bonsái - revistacitrica.com · de su pasión por el ajedrez y de por ... una zamba para estar con...

8
Ocho décadas de Abelardo Castillo Voces desde el Sur El rock patagónico también existe pág 4 Cooperativa Ex Trabajadores del Diario Crítica bonsái En una entrevista exclusiva, el escritor habla de su vida y de su muerte, de su pasión por el ajedrez y de por qué es imposible enseñar a escribir. Juan Falú “Uno toca una zamba para estar con otros” Julio 2015 www.revistacitrica.com pág 8 pág 3

Transcript of bonsái - revistacitrica.com · de su pasión por el ajedrez y de por ... una zamba para estar con...

Page 1: bonsái - revistacitrica.com · de su pasión por el ajedrez y de por ... una zamba para estar con otros” Julio 2015  pág 8 pág 3. llas son ... rockero continuó con Quo ...

Ocho décadas de Abelardo Castillo

Voces desde el Sur

El rockpatagónico también existe

pág 4

Cooperativa Ex Trabajadores del Diario Críticabonsái

En una entrevista exclusiva, el escritor habla de su vida y de su muerte,de su pasión por el ajedrez y de por qué es imposible enseñar a escribir.

Juan Falú

“Uno tocauna zamba

para estarcon otros”

Julio 2015 www.revistacitrica.com

pág 8

pág 3

Page 2: bonsái - revistacitrica.com · de su pasión por el ajedrez y de por ... una zamba para estar con otros” Julio 2015  pág 8 pág 3. llas son ... rockero continuó con Quo ...
Page 3: bonsái - revistacitrica.com · de su pasión por el ajedrez y de por ... una zamba para estar con otros” Julio 2015  pág 8 pág 3. llas son ... rockero continuó con Quo ...

llas son: Susi Blu (Gral. Roca), Noelia Pucci (Chos Malal), An-drea Braun (Neuquén), Fémi-

na (San Martín de los Andes), Sandra Della Penna (Bariloche), María José Cantilo (El Bolsón), Andrea y la Blues Band (Puerto Madryn), Sara Hebbe (Trelew), Laura English, Santa y Bár-bara, y Angélica Castro (Comodoro Rivadavia), Sol Mercado y Sadkasmo (Caleta Olivia), Tanya Veloso (Perito Moreno), Haien Qiu (Rada Tilly), Veró-nica de Cristófaro (El Calafate), e Histe-ria (Río Gallegos). Nuevamente, Ricardo Cañizares cap-ta y comunica el aliento exacto: “Esta nueva aventura de Armos Moreno, no sólo buscó la exposición de música ex-celente, sino que hizo centro en el ser femenino. Bueno, al menos en algo de su arte, ya que el universo femenino puede ser hermoso pero es vasto e inescrutable y desde esa premisa, un grupo de mujeres, no minoritario por suerte, nos envuelve, nos sacude, nos arrulla; desde Chos Malal a Río Galle-gos, como puntos extremos de Norte y Sur respectivamente, en el medio, toda la Patagonia, ‘prestidigita bajo un halo de rouge’.“Las Mujeres Patagónicas, herederas y partícipes de una historia diferen-te, gestaron una obra particular para llegar a lo general, silogismo de estos tiempos, turbulentos porque hay fan-tasmas que así lo quieren, confusos porque la realidad es digitada por claroscuros de ruin mezquindad, con-frontativos porque siempre abundan los que sostienen que es negocio la anulación del otro; sí, pero también silogismo de apuesta a la luz, a la crea-ción primaria y constante, al tendido de puentes delineados con delicadeza y premura de mujer… Vamos, amigos, los convido, este trago es pura esencia de azahares y cardos, dulce y áspero a la vez, pero vale; juro que vale. Como la Vida”.

Tal cual: como la Vida, como las manos que se encuentran en la oscuridad, para gestar el amanecer, a fuerza de abrazos.

Mujeres patagónicas:el lado fértil de la Luna

E

ás allá del vértigo espectacular que caracteriza a la ciu-dad de Buenos Aires,

existe una república polifacética que se expresa con singularidad y dinamismo, generando cultura de modo inagotable. Si bien la prensa porteña, a partir de festi-vales tradicionales, se ocupa ocasional-mente de artistas y autores –de Córdoba, Santa Fe o Tucumán, por ejemplo– que localmente presentan un disco o publi-can un libro, esa es más la excepción que la norma. De ahí que tenemos el gusto de referirnos a un acontecimiento musical de primera línea: el rock patagónico.

