Capicúa

Tikití

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Cuento infantil escrito por mi en el 2012. Espero lo disfruten.

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En el pueblo de Capicúa hacía calor todos los días del mundo. Tanto, pero tanto calor que todo se derretía poco a poco. De hecho, las personas vivían bajo tierra porque era imposible soportar las altas temperaturas bajo el sol. Este no era un lugar convencional sino una hermosa isla flotante llena de colores. Las personas también eran de colores, y existían 3 razas diferentes: Los Azules, Los Verdes y Los Rojos. Se dice que hacía muchos años, había nacido una persona sin color y que por el odio que existía en su vida, al no sentirse parte de nada, se hizo tan malo que fue el causante de hechizar Capicúa haciéndolos vivir bajo ese horrible calor… pero esas eran sólo leyendas para justificar la horrible temperatura. También, los capicuyos se agrupaban según su color y hacían las actividades juntos, sin mezclase con los demás para evitar problemas por sus diferentes personalidades. De hecho, era mal visto el que dos personas de diferente raza estuvieran platicando o haciendo algo juntos. En realidad, nadie de la isla sabía el porqué de esta situación. Simplemente era algo que se había visto de generación en generación. Incluso, nadie se había aventurado a intentar convivir y mezclarse entre los demás por miedo al “qué dirán” y también miedo a cómo fuera a funcionar ya que como en todo este tipo de situaciones, existían rumores y cuentos negativos de las diferentes razas que se murmuraban entre todos los habitantes de Capicúa.

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Por eso mismo, cada raza de capicuyos vivía en diferente nivel de la isla con sus propias escuelas, tiendas, medios de transporte y todo lo necesario para vivir. En caso de requerir bajar o subir a los otros niveles por asuntos de negocios, se utilizaba como medio de transporte un tubo que parecía una especie de popote gigante en el que las personas eran succionadas y llevadas al nivel al que deseaban llegar como si volaran. Pero eso era sólo por el tiempo estrictamente necesario ya que no se acostumbraba a hacerlo. También, digamos que la sensación de estar entre sus diferentes los hacía sentir incómodos. Por otro lado, las personas de aquí comían sólo verduras exóticas. Éstas eran ricas en vitaminas y minerales permitiendo que la gente mantuviera sus cuerpos en el mejor color posible. Asimismo, los automóviles eran una especie de naves voladoras en las que cabía sólo una persona. Éstas iban a una velocidad tan rápida que sólo se lograba ver la ráfaga de colores que iban dejando. No eran muy comunes en la isla ya que la mayoría de los habitantes acostumbraban a caminar para llegar a sus destinos.

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Filomena vivía en la calle Siripi ubicada a 10 metros del mejor puesto de verduras de la isla, el del señor Maquiabelo. A pesar de su color azul mar, Filomena vivía sintiendo el calor del lugar como todos los demás sabiendo que se derretía poco a poco dejando partecitas de sí misma pintando todos los rincones por los que pasaba. Aquel día, Filomena se dirigía a su clase de coloración de mariposas en la Escuela Azulina de Capicúa aspirando algún día convertirse en la mejor pintora. Estas lecciones, consistían en darles color a esos hermosos insectos ya que por desgracia eran los únicos animales que nacían despintados. De hecho, eran los únicos animales presentes en la isla porque debido al intenso calor, ni una otra criatura podría sobrevivir. Mientras pensaba qué iba a ordenar en el puesto del señor Maquiabelo, vio a lo lejos a un niño de Los Rojos de su edad escondido detrás de una casa. Le sorprendió tanto que fue caminando directo hacia él. Quedó impactada por cómo una persona de 10 años de edad pudiera encontrarse en un nivel al que no pertenecía. Filomena se olvidó de todo; sus clases, las reglas de la sociedad y las personas alrededor de ella parecían haber desaparecido. Sólo sentía el latente anhelo de ir a descubrir qué había hecho él para llegar hasta ahí. Al acercarse al niño rojo, experimentó un tipo de conexión que no había sentido antes. A pesar de que ella tenía amigos, no había sentido tanta química y confianza con alguien con sólo verlo. Él le dijo con la mirada que tenía un gran secreto listo para ser compartido. Sus ojos expresaban el deseo de liberar la gran carga que sentía por alguna cosa que le pasaba. Filomena le hizo una seña para que él la siguiera, y lo guió hacia su casa, ya que como sus papás trabajaban por la mañana sabía que sería un lugar seguro para hablar y poder ayudarlo en lo que fuera que le pasara. Ella sabía que un minuto más y el niño podía ser capturado por la Policía Azulina para ser interrogado.

