Cap 21_evaluacion de La Conducta

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http://oaid.uab.es/nnc/html/entidades/web/21cap/c21.html Teodoro del Ser Quijano 1 DIAGNÓSTICO SINDRÓMICO DE DEMENCIA 2 LA DEMENCIA COMO PROCESO EVOLUTIVO 3 INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN DE LA DEMENCIA 4 RECOMENDACIONES PRÁCTICAS 5 OBJETIVOS E INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN DE LA DEMENCIA 6 BIBLIOGRAFÍA DIAGNÓSTICO SINDRÓMICO DE DEMENCIA Muchos procesos, tanto funcionales como orgánicos, pueden producir defectos cognitivos de atención, percepción, lenguaje, orientación, memoria, juicio o planificación conductual. Estos procesos son especialmente frecuentes en el anciano y generan necesidades asistenciales importantes y crecientes dado el envejecimiento progresivo de la población [1]. Los trastornos funcionales, como la depresión, la psicosis o los estados de ansiedad, se acompañan de trastornos cognitivos, generalmente menores y parcialmente transitorios. En cambio, los procesos orgánicos que afectan al cerebro suelen dan lugar a deterioro mental más intenso, escasamente reversible, capaz de perturbar por sí mismo las actividades cotidianas del paciente y calificable, por lo tanto, como demencia [2].

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http://oaid.uab.es/nnc/html/entidades/web/21cap/c21.html

Teodoro del Ser Quijano

1 DIAGNÓSTICO SINDRÓMICO DE DEMENCIA

2 LA DEMENCIA COMO PROCESO EVOLUTIVO

3 INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN DE LA DEMENCIA

4 RECOMENDACIONES PRÁCTICAS

5 OBJETIVOS E INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN DE LA DEMENCIA

6 BIBLIOGRAFÍA

DIAGNÓSTICO SINDRÓMICO DE DEMENCIA

Muchos procesos, tanto funcionales como orgánicos, pueden producir defectos cognitivos de atención, percepción, lenguaje, orientación, memoria, juicio o planificación conductual. Estos procesos son especialmente frecuentes en el anciano y generan necesidades asistenciales importantes y crecientes dado el envejecimiento progresivo de la población [1].

Los trastornos funcionales, como la depresión, la psicosis o los estados de ansiedad, se acompañan de trastornos cognitivos, generalmente menores y parcialmente transitorios. En cambio, los procesos orgánicos que afectan al cerebro suelen dan lugar a deterioro mental más intenso, escasamente reversible, capaz de perturbar por sí mismo las actividades cotidianas del paciente y calificable, por lo tanto, como demencia [2]. En los últimos años se ha comprobado que el 10-20% de los ancianos presentan un cuadro de "deterioro cognitivo leve", de etiología muy variada, no incapacitante, cuyo estudio puede tener importantes consecuencias preventivas y terapéuticas ya que en muchos casos es la antesala evolutiva de la demencia degenerativa [3].

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La evaluación cognitiva es útil para el diagnóstico y seguimiento de todos estos trastornos, pero es especialmente necesaria en aquéllos en los que el deterioro cognitivo es el síntoma único o primordial como las demencias degenerativas o el deterioro cognitivo leve del anciano [4].

La demencia como síndrome

El diagnóstico sindrómico de demencia se basa en la evidencia de un deterioro cognitivo que afecta a varias áreas del rendimiento mental y que perturba el funcionamiento sociolaboral general del paciente [5].

La sistemática de este diagnóstico puede realizarse según varios criterios operativos distintos [6], pero en la tarea clínico-asistencial se tiende a asumir la equivalencia práctica de todos ellos y la existencia de un síndrome de demencia relativamente inequívoco y de diagnóstico bien establecido. Sin embargo, cuando esta presunción ha sido contrastada empíricamente, se ha comprobado que la prevalencia de demencia en una misma muestra clínica [7] o poblacional [8] puede variar notablemente según el criterio diagnóstico utilizado. La conclusión que se deriva de estos estudios es que el concepto nosológico de demencia y su constatación diagnóstica no es suficientemente preciso ni inequívoco.

La razón de esta imprecisión diagnóstica se debe a varias causas. Por un lado, la demencia es un síndrome relativamente "borroso". Sus límites son parcialmente arbitrarios, ya que en los casos de intensidad leve se solapa y confunde con otros cuadros clínicos (depresión, deterioro cognitivo leve, otras patologías psiquiátricas y funcionales, etc.) en los que también se da cierto grado de deterioro cognitivo, sin que dispongamos de criterios netos de diferenciación [9].

La demencia es, además, un síndrome complejo y multidimensional que incluye trastornos cognitivos (defectos intelectivos múltiples), funcionales (pérdida de autonomía) y conductuales (desajuste al medio sociolaboral).

