Bussotti Fabio - La Envidia de Velazquez

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novela histórica sobre el cuadro de Las meninas de Velazquez.

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La envidia de Vel?zquez (Spanish Edition)

Fabio Bussotti

La envidia de Velzquez

Y el cuadro dnde est?THOPHILE GAUTIER

NOTA DEL AUTOR

En 1656, Diego Velzquez pint una obra maestra: Las meninas. Si quiere admirarla, vaya al Museo del Prado; si quiere hacerse una idea de cmo se hizo, eche un vistazo aqu o a un libro de arte.

Esta es una de las pocas noticias ciertas contenidas en la novela. Para el resto, me he tomado gran nmero de libertades en el plano de la historia, de la historia del arte y de las biografas de los personajes. Por si fuera poco, he jugado con los nombres, transformando a algn buen amigo en despiadado asesino.

En pocas palabras, he combinado todos los colores. Pero lo he hecho con buen fin: quera que mi relato resultase entretenido. Por tanto, si, como espero, los lectores se divierten, estoy seguro de que me perdonarn tantas licencias como me he tomado y sin las cuales la novela no habra llegado nunca a su trmino.

1

Sevilla, jueves veintisis de julio de 1956Eran las once menos cuarto del jueves veintisis de julio de 1956. Pablo Picasso tena prisa. Haba estado cenando en casa de unos amigos pero, de vuelta al hotel, encontr una nota de su amigo Aarn Schilton. Haba escrito: He entendido todo. Ven esta noche. Te espero a las once.

Picasso sali del Hotel del Sol con paso rpido. Faltaba un cuarto de hora para las once y deba apresurarse, tena el tiempo justo para llegar a la tienda del anticuario. Y, adems, no le apeteca andar de noche por las calles semidesiertas del centro de Sevilla, por la incomodidad de las rondas nocturnas. Si se encontrase con los guardias, lo identificaran, le haran un montn de preguntas y l tendra que declarar que haba salido a dar un paseo y que regresara rpidamente a la habitacin de su hotel. Los guardias, para demostrar, quiz, su exquisita consideracin, pretenderan acompaarlo de vuelta al hotel. En pocas palabras, sera un fastidio y una prdida de tiempo.

Se adentr en un estrecho callejn y gir despus a la derecha sin perder nunca el ritmo. Pas ante la imponente fachada de la iglesia de San Luis, tan rpido y concentrado que pareca que sus pies casi no tocaban la acera.

Sigui otros doscientos metros y despus, en la esquina de la calle Castelar, entrevi las tan temidas siluetas negras de dos guardias que permanecan bajo una farola frente al cierre metlico bajado de una papelera. No saba si lo haban visto o no. Con naturalidad, decidi cambiar de direccin. Gir de repente a la derecha y despus a la izquierda

Picasso y Aarn Schilton se haban conocido alrededor de un ao antes, en una sofocante tarde de mitad de junio. El pintor haba entrado en la tienda del anticuario con la esperanza de encontrar nicamente un poco de frescor. Haba entrado a medias, porque en aquella especie de antro oscuro haba, s, diez grados menos, pero tambin un fuerte olor a polvo que haca difcil la respiracin. All estuvo ms de un minuto para adaptar la vista a aquella oscuridad. Despus, poco a poco, haba comenzado a distinguir un pasillo, estrecho entre dos altas paredes, que conduca a una puerta al fondo. A lo largo de las paredes estaban apilados objetos de todo tipo: pequeas vitrinas, mesillas de noche, paneras, cmodas, bicicletas, pero tambin cajas de galletas, billetes de tranva, cuernos de toro, puales, revistas, relojes de cuco, mquinas de coser, orinales, palanganas, grabados de santos, candelabros

Las once menos ocho minutos. Para evitar a los guardias, Picasso se haba metido en el ddalo de callejuelas oscuras de la ciudad vieja. Deba acelerar el paso. Sac del bolsillo un pauelo y se enjug la frente perlada de sudor. Haca calor, como siempre en el verano de Sevilla. Atraves casi a la carrera un callejn a espaldas del Palacio de las Dueas. Se encontr ante la imponente fachada de la iglesia de San Pedro, donde haba sido bautizado Diego Rodrguez de Silva Velzquez. No faltaba mucho. nimo, Pablo, nimo! Las once menos seis minutos!.

La tienda de Aarn era un gran almacn de la memoria. De repente, Picasso se sinti en casa, porque aquel anticuario comparta su misma mana. No tirar nada. Conservar. Conservarlo todo. Un incompetente habra dicho que aquellos trastos carecan de valor, pero Picasso haba comprendido inmediatamente que, entre la carcoma y el polvo, seguro que haba escondida alguna joya. Y, en efecto, la joya salt casi de repente al primer plano: un fantstico monotipo de Degas. Una escena de burdel en la que dos putas desnudas hablan con un seor distinguido; un monotipo repasado en pastel sobre papel. Aarn se lo regal, pero, a cambio, le pidi un dibujo de Picasso, firmado y con dedicatoria. El pintor haba dibujado a tinta china sobre papel una reinterpretacin libre de El aguador de Sevilla de Velzquez: en el lugar de la cabeza del aguador, haba puesto una cabeza de toro, haciendo un minotauro. Y debajo estaba escrito: El anticuario de Sevilla. Una burla de inestimable valor.

Pero no haba sido este intercambio de obras lo que hizo nacer su amistad. La amistad haba nacido porque Pablo y Aarn eran dos locos que pensaban en el arte y en la memoria como dos caras de la misma moneda

A las once menos un minuto, Picasso lleg a la calle Amor de Dios. Jadeaba. Para un hombre como l, de casi setenta y cinco aos, quiz no fuese una gran idea andar de noche a la carrera. Mir a su alrededor. No haba nadie. Dio con los nudillos cuatro golpes sobre la madera oscura de un portn tachonado. Era la seal convenida. El portn se abri y Picasso entr.

Por poco!

Menos mal!

Aarn Schilton era un hombrecillo regordete, mofletudo, de cara ancha y ojos pequeos y hundidos. La frente estaba limitada por una cabellera rizada e hirsuta. En medio de aquella maraa de reptiles, flotaba perennemente una kip negra que, a pesar del precario equilibrio, nunca se caa.

Recorrieron el pasillito y llegaron a una pequea estancia en la parte de atrs con un techo altsimo, una especie de torre completamente cubierta de libros: millares de volmenes de todo gnero y, adems, incunables, pergaminos y tomos con el lomo de pergamino. Aarn, tanto para los libros como para los objetos, segua un nico esquema: esconder las rarezas en medio de cosas sin valor alguno.

El anticuario se sent en un escritorio iluminado por una lmpara verde con la base redonda de metal. Haba un olor acre a papel, cuero y polvo. Picasso estornud un par de veces y se qued de pie al lado del escritorio.

Ests preparado? Aarn estaba excitadsimo, impaciente por comenzar el espectculo.

Se puso unos lentes, abri una cajita, tom un rollo y lo extendi sobre el estante, fijando las esquinas con pequeas piezas de peltre. Era un mapa. En concreto, un mapa de Sevilla.

Mira, Pablo! Es del siglo XVII.

Y?

No es el original. Quiero decir, que yo tengo el original, pero esto solo es una reproduccin muy bien hecha!

El pintor comenzaba a ponerse nervioso. Se daba cuenta de que, despus de haberse divertido hacindolo correr como un loco por la oscuridad de los callejones de Sevilla, Aarn estaba dando muchas vueltas antes de ir al grano.

S, es bella! Y?

Espera!

Aarn abri una segunda cajita de la que sac una hoja de papel de seda sobre la que estaba reproducido, a lpiz, el mismo mapa del siglo XVII.

Pablo se inclin para examinar esta otra copia y vio que el amigo anticuario haba trazado nueve cruces en varios puntos de la ciudad.

Qu quieren decir estas cruces?

Espera, Pablo, espera!

No perdamos tiempo, por favor!

Aarn murmur algo en hebreo y Picasso solo entendi que no eran cumplidos precisamente.

El anticuario se levant del silloncito y meti la mano detrs de un banco de roble sobre el que haba, para delicia de las termitas, una decena de iconos bizantinos. Sac una tabla rectangular de contrachapado sobre la que estaba pegada una reproduccin de Las meninas de Velzquez. No era una verdadera copia. Era, ms bien, un dibujo esquemtico, a tinta china, en el que se evidenciaban las siluetas de todos los personajes, el espejo y el punto de fuga del cuadro.

Ahora, no te ras, por favor. Yo no soy un pintor como t. En realidad, nadie es un pintor como t! Mi dibujo tiene un valor cientfico, no artstico. Lo importante es que todos los personajes del cuadro estn en su sitio, exactamente como en el original. Y adems, es importante observar dnde cae el punto de fuga, entre el aposentador de la reina en la puerta y el espejo.

Aarn dej caer su ancho trasero en el silloncito y apoy la tabla sobre la mesa, a la luz verdosa de la lmpara. Picasso pens que aquella versin de Las meninas era una birria, pero no dijo nada. Le urga ms comprender qu haba elucubrado la mente eclctica de su amigo.

Ahora, mira!

Con extremo cuidado, Aarn extendi la hoja de papel de seda con el mapa de Sevilla sobre su reproduccin de Las meninas. Las nueve cruces dibujadas sobre el mapa fueron a sobreponerse encima de los rostros de los personajes del cuadro.

Ves?

Verlo, lo veo. Pero si no me lo explicas, yo

Aarn gru an una frase en hebreo a la que Picasso replic con una imprecacin en francs.

Atento, Pablo! Mira bien! El rostro de cada personaje del cuadro corresponde a un lugar de la infancia o de la juventud de Velzquez. La cruz que indica la casa natal de Velzquez est justo en medio de sus ojos. Del mismo modo, la casa natal de Francisco Pacheco, su maestro, cae exactamente en medio de los ojos de la infanta. El rostro de la dama de la izquierda mira la entrada del taller del pintor Diego Melgar. Y despus, los enanos! Mari Brbola marca la entrada del convento de San Alberto, en el que Velzquez vio por primera vez la Crucifixin de san Pedro de Caravaggio. Nicolasito Pertusato, en cambio, mira el claustro de la iglesia de San Roque, en la que Velzquez admir la Madona de Loreto, tambin de Caravaggio

Aarn, basta! Es una locura!

No es una locura! Cada personaje del cuadro es un punto preciso en el plano de Sevilla. No me mires as! No estoy loco! No es una coincidencia

La mirada de Picasso transmita incredulidad, pero tambin un sentimiento de humana compasin por el amigo.

Pero he aqu lo ms importante: el espejo que refleja a los reyes de Espaa al fondo del cuadro corresponde a la catedral y a la Giralda!

Los ojos del anticuario se haban reducido a dos puntitos incandescentes. Estaba excitado y conmovido. Picasso no estaba ni excitado ni conmovido. No entenda y basta.

Y entonces?

No lo hubiese dicho nunca. Aarn se puso en pie de un salto. Una furia. Agarr una aljaba llena de viejas banderillas, con las que los toreros sangraban a los toros en la plaza de la Maestranza, y la lanz al suelo levantando una nube de polvo.

Es posible que no entiendas? El cuadro est all, en la cripta de la catedral, junto a los dems!

El pintor tosi, sacudiendo la cabeza un poco para alejar el polvo y un poco para no ver la cara alucinada del amigo.

No estoy loco, Pablo! S que tengo razn! El punto de fuga en el cuadro de Velzquez est entre el aposentador y el espejo. Y adems, mira! Si trazas una lnea desde los ojos del aposentador al espejo, cruzas la entrada lateral de la catedral. Bajo esa entrada est el pasadizo que conduce a la cripta

Esta es la historia ms estpida

Pablo, estoy seguro de lo que digo!