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Llegando, se sentaron en la sala de estar de la choza de Filomena. — ¿Cuál es tu nombre?—preguntó Filomena —Koy ¿Y tú? —Filomena, pero me dicen Filo. Al verlo tan nervioso y asustado, Filo le sirvió una taza de té azul (el preferido de su mamá). Él sin decir nada, sacó un libro y un frasco de su bolsillo. No era un frasco cualquiera, era dorado y hermoso, parecía sacado de algún sueño. Dentro de él habían 3 nubes, cada una de diferente color: azul, verde y rojo. Koy lo puso sobre la mesa y al ver la expresión de confusión de Filomena, le comenzó a explicar la situación. —Según la leyenda del Hombre sin Color, mejor conocido como El Vacío, existió un hombre que nació completamente blanco casi casi transparente. Era el único en la isla que no tenía color y en vez de sentirse especial por ser diferente, no se identificaba con nadie ni nada. Dejándose llevar por la tristeza y el odio, el Hombre sin Color hechizó Capicúa para que el sol se acercara lo suficiente como para irla derritiendo poco a poco haciendo que eventualmente la gente se hiciera transparente como él… Filomena más confundida que nunca lo interrumpió. —Esas eran las leyendas que me contaba mi abuela para asustarme cuando desobedecía, nada de eso es real Koy. Koy le pidió que siguiera escuchando. —El único método que dejó para revertir el hechizo fue que fueran liberadas las 3 nubes enfrascadas en el momento y lugar correcto para que el sol se alejara de la isla y Capicúa dejara de derretirse y prevaleciera. Al saber la importancia de esto, Los Rojos escondieron el frasco porque, a pesar de que tenían el libro secreto con el mapa de dónde y cuándo liberarlas, no habían funcionado sus muchos intentos. Han mantenida oculta toda esta información para no preocupar al pueblo.

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—¿Por qué no funcionaron? —Nadie lo sabe Filo, pero ahora más que nunca tenemos que lograrlo. —¡¿Tenemos?! —exclamó Filomena. —Sí, pero déjame terminar de explicarte —dijo Koy con cara de apresurado—. Bueno, en pocas palabras, este frasco le fue dado a mi familia, la verdad no sé por qué fue la elegida ya que sucedió hace muchos miles de años. Se dice que haciendo un juramento de honor de confidencialidad y protección absoluta, les fue entregado tanto el contenedor de nubes como el libro. —Esto sucedió cuando Capicúa recién comenzaba a derretirse — prosiguió Koy—. Mis antepasados lo mantuvieron a salvo por mucho tiempo sin problema. Sin embargo, se dice que el hombre sin color ha vuelto para capturar el frasco y destrozar las nubes para que Capicúa se derrita por completo y no exista salvación alguna. —¿Y cuál es la manera de detenerlo? —Preguntó Filomena con temor a escuchar la respuesta. Koy volviéndola a interrumpir siguió explicando. —Entonces, Los Rojos advirtieron a mi familia que si llegaba el Hombre sin Color a mi hogar, arrasaría con todo y con todos poniendo en peligro a quienes más quiero y a la isla entera.