Dos ediciones recientes de la productora discográfica Aventón (con sede en Cañadón Seco, Santa Cruz) funcionan como una rotunda tarjeta de presentación, tanto del espíritu del sello grabador como de los artistas que protagonizan el testimonio regional. Mujeres Patagónicas (ver recuadro) com-pila diecisiete canciones de otras tantas intérpretes sureñas y Rock Patagónico congrega a doce bandas y solistas, más un par de amigos “extranjeros” convi-dados (uno del país Vasco) con amplia variedad de estilos y matices estéticos.

La representación territorial es realmente amplia: Guanaco Entucabeza, Planter y Spectros de Trelew; Titín Naves

y los Nancy del Carmen, Tres extraños, Freakk Rabbits, Nicolás Hernández y Sexista de Comodoro Rivadavia; Ariel Pess de Sarmiento; Suburbanos de Caleta Olivia; M.A.R. de Cañadón Seco; y Q’enqo de Río Gallegos.

Marcela Bordón, co-fundadora de Aventón, define sin vacilación la experiencia: “La cultura patagónica es un estandarte que llevamos como bandera y es una forma de militancia, de defensa para crear una identidad. El arte se ex-presa en todos lados y que sea del sur no significa que sea menor o que carezca de calidad, o que no sea válido”. La amistad y los proyectos de los integrantes del sello tienen dos décadas de añejamiento.

Los recuerdos de sus protagonistas se remiten a 20 años atrás, cuando la banda 113 Vicios brotó en Comodoro Rivadavía, proyectándose enseguida por la región y asimismo en Chile. El vértigo rockero continuó con Quo Vadis y Rojo, música por un lado y arte gráfico por otro. Y como era de esperar, el primer compilado de Aventón Discos.

Bordón añade que “teníamos todo el basamento conceptual como producto-res autónomos, pero en el fondo se trata de un grupo de amigos en Comodoro Rivadavia: en los discos de Aventón no hay imitación de otras bandas, tampoco folclore tradicional, hay lucha, estilo y

sobre todo mucho rock”.Quien también aporta al proyecto

de compilación es Armos Moreno, un santacruceño plenamente ligado a la música nueva de la Patagonia. Al comienzo de todo fue manager de 113 Vicios, productor de Disco Negro y dedicó mucho tiempo a la organización de recitales, la edición de revistillas “sub-terráneas” y –en particular– el armado de los festivales SurRock. Recuerda que “hace 20 años no era fácil editar un disco como sucede ahora. El acceso a las grabaciones era limitado y ni hablar de las ediciones posteriores. Casi no había salas de grabación, los lugares donde tocar eran poquitos, y la difusión radial o periodística era casi nula”.

Hoy, en cambio, Ricardo Cañizares (cronista local) proclama: “Compartan con sus afectos esta obra maravillosa. Hay excelentes arreglos, hay un con-cepto de la música como arte liminar a multitud de puertas, hay poesías abru-madoras, hay una especie de alegría subyacente en cada tema, aún en los más dolorosos, que trasluce la satisfac-ción y el placer de hacer algo juntos, se trata de ser libres, aún en la elección del encierro más absoluto. Para que ese puñal que canta Titín siga clavado en el centro mismo de la vida. Y que mane luz por siempre.”

Dos discos que salieron recientemente comprueban que este género,por suerte, no es propiedad exclusiva de Buenos Aires. Desde hace más de dos décadas, bandas y solistas de esa región del país combinan estilos y matices estéticos, que los llevó a crear su propia identidad.

por miguel grinberg

Pg 3

rock patagónico

Un oasisen el desierto

M

Freak Rabbits Femina Ariel Pees Tanya Veloso

Page 4: bonsái - revistacitrica.com · de su pasión por el ajedrez y de por ... una zamba para estar con otros” Julio 2015  pág 8 pág 3. llas son ... rockero continuó con Quo ...

