bonsái, again
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POESÍA
Yaxkin Melchy
Flores
Todo en el mismo poema
en el mismo poema abandonado
crecen algas y animales florecientes
Una cinta, la lectura que se enrosca
una serpiente de trenzas
es la lectura quien lee las trenzas
como rayos negros
Corren las prosas de los vagones
se separan los muslos del poema
el poema está en lilear el campo
y nuestra vida se repitió en las flores
Tú paseas por un campo
que te envuelve con tinta seca
no entiendo sino que la noche es una flor ya abierta
y lejos en el horizonte
se asoma el botón de su muerte
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POESÍA
Una flor de rayos naranjas
y por fin lo ves, al mismo poema recostado
con las letras de otro día:
omnia iam vulgata
Virgilio dijo hace dos mil años: Todo está dicho
Y sembré 2000 flores nuevas por los años
y 730 000 flores por los días
que me he tardado en escribir este poema8
POESÍA
el hombre de arena
un muchacho maya dijo hace 2000 años, todo está dichoasí que este poema lo escribí antes de nacer
Antes cuando yo no existía Miraba el Universo Me sacaba la
ropa La corbata que me puso mi madre La camisa húmeda
Antes cuando yo no existía y el Universo era de mariposas Y
los soles de gelatina y los fantasmas de los que vienen tam-
bién estaban plegados en una semilla Antes cuando cada pal-
abra estaba pegada en mi hombro y cada árbol estaba en cada
palabra Cada árbol de lenguaje Antes cuando todo pasaba en-
tre mi pene y mi boca Cuando la Vía Láctea aún era un punto
cómico Y las cortinas de las auroras no se habían levantado
Antes cuando era nuevo el espacio y recién cortado el tiempo
Antes que Dios cayera y aparecieran las montañas Cuando yo
no existía Ni la palabra amor ni su reflejo de vampiro en el
mar Cuando todo era una trampa y los gitanos corrían des-
nudos y se arrancaban los cabellos Cuando la célula era más
grande que mi pensamiento Y mi cerebro giraba en un carru-
sel de dinamita Cuando yo no existía y habitaban los esquele-
tos sin mandíbula y sin cabeza Y miraba arañas oscuras que
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POESÍA
iban tejiendo el cuerpo de esta red de pesca llamada espacio
Yo no sabía mucho Casi nada Y los peces dorados me lleva-
ban a la morgue Y entonces pensaba Aunque sea un niño des-
nudo el mundo me desatará la lengua y Escogía mi cuerpo Y
me vestía de los animales y las plantas Alzaba mis brazos que
aún no existían Alzaba mi poema muerto entre las preguntas
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POESÍA
Frank Lozano0
alguien que no soy tú
Hay alguien enfrente. Alguien está enfrente de mí. Yo estoy
enfrente de alguien. Yo soy alguien.
(¿Se elige ser alguien, o al ser algo, ser alguien es un re-
galo, una añadidura?
¿O alguien te regala su alguien y te hace alguien en al-
gún lugar, o un no lugar?)Entre nosotros hay una mesa de madera. Debajo de nosotros
el piso es de madera. Quizá por dentro también llevemos un Roble. Tal vez las manos se tornen ramas. Quizá las plantas de los pies añoren volverse leños.
Estamos en el tercer piso de un edificio singular. Es un edificio que casi es una mujer. Es una mujer que se curva. Es una curva que juguetea con el aire. Es el aire que da vuelta por la calle Vertiz. Nuevamente, es esta ciudad de las penurias.
Hablamos. Nos miramos. Por alguna razón ese alguien que está frente a mí viene y va de adentro hacia fuera en una suerte de flujo escénico. Por razones distintas, mi propio alguien responde y se desdobla, se vuelve una antena, un pararrayos, un receptor parabólico de señales que el otro
0 Fragmentos de El libro de Alaciel.
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POESÍA
alguien emite de forma no solo insospechada, sino también nítida.
Sus ojos hablan. Habla su piel. Hablan sus cejas. Habla su cabello. Habla su boca. Cada molécula cuenta una historia. Cada poro narra su versión de los hechos. Las uñas susur-ran, los vellos del cuerpo relatan. Frente a mí, acontece una crónica de lo inacabado.
Yo mismo soy una crónica inacabada. Flecha rota. Espejo fragmentado. Noción de astilla.
No cuento. No narro. Guardo silencio y permito que por dentro las hormigas devoren mi nombre. Son rojas y son millones. Están furiosas. Las hormigas no saben detenerse a pensar.
Elevan sus antenas y siguen un rastro. Avanzan por mi cuerpo desde el corazón a los confines del pelo y la uña. No puedo matarlas sin matarme. No puedo vomitarlas sin que-dar exangüe. Me hacen ser alguien: alguien que quizá no soy, alguien que quizá seré, alguien que tal vez ya fui; al-guien que pudo ser.
Alguien contigo. Alguien sin ti.
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POESÍA
Del tacto nadie queda intacto
Ahí está la trinchera, corre, arrójate. Es un lengua, una nube,
una mano, un torso lleno de filamentos. Es un ojo abierto. Es
el oído de las cosas que nadie quiere escuchar. Es el centro
del universo. Es una piedra de sacrificio. Es un mundo aden-
tro del mundo que está en el mundo que solo tú habitas.
Llega ahí, yo ya llegué. Quédate un poco, aunque quedar-
se sea ir demasiado lejos. Yo estoy ahí sin haber llegado del
todo. Yo estoy ahí a modo de penumbra humana. Yo estoy ahí
desprendiendo ese olor a travesura que el musgo extrae del
corazón seco de la roca.