Sabiendo esto, tomé el frasco ayer por la noche para escapar de mi casa al lugar más lejos posible. Pude pasar por el popote gigante porque me metí en un empaque de comida para exportar hacia otros niveles. Ha sido un viaje largo, pero confío en que puedo hacer esto. Necesito de un buen equipo para lograrlo. Tímidamente, Koy miró a los ojos a Filo. —Yo sé que se supone que no debemos hablarnos pero para salvar a Capicúa necesitamos hacerlo. Filomena se asustó muchísimo, no sabía qué decir o qué preguntar. Era mucha información nueva. —Bueno, en caso de que esto fuera real, ¿por qué me lo dices a mí? —Eres mi única salida. Ya te he revelado el secreto, sólo puede ser revelado tres veces así que no me puedo arriesgar. A demás, me diste confianza desde el momento que te vi. Necesito que me ayudes a liberar las nubes y salvar al pueblo. Capicúa te necesita, mejor dicho nos necesita. —Sólo tres veces, ¿a qué te refieres? —Si lo revelamos más de 3 veces las nubes escaparán por si solas, yéndose la posibilidad de salvar al pueblo. Bueno, al menos eso es lo que dice en el libro y no nos podemos arriesgar. Finalmente, Filomena aceptó la gran misión aún y cuando por dentro no entendía cómo si Los Rojos habían intentado tantas veces sin algún resultado, ellos, de tan sólo 10 años de edad, podrían lograrlo.

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Confiando casi ciegamente en Koy comenzó su aventura. — ¿Quién será el otro integrante del equipo? Porque aún tenemos dos oportunidades de compartir el secreto y vaya que necesitaremos ayuda —preguntó Filo. —Uno de Los Verdes para poder salir del piso azul hoy mismo —comentó Koy —, así no corremos el riesgo de que nos busquen aquí en caso de que dejemos algún rastro. Filo aceptó el siguiente paso del plan al saber que una desventaja de Capicúa era que todos, con su matiz único, iban pintando poco a poco el piso al caminar, haciendo fácil encontrar a quien se buscara. Además, viéndolo de otra forma, sería interesante tener un representante de cada color para que todos formaran parte del rescate de la isla. Esa misma tarde, antes de comer, Filo guardó sus cosas más importantes en una pequeña bolsa y dejó una nota a sus padres diciendo que se quedaría en casa de su amiga Indy. Tomando de la mano a Koy, salieron rápidamente de la casa caminando derechito al gran popote. Llegando, esperaron pacientemente detrás de un árbol a que los empacadores de verduras terminaran de meter una especie flores azules en una caja. De esta forma, podrían colarse en cuanto se abriera el popote. Finalmente, se abrió la puerta y corriendo ágilmente se metieron, y, presionando el botón verde, fueron llevados como si volaran a ese nivel. El viaje duró tan sólo 3 horas porque como las verduras azules maduraban muy rápido el pedido era express. Llegando, se salieron lo más rápido que pudieron del tubo transparente incorporándose al mundo verde. Ni uno de los dos había estado en ese nivel antes. De hecho, era la primera vez que hacían algo de este tipo. Mucha gente de Capicúa nacía y moría en el mismo nivel sin haber conocido los demás. Ambos, quedaron impactados por la belleza del lugar. Las personas verdes y vibrantes creaban un ambiente exquisito. Mientras caminaban sin rumbo para ver quién era el siguiente miembro del equipo, se encontraron con una hermosa niña que recogía las hojas caídas de los árboles. Filomena se encargó de llamar su atención haciendo sonidos extraños a lo lejos.