Solo son coincidencias

No! No son coincidencias. Si relees con atencin los documentos del Fondo Pacheco, vers que tengo razn!

Picasso no replic. No recordaba, en aquel momento, los documentos del Fondo Pacheco. Se puso a mirar el mapa, pero no le pareca posible

Admitamos que tienes razn. Y recuerda que no estoy convencido. Cmo hacemos para entrar en la cripta y buscar el tesoro? Rompemos el pavimento de la catedral?

Pablo, eres un gran artista, pero no entiendes nada!

Aarn abri otra cajita de la que hizo aparecer un tercer papel. Lo agit ante la cara del pintor.

No tenemos que entrar en la cripta por la iglesia. Hay otro camino. Mira! Este es el plano de los subterrneos de Sevilla. Es de 1492, pero los pasadizos se corresponden perfectamente. Nada ha cambiado bajo nuestros pies! S cmo llegar hasta la cripta de la catedral!

Pablo Picasso trat de respirar, pero no haba aire respirable en aquel lugar.

Bien! Admitamos que tienes razn

Tengo razn!

De acuerdo. Cundo lo probamos?

Cuando t quieras.

Est bien el sbado?

Aarn abri los ojos como platos. La propuesta era irreverente. Cmo puede proponrsele a un judo observante trabajar durante el shabbat?Hagmoslo el mircoles prximo, a las nueve.

Por qu el mircoles?

Primero tengo que procurarme las herramientas. Necesitamos linternas, lmparas, dos piquetas, una palanqueta y otras cosas que no te voy a decir!

De acuerdo. El mircoles, a las nueve.

Puntual.

Naturalmente! Puntual.

Picasso sali de la tienda ms desorientado que nunca. El espectculo de Aarn le haba parecido una payasada. Sin embargo Una de dos: o Aarn Schilton haba metido la pata hasta el fondo, o haba dado en el clavo. Dada la estima en que tena al anticuario, Picasso decidi ser generoso: sesenta a cuarenta que se equivocaba.

El hecho era que el pintor se estaba atormentando desde haca meses con unos documentos a menudo indescifrables. Haba hecho progresos, pero no haba conseguido resolver el ltimo enigma. El ms importante. Antes de tirar la toalla, no obstante, haba querido recurrir a la ayuda del amigo. Y he aqu que Aarn, en un santiamn

Picasso regresaba al hotel tan absorto en sus pensamientos que, cuando se cruz con una ronda, casi se alegr de que lo identificase. Lo acompaaron y l, agradecido, invit a los guardias a una cerveza.

2

Roma, julio de 2006El estmago haba comenzado a runrunear cada vez con mayor frecuencia. Era lo que quera. Se haba saltado el almuerzo para reservar todo el apetito para el pato asado del maestro Liu: la obra maestra de la cocina pekinesa. Una ojeada al reloj. Las ocho menos veinte de la tarde. A las ocho y cuarto, el comisario Flavio Bertone estara sentado en su mesita exclusiva del restaurante de la va San Martino ai Monti. All iba desde haca seis meses todas las noches y an no se haba cansado. De aquel restaurante le encantaba todo, no solo la cocina, sino tambin el mobiliario, el pster de Mao, la Gran Muralla, los dragones, la foto de los vips, de los que el comisario reconoca escasamente a tres, las graciosas camareras con el flequillo, los shorts y la camiseta escotada y, sobre todo, al comisario le complaca que lo consideraran de la familia. Lo llamaban doctol. Le sonrean con la tpica cortesa de los chinos. Eran sonrisas formales, de acuerdo, pero para el comisario se haban convertido en un tnico formidable, exorcizaban la soledad y adems le daban la ilusin de ser querido o, en todo caso, tolerado.

Bertone solo regresaba a casa para dormir. Desde que su mujer, Giuliana, lo haba dejado, no soportaba comer solo. Haba probado a hacerlo los primeros tiempos. La ensalada, una Simmenthal1. Despus encenda el aparato de msica, se pona los auriculares y escuchaba viejos discos de Genesis. Estaba obsesionado con The Lamb Lies Down on Broadway, un disco doble que la banda inglesa public en el setenta y cuatro. En particular, cantaba una y otra vez una cancin bellsima e incomprensible con el ttulo The Carpet Crawlers. Se hipnotizaba solo con aquella meloda apasionante y dolorosa. Mientras tanto, destapaba una botella de vino, o dos ms bien. Beba sin pensar si traspasaba el lmite. Cantaba, lloraba, rea, hablaba solo. Despus caa redondo en la cama. Dorma una media hora y se despertaba con la cabeza a punto de estallarle. Iba al despacho afrontando las miradas de conmiseracin de los compaeros. Todos saban que al doctor Bertone lo haba dejado su mujer y que por la noche se consolaba con el bianchello del metauro2. Se senta ridculo. No se soportaba. Haba perdido todo atisbo de autoestima. Quiz Giuliana haba tenido razn al dejarlo para cambiar de vida. Giuliana mereca un hombre digno de tal nombre

Doc, bajo a fumar! Si necesita algo

El inspector Pizzo haba metido la cabezota nariguda en el despacho del comisario. Lo haca desde unos meses atrs. De vez en cuando iba a controlar que su superior no se hubiese transformado en una estatua de sal o que la crisis existencial no degenerara hasta el suicidio. Era muy atento, Pizzo. Una atencin excesiva, pero sincera, que Bertone toleraba con paciencia.

No necesito nada, gracias! Son casi las ocho, puedes irte a casa.

Estoy de servicio, comisario!

S, era cierto. Desde que el inspector Cacace estaba de vacaciones, Pizzo haca las noches en la comisara del Esquilino. Y no le disgustaba en absoluto. Se pona delante del ordenador a beber cerveza. Navegaba por Internet y se fumaba dos paquetes de cigarrillos sin que nadie le tocase las pelotas.

Bajo contigo!

Se puso la chaqueta y alcanz al inspector en la escalera.

Tiene alguna orden para m, comisario?

No. Cacace?

Est de vacaciones.

Ya lo s. Cundo vuelve?

Maana.

Salieron juntos a la acera de la va Petrarca. En la esquina con el bulevar Emanuele Filiberto se separaron. Pizzo entr en el bar cafetera, una segunda oficina para los policas del barrio. Bertone continu hacia la plaza Vittorio. Eran las ocho y cinco. Faltaban diez minutos para la cena. El estmago refunfuaba con fuerza y los pensamientos eran como las piezas perdidas de un puzle: rebotaban entre las paredes internas del crneo en un vrtice catico que le provocaba angustia.

Miraba las muchas caras de la multitud cosmopolita de la plaza Vittorio. No se fijaba en nadie. Chinos, cingaleses, pakistanes. De dnde venan todas aquellas almas perdidas? Qu hacan? Cmo vivan? En pocos aos, en el Esquilino, Bertone haba visto a gente de todas las razas suplantar a los viejos romanos, apropiarse del mercado, de los jardines, de las tiendas, de los stanos. Ahora el barrio bulla de asiticos, de centroamericanos, de brasileos. Una babel de lenguas, de olores diversos, de colores. Tambin el trabajo de la polica haba cambiado: da y noche controlando pasaportes, permisos de residencia, intensificando el asedio a la mafia china; y despus estaba el trfico de drogas de Colombia y de Venezuela, la prostitucin organizada por las mafias blgara y rumana, las mercancas ilegales que venan de Hong Kong y de Manila En pocas palabras, una casa de putas.

Por fortuna, a Bertone le gustaba su trabajo. Le gustaba aquella casa de putas. Pensaba que toda aquella amalgama estallara de repente. Un da u otro, el Esquilino saltara por los aires. Lo importante era encontrarse preparado.

Lleg a la va del Statuto y se encontr de cara con el sol cegador del ocaso. Nada podan las falsas Ray-Ban compradas por cinco euros al nigeriano Omar. Con los ojos reducidos a dos rendijas, se dio de bruces con una especie de armario en camiseta. Despus se quit la chaqueta y se la ech a la espalda. En la va Merulana atraves la calzada y gir hacia la derecha. Casi haba llegado. Estaba a punto de bajar el teln sobre una bella y clida jornada de julio.

Era un horario perfecto para la cena. Perfecto. Despus de haber comido volvera a casa y evitara cualquier exceso. Deba tomar un somnfero y tratar de dormir. Basta, ya no era posible gastar medio sueldo al mes en comprar cajas de vino mediocre, aunque fuese de las Marcas, para trasegarlo como si fuese agua. Tampoco el hgado poda ms. Deba controlarse. Y basta tambin con la monotona de Genesis, basta con la melancola de la msica de los aos setenta, basta de recuerdos, de soliloquios nocturnos. A propsito, qu vergenza, los vecinos haban protestado

Basta! Precisin en los horarios, comidas regulares, no ms vino. Mejor la cerveza! Una nueva existencia. Desolada, quiz. Pero digna. Era una terapia tambin. Deba prefijarse unos objetivos mnimos. Una vida ms ordenada. Deba aprender a quererse mejor. He ah la clave: quererse mejor.

Dio un profundo suspiro contemplando la fachada de Santa Maria Maggiore y la columna en el centro de la plaza con la virgencita de bronce, que a aquella hora se encenda con reflejos de oro. Se imagin ms alto y ms hermoso. Seguro de s. En el filme que haba comenzado a imaginar, era l quien, a la vuelta de la esquina de la va San Martino ai Monti, se encontraba con Giuliana. Oh, hola, Giuliana! Qu sorpresa! Cmo ests? Te he amado mucho, pero ahora ya no me haces dao Goodbye! Le habra brindado una sonrisa oblicua de actor americano y despus la habra dejado plantada en la acera. Un poco como Paul Newman y ella, en cambio, una Charlotte Rampling al final de Veredicto final de Sidney Lumet Una mujer destruida por haber traicionado a su hombre Una mujer devastada por sentimientos de culpa. Una mujer Pero qu digo una mujer, un trapo

Bertone dobl la esquina de la va San Martino ai Monti y, naturalmente, no encontr a Giuliana, sino solo un corro de chicos que esperaban turno para entrar en el restaurante chino. El cortometraje teraputico haba acabado. Bertone no tena que esperar ningn turno, tena su mesa reservada. Estaba en perfecto horario y tena hambre. Le esperaba el pato asado del mejor cocinero del mundo.

1 Ensalada con carne de vacuno de raza Simmenthal. (N. del T.).

2 Vino blanco, con denominacin de origen, de la provincia italiana de Pesaro y Urbino, en la regin de las Marcas. (N. del T.). 3

Llam a Maria, la joven y graciosa camarera china, y pidi otra porcin de pato asado. Le haba gustado mucho: crujiente y deliciosamente caramelizado por fuera, blando y perfumado por dentro. Una obra de arte. Despus de una jornada de trabajo en la comisara, le llegaba el regalo, la merecida recompensa. Era feliz. Se senta atravesado por una euforia inmotivada, casi infantil. Pens que su existencia era as: horas y horas encerrado en el mutismo provocado por un estado depresivo tan latente como pernicioso y despus, de repente, un golpe de alegra, de chispeante entusiasmo. Una llamarada breve en el desierto de cenizas que era su vida. No haba lgica en aquel comportamiento. Sobre todo, no eran los acontecimientos los que determinaban su estado de nimo. El pato estaba bueno, de acuerdo, pero no tanto como para justificar aquel reflujo de optimismo que pareca salirle del estmago. Mir a la bella Maria, su sonrisa cordial, la piel blanqusima. Baj los ojos y se la imagin desnuda, con los senos duros y puntiagudos, sentndose sobre l en un abrazo sexual largo, extenuante, inolvidable.