n general uno sabe que va a morir ¿no cierto? pero Heidegger decía

que uno tiene que estar preparado para la idea de que te podés morir en cualquier momento. No es que algu-na vez te vas a morir; nos podemos morir todos dentro de cinco minutos. Si uno vive con esa idea, aun cuan-do parezca catastrófica, es lo que te obliga a hacer las cosas en serio. Hay una cosa que yo aprendí en el cole-gio Don Bosco. Tenía diez años y se llamaban los ejercicios de la buena muerte, donde se preparaba al chico para su ascensión a los cielos, cuan-do le tocara. Pero la cuestión era que vos esos días los vivías como si

fueras a morir en un rato. Cada uno tenía un lema, como una forma de enfrentarse a ese fenómeno. Era un ejercicio espiritual que se le hacía a los chicos salesianos, y había uno que se llamaba Domingo Sabio. A to-dos los chicos le preguntaban ‘¿Qué pasaría si te murieras dentro de una hora?’. Entonces todos decían: me iría a confesar, iría a ver a mi mamá. Si tenés ocho años es mucho más se-rio que decir ‘querría ir a ver a Boca’ (risas). Pero Domingo Sabio, cuando le preguntaron qué haría, dijo “segui-ría jugando”. Ese era mi lema, si me moriría dentro de media hora yo se-guiría escribiendo, y haciendo lo mis-mo que hago”

“E

Ejerciciosde la buena muerte

on el pretexto de que este año cumplió ochenta años, nos acercamos a su casa de Balvanera a hacerle una en-

trevista. Cualquier pretexto es bueno si de escuchar (o leer) a Abelardo Castillo se trata. Y allí, la noche de un lunes frío nos encontró hechizados por su voz, su humor filoso y su verba irrefrenable. En un par de horas, escuchamos una biografía resumida de su vida, una apología de la juventud, una clase de filosofía existencialista y una demos-tración de sus habilidades ajedrecísticas. Le habíamos adelantado la idea de dividir la nota en sus ocho décadas de vivencias literarias, sin embargo, apenas arrancamos nos aclara que “esto de las décadas es una superstición” porque el hecho de “tener diez dedos en cada mano supone que cada

Pg 4

Cpor maxi goldschmidty horacio dall’ ogliofotos: diego pintos

diez años, o cada diez meses, o cada diez vidas ocurre algo, cosa que nunca es así. Si tuviéramos seis dedos en cada mano creo que hubiéramos inventado el sistema duodecimal y hoy habría billetes de seis en lugar de cinco”. Entonces usted dirá, ¿empezamos por sus primeros diez o doce años de vida en relación con la literatura o improvisamos otras preguntas?

Empecemos así, porque ya me preparé para eso. En los primeros años de mi vida, los libros decisivos serían Robinson Crusoe y la saga de Sandokán, a los nueve años, y esto está vinculado con dos hechos: la separación de mis padres, que fue para mí decisiva cuando quedamos solos papá y yo; y mi entrada en el colegio de los sale-sianos, Wilfrid Baron de los Santos Ángeles, el colegio Don Bosco de Ramos Mejía, que es el que me refiere al libro justamente porque recuerdo que el padre rector me dijo que no era lectura para un chico el Robinson, y me lo sacó; lo terminé de leer después del colegio.

Page 5: bonsái - revistacitrica.com · de su pasión por el ajedrez y de por ... una zamba para estar con otros” Julio 2015  pág 8 pág 3. llas son ... rockero continuó con Quo ...

l ajedrez apareció en la niñez; sino aparece

en la niñez no aparece nunca. Tendría ocho o diez años cuan-do empecé a mover las piezas. Después dejé de jugar porque me insumía mu-cho tiempo, a los dieciocho años. Cuan-do se hizo el Mundial Juvenil de ajedrez, yo me clasifiqué en mi zona, para el que ganó (Oscar) Panno, y ahí decidí que no jugaba más. Muchos años después volví a jugar porque me tentaron mis amigos

de San Pedro, y ahí decidí que tenía que ganar el torneo mayor de San Pedro. Era una especie de berretín que me había quedado de la adolescencia. Lo gané y seguí jugando algunos torneos, y tam-bién un día dejé porque se transforma en lo esencial. Freud, por ejemplo, que era un muy buen ajedrecista, dijo que tenía que abandonar el ajedrez porque de lo contrario no iba a hacer nunca nada de su vida. Es el más hermoso de todos los juegos”.

Con 80 años recién cumplidos, en una charla entre cafés y recuerdos, el escritor repasa su vida década a década, aunque advierte que lo mejor le pasó hace ya mucho tiempo. “No soy muy distinto a cuando tenía treinta y cinco”, dice.