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Cuando finalmente la niña se percató de que dos personas de diferente color se encontraban ahí comenzó a brincar y reírse como loca de los nervios. Filomena la intentó calmar y la llevaron hacia el basurero de hojas que se encontraba detrás de ella. Koy prosiguió a explicarle lo que Filomena ya sabía y no le quedó de otra más que aceptar. La niña se llamaba Zahi y, casualmente, también tenía 10 años de edad. Al escuchar la situación, Zahi comenzó a temblar. —El Vacío estuvo aquí ayer en la noche entrando a todas las casas que pudo para buscar el famoso frasco. Dicen que vino a este nivel ya que al ver manchado el popote transparente de alguna persona de Los Rojos, sospechó que el protector del frasco y el libro había escapado hacia este piso. Koy, nervioso pero tratando de mantener la calma suspiró. —El siguiente paso de la misión es salir ilesos del nivel verde para ir al nivel más bajo de Capicúa en donde no hay nada más que la salida hacia al espacio. — ¿Por qué ahí, Koy? —Dijo Filo. —Según el libro, las nubes deben ser liberadas justo cara a cara con el sol —explicó Koy pacientemente mientras ellas se abrazaban de miedo. Revisando el mapa, se dieron cuenta de que no era complicado recordar los puntos estratégicos en los que cada nube debía ser liberada ya que era a la altura de su color correspondiente. Para realizar esta tarea necesitarían un traje de esos de gel transparentoso que utilizaban los mineros de Capicúa con el fin de mantenerse lo más frescos posibles y evitar derretirse en el intento de salvar la isla. Afortunadamente, Zahi sabía dónde encontrarlos porque su tío Fermín trabajaba en la fábrica Verdina. Era una misión riesgosa y sólo para valientes pero juntos tenían la esperanza de lograrlo. Para facilitar las cosas, Koy realizó una lista con los pasos que habían de seguir para organizarse ya que no había tiempo que perder. El Vacío podría llegar en cualquier momento. Así que, siguiendo la lista de Koy, se dividieron en el nivel para que Zahi consiguiera los trajes pasando desapercibida entre Los Verdes mientras que Filo y Koy la esperaban indagando en las cajas de verduras cerca del popote gigante para tener comida durante el viaje (la gente de Capicúa, de no comer, se volvía tan débil que corría el riesgo de derretirse más rápidamente.).

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Mientras Zahi caminaba hacia la fábrica, iba encontrando posters en cada árbol que decían “SE BUSCA FRASCO DORADO, RECOMPENSA”. Temblando de miedo, aceleraba su paso más y más. Llegando a la fábrica buscó a su tío y le dijo que para un proyecto de la escuela necesitaba prestados tres trajes de gel ultra fresco y que sin falta se los regresaba ese mismo día. El tío muy amablemente aceptó y se los entregó con la condición de que fuera a cenar a su casa con su familia en el fin de semana, ya que al ser huérfana, no tenía dónde comer frecuentemente. Zahi tratando de no parecer nerviosa le dijo que sí y se fue cargando los pesados y gruesos trajes. Durante su camino para encontrarse con Koy y Filomena en los alrededores del popote, vio algo que nunca pensó que existiera ni que fuera a ver en su vida: el Hombre sin Color. Estaba ahí, frente a ella con una cara de malicia inimaginable. Toda la gente a su alrededor se encontraba igual de asustada que ella. Zahi preocupadísima por sus ahora amigos, corrió lo más rápido que pudo al escondite en donde habían quedado de verse y… ¡no estaban! Mortificada corrió gritando sus nombres, y cuando se percató de que tenían encerrados a Koy y Filo, comenzó a llorar lágrimas de un intenso color verde. Los sirvientes del Hombre sin Color, los aprisionaron en una jaula de calor. Nadie sabía mejor que Zahi qué iba a pasar si Koy y Filomena no podían salir de ahí… ¡Capicúa se derretiría para siempre si no se utilizaban esas nubes para bien!