De repente, se avergonz de aquella fantasa ertica. Maria poda muy bien ser su hija. Era una bella muchacha de Shanghi crecida en el Esquilino y l, un cabrn molisano de casi cincuenta aos con un matrimonio fallido a sus espaldas.

Pidi otra cerveza y esper el bis de pato asado. Maria se lo llev sin sonrer y Bertone evit la mirada. Quiz la muchacha haba intuido, quin sabe cmo, sus pensamientos lascivos Era absurdo, naturalmente. Sin embargo, bast esto para hacer que la segunda porcin no fuese tan buena como la primera. El encanto haba terminado, la llamarada se haba extinguido. Se volva, en resumen, a la grisura.

Sinti la vibracin del mvil. Mir el nombre en la pantalla y resopl.

Qu pasa, Pizzo?

Un homicidio.

Dnde?

Va Bonghi, 64. Tercer piso. Es un profesor universitario Aqu dentro esto es un caos

Dnde ests t?

Estoy en el apartamento, en la va Bonghi Es un caos

Bertone cort la comunicacin. Se levant. Sac la cartera del bolsillo posterior del pantaln. Dio a Maria cuarenta euros.

Es demasiado!

No, est bien. Estaba buensimo!

Agarr la chaqueta y sali a toda prisa del local que, a aquella hora, estaba lleno de gente. Diez euros de propina eran, s, demasiados, pero deba hacerse perdonar las desviaciones erticas.

Empez a caminar velozmente. A ratos, corra. Por fortuna, la calle era toda cuesta abajo. Poco le falt para resbalar en la acera delante del teatro Brancaccio. Las suelas de cuero estuvieron a punto de traicionarlo. Senta el sudor que le corra por todas partes. La camisa, bajo las axilas, estaba enormemente manchada. Se arrepenta de haber bebido tanta cerveza. Con aquel calor, un bao de sudor era inevitable. Recorri casi toda la va Merulana y despus, en la esquina con la va Bonghi, torci a la derecha. Empezaba la subida y esto no era bueno porque los muslos le dolan, jadeaba y el pato quera salrsele del estmago, recomponerse en la boca y despus, quiz, levantar el vuelo hacia China.

Vio las luces azules de los dos coches patrulla delante de un edificio de estilo liberty reestructurado poco tiempo antes. El agente Cipriani observ al comisario, que se encaminaba a la subida, y fue a su encuentro.

Seor comisario, el tercer piso.

Hizo solo un gesto con la cabeza, para hacerle ver que haba entendido. Entr por el gran portn advirtiendo la desagradable sensacin de la camisa pegada a lo largo de toda la espalda. Habra querido darse una ducha y, en cambio, tena por delante tres pisos de escaleras porque algn colega imbcil haba bloqueado el ascensor.

Gru y se dispuso a escalar su Glgota. En el primer piso estaba parada una vieja vestida con un chndal rojo y rulos.

Madre ma! El pobre profesor Natoli Es cierto?

No s nada, seora. Entre en casa! resopl.

La vieja se qued all aferrada al pasamanos de madera. Tena los dedos arrugados y con abundantes anillos.

Bertone apret el paso. En el segundo piso no se vea a nadie. Ley las placas. Un notario y un abogado. En el tercero, estaba la nariz de Pizzo.

Doc, un caos!

Djame ver

Dos agentes vigilaban la entrada.

Todo bien, doc?

S, gracias, muy bien!

Recorrieron el pasillo lentamente. Bertone miraba siempre con atencin el mobiliario de todas las casas. Estaba convencido, no sin razn, de que las cosas de las que se rodea cada uno son poco o mucho el espejo de la personalidad.

A la derecha, una puerta daba a una pequea cocina ordenada y sin pretensiones. La cocina de un single. Dos muebles de cocina, una mesita, dos sillas, la placa, el microondas, una parrilla con tazas colgadas de todas las formas y colores, nada ms.

Comisario, el muerto est en la sala!

Ya voy, Pizzo!

A la izquierda, se abra una habitacin sencilla y un poco triste. Una cama de matrimonio, un armario, dos mesillas de noche, un silln, una silla y un espejo grande.

Tambin el bao alicatado en azul celeste era normalsimo. Ordenado, como la cocina. Baera en vez de ducha.

El muerto, comisario Aqu!

Una puerta al fondo del pasillo daba paso a un saln que deba de ser tambin el estudio de la vctima.

El espectculo era impresionante. Pareca que en aquella estancia hubiese estallado una bomba. No haba quedado nada en pie. El escritorio y las sillas haban sido volcados. La misma suerte haban corrido las dos elegantes butaquitas Frau. El aparato de msica haba sido arrancado de su mueble y tirado al suelo. Junto a un caballete de pintor, haba un gran lienzo blanco rasgado en el medio y con un lado a lo largo de la tela destrozado. Dos curiosas esculturas modernas en hierro sin pulir y cristal de color haban sido catapultadas contra un sector de la librera y haban cado al suelo explotando en una galaxia de aicos.

La librera que forraba las cuatro paredes del saln, del suelo al techo, era lo nico que an estaba en su sitio, aparte de un montn de libros que haban acabado en el suelo.

El comisario camin de puntillas entre los restos y se acerc al cadver, incrustado entre una de las butacas y un puf naranja.

Un hombre de estatura media, un poco calvo, entre cincuenta y sesenta aos. Pantaln azul y camisa blanca. Un mocasn marrn en el pie derecho; el otro lo haba perdido con toda probabilidad en la lucha, que deba de haber sido violentsima.

Se llamaba Vitaliano Natoli. Era profesor universitario. De filosofa! Pizzo susurr la frase a volumen bajsimo, por respeto, quiz, al rango intelectual de la vctima.

En contraste, Bertone casi chill:

Quin llam a la polica?

El otro hizo un gesto con la mano a un agente que dej el umbral del saln para acercarse, tambin l de puntillas.

El agente Crocitti era preciso. Le gustaba informar. Se quit la boina de uniforme y comenz a hablar.

Recibimos una llamada del vecino a las veinte cincuenta. Tambin l profesor, pero de economa. Es docente en la universidad del Campobasso; ensea estadstica

Lo esencial, Crocitti, lo esencial!

Bertone se haba arrodillado para observar los cardenales.

S, seor comisario! El profesor Claudio Lupi, hacia las veinte treinta, oy ruidos muy fuertes y gritos que provenan del apartamento del profesor Natoli. Se asust y corri al descansillo a llamar a la puerta del vecino. Nadie le abri. Los gritos eran demasiado fuertes y, evidentemente, no oyeron el timbre

Oy lo que decan?

Lupi dice que solo gritaba el profesor Natoli. Auxilio! Socorro!. Eso deca!

Dnde est ahora Lupi?

En su casa. Quiere hablar con l?

Ms tarde. Gracias, Crocitti, por ahora est bien as.

Crocitti se qued all muy mal. Habra querido continuar su informe, estaba yendo muy bien, pero, con un gesto de la mano, Pizzo lo envi de nuevo a montar guardia a la puerta y despus se inclin hacia el comisario.

Ha sido estrangulado.

Ya lo veo, Pizzo, ya lo veo!

Bertone se levant antes de que alguna gota de sudor cayese sobre la frente del cadver, comprometiendo el trabajo de la Cientfica.

Hace calor, eh!

Era la vocecilla del doctor Marino Ghinassi, de la Polica Cientfica. Ni Pizzo ni Bertone se haban percatado de su llegada. Ghinassi se haba materializado a sus espaldas y ya haba extrado de su cartera los guantes de ltex.

Tentativa de hurto terminada en tragedia!

El comisario no soportaba que se diera el aire de comprender siempre todo al vuelo.

Cmo dice?

No es aquello una caja fuerte?

Ghinassi tena razn. Bertone no se haba dado cuenta an, pero detrs de uno de los estantes, del que se haban retirado los libros, se entrevea una puerta empotrada en la pared.

Pizzo ech una ojeada sumaria a la caja fuerte y despus se volvi a Bertone ignorando por completo a Ghinassi, que ya estaba inclinado sobre el muerto.

Est cerrada! Nadie la ha forzado.

La voz del mdico forense le hizo al comisario el mismo efecto de las uas que araan un tablero de pizarra.

No han tenido tiempo! La vctima ha sorprendido al ladrn mientras husmeaba en el apartamento. Han luchado, formando un gran jaleo. El ladrn se ha convertido en asesino, porque, por las seales que veo en este cuello, ha estrangulado a la vctima, y despus ha salido a escape!

Por la ventana!

El comisario haba dicho Por la ventana!, pero a todos les pareci haber odo: Cllate, cretino!.

Ghinassi no se inmut. Desvi la atencin del cadver, examin con calma a Bertone y, un poco en oblicuo, recobr su sonrisa irritante.

Recuerda, comisario, a aquellos dos acrbatas rumanos que desvalijaban los apartamentos? Para uno as sera un juego de nios saltar del tercer piso abajo.

Ponindose en pie, Ghinassi se acerc al nico ventanal del saln y se asom para mirar abajo. Pizzo dej la caja fuerte y volvi al lado de Bertone, en el centro de la estancia.

Ve? Ventana abierta. Canaln a no ms de dos metros. Patio interior. Ah est! El juego est hecho!

Pizzo agarr el brazo del comisario por miedo a que se lanzase contra el mdico para tirarlo por la ventana.

Tambin Ghinassi intuy que se haba pasado de la raya porque se puso serio y enrojeci. Fingidamente humilde, volvi a agacharse sobre el cadver.

Qu quiere? Bertone haba visto por el rabillo del ojo al agente Crocitti, que estaba con el dedo ndice de la mano derecha levantado.

Comisario, querra referirle un detalle

Habla!

Crocitti se acerc, como antes, de puntillas.

Quera decirle Trag rpidamente y continu. Lupi me dijo que haba sido amigo de la vctima. Se conocan bien. El profesor Lupi est casado y tiene un hijo que estudia Economa en Oxford, mientras que la vctima no tena hijos

Y entonces?

Lo que quiero decir es que, en resumen

En resumen?

El profesor Lupi dice que, en resumen Crocitti, buscando las palabras justas, se rascaba continuamente la cabeza detrs de las orejas. Dice que su amigo, en resumen el profesor Natoli era gay! No era un misterio para nadie. Todos saban que Natoli tena ciertos gustos!

Cuanto ms se esforzaba Crocitti por ser preciso, completando las palabras con los gestos, ms asuma el comisario una expresin casi idiota. En realidad, sufra por el pato asado que tena atravesado en el estmago y que ahora haca que le faltase la respiracin. Los ojos vacos de Bertone corran el riesgo de hacer perder el hilo del discurso a Crocitti, que trag an otra vez, se pas la mano por el pelo, previniendo la protesta del comisario y, en marchigiano3 estricto, acab el discurso.

En suma, el compaero de Natoli se llama Diego Ribonskij. Se escribe ri-bo-ene-ese-chicolacappa4-i larga! Me lo ha dicho el profesor. Qu fuerte! Es un actor bujarra, de padre polaco y madre italiana. Lupi lo conoce bien. Se lo ha encontrado muchas veces Dice que es simptico!

Delito pasional!

Ghinassi, naturalmente.

Bertone se irgui. Cerr los ojos con una mueca de dolor, como si hubiese recibido una pualada en el hgado. Pizzo estaba alterado. Tema un grito, una blasfemia, pero, por fortuna, no ocurri nada.

El comisario hizo dos respiraciones profundas. Dio las gracias a Crocitti, que volvi voluntariamente a hacer compaa a la jamba de la puerta, y despus mir con aire cansado al inspector Pizzo. Pasaron al menos diez segundos durante los que el bochorno del inspector alcanz cimas nunca alcanzadas en diez aos de carrera junto al comisario.