Llega. Tiéndete. Sé también una lengua que habla del ori-
gen de la guerra y del comienzo de la paz. Acuéstate sobre la
nube y llueve. Échate como mano que golpea la mesa porque
quiere más.
Cobíjame.
La música comenzó: llegó tu pelo, llegó tu cuerpo.
Mis manos terminan donde comienza tu gemido. Las llevo
más adentro hasta que encuentren su propia asfixia y mueran.
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POESÍA
Del silencio como continuidad de la piel
Calla. Aunque no hables, calla. Aunque calles, calla. Yo cal-
lo. También he caído. Afuera, la ciudad de las penurias es
otro silencio.
No me dejo engañar por el grito, por el maullido de un
auto, ni por la falsa algarabía que sale de la boca de la glo-
rieta. Tampoco te engañes, el silencio de la ciudad no es un
silencio, es un ofrenda. Nace en nuestros pechos, ahora su-
dados. De nuestras bocas que ahora susurran. De las manos
que se tocan. De los hombros que sacan breves chispas.
Calla. Cállate. Está hablando el aroma a sexo. Dice cosas;
dice que la música nos inunda; que la música no sabe callar.
Pero cállate y cállame. Este momento se tramó hace mil-
lones de siglos. Este instante nació de la cauda de un cometa
que surcaba en silencio el silencio mismo del espacio.
Callémonos. En otro momento tendremos que hablar de
aquel momento donde callamos, de aquel páramo en el que
nos tendimos a desmembrar la piel como continuidad del
silencio.
Del sortilegio, del azar y la penumbra.
Siempre habrá una excusa para hablar o escribir, pero este
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POESÍA
momento, que ya es pasado, dice y dice bien: aprendamos
a callar. Piel adentro, en la membrana de las cosas, en la
molécula adormilada del tiempo, un coro de memorias en-
saya el canto de una noche de mayo.
Dejémosle en paz.
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CUENTO
Eva Rivera
Sigues
Ayer fui al lugar donde alguna vez vivimos. Ahí siguen nuestros
recuerdos, aunque ahora están llenos de polvo y soledad. Ya
no hay quién los revise ni quién se preocupe por recordar qué
cosa u olvidar esta otra.
Es increíble cómo pasa el tiempo y todo sigue siendo igual.
Que no te olvido y que te extraño, pero ya no te lloro tanto.
Pude ver de nuevo tu letra y acordarme de cuando escribiste
mi nombre en mi espalda. Pude ver tu ropa desordenada, tus
cosas cubiertas por oscuridad y un velo de suciedad.
Prendí las velas con las que te despedí e inspeccioné los
rincones para encontrarte en ellos de nuevo. Pude ver todo
con ese aire de nostalgia que antes no había. Encontré tu lin-
terna con la que alguna vez jugamos, aunque ya éramos adul-
tos. Quise jugar, pero ya no era divertido.
Siguen ahí nuestros besos y caricias, aunque ya no gritan
nuestros nombres. Todavía está el calendario que te regalé
para que recordaras nuestras fechas importantes, aunque
siempre lo olvidabas. Julio es el mes donde lo dejaste.
Aún entra viento por la ventana rota, aunque ya no me da
frío como antes. Sigue estando ahí el lugar donde nos perdi-
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CUENTO
mos y muchas veces nos encontramos. Donde está tu barco
con el nombre de ella. Ahí sigue, aunque no quisiera.
Cerré la puerta que siempre está abierta por una extraña
razón que desconozco cuando paso a visitar el lugar. Ya no
hay fotos tuyas, pero te sigo viendo en todas las habitacio-
nes, en todas las esquinas. Un sin fin de imágenes mentales
tuyas: una donde te lavas los dientes frente al lavabo, otra
donde cocinas arroz rojo en la cocina, otra donde te sientas a
la orilla de la cama a amarrarte los zapatos, una más donde
cuelgas tu ropa en el cuarto que era tu armario, otra donde te
ajustas el nudo de la corbata para que quede acuerdo con tu
traje, otra donde estás sentado a la mesa escribiendo cartas
de disculpa y una última en el pequeño espacio que teníamos
como jardín, donde miras sin mirar.
Cuando entro, todos tus tú me saludan y les sonrío. Paso
tiempo con cada uno de ellos, aunque no diga nada; me gusta
verte hacer tus actividades. Que me mires y me preguntes en
qué pienso, con una dulce sonrisa y una mirada desconcer-
tante. Y a todos tus tú les doy la misma respuesta: en que te
fuiste.
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CUENTO
Brianda Pineda
origen
Se perdieron los recuerdos a través de los años, la arena se
escapó del reloj y llegó hasta mi puño.
Enterré mi primer sonido,
mi primera palabra,
mi primera invención.
¿Qué fue lo que me hizo olvidarme del abismo de las entra-
ñas de mi madre? ¿Qué olor del mundo entró por primera
vez en mis fosas nasales? ¿Mi llanto primigenio fue de triste-
za, de enojo, o de confusión? ¿Supe por instinto quiénes eran
mis padres o tuvieron que enseñármelo?
No logro recordar el origen.
El fruto se olvidó de la semilla, la tierra se piensa sin agua,
esto que soy ahora, un despojo, un reniego del pasado, se pasa
la tarde llorándole a un niño muerto , sin rostro, cubierto con
un manto tejido por las manos del olvido.
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