bonsái, again

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Bonsái Literatura mínima

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bonsái, lo mismo

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BonsáiLiteratura mínima

Directorio

L i t e r a t u r a es todo lo que se lea como tal.

Guillermo Cabrera Infante

Índice

POESÍA

Yaxkin Melchy

Flores

Todo en el mismo poema

en el mismo poema abandonado

crecen algas y animales florecientes

Una cinta, la lectura que se enrosca

una serpiente de trenzas

es la lectura quien lee las trenzas

como rayos negros

Corren las prosas de los vagones

se separan los muslos del poema

el poema está en lilear el campo

y nuestra vida se repitió en las flores

Tú paseas por un campo

que te envuelve con tinta seca

no entiendo sino que la noche es una flor ya abierta

y lejos en el horizonte

se asoma el botón de su muerte

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POESÍA

Una flor de rayos naranjas

y por fin lo ves, al mismo poema recostado

con las letras de otro día:

omnia iam vulgata

Virgilio dijo hace dos mil años: Todo está dicho

Y sembré 2000 flores nuevas por los años

y 730 000 flores por los días

que me he tardado en escribir este poema8

POESÍA

el hombre de arena

un muchacho maya dijo hace 2000 años, todo está dichoasí que este poema lo escribí antes de nacer

Antes cuando yo no existía Miraba el Universo Me sacaba la

ropa La corbata que me puso mi madre La camisa húmeda

Antes cuando yo no existía y el Universo era de mariposas Y

los soles de gelatina y los fantasmas de los que vienen tam-

bién estaban plegados en una semilla Antes cuando cada pal-

abra estaba pegada en mi hombro y cada árbol estaba en cada

palabra Cada árbol de lenguaje Antes cuando todo pasaba en-

tre mi pene y mi boca Cuando la Vía Láctea aún era un punto

cómico Y las cortinas de las auroras no se habían levantado

Antes cuando era nuevo el espacio y recién cortado el tiempo

Antes que Dios cayera y aparecieran las montañas Cuando yo

no existía Ni la palabra amor ni su reflejo de vampiro en el

mar Cuando todo era una trampa y los gitanos corrían des-

nudos y se arrancaban los cabellos Cuando la célula era más

grande que mi pensamiento Y mi cerebro giraba en un carru-

sel de dinamita Cuando yo no existía y habitaban los esquele-

tos sin mandíbula y sin cabeza Y miraba arañas oscuras que

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POESÍA

iban tejiendo el cuerpo de esta red de pesca llamada espacio

Yo no sabía mucho Casi nada Y los peces dorados me lleva-

ban a la morgue Y entonces pensaba Aunque sea un niño des-

nudo el mundo me desatará la lengua y Escogía mi cuerpo Y

me vestía de los animales y las plantas Alzaba mis brazos que

aún no existían Alzaba mi poema muerto entre las preguntas

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POESÍA

Frank Lozano0

alguien que no soy tú

Hay alguien enfrente. Alguien está enfrente de mí. Yo estoy

enfrente de alguien. Yo soy alguien.

(¿Se elige ser alguien, o al ser algo, ser alguien es un re-

galo, una añadidura?

¿O alguien te regala su alguien y te hace alguien en al-

gún lugar, o un no lugar?)Entre nosotros hay una mesa de madera. Debajo de nosotros

el piso es de madera. Quizá por dentro también llevemos un Roble. Tal vez las manos se tornen ramas. Quizá las plantas de los pies añoren volverse leños.

Estamos en el tercer piso de un edificio singular. Es un edificio que casi es una mujer. Es una mujer que se curva. Es una curva que juguetea con el aire. Es el aire que da vuelta por la calle Vertiz. Nuevamente, es esta ciudad de las penurias.

Hablamos. Nos miramos. Por alguna razón ese alguien que está frente a mí viene y va de adentro hacia fuera en una suerte de flujo escénico. Por razones distintas, mi propio alguien responde y se desdobla, se vuelve una antena, un pararrayos, un receptor parabólico de señales que el otro

0 Fragmentos de El libro de Alaciel.

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POESÍA

alguien emite de forma no solo insospechada, sino también nítida.

Sus ojos hablan. Habla su piel. Hablan sus cejas. Habla su cabello. Habla su boca. Cada molécula cuenta una historia. Cada poro narra su versión de los hechos. Las uñas susur-ran, los vellos del cuerpo relatan. Frente a mí, acontece una crónica de lo inacabado.

Yo mismo soy una crónica inacabada. Flecha rota. Espejo fragmentado. Noción de astilla.

No cuento. No narro. Guardo silencio y permito que por dentro las hormigas devoren mi nombre. Son rojas y son millones. Están furiosas. Las hormigas no saben detenerse a pensar.

Elevan sus antenas y siguen un rastro. Avanzan por mi cuerpo desde el corazón a los confines del pelo y la uña. No puedo matarlas sin matarme. No puedo vomitarlas sin que-dar exangüe. Me hacen ser alguien: alguien que quizá no soy, alguien que quizá seré, alguien que tal vez ya fui; al-guien que pudo ser.

Alguien contigo. Alguien sin ti.

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POESÍA

Del tacto nadie queda intacto

Ahí está la trinchera, corre, arrójate. Es un lengua, una nube,

una mano, un torso lleno de filamentos. Es un ojo abierto. Es

el oído de las cosas que nadie quiere escuchar. Es el centro

del universo. Es una piedra de sacrificio. Es un mundo aden-

tro del mundo que está en el mundo que solo tú habitas.