Qu hacemos? Buscamos al tal Diego Ribonskij?

Busca a Ribonskij! Busca lo que quieras!

Bertone haba estado tan triste que Pizzo experiment casi compasin. Se encamin hacia el pasillo con la esperanza de que Ghinassi optase por un prudente silencio; de lo contrario, se arriesgaba a recibir un puetazo en la cabeza.

Desde su punto de vista, Bertone necesitaba una coca-cola helada. Tena sed y quera digerir. No tena ningunas ganas de hablar con el vecino, el profesor Claudio Lupi, tan bien informado sobre los gustos sexuales de Vitaliano Natoli. Crocitti ya haba hecho su trabajo. Pizzo se ocupara de Ribonskij. El magistrado an no haba hecho acto de presencia, mientras que el questore5 estaba en una de sus habituales recepciones mundanas. Lo mejor que poda hacer era bajar al bar de la va Merulana y beber una coca-cola, evitando as quedarse en compaa de un cadver con la lengua fuera y de Ghinassi que, con una palabra ms, se arriesgara a tener el mismo fin.

Se meti la camisa dentro del pantaln. Continuaba mirando a su alrededor sin ver nada. Mandar a tomar por el culo a Ghinassi le servira tal vez para descargarse, pero se contuvo. Dio la vuelta al caballete de pintor y se acerc a la librera. Comenz a echar una ojeada a todos aquellos volmenes. Eran casi todos textos de filosofa: Platn, Aristteles, Pico della Mirandola, Plotino y adems Bacon, Voltaire, Kant, Hegel, Kierkegaard, Croce, Heidegger, Foucault, Bataille, Derrida Estaban todos. Los clsicos, los modernos y los posmodernos. Todo el pensamiento filosfico occidental. Libros, folletos, ensayos crticos, manuales de toda clase, sobre todo ensayos de esttica. En un estante estaban reunidos solo libros con la firma de Vitaliano Natoli. Tom uno en la mano y comenz a hojearlo. Era un estudio sobre la simbologa pictrica en Magritte.

Le bastaron tres lneas para comprender que era mejor volver a ponerlo en su sitio.

Se volvi hacia la ventana y observ que, en el suelo, cerca de un segundo puf de color caqui, haba carpetas de cartulina esparcidas de las que sobresalan numerosos dibujos en tinta china. Con un rpido movimiento que sobresalt a Ghinassi, concentrado an en palpar al muerto, se inclin sobre las hojas. Las recogi y las examin con atencin.

Eran estudios refinados y complejos sobre un clebre cuadro de Diego Velzquez, Las meninas: luz, lneas de perspectiva, figuras, llenos y vacos. Estudios raros, en suma. El original del cuadro, para no perder el norte, estaba fielmente reproducido sobre la cubierta.

Bertone dej las hojas y las carpetas y se concentr en cambio en los libros cados en el suelo. Pareca que aquellos volmenes hubiesen sido derribados de sus baldas por una fuerza rabiosa. Mir los estantes que haban quedado vacos e imagin que, durante la lucha furibunda, el asesino haba tirado deliberadamente al suelo aquellos volmenes, quiz en el ardor de buscar algo. Quiz la caja fuerte, como sostena Ghinassi.

Se inclin y comenz a leer los ttulos.

Joel Snyder y Ted Cohen: Riflessioni su Las meninas: il paradisso perduto. Vitaliano Natoli: Il segreto di Las meninas di Velzquez. Stefano Catucci: Las meninas. Michel Foucault: Les mots et les choses. John R. Searle: Las meninas e i paradossi della rappresentazione pittorica. Miriam Iacomini: Michel Foucault tra pittura e letteratura. Svetlana Alpers: Interpretazione senza rappresentazione, ovvero guardando Las meninas. Jos Gudiol: Velzquez. Madlyn Millner Kahr: Velzquez, The Art of Painting. Leo Steinberg: Las Meninas. Other Criteria Y aun, Vitaliano Natoli: Las Meninas. The Ways of Paradox.

El asesino, en su furia, deba de haber tirado al suelo todos los libros de un estante, evidentemente escogidos por su argumento.

Bertone dirigi la mirada hacia el fondo de la estancia. Cerca de la puerta del bao haba otras dos baldas arrasadas por el asesino, que haba arrojado los libros. Se inclin. Los recogi. De nuevo Velzquez

Pablo Picasso: Variazione su Las meninas. Leo Steinberg: Las meninas di Velzquez. Johathan Brown: The Meaning of Las Meninas. Mary Crawford Volk: On Velzquez and the Liberal Arts. Jos Manuel Pita Andrade: Vita e opere di VelzquezSe puso a caminar siguiendo el permetro de la estancia con Ghinassi, que lo espiaba de soslayo, trajinando con una cmara fotogrfica.

Bertone observ una panormica de los libros en el suelo y de los que quedaban en los estantes. De vez en cuando se detena. Tocaba con los dedos los lomos de los volmenes y lea ttulo y autor.

Era evidente. El asesino solo haba desencadenado su clera sobre los textos que hablaban de un nico argumento: Diego Velzquez y su cuadro Las meninas.Comisario, si contina tocndolo todo, yo qu he venido a hacer?

Todava Ghinassi. Y, sin embargo, esta vez tena razn. El comisario haba diseminado por la estancia sus huellas digitales. Se haba comportado como un idiota. Por partida doble. Porque, despus de haber tocado todos aquellos libros y dibujos, ahora estaba balbuceando excusas dirigidas al mdico forense. Presentar excusas a Ghinassi, inadmisible! Se senta un idiota. Se odiaba. Quera una coca-cola. Una coca-cola, rpido

No conseguimos encontrar a Diego Ribonskij.

La nariz de Pizzo haba reaparecido de repente entre la jamba y el agente Crocitti. Bertone no le respondi. Mir abajo, entre los restos del mobiliario esparcidos por todas partes. Lo haba visto poco antes, y ahora aqu estaba de nuevo: un telfono mvil, encajado bajo el mueble del aparato de msica.

Se lo indic a Ghinassi con tono afectado, excesivamente profesional.

Cjalo usted, que tiene guantes. Debe de ser del profesor Natoli. Busque Diego o Ribonskij en la agenda. Dele el nmero al inspector Pizzo.

Ghinassi cumpli la orden sin comentarios mientras el comisario alcanzaba rpidamente la salida reservando las ltimas palabras al inspector:

Estoy en el bar de la va Merulana.

3 Dialecto de las Marcas. (N. del T.).4 Lase: kicolacappa. (N. del T.).5 Jefe policial ms o menos equivalente al jefe superior de Polica en Espaa. (N. del T.). 4

Para m es una fea historia de maricones!

Alvaro Mostocotto haba pronunciado la sentencia. Plcidamente succionado por la blandura del silln giratorio de piel negra, el questore de Roma haba dado rienda suelta a su inconfundible y satisfecho acento salernitano, con la esperanza de que su amigo y excompaero de estudios Flavio Bertone se convenciese de que deba dirigir las investigaciones siguiendo la pista pasional.

Los dos se conocan muy bien. Eran coetneos y haban asistido a la misma facultad de Derecho. Pero Bertone era mucho ms capaz que Mostocotto. Los treinta e lode6 del primero no eran comparables con los veinte, veintids, mximo veintitrs del segundo.

Como sucede a menudo en la vida, pero an ms en Italia, Bertone, gracias a su capacidad, se haba convertido en un simple comisario. Mostocotto, en cambio, se haba subido al tren adecuado. Vena de una familia muy influyente de Salerno. El padre haba sido durante aos diputado democristiano; durante una legislatura, tambin subsecretario del Interior; despus, con Tangentpolis7, se haba retirado de la poltica sin que su imagen pblica se resintiese demasiado. El to de Mostocotto era an un personaje importante del alto clero del sur de Italia, obispo emrito de no se sabe qu dicesis de la Campania.

Los influyentes y numerosos parientes de Alvarino como lo llamaba su madre a pesar de los aos y de sus ciento cuatro kilos se haban empleado a fondo para que pudiera hacer carrera, pero adems, a fuerza de presiones y recomendaciones, haban conseguido encajarlo en el cmodo silln giratorio, de piel negra, desde el que ahora miraba, con la suficiencia de quien se lo ha ganado, al excompaero de universidad Flavio Bertone, molisano de Trmoli y de padre obrero. Listo, era listo, Bertone. Pero demasiado reflexivo: un incordio! Y demasiado tmido para poder aspirar a cargos de alta responsabilidad.

Hazme caso, Flavio, interrogad a aquel actor maricn, cmo se llama?, Ribonskij, el amante de la vctima. Vers que no tiene coartada Confesar, vers.

Lo estamos interrogando, en este momento lo tienen Pizzo y Cacace, pero, creme, este caso me parece ms complejo Es solo una sensacin, pero

El corpachn de Alvarino Mostocotto dio un salto de impaciencia. El silln emiti un gemido. La papada tembl un instante y despus se recompuso volviendo a conferir al questore de Roma el aspecto severo requerido por su alto papel institucional.

Mi querido comisario IngravalloCiertamente, ni Mostocotto ni Bertone haban ledo nunca entero El zafarrancho aquel de va Merulana, pero una vez, en la poca de la universidad, haban visto juntos en un cine frum Un maldito embrollo, la pelcula de Germi, de la novela de Gadda. El filme les haba gustado muchsimo a ambos, sobre todo por la interpretacin de Pietro Germi: perfecto en el papel del molisano Ingravallo, comisario jefe del Esquilino. Cuando, muchos aos despus, el molisano Bertone se haba convertido en comisario del Esquilino precisamente, Alvaro, para subrayar la coincidencia, haba empezado a llamarlo como el protagonista de la novela y de la pelcula.

el juez Valentini ha autorizado la autopsia, pero me parece que no hay duda. T mismo has visto el cadver. El profesor Natoli ha sido estrangulado. A Ghinassi no le cabe duda y Ghinassi es listsimo, t lo sabes

Listsimo, es decir lameculos, pens Bertone.

parece que la vctima no tena enemigos, era una persona apacible y querida, me lo has dicho t mismo. Los vecinos lo han descrito como educado y amable.

S, es verdad.

Oh, mi buen Ingravallo! Y adems, si ha habido un intento de hurto, el ladrn era un perfecto idiota. No haba objetos de valor en el apartamento, aparte de los libros que, ciertamente, no constituyen un atractivo para los ladrones. Qu pasa entonces? Como no encuentra nada interesante, en vez de escapar, lo destroza todo y estrangula al dueo de la casa. Es posible, pero poco probable. Habis comprobado si falta algo?

Bertone se esforzaba por parecer dcil, pero le herva la sangre por tener que sufrir una leccin de mtodos de investigacin de aquel burro de Alvarino Mostocotto.

Esta maana hemos llevado al apartamento a la mujer de la limpieza, una filipina que trabajaba para Natoli desde hace tres aos. Lloraba a moco tendido, estaba muy apegada al profesor. Hemos tratado de que se concentrase, pero, despus de una atenta inspeccin, nos ha dicho que, segn ella, no falta nada.

Has visto? Querido Flavio La cita gaddiana, con gran alivio de Bertone, haba terminado. El asesino y la vctima se conocan. Es seguro. Y aqu volvemos al punto de partida: es una fea historia de maricones!

Puede ser, pero

Es as y basta. Hazme caso.

Con eso, Alvarino cerr definitivamente la discusin con su excompaero de estudios. Listo cuanto quieras, pero dubitativo. Irritante, adems.

