Calenturas piquer

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  Asclepio-Vol. LV-1-2003 215 EL DISCURSO MÉDICO A PROPÓSITO DE LAS FIEBRES Y DE LA QUINA EN EL TRATADO DE LAS CALENTURAS (1751) DE ANDRÉS PIQUER Marcelo Frías Núñez *  Dpto. Historia de la Ciencia, IH, CSIC, Madrid RESUMEN En el presente trabajo analizamos la figura de Andrés Piquer, aportando una propuesta de análisis  pers ona l sobre su disc urso médico, a part ir de la edici ón de 1751 del Tratado de las Calenturas, utili- zando como ejes reflexivos las alusiones a las fiebres y a la quina, y apoyándonos también en referentes españoles y europeos —con especial presencia del medio francés—. Así, nos encontramos con un Piquer que apuesta claramente por la observación y la experiencia como base del conocimiento médico. Consideramos esta propuesta como un acercamiento necesario que permita abordar, en un momento posterior, las siguientes ediciones, con el horizonte final de un análisis comparativo. PALABRAS CLAVE: Andrés Piquer, Siglo, XVIII, Quina, Fiebres. SUMMARY In this article we analyze the historical figure of Andrés Piquer, offering a personal analysis about his medical work. We will take as a starting point the 1751 edition of his Tratado de las Calenturas (Treatise on Fever). We will use his allusions to fever and quinine as our two reflexive axes. In this analysis we will also refer to some of his Spanish and European —specially French— contemporaries. We find Piquer clearly compromised with observation and experience as the only  basis for medical knowledge. We think that this article is just a necessary first step in order to study, in future publications, the following editions of the Tratado, and so making possible a com-  plete comparative an alysis. KEY WORDS: Andrés Piquer, 18 th  Century, Quinine, Fever.  ———— *  Membre Correspondant, Centre Alexandr e Koyré, EHESS, CNRS, MNHN, Parí s. 

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    EL DISCURSO MDICO A PROPSITO DE LAS

    FIEBRES Y DE LA QUINA EN EL TRATADO DE LAS

    CALENTURAS (1751) DE ANDRS PIQUER

    Marcelo Fras Nez* Dpto. Historia de la Ciencia, IH, CSIC, Madrid

    RESUMEN

    En el presente trabajo analizamos la figura de Andrs Piquer, aportando una propuesta de anlisis personal sobre su discurso mdico, a partir de la edicin de 1751 del Tratado de las Calenturas, utili-zando como ejes reflexivos las alusiones a las fiebres y a la quina, y apoyndonos tambin en referentes espaoles y europeos con especial presencia del medio francs. As, nos encontramos con un Piquer que apuesta claramente por la observacin y la experiencia como base del conocimiento mdico. Consideramos esta propuesta como un acercamiento necesario que permita abordar, en un momento posterior, las siguientes ediciones, con el horizonte final de un anlisis comparativo.

    PALABRAS CLAVE: Andrs Piquer, Siglo, XVIII, Quina, Fiebres.

    SUMMARY

    In this article we analyze the historical figure of Andrs Piquer, offering a personal analysis about his medical work. We will take as a starting point the 1751 edition of his Tratado de las Calenturas (Treatise on Fever). We will use his allusions to fever and quinine as our two reflexive axes. In this analysis we will also refer to some of his Spanish and European specially French contemporaries. We find Piquer clearly compromised with observation and experience as the only basis for medical knowledge. We think that this article is just a necessary first step in order to study, in future publications, the following editions of the Tratado, and so making possible a com-plete comparative analysis.

    KEY WORDS: Andrs Piquer, 18th Century, Quinine, Fever.

    * Membre Correspondant, Centre Alexandre Koyr, EHESS, CNRS, MNHN, Pars.

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    EL SIGLO DE LAS TERCIANAS Al intentar ubicar histricamente el desarrollo de las distintas epidemias

    nos encontramos con la posibilidad de crear modelos temporales que nos permiten hacer una clasificacin si no totalmente nueva, s al menos con una cierta diferencia de los perodos en los que tradicionalmente hemos visto dividido el tiempo anterior a nuestra poca. A veces, este intento puede coincidir, sin embargo, con la divisin cronolgica habitualmente aceptada. As, sin necesidad de situarnos en un sistema de imaginarios colectivos, en-contramos cmo las representaciones de un azote epidmico como la malaria nos sirven de elemento clasificatorio temporizador. La imagen ms ntida del fenmeno paldico la aparicin de la fiebre caracteriza el siglo XVIII de tal manera que se han convertido casi en sinnimos1.

    La malaria ha sido presentada como la epidemia que en el siglo XVIII re-emplaza a la peste el gran azote del XVII, que tiene como ltima referen-cia la ciudad de Marsella en 1720 antes de perder su papel de protagonismo social frente a la fiebre amarilla en torno al paso del siglo XVIII al XIX2.

    Al hacer referencia a este carcter de epidemia transitoria, o referente in-termedio de esa triloga a la que acabamos de aludir, no pretendemos olvidar, sin embargo, su presencia a lo largo de la historia; las epidemias paldicas haban sido conocidas desde la antigedad en el mbito mediterrneo y a lo largo de la Edad Media haban afectado zonas pantanosas del litoral. Pero en el siglo XVIII tuvieron una especial importancia pues dieron lugar a cifras alarmantes de morbilidad y mortalidad.

    En Espaa las fiebres o calenturas son un referente obligado durante to-do el siglo XVIII. Los continuos accesos paldicos, especialmente en la costa mediterrnea, van a dar lugar a una atencin especial de la parte de los mdicos.

    En cuanto al origen de esta mayor incidencia, Riera menciona cuestiones geoclimticas este autor apunta la elevada pluviosidad, mientras que Peset y Prez Moreda aluden a la relacin de las fiebres con los cambios en los cultivos3.

    1 RUFFIE, J.; SOURNIA, J. C. (1993), Les pidmies dans lHistoire de lhomme, Pars,

    Flammarion, captulo XI, pp. 225-250. 2 RIERA, J. (1992), Captulos de la medicina ilustrada espaola (Libros, cirujanos, epi-

    demias y comercio de la quina), Valladolid, Universidad de Valladolid, Secretariado de Publi-caciones, pp. 81-112, cita en p. 81. Estas lneas introductorias siguen, en sus aspectos histri-cos, la clarificadora presentacin del tema que hace este autor.

    3 PESET, J. L. (1987), Ciencia y libertad. El papel del cientfico ante la independencia americana, Madrid, CSIC, 1987, pp. 114-115. PREZ MOREDA, V. (1982), El paludismo en

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    Este aumento de la presencia del paludismo se puso de manifiesto en la re-gin valenciana, zona que ha sido comnmente considerada como endmica cuando se habla de la malaria4.

