocupados se descubren varios «rasgos» (fogones, postes, áreas de cenizas, tierra quemada, «hornos Manabítas», etc.). Pero es notable la ausencia o la escasez de cerámica en estos pisos, mientras son más frecuentes en las capas «de relleno». Pensamos que la cerámica quebrada y otros desperdicios se evacuaron en «basureros» periféricos a la zona de vivienda (tal como se nota en el caso de la tola J5 donde apareció un área periférica con un extenso basurero). Pensamos que los constructores de las tolas acumularon cierta cantidad de relleno compactado para obtener una plataforma elevada. Sobre esta plataforma horizontal se desarrollaban sus actividades «domésticas» dentro o fuera de las viviendas. Es recurrente observar que estos rellenos son formados por capas horizontales superpuestas que forman una estratigrafía compleja. Después de cierto tiempo, probablemente al ocurrir eventos climáticos desastrosos, como eventos el Niño, la plataforma ocupada tenía que ser renovada y consolidada mediante el aporte de nuevos rellenos compactados. Al repetirse estas remodelaciones sucesivas se elevaron los montículos de forma tal que las tolas llegaron a tener varios metros de altura. En cambio, a juzgar por el gran espesor del último relleno (o sea los niveles más altos) parece que los habitantes de la fase tardía, al edificar la última plataforma, amontonaron una gran cantidad de una sola vez por motivos aún desconocidos (¿Necesidad práctica? ¿Papel simbólico?). Esta hipótesis muestra que los manteños tenían un excelente conocimiento de la resistencia de sus construcciones de tierra apisonada en condiciones normales secas y en condiciones excepcionales muy lluviosas. Superponer una alternación de pisos compactados hechos con componentes distintos podía limitar la erosión de los montículos y las infiltraciones durante las épocas de lluvias. Mencionaremos también un tipo de piso muy especial, descubierto en toda la cumbre de la tola J5. Desde luego parece que corresponde a la última ocupación prehispánica. En toda la superficie de la plataforma de la cumbre, la capa horizontal superior, debajo de los 10 a 15 centímetros de tierra húmica superficial, consiste en un piso hecho de tierra arcillosa quemada intencionalmente. Desde luego, no se trata de huellas de un incendio sino de un deseo de construir un piso más duradero que una sencilla capa de tierra apisonada. Es probable que esto sea también un intento de proteger este montículo por motivos que quedan por determinar. Además, es de notar que existe en la periferia un pequeño reborde vertical que pudo unir

12 P. Usselmann (geodinámica de la costa de Manabí Central) M. Guinea (artefactos especiales: ponencias Arq. 14 y Arq. 27) T. Delabarde (Antropología funeraria en Japoto, tola J7) A. Touchard (Ocupaciones de la Tola J6) K. Stothert (Cerámica de Japoto: interpretaciones) C. Caillavet (Datos etnohistóricos sobre la costa de Manabí central)13 Estas tolas fueron excavadas bajo la responsabilidad de los siguientes investigadores. Tola J3: M. Guinea, M. A.

Barriuso; tola J4 a y J4 b: M. A. Barriuso, A. Alonso; tola J5: T. Lopez y A. Touchard; Tola J6: A. Touchard; tola 7: T. Delabarde (temporadas 2004, 2005, 2006).

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este piso a las paredes verticales de la estructura doméstica que ocupó la plataforma. Lo que sugiere que puede corresponder a una práctica especial destinada a evitar infiltraciones entre las paredes y el piso interior y/o la penetración de animales y plagas desde el exterior.

ConClusIón

Varias de las ponencias específicas que se presentarán a continuación sobre el sitio de Japoto, permitirán detallar aspectos de las actividades cotidianas, artesanales o ceremoniales que nuestro proyecto permite descubrir a través de los vestigios que se han puesto a luz. Otras nos explican algunas de las relaciones del hombre prehispánico con su entorno y la forma de aprovecharlo. Es de esperar que al terminarse este estudio, podremos ofrecer aún más detalles sobre los sitios descubiertos por los conquistadores en esta costa.

Referencias citadas

CUMMINS, T., BURGOS CABRERA, J. & MORA HOyOS, C., 1996 – Huellas del Pasado. Los sellos Jama Coaque, 254 p.; Guayaquil: Banco Central del Ecuador. Miscelánea Antropológica. Serie Monográfica 11.

ESTRADA, E., 1962 – Arqueologia de Manabí central, 210 p.; Guayaquil: Ed. Museo V. E. Estrada. SAVILLE, M., 1907 – The antiquities of Manabí, vol. I; New york: Heye Museum.SAVILLE, M., 1910 – The antiquities of Manabí, vol. II. I; New york: Heye Museum.ZEIDLER, J. A. & PEARSALL, D. M., 1994 – Regional archaeology in northern Manabí, Ecuador,

vol. 1, 224 p.; Pittsburgh/Quito: University of Pittsburgh. Memoirs in Latin American Archaeology 8.

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Dinámica geomorfológica y medio ambiente en los sitios arqueológicos Chirije y San Jacinto/Japoto

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 257-264IFEA

Dinámica geomorfológica y medio ambiente en los sitios arqueológicos Chirije y San Jacinto/Japoto (costa del Manabí central, Ecuador)

Pierre Usselmann*

Resumen

La costa del Manabí central presenta la alternancia de acantilados rocosos y de llanuras litorales de relleno con lagunas. Los sitios arqueológicos estudiados pertenecen a los dos ambientes que ofrecen una gran biodiversidad gracias a la riqueza marina, a los pequeños valles de los esteros y a las lagunas de manglares. La desaparición de este manglar ha tenido seguramente un papel importante en la desestabilización de los grandes establecimientos humanos explotadores de este medio ambiente.

Palabras clave: Ecuador, Manabí central, Chirije, Japoto/San Jacinto, dinámica geomorfológica, medio ambiente

Dynamique géomorphologique et environnement des sites archéologiques de Chirije et Japoto/San Jacinto (côte du Manabí central, Équateur)

Résumé

La côte du Manabí central présente une succession de falaises rocheuses et de plaines littorales de remblaiement à lagunes. Les sites archéologiques étudiés concernent les deux milieux qui offraient une grande biodiversité grâce à la richesse marine, à celle des petites vallées des esteros et des

* Director emérito de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (Montpellier, Francia). E-mail: [email protected]

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lagunes à mangrove. La disparition de cette mangrove a vraisemblablement joué un grand rôle dans la déstabilisation des grands établissements humains qui l´exploitaient.

Mots clés : Équateur, Manabí central, Chirije, Japoto/San Jacinto, dynamique géomorphologique, environnement

Dynamic geomorphologic and environment in the archaeological sites Chirije and San Jacinto/Japoto (the central coast of Manabi, Ecuador)

Abstract

The central coast of Manabi presents an alternation of rocky cliffs and coastal fill plains with ponds.The studied archaeological places belongs to both environments and presents a great biological diversity due to its richness sealife, the small marsh valleys and the swamp ponds of the mangrove. Probably the dissapearence of this mangrove have played an important role on the unbalance of the big human settlements exploiters of this enviroment.

Key words: Ecuador, central Manabi, Chirije, Japoto/San Jacinto, dynamic geomorphologic, environment

La costa del Manabí central —ubicada debajo de la línea equinoccial, inmediatamente al sur de Bahía de Caraquéz— se caracteriza por un clima seco y caliente. Se observa un promedio de 10 hasta 11 meses secos al año (Winckell & Zebrowski, 1997) con una temperatura media de 25°. Las precipitaciones alcanzan normalmente 300 hasta 600 mm al año, pero estas cantidades pueden ser ampliamente superadas durante los episodios ENSO (El Niño Southern Oscillation).La vegetación es xerofítica en las bajas alturas, está compuesta de matorrales con arbustos espinosos (monte espinoso tropical) donde sobresalen las altas ceibas. Sin embargo, sobre los cien metros de altura, la presencia de nieblas costaneras a lo largo del año favorece el desarrollo de bosques nítidamente más húmedos (Estrada, 1962). Al igual que en los Andes, el escalonamiento altitudinal se traduce entonces por cambios rápidos, cuyos efectos han sido siempre importantes para las poblaciones.Los suelos, debido a la sequía, están poco evolucionados, solo cuentan con un horizonte superficial más o menos humífero. Se desarrollan sobre rocas poco resistentes, lutitas y hasta areniscas blandas que suministran por meteorización sedimentos de textura areno-limosa con un cierto contenido en arcillas y un gran poder expansivo (tipo montmorillonitas).Al pie de las bajas colinas (350 m de altura en promedio), el litoral propiamente dicho se presenta de manera contrastada a lo largo de unos treinta kilometros al sur de Bahía de Caraquéz: abruptos acantilados ocupan la parte norte mientras que, hacia el sur, se desarrolla una llanura costera de cordones litorales y ciénagas. Una corriente marina costera, con un flujo sur-norte, confiere a la costa este aspecto rectilíneo muy aparente en el mapa topográfico. Los sitios arqueológicos estudiados en el marco del Programa Manabí se encuentran en estos dos conjuntos.

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1. El PAiSAJE DE loS ACAntilADoS

Entre Bahía de Caraquéz y San Clemente los acantilados alcanzan unos cincuenta metros de altura, recortados perpendicularmente por varios pequeños valles estrechos; estos últimos están esporádicamente o estacionalmente barridos por las aguas de torrentes. Los esteros permanecen sin agua la mayor parte del tiempo. Cortados en rocas blandas recientes (Terciario) de lutitas, margas con yeso, calizas y areniscas, los acantilados se encuentran continuamente atacados en sus bases por el océano, y la costa presenta el aspecto típico de una costa de erosión.Al pie de los acantilados se encuentra, en marea baja, una playa de un centenar de metros de ancho. Los eventos ENSO (o El Niño, Arteaga et al., 2006; Cobo, 2001) —cuya última fuerte manifestación en 1997-1998 ha dejado huellas aún importantes— suministran agua y una gran cantidad de material a los esteros; al mismo tiempo, los acantilados y las laderas de los pequeños valles presentan importantes y variados movimientos en masa (Santana et al., 2001, Plaza et al., 2000). La llegada de todos estos sedimentos a la costa provoca acumulaciones superiores a las posibilidades inmediatas de movilización del océano y de su corriente costera. Un nivel superior de playa se desarrolla entonces rápidamente sobre unos 2 m de altura al pie de los acantilados, protegiéndoles de la erosión marina directa durante cierto tiempo. Este depósito se ve poco a poco arrastrado por las olas y los sedimentos son transportados entonces hacia el norte (fig. 1). Esta dinámica global se encuentra ilustrada en la cerradura de estos sedimentos del estuario del río Chone en Bahía de Caraquéz (Tutiven, 1998), lo que se produce también en el sur, en el estuario del río Portoviejo.El sitio arqueológico de Chirije (fig. 2) se ubica sobre los abanicos-terrazas de los esteros Chirije Grande y Chirije Chico encajonados en las colinas. Se estableció —prácticamente— en el lugar donde estas colinas, cortadas por el océano, forman altos acantilados y se presenta bien caracterizado dentro de todos estos valles cuyas acumulaciones aluviales se encuentran troncadas por el océano.

Figura 1 – Acantilado en Chirije En primer plano se puede apreciar lo que queda del nivel superior

de playa ligado al Niño 1997-1998

Figura 2 – Sitio de Chirije

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2. lA CoStA bAJA

Se trata de una costa fluvio-lagunar de acumulación —el río Portoviejo desemboca en el océano inmediatamente al sur de San Jacinto— de unos 3 kilómetros de ancho. Se observan, desde el océano y hacia el interior (fig. 3): un cordón litoral arenoso composito (un cordón antiguo de unos 200 a 300 metros de ancho, un cordón actual muy reducido); algunas lagunas actuales o antiguas ciénagas rellenadas; en fin, un glacis de acumulación entre las lagunas y las bajas colinas cercanas, donde se ubica el sitio arqueológico de Japoto/San Jacinto. Este nivel ha sido constituido por los aportes sedimentorios de la escorrentía superficial y de los esteros. Estos pequeños torrentes llegan a las ciénagas (caso del sitio de Japoto) o directamente al río Portoviejo.

Como en el caso de los acantilados, las laderas de las bajas colinas están siempre constituidas por rocas en general blandas, aptas para el suministro de grandes cantidades de sedimentos —particularmente en el caso de los eventos ENSO— pero también durante las estaciónes lluviosas habituales. Sin embargo, las lutitas y areniscas blandas contienen niveles más consolidados y concretos aptos para suministro de rocas duras aprovechadas por los antiguos pobladores —particularmente para pulir sus cerámicas—.Como en el pasado, los fenómenos de relleno dominan en esta parte baja: se encuentran favorecidos por la naturaleza de los suelos y de las rocas de las laderas (fig. 4), las que favorecen a su vez a los aportes finos de los esteros y de las laderas locales (fig. 5). También por el hecho de que la mayor parte de los caudales actuales del río Portoviejo están consumidos por los importantes riegos a lo largo de todo el valle. De este modo, la desembocadura del río se encuentra con mucha menos agua que la prevista. Esta dinámica ha favorecido el relleno de la gran laguna de San Clemente/San Jacinto, su aislamiento por la ausencia de comunicación con el océano y, en consecuencia, la desaparición de un manglar litoral cuyos pocos restos son todavía visibles en los márgenes del río Portoviejo en su desembocadura.

3. UnA DináMiCA ACtivA MARCADA tAMbiÉn PoR inFlUEnCiAS ExtERnAS

La cartografía esquemática del sitio de Japoto (fig. 6) muestra la coexistencia de pequeños conjuntos con dominio de sedimentos coluviales (escorrentía superficial) o de sedimentos de inundaciones o deslaves movilizados por los esteros. Estos sedimentos son finos en general, pero pueden contener pequeños cantos, y se juntan, aguas abajo, con sedimentos areno-limosos de las lagunas (fig. 7). Los sedimentos finos de inundación aparecen bajo la forma de una sucesion de estratos finos subhorizontales, más o menos limosos o arenosos, en los cuales se encuentran evidentemene restos antrópicos, particularmente tiestos de cerámica.

Figura 3 – Perfil topográfico oeste-este a la altura de San Jacinto

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Figura 4 – Grietas de sequía en formaciones superficiales de laderas cerca de Japoto/San Jacinto

Estas grietas favorecen la penetración del agua en época de lluvias

Figura 5 – Sedimentos finos coluvio-aluviales en el fondo del cauce de un estero

Se observa una sucesión de delgados estratos subhorizontales

Figura 6 – Esquema del entorno físico de Japoto/San Jacinto

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Figura 7 – Acumulaciones de inundaciones de los esteros (arriba) fosilizando sedimentos areno-limosos lagunares, en la parte baja del sitio Japoto/San Jacinto (oeste)

Pero lo que hay que subrayar es la omnipresencia de cenizas volcánicas (llamadas a menudo y abusivamente tefras1) en el paisaje y en los sedimentos. En el Ecuador, numerosos volcanes siguen actualmente activos o lo fueron recientemente y en el pasado; sus erupciones han brotado grandes cantidades de cenizas, dispersas a los dos lados de la Cordillera y del valle central del Ecuador. En Chirije como en Japoto, estas cenizas son siempre removidas y mezcladas con limos y arcillas. Su movilización se hace y se ha hecho por la escorrentía superficial y por los flujos de los esteros. Se encuentran restos y testigos en las laderas (fig. 8) donde pueden moldear antiguas topografías. Desafortunadamente, no disponemos

hasta la fecha de dataciones absolutas de estas cenizas. No muy lejos, al norte de la región de estudio, en los alrededores de Jama, Zeidler & Pearsall (1994) atribuyen cenizas del mismo tipo a unas erupciones de los volcanes Atacazo/Ninahuilca (más probable) o Tungurahua fechadas de 300 a 500 años de nuestra era (posteriores al Jama Coaque mediano). Mothes (1998) y Hall & Mothes (2006) hablan de una gran actividad volcánica más reciente entre 1000 y 800 años BP (alrededor de 1000 AD) que afectó a gran parte del Ecuador, particularmente a partir del Quilotoa y eventualmente del Cotopaxi y del Pululahua. Sin embargo, no sabemos si las cenizas de Japoto pueden pertenecer a estos acontecimientos. La dirección dominante del este hacia el oeste de los vientos por encima de los Andes ecuatorianos explicaría la importancia de esta aspersión. Las cenizas removidas se observan en las laderas tanto sobre como dentro de los depósitos de abanicos-terrazas cercanos a los esteros; en el caso de Chirije, éstos dominan la playa actual de unos 10 metros y soportan al sitio arqueológico. Se encuentran cenizas en varios niveles en los cortes arqueológicos, como en los depósitos más antiguos de los esteros (fig. 9). En todos los casos, estas cenizas parecen, hasta ahora y a partir de los conocimientos arqueológicos actuales, constituir la referencia más antigua para los sitios de Japoto y de Chirije y han sido usadas en la construcción de las tolas para establecer suelos o revestimientos particulares.

Figura 8 – Chirije, ladera norte (corte alto) Las cenizas rellenan un antiguo barranco

1 Una tefra corresponde a todo tipo de material sólido, cualquiera que sea su tamaño, fuera de una lava, emitida en el aire o bajo el agua durante erupciones volcánicas explosivas. Es la resultante de una fragmentación del magma y constituye progresivamente los conos volcánicos.

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ConClUSión

El océano Pacífico sigue actualmente erosionando toda esta costa y regularizando su perfil a lo largo de una línea sur-norte: las puntas rocosas desaparecen (caso de Chirije) y el cordón litoral reciente se encuentra bastante desestabilizado, lo que pone en peligro varias construcciones de los pueblos de San Jacinto y de San Clemente. Una protección únicamente temporal e ilusoria a corta escala de tiempo se hace con el amontonamiento de rocas cercanas a las habitaciones, a lo largo de la línea costera. Los sedimentos movilizados se van desplazando hacia el norte, rellenando y taponando la desembocadura del río Chone entre Bahía de Caraquéz y San Vicente. El sitio arqueológico de Chirije, establecido sobre los abanicos terrazas de los esteros Chirije Grande y Chirije Chico, caracteriza bien el caso de dos pequeños valles cuyas acumulaciones aluviales se encuentran troncadas por el océano. En Japoto, la evolución es más completa y compleja; las principales etapas pueden reconstituirse esquemáticamente de la siguente manera, las que serán

convenientemente relacionadas con la o las ocupaciones humanas: desarrollo de una costa con un importante cordón litoral debido a los aportes del río Portoviejo y a la existencia de la corriente oceánica costera sur-norte. Este cordón litoral aísla poco a poco una laguna de una extensión de varias decenas de hectareas.Estas dos primeras etapas son antiguas, esencialmente anteriores a la ocupación antrópica.La laguna, alimentada por las aguas dulces del río Portoviejo y comunicada también con el océano, tiene sus márgenes ocupados por un manglar; es decir, un medio natural biológicamente muy rico y apto para favorecer, en sus cercanías, el desarrollo de establecimientos humanos.La laguna se va rellenando después por varias razones por el momento no bien establecidas: un cambio en la dirección del curso inferior del río Portoviejo ha podido producirse, lo que habría bloqueado el aporte de agua dulce a la laguna. Una crecida importante del río, por ejemplo durante un acontecimiento ENSO, podría ser responsable de un cambio de este tipo. Pero una tendencia más importante es la sequía del clima regional que podría también explicar al fenómeno, con aportes sedimentarios importantes a partir de las laderas y por los esteros durante los cortos pero intensos eventos lluviosos. En todos los casos, la disminución de la llegada de agua dulce explicaría la desaparición del manglar y, entonces, las condiciones de vida más difíciles para los habitantes. De manera opuesta, un aislamiento total del océano puede también haber tenido como consecuencia la desaparición del agua salobre necesaria para un buen desarrollo del manglar.

Figura 9 – Cenizas volcánicas en la margen izquierda del río Chirije Grande, aguas arriba del sitio arqueológico Foto: J-F. Bouchard

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Pierre Usselmann

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Por fin, se observa actualmente un retroceso nítido del conjunto de la costa, tratándose de los acantilados o del cordón litoral, el cual está ahora protejido con enrocamientos poco eficientes. Un nuevo factor entra también en juego en este último siglo con las irrigaciones del fondo del valle del río Portoviejo, que limitan de manera drástica los caudales del río en su desembocadura. Esta reducción de los volúmenes de agua se une a una disminución de los sedimentos traídos por el río, mientras que el océano sigue moldeando la costa con la misma energía. La comparación de las fotografías aéreas de 1970 y 1994 deja ver muy claramente este retroceso.La obtención de dataciones absolutas a partir de los carbones abundantes en las excavaciones y la cronología relativa de las cerámicas van a permitir mejorar nítidamente estas primeras propuestas.

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La cerámica de etiqueta de las tolas de Japoto (costa de Ecuador)

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 265-283IFEA

La cerámica de etiqueta de las tolas de Japoto (costa de Ecuador)

Karen E. Stothert*

Resumen

El presente ensayo ofrece una descripción de tres clases de cerámica decorada recuperadas en tolas que originalmente fueron ocupadas durante una fase temprana del periodo Manteño en el sitio Japoto (provincia de Manabí, Ecuador). La vajilla decorada con motivos que evocan ancestros y conceptos cósmicos que funcionó en contextos ceremoniales y rituales se interpreta como cerámica de etiqueta. Se discute el papel social, político y religioso de esta cerámica muy difundida y diagnóstica de la cultura de los antiguos manteños.

Palabras clave: cerámica, tola, periodo Manteño

La céramique d´apparat des tolas de Japoto (côte de l´Équateur)

Résumé

Cet article décrit trois classes de céramique d’apparat provenant du site à monticules artificiels de Japoto, Province de Manabí, Équateur (phase ancienne de la période Manteño). Les décors et motifs y représentent des ancêtres ou des concepts cosmologiques que l’auteur interprète comme un ensemble de céramique d’apparat qui servait dans des contextes cérémoniels ou rituels. Puis il aborde le thème du rôle social, politique et religieux de cette céramique très répandue et qui peut être considérée comme diagnostique de la culture manteña.

Mots clés : céramique, tola, période Manteño

* Centro de Investigación Arqueológica de la Universidad de Texas (San Antonio). E-mail: [email protected]

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The formal ceramic wares of the tolas of Japoto (coastal Ecuador)

This paper presents a description of three classes of decorated ceramics recovered from the tolas of the site of Japoto (province Manabi, Ecuador), originally occupied in the Early Manteño period. These fine wares decorated with designs that evoke ancestors and cosmic concepts are interpreted as conforming a set of formal wares used in ceremonial and ritual contexts. The social, political and religious roles of this widely used ware, understood as diagnostic of manteño culture, are discussed.

Key words: ceramic, tola, Manteño period

InTRoduccIón

La cerámica ha sido —desde los albores de su producción hace 5 000 años— importante en contextos ceremoniales y rituales. Por medio de técnicas y arte, los alfareros lograron crear un material casi inmortal, duro y milagroso, que brilla, que aparece en muchos colores, que toma formas diversas y que se convirtió en un vehículo vistoso de comunicación muy vinculado a actividades comensales, y por ende de gran valor. En este ensayo se destaca el papel que tomó la cerámica dentro de la comunidad manteña de Japoto, un paradero ocupado en los siglos próximos a 1000 AD1. El estilo cerámico denominado Manteño-Guancavilca tenía una amplia distribución en la costa del Ecuador desde Bahía de Caraquéz en el norte hasta la provincia de El Oro en el sur, entre 900 y 1532 AD. Los elementos utilitarios de los conjuntos cerámicos varían regionalmente, pero los objetos decorados fueron muy similares desde el norte hasta el sur, evidencia de un comportamiento común, un patrón cultural compartido por numerosos pueblos en el periodo Manteño en la costa ecuatoriana.Según mi hipótesis, el conjunto cerámico decorado evidencia un protocolo al momento de comer que regía en la vida social, política y religiosa de aquel entonces. En todo el territorio manteño familias acomodadas emplearon la misma vajilla de etiqueta compuesta de objetos cargados de símbolos cósmicos y ancestrales. Los objetos decorados de la gente manteña-guancavilca todavía nos remiten a la organización del universo, al flujo de energía vital, el ciclo de vida y muerte, a las grandes fuerzas femeninas y masculinas, a los grandes procesos regenerativos del cosmos. Los motivos decorativos empleados son los mismos que se presentan en la pintura corporal representada en las esculturas de cerámica que retratan personajes manteños (Guinea, 2004), y los mismos que aparecen en todas las categorías del arte ordinario y esotérico manteño, incluyendo torteros, sellos (pintaderas), sillas de piedra, estelas y arquitectura (Guinea, 2004). Estos elementos decorativos básicos son milenarios y corresponden a los fosfenos percibidos por personas en trance.Sin entrar mucho en la interpretación de la organización sociopolítica de los manteños, quisiera señalar la importancia de «casas grandes» (entendidas como unidades sociales) en el periodo temprano cuando se inició la construcción de un conjunto de tolas (plataformas de tierra) en el sitio hoy conocido como Japoto. Posteriormente, en los periodos tardíos de la trayectoria manteña, se realizó en muchos sitios la construcción de edificios grandes con cimientos

1 La siguiente discusión se basa en el estudio de una parte de las colecciones excavadas del sitio Japoto (espacio de estudio del Proyecto Manabí dirigido por el Dr. Jean-Francois Bouchard). Agradezco al Dr. Bouchard por la oportunidad de trabajar en el proyecto. Gracias también a Anne Touchard por algunos dibujos. Las procedencias de todas las piezas ilustradas se encuentran en las leyendas de las figuras 3-6.

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de piedra. Este patrón arqueológico, junto con la cerámica, me hace pensar que la familia corporativa fue la unidad principal de la organización social y económica manteña durante varios siglos. Estas unidades compitieron entre sí en un periodo caracterizado por el desarrollo de sociedades más jerárquicas. Últimamente el concepto de la casa o «casa noble» ha recibido mucha atención académica en discusiones del desarrollo de sociedades complejas (Pauketat & Emerson, 1991; Gillespie, 2000; Webster, 1990; Joyce, 2000; Helms, 1998). La evidencia de Japoto manifiesta el comportamiento de estas casas en la fase temprana del desarrollo de una sociedad que luego en sus fases tardías tal vez llegó a consolidar y difundir una cultura más centralizada y jerarquizada. A pesar de la existencia de varias entidades étnicas en la costa del Ecuador en el siglo XVI, parece que sus aristócratas, desde Bahía de Caraquéz en el norte hasta la provincia de El Oro en el sur, compartieron durante todo el periodo Manteño la misma vajilla de etiqueta. Por medio de ella, los mayores de familia (es decir, las autoridades o principales) y también los aristócratas regionales expresaron su estatus y destacaron sus funciones socioreligiosas. Estas unidades —nuestras «casas»— se perpetuaban a través del tiempo y manejaron proyectos sociales, políticos, económicos y religiosos a beneficio del grupo corporativo. Sus esfuerzos tenían el fin de fortificar su cohesión interna y forjar vínculos con otros grupos (afines, otros aliados, súbditos de varias clases y personajes y casas de mayor prestigio y autoridad). Otra meta de gran importancia en las sociedades indoamericanas fue la de mantener la herencia y presencia de los ancestros. Para crear autoridad dentro de la casa y también para ganar prestigio en el mundo de «otros» (fuera del círculo de parientes íntimos) los mayores de las casas desarrollaron estrategias sociales y simbólicas que dependían de su conexión con sus ancestros y con otros espíritus del mundo paralelo. Este patrón cultural está muy difundido en las comunidades indígenas americanas (Helms, 1993; 1998). Esta estrategia fue de mayor importancia entre las élites, ya que los grupos gobernantes se preocuparon de identificarse con la tierra o con otros recursos y crear unidades de parentesco dominadas por personas identificadas con ancestros poderosos, dadores de bienes.Un aspecto del comportamiento de estas casas fue la actividad comensal, por medio de la cual líderes de varios segmentos sociales lograron distintos propósitos. Los grupos corporativos adoptaron una etiqueta, una cultura de comida, por medio de la cual sus miembros conocían, practicaban y ensayaron sus relaciones sociales. Actividades comensales formales, repetidos en numerosas ocasiones, expresaron relaciones de género, relaciones entre parientes de distintas edades servían para definir el papel de cada persona vinculada a la comunidad. Comidas regidas por una etiqueta especial (incluyendo convenciones ceremoniales) y cargadas de simbolismo permitieron a algunas personas desarrollar su prestigio y autoridad, y demostrar su carisma, su poder económico, su habilidad política y su espiritualidad. Una dimensión estratégica del comportamiento de la elite es su identificación repetida con las fuerzas del cosmos, con los poderes espirituales, específicamente con los ancestros. Al destacar su conexión con los ancestros, la elite se convirtió en el representante en el presente mundo de los antepasados que habitaron en el mundo paralelo (Helms, 1998). Se plantea que cada casa grande (entendido como un grupo corporativo) se preocupó de dar de comer y beber a los suyos y a otros en comidas formales en las cuales reforzaron sus vínculos de parentesco y alianza, y a la vez fortalecer la autoridad y jerarquía social de los patrocinadores de la comida (Clark & Blake, 1994). La vajilla de etiqueta se repetía con poca variación en asentamientos manteños desde el norte hasta el sur durante cientos de años. Para ofrecer una comida ceremonial, los anfitriones tenían que tener cántaros para servir líquidos (siempre pensamos en brebajes alcohólicos como la chicha), cuencos hemisféricos para tomarlos, otros cuencos más para servir la comida ceremonial y compoteras, platos ofrendatorios de más carga ideológica y de más prestigio en el cual servían ciertos brebajes chamánicos y ofrecieron bienes a los ancestros y otros espíritus.

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Las autoridades de las casas y comunidades aprovecharon de una ideología bien difundida en América: en su pensamiento, el problema central de la vida es mantener la fertilidad de plantas, animales, y de la gente. Los seres humanos tienen la responsabilidad de ver por el buen funcionamiento del sistema cósmico, deben promover el flujo de la fuerza vital del mundo terrenal hacia el otro mundo por medio de oraciones, danzas, ceremonias, sacrificios, comportamiento moral, etc. Los adultos de mayor autoridad y los líderes seculares y religiosos son los encargados de los proyectos de mantenimiento del flujo de poderes vitales. La evidencia de su éxito es la abundancia de comida y la fertilidad de las mujeres. Regresando al tema del comensalismo: cada comida servida señalaba el éxito, o a veces el fracaso, de los esfuerzos de las autoridades, de las elites, pero también el protocolo social y las mismas reglas ceremoniales expresaron el estatus y papel social de cada uno de los participantes2. Además, en la ceremonia comensal los temas sociales estaban vinculados con temas religiosos. En el pensamiento indígena la comida y bebida tan asociadas al concepto de bienestar, también servían para ofrendar a los difuntos y especialmente a los poderosos que conformaron el grupo de preciosos antepasados. Dar de comer a los espíritus fue un acto de comunicación primordial en la construcción de relaciones con seres del mundo paralelo. En muchas tumbas se colocaban vasijas elegantes de cerámica que contenían comida y bebida, ofrendadas al muerto que viajaba al otro mundo donde él o ella se convertía en antepasado dador: el ancestro siguió siendo miembro funcional de la casa y de la comunidad de vivos. Esta ideología se plasmó en objetos materiales asociados con actividades sociales. Las convenciones simbólicas utilizadas por los artistas manteños ya existieron desde hace miles de años: a lo mejor todo el mundo reconoció el contenido simbólico de los motivos decorativos repetidos con varias técnicas en las superficies de vasijas, y también en diversos objetos de cerámica, fibra, piedra, metal y concha que aparecieron en las reuniones sociales y rituales. No tenemos evidencia de la producción de cerámica dentro del paradero estudiado. Nadie conoce la ubicación de los talleres de la producción de la cerámica fina manteña, pero es claro que había comunicación intensa entre los distintos grupos, porque las vasijas, torteros, figurines, sellos (pintaderas) son muy parecidos entre asentamientos y entre regiones. Solo sabemos que los pobladores de Japoto participaron en unas actividades culturales que definieron la sociedad manteña. Las autoridades o personas principales de cada casa se esforzaron para mantener el bienestar económico, social y espiritual del grupo. Adquirir y emplear ajuares de contenido simbólico debe haber sido una de las metas de los gobernantes familiares. Todavía no podemos decir si la casa o casas que construyeron las tolas de Japoto fueron de alta jerarquía dentro de la sociedad manteña regional, o no. Es probable que la casa incorporaba personas vinculadas por parentesco y otras afiliadas, y que los miembros ocuparon distintos rangos y posiciones sociales. La siguiente descripción de tres categorías de vasijas finas utilizadas en la presentación de comidas ceremoniales nos conduce a imaginar aspectos de las actividades de los manteños que habitaron las tolas de Japoto en el periodo Manteño temprano. La cerámica es muy parecida a otros conjuntos contemporáneos recuperados en Los Frailes (sur de Manabí; Mester, 1990), y en la península de Santa Elena, en la provincia del Guayas (particularmente de la fase La Libertad 1; Paulsen, 1970).

2 Los ritos andinos de «asentarse» según protocolos sociales están interpretados por Allen (1988) y McEwan (2003).

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1. VaJILLa dE ETIquETa

En el estilo manteño hay numerosas formas finas, de pasta dura, bien ejecutadas y caracterizadas por una amplia gama de decoraciones. Las formas principales que funcionaron dentro de los contextos comensales y funerarios, y que tienen mayor contenido iconográfico, son cántaros (jarros, vasos globulares con cuellos restringidos y bordes evertidos); cuencos (platos hondos, abiertos o ligeramente restringidos) y los platos de pedestal (compoteras, o vasijas abiertas no muy hondas, descansando sobre pedestales bajos y altos). Las botellas no son muy recurrentes en Japoto ni en otros conjuntos de la fase temprana. Además los alfareros manteño-guancavilca fabricaron otros artefactos de cerámica que constituyen la parafernalia característica de actividades rituales y ceremoniales de aquel entonces: figurines, sellos (pintaderas), torteros, y otros objetos que expresaban ideas sociales y religiosas.

1. 1. Cántaros

Estas vasijas vistosas funcionaron para contener y servir líquidos. Ya que muchos de estos han sido recuperados en tumbas, se imagina que la chicha fue ofrendada a los muertos para su viaje post mortem. En los documentos históricos coloniales se leen descripciones de la costumbre de los indígenas de ponerse en contacto con sus ancestros y otros espíritus por medio de danza, música, y canto, todo bajo el efecto de brebajes alcohólicos y de otros ingredientes psicotrópicos. En la figura 1 se aprecia una acuarela del siglo XVIII donde son representados danzantes indígenas del norte del Perú durante una fiesta de cosecha (fig. 1). Los danzantes reciben chicha brindada por un agricultor con un decantador en la mano (Martínez-Compañón, 1978: E167).

1. 1. 1. Pulido y bruñido

Fragmentos de cántaros decorados aparecen en casi todos los contextos excavados en Japoto. Los cántaros se caracterizan por sus superficies pulidas y por ende son vasijas extraordinarias debido al esfuerzo necesario para crearlas, y por el hecho de que el brillo está vinculado con la fuerza vital que anima el universo (Saunders; 1998; 1999), la fuerza llamada k’ulel (soul-force) entre los antiguos Maya (Schele & Mathews, 1998: 48-50). Es posible que el contraste entre zonas bruñidas y otras sin brillo (matte) evoque la idea de la transformación de lo ordinario en lo espiritual. El bruñido es la técnica decorativa más recurrente en Japoto, y por medio de ella se crean zonas, bandas y patrones de líneas brillosas desplegados de tal manera que plasman aspectos de la ideología de la gente que los fabricaba y utilizaba. En los casos de los cántaros más sencillos, los hombros de la vasija están por lo menos pulidos entre la coyuntura con el cuello y el punto de diámetro máximo. A veces la mitad inferior de los cántaros globulares y carenados queda alisada, sin brillo, pero adornada por líneas bruñidas: rayas onduladas y en forma de zigzag, sello de la fuerza del mundo paralelo. Las zonas principales de la decoración incluyen el interior del borde, el exterior del cuello/gollete y los hombros de la vasija donde se presentan motivos bruñidos, incisos o grabados, o ejecutados con la técnica negativa. Algunos tiestos se ven con

Figura 1 – danzantes indígenas brindan con chicha durante una fiesta de cosecha

Acuarela de Martínez-Compañón (1978: E167)

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huecos taladrados, posiblemente evidencia el deseo de mantener la funcionalidad de una valiosa vasija, tal vez una reliquia de familia. Ya que el interior de la boca del cántaro recibió mucha atención artística, se puede imaginar que el campo circular se entendía como un mapa del cosmos, y en el centro un portal, un conducto material y metafórico que evoca la idea de comunicación chamánica. Los diseños sirven para llevar el ojo al centro, y para pensar en la vitalidad y complejidad del universo (fig. 2b). En esta figura se representa un campo de diseño relativamente completo: el plan consiste en la repetición de dos paneles contrastantes, con sus rayas limítrofes, que forma una composición de cuatro partes correspondiente a la cuatripartición del cosmos, fundamental en la ideología amerindia, y presente en estilos anteriores de la región manteña. La composición del diseño de las vasijas —típicamente— se basa en unos campos complementarios: los paneles de líneas onduladas bruñidas se presentan a lado de los de bandas paralelas pulidas (figs. 2b, c). Aparentemente este contraste dual es fundamental, y se repite mucho no solo en las vasijas de Japoto y otros asentamientos domésticos, sino también en los diseños más complejos en piezas mortuorias de alto prestigio.

Basándose en las interpretaciones de símbolos del arte de varias culturas americanas, se puede imaginar el significado general de los motivos representados y de su organización dentro de los campos de diseño. En las figuras 3-6 se aprecian algunos de los motivos recurrentes en la cerámica manteña: líneas, rayas y bandas radiales, expresiones de poder y espiritualidad (como las plumas que salen del sol o las líneas que emanan de la cabeza del chamán en representaciones indoamericanas); el reticulado que representa la interacción de elementos; volutas y líneas onduladas evocan movimiento, respiración, poder; zonas escalonadas señalan montañas, paisajes sagrados y míticos en la iconografía indígena americana; y listones de puntos y puntas demarcan límites entre las distintas esferas espirituales. Estos motivos sencillos entraron en la iconografía americana hace miles de años, y son los mismos fosfenos que se presentan y huyen cuando uno entra en trance al ingerir sustancias psicotrópicas: representan una visión del mundo paralelo, el de los espíritus y de la fuerza vital.Estos motivos comunican de manera esquemática la estructura del cosmos, con sus distintos niveles y las fascinantes líneas limítrofes (que desafían a los chamanes viajeros), la cuatripartición del cosmos, la armonía entre fuerzas complementarias (masculina y femenina, vida y muerte,

Figura 2 – cántaros a. Vasija manteña (Museo de Antropología y Arte/Guayaquil, GA 3-1715-80) b. Bordes de Japoto con decoración bruñida (J8 Unidad A, Nivel 40-50) c. Bordes de Japoto con decoración bruñida (J5 TB Nivel 120-140)

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Figura 3 – cántaros y sellos de Japoto (escala variable)

a. Tiesto con motivos negativos, puntos rojos en nubes de color negro (J2, Zanja 1, Nivel 220-240 cm)b. Tiesto con motivos negativos, puntos rojos en nubes de color negro (J6, «L», Nivel 1, 0-20 cm)c. Borde con motivo grabado, color negro ahumado sobre fondo amarillo, con hueco taladrado (J5 TB ext Nivel 40-60 cm)d. Borde con motivo grabado, interior negro pulido, ahumado sobre amarillo (J5 TA P4 Nivel 8)e. Tiesto de cuerpo con motivo grabado sobre engobe rojo pulido (J5 TA ext Nivel 20-40 cm)f. Borde con motivo grabado, negro ahumado (J3 PZ Capa 1, 0-13)g. Cuerpo con motivo grabado sobre marrón pulido (J3 PA N.3)h. Borde con patrón bruñido, negro pulido (J4 Pozo 2, Nivel 1)i. Cuerpo con motivo bruñido, negro sobre fondo gris-amarillo (J2, Zanja 1, Nivel 180-200 cm)j. Sello/pintadera de Japoto (J5 TB P1 Nivel 4)k. Sello/pintadera de Japoto (J5 TB P1, Nivel 7)l. Sello/pintadera de Japoto (J3 Pozo Z, Capa 1, objeto 4)m. Borde con cara modelada y dos botones aplicados, interior anaranjado-blanco pulido, exterior gris-erosionado (Cuadrante

SE Superficie A)

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Figura 4 – compoteras y platos de pedestal (distintas procedencias)

a. Decoración bruñida compleja, negro ahumado sobre gris (J2, Zanja 1, Nivel213 cm)b. Disposición de bandas y rayas bruñidas en el interior de plato manteño, negro sobre gris ahumado (Mester, 1990: fig. A9)c. Plato con ranura circular y patrón de decoración bruñida parecida a «b», negro pulido sobre gris (J5, TB Nivel 120-140 cm)d. Decoración bruñida escalonada, superficie beige pulido con decoración beige claro (J5 TA P4, Nivel 5)e. Decoración bruñida (color oscuro) sobre fondo gris, con huecos de taladro (J3 Pozo Z, Capa 2)f. Decoración bruñida, negro ahumado sobre gris matte (J6, Zanja 1, Nivel 4)g. Zona pulida arriba de la carena con decoración bruñida más abajo, negro ahumado (J6 PC1 borde este 6)h. Decoración bruñida, gris-negro ahumado (J3, Pozo Z, Capa 9, Rasgo 8)i. Decoración bruñida, gris-negro ahumado (6 L, Nivel 1)

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Figura 5 – Pedestales (escala variable)

a. Compotera manteña, color negro ahumado, con decoración bruñida, negro sobre gris (ver detalle «d»); en su exterior un animal modelado y decoración bruñida en el pedestal (Estrada, 1957: fig. 16a)

b. Fragmento de pedestal de Japoto con escalones en su interior, y el centro hundido con un patrón de rayas bruñidas; interior amarillo pulido con nubes y líneas bruñidas de color gris (J6 PC1, Nivel 6)

c. Fragmento de Japoto: interior del plato ahumado; exterior del pedestal amarillo alisado; abultamiento en el centro del plato y hueco bien acabado en el pedestal (J5 TA, P1, Nivel 2)

d. Detalle del interior de la compotera a, con decoración bruñida, negro sobre gris (Estrada, 1957: fig. 16a) e. Fragmentos del fondo de un plato o cuenco con decoración bruñida en forma de figura humana, color

negro sobre gris (J6 PB, Rasgo 1; dibujo de Anne Touchard)

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Figura 6 – cuencos con diseños bruñidos

a. Vasija carenada con zonas pulidas y líneas bruñidas, color negro ahumado (Mester, 1990: fig. A69, n° 44) b. Borde de Japoto con zona pulida y decoración bruñida, color anaranjado (J3 Pozo Z, Capa 10) c. Borde pulido y decoración bruñida, negro ahumado (J5 TA ext Nivel 80-100 cm) d. Borde con decoración bruñida escalonada, color anaranjado (J3 Pozo Z, Capa 6) e. Borde con zonas y bandas bruñidas, negro ahumado (J3 Pozo A, Nivel 7) f. Borde con zona pulida y más abajo rayas radiales bruñidas, negro ahumado sobre gris matte (J3 Pozo Z, Capa

9, Rasgo 8) g. Patrón de líneas bruñidas color marrón en forma reticulada sobre engobe blanco, con una zona bruñida

marrón (J3 Pozo Z, Capa 5) h. Cuerpo negro ahumado con patrón bruñido sobre gris matte (J2, Zanja 1, Nivel 220-240) i. Cuerpo anaranjado con patrón bruñido color marrón; el exterior lleva más líneas bruñidas similares (J5 TA P1,

Nivel 4) j. Disposición de decoración bruñida del exterior e interior de cuencos manteños, negro ahumado sobre gris

matte (Mester, 1990: fig. A53) k. Cuerpo con líneas bruñidas, interior y exterior (J2, Zanja 1, 90-110 cm) l. Cuerpo con decoración bruñida, negro sobre fondo gris (J2 Z1, Nivel 260-280)

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el mundo de arriba y de abajo), y tal vez el concepto de jerarquía. Las fuerzas cósmicas se representan por medio de motivos visualmente activos, como las líneas zigzag. Es importante señalar que los motivos encontrados en la vajilla decorada, se repiten en la decoración de torteros de cerámica y en los sellos/pintaderas (figs. 3j-l) que funcionaron para duplicar motivos sagrados y también como símbolos de identidad en las culturas de la costa ecuatoriana (Cummins et al., 1996; Estrada, 1959; Saville, 1910: Plates LXXVIII, LXXIX). Mi argumento es que los individuos patrocinadores de las reuniones ceremoniales se asociaban con fuerzas cósmicas y eventos míticos por medio de la iconografía de los objetos utilizados en las actividades rituales y festivas. Uno imagina que la pintura corporal en los festines de los manteños y también los tejidos llevados por los anfitriones replicaron los mismos motivos vinculados a la cosmología y mitología de los manteños. Los sellos de Japoto presentan motivos que se repiten en nuestra vajilla de etiqueta, en la cerámica prestigiosa de la colecciones de los museos, y en el arte lapidario, las sillas y estelas asociadas a los templos manteños en el gran centro religioso de Cerro Jaboncillo (Saville, 1907; 1910; McEwan, 2003). Al identificarse con esta iconografía manteña, individuos y familias señalaron su participación en el sistema sociopolítico promovido por la elite.

1. 1. 2. Rojo y negro

La cerámica fina de Japoto destaca por sus colores. Por ejemplo, el color rojo fue importante en la creación de algunas vasijas extraordinarias: en el pensamiento indígena americana el rojo es el color de vida y sangre, y se asocia con el principio femenino. Este color se relaciona en todas partes con protección espiritual. En muchos grupos, como paso previo a la participación en ritos, uno se pinta de rojo, y las preciosas ofrendas fueron saturadas de polvos rojos antes de sacrificarse.En cambio, la cerámica más emblemática de los manteños es la negra ahumada y pulida. En las colecciones de museos se encuentran muchas vasijas muy finas con decoración bruñida de color negro. En nuestras colecciones excavadas de Japoto la mayor parte de las vasijas con decoración bruñida tienen superficies ahumadas, de color negro pulido sobre gris matte, pero en general el negro-gris no es el color dominante de la cerámica fina de Japoto durante la fase manteña temprana. Hay que hacer hincapié en la idea que el artefacto negro ahumado es extraordinario por los requisitos técnicos de su cocción. El proceso de hacer elegantes superficies negras había existido por miles de años, pero no fue muy popular en el periodo anterior a los manteños. Parece que la cerámica negra ahumada se puso a la moda en el periodo Manteño. Aparentemente fue adoptada por los aristócratas regionales en la misma época que esa cerámica logró popularidad entre los señores de la zona de Lambayeque, en el norte del Perú durante la fase Sicán. La producción de cerámica diferente de los estilos anteriores servía para señalar la posición especial de la élite ascendiente de los manteños y para destacar la importancia del nuevo Señor de Sicán (Shimada, 1995). Los colores rojo y negro fueron (y son) de gran significado para los indígenas americanos, y en algunas tumbas manteñas, se recuperaron pares de vasijas, una roja y la otra negra, sugiriendo así aspectos complementarios del pensamiento americano (como femenino y masculino, o terrenal y celestial). La «pintura negativa», una técnica especial que requiere una serie adicional de pasos en su proceso de manufactura, también resulta en vasijas extraordinarias. En la superficie de estas vasijas se crea un juego entre dos colores: en Japoto diseños rojos asoman misteriosamente dentro de una nube negra. Esta clase de decoración especial es apta para expresar ideas esotéricas. En Japoto la técnica se empleaba para crear constelaciones de puntos, listones con puntos, rayas y zonas escalonadas de rojo y negro (figs. 3a, b). Estas misteriosas manchas evocan los fosfenos asociados con los trances chamánicos. Los diseños negativos, que se repiten en los hombros y bordes de los cántaros y en los platos de pedestal, también son recurrentes en La Libertad y Los Frailes (Paulsen, 1970: fig. 9H; Mester, 1990: fig. A40).

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La técnica del decorado negativo fue empleado para jugar con los colores rojo y negro y a la vez presentar motivos cósmicos, rayas y conjuntos de puntos esotéricos —que probablemente evocaron algún concepto bien entendido hace 1000—. Estas vasijas descomunales, al igual que las bruñidas, evidenciaron la inversión de mucha destreza y mayores esfuerzos artísticos que servían para destacar el prestigio del patrón de reunión social, y reiterar su identidad como intermediario cósmico.

1. 1. 3. Representación gráfica de seres míticos

Otra área de simbolismo amerindio es la que evoca el tema del flujo de fuerza vital y la reproducción de plantas, animales y humanos por medio de efigies de animales y de seres antropomorfos, incluyendo ancestros dadores y otros espíritus más. La interpretación de los numerosos figurines manteños recuperados en Japoto está fuera del alcance de este ensayo, pero la cerámica de etiqueta también lleva representaciones de seres especiales.Algunos cántaros de Japoto evidencian la ejecución de motivos grabados a la manera de grafiti en el interior de los bordes de los cuellos acampanados y en los cuerpos de los cántaros (figs. 3c-g). Hemos identificado unos felinos o dragones (por sus características surrealistas), un venado con astas, un hombre con algo en la mano y unos dibujos abstractos. Este grupo de motivos está unificado por el tratamiento de los cuerpos que se llenan de líneas en forma reticulada. Es posible que estos seres sean protectores míticos evocados en contextos domésticos o ceremoniales; pero igual, podrían haber funcionado como símbolos de algún grupo social, sello del dueño del cántaro, o representaciones vinculadas con alguna celebración específica. Los seres no realistas evocan memorias de los monstruos (o dragones) que fueron representados en el arte religioso Bahía del periodo anterior. Estos seres tal vez surgieron del folklore regional. En todo caso, los motivos grabados (como escritura o dibujo) en la superficie de los cántaros evocan temas especiales, tal vez personajes míticos. No hay evidencia de grabados parecidos en Los Frailes, pero algunos fueron recuperados en La Libertad (Bushnell, 1951: fig. 42J).

1. 1. 4. Cántaro de cara-gollete

Algunos cántaros de Japoto son representaciones de un cuerpo humano o animal: el gollete lleva el rostro, el borde sirve de tocado, y en los hombros de algunas vasijas se presentan los brazos de algún ser que a lo mejor es un ancestro u otro personaje mítico (figs. 2a, c; 3m; 7a, b). En estos casos el artista antiguo jugó con la idea de la fertilidad de los ancestros dadores (o de un dios creador), enfatizando sus cuerpos como fuentes de la bebida sagrada, ingrediente indispensable en las ceremonias llamadas (despectivamente) «borracheras». Hay que destacar que las caras del conjunto de Japoto son muy variables e indican que el estilo Manteño Temprano de Manabí Central permitió una variedad de expresiones. Algunos de los rostros son humanos, otros representan animales o seres surrealistas. Típicamente el perfil de la cara se destaca por su mentón u hocico, que sobresale del cuello de la vasija. Algunas caras son retratos realistas realizados en cerámica ahumada con superficies de color negro, vislumbrando los retratos clásicos del estilo manteño con narigueras, aretes y labretes. Otros son muy estilizados: los rostros a veces se reducen a unos pocos elementos (pars pro toto). En muchos casos el enfoque de atención es una tremenda nariz con un ornamento de dos lóbulos (fig. 7a): desde periodos remotos las narigueras sirvieron como marcas de estatus en la sociedad de los vivos y entre los ancestros.El modelado de las caras se logró por medio de diversos tipos de pastillaje y aplique. En la figura 7a se aprecia una de tipo recurrente: el fragmento demuestra el uso de bandas bruñidas radiantes en el cuello del cántaro arriba de la cara, tal vez señalando el estatus espiritual del ser retratado. En contraste, el rostro presentado en la figura 7b es muy simple: una cara dulce

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de color rojo que tal vez representa otra clase de ser mítico. Otro tipo de cara se encuentra en una vasija de borde evertido, que podría ser cántaro o plato. En la figura 3m se observa una cara minimalista con dos apliqués en la frente: estos son recurrentes en el estilo manteño y seguramente servían para identificar el ser representado. No sabemos si los personajes retratados en los cántaros de Japoto son sacerdotes, aristócratas, ancestros, seres míticos o deidades manteñas, pero es seguro que en contextos familiares, aún en casas de familias locales de jerarquía menor, fue importante la evocación de estos seres durante el acto de hacer libaciones. La cara estilizada da vida a la vasija, evoca un espíritu animal o un personaje mítico, tal vez uno de los antepasados con el que el anfitrión y su familia se identifican.Se observa una variedad de cara-golletes en nuestra muestra de Japoto, y la misma selección se presenta en las colecciones de Saville (Saville, 1910, Plate CII: 1-2, 4-7; Plate LXXV: 1-6; Plate LXXVI: 4) y entre los materiales de La Libertad (Bushnell, 1951: figs. 42-43), pero las caras-golletes son escasas en Los Frailes (Mester, 1990: fig. A44). Estas vasijas tipo cara-gollete son las predecesoras de las vasijas retrato más sofisticadas y formales de las fases posteriores en Manabí (Guinea, 2004; McEwan, 2003). En colecciones de piezas en museos se reconocen vasijas tardías que llevan rostros estereotipados, algunos hechos en moldes del tipo «mascarón» (Bushnesll, 1951: figs. 42e, g, h ). Los golletes con rostros se recuperan frecuentemente como artefactos sueltos, desprendidos de los cántaros, con sus filos amolados. El reciclaje de estos objetos señala que el valor de la cara persistió después de la destrucción de la vasija original. El objeto (con el rostro conservado) luego continuó en servicio como ofrenda, talismán, o quizás como una base anular portátil. Es de hacer hincapié en una idea muy difundida en América: los objetos tienen poder. El artista que produce un artefacto que emana espíritu está no solo expresando este concepto, sino materializándolo. Objetos como piedras llamativas, minerales brillosos, pedazos de concha Spondylus, figurines y fragmentos de cerámica con iconografía espiritual, tienen todos la capacidad de proteger, curar y llevar mensajes al otro mundo. Parece que los cántaros de cara-gollete enteros o fragmentados, igual que los figurines, funcionaron como objetos de poder en ritos y se ofrendaron en actos votivos3.

Figura 7 – cara-gollete

a. Tipo de rostro modelado, color negro ahumado (J4 Pozo 1, Nivel 8) b. Tipo rostro sencillo, con arete, color rojo (J3, Pozo A objetos, Nivel 1)

3 En la sierra ecuatoriana existe la costumbre de conservar los fragmentos de figurines antiguos porque son talismanes (cushi): objetos de poder que traen «buena suerte o ventura» (Holm, 1970). En la costa, la gente manteña-guancavilca modificó los mascarones desprendidos de las vasijas para luego enterrarlos en pozos rituales en la península de Santa Elena. Bushnell ilustra varias de estas caras recuperadas en La Libertad (1951: figs. 42g, h). En Japoto algunos mascarones aparecen sueltos, pero solo en la superficie del sitio.

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En resumen, los cántaros de Japoto son expresiones materiales que evocan seres míticos y ancestros. Los alfareros produjeron objetos hermosos y poderosos manipulando color y motivos bruñidos, pintados, grabados y modelados para comunicar ideas espirituales y políticas. Antiguamente estos recipientes llevaban su carga de chicha junto con su carga simbólica.

1. 2. Platos sobre pedestales (compoteras de doble campana)

Estas vasijas conforman otra categoría muy prominente en la vajilla de etiqueta y se presentan frecuentemente en tumbas. Deben haber servido para ofrendar a los espíritus, pero también es posible que las reglas sociales especificaron que ciertos tipos de comida fueran servidas en estos platos sobre pedestales. Tal vez las distintas formas corresponden a diferentes comidas: una para tamales, otra para pescado asado, otra para guisos picantes o compotas dulces, etcétera. Son diversas, muy adornadas y muy recurrentes en muchos contextos arqueológicos en Japoto. En toda América, y hasta la fecha, los sacerdotes indígenas se remiten a las cuatro direcciones cardinales y luego al centro, un punto de significado especial, donde las fuerzas cósmicas se juntan, donde se abren portales, donde se hacen sacrificios. En algunas tradiciones indígenas el plato ofrendatario es un artefacto principal en actos de comunicación con el mundo de los espíritus (Schele & Mathews, 1998: 48-50). En la práctica, la representación de un universo cuatripartido en un campo como el interior de un plato bruñido configura la forma de un cruz: se ve un axis mundi, el arbol místico de la religión indígena americana (figs. 4b, 6j).La decoración bruñida de los platos de pedestal de Japoto es similar a la de Los Frailes y de Santa Elena (Mester, 1990: figs. A2, A3, A.9; Paulsen, 1970: fig. 9A), y en muchos de estos el diseño se enfoca en el centro del plato. Algunos dan énfasis en una serie de círculos concéntricos: el borde carenado o aplanado de la vasija es un círculo frecuentemente pulido, creando así un marco brilloso para el diseño trazado adentro. Al interior del borde se encuentra un campo circular típicamente dividido en cuatro paneles que en la iconografía indígena americana corresponden a las cuatro direcciones cardinales, con sus significados distintos, sus colores particulares, sus espíritus y animales y sus categorías sociales asociadas (Boone, 1992: fig. 1 y su interpretación). El gesto de señalar los cuatro puntos cardinales y el regreso repetido al centro forman una cruz que aparece en las composiciones de los interiores de las vasijas de etiqueta (figs. 4b, 6j). A veces una ranura o reborde cerca del centro del plato señala la zona central donde se encuentra una concavidad circular decorada con otros motivos bruñidos (figs. 5b, d) o un abultamiento circular (como un ombligo) en el epicentro, encima del vacío en el pedestal que apoya el plato (fig. 5c). La iconografía de los platos en Japoto es muy similar a la de los cántaros y cuencos. No se recuperó ningún plato entero, pero los fragmentos de bordes presentados en las figuras 4 y 5d llevan motivos recurrentes: patrones de líneas rectas, reticuladas, onduladas y en zigzag; bandas y rayas radiales; zonas pulidas simples y escalonadas; cuadros y círculos concéntricos; filas de puntos. Algunos platos únicos son evidencia del estilo de alto prestigio contemporáneo con la ocupación de Japoto. Los motivos en estas pocas vasijas extraordinarias son los mismos que aparecen en las pintaderas y en la cerámica funeraria representada en los museos de Ecuador. El significado de la serie de puntas (parecida a una cordillera o las plumas del ala de un ave) que es un motivo prominente en todas las categorías del arte manteño (figs. 3j; 4a, f, i) no es claro, pero, como en el caso del motivo escalonado, este diseño también evoca paisajes sagrados y funciona a veces como un lindero entre distintos estratos del cosmos (ver motivos limítrofes en Saville, 1910, Plate LVI: 2). En la muestra de platos de Japoto observamos un solo ejemplo de una representación antropomorfa: el personaje aparece elaborado con la técnica del bruñido en la superficie de un plato (fig. 5e): el personaje, enmarcado en una composición bruñida compleja, se encuentra cubierto de atavíos y aparentemente lleva parafernalia para alguna actividad. Una figura parecida se presenta en un sello ilustrado por Estrada (1959: 27).

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1. 2. 1. Pedestales

Muy recurrente en nuestras colecciones son los fragmentos de pedestales, aunque se confunden con los bordes acampanados de los cántaros. Los platos descritos arriba descansaron sobre soportes, pero no sabemos cual pedestal corresponde a cual plato. Sin embargo, es claro que el pedestal intensifica la importancia del plato decorado, enfatizando la idea de que el centro del plato es la boca del conducto comunicador que da acceso al mundo paralelo. El centro del plato, con su fondo hundido y su decoración bruñida especial (figs. 4c, 5b, d), está justo encima del pedestal. La decoración exterior de los pedestales no deja lugar a dudas: es una estructura cargada de energía cósmica, típicamente adornada por una a superficie bien pulida, líneas bruñidas verticales (radiales), patrones y paneles de líneas onduladas y en zigzag, decoración negativa, y figuras modeladas (fig. 5a). Los fragmentos rotos también señalan otro uso para los pedestales: como los golletes, los filos rotos de la parte superior de los pedestales fueron amolados (fig. 5b), para que la base anular desprendida del plato siga sosteniendo cuencos o platos.Además, el hueco grande y bien acabado que se presenta en el tronco cilíndrico de algunos pedestales decorados (fig. 4c) me hace pensar en los recipientes ofrendatarios agujereados de los muisca que servían de receptáculos para semillas en los ritos de fertilidad (Falchetti, 1997: 12-18, foto 10).

1. 3. Cuencos

Fragmentos de cuencos constituyen solo una fracción de los tiestos diagnósticos en nuestros conjuntos excavados. Sin embargo algunos cuencos, de varias formas distintas, son finos y decorados con motivos cósmicos: estos forman parte de nuestra vajilla de etiqueta (fig. 6). Frecuentemente se nota la presencia de huecos taladrados en los fragmentos recuperados, evidencia del arreglo de unos cuencos de valor especial. Se supone que los cuencos pequeños podrían haber servido para tomar líquidos, y los pequeños y grandes para servir comida. Estas vasijas, especialmente las con decoración bruñida, son descendientes directos de los cuencos de las culturas guangala y bahía (Masucci, 1992: figs. 37-38; Stothert, 1993: fig. 52; Estrada, 1962: fig. 44). Las mayoría de los cuencos son de un solo color (anaranjado, amarillo-blanco, rojo, beige, marrón o negro) y tienen superficies pulidas. Algunos llevan decoración bruñida. El cuenco más recurrente es de boca restringida, sin cuello, y tiene paredes carenadas (figs. 6a, b). Presenta un interior alisado, a veces pulido en el fondo. En su exterior lleva un engobe de color rojo-anaranjado o blanquecino. Está pulido en el exterior, arriba del punto de inflexión, y lleva, por debajo de la carena, una zona de decoración bruñida, a veces dividida en partes separadas por bandas pulidas (fig. 6b). Esta vasija podría haberse utilizado en actos piadosos, por ejemplo para realizar una especie de brindis, porque su forma permite alzar el recipiente cargado de líquido entre las dos manos hacia el cielo o hacia otra persona, dejando a los celebrantes ver, por un momento, los motivos desplegados por el fondo del cuenco.Los cuencos abiertos, de formas muy variables (figs. 6c-g), están bien pulidos por dentro y por afuera. Son de varios colores, y algunos están decorados por dentro con motivos bruñidos que brillaban al vaciarlos de su contenido líquido (figs. 6i, k, l).Típicamente estos cuencos tienen bandas anchas pulidas en sus bordes, por el interior y el exterior, y más abajo aparecen zonas de decoración bruñida (fig. 6f). A veces se nota que los motivos bruñidos están separados por bandas pulidas, formando una composición cuatripartita con una cruz dentro de un marco circular (fig. 6a, e, i). Este patrón es recurrente en los exteriores e interiores de vasijas de Japoto y de Los Frailes (fig. 6j). Otros cuencos de Japoto están decorados con bandas anchas bruñidas por el lado exterior, y diseños de líneas finas por adentro, entre otras combinaciones y variantes de los mismos motivos asociados con ideas cósmicas en los cántaros y platos ya descritos.

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Aunque nuestros fragmentos son pequeños, dan la impresión de que la pared exterior llevaba siempre zonas de diseños bruñidos divididos en cuatro sectores, en la manera de los platos de pedestal, los cuellos de los cántaros y las bases de pedestales. Los cuencos de Los Frailes y Japoto demuestran el contraste entre zonas pulidas y zonas con decoración más gráfica y viva: esta composición nos remite a las cuatro partes del universo, partición que resulta de la intersección de un eje norte-sur y otro este-oeste y que evocan las fuerzas dialécticas que dinamizan el universo. Una vasija extraordinaria lleva bandas y rayas bruñidas por el lado exterior, y por el interior, una composición compleja de motivos enmarcando una figura antropomorfa con un estandarte en la mano (fig. 5e). Un grupo de cuencos muy finos de cuerpos compuestos (fig. 6c) incluye algunas miniaturas cuya función ceremonial y mortuorio está reconocida en varias partes de América. Estas vasijas llevan patrones de bandas verticales bruñidas, como las del cuello exterior de los cántaros y los bordes interiores y pedestales de los platos descritos arriba. Estas bandas tienen algún significado relacionado con la ideología indígena: aparecen como elementos importantes en los sellos manteños (fig. 3k) y son motivos de gran antigüedad en la región de la costa.