Ech el peso del cuerpo sobre el brazo del silln y cambi el discurso.

Quieres un caf?

No, gracias. Lo he tomado antes de venir aqu.

Bertone se levant, muy feliz de volver a la comisara del Esquilino.

Bueno, si no hay nada ms, me marcho

Te sugiero que le apretis las clavijas a Ribonskij!

Vale, te tengo informado.

Haba puesto ya la mano en la manija de la puerta cuando lleg la pualada a traicin.

Cmo est Giuliana?

Imposible que Mostocotto no lo supiese. Toda la Polica de Roma saba que a Flavio Bertone lo haba dejado su mujer. El comisario del Esquilino est completamente ido, as murmuraban los bien informados, se ha convertido en un zombi, no da una a derechas, habla poqusimo, est deprimido, mejor dejarlo estar. Y por qu? Qu le ha pasado? Cmo? No lo sabes? Si lo sabe todo el mundo! Lo ha dejado la mujer Se ha enamorado de otro, un abogado de Catania. Y l? l est hecho cisco. Se ha dado a la bebida, si contina asLo saban todos.

No lo s, estamos separados.

Ah! Perdona, no lo saba.

Embustero, infame, recomendado de mierda, vil, idiota, burro, ignorante.

Sali del despacho con la cabeza baja. El palo gratuito y asestado a traicin le haba hecho doblar el cuello. Recorri el pasillo de la jefatura sin conseguir quitarse de los ojos la imagen de Alvarino, que se rea de las desgracias ajenas.

Volvi a levantar la cabeza esforzndose por caminar derecho. Baj la escalera casi a la carrera. Tena prisa por volver al trabajo.

Fuera haca al menos treinta y cinco grados: una Roma asolada, polvorienta. El cielo era de un azul claro, uniforme. El da justo para ir al mar.

A la comisara! orden, quitndose la americana y subiendo al coche oficial.

El agente Cipriani tir el cigarrillo al suelo, abri la puerta y se sent en el asiento del conductor.

Bertone, quitndose tambin la corbata, se sumi en el ya habitual mutismo con el pensamiento en un hermoso da de algunos aos antes. Era al final de julio, como ahora, y Giuliana acababa de hacer un examen, otro treinta e lode: era listsima, Giuliana, y guapa. Para celebrarlo, Flavio haba pasado a recogerla debajo de casa con su Panda oxidado y casi sin frenos, pero solo tenan que llegar a Torvajanica. Un da en el mar solo para ellos. Sin dinero pero felices.

Mientras l conduca, Giuliana hablaba y rea, radiante en su vestido de algodn con flores rojas y naranjas que dejaba adivinar unos senos pequeos, pero bien formados, que desafiaban orgullosamente la fuerza de la gravedad.

Haban girado en el cruce de Pratica di Mare; despus, tras haber rodeado el recinto del aerdromo militar, haban enfilado la carretera del litoral. Un seor, recin salido del agua, recorra el sendero entre las dunas, acercndose a la carretera.

Giuliana lo haba reconocido de inmediato.

Para, para! Es Ugo Tognazzi!

Flavio haba frenado y ella estaba con medio cuerpo fuera del coche. Tognazzi no pareca molesto; en realidad, estuvo cordial con aquella chica tan impetuosa y guapa. Haban intercambiado unos golpecitos y despus se haban saludado con un abrazo, como viejos amigos. Flavio observaba la escena, protegido por el parabrisas del coche, sintindose el hombre ms afortunado del mundo: Giuliana era verdaderamente una fuerza de la naturaleza, una mujer llena de vida, una mujer para casarse con ella

Por la tarde, despus de haber tomado una pizza en un local de San Lorenzo junto con un amigo de Flavio, un chavalote de Salerno, un muchachote inofensivo y solo un poco desafortunado que responda al nombre de Alvaro Mostocotto

Hemos llegado.

El agente Cipriani detuvo el Alfa Romeo azul delante de la entrada de la comisara del Esquilino, en la va Petrarca. Bertone regres a la realidad.

Baj del coche, se puso la americana, trag, reprimiendo en la garganta el mal humor de una maana desgraciada, y entr en la comisara con la cabeza alta.

6 En Italia, mxima calificacin acadmica en un examen (30/30), incrementada por la mencin e lode (cum laude). (N. del T.).7 Famoso caso de corrupcin que sacudi la poltica italiana en los aos noventa del siglo XX. (N. del T.). 5

Os lo ruego, dejadme tranquilo!

Diego Ribonskij haba perdido todo residuo de dignidad. Lloraba, sollozaba, maldeca, grua, ladraba. Un festival de sonidos roncos salpicados con lamentos y gorgoteos de toda clase. El inspector Pizzo pens que era verdaderamente un actor formidable. Ribonskij ya haba consumido tres paquetes de kleenex, haba bebido media botella de agua mineral y dos cafs, pero no haba habido manera de calmarlo o, al menos, de hacer que dijera algo.

El inspector Cacace, un individuo corpulento, duro, calvo, con las espaldas y los brazos robustos, estaba ante la ventana abierta del despacho con la expresin de quien est a punto de perder la paciencia.

Tranquilcese, por favor. Trate de recordar a las personas con las que habl ayer por la tarde. Bien, usted sali de casa hacia las ocho

S, se lo he dicho Eran las ocho.

Antes de salir, sin embargo, telefone al profesor Natoli, su compaero.

Al pronunciar la palabra compaero, Cacace haba imprimido a la voz una nota de desaprobacin que no le pas desapercibida a Ribonskij y que haba puesto en apuros tambin al inspector Pizzo. Pero Cacace era as. No le gustaban los homosexuales y le irritaban los extranjeros. La suerte lo haba destinado a la comisara del Esquilino, el barrio multitnico por excelencia. Un da haba tratado tan mal a un chino que este haba reaccionado ponindole las manos encima. Para qu ms! Cacace se transform en un toro desencadenado. Tuvieron que pararlo entre cuatro.

Ribonskij se son la nariz por ensima vez y respondi a la pregunta de Cacace con la mirada fija en Pizzo, sentado delante de l.

S, se lo he dicho, llam a Vitaliano. Le pregunt si quera venir al teatro conmigo. Me dijo que no tena ganas. Quera quedarse en casa Tena que leer la tesis doctoral de una estudiante

Le dijo si esperaba la visita de alguien?

No, no esperaba a nadie, a nadie Dios mo! Y volvi a sollozar.

Cacace estaba cansado de hacer la estatua en la ventana. Se movi para colocarse frente a Ribonskij, con las palmas pegadas al escritorio. Sus facciones bronceadas, fruto de las dos semanas de vacaciones en Ladispoli, estaban a no ms de veinte centmetros de la cara del actor. La paciencia se le haba agotado. Se pas al t.

Saliste a las ocho. Tenas que ir al teatro, pero el espectculo comenzaba a las nueve, nueve y cuarto. Con el ciclomotor, de tu casa, en la va de los Zingari, al teatro Cometa Off del Testaccio, irs ms o menos en un cuarto de hora. No me convence. Qu hiciste desde las ocho a las nueve? Habla, por Dios Estoy hasta los cojones

Anto, por favor!

Pizzo trataba intilmente de frenar los estallidos de su colega. La cara de Ribonskij era un ro.

Se lo he dicho: fui al bar de la estacin Ostiense Compr los cigarrillos Despus, fui a los jardines, delante del teatro Vittoria, tena una cita con Massimo Lello

Y quin es Massimo Lello?

Se lo he dicho antes: es un actor, un amigo mo

No somos imbciles! En el bar de la estacin, la cajera no recuerda haberte visto. Massimo Lello ha dicho que no tenais una autntica cita. Tenais que hablar, pero no habais quedado en cundo y dnde!

S! Habamos quedado Esper media hora

En aquel instante, el comisario Bertone abri la puerta y entr sin saludar. Pizzo se levant del silln para dejar al superior el puesto de mando detrs del escritorio. Cacace abandon la posicin de ataque y volvi al lado de la ventana.

Sintate, Pizzo, sintate.

El comisario fue a situarse oblicuamente en la esquina del escritorio, con el pie derecho en el suelo y el pie izquierdo colgando. Esper que el llanto de Ribonskij se atenuara unos cuantos decibelios.

Quiere un caf?

Ya ha tomado dos!

Silencio, Cacace!

Bertone respir profundamente, dej transcurrir un minuto de silencio total y despus procedi a buscar en su repertorio el tono ms tranquilo y relajado posible.

Seor Ribonskij, cundo conoci al profesor Natoli?

El actor se son la nariz y comenz a hablar mirando de reojo al comisario.

Nos conocimos hace tres no, cuatro aos en la universidad. Me llamaron para leer unos fragmentos de una novela de Claudio Magris. Era un congreso, estaba el autor, venido a propsito de Trieste Estaba tambin Vitaliano, que haba organizado todo

Se detuvo entonces, despus del ensimo sorbido. Se son la nariz y reanud su declaracin.

Despus de la lectura, nos encaminamos a un local, haba un cctel Conoc a Magris, estaba emocionado Despus habl con todos, con el rector magnfico, con los profesores y despus con Vitaliano

Era inevitable: cada vez que Ribonskij pronunciaba el nombre de su amante, rompa a sollozar de nuevo.

Nos gustamos de inmediato. Era fantstico, tena un modo de hablar que

Cacace hizo crujir los nudillos de los dedos. Estaba al lmite de su personal y frgil resistencia. Bertone se dio cuenta.

Cacace, por favor, ve al bar a buscarme un caf. Trae tambin uno para Pizzo y otro para el seor Ribonskij. Tmate tambin uno t y haz que lo apunten en mi cuenta.

Inmediatamente, comisario.

Cacace se alegr mucho de salir de la estancia. Acababa de regresar de vacaciones y estaba falto de entrenamiento. Habra preferido la rutina habitual y no un caso de homicidio del que hablaban todos los diarios y las televisiones.

Se lo ruego, seor Ribonskij, contine. Despus de aquel cctel comenzaron a verse.

Ribonskij pareca un poco ms tranquilo. Al menos, ya no jadeaba.

Los primeros tiempos, salamos a cenar juntos. Era fantstico, adoraba orlo hablar pero an no haba nada entre nosotros. Hasta hace dos aos, una tarde que vino a mi casa. Nunca lo haba visto tan feliz. Habamos cenado juntos y se qued a dormir conmigo.

Bien, seor Ribonskij, dgame, despus de aquella noche, usted y el profesor Natoli se hicieron ntimos?

S, se convirti en una relacin fantstica

De nuevo los lamentos, los sollozos y el melodrama. Pizzo, en cambio, miraba al comisario con admiracin.

Tena usted la llave del apartamento del profesor Natoli?

Ribonskij, en apnea, hall la fuerza necesaria para decir que s con la cabeza.

Tranquilcese, seor Ribonskij. Querra que respondiese con precisin a esta pregunta. Estaba al corriente de los estudios y de los secretos del profesor?

La pregunta sorprendi tambin a Pizzo. Ribonskij acus el golpe o, al menos, as le pareci al comisario.

Secretos? Qu secretos? Vitaliano no tena secretos Sus estudios eran demasiado difciles para m A veces me hablaba, pero yo no entenda nada, solo me encantaba orlo hablar. Vitaliano era un hombre un hombre

Fantstico.

Bertone puso los dos pies en el suelo y comenz a caminar adelante y atrs con las manos a la espalda. Se detuvo en la ventana, invadida por el sol de julio, asomndose para echar una ojeada al ir y venir de la va Petrarca. Miraba, pero no vea nada, inmerso como estaba en sus pensamientos. Se volvi y, yendo hacia la puerta, le hizo a Pizzo una seal con la cabeza que quera decir: Tengo que hablar contigo. El otro se puso en pie y lo sigui.