Pg 5

Abelardo Castillo

Un adolescente casi infinito

¿Cómo llega al Robinson?Nunca sé cómo caían los libros. Los

libros aparecían. En casa no había biblioteca, ahora lo que yo sí sé es que quería tener una biblioteca. Era como si necesitara un pequeño ejército de pie. O sea que tenía una cercanía con la biblioteca previa a que tuviera una biblioteca. Me la hice hacer, una biblioteca chiquita para tener libros. De todas maneras mi relación con los libros es muy rara porque tampoco sé cómo aprendí a leer; yo entré al colegio, a primero inferior, sabiendo leer. Mis primeras lecturas son de los cinco años, más o menos. Fue antes de que me enseñaran formalmente a leer que aprendí. Así que mi relación con los libros, con la lectura, e incluso con la escritura, es bastante extraña.¿Y entre los diez y los veinte?

Sin duda es “la” época, pero la de cual-quier ser humano. Las primeras lecturas serias, los primeros amores, la primera vez que tenés sexo -de pronto, Sylvia Iparragui-rre, la escritora y compañera desde hace casi cincuenta años de Abelardo, aparece con una bandeja cargada de tazas con café y desaparece con la misma sutileza con la que entró-. En esa década, por lo menos a mí, me ocurrió todo, incluso la literatura. Los primeros libros elegidos, los esenciales, son aquellos que leí antes o alrededor de los veinte años. La época en que leía a Sartre, a Kafka, a Joyce, y el descubrimiento de mi propia literatura, en el sentido de querer ser escritor; quería ser poeta a los dieciséis die-cisiete años. El descubrimiento de Herman Hesse, de la poesía alemana. En mi escrito-rio hay unos dos mil libros -son los que me acompañaron toda la vida- y el setenta por ciento son libros míos de la adolescencia, que creo que es la edad donde se lee. Hay un error en creer que la cultura es algo que adviene al hombre con el pensamiento, con el esfuerzo; la cultura viene en la adolescen-cia. Cuando tenés alguna relación embrio-naria con la literatura leés a Dostoievsky, a Tolstoi, a Flaubert, a Camus o Sartre, en la adolescencia y sin ningún esfuerzo, por otra parte. Lo que pasa en general, y esto parece

una broma pero lo creo en serio, es que lue-go creciendo nos olvidamos de todo lo que sabíamos cuando éramos adolescentes, como si nos fuéramos volviendo idiotas con el tiempo. Entonces, todas aquellas cosas que en la adolescencia la sentías como naturales después la vida te las empieza a cuestionar y vos vas aceptando que hay que ser como los demás, que hay que trabajar para vivir, que hay que tener hijos, que hay que ser un buen empleado, que hay que andar con un portafolios por la calle, y te volvés estúpido.Poco después de los veinte, usted ya era todo un escritor...

nseñar a escribir es im-posible. Nadie puede en-señarle a otro a escribir.

Primero porque a lo sumo podría ense-ñarle como escribe él. Lo que, además, al otro prácticamente no le sirve para nada, porque lo que vos tenés que es-cribir, lo tenés que escribir vos, no de acuerdo a mis pautas. Yo te puedo ex-plicar cómo escribo un cuento y cómo se me ocurre, pero a vos se te puede ocurrir de otra manera. Pero cuál es el proceso creador nadie lo sabe, y lo que yo puedo explicarte es mi proce-so creador. Ahora bien en ese sentido, los talleres no sirven para nada. Son un engaño total. En general, como decía Isidoro Blaisten - el gran cuentista ar-gentino, un tipo con un gran sentido del humor y muy amigo mío-, sirven para pagarle al psicoanalista”.

“E

No se puede enseñara escribir

Entre los veinte y los treinta aparece Abelardo Castillo. A los veintidós escribo El otro Judas, que fue la primera obra que publiqué, y también aparecen los cuentos de Las otras puertas, ganó el concurso de Casa de las Américas con Las otras puertas y fundo dos de las tres revistas literarias que de alguna manera me significan: El grillo de papel, a los vein-ticuatro años y El Escarabajo de oro, que a causa de la prohibición estatal a El grillo de papel tuvo que salir con el nombre de Escarabajo de oro un año después. Es también la época en que escribo Israfel, y gana el premio en París; la época en que