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Zahi, decidió regresar lo más rápido que pudo con su tío para explicarle la situación sabiendo que aún quedaba una oportunidad para contarle a alguien más. Devastada, le confesó toda la verdad y le pidió con todo su verde corazón que la ayudara a sacar a sus amigos de la jaula de calor para continuar con la importante misión de salvar a todo Capicúa. El tío Fermín, al ver que su sobrina le decía nada más que la verdad, juntó a todos sus trabajadores y les explicó que no podía decirles la razón pero que si de verdad amaban a su isla y a su gente apoyaran a la causa de dejar libres a los muchachos aprisionados por el Hombre sin Color dejando de lado su miedo. Porque la verdad es que todos en el pueblo le temían enormemente a esta criatura malvada y la razón por la que nadie la había enfrentado era por falta de determinación. Como un acto sorprendente, los trabajadores dijeron que sí. Ambos, el tío Fermín y Zahi no podían de la felicidad. Salieron buscando a más gente que se uniera a la causa. El tío Fermín tuvo la más maravillosa idea de todas. —Haremos el llamado de emergencia a los demás niveles de colores pidiendo ayuda. Deben apoyarnos porque El Vacío también tiene encerrados a dos miembros de los suyos. Al ser un llamado de emergencia, eran utilizadas unas semillas de árbol mixto con propiedades mágicas que, al echarlas al gran popote, se aceleraba la velocidad 500 veces más llegando en cuestión de segundos al destino deseado, que en este caso era el nivel verde.

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Al llegar, todos intentaban evadir verse cara a cara o tocarse. Sabían que por costumbre era algo incorrecto. Sin embargo, en realidad no había una razón justificante para tantas asperezas entre colores. Uniendo sus fuerzas caminaron y volaron en las naves sin interrupción en los alrededores del popote para seguir el rastro de a dónde se había llevado El Vacío a los secuestrados. Viendo en el suelo tantas lágrimas rojas y azules sobre un piso verde en su mayoría, era fácil seguir el camino. No tardaron más de 5 minutos en dar con la cueva en donde tenían encerrados a los amigos de Zahi. Zahi, junto con el grupo de valientes de Capicúa, entraron a la cueva tomados de las manos. Llegando, se encontraron con los sirvientes del hombre sin color y, sin decir nada, se movieron hacia el lado dejando pasar a la tripulación de colores. Sabían que jamás iban a poder detener a tantos. Además, quedaron atónitos al ver que estaban juntas diferentes personas de distintas razas. Con el espíritu de compañerismo más fuerte que nunca, iban caminando en unidad buscando salvar a esos inocentes niños. El ejército de valientes encontró a los dos niños derritiéndose a una velocidad impresionante en uno de los extremos de la cueva, dentro de la misma jaula. Era un espacio muy profundo y tenebroso. Nadie sabía cómo sacarlos de ahí, pero lo que sí sabían era que lo iban a lograr. El grupo de Los Azules, retó al Hombre sin Color para que saliera de donde estuviera mientras que Los Rojos se acercaban a la jaula para intentar abrirla. Los Verdes analizaban el lugar para ver en dónde podía estar escondido aquel malvado. Y así como así, la jaula se abrió y apareció El Vacío derretido en el suelo más profundo de la cueva con el frasco de las nubes y el libro intacto. Uno de los esclavos de esta criatura se regocijó agradeciéndoles a todos por liberarlos de ese horrible hombre. También, les explicó que lo que había sucedido era que, si había una sola cosa que derrotaba a ese malvado era la unidad en los colores. —Él seguía vivo gracias a un hechizo que se había hecho a él mismo en el que podría vivir hasta que Capicúa se derritiera por completo. Desesperado, quiso venir a robar la única solución que había dejado para poder estar en paz sabiendo que iba a lograr su cometido, pasara lo que pasara. Sin embargo, la unión de todos ustedes lo ha derrotado al fin —dijo.