Espere aqu. Volvemos ahora mismo!

Ribonskij farfull un Est bien! con la cara escondida entre las manos.

La pequea sala de espera estaba atestada. Una veintena de personas en total, de las que solo seis estaban sentadas. Entre estas, una graciosa muchacha china encinta. No haba ningn italiano. Casi todos los que estaban de pie eran pakistanes que hablaban a voz en grito.

Pizzo y Bertone siguieron por el pasillo, hasta la puerta del fondo con la placa COMISARIO BERTONE.

Entraron en el despacho. Bertone abri un cajn del escritorio y desliz en su interior la corbata que haba llevado puesta en la jefatura. Se sent en el silln, de brazos de madera, y mir a Pizzo.

Qu tienes?

Comisario, y si ahora este hombre se tira por la ventana?

Estate tranquilo: es todo una escena. Dios, estar, est triste, pero no hasta el punto de suicidarse! Exagera un poco, est en su naturaleza.

Y qu hacemos? Llamamos al juez y hacemos que convalide la detencin?

De ninguna manera. Al juez lo llamas t para tener la autorizacin para interceptar el mvil y el telfono fijo de la casa de Ribonskij. Eso se hace rpido y t sabes cmo hacerlo! Bscame a Cacace, que se ha escondido en alguna parte. Despus, juntos, id a ver a Ribonskij, hacis que se beba el caf con calma, lo tranquilizis, os esforzis por sonrerle. Hacedle ver que sois buenas personas y despus lo mandis para casa

Para casa? Pero no tiene coartada

A quin le importa la coartada? Tampoco nosotros dos tenemos una coartada!

Pero si insistimos con el interrogatorio, saldr el mvil. Para m se trata de un delito cometido por motivos de

Celos? Dinero? Puede que s, Pizzo, puede que s pero yo no estoy convencido. Es demasiado sencillo. Lo que he visto en el apartamento de Natoli me ha hecho pensar que detrs hay algo ms complejo. No s qu es, pero quiero tratar de ver claro

Se levant para meterse la camisa dentro del pantaln. Cogi la americana.

En cuanto Ribonskij salga de la comisara, ponle a alguien detrs. Quin est disponible?

Est Crocitti.

No, Crocitti no. Bscame a alguien bueno y discreto. Crocitti es bueno, pero demasiado impaciente. Quiero saber todos los movimientos de Ribonskij: adnde va, qu hace y, sobre todo, a quin ve. Comprendido?

Perfectamente.

Y ahora llama al fiscal y despus vuelve donde el actor. Tenme informado!

Y usted?

Yo salgo. Tengo que ver a una persona.

6

El agente Cipriani no poda ms con el humor del comisario. Estaba obligado a hacer de chfer de una especie de fantasma, una momia egipcia enterrada en la comisara del Esquilino. La incomodidad era tan densa y pesada que se poda cortar con un hacha. Un hombre encerrado en s mismo, maldito por Dios y por los hombres, triste, tristsimo incluso, y que quiz tambin daba mala suerte. Y bueno, ser abandonado por la mujer es malo, se sufre un poco, pero se vuelve a comenzar. Uno mira alrededor, sale con otras mujeres, se predispone a cambiar la vida y adems, unas cosas llevan a otras; en resumen, toda esta tristeza no es admisible. Qu demonios!

El Alfa Romeo de la polica pas junto a la pirmide de Caio Cestio, se detuvo en el semforo en rojo como un coche normal y arranc hacia la Ostiense. Destino: la sede de la Universidad Roma Tre.

Bertone haba programado todo por la maana. Despus de volver a la va Bonghi, al lugar del delito, haba telefoneado a la universidad para hablar con los colegas de Vitaliano Natoli. No haba encontrado al profesor Paolo DAmico, que haba terminado ya las tareas docentes y, como le dijo una secretaria, se haba ido a hacer de campesino en una hacienda de su propiedad en Formello. En compensacin, haba concertado una cita para la una con el profesor de Historia de la Esttica Alberto Giussani. Era la una menos diez. Llegara a la hora justa.

Cipriani tom la desviacin alrededor del parque y de la baslica de San Pablo. Se detuvo en el ltimo semforo y despus, agobiado por un irresistible deseo de llegar, arranc a una velocidad inaudita. Dio un frenazo delante de la entrada de la universidad.

Perdn, comisario!

Esprame aqu.

El calor era insoportable. Un ciclomotor sin silenciador pas a gran velocidad a contramano, sin preocuparse por la presencia de la polica, en un fragor que atron a los cinco o seis estudiantes parados en la acera. Bertone entr a la carrera y se dirigi hacia la conserjera, donde un bedel gritaba al micrfono del telfono.

Esper una veintena de segundos el final de la conversacin telefnica y despus, para compensar, se dirigi al portero con tono demasiado bajo.

Soy el comisario Bertone, estoy citado con el profesor Alberto Giussani.

Quin? El portero, quiz por venganza, fingi no or.

Entonces repiti silabeando:

Soy el co-mi-sa-rio Ber-to-ne, es-toy ci-ta-do

Ya le he entendido. No soy sordo! Segunda planta. Departamento de Filosofa. La escalera de la derecha.

Bertone mir a su alrededor. Nunca haba estado en Roma Tre. El edificio no tena ms de cuatro aos. Era una feliz combinacin de cemento armado, paredes enlucidas de blanco con teselas de travertino y grandes vitrales que conferan al conjunto una idea de espacio y de luz. Los ventanales daban a una amplia plaza, tambin en travertino, en cuyo centro haba sido colocado un gran estanque rectangular. Ms all, se adivinaba un aparcamiento, medio vaco. Pareca que todo el palacio respirase por aquellas grandes puertas. Bertone pens que habra estado bien estudiar en un lugar as. Pens en su facultad que ahora, en el recuerdo, le pareca angosta; volvi a ver en pocas imgenes aquellos aos: las ocupaciones, las manifestaciones, las porras, los ojos de Giuliana

Ensay el deseo infantil de volver a empezar todo de nuevo. Convertirse en estudiante en una universidad como aquella, luminosa y veraniega. Imagin una especie de edn, una escuela ateniense inmersa en el verde, entre olivos y eucaliptos, con olor a enebro, en las laderas de la Acrpolis, con el mar Egeo al fondo. Ugo Tognazzi que viene a tu encuentro sonriendo y Giuliana que corre a abrazarlo

Subi las escaleras.

Lleg a la segunda planta y se encontr con un cruce de pasillos. Poda seguir el que tena delante o girar a la derecha hacia otro largo tubo sembrado de puertas. Pasaron dos estudiantes con las espaldas desnudas, dentro de unos vestidos cortsimos. Se intimid. Gir a la derecha, al azar. Detrs de las primeras puertas solo descubri aulas desiertas, aparte de los monitores de los ordenadores encendidos, quiz para tener ocupados los salvapantallas. Despus lleg a una puerta semicerrada con el letrero HISTORIA DE LA ESTTICA. Y debajo: PROF. ALBERTO GIUSSANI.

Iba a llamar cuando advirti el gimoteo de una voz femenina. Era una chica a la que le costaba juntar las palabras. Le haca de contrapunto una voz masculina, profunda y tranquilizadora. La chica lloraba y el hombre la consolaba, pero, lo que dijeran en concreto, Bertone no consegua distinguirlo.

Esper medio minuto y llam. Nadie dijo adelante. Entr de todas formas.

La escena que haba imaginado corresponda a la realidad. Una estudiante con una blusa celeste y una bolsa de tela en bandolera enjugaba las lgrimas con un pauelo blando que tena arrugado en la mano derecha. Frente a ella, de pie, detrs de un escritorio, estaba un seor distinguido, alto, con los cabellos blancos que hasta algn ao anterior deban de haber sido rubios, pantaln beis y americana burdeos, camisa blanca sin corbata.

La chica se volvi, escondiendo el rostro.

Soy el comisario Bertone. Si quiere, puedo volver ms tarde.

No, comisario, venga, venga. Perdname, Silvia Escribi un nmero de telfono en una hojita y se lo pas a la muchacha. Hablamos maana!

La chica sali sin levantar la mirada.

El hombre rode el escritorio para acercarse al comisario.

Soy Alberto Giussani, encantado.

Flavio Bertone, igualmente. Perdone, no quiero molestar

No es ninguna molestia, comisario. Hoy es un da muy triste para el Departamento de Filosofa y para toda la facultad, pero sintese, por favor.

Bertone fue a sentarse en la silla ms alejada del escritorio, obligando a Giussani a sacar un taburete que estaba bajo la mesa del ordenador para acercarse. Los dos se encontraron hablando al abrigo de la pared del fondo.

La muchacha a la que ha visto antes es, o mejor, era una doctoranda del profesor Natoli. Est afligida, como todos, por lo dems. No conseguimos encontrar una razn. Vitaliano era un hombre amable, complaciente, accesible a todos. Un gran intelectual, una gran persona

En aquella maana de lgrimas y estrpito, Bertone apreci la formalidad acadmica de Giussani.

a la que se echar mucho de menos. Parte de sus estudiantes seguirn conmigo; los dems pasarn al profesor DAmico. Multiplicaremos las fuerzas, pero no conseguiremos dejar de lamentarlo.

Giussani pareca sincero, triste, ciertamente, pero compuesto y relajado.

Es una cosa terrible. Inexplicable. Un homicidio, no?

Me temo que s. Esperamos ahora el resultado de la autopsia, pero todo hace pensar que el profesor Natoli ha sido estrangulado.

Giussani se pas una mano por los cabellos blancos suspirando profundamente. Bertone pens que pareca una persona segura de su carisma.

Profesor, saba usted de la homosexualidad de Vitaliano Natoli?

Giussani no se descompuso. Se tom unos segundos y respondi mirando un punto impreciso de la pared.

S, claro que lo saba. Lo sabamos todos. No era un misterio para nadie. Vitaliano no tena ningn temor de presentarse con su compaero, un actor. Lo conozco tambin yo, Diego Ribonskij. Vitaliano lo llevaba siempre consigo a los congresos, a la apertura del ao acadmico, al restaurante, a todas partes. Estaban muy unidos. La ltima vez, hacia el final de abril, para un congreso sobre Foucault en Amalfi, tambin estaba Diego. Pensndolo bien, es la ltima vez que los vi juntos.

No not entre ellos algn signo de friccin, algn ligero desacuerdo?

En Amalfi? No, todo lo contrario. Lo pasamos muy bien. Vitaliano era muy divertido. Nos encantaba con sus chistes y Diego era su digna mano derecha.

El recuerdo amalfitano hizo aflorar una sonrisa en el rostro regular de Giussani, aunque los ojos continuaran vagando quin sabe por dnde.

Qu me puede decir de los estudios y de los intereses de Natoli?

La pregunta era vaga y Giussani dud unos segundos.

Intereses? Puede ser ms preciso?

Tena el profesor Natoli algn tema concreto sobre el que hubiera dirigido su investigacin? Alguna obsesin?

Giussani se esforzaba por comprender adnde quera llegar el comisario.

No s qu decirle. Vitaliano se ocupaba de los temas ms diversos. En su campo era un eclctico, capaz de hablar de todo. Era imposible cogerlo desprevenido. Sus estudiantes

Sus estudiantes lo adoraban. Y adems, la estima del rector magnfico Natoli era una de las personalidades ms destacadas de la universidad. Promova doctorados de investigacin. Luchaba por la asignacin de becas de estudios. Organizaba congresos, espectculos, conferencias. Publicaba ensayos y apuntes de clase. Sus aulas estaban siempre abarrotadas. Era estimado y conocido en todo el mundo. Lo llamaban de Oxford, de Boston, de Pars. Estaba dispuesto a colaborar con todos. Y adems era simptico. Un brillante orador. Dotado de un refinado sentido del humor y as sucesivamente. Bertone dej que Giussani santificase las muchas dotes del colega muerto.