2. dIscusIón dE La VaJILLa dE ETIquETa

En resumen, se ha planteado el concepto de una vajilla de etiqueta adornada con motivos abstractos derivados de la milenaria tradición iconográfica de la costa ecuatoriana. Estos motivos están desplegados en composiciones significativas del cosmos. Además, las formas y colores de las vasijas contribuyeron a su funcionalidad como objetos de comunicación. Por medio de la decoración los artistas convirtieron artefactos en portadores de información esotérica: los motivos, las representaciones grabadas y modeladas y varios efectos visuales evocan espíritus, señalan conceptos espirituales, y llaman la atención sobre el papel indispensable de los mayores de familia y los sacerdotes y caciques aristocráticos que se responsabilizaron por el mantenimiento de comunicación con el mundo paralelo, fuente de bienestar.En la vida cotidiana y ceremonial de los manteños la cerámica de etiqueta junto con otros artefactos (como figurines y sellos) afirmaron la relación entre los vivos y otros seres que desde tiempos originarios han participado en el proceso de crear y mantener el flujo de la fuerzas de vida en el universo. Esta cerámica constituyó un elemento cultural muy recurrente en asentamientos manteños, evidencia de las actividades que construyeron la identidad manteña. Hay que imaginar que los convidados en las comidas de etiqueta disfrutaron de la comida, el fruto del proyecto económico de la familia anfitriona, y también consumieron unos conceptos diseminados por medio de las actividades ceremoniales. El protocolo de la ceremonia hizo a todos participar en relaciones sociales y en actividades simbólicas: en todo momento recibieron mensajes visuales y auditivos. Por medio de la cerámica cargada de significado ideológico los celebrantes escucharon y vieron, y así recibieron información comunicada por los patrocinadores de la reunión, cuya identidad está involucrada en la comida y en la presentación de ella. Hasta la fecha las ocasiones conmemorativas se destacan por la presentación de comidas especiales. Por ejemplo, hoy en día en Manabí el «culto a la muerte» está anclado en la historia de la familia (Regalado Espinoza, 2006: 2) y dar de comer a los difuntos y a los vivos es una expresión conmemorativa muy corriente en toda la costa de Ecuador. Actividades comensales que ilustran la relación entre la comida y su simbología, por un lado, y la construcción de lazos sociales, políticos y rituales se realizan en Manabí en las siguientes ocasiones:

«los velorios de muertos y de santos, Semana Santa, la Fiesta de los Difuntos, la celebración de Pedro y Pablo, Navidad, la bajada de los Reyes Magos, otras fiestas religiosas locales, onomásticos, cumpleaños, bautizos, matrimonios, despedidas, bien venidas de familiares». (Regalado Espinoza, 2006: 2)

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Libertad Regalado (2006) dice que hoy en día el compadrazgo se crea por medio de la comida repartida, y la misma autora, citando el cronista Estete, reporta que «la cacica de Portoviejo mantuvo en su regazo y bien atendidos a los españoles por espacio de dos meses, mientras esperaban refuerzos y se reponían de enfermedades» (Regalado Espinoza, 2006: 7), muestra de la responsabilidad de la elite indígena en los albores de la conquista. La misma autora habla de la conexión tradicional entre la comida, la religiosidad y la muerte: las tres están vinculadas en los velorios, actos que «se convierten en verdaderas fiestas que terminan en baile y borracheras, y claro está con la degustación de un tradicional plato». Este fenómeno en Manabí actual trata de un complejo de creencias y actividades que involucran comida, amor, sexo, y jerarquía social. Regalado identifica expresiones de poder económico y de relaciones jerárquicas en los matrimonios y quinceañeros, y al nivel político público, en la celebración de los «presidentes Blanco y Negro de la fiesta de San Pedro y San Pablo en Montecristi» (Regalado Espinoza, 2006: 8-9). A pesar de las diferencias étnicas en la costa ecuatoriana al final del periodo aborigen, se supone que, entre los manteños, las autoridades de las casas y la elite en general —todo el mundo entendió el uso de ciertos símbolos de poder y estatus: oro, plata, bronce, Spondylus, tejidos finos, ornamentos personales, y cerámica con motivos cósmicos—. Se puede argüir que en las ceremonias locales de los manteños se preocuparon de dar de comer a la compañía y a los espíritus. Estos actos se repitieron en contextos familiares, especialmente en reuniones de la casa o clan, y cuando se reunían comunidades organizadas en un sistema jerárquico. Además se puede argüir que otra función de la cerámica fue la de dar de comer a los muertos, a los antepasados preciosos, y a otros espíritus y deidades que se evocaron para poder mantener lazos de parentesco —siempre con el propósito de asegurar el bienestar de la comunidad por medio del flujo libre de la fuerza vital en el sistema cósmico—. Esta interpretación encuentra soporte en las costumbres actuales: cuando llega el Día de los Difuntos (Todos Santos) en la costa de Ecuador, muchas familias se preocupan de dar de comer a sus queridos difuntos, a los que visitan una vez al año y que tienen que ser bien recibidos para que luego se vayan felices, dispuestos a mandar lluvias y salud a la gente viva.

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Karen E. Stothert

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Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60 70Fax: 445 76 50 - E-mail: [email protected]

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Editorial El País

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Instituto de Estudios Bolivianos (IEB) - Cooperación ASDI-SAREC

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Evaluación preliminar de la tola J6 de Japoto (provincia de Manabí, Ecuador)

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 285-298IFEA

Una casa Manteña puede esconder otra: evaluación preliminar de la tola J6 de Japoto (provincia de Manabí, Ecuador)

Anne Touchard*

Resumen

La autora presenta los resultados obtenidos de las tres primeras temporadas de excavación de uno de los sectores del complejo monticular de Japoto, provincia de Manabí, Ecuador. Pone en evidencia el proceso de construcción de la tola y la función doméstica del sector, también asocia las estructuras puestas a luz y las numerosas inhumaciones descubiertas.

Palabras clave: Ecuador, Manteño-Huancavilca, complejo monticular, proceso de construcción, actividad doméstica, inhumaciones

Une maison Manteña peut en cacher une autre : première évaluation du monticule « J6 » de Japoto, province de Manabí, Équateur

Résumé

L’auteur présente ici les résultats obtenus après les trois premières campagnes de fouilles d’un des secteurs du complexe monticulaire de Japoto, province de Manabí, Équateur. Il y est mis en évidence le processus de construction de la tola, la fonction domestique du secteur, ainsi que l’association entre les différentes structures mises au jour et les nombreuses inhumations découvertes.

Mots clés : Équateur, Manteño-Huancavilca, complexe monticulaire, processus de construction, activité domestique, sépultures

* Estudiante de doctorado, Universidad Paris I Panthéon-Sorbonne, UMR 8096. E-mail: [email protected]

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Anne Touchard

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A Manteño house may hide another: preliminary evaluation of the Japoto’s J6 moundbuilding (Manabi province, Ecuador)

Abstract

This paper presents the preliminary results from the first three field campaigns in one sector of the Japoto’s moundbuilding complex (Manabi province, Ecuador). It makes visible the constructive process of a tola, the domestic function of this sector, and the association between the different structures brought to light and the various burials discovered.

Key words: Ecuador, Manteño-Huancavilca, moundbuilding complex, constructive process, domestic activity, burials

«Construir es colaborar con la tierra, imprimir una marca humana que la modificará para siempre.»

Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano

IntRodUccIón

A través del tiempo, las costumbres de construcción de los hombres del litoral ecuatoriano han evolucionado para tratar de adaptarse a las exigencias del medio ambiente y de la sociedad. Desde el Periodo Formativo, como en Real Alto (Lathrap et al., 1977) y a lo largo de la evolución de la arquitectura de la costa ecuatoriana, las estructuras domésticas han presentado una planificación espacial (Nurnberg et al., 1982).La cultura Manteño-Huancavilca, última cultura prehispánica que tuvo su establecimiento en la parte central y meridional del litoral ecuatoriano, se califica como una de las pocas o única que realizó construcciones con cementos de piedras en la zona. En sitios tales como Manta (Banco del Pacífico, 1985; Jijón y Caamaño, 1977; Uhle, 1931), López Viejo (Currie, 1998), Agua Blanca (McEwan, 2003; Piana Bruno & Marotzke, 1997) o Cerro Jaboncillo (Saville, 1907; 1910) se pudo observar ese tipo de construcciones, las cuales hicieron la fama de los Manteño-Huancavilca en la zona. Sin embargo otros sitios importantes Manteño-Huancavilca están simplemente compuestos de acumulaciones de tierra. Tal es el caso del sitio de Japoto, último complejo monticular de la costa ecuatoriana todavía observable. Las excavaciones llevadas a cabo desde 2004 por el Proyecto Manabí Central, nos permiten presentar aquí un estudio preliminar de una de las numerosas tolas del conjunto, ayudándonos a entender el proceso evolutivo de la construcción de esos montículos prehispánicos Manteños y de su importancia a dentro de la secuencia de Japoto.

1. PREsEntAcIón dE lA tola J6 En El coMPlEJo dEl sItIo dE JAPoto y MEtodologíA dE ExcAvAcIón

Se decidió excavar la tola J6 por su forma en «L». Nos llamó la atención desde el principio por ser la única que pudimos observar dentro de la propiedad donde estamos realizando nuestras investigaciones. Sin embargo es posible que exista otra de la misma forma en la extensión total del sitio, ya que no se pudo establecer por completo.Se localiza al oeste del conjunto de tolas J3-J4A-J4B, y casi apegada al norte de la tola J2 excavada en 2004. Se encuentra rodeada por dos brazos de un estero. La tola está orientada, con los «brazos» de la mencionada L, uno hacia el norte y el otro hacia el este, sugiriendo que

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Evaluación preliminar de la tola J6 de Japoto (provincia de Manabí, Ecuador)

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esa tola encerraba un espacio al noreste. Los «brazos» de la tola miden aproximadamente 30 m de largo por 12, y 15 m de ancho, lo que representa una superficie total de 600 m² de los cuales solamente 78 m² fueron abiertos a la excavación, sectorizándolos en 3 áreas (I, II, y III).Optamos en 2004 por la parte oriental del brazo norte de la tola, dado que se encontraba un ceibo inmenso en el brazo este, las raíces del cual habían, con certitud, perturbado de manera importante la estratigrafía inicial de la ocupación. Las 3 áreas excavadas se sectorizan de la manera siguiente:• Área I (Pozos 1, 2, 3 y 4, reunidos bajo el término Pozo B; Pozo C) corresponde a la esquina

NE del brazo norte de la tola. Se abrió toda la esquina para ver cómo se organizaba la construcción de la tola misma y para tratar de encontrar niveles por debajo de ella. Ese área mide 6,50 m x 10,50 m. En total, 2,30 m de estratigrafía fue descubierta (1,37 m de la altura de la tola y 1,20 m por debajo de ella).

• Área II (Pozo A) corresponde a un sondeo de 2,20 m x 2,20 m y 1,35 m de profundidad que hemos abierto, aprovechando un pozo de huaqueo cavado entre las dos primeras temporadas.

• Área III (Pozo D y D’) corresponde a un sondeo de 2 m x 2 m abierto fuera de la tola pero en periferia directa, es decir, por debajo de la pendiente norte. Fue abierto para entender si se registraba una ocupación a las afueras de la tola. La extensión D’ de 0,75 m² fue abierta en la esquina noreste.

2. El PRocEso dE constRUccIón dE lA tolA J6 y sUs coMPonEntEs En Japoto, se puede observar que la construcción de las tolas responde a un proceso evolutivo de varios niveles de ocupación. La tola J6 es una de las tolas que presenta a la vez la estratigrafía más compleja por la gran cantidad de niveles antrópicos y rasgos que presenta (más de 30 en total por el Pozo 1 del área I), pero también la más nítida del conjunto. Para elaborar ese conjunto de niveles antrópicos, los Manteño-Huancavilca no solo utilizaron tierra para levantar la tola sino también, arena, gravilla (proviniendo de uno de los esteros cercanos) y tefra o ceniza de origen volcánica (ver P. Usselmann en ese volumen)1.

2. 1. Las estructuras identificadas

Según nuestras primeras consideraciones, varias fases ocupacionales se pueden observar. La última de esas parece estar caracterizada por una plataforma de 30 cm de alto (o Estructura 1), de tamaño restringido en comparación a la Estructura 2 sobre la cual está sobrepuesta (Área I) (fig. 1).Identificada por sus límites laterales, los cuales se observaron desde los niveles superiores [primer nivel de ceniza blanca, hasta los últimos (nivel 17) del área I], la estructura 2, de forma rectangular y midiendo aproximadamente 4 m de ancho por 8 m de largo, constituye uno de los hallazgos más llamativos de la J6. Tiene una orientación un poco diferente de la tola misma, con un desviado de eje de 18 grados. Por el hecho de estar constituida de varios niveles de ocupación, se puede suponer que se construyó un primer piso de ocupación y con el tiempo se fue elevando poco a poco la altura de la tola con el añadido de los rellenos, pero siempre con la voluntad de conservar sus límites rectos (fig. 2).

1 El término tefra se emplea aquí para referirse a la capa de ceniza blanca de origen volcánica que se encuentra de manera muy recurrente en la J6. Sin embargo, el término «tefra» suele definir el depósito original de ceniza volcánica in situ, cuando las capas registradas en nuestra tola fueron depositadas intencionalmente.

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2. 2. Los soportes de las estructuras

De cada lado de la estructura 2 se descubrió un molde poste, conteniendo todavía restos de palos de caña guadua (Bambusa guadua) quemados. Asociándolos a otro conjunto de moldes de poste localizado en el medio de la estructura 2, podemos suponer que esos palos soportaban un techo de doble agua protegiendo esa estructura.La huella de ese conjunto se había notado en 2004 por una depresión de forma circular midiendo aproximadamente 1,5 m de diámetro. Dos de esos moldes de poste estaban rellenados con la misma ceniza blanca que se encuentra en toda la tola. En el más grande, que mide 70 cm de diámetro, la profundidad del relleno de ceniza alcanzaba una profundidad de 65 cm, pero no correspondía al fondo del molde, sino que caracteriza una fase de varias fases de relleno del mismo molde. Se pudo identificar dentro del relleno de la ceniza, otro tipo de relleno. Pensamos que el pozo fue rellenado con ceniza alrededor de un palo, el cual se retiró en tiempos posteriores, dejando la huella negativa del palo de unos 12 cm de diámetro.Se puede imaginar que allí estuvo localizado el poste «central», o mejor dicho los postes centrales. Esos fueron probablemente acomodados varias veces para remodelar la estructura, satisfaciendo así las necesidades cambiantes de la vivienda.Otros numerosos moldes de poste se distinguieron en la superficie de la excavación del área I. Sin embargo no se ha podido establecer todavía un patrón específico.

2. 3. El uso de la ceniza de origen volcánico

Como hemos visto, la ceniza blanca de origen volcánico desempeña un papel muy importante en el proceso constructivo de las estructuras Manteño-Huancavilca (el cual se puede también notar en la Península de Santa Elena, c.p. Karen Stothert).En efecto, parece haber tenido varias funciones, pero siempre aprovechando sus características químicas. Como se observa también en Mesoamérica, la ceniza volcánica se utiliza mezclada con

Figura 2 – vista de la Estructura 2, tola J6, Japoto

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agua para elaborar un tipo de cemento. Así se endurecía el suelo, nivelaba sus imperfecciones y rellenaba pozos de molde.La presencia de una nueva capa de ceniza blanca en el extremo este de la tola, ya por debajo de su base, nos hace suponer que otra estructura estaría localizada en el lado este de la tola. La gran cantidad de capas de esa ceniza en la tola 6 y particularmente en el Pozo D, donde se identificaron 12 de ellas, hace suponer que la remodelación y el mantenimiento de esa tola se hacía frecuentemente. En ese mismo sondeo, el conjunto compuesto de varias capas de ceniza identificadas y de un canal de evacuación (como en la estructura 2), cuyos límites tienen la misma orientación que las de las estructuras 1 y 2, nos hace suponer la presencia de otra estructura.

2. 4. Los canales de desagüe como marco diagnóstico de estructura

Cuando analizamos la estructura 2, vemos que sus componentes constructivos constituyen elementos recurrentes en la época actual. De hecho, pudimos observar en nuestros recorridos por la zona de Sosote (provincia de Manabí, cantón de Portoviejo), varias casas hechas de los mismos materiales que se supone utilizaron los Manteño-Huancavilca, entre ellos la caña guadua, que fue utilizada como lo hemos visto anteriormente como poste para sostener el techo. También hemos identificado canales de desagüe en los bordes de la estructura 2, lo que se puede ver de manera clara en algunas casas (o espacios de vida) manabitas.El área II, excavada rápidamente en 2005 presentó una estratigrafía difícil de descifrar, primero por el hecho que ese área se había abierto aprovechando un pozo de huaqueo limitando de esa menara las informaciones y segundo por el tamaño reducido del sondeo mismo. Sin embargo, pudimos identificar lo que supuestamente sería un canal extendiéndose a lo largo de una estructura, parecido a los del área I y III. Además de ese marco, una capa de color amarilla, muy parecida a la del área I, y aproximadamente al mismo nivel (1m bajo la superficie) suele corresponder al borde de una estructura. Sin más datos no podemos asegurar la presencia de otra gran estructura del tipo de la del área I. Sin embargo, es probable que tengamos en ese lugar otro rasgo importante. Otro elemento que nos podría llevar en ese sentido es el hallazgo de lo que podría representar el borde de la estructura dicha: un entierro secundario doble.El área III, abierta en el margen norte de la tola (Pozos D y D’), constituía para nosotros una manera de entender la estratigrafía ubicada por debajo de la tola, pero nuestra sorpresa fue grande cuando encontramos un complejo de fogones a unos 70 cm de profundidad. Aun si el área abierta tuvo que quedarse relativamente restringida, nos permitió entender que la tola fue construida sobre una ocupación anterior, representando así una continuidad del establecimiento de los Manteño-Huancavilca en el sitio de Japoto. Aparentemente, otras estructuras como las previstas suelen aparecer en los niveles inferiores. Varias de esas aparecen muy claramente. Supuestamente se reproduce aquí el mismo esquema que en el área I, es decir que una estructura estaba remodelada frecuentemente, pero conservaba más o menos los mismos límites. Nos permitiría pensar que los hombres que han vivido aquí son los mismos que los que han construido la tola, solamente que decidieron en un cierto momento y por razones indefinidas (cambios climáticos, nueva voluntad de los gobernantes, etc.) cambiar el patrón de establecimiento.

3. lA ActIvIdAd doMÉstIcA En lA tola J6 Podemos deducir información sobre la actividad doméstica a partir de algunos rasgos particulares, por ejemplo, áreas de cocina y de desperdicios.

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3. 1. Áreas de fogones

Dos formas distintas de fogones fueron halladas. La primera se caracteriza por huellas de fuego circulares correspondiendo a huellas de fogones cavados directamente en la tierra, lo que representa un tipo de horno clásico de la costa manabita. Se encuentran de manera dispersa en toda la tola. Sin embargo, una concentración en 2 hileras se identificó en la capa de tierra amarilla compacta de la estructura 2. La segunda forma fue determinada gracias al hallazgo realizado en el área III.Ahí pudimos descubrir a 70-80 cm por debajo de la superficie, desde el pie de la tola, una zona de fogones, con los hornos (u ollas) todavía in situ. Esas ollas, inicialmente de forma globular, estaban todas rotas, como si hubieran sido decapitadas pero a varios niveles de la olla misma. Desgraciadamente, no sabemos si la zona excavada, que ya había sido ampliada por ese hallazgo, corresponde a la totalidad de los hornos existentes, supuestamente no. A partir de nuestra interpretación de las capas de ceniza blanca, podemos suponer que ese área de hornos estaba en asociación con una estructura, que ya hemos mencionado. No se encontraron materiales especiales ni en los hornos, ni alrededor, solo una concha o un caracol entero de tipo inhabitual (i.e. ostras). Los hornos estaban todos llenos de ceniza de fuego. Uno de esos complejos de hornos nos llamó particularmente la atención por tener dos ollas: una dentro de la otra. Además de esa particularidad, la más grande tenía unos 50 cm de altura por un diámetro de aproximadamente 40 cm (fig. 3).Aun así, varias interpretaciones han sido sugeridas para el uso de ese complejo de hornos (cremación, elaboración de sal, etc.), la gran similitud entre la concentración de hornos en tan poco espacio (7 hornos en 4 m²) y los comedores actuales de la zona (i.e. en Sosote), suele evocar una función culinaria. Esa interpretación fue apoyada por Libertad Regalado, especialista

ecuatoriana de la tradición culinaria, que está desarrollando actualmente un estudio sobre la cocina prehispánica manabita.

3. 2. Áreas de basurales

Como lo hemos mencionado anteriormente, zonas de desperdicios se han encontrado en la tola J6. El área I, la más grande, presenta varios rasgos de desperdicios, pero algunos de ellos se destacan. El más notable consiste en un depósito por la mayoría de cerámica, que se encontró en superficie de la tola y que nos parece corresponder a un nivel de basura, en el borde este de la estructura 1. Dos zonas de desperdicios localizadas en las dos esquinas norte de la estructura 2 y compuestas de una mezcla de ceniza gris y tierra de relleno, demuestran también concentraciones densas de huesos de pescado, de cerámica, objetos de huesos y de metal, etc. El área II presenta también niveles de desperdicios, provenientes de la preparación de los alimentos, como un tórax de perro (Canis familiaris) y capas de escamas de pescado. El área III (Pozos D y D’) presentó, a 1,60 m de profundidad, un basurero de forma circular de 1,20 m de diámetro, dentro del cual se encontraron tiestos grandes de cerámica, moluscos enteros (i.e. una Pinctada mazatlanica perforada y un Murex elenensis), una mano de moler de cerámica de Figura 3 – conjunto de hornos, tola J6, Japoto

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tipo Chirije y muchos huesos de pescado, algunos articulados y en trozos, como si se hubieran hecho ruedas. Ese basurero demuestra de nuevo un nivel de ocupación importante a 1,60 m por debajo de la tola, es decir anterior su construcción (fig. 4).

4. lAs InhUMAcIonEs y REstos hUMAnos

La tola J6 representa una fuente interesante para los antropólogos físicos por la cantidad de inhumaciones encontradas (fig. 5). Hasta la fecha 7 individuos aparecieron en la tola J6, o mejor dicho, 6 en la tola misma y uno en el Pozo D’, el cual está localizado en la periferia directa de la tola, al norte. También se encontraron partes de cuerpo articulados en los niveles superiores (una parte de un pie articulado). El primer entierro, se encontró a 70 cm debajo de la cima de la tola. El difunto reposaba en una fosa, cavada en la capa de ceniza de origen volcánica (US VII, fig. 1). Era de tipo primario, en decúbito dorsal. El hecho de que la fosa donde fue depositado el cuerpo fuera demasiado pequeña para el cuerpo se expresa por una compresión de la cabeza hacia el tórax y los miembros inferiores en extensión hacia arriba. El brazo izquierdo estaba en doblado, con la mano puesta en la clavícula izquierda.El difunto no presentaba a su rededor algún

tipo de ofrenda. Solo se encontraron algunos tiestos en varias partes del tórax y de la cintura pélvica, muy parecida a una inhumación que apareció en la Salinera, zona aledaña al área de excavación, prospectada por el autor en 2005 (López & Touchard, 2005). Pensamos que el depósito de esa mujer2, se realizó durante la última fase de ocupación de la tola, en la periferia de la estructura 1.Un segundo conjunto funerario fue hallado en el Pozo A (Inhumación II), en asociación con un fragmento de figurina representando un pie (o bota). Esa inhumación secundaria bajo forma de paquete funerario, constituido por dos individuos (un adulto y un infante) se encontraba en parte en una poza de arena de playa y en asociación con una gran cantidad de carbones.Otras 3 inhumaciones fueron halladas en la área I (Inhumaciones III, IV y V), todas en la periferia de la estructura 2, dos del lado este (una urna funeraria y un paquete funerario) y otra del lado oeste. La urna3 presentaba un patrón particular en el sentido que los huesos largos y supuestamente los pies (por haber encontrados metatarsos por debajo de la urna), se encontraban puestos encima de la urna, en un eje norte-sur con el desviado mencionado anteriormente. Por razón de tiempo, se sacó la urna entera sin excavar el interior, lo que realizará la Dra. Delabarde en laboratorio.

Figura 4 – Basurero, Pozo d, tola J6, Japoto

2 La identificación fue realizada por T. Delabarde (antropóloga física del Proyecto Manabí Central).3 La urna funeraria, de forma globular tiene un tamaño relativamente pequeño por tener una altura de 30 cm por

un diámetro aproximadamente idéntico. Ese tipo de cerámica es clásico de ollas globulares, utilizadas a fines de inhumaciones secundarias, como lo puede observar en Agua Blanca, o Salango.

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La Inhumación IV corresponde a una concentración de huesos (o paquete funerario4) de un infante. La mala conservación y los aparentes movimientos de suelos dejaron esa inhumación aplastada.La Inhumación V, aparentemente de tipo primario, permaneció in situ (corte) por razón de tiempo. Sin embargo, se pudo distinguir que la fosa realizada para depositar el cuerpo se hallaba en contacto directo con un nivel de ceniza blanca (US XXIII, fig. 1), de manera idéntica a la Inhumación I.La inhumación VI de un infante se descubrió en el área III (Pozo D’), dentro del conjunto de fogones ubicado a 70 cm de profundidad. A pesar de nuestra vigilancia, la excavación se volvió muy difícil por la sequedad de la tierra y el estado de conservación de los huesos. No nos permitió definir realmente si el cuerpo ahí enterado se encontraba entero o no. El hecho de que los restos encontrados pertenecían a un recién nacido podría dar razón de su ubicación en el área de fogones5.El patrón funerario que se dibuja en la tola J6 parece caracterizar la voluntad de los Manteño-Huancavilca de inhumar a sus difuntos cerca de ellos. Sin embargo, no se encuentran dentro de la vivienda sino en la periferia6. Ese patrón se demuestra por las Inhumaciones I, III, IV y V. La inhumación II tiene que estar más analizada para ver si corresponde al mismo patrón. Además, notamos que el eje de depósito corresponde precisamente a los de las estructuras 1 y 2 (y al rasgo del pozo D, que nos parece otra estructura).Un punto llamativo en lo que se refiere a los enterramientos de la tola J6 y del sitio en general, es la gran variedad de tipo de inhumación. En una extensión de solo unos metros cuadrados, encontramos a la vez, entierros primarios y secundarios (urna funeraria y paquete).

5. El MAtERIAl cUltURAl dE lA tola J6

La repartición de los hallazgos culturales corresponde claramente a la organización espacial de la tola, es decir que en su superficie, salvo la parte donde se ubicaba la estructura 1, se encontró mucho material cerámico, y eso por haber sido la zona de desperdicios de esa misma (pendiente de la plataforma). Otras concentraciones se pudieron observar, especialmente en los márgenes norte de la estructura 2, en poza de ceniza de color gris, en la esquina NE y de tierra con ceniza blanca en la esquina NW. Esas dos concentraciones representan los dos focos de hallazgos especiales de la última temporada de excavación.

5. 1. La cerámica

Aunque el análisis de la cerámica está todavía en proceso (realizado en parte por K. Stothert y T. López), no se han identificado cambios tan visibles que sugieran cambios culturales fuertes.Sin embargo algunos elementos diagnósticos aparecen en la tola J6, como una gran concentración de compotera con pedestal, platos acampanados y fragmentos de comal (plato de base plana con huellas digitales, típicos de la arqueología Manteño-Huancavilca manabita).

4 El paquete funerario parece presentarse como una concentración de huesos organizada. A pesar del mal estado de conservación, pudimos observar que los huesos largos estaban juntados, y el cráneo encima.

5 Es posible que ese individuo recién nacido no haya sido todavía considerado como hombre o humano a dentro de la sociedad.

6 Un dilema aparece aquí. No sabemos si la costumbre era de tener los muertos cerca, pero no suficiente cerca para estar en el espacio de los «vivos» (la vivienda), o si al contrario, la costumbre no permitía de poner las inhumaciones en la vivienda misma y las acercaron lo más posible

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La decoración bruñida aparece como la más recurrente, ya sea sobre pasta gris, roja o café. Los motivos son los tradicionales Manteño-Huancavilca (reticulados, líneas rectas, ollas etc., salvo un tiesto cuya representación antropomorfa sugiere que el individuo se caracteriza como personaje de alto rango [curaca, señor, chaman etc...] por el traje que viste y el bastón que lleva en la mano)7. De manera general, una gran diversidad decorativa aparece en la cerámica de la tola J6, como incisiones y representaciones antropomorfas y zoomorfas (modeladas o hechas al molde y pegadas en el cuello de las vasijas), decoración peinada, botones, pastillaje y mucho más…También se encontraron objetos de cerámica tales como figurinas hechas al molde, manos de moler, sellos, torteros.

5. 2. El metal

La tola J6 representa el foco donde se han hallado más objetos de metal, un total de 23. Se pueden clasificar según dos tipos. El primer tipo está representado por objetos utilitarios, como agujas de tipo doblado (según Baessler, 1906: 62), anzuelos y herramientas cuyas funciones no pudieron ser determinadas. El segundo tipo representa los adornos, tales como cascabeles, un besote (adorno de mentón), una nariguera, un arete-clavo de forma tubular y un separador de collar de 10 cm de largo. Todos están realizados en cobre, la nariguera y el adorno tubular teniendo una lámina de oro cubriendo el cobre.

5. 3. El uso del hueso

Diez objetos de hueso trabajados fueron igualmente hallados en la tola J6, todos en el área I, donde se identificó la estructura principal. Dentro de esos, del mismo modo que los objetos de metal, encontramos 2 categorías, una de herramientas donde se encontraron entre otros agujas, espátula, alisador y otra de adornos, con colgantes elaborados a partir de dientes de tiburón con dos perforaciones.

5. 4. Los objetos líticos

Ningún tipo de análisis se realizó hasta la fecha sobre el material lítico hallado en la tola J6. Sin embargo, pudimos observar objetos especiales como manos de moler y 1 fragmento de metate, pesos de red y lascas de obsidiana. Un examen preliminar demuestra la presencia de núcleos de chert, y herramientas de otra variedad.

5. 5. Los moluscos como fuente de adornos

Los objetos de concha se encontraron en menor proporción, pero sí las materias primarias para elaborar adornos, tal como el dentalium (de la clase de los escafopodos) usado para realizar cuentas. Se hallaron pendientes realizados a partir de madreperla (Pterna sterna), de varias formas, y la mayoría ya perforados. La presencia de conchas enteras apareció en los niveles más bajos de la tola, y por debajo de la tola misma. Así, valvas enteras de Pteria sterna empezaron a aparecer en los últimos niveles que estuvimos excavando en el área I (Pozo B), puesto sobre la capa de ceniza blanca colateral y una valva de Pinctada mazatlanica perforada salió en el

7 Esa representación con técnica bruñida es la única registrada hasta ahora, lo que apoya nuestra convicción de la importancia del sitio de Japoto.

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basurero del Pozo D (nivel 16). Tres fragmentos de anillos realizados a partir de un tipo de caracol, todavía no identificado pero del mismo tipo que uno salido en la J7, se ha hallado en asociación con la inhumación VI, del Pozo D’.

5. 6. Los restos fáunicos

Varios restos fáunicos fueron encontrados en las 3 áreas. Sin embargo los más notables son un tórax de un perro (Canis familiaris) (1), un caparazón de armadillo (Dasypodidae sp.) (2), una cabeza de un mamifero no identificado8 (3), y dos esqueletos de Euthynnus lineatus9 (4) (fig. 6). Lo interesante es que, visto que se encuentran solamente partes de los animales (por el perro, el armadillo y el otro mamífero), podemos pensar que se ejecutaba una fase de preparación del animal antes de ser consumido. Así, probablemente se cortaban y tiraban las partes menos carnosas, las cuales hemos encontrado en varias zonas de la tola. Algunos restos fáunicos fueron identificados como provenientes de saino (Tayassu Tajacu), de rodeadores, aves etc…10 Un análisis más detallado nos permitiría determinar una cantidad más grande de las especies fáunicas presentes en Japoto.

Figura 6 – Restos fáunicos de la tola J6, Japoto

.8 Según algunas fuentes podría ser algún primate.9 La identificación se realizó por P. Béarez (arqueozoólogo, Museum National d’Histoire Naturelle, Paris).

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Evaluación preliminar de la tola J6 de Japoto (provincia de Manabí, Ecuador)

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conclUsIonEs

Tratando de analizar el conjunto de datos que se presentó en la tola J6, pensamos que lo más notable es darse cuenta de que la construcción de la tola no era un fin en sí. Por cierto, aparece evidente que la elevación de las tolas no corresponde al establecimiento del sitio, sino a un marco de su último gran cambio estructural, el cual tuvo bastante tiempo para evolucionar él mismo. A pesar de eso, no aparece todavía una ruptura en el material arqueológicoy tendremos que profundizar nuestro estudio de la cerámica y de los restos culturales para tratar de ver si se pueden identificar diferentes fases culturales y si corresponden a unos cambios de construcción.Pensamos que la ocupación del sitio de Japoto fue larga. Primero durante la época Manteño-Huancavilca ya que tenemos hasta ahora en la tola J6, casi 3 m de ocupación (2 m por debajo de la tola) y estamos seguros de que todavía hay mucho por excavar. Además, hallazgos como una mano de moler de tipo Chirije (Estrada, 1962: 189, fig. 102) encontrada en el basurero del pozo D, a 1,60 m de profundidad nos permite pensar que la ocupación que se encuentra por debajo de la tola corresponde a una ocupación Manteña-Huancavilca temprana. Los análisis de los carbones encontrados en las 3 áreas nos ayudarán en corroborar esa hipótesis. Igualmente, basándonos en algunos testigos cerámicos que salieron aquí y allá en la tola J6, pensamos que una ocupación Bahía podría encontrarse por debajo de la ocupación Manteño-Huancavilca.

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Un sistema de producción artesanal de cuentas de concha en un contexto doméstico manteño

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 299-312IFEA

Un sistema de producción artesanal de cuentas de concha en un contexto doméstico manteño: Japoto (provincia de Manabí, Ecuador)

Mercedes Guinea*

Resumen

Los habitantes del actual Ecuador en el milenio anterior a la llegada de los españoles producían enormes cantidades de cuentas de concha para abastecer las demandas de sus elites y las de sus más potentes vecinos del sur. El análisis e interpretación de varias acumulaciones de preformas de cuentas de conchas localizadas en el montículo J4 del yacimiento de Japoto, un poblado manteño del Periodo de Integración (800-1535 d.C.), nos permite plantear algunas hipótesis acerca del sistema de producción en el que se enmarcaba la fabricación de dichas cuentas.

Palabras clave: arqueología, Ecuador, artesanía doméstica, cuentas de concha

Un système de production artisanale de rondelles en coquille dans un contexte domestique manteño : Japoto (province de Manabí, Équateur)

Résumé

Les hanciens habitants de l´Équateur ont fabriqué pendant le millénaire précédant la Conquête espagnole d´énormes quantités de rondelles taillées dans des coquilles de mollusques afin de répondre aux besoins en ornements de leurs élites et de leurs puissants voisins plus au Sud. L´analyse et l´interprétation de plusieurs accumulations de «pré-formes» de telles rondelles en coquille découvertes dans la tola J4 du site de Japoto (site de la période d´Intégration 800-1535 ap. JC) permet de proposer quelques hypothèses sur le système de production dont faisait partie la fabrication de ces rondelles.

Mots clés : archéologie, Équateur, artisanat domestique, rondelles de coquilles

* Universidad Complutense de Madrid. E-mail: [email protected]

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A system for handcrafting shell beads in a manteño domestic context: Japoto (Manabi province, Ecuador)

Abstract

In the millennium preceding the arrival of the Spanish, the inhabitants of today´s Ecuador produced enormous quantities of shell beads to meet the demands of their elites and those of their more powerful neighbors to the south. Based on an analysis and interpretation of several accumulations of shell bead preforms found in Earthmound J4 at Japotó, an archaeological habitation site of the Integration Period (AD 800-1535), we discuss several hypotheses concerning the production system that resulted in these beads.

Key words: archaeology, Ecuador, domestic craft, shell beads

IntRodUccIón

A pesar de que las cuentas de concha son hasta el momento el primer marcador disponible del advenimiento del pensamiento simbólico en el hombre moderno, hace más de 75 000 años (d´Errico et al., 2005) y de que han desempeñado en todas la épocas y regiones del mundo una gran variedad de funciones, que van desde valor de intercambio a objetos rituales, no es mucho lo que se sabe acerca de los procesos tecnológicos de su fabricación en la América prehispánica. Este desconocimiento es especialmente destacable en el área septentrional andina, donde es prácticamente un lugar común entre los arqueólogos ecuatorianistas que los Manteños-Huancavilcas, durante el Periodo de Integración (800-1535 d.C.), producían y comerciaban grandes cantidades de cuentas de concha. Esta opinión está sustentada por las noticias de los cronistas y la masiva y constante aparición en las excavaciones de estos objetos. No obstante, la mayor parte de los trabajos especializados se centran en su valor como producto de intercambio a gran escala, especialmente las cuentas y valvas del preciado Spondylus, y poco se sabe de la naturaleza de la producción (Marcos, 1977; 1986; 1995; Murra, 1975; Norton, 1986; Paulsen, 1974). Esto se debe, entre otras cosas, al hecho de que generalmente la cuentas aparecen como un producto terminado que ofrece poca información sobre su proceso de fabricación. Afortunadamente algo está cambiando y en estos momentos ya tenemos, sin contar los de Japoto que presentamos aquí, datos de al menos otros siete sitios manteños con actividades relacionadas con la producción de cuentas de concha. El tipo de materiales, evidencias y circunstancias de su recuperación son muy diferentes en cada uno de ellos y todavía es pronto para generalizaciones aunque se observa una cierta evolución en los procesos de fabricación. En el yacimiento de Los Frailes (Mester, 1990; 1992), con raíces en la fase Guangala, inmediatamente anterior a la Manteña, la materia prima predominante es la Pinctada mazatlantica, aunque el Spondylus alcanza ya el 45% de la producción, que es poco especializada y tiene lugar en pequeños poblados. En el sitio manteño temprano más característico, Loma de los Cangrejitos (Marcos, 1981; Zevallos, 1995; Masucci, 2000; Carter, 1999, 2001a, 2001b; Marcos, 1981) la producción de cuentas de Spondylus es ya a gran escala y alcanza el 75 % de la evidencia. La situación en López Viejo (Currie, 1995; 2001) es similar. Por el contrario, en los sitios manteños tardíos, que se sitúan en las inmediaciones de la playa, Salango 140 (Norton et al., 1983) Mar Bravo (Stothert & Carter, 2000), Puerto Chanduy (Masucci, 2000), y Río Chico (Harris et al., 2004) se están capturando y procesando los Spondylus para la posterior fabricación de las cuentas en otros lugares. El estudio e interpretación de estos cambios observados forma parte de la tesis doctoral que está elaborando Ben Carter (comunicación personal).

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A pesar de pertenecer al periodo cronológico anterior, Guangala, y de ofrecer un tipo de evidencia muy distinto al nuestro, el Azúcar es otro sitio de especial interés en el área para el tema que nos ocupa. El trabajo de Maria Masucci (1995) nos brinda una información detallada de la tecnología de fabricación de las cuentas de conchas en el sitio y de la naturaleza de la producción. El Azúcar es un pequeño caserío, 25 km al interior, en donde, repartidas en 2,6 m2 de un basurero doméstico se recuperaron 617 cuentas, entre finalizadas y en proceso, junto con 6 114 piezas de material de desecho y los instrumentos líticos de trabajo. No se ha establecido la duración de la acumulación, problema que es común a todos los anteriores talleres citados y que dificulta la comparación entre ellos y con el nuestro. Aunque hay algunas cuentas de Spondylus y Pinctada la mayor parte de la materia prima provenía de la Anadara tuberculosa y el Strombus gracilior. Para Masucci:

«la manufactura de las cuentas de conchas en El Azúcar es una actividad no especializada que está teniendo lugar en un contexto doméstico como una más de las actividades de subsistencia, para proveerse de un bien duradero intercambiable, en distintas situaciones sociales o de necesidad». (1995: 80-81)

Es en este contexto en el que hemos de analizar e interpretar las evidencias de manufactura de cuentas de concha localizadas durante la excavación del montículo J4 del yacimiento manteño de Japoto, en la costa de Manabí, que nos ofrecen unas cadenas operativas de fabricación no señaladas hasta el momento y nos permite plantear algunas hipótesis acerca del sistema de producción en el que estas se enmarcaban.

1. El sItIo dE JAPoto

El Periodo de Integración se caracteriza por un fuerte incremento de la complejidad sociopolítica en todo el territorio del actual Ecuador, pero muy especialmente en la zona costera en cuya mayor parte, durante este último periodo prehispánico, se asentaban grandes poblados pertenecientes a la cultura Manteña-Huancavilca, reconocibles arqueológicamente por grandes extensiones de montículos artificiales, conocidos familiarmente como tolas, la mayor parte de los cuales han sido destruidos por el crecimiento de la poblaciones actuales. El sitio de Japoto, citado por primera vez por Estrada (1957: 33; 1962: 28) como San Jacinto, es el único que se ha preservado en la costa de Manabí y es uno de los focos de atención del Proyecto Manabí Central desarrollado desde el año 2003 por la Misión Francesa en Ecuador en colaboración con la Universidad Complutense y el Cantón de Sucre. El yacimiento arqueológico, en las proximidades de la parroquia de San Jacinto, a 28 km de Bahía de Caráquez, se localiza a 2 km de la línea de la playa1. Los trabajos de prospección han localizado sesenta tolas, aunque todavía no se tiene la delimitación precisa del sitio debido a la vegetación impenetrable que lo recubre en parte. La intervención arqueológica durante los veranos de 2004, 2005 y 2006 se ha concentrado en el sector NE en el que las tolas visibles, con una altura entre 1 y 5 m, tienen plantas rectangulares, ovaladas o redondas, alcanzando las más grandes hasta 60 m de largo, realizándose excavaciones en siete de ellas. Los materiales recuperados están en proceso de análisis, pero los primeros resultados de los estudios cerámicos confirman su pertenencia a la cultura manteña2. Hasta el momento solo tenemos una fecha de 14C: 1100 d.C.

1 GPS: 9°17’37” sur, 80°30’36” oeste.2 Más información sobre el Proyecto Manabí y sus resultados en las página web: http://macgalatea.sip.ucm.es/web/

infoProyecto/manabicentral.php

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1. 1. Excavaciones en el montículo J4

El montículo J4 se encuentra localizado en el sector noreste del sitio que, como hemos dicho, es el lugar en el que se centraron las excavaciones. Su altura sobre el estero cercano es de 3,5 m, es de forma ovalada y tiene una cima plana. La primera intervención en el montículo se llevó a cabo en la temporada 20043. Se abrió una trinchera de 1,50 x 3,90 m orientada al eje principal, dividida en tres pozos de control (1, 2 y 3). Aparentemente la primera ocupación se encontraba a 1,55 m de profundidad. Por encima de esta se observaron otras dos ocupaciones, todas con materiales manteños, separadas por niveles de relleno. En el suelo de la última de estas ocupaciones justamente al finalizar la capa de tierra vegetal se localizó el Rasgo 4 (Pozo 1), consistente en una gran acumulación de preformas de cuentas de concha, en distintos estadios dentro del proceso de fabricación (fig. 1a).

Con el fin de fundamentar algunas de las hipótesis preliminares de interpretación de este hallazgo, en la campaña de 2006 se procedió al decapado de toda el área accesible (3,90 x 8 m) de la cima del montículo hasta alcanzar el suelo de la última ocupación, que se encontraba a una profundidad de 30 cm y sobre el último nivel de relleno de construcción. El resultado de esta nueva intervención fue la constatación de que el Rasgo 4 no era un elemento aislado, localizándose otro similar, el Rasgo 5 del Pozo K (fig. 1b), y otro gran número de preformas de cuentas (algunas prácticamente terminadas) en los pozos L y M, de las cuales no ha sido posible saber si se depositaron agrupadas como las anteriores o no. Sobre el suelo se ubicaban también, dos huellas de poste (Rasgos 6 y 9)4, una pequeña plataforma de quincha (Rasgo 8)5, y los posibles restos de un festín depositados en un gran hoyo de poca profundidad (Rasgo 7)6, todo junto con objetos, restos de fauna, cerámica y otros, producto de la habitación continuada del lugar.

3 La excavación del montículo J4 ha sido llevada a cabo por María Ángeles Barriuso, arqueóloga del Proyecto Manabí.

4 Rasgo 6: huella de poste con ligera inclinación hacia sur de 30 cm de diámetro y 20 cm de profundidad, localizado en el extremo del suelo de actividad rellena de tierra suelta rojiza sin material. Rasgo 9: hueco de poste (40 cm de diámetro y 15 cm de profundidad) relleno por pequeños fragmentos cerámicos.

5 Aunque técnicamente el término quincha se refiere a un sistema constructivo en el que las paredes de caña son revestidas con barro mezclado con paja y otros elementos. En Ecuador se hace un uso extensivo del término dando este nombre al barro preparado con la paja que se emplea en éste y otros muchos usos, entre otros para la preparación de suelos endurecidos con fuego. En este caso se ha construido con la quincha una plataforma de 10 cm de alto cubriendo un espacio de 110 x 45 cm situada en el extremo del suelo de actividad con una posible función de separación o refuerzo.

6 Rasgo 7: hoyo (1,50 x 1,0) de 0,20 de profundidad conteniendo más de 2 000 caracoles de agua dulce (Pomacea), restos de pescados grandes (cortes articulados), cerámica, piedras y otros restos alimenticios en una matriz de tierra ennegrecida y cenizas. La cantidad, calidad y concentración de estos restos nos permite plantear la hipótesis de que son los restos de un festín.

Figura 1 – Pozos 1 y K del montículo J4: localización y detalle de los Rasgos 4 (a) y 5 (b)

Foto M. Guinea

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2. locAlIzAcIón EsPAcIAl y cARActERístIcAs FísIcAs dE lAs PREFoRMAs dE cUEntAs dE conchA

Dentro del yacimiento, el montículo que nos ocupa forma parte de un conjunto de tres montículos adosados: J3, el de mayor altura y extensión, J4 y J4B. Las evidencias observadas, que no es el caso detallar, nos permiten mantener la hipótesis de que las unidades J4 y J4B podrían ser áreas de actividad para los sucesivos ocupantes de las áreas de habitación localizadas en la J3. Sobre la superficie de la cima de la tola J4, en su última ocupación, una de estas actividades fue la fabricación de cuentas de concha. Como hemos dicho, en la mitad sur del área excavada (Pozos 1, 2, 3 y K), la evidencia de esta actividad se nos presenta agrupada en los Rasgos 4 y 5 (fig. 1a y b), mientras que en la mitad norte (Pozos L y M) encontramos un gran número de preformas dispersas por toda la primera capa de ocupación (fig. 3).

2. 1. Los Rasgos 4 y 5

El Rasgo 4 consistía en una acumulación de 1 335 preformas de cuentas de concha, en distintos estadios dentro del proceso de fabricación (fig. 2a), cuya disposición en el terreno indicaba que se encontraban juntas dentro de un contenedor, bolsa, mate, cesto o similar, de material perecedero y forma redondeada. El 10 % (131) de las preformas eran visibles en superficie, y se encontraban esparcidas por un área de 1 m de diámetro. A partir de ahí el radio de aparición iba disminuyendo, recogiéndose 81 (6 %) en los primeros 15 cm de excavación. Entre 23 y 30 cm de profundidad se apreció claramente en el terreno una mancha circular de 30 cm de radio, consistente en tierra gris, oscura y suelta posiblemente resultado de la descomposición del posible contenedor (fig. 1a). En estos 7 cm se agrupaban el grueso de las preformas, 1077 (80 %). En los siguientes 5 cm todavía se recuperaron 52 (4 %) preformas. De esto es posible deducir que las preformas se encontraban depositadas en el suelo dentro de un contenedor, que las mantenía agrupadas y que durante el proceso tafonómico este fue destruido aflorando a la superficie parte de las preformas por la acción de las raíces de las plantas, las lluvias y otros, manteniéndose in situ la mayor parte de ellas. Solo se ha encontrado un útil que pudiera encontrarse en el contenedor junto con las preformas, una lámina de obsidiana, y aún esta con la salvedad de que pudiera ser intrusiva dado que, como veremos más abajo, nada indica que fuera utilizada en el trabajo de las conchas. En distintos lugares del área excavada se han recuperado 2 lascas de pedernal, lo que pudiera ser un fragmento de yunque, tres alisadores y una plaquita de piedra fragmentada. Todos estos artefactos aparecen con relativa frecuencia en el yacimiento y con características tipológicas muy similares, por lo que de momento7 no es posible hacer una asociación directa de

7 Están proyectados análisis experimentales para aclarar este tema.

Figura 2 – Algunas de las preformas de cuentas que se agrupaban en los Rasgos 4 (a) y 5 (b)

Foto M. Guinea

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estos útiles con los trabajos de las conchas, aunque es muy posible. Es destacable la localización a medio metro del rasgo una vasija cerámica fragmentada grande, de paredes rectas y fondo plano, de un tipo no frecuente en el yacimiento.El Rasgo 5 se encontraba muy próximo (1,20 m al sur y 30 cm al oeste) del Rasgo 4 (fig. 1), y es similar a este, aunque no era visible en superficie apareciendo solo al retirar la capa vegetal. Consistía en una acumulación de 401 preformas de cuentas de concha —igualmente— en distintos estadios dentro del proceso de fabricación (fig. 2b) y de nuevo su disposición en el terreno indicaba que estas se encontraban juntas dentro de un contenedor de material perecedero y forma redondeada

de 30 cm de diámetro y 15 cm de alto (fig. 1b). El proceso tafonómico también removió parte del contenido y otras 129 preformas se encontraban siguiendo la trayectoria de una raíz cercana. Si sumamos a estas las 122 que iban aflorando hacia la superficie nos da un total de 652 preformas (incluyendo 184 fragmentos). En este caso sin duda, dentro del posible contenedor había también una piedra pequeña, dura y negra y asociados directamente se encontraban un tortero, una aguja de cobre, una empanadilla8 y una vasija cerámica fragmentada grande, de paredes rectas y fondo plano similar a la que se encontraba en la proximidades del rasgo anterior. En el resto del pozo se recuperaron un fragmento de yunque, un perforador de piedra, dos pulidores y una lasca de obsidiana y otra de pedernal.La materia prima de los materiales de los Rasgos 4 y 5 es la concha de un pectínido, con toda probabilidad el Argopecten circularis (Sowerby, 1835) (Keen, 1971: 87) conocido en Ecuador como concha de abanico9. Este bivalvo alcanza en su madurez entre 45 y 50 cm y el tamaño y la separación de las costillas radiales, junto con la finas laminillas de crecimiento, que se observan en los fragmentos arqueológicos indica que estos corresponden a individuos adultos. Su uso como materia prima para la fabricación de cuentas de concha no está señalado en la arqueología del Ecuador, pero hay que tener en cuenta que una vez que las cuentas están terminadas es prácticamente imposible en la mayoría de los casos, quizás con la excepción del Spondylus, determinar la especie de origen, ya que han perdido su superficie por el pulido, e incluso el color por el paso de el tiempo. Los colores del Argopecten circularis van desde el blanco al naranja oscuro, pasando por el rosado y púrpura. La gran mayoría de las preformas de Japoto han perdido estos colores, como es habitual.

Figura 3 – Parte de las preformas que se localizaron dispersas en los pozos l y M

a) De especimenes adultos de Argopecten b) De especimenes juveniles y cuentas acabadas Foto M. Guinea

8 Porción de tierra comestible envuelta en una hoja, y sometida después a una ligera cocción u horneado, de las que se han recuperado 297 en el yacimiento de Japoto y 132 en la tola J4.

9 El Argopecten circularis es una especie marina que habita en aguas moderadamente profundas (entre 20 a 40 metros) y puede acomodarse sobre una gran variedad de sustratos. Esta especie puede ser encontrada desde Bahía Monterrey, California, hasta Paita, Perú. En el Ecuador actual se la ha encontrado en Esmeraldas y Jaramijó en la Provincia de Esmeraldas, en Manta, Puerto Cayo, Machalilla y Salango en la Provincia de Manabí, y en la Punta de Santa Elena y Playas en la Provincia del Guayas (Mora, 1990).

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2. 2. Los pozos L y M

En estos pozos encontramos 933 preformas dispersas (fig. 3) mezcladas con la matriz de tierra de la ocupación en vez de agrupadas como en el apartado anterior. No ha sido posible determinar si esta diferencia se debe, en su totalidad o en parte, a un distinto proceso tafonómico o al desarrollo de la propia actividad de fabricación de cuentas, aunque personalmente me inclino por lo primero, ya que la superficie de la tola ha sido cultivada frecuentemente y lo que es realmente una gran suerte es que se hayan conservado los Rasgos 4 y 5. Una diferencia más significativa es que aquí junto a las preformas encontramos también el producto final: 195 cuentas circulares discoidales terminadas o a punto de serlo (fig. 3b), ya que se podría interpretar como que en esta área se llevaba a cabo la última fase del proceso de fabricación. Otra diferencia observable es que en su mayor parte el tamaño y la separación de las costillas radiales de las valvas del Argopecten circularis corresponden a las medidas de individuos juveniles (fig. 3b), aunque también están presentes los adultos (fig. 3a). En algunos casos la materia prima pudiera ser un especie distinta de pectínido u otro bivalvo no identificado. En estos pozos se encontró una cantidad de útiles de piedra algo mayor que en los otros, entre ellos 11 lascas de obsidiana, 6 de pedernal, núcleos de ambos materiales y 2 fragmentos de yunque.

2. 3. Las preformas

Las 2920 preformas pueden agruparse atendiendo a su perímetro en seis tipos: irregulares, triangulares, rectangulares, trapezoidales, cuadradas y redondeadas (fig. 4). Dentro de cada una de ellas la estandarización de sus dimensiones nos indica la intencionalidad de su fabricación (cuadro 1) y como veremos más abajo se corresponde con un estadio dentro de la cadena operativa10.Todas están perforadas y el diámetro del orificio (0,26 cm) es la más regular de las medidas (cuadro 1). La perforación es en general cónica, se efectúa desde la superficie interior de la valva (fig. 5a), en la mayor parte aprovechando el menor espesor de la zona intercostillar (fig. 4d), y muestra un alto grado de homogeneidad y estandarización. A veces se retoca ligeramente por el otro lado. Al menos en las ocho piezas que han sido observadas por Microscopía Electrónica de Barrido esta operación parece haber sido realizada con una lasca de pedernal11.

10 Aunque para el establecimiento de las cadenas operativas se ha empleado la colección completa, el análisis estadístico se ha efectuado sobre una muestra de 947 piezas (30 %).

11 La caracterización de las de huellas de manufactura de estas ocho piezas ha sido llevada a cabo por Emiliano Melgar Tisoc y Reyna Beatriz Solís Ciriaco en el Laboratorio de Microscopía Electrónica de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del Instituto Nacional de Antropología e Historia de la ciudad de México. Utilizando un Microscopio Electrónico de Barrido JEOL (100x,300x, 600x y 1000x) JSM-6460LV, en modo de alto vacío y empleando los mismos parámetros de distancia (10mm), haz (49), voltaje (20kV) y señal (SEI).

Figura 4 – tipos de preformas en el montículo J4 a) irregulares, b) triangulares, c) trapezoidales, d) rectangulares,

e) cuadradas, f) redondeadas y g) terminadas Foto M. Guinea

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Aún las preformas de perímetro irregular (fig. 4a) muestran una cierta regularidad en su tamaño, 1,24 x 1,20 cm, muy próximo al tamaño medio de las preformas redondas las más acabadas, 0,90 cm de diámetro, lo que nos indica su selección (cuadro 1). Todas, incluidas las primeras (fig. 5c), presentan huellas de desgaste superficial y distintos estados de acabado (fig. 5b), realizados con una piedra aún no identificada12. El espesor medio es 0,16 cm. El producto finalizado serían unas cuentas circulares discoidales (fig. 4g) de unas dimensiones medias de 0,49 cm de diámetro, un espesor de 12 cm y una perforación 17 cm13 representadas por las 195 recuperadas en los Pozos L y M (fig. 3b). Debido a las diferencias de materia prima citadas, las medias de las preformas de los pozos L y M son un poco más pequeñas que las de los Rasgos 4 y 5, que a su vez presentan algunas diferencias entre sí, siendo en general un poco más grandes las preformas del segundo (cuadro 1).

J4 totAl (2920 Preformas y

195 cuentas)

LARGO(cm)

ANCHO(cm)

ESPESOR(cm)

PERFORACIÓN MÁXIMA

(cm)m dt m dt m dt m dt rango

Irregulares 1,24 0,18 1,20 0,21 0,17 0,04 0,29 0,05 0,10 - 0,50Triangulares 1,02 0,16 0,87 0,14 0,15 0,04 0,25 0,06 0,10 - 0,50Trapezoidales 0,90 0,15 0,77 0,11 0,14 0,03 0,22 0,04 0,10 - 0,40Rectangulares 1,04 0,25 1,11 0,19 0,17 0,04 0,27 0,05 0,10 - 0,50Cuadradas 0,90 0,15 0,98 0,23 0,16 0,04 0,25 0,05 0,10 - 0,40Redondas 0,90 0,20 0,90 0,21 0,16 0,05 0,25 0,05 0,10 - 0,45Total muestra (890 preformas) 0,98 0,20 0,98 0,23 0,16 0,04 0,26 0,05 0,10 - 0,50

Terminadas (82 cuentas) 0,49 0,06 0,48 0,06 0,12 0,03 0,17 0,04 0,10 - 0,30

J4 UnIdAdEs

Rasgo 4(1335 preformas)

1,03 0,18 1,18 0,17 0,21 0,06 0,28 0,05 0,10 - 0,50

Rasgo 5 (652 preformas)

1,16 0,18 0,99 0,14 0,19 0,05 0,29 0,05 0,10 - 0,50

Pozos l y M(933 Preformas)

0,83 0,19 0,67 0,15 0,14 0,04 0,22 0,04 0,10 - 0,50

(195 Cuentas) 0,49 0,06 0,48 0,06 0,12 0,03 0,17 0,04 0,10 - 0,30

cuadro 1 – Valores medios de las características físicas de las preformas y cuentas de concha del montículo J4 de Japoto, en conjunto y por unidades

12 Estamos esperando nuevos resultados, pero de momento, por el análisis de sus huellas mediante MEB sabemos que no es basalto, ni caliza, ni granito, ni obsidiana, ni pizarra.

13 La diferencia entre la perforación máxima media de las preformas y la de las cuentas terminadas es debida a que la perforación fue efectuada antes que el desgaste y por lo tanto en el primer caso tenemos la medida de la base del cono perforado y en el segundo la de su parte central.

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3. lAs cAdEnAs oPERAtIVAs dE FAbRIcAcIón dE cUEntAs

El análisis detenido de las piezas y sus huellas de manufactura nos han permitido reconstruir una cadena operativa de producción con dos variantes (fig. 6), destacando dentro de ellas la gran diversidad de sus modos de ejecución. En ambas variantes, las tres primeras etapas del proceso de elaboración de las cuentas de concha no están presentes en el área excavada, por lo que debieron realizarse en otro lugar por los mismos o distintos artesanos. Ni en la unidad J4, ni en el resto del yacimiento de Japoto se han localizado restos de talla o valvas enteras, que nos den una pista del lugar donde se efectuaba esta operación.

3. 1. Cadena operativa variante 1 (fig. 6a)

• Selección de la materia prima: las valvas de especimenes adultos de Argopecten circularis.• Fragmentación de las valvas enteras.• Corte por percusión de los fragmentos obtenidos para regularizarlos. Estos fragmentos están

todos ya perforados en todas las preformas, por lo que es solo la lógica lo que nos lleva a suponer que este estadio es anterior a la perforación.

• Perforación con una lasca de pedernal. Hay que hacer notar que esta operación no se lleva a cabo en un único momento, de modo que tenemos distintos estados de acabado del orificio de la cuenta en todos los tipos de preformas, repartidos de forma irregular.

• Corte por percusión, en el sentido las costillas radiales para obtener unas preformas rectangulares.

• Recorte perpendicular al anterior para obtener unas preformas cuadradas. • Retalla para redondear las anteriores.

Figura 5 – huellas del proceso de fabricación de las cuentas Foto M. Guinea

Figura 6 – cadena operativa de la fabricación de las cuentas de concha en el montículo J4: a) variante 1, b) variante 2

Foto M. Guinea

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• Desgaste, pulido y/o bruñido con una piedra no identificada. Lo más destacable de esta actividad es que, aún en mayor medida que la perforación, no parece realizarse en un momento preciso de la cadena operativa, y tenemos evidencias de esta tarea en todos los estadios desde el número 3.

• Ensartado en un hilo para su desgaste y pulido final.

3. 2. Cadena operativa variante 2 (fig. 6b)

• Selección de la materia prima: valvas especimenes juveniles y adultos Argopecten circularis y posiblemente un especie distinta de pectínido u otro bivalvo no identificado.

• Fragmentación de las valvas enteras. • Corte por percusión de los fragmentos obtenidos para regularizarlos. Igualmente estos

fragmentos están todos ya perforados en todas las preformas. • Perforación con una lasca de pedernal. • Corte por percusión para obtener unas preformas triangulares.• Corte de uno de los vértices del triángulo obteniendo unas preformas trapezoidales. • Retalla para redondear las anteriores.• Desgaste, pulido y/o bruñido con una piedra no identificada. • Ensartado en un hilo para su desgaste y pulido final.

En el estado actual de la investigación pensamos que la diferencia entre las dos variantes se debe más a configuración de la preforma irregular de partida que a la idiosincrasia del operario, ya que ambas formas de trabajar se encuentran en los dos contenedores. Si bien, la primera predomina en el Rasgo 4, mientras que en el 5 y en los pozos L y M lo hace la segunda. Tampoco es posible asociar esta diferencia a la materia prima ya que aunque parece que todas las especies juveniles fueron trabajadas con la variante 2 de la cadena operativa, esta también se encuentra aplicada a los Argopecten adultos.

Hay dos puntos a destacar dentro de esta cadena operativa. El primero es que la perforación (estadio 4), muy homogénea y estandarizada, se llevaba a cabo sobre las preformas obtenidas de la fragmentación de las valvas (fig. 4a, 6) antes de cualquier labor de desgaste o acabado, cuando lo más común es perforar la preforma cuando ya está redondeada y con parte del acabado. El segundo es que no hay un orden fijo de ejecutar las operaciones de desgaste y acabado (fig. 5), ni de retoque de la perforación, lo que sugiere que el artesano las llevaba a cabo de forma arbitraria de acuerdo a sus intereses o circunstancias del momento. El contraste entre la homogeneización de la perforación, que sugiere un proceso de elaboración estandarizado, frente a la libertad de ejecución aparente del resto de las tareas de la cadena, junto al hecho de que no encontremos ninguna preforma sin perforar en el conjunto fundamenta la hipótesis de que pudieron realizarse por distintos artesanos, incluso, como explicaremos más adelante, en distintos lugares. Hay que señalar también, que en relación con otros sitios manteños, las cuentas de concha obtenidas en las distintas intervenciones en el sitio de Japoto son más bien escasas y ni siquiera se han encontrado como ajuar en ninguno de los entierros localizados.Con anterioridad a nuestro hallazgo, Carter (2001a; b) identificó dos tipos de cadenas operativas empleadas por los manteños. La Cadena 1, utilizada principalmente en el Manteño Temprano, se realizaba en cinco etapas: percusión de la concha, desgaste de las dos caras planas, aproximación a la forma final, perforación con buril y desgaste y pulido final de la sarta de cuentas. La Cadena 2, típica de los sitios tardíos era más simple y solo tenía tres etapas de elaboración: recojo de fragmentos de concha en la playa y redondeo de la cuenta, desgaste de los bordes y perforación con un buril. Por su parte, la cadena operativa del taller guangala de El Azúcar, aunque la publicación no da muchos detalles, parece que podría incluirse en el

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tipo 1 de Carter, si bien Masucci (1995: 75) hace notar que las cuentas parecían haber sido perforadas antes y después de haber sido dadas forma y acabado, lo que las asemejaría a las nuestras. La cadena operativa que se evidencia en Japoto no concuerda con ninguna de las anteriormente propuestas.

4. El sIstEMA dE PRodUccIón ARtEsAnAl dE JAPoto

Si bien, como hemos visto en la presentación, hay otros casos de contextos de producción doméstica de cuentas de concha en Ecuador y en otros lugares (El Azúcar), no conozco ningún caso con las características de los Rasgos 4 y 5: algún tipo de contenedor que se conservaba en el espacio doméstico, conteniendo un material en proceso que evidencia una cadena operativa original y una gran variabilidad en el orden de ejecución de las labores de acabado del producto. El referente interpretativo más similar que he encontrado es el sistema de producción de cuentas de los habitantes actuales del Kalahari, cuya tradición de ejecución se remonta a la Prehistoria, aunque la materia prima son las cáscaras de huevo de avestruz. La doctora Louis Fourie recogió en los años veinte del pasado siglo una serie de materiales y fotografías de mujeres Khoisan fabricando este tipo de cuentas, que se conservan en el museo de África de Johannesburgo. Una de estas fotos (Vanhaeren, 2003: 30, fig.1 abajo a la derecha) presenta una cadena operativa que coincide con el rasgo menos común de la de Japoto: la perforación se efectúa sobre las piezas irregulares, antes de darles forma. No acaban aquí las felices coincidencias, uno de los materiales que se guardan en el museo es una bolsa donde la artesana guardaba 555 cuentas en diferentes estadios de manufactura, de las que más de la mitad son preformas parcialmente perforadas, un tercio cuentas perforadas totalmente pero no acabadas y el resto piezas irregulares, preformas redondeadas sin perforar y dos cuentas terminadas (Vanhaeren, 2003: 11-12). Las mujeres San llevan consigo este tipo de bolsas, trabajando en los materiales que contienen cuando tienen ocasión dentro de sus actividades domésticas, mientras conversan en pequeños y relajados grupos a la sombra de los árboles14.En la sociedades San estas cuentas son objetos de intercambio que sirven para reforzar las redes sociales y las relaciones económicas (Wiessner, 1982). La analogía etnográfica con estos grupos ha sido utilizada con éxito en la interpretación del sistema y función de la producción de cuentas de los primeros homínidos africanos, cuyas evidencias arqueológicas eran similares, dentro de una tradición que parece permanecer sin variaciones a través del tiempo (Vanhaeren, 2003: 17). En nuestro caso también es posible aplicar esta analogía, por supuesto con toda clase de cautelas, a la interpretación del contexto de producción de nuestro hallazgo cuyas características se ajustan casi perfectamente a este modelo: una manufactura no especializada que se integra en la vida individual, se realiza en un entorno doméstico y cuyo material en proceso se conserva mezclado en un contenedor.Un cuestión diferente es el papel de esta producción dentro de la sociedad manteña, mucho más compleja que la San. En relación a este tema hay dos puntos a tener en cuenta y que nos diferencian del ejemplo San: la materia prima, que en nuestro caso no está ampliamente distribuida por todo el territorio, sino que se concentra en los pueblos costeros y la falta de los dos primeros estadios de la cadena operativa, selección y fragmentación de las valvas, que puede interpretarse como que éstos fueron realizados en otros lugares. Si aceptamos esta hipótesis de trabajo, habremos encontrado la única evidencia hasta el momento de la segunda parte de la cadena operativa del Manteño Tardío, cuya primera parte se lleva a cabo en los grandes talleres de captura de los moluscos y selección y fragmentación de las conchas (Salango, Mar Bravo, Puerto Chanduy, Río Chico), desde donde se distribuían a otros lugares no especializados que fabricaban las cuentas, uno de los cuales pudo ser Japoto.

14 Se puede observar esto en las fotos actuales tomadas por I. DeVore que se encuentran en el archivo virtual de Anthro-Photo File en http://www.discoverlife.org/ap/. Archivos : APDEV_0813, 0814, 0816, 0784, 1044.