    Los trabajos de Andrs Piquer son una referencia clave a la hora de abor-dar alguna de las cuestiones ms relevantes de la medicina y de la salud espa-olas del siglo XVIII. Piquer, mdico y catedrtico de Anatoma en la Uni-versidad de Valencia, ciudad donde estudi y public sus primeras obras, contaba con la experiencia procedente de la frecuencia de la malaria en las zonas pantanosas de los arrozales valencianos5.

    Las calenturas utilizando la terminologa del propio Piquer van a conformar un campo de disertacin al que el mdico valenciano va a dedicar una parte importante de su reflexin sobre el fenmeno epidmico. En su Tra-tado de las Calenturas6 va a precisar su pensamiento enlazado con la ob-servacin/prctica/experiencia en el tema de las fiebres y va a dedicar, asi-mismo, su atencin al remedio ms universal contra estas epidemias: la quina.

    Fiebre y quinas van a ser dos trminos no necesariamente complementa-rios en el discurso de Piquer, pero la relacin entre ambos dar contenido a su doble propuesta terica y prctica en el tema de las calenturas. La aparicin en 1751 de su Tratado de las calenturas se puede considerar parte de una lnea que se seguira, entre otros, y de forma mucha ms decidida, con Jos Alsinet y Cortada en 1763 y Jos Masdevall y Terrades en 17867.

    Espaa a fines del siglo XVIII: la epidemia de 1786, en Asclepio, vol. XXXIV, pp. 305 ss., y PREZ MOREDA, V. (1984), Crisis demogrfica y crisis agrarias: paludismo y agricultura en Espaa a fines del siglo XVIII, Congreso de Historia Rural. Siglos XV al XIX, Casa de Velzquez, Universidad Complutense, Madrid, p. 352, para ste ltimo sigo las citas de GARCA RUIPREZ, M. y SNCHEZ GONZLEZ, R. (1991), La epidemia de tercianas de 1786 en la antigua provincia de Toledo, Asclepio, Vol. XLIII-1-. Vase tambin PESET, J. L. y PESET, M. (1978), Epidemias y sociedad en la Espaa del Antiguo Rgimen, Estudios de Historia Social, 4, pp. 7-28; y PESET, M.; PESET, J. L. (1972a), Muerte en Espaa, Madrid.

    4 Lo que tampoco debe hacer olvidar que esta epidemia estuvo presente en muchas otras zonas del pas. Ver, por ejemplo, el caso de la antigua provincia de Toledo en el trabajo de GARCA RUIPREZ Y SNCHEZ GONZLEZ (1991).

    5 RIERA (1992), p. 83. PESET, M. y PESET, J. L. (1972b), Cultivos de arroz y paludismo en la Valencia del siglo XVIII, en Hispania, 121, pp. 277-375.

    6 PIQUER, A. (1751), Tradado de las calenturas segn la observacin y el mecanismo, Valencia.

    7 ALSINET, J. (1763), Nuevas indagaciones sobre la utilidad de la quina, Madrid. MAS-DEVALL Y TERRADES, J. (1786), Relacin de las Epidemias de calenturas ptridas y malignas que en estos ltimos aos se han padecido en el Principado de Catalua, y principalmente la que descubri el ao pasado de 1783, en Lrida, Llano de Urgel... Estas y otras muchas referen-

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    El Tratado de las Calenturas es la ltima obra de las escritas por Andrs Piquer en su etapa valenciana, con el subttulo de segn la observacin y el mecanismo que desaparecer en las ediciones posteriores8. A finales de 1751 se traslada a Madrid, como mdico de Cmara de Fernando VI9. En su primera obra publicada en Madrid, Piquer apuesta por las ventajas de la me-dicina experimental10, con una nueva actitud, decididamente antisistemtica11. Con todo, en su primera presentacin del Tratado de las Calenturas, vamos a encontrar a un Piquer basado en la observacin y la experiencia que sern los reclamos de sus alusiones a Hipcrates que permanecern posterior-mente12. Como ha sealado Alejandro Sanvisens, el mecanismo de la primera edicin de la obra de Piquer sobre las calenturas, estaba ms en el nombre que en el contenido, en su totalidad13.

    La publicacin de su Tratado en 1751 cont con la complicidad de Gregori Mayans, con quien haba tenido una estrecha relacin en sus aos de Valen-cia14. En esta primera edicin es en la que hemos centrado nuestra atencin.

    cias, recogidas en RIERA, J. (1992); RUIPREZ; SNCHEZ (1984); y FONFRA, J., JIMNEZ, C.; FERNNDEZ J. (2001), La corteza de la quina. Un remedio universal, en Estudios de Histo-ria das Ciencias e das Tcnicas, Pontevedra, Deputacin Provincial, Servicio de Publicacins, tomo II, pp. 837-846.

    8 PESET i LLORCA, V. (1975), Gregori Mayans y la cultura de la Il-lustraci, Valencia, Tres i Quatre, pp. 322 y 332. LOPEZ PIERO, J. M (1987), Andrs Piquer y el hipocratismo en la Espaa de la Ilustracin, Introduccin a Las epidemias de Hippcrates. Con observa-ciones prcticas de los antiguos y modernos, de Andrs Piquer, Madrid, Ministerio de Sani-dad y Consumo, p. 26.

    9 En Madrid Andrs Piquer tendr un rpido ascenso, entrando a formar parte en 1752 del Tribunal del Protomedicato. En este ao tambin fue designado vicepresidente de la Real Academia Mdico-Matritense, de la que formaba parte desde 1739. PESET I LLORCA (1975), pp. 324 ss.; LPEZ PIERO (1987), p. 25; Archivo de la Real Academina Nacional de Medici-na, Madrid, Legajo 2, documentos 25, 26 y 27.

    10 PIQUER, A. (1752), De medicinae experimentalis praestantia, Madrid. Vase AYALA, J. M. (1996) Piquer (1711-1772), Madrid, Ediciones del Orto, pp. 28 y 29.

    11 LPEZ PIERO (1987), p. 26. 12 Observacin y experiencia frente a todo sistematismo mdico entroncado con con-

    cepciones filosficas cerradas. MINDAN, M. (1958), Andrs Piquer y su contribucin a la Historia de la Medicina, en Actas del XV Congreso Internacional de Historia de la Medicina, vol. I, Madrid, p. 172.

    13 SANVISENS MARFULL, A. (1953), Un mdico filsofo espaol del siglo XVIII: el doctor Andrs Piquer, Barcelona, CSIC, p. 94, nota 140.

    14 PESET I LLORCA (1975), p. 322; la relacin Mayans-Piquer, en pp. 230-392.

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    El trabajo publicado por Andrs Piquer supone, por tanto, un punto de in-flexin de obligada referencia en el intento de comprender el fenmeno de las fiebres en la Espaa del siglo XVIII. Las sucesivas ediciones15 de su obra son un evidente reflejo de la positiva acogida de su trabajo, con un seguimiento notorio tambin fuera de las fronteras espaolas, especialmente al otro lado de los Pirineos16.