Qu me dice de Las meninas de Velzquez?

Los ojos de Giussani se cruzaron con los del comisario durante una infinitesimal fraccin de segundo.

Ah, bien, claro! Vitaliano tena pasin por aquel cuadro o, mejor no, no por el cuadro Dej en suspenso la frase. Sonri sin alegra, se curv doblando la cabeza hacia una baldosa como si tuviese que leer algo. Vitaliano era un pasional, se lanzaba sin temor a las polmicas, los debates. Su inters por Las meninas era el fruto de su vis polmica. A l no le interesaba el cuadro en s, al menos esto es lo que pienso yo; a l le interesaba entrar en polmica con la interpretacin del cuadro. No comparta la opinin de Michel Foucault, y tampoco las de Searle, de Snyder y de Brown No comparta ninguna.

De nuevo, una sonrisa gentilmente dirigida a la baldosa.

Vitaliano tena una idea totalmente suya de ese cuadro. Estaba orgulloso de su tesis. Formaba parte de su carcter. Le encantaban los debates, los contrastes, aunque fuesen difciles Estaba hecho as!

Cules eran las tesis del profesor Natoli?

Giussani levant la cabeza y mir a Bertone a los ojos, tanto que casi intimid al comisario.

Las tesis de Vitaliano? Pero es un tema complejo, muy acadmico. Cmo puede ayudar a las investigaciones?

Fue Bertone esta vez quien busc con la mirada la baldosa preferida de Giussani.

No creo que las tesis de Natoli sobre Velzquez puedan ayudar directamente a las investigaciones. Es ms bien una curiosidad ma. Solo querra saber si usted, profesor, conoca el pensamiento de Natoli sobre Las meninas.Bueno, he ledo sus ensayos, ms por amistad que por autntico inters. Ver, comisario, yo soy docente de Historia de la Esttica, mientras que Vitaliano era docente de Esttica. Nuestro modo de interpretar la materia era muy distinto, no s si me entiende

Entiendo, pero cul era su opinin?

Giussani baj de repente la mirada, cambiando por sorpresa de baldosa.

Honestamente, debo admitir que las teoras de Vitaliano me parecan un poco retorcidas. Quiero decir que el ansia de contradecir a Foucault lo haba hecho estrafalario y tambin un poco nebuloso. Yo se lo haba advertido, pero l era obstinado, tena un carcter Dej en suspenso la frase para buscar, extraamente, los ojos del comisario. Tena un carcter No s si me explico.

Se explica perfectamente. Tambin las personas amables, complacientes y accesibles pueden ser huesos duros de roer. Bertone no dej pasar desapercibido el retrato de Jano bifronte que el profesor haba trazado del colega llorado. Pero no quiero molestarle ms. Le agradezco mucho Solo una ltima cosa

Dgame, por favor.

Dnde puedo encontrar los ensayos de Natoli sobre Las meninas? Me gustara echarles una ojeada. Ya sabe, por curiosidad.

No los ha encontrado en casa de Natoli?

No puedo tocarlos. Es la escena del crimen.

Giussani introdujo las manos en los bolsillos de la americana. Sac un manojo de llaves y se acerc a un armarito metlico prximo a la puerta.

Creo que puedo ayudarle.

Abri el armario y sac un volumen; le dio la vuelta entre las manos y volvi a guardarlo ms abajo. Sac otros tres libros. Dio una ltima ojeada al conjunto y decidi que poda bastar. Cerr de nuevo con llave el armario y se volvi con aire satisfecho al comisario.

Aqu estn, estos son de Vitaliano Natoli; todos dedicados a Las meninas. Este otro, en cambio, es una coleccin de ensayos de Foucault, Searle, Snyder, Brown, Alpers y otros, por si quiere entretenerse.

Bertone not en el tono de Giussani una nota irnica. Tom los libros de las manos del profesor y reconoci los ttulos ya vistos en el apartamento de la va Bonghi.

Gracias, profesor. Puedo tener estos libros durante algn tiempo?

Tngalos el tiempo que quiera. Tengo otros ejemplares.

Se estrecharon la mano y el profesor vacil, evitando siempre la mirada del comisario.

Comisario, piensa que Diego?

No lo s, profesor. Ya veremos.

As se despidieron.

Bertone descendi los dos tramos de escaleras casi a la carrera. El vestbulo retumbaba por los gritos del portero. Se encontr en la acera de la va Ostiense. Cipriani fumaba de pie, apoyado en la puerta del coche patrulla. Cuando vio al comisario, tir el cigarrillo y entr en el vehculo. Bertone se sent a su lado, con el botn de los cuatro libros apoyado en las piernas.

Tienes hambre?

Cipriani no se lo esperaba.

S, creo que s, bastante.

Te gusta el kebab?

Me gusta todo, comisario.

Bien, Cipriani; vamos al take-away rabe de la va Merulana!

Bertone apag la radio, sac el mvil del bolsillo de la americana y llam a Pizzo.

Alguna novedad?

S, comisario.

Sinttico y eficiente, como siempre.

He telefoneado al fiscal. Ha autorizado la interceptacin del telfono de la casa y del mvil. Ribonskij se ha marchado hace una media hora. Ha cogido el ciclomotor y se ha ido a casa

Lloraba?

Como una fuente, comisario. Algo nunca visto. Le he puesto para que lo vigile al agente Lazzaroni, que tiene una motocicleta y puede seguirlo a todas partes.

Lazzaroni? Y quin es Lazzaroni?. El comisario se esforz, pero no consigui asociar aquel nombre a un rostro.

Bien. Si hay alguna novedad, llmame de inmediato!

No vuelve al despacho?

Ahora no, ms tarde. Ahora voy a comer algo con Cipriani y despus vamos a Formello.

Cipriani se volvi a mirarlo.

Formello?

S, Pizzo! No podemos ir a Formello? Desde cundo est prohibido ir a Formello?

No, no, perdone, comisario. Vaya adonde le parezca, faltara ms! Hasta luego.

Hasta luego.

Bertone cerr el mvil y volvi a guardarlo en el bolsillo mientras el coche patrulla, conducido por un cada vez ms perplejo Cipriani, atravesaba la plaza Porta San Paolo en una desolada tarde romana, hecha de adoquines, polvo y bochorno.

7

Desde mediados de los aos sesenta hasta hoy habrn salido al menos un centenar de ttulos sobre este tema. Comenz Michel Foucault en 1966 con el primer captulo de Las palabras y las cosas y despus, poco a poco, todos los dems. Un diluvio de teoras.

El profesor Paolo DAmico agitaba las manazas de campesino con unos modos teatrales que al comisario le parecieron excesivos, como si quisiera esculpir en el aire cuarenta aos de ideas. Adems, el calor era sofocante y tanta energa estaba fuera de lugar.

Segn Foucault, sobre el lienzo que ocupa la parte izquierda de Las meninas, lienzo del que nosotros solo vemos la parte de atrs, deba de estar el retrato del rey y de su mujer posando delante del pintor y reflejados en el espejo del fondo de la sala. Pero este hecho, para l, en el fondo, no tena importancia porque aquella zona opaca de Las meninas solo tiene el efecto de impedir que pueda encontrarse nunca y establecerse definitivamente la relacin entre las tres miradas que se cruzan en la escena. En resumen, el cuadro es importante por lo que tiene de dinmico y, de algn modo, de sorprendente

Bertone asenta, pero era un reflejo nervioso.

Joel Snyder y Ted Cohen, un historiador del arte y un filsofo, rebatieron las tesis de Foucault. Para ellos, Las meninas no es otra cosa que el emblema ilimitado del poder de la pintura. No es ningn rompecabezas ni lgico ni geomtrico ni metafsico. Vea, comisario, Las meninas es solo una gran representacin teatral, como dice Jos Antonio Maravall.

Y la tesis del profesor Natoli?

La pregunta del comisario tranquiliz por un instante la gesticulacin de DAmico. El profesor se detuvo con la mirada vuelta hacia la extensin de girasoles. Levant el gorro flojo de pescador para pasarse una mano por los cabellos. Jade como para buscar un poco de ntima, autntica compasin.

Las tesis de mi querido amigo Vitaliano eran del todo similares a las de Snyder y Cohen, al menos al principio. Despus

Despus?

Bertone contempl al profesor, un hombrn robusto, ms alto de uno noventa. DAmico se haba convertido de repente en una estatua. Haba hallado la conmocin por la trgica desaparicin del colega y quera disfrutarla completamente.

Despus cambi de idea. Abraz las tesis de Searle. Mire, comisario, el americano John R. Searle imagin que Velzquez, sobre el lienzo, estara pintando el cuadro que nosotros vemos expuesto en el Museo del Prado. Velzquez, en suma, se representaba a s mismo, que pinta el cuadro que nosotros vemos. Lo que quiere decir que el sujeto del cuadro no existe, porque el espectador asiste solo a un ejercicio autorreferencial: una paradoja lgico-interpretativa. Me sigue?

No!

Bertone comenzaba a impacientarse. Le fastidiaban aquellas manazas que haban comenzado a pescar las palabras en el aire ardiente y oloroso de la campia romana y, sobre todo, el lenguaje demasiado tcnico, tpico de los acadmicos. Cmo poda ser que aquel campesinn enorme fuese tambin un profesor de esttica? Esto s que era verdaderamente una paradoja lgico-interpretativa!

Siento, comisario, no poder ser ms claro, pero la materia es compleja, cientfica, y ver que, leyendo los ensayos de Vitaliano, encontrar muchas cosas poco comprensibles, para usted, al menos

Ahora estaba exagerando, pens el comisario. Por qu humillarlo tanto? Era, s, un banal doctor en Derecho, pero de ciento diez e lode!No se ofenda, comisario. La verdad es que Las meninas es un rompecabezas, sin solucin, por desgracia. Vitaliano cay dentro y no volvi a salir.

El tono de DAmico se haba tornado amargo. Se detuvo a contemplar un girasol ms alto que los dems, mientras un par de moscas daban vueltas alrededor del gorro flojo en la vana tentativa de dibujar una aureola.

Y adems, perdone, pero cmo pueden ayudar las teoras de Vitaliano a las investigaciones?

La misma pregunta que le haba hecho Giussani Bertone dio media vuelta, dirigiendo la mirada hacia la otra mitad del campo de girasoles. Tena la americana sobre el antebrazo, mientras la camisa, casi completamente desabotonada, presentaba dos amplias manchas oscuras bajo las axilas. En la lejana, el rumor de los coches en la Cassia Bis8.

No pueden. No directamente. Es solo una curiosidad ma!

Bertone, ahora, echaba de menos el aire acondicionado del Alfa Romeo oficial. Pens que aquel viaje a Formello haba sido completamente intil. Duro, extenuante e intil. DAmico no le gustaba. La combinacin campesino-filsofo le resultaba incongruente y fastidiosa y haba algo de postizo en el modo de actuar del profesor. Habra querido quitarse la camisa y volver a la granja con el torso desnudo, pero la presencia de DAmico se lo impeda.

Estaban mirando de nuevo hacia el corral, donde Cipriani fumaba el ensimo cigarrillo apoyado en la puerta del coche patrulla. El kebab que haba comido a la carrera en el take-away se le haba quedado en el estmago y Bertone habra querido bajar a la bodega a beber aquel vaso de vino que, un cuarto de hora antes, DAmico le haba ofrecido y l haba rechazado.