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En el estado actual de la investigación sobre el tema, es posible proponer una evolución en la manera en que se está llevando a cabo esta tarea dentro de la sociedad manteña. En un primer momento, continuando con la tradición Guangala (El Azúcar) hay una producción doméstica como una más de las actividades de subsistencia (Los Frailes), más tarde y coincidiendo con un aumento de la demanda, especialmente de sus vecinos de más al sur, la producción aumenta su escala y se focaliza en el Spondylus que es la especie más solicitada (La Loma de los Cangrejitos, López Viejo). En el Manteño Tardío, hay una diversificación de la producción, que se integra en una red en la cual existen por un lado, talleres de captura y procesamiento de los Spondylus y otras especies valiosas como los pectínidos (Salango, Mar Bravo, Puerto Chanduy, Río Chico) y por otro, contextos domésticos (Japoto) en los que se elaboran las cuentas, presumiblemente puestos en contacto a través de grupos de comerciantes o mercados15.

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15 Esta investigación ha sido parcialmente financiada por el Ministerio Español de Educación y Ciencia (TIN2005-08788-C04-04). Agradecemos a Emiliano Melgar su desinteresada ayuda con el análisis de las huellas de fabricación de las cuentas y María Ángeles Barriuso el meticuloso proceso de excavación de los hallazgos.

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Una secuencia de patrones funerarios manteños en la provincia de Manabi

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 313-320IFEA

Una secuencia de patrones funerarios manteños en la provincia de Manabí: primeros resultados de la tola J7, sitio de Japoto (Ecuador)

Tania Delabarde*

Resumen

Tras dos temporadas de excavación en la tola J7 se descubrió un asentamiento funerario de la cultura manteña. Los restos humanos fueron encontrados en depósitos primarios (tumbas) o secundarios (paquetes). La organización de los vestigios óseos y materiales reflejan una secuencia compleja de prácticas funerarias que van desde entierros de cuerpos completos hasta huesos desarticulados en paquetes. En Ecuador, dos sitios fechados en el periodo precerámico (Las Vegas) y Formativo (Real Alto) presentan depósitos parecidos. Sin embargo, el asentamiento funerario encontrado en la tola J7 es inédito hasta hoy en día para la cultura manteña.

Palabras clave: asentamiento funerario, tola, periodo precerámico

Une séquence de gestes funéraires manteños dans la province de Manabi: premiers résultats des recherches sur la tola J7, site de Japoto (Équateur)

Résumé

Les deux campagnes de fouille sur la tola J7 ont permis de mettre à jour un ensemble funéraire appartenant à la culture manteña. Les restes humains se trouvaient dans des dépôts primaires (tombe) ou secondaires (paquets). L’organisation des vestiges osseux et matériels reflète une séquence complexe de gestes funéraires autour du corps complet et jusqu’au paquet d’os. En Équateur, deux sites publiés présentent des dépôts similaires: le premier date de la période précéramique (Las Vegas) et le second de la période formative (Real Alto). Néanmoins, l’ensemble funéraire découvert à Japoto est à ce jour inédit pour la culture manteña.

Mots clés : ensemble funéraire, tola, période précéramique

* Instituto Francés de Estudios Andinos. E-mail: [email protected]

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A sequence of funerary patterns from the manteña culture in the province of Manabi: preliminary results from tola J7, site of Japoto (Ecuador)

AbstractAfter two field seasons in tola J7, a funerary area attributed to the manteña culture was discovered. Human remains were found in primary (burials) and secondary deposits (packs). The distribution of bones and artifacts reflect a sequence of complex funerary practices that spans from the inhumation of complete corpses to packs of bones. In Ecuador only two other sites show similar features; one from the Preceramic period (Las Vegas) and one from the Formative period (Real Alto). However, the funerary place discovered in Japoto is to date, unknown to the manteña culture.

Key words: funerary place, tola, Formative period

INTRODUCCIÓN

A pesar de su riqueza arqueológica (Estrada, 1957; 1962), la costa central de Manabi no ha conocido grandes proyectos de investigación en los últimos 40 años como los que se han desarrollado en las provincias vecinas de Esmeraldas (Bouchard & Usselmann, 2003; Guinea, 1995) o Guayas (Guillaume-Gentil, 1999; Stothert, 1988; Ubelaker, 1981). El sitio de Japoto, el único complejo de tolas1 conservado en esta costa, ofrece una nueva perspectiva de las ocupaciones prehispánicas de la cultura manteña en este litoral. Los manteños ocuparon la región de Manabi, desde el sur de Manta hasta Bahía de Caráquez a partir de 700 d.C. hasta la conquista española. La presencia de estos grupos al norte y también al sur de Ecuador (provincia de Guayas) originó la hipótesis de un gran complejo regional compuesto por los manteños del Norte y los manteños del Sur. Los asentamientos funerarios y el material excavado sirvieron como base para esa hipótesis. Sin embargo, las estructuras funerarias encontradas en el sitio de Japoto, y más específicamente en la tola J7, entregan datos inéditos sobre las prácticas de estas poblaciones del Periodo de Integración.

1. PREsENTACIÓN y METODOlOgíA

La tola J7 se ubica en el sitio de Japoto entre las tolas J3-J4 y la tola J5, a lo largo del lindero este de una finca de 25 hectáreas2. Su forma es ovalada y presenta una cumbre convexa. Su eje longitudinal mide 36,48 m, el eje norte-sur mide 30,94 m y tiene 3,60 m de altura en su cumbre. La estratigrafía es muy diferente de las tolas vecinas porque yace sobre un nivel de roca madre. Se puede hablar de un montículo semi-artificial considerando el hecho que los hombres aprovecharon una elevación natural para instalarse. Tres niveles fueron definidos: el primer nivel corresponde a la tierra vegetal donde se encontraron tiestos de cerámica; el segundo es una tierra de color amarilla-gris donde se hallaron la mayoría de los vestigios humanos y materiales. El último nivel es amarillo con guijarros provenientes de la descomposición del nivel estéril geológico. Aquí se encontraron los depósitos más profundos. Generalmente, los huesos humanos aparecen en el nivel 2 y la base del depósito yace en el nivel 3 geológico. Las características geomorfológicas de la tola J7 constituyen una particularidad que trataremos de relacionar con su funcionamiento.

1 Las tolas designan montículos artificiales.2 La propiedad pertenece a la señora Guadalupe Castro.

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Una secuencia de patrones funerarios manteños en la provincia de Manabi

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Durante la primera prospección en la tola J7, se observaron varias concentraciones de restos humanos muy fragmentados en la superficie de la vertiente norte. Una excavación en área permitió tener una idea del tipo de ocupación de esa parte de la tola. Todos los vestigios encontrados son depósitos funerarios. Las huellas de poste y las concentraciones de cerámica y/o de ceniza parecen asociadas al contexto funerario. La mayoría de los depósitos funerarios son secundarios pero se encontraron algunos entierros primarios. Hemos utilizado el registro y levantamiento de huesos por niveles para poder demostrar la complejidad y la organización de los depósitos secundarios que contienen hasta 7 individuos. Además, el registro y el dibujo de cada hueso en el campo, su cara de aparición y su orientación fueron necesarios considerando la mala preservación de los mismos. Los depósitos funerarios se encuentran desde la superficie o muy cerca de la misma (entre 5 y 10 cm). Los vestigios han sufrido las actividades humanas, animales y por supuesto las intemperies. El análisis de los restos humanos de la tola J7 y del sitio de Japoto en general nos permitió establecer una aproximación biológica a la población. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la mala preservación de los restos óseos no permitió la individualización de los difuntos. Se calculó el Número Mínimo de Individuo (NMI) en base al hueso más frecuente y con un sistema de asociaciones y exclusiones. Para determinar la edad de los adultos, se utilizaron las técnicas de la metamorfosis de la sínfisis púbica (Brooks & Suchey, 1990) y de la cuarta costilla (Iscan et al., 1985). Para los niños se observó la erupción dental (Ubelaker, 1999) y el desarrollo óseo (Scheuer & Black, 2000).

2. INvEsTIgACIONEs y REsUlTADOs PRElIMINAREs

La tola 7 fue excavada durante dos temporadas (2004, 2006) de cinco semanas de trabajo en el campo. Mediante la recolección superficial de fragmentos de huesos humanos, tres zonas (Z1, Z2 y Z3) fueron inicialmente definidas (fig. 1). En 2004, se excavó un área de 21 m² para verificar la presencia de tumbas en esta ubicación. Cerca de la zona 1, se encontraron algunos huesos humanos y una amplificación al norte de la misma permitió descubrir un depósito secundario (Z0) y un entierro primario (Z0B).

Algunos huesos sin conexión anatómica, organizados en un paquete fueron hallados en el sector Z0 (una mandíbula, un tercer metatarsiano izquierdo, un cuarto metatarsiano izquierdo, una vértebra cervical3, un fragmento de vértebra torácica, fragmentos de diáfisis de hueso largo). La zona 0B reveló un entierro primario de un individuo adulto, que carece de cráneo. Sin embargo su presencia inicial es conocida por la presencia de dientes del maxilar y de la mandíbula4.

Figura 1 – Plano de las zonas excavadas en la tola 7, Japoto

3 La vértebra cervical es la cuarta o quinta.4 Los dientes encontrados en la tumba no pertenecen a la mandíbula del paquete secundario.

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Considerando que los restos post cráneos5 del difunto están completos, se puede decir que los huesos encontrados en el paquete Z0 pertenecen a otro individuo. El difunto, un individuo adulto de sexo masculino, descansaba en posición decúbito dorsal orientado en un eje sur-norte (pies al norte) en una fosa de 2,1 m largo x 60 cm de ancho con los miembros superiores e inferiores extendidos en el eje del cuerpo. Ninguna ofrenda fue rescatada a pesar de que algunas cuentas y un anillo de concha fueron encontrados en el relleno de la fosa.En la zona 1 se encontró un entierro secundario con los restos de tres individuos adultos, dos con morfología robusta (¿masculinos?) y uno menos robusta (¿femenino?). Los huesos están organizados en un paquete de 60 cm de largo por 30 cm de ancho. Los primeros niveles presentan un cráneo6 y cuatro huesos largos y luego los huesos del tórax y de las extremidades. En el último nivel se registraron dos antebrazos articulados con las manos que podrían pertenecer a uno de los individuos robustos. El individuo 1 se encontró casi completo mientras los otros dos individuos están solo representados por algunos huesos. El NMI7 fue calculado en base a tres radios derechos.La zona 2 reveló la presencia de tres cráneos pertenecientes a dos adultos y un niño en un paquete de 75 cm de largo por 60 cm de ancho. De nuevo los cráneos y los huesos largos8 aparecieron en el primer nivel mientras los restos de la columna y las extremidades se hallaron en los últimos niveles (fig. 2). Los dos cráneos de adulto aparecieron uno mirando al este mientras el segundo mirando al oeste. El cráneo del niño se encontró muy quebrado y su posición no pudo ser determinada. Una aguja de cobre y varias cuentas de concha estaban en el primer nivel con los cráneos.

Se encontró otro depósito secundario en la zona 3 con un número mínimo de cinco adultos y dos niños9. El paquete mide 60 cm de largo por 30 cm de ancho. Dos cráneos (un adulto y un niño) y una mandíbula10 robusta aparecieron en el primer nivel. Los huesos largos aparecen alineados según un eje este-oeste. La particularidad de este depósito es la presencia de estos huesos desde el primer nivel hasta el último. Los huesos de la columna y de las extremidades se encontraron en los últimos niveles. Un tortero fue registrado en el nivel superficial.En 2006, aprovechamos el pozo de huaquero de la parte suroeste para determinar la estratigrafía general de la tola. Encontramos los mismos niveles que en la zona excavada

en 2004 y se confirmó la presencia de un montículo natural sobre la roca madre. Se abrió una cuadrícula de 16 m2 al este de la zona excavada en 2004, en la parte alta de la tola, con el objetivo de obtener más datos sobre su funcionamiento y verificar la hipótesis de un asentamiento funerario, considerando la concentración de restos humanos hallados en esta zona restringida.

Figura 2 – Paquete secundario de la zona 2 nivel 1, tola 7, Japoto

5 Este término anatómico designa todos los huesos del cuerpo a excepción del cráneo y la mandíbula.6 El término cráneo es diferente del término esqueleto cefálico (cráneo y mandíbula).7 Número mínimo de individuo.8 Dos fémures y un húmero aparecieron empilados según el mismo eje.9 El Número Mínimo de Individuo se calculó en base a la presencia de 5 fémures derechos y otros huesos de dos

niños de edad diferente.10 No se pudo establecer si la mandíbula pertenecía o no al cráneo encontrado en el mismo nivel por la mala

conservación de este último.

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Esta área nos permitió descubrir otro conjunto de restos humanos (un entierro primario y dos depósitos secundarios) asociado a unos pozos de combustión y concentraciones de cerámica. Como en 2004, la cerámica no se encontró dispersa y abundante como en las tolas vecinas, pero en concentraciones de tiestos de una o varias vasijas asociadas a los pozos de ceniza dentro de los cuales se hallaban (o no) algunos tiestos. Sin embargo no se encontró ningún resto óseo de fauna ni tampoco restos humanos. Estos pozos encontrados en 2004 y 2006 podrían ser asociados al asentamiento funerario más que a instalaciones domésticas.Las concentraciones de cerámica se encontraron en el segundo nivel, así como una figura de rana en cerámica que apareció en la parte suroeste de la cuadrícula. Después del levantamiento de este nivel y al seguir excavando debajo de la rana, apareció una estatua11 de mujer embarazada asociada a los restos de un niño en conexión anatómica parcial. El pequeño difunto (E1) descansaba en posición decúbito dorsal con los miembros inferiores extendidos a lo largo del cuerpo. No se pudo observar evidencias de una fosa, pero en base a la desarticulación de los huesos se infiere que el cuerpo no fue enterrado sino depositado con la estatua de mujer embarazada en el nivel 3 (fig. 3). La mayoría de los restos humanos descubiertos en la tola 7 se encontraron en este mismo nivel así como los pozos de ceniza. El análisis de los restos óseos no permitió determinar la causa de muerte pero la edad pudo ser estimada entre 18 y 24 meses en base a la medida de los huesos largos y de la erupción dental. Este depósito constituye la primera tumba con ajuar funerario encontrada en el sitio de San Jacinto. Nuestra hipótesis sobre este conjunto sería que puede tratarse de un conjunto funerario tridimensional. La estatua de mujer embarazada y la figura de rana pueden representar la relación entre los dos protagonistas de este trágico evento, la mujer embarazada siendo la madre y la rana el juguete del niño o un símbolo de fertilidad. En la parte noreste de la cuadrícula, un depósito secundario (E2) apareció en el nivel 3. Se trata de un paquete organizado con los huesos del esqueleto axial12 y de las extremidades (manos y pies) en los primeros niveles (fig. 4), y luego, los huesos largos empilados en el mismo eje (norte-sur) (fig. 5). Aparentemente no había conexiones anatómicas, pero al levantar y dibujar los huesos se notó algunas, y en los últimos niveles se encontró un antebrazo derecho (radio y cúbito) en conexión anatómica estricta con algunos huesos de la mano. Los huesos largos se encontraron divididos en lados, con el fémur, tibia, húmero, radio y ulna izquierdo de un lado y los derechos del otro lado (fig. 5-6). La ubicación de los fémures, tibia y fíbula era similar a la posición de una pierna doblada, como si los huesos de los miembros inferiores hubieran sido doblados a partir de los restos de un difunto completo y en conexión anatómica. Sin embargo, la patella izquierda apareció a 36 cm de la epífisis proximal del fémur izquierdo, pero se trata del único hueso encontrado aislado. La organización y la ubicación de los restos óseos del paquete E2 reflejan la posible secuencia de unos depósitos funerarios y demuestra la complejidad de las prácticas de los manteños.Mediante el análisis del paquete secundario E2 se concluyó que los restos óseos pertenecen a un solo individuo adulto de sexo masculino. El esqueleto es casi completo a excepción de la cabeza. No se pudo calcular la estatura, considerando el estado de preservación de los huesos. La edad se estimo entre 35 y 45 años. Las vértebras torácicas y lumbares presentan evidencias de osteofitis que se pueden relacionar con una actividad especial (transporte de carga) más que con la edad. Otro paquete llevando algunos huesos (E3) fue excavado a 53 cm al sureste del

Figura 3 – Estatua de mujer embarazada, tola 7 E1, nivel 3, Japoto

11 La estatua está hecha en cerámica.12 Este término designa los huesos de la columna, tórax y cintura pélvica. 13 El paquete E3 lleva los huesos siguientes: una patella derecha, fragmentos de manubrio, la primera, la segunda y

la tercera cervical, un fragmento de diáfisis de costilla derecha, un cuneiforme medial derecho, una premolar con una caries en la cara mesial.

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depósito E2. Dentro de este depósito13, se encontró una patella derecha pero su morfología era muy distinta a la del paquete E2. Además, la presencia de las tres primeras vértebras cervicales14 en conexión anatómica nos permitió concluir que este paquete representa otro individuo de sexo indeterminado.Los tres depósitos funerarios hallados en 2006 presentan un Número Mínimo de Individuo de 2 adultos y un niño. Los depósitos contienen un solo individuo. Los difuntos están completos (E1) o representados por algunos huesos (E3). Sin embargo, se encontró por primera vez en el sitio de Japoto ofrendas funerarias (figuras de cerámica) directamente asociadas con el difunto. Estos depósitos encontrados durante las dos temporadas comparten muchas características (tipo de depósito, organización, repartición de los restos óseos) y serían parte de un mismo asentamiento funerario, cuyos límites y extensión faltan por definir. La zona excavada en 2006 fue cerrada y protegida con el objetivo de terminar su excavación en las próximas temporadas.

3. DIsCUsIÓN y PERsPECTIvAs DE TRAbAJO EN El FUTURO

La excavación de la tola J7 permitió descubrir en una zona restringida de 37 m2 una concentración importante de restos humanos (NMI=18) en depósitos primarios (2) y secundarios (6) asociados a unos pozos y concentraciones de cerámica (cuadro 1). Las características de estos vestigios y la diferencia con los descubrimientos en las tolas vecinas, tanto en la estratigrafía como en el material permiten hablar de un asentamiento funerario.

Figura 4 – Paquete secundario E2, nivel 2, tola 7, Japoto

Figuras 5 – Paquete secundario E2, nivel 6, tola 7, Japoto

Figura 6 – Paquete secundario E2, nivel 6, tola 7, Japoto

14 Se encontró también la primera y la segunda cervical en conexión anatómica dentro del paquete E2.

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Cuadro 1 – Cuadro con los depósitos funerarios y los individuos encontrados en la tola 7, Japoto

Temporada Depósitos funerarios Individuos sexo Edad

2004 Secundario (Z0) NMI=1 Indeterminado Adulto

Primario (ZOB) 1 Masculino 30-50 años

Secundario (Z1) NMI=3 Indeterminados 3 Adultos

Secundario (Z2) NMI=3 Indeterminados 2 Adultos1 Niño

Secundario (Z3) NMI=7 Indeterminado 5 Adultos2 Niños

2006 Primario (E1) 1 Indeterminado 18-24 meses

Secundario (E2) NMI=1 Masculino 30-50 años

Secundario (E3) NMI=1 Indeterminado Adulto

TOTAl 2 Primarios6 Secundarios8 Depósitos

NMI=18 2 Masculinos16 Indeterminados

La variabilidad de los depósitos (primarios, secundarios), la organización de los restos óseos (tumba, paquete, orientación) y la representación de cada difunto (completo, incompleto, representado por algunos huesos) reflejan una secuencia de gestos funerarios en una zona específica donde se depositaban los cadáveres completos, los cuales podrían ser luego organizados en paquetes secundarios. El material cerámico asociado a los restos humanos es característico de la cultura manteña. Otros entierros primarios y paquetes secundarios se hallaron en las tolas J5 y J7 pero estos depósitos estaban menos numerosos y asociados con asentamientos domésticos. La particularidad de la tola 7 es la cantidad y la variabilidad de los depósitos y hasta hoy en día la presencia exclusiva de estructuras funerarias. Una síntesis de los sitios funerarios costeños del Ecuador precolombino menciona dos sitios documentados en la costa sur con este tipo de práctica funeraria (Delabarde, 1997). Se trata del cementerio precerámico OGSE 80 Las Vegas ubicado en la península de Santa Elena donde hallaron paquetes secundarios asociados a entierros primarios y cráneos aislados asociados a huesos largos (Stothert, 1988). Los reportes de investigaciones del sitio de Real Alto mencionan un solo depósito parecido, pero los datos no son detallados (Marcos, 1988). Sin embargo, estos dos sitios son muy distintos al nivel cronológico como cultural del sitio de Japoto y hasta hoy en día, no existen datos comparables en la literatura arqueológica sobre los manteños.En Japoto, solo una amplificación de la zona excavada permitirá determinar si la tola J7 ha sido específicamente funeraria. Muestras del nivel de roca madre fueron colectadas y esperemos establecer si existen unas propiedades geomorfológicas relacionadas con la preservación de los cuerpos o al revés para acelerar la descomposición de los mismos. Planificamos mandar una serie de muestras para comparar los ADN de los difuntos de la tola J7 y establecer si existe una filiación entre los mismos y también con los individuos encontrados en las diferentes tolas de Japoto. Sería además importante establecer si el cráneo ausente del entierro primario Z0B de la tola J7 se encuentra en unos de los paquetes secundarios vecinos. Para obtener más datos sobre la dieta de estas poblaciones, procederemos a unos análisis de elementos traces y comparar los resultados con los de nuestra colega Mercedes Guinea obtenidos a partir de las empanadillas

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encontradas en las diferentes tolas de Japoto. Al seguir el estudio de este sitio y con los resultados de los diferentes análisis, esperemos obtener más datos biológicos, culturales y cronológicos sobre las poblaciones manteñas, cuyos comportamientos frente a la muerte fueron tan complejos.

Referencias citadas

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DELABARDE, T., 1997 – Les sépultures de la côte centre sud de l´Équateur : Unité et diversité des gestes funéraires. Mémoire de Maîtrise de l´Université de Paris I, la Sorbonne. Manuscrito.

ESTRADA, E., 1957 – Prehistoria de Manabí, 176 p.; Guayaquil: Archivo Histórico del Guayas. ESTRADA, E., 1962 – Arqueología de Manabí central, 205 p.; Guayaquil: Museo Victor Emilio

Estrada.GUILLAUME-GENTIL, N., 1999 – Les tolas du nord du bassin du Guayas : éléments de

chronologie et modèles d´occupation. In: Actes des Journées d´études d´archéologie précolombienne : Amérique du Sud, des chasseurs cueilleurs à l´Empire Inca, Genève 10 et 11 octobre 1997: 107-128; Oxford: BAR International Series 756.

GUINEA, M., 1995 – Diferentes mecanismos de articulación Hombre-entorno en la costa norte del Ecuador. La desembocadura de Esmeradas del principio de nuestra era hasta el año 1527. In: Primer Encuentro de Investigadores de la costa ecuatoriana en Europa: 47-66; Quito: Abya-Yala.

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MARCOS, J. G., 1988 – Real Alto: la historia de un centro ceremonial Valdivia (primera parte); Quito: Escuela Politécnica del Litoral, Centro de Estudios Arqueológicos y Antropológicos, Corporación Nacional. Biblioteca Ecuatoriana de Arqueología 4.

SCHEUER, L. & BLACK, S., 2000 – Developmental Juvenile Osteology, 587 p.; USA: Academic Press Inc.

STOTHERT, K. E., 1988 – La prehistoria temprana de la península de Santa Elena, Ecuador: Cultura Las Vegas, 271 p.; Guayaquil: Banco Central del Ecuador.

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Andes del Norte: el uso de tierras comestibles por los pueblos costeros del Periodo de Integración

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 321-334IFEA

El uso de tierras comestibles por los pueblos costeros del Periodo de Integración en los Andes septentrionales

Mercedes Guinea*

Resumen

Los grupos humanos comparten con algunas especies animales la costumbre de ingerir determinadas tierras como complemento alimenticio, sin embargo, son pocas las evidencias arqueológicas de este consumo. Una peculiar forma de preparación de estos complementos alimenticios ha permitido su preservación y recuperación en los sitios de Atacames y Japotó, en la costa del Ecuador. En este artículo se presentan dichos artefactos y se sugieren hipótesis sobre sus posibles usos.

Palabras clave: arqueología, Ecuador prehispánico, geofagia

L’usage de terres comestibles par les populations côtières de la Période d’Intégration dans les Andes septentrionales

Résumé Divers groupes humains partagent avec plusieurs espèces animales la « géophagie » qui consiste à ingérer certaines terres comme un complément alimentaire naturel. Toutefois, les évidences archéologiques en sont rarissimes. Un type particulier de préparation de tels compléments a permis leur conservation et leur découverte sur les sites d’Atacames et de Japoto sur la côte de l’Équateur. Dans cet article sont présentés ces artefacts et plusieurs hypothèses sur leur éventuels usages.

Mots clés : archéologie, Équateur préhispanique, géophagie

* Universidad Complutense de Madrid. E-mail: [email protected]

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The use of edible earth by coastal peoples of the Integration Period in the Northern Andes

Abstract

Both human groups and some animal species share the custom of ingesting certain kinds of earth as a dietary complement, nevertheless, there is little archaeological evidence of this practice. The preparation of edible earth resulted in a peculiar kind of artifact that has been preserved and recovered from archaeological sites at Atacames and Japoto in the coast of Ecuador. In this paper these artifacts are described and their possible uses are discussed.

Key words: archaeology, prehispanic Ecuador, geophagia

INTRODUCCIÓN

Hace ya más de 30 años que en las excavaciones realizadas en el yacimiento de Atacames los miembros del Proyecto Esmeraldas, sacamos a la luz una considerable cantidad de unos objetos de tierra arcillosa ligeramente cocida, cuya función y significado no fue posible establecer. Los bautizamos de forma informal como empanadillas y, consagrado este nombre por el tiempo, así me voy a referir a ellos de ahora en adelante (fig. 1). Desde entonces, siempre que he tenido oportunidad, viajes, visitantes, congresos, he mostrado a mis colegas estos artefactos, sin que ninguno me diera noticia de un hallazgo similar en Ecuador o en cualquier otro lugar. Tampoco fueron reconocidos en su día por los trabajadores o nativos allegados, durante el desarrollo del proyecto. Siempre mantuve la curiosidad, pero llegué a aceptar las empanadillas como un objeto idiosincrásico del citado yacimiento. Cuando en 2004 volví a encontrar empanadillas en el montículo J3 de Japoto, mi primera excavación dentro del Proyecto Manabí Central (fig. 2), decidí que era necesario retomar la investigación. Los resultados obtenidos en esta ocasión son más prometedores y creo que fundamentan ampliamente la hipótesis que presentamos más abajo, de que son un preparado de tierras comestibles, es decir una evidencia de geofagia en la región.

Figura 1– Algunos de los cerca de 500 objetos que se denominaron empanadillas recuperados en las excavaciones del yacimiento Atacames (1974-1975)

Foto: M. Guinea

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Ciertos grupos humanos comparten con algunas especies animales la costumbre de ingerir determinadas tierras como complemento alimenticio. Se entiende por geofagia el consumo regular y deliberado de materiales terrosos como suelos, arcillas y otras substancias minerales. Si se consumen cantidades anormales, o se convierte en un hábito incontrolable, este comportamiento se considera una de las formas más frecuentes de la pica, la ingesta persistente y compulsiva de sustancias no nutritivas, cuyas variadas causas desde el punto de vista médico van desde un desorden psicológico obsesivo-compulsivo a una enfermedad metabólica. Sin embargo, la constancia de que existe un consumo habitual o circunstancial (embarazo, niñez, enfermedad) de arcillas y tierras desde la época greco-romana que se mantiene en la farmacopea tradicional de grupos indígenas de todos los continentes (Simon, 1998), junto al aprecio que de sus posibles beneficios para la salud hacen las medicinas naturistas de las sociedades modernas, ha llevado a la medicina oficial a investigar cuáles son estos beneficios y los mecanismos fisiológicos implicados. La mayoría de los investigadores en el pasado se decantaron por ver la geofagia como la adquisición de un suplemento de los minerales necesarios para el buen funcionamiento del organismo, en especial del hierro, ya que es frecuente que los consumidores tengan anemia ferropénica (Weis, 1953; Lanzkowsky, 1959). Como no todos los anémicos sienten la necesidad de consumir estas tierras ricas en hierro, otros rebaten esta posición estableciendo que es precisamente el consumo de arcilla lo que inhibe la absorción de este oligoelemento y provoca la anemia (Danford, 1982). Estudios recientes concluyen que la función más plausible de la geofagia humana es mantener la salud gastrointestinal en contextos de explotación de plantas marginales, o con un gran contenido de fitotoxinas, ya que minimiza las diarreas y otros efectos adversos derivadas del consumo de estas plantas, lo que representa una gran ventaja adaptativa (Dominy et al., 2004). Otros opinan que cumplen ambas funciones (Jonhs & Duquete, 1991; Wilson, 2003). En cualquier caso, el consumo de diferentes tipos de tierras por los indígenas americanos está ampliamente documentado en la literatura etnográfica y sus usos se pueden agrupar en cuatro categorías que con mucha frecuencia se presentan interrelacionadas: medicina, condimento, sustituto alimenticio y objeto ritual. Nos referiremos a esto con más detalle, después de contextualizar y describir los artefactos que nos ocupan.

1. EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO

El Periodo de Integración (800-1535 d.C.) se caracteriza por un fuerte incremento de la complejidad sociopolítica en todo el territorio del actual Ecuador, pero muy especialmente en la zona costera, en cuya mayor parte durante este último periodo prehispánico se asentaban extensos poblados pertenecientes a diversas culturas reconocibles arqueológicamente por grandes extensiones de montículos artificiales, conocidos en la región como tolas, la mayor parte de los cuales han sido destruidos por el crecimiento de la poblaciones actuales. Entre estas culturas destaca la Manteña-Huancavilca, que ocupaba buena parte de la costa sur y central, en la que se encuadra el yacimiento de Japoto. Por otra parte, los habitantes de Atacames, aunque más al norte, también quedaban en la órbita de influencia de los Manteños-Huancavilcas ya que debían «cierta sujeción» (Samano, 1844 [1525]: 199) a uno de sus señoríos, Salangone.

Figura 2 – Algunos de los cerca de 300 objetos similares a los de Atacames, recuperados en las excavaciones del yacimiento de Japoto (2004-2006)

Foto: M. Guinea

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1. 1. Yacimiento de Atacames

Varios centenares de los artefactos que nos ocupan fueron recuperados en las excavaciones del yacimiento de Atacames dentro de los trabajos del Proyecto Esmeraldas (1971-1975) (Alcina, 1979). Este yacimiento, localizado en la bahía del mismo nombre, en la costa norte de Ecuador, fue el primer poblado que los expedicionarios de Bartolomé Ruiz avistaron en las costas de Sudamérica (Samano, 1844 [1525]: 196-199). Estuvo ocupado desde el período Formativo, y en el momento del contacto con los españoles era un poblado semi-urbano de más de 5 000 habitantes, cuya principal ocupación era la pesca y el comercio de Spondylus y otros productos, dentro de la red de intercambio controlada por los Manteño-Huancavilcas, en el límite norte de la influencia directa de estos (Guinea, 1988; 1989; 1993).La exploración sistemática de la zona por los miembros del Proyecto Esmeraldas reveló un área de ocupación de al menos 127 ha. Desgraciadamente, parte del yacimiento, posiblemente el centro nuclear del mismo, se encontraba debajo del poblado de Atacames, y sus aledaños estaban totalmente destruidos por los cultivos de algodón y otros. A pesar de esto, se localizó un área de unas 50 ha dedicadas a la ganadería, que no había sido demasiado perturbada por las tareas agrícolas y las reocupaciones, en la que se localizaron 65 montículos habitacionales de distintos tamaños y alturas y las huellas de otros muchos, en los que se realizaron diversas campañas de excavación y muestreo (Alcina, 1979; Guinea, 1984). Actualmente debido a la belleza paisajística del lugar y a la mejora de las comunicaciones Atacames se ha convertido en un lugar turístico cuyos complejos hoteleros han destruido totalmente el sitio arqueológico.

1. 2. Japoto

El yacimiento de Japoto, citado por primera vez por Estrada (1957: 33; 1962: 28) como San Jacinto, es el único sitio con montículos que se ha preservado en la costa de Manabí y es uno de los focos de atención del Proyecto Manabí Central desarrollado desde el año 2003 por la Misión Francesa en Ecuador en colaboración con la Universidad Complutense y el Cantón de Sucre (Bouchard, 2004; 2005).El yacimiento arqueológico, en las proximidades de la parroquia de San Jacinto, a 28 km de Bahía de Caráquez, se localiza a 2 km de la línea de la playa1. Los trabajos de prospección han localizado 60 tolas, aunque todavía no se tiene la delimitación precisa del sitio debido a lo impenetrable de la vegetación que lo recubre en parte. La intervención arqueológica durante los veranos de 2004, 2005 y 2006 se ha concentrado en el área NE en el que las tolas visibles, con una altura entre 1 y 5 m, tienen plantas rectangulares, ovaladas o redondas, alcanzando las más grandes hasta 60 m de largo. Los materiales recuperados están en proceso de análisis, pero los primeros resultados de los estudios cerámicos confirman su pertenencia a la cultura manteña2. Hasta el momento solo tenemos una fecha de C14: 1100 d.C. Se ha intervenido con distinta intensidad en 7 montículos recuperándose cerca de trescientos de los artefactos de nuestro interés.

2. DESCRIPCIÓN DE LOS ARTEFACTOS

El aspecto de los artefactos que nos ocupan, las empanadillas, es fácilmente reconocido por los actuales ecuatorianos como el de los tamales, bollos, humitas u otros alimentos cotidianos

1 GPS: 9°17’37” Sur, 80°30’36” Oeste.2 Más información sobre el Proyecto Manabí y sus resultados en la página web: http://macgalatea.sip.ucm.es/web/

infoProyecto/manabicentral.php

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que se envuelven en hojas para su cocinado. Especialmente los dulces, que son de tamaño más reducido. Son básicamente distintas tierras que fueron envueltas en hojas, y sometidas después a una ligera cocción u horneado. La cocción las endureció, mientras que la hoja produjo una impresión que aún se conserva (figs.1 y 2). Esta ligera cocción es la que ha permitido su conservación a través del tiempo, y su forma y la impresión de la hoja lo que permite identificarlas en los trabajos de excavación. Aunque es fácilmente reconocible que los hallazgos de Japoto y Atacames pertenecen a la misma clase de artefactos, presentan algunas diferencias en su aspecto y en el análisis de su composición. Vamos a detallarlos por separado.

2. 1. Tipología formal de las empanadillas de Atacames

En las dos temporadas de excavaciones del sitio de Atacames se recuperaron 20 empanadillas enteras, 315 incompletas y 150 fragmentos, sumando un total de 485 ejemplares. Todas fueron envueltas en una hoja, con el raquis en la dirección del lado más largo, y presionadas en los extremos hacia abajo (si fueron atadas, no se conserva la impresión de la tira), lo que les da una forma característica, rectangular y aplastada. Tienen una gran uniformidad formal, que hemos denominado tipo Tamal, dentro del cual se pueden distinguir cuatro subtipos (fig. 3, tabla 1) en función del tamaño y longitud: • Tamal Grande, con solo 6 fragmentos recuperados (fig. 3d)• Tamal Común (largo entre 7 y 5,5 cm), el más frecuente (fig. 3b)• Tamal Largo (largo entre 9 y 8 cm) (fig. 3a)• Tamal Corto (largo entre 4,8 y 3,3 cm (fig. 3c)

ATACAMES(465 ejemplares)

LARGO(cm)

ANCHO (cm)

GROSOR (cm)

nº % m std rango m std m stdTipo Tamal 465 100Incompletas 315 - - - 2,1 0,3 1,0 0,2Subt. Corto 9 4,1 0,5 3,3 – 4,8 2,1 0,2 1,0 0,2Subt. Común 9 6,5 0,4 5,5 – 7 2,2 0,2 1,1 0,2Subt. Largo 2 8,5 0,5 8 – 9 2,1 0,4 1,0 0,2Subt. Grande 6 12,0 - 6,0 - 3,0 -

JAPOTO (302 ejemplares)

LARGO(cm)

ANCHO (cm)

GROSOR (cm)

nº % m std rango m std m stdTipo Tamal 113 37Subt. Común 72 63 - - - 2,1 0,2 1,5 0,2Subt. Largo 39 34 - - - 1,7 0,1 1,3 0,1Subt. Grande 2 2 12,0 - - 6,0 - 3,0 -

Tipo Bollo 149 49Subt. Común 144 97 1,6 0,2 1,0 - 2,4 1,5 0,2 1,0 0,2Subt. Grande 5 3 2,4 0,5 1,6 - 3,3 1,8 0,2 1,4 0,3

Tipo Humita 12 4Subt. Común 5 42 4,5 0,0 4,5 - 4,5 2,3 0,2 2,2 0,1Subt. Larga 6 50 - - - 1,9 0,3 1,7 0,3

Tabla 1 – Valores estadísticos de las medidas de ancho, grueso y largo de los tipos y subtipos establecidos para las empanadillas de Atacames y Japoto

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Las 20 empanadillas enteras pertenecen a los tres últimos subtipos. No es posible cuantificar cuántas empanadillas de la colección pertenecen a cada subtipo, ya que la mayor parte están partidas. Sin embargo, todas las calificadas como incompletas permiten obtener sus datos de ancho y grosor, observándose que estas medidas (2 cm de ancho por 1 de grosor) están muy estandarizadas en todos los tipos independientemente de su longitud (tabla 1), presentando una ligera tendencia a aumentar el grosor cuando lo hace el ancho. Como hemos dicho, solo hay seis ejemplares del tipo Tamal Grande (fig. 3d) y todos ellos son fragmentos. Si aplicamos a estos fragmentos los índices de proporcionalidad formal de los otros tipos, obtenemos para los seis la mismas cifras: 12 cm de largo, 6 cm de ancho y un grosor de 3 cm. Por lo tanto, su tamaño original debió ser el doble de largo y tres veces más grueso y ancho que el Tamal Común (fig. 3b). Estas empanadillas más grandes, que se asemejan al tamaño de un tamal normal, solo representan 1 % en ambos yacimientos.

2. 2. Tipología formal de las empanadillas de Japoto

Ya hemos dicho que las empanadillas de Japoto presentan una tipología formal más variada que las de Atacames (fig. 4, tabla 1) por lo que se han establecido tres tipos:• Tipo Tamal, subtipos Grande, Común y Largo, 37 % (fig. 4b).• Tipo Bollo, subtipos Grande y Común, 49 % (fig. 4c)• Tipo Humita, subtipos Grande, Común y Largo, 4 % (fig. 3a)El tipo Tamal lo comparte con Atacames, aunque la manera de envolver la tierra con la hoja no es idéntica lo que produce una forma ligeramente diferente (figs. 3 y 4), en general más redondeada y con los extremos menos aplastados, no tenemos ningún ejemplar con su longitud completa, pero el fragmento más largo del subtipo Común alcanza los 6 cm y por su forma no debieron serlo mucho más. Sin embargo, como en el caso anterior, la mayor parte permite la medida de su ancho y su grosor. El primero coincide plenamente con los del yacimiento anterior en el caso del Tamal Común con una media 2,1 cm, siendo los de Japoto ligeramente más gruesos, 1,5

cm (tabla 1). Los Tamales Largos (1,7 cm de ancho) son un poco más estrechos, aunque la similitud formal es aún más evidente en este subtipo (figs. 3a y 4b abajo). Si aplicamos a los escasos fragmentos del subtipo Tamal Grande los índices de proporcionalidad formal de los otros tipos, tal y como hicimos con los de Atacames obtenemos la mismas cifras: 12 cm de largo, 6 cm de ancho y un grosor de 3 cm.El tipo Bollo (fig. 4c) agrupa unas empanadillas pequeñas, casi cuadradas, también envueltas en hoja de bijao, pero en este caso el raquis de la hoja es perpendicular al lado más largo (quizás una necesidad técnica debido a su pequeño tamaño) y se aplasta en los extremos empujando hacia adentro. Son las más abundantes en el yacimiento y gran parte se han recuperado completas, con un tamaño igualmente altamente estandarizado con una media de 1,6 cm de largo por 1,5 de ancho y un grosor de 1,0, en el subtipo Común (fig. 4c abajo), aumentándose en un tercio

Figura 3 – Tipología formal de las empanadillas de Atacames. Subtipos: a) Tamal Largo, b) Tamal Común, c) Tamal Corto y d) Tamal Grande

Foto: M. Guinea

Figura 4 – Tipología formal de las empanadillas de Japoto. Tipos: a) Humita (de arriba abajo, Grande, Común y Larga) b) Tamal (Grande, Común y Largo) y c) Bollo (Grande y Común).

Foto: M.Guinea.

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estas cifras en el subtipo Grande (fig. 4c arriba). Podrían estar cumpliendo la función del subtipo Tamal Corto del yacimiento de Atacames (fig. 3c), que aquí no aparece, aunque son en general más pequeñas.Las empanadillas de tipo Humita (fig. 4a) son las menos frecuentes. Los subtipos Grande y Común tienen una forma más compleja. Fueron envueltas en una hoja de choclo girada en sus extremos y atada en el centro, lo que produce al menos tres núcleos de tierra globulares, los dos de los extremos apuntados. Su tamaño es igual al de las anteriores, pero su aspecto es muy diferente. No hay ninguna entera. Las que hemos denominado con el fin de equiparar las nomenclaturas, Humita Largo (fig. 4a abajo), no debieron ser en realidad más largas, sino que debido a una manera diferente de envolverlas en la hoja de choclo y a la falta de la huella del atado, su forma final es rectangular.Completa la colección un único ejemplar atípico, cilíndrico y sin huella de hoja y siete fragmentos tan deteriorados que no han podido ser asignados a ningún tipo.

2. 3. Las hojas impresas

Hay una cierta variedad de hojas utilizadas como envoltorio para las tierras (fig. 5). Hasta el momento solo disponemos de un estudio botánico preliminar de las huellas que presentan las empanadillas de Atacames (figs. 1, 2 y 5c). Según éste, las huellas están producidas por fragmentos de limbo enrollados en el que se marcan el raquis central y los nervios. Sus características corresponden a hojas de grandes proporciones (20-182 cm2), propias de climas húmedos y calurosos, pertenecientes a las familias de las Palmáceas y Musáceas (Mingarro et al., 1981: 123-125). Creo que es posible una mayor aproximación y reconocer la hoja del bijao (Calathea sp. o Heliconia bihai L, ya que a ambas parece dársele el mismo nombre y utilidad) y muy probablemente la Achira (Canna edulis). En cualquier caso, no se están empleando hojas de un tipo especial, sino las que se usan de forma habitual para cocinar hasta nuestros días. Especialmente, en el caso del bijao, que parece una de las frecuentes, sus hojas pueden resistir el horneado, el asado a la brasa y la cocción prolongada. Para darle la flexibilidad necesaria para amoldarse sin romperse, antes de usarlas se mojan en agua caliente, o se pasan ligeramente por el fuego, después cuando la masa está cocinada se desprenden fácilmente, dejando su huella si la finura de la masa lo permite. A parte de su función de contenedor la hoja del bijao transmite un agradable sabor al alimento que se cuece en ella. En Japoto aparentemente se utilizaron una menor variedad de hojas para envolver que en Atacames (fig. 2, figs. 4 y 5a, d y b). Pero sus huellas, parecen ser también en la mayor parte las del bijao, aunque dejando un raquis central más marcado. Es posible aventurar que esta diferencia es debida a que los habitantes de Atacames ponían las tierras en el haz de la hoja (fig. 5c) y los de Japoto en el envés (fig. 5d). Aquí además tenemos ejemplos de otra hoja, la del choclo de maíz habitualmente usada para envolver y cocinar alimentos en la zona (fig. 5b). No sabemos qué significado puede tener el uso de diferentes hojas, pero los análisis mineralógicos no indican diferencias en la composición de las tierras. Figura 5 – Impresiones de las hojas en las que se

envolvieron las tierras comestibles para su cocción: a), d) Bijao, Japoto, c) Bijao, Atacames y b) Hoja de choclo, Japoto

Foto M. Guinea

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2. 4. Análisis y composición mineralógica

Al igual que en el caso del estudio botánico, contamos con unos primeros análisis de la composición de las empanadillas de Atacames (Mingarro et al., 1981). Se realizó el estudio petrográfico (Microscopía Óptica) y Difracción de rayos X (DX) de 16 ejemplares. Esta última técnica nos mostró una composición mineralógica constante cuyo componente más abundante era la calcita, en mucha menor cantidad plagiocasas y una pequeña proporción de micas abiertas (posiblemente illitas degradadas). En algunas muestras aparecieron otros componentes como la ankerita (carbonato de cálcio, magnésio y hierro también llamada dolomita ferruginosa) y la hematita (óxido férrico). El estudio petrográfico añadió a estos datos que la calcita se presentaba de forma dispersa, no cristalizada, y la presencia de cuarzos en forma de clastos angulosos y subangulosos.En su resumen, los autores del citado artículo nos dicen que las empanadillas fueron elaboradas «a base de material fino, de naturaleza carbonática, modelados a mano (de ahí la orientación que se observa en algunos casos) y sometidos a una ligera cocción, nunca elevada ya que no llegaron a alterarse determinados componentes mineralógicos» (Mingarro et al., 1981: 120). Finalmente, con el fin de comprobar la selección deliberada de estas arcillas para fabricar las empanadillas, se realizaron análisis similares de una muestra de los objetos cerámicos del yacimiento dando como resultado que la composición de la pasta (arcilla) de las piezas cerámicas era uniforme y esencialmente diferente a la de las empanadillas (calcita) (Mingarro et al., 1981: 125).Actualmente Nicole Platel3 ha analizado dos ejemplares más aplicando las técnicas anteriores y añadiendo las ventajas de la Microscopía Electrónica de Barrido (MEB). En su informe Nicole Platel nos dice que en el corte de una de las piezas (069-019) se nota una tierra calcárea homogénea y rica en granos calcáreos blancos y agregados de color marrón-rojizo, ricos en óxidos de hierro, y escasas inclusiones de pequeños granos de cuarzo y feldespatos. La identificación, mediante MEB, de los elementos que componen la pasta se muestra en la tabla 2. La difracción (DX) confirma estos datos: aparecen fuertes picos de calcita y otros menores de cuarzo y feldespato. No pudiendo identificarse la geotita o la hematita debido a que el reparto de los oxi-hidróxidos es demasiado aleatorio y la cristalinidad es baja.

3 Los análisis se han realizado en el Centre de Recherche en Physique Appliquée à l’Archéologie (CRP2A) del CNRS, UMR 5060 de la universidad de Bordeaux 3

ATACAMES

Na2O MgO Al2O3 SiO2 P2O5 S Cl K2O CaO TiO2 MnO2 Fe2O3

069-019 - 1,90 7,40 26,80 0,90 - - 1,30 18,70 0,40 - 42,25

069-021 0,40 3,40 5,60 21,70 1,20 - - 1,30 48,90 - - 17,50

JAPOTO

Na2O MgO Al2O3 SiO2 P2O5 S Cl K2O CaO TiO2 MnO2 Fe2O3

J3-EM1 2,94 3,46 8,19 41,27 6,74 8,14 0,00 2,33 11,4 0,57 0,74 13,38

J3-EM2 2,94 2,31 6,77 51,27 3,94 3,91 0,00 2,79 9,10 0,41 0,00 16,26

J3-EM4 1,00 2,13 7,07 31,53 0,52 0,21 0,61 1,19 42,74 0,69 0,42 11,59

Tabla 2 – Elementos y compuestos químicos minerales presentes en las empanadillas de los yacimientos de Japoto y Atacames

Análisis: Nicole Platel

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En resumen, se trata de una tierra calcárea ligeramente cocida conteniendo pequeños granos calcáreos y abundantes pequeños agregados rojos-oxidados, cuya concentración puede alcanzar 54 % de hematita, transformada en magnetita en el transcurso de la cocción.La otra pieza analizada (069-021) presenta una composición similar, con pequeñas diferencias. Su textura es más homogénea, hojaldrada y microagrietada, lo que conforma una empanadilla frágil y formando escamas. Los análisis con el MEB (tabla 2) revelan una tierra calcárea menos ferruginosa que la anterior y con más calcita. Los granos blancos, más numerosos y más pequeños que en la empanadilla precedente, son también muy ricos en carbonatos de calcio (63 %). Los resultados de la difracción (DX) también difieren poco: mucha calcita (mejor cristalizada) y raras inclusiones de minerales de cuarzo y de una arcilla que puede identificarse como esméctica (montmorillonita). Como vemos, aunque estos nuevos análisis son más detallados, sus resultados coinciden básicamente con los obtenidos en los estudios precedentes. Hay que añadir un dato interesante: las superficies de las empanadillas muestran numerosos pequeños poros de salida de gas a la superficie. Esto indica que cuando fueron sometidas a la ligera cocción (200˚-400˚) que se deduce de la transformación de los materiales, estaban dentro de la hoja. Para Japoto sólo tenemos los análisis realizados por Nicole Platel en cuatro de los ejemplares, que se presentan en detalle en la tabla 2.La muestra J3-EM1 es un limo cuarzoso friable de color ocre-amarillento, con poca arcilla y algo de calcio, potasio, sodio y magnesio, con un contenido importante de hierro (Fe2O3). La J3-EM2 es también un limo cuarzoso pero más fino y calcítico acompañado de los mismos elementos minerales. Estos también se encuentran en la empanadilla J4B-EM4 que es un material calcítico menos friable, con una textura más arenosa debida a la presencia de granos de cuarzo y feldespatos (anortita). M1 y M4 presentan además unas concreciones blancas ricas en fósforo y calcio y unas manchas marrones en superficie que son impregnaciones ferromanganésicas.Finalmente el análisis de la muestra JSA-EM3, una de los dos únicos ejemplares envueltos en hoja de maíz, muestra que es un material calcítico muy duro con algunas inclusiones de cuarzos y feldespatos. Debido a un proceso tafonómico diferencial (fue recuperada en una salinera cercana a los montículos), está fuertemente impregnada de halita (NaCl). Comparando los hallazgos de ambos yacimientos vemos que todos son materiales calcíticos con un contenido importante de hierro y otros minerales, generalmente acompañados de cuarzos y feldespatos y raras arcillas esmécticas. Las diferencias más significativas entre ambas colecciones se refieren a la tierra inicial, siendo mucho más limosas las tierras de Japoto, y al grado de transformación de los minerales que sugiere una cocción más elevada (200-400°C) para las empanadillas de Atacames. En un futuro es necesario efectuar un mayor número de análisis en ambas colecciones atendiendo a los diferentes tipos de pasta, ya que el examen visual, según su color y textura, nos permite distinguir al menos 12 tipos diferentes de tierras en Atacames (fig. 1), siendo menor la variación entre las de Japoto.

3. LAS TIERRAS COMESTIBLES

Ya hemos adelantado que la composición mineralógica de las empanadillas, su modo de preparación, envueltas en hojas y ligeramente cocidas, junto a su contexto de aparición esencialmente doméstico, nos han llevado a considerarlas tierras comestibles. Vamos a valorar esta hipótesis a la luz de los antecedentes arqueológicos y las posibles comparaciones etnográficas.Desgraciadamente, la información arqueológica es escasa y poco precisa debido, como hemos dicho más arriba, a la dificultad de su reconocimiento en el terreno. La evidencia más temprana en el área andina de un posible consumo de tierras es la encontrada en unos coprolitos del sitio precerámico Huarmey (PV35-6) en la costa peruana, en fechas en torno a 2500 a.C.

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Estos contenían una cantidad de arena que no parecía accidental (Bonavia et al., 1993: 437), aunque se mantienen dudas sobre su significado. Dillehay et al. (1997: 50), en fechas aún más tempranas (5770-3000 a.C.) identificaron en el valle de Zaña unos hornos para producir cal a partir de piedras calcáreas. Propusieron, como el uso más probable del producto, su consumo junto a hojas de coca, si bien no descartan que también cumplieran la función de suplemento mineral en la dieta. Browman (2004: 134-135), en la introducción de un estudio de las tierras comestibles a la venta actualmente en el mercado de Oruro en Bolivia, habla de media docena de tierras comestibles (pasa, katawi, lejía, makaya, millu y sirsukena) encontradas en distintos contextos arqueológicos de las costas de Perú y Chile y de la cuenca del Titicaca, abarcando un periodo cronológico desde 510 a.C. hasta 1450 d.C. Lamentablemente para nuestros intereses, ya que la información es de difícil acceso, solo nos ofrece la composición mineralógica de las tierras y no su aspecto físico. Cuando es posible acceder a la información, como es el caso de las tumbas Nazcas excavadas por Kroeber & Collier en Cantayo (1998: 70-71 y 259) los datos son tan decepcionantes como «terrón de yeso» y «terrón friable de arenisca marina». Recientemente Richard Cooke me ha mostrado amablemente unos 15 objetos no identificados procedentes de sus excavaciones en Cerro Juan Díaz en Panamá, que en mi opinión son artefactos similares a las empanadillas.Algo más de suerte tenemos con las noticias de los cronistas. El jesuita Bernabé Cobo en su Historia del Nuevo Mundo nos da noticia de cuatro tipos diferentes de arcillas y tierras (pasa, chaco, millu y tacu) preparadas de diversos modos (salsas, polvos, cocimientos), que los indios del Perú comían con diversos fines curativos y detoxificantes e incluso como golosina para las mujeres (Cobo, 1964 [1653]: 115-116). Nos interesa especialmente su referencia a la forma de presentación del Tacu, ya que este tipo de presentación se ajusta al aspecto físico de las empanadillas

«la cual, en panes y bollos4 venden los indios en las plazas y se aprovechan della para curar cámaras de sangre» (Cobo, 1964 [1653]: 116).

Con la misma intención de curar estas diarreas sanguinolientas los indígenas de Picoaza, a seis horas de camino de Puerto Viejo, no lejos del yacimiento de Japoto, bebían en 1605 «los polvos de cierta tierra blanca quemada»5. (Ponce, 1992: 46)Ciento cincuenta años después el explorador alemán, Alejandro de Humboldt (1985 [1799]: 433-436), ampliamente citado cuando se habla de geofagia en América del Sur, nos relata en su Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente, la curiosidad que le produjo el desmesurado consumo de tierra de los indios otomacos a las orillas del Orinoco, entre las confluencias del Meta y el Apure. Durante los meses en que la subida del río hacía escasear la comida, para calmar el hambre estos indios comían 3/4 de libra de poya, bolas de una greda muy fina y grasienta, que conservaban amontonadas en sus casas. Esta arcilla era seleccionada, moldeada y «ligeramente endurecida al fuego» (Humboldt, 1985 [1799]: 435). En el momento de comerla la humedecían de nuevo. En la estación de sequía, en la que la pesca era abundante, el indio otomaco no consumía esas cantidades, sino que «raspa sus bolitas de poya y mezcla un poco de arcilla a sus alimentos» (Humboldt, 1985 [1799]: 436). Entre sus prolijas explicaciones resaltamos el raspado, ya que al menos seis de las empanadillas de Japoto presentan una de sus superficies raspada (fig. 6), y el hecho de que las endurecían al fuego, ya que coincide con la preparación de nuestros artefactos, que están también ligeramente cocidos. El autor citado nos da noticia de otros muchos lugares del mundo en los que igualmente se consumía tierra, entre otros en la isla de Java en la que comían por golosina una arcilla ferruginosa que «tuestan después de haberla enrollado en pequeños cuernos» (Humboldt, 1985 [1799]: 439). Hay que hacer notar que este tostado no es por gusto, aunque parece que le da mejor sabor, ya que las

4 En otro lugar del mismo texto (Cobo, 1964 [1653]: 11) el autor nos define «bollo» como una masa envuelta en hoja de plátano o maíz, de diversos tamaños y semejante a los tamales de la Nueva España. Este término es el que se emplea en la costa ecuatoriana en la actualidad.

5 Debemos esta inestimable información a la etnohistoriadora Chantal Caillavet.

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tierras deben de cocerse para reducir su posibilidad de contaminación bacteriana.En su única referencia a Ecuador el explorador alemán nos dice que en las cercanías de Quito, todas las casas indígenas tenían grandes vasijas con «agua o leche de Llanka», arcilla fina diluida (Humboldt, 1985 [1799]: 440). Otros viajeros, estudiosos y antropólogos, en diferentes épocas y lugares nos dan noticias de costumbres similares (d’Orbigny, 1998 [1829]; Bates, 1848: 350; Mejia Xesspe, 1941; Weiss, 1953), que se han conservado hasta nuestros días si bien relegadas a los sectores más empobrecidos de la población dentro de las medicinas tradicionales o alternativas.Recientemente, contamos con dos trabajos de gran utilidad a la hora de intentar una posible identificación del uso de las empanadillas, los de Girault (1984: 525-534) y Browman (2004). El primero nos da noticia de 25 minerales que son usados actualmente

por la farmacopea Kallawaya, de los que la mayor parte son tierras para uso externo e interno. El segundo nos ofrece el resultado del análisis de 24 tipos de tierras comestibles a la venta en el mercado de Oruro en Bolivia. Comparando nuestros análisis con los datos que aportan los autores anteriormente citados y especialmente con los de Browman (2004: 136-38), ya que son más precisos, encontramos que las empanadillas se asemejan en mayor medida a las tierras que incluye en los dos primeros grupos en los que se dividen las del mercado de Oruro: Grupo de los filosilicatos y Grupo de sodio y calcio. En el primero de los grupos está la llamada pasa (aymara) o chaco (quechua) que son esmectitas (silicatos de aluminio hidratado de K, Mg y Fe). Los autores citados coinciden en su uso para la adsorción de las fitotoxinas, como antihemorrágico y en dolores estomacales. Browman, hace notar que entre sus ventajas dietéticas está la de proveer de complementos minerales esenciales, pero esto parece una apreciación suya y no de los usuarios. La pasa se vende en polvo, en barras y como golosina (Cobo, 1964 [1653]: 115 y Browman, 2004: 136). Girault (1984: 526) cita un Recetario Anónimo del 1873 en el cual se indica que su acción se potencia si se mezcla con otra tierra, taku. Del segundo grupo las más similares son las calcitas, en concreto: katawi, hakemasa y taku. El katawi de Oruro es fundamentalmente cal o calcita con trazas de algún elemento arcilloso, que se prepara como salsa y se consume con quinoa o cañihua, y el de los Kallawayas (Girault, 1984: 532), estalactitas calcáreas, útiles en las hemorragias bucales. Cobo no la menciona. La hakemasa analizada por Browman es un carbonato de calcio, con magnesio y silvita. Girault (1984: 533) la identifica como toba caliza y Cobo tampoco la menciona. Coinciden en su uso como antihemorrágico, añadiendo el primero sus poderes curativos contra el susto (Browman, 2004: 137) y citando el segundo un manuscrito anónimo de 1680 que aporta su utilidad en casos de disentería (Girault, 1984: 533). Finalmente, el taku es una caolinita, con algo de esmectita, para Browman (2004: 138), una arcilla limonita para Girault (1984: 533) (cocida o no), y tierra amarilla rica en hierro similar al Bolo Arménico del Viejo Mundo6 para Cobo (1964 [1653]: 115). Los tres coinciden en que se vende como panes, bolas o bollos y, aunque aquí parece haber una mayor diversidad de opiniones, se usa para el mal de aire7, hemorragias, diarreas y parálisis. Otra notable coincidencia con nuestros hallazgos es la composición de las bolas de poya de los otomacos. Humboldt (1985 [1799]: 435) hace notar que estas no son esteatitas8 como parecía pensarse, si no que, por el contrario,

Figura 6 – Detalle de la superficie raspada de una empanadilla.

Japoto, J3PZC1-O4. Foto M.Guinea

6 Arcilla rojiza procedente de Armenia y usada en medicina, en pintura y como aparejo en el arte de dorar.7 Decaimiento, vómitos, diarrea y fiebre, al igual que dolores de cabeza. También calambres, artritis, dolor

reumático, tos y resfrío. Parálisis.

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tienen en su composición una mayor cantidad de sílice que de alúmina, junto a óxido de hierro y cal. Nuestras empanadillas tienen un casi cuatro veces más sílice que alúmina. Coinciden con esto las preferencias de las medicinas naturistas actuales que consideraran que las arcillas más interesantes desde el punto de vista terapéutico son las más ricas en sílice9.Sin perder de vista que el tiempo transcurrido y los distintos procesos tafonómicos experimentados por cada una de las empanadillas deben tener su reflejo en el resultado de los análisis de su composición, si juntamos estos con su color y forma de presentación, quizás sea el taku10, o mejor aún, la mezcla de taku y pasa de la que habla el Recetario Anónimo de 1873 citado más arriba (Girault, 1984: 526), la identificación más probable de nuestras empanadillas, lo que nos permite plantear la hipótesis de un uso semejante al actual por los pueblos de costeros de Ecuador en el periodo anterior a la llegada de los españoles. Quedaría por hacer una reflexión sobre la relegación del uso de estas tierras en la zona, lo que ha dificultado su identificación como tales. Estudios de etnomedicina en la provincia de Manabí muestran que la medicina tradicional de esta provincia se encuentra más relacionada con las costumbres españolas que con la tradición indígena (Sanhueza, 1980). En el caso de Esmeraldas el rápido sometimiento de la región a los esclavos africanos, cuyos descendientes ocupan actualmente la mayor parte, produjo igualmente un abandono de la prácticas medicinales de los antiguos indígenas. En cualquier caso, hubo una fuerte persecución de este uso de tierras comestibles en tiempos de la colonia en todo el continente americano. Por ejemplo, en el. Por ejemplo, en el pueblo de Huehuetlan en 1625 comer tierra se castigaba con más de cien azotes y la pérdida de los derechos a tener algún cargo público durante cuatro años (Castello, 1986 : 104). Es. Es probable que esta persecución fuera debida al carácter mágico religioso de la medicina indígena con independencia de la acción empírica de los principios activos de sus remedios. En este sentido, es interesante que algunos santuarios católicos de gran prestigio, tanto antigua como actualmente, estén levantados sobre terrenos con este tipo de tierras comestibles, generalmente relacionados con algún hecho milagroso. En ellos se ofrecen a los fieles tabletas con estas tierras benditas para curar sus enfermedades por la intervención divina11. Estas tabletas suelen tener impresa una imagen religiosa. Al menos en el mexicano Santuario de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos en Jalisco, algunas de ellas tienen simplemente impresa la hoja en la que se cocieron, semejándose entonces, notablemente a las empanadillas (fig. 7).

4. CONCLUSIÓN

Todo lo anteriormente expuesto nos permite plantear la hipótesis de que los artefactos localizados en Atacames y Japoto, que estamos llamando empanadillas, son tierras comestibles del tipo del taku o la pasa, e incluso de la poya, cuyo consumo pervive desde tiempos prehispánicos en distintas regiones del continente americano. Su uso principal estaría relacionado con sus propiedades de adsorción de toxinas y protección de las mucosas del tracto intestinal ante estos tóxicos químicos, dentro de una dieta muy rica en alimentos con alto contenido en distintas fitotoxinas.

8 Filosilicatos de magnesio y hierro.9 Entre otras propiedades, la sílice tiene la de ser un importante agente antitóxico. 10 Como hemos visto en el texto hay una cierta discrepancia entre la composición de las muestras de taku analizadas

por Browman y la información etnográfica, que él mismo hace notar (Browman, 2004: 138). En nuestro caso, la composición de las empanadillas se asemeja más al taku de Girault y Cobo.

11 Un caso clarísimo es el del Santuario de Chimayo en Nuevo México, conocido como el Lourdes de América, levantado sobre las rojas tierras de las montañas de la Sangre de Cristo. La tierra bendita que mana de su pocito, entre otros usos, es preparada en infusión por los peregrinos para curar síntomas similares a los que cura el taku. Ejemplos semejantes son el Santuario de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos de Jalisco y el Santuario del Señor del Santo Entierro de Carácuaro en México y el Santuario del Cristo Negro de Esquípulas en Guatemala, entre otros.

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Figura 7 – Tabletas de tierra bendita del Santuario de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos en Jalisco, México

Foto tomada de Castelló (1986: 105, fig. 54)

Si bien la presencia en su composición de calcio, hierro y otros minerales necesarios para el buen funcionamiento del cuerpo humano también debió contribuir a otros aspectos de la salud de sus consumidores. Las empanadillas se cocieron o tostaron para impedir la proliferación bacteriana, y de paso mejorar su sabor, envueltas en hojas como cualquier otro tamal o bollo. El tamaño pequeño de la mayor parte parece indicar que su función no fue la de ser un sustituto alimenticio, como en el caso de los otomacos, si no que se consumiría como condimento, con fines medicinales e incluso como golosina.

Agradecimientos

Esta investigación ha sido parcialmente financiada por el Ministerio Español de Educación y Ciencia (TIN2005-08788-C04-04).

Agradecemos a Nicole Platel, José Ángel López y María Ángeles Barriuso su ayuda y comentarios en distintos momentos del desarrollo de esta investigación.

Referencias citadas

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Segunda parte

OtrOS avanceS de inveStigación

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Resumen

El valle del Upano, en la alta Amazonía ecuatoriana, está caracterizado por la presencia de numerosos montículos artificiales de tierra precolombinos. Edificados y luego abandonados por las sociedades Upano entre 700 a.C. y 400 d.C., algunos de ellos fueron reocupados por grupos Huapula entre 800 y 1200 d.C. La excavación horizontal de un montículo reveló un piso habitacional muy bien conservado, autorizando un análisis espacial de las actividades practicadas. El estudio etnoarqueológico de esta habitación Huapula muestra las grandes similitudes que existen con el modo de hábitat actual de los grupos jíbaros de la región.