Hay casos en los que se da cierto grado de incongruencia entre estos tres aspectos (aislamiento sensorial o social, cuadros psiquiátricos), o en los que no se puede establecer con certeza la vinculación entre defectos cognitivos y funcionales (patologías asociadas, enfermedad cerebrovascular, etc.), o bien en los que es difícil comprobar el trastorno multidimensional (bajo nivel cultural). El diagnóstico de demencia es problemático en todos estos casos, pero esa dificultad subraya la trascendencia clínica de este síndrome, en el que la multidimensionalidad es un indicador del carácter generalmente orgánico del proceso causante.

La demencia es un síndrome equívoco, ya que no tiene una correlación anatomoclínica común en todos los casos y su significado clínico es diferente según cuál sea su causa.

En la mayoría de las ocasiones el síndrome de demencia equivale a enfermedad de Alzheimer, ya que ésta es su causa más frecuente en la población general y en los ancianos en particular [10]. Por ello con frecuencia se tiende a trasponer al síndrome genérico los rasgos particulares de esta enfermedad: inicio insidioso, progresividad y defectos mnésicos, aunque estos rasgos no se dan en muchos otros tipos de demencia. En otras ocasiones el síndrome de demencia es sólo un indicador de intensidad lesional o de extensión de una patología cerebral evolutiva, como en la demencia multiinfarto, la esclerosis múltiple o el S.I.D.A. En raras ocasiones (<5%) la demencia es potencialmente curable y en ellas tiene una gran importancia clínica su detección temprana y su tratamiento adecuado [11].

Por último, la demencia es un síndrome elusivo. Muchas veces no es la demanda clínica principal, porque el deterioro mental, sobre todo en estadios leves, puede pasar inadvertido para la familia e incluso el médico [12] y las patologías múltiples del anciano pueden ensombrecerlo. Con frecuencia es, además, de causa mixta [13] y para el clínico es un desafío diagnóstico establecer su etiología y fisiopatología, y un

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desafío terapéutico indicar medidas de prevención y tratamiento.

El síndrome de demencia tiene un interés epidemiológico y sociosanitario incuestionable, y calcular su prevalencia e incidencia es muy importante para establecer las necesidades asistenciales y destinar adecuadamente los recursos necesarios para su atención y cuidado [14]. Los estudios de epidemiología analítica pueden igualmente aportar claves importantes respecto a los factores de riesgo y determinantes etiológicos de una patología causante de demencia en una población determinada. Pero todos estos estudios están siempre afectados por este factor de incertidumbre diagnóstica que no se puede hoy por hoy eludir. Para el clínico, en cambio, la demencia es sobre todo un desafío diagnóstico y terapéutico: lo más importante para él es identificar la enfermedad que produce el deterioro mental y tratar de establecer su fisiopatología, así como su prevención y tratamiento.

La objetivación del deterioro mental

El diagnóstico de demencia se basa en la objetivación del deterioro mental, es decir, de la caída en el rendimiento cognitivo del sujeto respecto a su nivel previo, en general normal [4]. Esta objetivación se puede realizar a partir de tres tipos de fuentes: a) la información de familiares o cuidadores, b) el rendimiento cognitivo del sujeto en pruebas específicas, y c) el desajuste funcional del sujeto en su vida cotidiana familiar o laboral. En la evaluación de una demencia deben recogerse de forma obligada datos de estas tres fuentes [4].

La información de los familiares o cuidadores se recoge en la historia clínica o mediante cuestionarios estandarizados diseñados al efecto; el rendimiento cognitivo mediante el examen del estado mental, escalas cognitivas breves o extensas, o baterías neuropsicológicas especiales; y el desajuste funcional mediante la evaluación de las actividades instrumentales y básicas de la vida diaria.

El acierto diagnóstico es menor si se establece el síndrome de demencia a partir de un solo instrumento, sea éste un examen del estado mental, una escala cognitiva, un test neuropsicológico complejo, un cuestionario conductual, una prueba funcional o una entrevista a un informador. Por el contrario, se incrementa cuando se confrontan los datos de perspectivas alternativas pero concurrentes, como el examen cognitivo del paciente, la valoración de sus funciones instrumentales cotidianas y las opiniones de los cuidadores [15].

Factores de error en el diagnóstico sindrómico de demencia

El diagnóstico de demencia es un diagnóstico clínico, que no se puede reducir a un algoritmo psicométrico; es decir, se obtiene tras una ponderación cuidadosa de la información obtenida de múltiples fuentes. Esto es debido a la existencia de numerosos factores de error que el clínico debe sopesar y evitar en lo posible (tabla I).

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Hay factores de error internos, procedentes del propio paciente, como el nivel cultural y la edad, que pueden controlarse parcialmente mediante estandarizaciones adecuadas de los instrumentos diagnósticos.