    A pesar de que muchas veces los supuestos se pueden identificar con los intereses17, y en el caso de Piquer tambin estarn presentes, no hemos abor-dado en la prctica esos intereses ms que de una manera somera. Seguramente sea un trabajo necesario quizs inminente junto con nuestra reflexin sobre las propuestas de Piquer.

    DESCRIPCION E INDEFINICION La obra de Piquer aparece trazada en torno a la defensa de la observa-

    cin. En este sentido, las dudas y reparos atribuidas a la medicina son conse-

    15 2 edicin en 1760; 3, en 1768; ambas corregidas. Sanvisens nos indica que tras su

    muerte se hicieron, an en el siglo XVIII, otras dos ediciones a partir de la 3, en 1777 y 1778. SANVISENS MARFULL (1953), p. 62. Hemos localizado una 5 edicin, de 1788 Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico.

    16 Hubo traduccin al francs a cargo de Lamure, as como una edicin en Amster-dam. De las dos da cuenta Alejandro Sanvisens que precisa que la de Amsterdam se encuentra tambin traducida al francs, editada en 1776. SANVISENS MARFULL (1953), p. 62. Acerca de su presencia en Francia, Juan Bautista Peset sita a los mdicos de la Escuela de Montpellier detrs de la traduccin francesa del Tratado y mantiene que Philippe Pinel copi...grandes trozos; PESET, J. B. (1876), Bosquejo histrico de la medicina en Valencia, Valencia, Im-prenta de Ferrer de Orga, p. 154. De su difusin en Francia hemos encontrado referencias en el Journal de Mdecine... de Corvisart, una de las publicaciones perodicas mdicas ms in-fluyentes de la poca, lo que nos permite apreciar cmo an a principios del siglo XIX el trabajo de Piquer era valorado en los crculos mdicos franceses: Trait des fivres, de M. Andr Piquer, Mdecin de S.M.C.; Traduit de l'Espagnol en Franais, par M***, D.M.M., sur la troisime et dernire dition de 1768; revu et corrig par MM. C. et R., professeurs en mdecine Montpellier. Seconde dition. A Paris, de l'Imprimerie Economique, rue de la Harpe, N 117, An 9, 1801, en Journal de Mdecine, Chirurgie, Pharmacie, etc, Prairial, An IX, pp. 281-283. Tambin Chomel estaba atento a los trabajos de Piquer, como lo manifiesta en sus lments de pathologie gnrale, Paris, 1817 (La edicin consultada, editada en Coim-bre en 1839, segn la edicin francesa de 1824).

    17 En el sentido que presentaba Bujosa en un interesante planteamiento epistemolgico en el prlogo a su trabajo sobre Hernndez Morejn, Chinchilla, Guardia y Comenge y Ferrer. BUJOSA, F. (1989), Filosofa e Historiografa mdica en Espaa, Madrid, CSIC, pp. IX-XV.

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    cuencia de que o bien se aplican poco los mdicos a las observaciones o bien no las hacen con el cuidado que ellas piden. Sobre ellas deber esta-blecerse el otro fundamento de la verdadera medicina: el raciocinio18.

    Conocimiento y comprensin son dos elementos que van a aparecer cla-ramente diferenciados en el discurso de Piquer. Podemos conocer una enfer-medad e incluso esto ser a veces algo fcil, pero no es tan evidente el que podamos llegar a delimitar las caractersticas esenciales que van a permi-tirnos individualizar dicha enfermedad. As, las calenturas son presentadas como algo fcil de conocer, aunque se precisa la dificultad de definirlas. El propio Piquer se muestra consciente de la limitacin de esta presentacin. Es por ello, quizs, que acude a los clsicos en un evidente intento de contestar de antemano a una previsible crtica a su trabajo19.

    El recurso a la autoridad de Galeno e Hipcrates aparece entonces como algo natural que encontrar continuidad en su obra. En este sentido se recuer-da la figura de Galeno, autor que, a pesar de que trat la cuestin de forma extensa, no abord el tema de la definicin. Alusin similar tambin la que se hace a Hipcrates. Aunque en este caso Piquer no cuestiona el punto de partida del mdico griego de estar haciendo alusin ms a sntomas que a verdaderas enfermedades. Tampoco es un obstculo el hecho de que Hipcrates calificara con este trmino una serie de enfermedades sobre las que obligatoriamente tena ideas distintas que los mdicos de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX20.

    La referencia a Galeno, apoyada en el juicio del mdico espaol Valls, contempla que no se definiera porque tal vez conoci la dificultad que haba en explicar la esencia de la calentura en una sola definicin, pero tambin

    18 PIQUER (1751), prlogo. 19 Situacin que tambin se plante en algn otro de sus trabajos. Ver, por ejemplo, las

    dudas y objecciones que le plantea el mdico Jacinto Puig, a propsito de la Lgica Moderna publicada por Piquer en 1747. PUIG, J. (s.f.), Clave philosophica en la que se contiene una breve introduccin a las disciplinas mathematicas y un fcil y breve compendio de la Lgica, o Philosophia racional, junto con una carta y dificultades propuestas al Doctor Don Andrs Piquer..., Madrid, la carta aparece con fecha de 17 de abril de 1752 pp. 133, 134 y I-XVIII.

    20 Artculo Fivre, en ADELON et al. (1822), Dictionnaire abrg de Sciences Mdica-les, Panckoucke, Pars, tome septime, p. 369. En sentido similar encontramos a Boisseau: on ne trouve dans les crits qui portent le nom dHippocrate, rien qui resemble la manire dont on considre aujourdhui ce quon appelle les fivres... les Hippocratides...nont jamais entendu dsigner une classe, un genre, une espce de maladie en gnral, mais seulement un symptme...; BOISSEAU, F.-G. (1824), Pyrtologie physiologique ou Trait des fivres consi-deres dans lesprit de la nouvelle doctrine mdicale, Pars, pp. 52 ss.

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    admite que quizs Galeno debi hacer juicio, que son vanas las definiciones de aquellas cosas que son manifiestas por s mismas. Aunque Piquer parece decantarse por la evidencia en el tema de las fiebres, su posicin aparece pre-cisada cuando escribe: qu importa que se ignore en qu consiste la esencia de la calentura, como se sepa conocer cundo la hay y de qu manera ha de curarse?. Por lo tanto, aunque el mdico no conozca la esencia del mal, po-dr conocerlo y tambin curarlo si conoce los caracteres que le son propios21.

    Este planteamiento frente a la enfermedad obliga a encontrar un camino distinto que permita ocupar el espacio de definicin que se nos presentaba inabordable. En el caso de Piquer, va a ser la descripcin la que se encar-gue de ello, la que deber reflejar los caracteres propios e inseparables que nos servirn de elementos de identificacin y de diferenciacin. En referencia a las calenturas estos caracteres van a ser: pulso acelerado, calor ms in-tenso y acciones de la vida daadas. Estas son las circunstancias determi-nantes para considerar que una persona tiene calenturas, pues es imposible haber estas tres cosas en un sujeto sin que la calentura exista22.