El más hermoso de los juegos

“E

se monta acá, hecha por Alfredo Alcón, con un éxito bastante considerable, y esa época termina con, probablemente, el momento más trascendental en lo perso-nal para mí. Aún cuando de los diez a los veinte tuve mi gran amor, que aparece en los diarios como Betina, y que en el ‘60 tuve una mujer, Delia, que me acompañó durante ocho o nueve años, a fines del ’69 aparece en mi vida Sylvia, y desde enton-ces hasta hoy -pronto van a ser cincuenta años-, sigue en mi vida Sylvia. Quiere decir que, por decirlo con suavidad, me ocurrió todo. Además lo que tal vez sea el problema decisivo de mi vida, que dio lu-gar a un libro y que también fue decisivo para mí, El que tiene sed, es la época de mi alcoholismo. Yo fui alcohólico, o tal vez lo soy, como dicen los alcohólicos, porque para un alcohólico nunca dejás de serlo. Yo no tomo hace cuarenta años, pero mi relación con el alcohol empieza entre los veinte y los treinta, y termina recién cerca de los cuarenta. O sea, que para darles una idea clara de mí, tendríamos que pararnos ahí, a los treinta años. Después todo lo demás es nada más que el desa-rrollo de un señor que se llama Abelardo Castillo, que escribió otros libros pero que ya había escrito los libros esenciales, que había sacado las revistas, había conocido a Sylvia y que básicamente es la misma persona, con algunos años más hoy, que la que está acá sentada, conversando con ustedes. No soy muy distinto a cuando tenía treinta y cinco, admito con naturali-dad la vejez, la falta de esfuerzo, pero sigo haciendo las mismas cosas. Sigo levan-tándome a la misma hora, a las dos o tres de la tarde, escribo de noche, leo todo lo que puedo, y a veces me duele la cadera, que antes no me dolía o si me dolía no me interesaba, pero básicamente no he progresado mucho desde los cuarenta hasta ahora.

Page 6: bonsái - revistacitrica.com · de su pasión por el ajedrez y de por ... una zamba para estar con otros” Julio 2015  pág 8 pág 3. llas son ... rockero continuó con Quo ...

un libro y yo por federico bauso beltrán*

ucas se toca la cabeza, mira sobre su hombro, y le

tira un piedrita a un perro que se le acerca. Nada va interrumpir su encuentro, mágico, con la netbook escolar de su herma-no. Lucas tiene cuatro años. Es argentino, pero su familia es pe-ruana. Vive en uno de los tantos asentamientos de la Ciudad de Buenos Aires y está en calzon-cillos, sentado en la entrada del kiosco de su tío, con la atención

puesta en la pantalla. Mientras, su papá, Harry, a unos pasos, se propone emprender una lucha sin cuartel contra el celular libe-rado que acaba de recibir. Sabe que tiene internet, pero no logra desentrañar la dinámica del artilugio. Quiere entrar a Facebo-ok para ver las fotografías de la parentela trujillense. Preferiría tener fotos “de verdad”, pero cada vez hay menos.

Hasta aquí, la escena que propuse en una cursada para problematizar el vínculo entre nuevas tecnologías y sociedad. O las tendencias que nos atravie-san en lo nimio de lo cotidiano. La propuesta, dejando lo ampu-loso de lado, fue dar cuenta de la metamorfosis sociocultural actual y me encaramé al libro Los bárbaros, de Alessandro Baricco, para este fin. ¿Qué es? Un ensayo sobre la mutación. ¿Qué muta? Todo. Los “bárbaros” toman por asalto la lógica de la modernidad burguesa, la ponen

del revés. Descartan lo que hasta ayer era único, denso y anímico (o aurático) y lo trastocan en algo masivo, leve y espectacularizado; en permanente movimiento. Desde este paradigma, Baricco re-corre diferentes manifestaciones culturales (el vino, el fútbol, los libros, etc.) saqueadas por los “bár-baros”. Y devela su campamento: Google. Profundizar la mecánica resulta apasionante: encontrar los patrones de este choque civiliza-torio en los mínimos destellos de nuestra rutina actual: desde una cita a partir de un “me gusta” face-bookeano a una crisis de pareja por un whatsapp revelado, desde un trabajo colectivo y simultaneo hasta un mail con el destinatario equivocado, desde la hiperco-nectividad diaria a los déficit de atención. Muta el entorno, muta el yo y las formas de relacionarnos, y de eso da cuenta Baricco.

* Docente de la Universidad Nacional de

las Artes.