La mala colaboración, los defectos sensoriales y las patologías concomitantes sólo pueden ser superados mediante las habilidades clínicas del examinador, pero en ocasiones plantean dilemas diagnósticos prácticamente insolubles. Uno de los más comunes es el diagnóstico de demencia en el paciente cerebrovascular que, en algunos casos con defectos motores o verbales severos, es prácticamente imposible [16].Otros factores de error son externos al paciente, derivados de la tolerancia/exigencia y del apoyo/abandono del entorno, tanto familiar como institucional, que pueden reducir o intensificar, de modo aparente, el deterioro cognitivo que sufre el paciente. Estos factores pueden conducir a una infra o sobrevaloración del deterioro mental pero pueden ser controlados mediante el examen sistemático en condiciones adecuadas del rendimiento cognitivo del sujeto [15].

Por último, hay un factor de error intrínseco al propio concepto operativo de demencia. Tal como se comentó previamente, la demencia es un síndrome clínico con una gradación continua de intensidad, sin separación neta en sus formas más leves o incipientes respecto al deterioro cognitivo leve del anciano. Por ello siempre habrá casos dudosos en los que sólo la observación evolutiva permitirá evitar el error en el diagnóstico, a costa de diferir éste semanas o meses.

LA DEMENCIA COMO PROCESO EVOLUTIVO

La demencia tiene casi siempre un curso temporal evolutivo y esta dimensión debe tenerse en cuenta en su evaluación diagnóstica y en su seguimiento. La evaluación de un cuadro de demencia debe adecuarse a su estadio evolutivo, ya que ningún protocolo sirve para todas las fases de la enfermedad.

La evaluación temprana de la demencia

La evaluación de la demencia en sus fases tempranas tiene una finalidad fundamentalmente diagnóstica. La demencia debe detectarse en su inicio, porque ello facilita tanto el diagnóstico etiológico como el tratamiento. Todas las enfermedades que producen demencia son más fácilmente identificables en sus fases iniciales, cuando presentan sus rasgos clínicos más característicos; por el contrario, en los estadios avanzados y finales todas las demencias tienden a ser muy semejantes. Por otro lado, el tratamiento, tanto sintomático como etiológico o preventivo, es más eficaz en los estadios más precoces de la demencia.

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El problema práctico es que el diagnóstico de demencia es más dificultoso y potencialmente erróneo cuanto más temprano [17]. La demencia leve es difícil de identificar, requiere exámenes cognitivos más extensos y detallados para poner de manifiesto el deterioro mental y un control más estricto de los factores de error. La detección temprana de la demencia es, pues, tanto un objetivo como un desafío diagnóstico.

En el extremo, la demencia incipiente se confunde con el deterioro cognitivo leve, con el que forma un continuo y del que es prácticamente indiferenciable [9]. La detección precoz de la demencia es, hoy por hoy, de carácter probabilístico: los factores de error son factores de variabilidad, los marcadores biológicos (genotipo ApoE e4, atrofia del hipocámpico, etc.) y neuropsicológicos (aprendizaje facilitado, fluidez verbal, recuerdo diferido, etc.) son indicadores de riesgo, y el diagnóstico sindrómico es meramente predictivo. En la práctica clínica el diagnóstico precoz de demencia es muy problemático, poco aconsejable y restringido, por el momento, a protocolos de investigación. En las fases preclínicas o muy incipientes de la demencia es aconsejable aplicar la observación evolutiva antes de emitir un diagnóstico.

La evaluación de la demencia moderada-severa

En la fase moderada-severa el diagnóstico sindrómico de demencia puede llegar a ser trivial a medida que el deterioro cognitivo se hace acusado y, por tanto, fácil de detectar. La evaluación cognitiva tiene una trascendencia diagnóstica menor, ya que herramientas sencillas pueden objetivar los defectos cognitivos.

Aumenta, en cambio, la importancia del seguimiento evolutivo, la monitorización de los procedimientos terapéuticos y la discriminación de grupos clínicos. Al tiempo, la evaluación funcional y conductual de la demencia adquiere relevancia creciente ya que en estas esferas se plantean los problemas clínicos más acuciantes.

A medida que el deterioro mental progresa, no sólo cambian las áreas de interés de la actividad evaluadora, sino también la utilidad de los mismos instrumentos de evaluación. Las herramientas aplicables a pacientes con un rendimiento próximo a la normalidad, en los estadios incipientes de la demencia, carecen de sensibilidad para evaluar rendimientos muy defectuosos y dejan, por tanto, de ser útiles en las fases avanzadas del proceso. En estas fases son necesarios instrumentos especialmente diseñados para evitar el efecto suelo y evaluar rendimientos cognitivos y funcionales muy bajos [18, 19].

INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN DE LA DEMENCIA

Se han propuesto innumerables instrumentos de evaluación de la demencia, ninguno de los cuales es definitivo ni insustituible, porque los aspectos susceptibles de evaluación son también numerosos. Según el área de evaluación que cada instrumento examina, pueden agruparse en tres grandes apartados: cognitivos, conductuales o funcionales.

