Bosquejo sugerido para leer la BIBLIA
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UN POSIBLE ORDEN DE LECTURA DE LA BIBLIA
¿Cómo debemos o es más conveniente leer la Biblia? ¿En qué orden? Por lo pronto,
no es necesario y tampoco conveniente, leerla de corrido desde el principio al fin.
Ningún método es absoluto, pero siempre es útil seguir alguno, como el que se
propone a continuación.
Supuesto que Cristo es el centro de toda la Biblia, para leerla "cristianamente"
conviene comenzar por los Evangelios, y entre ellos por el de Marcos, siguiendo por
el de Mateo y luego, por el de Lucas junto con el libro de los Hechos de los
Apóstoles. O bien, se puede comenzar por los Hechos de los Apóstoles -llamado el
"Evangelio del Espíritu"- que es el "diario" de la Iglesia, en cuyo seno nacieron los
Evangelios, y luego, leer los tres primeros Evangelios, llamados "sinópticos".
A continuación, pueden leerse las Cartas paulinas, dando prioridad a las de Pablo a
los cristianos de Tesalónica, Galacia, Roma, Efeso y Corinto (1ra.). Y entre las
Cartas "católicas", la de Santiago y la 1ra. de Pedro.
Finalmente, habría que leer el Evangelio y la 1ra. Carta de Juan, dejando para más
adelante la lectura del Apocalipsis.
Así resulta más fácil introducirse en el Antiguo Testamento, comenzando más bien
por el Exodo, llamado el "Evangelio de la Antigua Alianza", porque anuncia la
liberación del Pueblo de Israel, que es el hecho más importante de la historia de
ese Pueblo y el prototipo de la salvación cristiana. El Exodo es como la llave para
interpretar todo el Antiguo Testamento. Los hechos ocurridos antes y después del
Exodo, tienen en él su punto de referencia. Y Moisés, su principal protagonista, lo
es también del resto del Antiguo Testamento. Los capítulos principales de este Libro
son 1-18 (La misión de Moisés y la marcha a través del desierto), 19-20 (La Alianza
del Sinaí) y 32-34 (Ruptura y renovación de la Alianza).
A continuación, conviene leer el Deuteronomio, que contiene una visión profética
del Exodo y gira alrededor de la Alianza de Dios con su Pueblo. Sus capítulos
principales son 4-11 (Exhortación al cumplimiento de la Alianza) y 27-30
(Celebración y sanción de la Alianza y promesas al pueblo fiel).
El Levítico y los Números se pueden saltear en una primera lectura de la Biblia. O
bien, del Levítico bastará leer los Caps. 19 y 25, que contienen diversas leyes
sociales, el Cap. 23, donde se enumeran las fiestas litúrgicas de Israel, y el Cap.
26, que contiene las promesas de bendición y de maldición prometidas a los fieles y
a los pecadores. Y de los Números, la bendición de 6. 22-27, el relato de la marcha
de los israelitas -Caps. 10-14 y 16-17- los relatos del agua brotada de la roca y de
la serpiente de bronce -Caps. 20-21- y tal vez los oráculos de Balaam de los Caps.
22-25.
A esta altura, conviene leer el Génesis, a partir del Cap. 12, donde comienza a
narrarse la historia de los Patriarcas -Abraham, Isaac y Jacob- los "Padres grandes"
del Pueblo elegido. Ahí se encuentra el principio de la "revelación" de Dios a los
hombres. Se pueden saltear los Caps. 36 y 46. En cuanto a los 11 primeros
capítulos del Génesis, pertenecen más bien a la "prehistoria bíblica" o "prehistoria
de la Salvación", y conviene leerlos después de los escritos de los Profetas.
Del libro de Josué, el sucesor de Moisés, bastará leer en un primer momento los
Caps. 1-3 y 6-8 (La ocupación de la Tierra prometida) y 22-24 (Primeros pasos
para la unificación de las tribus y últimas advertencias de Josué). Del libro de los
Jueces, que se refiere a un período anárquico y primitivo de Israel, conviene leer el
Cap. 2, donde se expone la interpretación que hay que dar a los capítulos
siguientes, y los Caps. 3-4, 6-8, 11 y 13-16, donde se relatan las hazañas
legendarias de los principales Jueces, entre los que sobresale Sansón.
En la lectura de los libros de Samuel -el último de los "Jueces"- se pueden saltear
los Caps. 5-7 del 1ro. de esos Libros y 21-24 del 2do. Y en el 1er. libro de los
Reyes, también se pueden dejar de leer los Caps. 4 y 7. El período de la monarquía
-relatado en estos cuatro Libros- constituye el momento culminante del primer
tiempo de la "Historia de la Salvación". La figura central de este período es el rey
David. A continuación se podrían leer los libros de las Crónicas, que son una
reinterpretación de la historia de Israel.
En cuanto a las "colecciones proféticas", conviene comenzar por Amós, el profeta
de la justicia y el primero cuyos escritos se conservan. Luego Oseas, el primero que
expresa la relación de Dios con su Pueblo en términos conyugales. A continuación,
Miqueas, otro gran defensor de los derechos de los oprimidos, cuya predicación
produjo una gran impresión en Jerusalén.
La lectura de la 1ra. parte del libro de Isaías, el gran profeta de la esperanza
mesiánica -el profeta "clásico", muy citado en el Nuevo Testamento- completa este
primer contacto con los escritos proféticos del siglo VIII a.C., que es la "edad de
oro" del profetismo bíblico. Pueden saltearse los Caps. 13-23. Esta 1ra. parte de
Isaías se puede leer simultáneamente con el 2do. libro de los Reyes, Caps. 15-20.
