Capítulo 1-EL ESTAFADOR

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CAPÍTULO 1-El estafador -Va a llegar tarde -dijo la elfa Flordeluna. Su mirada se resbalaba sobre un extraño mecanismo que había colgado en la pared. Eran unas especies de ruedecillas que producían un “clac” cada tres segundos. En el cristal de la ventana se reflejaba las llamas incandescentes de la chimenea. El calor que producían era cálido y acogedor, pero esto no era reconfortante si se trataba de una situación de tal tensión. -Ya llegará-contestó el gnomo Luminduluck, sin que nadie le preguntara. La especie de reloj le estaba poniendo nerviosa a la elfa, que parecía asustada por el paso del tiempo. Inesperadamente, sonó un “clac” más fuerte que otro y una mano daban golpes en la puerta fuertemente, sin cuidado ninguno. Flordeluna dio unos cuantos pasos firmes hasta la entrada, mientras que era observada por Luminduluck. -¿Quién es?-preguntó Flordeluna, segura. -¿Quién va a ser?-contestó una voz infantil, mezclada con risitas. La elfa abrió la puerta y una figura pequeña y regordeta apareció. Seguía riendo, estúpidamente riendo. De espaldas, esta criatura se podría confundir con un cerdo, si no fuera porque tiene cuernos y anda sobre dos patas en vez de sobre cuatro. Traía bajo el brazo un papel amarillento y mojado. El extraño personaje se dirigió a la mesa, demasiada alta para él, y extendió el pergamino. Había unos trazos que indicaban un camino sobre un mapa de la región. Al principio había una vía que llegaba hasta un bosque, pero luego se bifurcaba en dos sendas diferentes. Uno de ellos llegaba a una catarata, y el otro conducía a una cueva. -¿Cuánto pides?-preguntó Luminduluck, que había reflejado la misma expresión que su compañera. -Casi nada… un precio razonable… solo unos trescientos doblones…-respondió la grotesca criatura.

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Este es el primer capítulo de mi libro: "LA SOMBRA DEL HUMANO".

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CAPÍTULO 1-El estafador

-Va a llegar tarde -dijo la elfa Flordeluna.

Su mirada se resbalaba sobre un extraño mecanismo que había colgado en la pared. Eran unas especies de ruedecillas que producían un “clac” cada tres segundos. En el cristal de la ventana se reflejaba las llamas incandescentes de la chimenea. El calor que producían era cálido y acogedor, pero esto no era reconfortante si se trataba de una situación de tal tensión.

-Ya llegará-contestó el gnomo Luminduluck, sin que nadie le preguntara.

La especie de reloj le estaba poniendo nerviosa a la elfa, que parecía asustada por el paso del tiempo. Inesperadamente, sonó un “clac” más fuerte que otro y una mano daban golpes en la puerta fuertemente, sin cuidado ninguno. Flordeluna dio unos cuantos pasos firmes hasta la entrada, mientras que era observada por Luminduluck.

-¿Quién es?-preguntó Flordeluna, segura.

-¿Quién va a ser?-contestó una voz infantil, mezclada con risitas.

La elfa abrió la puerta y una figura pequeña y regordeta apareció. Seguía riendo, estúpidamente riendo. De espaldas, esta criatura se podría confundir con un cerdo, si no fuera porque tiene cuernos y anda sobre dos patas en vez de sobre cuatro. Traía bajo el brazo un papel amarillento y mojado. El extraño personaje se dirigió a la mesa, demasiada alta para él, y extendió el pergamino. Había unos trazos que indicaban un camino sobre un mapa de la región. Al principio había una vía que llegaba hasta un bosque, pero luego se bifurcaba en dos sendas diferentes. Uno de ellos llegaba a una catarata, y el otro conducía a una cueva.

-¿Cuánto pides?-preguntó Luminduluck, que había reflejado la misma expresión que su compañera.

-Casi nada… un precio razonable… solo unos trescientos doblones…-respondió la grotesca criatura.

-¿Me tomas el pelo?- dijo Flordeluna, enfadada-No te voy a pagar eso.

-Bueno, pues no te lo voy a rebajar-afirmó el ser, que había hablado esta vez con un tono sorprendentemente serio.