    En cuanto a la divisin de las calenturas Piquer presenta tres grandes gru-pos: diarias las que duran veinticuatro horas, ms o menos, ptridas las que suponen putrefaccin en los humores y hticas aquellas que son lentas, largas, continuas, y necesariamente producen grande extenuacin del cuerpo, y siempre nacen de otra enfermedad que las fomenta. A partir de estos grupos se presentan numerosas divisiones23. No nos detendremos ahora en los distintas tipos de fiebres que considera Piquer. Ms interesante nos parece abordar la manera en la que nos presenta las causas generales de las calenturas, pues a travs de ello nos va a introducir tambin en el mtodo general de su construccin conceptual de la enfermedad24.

    EL ORDEN NATURAL Piquer identifica salud con orden, y enfermedad con desorden. As, consi-

    dera que el estado natural del hombre es estar sano. En l, las distintas dispo-

    21 Postura prctica que encontraremos tambin en el mundo de las fiebres al intentar es-

    clarecer la accin de la quina. 22 PIQUER (1751), pp. 1-4. 23 Ibidem, pp. 5 y 6. 24 Sobre las influencias mdicas de Piquer vase SANVISENS MARTULL (1953), pp. 150-

    154. Sobre su pensamiento filosfico AYALA (1996), pp. 25-32; SANVISENS MARTULL (1953), pp. 161-181.

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    siciones que se necesitan para la vida estn ordenadas, al tiempo que se cum-plen debidamente las leyes de los movimientos. La enfermedad, en cambio, va a ser un indicio de que las disposiciones o movimientos no estn bien or-denados. En este razonamiento, ser tanto ms peligrosa la dolencia cuanto mayor fuese el desorden25.

    Habiendo sealado que las calenturas tenan tres caracteres propios pulso acelerado, calor ms intenso y dao en las acciones vitales, todo aquello que pudiera causar estos efectos en el cuerpo humano estara tambin en disposi-cin de producir calenturas. Las causas pueden ser numerosas, pero Piquer las reduce a dos clases: la naturaleza misma del hombre y las dems cosas que puedan alterar esta naturaleza dando lugar a los efectos citados. Por lo tanto, la naturaleza aparece como la causa universal, prxima, inmediata y necesa-ria de todas las calenturas. Y qu entiende Piquer por naturaleza? Para l se trata del principio y causa material y fsica de las operaciones humanas. Pero no se trata de un principio unitario, sino en el concurso y agregado, mutua harmona, y correspondencia de todas aquellas cosas que son necesa-rias para la constitucin del cuerpo humano. Por ello, en cuanto objeto de la medicina, la naturaleza del hombre es el conjunto de slidos y lquidos que componen el cuerpo humano con el concurso del orden y la correspondencia que deber haber entre ellos.

    La cuestin que se plantea a continuacin es la de saber cundo la natura-leza acta bien en las enfermedades el mdico seguir estos movimien-tos y cundo no el mdico los reprimir. Todos los movimientos de la naturaleza humana, en cuanto a su conservacin, se hacen segn las leyes del Creador. El mdico observar estos movimientos, tanto en la salud como en la enfermedad, lo que le servir de axioma para fundamentar su discurso.

    Este modelo de Mecanismo no basta, sin embargo, para explicar las causas finales de las calenturas. Es por ello que Piquer considera que, adems de las leyes generales del movimiento, en el cuerpo humano tambin funcio-nan unas leyes particulares las que algunos denominan Mecanismo propio del hombre y otros principio vital. La consideracin que hace de este principio nos presenta a un Piquer que se encuentra ms cerca de la practi-cidad propia del carcter de las nuevas ideas del siglo XVIII que del pensa-miento sistemtico del que aparentemente parecera formar parte: para el uso que en la Medicina se puede hacer de estas cosas, basta la atenta observacin de los efectos que de l proceden; porque importa poco que se ignore el me-canismo especial del hombre, con tal que se sepan los efectos que de l dima-

    25 PIQUER (1751), pp. 10-22.

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    nan, los tiempos en que obra y la correspondencia y dems cosas reparables que hay en ellos y les pertenecen.

    Aqu se entiende la mentalidad antisistemtica de Piquer, que no significa falta de mtodo y sistema en su investigacin y exposicin mdico-filosfica sino su apuesta por unos principios basados en la comprobacin emprica26.

    Piquer confiesa su ignorancia sobre la causa ntima de las fiebres, desco-noce como Sydenham el motivo de la periodicidad paldica y expone a me-nudo sus dudas con leal franqueza27. Ello no impedir que intente buscar una explicacin e intente identificar, al menos, la causa aparente de las calenturas.

    En el modelo presentado por Piquer, con continuas alusiones hipocrti-cas28, es la naturaleza la que halla los caminos que necesita para saber lo que es saludable al cuerpo, es decir, que es la naturaleza la que cura las enfer-medades y ella misma busca los caminos que son necesarios para vencer-las. Por tanto, consecuentemente con lo anterior, ser la naturaleza la causa ms prxima de las fiebres. Y esta naturaleza o disposicin mecnica del cuerpo humano ser simpre la misma, con la nica diferencia que en la salud el mecanismo est de un modo y en la enfermedad, de otro distinto.

    Dando por supuesto que la naturaleza es la causa de las fiebres y que su me-canismo est alterado cuando se producen, la siguiente cuestin deber dirigirse evidentemente hacia las causas que alteran la disposicin mecnica del cuerpo humano y que conllevan la aparicin de la calentura. De nuevo con Hipcrates, Piquer seala el aire como la ms universal y ms eficaz causa de las calen-turas29. Las alusiones a la fiebre y las pestes parecen evidentes relacin que haba estado presente a todo lo largo del siglo XVIII y que an tendr vigencia en los inicios del XIX30. La referencia al aire como vehculo transmisor va a estar unida a la cercana de balsas o lagos que especialmente en el caso de las fiebres tercianas va a ser determinante31.

    26 SANVISENS MARFULL (1953), p. 150. 27 PESET Y CERVERA, V. (1934), Andrs Piquer: (recuerdo apologtico de la excelsa fi-

    gura del siglo XVIII), Valencia, Imp. Hijo de F. Vives, p. 39. 28 Sobre el hipocratismo de Piquer: SANVISENS MARFULL (1953), pp. 80-84; LPEZ PI-

    ERO (1987), pp. 28-33; NGEL Y ESPINOS, J. (1998) Andrs Piquer et la tradition hippo-cratique dans lEspagne du XVIIIe sicle, en Vesalius. Revue officielle de la Socit Interna-tionale dHistoire de la Mdecine, vol. IV, n 1, Juin, pp. 31-34. Lan incluye a Piquer en el grupo de hipocrticos de actitud ahistrica; LAN ENTRALGO, P. (1998), La historia clnica. Historia y teora del relato patogrfico, Madrid, Editorial Triacastela, p. 49 (1 ed. en 1950).