Palabras clave: Amazonía, Upano, Huapula, Jíbaro, etnoarquología, hábitat

Ethnoarchéologie des maisons Huapula et Jivaros

Résumé

La vallée de l´Upano, en haute Amazonie équatorienne, se caractérise par la présence de nombreux monticules artificiels de terre précolombiens. Edifiés puis abandonnés par les sociétés Upano entre 700 av. J.-C. et 400 apr. J.-C., certains d´entre eux furent réoccupés par des groupes Huapula entre 800 et 1200 apr. J.-C. La fouille horizontale d´un tertre a mis au jour un sol domestique très bien conservé, permettant une analyse spatiale des activités pratiquées. L´étude ethnoarchéologique de la maison Huapula a montré les grandes similitudes qui existaient avec le mode d´habitat actuel des groupes Jivaros de la région.

Mot clés: Amazonie, Upano, Huapula, Jivaros, ethnoarchéologie, habitat

* CNRS, UMR 8096 «Archéologie des Amériques», Francia. E-mail: [email protected]

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Ethnoarchaeology of Huapula and Jivaro houses

Abstract

The Upano valley, in upper Ecuadorian Amazonia, is characterized by numerous precolumbian artificial earthmounds. Built then abandoned by Upano societies between 700 BC and 400 AD, some of them were re-occupied by Huapula groups between 800 and 1200 AD. Open-area excavations of one mound produced a well preserved domestic level, permitting a spatial analysis of activities. Ethnoarchaeological study of the Huapula house has shown great similarities with settlements of modern Jivaros groups of the area.

Key words: Amazonia, Upano, Huapula, Jivaros, ethnoarchaeology, settlement

INTRODUCCIÓN

En 1999, cuando terminaba el artículo sobre las excavaciones de montículos del valle del Upano, publiqué en esta revista interrogándome si «los Huapula se relacionaban culturalmente con los Jíbaros» (Rostain, 1999b: 85). Hoy en día es posible aportar algunos elementos para responder a esta pregunta.La excavación por decapado del nivel cultural Huapula de un montículo artificial de tierra en el valle del Upano, reveló un piso habitacional muy bien conservado (Rostain, 1999a). El análisis espacial de los rasgos y vestigios permitió encontrar la práctica de diversas actividades y su distribución en el área de la casa (Rostain, 1999c; 2000). El estudio etnoarqueológico de esta habitación Huapula muestra las grandes similitudes que existen con el modo de hábitat actual de los grupos jíbaros.

1. EL VALLE DEL UPANO

Encerrado entre 2 cordilleras al pie de los Andes, el valle del Upano forma una entidad geográfica en la Alta Amazonía. El Upano nace en los Andes a 4 000 m de altura, corre hacia el este hasta el pie de monte a alrededor de 1 200 m de altura. Dibuja entonces, una brusca curva para ir hacia el sur, siguiendo un corredor delimitado al oeste por los Andes y al este por la cordillera del Cutucú. Su lecho, de 1 km de ancho, está enmarcado por abruptos barrancos de 70-100 m de altura en donde se encuentran numerosos sitios arqueológicos. El Upano está ubicado en la falla que delimita el Sub-Andino, la misma que provoca frecuentes movimientos sísmicos. El volcán Sangay se encuentra al noroeste del sitio Huapula, con una altura de 5 230 m y un diámetro en su base de 10-12 km. Su actividad volcánica es permanente. A inicios del siglo XX, el estruendo de sus explosiones se escuchó a más de 600 km de distancia. La vida de los habitantes del valle del Upano ha estado desde siempre muy ligada a los caprichos del Sangay.A pesar de esto, el valle ha sido ocupado por el hombre desde hace tiempo. Hace más de dos milenios, ciertos grupos humanos comenzaron a edificar montículos de tierra a lo largo del barranco que domina el Upano. Huapula es el sitio más extenso del alto Upano con 700 000 m2 (fig. 1A). Está compuesto por unos treinta complejos de montículos y una red de largos canales. El Complejo XI bordea el río Huapula y se extiende sobre un área de 70 x 50 m (fig. 1A). Está organizado según el modelo espacial característico de los sitios del Upano. Es decir 6 elevaciones que rodean 2 plazas bajas, separadas por una plataforma central. Situado en una pendiente, el montículo Tola Central se eleva a 3,5 m de altura, extendiéndose su cima a alrededor de 130 m2 (16 x 8 m). La Tola Central y la plaza norte fueron excavadas por decapado de grandes superficies (fig. 1B).

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El Complejo XI domina un río de fácil acceso gracias a un camino cavado, suavizando así el desnivel para evitar los deslizamientos, especialmente en el momento de aprovisionamiento de agua. Un basural lleno de tiestos de cerámica fue localizado en los linderos del complejo, al borde del barranco sobre el riachuelo.La estratigrafía de la Tola Central representa 4 etapas sucesivas principales: entre 700 a.C. y 400 d.C., comunidades de la cultura Upano instalaron sus pueblos a orillas del Upano. Los primeros en llegar ocuparon directamente el espacio sin realizar terraplenes.Más adelante construyeron montículos de tierra, plazas bajas, canales y caminos cavados, distribuidos en complejos con un modelo espacial preciso. La cima del montículo de arcilla de la Tola Central fue quemada para así conseguir un piso compacto.

Figura 1 – A. Montículos y canales del sitio de Huapula con el detalle del Complejo XI

B. Tola Central del Complejo XI del sitio de Huapula

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Hacia el 600 d.C., una erupción del Sangay depositó una gruesa capa de cenizas en el valle del Upano provocando la huida de los habitantes. Del 800 al 1200 d.C., llegaron al valle grupos de cultura Huapula y se asentaron sobre los montículos pre existentes. Tres conjuntos cerámicos principales fueron reconocidos: el Upano es el más antiguo, típico por su decorado en rojo y delimitado por incisiones, y más adelante reemplazado por la cerámica Kilamope, caracterizada por incisiones, impresiones cordeladas y pintura negativa marrón y beige. La cerámica precolombina más reciente es la Huapula con un decorado corrugado o pintada de rojo y blanco.

2. LA CASA HUAPULA

En la Amazonía, el desecamiento del área de hábitat constituye una prioridad. Se cavan zanjas alrededor de las casas para favorecer el drenaje. Los altos son áreas de asentamiento privilegiadas. Al instalar su casa en la cima de un montículo, el grupo Huapula se protegía de las inundaciones, facilitaba la evacuación de las aguas y evitaba la formación de un suelo enlodado (fig. 1B). Al igual que en la casa precolombina de la Tola Central, en la actualidad los achuar construyen en los altos de un riachuelo más que al borde del mismo, e intentan orientar la casa de forma paralela a éste (Descola, 1986: 154).En el Complejo XI, dado que la pendiente que llevaba al río era demasiado abrupta, fue necesario atenuarla cavando un camino menos empinado. Igualmente, los actuales achuar aseguran el acceso al río instalando leños en forma de escalera para así prevenir los deslizamientos peligrosos (Descola, 1986: 139).Las excavaciones arqueológicas antes realizadas en la Amazonía, consistían en pequeños sondeos estratigráficos. Durante el proyecto Sangay-Upano (1995-1998), se adoptó una nueva técnica de excavación que decapó grandes superficies y dio una visión global del piso arqueológico. El análisis de la dispersión de los artefactos y rasgos culturales ayuda a la reconstrucción de la utilización del espacio doméstico.El decapado de 90 m2 en la cima de la Tola Central sacó a la luz del día los restos de un piso doméstico y las huellas de 49 hoyos de poste. En nuestros días, estos últimos se hacen con un palo de chonta afilado y se extrae la tierra con la mano. Cuando ésta ya no basta, se utiliza un palo de guadúa, partido en la punta, de manera a que se llene de tierra con la presión (Bianchi & AAVV, 1982).El estudio planimétrico de los rasgos permite esbozar la forma de una estructura que cubre casi la totalidad de la superficie utilizable, alrededor de 130 m2. La superficie máxima de la casa Huapula es de unos 80 m2. Esto quiere decir que una casa ocupaba la cima del montículo y sus dimensiones eran comparables a la casa Shuar o Achuar actual. Cinco dataciones al 14C han sido obtenidas sobre muestras de carbones de madera fiables que provenían del piso habitacional:

BETA-100537 1210±80 BP 692 – 892 DC1

BETA-100538 1070±70 BP 892 – 1023 DCBETA-100308 940±60 BP 1031 – 1155 DCBETA-106087 850±60 BP 1055 – 1259 DCBETA-100539 770±60 BP 1211 – 1285 DC

Está claro que la casa no estuvo ocupada durante 500 años, sino únicamente durante un periodo que se sitúa entre las fechas propuestas.

1 Calibración 1 Sigma. Calib Radiocarborn Calibration Program rev.4.3 © 1986-2005 M. Stuiver & P.J. Reimer.

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3. ACTIVIDADES DOMÉSTICAS

En la casa Huapula existían 4 fosas redondas u ovaladas de 40 a 80 cm de diámetro cada una.Dos fosas se encontraban vacías y una tercera ubicada en el centro contenía una gran olla de cerámica (figs. 2C, D). Inestables debido a su base redonda, las ollas debían ser aseguradas para no voltearse. Al igual que en las casas amerindias, podían estar parcialmente enterradas en una fosa. La última fosa localizada hacia el borde oriental del montículo, era profunda y cubierta por la parte superior de una gran olla (fig. 2A), que sirvió aparentemente para tapar la fosa que pudo contener alimentos (fig. 2B), esto dado a que no se halló ningún tiesto del fondo del recipiente.Los 7 fogones simples descubiertos tenían un diámetro de 25 a 45 cm (fig. 3B). Se trataba de estructuras de combustión instaladas al nivel del piso, sin adecuaciones ni excavaciones. El fogón estaba constituido por una capa de arcilla irregular de color rojo. Algunos experimentos llevados a cabo sobre el sitio demostraron que el suelo arcilloso de color amarillo enrojecía con el fuego. Luego de 1 ó 2 años, los fogones en los que se hicieron estas experimentaciones presentaron un aspecto similar a aquellos encontrados durante la excavación. Al centro, 3 de ellos formaban una gran y única área de combustión. Están en efecto conectados por un área de suelo compacto, duro y rojizo que contiene numerosos carbones de madera y granos calcinados, lo mismo que se interpreta como el resultado de la dispersión de los fogones. Fenómenos similares ocurren hoy en las casas Jíbaros:

« (...) en la vecindad inmediata de los fogones (...) abundantes cantidades de residuos materiales fueron compactadas en las acumulaciones de ceniza pisoteada, las cuales conectaban los fogones individuales. Fenómeno debido, por supuesto, a la alta frecuencia de uso en la preparación cotidiana de los alimentos, donde los desechos de los mismos son constantemente incorporados en los depósitos pisoteados de ceniza blanda alrededor de los fogones». (Zeidler, 1983: 181)

Otros dos, ubicados al norte, formaban otra área. Los dos últimos estaban dispuestos simétricamente a 4 m del grupo central, uno al este y el segundo al oeste. Como en la actualidad, había varios fogones en la casa Huapula. Los dos conjuntos centrales tenían una función culinaria. Un metate cubría uno de los fogones, indicando así que el utensilio había sido desplazado y que la organización espacial de la cocina era a veces cambiada. Los 2 fogones periféricos estaban seguramente destinados a la iluminación y como fuente de calor (el sitio está a 1000 m de altura).

Figura 2 – A. Parte superior de la olla 4 aplastada sobre una fosa señalada por un círculo punteado blanco

B. Reconstitución de la boca de la fosa con la olla 4 cortada C. Olla 1 hallada entera en la fosa D. Olla 1 enterrada en fosa E. Olla Jíbaro actual F. Olla Huapula 1

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Siete piedras grandes no talladas, fueron halladas cerca de los fogones centrales (fig. 3A). Eran seguramente soportes que apuntalaban los recipientes de cerámica con base convexa sobre el fuego. En la Amazonía se suele disponer 3 piedras que forman un triángulo o 3 leños alrededor del fuego para mantener una marmita. Las otras piedras restantes servían entonces de herramientas.En el centro del montículo, una pequeña laja con una superficie finamente pulida se utilizó como afilador y una mano rectangular, cuya función secundaria era la de pulidor, para fabricar agujas o puntas. Dos metates ocupaban el centro de la cocina, ubicados paralelamente a menos de un metro, frente a frente, y con sus extremos de evacuación opuestos (fig. 3A). De esta manera, cuando se las utilizaba, las mujeres se hallaban una enfrente de la otra. La molienda se realizaba cerca del calor de las hogueras.Las 2 manos circulares no se encontraban lejos. Las otras 3 rectangulares descubiertas eran demasiado anchas para servir en los metates. Pudieron servir sobre otros soportes no conservados, como por ejemplo, de madera.La cocina estaba localizada en el medio de la habitación, con un grupo principal de fogones que se extendían sobre 4 m2 (fig. 3B). El área ocupada por los fogones centrales, las piedras molares y las ollas de cerámica representa más o menos 15 m2, es decir un sexto (1/6) de la superficie total. Los restos de las 4 ollas grandes, 2 cuencos y de algunas cerámicas se juntaban justo al norte de los fogones centrales. Los tiestos de un mismo recipiente no se habían desplazado más allá de 10 m2, lo que muestra una baja dispersión de los vestigios en el medio amazónico. El exterior de las ollas estaba cubierto por una espesa capa de hollín, producto de diversos pasos por el fuego. La cocina ocupaba el centro de la habitación, agrupando así fogones, ollas y cuencos de cerámica para la cocción, metates y manos de piedra, al igual que diversas plantas alimenticias.

La chicha se preparaba aparentemente en las grandes ollas globulares. Un residuo de alimento pegado en la pared interna de un tiesto de olla, presentaba micro estrías características de la superficie de los granos de maíz, lo que demuestra que el maíz era uno de los componentes de los alimentos que este recipiente contenía. Si bien el maíz se cocina de múltiples formas, al parecer los huapula lo utilizaban sobre todo para la elaboración de la chicha, suave cerveza espesa. Se molían los granos en metates y la harina que se obtenía era mezclada con agua, siendo el agente de fermentación la harina masticada. Aún, hoy en día, en la Amazonía, la chicha de yuca o de maíz es preparada en grandes ollas comparables con aquellas de la cultura Huapula, como por ejemplo en el grupo achuar del valle del Pastaza. Se la ofrece en cuencos de cerámica o de calabaza y se la elabora en grandes cantidades para las fiestas comunitarias.

Figura 3 – A. Área central de la cocina Huapula con los metates, las manos y las piedras de fogón

B. Cocina Huapula de la Tola Central con los vestigios culturales in situ

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Durante la excavación, algunos granos calcinados fueron recuperados en el centro del montículo. Los análisis arqueobotánicos permitieron identificar 18 morfo-especies representativas de 5 familias (Mimosaceae, Passifloraceae, Phytolaccaceae, Poaceae, Rosaceae) y diversos tipos de hongos. Pocos restos botánicos han sido hasta el momento hallados en excavaciones en la Amazonía. Las numerosas macro-plantas calcinadas recolectadas en la Tola Central son interesantes por su diversidad y por su presencia en un contexto doméstico y culinario. El maíz domina ampliamente en el mostrario. Entre las demás plantas de consumo, ya sean salvajes o cultivadas, se identificaron guabas, cerezas, moras y granadillas. Sin embargo, ciertas especies tienen también un uso medicinal como las Inga, Prunus y Phytolacca.En el lado oeste del montículo, no muy lejos de uno de los fogones, se hallaban 2 torteros de cerámica, que servían para hilar el algodón, materia prima ampliamente explotada por los pueblos amazónicos. Podemos suponer que la fabricación del hilo se hacía en este espacio.

4. COMPARACIÓN DE LAS CASAS HUAPULA Y JIVARO

Se puede comprender mejor la distribución espacial de los artefactos y rasgos culturales de la Tola Central, gracias a un análisis etnoarqueológico de las viviendas contemporáneas de la región, como aquel llevado por Zeidler (1983) con los achuar de la provincia de Morona-Santiago. En efecto, se observan numerosas similitudes entre las casas Huapula y Achuar. El grupo Achuar (familia lingüística Jíbaro) ocupa hoy el valle del Pastaza, al este del Upano, a una altura de 200 a 500 m.El patrón de asentamiento Achuar se caracteriza por la casa familiar aislada que constituye la unidad de base. En ciertos casos, 2 ó 3 casas dispersas pueden ocupar una misma área. La casa Achuar tiene forma elíptica con un tejado de caballete (fig. 5A), está generalmente desprovista de paredes externas, salvo en situaciones de conflicto en donde se la cierra y se la protege eventualmente por una alta palizada. Generalmente, sus dimensiones son de 13-15 m de largo por 8-10 m de ancho y 5-7 m de alto (Bianchi & AAVV, 1982). Son excepcionalmente grandes, así, una vivienda de 20 habitantes permanentes medía 23 por 12 m (Descola, 1986: 141). La mayor parte del tiempo, la residencia uxorilocal se compone por una casa que alberga de 5 a 20 personas, es decir al jefe de familia, sus esposas e hijos (Descola, 1986; Zeidler, 1983). La casa Achuar y Shuar está organizada según una dicotomía sexual (Harner, 1995). Si durante la noche, las parejas duermen juntas en diferentes lugares de la casa, el espacio se divide en 2 durante el día: un sector para las mujeres (ekent) y otro para los hombres (tankamash). La cocina y los recipientes se encuentran en la zona femenina. En la masculina en cambio, los bancos permiten recibir a los visitantes, tomar la chicha, comer y fabricar artefactos.Cada adulto ocupa un espacio privilegiado para efectuar todo tipo de tareas, y cada mujer dispone de un área personal con un fogón y sus bienes materiales (Zeidler, 1983). Ciertas tareas y actividades son únicamente realizadas en lugares bien definidos. Así, el maíz es molido en un solo lugar y la chicha consumida en un espacio social central. De la misma manera, la chicha, que se consume en gran cantidad, se conserva aparte. Cada mujer conserva una o más ollas (muits) llenas de chicha junto con cuencos para servirla, en un área de almacenaje. El espacio donde se bebe la chicha es utilizado por ambos sexos. Dos actividades típicamente masculinas se realizan en la periferia de la casa: el afilado de machetes y la fabricación de cerbatanas (fig. 4A). Las camas sobre plataforma (peak) están dispuestas en el contorno de la casa, con un fogón ubicado generalmente cerca al pie de cada una. La reconstitución de las áreas de actividad de la casa Huapula da como resultado una distribución similar a aquella de la casa Achuar (fig. 4B). La molienda del maíz y la cocina se practicaban en el centro. La presencia de 2 metates y sus manos cerca de los fogones centrales y de 2 torteros sugiere que 2 mujeres vivían en la casa. En efecto, en la actualidad cada esposa de una vivienda Achuar, posee sus propios utensilios:

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«el conjunto de utensilios femeninos está duplicado en cada área de actividad e invariablemente está ubicado alrededor de los rasgos domésticos inmóviles, tales como el fogón central, la cama, etc.». (Zeidler, 1983: 172)

Las ollas eran colocadas justo al este de la cocina en donde la presencia de cuencos indica que la bebida era consumida en este espacio. Las ollas globulares corrugadas Huapula son muy parecidas a las ollas corrugadas Achuar actuales (figs. 2E, F), que están generalmente juntas en la zona central del sector femenino. La persistencia de una forma y de un decorado cerámico durante más de un milenio en la provincia de Morona-Santiago es un hecho notable, pero

Figura 4 – A. Áreas de actividades en la casa Achuar (según Zeidler, 1983: fig. 5). Esta casa de Pumpuentza medía 18,2 x 10 m y albergaba a 16 ocupantes

B. Áreas de actividades en la casa Huapula. La excavación por decapado reveló una distribución espacial específica de ciertas tareas al igual que en la casa Jíbaro

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Figura 5 – A. Casa Achuar (según Trupp, 1981: 130) B. Interior de una casa Achuar (según Descola, 1993: foto 13)

no excepcional en la Amazonía (cf. Guffroy en este volumen). El afilado se hacía cerca de la cocina. En fin, la presencia de torteros junto a un extremo, deja suponer que se hilaba el algodón en ese lugar. Los datos arqueológicos indican que la casa Huapula tenía un patrón espacial comparable al de la casa Achuar, es decir con una división del espacio doméstico en 2 sectores (masculino y femenino), así como áreas de actividades individuales y colectivas.

5. CONCLUSIÓN

Debido a la ausencia de datos arqueológicos de este tipo, un análisis comparativo de los diferentes hábitats amazónicos actuales fue llevado a cabo. Inclusive si existen numerosos aspectos en común, cada grupo muestra rasgos distintivos de su modo de asentamiento. La casa Huapula posee muchas características que la vuelven comparable con la casa Achuar o Shuar actual (fig. 5B). Estos pueblos ocupan por otro lado un mismo territorio. Las diferentes características de organización interna de una casa Achuar se encuentran en las huellas de habitación dejadas por los huapula. Extendiéndose en una superficie de 80 m2, la casa Huapula presentaba un plano rectangular con los extremos rectos o redondeados. Dada su dimensión, se puede suponer que albergaba a una sola familia. Al igual que en la actualidad, el equipamiento doméstico era esencialmente

utilizado por las mujeres. Los 2 metates encontrados en la cocina, así como los 2 torteros, corresponden posiblemente a la presencia de 2 mujeres que utilizaban sus propios utensilios. Esto podría ser un indicio de una sociedad polígama comparable con la de los actuales shuar. Pensamos que la cultura Huapula representa la primera aparición Jíbaro en la cuenca del río Upano, lo que indicaría una presencia de este grupo en esta región desde hace más de un milenio.

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Stéphen Rostain

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El Horizonte corrugado: correlaciones estilísticas y culturales

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 347-359IFEA

El Horizonte corrugado: correlaciones estilísticas y culturales

Jean Guffroy*

Resumen

La aparición con cierta contemporaneidad (a finales del primer milenio AD), en toda la periferia de la cuenca amazónica, de recipientes cerámicos de estilo corrugado, parece atestiguar la existencia de un Horizonte singular, resultando de procesos socioculturales complejos. La producción de estos ceramios en Amazonía ecuatoriana y en algunos valles interandinos está muy probablemente ligada con la instalación, y los desplazamientos posteriores, de grupos de población pertenecientes a la subfamilia lingüística Jibaroan. Su presencia al norte y sur de este territorio resulta de fenómenos de difusión diferentes, implicando otros grupos étnicos. Luego, el estilo corrugado parece haber formado parte de un fondo «amazónico», en relación probablemente privilegiada con ciertas prácticas culturales (producción de la chicha) y rituales (urnas funerarias).

Palabras clave: Ecuador, Amazonía, Jíbaros, migraciones, estilo corrugado

L’Horizon corrugado: correlations et implications culturelles

Résumé

L´apparition plus ou moins contemporaine (fin du Ier millénaire AD), à la périphérie du bassin amazonien, de céramiques de style corrugado semble témoigner de l´existence d´un « Horizon » singulier, résultant de processus socio-culturels complexes. La production de ces céramiques en Amazonie équatorienne et dans certaines vallées interandines est très probablement liée à l´installation, et aux déplacements postérieurs, de groupes de population appartenant à la sous-famille linguistique Jíbaroan. Leur présence au nord et au sud de ce territoire résulte de phénomènes de diffusion différents impliquant d´autres groupes ethniques. Le style corrugado semble alors avoir fait partie d´un fond « amazonien », en relation sans doute privilégiée avec certaines pratiques culturelles (production de la chicha) et rituelles (urnes funéraires).

Mots clés : Équateur, Amazonie, Jíbaros, migrations, style «corrugado»

* Directeur de Recherche de l´Institut de Recherche pour le Développement (IRD). E-mail: [email protected]

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Jean Guffroy

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The corrugated horizon: cultural and stylistics correlations

Abstract

On all the periphery of the Amazon basin, corrugated styles appeared more or less simultaneously around the end of the first millenary AD, indicating a distinctive «Horizon» that resulted from complex socio-cultural processes. In fact, the presence of these ceramics in the Equatorian Amazon as well as in some Andean valleys seems closely related to the settlement and to the subsequent movements of populations belonging to the linguistic Jibaroan subgroup. The presence of corrugated wares to the north and to the south of this area is due to different processes of diffusion, which implied other ethnic groups. Therefore, the corrugated style seems to be part of an «Amazonian background», and was probably linked to some cultural (chicha production) and ritual (funeral urns) practices.

Key words: Ecuador, Amazonia, Jivaros, migrations, corrugated wares

1. PRobLeMáTicA

El material arqueológico de estilo corrugado, caracterizado por la presencia de bandas aparentes sobre el cuello y/o el cuerpo de las vasijas (figs. 1-3), fue recolectado en diversas regiones de Ecuador, ubicadas mayormente en el Oriente (cuencas de los ríos Chinchipe, Zamora, Santiago, Huallaga, Upano, Napo, Putumayo). Su presencia fue también comprobada en algunos de los valles interandinos (Loja) y en la vertiente noroccidental (Esmeraldas), sin olvidar su aparición muy temprana en la tradición cerámica Valdivia, que constituye una ocurrencia temporalmente y culturalmente separada de las demás. Recipientes de estilo comparable fueron también encontrados en sectores cercanos, tales como algunos afluentes del río Marañón en Perú (fase Rentema de Bagua, fase Tigrillo en el río Chambira), y la zona de San Agustín en Colombia (Fase Mesetas), pero también en regiones mucho más alejadas: los llanos del Orinoco (complejo Guaribe) y la península Guajira (complejo Portalecci), en Venezuela; y hacia el sur: la cuenca del río Ucayali (Perú), la región de Santa Cruz en Bolivia (complejo río Palacios) y la cuenca del río Grande del Sur en Brasil. Su gran dispersión territorial, en toda la periferia de la cuenca amazónica, así como el carácter tosco de los vestigios asociados han minimizado el interés científico, mientras que su aparición está frecuentemente asociada con un cierto barbarismo (De Boer, 1995). Trataré de demostrar en este articulo que existe una cierta coherencia en la distribución regional de este estilo y que su dispersión refleja complejos y importantes movimientos de poblaciones ocurridos en diversos momentos de la época prehispánica tardía. Los primeros elementos de coherencia, que parecen excluir la hipótesis de una simple convergencia estilística, tienen en la relativa contemporaneidad de la aparición de varios de estos complejos, durante los últimos siglos del primer milenio AD (cuadro 1), así como en las rupturas culturales que introducen en casi todas partes. Otros elementos significativos pueden ser buscados en sus relaciones con ciertos grupos lingüísticos y étnicos. Basándose en la presencia de cerámica corrugada dentro de las tradiciones selváticas del sur de Brasil, B. Meggers (1982) relaciona la difusión de este rasgo con los movimientos de las poblaciones de lengua Tupí-Guaraní, lo que no parece muy convincente si se analiza la repartición de estos grupos en la Amazonía occidental. Para D. Lathrap (1970: 140-141), la presencia del corrugado en el valle del Ucayali se relaciona con poblaciones antecesoras de los grupos de idioma Panoan.

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Obviamente, la distribución de la cerámica corrugada en sectores dispersos sobre una vasta área no puede explicarse fácilmente por el desplazamiento de un solo grupo y tampoco un splo mecanismo de difusión. De hecho, al menos cuatro sub familias lingüísticas históricas diferentes parecen relacionadas con este estilo: Arawak al norte; Jíbaroan y Panoan al este; Tupi-Guaraní al sur. Los complejos cerámicos asociados tienen en cada región caracteres singulares que probablemente reflejan situaciones particulares y procesos de adquisición diversos. Una problemática en algo semejante, y probablemente relacionada, corresponde a la difusión del estilo polícromo, en la misma época, a lo largo del río Amazonas y de sus tributarios. Estos dos grandes estilos tienen relaciones diversas según las regiones. A un nivel muy general, la cerámica polícroma parece más estrechamente ligada con poblaciones establecidas en zonas de «varzea», en las riberas de los ríos, mientras que la cerámica corrugada aparece, en mayores casos, en las cuencas altas y las zonas de montaña. Sin embargo, los dos estilos parecen haber coexistido en algunos sectores, tal como en el río Chambira (fase Tigrillo) (Morales, 1991: 154-155) y están en posición de sucesión en otras áreas, como en la cuenca del Ucayali (Lathrap, 1970), donde el material corrugado de la fase Cumuyanca está reemplazado por el material policromo del complejo Caimino.

Figura 1 – Recipientes de estilo corrugado provenientes de la región de San ignacio (Perú)

Figura 3 – Material de estilo corrugado característico de la fase Huapula (según Rostain, 1999)

Figura 2 – Material cerámico de estilo corrugado proveniente de Loja

a

gfe

d

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2. LA TRAdición coRRugAdA en eL SuR oRienTe ecuAToRiAno

2. 1. La cuenca del río Chinchipe

La cuenca del río Chinchipe ha conocido, al final del periodo prehispánico, una ocupación densa cuyas huellas están todavía visibles en el paisaje. Sitios habitacionales con importantes aplanamientos y arreglos del terreno ocupan una gran cantidad de cumbres, así como terrazas intermedias y pequeñas colinas (Guffroy & Valdez, 2001). Esta población corresponde con toda probabilidad al grupo étnico denominado en los textos etnohistóricos: Bracamoros o Pacamoros, perteneciente al conjunto lingüístico Jíbaro-Kandoshi (Taylor, 1986) (fig. 4). Los mismos textos indican que esta región no fue sometida al imperio Inca y que fue objeto de una temprana colonización, marcada por la fundación de diversas ciudades y quebrada por un sublevamiento general de los grupos indígenas en 1599. Los fechados radiocarbónicos asociados con el material cerámico corrugado (cuadro 1) cubren los últimos siglos que preceden la conquista.

El material cerámico asociado presenta una cierta diversidad que probablemente traduce situaciones y estados de desarrollo sociocultural diferentes. En las zonas un poco apartadas, tal como el curso superior de los ríos Numbala y Loyola y algunos sectores de la ribera oriental del medio Chinchipe, el material recolectado presenta pocos elementos característicos y una variedad muy reducida de formas y decoraciones. Al contrario, en zonas de mayor concentración demográfica, tal como la cuenca del río Vergel, los valles de los ríos Isimanchi y Zumbayacu y la región de San Ignacio en el Perú (fig. 1), el material cerámico es mucho más variado. Las ollas y jarras se reparten en dos principales categorías de formas, producidas en diversos tamaños. El primer grupo corresponde a recipientes globulares de cuerpo globular de cuello recto o ligeramente oblicuo, y el segundo a recipientes de cuerpo más ovoide con cuello entrante. El cuerpo de las vasijas está casi siempre decorado con bandas

aparentes que pueden tener hasta 1,5 cm de largo. Otras modalidades decorativas (impresiones de vegetales, dedos o uñas, líneas incisas, paralelas o oblicuas) están frecuentemente asociadas. Se encuentran también bandas onduladas aplicadas con impresiones de caña, asas hechas de un doble rollo y elementos modelados antropomorfos y zoomorfos pegados sobre el cuello. Los cuencos son relativamente frecuentes y la mayoría de grandes dimensiones. Algunos ejemplares llevan una sola banda abajo del borde, mientras otros tienen su cara exterior enteramente corrugada. Existe por fin un pequeño grupo de pequeños recipientes muy finos decorados con impresiones de cuerdas paralelas al borde.

Figura 4 – Mapa de repartición de los diversos grupos étnicos al fin del periodo precolombino (según Taylor, 1991)

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2. 2. La cuenca del río Zamora

Sitios de ocupación con restos de material corrugado fueron encontrados en la ribera sur de la cuenca media del río Zamora, así como a lo largo de sus afluentes sureños (río Jamboe, Nangaritza) y occidentales (río Quimi). Dos dataciones provenientes de esta zona (cuadro 1) atestiguan la presencia de este material desde el siglo VIII o IX AD. Parece corresponder al grupo conocido a través de los textos de los primeros viajeros como Rabona, de idioma Jíbaro (Taylor, 1986) (fig. 4). Grupos de la etnia Shuar siguen viviendo en diversos sectores de esta cuenca, tanto en las zonas ribereñas como en terrenos del interior. El material corrugado no apareció hasta el momento en la ribera norte del río Zamora entre las ciudades actuales de Zamora y Yantzata (Guffroy & Valdez, 2001). La presencia en esta zona de otra tradición cerámica (Piuntza) parece confirmar los datos históricos que señalan la presencia de grupos no jíbaros (bolaños y gonzavales) en este sector (fig. 4). Estos grupos podrían haber estado bajo influencia cultural Cañari. El material corrugado está de nuevo presente en la cuenca baja del río Zamora (Ledergerber, 1995), así como en la zona de Gualaquiza, donde existen grandes recipientes con numerosas bandas aparentes.El material recolectado en esta región presenta por lo general muy poca decoración. Es particularmente notable la ausencia de varios atributos asociados con este horizonte en los sectores más occidentales tal como: las asas de doble rollo y las bandas modeladas perforadas. El material, muy rustico, presenta frecuentemente una sola banda ubicada abajo del labio. Las bandas son bastante finas (0,3-04 cm) y poco salientes. Las formas representadas son un poco más variadas, con jarras de gran cuello oblicuo, pequeñas ollas sin cuello y grandes cuencos. La cerámica corrugada fue producida por los grupos jíbaros hasta recientemente. Existen sin embargo evidencias que testimonian de la adopción reciente (¿siglo XX?) de otra técnica decorativa, con pintura policroma, copiada de grupos vecinos.

2. 3. La cuenca alta y media del río Catamayo

Los rasgos diagnósticos de la tradición corrugada están también presentes en toda la cuenca alta del río Catamayo, en la vertiente occidental de los Andes (Guffroy, 2004). Su área de dispersión está limitada, al oeste, por el río Puyango, al sur, por el río Calvas y, al norte, por la sierra de Saraguro. Su ausencia en la cuenca media del río Calvas (Macará, Zapotillo), así como en la zona ubicada al oeste de la cordillera de Celica, parece confirmar el poco interés de estos grupos por los sectores más áridos de la provincia. Esta preferencia por las tierras más altas y más frías, señalada en las crónicas (Caillavet, 1985), podría explicar también la reducida densidad de población del valle de Catamayo/La Toma, anteriormente a la llegada de los incas. Su expansión hacia el norte parece haber sido limitada por la presencia anterior de gente de filiación Cañari, aunque incursiones, e implantaciones dispersas, podrían haber ocurrido hasta el río Jubones.

cuadro 1 – Fechados radiocarbónicos asociados con material de estilo corrugado

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Toda esta zona está ocupada al momento de la conquista por diversos sub grupos pertenecientes a una misma etnia conocida bajo el nombre genérico de Paltas (fig. 1). Los calvas ocupaban la parte sureña del sector (zona de Cariamanga), mientras los Malacatos estaban ubicados en la cordillera y los valles más orientales.La falta de fechados absolutos no permite determinar, actualmente, si la entrada de los grupos paltas en la sierra lojana se realizó contemporáneamente con la instalación de los otros grupos jíbaros en las áreas orientales vecinas, o si las dos ocupaciones corresponden a etapas distintas separadas por unos siglos. Sin embargo, las dataciones asociadas con la fase anterior de Desarrollo Regional ubican esta llegada posteriormente al siglo VII AD. La presencia, en el valle de Catamayo, de varios sitios del fin del periodo de Desarrollo Regional que parecen haber tenido funciones estratégicas y defensivas deja suponer la existencia de una época, más o menos prolongada, de conflictos, que podría haber precedido a la entrada de los nuevos grupos. La total desaparición de los rasgos culturales característicos de las sociedades anteriormente asentadas en la cuenca alta del río Catamayo sugiere un reemplazo fuerte, sino general, de las poblaciones, causado por el aniquilamiento o la fuga de los antiguos pobladores. La relativa amplitud del territorio correspondiente implica probablemente una cierta coordinación de los invasores. Teniendo en cuenta el mayor desarrollo tecnológico de los grupos andinos, que los beneficiaba, al menos parcialmente, con la disponibilidad de armas de metal, así como con una organización territorial preexistente, se puede también suponer que la fuerza de los invasores se sustentó en otros fenómenos, tal como una mayor belicosidad o un número superior de beligerantes. Los diversos autores que estudiaron este conjunto —Verneau & Rivet (1912); Jijón y Caamaño (1997); Caillavet (1985); Taylor (1986; 1991); Guffroy (2004)— pusieron en evidencia la estrecha relación que parece haber existido entre los grupos Paltas y los grupos de filiación lingüística jíbaro más orientales. Esta relación se basa, entre otros rasgos, sobre la cercanía de los idiomas hablados por los paltas, los malacatos y los bracamoros con las lenguas jíbaras actuales. Testimonian todavía de esta cercanía, la presencia, tanto en la sierra lojana como en las cuencas de los ríos Chinchipe y Zamora, de numerosos topónimos que acaban en nam/num (nama y numa en su transformación quechua) o en tsa/ntsa (contracción del jíbaro entza que significa curso de agua). Según M. Gnerre (citado por Taylor, 1991: 446), la palabra «Palta» sería un índice importante de la identidad jíbara de los grupos serranos. Este término no haría referencia al fruto del mismo nombre, como lo pensaba Garcilaso Inca de La Vega, pero al término «patal» o «patan» que define una relación de parentesco entre los grupos Achuares y Aguarunas del Perú. La presencia en este mismo territorio del material cerámico corrugado refuerza claramente estos lienzos.Esta cercanía no parece haber implicado intercambios importantes entre los diferentes grupos, cuyos vestigios materiales indican más bien un alto grado de autarquía. Esta situación cambió con la conquista Inca, época durante la cual se generaliza en la región el uso de instrumentos metálicos y de otros bienes, tales como los camélidos y los cuyes, que parecen haber entrado hasta la selva baja (Caillavet, 1985). Existen diversos indicios que sugieren un desarrollo diferenciado de los diversos grupos, que podría reflejar ciertas evoluciones socioculturales e influencias venidas de las regiones vecinas. En las zonas que parecen haber soportado la mayor densidad de población (Catacocha, Vilcabamba, Chinchipe) podría haber existido una cierta jerarquía de los yacimientos, que se habría acompañado de una mayor coordinación y segmentación social. Mientras que en otros sectores seguían desarrollando agrupaciones acéfalas unidas solamente en tiempo de conflictos exteriores.Las prácticas funerarias constituyen una de las actividades que atestiguan la existencia de singularidades dentro del conjunto Palta. El enterramiento colectivo de cuerpos bajo rocas y abrigos rocosos está generalizado en los sectores serranos que corresponden a la margen sur del río Catamayo, a la cordillera oriental (hasta el río Jubones), así como a las cuencas de los afluentes del río Chinchipe. Mientras tanto, la deposición de cuerpos en grandes urnas enterradas está comprobada entre los «paltas» ubicados al norte del río Catamayo, en la región de Catacocha, y en la cuenca media del río Zamora (Guffroy & Valdez, 2001). Prácticas comparables existen dentro de grupos de tradiciones culturales diferentes, vecinos o más lejanos (litoral Pacífico, región de Macará y Ayabaca, Oriente ecuatoriano...).

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El material cerámico asociado con estas poblaciones (fig. 2) es por lo general burdo. Al igual que el material cerámico del Chinchipe, los tres atributos más característicos del Horizonte corrugado en Loja consisten en la presencia de bandas aparentes abajo del labio, de bandas modeladas sinuosas con perforaciones y de asas de doble rollo. Un primer elemento común dentro el material cerámico de esta época consiste en la alta frecuencia de las pastas cerámicas de color rojizo, que indican una atmósfera de cocción no reductora, probablemente obtenida en hornos abiertos sencillos. La mayoría del material recolectado parece corresponder a una producción no muy especializada, probablemente casera, basada en unos pocos estándares. Estas condiciones de producción explicarían tanto el carácter burdo, como la alta diversidad de las formas de recipientes. El mayor porcentaje de vasijas decoradas, observado en algunos sitios, así como la frecuencia de ciertos tipos de mayor fineza podrían reflejar diferencias de desarrollo, y tal vez estatuto, entre los diversos establecimientos y sectores. Pero, tampoco se puede excluir que traduzcan etapas cronológicas distintas, tal como el periodo de ocupación Inca, o los primeros tiempos de la Colonia. Dentro del material recolectado en Catamayo y Catacocha la decoración corrugada no es frecuente y se limita, por lo general, a una o dos bandas sobrepuestas (fig. 2d, e, f). Los recipientes con un gran número de bandas son, al parecer, más comunes en las regiones de Vilcabamba (fig. 2a) y Cariamanga así como en toda la zona oriental hasta Amaluza. Aunque están presentes en todas las áreas, las asas hechas de dos rollos yuxtapuestos (fig. 2a, b, c) parecen tener también una mayor frecuencia y popularidad en la misma zona oriental. En ciertas partes de la provincia de Loja (Catamayo, Vilcabamba...), así como en el alto Chinchipe la cerámica corrugada está asociada con otro elemento diagnóstico que podría tener un origen diferente: las bandas modeladas onduladas, decoradas con impresiones circulares. Este elemento decorativo (fig. 2d, e, f, g) está ausente en las regiones más orientales y norteñas, y está escaso en algunas variedades locales de la cerámica Palta, tal como el material recolectado en Catacocha. Este rasgo forma parte de los elementos decorativos característicos del material cerámico del grupo Chachapoyas (tipo Cuelap aplicado) (Shady, 1971: 59-60), establecido en el norte del Perú, entre los ríos Marañón y Huallaga. Este grupo comparte otros rasgos culturales comunes con los grupos Paltas-Bracamaros, entre los cuales: el esquema de implantación, que privilegia las zonas ubicadas encima de 2 000 m de altitud; la práctica de enterramiento dentro de abrigos rocosos; y la presencia de topónimos Jíbaros. Estas semejanzas podrían explicarse por la relativa vecindad de los grupos que habría facilitado los intercambios. También, pueden estar relacionadas con los orígenes de las diversas poblaciones y los movimientos que afectaron la zona de ceja de montaña durante los siglos VIII al X AD.Otro estilo cerámico, caracterizado por el uso de pintura púrpura o negra sobre cuencos, botellas y pequeñas jarras, está presente con frecuencias muy variables en diversos sectores y sitios. Plantea problemas particulares que conciernen a su naturaleza y a su grado de relación con los otros componentes. Tanto Collier & Murra (1943), como Almeida (1987), integran este material pintado a la tradición Palta, mientras que Jijón y Caamaño (1997) considera este estilo como característico de otra tradición, contemporánea del periodo inca. De hecho, sus características propias así como su total ausencia dentro del material contemporáneo de los grupos orientales que según las fuentes históricas no fueron conquistados por los incas, parecen confirmar que se trata de un grupo de material particular (en relación con las libaciones y ritos funerarios) introducido durante el periodo Inca, dentro de los grupos paltas, con una popularidad y frecuencia variable, pero, por lo general, más importante que los otros rasgos «incaicos» (Guffroy, 2004).

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2. 4. Otros sectores sur orientales: ríos Utcubamba, Chambira, Upano, Pastaza, Napo

Un material cerámico comparable fue encontrado en Bagua, en la ribera sur del Marañon (fase Rentema) (Shady, 1971), donde parece corresponder a ocupaciones tardías (¿transición Inca- colonial?) y de corta duración. Está también presente más al este, en la cuenca del río Chambira (fase Tigrillo) (Morales, 1991), y, al norte, en el valle del Upano (Fase Huapula de Sangay) (Rostain, 1999) y la cuenca alta del Paztaza (Porras, 1975). Los diversos fechados asociados con la fase Huapula (cuadro 1) son comparables con aquellos obtenidos en la cuenca del Zamora y indican una instalación en la zona probablemente posterior al siglo VIII AD. Como lo mostró Rostain (1999) la distribución de los diversos vestigios (ollas corrugadas, metates, fogones) provenientes de un mismo suelo de ocupación presenta semejanzas con la organización del espacio de los grupos Jíbaros modernos. De nuevo, la presencia del material corrugado en estas regiones parece ser claramente ligada con la instalación y el desplazamiento de diversos grupos de la subfamilia Jíbaroan, ocurridos al fin del periodo prehispánico o después de la Conquista. El material proveniente del Upano (fig. 3) y del Paztaza enseña una cierta diversidad en los tamaños y formas de las ollas, así como la presencia casi sistemática de numerosas bandas aparentes con impresiones de dedo. Sin embargo, existen ciertas singularidades en comparación con el material del Chinchipe y Loja. Numerosos rasgos sureños, tales como las asas de doble rollo, las bandas modeladas perforadas, las incisiones profundas, y los cuencos con exterior corrugado no aparecieron, hasta el momento, en esta región. Por otro lado, dentro del material de la fase Huapula del Upano existen ollas de formas semejantes a las demás, pero decoradas con pintura blanca sobre fondo rojo, que no se encontraron más al sur. En Chambira (Morales, 1991), el material corrugado está mezclado con otros estilos, entre los cuales un estilo policromo inciso comparable con el estilo Napo. Al contrario, en la cuenca del río Napo (Evans & Meggers, 1968), el material corrugado (fase Catacocha) corresponde a asentamientos posteriores al material policromo Napo (¿principios de la Colonia?).

3. HAciA eL noRTe

Recipientes corrugados aparecieron en dos otras provincias ecuatorianas ubicadas más al norte: en la región de Cuyabeno y la cuenca del río Sucumbios en la frontera nororiental (Aguilera et al., 2003) así como y en el valle alto y medio del río Cayapas en la vertiente occidental (De Boer, 1995).

3. 1. Cuyabeno

El material recolectado en las cuencas de los ríos San Miguel (Putumayo) y Sucumbios presenta una cierta variedad de formas y técnicas decorativas, diferentes de las modalidades sureñas. Los recipientes son por lo general de menor tamaño. Las decoraciones complejas, integrando impresiones de dedos, uñas o palos, son frecuentes. Este material está asociado con fechados calibrados comprendidos entre 1040 y 1290 AD (cuadro 1). En algunos sitios, tal como Lago Agrio, el material corrugado está mezclado con otro estilo cerámico formado de bandas pintadas de color blanco y rojo. El material corrugado aparece también en zonas vecinas del sur de Colombia, tal como San Agustín. Su introducción en la fase Mesetas (alrededor de 1180 AD) marca una ruptura importante en el desarrollo cultural local, indicando la llegada de nuevas poblaciones (Willey, 1971).

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Además de estas correlaciones estilísticas, existen elementos que sugieren un lienzo más estrecho con las poblaciones sureñas. Toda esta región corresponde al territorio ocupado de la época histórica por los grupos Cofanes, cuyos ancestros podrían ser ligados con la dispersión de este material. La relación establecida por los lingüistas (Greenberg, 1960) entre la lengua Cofán y los idiomas Jíbaros, todos agrupados dentro de la subfamilia Jibaroan, podría traducir un origen común. La presencia de material corrugado en esta región resultaría de un movimiento de grupos Jíbaroan hacia el norte, posteriormente a su entrada sureña y después del siglo X AD.

3. 2. Esmeraldas

En la cuenca del río Cayapas, De Boer (1995) ha registrado la existencia de cerca de 50 sitios con material corrugado, atribuidos a la fase Tumbaviro. Los sitios son de pequeña extensión, y generalmente ubicados sobre puntos culminantes en sectores ínter fluviales. Este modelo de asentamiento particular es comparable a lo observado por los grupos sur orientales. La única fecha radioarbónica asociada (cuadro 1) ubica esta tradición a finales de la época precolombina. La técnica decorativa corrugada no es muy común dentro del material Tumbaviro, la gran mayoría de los recipientes no están decorados. Está asociada de manera privilegiada con unas grandes jarras de cuello oblicuo, cuyo cuerpo puede ser cubierto por bandas aparentes casi hasta el fondo. Existe también dentro de este material varias otras formas de recipientes que parecen tener un lienzo más estrecho con las formas de la fase anterior Herradura. No es posible asociar esta cerámica con uno de los diversos grupos indígenas locales descritos por los primeros viajeros (Cayapas, Aucaes, Lachas, Oncones,Yambas). Sin embargo, existen, de nuevo, ciertos elementos lingüísticos que parecen relacionar estas manifestaciones con la tradición antes descrita. De hecho, aunque esta atribución está discutida, algunos lingüistas (Greenberg, 1960) ubican en esta misma región, un idioma desaparecido, el «Esmeraldas» que constituiría el tercer miembro de la subfamilia Jíbaroan (fig. 5). La presencia de la tradición corrugada y de un idioma relacionado con el Cofán y el Jíbaro en esta zona, podría reflejar la venida de grupos de origen oriental, después mezclados con otras etnias de orígenes Chichba y asimilados en el complejo Barbacoa.

3. 3. Los llanos de Orinoco y la costa caribe

Recipientes decorados con la técnica del corrugado están presentes, al lado de otros estilos, en diversos sectores del norte del continente tales como el río Cararé, en el este de Colombia; dentro del complejo Guaribe de los llanos del Orinoco; y en los conjuntos dabajuroides de la península Guajira (complejo Portacelli). Aparece generalmente como un estilo minoritario dentro de conjuntos dominados por los estilos pintados (blanco sobre rojo en Guaribe, negro sobre rojo

Figura 5 – dispersión de los grupos de la subfamilia Jíbaroan y principales sectores donde aparece la cerámica corrugada en América del Sur

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en Portacelli) (Willey, 1971). Todos estos complejos están asociados con fechas posteriores al siglo IX AD. El material de estilo Uramuca, recolectado cerca del golfo de Venezuela en el valle del río Manicora (Verteeg & Rostain, 1997), se compone de vasijas utilitarias decoradas con la técnica del corrugado y de otro componente conformado por vasijas finas decoradas con pintura o motivos aplicados zoomorfos. Es interesante anotar la presencia en esta región de asas hechas de doble rollo, parecidas a aquellas del sur ecuatoriano. En la isla cercana de Aruba, los mismos autores recolectaron algunos tiestos de ollas corrugadas sencillas y urnas funerarias, mezcladas con el estilo de motivos aplicados. La presencia corrugada parece mucho menos importante en comparación con el continente. La fecha más temprana para este sitio es de 1080 +/- 50 BP, mientras que otras dataciones confirman su ocupación durante los siglos posteriores (cuadro 1). Este material está relacionado por Veersteg & Rostain (1997) con los grupos dabujaroides (Caquetíos) de la subfamilia lingüística Arawak. Otros grupos étnicos (Guajiros, Guanebucan, Bobures) estaban instalados en la misma área. Recipientes corrugados y asas hechas de un doble rollo aparecen también puntualmente dentro del material de tradición arauquinoïde del bajo Orínoco y de la costa de Guyana (Rostain, com. pers.).En cuanto a la presencia del corrugado en esta parte del continente, y particularmente en el medio Orinoco, es necesario señalar la presencia en la misma área de un cuarto grupo de la subfamilia Jíbaroan: los Waruros (fig. 5). El aislamiento de este grupo, cuya cerámica actual no es corrugada, testimonia de los importantes movimientos de poblaciones intervenidos en la cuenca amazónica, en diversas épocas.

4. HAciA eL SuR

4. 1. Valles de los ríos Ucayali y Pachitea

D. Lathrap (1970) ha señalado la presencia de material corrugado en los valles de los ríos Pachitea y Ucayali, donde esta técnica decorativa aparece con la fase Cumancaya, asociada con una datación de 1040+/-80 BP. En el sitio epónimo, la variedad predominante corresponde a bandas pinchadas con el dedo; la técnica de bandas aparentemente sencilla es muy poco representada. Las decoraciones son sin embargo más diversas dentro del material más tardío (complejo Tournavista) atribuido a los Cashibos protohistóricos (subfamilia lingüística Panoan) (1970: fig. 52).El material corrugado representa solamente 20 % de los tiestos de la fase Cumancaya, también caracterizada por la presencia de un otro estilo (rojo sobre pardo entre incisiones). Para Lathrap, la llegada del tipo cerámico corrugado corresponde claramente a un cambio de poblaciones, las mismas (subfamilia Panoan) que serán posteriormente desplazadas del valle bajo por los ancestros de los grupos omagua y cocama (subfamilia Tupí) portadores de la cerámica policroma de estilo Caimito.

4. 2. Sureste de Bolivia y Brasil

Parte del material del complejo río Palacios, proveniente del sureste boliviano (región de Santa Cruz) presenta las mismas características generales que el material corrugado de Cumancaya. D. Lathrap (1970) insiste particularmente sobre la similitud de las técnicas de decoración (con pinchado de dedo) y de ciertas particularidades en las formas. Algunos de estos recipientes fueron usados como urnas funerarias. Se encuentran mezclados con otro estilo de decoración aplicada y recipientes trípodes. Este complejo está fechado (Willey, 1971: 423) en los años 1500 AD. Materiales parecidos están también asociados con sitios Guaranis en el Chaco y este de Brasil.

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El Horizonte corrugado: correlaciones estilísticas y culturales

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En el sureste de Brasil, la cerámica corrugada aparece en la cuenca del río Grande del Sur con la fase Maquine, ubicada en 900-1000 AD, con un desplazamiento posterior hacia el sur y el norte. La técnica corrugada corresponde a uno de los tres estilos decorativos característicos de la cerámica Tupi-Guaraní (al lado de las técnicas de pintura y brochado) y está presente como cerámica predominante o secundaria sobre varios sitios de la región. Tal como en el Ucayali y Bolivia, la variedad predominante corresponde al corrugado con pinchado de dedo. Para Willey (1971: 423), el complejo Tupi-Guaraní, tal como es conocido, representa el aporte y la síntesis de diversas influencias amazónicas dentro de la tradición de los antiguos residentes. El material corrugado proveniente de Perú, Bolivia y Brasil se caracteriza por su reducidad variedad de técnicas, la presencia sistemática de otros estilos asociados y un fuerte parecido que parece traducir una estrecha relación entre los diversos complejos.

5. SínTeSiS

La correlación de los datos arqueológicos, ethnohistóricos y lingüísticos permite relacionar directamente la presencia del material corrugado en el suroriente ecuatoriano con la dispersión de los grupos protohistóricos y modernos de idioma Jíbaro. La llegada de estos grupos en el sector de ceja de montaña comprendida entre la cuenca alta del río Napo y el río Marañón parece intervenir posteriormente al siglo VII AD. La relación que podría existir entre estos movimientos de poblaciones y los fenómenos climáticos (particularmente las fuertes precipitaciones) que habrían afectado la cuenca amazónica al fin del primer milenio AD (Colinvaux, 1989) queda por aclarar. Grupos aparentados (los paltas) se instalan, probablemente en la misma época, en toda la cuenca alta del río Catamayo. En todos estos sectores, se nota la desaparición de los rasgos culturales anteriores. Una cierta diversidad del material arqueológico, por lo general burdo, permite establecer la existencia de varios subgrupos con rasgos particulares, así como niveles de desarrollos probablemente diferentes. Así, las poblaciones establecidas en el valle medio del río Chinchipe y a lo largo sus afluentes beneficiaban probablemente de una concentración demográfica importante y de un desarrollo al parecer más floreciente que sus vecinos del Catamayo y del Zamora. El material corrugado de este región se singulariza también por la ausencia de otro estilo asociado, tal como es el caso en varias de las demás zonas.Movimientos de otros grupos de la subfamilia lingüística Jíbaroan parecen haber tenido lugar después del siglo X hacia el norte de Ecuador y suroriente de Colombia, donde aparece también el material corrugado. Otros desplazamientos posteriores, tal vez ligados con las transformaciones producidas por las conquistas incas y españoles, explicarían la presencia del mismo estilo en zonas periféricas al conjunto inicial, tales como la ribera sur del río Marañón, el río Napo y el río Cayapa. El material asociado con estas manifestaciones tardías es por lo general poco variado y muy sencillo.La presencia de material corrugado en las regiones más norteñas y sureñas resulta obviamente de fenómenos diferentes, aunque posiblemente correlacionados. Podría reflejar tanto procesos de recomposiciones étnicas como de difusiones culturales. La relativa contemporaneidad de los complejos más tempranos no contradice la hipótesis de la dispersión de un núcleo relativamente homogéneo cuyos representantes habrían desarrollado, en las cuencas de los afluentes norteños del Marañón, características culturales y lingüísticas propias, formando los grupos de la subfamilia Jíbaroan, mientras que durante sus incursiones más al norte y al sur (donde el estilo corrugado aparece mezclado con otros estilos) se habrían integrado a etnias de otras orígenes. Las manifestaciones norteñas y sureñas forman claramente conjuntos distintos, las primeras siendo al parecer un poco más cercanas de los estilos surecuatorianos. Más luego, el estilo corrugado vendría a ser parte de un fundo amazónico, adoptado por grupos vecinos (tal como los quechuas canelos en la actualidad). Es notable que en varios sectores, a parte de ser

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ligado con la producción de la chicha, los recipientes corrugados están frecuentemente usados como urnas funerarias. Otro fenómeno de dispersión, contemporáneo o ligeramente posterior, explicaría la difusión de la tradición policroma, causando en algunas regiones el reflujo de la tradición corrugada hacia sectores periféricos más accidentados.

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Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60 70Fax: 445 76 50 - E-mail: [email protected]

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Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Banco Central de Reserva del Perú - Embajada de Francia en el Perú

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Instituto Colombiano de Antropología

e Historia (ICANH) - Embajada de Francia

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Entre Vegas y Valdivia: la fase San Pedro en el suroeste del Ecuador

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 361-376IFEA

Entre Vegas y Valdivia: la fase San Pedro en el suroeste del Ecuador

Henning Bischof*

Julio Viteri Gamboa (†)

Resumen

Un tema que ha quedado en suspenso por algún tiempo, es la introducción de la cerámica en la costa del Ecuador. Con su excavación en Valdivia, los autores trataron de comprobar y ampliar las observaciones previas de Emilio Estrada (Estrada, 1961). Sobre un estrato precerámico, se descubrió una nueva fase cerámica — San Pedro —, demostrablemente pre-Valdivia ya que los estratos que la arrojan en forma exclusiva, fueron cortados a su vez por un pozo del Valdivia 1. Se discutirán las opiniones emitidas por otros autores sobre estos hallazgos, a la luz de los datos actuales.

Palabras clave: arqueología, cerámica formativa, Valdivia, San Pedro, Ecuador

Entre Vegas et Valdivia : la phase San Pedro dans le sud-ouest de l’Équateur

Résumé

Un thème peu traité ces dernières années est celui de l’apparition de la céramique sur la côte de l’ Équateur. Grâce aux fouilles de Valdivia les auteurs ont tenté de vérifier les observations faites par E. Estrada (Estrada, 1961) et d’en savoir davantage. Au-dessus d’une couche précéramique, une nouvelle phase céramique —San Pedro— a été découverte ; il est possible de démontrer qu’elle est pré-Valdivia puisque les couches qui contiennent la céramique San Pedro sont perforées par une fosse de l’époque Valdivia 1. Dans cet article les opinions d’autres auteurs sont discutées à la lumière des données actuelles.

Mots clés : archéologie, céramique formative, Valdivia, San Pedro, Équateur

* Reiss-Engelhorn-Museen Mannheim, Alemania. E-mail: [email protected]

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Henning Bischof, Julio Viteri Gamboa (†)

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Between Vegas and Valdivia: the San Pedro phase in southwestern Ecuador

Abstract

The introduction of pottery on the coast of Ecuador has attracted little attention for some time. In order to confirm and expand previous results by Emilio Estrada (Estrada, 1961), the authors extended his original cut «J» at the Valdivia site.Above basal preceramic layers, a new pottery fase —San Pedro— was discovered. The strata that only yielded this type of pottery are demonstrably pre-Valdivia because they were cut by a pit containing Valdivia 1 pottery (Hill, 1972-1974). These results have been referred to by several authors whose opinions are discussed here on the basis of present data.

Key words: archaeology, Formative ceramics, Valdivia, San Pedro, Ecuador

AntEcEdEntES

Han pasado cincuenta años desde que Emilio Estrada (1956) descubriera la cultura Valdivia, así llamada por lo que entonces fue su mayor yacimiento conocido (fig. 1). Los elementos principales de esta «fase» nueva fueron dados a conocer tres años más tarde (Evans et al., 1959). Quedó por definirse su periodo inicial, tarea que Estrada abordó con la excavación del corte J en la parte más antigua del sitio. El trabajo de campo fue conducido por el desaparecido Julio Viteri Gamboa (Quito, 8 de enero 1908-Milagro, 28 de enero 1986), reconocido como coautor de esta ponencia por su dedicación incansable. En el informe preliminar sobre el corte J, Estrada presenta su evaluación personal de lo logrado:

«A la luz de los nuevos descubrimientos de la cultura Valdivia, y a los cuales nos referimos más adelante, se aprecia que el periodo A de nuestra cultura se inicia con cerámica cruda, con pocos elementos decorativos simplísimos, sobre un complejo cultural precerámico». (Estrada, 1961: 5)

Resultados que no llegaban a incorporarse cabalmente en la monografía posterior (Meggers et al., 1965: 17, 88, figs. 50-51; Bischof, 1979: 358, nota 73; Marcos, 1988, 1: 86). Por encargo de los organizadores del Primer Simposio de Correlaciones Antropológicas Andino-Mesoamericano realizado en Salinas, del 25 al 31 de julio de 1971 (Daggett, 1978), y con el deseo de reabrir la discusión sobre la estratigrafía temprana de Valdivia, Viteri volvió a excavar una sección del antiguo corte J, ampliándolo hacia el noreste (fig. 2). Invitó al autor presente, junto con la arqueóloga peruana Rosa Fung (Lima), a documentar la estratigrafía revelada en los perfiles del corte. Después del simposio, Viteri y el autor presente decidieron continuar el trabajo en forma mancomunada (Bischof & Viteri, 1972). Ha llegado el tiempo de revaluar las evidencias recuperadas, con el fin de estimular nuevas investigaciones para resolver los interrogantes que aún subsisten. Después de todo, estamos tratando de un paso constitutivo dentro del proceso de Neolitización forjado por las antiguas sociedades en la costa del Ecuador. Aunque haya alternativas más o menos precarias, la tecnología cerámica ofrece a una población sedentaria la mejor opción de procesar los alimentos vegetales producidos por una agricultura cada vez más desarrollada, lo que con más conveniencia se logra en vasijas resistentes al fuego.

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Entre Vegas y Valdivia: la fase San Pedro en el suroeste del Ecuador

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Figura 1 – Sitios San Pedro en el suroeste del Ecuador

Figura 2 – El sitio Valdivia (G-31) según Meggers et al. (1965: fig. 4), con la localización aproximada del corte Viteri (1971/1975) y de la «cisterna» (1971)

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Henning Bischof, Julio Viteri Gamboa (†)

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1. LA FASE SAn PEdRo En LA EStRAtiGRAFíA dE VALdiViA

La excavación del Corte Viteri, sector E, trató de seguir en lo posible a los estratos físicos («naturales») que se destacaron en los perfiles ya preparados del corte (fig. 3). Debajo de un estrato superficial de la cultura Guangala, apareció el conocido basural cenizoso formado en su mayor parte durante los periodos 2-5 de la fase Valdivia (Hill, 1972-1974: lám. IV-VI; Bischof, 1979: fig. 16 a-h). El único elemento estratigráfico notable dentro de este basural fue una antigua grieta de erosión que bajaba en forma irregular, llevando en su sedimento de arena amarilla, numerosos artefactos Valdivia arrastrados, mayormente tiestos cerámicos, objetos líticos y restos de moluscos. Felizmente, la grieta no afectó a los estratos inferiores, ni al pozo o aplanamiento artificial que ocupaba el sector noreste del corte (unidad E 6), y cuyo relleno solo contenía fragmentos cerámicos del periodo Valdivia 1 (Bischof & Viteri, 1972: fig. 1; Hill, 1972-1974: lám. II), fuera de dos fragmentos decorados de lo que después vino a denominarse cerámica San Pedro (Bischof, 1979: fig. 8 g-h)1. Este pozo o aplanamiento, a su vez cortaba la parte superior de una formación arenosa, acumulada a manera de playa o duna contra el pie noreste de un promontorio cercano a la desembocadura del río Valdivia que puede haber contribuido a su formación (estratos E 7-20).

1

Esta asociación no es necesariamente significativa en términos culturales. Los tiestos pueden haber sido introducidos al rellenarse el pozo en la antigüedad o durante la excavación que hicimos, al raspar la pared y el fondo del pozo antiguo.

Figura 3 – Valdivia (G-31) 1971, estratigrafía del corte Viteri, sector E (Perfil sur) El canal de erosión a la derecha quedó fuera del área de la excavación estratigráfica cuyos límites

indica la línea punteada (según Bischof 1973b: fig. 1)

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Entre Vegas y Valdivia: la fase San Pedro en el suroeste del Ecuador

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Debajo de una capa amorfa de unos 15 cm, interpretada como superficie disturbada por el tránsito peatonal o agencias naturales, se descubrieron una serie de 7-8 fogones superpuestos dentro de sedimentos arenosos que contenían abundantes piedras quemadas, trozos de carbón vegetal y restos de fauna marina, especialmente huesos de pescados relativamente pequeños. Al mismo tiempo, y de forma inesperada, se hallaron fragmentos de una cerámica desconocida, denominada San Pedro por los autores. Los fogones y hornos pavimentados, con las capas de arena intercaladas, alcanzaban la altura total de unos 1,40 m, señalando la presencia de un asentamiento de pescadores aún relativamente pequeño en los alrededores, núcleo de lo que vino a ser el pueblo de Valdivia posteriormente. De otra manera, esta zona de fogones podría haber sido un sitio de aprovisionamiento frecuentado por personas radicadas en zonas alejadas, tal vez tierra adentro, que se dedicaban a la pesca durante ciertas horas o temporadas. Los deshechos culturales más antiguos se encuentran incrustados en el fondo natural de greda que se asemeja a la superficie de una zona pantanosa al margen de un manglar.Esta misma formación estratigráfica había sido identificada por Julio Viteri en el año de 1960 durante su excavación del corte J, sectores d-f (Lyon, 1972-1974: 36-37), tratándose de la primera vez que se pudo definir un estrato físico con contenido cultural propio en el sitio de Valdivia. Una foto publicada por Meggers et al. (1965: lám. 9c) muestra a Viteri en el momento de enseñar a Emilio Estrada el lugar de un hallazgo cerámico especial, encima de un banco de tierra dejado sin excavar en el sector f. Según Viteri explicó al autor presente, este banco de tierra al mismo tiempo servía como testigo de la capa arenosa basal que tanto Estrada como él consideraban precerámica2 —conclusión comprensible en vista de que los estratos precerámicos del corte Viteri aumentan hacia el antiguo corte J (Bischof, 1973b: fig. 1)—. Los estratos San Pedro de todas maneras no habrán arrojado un mayor número de tiestos cerámicos (Véliz, 1971).La lámina 10b de Meggers et al. (1965) indica que la serie de fogones precerámicos y San Pedro registrados en el corte Viteri, continuaba en el corte J. Sin embargo, el análisis de los hallazgos a última hora se efectuó según el llamado «Método Ford» (Marcos, 1988, 1: 83-84), es decir en referencia a niveles métricos horizontales. Ya que estos no tomaron en cuenta el declive de los estratos físicos, se entremezclaron sus contenidos culturales. No sorprende entonces que los pocos fragmentos de cerámica San Pedro probablemente presentes en el corte J (d-f), no fueron reconocidos entre los abundantes tiestos Valdivia procedentes en realidad de los estratos fisicamente superpuestos (Meggers et al., 1965: figs. 50-51).Mientras que los autores excavaban el corte Viteri (1971), algunos vecinos de Valdivia abrieron una trinchera de prospección unos 40 m hacia el noreste, según declararon «para un reservorio de agua» dentro de sus propios terrenos. Esta «cisterna» fue profesionalmente excavada, manteniéndose las paredes verticales hasta el piso estéril a los 2,10 m de profundidad. Se permitió al autor presente recoger varios lotes cerámicos superpuestos en su parte más baja, a los 2,10-1,40 m de profundidad, y sobre una superficie de 4,80 x 0,70 m. Los lotes recuperados sin selección alguna (Bischof, 1979: figs. 10-13, 14) sirvieron a Betsy Hill (1972-1974: 2-4) para confirmar su definición del periodo Valdivia 1. Merece destacar en esta ocasión que la secuencia Valdivia esbozada por Hill (1972-1974), no es un mero paráfrasis pormenorizado de la seriación anterior, como opinan Raymond et al. (1998: 160), sino que proyectó por primera vez una imagen nítida de los inicios y desarrollo temprano de la fase Valdivia así como de sus periodos tardíos. No se encontró ningún fragmento San Pedro en los lotes cerámicos de la «cisterna», así que puede suponerse que el yacimiento San Pedro no se habrá extendido a este sector. En lo que se refiere al periodo Valdivia 2, por otra parte, sus formas y decoraciones diagnósticas aparecieron por encima de las capas del Valdivia 1, a los 0,70 m sobre el piso natural (profundidad 1,00-1,40 m; Bischof, 1979: fig. 15).