La elfa meditó la oferta. No era razonable, desde luego, pero necesitaba ese mapa.

-Te doy doscientos setenta doblones o nada- regateó.

-Está bien-dijo el monstruito, resignado.

Ella se dirigió a la planta superior, haciendo ruido por los viejos peldaños de madera. Cuando volvió, después de ir a su cuarto, llevaba un pequeño saquito de cuero que pesaba un poco. Lo abrió y sacó unas cuantas monedas doradas que tenían dibujadas alguna especia de runa. Se las tendió al horripilante ser y recogió el mapa de la mesa. Con mucho cuidado, lo enrolló y ató con una fina cuerda roja. Miró al estafador de mala manera, ya que nada más ver la mirada de la elfa, el individuo salió corriendo a la puerta.

-¡No vuelvas nunca más por aquí!-gritó Flordeluna.

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El gnomo estaba admirado por el comportamiento de su amiga.

-Así se trata a los tramposos, si señor…

Flordeluna le regaló una sonrisa amable a su compañero. Se dejó caer en el sofá de piel y abrió una vez más el pergamino. Siguió el camino dibujado con la mirada, desde luego no sería un camino de rosas, pero tenía que lograr conseguir su objetivo. Alzó la mirada y vio que el gnomo necesitaba su ayuda para sentarse a su lado. Le tendió la mano, este se agarró y le colocó a su altura. Los dos escudriñaban el mapa para ver si lograban encontrar un camino o algo que le hiciera el viaje más fácil. No encontraron nada, pero seguían teniendo la esperanza de que algo les ayudara en su larga travesía. Las tripas de la elfa emitieron un sonido que indicaba que tenía mucha hambre. Se dirigió a la cocina, seguida de Luminduluck, que tenía el mismo apetito que su amiga. Abrieron todos los cajones y la despensa, y lo único que encontraron fue un trozo de queso y media porción de pastel de arándanos. Para el pequeño era un gran banquete, pero para ella no le serviría ni para sentirse satisfecha.

-Mira allí- dijo Luminduluck señalando uno de los cajones más altos- creo que metiste hace unos días un trozo de pan, ¿no?

Flordeluna se hizo caso de su amigo y abrió el cajón indicado. Allí había medio bollo. No era mucho, pero no había más. Llevaron la comida al salón y colocaron la cubertería y demás encima de la mesa en la que momentos antes había estado la estúpida criatura. Cenaron a la luz de la chimenea, mientras la elfa anunciaba los planes para mañana.

-Tenemos que ir al mercado- dijo-nos estamos quedando sin provisiones.

-Pero es peligroso-objetó Luminduluck- ya sabes que nos persiguen como el gato persigue al ratón. No valemos nada en este pueblo, a la primera oportunidad que tengan, nos matarán.

-Lo sé, pero si no nos matan ellos moriremos de hambre. Además, si no nos parecemos a nosotros no tendrán porque hacerlo.

El gnomo estaba asustado, los planes de su amiga nunca salían bien, y mucho menos si incluían cambiar de aspecto. Los disfraces que se le ocurrían no solían ser muy ingeniosos. El que más disimulaba su apariencia era una sábana con dos agujeros para los ojos. Los espectros no estaban por esa zona, así que cuando salieron al poblado los intentaron capturar como si fueran animales salvajes para llevarlos a su “hábitat natural”.

-No sé yo sí fiarme…

-Pues iré yo sola. No necesito la ayuda de un diminuto gnomo-contestó malévolamente.

Sabía que su amigo era muy susceptible, y que a la primera mención de su tamaño, estallaría. Una mueca de enfado se dibujó en la cara de Luminduluck, y empezó a chillar a Flordeluna:

-¡Tú sí que eres pequeña! Soy el más alto de mi familia, para que te enteres. Te voy a demostrar yo de lo que soy capaz-dijo mientras se fue refunfuñando a su cuarto.

La elfa sonrió, pensando que mañana sería un día muy largo. Hizo lo mismo que su amigo y se dirigió a su habitación. Se puso su pijama y se metió en la cama. Al instante se le cerraron los ojos por la actividad del día, mientras que oía a su compañero, que todavía estaba refunfuñando.

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