    29 PIQUER (1751), p. 15. 30 CHOMEL, A.-F. (1821), Des fivres et des maladies pestilentielles, Pars. 31 PIQUER (1751), p. 238. Sobre el aire y la amenaza ptrida vanse las interesantes

    pginas de CORBIN, A. (1997), Le miasme et la jonquille, Pars, Flammarion, pp. 11 ss. (1 d.

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    Las alusiones al aire aparecern en los distintas fiebres. As, las calentu-ras ardientes casi todas nacen del aire32; el aire es casi siempre la causa de las sinocales33; la causa de las malignas es un veneno de especial naturaleza que va con el aire34; ninguna causa es ms eficaz para producir estas calen-turas, que el aire, en especial las tercianas malignas, que se hacen tales por las malas influencias que el aire comunica a los cuerpos que estn dispuestos a padecerlas35.

    El argumento causal del aire le permite a Piquer, adems de explicar la llegada de la fiebre, avanzar una fundamentacin sobre la aparicin de distin-tas fiebres rompiendo unos hipotticos ciclos anuales: es verdad que no to-dos los aos son las calenturas de una misma ndole; pero esto nace de que tampoco es de una misma calidad el vicio del aire. Esta constatacin ir uni-da a la modificacin de efectos que el aire produce segn las disposiciones que encuentra en los cuerpos36.

    Una vez determinada la va de llegada del mal Piquer se cuestiona de qu modo el aire produce la calentura. Aqu la experiencia deja de ser til, al no poder ser percibido por los sentidos. Habr que ir, por lo tanto, a los efectos producidos. Es decir, frente al a priori de la experiencia aparece el a pos-teriori de lo causado37. La parte considerada venenosa del aire va a actuar causando contracciones espasmdicas en los slidos como el corazn y alteraciones en los lquidos, producindose as la calentura.

    Aceptando el razonamiento de esta explicacin y su consiguiente conclu-sin final, parece consecuente que junto al aire aparezcan alimentos, me-

    en 1982). Sobre la influencia siempre presente de los pantanos, modificando la tendencia a asignar al aire un protagonismo que muchas veces no ha tenido: DUMAS (1791), Discours prliminaire, Cours complet des fivres par feu de M. Grimaud, Paris, p. XXVII; tambin: BAILLY, E. M. (1825), Trait anatomico-pathologique des fivres intermittentes, simples et pernicieuses, Pars, pp. 122 y ss. La identificacin de los lagos con las fiebres paldicas ha dado lugar a un importante debate dentro de la historia de las mentalidades; JEANFILS, E. (1986), Levolution de la perception des marais du point de vue culturel et institutionnel, en Limpact des activits humaines sur les eaux continentales, Socit Hydrotechnique de Fran-ce, Pars, Question I, rapport n 1 et fascicule gnral, pp. 30-31.

    32 PIQUER (1751), p. 32. 33 Ibidem, p. 105. 34 Ibidem, p. 151. 35 Ibidem, p. 238. 36 Ibidem, p. 16. En p. 21 aade: la disposicin de los cuerpos hace mucho para que el

    aire obre en ellos con mayor o menor actividad. 37 Ibidem, p. 22.

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    dicinas, o cualquier otra cosa que puedan producir tambin calenturas, en la medida que pueden actuar igualmente sobre los lquidos o partes slidas del cuerpo38.

    Causa, modo y efecto aparecen, por tanto, como los tres ejes sobre los que Piquer articula su explicacin de cmo se producen las fiebres. A partir de aqu, y usando las descripciones como nico medio que hay para representar las enfermedades, Piquer abordar los distintos tipos de calenturas que l privilegia: ardientes, sinocales o continentes, malignas, semitercianas, coti-dianas o mesentricas, diarias, tercianas y cuartanas.

    LA ACCIN DEL MEDICAMENTO Ademas de la singularidad de Andrs Piquer en el tema de las fiebres, convie-

    ne que nos centremos tambien en las referencias que este autor hace de la quina. A pesar de que la quina era conocida desde ms de un siglo antes39, y que

    haba tenido una favorable acogida en Europa40, en el siglo XVIII seguan proponindose remedios clsicos. As, encontramos cmo algunos autores hacan aparecer en una posicin de privilegio la cebada y las claras de huevo siguiendo la receta hipocrtica, y otros en los que tambin intervenan el salvado de trigo, la harina de avena, la calabaza, la goma amonaco, el vi-no, el antimonio o, especialmente para los nios, las almendras. Bien es ver-dad que junto a ellos tambin ocupaba un lugar la quina, pero lejos del papel destacado que s se le estaba dando desde otros crculos41.

    En el caso de Piquer, especial dedicacin a la quina nos encontramos en el captulo referido a la curacin de las calenturas ardientes42. Y tanto ms signi-ficativa es la alusin a la planta americana en cuanto que Piquer va a desarro-

    38 Ibidem, p. 23. 39 HERNANDO, T. (1982), La quina en el siglo XVII, en Dos estudios histricos (Vieja

    y Nueva Medicina), Madrid, Espasa-Calpe, pp. 171-223. 40 Como queda de manifiesto especialmente en algunas de las obras que aludan a las en-

    fermedades comunes: Guide ou Manuel dans le traitement des maladies les plus graves et les plus frquentes, Pars, 1777, pp. 69 y ss.; TISSOT, S. A. (1782), Avis au peuple sur sa sant ou Trait des maladies les plus frquentes, Pars, tomo I, pp. 274-287. En algunas se recomienda incluso para todo tipo de fiebres: La mdecine et la chirurgie des pauvres, Pars, 1758, pp. 283-289.

    41 CURBO SEMMEDO, J., (s.f. pero c. 1731), Secretos mdicos y chirurgicos del doctor...., traducidos de lengua vulgar portuguesa en castellana por el Doct. D. Thomas Cortijo Herriz..., Madrid, pp. 12 y ss., y 76.

    42 PIQUER (1751), pp. 66-69.

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    llar aqu todo su escepticismo frente a los remedios: confianza en la accin de la naturaleza de marcada herencia hipocrtica y ataques a los sabios aplicadores de medicina. As, tras sealar una divisin entre enfermedades agudas que andan acompaadas de muy graves sntomas, los cuales por lo comn son breves, y suelen terminarse dentro de cuarenta das y crnicas las que se alargan mucho concluye que es indubitable, que la natura-leza es la que curas unas y otras, y las medicinas en tanto aprovechan, en cuanto socorren y ayudan para que pueda expeler las causas de las dolencias. La naturaleza va a aparecer no ya como algo necesario o importante sino co-mo decididamente imprescindible, pues donde faltara ella no hacen los me-dicamentos ningn efecto43.