Como el gran representante del siglo VII a.C., hay que leer a Jeremías, el profeta
que, después de llamar inútilmente al pueblo a la conversión, anuncia una "Nueva
Alianza" en la que Dios escribiría su Ley en el corazón de los hombres. Pueden
saltearse los Caps. 46-52. Conviene hacer la lectura de este profeta
simultáneamente con la del 2do. libro de los Reyes, Caps. 21-25, y pueden leerse a
continuación las Lamentaciones que llevan el nombre de Jeremías.
Después, se puede leer Ezequiel, uno de los exiliados de la primera deportación a
Babilonia, que profetizó en el siglo VI a.C., y anunció la caída de Jerusalén del 587.
Contiene muchos gestos simbólicos, visiones y parábolas. Sus grandes temas han
sido recogidos por san Juan en su Evangelio. Conviene saltear los Caps. 25-32 y
40-48.
A esta altura, corresponde leer la 2da. parte del libro de Isaias, que pertenece a un
profeta anónimo del siglo VI a.C. y contiene un mensaje de esperanza a los
exiliados en Babilonia, anunciándoles su próxima liberación. Por eso se lo llama el
"Libro de la consolación de Israel", y en él se encuentran los célebres "Cantos del
Servidor del Señor", que son una sorprendente anticipación de la figura y la obra de
Jesús. También es importante leer la 3ra. parte, escrita a la vuelta del exilio, donde
se advierte una perspectiva marcadamente universalista y se insiste en las
características de la verdadera religiosidad.
De los Profetas más tardíos, se puede leer la 2da. parte del libro de Zacarías, que
se atribuye a ese profeta del siglo VI a.C., aunque fue escrita en el siglo IV. Es uno
de los libros del Antiguo Testamento más citados en los Evangelios y contiene un
importante anuncio mesiánico.
En una primera lectura de la Biblia, se puede pasar por alto los libros de los otros
profetas -Joel, Abdías, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Malaquías- pero conviene
leer el libro de Jonás, que encierra una profunda lección sobre la misericordia de
Dios y el alcance universal de la salvación. También se puede saltear el libro de
Baruc y la Carta de Jeremías.
Aquí conviene leer los 11 primeros capítulos del Génesis, que son el fruto de la
reflexión y la experiencia del Pueblo de Dios a lo largo de su historia, salteando las
genealogías de los Caps. 10 y 11.
Finalmente, se puede leer Esdras y Nehemías, que nos describen los esfuerzos de
restauración después del exilio y el nacimiento del Judaísmo. Y luego, los libros de
los Macabeos, donde se relata la resistencia del Pueblo judío contra la dominación
griega en el siglo II a.C.
Los demás Libros del Antiguo Testamento se pueden leer según el gusto, la
inclinación o la necesidad espiritual de cada uno.
Del libro de Job, que trata tan hondamente sobre el eterno problema del
sufrimiento humano, se pueden saltear los Caps. 28 y 32-37.
Los Proverbios y el Eclesiástico son verdaderos tratados de comportamiento
humano inspirados en el "temor de Dios", aunque basados en una moral más o
menos utilitaria y con notables influencias de otras obras sapienciales del
paganismo. El libro de la Sabiduría es una alabanza de la Sabiduría de Dios, que
actúa en la creación y en la historia y por momentos se presenta como una
verdadera persona.
El Eclesiastés nos ayuda a reflexionar, no sin cierto escepticismo, sobre la vanidad
de todas las cosas humanas. El Cantar de los Cantares anuncia el amor de Dios por
su Pueblo bajo la forma del amor apasionado de una pareja y, a la vez, exalta la
dignidad del amor conyugal.
Tobías, Judit y Ester nos ofrecen valiosas enseñanzas religiosas en forma de relatos
más o menos ficticios. El libro de Rut, una extranjera que llega a ser abuela de
David y, por lo tanto, antepasada de Cristo, tiene un especial encanto y, lo mismo
que el libro de Jonás, refleja la tendencia universalista que contrarrestaba el
particularismo dominante después del exilio.
Finalmente, el libro de Daniel -llamado el "Apocalipsis" del Antiguo Testamento-
alimenta la fe y la esperanza en la lucha contra todas las fuerzas opuestas al Reino
de Dios y nos introduce a la lectura del célebre Apocalipsis del Nuevo Testamento,
que es el gran Libro de la esperanza cristiana.
En cuanto a los Salmos, su recitación debe acompañar toda la lectura de la Biblia.
Algunos de ellos evocan poéticamente la gesta del Exodo -114; 136- y otros
resumen la "Historia de la Salvación", desde Abraham hasta la entrada en la Tierra
prometida y la elección de David -78; 105; 106-, o bien, celebran los privilegios de
la dinastía de David -89-. Varios de ellos se refieren a la ruina de Jerusalén y al
exilio de sus habitantes -74; 78; 137- y otros son de carácter sapiencial -1; 37; 72;
119- Tienen especial importancia los Salmos llamados "reales" -2; 72; 110- que el
Nuevo Testamento o la tradición cristiana aplicaron a Jesucristo, el Rey Mesías.
Entre los Salmos explícitamente de "alabanza", merecen destacarse los siguientes:
8; 96-99; 103; 104; 112; 115; 117; 135; 145-150. Los Salmos 65-67; 116; 118 y
138 figuran entre los principales de "acción de gracias". Entre los Salmos
"penitenciales" ocupan un lugar de primer orden el 51 y el 130, que son
frecuentemente utilizados en la liturgia.
"Las páginas de ambas Alianzas se confirman mutuamente. En Jesucristo se
cumplieron las promesas de las figuras proféticas y el sentido de los preceptos de la
Ley: con su presencia, El enseña la verdad de la profecía, y por su gracia, hace
posible la práctica de los mandamientos." (San León Magno, s. V).