2

El hecho de que Emilio Estrada reconociera este estrato precerámico basal de Valdivia, consta en su carta de instrucciones para Julio Viteri, escrita durante la excavación de los sectores e-f del corte J. Agradezco al Ing. Antonio Viteri una copia fotostática de esta carta conservada en su archivo personal.

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Una segunda excavación conjunta en Valdivia se realizó a principios de 1975, ampliándose el corte de 1971 hacia el sur (Bischof, 1979: fig. 5). El volumen de los deshechos culturales cernidos (6 m3) en este sector (G) fue algo mayor que en el sector E estudiado en 1971 (4,8 m3), y salió un número correspondiente de tiestos San Pedro, exclusivamente —30 en total—, algunos de los cuales podían ser pegados a los 27 fragmentos encontrados anteriormente (figs. 4-6).En los últimos dos estratos encima del piso natural de greda, no se registraron hallazgos cerámicos esta vez tampoco. Queda así en pie la antigua propuesta de Estrada y Viteri, de alguna ocupación precerámica en Valdivia, aunque cabe admitir que la ausencia de cerámica podría ser fortuita en vista de su escasez en las capas superpuestas. Si este yacimiento formaba o no parte de la fase Las Vegas, solo podría determinarse en base a un estudio comparativo muy detallado de los artefactos líticos que aún no ha sido realizado. Entre los estratos pre- o acerámicos y aquellos que arrojaron cerámica San Pedro, no se observó ningún cambio en la utilización del espacio ni en el proceso de formación del mismo sedimento. Si la densidad muy baja de unos 5-6 fragmentos cerámicos por metro cúbico cernido es representativa para otros sitios con cerámica San Pedro, su presencia será dificil de detectar en prospecciones superficiales y sondeos de otros sitios, pero de todos modos es factible gracias a la evidencia de Valdivia.

2. SAn PEdRo y EL PERiodo VALdiViA 1: APREciAcionES cERáMicAS

La pasta de la cerámica San Pedro es homogénea, densa y fina, con pocos granos de arena mayores, y relativamente dura. En las superficies cuidadosamente alisadas (San Pedro Alisado) y hasta pulidas (San Pedro Pulido), generalmente se notan las estrías finas de la herramienta empleada. El color marrón grisáceo más o menos oscuro de los cerámios se debe a la escasez del oxígeno al momento de la cocción. Este conjunto de rasgos técnicos distingue a la cerámica San Pedro del tipo Valdivia Inciso cuya decoración también es diferente según las muestras publicadas (Meggers et al., 1965: 63-65 y láminas correspondientes). En los estratos superiores San Pedro, algunos rasgos técnicos se acercan a las modalidades del Valdivia temprano: la pasta más arenosa/granulosa, líneas de pulimiento brillantes, y una cocción que admitió más oxígeno resultando en un color rojizo (fig. 4).

Aún en el material ampliado por la excavación del año 1975, la única forma cerámica documentada es una olla globular relativamente pequeña con el labio doblado hacia arriba, o cuello cilíndrico bajo ligeramente evertido a veces, similar a la forma 18 de Valdivia (Meggers et al., 1965: 92, figs. 54, 56). Del estrato San Pedro más alto procede el fragmento de un cuenco con borde biselado interior (fig. 4, derecha), parecido a la forma 2 del Valdivia Inciso Línea Ancha (Meggers et al., 1965: fig. 24; Marcos, 1988, 1: 232, n˚ 47). Por falta de decoración, sin embargo, no puede confirmarse si formaba parte del conjunto cerámico San Pedro.Según parece, el ajuar cerámico San Pedro presente en Valdivia, consiste de una sola clase de ollas. Ya que los

alimentos generalmente se prepararon al fuego abierto, o por medio de piedras calentadas, la rareza de las vasijas cerámicas y su tamaño pequeño indican que cumplieron alguna función importante pero especial. Esto lo confirma el porcentaje muy alto de tiestos decorados —

Figura 4 – Valdivia (G-31), cerámica procedente de los estratos San Pedro superiores

(corte Viteri, E 5 y G 7-8) Dibujos H. Bischof

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Entre Vegas y Valdivia: la fase San Pedro en el suroeste del Ecuador

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Figuras 5 y 6 – Valdivia (G-31), cerámica procedente de los estratos San Pedro medios e inferiores (corte Viteri, E 7-18, G 12-19)

Dibujos H. Bischof

67,5 %— según el cual, casi todas las superficies estaban decoradas por su mayor parte. Son pertinentes las observaciones de Augusto Oyuela acerca de las funciones sociales de la cerámica, aparte de las «utilitarias» (Raymond et al., 1998: 166-167). En este sentido, la cerámica San Pedro proporciona un ejemplo aún mejor que San Jacinto (Colombia) donde solamente un 20-30 % de los tiestos llevan decoración.Como queda notado, el estilo de decoración San Pedro difiere de los tipos Valdivia Inciso/Inciso Línea Fina (Meggers et al., 1965: láms. 61-64 y otras), a pesar de que puede repetirse tal cual componente particular de los motivos, como las fajas con hachurado cruzado3. Los diseños se trazaron en forma muy precisa por líneas incisas, o más bien cortadas en la arcilla húmeda. La mayoría de los motivos se componen de líneas rectas equidistantes. A veces forman diseños complejos que no son simétricos y pueden incorporar áreas llenadas por meandros simples. En varios casos, una serie de triángulos concéntricos alternados cubre toda la parte superior de la vasija. Como elementos especiales deben nombrarse el hachurado en zonas, simple o cruzado, así como las diagnósticas líneas zig-zag que rodean al borde.El contraste muy marcado entre la cerámica San Pedro y aquella del Valdivia 1, estratigráficamente superpuesta en el corte Viteri, unidad E 6 (Bischof & Viteri, 1972: fig. 1; Hill, 1972-1974: lám. II; Bischof, 1979: fig. 9), indica que el hiato estratigráfico observado era significativo también en términos culturales.

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En primer lugar, se observa una especialización técnica-funcional de la cerámica Valdivia 1 que constituye un gran avance en referencia a lo que se conoce de la cerámica San Pedro. Ahora, las vasijas destinadas a cocinar, transportar y distribuir líquidos, se distinguen claramente de aquellas para el uso personal, en términos tecnológicos así como por su forma y decoración (DeBoer, 2003): ollas y cuencos grandes sin decoración de los tipos Pozo Ordinario, Pozo Pulido en Líneas, y Pozo Pulido (Bischof, 1979: 356-359); ollas con decoración peinada o en algunos casos, decoradas con incisiones más o menos cuidadosas; cuencos para el servicio personal más finamente elaborados, con decoración rasguñada. Hay otras diferencias como el acabado de las superficies y la presencia de un engobe rojo, aunque a veces mal logrado, que por primera vez se emplea en forma sistemática en el Valdivia 1. Incluso empezaron en aprovecharse ya en este periodo temprano hasta las propiedades tecnológicas de las diferentes pastas cerámicas para usos distintos (Marcos, 2003: 21). La cantidad impresionante de tiestos presentes en cualquier contexto Valdivia señala que ahora, sí, la cerámica formaba parte integral de la vida cotidiana y ceremonial. De todo esto se desprende que la separación terminológica entre la fase San Pedro por un lado, y Valdivia por el otro, no es arbitraria, a pesar de que se noten ciertos elementos de continuidad entre ambas tradiciones alfareras. Esta se expresa, por ejemplo, en las pequeñas ollas que guardan una relación estrecha con sus antecedentes San Pedro (Bischof, 1979: fig. 8c: San Pedro, y 10d: Valdivia 1). Su decoración incisa, sin embargo, en el Valdivia 1 se traza en forma irregular (Hill, 1972-1974: 4). Una relación directa se manifiesta también en la decoración incisa con esmero, relativamente rara en el Valdivia 1 de Valdivia (Bischof, 1979: fig. 14 l-m, o-p). Lo mismo se observa en referencia a los motivos «rasguñados» del Valdivia Inciso Línea Fina temprano. Por otro lado, el fragmento de un cuenco con decoración San Pedro procedente de Montañita, similar a una forma Valdivia encontrada en la «cisterna» (Bischof, 1979: fig. 12c), en términos tecnológicos se parece mucho a las pequeñas ollas del estrato San Pedro más alto de Valdivia (Bischof, 1979: fig. 8c). Según este hallazgo, el desarrollo de formas específicas para determinadas funciones se habrá iniciado ya en los tiempos tardíos de la fase San Pedro —en este caso, imitando cuencos cortados de un mate—. En OGSE-80, sitio tipo de la cultura Las Vegas, efectivamente se registró la presencia de Lagenaria siceraria en la costa del Guayas desde épocas muy remotas (Stothert, 1988: 215-216).La validez de la fase San Pedro después de todo eso, no depende solamente de 57 tiestos seleccionados sin contexto, impresión errónea sugerida por varios comentaristas (p. e. Ledergerber, 1983: 29, 30; Schwarz & Raymond, 1996: 208, nota 2; Raymond et al., 1998: 160). Más bien, se basa en una formación estratigráfica que excede los 1,40 m en profundidad y que atestigua actividades sostenidas vinculadas con la preparación de alimentos, mayormente de origen marino. Un hiato cultural se nota en referencia al Valdivia 1, periodo que separó a su vez, la fase San Pedro del Valdivia plenamente desarrollado (Periodos 2-5) con su gran variedad de técnicas decorativas, entre ellas el llamado «Valdivia Inciso». Si la calidad de la cerámica San Pedro es superior a los fragmentos supuestamente contemporáneos de Achallán en la Península de Santa Elena (Stothert, 1976: 91-93; 1988: 232-233), esto se debería tal vez a su mayor cercanía a la región donde se habría desarrollado la tecnología cerámica en la costa del Ecuador4.

3 El fragmento decorado con rectángulos cuadriculados (Meggers et al., 1965: lám. 183f), originalmente considerado como posible muestra de la cerámica San Pedro, probablemente forma parte del conjunto Valdivia 1 ó 2, según un hallazgo gemelo en Real Alto (Damp, 1979: lám. 84a). Meggers (1987: 27) hace notar por otra parte que los otros dos fragmentos mencionados en un principio (Bischof & Viteri, 1972: 549), encajan dentro de las normas del Valdivia Inciso (Meggers et al., 1965: 64j, q).

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3. áREA dE diFuSión conocidA. EStRAtiGRAFíAS coMPARAdAS

No se ha realizado una búsqueda sistemática de asentamientos San Pedro en los años transcurridos desde su primer descubrimiento. Sin embargo, fragmentos cerámicos con decoración tipo San Pedro —o parecida a ella— han sido detectados en cuatro lugares más: El Encanto (Puná), Punta Concepción, Real Alto, y Montañita (fig. 1). Los datos estratigráficos de El Encanto, isla de Puná, corresponden en parte a los que se dieron en Valdivia: dos de los siete fragmentos se encontraron directamente superpuestos a un asentamiento precerámico tardío (Porras, 1973: 155-159, lám. 30e, h; Damp & Vargas, 1995: 159-60). Es difícil saber hasta qué punto agentes naturales o antropógenos, e incluso el método de excavación métrica, afectaron el contexto estratigráfico de los demás fragmentos cuya atribución al San Pedro merece comprobarse. Entre los hallazgos de Punta Concepción en la península de Santa Elena, sitio tipo del Valdivia 1 (Hill, 1972-1974: 2-3), figura por lo menos un fragmento tipo San Pedro, según los dibujos que la desaparecida investigadora Betsy Hill hiciera accesibles oportunamente al autor presente. El sitio es notable por la ausencia de hallazgos Valdivia 2. Por otra parte, los tiestos con decoración incisa, más frecuentes aquí que en el material Valdivia 1 de Valdivia, señalarían una continuación de las tradiciones San Pedro. J. Scott Raymond pudo demostrar que la planta de la aldea tenía forma de herradura, por los restos de moluscos concentrados alrededor de las supuestas casas (Marcos, 1988, 1: 86). Sin embargo, la capa cultural muy superficial no permitió establecer subdivisiones estratigráficas, ni tampoco parecen haberse recuperado contextos habitacionales tales como pisos de vivienda, pozos o fogones.En Real Alto (excavación J. Damp) se encontraron cinco tiestos con decoración San Pedro ubicados estratigráficamente entre el Valdivia 1 y el Valdivia 2 (tardío), según opinan los excavadores en base a las respectivas profundidades métricas (Damp, 1979: fig. 3; 1988: fig. 2; Damp & Vargas, 1995: 161, fig. 13.4). Sin embargo, la distribución de los tiestos San Pedro en una profundidad uniforme parece señalar un antiguo nivel de superficie. Por otra parte, Damp (1988: fig. 4) informa sobre los numerosos pozos y trincheras de cimentación que ocurren en esta parte de Real Alto, difíciles de observar bajo las condiciones locales. El mismo reconoce que «la mezcla muy extensa de los restos desechados en realidad impide en un basural tan profundo como aquel de Real Alto, de evaluar y controlar la clasificación [Valdivia] de Norton» (Damp, 1979: 90; traducción H. B.). El material más profundo del Valdivia 1, en estas condiciones bien puede proceder de unos pozos que perforaron la antigua superficie sobre la cual yacían los tiestos San Pedro. Me refiero especialmente a las numerosas «apachitas» o «túmulos» (Damp, 1988: 69-71) que más bien deben ser interpretadas, igual que los famosos «cairns» de Loma Alta, como material lítico depositado en el fondo de algunos pozos de almacenamiento cuyos límites superiores no se lograron de observar (Marcos, 1986: 31-32; Marcos & Michczynski, 1996: 97).Finalmente, en el sitio de Montañita, Provincia del Guayas, redescubierto en el año de 2005, una búsqueda superficial arrojó por lo menos un fragmento San Pedro entre abundantes materiales del Valdivia 1 y 2, disturbados por el corte del basural practicado durante la construcción del oleoducto de Manta, kilómetro 59, y la actividad de excavadores clandestinos posteriores. Evidentemente se trata de un centro importante situado unos 15 km al norte de Valdivia. Sus restos visibles cubren unos 150 x 80 m encima de una montaña aplanada que forma parte de una terraza pleistocénica, unos 30 m sobre el fondo fertil de un pequeño valle. El suelo cenizoso típico de un basural Valdivia se extiende sobre la parte superior de la falda sur fuertemente empinada, alcanzando una profundidad de 1,30 m. Montañita ocupa una posición ecológica

4 Según Stothert (1988: 232), la cerámica encontrada en Achallán en conjunto «llenaría una cucharilla de té». Por su pasta arenosa, podría tratarse de tiestos Valdivia fuertemente erosionados, posibilidad que ya fue considerada por Karen Stothert (1976: 91).

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privilegiada similar a la de Valdivia, la que permite un acceso fácil tanto a los recursos marítimos como a los terrestres, ya que el cauce principal del río dista unos 650 m hacia el sur mientras que la playa actual del mar solo dista unos 300 m en dirección oeste. En todos los cuatro sitios, los tiestos fueron seleccionados de lotes cerámicos más amplios, por su decoración parecida al San Pedro; solo Porras (1973: 159) se refiere también a los rasgos tecnológicos. Dada la baja frecuencia de hallazgos cerámicos en los estratos San Pedro de Valdivia, no sorprende el número reducido de tiestos identificados en cada uno de los sitios. Según ellos, el área de difusión de la cerámica San Pedro es de marcada orientación marina. Cubre la parte sur del área cultural Valdivia, ceñiéndose a la costa oeste de la provincia del Guayas.

3. 1. Elementos de cronología relativa en el sitio de Valdivia

Todos los sedimentos arenosos encima del antiguo fondo de manglar, se acumularon durante los periodos precerámicos y San Pedro, posiblemente debido a la tala del manglar y destrucción de la vegetación sobre la colina colindante causada por la presencia del hombre. Cabe destacar que dentro de esta formación que llegó a alcanzar unos 1,70 m de espesor en el corte J, ningún hallazgo señala una ocupación contemporánea —o antecedente— del Valdivia 1 cuestas arriba. La propuesta de Damp & Vargas (1995: 162) a tal efecto probablemente fue causada por la localización errónea de la «cisterna» en el mapa publicado por el autor presente (Bischof, 1979: fig. 4)5. El basural Valdivia 1 en realidad se extiende en la parte baja hacia el noreste, de donde ningunos materiales pueden haber sido arrastrados por agencias naturales, hacia el área del corte Viteri sobre las estribaciones del promontorio (fig. 2).No hay evidencia intrínseca cultural o radiométrica que permita calcular el tiempo transcurrido durante la acumulación de los estratos San Pedro: puede tratarse de pocos años o hasta de varios decenios. La capa amorfa encima de ellos, formada cuando cesaron las actividades culinarias en este sector, sin embargo indica cierto lapso de tiempo transcurrido. El lote cerámico Valdivia 1 recuperado por encima de los estratos San Pedro procede de un corte practicado en la superficie de los mismos, sea en forma casual, como camino erosionado, o sea intencional, como aplanamiento para una terraza o casa. No se trata de una grieta de erosión como lo imaginan Damp & Vargas (1995: 162), pero su relleno de igual manera puede haber sido redepositado ya que los fragmentos cerámicos encontrados en el mismo, son pequeños y proceden de muchas vasijas diferentes. Según los datos actuales, los basurales del Valdivia 1 se concentran en el fondo de la ensenada formada por el mismo promontorio y las colinas colindantes hacia el este. Muchos tiestos recuperados de la «cisterna» abierta en esta zona relativamente abrigada, representan una gran parte de las respectivas vasijas, lo que demuestra que esta vez, sí, se trata de basura primaria. Consta en la «cisterna», igual como en el corte Viteri, la superposición del Valdivia 2 sobre el Valdivia 1 —continuidad estratigráfica y tipológica evidente que difícilmente admite una fase San Pedro entrecalada entre los dos—. Las hipótesis de Damp & Vargas (1995: 162) sobre la secuencia cultural, y la forma del asentamiento durante las épocas tempranas, no son convincentes porque pasan por alto la topografía local de Valdivia. Esta se impone tan fuertemente que las comparaciones con sitios localizados en áreas planas como Loma Alta o Real Alto, son muy poco iluminantes.

4. cRonoLoGíA RAdioMÉtRicA

La secuencia de las fases o periodos Precerámico (¿Las Vegas?)/Acerámico > San Pedro > Valdivia 1 > Valdivia 2 > Valdivia 3 y posteriores, queda demostrada por superposición estratigráfica en

5

El sondeo D de Emilio Estrada, apenas mencionado por Evans et al. (1959: 15), tampoco parece ser ubicado correctamente en relación al corte J (Meggers et al., 1965: 16 y fig. 4).

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el corte Viteri. Una nota discordante introducen las mediciones del radiocarbono que se refieren al estrato pre- o acerámico en el fondo de la estratigrafía de Valdivia, porque a primera vista parecen ser muy recientes frente a la antigüedad del Valdivia 1(a) vislumbrada por otros autores. En eso, sin embargo, hay algo de relativo ya que John W. Hoopes (1994: 18-19) con buenas razones puso en tela de juicio precisamente los ensayos más antiguos GX-5269, ISGS-448 y GX-5267. A pesar de eso, siguen encabezando la lista de James A. Zeidler (2003: 509, tabla A 1) quien propone en base a ellos, una antigüedad de 4400-3800 calA.C. para un sub-periodo «Valdivia 1a», y 3800-3300 calA.C. para un sub-periodo «Valdivia 1b» (Zeidler, 2003: 519, tabla A 2). Las cifras para el periodo Valdivia 1 en conjunto oscilan entre 5400-4850 calA.C. (GX-5269) y 3340-2920 calA.C. (L-1042C; Zeidler, 2003: tabla A 1), hecho que debería despertar dudas y en todo caso, requiere explicación. Aun muestras bien documentadas procedentes de contextos antropógenos, al parecer no siempre valen como hitos de la historia cultural. Es desconocido si hay antecedentes de los materiales Valdivia 1 registrados en Valdivia (Bischof, 1979) que justificarían la antigüedad superior que se les atribuye a los hallazgos tempranos de Real Alto y Loma Alta. En lo que se refiere al periodo Valdivia 1, sus subdivisiones Valdivia 1a y 1b nunca han sido demostradas por medio de hallazgos y contextos arqueológicos. Fuera de la evidencia de Valdivia publicada por el autor presente (Bischof, 1979), ni siquiera existen pruebas para poder definir el Valdivia 1 y 2 como periodos separados, ya que el manuscrito de Betsy Hill sobre Punta Concepción quedó sin publicar. El cansancio de realizar y publicar esta clase de estudios básicos (Damp, 1988: 25; Damp & Vargas, 1995: 157), en estas condiciones es prematuro y por lo demás, mal apropiado en cualquier campo de investigación científica, sea como fuera su respectiva orientación teórica.Se disculpará al autor presente de interpretar los datos en forma diferente, dando prioridad a la estratigrafía observada, y fácil de comprobarse en Valdivia. Seis de los siete ensayos que se refieren al estrato más profundo (E 20) de la formación precerámica/San Pedro, basados en muestras de carbón vegetal, dieron fechas entre 3650-3370 calA.C. y 3360-2930 calA.C., sin tomarse en cuenta el ensayo Hv-4675 que resultó más reciente por razones desconocidas6. El mismo lapso de tiempo está indicado por las muestras procedentes de las capas correspondientes del corte J de Estrada (Meggers et al., 1965: 149, Tabla G). Según estos datos, la ocupación precerámica/San Pedro más antigua de Valdivia ocupará algún lapso de tiempo entre 3600 y 3350 calA.C.

6 Agradezco al Dr. Mebus Geyh, Jefe del «14C- und 3H-Labor des Niedersächsischen Landesamts für Bodenforschung» (Hannover, Alemania), la elaboración de los siguientes ensayos (Bischof, 1973a: 270-273), los que fueron calibrados amablemente por su sucesor Prof. Dr. Manfred Frechen, jefe del Departamento Científico de lo que hoy viene a ser el «Leibniz-Institut für Angewandte Geowissenschaften» (Hannover), en comunicación personal del 7 de julio 2006:

código años a.p. cal. (probabilidad 68,2 %) proveniencia contextoHv-4673 4335 ± 100 3305 – 2760 a.C. Loma Alta, J 160 Valdivia 1/2Hv-4837 4095 ± 90 2860 – 2495 a.C. Valdivia, Viteri, E 3 Valdivia 3/5Hv-4838 4260 ± 100 3015 – 2665 a.C. Valdivia, Viteri, E 4 Valdivia 2/3Hv-4674 4510 ± 95 3355 – 3040 a.C. Valdivia, Viteri, E 20 PrecerámicoHv-4675 4075 ± 110 2860 – 2470 a.C. „ PrecerámicoHv-4839 4535 ± 55 3355 – 3100 a.C. „ PrecerámicoHv-4840 4495 ± 140 3360 – 2930 a.C. „ Precerámico

Otra muestra elaborada por la Dra. Marianne Münnich, entonces Directora del Laboratorio 14C del «Institut für Umweltphysik der Universität Heidelberg» (Alemania), fue calibrada por el Dr. Bernd Kromer de la misma institución (com. pers., 16 de agosto 2006):código años a.p. cal. (probabilidad. 68,2 %) proveniencia contextoHd-3810 4760 ± 80 3640 – 3510 a.C. Valdivia, Viteri, E 20 Precerámico

Nota: el rango indicado tiene una probabilidad del 53,4 %; otro rango para el mismo ensayo, es de 3430–3380 a.C., con una probabilidad del 14,8 %.

Dos mediciones fueron efectuadas por el Illinois State Geological Survey, gracias a la oportuna intervención de Donald W. Lathrap (Ziólkowski et al.,1994: 147; calibradas según Zeidler, 2003: 510, tabla A1):código años a.p. cal. (probabilidad. 68,2%) proveniencia contextoISGS-275 4700 ± 80 3630 – 3370 a.C. Valdivia, Viteri, E 20 PrecerámicoISGS-274 4580 ± 80 3500 – 3100 a.C. „ Precerámico

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Ya que los estratos San Pedro parecen haberse formado en un tiempo relativamente corto, los comienzos del Valdivia 1 bien podría remontarse hacia 3550-3500 calA.C. La mayor parte de los datos presentados por Marcos & Michczynski (1996: 98, tabla 1 y fig. 1a) está compatible con este reordenamiento. Como consecuencia positiva, la duración del periodo Valdivia 1 se reduce de los 1 100 años calculados por Zeidler (2003: 319) a unos 300-400 años es decir, 3500-3200 calA.C., aproximadamente. Con sus márgenes de error impresionantes, las dataciones por termoluminescencia admiten la «cronología corta» aquí propuesta, la que implica al mismo tiempo un ritmo más acelerado de las innovaciones (cerámicas) en el Formativo de la costa del Guayas (Marcos & Michczynski, 1996: 111, apéndice 2).Los mismos autores (Marcos & Michczynski, 1996: 97) no dejan de identificar la causa probable de la discrepancia entre expectativas y resultados recibidos:

«Por otra parte, el reuso y la costumbre de reemplazar los postes de las paredes podrían indicar que un buen porcentaje de la madera quemada en los fogones y hornos instalados dentro de pozos, consistió de antiguos materiales de construcción desechados. Maderas resistentes como el algarrobo y guasango proporcionarían una fecha varios siglos más antigua correspondiente al tiempo cuando se cortó el arbol y no cuando acabó de ser usado como leña» (traducción H. B.).

Peor todavía, el carbón procedente de un tronco quemado en realidad informa sobre algún episodio de su crecimiento, lo que facilmente puede añadir siglos al resultado de la datación. Muchos ensayos fecharán entonces la antigüedad de la vegetación talada en vez del contexto cultural asociado. Tal vez no sea una coincidencia que el fenómeno de las dataciones discordantes, y especialmente aquellas de antigüedad excesiva, se presente con mayor agudez durante el Valdivia 1 cuando se talaba el bosque primario para crear campos de cultivo.Un detalle relevante al tiempo de comparar fechas, es el hecho que el carbón utilizado para las dataciones procedentes del corte Viteri, en gran parte procede de ramos, al contrario de lo que se ha sugerido para las muestras de Real Alto y Loma Alta. Muchos ramos al parecer sirvieron como brochetas para tostar las enormes cantidades de pescados pequeños cuyos huesos dan una matiz marrón a los estratos de basura precerámica/San Pedro. Esta práctica culinaria resultó en una combustión incompleta de la madera, explicándose así la abundancia de trozos carbonizados (Bischof & Viteri, 1972: 551, fig. 1), en contraste con las capas Valdivia del sitio tipo y en otros sitios. El segundo método principal de la preparación de alimentos en un ambiente aún largamente precerámico, es por medio de piedras calentadas, y también es más factible con ramas en vez de troncos. Son abundantes las piedras quemadas de tamaño mediano, fracturadas en forma angular, que por su mayor parte procederán de fogones pavimentados similares a los que fueron observados también en otros sitios fuera de Valdivia (Stothert, 1988: 90). En todo caso, las muestras de carbón vegetal del corte Viteri, representan los eventos culturales por fecharse en forma bastante directa, lo que no es tan cierto en Real Alto ni en Loma Alta como se ha visto. Para llegar a una cronología confiable de los inicios de la fase Valdivia, se necesitan más datos de estratigrafía comparada y un control aún mejor de las muestras usadas para las dataciones.

concLuSionES

En la base norte de un promontorio cercano a la desembocadura del río Valdivia, alrededor de 3600 calA.C. llegó a formarse una zona de sedimentos naturales entremezclados con desperdicios humanos. Ella se extiende sobre un área mínima de 15 x 8 m, alcanzando por lo menos 1,60 m de grosor en su centro situado en el sector f del antiguo corte J de Emilio Estrada. Este área fue intensamente utilizada para la preparación de alimentos, tal vez por los ocupantes de una, o más probablemente varias casas familiares. Si bien faltan datos específicos sobre su contexto social (Raymond et al., 1998: 160), de todas formas se habrá tratado de un grupo sedentario que

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llevaba una vida de pescadores, siquiera por temporadas. Lo demuestran los abundantes restos de la fauna marina entre los cuales predominan los huesos de pescados relativamente pequeños. La misma preferencia de especies pequeñas como la anchoveta y la sardina, ha sido observada en sitios del Arcáico peruano (Shady, 2003: 103). Este tipo de pesca no es eficiente con anzuelos sino que requiere redes flotantes que en el Perú, desde el 4to milenio A.C. se tejieron de algodón, cultígeno cuya presencia no puede confirmarse tan tempranamente en el Ecuador, sin embargo (Marcos, 1998: 296-297). En vista de la cantidad de restos vegetales carbonizados preservados en el corte Viteri, es de lamentar que se perdieron las muestras orgánicas y del suelo guardadas en la antigua casa de Presley Norton al inundarse el barrio de Urdesa (Guayaquil), siniestro que también afectó las colecciones de otros investigadores. Volviendo a la cerámica San Pedro encontrada en este contexto estratigráfico, la pista dada hace unos 35 años no ha sido perseguida por varias razones, entre las que figura el entusiasmo despertado por el descubrimiento de los horticultores del Formativo temprano en la costa del Ecuador (Raymond, 1999; 2003).Aún si no todas las interrogantes han sido resueltas, los datos actuales permiten sostener que la cerámica San Pedro, fue un antecedente del Valdivia 1. Hasta la fecha nada indica de que se haya desarrollado localmente en ninguno de los cinco sitios donde fue encontrada —Montañita, Valdivia, Real Alto, Punta Concepción y El Encanto— de manera que su región de origen queda por ubicarse. Ya que la cerámica San Pedro no apareció en ninguno de los sitios estudiados por los proyectos conducidos en el interior del valle de Valdivia (Raymond, 1999: 157, nota 3), pero saltó a la vista en una visita casual al sitio de Montañita, su filiación con el ambiente litoral es evidente. Efectivamente, Raymond (1999: 153) deplora la ausencia de datos sobre las poblaciones de la faja costeña durante el Formativo temprano y en la época precerámica antecedente.En resumidas cuentas, los orígenes de la cerámica en la costa del Ecuador están todavía sin elucidar a los cincuenta años después del descubrimiento de la cultura Valdivia. Ninguna hipótesis trata del origen del periodo Valdivia 1, con la excepción de lo que sugiere el descubrimiento de Altomayo (Damp & Vargas, 1995: 165-166)7. Los argumentos esbozados en el trabajo presente, favorecen su desarrollo a partir de una base San Pedro.En lo que se refiere a esta fase San Pedro, Betty J. Meggers (1987: 27-28, fig. 15) se empeñó en demostrar la similitud de sus motivos incisos con la decoración cerámica de tres sitios del Jomon Temprano tardío, o Jomon Medio temprano, en la bahía de Tokyo, isla de Honshu. Sin considerar probabilidades, su sugerencia de que no debería excluirse sin más estudio la posibilidad de que existan antecedentes Jomon de la cerámica San Pedro, quedará en pie hasta que una alternativa

7 Los trozos de barro quemado en la casa precerámica de Altomayo cerca de Real Alto, atribuida a una fase «Chuculunduy» concebida para cubrir el espacio de tiempo entre Las Vegas y Valdivia (4650-3500 calA.C.), no se relacionan con ninguna tradición alfarera. Sin embargo, las figurinas simples de piedra asociadas hacen recordar aquellas del Valdivia 1.

haya sido demostrada científicamente.

Finalmente, una nota acerca de la rareza de objetos cerámicos en la primera fase de su introducción a una sociedad precerámica, hecho que en el caso de San Pedro ha confundido a tantos autores. En La Galgada, departamento de Ancash (Perú), se encontró una sola vasija cerámica dentro de un sitio ceremonial esencialmente precerámico (Grieder et al., 1988: figs. 158-159). La vasija, similar a los mates tallados de Huaca Prieta por su forma, tamaño y el hecho de estar decorada, habrá cumplido funciones rituales análogas (Bischof, 1999: 107). De paso demuestra que al lado de la hipótesis del origen «casero» de la cerámica (Raymond et al., 1998: 167-168), de ninguna manera puede descartarse su origen dentro de un contexto ritual, seguido por la transmisión de objetos o conocimientos cerámicos de una sociedad a la otra. Solo cuando la mayor parte de la población llegaba a reconocer las ventajas y posibilidades de la nueva tecnología, comenzarían a producirse vasijas en grandes cantidades y con funciones diversas, como lo demuestra el ejemplo del conjunto cerámico Valdivia 1.

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Referencias citadas

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El pensamiento simbólico de los habitantes de La Florida (Quito-Ecuador)

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 377-395IFEA

El pensamiento simbólico de los habitantes de La Florida (Quito-Ecuador)

María del Carmen Molestina Zaldumbide*

Resumen

Las excavaciones en la Necrópolis del Yacimiento de la Florida (Quito, Ecuador) han arrojado una serie de datos sobre el pensamiento fúnebre de sus habitantes durante el Periodo de Integración. La cronología temprana demuestra que la cultura Negativo del Carchi o Capulí se extiende desde La Florida hacia el Norte. Sepulturas similares se han estudiado en la zona de Otón (Pichincha), el Carchi y Nariño (Colombia).

Palabras clave: arqueología, sepulturas, Periodo de Integración del Ecuador

La pensée simbolique des habitants de La Florida (Quito-Équateur)

Résumé

Les excavations dans la Necrópolis de la Florida à Quito-Équateur, ont apporté de information, en relation avec la mort, l´idéologie de ses habitants au cours de la Période d´intégration. Pendant cette période, la culture Negativo del Carchi aussi appelée Capulí, s´est répandue dans le territoire de La Florida et vers le Nord de ce territoire. Des sépultures similaires ont été étudiées dans la zone d´Otón, El Carchi et Nariño (Colombie).

Mots clés :: archéologie, tombeau, Période d’Integration de L’Équateur

* Catedrática de la Universidad Del Pacifico (Quito-Ecuador). E-mail: [email protected]

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The symbolic thought of the La Florida´s people (Quito-Ecuador)

Abstract

Excavations in the necropolis of the archaeological site of La Florida (Quito, Ecuador) has produced evidence of the funeral practices of its inhabitants during the Integration Period. The early chronology of the site demonstrates that the culture of Negativo del Carchi or Capuli extends from the La Florida site to the north. Similar tombs have been studied in the Otón zone (Pichincha), in Carchi Province, and Nariño (Colombia).

Key words: archaeology, tombs, Ecuadorian Integration Period

InTRoduccIón

La zona objeto de esta investigación corresponde a la Meseta de Quito en la Provincia de Pichincha-Ecuador y más concretamente al Distrito Metropolitano de Quito. La Meseta de Quito forma parte de La Hoya del Guayllabamba. Al norte, limita con el nudo de Mojanda-Cajas y al sur por el de Tiopullo, al oeste el Pichincha que forma parte de la Cordillera Occidental y que a su vez está constituida por tres elevaciones volcánicas: el Guagua Pichincha, el Rucu Pichincha y el Cóndor Guachana. Al este se encuentran los volcanes Cayambe, cerro Puntas, Ilaló, Antisana y Cotopaxi y al oeste los valles de Cumbayá, Tumbaco, Los Chillos y Machachi.Desde el punto de vista geológico el vulcanismo de origen cuaternario propio del callejón interandino dio como resultado la formación de cangahua y sedimentos fluvio-lacustres que rellenan grandes depresiones como la cuenca de Quito-Guayllabamba y que ha modelado el paisaje característico de la Sierra ecuatoriana (Alvarado Cevallos, 1996: 9).La ciudad de San Francisco de Quito está situada en la parte más angosta de la Meseta y en las estribaciones del Macizo del Pichincha. Limita hacia el este con una serie de lomas como Puengasí, Guanguiltagua e Itchimbía que se hallan separadas por quebradas producto del sistema de fallas del callejón interandino. Hacia el sur se extiende hasta el sector de Tambillo y al norte hacia Pomasqui-San Antonio. Su terreno es irregular con altitudes que van desde los 2 850 a los 3 100 m.s.n.m. (IGM, 1992: 6). Presenta una serie de drenajes provenientes del Pichincha y Atacazo, siendo el más importante el río Machangara y su afluente el río Grande que corre de sur a norte, además de algunas quebradas profundas con arroyos intermitentes que pueden presentar crecidas durante el invierno, algunas llevan el agua que baja del Pichincha hacia el Este. La mayoría de estas arrastran oro, piritas y calcopiritas aluviales (Alvarado Cevallos, 1966: 11).En la ciudad de San Francisco de Quito existen zonas lacustres que forman pequeños pantanos y que tuvieron gran importancia en la época prehispánica para la obtención de totora, hematites, peces y aves e incluso para la agricultura en camellones, como se ha demostrado en varias investigaciones (Knapp & Ryder, 1985).En la zona urbana de la Y, el Aeropuerto y la Jipijapa los suelos están formados por arcillas, limos y arenas con pómez que corresponden a depósitos lacustres y volcánicos, los que dan origen a la laguna de Iñaquito (actual aeropuerto).La geología del la Meseta condicionó los asentamientos prehispánicos en las laderas del Macizo del Pichincha y su aprovechamiento agrícola. Sus habitantes ocuparon las planicies inundadas desarrollando una tecnología agrícola de camellones como los que se han localizado cerca de los sitios habitacionales de Chillogallo e Iñaquito en el área urbana de la ciudad.

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El pensamiento simbólico de los habitantes de La Florida (Quito-Ecuador)

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El Anónimo de 1573 y Rodríguez de Aguayo (1571) reafirman las evidencias arqueológicas tanto de los asentamientos urbanos como de las zonas de cultivo e indican que los indígenas cultivaban en los camellones maíz y papas, base de la dieta prehispánica.El uso de la tierra desarrolló una tecnología agrícola, urbana y ceremonial que se evidencia tanto en las narraciones del siglo XVI y XVII como en las investigaciones arqueológicas.La ubicación de los poblados en las laderas del Macizo del Pichincha facilitó no solo el acceso a las tierras de cultivo no inundadas sino también al agua de las abundantes quebradas y a la cacería en los bosques aledaños. Las quebradas durante el verano y una vez secas, se utilizarían como caminos para el comercio hacia todos los puntos cardinales. De ellas obtendrían oro aluvial, pirita y calcopirita así como otras piedras duras para la elaboración de objetos de orfebrería y líticos. Las montañas pasarían a formar parte importante del pensamiento religioso de sus habitantes. No es gratuito que encontremos en las sepulturas de La Florida a los difuntos orientados hacia el Pichincha.Para el Periodo de Integración los asentamientos registrados son: Chillogallo, Chilibulo, Rumipamba, Chaupicruz y La Florida, que ocupan una buena parte de las laderas occidentales del Macizo del Pichincha. Sus manifestaciones materiales guardan gran semejanza entre sí, por lo que podríamos afirmar que se trata de un mismo grupo étnico. Las particularidades geográficas y geológicas de la Meseta de Quito dieron como consecuencia toda una serie de asentamientos humanos interrelacionados y a la vez autónomos tanto económica como políticamente.

1. EL yAcIMIEnTo dE LA FLoRIdA

Se encuentra en las laderas del Pichincha, entre los 2 900 y 3 000 metros sobre el nivel del mar, hacia el costado noroccidental de la ciudad de San Francisco de Quito, entre las quebradas La Pulida y San Juan, en el sector denominado San Vicente en el barrio de La Florida.Las características topográficas permiten ubicarlo dentro de la zona de vida de transición entre bosque húmedo Montano Bajo y de bosque muy húmedo Montano Bajo con temperaturas medias anuales de 12° a 18° C y precipitaciones anuales entre 500 y 1 000 mm. La vegetación está constituida por matorrales que se localizan en las quebradas o barrancos, bosques de eucaliptos, pastos y cultivos, paisaje que en relación con la época prehispánica se halla muy alterado (Cañadas Cruz, 1980: 20).Gran parte de la zona se ha urbanizado y con ello los vestigios prehispánicos han desaparecido, queda sin embargo un pequeño sector libre de construcciones, donde sería posible realizar investigaciones arqueológicas.Desde que se descubrió el lugar en 1983, se han realizado varias investigaciones aisladas, que han dado como resultado una visión muy fragmentada dejando muchas incógnitas difíciles de resolver y en muchos casos insalvables.El yacimiento estuvo ocupado desde el Formativo, Camino & Castillo (1997: 19) registran sepulturas individuales con esqueletos en posición sedente fuertemente flexionados, aparentemente sin ajuar. Este tipo de sepulturas son similares a las de Cotocollao al norte de la ciudad (Villalba, 1988: 101), iniciándose en este periodo temprano con la tradición de enterrar a los individuos de esta manera —costumbre que continúa hasta el Periodo de Integración y que no es única de la Meseta de Quito sino de la Sierra Norte en general—. La evidencia de un asentamiento Formativo en La Florida está corroborada por el hallazgo de vestigios habitacionales. Solorzano (2004) realiza un análisis muy completo de una casa Formativa localizada en el conjunto de edificios Terrana I, cerca de las sepulturas objeto de nuestro estudio. Desgraciadamente tampoco hay una datación absoluta; en ambos casos se hace una correlación relativa de fechas en base al material cultural.

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Solorzano (en estudio) excava en La Florida algunas sepulturas de pozo medio, que posiblemente puedan ubicarse en Desarrollo Regional. Hay que esperar los resultados de estas investigaciones para establecer correlaciones cronológicas con respecto a las fechas hasta ahora obtenidas.Doyon (1989: 142) excava 6 sepulturas de pozo profundo con cámara central, de entierros múltiples, cuya datación las sitúan en 340 y 420 a.C., fecha que se ha puesto en duda debido al tipo de cerámica procedente de los ajuares funerarios.A fin de estudiar el pensamiento fúnebre de los habitantes de La Florida en el periodo de Integración realizamos excavaciones de tres sepulturas de pozo profundo y cámara central y una de pozo poco profundo, en el sector contiguo a las sepulturas excavadas por Doyon. Se trata de enterramientos múltiples con un promedio de 16 individuos por sepultura. La de pozo poco profundo es individual. Las dataciones hasta ahora obtenidas las localizan en el Periodo de Integración Temprano (600 a 680 d.C.) en el caso de las de pozo profundo y cámara central, mientras que la de pozo poco profundo pertenece al final del Periodo de Integración (1505 d.C.).Son estructuras circulares con entierros múltiples, los esqueletos se depositaron en posición sedente fuertemente flexionada, algunas directamente en el suelo y otros sobre tiangas. Existen evidencias de estas sepulturas en Cangahua (Jijón y Caamaño, 1920: 5), el Carchi (Grijalva, 1937: 166; Larrea, 1972: 106), Nariño (Uribe, 1977-1978: 67) y Otón (Aguilera, 2006: com. pers.), por lo que se podría afirmar que se trata de una tradición constructiva propia de la Sierra Norte. Llama la atención que en el resto del territorio no se hayan descubierto estas estructuras, lo que se explica por estar a más de 2 m bajo el nivel actual del terreno, esto dificulta los hallazgos casuales. En todo caso es una incógnita difícil de resolver por el momento.El sistema constructivo de las sepulturas de pozo profundo y cámara central refleja una sociedad compleja en la que la distribución del trabajo debió estar muy regulada. La temporada invernal en que excavaron las tres sepulturas estudiadas indica que se dedicaba a estas actividades un periodo del año en el que ya se había culminado con las labores agrícolas y en el que el comercio a larga distancia, debido a las fuertes lluvias, era imposible, lo que debió producir excedente de mano de obra. El que se construyeran en esta época del año tiene además una razón tecnológica, la cangahua mojada es más fácil de trabajar. Por las inclemencias del tiempo, desde el inicio de su excavación estas debieron estar cubiertas a fin de evitar su inundación. Nosotros aún no hemos encontrado vestigios de estas cubiertas, sin embargo Camino & Castillo (1997:30) encontraron sepulturas en cuyo entorno había huecos de poste.Evidencias para la Sierra Norte de bohíos con sepulturas en su interior nos proporcionan para Huaca y Cuasmal, Max Uhle (1928:30), González Suárez y los cronistas de los siglos XVI y XVII. Se ha establecido que los pastos y otros grupos étnicos solían enterrarse en sus casas ya que estas en cuanto a su construcción eran similares a las habitacionales. Miño Grijalva (1977: 172) al analizar las diferentes investigaciones realizadas en el Carchi interpreta los bohíos como únicamente funerarios. Para Max Uhle, los cementerios son las aglomeraciones de bohíos en cuyo centro se encuentra una especie de plaza y cerca de esta se ubican los bohíos más grandes, que localiza en Cuasmal y Chitanque son cementerios. Los bohíos habitacionales se encuentran más bien alineados en las costillas de los cerros (Uribe, 1977-1978: 67). Los bohíos descritos para el Carchi y Nariño fueron de planta circular y paredes de tierra apisonada con techumbre de paja. Para sujetar las paredes y techumbre se colocaron en el piso postes espaciados y entre las paredes.El sistema constructivo empleado en las sepulturas denota un gran conocimiento de la geología. Excavar una sepultura de 15 m promedio de profundidad requirió de una inversión energética bastante elevada, teniendo en cuenta que los instrumentos utilizados fueron unos palos puntiagudos posiblemente de madera de un tamaño no mayor a 45 cm de largo, a juzgar por las huellas que dejaron en las paredes, con los cuales aflojaban la tierra y hachas de mano con las que iban dando la forma a la sepultura. El trabajo pues requirió de especialistas con un buen conocimiento no solo de los materiales sino también de su comportamiento, la forma circular no solo es dada por la ideología sino también por la tecnología, por lo que el tiempo/hombre que se debió emplear es considerable.

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Las sepulturas se fueron excavando en varias etapas. Dependiendo de la disponibilidad de mano de obra especializada se pudo trabajar en una o dos estructuras simultáneamente. Al comparar la tecnología de la sepultura 1 con la 2, con una diferencia temporal de 50 años en su utilización, se aprecia un desarrollo tecnológico de la segunda con relación a la primera. La más antigua (630 d.C.) presenta desgaste en el sector sureste, indicio de que tanto individuos como objetos bajaban y subían arrastrándose por la pared, utilizando posiblemente algún tipo de polea. En la más tardía (680 d.C.) es posible el uso de una escalera de cuerdas, debido a que en el tramo sureste se han labrado apoyos a manera de escalones para facilitar la bajada y subida tanto de personas como de objetos. El cálculo del círculo de las sepulturas también se ha perfeccionado, llegando a obtener una circunferencia casi perfecta. En cuanto a las paredes, las dos sepulturas mantienen la misma forma de trabajo y tallado. La sepultura 4 (600 d.C.) presenta únicamente huellas verticales producto de la excavación, demostrándose también un avance en las técnicas de construcción con relación a las sepulturas más modernas.Ateniéndonos a la forma de las sepulturas vemos que no importa el periodo en que fueron construidas, todas son circulares, lo que no solo es propio del yacimiento de La Florida sino que se extiende a la Meseta de Quito y a la Sierra Norte en general. Posiblemente esto no es solo un resultado tecnológico, sino que también, existe una simbología relacionada con el círculo. El diámetro y profundidad del pozo de estas sepulturas no tiene una mayor variación temporal, al contrario de lo que sucede con la distribución de sus elementos.Las sepulturas de pozo profundo y cámara central en el yacimiento de La Florida culminan en una plataforma de aproximadamente 70 cm de ancho, que da paso a la cámara central constituida por un pozo de profundidad variable. En la sepultura 1, la mayor profundidad la tiene el pozo, siendo en la 2 y 4 más cortos; en éstas, la cámara central tiene una mayor profundidad, diferencia que da como resultado un mejor aprovechamiento del espacio. La sepultura 4 no tiene plataforma, por lo que el uso de una plataforma para las sepulturas 1 y 2 indica un mayor aprovechamiento de la estructura constructiva para alojar mayor cantidad de individuos.En la cámara central de las sepulturas 1 y 4 todos los individuos se enterraron directamente en el piso, mientras que en la sepultura 2 se habían colocado uno encima del otro, de esta manera pudieron enterrar a cinco individuos adultos con ajuares individualizados, los de la cámara central de la sepultura 1 solo fueron 3 adultos y un infante, el ajuar fue muy pobre y parece que fue compartido por todos los individuos; los de la sepultura 4 fueron 3 con ajuares individualizados.La disposición de los cadáveres en general da cuenta de que los individuos fueron enterrados en distintas épocas, conforme se fue dando su deceso. No hemos encontrado huellas de una muerte ritual como describe León Doyon, todos fallecieron de muerte natural (León, 2004-2005). La evidencia arqueológica indica que fueron colocados ya sea en el suelo de la sepultura o en tiangas y luego fueron cubiertos con tierra agrícola. Cuando la sepultura se llenó, se procedió al sellamiento paulatino; cada cierto tiempo visitaban a los difuntos, realizaban sus ceremonias al interior de la sepultura y luego cubrían el espacio con tierra. En el relleno del pozo cada metro —aproximadamente— presenta un pequeño apisonamiento producto del peso de las personas que realizaron las ceremonias en la sepultura. De esta forma fueron cubriéndolo con tierra agrícola hasta que una vez sellado retiraron la estructura del bohío, y cubrieron la superficie con la misma tierra agrícola formando un túmulo, quedando a la vista un montículo de aproximadamente 3 m de altura. Con el paso del tiempo, la erosión y las labores agrícolas acumularon tierra en los espacios entre montículos y luego sobre estos, por ello el piso actual no deja ver estas estructuras.Según el Anónimo de Quito (1573: 215) a los entierros acudía una muchedumbre que acompañaba al difunto con llanto y bailes, acompasados por la música. Antonio de Borja (1591: 483) cuenta que, cuando los indígenas de Pimapiro (Imbabura) enterraban a sus muertos encendían fogatas y quemaban hierbas para evitar que el muerto regrese, a la vez que brindaban con chicha.

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María del Carmen Molestina Zaldumbie

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El fuego debió estar presente en las ceremonias, encontramos vasijas con restos de hollín. En cada uno de los apisonados del relleno de las sepulturas se desprendió un fuerte olor a hollín, indicios que corroborarían la presencia del fuego en las ceremonias.Oberem (1981) reporta montículos funerarios en Cochasqui, se trata de sepulturas con pozo de aproximadamente 5 m de profundidad con entierros individuales. Si bien son posteriores a los nuestros, tienen relación con La Florida.Existe un cambio en las ceremonias fúnebres, en la sepultura 1, parece que el ajuar no se cubría con tierra después de cada entierro, mientras que en la 2 y 4, al menos en la cámara central se cubría con tierra tanto al muerto como a su ajuar.El análisis matricial de las sepulturas 1, 2 y 4 demuestra que se inició la construcción de la sepultura 4 para luego desde esta continuar con la construcción de la sepultura 1 (fig. 1). Se ocupó primero la sepultura 4 y luego la 1. La zona con huellas del arrastre de materiales y subida y bajada de las personas se halla a un costado de la abertura que comunica a las dos sepulturas. En la sepultura 4 no hemos encontrado huellas que ubiquen la zona por donde entraban y salían las personas y objetos. Los campos de cultivo posiblemente estuvieron a cargo de los shamanes, quienes debieron tener la autoridad necesaria para disponer de un buen grupo de la población trabajando en ellos. Cerca de la necrópolis en estudio se encontraron unos canales (Terán, 1985) que posiblemente podrían estar relacionados con los campos de cultivo sagrados.

Figura 1 – Estratigrafía matricial de las sepulturas 1, 2 y 4

TúmuloAberturaApisonamientoPiroclásticoCangahua

Plataforma

Esqueletos

Ceja

Vasija

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El pensamiento simbólico de los habitantes de La Florida (Quito-Ecuador)

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La organización espacial de las sepulturas denota una planificación de la necrópolis predeterminada, no parecería que exista una jerarquización en cuanto a las sepulturas y los rituales fúnebres. La Florida posiblemente fue un centro socioeconómico que trasciende demográfica y productivamente a las sociedades tribales, debiendo existir una organización jerárquica bien determinada que —en lo que tiene que ver con las ceremonias fúnebres— pudo manejar eficientemente a la población.Es importante la existencia de un lugar central utilizado como eje para los intercambios (de objetos y de información). Estos lugares suelen ser sitios de importancia político religiosa, lo que explicaría la existencia de una necrópolis elaborada y de rituales complejos, evidencia que se ha demostrado.

2. EL PEnsAMIEnTo hAcIA LA MuERTE

En todos los grupos sociales se refleja la inquietud por el más allá, desarrollándose toda una filosofía al respecto. Las evidencias se plasman en diferentes estructuras monumentales y en los ajuares y ofrendas, así como en ritos y ceremonias que no siempre dejan huellas tangibles.El medio ambiente en que vive un determinado grupo humano es importante para su desarrollo tecnológico y filosófico; éste determinará su forma de vida y organización social, así como también las relaciones con los grupos de su entorno.El Área Septentrional Andina es una zona compleja que se caracteriza por la variedad de nichos ecológicos cercanos entre sí, lo que facilitó el desarrollo y el desenvolvimiento de relaciones comerciales a corta, media y larga distancia y una influencia ideológica mutua, cuyo resultado fáctico es la variedad y similitud en sus manifestaciones culturales. Las evidencias arqueológicas y los documentos tempranos hablan de sociedades muy complejas que llegan a una estratificación social jerarquizada la misma que se refleja en sus ceremonias fúnebres. Una posible explicación para la profundidad de las sepulturas sería la relación con el agua. Las aguas subterráneas del Pichincha proporcionan una humedad constante. Posiblemente se buscó llegar hasta las aguas profundas para lograr una inmersión de los difuntos en las aguas purificadoras y regeneradoras que proporcionarían la entrada en la vida futura.Se considera la idea de la circularidad como un universal, simboliza la eternidad, sin principio ni fin, la forma circular de las sepulturas puede asociarse con la eternidad; el viaje al otro mundo significaría una nueva etapa de la vida fuera del tiempo real, del presente en que viven las personas, es decir, la relación entre el mundo de abajo y el mundo de arriba.Otro rasgo relacionado con esta simbología sería la profundidad gradual que a lo largo del tiempo van adquiriendo las sepulturas. Es como si quisieran a través de ésta acercarse al inframundo, colocar a sus difuntos más cerca de los dioses. El agua y los dioses tienen mucha relación. Posteriormente y ya a finales del Periodo de Integración, se vuelve por alguna razón nuevamente a las sepulturas de pozo poco profundo y a los entierros individuales.La conciencia del paso del tiempo va ligada, al descubrimiento de la autonomía del ser humano y de su destino singular. Es tomar conciencia diferenciada de uno mismo y del grupo, lo que da paso al sentido de la historia y por tanto a la idea de trascendencia que se materializa en la construcción de las sepulturas y en las ceremonias relacionadas con la muerte. La vida de los pueblos agrícolas es circular, todo nace y muere para volver a nacer, el tiempo en sí es circular, los únicos que mueren son las personas, por eso la otra vida es considerada como un renacer a la vida.La tierra agrícola utilizada para el relleno de las sepulturas simbolizaría la fertilidad, una vez más se vinculan agua y tierra fértil. Posiblemente en el pensamiento religioso de los habitantes de La Florida los muertos sirven de vínculo con los dioses productores de la fertilidad de las personas y de los campos, es por ello que los vivos deben tratar bien a los muertos, esto se traduce en las visitas frecuentes a las sepulturas, y en todo el pensamiento simbólico representado en éstas y en los ajuares y vestimentas rituales.

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En el estudio de los niveles ocupacionales de las sepulturas se apreciaron actividades recurrentes tales como la posición y orientación de los esqueletos que los estaría vinculando a la montaña, como dios protector de vivos y muertos, así la ubicación en sí del yacimiento al pie de la montaña también tendría un sentido ritual. La posición de los esqueletos sentados en una tianga o sobre esteras los relacionaría con la idea de autoridad. En los relatos tempranos de la Audiencia, las autoridades se sentaban en banquillos, mientras que el resto de las personas lo hacían en el suelo, así pues los muertos como vínculo con los dioses adquirirían autoridad ante los vivos. En general la costumbre de usar banquillos para expresar autoridad no es solo ecuatoriana, aparece en toda la América prehispánica. En las zonas del norte de Sudamérica desde épocas prehispánicas los bancos son vistos como un lugar de comunicación con lo sobrenatural (Guinea, 2004: 12).Los rituales relacionados con la muerte constituyen el ejemplo más claro de la idea de trascendencia, porque en su doble naturaleza de testimonio y misterio seducen a los seres humanos hacia lo desconocido, la vida de ultratumba. Los ajuares fúnebres son la expresión material de los ritos relacionados con la muerte y una buena ocasión para reunir a la comunidad y fomentar la conciencia de pertenencia a un grupo, así la comunidad logra una mayor cohesión. El mensaje de los diseños realizados en la cerámica y en los objetos rituales en general, proporcionan muchos elementos importantes para entender el pensamiento religioso del grupo.En las sociedades donde la escritura está ausente el vehículo para la transmisión de ideas y conceptos es la formulación de símbolos convencionales que se plasman a través de la cerámica, orfebrería, huesos, moluscos, etc. y que se materializan en ritos y ceremonias, así los individuos pueden trasmitir su filosofía a las generaciones venideras. Es pues importante analizar los diseños que presentan los objetos de los ajuares y vestimentas fúnebres para desentrañar el pensamiento de los individuos que habitaron nuestro territorio en épocas pasadas. Conjuntamente con ello, los materiales y colores que se utilizan también debieron tener un significado simbólico. Hay que distinguir entre la vestimenta de los difuntos y el ajuar propiamente dicho, ya que la una puede estar relacionada con la situación social de la persona, mientras que la otra simboliza los ritos correspondientes a las ceremonias fúnebres. La posición del ajuar con relación al difunto puede simbolizar la dualidad izquierda/derecha asociada a los valores de poder, masculinidad o feminidad, etc. Los ajuares de la sepultura 1 que se encuentran frente y a un lado de los individuos ubicados en la plataforma y en la cámara central podría estar expresando la dualidad complementaria entre la vida en el más allá y las ofrendas de los vivos que las comparten con los muertos, así como también los muertos comparten entre sí el ajuar, y estos se vincularían complementariamente con los vivos. En los individuos enterrados en las sepulturas 2 y 4, la complementariedad se realizaría únicamente entre el difunto y los vivos.Los materiales usados para la vestimenta de los esqueletos de la cámara central demuestran una clara correlación entre la expansión del intercambio externo y el crecimiento de la organización de la producción dentro de un sistema socio cultural. La presencia de conchas marinas como las cuentas de Spondylus Princeps y calcifer, las plaquetas de madre perla y los caracoles, son indicadores de un comercio a larga distancia, lo que demostraría que la organización social fue compleja.El empleo de moluscos en la vestimenta ritual, tan difundidos en la Sierra Norte, estarían demostrando no solo el uso de un objeto exótico, sino también la incorporación de éste en el pensamiento religioso. Posiblemente los colores jugarían un papel primordial en la representación de este pensamiento, el rojo de las cuentas de la Spondylus Princeps estaría simbolizando la sangre de la vida y los caracoles prunum de Zapotillo de color verde, se asociarían con la fertilidad, como símbolo del agua. Según Gutiérrez Usillos (2002: 305) el spondylus también estaría simbolizando lo femenino. En el pensamiento dual, simbolizaría el agua de lluvia. Estos símbolos podrían haberse usado en distinta forma según el año, a un periodo de sequía, se imploraría la lluvia, en años con abundantes lluvias se invocaría por el cese de éstas. Dependería del tipo de año en el que murió la persona para usar una simbología u otra.

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Los ganchos de propulsor encontrados en las cámaras centrales de las sepulturas hablan no solo de la zona de origen sino también de la simbología asociada al color y al material. Los ganchos de propulsor son de jaspe, chert, cuarzo, travertino y arcillosita, los tres primeros proceden de Esmeraldas y ríos de la Amazonía y los otros son propios de fuentes de aguas termales. Hay abundantes fuentes termales cercanas al yacimiento y cerca de posibles rutas al noroccidente y hacia la Sierra Norte. Pacto y Niebla en el noroccidente y Selva Alegre en Imbabura son un ejemplo. Las propiedades medicinales de estas aguas posiblemente fueron utilizadas por los pueblos prehispánicos y llegarían a tener connotaciones religiosas, por ello las piedras del lugar pasaron a ocupar un puesto de importancia en los rituales fúnebres. Nuevamente estamos relacionados con el agua y por tanto con la fertilidad, pensamiento recurrente en los rituales de la muerte.Toda la cerámica procedente de las sepulturas pertenece a la cultura Negativo del Carchi o Capulí, caracterizada por sus diseños en engobe negro sobre engobe rojo, técnica que se consigue combinando diferentes arcillas, el rojo se obtiene con arcillas de bajo contenido de hierro, mientras que en el negro con arcillas de alto contenido de hierro (Romero, 2006), esto además de apuntar hacia la búsqueda de colores simbólicos, denota grandes conocimientos por parte de los ceramistas. El uso combinado del rojo para el fondo de los recipientes y el negro para los diseños podría simbolizar la dualidad complementaria (Echeverría, 2004: 205), característica propia del pensamiento andino. En este caso al ser una cerámica de origen funerario, podría expresar la complementariedad entre el mundo de abajo con el mundo de arriba. El rojo podría también simbolizar el atardecer, el ocaso de la vida, la muerte, mientras que el negro la noche, el tiempo incierto, el más allá (Milla Euribe, 1990: 27).Una de las características del pensamiento en la Sierra Norte es el continuo diálogo con la naturaleza que les llevaría a conocer los cambios climáticos a la perfección. El asegurarse las lluvias para obtener la fertilidad de los campos debió ser uno de los elementos importantes del pensamiento religioso. En las sepulturas de pozo profundo y cámara central está presente la idea de la fertilidad, la misma que es recurrente en los diseños de los platos y tinajas de los ajuares funerarios.Uno de los problemas climáticos de la Sierra son los descensos bruscos de la temperatura que en épocas de sequía se traducen en fuertes heladas que acaban con los sembríos. Este fenómeno se acentúa en los valles, por lo que la ubicación del yacimiento de La Florida en las laderas del Macizo del Pichincha denota un buen conocimiento climático, sus campos de cultivo estarían más resguardados de las heladas. El conocimiento de este fenómeno debió requerir de expertos que conocían bien de astronomía y que conjuntamente con ceremonias propiciatorias procuraron defender sus cultivos de las heladas. Posiblemente la relación entre el mundo de abajo, o de los muertos, con el mundo de arriba, o de los vivos, debió ser un elemento importante para evitar la quema de los sembríos con las heladas, de ahí las visitas frecuentes a las sepulturas y el sellamiento paulatino de éstas con tierra agrícola. Es como si se les estuviera recordando a los difuntos la necesidad de la fertilidad de los campos. Los diseños en la cerámica de los ajuares fúnebres apuntan constantemente a la relación entre los elementos de la naturaleza y los muertos.Echeverría Almeida (2004: 172) analizando el pensamiento andino afirma que los cerros eran adorados como fuentes de agua y que en los lugares de culto, conjuntamente con los cerros, veneraban a los antepasados. Este pensamiento podría explicarnos la relación que existe tanto en la ubicación de las sepulturas como en la orientación de los difuntos hacia el Macizo del Pichincha, así mismo estaría en concordancia con el diálogo establecido entre el mundo de arriba y el mundo de abajo. Los diseños cerámicos incluyen el triángulo escalerado como reflejo de la montaña o también como la base del poder (Guinea, 2004: 16), el poder de la montaña para proteger a los vivos y a los muertos (fig. 2).