Instrumentos de evaluación cognitiva

Estos instrumentos tratan de valorar el grado de deterioro mental, es decir, la caída en el rendimiento cognitivo de un sujeto previamente normal. Pueden clasificarse según la perspectiva con que tratan de objetivar este deterioro [20]. En la perspectiva transversal, la más utilizada, se compara el rendimiento del sujeto en una o varias pruebas cognitivas con el rendimiento esperado en función de su edad y nivel cultural, para lo que se precisa un grupo normativo de referencia de sujetos sanos. En la perspectiva evolutiva se compara el rendimiento actual del sujeto con el que tenía él mismo meses o años antes. La dificultad en este caso es disponer de una estimación del nivel cognitivo previo por lo que a veces es preciso recurrir a informadores adecuados.

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También pueden clasificarse según su grado de complejidad: un instrumento simple y breve aporta unos datos básicos y generales sobre el rendimiento cognitivo del sujeto; si se precisa un diagnóstico más firme, una descripción detallada de los defectos cognitivos, un seguimiento evolutivo o una investigación clínica, serán necesarios instrumentos más complejos y específicos [21].

Instrumentos de evaluación transversal del deterioro mental

El examen general del estado mental

El examen general del estado mental es un sistema semiestructurado de exploración de las principales funciones cognitivas, que incluye un número variable de ítems, y evalúa la atención, orientación, lenguaje (expresión, comprensión, repetición, lectura y escritura), memoria verbal y visual a corto y largo plazo, aprendizaje, habilidades constructivas, praxias, gnosias, cálculo, razonamiento y programación [22] (tabla II). Este examen requiere 15-30 minutos, pero ha de realizarse de forma sistematizada, exige experiencia y habilidades clínicas, ya que no tiene un formato prefijado y ha de ser adaptado a los requerimientos de cada caso.

El examen del estado mental ha sido elaborado a lo largo de décadas y seguirá siendo útil durante mucho tiempo en la práctica cotidiana de muchos clínicos, para el despistaje del deterioro mental y el diagnóstico clínico. Pero cuando sea preciso sistematizar y documentar los hallazgos, comparar o agrupar casos diferentes, monitorizar los cambios, etc. Habrá que recurrir a herramientas estandarizadas.

Escalas breves de evaluación cognitiva

Para una evaluación clínica rápida y para el estudio de poblaciones numerosas se han desarrollado muchas escalas breves, fáciles de aplicar en unos minutos, y de buena fiabilidad [21]. Incluyen un número reducido de ítems muy sobreaprendidos, algunos comunes a todas ellas, que examinan funciones cognitivas básicas como orientación, control mental, memoria, lenguaje, capacidades constructivas y abstracción, y ofrecen una valoración global del rendimiento cognitivo. Permiten una dicotomía diagnóstica (normal versus patológico), pero no ofrecen un "perfil cognitivo" [23].

Su fiabilidad es alta y su validez para el diagnóstico de demencia es superior a 0.80 [24], excepto si el deterioro cognitivo es leve o el paciente es de un nivel cultural muy bajo o muy alto. Tienen alta sensibilidad pero su especificidad es menor por los efectos del bajo nivel cultural, trastornos sensoriales, afasia y/o edad elevada.

Estos instrumentos pueden usarse también para el seguimiento evolutivo de los pacientes y son muy útiles en la detección de grados moderados de deterioro mental, pero no pueden sustituir a una exploración neuropsicológica detallada. Están muy influidas por la edad y el nivel cultural. Todas ellas tienen intercorrelaciones altas y han sido validadas en diferentes poblaciones.

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• Destaca por su gran popularidad el Mini Mental State Examination de Folstein y cols. [23, 25], validado en nuestro medio con ligeras modificaciones [26] y en su versión original [27]. También es muy utilizado el Short Portable Mental Status Questionnaire [28], que consta de 10 ítems muy simples (tabla III), tiene una buena fiabilidad y validez y es un buen test para screening en poblaciones generales.

• En los casos de deterioro mental severo las puntuaciones en estas escalas son nulas, y dejan de tener valor discriminativo. Se han desarrollado recientemente instrumentos como la Severe Impairment Battery o el Test for Severe Impairment, que evitan el efecto suelo de los otros tests breves [18, 19, 21].

• Hay también escalas cognitivas extensas con un conjunto amplio de ítems divididos en subapartados cognitivos, que ofrecen puntuaciones parciales de algunas áreas cognitivas. La Mattis Dementia Rating Scale [21] valora atención, iniciación y perseveración, formación de conceptos, construcción y memoria, y tiene buena correlación con el WAIS-R. La Extended Scale for Dementia [21], revisión y extensión de la anterior, tiene una sensibilidad del 93% y una especificidad del 96% para el diagnóstico de demencia en los individuos de más de 65 años de edad.