L

Pg 6

lectura

A

Los seres de Korwel

terricé en Korwel para reabastecer mi nave y comprar alimentos.

Korwel me trae recuerdos de infan-cia; de cuando nos transportaban al Sector Lejano para visitar a los ancianos. Había uno que conserva-ba en su recinto un libro heredado de sus antepasa-dos; un libro de los antiguos, de los que se imprimían en papel. Sus hojas tenían un olor que quedó gra-bado para siempre en algún lugar de mi memoria, un aroma hechicero que resultaba misterioso y a la vez agradable. El ejemplar era único y pertenecía a la época en que aún no habíamos hecho contacto con ninguna otra raza del universo. Contenía histo-rias dibujadas en las que aparecían unos malvados extraterrestres de insostenible figura: macrocéfalos de cuerpos raquíticos, con dedos como varillas y unos ojos elípticos, negros y enormes. Idénticos a los korwelianos.

Compré un tambor de perlas líquidas y unas ba-rras energéticas y pagué con una placa de mil cré-ditos. El sujeto que atendía el local de provisiones frunció el pequeño orificio que era su boca, mientras sus largos dedos hurgaban ruidosos en el interior de una bolsa de pelos que colgaba de su cuello.

—Mmmm… Creo que no tengo cambio —anunció con un dejo de culpa—. Pero puedo contarle un rela-to, si lo desea.

Y estaba claro que yo lo deseaba. Por eso había pagado con una placa de ese monto.

Entonces me habló de un niño que esperaba an-sioso la llegada de la noche en la que las dos lunas de Korwel se hermanaban para soplarle las sombras al cielo. Y a la vista de nadie, el pequeño escapaba por las calles vacías corriendo sin hacer ruido, casi flotando en la opacidad de la noche liviana. Así deja-ba atrás el poblado, hasta llegar al sitio donde vivía el ser más extraño de aquel planeta.

Aguardé ansioso la continuidad del relato. Pero el korweliano no pareció dispuesto a seguir.

—Ya está —sentenció seguro—. Con eso completo lo que le debía.

Recuerdo que en los primeros viajes, llegado a este punto, compraba más productos –algunos de ellos innecesarios– y pagaba con otros mil créditos para conocer la continuación de esa historia.

—Sabe que no tengo cambio… —decía el korwe-liano.

—Lo sé.—Entonces puedo contarle un relato, si usted lo

desea.—Continúe con el anterior, por favor.—Esta es otra compra —aclaraba levantando uno

de sus exagerados dedos.Jamás me he llevado de Korwel un relato com-

pleto.Debería reclamar por ello, me repito una y otra

vez. Pero siempre emergen de mi memoria las imá-genes de aquel antiguo libro, en el que los seres de piel verde y cabeza grande –tan iguales a los korwe-lianos– sacaban una pistola de rayos y desintegra-ban a quien los contradijeran.

por fanue

minicuento

por manuela chiesa

21 de julio de 1969

L a cocina de don Luis tenía una gran ventana

que daba a un potrero abando-nado. La casona no quedaba lejos del pueblo, y aún conser-vaba, en su decrepitud, rasgos señoriales propios de un buen origen. Bastión de buenos tiempos cosecheros, paladín

de bailes y kermeses, desde que los inmigrantes se integra-ron, jubilosos, a la colonia. Don Luis y la casona se marcharían juntos y con ellos un testimonio irrenunciable de aquella época, rica en esfuerzos y tesón. En fin, las cosas suceden de una forma determinada, aunque hayan

tenido un principio vago. Hijo de italiano, don Luis realizaba todas las tareas de campo que sus pocas hectáreas le permi-tían. El afán que ponía hacía que su trabajo fuera exitoso; tanto los productos de la huerta y las faenas con los cerdos, como la crianza de las aves. Aplicaba las teorías heredadas de sus mayores que para su mente de chacarero resultaban insustitui-bles. Hubiera sido irrespetuoso contradecirlo cuando sostenía principios pueriles. Ese candor de las almas simples estaba por sobre toda dialéctica. Cuando aquél 21 de julio de 1969, en una proeza sin igual, el hombre pisó la luna por primera vez, la magnitud del acontecimiento excedió con creces la capacidad de comprensión de don Luis. Como buen observador de la naturaleza, ese lunes, siendo muy avanzada la noche, en un claro que dejaba la maleza que rodeaba el potrero, don Luis miró unos momentos la luna para asegurarse que estaba en un incipiente cuarto creciente y musitó para sí mismo: “A mí no me embroman, ¿dónde van a bajar en una luna tan finita?”.

foto: diego pintos

Page 7: bonsái - revistacitrica.com · de su pasión por el ajedrez y de por ... una zamba para estar con otros” Julio 2015  pág 8 pág 3. llas son ... rockero continuó con Quo ...