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Figura 2 – Triángulo Escalerado

Echeverría Almeida (2004: 172), citando a Giese (1991), afirma que la serpiente es uno de los animales relacionados con la custodia del agua. La representación de serpientes en los diseños de los platos es muy frecuente, podría asumirse que simbolizan este pensamiento, pero también se las puede asociar como animales que salen del mundo de abajo hacia el mundo de arriba para conectar estos dos espacios religiosos. En uno de los platos procedentes del ajuar de la sepultura 1, se representa una serpiente en bajo relieve reptando hacia el borde del mismo, como si saliera del inframundo hacia el mundo de los vivos (fig. 3). Otros platos y vasijas también incluyen recurrentemente en sus diseños serpientes esquematizadas; sería pues un reptil simbólico que representaría la unión de los dos mundos y por qué no, también la fertilidad.La representación de serpientes en los platos de la cultura Negativo del Carchi llega a una simplificación abstracta que muchas veces sustituye a la figura, se convierten en líneas oblicuas que no solo representan a los animales sino la unión de los dos mundos, el de arriba y el de abajo formando triángulos isósceles. Este tipo de representación

es característico de la cerámica Negativo del Carchi o Capulí, creando una uniformidad en toda la región que, al decir de Gutiérrez (2002: 302), no se puede entender sino como una difusión de una creencia en concreto que llega a homogenizar el pensamiento.Los reptiles, y en particular las serpientes, también significan renovación, vida y muerte, el cambio periódico de la piel se convierte en un símbolo del renacer. La muerte es pues un renacer a otra vida en el más allá. Entre los restos de alimentación recuperados al interior de las vasijas de los ajuares identificamos ciervos, conejos y roedores, su presencia denotaría el consumo ritual de animales cazados en el páramo cercano. La caza debió ser una actividad solamente colectiva de personas especializadas.En otros yacimientos de la Meseta de Quito, y en general en la Sierra Norte, también se han encontrado restos de animales ya sea como desechos en los basureros o como parte de los ajuares funerarios, unos al interior de vasijas y otros elaborados, como las espátulas que portaba en sus manos uno de los individuos de la cámara central de la sepultura 1. Doyon (1989: 192) recuperó una flauta hecha con huesos de venado de una de las sepulturas contiguas a las nuestras. El venado no solo fue parte de la comida en las ceremonias fúnebres sino que también debió tener en la Sierra Norte connotaciones simbólicas. Es frecuente encontrar representaciones de venado en los platos Cuasmal, identificadas por Gutiérrez (2002: 171) como de la especie de cola blanca. En nuestro caso desgraciadamente no se pudo identificar la especie.

Figura 3 – sepultura 1: plato

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Las representaciones de aves en los platos de los ajuares de la sepultura 1 y una avecilla que sujetaba uno de los individuos de la cámara central de la sepultura 2 podría estar relacionada con la divinidad. En general los pueblos en el mundo entero han visto en las aves poderes sobrenaturales, su capacidad de volar y ver el mundo desde arriba es un atributo divino, de ahí que suelan vincularlas con lo sobrenatural. La muerte pues sería un vínculo con la divinidad. Es elocuente la representación de un pájaro en un plato de la sepultura 1, se halla en actitud de volar como si uniera los cielos con la tierra. Existen innumerables leyendas y creencias en todos los pueblos del continente americano relacionadas con las aves.La representación del mono es sistemática en la Sierra Norte, parece que fue un símbolo muy importante, desgraciadamente es difícil desentrañar todo su significado. Su presencia no es exclusiva de nuestra zona, en las culturas de la costa se le encuentra en morteros de piedra que posiblemente sirvieron para preparar medicinas o alucinógenos. El mono por su parecido físico con las personas ha sido representado en muchos lugares del planeta y siempre ha tenido un lugar predominante en las filosofías de los pueblos. Nosotros lo encontramos en dos prendedores de oro que sujetaban la mortaja de dos individuos en la cámara central, su técnica es el laminado y recortado con soldadura para el alfiler (fig. 4).La representación de monos en el Ecuador es muy temprana, en Valdivia aparece junto con el felino y el guacamayo formando una triada del bosque tropical y en relación con los alucinógenos (Gutiérrez, 2002: 318). En América en general, es frecuente encontrar a los primates asociados con el caracol marino. En los caracoles de cerámica del Carchi se lo encuentra ya sea formando parte del conjunto o bien como un diseño en su interior (Molestina Zaldumbide, 1998: 245). En la Sierra Norte, y especialmente en el Carchi y Nariño, es donde con mayor frecuencia es representado durante el Periodo de Integración. Uno de estos prendedores se encontró como parte de la vestimenta ritual de un individuo que llevaba en los extremos del traje caracoles a manera de ribetes, el mono en este caso estaría simbólicamente asociado a los caracoles.Algunos investigadores lo consideran portador de las lluvias y de la fertilidad, pero también se lo ha asociado a la sabiduría (Erazo Rodríguez, 2004). En todo caso a estos primates se los debió conocer en la sierra a través del comercio con la Amazonía. Antonio de Borja (1992 [1591]: 481) anota que los quijos traían monos a Pimampiro para intercambiarlos por coca, sal y otros productos.A los primates también se les asocia con el viento por lo que pueden predecir la estación de las lluvias, esencial para el inicio de las siembras. Poseerían el conocimiento que los igualaría a los seres humanos; el mono pues se convertiría en símbolo de algunos elementos necesarios para las personas. Posiblemente también tuvo un carácter divino.En todas las representaciones funerarias de nuestras sepulturas se puede apreciar una concepción del universo en el que prima la relación cultivos/agua/fertilidad, frente a la caza/fertilidad. Hay algunos diseños cerámicos en los que se representa la lluvia, los campos de cultivo y los vientos, elementos asociados al ajuar funerario y estarían hablando de que la muerte fue una ocasión de combinar los rituales fúnebres con los de propiciación para la fertilidad de las personas y de los campos. El espacio físico que ocupa la necrópolis se convierte en una zona sagrada que posiblemente fue considerada como el centro del mundo, el espacio de encuentro con los dioses y los antepasados; sería el lugar que asegura la continuidad de la vida de toda la comunidad. Por ello los rituales relacionados con la muerte tienen un fuerte componente simbólico relacionado con la fertilidad.La muerte sería pues concebida como una regeneración, un nuevo nacimiento. La construcción de las sepulturas sería el comienzo hacia una nueva vida, una especie de regeneración

Figura 4 – sepultura 2: prendedor de oro

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o purificación en esta vida que les prepararía para la otra vida. Para Eliade (2004: 21), toda construcción es un comienzo absoluto que tiende a restaurar el instante inicial, es decir el origen de los individuos y de la comunidad, así la necrópolis podría haber significado el sitio de origen por yacer allí los antepasados, y a la vez el inicio de una nueva vida. La forma en sí de las sepulturas de pozo profundo con cámara central estaría materializando el origen, la cámara central representaría este concepto; los individuos enterrados en ella debían engalanarse, a diferencia de lo que sucede con los enterrados en la plataforma que utilizan vestuarios de la vida cotidiana. En la sepultura 4, únicamente un individuo estaba ataviado con spondylus, prendedores de oro y ganchos de propulsor, el resto debió tener una vestimenta sencilla, el individuo engalanado de esta manera fue el primero en enterrarse, por lo que representaría el origen.Los objetos de orfebrería no pueden quedar fuera de la simbología fúnebre. Se encuentran siempre formando parte del ajuar de los individuos enterrados en la cámara central, por lo que su mensaje estaría relacionado con el origen de la comunidad. Los objetos encontrados por lo general no presentan decoración, su técnica es el laminado y recortado, unos son de oro; otros de cobre y de cobre dorado, estos últimos realizados con la técnica de fusión. A excepción de las láminas tubulares de oro, el resto de objetos forman parte de la vestimenta ritual de los individuos.Los discos de oro, cobre y cobre dorado van cocidos a la vestimenta, mientras que los prendedores de oro y cobre sujetan parte de ésta. Los cascabeles de cobre forman parte del remate de las vestimentas. Los pectorales son de cobre dorado y cobre, y en un solo individuo encontramos una nariguera doble. Tenemos un solo ejemplo de un disco de oro encontrado en la mortaja de uno de los individuos de la sepultura 2 en el que se ha realizado un diseño con la técnica del repujado.Similares a las cuentas hechas de Spondylus tenemos cuentecillas de cobre con algún componente de oro en la superficie que forman parte de la vestimenta ritual. Los objetos de oro procedentes de la sepultura 1 presentan una aleación de oro, plata y cobre; las proporciones de oro en el caso de las piezas decorativas son mayores que en las utilitarias donde predomina el cobre. La suelda de oro se hizo con la técnica de fusión. De esta forma la suelda caliente no disuelve la superficie del objeto a soldarse sino que se adhiere al mismo. Por lo general el oro de los objetos decorativos es de 22 quilates mientras que el de los utilitarios, por su mayor contenido de cobre es de 19 quilates. En los de las sepulturas 2 y 4 se ha utilizado un promedio de oro de 21 quilates, el procedimiento empleado en las sueldas es el mismo que para los de la Sepultura 1. En estos objetos no existe relación entre el contenido de oro y su aplicación.El oro y el cobre podrían haber sido trabajados en el mismo yacimiento. Los estudios geológicos efectuados en la zona han detectado oro aluvial y pirita en las quebradas cercanas que bajan del Macizo del Pichincha (Sandoval, com. pers.). Solorzano en las excavaciones realizadas en La Florida encontró un crisol que en su interior contenía restos de oro y cobre fundido. Como parte del ajuar de la sepultura 3 encontramos una toba volcánica que se comporta de una forma similar a la arcilla y que había sido modelada para darle una forma cónica (fig. 5), presentó restos muy pequeños de láminas de oro, lo que nos sugiere que pudo haber sido utilizada a manera de molde para dar forma a los objetos. La presencia de tobas volcánicas cónicas no es única de La Florida, se las ha reportado como parte de los ajuares funerarios en Cayambe (Molestina Zaldumbide, 1985: 79) y Cochasquí (Zalles Flossbach, 1981: 81) este último sugiere que posiblemente sirvieron como apoyos o moldes para la confección de objetos de láminas de metal precioso o para cualquier otra tarea de los orfebres.La evidencia más antigua del trabajo en oro en el Ecuador es la de Putushio, en la sierra sur, el yacimiento perteneciente al Formativo tardío y está datado en torno a 1470 a.C. (Temme, 2000: 125). Los objetos se habían trabajado en base al martillado y recortado. Para la Meseta de Quito, los hallazgos de Cumbayá (200 a.C.) serían los más antiguos. En el mismo yacimiento y procedentes de las sepulturas tanto del Desarrollo Regional como de Integración se

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encontraron varios objetos de cobre y oro que integraban la vestimenta de diferentes individuos. Se trata de discos laminados y repujados, y un tinculpa de cobre (Buys et al., 1994: 95). En otros yacimientos de Integración tardío como Chilibulo y Chillogallo también la orfebrería en oro y cobre estuvo presente como parte de la vestimenta de los difuntos.Jijón y Caamaño (1920: 4) reporta para Alchipichi y Pomasqui, los dos en la Meseta de Quito, tinculpas de cobre con decoración de felinos repujados. Estas representaciones son frecuentes en la orfebrería de la Sierra Norte. Objetos similares a los nuestros se reportan para el departamento de Nariño (Lleras Pérez et al., 2002: 4-6) con dataciones en unos casos contemporáneas a las nuestras y en otros posteriores. Las piezas de Nariño analizadas por Plazas (1977-1978: 198) tienen la misma aleación que las nuestras, parecería que se trata de una técnica similar que podría haberse esparcido desde La Florida hacia el norte.En Atacames se recuperaron una serie de objetos de cobre, oro y cobre dorado, así como instrumentos para el trabajo en metales. Guinea (1998: 84-87) propone que el metal fue trasladado en láminas desde el norte del Perú e intercambiado por Spondylus; nosotros creemos que por la composición del cobre de Atacames similar al de La Florida, su origen bien pudo ser nuestro yacimiento.En el Ecuador prehispánico la orfebrería se extendió tanto en la sierra como en la costa y Amazonía. Varios cronistas describen la decoración simbólica de las embarcaciones con objetos de oro. En la zona de Coaque, provincia de Manabí, Miguel de Estete (citado en Marcos, 2005: 44) afirma que encontraron al interior de las casas objetos de oro, plata y esmeraldas. Cieza de León (1553, en Marcos, 2005: 45) narra que los indios de Puerto Viejo adornan sus personas con joyas de oro combinadas con cuentas de Spondylus princeps, así mismo los comerciantes cambian gran cantidad de oro por las cuentas de Spondylus por lo que no nos extrañaría que en La Florida se dedicaran al trabajo en metales a fin de intercambiarlo con cuentas de spondylus, necesarias para sus ceremonias. El Anónimo de 1573 afirma algo parecido para los indígenas de la región de Quito.Las fuentes de oro son originarias de las cordilleras Oriental y Occidental, en las quebradas y ríos se recolecta oro aluvial así como piritas y calcopiritas que en el lenguaje popular se denomina oro tierno. En Sarapullo al pie del Corazón, hay yacimientos polimetálicos. Posiblemente ya desde la época prehispánica se recolectó estos metales y continuó durante la Audiencia. Otros lugares cerca de nuestro yacimiento son Lloa y Lumbisí, incluso en Lloa existe la leyenda de «La cueva del padre encantado» que queda entre el Guagua y Ruco Pichincha. Se cuenta que un hombre entraba y salía, después de algunos días cargado con un costalillo, realizó varios viajes y luego se fue a vivir en la ciudad de San Francisco de Quito con todas las comodidades, la gente dice que su fortuna la sacó de la cueva.

Figura 5 – Toba modelada

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Los cronistas del siglo XVI y los documentos tempranos registran el uso por parte de los indígenas de la costa del oro como adorno personal y las esmeraldas engastadas en los objetos de orfebrería como narigueras, orejeras, etc. La Emperatriz Isabel en 1536 (Navarro, 1986: 6) mandó a comprar para ella y el Emperador las mejores esmeraldas que producía la Audiencia de Quito. Actualmente Colombia es uno de los productores mundiales de esmeraldas.A pesar de la abundante referencia a las minas en todo el territorio de la Audiencia de Quito, en los documentos no se precisa el lugar y parece que no se las explotó, pues no se trataba de verdaderas minas sino de oro aluvial de ríos y quebradas. Antonio de Borja en 1591 cita la existencia en Mira, actual provincia del Carchi en la Sierra Norte del Ecuador, de una quebrada llamada Quique que arrastra oro y plata y de la que se benefician los indios.En las actas del Cabildo de la ciudad de San Francisco de Quito se hacen muchas referencias a la explotación del oro por parte de sus vecinos, incluso llegan a nombrar un alcalde de minas y ensayador. De acuerdo al testimonio de Alonso Camacho, minero, hecho en 1548 al Cabildo de la Ciudad, las minas se encuentran en los términos de la misma.Las ordenanzas relativas a la explotación de minería establecían se realizara esta actividad durante el verano, es decir a partir del mes de junio y más concretamente del 24 de junio, fiesta de San Juan, lo que certificaría que se trata de oro aluvial que bajaba por ríos y quebradas: al disminuir las lluvias en verano, lavar el oro era más fácil. Seguramente en el periodo prehispánico también se utilizó la estación seca para estos menesteres.Salazar de Villasante (1992 [1570]: 85) al hablar de la ciudad de San Francisco de Quito dice que aunque no se han encontrado minas de oro, los arroyos que provienen del Pichincha llegan cargados de pepitas de oro y que los indios las recogen, indica además que hacia el pueblo de Pintac, cerca de la ciudad, se encontraron huellas de que se trabajaba el oro. No nos llame pues la atención que en los yacimientos prehispánicos de la Meseta de Quito se encuentren objetos trabajados en este metal, llegando sus orfebres a una alta especialización. Benzoni, platero natural de Milán Italia, refiere que:

«los indios cuando funden el oro y la plata colocan el metal en un crisol largo o redondo, hecho de un pedazo de trapo embadurnado con tierra mojada y carbón machacado, una vez que éste está seco lo ponen al fuego con la cantidad de metal que puede caber en él. Con cinco o seis canutos de caña, ora más ora menos, tanto soplan que éste termina por fundirse u colar. Luego sentados los orfebres en el suelo, con unas piedras negras confeccionadas para esta clase de labor, ayudándose uno al otro, hacen, o por mejor decir hacían, en la época de su prosperidad, lo que se había mandado confeccionar, esto es estatuas vacías, vasos, ovejas, joyas y en fin, toda suerte de figuras de los animales que se podían ver». (Navarro, 1986: 54)

Existen pocas referencias documentales sobre el cobre, seguramente porque solo fue utilizado en la Audiencia esporádicamente para la fabricación de moneda menuda y en general para objetos utilitarios comunes.Jijón y Caamaño (1920: 37) establece para Sudamérica dos zonas cupríferas: Colombia, Ecuador y Perú, en las que el cobre no presenta impurezas de estaño y Bolivia, Argentina y Chile cuyo cobre presenta estaño como impureza. División interesante que habría que profundizar para identificar el origen y difusión de los objetos prehispánicos.Los metales trabajados en La Florida podrían representar una simbología en cuanto al color. El amarillo del oro por lo general ha sido asociado con el amanecer, y podría estar relacionado con el inicio de un nuevo día, de una nueva vida en ultratumba. Mientras que el cobre por su color oscuro podría significar el ocaso, es decir el final de la vida terrestre. Al proceder todos los objetos metálicos de ajuares y vestimenta funeraria, debemos limitarnos al pensamiento fúnebre. La forma circular de las cabezas de los prendedores nos está nuevamente sugiriendo la circularidad, lo infinito, el mundo sin tiempo del más allá (fig. 6). Procedentes de las sepulturas 2 y 4 tenemos prendedores que posiblemente representen la sepultura de pozo profundo y cámara central, interpretando la cámara central como el símbolo del origen o raíz (fig. 7).

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Figura 6 – sepultura 2: prendedores

Figura 7 – sepultura 2: prendedor

concLusIonEs

Cuando León Doyon en 1989 realiza las excavaciones de las sepulturas de pozo profundo y cámara central en La Florida llega a la conclusión de que se trataba de enterramientos de personajes de la elite quiteña que en sus rituales sacrificaba a una serie de personas para que les acompañaran en el viaje al más allá. Hasta este momento, ninguno de los investigadores que había excavado este tipo de sepulturas en la Sierra Norte había propuesto tales rituales. Posteriores investigaciones en La Florida cuestionan la cronología de Doyon, mas no sus conclusiones.El resultado de nuestras excavaciones en las sepulturas contiguas a las excavadas por Doyon llega a una evidencia completamente diferente, se trata de enterramientos múltiples que obedecen a un pensamiento simbólico plasmado tanto en los ajuares como en la construcción de las sepulturas. Las personas no fueron enterradas simultáneamente. Se hizo conforme se iban muriendo, y en las sepulturas 2 y 4 los ajuares son individuales.El análisis de los materiales producto de las excavaciones se ha centrado por lo general en las formas cerámicas y en la descripción de otros materiales excavados, esto es importante, sin embargo, es necesario ir más allá hacia una interpretación del objetivo para el cual se realizaron esos objetos. La necrópolis de La Florida es un lugar sagrado destinado a celebrar la vida y la muerte. Es el espacio en el que se une el presente con el más allá a través de los difuntos. Todo en las sepulturas nos habla de la relación de los vivos con los muertos y de éstos con los dioses en el otro mundo. El mundo de aquí y el del más allá están interrelacionados, no hay uno sin el otro, no hay vida sin muerte.El pensamiento fúnebre prioriza la idea de la fertilidad, el origen y la unión de los vivos con los muertos —vínculo entre la divinidad y el mundo de aquí, del presente—.

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Los símbolos recurrentes en los diseños cerámicos son la serpiente, la lluvia, el viento, los campos de cultivo, escaleras, rayos, círculos y triángulos isósceles, todos ellos relacionados con la naturaleza, la fertilidad y la dualidad complementaria. Los colores rojo y negro como símbolos de la vida y la muerte —característicos de los diseños cerámicos funerarios— refuerza esta simbología religiosa.Los habitantes de La Florida poseyeron un entorno privilegiado para desarrollar sus actividades religiosas y cotidianas. La montaña fue no solo un recurso para la cacería, leña y maderera, sino también un elemento simbólico importante. Las quebradas proporcionaron la materia prima para la orfebrería, agua para bebida y regadío y posiblemente durante la estación seca fueron utilizadas como caminos para el intercambio de productos.La cercanía a la laguna de Iñaquito debió proporcionar además de la hematites (¿?) para sus rituales funerarios, caza y pesca como un recurso proteínico importante. En una de las vasijas procedentes de la sepultura 2 se analizó restos de pescado mezclados con otros alimentos como el maíz y los chochos. La totora sería una fuente de materia prima para la elaboración de esteras y cestería. Posiblemente los camellones registrados por Villalba & Alvarado (1998: 74) fueron utilizados durante la temporada seca para el cultivo del maíz, papas, frijoles, etc.El comercio proporcionó además de productos necesarios para la vida diaria, objetos exóticos fundamentales para los rituales y posiblemente para la afirmación de estatus en una sociedad jerarquizada.La presencia de las conchas y ganchos de propulsor afirman la existencia de un comercio con la costa y amazonía que debió llevarse a cabo en base a una red de mercaderes que llevarían los productos a intercambiarse a lugares previamente señalados, que no debieron estar muy lejos del yacimiento. La existencia de petroglifos localizados ya sea hacia el noroccidente y la amazonía podría señalar lugares de encuentro y a la vez constituirse en espacios simbólicos de contacto religioso. Debieron existir divinidades protectoras de los comerciantes que seguramente fueron invocadas al salir, durante el trayecto y al regreso del viaje, para ello tendrían ceremonias propiciatorias específicas.Dada la cantidad de idiomas que se hablaba en las distintas regiones de la Sierra Norte (Paz Ponce de León, 1965 [1582]: 235) se procuraría una simbología común que se plasmaría en los petroglifos y que pueda representar a los dioses protectores del comerciante. Antonio de Borja (1591: 486) al hablar de las creencias de los indígenas de Pimampiro dice que éstos se encomiendan al «demonio» antes de salir de viaje ofreciéndole sacrificios a los dioses.La evidencia del comercio de la coca solo se ha podido rescatar en la sepultura 1, lo que no quiere decir que su uso fue esporádico, posiblemente fue uno de los productos a intercambiarse con los pueblos de la zona de Pimampiro. Existen vasijas pequeñas procedentes de la sepultura 4 que posiblemente se usaron como recipientes destinados a contener coca. Otro indicador del uso de la coca es un lliptero encontrado como parte del ajuar de la sepultura 3, que si bien es muy posterior a las de pozo profundo y cámara central, puede evidenciar el uso continuado de la coca, costumbre que se registra en los documentos tempranos de la Audiencia de Quito.Por la abundancia de objetos exóticos depositados en las sepulturas los habitantes de La Florida consideraron al comercio como una actividad prioritaria. Debieron existir otros bienes de importación que no los hemos podido registrar dado el limitado contexto de investigación. A más de los metales existirían otros bienes apetecidos por los diferentes grupos de contacto que se incluirían en la lista de objetos para ser intercambiados.No podemos establecer por el momento una jerarquía manifiesta en los enterramientos, parece que las personas eran enterradas indistintamente; sin embargo no descartamos la posibilidad de que existan sepulturas especiales para los caciques y shamanes. Por la tecnología empleada en las sepulturas la sociedad de La Florida fue muy organizada y posiblemente jerárquica, seguramente estuvo al mando de un cacique encargado no solo de organizar el trabajo sino también de la producción de excedentes para el intercambio.

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La evidencia de un pensamiento fúnebre complejo y rituales que materialicen el mismo demuestra que existió un grupo de yachacuna capaz de organizar el trabajo y los rituales. Estos serían los intermediarios entre los vivos y los muertos, y encabezarían las frecuentes visitas a las sepulturas y los ritos al interior de las mismas.La forma en sí de las sepulturas demuestra un manejo de la geometría y la tecnología adecuada para el trabajo en cangahua, reflejo de una sociedad experta en el conocimiento arquitectónico. La interpretación simbólica del círculo, plataforma y cámara central como elementos recurrentes en todas las sepulturas nos hablan del origen, de la unión entre el mundo de arriba y el de abajo (Erazo Rodríguez, 2006: 4), pensamiento que se repite en los elementos que componen el ajuar funerario y la vestimenta ritual.En resumen se trata de enterramientos del Periodo de Integración pertenecientes a la cultura Negativo del Carchi o Capulí que comparten las manifestaciones culturales con la Sierra Norte Ecuatoriana. Desde el punto de vista cronológico, La Florida sería por el momento el yacimiento más antiguo de este periodo y su influencia cultural se expandiría hacia el norte hasta llegar al departamento de Nariño en Colombia.

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Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60 70Fax: 445 76 50 - E-mail: [email protected]

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Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Instituto de Estudios Peruanos (IEP)

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Difusión en el periodo de Desarrollo Regional: algunos aspectos de la iconografía Tumaco-Tolita

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 397-407IFEA

Difusión en el periodo de Desarrollo Regional: algunos aspectos de la iconografía Tumaco-Tolita

María Fernanda Ugalde*

Resumen

Determinados elementos de la iconografía Tolita-Tumaco se analizan aislados y se comparan y asocian con representaciones de dentro y fuera del estilo. Se parte de la hipótesis de que en el periodo de Desarrollo Regional, varias culturas de los Andes Centrales y Septentrionales comparten elementos de un ideario mitológico-religioso cuyas raíces podrían remontarse al horizonte Chavín. Tales elementos deberían estar presentes y ser reconocibles en las representaciones iconográficas de cada cultura, aún cuando aparezcan en diferentes grados de simplificación o abstracción.

Palabras clave: iconografía, Tolita-Tumaco, Desarrollo Regional

Diffusion pendant la Période de Développement régional : quelques aspects de l´iconographie Tumaco-Tolita

Résumé

Cet article analyse séparément certains éléments de l´iconographie La tolita Tumaco. Ceux-ci sont comparés et associés à des représentations appartenant à ce style ou à d´autres. L´hypothèse de départ est que durant la période de Développement régional plusieurs cultures des Andes centrales et septentrionales ont partagé des éléments faisant partie d´un ensemble d´idées mythologiques et religieuses dont certaines pourraient remonter jusqu´à Chavin. Ces éléments devraient être présents et reconnaissables dans les représentations iconographiques de chaque culture, même si elles sont présentes à des degrés variables de simplification ou d´abstraction.

Mots clés : iconographie, Tolita-Tumaco, Développement Régional

* Doctoranda becaria de la Universidad Libre de Berlín, Instituto Latinoamericano. E-mail: [email protected]

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Diffusion in the period of Regional Development: some aspects of iconography Tumaco-Tolita

Abstract

Certain elements of the Tolita-Tumaco iconography are analyzed as isolated elements and are compared and associated with representations of the same style as well as with other styles. The main hypothesis is that in the period of Regional Development, many of the cultures of the Central and Northern Andes share elements of a wider mythological-religious worldview, the roots of which may go back to the Chavín Horizon. Those elements should be present and be recognizable in the iconographic representations of each culture, even when they appear in different levels of simplification or abstraction.

Key words: iconography, Tolita-Tumaco, Regional Development

InTRoDuccIón

La riqueza simbólica de las imágenes de la cultura Tumaco-Tolita ha sido objeto de intensa discusión. Algunos de los aspectos iconográficos han sido tratados dentro de estudios más o menos extensos. Los trabajos tempranos pusieron énfasis en la elaboración de tipologías, para lo cual la clasificación se hizo en primera instancia tomando en cuenta más el aspecto tecnológico de la fabricación de las piezas (hueco o sólido, características de la pasta, etc.) que la representación iconográfica (Estrada, 1957; Sánchez Montañés, 1975; 1979; 1981). Estos estudios no profundizaron en el contenido simbólico de las representaciones. Así, Sánchez Montañés concluye que las figurillas serían un reflejo de la gente que vivió en estas sociedades, de su aspecto físico, sus costumbres al vestir y adornarse, su vida cotidiana y actividades así como del medio ambiente que los rodeó y la fauna con la que convivieron (Sánchez Montañés, 1981: 94). No parece del todo convincente este tipo de interpretación en vista de la recurrencia de determinados motivos y la ausencia de otros que también formaron parte de la cotidianeidad de la gente Tumaco-Tolita1. Evidentemente, las numerosas figurillas son obra de las manos de diferentes artistas. Sin embargo los motivos se repiten en alto número y frecuentemente con las mismas características. Nos parece, por tanto, que las figurillas se deben entender como representaciones simbólicas de conceptos, como parte de una cosmovisión. Asumimos que la redundancia de elementos o motivos responde a un conjunto de códigos cuyo significado era conocido para los integrantes de la sociedad en cuestión. Por esto creemos que, para poder llevar a cabo un análisis iconográfico, éste debe tomar en cuenta en primera instancia solamente los elementos inherentes a la representación misma. Es decir que resultan para nuestro objetivo irrelevantes datos como material o técnica con los que fueron producidos los objetos, y nos concentramos totalmente en la representación. Así, hay personajes que están representados tanto en placas de metal como en figurillas de cerámica, sean estas huecas o sólidas, y en este caso lo que nos interesa es el personaje y no su asociación tipológica.En las últimas décadas han aparecido importantes aportes en este sentido, enfatizando en la importancia de la imagen misma y buscando, al momento de interpretar, puntos de comparación en otros estilos. De este modo, se ha hecho énfasis en la posible representación de cabezas trofeo (Di Capua, 2002a), en el papel del jaguar en los diferentes estilos de la costa ecuatoriana

1 En el material osteológico proveniente de las excavaciones realizadas en los sitios arqueológicos del área de estudio se han encontrado restos de fauna que no se reflejan en la iconografía. Por ejemplo algunos moluscos, así como animales del bosque tropical como el venado, no aparecen o están ínfimamente representados en el material arqueológico (Gutiérrez Usillos, 2002: 83 y ss., ver también Cadena & Bouchard, 1980: 49).

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(Di Capua, 2002b) así como un exhaustivo recuento de la presencia de la fauna en las culturas precolombinas del actual Ecuador, que combina el dato arqueológico con el iconográfico (Gutiérrez Usillos, 2002). En esta misma línea deseamos profundizar en la investigación, haciendo uso de la semiótica2. La aplicación de la semiótica a los objetos arqueológicos consiste en entender a la figura como un todo compuesto de partes, donde cada parte constituye un signo (al que llamaremos aquí elemento) que porta una información. La redundancia de ciertos elementos nos hace suponer una importancia simbólica. La presencia de estos mismos elementos en otras áreas culturales nos hace pensar en algún tipo de relación. Se pone énfasis en el análisis comparativo, a partir de los mencionados elementos, con otros estilos, especialmente del área andina.

1. El sIgno o ElEMEnTo coMo unIDAD y PunTo DE PARTIDA PARA lA coMPARAcIón

1. 1. Ejemplo 1: el animal lunar, ¿emigrante norteño?

Como un primer ejemplo, aplicaremos el método descrito a una representación del estilo Tolita (fig. 1, izquierda). La pieza, famosa por la calidad y el material de la que fue fabricada (platino y oro), parece a primera vista la representación de un personaje único dentro del corpus de personajes conocidos. Sin embargo vale la pena desglosarlo y prestar atención a sus elementos constitutivos: está representado de perfil. La parte central de su cuerpo es una placa redonda móvil; lo que vendría a ser la columna vertebral es una línea curva constituida por puntos. Se ven dos extremidades, una superior y una inferior, que parecen antropomorfas. Tiene una larga cola. Su ojo es grande y de forma almendrada, y está enmarcado por una línea curva que termina en una voluta. La boca es grande, está abierta, y se ha enfatizado en representar la dentadura, abundante. Con la mano sostiene un objeto que se lleva a la boca. De su cabeza nace un largo anexo serpentiforme, que culmina con una cabeza, probablemente de serpiente. De su nariz también nace un anexo en forma de varias volutas.

Figura 1 – Izquierda: Museo Banco central del Ecuador, Quito. Inv.-Nr. LT-56-80-70. Derecha: Museo Banco central del Ecuador, Quito. Inv.-Nr. LT-82-22-76 Fotografía de la autora

2 Para una descripción detallada de la aplicación de la semiótica al análisis iconográfico de piezas arqueológicas precolombinas, ver Hohmann (2002).

Buscando en el corpus del estilo de estudio (Tolita-Tumaco), nos encontramos con otra pieza en la que se encuentra un personaje en el que aparecen gran parte de los elementos arriba mencionados (fig. 1, derecha): la representación en perfil, el cuerpo curvo, el ojo grande almendrado, la boca grande con dentadura remarcada, las extremidades antropomorfas, el anexo serpentiforme sobre la cabeza. La cola se presenta aquí como una larguísima prolongación

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de la columna vertebral, y termina, al parecer, en una cabeza zoomorfa. Tiene la nariz en forma de espiral, elemento recurrente en personajes mitológicos de la costa ecuatoriana. Al igual que en la otra pieza, este personaje parece sostener con su mano un objeto que se lleva a la boca.Podemos postular que se trata de dos representaciones de un mismo personaje. Es interesante que ambas se encuentran sobre un soporte metálico, y que no conocemos figuras de cerámica en las que aparezca con todas las características descritas. No obstante, tenemos un personaje zoomorfo que aparece frecuentemente en figuras de barro y en el que se pueden reconocer algunos de los elementos característicos mencionados. Se trata de un personaje que en la literatura se ha identificado como zarigüeya (Didelphis marsupialis; ver por ejemplo Cadena & Bouchard, 1980: lám. VI; Sánchez Montañés, 1981: 19; Gutiérrez Usillos, 2002: 94 y ss.) (fig. 2).

Arriesgando más, desde el análisis comparativo, nos parece haber encontrado en otros estilos al mismo personaje que tenemos aquí en las representaciones sobre metal. Se trata del conocido «animal lunar», de la iconografía de Moche y Recuay. Aunque las convenciones de representación varíen, los elementos constitutivos característicos de este personaje se encuentran en uno y otro caso3 (fig. 3). Gutiérrez Usillos reconoce características de la zarigüeya en el animal lunar de Recuay (Gutiérrez Usillos, 2002: 328), pero no lo asocia con el personaje Tolita como lo hemos hecho aquí, al cual califica de «grifo» (Gutiérrez Usillos, 2002: 100). Nos parece que en el estilo Tumaco-Tolita las representaciones de la zarigüeya y del personaje de la figura 1 están emparentadas. Podría postularse, por tanto, que nuestro «animal lunar» Tolita es un personaje fabuloso, posiblemente inspirado en la zarigüeya.Como anotó ya Gutiérrez Usillos, los atributos de la zarigüeya en las piezas Tumaco-Tolita sugieren que este personaje pudo gozar del rol de héroe cultural, de manera similar al caso del tlacuache en la mitología mexicana4 (Gutiérrez Usillos, 2002: 329 y ss.; López Austin, 1990).Volviendo al animal lunar (independientemente de que se acepte o no la sugerencia de su carácter de zarigüeya fantástica), el tema de la dirección en la que se pudo difundir el motivo

Figura 2 – Izquierda: Museo Banco central del Ecuador, Esmeraldas. Inv.-Nr. LT-36-48-70. Derecha: Museo Banco central del Ecuador, Quito. Inv.-Nr. LT-1338-2-60

Fotografía de la autora

3 En un trabajo sobre el animal lunar en Moche, las autoras lo describen de la siguiente manera: «El Animal Lunar es uno de los animales mitológicos más prolíficos en la costa norte peruana, trazando su desarrollo iconográfico y rol cosmológico en un periodo de mil quinientos años. Se le puede conocer por las siguientes características: El Animal Lunar tiene: 1) cuatro patas; 2) largas salientes que se extienden de su cabeza y cola; 3) un hocico cuadrado; 4) clara y visible dentadura; 5) un cuerpo arqueado y sinuoso; 6) garras largas; y 7) una variedad de ornamentaciones como espalda y cola con remate dentado» (Mackey & Vogel, 2003: 326). Esta descripción concuerda en todos los puntos con el personaje que hemos presentado.

4 Las representaciones de posibles zarigüeyas son abundantes en el corpus iconográfico Tolita-Tumaco, y comprenden un alto rango de variación, desde ejemplares básicamente zoomorfos y sin atributos que los caractericen, hasta otros, más o menos antropomorfizados, ataviados, y frecuentemente en asociación con atributos como una mazorca de maíz o algún fruto que se llevan a la boca, o masticando una soga. Gutiérrez Usillos plantea la posibilidad de que estas representaciones correspondan a escenas de una secuencia mítica: «representan escenas de un mito protagonizado por la zarigüeya, en el que, como en mitos contemporáneos, el animal asciende a los

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es difícil, sobre todo por la falta de una cronología refinada para el material Tolita. Sin embargo se puede intentar una aproximación con los datos existentes. Asumiendo que las piezas de metal en las que se encuentran los animales lunares Tolita puedan datarse en el periodo Tolita clásico —aprox. de 200 a.C. a 90 d.C. (Valdez 1987: 52 y ss.)—, éstas serían anteriores a las imágenes de Moche y Recuay. Si bien en Moche el animal lunar es un personaje temprano, presente ya en Moche I-II (Donnan & McClelland, 1999, ver por ejemplo figs. 2.22, 6.6., 6.7), estas fases están datadas aproximadamente a partir de 200 d.C. En la bibliografía disponible se asume que Moche adoptó el motivo del animal lunar de Recuay (Benson, 1997b: 102; también en Makowski & Rucabado, 2000: 217 y ss.), y en Recuay la aparición del motivo debió tener lugar no antes de 200 d.C., ya que en estas fechas se data aproximadamente el comienzo del estilo. Si estos datos son correctos, la difusión de este motivo debió darse de norte a sur. El motivo posiblemente se desarrolló en Tolita, inspirado en la zarigüeya, pero dotado de un carácter divino o al menos fantástico, y se difundió hacia el sur ya como tal, lo cual explicaría por qué en Recuay y Moche tiene menos similitud con el animal inspirador. Falta profundizar la búsqueda del motivo hacia el norte y el sur, pues es posible localizarlo al menos tan al norte como en la cultura Coclé de Panamá y tan al sur como en la cultura Aguada del noroeste argentino.Es interesante que las convenciones de representación de este personaje se rijan, en los distintos estilos, por estrictas normas. Así, en Tolita solo lo conocemos sobre un soporte de metal precioso y nunca lo vemos representado en cerámica ni en otro material. En Recuay, en cambio, lo conocemos solo en cerámica, pero restringido al horizonte pintado, jamás esculpido. En Moche parece haber más libertad en la representación del animal lunar, quien aparece en la mayoría de los casos pintado con la técnica de línea fina, pero hay al menos un caso en el que fue elaborado en arcilla con incrustaciones de madre perla (Benson, 1997b: 102, fig. 34) y otro en el que fue tallado en un pilar de madera (Makowski & Rucabado, 2000: 219, fig. 44). Además, el animal lunar parece ser siempre una entidad independiente; se lo suele representar solo y sin interacción con otros personajes. En Moche nunca es parte de las escenas o secuencias narrativas, pero esta convención iconográfica probablemente se explica con razones cronológicas, pues en Moche el animal lunar es un motivo temprano y las secuencias narrativas son características de las fases tardías. Podemos concluir que se trata de un personaje mitológico que apareció probablemente por primera vez en la costa ecuatoriana, inspirado por la zarigüeya, y que se deslizó hacia el sur y hacia el norte, no sabemos si acompañado o no de toda su connotación inicial. En todo caso jugó un papel importante, sobre todo durante el periodo de Desarrollo Regional, en una vasta región del continente americano.

1. 2. Ejemplo 2: el «Picasso precolombino» y la decapitación ritualOtro personaje interesante es al así llamado «Picasso precolombino» (Crespo & Holm, 1977: 163) (fig. 4). En un primer paso descriptivo, tomando a la figura en su totalidad la podemos denominar «figura antropo-zoomorfa»5. Esta categoría es demasiado general y por tanto no es de gran ayuda para un análisis comparativo.

cielos, roba el maíz a los dioses, desciende por la soga, que posteriormente roe, para no ser perseguida y devora finalmente el maíz (o como héroe mítico, lo entrega a los hombres)» (Gutiérrez Usillos, 2002: 94).

5 Usamos esta terminología, pero con cierta precaución, pues tenemos presente la aclaración de Rowe (1962: 18) en referencia al arte de Chavín, quien cuestiona la interpretación de muchas de las representaciones como figuras

Figura 3 – Izquierda: Animal lunar, Moche I-II (tomado de Donnan & McClelland, 1999: 192, fig. 6.7). Derecha: Animal lunar, Recuay (tomado de Makowski & Rucabado, 2000: 214, fig. 38)

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En un segundo paso aislamos los diferentes elementos constitutivos y buscamos posibles asociaciones para ellos por separado. Estos elementos constitutivos son:• Vista lateral: estructura arquitectónica• Serpiente saliendo del ojo• Collar en forma de serpiente• Paneles de colores (rojo, amarillo, verde)• División dual de la figura (doble perspectiva)• Dientes de felino• Elemento geométrico («manto»)La comparación a este nivel nos permite hacer las siguientes asociaciones (adelantamos ya que no hemos conseguido correlaciones para todos, sino solo para algunos de los elementos; el potencial de la pieza para profundizar en la comparación es amplio todavía).

Los dientes de felino aplicados a seres antropomorfos (o parcialmente antropomofos), son una característica muy frecuente en el área andina y se entienden como un símbolo representativo de los seres sobrenaturales (Rowe, 1962: 16). Hocquenghem (1987: 204) también interpreta de manera similar a los colmillos como representación del poder de las huacas. Podemos asumir entonces que se trata de la representación de un personaje que dispone de poderes sobrenaturales y que podría ser una divinidad.La mitad derecha del personaje está dominada por un elemento geométrico que podría corresponder a un manto especial. Esta interpretación surgió como consecuencia de una larga búsqueda en el material Tumaco-Tolita de algún elemento comparable. Éste apareció finalmente en un personaje antropomorfo que lleva una cabeza humana pequeña entre sus manos, a la altura de su estómago (fig. 5) con al menos un ejemplar de éstos. El carácter del elemento geométrico como un manto o algún tipo de prenda de vestir se enfatiza en algunas piezas en las que la parte trasera fue decorada con incisiones.

Por medio de este elemento, entonces, se establece una relación entre la figura 4 y este personaje que llamaremos por ahora «decapitador» (aunque estamos conscientes de que el hecho de que lleve entre sus manos una cabeza no implica que se trate de la persona que habría llevado a cabo

Figura 4 – Museo Banco central del Ecuador, Quito Inv.-Nr. LT-2-15-72 Fotografía de la autora

antropo-zoomorfas, cuando éstas son más bien antropomorfas o zoomorfas con un kenning perteneciente a otra categoría (por ejemplo dientes de felino). En el caso de la figura que se analiza aquí, en principio también se la podría definir como figura antropomorfa a la que se han aplicado elementos zoomorfos por sustitución (kennings).

Figura 5 – Izquierda: Museo Banco central del Ecuador, Quito. Inv.-Nr. LT-958-2-70 Derecha: Museo Banco central del Ecuador, guayaquil. Inv.-Nr. GA-126-969-78

Fotografía de la autora

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una decapitación). Más interesante se vuelve la asociación en el momento en que continuamos la búsqueda de analogías para otro de los elementos.La serpiente que emerge de uno de los ojos del personaje antropo-zoomorfo: este elemento está presente en la iconografía andina desde el Formativo6 y hay una pieza en especial que se asocia directamente con la figura 4. Se trata de una conocida estela de piedra del sitio Kuntur Wasi (Cajamarca, sierra norte de Perú) (fig. 6, izquierda), que además de este elemento comparte también con la figura 4 el de la dualidad de perspectiva en la composición. Y —aquí la relación con el punto anterior— la estela de Kuntur Wasi tiene una pequeña cabeza trofeo a la altura de su estómago, lo cual nos remite nuevamente al personaje del decapitador.Al continuar la búsqueda de piezas con elementos comparables a los componentes de la figura 4, nos encontramos con una serie de vasijas de

asa estribo del estilo Cupisnique (valle de Chicama, costa norte de Perú) que presentan analogías en varios aspectos (por ejemplo fig. 6, derecha. Ver también Burger, 1992: 96, fig. 83): división del rostro en dos partes, una zoomorfa y una antropomorfa; rasgos de felino en la parte zoomorfa; una serpiente encima de su ojo izquierdo. Además, son representaciones de cabezas, lo cual nos remite a las asociaciones con las cabezas trofeo y la decapitación. La vasija de la fig. 6 (derecha) muestra una cabeza con los elementos de la convencional representación del felino en el estilo Cupisnique, con excepción de su ojo izquierdo, que tiene exactamente el mismo elemento que nuestra figura 4; una serpiente se desenrosca y emerge de él.Una forma diferente de división dual del rostro se encuentra en una figura de cerámica proveniente posiblemente de la isla La Tolita. Se trata de una cabeza antropomorfa cuya mitad izquierda está cubierta con una especie de máscara (fig. 7). Esta «media máscara» es, en contraste con la mitad humana, muy rígida, y su ojo tiene un apéndice grande en forma de voluta. Esta pieza parece querer transmitir la idea de transformación7. Resulta sumamente interesante que el lado del rostro que representa la transformación, aquel del que en este caso surge la voluta del ojo, es el lado izquierdo, el mismo que en la figura 4 así como en la estela de Kuntur Wasi y en las vasijas Cupisnique tiene a la serpiente saliendo del ojo. Me parece que estamos aquí frente a dos convenciones iconográficas

de un mismo símbolo, es decir, que la voluta que surge del ojo del personaje de la máscara es una simplificación o abstracción de la serpiente en los otros casos, y que comparten un mismo campo semántico.

Figura 6 – Izquierda: estela de piedra de Kuntur Wasi (tomado de Burger, 1992: 112, fig. 102). Derecha: vasija del estilo cupisnique, cerámica (tomado de Makowski, 2002)

6 En numerosas imágenes provenientes del sitio Chavín de Huántar hay personajes que tienen serpientes sobre sus ojos, entre ellos la gran escultura de piedra conocida como «el lanzón», que pudo haber sido la deidad principal del Templo Antiguo de este complejo ceremonial (Rowe, 1962: 19; Burger, 1992: 136).

7 El uso de una máscara siempre tiene implícita la intención de transformarse en algo diferente a lo que se es; en este caso, la idea del artista parece ser la de enfatizar el momento mismo de la transformación, por lo que deja parte del rostro descubierto y permite así apreciar ambos caracteres.

Figura 7 – cabeza de cerámica, proveniente posiblemente de la región la Tolita-Monte Alto (tomado de Sabolo, 1986)

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2. DIscusIón-DIFusIón DE convEncIonEs IconogRáFIcAs

En la cultura Tolita es muy recurrente la existencia de un apéndice en el ojo de ciertos seres mitológicos, en forma de voluta (fig. 8), para los cuales se podría intentar la misma interpretación, es decir que esas volutas son una abstracción de la serpiente, y el ojo con la voluta el elemento portador del mismo significado simbólico que el ojo del que emerge la serpiente. Es importante enfatizar que esta voluta es un atributo exclusivo de seres sobrenaturales; nunca aparece en personajes netamente antropomorfos o zoomorfos (y esto no solo en el material Tolita-Tumaco sino también en las representaciones iconográficas de Chavín y de las culturas mesoamericanas donde también está presente). Por tanto se puede considerar característico de cierto tipo de seres, comparable por ejemplo con el halo de los santos en la iconografía cristiana. La serpiente es, tal vez, el elemento iconográfico al que más interpretaciones se le han atribuido. Una de ellas es la asociación con la regeneración de la vida, con transformación (Benson, 1997a: 108; De la Garza, 2003: 133). El ojo con la serpiente (o su abstracción, ojo con apéndice de voluta), por lo que hemos visto, parece encajar en este campo semántico. Parece representar una transformación que de alguna manera se relaciona (o es precedida) por un ritual de decapitación. El ícono también podría caracterizar a los seres mitológicos que tienen que ver con esta práctica ritual. La representación del personaje con la cabeza entre las manos da cabida a —al menos— dos posibilidades, la de un ritual de decapitación y la de la obtención de cabezas como trofeos, por ejemplo de guerra. Seguimos hablando de decapitación ritual de todos modos, porque consideramos que, aún en el caso de tratarse de trofeos, el hecho de decapitar a alguien y llevarse su cabeza como trofeo implica un acto ritualizado. La falta de material bélico en los yacimientos arqueológicos de las culturas Tumaco-Tolita y la relativa escasez de representaciones de guerreros, nos hace pensar más bien en una ofrenda de la cabeza decapitada a una divinidad. Esta divinidad podría ser la figura antropo-zoomorfa que estamos analizando (fig. 4).Los «decapitadores» de Tolita tienen, con una sola excepción en el material revisado, rasgos totalmente antropomorfos. Se trata de un hombre que carga en sus manos una cabeza trofeo. Podría tratarse del representante de la divinidad entre los hombres, el sacerdote encargado de los rituales relacionados con esta divinidad. Por eso, como insignia, lleva su manto. En este punto cabe volver a la imagen y observarla lateralmente. Esta perspectiva recuerda a una estructura arquitectónica, un edificio con techo. Este elemento lateral debe contener también una información, podría por ejemplo aludir al templo en el que se rendía culto a la divinidad representada.Queda abierta la cuestión de si la decapitación ritual en la cultura Tolita fue una práctica real o existió solo como parte de la mitología en alguna leyenda muy popular y divulgada8 (de manera

Figura 8 – Izquierda: Museo Banco central del Ecuador, Quito. Inv.-Nr. LT-30-89-70 Derecha: Museo casa de la cultura, guayaquil. Inv.-Nr. 367 Fotografía de la autora

8 En este mismo sentido lo plantea Bouchard (2004: 57).

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análoga a la distribución de crucifijos y representaciones de la crucifixión en la iconografía cristiana, lo cual no implica que en todas las áreas culturales donde este objeto está presente se lleven a cabo realmente crucifixiones). Los hallazgos realizados en excavaciones arqueológicas hasta ahora no apuntan a la práctica real; los entierros del área cultural Tolita solo excepcionalmente presentan cráneos aislados9. Los mitos asociados a decapitación o a la obtención de cabezas trofeo son frecuentes en el área andina, sobre todo en culturas peruanas (Cerro Sechín, Cupisnique, Paracas, Nasca, Moche, menos implícitamente en Chavín), y su presencia en Tolita podría responder a una difusión de parte de este bagaje religioso-mitológico, que en las culturas peruanas tiene una tradición muy antigua. Esta difusión pudo tener lugar a través de las vías establecidas por contactos comerciales10 que mantuvieron, desde muy temprano, las culturas de la costa ecuatoriana con las peruanas. Estos contactos han sido extensamente estudiados, sobre todo alrededor de la concha Spondylus y el significado de ésta para las prácticas ceremoniales en los Andes Centrales, especialmente a partir del horizonte Chavín11 (Burger, 1992; Marcos 1986a; 1995). No hay evidencia de la extracción y el trabajo de la concha Spondylus en La Tolita (Alexandra Yépez, com. pers.), pero este producto con seguridad no fue el único comerciado. Las representaciones de canasteros y canoeros en piezas Tolita-Tumaco hablan a favor de que los mercaderes pudieron jugar un papel importante en la sociedad. Por estas vías comerciales pudo tener lugar el flujo de elementos iconográficos y las informaciones concernientes a ellos, aunque éstas probablemente sufrieron transformaciones en el camino.Como hemos intentado demostrar, la comparación de elementos aislados permite asociar a los personajes con aquellos de otras culturas, y parece posible asumir que los elementos recurrentes contienen informaciones similares en los diferentes estilos, aun cuando las convenciones en las formas de representación varíen notablemente. Creemos que hay una serie de ideas que, sobre todo en el periodo de Desarrollo Regional (Intermedio Temprano) tuvieron una amplísima

9 La información al respecto de este tema es escasa y a veces no suficientemente clara, lo cual dificulta una afirmación o negación categórica sobre la práctica de decapitación ritual en el área cultural Tumaco-Tolita. Se encuentran en la literatura publicada alusiones a cabezas decapitadas, sin ofrecer datos detallados que permitan comprender el contexto. Barney Cabrera, en su reseña sobre el arte de Tumaco sostiene: «La arqueología ha descubierto indicios que permiten presumir el rito de la decapitación. Por ejemplo, en varias tumbas se han encontrado cráneos desprendidos o únicamente mandíbulas sin otros vestigios óseos» (Barney Cabrera, 1975: 242). No especifica la localización de las tumbas ni si éstas fueron documentadas mediante excavaciones arqueológicas. En el capítulo sobre iconografía de su informe publicado, Valdez (1987: 63) menciona que «la presencia de centenares de cráneos aislados, en contextos clásicos y tardíos, sugiere la práctica de decapitación ritual». Sin embargo, no hace alusión a estos hallazgos al describir los contextos funerarios excavados por él. Tampoco en el informe completo de excavación entregado por Leiva y Montaño al Instituto Nacional de Patrimonio Cultural consta ninguna información referente al hallazgo de cráneos aislados en tal volumen. En dicho informe (que incluye la descripción de cada uno de los cortes de excavación), se reportan, del cementerio tardío del sector Mango Montaño, tres enterramientos individuales con el cráneo separado del cuerpo (Leiva & Montaño, 1994: 205), que de acuerdo a los estudios de antropología física citados allí, no tienen señales de corte en las vértebras cervicales (Leiva & Montaño, 1994: 244). Además documentaron dos cráneos aislados en el sector H9 (Leiva & Montaño, 1994: 266, 268). Del texto se desprende que estos cráneos tampoco mantenían ninguna vértebra articulada, por lo cual falta la evidencia directa de decapitación. Aún de asumirla, el número de cráneos excavados no permite, a nuestro entender, sustentar la hipótesis de un ritual de decapitación como parte de la vida religiosa de la sociedad Tumaco-Tolita, menos si se toma en cuenta que los enterramientos excavados en la isla corresponden a diferentes periodos y abarcan un rango temporal de cerca de mil años, aprox. entre 700 a.C. y 350 d.C. (Valdez, 1987: 55). La evidencia arqueológica de otras regiones del área de estudio tampoco sugiere una práctica ritual generalizada de decapitación. En la región de Tumaco (Monte Alto), Cubillos excavó un montículo con enterramientos, entre los que encontró dos cráneos aislados sin mandíbula inferior (Cubillos, 1955: 134). Patiño, que realizó excavaciones en la zona costera de Tumaco, solo encontró enterramientos secundarios en urnas (Patiño, 2003: 68s.). Por tanto, el tema de la práctica real de decapitación ritual en las culturas Tumaco-Tolita queda aún por aclararse y faltarían datos más concretos para asumir su existencia.

10 Los intercambios comerciales se entienden en el sentido de Renfrew, como portadores de un flujo de información (Renfrew, 1975).

11 Se entiende aquí al horizonte Chavín en los términos planteados por Burger, quien defiende el valor heurístico del concepto. No se propone de ninguna manera algún tipo de influencia del ente político Chavín en la sociedad de Tumaco-Tolita. La difusión a la que nos referimos la entendemos en la misma línea de Burger cuando anota,

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divulgación, al menos a lo largo del área andina. Este imaginario (de índole claramente religiosa) pudo tener su origen en el horizonte Chavín y haber gozado de una gran popularidad en la época posterior, lo que determinó la absorción de al menos parte de los elementos en un área bastante grande. Por tanto tiene mucho sentido hacer el esfuerzo de comparar más allá de los estilos vecinos, con el fin de adquirir una visión más clara del desarrollo del pensamiento y de los lazos entre las culturas.

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María Fernanda Ugalde

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Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60 70Fax: 445 76 50 - E-mail: [email protected]

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Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú - Embajada de Francia en el Perú

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Banco Central de Reserva del Perú

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EL cocodrilo en el suroeste de Colombia y regiones vecinas del Ecuador (800 a. C. a 500 d. C.)

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IFEA

Cazando animales en el bestiario cosmológico: el cocodrilo en el suroeste de Colombia y en regiones vecinas del Ecuador (800 A.C. a 500 D.C.)

Marianne Cardale de Schrimpff*

Resumen

Aunque las sociedades del suroeste de Colombia compartían una tradición tecnológica y cosmológica, durante este período, con muchos elementos que se extendían a ambos lados de la actual frontera colombo-ecuatoriana, las investigaciones sobre aspectos puntuales de esta tradición siguen siendo relativamente escasas. Aquí se examina un aspecto de la cosmología: el papel del cocodrilo en las culturas de la Costa Pacífica, especialmente las de Tumaco-La Tolita y otras ubicadas más al sur. Luego se sigue la pista a representaciones de este animal en culturas andinas como Ilama y San Agustín, afuera de su hábitat natural.

Palabras clave: cocodrilo, cosmología precolombina, Colombia, Ecuador

La chasse aux animaux dans le bestiaire cosmologique : le crocodile dans le Sud-ouest de la Colombie et les régions voisines de l’Équateur (800 av JC-500 ap. JC)

Résumé

Les sociétés complexes du SO de la Colombie préhispanique ont partagé des traditions technologiques et cosmologiques communes dont de nombreux éléments s’étendaient aussi dans la partie située au sud de l’actuelle frontière entre la Colombie et l’Équateur. Mais les études ponctuelles sur cette tradition demeurent encore assez rares. Cet article s’intéresse à un aspect de la cosmologie : le rôle du

* PRO CALIMA. Bogotá, Colombia. [email protected]

Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 409-431

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Marianne Cardale de Schrimpff

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crocodile dans la culture Tumaco-La Tolita sur la côte Pacifique et dans les régions situées plus au sud. Il s’intéresse ensuite aux représentations de cet animal dans des régions comme Ilama et San Agustín, situées hors de l’habitat naturel de cet animal.

Mots clés : crocodile, cosmologie précolombienne, Colombie, Équateur

Hunting the beasts of the cosmological bestiary: the crocodile in southwestern Colombia and neighbouring regions of Ecuador (800 B.C. to A.D. 500)

Abstract

Although, during this period, societies of southwestern Colombia shared a common tradition in technology and belief systems, elements of which extended to neighbouring regions of Ecuador, studies of detailed aspects of this tradition are still fairly scarce. The crocodile, represented in pottery, gold and other materials, is found in cultures on the Pacific coast, particularly Tumaco-La Tolita, and can be followed into regions outside its natural habitat in Andean cultures such as Ilama and San Agustin. It is suggested that this animal had an important role in the cosmology of the region.

Key words: crocodile, pre-Columbian cosmology, Colombia, Ecuador

IntRoDuCCIón

Desde las investigaciones de Pérez de Barradas hace más de cincuenta años se reconoce que, durante un periodo largo, las sociedades del suroeste de Colombia compartían una tradición tecnológica y cosmológica (fig. 1). Durante buena parte del último milenio antes del nacimiento de Cristo y la mitad del milenio siguiente, muchos elementos de esta tradición se extendían a ambos lados de la actual frontera colombo-ecuatoriana. Sin embargo, las investigaciones sobre elementos puntuales de estas tradiciones siguen siendo escasas. En el suroccidente de Colombia las representaciones de animales, ejecutadas en cerámica, oro, piedra y otros materiales, son relativamente frecuentes y han sido estudiadas en detalle por Anne Legast (p.e. 1991; 1993; 1995; 1998) y Edgar Emilio Rodríguez (1992) con una contribución importante de Cadena & Bouchard (1980). La importancia cosmológica del felino, del murciélago y de la serpiente se expresa en representaciones individuales o combinadas en un ser compuesto o «fabuloso» (Cardale de Schrimpff, 1989).Últimamente, nuevos hallazgos y análisis del material existente han resaltado la importancia de otros animales. Esta investigación fue concebida, inicialmente, como complemento de otra proyectada por Ann Legast, ambas dirigidas a detectar la importancia de especies particulares de animales dentro de la cosmología del suroccidente. Una de estas especies, el perro de monte (Potos flavus), había sido identificada hace varios años por Cadena & Bouchard (1980: 54-55) en la cerámica de La Tolita-Tumaco pero solo hasta hace poco empieza a apreciarse su gran importancia en otras culturas contemporáneas (Bray et al., 2005: 189-191, figs. IV.63-IV.65). Desafortunadamente, la oportunidad para profundizar en el estudio de este animal no se presentó y, en la presente ocasión, nos quedamos solamente con la otra especie o, mejor dicho, familia, que planeamos investigar, los Crocodylia. Recordemos la enorme importancia que tenía el cocodrilo en el Horizonte Temprano de Perú, en la cosmología de Chavín, mientras que en Mesoamérica fue uno de los carnívoros más

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EL cocodrilo en el suroeste de Colombia y regiones vecinas del Ecuador (800 a. C. a 500 d. C.)

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venerados. Entre los mayas el caimán era un dios creador anciano y, posiblemente, el principal de su panteón. Por su entorno acuático, su gran tamaño y su dorso espinoso, este animal era un metáfora común por la tierra (Miller & Taube, 1997: 46) con las montañas de esta concebidas como flotando sobre el mar en la misma manera en que el cocodrilo flota sobre el agua. Aquí se examina el papel del cocodrilo y su posible contenido simbólico en una región relativamente reducida del área intermedia. Estos reptiles no recibieron mayor mención en los estudios iniciales de Legast o en el mío propio sobre la representación compuesta por varios animales que llamé el Ser Fabuloso (Cardale de Schrimpff, 1989) y solo en estudios recientes (Legast, 1998; Cardale de Schrimpff, 2005) se empieza a detectar su importancia real.Aunque es un concepto de aceptación generalizada que en el arte precolombino nada es meramente decorativo, que todo tiene su significado social o cosmológico, es solo con un estudio minucioso de cada uno de sus aspectos que podemos aspirar a decodificar los iconos y así comprender algo más de una cosmología y sistema de creencias muy diferente al nuestro. Una de las dificultades que encontramos con la identificación de los animales que conforman

Figura 1 – Mapa de las sociedades del suroccidente de Colombia que compartían elementos de la tecnología y de la cosmovisión

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Marianne Cardale de Schrimpff

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el bestiario cosmológico, es que presupone un conocimiento detallado del animal. Aunque la mayoría de los arqueólogos somos capaces de reconocerlo en representaciones que muestran el animal completo y en forma naturalista, desconocemos muchos detalles importantes de su aspecto y de su comportamiento; nos queda aun más difícil saber cuáles de estos detalles eran los más importantes para las poblaciones precolombinas1. Por estas razones podemos estar casi seguros de que muchas piezas precolombinas ocultan referencias a animales —tanto cocodrilos como numerosas otras especies— que no hemos sido capaces de reconocer todavía.

1. LoS CRoCoDyLIA DEL SuRoCCIDEntE DE CoLoMBIA

En Colombia se han identificado cuatro géneros de crocodylia con un total de siete especies, dos de las cuales son endémicas en el suroccidente del país (Medem, 1953: 7; 1981; 1983). Estas son el Crocodylus acutus de la familia Crocodylidae y la babilla (Caiman cocodrilus)2 de la familia Alligatoridae. Se presta para confusión el hecho de que el cocodrilo (Crocodylus acutus) en el idioma diario o popular en Colombia se denomina «caimán» mientras que en el Ecuador, este nombre se utiliza para lo que en Colombia se conoce como «babilla». El C. acutus se encuentra por toda la costa Pacífica donde habita tanto los ríos y ciénagas de agua dulce como los manglares, puesto que también tolera el agua salobre. Habría sido muy común en el periodo La Tolita-Tumaco y sin duda hubiera sido el miembro más grande de la familia conocido por los habitantes de la región en aquella época. Los animales adultos miden entre 4 y 7 metros de largo (Medem, 1981: 145) y por su abundancia y habilidad de esconderse en las aguas y los manglares frecuentados por la gente, hubiera presentado un peligro mucho mayor que el jaguar o la serpiente. Su grado de agresividad varía (Medem, 1981: 156) pero cuando los primeros españoles subieron por el río Magdalena desde la costa Caribe, tenían tanto temor de estos animales que, al ir al río a recoger agua, la hacían con una totuma amarrada al extremo de un palo largo para evitar acercarse mucho a la orilla (Simón, 1981 [1627])3. Estos cocodrilos no solo arrebataban sus víctimas desde la orilla sino que, en ocasiones, atacaban las canoas en medio del río, matando y comiendo a sus ocupantes (Medem, 1981: 156)).El otro miembro endémico de esta familia en el suroccidente es la babilla; aunque la babilla es mucho más pequeña que el Crocodylus acutus, se han reportado ejemplares de hasta 2,5 m de largo (Medem 1981: 66 ss.). Entre los varios detalles físicos que la diferencian del caimán está la arista interocular que le da su nombre en inglés the spectacled caiman (caimán de anteojos). No parece tener una reputación de agresividad, salvo cuando la hembra cuida su nido con huevos. Los hábitats de las dos especies son, hasta cierto punto, excluyentes. Si los unos ocupan los ríos grandes, los otros buscan las ciénagas y pantanos donde están más protegidos, puesto que las babillas figuran en la lista de las presas preferidas de los cocodrilos (Medem, 1981: 156). La cola de ambas especies proporciona una carne blanca, de buen sabor: en el sitio arqueológico de Momil, a orillas del río Sinú cerca de la costa Caribe, hace un poco más de dos mil años los huesos y placas óseas tanto del caimán como de la babilla, eran tan frecuentes que no parece haber duda que formaban parte de la dieta en aquel periodo (Medem, 1981: 106); también se encuentran sus restos en varios sitios de la misma época en el Ecuador (Gutiérrez, 2002). Sin embargo, entre algunos grupos etnográficos actuales la actitud hacia su utilización como carne es ambivalente: para los grupos tukanos del Vaupés esta carne es apreciada pero, a la vez, peligrosa

1 La literatura etnográfica abunda en referencias a diseños cuyo significado le sería casi imposible reconocer a una persona que no conoce determinada cultura a fondo. Un ejemplo son los diseños tejidos en la urdimbre de las faldas de las mujeres Bari, que representan culebras de diferentes especies, pero que pasan casi desapercibidos para el ojo forastero (Cardale de Schrimpff, 1984: fig. 80).

2 Antes denominado Caiman sclerops chiapasus.3 Parte 2nda, Primera Noticia Historial, Cap. XXVI; edición de 1981: 117.

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EL cocodrilo en el suroeste de Colombia y regiones vecinas del Ecuador (800 a. C. a 500 d. C.)

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puesto que el cocodrilo es un predador igual que el hombre y generalmente el hombre no se come a otros predadores4.Las representaciones precolombinas, generalmente, no muestran suficientes detalles para indicar la especie —si es que se quería mostrar la especie como tal en vez de un conjunto de rasgos característicos de diferentes miembros de la familia (p.e. Legast, 1998: 11)—. Por esta razón en este artículo se utiliza el término cocodrilo para toda representación, a no ser que algún ejemplar en particular muestre indicios claros de que se trata de una babilla.