    Piquer recuerda los dos grupos diferenciados que encontramos sobre este tema. De un lado seala a Gedeon Harveo Gideon H. Harvey, que quiso que los mdicos hiciesen muy poco, o nada, sino solo observar a la naturaleza y dejarla sin medicinas, suponiendo que ella sola ha de hacer la curacin. En este grupo incluye al Dr. Boix el autor de Hipcrates defen-dido tambin partidario de esta lnea pero menos radical que Harvey. En el lado contrario sita a los que quieren hacerlo todo con medicinas, como si la curacin la hubiesen de ejecutar ellos solos, sin dejar nada a la naturaleza. En este grupo, claramente denostado por Piquer, son aludidos algunos auto-res de Farmacopea y un grupo muy determinado al que hacamos alusin unos prrafos ms arriba: los qumicos. Para Piquer, estos ltimos, con sus Panaceas, y Arcanos, son extremadsimos en seguir esta tendencia de utilizacin profusa de medicinas.

    Nos encontramos, por tanto, con una clara alusin a la diferenciacin de actitudes de dos grupos mdicos y qumicos que cobrar cuerpo a finales de siglo y especialmente a principios del siguiente.

    Frente a estas dos posturas extremas Piquer pretende tomar un camino in-termedio, sealando tambin en esta ocasin que es la naturaleza la que cura las enfermedades y que el trabajo de los mdicos consiste en adivinar el curso de esta accin y ayudar a llevarla a cabo. Esta divisin aparente del trabajo queda derrumbada cuando tiene que tomar opcin: Y si hubiera yo de decir cual de los dos extremos que acabamos de proponer es el peor, siempre ten-

    43 Finalmente, para llevar acertadamente la curacin, as de esta calentura como otras

    agudas, es menester observar constantemente la mxima de que la naturaleza es la que las cura; y que el mdico no ha de apresurarse con muchas medicinas, porque pocas y escogidas y aplicadas segn el destino que la naturaleza requiere, harn ms provecho, que la multitud que hallamos hacinada en muchos libros y farmacopeas. Ibidem, p. 99.

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    dra por mucho ms perjudicial al linage humano la opinin de los que todo quieren curarlo con muchas y repetidas medicinas, que la de aquellos que no quieren que se use ninguna.

    La divisin entre enfermedades agudas y crnicas cobra ahora mayor sen-tido. En las primeras se necesitan pocas medicinas para curarlas. El hecho de ser breves se interpreta de dos maneras. Por un lado, la falta de necesidad: como esta enfermedad se acaba rpido, no es preciso que la naturaleza haga uso de medicamentos. Por otro, una interpretacin de causa/efecto: la natura-leza obra de manera muy eficaz y con la actividad de sus movimientos traba-ja mucho en expeler y arrojar del cuerpo las causas de la dolencia. Con lo que la brevedad de la enfermedad sera debido precisamente a la brillante actuacin de la naturaleza. Siguiendo este ltimo razonamiento nos encon-tramos una mayor necesidad de medicamentos en las enfermedades crnicas, pues en sta la naturaleza obra ms lentamente.

    Este es el marco que sirve para que la quina haga su aparicin en el caso de las calenturas ardientes, con el aval de la experiencia y uso que de ella testimonia Piquer.

    EL REMEDIO DE LA QUINA Observacin y raciocinio son los dos referentes que Piquer acepta para la

    introducin del uso acertado de los remedios. La importancia del raciocinio queda patente en el hecho de que gracias a l tambin se deduce la aplica-cin que puede hacerse de las medicinas en las enfermedades. Pero son una importancia y una consideracin secundarias pues considera que en l apare-cen ms engaos y equivocaciones que en la observacin. Para ser aprove-chado en medicina, el raciocinio debe siempre fundarse en las operaciones de la naturaleza, de modo que el razonamiento del mdico ha de ser entera-mente conforme con lo que la naturaleza ejecuta.

    Queda evidenciada, por lo tanto, la valorizacin de la observacin, en la que ha de apoyarse la eleccin de los posibles remedios: Llevaremos pues por mxima fundamental para nuestra curaciones, preferir siempre a cuales-quiera otros, los remedios cuya eficacia consta por observaciones ciertas, y por raciocinios naturales deducidos de lo que la misma naturaleza ensea. Hagamos notar, adems, la precisin que Piquer hace sobre la observacin: que sea cierta, que no vale cualquier tipo de observacin, sino aquella rea-lizada con fundamento: y de este modo de aplicar las medicinas nunca enga-ara si las observaciones estuviesen bien hechas, porque de las cosas que

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    constan por observacin fiel y segura, se tiene evidencia. Y en esta declara-cin de principios sobre las observaciones positivas encuentra un claro aco-modo su apuesta por la quina: por haber observado los hombres que el opio quita los dolores, y la quina las calenturas, se aprovechan de estos remedios para quitar estas dolencias. Riera ha sealado haciendo referencia al siglo XVII que el empleo de la quina como recurso mdico fue el resultado de la observacin clnica, siguiendo la lgica de los misioneros jesutas44. En el caso del discurso de Piquer aparece claramente que es la observacin, y en este caso una observacin fiable y segura la quina elimina la fiebre el fundamento de su defensa de las propiedades de la planta americana.

    Las fiebres aparecen como algo fcil de conocer pero difcil de definir. Es decir, la descripcin de las calenturas se presenta como algo abordable, frente a la dificultad que surge al pretender establecer precisiones delimitatorias. Definir la enfermedad como sntoma o como patologa se convierte, por lo tanto, en una tarea casi inabordable. En el listado inmenso de distintas fie-bres que aparecen en cualquier nosologa al igual que en el Tratado de Piquer encontramos seguramente una primera respuesta a esta imposibili-dad de definir el mal al que se est haciendo referencia. La observacin cobra por tanto protagonismo no slo como elemento que suministra los datos pre-vios a la elaboracin de una teora sobre la enfermedad, sino como el verda-dero laboratorio de creacin de un discurso contra dicha enfermedad. La his-toria clnica y las referencias hipocrticas para el caso de Piquer vuelven a evidenciarse aparece de esta manera como un recurso necesario ms que complementario, como la base emprica de un futuro modelo terico.

    Es en este sentido donde cobra importancia la observacin, tanto sobre las propias calenturas, como cuando se trata de aplicar el remedio de la quina. Un medicamento que aparece, adems, con un uso limitado. Es decir, se trata de un medicamento/remedio contra la fiebre, en cuanto que sirve para curar el mal, pero no aparece signo alguno que pudiera hacernos pensar en medidas preventivas o de precaucin45.