Baterías neuropsicológicas

Las baterías neuropsicológicas permiten la evaluación sistemática de una serie amplia de funciones cognitivas. Pueden tener una fuerte base teórica como la de batería de Luria-Nebraska, carecer de ella como la batería de Halstead-Reitan, o combinar teoría, semiología y psicometría como el test Barcelona desarrollado en nuestro país [29]. La mayoría de las baterías neuropsicológicas clásicas han sido poco aplicadas a la evaluación de la demencia, quizá por su excesivo coste y escasa adaptación. En su lugar se han desarrollado diversas baterías de tests para la evaluación neuropsicológica de los pacientes con enfermedad de Alzheimer u otras demencias.

Hay baterías breves que agrupan un conjunto reducido de tests especialmente sensibles en la evaluación de la demencia.

La Alzheimer Disease Assessment Scale (A.D.A.S.) contiene dos apartados: cognitivo (recuerdo de palabras, ejecución de órdenes, denominación, praxis constructiva e ideatoria, orientación, reconocimiento de palabras, recuerdo de instrucciones, lenguaje hablado, comprensión, evocación de palabras) y no cognitivos (llanto, depresión, concentración, cooperación, delirios, alucinaciones, deambulación, actividad motora, temblores, apetito). Ha sido estandarizada también en castellano [30] y es actualmente herramienta obligada en los estudios de tratamiento y seguimiento

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de pacientes con enfermedad de Alzheimer al haber sido utilizada en la mayoría de los ensayos clínicos farmacológicos.

La batería del Consortium to Establish a Registry for Alzheimer's Disease (CERAD) [31] ha sido muy utilizada por su aplicación en todos los centros y estudios de este grupo de trabajo norteamericano, y el test de los 7 minutos [32] se ha difundido más recientemente como herramienta breve y de fácil aplicación para la identificación de la enfermedad de Alzheimer en la consulta del médico general (tabla IV).

La evaluación neuropsicológica detallada de la demencia requiere definir el patrón de funciones intactas y afectas. Para ello se precisa una batería amplia que cubra todo el abanico de las funciones mentales. La relación de pruebas neuropsicológicas que pueden integrar esa batería es muy extensa y su selección, que depende de los problemas clínicos y los objetivos de estudio, es una tarea de especialista [21].

Instrumentos de evaluación evolutiva del deterioro mental

Métodos de estimación del deterioro mental

Si se dispone de los resultados de un estudio psicométrico realizado previamente a un sujeto, por razones clínicas, laborales o de otro tipo, puede repetirse dicho estudio para comprobar si hay una caída actual en el rendimiento. Esta es una situación muy infrecuente en la práctica clínica.

Cuando no se dispone de una medida previa del nivel intelectual de un paciente, puede hacerse una estimación del deterioro actual recurriendo a métodos indirectos. Las funciones verbales, que constituyen la inteligencia cristalizada, son mucho más resistentes que las manipulativas, o inteligencia fluida, al efecto deletéreo de la patología orgánica cerebral. Por esta razón se ha utilizado la habilidad para la lectura de

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palabras, muy resistente al deterioro cognitivo leve y moderado, como indicador del nivel intelectual previo. El National Adult Reading Test (NART) es el más difundido de estos instrumentos. Es un test de lectura de palabras inglesas irregulares que permite estimar la puntuación previa en el WAIS, y la discrepancia entre esta puntuación estimada y la obtenida en el momento actual es aplicable al diagnóstico de demencia. En castellano se ha validado, con unos principios similares a los del NART, el "Test de Acentuación de Palabras" [33], aplicable a la estimación de la inteligencia previa y al diagnóstico de demencia.

Entrevista a un informador

La información necesaria para establecer la existencia de deterioro mental puede obtenerse de algún informador próximo al paciente, mediante cuestionarios apropiados. Esto es necesario en los casos muy evolucionados de demencia, en los que las respuestas del paciente no son fiables, y en los estudios retrospectivos cuando el paciente ya ha fallecido; pero también puede ser útil para establecer el diagnóstico de demencia en sus estadios iniciales.

Se han desarrollado cuestionarios estandarizados que, aplicados a un informador próximo a la vida cotidiana del paciente, inteligente y fiable, registran y cuantifican una observación prolongada y ajustada al medio, generalmente muy valiosa. De hecho, en los casos incipientes de demencia y en su diferenciación de la pseudodemencia, esta información es más fiable que las quejas del propio paciente. Así pues, el cambio cognitivo y conductual de un paciente puede ser evaluado y cuantificado por un informador cercano, incluso en fases incipientes del deterioro mental.

El Informant Questionnaire on Cognitive Decline in the Elderly (IQCODE) incluye 26 preguntas respecto a posibles cambios del paciente en memoria, aprendizaje, inteligencia verbal y manipulativa, durante el período de tiempo de 10 años, que se hacen a una persona estrechamente relacionada con el paciente. Sus resultados, poco contaminados por su nivel educativo e inteligencia previa, tienen una alta capacidad de detección del deterioro mental. Se ha validado una versión española de este cuestionario [15, 34] (tabla V).