2. LAS REPRESEntACIonES DE CRoCoDyLIA En LA CoStA PACíFICA

Seguramente no es accidental que sea entre los antiguos pobladores de la Costa Pacífica, especialmente los de la cultura Tumaco-La Tolita, donde las representaciones de cocodrilos son más numerosas, pues vivían en un hábitat óptimo para estos animales. Aunque los orígenes de la cultura Tumaco-La Tolita se encuentran en Chorrera, en la cultura material de esta última las representaciones de cocodrilos no son comunes y menos en las culturas de Valdivia y Machalilla5. En Chorrera, a pesar de su gran reputación por la riqueza y variedad de las representaciones de animales, uno de los pocos ejemplares detectados es una pequeña pieza en cerámica ilustrada por Lathrap (1995: 47, fig. 65), modelada en forma de la cabeza de un cocodrilo. Este autor interpreta la pieza como un tubo para inhalar rapé alucinógeno. Gutiérrez (2002: 72) reseña dos ejemplos adicionales con representaciones de cocodrilo sobre objetos que él considera de uso ritual.En Tumaco-La Tolita, en cambio, encontramos una verdadera explosión de representaciones de cocodrilo. Las hay en una gran variedad de objetos elaborados en cerámica: figurinas, partes o adornos de vasijas, mangos de recipientes, cuentas de collar, pintaderas y ralladores (fig. 2). También se encuentran en hueso o cacho de venado figurinas con cocodrilos (Brezzi, 2003: fig. 593).Las figurinas o figurillas de esta cultura han sido descritas por un buen número de investigadores desde Raoul d’Harcourt (1947), incluyendo a Bouchard & Mora (1988), Brezzi (2003), Sánchez (1981) y Ramírez (2003). Aunque la mayoría de estos estudios se concentran en las figurinas antropomorfas, muchos contienen algunas ilustraciones de cocodrilos y las publicaciones de Cadena & Bouchard (1980) y Rodríguez (1992) se enfocan específicamente en la identificación de animales. En muchas de estas representaciones el nivel del detalle es tal que sugiere que el artista tenía en mente una especie particular, el cocodrilo o la babilla. Se pueden dividir la representaciones en tres grupos:• representaciones naturalistas• un hombre-cocodrilo o tal vez un hombre con máscara de cocodrilo• figuras antro-zoomorfas donde la figura humana termina en la cabeza de un cocodrilo.Entre las representaciones naturalistas encontramos figurinas con el animal completo como las ilustradas por Rodríguez (1992: figs. 28, 29)6 e interpretadas por él como de babilla (Caiman sclerops chiapasus)7 por algunas características como «… los palpebrales bien elevados, el hocico relativamente corto y ancho y la nariz curva hacia arriba…» (Rodríguez 1992: 45). Se encuentra, también, modelado sobre partes de vasijas como el mango de un recipiente (fig. 2. 1) y el

4 Stephen Hugh-Jones, comunicación personal 2006. Reichel-Dolmatoff (1996: 188) tiene una descripción interesante del proceso de ahumar la carne de ejemplares juveniles del Caiman sclerops y, después, prensarla entre tablas de madera para guardarla en canastos forrados con hojas que, si se colocan en un ambiente con mucho humo, permite su conservación hasta tres meses.

5 Examinamos la hipótesis de Andrés Gutiérrez (2002: 69) en las Conclusiones.6 MBP T0266 y T6612; el T-2502 presenta la particularidad de tener las placas óseas representadas en forma

circular.7 Ver nota 1.

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Marianne Cardale de Schrimpff

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fragmento de una pieza de cerámica con varias cabezas de babilla (Cadena & Bouchard, 1980: fig. II, 5)8, ambas en el Museo Casa Marqués de San Jorge.Por otro lado, en el concepto de Rodríguez (1992: 45), el caimán, Crocodylus acutus, parece ser representado por un soporte zoomorfo conservado en el mismo museo (fig. 2. 2). En esta especie la cabeza es más larga y angosta y tiene una elevación preocular pronunciada que se aprecia bien en la figura. En adición, «la notoriedad de los dientes mandibular 4º y maxilar 5º

Figura 2 – El cocodrilo en tumaco-La tolita

Figura 2. 1 – Mango de un recipiente; el hocico relativamente corto y ancho sugiere que el animal representado es una babilla

Procedencia indeterminada. L. 18 cm. MBP T-2502. Fondo de Promoción de la Cultura, Museo Arqueologico MUSA

Figura 2. 2 – El hocico agudo y la elevación preocular indicaría la representación de un cocodrilo de la especie Crocodylus acutus

Procedencia indeterminada. Alt. 21,3 cm. MBP T-10704. Fondo de Promoción de la Cultura, Museo Arqueologico MUSA

Figura 2. 4 – Vasija con un cocodrilo modelado encima

Procedencia indeterminada. Altura: 15,30 x 16,60 cm. MO C-13510. Colección Museo del Oro, Banco de la República, Bogotá, Colombia Fotografía: Clark Manuel Rodríguez

Figura 2. 3 – Pintadera cilíndrica sobre la cual se reconoce el largo hocico del cocodrilo representado en perfil y terminado en su nariz característica

Procedencia indeterminada. L. 6,5 cm. MBP T-2252. Fondo de Promoción de la Cultura, Museo Arqueologico MUSA

8 M.B.C. L.T. 70-III-3281. Los mismos autores publicaron una fotografía de la pieza anterior (1988: fig. 32).

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EL cocodrilo en el suroeste de Colombia y regiones vecinas del Ecuador (800 a. C. a 500 d. C.)

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relativamente bien separados…» también es característico de este especie. Otra cabeza sola, al parecer de caimán, se encuentra en el Museo del Banco Central en Quito9 (Valdéz, 1992: fig. 193). En los ralladores, un medio donde se representa una gran variedad de animales, tampoco falta el cocodrilo (p.e. Brezzi, 2003: fig. 25) pero, en este caso, sin elementos que faciliten la identificación de la especie. Entre los adornos personales, se reconoce la cabeza del caimán en cuentas de collar, y d’Harcourt (1947: Planche LX, 13) ilustra un ejemplar muy fino en cerámica, encontrado en Muisne, sobre la costa Ecuatoriana en la boca del río del mismo nombre. La cuenta es tubular, de 6 cm de largo, con la cabeza del animal modelada sobre el eje largo. El Museo Casa Marqués de San Jorge tiene una pintadera cilíndrica sobre la cual se puede identificar el largo hocico del cocodrilo, representado de perfil y terminado en su nariz característica10 (fig. 2. 3). Tanto esta pieza como la de la fig. 2. 4 tienen la cabeza adornada con una hilera de incisiones angulares conformando una especie de cresta; el origen de este parece comprenderse al observar la ilustración de la cabeza de un cocodrilo en la fig. 311, donde se aprecian las placas óseas sobre la cabeza y nuca del animal, y la fig. 2.1 donde el artista precolombino representa las mismas placas en forma relativamente natural. Aquí propongo que es en estas donde hay que buscar el origen de las crestas muy elaboradas, con volutas, que ostentan algunos animales de Tumaco-La Tolita y de sociedades más al sur. Un ejemplar del segundo grupo, el hombre-cocodrilo o, tal vez, hombre con máscara de cocodrilo, está ilustrado en Rodríguez (1992: fig. 30)12. El tercer grupo, las figuras humanas que terminan en cabeza de cocodrilo (fig. 4.1) son de un interés especial puesto que este mismo motivo se encuentra en otros lugares del suroccidente colombiano reflejando, indudablemente, un concepto cosmológico compartido. Ilustraciones de ejemplares Tumaco-La Tolita de por lo menos ocho museos y colecciones en Colombia, Ecuador y otras partes del mundo, han sido publicadas por varios autores (cuadro 1)13. Ha sido necesario trabajar con fotos y no con las piezas originales, con la desventaja de que las reproducciones no siempre son de óptima calidad y generalmente se tomaron desde un solo ángulo; muchos detalles del cocodrilo se ven mejor de perfil pero otros, como los rasgos de la figura humana, se aprecian solamente en una toma frontal. El artículo escrito por el zoólogo Alberto Cadena y el arqueólogo Jean-François Bouchard (1980: 52, lam. II, 1 – 4) incluye cuatro fotografías de estas piezas. Por detalles como la forma del hocico (más corto y menos angosto que el del cocodrilo), los autores identifican el animal como una babilla (Caiman crocodilus chiapasus). Las piezas son relativamente grandes, la mayoría entre 10 y 15 cm de largo. Aunque las que se conservaron son, generalmente, de cerámica, se conoce un ejemplar

9 De Pampa de Oro, La Tolita. M.B.C.Q. n˚ 4-39-80.10 Esta figura ha sido publicada por Bouchard & Mora (1988: Fig. 36 y p. 70) quienes la interpretan como una

serpiente11 En este caso el dibujo es de una babilla pero los caimanes también tienen placas óseas en esta parte del cuerpo.12 M.B.P. T 10075, sin procedencia.13 Los ejemplares analizados aquí son, seguramente, solo una pequeña muestra de los que existen así que no se hace

el intento de cuantificar los diferentes atributos pues con una muestra tan pequeña, no tiene sentido.

Figura 3 – Caiman cocodrilus (babilla). Vistas dorsal y lateral de la cabeza

Según Natterer (1841) (tomado de Medem, 1983: fig. 27)

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tallado en cacho de venado o hueso (Brezzi, 2003: fig. 593). Las de cerámica pueden ser sólidas o huecas, la mayoría hechas en molde14.Aunque a primera vista, este grupo de piezas parece relativamente homogéneo, cuando se examinan en detalle se encuentra cierta variedad. Las cabezas de los cocodrilos varían aunque, por los inconvenientes expresados arriba, no siempre se pueden apreciar todos los detalles de importancia. En muchas de ellas se representan las placas óseas por medio de una o dos hileras de protuberancias pequeñas en el espacio entre los ojos; a veces las hileras se extienden hasta la nariz. La forma de estas protuberancias es semi-rectangular o redonda, aunque en un ejemplar (Sánchez, 1981: lam. 27e) ellas tienen una depresión central en forma de rosquilla (en la naturaleza las escamas del cocodrilo varían de forma, rectangular o redonda, según la parte del cuerpo que cubren). A veces las protuberancias están acompañadas por una línea a cada lado. En algunos pocos ejemplares, estas se unen inmediatamente debajo del ojo tal vez para indicar, en forma muy estilizada, la arruga interocular característica de la babilla. En otras ocasiones (p.e. Brezzi, 2003: fig. 594) las líneas se encuentran solas, sin representaciones de placas óseas.La parte humana de estas figuras antropozoomorfas también varía bastante. Con frecuencia la cabeza presenta los rasgos típicos de muchas figurinas Tumaco, con el cráneo modificado artificialmente para darle una forma alta, inclinada, y abultada hacia atrás (p.e. Bouchard & Mora, 1988: fig. 104). En las figurinas de esta cultura el cabello rara vez aparece y tal vez fue cubierto con una especie de gorro. Varias de las figuras humanas lucen tocados más complejos, con adornos (Sánchez, 1981: lam. 27c) que pueden tener forma de cuerno (?) o caracola (?) (Sánchez, 1981: lam. 27a, e). El ejemplar tallado en cacho lleva una especie de diadema o corona. Los ojos también varían —en nuestra pequeña muestra siete tienen forma almendrada, abierta, contra seis con una perforación central—. Por lo menos una figura ostenta orejeras de carrete. Usualmente la figura lleva un collar y pulseras (indicadas por varias líneas paralelas en ambas muñecas). Por lo general, los collares son cortos y, hasta donde se alcanza a apreciar, formados por un dije central grande bordeado por una o más hileras de cuentas tubulares perforadas sobre el eje largo (p.e. Bouchard & Mora, 1988: fig. 104). En otras figuras el collar tiene dos dijes (Sánchez, 1981: lam. 27c) o es un collar largo que llega cerca al ombligo (Sánchez, 1981: lam. 27a).Los brazos casi siempre se representan formando un ángulo recto, con las manos sobre el pecho, una posición no muy común en las figurinas de esta cultura. Si se muestran de pie, generalmente tienen los brazos estirados a los lados del cuerpo y las palmas de las manos vueltas hacia abajo o hacia delante; otras tienen el brazo alzado, como saludando (Sánchez, 1981: 38-42). Como en las figuras del hombre-cocodrilo rara vez se representa la parte inferior del cuerpo, no es ninguna sorpresa que, en la muestra analizada aquí, solo una pieza tenga indicaciones de ropa. De las figurinas de otras clases se sabe que los hombres utilizaban un guayuco corto, suspendido por un cinturón relativamente ancho y las mujeres una falda apretada, muy decorada, que llegaba hasta alrededor de las rodillas (Sánchez, 1981: 74-5; Ramírez, 2003: 136). Como la temperatura media durante el día en la Costa Pacífica es alrededor de 30˚ C, parece que en la vida diaria, la gente acostumbraba andar con el torso desnudo, cubriendo esta parte del cuerpo para ceremonias y fiestas. Esta parquedad de ropa nos priva de una de las indicaciones más seguras del sexo de las figuras, puesto que ninguna tiene indicios físicos claros. La única figura con ropa lleva un guayuco (Brezzi, 2003: fig. 593)15. Sin embargo, existen otras pistas. Emma Sánchez (1981: 74-82) ha logrado distinguir ciertos tocados y adornos que son exclusivos de hombres o de mujeres y, en tres ejemplares de nuestra muestra (cuadro 1), estos atributos sugieren que las figuras son masculinas.

14 No hay datos para todas.15 Su fig. 594 también muestra una figura de cuerpo entero pero en la foto no se alcanza a distinguir bien si la figura

lleva ropa.

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EL cocodrilo en el suroeste de Colombia y regiones vecinas del Ecuador (800 a. C. a 500 d. C.)

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Figura 4 – El hombre-caimán

Figura 4. 1 – Figura humana La tolita-tumaco que termina en cabeza de cocodrilo

Procedencia indeterminada. L. 10,5 cm. MBP T-2383. Fondo de Promoción de la Cultura, Museo Arqueológico MUSA

Figura 4. 2 – El mismo motivo en cuentas de collar Ilama

Procedencia: Restrepo. L. promedio de las cuentas: 5,9 cm. MO 29270. Colección Museo del Oro, Banco de la República, Bogotá, Colombia. Fotografía: Rudolf

Figura 4. 3 – El mismo motivo en un poporo en oro

Hcda Malagana. Altura 17,2 cm. MO 33338 y 33339. Colección Museo del Oro, Banco de la República, Bogotá, Colombia. Fotografía: Rudolf

Figura 4. 4 – La posición característica del cocodrilo dentro del agua con todo el cuerpo sumergido menos los ojos y las narices

Fotografía: K. Weidmann

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Tanto Bouchard & Mora (1988: 78) como Brezzi (2003: 577, 578) interpretan estas figuras como representaciones de muertos. Brezzi se refiere a ellas como «muerto-caimán» y para él «representa la transmutación de la persona que murió —la actitud recogida y estática así lo sugiere— en caimán, animal del inframundo acuático, de por sí símbolo de muerte. Este motivo puede ser indicio de la existencia de prácticas funerarias que consistieron en la entrega del cadáver a las aguas del río, hábitat de los caimanes». Bouchard y Mora se basan en parte para esta interpretación en los ojos con «órbitas vacías».Sin tener elementos para descartar del todo esta hipótesis, vale la pena recordar que los ojos perforados no son generalizados en estas piezas y se encuentran en un poco menos de la mitad de la muestra examinada aquí. En el ejemplar ilustrado por Bouchard & Mora (1988: fig. 104) la perforación grande en el centro del ojo podría representar la pupila, tal vez en estado de dilatación. Se encuentran ojos con perforaciones en algunas otras figuras Tumaco (p.e. Errazuriz, 1980: figs. 114, 115, 117) o en la máscara ilustrada por d’Harcourt (1947: planche LIII, 2) ninguna de las cuales parece representar muertos. En una representación de un cuerpo sin vida podría ser más lógico encontrar ojos simplemente cerrados como los ilustrados en d’Harcourt (1947: planche XXXVI, n˚ 1, 2; XXXIX, n˚ 5; XLIII, n˚ 5). En el caso de aquellas figuras que indudablemente representan muertos ya sin ojos, su estado esquelético se nota también en los otros rasgos de la cara (Bouchard & Mora, 1988: figs. 57, 58). D’Harcourt (1947: 102-103) encuentra que ciertos estilos de ojos son característicos o especialmente comunes en determinadas regiones del territorio Tumaco-La Tolita. La relación exacta entre la figura humana y el cocodrilo es interesante. Mientras que, en la mayoría de los ejemplares, las extremidades de la primera se convierten en el cuerpo y cabeza del segundo, dando pie para la hipótesis de transmutación, en dos ejemplares la figura humana se representa en forma completa con sus pies apoyados sobre la nuca del animal, como si lo estuviera utilizando como medio de transporte. Por los estudios de etnógrafos como Reichel-Dolmatoff (p.e. 1996: 30), estamos familiarizados con el concepto de la canoa-anaconda, en la cual los tribus tukanos y makús llegaron al Vaupés, pero en algunos mitos se hace referencia a un caimán-canoa. Un mito de los shipibos, por ejemplo, relata la historia de un caimán que es, a la vez, una canoa muy grande que transporta personas de una orilla del río a la otra, un transporte no ausente de peligros porque bajo ciertas circunstancias la canoa se transforma nuevamente en caimán y muerde o mata a sus pasajeros (Roe, 1982: 62-66).

3. LAS CuLtuRAS DE LA CoRDILLERA oCCIDEntAL - ILAMA

Dejando atrás los manglares y los anchos ríos de la Costa Pacífica, encontramos el mismo motivo, la figura humana que termina en cabeza de cocodrilo, en las montañas de la Cordillera Occidental de Colombia. En este caso se trata de cuentas de collar de oro de la cultura Ilama, contemporánea con las fases tempranas de Tumaco (Cardale de Schrimpff et al., 1989). El ejemplar más específico es de la variedad que representa la figura humana de cuerpo entero con los pies apoyados sobre la cabeza del cocodrilo (fig. 4. 2). En vez de la típica cabeza deformada de Tumaco con un tocado que no muestra el pelo, aquí la cabeza es plana y el pelo se indica por una serie de líneas paralelas. Aunque seguramente fue claro para los que hicieron o utilizaron el collar, para nosotros el sexo de la persona es difícil de determinar: a primera vista parece femenina por los senos, pero estos igualmente podrían ser tetillas grandes, mientras lo que se encuentra debajo de los brazos podría ser una representación estilizada de guayuco. El cocodrilo está representado principalmente por una enorme boca llena de dientes y dos ojos grandes ovalados, en la posición natural de los ojos de este animal. Es más estilizado que los ejemplares Tumaco-La Tolita, tal vez debido a que, al darle la forma a la cuenta, primaba la comodidad de esta sobre el realismo, o que el artista no estaba familiarizado con el animal. A 1 500 m.s.n.m. el clima de Calima es demasiado frío para el cocodrilo que, en aguas con temperaturas de 18˚ C o menos, se vuelve torpe y se ahoga (Penny, 1991: 100). Por otro lado las tierras bajas

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de la costa son de acceso relativamente fácil desde Calima y hay evidencia de contactos entre la cordillera y el Pacífico, durante prácticamente todo el período precolombino. Además la frontera septentrional de la cultura Tumaco queda en la boca del Río San Juan, distante solo 60 kilómetros en línea recta de Calima (Reichel-Dolmatoff, 1965: 84; Salgado & Stemper, 1995).La tercera cultura donde se ha encontrado este estilo de hombre-caimán es Malagana, al oriente de Calima, en el valle ancho y plano del río Cauca. Esta vez se encuentra no en forma de figurina, ni de collar, sino de poporo (fig. 4. 3). Ilustrado en Bray et al. (2005: 162, fig. IV.25), los autores favorecimos la hipótesis de que se trata de una pieza importada de la cultura Tumaco-La Tolita. Sin embargo, después de revisar las otras figuras descritas aquí, esta apreciación parece dudosa. No sería extraño encontrar una pieza así en Tumaco, pero hasta donde se sabe, allá no se conoce en forma de poporo y las diferencias con las figurinas Tumaco son varias. La cabeza del cocodrilo se muestra en forma más naturalista, sin hocico escorzado (cf. fig. 4. 4). La diferencia más notable, sin embargo, está en la figura superior que, en vez de ser explícitamente humana, resulta ser un cocodrilo acurrucado en posición antropomorfa. El hombre-caimán no es la única representación del cocodrilo conocida de la cultura Ilama. Un collar de oro martillado (Cardale de Schrimpff, 2005: fig. II.41) parece representar cocodrilos en forma bastante natural: tanto el hocico largo como los ojos a los lados de la cabeza insinúan este animal y la posición de las piernas es característica de un cocodrilo en descanso. Una hilera de puntos repujados sobre el lomo podría representar las placas óseas dorsales, mientras las líneas transversales sobre la cola sugieren las bandas horizontales formadas por las placas óseas, bandas acentuadas en algunas especies por colores contrastantes. En una vasija pequeña (del tipo llamado popularmente «vaso culebrero») se alcanza a reconocer otra representación de cocodrilo, esta vez poco naturalista e íntimamente relacionada con culebras; éstas sustituyen las piernas del animal y cruzan la vasija encima de su cabeza (Cardale de Schrimpff, 2005: fig. II.67). La misma relación se encuentra en un canastero (fig. 5. 1); en este ejemplar la cabeza es más realista (compare la manera de representar la dentadura con la fig. 5. 2) pero el animal está en posición acurrucada como un ser humano16. Aquí, también, culebras sustituyen las piernas y hay otra atravesando la cabeza en la misma posición relativa que se observe en la vasija anterior17. Es probable que en el sistema clasificatorio Ilama, las escamas (de la serpiente) y las placas óseas (cocodrilos) pertenecieran a una misma categoría o a categorías estrechamente relacionadas. El ejemplar de la fig. 5. 3 es de interés especial. Al parecer un vaso silbante, lleva modelado en la parte superior un cocodrilo bastante realista con su cola grande y pesada18. Los ojos ovalados, protegidos por una protuberancia ósea pronunciada en forma de arco, están representados de la misma manera que en el canastero y aunque la dentadura con sus grandes colmillos y las fosas nasales altas podría confundirse con la dentadura del murciélago y su hoja nasal, el hocico largo no deja duda de que el animal representado es, en realidad, un cocodrilo19. Sobre la cabeza del animal se observan dos hileras de puntas que recuerdan las que representan las placas óseas en el poporo descrito atrás y, a la vez, los tocados con hileras de puntas encontrados en cierto grupo de canasteros (fig. 5. 4). En una publicación reciente (Cardale de Schrimpff, 2005: 59) sugiero que no solo este tocado hace referencia al cocodrilo, sino que un tipo de collar con dos hileras de rectángulos, usado por algunos canasteros podría representar las escamas de la piel del mismo animal. Si estas hipótesis resultan acertadas, con toda probabilidad el cocodrilo sería un componente del «Ser Fabuloso» de igual importancia que la serpiente, el felino y el murciélago.

16 Véase una clasificación de los canasteros en Cardale de Schrimpff, 1989 y 2005.17 Otro canastero en forma de un cocodrilo estilizado está ilustrado en Cardale de Schrimpff, 2005: fig. II.66.18 Esta pieza ha sido publicada en varias ocasiones. Legast (1993: fig. 87) comenta que «las manos con el pulgar libre

se parecen a las de un primate».19 Nachtigall (1961: fig. 435 y p. 145) ilustra una cabeza muy similar en el Museo Arqueológico de la Universidad de

Popayán (n˚ 46.27.93) que él identifica como de una babilla.

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Figura 5 – El cocodrilo: dentadura y placas óseas

Figura 5. 1 – Canastero con cabeza de cocodrilo y con serpientes que sustituyen sus brazos y piernas

La dentadura se representa en forma bastante realista (cf. fig. 5. 2). Procedencia indeterminada. Altura: 11,5 cm. ICANH 60-A-60. Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Fotografía: Rudolf

Figura 5. 2 – La dentadura del cocodrilo (Crocodylus acutus)

Fotografía: Henry Domke (www. henrydomke.com)

Figura 5. 3 – Vasija con la parte superior modelada en forma de un cocodrilo estilizado

Procedencia indeterminada, pero varios detalles estilísticos sugieren que habría sido elaborada por una cultura relacionada con la Ilama. Altura: 25,5 cm. ICANH A-67-IV-41. Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Fotografía: Rudolf

Figura 5. 4 – Canasteros con tocado en puntas

Izq. 12,8 cm, MO CC 6304, Derecho MO 6299. Colección Museo del Oro, Banco de la República, Bogotá, Colombia. Fotografía: Rudolf

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4. yotoCo

En las montañas de Calima la cultura Yotoco se ubica en la cronología inmediatamente después de la Ilama, en contraste con la situación de la planicie del valle del río Cauca donde la presencia Yotoco es restringida y la cultura Malagana ocupa esta posición temporal. Tanto Yotoco como Malagana heredan aspectos importantes de la cultura ancestral, pero con resultados marcadamente diferentes. En contextos Yotoco no se conoce ningún ejemplar de la figura humana que termine en cabeza de cocodrilo como se ha visto tanto en Tumaco como en Ilama y Malagana. En cambio, el cocodrilo se manifiesta principalmente en un estilo de pieza que no se encuentra ni en La Tolita-Tumaco ni en Ilama y que parece ser particular del estilo Yotoco.Se trata de diademas en lámina de oro de alta ley que llevan, repujada en el centro, lo que Bray (2005: 115) llama «La Cara Yotoco». Esta cara, enmarcada por el cabello cortado en forma escalonada, lleva grandes adornos en las orejas y nariz del mismo estilo de las joyas de tamaño natural conocidas de algunas tumbas. Se encuentra en toda una serie de diademas, «pinzas» y pectorales suntuosos. Sin embargo, está asociada con la figura del cocodrilo sólo en las diademas. El Museo del Oro conserva diez ejemplares, la mayoría adquiridos en los primeros años después de su fundación y publicados en detalle por Pérez de Barradas (1954). Aunque tanto el estilo como la poca evidencia disponible indican un origen en la región Calima, la información sobre la procedencia de estas piezas es mínima o está ausente. La parte superior de la diadema está adornada con unas tiras de metal ligeramente curvas que generalmente se interpretan como plumas, tomando en cuenta su forma y el hecho que en los tocados y diademas etnográficas las plumas son un elemento casi indispensable. Debajo de la Cara Yotoco, en una lengüeta, se encuentra generalmente una cara pequeña mientras que en la nariguera de la Cara Yotoco hay una tercera cara, muy estilizada: es decir, además del personaje central parece que hay referencias a dos personajes más. Los rasgos del cocodrilo se encuentran, no sobre el eje central sino a los dos lados de la pieza. El primer autor en hacer referencia a ellos fue Pérez de Barradas (1954: 125-126, 281) en su estudio magistral sobre la orfebrería Yotoco (que en aquella época llamaba «Estilo Calima»). Él destaca la presencia de figuras de cuerpo entero del cocodrilo en dos de estas piezas: MO 5359 y 5390 (fig. 6. 1). Sin embargo, se propone aquí que las otras diademas son, en realidad, representaciones más fieles del cocodrilo y que los animales de cuerpo entero fueron agregados por un orfebre que quería reforzar el mensaje pero que no tenía ideas muy claras sobre la apariencia del animal. Los contornos de la parte de la diadema que sale a los dos lados de la Cara Yotoco conforman representaciones bastante fieles del perfil de un cocodrilo. Uno de los rasgos más importantes del hocico es la nariz elevada que permite al animal respirar aun cuando todo el resto del cuerpo se encuentra sumergido bajo el agua (fig. 4. 4). Esta es la posición en la que el cocodrilo pasa largas horas al día y es esencial para su estrategia de cacería, permitiéndole pasar desapercibido mientras asecha su presa. Al final del hocico largo y lleno de dientes, se encuentran los ojos redondos, protegidos por una cresta ósea gruesa. Este perfil se encuentra en todas las siete diademas de este estilo. Los dientes se representan de distintas maneras, siendo una hilera de triángulos la más naturalista (M.O. 5202 y 5360, fig. 6. 2, comparar con fig. 5. 2). En los dos ejemplares que muestran el cuerpo entero del cocodrilo, los dientes son dos hileras cortas de rectángulos mientras que en otras diademas, son tan estilizados que difícilmente se reconocerían como tal si no fuera por las líneas horizontales que los bordean, demarcando los límites del hocico. En algunos ejemplares se indica la piel con escamas por medio de un achurado romboidal. Este, nuevamente, es el caso de los cocodrilos de cuerpo entero como también en el M.O. 5202. En tres de los ejemplares (n˚ M.O. 4297, 5202 y 5360) el orfebre parece haber reinterpretado la nariz elevada de la cabeza del cocodrilo como el pico de un pájaro con ojo grande. Pérez de Barradas, incluso, comenta (1954: 242), para el caso del MO 4297, que «…sugieren las imágenes de dos loros o guacamayos. La representación de la cabeza es clara, pues tiene el pico

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Figura 6 – El cocodrilo con elementos de ave y figuras con piel de cocodrilo

Figura 6. 1 – Diadema yotoco

Procedencia: indeterminada. 22,5 x 23,3. MO 5359. Colección Museo del Oro, Banco de la República, Bogotá, Colombia

Figura 6. 2 – Diadema yotoco

Procedencia: Restrepo. 26 x 27 cm. MO 5202. Colección Museo del Oro, Banco de la República, Bogotá, Colombia. Foto: Rudolf

Figura 6. 3 – Palillo para la cal que termina en una figura antropomorfa con máscara de murciélago. La figura lleva un cocodrilo sobre la espalda

Procedencia: ¿Restrepo? Altura de la figura: 2,9 cm. MO 5235. Colección Museo del Oro, Banco de la República, Bogotá, Colombia. Foto: J. M. Munera

Figura 6. 4 – Estatua, Alto de las Piedras, San Agustín, Huila

Parece representar una figura humana vistiendo una «capa» de piel de cocodrilo. Foto de la autora

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dirigido hacia arriba, y el ojo está representado por un círculo rodeado de una línea, ambos realzados. La cabeza está separada del cuerpo por una línea vertical…». Sin embargo, el orfebre no parece haber desconocido la presencia del cocodrilo, puesto que dos de estos ejemplares son precisamente los que tienen los dientes de este animal representados en la forma más naturalista y, en uno de los casos (M.O. 5202), se observa el achurado que representa las escamas o las placas óseas (fig. 6. 2). Este grupo de diademas tiene algunos otros rasgos particulares en común, como una hilera de colgantes sobre cada una de las «plumas» laterales y (en dos de los tres casos) una lengüeta, otra vez con cara estilizada, que reemplaza las plumas centrales.La asociación entre las tres especies (hombre, ave y cocodrilo) en esta pieza es, a primera vista, sorprendente. El ser humano con diadema de plumas es un motivo con el cual estamos familiarizados, pero la asociación entre ave y cocodrilo requiere de mayor explicación. Las primeras vuelan, cantan, están cubiertas de plumas; los segundos nadan, su mundo predilecto es el agua y están cubiertos de escamas y placas óseas. Sin embargo, en el mundo precolombino los animales se clasificaron de una manera muy diferente a la del mundo occidental. Para las personas que elaboraron y usaron estas piezas, los rasgos importantes, tal vez, no eran ni plumas ni escamas, sino el hecho de que tanto el cocodrilo como las aves hacen nidos y ponen huevos. Por otro lado, las aves tienen escamas sobre las piernas y, en muchas especies de serpiente, las formas de las escamas y su posición traslapada sobre el cuerpo sorprende por su parecida con las plumas. El concepto de una relación entre plumas y escamas estaría ejemplificado en la serpiente emplumada. Más aun, las aves cambian de plumas y los cocodrilos de piel, característica que comparten con insectos, algunos de los cuales también vuelan.Tanto las aves como los cocodrilos comparten la característica de vivir en dos elementos: las primeras habitan la tierra y el aire y los otros, la tierra y el agua. Más aun, en muchas cosmologías indígenas el cielo, durante la noche, se transforma en el inframundo y el inframundo, a la vez, se convierte en el cielo20. Una extensión lógica de este concepto podría ser que los habitantes de cada mundo también sufren un cambio, según el cual los habitantes del agua (como peces y cocodrilos) se convierten, por la duración de la noche, en aves y otros habitantes del firmamento, mientras éstos se vuelven animales del agua. Aun así, la hipótesis de una relación entre las dos familias, y de un ser en la cosmología Yotoco que combina aspectos de ave con cocodrilo podría parecer demasiado atrevida. Sin embargo, la cultura Yotoco no es la única del suroccidente colombiano donde se encuentra esta asociación: en una figura encontrada en la hacienda Malagana también están plasmados aspectos de las dos familias (fig. 7).

20 Acerca de la relación entre ave y cocodrilo agradezco las sugerencias de Stephen Hugh-Jones en quien se originen muchas de las ideas expresadas aquí.

Figura 7 – Ser mítico que combina la cabeza de un cocodrilo con el cuerpo y alas de un ave y manos y pies humanos

Hcda Malagana. Altura: 11,9 cm. Reproducido de Legast (1998) con el permiso de la autora

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Estas piezas no son la única referencia Yotoco al cocodrilo. Un poporo elaborado en lámina de oro (MO 5274; Pérez de Barradas, 1954: lam 92) ha sido interpretado por Legast (1993: 43) como una babilla. En el caso de los remates de los palillos para la cal, varias de las figuras humanas llevan un achurado sobre las piernas que probablemente represente la piel de serpiente tal como se representaba anteriormente en Ilama. Sin embargo, en algunos casos las figuras llevan prendas en forma de pantalón corto con rectángulos incisos, posiblemente la representación de las escamas del cocodrilo (p.e. Pérez de Barradas, 1954: lam. 79). Varias de estas piezas llevan una figura de animal en posición antropomorfa, identificado generalmente como un murciélago que sostiene una serpiente en las manos o las garras delanteras (p.e. Legast, 1993: 96, figs. 98-100). Una de estas figuras (fig. 6. 3; MO 5235) lleva, en la espalda, una figura de cocodrilo21 que, hasta cierto punto, recuerda la estatua del Alto de las Piedras (San Agustín), descrita más adelante e interpretada como un chamán que lleva puesta una piel de cocodrilo.

5. tIERRADEntRo y SAn AguStín

El Museo del Oro conserva dos piezas de la región de Tierradentro con representaciones del cocodrilo muy diferentes entre sí: un pectoral y un dije. El pectoral es plano, de oro martillado; su forma, alargada con dos protuberancias curvas en la parte superior y un motivo repujado en el centro, es común en el suroccidente de Colombia durante los últimos siglos antes de Cristo y los primeros después, donde cada sociedad le imprimía su estilo particular (Bray et al., 2005: fig. IV.35). Este ejemplar lleva un cocodrilo bastante realista, con varias hileras de placas óseas a lo largo del lomo y una línea repujada cerca de los ojos, que parece representar la arruga interocular característica de la babilla. La cola termina en un diseño geométrico abstracto. El dije, en cambio, es una pieza fundida grande. Es relativamente naturalista, pero la boca no parece tener una dentadura acentuada, lo cual deja en entredicho su identificación como cocodrilo. Por otro lado, dos hileras de protuberancias rectangulares sobre el lomo parecen representar las hileras de placas óseas tan características de este animal. En su estudio pionero sobre las representaciones precolombinas del cocodrilo, Medem (1953: 12-14) identifica tres ejemplares en las estatuas de San Agustín22. Uno de ellos es una estatua-columna publicada por Preuss (1929: tomo II, lam. 18, 1 y fig. 5, 1-3) sobre la cual se apoya parte del techo del templete del montículo oriental de la Meseta A (costado norte). El guerrero tallado en esta estatua23 lleva encima un animal con una cabeza en cada extremo. La parte trasera y lateral de la estatua está ocupada por el cuerpo del animal que se adelgaza y enrosca como una serpiente para terminar «…en una cabeza de cocodrilo muy estilizada; esta muestra una nariz curva hacia arriba, colmillos muy largos en las mandíbulas superior e inferior y entre los ojos, una protuberancia que presenta en su extremo una formación engrosada, semi-circular». La cabeza del otro extremo es esculpida en vez de ser tallada en bajo relieve pero, en mi concepto, es del mismo animal en una versión escorzada24. Los rombos, bordeados a cada lado por una hilera de rectángulos, que se encuentran sobre la primera parte del cuerpo del animal, representarían las placas óseas. Es interesante constatar que estas hileras de rectángulos, ausentes en la parte del cuerpo serpentiforme (que lleva el achurado romboidal característico de las representaciones de culebras), aparecen de nuevo cerca de la cabeza del otro extremo. Los artistas precolombinos no

21 Una fotografía excelente de esta pieza fue publicada por Pérez de Barradas (1954: lam. 85).22 No todos los investigadores posteriores están de acuerdo con esta identificación. Reichel-Dolmatoff, por ejemplo

(1972: 108-109) considera que el animal montado en la figura humana en la estatua del Alto de las Piedras es un jaguar.

23 Esta estatua tiene una compañera muy similar pero Medem solo describe una de ellas; para la segunda estatua ver Preuss (1929: tomo II, lam. 18-2 y lam. 19, 3-4).

24 Preuss, en cambio (1929: 27), considera que el animal representado es un mico.

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solo eran conscientes de las similitudes entre las escamas de los cocodrilos y las de las serpientes pero, a la vez, sabían muy bien diferenciarlas. Una segunda figura, de la orilla occidental del Río Lavapatas, lleva a cuestas un animal de cabeza doble (Preuss, 1929: tomo II, lam. 49, 1-3, figs. 27, a-b) que se parece en varios aspectos a las figuras anteriores. La primera cabeza se encuentra colocada «a manera de gorra» sobre la cabeza del hombre y Medem plantea que puede tratarse de un jaguar o puma. No cabe duda de que el animal que cuelga detrás es un cocodrilo con una cresta dorsal muy alta, adornada con incisiones. Medem (1953: 13) considera que la estatua podría representar un personaje cubierto con una piel. La literatura etnográfica abunda en referencias a chamanes vistiéndose con pieles de jaguar (p.e. Reichel-Dolmatoff, 1975) pero no sería nada raro, si el cocodrilo también jugó un papel importante en la cosmología, que los chamanes de la época se hubieran cubierto con pieles de cocodrilo. Para los tukanos, el caimán y el jaguar se clasifican en la misma categoría de «predador grande, feroz, terrible» (Stephen Hugh-Jones, comunicación personal, 2006).La tercera figura, del Alto de las Piedras (fig. 6. 4)25, es casi idéntica a la anterior con la sola diferencia que «el hocico del cocodrilo es menos curvo y la cresta dorsal muestra fuera de las incisiones, círculos en alto relieve» (Medem, 1953: 14). En varias de las figuraciones de cocodrilos descritas en este artículo las placas óseas están representadas por círculos y es posible que la forma de alternarlos aquí con las incisiones trate de imitar las bandas del dorso y cola de los animales jóvenes. Medem agrega (1953: 16) que debido a la altura de San Agustín (1 600 m.s.n.m.) no existen crocodilos en sus alrededores

«pero en cambio los hay en las regiones situadas más al sur del Huila, y en la parte superior del [valle del] Río Magdalena, por lo tanto, los antiguos constructores de los adoratorios en San Agustín debieron haber conocido los cocodrilos no del territorio donde hoy se hallan las estatuas, sino de otros parajes distantes».

Hoy se sabe, gracias a las investigaciones de Hector Llanos (1993), que el territorio de los constructores de San Agustín se extendía hasta el municipio de Garzón en el departamento del Huila, incorporando precisamente los territorios que menciona Medem.

ConCLuSIonES

En su interesantísimo estudio sobre los animales en el Ecuador prehispánico, Andrés Gutiérrez Usillos (2002: 69) resume la hipótesis de Presley Norton con la cual parece estar de acuerdo. Propone que mientras las formas faunísticas más frecuentes en la iconografía Chorrera son «el águila arpía, el felino, el caimán y la serpiente equis», posteriormente se van sobreponiendo las representaciones de otras especies. Estas «irán tomando cierta preponderancia en el acervo mítico de las culturas ecuatorianas y mesoamericanas y… se constituirán en “divinidades” menores, más próximas en la actividad cotidiana que los arcanos dioses mayores constituidos por el caimán, o el jaguar…». Este artículo demuestra, sin embargo, que el cocodrilo (sea C. acutus, sea babilla o sean las dos) seguía teniendo una importancia considerable durante el período de nuestro estudio, después del fin de la cultura Chorrera, tanto en el suroccidente de Colombia como en las regiones vecinas del Ecuador. Inclusive, tal vez era más importante que antes (fig. 2). Sin embargo, las representaciones de estos animales o las referencias a ellos no son siempre fáciles de detectar. Hemos destacado algunos de los rasgos diagnósticos que parecen haber tenido especial importancia para el artista precolombino: un hocico muy largo terminando en una nariz abultada y a una altura mayor; dentadura poderosa con colmillos grandes, a veces con la apariencia “desordenada” característica de la babilla, ojos alargados protegidos por un arco óseo y, también, escamas y placas óseas representadas de manera natural, o estilizada en forma una cresta o tocado.

25 Ver, también, Preuss 1929: tomo II, lam. 73.

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Se han podido detectar cuatro grandes temas, todos los cuales se encuentran en más de una de las sociedades precolombinas del suroccidente colombiano o sea que trascendían la cosmología local:• El primero de estos temas, el hombre-caimán, se encuentra a ambos lados de la frontera

actual, en Tumaco-La Tolita, además de Ilama y Malagana (fig. 4).• Un segundo tema es la presencia, al parecer importante, del cocodrilo como un componente

del Ser Fabuloso Ilama, explícita en algunos canasteros y, probablemente, implícita en otras (fig. 5). El canastero es, desde luego, una forma importante en Tumaco-La Tolita y el tocado que se interpreta como una representación de las placas óseas también se encuentra en algunas figurinas de esta cultura (Brezzi, 2003: fig. 524). Sin embargo, la posible extensión de este tema a Tumaco-La Tolita es una hipótesis que requiere de más investigación.

• El tercer tema es el cocodrilo asociado con elementos de ave y de ser humano, que se encuentra en cierto estilo de diadema Yotoco y en una pieza muy especial encontrada en Malagana (figs. 6 y 7).

• Por último tenemos la representación de un ser humano que, al parecer, lleva puesta la piel de un cocodrilo para poder, de esta manera, asumir las cualidades y poderes de este animal (figs. 6. 3 y 6. 4). Este tema se encuentra en algunas estatuas de San Agustín y también, al parecer, sobre el remate de un palillo para la cal de la cultura Yotoco. Sin embargo, es posible que ponerse su piel no fuese la única manera de adquirir las cualidades del animal. Llama la atención la presencia, en Tumaco-La Tolita, de diversos objetos de indumentaria como narigueras y cuentas de collar con forma de cocodrilo, que tal vez también ayudaban a conferir las cualidades de este animal. De igual importancia habría sido la pintura corporal ejecutada con pintaderas. Entre los Emberas actuales de la región del Chocó, el Jaibaná se pinta el cuerpo con el diseño del tigre y de esta manera asume la naturaleza del animal cada vez que quiere (Ulloa 1992: 227). Posiblemente los de Tumaco-La Tolita habrían utilizado la pintadera con cabeza de cocodrilo, ilustrada en la figura 2.3, para fines similares. En palabras del etnólogo Viveiros de Castro (1998: 482)

«La ropa de animales que utilizan los chamanes para viajar en el cosmos son instrumentos y no adornos de fantasía; tienen una función similar al equipo de buceo o al traje espacial y no a la máscara de carnaval. La intención, al ponerse un traje de buzo, es de lograr funcionar como un pez, de poder respirar por debajo del agua…».

Agrega «El poner ropa en forma de máscara… se hace para activar los poderes de un cuerpo diferente»26. En este orden de ideas, la máscara de cocodrilo utilizada por el canastero Ilama (fig. 5. 1) tendría una función similar a la de la piel. Otras figuras Ilama, sin embargo, parecen más una referencia a un ser mítico o divino que comparta aspectos humanos con los del cocodrilo y muchos otros animales, un ser que viene a ser, tal vez, el ancestro de una deidad Yotoco y Malagana (figs. 6. 1, 6. 2 y 7) cuya esencia humana se comparta con elementos del cocodrilo y del ave, permitiéndole dominar los tres elementos de tierra, agua y aire.

En el Ecuador, también, el cocodrilo era, indudablemente, de importancia en la cosmología de las sociedades del período Desarrollo Regional; a principios de este artículo se examinaron las representaciones del cocodrilo en Chorrera y en La Tolita-Tumaco pero no se alcanzó a seguirle la pista en forma más amplia. Sin embargo, parece probable que las representaciones sí existan y sería muy interesante buscar, en el Ecuador, los diferentes íconos que se han descrito para el suroccidente de Colombia. Al igual que en Colombia, habrá que estar atento a representaciones que muestran solamente parte del cocodrilo o elementos de este mezclados con elementos característicos de otros animales formando seres compuestos o fabulosos. Un ejemplar interesante de un ser compuesto de este tipo está representado sobre, por al menos, dos piezas muy similares en el Museo del Banco Central (N° MCBQ 1-55-77, ilustrado Valdés, 1992: fig.

26 Traducción de la autora.

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72 y n˚ 1-51-77, ilustrado en Équateur, 1991: 74). Se trata de recipientes de cerámica Jama-Coaque en los cuales la serpiente se reconoce fácilmente mientras los miembros del animal, que terminan en garras, podrían ser de un felino. En la cabeza la nariz «respingada» recuerda, a primera vista, la hoja nasal del murciélago pero parece más probable que esta forma, combinada con la manera de representar la dentadura, represente el hocico del cocodrilo. La forma de los ojos es igual a la que se utilizaba en muchas representaciones naturalistas de cocodrilos y la cresta detrás podría representar las placas óseas de este animal.

Agradecimientos

Varias personas leyeron versiones preliminares del manuscrito e hicieron valiosos comentarios desde el punto de vista de sus diferentes especializaciones: Warwick Bray, Leonor Herrera, Marta Herrera, Stephen Hugh-Jones, Anne Legast, Clemencia Plazas y Laura Quintero. Ellas así como otras me enviaron ilustraciones de cocodrilos para las cuales agradezco también a Karen Bruhns y, del Museo del Oro, Alba Luz Gómez, Juanita Sáenz Obregón, Juanita Sáenz Samper y Clark Manuel Rodríguez. Para su generoso permiso de utilizar sus fotografías de animales vivos, agradezco a Henry Domke y Karl Weidmann.

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Marianne Cardale de Schrimpff

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Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60 70Fax: 445 76 50 - E-mail: [email protected]

Web: http://www.ifeanet.org

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Embajada de Francia en el Perú - Presses Universitaires de Bordeaux

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Instituto de Estudios Bolivianos (IEB) -

Cooperación ASDI-SAREC

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Estudios interdisciplinarios en la costa centro-sur de la provincia de Manabí (Ecuador)

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2006, 35 (3): 433-444IFEA

Estudios interdisciplinarios en la costa centro-sur de la provincia de Manabí (Ecuador): nuevos enfoques

Valentina L. Martínez*

Yann Graber**

Michael S. Harris***

Resumen

Desde el año 2000, Florida Atlantic University está llevando a cabo un estudio interdisciplinario en el área para entender las interacciones complejas entre los grupos humanos y el medio ambiente en el cual se desenvuelven. En este artículo, nosotros reportamos resultados preliminares de nuestra investigación que combina etnografía, arqueología (prospección y excavación) y ciencias naturales. Este enfoque es necesario para poder entender las relaciones co-evolutivas entre varias dimensiones culturales tales como la explotación humana de la naturaleza, formaciones económicas y políticas y organización social. Los resultados finales arrojarán nueva información para explicar patrones de cambio y continuidad local y para hacer contribuciones en la literatura sobre la evolución de sociedades humanas en el Nuevo Mundo.

Palabras clave: interdisciplinario, medio ambiente, etnografía, prospección, excavación

Recherches interdisciplinaires sur la côte méridionale de la province de Manabí (Équateur) : nouvelles perspectives

Résumé

Depuis 2000, l´université de Floride mène une étude interdisciplinaire en vue d´appréhender les interactions complexes entre groupes humains et environnement. Dans cet article, nous présentons les résultats préliminaires de notre recherche qui combine ethnographie, archéologie (prospection

* Departamento de Antropología, Florida Atlantic University (Boca Raton, Florida). E-mail: [email protected]** Universidad de Neuchatel/Latenium, Espace Paul Volga. E-mail: [email protected]*** Departamento de Antropología, Florida Atlantic University (Boca Raton, Florida). E-mail: [email protected]

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Valentina L. Martínez, Yann Graber, Michael S. Harris

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et fouilles) et sciences naturelles. Cette approche se révèle nécessaire pour la compréhension des relations co-évolutives entre diverses dimensions culturelles comme l´exploitation par l´homme de la nature, les formations politico-économiques et l´organisation sociale. Les conclusions de cette étude devraient éclairer certaines modalités de changement ou, au contraire, de continuité et contribuer, par des publications, aux connaissances sur l´évolution des sociétés humaines dans le Nouveau Monde.

Mots clés : interdisciplinarité, environnement, ethnographie, prospection, archéologie

Interdisciplinary Studies in the south-central coast of Manabi Province (Ecuador): new approaches

Abstract

Since the year 2000, Florida Atlantic University has been conducting interdisciplinary research to understand the complex interactions between human groups and their environments. In this article, we report preliminary results of our research that combines ethnography, archaeology (survey and excavations), and the natural sciences. This approach is necessary to understand the co-evolutionary relationships among such dimensions as the human exploitation of nature, economic and political formations and social organization. The final results will provide new information to explain the local patterns of change and continuity and contribute to the literature on the evolution of human societies in the New World.

Key words: interdisciplinary, environments, ethnography, survey, archaeology

1. ObjEtIvOS dE lA InvEStIgAcIón

El área de estudio comprende unos 200 km2, desde Puerto López hasta Ayampe, y está compuesta por una serie de comunidades costeras que explotan una variedad de hábitats o ecosistemas en un espacio relativamente pequeño. En la costa centro-sur de la provincia de Manabí (Ecuador), varias investigaciones arqueológicas orientadas a la excavación de sitios específicos revelaron la presencia de depósitos culturales sucesivos. Estas ocupaciones humanas permanentes se iniciaron unos 5 000 años atrás y continuaron hasta la llegada de los conquistadores.En la literatura científica, todavía no se han desarrollado esfuerzos dirigidos a la elaboración de modelos teóricos dinámicos que ayuden a explicar esta rica prehistoria. Al contrario, el récord arqueológico, con la ayuda de análisis cerámicos, ha sido articulado sobre la base de un patrón de cambio y continuidad a través del tiempo (Norton et al., 1983). Investigaciones anteriores tampoco han considerado la presencia de poblaciones actuales en el área; grupos que sugieren una continuidad con el pasado y son fuentes cruciales para la formulación de hipótesis «puente».A través de un estudio interdisciplinario estamos tratando de entender las interacciones entre poblaciones indígenas y ecosistemas locales desde 5 000 años atrás hasta el presente. Aparentemente, los pobladores del área supieron explotar desde la antigüedad los diversos hábitats simultáneamente. Sin embargo, se vislumbran periodos en que los recursos obtenidos en un hábitat adquirieron mayor importancia económica, lo que probablemente ocasionó cambios sociales y políticos en la región.

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Estudios interdisciplinarios en la costa centro-sur de la provincia de Manabí (Ecuador)

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2. MEdIO AMbIEntE: dIvERSOS EcOSIStEMAS O hábItAtS

El clima de la región costa del Ecuador depende de las corrientes marinas (Humbolt y El Niño) y de su inversión. Entre los meses de mayo y octubre, la corriente meridional fría del Humbolt afecta las aguas del océano ocasionando la presencia de altos niveles de humedad pero poca precipitación. Entre los meses de diciembre a abril, la corriente de El Niño ocasiona la llegada de masas de aire cálidas y húmedas engendrando un fuerte aumento pluviométrico (Pourrut & Gómez, 1998: 454).La costa centro-sur de la provincia de Manabí tiene un clima tropical mega-térmico seco, caracterizado por un régimen pluvial anual que oscila entre 500 y 1 000 mm. En esta región, la cordillera de Chongón Colonche baja a la franja litoral determinando, de manera muy sutil, el clima. Una llovizna constante (garúa) se hace presente durante los meses de verano, ocasionada por la condensación de masas de aire oceánicas al ser atrapadas por la cordillera. La variabilidad en el relieve de la cordillera ha determinado la presencia de varios ecosistemas o hábitats asociados a micro-climas y comunidades bióticas específicas. Nuestras investigaciones sugieren que ambas poblaciones, modernas y prehistóricas, han utilizado los variados ecosistemas en sus prácticas de subsistencia. Estos ecosistemas incluyen: la franja litoral (fig. 1), los valles costeros con un bosque seco (0-50 m.s.n.m.), terrazas interiores con un régimen subtropical (50-80 m.s.n.m.) y las montañas de bosque húmedo (que superan los 80 m.s.n.m.). Adicionalmente, cerca de los ríos se forma también un ecotono o zona ribereña semi-húmeda de transición aprovechada para ciertos cultivos. Hacia la parte oriental de nuestra área de estudio, las cimas de la cordillera alcanzan los 700 metros de altura.

Figura 1 – los diversos hábitats de la costa centro-sur (provincia de Manabí, Ecuador) Mapa elaborado por Charles Roberts

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3. lA POblAcIón ActuAl: REcuRSOS lOcAlES, ORgAnIzAcIón SOcIAl y cOnFlIctOS POlítIcOS

Gran parte de las comunidades localizadas en la franja litoral se dedican a la pesca, el buceo y la horticultura (Ventura, 1997). En Salango, las dos primeras actividades se realizan en pequeños botes motorizados con redes de arrastre, en botes de fibra de vidrio y canoas de madera. Parte de la recolección marina (pescado, pulpo, calamares, etc.) es inmediatamente distribuida a nivel local entre familiares (nucleares y extendidos), amigos y ancianos. Luego, la mayoría de la pesca es redistribuida en diversas zonas urbanas, especialmente en Guayaquil. La horticultura se practica en las terrazas interiores o «lomas» (término utilizado localmente) de régimen subtropical que se levantan a lo largo de la costa. La mayoría de grupos domésticos tienen parcelas en las «lomas» donde cultivan yuca, maíz, plátano y frejol. Dicha horticultura se realiza con una tecnología simple a base de machete, sin fertilizantes y sin irrigación. En las montañas de bosque húmedo se practica también una estrategia agroforestal explotando una serie de árboles frutales y madereros para consumo doméstico y del mercado local. La población de Salango está dividida en dos facciones políticas: La Parroquia y La Comuna. La Comuna es una organización basada en la tenencia y distribución de tierras comunales. Fue creada en los años setenta y está registrada oficialmente en el Ministerio de Agricultura y Ganadería. Su creación fue el resultado de veinte años de lucha por parte de poblaciones rurales para recuperar el territorio apropiado bajo el antiguo sistema de haciendas (Eherenreich, 1991). La Comuna sin embargo, empieza a perder fuerza política a finales de los setenta, cuando la economía pesquera crece rápidamente debido a la motorización. La Parroquia se organiza finalmente a mediados de los noventa y en un marco de progreso integra políticamente Salango al cantón más cercano. Con dinero del gobierno provincial construye un malecón completo con asfalto y luz eléctrica. En la división entre «parroquianos» y «comuneros» los lazos de parentescos cumplen un rol importante y la definen como una estructura binaria. Dicha división se refleja en la economía de subsistencia: los «comuneros» son horticultores y los «parroquianos», pescadores. Se refleja también en la estructura de clases: los horticultores constituyen la clase social baja y los pescadores, la clase social alta. Sin embargo, el control de ciertos medios de producción tales como botes y redes, ocasiona diferenciaciones internas de clase entre los pescadores.Las relaciones entre comuneros y pescadores tienen una contradicción permanente pero se han generado relaciones sociales específicas como mecanismos de equilibrio. Por ejemplo, existen alianzas matrimoniales entre pescadores y agricultores. Lo que a su vez ocasiona diferenciación ocupacional entre individuos del mismo grupo doméstico. Dichas facciones políticas están sujetas también a crisis de carácter político, especialmente cuando fuerzas externas producen un mayor desajuste en las relaciones sociales existentes. Desde finales de los ochenta, un inversionista extranjero se fue convirtiendo gradualmente en el mayor terrateniente de la región. Apoyado por los miembros del cabildo, adquiere el título de comunero y compra una gran franja de territorio conocido como «Los Ostionales». A pesar de que «Los Ostionales» es una zona desolada, los habitantes locales tienen conocimiento de la existencia de una gran variedad de moluscos de fácil acceso en las áreas rocosas y otros productos marinos tales como pulpos y calamares. Los parroquianos se alínean en contra del inversionista, denuncian la venta de la tierra como ilegal, y se aferran a sus raíces indígenas para incorporar una identidad precolombina: Manteño-Huancavilca. Con esta nueva identidad, justifican el reclamo de «la tierra ancestral» como un derecho natural. En oposición directa, La Comuna se alínea a favor del inversionista, declara las ventas de tierra como una transacción legal y renuncian a sus raíces indígenas para reforzar su identidad de montubios o descendientes de montubios. Con esta identidad, pueden justificar moralmente la venta de «la tierra ancestral». En esta área de la costa, los montubios por definición

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no son considerados indígenas ya que son el resultado de una continua inmigración desde el interior de las lomas hacia la costa ocurrida desde los últimos cientos de años (Eheremreich, 1991; Naranjo, 1980). Los parroquianos con la ayuda de organizaciones indígenas nacionales y otros grupos políticos obtuvieron el apoyo mayoritario para apoderarse de La Comuna. El antiguo cabildo fue oficialmente desintegrado y uno nuevo fue instaurado bajo la dirección de un líder carismático. Cuando procesos electorales regulares se iniciaron para elegir nuevos líderes parroquiales, los comuneros desposeídos apoyaron a facciones familiares con cierto prestigio y los eligieron dentro del nuevo directorio parroquial. La recientemente electa Junta Parroquial nace en directa oposición a los intereses de la nueva Comuna, restableciéndose una vez más el equilibrio de poderes entre ambos grupos.La existencia de facciones políticas con poderes duales probablemente es la continuación de un largo proceso histórico (Marcus, 1999). En Salango, en ausencia de una fuerza política integradora, una estructura binaria es la base sobre la cual la sociedad está organizada. Probablemente, el mismo patrón existía en el pasado, especialmente durante periodos en los cuales la autoridad política máxima estuvo centrada en otro lugar. Las dos estructuras de mayor fuerza hoy en día, La Parroquia y La Comuna, son organizaciones basadas en lazos de parentesco, y a través del tiempo alianzas de familias se han repartido el control de dichas organizaciones. Es evidente que la organización política refleja la dualidad de las formas de subsistencia y de los recursos básicos. En Salango, tierra y mar coexisten; horticultores y pescadores coexisten; comuneros y parroquianos coexisten inextricablemente. Ninguno se ha convertido en el grupo dominante.

4. PROSPEccIón: ASEntAMIEntOS En lA FRAnjA cOStERA y ASEntAMIEntOS En El IntERIOR

La prospección se inicia en el año 2002 y tiene como objetivo determinar las diversas modalidades de ocupación territorial en la franja costera Puerto López (Ayampe). Dicho estudio nace frente a la necesidad de entender el entorno medioambiental de los principales asentamientos prehispánicos excavados anteriormente por el Programa de Antropología para el Ecuador (PAE) dirigido por Presley Norton (Currie, 1995; 2001; Lunniss, 2001; Mester, 1990; Norton et al., 1983) y para proponer nuevos modelos de asentamientos humanos a través del tiempo. Vislumbrar procesos de adquisición territorial, tomando en cuenta patrones de asentamiento ocurridos en un territorio con un alto grado de diversidad medioambiental, es indispensable para el entendimiento de la organización política, social y económica de sociedades prehispánicas en la costa de Manabí.Durante la década de los setenta y ochenta y con el apoyo logístico/ financiero del PAE, se llevaron a cabo varias prospecciones arqueológicas (Damp, 1984; Allan & Allan, 1989), que en su mayoría no han sido publicadas. La única referencia que podemos citar para nuestra región de interés es el artículo de Jonathan Damp (1984) sobre los sitios del Formativo Temprano en el valle del río Blanco. Los resultados de otras prospecciones se encuentran en los archivos del Centro de Investigaciones y del museo Salango. Debido a las diferencias de metodologías utilizadas en dichas investigaciones, a lo preliminar de los resultados y a las inconsistencias de los registros de campo, se tomó la decisión de corroborar en el terreno todos los sitios identificados anteriormente así como también, de expandir la zona de estudio. Uno de los objetivos secundarios de esta prospección es la elaboración de un mapa arqueológico de la zona que incluya un nuevo código de numeración de sitios asociados a mapas topográficos específicos siguiendo los nuevos lineamientos impuestos a nivel nacional por la oficina de Patrimonio Cultural. Esta parte de la investigación se desarrolla en colaboración con la universidad de Neuchatel (Suiza). La prospección se realiza en una zona que comprende la franja litoral entre Puerto López (límite norte) y Ayampe (límite sur) y la red hidrográfica del río Blanco. Tiene una superficie total

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de 183 km2, de los cuales 170 km2 ya han sido prospectados. El área de estudio abarca los valles estrechos que desembocan directamente en el océano Pacífico (Pital, Salango, Chico, Puerto Rico, Tunas y cauce bajo del río Ayampe); así como también incluye la red hidrográfica del río Blanco con sus principales afluentes (Achiote, Tigre, Pólvora, Mocora, Tusas, Vaca, Cuchucho, Lodo, Bambas y Encantada).La selección de esta microrregión y de la metodología de prospección siguió consideraciones climáticas, topográficas y medioambientales. En el sur de la provincia de Manabí, la cordillera costera (o de Chongón-Colonche) se acerca al océano Pacífico antes de tomar una dirección sur-este hacia la ciudad de Guayaquil. El relieve pronunciado permite la condensación de los vientos marinos y la formación de garúa de verano. Esta particularidad regional favorece el crecimiento de una densa vegetación la cual se vuelve un obstáculo para la tarea de prospección. Nuestra estrategia de prospección por lo tanto, no fue uniforme en toda la región debido a problemas de accesibilidad, caminos vecinales y cauces de río.A pesar de estas limitaciones, cada área de ocupación humana fue identificada a través de la presencia o ausencia de «vestigios culturales». Nuestro registro sistemático incluyó la descripción topográfica del entorno inmediato, la determinación de la cobertura vegetal y la determinación del uso moderno del terreno en cuestión. Así como también se efectuó un croquis tentativo de las áreas con vestigios culturales, un levantamiento topográfico básico y, la posición GPS para cada sitio establecido. Como fuente de datos suplementarios, se aprovechó también la presencia de barrancos profundos ubicados en los cauces de ríos secos. En estos barrancos, se abrieron largos perfiles estratigráficos que pusieron en evidencia una sucesión profunda de eventos culturales y naturales. Dicha profundidad de depósitos no se hubiera podido obtener con métodos tradicionales tales como pruebas de pala y pruebas con taladro.Probablemente la parte más difícil de la tarea de prospección en esta zona fue la configuración del sitio arqueológico. Según Zadora-Río:

«[...] la mayoría de los arqueólogos establecen una diferencia de estatuto entre el hallazgo aislado y el sitio, teniendo a menudo dificultades en trazar la frontera que les separa [...]». (1986:12)

En nuestro caso seguimos la terminología señalada por Zadora-Río (1986) y se consideró que todo material cultural que no esté asociado directamente con un contexto arqueológico primario constituye un «hallazgo aislado». En un área con actividad fluvial constante, materiales arqueológicos en diversas ocasiones son depositados por fenómenos naturales o culturales en contextos secundarios. El contexto de deposición secundario de dichos materiales y la clara abrasión presente en ellos ayudó a determinarlos como «hallazgos aislados». Por otro lado, los «sitios arqueológicos» son todos aquellos en donde existe una clara asociación entre presencia de materiales culturales y el contexto de deposición. La presencia de depósitos culturales profundos, la existencia de estructuras domésticas, arquitectónicas y/o funerarias ayudaron también en dicha determinación. Tomando en consideración los criterios arriba mencionados se ha definido hasta aquí 176 sitios arqueológicos y 9 hallazgos aislados. El área presenta una gran densidad de sitios (fig. 2). Las zonas grises señaladas en la figura 2 simbolizan los sitios de mayor extensión como por ejemplo: el sitio registrado en valle de El Triunfo, donde se observaron artefactos culturales en una superficie de más de 1 km a lo largo del cauce del río. Los triángulos oscuros en la misma área corresponden a sitios arqueológicos de menor tamaño, que probablemente representan aldeas secundarias.Los resultados sugieren tres tipos de asentamientos en cuanto a su ubicación geográfica. Los sitios con una superficie considerablemente grande se encuentran en el fondo de los valles, sobre terrazas aluviales extensas. Este patrón es aparente en toda la franja costera de la zona bajo estudio. Damp (1984: 108-109) determina un patrón similar para el valle del río Blanco en donde amplios asentamientos humanos se establecen en las zonas bajas de los valles, casi siempre ubicados en la parte de atrás de los pueblos actuales (por ejemplo en Río Chico y Puerto

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Rico). Por el otro lado, pequeñas aldeas se dispersan a lo largo de los cauces superiores. Sitios grandes también fueron localizados en las confluencias de ríos, particularmente en los estrechos valles tierra adentro. Finalmente, sitios de diversos tamaños fueron localizados en las lomas más altas, que hemos denominado «asentamientos de altura».El patrón de asentamiento hasta aquí definido sugiere la presencia de sitios arqueológicos ubicados en los diversos medioambientes de la zona bajo estudio. Probablemente, dicha ubicación se correlaciona con la constante interacción de grupos humanos explotando diversos ecosistemas. Es interesante señalar además, la accesibilidad interregional que ciertas redes hidrográficas permitieron. Por ejemplo, la red hidrográfica del río Ayampe es una vía natural que conecta el litoral de Manabí, especialmente al sitio de López Viejo con la cuenca del Guayas en el interior. Finalmente, es indiscutible el rol económico que los sitios ubicados en la franja costera tuvieron en el intercambio de conchas marinas tal como lo sugieren varios investigadores (Martinez & Martin, 2002; Luniss, 2001; Marcos, 1995; Currie, 1995; Norton, 1986; Murra, 1982).Cronológicamente, todas las fases cerámicas de la costa ecuatoriana, desde Valdivia temprano —fase IV, siguiendo la cronología de Hill (1974)— hasta Manteño han sido identificadas. La asociación de sitios a fases cerámicas específicas fue posible a través de la presencia de diagnósticos tales como: figurines, elementos decorativos en la superficie de fragmentos cerámicos y características de la pasta. Determinaciones radio carbónicas sobre la antigüedad absoluta de los sitios será un objetivo futuro de nuestra investigación.Los datos recuperados ponen a la luz también una gran variabilidad en cuanto a la función de los sitios prospectados. Por ejemplo, la ubicación geográfica del sitio N4C3-077, con acceso directo a un manantial de agua subterránea y la presencia de una alta densidad de material arqueológico de pasta fina y pintura iridiscente, sugiere una función ritual. El sitio está localizado en el valle del estero Lodo, cerca del pueblo actual de Río Blanco en un área donde el flujo de los ríos es estacional. La mencionada cerámica está concentrada en dos depósitos sucesivos de gran profundidad probablemente asociados con Engoroy temprano y tardío. El sitio abre la posibilidad de establecer comparaciones corológicas y cronológicas con otros sitios importantes de la región tales como Salango.