    Hicimos mencin unas lneas ms arriba a la aparicin de la quina en el caso de las calenturas ardientes. En las dems fiebres sealadas por Piquer la alusin al remedio americano ser desigual. Si en el de las malignas destaca por su ausencia frente al protagonismo de la sangra, la volveremos a

    44 RIERA (1992), p. 82. 45 En el mismo sentido que ha sido sealado para el caso francs por Georges Vigarelo.

    VIGARELO, G. (1993), Le sain et le malsain. Sant et mieux-tre depuis le Moyen Age, Pars, Seuil, p. 134.

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    encontrar si bien en una posicin claramente secundaria en el caso de las semitercianas46, y aludiendo a la circunstancia de que dicha calentura se hiciera intermitente.

    Va a ser, efectivamente, en el caso de las tercianas cuando la utilizacin de la quina adquiera un plano destacado si bien siempre detrs de una pri-mera curacin con sangras y vomitivos47. La quina aparece, entonces, no solo como el remedio ms eficaz, sino como el nico frente a esta enfer-medad. Y en su utilizacin no se mezclar con otras medicinas salvo casos puntuales porque tomando como apoyo una vez ms la experiencia los polvos de la quina bien escogida, de por s solos hacen mejores efectos.

    En el caso de las tercianas malignas la utilizacin de la quina es colocada por Piquer en primer lugar, antes incluso de hacer sangras ni dar vomitivos. Con ello muestra una vez ms su confianza en este remedio que cura a los enfermos, sin otro tipo de prevenciones. As, frente a la posibilidad de que los mdicos se entretengan en dar medicinas evacuativas antes de que se mueran los enfermos Piquer recomienda la quina, y estos enfermos se curaran con tal que desde luego se les de quina sin prevencin ninguna. Piquer hace uso en este caso de su propia experiencia: De una vez doy yo media onza de quina en estos casos, y vuelvo a repetir la misma cantidad dentro de algunas horas, hasta que vea que la accesin de la terciana no viene, como regularmente suele suce-der. Y despus de haberse ya quitado, hago tomar al enfermo todos los das un papel de quina de dos dragmas hasta que cumpla una onza48.

    La quina aparece recomendada tambin en el caso de las cuartanas dado que comparte causa con las tercianas. En la referencia a las cuartanas tambin se constatan sus buenos efectos, pero teniendo en cuenta que con cualquier leve motivo vuelven despes de ella49.

    Cuando las fiebres intermitentes tercianas o cuartanas se vuelven continuas, la dosis de quina debe aumentar considerablemente, con el objeti-vo de impedir el peligro que este paso puede conllevar. An siendo ya conti-nua, y dado el origen como intermitente, la utilizacin de la quina ser siem-pre pertinente50.

    46 PIQUER (1751), p. 210. 47 Ibidem, pp. 240 y ss. 48 Ibidem, p. 242. 49 Ibidem, p. 245. 50 Ibidem, p. 246.

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    IDENTIFICACION La identificacin de la quina va a ser la asignatura pendiente. El no tener

    los elementos precisos de determinacin ser una de las causas ms decisivas a la hora de presentar posturas a favor o en contra de la planta51. La utiliza-cin de una gran variedad de trminos es un reflejo asimismo de la propia confusin que se dio con este remedio52.

    La agrupacin conforme a la situacin geogrfica dado que respetan bastante los lazos naturales por la circunscripcin de especies en centros rela-tivamente limitados va a seguir siendo un elemento clasificador hasta bien entrado el siglo XIX. El criterio de la apariencia exterior profusamente utilizado en las primeras presentaciones va a convivir con el basado en las diferencias de composicin qumica. Con todo, desde dos de los referentes bsicos de la medicina espaola en el siglo XIX, como son el francs y el alemn, vamos a seguir encontrando la constatacin de esta indefinicin. As, en 1874 an podemos encontrar afirmaciones desde los crculos franceses, como la de Goubler: una divisin ms precisa y segura que sta, fundada sobre los caracteres botnicos de las especies no es posible todava por la incertidumbre de las determinaciones53. En un sentido similar tambin escri-bir Husemann: se ha extendido el conocimiento de los rboles de la quina hasta el punto de que sepamos existen al menos 3 y quiz muchas docenas de especies del gnero cinchona..., al tiempo que sealar la presente confusin entre las distintas cortezas54.

    51 Problema que haba estado presente en los intereses de los grandes botnicos de la

    poca y del que los espaoles tuvieron un protagonismo destacado. FERNNDEZ PREZ, J. (1998), The relations betwenn Linnaeus and Mutis, The problem of the determination of the Cinchona trees, en Carl Linnaeus and enlightened Science in Spain, Madrid, Consejera de Educacin y Cultura, CAM, pp. 69-102.

    52 Como ya sealamos, por ejemplo, en el caso de los considerados principales diccio-narios franceses de Historia Natural de la segunda mitad del siglo XVIII y primeras dcadas del XIX; FRAS NEZ, M. (1998), Problemas terminolgicos en la identificacin de La quina americana (1764-1828), en Boletn de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del Pas, tomo LIV-1, pp. 53-61.

    53 GOUBLER, A. (1877), Comentarios teraputicos del Codex Medicamentarius, o sea Historia de la accin fisiolgica y de los efectos teraputicos de los medicamentos, (2 edicin en espaol; la edicin original francesa es de 1868), Madrid, p. 342.

    54 HUSEMANN, T. (1878), Manual de Materia Mdica y Terapeutica, escrito para estu-diantes y prcticos, con comentarios a la Farmacopea Germnica, Madrid, t. III, pp. 96 y 97.

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    A pesar de la cuestin de la identificacin, el posible problema de los componentes de la quina no se presenta como tal, porque lo que importa son los resultados. La ignorancia sobre la actuacin del remedio y en conse-cuencia el desconocimiento de la causa de su efectividad se va a mantener durante su difusin en Europa.55 Ello no impedir, como hemos sealado en otro trabajo, la aceptacin de la quina tanto desde los medios oficiales e insti-tucionales dirigidos predominantemente a un pblico mdico o entendi-do en cuestiones de saludcomo desde las publicaciones dirigidas a sectores ms populares56.

    La cuestin de los componentes de la quina y su modo de actuacin segui-r sin resolverse an durante un largo tiempo que no se clarificar hasta los trabajos de Caventou y Pelletier57. Con todo, la ignorancia de la manera de actuar y especialmente de la causa de su efectividad va a continuar, y ello no va a ir en detrimento del prestigio de la planta. Esta constatacin ser relativi-zada desde la posicin de que poco importa su modo accin sino lo que interesa en realidad es que cure y termine con las fiebres58.

    La quina queda a salvo de cualquier accin negativa. En este sentido, y a propsito de las calenturas cotidianas o mesantricas, Piquer reconoce que el uso de la quina puede producir una inflamacin interna e incluso la muerte. Ahora bien, esto se debera a un mal uso de la quina y en ningn caso supone un cuestionamiento de sus propiedades. Los posibles trastornos han de enten-derse dice Piquer del mal uso de la quina o de la demasiada abundancia y tiempo poco a propsito en que algunos la propinan, concluyendo con una nueva apuesta por la observacin, al tiempo que introduce una llamada al buen hacer del mdico porque por repetidas observaciones sabemos que la quina acaba de quitar las calenturas mesentricas cuando son muy porfiadas, y el mdico ha hecho las diligencias previas que pide este remedio59.