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Controles evolutivos

La observación del curso evolutivo de un paciente mediante evaluación seriada con alguna herramienta neuropsicológica es el criterio más firme para constatar un deterioro mental progresivo. De hecho, es el criterio más fuerte para sustentar este diagnóstico [35]. La mayoría de las escalas y tests de uso clínico, manejadas con conocimiento y experiencia, pueden servir para objetivar esta evolución. No obstante debe tenerse en cuenta que en algunos tipos de demencia puede haber periodos estacionarios, o fluctuaciones.

Instrumentos de evaluación conductual

Estos instrumentos tienen la finalidad principal de identificar y mensurar los problemas conductuales del paciente, pero se están desarrollando también algunas escalas conductuales de utilidad diagnóstica como, por ejemplo, para definir operativamente la demencia frontal [36]. Son importantes en el seguimiento clínico, el control terapéutico, la rehabilitación, la asignación de recursos, la definición de grupos y la investigación.En el paciente con deterioro mental deben examinarse los trastornos conductuales que, en estadios moderado-

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severos, perturban seriamente el entorno familiar o institucional. Los trastornos conductuales son un indicador de gran validez ecológica que determina las necesidades asistenciales más importantes.

Las escalas conductuales más utilizadas son la Escala de Blessed y cols. [37], a pesar de su baja fiabilidad, la BEHAVE AD y la escala de psicopatología de la Universidad de Columbia. En los últimos años el Neuropsychiatric Inventory [38] se ha convertido en la escala conductual más utilizada, especialmente en el estudio de pacientes con demencia degenerativa y vascular, y es ya prácticamente una herramienta estándar en el desarrollo de ensayos clínicos.

Un método alternativo, basado en el análisis funcional de la conducta, para pacientes severamente deteriorados e institucionalizados, es la observación y registro de conducta. Es sencillo, se adapta a cualquier paciente, permite determinar las variables que agravan o compensan su deterioro y es aplicable a programas de rehabilitación y tratamiento.

Escalas funcionales

Estas escalas sirven para estimar el impacto del deterioro cognitivo sobre la actividad cotidiana del sujeto. Evalúan su autonomía funcional en su medio habitual mediante la observación directa o la información de los cuidadores.Los instrumentos de evaluación funcional más usados son las escalas de actividades de la vida diaria, tanto básicas: Indice de Katz, Indice de Barthel, Lambeth Screening Questionnaire, como instrumentales: Pfeffer, Rankin Scale, Nottingham Extended ADL, etc [39]. Las escalas de actividades instrumentales son útiles para registrar el deterioro funcional temprano y pueden colaborar al diagnóstico de demencia. Las actividades básicas se deterioran más tardíamente y sirven para monitorizar el curso evolutivo y las necesidades de ayuda y cuidados del paciente.

Hay escalas mixtas como la Rapid Disability Rating Scale-2 que contiene 8 ítems sobre actividades básicas de la vida diaria (comer, andar, movilidad, baño, vestido, lavabo, aseo personal, uso de dinero, etc.), 6 ítems sobre discapacidad (comunicación, audición, visión, dieta, encamamiento e incontinencia) y 3 sobre problemas especiales (confusión mental, falta de cooperación y depresión) [27].

Todas las escalas de actividades de la vida diaria tienen limitaciones en los ítems que incluyen (no siempre adecuados para el tipo de demencia que sufre el paciente, o para su medio cultural o su género), en su número (siempre limitado y a veces claramente insuficiente), en la forma de evaluarlos (generalmente mediante un familiar o informador, rara vez de forma directa) y en la interferencia de otras patologías y limitaciones distintas del propio proceso de demencia. Por eso actualmente se tiende a desarrollar escalas de actividades de la vida diaria específicas para la demencia, como la escala Bayer de actividades de la vida diaria, o incluso específicas para la enfermedad de Alzheimer [42].

Otros instrumentos de evaluación

Escalas de graduación

Las dos escalas más utilizadas para graduar la gravedad del deterioro cognitivo son la Clinical Dementia Rating [40] y la Global Deterioration Scale [41]. Ambas establecen un número reducido de estadios evolutivos definidos por varios criterios clínicos que no siempre se ajustan bien a la heterogeneidad de estos procesos. Ofrecen una clasificación operativa de los pacientes, que permite

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agruparlos a efectos de estudios posteriores inter e intragrupos de otras variables de interés, asignación de recursos, etc.

La Clinical Dementia Rating establece cinco niveles en función de seis áreas (memoria, orientación, juicio, actividades sociales, ocio y cuidado personal), mediante un algoritmo relativamente complejo. La Global Deterioration Scale divide la severidad del trastorno cognitivo en siete niveles y está diseñada específicamente para la demencia de la enfermedad de Alzheimer.