Figura 2 – Repartición de sitios en el área Puerto lópez-Ayampe (costa centro-sur, provincia de Manabí, Ecuador)

Mapa elaborado por Yann Graber

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El valle del río Salango presenta varios sitios domésticos localizados en las cimas de las terrazas o lomas. El sitio N4C3-040 contiene una serie de fogones de cocción y varias fosas de rechazo registradas en dos depósitos culturales separados por un depósito natural. La cerámica diagnóstica indica una ocupación u ocupaciones asociadas con la fase cultural Guangala y quizás fases culturales más tardías, por ejemplo Manteño temprano (ver sección de excavaciones). Dicho sitio —conjuntamente con otros registrados en las terrazas subtropicales— indica la dinámica interacción entre pobladores de la costa y el interior. Finalmente, se registraron una serie de estructuras rectangulares de piedra o cimentaciones de estructuras —tierra adentro— en los valles de los ríos Blanco y La Moroca. Estructuras similares han sido registradas con anterioridad en los sitios de López Viejo (Currie, 1995), localizado en la franja costera, y Agua Blanca hacia el interior. Las estructuras encontradas por nuestra investigación sugieren que dicho material de construcción y patrón arquitectónico no se restringe únicamente a un solo medio ambiente.

5. ExcAvAcIOnES: SItIOS dOMÉStIcOS y SItIOS dE PROduccIón

Los sitios hasta aquí investigados son tres: N4C3-170 (antiguamente denominado OMJ-PLP-170), localizado en la franja litoral; N4C3-040, localizado en las terrazas aluviales de régimen subtropical y; N4C3-035, localizado en terrazas aluviales de bosque seco.El sitio N4C3-035 situado en una terraza con una altura de 38 m.s.n.m. está caracterizado por la presencia de un bosque seco. Sin embargo, habitantes del sector tuvieron acceso a otros medioambientes: el océano está ubicado a tan solo 500 metros hacia el oeste, y hacia el este se levanta una vegetación mucho más densa que forma parte del bosque húmedo subtropical. La cima de la terraza tiene un área aproximada de 300 m2, limitada en su parte oeste, este y norte por pendientes pronunciadas. Mientras la cima fue utilizada como zona habitacional, las pendientes sirvieron como zonas de enterramientos.El sitio fue primero excavado a través de una operación de rescate cuando restos humanos fueron expuestos por la construcción (con maquinaria pesada) de un camino vecinal. Las labores de rescate incluyeron: excavación y recolección de restos culturales expuestos, reconstrucción del contexto cultural y determinación de la estratigrafía. La reconstrucción del contexto cultural indicó que se trata de una tumba de pozo profundo con cámara lateral ubicada en la pendiente de la terraza. Originalmente, los restos humanos desarticulados de varios individuos fueron depositados en tres urnas funerarias asociadas con dos vasijas bruñidas negras y varios torteros. Las urnas fueron selladas por platos de base plana y superficie con ondulaciones en relieve, a los que Oyola-Courier (2000) clasifica como cómales. Los elementos decorativos del conjunto cerámico y el modo de enterramiento sugieren una posible asociación con la cultura manteña (ver Estrada, 1957; 1962). El análisis de la estratigrafía verificó la presencia de un solo depósito cultural por debajo de la capa vegetal de variada profundidad. Finalmente, se observó material cultural disperso en la parte sur de la cima de la terraza y quizás asociada con las tumbas. Se tomó la decisión de continuar investigaciones en el sitio con una metodología de excavación más precisa. Las nuevas excavaciones en el área tuvieron los siguientes objetivos: verificar la existencia de otras tumbas, investigar la cima de la terraza y esclarecer una posible asociación entre los restos culturales de la cima y los restos humanos de la pendiente.No se constataron más tumbas, pero las excavaciones sí corroboraron la presencia en la cima de un piso habitacional asociado a moldes poste, fosas de rechazo, áreas de combustión e innumerables fragmentos culturales (cerámica, lítica, concha, carbón, restos fáunicos, etc.).

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Análisis preliminares sugieren la existencia de por lo menos un área habitacional en donde una serie de actividades domésticas fueron ejecutadas. Las estratigrafía en este sector también constató la existencia de un solo depósito cultural por debajo de la capa vegetal lo que sugiere que el área habitacional y el área de tumbas se encuentran en el mismo contexto deposicional y son por lo tanto contemporáneos. La presencia de elementos decorativos similares entre la cerámica de la cima de la terraza y aquellos encontrados en las tumba, refuerza esta interpretación. Los análisis de restos osteológicos reconstruyeron 14 (MNI) individuos de variada edad (desde fetos hasta individuos de edad adulta media) y de ambos sexos (Jastremski, 2006). La muestra contiene individuos con enfermedades degenerativas de las coyunturas, osteoartritis de las vértebras, caries, infecciones en las órbitas, infecciones en los huesos, abscesos, caries, etc. lo que probablemente sugiere una población con un patrón de subsistencia variada (Jastremski, 2006: 71). Esta interpretación está reforzada por otras líneas de evidencia; los restos fáunicos contienen un alto contenido de recursos marinos y terrestres, y los restos líticos incluyen varias piedras de molienda tales como manos y metates. El análisis osteológico propone también la existencia de especialidad ocupacional, cuya naturaleza todavía no ha sido clarificada. Jamstresky (2006) señala que la mayoría de las patologías para la población del sitio N4C3-035 indican individuos que estuvieron sujetos a actividades físicas diarias que les ocasionaron mucho estrés en las coyunturas de la espina dorsal, hombros, espalda, etc. Esto conjuntamente con la presencia de infecciones en los ojos y la evidencia del desarrollo de una musculatura robusta (evidenciada en las falanges y metatarsos de la muestra) proponen actividades relacionadas probablemente con la pesca y el buceo. Análisis adicionales serán realizados para corroborar o rechazar estas hipótesis.El sitio N4C3-040 está localizado en la cima de una terraza aluvial en la parte sur del valle del río Salango y a 2 kilómetros del actual poblado de Salango. El área del sitio cubre aproximadamente 800 m2. Las excavaciones registraron una ocupación republicana y por debajo de ésta se registraron dos ocupaciones culturales (temprana y tardía) separadas por un depósito natural de tipo coluvial.La ocupación prehistórica tardía contiene un depósito cultural profundo asociado con varias áreas de combustión, fosas de rechazo, moldes de poste y gran cantidad de restos culturales (cerámica, lítica, huesos fáunicos, concha, etc.). El análisis preliminar del material cultural indica la presencia de elementos asociados con ambos: cerámica Guangala tardía y cerámica Manteña. La posibilidad de que este sitio represente un sitio transicional entre el Periodo Regional e Integración será explorada en futuros análisis. Por debajo de esta ocupación se registró un depósito natural asociado a piedras angulares de tamaño mediano y grande. Las rocas eran conglomerados amarillosos y es muy probable que este depósito coluvial represente un deslave con gran arrastre de rocas. Dicho evento natural selló rápidamente el depósito cultural inferior y seguramente es el resultado de una temporada de lluvias intensas. El depósito cultural temprano contiene rasgos muy similares a los encontrados en el depósito cultural tardío, pero la cerámica presenta elementos diagnósticos asociados a la cultura Guangala con algunas influencias de Bahía. La cerámica presenta un grado de deterioro alto: está bastante erosionada y en muchos casos se está descascarando. Probablemente, los deslaves y agua subterránea han contribuido a la alta acidez y humedad de los suelos y son los causantes de la condición de la cerámica.Debido a la presencia de gran cantidad de huesos de pescado y conchas que fueron encontrados en ambos depósitos culturales, es innegable el contacto entre los habitantes de este sitio y los habitantes de la franja costera. La base de subsistencia también incluyó una forma de agricultura ya que se recuperó gran cantidad de maíz carbonizado en ambos depósitos.

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Finalmente, el sitio N4C3-170 (antiguamente OMJPLP-170) localizado en el valle del río Chico es un sitio multicomponente. Basado en análisis cerámico se han reconocido los siguientes periodos de ocupación: Valdivia, Chorrera/Bahía, Guangala y Manteño (Oyola-Courier, 2000). Durante los periodos más tempranos, Río Chico fue principalmente un sitio doméstico, pero durante la época Manteña la función del sitio giro alrededor de la captura, procesamiento, almacenamiento y redistribución de Spondylus Calcifer exclusivamente. Las excavaciones desenterraron evidencias de un estructura no doméstica de aproximadamente 50 m de largo por 20 m de ancho, construida paralela a la línea costera. Esta es la estructura no ceremonial de mayor tamaño que se ha registrado en la región. Las diversas áreas de actividad al interior de la estructura y material cultural asociado sugieren la existencia de un taller especializado con capacidad industrial. En el interior de la estructura, se encontró una gran cantidad de fragmentos exhaustos de Spondylus. Patrones de las huellas de desgaste y de las fracturas indican que el borde de las conchas fue sistemáticamente extraído. Fosas de gran profundidad (hasta 2 m) se encuentran distribuidas a lo largo de la estructura y probablemente fueron utilizadas para almacenar las conchas. Adicionalmente, varias zonas de combustión probablemente reflejan áreas de quema, resultado de la preparación y cocción de alimentos de los trabajadores. El sitio de Salango es un sitio registrado históricamente como uno de los cuatro asentamientos que colectivamente formaron un gran señorío en el área (Norton et al., 1983). Es muy probable que durante la época Manteña, Salango y quizás López Viejo fueron los recipientes de las conchas procesadas provenientes de Río Chico. Ambos sitios han aportado evidencia de talleres especializados en la manufactura de cuentas y otros adornos personales (Currie, 1995; Norton et al., 1983).

6. RESultAdOS PRElIMInARES

Las investigaciones hasta aquí sugieren la presencia de sitios con una gran variabilidad en la utilización de recursos naturales lo que probablemente determinó la ubicación de los asentamientos. Es muy probable que el sitio N4C3-170 evidencie el desarrollo de una formación económica y política a nivel regional con propiedades internas interesantes, la cual formó parte de un comercio a larga distancia. Una de las características principales de la región es la existencia de sitios con sistemas de subsistencia bien desarrollados y probablemente autosuficientes desde épocas bastante tempranas. Dicho proceso culminó con la existencia de sitios especializados en la captura de conchas o en la manufactura de productos acabados. Excavaciones futuras se concentrarán en el esclarecimiento de los patrones de explotación e intercambio de recursos naturales tanto a nivel local y regional. La prospección se concentrará en obtener información adicional para entender la integración entre sitios localizados en la franja litoral y sitios localizados hacia el interior. Es muy probable que el patrón de asentamiento de los sitios refleje la formación de unidades sociopolíticas que se fueron desarrollando e integrando a través del tiempo. Por otro lado, las investigaciones etnográficas otorgan no solamente información sobre la existencia de diversas subsistencias en el presente, sino también revelan cómo dichas subsistencias han determinado formaciones políticas y sociales. Varias de nuestras inquietudes científicas son siempre enfocadas desde dos direcciones: desde el presente hacia el pasado y desde el pasado hacia el presente. Este enfoque genera tensiones innovadoras en la investigación y genera nuevas direcciones para el campo de la antropología en general y en especial para la etnografía y la arqueología.

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Agradecimientos

Un gran reconocimiento a nuestros estudiantes de la Escuela de Campo del Departamento de Antropología de Florida Atlantic University, quienes a través de los años han contribuido con arduo trabajo a la realización de este proyecto. Muchas gracias a los varios colegas extranjeros y ecuatorianos, en especial a Angelo Constatine (quien descubrió y registro las estructuras en el valle del Río Blanco), por el apoyo continuo a nuestras investigaciones. Gracias al Instituto Nacional de Patrimonio Cultural y en especial a José Chancay, por las innumerables ideas compartidas con nosotros. Gracias al Centro de Investigaciones y Museo Salango por continuar adelante con su misión científica, y en especial a Patrick Gay, por su constante asistencia en el análisis de huesos fáunicos. Finalmente, mil gracias a la comunidad de Salango por ser los protagonistas principales de una historia cultural tan rica y compleja y por compartirla con nosotros.

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Reseñas

Carmen Salazar-Soler. Supay Muqui. Dios del socavón. Vida y mentalidades mineras. Fondo Editorial del Congreso del Perú, Lima, 2006, 256 p.

Este libro es una reciente entrega de la antropóloga Carmen Salazar-Soler que venía trabajando sobre el tema con asiduo interés. A finales de los años 1980, a través del Journal de la Société des Américanistes, nos había alcanzado sendos trabajos, que audazmente podemos denominar como antropología minera, abordando el tema de la cultura, las mentalidades mineras en Huancavelica y Potosí, así como de las creencias religiosas entre los mineros de Julcani, en Huancavelica (Perú) y otros trabajos posteriores, que luego se verían, en parte sistematizados en el libro Anthropologie des mineurs des Andes, editado por L´Harmattan, el año 2002. El trabajo que reseñamos es un producto maduro, que delata una minuciosa labor de campo y una atenta lectura de lo elaborado en torno al tema de las mentalidades, ideologías y simbolismos que operan en el mundo de los mineros de la sierra. Es un trabajo pionero en el Perú, no cabe duda.En una sola frase, la autora nos introduce al tema del estudio: contar el mundo de los socavones de los años 1980. Oportuna distinción, dado que la minería reciente viene desenvolviéndose con nuevas técnicas que permiten operaciones en lugares que antes no eran necesariamente conocidos por su vocación minera y a escalas cada vez mayores. Cabe considerar, como dato al paso, que una de las más recientes concesiones entregadas para exploración en la región Apurimac, en el Perú, abarca casi 35 000 hectáreas y un poco más de diez comunidades campesinas como ámbito de influencia directa. Se puede decir que la tradicional mina de socavón pervive por operaciones anteriores y algunas de ellas todavía datan de varias décadas atrás.Entrada la década de 1990 en adelante, la minería en el Perú ha mostrado un dinamismo particular en sus tres niveles conocidos: grande, mediana y pequeña. Una serie de factores han contribuido para ello: la neutralización de la violencia política, los expectantes precios de los metales en el mercado mundial, las nuevas tecnologías de exploración y producción, las nuevas arquitecturas financieras que permiten las movilización de grandes capitales, sobretodo de parte de corporaciones globales especializadas en el sector, esto último para las operaciones de gran minería.

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En este contexto, referirse a la minería de socavón moviliza ciertas nostalgias históricas. Es esa minería que se instaló fundamentalmente durante la Colonia y que pervivió en adelante: Hualgalloc, Cerro de Pasco, La Oroya, Cochasayhuas, entre otras no menos importantes. La autora inicia su interesante recorrido indagatorio planteando una sugerente afirmación: desde el siglo XVI, en los Andes, la mina es un crisol de gente venida de diferentes lugares, donde se diluyen las identidades locales y se forman otras nuevas, para llegar a nuestros días, donde la mina constituye para los campesinos que acuden a ella (o se relacionan de algún modo, añadiríamos nosotros) en una vía de acceso al mundo moderno, un puente cultural hacia la «modernidad» (p. 24).La investigación gira alrededor del caso de la mina Julcani, centro minero que pertenece a la Compañía de Minas Buenaventura, ubicada en el distrito de Ccochaccasa, provincia de Angaraes, departamento de Huancavelica, a una altitud entre 4 200 y 4 600 metros sobre el nivel del mar. El libro está dividido en cinco partes. La primera da cuenta de la historia de Julcani como centro minero, las características del trabajador minero, los mercados de trabajo generados a partir de la operación y el mundo del campamento, sus vivencias, las mentalidades que ahí se tejen. En la segunda se inicia el viaje hacia el socavón, la descripción de los mundos de abajo y de arriba, la vida cotidiana en la mina, la mina con trampolín a la modernidad. En la tercera parte aparecen las criaturas de las minas, el dueño guardián de la mina, sus raíces rastreadas en los duendes europeos y las divinidades prehispánicas: el Muqui y sus poderes. En la cuarta aparecen las mujeres de la mina: pachamama y Juana Tintaya, también la leyenda del Amaru y los Pishtakus con sus múltiples rostros, así como la Qarqarya del campo, los Taytas y la Virgen. Todo el poblado mundo de las criaturas de otro mundo, de un mundo oculto al ojo no familiarizado con la cultura andina, sus deidades, sus personajes míticos, unos bondadosos, otros viles. El quinto y último capítulo nos describe el origen de los metales, cómo estos fecundan en la madre tierra y los roles que juegan otras criaturas que pueblan el imaginario minero andino: los alquímicos, el Inti Illapa y la rana, los hermanos Inti Llapa, Killacha, Qoyllur y Tuta.El recorrido que hace la autora nos parece convincente. Una primera parte monográfica sobre la mina Julcani, su historia, su devenir y su situación actual. Las operaciones mineras en dicha zona datan de la Colonia. Las primeras estadísticas de producción de mineral en Julcani se remontan a 1680. Desde 1952 pertenece a la Compañía de Minas Buenaventura, una de las pioneras empresas nacionales en el rubro de los metales y, singularmente, una de las más modernas al lograr asociarse estratégicamente con la corporación Newmont para producir oro en Yanacocha y unas de las primeras empresas mineras peruanas en cotizar en la Bolsa de New York.Poco a poco, Carmen Salazar-Soler nos muestra ese «otro mundo», alejado rotundamente de los aspectos técnicos que implica cualquier operación de minado y nos va mostrando la manera cómo los trabajadores del socavón proyectan sus miedos, temores, esperanzas, fantasías a través de una variedad de personajes que pueblan las oscuras y enmarañadas galerías que van siguiendo angustiosamente la veta del precioso mineral. Aquellos personajes que son de este mundo andino, pero que se emparentan con sus símiles Knockers, de las minas de Gales, en Inglaterra, los duendes de Escandinavia o el pequeño y escurridizo Gathon de los socavones europeos.Actualmente, la actividad minera en el Perú es una importante generadora de divisas, pero una fuente poco generadora de empleo y articulaciones internas. Sirvió en momentos anteriores de actividad impulsora de mercados internos, de bienes y servicios, movilizó mano de obra comunal, jugó con las lógicas de la economía campesina, en sus fases de cosecha, siembra y descansos. Además de todo ello, configuró espacios de interacción social, de socialización y creación de cultura. Es justamente este último aspecto el que ha sido poco estudiado y ahí reside uno de los grandes méritos de la autora, el sacar a luz este aspecto. El socavón, la oscuridad, la soledad, la incertidumbre, el miedo, muchas cosas en juego como para que puedan pasar desapercibidas en la percepción del ser humano que se adentra en las entrañas de la tierra. Esas

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abismales oscuridades, esas profundidades simbólicas, esa penetración en la tierra moviliza, activa el mundo de las fantasías de lo racional, de lo irracional.Pensamos que, con este libro, Carmen Salazar-Soler abre un campo fértil para proseguir con las indagaciones respecto a la cultura minera. ¿Qué se juega en las mentalidades de los trabajadores? ¿qué se juega en las mentalidades de los ciudadanos que viven alrededor de los innumerables prospectos mineros? ¿cómo este mundo simbólico influye en las múltiples negociaciones e interacciones entabladas entre comunidades y empresas mineras? Pueden ser innumerables las preguntas a levantar. La minería actual está cambiando, está mutando como operación, pero también lo hace en sus relaciones con su entorno. Nos parece perentorio profundizar en estas indagaciones. Los recientes conflictos sociales, en su mayoría, tienen que ver con la relación entre minería y comunidades, avanzar en identificar las nuevas simbologías, fantasías, proyecciones aportaría grandemente en la prevención y abordaje de los conflictos generados en el sector.

César BEDOYA GArCíA

Luis AndrAdE. Aguas turbias, aguas cristalitas. El Mundo de los sueños en los Andes Surcentrales. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 2005, 183 p.1

1. Como todo relato, una etnografía se hace más preciada en la medida que ofrece novedad, y esto se consigue explorando. En este sentido Luis Andrade ha cruzado al menos tres fronteras. Primero, ha recopilado relatos sobre sueños, lo que de por sí constituye un tipo de etnografía íntima y ardua. Segundo, ha lidiado con testimonios en dos idiomas, que podríamos a su vez subdividir en dos variedades cada uno (dos castellanos y dos quechuas), es decir un total de 4 formas de expresión. Tercero, la mayoría de sus entrevistados reside en un distrito (Pampas) azotado por la violencia político-militar de los 1980-1990, en un departamento con uno de los mayores índices de pobreza en el Perú. Con imaginación y tacto, este libro muestra la interacción entre vigilia y mundo onírico, y usa el sueño (técnicamente: el relato del soñante sobre lo soñado) como evidencia cultural. Aguas turbias… busca «… esbozar una visión andina de los sueños, explorando cómo se concibe el sueño en esta cultura» (p. 21-22). Según Andrade:

«el sueño andino consiste en una visión para ser leída, a la manera de un tapiz o de una pintura alegórica, a partir de un código preestablecido; de este modo, la visión andina del sueño termina acercándose más a la que existía en ciertos periodos de la antigüedad griega, tal como ha sido descrita por investigadores como Eric Dodds, que a las concepciones del sueño imperantes en el Occidente contemporáneo» (p. 22).

En caso que una (o varias) manera(s) específicamente andinas de soñar fuese(n) identificables, no solo se trataría de un «dime con que sueñas y te diré quien eres» sino especialmente de «cómo lo sueñas…» (ver epílogo, especialmente 159-160).

1 Luis Andrade es lingüista de profesión, graduado con una tesis sobre la lengua culle (1995a) por la PUCP (parcialmente publicada en 1995b; 1999), y concluye su maestría en esa casa de estudios. Por sus obras (artículos, reseñas o edición de textos) podríamos ubicarlo en la pequeña e imprescindible escuela de los lingüistas históricos dedicados a los Andes. Aguas Turbias… obtuvo el Premio PUCP (2004) en la categoría Ensayo.

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2. Para sustentar su propuesta, Andrade ha tramado su libro in crescendocrescendo. Luego de la introducción donde explica cómo llegó al mundo onírico pampino, los tres capítulos van en doble pendiente. La primera es geográfica: de la localidad focal, Pampas en Huancavelica (1), a la región (2. Andes Surcentrales) para desembocar en un área cultural (3). La segunda escalada va en paralelo: de la experiencia onírica concreta en relación con determinados acontecimientos durante la vigilia (1) a los símbolos (2) es decir las unidades mínimas de significado obtenidas por cierto nivel de consenso social macerado por la costumbre, y finalmente a la manera de narrar sueños en una lengua (3) o mejor dicho en el cruce entre dos lenguas, el quechua y el castellano. En este tercer capítulo (que según declara el autor, estuvo en el origen de su pesquisa) Andrade aborda ciertos rasgos peculiares usados al hablar de los sueños en castellano andino, como por ejemplo la inclusión de «dice/dice que». Esto último emparenta la manera de narrar sueños y la de narrar cuentos. El libro cierra con un epílogo y la trascripción de algunos sueños. Al abordar un terreno, por decir lo menos, académicamente periférico en una localidad específica para luego contrastar y proyectar sus resultados a escala regional Aguas turbias… plantea ciertas cuestiones de método2. Dejo de lado otros temas (y detalles fascinantes recopilados por Andrade, especialmente del capítulo tercero) para centrarme en este eje: el paso de los resultados concretos al panorama de conjunto. Este desplazamiento implica navegar de la etnografía a la historia, y resulta crucial en el diálogo entre lingüística y las demás ciencias sociales implicadas (historia, antropología y arqueología, al menos) en los Andes. En otras palabras si el «sueño andino» resultase algo identificable, no solo por sus elementos sino por su estructura, tendríamos ante nosotros un poderoso elemento comparativo.3. De lo pampino a «lo andino». Tal vez por tratarse de un ensayo, la situación política de Pampas o pedido de los entrevistados, la identidad y el número de informantes es algo difuso. Según nuestra contabilidad basada en los testimonios incluidos, los entrevistados en Pampas fueron aproximadamente 10, y 5 en Lima. Usando dos de los primeros casos (y el ejemplo presentado por Zorrilla para Acocro, Ayacucho) Andrade muestra cómo los sueños sirven de agente efectivo para impulsar actividades en la vida comunal (capítulo 1) y usa otros ejemplos para ilustrar las funciones cumplidas por los sueños en los Andes. Ya que el libro desembocara en el nivel regional y luego andino, ¿qué significa Pampas en relación a estos contextos mayores? La etnografía no es un asunto cuantitativo, pero en la medida que asumimos que nuestros testimonios representan algo más, detectar y explicar la variedad es imprescindible si queremos ampliar nuestro alcance teórico. Si comparamos el corpus etnográfico recopilado por Andrade con el de Manheim (1987) para Andahuaylillas (3 informantes especificados) no sorprenderá que sus resultados sean distintos. Lo que el lingüista norteamericano presentaba como «A semiotic of Andean dreams» era en realidad una semiótica de un tipo particular y específico de relato sobre el sueño, el acertijo (p. 80). Pero volvamos a nuestro autor, ya que Andrade está interesado en rescatar aquellas características particulares del «sueño andino», es en el adjetivo donde mayor énfasis debe ser colocado. A mediados del siglo veinte, «andino» fue acuñado para reemplazar a «indio» y «serrano». Al sustituir términos raciales, culturales y geográficos tal adjetivo se hizo tan amplio que su valor es referencial pero no explicativo. A veces es una entidad cronológica (pre-colonial), otras geográfica (la sierra) o lingüística (e.g. castellano andino). En este último caso, por ejemplo, no está claro si llamamos castellano andino al de aquellas personas que tienen por lengua materna el quechua, y entonces quedan excluidas las que hablan aimara. Cabría plantear el mismo tipo de interrogantes respecto al sueño andino, estamos hablando de una manera de soñar distinta, pero ¿en qué términos? Andrade explica «... considero que todavía es posible hacer esfuerzos por desentrañar lo que queda de una visión andina del sueño que en términos históricos, puede haberse venido perdiendo con el correr de los siglos después de la conquista» (p. 157, subrayado

2 Muy en minúsculas —y considerando que se trata del primer libro enteramente dedicado al tema en los Andes— lamento que el autor no incluyera un modelo de su cuestionario, que resultaría muy útil para otros investigadores.

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mío). Ya que según la definición previa, lo andino tiene un carácter netamente histórico (i.e. pre-colonial) pareciera que para ubicar el sueño andino debemos realizar una suerte de operación matemática: restarle al sueño relatado por población actual de los Andes (definida como andina) aquello que evidencie trazos coloniales. Como muestra Andrade, las cosas no son tan simples. Entre sus ejemplos él ha reconocido las tres funciones de sueños descritas por Dodds (1964: 107) para Grecia antigua, a saber: simbólico o acertijo; horama o «visión» previa de un acontecimiento; y oracular, cuando un personaje humano o divino revela lo que sucederá o lo que debe hacerse. Luego de presentar los sueños oraculares hallados en Pampas se plantea precisamente la cuestión ¿serán andinos? Ya que este tipo de sueños ha sido identificado en¿serán andinos? Ya que este tipo de sueños ha sido identificado en el caso griego, razona Andrade que bien podría formar parte del legado pagano pre-cristiano presente en los colonizadores españoles. Para descartar esto, es decir para probar que el sueño oracular pertenece al legado andino, Andrade discute dos testimonios, el manuscrito quechua de Huarochirí, y la conversación entre el artesano Jesús Urbano y el historiador Pablo Macera. Ya que está presente ambos documentos, distantes temporal y geográficamente, se sugiere que el sueño oracular estaría enraizado en los Andes. Del mismo modo la integración de personajes sagrados no occidentales en ambos relatos «parece hablarnos de un origen propiamente indígena de esta noción» (p. 70). Más aún, la semejanza con la mencionada topología griega sugeriría «una tendencia universal distinta de las concepciones modernas del sueño» (p. 70). Es notable, que por caminos distintos, hace medio siglo dos etnógrafos observaron que en muchas partes de Latinoamérica los conceptos hipocráticos sobre enfermedades y remedios estaban vigentes, y recomendaban aplicarlo en los cuestionarios etnográficos (Foster & rowe, 1951)3. La propuesta anterior me deja ciertas interrogantes. Primero, ¿si el sueño oracular pertenece a una tendencia universal no-moderna entonces perdería su carácter de indicador andino? Segundo, ¿a qué tipo de universal aludimos? entre estas sociedades no-modernas ¿podríamos incluir a los pobladores rurales españoles del XVI, y posteriores? Una futura comparación con el enorme corpus etnográfico e histórico español nos ayudará a despejar esta incógnita. Tercero, asumida la ubicuidad del tipo oracular, entonces —por lo menos en este tipo— la diferencia no residiría en la estructura del sueño, sino más bien en los elementos. Más aún, si los personajes divinos occidentales abundan en los «sueños andinos» también podríamos pensar que el mestizaje onírico se dio en el otro sentido. Volviendo a Doods (1964) cuyo estudio atiende finamente a la cronología de los tipos oníricos, cabe interrogarse si sería posible contestar estecabe interrogarse si sería posible contestar este tipo de interrogantes para los Andes coloniales: ¿tienen los tipos de sueños en los Andes una cierta cronología general? A su vez hay otra vía no menos interesante, y tal vez más accesible: la geografía de los tipos de sueños. Así como se reconoce en el presente etnográfico que hay ciertas técnicas de alfarería relacionadas a determinadas regiones, ¿podríamos decir que hay¿podríamos decir que hay ciertos tipos oníricos asociados a ciertas áreas? ¿Se sueña en Ayabaca (Piura) en la misma forma que en Ayaviri (Puno)? El capítulo dedicado a los símbolos oníricos es particularmente útil para enfatizar la importancia de la diferencia al interior del territorio andino. En los sueños de tipo acertijo, Andrade ha identificado una serie de símbolos (aguas turbias, aguas cristalinas, barro, el maíz) cuyo significado «no solo es conocido y compartido por buena parte de la población de Pampas y por la mayoría de los migrantes de la sierra surcentral entrevistados en Lima, sino que, además parecen estar difundidos a lo largo y ancho de los Andes» (p. 109). Estos símbolos están particularmente relacionados a la geografía circundante por lo cual su ubicuidad es bastante lógica, e incluso tendrían una poderosa impronta, como en el caso del taxista apurimeño que, viviendo más de dos décadas en Lima, todavía sueña con símbolos de una escenografía serrana (p. 110). Sin embargo, lo más intrigante de este segundo capítulo son las anomalías, es decir cuando el significado de los símbolos no es compartido. Los cambios de significado pueden

3 El libro de Doods (fundamental para la pesquisa de Andrade) está basado en las conferencias que este clasicista ofreciera en Berkeley en 1949, donde Foster y rowe enseñaban.

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darse diacrónicamente (como propuso Manheim para Andahuaylillas) o sincrónicamente como observa Andrade, especialmente para el caso del piojo, que incluso entre los pobladores de Pampas no es unánime.Si alguien te llama «piojoso» en Lima, es difícil pensar que se trata de una expresión de cariño. No obstante, un cuento de Huancané (Puno) concluye: «Esto [el piojo] creó Dios para amistarlos. El piojo se dice que hace siempre amistar a marido y mujer» (recogido por Arguedas, en Souffez, 1985: 198). Precisamente Souffez, en una fina serie de artículos (1985; 1986; 1988) ha mostrado que, mirado con lupa, el piojo es un pequeño mundo de significados. Hay varios tipos de piojo y al contrario de lo que significa para muchos pobladores urbanos (pobreza, suciedad) el piojito de la cabeza es símbolo de solidaridad entre las personas del campo: despiojarse implica compañía, afecto. Esta y una serie de significados registrados en relación a este parásito por Souffez tiene implicancias directas para la pesquisa sobre los símbolos: la variabilidad regional en Andes. No solo existían diversos tipos de piojo (uno podría preguntarse si los pampinos estaban aludiendo al mismo tipo de piojo), sino que el significado puede variar con las regiones (¿era Pampas una zona de transición entre lo rural y lo urbano?). En sus textos, Souffez advierte todo el tiempo la importancia del cambio regional que en etnografía andina significa evitar la hegemonía sureña4. Una última consecuencia, indirecta, de los estudios de Souffez sería la necesidad de enfatizar en la función. Como lo mostró Propp (1971 [1928]) tratando de cuentos de hadas, de poco nos sirve caracterizar estas narraciones de acuerdo a los personajes, siendo importante reparar en lo que hacen, esto no solo permitirá comparaciones interregionales, sino diacrónicas. Si como Andrade observa en el tercer capítulo, la estructura narrativa de los cuentos y leyendas ha impregnado la del sueño, porque no usar recursos analíticos comunes. En los casos mencionados por Andrade, además del piojo, esto podría aplicarse a las flores: prefiero soñar con un ramo de flores que con una corona de flores. No es lo mismo soñar con un perro (o un zorro), que con el mismo queriéndote morder. Al entrevistar a Benjamina y Eduviges en Pampas, Luis observa que ambas coinciden en considerar al burro como indicador onírico de «pronta recepción de dinero» (p. 53). Si uno vuelve a los testimonios de estas señoras, podrá observar que en ambos casos están «cargados», en el primer caso con maíz y en el segundo sin especificar. Uno podría agregar que no es el burro el indicador sino la carga. Como Luis explica después el maíz y el trigo son «para la buena fortuna» (p. 89). Ya que el trigo comenzó a ser usado en los Andes en el periodo colonial, queda más claro que tanto como el producto, lo que se debe rescatar es la función. Lo anterior nos conduce al caso del escenario o contexto, muy poco tratado en Aguas turbias... Ya Zuidema y Quispe repararon en la geografía del viaje relatado por su informante, Flores Galindo insistió en la importancia de que el sueño más temprano de Gabriel Aguilar fuera precisamente en el presbiterio de la iglesia. Del mismo modo, Doods (1964: 104) anotaba que en los sueños oraculares narrados por poetas homéricos el soñante es visitado por un personaje que siempre entraba por la cerradura de la puerta, indicando enseguida que (en la «vida real») los cuartos homéricos no tenían ventanas ni chimenea. Sería interesante tratar de rescatar este detalle en los sueños para contar con más elementos de clasificación, y darle contexto a los personajes/rasgos y a las funciones. La versión del «los dos ratones» recopilada por Taylor (2003: 47-53) en Chachapoyas es prácticamente idéntica a la de Esopo, siendo la diferencia más interesante la geográfica, el pobre vive en la jalca, el anfitrión en la quechua. El ejemplo que titula el libro Aguas turbias… es precisamente un indicador de acción en el escenario geográfico: cada año en la estación de lluvias, durante la cual Guamán Poma recomendaba abstenerse a los caminantes, las carreteras peruanas serranas se enlodan, y los noticieros nos informan de los micros volcados, de la desgracia. En los casos que conozco la mayor cantidad de festividades no se celebran en

4 Precisamente en esta línea, hace una década, el propio Andrade (1995b) indicaba: «Nosotros agregaríamos otra razón: la prioridad que se les ha otorgado en los medios intelectuales peruanos a las zonas sureñas y centrales del Perú para el estudio de “lo andino”, categoría simplificadora que ha conducido a desatender ciertas realidades locales de la serranía —en especial, las norteñas—».

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este periodo de aguas turbias. No es raro que indiquen separación. Todo lo contrario sucede en la otra mitad del año.4. Con Aguas turbias… la esfera onírica parece abrirse como un emporio de información y diálogo. Sospecho que casi automáticamente, como me ha sucedido durante y después de leer este libro, el lector comparará la evidencia presentada por Andrade con sus propios sueños, y con la información a su alcance.

referencias citadas

ANDrADE, L., 1995a – Identificación de toponimia culle en un catálogo de nombres geográficos norperuanos Tesis de Licenciatura en Lingüística Hispánica, Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.

ANDrADE, L., 1995b – La lengua culle: un estado de la cuestión. Boletín de la Academia Peruana de la Lengua, 26: 37-130.

ANDrADE, L., 1999 – Topónimos de una lengua andina extinta en un listado de 1943. Lexis, 23(2): 401-425.

DODDS, E.r., 1964 [1951] – The Greeks and the Irracional, 327 p.; Berkeley-Los Angeles: University of California Press.

FOSTEr, G. & rOWE, J., 1951 – Suggestions for Field recording of Information on the HippocraticSuggestions for Field recording of Information on the Hippocratic Classification of Diseases and remedies. Kroeber Anthropological Society Papers, 5 :l-5.

MANHEIM, B., 1987 – A semiotic of Andean dreams. In: Dreaming: Anthropological and Psychological Interpretations (Tedlock, B., ed.): 132-153; Cambridge: Cambridge University Press/A School of American research Book.

PrOPP, V., 1971 [1928] – Morfología del cuento de hadas, 234 p.; Madrid: Fundamentos.SOUFFEZ, M.-F., 1985 – El simbolismo del piojo en el mundo andino: boceto filológico.

Anthropológica, 4: 171-202. SOUFFEZ, M.-F., 1986 – Los piojos en el mundo prehispánico, según algunos documentos de

los siglos XV y XVI y unas representaciones en ceramios mochicas. Anthropológica, 4: 155-190.

SOUFFEZ, M.-F., 1988 – El piojo y la conversación. Anthropológica, 6: 43-65.TAYLOr, G., 2003 – Relatos quechuas de la Jalca, Chachapoyas, 72 p.; Lima: IFEA-Lluvia.

Gabriel rAMóN JOFFré

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ÉvénementsBulletin de l’Institut Français d’Études andines / 2006, 35 (3): 453-456 IFEA

Eventos

Congreso InternaCIonal «gobernanza y gobernabIlIdad de los terrItorIos en amérICa latIna»Cochabamba, bolivia, 19-21 de septiembre de 2006

este congreso, realizado por iniciativa del IFea y del Ird, reunió a 77 participantes de 20 países (15 países de américa latina y 5 países europeos). Cuatro instituciones estuvieron a cargo de su organización: el CIdes de la universidad san andrés de la Paz, el CesU de la universidad san simón de Cochabamba, el IIg (Instituto Internacional de la gobernabilidad ubicado en barcelona) y el JaCs-nCCr (Centro suizo de Capacidad en Investigaciones) supervisado por un comité científico de 9 personalidades, una siendo del IFea y 3 del Ird (Umr151, r023 et Umr102).(Umr151, r023 et Umr102).31 ponencias (presentadas en 7 sesiones) permitieron presentar un panorama relativamente exhaustivo de las definiciones conceptuales en cuanto a los términos de gobernanza y de gobernabilidad, hacer un balance de la gobernabilidad en los países de américa latina representados, así como debatir de las aplicaciones de estos conceptos en temas tan diversos como el de la identidad territorial, de la gestión de las recursos naturales, de la problemática urbana, del desarrollo local y de la planificación territorial.los debates alrededor de la gobernanza y de la gobernabilidad mostraron la diversidad de las enfoques presentados por las distintas disciplinas, a veces como concepto, a veces en términos de paradigma de investigación. la mayoría de las veces la gobernabilidad es asimilada a la no-gobernabilidad en los países de américa latina, en relación a la estructuración del aparato del estado y de su capacidad y eficiencia en responder las necesidades de la sociedad. la gobernanza, palabra que puede abarcar muchas definiciones diferentes, trataría de las relaciones horizontales entre los actores y la capacidad de acción colectiva, en tanto que forma de presión que genera dinámicas institucionales con efectos políticos de los más contradictorios.el territorio se encuentra al centro del análisis de estos paradigmas, en contextos nacionales donde la democracia representativa, la descentralización, los asuntos de autonomía territoriales, de revendicación de las comunidads indígenas, de la participación local, etc. están al centro de los debates actuales sobre la democracia en estos países.el conjunto de las temáticas abordadas, tanto al nivel de los recursos naturales, de las zonas urbanas como de la planificación pone en evidencia la importancia de la relación territorio-gobernanza en el proceso de desarrollo local sostenido.este congreso es, sin dudas, un aporte importante en el debate científico sobre un tema tan actual. Una publicación está en curso. debería ser difundida a inicios del 2007 en el conjunto de los países de américa latina.

Hubert mazUrek

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Eventos

PrImer enCUentro sobre «CUltUras PoPUlares de la CIUdad en amérICa latIna»lima, Perú, 4-7 de octubre de 2006

el evento «Primer encuentro sobre Culturas Populares de la Ciudad en américa latina», organizado por el Colectivo sururbano y auspiciado por el IFea y el Centro Cultural de españa reunió dos miradas sobre culturas populares urbanas: por un lado la mirada audiovisual, con la difusión de 12 documentales recientes procedentes de brasil, Perú, méxico y argentina sobre temas tan diversos como las expresiones gráficas en la ciudad: graffitis, carteles, anuncios (Wet Paint, de brasil), la fusión de tradiciones diversas y los choques de cultura producidos por las migraciones a la ciudad (Lima Was, Mamacha Natividad, de Perú y Waylash de argentina), las expresiones musicales de la calle (Detrás de un Cajón, Perú, Cubania, méxico), o las experiencias comunitarias en barrios marginales (Horas de Radio y Creciendo en el desierto, Perú). Por otro lado la mirada científica y académica fue desarrollada a través de un seminario internacional que contó con la participación de científicos de méxico, Chile, Colombia y Perú. Cuatro ejes —uno por día— organizaron la reflexión: la cuestión del hábitat urbano y sus vinculaciones con la cultura popular, la cultura afro en la ciudad, las culturas de migrantes entre lo rural y lo urbano, y finalmente el debate giró en torno a las expresiones juveniles urbanas. los expositores no peruanos intervinieron por medio de videoconferencia. el público peruano pudo escuchar las ponencias de investigadores de la Universidad autónoma metropolitana de méxico, de la Universidad de Chile, del Centro de estudios socio-Culturales de Chile, de la Universidad Central de Colombia (instituto IesCo). en Perú tanto universidades (Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad nacional mayor de san marcos) como Centros de estudios de ongs (CenCa, desCo, Cedet) aportaron su contribución a través de ponencias de investigadores de alto nivel. la participación activa del público se vio favorecida por la presencia de los conductores de debate en cada eje temático abordado. de esta manera, la realización de este Primer encuentro ha permitido confrontar experiencias (investigaciones y documentales) de diferentes contextos, brindando al público un panorama amplio y variado sobre las vivencias urbanas cotidianas.

émilie doré

semInarIo InternaCIonal «CIUdadanía, InstItUCIones y demoCraCIa: ProCesos y aCtores del CambIo soCIoPolítICo en el área andIna»bogotá, Colombia, 9-10 de octubre de 2006

este seminario se realizó con ocasión de la celebración de los 20 años del Instituto de estudios Políticos y de relaciones Internacionales (IePrI). Fue auspiciado por el IFea y la dirección académica de la Universidad nacional de Colombia. en el evento participaron expertos de los países andinos y de Francia, quienes analizaron los avances y los retrocesos en el proceso de democratización en la regíon. se analizaron los desafíos que los movimientos étnicos plantean al estado-nación y la redefinición de los fundamentos de la ciudadanía, fomentada por sectores sociales indígenas al nivel local y nacional, y las implicaciones sobre la democratización del sistema político nacional. también se examinó las limitaciones de la democracia representativa y los intentos de fomentar una democracia más participativa, y se reflexionó sobre las modalidades de ampliación de la representación política, así como la importancia de definir un adecuado modelo de gestión y representación de la diversidad cultural a escala local, nacional, regional o continental. Finalmente,

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Événements

se analizó la relación entre los actores sociales y las instituciones; relaciones conflictivas en ecuador, debido a las divisiones entre las elites políticas, lo que produce inestabilidad política, mientras en Perú, no logran alterar el orden institucional. en contraste, en Venezuela, existen relaciones de cooperación entre H. Chávez y las organizaciones populares, quienes apoyan las políticas sociales implementadas por el presidente. el análisis deberá seguir enfocado en los procesos de representación y participación, ante las falencias de la democracia representativa y el agotamiento de las esperanzas generadas por la democracia participativa en la decada del 1990.

Julie massal

PrImer enCUentro «dIálogo norte-sUr: estUdIos latInoamerICanos»Quito, noviembre 8, 9, 10 de 2006

tuve el gusto de participar en este acontecimiento, en representación del Instituto Francés de estudios andinos. el objetivo del encuentro era de hacer un balance sobre el origen, el estado actual y las perspectivas de los estudios latinoamericanos (ela) tanto en américa latina como en los países del norte (estados Unidos, Canadá y europa occidental principalmente), cruzando las miradas disciplinarias.el encuentro puso en relieve el desigual estado de los ela a través del mundo, siendo aquellos estudios bien representados en eeUU y Canadá (aunque con dificultades crecientes) o en méxico (Unam entre otros), en desarrollo en varios países de américa latina (como en Colombia o en ecuador, a través de la Uasb), pero con ciertas dificultades en muchos países (en Inglaterra por ejemplo), por falta de respaldo institucional, entre otros. se insistió sobre la necesidad de seguir trabajando, a pesar de la extrema diversidad del espacio regional, de la crisis de ciertos paradigmas «latinos» de las últimas décadas (escuela de la depedencia…), y de los cambios introducidos, a nivel teórico como empírico, por el actual proceso de globalización (que contribuye a redefinir las relaciones entre localidad y globalidad), a una escala latinoamericana, que sigue pertinente para entender los hechos sociales económicos, sociales o culturales a lo largo de la región. sobran los ejemplos que lo demuestran: sincronización en el actual viraje político hacia la izquierda, convergencia en la emergencia del multiculturalismo y de voces indígenas o afro-descendientes, afán de integración regional (que no va sin plantear une serie de problemas similares), etc.la cuestión disciplinaria también constituyó otro tema debatido: la mayoría de los centros que ofrecen unos currículos de ela lo hacen en una perspectiva pluridisciplinaria (con una desigual presencia de cada disciplina, estando literatura o ciencias políticas, por ejemplo, mucho más representadas que geografía o incluso economía), pero eso no quiere decir que la cercanía de distintas disciplinas se traduzca por un auténtico proceso de «hibridación» entre las disciplinas, tanto en la docencia como en la investigación. la lógica institucional del sistema académico lo impide muchas veces, pero por otro lado, la necesidad de mantener una base disciplinaria sólida apareció como un requisito necesario, no solamente a nivel epistémico (para intercambiar entre disciplinas con bases conceptuales firmes), sino también pensando en las salidas profesionales de los estudiantes, más fáciles con una base disciplinaria claramente identificada. Para terminar, el encuentro me permitió hacer hincapié sobre la evolución de los temas de investigación de la geografía francesa en américa latina, agrupándolos alrededor de una serie de grandes entradas: población, migraciones y movilidad, cuestión étnica, temática urbana, temática rural, ordenamiento territorial y reformas institucionales, medio ambiente y riesgos naturales, impactos socio-territoriales de la globalización y del cambio de modelo de desarrollo

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Eventos

económico. también se discutió de la peculiaridad de la zona andina, donde se ha ilustrado con notorios avances la geografía francesa, a lo largo del último medio siglo y en unos campos muy variados, alrededor del IFea y del Ird principalmente; unos estudios que siempre se enmarcan en un contexto latinoamericano, y que muchas veces se realizaron en un contexto pluridisciplinario.

semInarIo InternaCIonal «dInámICas de las mIgraCIones transnaCIonales de los Países andInos a eUroPa y los estados UnIdos: CaUsas y eFeCtos soCIoeConómICos y esPaCIales»la Paz, bolivia, 27-29 de noviembre de 2006

del 27 al 29 de noviembre de 2006, se realizó en la ciudad de la Paz un seminario internacional sobre: «dinámicas de las migraciones transnacionales de los países andinos a europa y los estados Unidos: causas y efectos socioeconómicos y espaciales». este seminario fue organizado por el Programa de Investigación estratégica de bolivia (PIeb) y el Instituto Francés de estudios andinos (IFea), y reunió a investigadores de países andinos (bolivia, Colombia, Perú y ecuador), méxico y estados Unidos. Cuatro paneles fueron constituidos para abordar el tema planteado, desde un amplio abanico de perspectivas: i) flujos migratorios, políticas públicas y espacios nacionales y regionales, ii) movimientos migratorios, mercados laborales, indocumentados y tráfico de personas, iii) remesas y sus efectos socioeconómicos en el lugar de origen de los emigrantes, y iv) aculturación e identidades culturales de los migrantes en los lugares de origen y de llegada.la pluralidad de perspectivas y visiones adoptadas para analizar la migración transnacional permitió alimentar un debate enriquecedor sobre lo que sería «el fenómeno cultural más importante del siglo». en la diversidad de aportes sobre el tema, se destacó los elementos siguientes, de manera no exhaustiva: i) el reconocimiento del fenómeno migratorio como parte integrante de la humanidad, y la continuidad entre migraciones internas, entre países fronterizos y transnacionales, como reflejo de las transformaciones del mundo; ii) el papel esencial de las redes sociales en los procesos de migración internacional, y la feminización de estos procesos; iii) los costos humanos de la migración transnacional; iv) el debate entre remesas y desarrollo; y v) los temas fundamentales de integración, interculturalidad y derechos humanos. en fin, se reconoció la necesidad urgente de seguir trabajando sobre los procesos de migración transnacional, anudando esfuerzos colectivos de la comunidad andina, científica y académica. Por ello, se creó la red andina de migraciones, con el propósito prioritario de responder a «insuficiencias y vacíos» surgidos de este seminario. se subraya en particular la necesidad de realizar estudios comparativos en la región andina. Incluso serían de valiosos aportes al conocimiento trabajos de investigación sobre los impactos territoriales de la migración transnacional, la «gobernabilidad de las migraciones» (políticas públicas) y las articulaciones socioculturales y económicas entre lugares de origen y lugares de destino.

michel VaIllant

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El IFEA en Bolivia

Si bien el IFEA fue fundado en 1948 en el Perú, tan solo tres décadas más tarde se afectó a Bolivia al primer investigador francés, un historiador. Desde 1975, la presencia del IFEA en Bolivia se ha mantenido sin interrupción. En 1992 se reclutó por vez primera a una becaria local, una historiadora. De 1975 a 2006, han sido

historia y la dinámica de la cobertura vegetal de alta montaña, repectivamente. Por último, en 2007, el IFEA coeditará la obra realizada por el becario local que versa sobre la constitución del Estado-Nación boliviano.

El campo de la animación científica ha sido desarrollado desde comienzos del año 2000 (coloquios, talleres, exposiciones, etc.). En 2006 el IFEA ha co-organizado y/o participado en 7 eventos científicos en Bolivia. Finalmente, el Instituto co-organiza o participa en los ciclos de conferencias de la Embajada de Francia, de la Alianza Francesa y del IRD presentando los estudios de investigadores, principalmente bolivianos y franceses, con el apoyo del PIEB (Programa de Investigación Estratégica en Bolivia). El IFEA mantiene vínculos muy estrechos con el IRD-Bolivia, institución muy dinámica que alberga el local del IFEA: investigadores del IFEA trabajan en programas de investigación comunes a ambos institutos; co-organización de coloquios; coediciones.

El IFEA ha coeditado numerosos estudios referentes a Bolivia. Desde la publicación regular del Bulletin de l’Iféa en 1972, 69 artículos trataron sobre Bolivia. El IFEA ha coeditado 41 obras relativas a este país: las disciplinas más representadas son historia (18 libros), ciencias sociales (10) y etnografía (6). En materia de coedición, el Instituto tiene vínculos privilegiados con la casa editorial Plural, el PIEB y el Instituto de Estudios Bolivianos (IEB).

En 2007, ya han sido programadas numerosas acciones: se publicará media docena de libros y el IFEA participará en 5 eventos científicos. También co-organizará coloquios internacionales: La gestión del agua en los países andinos: pobreza urbana y participación comunitaria y La etnohistoria: fronteras transdisciplinarias en la producción de conocimientos. Por último, participará activamente en el taller Conocimiento y gestión de riesgos en el medio urbano que será organizado por el IRD.

Godofredo SANDOVAL ZAPATA, sociólogo, director del Programa de Investigación estratégica en

Bolivia (PIEB)

Godofredo Sandoval, sociólogo de la Universidad de san Andrés de La Paz, ha sustentado su maestría (especialidad migraciones) en la Universidad Católica de Lovaina; también es profesor de lengua y literatura (Escuela Normal Superior Simón Bolívar). Profesor titular de sociología en la Universidad San

Edito

rial

N˚ 6 septiembre-diciembre 2006

Focu

s

afectados a Bolivia 51 investigadores, 38 franceses y 13 bolivianos (25 %). Tomando el año 1992 como referencia —los investigadores ya no son exclusivamente franceses— 32 investigadores del IFEA han trabajado en Bolivia, 25 franceses (66 %) y 13 bolivianos (34 %).

En Bolivia el IFEA lleva a cabo sus tres misiones (producción de conocimientos, animación científica, publicaciones y difusión) y da su apoyo a estudiantes, profesores e investigadores nacionales.

Las disciplinas mejor representadas en Bolivia son: historia (18 % de los investigadores), etnología y sociología (16 % cada especialidad), agronomía (12 %) y arqueología (10 %). En 2006, el investigador francés, sociólogo, trabaja sobre las desigualdades socio-espaciales de acceso al agua en la aglomeración de La Paz-El Alto y los dos doctorantes (geógrafo y biogeógrafo) efectúan su investigación sobre la contaminación por mercurio del río Beni y sobre la historia y la dinámica de la cobertura vegetal de alta

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Andrés desde 1989 (módulo Problemática urbana boliviana), es director del PIEB desde 1994 y ha sido rector de la Universidad post-doctoral para la investigación estratégica en Bolivia (U-PIEB). Desde hace más de treinta años trabaja en organizaciones encargadas del desarrollo. En tanto que actor institucional ha sido responsable de varios centros de investigación, de información y de desarrollo. En tanto que investigador, analizando las problemáticas urbanas y las migraciones bolivianas, está vinculado con prestigiosos centros de investigación (Facultad Latinoamericana de Ciencias sociales [FLACSO-Buenos Aires], Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales [ILDIS-La Paz]). En tanto que como autor, ha publicado numerosos artículos y libros —individuales y colectivos—referentes a las migraciones hacia las ciudades de las poblaciones rurales bolivianas, los movimientos y organizaciones sociales y las organizaciones no gubernamentales que promueven el desarrollo. Entre sus numerosas publicaciones, se puede citar: Chuquiyawu: migración campo-ciudad en el departamento de La Paz (4 tomos); Las mil caras del movimiento obrero popular; La ciudad prometida; Jach’a Uru. La esperanza de un pueblo; tendencias de la investigación sociológica urbana en Bolivia: 1952-2002.

Desde el inicio de los años 2000, el PIEB es una de las contrapartes científicas privilegiadas del IFEA en Bolivia. En 2006, se co-organizaron 3 coloquios y se coeditaron dos obras con el PIEB. En 2007, varios libros llevarán el sello de los dos institutos y se co-organizarán por lo menos 3 coloquios. En noviembre de 2006, Godofredo Sandoval fue condecorado por el Embajador de Francia en Bolivia con las Palmas Académicas: él es muy cercano a Francia y mantiene relaciones estrechas con instituciones culturales y científicas francesas.

El Museo Nacional de Etnografía y Folklore de Bolivia (MUSEF)

Los orígenes del museo remontan a 1925 cuando se fundó el Departamento Científico de Etnografía dependiente del Museo Nacional. Hoy en día depende de la Fundación cultural del Banco Central de Bolivia y está instalado en un edificio del siglo XVIII. En 2006 el MUSEF ha ingresado a sus nuevos locales de arquitectura contemporánea que le permitirán al final de disponer de cerca de 8 000 m2. En 2004, el MUSEF abrió una filial en Sucre.

El MUSEF es una institución pública encargada de salvaguardar y preservar el patrimonio etnográfico y folklórico boliviano en los medios rural y urbano —las «Culturas vivas bolivianas» que se diferencian

según las especificidades regionales, lingüísticas y étnicas—. Tiene como misión suscitar el diálogo y los encuentros científicos que permiten construir la interculturalidad boliviana. Para llevar a cabo su misión, el MUSEF se ha fijado varios objetivos: recolectar y preservar los saberes locales ancestrales, capital cultural utilizable en el siglo XXI; intercambiar estos conocimientos en el seno de la comunidad científica y difundirlos a la población boliviana.

El MUSEF presenta una exposición permanente y acoge exposiciones temporales e itinerantes. El departamento de museología dispone de un laboratorio y de varios talleres de conservación del patrimonio etnográfico. El departamento de difusión cultural alberga el sistema de información y de documentación científica (biblioteca de 1 600 documentos, videoteca equipada con más de 700 títulos y colección de archivos textuales, audiovisuales y digitales de gran valor). Finalmente, el centro de documentación etnográfico, abierto a los investigadores, está formado por 6 000 documentos de inestimable valor.

El MUSEF es una contraparte histórica del IFEA en Bolivia. Además de la coedición de obras desde los años 1980, entre las cuales el famoso Vocabulario de la lengua aymara (1612) de Ludovico Bertonio, hoy agotado, el IFEA apoya la Reunión Anual de Etnología, evento internacional cuya 20ª edición se desarrolló en agosto de 2006. La cooperación entre las dos instituciones adquirirá mayor envergadura con la construcción de nuevos locales donde habrá oficinas a disposición de los investigadores del IFEA. En 2007 se firmará un acuerdo interinstitucional.

Calle Ingavi n° 916Casilla n° 5817La Paz, BolivieTéléphone : (591-2) 240 86 40 Télécopie : (591-2) 240 66 42E-mail : [email protected] web : http://www.musef.org.bo/

Coloquios, talleres

• Ier taller de Historia de la Ciencia colonial La circulación de ideas científicas en América colonial (Lima, 31 de agosto-1ro de septiembre)

• Gobernabilidad y gobernanza de los territorios en América Latina (Cochabamba, 19-21 de septiembre)

Siner

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Brev

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• Encuentro franco-colombiano (Cartagena, 22 de septiembre)

• Ier Encuentro sobre Culturas Populares de la Ciudad en América Latina Seminario de Reflexión Transdisciplinario (Lima, 4-7 de octubre)

• Ciudadania, instituciones, democracia: procesos y actores del cambio sociopolítico en el área andina (Bogotá, 9-10 de octubre)

• Vº Congreso de la Red Latinoamericana de antropología jurídica Justicia y diversidad: Retos de la globalización (México, 16 de octubre)

• IIdo Simposio nacional de arte rupestre (Trujillo, 27-31 de octubre)

• La investigación en las ciencias sociales: diversidad, política pública y diálogos posibles (Bogotá, 1-3 de noviembre)

• El Estado-nación en las Américas en el siglo XIX: Estado, territorio, partidos (Bogotá, 7-10 de noviembre)

• Diálogo Norte-Sur: estudios Latinoamericanos (Quito, 8-10 de noviembre)

• Workshop internacional Hiper-ciudades andinas: planeción y proyecto territorial en la ciudad-región andina (Bogotá, 4-12 de noviembre)

• Taller Sistema de información y riesgos en el Distrito Metropolitano de Quito ¿Qué investigación? ¿Con qué utilidad? (Quito, 14 de noviembre)

• Seminario-taller nacional Vulnerabilidad y riesgos de origen natural y antrópico ¿Qué investigación? ¿Con qué utilidad? (Quito, 16-17 de noviembre)

• Dinámicas de las migraciones transnacionales de los países andinos a Europa y Estados Unidos: causas y efectos socioeconómicos y espaciales (La Paz, 27-29 de noviembre)

• Los desafios del multiculturalismo en Bolivia y Francia (La Paz, 4-7 de diciembre)

• Exposición Damero a vuelo de pájaro (Quito, 2 de diciembre-enero 2007)

• Bioética, medio ambiente y desarrollo (Lima, 13-14 de diciembre)

• Gestión participativa del espacio público (Quito, 13-14 de diciembre)

Conferencias, eventos particulares

Con ocasión de la semana Francia 2006 en Colombia, el IFEA organizó Jornadas de diálogo científico con universidades de Bogotá, Cali, Cartagena y Medellín.

El Instituto participó en tres importantes ferias del libro regionales en Lima, en México (feria del libro de historia y de antropología) con el CEMCA y en 20ª feria internacional del libro de Guadalajara. Por último, se han presentado tres obras coeditadas por el IFEA, de las cuales una en Quito.

En el transcurso de los dos primeros meses el año, periodo de vacaciones en el hemisferio austral, los eventos son poco numerosos. El IFEA, la Embajada de Francia en el Perú, el IRD, la Alianza Francesa, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONCYTEC), la Red para el desarrollo de las ciencias sociales en el Perú y el Instituto de Altos Estudios de América Latina (IHEAL) han creado en 2004 el Premio François Bourricaud al joven investigador en ciencias sociales. Destinado a los investigadores peruanos de menos de 35 años, este premio recompensa un estudio académico en ciencias humanas y sociales. Desde 2006, el IFEA, que ha tomado la posta de la Embajada, se encarga de organizar este evento. La entrega de premios tuvo lugar el 19 de octubre y el ganador viajará a Francia el próximo mes de marzo para efectuar allí una misión que las instituciones organizadores toman a su cargo. Finalmente, el Instituto publicará en el Bulletin de l’Iféa una sección consagrada al trabajo de los tres primeros puestos así como el íntegro de la memoria, evaluada, revisada y corregida correspondiente al primer premio.

Isabelle Combès (éd.). Definiciones étnicas, organización social y estrategias políticas en el Chaco y la Chiquitania. Santa Cruz de la Sierra, IFEA; SNV; Editorial El País, 337 p.

Marcos Beltrán Ávila. Succesos de la guerra de la Independencia del año 1810, 1918 – Capítulos de la historia colonial de Oruro, 1925. La Paz, IFEA; IEB; ASDI-SAREC; Municipalidad de Oruro, 354 p.

Pedro Aniceto Blanco. Diccionario geográfico del departamento de Oruro 1904. La Paz, IFEA; IEB; ASDI-SAREC; Municipalidad de Oruro, 117 p.

Publ

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Henri Godard: Director de la publicació[email protected]: Gaceta

http://www.ifeanet.org: Web

Pilar García Jordán. «Yo soy libre y no indio: soy guarayo». Para una historia de Guarayos, 1790-1948. Lima, IFEA; PIEB; IRD Bolivia; TEIAA, 611 p.

Claudia Rosas. Del trono a la guillotina. El impacto de la revolución francesa en el Perú (1789-1808). Lima, IFEA; PUCP; Embajada de Francia en el Perú, 287 p.

José A. Salaverry Llosa. Macro-ecología de los Andes peruanos. Situación actual y dinámica de cambio en los últimos 20 000 años. Lima, IFEA; CONCYTEC, 312 p.

Frank Salomon. Los quipucamayos. El antiguo arte del khipu en una comunidad campesina moderna. Lima, IFEA; IEP, 380 p.

Antonio San Cristóbal Sebastián. Nueva visión de San Francisco de Lima. Lima, IFEA; BCRP, 232 p.

Mario Yapu (éd.). Modernidad y pensamiento descolonizador. La Paz, IFEA; PIEB; Universidad PIEB.

Movimiento de los investigadores

Llegan al IFEA :

• Tania Delabarde, arqueóloga, investigadora francesa en Ecuador, Vida y muerte en la población manteña: un estudio de la economía de subsistencia y los comportamientos funerarios de una cultura precolombina en Ecuador

• Franck Poupeau, sociólogo, investigador francés en Bolivia, Territorios de la mundialización, desigualdades socioespaciales de acceso al agua

Nos dejan :

• Manuel Arce, etnomusicólogo, becario peruano, Música y trabajo en los Andes ayacuchanos

• Juanita López, geógrafa, becaria colombiana, De la representación social del riesgo al riesgo real: gestión y percepción del riesgo llamado natural en Medellín

• Isabelle Combès, etnohistoriadora, investigadora francesa en Bolivia, Etnohistoria y poblamiento étnico del Oriente boliviano (siglo 16)

• Telmo López, arqueólogo, becario ecuatoriano, Proyecto Manabí Central

• Diana Mendoza, politóloga, becaria colombiana, Procesos de desplazamiento forzado de la población indígena: un estudio desde la amazonia colombiana

• Javier Ortiz, historiador, becario colombiano, Negros y mulatos en Cartagena de indias: entre la marginalidad y la búsqueda de reconciliación, 1839-1880

• María Pinto, politóloga, becaria colombiana, Política contenciosa y dinámica en el área andina

• François Pujos, paleontólogo, investigador francés en Perú, Sistemática, filogenia y extinción de comunidades de mamíferos cuaternarios sudamericanos: el ejemplo de los Xenarthros

• Marté Sánchez, antropólogo, becario peruano, Recuerdo que nunca acaba, olvido que nunca llega, historia que los olvida

Difusión

Desde el último trimestre de 2006, se encuentra operativo el módulo de venta en línea de las obras del IFEA. Se proponen libros cuya demanda es alta y también libros agotados. Los usuarios de este servicio reciben un código que les permite bajar la obra comprada durante un tiempo limitado.

Novedades de la herencia

Desde setiembre de 2006, prosiguen los trámites ante las autoridades peruanas: el conjunto de los bienes ha sido transferido al IFEA; ya ha sido diseñado el plan masa del terreno y de la casa requerido para que el Instituto Nacional de cultura (INC) defina las áreas intangible y constructible y para que la Municipalidad otorgue la licencia de construcción; la solicitud de delimitación ante el INC será presentada en enero de 2007. Finalmente, el expediente que será presentado al servicio de Asuntos Inmobiliarios (SAI) a inicios del año 2007 está en vías de realización.

Vida

del

IFEA