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Filomena y Koy salieron de la jaula y, abrazando a Zahi, terminaron de sellar la mejor amistad del mundo. Después, tomaron el frasco y el libro. Salieron de ahí despidiéndose de todos y sintiéndose afortunados de ser los representantes de su respectivo nivel. Mientras tanto, la gente que se había quedado en sus pisos, escuchaba estas noticias a través de las bocinas centrales y se emocionaban por el bienestar de los niños alegrándose de que ya nunca más se tendrían que preocupar por las malicias del Vacío. ¡Los muchachos eran libres del Hombre sin Color! Y aunque no lo podían saber todavía, ¡ellos salvarían a Capicúa! Y así, iban los tres chicos representantes más unidos que hermanos caminando hacia el tubo gigante. Zahi llevaba los trajes y Koy unas cuantas verduras para mantenerse coloridos en el viaje como lo habían planeado. Entraron en el popote algo nerviosos pero sabiendo que todo iba para bien. Era más emoción que miedo por tener el honor de ayudar a la isla. Enseguida, presionaron el botón para bajar al piso que salía al espacio. Llegando, abrieron la puerta hacia el exterior y vieron la cosa más maravillosa que habían presenciado en su vida. Los tres, perplejos, veían cómo fluía el rio de colores hacia fuera. Mientras veían ese exquisito espectáculo se pusieron su traje de gel fresco ya que al abrir la bóveda sintieron un calor más intenso aún. Esperaron lo suficiente para que el precioso río formara el camino hacia el sol. Según decía en el libro, no era algo tardado porque como el calor era muy intenso todo fluía muy rápido. Cuando el tiempo se cumplió, se lanzaron nadando teniendo confianza entre sí mismos y esperando lo mejor. A pesar de traer los trajes puestos, sentían la calidez del sol en sus huesos. La espesa capa de colores estaba hirviendo y les cubrió el traje especial que traían puesto haciendo fácil perderse. Por esta razón, decidieron ir nadando tomados de las manos.

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Al ver cara a cara a la enorme estrella, los tres se miraron y sabían que era el momento de hacer lo suyo. Filomena, al vivir en el nivel más alto, le correspondía liberar primero que a los demás la nube del color de su piso: azul. Para esto, Zahi y Koy la apoyaron armando una pirámide de tal forma de que Filo estuviera lo más arriba posible. Abrió el frasco y sin la necesidad de hacer nada más, la nube azul salió y se quedó suspendida en el lugar más alto de Capicúa. Después, fue el turno de Koy así que cambiaron de lugares en la pirámide. Bajaron Zahi y Filo y, entre las dos, lo levantaron para que la liberara. Al igual que la primera vez, con tan sólo abrir el frasco, la nube roja fluyó y se detuvo en el segundo nivel de Capicúa. Finalmente, fue el turno de Zahi de liberar la nube verde. En cuanto llegó a su posición, las 3 bolas de colores empezaron a temblar y a hacerse cada vez más grandes; crecían y crecían. Mientras tanto, el trío de amigos nadaban lo más rápido que podían para alejarse de la escena. Cuando las nubes llegaron a su tamaño real comenzaron a palpitar tal y como lo hace un corazón. Con cada palpitar el sol se iba alejando de Capicúa a una velocidad impresionante. Parecía como una estrella fugaz que va dejando su ráfaga de luz. Bastó con tan solo 10 latidos para que el sol se alejara lo suficiente y Capicúa quedara como un lugar deliciosamente cálido sin hervir hasta los huesos. Llenos de alegría Koy, Zahi y Filo se abrazaron sintiendo cómo se alejaba la sensación de derretirse y regresaron nadando rápidamente al popote, ya que como ya no hacía tanto calor, el río de colores pronto se quedaría sólido. Mientras subían por el popote sólo sonreían, sabiendo que no había necesidad de hablar para expresar la felicidad que sentían al haber hecho esto por su gente. Se dice que Capicúa sigue sólida y feliz. Ahora, todos conviven con todos. Aprendieron de la importante lección de no juzgar a las personas sólo por ser diferentes. Actualmente, saben que pueden contar los unos con los otros. Incluso, existe gente de nuevos colores ya que al mezclase se crearon distintas parejas de azules con rojos ó rojos con verdes ó verdes con azules creando tonalidades maravillosas. Aprendieron que juntos podían enfrentar lo que divididos jamás lograrían a pesar de ser diferentes. Y así, vivieron coloridos para siempre.

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