Escalas multidimensionales

Hay instrumentos de evaluación psicogeriátrica que recogen varias dimensiones funcionales como la SCAG, la Escala de Plutchick y cols. o la MACC Behavioral Adjustement Scale. Estas escalas incluyen numerosos ítems referidos a distintos aspectos de la conducta, estado de ánimo, funcionamiento cognitivo, etc. No es claro lo que se mide con ellas, pero han sido utilizadas en la evaluación del efecto terapéutico farmacológico o de otro tipo, aunque en la actualidad están siendo paulatinamente abandonadas.

Entrevistas estructuradas

Se han creado instrumentos complejos que recogen datos de la entrevista clínica, el examen físico y mental, algunas escalas cognitivas sencillas, cuestionarios a un informador próximo, y pruebas de laboratorio, con el fin de obtener, de forma estructurada y parcialmente estandarizada, una evaluación de los trastornos mentales del anciano. Algunas han sido desarrolladas para el examen psiquiátrico y otras, como la escala CAMDEX [43], para el diagnóstico de la demencia. Estos instrumentos son excesivamente amplios para su aplicación en la evaluación rutinaria del anciano, pero pueden ser muy útiles en estudios prospectivos y longitudinales sistemáticos de cohortes o grupos de pacientes seleccionados.

RECOMENDACIONES PRÁCTICAS

La utilidad de cualquier instrumento de evaluación de la demencia, sea una escala breve, un test psicométrico complejo o una extensa batería, depende de su integración en el conjunto del examen clínico, su adecuación al contexto asistencial en que se aplican y de los objetivos clínicos que se persigan.

A continuación se presentan unas recomendaciones prácticas respecto a algunas herramientas aconsejables en los distintos estadios evolutivos de la demencia.

Deterioro cognitivo leve

Algunos estudios longitudinales demuestran que en la demencia degenerativa hay una larga fase preclínica asintomática. Los sujetos que desarrollan demencia, años e incluso décadas antes de que el cuadro de demencia se haga clínicamente evidente, ya muestran un rendimiento cognitivo inferior al de los que permanecen libres de demencia.

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La aparición de demencia en estos sujetos se puede predecir parcialmente mediante instrumentos neuropsicológicos sencillos como subtest de vocabulario, semejanzas y claves del WAIS, pruebas de fluidez verbal, memoria lógica y visual, pares asociados y recuerdo diferido. Por otro lado, la asociación de los datos neuropsicológicos a otros marcadores biológicos, como el genotipo de ApoE o algunos hallazgos de neuroimagen, incrementan el potencial pronóstico. Por todo ello, en los últimos años se están orientando los esfuerzos de investigación hacia el campo de la enfermedad de Alzheimer preclínica.

• El objetivo de la evaluación en esta fase preclínica es detectar sujetos de riesgo, pero todavía es objeto de investigación y no es aconsejable, por el momento, plantear el diagnóstico preclínico de la demencia.

• Los datos principales son los neuropsicológicos y biológicos que puedan identificar los casos con deterioro cognitivo leve que evolucionen hacia una demencia tipo Alzheimer.

• Su perspectiva práctica será, en el futuro, la prevención y el tratamiento precoz de la demencia degenerativa. Ya se están planteando ensayos terapéuticas en estadios precoces de deterioro cognitivo leve con la expectativa de prevenir el desarrollo de demencia. En el futuro, quizá próximo, será muy importante definir una batería de pruebas cognitivas para la identificación de estos sujetos de riesgo.

Los ensayos clínicos en curso incluyen pruebas de memoria (memoria lógica, recuerdo libre y facilitado y recuerdo diferido de palabras), funciones ejecutivas (secuenciación de letras y números, laberintos), atención y concentración (claves de números, cancelación de dígitos), fluidez verbal y praxias constructivas (test del reloj).

Demencia leve

La demencia incipiente plantea dificultades diagnósticas notables, como se ha comentado en párrafos anteriores.

• El objetivo de la evaluación de la demencia leve es diagnosticar y tratar la enfermedad, no sólo el síndrome.

• Los datos principales son clínicos y neuropsicológicos.

• Debe estar guiada por un criterio pragmático: es preferible un diagnóstico falso negativo, que la observación del caso puede corregir en el espacio de unos meses, al falso positivo que puede desencadenar tanto angustia como medidas intempestivas.

Por último, hay un criterio fuerte: seguimiento evolutivo es la forma más segura de confirmar o rechazar el diagnóstico de demencia.

En la práctica, el diagnóstico clínico de la demencia leve debe ser siempre prudente, y ha de ser confirmado mediante el seguimiento evolutivo del paciente. Es previsible que en el futuro aumenten las demencias tratables, fundamentalmente degenerativas, por lo que el diagnóstico diferencial de la demencia deberá ser más cuidadoso.