    55 Nouveau Dictionnaire dHistoire Naturelle aplique aux arts, principalemente

    lAgriculture et lEconomie rurale et domestique...,(An XI-1803), Dterville, Pars, p. 137. 56 FRAS NEZ, M. (2001), Acerca de la utilizacin de la quina americana, Estudios

    de Historia das Ciencias e das Tcnicas, Pontevedra, tomo II, pp. 847-853. 57 PELLENTIER ET CAVENTOU (1821), Analyse chimique des quinquinas, suivie

    dobservations mdicales sur lemploi de la quinine et de la cinchonine, Paris. 58 FRAS NEZ, M. (2002), La matire mdicale amricaine: le quinquina et les Dic-

    tionnaires dHistoire Naturelle, en Biological an Medical Sciences (D. BUICAN and D. THIEFFRY Eds.), Lige, Brepols Publishers, p. 90.

    59 PIQUER (1751), p. 230.

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    A MODO DE CONCLUSIN Filosofa y medicina con el referente del pensamiento mdico han lle-

    vado un camino de encuentros a lo largo de la historia, pero un camino evoluti-vo y que en gran medida es un reflejo de los cambios de mentalidades60.

    Piquer intenta tomar distancia de los prejuicios filosficos que l mismo destacaba en su crtica a la medicina rabe tomando partido por la sensata experiencia. Resulta en principio llamativo, como ha sealado Manuel Min-dn, que mientras por un lado crea Piquer que la filosofa era necesaria al mdico, hasta tal punto que l mismo escribi sus tratados de filosofa pen-sando sobre todo en ayudar a los estudiantes de medicina, mantena por otro lado que la filosofa puede ser gravemente perjudicial a esta ciencia...Pero concluye Mindn el comprometerse con un sistema filosfico cerrado es peligroso para el mdico, porque llena de prejuicios y le hace preferir las construcciones fantsticas del ingenio a las realidades indefectibles de la ex-periencia y al buen sentido del juicio.61 Sanvisens vena a concluir que la medicina hipocrtica de Piquer no pretende fundamentos filosficos inme-diatos y que, adems, aunque deba complementarse y fundamentarse bien, la Medicina no es Filosofa; aunque entienda la naturaleza, como Piquer, de un modo integral.62 Quizs sea Jorge M. de Ayala, quien aporte otro prisma cuando seala, de una manera muy esclarecedora, ms all de la simple cons-tatacin a partir del estudio de la Lgica piqueriana que Piquer no era filsofo sino mdico de profesin. Esto hara que en lugar de concentrarse en el anlisis de la potencia operativa de la razn analizando la naturaleza de los juicios como har Kant, se limitara al anlisis de la experiencia como origen o fuente de las verdades. Este anlisis permite a Ayala recoger la cita del propio Piquer de que la experiencia es la fuente de importantsi-mas verdades, entendidas stas no en el sentido de operacin realizada de modo controlado sobre dichos hechos, en espera de una respuesta previamen-te determinada, sino de observacin de un hecho por los sentidos.63

    Hemos hecho hincapi en otro lugar en el proceso de individualizacin que a finales del siglo XVIII y especialmente a principios del siglo XIX represen-

    60 TUBIANA. M. (1995), Histoire de la pense mdicale, Pars, Champs-Flammarion. 61 MINDAN (1958), p. 172. 62 SANVISENS MARFULL (1953), pp. 96 y 97. 63 PIQUER, A. (1747), Lgica Moderna, o Arte de hallar la verdad, y perficionar la ra-

    zn, Valencia. AYALA (1996), pp. 40 y 41.

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    ta la utilizacin de la quina en el caso de las fiebres paldicas64. La propuesta de Piquer puede considerarse una decidida aportacin desde los crculos es-paoles a esta nueva conceptualizacin que se estaba forjando en los medios cientficos europeos. Proyeccin que se recogera en los grandes diccionarios cientficos de referencia de la poca tanto de Medicina como de Historia Natural as como en publicaciones y trabajos particulares de algunos de los mdicos con ms prestigio del momento.

    Philippe Meyer ha insistido recientemente en que el progreso del pensamien-to mdico, al igual que el conjunto del progreso cientfico discurre de manera discontinua65. Meyer utiliza el ejemplo de la pieza de cristal que necesita una base slida, sobre la que ir colocando las sucesivas capas. Al abordar la re-flexin de Piquer en su Tratado de las calenturas estamos hablando de un es-fuerzo de integracin de la medicina espaola, en un referencial de epistemolo-ga general, pero al mismo tiempo, de un necesario posicionamiento de una manera de entender la prctica mdica. En este sentido, sin recurrir a denostadas visiones teleolgicas, s estamos en la senda de precisar interesantes y motiva-dos antecedentes de muchas de las incorporaciones entre ellas, el experimen-to66 que se integrarn en los conocimientos sobre la salud y la enfermedad en la medicina contempornea. Propuesta de Andrs Piquer que, junto a sus refe-rencias a las autoridades, sus citas galnicas y su constante apoyo en Hip-crates, se muestra claramente apostando por la observacin y la experiencia y aqu la presencia de Sydenham67 es determinante como base del cono-cimiento mdico68.

    64 FRAS NEZ (2002). 65 MEYER, P. (1998), Leons sur la vie, la mort et la maladie, Pars, Hachette, p. 85. 66 Jorge M. Ayala ha insistido en que Piquer no era un experimentalista en el sentido

    contemporneo del trmino. De hecho desconfa de los experimentos hechos en los laborato-rios. Pero tambin ha sealado su apoyo en el experimento, como hecho natural que obser-vamos por los sentidos y se pinta en la imaginacin. AYALA (1996), pp. 28 y 29.

    67 SYDENHAM, T. (1676), Observationes Medicae. Una edicin francesa de sus trabajos, en SYDENHAM, T. (1816), Oeuvres de mdecine pratique de Thomas Sydenham, Montpellier.

    68 Elementos y referencias presentes en la obra de Piquer, que seguirn teniendo protago-nismo en los medios oficiales de la medicina un siglo despus. As, por ejemplo, junto a la insistencia en la observacin, encontramos la aceptacin de las propuestas de Sydenham sobre la quina y las fiebres intermitentes en las lecciones clnicas llevadas a cabo por Britonneau en el Hospital de Tours en la primera mitad del siglo XIX: Essai clinique sur les fivres inter-mittentes, en Journal des connaissances mdico-chirurgicales, publi par Trousseau, Lebau-dy et Gourand, n V, janvier, 1834, pp. 135-138.