Llega ahí, yo ya llegué. Quédate un poco, aunque quedar-

se sea ir demasiado lejos. Yo estoy ahí sin haber llegado del

todo. Yo estoy ahí a modo de penumbra humana. Yo estoy ahí

desprendiendo ese olor a travesura que el musgo extrae del

corazón seco de la roca.

Llega. Tiéndete. Sé también una lengua que habla del ori-

gen de la guerra y del comienzo de la paz. Acuéstate sobre la

nube y llueve. Échate como mano que golpea la mesa porque

quiere más.

Cobíjame.

La música comenzó: llegó tu pelo, llegó tu cuerpo.

Mis manos terminan donde comienza tu gemido. Las llevo

más adentro hasta que encuentren su propia asfixia y mueran.

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POESÍA

Del silencio como continuidad de la piel

Calla. Aunque no hables, calla. Aunque calles, calla. Yo cal-

lo. También he caído. Afuera, la ciudad de las penurias es

otro silencio.

No me dejo engañar por el grito, por el maullido de un

auto, ni por la falsa algarabía que sale de la boca de la glo-

rieta. Tampoco te engañes, el silencio de la ciudad no es un

silencio, es un ofrenda. Nace en nuestros pechos, ahora su-

dados. De nuestras bocas que ahora susurran. De las manos

que se tocan. De los hombros que sacan breves chispas.

Calla. Cállate. Está hablando el aroma a sexo. Dice cosas;

dice que la música nos inunda; que la música no sabe callar.

Pero cállate y cállame. Este momento se tramó hace mil-

lones de siglos. Este instante nació de la cauda de un cometa

que surcaba en silencio el silencio mismo del espacio.

Callémonos. En otro momento tendremos que hablar de

aquel momento donde callamos, de aquel páramo en el que

nos tendimos a desmembrar la piel como continuidad del

silencio.

Del sortilegio, del azar y la penumbra.

Siempre habrá una excusa para hablar o escribir, pero este

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POESÍA

momento, que ya es pasado, dice y dice bien: aprendamos

a callar. Piel adentro, en la membrana de las cosas, en la

molécula adormilada del tiempo, un coro de memorias en-

saya el canto de una noche de mayo.

Dejémosle en paz.

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CUENTO

Eva Rivera

Sigues

Ayer fui al lugar donde alguna vez vivimos. Ahí siguen nuestros

recuerdos, aunque ahora están llenos de polvo y soledad. Ya

no hay quién los revise ni quién se preocupe por recordar qué

cosa u olvidar esta otra.

Es increíble cómo pasa el tiempo y todo sigue siendo igual.

Que no te olvido y que te extraño, pero ya no te lloro tanto.

Pude ver de nuevo tu letra y acordarme de cuando escribiste

mi nombre en mi espalda. Pude ver tu ropa desordenada, tus

cosas cubiertas por oscuridad y un velo de suciedad.

Prendí las velas con las que te despedí e inspeccioné los

rincones para encontrarte en ellos de nuevo. Pude ver todo

con ese aire de nostalgia que antes no había. Encontré tu lin-

terna con la que alguna vez jugamos, aunque ya éramos adul-

tos. Quise jugar, pero ya no era divertido.

Siguen ahí nuestros besos y caricias, aunque ya no gritan

nuestros nombres. Todavía está el calendario que te regalé

para que recordaras nuestras fechas importantes, aunque

siempre lo olvidabas. Julio es el mes donde lo dejaste.

Aún entra viento por la ventana rota, aunque ya no me da

frío como antes. Sigue estando ahí el lugar donde nos perdi-

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CUENTO

mos y muchas veces nos encontramos. Donde está tu barco

con el nombre de ella. Ahí sigue, aunque no quisiera.

Cerré la puerta que siempre está abierta por una extraña

razón que desconozco cuando paso a visitar el lugar. Ya no

hay fotos tuyas, pero te sigo viendo en todas las habitacio-

nes, en todas las esquinas. Un sin fin de imágenes mentales

tuyas: una donde te lavas los dientes frente al lavabo, otra

donde cocinas arroz rojo en la cocina, otra donde te sientas a

la orilla de la cama a amarrarte los zapatos, una más donde

cuelgas tu ropa en el cuarto que era tu armario, otra donde te

ajustas el nudo de la corbata para que quede acuerdo con tu

traje, otra donde estás sentado a la mesa escribiendo cartas

de disculpa y una última en el pequeño espacio que teníamos

como jardín, donde miras sin mirar.

Cuando entro, todos tus tú me saludan y les sonrío. Paso

tiempo con cada uno de ellos, aunque no diga nada; me gusta

verte hacer tus actividades. Que me mires y me preguntes en

qué pienso, con una dulce sonrisa y una mirada desconcer-

tante. Y a todos tus tú les doy la misma respuesta: en que te

fuiste.

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CUENTO

Brianda Pineda

origen

Se perdieron los recuerdos a través de los años, la arena se

escapó del reloj y llegó hasta mi puño.

Enterré mi primer sonido,

mi primera palabra,

mi primera invención.

¿Qué fue lo que me hizo olvidarme del abismo de las entra-

ñas de mi madre? ¿Qué olor del mundo entró por primera

vez en mis fosas nasales? ¿Mi llanto primigenio fue de triste-

za, de enojo, o de confusión? ¿Supe por instinto quiénes eran

mis padres o tuvieron que enseñármelo?

No logro recordar el origen.

El fruto se olvidó de la semilla, la tierra se piensa sin agua,

esto que soy ahora, un despojo, un reniego del pasado, se pasa

la tarde llorándole a un niño muerto , sin rostro, cubierto con

un manto tejido por las manos del olvido.

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CUENTO

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