Los instrumentos más sensibles para detectar el deterioro mental leve son; a) pruebas de memoria (recuerdo libre y facilitado con claves, tanto inmediato como diferido, y memoria lógica), b) pruebas de lenguaje (denominación y fluidez verbal), c) praxias (test del reloj). La opinión de los familiares sobre los cambios observados en el paciente recogida mediante cuestionarios al efecto, como el Informant Questionnaire on Cognitive Decline in the Elderly, y la valoración de sus actividades instrumentales cotidianas mediante escalas como la de Pfeffer, son también de utilidad.

Demencia moderada

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En la fase moderada el diagnóstico sindrómico de demencia es ya más fácil. A medida que la demencia progresa la evaluación funcional del paciente va cobrando más importancia en detrimento del interés, primordialmente diagnóstico, de la evaluación cognitiva.

• El objetivo de la evaluación de la demencia moderada es diagnosticar y tratar la enfermedad causante del síndrome.

• Los datos prioritarios son clínicos, conductuales y funcionales.

• El criterio pragmático que debe guiar la evaluación es confirmar el diagnóstico y detectar los problemas cognitivos y, sobre todo, funcionales potencialmente mejorables. Los datos cognitivos tienen valor en el estadiaje y seguimiento evolutivo. En la tabla VI se recogen unas recomendaciones sencillas respecto a un conjunto mínimo de pruebas que pueden ser utilizadas con la finalidad de objetivar el deterioro mental de la demencia leve moderada, tanto en un proceso de cribaje inicial como en el diagnóstico clínico.

Los cuidadores ya muestran dificultades y problemas importantes que pueden ser cuantificados mediante cuestionarios específicos como Coping Strategy Scale, Burden Interview, Caregiver Social Impact Scale o Screen for Caregiver Burden.

Demencia severa

La mayoría de los instrumentos de evaluación han sido diseñados para ser aplicados en la demencia leve o moderada, pero la investigación y el desarrollo de los cuidados al paciente con demencia ha extendido el interés y las necesidades de evaluación hacia sus fases más avanzadas.

• El objetivo de la evaluación de la demencia severa es valorar las necesidades y limitaciones fundamentales del paciente.

• Los datos prioritarios son funcionales y conductuales.

• El criterio pragmático que debe guiar la evaluación es identificar áreas de actuación clínica que puedan mejorar la calidad de vida o evitar las complicaciones en el paciente demente. Los datos cognitivos tienen un valor muy limitado y la evaluación debe centrarse en los aspectos funcionales y en las necesidades de cuidados.

Con el fin de monitorizar los tratamientos aplicados a los pacientes más graves, generalmente

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institucionalizados, y llevar a cabo estudios longitudinales o clínicopatológicos, se han desarrollado recientemente escalas para cuando los instrumentos habituales dejan de ser discriminativos. Estas escalas incluyen ítems simples de orientación, atención, lenguaje, manejo de objetos cotidianos, memoria concreta y conductas sociales básicas. Cabe recomendar el Test for Severe Impairment [18] o la Severe Impairment Battery [19].

OBJETIVOS E INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN DE LA DEMENCIA

Cada contexto clínico-asistencial plantea necesidades propias y, al tiempo, posibilidades y limitaciones concretas. La valoración de un paciente con demencia puede ser requerida en momentos evolutivos y entornos asistenciales muy distintos, con finalidades muy variadas. En todos los casos debe mantenerse una congruencia entre medios y fines perseguidos al menos en tres aspectos pragmáticos.

1 Por un lado, las características métricas de los instrumentos de evaluación deben ser acordes con los objetivos generales de ésta. En casi todas las situaciones es necesaria una buena fiabilidad. Los instrumentos de screening deben ser simples y tener gran sensibilidad. En el diagnóstico clínico debe primar la especificidad, aunque también debe ser altamente sensible y estar basado en datos sistemáticos. Para el seguimiento lo fundamental es la sensibilidad del instrumento al cambio, así como su ajuste al nivel funcional del paciente. En la investigación deben seleccionarse casos con alta especificidad diagnóstica y recogerse datos de valor ecológico cuando se trata de valorar efectos terapéuticos.

2 Por otro lado, los esfuerzos dedicados a la valoración deben adecuarse a los recursos. Como la valoración de la demencia requiere un abordaje múltiple, ninguna herramienta simple es suficiente para responder a todas las cuestiones importantes. En general, se precisa una herramienta compleja cuya extensión y características debe establecer el examinador haciendo un ejercicio de equilibrio que contrabalancee el rendimiento, la perspectiva y el coste de los instrumentos.

3 Por último, el protocolo de evaluación debe estar adaptado al medio en que se aplique. Según las características de la población de estudio se establecerán los puntos de corte, según el tipo de demencia se seleccionarán las áreas cognitivas o conductuales examinadas, según el grado de demencia se determinará el rango de aplicación de los instrumentos.