El profesor, impertrrito, se ajust el gorro y reanud su prdica:

Sabe quin fue el rbitro de esta disputa?

Obviamente, no esperaba la respuesta.

Fue Leo Steinberg, en 1981, cuando, en el Vassar College, de Poughkeepsie, en los Estados Unidos, dijo, en una conferencia ya histrica, que el cuadro celebra el arte del pintor, como decan Snyder y Cohen, pero, al mismo tiempo, tematiza el papel que la visin desempea en la definicin de s mismo del hombre, como afirmaba Foucault y, de alguna manera, el mismo Searle.

En aquel momento, Bertone le habra dado de buena gana un puetazo en la cara. Se limit a resoplar y dar una patada con la punta del pie derecho a un terrn de barro seco. DAmico se detuvo de golpe. Ech adelante los brazos y alarg los dedos carnosos de las manos como si quisiese empujar el muro de calor que tena ante s.

Y adems, hay otro problema.

Cul?

El espejo. Est el problema del espejo! En el cuadro de Velzquez, el espejo tiene una funcin doble: funde dos cosas distintas, mostrando la identidad de lo que el rey y la reina ven desde su punto de vista y de lo que nosotros vemos desde el nuestro. La cosa real y su imagen pintada.

Los brazos robustos de DAmico cayeron exhaustos a los lados. Haba llevado a cabo un esfuerzo inhumano sin conseguir apagar el calor y, lo que es peor, sin conseguir que el comisario entendiera nada. Reanud la marcha, consciente de tener que encontrar una glosa que hiciese an ms preciosa su docta reflexin.

Por tanto, Las meninas es en su totalidad una metfora, un espejo de la conciencia.

Parida la glosa, se concedi una sonrisita complacida mirando de arriba abajo al comisario Bertone que, en aquel momento, habra debido arrodillarse y besarle las manos.

En cambio, prevaleci el orgullo molisano:

Por tanto, si he entendido bien, profesor, Steinberg dice exactamente lo contrario que Foucault.

En todo el centro. La sonrisita se le muri a DAmico entre las arrugas del rostro. Las cejas se fruncieron; la expresin, entre patidifusa y asombrada.

Bravo, comisario. As es! Porque Steinberg tiene un concepto atemporal de la obra de arte, mientras que Foucault ha colocado siempre la dimensin esttica bajo la categora de la historicidad.

Bertone se senta el hombre ms feliz del mundo. El partido lo haba perdido, pero haba conseguido marcar al menos el gol de la consolacin.

Antes, comisario, me ha preguntado cules eran las tesis del querido profesor Natoli. Bien, es verdaderamente difcil responderle, porque Vitaliano ha cambiado de ideas varias veces. Primero Snyder y Cohen, despus Searle y despus Steinberg Lo importante, para Vitaliano, era distanciarse de Foucault

Se haba parado de nuevo.

pero siempre ha tenido que admitir que la intuicin de Foucault sobre muchos personajes de Las meninas era justa. Est el pintor que mira fuera, hacia el espectador o tambin hacia el modelo del cuadro que est pintando. Estn los soberanos, que estn fuera del cuadro y mirando la misma escena que vemos nosotros. Est el aposentador de la reina, en la escalera, que observa el frente del cuadro (lo que no vemos) y despus estn la infanta, las damas, los enanos y todo lo dems. Si los soberanos estn fuera del cuadro, eso quiere decir que nosotros, los espectadores, no somos el objeto de las miradas de los personajes pintados en el lienzo porque esos personajes miran ante todo al rey y a la reina. Me sigue?

S, claro!

A Bertone ya no le importaba nada aquello. Haban llegado al centro del corral, con Cipriani cocido al sol junto al coche patrulla. Cuatro o cinco gallinas rascaban el suelo, exhaustas delante de un cobertizo en el que estaban aparcados un tractor y una cosechadora. Un setter flaco atado a una larga cadena, con la lengua fuera goteando, comenz a mover la cola a la vista de DAmico. Bertone no vea la hora de cambiar de tema, sobre todo porque le haba invadido la urgencia de largarse.

Es suya la hacienda?

S, as es. La hered de mi padre.

Su padre era campesino?

No, mdico.

No haba manera. Cualquier tema que se abordase acababa siempre en un dilogo digno del ms autntico teatro del absurdo. A pesar del calor, Bertone se puso la americana sobre la camisa sudada para dar a entender que el encuentro haba terminado. DAmico, que, al contrario que Giussani, saba mirar a los ojos al interlocutor, se puso serio, seal de que quera hablar de la trgica desaparicin de Natoli. Bertone sostuvo la mirada esforzndose por aparecer inexpresivo.

La muerte de Vitaliano es increble! Una persona tan amable, tan buena. Sus estudiantes lo adoraban. Y adems, la estima del rector Natoli era una de las personalidades ms destacadas de la universidad Diriga doctorados de investigacin Luchaba por la asignacin de las becas Se le echar en falta. Muchsimo!

Comprendo, profesor, comprendo!

Bertone cort, previniendo la conmocin que ya estaba quebrando la voz de aquel hombrn de ms de cien kilos. No habra sido decoroso para el campesino filsofo ponerse a gimotear.

Si puedo hacer algo

Gracias, profesor, le tendremos informado.

Bertone abri la puerta del coche y Cipriani ya haba encendido el motor. DAmico tuvo un sobresalto. Se recuper de la melancola e hizo una sea al comisario para que esperase. Corri un poco pesadamente hacia el campo de girasoles, sacando del bolsillo un cuchillo de hoja curva. Cort por la base tres girasoles y volvi hacia el coche patrulla blandiendo el voluminoso trofeo.

Tmelos, comisario! Llveselos a su mujer! Son bellos, verdad?

Bellsimos, gracias!

Se mora de calor, pero un escalofro recorri la espalda de Bertone.

Junto a l, Cipriani habra querido hacerse invisible.

8 Strada regionale 2bis Via Cassia Veientana: carretera regional 2bis o, abreviado, Cassia Bis. (N. del T.). 8

Luca Lazzaroni era el agente ms joven destinado en la comisara del Esquilino. Un muchacho de veintids aos, originario de Viareggio, al que colegas y superiores encargaban los trabajos ms humildes, como entregar sobres y paquetes de todo tipo, llevar vasos de caf, bebidas y bocadillos del bar a los despachos, los turnos ms largos en puerta y as sucesivamente. El joven polica, despus de pasar un ao haciendo trabajos de poca importancia, comenzaba a madurar la idea de que haba equivocado el oficio. Nadie le resultaba simptico all dentro: una banda de colegas malhumorados que descargaban sus propias frustraciones en l, solo porque era el ms joven y no tena experiencia. Adems, ese comisario mudo, triste y cornudo no le agradaba precisamente. Los dems eran menos tristes, pero, desde luego, no ms simpticos.

Aquella maana de finales de julio pareca una maana como todas las dems. Lazzaroni se haba levantado pronto, hacia las seis; se haba puesto el uniforme y, sin una pizca de entusiasmo, se haba subido al silln de su scooter Honda SH de segunda mano y se haba encaminado al suplicio. A las siete y media comenzaba el turno de puerta. Pasara seis horas solo, pasando llamadas telefnicas y dando explicaciones a la procesin de extracomunitarios que cada maana se presentaba para los permisos de residencia y los pasaportes.

El destino, en cambio, le estaba preparando una sorpresa.

A las doce y media, cuando ya los excesivos bostezos le haban alargado las mandbulas, lleg la llamada del inspector Pizzo que lo convocaba con urgencia en el despacho del comisario. El tono del inspector no era el habitual, el de cuando hay que ir al bar a traer el vaso de caf; no, esta vez, la voz de Pizzo no haca presagiar nada bueno, tanto que Lazzaroni subi la escalera con angustia en el pecho. Saba que no encontrara al comisario porque lo haba visto salir un cuarto de hora antes; encontr, en cambio, al Gato y a la Zorra, como los llamaba en secreto todo el mundo, es decir, a los inspectores Pizzo y Cacace. Tenan unas caras cuaresmales. Habl primero Cacace.

Qu haces de uniforme?

La pregunta no tena sentido y, por tanto, Lazzaroni no respondi nada, pero extendi los brazos.

No haces nada. Cunto tardas con la moto en ir a casa a cambiarte?

Esta vez, tena que responder.

No lo s, veinte, veinticinco minutos

Muy bien. Ahora escucha. Tenemos al actor maricn sospechoso del delito de Vitaliano Natoli. No s por qu, pero lo soltamos. Debemos seguirlo y nos sirve cualquiera que tenga un ciclomotor. El tuyo funciona bien?

Lazzaroni comenzaba a advertir un temblor bajo las rodillas que no haba sentido en toda su vida.

S, va bien, he hecho la revisin

Pizzo no lo dej acabar, tena prisa por impartir las rdenes.

Ahora, escchame bien. Este Diego Ribonskij, actor, ha venido aqu, donde nosotros, espontneamente. Viaja con un scooterLo ha aparcado aqu abajo. Es un People 125 gris metalizado.

Venga! Ahora te vas a la carrera a casa. Ponte una camiseta y unos vaqueros normales, nada que llame la atencin; despus, vuelve aqu y ponte en la esquina de la plaza Dante de manera que podamos verte desde la ventana. En cuanto ests preparado, nosotros soltamos a Ribonskij

El maricn.

Cacace no se resisti a puntualizar.

Nosotros soltamos a Ribonskij y t te vas detrs de l sin dejar que te descubra. No dejes que se te escape. Cada media hora me telefoneas al mvil y me dices todo: adnde va, a quin ve, qu hace, todo! Entendido?

El joven agente asinti y se percat de que una lluvia de gotas de sudor le rociaba el rostro.

Tienes casco integral?

No.

Entonces, ponte las gafas de sol. Cuanto menos te vea la cara, mejor. Ahora vete, corre.

Lazzaroni se volvi hacia la puerta con un gesto un poco robtico, como si tanta responsabilidad repentina le hubiese atiesado el cuerpo. Iba a salir cuando Cacace pronunci la frase que Lazzaroni no hubiese querido or.

Adelante, Lazzaro, es tu ocasin!

Luca Lazzaroni, de Viareggio, hizo todas las cosas bien. Fue a casa, se desnud rpidamente tirando el uniforme empapado de sudor sobre la cama, se puso una camiseta y los vaqueros como le haba dicho Pizzo, se calz unas sandalias cmodas, se puso las gafas de sol y en diecinueve minutos exactos estaba ya en la esquina entre la va Petrarca y la plaza Dante. Esper all cinco minutos con la cabeza hirvindole dentro del casco. Despus, vio aparecer la nariz de Pizzo por una de las ventanas de la segunda planta de la comisara. Era la seal.

El actor sali, en efecto, poco despus con la cabeza inclinada y un pauelo en la mano. Haca todo con gran lentitud. Sac el mvil del bolsillo, marc un nmero y habl durante una treintena de segundos con la cara vuelta hacia la va Emanuele Filiberto, por lo que Lazzaroni no pudo ver su expresin. Despus, Ribonskij pas a una operacin ms elaborada, como quitar la cadena que bloqueaba la rueda posterior del scooter, tardando una eternidad. Se puso el casco, retir el pie, gir la llave y, finalmente, arranc.

El seguimiento se presentaba ms difcil de lo previsto, no porque Ribonskij anduviese demasiado rpido, sino por todo lo contrario. Iba tan lento que Lazzaroni estuvo a punto de ponerse a su altura un par de veces y en la va Emanuele Filiberto se desvi tmidamente. Desde San Giovanni prosiguieron por la va del Amba Aradam, con Lazzaroni jugando al elstico detrs de un