Pg 7

poesía orge Alberto Dipré nació en Ceres,

provincia de Santa Fe, Argentina, en 1960. Como activo militante de la cultura alternativa, a fines de 1970 e inicios de 1980 fue editor de varias revistas y publicó libros de poesía y prosa. Durante la década de 1980 creó, junto a otros artistas, la editorial de autor “El Heresiarca &

Cía”. Ediciones Recovecos publicó Merodea en 2006 y Todo se quema aquí en 2009. Este último libro tuvo una reedición en 2010 bajo el sello Vicever-sa. Vivió en Venado Tuerto hasta 1981, en Rosario hasta 2003, en Resisten-cia hasta 2008, año en que se mudó a la ciudad de Córdoba donde hoy reside. El escritor Eduardo D’Anna lo perfila como un “poeta trashumante” que supo escribir en Rosario magníficos versos llenos de estupor y añade “las cosas en la poesía de Dipré se revisten del silencio creador que las da (sí, sí precisamente) a luz”. Ha publicado Cenizas, 1983, poesía (libro compartido con Elsa Pfleiderer, Leandro Tuntisi, Oscar Baldomá, Boris Padován y Juan Carlos Rodriguez). Sacramento, 1984, poesía (libro compartido con Leandro Tuntisi). Hacia Arriba, 1984, poesía. El Señor S, 1985, prosa (escritura en común con Jorge P. Yakoncick). 13, 1987, poesía (libro en común con Oscar P. Baldomá). El Bodrio, 1990, poesía (libro en común con Jorge P. Yakoncick). Del Señor S sólo sueños, 1991, prosa (escritura en común con Jorge P. Yakoncick). Poemas Notables, 1993, poesía (parte integrante del libro Desfile de Mons-truos). Entre Trenes, 1990-2004, poesía y Merodea, 2006, poesía, publicado por Ediciones Recovecos, Todo se quema aquí - Chaco / Córdoba, 2009, Ediciones Recovecos.

El muertoTodos los días

cuando paseo en auto por el cementerio

me saluda,

sentado en el borde de la vereda

un muerto

Siempre que paso

está el muerto

me saluda

el muerto

Un día de esos malos, que suelo tener

pasé y me saludó

el muerto

entonces, colérico,

me bajé y lo desarmé a patadas

pero tanto me agité

que tuve que sentarme en el borde

de la acera

junto al montón polvoriento de huesos

Ayercuando estaba, como todos los días

sentado en el borde de la vereda

del cementerio

pasó un muerto en automóvil

y creyó que yo le saludaba.

SiestaLas siluetas, difusasCalle de polvoSombras luminosasque oscilan, escapana la mirada turbiaLos hoyosLas cuencasBaldosas sueltasPedazosRompecabezas de pasionesAquí todo es nuevo y viejoFulguradebajo de la pátinacomo un niño avejentadonada de lo que empiezaestá condenado a terminar

Senda de interrupcionesLos changosapenas se mueven al mediodíaLa maestra cruza la luzy un estruendo

de verdes claridades la ciegapero su olfatola libra de todo malEl perfume de las floresadormececon agradable soporNo sé si encender un cigarro

todo podría estallar

J

Page 8: bonsái - revistacitrica.com · de su pasión por el ajedrez y de por ... una zamba para estar con otros” Julio 2015  pág 8 pág 3. llas son ... rockero continuó con Quo ...

oy dirigís una diplo-matura de música en la universidad de San Martín y desde

hace años sos profesor ¿Cómo fue tu formación como músico?

En mi época había conserva-torio, que muchas veces resulta una escuela increíble. Depende mucho de los profesores pero en Tucumán había un gran profesor de guitarra, un gran guitarrista y maestro que se llamaba Luis Ven-

contratapa

Pg 8

tura. Pero yo no era disciplinado ni estudioso. Deserté del conser-vatorio, duré poco. Después tomé clases particulares con el mismo profesor pero también las dejé y no acumulé una experiencia académica importante. Sí en cambio fui ganando una expe-riencia vivencial importante con la música, porque empecé a tocar y tocar y a estar con músicos y a recorrer lugares, recorrer la noche y adoptar un lenguaje musical,

que es lo mismo que tengo ahora. Y esos son los lenguajes musica-les que se hacen con gente, no se hacen estudiando. Uno toca una zamba o una vidala por estar con otros. Esa es la escuela de los músicos populares y no hay que desdeñarla.¿Te sigue sorprendiendo la potencia de la música de raíz foclorica? Hoy hay cantidad de expresiones muy diversas y de mucha calidad.

Es un momento especialmen-te rico, porque ya pasó el periodo de la incertidumbre. Ese periodo en el cual los músicos jóvenes no tenían una percepción y una incorporación clara de esos lenguajes musicales de raíz. No la tenían, al menos en los principales centros urbanos. Fue un periodo de búsqueda, de experimenta-ción, y pasó toda esa generación que abrazó el rock, el jazz y que quiso hacer tímidamente folclore sin conocerlo. Pero eso es cosa del pasado. Ahora hay un enorme comprensión, una gran claridad estilística que hace folclore. Y mucho talento.¿Algo tiene ver lo que ocurrió en el país, donde hubo una recuperación del ser nacional y un revisionismo también de la cultura nuestra?

Yo lo veo más como un movi-miento generacional cultural que

como resultado de una acción gubernamental. Es cierto que hay gestiones que ponen el eje en determinados aspectos y eso ge-nera resultados. Pero en realidad la clase política todavía tiene que despertarse culturalmente. Hoy tenemos un Ministerio de Cultura con una ministra (Teresa Parodi) que conoce muy bien este tema, y yo mismo estoy involucrado en proyectos que me parecen magníficos, pero en general la clase política tiene que descubrir el valor estratégico de la cultura. A veces hay como un confor-mismo, un reduccionismo y se confunde cultura con arte, y en las artes, sobre toda en la musical, que es el lenguaje más masivo de las artes, hay un conformis-mo en el sentido de echar mano a lo que es más rápidamente convocante. Por eso hay una exagerada presencia del rock, por ejemplo. O de artistas que son de otros lenguajes y que son realmente exitosos y populares en estos tiempos y con eso hay una garantía de convocatoria. Y la fórmula pareciera ser arte + convocatoria = apoyo. Es una fórmula que hay que respetar y entender desde una gestión pero no desde una estrategia cultural. Es lo de siempre en cualquier plano, en el económi-co, en el social, en la salud: está el

cortoplacismo, el inmediatismo, el medio plazo y lo estratégico. Yo sigo siendo setentista y pien-so estratégicamente, siempre. Me falta una estrategia personal nomás.Con sesenta años, ¿tu apellido sigue siendo un peso? ¿De joven era una carga o una motivación tener tan cerca a Eduardo Falú?

Era un peso. En mi última visita a Tucumán, mi madre me confesó que un día, cuando yo ya tocaba, mi padre le dijo a ella: Eduardo hay uno solo. Y yo sabía que pensaba eso, y lo sé. … Sí, es un peso. Es un estímulo y…. Debe ser ese el origen de mi esquizofrenia. Lo que me gus-taba me empezó… mirá lo que me hiciste ver.... ¿Cuánto te debo, hermano?

“La clase política todavía tieneque despertarse culturalmente”

H

Entrevista a Juan Falú

El guitarrista cuenta sobre su formación y no se escapa a los debates culturales.

por maximiliano goldschmidtfoto: valeria camblor

“Será porque pasé los sesenta, pero últimamente tengo una enorme curiosidad por verme a mí mismo de niño tocando la guitarra. Me gustaría verme y oírme. Lo único que recuerdo es abrazar la guitarra y tocar-la. Y recuerdo mucho tenerlo a mi padre al lado con la guita-rra y yo mirándole los dedos y él enseñándome cómo poner la mano. Hace poco mi madre, que tiene 98 años, me contó: ‘Cuando venía tu tío Eduardo a Tucumán y pasaba por casa, primero se sentaba a hablar con tu padre, ellos se ponían al día, y vos estabas paradito al lado, esperando que termine esa conversación para que agarre la guitarra’. Me emocionó mucho. Para mí era como que me visite Bach, era lo mismo”.

las visitasdel tío bach